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COLECCION VIDAS, IDEAS Y OBRAS DE LOS LEGISLADORES ARGENTINOS Publicación del Círculo de Legisladores de la Nación Argentina con el auspicio de la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación

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COLECCIONVIDAS, IDEAS Y OBRAS DE LOS LEGISLADORES ARGENTINOS

Publicación del Círculo de Legisladores de la Nación Argentina

con el auspicio de laSecretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación

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Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación

Dra. Beatriz K. de Gutiérrez WalkerSecretaria de Cultura

Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas PopularesProf. Daniel R. Ríos

Presidente

Editorial Círculo de Legisladoresde la Nación Argentina

Director EjecutivoDip. Nac. (M.C.) Alfonso Carlos Márquez

DirectoresDip. Nac. (M.C.) María A. de Literas

Dip. Nac. Cristina GuevaraDip. Nac. (M.C.) Carlos Renato Gallo

Sen. Nac. Juan Carlos AltunaDip. Nac. (M.C.) Silvana Rotta

Coordinación GeneralGraciela Clemente

Círculo de Legisladores de la Nación Argentina

Dip. Nac. (M.C.) Alfonso Carlos MárquezPresidente

Artes Gráficas Yerbal, S.R.L.

Osvaldo H. NápoliGerente General

Enriqueta MuñizCoordinación Editorial

COLECCIÓN “VIDAS, IDEAS Y OBRAS DE LOS LEGISLADORES ARGENTINOS”

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Círculo de Legisladores de la Nación Argentina

COMISIÓN NACIONAL PROTECTORADE BIBLIOTECAS POPULARES

Secretaría de Cultura de laPresidencia de la Nación

ESTE LIBRO NO DEBE VENDERSE

Prólogo y Selección de

Edit G. de Giacobone

De la Oratoria a la AcciónHORACIO OYHANARTE

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© Círculo de Legisladores de la Nación Argentina, 1999ISBN 987-9336-41-0Queda hecho el depósito que dispone la Ley 11.723Impreso en la Argentina

Artes Gráficas YERBAL, S.R.L.Av. Cobo 1857 (1406) Buenos Aires. ArgentinaTel. Fax: 4921-1075 (líneas rotativas)E-mail: [email protected]

Diseño Gráfico: Departamento de Arte AGY

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Colección “VIDAS, IDEAS Y OBRAS DE LOS LEGISLADORES ARGENTINOS”

El propósito del Círculo de Legisladores de la Nación Ar-gentina al presentar esta colección de libros dedicados a lavida y la obra de los legisladores argentinos, con el auspi-

cio y el apoyo de la Secretaría de Cultura de la Presidencia de laNación, se asienta en tres pilares: fortalecer la conciencia nacio-nal, reafirmar nuestra fe en la Democracia e informar, enseñar,persuadir en Libertad.

En tiempos de crecimiento, que son tiempos de crisis, enlos que un pueblo cuestiona su modo de ser, es decir, su iden-tidad, surge una posibilidad de renovación a partir de una au-toconciencia crítica. Es sabido que en circunstancias traumáti-cas, la sociedad es conmocionada por actitudes nihilistas, queen el campo político se manifiestan como un nuevo anarquis-mo romántico en el que la justificación de la violencia puedeaparecer como una crítica pública frente a las disposicioneslegales. Ello disminuye la confianza en las instituciones y, fun-damentalmente, en lo que es singular de la Democracia, la re-presentatividad, generándose así un descreimiento colectivorespecto de los hombres que asumen la representación políticay parlamentaria.

Por esos motivos, y porque es en la política donde se da,más que en cualquier otro campo de la realidad, la sensibilidadpara predecir el cambio y actuar en consecuencia, creemos con-veniente llevar a cabo una acción programada de “reparación”de la imagen del político.

Figuras del Parlamento Argentino como Leandro N. Alem,el perito Francisco P. Moreno, el poeta nacional José Hernán-dez, el ideólogo de la justicia social Alfredo Palacios, y tantosotros, son “modelos” representativos de la vida parlamentaria,

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del pensamiento democrático, la conducta cívica y la concien-cia nacional.

Por eso la Comisión Directiva del Círculo de Legisladores dela Nación Argentina, que me honro en presidir, ha resuelto edi-tar una colección de libros sobre “Vidas, Ideas y Obras de los Le-gisladores Argentinos”, cuyos prólogos o estudios preliminaresestán encomendados a autorizados conocedores de la historiapersonal del legislador correspondiente y contienen, además desu biografía, lo esencial de su pensamiento político. Este se ilus-tra en cada libro con extractos de sus discursos y expresionespúblicas, las leyes que nacieron de su labor parlamentaria, suspublicaciones, etc.

Entendemos que renovar la importancia que se le dio al Le-gislador desde los inicios de la historia argentina debe ser el pri-mer paso para fortalecer la conciencia democrática de nuestropueblo y revelar, especialmente ante las nuevas generaciones,aquellas personalidades parlamentarias que son paradigmáticasy que constituyen, por sí solas, modelos cívicos a partir de supensamiento y su acción.

Creemos contribuir así a la consolidación del espíritu demo-crático del pueblo argentino y ofrecer un aporte significativo ala vigorización de nuestra cultura.

Dip. Nac. (M.C.) Alfonso Carlos MárquezPresidente del

Círculo de Legisladores de la Nación Argentina

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Horacio Oyhanarte nació en Rojas, localidad situada al nor-te de la provincia de Buenos Aires, el 15 de marzo de 1885.Fue el mayor de los cinco hijos que tuvieron Juan Oyha-

narte y María Hegoburu. Lo seguían Raúl, Juan, Rodolfo y Nicasio.Su padre transitó los caminos del periodismo, volcando sus

convicciones de radical yrigoyenista a través de las páginas delperiódico “La Verdad”, publicación local que logró hacerse cono-cer en muchos pueblos de la geografía bonaerense. Desde aquellatribuna pública atacaba una a una las atrocidades del “régimen”,que sintiéndose “tocado” en sus fundamentos, tomó en propiasmanos el “restablecimiento del orden” decidiendo asesinarlo deun balazo por la espalda, precisamente en la vereda de su casa,cuando compartía con los suyos una noche de verano. Ese 1º demarzo de 1896, Horacio, que contaba con sólo once años de edad,se convirtió en testigo impotente del cruel episodio. Tragedia queno podía dejar de marcar el resto de su vida y que por supuestotampoco dejó de hacer mella en su personalidad.

Por este motivo, su madre tomó la decisión de mudarse a lacapital de la provincia donde Horacio continuó sus estudios, in-gresando al Colegio Nacional de La Plata. Allí se integró en ungrupo estudiantil, llamado “La Colonia”, cenáculo custodiadopor un profesor que había congregado en él a los mejores alum-nos, aquellos que tenían avidez por leer y analizar con mayorprofundidad los textos de contenido humanístico. Ese fue el lu-gar donde comenzó a vislumbrarse una mente inquieta, vivaz,necesitada de un taller de forja que moldeara su carácter, sin du-da la génesis de su liderazgo. Años después, en 1907, obtenía sutítulo de abogado en la Universidad de La Plata.

HORACIO OYHANARTEDE LA ORATORIA A LA ACCION

Prólogo y Selección de

Edit G. de Giacobone

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Debido a la afligente situación económica de su familia, el jo-ven Oyhanarte tuvo que conjugar sus estudios con el ejerciciodel periodismo. Comenzó desde abajo, realizando sin omisionestodas las tareas que comprendían el proceso editorial. Así, eldiario que había perdido una vida con don Juan, ahora recobra-ba fuerzas en la obra de su propio hijo. Desde “La Verdad”, co-mo si se tratara de un relevo histórico, Horacio Oyhanarte reali-zaría encendidos ataques al “régimen”, dándole total permiso yrienda suelta a su pensamiento.

Militante

Desde el fracaso en 1897 de “las paralelas” -intento acuerdis-ta de un sector del partido- hasta 1904 en que el radicalismo sehabía reorganizado en todo el país, Hipólito Yrigoyen seguíatrabajando, recibiendo dirigentes de todas las provincias que lepedían orientación y consejo.

En 1904 asumía la Presidencia de la Nación Manuel Quinta-na. El radicalismo continuaba con la abstención electoral, fren-te a las elecciones fraudulentas. Pero el 4 de febrero de 1905, losradicales producían otro estallido revolucionario: Capital Fede-ral, Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Buenos Aires. Horacio dijo alrespecto: “(...) La revolución del 4 de febrero de 1905, aquellacondensación, la más grandiosa, calculada y científica de la re-sistencia pública, cae vencida también, pero deja el ambientegalvanizado y trae como inevitable consecuencia la ley electoral,las promesas y semigarantías de la presidencia Sáenz Peña.Quiere decir que cada estallido revolucionario ha abierto, aun-que transitoriamente, las puertas clausuradas del comicio (...)”1.

Un año antes de recibirse, en 1906, Oyhanarte se había afilia-do a la Unión Cívica Radical. Su actividad partidaria era inten-sa. Junto con su hermano Raúl y otros correligionarios recorríanlas provincias del país. No había reunión en la que faltara algu-no de ellos. Mitines, manifestaciones, campañas políticas, en fin,ése era el tiempo y el lugar donde se fogueaba Horacio en los se-cretos de la oratoria. Iba creciendo políticamente y se fortalecía,

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tenía un maestro a la vista: Yrigoyen. El mismo lo expresó: “(...)éramos una modesta y escasa legión de románticos, agrupadosen torno del doctor Yrigoyen (...)”2.

Concluidos en 1907 sus estudios de Derecho, se encontrabamás tranquilo para dedicarse de lleno a su pasión: la política.Por eso, dos años después ya era secretario del Comité de la Ju-ventud de la U.C.R.

Joven, inquieto, audaz, hombre de acción, volcó íntegro sufuego interior, su entusiasmo arrollador, en “la Causa”. Sabíaque nada le era fácil, que para llegar a la meta anhelada teníaque recorrer un largo camino, una ruta sinuosa, pero a fuerza desacrificios, definitivamente vería concretados sus sueños. Eraclaro que su vida estaba signada por el renunciamiento, ya des-de hacía años venía amparando la tranquilidad de su madre,prematuramente viuda, y la seguridad material y particular decada uno de sus cuatro hermanos.

A fines de diciembre de 1909 se había dado cita la honorableConvención Nacional de la Unión Cívica Radical, en los salonesdel Teatro “Príncipe Jorge” de la Capital Federal. La sesión, ini-ciada dos días después de cursada la convocatoria, se desarrollóen secreto y entre los convencionales reunidos se encontrabaHoracio Oyhanarte junto a Yrigoyen y otras figuras fuertes delradicalismo bonaerense. La sala entera consideraba seriamentelas alternativas que resultarían de las dos conferencias que ha-bía sostenido don Hipólito con el entonces Presidente de la Re-pública, José Figueroa Alcorta. Llegó finalmente el tiempo de lasdecisiones, que se cristalizaron en el sentido de decretar la abs-tención de todo el radicalismo con vistas a las próximas eleccio-nes presidenciales, con lo que concluyeron en este punto las de-liberaciones reservadas en aquel recinto que había albergado almáximo organismo partidario.

Aunque el comicio estaba cerrado para los radicales, no esta-ba cerrada para ellos la tarea firme de organizarse a lo largo y alo ancho del país. Era inminente la amenaza de otra revoluciónradical. Yrigoyen, siempre en primera línea, conspiraba. Caía demaduro, la paz sólo se lograría con las urnas.

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Cumplido el Centenario de Mayo, asumía la Presidencia dela Nación Roque Sáenz Peña. Viejo amigo de Yrigoyen, le pidióapoyo para su gobierno. En acto reflejo, el jefe radical le respon-día: voto secreto y obligatorio, utilización del padrón militar, re-presentación proporcional e intervención de todas las provin-cias para elegir democráticamente a sus autoridades.

Volvía a reunirse nuevamente la H. Convención Nacional dela Unión Cívica Radical el 28 de mayo de 1911, presidida porPelagio Luna. También aquí intervino el joven convencionaldoctor Oyhanarte, abriendo camino con todos los demás mien-tras buscaban cuál sería la estrategia partidaria a practicar en lajugada política que se acercaba. Deliberaban entonces si concu-rrirían o no a las elecciones de gobernador y vice en la provin-cia de Santa Fe. Con este delicado cometido nombraron una co-misión especial que recibió las inquietudes de cada uno de losconvencionales. Toda esta preparación condujo finalmente a quela H. Convención hiciera suyo el despacho de la comisión, au-torizando al radicalismo santafesino a concurrir a los comicios.

En el plano nacional, como fruto de tan trabajosa siembra, por finse arribaba a la sanción de la ley electoral conocida popularmente co-mo Ley Sáenz Peña. La Unión Cívica Radical triunfaba en Santa Fecon la fórmula Manuel Menchaca-Ricardo Caballero. Parte viva deaquella campaña electoral había sido Horacio Oyhanarte, persua-diendo y conquistando a las multitudes con su discurso encendido,frontal. Y tan convencido estaba de la legitimidad de sus propuestasque en el acto de cierre manifestó, casi amenazando, que no estabatan lejana la posibilidad de una nueva revolución, en el caso de quepor fraude se malograra la reparación buscada por los radicales, quedesde siempre habían utilizado vías pacíficas para su causa.

A su vez, la Convención Radical de la Capital Federal proce-día a elegir sus candidatos a senador nacional y diputados na-cionales, aunque como era natural, antes pedía autorización alComité Nacional para presentarse específicamente en los comi-cios del 7 de abril de 1912; el postulante a senador en un princi-pio era Hipólito Yrigoyen, pero como el patriarca había renun-ciado, se confió entonces el cargo a José Camilo Crotto.

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Al borde casi de los comicios, el día 3 de abril, el Comité Na-cional de la Unión Cívica Radical se reunía en la Capital Federaly autorizaba a los radicales santafesinos y porteños a presentar-se en las elecciones de diputados nacionales, ya que ambos dis-tritos se encontraban bajo la jurisdicción directa del Poder Eje-cutivo Nacional. En cambio, las otras provincias no habían sidoautorizadas a tomar parte en los comicios puesto que no existíangarantías electorales; cuatro días después el radicalismo obteníala mayoría de las diputaciones en Santa Fe y Capital Federal.Los radicales vencían donde se presentaban.

Por su parte, los correligionarios bonaerenses, siguiendo las ins-trucciones del Comité Nacional, no se presentaron. Poco después,los hechos confirmaban que habían resuelto lo correcto, el 31 demayo de ese año las elecciones fraudulentas de legisladores nacio-nales en la provincia de Buenos Aires eran impugnadas por variosdiputados, entre ellos el socialista Alfredo Palacios y el diputadoradical electo por la Capital Federal, doctor Vicente Gallo.

Legislador

Comenzaba el año 1914, durante los días 9 y 10 de marzo sereunía en la ciudad de La Plata la H. Convención de la Provinciade Buenos Aires. Habían concurrido a la cita más de cien dele-gados, representando a las seis secciones electorales. El cuerpodebía elegir a quienes serían los candidatos a diputados nacio-nales para las elecciones a celebrarse en menos de dos semanas,bajo el imperio de la Ley Sáenz Peña. Aquella campaña electoralfue llevada adelante por el propio Hipólito Yrigoyen y el presi-dente del Comité Provincia, Norberto Crotto.

Llegado el día 22, se realizaron los comicios por los que queda-ría renovada a nivel nacional la mitad de la Cámara de Diputados.Los resultados de aquella jornada cívica en el distrito de BuenosAires fueron los siguientes: partido Conservador 63.062 votos;Unión Cívica Radical 55.705 votos y partido Socialista 6.719 votos;simultáneamente, concurrieron también a las urnas los radicalesde la Capital Federal, Córdoba, Corrientes, Santa Fe, Entre Ríos y

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Mendoza, logrando representación en todas ellas. Pero lo ciertoera que pese a la Ley Sáenz Peña el fraude se seguía practicando;de Buenos Aires ingresaron al Congreso Nacional, por la minoría,cuatro diputados: Horacio Oyhanarte, que fue electo diputado na-cional por el período 1914-1918 junto con Leonardo Pereyra Irao-la, Francisco Aníbal Riú y Alfredo Demarchi.

Anteriormente, en 1912, el Bloque de Diputados Nacionalesde la U.C.R. contaba con 11 integrantes, pero como fruto de laselecciones que acababan de realizarse, el partido de la resisten-cia pasó a tener 28 bancas, cuyos titulares estaban dispuestos acontinuar la lucha.

Por otra parte, el 1º de mayo de 1914 asumía nuevamente lagobernación de Buenos Aires el doctor Marcelino Ugarte, cono-cido popularmente como “el petiso orejudo”, de ahí el mote de“orejudos” a los conservadores bonaerenses. Desde la H. Cámarade Diputados de la Nación, la reacción fue casi instantánea. Es-casos diez días fueron los que transcurrieron para que el dipu-tado electo, doctor Horacio Oyhanarte, a lo largo de tres sesionesprocediera a denunciar el fraude conservador en la provincia.Desde el día 11 de mayo hasta el 18 de aquel mes, este joven di-putado de 29 años de edad protagonizaba uno de los debatesmás extensos de los que haya tenido memoria la historia delParlamento Nacional.

Su debut como orador fue descollante. Brillaba no sólo por-que estaba a la altura de un verdadero esfuerzo físico sino porsu potente capacidad mental, que daba señales claras de unapersonalidad fuerte y vivaz. Único, él, podía producir esto: con-jugar su maestría de la palabra junto con una inteligencia plena,que fácilmente lo llevaba a tener un cabal conocimiento del ho-rizonte político y de la realidad del tema que le tocaba abordar.

Desenmascaraba en el corazón mismo de la República, en elParlamento Nacional, al régimen falaz y descreído. Y contabacon la energía necesaria para comunicar ante todos que impug-naría “(...) la legalidad de las elecciones de Buenos Aires, sinninguna clase de prejuicios, sin enconos ni apasionamientospersonales (...)”3.

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Una a una, las ilegalidades y los fraudes consignados en elpadrón electoral y los comicios de la provincia de Buenos Airesfueron analizados por este bravo expositor que como una topa-dora avanzaba detallando el proceso eleccionario, pueblo porpueblo. Buscaba abrir un camino digno y libre a su tierra, don-de se terminara de una vez por todas con los atropellos. Él seempeñaba en enumerarlos con lujo de detalles, porque le eranbien conocidos y porque quería que oficialmente fueran consi-derados en aquel escenario predilecto de la democracia: el Con-greso de la Nación. Ésa era “la Causa”, “su Causa”, la de Hipó-lito Yrigoyen, la del radicalismo.

Al terminar este recorrido total por los partidos de su provin-cia, recordaba ante todos. “(...) Rojas señor, es el pueblo de minacimiento. En la lista que he leído, no se habrá notado ni un se-creto agravio contra los nombres que acabo de referir, pero sepaesta honorable Cámara, para que pueda medir a qué altura mecierno de las miserias y de las pequeñeces humanas, que entrela enumeración de nombres del oficialismo de Rojas, he leído elde uno de los asesinos de mi padre (...)” (ver pág. 45, en TextosParlamentarios de Horacio Oyhanarte). Como no podía ser deotra manera, en ese momento del discurso el recinto emociona-do estalló en grandes y prolongados aplausos.

Se explayaba también Oyhanarte en otros problemas bonae-renses, explicando el panorama presupuestario, enfocando asi-mismo su atención sobre la situación particular que atravesabanel Poder Judicial y los municipios, basamentos de la vida repu-blicana, donde el régimen comunal estaba totalmente subverti-do. Fundamentaba este radical con solvencia cada una de lasimputaciones que ponía sobre el tapete, porque era conscientede haber llevado adelante una investigación exhaustiva de lascalamidades que oprimían a la provincia de Buenos Aires en elárea económica, social, educativa y política.

Y en rigor de verdad, quién más sino él tenía el pleno dere-cho de enrostrarle al “régimen” y a sus oligarcas las tropelías yasesinatos que habían cometido. Dolorosamente, quién otro si-no él, que había probado en carne propia su absurda maquina-

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ria, era el más indicado para custodiar con toda su vida la liber-tad y la dignidad cívica que pertenecían a su tierra. Desde lasangre lo acompañaba sin renuncios su madre, compañía queera fuerza y aliento, de pie en la barra, sumada a los aplausos.La que había amasado este digno pan con el ejemplo desde mu-chos años atrás cuando “(...) llevaba a sus hijos a la puerta de laLegislatura de La Plata, para que jamás olvidaran a los que ma-taron a su padre. Uno de esos niños está ahora acusando a eserégimen que tronchó la vida de su progenitor (...)”4.

Parte insoslayable de este fenómeno “Oyhanarte” consistióen la presencia continua y cercana de un importante número deamigos y correligionarios que aprobaban con bullicio y entusias-mo los dichos del “fiscal del régimen”, en las sesiones del 11 al18 de mayo. Llegaron incluso hasta testimoniar refiriéndose aellos que. “(...) Vienen en bandadas”.

En su estreno oficial se mostraba Oyhanarte como un eximio par-lamentario, dado al debate fogoso y a las grandes piezas oratorias.Ramón Columba en su libro “El Congreso que yo he visto”, lo presen-taba con estos rasgos: “(...) Los gestos del joven orador son nervio-sos; sus ojillos, que se mueven tras gruesos cristales, se clavan en lasbancas, de derecha a izquierda, y su elegancia fresca, de cuello pa-lomita y bien ajustado moño, no se desaliña en la encendida arengaque parece requerir más la tribuna que la banca”.

En un momento de su larga exposición, Oyhanarte pedía dis-culpas a los miembros de la H. Cámara, por la tarea abrumado-ra a la que los había sometido, ya que era ineludible reconoceren su propio cuerpo los efectos de la fatiga física. Lo notable eraque los que solicitaban más reiteradamente los cuartos interme-dios eran otros y no él.

Este joven diputado con su “(...) vocecita de ‘falsete’ -defectocongénito de las cuerdas vocales- (...) encarna el verbo nuevoque desde el Congreso, la gran caja de resonancia, se esparcepor todo el país (...)”5, continuaba el debate hasta el 18 de mayoentre el estímulo de sus adeptos y el disgusto de los oficialistas.Formaba parte de la mayoría del “régimen” el diputado Arce,que replicó las palabras del doctor Oyhanarte. A su vez también

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intervinieron los diputados socialistas Juan B. Justo y AlfredoPalacios condenando al fraude. Al término de la discusión, sevotó haciendo caso omiso a la impugnación planteada, los con-servadores no se arrepentían de sus pecados.

