Premiados 2011/2012

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DEPARTAMENTO LENGUA/ LITERATURA EL LOBO GRISACEO Tras unos segundos abro los ojos, tratando de no presionar con mis brazos el cuello del grisáceo lobo que parece haber decidido acompañarme. Gruñe ligeramente para darme a entender que él también está despierto y hambriento. Suspiro y me levanto sacudiéndome la ropa para deshacerme de la nieve que se ha adherido a mi grueso abrigo. Ando hasta lo que la noche anterior había sido una fogata que ahora se había transformado en cuatro palos unidos por el hielo; me giro para mirar al lobo de nieve y lo veo fuera, sentado sobre sus patas traseras aúlla con ferocidad al cielo. Sé que es mi única oportunidad para huir, pero la maestría del animal me atrae, como si su presencia escondiera algo más que a una simple pero hermosa bestia. Regresa junto a mí y me lame la mano, señalando con el hocico la salida, abarrotada de la nieve de la noche anterior. Suspiro y sin más remedio echo a andar, pero al ver que no se mueve corro para alejarme de él porque mi instinto de supervivencia me lo grita. No avanzo mucho, ya que el animal, rápido de reflejos, muerde mi abrigo por la manga para frustrar mi inminente huida del lugar. Le miro a los ojos, son verde esmeralda y parecen hablarme, pero no soy capaz de oírlo. Me relajo y por fin lo oigo: “No me dejes.” Entonces, libera mi manga para elevar el hocico hacia mí, me agacho y le abrazo, murmurando en su oído: “No te dejaré.” Pero ambos sabemos que para que el otro sobreviviera, uno tenía que morir y como era de imaginar, los instintos animales despertaron en el lobo que acabó con mi vida, manteniéndonos juntos eternamente no sin un gran pesar mostrado en una lágrima de cristal. Irene Rodríguez Escobar (3º ESO B) PREMIOS 2011/2012

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Relatos y poemas premiados en el Certamen literario

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DEPARTAMENTO

LENGUA/ LITERATURA

EL LOBO GRISACEO

1

Tras unos segundos abro

los ojos, tratando de no presionar

con mis brazos el cuello del

grisáceo lobo que parece haber

decidido acompañarme. Gruñe

ligeramente para darme a entender

que él también está despierto y

hambriento. Suspiro y me levanto

sacudiéndome la ropa para

deshacerme de la nieve que se ha

adherido a mi grueso abrigo. Ando

hasta lo que la noche anterior había

sido una fogata que ahora se había

transformado en cuatro palos

2

unidos por el hielo; me giro para

mirar al lobo de nieve y lo veo

fuera, sentado sobre sus patas

traseras aúlla con ferocidad al cielo.

Sé que es mi única oportunidad

para huir, pero la maestría del

animal me atrae, como si su

presencia escondiera algo más que a

una simple pero hermosa bestia.

Regresa junto a mí y me lame la

mano, señalando con el hocico la

salida, abarrotada de la nieve de la

noche anterior. Suspiro y sin más

remedio echo a andar, pero al ver

que no se mueve corro para

alejarme de él porque mi instinto

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de supervivencia me lo grita.

No avanzo mucho, ya que el animal,

rápido de reflejos, muerde mi abrigo

por la manga para frustrar mi

inminente huida del lugar. Le miro a

los ojos, son verde esmeralda y parecen

hablarme, pero no soy capaz de oírlo.

Me relajo y por fin lo oigo: “No me

dejes.”

Entonces, libera mi manga para elevar

el hocico hacia mí, me agacho y le

abrazo, murmurando en su oído: “No

te dejaré.”

Pero ambos sabemos que para que el

otro sobreviviera, uno tenía que morir

y como era de imaginar, los instintos

animales despertaron en el lobo que

acabó con mi vida, manteniéndonos

juntos eternamente no sin un gran

pesar mostrado en una lágrima de

cristal.

Irene Rodríguez Escobar (3º ESO B)

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PREMIOS 2011/2012

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Era una noche de

primavera, la más fría que la

gente de aquel pueblo, tan

apartado y remoto, hubiese

experimentado jamás. Había

llegado al pueblo una mujer

extraña y asustada, que corría sin

cesar, cargada con algo envuelto

entre sábanas. La mujer miró

hacia atrás y no había nadie, ni

nada capaz de envolver con tanto

terror a una persona. De repente,

una anciana abrió rápidamente la

puerta de su casa ofreciéndola

cobijo, a pesar de que las gentes

del pueblo habían acordado no

acoger a nadie desconocido

después de lo sucedido. La mujer,

sin decir palabra, le entregó a una

niña envuelta entre mantas.

