Posverdad y populismo · transmisión del conocimiento, con la filosofía del lenguaje y también...

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JULIO / SEPTIEMBRE 2019 31 Posverdad y populismo E n el año 2016, el referéndum sobre el Brexit y la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos removieron los cimientos de la política en Occidente. Ante la necesidad de nombrar y definir lo ocurrido, se generalizó el uso del tér- mino posverdad. La conversación pública se Este artículo analiza la posverdad como uno de los fenómenos que han marcado la vida política occidental de los últimos años. Estudiando su contenido y los medios que hacen posible su difusión, concluye que la posverdad ha sido un instrumento clave dentro de la praxis populista que ha tratado de socavar las bases de la democracia representativa tal y como se ha entendido hasta ahora. “La verdad y su reino originario han tenido su historia en la historia” Michel Foucault vio entonces saturada de referencias, opinio- nes, debates formales e informales en torno a la posverdad. La palabra pasó a ser uno de los conceptos centrales del vocabulario polí- tico de nuestro tiempo. Según quedó estable- cido, Trump y el Brexit habían abierto una nueva era, la era de la posverdad. La posverdad lo invadió todo, pero sin que supiéramos realmente qué es. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de posverdad? ¿Cuáles son sus principales elementos? ¿Por qué ha aparecido ahora? Es decir, ¿qué cir- cunstancias sociales y técnicas la hacen po- sible? En el presente artículo, pretendemos responder a esas preguntas, pretendemos aco- tar los contornos difusos de la posverdad. Se trata de una labor necesaria para poder ana- lizar después las consecuencias que la posver- dad ha tenido en la vida de las democracias representativas. Partimos de una serie de premisas. En pri- mer lugar, entendemos que más allá de tra- tarse de una moda política, la posverdad tiene implicaciones de largo alcance. Habla- mos de un fenómeno relacionado con la transmisión del conocimiento, con la filosofía del lenguaje y también de un fenómeno de carác- ter ético, porque la verdad es un valor moral. JOSÉ RUIZ VICIOSO Master of Arts en Historia del Pensamiento Político, Universidad de Exeter (Reino Unido)

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Posverdad y populismo

En el año 2016, el referéndum sobre elBrexit y la elección de Donald Trumpcomo presidente de los Estados Unidos

removieron los cimientos de la política enOccidente. Ante la necesidad de nombrar ydefinir lo ocurrido, se generalizó el uso del tér-mino posverdad. La conversación pública se

Este artículo analiza la posverdad como uno de los fenómenos que han marcado la vida políticaoccidental de los últimos años. Estudiando su contenido y los medios que hacen posible su difusión,concluye que la posverdad ha sido un instrumento clave dentro de la praxis populista que ha tratado desocavar las bases de la democracia representativa tal y como se ha entendido hasta ahora.

“La verdad y su reino originario han tenido su historia en la historia”Michel Foucault

vio entonces saturada de referencias, opinio-nes, debates formales e informales en tornoa la posverdad. La palabra pasó a ser uno delos conceptos centrales del vocabulario polí-tico de nuestro tiempo. Según quedó estable-cido, Trump y el Brexit habían abierto unanueva era, la era de la posverdad.

La posverdad lo invadió todo, pero sinque supiéramos realmente qué es. ¿A qué nosreferimos cuando hablamos de posverdad?¿Cuáles son sus principales elementos? ¿Porqué ha aparecido ahora? Es decir, ¿qué cir-cunstancias sociales y técnicas la hacen po-sible? En el presente artículo, pretendemosresponder a esas preguntas, pretendemos aco-tar los contornos difusos de la posverdad. Setrata de una labor necesaria para poder ana-lizar después las consecuencias que la posver-dad ha tenido en la vida de las democraciasrepresentativas.

Partimos de una serie de premisas. En pri-mer lugar, entendemos que más allá de tra-tarse de una moda política, la posverdadtiene implicaciones de largo alcance. Habla-mos de un fenómeno relacionado con latransmisión del conocimiento, con la filosofía dellenguaje y también de un fenómeno de carác-ter ético, porque la verdad es un valor moral.

