Principales Educadores O Pedagogos

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Lucio Anneo Séneca nació el 4 AC en España y falleció el 65 DC.Lucio Anneo Séneca nació en Corduba hoy Córdoba, España. Su padre fue el retórico romano Marco (Lucio) Anneo, más conocido como Séneca el Viejo. Se educó en Roma donde recibe amplia educación, ejercerá como abogado y después de ser nombrado Cuestor ingresa en el Senado Romano. Se casó dos veces, la segunda con Pompeya Paulina. Sus dotes oratorias atrajeron las envidias del emperador Calígula que se consideraba el mejor orador del Imperio, y sólo se libró de morir por la tisis que padecía que hicieron pensar que viviría poco. Después de cursar estudios de retórica y filosofía en

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Roma, Séneca, esta profundamente influido por las enseñanzas de los estoicos, cuya doctrina desarrollaría en lo sucesivo. En el año 49 d.C. Séneca se convirtió en pretor y es designado tutor de Nerón, hijo adoptivo del emperador Claudio. Cuando fallece Claudio, en el 54, Nerón es el nuevo emperador. La moderación de los cinco primeros años de su mandato fueron en gran medida resultado de la influencia de Séneca y Sexto Afranio Burro (muerto en el año 62), jefe de la guardia pretoriana. Hacia el año 62, Séneca pierde su influencia sobre el emperador. Después de la muerte de Agripina, Nerón se entregó a toda clase de excesos y pronto mostró despego hacia su maestro. La gran fortuna que Séneca había logrado acumular despertó los celos de Nerón, que intentó infructuosamente envenenarlo. Apartado de la vida pública, Séneca se dedicó plenamente a escribir y a estudiar filosofía. En el año 65 se vio involucrado en una conspiración para asesinar a Nerón, liderada por el plebeyo Cayo Calpurnio Pisón. Por orden del emperador, se suicidó después de un banquete conversando tranquilamente con algunas personas mientras salía sangre de sus venas. Su esposa Paulina quiso imitar su ejemplo y suicidarse también, pero el emperador no lo permitió y ordenó que se le restañasen las heridas.

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Las obras que nos quedan de Séneca se pueden dividir en cuatro apartados: los diálogos morales, las cartas, las tragedias y los epigramas. La filosofía de Séneca se diluye en estas obras. No escribió una obra sistemática de filosofía; su pensamiento filosófico, sus ideas estoicas, se expresan a lo largo de toda su obra y llenan el comentario de todas las situaciones.Los diálogos son 11 obras morales conservadas en un manuscrito de la Biblioteca Ambrosiana. Si se exceptúa el conocido con el nombre de Sobre la ira, son relativamente cortos. El largo diálogo Sobre la ira está dedicado a su hermano Novato, que le había pedido que le escribiera sobre el modo de mitigar la ira.En el exilio escribió el tratado Sobre la providencia, dedicado a Lucilio Hijo. De su exilio es también el diálogo más delicioso y el más lleno de detalles personales, que escribió a su madre: De la consolación a Helvia. Junto al tratado Sobre la providencia hay que colocar el De la constancia del sabio, escrito probablemente después del año 47. Vuelto a las tareas de gobierno redacta el diálogo Sobre la brevedad de la vida, escrito con toda probabilidad en el año 55. A su suegro Paulino le dedicó el diálogo La vida bienaventurada, una curiosa defensa de su forma de vida de filósofo estoico.

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Durante el período de retiro de la vida política escribió un libro de Cuestiones naturales, dedicado a Lucilio, que trata de fenómenos naturales, y donde la ética se mezcla con la física.Escrita en prosa y verso, pero aislada de sus demás obras, como caso único está el Apocolocyntosis, una sátira feroz de la coronación de Claudio, con crítica política y malicia personal.De toda la obra poética de Séneca sus diez tragedias son el fruto de una actividad creativa, independiente, que ejerció a lo largo de su vida, pero especialmente en el periodo intermedio de la educación de Nerón. Diez tragedias han llegado hasta nosotros; aunque una es dudosa en la atribución, Hércules Oetano, y otra, Octavia, ciertamente es apócrifa.

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(Marco Fabio Quintiliano; Calagurris Nassica, hoy Calahorra, actual España, hacia 30 - ?, hacia 100) Escritor y retórico latino. No se conoce mucho de su biografía; ni siquiera se sabe si su padre era el rétor Quintiliano, nombrado por Séneca el Viejo en sus Controversias. También resulta difícil aventurar cuánto tiempo permaneció en España antes de marcharse a Roma, donde se desarrolló el grueso de su formación.

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Allí, según señala el propio Quintiliano a lo largo de su obra, frecuentó la escuela de gramática de Q. Remmio Palemón (maestro también de Persio) y, más tarde, estuvo muy cercano al célebre orador Domicio Afro (muerto en el 59); también recuerda haber conocido a Pomponio y a Séneca. Concluida su formación en Roma, se supone que regresó a España, donde permaneció algún tiempo hasta que regresó a Roma, llamado por Galba, cuando éste fue proclamado emperador en el 68.

