Publicación Virtual N°5: “Sociología de La Salud”

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BOLETÍN VIRTUAL AÑO 3 / N° 5 SOCIOLOGÍA DE LA SALUD

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La Colmena, revista de estudiantes de sociología, tiene el agrado de presentar su quinto Boletín Académico Virtual titulado: Sociología de la Salud. El boletín está compuesto por tres trabajos realizados por los alumnos del curso Sociología de la Salud codictado por María Elena Planas y Carmen Yon en el semestre 2014-2. Esperamos sea de su agrado.

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INTRODUCCIÓNEscrita por Hernán Manrique

INGRID ULDAL

Creencias y conocimientos en la antropología medica.

PEDRO LLANOS

Determinantes sociales de la obesidad en el Perú: Perspectivas y limitacionesde una aproximación desde la epidemiología social.

SILVANA BEDOYA

Formas de dominación masculina y violencia conyugal que enfrentan mujeres de clase alta de Lima Metropolitana.

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INTRODUCCIÓN

HERNÁN MANRIQUE_Coordinador Editorial

Bachiller en sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la PUCP.*

* Hernán Manrique ejerce actualmente el cargo de Coordinador del Equipo Editorial de la revista de estudiantes de sociología La Colmena.

En la presente edición se-mestral del boletín virtual

de La Colmena se incluyen tres artículos elaborados por es-tudiantes de sociología en el marco del curso de “Sociolo-gía de la salud” dictado por las profesoras María Elena Planas y Carmen Yon durante el ciclo 2014-2. Este curso se desarro-lló bajo la modalidad de codic-tado entre ambas profesoras, lo cual permitió el uso de di-versos enfoques y miradas res-pecto al tema en cuestión.

A través de las herramientas analíticas y las teorías apren-didas en clase, se propuso que los estudiantes llevaran a cabo una investigación relacionada a la Sociología de la salud en el Perú. En ese sentido, los artícu-los del presente boletín son in-vestigaciones destacadas que fueron realizadas por los estu-diantes que llevaron el curso y que La Colmena busca difun-dir, debido a que dan luces so-bre un tema poco tratado en la sociología peruana.

Cada uno de estos trabajos re-fleja inquietudes e intereses de los estudiantes por abrir nue-vas líneas de investigación. De esta manera, La Colmena bus-ca rescatar y destacar la con-

tribución que los estudiantes de sociología pueden aportar a la producción académica.

En primer lugar, el artículo de Ingrid Uldal aborda crítica-mente la problemática gene-rada por la yuxtaposición en-tre creencias y conocimiento (científico) en la antropología médica. A través de una am-plia revisión teórica, la autora revela cómo esta yuxtaposi-ción reproduce relaciones de poder donde el conocimiento científico es clasificado como una concepción superior de la realidad. No obstante, pese a ello, se postula que dicha yux-taposición continúa siendo útil tanto teóricamente como en la vida cotidiana.

El segundo artículo, elabora-do por Pedro Llanos, busca, en palabras del autor, mostrar la utilidad y pertinencia de una aproximación desde la epide-miología social para entender los patrones de prevalencia de la obesidad dentro de la so-ciedad peruana. A través de un rico análisis de información cuantitativa y pruebas estadís-ticas, el autor sugiere que la probabilidad de ser obeso se encuentra íntimamente vincu-lada a variables sociales como

el nivel educativo, la condición de mujer, el tipo de trabajo, etc. Finalmente, el artículo de Silva-na Bedoya aborda las formas de violencia conyugal de tres mujeres de clase alta en Lima Metropolitana a través del uso de las historias de vida. Esta metodología particular le per-mite a la autora una inmersión privilegiada en las experiencias de la violencia que sufrieron estas mujeres. El artículo per-mite entender que la violencia conyugal no solo comprende la violencia física, sino que esta adopta otras formas como la violencia económica sexual, simbólica y psicológica.

A través de los artículos presen-tados en este boletín virtual, La Colmena se reafirma en su de-seo de servir como un espacio de difusión de la producción elaborada por los estudiantes de sociología. Esperamos que estos trabajos permitan formu-lar nuevas preguntas en el ám-bito de la sociología de la sa-lud y sirvan como referencia a los estudiantes interesados en este incipiente campo de estu-dio en la sociología peruana.

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CREENCIAS Y CONOCIMIENTOS EN LA

ANTROPOLOGÍA MÉDICA_Ingrid Uldal

Estudiante de sociología

Universidad de Copenhague, Dinamarca

“Los universossimbólicosrepresentandiferentesconcepciones dela realidad que soncompartidas pordiferentes grupossociales, y que sonconstruccionessociales o formasde percibir yconceptualizar elmundo que sonconstruidas yreconstruidas”

1. INTRODUCCIÓN

El desarrollo histórico ha permiti-do una diferenciación cultural en el mundo en cual vivimos. Esta diferenciación cultural ha llevado consigo formas de diferenciación lingüísticas que no sólo han in-fluenciado la lengua general, sino también los términos y categorías teóricas que son utilizadas en las ciencias sociales para analizar la vida social y generar conocimien-to sobre ella. Si el aparato lingüís-tico que utilizamos para generar conocimiento en estas disciplinas académicas es un producto histó-rico, es posible argumentar que el conocimiento logrado también es determinado por la historia. Esto subraya la importancia de reflexionar sobre las relaciones y mecanismos sociales subyacen-tes que son representados lin-güísticamente en, por ejemplo, los términos teóricos, para poder superar la reproducción de posi-bles relaciones de poder.

El artículo presente pone bajo el microscopio la problemática de la yuxtaposición de las categorías analíticas de creencia y conoci-miento en la antropología médi-ca. La distinción entre creencias y conocimiento científico ha sido

utilizada para analizar la relación entre diferentes concepciones culturales en la antropología mé-dica desde las primeras contribu-ciones a la disciplina. La impor-tancia de poner en el centro del debate esta yuxtaposición entre creencias y conocimiento ha sido resaltada por Byron J. Good en su libro Medicina, racionalidad y experiencia (1994). Good subra-ya las problemáticas teóricas y sociales que lleva consigo la dife-renciación entre creer y conocer. Según este planteamiento, el pro-greso del conocimiento científico en el mundo occidental ha lleva-do consigo un imperativo moral de compartir este conocimiento sobre enfermedades y tratamien-tos terapéuticos que traen bene-ficios para la salud y esperanza de vida de las personas que no han experimentado el mismo de-sarrollo tecnológico y científico (Good 2003[1994]: 23-24). El sis-tema de conocimiento científico subraya un orden natural y una percepción de que las catego-rías biológicas de este orden son naturales y no culturales. Good analiza en su contribución el de-sarrollo histórico de un lenguaje cultural que está vinculado a una versión de la realidad conforme a este orden natural y que resulta

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en la distinción entre el conoci-miento científico y las creencias falsas (Good 2003[1994]: 24-32). El autor argumenta que el enfo-que natural y racionalista de las ciencias naturales ha tenido un impacto significativo en la antro-pología médica en cuanto a las categorías analíticas para los es-tudios de fenómenos que no for-man parte del orden natural cien-tífico (Good 2003[1994]: 36-43). Luego de mostrar los aportes de Good respecto a las catego-rías de creencias y conocimien-to, propongo profundizar en una mejor comprensión de la comple-jidad ontológica que representa la diferenciación entre creencias y conocimiento. Mostraré las con-secuencias de mantener la yuxta-posición analítica entre creencias y conocimiento en la antropo-logía médica, y por lo tanto dis-cutir la utilidad de la misma. Para este análisis me enfocaré en un reportaje de televisión sobre los impactos biomédicos y sociales del VIH/SIDA entre los Awajún en el departamento de Amazonas del Perú (2014), y el trabajo de

Evans-Pritchard sobre la noción de brujería en el pueblo africano de los Azande (1937).

2. ONTOLOGÍAS DIFERENCIADAS

Para entender y explicar la rela-ción y diferenciación entre las categorías teóricas de creencias y conocimiento científico, es po-sible analizar estas categorías en términos de diferenciación hori-zontal y diferenciación vertical, es decir estudiar las diferencias y desigualdades.

El enfoque constructivista de los sociólogos Peter L. Berger y Tho-mas Luckmann con su contribu-ción teórica de universos simbó-licos contribuye al análisis con una perspectiva horizontal. Los universos simbólicos represen-tan diferentes concepciones de la realidad que son compartidas por diferentes grupos sociales, y que son construcciones sociales o for-mas de percibir y conceptualizar el mundo que son construidas y reconstruidas. De este modo, el

universo simbólico es confirmado y sostenido cuando el grupo da sentido al mundo y legitima sus actividades sociales a través de sus nociones y formas de pen-sar (Berger & Luckmann 1983: 124-126). Sin embargo, Berger y Luckmann argumentan que los universos simbólicos tienen una problemática inherente, porque los individuos de un grupo pue-den tener diferentes ideas sobre el contenido del universo. Ideas divergentes sobre un universo pueden convertirse en concep-ciones divergentes de la realidad, y por lo tanto generar un universo simbólico alternativo (Berger & Luckmann 1983: 126-127). Según Berger y Luckmann, el manteni-miento de un universo consiste en el desarrollo de nociones que tienen la función de nihilismo. En un proceso de nihilismo las no-ciones desarrolladas son usadas para negar la concepción de la realidad que no corresponda al universo legitimado como válido (Berger & Luckmann 1983: 133-135).

