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Universidad Autónoma de San Luis Potosí Facultad del Hábitat Instituto de Investigación y Posgrado Maestría en Ciencias del Hábitat Orientación en Historia del Arte Mexicano LCH. Jonatan Ignacio Gamboa Herrera San Luis Potosí a septiembre de dos mil cinco
Que me maten de una vez La educación y las artes de la Revolución Mexicana
Ponencia Dirigida al
II Coloquio Nacional de Estudiantes de Maestría en Historia
A realizarse en la
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Que me maten de una vez. La educación y las artes de la Revolución Mexicana
Jonatan Gamboa 1
Que me maten de una vez La educación y las artes de la Revolución Mexicana
La Revolución Mexicana y sus políticas educativas
Tras la caída del régimen de Díaz, en la sucesiva lucha de fuerzas que tomaron el poder, poco se
hizo en cuanto a políticas educativas. Tanto Madero como Huerta mantuvieron la estructura
política, administrativa y organizacional del Estado, y por lo tanto, no impusieron un modelo de
país. En ese trance, la educación quedo sin un rumbo fijo.
La Revolución Mexicana había heredado del porfiriato a un número extremadamente alto
de analfabetas, resultado de las políticas educativas del gobierno de Díaz y de sus antecesores
con respecto de la instrucción pública.
Los gobiernos de la Revolución se encargaron de llevar a cabo campañas para educar a
obreros y a campesinos como un medio para transformar la estructura social del país, promover el
desarrollo nacional y formar una clase trabajadora que sirviera de sostén al proyecto
modernizador mexicano, todo lo cual tomó años y un gran esfuerzo para ser hecho realidad.
La mayor parte de estas ideas tomaron cuerpo jurídico en el artículo tercero de la
Constitución de mil novecientos diecisiete, el cual sufriría varias modificaciones para ajustar su
contenido a la situación preponderante.
Sin embargo, durante la administración de Carranza se consideró que la educación pública
debía quedar a cargo de los municipios y se suprimió el Ministerio de Instrucción Pública. Esto
generó más problemas de los que pretendía resolver. Al hacer la labor educativa una labor
municipal, se pretendía que el poder que daba educación estuviera más cercano al fenómeno, al
educando. Sin embargo, el que esto funcionara requería de una movilización de recursos que los
municipios no tenían, y esto hizo insostenibles las escuelas, y por ello, se tuvieron que cerrar
muchas de ellas.
Una de las más importantes acciones que se llevó a cabo para reorganizar la educación en México
fue la creación de la Secretaría de Educación Pública en el régimen de Álvaro Obregón (qué había
sido suprimida en el gobierno de Carranza). Su principal promotor fue José Vasconcelos (que
antes había trabajado en la Universidad Nacional de México), quien se convirtió en su primer
Secretario, la concibió como una forma de federalizar la educación, incorporándola al proyecto
nacional obregonista de modernidad y estabilización. Vasconcelos imprimió a las campañas
educativas un carácter de cruzada nacional, con grandes movilizaciones de masas y un gran
presupuesto para impulsar la alfabetización. Su plan de trabajo se conoció como el ―Plan de Once
Años‖ que se refería a conducir en el proceso educativo al educando desde la primaria hasta la
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educación que hoy llamaríamos media-superior. Pero pese a que, como veremos, este plan no se
llevó a cabo como lo planeó, si dejó sentadas las bases para que la estructura educativa que hoy
se tiene en el país fuera dándose así.
Esta gran operación por la cultura nacional tenía varios aspectos, entre los que se contaban
la educación indígena para asimilar a la población marginal; educación técnica que creara recursos
humanos para el campo y la industria, educación rural para elevar el nivel de vida del campo
mexicano y un sistema de creación de bibliotecas y edición de libros para popularizar la cultura.
También se buscaba difundir la idea de una cultura nacional que sirviera para unir a los
diferentes grupos sociales, separados en ese momento por los resultados de diez años de lucha.
Después de tomar la Secretaría de Educación, Vasconcelos dijo en un discurso que ―el destino
llevaba a un filósofo a la magna tarea de educar a un pueblo‖. La obra que inició Vasconcelos
transformó la historia de la educación en México ya que los problemas de la educación interesaron
gracias a su influjo a toda la vida nacional. Esto, reuniendo el sentido de la realidad con un
idealismo que se remontaba hasta lo místico. Ante esto, escribió en De Robinson a Odiseo.
Precisa en cada nación un organismo central y provisto de fondos para que exista la posibilidad de una
acción educativa, extensa e intensa, capaz de influir en la vida pública. Y toca a este organismo
generalmente llamado Ministerio de Educación, señalar las orientaciones generales, técnicas y políticas de la
enseñanza. Le corresponde así mismo asegurar cohesión de lo enseñado en las distintas facultades o
escuelas. No se trata ya de saber si la actuación de un Ministerio de Educación es o no deseable; no existe,
hoy por hoy, posibilidad de sustituirlo. Independientemente de que el Estado esté o no capacitado para
educar, debe reconocerse la realidad de que sólo el Estado dispone o podría disponer de los fondos
necesarios para un esfuerzo educacional de importancia.
La obra de Vasconcelos tuvo un sentido de reivindicación social, su plan de enseñanza era popular
tendía a la educación de multitudes. Había que desatender a las escuelas superiores, aún a la
Universidad en provecho de la escuela elemental, de la enseñanza primaria. La federalización de
la enseñanza era el medio legal indispensable para dar acción al gobierno en todos los legares del
país donde no llegaba la influencia educativa de los agentes locales.
El primer paso de Vasconcelos fue combatir el analfabetismo y después modificar las
orientaciones y métodos de la escuela primaria. Creó también la escuela de la pequeña industria,
la escuela técnica, la escuela agrícola y la escuela rural. Ideó el proyecto ―Maestro Misionero‖ para
llevar la enseñanza a las regiones del país más alejadas de la civilización. Muchas de sus ideas
fracasaron o no se llevaron a cabo, ya sea por el poco tiempo que tuvo para realizarlas o por la
magnitud de sus proyectos. Durante el régimen de Calles, Vasconcelos tuvo que abandonar el
Ministerio de Educación debido a algunos incidentes políticos en su contra.
Sin embargo, el gobierno de Calles, acorde con las políticas obreras, también dio un gran impulso
a la educación y capacitación, como parte de una política que dotara al país de mano de obra
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calificada y apta para el desarrollo industrial. La Secretaría de Educación Pública fue el
instrumento del Gobierno federal que instauró un sistema escolar más acorde con los nuevos
tiempos que México vivía.
Entre los principales logros de Calles en la educación, se cuenta: la creación del
Departamento de Escuelas Rurales, la reorganización de la Escuela Nacional de Maestros y la
instauración de la educación secundaria.