Cuando la anciana fue a

replicar algo, la mujer ya había

salido corriendo, y lo que quisiera

que fuese lo que la perseguía,

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también se había marchado. Lo último que se oyó, fue un grito ahogado

y terrorífico en la espesura del bosque que rodeaba el pueblo.

Toda la gente del pueblo salió de sus casas para hacer recordar, a

la humilde y amable anciana Aisel, que acababa de condenar a todo el

pueblo. Pero en cuanto vieron a la niña, un extraño sueño, les hizo

dormir profundamente. Aisel puso expresión como de extrañeza y a la

vez de emoción incontrolable pero, sobre todo, de terror. Así que,

reprimió el impulso de ponerse a dar saltos y guardó un silencio

sepulcral.

Al día siguiente de aquel suceso, se realizó una junta en la que se

descubrió un trozo de madera escrito en el que la madre se disculpaba

por las molestias, decía que su hija se llama Kishat y que la cuidasen bien

pasase lo que pasase, que era especial. Todo el pueblo decidió que lo

mejor era sacrificarla pero Aisel les convenció diciéndoles que tal vez

más adelante les podría ayudar y, por ello, decidieron que la acogiera

ella. Ya que todos menos Aisel, temían a la niña.

Kishat era una niña bastante lista, expresiva, de carácter fuerte y

racional, muy guapa, alta y con el pelo muy largo y tan negro como el

ala de un cuervo. Pero también era muy solitaria y distante. Se decía que

era poco sociable e incluso esquiva con la gente, pero para la anciana era

la alegría que llenaba su vida.

Kishat cumplía hoy doce años y había pensado ir, de buena

mañana y como todos los días, al bosque con su único amigo, un lobo de

hermoso pelaje negro ,blanco y con destellos grisáceos, al que llamó

tiempo atrás Elkhas que, significa: “protector de la naturaleza”. Pero

LA SOMBRA

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antes, se dispuso a ir a desayunar con su abuela que estaba cocinando y esta,

pronto se acordó de que ya era hora de que le explicase muchas cosas a su

nieta. Le contó todo lo que ocurrió aquella noche; lo que sabía de aquel

extraño sueño que les invadió a los pueblerinos; lo que podría hacer cuando

creciese; y... todo lo que tenía que haberla contado hace tiempo pero que,

por miedo a creer que no lo asimilaría, no dijo hasta esa misma mañana.

Pero desearía no haberlo hecho.

No podía pensar con claridad pero daba igual, por mucho que le

doliese a su supuesta abuela que hubiera salido corriendo, a ella le había

dolido muchísimo más escuchar la verdad pero, sobre todo, le asustaba y

atormentaba el hecho de que todo aquello que estaba viviendo, fuese

cierto. No se había dado cuenta pero había llegado a un lugar del bosque

que no conocía y pronto se empezó a asustar: oía ruidos extraños, veía

sombras moverse, hacía un frío helador y la preocupaba su abuela, por que

en el fondo sabía que era la única persona que la apreciaba, o mejor dicho,

que se daba cuenta de que existía. Pronto se puso a llorar, con las rodillas

encogidas y la cabeza apoyaba sobre ellas, pero cesó cuando vio que Elkhas

aparecía entre la maleza.

Habían pasado ya dos años y nadie del pueblo recordaba a Kishat, a

excepción de su abuela, que todos los días miraba por la ventana, con

expresión distante, para ver si ella volvía. Kishat había logrado sobrevivir

gracias a su destreza con el arco y a su fiel amigo y había construido una

especie de casa de madera que, para las circunstancias, era bastante

acogedora. Un día paseando por el bosque buscando agua, encontró a un

chico de aproximadamente su edad, rubio y alto. Fue a conocerle, a

preguntarle que hacía por aquel lugar... Y que no le contase a nadie que la

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había visto, ni nada que pudiese

revelar su paradero ni su

existencia. Él la contestó diciendo

que se llamaba Jack y prometió

que no diría nada si al día

siguiente se encontraban en el

mismo lugar y Kishat aceptó, pues

no tenía otra opción. Sentía algo

extraño y fantástico por aquel

chico, amor.

