Pragmática del Quechua: Nuevos enfoques · cia de los análisis gramaticales; debemos confrontar...

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Pragmática del Quechua: Nuevos enfoques Guido Pilares Casas l. Introducción En la que se discute por qué la lingüística ofrece muy frecuentemente nuevos métodos y nuevos enfoques Este artículo comenta y analiza el libro Pragmática y Gramática del Quechua Cuzqueño, de Julio Calvo Pérez, publicado por el Centro Bartolomé de Las Casas en noviembre de 1993 . El libro no es fácil y pretendo auxiliar al potencial lector no especializado con algunos comentarios que acaso le ayuden en la lectura de las dos primera partes y la cuarta. Por lo mi smo, no haré referencias bibliográficas sino en casos necesariamente extremos. Finalmente dejo a di screción del lector su personal aproximación al extenso estudio de esuucturas gra- malicales (tercera parte) y sólo me refiero a aspectos de enfoque teórico y pragmática. Adicionalmente respondo a las preocupaciones del autor, que propone un aporte teórico y metodológico cuyo objetivo es "poner a prueba métodos teóricos prometedores". Un detalle que no pasa inadvertido al estudioso de las ciencias sociales es que, particularmente en la lingüística, los cambios de enfoques y métodos han variado a un ritmo que puede parecer inexplicable si se los compara con los cambios de su objeto (las lenguas). Tal cosa no parece ocurrir en las otras áreas del conocimiento. Veamos dos ejemplos: El primero: más de una vez la física contemporánea, el modelo por excelencia de las ciencias fácticas, se ha enfrentado a descubrimientos de fenómenos para cuya descripción el aparato fonnal era todavía insuficiente. En estos casos son los objetos recién descubiertos los que obligan a repensar el método. 2, diciembre 1995 431

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Pragmática del Quechua: Nuevos enfoques

Guido Pilares Casas

l. Introducción

En la que se discute por qué la lingüística ofrece muy frecuentemente nuevos métodos y nuevos enfoques

Este artículo comenta y analiza el libro Pragmática y Gramática del Quechua Cuzqueño, de Julio Calvo Pérez, publicado por el Centro Bartolomé de Las Casas en noviembre de 1993. El libro no es fácil y pretendo auxiliar al potencial lector no especializado con algunos comentarios que acaso le ayuden en la lectura de las dos primera partes y la cuarta. Por lo mismo, no haré referencias bibliográficas sino en casos necesariamente extremos. Finalmente dejo a discreción del lector su personal aproximación al extenso estudio de esuucturas gra­malicales (tercera parte) y sólo me refiero a aspectos de enfoque teórico y pragmática. Adicionalmente respondo a las preocupaciones del autor, que propone un aporte teórico y metodológico cuyo objetivo es "poner a prueba métodos teóricos prometedores".

Un detalle que no pasa inadvertido al estudioso de las ciencias sociales es que, particularmente en la lingüística, los cambios de enfoques y métodos han variado a un ritmo que puede parecer inexplicable si se los compara con los cambios de su objeto (las lenguas). Tal cosa no parece ocurrir en las otras áreas del conocimiento. Veamos dos ejemplos:

El primero: más de una vez la física contemporánea, el modelo por excelencia de las ciencias fácticas, se ha enfrentado a descubrimientos de fenómenos para cuya descripción el aparato fonnal era todavía insuficiente. En estos casos son los objetos recién descubiertos los que obligan a repensar el método.

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El segundo: la genética ahora está en posesión de instrumentos para cuya aplicación requiere no sólo el recambio del derecho, sino el repensamiento de la ética y del destino humano. Por lo demás, las ciencias sociales se han visto sacudidas no tanto por cambios de enfoque, sino por las modificaciones de su referente. La reconfiguración social del mundo durante los últimos años ha remecido a los políticos, destruido partidos y fracturado dogmas. Las paredes se derrumban al rato de haberse puesto sobre ellas los manifiestos de la etapa y el período, hubiera querido decir mi amigo Javier Monroe; pero esta frase pertenece ya a Passolini, y la rapidez con la que suceden los cambios obliga al replanteamiento urgente de los enfoques, mientras algunos apuntalan desesperados los muros en los que redactaron sus consignas.

No parece ocurrir tal cosa con el lenguaje. Los registros que tenemos de él permiten asegurar que sus cambios son más sistemáticos y predecibles que los de muchos otros fenómenos colectivos o naturales ¿Qué razón hay, entonces, para proponer nuevas metodologías?