Estos cambios también estuvieron enmarcados en las luchas políticas del periodo, como la
guerra cristera, la cual fue reacción a la promulgación de las leyes reglamentarias al Artículo
Tercero Constitucional, especialmente en lo relativo a las escuelas particulares y a la educación
laica. En general, la aplicación de estos principios estuvo sujeta a limitaciones, por lo que se
podría decir que su vigencia fue escasa en algunas regiones.
El gobierno callista también dio un gran impulso a la alfabetización, ya que era necesaria
para lograr el desarrollo que México requería. En general, el sector educativo se vio beneficiado
por la política de Calles, que sentó las bases para el posterior desarrollo de aquél y su ampliación
a todos los mexicanos.
Pese a todo, durante el periodo de Calles la educación decayó un poco en relación con el
régimen de Obregón, pero aún tuvo un fuerte impulso. Como ya hemos visto se apoyó la creación
de nuevas instituciones culturales y se instituyó la educación secundaria. También se reorganizó la
Escuela Nacional de Maestros y se dio un reglamento para escuelas particulares, con el que se les
obligó a estar bajo el control de las autoridades federales.
Bajo el resto de los gobiernos del Maximato (Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez) la
educación prácticamente siguió la línea de Calles, aunque un tanto disminuida. El cambio radical
se daría con Lázaro Cárdenas.
Para lograr el desarrollo de México, los gobiernos revolucionarios, en especial el de Lázaro
Cárdenas, vieron la necesidad de contar con una nueva clase de profesionistas, surgidos de
centros de enseñanza superior mexicanos y atentos a la realidad del país.
También se hacía evidente la falta de organismos que coadyuvaran al desarrollo de la
cultura nacional, con lo que se pretendía dotar al país de una nueva idiosincrasia, fuertemente
identificada con los proyectos de progreso material y el pasado común.
Con la fundación de la S.E.P., en mil novecientos veintiuno, el modelo educativo mexicano
comenzó a tener forma. Sus tres primeros departamentos, el escolar, el de bibliotecas y el de
bellas artes, sufrirían modificaciones en el régimen de Cárdenas, con la creación del Instituto
Nacional de Antropología e Historia, el Instituto Nacional de Bellas Artes, el instituto Nacional
Indigenista, organismos más especializados en determinadas ramas del quehacer cultural de
México.
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La creación de dichos institutos daría pie a grandes investigaciones sobre la realidad
cultural de nuestro país, y a su vez fueron la cuna de grandes pensadores, como Eulalia Guzmán,
Alfonso Caso, Ignacio Bernal y otros, que se abocarían a la ardua tarea de rescatar del olvido el
pasado indígena y colonial. También estos organismos ayudaron a la creación de museos, como el
Museo del Carmen, el del Chopo…, en donde se preservó mucho del patrimonio cultural de la
nación.
En lo que respecta a la educación superior, el gobierno cardenista fundó en mil novecientos treinta
y siete el Instituto Politécnico Nacional, que tuvo como primer fin la formación de cuadros técnicos
para el naciente proceso de industrialización del país.
El I.P.N. se extendió más tarde al resto de México con la fundación de los Institutos
Tecnológicos Regionales, que tomaron realce con la expropiación petrolera y que hicieron de la
educación técnica una preocupación de los gobiernos posteriores al punto de haberse convertido
en una prioridad en el rubro de educación.
Un poco antes de que iniciara el gobierno de Lázaro Cárdenas, el artículo tercero Constitucional
fue modificado para incluir los postulados de la educación socialista. En ese periodo se dio un gran
impulso a la educación del campo, con miles de maestros rurales que llevaron la educación
socialista a los rincones más apartados de la nación.
El resultado de esta campaña no siempre fue el esperado, ya que muchas veces las
comunidades rechazaron a los maestros rurales, ya fuera por propia ignorancia o porque
generalmente los profesores se oponían a las creencias religiosas y al fanatismo, muy comunes en
la época.
También se dio impulso a la construcción de edificios escolares en áreas urbanas y rurales,
pues la demanda de dichos centros aumentaba día tras día. En ese periodo muchos edificios
antiguos y casas particulares fueron habilitados como planteles escolares, especialmente en las
ciudades, por lo que muchas zonas vieron satisfechas así sus necesidades educativas.
Uno de los rubros más importantes fue la educación indígena, con la que se buscaba
integrar a estos grandes núcleos de población al proyecto de desarrollo nacional. Para esto se
emplearon misiones educativas, cuyo fin era el acercar la alfabetización a las áreas rurales más
alejadas de los núcleos urbanos. Dichas misiones continuamente incluían a maestros bilingües,
que enseñaban en su propio idioma.
Para el año de mil novecientos cuarenta, la educación en México había pasado de ser un
artículo de lujo, dominado por la religión, a uno de la vida cotidiana, junto con una visión más
racional del mundo y un nuevo impulso hacia el desarrollo y la modernidad del país. Dicha
transformación no fue fácil, por lo que la lucha por la alfabetización aún es uno de los deberes que
estado debe apoyar.
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La Escuela Socialista en la paidotecnia exige que los niños tengan un aprendizaje, no una
enseñanza, de todo aquello que la sociedad en que vive considera de gran importancia,
naturalmente con una forma que integre en el educando una manera de actuar y una conducta de
acuerdo con las necesidades y tendencias, de tal manera que cuando les toque enfrentarse con los
problemas inherentes a la marcha del país sean factores detérminantes de la gran masa de
trabajadores.
La psicología genética proporciona ciertas ideas como que los maestros deben proveerse
tanto las sugestiones, condiciones materiales y estímulos en general, para que se fortalezcan los
instintos superiores. Que los instintos, tendencia e intereses que aparecen en las distintas edades
constituyen el móvil fundamental en el niño.
Tras la gestión de Vasconcelos, la educación quedó a cargo de un grupo de maestros profesionales
que también transformaron los procesos educativos en México. A Moisés Sáenz se le debe la
creación de las escuelas secundarias. También se renueva en esta época la enseñanza primaria. Al
terminar el régimen de Calles la política educativa carecía de una autoridad intelectual y moral en
la ahora Secretaría de Educación y se sucedieron varios ministros sin gran importancia en cuanto
a su proyecto educativo. Durante la dirección de Ezequiel Padilla se publica la ―Ley de Escalafón e
Inamovilidad‖ que logro reestabilizar el presupuesto de la Secretaría que se había perdido tras la
salida de Vasconcelos. Un nuevo impulso importante fue la educación socialista iniciada por
Narciso Bassols.
Narciso Bassols, Abogado e intelectual, había sido nombrado Secretario de Educación por
Ortiz Rubio el veintitrés de octubre de mil novecientos treinta y uno continuando durante el
gobierno de Abelardo Rodríguez hasta el nueve de marzo de mil novecientos treinta y cuatro. Bajo
su dirección hubo nuevas tendencias y reformas debidas a factores como la crisis económica, el
crecimiento de los grupos políticos de izquierda y la reacción de muchos maestros ante los
fracasos recientes de la educación. Con Bassols entra la Educación Socialista que se abre paso en
el Gobierno de Cárdenas.
