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Prensa y representaciones sociales de la enfermedad mental Press and asocial representations of mental illness José Ramón BUENO ABAD 1 Francisco José MESTRE LUJÁN 2 RESUMEN El área de investigación de Psicología Comunitaria de la Universidad de Valencia ha abordado la imagen de los trastornos mentales desde la teoría de las Representaciones Sociales, considerando empíricamente la Representación que en la prensa escrita posee la enfermedad mental en la era de la post Reforma Psiquiátrica. La muestra de la prensa seleccionada ha sido analizada a partir del perfil diferencial de cuatro periódicos, que incluye el análisis cuantitativo y cualitativo de cómo el posiciona- miento ideológico y el ámbito de la tirada se relacionan con la ubicación, extensión y conte- nido de las noticias aparecidas en la prensa española durante los años 1997 y 1998. Para ello, se han seguido los trabajos de Leventhal y cols.1980, 1982 y 1984, y San- ders,1982; Lau y Hartman, 1983; Hofstadt, 1996 y Moos, 1997, cuyos resultados señalan que la información con capacidad para incidir sobre las conductas de enfermedad y el afrontamiento de la misma, son las disponibles en el tejido social respecto a la identidad del trastorno, etiología, curso, terapia, duración y tipo de curación. Los resultados de la investigación indican contenidos provenientes del pensamiento científico y la judicialización de la agresión como núcleo central de la representación, fuer- temente influidos por el posicionamiento ideológico de la prensa y en menor medida por el ámbito de su tirada. Intervención Psicosocial, 2005, vol. 14 n.º 2 131 Intervención Psicosocial, 2005, Vol. 14 N.° 2 Págs. 131-159. ISSN: 1132-0559 ESPACIO ABIERTO 1 Catedrático de UE del Área de Investigación de Psicología Social de la Universidad de Valencia. [email protected] 2 Doctor en Psicología por la Universidad de Valencia. [email protected] Fecha de Recepción: 11-12-2002 Fecha de Aceptación: 18-07-2005

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Prensa y representaciones sociales de la enfermedadmental

Press and asocial representations of mentalillness

José Ramón BUENO ABAD1

Francisco José MESTRE LUJÁN2

RESUMENEl área de investigación de Psicología Comunitaria de la Universidad de Valencia ha

abordado la imagen de los trastornos mentales desde la teoría de las RepresentacionesSociales, considerando empíricamente la Representación que en la prensa escrita posee laenfermedad mental en la era de la post Reforma Psiquiátrica.

La muestra de la prensa seleccionada ha sido analizada a partir del perfil diferencialde cuatro periódicos, que incluye el análisis cuantitativo y cualitativo de cómo el posiciona-miento ideológico y el ámbito de la tirada se relacionan con la ubicación, extensión y conte-nido de las noticias aparecidas en la prensa española durante los años 1997 y 1998.

Para ello, se han seguido los trabajos de Leventhal y cols.1980, 1982 y 1984, y San-ders,1982; Lau y Hartman, 1983; Hofstadt, 1996 y Moos, 1997, cuyos resultados señalanque la información con capacidad para incidir sobre las conductas de enfermedad y elafrontamiento de la misma, son las disponibles en el tejido social respecto a la identidaddel trastorno, etiología, curso, terapia, duración y tipo de curación.

Los resultados de la investigación indican contenidos provenientes del pensamientocientífico y la judicialización de la agresión como núcleo central de la representación, fuer-temente influidos por el posicionamiento ideológico de la prensa y en menor medida por elámbito de su tirada.

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Intervención Psicosocial, 2005, Vol. 14 N.° 2 Págs. 131-159. ISSN: 1132-0559

ESPACIO ABIERTO

1 Catedrático de UE del Área de Investigación de Psicología Social de la Universidad de [email protected]

2 Doctor en Psicología por la Universidad de Valencia. [email protected]

Fecha de Recepción: 11-12-2002 Fecha de Aceptación: 18-07-2005

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PALABRAS CLAVEMedios de comunicación, Psicología comunitaria, Representaciones sociales, Enferme-

dad mental, Integración social, Agenda setting.

ABSTRACTThe research area of Communitarian Psychology in the University of Valencia has tac-

kled the image of mental disorders from the viewpoint of the theory of Social Representa-tions, empirically considering the Representation that mental illness undergoes in the writ-ten press and in the era of post Psychiatric Reform.

The samples of the chosen press have been analysed taking the differential profile offour newspapers as starting point, including a quantitative and qualitative analysis of howideology and print run are connected to the location, the length and the contents of thosenews appeared in the Spanish press from 1997 to 1998.

In order to achieve this, the next works have been followed: Leventhal and cols. (1980,1982, 1984), Sanders (1982), Lau and Hartman (1983), Hofstadt (1996) and Moos (1997),whose results detect that the information able having an impact on illness behaviour andillness facing, are those available in the social net of society respected to the identity of thedisorder, aetiology, course, therapy, duration, and type of cure.

The results of the research include contents coming from both scientific thought and thejudialization of aggression as the core of the representation, strongly influenced by the ideological positioning of the press and in smaller measure by the setting of their edition.

KEY WORDSMass media, Communitarian psychology, Social representations, Mental illness, Social

integration, Setting agenda.

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PRESENTACIÓN

Desde una perspectiva psicosocial amenudo se concibe a la sociedad y alos diferentes sistemas que en ellaactúan, como la causante de la enfer-medad mental o al menos como preci-pitante de la misma. Sin embargo, eltejido social no se define exclusivamen-te por una unidimensionalidad mórbi-da, sino que por el contrario, tambiénpuede suponer una importante fuentede recursos de todo tipo, consustancia-les a las interacciones sociales dedonde todos extraemos los elementosque integran nuestra salud, identidad ybiografía.

En este sentido, este artículo se cen-tra en el estudio desde una perspectivacomunitaria, de las RepresentacionesSociales de la enfermedad mental en losmedios de prensa escrita. Exploramos,por tanto, esa área de la conducta socialdonde el individuo, la familia y las dife-rentes instituciones aparecen interrela-cionadas entre si y afectadas por unfondo de conocimiento común, social ycultural, del que forman parte relevantelos Media y que orientan las conductassociales de los sujetos.

Para ello, partimos de la teoría de lasRepresentaciones Sociales, que comomarco teórico, permite el estudio de lasconductas sociales como un todo inte-grado de contenidos, tanto en su carác-ter emocional como en su perfil de racio-nalidad intencional.

Metodológicamente nos hemos servidodel análisis de contenido, ya que supone,desde un enfoque cuantitativo y cualita-tivo, la técnica más apropiada paracuantificar la regularidad de las imáge-nes y representaciones de un fenómenosocial a partir del análisis de los Mediosde Comunicación (Clemente, 1992; Mar-tínez García, 1992).

En lo que respecta a los Medios anali-zados, mostramos como la informaciónque difunden obedece a la confección deuna agenda (Shaw, 1979) donde los con-tenidos están relacionados diferencial-mente con el ámbito de la tirada y con elcarácter ideológico de su política edito-rial.

Enumeraremos a lo largo del artículoaquellos temas y elementos que resaltanpor su centralidad en el tratamientoinformativo de los trastornos mentales yque, a la vista de otros trabajos decampo, se relacionan con el estigmasocial que sufren las personas con enfer-medad mental y las consecuencias psico-sociales que se derivan del mismo parael tratamiento de los trastornos psicóti-cos (Rodríguez Marín, 1995).

1. Las representaciones sociales de las enfermedades mentales

Durante la primera etapa de la comu-nication research los estudios sobre losefectos de los Media asumieron la exis-tencia de un impacto directo y a cortoplazo sobre las opiniones y actitudes delas personas (Wolf, 1996). Sin embargo,resulta paradójico que en contradiccióncon este sesgo individualista, en estateoría hipodérmica haya perdurado laidea de una masa atomizada e influen-ciable, que de algún modo poseía unamente colectiva capaz de ser manipuladafácilmente por informadores expertos(McQuail y Windahl, 1997).

Dada la ambigüedad e indemostrabili-dad de este planteamiento, cada vez sonmás los modelos de comunicación que secentran en el estudio de los efectos alargo plazo de los Media, desde una pers-pectiva critica y culturalista (Hall et al,1978; Fiske, 1989), propiciando con elloun salto cualitativo en la investigaciónmedial, al centrar sus objetivos en la

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descripción de cómo esas actitudes yopiniones individuales forman parte deun determinado sistema simbólico,donde los Medios de Comunicaciónpotencian un marco común de categoríasinterpretativas de la realidad, y en el queellos mismos, no adoptan necesariamen-te el modelo clásico de comunicación,sino que son a la vez emisores y recepto-res de la distribución de conocimientos yrepresentaciones de distintos fenómenossociales, producto de heterogéneos gru-pos reflexivos y que mantienen unacomunidad de intereses y expectativas(McCombs y Shaw, 1972; Moscovici,1976; Noelle Neumann 1995; McQuail,2000).

1.2 Características de la transmisión y contenidos del pensamiento desentido común

Las categorías definitorias de la reali-dad social, que aparecen ante el indivi-duo como constitutivas de lo cotidiano eincontestables por su naturalidad, al sercompartidas por los grupos sociales,devienen en formas de pensamientosocial de sentido común con característi-cas propias y definitorias, subrayadaspor diferentes investigadores que lo dife-rencian del pensamiento religioso o cien-tífico y que no se reduce a meros estadosde opinión colectiva (Jodelet a, 1983;Moscovici, 1976) .