La<; lenguas han estado siempre a nuestro alcance. Por lo general, en estos últimos años, las modificaciones del método lingüístico no obedecen al descubrimiento de algún nuevo fenómeno, sino a la reinterpretación de funciones y relaciones lingüísticas ya cono­cidas.

En las ciencias naturales, en particular, el proceso es otro: el descubrimiento de un fenómeno nuevo exige la modificación del método. Newton desarrolló el cálculo integral e infinitesimal para dar cuenta de la aberración de la aceleración de los planetas observada por Kepler; Einstein tuvo que contraer el tiempo usando las transformaciones de Lorenz, que pretendían contraer el éter; y el éter, Michelson y Morley lo probaron experimentalmente, simplemente no existía. Esta prueba negativa se debe interpretar como el descubrimiento de un nuevo fenómeno.

¿Qué está pasando con la<; ciencias del lenguaje? En el libro de Calvo no hallamos un morfema nuevo, no encontramos una función léxica hasta hoy desconocida. Asistimos a modificaciones de métodos que más de una vez extravían al lector en dédalos de taxonomías y nomenclaturas. ¿Tiene sentido todo esto?

La historia de la lingüística puede darnos luz acerca de ciertas peculiaridades de su desarrollo. Ningún método surge por generación espontánea. Por ejemplo, el aparente desencuentro entre distribucionalistas norteamericanos y estructurdlistas europeos surgió de requerimientos epistemológicos claramente diferenciables. Los primeros enfrentaron la ne­cesidad de describir lenguas de estructura inesperada para el comparatista clásico; los segundos trabajaban con la tradición indoeuropea. Por lo demás, la propuesta de una nueva interpretación de relaciones (es decir, un nuevo enfoque metodológico) arroja inevitablemente la rees­tructuración del objeto de investigación y sólo ahí se descubre un nuevo fenómeno.

Lo que parece ocurrir es que la moderna teoría lingüística ha logrado niveles de formalización desacostumbrados en las demás ciencias sociales, y está en capacidad de incorporar tanto los aportes de éstas como los avances autónomos de las ciencias formales.

Al mismo tiempo, como es bien sabido, cualquiera que sea la ciencia con la que trabajamos, en cierto nivel del análisis del objeto, el análisis se hace objeto de análisis. En el caso de la lingüística, el análisis de los metaprocesos (los estudios procesales de los procesos lingüísticos) lleva a reubicar los métodos y sugerir filosofías del lenguaje.

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De esta múltiple ventaja surgen libros como el que se comenta, cuya lectura obliga a tomar en cuenta al mismo tiempo el tratamiento de las estructuras cuanto los fundamentos epistemológicos que pretenden validar.

Tarea nada fácil. Al comentar el libro de Calvo debemos estar al tanto de la pertinen­cia de los análisis gramaticales; debemos confrontar nuestra experiencia de la lengua (quechua, en este caso) con la propuesta interpretativa de los sintagmas que ofrece a modo de ejemplo. Y al mismo tiempo, debemos observar cuán pertinentes son las construcciones teóricas de las que se sirve para ensayar los análisis que fonnula.

Por razones que pueden explicarse tanto desde la evaluación de los peculiares intere­ses del autor cuanto de la necesidad de fonnalizar ciertos conceptos de las ciencias humanas, Calvo ha hecho frecuente uso de constructos de la topología. Antes de entrar al comentario del libro desarrollaré algunas ideas simples sobre este tema.

2. Topología

En donde se describen algunas construcciones teóricas sobre espacios

"La topología es la teoóa general de los espacios", podemos decir luego de leer un diccionario cualquiera. Bueno, pero ¿qué más es la topología?

En 1750 Leonard Euler decidió enfrentar un problema popular fonnulado y repetido en los bares y las casas de Konisberg: ¿Es posible pasar por los siete puentes de la ciudad una y sólo una vez por cada uno de ellos? La solución de esta cuestión dio origen a la topología. En nuestro medio existe un problema equivalente: ¿Es posible trazar la finna del diablo mediante una sola línea continua? La finna del diablo es el grafo continuo fonnado por un cuadrado con sus dos diagonales y semicircunferencias adosadas a cada uno de los lados del cuadrado.

Ahora sabemos que la firma del diablo no la puede hacer ni el diablo: pequefia victoria de la razón sobre la heuóstica del ensayo-error. Desde entonces podemos fonnalizar adecua­damente las propiedades de los espacios.