Fotografía: Alejando Balaguer / fuente: internet

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Si a esto se añade la teoría inte-raccionista simbólica de Herbert Blumer, también es posible enfo-car las interacciones sociales que son claves para la construcción y mantenimiento de los universos simbólicos. Blumer argumenta que los actores sociales son de-terminados por los procesos so-ciales en los cuales la realidad es interpretada y reinterpretada a través de significados. Esto im-plica que en la interacción social los actores actúan considerando los significados de su entorno que estos interpretan como rea-lidad (Blumer 1986[1969]: 80-82). En resumen, es posible decir que para el interaccionismo simbó-lico la vida social es un proceso colectivo en donde los actores proponen y negocian el sentido de situaciones a través de una interacción simbólica, y por lo tanto, la acción de los actores y su interpretación de situaciones son aspectos fundamentales. La comprensión de la realidad y vida social como un proceso colectivo implica que aspectos culturales como, por ejemplo, normas, va-lores y tradiciones son derivados a través de los actores sociales (Blumer 1986[1969]: 19).

La teoría de Berger y Luckmann, junto al enfoque del interaccionis-mo simbólico de Herbert Blumer, contribuyen con un aparato con-ceptual para entender la relación entre creencias y conocimiento que subraya el historicismo y lo social en la construcción de las concepciones de la realidad, lo cual parece excluir la idea de que una concepción sea mejor o más correcta que la otra. La teoría de Bourdieu va a complementar este enfoque porque su teoría relacional de campo subraya las estructuras sociales y estratifica-ción social, lo cual contribuye al debate con una perspectiva de diferenciación vertical que tiene una potencial crítica subyacente.

La teoría de campo de Bourdieu está fundada en una interpreta-ción relacional de la vida social

porque argumenta que el campo social está constituido por distin-tas posiciones sociales que están relacionadas porque son diferen-ciadas (Bourdieu 1997: 20). La distinción entre las posiciones, que de esta manera constituyen la estructura social y la diferencia-ción en el campo social, tiene que ver con lo que Bourdieu llama capitales. En este contexto, Bour-dieu trabaja con lo que llama ca-pital simbólico, el cual puede des-cribirse como un valor agregado que es producido cuando otras formas de capital son converti-das en, por ejemplo, influencia y reconocimiento social (Bourdieu 1984: 407). Los agentes sociales del campo que tienen mucho ca-pital simbólico tienen el poder de definir “la verdad”, lo cual implica que hay una relación de poder y dominación entre los agentes so-ciales. Los mecanismos de poder y dominación son violencia sim-bólica, y sirven para mantener las estructuras sociales existentes, es decir el orden social (Bourdieu 1984: 199).

Así, los autores y sus enfoques teóricos se posicionan de forma diferente respecto a la dicotomía sociológica entre actor y estruc-tura, y por eso, contribuyen de diferentes maneras a explicar la complejidad social subyacente que es representada a través de las categorías de creencias y co-nocimiento, que es esencial para lograr el objetivo final de discutir las consecuencias sociales de la citada yuxtaposición y la utilidad de ella.

3. ANÁLISIS DE CASOS: AWAJÚN Y AZANDE

Las problemáticas relacionadas con la yuxtaposición de creencias y conocimiento son pertinentes en diversas partes del mundo, porque se encuentran en los cho-ques entre la ontología del cono-cimiento científico y la ontología de creencias.

Tanto entre los Azande como en-tre los Awajún la noción de bruje-ría está presente e influye en las relaciones sociales de las comu-nidades, y juega un papel funda-mental respecto a cuestiones mé-dicas. Según la teoría de Berger y Luckmann, se requiere describir las culturas de ambos pueblos en el marco de universos simbólicos específicos, donde la concep-ción de la realidad es construida y reconstruida en sus formas de pensar y actuar respecto a sus entornos, lo cual también es evi-dente en la organización social de las comunidades. En el caso de los Awajún, los síntomas del VIH/SIDA pueden resultar en la exclu-sión social de personas, y como entre los Azande, los especialistas en brujería tienen un papel social importante respecto a cuestiones de salud. Sus formas de legitimar sus acciones hacia enfermeda-des y accidentes provienen de una ontología de creencias y la noción de brujería. Así, tomando la perspectiva teórica de Blumer, también es posible ver las relacio-nes e interacciones entre las per-sonas de las comunidades como procesos colectivos y dinámicos constituidos por los significados metafísicos que son percibidos y señalados por las personas.

Igual que con las creencias, es posible analizar el conocimien-to científico como una ontología que es mantenida como parte de una forma de pensar y un apara-to de conceptos de un universo simbólico. El cual, asimismo, per-tenece a un campo distinto, y que se autoposiciona por encima de las creencias.

El reportaje de televisión trata de la propagación del VIH/SIDA entre los Awajún, lo que es con-siderado un problema bastante grave por las limitaciones para su prevención y tratamiento que se muestran. La información so-bre el caso específico se presen-ta a través de entrevistas con pobladores Awajún, médicos y un miembro del Congreso. El re-

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portaje muestra la cultura y las creencias de los Awajún como asociadas a la expansión de la enfermedad porque impiden la distribución de información y de-bate sobre la enfermedad y el tra-tamiento recomendado. El caso tratado en el reportaje es prin-cipalmente abordado desde el conocimiento científico. En este contexto, el conocimiento cientí-fico, respecto al VIH/SIDA es re-lacionado con las ciencias natu-rales, como por ejemplo biología y fisiología. Las explicaciones que son presentadas son basadas en el conocimiento acumulado de estas disciplinas científicas y son presentadas como verificadas racionalmente, lo cual subraya el origen positivista de esta con-cepción, que opera con verdades y no verdades. Además, la retóri-ca utilizada para tratar el caso es a veces normativa en el uso de palabras como “promiscuo” para describir el comportamiento so-cial de los Awajún, lo cual pare-ce confirmar el posicionamiento normativo del reportaje respecto de la problemática tratada en el presente artículo.

El reportaje podría ser analiza-do como un ejemplo de lo que Berger y Luckmann llaman un mecanismo de nihilismo porque

la forma de vida y la concepción del VIH/SIDA de los Awajún son subrayadas como una manera equivocada de comprender la enfermedad haciendo uso de un aparato de conceptos científi-cos. Negando las creencias de los Awajún, los “expertos” y los pro-ductores del reportaje confirman y legitiman el universo simbólico que en este artículo es llamado conocimiento científico. Así, en este contexto, este universo sim-bólico es construido y mantenido a través de un lenguaje que acen-túa lo no-verificable de las creen-cias de los Awajún y a la vez enfa-tiza en aspectos de su conducta que no se consideran comporta-mientos saludables.

En resumen, aplicando la teoría constructivista de Berger y Luck-mann junto con la teoría de Blu-mer, es posible argumentar que la diferenciación entre creencias y conocimiento científico puede ser entendida como una diferen-ciación entre dos ontologías y por lo tanto, es una diferenciación en-tre dos concepciones del mundo que son construidas y manteni-das en las interacciones sociales. Este análisis no quiere decir que el grupo de personas que perte-nece al universo de conocimiento es más racional en su forma de

pensar y actuar que el grupo que pertenece al universo de creen-cias, porque el análisis subraya justamente lo relativo respecto a ontología e interpretaciones de la realidad. Este análisis subraya la diferenciación horizontal entre dos diferentes formas de racio-nalidad que se orientan hacia dos diferentes ontologías.

En este contexto, la creencia se distingue del conocimiento cien-tífico a través de una retórica que crea un límite entre “ellos” y “no-sotros”. La diferenciación entre ellos y nosotros es relacionada a la diferenciación entre creencia y conocimiento porque subra-ya una idea de “los que creen” y “nosotros que sabemos”. Esta creencia de los otros es creada con una aportación que explica científicamente la enfermedad del VIH/SIDA y el tratamiento ne-cesario para confrontarla, y tam-bién declaraciones de médicos que son tratados como exper-tos en el caso y representantes del mundo científico que tienen las respuestas legítimas en este caso. De este modo, la retórica del reportaje explica la situación y el contexto del VIH/SIDA en los pueblos amazónicos a través de un posicionamiento normativo, en el cual el conocimiento cien-tífico es subrayado como la con-cepción legítima. Por lo tanto, es posible analizar la yuxtaposición de creencias y conocimiento en el reportaje como una expresión de violencia simbólica aplicando la teoría de Bourdieu, porque pre-senta el conocimiento científico como la explicación legítima que se da por sentada para explicar e interpretar enfermedades y su tratamiento, y por lo tanto, las creencias son interpretadas des-de estas premisas. Es decir que es posible identificar la produc-ción y reproducción de una rela-ción de poder en la yuxtaposición de las categorías de creencias y conocimiento.

Aunque no parece que la contri-bución de Evans-Pritchard sobre

Fuente: Internet

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la noción de brujería en los Azan-de explícitamente tome una pers-pectiva normativa con respecto a una diferenciación horizontal je-rárquica o una relación de poder entre creencia y conocimiento, Good argumenta que –sea in-conscientemente- la yuxtaposi-ción de creencias y conocimiento en la contribución de Evans-Prit-chard también reproduce una re-lación de poder, lo cual se presen-ta en la siguiente cita:

“De tal manera, el libro está organi-zado en torno a una distinción entre

aquellas ideas que encajan en la realidad objetiva –y, añadiría yo, con

la práctica médica de deducir los diagnósticos a partir de los síntomas

–y aquellas que no encajan con ella (el lenguaje del conocimiento se uti-

liza para describir las primeras; y el lenguaje de la creencia para descri-

bir las segundas).” (Good 2003[1994]: 40-41).

