Programa Frente Educacional

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Compañeras y Compañeros de la Convergencia Autonomista, Hemos vivido las profundas transformaciones neoliberales en la educación chilena que afectan tanto las condiciones de organización como los espacios en donde se desenvuelven estudiantes, docentes y trabajadores de la educación. Estos cambios han alcanzado importantes niveles de madurez, consolidando la incorporación diferenciada de una gran variedad de nuevos actores e instituciones a la esfera educacional, especialmente aquellos vinculados al mundo privado y a las nuevas franjas sociales que acceden a la educación superior. Pero la profundización del neoliberalismo en educación no ha sido pacífica, y en buena medida, gracias a nuestro esfuerzo. Hace ya casi dos décadas, diversos conflictos y actores han sido, en mayor o medida, expresivos de la lucha en contra de la mercantilización de los espacios educativos. Aun cuando buena parte de esta conflictividad y malestar social han sido conducidos desde aquellos actores con mayores niveles de constitución política y experiencias de lucha tales como los estudiantes de instituciones de corte tradicional o el movimiento docente, nuestro esfuerzo ha luchado por germinar incluso en aquellos lugares en donde se forjó el neoliberalismo en educación. Hoy, nuestra élite política ha emprendido una agenda de reformas para racionalizar y moderar los efectos de la mercantilización de la esfera educacional. Qué duda cabe en que la precarización, los excesos y la desregulación propia del mercado educativo ya no son aceptables por la sociedad chilena, a tal punto que se ha vuelto un eslogan de la alianza social dominante la necesidad de realizar ajustes al modelo para hacerlo más eficiente y competitivo. Ante este escenario, considero que nuestra fuerza debe ser consciente de cuatro grandes obstáculos y desafíos a los que nos enfrentamos: 1) La exclusión y falta de incidencia de los actores sociales subalternos en todas las reformas llevadas a cabo en materia educacional, las que se han caracterizado por una baja legitimidad y su incapacidad para alterar de manera significativa o introducir elementos relevantes para atacar a las bases fundantes del Estado subsidiario y el orden neoliberal, pese a que sea posible considerar y rescatar ciertas transformaciones como avances. 2) Consolidar la emergencia del nuevo movimiento docente que surge por fuera de la conducción de las fuerzas políticas tradicionales, junto con potenciar la irrupción y constitución política de los trabajadores de la educación. 3) La pérdida de amplitud del movimiento estudiantil, que se explica tanto en el hecho de que durante los últimos años la conducción del movimiento ha residido principalmente en aquellos actores con mayores niveles de constitución política y vinculados a la educación tradicional, como en el desgaste de la movilización y politización de nuevos grupos sociales, especialmente aquellos vinculados a la educación de corte no

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Roberto Álamos Herrera

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Compañeras y Compañeros de la Convergencia Autonomista, Hemos vivido las profundas transformaciones neoliberales en la educación chilena que afectan tanto las condiciones de organización como los espacios en donde se desenvuelven estudiantes, docentes y trabajadores de la educación. Estos cambios han alcanzado importantes niveles de madurez, consolidando la incorporación diferenciada de una gran variedad de nuevos actores e instituciones a la esfera educacional, especialmente aquellos vinculados al mundo privado y a las nuevas franjas sociales que acceden a la educación superior. Pero la profundización del neoliberalismo en educación no ha sido pacífica, y en buena medida, gracias a nuestro esfuerzo. Hace ya casi dos décadas, diversos conflictos y actores han sido, en mayor o medida, expresivos de la lucha en contra de la mercantilización de los espacios educativos. Aun cuando buena parte de esta conflictividad y malestar social han sido conducidos desde aquellos actores con mayores niveles de constitución política y experiencias de lucha tales como los estudiantes de instituciones de corte tradicional o el movimiento docente, nuestro esfuerzo ha luchado por germinar incluso en aquellos lugares en donde se forjó el neoliberalismo en educación. Hoy, nuestra élite política ha emprendido una agenda de reformas para racionalizar y moderar los efectos de la mercantilización de la esfera educacional. Qué duda cabe en que la precarización, los excesos y la desregulación propia del mercado educativo ya no son aceptables por la sociedad chilena, a tal punto que se ha vuelto un eslogan de la alianza social dominante la necesidad de realizar ajustes al modelo para hacerlo más eficiente y competitivo. Ante este escenario, considero que nuestra fuerza debe ser consciente de cuatro grandes obstáculos y desafíos a los que nos enfrentamos:

1) La exclusión y falta de incidencia de los actores sociales subalternos en todas las reformas llevadas a cabo en materia educacional, las que se han caracterizado por una baja legitimidad y su incapacidad para alterar de manera significativa o introducir elementos relevantes para atacar a las bases fundantes del Estado subsidiario y el orden neoliberal, pese a que sea posible considerar y rescatar ciertas transformaciones como avances.

2) Consolidar la emergencia del nuevo movimiento docente que surge por fuera de la conducción de las fuerzas políticas tradicionales, junto con potenciar la irrupción y constitución política de los trabajadores de la educación.

3) La pérdida de amplitud del movimiento estudiantil, que se explica tanto en el hecho de que durante los últimos años la conducción del movimiento ha residido principalmente en aquellos actores con mayores niveles de constitución política y vinculados a la educación tradicional, como en el desgaste de la movilización y politización de nuevos grupos sociales, especialmente aquellos vinculados a la educación de corte no

tradicional, es decir, colegios particulares subvencionados e instituciones de educación superior privadas que se habían incorporado masivamente durante el estallido de 2011.

4) El declive de la legitimidad del movimiento estudiantil, cuestión que se explica tanto en su incapacidad política para construir un acuerdo social amplio de cara a las reformas, como en la ofensiva de la alianza social dominante para excluirlo de la arena política y capturar sus demandas, haciéndolas muchas veces indistinguibles del discurso pro-reformas. Lo que se puede concluir de estas líneas es que pese a la conflictividad social que se ha erigido en torno a la problemática educacional, no existe una posibilidad clara de incidencia de las fuerzas sociales subalternas, ya sea en la orientación del modelo de desarrollo educativo o en la reducción de los grados de mercantilización, privatización y precarización que este presenta. Así entonces, urge que nuestra fuerza proyecte a su primer frente educacional hacia el asalto de la política y contribuir así a la emergencia de nuevas fuerzas, pero siempre bajo el entendido de que no es posible considerar al enfrentamiento educacional como un equivalente referencial de otras luchas o actores que se enfrentan al poder. Las tareas del frente social de educación A mi juicio, nuestro primer frente educacional debe proponerse los siguientes objetivos:

1) Consolidar la organización y constitución política de los actores educacionales de la corriente a nivel nacional, con énfasis en la descentralización.

2) Construir amplitud social y política en la esfera educacional, mediante la incorporación de docentes, trabajadores de la educación en general, estudiantes secundarios y del nivel técnico-profesional, como también a través de una política de diálogo y construcción de alianzas con otras organizaciones en la esfera educacional, especialmente en el movimiento docente y estudiantil.

3) Democratizar, unificar y dotar de un carácter representativo a la política educacional de la corriente, a través de la coordinación de los espacios ya existentes a través del territorio nacional y la creación de una instancia soberana que agrupe a los representantes del frente estudiantil y docente.

4) Orientar al movimiento educacional hacia la lucha política, diversificando sus aristas y poniéndolo en diálogo con otras luchas, especialmente a través de la educación técnico-profesional y los trabajadores de la educación, superando una visión puramente sectorial para así proyectar al conflicto educacional y a sus actores más allá de la agenda de reformas o nuestro propio proceso de emergencia política.

¡Desde la diversidad, nos unimos para emerger!