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157 En la década de los noventa éramos 3,000 millones de mujeres en el mundo y sólo ocho eran supermodelos. Gilda Gómez Pérez-Mitré* Publicidad e imagen corporal: factores de riesgo en trastornos de la conducta alimentaria en los estudiantes Durante los últimos años mucho se ha hablado (en nuestro contexto sociocultural) 1 acerca de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) y no obstante aún se desconocen sus causas (etiología), su epi- demiología (por ejemplo, prevalencia e incidencia), y se carece, en consecuencia, de un programa social nacional que brinde los servicios de atención integral que estas patologías requieren y menos todavía se han desarrollado programas de prevención. Es propósito del presente trabajo, exponer un panorama general de la investigación que se ha llevado a cabo en México y con esto, describir el estado del arte en que se encuentra este campo de estudio. 2 Comenzaremos por entender cuáles son los principales TCA: pode- mos decir que entre éstos se encuentran la anorexia nerviosa (AN) y la bulimia nerviosa (BN). Se caracterizan por ser producto de múltiples causas o determinantes (etiología multifactorial) y aunque la AN, ya * Doctora en psicología por la División de Investigación y Estudios de Posgrado de la Facul- tad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Jefa de la División de Estudios Profesionales de la Facultad de Psicología de la UNAM. 1 Banco de datos http://anuario.upn.mx 2 Cfr. María Victoria Acosta García y Gilda Gómez Pérez-Mitré, “Insatisfacción corporal y segui- miento de dieta. Una comparación transcultural entre adolescentes de España y México”, Revista Internacional de Psicología Clínica y de la Salud, vol. 3, núm. 1, 2003, pp. 9-21; Yolanda Aguilar Cervantes y Alma Rodríguez Caballero, Relación entre nivel socioeconómico. La autopercepción de la imagen corporal y la autoatribución en adolescentes del nivel superior, tesis de licenciatura. México, Facultad de Psicología, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 1997; Leticia Ávila García et al., Diferencia que existe entre la autopercepción de la imagen corporal entre niñas de nivel socioeconómico medio y bajo de primaria y secundaria, tesis de licenciatura, México, Facultad de Psicología, UNAM, 1997.

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En la década de los noventa éramos 3,000 millones de mujeres en el mundo

y sólo ocho eran supermodelos.

Gilda Gómez Pérez-Mitré*

Publicidad e imagen corporal: factores de riesgo en trastornos de la

conducta alimentaria en los estudiantes

Durante los últimos años mucho se ha hablado (en nuestro contexto sociocultural)1 acerca de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) y no obstante aún se desconocen sus causas (etiología), su epi-demiología (por ejemplo, prevalencia e incidencia), y se carece, en consecuencia, de un programa social nacional que brinde los servicios de atención integral que estas patologías requieren y menos todavía se han desarrollado programas de prevención. Es propósito del presente trabajo, exponer un panorama general de la investigación que se ha llevado a cabo en México y con esto, describir el estado del arte en que se encuentra este campo de estudio.2

Comenzaremos por entender cuáles son los principales TCA: pode-mos decir que entre éstos se encuentran la anorexia nerviosa (AN) y la bulimia nerviosa (BN). Se caracterizan por ser producto de múltiples causas o determinantes (etiología multifactorial) y aunque la AN, ya

* Doctora en psicología por la División de Investigación y Estudios de Posgrado de la Facul-tad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Jefa de la División de Estudios Profesionales de la Facultad de Psicología de la UNAM.

1 Banco de datos http://anuario.upn.mx2 Cfr. María Victoria Acosta García y Gilda Gómez Pérez-Mitré, “Insatisfacción corporal y segui-

miento de dieta. Una comparación transcultural entre adolescentes de España y México”, Revista Internacional de Psicología Clínica y de la Salud, vol. 3, núm. 1, 2003, pp. 9-21; Yolanda Aguilar Cervantes y Alma Rodríguez Caballero, Relación entre nivel socioeconómico. La autopercepción de la imagen corporal y la autoatribución en adolescentes del nivel superior, tesis de licenciatura. México, Facultad de Psicología, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 1997; Leticia Ávila García et al., Diferencia que existe entre la autopercepción de la imagen corporal entre niñas de nivel socioeconómico medio y bajo de primaria y secundaria, tesis de licenciatura, México, Facultad de Psicología, UNAM, 1997.

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estaba presente entre las mujeres religiosas de la Edad Media (1,200 a 1,500) y en el siglo XIX ya se le había dado el nombre que actualmente detenta (anorexia nerviosa), el avance en su conocimiento científico se produce con el inicio de su estudio e investigación sistematizados, lo que ocurre hasta mediados del siglo XX, que puede considerarse como la época moderna. La psicoanalista Hilda Bruch hará grandes aportaciones al conocimiento de la AN a partir de los años setenta (1969, 1970, 1973, 1978). Sin embargo, no será sino hasta la década de los ochenta cuando aparecerá por primera vez en el Manual Diag-nóstico y Estadístico de la Asociación Psiquiátrica Americana (DSM–III), como consecuencia del incremento espectacular que tuvo esta enfer-medad en los países desarrollados, esto es a partir de 1970.

En este sentido y debido a que entre sus factores etiológicos se encuentra la influencia de valores sociales y culturales reforzados y difundidos por los medios globalizados de comunicación social, puede decirse que los TCA son característicos (producto y reflejo) de nuestros tiempos. En otros términos, aunque es cierto que ya había anoréxicas desde la Edad Media, en aquel tiempo a la AN no le precedían proble-mas relacionados con la imagen corporal (no existía una cultura de la delgadez) como tampoco actitudes de miedo y rechazo a causa de la obe-sidad (lipofobia) y menos todavía, tratados de libre comercio bajo la hegemonía de países bélicos y racistas.