Este es un ejemplo de que el len-guaje adoptado por los antro-pólogos tiene una perspectiva normativa subyacente que es di-fícil de evitar. Esta reproducción no-consciente es, según Good, un problema en la antropología médica con respecto a abordar temas culturales sobre diferentes concepciones de realidad (Good 2003[1994]). Aplicando la teoría de Bourdieu en esta problemá-tica, es posible explicar este len-guaje justamente como un meca-nismo de violencia simbólica.

4. ¿DOS CARAS DE LA MISMA MONEDA?

Es posible comparar la diferen-ciación vertical y estratificada en-tre creencias y conocimiento con la diferenciación entre las formas de pensar primitivas y civilizadas que hace Lévy-Bruhl en su in-vestigación antropológica sobre sociedades primitivas. El trabajo de Lévy-Bruhl ha sido criticado por su manera de acentuar for-mas de pensar superiores e in-feriores, relacionando la primera con sociedades civilizadas y la última con sociedades primiti-vas (Lévy-Bruhl 1926[1910]). En

relación con esta diferenciación de Lévy-Bruhl y siguiendo la teo-ría de Bourdieu sobre relaciones de poder, la diferenciación entre creencias y conocimiento como es utilizada tanto en el reportaje como en el lenguaje de Evans-Pritchard parece subrayar la mis-ma distinción entre una forma de concepción superior que es clasi-ficada como conocimiento y otra forma de concepción que es cla-sificada como creencias. Por eso es posible argumentar que más allá de subrayar creencias como una concepción incorrecta, la di-ferenciación entre creencias y co-nocimiento también subordina la categoría de creencias como una concepción primitiva.

Una consecuencia de la yuxta-posición entre las dos categorías no sólo es la reproducción del poder cultural que ilumina el en-foque teórico de Bourdieu, sino también es la reproducción de la distinción entre primitivo y civili-zado, que además de manifestar una supresión cultural también manifiesta una forma de pensar discriminatoria. A continuación de este análisis de posibles con-notaciones que llevan consigo la utilidad teórica de la yuxtaposi-ción de creencias y conocimiento en la antropología médica es po-sible criticar la misma utilidad de representar una concepción dis-criminativa subyacente de las co-munidades indígenas en el caso del reportaje. Entonces, al igual que el caso de la utilidad de las categorías de primitivo y civiliza-do, problematizamos la utilidad de la yuxtaposición entre creen-cias y conocimiento en tanto lleva consigo principios de diferencia-ción normativos.

Sin embargo, las dos ontologías son construidas a través de la vida social. Esto subraya una perspec-tiva relativista con respecto a las ontologías, porque no es posible decir que una es más correcta que la otra. Por consiguiente, no es pertinente diferenciar vertical-mente entre las dos categorías.

Además, en el análisis fue subra-yado que las dos concep-ciones en el contexto de la salud se orientan hacia dos diferentes aspectos de la realidad, lo científi-co y lo metafísico respectivamen-te. Siguiendo el enfoque teórico de las constructivistas y las inte-raccionistas es posible argumen-tar que respecto al mundo médi-co, creencias y conocimiento no son dos caras de la misma mone-da porque no ponen importancia a las mismas preguntas; parece que donde una pone en el centro la pregunta qué ha pasado, la otra pone en centro la pregunta por qué ha pasado. La yuxtaposición entre creencias y conocimiento sin el reconocimiento de la com-plejidad subyacente y lo relativo respecto a ontologías parece pin-tar una imagen reduccionista y por lo tanto, no ayuda a generar una mejor comprensión sobre di-ferencias ontológicas.

Los enfoques teóricos que plan-tean la idea del relativismo son muy a menudo criticados por su perspectiva horizontal de que ninguna explicación es mejor que la otra. He argumentado que la yuxtaposición entre creencias y conocimiento lleva consigo con-notaciones discriminatorias y que reproduce una relación de poder y que no parece reflejar la com-plejidad cultural subyacente y por lo tanto, no parece muy represen-tativa respecto a la realidad que intenta abrazar. Sin embargo, jus-tamente porque dan importancia a dos preguntas distintas sobre la realidad, es posible argumen-tar que una de las categorías es mejor que la otra en un contexto dado. Por ejemplo, si el problema que se abordará tiene que ver con lo fisiológico en relación con enfermedades, la categoría teó-rica de conocimiento parece ser mejor que la categoría de creen-cias. Y por contrario, si el proble-ma que se abordará tiene que ver con lo metafísico, la catego-ría de creencias parecer ser me-jor. Así, la una no es mejor que la otra normativamente, pero tienen

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potenciales teóricas diferentes, y por lo tanto, las categorías tam-bién parecen tener una utilidad teórica a pesar de las críticas si son consideradas separadamen-te. Esto subraya la importancia de las categorías pero también la importancia de superar la re-lación de poder y connotaciones discriminatorias subyacentes. Así, no hay que renunciar a las cate-gorías porque tienen utilidad teó-rica, sino más bien hay que ser explícito en la aplicación de ellas de acuerdo a su relevancia en el contexto específico.

Tomando en cuenta las conse-cuencias de utilizar y mantener la yuxtaposición entre creencias y conocimiento en el campo de la antropología médica tanto como las ventajas teóricas de la posibi-lidad de diferenciar verticalmente para evitar el relativismo, parece ser importante abordar el campo empírico de interés en una ma-nera dinámica. La distinción en-tre émic y étic es una manera de abordar el campo, que permite

una perspectiva interna y externa respectivamente, y por lo tanto permite una distinción explícita entre lo que parece verdad para los sujetos de investigación y el análisis teórico del investigador. Así, la relación entre lo empírico y lo teórico podría ser claramen-te manifestada y así también es posible manifestar las conse-cuencias de utilizar las categorías explícitamente para intentar su-perarlas. Entonces, utilizando la yuxtaposición entre creencias y conocimiento científico es nece-sario expresarse sin ambigüeda-des y rodeos para superar las es-tructuras de poder subyacentes y así poder aprovechar el potencial teórico que ofrece.

5. CONCLUSIONES

La yuxtaposición entre creencias y conocimiento reproduce una relación de poder que se deriva de las condiciones históricas y el desarrollo de las ciencias como modelo de explicación en cuanto a cuestiones médicas. Además, el

uso de creencias y conocimien-to como categorías teóricas en la antropología médica también parece tener una normatividad discriminatoria inherente que cla-sifica el conocimiento científico como una ontología civilizada y las creencias como ontologías primitivas. Esta relación de po-der es reproducida en la yuxta-posición entre creencias y co-nocimiento, razón por la que es cuestionada por diversos antro-pólogos médicos. Sin embrago, la reproducción de la relación de poder tanto como la normativi-dad discriminativa puede proble-matizarse si se subraya que las dos concepciones de la realidad son socialmente construidas; las dos perspectivas ontológicas tie-nen diferentes modus operandi, es decir que dan importancia a diferentes cuestiones en cuanto a salud. Por ello, sostengo que las categorías de creencias y conoci-miento todavía parecen tener una utilidad teórica en la antropología médica porque sirven para abor-dar y diferenciar entre dos dife-rentes aspectos de la realidad.

BIBLIOGRAFÍA

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DETERMINANTES SOCIALES DE LA OBESIDAD EN EL

PERÚPerspectivas y limitaciones de

una aproximación desde la epidemiología social

_Pedro LlanosBachiller en Sociología PUCP

1 Esta conceptualización reduccionista del estilo de vida representa un retroceso respecto al concepto weberiano original (Lebens-führung), en el que la libertad y capacidad de agencia de los individuos estaba enmarcada en constreñimientos y oportunidades vin-culadas a las distintas posiciones en la estructura social (Krieger 2011). Entendiendo ambiente como la suma de factores materiales y no materiales que afectan a un colectivo.2 La diferencia entre causas proximales y distales fue establecida por Mills en La Imaginación Sociológica (1961). Mientras que las causas proximales responden a un nivel de explicación del comportamiento humano basado en factores inmediatos tales como los deseos y la dinámica interaccional, las causas distales recurren al contexto social más amplio en el que los individuos desenvuelven sus acciones. Este nivel de explicación causal obliga a considerar el efecto de las instituciones y las distintas posiciones en la estruc-tura social

1. INTRODUCCIÓN

Dentro de la teoría epidemioló-gica contemporánea es posible identificar dos enfoques domi-nantes y complementarios: el biomédico y el de los estilos de vida. Según Krieger (2011), ambos tienen la particularidad de partir de una misma matriz individualista, en el sentido que mientras el primero reduce las explicaciones de la ocurren-cia de la enfermedad a meca-nismos biológicos, químicos y físicos dentro de los organis-mos individuales, el segundo busca explicar la prevalencia e incidencia de las aflicciones en base a las elecciones de los

individuos respecto a sus com-portamientos de salud1.

En el presente ensayo preten-demos mostrar la utilidad y pertinencia de una aproxima-ción epidemiológica social, en donde se consideran diversos factores sociales y contextua-les como causas distales2 pero fundamentales de los patrones de prevalencia de distintas con-diciones de salud (Link y Phe-lan 1995). Específicamente, se tratará de (1) discutir posibles determinantes sociales de la obesidad; (2) probar las rela-ciones mediante el análisis de datos proporcionados por la Encuesta Nacional de Hogares

(ENAHO-2011); y (3) discutir las limitaciones generales de una aproximación a la obesidad desde la epidemiología social. Podemos considerar especial-mente importante investigar este tipo de fenómenos ahora que el perfil nutricional del país se encuentra en plena transi-ción y existe evidencia de la co-existencia de dos extremos nu-tricionales: obesidad materna y desnutrición infantil (Mispireta et al. 2007). Asimismo, es un esfuerzo que puede contribuir con la evidencia ya existente sobre la relación entre estructu-ra social, estilos de vida y obesi-dad (Jacoby et al. 2003).