Ella contenta de haber

encontrado al chico de su vida se

fue a su casa, pero de pronto, le

vino una sensación escalofriante:

¿Y si era cierto que se convertiría

en aquello que le contó su abuela,

y mataría a aquel chico? Este

pensamiento la atormentó esa

noche, pues sus sueños o mejor

dicho, pesadillas, trataban de

como con sus propias manos

mataría a Jack.

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Lorem Ipsum

Pero desechó esos pensamientos y decidió pensar en que aquello era

ridículo e imposible.

Al día siguiente fue al lugar acordado junto a su amigo Elkhas y

Jack apareció, pero no precisamente como ella esperaba, iba corriendo

cargado con un zurrón y con una espada afilada y desenvainada.

Jack agarró a Kishat por el brazo, tiró fuertemente hacia él y

ambos empezaron a correr como si la vida les fuese en ello. Siguieron

corriendo durante bastante tiempo y Kishat seguía sin saber de qué

huían, si es que eso hacían. Pasaron cerca de un río y Jack tiró de ella

haciéndola entender que se sumergiera en él. Después de un rato una

sombra pasó por delante del río ágil y veloz y, entonces, salieron del río.

Estaban empapados, la noche caería pronto y hacía un frío helador así

que buscaron un árbol hueco y, cuando encontraron uno, vieron que

Elkhas había logrado encontrarles y se había tumbado al pie del árbol

para descansar, Kishat y Jack pusieron espalda contra espalda y se

durmieron.

Nada más aparecieron las luces del alba, Elkhas despertó a los

dos jóvenes. Como la ropa seguía mojada, Jack sacó de su zurrón dos

vestimentas y un poco de pan para comer, se cambiaron de ropa y

comieron relajadamente. Después guardó las ropas mojadas y se puso en

pie. Intentó volver a echar a correr agarrando a Kishat, pero esta clavó

bien fuerte los pies al suelo y no logró moverla. Él miró hacia atrás y

descubrió, por la mirada de Kishat, que esta no se movería hasta que no

la diese una explicación sobre todo aquello. Ambos se sentaron a la

sombra del árbol y Jack comenzó a contar una historia:

—Hay en algún lugar desconocido una

especie de portal que comunica dos

dimensiones paralelas, la tuya y la mía.

En ambas dimensiones hay el mismo

pueblo, pero con algún cambio.

Cuando tu madre te trajo al pueblo

huía, te protegía de La Sombra, un ser

extraño y muy veloz que como nadie

sabe realmente que es, lo llaman La

Sombra. Cada sesenta años nace en

una dimensión, en tu caso, una niña

que tiene un don que le permite hacer

cosas increíbles y convertirse en seres

que creías inexistentes. Todas las

madres van a ese pueblo cargadas con

un bebé que, cuando en una

dimensión es una niña, en la otra es un

niño y La Sombra nota cuando un niño

de estos nace porque en ese año

resurgen dos de esos dones y, cuando

ya lo sabe, se despierta de su profundo

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sueño y esa noche acecha al pueblo.

Cuando la madre entra en el pueblo

tiene cinco minutos para dejar al

niño o niña y salir del pueblo o si no

La Sombra puede entrar en él y ya

te puedes imaginar lo que ocurriría.

Una vez que la madre sale La

Sombra..., bueno, caza. Si alguien a

partir de ese día sale del pueblo, La

Sombra lo extermina, por tanto,

cuando el niño tiene catorce años

hay escasez de alimentos y entonces

echan al niño del pueblo, le dejan

expuesto al peligro y la mayoría no

sobreviven.

—Y si puede localizarnos, ¿por qué

no fue a mi casa?— preguntó

intrigada Kishat.

—Dijiste que tu lobo se llamaba

Elkhas así que es precisamente por

ello. Elkhas es tu protector del

elemento de la naturaleza, de la vida

y, como te protege, La Sombra no

te ha podido encontrar. ¡Ah! Como

no tienes armas, toma este arco así

podrás defenderte. Y ahora en

2

marcha, vamos a la ciudadela,

seremos bien venidos. Jack agarró de

nuevo a Kishat por el brazo y

empezaron a correr de nuevo,

seguidos de Elkhas que no se

separaba de su protegida ni un

segundo.