Pero la historia debía continuar, el 19 de mayo de 1914: eldoctor Horacio Oyhanarte juraba como diputado nacional porBuenos Aires, apenas al día siguiente de terminado el debate.

En medio de todo esto, el diputado continuaba sin paréntesissu actividad militante. Así, el 12 de junio de 1915 hablaba en LaPlata durante un importante acto celebrado en el Teatro Argen-tino, que había sido organizado por la Juventud Radical. Era unhecho indiscutible que para esta fecha el Partido Radical se es-taba movilizando. En forma simultánea, por todos los pueblosde la provincia de Buenos Aires los locales partidarios estabancolmados como si se tratara de una cita de honor, más de cientotreinta mil ciudadanos se presentaban en los comités de laU.C.R., dispuestos a reafirmar los valores democráticos.

Como todo muchacho que en su vida tuvo que hacerse a gol-pes, Oyhanarte se volvió autosuficiente en su modo de ser. Qui-zás esto funcionara como una máscara óptima para defendersede aquellos que representaban la clase de los que habían asesi-nado a su padre. Hijo de una época difícil, Horacio era el clási-co “guapo”, andaba siempre armado y listo a batirse a duelo. Araíz de un entredicho que se había suscitado con el diputado so-cialista Alfredo Palacios, Oyhanarte llegó a retarlo a duelo. Suhonor no era cuestión que nadie osara poner en tela de juicio.Así las cosas, hubo hasta designación de padrinos, pero al per-tenecer el desafiado al Partido Socialista, le estaba vedada suparticipación en estos asuntos, en virtud de la prohibición explí-cita en los estatutos partidarios de batirse a duelo bajo ningunacircunstancia. El tema llegó a considerarse en una asamblea del Par-tido Socialista, que terminó por aprobar la expulsión del diputadoPalacios, pese a que el lance no se concretó; esto desembocó a suvez en una cadena de hechos de alto voltaje político: Palaciosacabó renunciando a su banca y con esto vino aparejado el fenó-meno de la división en el seno mismo de su partido.

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En agosto de 1915, Oyhanarte era elegido por el máximoorganismo ejecutivo partidario como secretario de la Mesa Di-rectiva del Comité Provincia; posteriormente se lo nombrabadelegado al Comité Nacional.

Horacio, además de hombre de acción era poeta y escritor.Entre sus varias obras, publicó un libro: “El Hombre”, que se-gún él había sido terminado e impreso en pocos días, explican-do en la sección destinada a las advertencias “(...) esta precarie-dad de tiempo se debe al anhelo de que el libro se editara antesde celebrarse la Convención Nacional (...)”. Su intención consis-tía en que aquella publicación sirviera para la campaña electoralque llevaría a Yrigoyen, su maestro y amigo, a la Presidencia dela Nación.

A lo largo de sus páginas, Oyhanarte volcaba entera su pasiónradical, obsesión típica en él desde cualquier ángulo que se lo mi-rara. Dedicaba esta obra a su madre “(...) ejemplo viviente y raro delo que han sido en el pasado histórico y de lo que deben ser las ma-dres argentinas (...)”. Debido a la gran admiración que sentía haciael jefe del partido, buscaba con sus propias palabras enaltecer la fi-gura del doctor Yrigoyen, resultando evidente en el exégeta su altapreparación política e intelectual. En un aporte importante para lahistoria argentina daba cuenta de toda una época, desde la Revolu-ción del Parque hasta 1916. Allí se ofrecía una primera semblanzade Yrigoyen, a través de ella se contribuyó a que fuera conocida lapersonalidad y el genio político del futuro estadista, una historiadel radicalismo y la doctrina de la Reparación.

Llegado el año 1916, el 20 de marzo, se reunía en la Casa Sui-za la H. Convención Nacional de la U.C.R. Debía nominar a loscandidatos para las elecciones presidenciales del 2 de abril. Di-cha asamblea partidaria estaba constituida por ciento cincuentamiembros, cantidad que resultaba igual al número de represen-tantes que a la Capital y a las Provincias, en conjunto, les corres-pondía enviar al Congreso Nacional. Para convertirse en candi-dato a presidente o vice, el interesado necesitaba obtener setentay seis votos, o sea la mitad del todo, más un voto adicional. Prác-ticamente, casi la mayoría absoluta de los delegados parecía

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dispuesta a votar por Hipólito Yrigoyen para presidente. Se vo-tó la Mesa Directiva de la Convención en la que Horacio Oyha-narte fue electo secretario. Seguía siendo el hombre de confian-za de Yrigoyen, era su fiel escudero; no dejaba de apoyarlo encada una de las decisiones que el conductor tomaba y, en defini-tiva, a fuerza de costumbre, terminó siendo su propio represen-tante. De ahí que tanto por su función clave en la Convencióncomo por su cercanía personal con el líder, llegó a ser un valio-so componente en toda la química relativa a la elección de Yri-goyen como candidato a Presidente.

En el transcurso de la asamblea, además de analizarse el pro-grama partidario, se produjo un largo debate donde varios con-vencionales destacaron que los radicales debían concurrir a laselecciones, cualquiera fuera la circunstancia. Por el contrario,Oyhanarte expresaba que si no había garantías, lo que sí debíanhacer era abstenerse de votar, proponiendo que el PresidenteVictorino de la Plaza enviara Comisionados Federales a las pro-vincias. Después de toda esta delicada discusión decidieron esemismo 20 de marzo pasar a un cuarto intermedio. Retomaron lareunión al día siguiente a partir de las 11 horas y terminada esajornada, nuevamente volvieron a reunirse el 22 de marzo en elTeatro Victoria.

A esta altura de los acontecimientos, y en el mundo exteriora toda esta faena política, en procesión cívica marchaba una ma-nifestación de ciudadanos que compartía con la H. Convenciónuna misma predilección: Yrigoyen. Salía la muchedumbre des-de el Teatro Victoria rumbeando hacia la casa de la calle Brasil,mitológico domicilio de don Hipólito. Una vez alcanzadas suspuertas miles de voces gritaban vítores dirigidos a Yrigoyen,que como contrapartida no se hallaba en ese lugar. Había yatrascendido que el elegido no quería aceptar la candidatura.Más aún, acababa de hacer llegar la renuncia. Oyhanarte habíasido el encargado de leerla ante los convencionales y la barra,puesta de pie, que al unísono la rechazaban. Por segunda vezenfilaban miles de pasos desde el seno de la Convención haciala calle Brasil, Oyhanarte enterado de todo, desde los balcones

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anunciaba que Yrigoyen no estaba allí, sino en el Comité Nacio-nal, en la calle Rivadavia.

El jefe radical declinaba en forma reiterada su postulación -asu juicio, la tarea estaba cumplida con la reforma electoral, esaera la meta por la que él había trabajado - pero finalmente, an-te el cuadro que se presentaba a sus ojos en caso de persistir ensu negativa, terminó aceptando con estas palabras: “(...) Bueno,ahí tienen mi nombre, hagan lo que quieran, me entrego a la vo-luntad de ustedes (...)”.

El 2 de abril de ese año 1916 se llevaron a cabo las eleccionespresidenciales y de diputados nacionales. Fin de una era y co-mienzo de otra, la Unión Cívica Radical triunfaba en las urnas,con lo que el 12 de octubre asumía Hipólito Yrigoyen, el primerPresidente elegido por el pueblo, para el período 1916-1922.

Ya era gobierno el radicalismo o, hablando con mayor preci-sión, ya tenía a su cargo el Poder Ejecutivo. En efecto, el Congre-so y las provincias permanecían aún en manos del “régimen”,como resabio y fruto del fraude. El Poder Judicial y la prensatambién le eran hostiles. Yrigoyen confiaba en que poco a pocolas elecciones limpias modificarían la escena, él había llegadocon una bandera como programa: la Constitución Nacional.

Y era cierto que el país al fin advertía un nuevo clima. Perolos regimentados, falaces y descreídos, se atrincheraban en elCongreso Nacional. Allí el radicalismo llevaba la minoría en Di-putados y en el Senado estaba casi ausente. Por eso el diputadoOyhanarte estaba en el lugar indicado, felizmente para la “Cau-sa”, aún no había terminado su período parlamentario. Desdesu banca podría apoyar al nuevo gobierno, defendiendo los pro-yectos de leyes fundamentales para el cambio social y político.Desde ese legítimo lugar de lucha, Oyhanarte seguía fiel en suamistad con Yrigoyen y, más aún, conservaba presentes sus en-señanzas, como discípulo leal. Esto mismo era lo que lo autori-zaba a constituirse propiamente en referente del caudillo radi-cal, casi su representante; tarea tan delicada ésta, en la quedemostró una aptitud extraordinaria sostenida por su espíritufranco y la nobleza de sus procederes.

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Dada la escasa cantidad de diputados con que contaba el Blo-que Radical en el Congreso, se presentaban continuas trabas aldesenvolvimiento de la política legislativa del Poder Ejecutivo.Inevitablemente, importantes proyectos nunca llegaron a sersancionados, pese a que este legislador experimentado y ocu-rrente, de inteligencia y garra para el trabajo, intentara por todoslos medios a su alcance defender con ímpetu la política del go-bierno, que en el fondo no era otra cosa sino que se llevaran acabo los ideales de la Unión Cívica Radical. Era un verdaderoespectáculo verlo hablar en el recinto, definidamente extroverti-do, con su verbo emotivo y una erudición que llamaba la aten-ción incluso a muchos legisladores de alta talla intelectual.

Desde otro ángulo de la realidad, en estos tiempos los hombresdel régimen sentían que no manejaban la situación del país, que seles iba de las manos, lo que ellos denominaban “chusma” se habíaapoderado del Congreso. Y obviamente, reaccionaban atacando aquien brillaba más en el conjunto: Horacio Oyhanarte. Dirigían sucarga haciendo centro en su personalidad, burlándose de esa “vo-cecita chillona”. Por otro lado, la prensa conservadora lo ignorabao despectivamente lo llamaba ocarina, refiriéndose al instrumentomusical de viento, caracterizado por sus sonidos agudos.

El 9 y 10 de febrero de 1918 la H. Convención de Buenos Aires,reunida en la ciudad de La Plata debía nominar los candidatosa diputados nacionales y legisladores provinciales. Una semanadespués resultaban electos: Horacio Oyhanarte, Arturo Isnardi,Pedro Caracoche, Juan O’Farrell, Valentín Vergara, FranciscoAníbal Riú, Ricardo J. Davel, Juan B. Aramburu, Enrique Cabre-ra y Pedro F. Gibert. Pero en esa oportunidad, nuestro protago-nista no daba aceptación al cargo que le confiaban y decidía surenuncia sin titubear. Sostenía la convicción personal de que de-bía ingresar sangre nueva a la arena política. No obstante, la re-nuncia le era rechazada. Procedía entonces Oyhanarte a solicitardirectamente a la H. Convención Provincial que buscara un reem-plazante en la lista en cuestión, pero ésta volvía a ratificarlo.

Al renovarse la Cámara de Diputados de la Nación, quedabadefinitivamente reelegido por la provincia de Buenos Aires.

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Mientras tanto no dejaba su actividad partidaria, el 29 de julio lonombraban delegado al Comité Nacional. Dos meses después,precisamente el 19 de agosto de 1918, asumía el mandato comodiputado nacional, para terminar renunciando en forma indecli-nable un 24 de mayo de 1919.

Durante los dos períodos parlamentarios de su mandato, laactuación legislativa de Oyhanarte fue fructífera y abundante.En la sesión del 13 de julio de 1914 planteó una interpelación alPoder Ejecutivo Nacional, que estaba a cargo del doctor RoqueSáenz Peña, con motivo de la gravísima crisis que afectaba a laeconomía, produciendo una gran desocupación. Solicitó que elPoder Ejecutivo, por intermedio de sus ministros, se presentarapara dar a conocer qué medidas se adoptarían frente a esa situa-ción. Fue miembro de la Comisión de Investigación Judicial; ledio impulso a la educación, presentando un proyecto de ley so-bre la creación de colegios nacionales en Santa Rosa (La Pampa),Posadas (Misiones), Junín (Buenos Aires) y de una escuela nor-mal en Las Flores (Buenos Aires). Se encargó de replicar a los so-cialistas, en el debate de junio de 1915, con referencia a la obje-ción de ese partido al proyecto del gobierno sobre la adquisiciónde semillas para ser distribuidas en préstamos a los agricultores.En septiembre de ese mismo año realizó otra interpelación, enesta oportunidad, al ministro de Relaciones Exteriores con elpropósito de tomar conocimiento respecto de la intervención delPoder Ejecutivo en el conflicto entre los Estados Unidos deAmérica y México. Al siguiente año parlamentario daba riendasuelta a su espíritu poético apoyando la solicitud de una pen-sión para el poeta Pedro B. Palacios (Almafuerte). También pro-ponía designar una comisión que investigara las causas de la ca-restía de los artículos de alimentación y de los alquileres quepagaban los trabajadores por sus viviendas, en comparacióncon sus jornales y sueldos (ver págs. 55 y 61).

Otra iniciativa fue la de defender la intervención federal a laProvincia de Buenos Aires, política que había adoptado Yrigo-yen para garantizar la democracia, y para que a través de ella sepudiera restablecer el principio de las autonomías provinciales.

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Extendió su aporte legislativo a otras áreas, como la económico-financiera, particularmente apoyó, en enero de 1917, los planesque el gobierno nacional había diseñado sobre esta materia. Enotro debate importante se refirió a la existencia de los trusts,manteniendo Oyhanarte una posición contraria a los mismos,puesto que decía que nunca votaría una ley que fuera a benefi-ciarlos. En su actuación como legislador intervino además en to-dos los debates de los Presupuestos Nacionales, siempre comoprimera figura.

En otro plano, cuando la guerra seguía azotando a las tierraseuropeas, el gobierno de Yrigoyen mantenía la posición de neu-tralidad aunque debía soportar las múltiples presiones de lossectores “aliadófilos”, en el sentido de que veían necesario quela Argentina tomara parte en la contienda. En este punto, Oyha-narte dio un memorable discurso, sosteniendo la decisión asu-mida por el Poder Ejecutivo en política internacional, con refe-rencia al conflicto armado en sí y también en las reclamacionesal gobierno alemán. Ocurrió durante la sesión permanente del24 al 25 de septiembre de 1917. Allí el diputado expuso su pen-samiento durante doce horas seguidas, sin la oportunidad decuartos intermedios. Decía Oyhanarte: “(...) es evidente que meobliga con toda desconsideración a continuar en el uso de la pa-labra (...) Ya una vez se me constriñó a hablar durante diecisietehoras consecutivas y parece ser que hoy quisiera reproducirse lamisma situación sin que ni siquiera haya servido, en esta opor-tunidad, la circunstancia de que he venido a cumplir con mi de-ber encontrándome enfermo (...)”6.

Avanzado este proceso deliberativo, los conservadores, losradicales anti-yrigoyenistas y los socialistas terminaron votandopor la ruptura de relaciones con Alemania, cincuenta y tres vo-tos contra dieciocho. La explosión de todo este debate parla-mentario había sido detonada por serios incidentes que aquellanación originó a la nuestra. El hundimiento de dos buques debandera argentina, el “Monte Protegido” y “Toro” recibieron lacondigna respuesta del gobierno argentino. Alemania reconociónuestra doctrina y presentó a la República Argentina sus excu-

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sas, ofreciendo indemnizaciones y procediendo a desagraviarnuestra bandera, en acto solemne, con protocolo de excepción.

Finalizado el recorrido histórico por este difícil trance legisla-tivo, y en otro orden de consideraciones quizás más distendido,era posible hallar el sello de Oyhanarte como redactor del decre-to que declaraba feriado el 12 de octubre en homenaje al descu-brimiento de América y al Genio Hispano, fecha conocida popu-larmente como Día de la Raza.

Con esto el doctor Oyhanarte concluía un ciclo, el parlamen-tario, lugar donde consagró toda su capacidad, experiencia y en-tusiasmo. Puesto desde el que su pasión abrió caminos intransi-tables. Se venía imponiendo a esta altura de su vida la necesidady el deseo mismo de permitirse dedicar tiempo a cuestiones per-sonales, a su profesión, relegada en un segundo plano por ir de-recho a prestar su servicio a la patria, sin ahorros de energía.

Otra vez en el llano

En el transcurso de 1921 partía Oyhanarte hacia el viejo conti-nente. Yrigoyen, en una muestra de afecto a su discípulo, lo abra-zaba estampándole un beso en la frente, gesto elocuente que deja-ba ver una relación muy parecida a la de un padre con su hijo. Suviaje no era de mero placer. A saber, el caudillo no sería defrauda-do nunca por este amigo fiel, correligionario inclaudicable, porqueentre las muchas actividades que el inquieto trotamundos desarro-llaría en Europa, habría también espacio para cumplir una misiónmuy especial, encomendada por Yrigoyen. La misma estribaba entransformarse en cuidadoso portador de sus palabras ante Alvear,en el sentido de intentar convencer a este otro gran personaje deque aceptara la candidatura a Presidente de los argentinos, indu-ciéndolo de esta manera a regresar al país.

Durante la estadía en Europa aprovechó buena parte deltiempo en actualizar sus conocimientos, lo hizo a través de unaserie de investigaciones en el área social, que lo fueron condu-ciendo al dominio de esta materia específica y que lo habilitaronpara aplicarla; poco después regresaba al país.

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En medio de sus compatriotas, Horacio continuaba actuandoy militando dentro del partido. Allí donde lo llamaran prestaríasu servicio, como siempre. El 10 de febrero de 1922 se celebrabael plenario del Comité Nacional en donde Oyhanarte fue uno delos delegados, representando a la provincia de Buenos Aires. El10 de marzo de aquel mismo año se decidiría qué fórmula pre-sidencial ofrecería la U.C.R. al pueblo argentino. Producida lavotación en el seno del Partido Radical, se procedió al escruti-nio, que en la persona de Francisco Beiró, como presidente de laH. Convención Nacional, proclamó oficialmente la candidaturade Marcelo T. de Alvear a la Presidencia de la Nación. Posterior-mente se llevó adelante la elección del candidato a la vicepresi-dencia. Horacio Oyhanarte llegó a figurar con un voto contra102, que había obtenido Elpidio González.

En el transcurso del gobierno de Marcelo T. de Alvear, Oyha-narte reintentó conectarse más intensamente con sus activida-des profesionales. Y consiguió lo que se había propuesto, ser unabogado exitoso y solvente. En lo que tocaba a su perfil partida-rio, su tarea se fue circunscribiendo a ser el intermediario entreel flamante Presidente y el doctor Yrigoyen.

Poco a poco comenzaron a exteriorizarse problemas internosdentro del radicalismo. En el orden nacional, un sector rodeaba aYrigoyen y otro, al presidente Alvear; dentro de este último grupoalgunos llevaron adelante una tarea de diferenciación con el radi-calismo oficial: se llamaron “impersonalistas” o “antipersonalis-tas”. Y el cuadro se iba tornando conflictivo, por ejemplo ElpidioGonzález, que era leal al ex Presidente, sería blanco propicio demaniobras en el Senado. También iba a ser atacada la provincia deBuenos Aires que permanecía en manos del llamado personalis-mo, yrigoyenismo o intransigencia. Tan definido era el color queiba adquiriendo este fenómeno en el partido, que llegó a consti-tuirse la U.C.R. Antipersonalista, donde militaron los sectores po-co propensos a la línea popular del viejo partido. Sectores a los queYrigoyen siempre había calificado como “oligarcas de boina blan-ca”. Este nuevo partido actuaría aliado a los conservadores y so-cialistas, alianza que fue bautizada con el mote de “contubernio”.

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El doctor Oyhanarte en medio de esta encrucijada seguía juga-do por su maestro y, naturalmente, por sus ideales. A medida quepasaban los meses y los años, lentamente se iban instalando lostiempos que apuntaban a la renovación presidencial. Resurgíanentonces aquellas épocas de mitines, actos, campañas, en las queOyhanarte participó activamente, oponiéndose al contubernio.

Ministro

Con vistas a la elección presidencial de 1928 el antipersona-lismo proclamó apuradamente la fórmula Leopoldo Melo-Vi-cente Gallo. El radicalismo sin urgencias, demoró la suya. Loscontubernistas practicaron la violencia preelectoral y por esemotivo, a dos semanas de la elección, Yrigoyen ordenó suspen-der la campaña proselitista. Cuatro días después de la mencio-nada indicación, la Convención Nacional de la U.C.R. proclama-ba sus candidatos: Hipólito Yrigoyen-Francisco Beiró.

Llegado el 1º de abril de 1928, el radicalismo triunfaba demodo tal que se habló de “plebiscito”. Con esta definición tanclara del pueblo argentino se iniciaba el 12 de octubre el tercergobierno radical. Tuvo que asumir como vicepresidente EnriqueMartínez -electo gobernador de Córdoba- puesto que en el ínte-rin había fallecido el dirigente porteño Francisco Beiró.

A los 76 años Hipólito Yrigoyen asumía por segunda vez laPresidencia de la Nación. Inmediatamente nombraba su gabine-te: lo acompañaban como ministro del Interior, Elpidio González,que había sido colaborador del primer gobierno y vicepresiden-te de Marcelo T. de Alvear; de Hacienda, Enrique Pérez Colmanque era un abogado entrerriano versado en materia económica;de Justicia e Instrucción Pública, Juan de la Campa, otro presti-gioso abogado; de Agricultura, Juan B. Fleitas, otro profesionaldestacado; para la cartera de Obras Públicas, José BenjamínÁbalos, que era médico; de Guerra, el general Luis Dellepiane;de Marina, vicealmirante Tomás Zurueta y como ministro deRelaciones Exteriores, Horacio Oyhanarte, parlamentario expe-rimentado que había apoyado a Yrigoyen en defensa de los

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proyectos de ley fundamentales durante su primera presiden-cia, incluyendo los temas referentes a la política internacional.

En resumen, el gabinete estaba integrado por una buena par-te de representantes que provenía de las provincias, más de lamitad de ellos pertenecía al interior del país. Se trataba de hom-bres expertos, fogueados algunos en el Parlamento, otros en lapráctica de su profesión. Todos, en la militancia. Con ligereza,sin embargo los detractores de turno afirmaban que no eran per-sonalidades relevantes. Había por lo menos dos ministros quesalían de las entrañas mismas del partido: Elpidio González, mi-nistro del Interior y Horacio Oyhanarte, de Relaciones Exterio-res. Se rumoreaba por otra parte, dentro de la U.C.R., que el fla-mante ministro Horacio Oyhanarte sustituiría a Fernando Sa-guier en el Senado.