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2. UNA APROXIMACIÓN DESDE LA EPIDEMIOLOGÍA SOCIAL

Si bien a un nivel inicial puede ser valioso documentar única-mente las desigualdades en sa-lud; es decir, mostrar ciertos pa-trones en la distribución de las enfermedades y condiciones, el reto de la epidemiología social estriba en enunciar de manera explícita los mecanismos espe-cíficos por los cuales las fuerzas sociales actúan sobre poblacio-nes e individuos (Berkman y Kawachi 2000). En los términos de Link y Phelan (1995), es ne-cesario identificar los vínculos entre las causas fundamenta-les y las causas proximales (los comportamientos de riesgo) de las aflicciones.

2.1. AntecedentesCastro (2011) realiza el ejercicio de jerarquizar numerosas varia-bles que se sabe han tenido o tienen cierto influjo sobre la sa-lud individual y poblacional. La primera que menciona son los cambios políticos y económi-cos que vienen sucediéndose alrededor del mundo a causa de la globalización, que gene-ran mayor desigualdad y mun-dializan ciertos estilos de vida. Enmarcados en este proceso más amplio, destaca otros fe-nómenos sociales mejor dis-cutidos y documentados, tales como las diferencias en los mo-dos de producción de las socie-dades, la estructura de clases, las características específicas del proceso de trabajo, el géne-ro y el apoyo social al que acce-den los individuos.

Cabe destacar que este lista-do de determinantes socia-les es reflejo del desarrollo de la epidemiología social como subdisciplina, cuyos precurso-res privilegiaron distintas varia-bles explicativas: Engels (1987 [1845]) enfatizó la importancia de la desigualdad de los ingre-

sos, las condiciones laborales y las condiciones de vivienda y alimentación de los traba-jadores ingleses como causa fundamental de las elevadas tasas de morbilidad, mortali-dad y morbimortalidad entre sus filas; Durkheim (1971 [1897]) encontró que la carencia de apoyo social y regulación de la conducta expresadas en la religión, el matrimonio y otros vínculos comunitarios volvía a los individuos más sensibles a la tentación de suicidarse ante la adversidad; finalmente, John Cassel (1976) trató de mostrar en base a la evidencia dispo-nible en su época la existencia de cierta vulnerabilidad pato-génica vinculada al estrés físico y psicológico generado por las jerarquías dominantes, la des-organización y cambio social rápido, el estatus marginal y la privación (Krieger 2001).

En vista de lo anterior, pode-mos considerar a los tres auto-res reseñados como claves, en tanto marcaron la pauta de j a través de las cuales los epide-miólogos sociales se aproximan hoy en día a la distribución de las enfermedades y afecciones. Asimismo, brindaron una lógi-ca general a la disciplina, por la que se entiende que la des-igualdad social, a través de múl-

tiples mecanismos¸ se asocia a las desigualdades en salud.

2.2. Variables y mecanismos explicativosLa epidemiología social más reciente bebe de aportes tan importantes como los de Galtung (1969), quien propuso el con-cepto de violencia estructural. Esta clasifica como una forma de violencia toda situación en la que una estructura o insti-tución social impide que las personas puedan alcanzar sus necesidades básicas. Como fuerzas sociales detrás de este impedimento al desarrollo hu-mano se suelen listar el racis-mo, el sexismo, la desigualdad económica y procesos históri-cos (como las guerras y con-flictos). Sin embargo, autores como Castro y Farmer (2005) han encontrado útil emplear el concepto en la investigación en salud para referirse a la forma en la que estas mismas fuerzas determinan un patrón de dis-tribución de las enfermedades y las implicancias de padecer algún mal. En su argumento, el riesgo de infección varía entre grupos debido a diferencias en la exposición y conductas de riesgo, así como cierta vulne-rabilidad patogénica generada por años de desventaja social.

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Asimismo, las implicancias de la enfermedad en términos de es-tigma, discriminación y posibili-dades de acceder a diagnóstico y tratamiento efectivo también se encuentran socialmente di-ferenciadas.

Tratando de elaborar un poco más sobre estos mecanis-mos causales podemos aten-der al texto de Lynch y Kaplan (2000). Para ellos, los princi-pales determinantes sociales de la exposición a riesgos son la ocupación y los ingresos. La ocupación resulta relevante porque los trabajos de menor calificación suelen venir acom-pañados de pésimas condicio-nes laborales. Asimismo, estas mismas ocupaciones son las que tienden a proporcionar in-gresos más bajos, que se rela-cionan directamente con una mayor precariedad en las con-diciones materiales de vida de las personas. Por otra parte, los mismos autores señalan que la educación tiene un rol impor-tante junto a los ingresos al mo-mento de determinar los com-portamientos de riesgo. Esto debido a que, como bien mos-tró Bourdieu (2006), “la posi-ción en la jerarquía social está consistentemente relacionada a casi cualquier aspecto de vida [incluyendo] la dieta, el ejerci-cio y otros comportamientos” (Lynch y Kaplan 2000, 21).

La noción de una susceptibili-dad general a ciertas afecciones en los grupos negativamente privilegiados (Weber 2002) tie-ne también sustento si nos ins-cribimos en una perspectiva de trayectorias de vida (life-course

perspective). Esto quiere decir que no todos los determinantes sociales tienen la misma impor-tancia en los distintos momen-tos de la vida de un individuo. Asimismo, existe evidencia de un efecto acumulativo de múl-tiples desventajas en el tiempo (Berkman y Kawachi 2000)3 .Finalmente, una variable que para Berkman y Glass (2000) media en la relación entre la estructura social y la salud de los individuos es la existencia de redes sociales. Éstas exce-den los límites del clásico con-cepto de “comunidad”. Por el contrario, se refiere a los vín-culos sociales que generan las redes amicales, de parentes-co y afinidad y de pertenencia asociaciones voluntarias. Es a este nivel mezzo que se genera el apoyo emocional y económi-co, la influencia social sobre los comportamientos y estilos de vida, y la exposición a personas enfermas4.

2.3. La obesidad como fenómeno socialEn base a lo discutido previa-mente, no podemos entender la obesidad como un problema individual o personal asociado a malos hábitos alimenticios y a la falta de actividad física. Si el análisis se detiene aquí, las políticas para combatirla de-bieran centrarse únicamente en modificar la dieta y rutina de las personas (Krieger 2001). No obstante, si la consideramos un fenómeno social, debemos explicar la mayor difusión de la obesidad en ciertos grupos según las fuerzas sociales que operan constriñendo y estruc-turando la capacidad de agen-

cia de los individuos (Farmer 2001; Giddens 1995). Aun cuan-do una persona pudiera estar perfectamente informada de los riesgos de ciertos compor-tamientos relacionados a su salud, puede que por su parti-cular posición en la estructura social le resulte sumamente di-fícil modificar su estilo de vida (Trostle 2005; Castro y Farmer 2005). Es en ese sentido que la presente monografía pretende ensayar una explicación social y estructural de los patrones de distribución de la obesidad.

3. METODOLOGÍA

En el presente apartado pre-sentamos la metodología para el análisis de la información brindada por la Encuesta Na-cional de Hogares (ENAHO). 3.1. Población y MuestraPara esta investigación se utili-zaron los datos de los módulos de Empleo e Ingresos y Monito-reo de Indicadores Nutriciona-les de la ENAHO 2011-III Trimes-tre. Esta base constituye una muestra representativa, proba-bilística, estratificada y polie-tápica de 6,095 hogares5.

Dado que a edades tempranas puede haber muchas distorsio-nes en la relación entre peso y talla, claves para la medición de la obesidad, se tomará como población objetivo únicamente a las personas mayores de 14 años. Según el Censo de Pobla-ción y Vivienda del año 2007, dicho grupo de población as-cendía a 19 054 624 individuos. De este universo, la encuesta

3Lynch et al. (1997) sostuvieron en base a una encuesta aplicada en Finlandia que la asociación entre un bajo estatus socioeconómico y los comportamientos de riesgo (incluyendo una alimentación desordenada) incrementaba en los casos en los que los padres de los individuos también tenían un estatus bajo. Esto puede ser leído como evidencia de efecto acumulativo de años de desventaja social.4Boardman et al. (2005) muestran que la prevalencia de la obesidad en comunidades negras puede explicarse en buena cuenta por la situación de pobreza y un efecto de vecindario (neighborhood effect), más que por una predisposición cultural o racial hacia ciertos comportamientos de riesgo.5 Para más información sobre las características de la encuesta puede consultarse la Ficha Técnica de la ENAHO 2011, disponible en la página web del INEI.6 Si bien ese es el número de casos disponible en la base construida mediante la agregación de los módulos, hay que resaltar que existe un elevado número de datos perdidos para distintas variables. No obstante, creemos que al ser como máximo 30% del total de casos por variable, no afecta de conjunto el análisis realizado.

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del periodo analizado nos per-mite obtener información de una muestra de 16334 indivi-duos6.

3.2. VariablesPara la investigación sobre los determinantes sociales de la obesidad en el Perú se definie-ron un conjunto de variables independientes o explicativas y dos mediciones para la variable dependiente: una numérica y otra nominal.

a. Variables independientesLas variables independientes consideradas para el presente estudio han sido 1) sexo, 2) nivel educativo, 3) la edad, 4) el ingre-so anual deflactado, 5) el estado civil y 6) el grupo ocupacional. Esta última variable ha sido ope-racionalizada de la forma plan-teada por Fernández de Córdo-va et al. (2010).

b. Variable dependienteComo variable dependiente consideramos a la obesidad. Una medida estándar de la mis-ma es el Índice de Masa Corpo-ral (IMC). Éste se calcula divi-diendo el peso entre la estatura elevada al cuadrado. Formal-mente, está representado por la siguiente ecuación:Donde kg es el peso medido en

variable categórica que nos permita identificar fácilmente la prevalencia de obesidad entre distintos grupos sociales.