Este pensamiento de sentido comúnestá constituido por tres elementos gene-rales que conforman su sociogénesis,evolución y contenidos, y que son defini-dos como la información de la represen-tación, la valoración emocional que susci-ta y el campo de representación de lamisma, donde aparecen en conceptos eimágenes, construcciones semánticascon un direccionalidad y contenidos deli-mitados por el bagaje cultural del gruposocial.

De hecho, estas representacionessociales se nutren de conceptos queposeen una vigencia mediática y social,pero que la interacción grupal descon-textualiza del pensamiento instituciona-lizado, reelaborando un nuevo tipo deconocimiento compartido que orientanuestras conductas y actitudes sociales,y que como fuente de categorizaciónsocial, constituye nuestra identidad gru-pal al forzar a las personas a posicionar-se valorativamente ante un fenómenodado.

Junto a este componente emotivo oactitudinal e interactuando con él, entoda representación social encontramosdiferentes fuentes de información, quedefinen en parte, la variabilidad de lamisma.

La información disponible para lossujetos está limitada por el marco de susrelaciones sociales y la capacidad tecno-lógica de su contexto social. Esta accesi-bilidad desigual a la información utiliza-ble genera una diferenciación en lascategorías con que las personas defini-mos los fenómenos sociales.

De hecho, la interacción personal, losMedia y la capacidad limitada que tienenlos seres humanos para acceder a estosrecursos, determinan, cualitativa ycuantitativamente, diferentes campos derepresentación simbólica sobre los mis-mos hechos de la realidad, que, a partirde la presencia de diferentes conceptos ycategorías de lenguaje, explicitan simbó-licamente una forma específica de enten-der los hechos sociales y que no esreductible a las ideologías o a actitudesindividuales, sino que de forman unconocimiento social diferente que inter-conecta a ambas (Jodelet, 1986a).

Los procesos sociales por los queestas representaciones sociales elaboranel pensamiento social son la objetivación

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y el anclaje. La naturaleza de nuestrasinteracciones y las características de lasociedad mediática simplifican y objeti-van la naturaleza de los conceptos cientí-ficos, religiosos o ideológicos, que, a suvez, adquieren significados discordantesen la medida en que se anclan en los sis-temas de creencias ya existentes, for-mando un pensamiento social diferentede los elementos que lo forman y sinparangón en etapas históricas anterio-res, característico e ideosincrático de lassociedades actuales (Rouquette, 1986).

1.3 Los antecedentes de lainvestigación sobre lasrepresentaciones sociales de lasenfermedades mentales

El marco de investigación descrito haencuadrado tradicionalmente los traba-jos sobre la salud y la enfermedad men-tal en el grupo de análisis de la repre-sentación como campo estructurante,donde la misma es considerada comoexpresión de la sociedad que la genera,que la dota de significados según elmarco socio-histórico vigente y la inter-acción de los grupos que se muestraninteresados en la comprensión de lasalud mental o bien pretenden difundirun mensaje comprensivo de la misma deacuerdo con sus intereses o necesidades.

En este sentido, cabe destacar los tra-bajos realizados en nuestro país por,Páez (1983, 1986), Martínez y Herreros(1985), Buendía (1985), Ayestarán (1985,1986 ), Itza, Pinilla y Paez (1987), Cabru-ja (1988), Madrigal (2000) y Mestre (2002).

Todos estos estudios se centran en labúsqueda de interpretaciones comparti-das y elaboradas por los grupos socialesrespecto a la salud y la enfermedad, yaque estos sistemas de creencias y opinio-nes son utilizados en la interacción

social y mediática para clasificar y expli-car las características y categorías quedefinen la enfermedad mental, orientan-do con ello las conductas sociales de lossujetos y el comportamiento de afronta-miento de la enfermedad, a partir de lasexpectativas de los grupos de referenciay la percepción que el sujeto tiene de sudolencia (McWire, 1985).

Desde el momento en que se convier-ten en un cuerpo de conceptos que sonutilizados asiduamente, condicionan lainteracción social y lo que es más impor-tante, constituyen en sí mismos la reali-dad social, en la medida en que grupos eindividuos les conceden valor de realidad.De hecho, la máxima de W. I. Thomassobre que “si los hombres definen comoreales unas situaciones, reales serán susconsecuencias”(McQuail 2000, pag. 542)sigue siendo enormemente vigente en lassociedades actuales, proclives más quenunca a la virtualidad mediática.

En este contexto, las investigacionesde Ayestarán de 1985, a través de cues-tionarios, señalaban que el campo derepresentación de la enfermedad mentalpara pacientes, familiares y profesiona-les, se definía desde ítems como chiflado,loco y enfermo mental, aparejados a unacategorización negativa de pasividad,peligrosidad y dependencia de estosenfermos.

En sus estudios preliminares y a par-tir de una revisión bibliográfica sobre lasactitudes frente a la salud mental, queabarcaba los trabajos realizados en estecampo desde 1955 hasta 1981, constatóque aunque la población no tiene unarepresentación nítida de la enfermedadmental se consideraba que los enfermosmentales debían ser mayoritariamenteencerrados.

Así mismo, ser etiquetado como enfer-mo mental conllevaba una carga de valo-

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ración peyorativa. Esta categorizaciónsocial era reconocible a partir de unaconducta irracional e imprevisible, faltade control y peligrosidad social.

Además, confirmó que las representa-ciones de la enfermedad mental estánenmarcadas en tres modelos representa-cionales diferentes, ligados a las creen-cias religiosas y al pensamiento científico(Kaplan,1971; Melus,1982; Towsend,1975; Ayestarán, 1985) y que se resu-men el la existencia de una representa-ción mágica o sobrenatural, donde laenfermedad se debe a un ciclo natural eimprevisible, ligada a comunidades endesarrollo. Una representación biomédi-ca, que concibe la enfermedad mental apartir de causas biológicas e incurables,ligada a un entorno agrícola y por últi-mo, una representación psicológico-fun-cional donde la enfermedad se debe acausas externas, casi siempre problemá-ticas o estresantes que asume comoposible la recuperación del enfermo a laque el mismo debe contribuir. Esta últi-ma representación se relaciona con losentornos urbanos.

En este trabajo, Ayestarán (1985)señala que, dependiendo del rol profesio-nal, los técnicos de las instituciones desalud eran, efectivamente, favorables amantener una cultura asilar o bienpotenciaban la autonomía personal y larehabilitación e integración social de lospacientes y que esto estaba relacionadocon la asunción de una representaciónbiomédica o de carácter psicosocial res-pectivamente.

Por otro lado, los enfermos represen-taban dichas instituciones como lugaresde encierro y asilo y a sí mismos, con lamisma visión negativa que las personasnormales tienen de ellos, aunque recha-zando ser etiquetados como enfermosmentales (Martínez y Herreros, 1985;Arzac, 1985). Por lo que se concluye que

la conducta de profesionales, pacientes yfamiliares a partir de representacionesbiomédicas o psicosociales está incidien-do en los objetivos de las instituciones yen el comportamiento de los agentessociales y profesionales. Como conse-cuencia de ello y lo que es más impor-tante, las representaciones sociales afec-tan, de hecho, al curso y evolución de laenfermedad mental.

Por tanto, debemos asumir que lostrastornos mentales son representadosde modo diferente según la representa-ción social de los sujetos, independiente-mente de la “verdadera” naturaleza y psi-copatología de estas enfermedades, asícomo la existencia de diferentes conduc-tas sociales consecuentes con dichasrepresentaciones, capaces de redefinir elcurso y la terapia de estos trastornos .

A pesar de que la mayoría de las revi-siones bibliográficas confirman las acti-tudes de rechazo hacia los enfermosmentales y la dinámica cambiante de lasrepresentaciones sociales de la locura, seha indicado, en ocasiones de modoreduccionista, que un cambio en dichasactitudes podría mejorar las conductashacia estos enfermos. Sin embargo, seha observado que aunque existan valora-ciones individuales más favorables haciaellos, los prejuicios y temores continúanpresentes persistentemente en la pobla-ción (Cabruja, 1988). Lo que a la postreconfirma que dichas actitudes seencuentran ligadas a conjuntos socialesestables de imágenes, creencias y opinio-nes de los que las mismas son un ele-mento importante, pero no el único atener en cuenta [(Rosenberg y Hovland,1960; Fariña, 1982; Rabkin,1972), losdos últimos citados por Ayestarán(1985)].

De hecho, estas actitudes se relacio-nan con las creencias, opiniones y con-ductas originadas a partir del marco

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social, histórico y cultural (Adorno,1950) que con un carácter más holísticoy resistente al cambio conforman lasrepresentaciones sociales que poseen laspersonas respecto a las enfermedadesmentales, su naturaleza, etiología y tera-pia.

Por otro lado, en su estudio sobre elcampo representacional de la locura,Cabruja (1988) encuentra, tres años mástarde y con ello confirma de nuevo, larepresentación estable y negativa delenfermo mental como irresponsable, irra-cional, diferente, imprevisible, amenazan-te, peligroso, con una sensibilidad frágil yespecial para el afrontamiento de los pro-blemas y causa de humillación para lafamilia. Sin embargo, la valoración nega-tiva del enfermo mental no es la únicaconstante observada. La relación entreesta categorización y las conductas deexclusión de los grupos sociales tambiénsuponen una persistente característicade las representaciones de las enferme-dades mentales.