JOSÉ RUIZ VICIOSO

Master of Arts en Historia del Pensamiento Político,Universidad de Exeter (Reino Unido)

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Segundo, creemos que laposverdad encierra un con-tenido sustantivo. Hablamosde un fenómeno multidi-mensional, que como todoconcepto político se nutre deideas, de debates y de proce-sos en marcha, nos remite alenguajes más o menos dis-tantes. En este sentido, laposverdad también tiene sugenealogía. Aunque este noes el lugar para hacer el aná-lisis de procedencia de laposverdad, baste indicar quepodemos rastrear sus compo-nentes en la sofística griega,en la teoría política de Maquiavelo y, espe-cialmente, en el pensamiento posmodernofrancés.

El términoposverdad era unareferencia marginalde la cienciapolítica hasta queel Brexit y lacampañapresidencial deDonald Trumpdispararonexponencialmentesu uso

Por último, nuestra tesis concluye que eltérmino posverdad sirve a un determinado fin.Ese fin ha sido socavar la confianza sobre la quese asienta toda democracia representativa.

¿A QUÉ NOS REFERIMOS CUANDOHABLAMOS DE POSVERDAD?

La palabra posverdad (post-truth) fue utilizadapor primera vez en sentido político en Esta-dos Unidos en 1992. En su artículo Un go-bierno de mentiras, Steve Tesich identificó elescándalo del Watergate como el punto deinflexión en el que los ciudadanos norteame-ricanos empezaron a rechazar la verdadcuando esta resultaba incómoda o constituíauna mala noticia. A partir de entonces, elpueblo buscaría en su gobierno “que lo pro-teja de la verdad”, o dicho de forma más pro-saica, que le contara lo que quería oír. Esecambio es el que caracteriza la posverdad”1.

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El término no pasaría de ser una referen-cia marginal de la ciencia política hasta queel Brexit y la campaña presidencial de Do-nald Trump dispararon su uso exponencial-mente. Los diccionarios Oxford eligieronposverdad como “palabra del año 2016” yofrecieron una definición que se ha vueltocasi canónica. Posverdad sería aquello “rela-cionado o relativo a circunstancias en las quelos hechos objetivos son menos influyentesmodelando la opinión pública que las apela-ciones a la emoción y a la creencia propia”2.Aunque definir es siempre limitar, esta carac-terización recogía los componentes esencia-les de la posverdad tal y como había cristali-zado en las campañas electorales británica ynorteamericana.

El ejemplo paradigmático de posverdaden el caso del referéndum sobre el Brexit loconstituyen los célebres “£350 millones”.Uno de los argumentos centrales de los par-tidarios del Brexit se refería al coste de 350millones de libras semanales que implicabala pertenencia a la Unión Europea. Esta cifrafue repetida durante toda la campaña, distri-buida en todas las formas posibles de propa-ganda y hasta recorrió las ciudades británicasserigrafiada en el bus de campaña. Pero noera la cifra real. Se trataba de la cifra bruta dela aportación británica, sin descontar el di-nero que se recibía luego de la UE en variasformas. Aunque algunas instituciones de re-ferencia (como la UK Statistics Authority o elInstitute for Fiscal Studies) la calificaron como“engañosa” y ofrecieron datos reales, la cifragozó de una apariencia de veracidad que per-mitió a los partidarios del Brexit dominar eldebate económico3. El impacto de la cifra hasido contrastado posteriormente: fue una delas pocas que los votantes recordaban y uno

de los tres mensajes pro salida más reconoci-bles de toda la campaña4.

