Proyecto Hualinchay

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MUSEO CACIQUE MARCOS PASAYO. COPARTICIPACIÓN EN LA COMUNIDAD INDÍGENA HUALINCHAY (TUCUMÁN) Herrera, Andrés; González, Víctor; Ferrero, Ezequiel Anku El Infinito Ensamble Luminoso 2008

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MUSEO CACIQUE MARCOS PASAYO. COPARTICIPACIÓN EN LA COMUNIDAD INDÍGENA HUALINCHAY (TUCUMÁN)

Herrera, Andrés; González, Víctor; Ferrero, EzequielAnku El Infinito Ensamble Luminoso

Cuando se muera este Pasayo No lo entierren en sagrado.

Tirenlo en campo abierto, Que lo pisotie el ganado.

(Copla de los Pasayo)

INTRODUCCIÓN

Este proyecto tomó forma a partir de unas visitas y entrevistas que realizamos (dos de los autores, Herrera y Muriénega) en el año 2006 al Cacique Marcos Pasayo+, de la Comunidad Indígena Hualinchay, en la Provincia de Tucumán.En aquellas ocasiones, los puntos de conversación recorrían saberes y anécdotas sobre curaciones, creencias, lugares sagrados y plantas medicinales, para un proyecto sobre chamanismo y arqueología. (Herrera, 2007)Las informaciones compartidas por Pasayo, y por su hija Elsa, fueron de gran importancia para dicho proyecto, pero además construimos una solemne relación de amistad y confianza, por la que nos transmitieron algunos de los problemas cotidianos con los que debía luchar su comunidad, en cuanto a discriminación, posesiones de tierras, comunicación, identidad y apropiaciones culturales.Desde entonces nos hemos comprometido a trabajar en lo que podamos ser útiles, con nuestros conocimientos y acciones, sumándolas a las suyas, las de los dueños de ese paraje de montaña llamado Hualinchay.Lo primero que surgió en común fue la necesidad de montar un museo arqueológico con el que ellos puedan contar, a los visitantes, su historia, sus costumbres y tradiciones. La idea partió de trabajar la imagen que la gente de la comunidad construye de sí misma.Otro eje requerido por la comunidad, son las charlas sobre temáticas referidas al patrimonio cultural, los pueblos originarios y aspectos legales de defensa de la tierra.Por último, el cacique nos hizo saber su deseo de mostrarnos uno de los lugares secretos y tradicionales, que conocía desde joven por su padre, quien a su vez ya le había explicado que era una costumbre muy antigua visitarlo: se trata de una cueva de donde extraen la sal, desde hace mucho tiempo según la oralidad. Lo notable de este caso, es que él recordaba haber visto varias veces, hachas de piedra y restos de vegetales quemados. Su intención era llevarnos y compartir, discutir apreciaciones sobre la singularidad de este sitio, que podemos categorizar de arqueológico.

OBJETIVOS FORMALES

- Contribuir a la investigación y producción de conocimiento arqueológico, antropológico y cultural del pasado colectivo de los habitantes de la Comunidad Indígena Hualinchay, basado en su interés de explorar hacia dentro de sus raíces culturales y étnicas, como búsqueda de una identidad colectiva más cohesionada.

- Experimentar la investigación de coparticipación como forma epistémica, acompañada de una visión transdisciplinaria de la ciencia social.

- Generar a través de este conocer, herramientas legitimantes de protección de sus bienes culturales y físicos, como ser las tierras donde viven, el patrimonio arqueológico y ecológico, y toda posesión comunitaria.

MARCO TEÓRICO

Esta investigación se centra en el concepto de coparticipación en la producción de un conocimiento social científico. Esto significa que se ha trabajado reconociendo intereses más o menos comunes entre dos

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partes o grupos de personas, en este caso los sujetos investigadores, como una figura que tiene los elementos semánticos: académicos-urbanos-observadores-escritores; y por otro lado, el grupo de los sujetos pobladores, cuyos elementos semánticos serían: tradicionalistas-rurales-observadores-orales. Intentando un trabajo orgánico, pero dialéctico.