Jodelet (1983), en su estudio sobre lasrepresentaciones sociales de la locura,nos describe un pequeño pueblo francésllamado d´Ainay-le-Château, en unacomarca del centro de Francia que acogea enfermos mentales de forma institucio-nalizada desde principios de siglo XIX.En su tesis, Jodelet profundiza en larelación entre las elaboraciones socio-cognitivas y la adopción de comporta-mientos concretos. A partir de dicharelación, se evidencia cómo las familiasacogedoras poseen un ritual higiénico ypeculiar en los usos de los utensilios yde las estancias de la casa, a fin de evi-tar que la locura del huésped puedapasar a la familia por medio del contagio.Así, al establecer una distinción en eltrato, se mantienen las diferencias y lossanos no son asimilados a los enfermos,a su vez y a causa de ello, el enfermomantiene constantemente su estatus de

extraño, de alienado, aún en un mediosocial normalizado.

De esta forma, la política institucionalde integración de la población psicóticase transforma en exclusión social sola-pada, al chocar con la representaciónsocial de la locura y sus correlatos con-ductuales. Por ello, las conductas y acti-tudes favorables a la integración no pue-den entenderse como una consecuenciainevitable y subsiguiente a la creación derecursos sociales, sino que deben propo-nerse y analizarse en la interacción entreinstituciones sociales y el marco simbóli-co y representacional que legitima laconducta de los sujetos.

Puesto que los habitantes d´Ainay-le-Château contaban con una representa-ción social de la enfermedad que conte-nía la etiología de la enfermedad mental,una tipología lega de los diferentes tras-tornos mentales y un código de conductaque contemplaba tanto rituales domésti-cos como sanciones morales respecto acomportamientos sentimentales y queafectaban por igual a sanos y enfermos,podemos establecer una segunda conclu-sión respecto a que la representaciónsocial de un fenómeno dado define lasinterrelaciones de los grupos sociales ensu globalidad, desbordando a los agentesdirectos y extendiendo su representaciónal conjunto del tejido social. De modoque la representación de la locura llevaimplícita una definición de la inteligen-cia, la enfermedad, la conducta normal yla desviada, compartida por los grupossociales, con un grado de coherenciadeterminado por su proximidad o lejaníaal problema, pero presente en todo eltejido social.

En cualquier caso, las conclusionesen el estudio de las representacionessociales de la enfermedad mental, apun-tan a una representación heterogénea,pero que sin embargo marca fuertemente

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el comportamiento social a través de unaevaluación negativa y estigmatizante delenfermo y su dolencia.

Por otro lado, como ya se ha mencio-nado, dichas representaciones aparecencruzadas de diferentes modelos científicossegún los grupos sociales que se anali-cen, sugiriendo atribuciones externas res-pecto al inicio de la enfermedad (modelopsicosocial), pero perpetuándose unavisión biologicista y de incurabilidad parael curso de la misma (modelo biomédico).

En realidad, no son modelos científi-cos lo que se constata, sino sus repre-sentaciones, que posiblemente eviden-cian el deseo de evadir la potencial res-ponsabilidad personal y familiar en elorigen y afrontamiento del trastorno, almismo tiempo que propugnan la resigna-ción ante lo incurable y la preponderan-cia de la responsabilidad del especialistaen el tratamiento de la enfermedad. Porlo que podemos resumir una tercera pre-misa básica, la variabilidad individual enlas representaciones sociales de la locuraviene determinada en este caso, por con-tenidos del pensamiento científico reela-borados socialmente, a fin de preservarla autoestima y la propia identidad indi-vidual en el marco de las relacionesinterpersonales. De este modo, las repre-sentaciones sociales encarnan unaforma concreta de conducta social quereconstruye la información ambigua conel fin de afrontar los trastornos menta-les, al mismo tiempo que intenta garanti-zar la cohesión de la institución familiar,e incluso, la legitimación de determina-dos grupos profesionales y comercialesque monopolizan su tratamiento.

1.4 Enfermedad mental yrepresentaciones sociales de losmodelos de la ciencia

La función social de esta representa-

ción de la enfermedad mental no sólofavorece el tratamiento asilar y excluyen-te del enfermo y sus familias, sino quetambién legitima la atribución de medi-das concretas a un sistema de salud pro-fesionalizado y donde las relacionessociales aparecen ajenas al desarrollo yterapia de los trastornos psicóticos. Noresulta extraño que las soluciones biotecnológicas, consecuentemente, gocenen este campo de una confianza general,rayana en el dogma y la sacralización. Esasí como junto a los adelantos terapéuti-cos y farmacológicos, el extrañamientosocial y la institucionalización del enfer-mo mental siguen estando en la base dela representación social de los trastornosmentales a partir de la hibridación fun-cional de creencias cientifistas, religiosase ideológicas.

De hecho, en la sociedad contemporá-nea, son los paradigmas científicos y supopularización a través de los medios decomunicación los que generan y reflejana la vez, las representaciones sociales dela enfermedad mental. La ciencia y latecnología dominan el conocimiento desaber popular y los paradigmas científi-cos se amalgaman con las creencias yhábitos preexistentes en las sociedadesactuales, produciendo revoluciones sim-bólicas que afectan a todas las áreas delconocimiento y del comportamientosocial.

Sabemos que las representacionessociales de estos trastornos, por lasinvestigaciones precedentes, se muevenen el marco de dos representacionesbásicas inspiradas en el modelo biomédi-co y en la intervención psicosocial. Eseste el cuerpo de conocimientos sobre elque se elabora el perfil actual del enfer-mo mental, la terapia más adecuada, asícomo las estructuras de rehabilitación,sanitarias o sociales y la velocidad conque se han de producir las inversionespúblicas bajo el dictado de la opinión,

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que juzga sobre la base de informacionesmediáticas, sentimientos e interaccionessociales (Noelle Neumann, 1995). Marcosde referencia representacional que setransforman en realidad, e impregnan lavida cotidiana por el hecho de ser creen-cias compartidas socialmente. Por ello,es necesario recalcar que no analizamoslas limitaciones o virtudes de los mode-los científicos sino las consecuenciaspsicosociales de su representación. Y lohacemos en un momento de transición,entre el inicio de la reforma psiquiátricade 1985 y el surgimiento de un nuevomodelo comunitario de intervenciónsocial en salud mental, en un contextode categorización negativa cuyos rasgosmás significativos al inicio de la reformahan sido ya expresados aquí.

1.5 Representaciones sociales,ciencia y conductas de enfermedad

La enfermedad, como conjunto de sín-tomas que conllevan un pronóstico y uncurso determinado, obedece en su defini-ción a la nosología que determinan lasclasificaciones científicas. Sin embargo,la reacción que las personas adoptancuando creen que padecen una sintoma-tología determinada, como la búsquedade ayuda terapéutica o la adhesión altratamiento, se define como conducta deenfermedad (Taylor, 1990).

Sabemos que las conductas que laspersonas expresan en el afrontamientode los trastornos mentales y la asunciónde roles determinados, están influencia-das por variables psicosociales como lainformación que se posee al respecto, lapercepción de la autoestima, y el apoyo yla participación social, que juegan unpapel esencial de protección ante la apa-rición y curso de los trastornos mentales(Lin y Ensel 1989; Musitu,1996).

Por otro lado, a partir de las formula-

ciones del modelo de vulnerabilidad-estrés (Zubin y Spring, 1977), estasvariables de carácter social y psicológicose convierten en una parte esencial de lainvestigación y el tratamiento, ya quesabemos que las relaciones y eventosestresantes generan una exacerbación dela sintomatología psicótica.

En consecuencia, la persistencia deuna categorización social negativa yexcluyente del enfermo mental se trasla-da al cuadro clínico de este, aumentandosu vulnerabilidad ante las relacionessociales, minimizando la posibilidad deapoyo y participación social y disminu-yendo los propios recursos como la auto-eficacia percibida o la autoestima. Asímismo, el rechazo a ser consideradocomo un enfermo mental dificulta ladetección temprana de los síntomas y laadhesión posterior al tratamiento alminimizar la conciencia de enfermedad(Cornblatt,1992; Moos, 1997; López-Ivor, 2000 ; Mestre, 2002).

La percepción de una determinadaenfermedad puede ser condicionada portres grupos de factores concretos. Aquelque hace referencia a elementos socio-demográficos y personales, como edad,sexo o nivel de renta; los factores relacio-nados con las características clínicas dela enfermedad, como curso, pronóstico,tratamiento, gravedad, duración, cura-ción, naturaleza de las discapacidades yel tipo de cambios en la apariencia físicay funcional que produce, y por último,aquellos factores ambientales y del con-texto social, como el espacio vital, elapoyo social y la participación en redessecundarias o la calidad de las relacio-nes en las redes primarias y familiares(Moos, 1977).

