prueba
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El megabuscador es la "memoria externa" de nuestro cerebro: reduce la capacidad de retener información, pero
nos hace más habilidosos a la hora de buscarla.
Los ordenadores y los motores de búsqueda online se convirtieron en una especie de sistema de "memoria externa" al que puede accederse a voluntad del usuario y al que la memoria humana se está adaptando.
A Betsy Sparrow, profesora adjunta de la Universidad
de Columbia y autora del estudio, no le
ha sorprendido
constatar que cada vez
más personas no
memorizan datos porque confían en su
habilidad para encontrarlos en la web.
Los educadores y científicos habían empezado a advertir que el hombre se estaba haciendo cada vez más dependiente de la información en Internet, pero hasta ahora había pocos estudios que lo confirmaran, señaló.
Precisamente, fue su experiencia personal, al darse cuenta de que recurría con frecuencia a la base de datos de cine IMDB para recordar el nombre de algunos actores, la que la llevó a profundizar en los hábitos de
estudio y aprendizaje de las nuevas generaciones.
Sparrow menciona en su investigación a Daniel Wegner, psicólogo y profesor de Harvard, quien hace ya treinta años elaboró la teoría de la "memoria transactiva", que hace referencia a la capacidad de dividir la labor de recordar cierto tipo de información compartida.
Como ejemplo, señala a una pareja en la que el marido confía en que su esposa recuerde las fechas importantes como citas médicas, mientras que ella confía en que él recuerde nombres de familiares lejanos, de tal modo que no duplican información ni "ocupan" memoria.
A raíz de esta hipótesis, Sparrow se preguntó si Internet estaba desempeñando ese papel para todo el mundo, a modo de una gran memoria colectiva. Junto con su equipo, realizó una serie de experimentos con más de un centenar de estudiantes de Harvard para examinar la relación entre la memoria humana, la retentiva de datos e Internet.
El equipo descubrió que cuando los participantes no sabían las respuestas a las preguntas, automáticamente pensaron en su ordenador como el lugar para encontrar esa información.
Además, descubrieron que si los estudiantes sabían que la información podía estar disponible en otro momento o que podían volver a buscarla con la misma facilidad, no recordaban tan bien la respuesta
como cuando creían que la información no estaría disponible.
Otro de los patrones de comportamiento que subrayan en el estudio es que la gente no recuerda necesariamente cómo obtuvo cierta información siempre y cuando recuerde qué era; sin embargo, sí tiende a recordar dónde encontró los datos que necesita cuando no es capaz de recordar exactamente la información.
Internet cambia la naturaleza de nuestra memoria
Según un reciente estudio de la revista Science, el uso habitual de Internet y el hábito de encontrar la información que buscamos está modificando nuestra memoria.
Cuando al cerebro le resulta sencillo encontrar la información de la que carece porque basta con buscarla en Internet delegamos el almacenamiento de la información fiándolo todo a que existe Google y siempre podremos encontrar ahí el dato que nos cuesta tanto trabajo memorizar. Los científicos
tranquilizan diciendo que Google no nos está volviendo estúpidos pero está cambiando nuestra manera de fijar recuerdos. Y aún hay más. Los experimentos realizados por psicólogos demuestran que ante preguntas cuya respuesta no se conoce, los sujetos del estudio comenzaban a pensar en ordenadores como solución a la búsqueda del dato que se les pedía, confiados en que lo hallarían de poder realizar una consulta en Internet.
Del mismo modo su sabían que la información que se les proporcionaba estaría disponible para consultar a través del ordenador fijaban con menos intensidad los datos recibidos. La conclusión es que Internet funcionaría como una “memoria transactiva”. La doctora Betsy Sparrow, de la universidad de Columbia, y el profesor Daniel Wegner de la universidad de Harvard han desarrollado este concepto en su libro “Interdependencia cognitiva en las relaciones cercanas” en el que exponen que las parejas que mantienen una relación desde largo tiempo confían el uno en el otro a la hora de que la pareja sea
algo así como un “banco de memoria”, con los riesgos que ello comporta como todos podemos imaginar (“sí, cariño, ¿no te
acuerdas? me prometiste que este verano lo pasaríamos con mi madre en el pueblo”).
Otro experimento permitió constatar que, al contrario, se fijaban con mayor fuerza en la memoria datos que se sabía que iban a desaparecer de un ordenador. Se presentaban a los participantes una serie de carpetas con ficheros informáticos y al comunicarles que determinadas carpetas serían borradas y no podrían consultarlas más tarde se esforzaban por recordarlas.