El objeto de estudio pasa entonces, a ser un sujeto-objeto de observación, y a su modo, la parte observante es también un sujeto para el otro grupo. Como base fundamental creemos que tiene que primar el intercambio solidario de saberes, que a nuestro entender, es la forma más directa de practicar la descolonización y descapitalización de la ciencia, para que las comunidades de descendencias originarias puedan apropiarse del conocimiento de sí mismos.

Entre ambas partes interactúan relaciones de intereses varios, y es el sector común de esos intereses, o bien la intersección de ambos grupos, el que más nos interesa potenciar, es justamente ahí donde surge el motor de la producción de una ciencia comunitaria.

Desechamos el criterio científico arcaico de que la elección de un tema o problemática a investigar sea una elección aleatoria y caprichosamente individualista; proponemos en contrapartida, que dicha elección debe estar sujeta a las necesidades sociales de las realidades y problemáticas de los pueblos de nuestra Abya-Yala, siempre desde donde más cerca nos toque. (Definimos Abya-Yala como el continente desde el patético muro que circunda el norte de México, hacia el sur…)

Tratamos de experimentar, partiendo desde la arqueología, una suerte de Investigación Transdisciplinaria, ya que entendemos a este adjetivo como la mejor forma de definir nuestra visión filosófica sobre el conocimiento y el conocer, como un todo indivisible que fluye en su forma pero que no puede desprenderse de su condición humana y por lo tanto subjetiva, y que en su forma de abordaje y producción van siempre entrelazadas los factores de la lógica y la razón, los métodos, la intuición, comportamientos tanto conscientes y subconscientes, la emociones y estados de ánimo, en fin, el conjunto y el accionar de ese TODO que llamamos humano.

En otras palabras, la intención es superar la fragmentación del conocimiento, o las barreras disciplinarias, hacia un ideal de unidad de conocimiento.

Es también, una búsqueda de armonía entre diferentes mentalidades y saberes, para hacer del conocimiento algo inteligible para todos.

En síntesis, invitamos a experimentar una relación de doble integración en la producción del conocimiento:

Integración de sujetos (Coparticipación) Integración de disciplinas (Transdisciplinariedad)

También se podría describir así:

a) Nosotros – Urbanos – Investigadores - Transdisciplinariedadb) Ellos – Rurales – Comunidades Indígenas - Oralidad

Consideramos que la libre determinación de un grupo étnico, no es una amenaza para la integridad territorial del Estado, y con su búsqueda, se quiere lograr una mayor solidaridad, relación y respeto dentro de la sociedad del país, para tratar de practicar un coherente desarrollo histórico pluriétnico y realmente democrático, que reconozca la diversidad. Constituye un verdadero desafío la educación de todos los ciudadanos para generar una nueva mentalidad que reconozca dicha pluriculturalidad. (Herrera, 2007b: 10)

MARCO GEOGRÁFICO

Hualinchay se encuentra a 20 kilometros de San Pedro de Colalao tomando por la ruta provincial 352, rumbo Sur-Oeste, adentrándose en las Cumbres Calchaquíes.

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Este pueblo representa un caserío habitado por unas 35 familias asentadas sobre la ladera este de las Cumbres de Santa Bárbara a orillas de Río Hualinchay (Figura 2), afluente del Río Acequiones, que a su vez alimenta el Río Salí.

COMUNIDAD INDÍGENA

Las comunidades indígenas que habitan actualmente la provincia de Tucumán son descendientes principalmente de los pueblos Diaguita-Calchaquí y Lule Vilela, encontrándose asentadas en: el Valle de Tafí, Valle de Trancas, Valle Calchaquí y departamento de Lules.

Existe una veintena de ellas, y la mayoría se han organizado con representantes de cada comunidad, para así poder ser reconocidos orgánicamente por el estado argentino.

EL MUSEO CACIQUE MARCOS PASAYO

Con Marcos Pasayo nos dimos cuenta de la importancia de tener un museo en Hualinchay, como para tener algo que mostrar, una historia que contar. Una necesidad de proteger los bienes arqueológicos, culturales y tradicionales de ese pueblo.

Él decía que la gente pasaba en autos, haciendo turismo, pero se iba a los pocos minutos, sin saber casi nada del pueblo, ni del pasado ni que se trataba de una comunidad indígena.