Estas tres áreas generales determinanuna adecuada asunción de las conduc-tas de enfermedad, su negación o bien laaparición del estrés como elemento

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resultante de la percepción de la falta delas habilidades necesarias para afrontar-la. Por lo que el grado y estabilidad delas conductas que un enfermo mentalcrónico puede asumir, salvando el hechode que la propia evolución de la psicosispuede minimizar o sobrevalorar aspectosrelevantes, depende de la informaciónsocialmente disponible sobre los elemen-tos que proporcionan al sujeto, informa-ción sobre la sintomatología del trastor-no, su gravedad, la materialidad de laafección, la percepción de la dolencia porel grupo social, así como su interpreta-ción sobre la base de las experienciasprevias, expectativas, actitudes y opinio-nes del sujeto y de sus grupos de refe-rencia (Moos, 1977; Sanders, 1982).

Por tanto, a un nivel más concreto, larepresentación social sobre la naturalezade la enfermedad mental, las etapas dela misma, la complejidad del tratamien-to, el grado de exigencia de cambioscomportamentales, o la importancia delos efectos secundarios, junto con laestabilidad de las redes sociales y fami-liares determinarán, no solo el reconoci-miento de la sintomatología psicótica,sino la aceptación o no del tratamientoterapéutico y la posibilidad de que eseentorno social se transforme en un fac-tor de estrés o por el contrario constituyauna fuente de apoyo e integración social.

Abundando en este enfoque, Moos(1977) añade lo que él llama el significa-do de la enfermedad, subrayando laimportancia entre otros factores, de lavaloración, normas y expectativas de losotros. Es aquí donde cobra especialimportancia el análisis del contexto per-sonal (familia, amigos, grupos de refe-rencia) y el contexto socio-cultural (nor-mas, valores, Recursos, etc.), al formarparte de ese sistema simbólico que escapaz de dotar de nuevos significados alos trastornos psiquiátricos. Porque apartir de los respectivos conocimientos y

posiciones sociales, cada agente socialinterpreta de modo diferente el trastor-no, su trascendencia y su significación.Es en este contexto, donde las conductasde enfermedad de los sujetos se veninfluenciadas por la información que losgrupos sociales tienen de los trastornosmentales y que se han constatado y des-crito a partir de diferentes formulacionesteóricas y metodológicas [(Becker y Mai-man, 1975; Ajzen y Fishbein,1980;Ewart, 1991) en Rodríguez Marín(1995)].

En todos ellos, la incidencia de losfactores simbólicos de origen socialqueda patente en su relación con lasconductas de enfermedad a adoptar. Yaque en su conjunto estos autores seña-lan la interrelación entre estos elementosy las pautas conductuales y actitudesnecesarias, para que se establezca unpatrón estable de afrontamiento de laenfermedad y la asunción del rol deenfermo, no como una etiqueta despecti-va, sino desde la aceptación activa de loscambios oportunos para mantener unaadecuada calidad de vida.

En este contexto, donde la ubicaciónde externalidad de las estructuras sani-tarias, respecto a las redes sociales enlas que se definen los trastornos menta-les y las características del modelo bio-médico, como único garante efectivo enel tratamiento de estos trastornos, con-trastan con el hecho de que sea el estig-ma social de la enfermedad mental elque provoca, en buena medida, que losenfermos mentales sean discriminadosen la vivienda y el empleo, o que sufrancategorizaciones sociales más bajas quelos convictos o minusválidos. Considera-dos como peligrosos, se les dificulta eltratamiento y alojamiento en espaciosnormalizados, y la opinión pública sedivide mayoritariamente entre aquellosque optan por la integración “pero nojunto a mi patio” y aquellos que decidi-

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damente se inclinan por el encierro.Esquemas que incluso algunos profesio-nales de la sanidad adoptan en la mani-festación de conductas de estigmatiza-ción mayores que la población en generaly por último, en la constatación de que elpropio enfermo en este momento, secategoriza a sí mismo más negativamen-te que los profesionales y los propiosfamiliares (López-Ibor, 2000).

Estos hechos justifican sobradamen-te, por su necesidad y oportunidad,aquellas investigaciones que consideranlas Representaciones Sociales como ele-mentos sociales de primer orden para lacomprensión de las creencias y conduc-tas sociales y sus consecuencias sobre laprevención y tratamiento de los trastor-nos mentales.

2. Prensa y enfermedad mental comoobjetivos de investigación social

En abril de 1985 la Comisión Intermi-nisterial para la Reforma Psiquiátrica,sentó las bases en nuestro país para elinicio formal de la desinstitucionaliza-ción de los enfermos mentales. Dado quesus informes abogaban por la instaura-ción de una nueva política basada en larehabilitación e integración social deestos enfermos, era pertinente sondearlas imágenes sociales y mediáticas res-pecto al desarrollo de la Reforma.

De este modo, se realizaron algunosestudios que aunque recogían esa ima-gen negativa del enfermo mental ya refe-rida (Abrego,1989), también conteníanmatices diferenciados.

Así, la investigación del InstitutoAndaluz de Salud Mental (I.A.S.A.M,1987) detectaba como etiología prepon-derante, las causas biopsicosociales; el“modelo actitudinal” preferente en pren-sa era de carácter psicologicista y comu-

nitario; los marcos teóricos con más refe-rencias periodísticas eran el psiquiátricoy el psicológico y la terapéutica preferiblese relacionaba en mayor medida con eltratamiento psiquiátrico que con lareclusión institucional.

Los enfermos mentales se relaciona-ban con noticias en las que aparecíandelitos y homicidios y en general, seconstataba una “buena prensa” respectoa las expectativas y significado de lareforma psiquiátrica.

Sin embargo, quince años después deiniciada la reforma y con un desarrollodesigual en cada una de nuestras Auto-nomías, la V Conferencia Europea dePromoción y Educación para la Salud dela OMS de mayo de 2000, calificaba a laenfermedad mental como la principalpreocupación socio sanitaria europea dela próxima década.

En este contexto, el área de PsicologíaComunitaria de la Facultad de CienciasSociales de la Universidad de Valencia,interesada en los aspectos relacionadoscon la salud, la enfermedad y la exclu-sión social ha desarrollado una línea deinvestigación sobre las representacionessociales de diferentes fenómenos socialescomo la imagen de la mujer o los servi-cios sociales en la prensa escrita, que haincluido también y de forma significati-va, el análisis de las representacionessociales de trastornos como el SIDA o lasenfermedades mentales.

La investigación sobre esta última áreamencionada, ha supuesto el rastreo yanálisis de cuatro periódicos, dos de tira-da nacional y dos de carácter autonómicode la Comunidad Valenciana (ABC, ElPaís, El Levante y Las Provincias), corres-pondientes a los años de 1997 y 1998. Elnumero total de ejemplares ha alcanzadola cifra de 2920, lo que supone la totali-dad de los periódicos comprendidos en

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dicho espacio temporal. Las noticias ana-lizadas ascienden a 1115, utilizando parael análisis cuantitativo de las mismas, elcuestionario CATMEPES basado en elinstrumento CASPESS (Bueno Abad,1996) ya validado en investigaciones pre-cedentes y adaptado a los objetivos de lainvestigación sobre los trastornos menta-les y la prensa escrita (Bueno Abad yMestre, 2002).

Dicha adaptación ha supuesto la ela-boración de 52 variables expresadas através de 492 ítems definitorios de lostrastornos mentales, recogiendo en suestructura las orientaciones que se des-prenden de los trabajos de Leventhal y cols ( 1980,1982 y 1984) y Hofstat(1996), por los que las conductas deenfermedad están influidas por la infor-mación disponible y predominante sobrela etiología, curso, pronostico, duración ycuración de estos trastornos.

Así mismo, el cuestionario de segui-miento de la prensa escrita, recoge lainformación desde un enfoque ecológico,en el que los enfermos, las familias, losprofesionales y las Instituciones, puedenadoptar un discurso diferente de acuer-do con su posición social respecto a laenfermedad, lo que permite una integra-ción posterior del amplio espectro icono-lógico de la locura distribuido mediatica-mente a los grupos sociales.

2.1 Los contenidos de la agendaperiodística respecto a los trastornosmentales

Los presupuestos de la Agenda Set-ting resumidos por Shaw (1979, pp. 96-105), indican que “como consecuencia dela acción de los Medios, el público esconsciente o ignora, presta atención odescuida, enfatiza o pasa por alto, ele-mentos específicos de los escenariospúblicos”.

Es así como los media no proporcio-nan sólo noticias, información aséptica,sino también las categorías por las cua-les interpretar el hecho social publicado.Facilitan a las personas los elementoscomunes necesarios para que estas for-men las representaciones sociales deaquellos aspectos de la ciencia o de lasociedad, que no entienden o no puedenadquirir de otro modo. Determinan elorden e importancia de los temas queserán objeto de la comunicación inter-personal y también la centralidad de losmismos, respecto al propio discurso delos media.

Por ende, dichos aspectos en su mate-rialidad posibilitan la evaluación de lasrepresentaciones sociales a partir de lacuantificación de la mayor presencia dedeterminados conceptos y categorías, laubicación de las noticias en el espacioperiodístico, así como en la continuidadtemática y calidad de contenido con quedicho argumento refleja la presencia degrupos sociales “efectivos”, con capaci-dad suficiente para impulsar normas ypautas de conducta afines a sus intere-ses y expectativas.

2.1.1 La imagen de la enfermedadmental.

En este contexto y en un examenexploratorio de las frecuencias y porcen-tajes que aparecen en la muestra, losresultados del análisis cuantitativo handemostrado como los temas con mayorrelevancia en enfermedad mental (EM),son los referidos a la agresión y a losaspectos judiciales de la misma (24 y26% respectivamente, de las noticias dela muestra).

