¿Qué pasa con el talento en El Salvador?

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Tenemos a un salvadoreño en el Salón de la Fama del Futbol, a otro más en la NASA, tenemos importantes escritores publicados en otros países y traducidos a otros idiomas; tenemos al inventor de una cocina ecológica que puede reducir significativamente el uso de leña; tenemos una selección de playa que ha sido la cuarta mejor del mundo; tenemos talentos en matemática y ciencias naturales que ganan olimpíadas iberoamericanas; tenemos artistas; tenemos programas que apoyan a la gente destacada. Tenemos gente valiosísima, pero nuestro país aún no despega. ¿Qué pasa con el talento en El Salvador?

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SumarioLa letra editorial

¿Qué nos pasa?p. 4

ReportajePrograma de Jóvenes Talento:

una pequeña apuestade gran rendimiento

p. 10

Crónica

Donde habita el artep. 16

La littera

Despliégatep. 22

Entre-vista

Los tres talentosp. 23

La letra sueltaLa inversión pública en el talento

p. 6

El talento político es jovenp. 7

Jason Richwine:el hombre sin hemisferio derecho

p. 8

No hay talento sin valoresp. 14

El riesgo de descuidarlo importante

p. 15

Talento y magiaen una persona

p. 19

Para no desperdiciar el talentop. 20

Roque Dalton: el talento comoinstrumento liberador

p. 21

Portada y reverso de portada:Mural de la Escuela de Artes Plásticas, Universidad de El Salvador.Autores: Rodrigo Alejandro, Ricardo Flores, Aníbal García, Alexander Lemus, Ricardo Majano, Alejandra Paz, Enrique Pérez.Fotografía: Iván Morataya.

Centro de Asuntos Estudiantiles,Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”.

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Nuestros escritores:

Sofía Ábrego,estudiante de Mercadeo.

Mónica Campos,estudiante de Comunicación Social.

Diana Carolina Castro,licenciada en Economía.

Diana Contreras,estudiante de Economía.

Alejandro Gasteazoro,estudiante de Economía.

Gabriel Gasteazoro,estudiante de Ciencias Jurídicas.

Alfredo José Gómez,estudiante de Ingeniería Química.

Iván Morataya,estudiante de Ciencia Política.

Nelson Ochoa,estudiante de Derecho Penal Constitucional.

Claudia Tejada,estudiante de Arquitectura.

Fátima Vallejo,estudiante de Ciencias Jurídicas.

Reinaldo Villalobos,estudiante de Ciencias de la Computación.

Fotografía:Mónica CamposIván Morataya

Diseño:Mónica Campos

Diagramación:Mónica Campos

Ariadna LaraIván Morataya

Corrección y edición:Iván MoratayaNelson OchoaJulián Victoria

Créditos

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Esta es la primera letra editorial que se abre con un signo de interro-gación, una pregunta, y eso sucede cuando no se saben muchas cosas –o nada- sobre un fenómeno en particular; se hace cuando en serio es necesario hablar, buscar, investigar esa cuestión; y eso es grave cuando se pregunta acerca de algo demasiado fundamental para cualquier nación: el talento. Siempre se trata de jóvenes. Hay muy pocas personas que descubren su talento pasada la juventud o en el prin-cipio de la adultez. Las hermanas Polgár son unas húngaras que han ostentado los primeros tres lugares mundiales en ajedrez en los últimos 10 o 15 años seguidos, no por una cuestión accidental, sino incidental. Su papá, el viejo profesor de ajedrez László Polgár, las entrenó desde que tenían tres años de edad hasta los 25 más o menos. Él no hizo cosa distinta que desarrollar con atención y discip-lina lo que consideraba el talento nato de sus hijas. Hoy día, el viejo László trabaja en un método de enseñanza

para niños con talento en cualquier disciplina, arte o ciencia, con nada o casi nada de recursos económicos, sociales ni ambientales. Así de bueno y ambicioso es el método Polgár. En El Salvador, los jóvenes tien-den a ser aquel personaje de la parábola al que se le entrega un talento y, por miedo, por desconocimiento o dejadez, lo entierra y no le saca ningún provecho para sí mismo, mucho menos para los demás. El problema es que nadie conoce de ese talento, así como nadie pide cuentas de él. Es posible pasarse la vida odiando lo que uno hace, sin sentir satisfacción alguna, sin siquiera darse cuenta. No hay un señor a quien entregarle cuentas del talento. Miedo es el nombre del hombre. Son muchísimos los que aún se ahogan en la ignorancia y confunden con gravedad a los pintores, escritores y actores con vagos o, con un epíteto más elegante pero de igual pesadez, bohemios. Hay otros muy jóvenes, casi niños, que son tremendos oradores y son tildados de mentirosos o tinteros

de mala ley -para quienes oyeron a la gente de 1900- y renuncian a construir párrafos explicando lo que revisan, lo que piensan, lo que sienten, de manera ordenada y seria. Otros casos peores se dan en el ámbito de la investigación técnica y la científica, pues se hace creer a la juventud que se necesita más recursos, más despilfarro, más estilo, más nación -nacionalidad- que talento para trabajar, diseñar, investigar y crear algo. Hay una bella sirena falsa entre nosotros y debemos encontrarla para destruirla. ¿Qué pasa cuando el objetivo de aquel que sabe dibujar, diseñar, planear estructuras estéticas o arqui-tectónicas bellas es tener una cuan-tiosa silla de diseñador extranjero? ¿Qué sucede cuando los matemáticos natos solo sueñan la inmediatez con comprar el último video juego de guerra a mentirillas? ¿Qué es eso de aquellos cuyos dotes literarios, de entendimiento filosófico o político terminan comentando estados –inestables- en sistemas de comuni-

cación digital? ¿Por qué de una vez por todas no explota el talento de todos y se construye una nación como se debe, conociendo lo que cada uno es y defini-dos todos a partir de ello? Esta es la dificultad que hacía todo tan difícil cuando nos encontra-mos con una interrogante tan grande; ese es el problema cuando se tiene una página en blanco donde debe encon-trarse la reseña exacta, clara y, si se puede, inequívoca de los productos del talento, pues todos deben ser nobles y brillantes. ¿Por qué existe la molestia, la angustia de preguntarse, de rebuscar lo que sucede con el talento en este valle de coloridas hamacas, cuando eso debe ser un tópico superado y entendido por demás en cualquier país que se llame a sí mismo y ante los demás “moderno”? Que de eso y menos, cualquier lado de la tierra tiene que conocer a detalle sus propias dotes, valorarlas, cuidarlas; por tanto, actuar conforme y en orden a sus circunstancias, necesidades y anhelos. Eso es una nación.

La letra editorial

¿Qué nos pasa?

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Esta es la primera letra editorial que se abre con un signo de interro-gación, una pregunta, y eso sucede cuando no se saben muchas cosas –o nada- sobre un fenómeno en particular; se hace cuando en serio es necesario hablar, buscar, investigar esa cuestión; y eso es grave cuando se pregunta acerca de algo demasiado fundamental para cualquier nación: el talento. Siempre se trata de jóvenes. Hay muy pocas personas que descubren su talento pasada la juventud o en el prin-cipio de la adultez. Las hermanas Polgár son unas húngaras que han ostentado los primeros tres lugares mundiales en ajedrez en los últimos 10 o 15 años seguidos, no por una cuestión accidental, sino incidental. Su papá, el viejo profesor de ajedrez László Polgár, las entrenó desde que tenían tres años de edad hasta los 25 más o menos. Él no hizo cosa distinta que desarrollar con atención y discip-lina lo que consideraba el talento nato de sus hijas. Hoy día, el viejo László trabaja en un método de enseñanza

para niños con talento en cualquier disciplina, arte o ciencia, con nada o casi nada de recursos económicos, sociales ni ambientales. Así de bueno y ambicioso es el método Polgár. En El Salvador, los jóvenes tien-den a ser aquel personaje de la parábola al que se le entrega un talento y, por miedo, por desconocimiento o dejadez, lo entierra y no le saca ningún provecho para sí mismo, mucho menos para los demás. El problema es que nadie conoce de ese talento, así como nadie pide cuentas de él. Es posible pasarse la vida odiando lo que uno hace, sin sentir satisfacción alguna, sin siquiera darse cuenta. No hay un señor a quien entregarle cuentas del talento. Miedo es el nombre del hombre. Son muchísimos los que aún se ahogan en la ignorancia y confunden con gravedad a los pintores, escritores y actores con vagos o, con un epíteto más elegante pero de igual pesadez, bohemios. Hay otros muy jóvenes, casi niños, que son tremendos oradores y son tildados de mentirosos o tinteros

de mala ley -para quienes oyeron a la gente de 1900- y renuncian a construir párrafos explicando lo que revisan, lo que piensan, lo que sienten, de manera ordenada y seria. Otros casos peores se dan en el ámbito de la investigación técnica y la científica, pues se hace creer a la juventud que se necesita más recursos, más despilfarro, más estilo, más nación -nacionalidad- que talento para trabajar, diseñar, investigar y crear algo. Hay una bella sirena falsa entre nosotros y debemos encontrarla para destruirla. ¿Qué pasa cuando el objetivo de aquel que sabe dibujar, diseñar, planear estructuras estéticas o arqui-tectónicas bellas es tener una cuan-tiosa silla de diseñador extranjero? ¿Qué sucede cuando los matemáticos natos solo sueñan la inmediatez con comprar el último video juego de guerra a mentirillas? ¿Qué es eso de aquellos cuyos dotes literarios, de entendimiento filosófico o político terminan comentando estados –inestables- en sistemas de comuni-

cación digital? ¿Por qué de una vez por todas no explota el talento de todos y se construye una nación como se debe, conociendo lo que cada uno es y defini-dos todos a partir de ello? Esta es la dificultad que hacía todo tan difícil cuando nos encontra-mos con una interrogante tan grande; ese es el problema cuando se tiene una página en blanco donde debe encon-trarse la reseña exacta, clara y, si se puede, inequívoca de los productos del talento, pues todos deben ser nobles y brillantes. ¿Por qué existe la molestia, la angustia de preguntarse, de rebuscar lo que sucede con el talento en este valle de coloridas hamacas, cuando eso debe ser un tópico superado y entendido por demás en cualquier país que se llame a sí mismo y ante los demás “moderno”? Que de eso y menos, cualquier lado de la tierra tiene que conocer a detalle sus propias dotes, valorarlas, cuidarlas; por tanto, actuar conforme y en orden a sus circunstancias, necesidades y anhelos. Eso es una nación.

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La inversiónpública en el

talento

Diana Contreras,estudiante de Economía

[email protected]

Si definimos el talento como la capacidad de destacarse en una determinada área o activi-dad, nos encontraremos con que en muchos casos se trata de habilidades innatas que requieren de capacitación para desarrollarse en forma eficiente. Por lo tanto, el país donde se originan los talentos debería generar las condi-ciones para el desarrollo de estas habilidades y procurar que sobresalgan. Es necesario investigar sobre los recur-sos que el país ofrece a las personas con talento; sin embargo, en esta oportunidad abor-daré la formación inicial que reciben sus habi-tantes. Se debe cuantificar y cualificar la cali-dad de la educación básica y el acceso a recur-sos. A partir de ello, será posible pensar en estrategias para potenciar el talento que ya existe o cultivar nuevo. La educación en el país se divide en dos sectores: el público y el privado. El primero tiene una mayor matrícula según el Ministerio de Educación (MINED). Para 2011, el sistema público tuvo 1,502,292 matriculados, mientras que en el sector privado hubo 227,749 ; es decir

que la mayoría de los jóvenes únicamente tienen acceso a la educación estatal. Según datos del Banco Mundial, el gasto público en educación como porcentaje del PIB en 2011 fue de 3.4% . Esto fue lo que el gobierno destinó a la mejora educativa en el país. Con estos datos se puede ver que el aporte para mejorar la educación es poco y, siendo el sector público el que posee un mayor número de matrículas al año, se debe tomar en cuenta también que la calidad de la educación pública posee serias deficiencias, por ejemplo en material educativo, infraestructura, prepara-ción de docentes, entre otras. En cuanto a la cualificación, podemos observar que en las materias impartidas no se incluyen ramas como las de música, danza, arte y tecnología. Incluso el área de deportes ha sido poco potenciada. La formación básica que debe recibir una persona, además de proporcionarle los recur-sos esenciales para continuar desarrollándose, debe abrirle un camino de oportunidades, moti-varla a destacarse y a aportar al país con su capacidad humana. El desarrollo del país depende del aporte de las personas a la socie-dad, del aprovechamiento de esas personas con talento. Pero antes le corresponde al país la pre-paración de esas potencialidades humanas, empezando por mejorar la calidad educativa, incorporando nuevas áreas artísticas; que estas no sean consideradas como actividades de ocio, sino como ciencias, al igual que la matemática y los estudios sociales. El país debe otorgarle valor a la cultura, mejorar el sistema educativo, brindar más recursos a la población en general, apoyar a los talentos con los que ya contamos para que sirvan de motivación a futuras generaciones y que ello forme parte del orgullo salvadoreño. Si no se realizan cambios estaremos desaprovechando el aporte que puede dar cada habitante de este país y la posibilidad de crear-les a los jóvenes las condiciones para desarrol-lar sus talentos. Si el país no apuesta más a la educación, no se esfuerza en asegurar una vida digna a sus habitantes, quién sabe cuántos talentos más dejaremos sin descubrir.

1 Ministerio de Educación, Gerencia de Monitoreo, Evaluación y Estadística (2011). Censo Escolar. Disponible en: http://www.mined.gob.sv/index.php/temas/estadisticas.html2 Banco Mundial, Gasto público en educación. Disponible en: http://datos.bancomundial.org/indicador/SE.XPD.TOTL.GD.ZS

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La letra suelta

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¿Dónde está el talento en El Salvador? Tal vez podamos tener intuiciones sobre ello. Recordemos a las personas de nuestros entor-nos. Seguramente todos conocemos a un talento entre los compañeros de la universidad, más de alguna lumbrera en la escuela, tal vez un vecino que se destacó en sus calificaciones, en algún deporte, en la música u otras artes. A pesar de lo que nos diga la televisión, los este-reotipos no caben: los hay retraídos o extrover-tidos, con intereses diversos y distintos tipos de personalidad. Hay un solo factor común: la disciplina y el esmero.

En el ámbito de los talentos, dos cosas son importantes: descubrirlos y desarrollarlos. En el ámbito gubernamental, un programa se encarga de estas dos fases cuando se trata de matemática y ciencias: El programa Jóvenes Talento, en la Universidad de El Salvador (UES). Con 14 años de funcionar como política pública, el programa tiene 17 de existencia. Su función es identificar a estudiantes con habili-dades sobresalientes en matemática y ciencias naturales, y formarlos de acuerdo a su poten-cial, con el objetivo de crear cuadros científicos para El Salvador. Trabaja con alumnos de edu-

cación básica y media, tanto del sistema público de educación como del privado.

Manuel y Gabriel ¿Cómo funciona un programa de talen-tos? ¿Cómo se ve? Uno podría imaginarse un aula pulcra, llena de escritorios distribuidos con simetría; jóvenes un tanto despeinados con anteojos grandes, vestidos formalmente, que conversan en un lenguaje indescifrable. En la realidad, hay poco de esto. Uno se encuentra con aulas como cual-quier otra: unas con niños, otras con ado-lescentes y otras más con jóvenes; pupitres de madera de diferentes hechuras, gente de aspecto sobrio y cotidiano. Manuel Mundo Dueñas, joven de 19 años, llega a una de esas aulas cada sábado. Entró al programa en 2006. Desde enton-ces, ha participado en siete olimpíadas en el exterior. Recientemente recibió la carta de aceptación del Instituto Tecnológico de Massa-chusetts (MIT, por sus siglas en inglés). Él diseña y califica las pruebas de selección para

entrar a Jóvenes Talento. Así funcionan las cosas aquí. La persona talentosa no es objeto de alabanza y distinciones, sino que trabaja al servicio de la misma causa que le sirve. “Quiero estudiar en el extranjero porque vi que mis instructores lo habían logrado y, para eso, sabía que tenía que ser responsable y muy dedicado a estudiar matemáticas y cien-cia”, cuenta Manuel. Este joven visionario espera que el gobierno fortalezca el programa que le permitió mostrar su potencial (el presu-puesto no ha sido renovado desde que inició, es decir, hace 14 años.) y que, como a él, forma a personas altamente calificadas de las que el país podría disponer, además de mejorar la cali-dad educativa nacional. Unos años adelante se encuentra Gabriel Chicas Reyes, quien se incorporó a Jóvenes Talento en 2002. Como tutor, entrena a los próximos atletas matemáticos. Recientemente regresó de Japón. El año pasado se graduó de la Universidad de Tokio como licenciado en Matemáticas, gracias a la beca Mongu-kagakusho, una de las máximas distinciones que una persona puede recibir de parte de ese país. Dice que su estancia en El Salvador es temporal, pues su expectativa es ser un investi-gador y académico. Le interesa producir cono-cimiento, pero sabe que en este país el pan-orama científico no es lo suficientemente amplio para sus perspectivas, por no existir visión para la ciencia y porque hay muy pocos liderazgos en el sector académico.

Gabriel es una voz crítica en el tema del talento. “Estamos pasando de una etapa en que creíamos que los problemas no se resuelven por falta de talento y conocimiento a una etapa donde el conocimiento está, pero no se sabe utilizar”, piensa; y reflexiona que el talento no es suficiente si no hay responsabilidad con la realidad. Su deseo de irse nuevamente no responde al individualismo. “No tengo excusa para aislarme de la realidad de mi país. No

puedo dejar de preocuparme por el bienestar de mis estudiantes, el sistema educativo, la socie-dad en que vivo”, aclara Gabriel, partidario de que el talento debe servir para transformar a El Salvador.

Logros y compromiso Hablar del origen del Programa Jóvenes Talento es hablar del Ing. Carlos Mauricio Can-jura, hombre mayor, de voz aplomada y a poco volumen, cortés y grave. Este catedrático de matemática de la UES fue uno de sus iniciadores antes de que fuera parte de los proyectos del gobierno. Ahora es su director. A él acudió el Ministerio de Educación (MINED) en 1997 y le encomendó la tarea de preparar un grupo de estudiantes para las olimpíadas de matemática que se acercaban, tras los pobres resultados de los años anteriores. La cosecha vino rápido. En 1998, El Salva-dor ganó una medalla de bronce y se ubicó en la posición 11, de 22 países participantes, en las Olimpíadas Internacionales. Un año después repetiría los resultados. En 2000, Jóvenes Talento fue adoptado como programa de go-bierno y comenzó a recibir apoyo financiero. Comenzaron a contar con 16 secciones: ocho para ciencias y ocho para matemáticas. Los jóvenes se concentraban en la Villa Centroame-ricana antes de cada competencia.

Las cifras han crecido. En 2011, 17 jóvenes obtuvieron medallas de oro, plata y bronce en las Olimpíadas Internacionales de Matemática y Química. En 2012, alumnos del programa se hicieron con los lugares 1, 2, 3 y 9 de la Prueba de Aprendizaje y Aptitudes para Egresados de Educación Media (PAES). Ese mismo año se obtuvo la primera medalla de bronce en biología, en Portugal.

Para el Ing. Canjura, los triunfos muestran que el país no parte de cero. “Por talentos no debemos quejarnos. La queja histórica debería ser la poca atención que en El Salvador se ha concedido en el desarrollo de los jóvenes.” Pero el problema va más allá de los méritos en una competencia. “No tenemos visión de descubrir talentos para abordar y resolver nuestros propios problemas”, sostiene. El talento no debería pensarse como algo individual, desvinculado de la realidad social. No es un regalo fortuito del que alimentar la vanidad y el bolsillo. Esto lo han entendido bien

quienes participan directamente en el pro-grama. Gabriel lo esboza así: “En el programa se ha planteado la pregunta: si en El Salvador se puede producir talento, ¿por qué estamos como estamos y el desarrollo es tan pobre? Es mentira que no hay talento. En el programa ya descubri-mos que sí hay (…) La academia no necesita solo gente talentosa, sino también un compromiso.” De eso se trata: de establecer vínculos entre las capacidades intelectuales personales y

todo lo que hay afuera, desde los compañeros y compañeras de estudio hasta las necesidades y problemas del país. En palabras de Canjura, se trata de “sen-tirse responsable no solo de lo cercano, sino del futuro, de las futuras generaciones, jóvenes que forman a jóvenes.” Al final, el asunto va más allá de un programa. “La vida está llena de pro-blemas. Hay necesidad de que la gente desa-rrolle capacidades para enfrentarlos.”

El talentopolítico

es joven

Es usual escuchar de catedráticos y políticos que los jóvenes no somos el futuro, sino el presente del país. Esto es un típico y aburrido cliché. Muchas veces son ellos quienes quitan la oportunidad de actuar. ¿Por qué hay tantos jóvenes interesados en la política que no ingresan a los partidos? Muchos pueden simpatizar con cualquiera , de derecha o izquierda, pero al no militar en nin-guno tienen una perspectiva más objetiva y no temen criticar la corrupción, engaños y actos malintencionados que ocurren dentro. A las cúpulas no les gustan los jóvenes promet-edores, interesados en un verdadero cambio, sino solamente los títeres que puedan manipu-lar a su antojo. El resultado: talento político desperdiciado. A esto hay que sumar que si no estás en un partido, no puedes abrirte espacio en la política, por lo que miles de jóvenes pen-santes y no manipulados quedan fuera de este ámbito tan necesario y a la vez tan corrompido. Existen dos cosas seguras en nuestra sociedad: la muerte y el cambio; la muerte de saberes y pensares retrógradas y el cambio de percepción de la realidad para dar nuevas solu-ciones ante una sociedad cada vez distinta y nueva. Cuando a un joven le quitan la capaci-

dad de pensar por sí mismo para hacerlo como el catedrático, se está minando el talento y, con ello, la posibilidad de modificar nuestra reali-dad tan penosa en materia económica, social y política. La escuela, colegio o universidad no debe ser primordialmente un centro de apren-dizaje, sino de creación, para crear un ver-dadero cambio y no acostumbrar a los jóvenes a vivir en el normal, absurdo y cada vez más desfasado sistema económico, jurídico y social. ¿Por qué los jóvenes deben seguir el mismo modelo neoliberal o socialista que han aprendido en su familia o centro de estudio? ¿Acaso no tenemos capacidad para innovar esos modelos económicos de hace 100 o 200 años? ¿No somos capaces de crear un nuevo sistema jurídico que bloquee lo más posible la corrup-ción? ¿Acaso nos están educando para esconder y no para sacar a lucir nuestro talento? Los jóvenes debemos ingresar a la política, pensar por nosotros mismos y no tener miedo de expresar toda la corrupción que vemos, pero jamás lo haremos desde puestos desconectados. El problema es que de cada 20 jóvenes, al menos uno logra salir de lo cotidi-ano, pero obra de forma aislada. La solución es solamente una: la unión de todos los jóvenes en apoyo mutuo. Si no nos permiten ser objetivos en la política, hay que incentivar la creación de una red juvenil por afinidad ideológica; presionar así para que el partido con quien uno se identifica acepte mili-tantes pensantes y no más títeres; demostrarles con buenos fundamentos todo el costo político que acarrea no aceptarlos. En los salones de clases, hay que motivar a todos los jóvenes a discutir académicamente conocimientos y formas de pensar distintos de los que el catedrático posee, ya sea para que el alumno salga del error o para formar un pensamiento mucho más progresista. El talento salvadoreño juvenil se coarta, pero somos nosotros los culpables cuando nuestra acción no es organizada. Los planes para la juventud deben surgir desde nosotros mismos. Sólo así podremos salir adelante y dejar atrás tanto olvido y discriminación hacia este nuestro sector etario que tiene talento y quiere utilizarlo a toda costa.

Gabriel Gasteazoro,estudiante de Ciencias Jurí[email protected]

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La letra suelta

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¿Dónde está el talento en El Salvador? Tal vez podamos tener intuiciones sobre ello. Recordemos a las personas de nuestros entor-nos. Seguramente todos conocemos a un talento entre los compañeros de la universidad, más de alguna lumbrera en la escuela, tal vez un vecino que se destacó en sus calificaciones, en algún deporte, en la música u otras artes. A pesar de lo que nos diga la televisión, los este-reotipos no caben: los hay retraídos o extrover-tidos, con intereses diversos y distintos tipos de personalidad. Hay un solo factor común: la disciplina y el esmero.

En el ámbito de los talentos, dos cosas son importantes: descubrirlos y desarrollarlos. En el ámbito gubernamental, un programa se encarga de estas dos fases cuando se trata de matemática y ciencias: El programa Jóvenes Talento, en la Universidad de El Salvador (UES). Con 14 años de funcionar como política pública, el programa tiene 17 de existencia. Su función es identificar a estudiantes con habili-dades sobresalientes en matemática y ciencias naturales, y formarlos de acuerdo a su poten-cial, con el objetivo de crear cuadros científicos para El Salvador. Trabaja con alumnos de edu-

cación básica y media, tanto del sistema público de educación como del privado.

Manuel y Gabriel ¿Cómo funciona un programa de talen-tos? ¿Cómo se ve? Uno podría imaginarse un aula pulcra, llena de escritorios distribuidos con simetría; jóvenes un tanto despeinados con anteojos grandes, vestidos formalmente, que conversan en un lenguaje indescifrable. En la realidad, hay poco de esto. Uno se encuentra con aulas como cual-quier otra: unas con niños, otras con ado-lescentes y otras más con jóvenes; pupitres de madera de diferentes hechuras, gente de aspecto sobrio y cotidiano. Manuel Mundo Dueñas, joven de 19 años, llega a una de esas aulas cada sábado. Entró al programa en 2006. Desde enton-ces, ha participado en siete olimpíadas en el exterior. Recientemente recibió la carta de aceptación del Instituto Tecnológico de Massa-chusetts (MIT, por sus siglas en inglés). Él diseña y califica las pruebas de selección para

entrar a Jóvenes Talento. Así funcionan las cosas aquí. La persona talentosa no es objeto de alabanza y distinciones, sino que trabaja al servicio de la misma causa que le sirve. “Quiero estudiar en el extranjero porque vi que mis instructores lo habían logrado y, para eso, sabía que tenía que ser responsable y muy dedicado a estudiar matemáticas y cien-cia”, cuenta Manuel. Este joven visionario espera que el gobierno fortalezca el programa que le permitió mostrar su potencial (el presu-puesto no ha sido renovado desde que inició, es decir, hace 14 años.) y que, como a él, forma a personas altamente calificadas de las que el país podría disponer, además de mejorar la cali-dad educativa nacional. Unos años adelante se encuentra Gabriel Chicas Reyes, quien se incorporó a Jóvenes Talento en 2002. Como tutor, entrena a los próximos atletas matemáticos. Recientemente regresó de Japón. El año pasado se graduó de la Universidad de Tokio como licenciado en Matemáticas, gracias a la beca Mongu-kagakusho, una de las máximas distinciones que una persona puede recibir de parte de ese país. Dice que su estancia en El Salvador es temporal, pues su expectativa es ser un investi-gador y académico. Le interesa producir cono-cimiento, pero sabe que en este país el pan-orama científico no es lo suficientemente amplio para sus perspectivas, por no existir visión para la ciencia y porque hay muy pocos liderazgos en el sector académico.

Gabriel es una voz crítica en el tema del talento. “Estamos pasando de una etapa en que creíamos que los problemas no se resuelven por falta de talento y conocimiento a una etapa donde el conocimiento está, pero no se sabe utilizar”, piensa; y reflexiona que el talento no es suficiente si no hay responsabilidad con la realidad. Su deseo de irse nuevamente no responde al individualismo. “No tengo excusa para aislarme de la realidad de mi país. No

puedo dejar de preocuparme por el bienestar de mis estudiantes, el sistema educativo, la socie-dad en que vivo”, aclara Gabriel, partidario de que el talento debe servir para transformar a El Salvador.

Logros y compromiso Hablar del origen del Programa Jóvenes Talento es hablar del Ing. Carlos Mauricio Can-jura, hombre mayor, de voz aplomada y a poco volumen, cortés y grave. Este catedrático de matemática de la UES fue uno de sus iniciadores antes de que fuera parte de los proyectos del gobierno. Ahora es su director. A él acudió el Ministerio de Educación (MINED) en 1997 y le encomendó la tarea de preparar un grupo de estudiantes para las olimpíadas de matemática que se acercaban, tras los pobres resultados de los años anteriores. La cosecha vino rápido. En 1998, El Salva-dor ganó una medalla de bronce y se ubicó en la posición 11, de 22 países participantes, en las Olimpíadas Internacionales. Un año después repetiría los resultados. En 2000, Jóvenes Talento fue adoptado como programa de go-bierno y comenzó a recibir apoyo financiero. Comenzaron a contar con 16 secciones: ocho para ciencias y ocho para matemáticas. Los jóvenes se concentraban en la Villa Centroame-ricana antes de cada competencia.

Las cifras han crecido. En 2011, 17 jóvenes obtuvieron medallas de oro, plata y bronce en las Olimpíadas Internacionales de Matemática y Química. En 2012, alumnos del programa se hicieron con los lugares 1, 2, 3 y 9 de la Prueba de Aprendizaje y Aptitudes para Egresados de Educación Media (PAES). Ese mismo año se obtuvo la primera medalla de bronce en biología, en Portugal.

Para el Ing. Canjura, los triunfos muestran que el país no parte de cero. “Por talentos no debemos quejarnos. La queja histórica debería ser la poca atención que en El Salvador se ha concedido en el desarrollo de los jóvenes.” Pero el problema va más allá de los méritos en una competencia. “No tenemos visión de descubrir talentos para abordar y resolver nuestros propios problemas”, sostiene. El talento no debería pensarse como algo individual, desvinculado de la realidad social. No es un regalo fortuito del que alimentar la vanidad y el bolsillo. Esto lo han entendido bien

quienes participan directamente en el pro-grama. Gabriel lo esboza así: “En el programa se ha planteado la pregunta: si en El Salvador se puede producir talento, ¿por qué estamos como estamos y el desarrollo es tan pobre? Es mentira que no hay talento. En el programa ya descubri-mos que sí hay (…) La academia no necesita solo gente talentosa, sino también un compromiso.” De eso se trata: de establecer vínculos entre las capacidades intelectuales personales y

todo lo que hay afuera, desde los compañeros y compañeras de estudio hasta las necesidades y problemas del país. En palabras de Canjura, se trata de “sen-tirse responsable no solo de lo cercano, sino del futuro, de las futuras generaciones, jóvenes que forman a jóvenes.” Al final, el asunto va más allá de un programa. “La vida está llena de pro-blemas. Hay necesidad de que la gente desa-rrolle capacidades para enfrentarlos.”

Jason Richwine:

el

sin hemisferiohombre

derechoNelson Ochoa,

estudiante de Derecho Penal [email protected]

La cuestión es más bien sencilla: el cere-bro humano tiene dos hemisferios, el izquierdo es lógico y procesa absolutamente todo de forma lineal; mientras el derecho es holístico, más amplio, y procesa globalmente las cosas. Esto se sabe desde hace algún tiempo ya. No es una cuestión desconocida por profesionales de muchas disciplinas en estos tiempos. Hay una excepción: Jason Richwine. Eso no tendría que ser relevante si acaso este hombre fuese un estadounidense prome-dio, es decir, de esos que ocupan una camiseta recortada de las mangas, con una bandera con-federada estadounidense estampada; que pueden comer hasta dos libras de carne en la cena, no pueden leer de corrido ni tienen idea de dónde queda el país al que atacan; que des-precian el ahorro, mas adoran el despilfarro; de esos hombres que no pueden dejar de pronun-ciar “I love America”, cuando lo que en verdad aman es una parte de los Estados Unidos, una donde cada vez viven más solos. Ese no es el señor Richwine, sino un edu-cado hombre de Harvard que el año pasado pre-sentó una investigación en la cual concluye que los migrantes latinoamericanos tienen un coefi-ciente intelectual menor que los blancos estadounidenses, es decir, que tiene una tesis racista sobre la capacidad intelectual. Para ser exactos, tiene una construcción estadística y empírica en la cual los latinoamericanos somos menos inteligentes que los estadounidenses. Más o menos así de simple.

El problema de la realidad es que se ve y examina desde y hasta donde uno está parado, y no es posible examinarla ni tantito más allá; mucho menos si uno está basado en procesos estadísticos fríos, desfasados y casi mal inten-cionados, adicionando las constelaciones fanáticas e inescrupulosas que certifican y respaldan a este así llamado “investigador”: grupos de ultraderecha estadounidense, repu- blicanos temerosos de las nuevas tendencias de creación artística e intelectual que muestran los latinoamericanos dentro y fuera de ese país. Richwine dice que el problema de todos –todos- los latinoamericanos es que somos “mestizos”, es decir, que tenemos una parte genética que pertenece a los europeos, específi-camente a España, y otra que pertenece a los aborígenes de las tierras de donde somos. Eso, para él, es una tremenda desventaja, porque sus estudios han demostrado que quienes tienen una nomenclatura de raza “más pura”, como por ejemplo los blancos y los asiáticos, son de manera determinada “más inteligentes”. Esto no puede tener un grado de desperdicio. Es algo que no juega a broma y que ha sido publi-cado como una investigación seria hace poco tiempo.

Cuando Barack Obama era candidato presidencial en 2008, los medios de comuni-cación social norteamericanos lo describían como el primer candidato negro a la presiden-cia. Cuando Obama ganó, dejó de ser conside-rado como negro, pues todo el mundo recordó que su madre fue una mujer blanca. Lo llama-ron “el primer presidente mestizo”. Con esto es claro que el mestizaje “purifica” la opinión pública del estadounidense promedio. Si Barack Obama en 2012 fuese un hombre promedio detenido, digamos, por desórdenes públicos o un delito de menor rango, es muy probable que se procesaría judicialmente a un hombre negro. Este hombre blanco no ha podido reparar en todo este tiempo en que realizó la investig-ación con sus cuantiosos recursos las serias

diferencias e influencias tanto biológicas (la raza), ambientales y culturales que ha sufrido América Latina durante muchos siglos; sus influencias europeas, de procedencia siempre diferente: España (en los casos de México y parte de América Central), Portugal (Brasil), Francia (Sudamérica y las Antillas), Italia y Ale-mania (Argentina, Uruguay y Chile) e incluso África (Honduras, Cuba, Colombia y Venezuela). Tampoco ha tratado las diferencias etiológicas y culturales básicas de nuestros antepasados (aztecas, mayas, quichés, lencas, ixiles, pipiles). Ignorando todo esto, se vuelve fácil pero inco-rrecto concluir que toda –toda- América Latina habla español, que somos 100% mestizos y católicos por igual. Eso da pena. Incluso, si fuésemos lo suficientemente descabellados y omisos en materia de evaluación objetiva del intelecto e inteligencia, y aceptásemos la breve, inconclusa y alejada premisa de este investigador, no es posible afir-mar que los blancos son en nada más intelectu-ales ni más inteligentes (en ninguna de sus otras manifestaciones) que hombres negros, latinos o hindúes. Porque eso implicaría que el mundo, tal y como funciona hoy día, no funcio-naría tal y como funciona hoy día. Latinoa-mérica, quiero decir, algunas de sus regiones, están creciendo mucho más rápido en términos económicos, educativos y culturales que el resto del mundo. Una última cuestión que no conoce este que se divirtió de más en alguna de las casas de fraternidad de Harvard es que la inteligencia tiene muchísimas manifestaciones distintas del coeficiente intelectual, es decir, que la inteli-gencia es múltiple y no puede estar reducida a un indicador. Esto es tan cierto como que no puede estar reducida a la superioridad e infe-rioridad de razas. De hecho, la última vez que alguien se peleó por eso, se perdieron unos 55 millones de personas, y ni un millón de esos fueron latinoamericanos. Cierto es que la inteligencia es multi-factorial y que implica la lingüística verbal, la lógica matemática, la espacial, la musical, la corporal cinestésica, la intra e interpersonal y la naturalista; una combinación de factores antropológicos, idiomáticos, culturales, incluso familiares, que depende, además, de los estilos de aprendizaje. No hay un fundamento puro de la inteligencia, pues, si ello fuere posible, el ser

humano como ente intelectual, cultural, artístico y sentimental no existiría, no le sería posible funcionar. Apenas sería un ser in locus, bastante desadaptado a la realidad social, un tanto estúpido. Quizá no sería más que una cabeza flotante, un desperdicio.