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A partir de ese momento, Quintiliano se dedicó a la enseñanza de la retórica, actividad que desarrolló durante al menos 20 años según señala en el prólogo de su Institutio oratoria (quizás entre los años 68-88 ó 70-90). Como profesor de retórica, Quintiliano alcanzó una gran fama y, de hecho, se convirtió en el primer profesor que abrió una escuela pública pagada por el fisco bajo Vespasiano. Pupilos suyos fueron Plinio el Joven y seguramente Tácito. Y aunque Juvenal señala que su sueldo no era muy elevado, Quintiliano consiguió amasar una buena fortuna. En todo este tiempo, tampoco abandonó por completo su profesión de abogado e incluso llegó a publicar alguno de sus discursos; quizás uno de sus procesos más célebres fue el de la reina Berenice, al que alude en su Institutio.

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Bajo el emperador Domiciano, Quintiliano recibió el encargo de tutelar la educación de los nietos de su hermana (hijos de Flavio Clemente y de Flavia Domitila) y fue en aquella época cuando recibió los ornamenta consularia gracias a la intervención del propio Clemente; de todos modos, hay que suponer que se trató más de un título honorífico que de un poder real.Tras todos esos años dedicados a la enseñanza, Quintiliano se retiró y se dispuso a componer un tratado de retórica o, mejor dicho, un verdadero manual para la instrucción de los jóvenes: la ya citada Institutio oratoria, obra compuesta entre el 93 y el 96, año de la muerte de Domiciano. En dicha obra, en el prefacio al libro VI, Quintiliano habla también de un hecho importante en su vida: su matrimonio y sus dos hijos. Aquí nos enteramos de que su esposa había muerto apenas cumplidos los 19 años. También murieron sus dos hijos: uno cuando tenía 5 años y otro con 9 años. Tras esta obra no se vuelven a tener noticias ciertas sobre Quintiliano, por lo que no es posible señalar la fecha exacta de su muerte, que debió ocurrir antes del año 100.

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Antes de abordar el estudio de la obra más importante de Quintiliano, la Institutio oratoria, es preciso citar algunas otras obras suyas que, por desgracia, no han llegado hasta nuestros días. En primer lugar hay que señalar el De causis corruptae eloquentiae, donde Quintiliano abordaba el problema de la decadencia de este arte. El propio autor nos indica que inició la composición de esta obra en el momento en que había muerto su hijo y se refiere a ella en varios pasajes de su Institutio. Su discurso Pro Naevio Arpiniano, también perdido, se publicó con toda seguridad, a diferencia de otros discursos suyos que pudieron circular sin su autorización.

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También hay un grupo de obras atribuidas falsamente a Quintiliano: son las llamadas Declamationes Pseudo-Quintilianeae, que podemos dividir en dos tipos: Las conocidas como declamationes maiores y las declamationes minores. Las primeras son 19 piezas retóricas que circularon bajo el nombre del gran rétor hispano durante el siglo IV y que seguramente fueron editadas por algunos eruditos de ese período. Hoy existen grandes dudas acerca de la autoría real de Quintiliano sobre estas orationes que son en extremo artificiosas y rebuscadas, lo que contradice en parte la propia doctrina de Quintiliano.Las declamationes minores son un conjunto de 145 piezas procedentes de una colección que en origen tenía 388. Son mucho más breves que las anteriores y cada una de ellas desarrolla de manera escueta un tema. Ello hace pensar que estas declamationes son más bien fruto de la escuela y que se compusieron como simples ejercicios didácticos. Realmente es difícil pensar que su autor fuera Quintiliano, aunque esta autoría no es del todo imposible.

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Dejadas a un lado estas obras menores, hay que destacar por encima de todas ellas la Institutio oratoria, un gran tratado de retórica en 12 libros publicado seguramente antes de la muerte del emperador Domiciano en el año 96, a quien se elogia en el libro X. La obra aparece dedicada a Victorio Marcelo y, según sus propias palabras en el proemio, tardó en concluirla algo más dos años. De acuerdo también con la carta que encabeza la Institutio dedicada al librero Trifón, la publicación del texto se había adelantado ante las exigencias de aquellos que ansiaban poder leer la obra.

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Además, en aquellos momentos circulaban bajo su nombre dos trataditos de retórica que no eran suyos, sino más bien apuntes tomados en sus clases, lo que le había llevado a escribir su propio manual para evitar los malos entendidos.Ya desde el principio Quintiliano expone que su tratado no se va a caracterizar por su originalidad sino que va a estar basado, sobre todo, en su propia experiencia como rétor. Además, dado que él opinaba que nada era ajeno al arte de la oratoria, su libro iba a tratar de todos aquellos aspectos, incluso los más insignificantes, que ayudaban en la formación de un buen orador, un individuo virtuoso y además elocuente.

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De ese modo, la Institutio no es un simple tratado de retórica, sino todo un programa educativo que se inicia desde los primeros años de vida de un individuo.De ese modo, para Quintiliano, gran admirador de Cicerón y de su estilo, el orador es algo más que alguien capaz de convencer a través de la palabra; para él, el orador es, ante todo, un hombre útil para el estado gracias a que su formación le ha convertido en un individuo cargado de valores morales, conocedor, entre otras muchas cosas, de la filosofía y, en definitiva, un sabio (opinión que no compartía, entre otros, Séneca, autor contra el que dirige abundantes críticas).

Así, Quintiliano reasume la tradición romana y, frente a Cicerón, que consideraba la filosofía como una de las principales disciplinas que cualquier orador debía conocer, y que incluso identificaba al orador con el filósofo (el orador es un filósofo que habla con elocuencia), Quintiliano piensa que el orador es simplemente un sabio y que la filosofía es una más de las artes que debe aprender para completar su formación.

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DE ELOINA MAMANI GONZALES

EDUCACION PRIMARIA