Así pues, podemos afirmar que los TCA son producto de la posmo-dernidad: los países del Primer Mundo tienen abundancia de bienes, entre ellos de comida, y disponibilidad de “comida rápida” (comida chatarra con exceso de grasa y carbohidratos), facilidad de traslado (medios eficientes y económicos de transporte, escaleras automáticas, etcétera) y cada vez “mayor occidentalización” de los valores cultura-les. Los Estados Unidos son líderes, junto con Canadá, en la prevalen-cia de la AN y de la BN.

¿Qué sucede en los países con economías emergentes (eufemismo para no decir subdesarrollados o tercermundistas) como el nuestro? En éstos, los niños, adolescentes y jóvenes se socializan con los mis-mos valores, por ejemplo, internalizan y desean una figura ideal del-gada. ¿Cómo sabemos esto?, ¿cómo se prueba que efectivamente nuestra población más vulnerable, nuestras adolescentes, sufre la mis-

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ma problemática que ha causado estragos entre las chicas de otros países, por ejemplo, entre las adolescentes estadounidenses?3

Publicidad y figura ideal

Tenemos diversos ejemplos de origen nacional, entre ellos está lo que durante algún tiempo (mayo de 2001) los habitantes del D.F. vimos y escuchamos en un mensaje publicitario (de una importante firma comercial) en el que una chica afirma que “prefiere decir su edad que su talla”. Puede verse que este comercial hace referencia a un conte-nido inesperado en boca de una mujer. Durante mucho tiempo, y en especial para la mujer, la edad significaba un secreto, a tal grado, que aun las jovencitas para quienes la edad “no era un problema” apren-dieron a “sentirse ofendidas” y a defender su secreto: “la edad no se pregunta…”, “qué poco caballero…”, “la mujer no tiene edad…”, etcé-tera. Somos testigos así, de un cambio y vemos que ahora el secreto es el de la talla, el peso corporal. En este momento (marzo de 2004) la televisión nos sigue vendiendo el deseo de una figura ideal cuando pretende entretenernos con la lucha aguerrida de dos chicas karate-cas: cuando una de ellas ha vencido a la otra, quien se encuentra en el suelo, bajo el pie de la vencedora, y le grita “mi talla es tres”, mas con estas palabras mágicas el triunfo obtenido en el combate se desva-nece, pues al final la ganadora es la otra chica cuya talla es aún más pequeña. Estos ejemplos en apariencia inocuos constituyen una clara expresión y son literalmente sintomáticos de los factores de riesgo en trastornos de alimentación de nuestros tiempos (de final e inicio del milenio).

Podemos percibir la influencia de los factores socioculturales en los TCA con un ejemplo más, aunque de una época anterior a los que descritos líneas arriba. En una revista mexicana de gran difusión en-tre los jóvenes, se enlistaba a las 50 mujeres más bellas (abril de 1997) y los 50 hombres más guapos (octubre de 1997), con los datos de su

3 Cfr. Hilda Bruch, “Changing approaches to anorexia nervosa”, en C.V. Rowland Jr., Anorexia Nervosa and Obesity, Boston, Little Brown Company, International Psychiatric Clinics, 1970, pp. 3-24; Eating Disorders: Obesity Anorexia and the Person within, Nueva York, Basic Books, 1973; The Golden Cage: the Enigma of Anorexia Nervosa, Cambridge, Harvard University Press, 1978; y Marilou Bruchon-Schweitzer, Psicología del cuerpo, Barcelona, Herder, 1992.

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peso corporal y su estatura. Como era de esperar, se trataba de perso-najes del ambiente del espectáculo, cantantes, actrices, actores, mode-los, etcétera. Con esta información se procedió a obtener el índice de masa corporal (IMC = peso/talla), así como algunas estadísticas des-criptivas, por ejemplo, porcentajes del IMC y medias para edad, peso y estatura que aparecen en el cuadro 1

CUADRO 1Edad e IMC de las 50 mujeres más bellas y de los 50 hombres más guapos de México

Mujeres Hombres –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

x DE x DE

Edad 25.18 3.80 26.37 3.600Estatura 1.68 0.05 1.82 0.049Peso 52.53 3.90 76.04 6.280IMC 18.43 1.04 22.83 1.270Rango IMCmín 15.673 20.428Rango IMCmáx 20.797 25.737IMC 15.6 a 18.9 68% 20.4 a 22.9 66%IMC 19.0 a 20.8 32% 23.0 a 25.9 34%

Fuente: Los datos (peso y estatura) se obtuvieron de “Las 50 mujeres más bellas” y “Los 50 hombres más guapos”, Somos, núm. 4, México, Televisa, 1997, 9 y 16 de abril y 1o. de octubre de 1997.

CUADRO 2Puntos de corte del IMC*

IMC Clasificación

<15 Emaciación (peso muy por abajo del normal)15-18.9 Peso por abajo del normal19-22.9 Peso medio o normal23-27 Sobrepeso>27 Obesidad I> 31 Obesidad II o mórbido

* Valores y puntos de corte del IMC validados en muestras mexicanas. Cfr. Teresita Saucedo Molina y Gilda Gómez Pérez-Mitré. “Validez diagnóstica del IMC (índice de masa corporal) en una muestra de adoles-centes mexicanos”, Revista Acta Pediátrica de México, vol. 18, núm. 1, México, 1997, pp. 19-27; y “Validez del índice nutricional en preadolescentes mexicanos por el método de sensibilidad-especificidad”, Revista del Insti-tuto Nacional de Salud Pública, vol. 40, núm. 5, México, 1998, pp. 392-397.

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Podemos observar que el prototipo de la mujer bella en México, en 1997, era una mujer joven (con edad promedio de 25 años) y una des-viación estándar (DE) de 3.8, esto es mujeres de 21 a 28 años con un IMC promedio de 18 y DE igual a 1.0. Esto corresponde, como podemos ver en el cuadro 2, a un peso por abajo del normal y si nos fijamos en los valores del rango (mínimo y máximo), vemos que éstos abarcan desde un IMC ligeramente por arriba del de emaciación a uno con valo-res bajos del intervalo de peso medio, si se toma en cuenta que el límite inferior del mismo es igual a 19 y el superior a 22.9.