¿Qué es un espacio? Olvidemos por un momento la idea banal de espacio como 'la tridimensionalidad de mi entorno'. Por lo demás, la física moderna nos ha vacunado definiti­vamente contra la idea de que el e~-pacio físico es tridimensional. Olvidemos también, momen­táneamente, que la de dimensión es una cantidad de medida. Asumamos que un espacio es un conjunto de propiedades que pueden describirse según ciertas funciones. En estas condiciones podemos decir que el espacio de nuestro departamento son funciones caracteósticas que se encuentran en él. Nuestro departamento puede ser entendido como una suma de depósitos más o menos organizados de objetos, o un lugar dentro del cual hay otros lugares para poner los libros, el computador o las evidencias de nuestro pasado. Un amigo puede decirnos 'mi casa es exactamente igual a la tuya: desordenada', y estará diciendo algo coherente, puesto que no se referirá tanto a tarnafios y fonnas, sino a la distribución caótica de las evidencias de nuestra fonna de vida En este caso, la casa del amigo y nuestro departamento serán isomórficos en tanto puedan ser explicados por funciones equivalentes. O si se quiere, algo en común tenemos con el amigo desordenado porque tenemos comportamientos parecidos a los suyos.

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Entonces nuestro departamento puede ser entendido como un espacio, porque en él hay propiedades (características de objetos) y funciones (relaciones entre propiedades).

Si en esta discusión priorizamos la idea de "propiedades y funciones", será fácil fonnalizar nuestras ideas haciendo uso de la teoría de conjuntos. Cuando pensamos en nuestro departamento, advertimos que en él hay conjuntos de objetos (zapatos, una radio vieja, un computador) que a su vez tienen conjuntos de funciones. De hecho, es muy útil hacer uso de la teoría de conjuntos para describir nuestro espacio y definirlo como un conjunto de propiedades y funciones. Por lo mismo, si la topología estudia las propiedades de los espacios, una topología es la caracterización de un espacio. Esto quiere decir que cualquier espacio puede ser descrito en función de ciertas propiedades, y esa descripción constituye su topología.

En los siguientes párrafos vamos a describir algunas topologías interesantes que Julio Calvo emplea para representar ciertas funciones de la lengua. Nos remitiremos casi exclu­sivamente a las topologías del glosario del libro que se comenta.

a) Banda de Móbius

Una banda de Mobius puede ser representada mediante una tira de papel cerrada en sus extremos, de modo que el anverso quede adosado al reverso en la frontera de cierre. Un objeto que se mueva a lo largo de la banda pasará indefinidamente de una cara a la otra sin "atravesarla". La banda de Mobius es una de las más simples superficies uniláteras. Puede ser usada para describir procesos en los cuales una cierta entidad asume características contrarias sin mudar de naturaleza. Otra peculiaridad notable es su insegmentabilidad. Pruebe Ud. a cortar longitudinalmente una banda de Mobius de papel con unas tijeras, pretendiendo obtener dos anillos. Verá que es imposible.

b) Botella de Klein

La botella de Klein es un sólido cuyo interior es continuidad de su exterior. Para pasar del interior al exterior de la botella no debemos pasar ninguna discontinuidad. La superficie exterior es una continuación de la interior.

e) Catástrofes

Si subimos por un plano inclinado desde un punto a a un punto b y bajamos de b a a mediante un salto, estarnos ante una catástrofe (ténnino acuñado por René Thom1

• Hay, ciertamente, muchas catástrofes, y la que describo mediante la figura del plano inclinado y el salto es la más simple de ellas. La idea de una catástrofe es que se constituye en un plano de modo que de a a b hay una continuidad y de b a a una discontinuidad.

Thom, René: Modeles mathématiques de la morphogéncse; Paris,Christian Bourgois editeur, 1980

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3. Entre la pragmática y la gramática

En donde el lector hallará algunas opiniones que surgen de la lectura del libro de Julio Calvo

La pragmática es un enfoque que ubica en primer plano el ejercicio comunicativo. Se puede decir de ella que es el estudio del habla si no fuera porque la paro/e saussureana ha sufrido el desgaste de la simplificación conceptual hasta caer en la simple denotación de el acto de emitir un mensaje lingüístico. Sin embargo, debemos entender que el habla es el fenómeno de la comunicación, y se constituye en una imbricación de intenciones, estructuras, infonnaciones y respuestas conductuales. Por lo mismo, la teoría del habla se ubica tanto en el nivel de las estructuras de la lengua cuanto en el de las directivas del lenguaje como en el de las motivaciones y la conducta social. Tal el sencillo fundamento de los enfoques pragmáticos.