Relató que en 1980, encontró una campana en el lecho del río, después de una fuerte tormenta que provocó una crecida, y dejó a la luz este tesoro. Después de una disputa con la comuna de San Pedro de Colalao, Marcos, que prefería conservarla en Hualinchay, tuvo que entregarla a dichas autoridades. Se trata de una pieza de más de tres siglos, hecha en aleación de oro, hierro y cobre, cuyo peso ronda los 87 kilos, y que corresponde a la orden de los Jesuitas. Al parecer, los rasgos de manufactura estarían indicando que no fue traída desde España, sino construida en la colonia. (Beatriz Cazzaniga com. Pers.)

Cuentan en Hualinchay, que la campana era trasladada en una caravana desde San Pedro a los Valles Calchaquíes, cuando ocurrió el accidente de que el animal de carga resbaló en el sendero hacia el río. De allí la leyenda, muy conocida también en San Pedro, de que en las crecidas del río repiqueteaba el sonido de la campana. Hoy, este objeto pende en una de las torres de la iglesia de San Pedro de Colalao.

Posteriormente, se funda el “Museo Hualinchay”, situado en la plaza principal de San Pedro. En dicho establecimiento, se exponen bienes arqueológicos, en su mayoría encontrados en Hualinchay, y allí reside la ironía, ya que son apropiados por la comuna de San Pedro.

En el verano del corriente año (2008), ocurrió otra disputa más sobre los bienes patrimoniales de Hualinchay. El río, en sus caprichosos desplantes, dejó al descubierto una gran roca (de 1,5 m de diámetro) con 3 morteros.

Desde entonces se reeditaron, una vez más, las tensiones de siempre, entre el espacio indígena y la “civilización urbanizante”, manifestadas en el razonamiento de unos empleados de Vialidad Nacional que, enterados del descubrimiento, querían a toda costa trasladarlo con una máquina hacia la comuna de San Pedro.

Pero esta vez, la mayoría de los vecinos de Hualinchay, se pronunciaron en contra de la acción, explicando que la piedra era parte de su patrimonio arqueológico, y que como Comunidad Indígena, tenían el derecho de protegerla y decidir donde la iban a ubicar.

Los trabajadores de Vialidad comprendieron, y ayudaron a correr la piedra del lecho del río, unos metros fuera, y al costado del camino.

Fue una de las últimas participaciones de Marcos en la comunidad, ya que al poco tiempo muere.

Posteriormente, las autoridades de la Escuela Albergue de Hualinchay, quisieron apropiarse de la piedra, aduciendo ser la máxima autoridad de la comuna, y argumentando que el descubrimiento debía estar dentro de las instalaciones de la escuela. Esto generó nuevamente el rechazo de la mayoría del pueblo, lo

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que no impidió que una noche de Julio, y en silencio, personal de la escuela la arrastrara, aparentemente con animales de tiro, hasta el patio escolar.

Pero como nos dijo alguien perteneciente a la Comunidad Indígena: “ladrón que roba a ladrón…”, ocurrió que el mes de Julio coincide con las vacaciones de las instituciones educativas, y los concientizados maquinistas del ripio, escucharon el eco indígena, y volvieron a trasladar la piedra, esta vez desde la Escuela… hasta la puerta del Museo.

Hoy la piedra con morteros es el ícono fundacional del Museo Cacique Marcos Pasayo, y representa el pasado indígena de este pueblo y su ardua lucha colectiva por reconocerse originario, y autodeterminarse hoy, como comunidad indígena.

Consideramos su importancia también, como un revertir del poder simbólico ejercido sobre ellos, por parte de quienes fueron apropiándose de sus bienes simbólicos, y en donde San Pedro quiere representar a lo hispano, a lo católico (debido a su pasado de Encomienda y sitio de evangelización) y a lo “civilizado”; mientras que a Hualinchay lo ven como lo indígena, lo profano y lo “no civilizado”.

En Agosto de 2007, comenzamos a darle forma con el Cacique, al proyecto de museo. (Aleman, Allende y Herrera). Es cuando se empieza a sondear en el pueblo para ver cuántos donantes o prestantes de piezas arqueológicas había. Obtuvimos esperanzadores resultados, puesto que la gente se entusiasmaba con la idea, y todos querían aportar, ya sea con piezas, informaciones e historias para contarnos.