La campaña del Brexit puso en evidenciaotro componente de la política de la posver-dad: el descrédito del conocimiento. Elhecho de que las intervenciones de los orga-nismos competentes no sirvieran para zanjarla polémica de los datos denota la descon-fianza de gran parte del público hacia los ar-gumentos de autoridad. Cuando el ministroMichael Gove afirmó por televisión en ho-rario de máxima audiencia: “creo que lagente de este país ha tenido suficiente de ex-pertos”5, estaba aplicando esa lógica perversaque equipara ignorancia y conocimiento, querechaza los argumentos fundados como ame-nazas a las opiniones de la gente. Según estadialéctica, la opinión del experto es la opi-

nión del establishment y porello debe rechazarse por sos-pechosa. El giro aquí no es yaque todas las opiniones val-gan lo mismo (principio de-mocrático) sino que todas lasopiniones pueden ser igual-mente verdaderas (principiopopulista). La política de laposverdad es, por tanto, unapolítica anticientífica.

La apelación emocionales quizá la característica másreconocible de la posverdad.Los mensajes tratan demover los resortes emocio-nales de la audiencia. La ve-racidad de lo dicho no im-porta tanto como su impactosobre la emocionalidad delindividuo, reforzando sus

No es ya quetodas lasopiniones valganlo mismo(principiodemocrático)sino que todaslas opinionespueden serigualmenteverdaderas(principiopopulista). Lapolítica de laposverdad esanticientífica

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creencias previas y ani-mando a la movilización enel sentido deseado. El dis-curso político de Trump re-presenta el caso más emble-mático, avalado por suvictoria electoral de 2016. Amodo de ejemplos, sus lemaspolíticos –el Make AmericaGreat Again de la campaña oel America First del go-bierno– constituyen mensa-jes de potente carga emocio-nal. Esto es así porque elnacionalismo como ideolo-gía explota la identificaciónafectiva del individuo con lacomunidad6. Un compo-nente que se acentúa en estecaso por el etnicismo que en-frenta un “nosotros” –los na-cionales– con un “ellos” –losinmigrantes–. La simplicidadrefuerza también su capaci-dad de llegada. Esa capaci-dad de identificación emo-cional llevada al extremo aparece bienexpresada en el siguiente fragmento de suDiscurso inaugural del 20 de enero de 2017:“Nosotros somos una nación - su dolor esnuestro dolor. Sus sueños son nuestros sue-ños; su éxito será nuestro éxito. Nosotroscompartimos un corazón, un hogar y un des-tino glorioso”7.

La escalada de la Administración Trumphacia el posfactualismo8 –en el que el dis-curso no depende de los hechos objetivos–tomó forma plena cuando la asesora del pre-sidente, Kellyanne Conway, habló de “he-chos alternativos” para justificar unas decla-

raciones del responsable de prensa de la CasaBlanca9. Los “hechos alternativos” resumenla nueva lógica del debate político en el queya no hay una realidad verificable sobre laque se argumenta, sino una contraposiciónde relatos que construyen los hechos política-mente relevantes, o como ha explicadoD’Ancona, “una interminable batalla por de-finir tus hechos frente a mis hechos alternati-vos”10. Así, se anula la posibilidad del diálogo.Todo es narración. Sin embargo, argumentary narrar son cosas muy distintas. Si la argu-mentación se apoya en unos hechos que tra-tan de demostrarse al interlocutor por mediode la razón, la narración es una explicacióndotada de sentido pero que bien puede noapoyarse en la realidad.

La posverdad se nos presenta entoncescomo un fenómeno complejo. Consiste en ladivulgación de mensajes con apariencia deveracidad pero sin correspondencia con loshechos objetivos, cuyo impacto en la opinióndepende de la apelación emocional y no delcarácter científico de su contenido.

Este carácter multidimensional de la pos-verdad nos permite distinguirla de la simplementira. La mentira ha formado parte de lapolítica desde sus orígenes. Siempre ha ha-bido políticos que han mentido para lograr elpoder o mantenerse en él. Lo que ha cam-biado es la respuesta social11. Tradicional-mente, en democracia la mentira tenía uncoste político. La posverdad señala un pro-ceso de despenalización de la mentira12 en elque (por lo menos) a una parte sustancial delelectorado le resulta indiferente si el mensajees verdadero con tal de que este tenga lacarga emocional suficiente como para reafir-mar sus convicciones.