Los latinoamericanos estamos rebosando de artistas, de cultura, hemos tenido siempre una riqueza lingüística y antropológica en cada esquina. Un hecho completamente cierto es que nuestras históricas administraciones políticas y los etcéteras posibles a ello son malos, corrup-tos, y casi nunca nos han ayudado a salir de la pobreza como hispanos, es cierto; que por ello hemos tenido que asumir el hummus estadou-nidense desde hace medio siglo atrás hasta ahora, para ayudar a nuestras familias en lo económico y no mucho más. Nos sobra el talento para hacer lo que como hispanos o latinoamericanos nos venga en gana, nada más hace falta ponernos trabajar sobre ello. El coeficiente intelectual es nada, porque tenemos muchísimos otros atributos con los cuales podemos superar las barreras que nosotros mismos nos hemos impuesto. Es posible mencionar 5 mil, por lo que invito a que elijan unos 10 para empezar. Hay que conectar los hemisferios de nuestro cerebro, no anular uno y predicar –inventar- que el otro es lo único relevante para la vida social del ser humano. Richwine es un pobre republicano reduccionista que debe encontrar una respuesta apropiada para su público, que sea posible explicar d-e-s-p-a-c-i-o y con síndrome. En buena hora anormal, de la tesis hemos aprendido que no todo lo que nos arrojan filtrado de Harvard es leal ni suficientemente bueno para una raza que ha despilfarrado por años el talento.

Richwine dice que elproblema de todos -todos-los latinoamericanos es quesomos “mestizos”.

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La letra suelta

Page 9: ¿Qué pasa con el talento en El Salvador?

¿Dónde está el talento en El Salvador? Tal vez podamos tener intuiciones sobre ello. Recordemos a las personas de nuestros entor-nos. Seguramente todos conocemos a un talento entre los compañeros de la universidad, más de alguna lumbrera en la escuela, tal vez un vecino que se destacó en sus calificaciones, en algún deporte, en la música u otras artes. A pesar de lo que nos diga la televisión, los este-reotipos no caben: los hay retraídos o extrover-tidos, con intereses diversos y distintos tipos de personalidad. Hay un solo factor común: la disciplina y el esmero.

En el ámbito de los talentos, dos cosas son importantes: descubrirlos y desarrollarlos. En el ámbito gubernamental, un programa se encarga de estas dos fases cuando se trata de matemática y ciencias: El programa Jóvenes Talento, en la Universidad de El Salvador (UES). Con 14 años de funcionar como política pública, el programa tiene 17 de existencia. Su función es identificar a estudiantes con habili-dades sobresalientes en matemática y ciencias naturales, y formarlos de acuerdo a su poten-cial, con el objetivo de crear cuadros científicos para El Salvador. Trabaja con alumnos de edu-

cación básica y media, tanto del sistema público de educación como del privado.

Manuel y Gabriel ¿Cómo funciona un programa de talen-tos? ¿Cómo se ve? Uno podría imaginarse un aula pulcra, llena de escritorios distribuidos con simetría; jóvenes un tanto despeinados con anteojos grandes, vestidos formalmente, que conversan en un lenguaje indescifrable. En la realidad, hay poco de esto. Uno se encuentra con aulas como cual-quier otra: unas con niños, otras con ado-lescentes y otras más con jóvenes; pupitres de madera de diferentes hechuras, gente de aspecto sobrio y cotidiano. Manuel Mundo Dueñas, joven de 19 años, llega a una de esas aulas cada sábado. Entró al programa en 2006. Desde enton-ces, ha participado en siete olimpíadas en el exterior. Recientemente recibió la carta de aceptación del Instituto Tecnológico de Massa-chusetts (MIT, por sus siglas en inglés). Él diseña y califica las pruebas de selección para

entrar a Jóvenes Talento. Así funcionan las cosas aquí. La persona talentosa no es objeto de alabanza y distinciones, sino que trabaja al servicio de la misma causa que le sirve. “Quiero estudiar en el extranjero porque vi que mis instructores lo habían logrado y, para eso, sabía que tenía que ser responsable y muy dedicado a estudiar matemáticas y cien-cia”, cuenta Manuel. Este joven visionario espera que el gobierno fortalezca el programa que le permitió mostrar su potencial (el presu-puesto no ha sido renovado desde que inició, es decir, hace 14 años.) y que, como a él, forma a personas altamente calificadas de las que el país podría disponer, además de mejorar la cali-dad educativa nacional. Unos años adelante se encuentra Gabriel Chicas Reyes, quien se incorporó a Jóvenes Talento en 2002. Como tutor, entrena a los próximos atletas matemáticos. Recientemente regresó de Japón. El año pasado se graduó de la Universidad de Tokio como licenciado en Matemáticas, gracias a la beca Mongu-kagakusho, una de las máximas distinciones que una persona puede recibir de parte de ese país. Dice que su estancia en El Salvador es temporal, pues su expectativa es ser un investi-gador y académico. Le interesa producir cono-cimiento, pero sabe que en este país el pan-orama científico no es lo suficientemente amplio para sus perspectivas, por no existir visión para la ciencia y porque hay muy pocos liderazgos en el sector académico.

Gabriel es una voz crítica en el tema del talento. “Estamos pasando de una etapa en que creíamos que los problemas no se resuelven por falta de talento y conocimiento a una etapa donde el conocimiento está, pero no se sabe utilizar”, piensa; y reflexiona que el talento no es suficiente si no hay responsabilidad con la realidad. Su deseo de irse nuevamente no responde al individualismo. “No tengo excusa para aislarme de la realidad de mi país. No

puedo dejar de preocuparme por el bienestar de mis estudiantes, el sistema educativo, la socie-dad en que vivo”, aclara Gabriel, partidario de que el talento debe servir para transformar a El Salvador.

Logros y compromiso Hablar del origen del Programa Jóvenes Talento es hablar del Ing. Carlos Mauricio Can-jura, hombre mayor, de voz aplomada y a poco volumen, cortés y grave. Este catedrático de matemática de la UES fue uno de sus iniciadores antes de que fuera parte de los proyectos del gobierno. Ahora es su director. A él acudió el Ministerio de Educación (MINED) en 1997 y le encomendó la tarea de preparar un grupo de estudiantes para las olimpíadas de matemática que se acercaban, tras los pobres resultados de los años anteriores. La cosecha vino rápido. En 1998, El Salva-dor ganó una medalla de bronce y se ubicó en la posición 11, de 22 países participantes, en las Olimpíadas Internacionales. Un año después repetiría los resultados. En 2000, Jóvenes Talento fue adoptado como programa de go-bierno y comenzó a recibir apoyo financiero. Comenzaron a contar con 16 secciones: ocho para ciencias y ocho para matemáticas. Los jóvenes se concentraban en la Villa Centroame-ricana antes de cada competencia.

Las cifras han crecido. En 2011, 17 jóvenes obtuvieron medallas de oro, plata y bronce en las Olimpíadas Internacionales de Matemática y Química. En 2012, alumnos del programa se hicieron con los lugares 1, 2, 3 y 9 de la Prueba de Aprendizaje y Aptitudes para Egresados de Educación Media (PAES). Ese mismo año se obtuvo la primera medalla de bronce en biología, en Portugal.

Para el Ing. Canjura, los triunfos muestran que el país no parte de cero. “Por talentos no debemos quejarnos. La queja histórica debería ser la poca atención que en El Salvador se ha concedido en el desarrollo de los jóvenes.” Pero el problema va más allá de los méritos en una competencia. “No tenemos visión de descubrir talentos para abordar y resolver nuestros propios problemas”, sostiene. El talento no debería pensarse como algo individual, desvinculado de la realidad social. No es un regalo fortuito del que alimentar la vanidad y el bolsillo. Esto lo han entendido bien

quienes participan directamente en el pro-grama. Gabriel lo esboza así: “En el programa se ha planteado la pregunta: si en El Salvador se puede producir talento, ¿por qué estamos como estamos y el desarrollo es tan pobre? Es mentira que no hay talento. En el programa ya descubri-mos que sí hay (…) La academia no necesita solo gente talentosa, sino también un compromiso.” De eso se trata: de establecer vínculos entre las capacidades intelectuales personales y

todo lo que hay afuera, desde los compañeros y compañeras de estudio hasta las necesidades y problemas del país. En palabras de Canjura, se trata de “sen-tirse responsable no solo de lo cercano, sino del futuro, de las futuras generaciones, jóvenes que forman a jóvenes.” Al final, el asunto va más allá de un programa. “La vida está llena de pro-blemas. Hay necesidad de que la gente desa-rrolle capacidades para enfrentarlos.”

La cuestión es más bien sencilla: el cere-bro humano tiene dos hemisferios, el izquierdo es lógico y procesa absolutamente todo de forma lineal; mientras el derecho es holístico, más amplio, y procesa globalmente las cosas. Esto se sabe desde hace algún tiempo ya. No es una cuestión desconocida por profesionales de muchas disciplinas en estos tiempos. Hay una excepción: Jason Richwine. Eso no tendría que ser relevante si acaso este hombre fuese un estadounidense prome-dio, es decir, de esos que ocupan una camiseta recortada de las mangas, con una bandera con-federada estadounidense estampada; que pueden comer hasta dos libras de carne en la cena, no pueden leer de corrido ni tienen idea de dónde queda el país al que atacan; que des-precian el ahorro, mas adoran el despilfarro; de esos hombres que no pueden dejar de pronun-ciar “I love America”, cuando lo que en verdad aman es una parte de los Estados Unidos, una donde cada vez viven más solos. Ese no es el señor Richwine, sino un edu-cado hombre de Harvard que el año pasado pre-sentó una investigación en la cual concluye que los migrantes latinoamericanos tienen un coefi-ciente intelectual menor que los blancos estadounidenses, es decir, que tiene una tesis racista sobre la capacidad intelectual. Para ser exactos, tiene una construcción estadística y empírica en la cual los latinoamericanos somos menos inteligentes que los estadounidenses. Más o menos así de simple.

El problema de la realidad es que se ve y examina desde y hasta donde uno está parado, y no es posible examinarla ni tantito más allá; mucho menos si uno está basado en procesos estadísticos fríos, desfasados y casi mal inten-cionados, adicionando las constelaciones fanáticas e inescrupulosas que certifican y respaldan a este así llamado “investigador”: grupos de ultraderecha estadounidense, repu- blicanos temerosos de las nuevas tendencias de creación artística e intelectual que muestran los latinoamericanos dentro y fuera de ese país. Richwine dice que el problema de todos –todos- los latinoamericanos es que somos “mestizos”, es decir, que tenemos una parte genética que pertenece a los europeos, específi-camente a España, y otra que pertenece a los aborígenes de las tierras de donde somos. Eso, para él, es una tremenda desventaja, porque sus estudios han demostrado que quienes tienen una nomenclatura de raza “más pura”, como por ejemplo los blancos y los asiáticos, son de manera determinada “más inteligentes”. Esto no puede tener un grado de desperdicio. Es algo que no juega a broma y que ha sido publi-cado como una investigación seria hace poco tiempo.

Cuando Barack Obama era candidato presidencial en 2008, los medios de comuni-cación social norteamericanos lo describían como el primer candidato negro a la presiden-cia. Cuando Obama ganó, dejó de ser conside-rado como negro, pues todo el mundo recordó que su madre fue una mujer blanca. Lo llama-ron “el primer presidente mestizo”. Con esto es claro que el mestizaje “purifica” la opinión pública del estadounidense promedio. Si Barack Obama en 2012 fuese un hombre promedio detenido, digamos, por desórdenes públicos o un delito de menor rango, es muy probable que se procesaría judicialmente a un hombre negro. Este hombre blanco no ha podido reparar en todo este tiempo en que realizó la investig-ación con sus cuantiosos recursos las serias

diferencias e influencias tanto biológicas (la raza), ambientales y culturales que ha sufrido América Latina durante muchos siglos; sus influencias europeas, de procedencia siempre diferente: España (en los casos de México y parte de América Central), Portugal (Brasil), Francia (Sudamérica y las Antillas), Italia y Ale-mania (Argentina, Uruguay y Chile) e incluso África (Honduras, Cuba, Colombia y Venezuela). Tampoco ha tratado las diferencias etiológicas y culturales básicas de nuestros antepasados (aztecas, mayas, quichés, lencas, ixiles, pipiles). Ignorando todo esto, se vuelve fácil pero inco-rrecto concluir que toda –toda- América Latina habla español, que somos 100% mestizos y católicos por igual. Eso da pena. Incluso, si fuésemos lo suficientemente descabellados y omisos en materia de evaluación objetiva del intelecto e inteligencia, y aceptásemos la breve, inconclusa y alejada premisa de este investigador, no es posible afir-mar que los blancos son en nada más intelectu-ales ni más inteligentes (en ninguna de sus otras manifestaciones) que hombres negros, latinos o hindúes. Porque eso implicaría que el mundo, tal y como funciona hoy día, no funcio-naría tal y como funciona hoy día. Latinoa-mérica, quiero decir, algunas de sus regiones, están creciendo mucho más rápido en términos económicos, educativos y culturales que el resto del mundo. Una última cuestión que no conoce este que se divirtió de más en alguna de las casas de fraternidad de Harvard es que la inteligencia tiene muchísimas manifestaciones distintas del coeficiente intelectual, es decir, que la inteli-gencia es múltiple y no puede estar reducida a un indicador. Esto es tan cierto como que no puede estar reducida a la superioridad e infe-rioridad de razas. De hecho, la última vez que alguien se peleó por eso, se perdieron unos 55 millones de personas, y ni un millón de esos fueron latinoamericanos. Cierto es que la inteligencia es multi-factorial y que implica la lingüística verbal, la lógica matemática, la espacial, la musical, la corporal cinestésica, la intra e interpersonal y la naturalista; una combinación de factores antropológicos, idiomáticos, culturales, incluso familiares, que depende, además, de los estilos de aprendizaje. No hay un fundamento puro de la inteligencia, pues, si ello fuere posible, el ser

humano como ente intelectual, cultural, artístico y sentimental no existiría, no le sería posible funcionar. Apenas sería un ser in locus, bastante desadaptado a la realidad social, un tanto estúpido. Quizá no sería más que una cabeza flotante, un desperdicio.

Los latinoamericanos estamos rebosando de artistas, de cultura, hemos tenido siempre una riqueza lingüística y antropológica en cada esquina. Un hecho completamente cierto es que nuestras históricas administraciones políticas y los etcéteras posibles a ello son malos, corrup-tos, y casi nunca nos han ayudado a salir de la pobreza como hispanos, es cierto; que por ello hemos tenido que asumir el hummus estadou-nidense desde hace medio siglo atrás hasta ahora, para ayudar a nuestras familias en lo económico y no mucho más. Nos sobra el talento para hacer lo que como hispanos o latinoamericanos nos venga en gana, nada más hace falta ponernos trabajar sobre ello. El coeficiente intelectual es nada, porque tenemos muchísimos otros atributos con los cuales podemos superar las barreras que nosotros mismos nos hemos impuesto. Es posible mencionar 5 mil, por lo que invito a que elijan unos 10 para empezar. Hay que conectar los hemisferios de nuestro cerebro, no anular uno y predicar –inventar- que el otro es lo único relevante para la vida social del ser humano. Richwine es un pobre republicano reduccionista que debe encontrar una respuesta apropiada para su público, que sea posible explicar d-e-s-p-a-c-i-o y con síndrome. En buena hora anormal, de la tesis hemos aprendido que no todo lo que nos arrojan filtrado de Harvard es leal ni suficientemente bueno para una raza que ha despilfarrado por años el talento.

Latinoamérica, quierodecir, algunas de susregiones, están creciendomucho más rápido entérminos económicos,educativos y culturales queel resto del mundo.

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La letra suelta

Page 10: ¿Qué pasa con el talento en El Salvador?

Programa de Jóvenes Talento

UNA PEQUEÑA APUESTA DEGRAN RENDIMIENTOSofía Ábrego,

estudiante de MercadeoIván Morataya,

estudiante de Ciencia Política

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Reportaje

¿Dónde está el talento en El Salvador? Tal vez podamos tener intuiciones sobre ello. Recordemos a las personas de nuestros entor-nos. Seguramente todos conocemos a un talento entre los compañeros de la universidad, más de alguna lumbrera en la escuela, tal vez un vecino que se destacó en sus calificaciones, en algún deporte, en la música u otras artes. A pesar de lo que nos diga la televisión, los este-reotipos no caben: los hay retraídos o extrover-tidos, con intereses diversos y distintos tipos de personalidad. Hay un solo factor común: la disciplina y el esmero.

En el ámbito de los talentos, dos cosas son importantes: descubrirlos y desarrollarlos. En el ámbito gubernamental, un programa se encarga de estas dos fases cuando se trata de matemática y ciencias: El programa Jóvenes Talento, en la Universidad de El Salvador (UES). Con 14 años de funcionar como política pública, el programa tiene 17 de existencia. Su función es identificar a estudiantes con habili-dades sobresalientes en matemática y ciencias naturales, y formarlos de acuerdo a su poten-cial, con el objetivo de crear cuadros científicos para El Salvador. Trabaja con alumnos de edu-

cación básica y media, tanto del sistema público de educación como del privado.

Manuel y Gabriel ¿Cómo funciona un programa de talen-tos? ¿Cómo se ve? Uno podría imaginarse un aula pulcra, llena de escritorios distribuidos con simetría; jóvenes un tanto despeinados con anteojos grandes, vestidos formalmente, que conversan en un lenguaje indescifrable. En la realidad, hay poco de esto. Uno se encuentra con aulas como cual-quier otra: unas con niños, otras con ado-lescentes y otras más con jóvenes; pupitres de madera de diferentes hechuras, gente de aspecto sobrio y cotidiano. Manuel Mundo Dueñas, joven de 19 años, llega a una de esas aulas cada sábado. Entró al programa en 2006. Desde enton-ces, ha participado en siete olimpíadas en el exterior. Recientemente recibió la carta de aceptación del Instituto Tecnológico de Massa-chusetts (MIT, por sus siglas en inglés). Él diseña y califica las pruebas de selección para

entrar a Jóvenes Talento. Así funcionan las cosas aquí. La persona talentosa no es objeto de alabanza y distinciones, sino que trabaja al servicio de la misma causa que le sirve. “Quiero estudiar en el extranjero porque vi que mis instructores lo habían logrado y, para eso, sabía que tenía que ser responsable y muy dedicado a estudiar matemáticas y cien-cia”, cuenta Manuel. Este joven visionario espera que el gobierno fortalezca el programa que le permitió mostrar su potencial (el presu-puesto no ha sido renovado desde que inició, es decir, hace 14 años.) y que, como a él, forma a personas altamente calificadas de las que el país podría disponer, además de mejorar la cali-dad educativa nacional. Unos años adelante se encuentra Gabriel Chicas Reyes, quien se incorporó a Jóvenes Talento en 2002. Como tutor, entrena a los próximos atletas matemáticos. Recientemente regresó de Japón. El año pasado se graduó de la Universidad de Tokio como licenciado en Matemáticas, gracias a la beca Mongu-kagakusho, una de las máximas distinciones que una persona puede recibir de parte de ese país. Dice que su estancia en El Salvador es temporal, pues su expectativa es ser un investi-gador y académico. Le interesa producir cono-cimiento, pero sabe que en este país el pan-orama científico no es lo suficientemente amplio para sus perspectivas, por no existir visión para la ciencia y porque hay muy pocos liderazgos en el sector académico.

Gabriel es una voz crítica en el tema del talento. “Estamos pasando de una etapa en que creíamos que los problemas no se resuelven por falta de talento y conocimiento a una etapa donde el conocimiento está, pero no se sabe utilizar”, piensa; y reflexiona que el talento no es suficiente si no hay responsabilidad con la realidad. Su deseo de irse nuevamente no responde al individualismo. “No tengo excusa para aislarme de la realidad de mi país. No

puedo dejar de preocuparme por el bienestar de mis estudiantes, el sistema educativo, la socie-dad en que vivo”, aclara Gabriel, partidario de que el talento debe servir para transformar a El Salvador.

Logros y compromiso Hablar del origen del Programa Jóvenes Talento es hablar del Ing. Carlos Mauricio Can-jura, hombre mayor, de voz aplomada y a poco volumen, cortés y grave. Este catedrático de matemática de la UES fue uno de sus iniciadores antes de que fuera parte de los proyectos del gobierno. Ahora es su director. A él acudió el Ministerio de Educación (MINED) en 1997 y le encomendó la tarea de preparar un grupo de estudiantes para las olimpíadas de matemática que se acercaban, tras los pobres resultados de los años anteriores. La cosecha vino rápido. En 1998, El Salva-dor ganó una medalla de bronce y se ubicó en la posición 11, de 22 países participantes, en las Olimpíadas Internacionales. Un año después repetiría los resultados. En 2000, Jóvenes Talento fue adoptado como programa de go-bierno y comenzó a recibir apoyo financiero. Comenzaron a contar con 16 secciones: ocho para ciencias y ocho para matemáticas. Los jóvenes se concentraban en la Villa Centroame-ricana antes de cada competencia.

Las cifras han crecido. En 2011, 17 jóvenes obtuvieron medallas de oro, plata y bronce en las Olimpíadas Internacionales de Matemática y Química. En 2012, alumnos del programa se hicieron con los lugares 1, 2, 3 y 9 de la Prueba de Aprendizaje y Aptitudes para Egresados de Educación Media (PAES). Ese mismo año se obtuvo la primera medalla de bronce en biología, en Portugal.

Para el Ing. Canjura, los triunfos muestran que el país no parte de cero. “Por talentos no debemos quejarnos. La queja histórica debería ser la poca atención que en El Salvador se ha concedido en el desarrollo de los jóvenes.” Pero el problema va más allá de los méritos en una competencia. “No tenemos visión de descubrir talentos para abordar y resolver nuestros propios problemas”, sostiene. El talento no debería pensarse como algo individual, desvinculado de la realidad social. No es un regalo fortuito del que alimentar la vanidad y el bolsillo. Esto lo han entendido bien

quienes participan directamente en el pro-grama. Gabriel lo esboza así: “En el programa se ha planteado la pregunta: si en El Salvador se puede producir talento, ¿por qué estamos como estamos y el desarrollo es tan pobre? Es mentira que no hay talento. En el programa ya descubri-mos que sí hay (…) La academia no necesita solo gente talentosa, sino también un compromiso.” De eso se trata: de establecer vínculos entre las capacidades intelectuales personales y

todo lo que hay afuera, desde los compañeros y compañeras de estudio hasta las necesidades y problemas del país. En palabras de Canjura, se trata de “sen-tirse responsable no solo de lo cercano, sino del futuro, de las futuras generaciones, jóvenes que forman a jóvenes.” Al final, el asunto va más allá de un programa. “La vida está llena de pro-blemas. Hay necesidad de que la gente desa-rrolle capacidades para enfrentarlos.”

Page 11: ¿Qué pasa con el talento en El Salvador?

El objetivo del programa escrear cuadros científicos enmatemática y cienciasnaturales para El Salvador.

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Reportaje

Gabriel Chicas, miembro del Programa de Jóvenes Talento

¿Dónde está el talento en El Salvador? Tal vez podamos tener intuiciones sobre ello. Recordemos a las personas de nuestros entor-nos. Seguramente todos conocemos a un talento entre los compañeros de la universidad, más de alguna lumbrera en la escuela, tal vez un vecino que se destacó en sus calificaciones, en algún deporte, en la música u otras artes. A pesar de lo que nos diga la televisión, los este-reotipos no caben: los hay retraídos o extrover-tidos, con intereses diversos y distintos tipos de personalidad. Hay un solo factor común: la disciplina y el esmero.

En el ámbito de los talentos, dos cosas son importantes: descubrirlos y desarrollarlos. En el ámbito gubernamental, un programa se encarga de estas dos fases cuando se trata de matemática y ciencias: El programa Jóvenes Talento, en la Universidad de El Salvador (UES). Con 14 años de funcionar como política pública, el programa tiene 17 de existencia. Su función es identificar a estudiantes con habili-dades sobresalientes en matemática y ciencias naturales, y formarlos de acuerdo a su poten-cial, con el objetivo de crear cuadros científicos para El Salvador. Trabaja con alumnos de edu-

cación básica y media, tanto del sistema público de educación como del privado.

Manuel y Gabriel ¿Cómo funciona un programa de talen-tos? ¿Cómo se ve? Uno podría imaginarse un aula pulcra, llena de escritorios distribuidos con simetría; jóvenes un tanto despeinados con anteojos grandes, vestidos formalmente, que conversan en un lenguaje indescifrable. En la realidad, hay poco de esto. Uno se encuentra con aulas como cual-quier otra: unas con niños, otras con ado-lescentes y otras más con jóvenes; pupitres de madera de diferentes hechuras, gente de aspecto sobrio y cotidiano. Manuel Mundo Dueñas, joven de 19 años, llega a una de esas aulas cada sábado. Entró al programa en 2006. Desde enton-ces, ha participado en siete olimpíadas en el exterior. Recientemente recibió la carta de aceptación del Instituto Tecnológico de Massa-chusetts (MIT, por sus siglas en inglés). Él diseña y califica las pruebas de selección para

entrar a Jóvenes Talento. Así funcionan las cosas aquí. La persona talentosa no es objeto de alabanza y distinciones, sino que trabaja al servicio de la misma causa que le sirve. “Quiero estudiar en el extranjero porque vi que mis instructores lo habían logrado y, para eso, sabía que tenía que ser responsable y muy dedicado a estudiar matemáticas y cien-cia”, cuenta Manuel. Este joven visionario espera que el gobierno fortalezca el programa que le permitió mostrar su potencial (el presu-puesto no ha sido renovado desde que inició, es decir, hace 14 años.) y que, como a él, forma a personas altamente calificadas de las que el país podría disponer, además de mejorar la cali-dad educativa nacional. Unos años adelante se encuentra Gabriel Chicas Reyes, quien se incorporó a Jóvenes Talento en 2002. Como tutor, entrena a los próximos atletas matemáticos. Recientemente regresó de Japón. El año pasado se graduó de la Universidad de Tokio como licenciado en Matemáticas, gracias a la beca Mongu-kagakusho, una de las máximas distinciones que una persona puede recibir de parte de ese país. Dice que su estancia en El Salvador es temporal, pues su expectativa es ser un investi-gador y académico. Le interesa producir cono-cimiento, pero sabe que en este país el pan-orama científico no es lo suficientemente amplio para sus perspectivas, por no existir visión para la ciencia y porque hay muy pocos liderazgos en el sector académico.

Gabriel es una voz crítica en el tema del talento. “Estamos pasando de una etapa en que creíamos que los problemas no se resuelven por falta de talento y conocimiento a una etapa donde el conocimiento está, pero no se sabe utilizar”, piensa; y reflexiona que el talento no es suficiente si no hay responsabilidad con la realidad. Su deseo de irse nuevamente no responde al individualismo. “No tengo excusa para aislarme de la realidad de mi país. No

puedo dejar de preocuparme por el bienestar de mis estudiantes, el sistema educativo, la socie-dad en que vivo”, aclara Gabriel, partidario de que el talento debe servir para transformar a El Salvador.

Logros y compromiso Hablar del origen del Programa Jóvenes Talento es hablar del Ing. Carlos Mauricio Can-jura, hombre mayor, de voz aplomada y a poco volumen, cortés y grave. Este catedrático de matemática de la UES fue uno de sus iniciadores antes de que fuera parte de los proyectos del gobierno. Ahora es su director. A él acudió el Ministerio de Educación (MINED) en 1997 y le encomendó la tarea de preparar un grupo de estudiantes para las olimpíadas de matemática que se acercaban, tras los pobres resultados de los años anteriores. La cosecha vino rápido. En 1998, El Salva-dor ganó una medalla de bronce y se ubicó en la posición 11, de 22 países participantes, en las Olimpíadas Internacionales. Un año después repetiría los resultados. En 2000, Jóvenes Talento fue adoptado como programa de go-bierno y comenzó a recibir apoyo financiero. Comenzaron a contar con 16 secciones: ocho para ciencias y ocho para matemáticas. Los jóvenes se concentraban en la Villa Centroame-ricana antes de cada competencia.

Las cifras han crecido. En 2011, 17 jóvenes obtuvieron medallas de oro, plata y bronce en las Olimpíadas Internacionales de Matemática y Química. En 2012, alumnos del programa se hicieron con los lugares 1, 2, 3 y 9 de la Prueba de Aprendizaje y Aptitudes para Egresados de Educación Media (PAES). Ese mismo año se obtuvo la primera medalla de bronce en biología, en Portugal.

Para el Ing. Canjura, los triunfos muestran que el país no parte de cero. “Por talentos no debemos quejarnos. La queja histórica debería ser la poca atención que en El Salvador se ha concedido en el desarrollo de los jóvenes.” Pero el problema va más allá de los méritos en una competencia. “No tenemos visión de descubrir talentos para abordar y resolver nuestros propios problemas”, sostiene. El talento no debería pensarse como algo individual, desvinculado de la realidad social. No es un regalo fortuito del que alimentar la vanidad y el bolsillo. Esto lo han entendido bien

quienes participan directamente en el pro-grama. Gabriel lo esboza así: “En el programa se ha planteado la pregunta: si en El Salvador se puede producir talento, ¿por qué estamos como estamos y el desarrollo es tan pobre? Es mentira que no hay talento. En el programa ya descubri-mos que sí hay (…) La academia no necesita solo gente talentosa, sino también un compromiso.” De eso se trata: de establecer vínculos entre las capacidades intelectuales personales y

todo lo que hay afuera, desde los compañeros y compañeras de estudio hasta las necesidades y problemas del país. En palabras de Canjura, se trata de “sen-tirse responsable no solo de lo cercano, sino del futuro, de las futuras generaciones, jóvenes que forman a jóvenes.” Al final, el asunto va más allá de un programa. “La vida está llena de pro-blemas. Hay necesidad de que la gente desa-rrolle capacidades para enfrentarlos.”

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En 2000 fue adoptado comoprograma de gobierno ycomenzó a recibir apoyofinanciero.

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Reportaje

Ing. Carlos Canjura, director del Programa de Jóvenes Talento.

¿Dónde está el talento en El Salvador? Tal vez podamos tener intuiciones sobre ello. Recordemos a las personas de nuestros entor-nos. Seguramente todos conocemos a un talento entre los compañeros de la universidad, más de alguna lumbrera en la escuela, tal vez un vecino que se destacó en sus calificaciones, en algún deporte, en la música u otras artes. A pesar de lo que nos diga la televisión, los este-reotipos no caben: los hay retraídos o extrover-tidos, con intereses diversos y distintos tipos de personalidad. Hay un solo factor común: la disciplina y el esmero.

En el ámbito de los talentos, dos cosas son importantes: descubrirlos y desarrollarlos. En el ámbito gubernamental, un programa se encarga de estas dos fases cuando se trata de matemática y ciencias: El programa Jóvenes Talento, en la Universidad de El Salvador (UES). Con 14 años de funcionar como política pública, el programa tiene 17 de existencia. Su función es identificar a estudiantes con habili-dades sobresalientes en matemática y ciencias naturales, y formarlos de acuerdo a su poten-cial, con el objetivo de crear cuadros científicos para El Salvador. Trabaja con alumnos de edu-

cación básica y media, tanto del sistema público de educación como del privado.

Manuel y Gabriel ¿Cómo funciona un programa de talen-tos? ¿Cómo se ve? Uno podría imaginarse un aula pulcra, llena de escritorios distribuidos con simetría; jóvenes un tanto despeinados con anteojos grandes, vestidos formalmente, que conversan en un lenguaje indescifrable. En la realidad, hay poco de esto. Uno se encuentra con aulas como cual-quier otra: unas con niños, otras con ado-lescentes y otras más con jóvenes; pupitres de madera de diferentes hechuras, gente de aspecto sobrio y cotidiano. Manuel Mundo Dueñas, joven de 19 años, llega a una de esas aulas cada sábado. Entró al programa en 2006. Desde enton-ces, ha participado en siete olimpíadas en el exterior. Recientemente recibió la carta de aceptación del Instituto Tecnológico de Massa-chusetts (MIT, por sus siglas en inglés). Él diseña y califica las pruebas de selección para

entrar a Jóvenes Talento. Así funcionan las cosas aquí. La persona talentosa no es objeto de alabanza y distinciones, sino que trabaja al servicio de la misma causa que le sirve. “Quiero estudiar en el extranjero porque vi que mis instructores lo habían logrado y, para eso, sabía que tenía que ser responsable y muy dedicado a estudiar matemáticas y cien-cia”, cuenta Manuel. Este joven visionario espera que el gobierno fortalezca el programa que le permitió mostrar su potencial (el presu-puesto no ha sido renovado desde que inició, es decir, hace 14 años.) y que, como a él, forma a personas altamente calificadas de las que el país podría disponer, además de mejorar la cali-dad educativa nacional. Unos años adelante se encuentra Gabriel Chicas Reyes, quien se incorporó a Jóvenes Talento en 2002. Como tutor, entrena a los próximos atletas matemáticos. Recientemente regresó de Japón. El año pasado se graduó de la Universidad de Tokio como licenciado en Matemáticas, gracias a la beca Mongu-kagakusho, una de las máximas distinciones que una persona puede recibir de parte de ese país. Dice que su estancia en El Salvador es temporal, pues su expectativa es ser un investi-gador y académico. Le interesa producir cono-cimiento, pero sabe que en este país el pan-orama científico no es lo suficientemente amplio para sus perspectivas, por no existir visión para la ciencia y porque hay muy pocos liderazgos en el sector académico.

Gabriel es una voz crítica en el tema del talento. “Estamos pasando de una etapa en que creíamos que los problemas no se resuelven por falta de talento y conocimiento a una etapa donde el conocimiento está, pero no se sabe utilizar”, piensa; y reflexiona que el talento no es suficiente si no hay responsabilidad con la realidad. Su deseo de irse nuevamente no responde al individualismo. “No tengo excusa para aislarme de la realidad de mi país. No

puedo dejar de preocuparme por el bienestar de mis estudiantes, el sistema educativo, la socie-dad en que vivo”, aclara Gabriel, partidario de que el talento debe servir para transformar a El Salvador.