3.3. MétodosLos métodos empleados para el siguiente trabajo incluyen un análisis descriptivo de frecuen-cias y la comparación simple de medias, así como la elaboración de un modelo de regresión lo-gística binaria para estimar el efecto de los determinantes en la probabilidad de ser obeso (IMC>29.9). Cabe destacar que métodos de análisis multivaria-ble (como la regresión) tienen la ventaja de controlar los efec-tos de variables correlaciona-das entre sí, de tal forma que se pueden asilar los efectos y ver si un cambio en una variable independiente genera una dife-rencia estadísticamente signifi-cativa en la variable dependien-te cuando todas las demás se mantienen constantes.

El modelo de regresión logís-tica binaria permite calcular la probabilidad (P) de que un fe-nómeno x ocurra según la si-guiente fórmula:

kilogramos y m es la estatura medida en metros. Su interpre-tación numérica se da median-te puntos de corte establecidos por la Organización Mundial de la Salud presentados en la Ta-bla 1.

Las variables proporcionadas por la ENAHO nos permiten aproximarnos de manera sa-tisfactoria a las medidas an-tropométricas necesarias para calcular el IMC. Asimismo, me-diante la recodificación simple podemos transformarla en una

Donde es el intercepto, Xi es

el valor de cada variable expli-cativa, es su coeficiente co-rrespondiente y representa un término aleatorio o error.

4. RESULTADOS

A continuación se presentan los resultados del análisis descrip-tivo de las frecuencias de gra-dos de obesidad y los modelos de regresión lineal y logística.

4.1. Análisis descriptivoEn la Tabla 2 podemos apreciar que para el año 2011 la propor-ción de mujeres obesas era mu-cho mayor que la de hombres obesos. Asimismo, el porcenta-je de personas con normopeso era mayor entre los varones, lo que nos indica la existencia de ciertos patrones posiblemente asociados al sedentarismo y la permanencia en el hogar.

La Tabla 3 muestra grados de desnutrición y obesidad según grupos de edad. Salta a la vista que la obesidad y el sobrepeso tienen una mayor prevalencia en el grupo de edad de 36 a 65 años (21.2% y 43.4% respecti-vamente). Por otro lado, pode-mos ver que existen elevadas proporciones de población con

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normopeso en los grupos de edad de 14 a 35 años y de 66 a más. Finalmente, la desnutri-ción aparece como un proble-ma al comienzo y al final de la vida adulta. En el Gráfico 1 es posible apre-ciar que la proporción de per-sonas obesas era mayor entre los divorciados que entre cual-quier otra categoría de Estado Civil. Este resultado es consis-tente con las teorías basadas en el apego y los vínculos socia-les, en el sentido que pareciera que la pérdida intempestiva del mismo conduce a algún tipo de desorden en los patrones de alimentación y ejercicio.

La Tabla 4 muestra que la pro-porción de población obesa incrementa según las creden-ciales educativas. Podemos su-poner que tiene cierta relación con diferencias en el capital cultural del que disponen los individuos (Bourdieu 2012). No obstante, como está amplia-mente documentado, el nivel educativo suele estar correlacio-nado con los ingresos (Checchi 2006) y la probabilidad de ob-tener ocupaciones con presti-gio y remuneraciones más eleva-das (Benavides 2004). En ese sentido, debemos controlar su efecto simultáneo mediante un análisis multivariado.

En la línea de lo señalado antes, vemos en el Gráfico 2 que la proporción de población obesa también incrementa por efecto de los ingresos. Conforme nos aproximamos al quintil más rico (V), la prevalencia de la obesi-dad parece incrementar.

Asimismo, el Gráfico 3 muestra que la proporción de población obesa parece variar de forma importante según los distintos grupos ocupacionales. Resaltan en el gráfico la alta proporción de personas obesas dentro del grupo de trabajadores del co-mercio y servicios (24.7%) y la

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baja proporción dentro del gru-po de trabajadores agrícolas (8.21%).

En vista del análisis descripti-vo aquí presentado, podemos ver que existe cierta solidez detrás de muchas de las hipó-tesis teóricas antes planteadas. No obstante, y como ya se ha mencionado, es necesario aislar el efecto de los determinantes mediante el análisis multivaria-do.

4.2. ModelosLa Tabla 5 muestra cuatro mo-delos de regresión logística bi-naria de la condición de obe-sidad sobre sus determinantes sociales.

Lo primero que resulta nota-ble desde el rápido examen del Modelo 1 es que tanto los ingre-sos como la edad incrementan la probabilidad de ser obeso. Si bien en los demás modelos el efecto se ve morigerado, no deja de ser estadísticamente significativo. El Modelo 2 mues-tra que tanto la pertenencia al género femenino como la edu-cación más allá de la prima-ria tienen un efecto positivo e importante. No obstante, salta a la vista que si bien la educa-ción secundaria eleva mucho la probabilidad de ser obeso respecto a la de quienes solo alcanzaron primaria, formas de educación superior (técnica o universitaria) no elevan tanto dicha probabilidad.

El Modelo 3 plantea la intro-ducción de las condiciones de Estado Civil: esto parece dis-minuir el efecto del ingreso y la edad sobre la probabilidad de ser obeso, a la vez que no modifica mucho el efecto del género y del nivel educativo. Fi-nalmente, el Modelo 4 muestra que con la introducción de los grupos ocupacionales única-mente el nivel educativo secun-dario parece tener un efecto positivo sobre la probabilidad de ser obeso. Por otro lado, se reafirma la importancia del gé-nero y de ciertas ocupaciones (obreros manuales, trabajado-res del comercio y los servicios y trabajadores agropecuarios) en la capacidad de predecir la condición de obesidad.

5. DISCUSIÓN Y REFLEXIONES FINALES

El análisis estadístico prece-dente nos ha permitido en-contrar que los determinantes sociales planteados a nivel teó-rico tienen un efecto impor-tante y estadísticamente signi-ficativo sobre la probabilidad de ser obeso en el Perú. Los ingresos, la educación (“capi-tal cultural institucionalizado”, según Bourdieu), el género,

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los vínculos afectivos basados en la afinidad, las ocupaciones manuales en contextos urba-nos; todas ellas aparecen como “fuerzas sociales” detrás de un hecho social particular: el pa-trón de distribución de la obe-sidad entre distintas categorías sociales. Sin embargo, si bien es posible que con los méto-dos estadísticos tengamos una aproximación bastante riguro-sa a las tendencias agregadas, queda pendiente aún explorar la manera específica por la cual estas variables se relacionan con determinados patrones de alimentación y actividad física. Por ejemplo: podemos suponer que los trabajadores agrope-

cuarios (a) realizan más activi-dad física que otros trabajado-res y/o (b) se alimentan mejor que los miembros de otras ca-tegorías ocupacionales; pero sea cual fuere el caso, es nece-sario ahondar no solo en cómo se pasa de los determinantes y las “causas fundamentales” a los comportamientos de salud; sino también cómo median en ese tránsito la información, las creencias y las prácticas locales de integración.

Y es que, finalmente, la vida de los individuos ocurre en mun-dos locales (Castro y Farmer 2005), en los que las prácticas como la alimentación y el ejer-

cicio no solo dependen de los ingresos o la educación, sino que también tienen significa-dos basados en los deseos, las creencias y la información de la que disponen los agentes (Els-ter 2007). Es en este rescate de la textura cultural de los com-portamientos de salud que po-demos obtener una mejor idea de cómo es que, desde los ac-tores, se reproduce la obesidad.

7Para cada variable se presenta el coeficiente, el coeficiente estandarizado entre paréntesis y, simbolizado con asteriscos, el nivel de significancia.

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BIBLIOGRAFÍA

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FORMAS DE DOMINACIÓN MASCULINA Y VIOLENCIA

CONYUGAL QUE ENFRENTAN MUJERES

DE CLASE ALTA DE LIMA METROPOLITANA1

_Silvana BedoyaBachiller en Sociología PUCP

“Según la Organización Mundial de la

Salud (OMS), la violencia contra la

mujer en relaciones de pareja es una

de las formas más comunes

de violencia en el mundo (OMS,

2013ª).”

1. INTRODUCCIÓN

La violencia en relaciones de pareja es un tema complicado y sensible de abordar. Su pre-sencia está asociada a la pobre-za y la carencia de educación (Gonzales de Olarte y Gavila-no 1998:38; Matos y Cordano, 2006:24, etc.). Sin embargo, recientemente se han presenta-do en reportajes periodísticos casos de personas con alto ca-pital económico, social, cultural y simbólico que son protago-nistas en este fenómeno2. En la misma línea, la Encuesta Na-cional de Demografía y Salud (2013) revela que la violencia en relaciones de pareja se registra en los cinco quintiles de rique-za en homogénea proporción. Por ejemplo, en el caso de vio-lencia psicológica ejercida por el esposo o compañero, tene-mos que: primer quintil 67,0%; segundo quintil 72,5%; tercer quintil 68,9%; cuarto quin-til 66,9%; quinto quintil 59,5%

(ENDES, 2013:354). Es decir, la diferencia que separa al quintil más pobre del más rico es de apenas 7.5%. Así vemos que no existe una diferencia marcada entre mayor o menor ingreso y ser víctima de violencia conyu-gal.

