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Presentación de la asignatura
Fundamentos clásicos de la Democracia y la Administración
La realidad político constitucional actual -tanto en su vertiente
estatalista y nacional, como en su expresión supraestatal europea-,
entendemos que es tributaria, en algunos de sus grandes conceptos, del
modelo democrático clásico que nace en Atenas y se consolida con el
desarrollo y perfeccionamiento de la Republica Romana.
Asimismo, la base de las estructuras jurídico-administrativas que dan
soporte a la existencia y a la actividad pública del Estado contemporáneo,
consideramos que se conforman, en parte, con elementos conceptuales y
categorías institucionales que han surgido y se han desarrollado en la
legislación contenida en las constituciones del Principado y del Dominado de
la Roma Imperial. Así, la democracia actual y la Administración
contemporánea encuentran, en cierta medida, fundamento en Atenas y
Roma, tanto en un sentido concreto y físico de fundamento, apoyo y
cimiento, como en otro abstracto y filosófico de causa, inspiración y razón.
Europa debe convertirse en un espacio abierto en el que se mantenga
presente el legado político, jurídico y administrativo que, durante siglos, fue
modelo cultural y referente en todo el mundo. Esta asignatura trata de
profundizar sobre esos conceptos, categorías e instituciones políticas y
administrativas surgidas en el mundo clásico, en cierta medida vigentes hoy
y que, con su clasicidad imperecedera, se proyectan sobre el futuro que nos
depara la centuria y el milenio que estamos estrenando.
El término “clásico” procede del término latino classicus. Según Aulo
Gelio con esta voz se nombraba a la Primera clase de los Comicios
Centuriados, cuya organización modélica servia de referencia para las
demás clases en las que se dividía la Asamblea Popular. En este sentido,
cargado de imitación y referente, nuestro Diccionario de la Lengua de la
Real Academia Española, expresa en su primera acepción de la voz
“clásico”: “Se dice del período de tiempo de mayor plenitud de una cultura,
de una civilización”.
Lo clásico es tal por su plenitud y perfección, por haber alcanzado
una conformación definitiva y por estar vigente al ser atemporal, válido
para cualquier tiempo. Concepto antitético a lo clásico es lo que está de
moda. Si lo clásico permanece la moda pasa porque, por definición, pasa de
moda, ya que si la moda permaneciese dejaría de serlo y se convertiría en
clásica al trasformarse de mera tendencia temporal y devenir modelo
permanente.
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Existe una tradición secular de realizar el estudio y el análisis de una
realidad acercándose a su conocimiento por contraste con otra realidad
semejante. Esta forma de aprendizaje encuentra su origen remoto en la
propia forma de enseñar que se utilizaba en la Grecia clásica. Así, en
ciernes, en la escuela de la Academia -así llamada por la Hekademeia de
Platón, que se encontraba situada en las afueras de Atenas, en un bosque
que tomaba su nombre del héroe mítico griego Academo- y, más
especialmente, en el Liceo, escuela fundada por Aristóteles en la que
enseñaba utilizando este método en su cotidiana tarea educativa llevada a
cabo con sus discípulos, denominados peripatéticos por la costumbre que
tenían de debatir y discutir caminando en torno a su Maestro.
Una prueba de que el método comparativo puede aplicarse al estudio
de las realidades que van a ser objeto de nuestra atención, lo podemos
encontrar en el propio Tratado aristotélico titulado “De Política” que ha sido
considerado como un texto imperecedero, del que necesariamente hay que
partir para realizar cualquier reflexión acerca del modo de organización
política de una sociedad. Cuando en él se habla de “politeia” se refiere a la
forma de organización y acción en el conjunto de relaciones familiares,
sociales y económicas, inspiradas por un código de normas y conductas
morales que dan lugar a un singular sistema político determinado.
Señalan los estudiosos que el contenido de ese Tratado sería el
precipitado final que alcanzó Aristóteles como consecuencia de un análisis
comparativo entre más de cien “Constituciones” referidas al sistema de
organización del poder político de otras tantas polis que coexistían en la
península helénica. Analizando una tras otra es capaz de llegar a
compendiar su Tratado y señalar el mejor modo de organizar una sociedad
y su necesaria realidad estatal.
Ha sido una constante aspiración de determinados politólogos tratar
de descubrir determinadas “leyes”, a modo de reglas, a través de las cuales
se pudiese realizar previsiones de comportamiento de una sociedad política.
En este sentido, algunos estudiosos de las Ciencias Sociales, así, la Política,
la Sociología, el Derecho y la Economía, pretendieron comportarse como los
cultivadores de las Ciencias experimentales, es decir, de las ciencias puras o
empíricas que, por ser medibles permiten el intento de descubrir las leyes
por las que se rigen en sus fenómenos.
Y es obvio que tales métodos de investigación no son intercambiables
entre las Ciencias sociales y las Ciencias naturales. Las pruebas empíricas
realizadas en un laboratorio pueden formular y demostrar una ley física. Por
el contrario, el estudio más riguroso y exhaustivo, a través del tiempo o en
realidades contemporáneas diversas, en una parcela de las Ciencias
sociales, no alcanzará nunca a formular una predicción cierta de
comportamiento individual o social que se cumplirá inexorablemente.
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No obstante lo afirmado, es obvio y resulta ampliamente reconocido
que el mejor laboratorio para el conocimiento y compresión de la realidad
política y social es la propia Historia. Conforme a la máxima “la Historia es
maestra de la vida”, formulada felizmente por Marco Tulio Cicerón en el
siglo I a.C., entendemos que desde la contemplación del pasado, sobre todo
de ciertas experiencias políticas de notable perfección, puede realizarse un
intento de penetrar en el tiempo presente con el fin de conocerlo y
mejorarlo, en un constante e inacabado proceso de perfeccionamiento.
Parece razonable que este libro, como manual docente, no puede
abordar exhaustivamente el ingente contenido que se desprende de su
Título. Además la limitación de un número de páginas que se adecue a su
carga lectiva; la premura en su publicación para estar en plazo a disposición
de los alumnos; y el hecho de que se trate de un primera edición, por
naturaleza perfeccionable, han supuesto la ausencia de consciente de un
importante de categorías y conceptos de Derecho Administrativo que
encuentran en Roma su genuina configuración. Serán básicamente éstos los
que nos servirán de estímulo para completar su contenido en futuras
ediciones, aún a costa de reducir otras partes ahora presentes.
El estudio de la Antigüedad clásica, en sus formas políticas y de
administración ciudadana ha estado presente en todo tiempo en nuestros
pensadores y nuestra clase política ilustrada, que han sabido y querido
beber en sus fuentes inagotables a la hora de reflexionar o de actuar en la
compleja tarea de organización y funcionamiento del cuerpo social.
En este sentido, su contraste con los modelos constitucionales
contemporáneos puede seguir arrojando destellos de luz, pues, lo que hoy
somos se debe en gran parte a lo que un día fueron aquellas sociedades
que, en algunas de sus conquistas de convivencia política y social, son
prototipos en la Historia de la Humanidad. En suma, “echar la vista atrás”
puede contribuir a descubrir aciertos y evitar errores. Así lo anhelamos y lo
demandamos.
(Tomado del Prólogo del Libro Fundamentos clásicos de la
Democracia y la Administración, de los Profesores FedericoFernández de Buján y Manuel J. García Garrido)