Después de casi un día

corriendo, llegaron por fin a la

ciudadela y, como dijo Jack, eran

bien venidos. Cuando llegaron, en la

gran puerta había un ser extraño

mitad hombre mitad caballo. Kishat

le preguntó a Jack, entre susurros,

que clase de ser era ese y Jack la

contestó diciendo que era un

centauro guardián de la ciudadela y

por eso, iba armado con una lanza.

—¡Deteneos, viajeros! —gritó una

voz profunda y grave que provenía

del centauro. Los observó durante un

rato y después mencionó: —Os

estábamos esperando. Pasad y

esperar a que llegue el señor.

Entraron por un gran pasillo

oscuro pero, de repente, se cerró la

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puerta tras ellos y se encendieron

un montón de antorchas que

dejaban ver todo el esplendor de

una gran sala color esmeralda

decorada con todo tipo de plantas

trepadoras y Kishat, con expresión

de extrañeza, le dijo a Jack que las

plantas estaban muertas. Jack se

giró para prestar atención a lo que

Kishat decía, pero esta no pudo

continuar ya que alguien

encapuchado bajaba por unas

escaleras haciendo un gesto y

diciendo unas palabras muy

extrañas que, al instante, los dejó

paralizados. Aquel hombre volvió a

hacer un gesto aunque este era

diferente y, de repente,

aparecieron un montón de seres de

forma antropomórfica, aunque no

parecían humanos pero tampoco

podían saberlo con certeza ya que

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y así, hacer que las plantas la

escuchasen y obedeciesen. Estas se

enrollaron alrededor de los seres

asfixiándolos y Jack aprovechó esa

oportunidad para derrotarlos y una

vez lo hizo, el encapuchado

simplemente, desapareció.

Cuando todo terminó,

Kishat sintió una extraña sensación

y cuando quiso darse cuenta, tenía

los dos brazos rodeados de verdes

tallos de plantas, en las palmas de

las manos tenía dibujado un símbolo

extraño sobre un árbol y tenía en la

muñeca derecha un brazalete hecho

de telas marrones y más plantas.

Elkhas también estaba

experimentando ese fenómeno ya

que sus colmillos se habían hecho

más largos y afilados. Asustada le

preguntó a Jack que era aquel

fenómeno, pero Jack estaba

distraído con sus propios

problemas. La espada de Jack había

empezado a brillar y tenía una

empuñadura con forma de dragón

de color rojo. Una vez todos estos

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alguien encapuchado bajaba por

unas escaleras haciendo un gesto y

diciendo unas palabras muy

extrañas que, al instante, los dejó

paralizados. Aquel hombre volvió

a hacer un gesto aunque este era

diferente y, de repente,

aparecieron un montón de seres de

forma antropomórfica, aunque no

parecían humanos pero tampoco

podían saberlo con certeza ya que

estaban cubiertos con una gran

capa negra y una máscara haciendo

imposible la visión de cualquier

parte de sus cuerpos. Aquellos

seres comenzaron a rodearles pero

Jack consiguió, concentrando toda

su fuerza, deshacerse de la parálisis

y poder empuñar su espada para

combatir. Había logrado vencer a

siete pero por cada uno que

mataba, dos más aparecían y

Kishat frustrada por no poder

ayudarle, comenzó a emanar algo

de su cuerpo provocando la

resurrección de las plantas de

aquel lugar. Al ver lo que estaba

logrando decidió concentrarse más

3

sucesos habían acabado, Jack

explicó las cosas:

—Ya te había contado que

tenemos un don y un don está

formado por tres fases: tu

elemento, tu cargo en la sociedad y

tu naturaleza, es decir, el ser que

eres. El elemento es lo que acabas

de experimentar, todo eso que

llevas por los brazos y en las manos

representa tu don: la naturaleza, la

vida. A mi lo que me ha ocurrido

es que con la mejora de mi espada

acabo de descubrir que mi cargo en

la sociedad, es que soy un

guerrero— explicó Jack alegre—.

Y a tu lobo le ha ocurrido lo

mismo, como es tu protector, si tu

mejoras él también tiene que

hacerlo para protegerte mejor.

Una vez descubras tu don, tendrás

un poder adicional.