Aunque el libro ofrece una primera parte referida a la pragmática y una segunda a la grdITlática, no es posible divorciar estos dos enfoques sino para fines puramente expositivos. Así se desprende de su lectura, que ofrece argumentos en doble vía: morfológicos para justificar su taxonomía pragmática, y pragmáticos para fundamentar su análisis gramatical.

Entre el mundo y el lenguaje

El primer capítulo contiene una aproximación teórica que precisa los motivos del autor para optar por una tipología lingüística basada en balances entre significado y significante. Advierta el lector que en ese momento se sugiere una taxonomía basada en la estrategia comunicativa. Si asignamos a cada uno de los términos de la dicotomía saussureana su asociado mundo/lenguaje, tenemos una tabla de contingencia del siguiente tipo:

SIGNIFICADO MUNDO

SIGNIFICANTE LENGUAJE

en el que las filas marcan coimplicantes y las columnas definen complementarios. Es decir: el significado corresponde al mundo como el significante al lenguaje. Recíprocamente, el enlaz.amiento del significado con el significante (el clásico signo lingüístico) corresponde al enlazamiento del mundo con el lenguaje (la comunicación).

De este modelo surge una tipología dual de lenguas. El primer tipo es llamado modelo Sdo -> Ste, que sugiere una función inyectiva del significado sobre el significante. El segundo tipo es el recíproco Ste -> Sdo. ¿Son excluyentes ambos modelos? No. Responden ante todo al concepto de cofunciones y no al de funciones inversas, como puede verse en cualquier manual de lógica.

Entonces se trata de plantear una tipología lingüística a partir de la relación establecida entre significado y significante. Desarrollemos estas ideas mediante un ejemplo. La palabra

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castellana hijo, en su acepción más simple, tiene dos sernas: [+descendiente directo en pri­mera generación; +masculino]. Si yo quiero expresar [+descendiente directo en primera generación; +femenino] tengo dos caminos. El primero es recurrir a la gramática y hacer uso del flexivo de género, y lograré hija. El segundo es desarrollar un lexema autónomo. Tal es el caso del par quechua churilususi.

Si optamos por el recurso gramatical estarnos ante un modelo Ste -> Sdo; si por el de la lexematización autónoma, ante su recíproco, el modelo Sdo-> Ste. En este argumento se basa la clasificación que Calvo ensaya para sugerir que el quechua pertenece al tipo Sdo -> Ste. ¿Es consistente este ejercicio?

Es bien sabido que en el quechua se tiene un amplio léxico para denotar relaciones de parentesco. Tomemos el siguiente cuadro resumido del libro que se comenta:

Gén./paren. HERMANO HERMANA HIJO HIJA CUÑANDO SOBRINA SuEGRO St:EGRA

QHARI Wawqi Pana Churi Ususi Masa y Kuncha Kaka Aqi/Kisma

WARMI Tura Ñaña Wawa Wawa Qhachun Mulla Qhachun Kiwachi

(Véase p. 36)

y estarnos ante un claro modelo de lexematización allí donde otrds lenguas hubieran preferido la gramaticalización.

La compleja red de parentesco en las sociedades andinas, estudiadas extensamente por los antropólogos modernos, tiene lugar en la clasificación de lenguas que venimos comen­tando. Las sociedades crean las instituciones que necesitan, y la comunidad tradicional del tipo del ayllu obliga precisiones en el orden parental que exigen un vocabulario amplio y específico, precisamente por principio de economía: emplea una sola palabra para expresar el género del sujeto referente, el del sujeto referido y el de la relación parental entre ellos.

Adicionalmente, el principio de economía propone la mayor eficiencia (comunicativa, en este caso) con la menor cantidad de funciones (lingüísticas o léxicas). Este principio puede ser descrito mediante diversas metáforas. Calvo emplea una de las leyes de la supcrficie­contomo, a saber: en el plano, el menor contorno que limita la mayor superficie es la circunferencia.

Pero, al margen del empleo de teoremas geométricos para describir funciones lingüísticas (que no seóa sino un cieno estilo de abordar las descripciones), debemos discutir si es relevante emplearlos. Una formulación descriptiva es tanto más eficiente en tanto más fenó­menos particulares describe. Cuando se afirma que el quechua tiende al modelo Sdo-> Ste, ¿se está proponiendo en verdad una taxonomía eficiente o sólo se está jugando con la exquisitez de una nueva nomenclatura?