Pero sucedía que Yrigoyen sabía bien qué hacía. Nadie cono-cía mejor que él la preparación intelectual que asistía a Oyhanar-te y no sólo eso, lo esencial residía en que veía en este radical deley al hombre de su máxima confianza. Reunía de sobra todaslas aptitudes vitales para el cargo de ministro de Relaciones Ex-teriores. Cómo no convocarlo con urgencia como colaboradordirecto en temas que interesaban seriamente al crecimiento de laNación y para los que su aporte personal resultaba infaltable.Aquel que fue portavoz y bravo representante en épocas difíci-les, ahora lo secundaba desde un ministerio.

Elevando la mirada a un nivel más general de lo que sucedíaen ese momento, fácil era notar que ya antes de que asumieraYrigoyen, el “régimen” venía urdiendo su plan y no había opor-tunidad en que dejara de llevarlo a la práctica. Esto era una rea-lidad con la que había que contar desde el primer día de gobierno:no era sorpresiva aquella política de desgaste y hostigamientosin tregua, bajo la que se había templado sobradamente el geniode Yrigoyen. La prensa opositora atacó y fustigó cada una de lasmedidas que tomaba el gobierno, lo que trajo aparejado para to-dos los argentinos un clima pre-golpista que consiguió mostrara la cabeza de la República una persona débil, enferma y en-cerrada en sí misma. Además de este injusto manejo de la

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opinión pública, se inventaban historias sobre el entorno delpresidente. Se decía que dilataba los asuntos importantes, queno delegaba responsabilidades, que para poder acceder a unaentrevista con él era inevitable someterse a una suerte de“amansadora”.

Hacia fines del año 1928, en diciembre, la República Argenti-na recibía la visita del presidente electo de Estados Unidos, Her-bert Hoover como parte de una gira por el continente. Acompa-ñado por el canciller Oyhanarte y el senador Diego Luis Molina-ri, que oficiaba de intérprete, mantuvo dos entrevistas con Yri-goyen. Aquella fue una ocasión propicia por la que el Presiden-te de la República sentó como estadista su posición tomada ysostenida firmemente, con respecto al avasallamiento que ejer-cían las potencias del mundo sobre los demás Estados. Dichaposición era puesta sobre la mesa ante Hoover junto con el re-clamo puntual de que cesara el intervencionismo yanqui en paí-ses como Nicaragua, cuyo líder era Sandino. Pasando a otro or-den de preocupaciones, el del comercio entre las dos naciones,se encomendaba seriamente al candidato extranjero que garan-tizara la reciprocidad en el tratamiento económico.

Por aquella época, las relaciones con el país del Norte erandistantes, el gobierno argentino no había designado su embaja-dor en Washington y esto iba de la mano con el hecho de que sevenía vislumbrando un recrudecimiento de la influencia de Es-tados Unidos en América del Sur. Hecho que alcanzaba más pa-ra poner en guardia a las naciones de este hemisferio que paratranquilizarlas.

En este delicado y complejo contexto realizaba su gestión Ho-racio Oyhanarte, siempre en un todo de acuerdo con el pensa-miento de Yrigoyen. Traducía hábilmente cada una de sus ideasen hechos concretos, llevando a cabo una política internacionalindependiente que orientaba sus pasos por el camino del respe-to a la soberanía de los pueblos, la vía del desarme; en síntesistenía incorporada en su misma médula una “noción antiimpe-rialista de la historia”. Pero en esta posición de ministro de Re-laciones Exteriores, en la que habitualmente se debían confron-

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tar grandes intereses, Oyhanarte debió sentir la actitud de desa-grado en muchos, provocada por las decisiones que tomabasiendo consecuente con sus principios. Por este motivo recibióvituperios sobre su gestión e incluso mofa sobre su persona.

Uno de los momentos cruciales en el área de las relaciones in-ternacionales se suscitó durante la gestión que estuvo a su cargocomo canciller, acerca de un convenio que se firmaría con GranBretaña. A partir de ese acuerdo se propiciaba que la Argentina ex-portara todo tipo de productos a cambio de la adquisición, porparte nuestra, de materiales destinados a la ampliación de la redferroviaria. Con los primeros 100 millones que se obtendrían comofruto de la operación se aseguraba el abastecimiento de locomoto-ras para la Argentina. Esa suma alcanzaba además para obtenerrieles y para financiar la construcción de viviendas destinadas alos obreros ferroviarios. Por cualquier lugar desde donde se consi-derara el arreglo, resultaba claramente una interesante puerta deacceso a la reactivación del país. Ahí residía la importancia y lafuerza de este proyecto, que fue introducido en la Cámara deDiputados de la Nación el 4 de diciembre de 1929. El doctor Oyha-narte personalmente, en su carácter de ministro de Relaciones Ex-teriores se hizo presente ante los legisladores, consciente de la im-portancia que para la Argentina cobraba este contrato, provisto detodas las argumentaciones necesarias para dar respuestas satisfac-torias a quienes lo interpelarían. De este modo defendería conpruebas fehacientes, con explicaciones coherentes, la convenienciade que se aprobara el convenio. Tras su intervención, la Cámara deDiputados votaba mayoritariamente a favor de la propuesta por80 votos, teniendo en cuenta que había 88 diputados presentes. Pe-ro en el Senado Nacional, dominado por la oposición, se persistíaen negar tratamiento a los proyectos que aprobaba la otra Cámara-de mayoría radical- pese a que también había maniobras oscurasde las minorías. En conclusión, el convenio terminó malogrado.

Mientras tanto, seguían viéndose inconfundibles las banderasde la campaña electoral de la U.C.R. Una de ellas era el problemadel petróleo. Yrigoyen había creado Y.P.F. en su primer gobierno;luego su sucesor, Marcelo T. de Alvear, puso al frente de dicho or-

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ganismo al general Enrique Mosconi. En 1927 la U.C.R. había lo-grado la sanción en la Cámara de Diputados de una parte de su te-sis: nacionalización de las minas de petróleo y explotación de lasmismas exclusivamente por el Estado Nacional. En aquella opor-tunidad se tornó imperioso sacrificar algún punto de su doctrinasobre el tema -la expropiación de los yacimientos-, para lograrapoyo legislativo en la ley petrolera; pero al cabo insistieron en supostura totalizadora y lograron sancionarla en Diputados. Faltabaaún el voto del Senado, que permanecía impasible a pesar de losdos proyectos aprobados por la otra Cámara.

En resumidas cuentas, recién al finalizar las sesiones de 1929aquel Senado inoperante nombraba una comisión para el trata-miento del tema, que no era más que una forma disimulada dedarle vía muerta al asunto. Así las cosas, Yrigoyen procedía aprorrogar el período de sesiones del Congreso, interpelando alSenado. Reclamaba la ley petrolera delimitando más amplia-mente su concepto: que la empresa dedicada tanto a la tarea deexplotar como a la de comercializar el petróleo estuviera en ma-nos del Estado. Pero los caminos, las decisiones y los tiempos deese Senado eran los mismos que los del “régimen”.

De este modo, el gobierno nacional continuaba como en otrasépocas, con el acuciante problema de una acción legislativa queera cansadoramente detenida por aquel Senado compuesto de unamayoría opositora. Debía apelarse entonces con asiduidad al re-curso del decreto. Aunque en cierta medida había algún pequeñotriunfo en el campo parlamentario, por ejemplo, Yrigoyen habíapodido conseguir que fueran sancionadas las leyes de Jornada Le-gal de Trabajo, del Censo Ganadero Nacional y la nueva Ley de Ju-bilaciones y Pensiones para Bancarios, entre otras.

Dictadura, exilio y retorno

Durante el segundo gobierno de Yrigoyen, sectores afines alfascismo agitaban a la opinión pública. La Liga Patriótica de Ma-nuel Carlés, la Logia Republicana de Roberto de Laferrere y la Le-gión de Mayo de Alberto Viñas, conspiraban abiertamente, en

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unión con dirigentes políticos conservadores, antipersonalistas ysocialistas independientes. Varios medios de prensa - entre elloslos más furibundos, “Crítica” y “La Fronda” - en concordancia deintención con los grupos económicos nativos cercanos al capitalextranjero, trataban de seducir a los hombres de armas.

Pese a ello y a los esfuerzos de los generales golpistas José Fé-lix Uriburu y Agustín P. Justo, las tropas continuaban siendo res-petuosas de las instituciones. La oligarquía ya le había propina-do una bofetada al gobierno, cuando con motivo de la inaugu-ración con que se daba comienzo a la exposición de la SociedadRural, organizó una silbatina contra el ministro de Agricultura,Juan B. Fleitas, quien debió retirarse del lugar ante la magnitudde los desórdenes.

Entre tanto, Yrigoyen, en estos días no concurría a la Casa deGobierno, refugiado en su domicilio básicamente porque loafectaba una fuerte gripe, según lo habían diagnosticado los mé-dicos. Lo acompañaba su fiel amigo Horacio Oyhanarte que sehabía ingeniado para lograr trasladarse a la casa de la calle Bra-sil: “(...) Me adjudiqué a mí mismo la misión filial de estar cercadel doctor Yrigoyen, por todas las razones concebibles - por misrazones, no las de nadie- y aún por la particular de encontrarsepostrado en cama. Abandoné mi despacho y durante casi unaquincena viví en la calle Brasil día y noche (...)”7.

Pero en el mundo externo, por las calles, había manifestacio-nes tanto opositoras como oficialistas. Era preciso aceptar la rea-lidad de que se estaban produciendo disturbios. No obstante, elpresidente de la Nación, en medio de esta inmensa red de rumo-res golpistas no quería declarar el estado de sitio, tampoco quela policía actuara.

Todo este proceso llegó a su culminación el 5 de septiembre,día en que se reunieron Horacio Oyhanarte y Elpidio Gonzálezcon el jefe de la República, que delegó el mando en el vicepresi-dente Enrique Martínez. De inmediato el reemplazante decretóel estado de sitio en la ciudad de Buenos Aires por treinta días.

Al día siguiente, durante las primeras horas eran ya realidadlos comienzos de las operaciones golpistas encabezadas por el

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general José Félix Uriburu. Yrigoyen, pese a su dolencia agrava-da a cada momento se trasladaba a La Plata en el automóvil par-ticular del doctor Oyhanarte. El amigo preocupado, tenía yaprevisto un resguardo apropiado para su maestro porque queríasalvarlo a toda costa de la “epiléptica turba, ahíta de sangre y debotín” y sin demoras le ofrecía la casa de su madre, la señoraMaría Hegoburu y la de su hermano Raúl, para su estadía.

Una vez en La Plata, la primera orden de Yrigoyen consistió enque Elpidio González se hiciera fuerte en el Arsenal de Guerra,con el propósito de llevar a cabo una operación combinada. Apartir de allí los hechos se desencadenaron en cascada sin quefuera posible una vuelta atrás. Las tropas rebeldes en su avanceeran tiroteadas en el Congreso, grupos civiles disparaban desde laconfitería del Molino, desde el hotel Mar del Plata y desde el sec-tor de la Cámara de Diputados; había muertos y heridos, pero lastropas seguían avanzando y llegaban a la Casa de Gobierno; porúltimo, Uriburu se entrevistaba con Martínez quien se negaba adimitir, aunque luego terminaba firmando su renuncia.

Mientras tanto, Yrigoyen se ponía en contacto con el goberna-dor Crovetto en la sede del gobierno bonaerense, allí se enterabade que Martínez había renunciado y que González no había podi-do controlar el Arsenal de Guerra, su plan de resistencia había fra-casado, por lo que se dirigió entonces al Regimiento 7º para depo-sitar su renuncia. En la Capital Federal, eran asaltados e incendia-dos los locales del radicalismo, también era saqueada la humildecasa del doctor Yrigoyen en la calle Brasil 1039. Aquella ola violen-ta arrasaba también a los diarios oficialistas, atacados, ocupados yen algunos casos desapareciendo mudos entre las llamas. Los ra-dicales estaban desconcertados, la mayoría sin embargo pensabaque Martínez y González no habían sabido ponerse a la altura delas circunstancias; Yrigoyen no había podido hacerlo por su perti-naz y empeorada dolencia, que era algo más fuerte que una gripe.Pese a contar con la mayoría del pueblo y de las fuerzas armadas,el radicalismo era desalojado del gobierno.

El propio Horacio Oyhanarte no había podido escapar a esta ju-gada destructiva; los golpistas lo habían buscado toda la noche pa-

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ra matarlo debido a que era uno de los pocos que quería resistir enla Casa de Gobierno. Mientras acompañaba al doctor Yrigoyenrumbo a La Plata era asaltado su domicilio, en plena calle Florida“(...) saqueándola (...) vistiéndose muchos de entre ellos con misropas, dejándome las propias con sendos remiendos (...); arreandocon todos los papeles -donde parece que no encontraron las sor-prendentes revelaciones que esperaban- y con cuanto era cotizableen metálico; y lo que no pudieron sacar por su peso específico, co-mo los muebles, o por su peso espiritual -que no alcanzaban- co-mo los cuadros y mármoles, se contentaron con destruirlo con sa-bles, martillos o hendiéndolos con puñales (...)”8.

Horacio testimonió con lujo de detalles en el libro “Por la Pa-tria, desde el exilio digo...”, toda la odisea vivida los días pre-vios y posteriores a ese 6 de septiembre de 1930 en que fue de-rrocado Hipólito Yrigoyen, asumiendo el poder mediante ungolpe de estado el ex diputado nacional por el partido Conser-vador, general José Félix Uriburu. El golpe septembrino signifi-có la restauración de la oligarquía en el gobierno de la Repúbli-ca Argentina. El dictador decretó la Ley Marcial, abolió el comi-cio, cerró el Congreso y las legislaturas, intervino las provincias,desterró a cientos de patriotas y encarceló a otros tantos, persi-guió a los trabajadores y estudiantes implantando la tortura enel país. Se cumplía lo que presagiaba Oyhanarte el día del golpede estado: “(...) sentía como si un resorte íntimo se me hubieraquebrado, y tuve un negro presentimiento. Me apercibí de queello era -como fue- el principio del fin.(...)”9.

En los momentos límites era donde se probaba el temple deuna persona. En Horacio se notaba que ciertamente existía unhilo conductor a medida que se iban desencadenando los acon-tecimientos. Este hilo era su propio modo de obrar, su acción, ya la vez su modo de pensar, su convicción. Horacio tomaba de-cisiones, era un hombre práctico y reflexivo al mismo tiempo. Suprioridad era defender al gobierno y a Yrigoyen, casi un padrepara él; para esto se jugaba el todo por el todo, como siempre.Había intentado infructuosamente salvar al gobierno, pero laconjura y la traición se presentaban a su alrededor. Aquellos que

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hasta ayer adulaban al presidente, hoy tras esa infame revolu-ción, lo desconocían.

Pero en medio de toda esta situación jaqueada por riesgosque afectaban a su propia vida, el rojense velaba por Yrigoyendía a día. Desde el 6 al 11 de septiembre no se apartó de su lado,preocupándose por su salud, por que tuviera atención médica,para que el amigo supiera ahí mismo, lo que era descansar enun hijo.

Aquel 11 de septiembre, un oficial del Regimiento 7º de Infan-tería, comunicaba a Oyhanarte que esa noche no se quedara en elcuartel puesto que lo iban a matar. Toda su familia recibía amena-zas. Era evidente que existía un plan para asesinarlo. El oficial quelo alertó le recomendó que se trasladara a Montevideo. Su familiaveía también la conveniencia de poner en práctica esta iniciativa,madre y hermanos afligidos ante esta situación y llevando a cues-tas el fantasma de lo ocurrido al padre, convencieron a Horaciopara que saliera del país. No tenía otra posibilidad. Oyhanarte erablanco fácil por haber sido ministro, pero sobre todo por haber si-do hombre de confianza de Yrigoyen, su lealtad lo ponía en seriosaprietos. La realidad se imponía, no lo querían aquí “por la razónde haber salvado a Yrigoyen”.

Entre el apremio y la confusión del momento, consiguió unavión a las 3 de la tarde para arribar a Colonia junto con otro co-rreligionario. El piloto de la máquina los reconoció y se negó atrasladarlos. Urgido por este revés el doctor Oyhanarte se comu-nicaba como podía con el embajador del Uruguay, doctor JuanCarlos Blanco para que le facilitara un avión o lancha y así pu-diera efectuar el cruce hacia la nación hermana. No se hizo es-perar la ayuda pedida, ahí mismo acudía pronta en su auxiliouna embarcación que en poco tiempo atravesaría el Río de LaPlata dejando al recién exiliado en Montevideo, siendo aquel 12de septiembre el día en que por fin tocaba tierra segura. Allí seencontró con otros expatriados en el “Hotel Central”, donde sehospedó.

En simultaneidad con estos hechos, aquí, Yrigoyen era humilla-do y trasladado al acorazado “Belgrano”, que navegó río adentro

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y en su cauce quedó fondeando sin tocar puerto alguno. Pero lograve era que el caudillo estaba peligrosamente enfermo, en elsentido de que su cuerpo no le daba respiro y por añadidura elcontexto al que estaba sometido no era para nada un alivio. Des-pués de permanecer dos días en esa embarcación lo mudaron alcrucero “Buenos Aires”, quedaba prisionero en aquel buque quese movía al compás del bravío oleaje del Río de La Plata, hasta quefinalmente el 29 desembarcaba en la isla de Martín García.

Comenzaba en este tiempo la deportación de más de tres-cientas personas a España e Italia; se aplicaban torturas en susexpresiones más salvajes a los miles de detenidos -civiles y mi-litares democráticos-, aparecía como novedad “la picana eléctri-ca”, invento argentino destinado al tormento; paralelamente co-menzaban los negociados, el otorgamiento de concesiones a los“amigos”, el tráfico de influencias, había vuelto el “régimen”con todas sus mañas y corrupciones.

En Buenos Aires era nuevamente saqueado el domicilio parti-cular y el estudio jurídico del doctor Oyhanarte. Buscaban prue-bas para tener la excusa de que había cometido irregularidadesen su función, al no encontrarlas en ese lugar se dirigían al Mi-nisterio de Relaciones Exteriores. En su afán destructor se atre-vieron a disponer que se nombrara una Comisión Investigadoray se le abrieron actuaciones judiciales por corrupción administra-tiva. Lógicamente, lejos de su patria y con la impotencia que acualquier ser humano le provocaría el exilio, con el alma atrave-sada por tanto avasallamiento y persecución, Oyhanarte, unhombre íntegro y cabal buscó un refugio para él, un amparo a sumedida: la escritura. Sufría porque había sido humillado, a la parde su maestro y guía político. Sabía de los pesares de Yrigoyen,justamente él, su aliado, protector y fiel amigo no podía estar asu lado, como hubiera deseado tanto.

A mediados de noviembre de 1930, ante un pedido de extra-dición que había realizado el gobierno de facto, Horacio era de-tenido en la Jefatura de Policía de Montevideo durante 53 días.La persecución hacia su persona era continua, y como no teníanmás argumentos que esgrimir en su contra, se procedió a impli-

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carlo en varios complots, entre ellos los de la rebelión encabeza-da por el general Severo Toranzo en la Capital Federal. Sucedíaque los “servicios de inteligencia” -creación de este gobierno defacto- tramaron un plan para lograr la tan ansiada detención deHoracio. Para esta maniobra contrataron como agente a Vealdi,hijo de un procurador de su ex estudio jurídico. Con total hipo-cresía, escudándose en esa relación, consiguió la confianza deHoracio, fingiendo ser emisario del general Severo Toranzo. Ha-bían concertado mediante mensajes cifrados, que Horacio espe-raría en Colonia munido de armas para sumarse a la revuelta.Fue designio de la providencia que poco antes, el general Seve-ro Toranzo buscara asilo político en Montevideo cuando toma-ba estado público la rebelión, y así se frustrara el plan en el queOyhanarte sería sorprendido in fraganti10.

Pasado el primer cimbronazo del desastre, el radicalismo co-menzaba a recuperarse de la sorpresa del 6 de septiembre. A ni-veles intermedios se fue reorganizando, algunos incluso llega-ron a conspirar. Por otra parte, el gobierno a cinco meses de de-rrumbar las instituciones republicanas, en gesto audaz convoca-ba a elecciones provinciales en Buenos Aires. Los conservadoreshabían asegurado que triunfarían en el distrito, Yrigoyen per-manecía preso en Martín García y como broche de cierre, los co-mités y la prensa radical estaban clausurados. Dadas estas cir-cunstancias, los radicales discutieron si aceptarían o no la con-vocatoria y finalmente se coincidió en concurrir al comicio bo-naerense. En menos de dos semanas la U.C.R, realizó la campa-ña, sin medios y sin estructura. El día de las elecciones, 5 deabril, el pueblo votó libremente, triunfando la U.C.R., ante el es-tupor del dictador Uriburu. El ensayo de elecciones libres les sir-vió de lección a los golpistas de septiembre, no volverían a repe-tir el error.

Para mediados de mayo de 1931, radicales de todo el país in-vitaban a la reorganización del partido suscribiendo un docu-mento. Fue así como los firmantes del Manifiesto Reorganizador-encabezado por Alvear que había regresado al país- se encontra-ron el 28 de mayo en el City Hotel de la Capital Federal. Luego de

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confrontar ideas en el transcurso de la asamblea, se concluyó queera necesario constituir una comisión directiva para las tareas quedebían realizarse. Surgió así la Junta Reorganizadora de la U.C.R.denominada popularmente como la “Junta del City”.

Y una vez más, comenzaban las reacciones que se despren-dían de aquellas reuniones fecundas en que el radicalismo ele-gía ponerse de pie, una vez más un 20 de julio, el teniente coro-nel Gregorio Pomar, en Corrientes se levantaba en armas paraforzar la vuelta a la democracia. Sólo el mayor Manuel ÁlvarezPereyra desde Chaco le respondía, quedando frustrado el movi-miento. Consecuencia: Uriburu desataba la represión y miles deradicales eran detenidos, algunos, como Alvear, eran expulsa-dos del país.

Llegó al fin el día en que el gobierno convocó a eleccionespresidenciales, el radicalismo proclamó su fórmula Marcelo T.de Alvear-Adolfo Güemes. Pero Uriburu proscribió la fórmula,anuló los comicios bonaerenses e inició una nueva persecuciónde radicales. El Comité Nacional del partido dispuso, con todacoherencia, la abstención electoral y expidió un manifiesto de-nominado “El Comicio Cerrado”. Yrigoyen seguía preso en laisla de Martín García. Mientras tanto Alvear que se encontrabaen Brasil, arribaba a Montevideo para estar más cerca del cam-po de operaciones.

