PREGÓN JUVENIL SEMANA SANTA CUENCA 2013

5
qwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwerty uiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasd fghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzx cvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmq wertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyui opasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfg hjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxc vbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmq wertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyui opasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfg hjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxc vbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmq wertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyui opasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfg hjklzxcvbnmrtyuiopasdfghjklzxcvbn mqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwert yuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopas dfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklz XI CONCURSO LITERARIO PREGÓN JUVENIL SEMANA SANTA DE CUENCA 2013 SENTIMIENTOS QUE GUARDAN HISTORIAS MARÍA FERRER GARCÍA ASOCIACIÓN CULTURAL “SOLEDAD DEL PUENTE” 23 DE MARZO DE 2013

description

A cargo de María Ferrer García, alumna de 3º ESO en el C.C. "Sagrada Familia" de Cuenca

Transcript of PREGÓN JUVENIL SEMANA SANTA CUENCA 2013

qwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwerty

uiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasd

fghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzx

cvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmq

wertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyui

opasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfg

hjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxc

vbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmq

wertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyui

opasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfg

hjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxc

vbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmq

wertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyui

opasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfg

hjklzxcvbnmrtyuiopasdfghjklzxcvbn

mqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwert

yuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopas

dfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklz

XI CONCURSO LITERARIO PREGÓN JUVENIL

SEMANA SANTA DE CUENCA 2013

SENTIMIENTOS QUE GUARDAN HISTORIAS

MARÍA FERRER GARCÍA

ASOCIACIÓN CULTURAL “SOLEDAD DEL PUENTE”

23 DE MARZO DE 2013

DIGNÍSIMAS AUTORIDADES

SR. PRESIDENTE DE LA JUNTA DE COFRADÍAS DE CUENCA

NAZARENOS Y NAZARENAS DE CUENCA

HERMANOS Y HERMANAS DE LA VRBLE. HDAD. DE NTRA. SRA. DE LA

SOLEDAD DEL PUENTE

CONQUENSES Y AMIGOS

Cuenca impresiona, es romántica,

misteriosa y bella. La celebración de

su Semana Santa, declarada de Interés

Turístico Internacional, se remonta al

siglo XVII, momento en que

Agustinos y Trinitarios configuraron

las dos primeras procesiones

conquenses al fundar las primeras

cofradías, y hoy, miles de nazarenos y

penitentes, que van dando luz y color con sus cirios junto a los banceros,

acunando sobre sus hombros toneladas de hierro y madera, rememoran por

las calles de la ciudad la Pasión y Muerte de Cristo.

Sucede como cada año, cuando el árbol del amor de la curva de la

audiencia estalla en flor, cuando la luna llena aparece en lo alto del cerro

Socorro, cuando las golondrinas y demás aves inquietas revolotean por

encima de Cuenca anunciando que la primavera ha llegado, proclamando la

Semana Santa.

Recuerdo aquellos días de mi infancia cuando en el colegio les decía a mis

compañeros: “¡por fin llega nuestra Semana Santa!” y ellos no me hacían

caso, se lo tomaban como algo más, días de fiesta, días para descansar, pero

no se daban cuenta de que para mí era algo más que eso, era un

sentimiento, una pasión.

Este año no he hablado con nadie sobre lo que significa para mí esta fecha

tan señalada, prefiero escribirlo, escribirlo y dejarlo plasmado en el

recuerdo, para luego volver a leerlo y sentirme viva de nuevo.

Recorrer las calles de Cuenca, desnudas, estrechas y empinadas, entre

piedras y forja, clarines y tambores, una perfecta sinfonía de sonidos,

imágenes y colores, colores enlutados por un llanto ahogado de una madre

en busca de su hijo.

Ver cómo se escapan las notas de una trompeta y llegan a oídos de aquellos

que escuchan más allá del barullo de gente. Porque, quizá, esa es la manera

de vivir la Semana Santa, mirar más cerca, más, tan cerca que lo borroso se

vuelva nítido, se vuelva claro.

Resuena todavía en mi cabeza, el sordo golpe de la horquilla del nazareno,

contra el suelo empedrado de Cuenca, una tradición que merece ser

conservada, nuestra Semana Santa.

Hay cosas que pasaron antes, mucho antes. Cuando tus abuelos te llevaban

a ver las procesiones de la mano y tú llorabas, llorabas sin motivo, sólo

porque te han enseñado que cuando alguien sufre, llora. Pero hoy no lo

siento así, son lágrimas derramadas de alegría, emoción y devoción y al

mismo tiempo lágrimas de rabia e impotencia, de ver lo más querido

insultado, ultrajado y derrotado.