Lo malo es que nos estamos acostumbrando, con los smartphones y las conexiones 3G, WiFi y demás, a tirar de Google y Wikipedia en cuanto no sabemos un dato.
Los motores de búsqueda como
Google y las bases de datos en
Internet se han convertido en una
especie de “memoria externa” de
nuestro cerebro, según un estudio
publicado hoy en la revista Science
que revela que hemos perdido
retentiva de datos pero ganado en
habilidad de búsqueda.’
Los educadores y científicos habían
empezado a advertir que el hombre
se estaba haciendo cada vez más
dependiente de la información en
internet, pero hasta ahora había
pocos estudios que lo confirmaran,
señala la psicóloga Betsy Sparrow,
profesora adjunta de la Universidad
de Columbia (Nueva York) y autora
del estudio.
Precisamente, fue su experiencia
personal, al darse cuenta de que
recurría con frecuencia a la base de
datos de cine IMDB para recordar
el nombre de algunos actores, la
que le llevó a profundizar en los
hábitos de estudio y aprendizaje de
las nuevas generaciones.
Sparrow menciona al doctor en
Psicología Daniel Wegner y
profesor de Harvard, quien hace ya
treinta años elaboró la teoría de la
“memoria transactiva”, que hace
referencia a la capacidad de dividir
la labor de recordar cierto tipo de
información compartida.
Como ejemplo señalaba una pareja
en la que el marido confía en que su
esposa recuerde las fechas
importantes como citas médicas,
mientras que ella confía en que él
recuerde nombres de familiares
lejanos, de tal modo que no
duplican información ni “ocupan”
memoria.
A raíz de esta teoría, Sparrow se
preguntó si Internet estaba
desempeñando ese papel para todo
el mundo, a modo de una gran
memoria colectiva y, junto con su
equipo, realizó una serie de
experimentos con más de un
centenar de estudiantes de Harvard
para examinar la relación entre la
memoria humana, la retentiva de
datos e Internet.
El equipo descubrió que cuando los
participantes no sabían las
respuestas a las preguntas
automáticamente pensaron en su
ordenador como el lugar para
encontrar esa información.
Además, descubrieron que si los
estudiantes sabían que la
información podría estar disponible
en otro momento o que podrían
volver a buscarla con la misma
facilidad, no recordaban tan bien la
respuesta como cuando creían que
la información no estaría
disponible.
Otro de los patrones de
comportamiento que subrayan en el
estudio es que la gente no recuerda
necesariamente cómo obtuvieron
cierta información siempre y
cuando recuerden qué era; sin
embargo, sí tiende a recordar dónde
encontraron los datos que necesitan
cuando no son capaces de recordar
exactamente la información.
El estudio sugiere que la población
ha comenzado a utilizar Internet
como su “banco personal de datos”,
conocido como el “efecto Google”,
y los ordenadores y los motores de
búsqueda on line se han convertido
en una especie de sistema de
“memoria externo” al puede
accederse a voluntad del usuario y
al que la memoria humana se está
adaptando.
Según Sparrow, no le ha
sorprendido constatar que cada vez
más personas no memoricen datos
porque confían en que pueden
conseguirlos, sino su habilidad para
encontrarlos.
“Somos realmente eficientes”,
asegura.
El estudio “Google Effects on
Memory: Cognitive Consequences
of Having Information at Our
Fingertips,” se publica hoy en la
edición digital de la revista Science.
El efecto Google: Memoria y tecnología
El mundo habla acerca de un
estudio que afirma que el
buscador genera deficiencias en
nuestra memoria, aunque nos
vuelve más eficienes. A su vez,
un desarrollador sostiene que la
última palabra sigue siendo
esencialmente humana.
gente
Tipear en la caja de búsqueda el
novel síntoma descripto como
''efecto Google'' será suficiente
para conocer uno de los temas
calientes de las últimas semanas
en Internet. La referencia es a
un estudio a cargo de Betsy
Sparrow, profesora de la
Universidad de Columbia, y
publicado por el prestigioso
magazine Science, el cual analiza
la memoria humana y la
retención de datos en relación a
la navegación web.
El estudio revela que los
buscadores en Internet se han
erigido como una suerte de
memoria externa y colectiva a la
cual le delegamos la tarea de
recordar. O dicho de otro modo,
confiamos más en Google y sus
parientes cercanos, que en
nuestra propia memoria. En
consecuencia, podríamos afirmar
que ante la eventual ausencia de
esta herramienta, la capacidad
de recordar se vería fortalecida.