De hecho, tal y como puede observarse en el cuadro 1, el mayor porcentaje de las mujeres más guapas (68 por ciento) tiene un IMC que va de 15.6 a 18.9, son delgadas; mientras que el IMC del porcentaje restante (32 por ciento) tiene un peso normal, en sus valores bajos es de 19 a 20.8.

Ahora bien, ¿cómo son los valores del IMC que describen al prototi-po del hombre guapo en México? Vemos en esos mismos cuadros 1 y 2 que los hombres no escapan de la presión social a la que están some-tidas las mujeres, y el prototipo refleja a un hombre joven, esto es con un promedio de 26 años con una DE de tres años con seis meses (de 22.7 a 29.9 años) y un IMC promedio de 22.83, lo que significa que se encuentra dentro del peso normal o promedio con una desviación por arriba o por debajo de éste. El 66 por ciento de los hombres más gua-pos cayó dentro del intervalo de peso normal mientras que el IMC del restante 34 por ciento, cayó en el de sobrepeso, esto es dentro de un IMC de 23 a 25.7 que como puede verse en el cuadro 2, corresponde a los valores bajo y medio de dicho intervalo.

Debe subrayarse, que los valores del IMC arriba expuestos, corres-ponden a las mujeres más bellas y a los hombres más guapos que se encuentran dentro de la categoría de jóvenes adultos (de 21 a 29 años). Sería interesante conocer la distribución del IMC de los adoles-centes más guapos y de las adolescentes más bellas (de 13 a 19 o 20 años). Se esperaría, de acuerdo con las tendencias teórico-prácticas, que las frecuencias se recorrieran hacia la izquierda, esto es, que apa-reciera un pequeño porcentaje en la categoría de emaciación, que se incrementara el porcentaje de la categoría peso por abajo del normal hasta llegar a ser el más alto y que disminuyera casi hasta desapare-

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cer la categoría de peso normal. Esto mismo podríamos encontrar si se repitiera este trabajo con una muestra de nuestras artistas (jóvenes adultas) del momento, pues parece ser un hecho que las mujeres del medio artístico son cada día más delgadas. Pero veamos más directa-mente los trastornos de la conducta alimentaria (TCA).

Trastornos de la conducta alimentaria

¿Cómo se definen los TCA? De acuerdo con el DSM–IV TR (2002), la anorexia nerviosa (AN) se caracteriza por:

• Rechazo a mantener el peso corporal igual o del valor mínimo normal, considerando la edad y la talla (por ejemplo, pérdida de peso que da lugar a un peso inferior a 85 por ciento del esperable).• Miedo intenso al ganar peso o a convertirse en obeso a pesar de su delgadez.• Alteración de la percepción del peso o la silueta corporales, exageración de su importancia en la autoevaluación o negación del peligro que com-porta el bajo peso corporal.• En las mujeres pospuberales, presencia de amenorrea. Por ejemplo, ausencia de al menos tres ciclos menstruales consecutivos (se considera que una mujer presenta amenorrea cuando sus menstruaciones apare-cen únicamente con tratamientos hormonales).

Se consideran dos tipos de anorexia nerviosa:

• Tipo restrictivo. La pérdida de peso se logra únicamente a través del seguimiento de dietas, ayunos o ejercicio excesivo.• Tipo compulsivo-purgativo. Las personas que se incluyen dentro de este tipo se dan “atracones” y recurren a diuréticos, laxantes y vómitos autoprovocados, con el fin de contrarrestar el efecto “engordador” de la ingesta. En esta clasificación se incluyen también, los casos de quienes no se dan “atracones” pero sí recurren al uso de purgas.

La BN es un trastorno de la alimentación caracterizado por un ape-tito desmesurado de alimentos, en el que se instaura un ciclo de inges-ta-vómito-ingesta, con modificación del peso corporal o sin él. Al igual que la AN, la BN es un trastorno que aparece preferentemente en mu-jeres y con frecuencia el proceso coincide en mujeres con anorexia nerviosa.

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Siguiendo la descripción que el DSM–IV TR4 hace de la BN, se tiene lo siguiente:

Atracones recurrentes. Un atracón se caracteriza por:

a) ingesta de alimento en un lapso breve (por ejemplo, en un periodo de dos horas), superior en cantidad a la ingesta de otro individuo en un tiempo similar y en las mismas circunstancias;b) sensación de pérdida de control sobre la ingesta de alimento (por ejem-plo, sensación de no poder parar de comer o de no poder controlar el tipo o la cantidad de comida que se está ingiriendo). La práctica de los atracones y las conductas compensatorias, por lo menos se deben de presentar dos veces por semana en un periodo de tres meses.

La influencia que ejercen el peso y la figura corporal sobre la eva-luación que se tenga de sí mismo(a) es en gran medida determinante. Esta alteración se puede presentar aun fuera de algún episodio de anorexia nerviosa.

Se consideran dos tipos de bulimia nerviosa: 1. la de tipo purgati-vo, en la cual el individuo acudirá regularmente al vómito o al uso de laxantes; 2. la de tipo no purgativo, en donde el sujeto prescindirá del uso de laxantes y tampoco acudirá al vómito, a los diuréticos o los enemas en exceso.

Factores de riesgo en trastornos de la conducta alimentaria

Llegados a este punto y en virtud de lo que repetidamente hemos se-ñalado, a saber, que nuestros intereses se dirigen a la prevención y no a la curación, vale la pena detenernos un poco en el conocimiento de los factores de riesgo. ¿Cuáles son y cómo se distribuyen en México?

La AN y la BN, como hemos visto, son fenómenos patológicos y debe subrayarse que cuando se instalan se vuelven crónicas y sus repercu-siones para la salud hacen que se deteriore rápidamente la calidad de vida, de aquí la insistencia de la prevención. Existen varios modelos y clasificaciones de factores de riesgo (FR). Revisemos la clasificación que resultó del proceso de investigación.