-Las causas que originan los artículosson, en primer lugar, la agresión produci-da por el enfermo (34%) y en segundolugar la divulgación científica (24%),

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sobre todo desde una orientación biomé-dica de los trastornos mentales.

– Los tipos de enfermedades conmayor presencia en las noticias son poreste orden, la Esquizofrenia (12%), laDepresión (11%), los Trastornos de Perso-nalidad o Psicopatías (7%), el Alzheimer(6%) y los Trastornos de Ansiedad (6%).

– Objetivación: Cabe resaltar queestos trastornos no se objetivan ya comolocura (4%), sino preponderantementecomo enfermedad (26%).

– Distintividad: Los trastornos menta-les no son claramente identificados comode naturaleza psiquiátrica (19%), psicoló-gica 12%) o neurológica (8%) sino queobedece a una naturaleza indefinidaresumida como mental (33%).

– El diagnostico y curso más sobresa-liente es el de una enfermedad grave(6%), crónica (7%) e incurable (3%), desta-cando la escasa presencia en las noticiasperiodísticas, de estos datos clínicosdefinitorios de la naturaleza de los tras-tornos mentales.

– La etiología obedece a causas genéti-cas (6%) y orgánicas (5%), pero tambiénsociales (6%), aunque con una menorpresencia de esta ultima, respecto alconjunto de los ítems que prefiguran unacausación de carácter biomédica.

– La terapia que se refleja en prensaes la del internamiento (13%) y la inter-vención psiquiátrica (12%) seguida por laintegración social del discapacitado(10%).

– Las circunstancias asociadas altrastorno mental con mayores frecuen-cias son, el diagnostico psiquiátrico (14%)y el conflicto familiar (12%), mientras quelas condiciones sociales son, de nuevo, elconflicto familiar con el 22 % de las noti-

cias de la muestra, el aislamiento social(10%) y el rechazo social (8%).

– Por ultimo, las consecuencias lega-les que con mayor persistencia aparecenen prensa son el procesamiento judicial(14%) y la detención policial (10%).

Por tanto, podemos observar cómo laimagen más frecuente en prensa de lostrastornos mentales, encarnando sugrado de noticiabilidad, obedece a unatemática ligada fundamentalmente a laagresión y sus consecuencias legales. Dehecho, los periódicos analizados en lainvestigación abarcan un total de 730días, las noticias relacionadas con laagresión y sus derivaciones legales supo-nen un total de 542, lo que significa queprácticamente cada día, en uno de losperiódicos de la prensa analizada, apare-ce una noticia relacionando la agresión osus correlatos legales con la enfermedadmental.

Además, la característica más sobre-saliente de la agresión descrita es queresulta ser generada por el propio enfer-mo, estando principalmente referida a laesquizofrenia y donde todos los síndro-mes son objetivados en su conjunto bajola definición general de enfermedadmental y cuyas consecuencias asociadasmás señalables son el rechazo social y elconflicto familiar.

También podemos confirmar la pre-sencia de las dos orientaciones científi-cas que informan sobre estos trastornos.Una de carácter biomédica, con unamayor presencia en prensa de sus ele-mentos característicos y otra de orienta-ción psicosocial pero menos definida,que generan explicaciones divergentessobre la terapia y etiología de las enfer-medades mentales.

Por ultimo, es importante observarcómo aquellos ítems que informan sobre

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las características clínicas de estos tras-tornos, como son el diagnóstico, curso,etiología y curación, obtienen los meno-res porcentajes en la información quedifunde la prensa sobre estas enferme-dades, frente a la agresión y su corolariojudicial, por lo que estos, cuando soncitados por los Medios escritos, se pre-sentan descontextualizados de las teorí-as científicas de las que emergieron yaplicados de modo generalizador y ambi-guo sobre un conjunto de síndromesheterogéneos.

2.1.2 La imagen del enfermo mental.

Respecto al perfil que nos ofrece laprensa sobre el enfermo mental, estecorresponde mayoritariamente al de unvarón (38%) integrado en las redes socia-les (23%), de entre 25 y 50 años (16%) ycon familia propia (14%) en una situaciónde ambiente familiar conflictivo, donde laagresión a terceros y a familiares son lascircunstancias personales más menciona-das (21 y 16% respectivamente). Estevarón es calificado como enfermo (22%) yagresor (19), como sus característicasmás distintivas.

De estos datos cabe resaltar la confir-mación de la importancia y persistenciade la agresión también en el perfil delenfermo mental. Donde el tratamientopsiquiátrico, parece resultar insuficientepara evitar que esta imagen obedezca ala de un enfermo que agrede a pesar deestar tratado y diagnosticado.

Por otro lado, la fuerte presencia deun hombre integrado con familia propia,tan distinta a las circunstancias socialesdel enfermo mental crónico, apunta aque la agresión reflejada en prensa tieneun origen multicausal y que indepen-dientemente del diagnostico “real” delagresor, este es descrito y asimilado a untrastornado o enfermo mental, por lo que

resultaría necesario que en la informa-ción periodística se deslindaran los dife-rentes agentes y contextos en que se dala agresión referida y que, sin embargo,aparecen de nuevo bajo conceptos gene-ralizadores que remiten a los enfermosmentales como agentes de conductasviolentas. De acuerdo con el discursomediático, parece que, todo enfermomental es un agresor y todo agresor esun enfermo mental.

Para describir correctamente la agre-sión inespecífica que describen los perió-dicos consultados, deberíamos hacer unesfuerzo diferenciador de la misma, apa-reciendo claramente diferentes formasque agresión que describimos del modosiguiente: La agresión psicótica, origina-da en el curso de una crisis esquizofréni-ca o similar; la agresión morbosa, carac-terística de situaciones de estrés o tras-tornos de personalidad; la agresión degénero, relacionada con problemas emo-cionales y relacionales, y por último, laagresión simbólica técnico-instrumental,que obedece a la judicialización de laenfermedad mental, esto es, a la trans-formación de los delitos en enfermedadesmentales y de estas en delitos, por laacción ante los medios, de los profesio-nales de la abogacía y a las propiascaracterísticas del discurso mediático.Estos actos de agresión, que obedecen acausas y contextos sociales diferentes, laprensa los reproduce como si fuera unmismo fenómeno indiferenciado y adscri-to a esa área difusa de los enfermosmentales y sus dolencias.

2.1.3 La imagen de las Institucionesimplicadas.

Respecto a las noticias relacionadascon el entorno familiar y el asociacionis-mo, observamos que la mayoría de ellascoinciden en la apelación de los familia-res de los enfermos mentales a las admi-

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nistraciones en demanda de ayuda (5%)y en un mismo porcentaje, observamoscómo son los propios familiares los queacaban denunciando al enfermo mental ala policía (5%). Cuando estas familias seagrupan, sus demandas en prensa cam-bian cualitativamente y se dirigen a laconsecución de la integración social delenfermo mental (3%) y a la denuncia ycritica de las actuaciones relacionadascon la administración sanitaria (3%) y lade servicios sociales (3%).

Los porcentajes mas elevados corres-pondientes a las instituciones implicadasen los trastornos mentales, consecuen-tes con los datos aparecidos en la inves-tigación, se refieren preponderantementea la presencia de la administración cen-tral a través de las actuaciones de laadministración de justicia (23%) y lasfuerzas de Seguridad (14%).

Por último, los/as profesionales queconfiguran mayoritariamente la opiniónen torno a los trastornos mentales sonpsiquiatras (19%), médicos (10%) aboga-dos (17%) y jueces (10%), siendo del 18%el porcentaje relativo al conjunto de lasfuerzas del orden.

En este contexto es necesario men-cionar que los/as psicólogos (8%) y tra-bajadores sociales con un 2%, respecti-vamente, mantienen una presencia muypor debajo de los principales grupos deprofesionales con mayor participaciónen las noticias periodísticas y queambos colectivos cuando aparecen, lohacen mayoritariamente dentro de laatención privada, en relación a peritajesjudiciales y en la esfera sanitaria res-pectivamente. Esto resulta reveladorrespecto a la insuficiente contribuciónde estos profesionales en la conforma-ción de la opinión pública y lo que esmás reseñable, el prácticamente inexis-tente rol social de estos expertos en ladefinición de los trastornos mentales

desde una perspectiva comunitaria y deservicios sociales.

De estos datos se desprende de nuevo,el papel central de la agresión y sus con-secuencias jurídicas. Así mismo, la fuer-te presencia de la psiquiatría configurade manera persistente la importancia delmodelo biomédico para la comprensiónde los trastornos mentales, aunque nodetermina ya por si solo la representa-ción social de las enfermedades psíqui-cas en la información medial.

Por ultimo, es importante señalar elsalto cualitativo en las respuestas de losfamiliares cuando se agrupan en Asocia-ciones, que transforman la solicitudinespecífica y desesperada de ayuda, a lacrítica de las Instituciones; y la denunciapolicial, a la preocupación por la integra-ción social del enfermo mental crónico.

Es necesario destacar que algunos delos datos reseñados hasta aquí, analiza-dos estadísticamente en un segundopaso de la fase cuantitativa, han resulta-do con diferencias significativas, exis-tiendo un trato diferencial de los mis-mos, descrito más adelante en el análisissobre la variabilidad de los contenidosperiodísticos.