Entonces, ¿por qué los estudios sobre este tema se concentran en los estratos bajos y medios?3.

La ausencia de trabajos acadé-micos con rigurosidad científica nos aleja de una comprensión cabal de este problema social y, en consecuencia, nos aisla de la posibilidad de combatir-lo. Respondiendo a este vacío, el artículo se propone analizar los mecanismos de dominación masculina que contribuyeron a mantener la situación de violen-cia conyugal de mujeres violen-tadas por sus esposos dentro de uniones de pareja formales en estrato socioeconómico A en Lima Metropolitana. Se ana-lizó los casos de tres mujeres entre los 45 y 60 años de edad a partir de entrevistas a profun-didad. Las formas de violencia más comunes son económica, sexual, psicológica y física. Así, los mecanismos que permitie-ron mantener la situación de violencia fueron la dependen-cia económica que, además del aislamiento de las mujeres, ya que se encontraban recluidas en sus casas sin la posibilidad

1 El artículo a continuación es el producto final de un esfuerzo individual realizado dentro del curso de Sociología de la Salud dictado en el ciclo 2014-2 en la especialidad de Sociología de la PUCP. Está inspirado en las sesiones 8 y 10 donde se abordaron los temas de violencia simbólica y teoría feminista aplicada a temas de salud. Además, para la elaboración se tomaron algunos insumos que están siendo preparados para la tesis de licenciatura de la misma autora.2Luis Llanos y Andrea Pedreros, esta última lo denunció en Marzo de este año por agresiones en Miraflores. Rosa Núñez, ex esposa de César Acuña lo denunció por agresión física y arrojarla de un segundo piso. Pablo Secada fue denunciado tres veces por su pareja Claudia Cueva en el 2014 en Chacarilla, aunque ésta retiró finalmente las denuncias.3(Mujica 2015, 2014, 2010; Sanchez 2011; Arisó 2010; Engle 2009; Gonzales y Gavilado 1998, entre otros).

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“La violencia domestica. Mantenerlo en silencio te hace participar“ 2010 Fotografo: Yann Le Pape / Fuente: WCIE, París, Francia.

de hablar con amigos o fami-liares que las ayuden, y el ideal de una familia modelo que mo-tivaba a las mujeres a continuar unidas a pesar de las constan-tes agresiones.

Este es un estudio exploratorio y cualitativo que hace uso de las historias de vida. También puede definirse como un es-tudio de caso en tanto se bus-ca conocer de la manera más completa y profunda expe-riencias de violencia conyugal en tres situaciones específicas, por lo que no pretende ser ge-neralizable ni expresar cómo se vive la violencia conyugal de manera amplia en el estrato A de Lima. Para llegar a estas mujeres se aplicó la metodolo-gía de bola de nieve. Se ha pre-guntado en el círculo cercano sobre referencias que llevaron a estas mujeres. A las entrevis-tadas, luego de contactadas, se les pidió que firmen un consen-timiento informado con el que se aseguró la confidencialidad

de la información y se procedió a la entrevista. Las entrevistas duraron entre tres y cuatro ho-ras y fueron realizadas durante los meses de setiembre y octu-bre del 2014.

2. ESTADO DEL ARTE

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la violencia contra la mujer en relaciones de pareja es una de las formas más comunes de violencia en el mundo (OMS, 2013ª). Se dife-rencia de la violencia domés-tica en tanto esta última puede ser ejercida no sólo sobre la mujer-pareja, sino también con-tra los hijos, ancianos u otros fa-miliares con quien se comparte el hogar. Define como violencia de pareja al comportamiento de la pareja o ex pareja que causa daño físico, sexual o psicológi-co, incluidas la agresión física, la coacción sexual, el maltrato psicológico o las conductas de control (OMS, 2005:1).

Para esta organización, las prin-cipales razones para perma-necer en relaciones violentas esta: el temor a la represalias, falta de apoyo económico, pre-ocupación por los hijos, falta de apoyo de redes de sopor-te, estigmatización, pérdida de la custodio de los hijos y final-mente, la esperanza de que la pareja cambie. Del lado contra-rio, las principales razones que impulsan a una mujer a aban-donar la relación violenta están: el aumento de la violencia, el re-conocimiento de que no cam-biará y finalmente el hecho de que esta violencia está afectan-do a sus hijos (OMS, 2005:25).

En el III Informe Internacional: Violencia contra la mujer en las relaciones de pareja, publicado en el 2010 por el Instituto Reina Sofía (IRS), menciona que no es culpa específicamente de los medios de comunicación ni de la educación sexista el proble-ma de la violencia sino que es un problema de múltiples aris-

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4Davis define interseccional como la interacción de múltiples identidades y experiencias de exclusión y subordinación que deben ser tomadas en cuenta para el análisis (Traducción propia).

tas (IRS, 2010:15). En este infor-me se identifica como un pro-blema el hecho de que existan personas que al considerar la violencia de pareja como un de-fecto en la sociedad, terminan aceptándolo como algo natural. Esto debido a que es fenóme-no asociado a la esfera privada y, en consecuencia, algo en el que no deben intervenir más que los involucrados. También se han identificado los facto-res de riesgo de la violencia en pareja (IRS, 2010:28), tanto de las víctimas como de los agre-sores. Afirma que es la interac-ción de estos distintos factores los que posibilitan en mayor o menor medida la posibilidad de ser víctima o no. Entre los fac-tores socioculturales de la víc-tima, identifica la falta de apo-yo social o la carencia de una red de soporte como la primera variable que puede influenciar en que la mujer sea víctima de este fenómeno. Como parte de este, la mujer se auto-aísla por vergüenza de aceptar y/o manifestar que es víctima o es aislada por su agresor quien la obliga a cortar vínculos con fa-miliares, amigos, compañeros de trabajo, entre otros. Como segundo factor identifica el es-caso apoyo institucional ya que muchas instituciones estatales tienen una respuesta inadecua-da frente a este tipo de denun-cias (IRS, 2010:29).

Entre los factores familiares, está el autoritarismo dentro del hogar en el que se privilegia una estructura vertical de poder en la que el hombre ejerce su po-der como cabeza de familia. Se produce un híper-control sobre todos los aspectos de la vícti-ma, desde la vestimenta, pa-sando por el control del dinero y sobre todo en el comporta-miento y capacidad de deci-sión de la misma (IRS, 2010:30).

Entre los factores individuales encuentra que la dependen-cia económica, la dependencia emocional y una visión en exce-so romántica de las relaciones de pareja pueden contribuir al que se mantenga una relación de violencia. (IRS, 2010:30)

También existen estudios de este fenómeno desde la pers-pectiva interseccional4 (Davis, 2008). Esta afirma que las ex-presiones de violencia están mediadas por el contexto cul-tural, social, económico y políti-co en el que se desenvuelven y por hacia quién están dirigidas. Ya antes lo afirmó Engle en su texto: “para entender la violen-cia de género se requiere un análisis situado que reconozca los efectos de todo el contexto social en la performación de los géneros” (2009:3). Con el enfo-que interseccional entendemos que la violencia contra la mujer es un tipo de violencia sedi-mentada en nuestras relaciones y acciones de todos los días y que, en muchos casos, trascien-de la agencia por encontrarse asentada en estructuras socia-les, económicas, políticas y cul-turales. Además, la interseccio-nalidad nos permite entender que la identidad de la mujer está cruzada por múltiples fac-tores, no sólo los externos que han sido mencionados, sino también internos. Experiencias vividas y perspectivas frente a estas, las cuales están determi-nadas por el contexto en el que nos desarrollamos, determinan en cierta parte el modo en que se hará frente a episodios de violencia.

En referencia a los estudios cualitativos producidos por la academia sobre el estrato A en nuestro país, es poco lo que se ha investigado hasta la fecha. Sin embargo, una de las inves-

tigadoras que más ha podido indagar al respecto es Liuba Kogan, socióloga de la PUCP. En sus estudios se representa al sector A de Lima como un mo-saico de grupos de poder. En su libro Regias y Conservadores (2009) revela que la mujer aún mantiene el estereotipo tradi-cional de aquella que debe ser dócil, dulce y bondadosa, mien-tras que los hombres son vistos como secos y poco afectuosos (2009:44).

“La mujer es descrita como eminentemente “dadora”, preo-

cupada del hogar y de los hijos y “centrada en relación a los otros”. Al hombre, por el contrario, se le

caracteriza por su agresividad, ru-deza y preocupación por propios

intereses: intelectuales, laborales o deportivos. A diferencia de la mu-jer, el hombre aparece “centrado”

sobre sí mismo. La moral sexual resulta también diferenciada: la

mujer es fiel o en todo caso la infidelidad aparece como excep-

ción o conducta límite; el hombre es caracterizado como eminente-

mente infiel.” (2009:50)

Vemos entonces que tanto hombres como mujeres son ca-racterizados de manera polar. Como si uno fuese la negación del otro. Con respecto al tema de la violencia, Kogan relata que tanto hombre como mu-jeres aceptan que la violencia conyugal está presente dentro del estrato pero siempre le pasa al otro. En este caso, el “otro” es cualquiera que este lejos de su círculo de amigos cercanos o familia.