La posverdadconsiste en ladivulgación demensajes conapariencia deveracidad pero sincorrespondenciacon los hechosobjetivos, cuyo impacto enla opinióndepende de laapelaciónemocional y node su caráctercientífico

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social. Se da aquí una para-doja que no deja de ser lla-mativa. La posverdad pres-cinde de los medios decomunicación tradicionalesal tiempo que se nutre de es-tilos de comunicación alen-tados por esos mismos me-dios. El sensacionalismo, laselección de unos determi-nados datos en vez de otrospara sesgar la noticia en unsentido determinado, la pre-ferencia del testimonio per-sonal sobre el frío análisis ola búsqueda del titular másllamativo son fenómenosemparentados con la pos-verdad14.

Hoy el lenguajede la posverdades el de lairresponsabilidaden política.Antes, la políticaimplicabaresponsabilidad.Ahora lo quedice el político esindependientede cualquierpreocupaciónpor lo verdaderoy lo falso

POSVERDAD Y COMUNICACIÓN

Si analizamos la posverdad dentro del pro-ceso de comunicación, deduciremos las cla-ves que han determinado su fulgurante apa-rición. Todo proceso de comunicación constade los siguientes factores: emisor, mensaje, re-ceptor, canal, código y contexto.

Para el emisor –el político– el mensaje nosupone más que un medio para obtener un fin,el poder. La intención del político es siempreuna aspiración de poder. Lo relevante, enton-ces, es la dimensión ética de la posverdad: enqué medida muestra la tensión que desde elpunto de vista ético hay entre medios y fines.Es decir, en qué medida la posverdad afectaa la relación (dramática) que existe entremoral y política.

La cuestión de la ética del político ha sidoun tema clásico en la historia del pensa-miento que cobra ahora nueva actualidad.Max Weber identificaba tres cualidades de-terminantes en el político: Pasión, sentido dela responsabilidad y mesura. Aun recono-ciendo un componente emocional, se tratade una noción racional, pues la templa conla responsabilidad, “la estrella que guía laacción”, y la mesura13. Hoy, en cambio, ellenguaje de la posverdad es el lenguaje de lairresponsabilidad en política. Antes, la po-lítica implicaba responsabilidad. Ahora, noes que el político busque necesariamentementir, sino que lo que dice es indepen-diente de cualquier preocupación por lo ver-dadero y lo falso. Moral y política están des-conectadas.

El mensaje de la posverdad, directo y ca-tegórico, actúa directamente sobre la masa

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Pongamos por caso una noticia relacio-nada con la crisis catalana de 2017. Pocosdías después de la consulta ilegal del 1 de oc-tubre, un juzgado de la Seode Urgell citó a declarar avarios profesores de la es-cuela Mossen Vives ante laposibilidad de que hubierancometido delitos de odio.Según la denuncia de variasfamilias, los profesores ha-brían sometido a “humilla-ciones, insultos e inclusoagresiones” a alumnos hijosde guardias civiles por las es-cenas de violencia vividasdurante el pseudoreferén-dum15. La noticia era reco-gida por el medio indepen-dentista Nació digital delsiguiente modo: “Citan a de-clarar a ocho maestros de laSeo de Urgell por hablar del

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1-O en clase”16. El contenido de la misma in-cidía en la idea de que los profesores se en-frentaban a un posible delito de incitación alodio por tratar el 1-O, sin citar los hechos quehabían motivado la denuncia. La percepciónque recibe el lector del titular es que el juezpersigue a unos profesores por el mero hechode hablar de un episodio relevante, es decir,como si se tratase de un ataque a su libertadde expresión o cátedra. El sesgo de la noticiaes tal, que la apariencia que transmite es muydistinta a lo ocurrido. Se quiere dar la imagende un nuevo ataque del “aparato represor delEstado” (por usar los propios términos del se-paratismo) para así reforzar las conviccionesde la audiencia nacionalista a la que va diri-gida la noticia.