Sin embargo, es oportuno recalcarque la prensa escrita presenta de formahomogénea y compartida, como rasgosesenciales de la información que difun-de, una imagen de los trastornos menta-les que de modo claro y contundenteilustra como un problema social noresuelto por la reforma, va evolucionan-do para transformarse en un problemajudicial que excluye y criminaliza a losenfermos mentales.

De hecho, las áreas temáticas en lasque se encuadran la mayoría de los con-tenidos en prensa obedecen a estructu-ras judiciales, a hechos relacionados con

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la agresión producida por el enfermomental y al modelo bio médico, definido apartir del internamiento hospitalario, lapsiquiatría y la terapia génica y farmaco-lógica.

En un papel más reducido, casi comotelón de fondo y de forma incipiente,observamos la presencia de categoríasque definen un modelo de IntervenciónSocial, que todavía no podemos llamarcomunitario. Anclado en conceptos queintegran la discapacidad psíquica y lamental en un todo indiferenciado, poten-cian la visión de un enfermo discapacita-do que recuerda la acción asistencialmás que la potenciación de las capacida-des del enfermo mental y que conllevauna asimilación en el imaginario populardel minusválido psíquico y el enfermomental crónico.

3. La variabilidad informativa debidaal ámbito de la tirada y al carácterideológico del medio

Junto a conceptos e imágenes com-partidas, es oportuno señalar que laprensa analizada no presenta un perfilabsolutamente homogéneo en todas lasvariables estudiadas (TABLA 1). Dehecho, en veintiséis de las variablesanalizadas han aparecido diferenciassignificativas referidas a las dos carac-terísticas esenciales de la informaciónmuestral: el ámbito de la tirada de laprensa analizada y el posicionamientoideológico editorial de los periódicos dela muestra.

Estas dos características menciona-das tienen un amplio historial teóricocomo elementos esenciales del impactodiferencial de los Media sobre la audien-cia. Así, McLuhan (1962) al menos intui-tivamente, pudo analizar cómo los dife-rentes soportes tecnológicos y las condi-ciones estructurales de cada medio

determinan la factura del mensaje y conello el contenido del mismo.

La trasformación que el material perio-dístico sufre desde que es recogido hastaque es seleccionado y difundido, se debea causas organizacionales e ideológicasgeneradas en el proceso de confección yventa del producto informativo, la redinformativa territorial, las expectativas delos redactores sobre el tipo de públicodiana, las expectativas sobre el contenidode los otros media, el impacto esperadode determinadas líneas temáticas y noti-cias y el tamaño y recursos de la organi-zación periodística, influyen en el conteni-do de las noticias a través de la burocra-cia organizacional y su posicionamientoideológico, entendiendo este ultimo, comoaquellos valores y creencias compartidossocialmente y que superan lo meramenteindividual y personal, singularizando elperfil editorial de medio y la tematizaciónde sus contenidos (Lewin, 1947; Lippman1922; McQuail 1999; Chomsky, 2001,2002; Fishman, 1980).

En nuestra investigación, al reseñarlos términos de prensa conservadora oprogresista, nos referimos al tipo de efec-tos sociales y el plazo temporal de losmismos descritos por Golding (1981),que sitúa el cambio cultural y la redefini-ción de la realidad como consecuenciasde la ideología mediática, así como a lasdiferentes concepciones con que cadaperiódico adopta valores y creenciassobre el grado y ritmo del cambio social.Y esto es consecuente con la descripciónde las ideologías de la sociedad post,donde el conservadurismo se relacionacon las creencias y actitudes formalistasy tradicionales, mientras que el progre-sismo lo hace con actitudes rupturistas,humanitaristas y de confianza en eldominio de la técnica y en el conocimien-to de los profesionales para la soluciónde los problemas sociales (Seoane, 1993;Seoane et al, 1996).

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En cualquier caso, es necesario desta-car que al observar diferencias significa-tivas en las noticias de los media, nues-tra primera hipótesis confiaba en poderexplicarlas a partir del ámbito de la tira-da, como reflejo de un mayor “dramatis-mo” en la crónica de sucesos de losperiódicos autonómicos. Sin embargo,aunque este hecho está presente, lavariabilidad observada, presenta unamayor relación y significatividad con elposicionamiento ideológico de la prensaanalizada (progresistas: El País y Levan-

te; conservadores: ABC y Las Provincias).Es aquí donde la metodología estadísticanos permitió reflexionar sobre la influen-cia de dicha variable, sus consecuenciasy características. Una influencia signifi-cativa, como no podía ser de otro modo,ya que la causa por la que la prensa noadopta un mensaje totalmente homogé-neo, generador de consenso formal yaparente, es precisamente por la existen-cia de la pluralidad ideológica y de inte-reses que caracterizan a las sociedadesdemocráticas.

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Tabla 1Variables de la investigación y características de la muestra

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También es importante mencionar laexpectativa que guardábamos sobre elpapel de los profesionales de la comuni-cación. Ver si realmente podían ejerceruna función de “guardianes” (gatekee-ping), de los textos informativos (White,1950; Lippman, 1922), permitiendo elpaso de unos contenidos y eliminandootros según sus esquemas, percepcionesy valores, lo cual hubiera proporcionadouna determinada relación entre la varia-bilidad observada, el contenido de lasnoticias y la presencia continuada y sig-nificativa de profesionales determinados.

Sin embargo, los datos de la investiga-ción apuntan a que la contribución indi-vidual del periodista no resulta relevantey que este se atiene a una agenda deter-minada por la organización a la que per-tenece, al menos en el tema de los tras-tornos mentales.

Así, mientras que el 69% de los artí-culos están firmados con el nombregenérico de “La Redacción”, en el restode noticias aparece una ingente nóminade periodistas. De hecho el 31% restantese reparte de modo difuso entre una cifrasuperior a los dos centenares de profe-sionales, sin que existan diferencias sig-nificativas respecto al numero de perio-distas que han informado sobre los con-tenidos periodísticos analizados en lainvestigación.

Por lo que nos encontramos con unaabundante variabilidad en la presenciade periodistas que sin embargo, no serefleja en la agenda temática de losmedios, ya que entre otras cosas, dichosperiodistas no continúan estables duran-te mucho tiempo en un área temáticaque les permita lograr algún conocimien-to especializado sobre el tema del cualescriben.

Doscientos treinta y ocho periodistascoinciden a lo largo de dos años en unas

representaciones sociales concretas,hecho explicable de acuerdo a variablesestructurales de los media que desbor-dan la opinión individual de los profesio-nales del periodismo y generan una “opi-nión publicada” que alude a un ordensimbólico preestablecido.

Parece que, al menos en lo que res-pecta a la enfermedad mental, los perio-distas no disponen de mucho espaciopara vigilar nada, más allá de su propiacontinuidad inestable en sus seccionestemáticas y en sus respectivas empresas,guardianas de un orden simbólico quereplican de modo continuado y establedesde el discurso mediático.

3.1 El ámbito de la tirada (nacional/autonómico)

En lo que respecta al ámbito de latirada y su influencia significativa y deacuerdo con los datos obtenidos en elanálisis de correspondencias y las prue-bas x2, podemos observar que la prensaautonómica, presenta una mayor presen-cia temporal de las noticias referidas aestas dolencias, ya que aparecen en suspáginas durante casi todos los meses delaño, sobre todo durante la época deinvierno, frente a la prensa nacional,más cercana a los meses de verano yprincipios de otoño.

– Los temas en los que estas noticiasaparecen en la prensa autonómica seencuadran en las áreas referidas a laagresión, los aspectos legales de lamisma y aquellas noticias referidas aservicios sociales, frente a la prensanacional, más cercana a la temática refe-rida a la investigación médica y científicay a la psiquiatría.

– Los tipos de enfermedad más cerca-nos a la prensa autonómica son la esqui-zofrenia y las psicopatías, frente a los

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trastornos de ansiedad de la prensanacional. La depresión y el Alzheimer sinembargo, muestran una presencia muysimilar en ambos polos.

– La prensa autonómica presenta unagran variedad en la calificación de la dis-tintividad de los trastornos mentales, eti-quetando incluso a los mismos síndro-mes como psicológicos, psiquiátricos ymentales, frente a la prensa nacionalque fundamentalmente los califica conuna naturaleza neurológica.

– Las mayores diferencias respecto ala situación descrita por la prensa auto-nómica es la de la agresión a familiares ylos delitos cometidos por los enfermosmentales, frente a la prensa de tiradanacional más cercana a la descripción dela agresión a terceros, el incumplimientoterapéutico y los accidentes que involu-cran a algún enfermo mental.

– En cuanto a los recursos solicitadospor las asociaciones, la prensa autonó-mica se hace eco principalmente de lanecesidad de recursos residenciales einespecíficos, salas de agudos en hospi-tales y recursos ocupacionales, frente ala prensa nacional que se caracterizafundamentalmente con recursos como lavivienda protegida.

– Los profesionales que aparecen enla prensa autonómica se insertan en elcampo de la psiquiatría, enfermería, laabogacía, la medicina y las fuerzas deseguridad, frente a la prensa nacionaldonde vuelve a aparecer la neurologíacomo campo más representado y tam-bién con una fuerte presencia de la psi-quiatría en sus noticias.

Todos estos datos configuran a laprensa autonómica como vehículo denoticias centradas en la agresión, sobretodo, cuando de ésta son objeto los fami-liares del enfermo, y también sobre sus

consecuencias legales, donde la distin-ción en la naturaleza de los trastornosresulta indiferenciada y los recursos quese solicitan son mayoritariamente de tipoasistencial.