Logros y compromiso Hablar del origen del Programa Jóvenes Talento es hablar del Ing. Carlos Mauricio Can-jura, hombre mayor, de voz aplomada y a poco volumen, cortés y grave. Este catedrático de matemática de la UES fue uno de sus iniciadores antes de que fuera parte de los proyectos del gobierno. Ahora es su director. A él acudió el Ministerio de Educación (MINED) en 1997 y le encomendó la tarea de preparar un grupo de estudiantes para las olimpíadas de matemática que se acercaban, tras los pobres resultados de los años anteriores. La cosecha vino rápido. En 1998, El Salva-dor ganó una medalla de bronce y se ubicó en la posición 11, de 22 países participantes, en las Olimpíadas Internacionales. Un año después repetiría los resultados. En 2000, Jóvenes Talento fue adoptado como programa de go-bierno y comenzó a recibir apoyo financiero. Comenzaron a contar con 16 secciones: ocho para ciencias y ocho para matemáticas. Los jóvenes se concentraban en la Villa Centroame-ricana antes de cada competencia.

Las cifras han crecido. En 2011, 17 jóvenes obtuvieron medallas de oro, plata y bronce en las Olimpíadas Internacionales de Matemática y Química. En 2012, alumnos del programa se hicieron con los lugares 1, 2, 3 y 9 de la Prueba de Aprendizaje y Aptitudes para Egresados de Educación Media (PAES). Ese mismo año se obtuvo la primera medalla de bronce en biología, en Portugal.

Para el Ing. Canjura, los triunfos muestran que el país no parte de cero. “Por talentos no debemos quejarnos. La queja histórica debería ser la poca atención que en El Salvador se ha concedido en el desarrollo de los jóvenes.” Pero el problema va más allá de los méritos en una competencia. “No tenemos visión de descubrir talentos para abordar y resolver nuestros propios problemas”, sostiene. El talento no debería pensarse como algo individual, desvinculado de la realidad social. No es un regalo fortuito del que alimentar la vanidad y el bolsillo. Esto lo han entendido bien

quienes participan directamente en el pro-grama. Gabriel lo esboza así: “En el programa se ha planteado la pregunta: si en El Salvador se puede producir talento, ¿por qué estamos como estamos y el desarrollo es tan pobre? Es mentira que no hay talento. En el programa ya descubri-mos que sí hay (…) La academia no necesita solo gente talentosa, sino también un compromiso.” De eso se trata: de establecer vínculos entre las capacidades intelectuales personales y

todo lo que hay afuera, desde los compañeros y compañeras de estudio hasta las necesidades y problemas del país. En palabras de Canjura, se trata de “sen-tirse responsable no solo de lo cercano, sino del futuro, de las futuras generaciones, jóvenes que forman a jóvenes.” Al final, el asunto va más allá de un programa. “La vida está llena de pro-blemas. Hay necesidad de que la gente desa-rrolle capacidades para enfrentarlos.”

Page 13: ¿Qué pasa con el talento en El Salvador?

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Reportaje

Medallas y reconocimientos del PJT en Olimpíadas 1998-2012Olimpíada Iberoamericana de matemática-Nivel II, menores de 18 años

Olimpíada Iberoamericana de mayo-Nivel I, menores de 13 años

Olimpíada Iberoamericana de mayo-Nivel II, menores de 15 años

Olimpíada Matemática del Pacífico Asiático

Olimpíada Internacional de Matemática, menores de 20 añosOlimpíada Centroamericana de Química, menores de 16 años

Olimpíada Centroamericana de Física, menores de 16 añosOlimpíada Iberoamericana de Química

Olimpíada Iberoamericana de Física

Olimpíada Iberoamericana de Biología

Olimpíada Matemática de Centroamérica y El Caribe

Olimpíada Internacional de Física

Total general

Bronce Plata Oro M. honor. Total15

15

15

13

13

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1

1

1

1

1

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11

1 1

6

2 2

2

2

2

3

3

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3

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5

4

7

7

5

8

8

8

21

14

9

39

39

33

40

14

14

85 34 5 97 221

¿Dónde está el talento en El Salvador? Tal vez podamos tener intuiciones sobre ello. Recordemos a las personas de nuestros entor-nos. Seguramente todos conocemos a un talento entre los compañeros de la universidad, más de alguna lumbrera en la escuela, tal vez un vecino que se destacó en sus calificaciones, en algún deporte, en la música u otras artes. A pesar de lo que nos diga la televisión, los este-reotipos no caben: los hay retraídos o extrover-tidos, con intereses diversos y distintos tipos de personalidad. Hay un solo factor común: la disciplina y el esmero.

En el ámbito de los talentos, dos cosas son importantes: descubrirlos y desarrollarlos. En el ámbito gubernamental, un programa se encarga de estas dos fases cuando se trata de matemática y ciencias: El programa Jóvenes Talento, en la Universidad de El Salvador (UES). Con 14 años de funcionar como política pública, el programa tiene 17 de existencia. Su función es identificar a estudiantes con habili-dades sobresalientes en matemática y ciencias naturales, y formarlos de acuerdo a su poten-cial, con el objetivo de crear cuadros científicos para El Salvador. Trabaja con alumnos de edu-

cación básica y media, tanto del sistema público de educación como del privado.

Manuel y Gabriel ¿Cómo funciona un programa de talen-tos? ¿Cómo se ve? Uno podría imaginarse un aula pulcra, llena de escritorios distribuidos con simetría; jóvenes un tanto despeinados con anteojos grandes, vestidos formalmente, que conversan en un lenguaje indescifrable. En la realidad, hay poco de esto. Uno se encuentra con aulas como cual-quier otra: unas con niños, otras con ado-lescentes y otras más con jóvenes; pupitres de madera de diferentes hechuras, gente de aspecto sobrio y cotidiano. Manuel Mundo Dueñas, joven de 19 años, llega a una de esas aulas cada sábado. Entró al programa en 2006. Desde enton-ces, ha participado en siete olimpíadas en el exterior. Recientemente recibió la carta de aceptación del Instituto Tecnológico de Massa-chusetts (MIT, por sus siglas en inglés). Él diseña y califica las pruebas de selección para

entrar a Jóvenes Talento. Así funcionan las cosas aquí. La persona talentosa no es objeto de alabanza y distinciones, sino que trabaja al servicio de la misma causa que le sirve. “Quiero estudiar en el extranjero porque vi que mis instructores lo habían logrado y, para eso, sabía que tenía que ser responsable y muy dedicado a estudiar matemáticas y cien-cia”, cuenta Manuel. Este joven visionario espera que el gobierno fortalezca el programa que le permitió mostrar su potencial (el presu-puesto no ha sido renovado desde que inició, es decir, hace 14 años.) y que, como a él, forma a personas altamente calificadas de las que el país podría disponer, además de mejorar la cali-dad educativa nacional. Unos años adelante se encuentra Gabriel Chicas Reyes, quien se incorporó a Jóvenes Talento en 2002. Como tutor, entrena a los próximos atletas matemáticos. Recientemente regresó de Japón. El año pasado se graduó de la Universidad de Tokio como licenciado en Matemáticas, gracias a la beca Mongu-kagakusho, una de las máximas distinciones que una persona puede recibir de parte de ese país. Dice que su estancia en El Salvador es temporal, pues su expectativa es ser un investi-gador y académico. Le interesa producir cono-cimiento, pero sabe que en este país el pan-orama científico no es lo suficientemente amplio para sus perspectivas, por no existir visión para la ciencia y porque hay muy pocos liderazgos en el sector académico.

Gabriel es una voz crítica en el tema del talento. “Estamos pasando de una etapa en que creíamos que los problemas no se resuelven por falta de talento y conocimiento a una etapa donde el conocimiento está, pero no se sabe utilizar”, piensa; y reflexiona que el talento no es suficiente si no hay responsabilidad con la realidad. Su deseo de irse nuevamente no responde al individualismo. “No tengo excusa para aislarme de la realidad de mi país. No

puedo dejar de preocuparme por el bienestar de mis estudiantes, el sistema educativo, la socie-dad en que vivo”, aclara Gabriel, partidario de que el talento debe servir para transformar a El Salvador.

Logros y compromiso Hablar del origen del Programa Jóvenes Talento es hablar del Ing. Carlos Mauricio Can-jura, hombre mayor, de voz aplomada y a poco volumen, cortés y grave. Este catedrático de matemática de la UES fue uno de sus iniciadores antes de que fuera parte de los proyectos del gobierno. Ahora es su director. A él acudió el Ministerio de Educación (MINED) en 1997 y le encomendó la tarea de preparar un grupo de estudiantes para las olimpíadas de matemática que se acercaban, tras los pobres resultados de los años anteriores. La cosecha vino rápido. En 1998, El Salva-dor ganó una medalla de bronce y se ubicó en la posición 11, de 22 países participantes, en las Olimpíadas Internacionales. Un año después repetiría los resultados. En 2000, Jóvenes Talento fue adoptado como programa de go-bierno y comenzó a recibir apoyo financiero. Comenzaron a contar con 16 secciones: ocho para ciencias y ocho para matemáticas. Los jóvenes se concentraban en la Villa Centroame-ricana antes de cada competencia.

Las cifras han crecido. En 2011, 17 jóvenes obtuvieron medallas de oro, plata y bronce en las Olimpíadas Internacionales de Matemática y Química. En 2012, alumnos del programa se hicieron con los lugares 1, 2, 3 y 9 de la Prueba de Aprendizaje y Aptitudes para Egresados de Educación Media (PAES). Ese mismo año se obtuvo la primera medalla de bronce en biología, en Portugal.

Para el Ing. Canjura, los triunfos muestran que el país no parte de cero. “Por talentos no debemos quejarnos. La queja histórica debería ser la poca atención que en El Salvador se ha concedido en el desarrollo de los jóvenes.” Pero el problema va más allá de los méritos en una competencia. “No tenemos visión de descubrir talentos para abordar y resolver nuestros propios problemas”, sostiene. El talento no debería pensarse como algo individual, desvinculado de la realidad social. No es un regalo fortuito del que alimentar la vanidad y el bolsillo. Esto lo han entendido bien

quienes participan directamente en el pro-grama. Gabriel lo esboza así: “En el programa se ha planteado la pregunta: si en El Salvador se puede producir talento, ¿por qué estamos como estamos y el desarrollo es tan pobre? Es mentira que no hay talento. En el programa ya descubri-mos que sí hay (…) La academia no necesita solo gente talentosa, sino también un compromiso.” De eso se trata: de establecer vínculos entre las capacidades intelectuales personales y

todo lo que hay afuera, desde los compañeros y compañeras de estudio hasta las necesidades y problemas del país. En palabras de Canjura, se trata de “sen-tirse responsable no solo de lo cercano, sino del futuro, de las futuras generaciones, jóvenes que forman a jóvenes.” Al final, el asunto va más allá de un programa. “La vida está llena de pro-blemas. Hay necesidad de que la gente desa-rrolle capacidades para enfrentarlos.”

Page 14: ¿Qué pasa con el talento en El Salvador?

¿Dónde está el talento en El Salvador? Tal vez podamos tener intuiciones sobre ello. Recordemos a las personas de nuestros entor-nos. Seguramente todos conocemos a un talento entre los compañeros de la universidad, más de alguna lumbrera en la escuela, tal vez un vecino que se destacó en sus calificaciones, en algún deporte, en la música u otras artes. A pesar de lo que nos diga la televisión, los este-reotipos no caben: los hay retraídos o extrover-tidos, con intereses diversos y distintos tipos de personalidad. Hay un solo factor común: la disciplina y el esmero.

En el ámbito de los talentos, dos cosas son importantes: descubrirlos y desarrollarlos. En el ámbito gubernamental, un programa se encarga de estas dos fases cuando se trata de matemática y ciencias: El programa Jóvenes Talento, en la Universidad de El Salvador (UES). Con 14 años de funcionar como política pública, el programa tiene 17 de existencia. Su función es identificar a estudiantes con habili-dades sobresalientes en matemática y ciencias naturales, y formarlos de acuerdo a su poten-cial, con el objetivo de crear cuadros científicos para El Salvador. Trabaja con alumnos de edu-

cación básica y media, tanto del sistema público de educación como del privado.

Manuel y Gabriel ¿Cómo funciona un programa de talen-tos? ¿Cómo se ve? Uno podría imaginarse un aula pulcra, llena de escritorios distribuidos con simetría; jóvenes un tanto despeinados con anteojos grandes, vestidos formalmente, que conversan en un lenguaje indescifrable. En la realidad, hay poco de esto. Uno se encuentra con aulas como cual-quier otra: unas con niños, otras con ado-lescentes y otras más con jóvenes; pupitres de madera de diferentes hechuras, gente de aspecto sobrio y cotidiano. Manuel Mundo Dueñas, joven de 19 años, llega a una de esas aulas cada sábado. Entró al programa en 2006. Desde enton-ces, ha participado en siete olimpíadas en el exterior. Recientemente recibió la carta de aceptación del Instituto Tecnológico de Massa-chusetts (MIT, por sus siglas en inglés). Él diseña y califica las pruebas de selección para

entrar a Jóvenes Talento. Así funcionan las cosas aquí. La persona talentosa no es objeto de alabanza y distinciones, sino que trabaja al servicio de la misma causa que le sirve. “Quiero estudiar en el extranjero porque vi que mis instructores lo habían logrado y, para eso, sabía que tenía que ser responsable y muy dedicado a estudiar matemáticas y cien-cia”, cuenta Manuel. Este joven visionario espera que el gobierno fortalezca el programa que le permitió mostrar su potencial (el presu-puesto no ha sido renovado desde que inició, es decir, hace 14 años.) y que, como a él, forma a personas altamente calificadas de las que el país podría disponer, además de mejorar la cali-dad educativa nacional. Unos años adelante se encuentra Gabriel Chicas Reyes, quien se incorporó a Jóvenes Talento en 2002. Como tutor, entrena a los próximos atletas matemáticos. Recientemente regresó de Japón. El año pasado se graduó de la Universidad de Tokio como licenciado en Matemáticas, gracias a la beca Mongu-kagakusho, una de las máximas distinciones que una persona puede recibir de parte de ese país. Dice que su estancia en El Salvador es temporal, pues su expectativa es ser un investi-gador y académico. Le interesa producir cono-cimiento, pero sabe que en este país el pan-orama científico no es lo suficientemente amplio para sus perspectivas, por no existir visión para la ciencia y porque hay muy pocos liderazgos en el sector académico.

Gabriel es una voz crítica en el tema del talento. “Estamos pasando de una etapa en que creíamos que los problemas no se resuelven por falta de talento y conocimiento a una etapa donde el conocimiento está, pero no se sabe utilizar”, piensa; y reflexiona que el talento no es suficiente si no hay responsabilidad con la realidad. Su deseo de irse nuevamente no responde al individualismo. “No tengo excusa para aislarme de la realidad de mi país. No

puedo dejar de preocuparme por el bienestar de mis estudiantes, el sistema educativo, la socie-dad en que vivo”, aclara Gabriel, partidario de que el talento debe servir para transformar a El Salvador.

Logros y compromiso Hablar del origen del Programa Jóvenes Talento es hablar del Ing. Carlos Mauricio Can-jura, hombre mayor, de voz aplomada y a poco volumen, cortés y grave. Este catedrático de matemática de la UES fue uno de sus iniciadores antes de que fuera parte de los proyectos del gobierno. Ahora es su director. A él acudió el Ministerio de Educación (MINED) en 1997 y le encomendó la tarea de preparar un grupo de estudiantes para las olimpíadas de matemática que se acercaban, tras los pobres resultados de los años anteriores. La cosecha vino rápido. En 1998, El Salva-dor ganó una medalla de bronce y se ubicó en la posición 11, de 22 países participantes, en las Olimpíadas Internacionales. Un año después repetiría los resultados. En 2000, Jóvenes Talento fue adoptado como programa de go-bierno y comenzó a recibir apoyo financiero. Comenzaron a contar con 16 secciones: ocho para ciencias y ocho para matemáticas. Los jóvenes se concentraban en la Villa Centroame-ricana antes de cada competencia.

Las cifras han crecido. En 2011, 17 jóvenes obtuvieron medallas de oro, plata y bronce en las Olimpíadas Internacionales de Matemática y Química. En 2012, alumnos del programa se hicieron con los lugares 1, 2, 3 y 9 de la Prueba de Aprendizaje y Aptitudes para Egresados de Educación Media (PAES). Ese mismo año se obtuvo la primera medalla de bronce en biología, en Portugal.

Para el Ing. Canjura, los triunfos muestran que el país no parte de cero. “Por talentos no debemos quejarnos. La queja histórica debería ser la poca atención que en El Salvador se ha concedido en el desarrollo de los jóvenes.” Pero el problema va más allá de los méritos en una competencia. “No tenemos visión de descubrir talentos para abordar y resolver nuestros propios problemas”, sostiene. El talento no debería pensarse como algo individual, desvinculado de la realidad social. No es un regalo fortuito del que alimentar la vanidad y el bolsillo. Esto lo han entendido bien

quienes participan directamente en el pro-grama. Gabriel lo esboza así: “En el programa se ha planteado la pregunta: si en El Salvador se puede producir talento, ¿por qué estamos como estamos y el desarrollo es tan pobre? Es mentira que no hay talento. En el programa ya descubri-mos que sí hay (…) La academia no necesita solo gente talentosa, sino también un compromiso.” De eso se trata: de establecer vínculos entre las capacidades intelectuales personales y

todo lo que hay afuera, desde los compañeros y compañeras de estudio hasta las necesidades y problemas del país. En palabras de Canjura, se trata de “sen-tirse responsable no solo de lo cercano, sino del futuro, de las futuras generaciones, jóvenes que forman a jóvenes.” Al final, el asunto va más allá de un programa. “La vida está llena de pro-blemas. Hay necesidad de que la gente desa-rrolle capacidades para enfrentarlos.”

Discutía hace un tiempo con dos grandes amigos acerca de lo que hoy entiendo como una de las bases de las sociedades: los valores univer-sales. Conversábamos sobre cómo diferentes culturas, en diferentes momentos, han estimado los mismos principios; uno de ellos es el respeto al trabajo. Parece que las sociedades tienen la noción de que ganarse la vida con esfuerzo y sacrificio es lo ideal, pero lo ideal es pisoteado por nuestra realidad. Hay personas que desperdician su talento cuando otras, por tener amistades con quienes otorgan los puestos de trabajo, llegan fácilmente a lugares privilegiados. Muchas veces son mediocres, irresponsables, sin sentido de lo moral. Ante una situación así, cabe la pregunta: ¿Dónde están los valores? Hemos naufragado en un modelo de desa-rrollo desproporcional, basado en sistemas económicos complejos e inconsistentes -recor-demos las múltiples recesiones capitalistas- y en un progreso tecnológico enfocado en fortalecer a los pocos que acaparan mucho. La edición pasada de esta revista mostraba cómo en 2009 el 10% mejor remunerado del país tenía una partici-pación económica del 37% de los ingresos, mien-tras el 10% menos remunerado solo accedía al 1.03%. Este crecimiento desproporcional e injusto es causa y efecto de la pérdida de valores en nues-

tra sociedad que, tras la esperanza de los Acuer-dos de Paz, ha visto disminuir la apreciación de la vida, como lo muestra la introducción de las pan-dillas en los 90 y sus actos hasta la fecha. De fondo está la exclusión, la injusticia y el pensar que los valores son algo secundario. A diario se escuchan las quejas de maltrato en el trabajo. Lo expresan personas que quizás podrían dar más que aquellos en puestos altos. Vemos a nuestros dirigentes en los cargos públi-cos y notamos que la mayoría se rodea de asesores de cuyas funciones se sabe muy poco. ¿Qué necesidad habría de asesores si los puestos los ocuparan personas capaces, con talento? Según un periódico de amplia circulación, El Salvador gasta 5.8 millones de dólares al año en asesores para la Asamblea Legislativa. La ambición de unos afecta a otros. Muchas personas con talento prefieren buscar respaldo en otros países, pues los programas que podrían apoyarlos son endebles y centrados en aspectos que poco tienen que ver con nuestra realidad. Por ejemplo, el programa Jóvenes Talento, impulsado por el gobierno de El Salvador a través de la Universidad Nacional, se enfoca en brindar información y datos científicos a quienes son admitidos, pero ¿será suficiente para formar a una persona? ¿Acaso no es necesario el fomento de valores? El conocimiento está en los libros (siendo una pena que muchos no puedan acceder a uno), pero la adquisición de conocimiento no basta para tener una sociedad integral. Valores como la humildad, la sencillez y el respeto deberían florecer en un talento. No sirve de nada ser una lumbrera que ilumina hacia adentro. Por ello, esta otra faceta de la formación es necesaria. El cambio se ve lejano. Los valores no se interiorizan de la noche a la mañana. Haría falta una fuerte revolución social con los valores como su eje central; una revolución que nazca, tal como dijese Lincoln, “desde el pueblo para el pueblo”, pero el pueblo no parece interesado. Este desin-terés tan arraigado en la cultura solo se puede superar invirtiendo y adquiriendo una postura seria en la educación de las nuevas generaciones. En nuestra universidad, casi nadie se preo-cupa por la realidad nacional. Día a día se ven más jóvenes irresponsables sentados en las cafeterías, preocupados por su apariencia o por su riqueza, fumando y perdiendo su tiempo, siendo medio-cres. Lastimosamente son estos los que al final terminan obteniendo los puestos desde los que se podría iniciar un cambio, tomando el lugar de las personas que lo merecen, de los talentos.

No hay

talentosinvalores

Alfredo José Gómez,estudiante de Ingeniería Química.

[email protected]

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La letra suelta

Page 15: ¿Qué pasa con el talento en El Salvador?

¿Dónde está el talento en El Salvador? Tal vez podamos tener intuiciones sobre ello. Recordemos a las personas de nuestros entor-nos. Seguramente todos conocemos a un talento entre los compañeros de la universidad, más de alguna lumbrera en la escuela, tal vez un vecino que se destacó en sus calificaciones, en algún deporte, en la música u otras artes. A pesar de lo que nos diga la televisión, los este-reotipos no caben: los hay retraídos o extrover-tidos, con intereses diversos y distintos tipos de personalidad. Hay un solo factor común: la disciplina y el esmero.

En el ámbito de los talentos, dos cosas son importantes: descubrirlos y desarrollarlos. En el ámbito gubernamental, un programa se encarga de estas dos fases cuando se trata de matemática y ciencias: El programa Jóvenes Talento, en la Universidad de El Salvador (UES). Con 14 años de funcionar como política pública, el programa tiene 17 de existencia. Su función es identificar a estudiantes con habili-dades sobresalientes en matemática y ciencias naturales, y formarlos de acuerdo a su poten-cial, con el objetivo de crear cuadros científicos para El Salvador. Trabaja con alumnos de edu-

cación básica y media, tanto del sistema público de educación como del privado.

Manuel y Gabriel ¿Cómo funciona un programa de talen-tos? ¿Cómo se ve? Uno podría imaginarse un aula pulcra, llena de escritorios distribuidos con simetría; jóvenes un tanto despeinados con anteojos grandes, vestidos formalmente, que conversan en un lenguaje indescifrable. En la realidad, hay poco de esto. Uno se encuentra con aulas como cual-quier otra: unas con niños, otras con ado-lescentes y otras más con jóvenes; pupitres de madera de diferentes hechuras, gente de aspecto sobrio y cotidiano. Manuel Mundo Dueñas, joven de 19 años, llega a una de esas aulas cada sábado. Entró al programa en 2006. Desde enton-ces, ha participado en siete olimpíadas en el exterior. Recientemente recibió la carta de aceptación del Instituto Tecnológico de Massa-chusetts (MIT, por sus siglas en inglés). Él diseña y califica las pruebas de selección para

entrar a Jóvenes Talento. Así funcionan las cosas aquí. La persona talentosa no es objeto de alabanza y distinciones, sino que trabaja al servicio de la misma causa que le sirve. “Quiero estudiar en el extranjero porque vi que mis instructores lo habían logrado y, para eso, sabía que tenía que ser responsable y muy dedicado a estudiar matemáticas y cien-cia”, cuenta Manuel. Este joven visionario espera que el gobierno fortalezca el programa que le permitió mostrar su potencial (el presu-puesto no ha sido renovado desde que inició, es decir, hace 14 años.) y que, como a él, forma a personas altamente calificadas de las que el país podría disponer, además de mejorar la cali-dad educativa nacional. Unos años adelante se encuentra Gabriel Chicas Reyes, quien se incorporó a Jóvenes Talento en 2002. Como tutor, entrena a los próximos atletas matemáticos. Recientemente regresó de Japón. El año pasado se graduó de la Universidad de Tokio como licenciado en Matemáticas, gracias a la beca Mongu-kagakusho, una de las máximas distinciones que una persona puede recibir de parte de ese país. Dice que su estancia en El Salvador es temporal, pues su expectativa es ser un investi-gador y académico. Le interesa producir cono-cimiento, pero sabe que en este país el pan-orama científico no es lo suficientemente amplio para sus perspectivas, por no existir visión para la ciencia y porque hay muy pocos liderazgos en el sector académico.

Gabriel es una voz crítica en el tema del talento. “Estamos pasando de una etapa en que creíamos que los problemas no se resuelven por falta de talento y conocimiento a una etapa donde el conocimiento está, pero no se sabe utilizar”, piensa; y reflexiona que el talento no es suficiente si no hay responsabilidad con la realidad. Su deseo de irse nuevamente no responde al individualismo. “No tengo excusa para aislarme de la realidad de mi país. No

puedo dejar de preocuparme por el bienestar de mis estudiantes, el sistema educativo, la socie-dad en que vivo”, aclara Gabriel, partidario de que el talento debe servir para transformar a El Salvador.

Logros y compromiso Hablar del origen del Programa Jóvenes Talento es hablar del Ing. Carlos Mauricio Can-jura, hombre mayor, de voz aplomada y a poco volumen, cortés y grave. Este catedrático de matemática de la UES fue uno de sus iniciadores antes de que fuera parte de los proyectos del gobierno. Ahora es su director. A él acudió el Ministerio de Educación (MINED) en 1997 y le encomendó la tarea de preparar un grupo de estudiantes para las olimpíadas de matemática que se acercaban, tras los pobres resultados de los años anteriores. La cosecha vino rápido. En 1998, El Salva-dor ganó una medalla de bronce y se ubicó en la posición 11, de 22 países participantes, en las Olimpíadas Internacionales. Un año después repetiría los resultados. En 2000, Jóvenes Talento fue adoptado como programa de go-bierno y comenzó a recibir apoyo financiero. Comenzaron a contar con 16 secciones: ocho para ciencias y ocho para matemáticas. Los jóvenes se concentraban en la Villa Centroame-ricana antes de cada competencia.

Las cifras han crecido. En 2011, 17 jóvenes obtuvieron medallas de oro, plata y bronce en las Olimpíadas Internacionales de Matemática y Química. En 2012, alumnos del programa se hicieron con los lugares 1, 2, 3 y 9 de la Prueba de Aprendizaje y Aptitudes para Egresados de Educación Media (PAES). Ese mismo año se obtuvo la primera medalla de bronce en biología, en Portugal.

Para el Ing. Canjura, los triunfos muestran que el país no parte de cero. “Por talentos no debemos quejarnos. La queja histórica debería ser la poca atención que en El Salvador se ha concedido en el desarrollo de los jóvenes.” Pero el problema va más allá de los méritos en una competencia. “No tenemos visión de descubrir talentos para abordar y resolver nuestros propios problemas”, sostiene. El talento no debería pensarse como algo individual, desvinculado de la realidad social. No es un regalo fortuito del que alimentar la vanidad y el bolsillo. Esto lo han entendido bien

quienes participan directamente en el pro-grama. Gabriel lo esboza así: “En el programa se ha planteado la pregunta: si en El Salvador se puede producir talento, ¿por qué estamos como estamos y el desarrollo es tan pobre? Es mentira que no hay talento. En el programa ya descubri-mos que sí hay (…) La academia no necesita solo gente talentosa, sino también un compromiso.” De eso se trata: de establecer vínculos entre las capacidades intelectuales personales y

todo lo que hay afuera, desde los compañeros y compañeras de estudio hasta las necesidades y problemas del país. En palabras de Canjura, se trata de “sen-tirse responsable no solo de lo cercano, sino del futuro, de las futuras generaciones, jóvenes que forman a jóvenes.” Al final, el asunto va más allá de un programa. “La vida está llena de pro-blemas. Hay necesidad de que la gente desa-rrolle capacidades para enfrentarlos.”

El riesgo dedescuidar loimportante

En nuestra sociedad consumista, el interés en apoyar a jóvenes talentosos puede ser tambaleante y no debe darse por sentado. Predomina lo contrario: la inmersión en ámbi-tos como la moda, la belleza y la popularidad; contenidos abundantes que influyen en lo que consideramos importante. Consumimos y participamos en aquello a lo que somos inducidos (programas de concur-sos, certámenes de belleza), mientras nuestra atención se aleja de procesos donde la razón y el intelecto son el plato principal, porque eso no se vende. Hay poca demanda. Sin embargo, sí hay oferta. Existen cier-tas iniciativas que ofrecen apoyo a los jóvenes talentosos. De parte del gobierno, está el Pro-grama de Jóvenes Talento, financiado desde el Ministerio de Educación (MINED), que trabaja con estudiantes sobresalientes en matemáticas y ciencias naturales, dándoles una formación que les permita explotar su potencial. En el sector privado existen ciertas insti-tuciones que apoyan a estudiantes; iniciativas como “Supérate”, de la Fundación POMA; y “Pro-grama Oportunidades”, de la Fundación Gloria Kriete. Los programas de apoyo a talentos no son abundantes, pero lo que existe a día de hoy no es nada despreciable. Al menos una buena parte del talento y del respaldo dado no ha caído en saco roto. En julio de 2012, en la 53a edición de las Olimpiadas Internacionales de Matemáticas, El Salvador obtuvo dos menciones honoríficas al

competir en un grupo de 100 estudiantes talen-tosos de diversas latitudes como Rusia, China y Estados Unidos. Esto nos colocó en el N.o 70 del Ranking de Naciones. A su vez, estudiantes salvadoreños participaron en la II Olimpiada Centroamericana y del Caribe de Física (OCCAFI) en el mismo año. Se llevaron los tres primeros lugares y una mención honorífica. Por lo mismo, es curiosa la afirmación del jefe del programa Jóvenes Talento, Carlos Canjura. “El Salvador tiene una participación modesta en el evento (…) Si nosotros lo vemos a nivel latinoamericano no estamos mal, pero aún lejos” , dijo entonces1. Muchos de estos logros no llegan a conocerse. No reciben publicidad ni mucho interés. Se mantiene cierto menosprecio por todo lo relacionado con lo académico y se subestima su utilidad. Un reflejo de lo que con-sumimos y de lo que nos interesa es la propor-ción de páginas que los periódicos dan a los temas deportivos –no siempre logros- y lo que ocupan los triunfos de nuestros compatriotas. Otro reflejo de lo que nos importa es el gasto que la familia salvadoreña le asigna a la educación: solo un 2.68% de los ingresos, mien-tras que el rubro de entretenimiento tiene el 6.02%2. Así lo muestra la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos. Y si en el ámbito familiar no es importante invertir en la educación básica, menos lo será la educación especializada para jóvenes talentosos.¿Qué podría pasar con los pocos espacios de apoyo a talentos si la misma población no muestra interés en su desarrollo? ¿Es factible que el gobierno y distintas instancias privadas sigan invirtiendo en este tipo de programas? Existe un riesgo de estancamiento o reducción en la inversión, pues solo se trabaja en aquello que se considera importante. Es urgente repen-sar nuestras prioridades para evitar deficien-cias en la educación de estos jóvenes que son parte de la esperanza de nuestro país.

1 http://noticias.universia.com.sv/en-portada/noticia/2012/07/30/954527/estudiantes-salvador-obtienen-mencion-honorifica-olimpiada-internacional-matematica.html2 Ministerio de Economía, Dirección General de Estadísticas y Censos (2008). Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2005-2006, p. 10. Obtenido en: http://www.censos.gob.sv/util/datos/PUBLICACION%20ENIG%20MAYO2008.PDF

Claudia Tejada,estudiante de [email protected]

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La letra suelta

Page 16: ¿Qué pasa con el talento en El Salvador?

¿Dónde está el talento en El Salvador? Tal vez podamos tener intuiciones sobre ello. Recordemos a las personas de nuestros entor-nos. Seguramente todos conocemos a un talento entre los compañeros de la universidad, más de alguna lumbrera en la escuela, tal vez un vecino que se destacó en sus calificaciones, en algún deporte, en la música u otras artes. A pesar de lo que nos diga la televisión, los este-reotipos no caben: los hay retraídos o extrover-tidos, con intereses diversos y distintos tipos de personalidad. Hay un solo factor común: la disciplina y el esmero.

En el ámbito de los talentos, dos cosas son importantes: descubrirlos y desarrollarlos. En el ámbito gubernamental, un programa se encarga de estas dos fases cuando se trata de matemática y ciencias: El programa Jóvenes Talento, en la Universidad de El Salvador (UES). Con 14 años de funcionar como política pública, el programa tiene 17 de existencia. Su función es identificar a estudiantes con habili-dades sobresalientes en matemática y ciencias naturales, y formarlos de acuerdo a su poten-cial, con el objetivo de crear cuadros científicos para El Salvador. Trabaja con alumnos de edu-

cación básica y media, tanto del sistema público de educación como del privado.

Manuel y Gabriel ¿Cómo funciona un programa de talen-tos? ¿Cómo se ve? Uno podría imaginarse un aula pulcra, llena de escritorios distribuidos con simetría; jóvenes un tanto despeinados con anteojos grandes, vestidos formalmente, que conversan en un lenguaje indescifrable. En la realidad, hay poco de esto. Uno se encuentra con aulas como cual-quier otra: unas con niños, otras con ado-lescentes y otras más con jóvenes; pupitres de madera de diferentes hechuras, gente de aspecto sobrio y cotidiano. Manuel Mundo Dueñas, joven de 19 años, llega a una de esas aulas cada sábado. Entró al programa en 2006. Desde enton-ces, ha participado en siete olimpíadas en el exterior. Recientemente recibió la carta de aceptación del Instituto Tecnológico de Massa-chusetts (MIT, por sus siglas en inglés). Él diseña y califica las pruebas de selección para

entrar a Jóvenes Talento. Así funcionan las cosas aquí. La persona talentosa no es objeto de alabanza y distinciones, sino que trabaja al servicio de la misma causa que le sirve. “Quiero estudiar en el extranjero porque vi que mis instructores lo habían logrado y, para eso, sabía que tenía que ser responsable y muy dedicado a estudiar matemáticas y cien-cia”, cuenta Manuel. Este joven visionario espera que el gobierno fortalezca el programa que le permitió mostrar su potencial (el presu-puesto no ha sido renovado desde que inició, es decir, hace 14 años.) y que, como a él, forma a personas altamente calificadas de las que el país podría disponer, además de mejorar la cali-dad educativa nacional. Unos años adelante se encuentra Gabriel Chicas Reyes, quien se incorporó a Jóvenes Talento en 2002. Como tutor, entrena a los próximos atletas matemáticos. Recientemente regresó de Japón. El año pasado se graduó de la Universidad de Tokio como licenciado en Matemáticas, gracias a la beca Mongu-kagakusho, una de las máximas distinciones que una persona puede recibir de parte de ese país. Dice que su estancia en El Salvador es temporal, pues su expectativa es ser un investi-gador y académico. Le interesa producir cono-cimiento, pero sabe que en este país el pan-orama científico no es lo suficientemente amplio para sus perspectivas, por no existir visión para la ciencia y porque hay muy pocos liderazgos en el sector académico.