En relación a las percepción frente a la violencia conyugal, Kogan describe que en este sector socioeconómico está presente la idea de que las mu-jeres aceptan en mayor grado la violencia con relación a los

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5”Pipiléptico” es la forma coloquial para referirse a aquella persona que siente la necesidad o deseo de mantener relaciones sexuales constantemente.

hombres (2009:82). Ello con el fin de mantener la imagen de familia frente a la sociedad, ya que esto influye en sus re-laciones sociales y económi-cas. Además existe la idea de la mujer que “aguanta y sigue adelante”, la que es capaz de mantener sus votos (de boda) hasta el final sin importar qué suceda. Añade la idea de que las mujeres “aguantan” rela-ciones violentas con el fin de mantener su situación econó-mica. Finalmente, señala que en su investigación cuando se les preguntó a los entrevistados (hombres) por casos de violen-cia conyugal en su entorno, se ponía énfasis en recalcar que esta situación no era parte de su círculo cercano; sin embar-go, no se negaba la existencia de hechos de violencia dentro de la clase.

3. LA DOMINACIÓN MASCULINA Y LA VIOLENCIA CONYUGAL

Un concepto importante para el análisis que realizaré es el de dominación masculina. El tér-mino fue acuñado por Bourdieu en su texto Los Herederos: los estudiantes y la cultura (1974), y ahora muy utilizado dentro de

la teoría de género. Bourdieu empieza señalando que la do-minación masculina es algo que se da por sentado y se admite naturalmente, sin cuestionarse (Bourdieu, 1974 s/n). Esta si-tuación se sigue reproducien-do a través de tradición oral o representaciones gráficas, pero se fundamenta principalmente a través de la práctica cotidia-na. Por ejemplo, mantener a la mujer como ama de casa mien-tras que el hombre tiene la fi-gura de proveedor y sostén del hogar. Durante años esta figura ha predominado, la imagen en la que se asocia a la mujer con el espacio privado (la casa) y al hombre con el espacio público (la calle) (Bourdieu, 1974 s/n). Esto se justificaba por las apa-rentes habilidades “innatas” de la mujer para la administración del hogar y la reproducción de la familia mientras que el hom-bre tenía habilidades igualmen-te “innatas” para el trabajo fue-ra de casa. Confina a la figura femenina no sólo en un espacio reducido y sin posibilidad de capitalizar espacios fuera del hogar, consagrándola a la sumi-sión y resignación. El autor de-fine la división del mundo social en la que los valores más altos están relacionados a la figura

masculina mientras que los más bajos u ocultos definen a la fe-minidad (Bourdieu, 1974 s/n).

Las mujeres entrevistadas se encontraban confinadas al es-pacio del hogar en una situa-ción de reclusión “voluntaria” pero ordenada por sus esposos en ese momento. Estas muje-res, según sus declaraciones, parecieron no cuestionar esta división del mundo, como si fuera lo que les correspondía en aquel momento. Lo que les correspondía era el cuidado de sus hijos, la satisfacción se-xual de su marido y la admi-nistración de temas del hogar. Mientras que a sus maridos les correspondía trabajar fuera de casa, extender sus relaciones sociales y culturales fuera de los muros del hogar para ser re-conocido como el sostén eco-nómico de la familia y emocio-nal de la esposa.

En el primer caso vemos la do-minación más absoluta: física, psicológica, sexual y económi-ca, dicho de manera explícita, como se puede leer en el frag-mento de una entrevista conti-nuación:

Fotografo: Yann Le Pape / Fuente: WCIE, París, Francia.

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S: (…) Y ¿en qué momento inició la violencia? F: Yo te digo…yo me casé a los cuatro meses (de embarazo) y a los 7 ya me estaba sacando la mierda. ¡No! antes, antes incluso, no sé si estaba casada…inmediata-menteS: Pero ¿fue ya después?, ¿una vez que ya estaban casados?F: (Asiente) Claro, y apenas me casé ya se acabó el baileS: ¿En qué sentido?F: ¡El baile! El baile, ya no me saca-ba a bailar, nunca más me sacó a bailar. Que salíamos dos veces por semana a bailarS: ¿Y qué te decía?F: Que ya estábamos casados y que ya no íbamos a bailar. O sea, él me estafó literalmente. Se aca-bó, para qué íbamos a bailar si ya estábamos casados. Y me dijo “te voy a llenar de hijos para que no salgas ni a la puerta” y así lo hizo. Claro, porque ya es otra cosa, yo tuve cuatro hijos y tan rápido, ¿no? porque sí pensaba tener tres pero no cuatro, fueron uno tras otro porque yo no tenía acceso para ir a un doctor, por ejemplo, ni a cuidarme y él era pipiléptico5. O sea, tarde, mañana y noche, porque también era una manera de tenerme ahí, cautiva.

En este caso, los hijos se pre-sentan como una imposición del marido para mantenerla so-metida. Esto, a consecuencia de que, como se lee, esta entre-vistada no tenía dominio sobre su vida sexual ya que tampoco contaba con acceso a recursos económicos. El hogar era para ella un espacio donde se en-contraba reclusa por ser su es-pacio de trabajo (ama de casa) y residencia ya que se dedicaba a criar a sus hijos. Este ambien-te absorbente totalizaba todos los aspectos de su vida, confi-gurándose como el primer obs-táculo para la interacción social con el exterior.

La dominación que se ejercía en el hogar contra la víctima, fue el primer factor que facilitó su condición de víctima de vio-lencia. Este hombre tenía ple-no control sobre la vida sexual, reproductiva, social, familiar, salud psicológica, entre otros.

Es decir, el dominio que ejercía eclipsaba todos los aspectos de la vida de esta mujer. La violen-cia de la que era víctima, ade-más de ser explícita (psicológi-ca, sexual, física y económica), también tenía una dimensión simbólica en tanto la víctima la aceptaba y justificaba. Como ella manifestó, el esposo estaba repitiendo el patrón de com-portamiento que vio en su pa-dre, que también era violento con su familia, tal como lo po-demos ver a continuación:

F: (…) Es bien complicado. Enton-ces este… yo no creo que el tema sea porque…a la gente le encanta hablar porque tiene lengua pues, ¿no? “Ay que te casaste muy jo-ven”, “ay que seguro eras inmadu-ra”. Yo no era ni joven, ni inmadura ni estúpida, él estaba loco, así de simple. ¿Por qué? Por sus pro-blemas no resueltos, y uno no es terapeuta, como me dijo una ami-ga, tú no eres la terapeuta de tu marido, tú no te casas… porque yo decía “lo que pasa es que él es así porque su papá era así, porque su mamá era así, porque su abuelita le hizo…por que la tía…” ¡ay madre!, o sea yo ya me había remontado hasta los bisabuelos creo. S: O sea ¿lo justificabas?F: Lo justificaba.

En este punto de la entrevista la víctima acepta que durante el tiempo que duró su relación violenta justificaba el accionar de su pareja. La mujer hace hincapié en que no fueron sus malas decisiones la que la lleva-ron a una posición vulnerable, sino que era él quien estaba mal. Aun así, justifica su accio-nar al estar enfrascada en una relación de poder en la que la única opción viable, con cuatro hijos y sin ingresos propios, era aceptar el sometimiento.

El segundo caso la víctima se desempeñaba como tripulante de cabina y no tuvo una verda-dera convivencia con su espo-so sino hasta que nació su hijo (no planificado) y renunció a su trabajo. Cuando empiezan a vivir juntos, ella se dio cuen-

ta por primera vez del carácter violento de su esposo, aun así, mantuvo la relación durante 18 meses y luego se separó. Cabe señalar que él le pidió abortar cuando se enteró que estaba embarazada; sin embargo ella no quiso hacerlo porque, según cuenta, no contaba con el apo-yo emocional que necesitaba para ello.

C: Ya estaba embarazada, vino y solamente se mudó conmigo porque estaba embarazada. Se supone que iba a abortar, me fui a Inglaterra a abortar y estando allá no pude y me regresé, pero él pensó que yo ya había abortado, regresé y le dije no pude.S: ¿Tú te fuiste sola?, ¿Él no te acompañó?C: No… Él histérico y este… ahí se le pasó. Horrible, se juergueaba, horrible, me pegó embarazada, me pegó en la espalda, me hizo volar con la barriga gigante, un monstruo, una bestia. La comida… ¡Ay! Me tiraba la comida, los platos contra la pared. Me decía “¿qué? ¿Sólo un huevo? ¿No sabes que yo como dos huevos fritos?” y el plato de comida en la pared y el vecino sentado invitado a almor-zar.

En este caso vemos que la relación fue más breve en relación a los otros dos. Esto pudo haberse dado debido a que el hogar no funcionaba como una institución que con-trolaba todos los espacios de poder de la víctima (como en los otros dos casos), es decir, que sí tenía la posibilidad de ganar y administrar su propio dinero, los cuales son factores que limitan considerablemente la posibilidad de dominación que se ejerce sobre la víctima. A pesar de que ella tampoco contaba con redes de soporte para afrontar y resguardarse de la violencia, sí pudo darse cuenta de que la situación a la que era sometida no estaba bien. Si bien, como relató en la entrevista, ella sí fue víctima de mucha opresión y dominación por parte de su ex esposo, esta no se prolongó por mucho

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tiempo debido a que era reco-nocida como algo negativo.

C: Sí, nos peleábamos cada vez, no sé una semana y de ahí nunca más, todo maravilloso durante un montón de tiempo y de ahí…S: O sea él te buscaba, ¿te pedía disculpas?C: Claro, siempre. Nunca lo bus-qué yo, siempre venía él y me rogaba, no sé qué, no sé cuánto. Una bestia, una bestia, ¡una bestia! O sea, hoy en día todo el mun-do sabe cómo funciona pero en aquella época no habían las pro-pagandas que hay ahora, no había las lecturas que hay ahora. No te enterabas. Yo ni siquiera tenía internet, o sea, yo no podía averi-guar del tema. Recién fui a Flora Tristán una abogada que me dijo “desde ahorita pon tu denuncia” y yo “¡no! me va a llamar y me va a matar”, así que terminé poniendo la denuncia pero pidiendo que no lo citen porque si se entera me mata.