Al ya comentado fenónemo del parentesco añadamos otros aspectos de la sociedad y la comunicación que pueden explicarse a partir de la clasificación ensayada por Calvo. Propongamos algunas preguntas a propósito de las sociedades orales:

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¿Por qué la épica es el género de mayor desarrollo en las sociedades orales? ¿es que la oralidad exige siempre una relación mundo/lenguaje en la que el mundo es prio­ritario? Cuando las lenguas ágrafas construyan su gramática teórica, y cuando ésta pase al dominio común de los hablantes y productores de literatura, ¿habrá variaciones significativas que incrementen el peso del lenguaje sobre el mundo? ¿Por qué las culturas orales le dan tanta importancia a los lexemas nominales?

Finalmente ¿es imprescindible que una lengua se desarrolle escrita para lograr un balance más adecuado entre el significante y el significado?

Las respuestas a estas preguntas tienen en común la posibilidad de explicar la peculiar relación mundo/lenguaje de las lenguas de tradición oral pura o predominante en un modelo de implicación Sdo -> Ste. Esto ocurre en el quechua actual como ocurrió en el hebreo de cuatro mil años atrás. Jacob pasa a llamarse Israel porque lucha contra dioses y hombres (aunque los etimologistas digan que el cambio de nombre se debe a su alianza con Raquel); Farés es llamado tal porque abre paso a su primogenitura imponiéndose sobre su gemelo en el útero de Tamar; Penuel es el lugar así nombrado porque Jacob vio ahí a Dios cara a cara. Cada nombre tiene un significado y cada bautismo es la rotulación del destino del bautizado. En el quechua notamos igual tendencia. Los nombres de los Jugares son interpretados por la etimología popular en razón de curiosas historias ficticias o asociaciones arbitrarias que pretenden dar razón de las palabras desde el espacio objeta! del mundo. Tómese un ejemplo clá5ico. Felipe Guarnan Poma ensaya una etimología popular frecuente en su época para el topónimo neocontinental: Las Indias se llaman a'>Í porque se ubican al mediodía: in días.

Ahora bien, estos modelos Sdo-> Ste y Ste-> Sdo y sus correspondientes M(undo) -> L(enguaje) y L(enguaje)-> M(undo), deben interpretarse en implicaciones dinámicas, que no estáticas. Por un lado, sugerir M ->Len toda circunstancia (esto es, estáticamente), es tan absurdo como sugerir que la lengua no tenga estructuras internas y que las variaciones de M implican necesariamente las de L. Lo opuesto, L -> M en toda circunstancia implicaría que la lengua impone su modelo al mundo, lo cual es un exceso al que no llegaría el nominalismo extremo. Un enfoque estático puede sugerir que la estabilidad ocurre cuando se da una relación biyectiva entre M y L. Pero M <-> L sugiere un modelo de entropía cero, lo cual no es posible, porque no permite entender los procesos de la comunicación. La propuesta de Calvo es que las lenguas de tendencia M -> L lo son dentro de ciertos lúnites funcionales y de eficiencia, de modo que las inestabilidades creadas en dicha implicación deben compensarse mediante procesos L -> M. Esta propuesta tipológica tiene mayor in­terés que el de las simples especulaciones, porque describe mecanismos lingüísticos y comunicacionales que van más allá de la descripción clásica de una lengua.

Los fundamentos gramaticales para que Calvo inscriba al quechua en el tipo de lenguas Sdo -> Ste son varios: su fonología relativamente sencilla, su notable cantidad de lexemas referidos a objetos concretos, y la concomitante recurrencia a procesos gramaticales para lograr la absrracción, la jerarquía de las aglutinaciones según el tipo de sufijos; y en la gramática del verbo, la riqueza y complejidad de los aspectuales asociada a una estructura modal relativamente simple.

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4. Entre el enunciodo general y la enunciación de la circunstancia

Los siguientes capítulos del libro desarrollan una premisa de trabajo frecuente en los nuevos enfoques teóricos: las estructuras de la lengua se corresponden con las esferas del mundo y las del lenguaje.

Las estructuras del lenguaje son virtuales. En tanto categorías analíticas de comuni­cación, aluden a la generalidad; pero, en cuanto soportes comunicativos deben referirse a concreciones. El enunciado virtual no es usado en el diálogo. En la comunicación real se requiere un referente concreto. Nunca se habla de "piedra". Siempre se alude a "la piedra" o a "una piedra". He aquí el enunciado general (piedra), reubicado en la enunciación de la circunstancia (la piedra de la que hablamos, seamos geólogos, agricultores o simples obser­vadores). Así, pues, el diálogo se realil.a dentro de ciertas coordenadas, asume ciertas topologías y se soporta en ciertas funciones llamadas deícticas.