Gabriel es una voz crítica en el tema del talento. “Estamos pasando de una etapa en que creíamos que los problemas no se resuelven por falta de talento y conocimiento a una etapa donde el conocimiento está, pero no se sabe utilizar”, piensa; y reflexiona que el talento no es suficiente si no hay responsabilidad con la realidad. Su deseo de irse nuevamente no responde al individualismo. “No tengo excusa para aislarme de la realidad de mi país. No

puedo dejar de preocuparme por el bienestar de mis estudiantes, el sistema educativo, la socie-dad en que vivo”, aclara Gabriel, partidario de que el talento debe servir para transformar a El Salvador.

Logros y compromiso Hablar del origen del Programa Jóvenes Talento es hablar del Ing. Carlos Mauricio Can-jura, hombre mayor, de voz aplomada y a poco volumen, cortés y grave. Este catedrático de matemática de la UES fue uno de sus iniciadores antes de que fuera parte de los proyectos del gobierno. Ahora es su director. A él acudió el Ministerio de Educación (MINED) en 1997 y le encomendó la tarea de preparar un grupo de estudiantes para las olimpíadas de matemática que se acercaban, tras los pobres resultados de los años anteriores. La cosecha vino rápido. En 1998, El Salva-dor ganó una medalla de bronce y se ubicó en la posición 11, de 22 países participantes, en las Olimpíadas Internacionales. Un año después repetiría los resultados. En 2000, Jóvenes Talento fue adoptado como programa de go-bierno y comenzó a recibir apoyo financiero. Comenzaron a contar con 16 secciones: ocho para ciencias y ocho para matemáticas. Los jóvenes se concentraban en la Villa Centroame-ricana antes de cada competencia.

Las cifras han crecido. En 2011, 17 jóvenes obtuvieron medallas de oro, plata y bronce en las Olimpíadas Internacionales de Matemática y Química. En 2012, alumnos del programa se hicieron con los lugares 1, 2, 3 y 9 de la Prueba de Aprendizaje y Aptitudes para Egresados de Educación Media (PAES). Ese mismo año se obtuvo la primera medalla de bronce en biología, en Portugal.

Para el Ing. Canjura, los triunfos muestran que el país no parte de cero. “Por talentos no debemos quejarnos. La queja histórica debería ser la poca atención que en El Salvador se ha concedido en el desarrollo de los jóvenes.” Pero el problema va más allá de los méritos en una competencia. “No tenemos visión de descubrir talentos para abordar y resolver nuestros propios problemas”, sostiene. El talento no debería pensarse como algo individual, desvinculado de la realidad social. No es un regalo fortuito del que alimentar la vanidad y el bolsillo. Esto lo han entendido bien

quienes participan directamente en el pro-grama. Gabriel lo esboza así: “En el programa se ha planteado la pregunta: si en El Salvador se puede producir talento, ¿por qué estamos como estamos y el desarrollo es tan pobre? Es mentira que no hay talento. En el programa ya descubri-mos que sí hay (…) La academia no necesita solo gente talentosa, sino también un compromiso.” De eso se trata: de establecer vínculos entre las capacidades intelectuales personales y

todo lo que hay afuera, desde los compañeros y compañeras de estudio hasta las necesidades y problemas del país. En palabras de Canjura, se trata de “sen-tirse responsable no solo de lo cercano, sino del futuro, de las futuras generaciones, jóvenes que forman a jóvenes.” Al final, el asunto va más allá de un programa. “La vida está llena de pro-blemas. Hay necesidad de que la gente desa-rrolle capacidades para enfrentarlos.”

DONDE HABITA EL ARTEMónica Campos,

estudiante de Comunicación [email protected]

El centro de San Salvador hierve de gente y tráfico en horas del mediodía. En esta parte de la ciudad parece que el tiempo va más rápido, los olores son más fuertes y los

sonidos más confusos. Es justo ahí, entre el ruido visual y auditivo que se imprime en los sentidos de los transeúntes, que se encuentra un lugar donde habita el arte.

La Casa Tomada del Centro es un inm-ueble de estilo neoclásico, construido entre 1912 y 1920. Actualmente, alberga tres librerías, una barbería y una galería urbana, donde se realizan exposiciones y talleres de idiomas y pintura para niños y adultos. Desde su apertura, en diciembre de 2012, la casa resguarda el trabajo de pintores, músicos, escultores, poetas y fotógrafos. La entrada es una venta de libros de segunda mano, propiedad de Obed Alfaro, pintor de 26 años que forma parte del movimiento de

difusión cultural. Estudió pintura en el Centro Nacional de Artes (CENAR) y abrió su venta de libros hace más de 5 años. Ahora recuerda que la idea de abrir un espacio cul-tural empezó como una broma entre amigos. “Era más que todo un juego. Pensamos: ¿por qué no hacer una exposición e invitar a la gente de los alrededores? Más que todo fue una burla a lo que se hace en la esfera artística nacional”. De ese acercamiento surgió la idea del movimiento que se gestó entre las paredes desgastadas de la casa.

Con los artistas llegaron las obras y con el público, los eventos culturales. Se real-izaron exposiciones fotográficas, presenta-ciones de libros, recitales de poesía, encuen-tros internacionales y eventos musicales. Pero no solo la casa les sirvió como escenario; también las calles fueron intervenidas por este movimiento artístico. Empezaron a experimentar con el teatro de calle hasta llegar al performance y el happening. De pronto, las plazas del centro de San Salvador, las principales calles y avenidas estaban tomadas por el arte. Douglas Rivas es uno de los jóvenes que ha participado en intervenciones públi-cas. Es un artista urbano de 26 años. Mientras conversa, realiza gestos que denotan su afini-dad con el teatro. Para él, el centro de la capi-tal representa una oportunidad para la exploración, para el contacto con la gente. “El centro nos da la libertad para trabajar en los espacios públicos, para la convivencia con las personas. Claro que hay reacciones encontra-das, porque la gente no está acostumbrada a ese tipo de expresiones. Algunas veces nos han ultrajado, me han dicho loco”.

A los artistas se sumaron los estu-diantes y docentes que dieron un giro a la dinámica del lugar. De modo que La Casa Tomada del Centro no es solo un espacio de difusión, sino también de formación. Se imparten talleres de pintura, litera-tura e idiomas dirigidos a niños y jóvenes, hijos de los comerciantes del centro.

En abril de 2013, repre-sentantes de Quinteros S.A de C.V llegaron a iniciar los trabajos de evaluación para la construcción de locales en el inmueble. La sociedad adquirió la casa abandonada por la suma de $ 108, 000.00, según el Centro Nacional de Registros (CNR). A pesar de los intentos de negociación, los dueños del inmueble se negaron a conversar con el colectivo para firmar un con-trato de arrendamiento. Los nuevos compra-dores no cuentan con el per-miso de la dirección de patri-monio cultural para recon-struir en el lugar, debido a

que este se encuentra dentro de los límites del Centro Histórico fijados en el decreto legislativo 680 que declara el valor histórico de los inmue-bles ubicados en el centro de San Salvador.

Al final de la tarde, el centro sigue igual de concu-rrido y bullicioso. Los alum-nos se han ido y los artistas inician su tertulia vespertina. Hablan del descubrimiento de la cámara fotográfica y su influencia en las vanguardias, piensan en abrir un curso de historia del arte y toman un café. De fondo suena una que otra ranchera. El sonido proviene de un bar del edifi-cio de al lado que, al igual que la mayoría de la cuadra, también pertenece a los nuevos dueños de la casa.

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Cronicaa

Page 17: ¿Qué pasa con el talento en El Salvador?

¿Dónde está el talento en El Salvador? Tal vez podamos tener intuiciones sobre ello. Recordemos a las personas de nuestros entor-nos. Seguramente todos conocemos a un talento entre los compañeros de la universidad, más de alguna lumbrera en la escuela, tal vez un vecino que se destacó en sus calificaciones, en algún deporte, en la música u otras artes. A pesar de lo que nos diga la televisión, los este-reotipos no caben: los hay retraídos o extrover-tidos, con intereses diversos y distintos tipos de personalidad. Hay un solo factor común: la disciplina y el esmero.

En el ámbito de los talentos, dos cosas son importantes: descubrirlos y desarrollarlos. En el ámbito gubernamental, un programa se encarga de estas dos fases cuando se trata de matemática y ciencias: El programa Jóvenes Talento, en la Universidad de El Salvador (UES). Con 14 años de funcionar como política pública, el programa tiene 17 de existencia. Su función es identificar a estudiantes con habili-dades sobresalientes en matemática y ciencias naturales, y formarlos de acuerdo a su poten-cial, con el objetivo de crear cuadros científicos para El Salvador. Trabaja con alumnos de edu-

cación básica y media, tanto del sistema público de educación como del privado.

Manuel y Gabriel ¿Cómo funciona un programa de talen-tos? ¿Cómo se ve? Uno podría imaginarse un aula pulcra, llena de escritorios distribuidos con simetría; jóvenes un tanto despeinados con anteojos grandes, vestidos formalmente, que conversan en un lenguaje indescifrable. En la realidad, hay poco de esto. Uno se encuentra con aulas como cual-quier otra: unas con niños, otras con ado-lescentes y otras más con jóvenes; pupitres de madera de diferentes hechuras, gente de aspecto sobrio y cotidiano. Manuel Mundo Dueñas, joven de 19 años, llega a una de esas aulas cada sábado. Entró al programa en 2006. Desde enton-ces, ha participado en siete olimpíadas en el exterior. Recientemente recibió la carta de aceptación del Instituto Tecnológico de Massa-chusetts (MIT, por sus siglas en inglés). Él diseña y califica las pruebas de selección para

entrar a Jóvenes Talento. Así funcionan las cosas aquí. La persona talentosa no es objeto de alabanza y distinciones, sino que trabaja al servicio de la misma causa que le sirve. “Quiero estudiar en el extranjero porque vi que mis instructores lo habían logrado y, para eso, sabía que tenía que ser responsable y muy dedicado a estudiar matemáticas y cien-cia”, cuenta Manuel. Este joven visionario espera que el gobierno fortalezca el programa que le permitió mostrar su potencial (el presu-puesto no ha sido renovado desde que inició, es decir, hace 14 años.) y que, como a él, forma a personas altamente calificadas de las que el país podría disponer, además de mejorar la cali-dad educativa nacional. Unos años adelante se encuentra Gabriel Chicas Reyes, quien se incorporó a Jóvenes Talento en 2002. Como tutor, entrena a los próximos atletas matemáticos. Recientemente regresó de Japón. El año pasado se graduó de la Universidad de Tokio como licenciado en Matemáticas, gracias a la beca Mongu-kagakusho, una de las máximas distinciones que una persona puede recibir de parte de ese país. Dice que su estancia en El Salvador es temporal, pues su expectativa es ser un investi-gador y académico. Le interesa producir cono-cimiento, pero sabe que en este país el pan-orama científico no es lo suficientemente amplio para sus perspectivas, por no existir visión para la ciencia y porque hay muy pocos liderazgos en el sector académico.

Gabriel es una voz crítica en el tema del talento. “Estamos pasando de una etapa en que creíamos que los problemas no se resuelven por falta de talento y conocimiento a una etapa donde el conocimiento está, pero no se sabe utilizar”, piensa; y reflexiona que el talento no es suficiente si no hay responsabilidad con la realidad. Su deseo de irse nuevamente no responde al individualismo. “No tengo excusa para aislarme de la realidad de mi país. No

puedo dejar de preocuparme por el bienestar de mis estudiantes, el sistema educativo, la socie-dad en que vivo”, aclara Gabriel, partidario de que el talento debe servir para transformar a El Salvador.

Logros y compromiso Hablar del origen del Programa Jóvenes Talento es hablar del Ing. Carlos Mauricio Can-jura, hombre mayor, de voz aplomada y a poco volumen, cortés y grave. Este catedrático de matemática de la UES fue uno de sus iniciadores antes de que fuera parte de los proyectos del gobierno. Ahora es su director. A él acudió el Ministerio de Educación (MINED) en 1997 y le encomendó la tarea de preparar un grupo de estudiantes para las olimpíadas de matemática que se acercaban, tras los pobres resultados de los años anteriores. La cosecha vino rápido. En 1998, El Salva-dor ganó una medalla de bronce y se ubicó en la posición 11, de 22 países participantes, en las Olimpíadas Internacionales. Un año después repetiría los resultados. En 2000, Jóvenes Talento fue adoptado como programa de go-bierno y comenzó a recibir apoyo financiero. Comenzaron a contar con 16 secciones: ocho para ciencias y ocho para matemáticas. Los jóvenes se concentraban en la Villa Centroame-ricana antes de cada competencia.

Las cifras han crecido. En 2011, 17 jóvenes obtuvieron medallas de oro, plata y bronce en las Olimpíadas Internacionales de Matemática y Química. En 2012, alumnos del programa se hicieron con los lugares 1, 2, 3 y 9 de la Prueba de Aprendizaje y Aptitudes para Egresados de Educación Media (PAES). Ese mismo año se obtuvo la primera medalla de bronce en biología, en Portugal.

Para el Ing. Canjura, los triunfos muestran que el país no parte de cero. “Por talentos no debemos quejarnos. La queja histórica debería ser la poca atención que en El Salvador se ha concedido en el desarrollo de los jóvenes.” Pero el problema va más allá de los méritos en una competencia. “No tenemos visión de descubrir talentos para abordar y resolver nuestros propios problemas”, sostiene. El talento no debería pensarse como algo individual, desvinculado de la realidad social. No es un regalo fortuito del que alimentar la vanidad y el bolsillo. Esto lo han entendido bien

quienes participan directamente en el pro-grama. Gabriel lo esboza así: “En el programa se ha planteado la pregunta: si en El Salvador se puede producir talento, ¿por qué estamos como estamos y el desarrollo es tan pobre? Es mentira que no hay talento. En el programa ya descubri-mos que sí hay (…) La academia no necesita solo gente talentosa, sino también un compromiso.” De eso se trata: de establecer vínculos entre las capacidades intelectuales personales y

todo lo que hay afuera, desde los compañeros y compañeras de estudio hasta las necesidades y problemas del país. En palabras de Canjura, se trata de “sen-tirse responsable no solo de lo cercano, sino del futuro, de las futuras generaciones, jóvenes que forman a jóvenes.” Al final, el asunto va más allá de un programa. “La vida está llena de pro-blemas. Hay necesidad de que la gente desa-rrolle capacidades para enfrentarlos.”

La Casa Tomada del Centro es un inm-ueble de estilo neoclásico, construido entre 1912 y 1920. Actualmente, alberga tres librerías, una barbería y una galería urbana, donde se realizan exposiciones y talleres de idiomas y pintura para niños y adultos. Desde su apertura, en diciembre de 2012, la casa resguarda el trabajo de pintores, músicos, escultores, poetas y fotógrafos. La entrada es una venta de libros de segunda mano, propiedad de Obed Alfaro, pintor de 26 años que forma parte del movimiento de

difusión cultural. Estudió pintura en el Centro Nacional de Artes (CENAR) y abrió su venta de libros hace más de 5 años. Ahora recuerda que la idea de abrir un espacio cul-tural empezó como una broma entre amigos. “Era más que todo un juego. Pensamos: ¿por qué no hacer una exposición e invitar a la gente de los alrededores? Más que todo fue una burla a lo que se hace en la esfera artística nacional”. De ese acercamiento surgió la idea del movimiento que se gestó entre las paredes desgastadas de la casa.

Con los artistas llegaron las obras y con el público, los eventos culturales. Se real-izaron exposiciones fotográficas, presenta-ciones de libros, recitales de poesía, encuen-tros internacionales y eventos musicales. Pero no solo la casa les sirvió como escenario; también las calles fueron intervenidas por este movimiento artístico. Empezaron a experimentar con el teatro de calle hasta llegar al performance y el happening. De pronto, las plazas del centro de San Salvador, las principales calles y avenidas estaban tomadas por el arte. Douglas Rivas es uno de los jóvenes que ha participado en intervenciones públi-cas. Es un artista urbano de 26 años. Mientras conversa, realiza gestos que denotan su afini-dad con el teatro. Para él, el centro de la capi-tal representa una oportunidad para la exploración, para el contacto con la gente. “El centro nos da la libertad para trabajar en los espacios públicos, para la convivencia con las personas. Claro que hay reacciones encontra-das, porque la gente no está acostumbrada a ese tipo de expresiones. Algunas veces nos han ultrajado, me han dicho loco”.

A los artistas se sumaron los estu-diantes y docentes que dieron un giro a la dinámica del lugar. De modo que La Casa Tomada del Centro no es solo un espacio de difusión, sino también de formación. Se imparten talleres de pintura, litera-tura e idiomas dirigidos a niños y jóvenes, hijos de los comerciantes del centro.

El centro nos da la libertad para trabajar

en los espacios públicos, para la

convivencia con las personas

-Douglas Rivas

Talleres. Personas de todas las edades participanen talleres de pintura que se imparten en los salones de la casa.

Arte en la calle. Performance realizado en marzode 2012

Artistas de diversas disciplinas colaboran con el proyecto cultural. De iqz. a der. Julio Cornejo , Carlos Guevara, Christian López, Obed Alfaro, Douglas Rivas.

En abril de 2013, repre-sentantes de Quinteros S.A de C.V llegaron a iniciar los trabajos de evaluación para la construcción de locales en el inmueble. La sociedad adquirió la casa abandonada por la suma de $ 108, 000.00, según el Centro Nacional de Registros (CNR). A pesar de los intentos de negociación, los dueños del inmueble se negaron a conversar con el colectivo para firmar un con-trato de arrendamiento. Los nuevos compra-dores no cuentan con el per-miso de la dirección de patri-monio cultural para recon-struir en el lugar, debido a

que este se encuentra dentro de los límites del Centro Histórico fijados en el decreto legislativo 680 que declara el valor histórico de los inmue-bles ubicados en el centro de San Salvador.

Al final de la tarde, el centro sigue igual de concu-rrido y bullicioso. Los alum-nos se han ido y los artistas inician su tertulia vespertina. Hablan del descubrimiento de la cámara fotográfica y su influencia en las vanguardias, piensan en abrir un curso de historia del arte y toman un café. De fondo suena una que otra ranchera. El sonido proviene de un bar del edifi-cio de al lado que, al igual que la mayoría de la cuadra, también pertenece a los nuevos dueños de la casa.

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Cronicaa

Page 18: ¿Qué pasa con el talento en El Salvador?

¿Dónde está el talento en El Salvador? Tal vez podamos tener intuiciones sobre ello. Recordemos a las personas de nuestros entor-nos. Seguramente todos conocemos a un talento entre los compañeros de la universidad, más de alguna lumbrera en la escuela, tal vez un vecino que se destacó en sus calificaciones, en algún deporte, en la música u otras artes. A pesar de lo que nos diga la televisión, los este-reotipos no caben: los hay retraídos o extrover-tidos, con intereses diversos y distintos tipos de personalidad. Hay un solo factor común: la disciplina y el esmero.

En el ámbito de los talentos, dos cosas son importantes: descubrirlos y desarrollarlos. En el ámbito gubernamental, un programa se encarga de estas dos fases cuando se trata de matemática y ciencias: El programa Jóvenes Talento, en la Universidad de El Salvador (UES). Con 14 años de funcionar como política pública, el programa tiene 17 de existencia. Su función es identificar a estudiantes con habili-dades sobresalientes en matemática y ciencias naturales, y formarlos de acuerdo a su poten-cial, con el objetivo de crear cuadros científicos para El Salvador. Trabaja con alumnos de edu-

cación básica y media, tanto del sistema público de educación como del privado.

Manuel y Gabriel ¿Cómo funciona un programa de talen-tos? ¿Cómo se ve? Uno podría imaginarse un aula pulcra, llena de escritorios distribuidos con simetría; jóvenes un tanto despeinados con anteojos grandes, vestidos formalmente, que conversan en un lenguaje indescifrable. En la realidad, hay poco de esto. Uno se encuentra con aulas como cual-quier otra: unas con niños, otras con ado-lescentes y otras más con jóvenes; pupitres de madera de diferentes hechuras, gente de aspecto sobrio y cotidiano. Manuel Mundo Dueñas, joven de 19 años, llega a una de esas aulas cada sábado. Entró al programa en 2006. Desde enton-ces, ha participado en siete olimpíadas en el exterior. Recientemente recibió la carta de aceptación del Instituto Tecnológico de Massa-chusetts (MIT, por sus siglas en inglés). Él diseña y califica las pruebas de selección para

entrar a Jóvenes Talento. Así funcionan las cosas aquí. La persona talentosa no es objeto de alabanza y distinciones, sino que trabaja al servicio de la misma causa que le sirve. “Quiero estudiar en el extranjero porque vi que mis instructores lo habían logrado y, para eso, sabía que tenía que ser responsable y muy dedicado a estudiar matemáticas y cien-cia”, cuenta Manuel. Este joven visionario espera que el gobierno fortalezca el programa que le permitió mostrar su potencial (el presu-puesto no ha sido renovado desde que inició, es decir, hace 14 años.) y que, como a él, forma a personas altamente calificadas de las que el país podría disponer, además de mejorar la cali-dad educativa nacional. Unos años adelante se encuentra Gabriel Chicas Reyes, quien se incorporó a Jóvenes Talento en 2002. Como tutor, entrena a los próximos atletas matemáticos. Recientemente regresó de Japón. El año pasado se graduó de la Universidad de Tokio como licenciado en Matemáticas, gracias a la beca Mongu-kagakusho, una de las máximas distinciones que una persona puede recibir de parte de ese país. Dice que su estancia en El Salvador es temporal, pues su expectativa es ser un investi-gador y académico. Le interesa producir cono-cimiento, pero sabe que en este país el pan-orama científico no es lo suficientemente amplio para sus perspectivas, por no existir visión para la ciencia y porque hay muy pocos liderazgos en el sector académico.

Gabriel es una voz crítica en el tema del talento. “Estamos pasando de una etapa en que creíamos que los problemas no se resuelven por falta de talento y conocimiento a una etapa donde el conocimiento está, pero no se sabe utilizar”, piensa; y reflexiona que el talento no es suficiente si no hay responsabilidad con la realidad. Su deseo de irse nuevamente no responde al individualismo. “No tengo excusa para aislarme de la realidad de mi país. No

puedo dejar de preocuparme por el bienestar de mis estudiantes, el sistema educativo, la socie-dad en que vivo”, aclara Gabriel, partidario de que el talento debe servir para transformar a El Salvador.

Logros y compromiso Hablar del origen del Programa Jóvenes Talento es hablar del Ing. Carlos Mauricio Can-jura, hombre mayor, de voz aplomada y a poco volumen, cortés y grave. Este catedrático de matemática de la UES fue uno de sus iniciadores antes de que fuera parte de los proyectos del gobierno. Ahora es su director. A él acudió el Ministerio de Educación (MINED) en 1997 y le encomendó la tarea de preparar un grupo de estudiantes para las olimpíadas de matemática que se acercaban, tras los pobres resultados de los años anteriores. La cosecha vino rápido. En 1998, El Salva-dor ganó una medalla de bronce y se ubicó en la posición 11, de 22 países participantes, en las Olimpíadas Internacionales. Un año después repetiría los resultados. En 2000, Jóvenes Talento fue adoptado como programa de go-bierno y comenzó a recibir apoyo financiero. Comenzaron a contar con 16 secciones: ocho para ciencias y ocho para matemáticas. Los jóvenes se concentraban en la Villa Centroame-ricana antes de cada competencia.

Las cifras han crecido. En 2011, 17 jóvenes obtuvieron medallas de oro, plata y bronce en las Olimpíadas Internacionales de Matemática y Química. En 2012, alumnos del programa se hicieron con los lugares 1, 2, 3 y 9 de la Prueba de Aprendizaje y Aptitudes para Egresados de Educación Media (PAES). Ese mismo año se obtuvo la primera medalla de bronce en biología, en Portugal.

Para el Ing. Canjura, los triunfos muestran que el país no parte de cero. “Por talentos no debemos quejarnos. La queja histórica debería ser la poca atención que en El Salvador se ha concedido en el desarrollo de los jóvenes.” Pero el problema va más allá de los méritos en una competencia. “No tenemos visión de descubrir talentos para abordar y resolver nuestros propios problemas”, sostiene. El talento no debería pensarse como algo individual, desvinculado de la realidad social. No es un regalo fortuito del que alimentar la vanidad y el bolsillo. Esto lo han entendido bien

quienes participan directamente en el pro-grama. Gabriel lo esboza así: “En el programa se ha planteado la pregunta: si en El Salvador se puede producir talento, ¿por qué estamos como estamos y el desarrollo es tan pobre? Es mentira que no hay talento. En el programa ya descubri-mos que sí hay (…) La academia no necesita solo gente talentosa, sino también un compromiso.” De eso se trata: de establecer vínculos entre las capacidades intelectuales personales y

todo lo que hay afuera, desde los compañeros y compañeras de estudio hasta las necesidades y problemas del país. En palabras de Canjura, se trata de “sen-tirse responsable no solo de lo cercano, sino del futuro, de las futuras generaciones, jóvenes que forman a jóvenes.” Al final, el asunto va más allá de un programa. “La vida está llena de pro-blemas. Hay necesidad de que la gente desa-rrolle capacidades para enfrentarlos.”

La Casa Tomada del Centro es un inm-ueble de estilo neoclásico, construido entre 1912 y 1920. Actualmente, alberga tres librerías, una barbería y una galería urbana, donde se realizan exposiciones y talleres de idiomas y pintura para niños y adultos. Desde su apertura, en diciembre de 2012, la casa resguarda el trabajo de pintores, músicos, escultores, poetas y fotógrafos. La entrada es una venta de libros de segunda mano, propiedad de Obed Alfaro, pintor de 26 años que forma parte del movimiento de

difusión cultural. Estudió pintura en el Centro Nacional de Artes (CENAR) y abrió su venta de libros hace más de 5 años. Ahora recuerda que la idea de abrir un espacio cul-tural empezó como una broma entre amigos. “Era más que todo un juego. Pensamos: ¿por qué no hacer una exposición e invitar a la gente de los alrededores? Más que todo fue una burla a lo que se hace en la esfera artística nacional”. De ese acercamiento surgió la idea del movimiento que se gestó entre las paredes desgastadas de la casa.

Con los artistas llegaron las obras y con el público, los eventos culturales. Se real-izaron exposiciones fotográficas, presenta-ciones de libros, recitales de poesía, encuen-tros internacionales y eventos musicales. Pero no solo la casa les sirvió como escenario; también las calles fueron intervenidas por este movimiento artístico. Empezaron a experimentar con el teatro de calle hasta llegar al performance y el happening. De pronto, las plazas del centro de San Salvador, las principales calles y avenidas estaban tomadas por el arte. Douglas Rivas es uno de los jóvenes que ha participado en intervenciones públi-cas. Es un artista urbano de 26 años. Mientras conversa, realiza gestos que denotan su afini-dad con el teatro. Para él, el centro de la capi-tal representa una oportunidad para la exploración, para el contacto con la gente. “El centro nos da la libertad para trabajar en los espacios públicos, para la convivencia con las personas. Claro que hay reacciones encontra-das, porque la gente no está acostumbrada a ese tipo de expresiones. Algunas veces nos han ultrajado, me han dicho loco”.

A los artistas se sumaron los estu-diantes y docentes que dieron un giro a la dinámica del lugar. De modo que La Casa Tomada del Centro no es solo un espacio de difusión, sino también de formación. Se imparten talleres de pintura, litera-tura e idiomas dirigidos a niños y jóvenes, hijos de los comerciantes del centro.

Música y color. Muestra artística realizada por el colectivo “la generación de los 80”, en memoria de Víctor Jara, en septiembre de 2013.

En abril de 2013, repre-sentantes de Quinteros S.A de C.V llegaron a iniciar los trabajos de evaluación para la construcción de locales en el inmueble. La sociedad adquirió la casa abandonada por la suma de $ 108, 000.00, según el Centro Nacional de Registros (CNR). A pesar de los intentos de negociación, los dueños del inmueble se negaron a conversar con el colectivo para firmar un con-trato de arrendamiento. Los nuevos compra-dores no cuentan con el per-miso de la dirección de patri-monio cultural para recon-struir en el lugar, debido a

que este se encuentra dentro de los límites del Centro Histórico fijados en el decreto legislativo 680 que declara el valor histórico de los inmue-bles ubicados en el centro de San Salvador.

Al final de la tarde, el centro sigue igual de concu-rrido y bullicioso. Los alum-nos se han ido y los artistas inician su tertulia vespertina. Hablan del descubrimiento de la cámara fotográfica y su influencia en las vanguardias, piensan en abrir un curso de historia del arte y toman un café. De fondo suena una que otra ranchera. El sonido proviene de un bar del edifi-cio de al lado que, al igual que la mayoría de la cuadra, también pertenece a los nuevos dueños de la casa.

La Casa Tomada del

Centro se encuentra

dentro de los límites del

Centro Histórico, fijados

en el decreto legislativo

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Cronicaa

Page 19: ¿Qué pasa con el talento en El Salvador?

Si aún hay algo que unifica a la sociedad salvadoreña y le da el sentimiento de pertenen-cia e identidad es la figura de Jorge González, el Mágico. Con 40 goles marcados con la camiseta de la selección nacional y 59 en España con el Cádiz, el Mágico se consagró como figura nacio-nal y referente del futbol centroamericano. Debutó con el Club Deportivo ANTEL, fue el líder de la selección mundialista de 1982, obtuvo cuatro campeonatos nacionales y una copa internacional con el FAS. Los cuestionamientos a su comporta-miento fuera de las canchas fueron graves: recibió multas, sanciones de partidos sin jugar y llamados de atención. Los excesos llevaron su carrera a un fin que, si bien es cierto se empañó, no acabó con la imagen del mejor juga-dor que ha nacido en El Salvador. Ante las críti-cas, el Mágico respondió una vez:

“Sé que soy un irresponsable y un mal profe-sional, y puede que esté desaprovechando la oportunidad de mi vida. Lo sé, pero tengo una tontería en el coco: no me gusta tomarme el futbol como un trabajo. Si lo hiciera, no sería yo. Sólo juego por divertirme.”

Sus compañeros de equipo, la afición, los periodistas lo caracterizan como alguien inu- sual, extraño, carismático, bohemio; pero, sobre todo, como un gran jugador que puso a soñar a El Salvador y que lo sigue enorgulleci-

endo. El 22 de abril de 2013 fue elegido con otras diez personalidades para formar parte del Salón de la Fama del Futbol, en la ciudad de Pachuca. Según Onésimo Sánchez, su excompa-ñero de equipo en el Cádiz, el Mágico fue una figura inolvidable: “El Mago y la pelota es algo que yo no he vuelto a ver”. El Mágico rompe el esquema de la necesi-dad del apoyo total al desarrollo del talento, pues el suyo no se fundamentó en el respaldo financiero de los gobiernos ni de otros entes nacionales; se basó en la alegría de jugar por diversión, en disfrutar su trabajo y en poner en alto el nombre de su tierra de origen. El talento de una persona puede transfor-mar una sociedad, puede poner a soñar a una población, puede inspirar a la juventud y, por lo tanto, la ganancia de El Salvador con el nacimiento del Mágico fue que le dio vida a un sentimiento social incongruente con las condi-ciones económicas y políticas que no lo dejan vivir. Existe, pero no vive. Apoyar financieramente el desarrollo del talento no es suficiente. Las capacidades están presentes no solo en el deporte, sino en distintas áreas como la cultura, la música, el arte. El apoyo pasa por el aspecto económico, pero lo fundamental es apoyar a una persona en el desarrollo de su talento.

Nos preguntamos cuándo volverá la magia. Volverá cuando los salvadoreños tomemos en serio a nuestros talentos, no solo a los deportivos; cuando exista una inversión adecuada, cuando la corrupción ceda, cuando la ética llegue a las instituciones que manejan las distintas disciplinas y, sobre todo, cuando los que dicen ser talentosos lo demuestren. Es una burla cuando en las eliminatorias mundialistas la preocupación de los futbolistas gira en torno a los premios y recompensas. El apoyo al talento es clave para su desarrollo, pero ello no es solo financiamiento económico. La lección fundamental del Mágico es vivir el talento que se posee, representar dignamente a El Salvador y, ante todo, poseer una actitud de humildad.

Talento y magia en

una persona

Diana Carolina Castro,licenciada en Economí[email protected]

El Mágico rompe el esquema de la necesidad de apoyo total al desarrollo del talento.

19

La letra suelta

laboratorios, trabajos. Siempre tuve el compromiso de que si iba a llevar la música a la par tenía que ser buena estudiante. De hecho, nunca dejé una materia, me gradué en cinco años. Siempre tuve un CUM arriba de 8. Creo que cuando uno quiere algo y se lo propone, puede ser bueno en lo que hace.

¿En qué conciertos has participado y cuáles recor-dás con más cariño? Uno de las mejores fue el año pasado. Tuvi-mos la oportunidad de tener talleres con integrantes de la Joven Orquesta de las Américas (YOA, por sus siglas en inglés). Estuvimos aproximadamente dos semanas con ellos y con Jaime Martín, un director español muy reconocido. Él dirigió la Sinfonía N. º 5, de Beethoven y el Sombrero de tres picos (Manuel de Falla). Para mí fue una de las mejores experiencias porque la orquesta avanzó mucho. Lo otro es haber participado en la Joven Orquesta y Coro de Centroa-mérica (JOCCA). Tocamos la Primera Sinfonía de Mahler, una de las más difíciles que existen. Estuve 15 días recibiendo talleres y clases maestras con maestros de Venezuela y Alemania. Estuvi-mos con uno de los mejores directores a nivel mundial que es Dietrich Paredes, un venezolano. Pienso que esas experien-cias nos hacen crecer a nivel personal y musical. También cuando toqué con la Orquesta Sinfónica Nacional de El Salvador, celebrando sus 90 años. Eso fue el año pasado. No es cualquier orquesta; es la orquesta de nuestro país y haber tenido el honor de estar ahí ha sido muy gratificante para mí.

¿En qué otros espacios musicales has participado?Estoy en la Joven Orquesta de El Salvador (JOES). Es una orquesta nueva de cuerdas. También estoy en la Orquesta Sinfónica Cristiana de El Salvador desde el año pasado.

¿Qué papel tiene el talento en la formación de un músico? Yo diría que el talento es un 50 % y el estudio es el otro 50. Hay mucha gente que, por ser talento-sa, se confía. No estudian y no dan más de lo que podrían. Hay otra gente que quizá no tiene todo el talento o toda la capacidad, pero son personas que se agarran de sus sueños, que quieren salir adelante y dan lo mejor.

¿Cómo es el público de la música académica en El Salvador? Siempre hemos tenido público, pero siempre se llenan más los conciertos de música popular. La gente aplaude, se ríe, los disfruta. Hace poco hici-

mos un concierto con el ballet folclórico y el teatro estaba muy lleno. Igual cuando fue los Beatles, se agotaron las entradas, la gente estaba en los pasi-llos, y no es así con los otros conciertos.