Se reconoce que parte de su falta de acción frente a la vio-lencia que sufría era el poco conocimiento que tenía sobre el tema. Es decir, ella no cono-cía referentes de una situación similar en su entorno cercano, por lo que parece ser, fue un tema que “no existía” en su en-torno social y familiar. Vemos a una mujer enfrentada a una situación que no había vivido antes y frente a la cual nadie le dijo cómo reaccionar, sumado a ello está la falta de información a nivel público del tema, lo cual es un factor de vulnerabilidad. Este no es el caso, como sí su-cede en los otros dos, de una mujer que mantiene la relación conyugal porque cree en la ins-titución del matrimonio o de la familia. Por el contrario, es el de una mujer que se siente en la imposibilidad de mantener a un hijo por su cuenta. Además de ello, la víctima relata que vivía bajo una condición de domina-ción a consecuencia del terror que le tenía por lo violento que

era. Amenazaba explícitamente con matarla y es ese temor el que finalmente le da el impul-so de salir del hogar. También, se daba una situación de domi-nación en la cual la víctima era sometida a través de la violen-cia física. Vemos que el dominio masculino se encuentra defini-do por la posibilidad de ejercer violencia, la cual es aceptaba a consecuencia del miedo que ésta le generaba.

En el tercer caso la entrevista-da señala haber sufrido mucha violencia cuando era niña. Sus padres tenían una relación vio-lenta en la que el padre no sólo golpeaba y maltrataba a su ma-dre, sino que también le era in-fiel. Además, la madre tenía un profundo resentimiento contra ella por ser la “favorita” de su padre.

A: En mi niñez muy mal, terrible. Mi mamá decía que yo no era su hija, que me vaya a buscarme otra madre…que…cosas horribles, des-pués una vez me hizo pegar con alguien, terrible, muy mal. Pero aun así o sea…ahí, ¿no? lo que pasa es que mi mamita, pobrecita ya murió, tenía muchos proble-mas emocionales, muchísimos. Entonces siempre tenía que estar peleando con alguien, y normal-mente tenía que ser con alguien que estaba cercano y yo era la que estaba más cercana.

La violencia que vivía en casa, no sólo era de parte de sus pa-dres, sino también de sus her-manos que eran abusivos con ella, fue enviada a Lima a muy temprana edad contra su vo-luntad para realizar estudios secundarios en Lima. Toda esta convulsión emocional la llevó a sentirse constantemente des-protegida y desamparada e idealizó en su pareja la imagen de protección que buscaba.

A: (…) yo siempre he sentido que estaba sola, que no tenía a nadie. Entonces cuando yo busqué a alguien, o cuando tuve a alguien, buscaba alguien que me proteja, que me cuide, donde yo pueda apoyar el hombro, creo que hasta ahorita. Pero esto… sí pues, yo buscaba eso. Justamente eso no era, justamente eso nunca me lo iba a dar.

Es decir, vemos una mujer que buscaba la protección de un hombre. Sin embargo, de los tres casos es la única que men-cionó haber reaccionado a tra-

6 “Enyucadaza” es la forma coloquial con la que se le llama a una persona muy comprometida con alguna situación.

“La violencia conyugal no se justifica por una aceptación de la superioridad masculina, sino

que de por medio está siempre

presente el ideal de materializar

una familia “tipo ideal” a cualquier

precio.”

C: Me dijo le voy a meter un bala-zo a él y un balazo a mí, pero tú a mí no me ganas la guerra. Esa frase sí la recuerdo y nunca me la voy a olvidar.(…)S: Y… si sabías que él era consumi-dor (de droga), ¿por qué conti-nuabas la relación?C: Él negaba, él negaba, el negaba, él negaba….o sea, no lo hacía de-lante de mí, pero esa cara era de droga. Aaah porque ya estaba con mi hijo pues, olvídate, ya estaba enyucadaza6 S: O sea, ¿lo hacías más que nada por tu hijo?C: Por miedo, o sea, si no me separaba ni siquiera porque me había pegado, o sea ponía la de-nuncia y decía que no lo llamen. Imagínate el pánico, pánico.

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vés de insultos los malos tratos de su esposo. Esta reacción en-contraba su límite ante las ame-nazas de golpe que él le hacía. Como lo leemos a continuación:

A: Yo lo justificaba porque había momentos…duros, yo también ya le contestaba, ya no había respeto era vete a la mierda, ya no me in-teresa, que no sé cuánto. (…) pero todas estas eran reacciones a lo que él me hacía, ¡me hacía tantas cosas! Me decía tantas cosas, ¡me ofendía tanto! Que ya pues, para mí era simplemente contestarle. (…) creo que en algún momento agarré miedo porque ya empecé a ver violencia y por ahí cuando veía que ya era mucha la cosa me quedaba callada, ya cuando veía que me podía tocar ya me callaba, porque no sigas, no sigas me de-cía y me ponía la mano así enton-ces yo ya me asustaba.

El miedo vuelve a aparecer como una consecuencia de la dominación; sin embargo, en este caso, el matrimonio se ex-tendió durante 17 años en el que la violencia se dio de ma-nera constante. La idea de que esta pareja era con quien esta-ba formando una familia y en la que existía una gran dependen-cia emocional fueron los princi-pales factores que empujaron a continuar con la relación. En-tonces, vemos que sí existía do-minación ejercida a través del maltrato físico y psicológico, que era aceptada y asimilada por la víctima.

Finalmente podemos afirmar que para las tres entrevistadas, la violencia conyugal no se jus-tifica por una aceptación de la superioridad masculina, sino que de por medio está siem-pre presente el ideal de mate-rializar una familia “tipo ideal” a cualquier precio. Sumado a ello, la violencia es mucho más psicológica antes que física. La dominación se ejerce principal-mente a través del miedo que imponen los esposos.

4. CONCLUSIONES

El aislamiento y vulnerabilidad de estas mujeres dentro del matrimonio, termina constitu-yéndose como una institución que constriñe, en la cual las mu-jeres dependen mucho de sus parejas emocional y económi-camente (donde la familia está formada por el padre como principal proveedor y la esposa principal encargada de la casa e hijos). Luego, la importancia para las mujeres entrevistadas de mantener un ideal de fami-lia como un aspecto relevante para entender por qué mantie-ne una relación de violencia de género. Acá falta algo, no hay verbo.

En los tres casos se presentan pocos o nulos lazos de sopor-te familiares y de amistades. Esto reforzó aún más las condi-ciones de vulnerabilidad de las mujeres, aumentó la dependen-cia hacia el maltratador e hizo aún más complicado poder es-capar. Como ya se mencionó en los puntos anteriores, se trata de mujeres vulnerables debido a relaciones de dependencia económica y emocional. Adi-cionalmente, en dos de los tres casos se decide acabar la rela-ción producto de la infidelidad del esposo, no por la violencia de la que eran víctima.

Podemos reconocer que a pe-sar de la condición económica que se encontraban y la educa-ción superior, eso no fue un fac-tor que las libró de la violencia. En el primer caso debido a que existía dependencia emocional frente a un esposo abusivo que la hacía creer que no valía nada y que además no le daba la po-sibilidad de acceder a recursos económicos ni generarlos por sí misma. El segundo caso fue el más sensible a la violencia; sin embargo decidió persistir unos meses por su hijo. Finalmen-te, en el último caso también existía una fuerte dependencia

emocional hacia su pareja debi-do, probablemente, al entorno violento en el que fue criada.

En los tres casos se mantuvo la relación hasta el punto que cada una pudo resistir, siem-pre estuvo presente la idea de preservar, luchar y mantener a la familia como institución, de intentar consolidar una “familia típica”. Vemos entonces cómo este tipo de familia, en tanto construcción cultural e institu-ción social, las termina apresan-do en términos reales y simbó-licos.

Nos gustaría hacer hincapié en que, como hemos visto, el em-barazo fue la puerta de entrada para que estas mujeres se invo-lucraran en relaciones violentas. Es decir, parece no existir la po-sibilidad entre las entrevistadas de criar a un hijo fuera de los parámetros del matrimonio. En ello no habría ningún inconve-niente si es que no fuera por el carácter violento que tendrían luego sus esposos. Entonces surge la reflexión sobre ¿por qué se han vuelto tan funda-mentales las instituciones de la familia y el matrimonio para la crianza de los hijos? y ¿cuáles son las consecuencias de seguir a pie juntillas este esquema? Aquí no se quiere generalizar ni mucho menos afirmar que todos los matrimonios que sur-gen como consecuencia de un embarazo están condenados a la violencia. Pero sí a cuestionar estas instituciones que se pro-mueven como sagradas e intan-gibles. Cuando, evidentemente, tanto el matrimonio y la familia son opciones de vida que no pueden ser forzadas. Vemos a mujeres convencidas de que el matrimonio y/o familia era algo por lo que debían luchar, y es esa convicción la que las man-tuvo en una relación de esa na-turaleza.

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Finalmente, quisiéramos termi-nar este artículo con la reflexión de que aún queda pendiente mucho más por investigar res-pecto a la situación de violencia conyugal de la que es víctima la mujer, pero que no sólo la afec-ta a ella sino que está inmersa dentro de un conjunto de rela-ciones que se ven afectadas de igual manera, como por ejem-plo los hijos y el resto de la fami-lia. Aun así es una condición de injusticia en la que, a través de cada golpe o amenaza no sólo se cristaliza la violencia que su-fre en ese momento una mujer, sino que también se materializa la condición de subordinación que están obligadas a vivir mi-les de mujeres que sufren estas agresiones.

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