4 DSM-IV TR, pp. 250-251.

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Los FR son aquellos que inciden negativamente en el estado de sa-lud del sujeto, individual o colectivo, y en la medida en que vulnera-bilizan al individuo, contribuyen a su desajuste y a su desequilibrio, incrementando la probabilidad de enfermedad.5

Por riesgo puede entenderse la exposición a circunstancias que aumentan la probabilidad de manifestar algún comportamiento desvia-do. Es importante señalar que los factores de riesgo guardan relaciones complejas con los trastornos clínicos los que a su vez están relaciona-dos con diferentes factores de riesgo y no con uno solo. Así el riesgo de desarrollar alguna alteración es el resultado de la interacción de dis-posiciones personales y de diversos factores de riesgo.

Los FR en el campo de los TCA, se han clasificado desde diferentes pers-pectivas. En el presente trabajo se dividen en cuatro grandes grupos, tomando en cuenta la naturaleza de las variables que empíricamente se han agrupado en función de resultados, entre ellos sus correlacio-nes y/o sus contenidos:

1. Factores de riesgo asociados con imagen corporal. Satisfacción-insa-tisfacción, sobrestimación-subestimación, preocupación por el peso cor-poral y por la comida, actitud hacia la obesidad-delgadez, autoatribu-ción positiva-negativa, figura real, ideal e imaginaria; peso deseado y atractivo ligado a delgadez, entre otros.2. Los factores de riesgo asociados con conducta alimentaria. El más importante, el seguimiento de dieta restrictiva; atracones (binge eating), conducta alimentaria compulsiva, hábitos alimentarios inadecuados, ayunos, omitir alguno de los alimentos principales (desayuno, comida o

5 Cfr. Gilda Gómez Pérez-Mitré, “Alteraciones de la imagen corporal en una muestra de escolares mexicanos preadolescentes”, Revista Mexicana de Psicología, vol. 14, núm. 1, México, 1997, pp.31-40; Gilda Gómez Pérez-Mitré y Teresita Saucedo Molina, “Validez diagnóstica del IMC (índice de masa corporal) en una muestra de escolares preadolescentes y adolescentes mexicanos”, Revista Acta Pediátrica. vol. 18, núm. 3, México, 1997, pp. 103-110; Gilda Gómez Pérez-Mitré y Enrique Ávila Angulo, “Conducta alimentaria y obesidad”, Revista Iberoamericana, vol. 6, núm. 2, México, 1998, pp. 10-22; Gilda Gómez Pérez-Mitré, “Preadolescentes mexicanas y cultura de la delgadez: figura ideal anoréxica y preocupación excesiva por el peso corporal”, Revista Mexicana de Psicología, vol. 1, núm. 16, México, 1999, pp. 153-166; Gilda Gómez Pérez-Mitré et al., “Trastornos de la alimentación. Factores de riesgo en tres diferentes grupos de edad: pre púberes, púberes y adolescentes”, Revista Mexicana de Psicología, vol. 18, núm. 3, México, 2001, pp. 313-324; Gilda Gómez Pérez-Mitré, “Factores de riesgo en trastornos de la conducta alimentaria: teoría, práctica y prevalencia en muestras mexicanas”, ponencia presentada en el Foro 450 años de la Universidad Nacional Autónoma de México. México, 2001, inédito; y Gilda Gómez Pérez-Mitré y María Victoria Acosta García, “Evaluación de la delgadez. Un estudio transcultural entre adolescentes de México y España”, Psicothema, vol. 14, núm. 2, España, 2002, pp. 221-226.

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cena), disminuir o evitar alimentos considerados de alto contenido caló-rico (“engordadores”) y consumo de productos light.3. Aquellos relacionados con el cuerpo biológico: peso corporal, talla o estatura, madurez sexual precoz o tardía y/o amenorrea.4. Aquellas prácticas compensatorias, tales como: ejercicio excesivo (10 horas o más por semana); y uso de alguno de los siguientes productos con el propósito de controlar el peso: inhibidores de hambre, laxantes y diuréticos y consumo excesivo de agua (más de dos litros al día) y de fibra.

Entre los FR asociados con la imagen corporal, el trastorno en la autopercepción del tamaño corporal era considerado hasta hace poco no demostrable (debido a que no había estudios en adolescentes nor-males). Actualmente se sabe que es una predisposición más que una secuela de la patología de los TCA, pues se ha manifestado con cierta frecuencia entre adolescentes, aun en preadolescentes de poblaciones abiertas.6

Factores de riesgo asociados con imagen corporal

La imagen corporal se ha definido de muy diversas maneras, incluso hay quien la considera una actitud hacia el propio cuerpo y de mane-ra particular hacia la propia apariencia. La imagen del cuerpo puede concebirse como una configuración global, como un conjunto de re-presentaciones, percepciones, sentimientos y actitudes que el indivi-duo elabora respecto a su propio cuerpo a través de diversas experien-cias. Entre éstas se encuentra la sensación del cuerpo que se tiene desde la niñez más temprana y que se modifica continuamente a lo largo de la vida como consecuencia de cambios físicos y biológicos (por ejemplo, los que se presentan en la pubertad), por la enfermedad, el dolor, el placer y la atención.

Asimismo, la percepción del cuerpo tiene como referente normas de belleza y de rol, por lo que la imagen corporal es casi siempre una representación evaluativa. Habría que agregar la influencia que en la construcción de la imagen corporal ejercen el contexto socioeconómi-

6 Cfr. Gilda Gómez Pérez-Mitré, “Factores de riesgo…”, op. cit.

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co y el entorno cultural, ya que esta imagen puede diferir según la edad, el género y la clase social, entre otras variables ambientales y sociodemográficas. Una imagen corporal negativa se relaciona con trastornos de la alimentación y otros problemas psicosociales ya que el estar insatisfecho con la imagen corporal propia constituye un fac-tor de inadaptación social.7

El nivel o grado de satisfacción-insatisfacción con la imagen cor-poral es una de las dos dimensiones de la imagen corporal más estu-diadas y mejor documentadas como factor de riesgo para el desarrollo de los trastornos de la alimentación. La otra dimensión igualmente estudiada es la de la distorsión de la imagen corporal.

