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¿Qué elementos necesita para escribir

un cuento?

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El baño

El talismán

Vamos a escribir un cuento

El tren de los recuerdos

No estar loco

El baño

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El bañoTodo era como un sueño, tan bonito como un sueño, tan real como un sueño. Elena se bañaba cada sábado por la

tarde, y yo, puntual como el más preciso de los relojes de cuarzo, a pesar de que en aquellos años no estaban todavía inventados, aparecía por su casa cada sábado a las seis de la tarde. Su madre me decía:

-Pasa, pasa a la cocina, que estoy bañando a Elena y luego podréis ir a jugar.

Pasaba, y allí estaba Elena desnuda en el balde de zinc, y como cada sábado yo sentía como la sangre me

bullía dentro del cuerpo. El cuerpo desnudo de Elena era sin duda, por aquella época, el motivo principal de mi vida, incluso algunas mañanas me despertaba pensando en que era sábado y que por la tarde por fin vería

aquel cuerpo desnudo. Su madre no sospechaba nada, a fin de cuentas éramos solo unos niños, yo tenía ocho años, Elena siete. Tenía la vaga sensación de que algún día se terminaría aquel sueño y ello me hacia saborear

mas aquellas tardes de los sábados, aquellas acaloradas tardes de los sábados.Y fue precisamente un sábado tarde, después de la sesión de baño, que tuvimos nuestra primera experiencia

fuera de los ojos de su madre, fuera de los ojos de todos. Estábamos jugando al escondite, paraba Andrés, fui, como tantas otras veces, a esconderme cerca, lo mas cerca posible de Elena, que en esta ocasión se escondió

dentro de una pila de madera que en forma de caseta había en los patios de detrás de nuestras casas; mas tarde me entere que esas casetas no estaban hechas así para que nosotros jugáramos, sino que era para que

el viento, el seco viento que venia de Urbión, las secara. Pues bien, allí me situé yo también, al lado de Elena, al lado de su largo pelo que olía a limpio. No sé ni como fue ni quien empezó, solo se que de repente estábamos

los dos unidos, con las manos enlazadas, con las caras juntas; solo se que me sentí mejor que nunca, no hablamos nada, éramos niños, no necesitábamos hablar. No éramos todavía como los adultos que necesitaban

horas y horas de hablar antes de abrazarse; esto lo sabia por las largas horas pasadas detrás de los bancos donde se sentaban las parejas, interminables tardes que tenían el aliciente de saber que tras la espera, al fin llegaría el beso, ese beso que yo presentía que tenía que ser algo anormal, pues notaba como los adultos se

transformaban tras él.¿Cuanto duró nuestro abrazo? No lo sé, solo sé que estábamos con nuestros cuerpos unidos cuando

empezamos a oír gritos del resto de compañeros que nos decían: -¡¡Álvaro, Elena, donde estáis!!.

Sospechábamos que había pasado mucho tiempo porque por sus voces demostraban estar enfadados, pero ¿que nos importaba a nosotros?, todavía seguimos algún rato más, ellos se cansaron de buscarnos y

empezaron a jugar sin nosotros.Justo en el momento en que empecé a acariciar sus labios con los míos sentimos unas voces mas graves, eran

de adultos, eran nuestras madres que nos buscaban. Se nos acabó el romance, nos asustamos, salimos separados, sin planearlo, quizás para despistar, pero dio igual, nuestras madres o no entendieron nada o lo

entendieron a su manera. El sábado siguiente lo intenté de nuevo, fui a su casa, nervioso aporreé el picaporte, salió su madre, y me dijo:

-Pasa, pasa al comedor y lee algún cuento mientras termino de bañar a Elena. Su madre unilateralmente había decidido que ya no éramos niños. Las reglas de los adultos para nosotros eran

inexplicables e inviolables.No obstante mis recuerdos, nuestros recuerdos, no podrán alterarlos, Elena y yo habíamos saboreado el