~Et~t<; es una palabra griega que se traduce como "demostrativo". La deixis es una función lingüística que permite la ubicación de los actantes en el diálogo.

La razón por la que el análisis deíctico ha adquirido importancia en los nuevos métodos está asociada a la teoría de la comunicación. Todo diálogo se desarrolla entre dos personas. Cada una de ellas es, en el momento de emitir, el centro de referencia. Es decir, el diálogo ocurre en una cierta topología cuyo inductor es yo.

Es bien conocida la relación entre el yo y la estructuración del espacio: Se crean categorías como cerca/lejos, aquí/allí, éste/ése y otras. En diferentes ambientes gramaticales, todas las lenguas desarrollan un sistema de demostrativos capaces de referir el entorno espacial alrededor de yo.

El quechua cuzqueño desarrolla, como sabemos, un sistema tridimensional de deixis espacial: kaylchaylhaqay. Esta es una primera y simple visión. El par kaylchay tiene algunas peculiaridades notables: es un par mínimo, de manera que en él se cumple la ley del mínimo contorno. De este modo a un costo fonológico muy bajo se obtiene un par de alto rendimiento comunicativo. Este detalle debe tomarse en cuenta siempre que se observe la deixis de cualquier lengua. En aimara se tiene el par akaluka, de iguales características. Ahora bien, algo parecido ocurre con algunas lenguas indoeuropeas clásicas (por ejemplo, el latín y el griego), aunque con peculiaridades propias de ellas. Sin embargo, no es ésta la oportunidad para explorar el grecolatino. Sigamos con el quechua.

El sistema tridimensional de la deixis especial quechua tiene, no obstante, una pecu­liaridad: la partícula cha-, que corresponde al espacio de la segunda persona, participa de la estructura del de la tercera. Una observación al libro: En ciertas variantes ubicadas dentro del topos que tradicionalmente se le asigna al Quechua Meridional QIIC, asumido por Calvo como un área de distribución del cuzqueño, se puede advertir la variante chaqay por haqay, como ocurre, por ejemplo, en el caillomino. Por lo mismo, el chay puede no implicar una posición espacial definida: podemos decir chay warmi en la acepción de 'esa mujer' o 'aquella mujer' (de la que te hablaba). El espacio de la tercera persona es un "no espacio", puesto que se corre1,µmde con la "no persona" del diálogo. Tal es la ra2ón por la cual la partícula cha- se usa para lexematizar ciertas abstracciones:

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Chayrayku, 'por eso' = causalidad. Chayhina, 'igual que eso' = analogía. Chaywan, 'con eso' = inclusión.

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Chaymanta, 'desde eso, entonces' = implicación, y otras.

Y aquí volvemos al libro para darle razón al autor cuando propone esta idea. Finalmente abstracción significa separación (de la concreción).

El comentario anterior, restringido a la deixis espacial, nos muestra que ciertas estruc­turas dependen del entorno del diálogo. Ellas son las estructuras externas. Así se construye la topología de una lengua. La deixis espacial se corresponderá con la deixis de persona, en tanto el espacio del diálogo se extiende más allá.

Hay más: en ciertas condiciones, una misma expresión puede ser empleada para significar ideas opuestas. La oposición puede surgir del cambio de los actantes o de la inversión de las condiciones del diálogo: el no asertivo -chu puede usarse tanto en pregunta (que implica inseguridad sobre la aserción) cuanto en la respuesta negativa (que implica certeza):

¿Warrna hamunchu? '¿Vino el/la niño/a?' Manan hamunchu 'No vino'

Esta es una de las funciones para cuya descrición Calvo sugiere la banda de Mobius. Su peculiaridad es que, como ya se dijo, se puede pasar de una cara a la otra del anillo sin pasar por ninguna discontinuidad. En el caso que nos ocupa, el no a.;;ertivo -chu sirve tanto para expresar la duda implicada en la pregunta cuanto la seguridad derivada de la negación. Adviértase que en este caso se está empleando una de las característica de la banda para describir un fenómeno dialógico, lo cual no quiere decir que todo diálogo tenga que ser cerr<1do y unilátero.

Un tema frecuentemente debatido en el quechua es el referido a las expresiones de tiempo, aparentemente inversas a las del español. En otra parte de su libro, Calvo comenta cómo el pasado quechua se pone "al frente" del hablante y el futuro "a sus espaldas". Creo que esta aparente inversión del espacio-tiempo debe verse con mucha relatividad. La etimo­logía del español nos da una pista interesante:

Antes > ante; posterior, postrero > post-.