Para valorar estas variables se han seguido diferentes procedi-mientos, uno de los cuales consiste en el uso de imágenes de personas cuya figura es muy delgada e imágenes de personas cuya figura es más bien gruesa y la tarea de los sujetos a evaluar es escoger aquella que más se les parece (figura actual) y la que les gustaría tener (figu-ra ideal). Lo que se ha encontrado en general, en grupos de mujeres de poblaciones normales es que ubican la figura ideal como más del-gada que la figura del momento. Esto se produce sin importar el pro-pio peso corporal, teniendo en cuenta que éste puede estar por abajo o muy por abajo del peso normal; y sin importar la edad, pues como veremos, aun niñas muy jóvenes (seis a nueve años) ya han mentali-zado una figura ideal delgada. Es tan fuerte y consistente este deseo, que hemos encontrado entre las mexicanas un modelo ideal comparti-do que no está presente en chicas españolas, por ejemplo, en edad y nivel socioeconómico similares. Antes de pasar a describir los resulta-dos encontrados en torno a dicho patrón, veremos primero la inter-nalización de la figura ideal en muestras de mujeres mexicanas de diferentes grupos de edad.

La distribución de las figuras actual e ideal en que la literatura internacional documenta ampliamente la preferencia marcada por una figura ideal más delgada que la actual, se comprueba tanto entre las preadolescentes como en las adolescentes. Por ejemplo, es sorpren-dente encontrar porcentajes tan altos como de 94 por ciento (véase

7 Cfr. Marilou Bruchon-Schweitzer, Psicología del…, op. cit.; y Gilda Gómez Pérez-Mitré, “Alteraciones…”, op. cit.

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gráfica 1) y 89 por ciento entre niñas tan jóvenes como las preadoles-centes quienes eligieron como figura ideal las siluetas delgada con media = 2.20, S = .842 y muy delgada con media = 2.04, S = 1.0.8

GRÁFICA 1Figura actual, figura ideal e índice nutricional

100

DelgadaMuy delgada Normal Sobrepeso Obesa

Porcentaje de la muestra

80

60

40

20

0

Índice nutri

Figura actua

Figura ideal

Fuente: Cuadro 1.

En la gráfica 1 se muestran las distribuciones en términos de porcen-tajes de la figura actual, la figura ideal y el índice nutricional equivalen-te, este último, a cuerpo real u objetivamente medido. Puede obser-varse fácilmente la gran diferencia (mayor frecuencia) que muestra el porcentaje de la figura ideal en comparación con los otros porcentajes.

Resultados similares reportan Ávila, Lozano y Ortiz,9 pues 89 por ciento (356 niñas) deseaba tener una figura ideal delgada (media = 2.04, S = 0.528). De la misma manera el porcentaje más alto (63 por ciento) de las preadolescentes de la submuestra de Estrada y Zúñiga,10 seleccionó como figura ideal la delgada y muy delgada.

La figura ideal seleccionada con los porcentajes más altos (79 y 85 por ciento, en escuela pública y escuela privada, respectivamente) de las adolescentes de la muestra de Murrieta11 correspondió a figura delgada. En esta misma clasificación cayó la figura ideal de las ado-lescentes de Aguilar y Rodríguez.12 De paso debe señalarse que hemos

8 Teresita Saucedo Molina y Gilda Gómez Pérez-Mitré, “Validez del índice…”, op. cit.9 Cfr. Leticia Ávila García et al., Diferencia que existe…, op. cit. 10 Idem.11 Cfr. Mayela Murrieta Contreras, Relación entre distorsión…12 Cfr. Yolanda Aguilar Cervantes y Alma Rodríguez Caballero, Relación entre…, op. cit.

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encontrado que las respuestas dadas a las variables satisfacción-insa-tisfacción con la imagen corporal no difieren significativamente cuando se clasifican por nivel socioeconómico o por tipo de escuela, pública o privada.13 Pero sí se han producido interacciones significati-vas por nivel escolar o por género.14 Sin embargo, hemos encontrado que cuando se evalúa satisfacción-insatisfacción con partes corpora-les, se producen diferencias significativas de acuerdo con el tipo de escuela o el nivel socioeconómico, así como algunas interacciones significativas interesantes.15

Los resultados más recientes obtenidos con una muestra n = 4,525 mujeres, compuesta por: pre púberes (seis a nueve años) con n = 232; púberes (10 a 12 años) con n = 1,401 y adolescentes (13 a 19 años), con n = 2,89216 se muestran en las siguientes gráficas:

GRÁFICA 2Distribución porcentual de elección de figura ideal. Sexo femenino

13-19 años

6-9 años

Figura delgada y muy delgada

10-12 años

10-12 años

6-9 años

13-19 años

49.4

0 50 100

65 76.6

Como puede observarse en la gráfica 2, entre las niñas más pe-queñas de seis a nueve años de edad ya existe, en casi la mitad de ellas, el deseo de una figura ideal delgada y muy delgada. Sin embargo, pue-de verse también que el porcentaje se incrementa con la edad, hasta llegar a 77 por ciento entre las adolescentes.

13 Idem. Cfr. Mayela Murrieta Contreras, Relación entre distorsión…14 Cfr. Diana Estrada Robles y Teresa Zúñiga Flores, Relación que existe…15 Cfr. Yolanda Aguilar Cervantes y Alma Rodríguez Caballero, Relación entre el nivel socio-

económico…, op. cit.; Leticia Ávila García et al., Diferencia que existe…, op. cit.16 Gilda Gómez Pérez-Mitré et al., “Trastornos de la alimentación…”, op. cit.