La posverdad es efectiva precisamente por-que se sirve de los canales propios de la era di-gital. Las redes sociales permiten difundir la in-formación sin mediaciones ni intermediarios.Los algoritmos aplicados a los datos identifican

Los caractereslimitados deTwitter noparecensuficientes paraelaborarmensajes deciertacomplejidad.Tampocointeresa. Hoy sedice mucho másdifundiendo unvídeo o unaimagen

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con gran precisión qué público será receptivoa un determinado mensaje.

Como ha señalado Manuel Arias, la digi-talización de la conversación colectiva con-duce a una fragmentación en múltiples com-partimentos estancos incapaces de dialogarentre sí17. Las redes sociales favorecen la crea-ción de públicos afectivos que solo se identifi-can con su tribu moral, porque lo digital nosacerca solo a lo que nos es afín, a nuestros gus-tos potenciales, a los que piensan como noso-tros. Ese es el poder de los datos en un mundoen el que la necesidad permanente de exhibir-nos y manifestar lo que nos gusta nos lleva adejar huellas digitales por todas partes18.

Las redes sociales también tienen su códigocaracterístico, que es la imagen. El carácter dela comunicación digital ha provocado una sim-plificación en la articulación de los mensajes yuna “huida a la imagen”19. Los perfiles de redescomo Instagram o Facebook son básicamenteplataformas narcisistas de imágenes. El textotiene siempre un carácter secundario. “Huimoshacia las imágenes a la vista de una realidadque percibimos como imperfecta”20. Las posi-bilidades digitales permiten optimizar la reali-dad, mejorarla, presentarla a nuestro gusto. Unposter electoral mostrando una larga cola derefugiados que tratan de entrar en Europa ten-drá mucho más impacto en el electorado quecualquier discurso lleno de razones sobre lasventajas económicas de la permanencia en laUnión Europea. Los caracteres limitados deTwitter no parecen suficientes para elaborarmensajes de cierta complejidad. Tampoco in-teresa. Hoy se dice mucho más difundiendo unvídeo o una imagen. La impresión prima sobrela concentración. La lectura queda sustituidapor el vistazo21.

Así, el receptor del men-saje resulta ser un ciudadanoque se aleja bastante del idealilustrado. La democracia re-presentativa, como régimenpropio del liberalismo, se havenido apoyando en una con-cepción del hombre como in-dividuo soberano, que tomasus decisiones políticas racio-nalmente, juzgando una plu-ralidad de informaciones consentido crítico. Sin embargo,las decisiones políticas están,en buena medida, determina-das por la emocionalidad. Nopodríamos hablar tanto deun votante racional, como de un elector sen-timental que procesa una limitada informa-ción política de forma sesgada y basada en susprejuicios22.

Se entiende, entonces, que la verdadpierda relevancia como criterio de juicio. Laspercepciones se apoyan en afectos o en esta-dos emocionales que se retroalimentan den-tro del grupo moral de pertenencia. La razónpierde su fuerza persuasiva. Y el contexto dela revolución tecnológica ha venido a poten-ciar estas tendencias antirracionalistas.

¿CÓMO HA SIDO POSIBLE? DEL HOMO VIDENS AL HOMO DIGITALIS

En 1997 Giovanni Sartori publicaba Homovidens. La sociedad teledirigida, obra en la queanalizaba el paso de la cultura escrita a la cul-tura visual. Sartori escribía en un mundo do-minado por la televisión, en el que internettodavía no tenía el peso que tiene hoy, y másde una década antes de la aparición de las

Para Sartori, elhomo sapiens,caracterizado porla cultura escrita,deja paso alhomo videns,cuyo contexto esbásicamentevisual. De lointeligible sepasa a lo visible

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Todo esto genera unos efectos sobre la po-lítica. Por un lado, la personalización. La po-lítica mediada por la pantalla convierte alpolítico en un showman, le da todo protago-nismo, reduciendo la necesidad de los parti-dos. Por otro lado, provoca la emotivización:“la cultura de la imagen creada por la prima-cía de lo visible es portadora de mensajes‘candentes’ que agitan nuestras emociones,encienden nuestros sentimientos, excitannuestros sentidos y, en definitiva, nos apasio-nan”. La vídeo-política rompe el delicadoequilibrio entre pasión y racionalidad quesubyace a la democracia representativa. Sar-tori llega a hablar de una era de “postpensa-miento” causada por el dominio de lo visualsobre las capacidades cognitivas del hom-bre24.