En diciembre de mil novecientos treinta y tres en la Convención de P.N.R. en Querétaro se
formuló el Plan Sexenal y en Veracruz se tomó la primera iniciativa de Reforma del Sistema
Educativo, proponiendo adoptar la educación religiosa o racionalista y debía ser no únicamente
socialista sino estar de acuerdo con los principios del socialismo científico. El Artículo Tercero
Constitucional se reformó en octubre y decía ahora ―La educación que imparte el Estado será
socialista y además se excluirá toda doctrina religiosa, combatirá el fanatismo y los prejuicios,
para lo cual la escuela organizará sus enseñanzas y actividades en forma que permita crear en la
juventud un concepto racional y exacto del universo y la vida social‖.
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Cuando Narciso Bassols, toma la Secretaría, la política educativa era caótica y su primera
acción fue restablecer el orden; emprendió la obra de armar y ajustar el aparato educativo son
grandes pretensiones ideológicas. Su política se orientó a impulsar y mejora la escuela rural y la
escuela técnica practicando una política educativa socialista. Trató de hacer la Ley de Escalafón un
sistema práctico. Esto marcó una diferencia en contraste con el proyecto de Vasconcelos que era
definida por el hecho de que Bassols no era un filósofo sino un político.
Bassols descubrió que el laicismo no cumplía su fin de abolir la enseñanza religiosa y
desarrolló una campaña antirreligiosa en las escuelas, sin embargo no quería acabar con la
enseñanza religiosa por que esta respondía a una necesidad espiritual que la ciencia no satisface.
Para Bassols en laicismo no debía existir como principio de la educación, éste bebía ser de un
contenido doctrinal positivo que satisficiera las necesidades espirituales.
Encontró dos problemas reales de la educación que convirtió en las necesidades centrales
de su gestión: la necesidad de suprimir el principio de la escuela laica y la necesidad de dar a la
enseñanza un contenido doctrinal positivo.
Para Bassols existía la exigencia de reformar ideológicamente al pueblo por medio de la
escuela oficial. Este cambio ideológico se daría por medio de la educación socialista. Este concepto
no fue cuestionado por los maestros y tal vez no fue entendido, pero se prestaba para ser una
bandera política, tuvo tal éxito que logró que en la Convención de Querétaro el Artículo Tercero
fuese reformado. Bassols hizo evidente que el laicismo en la educación no se aplicaba.
Como vimos, la educación socialista fue una herencia del Maximato al régimen de
Cárdenas, pero la reforma del Artículo Tercero se convirtió en un problema, pues nadie sabía qué
era la educación socialista y por tanto no sabían cómo aplicarla, era un concepto sin contenidos.
Los contenidos con los cuales se llenó este concepto vacío fueron el de combatir al
fanatismo religioso y dar a los educandos una concepción racional y exacta del universo. Pese a
esto, sólo encontramos una actitud jacobina y una idea sin sustrato. ¿Cuál es la concepción real
del universo? Las escuelas en México siguieron dos caminos después de la reforma del Artículo
Tercero ante la imposibilidad de cumplir una exigencia que no pudo llenarse con nada: el de
considerar la Ley como letra muerta y continuar aplicando los sistemas tradicionales; o el que
siguió una minoría que, haciendo alardes de radicalismo, suprimió la educación y la sustituyó por
la enseñanza del socialismo.
Hablaremos ahora acerca de cómo se daba la educación rural en México durante los llamados
gobiernos de la Revolución.
La escuela mexicana surgió, como sistema nacional, con la creación de la Secretaría de
Educación Pública en mil novecientos veintiuno. Ese año aún tres cuartas partes de la población
no recibían sus beneficios (quince millones de habitantes).
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Las escuelas creadas en mil novecientos once mediante una ley que facultaba al gobierno
federal para establecer escuelas en todo el país no trascendieron a todo el territorio. El llevar la
escuela a todos los rincones representaba un reto por varios factores: existía una población
heterogénea integrada por elementos étnicos diversos; los niveles socioeconómicos de la
población eran muy dispares; existían (como existen hoy) grupos sociales que no hablaban el
castellano; la conformación geográfica mantenía a comunidades campesinas e indígenas física y
culturalmente aisladas entre sí y del resto del país.
Cuando Vasconcelos dirigía la S.E.P. buscaba por medio de la escuela unificar al país
incorporando estos elementos aislados, sin embargo al terminar su gestión los proyectos
quedaron incompletos.
El gobierno inició su programa escolar en el medio rural, con la creación de Centros Educativos
llamados Casa del Pueblo.
La carencia de maestros se buscó solucionar por medio de maestros rurales misioneros
voluntario que peregrinaron por varias regiones de la república dejando a su paso escuelas y
monitores o maestros instruidos por ellos mismos.
De la necesidad de una acción más perdurable surgieron en mil novecientos veintitrés las Misiones
Culturales. Cada Misión estaba integrada por un grupo de maestros con diversas habilidades y
conocimientos que impartían cursos breves en diferentes poblaciones preparando maestros dentro
de las mismas comunidades.
Las Misiones Culturales sufrieron algunos cambios en su programa y en mil novecientos
treinta y dos se incorporaron a las escuelas regionales, campesinas y se volvieron fijas pero
durante el gobierno de Cárdenas se les restituyo su carácter ambulante. Para mil novecientos
treinta y ocho fueron clausuradas por ser consideradas ―focos de fermento ideológico‖. En mil
novecientos cuarenta y dos volvieron a la vida pero perdieron su carácter original de normales
abundantes y se convirtieron en Centros de Extensión para el desarrollo de la comunidad.
Otro esfuerzo para extender la educación rural fue la Casa del Estudiante. Su fin era llevar la
educación a los grupos indígenas aplicando un método que pretendía ser efectivo para
castellanizar a los monolingües.
Se reunía a doscientos jóvenes de diferentes grupos étnicos en esta institución en la
capital, se les hizo asistir a la escuela, vestir de manera occidental y convivir con estudiantes
citadinos. Tras aprender el español y adquirir ciertas habilidades debían regresar a sus
comunidades a compartir sus conocimientos. Las autoridades se sintieron satisfechas pues se
comprobó que el indígena tenía la misma capacidad intelectual que el mestizo o el blanco. El
proyecto resultó un fracaso pues ninguno de los jóvenes regresó a su comunidad.