Entonces, el museo comienza a constituirse de una forma recuperativa, donde la comunidad era partícipe del proyecto. Puede clasificarse como comunitario, ya que fue hecho con el esfuerzo de una mayoría, y mediante el cual se cumplió colectivamente, el deseo del Cacique Marcos Pasayo, quien había destinado un espacio de su propia casa para su instalación.

Se explicó que la arqueología de Hualinchay era patrimonio, principalmente de la Comunidad Indígena Hualinchay, y que por lo tanto ellos decidían cómo mostrarlo y cómo contarlo.

Marcos sólo llegó a ver parte del proceso, y con sus relatos y conversaciones, se hicieron los textos explicativos del museo.

La familia Pasayo concedió una habitación para el montaje del mismo, hecha toda de piedra y adobe, con techo de cañas y paja, forma de construcción habitual y tradicional por estos pagos.

Allí dentro, se instaló un ambiente, delimitado con paja, de hachas, vasijas, restos cerámicos, en el piso, tratando de recrear funcionalidades. Inclusive, se colocó un trozo de sal en estado de cristal mineral, traído de la mina de sal de las cumbres. Está probado, por testimonios de Pasayo y otros, la extracción de sal con antiguas hachas de piedra, reutilizadas o bien, nunca abandonadas…

También en el piso, de tierra, se encuentra una “paridera” de piedra; según cuentan en Hualinchay, el recién nacido se deslizaba suavemente en esta piedra cóncava pulida, que era sostenida con ambas manos por la madre, que permanecía en posición de parto pero de pie. (tercamente, muchos arqueólogos siguen haciendo oídos sordos a los testimonios y usos tradicionales, e inclusive basan sus interpretaciones funcionales en un supuesto razonamiento científico y de sentido común, que nace habitualmente sobre una mesa o computadora en un afable 5to piso de la ciudad. En las inmediaciones del museo, existe una “pecana”, que sí es un instrumento que sirve para la molienda de granos, y tiene en esta localidad, un uso tradicional muy antiguo. Con esto no queremos decir que todas las llamadas piedras “conanas” son parideras, pero que a veces las sutiles diferencias, pueden determinarse investigando los usos tradicionales que aún perduran en el Noa.)

Los carteles explicativos (algunos adjuntos en el apéndice de este trabajo) reposan sobre las salientes de las paredes de adobe, complementando a las sensaciones visuales y olfativas del recinto del museo.

El Museo Cacique Marcos Pasayo, fue inaugurado el 2 de Agosto de 2008, día elegido por la Comunidad Indígena Hualinchay, y apoyado por la Comunidad Indígena Pueblo de Tolombón, por ser el día que se festeja y ofrenda a la Pachamama, y se juntaron emotivas coplas y decires, con el corte de cinta tan esperado, que marcó para muchos, un esperanzador y reconfortante camino nuevo.

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CONSIDERACIONES (POR AHORA) FINALES

El trabajo coparticipativo en Hualinchay nos deja varias consideraciones, de diferentes tipos:

En cuanto al museo, pudimos observar como el trabajo comunitario entre los participantes de la comunidad y nosotros, generó un espíritu de cooperativismo que no se manifestaba inicialmente o bien, no ante nuestros ojos. A medida que avanzaba el montaje del museo, se fueron sumando cada vez más comuneros, colaborando con lo que veían que podía servir o preguntándose entre ellos y a nosotros, con qué se podía aportar.

El museo llevó a muchas personas a que se reencontraran con su identidad, al “desempolvar” objetos arqueológicos y tradicionales que guardaban entre sus viejas pertenencias.

En la inauguración, nos sorprendió la cantidad de personas que asistieron, con una solemnidad y expectativa tan sincera como pocas veces hemos visto.

La coparticipación en la investigación arqueológica, permitió (a nosotros) que llegáramos a conocer sitios y piezas arqueológicos, que de otra manera (y con otra actitud) jamás podríamos haber encontrado (estos serán publicados en un próximo trabajo). Por parte de ellos, creemos que disfrutaron de compartir sus opiniones, conocimientos y descubrimientos, bajo una relación de confianza y respeto.