En la misma línea, Byung-Chul Han pu-blicó unos años después de la irrupción de lasredes sociales En el enjambre (2013), un en-sayo sobre el hombre de la nueva era digital.Para este autor, la revolución digital abre unatransición crítica hacia una nueva configura-ción de las relaciones de poder. El homo digi-talis se caracteriza por su presencia en la reda través de un perfil que trata de optimizar.Por más que se relacione digitalmente, es unindividuo aislado. Han incide en el debilita-miento del sentimiento cívico causado por lacomunicación digital. Lo digital no es capazde construir un nosotros. La masa social es un“enjambre digital” de individuos aisladoscuya interacción solo produce ruido. Consti-tuye una multitud sin alma25.

Lejos de las utopías cientifistas que presa-giaban la redención del hombre a través dela tecnología, ambos autores coinciden en lasconsecuencias negativas del progreso técnico

redes sociales. Pese a ello, su penetrante ca-pacidad de análisis le permitió reconocer lasformas incipientes de lo que luego formaríael contenido de la posverdad. En este sen-tido, muchas de sus observaciones resultanpremonitorias.

Para Sartori, la primacía de la imagen ins-talada por los medios visuales estaba provo-cando un empobrecimiento de la capacidadde entender del hombre. La persona formadaen imágenes y no en conceptos abstractospierde capacidad de conocimiento, capaci-dad analítico-científica y, en definitiva, ca-pacidad de distinguir lo verdadero de lo falso.El homo sapiens, caracterizado por la culturaescrita, deja paso al homo videns, cuyo con-texto es básicamente visual. De lo inteligiblese pasa a lo visible.

La fuerza arrolladora de laimagen se lleva por delantelas “autoridades cognitivas”que durante dos siglos ha-bían moderado la opiniónpública. Con la televisión, elexperto pasa a ser insignifi-cante. El problema de laimagen es que su “fuerza deveracidad” hace la mentiramás eficaz y, por tanto, máspeligrosa. Pero si la televi-sión empobrece la capacidadde entender, internet viene acompletar el marasmo de laconfusión. “En la red es in-formación todo lo que cir-cula. Por tanto, información,desinformación, verdadero,falso, todo es uno y lomismo”23.

Mediante una praxispolíticainnovadora, elpopulismo hapasado de seruna patologíamenor de lasdemocracias para convertirse,en muchospaíses, en una fuerzapoderosa

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sobre la política. Los proce-sos apuntados por Sartori seven culminados con la revo-lución tecnológica; con loscambios en la psicología hu-mana, en los hábitos socialesy en las relaciones de poderque estudia Han.

CONCLUSIÓN: POSVERDAD Y POPULISMO

Como hemos visto, los mo-vimientos populistas occi-dentales han dotado de con-tenido a un nuevo conceptopolítico de largo alcance.Mediante una praxis políticainnovadora, el populismo hapasado de ser una patologíamenor de las democraciaspara convertirse, en muchospaíses, en una fuerza pode-rosa26. Así fue con la elec-ción de Trump, así fue con elBrexit y así fue con el golpe independentistadel 1-O, que convirtió a Cataluña en un au-

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téntico laboratorio de posverdad. La vitali-dad del fenómeno podría mostrarse con mu-chos otros casos.

El populismo se sirve de los recursos dellenguaje para tratar de ganar influencia enel mercado de las percepciones públicas. Losmedios de la revolución digital han hechoposible la distribución masiva de sus mensa-jes, sin intermediarios, sin autoridades. Perotengamos muy en cuenta que su objetivofinal no es el rendimiento electoral. Ese essolo un paso intermedio. Su batalla es cul-tural. Su finalidad no es el cambio de go-bierno dentro de la democracia representa-tiva sino otra democracia. Una democraciaque supedita todo a la voluntad de un pue-blo supuestamente uniforme, virtuoso y ho-mogéneo.