El 8 de noviembre de 1931 se efectuó el comicio. El fraude yla violencia fueron la nota del día y en síntesis el candidato delgobierno -general Agustín P. Justo- triunfaba sobre la candidatu-ra opositora de Lisandro de la Torre.

Los radicales estaban proscriptos, perseguidos, clausurados,pero vivos. Oyhanarte lo sabía, las cartas iban y venían, calma-ba sus nervios escribiendo. No estaba aislado desde su lejanía,tampoco lo estaba para recibir agresiones de parte del oficialis-mo sin poder evadir ni una sola de ellas. La prensa sensaciona-lista y amarilla de Buenos Aires lo atacaba, diciendo mentiras einfundios sobre su persona. Ya cansado de tanta injusticia e in-famia, en carne viva y con toda su rabia redactaba públicamen-te el 20 de febrero de 1932 la “Carta abierta del doctor Horacio

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B. Oyhanarte al general retirado José F. Uriburu”: “(...) Ustedquiso, general retirado, hacerme asesinar el 6 de septiembre. Losdesignios de Dios fueron otros. Usted despachó comisiones conese propósito y dio más tarde la orden para que, al desembarcarengañado en Avellaneda, me ultimaran. Esté usted tranquilo: amí me va a encontrar; esta carta no tiene otro propósito que ha-cérselo saber. Tengo curiosidad de ver cómo mata usted, cara acara, cuando no son sus esbirros, sus sirvientes, sus fantochescon galones, los que cumplimentan sus órdenes”11.

A principios de 1932 volvían a producirse reacciones radica-les ante la dictadura. En esta oportunidad a cargo de los herma-nos Kennedy, el insistente Pomar, el teniente coronel Atilio Cat-táneo y el teniente coronel Roberto Bosch, todos en conjuntofueron los comandantes de las diferentes revoluciones cívico mi-litares en distintos puntos del país que pretendían restaurar lademocracia, pero el éxito no acompañaba a ninguna de ellas. Pa-ra enero de 1933, Hipólito Yrigoyen era trasladado desde la pri-sión de Martín García hacia Buenos Aires. Su salud estaba muydeteriorada. En abril, junto a su hija Elena se embarcaba rumboa Montevideo, alojándose en el “Hotel Central”, allí se puso encontacto con exiliados y algunos periodistas pero en el mismomes debió regresar de inmediato a la Argentina a causa del fa-llecimiento de su hermana Marcelina.

Muy poco tiempo después, un fatídico día de invierno, 3 dejulio de 1933, moría Yrigoyen. Reaccionaba Oyhanarte ante tanterrible noticia, y sólo pensaba en cumplir el impulso de su co-razón, indicándole que debía volver a su Patria, para estar al la-do del ilustre anciano y acompañarlo hasta su última morada.

No era fácil, comprendía las consecuencias de sus actos, sa-bía que ni bien arribara a la otra orilla lo detendrían. Su vida es-taba doblemente en vilo: por el dolor de una ausencia y por lacerteza de hallarse expuesto nuevamente al peligro inminente.Con todo esto en el alma, arribaba Oyhanarte a Buenos Aires eldía 6 de julio, a las 8 de la mañana, en el vapor de la carrera. In-mediatamente subieron al barco agentes de investigaciones dela Policía de la Capital, que detuvieron al recién llegado y lo con-

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dujeron a un sector denominado Orden Social. Allí se destinóuna sala donde le sería permitido recibir a su señora madre y al-gunos amigos. Momentos después de ser interrogado por algu-nos funcionarios, el doctor Oyhanarte era conducido al ministe-rio del Interior, donde conversó con el subsecretario doctorO’Connor, informándole que venía a participar del sepelio delos restos del doctor Yrigoyen, a quien consideraba un padre.Luego, el prestigioso hombre público le daba su palabra de ho-nor de presentarse detenido en cuanto terminara el acto. En vis-ta de ello, por orden del ministerio, se autorizó la libertad pro-visional del doctor Oyhanarte.

Prestamente se dirigió al domicilio de la calle Sarmiento, lu-gar donde yacía sin vida el ilustre caudillo lo acompañó juntocon amigos, correligionarios y con el pueblo que se acercabadesde los más remotos puntos de la República, durante toda lanoche. Y al otro día marcharon todos silenciosos, envueltos enun único rumor inconfundible, el del pueblo, multitud jamásvista era aquel cortejo fúnebre manifestando su desamparo porlas calles de la ciudad. Como parte de esta apretada cadena dehombres y mujeres cabizbajos, estaban Horacio Oyhanarte,Marcelo T. de Alvear y Elpidio González, entre otros en prime-ra fila, seguidos por miles de argentinos. Una vez llegados al Ce-menterio de la Recoleta, precisamente en el lugar de los gran-des, el Panteón del 90, Oyhanarte daba comienzo a la solemnedespedida de los queridos restos mortales con un sentido dis-curso, desbordado, con los ojos llenos de lágrimas, cansado yquebrado ya por tanto dolor.

Perdía Oyhanarte por segunda vez a un padre, y así abatidocumplía poco después con su palabra de honor, presentándosedetenido ante el Departamento Central de Policía, desde dondefue trasladado a la cárcel de Villa Devoto, al pabellón de los Con-traventores. Seis meses permaneció preso allí, hasta que el 15 dediciembre de 1933 fue liberado. Sin dilaciones de ningún tipo, Oy-hanarte resolvió tomar distancia, irse de la Argentina; muerto Yri-goyen y con un país destrozado por los dictadores de turno, na-da podía hacer por la República, con lo que decidía partir hacia

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Europa; ciertamente dejaba atrás a su familia, sus afectos entraña-bles, madre y hermanos, pero ellos sabrían comprender.

Los años posteriores a la partida, transcurridos en el viejomundo le brindaron la oportunidad de dedicarse con soltura aescribir. Habían quedado lejos los tiempos en que los aconteci-mientos lo obligaban a actuar, a tomar partido. Era ésta, la horaintelectual, a ella consagró sus fuerzas Oyhanarte, rondando loscincuenta años de vida ya, madurando en la soledad tantos ca-minos transitados. Pero este período fecundo en conclusiones,lo había sido también en el cumplimiento de asignaturas perso-nales que habían quedado pendientes para Oyhanarte. Nuestrohombre formaba entonces su hogar, casándose con una hermo-sa suiza llamada Phylis Regina Oeri.

Después de 10 años de ausencia, en 1944, regresaba junto consu familia a la patria. Lo recibían su madre, hermanos, familia-res, muchos amigos y correligionarios. Tras el reconocimientode los afectos cercanos venía el reconocimiento de su Argentina,su país tan luchado. El panorama político con el que acababa deencontrarse había cambiado; habían transcurrido años enterosde lucha, cárcel y destierro. Hacía dos años que Alvear habíamuerto. Se encontró con una nueva camada dirigente que ibacreciendo dentro de la Unión Cívica Radical: Amadeo Sabattinien Córdoba, Balbín y Larralde en Buenos Aires, Rabanal y Fron-dizi en la Capital Federal. Era el radicalismo intransigente, el deHipólito Yrigoyen.

Ante la posibilidad de aliarse con otros partidos políticos afavor de un frente electoral, los intransigentes se oponían. Tam-bién Oyhanarte pensaba que el partido debía mantener su iden-tidad, ya que históricamente su entraña había nacido en contrade un acuerdo espurio. Por esta razón, dos meses antes de laselecciones del 24 de febrero de 1946, presentó su renuncia comocandidato a delegado al Comité Nacional, que hizo pública conposterioridad al acto comicial. En ella desarrollaba los motivospor los cuales había tomado esa decisión. La dirigencia oficial dela U.C.R. comprometió al partido de Yrigoyen en la Unión De-mocrática -heterogénea alianza partidaria que con la fórmula

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Tamborini-Mosca perdió las elecciones frente al coronel JuanDomingo Perón-, el “comando de la derrota” fue luego reempla-zado por el grupo intransigente.

A esta altura de la historia, Oyhanarte era uno de los dirigentesmás respetados, un hombre de aquellos cuya opinión hacía la di-ferencia en el espectro político, sin desperdicio. Esto era visibleaún para otros sectores que no eran los de su partido, Perón, porejemplo le llegó a ofrecer la vicepresidencia de la Nación12.

Se cumplía para Oyhanarte el plazo mayúsculo y último desu vida, poco a poco comenzaba a decaer, una dolorosa enfer-medad lo fue apagando. Fallecía a los 61 años, el 7 de noviem-bre de 1946. Sus restos mortales fueron depositados en el Pan-teón del 90, junto a los de Hipólito Yrigoyen, su viejo maestro.

Político de raza, nació a la vida pública desde muy tempranaedad, consecuente con su partido y sus ideales, pudo mantener unaconducta sin rescindir sus principios. Amigo fiel, fue respetado nosólo por sus correligionarios sino también por sus adversarios. Unavida dedicada enteramente al servicio de la Patria.

Horacio Oyhanarte nunca dejó de ser aquel apasionado mili-tante de su primera juventud. La lealtad y la pasión eran parteesencial de su personalidad. Su motivación fundamental, la jus-ticia. Por eso Horacio Oyhanarte no vivía superficialmente, erael todo o nada y los acontecimientos del país formaban parte desu propia médula. Estaba llamado a ser protagonista de la histo-ria, cumplió con la cita.

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Notas

1. Horacio Oyhanarte, “El Hombre”, pág. 71, editorial Tor, Buenos Ai-res, 1934.

2. María Oyhanarte, “Los Oyhanarte”, pág. 73, Editorial de Belgra-no, Buenos Aires, 1998.

3. H. Cámara de Diputados de la Nación, Diario de Sesiones, reu-nión número dos, 11 de mayo de 1914, Tómo I, pág. 17.

4. Ramón Columba, “El Congreso que yo he visto”, pág. 135, editorialColumba, Buenos Aires, 1983.

5. Ibíd., pág. 135.6. Discurso sobre la política internacional pronunciado en el Congre-

so de la Nación, 24 al 25 de septiembre de 1917.7. Miguel Unamuno, “Horacio Oyhanarte y el golpe militar de 1930”,

pág. 33, CEDAL, Buenos Aires, 1998.8. Ibíd., pág. 33.9. Ibíd., pág. 40.

10. Ibíd., pág. 16.11. Ibíd., pág. 29.12. María Oyhanarte, op. cit., pág. 193.

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TEXTOS PARLAMENTARIOSDE HORACIO OYHANARTE

Discursos y Debates*

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* Los textos respetan la redacción original del Diario de Sesiones. Cuando las intervenciones son muy extensas se reproducen sólo fragmentos, separa-dos por líneas de puntos.

Agradecimientos a:Biblioteca, Archivo Histórico y Centro de Documentación de la Unión Cívica Radicalde Buenos Aires.Dirección de Información Parlamentaria. H. Cámara de Diputados del Congreso de laNación. Departamento de Referencia Legislativa (Subdirección de Documentación eInformación Argentina) de la Biblioteca del Congreso de la Nación.

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EL FRAUDE EN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRESCámara de Diputados

Sesión del 14 de mayo de 1914

Sr. Oyhanarte - (...) Derivados, señor, a esta Cámara por lavoluntad flagelada del pueblo de Buenos Aires, sería traicionarsu mandato, sublevarse contra sus irrevocables designios, si nollegáramos a este recinto trayendo la clarividencia de algunasverdades que han de imponerse, como se imponen siempre lasverdades, menos por la agresividad de sus enunciaciones quepor la valentía de su propia eficacia. Llegamos a este recinto tra-yendo un alegato doloroso y a la vez viril; venimos al mismotiempo que, desde el triunfo, óigase bien, resonante e inconfun-dible, desde la adversidad; traemos todavía como la aversióndel espectáculo de que ha sido víctima la provincia -heroica y al-tiva provincia nuestra- que, en el momento preciso en que debíaser dueña de su destino, vio nuevamente exhumarse, como enuna resurrección inverosímil, íntegramente, su pasado sombrío,con su cortejo de perversiones, con sus celadas, con sus trampas,con sus falsías, con sus mentiras, con sus engaños, con sus mar-tirios y, ¿por qué no decirlo? ¡con su sangre!

Buenos Aires había conquistado con exceso el derecho de suliberación política. Cuando la posibilidad del comicio, no la pa-rodia que le escarnece y le vilipendia, se ofrecía como una solu-ción posible de sus conflictos cívicos, Buenos Aires cubrió losatrios y afirmó en ellos, sin dudas y sin vacilaciones, los impera-tivos de su voluntad, siempre alta, ¡siempre aventurada por cau-sas superiores! Cuando se clausuraron los comicios, Buenos Ai-res se vio impelida a la revolución, y supo dar el ejemplo asom-broso y heroico de terminar con una situación de hecho, con ungobierno que había ascendido hasta el solio sagrado a espaldasde la Constitución, en 24 horas, en una sola noche memorable yheroica (...).

La abstención ha permitido al pueblo mantenerse en la inte-gridad soberana de su ideal, lejos de las supercherías de los co-

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micios fraudulentos, donde los oficialismos culpables fraguabany fraguan torpemente la parodia de la soberanía. La abstenciónha sido entre nosotros el veto formidable rubricado por el pue-blo consciente y austero a todas las arbitrariedades y a todos losvicios que pretendían encubrirse con las fórmulas excluidas dela legalidad, que simulaban la realización del sistema democrá-tico federativo allí donde un organismo roto, caduco y despia-dadamente anquilosado estaba proclamando el fracaso de nues-tro sistema político, ¡la inanidad absoluta del orden regular! (...).

Sería cerrar los ojos a la evidencia y a la verdad; más: sería ce-rrarlos a las solicitaciones altruistas, permanentes y luminosasdel patriotismo sostener que la escena abierta en Buenos Airesno ha sido la repetición exacta de todos los escenarios que conanterioridad se han abierto por el fraude en el territorio de todala República. No; la Unión Cívica Radical, cuya razón de ser ycuya existencia no ha de encontrarla el historiador futuro en laconcurrencia contingente del comicio, en el anhelo circunscrip-to y estrecho de llegar al poder, por el poder mismo; la Unión Cí-vica Radical, que ha venido a heredar la tradición histórica e in-victa que hizo y formó nuestra nacionalidad y nos legó nuestrasinstituciones, las mismas que hasta ahora no han descendido delas páginas irreprochables de la Constitución; la Unión CívicaRadical, decía, pensó que la concurrencia al comicio, después deheroicidades tan repetidas debía verificarse de otra manera: quedebía haberse abierto en Buenos Aires una liza perfectamenteimparcial donde todos pudieran tener la certidumbre inequívo-ca de que la voluntad popular depositada en la urna no seríajuego de los escamoteos tan comunes a la menguada politique-ría criolla; ¡de esos escamoteos que a veces han enrojecido y te-ñido de sangre el atrio y que otras veces han llevado al pueblodescreído a encerrarse en sus hogares, con la tristeza íntima desus esfuerzos cívicos fracasados! (...).

(...) me he de permitir leer una circular pasada por el gobier-no de la provincia de Buenos Aires, por intermedio de su jefatu-ra política, a todas las comisarías de campaña. Vio ella la luz pú-blica: aquí la traigo en un recorte. Dice esa circular: “Al señor co-

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misario de... Tengo el agrado de remitirle... planillas prontuaria-les, las que personalmente y con la mayor reserva se servirá lle-nar, de acuerdo con las siguientes instrucciones: 1° Anotará enellas, con toda precisión, el nombre de las personas que fuera detoda duda, sean radicales intransigentes, que respondan aún aljefe de esa agrupación, doctor Hipólito Yrigoyen, y residan en elpartido de su jurisdicción. 2° Hará constar, igualmente, el domi-cilio de los mismos, determinándolo con exactitud, como asítambién si tuviera otros fuera de la localidad. 3° Al llenar esa pla-nilla es indispensable que la filiación sea anotada con toda proli-jidad, debiendo establecerse el oficio o empleo que actualmentedesempeñare, y si fuera hacendado, el nombre del establecimien-to y cuartel en que está situado. 4° En la primera línea de los an-tecedentes políticos y morales anotará: ‘radical intransigente’ ycinco más abajo el elemento electoral que individualmente po-dría aportar a su partido. Inútil creo recomendarle que este últi-mo dato debe proporcionarlo libre por completo de todo apasio-namiento, pues no escapará a Vd. que es de suma importancia lamayor exactitud, desde que necesariamente en él ha de fundarseesta comisaría en las conclusiones a que arribe en el delicado tra-bajo que le ha sido encomendado por la superioridad”. (...).

(...) Como es sabido, no hay en su legislatura, en sus dos ra-mas, la Cámara de Diputados y el Senado, otra divisa, otra filia-ción, otro conglomerado que los representantes del régimen.

Sin embargo, señor, la Constitución de Buenos Aires estable-ce para la renovación de sus autoridades el sistema proporcio-nal; es decir, entonces, que si Buenos Aires se encontrara en unasituación de legalidad, debería ser representada en su legislatu-ra toda la policromía en que se divide el ambiente político de laprovincia; deberían estar allí sentadas todas las fracciones polí-ticas y todos los partidos orgánicos; debería tener allí su influen-cia la Unión Cívica Radical que, según es público y notorio, haconseguido después de todas las dificultades, de toda la luchaque ha debido sostener, de las persecuciones y trampas que lehan cerrado el comicio, el voto de cincuenta y ocho mil y pico deelectores; y sin embargo, en esa legislatura no se sienta un solo

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ciudadano que represente una causa, ¡que por lo menos se la sa-be con cien mil electores a la espalda! (...).

Rojas, señor, es el pueblo de mi nacimiento. (...) sepa esta ho-norable Cámara, para que pueda medir a qué altura me ciernode las miserias y de las pequeñeces humanas, que entre la enu-meración de nombres del oficialismo de Rojas he leído el de unode los asesinos de mi padre.

Allí, señor, en una noche lúgubre, que está presente, no en mivenganza pero sí en mis sentimientos, en una noche lúgubre,que siempre clarea en mi imaginación y más me aferra a estacausa como norte y orientación de mi vida, en una noche lúgu-bre, decía, me levanté sabiendo que habían asesinado por la es-palda a mi pobre padre.

Yo no quiero, señor, tal vez por la sugestión de noblezas he-redadas, yo no quiero personalizar aquel asesinato en determi-nados culpables; pero desde todas mis rebeldías de argentino,desde todas mis rebeldías de hombre, yo imputo, señor, este ase-sinato villano al régimen, al mismo régimen que hoy escarnecea la provincia de Buenos Aires. (...)

(...) alguna vez, en la noche, en las miserias prolongadas, enlos dolores íntimos de mi infancia, he deseado, señor, lo confie-so, llegar a esta tribuna para ocuparla nada más que un minutoy poder exteriorizar estas grandes verdades dolorosas.

Y más que para hacer relampaguear aquí el verbo de la ven-ganza, que no me conmueve porque estoy abroquelado contraella, más que por eso, señor, he deseado llegar a ocupar una ban-ca para hacer desde aquí lo que siendo niño tuve que hacer des-de la barra de la legislatura de mi provincia, donde tuve que ira enrostrar el crimen a uno de los miembros de esa legislatura,porque hasta a esto nos ha acostumbrado el régimen de la pro-vincia de Buenos Aires: ¡a que vayamos a encontrar entre susmiembros a los asesinos de nuestros padres!

(...) después de terminado este proceso que será uno de losprocesos más completos que se hayan formulado contra una de-terminada situación ante un tribunal tan espectable, que es elprimer tribunal de la República, o sea esta honorable Cámara de

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Diputados; después de este proceso, digo, no me cabe duda deque la Cámara se honrará anulando las elecciones de la provin-cia de Buenos Aires, en términos tales que se puedan repetir esaselecciones en condiciones de legalidad. (...).

Queremos, señor, que la escena de Buenos Aires se reabra,que de una vez por todas se sepa cómo somos en Buenos Aires,en qué condición se encuentra desde hace muchos años la in-mensa mayoría de su electorado y cómo el régimen ha tenidoque valerse de todas esas artimañas, de todas estas ignominias,porque era en verdad la única manera de evitar que derivára-mos legítima y exclusivamente al gobierno de la provincia. (...)

Estamos triunfantes en este momento en la escena total de laRepública. Pero no es eso lo que satisface nuestros legítimos an-helos. Vamos buscando, señor, la reparación de las instituciones,de esas instituciones fundamentales que han costado tantos ytantos sacrificios, y que representan la aspiración de los altospensamientos directivos de la República. Buscamos, señor, el re-surgimiento de esas instituciones que han sido amasadas consangre, que han sido exponente de altiveces. Eso vamos buscan-do a lo largo de esta reparación histórica que sintetiza el credode la Unión Cívica Radical, reparación anterior y superior a lascontingencias menguadas de intereses subalternos.

Eso somos, señor: esa es la Unión Cívica Radical; no un par-tido sino una gran idea reivindicativa, de origen nacional. Y es-ta obra, señor, se está consumando; se está consumando porquesabemos que el Presidente de la República, el doctor Sáenz Pe-ña, se ha sentido tocado por ella, y ha visto que era necesarioauspiciarla desde lo alto, para que no la impusiéramos desdeabajo, en términos más dolorosos. El Presidente Sáenz Peña notiene en este momento, y por eso es grande y trascendente estedebate, otra obra que realizar, si quiere entregar su nombre alrespeto venidero, que atender a esta reclamación que hace trein-ta años ha planteado la Unión Cívica Radical. (...)

La civilización argentina, señor, exige que se proclame la de-rrota del fraude, enaltecido en la provincia de Buenos Aires alrol de institución; exige de este alto cuerpo deliberativo la sen-

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tencia inapelable que le restituya parte de su soberanía detenta-da, la sentencia inapelable que diga, mejor que todas las disqui-siciones, que la política argentina, función básica del mejora-miento y del progreso generales, repunta camino a la verdad. LaNación entera escucha estas deliberaciones y el sentimiento pú-blico manda que nuestro fallo sea el de la conciencia nacional,que ya no admite unanimidades mansas y silenciosas, que repu-dia el pasado con sus procedimientos delictuosos y anhela parala República el voto libre que ha de realizar en la práctica la úl-tima etapa de la organización nacional. (...).

INTERPELACION AL PODER EJECUTIVO NACIONALCámara de Diputados

Sesión del 13 de julio de 1914

Sr. Oyhanarte - Pido la palabra.Hace un mes, señor presidente, el 12 de junio pasado, que

planteé ante la honorable Cámara una minuta de interpelaciónal Poder Ejecutivo Nacional con motivo de uno de los asuntosmás graves que pueden absorber la preocupación de los pode-res públicos en estos momentos con motivo de la crisis.