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Otra institución fue la Escuela Central Agrícola creada en mil novecientos veintiséis para brindar
capacitación agrícola a los hijos de los campesinos. Pero fracasó por la deficiencia de organización
y dirección y la falta de un alumnado genuinamente campesino. Tras su fracaso fueron
incorporadas a las escuelas regionales campesinas que funcionaron hasta el final del Cardenismo.
En mil novecientos veintinueve se establecieron las escuelas de circuito que se trataba de una
escuela central que servía de modelo a otras escuelas de su alrededor en un radio de entre diez y
cuarenta kilómetros.
La escuela central era costeada por la federación y las de circuito por los campesinos o
ejidatarios y atendidas por uno o dos maestros rurales pagados también por la comunidad.
Se establecieron setecientos tres circuitos con dos mil cuatrocientos treinta y ocho escuelas
pero la carga económica para los campesinos fue demasiada y fueron suprimidas a dos años de su
creación por Bassols.
Con la reforma del Artículo Tercero Constitucional que en mil novecientos treinta y cuatro se
estableció la educación socialista. Con ella, escuela rural cambió de dirección para transformar las
mentalidades de la gente del campo al nuevo régimen social; la escuela debería capacitar al
campesino para administrar sus tierras, defender sus derechos y luchar contra las fuerzas
conservadoras; cabe decir que la escuela se convirtió en el medio para comunicar la política oficial
al pueblo.
Para fines del Cardenismo había más de catorce mil escuelas rurales diseminadas por la
República (habían sido programadas diecinueve mil) y la escuela fue la única agencia de
desarrollo social en el campo y se le asignó la tarea de modificar el medio rural, pero para los
treinta se comprobó su impotencia para transformar por sí sola todo un sistema social y político.
Otra fuente importante de educación es la Universidad y en México, la Universidad Nacional ha
sido el motor central de la enseñanza superior. Hablaremos aquí de cuál fue su papel durante la
Revolución y cómo adquirió su autonomía.
Desde la segunda década del México independiente se había considerado obsoleta a la Real
y Pontificia Universidad de México, porque se enseñaban sólo materias consideradas religiosas,
como latín, retórica, metafísica y teología, que no respondían a las necesidades del país. Fue
cerrada con la reforma educativa liberal de Valentín Gómez Farías; después reabierta y cerrada
nuevamente por Maximiliano de Habsburgo.
En el porfirismo, con los impulsos de la filosofía positivista y la necesidad de favorecer el
avance científico, se pensó en su reapertura.
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En mil novecientos cinco se creó el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Entre
sus funciones estaban atender la instrucción primaria, normal, preparatoria y profesional en el
Distrito Federal y los territorios federales; y las escuelas de Bellas Artes, de Música, de Artes y
Oficios, de Agricultura y de Comercio y Administración.
En los años finales del régimen porfirista, la obra de Justo Sierra se vio coronada con un
acontecimiento de capital importancia para el país: la refundación de la Universidad Nacional.
Finalmente, el dieciocho de septiembre de mil novecientos diez, fue inaugurada la Escuela de
Altos Estudios, y cuatro días después la Universidad Nacional de México.
La Universidad Nacional sufrió modificaciones. Aunque generalmente había gozado de un cierto
grado de independencia, la verdad era que la Universidad seguía siendo una institución del
Estado, por lo que éste tomaba las decisiones importantes, como la elección del rector. En mil
novecientos veintinueve, con motivo de una huelga universitaria, el gobierno decretó la autonomía
de la máxima casa de estudios, el treinta de mayo, enviando a la Cámara un proyecto de ley para
otorgar la autonomía a la Universidad Nacional de México. Para el nueve de julio, se expide la
reglamentación de la Universidad Autónoma de México, lo que significó que esta institución
mantuviera desde entonces un gobierno propio y cambiara su nombre a Universidad Nacional
Autónoma de México (U.N.A.M.).
Las artes de la Revolución Mexicana
La pintura mural ha sido una de las contribuciones más importantes a la cultura universal de este
periodo. Si en el siglo XIX la lucha entre conservadores y liberales fue una lucha entre religión y
filosofía, en la Revolución Mexicana esos antagonismos surgen en forma accidental y externa,
pero la verdadera lucha tiene lugar en el terreno ideológico, político y social, al igual que en el
económico, sobre todo lo agrario y lo laboral.
El arte se nutre de la vida y la vida es transformada por el arte. Uno de los más altos
valores de la pintura mural del siglo XX es haber traído al campo del arte los temas y problemas
del México de su tiempo. Si en el siglo XVIII hay un Goya que nos trae un nuevo sentido de la
vida, en el siglo XIX encontramos a un Ruelas y a un Posadas en búsqueda de una libertad de
expresión. Esto fue entendido también por los pensadores posteriores por ejemplo por José
Vasconcelos que se expresó de esa manera sobre la pintura mural de su época.
Del movimiento de pintura mural que empezó en mil novecientos veintidós, y que aún continua
(aunque de forma totalmente diferente a lo que este proyecto representó en un principio), hay
que destacar a los artistas que han producido las mayores y mejores obras pintadas por necesidad
y en su mayoría en edificios viejos heredados de la Nueva España, cosa por la que resulta más
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significativa la renovación. José Clemente Orozco y Diego Rivera fueron los que mostraron una
actividad ejemplar y fecunda. David Alfaro Siqueiros volvió a la pintura mural tras una prolongada
interrupción con un nuevo ímpetu. Tamayo también ha producido obras murales importantes.
El mecenazgo de José Vasconcelos lanza al muralismo a una tarea hazañosa y pedagógica: que refleje el
credo humanista y la épica de la Revolución, que transmita —ése es el propósito de Vasconcelos—su teoría
de la Raza Cósmica: América Latina es el porvenir del género humano. Platón y Tolstoi humillarán a la
barbarie, adquirir conciencia bolivariana es descifrar el sentido del cosmos […]1.
Diego Rivera, nacido en mil ochocientos ochenta y seis y muerto en mil novecientos cincuenta y
siete, ha llegado a una síntesis magistral, aunado a su finísimo sentido del color y su exquisita
mano de dibujante; con su intelectualismo ha sabido dar orden y equilibrio a sus grandes pinturas
murales, por medio de las estructuras geométricas que las sustenta y de la organización de las
ideas expresadas y con su sensualidad ha podido animar tanto las formas particulares como los
grandes conjuntos, por su sentido del color y sus conocimientos técnicos de la pintura; además
logra una síntesis original de las diversas escuelas pictóricas de su tiempo.
José Clemente Orozco, nacido en mil ochocientos setenta y tres y muerto en mil
novecientos cuarenta y nueve, se ha ocupado de todos los fundamentos de nuestro tiempo; de la
historia, porque su preocupación central es el hombre, el hombre en variadas circunstancias, en el
pasado y en el presente, o mejor, el pasado en el presente que es tanto como decir una
preocupación constante por el ser de América y de México.