Los profesionales que aparecen en suspáginas presentan de nuevo una hetero-geneidad que subraya la importancia delmodelo de agresión y una orientaciónmenos especializada, generalista yesquemática del paradigma biomédico.

Pero lo más importante a nuestro jui-cio, es que el ámbito de la tirada deter-mina significativamente la existencia detres bloques temáticos esenciales para lacomprensión de la representación socialde estos trastornos. (GRÁFICO 1).

Si analizamos el gráfico, observamosque el bloque originado por la agresión ysus consecuencias legales ocupan el49% de las noticias aparecidas en pren-sa. Por otro lado, las noticias referidas ala sanidad y la investigación bio médicaocupan un 27% del total.

Por ultimo, las noticias referidas aservicios sociales determinan un 10% delas noticias de la muestra, donde el blo-que formado por la agresión y sus conse-cuencias legales, así como los serviciossociales se encuentran cercanos a laprensa autonómica, mientras que laorientación bio médica y especializadacaracteriza a la prensa nacional.

Nos encontramos, por tanto, ante unarepresentación que desde el pensamientocientífico aparece dividida entre un para-digma biomédico con una fuerte presen-cia tanto cuantitativa como cualitativa-mente, característico de la prensa nacio-nal y un enfoque social con menor repre-sentación en las noticias de la prensaanalizada y muy cercano a la prensaautonómica. Sin embargo, es la agresióny sus consecuencias legales las que pre-

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dominan en el contenido de los artículosde la muestra.

Pero si los bloques temáticos vienendefinidos por el ámbito de la tirada, sabe-mos sin embargo, que es el posiciona-miento ideológico editorial quien determi-na con mayor influencia el desarrollo, tra-tamiento, presentación y contenido deestos tres componentes temáticos.

3.2 El posicionamiento ideológico(conservador / progresista)

– En primer lugar, se constata que laextensión de las noticias resulta influidasignificativamente por el posicionamientoideológico en mayor medida que por elámbito de la tirada, correspondiendouna mayor extensión de las noticias a laprensa progresista, sobre todo cuandocoincide con el ámbito nacional, frente auna menor extensión de aquellos artícu-los en los que coinciden el posiciona-miento conservador y el ámbito de tiradaautonómico.

– Otro de los aspectos fundamentalesen los que incide significativamente elposicionamiento ideológico de la prensa

analizada es en el tratamiento de la agre-sión.

A pesar de que la judicialización de laagresión es un interés central para ambosposicionamientos editoriales, el enfoquecon que se efectúa su tratamiento presen-ta rasgos diferenciales. Así, el posiciona-miento conservador refleja preponderan-temente la agresión, cuando el enfermoes el agente de la misma, frente al posi-cionamiento progresista donde el enfermoaparece como receptor de la agresión,sobre todo en menores y mujeres, victi-mas de abusos o prostitución forzada.

– En la prensa conservadora, los tras-tornos mentales se etiquetan preferente-mente como enfermedad o proceso queevoca efectos deteriorantes, mientras queen la prensa progresista se los identificacomo crisis y salud mental como corres-ponde a una concepción de la enferme-dad inscrita en un continuo que no sesupedita a la falta de salud sino queevoca conceptos más holísticos comocalidad de vida y bienestar como partede dicho continuo.

– La terapia en la prensa progresistase significa por el uso de los fármacos, la

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Gráfico 1Los temas de la Agenda Periodística para las Enfermedades Mentales

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hospitalización y el internamiento psi-quiátrico, frente a la prensa conservadorapreocupada esencialmente en la integra-ción social del discapacitado, sin queaparezca en sus páginas una clara divi-soria entre deficiencia mental y afecciónmental. En la prensa conservadora lasenfermedades mentales aparecen comoincurables; la prensa progresista lasidentifica con posibilidad de curación ensu sintomatología.

– El enfermo mental en el polo con-servador aparece como agresor, delin-cuente y discapacitado mientras que enel progresista se hace hincapié en el rolde un enfermo violento.

– Los recursos con mayor eco en laprensa conservadora son la necesidad deresidencias frente a la prensa progresistaque se caracteriza por la demanda aso-ciativa de programas de integración yrehabilitación social.

De este modo, la representación socialde la enfermedad mental en la prensa,varía dependiendo de las característicasideológicas del medio. En el caso de laimagen de la enfermedad mental, laprensa progresista da mayor informaciónen sus noticias, la terapia es de carácterpsiquiátrico y hospitalario, y la propiadolencia aparece como curable en uncontinuo entre enfermedad y salud men-tal. El enfermo es violento aunque sueleser el objeto de la agresión relatada y porsupuesto es un paciente necesitadosegún las asociaciones de familiares deprogramas de integración social.

Por el contrario, la prensa conserva-dora ofrece una información menor ymás segmentada, solo matizada cuandotiene un ámbito nacional. Aquí, el enfer-mo es un agente de la agresión que semueve en un espacio difuso, entre ladelincuencia y la discapacidad incurable,por lo que es necesario generar una polí-

tica de asistencia e integración social ysobre todo de estructuras residencialesque faciliten la vida familiar.

4. Modelos del pensamiento científicoe ideología editorial

Hemos determinado la mayor influen-cia en el contenido y ubicación de lasnoticias del posicionamiento ideológicode la prensa respecto al ámbito de sutirada y se ha detectado la existencia deuna tríada temática correspondiente a laagresión, sus consecuencias jurídicas yal modelo bio médico. También, aunquede un modo menos distintivo aparece auna orientación de tipo psicosocial parala imagen de las enfermedades mentales.Por tanto, resulta pertinente analizaraquellos ítems más representativos dedichos paradigmas científicos y cruzarloscon el posicionamiento ideológico de losperiódicos analizados, a fin de determi-nar si existe una representación diferen-cial de la enfermedad y el enfermo men-tal sobre la base de dichas característi-cas y si estos modelos resultan específi-cos de uno u otro posicionamiento edito-rial.

De acuerdo con este planteamiento yapoyándonos en los datos de la investi-gación, podemos ver en la imagensiguiente, la distribución de ítems quedefinen a los tres modelos encontrados.(TABLA 2)

Después de realizar las pruebas esta-dísticas correspondientes, en primerlugar observamos que la presencia delmodelo de orientación biomédica seencuentra significativamente muy cerca-no al polo progresista (x2 26.4; β 8.33. p < 0.05).

En segundo lugar, encontramos que elmodelo de intervención social se dividemás equitativamente entre ambos posi-

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cionamientos, aunque sin embargo, lamayoría de los ítems que lo forman, condiferencias significativas, caracterizan alpolo conservador (x2 88.96; β 37.55. p <0.05).

Por último, analizamos el modelo tec-nológico-profesional que no obedece aplanteamientos científicos sino queresulta de la judicialización de la agre-sión. Este modelo, cualitativa y cuantita-tivamente obtiene la mayor representa-ción, además de encontrarse compartidosin diferencias por ambas tendencias ide-ológicas (x2 9.87; β 1.58. p > 0.05).

La representación gráfica de la inter-acción entre la ideología editorial de laprensa analizada y los ítems que consti-tuyen las diferentes orientaciones cientí-ficas y profesionales, hace palpable elnúcleo estructurante de la representa-ción social así como los conceptos perifé-ricos, característicos del texto mediático.(GRÁFICO 2)

En él podemos ver como, indepen-dientemente del núcleo estructuranteque ambos posicionamientos comparten(Judicialización y Agresión en las EM),

para el posicionamiento progresista laenfermedad es tratamiento frente a enfer-medad; salud mental frente a locura ydiscapacidad; curable frente a incurable;necesitada de una terapia farmacológica,de la hospitalización y el internamientofrente a la integración social del discapa-citado de la prensa conservadora.

En la orientación progresista estostrastornos son etiquetados como enfer-medades neurológicas frente a unamayor heterogeneidad del pensamientoconservador que las califica como menta-les, psiquiátricas y psicológicas. Donde laconsecuencia social para el posiciona-miento progresista es el aislamiento y laexclusión social, frente a la alarma y elrechazo social de la orientación conser-vadora.

Por otro lado, la prensa conservadoraperfila un enfermo mental que habita enlas zonas urbanas, sin medicación y ensituaciones ligadas a la discapacidad y alas conductas adictivas, en ambientefamiliar conflictivo e integrado en lasredes sociales y que resulta ser el agenteactivo de la agresión. El enfermo mentales definido desde este posicionamiento

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Tabla 2Modelos de la ciencia y la Práctica Legal en la Prensa de los Trastornos Mentales

Modelo Biomédico, con carácter Modelo de Intervención Social, Modelo de Agresión /Legal:

dominante respecto al modelo incipiente y poco estructurado: Núcleo de la Representación Social

de Inter. Social:

-Psicopatología -Integración social -Agresión. Agresor

-Proceso -Discapacidad -Alarma social

-Enfermedad -Exclusión -Incapacitado

-Incurabilidad -Curabilidad -Delincuente

-Fármacos -Salud -Violento

-Internamiento -Contexto Familiar -Policía

-Paciente -Evaluación mental

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como un agresor, delincuente, psicópata,discapacitado, peligroso y victima.