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Una vez aclarado todo,

empezaron a buscar alguna salida ya

que la puerta estaba cerrada y no había

manera de abrirla. Decidieron que lo

mejor era subir las escaleras por donde

había bajado el encapuchado y así

hicieron. Era una escalera de caracol la

cual parecía no llevar a ningún lado, es

decir, que aquel edificio era una torre

y muy alta. Después de un buen rato

subiendo escalones, por fin vieron una

salida al final de las escaleras. Cuando

salieron, estaban en un gran balcón

desde donde se podía ver que la

ciudadela estaba abandonada. Jack

encontró un pergamino en el suelo en

el que ponía: “Habéis logrado

vencerme, pero solo habéis ganado una

batalla. En la guerra que está apunto de

estallar os dejaré moribundos y le

dejaré el honor de mataros a mi señor,

La Sombra. La guerra tendrá lugar

dentro de seis días en las montañas

cercanas al Bosque de los Lamentos.

Haber si sois capaces de reunir un

ejército para la batalla”.

Kishat le preguntó que ahora

2

que harían y Jack la contestó

diciendo que tenían que separarse.

Elkhas la llevaría al Bosque de las

Ninfas donde tendría que

perfeccionar su poder de la planta,

descubrir su cargo, el ser que es e

intentar convencer a ninfas, tritones,

dragones del bosque, elfos... todo

ser que pudiera combatir, de que la

guerra era real y reclutarlos. Jack iría

al consejo para hacer lo mismo y para

ello, hicieron dos copias del

pergamino y de un mapa para que

Kishat no se perdiese. Jack la dijo

que al quinto día se encontrarían en

el claro Bosque de los Lamentos con

la legión preparada.

Kishat se subió a lomos de

Elkhas y este echó a correr a través

de los árboles mientras Kishat

miraba, con lágrimas en los ojos,

como cada vez estaba más alejada de

Jack, que ya había empezado a correr

en el sentido contrario. Después de

unas horas, Kishat y Elkhas llegaron

al Bosque de las Ninfas. Toda la

gente que vivía en aquel lugar les

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acogieron muy alegres, por la

llegada de uno de los elegidos y

su protector, les dieron una casa

amplia de madera encima de un

árbol, comida y a Kishat la

vistieron con una blusa de media

manga verde y unos pantalones

cortos negros. Les llevaron ante

la reina, que era un hada joven

con un vestido azul y unas alas

enormes y hermosas. La reina se

llamaba Sanhy y fue la única

persona que leyó el pergamino y

con la que durante un largo rato

Kishat mantuvo una

conversación. Sanhy creyó a

Kishat y dijo que en tres días

tendría dispuesto el ejército y

como se tarda un día en ir hasta

el lugar de la batalla, al cuarto

día partirían. Estuvieron

hablando sobre su don y Sanhy

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pensó que la mejor forma de averiguar

su cargo era poniéndola de centinela

en las afueras del bosque, la asignaron

una zona y se subió a un árbol, probó

todo tipo de armas pero al usar el arco

descubrió que su cargo era el de

arquera. Su arco se llenó de plantas al

igual que sus flechas y más tarde

aprendió a envenenarlas. Sin que ella

se diese cuenta, los demás centinelas la

estaban poniendo a prueba para

descubrir que ser era. Comprobaron

su agilidad, su destreza, su

inteligencia, su velocidad...

Descubrieron que era una excelente

elfa. Había llegado el cuarto día,

prepararon a todos los animales que se

podían montar, organizaron a los

guerreros y los objetos necesarios y

marcharon.

Cuando llegaron al Bosque de

los Lamentos, Kishat y Elkhas fueron

corriendo a ver a Jack y este traía una

legión de ángeles, grifos, fénix,

golems de fuego y hielo... y caballeros

de la corte. Todos se estaban

preparando para luchar: Kishat se

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vistió con una camiseta verde de un

solo tirante, la cual dejaba realizar

cualquier movimiento, y un pantalón

corto, también verde pero más

oscuro e iba descalza. También

llevaba un carcaj lleno de flechas y su

arco. Elkhas llevaba una armadura

ligera y Jack llevaba una armadura de

caballero y su espada, aunque esta

tenía un brillo diferente, el elemento

de Jack era el fuego y era un mago

del Fuego Fatuo. Al día siguiente

comenzaría la guerra. Ya era el día y

la legión avanzó veloz y, una vez

llegaron, estalló la batalla.