¿Cuáles son las aspiraciones profesionales de un músico salvadoreño?

Las aspiraciones son diferentes. Para algunas personas es una manera de invertir tiempo,

pero no se van a quedar con esto. Para otras personas creo que el sueño es estar en la Sinfónica Nacional y dedicarse por completo a la música. Otros compañe-ros ya no están aquí; están en otras universidades, en otros países, estu-diando música en México, Estados

Unidos, Costa Rica. Algunos dicen que no saben si van a regresar. Hay quienes sí

están seguros de regresar para cambiar la realidad musical del país y aportar algo nuevo.

Carlos AlonsoEstudiante de 2. º año de Ingeniería Química en la UCA, obtuvo una calificación de 10 en la PAES 2010. También estudia música e inglés.

¿Cómo llegaste a la química? Era lo que mejor llevaba en el colegio: mate-mática, física y química. Cuando era chiquito, mi mamá tenía el montón de perfumes, desinfectantes y yo los mezclaba todos, y decía que eran mis pocio-nes. Cortaba las botellas para hacer mi dizque labo-ratorio. Desde chiquito quería estudiar eso.

¿Tu nota de la PAES te abrió alguna oportunidad?Me ayudó porque primero tenía una beca con FEPADE, con la Fundación Poma; y después con FEDISAL, con FANTEL, que es la que tengo actual-mente. Como no se pueden tener dos becas al mismo tiempo, me quedé con FANTEL. La PAES es un instru-mento, pero lo que puede medir es bien poco. Yo no creo que una persona sepa lo que un número dice.

¿Hay equidad al asignar becas? Son dos enfoques diferentes. FEPADE busca a la gente que es buena pero que tiene bajos recursos, y en FANTEL buscan a los que tienen buenas notas. En FANTEL a los que tienen bajos recursos les dan manutención. Esa es la diferencia. Sí tiene algo de equitativo. Eso sí, si uno intenta ir a FEPADE con ingresos muy altos no dan financiamiento.

¿Este país tiene gente talentosa? Sí, demasiado. El problema es que la mayoría de talentos, como tienen escasos recursos, no pueden estudiar y tienen que meterse a trabajos serviles. Hay mucha gente muy buena y puede estar en la zona franca, armando calculadoras, ropa o cualquier cosa de otras empresas, pero no va a salir de ahí, porque no se han proyectado más allá, porque la sociedad no les ayuda.

¿Es posible que la gente talentosa no se sienta comprometida con el país porque siente que éste no le ha dado nada? Sí. Al menos yo siento que aquí hacer algo cuesta. También depende de las costumbres con que uno creció para indetificarse con el país. Aquí la gente que se queda es la gente romántica o que no ha tenido el chance para irse.

¿Si pudieras estudiar un posgrado fuera de El Salvador, que pasaría en adelante? De ahí yo me regreso, porque aquí hay mucho que hacer. Donde hay un problema puede haber una solución. Un amigo de mi mamá encontró una beca. Está trabajando en la NASA. Le ha ido bien y se quedó a vivir allá, pero ayudó a que aquí pusieran el técnico en aeronáutica y que contraten a esa gente aquí. Desde afuera ayuda a que la gente aquí se desarrolle.

¿Qué te gustaría estudiar después de química?Farmacología y toxicología en una universidad de Sidney. La verdad, yo no me he visto como una persona que se va a dedicar sólo a las ciencias. Yo quería estudiar filosofía al comienzo, pero no hay becas para filosofía. Es otro análisis. Uno no solo se pone a pensar en los procesos, sino en cómo ayudar a la gente. La rama humanística tiene que estar más involucrada, no hay que verla de menos. En ingenie-ría a las humanidades todos las ven de menos.

¿Es importante la figura de un mentor desde pequeño, es decir, alguien que sepa y que te motive? La verdad, sí. Cuando era pequeño tenía una profesora de artes y mi profesora de clases. Siempre

me llevé con ella. Enseñaba pintura y me enseñaba otras técnicas que no daba a otros y eso me hizo interesarme en el tema. Quizás allí hay una base mía de interesarme por las humanidades, por las artes.

¿Personas a las que admirés? A mi mamá la admiro porque ella nos sacó

adelante. Se murió mi papá. Me tenía a mí de cuatro años y a mi hermano de uno. No

teníamos casa porque mi papá no se había preocupado por eso. Fue como: “Se murió, tengo que poner los pies en la tierra, buscar una casa donde vivir y sacar adelante a mis hijos”. De mi mamá aprendí a ser independiente. Ella

tuvo la oportunidad de casarse, pero implicaba que nos fuéramos a Estados

Unidos. Y ella aquí tiene su título y su traba-jo. Allá sería ama de casa y no iba a dejar su indepen-dencia por casarse. A mi hermano y a mí eso nos ayuda a ir nosotros por las cosas, porque aquí la gente es huevona.

¿La gente aquí es huevona? Al menos eso siento yo. Antes era el ideal del trabajo, pero la gente ha cambiado bastante; busca lo fácil. Hay un montón de gente talentosa en un call center, pero como les pagan más dinero estando ahí que en otro lado, ahí se van a quedar. Yo no estoy estudiando algo que me vaya a dar pisto y, la verdad, no me veo como una persona así tampoco. Es porque no son mis ideales, pero la mayoría de la gente sí los tiene. Su ideal es tener pisto y para eso ¿qué hacen? Venden. El comercio es lo que aquí da.

Lorena JuárezGraduada de la UCA en Comunicación Social (2008), Lorena ha ganado el Premio Nacional de Cuento en dos ocasiones (2008 y 2010), al igual que el Premio Nacional de Dramaturgia Infantil (2008 y 2009).

Actualmente tiene un cargo docente y de investiga-ción en la universidad Dr. José Matías Delgado.

¿Cuál fue tu primer acercamiento a la literatura? Tiene que ver con disfrutes. Lo que recuerdo es que de niña mi papá tenía muchos libros y eran de contabilidad. Había un par que yo leía muchísimo, por ejemplo, La tierra y sus recursos. Es un libro precioso. También tenía un diario. Empezaba a hacer cosas que parecían poemas. Luego me di cuenta de que me gustaba eso. En mi caso es como me acerqué: por una necesidad de entenderme y luego sentía que me gustaba contar cosas.

¿De qué otra manera tu entorno familiar se rela-cionó con tu vocación literaria? Una de las grandes decisiones de mi mamá fue que estudiáramos en buenos colegios. Claro, eso supone un nivel de sacrificio increíble. Pero uno de los factores más determinantes fue que a mí mi mamá me dejaba hacer todo lo que yo quisiera. Yo soy hiperactiva. Un día, la psicóloga le dijo: “la niña tiene que estar siempre ocupada”. Ella hacía todo: me dejaba, me iba a traer, si había que presentar la obra ella iba, ella estaba ahí. Les decía a sus amigas “A la niña le encanta leer”. Eso creó en mí una imagen de que era una activi-dad buena, una cosa que ella aprobaba, que estaba bien ser así. No es nada especial el asunto, simplemente te dejan ser y ya.

¿Hubo alguna figura de inspiración?Cuando estaba en bachillerato leía casi cualquier cosa que me llegaba a las manos. Las (revistas) Vanidades que mi mamá tenía yo las leía. En las últimas páginas había columnas de mujeres que escribían sobre temas. Yo decía “yo quiero ser como ellas”. Quería ver escrito mi nombre en una revista y decir algo. Me parecía una cosa fascinante.

Más adelante, quería estudiar psicología porque era el tipo de literatura que consumía en ese momento, pero luego me decanté por una opción más periodística. Y Redacción I la daba Don Paco (Francisco Andrés Escobar). Si es sobre vocación, sí estoy segura de que él fue una figura determinante. La siguiente persona que en esos primeros años me ayudó mucho fue Jorge Galán.

¿Qué aprendiste de Don Paco? Lo de Don Paco es una cosa… más de lo que querés contar, que tus textos tengan alma. Digamos que él es de esos maestros sabios, como un Jedi, que te dicen dos o tres palabras y te cambian totalmente la vida. Y con Jorge es de trabajar muchísimo. Si hay un poeta que realmente trabaja en este país es Jorge Galán, que está constantemente probando y sorpren-diendo.

¿Qué tan determinante es el tipo de educación para que surjan talentos en letras? Mi posición con la literatura es que sí necesi-tás formación, pero eso no es garantía de que vas a ser un gran escritor. La gente cree en la inspiración;

yo creo en la provocación, en que estás pensan-do, dándole vueltas, dejando que el entorno

te afecte. La formación te da más calidad, pero también a partir de esa base que puede ser muy técnica tenés que traba-jar la sensorialidad. La técnica no te hace sentir escalofrios; la técnica te dice que la estructura es hermosa. Sos

vos, humano, volcándote a la herramien-ta. Si no, es un texto científico, un texto

que está bien, pero no tiene alma.

¿Para qué escribís? Yo escribo porque quiero contar historias, cómo yo veo la vida. Recibí un taller en 2011 con Berta Hiriart, una dramaturga mexicana. Es una cosa gloriosa. La pregunta con la que surgió el taller era esa: ¿para qué escribís? Nuestra historia solo está escrita por gente que ve una perspectiva. ¿Cuándo hemos leído un texto de la masacre del 32 contado por un indígena? Hago ficción porque me encanta, pero uno escribe para contar algo que le interesa decir, denunciar algo con lo que no está de acuerdo.

¿Qué aspiraciones y sueños puede tener en este país una persona dedicada a las letras? Puede sonar idealista, pero a mí me gustaría seguir dando clases, escribir, trabajar guionizando programas de televisión. Si lo veo como soñando, yo quisiera levantarme, darle de comer a los gatos, dar clases en la universidad, pasar por un sitio donde estoy dando clase a distancia, hablar con gente, llegar a la casa, trabajar en el proyecto, estar con mi novio o esposo, hablar del proyecto… estar en constante dinamismo. Es una aspiración bastante sencilla.

Flor Yamileth PortilloGraduada de la UCA en Ciencias Jurídicas (2012), es violinista en la Orquesta Sinfónica Juvenil y participa en otros espacios musicales como la Joven Orquesta de las Américas, Joven Orquesta y Coro de Centroa-mérica, Joven Orquesta de El Salvador y la Orquesta Sinfónica Cristiana de El Salvador.

¿Cómo empezaste a estudiar música? A los 13 años empecé mi primera clase de violín, en una escuela particular, en Santa Tecla. Creo que desde ese momento yo me enamoré de la música por completo. Desde que estaba pequeña, cuando tenía cinco años, mi papá siempre tuvo la intención de que yo aprendiera algún instrumento, pero no me gustaba. Estuve en algunas clases de piano y flauta, pero me salí. Cuando tenía 13 años, sentí el interés de no llevar solo mis estudios norma-les, sino de aprender algún instrumento. Fue así que empecé mis clases de violín. Empecé solo por hobbie, pero luego practicaba tres horas diarias. Tres años después de mis clases, hice audición para la Orquesta Sinfónica Juvenil de El Salvador,a los 16 años, pasé la audición y empecé a formar parte de la orquesta. Este es mi octavo año ahí.

¿Cómo se vivía la música en tu casa? ¿Había inte-rés por la música en tu entorno? Mi papá toca varios instrumentos: guitarra, quena, zampoña, mandolina y está aprendiendo saxofón A él siempre le gustó la música, pero no se dedica a eso. Pero siempre quiso que mi hermana y yo aprendiéramos un instrumento.

¿Te ves más como una abogada que toca violín o como una violinista que puede ejercer la aboga-cía?Creo que más como lo segundo. A mí me encanta la música. Creo que si en nuestro país existieran ma-yores oportunidades para ejercer solo la música, yo me quedaría con eso. Quisiera llevar las dos cosas a la par. Pero me gusta más la música.

¿Cómo fue llevar tu formación musical a la par de tus estudios? Fue un poco difícil y gratificante, porque empecé la universidad llevando la música a la par de la orquesta. Y la orquesta requiere de disciplina. Al final de mi carrera, tenía que ir a ensayos de lunes a viernes. De pronto tenía que entregar parciales,

Page 20: ¿Qué pasa con el talento en El Salvador?

Para nodesperdiciar el

talentoFátima Vallejo,

estudiante de Ciencias Jurí[email protected]

En su historia, El Salvador ha tenido personajes que de nacimiento, de manera fortuita o desde el estudio desarrollaron cualidades en las que superaron a otros. Se les considera personas talentosas. No nos equivocaríamos al decir que todos ellos han contribuido a darle un gran empuje al pro-greso nacional. En la lista de talentos salvadoreños, hay nombres muy importantes: Alfredo Espino y Alberto Masferrer en el ámbito de las artes; en lo académico recordamos a René Núñez, con su ingenioso invento, la turbococina. Hay que mencionar tam-bién a Francisco Hernández, un salva-doreño que modificó su vehículo para hacerlo funcionar con hidrógeno; a Guillermo José Zelaya Argueta, con su proyecto de un tanque ahorrador de agua en sanitarios. Se podrían llenar páginas enteras hablando de ellos, del gran tesoro cultural que nos heredan y de sus aportes al progreso científico y téc-nico. ¿Pero cuántos de nuestros conciu-dadanos ven su potencial desperdiciado por culpa de esquemas ideológicos malin-chistas? Suele creerse que lo extranjero es mejor que lo nacional, menospreciando el

oro puro por la fantasía. ¿Qué tiene lo extranjero que lo salvadoreño no? ¿Por qué no valoramos a la gente de nuestro país que lucha por sobresalir y llevar a nuestro país a un desarrollo mayor? Si respondemos con sinceridad, nos daremos cuenta de que nosotros mismos orillamos a nuestros talentos a mantenerse ocultos por temor a no ser apreciados o a ser ridiculizados. Si se creara una institución que se encargara de descubrir y atender al talento en potencia, podrían ofrecerse los medios para el perfeccionamiento de sus habili-dades y la difusión de sus capacidades. Al mismo tiempo, se estaría beneficiando a toda la sociedad salvadoreña, puesto que tendríamos más aportes al desarrollo. Otra buena medida sería que los planes de educación contemplen un currí-culo histórico donde se detecten y sigan los talentos que los estudiantes muestran desde pequeños, para ir puliendo sus capa-cidades cuanto antes. Esto funcionaria de tal forma que al registrar al niño en kínder se le crearía su archivo o su hoja de vida en la cual sus profesores irían añadiendo todas los competencias que ven en él. Sería una medida oportuna y profesional para

que pueda afinar su talento más adelante. Sólo hace falta un poco de creatividad y vo-luntad para apoyar a nuestra gente.

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La letra suelta

laboratorios, trabajos. Siempre tuve el compromiso de que si iba a llevar la música a la par tenía que ser buena estudiante. De hecho, nunca dejé una materia, me gradué en cinco años. Siempre tuve un CUM arriba de 8. Creo que cuando uno quiere algo y se lo propone, puede ser bueno en lo que hace.

¿En qué conciertos has participado y cuáles recor-dás con más cariño? Uno de las mejores fue el año pasado. Tuvi-mos la oportunidad de tener talleres con integrantes de la Joven Orquesta de las Américas (YOA, por sus siglas en inglés). Estuvimos aproximadamente dos semanas con ellos y con Jaime Martín, un director español muy reconocido. Él dirigió la Sinfonía N. º 5, de Beethoven y el Sombrero de tres picos (Manuel de Falla). Para mí fue una de las mejores experiencias porque la orquesta avanzó mucho. Lo otro es haber participado en la Joven Orquesta y Coro de Centroa-mérica (JOCCA). Tocamos la Primera Sinfonía de Mahler, una de las más difíciles que existen. Estuve 15 días recibiendo talleres y clases maestras con maestros de Venezuela y Alemania. Estuvi-mos con uno de los mejores directores a nivel mundial que es Dietrich Paredes, un venezolano. Pienso que esas experien-cias nos hacen crecer a nivel personal y musical. También cuando toqué con la Orquesta Sinfónica Nacional de El Salvador, celebrando sus 90 años. Eso fue el año pasado. No es cualquier orquesta; es la orquesta de nuestro país y haber tenido el honor de estar ahí ha sido muy gratificante para mí.

¿En qué otros espacios musicales has participado?Estoy en la Joven Orquesta de El Salvador (JOES). Es una orquesta nueva de cuerdas. También estoy en la Orquesta Sinfónica Cristiana de El Salvador desde el año pasado.

¿Qué papel tiene el talento en la formación de un músico? Yo diría que el talento es un 50 % y el estudio es el otro 50. Hay mucha gente que, por ser talento-sa, se confía. No estudian y no dan más de lo que podrían. Hay otra gente que quizá no tiene todo el talento o toda la capacidad, pero son personas que se agarran de sus sueños, que quieren salir adelante y dan lo mejor.

¿Cómo es el público de la música académica en El Salvador? Siempre hemos tenido público, pero siempre se llenan más los conciertos de música popular. La gente aplaude, se ríe, los disfruta. Hace poco hici-

mos un concierto con el ballet folclórico y el teatro estaba muy lleno. Igual cuando fue los Beatles, se agotaron las entradas, la gente estaba en los pasi-llos, y no es así con los otros conciertos.

¿Cuáles son las aspiraciones profesionales de un músico salvadoreño?

Las aspiraciones son diferentes. Para algunas personas es una manera de invertir tiempo,

pero no se van a quedar con esto. Para otras personas creo que el sueño es estar en la Sinfónica Nacional y dedicarse por completo a la música. Otros compañe-ros ya no están aquí; están en otras universidades, en otros países, estu-diando música en México, Estados

Unidos, Costa Rica. Algunos dicen que no saben si van a regresar. Hay quienes sí

están seguros de regresar para cambiar la realidad musical del país y aportar algo nuevo.

Carlos AlonsoEstudiante de 2. º año de Ingeniería Química en la UCA, obtuvo una calificación de 10 en la PAES 2010. También estudia música e inglés.

¿Cómo llegaste a la química? Era lo que mejor llevaba en el colegio: mate-mática, física y química. Cuando era chiquito, mi mamá tenía el montón de perfumes, desinfectantes y yo los mezclaba todos, y decía que eran mis pocio-nes. Cortaba las botellas para hacer mi dizque labo-ratorio. Desde chiquito quería estudiar eso.

¿Tu nota de la PAES te abrió alguna oportunidad?Me ayudó porque primero tenía una beca con FEPADE, con la Fundación Poma; y después con FEDISAL, con FANTEL, que es la que tengo actual-mente. Como no se pueden tener dos becas al mismo tiempo, me quedé con FANTEL. La PAES es un instru-mento, pero lo que puede medir es bien poco. Yo no creo que una persona sepa lo que un número dice.

¿Hay equidad al asignar becas? Son dos enfoques diferentes. FEPADE busca a la gente que es buena pero que tiene bajos recursos, y en FANTEL buscan a los que tienen buenas notas. En FANTEL a los que tienen bajos recursos les dan manutención. Esa es la diferencia. Sí tiene algo de equitativo. Eso sí, si uno intenta ir a FEPADE con ingresos muy altos no dan financiamiento.

¿Este país tiene gente talentosa? Sí, demasiado. El problema es que la mayoría de talentos, como tienen escasos recursos, no pueden estudiar y tienen que meterse a trabajos serviles. Hay mucha gente muy buena y puede estar en la zona franca, armando calculadoras, ropa o cualquier cosa de otras empresas, pero no va a salir de ahí, porque no se han proyectado más allá, porque la sociedad no les ayuda.

¿Es posible que la gente talentosa no se sienta comprometida con el país porque siente que éste no le ha dado nada? Sí. Al menos yo siento que aquí hacer algo cuesta. También depende de las costumbres con que uno creció para indetificarse con el país. Aquí la gente que se queda es la gente romántica o que no ha tenido el chance para irse.

¿Si pudieras estudiar un posgrado fuera de El Salvador, que pasaría en adelante? De ahí yo me regreso, porque aquí hay mucho que hacer. Donde hay un problema puede haber una solución. Un amigo de mi mamá encontró una beca. Está trabajando en la NASA. Le ha ido bien y se quedó a vivir allá, pero ayudó a que aquí pusieran el técnico en aeronáutica y que contraten a esa gente aquí. Desde afuera ayuda a que la gente aquí se desarrolle.

¿Qué te gustaría estudiar después de química?Farmacología y toxicología en una universidad de Sidney. La verdad, yo no me he visto como una persona que se va a dedicar sólo a las ciencias. Yo quería estudiar filosofía al comienzo, pero no hay becas para filosofía. Es otro análisis. Uno no solo se pone a pensar en los procesos, sino en cómo ayudar a la gente. La rama humanística tiene que estar más involucrada, no hay que verla de menos. En ingenie-ría a las humanidades todos las ven de menos.

¿Es importante la figura de un mentor desde pequeño, es decir, alguien que sepa y que te motive? La verdad, sí. Cuando era pequeño tenía una profesora de artes y mi profesora de clases. Siempre

me llevé con ella. Enseñaba pintura y me enseñaba otras técnicas que no daba a otros y eso me hizo interesarme en el tema. Quizás allí hay una base mía de interesarme por las humanidades, por las artes.

¿Personas a las que admirés? A mi mamá la admiro porque ella nos sacó

adelante. Se murió mi papá. Me tenía a mí de cuatro años y a mi hermano de uno. No

teníamos casa porque mi papá no se había preocupado por eso. Fue como: “Se murió, tengo que poner los pies en la tierra, buscar una casa donde vivir y sacar adelante a mis hijos”. De mi mamá aprendí a ser independiente. Ella

tuvo la oportunidad de casarse, pero implicaba que nos fuéramos a Estados

Unidos. Y ella aquí tiene su título y su traba-jo. Allá sería ama de casa y no iba a dejar su indepen-dencia por casarse. A mi hermano y a mí eso nos ayuda a ir nosotros por las cosas, porque aquí la gente es huevona.

¿La gente aquí es huevona? Al menos eso siento yo. Antes era el ideal del trabajo, pero la gente ha cambiado bastante; busca lo fácil. Hay un montón de gente talentosa en un call center, pero como les pagan más dinero estando ahí que en otro lado, ahí se van a quedar. Yo no estoy estudiando algo que me vaya a dar pisto y, la verdad, no me veo como una persona así tampoco. Es porque no son mis ideales, pero la mayoría de la gente sí los tiene. Su ideal es tener pisto y para eso ¿qué hacen? Venden. El comercio es lo que aquí da.

Lorena JuárezGraduada de la UCA en Comunicación Social (2008), Lorena ha ganado el Premio Nacional de Cuento en dos ocasiones (2008 y 2010), al igual que el Premio Nacional de Dramaturgia Infantil (2008 y 2009).

Actualmente tiene un cargo docente y de investiga-ción en la universidad Dr. José Matías Delgado.

¿Cuál fue tu primer acercamiento a la literatura? Tiene que ver con disfrutes. Lo que recuerdo es que de niña mi papá tenía muchos libros y eran de contabilidad. Había un par que yo leía muchísimo, por ejemplo, La tierra y sus recursos. Es un libro precioso. También tenía un diario. Empezaba a hacer cosas que parecían poemas. Luego me di cuenta de que me gustaba eso. En mi caso es como me acerqué: por una necesidad de entenderme y luego sentía que me gustaba contar cosas.

¿De qué otra manera tu entorno familiar se rela-cionó con tu vocación literaria? Una de las grandes decisiones de mi mamá fue que estudiáramos en buenos colegios. Claro, eso supone un nivel de sacrificio increíble. Pero uno de los factores más determinantes fue que a mí mi mamá me dejaba hacer todo lo que yo quisiera. Yo soy hiperactiva. Un día, la psicóloga le dijo: “la niña tiene que estar siempre ocupada”. Ella hacía todo: me dejaba, me iba a traer, si había que presentar la obra ella iba, ella estaba ahí. Les decía a sus amigas “A la niña le encanta leer”. Eso creó en mí una imagen de que era una activi-dad buena, una cosa que ella aprobaba, que estaba bien ser así. No es nada especial el asunto, simplemente te dejan ser y ya.

¿Hubo alguna figura de inspiración?Cuando estaba en bachillerato leía casi cualquier cosa que me llegaba a las manos. Las (revistas) Vanidades que mi mamá tenía yo las leía. En las últimas páginas había columnas de mujeres que escribían sobre temas. Yo decía “yo quiero ser como ellas”. Quería ver escrito mi nombre en una revista y decir algo. Me parecía una cosa fascinante.

Más adelante, quería estudiar psicología porque era el tipo de literatura que consumía en ese momento, pero luego me decanté por una opción más periodística. Y Redacción I la daba Don Paco (Francisco Andrés Escobar). Si es sobre vocación, sí estoy segura de que él fue una figura determinante. La siguiente persona que en esos primeros años me ayudó mucho fue Jorge Galán.

¿Qué aprendiste de Don Paco? Lo de Don Paco es una cosa… más de lo que querés contar, que tus textos tengan alma. Digamos que él es de esos maestros sabios, como un Jedi, que te dicen dos o tres palabras y te cambian totalmente la vida. Y con Jorge es de trabajar muchísimo. Si hay un poeta que realmente trabaja en este país es Jorge Galán, que está constantemente probando y sorpren-diendo.

¿Qué tan determinante es el tipo de educación para que surjan talentos en letras? Mi posición con la literatura es que sí necesi-tás formación, pero eso no es garantía de que vas a ser un gran escritor. La gente cree en la inspiración;

yo creo en la provocación, en que estás pensan-do, dándole vueltas, dejando que el entorno

te afecte. La formación te da más calidad, pero también a partir de esa base que puede ser muy técnica tenés que traba-jar la sensorialidad. La técnica no te hace sentir escalofrios; la técnica te dice que la estructura es hermosa. Sos

vos, humano, volcándote a la herramien-ta. Si no, es un texto científico, un texto

que está bien, pero no tiene alma.

¿Para qué escribís? Yo escribo porque quiero contar historias, cómo yo veo la vida. Recibí un taller en 2011 con Berta Hiriart, una dramaturga mexicana. Es una cosa gloriosa. La pregunta con la que surgió el taller era esa: ¿para qué escribís? Nuestra historia solo está escrita por gente que ve una perspectiva. ¿Cuándo hemos leído un texto de la masacre del 32 contado por un indígena? Hago ficción porque me encanta, pero uno escribe para contar algo que le interesa decir, denunciar algo con lo que no está de acuerdo.

¿Qué aspiraciones y sueños puede tener en este país una persona dedicada a las letras? Puede sonar idealista, pero a mí me gustaría seguir dando clases, escribir, trabajar guionizando programas de televisión. Si lo veo como soñando, yo quisiera levantarme, darle de comer a los gatos, dar clases en la universidad, pasar por un sitio donde estoy dando clase a distancia, hablar con gente, llegar a la casa, trabajar en el proyecto, estar con mi novio o esposo, hablar del proyecto… estar en constante dinamismo. Es una aspiración bastante sencilla.

Flor Yamileth PortilloGraduada de la UCA en Ciencias Jurídicas (2012), es violinista en la Orquesta Sinfónica Juvenil y participa en otros espacios musicales como la Joven Orquesta de las Américas, Joven Orquesta y Coro de Centroa-mérica, Joven Orquesta de El Salvador y la Orquesta Sinfónica Cristiana de El Salvador.

¿Cómo empezaste a estudiar música? A los 13 años empecé mi primera clase de violín, en una escuela particular, en Santa Tecla. Creo que desde ese momento yo me enamoré de la música por completo. Desde que estaba pequeña, cuando tenía cinco años, mi papá siempre tuvo la intención de que yo aprendiera algún instrumento, pero no me gustaba. Estuve en algunas clases de piano y flauta, pero me salí. Cuando tenía 13 años, sentí el interés de no llevar solo mis estudios norma-les, sino de aprender algún instrumento. Fue así que empecé mis clases de violín. Empecé solo por hobbie, pero luego practicaba tres horas diarias. Tres años después de mis clases, hice audición para la Orquesta Sinfónica Juvenil de El Salvador,a los 16 años, pasé la audición y empecé a formar parte de la orquesta. Este es mi octavo año ahí.

¿Cómo se vivía la música en tu casa? ¿Había inte-rés por la música en tu entorno? Mi papá toca varios instrumentos: guitarra, quena, zampoña, mandolina y está aprendiendo saxofón A él siempre le gustó la música, pero no se dedica a eso. Pero siempre quiso que mi hermana y yo aprendiéramos un instrumento.

¿Te ves más como una abogada que toca violín o como una violinista que puede ejercer la aboga-cía?Creo que más como lo segundo. A mí me encanta la música. Creo que si en nuestro país existieran ma-yores oportunidades para ejercer solo la música, yo me quedaría con eso. Quisiera llevar las dos cosas a la par. Pero me gusta más la música.

¿Cómo fue llevar tu formación musical a la par de tus estudios? Fue un poco difícil y gratificante, porque empecé la universidad llevando la música a la par de la orquesta. Y la orquesta requiere de disciplina. Al final de mi carrera, tenía que ir a ensayos de lunes a viernes. De pronto tenía que entregar parciales,

Page 21: ¿Qué pasa con el talento en El Salvador?

Roque Dalton:el talento como

instrumentoliberador

Alejandro Gasteazoro,estudiante de Economía.

[email protected]

Parece que el talento de Roque Dalton comienza a ser reconocido. El 9 de mayo pasado, aniversario de su natalicio, la Asamblea Legislativa aprobó por mayoría de votos el Día Nacional de la Poesía. Está claro que es un guiño a nuestro conno-tado literato. Roque era talentoso por su escritura y por su capacidad para universalizar la poesía nacional. Su estilo se caracterizaba por su peculiaridad, su capa-cidad para romper esquemas y su originalidad excepcional. Esto le permitió hacerse de cierta fama internacional y codearse con escritores como Julio Cortázar y Eduardo Galeano. Su talento se reflejaba en su capacidad para enlazar la literatura con la realidad nacional, aleján-dose de la tradicional poesía contemplativa. Fue un exponente de la Generación Comprometida, cuyo pensamiento se refleja en fragmentos como este:

“Alfredo Espino le cantó a los pajaritos y a los árboles de nuestro campo y no vio que en los ranchos de paja los campesinos se morían de hambre y de enferme-dades curables.”

El resultado: una poesía beligerante, contra-puesta a las irracionales clases económicas domi-nantes, fuera de lo que se esperaría de unos versos, pues estos enfrentaban el statu quo de la época con asombrosa irreverencia. Para él era imposible no burlarse de esta realidad incoherente. Es así que Dalton se enfrentó a las clases dominantes con una rebeldía desafiante, con la que se animó a denunciar la explotación contra la clase trabajadora y el violento dominio que ejercía la clase capitalista. La claridad con la que expresaba estas denuncias le merece un reconocimiento especial. Roque nos enseñó algo importante: Es posible ocupar nuestros talentos para ponerlos a disposición de una buena causa y, en especial, a favor de las mayorías populares y oprimidas. De esta manera dio un paso adelante otorgándole un significado profundo a la utilización de su talento creador.

“Poesía, perdóname por haberte ayudado a compren-der que no estás hecha solo de palabras.”

Al poner en práctica nuestros talentos, nos realizamos nosotros mismos, pero, al mismo tiempo, con ellos podemos contribuir al proceso de liberación de las mayorías populares. El talento puesto al servicio de una buena causa podría desplegar todo su potencial, pues tiene la capacidad de beneficiar al sujeto que lo pone en práctica y, además, liberar a otras personas de la opresión injusta del sistema. Es a este ideal al que debemos encaminar nuestra acción, pues como seres humanos tenemos que ser solidarios, en espe-cial, con el oprimido. Como estudiantes, si conjugamos el acervo de conocimientos que hemos ido acumulando con nuestros talentos, y ponemos este esfuerzo al servi-cio de las clases excluidas por el sistema, el poten-cial liberador aumenta,y la influencia para la trans-formación del sistema incrementa. Para actuar de esta manera es fundamental poseer ciertos valores y utopías personales. La utopía de Roque puede ser muy bien representada por el siguiente extracto:

“Y considerarán el ‘para vos nuay’ como un insultoIncomprensibleUsado allá en un tiempo viejo y más cuico que el cuicoGómez (...)”

“Creo que el mundo es bello,que la poesía es como el pan

de todos”

21

La letra suelta

laboratorios, trabajos. Siempre tuve el compromiso de que si iba a llevar la música a la par tenía que ser buena estudiante. De hecho, nunca dejé una materia, me gradué en cinco años. Siempre tuve un CUM arriba de 8. Creo que cuando uno quiere algo y se lo propone, puede ser bueno en lo que hace.

¿En qué conciertos has participado y cuáles recor-dás con más cariño? Uno de las mejores fue el año pasado. Tuvi-mos la oportunidad de tener talleres con integrantes de la Joven Orquesta de las Américas (YOA, por sus siglas en inglés). Estuvimos aproximadamente dos semanas con ellos y con Jaime Martín, un director español muy reconocido. Él dirigió la Sinfonía N. º 5, de Beethoven y el Sombrero de tres picos (Manuel de Falla). Para mí fue una de las mejores experiencias porque la orquesta avanzó mucho. Lo otro es haber participado en la Joven Orquesta y Coro de Centroa-mérica (JOCCA). Tocamos la Primera Sinfonía de Mahler, una de las más difíciles que existen. Estuve 15 días recibiendo talleres y clases maestras con maestros de Venezuela y Alemania. Estuvi-mos con uno de los mejores directores a nivel mundial que es Dietrich Paredes, un venezolano. Pienso que esas experien-cias nos hacen crecer a nivel personal y musical. También cuando toqué con la Orquesta Sinfónica Nacional de El Salvador, celebrando sus 90 años. Eso fue el año pasado. No es cualquier orquesta; es la orquesta de nuestro país y haber tenido el honor de estar ahí ha sido muy gratificante para mí.

¿En qué otros espacios musicales has participado?Estoy en la Joven Orquesta de El Salvador (JOES). Es una orquesta nueva de cuerdas. También estoy en la Orquesta Sinfónica Cristiana de El Salvador desde el año pasado.

¿Qué papel tiene el talento en la formación de un músico? Yo diría que el talento es un 50 % y el estudio es el otro 50. Hay mucha gente que, por ser talento-sa, se confía. No estudian y no dan más de lo que podrían. Hay otra gente que quizá no tiene todo el talento o toda la capacidad, pero son personas que se agarran de sus sueños, que quieren salir adelante y dan lo mejor.

¿Cómo es el público de la música académica en El Salvador? Siempre hemos tenido público, pero siempre se llenan más los conciertos de música popular. La gente aplaude, se ríe, los disfruta. Hace poco hici-

mos un concierto con el ballet folclórico y el teatro estaba muy lleno. Igual cuando fue los Beatles, se agotaron las entradas, la gente estaba en los pasi-llos, y no es así con los otros conciertos.

¿Cuáles son las aspiraciones profesionales de un músico salvadoreño?

Las aspiraciones son diferentes. Para algunas personas es una manera de invertir tiempo,

pero no se van a quedar con esto. Para otras personas creo que el sueño es estar en la Sinfónica Nacional y dedicarse por completo a la música. Otros compañe-ros ya no están aquí; están en otras universidades, en otros países, estu-diando música en México, Estados

Unidos, Costa Rica. Algunos dicen que no saben si van a regresar. Hay quienes sí

están seguros de regresar para cambiar la realidad musical del país y aportar algo nuevo.