Amor.  inicio

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El tren de los recuerdos

Un buen día, con mis quince años cumplidos, pude por fin aumentar mis kilómetros de aventura en tren. Dos amigos y yo habíamos quedado finalistas provinciales del campeonato de ajedrez, y nos íbamos para Madrid, a jugarnos el título

regional.Nuevamente hice mi maleta de cartón y nuevamente aquella entrañable cuerda tuvo que hacer de improvisado cierre. Con

mis amigos y mis cosas montamos en una humeante maquina que nos llevaría lejos, muy lejos para mí, a Madrid. En nuestro departamento iban una joven, su madre y dos viajantes catalanes que, con su catálogo de tejidos y

estampados, visitaban todas las provincias de España, ¡ellos si que conocían el tren!. Nos explicaron interesantes vivencias fruto de sus viajes por España; pienso yo que aquel día comencé a sentir la necesidad de salir de mi pueblo,

apreciado pueblo, pero, a veces, agobiante pueblo.Y los pinos iban pasando con el paisaje, difícil me seria concretar si era yo o ellos los que pasaban, igualmente me es

difícil recordar si fue en Quintana Redonda o en Tardelcuende donde la joven y yo nos miramos, el sitio es igual pues la miraba estaba ahí, y era una mirada atrayente, mirada de las que expresan un montón de sensaciones, un montón de

palabras. Pensé en Becquer, en su rima tantas veces por mi leída y recordada:

Sabe, si alguna vez en tus labios rojosquema invisible atmósfera abrasada,

que el alma que hablar puede con los ojos también puede besar con la mirada.

En Almazán, por fin, me enteré de su nombre, su madre tuvo que llamarla dos veces, ¡Raquel!, ¡Raquel!, para que la oyera, pues nuestras miradas nos estaban transportando a otro lugar, lejos de su madre, lejos de todos, a bordo del tren que nos

llevaba a nosotros dos solos al fin del mundo, al menos eso era lo que yo sentía, y su conmovedora mirada me indicaba que mi ilusión era compartida.

Un oportuno cambio en el departamento nos permitió sentarnos juntos. El lento traqueteo del tren permitía que nuestros cuerpos se rozaran suavemente, agradecí a las vías, al tren, al maquinista, ese suave vaivén que me permitía sentirla tan cerca de mí. El tren seguía avanzando y llegamos a Torralba, una parada de media hora nos permitió andar un rato por el

andén. Hacia un alegre sol de primavera, de esa primavera de la meseta, de ese sol que ilumina, calienta y endereza el espíritu.

Bajo la vigilante mirada de su madre, Raquel y yo hablábamos y reíamos, nuestra dicha iba en aumento.Cuando salimos de Torralba, Raquel y yo volvíamos a estar juntos y además algo mas alejados de su madre. Entramos en

un túnel y, milagro de la técnica primitiva, la luz se apagó, la oscuridad fue como un fogonazo en mi corazón, moví lentamente mi mano en busca de la suya y la encontré, pues ambas se iban buscando.

No recuerdo lo que pasó, solo sé que a través de nuestras manos, de nuestros labios, hubo un flujo de emociones imposible de narrar, mi corazón palpitaba y yo notaba el latir de su corazón, mi cerebro no pensaba solo sentía, y supe que

el de Raquel también.La luz no se arregló, pero a nuestro pesar el túnel tenía un fin, y llegó trayendo el primer claror; tuvimos que separarnos,

pero solo físicamente, pues, a partir de entonces, seguimos unidos hasta Madrid.Tras muchas horas si para contarlas usamos el reloj, y muy pocos minutos si tenemos en cuenta mis deseos, llegamos a

Atocha, nos separamos en el andén sabiendo que al día siguiente, casualmente, los dos volvíamos en el mismo tren hacia Soria.

Mi estancia en Madrid, no fue sino un lento transcurrir entre dos trenes, el que me había traído y el que anhelaba coger al día siguiente para volverla a ver.

Llego el día siguiente, y volvimos a estar juntos, y aumentaron las miradas vigilantes, pues mis dos amigos también seguían nuestras emociones.

El tren seguía avanzando y en mi cabeza solo había un pensamiento, ¿volvería a fallar la luz?. Seguro que la técnica estaría nuevamente de nuestra parte, al lado de la felicidad. Solo faltaba esperar....

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EL TALISMAN

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Recuerdo que la primera vez que oí la leyenda El Monte de las Ánimas, sentí una extraña y placentera mezcla de sensaciones; magia, misterio y sensualidad quedaron unidos en mi memoria para siempre. Dos años después con mis dieciséis años cumplidos, volví a escucharla en

condiciones muy distintas, en circunstancias que hoy intentaré recuperar de mi memoria.Justo el mismo día en que cumplí los dieciséis años decidí que tenía que superar la prueba; muchos otros chicos, con razón o sin razón

pasaban de ella; yo sabía que tenía que superarla. Así fue como los cuatro meses que separaban mi cumpleaños de la noche del primero de noviembre, día de los difuntos, me fui preparando mentalmente para ella.