David Alfaro Siqueiros nacido en mil ochocientos noventa y seis y muerto en mil
novecientos setenta y cuatro, fue un ideólogo del arte y de la política, idealista en favor de la
justicia social y de la libertad y activo batallador en su causa, viajero y escritor, dejó de producir
pinturas murales hasta que en mil novecientos treinta y nueve, de regreso de la guerra española,
nuevamente intentó reunir a un grupo de artistas en equipo para pintar con la técnica
característica de su expresión.
Una de las facetas más representativas de la cultura mexicana es la música y aquí hablaremos del
periodo de la cultura musical de nuestro país conocida como el nacionalismo. Para analizar éste
fenómeno musical, no podemos prescindir del horizonte significativo de la historia mexicana de
tres épocas: veintes, treintas y cuarentas, es esta época hay que destacar el gran impulso
racionalista generado en el gobierno de Cárdenas, la personalidad política de Silvestre Revueltas
al frente de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios y de Carlos Chávez como funcionario
del Departamento de Bellas Artes.
La música estilísticamente nacionalista se compone a partir de las influencias de la música
y las culturas precortesianas o indígenas, o también, de la música y cultura popular o mestiza.
1 MONSIVAIS, Carlos. “Notas sobre la cultura mexicana en el siglo XX” en Historia General de México. Tomo 2. p. 1420.
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Destacan las figuras de Chávez, Revueltas, Candelario Huízar, Luis Sandi, Daniel Ayala, José Pablo
Moncayo y Blas Galindo.
Por otro lado, el cine entra en la Revolución Mexicana como un arte nuevo de representación
social. El cine de de la Revolución surge en la década de los treinta como género artístico; pero
desde antes, en los cinematógrafos se daban las noticias de los frentes como preludio a las
películas. Incluso se les pagaba a los caudillos de la Revolución por documentar sus campañas. La
figura más atractiva para el cine fue siempre Pancho Villa como sinónimo del bandolerismo y la
crueldad. Tras el asalto a Columbus, Villa adquirió importancia en el cine de Hollywood, se sabe
que la Mutual Film Corporation le pagó a Villa veinticinco mil dólares por documentar su campaña
militar.
El 5 de de enero de 1914, pocos días después de ocupar la ciudad de Chihuahua e incluso antes de tomar
pleno control del estado, Villa firmó un contrato, Villa firmó un contrato con Harry E. Aitken de la Mutual Film
Company. El 7 de enero el New York Times informaba:
La tarea del general Villa consistirá en escenificar thrillers cinematográficos en la forma que convenga a
sus planes para deponer a Huerta y sacarlo de México, y la del señor Aitken, el otro socio, será distribuir las
películas resultantes en las zonas pacíficas de México y en Estados Unidos y Canadá.
Para asegurarse de que su inversión sería un éxito, el señor Aitken despacho al campamento del general
Villa, el sábado pasado, un pelotón de cuatro camarógrafos con aparatos especialmente diseñados para
filmar en el campo de batalla2.
Empero, el primer Villa interpretado en el cine fue Wallace Beery en Viva Villa de Jack Conway y
desde esa interpretación la figura de Villa fue importante para el cine hollywoodense. La primera
película sonora mexicana sobre la Revolución Mexicana fue también sobre Villa, se trata de
Revolución (la sombra de Pancho Villa) dirigida por Miguel Contreras Torres. Por otro lado, la
―trilogía revolucionaria‖ de Fernando de Fuentes fue el epítome del cine de la Revolución con sus
tres películas: Prisionero 13, El Compadre Mendoza del treinta y tres y ¡Vámonos con Pancho
Villa! del treinta y cinco, las tres, basadas en novelas de la Revolución. El interés por el tema no
acabó aunque sí disminuyó. Las películas más importantes que encontramos son Flor silvestre,
Enamorada y Las abandonadas del Indio Fernández; para los cincuenta vemos filmes como La
cucaracha, Juana Gallo, La escondida, La bandida, La Valentina y La generala (con María Félix).
Sin embargo, encontramos cine de la Revolución en épocas más tardías como los setenta en que
se filma Zapata, El principio de Gonzalo Martínez, Peregrina de Mario Hernández, Reed, México
insurgente de Paul Leduc, Canoa de Cazals y Así era Pancho Villa. Pero la figura de Villa siguió
viva en el cine y vemos por ejemplo que ya para los noventa se filma una cinta que no tiene tema
revolucionario pero sí a la figura de Villa como protagonista; Entre Pancho Villa y una mujer
2 KATZ, Friedrich. Pancho Villa. Tomo 1. Capítulo 9. “El surgimiento de Pancho Villa como dirigente nacional”. p. 372.
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desnuda. El cine de la Revolución, como vemos, sirvió como un sintetizador de los fenómenos
sociales y un difusor de una idea de Revolución para la gran masa.
Los temas de la literatura, de la novela, el cuento, la poesía, el ensayo literario y el ensayo
filosófico de la época parecen seguirse unos a otros, unificando su diversidad por la vía de una
preocupación común: comprender y expresar el significado artístico y político de la sociedad, pero
desde una perspectiva crítica.
Pellicer, Gorostiza, Torres Bodet, Novo, Cuesta, Owen, Villaurrutia reasumen el quehacer
cultural del Ateneo de la Juventud. Esta vez el enemigo no es el positivismo sino el patriotismo de
desplante y la adulación imperante, modifican y amplían el lenguaje poético, quebrantan el tono
solemne de la literatura mexicana; en suma, deciden la existencia y continuidad de una literatura
moderna en México. Otro grupo de pensadores lo constituyeron Rafael Solana, Octavio Paz y
Efraín Huerta al fundar la revista Taller Poético.
El arte más directamente relacionado con la Revolución Mexicana es la literatura y la
narrativa mucho más marcadamente. La narrativa de la Revolución es vastísima y su impacto en
la vida cultural mexicana es muy importante. Es, junto con el muralismo, el fenómeno artístico
más propio de la Revolución. Esta corriente comenzó en la prensa a modo de crónica, pero para la
década de los veinte se había depurado en un arte con características muy propias. En el proceso
ideológico jugó un papel muy importante pues es por medio de la narrativa, primero en la prensa,
luego en los libros y después hasta en las aulas, que se conoce a la Revolución fuera de los
centros de guerra. Pero, pese a lo que se pueda creer, el Estado no privilegió este arte sino muy
tardíamente; se negaba incluso su existencia en los premios y estímulos que se otorgaban desde
el poder estatal, por ello, como arte de estado no existe sino hasta el proceso que entendemos
como postrrevolución pese a que existió desde el inicio de la Revolución. Esto no quiere decir que
su valor como herramienta ideológica no existiera desde el principio; fue la mirilla de miles de
lectores citadinos hacia la Revolución.