Un punto culminante para mí, es la llegada

de nuestro Jesús Nazareno a la altura de la

iglesia de San Felipe Neri cuando

irremediablemente con los sentimientos a

flor de piel, procuro aplacar los nervios y,

con un nudo que me oprime la garganta,

creo imposible retener tanta emoción que

me embarga.

De repente ¡shh…! el silencio se hizo

presente, un silencio absoluto, parecía que

las calles hubieran quedado de pronto

vacías, sólo nuestro Jesús frente a los

Oblatos, buscando ese canto del Miserere interpretado por el coro de

Cuenca, voces encantadas como su ciudad, que nos culminan.

Este es el verdadero motivo de la Semana Santa, salir a la calle dispuesta a

acercarte un poco más a aquello que te hace más humana. A compartir una

pasión con gente que ni siquiera conoces y estando en la procesión,

siguiendo con paso lento y silencioso a esa imagen que tanto veneras y

contemplar ese farolillo que se está apagando, ver a esa madre, dolorosa,

madre que derrama un mar de lágrimas y que hasta el cauce se ha secado de

tanto llorar.

Jesús, cuna de toda inspiración, rogando a su madre que no le dejara caer,

pidiendo a toda la humanidad que si caía, ellos se hicieran más fuertes. Ver

a los nazarenos alzando a Jesús, proclamando al cielo que nunca lo dejarían

caer, lo sujetarían en sus brazos para que su peso se hiciera sentir.

Nosotros, nazarenos, adorando en silencio, contemplando las caras de

agotamiento y a pesar de ello, seguir adelante como Él nos enseñó. Desde

nuestro camino, vemos a la otra persona cada vez más lejos, pero sabemos

que al final nos volveremos a juntar, flotando en el aire, dejándonos llevar

por sonidos robados de notas musicales que dejan en nuestra memoria las

marchas procesionales, fúnebres y de pasión. Notas de campanas del reloj

de Mangana, que se alza altanero y que sólo él se atreve a marcar esas

horas incesantes que nos embargan, que entre el viento suave y frío de la

tarde noche nos hace respetar los pasos a golpe de gubias, ofrendas de

sangre, sudor y lágrimas, porque la pasión vivida en estos días pesa tanto,

que sobrecoge, y una vez más, me siento pequeña.

Los conquenses representan la dramatización viva de la pasión y muerte de

Jesús por la parte antigua de su ciudad, tan especial, tan medieval, con sus

repechos y sus cuestas, es como si realmente recorrieran el mismísimo

camino hacia el calvario.

Cuenca, entre sus luces y sombras, iluminada también por el calor de sus

cirios y velas encendidas y allí entre sus riscos, a los pies del corazón de

Jesús, la hoz del Huécar y al otro lado, a los pies de la Virgen de las

Angustias, el río Júcar que ayuda con sus murmullos de agua a aplacar el

dolor, la angustia y la agonía de esa madre que asoma sobre el pórtico hacia

el puente de San Antón, al compás de un drama.

Bajo sus pies, el río, en cuyo reflejo, resplandece ese manto aterciopelado

de negro azabache y plateadas andas, en busca de su hijo amado, mirando

hacia el cielo estrellado esperando una señal, con lágrimas en los ojos, lo

pide con clemencia. ¡Qué puñal de dolor! Ver a su hijo con la cruz a

cuestas, solo y desamparado. Pesa tanto ese dolor, que nos sobrecoge el

alma, recorriendo otra calle más, donde muere un más allá, en una

memoria, en un recuerdo, sin saber que pronto un Jesús Resucitado

recorrerá esas calles para encontrarse con ella, con su madre, donde la

despojarán de su manto negro, pasando a lucir uno verde y oro, alejando ya

cualquier sentimiento de dolor.

Los dos, uno frente al otro, se prodigarán en un vaivén mecido por los

banceros con júbilo, y el cielo, se abrirá de lleno recogiéndolos entre

ovaciones, vítores y palomas blancas al viento.

Entonces dejaremos atrás esa pasión de Cristo, la veremos más cálida, más

significativa y de mayor hondura, dando más sentido a nuestra vida, ya que

en estos días, nuestro lado sensible cobra fuerza en nuestro interior y así

recrearemos y reviviremos cada cristiano en nuestro corazón, en nuestra

alma, incluso en nuestro espíritu, el sacrificio de Nuestro Redentor del que

brotó la salvación.

Dentro de pocos días, casi de puntillas, tendremos que contar otra vez la

espera, todo habrá culminado.

La gloria la tenemos, a la puerta pasión, no me sabe a despedida sino a

esencia de su alma y corazón, donde Jesús siempre nos espera y nos da un

amor que ninguno de nosotros conocemos, amor que ni siquiera tocamos

con la punta de nuestros sentimientos. Donde ya se fueron los fríos y en

todos los corazones, siempre será primavera.