Lo primero, y sin duda lo mas importante, era conseguir un talismán de la chica amada; cualquier prenda, cualquier objeto podía servir, lo único trascendental es que ese objeto hubiera sido tocado, hubiera estado en contacto con ella, con su piel, con su cuerpo. Empecé el plan de ataque, no era fácil, pues en aquella época los chicos y las chicas estábamos separados en dos clases, en dos patios de recreo, vernos en el

instituto era una gran aventura, !que control, y únicamente para conseguir nuestra separación¡. Esperé la oportunidad, esta apareció el día del examen de matemáticas; nosotros los chicos lo teníamos antes que ellas, y estas en los cinco minutos de separación entre clase y clase

acudieron a aquella valla que tantas veces había sido testigo de nuestra necesidad de vernos. Yo me dirigí directamente a Rosaura, mi amada en secreto, la escogida meses a para ser la musa de mi aventura; me ofrecí a transcribirla en una cuartilla de papel el examen, la pedí un lápiz,

le devolví su hoja con las preguntas, pero no el lápiz, que me había guardado sigilosamente mientras le explicaba la resolución de unas preguntas. En aquel momento fui feliz, tenía en mi poder su lápiz, su objeto, que iba a transformarse en mi talismán, solo quedaba esperar al

primero de noviembre, día de la gran prueba.Creo que hora es ya de que hable de la prueba, de que explique en que consiste la misma y sus entresijos. En Soria, mi pueblo, había la

costumbre entre los jóvenes de 16 años de pasar la noche de los difuntos en El Monte de las Ánimas, espeso encinar que se alza a la orilla del Duero, esa noche había que pasarla al raso junto al objeto de la chica amada, para así transformarlo en el talismán que posteriormente nos

concedería su amor, su dulzura, su cariño.Ya tenía mi talismán, solo faltaba esperar que pasaran los días, los meses,... Al final llego el 31 de octubre y comenzó el ceremonial. Éramos l5

los chicos que iríamos al Monte de las Ánimas a intentar superar la prueba, cada uno estaba apadrinado por un amigo que ya la hubiera superado en años anteriores; a mi me acompañaba El Verbenas, justo un años mayor que yo. Ese día fue realmente duro, los nervios estuvieran

a punto de delatarme ante mis padres y ante mi chica, que, y como es obvio para que el hechizo funcionara, no tenía que sospechar nada. Después de cenar lo mas tranquilo que pude, me fui a la cama, en aquella época no había televisión, eso hacia que a las once de la noche ya todos estuviéramos en el catre. Aquella noche me metí

vestido entre las sábanas, y espere la hora en que había quedado con mi amigo; las once y media tardaron en llegar pero al fin las oí sonar desde el campanario. Me levante, y salí sigilosamente por la ventana que daba al patio de atrás, me encontré con El Verbenas y los dos nos

fuimos por calles oscuras al lugar de la cita general, con los otros chicos. Habíamos quedado pasado el puente sobre el río Duero, a la sombra de los Arcos de San Juan de Duero, precisamente donde habían residido los templários, de los que, según la leyenda, escucharíamos sus

gritos esa noche. Dieron las doce y faltaba un compañero para llegar a la cita, la contraseña era clara, el que no estuviera a las doce en punto no podría ir, así que cogimos el camino y nos fuimos para el Monte de las Animas.

Al llegar comenzó el rito, del que nosotros, los nuevos, algo habíamos oído decir, pero que no conocíamos en profundidad, pues, como todos los ritos, este tenía su componente secreto, y misterioso,que le daba mas valor. Uno de nuestros padrinos, tomo la palabra, y comenzó a

explicarnos la leyenda de El Monte de las Animas. A pesar de que la había oído un buen montón de veces, a pesar de que la había leído otras tantas, aquella fue sin duda totalmente distinta, era como si no la hubiera oído antes, la excitación del momento lo justificaba; era la noche de

difuntos, precisamente la misma que la leyenda narra que salen los espectros de los templários y de los sorianos que murieron en la contienda, a recomenzar la batalla. Estábamos precisamente en el lugar donde la batalla había acontecido, era noche cerrada, las encinas nos acariciaban con sus negras ramas, hacía viento, los sonidos eran variados e intensos,... el ambiente era el adecuado para escuchar de una forma especial

aquella leyenda que tantas otras veces me había impresionado.Aun recuerdo la sensación de miedo que sentí cuando Alberto nos contó el final, aquel final en el que, ante una frívola Beatriz, aparece la mano

cortada de Alonso con el pañuelo, con su pañuelo. Beatriz se vuelve loca. Nosotros andábamos por el filo de la navaja.Cuando el narrador enmudeció, cada uno de nuestros padrinos nos llevó a un lugar aislado del resto, mientras nos ponía al corriente de que se

trataba de permanecer toda la noche sin moverse en el sitio indicado, y que cuando el crepúsculo matutino permitiera ver nos reuniéramos y volviéramos todos juntos al puente donde ellos nos esperarían para confirmar definitivamente la superación de la prueba.