Frente a esto, la orientación progresis-ta refleja un enfermo mental que vive enzonas rurales o metropolitanas, que estáen tratamiento psiquiátrico y que vive unasituación de crisis y estrés, estando pre-viamente institucionalizado y siendo elreceptor de la agresión y que es descritocomo paciente, enfermo y violento.

5. Conclusión y perspectivas

Frente a estos datos, es necesariorecordar que la reforma psiquiátrica seinició con el convencimiento de que laintegración social del enfermo mental erapreferible a la institucionalización psi-quiátrica y que dicha integración en lasredes sociales mejoraría el curso y sinto-

matología de los trastornos mentales.Por ello, sus postulados iniciales incluí-an el respeto a los derechos de los enfer-mos mentales, la creación de recursossociales de carácter comunitario y elrechazo al monopolio ejercido por el hos-pital y la medicación como única vía detratamiento.

Veinte años después de iniciada lareforma, no observamos en las repre-sentaciones sociales de las enfermeda-des mentales en la prensa escrita unavance de un modelo comunitario deintegración social como consecuentemás previsible de la misma, más bienobservamos teorizaciones y conceptosdispersos que compaginan característi-cas positivas del movimiento asociativocon la demanda de dispositivos socialesde corte asistencial y paternalista de ladiscapacidad.

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Gráfico 2Campo semántico de las Representaciones sociales de las E.M.

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El hospitalocentrismo y la medicacióncomo elementos más significativos de laintervención psiquiátrica, no son ya elúnico paradigma que explica los trastor-nos mentales, pero continúan ejerciendosu predominio sobre la representacióncientífica de estos trastornos.

Sin embargo, la desaparición de laestructura esencial del dispositivo sani-tario, el manicomio, sin la creación derecursos sociales alternativos, ha dadopaso a la socialización de la agresión y ala judicialización de la enfermedad men-tal, que con sus secuelas de detenciónpolicial, procesamiento, incapacitación einternamiento forzado, apunta al trasla-do de la atención que ejercía el hospitalpsiquiátrico, no a la “sociedad” comopresumía la reforma de manera ambi-gua, sino directamente a la familia, a laadministración de justicia y a las fuerzasde seguridad.

De hecho, es la agresión y sus conse-cuencias legales el modelo compartidosin diferencias por ambos posiciona-mientos ideológicos. La evidenciademuestra que incluso el rol del enfermomental obedece a esta tríada temática.Desde la estructura legal, el enfermomental es un agresor enajenado, para elparadigma biomédico es un paciente vio-lento, mientras que para la orientaciónde intervención social es un discapacita-do peligroso.

El enfermo mental en la prensa escri-ta ya no es un loco, es un enfermo queagrede y que necesita ser custodiado porsu peligrosidad y violencia.

Desde nuestro punto de vista existenal menos, tres áreas esenciales para larehabilitación e integración de los enfer-mos mentales: La rehabilitación cogniti-va en un sentido amplio, que incida nosolo sobre los procesos de memoria yatención, sino también sobre los conteni-

dos de la ideación psicótica y las estrate-gias de afrontamiento. En segundo lugar,las acciones desarrolladas en psicoedu-cación familiar sobre la naturaleza y tra-tamiento de los trastornos mentales ypor ultimo, las acciones que incidansobre la integración social dentro de lasredes sociales y laborales. Pero para des-arrollar estos programas es vital paraestas personas, tanto la percepción indi-vidual de estrés como la percepción delapoyo social disponible, ya que ambascaracterísticas, se relacionan entre si ycon la información disponible en su con-texto, e inciden sin duda, en la adopcióny mantenimiento de las conductas deenfermedad.

Obviamente, la categorización delenfermo mental como un discapacitadopeligroso o un paciente violento y agre-sor, no facilita esta labor en absoluto.Aunque su conocimiento sin duda,resulte útil para prever resistencias eincorporar alternativas en el tratamientode los trastornos psíquicos, desde unaperspectiva psicosocial y comunitaria.

En lo que respecta a las representa-ciones sociales, la investigación demues-tra que las mismas son una expresióngenuina del pensamiento social, noexplicables enteramente a partir de lasideologías, del pensamiento científico ode las características de la información,ya que todos estos elementos en interac-ción, conforman una representacióndiferencial a la de sus componentes porseparado. Por otro lado, este pensamien-to de sentido común resulta ser un pen-samiento dinámico, no cristalizado, alque las personas han respondido con-ductualmente de acuerdo a la represen-tación social de los trastornos mentalesvigentes en cada época. El rol del enfer-mo mental y las terapias utilizadas alrespecto, se relacionan estrechamentecon las instituciones y representacionesque han existido hasta la actualidad. De

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hecho, no pensamos que exista un pro-greso evolutivo y secuencial en las mis-mas sino que más bien, la representa-ción actual bajo nuevas denominaciones,contiene elementos de anteriores etapashistóricas, incorporando a su vez, com-ponentes de la nueva situación, en laque la agresión juega un papel prepon-derante, en un entorno marcado por lacontención y el asistencialismo. Lo queindica que estamos en un momento decambio simbólico, cuya direccionalidad ysignificación se inclina hacia la estabili-dad de la categorización negativa delenfermo mental, de su dolencia e inclusode los mecanismos asistenciales y de losprofesionales relacionados con ella. (Ima-gen 1)

De hecho, en la imagen anterior pode-mos observar esta iconografía de lostrastornos mentales. Vemos como el per-sonal sanitario lleva de la mano, tutela, aun paciente absolutamente cronificado ydependiente. En la parte izquierda de laimagen, advertimos entremezclados adeficientes psíquicos y enfermos menta-les en uno de los nuevos recursos deintegración social, categorizados todosellos bajo la etiqueta general de la disca-pacidad y por último, en el centro de la

imagen, observamos la materializacióndel delirio psicótico y la respuesta poli-cial al mismo, articulando y dando senti-do a la representación social actual de laenfermedad mental.

Por ultimo, la investigación hademostrado que la información que laprensa difunde se ve sometida a untrato diferencial de acuerdo con el ámbi-to de la tirada y el posicionamiento ideo-lógico de su línea editorial, por lo quelas personas se ven influenciadas demodo persistente para adoptar actitudesy conductas relacionadas con la diferen-te información a la que están expuestas,pero que indefectiblemente se encuen-tran dentro de los límites de una agendaperiodística nucleada en torno a la judi-cialización de la agresión, y con unaorientación hacia el asistencialismosocial de la discapacidad, en la informa-ción periodística de tendencia conserva-dora y de contención psiquiátrica parala información de orientación progresis-ta, y donde la “agenda setting” mediáti-ca adopta un carácter concordante conla agenda y actitudes de profesionales,familiares y enfermos, tal y como hemosvisto en las investigaciones citadashasta aquí.

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Imagen 1Iconografía de la Enfermedad Mental en Prensa

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Pero es esta constatación, de que larepresentación social de los trastornosmentales obedece a intereses materialesy procesos sociales y simbólicos detecta-bles, lo que permite no confiar exclusiva-mente en la existencia de nuevos recur-sos como elemento determinante, quegeneren por el solo hecho de su existen-cia, absolutamente necesaria, cambiosen las representaciones sociales actualesde los TM.

Las relaciones sociales de categoriza-ción negativa del enfermo mental, el con-texto cultural de invisibilidad de los pro-blemas de la población psicótica en rela-ción a la integración social de estosenfermos, el aislamiento social subsi-guiente de las familias y el reduccionis-mo simbólico instrumental de la estruc-tura legal, mediática y farmacológica,aumentan su vulnerabilidad y determi-nan una mayor prevalencia de estostrastornos, mayor gravedad de su sinto-matología y peores condiciones epide-miológicas y de evolución de los trastor-nos mentales. La sintomatología psicóti-ca se relaciona así con su representaciónsocial, en un ciclo deteriorante de creen-cias y expectativas distorsionadas y erró-neas sobre estas enfermedades. Cambiarsu representación social es tambiénmodificar el curso mismo de estos tras-tornos, tanto en su gravedad como en sucronicidad.

Dicho de otro modo, la psicopatologíadel enfermo mental no puede analizarse

ni modificarse sin concretar e intervenirsobre las situaciones sociales en que seencuentran y la definición de la realidadde los grupos sociales a los que pertene-cen.

Este hecho apunta a la posibilidad deque aún dotando de un impulso hastaahora insuficiente a la reforma psiquiá-trica, no sean los recursos sociales quede ella se derivan los que modifiquen lasrepresentaciones sociales descritas, sinoque sean estas últimas las que modifi-quen los objetivos de los propios recur-sos, orientándolos hacia nuevos centros“contenedores” de carácter asistencial obien hacia un sistema hospitalario yacolapsado, sin que se plasme de maneraconcreta una intervención comunitariasociosanitaria e integradora y de cambiosocial efectivo.

A ello, al menos, pretendemos contri-buir al mostrar como variables clínicas ysociales, se insertan en procesos psico-sociales, en un momento crucial, en elque incluso las personas con enferme-dad mental, empiezan a comprender quegran parte de sus dificultades con lalocura, se originan y conciernen al senti-do común de los cuerdos. Donde la inter-vención comunitaria, resulta hoy, másque nunca, una necesidad apremianteen esa construcción del pensamientosocial, sujeta a intereses y grupos con-trapuestos que generan definicionescompetitivas de esa realidad a la que lla-mamos hoy, enfermedad mental.

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