Ahora bien, las conclusiones no
están teñidas de negatividad.
Sparrow destaca que este hábito
también ha generado una
grandísima evolución de nuestras
habilidades de búsqueda y, que
en tal sentido, somos realmente
eficientes en el manejo de la
herramienta que se nos
presenta. Lejos de entregarnos
sin más al poder de la máquina,
''utilizar los buscadores no
significa que nos estamos
volviendo menos inteligentes
sino que estamos haciéndonos
más refinados para encontrar
información'', sostuvo la
académica.
En el marco de este debate
resultan interesantes las
reflexiones de Chris Welty,
miembro del equipo de IBM que
creó Watson, un ordenador
capaz de dar respuesta a
millones de preguntas y que tuvo
su prueba de fuego en el
concurso televisivo Jeopardy!
Este equipo cuenta con 200
millones de páginas de
información y acceso a noventa
servidores los cuales no
solamente responden sino que
también aprenden de los errores.
Hablamos, sin más, de
inteligencia artificial.
Ante la consulta si llegará el
momento en que no será
necesario estudiar, puesto que
las máquinas responderán por
nosotros; el científico destaca la
responsabilidad humana:
''Puedes tener las respuestas,
pero siempre tendrás que
preguntar y hacer las preguntas
correctas. Watson no sabe nada
a no ser que una persona
introduzca la información''. En
este sentido, Welty advierte que
la responsabilidad ética también
queda en manos de los seres
humanos y no en las máquinas,
del mismo, si éstas tomasen
decisiones las normas deben ser
introducidas por los
desarrolladores.
Resulta innegable que la
tecnología ha modificado
nuestras rutinas e incluso la
forma en que funciona nuestro
cerebro (siguiendo el estudio
publicado por Science). Pero
aquello que nos quita nos es
reintegrado en beneficios. Y en
esta lógica, cabe destacar que el
primer movimiento es puramente
humano: no hay Watson sin las
manos de un ser humano que
programe su capacidad, y no hay
Google sin aquellos que
construimos su inteligencia día a
día en cada duda que nos asalta
y tipeamos.
El motor de búsqueda Google se
ha convertido en una memoria externa de facto. Si
empezamos a hablar de una película y no recordamos el
nombre del protagonista, ¿para qué darle al coco? Alargamos la
mano a nuestro Smartphone y buscamos en Internet Movie
Data Base. En unos segundos ya tenemos la respuesta. Así que
estamos tendiendo a usar menos nuestra memoria y más la
memoria de Internet, en lo que
se ha venido a llamar Efecto Google.
Es lo que sugiere el estudio que
se publicó ayer en la edición online de Science, que lleva por
título “Google Effects on
Memory: Cognitive Consequences of Having
Information at Our Fingertips“. Betsy Sparrow, profesora
adjunta de la Universidad de Columbia (Nueva York), es la
autora del estudio y señala a Internet como una suerte de
memoria colectiva de la que todos dependemos cada vez
más; un poco como el marido depende de su mujer para
recordar determinadas fechas o si ha cogido las llaves del coche.
El doctor en Psicología Daniel
Wegner ya postuló hace ya
treinta años la teoría de la
“memoria transactiva”, que
hace referencia a la capacidad de
dividir la labor de recordar cierto
tipo de información compartida. Internet puede haber adoptado
ese rol.
hizo una serie de experimentos con más de un centenar de
estudiantes de Harvard para examinar la relación entre la
memoria humana, la retentiva de datos e internet.
El equipo de Sparrow descubrió que los participantes en el
experimento no sabían las
respuestas a las preguntas,
automáticamente pensaron en su ordenador como el lugar para
encontrar esa información.
Además, si los sujetos sabían que la información podría estar
disponible en otro momento o que podrían volver a buscarla
con la misma facilidad, no recordaban tan bien la
respuesta como cuando creían que la información no
estaría disponible.
En el estudio también se pone de
manifiesto que los participantes no recordaban necesariamente
cómo obtuvieron cierta información si recordaban qué
era; no obstante, sí tiende a recordar dónde encontraban los
datos que necesitaban cuando no eran capaces de recordar
exactamente la información.
Ello también nos está volviendo
más eficientes y habilidosos a la hora de buscar y encontrar
la información que necesitamos. ¿Acabará Google
engullendo una parte de nuestro cerebro?