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Así fue como, al final, me quedé solo, debajo de una encina, con mi talismán en la mano, el libro de Becquer en mi bolsillo, y el recuerdo nítido en mi mente de los acontecimientos de aquella lejana noche de difuntos en la que templários y sorianos habían andando a la greña y muchos de ellos habían caído en la lucha; también quedaba un hueco en mi mente para esa otra noche, mas cercana, en la que Alonso había perdido la vida por su amor a Beatriz, por su intento de recuperar la prenda que su amada, maliciosamente, había dejado prendida

en el ramaje de una encina milenaria. Difícil es medir el tiempo, difícil es saber como transcurrieron los minutos, las horas de aquella larga noche, no obstante voy a intentar

cuantificarlo, no en horas, pues seria falso, pero si en ratos, ratos que para mi tenían una duración determinada, dependiendo de los acontecimientos, de los ruidos, de los olores, de lo cerca que tuviera el recuerdo de Rosaura, de mi amada. Al principio todo fue fácil, el simple contacto con el lápiz, su lápiz, mi talismán, era suficiente para olvidarme de los ruidos, del frió, de lo que me esperaba; Becquer

también estaba ahí para ayudarme, sus rimas, me hacían olvidar el entorno.Pero la noche iba pasando, los ruidos iban aumentando, o al menos así lo sentía yo, la razón que en un principio analizaba todo: ese ruido

es el aire, ese crujir es de una rama, ... empezó a fallar: ese ruido no parece del aire, ese crujir mas bien es metálico, y, que yo sepa, las encinas no son de metal, por el contrario las espadas si que lo son... El miedo me iba venciendo.

De repente un chillido desgarrador llenó el bosque, la razón no podía convertirlo en viento, el viento no podía haber sido, con la sangre helada, la razón me volvió ayudar, no eran necesarios los templários para justificar aquel ruido, podía haber sido cualquiera de mis compañeros de aventura que no había aguantado mas y había chillado, ¡seguro que había sido eso!, esta creencia me reconfortó.

Pasado el rato me entró soñoléncia, traspuse sensiblemente la frontera entre la vigilia y el dormir, y en ese estado en que las sensaciones se multiplicaban, un nuevo ruido me asustó, en mi sopor vi como un templário se me acercaba espada en mano con el intento de

arrebatarme mi amuleto; pegué un grito soberano, grito que alivió mi tensión, pero que, a buen seguro, a alguno de mis compañeros les puso en tensión.

El crepúsculo no llegaba, así que decidí adelantarlo por mi cuenta, pensé que la prueba ya estaba superada con creces y decidí comenzar a buscar a los compañeros. Comencé a andar por el bosque, intentando divisar a alguno de ellos. Parece ser que Roberto había tenido la

misma idea que yo, y los dos andábamos por el bosque buscando, y nos encontramos de repente en una sombra, cada uno pensó lo peor, cada uno nos convertimos en templários a los ojos del otro; tras el susto u el posterior reconocimiento nuestra emoción fue excelsa, nos abrazamos como nunca lo habíamos hecho, estábamos contentos de estar juntos. Entre los dos no tardamos en encontrar al resto que ya

también nos andaban buscando, pero faltaba uno, faltaba Godolfredo, así que decidimos buscarlo entre todos, Gritamos su nombre, buscamos, pero Godolfredo no aparecía. Finalmente lo encontramos en el suelo tendido, no se movía, nos asustamos, le zarandeamos y

nada, ni se movía, aquello comenzaba a preocuparnos seriamente. Al fin Godolfredo semiabrió sus ojos y nos pregunto: -¿Que os pasa?. Os veo asustados.

No tuvo que darnos ninguna explicación, todos comprendimos que Godolfredo había pasado toda la noche durmiendo, y no entendía como es que nosotros habíamos hecho otra cosa.