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GRÁFICA 3Distribución porcentual de la variable insatisfacción

con la imagen corporal. Sexo femenino

13-19 años

13-19 años

10-12 años

10-12 años

6-9 años

6-9 añosInsatisfacción (+)Insatisfacción (–)

41.8

0 10 20 30 40 50

41.3 5026.2 22.3 23.6

¿Cómo se comporta la variable satisfacción-insatisfacción con la imagen corporal en muestras de mujeres mexicanas? Insatisfacción se mide como: figura actual menos la figura ideal, esto es como una dife-rencia entre las dos figuras, mientras que satisfacción es igual a una diferencia = 0, que se produce cuando la figura actual elegida es la misma que la figura ideal. Las diferencias pueden ser positivas (cuando hay insatisfacción porque se desea estar más delgado) o negativas (cuan-do la insatisfacción se produce porque se quiere estar más grueso). En la gráfica 3 vemos que nuevamente hay más adolescentes positiva y negativamente insatisfechas (74 por ciento), sin embargo, también es muy alto el porcentaje entre las niñas más jóvenes (68 por ciento). Debe recordarse que el factor de insatisfacción constituye un factor de riesgo en la medida que da origen a conductas que de otra manera no se pro-ducirían; por ejemplo, el seguimiento de dieta restrictiva que constituye un factor de mayor riesgo para la salud, sobre todo si se lleva a cabo antes de la adolescencia, ya que puede conducir a un estado de desnu-trición. Debe señalarse que la dieta que siguen las niñas de los dos primeros grupos (pre púberes y púberes) consiste omitir un alimento del día, por ejemplo, la cena; dejar de consumir alimentos que se les considera “engordadores” (tortillas, frijoles, arroz, entre otros).17

17 Cfr. Gilda Gómez Pérez-Mitré, “Preadolescentes mexicanas…”, op. cit.

Gilda Gómez Pérez-Mitré170 Publicidad e imagen corporal 171

GRÁFICA 4Distribución porcentual de la variable dieta restrictiva.

Sexo femenino

60

6-9 años 10-12 años 13-19 años

5153.1

50.3

50

40

30

20

10

0

En la gráfica 4 observamos que prácticamente la mitad de las niñas de cada grupo etario aceptó estar llevando una dieta restrictiva y que la magnitud de los porcentajes es muy preocupante sobre todo en los grupos de niñas más jóvenes.

Modelo ideal compartido

El concepto modelo ideal compartido se traduce operacional o empíri-camente como una desviación pequeña y menor respecto a la media de la variable, figura ideal, en comparación con las desviaciones de las medias de las variables, figura actual e IMC. Esto es, la forma y tama-ño de la figura con la cual me identifico, así como también la que es producto de mi peso corporal real, pueden presentar grandes varia-ciones (desviaciones) y además variaciones mayores que las de figura ideal. Para que se produzca o se cumpla el modelo ideal, las desviacio-nes más pequeñas de figura ideal tienen que ser significativas y esta-dísticamente más pequeñas.

Se trabajó con las siguientes muestras: de chicas en adolescencia temprana y de chicas en adolescencia media, con las siguientes carac-terísticas:

Muestra AT (adolescencia temprana). Se obtuvo una muestra no probabilística de n = 77 mujeres cuyas edades cayeran en un rango

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de 12 a 15 años. Ésta quedó subdividida como sigue: adolescentes españolas (n = 38) y adolescentes mexicanas (n = 39). Las muestras quedaron igualadas en las variables, edad (Xesp = 13.7, s = .98; Xmex = 13.0, s = .97) y escolaridad (educación secundaria de España equi-valente al sexto de primaria y los tres años de secundaria de México), así como en ocupación de los padres (profesionistas).

Muestra AM (adolescencia media). Se formaron dos muestras con mu-jeres (estudiantes españolas y mexicanas) igualadas en edad, con edad promedio de 17 años, con desviaciones de 2.1 en la de España y de 1.8 en la de México y las edades en ambos grupos se distribuyeron dentro de un rango de 15 a 20 años.18

Los resultados muestran: a) que entre las mexicanas de las dos mues-tras AT (figura ideal 0.55 < figura actual 1.02 < IMC 2.6) y AM (figura ideal 1.12 < figura actual 1.59 < IMC 2.92), efectivamente la desvia-ción de figura ideal es menor que la de figura actual; b) que las dife-rencias entre las figuras ideal y actual son estadísticamente significa-tivas (véase cuadro 3). Por otro lado, aunque en la muestra (AT), de adolescencia temprana, los datos de las españolas siguen esa misma dirección, las diferencias entre figura ideal y figura actual no resulta-ron estadísticamente significativas; y los resultados de la muestra de las adolescentes más grandes (AM), muestran que aunque la desvia-ción de figura actual es mayor que la de figura ideal, no obstante, figura actual e IMC tienen el mismo tamaño (véase cuadro 3).

Estos resultados nos permitieron concluir que entre las adolescen-tes mexicanas se presenta un modelo ideal compartido (una figura ideal con pocas variaciones), que no se encontró entre las adolescentes españolas. De aquí que hallamos señalado que dicho modelo es fuerte y consistente, pues el deseo de una figura ideal es el de una figura prác-ticamente consensuada, con muy pocas variaciones entre las mexica-nas, mientras que este deseo no está presente entre las chicas españolas, teniendo en cuenta que ambos grupos étnicos se encuentran igualados en edad y nivel socioeconómico.