También hizo la coparticipación, como forma epistémica de conocer, que nos sintiéramos más conectados con el lugar, con la gente y con la forma en que ellos saben del mundo. Allí en el campo, no nos sirvieron de mucho las categorizaciones y clasificaciones occidentales; hemos percibido que el concepto de las disciplinas separadas o interrelacionadas, nos obstaculiza el conocer y descubrir, nos aleja de los mensajes con los que la comunidad transmite en sus acciones, palabras y silencios. Relajar y soltar lo urbano, nos lleva directamente a encontrarnos nosotros mismos, y así relacionarnos de otra forma, entre sujetos.

Consideramos que, tanto la construcción del museo como la revalorización de los sitios arqueológicos que están en su mismo poblado, y la sensación colectiva de poder haber podido hacerlo, han de servir como herramientas legitimantes de protección de sus bienes simbólicos y materiales, es decir, sus tierras donde habitan, el patrimonio arqueológico y ecológico, su pueblo en general, etc.

En términos de Mignolo, nosotros no pretendemos una mirada post-colonial, si no una postura descolonizadora. No pretendemos deconstruir la historia, sino construir otras historias. No se trata de educar, incluir o eliminar grupos culturales sino colaborar en que estos grupos elijan su propio modo de vida. Por lo tanto, esta metodología no se opone a nadie ni nada, solo intenta tomar su propio camino, aunque el poder de turno insista en tomar como opositores a los que quieren desprenderse de él. No universal, sino pluriversal. No se trata de una oposición, sino de un desprendimiento, de una apertura del pensamiento. Salirse por la grieta hacia la construcción de un nuevo conocimiento, el de la coparticipación, el de la integración. Esto es una construcción humanizada del saber donde dos o más grupos de personas generan una grieta en la colonialidad sólo en su encuentro, y desde ahí enfrentan la tarea juntos, y en relación de respeto y reconocimiento mutuo, de construir un saber de múltiples expresiones. Es aquí donde podemos aproximar a un conocimiento más real y menos artificial. Donde la diversidad se exprese en el producto final de la tarea investigativa como resultado de un trabajo social y no de un trabajo particular despersonalizado e individualista.

Resulta importantísimo recordar que más allá de descolonizar el conocimiento mediante el método, es importante empezar por descolonizar el discurso. Reconociendo que sólo cuando hablamos legitimamos nuestra posición de inferiores en el plano mundial.

Por que llamar “conana” a algo que hace tiempo nos vienen insistiendo, los descendientes de aquellos grupos que la hicieron y usaron, que es una paridera. Ejemplos como estos hay miles, en los que el científico insiste en nombrar mal, como producto de una formación y una mirada extranjera gestada desde una intención deliberada de conquista y genocidio cultural. Hay particularidades que hay que mirar y aprender a ver junto a los pueblos que entienden más del tema que el investigador científico, que se refugia habitualmente, en generalizaciones, herramientas conceptuales que no son más que herramientas. Por eso solo al nombrar las cosas se está siendo responsable en la sumisión cultural.

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Por último, a tono de anécdota: caminando por el cerro encontramos una estructura circular y Carlitos la llamo corral de chanchos. Observándola bien, y mirándolo a Carlitos no nos quedó otro remedio que nombrarla “Corral de chanchos”. Claro hace mil años no había chanchos en la zona pero de eso es de lo que se trata, después si hubo, durante siglos. Se trata de reconocer las relaciones interculturales impresas en nuestra propia identidad. Por eso también el museo se llama “Cacique Marcos Pasayo”, cacique no reconocido por los grupos indígenas institucionalizados. Porque en el colonialismo y la descolonización del saber estamos todos y en reconocer nuestros propios condicionamientos culturales está la capacidad de lograr espantar la mosca imperialista de nuestra propia cara.

AgradecimientosAgradecemos enormemente a la comunidad indígena de Hualinchay por su especial atención y trato para con nosotros. Nos hemos sentido realmente muy bien recibidos, creemos que esto se debió a la actitud humana por encima de la científica con la que nos manejamos.

BIBLIOGRAFÍA

Herrera, Andrés. 2007a. Chamanismo y Arqueología en el Noroeste de la Argentina. Ediciones ANKU.

Herrera, Andrés. 2007b. Antropología para el compromiso social. Ediciones ANKU.

Mignolo, Walter. 2005. El pensamiento des-colonial, desprendimiento y apertura: Un manifiesto. Tristestópicos.