Estaba resuelto, señor presidente, a formular una moción depronto despacho sobre este asunto, ya tan demorado, cuandocon toda sorpresa llego al conocimiento de que la moción for-mulada ante esta honorable Cámara -que si no tuvo, como de-bió tener, si la honorable Cámara hubiera respondido a las legí-timas exigencias públicas, los dos tercios de votos para ser tra-tada sobre tablas, tuvo asentimiento- no había sido pasada a co-misión y se había hecho caso omiso de dicha minuta de interpe-lación, tal como si no la hubiese formulado.

Sr. Presidente - Permítame el señor diputado. Debe ser, o unamala información que le han dado al señor diputado, o un errorde secretaría.

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El señor diputado formuló la moción, la Cámara se pronun-ció sobre si se ocupaba de inmediato o no, y resolvió no ocupar-se de ella inmediatamente. De manera que la moción debe estara estudio de la comisión de Hacienda, que es lo que resolvió lapresidencia.

Sr. Oyhanarte - Sí, señor, debería estar no a estudio sino re-suelta hace rato por la comisión de Hacienda; lo que sin dudahubiera ocurrido si se le hubiese prestado la debida atención aesta minuta de interpelación, y no se la hubiera mirado -comotal vez ha sucedido- con el prisma de prejuicios que no han exis-tido en el ánimo del diputado interpelante. Pero me consta queno está ahí la minuta porque he recabado, hoy mismo, los datosde la secretaría, y resulta que mi moción de interpelación no haido a ninguna de las comisiones de la honorable Cámara.

Sr. Presidente - La presidencia resolvió que pasara a la comi-sión de Hacienda.

Sr. Oyhanarte - Más: he hecho en sesiones anteriores un reque-rimiento privado a la secretaría, que me confesó que había olvida-do pasar a la comisión respectiva la minuta de interpelación pormí presentada. Hice ese requerimiento personal y hoy, cuando ibaa fundar una moción de pronto despacho, llega a mi conocimien-to que la moción de interpelación no ha pasado a estudio de nin-guna comisión, habiendo transcurrido ya más de un mes, puesfue presentada en la sesión del 12 de junio, sin que hasta ahora sehaya hecho absolutamente nada sobre una cuestión gravísimaque absorbe las preocupaciones de todos los órdenes, y que afec-ta a los grandes factores de la economía nacional: a la ganadería ya la agricultura, industrias madres entre nosotros, de las que sealimentan casi con exclusividad el juego de toda nuestra riqueza,el comercio que mueve cuantiosos valores y las clases trabajado-ras y sufrientes pues, como debe saber la honorable Cámara, exis-ten en estos momentos miles de obreros que se encuentran sin tra-bajo, si hogar, sin pan y sin lumbre. (Aplausos).

Creo, pues, señor presidente, que es necesario que la comi-sión respectiva se produzca a la brevedad posible sobre esta in-terpelación, ya que ha sido muy raro, por cierto, que la moción

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no haya tenido los dos tercios de los votos requeridos para sertratada sobre tablas, como casi invariablemente acontece con to-das las minutas análogas, máxime cuando ella representaba unproblema de los más trascendentales que puede hoy preocupara cualquier espíritu sanamente orientado. (Aplausos)

Por otra parte, señor, al fundar la minuta de interpelación hedeseado que el Poder Ejecutivo se hiciera presente en esta Cá-mara para saber de sus rumbos en esta materia, para conocer supensamiento sobre la crisis, para saber qué importancia le asig-na el Ejecutivo, qué atención le presta y cuáles serían, en todocaso, las medidas de gobierno tendientes a atemperarla.

Es de pública notoriedad, señor presidente, que he desen-vuelto siempre mis actividades de ciudadano lejos de los gobier-nos, fuera de la órbita de los poderes oficiales, y eso explica su-ficientemente que me falten los elementos de criterio necesarioscomo para, en un momento dado, poder decir qué orientaciónha de seguirse en materia tan compleja y ardua, de tanta tras-cendencia en sus causas y en sus efectos, como que nadie puedecreerse con la omnipotencia exclusiva para decidir cuáles han deser las medidas, cuáles los remedios que han de ayudarnos, consabias medidas de gobierno, a solventar en parte siquiera unasituación que se reagrava por momentos. (Aplausos).

Mi interpelación ha sido promovida al Poder Ejecutivo de laNación y no a un determinado ministro, porque entiendo quedentro de la economía de los poderes públicos de la Nación, el Po-der Ejecutivo no está constituido por los ministros. Creo que so-bre el particular se ha seguido una práctica viciosa cuando se hainterpelado a un determinado ministro, pues el Poder Ejecutivopuede confiar la exteriorización de su pensamiento a un ministrocualquiera o a todo el ministerio, como ha ocurrido en diferentesoportunidades. Por eso he creído -no me refiero a la discusión queacaba de promoverse- que han estado equivocados los señoresdiputados que han creído que el señor ministro de Marina (queaquí no es ministro ni ejerce funciones públicas, sino un simpleespectador de nuestras deliberaciones) podría sentarse en el ban-co ministerial y dar las explicaciones sobre el incidente ocurrido

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en Bahía Blanca a un señor diputado, explicaciones estas que nose recaban dentro de la hermenéutica constitucional de los minis-tros, pues los ministros -lo repito- no son una rama del poder pú-blico sino el Poder Ejecutivo de la Nación, que lo representa elPresidente de la República, lo que es por cierto, fundamentalmen-te distinto. Sabido es que el Presidente de la República nombra,aleatoriamente y obedeciendo a su criterio personal, a sus minis-tros, sin requerir anuencia de ninguna de las Cámaras del Con-greso, porque no tenemos un régimen parlamentario, y los minis-tros son simples secretarios de Estado y nada más.

Así que, en el caso particular, el señor ministro de Marina esun espectador de nuestras deliberaciones, y aunque él hubieraestado muy bien informado sobre la materia...

Sr. Presidente - Le ruego al señor diputado que se atenga a lamoción de pronto despacho.

Sr. Oyhanarte - Estoy en la moción.Sr. Presidente - No está.Sr. Oyhanarte - Se ha manifestado que yo había interpelado

mal, porque no me había referido, al fundar mi minuta, al minis-tro de Hacienda; y no lo hice porque en mi concepto y en el detodos los tratadistas, el ministro de Hacienda no es un poder, si-no el Presidente de la República. Y para resolver la cuestión pormí planteada, o por cualquier otro señor diputado, puede con-currir un ministro o todo el ministerio, como ha ocurrido en es-ta presidencia del doctor Sáenz Peña, como ocurrió al tratarse en1893 la cuestión del desarme y como ha sucedido en la presiden-cia de Sarmiento y, en fin, en todas las presidencias argentinas.

Para no dilatar más esta sesión, con estas breves palabras rei-tero mi moción de pronto despacho de la interpelación plantea-da al Poder Ejecutivo en los términos a que me he referido................................................................................................................

(El señor Presidente anuncia que la moción formulada por elseñor diputado por Buenos Aires se halla a estudio de la comi-sión de Hacienda, y estima que las palabras del señor diputadoson suficientes para que se tome como un pedido de pronto des-pacho. No pudiéndose entrar a la orden del día por haberse re-tirado el ministro de Hacienda, queda levantada la sesión).

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CONFLICTO ENTRE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMERICA Y MEXICO

Cámara de Diputados

Sesión del 13 de septiembre de 1915

Sr. Oyhanarte - Pido la palabra para hacer una indicaciónverbal, a objeto de que se pase una minuta de comunicación alPoder Ejecutivo para que se haga presente ante la honorable Cá-mara, por intermedio del señor ministro de Relaciones Exterio-res, a fin de que nos diga cuál es el concepto con que el Ejecuti-vo ha abordado la incidencia entre los Estados Unidos de NorteAmérica y el gobierno de México.

Es notoria, señor presidente, la alta trascendencia que tienenestos asuntos de orden internacional para la autoridad y losgrandes prestigios de la República.

Es reciente, señor presidente, la entente y los pactos celebra-dos entre la República Argentina, Chile y el Brasil, de los cualesel Congreso no ha tenido hasta ahora conocimiento oficial algu-no; es reiterada también la representación que ha tomado en elexterior nuestra República en lo que respecta a los conflictossuscitados entre el Estado mejicano y los Estados Unidos deAmérica. De cuál es el criterio con que el Ejecutivo ha interveni-do en estas emergencias, de suyo tan justamente subvertibles,por lo que toca a la soberanía de los Estados, el Congreso argen-tino, a pesar de tratarse de facultades que le son propias y de es-tar sesionando, no sabe absolutamente nada. No es el caso deprejuzgar pero sí el de cuidar como una de las más preciosasprerrogativas el respeto sagrado e inalterable que tenemos porlos fueros que corresponden a las naciones constituidas.

El Congreso argentino debe interesarse por estas cuestiones,con el mismo celo que nuestra Nación tiene por su propia sobe-ranía. La República no debe ir hacia el exterior sino cuando lassolicitaciones de las naciones amigas lo requieran. Sería un an-tecedente, del que nos arrepentiríamos siempre, que la Repúbli-ca Argentina, en su exteriorización internacional, llegara por al-

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guna actitud dada a molestar siquiera a cualquier estado delmundo y sobre todo de América, donde no podemos tener conlas naciones hermanas sino francas y fraternales relaciones,.

Por eso, sin hacer discusión, entiendo que es necesario, quees imprescindible que el Poder Ejecutivo se haga presente, comolo propongo, a fin de que nos diga por qué motivo y con qué al-cance ha mediado entre los gobiernos de los Estados Unidos yde la República de México. (...)

PENSION A PEDRO B. PALACIOS (ALMAFUERTE)Cámara de Diputados

Sesión del 22 de septiembre de 1916

(Célebre discurso del diputado Oyhanarte, voluntariamentealargado por razones políticas, en el que se evidencia su facili-dad de palabra, su don de la oratoria y su vasta cultura).

Sr. Oyhanarte - Alguien, un atrevido sin duda, un escépticoacaso, se ha aventurado a lanzar una frase que fuera de descon-suelo si alcanzara a ser cierta, un pensamiento sacrílego si pu-diera realizarse; alguien, repito, ha dicho que la poesía, esa tra-suntación infinita de todas las bellezas y todas las emotividadesse va; que la poesía, esa maga que nos toca el alma con su len-guaje de fuego y nos tornasola la imaginación con sus tropos au-daces, está destinada a desaparecer dentro de la civilización mo-derna, sin duda porque ya ha perdido el gobierno de las almas,porque ya ha desaparecido de los pechos ese rescoldo superiorque nos pone húmedos los ojos en los atardeceres, y esa vibra-ción oculta que nos enciende ante lo heroico y nos sublima antelo trágico y nos conmueve, en fin, ante cualquier manifestaciónde la maravillosa naturaleza y ante cualquier despliegue quemuestre, como en una garra, el genio soberano del hombre.

Yo, señor, excuso manifestar que no creo en el fórmula pesi-

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mista y material, y por eso apoyo este proyecto que, además deser un símbolo y de importar una consagración, llega hasta no-sotros auspiciado por la juventud estudiosa y culturada de laRepública. Por eso he llegado hasta aquí escoltando a un poeta,una viviente afirmación de que aún quedan bajo la techumbreazul de los cielos estos sublimes amasadores de pan para el es-píritu, un poeta, una paradoja andando, un hombre hecho sa-cerdote, un sacerdote hecho dios, un dios hecho armonía, unaarmonía meciendo las almas como una tempestad la cabeza ne-gra de los montes... (¡Muy bien, muy bien!) un poeta, amalgamainconfusa de adivinaciones hondas y de verdades triviales; unaroca enhiesta y brava, que se petrifica en el mar de la vida paraque canten sobre ella todos los dolores, todas las alegrías y to-das las destemplanzas; un poeta, ave de luz, que en el naufra-gio de los positivismos y de las vulgaridades, abre sus dos gran-des alas serenas como para demostrarnos que en los espaciostambién se vive y en los espacios también se reina; un poeta, es-cala de rumores, manto de conmiseraciones, refugio de dolori-dos, fórmula viviente, la más alta, de la superioridad humana,del destino jocundo de la especie, porque un poeta afirma y pro-clama y evidencia que aún existe la inmortalidad, siquiera en laresonancia sin límite de la música verbal. (Aplausos). Un poeta,en fin, semidiós, formado de rumores, de armonías, de auroras,de crepúsculos, de anatemas, de protestas, de realidad, de en-sueños, de desesperanzas y de luz, ¡y de luz! (¡Muy bien!).

Yo conozco, señor, tres grandes poetas inmortales anterioresy superiores a la criatura humana; tres sublimes poetas que es-tán proclamando sin intervalo el triunfo formidable de la eternabelleza.

El primero de ellos ha merecido la adoración de muchos pue-blos. Los hindúes le quemaron incienso y los griegos le levanta-ron estatuas. Diariamente se eleva sobre los horizontes, viste tú-nica de oro, entona grandes sinfonías luminosas, orquesta conuna magnificencia diabólica la combinación de todos los colores,irrumpe con su semblante ardiente; el reverberar de todos los irissobre las aguas se vuelca en un juego de pedrerías incalculables,

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pone en cada ola una fosforescencia de topacios, sobre los bos-ques improvisa los madrigales de los claroscuros y de los tonosintermedios; en las amplias llanuras moribundas resbala sobre lacabellera rubia de los trigales, como si arrastrara sobre ellos lastrenzas opulentas de una walkiria; satura todos los espacios deun lujurioso barniz de fuego, finge mares lejanos, se quiebra so-bre los aleros y al perderse en la línea opaca y lontana del hori-zonte, deja sobre los vientos ennegrecidos del mundo como el so-llozo gutural de una pena infinita. (¡Muy bien! Aplausos).

¡Este gran poeta, este gran artista es el sol, padre del día, des-posado de la luz, beso de fuego puesto sobre la frente de las ti-nieblas!

Otro gran poeta es el viento; es un poeta loco, un tanto neu-rasténico; tan pronto vocaliza una serenata como rasga la cabe-llera de una selva orquestando una inimitable sinfonía. ¡Oh, elviento! ¡Qué gran poeta! Yo lo he escuchado en las noches inver-nales, cuando las muchachas desgreñadas muestran las magru-ras del infortunio, yo lo he escuchado, remedando sobre la ven-tana esos ayes gemebundos, agónicos y tristes, como si todos losdolores ignorados estallaran en el magno cordaje; el viento, cu-ya lira inimitable entona la bandurria de todos los triunfos; seblande como un puño invisible y como un haz de rumores abo-fetea el oído de los necios, en cuyas voces, balbuceos y murmu-llos parece que hablara el lenguaje musical que inspiró a Orfeo;el viento, arco inmenso que ejecuta una melodía enorme e inter-minable, teniendo por violín la espalda encrespada del océano;padre de Wagner, a quien besó en el caracol del oído para incen-diarle, como un zumbido loco, el cascabel sonámbulo de su ge-nio. ¡El viento, que canta, que llora, que ríe, que juega y que ha-ce del universo todo un solemne templo donde resuena su mú-sica desde el día primero en que la batuta de Dios hizo que losmundos giraran sobre sus ejes! (Aplausos prolongados).

El tercer gran poeta, viejo poeta melenudo y triste, es el mar.¿Quién no ha escuchado sus protestas de cíclope encadenado?¡Quién no ha oído su dolorosa elegía? El mar es un épico poe-ta, es un austero maestro del dolor. Como Prometeo, está ama-

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rrado a la roca de su infortunio, y por eso se agita y se convul-siona como un titán herido. ¡Pobre mar, como todos los artistasgeniales sufre de una pena incurable! ¡Cuántos poemas mur-muran las lenguas innúmeras de sus olas! Mar, viejo mar, besa-do por el viento y espolvoreado de fuego, como una túnica ro-mana, por la mirada ardorosa del sol. ¡Mar, viejo mar, hondocomo los misterios, grande como el pensamiento, triste como lavida, fecundo como el dolor; padre del ensueño, abrazo frater-no tendido de un extremo a otro del mundo para eslabonar lospueblos y confundir las razas, sonrisa de la eternidad, lleno degérmenes misteriosos, magno poeta que solloza, que canta, quesuspira, con sus islas flotantes de algas de corales, sonrosadas,y ese su sudor de auroras y de lágrimas que se llaman perlas!(Aplausos. ¡Muy bien!).

¡Almafuerte, señor, es un poeta que tiene del sol, del viento ydel mar! (¡Muy bien! ¡Muy bien!).

El hada ciega le besó en la frente; el sol le dio uno de sus ra-yos creadores; el viento le envalentonó de música el oído; y elmar en tumbos gigantescos le explicó el secreto de la eterna ar-monía, y con su serenidad épica, indomable, le dijo cómo se ha-ce obra humana y obra buena y obra fecunda, con sólo tender lapropia sentimentalidad como una bandera flotante, para quehagan de ella un trapo victorioso el dolor con sus rachas y el su-frimiento ajeno con sus silbos de águila soberana. (¡Muy bien!).

¡Pobre poeta dolorido, misántropo y genial! La vida toda espara él una resonancia infinita; nació para la armonía, como elcóndor para la cumbre, su cabeza se curvó en el génesis tortu-rante de la concepción; toda su fibra, toda su sangre, todas suscélulas se aguzaron para la nota; como su padre el mar templasu cordaje movible cuando se engarabita en la bronca sinfoníade las tempestades; cerebro poblado de visiones extrañas y deespantosas realidades; corazón, gran corazón, que va hacia lallaga en la bendita, en la santa eucaristía del socorro; fraternalamigo de la desgracia, para quien todo dolorido es un hermanoy toda flagelación ajena una desgracia propia; poeta que, comoaquel de otro de Judea, va peregrinando con su carga irredimi-

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ble de torturas, a punto de que cuando quiere hacer obra bellasaca un dolor del corazón, lo lleva al cerebro y le pone dos alas;soñador que tiene, como el divino Nazareno, dulce el labio yagrio el corazón, que ambula por el mundo para redimirlo conarmonías como el otro con parábolas, que tiene un concepto tanhumano de la vida que todo rostro con lágrimas vale para élmás que todas las frentes coronadas. ¡Poeta que antes de serlofue hombre y que, siendo hombre, fue capaz del perdón, hastaponer su propia, dolorida existencia, al ras de la más triste tablade salvación para el primer náufrago de la vida! (¡Muy bien!¡Muy bien!).

La patria, señor, necesita y ha necesitado de estos sumosartífices, sin ellos su alcázar inconmensurable sería un templovacío, sin rumores y huérfano del incienso de los cantores. Poreso ha hecho bien la juventud argentina al llegar hasta nosotroscon este petitorio que la honra y que nos honra, ya que nuestratradición es profunda y raigada en el sentido de la espirituali-dad. (¡Muy bien!).................................................................................................................

La riqueza buscada como finalidad podrá ser el punto de lle-gada de los derrotados y de los miserables, pero nunca el pen-dón de un pueblo como el nuestro, cachorro de leones, amaman-tado con estupendas arrogancias, y que se mueve en la ampliacuna que mañana ha de cobijar a su ser púber como inquiriendocosas fabulosas y grandes, ¡para realizarlas e incorporarlas a laconstelación que ya fulgura sobre su penacho!

Las republiquetas italianas se hicieron perdonar sus usuras ysus fastuosas riquezas porque de la expansión económica deri-vó el Renacimiento, porque el oro y la plata amasados por la pi-ratería y los denuedos en los mares lejanos se gastó en manteneraquella corte maravillosa de sabios, de poetas y de artistas; por-que los mercaderes se llamaban Lorenzo de Médicis, que lo mis-mo aventuraba la más formidable flota para que trajera los refi-namientos de Oriente, como corregía un mármol cincelado porMiguel Angel; porque el bronce y la plata lo mismo servían pa-ra acuñar monedas como para que el turbulento Cellini orfebra-

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ra sus sutilezas, sus arabescos, sus calados, que hacían a la ma-jestad de los reyes y de los pontífices esclava de la majestad delarte. (¡Muy bien! Aplausos).

De los balances hechos por los banqueros genoveses, vene-cianos y florentinos, la posteridad poco y nada se ha preocupa-do; pero las miradas investigadoras de todas las épocas se handetenido ante el Perseo, ante el Moisés, ante la Virgen de la Si-lla, ante la Gioconda de Da Vinci, ante la gloria arquitectural delos palacios famosos, ante la cúpula de San Pedro, suspendidaen el vacío, como si algún mundo asombrado y remoto hubieraquerido coronar la audacia, dejándola caer desde lo alto.(Aplausos).

La riqueza, el oro, el poder, la expansión triunfal del múscu-lo, valen por lo que crean y no por lo que atesoran; y si el idealequívoco de una colectividad pudiera ser el de amontonar me-tálico y no el de realizar cosas bellas y superiores, habría queconvenir en que el mejor epitafio de las patrias extintas sería elde Cartago, salvado sólo del anónimo por las arremetidas quijo-tescas de Aníbal. (Aplausos).

Nuestra patria -y aquí otra vez hablo de este proyecto- debeconcluir de modelar su ideal colectivo como en las paradojas deestas impresiones, mirando hacia arriba, que si de sus abstrac-ciones inmateriales y fecundas la despertara la realidad -como aThales en la leyenda griega- sería cuando hubiera salvado ya to-das las inmortalidades en la obra de sus artistas, en el genio desus empresas, en la gloria de sus poetas, en la verdad de sus sa-bios, en la misericordia de sus doctrinas y en el tesoro indestruc-tible de sus ideas.

He terminado. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Prolongados aplausos.Muchos señores diputados rodean y felicitan al orador).

(El señor Presidente -Demaría- anuncia la votación del proyec-to, que resulta afirmativa en general. El señor diputado Goye-neche pide que conste que fue por unanimidad, y así se hace).

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CARESTIA DE ALIMENTOS Y ALQUILERESCámara de Diputados

Sesión del 15 de febre ro de 1917

(Debate sobre una moción del señor diputado presidente De-maría sobre la designación de una comisión especial para in-vestigar la carestía de alimentos. Oyhanarte la amplía).

Sr. Oyhanarte - Pido la palabra para hacer este pequeño agre-gado a la proposición del señor diputado Demaría: que la comi-sión investigadora realice también su labor con respecto al al-quiler que pagan los trabajadores por sus viviendas, consideran-do dichos alquileres con respecto a sus jornales y sueldos.

El señor diputado Demaría, que se ha preocupado de esteasunto, convendrá conmigo en que hay necesidad de hacer co-mo una revisión en esta materia de los alquileres. Por mi parte,yo también he estudiado el asunto y he traído, hace dos años,una minuta de comunicación a la consideración de la honorableCámara, que comprendía, precisamente, los mismos problemasa que se refiere la proposición que se está discutiendo, como asi-mismo la municipalización de varios servicios y una investiga-ción sobre el arrendamiento de la vivienda de los trabajadores,para saber si guarda relación con los jornales que ganan y con elestado actual de cosas, en que la propiedad ha sufrido una dis-minución en su valor, sin haber repercutido muchas veces enlos alquileres de las clases pobres.