18 Cfr. Gilda Gómez Pérez-Mitré y María Victoria Acosta García, “Evaluación de la delga-dez…”, op. cit.

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CUADRO 3Desviaciones: figura ideal, figura actual e IMC

t Modelo ideal Figura Figura muestrasMuestra compartido ideal actual IMC dependientes

Adolescencia Mujeres mexicanas 0.55 < 1.02 < 2.6 t (32) = –3.709, temprana p = .001 Mujeres españolas .46 < .87 < 2.43 t (34) = .000, p = 1.000Adolescencia Mujeres mexicanas 1.12 < 1.59 < 2.92 t (308) = 7.49, media p = .000 Mujeres españolas 2.1 < 2.4 = 2.4 t (277) = 2.03, p = .040

Percepción subjetiva vs. realidad objetiva

“Todos sabemos que es más importante cómo me veo, cómo me sien-to; esto es, la experiencia subjetiva, que cómo soy en realidad.” Para probar este dicho de sentido común y establecerlo como un concepto relacionado con imagen corporal, se postuló que la variable satisfac-ción-insatisfacción tenía un papel mediador entre cuerpo percibido y los factores de riesgo asociados con trastornos alimentarios, tal y como aparece en el siguiente modelo.19 Pueden apreciarse tres variables: cuer-po percibido (1), satisfacción-insatisfacción (2), y factores de riesgo asociados con trastornos alimentarios (3), con sus respectivas relacio-nes: (1 – 2 = R = .29 p .000), (2 – 3 = R = .48 p .000) y (1 – 3. = R = .27 p .000). Estas relaciones se muestran como correlaciones (R) entre las variables; la más alta (.48) se da entre satisfacción-insatis-facción y factores de riesgo en trastornos alimentarios, y las tres fueron estadísticamente significativas con una p de .000.

Lo relevante de todas estas relaciones es lo que sucede con la rela-ción 1-3 cuando se controla satisfacción-insatisfacción, relación indi-cada en la notación R13.2. ¿Qué sucede? La magnitud original de la relación 1-3 disminuye: de R = .27 decrementa a R = .15 y pierde su significancia estadística de p .000 pasa a p .054, esto es, se pierde la

19 Cfr. Gilda Gómez Pérez-Mitré, “Alteraciones…”, op. cit.

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relación original de cuerpo percibido con preocupación por el peso, en la que estaba interviniendo el efecto de la variable satisfacción-insa-tisfacción. Gráficamente, la relación significativa 1-3 señalada con una flecha de línea continua, se señala con una flecha de línea pun-teada cuando ya no es significativa. En otros términos puede decirse que si uno está satisfecho, acepta el cuerpo percibido (independiente-mente de cómo sea éste) y éste no constituye un factor de riesgo para desarrollar un trastorno alimentario.

Satisfacción/insatisfacción con la imagen corporal

Factores de riesgo asociados con trastornos

alimentarios (Preocupación por

el peso y por la comida)

R = .29p = .000

R = .48p = .000

R = .27p = .000

R13.2 = .15 p = .054

Cuerpo percibido

Las implicaciones teóricas y prácticas de este hallazgo son diver-sas, sin embargo, y sólo por mencionar una, tenemos que la percep-ción subjetiva de la imagen corporal en la intervención terapéutica de los trastornos de la alimentación es central. Así, independientemente de la técnica que se utilice se tendrá mayor probabilidad de éxito si primero se trabaja con la percepción que la paciente tiene de su propio cuerpo, ya que es más importante la percepción subjetiva, o sea sen-tirse atractiva, que la realidad objetiva, ser atractiva.

Para la realización del análisis de los resultados del modelo que se acaba de describir, se siguió el procedimiento de factores de prueba que, como se sabe, tiene suficiente fuerza como para establecer relacio-nes funcionales o potencialmente funcionales con diseños transversa-les y no experimentales.20 De las variables que aparecen en el modelo, la primera (1) es la independiente, la segunda (2) la interviniente y la que aparece en tercer término (3) es la variable dependiente. Esta úl-tima representa un factor específico denominado “preocupación por el peso y por la comida” de la Escala de Factores de Riesgo Asociados con Trastornos de la Alimentación (EFRATA para mujeres). De las 11

20 Cfr. Morris Rosenberg, The Logic of Survey Analysis, Nueva York, Ediciones Basic Books, 1968.

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que la conforman, algunas de las ocho variables de dicho factor son: “me avergüenza comer tanto”, “comer de más me provoca sentimien-tos de culpa”, “me deprimo cuando como de más”, etcétera.21

Conclusiones

En el presente ensayo se ha querido dejar claro que los trastornos de la conducta alimentaria son de gran complejidad, es decir, de causali-dad múltiple, y es urgente que como sociedad seamos conscientes de que podemos prevenirlos, evitando que nuestra población más pre-ciada, las mujeres más jóvenes, sean presa de estos males literalmen-te ajenos y que por lo mismo, en países como el nuestro, representan grandes y pequeñas contradicciones: las chicas vomitan, ayunan, hacen dieta restrictiva y pueden alcanzar altos niveles de desnutrición (emaciadas hasta los huesos, en fin anoréxicas). Lo alarmante es que lo anterior suceda por razones cosméticas y no por causas como la pobreza y la ignorancia, que eran las razones más comunes en nues-tro país.

Asimismo, la figura ideal que han internalizado es la de una mu-jer-muñeca (Barbie). Quieren un cuerpo alto y extradelgado, de piernas largas, cintura pequeña y busto grande (y con una cabellera larga y flotante si es posible); deseo prácticamente inalcanzable.

Tenemos que ser conscientes de que el número de supermodelos (top model) es mínimo, mientras que el de mujeres “reales”, el de las que nos movemos en la cotidianidad de nuestros hogares, trabajos y comu-nidades, es significativamente mayor, somos millones; debe agregarse también la conformación del cuerpo de la mujer típica mexicana, que es de caderas anchas y piernas cortas.

Sin embargo, la gran contradicción es que hemos comprado ries-gos (formas de pensar y estilos de vida) para desarrollar trastornos de la conducta alimentaria (la anorexia y la bulimia nerviosas) sin tener la correspondiente infraestructura socioeconómica de los países en don-de han tenido su origen estos trastornos como son los Estados Unidos y Canadá.

Por otra parte también se hizo énfasis en el papel de los medios de comunicación social, así como en los factores de riesgo asociados con

21 Cfr. Gilda Gómez Pérez-Mitré y Enrique Ávila Angulo, “Conducta alimentaria…”, op. cit.

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imagen corporal que intervienen en el desarrollo de los trastornos de la conducta alimentaria. Es claro que, en general, todas las chicas están expuestas a la influencia de los medios de comunicación social; sin embargo, no en todos los casos se desarrollarán estos trastornos y ni siquiera manifestarán factores de riesgo, pues como hemos seña-lado reiteradamente, la anorexia y la bulimia nerviosas son de origen multifactorial.