Carlos AlonsoEstudiante de 2. º año de Ingeniería Química en la UCA, obtuvo una calificación de 10 en la PAES 2010. También estudia música e inglés.

¿Cómo llegaste a la química? Era lo que mejor llevaba en el colegio: mate-mática, física y química. Cuando era chiquito, mi mamá tenía el montón de perfumes, desinfectantes y yo los mezclaba todos, y decía que eran mis pocio-nes. Cortaba las botellas para hacer mi dizque labo-ratorio. Desde chiquito quería estudiar eso.

¿Tu nota de la PAES te abrió alguna oportunidad?Me ayudó porque primero tenía una beca con FEPADE, con la Fundación Poma; y después con FEDISAL, con FANTEL, que es la que tengo actual-mente. Como no se pueden tener dos becas al mismo tiempo, me quedé con FANTEL. La PAES es un instru-mento, pero lo que puede medir es bien poco. Yo no creo que una persona sepa lo que un número dice.

¿Hay equidad al asignar becas? Son dos enfoques diferentes. FEPADE busca a la gente que es buena pero que tiene bajos recursos, y en FANTEL buscan a los que tienen buenas notas. En FANTEL a los que tienen bajos recursos les dan manutención. Esa es la diferencia. Sí tiene algo de equitativo. Eso sí, si uno intenta ir a FEPADE con ingresos muy altos no dan financiamiento.

¿Este país tiene gente talentosa? Sí, demasiado. El problema es que la mayoría de talentos, como tienen escasos recursos, no pueden estudiar y tienen que meterse a trabajos serviles. Hay mucha gente muy buena y puede estar en la zona franca, armando calculadoras, ropa o cualquier cosa de otras empresas, pero no va a salir de ahí, porque no se han proyectado más allá, porque la sociedad no les ayuda.

¿Es posible que la gente talentosa no se sienta comprometida con el país porque siente que éste no le ha dado nada? Sí. Al menos yo siento que aquí hacer algo cuesta. También depende de las costumbres con que uno creció para indetificarse con el país. Aquí la gente que se queda es la gente romántica o que no ha tenido el chance para irse.

¿Si pudieras estudiar un posgrado fuera de El Salvador, que pasaría en adelante? De ahí yo me regreso, porque aquí hay mucho que hacer. Donde hay un problema puede haber una solución. Un amigo de mi mamá encontró una beca. Está trabajando en la NASA. Le ha ido bien y se quedó a vivir allá, pero ayudó a que aquí pusieran el técnico en aeronáutica y que contraten a esa gente aquí. Desde afuera ayuda a que la gente aquí se desarrolle.

¿Qué te gustaría estudiar después de química?Farmacología y toxicología en una universidad de Sidney. La verdad, yo no me he visto como una persona que se va a dedicar sólo a las ciencias. Yo quería estudiar filosofía al comienzo, pero no hay becas para filosofía. Es otro análisis. Uno no solo se pone a pensar en los procesos, sino en cómo ayudar a la gente. La rama humanística tiene que estar más involucrada, no hay que verla de menos. En ingenie-ría a las humanidades todos las ven de menos.

¿Es importante la figura de un mentor desde pequeño, es decir, alguien que sepa y que te motive? La verdad, sí. Cuando era pequeño tenía una profesora de artes y mi profesora de clases. Siempre

me llevé con ella. Enseñaba pintura y me enseñaba otras técnicas que no daba a otros y eso me hizo interesarme en el tema. Quizás allí hay una base mía de interesarme por las humanidades, por las artes.

¿Personas a las que admirés? A mi mamá la admiro porque ella nos sacó

adelante. Se murió mi papá. Me tenía a mí de cuatro años y a mi hermano de uno. No

teníamos casa porque mi papá no se había preocupado por eso. Fue como: “Se murió, tengo que poner los pies en la tierra, buscar una casa donde vivir y sacar adelante a mis hijos”. De mi mamá aprendí a ser independiente. Ella

tuvo la oportunidad de casarse, pero implicaba que nos fuéramos a Estados

Unidos. Y ella aquí tiene su título y su traba-jo. Allá sería ama de casa y no iba a dejar su indepen-dencia por casarse. A mi hermano y a mí eso nos ayuda a ir nosotros por las cosas, porque aquí la gente es huevona.

¿La gente aquí es huevona? Al menos eso siento yo. Antes era el ideal del trabajo, pero la gente ha cambiado bastante; busca lo fácil. Hay un montón de gente talentosa en un call center, pero como les pagan más dinero estando ahí que en otro lado, ahí se van a quedar. Yo no estoy estudiando algo que me vaya a dar pisto y, la verdad, no me veo como una persona así tampoco. Es porque no son mis ideales, pero la mayoría de la gente sí los tiene. Su ideal es tener pisto y para eso ¿qué hacen? Venden. El comercio es lo que aquí da.

Lorena JuárezGraduada de la UCA en Comunicación Social (2008), Lorena ha ganado el Premio Nacional de Cuento en dos ocasiones (2008 y 2010), al igual que el Premio Nacional de Dramaturgia Infantil (2008 y 2009).

Actualmente tiene un cargo docente y de investiga-ción en la universidad Dr. José Matías Delgado.

¿Cuál fue tu primer acercamiento a la literatura? Tiene que ver con disfrutes. Lo que recuerdo es que de niña mi papá tenía muchos libros y eran de contabilidad. Había un par que yo leía muchísimo, por ejemplo, La tierra y sus recursos. Es un libro precioso. También tenía un diario. Empezaba a hacer cosas que parecían poemas. Luego me di cuenta de que me gustaba eso. En mi caso es como me acerqué: por una necesidad de entenderme y luego sentía que me gustaba contar cosas.

¿De qué otra manera tu entorno familiar se rela-cionó con tu vocación literaria? Una de las grandes decisiones de mi mamá fue que estudiáramos en buenos colegios. Claro, eso supone un nivel de sacrificio increíble. Pero uno de los factores más determinantes fue que a mí mi mamá me dejaba hacer todo lo que yo quisiera. Yo soy hiperactiva. Un día, la psicóloga le dijo: “la niña tiene que estar siempre ocupada”. Ella hacía todo: me dejaba, me iba a traer, si había que presentar la obra ella iba, ella estaba ahí. Les decía a sus amigas “A la niña le encanta leer”. Eso creó en mí una imagen de que era una activi-dad buena, una cosa que ella aprobaba, que estaba bien ser así. No es nada especial el asunto, simplemente te dejan ser y ya.

¿Hubo alguna figura de inspiración?Cuando estaba en bachillerato leía casi cualquier cosa que me llegaba a las manos. Las (revistas) Vanidades que mi mamá tenía yo las leía. En las últimas páginas había columnas de mujeres que escribían sobre temas. Yo decía “yo quiero ser como ellas”. Quería ver escrito mi nombre en una revista y decir algo. Me parecía una cosa fascinante.

Más adelante, quería estudiar psicología porque era el tipo de literatura que consumía en ese momento, pero luego me decanté por una opción más periodística. Y Redacción I la daba Don Paco (Francisco Andrés Escobar). Si es sobre vocación, sí estoy segura de que él fue una figura determinante. La siguiente persona que en esos primeros años me ayudó mucho fue Jorge Galán.

¿Qué aprendiste de Don Paco? Lo de Don Paco es una cosa… más de lo que querés contar, que tus textos tengan alma. Digamos que él es de esos maestros sabios, como un Jedi, que te dicen dos o tres palabras y te cambian totalmente la vida. Y con Jorge es de trabajar muchísimo. Si hay un poeta que realmente trabaja en este país es Jorge Galán, que está constantemente probando y sorpren-diendo.

¿Qué tan determinante es el tipo de educación para que surjan talentos en letras? Mi posición con la literatura es que sí necesi-tás formación, pero eso no es garantía de que vas a ser un gran escritor. La gente cree en la inspiración;

yo creo en la provocación, en que estás pensan-do, dándole vueltas, dejando que el entorno

te afecte. La formación te da más calidad, pero también a partir de esa base que puede ser muy técnica tenés que traba-jar la sensorialidad. La técnica no te hace sentir escalofrios; la técnica te dice que la estructura es hermosa. Sos

vos, humano, volcándote a la herramien-ta. Si no, es un texto científico, un texto

que está bien, pero no tiene alma.

¿Para qué escribís? Yo escribo porque quiero contar historias, cómo yo veo la vida. Recibí un taller en 2011 con Berta Hiriart, una dramaturga mexicana. Es una cosa gloriosa. La pregunta con la que surgió el taller era esa: ¿para qué escribís? Nuestra historia solo está escrita por gente que ve una perspectiva. ¿Cuándo hemos leído un texto de la masacre del 32 contado por un indígena? Hago ficción porque me encanta, pero uno escribe para contar algo que le interesa decir, denunciar algo con lo que no está de acuerdo.

¿Qué aspiraciones y sueños puede tener en este país una persona dedicada a las letras? Puede sonar idealista, pero a mí me gustaría seguir dando clases, escribir, trabajar guionizando programas de televisión. Si lo veo como soñando, yo quisiera levantarme, darle de comer a los gatos, dar clases en la universidad, pasar por un sitio donde estoy dando clase a distancia, hablar con gente, llegar a la casa, trabajar en el proyecto, estar con mi novio o esposo, hablar del proyecto… estar en constante dinamismo. Es una aspiración bastante sencilla.

Flor Yamileth PortilloGraduada de la UCA en Ciencias Jurídicas (2012), es violinista en la Orquesta Sinfónica Juvenil y participa en otros espacios musicales como la Joven Orquesta de las Américas, Joven Orquesta y Coro de Centroa-mérica, Joven Orquesta de El Salvador y la Orquesta Sinfónica Cristiana de El Salvador.

¿Cómo empezaste a estudiar música? A los 13 años empecé mi primera clase de violín, en una escuela particular, en Santa Tecla. Creo que desde ese momento yo me enamoré de la música por completo. Desde que estaba pequeña, cuando tenía cinco años, mi papá siempre tuvo la intención de que yo aprendiera algún instrumento, pero no me gustaba. Estuve en algunas clases de piano y flauta, pero me salí. Cuando tenía 13 años, sentí el interés de no llevar solo mis estudios norma-les, sino de aprender algún instrumento. Fue así que empecé mis clases de violín. Empecé solo por hobbie, pero luego practicaba tres horas diarias. Tres años después de mis clases, hice audición para la Orquesta Sinfónica Juvenil de El Salvador,a los 16 años, pasé la audición y empecé a formar parte de la orquesta. Este es mi octavo año ahí.

¿Cómo se vivía la música en tu casa? ¿Había inte-rés por la música en tu entorno? Mi papá toca varios instrumentos: guitarra, quena, zampoña, mandolina y está aprendiendo saxofón A él siempre le gustó la música, pero no se dedica a eso. Pero siempre quiso que mi hermana y yo aprendiéramos un instrumento.

¿Te ves más como una abogada que toca violín o como una violinista que puede ejercer la aboga-cía?Creo que más como lo segundo. A mí me encanta la música. Creo que si en nuestro país existieran ma-yores oportunidades para ejercer solo la música, yo me quedaría con eso. Quisiera llevar las dos cosas a la par. Pero me gusta más la música.

¿Cómo fue llevar tu formación musical a la par de tus estudios? Fue un poco difícil y gratificante, porque empecé la universidad llevando la música a la par de la orquesta. Y la orquesta requiere de disciplina. Al final de mi carrera, tenía que ir a ensayos de lunes a viernes. De pronto tenía que entregar parciales,

Page 22: ¿Qué pasa con el talento en El Salvador?

DespliégateReinaldo [email protected]

Ante la nota publicada en El Diario de Hoy, el 27 de mayo de 2013,“Fiscal: Regalen un día de paz y les creo”1

I

Despliégate.Voy a salir,

la selva de sangre me espera.Luz oscura no me dejes.

Despliégate.Cúbreme también de los sonidosde los gritos sordos de los niñosdel hambre ciega de mi hermano.

Despliégate.País guerra en miniatura,nacemos balas todos

y ninguno acierta con el enemigo.

Despliégate de prisa.Afuera entregan sus armas,afuera han mentido: la paz,

la muerte queda en la piel de las manos.

1http://www.elsalvador.com/mwedh/nota/nota_completa.asp?idCat=47859&idArt=7921910

22

La littera

laboratorios, trabajos. Siempre tuve el compromiso de que si iba a llevar la música a la par tenía que ser buena estudiante. De hecho, nunca dejé una materia, me gradué en cinco años. Siempre tuve un CUM arriba de 8. Creo que cuando uno quiere algo y se lo propone, puede ser bueno en lo que hace.

¿En qué conciertos has participado y cuáles recor-dás con más cariño? Uno de las mejores fue el año pasado. Tuvi-mos la oportunidad de tener talleres con integrantes de la Joven Orquesta de las Américas (YOA, por sus siglas en inglés). Estuvimos aproximadamente dos semanas con ellos y con Jaime Martín, un director español muy reconocido. Él dirigió la Sinfonía N. º 5, de Beethoven y el Sombrero de tres picos (Manuel de Falla). Para mí fue una de las mejores experiencias porque la orquesta avanzó mucho. Lo otro es haber participado en la Joven Orquesta y Coro de Centroa-mérica (JOCCA). Tocamos la Primera Sinfonía de Mahler, una de las más difíciles que existen. Estuve 15 días recibiendo talleres y clases maestras con maestros de Venezuela y Alemania. Estuvi-mos con uno de los mejores directores a nivel mundial que es Dietrich Paredes, un venezolano. Pienso que esas experien-cias nos hacen crecer a nivel personal y musical. También cuando toqué con la Orquesta Sinfónica Nacional de El Salvador, celebrando sus 90 años. Eso fue el año pasado. No es cualquier orquesta; es la orquesta de nuestro país y haber tenido el honor de estar ahí ha sido muy gratificante para mí.

¿En qué otros espacios musicales has participado?Estoy en la Joven Orquesta de El Salvador (JOES). Es una orquesta nueva de cuerdas. También estoy en la Orquesta Sinfónica Cristiana de El Salvador desde el año pasado.

¿Qué papel tiene el talento en la formación de un músico? Yo diría que el talento es un 50 % y el estudio es el otro 50. Hay mucha gente que, por ser talento-sa, se confía. No estudian y no dan más de lo que podrían. Hay otra gente que quizá no tiene todo el talento o toda la capacidad, pero son personas que se agarran de sus sueños, que quieren salir adelante y dan lo mejor.

¿Cómo es el público de la música académica en El Salvador? Siempre hemos tenido público, pero siempre se llenan más los conciertos de música popular. La gente aplaude, se ríe, los disfruta. Hace poco hici-

mos un concierto con el ballet folclórico y el teatro estaba muy lleno. Igual cuando fue los Beatles, se agotaron las entradas, la gente estaba en los pasi-llos, y no es así con los otros conciertos.

¿Cuáles son las aspiraciones profesionales de un músico salvadoreño?

Las aspiraciones son diferentes. Para algunas personas es una manera de invertir tiempo,

pero no se van a quedar con esto. Para otras personas creo que el sueño es estar en la Sinfónica Nacional y dedicarse por completo a la música. Otros compañe-ros ya no están aquí; están en otras universidades, en otros países, estu-diando música en México, Estados

Unidos, Costa Rica. Algunos dicen que no saben si van a regresar. Hay quienes sí

están seguros de regresar para cambiar la realidad musical del país y aportar algo nuevo.

Carlos AlonsoEstudiante de 2. º año de Ingeniería Química en la UCA, obtuvo una calificación de 10 en la PAES 2010. También estudia música e inglés.

¿Cómo llegaste a la química? Era lo que mejor llevaba en el colegio: mate-mática, física y química. Cuando era chiquito, mi mamá tenía el montón de perfumes, desinfectantes y yo los mezclaba todos, y decía que eran mis pocio-nes. Cortaba las botellas para hacer mi dizque labo-ratorio. Desde chiquito quería estudiar eso.

¿Tu nota de la PAES te abrió alguna oportunidad?Me ayudó porque primero tenía una beca con FEPADE, con la Fundación Poma; y después con FEDISAL, con FANTEL, que es la que tengo actual-mente. Como no se pueden tener dos becas al mismo tiempo, me quedé con FANTEL. La PAES es un instru-mento, pero lo que puede medir es bien poco. Yo no creo que una persona sepa lo que un número dice.

¿Hay equidad al asignar becas? Son dos enfoques diferentes. FEPADE busca a la gente que es buena pero que tiene bajos recursos, y en FANTEL buscan a los que tienen buenas notas. En FANTEL a los que tienen bajos recursos les dan manutención. Esa es la diferencia. Sí tiene algo de equitativo. Eso sí, si uno intenta ir a FEPADE con ingresos muy altos no dan financiamiento.

¿Este país tiene gente talentosa? Sí, demasiado. El problema es que la mayoría de talentos, como tienen escasos recursos, no pueden estudiar y tienen que meterse a trabajos serviles. Hay mucha gente muy buena y puede estar en la zona franca, armando calculadoras, ropa o cualquier cosa de otras empresas, pero no va a salir de ahí, porque no se han proyectado más allá, porque la sociedad no les ayuda.

¿Es posible que la gente talentosa no se sienta comprometida con el país porque siente que éste no le ha dado nada? Sí. Al menos yo siento que aquí hacer algo cuesta. También depende de las costumbres con que uno creció para indetificarse con el país. Aquí la gente que se queda es la gente romántica o que no ha tenido el chance para irse.

¿Si pudieras estudiar un posgrado fuera de El Salvador, que pasaría en adelante? De ahí yo me regreso, porque aquí hay mucho que hacer. Donde hay un problema puede haber una solución. Un amigo de mi mamá encontró una beca. Está trabajando en la NASA. Le ha ido bien y se quedó a vivir allá, pero ayudó a que aquí pusieran el técnico en aeronáutica y que contraten a esa gente aquí. Desde afuera ayuda a que la gente aquí se desarrolle.

¿Qué te gustaría estudiar después de química?Farmacología y toxicología en una universidad de Sidney. La verdad, yo no me he visto como una persona que se va a dedicar sólo a las ciencias. Yo quería estudiar filosofía al comienzo, pero no hay becas para filosofía. Es otro análisis. Uno no solo se pone a pensar en los procesos, sino en cómo ayudar a la gente. La rama humanística tiene que estar más involucrada, no hay que verla de menos. En ingenie-ría a las humanidades todos las ven de menos.

¿Es importante la figura de un mentor desde pequeño, es decir, alguien que sepa y que te motive? La verdad, sí. Cuando era pequeño tenía una profesora de artes y mi profesora de clases. Siempre

me llevé con ella. Enseñaba pintura y me enseñaba otras técnicas que no daba a otros y eso me hizo interesarme en el tema. Quizás allí hay una base mía de interesarme por las humanidades, por las artes.

¿Personas a las que admirés? A mi mamá la admiro porque ella nos sacó

adelante. Se murió mi papá. Me tenía a mí de cuatro años y a mi hermano de uno. No

teníamos casa porque mi papá no se había preocupado por eso. Fue como: “Se murió, tengo que poner los pies en la tierra, buscar una casa donde vivir y sacar adelante a mis hijos”. De mi mamá aprendí a ser independiente. Ella

tuvo la oportunidad de casarse, pero implicaba que nos fuéramos a Estados

Unidos. Y ella aquí tiene su título y su traba-jo. Allá sería ama de casa y no iba a dejar su indepen-dencia por casarse. A mi hermano y a mí eso nos ayuda a ir nosotros por las cosas, porque aquí la gente es huevona.

¿La gente aquí es huevona? Al menos eso siento yo. Antes era el ideal del trabajo, pero la gente ha cambiado bastante; busca lo fácil. Hay un montón de gente talentosa en un call center, pero como les pagan más dinero estando ahí que en otro lado, ahí se van a quedar. Yo no estoy estudiando algo que me vaya a dar pisto y, la verdad, no me veo como una persona así tampoco. Es porque no son mis ideales, pero la mayoría de la gente sí los tiene. Su ideal es tener pisto y para eso ¿qué hacen? Venden. El comercio es lo que aquí da.

Lorena JuárezGraduada de la UCA en Comunicación Social (2008), Lorena ha ganado el Premio Nacional de Cuento en dos ocasiones (2008 y 2010), al igual que el Premio Nacional de Dramaturgia Infantil (2008 y 2009).

Actualmente tiene un cargo docente y de investiga-ción en la universidad Dr. José Matías Delgado.

¿Cuál fue tu primer acercamiento a la literatura? Tiene que ver con disfrutes. Lo que recuerdo es que de niña mi papá tenía muchos libros y eran de contabilidad. Había un par que yo leía muchísimo, por ejemplo, La tierra y sus recursos. Es un libro precioso. También tenía un diario. Empezaba a hacer cosas que parecían poemas. Luego me di cuenta de que me gustaba eso. En mi caso es como me acerqué: por una necesidad de entenderme y luego sentía que me gustaba contar cosas.

¿De qué otra manera tu entorno familiar se rela-cionó con tu vocación literaria? Una de las grandes decisiones de mi mamá fue que estudiáramos en buenos colegios. Claro, eso supone un nivel de sacrificio increíble. Pero uno de los factores más determinantes fue que a mí mi mamá me dejaba hacer todo lo que yo quisiera. Yo soy hiperactiva. Un día, la psicóloga le dijo: “la niña tiene que estar siempre ocupada”. Ella hacía todo: me dejaba, me iba a traer, si había que presentar la obra ella iba, ella estaba ahí. Les decía a sus amigas “A la niña le encanta leer”. Eso creó en mí una imagen de que era una activi-dad buena, una cosa que ella aprobaba, que estaba bien ser así. No es nada especial el asunto, simplemente te dejan ser y ya.

¿Hubo alguna figura de inspiración?Cuando estaba en bachillerato leía casi cualquier cosa que me llegaba a las manos. Las (revistas) Vanidades que mi mamá tenía yo las leía. En las últimas páginas había columnas de mujeres que escribían sobre temas. Yo decía “yo quiero ser como ellas”. Quería ver escrito mi nombre en una revista y decir algo. Me parecía una cosa fascinante.

Más adelante, quería estudiar psicología porque era el tipo de literatura que consumía en ese momento, pero luego me decanté por una opción más periodística. Y Redacción I la daba Don Paco (Francisco Andrés Escobar). Si es sobre vocación, sí estoy segura de que él fue una figura determinante. La siguiente persona que en esos primeros años me ayudó mucho fue Jorge Galán.

¿Qué aprendiste de Don Paco? Lo de Don Paco es una cosa… más de lo que querés contar, que tus textos tengan alma. Digamos que él es de esos maestros sabios, como un Jedi, que te dicen dos o tres palabras y te cambian totalmente la vida. Y con Jorge es de trabajar muchísimo. Si hay un poeta que realmente trabaja en este país es Jorge Galán, que está constantemente probando y sorpren-diendo.

¿Qué tan determinante es el tipo de educación para que surjan talentos en letras? Mi posición con la literatura es que sí necesi-tás formación, pero eso no es garantía de que vas a ser un gran escritor. La gente cree en la inspiración;

yo creo en la provocación, en que estás pensan-do, dándole vueltas, dejando que el entorno

te afecte. La formación te da más calidad, pero también a partir de esa base que puede ser muy técnica tenés que traba-jar la sensorialidad. La técnica no te hace sentir escalofrios; la técnica te dice que la estructura es hermosa. Sos

vos, humano, volcándote a la herramien-ta. Si no, es un texto científico, un texto

que está bien, pero no tiene alma.

¿Para qué escribís? Yo escribo porque quiero contar historias, cómo yo veo la vida. Recibí un taller en 2011 con Berta Hiriart, una dramaturga mexicana. Es una cosa gloriosa. La pregunta con la que surgió el taller era esa: ¿para qué escribís? Nuestra historia solo está escrita por gente que ve una perspectiva. ¿Cuándo hemos leído un texto de la masacre del 32 contado por un indígena? Hago ficción porque me encanta, pero uno escribe para contar algo que le interesa decir, denunciar algo con lo que no está de acuerdo.

¿Qué aspiraciones y sueños puede tener en este país una persona dedicada a las letras? Puede sonar idealista, pero a mí me gustaría seguir dando clases, escribir, trabajar guionizando programas de televisión. Si lo veo como soñando, yo quisiera levantarme, darle de comer a los gatos, dar clases en la universidad, pasar por un sitio donde estoy dando clase a distancia, hablar con gente, llegar a la casa, trabajar en el proyecto, estar con mi novio o esposo, hablar del proyecto… estar en constante dinamismo. Es una aspiración bastante sencilla.

Flor Yamileth PortilloGraduada de la UCA en Ciencias Jurídicas (2012), es violinista en la Orquesta Sinfónica Juvenil y participa en otros espacios musicales como la Joven Orquesta de las Américas, Joven Orquesta y Coro de Centroa-mérica, Joven Orquesta de El Salvador y la Orquesta Sinfónica Cristiana de El Salvador.

¿Cómo empezaste a estudiar música? A los 13 años empecé mi primera clase de violín, en una escuela particular, en Santa Tecla. Creo que desde ese momento yo me enamoré de la música por completo. Desde que estaba pequeña, cuando tenía cinco años, mi papá siempre tuvo la intención de que yo aprendiera algún instrumento, pero no me gustaba. Estuve en algunas clases de piano y flauta, pero me salí. Cuando tenía 13 años, sentí el interés de no llevar solo mis estudios norma-les, sino de aprender algún instrumento. Fue así que empecé mis clases de violín. Empecé solo por hobbie, pero luego practicaba tres horas diarias. Tres años después de mis clases, hice audición para la Orquesta Sinfónica Juvenil de El Salvador,a los 16 años, pasé la audición y empecé a formar parte de la orquesta. Este es mi octavo año ahí.

¿Cómo se vivía la música en tu casa? ¿Había inte-rés por la música en tu entorno? Mi papá toca varios instrumentos: guitarra, quena, zampoña, mandolina y está aprendiendo saxofón A él siempre le gustó la música, pero no se dedica a eso. Pero siempre quiso que mi hermana y yo aprendiéramos un instrumento.

¿Te ves más como una abogada que toca violín o como una violinista que puede ejercer la aboga-cía?Creo que más como lo segundo. A mí me encanta la música. Creo que si en nuestro país existieran ma-yores oportunidades para ejercer solo la música, yo me quedaría con eso. Quisiera llevar las dos cosas a la par. Pero me gusta más la música.

¿Cómo fue llevar tu formación musical a la par de tus estudios? Fue un poco difícil y gratificante, porque empecé la universidad llevando la música a la par de la orquesta. Y la orquesta requiere de disciplina. Al final de mi carrera, tenía que ir a ensayos de lunes a viernes. De pronto tenía que entregar parciales,

Page 23: ¿Qué pasa con el talento en El Salvador?

LOS TRES TALENTOSEn un pequeño campo lleno de maleza hay bajo la tierra infinidad de semillas, no se sabe de qué. El descuidado dueño del lugar encuentra una orquídea. Él puede contemplarla, alegrarse y esperar a que, con suerte, aparezca otra; o, si se da cuenta, descubrirá que puede cultivarlas con trabajo y constancia. Si no, la joven orquídea solo será hierba que alimente la hierba. Este es el talento. Conversamos con tres jóvenes destacados que han estudiado en la UCA y esta fue la lección que nos dejaron: que el talento se cultiva. En sus palabras podrías hallar algo que haga eco en vos.

Por: Iván Morataya. [email protected]

23

Entre-vista

laboratorios, trabajos. Siempre tuve el compromiso de que si iba a llevar la música a la par tenía que ser buena estudiante. De hecho, nunca dejé una materia, me gradué en cinco años. Siempre tuve un CUM arriba de 8. Creo que cuando uno quiere algo y se lo propone, puede ser bueno en lo que hace.

¿En qué conciertos has participado y cuáles recor-dás con más cariño? Uno de las mejores fue el año pasado. Tuvi-mos la oportunidad de tener talleres con integrantes de la Joven Orquesta de las Américas (YOA, por sus siglas en inglés). Estuvimos aproximadamente dos semanas con ellos y con Jaime Martín, un director español muy reconocido. Él dirigió la Sinfonía N. º 5, de Beethoven y el Sombrero de tres picos (Manuel de Falla). Para mí fue una de las mejores experiencias porque la orquesta avanzó mucho. Lo otro es haber participado en la Joven Orquesta y Coro de Centroa-mérica (JOCCA). Tocamos la Primera Sinfonía de Mahler, una de las más difíciles que existen. Estuve 15 días recibiendo talleres y clases maestras con maestros de Venezuela y Alemania. Estuvi-mos con uno de los mejores directores a nivel mundial que es Dietrich Paredes, un venezolano. Pienso que esas experien-cias nos hacen crecer a nivel personal y musical. También cuando toqué con la Orquesta Sinfónica Nacional de El Salvador, celebrando sus 90 años. Eso fue el año pasado. No es cualquier orquesta; es la orquesta de nuestro país y haber tenido el honor de estar ahí ha sido muy gratificante para mí.

¿En qué otros espacios musicales has participado?Estoy en la Joven Orquesta de El Salvador (JOES). Es una orquesta nueva de cuerdas. También estoy en la Orquesta Sinfónica Cristiana de El Salvador desde el año pasado.

¿Qué papel tiene el talento en la formación de un músico? Yo diría que el talento es un 50 % y el estudio es el otro 50. Hay mucha gente que, por ser talento-sa, se confía. No estudian y no dan más de lo que podrían. Hay otra gente que quizá no tiene todo el talento o toda la capacidad, pero son personas que se agarran de sus sueños, que quieren salir adelante y dan lo mejor.

¿Cómo es el público de la música académica en El Salvador? Siempre hemos tenido público, pero siempre se llenan más los conciertos de música popular. La gente aplaude, se ríe, los disfruta. Hace poco hici-

mos un concierto con el ballet folclórico y el teatro estaba muy lleno. Igual cuando fue los Beatles, se agotaron las entradas, la gente estaba en los pasi-llos, y no es así con los otros conciertos.

¿Cuáles son las aspiraciones profesionales de un músico salvadoreño?

Las aspiraciones son diferentes. Para algunas personas es una manera de invertir tiempo,

pero no se van a quedar con esto. Para otras personas creo que el sueño es estar en la Sinfónica Nacional y dedicarse por completo a la música. Otros compañe-ros ya no están aquí; están en otras universidades, en otros países, estu-diando música en México, Estados

Unidos, Costa Rica. Algunos dicen que no saben si van a regresar. Hay quienes sí

están seguros de regresar para cambiar la realidad musical del país y aportar algo nuevo.

Carlos AlonsoEstudiante de 2. º año de Ingeniería Química en la UCA, obtuvo una calificación de 10 en la PAES 2010. También estudia música e inglés.

¿Cómo llegaste a la química? Era lo que mejor llevaba en el colegio: mate-mática, física y química. Cuando era chiquito, mi mamá tenía el montón de perfumes, desinfectantes y yo los mezclaba todos, y decía que eran mis pocio-nes. Cortaba las botellas para hacer mi dizque labo-ratorio. Desde chiquito quería estudiar eso.

¿Tu nota de la PAES te abrió alguna oportunidad?Me ayudó porque primero tenía una beca con FEPADE, con la Fundación Poma; y después con FEDISAL, con FANTEL, que es la que tengo actual-mente. Como no se pueden tener dos becas al mismo tiempo, me quedé con FANTEL. La PAES es un instru-mento, pero lo que puede medir es bien poco. Yo no creo que una persona sepa lo que un número dice.

¿Hay equidad al asignar becas? Son dos enfoques diferentes. FEPADE busca a la gente que es buena pero que tiene bajos recursos, y en FANTEL buscan a los que tienen buenas notas. En FANTEL a los que tienen bajos recursos les dan manutención. Esa es la diferencia. Sí tiene algo de equitativo. Eso sí, si uno intenta ir a FEPADE con ingresos muy altos no dan financiamiento.

¿Este país tiene gente talentosa? Sí, demasiado. El problema es que la mayoría de talentos, como tienen escasos recursos, no pueden estudiar y tienen que meterse a trabajos serviles. Hay mucha gente muy buena y puede estar en la zona franca, armando calculadoras, ropa o cualquier cosa de otras empresas, pero no va a salir de ahí, porque no se han proyectado más allá, porque la sociedad no les ayuda.

¿Es posible que la gente talentosa no se sienta comprometida con el país porque siente que éste no le ha dado nada? Sí. Al menos yo siento que aquí hacer algo cuesta. También depende de las costumbres con que uno creció para indetificarse con el país. Aquí la gente que se queda es la gente romántica o que no ha tenido el chance para irse.

¿Si pudieras estudiar un posgrado fuera de El Salvador, que pasaría en adelante? De ahí yo me regreso, porque aquí hay mucho que hacer. Donde hay un problema puede haber una solución. Un amigo de mi mamá encontró una beca. Está trabajando en la NASA. Le ha ido bien y se quedó a vivir allá, pero ayudó a que aquí pusieran el técnico en aeronáutica y que contraten a esa gente aquí. Desde afuera ayuda a que la gente aquí se desarrolle.

¿Qué te gustaría estudiar después de química?Farmacología y toxicología en una universidad de Sidney. La verdad, yo no me he visto como una persona que se va a dedicar sólo a las ciencias. Yo quería estudiar filosofía al comienzo, pero no hay becas para filosofía. Es otro análisis. Uno no solo se pone a pensar en los procesos, sino en cómo ayudar a la gente. La rama humanística tiene que estar más involucrada, no hay que verla de menos. En ingenie-ría a las humanidades todos las ven de menos.

¿Es importante la figura de un mentor desde pequeño, es decir, alguien que sepa y que te motive? La verdad, sí. Cuando era pequeño tenía una profesora de artes y mi profesora de clases. Siempre

me llevé con ella. Enseñaba pintura y me enseñaba otras técnicas que no daba a otros y eso me hizo interesarme en el tema. Quizás allí hay una base mía de interesarme por las humanidades, por las artes.

¿Personas a las que admirés? A mi mamá la admiro porque ella nos sacó

adelante. Se murió mi papá. Me tenía a mí de cuatro años y a mi hermano de uno. No

teníamos casa porque mi papá no se había preocupado por eso. Fue como: “Se murió, tengo que poner los pies en la tierra, buscar una casa donde vivir y sacar adelante a mis hijos”. De mi mamá aprendí a ser independiente. Ella

tuvo la oportunidad de casarse, pero implicaba que nos fuéramos a Estados

Unidos. Y ella aquí tiene su título y su traba-jo. Allá sería ama de casa y no iba a dejar su indepen-dencia por casarse. A mi hermano y a mí eso nos ayuda a ir nosotros por las cosas, porque aquí la gente es huevona.

¿La gente aquí es huevona? Al menos eso siento yo. Antes era el ideal del trabajo, pero la gente ha cambiado bastante; busca lo fácil. Hay un montón de gente talentosa en un call center, pero como les pagan más dinero estando ahí que en otro lado, ahí se van a quedar. Yo no estoy estudiando algo que me vaya a dar pisto y, la verdad, no me veo como una persona así tampoco. Es porque no son mis ideales, pero la mayoría de la gente sí los tiene. Su ideal es tener pisto y para eso ¿qué hacen? Venden. El comercio es lo que aquí da.

Lorena JuárezGraduada de la UCA en Comunicación Social (2008), Lorena ha ganado el Premio Nacional de Cuento en dos ocasiones (2008 y 2010), al igual que el Premio Nacional de Dramaturgia Infantil (2008 y 2009).