Por otra parte, creo que va a resultar interesante, aun delpunto de vista social, esta investigación porque los que se hanpreocupado del problema y han visitado los barrios no excéntri-cos y aun los populosos de la ciudad, han visto grandes palaciosal lado de sórdidos conventillos, donde las personas viven en laforma más antihigiénica, y van a poder también irradiar su ac-ción benéfica sobre el alquiler que pagan los trabajadores porsus viviendas, que se halla íntimamente vinculado con el jornalque ganan.

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Yo creo que el señor diputado Demaría ha de aceptar estaampliación porque en realidad ella está involucrada en los bue-nos deseos de su proposición.

Debo decir dos palabras más al respecto. Siempre he tenidola preocupación de estos asuntos, que interesan al pueblo y alos trabajadores: lo he traído muchas veces a la consideraciónde la honorable Cámara, y actualmente, en que en cuestionesde gobierno podemos pasar de las palabras a los hechos, herecorrido con el señor intendente municipal muchos barriosde la ciudad y lo he ayudado en cierta forma a solucionar elproblema de los artículos de primera necesidad haciendo, porejemplo, que la fruta del Tigre, de San Fernando y de las islasdel Paraná, lo mismo que las verduras y la leña, puedan sertraídas en las mejores condiciones posibles, libres de todo im-puesto municipal, para ofrecerlas al consumidor a precio muyreducido.

Como se ve por este ejemplo, el gobierno nacional estápreocupado actualmente, por medio de sus autoridades y desus órganos naturales, de los mismos problemas que gravi-tan con toda justicia sobre el espíritu del señor diputado De-maría.

Quiero que este anhelo sea también de la honorable Cámara,y por eso voy a votar el proyecto de que se trata, ampliado en laforma que propongo.

(Se autoriza a la presidencia a nombrar dos comisiones, unapara investigar la carestía de los alimentos y la otra los altosprecios de los alquileres. No haciéndose observación, se da poraprobada en esta forma la proposición).

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POLITICA INTERNACIONAL DE LA ARGENTINACámara de Diputados

Sesión del 24 de septiembre de 1917

(En dicha sesión permanente, que se prolongó al 25 de septiem-bre, se debatió la política exterior seguida por el Poder Ejecuti-vo ante la guerra europea y en las reclamaciones formuladas algobierno alemán).

Sr. Oyhanarte - En el primer año de la guerra tuvo el gobier-no argentino viejo -o como digo yo siempre, y no habría por quémodificar el término, el gobierno del régimen, el último gobier-no del régimen, felizmente para el país y sobre todo para nues-tras relaciones internacionales- tuvo el anterior gobierno, en elprimer año de la guerra, oportunidad de deslindar nuestra si-tuación frente al conflicto internacional, netamente, austera-mente, pero no lo hizo, sino que, por el contrario, dejó que losactos más vituperables se consumaran en contra de nuestra so-beranía sin hacer reclamación de ninguna especie, guardandoun silencio que era complicidad y que era humillación. Cuandolas tropas alemanas invadieron a Bélgica, cuando el canciller im-perial hizo saber al mundo que los tratados eran pedazos de pa-pel, el gobierno argentino, que debió tomar alguna actitud, quedebió definir su conducta ulterior, se encerró en un incompren-sible mutismo, como si en la comunidad general de las nacionescivilizadas fuéramos un minúsculo agregado, sin dirección y sinnorte, sin rumbo y sin solidaridades.

¡Guardó silencio! Bien es verdad que la amenaza iba dirigidacontra todas las individualidades, como la otra amenaza, quedespués analizaré, de la guerra irrestringida de los submarinos;pero el gobierno argentino en aquella oportunidad no se pro-nunció, aun cuando era llegado el momento de definir la políti-ca internacional de la República.

Viene después el caso concreto, señor presidente. Viene elagravio directo a las prerrogativas de la Nación; el caso de Di-

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nant, que yo me voy a permitir referir y documentar, para llegara la conclusión de que era en aquella oportunidad cuando la Na-ción debió demandar del imperio germánico la reclamación desus derechos vulnerados, para en el caso de no haber sido satis-fecha, como las exigencias del honor marcan, definirnos toman-do beligerancia en el conflicto.

Viene el caso de Dinant, señor presidente. El vicecónsul ar-gentino de aquella población belga es fusilado, o asesinado, jun-to con 140 súbditos belgas, entre los que habían niños, mujeresy jóvenes de 16 años; el pabellón nacional es arrancado y hechopedazos por los soldados alemanes, es vejado nuestro escudo yquemados los archivos del consulado.

Durante un período de varios meses la prensa de todo elmundo civilizado refirió en todos los tonos y con todos los tin-tes el dramático y horripilante episodio de Dinant; la voz uníso-na de la prensa universal nos caldeaba de rubor las mejillas, por-que nos indicaba el camino a seguir, porque conminaba al go-bierno argentino a que decidiera su actitud ante tan salvaje ybrutal atentado.

Aquí no se trataba -interesa establecer el distingo-, como se hatratado en las reclamaciones posteriores satisfechas por Alemania,de que hubieran sufrido nuestros intereses materiales, de que sehubieran perdido unas cuantas bolsas más o menos de trigo: aquíhabía un hecho que subleva desde el punto de vista humano: hu-bo un asesinato, hubo el fusilamiento sobre el tambor de un hom-bre que representaba a la Nación, quien para acreditar tal carácterhabía izado la bandera argentina en su consulado, circunstanciaque no inspiró respeto alguno a los militares alemanes.

Estos hechos, como decía, relativos al crimen de Dinant, fue-ron comentados por la prensa universal durante varios meses.En el renovarse permanente de los trágicos episodios de la gue-rra pasaron otros sucesos y éste perdió su actualidad, máximecuando se le echaron, para ocultarlo, muchas sombras. Sin em-bargo, señor, sigue aún para nosotros teniendo actualidad “elfusilamiento del cónsul argentino en Dinant”, que no preocupópara nada al gobierno del doctor Plaza.

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Vino al Congreso el entonces ministro de Relaciones Exterio-res, doctor Murature, en momentos en que se estaba discutien-do el presupuesto, e incidentalmente algún diputado le inquirióal señor ministro que explicara lo que había ocurrido en Dinant.Yo me voy a permitir leer el resumen de esas explicaciones.

(El diputado Oyhanarte resume lo dicho por el ministro Mu-rature, quien promete ampliar la investigación en marcha so-bre lo acaecido en Dinant, tras lo cual el diputado Oyhanarteprosigue su intervención).

Concordante con estos antecedentes oficiales, hay tambiénuna correspondencia del periodista Roberto J. Payró, aparecidaen “La Nación”, diario cuyas denuncias hacían precisamente queel señor ministro de Relaciones Exteriores, doctor Murature, seocupara de este horripilante crimen. Decía el señor Payró: “Fue-ron inmediatamente rodeados por soldados alemanes y conduci-dos a un oficial, que separó del grupo a M. Himmer y a todos loshombres y adolescentes hasta de 16 años que bajo la amenazadel revólver tuvieron que encaminarse a la abadía de los PadresPremonnstratenses, frente a la cual se hacían las ejecuciones.Himmer reivindicó inútilmente (aquí viene la constatación de mispalabras) su título de cónsul de la República Argentina. Sin inte-rrogatorio, sin sentencia, fue pasado por las armas junto con susempleados, capataces y obreros. Entre la salida de la fábrica y elmomento de la ejecución no transcurrieron sino diez minutos.Desde el principio de las hostilidades, Himmer había hechoenarbolar una gran bandera argentina sobre el escudo del consu-lado. El escudo quedó intacto pero la bandera fue arrancada yhecha pedazos. La casa fue saqueada. Himmer había puesto to-dos los archivos del consulado en su escritorio particular de la fá-brica, creyéndolos más seguros; pero poco después la fábrica fueincendiada y todos los documentos ardieron”.

¿Qué hizo el anterior Poder Ejecutivo ante estas denuncias yfrente a un hecho que no podía ponerse en duda, como era lamuerte, el deceso violento del cónsul argentino en Dinant?

Hizo, señor presidente, un sumario administrativo de mu-

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chos infolios y en donde llegó a dictar una resolución que es unaverdadera vergüenza para los argentinos y para nuestra sobera-nía. Con el testimonio del coronel Bravo y con otras piezas quefiguran en el proceso, el Poder Ejecutivo de entonces, por inter-medio del ministerio de Relaciones Exteriores -asómbrese la ho-norable Cámara- elevó el expediente a dictamen del procuradorgeneral de la Nación. Así, pues, de un caso de soberanía, hizo uncaso de leguleyería; hizo como si se tratara de un pleito común,hizo como si se tratara de un expediente judicial o de una ges-tión administrativa sobre cualquier clase de intereses materiales.

El señor procurador de la Nación venía de este modo a tener,por órgano del Gobierno, la soberanía nacional delegada. Depen-dería de lo que el señor procurador de la Nación dijera, en ejerci-cio de funciones que no tienen absolutamente nada que hacer conesta clase de reclamaciones de nación a nación, que se resuelvendentro del criterio y del pensamiento de cada gobierno y de cadaindividualidad internacional; ¡dependía de un dictamen del pro-curador general de la Nación la resolución de un asunto del quepodía depender la paz o la guerra de la República! El señor procu-rador de la Nación tomó el legajo como toma un juez del crimenun expediente por hurto o por un delito común cualquiera para fa-llarlo, y así fue su consejo: ¡que las pruebas que existían eran indi-ciarias, algo contradictorias, y que no había elementos de juicio pa-ra fallar condenando al imperio germánico!

El señor procurador de la Nación se pronunció en un largodictamen que lleva la fecha de 24 de diciembre de 1915, y en esamisma fecha el señor ministro de Relaciones Exteriores -que po-siblemente en estas horas es uno de los que se yerguen frente ala actitud asumida por el actual gobierno argentino- el mismodía en que apareció ese voluminoso informe del procurador dela Nación -asómbrese otra vez la honorable Cámara- ¡pone unanota mandando el expediente al archivo! ¿Qué se hubiera dichosi el Poder Ejecutivo, ante los hundimientos del “Monte Protegi-do” y del “Toro” hubiese empleado ese mismo procedimiento?Y hay que recordar que en estos dos casos no había que lamen-tar un asesinato, ni existía una víctima.

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Admitamos por un momento, señores diputados, que desdeel punto de vista legal no hubiera suficientes pruebas acumula-das en el expediente administrativo para comprobar los hechostales cuales los han registrado la crónica universal, tales cualesquedarán y perdurarán en la historia trágica de aquellos días.Pero, ¿no era el caso de que el Poder Ejecutivo reclamara ante lacancillería en Berlín? ¿Era posible dejar de hacerlo? Promediabala muerte del cónsul; y ante la muerte del cónsul, ante el cadá-ver de ese hombre sacrificado a pesar de la cuasi protección denuestra bandera, ante ese cadáver -prueba de las pruebas- ¿có-mo pudo guardar silencio el gobierno del doctor Plaza? ¿Quémás pruebas se querían? ¿Cómo pasarse, sin formular una recla-mación, que era ineludible, asumiendo ante el imperio alemánnuestra situación de nación soberana? ¿Cómo no notificarles,frente a ese cadáver, a los agresores, que impunemente no po-drían sacrificar a nuestros ciudadanos ni a nuestros representan-tes, ni befarse de nuestras insignias?

Eso era lo menos que debió hacer el gobierno argentino. Y yaen los mismos informes de entonces el gobierno alemán -infor-mes interesados, porque el gobierno alemán encomendó la cons-tatación de estos sucesos a las mismas tropas que habían sacrifi-cado en Dinant al cónsul y a las demás personas-, ya en aquellosinformes, repito, realizados por los mismos verdugos constitui-dos en jueces, se insinuaba por parte del gobierno agresor quedaría explicaciones. Pero el gobierno argentino no se las requi-rió; tuvo un silencio que -he de incidir en los calificativos- parti-cipaba de la complicidad y de la humillación. ¡No se tuvo la en-tereza, señor presidente, de reclamar el caso de Dinant, o por noser desoído, o por no ir a la guerra! Estos son los precedentes, es-ta es la herencia que hemos recibido del gobierno del doctor Pla-za, en materia internacional, con respecto a la guerra europea ycon relación a Alemania.

Por otra parte, he de expresarme en términos decisivos y de-finitivos: hemos de decir toda la verdad, con todos sus escozo-res; a ello me obliga la pasión sacrosanta y argentina que me hainducido a hablar, ocupando momentos que son preciosos para

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la honorable Cámara, que tiene que resolver, sin dilaciones,asuntos tan graves como vitales para los intereses permanentesde la Nación.

¿Por qué, entonces, cuando ya existían dos términos de com-paración, cuando ya había la confesión del canciller imperial quedeclaraba que los tratados eran tiras de papel, cuando ya había elcaso concreto que vulneraba nuestros derechos y vejaba nuestrasoberanía, por qué no se entablaron las reclamaciones, y por quéentonces el gobierno argentino no estudió el conflicto europeo ensus grandes términos? ¿Por qué no hizo el análisis para determi-nar si de un lado se luchaba por la libertad y el derecho, y por elotro se luchaba por la autocracia y por el imperialismo? ¿Por quéno hizo entonces el estudio y sobre los sucesos mismos se definíala actitud de la Argentina, haciéndonos incorporar, desde luego,al bando de los que defendían la libertad y el derecho?

Yo he de seguir creyendo, señor presidente, de todos modos,que lo que no tiene defensa posible, ni la tendrá en la historiaque ha de medirnos a todos con el mismo cartabón, que lo queha sido y será una vergüenza para la causa de nuestra naciona-lidad es el caso de Dinant. Y nadie entonces dijo nada; todo elmundo calló.

¿O era, acaso, que en aquel momento de la contienda las co-sas no estaban decididas? ¿O era, acaso, que nuestro país encon-traba problemáticos los resultados ulteriores de la guerra? ¿Oera, acaso , que nos replegábamos en el egoísmo, para ver quié-nes iban a triunfar? ¿Era eso lo que nos retraía?

Sería de no creerlo, de no pensarlo siquiera, por nuestro pro-pio concepto y por las responsabilidades póstumas de aquelmalhadado gobierno.

Pero hay otro affaire, señor presidente, en que si los hechosson distintos, la conducta pusilánime e inconfesable del anteriorgobierno está igualmente ratificada. Me refiero al caso del apre-samiento del vapor “Presidente Mitre”.

Voy a leer los documentos oficiales, muy brevemente; la par-te más substancial, para inferir después las ineludibles y doloro-sas consecuencias.

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Dice en un documento del 30 de noviembre de 1915 el señorministro Murature a nuestro ministro en Londres: “Sírvase V.E. pasar a ese ministerio de Relaciones Exteriores la nota si-guiente: (y voy a leer de este documento sólo la parte más importan-te)... ‘No se modifica esta persuasión ante la captura del vaporPresidente Mitre, acto que el gobierno argentino atribuye a unerror de interpretación en el comando de la flota británica yque espera ver reparado por el espíritu ecuánime de V. E. y sugobierno”.

Vamos a analizar este párrafo, señor presidente. Empieza elgobierno argentino por atribuir el caso del apresamiento del“Presidente Mitre” a ‘un error de interpretación’, es decir, anti-cipándose a dar argumentos para que las cosas quedaran asícomo quedaron, sin resolverse. Y agrega el documento que elgobierno argentino espera ver reparado dicho error ‘por el espí-ritu ecuánime de V. E. y de su gobierno’, es decir, que en una re-clamación que debíamos exigirla -y me valdré de una expresiónque ya he usado- por los fueros de nuestra soberanía, y nadamás que por los fueros de nuestra soberanía, ¡el gobierno argen-tino aguarda que sea resuelta por el espíritu de ecuanimidad delgobierno inglés!

Esta blandura -hay una palabra un poco más enérgica para ca-lificarla, pero que yo no usaré- es inexplicable, porque la reclama-ción, cuando el apresamiento del “Presidente Mitre”, hubo de serformulada con el concepto único y fundamental de que ese buquedebía sernos devuelto, porque era nuestro, porque estaba ampa-rado por nuestra soberanía y porque ninguna nación del mundopodía echarnos la mano sobre ninguna cosa que estuviese salva-guardada por nuestro pabellón, y porque admitir lo contrario sig-nificaba dejar de ser una entidad del derecho de gentes para cons-tituirnos en un conglomerado, en una tribu, en una expresióngeográfica. Pero no; el gobierno anterior, el gobierno del régimen,cuando se atreve a reclamar espera que se nos satisfaga por el es-píritu ecuánime del gobierno de su majestad británica. Yo no ten-go por qué dudar de la ecuanimidad del gobierno británico, peroera completamente extemporáneo e inusitado que se la adujera

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en esa nota como fundamento para se nos otorgara por misericor-dia lo que habíamos de exigir por derecho.

Y continúa la reclamación: “Dada la cordialidad de relacionesque felizmente existe entre nuestros dos países y la magnitud delos intereses recíprocos que nos vinculan, no puede creer “migobierno” (¿a que no se encuentran estas expresiones, estos posesivos-no se encontrarán, por cierto- en la nota pasada al gobierno germáni-co por el Poder Ejecutivo actual?) que su majestad británica hayaquerido inferirle un agravio inmotivado (esto lo debió decir su ma-jestad británica, pero nunca nosotros) al arriar por la fuerza su pa-bellón en un buque de matrícula argentina y al obstaculizar unservicio de navegación exclusivamente nacional, establecido ba-jo el imperio de los principios internacionales vigentes con mu-chos años de anterioridad a las nuevas disposiciones de la ordendel consejo británico”.

Esta última parte de la nota tiene también, como se ve, unconcepto de sumisión incalificable y denigrante ante una poten-cia extranjera. ¿Por qué reconoce -sin que tal circunstanciaestuviera en tela de juicio-, por qué se anticipa a reconocer ya elgobierno argentino, por órgano de su ministro de RelacionesExteriores, que el servicio de navegación a que pertenece el “Mitre”ha sido establecido bajo el imperio de los principios internacio-nales vigentes con muchos años de anterioridad a las nuevasdisposiciones dictadas con motivo de la guerra por el gobiernobritánico? ¿Cada cuántos años caducan los principios del dere-cho internacional público? ¿Por qué le reconoce autoridad a dis-posiciones interesadas y transitorias de un gobierno que está enla prueba, que está en la guerra y que no puede alterar por sí so-lo sino por medio de un acto contractual o consensual con noso-tros, las leyes básicas en que se desenvuelven las relaciones in-ternacionales de los pueblos?

¿Cómo el señor ministro Murature podía dar al gobierno in-glés su beneplácito en lo que respecta a las nuevas disposicionesque se había visto obligado a tomar por razón de la guerra? Coneste mismo criterio hubiéramos debido considerar legal la cam-paña irrestringida de los submarinos. Esas disposiciones, vulne-

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rando los principios del derecho internacional público, pues searrogaba Inglaterra la facultad de capturar los buques de bande-ra neutral, como en su caso el imperio germánico el de hundir-los, eran perfectamente ilegales, eran írritas, absolutamente írri-tas para el gobierno argentino. Sin embargo, el señor ministroMurature, que pasa por talentoso hombre de gobierno, y que tie-ne su tribuna plantada desde hace veinte años en un órgano degran difusión pública, ha dicho estas cosas y ha sostenido estosmendicantes criterios de internacionalista.

¿Cómo, entonces, los diarios y la prensa no han dicho nada,o si han dicho algo sobre estos sucesos ha sido de paso? ¿O ha-bremos de creer que en esta especie de conflicto a que nos ve-mos actualmente abocados por las efervescencias exteriores hay,como diría el príncipe de Dinamarca, algo más de lo que puedesoñar nuestra filosofía?................................................................................................................

Lo que mancaba en el ejecutivo anterior era la suficiencia denuestros gobernantes, malgrado todos los textos que puedan ha-berles fertilizado a medias el ingenio; lo que faltaba era la probi-dad suficiente para cuadrarse ante Inglaterra como acabamos decuadrarnos ante Alemania, y decirle a la dominadora de los maresque no podía apresarnos un buque mercante con nuestra bandera,porque ese buque representa nuestra soberanía, porque por la fic-ción de la extraterritorialidad es un pedazo de territorio argentino,¡en cualquier rincón de los mares que navegue!

¿Por qué no se hizo esto, señor presidente? Y cito los dos ca-sos, de los dos grandes polos o hemisferios contrarios; cito el ca-so británico y cito el caso teutón; cito el caso de Dinant y el casodel “Presidente Mitre”; ¡en los dos han salido igualmente ani-quilados nuestros fueros de nación soberana. Los cito para quese vea que no era cuestión de naciones, de entidades, sino quefue cuestión de ineficacia, de torpeza, de ineptitud, al demandarlas reclamaciones que se nos debían.

Y si no hubiéramos cambiado, señor presidente, si la políticaargentina no hubiera dado la gran solución que su porvenir y supatriotismo reclamaban, los principios de derecho internacional

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público que el país tendría consentidos por su anterior gobiernocon su silencio y con sus transgresiones inverosímiles y con suspusilanimidades incalificables, serían estos principios de la can-cillería rosada. Y cabe recordar también, aunque sea de paso,que entonces estaba completo el binomio, estaba el Presidente yestaba el canciller; aunque hoy está completo también, por másque en la mente de muchos no lo esté, porque se necesitaría elcanciller-canciller que no tuviera vinculaciones con otro minis-terio, como si fuéramos a salvar al país de los sucesos graves quelo han perturbado en razón de la definición de un canciller demás o menos magnitud, y no en razón de la austeridad, de laprobidad, del carácter y del talento de quien ejerce la funciónejecutiva. No he de decir que el Ejecutivo no debe tener sus ór-ganos ilustrados y sus ministerios completos; pero quiero signi-ficar que no hemos de detenernos en esos detalles sino irnos a laesencia misma de las cosas. Sin canciller efectivo se han hecholas reclamaciones que he de estudiar más tarde, y que han dedar un contraste tan notorio y evidente con estas pobres cosasque estoy analizando, que nos han de llevar al convencimientode que desde el 12 de octubre hasta acá la República ha sufridoen lo interior y en lo externo, silenciosamente y sin aspavientos,una grande, profunda y benéfica revolución.

(Ocupa la presidencia el señor vicepresidente 1° de la honora-ble Cámara Evaristo Pérez Virasoro).