Asimismo, a lo largo de este trabajo se mostró que los problemas con la imagen corporal son de naturaleza subjetiva, lo cual lejos de restarle importancia o efectividad, incrementa la problemática; inclu-so, parece ser un hecho que en lo que a apariencia corporal se refiere, es más importante sentirse atractiva que serlo, lo que nos permite sugerir que, para incrementar las probabilidades de éxito en el trata-miento de los trastornos de la conducta alimentaria, se conozcan y manejen primero (cuando no es urgente la restauración del peso cor-poral) los problemas relacionados con la imagen corporal. Esta suge-rencia se fundamenta también en otros hallazgos obtenidos a través de diversas investigaciones. Los factores de riesgo asociados con ima-gen corporal ya están presentes en niñas muy jóvenes (seis a nueve años), especialmente el del deseo de una figura ideal delgada y éste se mantiene y se incrementa con la edad, de tal manera, que el porcen-taje mayor se encuentra entre las adolescentes mexicanas. Un resul-tado más y que da mayor peso a la sugerencia señalada es que entre las mexicanas existe un patrón subjetivo de figura ideal, modelo ideal compartido, que nos muestra que las mujeres mexicanas adolescentes se parecen más entre sí debido a la figura ideal a la que aspiran y se diferencian de otras adolescentes, por ejemplo, de las españolas, que teniendo la misma edad y mismo nivel socioeconómico, no mantienen ni comparten entre sí dicho modelo de figura ideal.

Por último quiero compartir con los lectores las reflexiones de una de mis estudiantes del doctorado que ha vivido muy de cerca esta problemática de nuestros tiempos. Las reflexiones que siguen pueden iniciarse con la siguiente pregunta: ¿usted qué piensa, admira y come?

Vemos pasar a esas figuritas adolescentes famélicas en un andar liviano, a veces alegre, a veces demacrado. Nos recuerdan aquellas figuras de moda prestigiosas, bien pagadas y admiradas por observadores amantes del culto a la belleza y a la delgadez extrema que actualmente viene a ser

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el ideal corpóreo de esta sociedad, y aunque atenta contra la salud ya es perenne la búsqueda por alcanzar este tipo de cuerpos como si fueran fabricados en serie.

Pero, ¿cómo lo logran?

Se empieza con dietas restrictivas acompañadas de laxantes y diuréticos. El exceso de ejercicio es otro de los recursos. Mas cuando todas estas acti-vidades no funcionan se recurre a una serie de rituales en el comer que van desde actos inofensivos y comunes hasta excéntricos y bizarros rayando en lo patológico.Se deja de comer, se niega la propia imagen en el espejo hasta distorsio-narla, y en las ocasiones en que no se puede evitar comer o que el cuerpo entra en un estado de desesperación por hambre, se recurre al vómito o al atracón, según sea el caso. Es entonces cuando no sólo hay pérdida de control y una total desorganización en el ritual de comer sino que se llega a la habitualidad patológica en el comer. Se come para “satisfacer” la inani-ción corporal o no se come y entonces se cae en un ciclo imparable.

Tal vez recordemos la película italiana La comilona donde el ham-bre… la gula reina de manera desmedida y los comensales atracan sin ton ni son, para luego expulsar la comida y continuar con el atracón. Esto sucede en la pantalla grande y nos preguntamos: ¿qué sucede en nuestro entorno real?

Solíamos pensar que la casa y la escuela eran lugares seguros en esta so-ciedad donde la delincuencia, las prisas y demás experiencias cotidianas no pasan desapercibidas, pero precisamente es en la casa o en los plan-teles escolares donde se están presentando estos excesos de conducta que atentan contra la salud, en ocasiones de manera irreversible, cuando pasan desapercibidos por padres o autoridades escolares. Tales actitudes, como provocarse el vómito cada vez que uno come en exceso, alcanzan rangos alarmantes. A nivel universitario se ha presentado en estudiantes aún adolescentes o que se encuentran en una etapa tardía de la adoles-cencia y que han presentado este tipo de conductas desde la preadolescen-cia o adolescencia temprana, de manera silenciosa.

Pero, ¿que sucede cuando estos excesos de conducta, rituales pato-lógicos, se empiezan a presentar no sólo en la preadolescencia, sino también en la niñez, inclusive de manera grupal?

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Las autoridades escolares entran en estado de alarma y la respuesta que se ha tenido es la clausura de los baños con el fin de evitar estas actitudes por parte de las alumnas. Se cierran los baños antes y después de los descan-sos y a la hora del recreo hay supervisión por parte de las autoridades para evitar que las alumnas se provoquen el vómito.

¿Acaso esta es la solución al problema?

Todos sabemos que no. Entonces, ¿qué hacer? Es urgente implementar no sólo programas de prevención de trastornos de la conducta alimentaria en las diferentes poblaciones escolares, sino alertar a los padres de familia y maestros a través de información, capacitación, creación de material para manejo e identificación de la problemática de este tipo de trastornos. Es necesaria la búsqueda de alternativas en los hábitos alimentarios lejos de los productos light y de dieta en el entorno familiar y adoptar nuevamen-te la alimentación sana y natural; eliminar hábitos sedentarios en el hogar ante la nueva tecnología, modificar conductas tanto a nivel verbal como no verbal, que marcan estereotipos negativos en nuestra sociedad. Abor-dar el bombardeo de los medios masivos de comunicación con una críti-ca constructiva y por último y posiblemente el punto más difícil, dar un giro a nuestro concepto de belleza corporal social.

Así es como vemos que la tarea a la hora de enfrentar los trastor-nos de la conducta alimentaria no es tarea fácil y requiere no sólo de un equipo multidisciplinario, sino de la participación y comprensión activa de todos los miembros de la sociedad. Los invito a la reflexión y, ¿usted qué piensa, admira y come?