Actualmente tiene un cargo docente y de investiga-ción en la universidad Dr. José Matías Delgado.

¿Cuál fue tu primer acercamiento a la literatura? Tiene que ver con disfrutes. Lo que recuerdo es que de niña mi papá tenía muchos libros y eran de contabilidad. Había un par que yo leía muchísimo, por ejemplo, La tierra y sus recursos. Es un libro precioso. También tenía un diario. Empezaba a hacer cosas que parecían poemas. Luego me di cuenta de que me gustaba eso. En mi caso es como me acerqué: por una necesidad de entenderme y luego sentía que me gustaba contar cosas.

¿De qué otra manera tu entorno familiar se rela-cionó con tu vocación literaria? Una de las grandes decisiones de mi mamá fue que estudiáramos en buenos colegios. Claro, eso supone un nivel de sacrificio increíble. Pero uno de los factores más determinantes fue que a mí mi mamá me dejaba hacer todo lo que yo quisiera. Yo soy hiperactiva. Un día, la psicóloga le dijo: “la niña tiene que estar siempre ocupada”. Ella hacía todo: me dejaba, me iba a traer, si había que presentar la obra ella iba, ella estaba ahí. Les decía a sus amigas “A la niña le encanta leer”. Eso creó en mí una imagen de que era una activi-dad buena, una cosa que ella aprobaba, que estaba bien ser así. No es nada especial el asunto, simplemente te dejan ser y ya.

¿Hubo alguna figura de inspiración?Cuando estaba en bachillerato leía casi cualquier cosa que me llegaba a las manos. Las (revistas) Vanidades que mi mamá tenía yo las leía. En las últimas páginas había columnas de mujeres que escribían sobre temas. Yo decía “yo quiero ser como ellas”. Quería ver escrito mi nombre en una revista y decir algo. Me parecía una cosa fascinante.

Más adelante, quería estudiar psicología porque era el tipo de literatura que consumía en ese momento, pero luego me decanté por una opción más periodística. Y Redacción I la daba Don Paco (Francisco Andrés Escobar). Si es sobre vocación, sí estoy segura de que él fue una figura determinante. La siguiente persona que en esos primeros años me ayudó mucho fue Jorge Galán.

¿Qué aprendiste de Don Paco? Lo de Don Paco es una cosa… más de lo que querés contar, que tus textos tengan alma. Digamos que él es de esos maestros sabios, como un Jedi, que te dicen dos o tres palabras y te cambian totalmente la vida. Y con Jorge es de trabajar muchísimo. Si hay un poeta que realmente trabaja en este país es Jorge Galán, que está constantemente probando y sorpren-diendo.

¿Qué tan determinante es el tipo de educación para que surjan talentos en letras? Mi posición con la literatura es que sí necesi-tás formación, pero eso no es garantía de que vas a ser un gran escritor. La gente cree en la inspiración;

yo creo en la provocación, en que estás pensan-do, dándole vueltas, dejando que el entorno

te afecte. La formación te da más calidad, pero también a partir de esa base que puede ser muy técnica tenés que traba-jar la sensorialidad. La técnica no te hace sentir escalofrios; la técnica te dice que la estructura es hermosa. Sos

vos, humano, volcándote a la herramien-ta. Si no, es un texto científico, un texto

que está bien, pero no tiene alma.

¿Para qué escribís? Yo escribo porque quiero contar historias, cómo yo veo la vida. Recibí un taller en 2011 con Berta Hiriart, una dramaturga mexicana. Es una cosa gloriosa. La pregunta con la que surgió el taller era esa: ¿para qué escribís? Nuestra historia solo está escrita por gente que ve una perspectiva. ¿Cuándo hemos leído un texto de la masacre del 32 contado por un indígena? Hago ficción porque me encanta, pero uno escribe para contar algo que le interesa decir, denunciar algo con lo que no está de acuerdo.

¿Qué aspiraciones y sueños puede tener en este país una persona dedicada a las letras? Puede sonar idealista, pero a mí me gustaría seguir dando clases, escribir, trabajar guionizando programas de televisión. Si lo veo como soñando, yo quisiera levantarme, darle de comer a los gatos, dar clases en la universidad, pasar por un sitio donde estoy dando clase a distancia, hablar con gente, llegar a la casa, trabajar en el proyecto, estar con mi novio o esposo, hablar del proyecto… estar en constante dinamismo. Es una aspiración bastante sencilla.

Flor Yamileth PortilloGraduada de la UCA en Ciencias Jurídicas (2012), es violinista en la Orquesta Sinfónica Juvenil y participa en otros espacios musicales como la Joven Orquesta de las Américas, Joven Orquesta y Coro de Centroa-mérica, Joven Orquesta de El Salvador y la Orquesta Sinfónica Cristiana de El Salvador.

¿Cómo empezaste a estudiar música? A los 13 años empecé mi primera clase de violín, en una escuela particular, en Santa Tecla. Creo que desde ese momento yo me enamoré de la música por completo. Desde que estaba pequeña, cuando tenía cinco años, mi papá siempre tuvo la intención de que yo aprendiera algún instrumento, pero no me gustaba. Estuve en algunas clases de piano y flauta, pero me salí. Cuando tenía 13 años, sentí el interés de no llevar solo mis estudios norma-les, sino de aprender algún instrumento. Fue así que empecé mis clases de violín. Empecé solo por hobbie, pero luego practicaba tres horas diarias. Tres años después de mis clases, hice audición para la Orquesta Sinfónica Juvenil de El Salvador,a los 16 años, pasé la audición y empecé a formar parte de la orquesta. Este es mi octavo año ahí.

¿Cómo se vivía la música en tu casa? ¿Había inte-rés por la música en tu entorno? Mi papá toca varios instrumentos: guitarra, quena, zampoña, mandolina y está aprendiendo saxofón A él siempre le gustó la música, pero no se dedica a eso. Pero siempre quiso que mi hermana y yo aprendiéramos un instrumento.

¿Te ves más como una abogada que toca violín o como una violinista que puede ejercer la aboga-cía?Creo que más como lo segundo. A mí me encanta la música. Creo que si en nuestro país existieran ma-yores oportunidades para ejercer solo la música, yo me quedaría con eso. Quisiera llevar las dos cosas a la par. Pero me gusta más la música.

¿Cómo fue llevar tu formación musical a la par de tus estudios? Fue un poco difícil y gratificante, porque empecé la universidad llevando la música a la par de la orquesta. Y la orquesta requiere de disciplina. Al final de mi carrera, tenía que ir a ensayos de lunes a viernes. De pronto tenía que entregar parciales,

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Entre-vista

Flor Yamileth Portillo

laboratorios, trabajos. Siempre tuve el compromiso de que si iba a llevar la música a la par tenía que ser buena estudiante. De hecho, nunca dejé una materia, me gradué en cinco años. Siempre tuve un CUM arriba de 8. Creo que cuando uno quiere algo y se lo propone, puede ser bueno en lo que hace.

¿En qué conciertos has participado y cuáles recor-dás con más cariño? Uno de las mejores fue el año pasado. Tuvi-mos la oportunidad de tener talleres con integrantes de la Joven Orquesta de las Américas (YOA, por sus siglas en inglés). Estuvimos aproximadamente dos semanas con ellos y con Jaime Martín, un director español muy reconocido. Él dirigió la Sinfonía N. º 5, de Beethoven y el Sombrero de tres picos (Manuel de Falla). Para mí fue una de las mejores experiencias porque la orquesta avanzó mucho. Lo otro es haber participado en la Joven Orquesta y Coro de Centroa-mérica (JOCCA). Tocamos la Primera Sinfonía de Mahler, una de las más difíciles que existen. Estuve 15 días recibiendo talleres y clases maestras con maestros de Venezuela y Alemania. Estuvi-mos con uno de los mejores directores a nivel mundial que es Dietrich Paredes, un venezolano. Pienso que esas experien-cias nos hacen crecer a nivel personal y musical. También cuando toqué con la Orquesta Sinfónica Nacional de El Salvador, celebrando sus 90 años. Eso fue el año pasado. No es cualquier orquesta; es la orquesta de nuestro país y haber tenido el honor de estar ahí ha sido muy gratificante para mí.

¿En qué otros espacios musicales has participado?Estoy en la Joven Orquesta de El Salvador (JOES). Es una orquesta nueva de cuerdas. También estoy en la Orquesta Sinfónica Cristiana de El Salvador desde el año pasado.

¿Qué papel tiene el talento en la formación de un músico? Yo diría que el talento es un 50 % y el estudio es el otro 50. Hay mucha gente que, por ser talento-sa, se confía. No estudian y no dan más de lo que podrían. Hay otra gente que quizá no tiene todo el talento o toda la capacidad, pero son personas que se agarran de sus sueños, que quieren salir adelante y dan lo mejor.

¿Cómo es el público de la música académica en El Salvador? Siempre hemos tenido público, pero siempre se llenan más los conciertos de música popular. La gente aplaude, se ríe, los disfruta. Hace poco hici-

mos un concierto con el ballet folclórico y el teatro estaba muy lleno. Igual cuando fue los Beatles, se agotaron las entradas, la gente estaba en los pasi-llos, y no es así con los otros conciertos.

¿Cuáles son las aspiraciones profesionales de un músico salvadoreño?

Las aspiraciones son diferentes. Para algunas personas es una manera de invertir tiempo,

pero no se van a quedar con esto. Para otras personas creo que el sueño es estar en la Sinfónica Nacional y dedicarse por completo a la música. Otros compañe-ros ya no están aquí; están en otras universidades, en otros países, estu-diando música en México, Estados

Unidos, Costa Rica. Algunos dicen que no saben si van a regresar. Hay quienes sí

están seguros de regresar para cambiar la realidad musical del país y aportar algo nuevo.

Carlos AlonsoEstudiante de 2. º año de Ingeniería Química en la UCA, obtuvo una calificación de 10 en la PAES 2010. También estudia música e inglés.

¿Cómo llegaste a la química? Era lo que mejor llevaba en el colegio: mate-mática, física y química. Cuando era chiquito, mi mamá tenía el montón de perfumes, desinfectantes y yo los mezclaba todos, y decía que eran mis pocio-nes. Cortaba las botellas para hacer mi dizque labo-ratorio. Desde chiquito quería estudiar eso.

¿Tu nota de la PAES te abrió alguna oportunidad?Me ayudó porque primero tenía una beca con FEPADE, con la Fundación Poma; y después con FEDISAL, con FANTEL, que es la que tengo actual-mente. Como no se pueden tener dos becas al mismo tiempo, me quedé con FANTEL. La PAES es un instru-mento, pero lo que puede medir es bien poco. Yo no creo que una persona sepa lo que un número dice.

¿Hay equidad al asignar becas? Son dos enfoques diferentes. FEPADE busca a la gente que es buena pero que tiene bajos recursos, y en FANTEL buscan a los que tienen buenas notas. En FANTEL a los que tienen bajos recursos les dan manutención. Esa es la diferencia. Sí tiene algo de equitativo. Eso sí, si uno intenta ir a FEPADE con ingresos muy altos no dan financiamiento.

¿Este país tiene gente talentosa? Sí, demasiado. El problema es que la mayoría de talentos, como tienen escasos recursos, no pueden estudiar y tienen que meterse a trabajos serviles. Hay mucha gente muy buena y puede estar en la zona franca, armando calculadoras, ropa o cualquier cosa de otras empresas, pero no va a salir de ahí, porque no se han proyectado más allá, porque la sociedad no les ayuda.

¿Es posible que la gente talentosa no se sienta comprometida con el país porque siente que éste no le ha dado nada? Sí. Al menos yo siento que aquí hacer algo cuesta. También depende de las costumbres con que uno creció para indetificarse con el país. Aquí la gente que se queda es la gente romántica o que no ha tenido el chance para irse.

¿Si pudieras estudiar un posgrado fuera de El Salvador, que pasaría en adelante? De ahí yo me regreso, porque aquí hay mucho que hacer. Donde hay un problema puede haber una solución. Un amigo de mi mamá encontró una beca. Está trabajando en la NASA. Le ha ido bien y se quedó a vivir allá, pero ayudó a que aquí pusieran el técnico en aeronáutica y que contraten a esa gente aquí. Desde afuera ayuda a que la gente aquí se desarrolle.

¿Qué te gustaría estudiar después de química?Farmacología y toxicología en una universidad de Sidney. La verdad, yo no me he visto como una persona que se va a dedicar sólo a las ciencias. Yo quería estudiar filosofía al comienzo, pero no hay becas para filosofía. Es otro análisis. Uno no solo se pone a pensar en los procesos, sino en cómo ayudar a la gente. La rama humanística tiene que estar más involucrada, no hay que verla de menos. En ingenie-ría a las humanidades todos las ven de menos.

¿Es importante la figura de un mentor desde pequeño, es decir, alguien que sepa y que te motive? La verdad, sí. Cuando era pequeño tenía una profesora de artes y mi profesora de clases. Siempre

me llevé con ella. Enseñaba pintura y me enseñaba otras técnicas que no daba a otros y eso me hizo interesarme en el tema. Quizás allí hay una base mía de interesarme por las humanidades, por las artes.

¿Personas a las que admirés? A mi mamá la admiro porque ella nos sacó

adelante. Se murió mi papá. Me tenía a mí de cuatro años y a mi hermano de uno. No

teníamos casa porque mi papá no se había preocupado por eso. Fue como: “Se murió, tengo que poner los pies en la tierra, buscar una casa donde vivir y sacar adelante a mis hijos”. De mi mamá aprendí a ser independiente. Ella

tuvo la oportunidad de casarse, pero implicaba que nos fuéramos a Estados

Unidos. Y ella aquí tiene su título y su traba-jo. Allá sería ama de casa y no iba a dejar su indepen-dencia por casarse. A mi hermano y a mí eso nos ayuda a ir nosotros por las cosas, porque aquí la gente es huevona.

¿La gente aquí es huevona? Al menos eso siento yo. Antes era el ideal del trabajo, pero la gente ha cambiado bastante; busca lo fácil. Hay un montón de gente talentosa en un call center, pero como les pagan más dinero estando ahí que en otro lado, ahí se van a quedar. Yo no estoy estudiando algo que me vaya a dar pisto y, la verdad, no me veo como una persona así tampoco. Es porque no son mis ideales, pero la mayoría de la gente sí los tiene. Su ideal es tener pisto y para eso ¿qué hacen? Venden. El comercio es lo que aquí da.

Lorena JuárezGraduada de la UCA en Comunicación Social (2008), Lorena ha ganado el Premio Nacional de Cuento en dos ocasiones (2008 y 2010), al igual que el Premio Nacional de Dramaturgia Infantil (2008 y 2009).

Actualmente tiene un cargo docente y de investiga-ción en la universidad Dr. José Matías Delgado.

¿Cuál fue tu primer acercamiento a la literatura? Tiene que ver con disfrutes. Lo que recuerdo es que de niña mi papá tenía muchos libros y eran de contabilidad. Había un par que yo leía muchísimo, por ejemplo, La tierra y sus recursos. Es un libro precioso. También tenía un diario. Empezaba a hacer cosas que parecían poemas. Luego me di cuenta de que me gustaba eso. En mi caso es como me acerqué: por una necesidad de entenderme y luego sentía que me gustaba contar cosas.

¿De qué otra manera tu entorno familiar se rela-cionó con tu vocación literaria? Una de las grandes decisiones de mi mamá fue que estudiáramos en buenos colegios. Claro, eso supone un nivel de sacrificio increíble. Pero uno de los factores más determinantes fue que a mí mi mamá me dejaba hacer todo lo que yo quisiera. Yo soy hiperactiva. Un día, la psicóloga le dijo: “la niña tiene que estar siempre ocupada”. Ella hacía todo: me dejaba, me iba a traer, si había que presentar la obra ella iba, ella estaba ahí. Les decía a sus amigas “A la niña le encanta leer”. Eso creó en mí una imagen de que era una activi-dad buena, una cosa que ella aprobaba, que estaba bien ser así. No es nada especial el asunto, simplemente te dejan ser y ya.

¿Hubo alguna figura de inspiración?Cuando estaba en bachillerato leía casi cualquier cosa que me llegaba a las manos. Las (revistas) Vanidades que mi mamá tenía yo las leía. En las últimas páginas había columnas de mujeres que escribían sobre temas. Yo decía “yo quiero ser como ellas”. Quería ver escrito mi nombre en una revista y decir algo. Me parecía una cosa fascinante.

Más adelante, quería estudiar psicología porque era el tipo de literatura que consumía en ese momento, pero luego me decanté por una opción más periodística. Y Redacción I la daba Don Paco (Francisco Andrés Escobar). Si es sobre vocación, sí estoy segura de que él fue una figura determinante. La siguiente persona que en esos primeros años me ayudó mucho fue Jorge Galán.

¿Qué aprendiste de Don Paco? Lo de Don Paco es una cosa… más de lo que querés contar, que tus textos tengan alma. Digamos que él es de esos maestros sabios, como un Jedi, que te dicen dos o tres palabras y te cambian totalmente la vida. Y con Jorge es de trabajar muchísimo. Si hay un poeta que realmente trabaja en este país es Jorge Galán, que está constantemente probando y sorpren-diendo.

¿Qué tan determinante es el tipo de educación para que surjan talentos en letras? Mi posición con la literatura es que sí necesi-tás formación, pero eso no es garantía de que vas a ser un gran escritor. La gente cree en la inspiración;

yo creo en la provocación, en que estás pensan-do, dándole vueltas, dejando que el entorno

te afecte. La formación te da más calidad, pero también a partir de esa base que puede ser muy técnica tenés que traba-jar la sensorialidad. La técnica no te hace sentir escalofrios; la técnica te dice que la estructura es hermosa. Sos

vos, humano, volcándote a la herramien-ta. Si no, es un texto científico, un texto

que está bien, pero no tiene alma.

¿Para qué escribís? Yo escribo porque quiero contar historias, cómo yo veo la vida. Recibí un taller en 2011 con Berta Hiriart, una dramaturga mexicana. Es una cosa gloriosa. La pregunta con la que surgió el taller era esa: ¿para qué escribís? Nuestra historia solo está escrita por gente que ve una perspectiva. ¿Cuándo hemos leído un texto de la masacre del 32 contado por un indígena? Hago ficción porque me encanta, pero uno escribe para contar algo que le interesa decir, denunciar algo con lo que no está de acuerdo.

¿Qué aspiraciones y sueños puede tener en este país una persona dedicada a las letras? Puede sonar idealista, pero a mí me gustaría seguir dando clases, escribir, trabajar guionizando programas de televisión. Si lo veo como soñando, yo quisiera levantarme, darle de comer a los gatos, dar clases en la universidad, pasar por un sitio donde estoy dando clase a distancia, hablar con gente, llegar a la casa, trabajar en el proyecto, estar con mi novio o esposo, hablar del proyecto… estar en constante dinamismo. Es una aspiración bastante sencilla.

Flor Yamileth PortilloGraduada de la UCA en Ciencias Jurídicas (2012), es violinista en la Orquesta Sinfónica Juvenil y participa en otros espacios musicales como la Joven Orquesta de las Américas, Joven Orquesta y Coro de Centroa-mérica, Joven Orquesta de El Salvador y la Orquesta Sinfónica Cristiana de El Salvador.

¿Cómo empezaste a estudiar música? A los 13 años empecé mi primera clase de violín, en una escuela particular, en Santa Tecla. Creo que desde ese momento yo me enamoré de la música por completo. Desde que estaba pequeña, cuando tenía cinco años, mi papá siempre tuvo la intención de que yo aprendiera algún instrumento, pero no me gustaba. Estuve en algunas clases de piano y flauta, pero me salí. Cuando tenía 13 años, sentí el interés de no llevar solo mis estudios norma-les, sino de aprender algún instrumento. Fue así que empecé mis clases de violín. Empecé solo por hobbie, pero luego practicaba tres horas diarias. Tres años después de mis clases, hice audición para la Orquesta Sinfónica Juvenil de El Salvador,a los 16 años, pasé la audición y empecé a formar parte de la orquesta. Este es mi octavo año ahí.

¿Cómo se vivía la música en tu casa? ¿Había inte-rés por la música en tu entorno? Mi papá toca varios instrumentos: guitarra, quena, zampoña, mandolina y está aprendiendo saxofón A él siempre le gustó la música, pero no se dedica a eso. Pero siempre quiso que mi hermana y yo aprendiéramos un instrumento.

¿Te ves más como una abogada que toca violín o como una violinista que puede ejercer la aboga-cía?Creo que más como lo segundo. A mí me encanta la música. Creo que si en nuestro país existieran ma-yores oportunidades para ejercer solo la música, yo me quedaría con eso. Quisiera llevar las dos cosas a la par. Pero me gusta más la música.

¿Cómo fue llevar tu formación musical a la par de tus estudios? Fue un poco difícil y gratificante, porque empecé la universidad llevando la música a la par de la orquesta. Y la orquesta requiere de disciplina. Al final de mi carrera, tenía que ir a ensayos de lunes a viernes. De pronto tenía que entregar parciales,

“Yo diría que

el talento es un 50%y el estudio esel otro 50 %”

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laboratorios, trabajos. Siempre tuve el compromiso de que si iba a llevar la música a la par tenía que ser buena estudiante. De hecho, nunca dejé una materia, me gradué en cinco años. Siempre tuve un CUM arriba de 8. Creo que cuando uno quiere algo y se lo propone, puede ser bueno en lo que hace.

¿En qué conciertos has participado y cuáles recor-dás con más cariño? Uno de las mejores fue el año pasado. Tuvi-mos la oportunidad de tener talleres con integrantes de la Joven Orquesta de las Américas (YOA, por sus siglas en inglés). Estuvimos aproximadamente dos semanas con ellos y con Jaime Martín, un director español muy reconocido. Él dirigió la Sinfonía N. º 5, de Beethoven y el Sombrero de tres picos (Manuel de Falla). Para mí fue una de las mejores experiencias porque la orquesta avanzó mucho. Lo otro es haber participado en la Joven Orquesta y Coro de Centroa-mérica (JOCCA). Tocamos la Primera Sinfonía de Mahler, una de las más difíciles que existen. Estuve 15 días recibiendo talleres y clases maestras con maestros de Venezuela y Alemania. Estuvi-mos con uno de los mejores directores a nivel mundial que es Dietrich Paredes, un venezolano. Pienso que esas experien-cias nos hacen crecer a nivel personal y musical. También cuando toqué con la Orquesta Sinfónica Nacional de El Salvador, celebrando sus 90 años. Eso fue el año pasado. No es cualquier orquesta; es la orquesta de nuestro país y haber tenido el honor de estar ahí ha sido muy gratificante para mí.

¿En qué otros espacios musicales has participado?Estoy en la Joven Orquesta de El Salvador (JOES). Es una orquesta nueva de cuerdas. También estoy en la Orquesta Sinfónica Cristiana de El Salvador desde el año pasado.

¿Qué papel tiene el talento en la formación de un músico? Yo diría que el talento es un 50 % y el estudio es el otro 50. Hay mucha gente que, por ser talento-sa, se confía. No estudian y no dan más de lo que podrían. Hay otra gente que quizá no tiene todo el talento o toda la capacidad, pero son personas que se agarran de sus sueños, que quieren salir adelante y dan lo mejor.

¿Cómo es el público de la música académica en El Salvador? Siempre hemos tenido público, pero siempre se llenan más los conciertos de música popular. La gente aplaude, se ríe, los disfruta. Hace poco hici-

mos un concierto con el ballet folclórico y el teatro estaba muy lleno. Igual cuando fue los Beatles, se agotaron las entradas, la gente estaba en los pasi-llos, y no es así con los otros conciertos.

¿Cuáles son las aspiraciones profesionales de un músico salvadoreño?

Las aspiraciones son diferentes. Para algunas personas es una manera de invertir tiempo,

pero no se van a quedar con esto. Para otras personas creo que el sueño es estar en la Sinfónica Nacional y dedicarse por completo a la música. Otros compañe-ros ya no están aquí; están en otras universidades, en otros países, estu-diando música en México, Estados

Unidos, Costa Rica. Algunos dicen que no saben si van a regresar. Hay quienes sí

están seguros de regresar para cambiar la realidad musical del país y aportar algo nuevo.

Carlos AlonsoEstudiante de 2. º año de Ingeniería Química en la UCA, obtuvo una calificación de 10 en la PAES 2010. También estudia música e inglés.

¿Cómo llegaste a la química? Era lo que mejor llevaba en el colegio: mate-mática, física y química. Cuando era chiquito, mi mamá tenía el montón de perfumes, desinfectantes y yo los mezclaba todos, y decía que eran mis pocio-nes. Cortaba las botellas para hacer mi dizque labo-ratorio. Desde chiquito quería estudiar eso.

¿Tu nota de la PAES te abrió alguna oportunidad?Me ayudó porque primero tenía una beca con FEPADE, con la Fundación Poma; y después con FEDISAL, con FANTEL, que es la que tengo actual-mente. Como no se pueden tener dos becas al mismo tiempo, me quedé con FANTEL. La PAES es un instru-mento, pero lo que puede medir es bien poco. Yo no creo que una persona sepa lo que un número dice.

¿Hay equidad al asignar becas? Son dos enfoques diferentes. FEPADE busca a la gente que es buena pero que tiene bajos recursos, y en FANTEL buscan a los que tienen buenas notas. En FANTEL a los que tienen bajos recursos les dan manutención. Esa es la diferencia. Sí tiene algo de equitativo. Eso sí, si uno intenta ir a FEPADE con ingresos muy altos no dan financiamiento.

¿Este país tiene gente talentosa? Sí, demasiado. El problema es que la mayoría de talentos, como tienen escasos recursos, no pueden estudiar y tienen que meterse a trabajos serviles. Hay mucha gente muy buena y puede estar en la zona franca, armando calculadoras, ropa o cualquier cosa de otras empresas, pero no va a salir de ahí, porque no se han proyectado más allá, porque la sociedad no les ayuda.

¿Es posible que la gente talentosa no se sienta comprometida con el país porque siente que éste no le ha dado nada? Sí. Al menos yo siento que aquí hacer algo cuesta. También depende de las costumbres con que uno creció para indetificarse con el país. Aquí la gente que se queda es la gente romántica o que no ha tenido el chance para irse.

¿Si pudieras estudiar un posgrado fuera de El Salvador, que pasaría en adelante? De ahí yo me regreso, porque aquí hay mucho que hacer. Donde hay un problema puede haber una solución. Un amigo de mi mamá encontró una beca. Está trabajando en la NASA. Le ha ido bien y se quedó a vivir allá, pero ayudó a que aquí pusieran el técnico en aeronáutica y que contraten a esa gente aquí. Desde afuera ayuda a que la gente aquí se desarrolle.

¿Qué te gustaría estudiar después de química?Farmacología y toxicología en una universidad de Sidney. La verdad, yo no me he visto como una persona que se va a dedicar sólo a las ciencias. Yo quería estudiar filosofía al comienzo, pero no hay becas para filosofía. Es otro análisis. Uno no solo se pone a pensar en los procesos, sino en cómo ayudar a la gente. La rama humanística tiene que estar más involucrada, no hay que verla de menos. En ingenie-ría a las humanidades todos las ven de menos.

¿Es importante la figura de un mentor desde pequeño, es decir, alguien que sepa y que te motive? La verdad, sí. Cuando era pequeño tenía una profesora de artes y mi profesora de clases. Siempre

me llevé con ella. Enseñaba pintura y me enseñaba otras técnicas que no daba a otros y eso me hizo interesarme en el tema. Quizás allí hay una base mía de interesarme por las humanidades, por las artes.

¿Personas a las que admirés? A mi mamá la admiro porque ella nos sacó

adelante. Se murió mi papá. Me tenía a mí de cuatro años y a mi hermano de uno. No

teníamos casa porque mi papá no se había preocupado por eso. Fue como: “Se murió, tengo que poner los pies en la tierra, buscar una casa donde vivir y sacar adelante a mis hijos”. De mi mamá aprendí a ser independiente. Ella

tuvo la oportunidad de casarse, pero implicaba que nos fuéramos a Estados

Unidos. Y ella aquí tiene su título y su traba-jo. Allá sería ama de casa y no iba a dejar su indepen-dencia por casarse. A mi hermano y a mí eso nos ayuda a ir nosotros por las cosas, porque aquí la gente es huevona.

¿La gente aquí es huevona? Al menos eso siento yo. Antes era el ideal del trabajo, pero la gente ha cambiado bastante; busca lo fácil. Hay un montón de gente talentosa en un call center, pero como les pagan más dinero estando ahí que en otro lado, ahí se van a quedar. Yo no estoy estudiando algo que me vaya a dar pisto y, la verdad, no me veo como una persona así tampoco. Es porque no son mis ideales, pero la mayoría de la gente sí los tiene. Su ideal es tener pisto y para eso ¿qué hacen? Venden. El comercio es lo que aquí da.

Lorena JuárezGraduada de la UCA en Comunicación Social (2008), Lorena ha ganado el Premio Nacional de Cuento en dos ocasiones (2008 y 2010), al igual que el Premio Nacional de Dramaturgia Infantil (2008 y 2009).

Actualmente tiene un cargo docente y de investiga-ción en la universidad Dr. José Matías Delgado.

¿Cuál fue tu primer acercamiento a la literatura? Tiene que ver con disfrutes. Lo que recuerdo es que de niña mi papá tenía muchos libros y eran de contabilidad. Había un par que yo leía muchísimo, por ejemplo, La tierra y sus recursos. Es un libro precioso. También tenía un diario. Empezaba a hacer cosas que parecían poemas. Luego me di cuenta de que me gustaba eso. En mi caso es como me acerqué: por una necesidad de entenderme y luego sentía que me gustaba contar cosas.

¿De qué otra manera tu entorno familiar se rela-cionó con tu vocación literaria? Una de las grandes decisiones de mi mamá fue que estudiáramos en buenos colegios. Claro, eso supone un nivel de sacrificio increíble. Pero uno de los factores más determinantes fue que a mí mi mamá me dejaba hacer todo lo que yo quisiera. Yo soy hiperactiva. Un día, la psicóloga le dijo: “la niña tiene que estar siempre ocupada”. Ella hacía todo: me dejaba, me iba a traer, si había que presentar la obra ella iba, ella estaba ahí. Les decía a sus amigas “A la niña le encanta leer”. Eso creó en mí una imagen de que era una activi-dad buena, una cosa que ella aprobaba, que estaba bien ser así. No es nada especial el asunto, simplemente te dejan ser y ya.

¿Hubo alguna figura de inspiración?Cuando estaba en bachillerato leía casi cualquier cosa que me llegaba a las manos. Las (revistas) Vanidades que mi mamá tenía yo las leía. En las últimas páginas había columnas de mujeres que escribían sobre temas. Yo decía “yo quiero ser como ellas”. Quería ver escrito mi nombre en una revista y decir algo. Me parecía una cosa fascinante.

Más adelante, quería estudiar psicología porque era el tipo de literatura que consumía en ese momento, pero luego me decanté por una opción más periodística. Y Redacción I la daba Don Paco (Francisco Andrés Escobar). Si es sobre vocación, sí estoy segura de que él fue una figura determinante. La siguiente persona que en esos primeros años me ayudó mucho fue Jorge Galán.

¿Qué aprendiste de Don Paco? Lo de Don Paco es una cosa… más de lo que querés contar, que tus textos tengan alma. Digamos que él es de esos maestros sabios, como un Jedi, que te dicen dos o tres palabras y te cambian totalmente la vida. Y con Jorge es de trabajar muchísimo. Si hay un poeta que realmente trabaja en este país es Jorge Galán, que está constantemente probando y sorpren-diendo.

¿Qué tan determinante es el tipo de educación para que surjan talentos en letras? Mi posición con la literatura es que sí necesi-tás formación, pero eso no es garantía de que vas a ser un gran escritor. La gente cree en la inspiración;

yo creo en la provocación, en que estás pensan-do, dándole vueltas, dejando que el entorno

te afecte. La formación te da más calidad, pero también a partir de esa base que puede ser muy técnica tenés que traba-jar la sensorialidad. La técnica no te hace sentir escalofrios; la técnica te dice que la estructura es hermosa. Sos

vos, humano, volcándote a la herramien-ta. Si no, es un texto científico, un texto

que está bien, pero no tiene alma.

¿Para qué escribís? Yo escribo porque quiero contar historias, cómo yo veo la vida. Recibí un taller en 2011 con Berta Hiriart, una dramaturga mexicana. Es una cosa gloriosa. La pregunta con la que surgió el taller era esa: ¿para qué escribís? Nuestra historia solo está escrita por gente que ve una perspectiva. ¿Cuándo hemos leído un texto de la masacre del 32 contado por un indígena? Hago ficción porque me encanta, pero uno escribe para contar algo que le interesa decir, denunciar algo con lo que no está de acuerdo.

¿Qué aspiraciones y sueños puede tener en este país una persona dedicada a las letras? Puede sonar idealista, pero a mí me gustaría seguir dando clases, escribir, trabajar guionizando programas de televisión. Si lo veo como soñando, yo quisiera levantarme, darle de comer a los gatos, dar clases en la universidad, pasar por un sitio donde estoy dando clase a distancia, hablar con gente, llegar a la casa, trabajar en el proyecto, estar con mi novio o esposo, hablar del proyecto… estar en constante dinamismo. Es una aspiración bastante sencilla.

“El problema esque la mayoría detalentos, como tienen escasosrecursos, no

pueden estudiar”

25

Entre-vista

Flor Yamileth PortilloGraduada de la UCA en Ciencias Jurídicas (2012), es violinista en la Orquesta Sinfónica Juvenil y participa en otros espacios musicales como la Joven Orquesta de las Américas, Joven Orquesta y Coro de Centroa-mérica, Joven Orquesta de El Salvador y la Orquesta Sinfónica Cristiana de El Salvador.

¿Cómo empezaste a estudiar música? A los 13 años empecé mi primera clase de violín, en una escuela particular, en Santa Tecla. Creo que desde ese momento yo me enamoré de la música por completo. Desde que estaba pequeña, cuando tenía cinco años, mi papá siempre tuvo la intención de que yo aprendiera algún instrumento, pero no me gustaba. Estuve en algunas clases de piano y flauta, pero me salí. Cuando tenía 13 años, sentí el interés de no llevar solo mis estudios norma-les, sino de aprender algún instrumento. Fue así que empecé mis clases de violín. Empecé solo por hobbie, pero luego practicaba tres horas diarias. Tres años después de mis clases, hice audición para la Orquesta Sinfónica Juvenil de El Salvador,a los 16 años, pasé la audición y empecé a formar parte de la orquesta. Este es mi octavo año ahí.

¿Cómo se vivía la música en tu casa? ¿Había inte-rés por la música en tu entorno? Mi papá toca varios instrumentos: guitarra, quena, zampoña, mandolina y está aprendiendo saxofón A él siempre le gustó la música, pero no se dedica a eso. Pero siempre quiso que mi hermana y yo aprendiéramos un instrumento.

¿Te ves más como una abogada que toca violín o como una violinista que puede ejercer la aboga-cía?Creo que más como lo segundo. A mí me encanta la música. Creo que si en nuestro país existieran ma-yores oportunidades para ejercer solo la música, yo me quedaría con eso. Quisiera llevar las dos cosas a la par. Pero me gusta más la música.