Continúa la nota del gobierno británico: “El gobierno de su ma-jestad no puede dejar de pensar que el gobierno argentino aprecia-rá los motivos que le han inducido a abandonar los incontestablesderechos que le asisten...”. Como se ve, Inglaterra no se apea de loque ella llama sus derechos, es decir que insiste en que puede cap-turarnos un buque en cualquier parte, aun en nuestras aguas juris-diccionales, como ocurrió con el “Mitre”, que fue capturado a po-cas millas del Río de la Plata y llevado a Montevideo, para mayorescarnio, es decir, atravesando zonas que son de nuestra jurisdic-ción, lo que constituía un doble agravio a nuestra soberanía.

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Continúa la nota inglesa: “...y lo razonable de las condicionesque menciona para devolver el buque...”, es decir, que Inglate-rra se reserva el derecho, si puede llamarse así a lo contrario deun derecho -esto hay que repetirlo aunque parezca cargante-, elderecho de apresar cualquier otro buque en cualquier momento,según el alta y baja de sus conveniencias. Esto es, haciendo la te-sis legal que corresponde, admitiendo este criterio, habríamosdesaparecido para Inglaterra como Estado soberano.

“Una vez que se le comunique que el gobierno argentinoacepta estas explicaciones, se impartirán órdenes para la inme-diata libertad del “Presidente Mitre”, y para que no se capturenlos otros busques de la línea Hamburgo Sud Americana, que na-vegan con bandera argentina. Respecto de la carga del buque, elgobierno argentino tiene conocimiento de que a fin de evitar in-convenientes innecesarios a sus propietarios, el gobierno de sumajestad británica se proponía arreglar su descarga en Montevi-deo, y siente saber que este arreglo no mereció la aprobación delgobierno argentino, etc.”.

A esta nota contestó nuestro gobierno con otra, firmada porel mismo ministro Murature, por intermedio de nuestro repre-sentante en Londres, que decía en su parte substancial : “Sírva-se V. E. pasar nota repitiendo las condiciones enunciadas en lacomunicación del ministro de Relaciones Exteriores de Inglate-rra, y agregar después: el gobierno argentino, compartiendo losamistosos sentimientos que inspiran al gobierno de su majestadbritánica, y no obstante los perjuicios que haya producido lacaptura del vapor, desiste de toda discusión sobre la cuestióngeneral (es decir, que desiste de lo único que pudo mover a nuestro go-bierno a formular la reclamación, de hacer la cuestión de derecho, lacuestión legal, la cuestión de la soberanía) y acepta las condicionespropuestas en la nota que contesta”.

La nota que epiloga el incidente del “Mitre” y que dejo refe-rida es del mismo jaez que la resolución mandando al archivo elexpediente que se refería al suceso de Dinant. Es un documentomendicante, que nos amengua, que nos deprime, que nos hacedesaparecer como entidad del derecho público. Estos han sido

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los cancilleres oficiales; estos han sido los gestores de nuestrapolítica internacional; y todavía en uno de los períodos que pa-san casi como brillantes.................................................................................................................

Hemos recibido del régimen, en lo que respecta a esta fun-ción esencial de un Estado soberano, una pesada herencia quehemos debido aceptar sin beneficio de inventario; pero tan pe-sada y tan desastrosa que la República tendrá que insumir gran-des energías para repararla. En estos dos largos meses de ausen-cia de la Cámara, he visto desde lejos lo que no hubiera sopor-tado de cerca, las insólitas actitudes de muchos de mis colegas,y pensaba en el recogimiento de mis horas silenciosas, obser-vando las actitudes detonantes, las acusaciones maliciosas, losapóstrofes hueros, ¡pensaba con lástima que los reos pretendíanuna vez más erigirse en jueces!

Eso es lo que hemos heredado del pasado inmediato en el or-den de las relaciones exteriores: un cúmulo de supercherías y depobrezas morales, de claudicaciones mendicantes. Se ha sopor-tado que la Nación fuera avasallada dos veces por dos grandespotencias del mundo, por dos grandes Estados, y en las dos ve-ces hemos guardado un silencio que -lo reitero- participa de lacomplicidad y de la humillación.

En ambas contingencias hemos debido erguirnos enteros,porque tenemos que partir de la conciencia plena de que somosun Estado soberano, íntegramente soberano, dispuesto a venti-lar nuestros derechos cuando se nos menoscaba, sin tener encuenta la potencia ni los cañones de nuestros agresores. Y por nohaber sido así, hubimos de llegar a la conclusión desoladora aque en los hechos habían llegado los gobiernos del régimen, aque no fuéramos una nación, ni una soberanía, sino casi una tri-bu, un conglomerado sin rumbo, sin dirección, sin ideales, sinefectividad real y sin personería dentro de las demás nacionescivilizadas del mundo.

Sin embargo, en las horas actuales se agita el vocinglero pa-trioterismo de muchos, en el único momento en que hemos po-dido dormir tranquilamente los argentinos, porque ningún bal-

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dón de esos que manchan a una nacionalidad tiene posibilida-des de denigrar a la República.

Ya dije que yo he venido aquí, a esta banca, a quemar mi es-píritu por el ideal, y por eso he tenido que vencer muchas resis-tencias y por eso tengo que vivir bajo la complicidad de muchossilencios que desprecio en mi integridad de hombre y de ciuda-dano; pero he venido a decir cosas, a revelar verdades desde elúnico punto de vista de la nacionalidad, de los fueros de mi pa-tria, porque nunca jamás me han movido en ningún sentido losmenoscabos ni las miserias de orden personal.

Me sería mucho más grato haber referido las ignominias pa-ra el decoro patrio que he sintetizado con papeles a la vista, conrespecto a los sucesos de Dinant y del “Presidente Mitre”, en loscuales se repitió la historia del régimen en las relaciones interna-cionales, venir como argentino a rendir aplausos; ello estaríadentro de la magnanimidad abierta de mi alma. Pero he ahí queen aquéllas está la razón de la reparación argentina; fueron losatentados, las desidias, las cobardías proyectadas desde la ilega-lidad interna hacia el exterior lo que me ha hecho mantener sinuna sola vacilación, desde que existo, en la causa sagrada de laRepública, en el apostolado reivindicatorio.

A mí no me sorprendía, no me podía sorprender, la tragediade Dinant ni el apresamiento del “Presidente Mitre”, porque to-do eso estaba ya en el lote, a veces anónimo, de las inmoralida-des que perpetraba o amparaba el régimen.

Contra todas esas cosas iba la reparación radical; contra todasesas cosas reaccionaba el alma incontaminada de nuestra raza;contra todas esas cosas se mantuvo treinta años erguida la pro-testa nacional, tan varonil y tan intransigente, desechando todaslas alianzas, todos los pactos, todos los contubernios, sin prestaroídos a la voz de los gobernadores poderosos, últimamente losde Buenos Aires y de Mendoza, que nos ofrecían el sufragio desus electores para ungir nuestra fórmula presidencial, proposi-ción que les fuera en absoluto rechazada. Hemos llegado así altriunfo, que es el de la Nación, sobre todo sus males y todas susamoralidades, con la integridad de nuestra bandera, con la inte-

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gridad austera de nuestros ideales. Así hemos culminado estaobra de la reparación argentina, contra la que se mueve actual-mente el despecho de los desalojados que no estarían tan ence-guecidos si no supieran que lo que no hicimos en el llano tampo-co lo haremos en el poder: que no transaremos. Ellos saben bienque no hemos de transigir, porque nos lo vedan nuestras convic-ciones, porque nos lo impide nuestro credo, aunque ahí estánsiempre abiertas nuestras puertas para todos los que quieran en-grosar las filas de la nacionalidad en marcha, como saben bienque están cerradas, como un castillo feudal, para los pactos, paralas componendas, para los conciliábulos, para los acomodos.

Aquí vamos a discutir, sin dar un paso atrás, toda la gestióninternacional de este gobierno, de amplia publicidad como nin-guno, porque apenas epilogaba una tramitación, ya se daban to-dos los antecedentes a la prensa diaria y se referían para que for-mara juicio el consenso general del país. Aquí vamos a discutircon documentos en la mano sin dar un paso atrás; y que se meseñale, por algunos desde su ofuscación, por otros desde su pe-simismo o desde su desesperanza, dónde estuvo la trepidación,la palabra dúctil o suave, el vocablo de doble significado, en lasnotas del gobierno argentino, reclamando ante el imperio ale-mán, ¡Que se me diga!

Y ahora, sin embargo, resulta, por un movimiento bullicioso,que contrasta con los largos silencios y complicidades de anta-ño, ahora resulta que el Congreso argentino es, según la frase co-rriente, más papista que el Papa. Este Congreso, que no ha ter-minado de renovarse ni de reflejar el estado efectivo de la con-ciencia argentina, ha resultado más sensible y vigilante que elpueblo argentino mismo, cuando eso y no otra cosa significa elactual mandatario que rige nuestros destinos; esa es su gran sig-nificación, que vale tanto como su contextura de hombre y quesus generosos e inmaculados antecedentes de luchador y de pa-triota. El Presidente actual es todo, somos todos, sin exclusionesy sin rivalidades; tengo la firme convicción de que en su menteserena y en la tranquilidad olímpica y augusta de sus racioci-nios, de sus ideas y de sus sentimientos, está interpretada la na-

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cionalidad como nunca lo ha estado más alto. Están resguarda-dos todos los ciudadanos, y podemos estar frente a los conflic-tos venideros de la República con la misma serenidad con quese altivan hacia arriba las montañas.

¿Qué sería, señor presidente, si este hombre a quien debiéra-mos rodear con nuestro aliento y con nuestras decisiones, por-que es como la imagen inmaterializada o materializada de la pa-tria, qué sería si se le hubiera visto siquiera sobrecogerse frentea los conflictos? ¿Qué sería si hubiera dejado su pequeño rastroen una palabra o en un concepto de doble o equívoca significa-ción? Nos hubieran querido incendiar el país, nos hubieran acu-sado a estas horas de alta traición, mientras que los que vendie-ron o robaron en el ministerio de la Guerra planos secretos, co-sas secretas que hacen a la defensa nacional, ¡esos pasean su im-punidad y exacerban sus críticas!

¿Cómo no me he de erguir, pues, señor, si tengo una concien-cia tan sana y tan recta que estas cosas me dan en pleno, me gol-pean, como un aldabonazo, mi pecho de argentino? ¡Guay denosotros si no tuviéramos en los actuales momentos el pensa-miento y la dirección del Presidente Yrigoyen! Ya habríamos ro-dado en la conflagración universal y no con los prestigios plenosde nuestra soberanía y siguiendo la orientación de nuestrosidealismos y de nuestras supremas conveniencias nacionales, si-no que hubiéramos rodado como un subestado, como una sub-republiqueta, ¡acomodados al interés o al acicate de cualquiergrupo de las potencias en guerra! (¡Muy bien! ¡Muy bien!).

¡Pero no, señor! Hemos cambiado fundamentalmente. Y si nohemos tomado beligerancia en la guerra es porque no ha habidohasta ahora necesidad, porque la nación que ha tenido con no-sotros deudas de soberanía que salvar, las ha salvado hasta hoysatisfactoriamente. Pero si hubiera habido una reticencia, si hu-biera la sombra de un menoscabo, estaríamos actualmente conlas naciones aliadas, en guerra contra el imperio germánico.Han de hacerse, empero, las cosas en derecho. Una nacionalidadque tenga conciencia de sí misma no puede salir de su neutrali-dad porque sí, máxime con todas las explicaciones y segurida-

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des que se le han tributado, sin esperar que los hechos desmien-tan las promesas. No podemos salir como don Quijote, según laadmirable imagen de Rubén, con la adarga al brazo, todo fanta-sía, con la lanza en ristre, todo corazón.

Ahora voy a analizar, señor, frente a la neutralidad obsecuen-te, humillante y claudicante del gobierno del doctor Victorinode la Plaza, la neutralidad activa y altiva del gobierno que ac-tualmente rige los destinos de la Nación, y se verá entre una si-tuación y otra la diferencia que existe entre la indignidad y ladignidad. No quiero hablar con eufemismos porque he de decirlas cosas tales como las siento, y emitiré juicios en este discurso,como todos los míos evidentemente improvisado, sin poner amedia asta la verdad. Se la debo a mi país y me la debo a mispropias convicciones. Me propongo gritarla desde aquí, paraque el pueblo la escuche, que si puede prestar oídos a las voces,a las gesticulaciones de sus malos voceros, en definitiva seorienta por la rectitud, por la probidad y por la justicia.

No ha de sorprender tampoco que, contrariamente a mis de-seos y a mi anhelos, yo demore un poco más de lo necesario es-ta exposición; pero me apercibo de que hay que dejar clavada enla pared a la impostura y a la mistificación; me apercibo de quehay que descubrir la verdad ante el pueblo, como descubriera eldefensor griego la forma impecable ante los jueces; hay que irhasta el fondo de este asunto, que es el más trascendental, elmás grave que puede discutirse en estas horas en el Congresoargentino. Y hay que decirlo todo, señor, porque la verdad dehoy será el porvenir, y porque el error de hoy podrá ser el desas-tre. Además, sé que estoy hablando, no en razón de que sea yoel que habla sino de la alta tribuna que ocupo y de la represen-tación legítima que ejerzo, que estoy hablando para el mundo...

(Un asistente de la barra hace una manifestación de hilaridad).

¡Un idiota! Y de esa carcajada pido que dejen constancia los ta-quígrafos para que se vea mañana, como dijera Sarmiento en unaocasión análoga, con qué clase de tipos he tenido que luchar.

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Sr. Presidente (Pérez Virasoro) - Permítame el señor diputado;ordeno a la policía que detenga al ciudadano que ha faltado alrespeto en esa forma a la Cámara.

Sr. Oyhanarte - No, señor presidente; que lo manden a unaescuela.

Sr. Presidente - Permítame el señor diputado. La presidenciasabe cuál es su deber y no necesita indicaciones.

Sr. Oyhanarte - Digo, pues, señor, que hablo para el mundoy aun para los extraviados.

Si las cuestiones de nuestra política interna, si las solucionesdadas por nuestra democracia, han interesado a todas las nacio-nes del orbe civilizado, que han emitido elogiosos juicios y mu-chas de las cuales han acreditado sus representaciones cuando elactual Presidente asumió el mando; si las cuestiones de políticainterna han preocupado la atención del mundo, con doble moti-vo han de preocupar las cuestiones que afectan la política inter-nacional y nuestras relaciones de Estado soberano con las demásindividualidades del derecho público.

Analizado ya nuestro inmediato pasado, proseguiré la tareaahora a partir del 12 de octubre de 1916, concretándome al bre-ve interregno transcurrido de menos de un año. Voy a demos-trar con documentos, con actitudes, con soluciones, esta premi-sa que anticipo a la benevolencia de la Cámara, que así como laRepública ha reabsorbido dentro de su propio recinto su sobera-nía, la ha proyectado también hacia el exterior, para aparecer co-mo una respetable entidad internacional, con todas las preemi-nencias de una gran nación consciente de sus destinos, segurade su provenir.

Hacía poco tiempo, señor, que había asumido el mando el ac-tual Presidente de la República, sobre quien pesa por mandatoconstitucional la dirección y la responsabilidad de los negociosexteriores, cuando el orbe fue sorprendido por la notificación deun ultimátum, el último que firmaba el káiser. Este ultimátum noestaba dirigido como los anteriores a una determinada gran na-ción de Europa: estaba dirigido a todas las naciones neutrales delmundo. Decíase en él que como consecuencia -refiero los térmi-

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nos de memoria, de modo que expreso el concepto, no el texto-,decíase a los neutrales a quienes iba designado ese comunicadoque yo llamo ultimátum, que debido al bloqueo ilegal que hacíapesar la Gran Bretaña sobre la población civil de Alemania, el go-bierno imperial se veía en la necesidad de emplear el arma sub-marina irrestrictamente y al efecto demarcaba grandes radios delmar libre, los cuales declaraba bloqueados, haciendo saber a losneutrales que los buques de sus banderas que se aventuraran pordichas zonas serían torpedeados sin aviso previo.

Esto, ante los conceptos sancionados del derecho internacio-nal público, era más que una actitud insólita de Alemania. Cua-lesquiera fueran las justificaciones que ella creyera que la auto-rizaban a semejante bárbara medida; esto importaba, señores di-putados, la guerra a sangre y fuego contra los beligerantes ycontra los neutrales. Este ultimátum amenazaba a los neutralesque se habían conservado tales y que debían reclamar para sí losderechos que su situación les acordaba: el reconocimiento de susoberanía, el derecho de comerciar libremente y circular por to-dos los mares del mundo menos por aquellos lugares en queexista un bloqueo efectivo, no un bloqueo nominal. El mare libe-rum, que decían los latinos, quedaba excluso, quedaba clausura-do en extensas zonas por esta medida del gobierno alemán.

¿Cuál fue, además de la actitud de estupor que se apoderó detodas las naciones del orbe, cuál fue la conducta de los distintosEstados? Fue varia, señor: hubo algunos Estados que entraron adiscutir con el imperio la razón o sinrazón de la medida; hubootros que hicieron la misma claudicación -y puedo decir todoslos términos porque ya no estamos en esa situación desde hacepoco tiempo-; hubo otros Estados que hicieron lo que hizo el go-bierno argentino cuando la primera notificación del gobiernoalemán sobre el arma submarina: se quedaron callados.

Y ahora que he enunciado incidentalmente este punto, por-que no traigo ni siquiera el esquema de los tópicos que debíatratar en este discurso, y para no pasar por sobre esta situación,voy a referirme a este otro hecho: hubo otras naciones que se en-cogieron de hombros, que conservaron ante el imperio germáni-

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co una actitud de evidente parcialidad. Pero lo que no hubo, ylo que no serán capaces de poner en tela de juicio ni demostrarlo contrario los miembros de esta honorable Cámara, lo que nohubo fue ninguna nación que encarara el asunto en los términosen que el gobierno argentino actual lo abordó, antes de que nin-gún país del orbe contestara.

¿Qué hizo el gobierno argentino, señor? Mandó al gobiernoalemán una nota grave como una sentencia y conceptuosa comouna síntesis, una nota de dos pequeños párrafos, pero donde ca-bían holgadamente todas las exigencias del patriotismo y todaslas altiveces de la soberanía.

¿Qué decía esa nota? Le decía lo siguiente al gobierno ale-mán: “que lamentaba que el gobierno imperial se creyera en elcaso de emplear irrestrictivamente su arma submarina y que elgobierno de la República le hacía saber que acordaría su con-ducta según los principios del derecho internacional público”.Es decir, que no entrábamos a discutir con Alemania sobre laprocedencia o improcedencia de esta medida sino que, usandode igual soberanía que la que Alemania había usado para man-dar ese ultimátum innominado a todos los neutrales, nosotros,en el ejercicio de nuestra propia soberanía, le decíamos al impe-rio: no le discutimos siquiera sus razones, y no le aceptamos se-mejante medida.

Cuando pasen las ofuscaciones de estas horas o los interesesde estos momentos, esa nota tendrá la significación de una granenseñanza y será un documento modelo por su brevedad lace-demónica como por su integridad espartana.

Esa nota, señor presidente, sospecho que debió sonar insólitaen Berlín. ¿Y cómo no iba a ser juzgada o pudo ser juzgada co-mo intempestiva si venía de los mismos que habían soportadoel asesinato del vicecónsul de Dinant, que habían sufrido sinsonrojarse a pesar de todos los comentarios desapacibles de laprensa mundial, habían soportado sin sonrojarse la vejación denuestra bandera, que es agravio a la soberanía? ¿Y cómo no pu-do ser interpretado así, señor, cuando el mismo gobierno germá-nico tenía ya rehenes de nuestra pusilanimidad, tenía ya rehenes

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de nuestra falta de conciencia en lo que son los atributos inalie-nables de la soberanía? Y tenía ya rehenes porque cuando Ale-mania anunció por vez primera que iba a torpedear a los buquesneutrales, cuando le significaron a la República tal resolución,nuestro país guardó silencio, que importaba una perfecta com-plicidad con la medida: no se sublevó, no querelló sus derechosa la cancillería de Wilhelmstrasse. Esta nota, señor presidente -ypor eso dije hoy que hemos estado durante los once meses degobierno actual siempre al margen mismo, caminando sobre elfilo punzante de la guerra-, esta nota pudo determinar nuestrassituación en el conflicto, y pudo, según la reacción del imperioteutón, precipitarnos a la contienda. Pero Alemania no contestó;fue el imperio quien guardó esta vez un significativo mutismo.

Hasta aquí las cosas habían tomado, por así decirlo, un carác-ter, al menos para nosotros neutrales, un carácter posibilista; lacampaña irrestringida del arma submarina era una amenaza encierto modo indeterminada, pero contra la cual habíamos pro-testado en términos absolutos y categóricos; pero eso no impor-taba sino una vulneración hipotética de los derechos.................................................................................................................

Pero viene lo que yo llamaría “nuestro caso”. Ocurre que unsubmarino alemán hunde un buque que estaba amparado pornuestra bandera, el “Monte Protegido”. Inmediatamente que setuvo la información oficial que probaba el hecho se entabló la re-clamación ante la cancillería de Berlín, en forma tan viril, tan alti-va y tan serena, que no admitía términos medios ni soluciones du-bitatorias. Se le dijo, se le exigió al gobierno imperial la satisfacciónde los daños originados por el hundimiento y el desagravio a labandera, es decir, la reparación del daño en su doble aspecto: ma-terial, que era secundario, y moral, que era definitivo.

Esta actitud se asumía, señor presidente, en el primer casoque nos tocaba resolver, cuando es sabido que las grandes na-ciones, algunas de ellas actoras ya en el conflicto, tuvieroncuartos de espera, soportaron reiterados atentados sin protes-tar, esperaron, tantearon, consultaron y cuando se decidieron areclamar lo hicieron en términos benévolos y conciliatorios. Ha

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habido también naciones, como Suecia, Noruega y España, quehan visto diezmadas sus marinas mercantes y que no han idoa la guerra, ni han recibido ninguna clase de reparaciones, nireales ni morales.

Esta reclamación del “Monte Protegido” se hacía, señor pre-sidente, por un país que si no hubiera tenido la dirección blaso-nada que tiene en la gestión de sus negocios públicos, hubierapodido escurrirse, hubiera podido atemperar sus términos, pen-sando con razón que la República Argentina no tiene por ciertouna marina mercante como Norte América, que es considerable,y que por la trabazón enorme de sus intereses no podía sopor-tar tales mermas continuadas. Nosotros, en puridad de verdad,no tenemos marina mercante; hemos tenido la indispensable pa-ra crearnos el conflicto, porque cuando quiso creársela en horasque eran todavía bonancibles, la desidia legislativa esterilizó es-te pensamiento directriz del actual gobierno.