Este caso nos permite ver que la cuestión en debate no es precisamente una imagen invertida de tiempos, como la sugiere Calvo, sino una diferencia entre el proceso que origina el hecho (y aquí el pasado está adelante), y el mismo hecho comparado con otro (y en este caso, el pasado está atrás). De este modo, la ya clásica discusión de las imágenes del tiempo que hacen uso de la espacialidad puede resolverse con mayor claridad haciendo uso de los enfoques liminares.

Las estructurac; que se comentan párrafos arriba son llamadas externas, y comúnmente no se gramaticalizan. En cambio, las estructuras internas son habitualmente gramaticalizadas. Veamos algunas de éstas:

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Tiempo: Una peculiaridad del quechua es que, por ejemplo, el pasado simple no tiene marca, y que, compensatoriamente, existe el reportativo (-sqa). Como sabemos, el reportativo puede ser pasado recentísimo, como en el ejemplo:

llullasqayki, 'yo te mentí (acaso sin quererlo)', que también puede glosarse como 'te mentiré (en la ocasión propicia)'. Por cierto que la ambigüedad gramatical se resuelve en el discurso; pero Calvo ensaya aquí una explicación interesante: los extremos de un pasado muy remoto o no controlado por el hablante y de un futuro inexistente, aunque postulable, tienen en común su irrealidad factual. La banda de Mobius puede ser útil para describir el paso de un tiempo a otro sin discontinuidades gramaticales.

Entonces, ¿por qué el futuro tiene marcas gramaticales no propias y recurre a las del reportativo? Un distribucionalista diría que son dos isomorfos, o que es una ocurrencia morfológica derivada de los requerimientos fonológicos de la marca de futuro en el quechua. Sin embargo, la observación de Calvo es legítima cuando sugiere causas pragmáticas o metalingüísticas, estas últimas atribuibles a las grdllláticas quechuas que nacen desde el clásico esfuerzo de Domingo de Santo Tomás.

Aspecto: Contraactuando al tiempo, el aspecto permite precisar ciertas formas expre­sivas y ciertos significados específicos, como el durativo -sha del cuzqueño contemporáneo, que, en última instancia, va a depender de características semánticas de los verbos, como es frecuente en otras lenguas.

Es evidente que el aspecto está relacionado con tiempos, modos y personas. Aquí también el autor hace un enfoque holístico de las estructuras gramaticales y semánticas del quechua. Como sabemos, la gramática del quechua es altamente regular, de modo que todos los verbos pueden soportar todas las flexiones posibles; pero existen restricciones de orden semántico -como en todas las lenguas- que condicionan el uso de unos u otros morfemas, funciones y expresiones.

Dar nuevos enfoques al clásico tema del aspecto verbal tiene no sólo importancia teórica, sino también práctica. Dos son los campos de interés aplicativo que pueden ser inmediatamente favorecidos por estos enfoques: el de la traducción y el de la descripción de las variaciones regionales del español en zonas con influencia quechua.

5. Hacia el análisis del texto

Queda, finalmente, el texto como objeto de análisis. Aquí, Calvo clasifica las expre­siones en dos categorías mayores: las oraciones básicas y los discursos. Se entiende que, en principio, hay dos tipos de discurso: el dialógico y el expositivo, que tiene sus reglas propias, sus extensiones y sus funciones comunicativas específicas.

Una característica del diálogo es que participan varios hablantes, haciéndose mutua­mente complementaciones y explicitaciones ahí donde sea necesario. Recíprocamente, es de esperarse que, por economía comunicativa, se desarrollen elisiones o estructurns sustitutoras que asumen implícita la información. Obsérvese el siguiente diálogo:

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- ¿Kanchu taytaykipa saran? · ¿Hay maíz de tu padre?'2

- Kanmi. 'Sí, hay'

Y el validador -mi de la respuesta, correspondiente al alomorfo -n de la pregunta, contiene implícitamente todos los complementos objetales implicados en la pregunta. De esta manera, no sólo está en juego una cierta regla de concordancia de validadores, sino que el validador de la pregunta tiene funciones que se complementan con los de la respuesta. En este juego de complementaciones se basa buena parte de la gramática del diálogo, que hace del quechua una lengua con perfil propio en el manejo del diálogo.

Este detalle puede explicar una característica del español hablado en zonas de influen­cia quechua: la elisión del acusativo. Este, como muchos otros casos, muestra la utilidad de los enfoques empleados por Calvo.