El discurso de la Revolución que la narrativa proveía, fue la construcción que muchos se
hicieron, y se han hecho a lo largo de casi un siglo, de la realidad de la Revolución Mexicana.
Definamos. Entendemos aquí una distinción entre lo que es la realidad histórica, la representación
artística de la realidad y la lectura de la realidad representada en la obra de arte. La primera es el
hecho acontecido, el mismo que quien no lo vivió no conocerá, no hay forma alguna de conocer la
realidad sin la experiencia. La segunda es la reconstrucción que el artista hace de la realidad a
partir, ya sea, de su experiencia, del acceder a las fuentes que registraron el hecho o del recoger
las experiencias de otros, la construcción que hace el artista presupone el hecho de que éste hizo
una selección de entre los hechos registrados para ser representado en la obra, además se hace
indispensable el hecho de la transformación de algo de la información con fines estéticos y
finalmente incluye necesariamente la postura del autor en la propia idea del hecho. Esta postura
Que me maten de una vez. La educación y las artes de la Revolución Mexicana
Jonatan Gamboa 13
se define parcialmente por la ideología en la que está inmersa el mismo. Todo esto es importante
entenderlo para nuestro trabajo pues esto es indispensable para comprender la información
histórica que podamos recabar de la obra de arte.
Finalmente, esta corriente narrativa tiene gran importancia por lo que hemos escrito líneas
arriba dentro del proceso ideológico de la Revolución Mexicana pues es registro inconmensurable
de la coyuntura histórica y su valor ideológico se debe sopesar. Por ello dedicamos a continuación
un apartado dedicado a ella para profundizar un poco más en estas ideas.
La narrativa como paisaje de la guerra
La narrativa de la Revolución Mexicana, tanto en el género de novela como en el de cuento, la
entendemos aquí como una corriente literaria con características muy particulares que la definen,
tanto históricamente como en cuestión de estructura y técnica narrativa. Históricamente sufre
múltiples determinaciones que generan rasgos que la vuelven heterogénea si comparamos obras
de años muy alejados.
En cuanto a sus características narrativas propiamente dichas, haremos en este apartado
una descripción de las que nos parecen más importantes de analizar.
Luego, esta corriente tiene una característica primordial que diremos en palabras de Luis Leal,
pues es él quien hizo por primera vez un estudio del cuento de esta corriente.
[…] [Esta corriente], por definición, trata invariablemente de asuntos y tópicos que giran en torno al
conflicto entre revolucionarios y federales, o a los resultados de dicho conflicto […]. La mayor parte de estos
cuentos tratan del conflicto en el Norte de México, entre villistas y federales primero, entre villistas y
carrancistas después. No faltan, por supuesto, los cuentistas que se han dedicado a pintar la Revolución en
el sur, entre los zapatistas3.
Así es, tal y como vemos en el muralismo privilegia a la revolución suriana, la literatura en
general (y muy particularmente el cuento) privilegia a la norteña y por sobre todo, al movimiento
villista y más aún, a la propia figura de Pancho Villa.
Sin embargo, no por ello las obras son monotemáticas, la variedad de temas es muy
amplia pero hay algunos que destacan en general.
Los temas son variadísimos; los autores demuestran interés no sólo en el tema de la heroicidad, sino
también en el patriotismo, la injusticia, el sacrificio, la muerte —gloriosa o injustificada—, la crueldad, el
sadismo, el desencanto, la avaricia, la osadía, el deber militar, el estoicismo, la hombría y, aunque raras
veces, el humorismo4.
3 LEAL, Luis. “La Revolución Mexicana y el cuento” en VALADÉS, Edmundo y Luis Leal. La Revolución y las letras. p. 100.
4 LEAL, Luis. Idem. p. 101.
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Pero como expresión artística tiene fundamentos primordiales que debemos comprender como
parte tanto de novelas como de cuentos y son: la mayoría de los hechos narrados son hechos
históricos; el uso de una técnica descriptiva y sencillez en el estilo; el uso de la expresión oral; el
paisaje propio del campo en armas; la violencia como elemento omnipresente y con ella, la
muerte y el desencanto; la formulación simple de los personajes; el ―revolucionario‖ como
personaje en masa; el hombre fuerte como idea del caudillo; la expresión de ideologías con fines
de propaganda… Expliquemos cada uno de estos elementos.
En las historias de las obras de esta corriente es muy común ver que los hechos narrados
son hechos que acontecieron en la realidad y esto se explica de una manera muy sencilla; al
principio los textos servían como medios de difusión de los hechos acontecidos en los frentes y
por lo tanto, tanto cuentos como novelas surgen como herramientas de transmisión de las noticias
y es lógico entonces que hablarán de hechos reales. En los cuentos posteriores a mil novecientos
veinticuatro esta característica subsiste pero surgen también historias que son total ficción (las
había desde antes, pero eran las menos) y quedó para los autores que escribieron años después
como una característica esencial de la corriente heredada por el periodismo.
El mismo hecho de tener que narrar noticias de los centros de guerra le dio a las
narraciones de la Revolución Mexicana otra de sus características fundamentales; la sencillez de
estilo. Entendamos aquí que el hecho de dar una noticia en forma de crónica tenía el sentido de
facilitar al lector la comprensión del hecho, de narrar lo sucedido de una forma amena; pero
también de dejar claro todo lo que había acontecido. Por esto cuentos y novelas nacen como
crónicas, sin una clara intención estética de crear arte (sí hay una intención estética desde el
momento en que se escribe intencionalmente para modificar la lectura del hecho y pensando en
un lector hipotético, pero no llega a más allá de la búsqueda de sencillez), lo que les da su
carácter descriptivo y estilo sencillo. Los cuentos y novelas de años posteriores, pese a carecer de
esa intención de inmediatez, se vieron influenciados por la estética de los primeros cuentos, lo
que hizo igualmente que los autores en su mayoría buscaran, ahora sí, con intención estética
literaria, una expresión sencilla y descriptiva.
La expresión oral de la Revolución es reflejada en el texto, herencia, igualmente, del
costumbrismo. Se ven las diferentes formas en las que se expresa el que es parte de los grupos
militares. Es importante ver que, tanto novelistas como cuentistas tienen en el uso del lenguaje
una veta importante para mostrar la Revolución. Sin el uso de los elementos lingüísticos como las
contracciones, los errores de articulación gramatical, los modismos, los arcaicismos y los usos
rústicos, la narrativa no sería la misma. Se ve en este lenguaje a diferentes tipos de personas.
Vemos en el uso de los elementos arriba mencionados cómo el que está en la masa es gente
humilde. Así también vemos a los letrados con usos del lenguaje muy diferente; para estos
personajes los autores usan cultismos, modas estéticas y hasta elementos retóricos. Otro
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elemento muy interesante que usan es el lenguaje militar propio de los jefes. Las formulas
burocráticas que se utilizan para los partes de guerra son muy cercanas a las verdaderas. En sí, al
leer el lenguaje que se utiliza para la narración podemos distinguir como lectores el carácter de la
obra narrativa.