La vuelta a Soria fue eufórica, la entrada en el colegio esa misma mañana triunfal. El antes y el después lo sentía en lo mas profundo de mi ser. Es "después" tuve la posibilidad de consolidarlo definitivamente justo al mes siguiente. Roberto había preparado un guateque,

Rosaura estaba invitada, mi timidez se vio superada gracias al talismán que ya tenía, y por si este fallaba, por unos cuantos vasitos de cariñena que me había atizado en El Rangil, ¿que podía fallar?, nada, evidentemente. La unión de estos dos hechizos, me permitió sacar fuerzas para decir a Rosaura, mientras bailaba, que la quería, que siempre la había querido, que fue mi musa en la noche de las Animas, me abrazó tiernamente y así estuvimos todo el guateque; no recuerdo las canciones, no recuerdo ni tan siquiera si había música, solo se que abrazado a Rosaura estuvimos bailando toda la noche, con los cuerpos unidos, con las caras unidas, y con nuestros labios unidos.

Anduvimos cerca del cielo.          

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NO ESTAR LOCO

Poco a poco la presión social de mi pueblo, supongo yo que idéntica a la de cualquier agrupamiento de pocos habitantes, fue predisponiéndome a la emigración. Deseaba salir, irme a un sitio nuevo, donde nadie me conociera, donde, creía yo, sería mas libre.

Pensaba que así dejaría de ser Alvaro, hijo de..., que aquel día hizo tal....., que va con tal y tal....., para empezar a ser yo, simplemente yo, y lo que a partir de aquel momento hiciera.

Oposité, aprobé y pedí traslado a un pueblo de la Catalunya interior; la suerte estaba echada. Nuevamente tuve que hacer mi maleta, recuperar mi cuerda, pero en aquella ocasión mi madre debió de pensar que las circunstancias exigían un cambio y me hizo una funda de tela, magnifica funda de tela, que la dio un nuevo realce, una nueva categoría. Fue mi madre también la que me metió

en la maleta una buena ristra de chorizos, digo yo que como exorcismo para alejar de mi los espíritus famélicos que pudieran atacarme.

Y así con mi maleta y mis chorizos monte en el tren, ese maravilloso tren que siempre me ha acompañado en mis viajes. Primero fue un tren que me llevó a Calatayud, allí un traslado a un soberbio tren que venía con dos magníficas máquinas de vapor, ¡que bonito fue ver entrar en la estación aquellas dos máquinas!. Muchas horas, si las comparamos con ahora, y muy pocas si las

comparamos con un viaje en caballerías, y llegué a Barcelona, estación de Francia. Nuevo cambio de tren, en esta ocasión seria eléctrico el que me llevaría finalmente a mi nuevo pueblo, pueblo de menos habitantes que Soria, que me hizo rectificar mi primera impresión. No era el numero de habitantes lo que te oprime el espíritu, es la historia, el pasado lo que no puedes quitarte de encima

en el pueblo donde has nacido, yo en aquel pueblo de Catalunya, me sentí libre.Comencé una nueva vida, nuevas costumbres, nuevos compañeros, nuevos amigos, nuevas comidas; comencé a observar y vi el empeño que ponemos las gentes en remarcar los hechos diferenciales de nuestras culturas, para así distanciarnos del otro, del

contrario. También observe que en el fondo, en los sentimientos, todos éramos iguales; el amor, las emociones, no tenían elemento diferenciador, eran los mismos, a pesar del empeño que algunos pusieran en diferenciarlos.

Casi a la vez conocí a Neus y a María. A Neus me uní a través de este bolero: Anoche hablé con la luna, y le ofrecí mis sueños los sueños que guardaba dentro de mi alma...A María fue a través de mi

compañero infatigable de viajes, a Becquer: Mientras haya unos ojos que reflejen los ojos que los miran

mientras responda el labio suspirando al labio que suspira: mientras sentirse puedan en un beso dos almas confundidas mientras exista una mujer hermosa habrá poesía. Y me enamoré de las dos, a las dos las necesitaba. Neus era racional, María mágica. Cuando estaba con Neus quería a Neus, deseaba estar con Neus, cuando estaba con María quería a María, y deseaba estar con María. De momento todo fue bien, ninguna ponía condiciones, y yo ni tan siquiera pensaba en que aquello, por lo visto, era anormal, me limitaba a vivirlo y punto.

Pero un buen día el punto se transformó en punto y coma. La coma la situó Neus, la racional, que me puso ante el dilema de elegir, escoger a la una para quedarme sin la otra, !buff¡, enseguida supe que eso seria imposible, era tanto como decir que quería a la una

mas que a la otra. El simple hecho de tener que comparar se me hacía insoportable. 