Insisto en llamar la atención sobre la circunstancia de que enlos hundimientos del “Monte Protegido” como en el del “Toro”no hubo que lamentar la muerte de ningún ciudadano, que hu-biera podido exacerbar con justicia el sentimiento nacional, co-mo les ha ocurrido a todas las naciones que han tenido inciden-cias de esta naturaleza. Sin embargo, fue la nota, señor presiden-te. Se pidió la reparación del agravio en su doble faz, en la mo-ral y en la material, en términos absolutos y categóricos. El go-bierno imperial trató más o menos de eludir las responsabilida-des; pero como estaba estrechado por la lógica de los sucesos ypor los términos inequívocos de la nota, acordó las dos satisfac-ciones sin ninguna clase de retraimiento: acordó la satisfacciónmaterial, prometiendo satisfacer los daños producidos, y acordóla satisfacción moral, ofreciendo mandar una escuadra, así lascontingencias de la guerra lo permitieran, a que saludara y de-sagraviara nuestro pabellón.

Que digan los señores diputados, que me diga la Cámara,que me responda el país: ¿qué nación ha obtenido una satisfac-ción así calificada y así terminante? ¡Ninguna!

Es evidente -todo lo hacía presumible- que Alemania pudo

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no acordar la reclamación ya que ello importaba establecer pre-cedentes para los demás países cuyos buques eran hundidos porlos submarinos, o pudo quererla acordar fragmentariamente,pudo quererla regatear, aunque en ese caso, señor presidente,sin baladronadas, sin jactancias, ¡hubiéramos estado en estosmomentos en guerra con el imperio teutón!

¿Pero cómo íbamos a declararle la guerra si nos daba las sa-tisfacciones exigidas? Hacerlo hubiera sido demostrar que esteera un país que rodaba al acaso de los acontecimientos, que notenía brújula ni timón, que no se orientaba por los respetos recí-procos que las grandes individualidades del derecho público sedeben, sino acicateado por móviles e intereses inconfesables.

Viene luego el segundo caso, el segundo incidente con el gobier-no alemán; se nos hunde otro buque mercante: el “Toro”. Nuestrogobierno, ante este segundo hundimiento, tenía una afirmación yuna duda. Teníamos ya un derecho reconocido, pero reclamamosun derecho nuevo. Nosotros podíamos ir otra vez al imperio ger-mánico y demandarle la reparación del “Toro”, con la seguridad deque sería resuelta favorablemente en los mismos términos que ladel “Monte Protegido”. Todo aseguraba que, siendo análogas lassituaciones, análogas tenían que ser también las resoluciones. Sinembargo, esta vez impusimos una nueva condición que no pudopasar inadvertida para nadie y cuya solución constituye -vaya pa-ra los que preguntaron- conquistas imperecederas en los anales delderecho internacional. Ante este segundo hundimiento, el gobier-no argentino consideró que era llegado el caso de establecer una so-lución de continuidad, porque no era posible admitir los hundi-mientos y entablar en cada caso nuevas reclamaciones.

Así se agregó a las primitivas cláusulas, de reparar los dañosmorales y materiales, la declaración, por parte del gobierno impe-rial, de que en lo sucesivo nuestros buques podrían navegar por lazona declarada interdicta a la navegación de los neutrales. (...).

Entretanto, la República debe continuar en la situación digna,consciente y eficaz que se ha marcado desde el 12 de octubre: enla neutralidad, pero participando de todas las contingencias, detodas las posibilidades del conflicto.

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Esta situación nos ha creado innegables prestigios ante elmundo y, más inmediatamente, en el continente americano. Yano somos, como hasta hace poco, una individualidad aislada,magüer todos los juicios que se hagan en contrario. Actualmen-te la República siente la solidaridad de todos los países america-nos, cualquiera que sea el lugar que ocupen esos países con res-pecto a la guerra. Son muchas las naciones que definen sus acti-tudes de política exterior de acuerdo con lo que hace el gobier-no argentino, y esto por inspiración loable, porque esos paíseshan observado nuestra actitud aunque, en el orden interno, se lepretenda oponer reparos.

Entre tantísimos juicios análogos, voy a leer este que acaba dedarme el señor diputado del Valle. Es muy breve: es un juiciodel “Diario Ilustrado”, de Santiago de Chile, órgano de publici-dad que no se particulariza por sus efusiones argentinas. Dicecon respecto al incidente del ex ministro Luxburg: “La Argenti-na ha marcado el camino que deben seguir las naciones, por dé-biles que fueran, ante las ofensas que les hagan las naciones po-derosas. La dignidad de los países no reconoce fuerzas; débileso fuertes, deben proceder dentro del terreno del honor de las na-ciones. El gobierno argentino alcanzó un triunfo por demás ha-lagüeño, triunfo que nos alcanza indirectamente, que viene aafianzar la tranquilidad del continente. La opinión nacional, quesimpatiza con la Argentina, no se había exteriorizado con tantaelocuencia, y se siente hondamente satisfecha de ese desenlacecuerdo y caballeresco”.

Estos juicios podrían repetirse, señor presidente, hasta la sa-ciedad. Acaban de visitarnos hace pocos días dos políticos bra-sileños de significación: el señor Franco Mello y el señor SouzaSilva, y los dos han emitido en la prensa de Montevideo juicioselogiosos no solamente para el primer magistrado del país, sinotambién para la orientación de nuestra política internacional. Lopropio acaba de ocurrir en Montevideo, donde se han vertidolas mismas apreciaciones por el señor Gabriel Terra, pertene-ciente al Partido Colorado, y por el señor Luis Alberto de Herre-ra, que es una de las personalidades del Partido Blanco.

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La República Argentina ha definido su actitud frente a las na-ciones en guerra, y además ha tenido un pensamiento directivoen lo que respecta a la solidaridad de los pueblos neutrales deAmérica.

El pensamiento de reunir un congreso de neutrales, pensa-miento aceptado por todas las naciones de América que no hanentrado en la conflagración, tiene una innegable trascendencia,y ya ha sido juzgado, puede decirse, por la mayor parte de lasnaciones europeas elogiosamente. El congreso de los neutraleshará que la República Argentina no aparezca como una indivi-dualidad aislada sino que conglomerará a su alrededor a todoslos demás neutrales de América; define un pensamiento, una ac-titud y una voluntad que será tanto más significativa cuanto noserá el pensamiento o la conducta aislada de una nación, porrespetable que sea, sino de varias entidades americanas. Es muyposible que este congreso tenga ante el desenlace de la guerramundial y ante las tramitaciones de la paz una grandiosa impor-tancia.

Es indudable que, cualquiera sea el desenvolvimiento de losacontecimientos futuros, corresponde a la República asumir unaconducta meditada y tranquila. Si ha podido permanecer du-rante todo el desarrollo de la guerra mundial asumiendo las ac-titudes que he analizado, todo nos induce a pensar que antes detomar decisiones supremas, debe de proceder con serena grave-dad, porque de lo contrario nos aventuraríamos a jugar en unlance ligero e inmotivado los grandes prestigios internacionalesque la República acaba de adquirir gloriosamente.

Nuestra política internacional es, de hoy en más, para lospueblos de nuestro continente, de franca y solidaria fraternidad;han desaparecido, felizmente, de todas las naciones de América,ciertas suspicacias y ciertos retraimientos que nos manteníanaislados de países que nos son solidariamente amigos. Con res-pecto a todas las naciones del mundo, debemos observar una ac-titud como hasta aquí, altiva y activa, hasta que la gravitaciónde los sucesos nos ordene seguir una conducta distinta, o nosmarque embanderarnos en la contienda.

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Yo, por mi parte, señor presidente, tengo una absoluta tran-quilidad en la gestión patriótica, serena y trascendente, que hade imprimir a todas nuestras cuestiones internacionales el ac-tual gobierno de la República.

Nada nos impulsa a precipitarnos, y por eso yo, concordantecon el criterio que he dejado nítidamente establecido en esta ex-posición, no he de votar por la minuta anodina, según la cual sequiere suspender nuestras relaciones con el imperio alemán.Cualquiera de las reclamaciones formuladas ante Alemania va-le como actitud y como definición de derechos y responsabilida-des infinitamente más que esa ambigüedad, que esa mediatinta,sin trascendencia, de suspender las relaciones. Yo he dicho, y loreitero, señor presidente, para terminar, que debemos estar, co-mo el péndulo, en un extremo o en otro: en la paz o en la gue-rra. Esa es la situación que conviene a la dignidad de la Repúbli-ca. Creo que en cualquier contingencia futura que se nos creedebemos repetirnos los argentinos la frase del enviado de Romaante el gobierno de Cartago: “Debajo de mi toga traigo la paz ola guerra: elegid”.

He terminado. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Grandes aplausos. Variosseñores diputados rodean y felicitan al orador).

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DEBATE SOBRE LOS TRUSTSCámara de Diputados

Sesión del 10 de enero de 1918

(El señor Oyhanarte toma la palabra después de las interven-ciones de los diputados Justo y Padilla, refiriéndose también enel curso de su exposición a lo dicho por los diputados Repettoy de Tomaso).

................................................................................................................Sr. Oyhanarte - El señor diputado de Tomaso que, como di-

go, debiera hablar el esperanto aunque, traicionando su interna-cionalismo, parece que sabe inglés, nos ha explicado etimológi-camente lo que significa la palabra trust: nos ha dicho que esuna combinación financiera -y me gustaría repetir sus palabrasfielmente, porque exteriorizan un concepto absolutamente con-tradictorio con los aspavientos del señor diputado Repetto refe-rente a los mismos trusts-, que es una combinación financiera,decía, según la cual los industriales de idéntico ramo se agrupancon el objeto de organizar la producción y de hacer rebajar elprecio de los artículos. ¡Que descienda, señor presidente, Aristó-teles que estudió allá en remotos tiempos y fundó la lógica, quedescienda Aristóteles y me diga si esta combinación financierano debería proponerse como plan de redención económica y serfomentada por el señor ministro de Hacienda, que en este mo-mento representa al Poder Ejecutivo en el seno de la honorableCámara!

Si los trusts son combinaciones financieras cuyo objetivo esrebajar el precio de los artículos de consumo popular no habríainstitución más benéfica, no habría institución más democrática,no habría institución más simpática, y que hiciera más justa suprotección.

Por otra parte, ahora entra en esta especie de triálogo el im-paciente doctor Justo (risas), cuya vivacidad espiritual pareceque anduviera en sentido inverso de sus impedimentos, que yolamento -lo digo en serio-, de sus impedimentos físicos (risas); el

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señor diputado Justo acaba de ratificar lo sostenido y definidopor el señor diputado de Tomaso. En efecto, el doctor Justo hadicho que el señor diputado de Tomaso ha definido con muchoacierto, y si es acertada su definición es porque los trusts se per-miten -que esto es en síntesis toda la médula del asunto- agarro-tar a los consumidores, imponiéndoles por el mercado único elprecio único... si esto es así, según el criterio del doctor de Toma-so loado por el doctor Justo, el señor diputado Repetto ha debi-do fundar lo contrario de lo que ha fundado, o sea la exenciónde todo impuesto a las harinas.

Como el doctor Repetto pide que no se libere de derechos alas harinas, hay que creer que ha hablado equivocadamente; ypor eso tiene importancia la aclaración que yo reclamo. Para mítiene importancia; para él, no: porque él piensa doctrinariamen-te como el señor diputado de Tomaso, que ha sido ratificado porel jefe supremo -el señor Justo-, que ha sido ratificado porque hadefinido bien los trusts, que ha sido favorecido con su gesto demagister dixit...

Si esto es táctica, si se quiere apartarse de la cuestión sacán-dola de su plan tranquilo y normal en que yo la estoy ventilan-do, creo que casi con el asentimiento de todos los señores dipu-tados, que me miran sin hosquedad ninguna, y que a veces in-clinan la cabeza, no sé si por somnolencia o en señal de asenti-miento... Creo, por modestia, lo último. (Risas).

Sr. Dickmann - Pido la palabra.Sr. Oyhanarte - No he terminado.Sr. Dickmann - Para después.Sr. Oyhanarte - Para después... Me parece bien. Está en el

interés de los señores diputados socialistas que yo aclare estascosas, porque no se trata de detalles sino de hechos funda-mentales, de interpretaciones diversas de una misma institu-ción atacada por el doctor Repetto y protegida por los doctoresde Tomaso y Justo. Cuando escucho juicios tan contradictoriosme he llegado hasta creer, señor presidente, que hubiera caídopor la claraboya algún diputado de los novísimos disidentessocialistas y que fueran ellos los que hablaran, reivindicando

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también en esto la vieja doctrina, de puro olvidada hoy desco-nocida.

El señor diputado de Tomaso tiene su concepto favorable alos trusts y ha dicho, para aclararlo, que el señor diputado Re-petto, al hablar de los trusts, ha querido referirse a una circuns-tancia objetiva, y ha empleado esta palabra, objetiva, como pararestarle importancia a la cuestión.

Es claro, los trusts como instituciones son cuestiones objeti-vas. ¡Quién ha de sostener que los trusts pueden ser un proble-ma pasional, o uno de los diálogos íntimos, subjetivos, que man-tenía en su mente calenturienta Don Quijote o en su espíritu ra-zonador Hamlet! Es claro: hablar de los trusts, hablar de unainstitución económica, es hablar de una cuestión objetiva, muyobjetiva, tan objetiva que a pesar de que el señor diputado Jus-to ha dicho que los trusts... Pero antes, un pequeño paréntesis,pues olvidaba decir que la investigación no deberá limitarse aesos hechos sino que deberá ser ampliada a todos, entre ellos alos referentes al petróleo, que ha omitido el señor diputado porla Capital, doctor Justo. No sólo en esto, no sólo en lo que res-pecta al petróleo sino en todas las demás industrias, pues hemosde tener un espíritu ampliamente democrático y si hay trusts nose pude dejar de conocerlos a todos, para legislar luego sin tenerhijos y entenados, es decir, también para todos.

Decía, señor presidente, que efectivamente la cuestión de lostrusts es una combinación financiera objetiva; no es un proble-ma espiritual ni filosófico, de esos que hay que estudiar a la luzde la luna... Pero esa palabra, puesta para quitarle un poco deaspereza a ese dios adusto de los trusts, que los socialistas pro-meten en los discursos de propapanda, en sus folletos y en sudiario combatir, no le quita ninguna de sus asperezas y menosmodifica el concepto que de él tiene todo el mundo. Eso no lopueden ignorar los señores diputados. Yo podía ignorar si la in-dustria molinera estaba o no trustificada, pero lo que no puedoignorar yo, como no puede ignorarlo ningún habitante del país,es que el trust es la absorción, que el trust quiebra la competen-cia, y que es una ventajosa operación para los capitalistas y bur-

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gueses, al par que es la más ruinosa de las combinaciones finan-ciera para los consumidores o proletarios porque trata de enca-recer los artículos de consumo, los artículos cuyos consumido-res son la mayoría de la población, los artículos indispensables;porque trata de encarecer el flete cuando se trustifican los ferro-carriles, como ha ocurrido en Norte América; porque encarece elhierro, cuando hace sobre él la unificación; el hierro que es unelemento indispensable para la vida civilizada; porque aumen-ta el valor del petróleo, sin el cual es imposible concebir actual-mente la vida de relación, los transportes, los ferrocarriles, lamayoría de las industrias, en una palabra, cuando es Rockefellerel trustitificador e impone los precios al mercado mundial. Eltrust trata de encarecer todos esos artículos, no de abaratarloscomo lo acaba de afirmar el señor de Tomaso, artículos que noson suntuarios, que no los pagan los ricos, sino que gravitan so-bre las necesidades del pueblo trabajador.

Siendo esta la verdad de los hechos, no se puede venir aquícon paliativos y no se puede, por un lado, tratar de hacer deltrust un dios formidable, tal como lo ha intentado el señor dipu-tado Repetto y, por otro lado, como lo predican el señor diputa-do de Tomaso y el señor diputado Justo, de vestir a ese formida-ble dios con ropajes amables para que simule ser un dios bueno,algo así como Ceres desparramando semillas para que los cam-pos fructifiquen con la gloria de los sembradíos.

No podemos estar con estos dos criterios que son irreconci-liables y menos podemos admitir la osadía de venirlos a exte-riorizar ante la Cámara en el mismo y preciso momento. Es ne-cesario estar en contra de los trusts o a favor de ellos; por esopedía datos concretos y por eso yo no votaría nunca una leyque fuera a beneficiarlos, aunque posiblemente algunos diputa-dos, en poder de esos datos, hubieran apoyado esa combina-ción económica. Combinación económica que al señor diputa-do Repetto sólo le repugna cuando la protege el Estado, siéndo-le, por lo demás, simpática casi, pues cuando el trust se consti-tuye por la obra de los industriales o capitalistas agrupados,cuando son los odiados burgueses y poseedores quienes hacen

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la operación financiera prescindiendo de la protección del go-bierno, los señores socialistas entienden que es una operaciónperfectamente buena y honesta. No, señor; es perfectamentemala en ese caso, porque el señor diputado que se sabe muchasestadísticas de memoria, debería conocer algunos hechos deenunciación corriente y simplista.

¿No sabemos, acaso, que hay una formidable legislación con-traria a los trusts en Norte América? ¿No sabemos que allí el Es-tado no sólo no los favorece para que prosperen, que es lo quemás piden los señores diputados, sino que cuando quieren apa-recer para quebrar la competencia y establecer precios únicosque esquilmen a los consumidores, el gobierno, lejos de perma-necer con los brazos cruzados, se pone frente a los trusts legis-lando para poder perseguir punitivamente por el código penalesas absorciones legítimas, que ilegítimamente van a gravitarsobre el trabajo y sobre las necesidades del pueblo? Y quienesparecen ignorar esos hechos y esta legislación son los socialistas.¿Qué saben, entonces?

¿No sabemos, acaso que hay dos políticas económicas enEstados Unidos, donde se han solucionado hace mucho los con-flictos de orden interno y de orden constitucional, que entre no-sotros recién hace un año, afortunadamente, están en vía de so-lucionarse poniendo por primera vez en nuestra historia al topede nuestro pueblo redimido, la efectividad de las institucionesjuradas y anheladas? En los Estados Unidos, que ya tienen su vi-da democrática asentada sobre bases firmes y estables, ¿no sabe-mos, acaso, que hay dos políticas, la política conservadora, diga-mos así, que se blasona de la aduana proteccionista, sostenidapor los Republicanos, y la otra política, más idealista, más am-plia, en cierto punto de vista doctrinario, que quiere reducir losimpuestos aduaneros y que está representada por el Partido De-mócrata? ¿No sabemos, acaso, que el ex Presidente Roosevelt haadquirido su prestigio mundial, no como Wilson, por el rol pre-ponderante que tiene su país en el conflicto guerrero, sino quese ha destacado porque combatió a los trusts, debiendo a tal ac-titud su reelección? ¿Podemos ignorar que un día se le impuso

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a la Standard Oil en ese país -como doy el dato de memoria nosé si me equivocaré en algunos millones, pero como no se van acobrar no tiene mayor importancia (risas)-; porque se le sorpren-dió que habría trustificación en la producción del petróleo, se leimpuso una multa que entiendo alcanzó a 500 millones de dóla-res, que fueron pagados en 24 horas, lo que prueba cómo será deformidable el organismo de esta entidad industrial y qué clasede jugos y de humus había extraído de las pobres fibrillas ané-micas del pueblo?

(El diputado Escobar pide permiso para hacer una aclaración.Ocupa la presidencia el señor presidente de la comisión de Ne-gocios Constitucionales, diputado Mariano de Vedia. El dipu-tado Oyhanarte prosigue en el uso de la palabra).

Sr. Oyhanarte - Voy a continuar, señor presidente, porque sicontinúo en el terreno de las perplejidades no voy a salir de él.

El señor diputado por Buenos Aires, doctor Escobar, acaba,como vulgarmente se dice, de arrimar un tizón a mi hoguera.

Sr. Escobar - Absolutamente. Creí que la iba a apagar.Sr. Oyhanarte - Parece que hubo -conocía el dato, pero lo es-

taba olvidando- un proyecto de ley en contra de los trusts, quefue a estudio de la comisión que presidía el señor diputado Mo-reno y de la que formó parte el señor diputado de Tomaso, queparece que cuando se ha tratado de la cuestión concreta de lostrusts ha dado su voto a favor de la ley que los persigue. De mo-do, entonces, que mi perplejidad aumenta, pues ahora los de-fiende.

Sea como quiera, señor presidente, con las palabras dichas hequerido, como siempre, dejar las cosas planteadas en términosclaros y absolutos en un terreno o en otro, porque me parece queTartufo debe refugiarse en la conocida e inmortal obra del inge-nio francés y no tiene nada que hacer en las bancas sinceras delos diputados argentinos.

Entonces, ampliando el proyecto que yo hube también de for-mular, y que no lo hice porque se anticipó a mi idea el señor di-putado Castellanos, de que se haga una encuesta, una investiga-

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ción sobre los trusts, propondría se agregaran a los trusts delazúcar y del vino, a que se ha limitado el señor diputado Justo,el trust del petróleo y todos los trusts que puedan haberse esta-blecido en el país. Es decir, que se haga una investigación concriterio amplio, democrático, en que se estudien todas las cir-cunstancias de hecho de todas las industrias y que se vea cuálesestán o no trustificadas, para luego legislar, siguiendo el ejemplode Estados Unidos, que ha colocado a esas organizaciones in-dustriales, no ya al margen de las cosas lícitas sino dentro de losfueros del código penal.

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Indice

Horacio OyhanarteDe la Oratoria a la Acción

Prólogo deEdit G. de Giacobone . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

Militante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8Legislador. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11Otra vez en el llano. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22Ministro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24Dictadura, exilio y retorno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28Notas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41

Textos Parlamentarios de Horacio OyhanarteDiscursos y Debates

El fraude en la Provincia de Buenos Aires . . . . . . . . . . . . . . 45Interpelación al Poder Ejecutivo Nacional . . . . . . . . . . . . . . 50Conflicto entre los Estados Unidos de América y México . . 54Pensión a Pedro B. Palacios (Almafuerte). . . . . . . . . . . . . . . 55Carestía de Alimentos y Alquileres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61Política Internacional de la Argentina . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63Debate sobre los Trusts. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88

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Av. Cobo 1857, (1406) Buenos Aires,el 30 de abril de 2000