La posverdad es un instrumento esencialpara ello, porque mina los principios de ver-dad, racionalidad y confianza que han es-tado en la base de la organización político-social desde los tiempos de la Ilustración.Reduce la política a una competición entre“interpretaciones” o “relatos” sin correspon-dencia con los hechos objetivos y sin auto-limitaciones éticas.

Como expresión política del proyecto decivilización ilustrado, la democracia repre-sentativa se funda sobre un frágil equilibrioentre razón y emoción, cuyas ventajas no de-berían minusvalorarse. Occidente es un con-cepto anclado en la búsqueda de la verdad através del conocimiento, utilizando para ellola razón. Principios como la dignidad hu-mana, la libertad individual o la autonomíade la voluntad no son valores coyunturalessino imperativos morales irrenunciables.

La batalla delpopulismo escultural. Sufinalidad no es elcambio degobierno dentrode la democraciarepresentativasino otrademocracia. Unademocracia quesupedita todo ala voluntad de unpueblosupuestamenteuniforme,virtuoso yhomogéneo

PALABRAS CLAVEPosverdad • Populismo • Democracia representativa

• Apelación emocional • Política • Comunicación • Trump

• Brexit • Verdad • Mentira • Redes sociales • Individuo

• Opinión pública

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BIBLIOGRAFÍA

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Weber, M. (2005): El político y el científico.Alianza Editorial.

NOTAS

1 https://www.thenation.com/article/post-truth-and-its-consequences-what-a-25-year-old-essay-tells-us-about-the-current-moment/

2 https://en.oxforddictionaries.com/word-of-the-year/word-of-the-year-2016

3 Shipman, T. (2016) All out war, pp., 254-256. 4 Why the UK voted to leave the EU, pp. 81-82.

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5 Shipman, T., op. cit., p. 325. Gove era enton-ces Ministro de Justicia. Ahora es uno de loscandidatos a liderar el Partido Conservador.

6 Arias Maldonado, M. (2016) La democraciasentimental, p. 139.

7 Trump, Inaugural address (20 Jan. 2017).https://www.whitehouse.gov/briefings-statements/the-inaugural-address/

8 Arias Maldonado, M. (2017) Informe sobreciegos: Genealogía de la posverdad, en Ibá-ñez, J. (ed.) En la era de la posverdad. 14 en-sayos, p. 65.

9 La entrevista puede verse en: https://www.youtube.com/watch?v=VSrEEDQgFc8

10 D’Ancona, M. (2017) Post-Truth, p 14. 11 D’Ancona, op. cit., p. 26.12 Ródenas, D. (2017) La verdad en la estacada,

en Ibáñez, J., op. cit., p. 170.13 Weber, M. (2005) El político y el científico,

p. 153-156. 14 Gracia, J. (2017) La posverdad no es mentira,

en Ibáñez, J., op. cit., pp. 37-48. 15 https://elpais.com/ccaa/2017/11/07/

catalunya/1510052515_491481.html16 https://www.naciodigital.cat/noticia/

142159/citen/declarar/vuit/mestres/seu/urgell/parlar/1-o/classe

17 Arias Maldonado (2016) op. cit, pp. 169-184. 18 Han, B. (2013) En el enjambre, p. 100.19 Han, op. cit., p. 49. 20 Ibid., p. 52. 21 Remedios Zafra (2017) Redes y posverdad,

en Ibáñez, J. op. cit. p. 184.22 Arias Maldonado, M. (2016) op. cit. pp. 17-81.23 Sartori, G. (1998) Homo videns, pp. 93-106. 24 Sartori, op. cit., pp. 109-120 y 153. 25 Han, B. op. cit., p. 27. 26 Rivero, Zarzalejos, del Palacio (Eds.) (2017)

Geografía del Populismo. Tecnos.

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