Estuvieron casi todo el día luchando a

muerte las dos legiones pero Kishat

se dio cuenta de que la sombra no

estaba combatiendo si no que había

subido a la Montaña del Olvido y

quiso intentar seguirle pero el

encapuchado de la otra vez la cortó el

paso, mientras el encapuchado hacía

hechizos Kishat usaba unas dagas ya

que estaba a poca distancia y, cuando

el hechicero estaba a punto de

matarla, Elkhas le mordió en el

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cuello matándolo. Kishat llamó

a Jack y juntos subieron por la

Montaña del Olvido y al llegar

a una cueva, descubrieron que

La Sombra estaba abriendo un

portal para que la otra

dimensión que era como una

copia y que estaba capitaneada

por otra Sombra, entrase en la

real. Jack y Kishat lucharon

contra La Sombra mientras los

guerreros del bando contrario

al de La Sombra, gritaban de

alegría haciendo ver que habían

ganado. Kishat no paraba de

lanzar flechas envenenadas,

pero La Sombra era demasiado

ágil y Jack intentaba clavarle la

espada pero tampoco pudo.

Pero gracias a un descuido,

Kishat pudo retenerlo entre un

montón de ramas y cuando

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Jack iba a clavarle la espada La Sombra habló:

—Malditos elegidos, os creéis que por derrotarme la puerta se cerrará y todo acabará, ¿no? Ja, ja,

ingenuos —exclamó una voz grave, profunda y tranquila pero sobre todo siniestra.

—¿Qué quieres decir? ¡Responde, sucia cucaracha!— gritó Jack.

—Quiero decir que uno de los dos debe morir. Si queréis destruir esta dimensión tendrá que ser...

¡Ella!—dijo La Sombra, la cual sabía que Jack también sentía algo por Kishat—. Y si queréis destruir la

tuya Jack, serás tu quien debe morir.— explicó La Sombra divertida.

Jack clavó la espada en el corazón de La Sombra lleno de ira y frustración.

—Mátame.— dijo Jack.

—¿Qué? ¡No! Tiene que haber otra manera...— dijo Kishat con lágrimas en los ojos.

—No la hay. ¡Mátame!— gritó Jack apunto de ponerse a llorar.— Mi dimensión es la copia y además

oye a los guerreros celebrando la victoria, no puedes sacrificarlos. Hazlo... Por favor.

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Y entre lágrimas Jack besó intensamente a Kishat clavándose a la

vez el puñal de ella y así morir, entre sus brazos.

Susana Mayenco Marco (1º ESO A)

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Una tarde de tormenta

en la que el sol no brillaba

el cielo se estremecía,

las estrellitas lloraban.

En tan grande inmensidad

un lucero se encendió;

vio las estrellas llorando

y entonces les preguntó:

—Estrellitas, estrellitas,

decidme por qué lloráis

en esta noche tan ciega.

Qué solitarias estáis.

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—Oh, lucerito mío,

es por eso nuestro llanto.

En este cielo sombrío

tristes estamos brillando.

En estas noches tan negras

no podemos descansar,

pues tenemos pesadillas

y no podemos brillar.

—Estrellitas, estrellitas,

no debéis de llorar más,

esa tristeza tan grande

que desaparezca ya.

Caminos de fuego ardiente

agua pura habéis llevado,

ESTRELLAS MENSAJERAS

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Un mundo abarrotado,

lleno de vacíos, lleno de nadas.

Un mundo conectado,

lleno de seres inconexos.

Entre ellos hay vacíos.

Aislados, infinitos y olvidados…

Las olas mueren anónimas en la arena,

y la luz avanza sin saber como parar,

y los árboles viven con la quietud en sus venas.

El mundo está repleto de huecos sin llenar.

2

Como esos ojos que preguntan sin tener respuesta,

y el río que fluye, sin saber donde acaba,

y las gotas de lluvia que caen con fuerza,

para quebrarse y no ser nada.

Y tú, que te vas sin poder sostenerte,

¿o soy yo quien se aleja mientras tú no me sostienes?

Y al final, en un vaivén constante hasta la muerte,

espero y me esperas, pero ni yo voy,

ni tú vienes.

David Cables Chozas (3º ESO B)

VACÍOS

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gente que estaba perdida

su camino habéis guiado.

El viento sopla con fuerza,

vosotras estáis arriba,

hacéis que las travesías

se crucen con alegría.

Las estrellas están contentas,

la luz que dan es eterna,

la luna las acompaña

brillando sobre la tierra.

Si miras por la ventana

las verás allá a lo lejos,

y si las miras de cerca

recordarás sueños viejos.

Esther Melgarejo Castillo (2º ESO D)