El paisaje es un elemento importantísimo en muchas de las obras. En las narraciones que
hablan del norte de México podemos sentir por lo escrito, tanto el calor sofocante como los fríos
gélidos invernales y un paisaje desértico que impera y determina igualmente algunas de las
acciones. Así, para el sur, vemos las llanuras extensas y la humedad del ambiente que propicia
también que los personajes actúen de formas definidas. En sí, el paisaje de llanuras, montañas,
sabanas, desiertos y los climas que los acompañan, les da a los personajes pautas de acción, los
frena y define, en ocasiones, las victorias o las muertes. El frío y el calor son casi siempre
extremos. Luego entonces, el clima, como una característica bronca del paisaje siempre es
adverso.
Como es obvio, la violencia siempre está en las narraciones. La encontramos en los propios
hechos narrados, en el lenguaje, en el ambiente, en el sopor, en el preludio a los hechos, en las
descripciones. Lo narrado es violento en sí. La muerte como parte de la violencia es algo que se
siente con sólo generar la tensión de la historia. En cada narración uno espera encontrarse con la
muerte a la vuelta de la página, esa sola espera genera violencia en la lectura. La certeza de la
muerte es algo que no puede escapar en estas obras; sin embargo, como lector, no se duda de la
muerte y eso obliga al autor a generar una relación de la historia con la propia muerte para que
no resulte en algo burdo. Los que lograron salvar esa dificultad son los que han sido más bien
tratados por la crítica. Además, como otra consecuencia de la violencia está el desencanto; los
personajes viven en un continuo desaliento provocado por las tristes y fuertes experiencias que
han vivido: se espera lo peor (o hasta lo pior) pero la esperanza está también siempre ahí,
escondida, asechando; la esperanza de la victoria, del regreso a casa, de la riqueza… En sí, la
violencia toma muy diversas formas y rostros en las narraciones y se convierte en el sustrato
principal de las mismas.
Sin embargo, no sólo los lugares, los escenarios, los climas… son parte de las
características de estas obras narrativas; los personajes son fundamentales. La formulación de los
personajes es, por lo general, muy sencilla, hasta simple o burda. La necesidad de expresión
breve e impactante, privilegiaba lo denotativo y, en la mayoría de las obras se hacía necesario
sólo bosquejar a los personajes, dar pistas sencillas. Esto para muchos es un defecto, y
ciertamente en muchas obras así es; pero en algunas cuantas el autor convirtió ese bosquejo en
un elemento de tensión, en una obligación del lector para buscar los elementos que completen al
personaje y estos pocos autores convirtieron el defecto en virtud. Pero, ¿qué clase de personajes
aparecen en estas historias?
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Vemos en muchas de las narraciones una propensión a hablar de los grandes grupos.
Pocas son las historias en las que se narra a un personaje solitario. Siempre, aunque el personaje
sea el eje central de la historia, se descubre a su alrededor a un grupo grande, a quien le
acompaña en el acto. No hablamos aquí nunca de seres aislados; siempre en comunidad con el
grupo, por la protección, por la propia lucha, y por ello es común ver en las lecturas las
descripciones de las masas, sin nombre, avanzando o esperando avanzar a la siguiente lucha,
esperando el fragor de la batalla o viviéndolo.
Por la propia mitologización del hecho histórico, también vemos figuras de caudillos, reales
o ficticios, de la Revolución y casi siempre se refleja en ellos una fortaleza que es lo que les da su
liderazgo y en ocasiones llega a ser tan grande que son, se creen o los creen hasta
sobrenaturales. El líder como hombre fuerte es una figura importante que casi siempre está
presente en las historias pero cuando no lo está, es una presencia ausente: no está porque lo
esperan, porque duerme, porque lucha en otro lado, porque los ha traicionado; es decir, si no está
el hombre fuerte en la narración, estuvo o estará.
Es un hecho que las narraciones muestran una idea de lo que pasó desde una postura
ideológica. Esto es interesante; logrando definir la postura ideológica del autor, podemos buscar la
que trata de transmitir en su historia. Las historias, entre federales y revolucionarios, o entre
constitucionalistas y rebeldes, en su mayoría, nos presentan lo que se ve desde uno u otro lado y
casi siempre responden a lo que el autor piensa del hecho narrado, que muchas veces es
histórico. Esto hay que entenderlo, las narraciones nos dan una idea de lo que pasó, no lo que
pasó y esta idea está transformada por el autor a través del filtro de la ideología en la que está
inmerso.
Ideología hegemónica y discurso revolucionario
Como vemos, educación y arte articulan ideas de Revolución que se transmiten a la gran masa.
Sin embargo, ideológicamente es difícil sopesar el valor real del Estado en esa transmisión, ¿Por
qué? Porque el Estado revolucionario no es uno, son muchos. Vemos el estado maderista, el
huertista, el carrancista, el callista y el cardenista principalmente. Estos cinco gobiernos son los
que en algún momento hegemonizaron en el poder político. Hemos dicho que Madero y Huerta no
constituyen su poder a través de un proyecto de nación porque no lo tienen. El primer proyecto de
nación surge con el gobierno de Carranza y esto se evidencia con el hecho de que su gobierno
escribe una constitución y esto presupone la construcción de una idea de estado acerca de lo que
se buscará con esa constitución. El estado carrancista se puede leer en las líneas de la
constitución. Sin embargo, no podemos decir que lo escrito se vuelve hecho, muchas veces lo que
está en el papel se queda ahí sin una contundencia en la realidad.
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Por otro lado, Carranza articula la construcción de la memoria histórica a partir de la
negación de la Revolución que ocurría, ¿por qué?, porque para él la Revolución era el movimiento
maderista del Plan de San Luis y el Plan de Agua Prieta, pero en la memoria que se estaba
generando de la Revolución existía también Zapata, Villa y muchos más que representaban para
Carranza el enemigo; por ello, en concursos literarios, la educación y otros mecanismos de su
gobierno para generar la memoria histórica se privilegiaba el tema colonialista pero no el
revolucionario.
La Revolución fue un producto de la memoria colectiva, la creación de los mitos nacionales y la escritura de
la historia […], con frecuencia fue recordada por sus ―voceros‖ y los herederos de éstos, en forma ideal y
mítica […], también fue confeccionada por aficionados y pseudohistoriadores […].