  

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Recuerdo que estábamos en una suave loma cerca del pueblo desde el que se divisaba una fantástica vista de los Pirineos, Puigmal, Núria, Pic de l'Infern, Puigllansada, etc. etc., se estaba haciendo de noche, yo cada vez la veía mas guapa, a pesar de su enfado, a

pesar de su empeño en que me definiera. Muy seria me preguntó: -¿A quien quieres?. Yo no la mentí y la dije: -A ti. Y continuo preguntando: -¿Con quien deseas estar?. No mentí al decirle: -Contigo nada más. Y era

verdad que en aquel momento solo quería estar con ella, la deseaba a ella, y hubiera dado cualquier cosa por abrazarla, y sentirla cerca de mi, pues yo cada vez la deseaba mas. Ella debió creer que mis contestaciones eran una señal de mi toma de posición, se

puso de pies enfrente mío, con el fondo de las montañas, y comenzó a desnudarse. Yo sabía que había interpretado mal mis palabras y en un primer instante quise sacarla de su engaño, pero en ese mismo momento aparecieron sus senos tersos, bonitos, excitantes, parecía que me miraban, y no fui capaz; a fin de cuentas yo no había mentido, mis contestaciones eran rigurosamente ciertas, quizás escasas, pero ciertas, y aquellas tetas seguían mirándome y yo no podía más, salí de mi autismo, levanté las manos y le acaricié los

pezones, en ese mismo momento ya no había vuelta atrás, mi cerebro estaba totalmente desconectado para los razonamientos, solamente podía absorber los sentimientos, sentimientos que aquella tarde, calurosa tarde de agosto, en la loma, con las grandes

montañas al fondo, guardan el recuerdo de mi primer amor absoluto con Neus, de nuestra primera entrega total. Anduvimos unidos horas, no sé cuantas, ni me importa, estuvimos unidos y eso era lo importante, no queríamos separarnos, pero la primera claridad

del día nos volvió al mundo real, al mundo en el que ambos teníamos que comenzar a trabajar. Con pena nos despedimos, yo me fui a mi casa, me mojé la cara, y tras escasos minutos de descanso hube de acudir al trabajo, al absurdo trabajo que la realidad me

imponía.Poco a poco fui despertando de los recuerdos de aquella noche. Llegó la tarde, y vi a María, estaba guapísima. Estuvimos juntos, sentía que la quería, que me gustaba estar con ella; una amiga de Neus nos vio abrazados, yo sentí un mal presagio. María nunca nombraba a Neus, nunca decía nada, nunca me exigía nada. Quería estar conmigo y cuando estábamos juntos, disfrutábamos y

punto.El presagio se confirmó el sábado siguiente. Vi a Neus, me acerqué, aunque en su mirada noté odio y rabia. No me saludo,

simplemente me dijo: -No quiero verte nunca más.

Entendí que no había nada que hacer y con gran pena la dejé.Todavía hoy, al pensar en mi relación de Neus y María en aquella época, sigo pensando que las quería a las dos, que las necesitaba a

las dos. Aquella noche de despedida con Neus, anda nítida en mi corazón.   

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 VAMOS A ESCRIBIR UN CUENTO

He aquí una serie de sugerencias que, seguidas paso a paso, conforman una de las estrategias posibles que permiten obtener ideas para escribir un cuento y presentarlo ( "editarlo" ).

1) Escribir varias ideas sobre los temas posibles. ( Torbellino:  Sirven todas las ideas, aunque sean disparatadas. )

2) Seleccionar el tema elegido, que puede girar entorno a una o a varias de las ideas ( sin despreciar las otras  ideas que  nos  pueden  servir como temas secundarios )

3) Escribir ideas para desarrollar el tema seleccionado.  ( Se escriben todas, aunque nos parezcan disparatadas o indecuadas )

4) Conviene hacer  la ficha del esquema general para tener una visión global  ( Aunque, más adelante, el resultado final pueda ser diferente de la ficha, pero éste es un modo de dar los primeros pasos, uno de los momentos más difíciles )  

          TITULO ( Provisional )

          MARCO  ( No debe ser muy amplio )

             Epoca              Lugar              Personajes:                                   Protagonista                                   Antagonista                                   Otros

                                             

          EPISODIO ( Puede haber varios )

              Dificultad que surge               Acciones para resolverla               Solución

          FINAL ( Colofón )

          AUTOR

5) Escribir el borrador.

6) Revisar el borrador.

7) Comprobar:

8) Hacer la redacción definitiva.

9) Cuidar una buena presentación

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