La estructura del párrafo es, ciertamente, diferente. Para su análisis, Calvo ha hecho uso de la autobiografía de Gregario Condori Mamani, trabajada por Ricardo Valderrarna y Cannen Escalante. En ese corpus se descubre una interesante dialéctica entre el discurso lineal exigido por una narración y la organización circular del texto narrativo o expositivo de las lenguas de tradición oral. Este tema es, me parece, por primera vez sugerido en una gramática del quechua. Tal protólogo es ipso facto importante.

Entonces ¿cómo establecer relaciones entre las unidades de nivel inferior del discurso (i .e. las oraciones), presentes en el diálogo natural y las unidades de nivel superior (los párrafos y otros macrosintagmas) que ocurren en las narraciones y los discursos temáticos? Es evi­dente que hay una relación de inclusión entre unas y otras. Las oraciones y estructuras frnsales simples no sólo forman parte de los discursos, sino que se constituyen en tales siempre que haya un eje temático integrndor. Por consiguiente, las frases y oraciones son cocientes topológicos de los párrafos y los macrosintagrnas. De esta manera se pueden reconocer cualidades específicas y comunes de unas y otras unidades de nivel.

El entrelazamiento de estas unidades es más complejo y rico en lenguas de tradición fundamentalmente oral. En las lenguas de tradición escrita, las relaciones topológicas entre unas y otras unidades de nivel son más formales, de modo que los catálogos de estilos son mayores (exposición, narración, y otras).

De las unidades de nivel superior, el párrafo es la más importante, o la más reconocible, si se le juzga por sus características físicas (limitado por dos puntos aparte o por pausas largas). Ahora bien, al analizarse la biografía de Gregario Condori, se descubre que un párrafo, que consta a su vez de unidades menores, puede ampliarse en otro, de modo que se establece una relación circular de ideas expuestas. En tales circunstancias, la idea de autono­mía conceptual del párrafo cede a la de interdependencia en bucle: las ideas expuestas en un párrafo son invocada en otro para, a su vez, invocar las suyas al primero.

Ensayar una taxonomía del párrafo quechua es, por lo mismo, tarea harto difícil, y se debe recurrir a más de un criterio clasificatorio: por su composición lógica (analítico/sintético, inductivo/deductivo), por su topología argumentativa (abierto/cerrado), por su estructura te­mática (nítido/difuso), por la forma de discurrir la información (en serie/en paralelo), por las

2 Esla es una traducción literal. La traducción eficientemente comunicativa seria' ¿tiene tu padre maíz?'. La respuesla, por su parte, debiera ser 'sí, tiene' .

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relaciones sintácticas entre párrafos (central/subordinado), por su distribución externa (aisla­do/diseminado), y por el nivel de integridad que se mantiene en el significado (entero/ partido).

De hecho, esta sugerencia taxonómica, por sí misma es ya un interesante aporte a la comprensión de la lengua quechua Si a esto se añade el análisis de las estructuras grama­ticales asociadas a los macrosintagmas (es decir, cómo y en qué circunstancias se eligen tiempos, modos, aspectos, personas, etc.), podremos tener una visión plausible de los párrafos y superar los enfoques distribucionales en la descripción de las lenguas.

Quedan, sin embargo, algunas dudas. Las glosas que Calvo ensaya para analizar su corpus no siempre son claras. Aquí pueden caber dos posibilidades: o que la traducción del quechua al castellano exige una modificación de los estándares peninsulares (lo que explica­ría en buena medida el llamado castellano andino), o que el autor cayó en la trnmpa del análisis segmenta! y logró resultados debatibles. Cito un ejemplo de glosa ensayada que puede producir debate:

(1) Atuqmi nin huk' uchaqa aycha mikhuq rin, china atuqqa [0][0] papa mikhuq rin (pág 281)

La glosa propuesta es: el zorro dice que el ratón va a comer carne, la zorra que patatas.

En defensa del autor debemos reconocer que, en casos como el descrito, él percibe claramente que las elisiones pueden llevar a imprecisiones que sólo el contexto extragrnmatical puede resolver. Quien conozca quechua puede aceptar legítimas dos posibles traducciones de la oración (1):

a 'El zorro dice que el ratón se fue a comer carne y que la zorra a comer patatas' b 'El zorro dice que el rntón se fue a comer carne y la zorra que a comer patatas'

Estos casos son precisamente lo más debatible del libro que se comenta. Pero, su peso mayor está en los componentes metodológicos que ofrece. Calvo ha querido poner a prueba métodos prometedores en su libro. Creo que ha logrado sus propósitos con ventaja.

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Cuzco, Perú

Revista Andina, Año 13