Sin embargo, en un primer momento, no todo el mundo rememoró, mitificó y convirtió en historia a la
Revolución del mismo modo. La movilización revolucionaria de la década de 1910 trajo consigo la aparición
de numerosas facciones armadas y movimientos políticos, las más de las veces antagónicos. Dada la
complejidad de toda sociedad, es casi imposible hablar de una sola memoria colectiva de un suceso o de una
época; el México revolucionario ciertamente fue testigo de construcciones diferentes y rivales sobre su
pasado reciente. Así como el poder, el pasado es disputado en la política, la guerra y la revolución. En el
decurso de cualquier lucha, los más poderosos privilegian determinados recuerdos y mitos a costa de otros y
buscan crear una memoria oficial (con miras a convertirla en nacional o en dominante) para así legitimar la
autoridad política existente. Sin embargo, el desarrollo de una memoria oficial generalmente no expulsa, ni
tampoco incorpora a todas las otras memorias colectivas. Aquellas construcciones, aquí denominadas
contra-memorias, que resisten e impugnan la versión oficial, a veces son marginadas, pero en otras
ocasiones persisten para desafiar y ejercer presión sobre la construcción dominante5.
Entonces, en el marco ideológico, quienes más se preocuparon por transmitir un mensaje
ideológico son los gobiernos del Maximato y el gobierno cardenista. Un paso importante de esto se
da en el gobierno de De la Huerta al refundarse la Secretaría de Educación que queda bajo el
mando de Vasconcelos (como se ha dicho un par de veces antes), pues la gestión de Vasconcelos
dio de nuevo rumbo a la educación. Pero este rumbo fue cambiado bajo la gestión de Bassols que
reconfiguró a inicios de los treinta el panorama pedagógico de México. Hay que decir, sin
embargo, que tras el gobierno cardenista este proyecto sucumbe y se regresa a la idea
vasconceliana.
Advertimos entonces que los gobiernos del Maximato y el cardenista fueron los gobiernos
revolucionarios que construyeron un modelo de nación que fue transmitido ideológicamente al
pueblo. Pero esto tiene algunas salvedades.
[…] en lo cultural la Revolución Mexicana (en este caso, el aparato estatal) fuera del periodo de Vasconcelos
en la Secretaría de Educación Pública y del proyecto cardenista, ha carecido de pretensiones teóricas y ha
oscilado en sus intervenciones prácticas, sin que en ello advierta contradicción: de las amplitudes y
estrecheces de un nacionalismo cultural al frecuente oportunismo de una actitud ecléctica, del afán
5 BENJAMIN, Thomas. Op Cit. “Introducción. La Revolución con mayúscula”. pp. 39-40.
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monolítico a la conciliación. Por lo general […] el cardenismo […], traducido en la ausencia de una política
cultural rigurosa y coherente, no ha amenguado la decisión autocelebratoria, […] ha omitido un hecho
central de los países dependientes: el predominio de los aspectos coloniales de su cultura, la penetración
ideológica del proceso de dominación imperial, la adopción masiva, irracional y mimética de los procesos
metropolitanos. Por otra parte, hay una cultura de la Revolución relativamente independiente en las artes
plásticas, la novela, el cine y la danza6.
Como vemos, hay una contradicción entre lo que el Estado estaba transmitiendo acerca de su
proyecto de nación y lo que el arte estaba construyendo sobre el mismo tema. No es sino hasta
mediados del siglo que el Estado toma las ideas del arte anterior y las articula en su proyecto de
nación. Pero esta adquisición fue posterior y por lo tanto lo que el arte representaba (que era la
Revolución en gran medida) se construyó como una memoria hecha de bronce, idealizada. La
Revolución en la historia nacional se mitificó (cosa, por otro lado, totalmente normal) creando
monumentos, escribiendo memorias de los héroes, haciéndoles monumentos. Los nombres de
Madero, Álvaro Obregón, Felipe Carrillo Puerto, Venustiano Carranza y Emiliano Zapata se
inscriben en los muros del Congreso de la Unión como héroes revolucionarios. Ricardo Flores
Magón también se convirtió en un héroe martirizado por el mal gobierno. La imagen de Porfirio
Díaz, por su parte, fue primero negada y luego convertida en la antítesis de la Revolución. Villa,
por su parte, fue siempre el bandolero, el maleante, el mujeriego, pero a la vez, el caudillo de los
pobres, el hombre fuerte; fue una figura importante pero no un héroe sino hasta los gobiernos
priístas. Así, estas figuras fueron representadas en bronce y en piedra para conservar su memoria
y se construyeron historias míticas en su contorno y monumentos en su honor.
La Revolución fue elevada al rango de mítico por los ―voceros de la Revolución‖ de los cuales el
primero es Moisés Sáenz que en mil novecientos veintinueve dijo: ―nosotros en México
distinguimos la Revolución con mayúscula, de las revoluciones con minúscula‖. A la que se refiere
―con mayúscula‖ es una revolución que abarcaba todo y que era definitoria en la vida política y
social de México; era la Revolución que nos daba patria y las revoluciones eran los movimientos
aislados. Se ve cómo aquí ya hay un intento de elevar a la revolución a una categoría suprema.
Era el parteaguas de la vida mexicana por excelencia. Posterior a la afirmación de Sáenz, los
―voceros‖ inventaron y construyeron a la Revolución y para los cuarenta la Revolución ya era un
icono construido. Esta construcción se va dando con el mismo proceso que hemos llamado de
institucionalización; para los cuarenta Nación y Revolución Mexicana eran una sola. El partido
hegemónico de Estado se había adueñado de la Revolución y es por ello que se multiplicaron las
historias, crónicas, propagandas y representaciones de todo tipo de la Revolución. Es en estos
años que se retoma la importancia de las artes de la Revolución. Los murales, las novelas, los
6 MONSIVAIS, Carlos. Op Cit. p. 1378.
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corridos, las películas del tema eran ya algo que el Estado promocionaba y con ellos fue
construyendo la idea de Revolución.
Esta idea fue transmitida por los medios del Estado más importantes: la prensa, los medios
y la educación; es esa idea con la que el pueblo de la segunda mitad del siglo conoció a la
Revolución.
Una de las tareas fundamentales del Estado posrevolucionario y de sus voceros fue precisamente ésa: la
unificación de las facciones en el presente y en el pasado. La tradición revolucionaria, manifestación
simbólica de la institucionalización de la Revolución, buscó restañar la memoria del amargo divorcio entre
Carranza y Villa y el resto. En festivales, monumentos e historia, la tradición revolucionaria volvió a casar a
Carranza con Villa y a Zapata con Obregón, al tiempo que celebró y transmitió a las generaciones venideras
una sola Revolución7.
Como vemos, la Revolución unificada por la ideología dominante fue una idea transmitida por el
Estado y se convirtió en la memoria misma de la Revolución. Incluso la historia respondía a la
idea de Revolución que se quería verter en la mente del pueblo. Revolución y Estado eran uno
sólo y el mismo.
7 BENJAMIN, Thomas. Op Cit. “Conclusión. La Revolución afirmada y subvertida”. p. 219.
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