¿Cómo fue llevar tu formación musical a la par de tus estudios? Fue un poco difícil y gratificante, porque empecé la universidad llevando la música a la par de la orquesta. Y la orquesta requiere de disciplina. Al final de mi carrera, tenía que ir a ensayos de lunes a viernes. De pronto tenía que entregar parciales,

Carlos Alonso

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laboratorios, trabajos. Siempre tuve el compromiso de que si iba a llevar la música a la par tenía que ser buena estudiante. De hecho, nunca dejé una materia, me gradué en cinco años. Siempre tuve un CUM arriba de 8. Creo que cuando uno quiere algo y se lo propone, puede ser bueno en lo que hace.

¿En qué conciertos has participado y cuáles recor-dás con más cariño? Uno de las mejores fue el año pasado. Tuvi-mos la oportunidad de tener talleres con integrantes de la Joven Orquesta de las Américas (YOA, por sus siglas en inglés). Estuvimos aproximadamente dos semanas con ellos y con Jaime Martín, un director español muy reconocido. Él dirigió la Sinfonía N. º 5, de Beethoven y el Sombrero de tres picos (Manuel de Falla). Para mí fue una de las mejores experiencias porque la orquesta avanzó mucho. Lo otro es haber participado en la Joven Orquesta y Coro de Centroa-mérica (JOCCA). Tocamos la Primera Sinfonía de Mahler, una de las más difíciles que existen. Estuve 15 días recibiendo talleres y clases maestras con maestros de Venezuela y Alemania. Estuvi-mos con uno de los mejores directores a nivel mundial que es Dietrich Paredes, un venezolano. Pienso que esas experien-cias nos hacen crecer a nivel personal y musical. También cuando toqué con la Orquesta Sinfónica Nacional de El Salvador, celebrando sus 90 años. Eso fue el año pasado. No es cualquier orquesta; es la orquesta de nuestro país y haber tenido el honor de estar ahí ha sido muy gratificante para mí.

¿En qué otros espacios musicales has participado?Estoy en la Joven Orquesta de El Salvador (JOES). Es una orquesta nueva de cuerdas. También estoy en la Orquesta Sinfónica Cristiana de El Salvador desde el año pasado.

¿Qué papel tiene el talento en la formación de un músico? Yo diría que el talento es un 50 % y el estudio es el otro 50. Hay mucha gente que, por ser talento-sa, se confía. No estudian y no dan más de lo que podrían. Hay otra gente que quizá no tiene todo el talento o toda la capacidad, pero son personas que se agarran de sus sueños, que quieren salir adelante y dan lo mejor.

¿Cómo es el público de la música académica en El Salvador? Siempre hemos tenido público, pero siempre se llenan más los conciertos de música popular. La gente aplaude, se ríe, los disfruta. Hace poco hici-

mos un concierto con el ballet folclórico y el teatro estaba muy lleno. Igual cuando fue los Beatles, se agotaron las entradas, la gente estaba en los pasi-llos, y no es así con los otros conciertos.

¿Cuáles son las aspiraciones profesionales de un músico salvadoreño?

Las aspiraciones son diferentes. Para algunas personas es una manera de invertir tiempo,

pero no se van a quedar con esto. Para otras personas creo que el sueño es estar en la Sinfónica Nacional y dedicarse por completo a la música. Otros compañe-ros ya no están aquí; están en otras universidades, en otros países, estu-diando música en México, Estados

Unidos, Costa Rica. Algunos dicen que no saben si van a regresar. Hay quienes sí

están seguros de regresar para cambiar la realidad musical del país y aportar algo nuevo.

Carlos AlonsoEstudiante de 2. º año de Ingeniería Química en la UCA, obtuvo una calificación de 10 en la PAES 2010. También estudia música e inglés.

¿Cómo llegaste a la química? Era lo que mejor llevaba en el colegio: mate-mática, física y química. Cuando era chiquito, mi mamá tenía el montón de perfumes, desinfectantes y yo los mezclaba todos, y decía que eran mis pocio-nes. Cortaba las botellas para hacer mi dizque labo-ratorio. Desde chiquito quería estudiar eso.

¿Tu nota de la PAES te abrió alguna oportunidad?Me ayudó porque primero tenía una beca con FEPADE, con la Fundación Poma; y después con FEDISAL, con FANTEL, que es la que tengo actual-mente. Como no se pueden tener dos becas al mismo tiempo, me quedé con FANTEL. La PAES es un instru-mento, pero lo que puede medir es bien poco. Yo no creo que una persona sepa lo que un número dice.

¿Hay equidad al asignar becas? Son dos enfoques diferentes. FEPADE busca a la gente que es buena pero que tiene bajos recursos, y en FANTEL buscan a los que tienen buenas notas. En FANTEL a los que tienen bajos recursos les dan manutención. Esa es la diferencia. Sí tiene algo de equitativo. Eso sí, si uno intenta ir a FEPADE con ingresos muy altos no dan financiamiento.

¿Este país tiene gente talentosa? Sí, demasiado. El problema es que la mayoría de talentos, como tienen escasos recursos, no pueden estudiar y tienen que meterse a trabajos serviles. Hay mucha gente muy buena y puede estar en la zona franca, armando calculadoras, ropa o cualquier cosa de otras empresas, pero no va a salir de ahí, porque no se han proyectado más allá, porque la sociedad no les ayuda.

¿Es posible que la gente talentosa no se sienta comprometida con el país porque siente que éste no le ha dado nada? Sí. Al menos yo siento que aquí hacer algo cuesta. También depende de las costumbres con que uno creció para indetificarse con el país. Aquí la gente que se queda es la gente romántica o que no ha tenido el chance para irse.

¿Si pudieras estudiar un posgrado fuera de El Salvador, que pasaría en adelante? De ahí yo me regreso, porque aquí hay mucho que hacer. Donde hay un problema puede haber una solución. Un amigo de mi mamá encontró una beca. Está trabajando en la NASA. Le ha ido bien y se quedó a vivir allá, pero ayudó a que aquí pusieran el técnico en aeronáutica y que contraten a esa gente aquí. Desde afuera ayuda a que la gente aquí se desarrolle.

¿Qué te gustaría estudiar después de química?Farmacología y toxicología en una universidad de Sidney. La verdad, yo no me he visto como una persona que se va a dedicar sólo a las ciencias. Yo quería estudiar filosofía al comienzo, pero no hay becas para filosofía. Es otro análisis. Uno no solo se pone a pensar en los procesos, sino en cómo ayudar a la gente. La rama humanística tiene que estar más involucrada, no hay que verla de menos. En ingenie-ría a las humanidades todos las ven de menos.

¿Es importante la figura de un mentor desde pequeño, es decir, alguien que sepa y que te motive? La verdad, sí. Cuando era pequeño tenía una profesora de artes y mi profesora de clases. Siempre

me llevé con ella. Enseñaba pintura y me enseñaba otras técnicas que no daba a otros y eso me hizo interesarme en el tema. Quizás allí hay una base mía de interesarme por las humanidades, por las artes.

¿Personas a las que admirés? A mi mamá la admiro porque ella nos sacó

adelante. Se murió mi papá. Me tenía a mí de cuatro años y a mi hermano de uno. No

teníamos casa porque mi papá no se había preocupado por eso. Fue como: “Se murió, tengo que poner los pies en la tierra, buscar una casa donde vivir y sacar adelante a mis hijos”. De mi mamá aprendí a ser independiente. Ella

tuvo la oportunidad de casarse, pero implicaba que nos fuéramos a Estados

Unidos. Y ella aquí tiene su título y su traba-jo. Allá sería ama de casa y no iba a dejar su indepen-dencia por casarse. A mi hermano y a mí eso nos ayuda a ir nosotros por las cosas, porque aquí la gente es huevona.

¿La gente aquí es huevona? Al menos eso siento yo. Antes era el ideal del trabajo, pero la gente ha cambiado bastante; busca lo fácil. Hay un montón de gente talentosa en un call center, pero como les pagan más dinero estando ahí que en otro lado, ahí se van a quedar. Yo no estoy estudiando algo que me vaya a dar pisto y, la verdad, no me veo como una persona así tampoco. Es porque no son mis ideales, pero la mayoría de la gente sí los tiene. Su ideal es tener pisto y para eso ¿qué hacen? Venden. El comercio es lo que aquí da.

Lorena JuárezGraduada de la UCA en Comunicación Social (2008), Lorena ha ganado el Premio Nacional de Cuento en dos ocasiones (2008 y 2010), al igual que el Premio Nacional de Dramaturgia Infantil (2008 y 2009).

Actualmente tiene un cargo docente y de investiga-ción en la universidad Dr. José Matías Delgado.

¿Cuál fue tu primer acercamiento a la literatura? Tiene que ver con disfrutes. Lo que recuerdo es que de niña mi papá tenía muchos libros y eran de contabilidad. Había un par que yo leía muchísimo, por ejemplo, La tierra y sus recursos. Es un libro precioso. También tenía un diario. Empezaba a hacer cosas que parecían poemas. Luego me di cuenta de que me gustaba eso. En mi caso es como me acerqué: por una necesidad de entenderme y luego sentía que me gustaba contar cosas.

¿De qué otra manera tu entorno familiar se rela-cionó con tu vocación literaria? Una de las grandes decisiones de mi mamá fue que estudiáramos en buenos colegios. Claro, eso supone un nivel de sacrificio increíble. Pero uno de los factores más determinantes fue que a mí mi mamá me dejaba hacer todo lo que yo quisiera. Yo soy hiperactiva. Un día, la psicóloga le dijo: “la niña tiene que estar siempre ocupada”. Ella hacía todo: me dejaba, me iba a traer, si había que presentar la obra ella iba, ella estaba ahí. Les decía a sus amigas “A la niña le encanta leer”. Eso creó en mí una imagen de que era una activi-dad buena, una cosa que ella aprobaba, que estaba bien ser así. No es nada especial el asunto, simplemente te dejan ser y ya.

¿Hubo alguna figura de inspiración?Cuando estaba en bachillerato leía casi cualquier cosa que me llegaba a las manos. Las (revistas) Vanidades que mi mamá tenía yo las leía. En las últimas páginas había columnas de mujeres que escribían sobre temas. Yo decía “yo quiero ser como ellas”. Quería ver escrito mi nombre en una revista y decir algo. Me parecía una cosa fascinante.

Más adelante, quería estudiar psicología porque era el tipo de literatura que consumía en ese momento, pero luego me decanté por una opción más periodística. Y Redacción I la daba Don Paco (Francisco Andrés Escobar). Si es sobre vocación, sí estoy segura de que él fue una figura determinante. La siguiente persona que en esos primeros años me ayudó mucho fue Jorge Galán.

¿Qué aprendiste de Don Paco? Lo de Don Paco es una cosa… más de lo que querés contar, que tus textos tengan alma. Digamos que él es de esos maestros sabios, como un Jedi, que te dicen dos o tres palabras y te cambian totalmente la vida. Y con Jorge es de trabajar muchísimo. Si hay un poeta que realmente trabaja en este país es Jorge Galán, que está constantemente probando y sorpren-diendo.

¿Qué tan determinante es el tipo de educación para que surjan talentos en letras? Mi posición con la literatura es que sí necesi-tás formación, pero eso no es garantía de que vas a ser un gran escritor. La gente cree en la inspiración;

yo creo en la provocación, en que estás pensan-do, dándole vueltas, dejando que el entorno

te afecte. La formación te da más calidad, pero también a partir de esa base que puede ser muy técnica tenés que traba-jar la sensorialidad. La técnica no te hace sentir escalofrios; la técnica te dice que la estructura es hermosa. Sos

vos, humano, volcándote a la herramien-ta. Si no, es un texto científico, un texto

que está bien, pero no tiene alma.

¿Para qué escribís? Yo escribo porque quiero contar historias, cómo yo veo la vida. Recibí un taller en 2011 con Berta Hiriart, una dramaturga mexicana. Es una cosa gloriosa. La pregunta con la que surgió el taller era esa: ¿para qué escribís? Nuestra historia solo está escrita por gente que ve una perspectiva. ¿Cuándo hemos leído un texto de la masacre del 32 contado por un indígena? Hago ficción porque me encanta, pero uno escribe para contar algo que le interesa decir, denunciar algo con lo que no está de acuerdo.

¿Qué aspiraciones y sueños puede tener en este país una persona dedicada a las letras? Puede sonar idealista, pero a mí me gustaría seguir dando clases, escribir, trabajar guionizando programas de televisión. Si lo veo como soñando, yo quisiera levantarme, darle de comer a los gatos, dar clases en la universidad, pasar por un sitio donde estoy dando clase a distancia, hablar con gente, llegar a la casa, trabajar en el proyecto, estar con mi novio o esposo, hablar del proyecto… estar en constante dinamismo. Es una aspiración bastante sencilla.

“Mi posición conla literatura es que

sí necesitásformación, pero eso

no es garantía deque vas a ser ungran escritor”

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Entre-vista

Flor Yamileth PortilloGraduada de la UCA en Ciencias Jurídicas (2012), es violinista en la Orquesta Sinfónica Juvenil y participa en otros espacios musicales como la Joven Orquesta de las Américas, Joven Orquesta y Coro de Centroa-mérica, Joven Orquesta de El Salvador y la Orquesta Sinfónica Cristiana de El Salvador.

¿Cómo empezaste a estudiar música? A los 13 años empecé mi primera clase de violín, en una escuela particular, en Santa Tecla. Creo que desde ese momento yo me enamoré de la música por completo. Desde que estaba pequeña, cuando tenía cinco años, mi papá siempre tuvo la intención de que yo aprendiera algún instrumento, pero no me gustaba. Estuve en algunas clases de piano y flauta, pero me salí. Cuando tenía 13 años, sentí el interés de no llevar solo mis estudios norma-les, sino de aprender algún instrumento. Fue así que empecé mis clases de violín. Empecé solo por hobbie, pero luego practicaba tres horas diarias. Tres años después de mis clases, hice audición para la Orquesta Sinfónica Juvenil de El Salvador,a los 16 años, pasé la audición y empecé a formar parte de la orquesta. Este es mi octavo año ahí.

¿Cómo se vivía la música en tu casa? ¿Había inte-rés por la música en tu entorno? Mi papá toca varios instrumentos: guitarra, quena, zampoña, mandolina y está aprendiendo saxofón A él siempre le gustó la música, pero no se dedica a eso. Pero siempre quiso que mi hermana y yo aprendiéramos un instrumento.

¿Te ves más como una abogada que toca violín o como una violinista que puede ejercer la aboga-cía?Creo que más como lo segundo. A mí me encanta la música. Creo que si en nuestro país existieran ma-yores oportunidades para ejercer solo la música, yo me quedaría con eso. Quisiera llevar las dos cosas a la par. Pero me gusta más la música.

¿Cómo fue llevar tu formación musical a la par de tus estudios? Fue un poco difícil y gratificante, porque empecé la universidad llevando la música a la par de la orquesta. Y la orquesta requiere de disciplina. Al final de mi carrera, tenía que ir a ensayos de lunes a viernes. De pronto tenía que entregar parciales,

Lorena Juárez

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laboratorios, trabajos. Siempre tuve el compromiso de que si iba a llevar la música a la par tenía que ser buena estudiante. De hecho, nunca dejé una materia, me gradué en cinco años. Siempre tuve un CUM arriba de 8. Creo que cuando uno quiere algo y se lo propone, puede ser bueno en lo que hace.

¿En qué conciertos has participado y cuáles recor-dás con más cariño? Uno de las mejores fue el año pasado. Tuvi-mos la oportunidad de tener talleres con integrantes de la Joven Orquesta de las Américas (YOA, por sus siglas en inglés). Estuvimos aproximadamente dos semanas con ellos y con Jaime Martín, un director español muy reconocido. Él dirigió la Sinfonía N. º 5, de Beethoven y el Sombrero de tres picos (Manuel de Falla). Para mí fue una de las mejores experiencias porque la orquesta avanzó mucho. Lo otro es haber participado en la Joven Orquesta y Coro de Centroa-mérica (JOCCA). Tocamos la Primera Sinfonía de Mahler, una de las más difíciles que existen. Estuve 15 días recibiendo talleres y clases maestras con maestros de Venezuela y Alemania. Estuvi-mos con uno de los mejores directores a nivel mundial que es Dietrich Paredes, un venezolano. Pienso que esas experien-cias nos hacen crecer a nivel personal y musical. También cuando toqué con la Orquesta Sinfónica Nacional de El Salvador, celebrando sus 90 años. Eso fue el año pasado. No es cualquier orquesta; es la orquesta de nuestro país y haber tenido el honor de estar ahí ha sido muy gratificante para mí.

¿En qué otros espacios musicales has participado?Estoy en la Joven Orquesta de El Salvador (JOES). Es una orquesta nueva de cuerdas. También estoy en la Orquesta Sinfónica Cristiana de El Salvador desde el año pasado.

¿Qué papel tiene el talento en la formación de un músico? Yo diría que el talento es un 50 % y el estudio es el otro 50. Hay mucha gente que, por ser talento-sa, se confía. No estudian y no dan más de lo que podrían. Hay otra gente que quizá no tiene todo el talento o toda la capacidad, pero son personas que se agarran de sus sueños, que quieren salir adelante y dan lo mejor.

¿Cómo es el público de la música académica en El Salvador? Siempre hemos tenido público, pero siempre se llenan más los conciertos de música popular. La gente aplaude, se ríe, los disfruta. Hace poco hici-

mos un concierto con el ballet folclórico y el teatro estaba muy lleno. Igual cuando fue los Beatles, se agotaron las entradas, la gente estaba en los pasi-llos, y no es así con los otros conciertos.

¿Cuáles son las aspiraciones profesionales de un músico salvadoreño?

Las aspiraciones son diferentes. Para algunas personas es una manera de invertir tiempo,

pero no se van a quedar con esto. Para otras personas creo que el sueño es estar en la Sinfónica Nacional y dedicarse por completo a la música. Otros compañe-ros ya no están aquí; están en otras universidades, en otros países, estu-diando música en México, Estados

Unidos, Costa Rica. Algunos dicen que no saben si van a regresar. Hay quienes sí

están seguros de regresar para cambiar la realidad musical del país y aportar algo nuevo.

Carlos AlonsoEstudiante de 2. º año de Ingeniería Química en la UCA, obtuvo una calificación de 10 en la PAES 2010. También estudia música e inglés.

¿Cómo llegaste a la química? Era lo que mejor llevaba en el colegio: mate-mática, física y química. Cuando era chiquito, mi mamá tenía el montón de perfumes, desinfectantes y yo los mezclaba todos, y decía que eran mis pocio-nes. Cortaba las botellas para hacer mi dizque labo-ratorio. Desde chiquito quería estudiar eso.

¿Tu nota de la PAES te abrió alguna oportunidad?Me ayudó porque primero tenía una beca con FEPADE, con la Fundación Poma; y después con FEDISAL, con FANTEL, que es la que tengo actual-mente. Como no se pueden tener dos becas al mismo tiempo, me quedé con FANTEL. La PAES es un instru-mento, pero lo que puede medir es bien poco. Yo no creo que una persona sepa lo que un número dice.

¿Hay equidad al asignar becas? Son dos enfoques diferentes. FEPADE busca a la gente que es buena pero que tiene bajos recursos, y en FANTEL buscan a los que tienen buenas notas. En FANTEL a los que tienen bajos recursos les dan manutención. Esa es la diferencia. Sí tiene algo de equitativo. Eso sí, si uno intenta ir a FEPADE con ingresos muy altos no dan financiamiento.

¿Este país tiene gente talentosa? Sí, demasiado. El problema es que la mayoría de talentos, como tienen escasos recursos, no pueden estudiar y tienen que meterse a trabajos serviles. Hay mucha gente muy buena y puede estar en la zona franca, armando calculadoras, ropa o cualquier cosa de otras empresas, pero no va a salir de ahí, porque no se han proyectado más allá, porque la sociedad no les ayuda.

¿Es posible que la gente talentosa no se sienta comprometida con el país porque siente que éste no le ha dado nada? Sí. Al menos yo siento que aquí hacer algo cuesta. También depende de las costumbres con que uno creció para indetificarse con el país. Aquí la gente que se queda es la gente romántica o que no ha tenido el chance para irse.

¿Si pudieras estudiar un posgrado fuera de El Salvador, que pasaría en adelante? De ahí yo me regreso, porque aquí hay mucho que hacer. Donde hay un problema puede haber una solución. Un amigo de mi mamá encontró una beca. Está trabajando en la NASA. Le ha ido bien y se quedó a vivir allá, pero ayudó a que aquí pusieran el técnico en aeronáutica y que contraten a esa gente aquí. Desde afuera ayuda a que la gente aquí se desarrolle.

¿Qué te gustaría estudiar después de química?Farmacología y toxicología en una universidad de Sidney. La verdad, yo no me he visto como una persona que se va a dedicar sólo a las ciencias. Yo quería estudiar filosofía al comienzo, pero no hay becas para filosofía. Es otro análisis. Uno no solo se pone a pensar en los procesos, sino en cómo ayudar a la gente. La rama humanística tiene que estar más involucrada, no hay que verla de menos. En ingenie-ría a las humanidades todos las ven de menos.

¿Es importante la figura de un mentor desde pequeño, es decir, alguien que sepa y que te motive? La verdad, sí. Cuando era pequeño tenía una profesora de artes y mi profesora de clases. Siempre

me llevé con ella. Enseñaba pintura y me enseñaba otras técnicas que no daba a otros y eso me hizo interesarme en el tema. Quizás allí hay una base mía de interesarme por las humanidades, por las artes.

¿Personas a las que admirés? A mi mamá la admiro porque ella nos sacó

adelante. Se murió mi papá. Me tenía a mí de cuatro años y a mi hermano de uno. No

teníamos casa porque mi papá no se había preocupado por eso. Fue como: “Se murió, tengo que poner los pies en la tierra, buscar una casa donde vivir y sacar adelante a mis hijos”. De mi mamá aprendí a ser independiente. Ella

tuvo la oportunidad de casarse, pero implicaba que nos fuéramos a Estados

Unidos. Y ella aquí tiene su título y su traba-jo. Allá sería ama de casa y no iba a dejar su indepen-dencia por casarse. A mi hermano y a mí eso nos ayuda a ir nosotros por las cosas, porque aquí la gente es huevona.

¿La gente aquí es huevona? Al menos eso siento yo. Antes era el ideal del trabajo, pero la gente ha cambiado bastante; busca lo fácil. Hay un montón de gente talentosa en un call center, pero como les pagan más dinero estando ahí que en otro lado, ahí se van a quedar. Yo no estoy estudiando algo que me vaya a dar pisto y, la verdad, no me veo como una persona así tampoco. Es porque no son mis ideales, pero la mayoría de la gente sí los tiene. Su ideal es tener pisto y para eso ¿qué hacen? Venden. El comercio es lo que aquí da.

Lorena JuárezGraduada de la UCA en Comunicación Social (2008), Lorena ha ganado el Premio Nacional de Cuento en dos ocasiones (2008 y 2010), al igual que el Premio Nacional de Dramaturgia Infantil (2008 y 2009).

Actualmente tiene un cargo docente y de investiga-ción en la universidad Dr. José Matías Delgado.

¿Cuál fue tu primer acercamiento a la literatura? Tiene que ver con disfrutes. Lo que recuerdo es que de niña mi papá tenía muchos libros y eran de contabilidad. Había un par que yo leía muchísimo, por ejemplo, La tierra y sus recursos. Es un libro precioso. También tenía un diario. Empezaba a hacer cosas que parecían poemas. Luego me di cuenta de que me gustaba eso. En mi caso es como me acerqué: por una necesidad de entenderme y luego sentía que me gustaba contar cosas.

¿De qué otra manera tu entorno familiar se rela-cionó con tu vocación literaria? Una de las grandes decisiones de mi mamá fue que estudiáramos en buenos colegios. Claro, eso supone un nivel de sacrificio increíble. Pero uno de los factores más determinantes fue que a mí mi mamá me dejaba hacer todo lo que yo quisiera. Yo soy hiperactiva. Un día, la psicóloga le dijo: “la niña tiene que estar siempre ocupada”. Ella hacía todo: me dejaba, me iba a traer, si había que presentar la obra ella iba, ella estaba ahí. Les decía a sus amigas “A la niña le encanta leer”. Eso creó en mí una imagen de que era una activi-dad buena, una cosa que ella aprobaba, que estaba bien ser así. No es nada especial el asunto, simplemente te dejan ser y ya.

¿Hubo alguna figura de inspiración?Cuando estaba en bachillerato leía casi cualquier cosa que me llegaba a las manos. Las (revistas) Vanidades que mi mamá tenía yo las leía. En las últimas páginas había columnas de mujeres que escribían sobre temas. Yo decía “yo quiero ser como ellas”. Quería ver escrito mi nombre en una revista y decir algo. Me parecía una cosa fascinante.

Más adelante, quería estudiar psicología porque era el tipo de literatura que consumía en ese momento, pero luego me decanté por una opción más periodística. Y Redacción I la daba Don Paco (Francisco Andrés Escobar). Si es sobre vocación, sí estoy segura de que él fue una figura determinante. La siguiente persona que en esos primeros años me ayudó mucho fue Jorge Galán.

¿Qué aprendiste de Don Paco? Lo de Don Paco es una cosa… más de lo que querés contar, que tus textos tengan alma. Digamos que él es de esos maestros sabios, como un Jedi, que te dicen dos o tres palabras y te cambian totalmente la vida. Y con Jorge es de trabajar muchísimo. Si hay un poeta que realmente trabaja en este país es Jorge Galán, que está constantemente probando y sorpren-diendo.

¿Qué tan determinante es el tipo de educación para que surjan talentos en letras? Mi posición con la literatura es que sí necesi-tás formación, pero eso no es garantía de que vas a ser un gran escritor. La gente cree en la inspiración;

yo creo en la provocación, en que estás pensan-do, dándole vueltas, dejando que el entorno

te afecte. La formación te da más calidad, pero también a partir de esa base que puede ser muy técnica tenés que traba-jar la sensorialidad. La técnica no te hace sentir escalofrios; la técnica te dice que la estructura es hermosa. Sos

vos, humano, volcándote a la herramien-ta. Si no, es un texto científico, un texto

que está bien, pero no tiene alma.

¿Para qué escribís? Yo escribo porque quiero contar historias, cómo yo veo la vida. Recibí un taller en 2011 con Berta Hiriart, una dramaturga mexicana. Es una cosa gloriosa. La pregunta con la que surgió el taller era esa: ¿para qué escribís? Nuestra historia solo está escrita por gente que ve una perspectiva. ¿Cuándo hemos leído un texto de la masacre del 32 contado por un indígena? Hago ficción porque me encanta, pero uno escribe para contar algo que le interesa decir, denunciar algo con lo que no está de acuerdo.

¿Qué aspiraciones y sueños puede tener en este país una persona dedicada a las letras? Puede sonar idealista, pero a mí me gustaría seguir dando clases, escribir, trabajar guionizando programas de televisión. Si lo veo como soñando, yo quisiera levantarme, darle de comer a los gatos, dar clases en la universidad, pasar por un sitio donde estoy dando clase a distancia, hablar con gente, llegar a la casa, trabajar en el proyecto, estar con mi novio o esposo, hablar del proyecto… estar en constante dinamismo. Es una aspiración bastante sencilla.

Flor Yamileth PortilloGraduada de la UCA en Ciencias Jurídicas (2012), es violinista en la Orquesta Sinfónica Juvenil y participa en otros espacios musicales como la Joven Orquesta de las Américas, Joven Orquesta y Coro de Centroa-mérica, Joven Orquesta de El Salvador y la Orquesta Sinfónica Cristiana de El Salvador.

¿Cómo empezaste a estudiar música? A los 13 años empecé mi primera clase de violín, en una escuela particular, en Santa Tecla. Creo que desde ese momento yo me enamoré de la música por completo. Desde que estaba pequeña, cuando tenía cinco años, mi papá siempre tuvo la intención de que yo aprendiera algún instrumento, pero no me gustaba. Estuve en algunas clases de piano y flauta, pero me salí. Cuando tenía 13 años, sentí el interés de no llevar solo mis estudios norma-les, sino de aprender algún instrumento. Fue así que empecé mis clases de violín. Empecé solo por hobbie, pero luego practicaba tres horas diarias. Tres años después de mis clases, hice audición para la Orquesta Sinfónica Juvenil de El Salvador,a los 16 años, pasé la audición y empecé a formar parte de la orquesta. Este es mi octavo año ahí.

¿Cómo se vivía la música en tu casa? ¿Había inte-rés por la música en tu entorno? Mi papá toca varios instrumentos: guitarra, quena, zampoña, mandolina y está aprendiendo saxofón A él siempre le gustó la música, pero no se dedica a eso. Pero siempre quiso que mi hermana y yo aprendiéramos un instrumento.

¿Te ves más como una abogada que toca violín o como una violinista que puede ejercer la aboga-cía?Creo que más como lo segundo. A mí me encanta la música. Creo que si en nuestro país existieran ma-yores oportunidades para ejercer solo la música, yo me quedaría con eso. Quisiera llevar las dos cosas a la par. Pero me gusta más la música.

¿Cómo fue llevar tu formación musical a la par de tus estudios? Fue un poco difícil y gratificante, porque empecé la universidad llevando la música a la par de la orquesta. Y la orquesta requiere de disciplina. Al final de mi carrera, tenía que ir a ensayos de lunes a viernes. De pronto tenía que entregar parciales,

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laboratorios, trabajos. Siempre tuve el compromiso de que si iba a llevar la música a la par tenía que ser buena estudiante. De hecho, nunca dejé una materia, me gradué en cinco años. Siempre tuve un CUM arriba de 8. Creo que cuando uno quiere algo y se lo propone, puede ser bueno en lo que hace.

¿En qué conciertos has participado y cuáles recor-dás con más cariño? Uno de las mejores fue el año pasado. Tuvi-mos la oportunidad de tener talleres con integrantes de la Joven Orquesta de las Américas (YOA, por sus siglas en inglés). Estuvimos aproximadamente dos semanas con ellos y con Jaime Martín, un director español muy reconocido. Él dirigió la Sinfonía N. º 5, de Beethoven y el Sombrero de tres picos (Manuel de Falla). Para mí fue una de las mejores experiencias porque la orquesta avanzó mucho. Lo otro es haber participado en la Joven Orquesta y Coro de Centroa-mérica (JOCCA). Tocamos la Primera Sinfonía de Mahler, una de las más difíciles que existen. Estuve 15 días recibiendo talleres y clases maestras con maestros de Venezuela y Alemania. Estuvi-mos con uno de los mejores directores a nivel mundial que es Dietrich Paredes, un venezolano. Pienso que esas experien-cias nos hacen crecer a nivel personal y musical. También cuando toqué con la Orquesta Sinfónica Nacional de El Salvador, celebrando sus 90 años. Eso fue el año pasado. No es cualquier orquesta; es la orquesta de nuestro país y haber tenido el honor de estar ahí ha sido muy gratificante para mí.

¿En qué otros espacios musicales has participado?Estoy en la Joven Orquesta de El Salvador (JOES). Es una orquesta nueva de cuerdas. También estoy en la Orquesta Sinfónica Cristiana de El Salvador desde el año pasado.

¿Qué papel tiene el talento en la formación de un músico? Yo diría que el talento es un 50 % y el estudio es el otro 50. Hay mucha gente que, por ser talento-sa, se confía. No estudian y no dan más de lo que podrían. Hay otra gente que quizá no tiene todo el talento o toda la capacidad, pero son personas que se agarran de sus sueños, que quieren salir adelante y dan lo mejor.

¿Cómo es el público de la música académica en El Salvador? Siempre hemos tenido público, pero siempre se llenan más los conciertos de música popular. La gente aplaude, se ríe, los disfruta. Hace poco hici-

mos un concierto con el ballet folclórico y el teatro estaba muy lleno. Igual cuando fue los Beatles, se agotaron las entradas, la gente estaba en los pasi-llos, y no es así con los otros conciertos.

¿Cuáles son las aspiraciones profesionales de un músico salvadoreño?

Las aspiraciones son diferentes. Para algunas personas es una manera de invertir tiempo,

pero no se van a quedar con esto. Para otras personas creo que el sueño es estar en la Sinfónica Nacional y dedicarse por completo a la música. Otros compañe-ros ya no están aquí; están en otras universidades, en otros países, estu-diando música en México, Estados

Unidos, Costa Rica. Algunos dicen que no saben si van a regresar. Hay quienes sí

están seguros de regresar para cambiar la realidad musical del país y aportar algo nuevo.

Carlos AlonsoEstudiante de 2. º año de Ingeniería Química en la UCA, obtuvo una calificación de 10 en la PAES 2010. También estudia música e inglés.

¿Cómo llegaste a la química? Era lo que mejor llevaba en el colegio: mate-mática, física y química. Cuando era chiquito, mi mamá tenía el montón de perfumes, desinfectantes y yo los mezclaba todos, y decía que eran mis pocio-nes. Cortaba las botellas para hacer mi dizque labo-ratorio. Desde chiquito quería estudiar eso.

¿Tu nota de la PAES te abrió alguna oportunidad?Me ayudó porque primero tenía una beca con FEPADE, con la Fundación Poma; y después con FEDISAL, con FANTEL, que es la que tengo actual-mente. Como no se pueden tener dos becas al mismo tiempo, me quedé con FANTEL. La PAES es un instru-mento, pero lo que puede medir es bien poco. Yo no creo que una persona sepa lo que un número dice.

¿Hay equidad al asignar becas? Son dos enfoques diferentes. FEPADE busca a la gente que es buena pero que tiene bajos recursos, y en FANTEL buscan a los que tienen buenas notas. En FANTEL a los que tienen bajos recursos les dan manutención. Esa es la diferencia. Sí tiene algo de equitativo. Eso sí, si uno intenta ir a FEPADE con ingresos muy altos no dan financiamiento.

¿Este país tiene gente talentosa? Sí, demasiado. El problema es que la mayoría de talentos, como tienen escasos recursos, no pueden estudiar y tienen que meterse a trabajos serviles. Hay mucha gente muy buena y puede estar en la zona franca, armando calculadoras, ropa o cualquier cosa de otras empresas, pero no va a salir de ahí, porque no se han proyectado más allá, porque la sociedad no les ayuda.

¿Es posible que la gente talentosa no se sienta comprometida con el país porque siente que éste no le ha dado nada? Sí. Al menos yo siento que aquí hacer algo cuesta. También depende de las costumbres con que uno creció para indetificarse con el país. Aquí la gente que se queda es la gente romántica o que no ha tenido el chance para irse.

¿Si pudieras estudiar un posgrado fuera de El Salvador, que pasaría en adelante? De ahí yo me regreso, porque aquí hay mucho que hacer. Donde hay un problema puede haber una solución. Un amigo de mi mamá encontró una beca. Está trabajando en la NASA. Le ha ido bien y se quedó a vivir allá, pero ayudó a que aquí pusieran el técnico en aeronáutica y que contraten a esa gente aquí. Desde afuera ayuda a que la gente aquí se desarrolle.

¿Qué te gustaría estudiar después de química?Farmacología y toxicología en una universidad de Sidney. La verdad, yo no me he visto como una persona que se va a dedicar sólo a las ciencias. Yo quería estudiar filosofía al comienzo, pero no hay becas para filosofía. Es otro análisis. Uno no solo se pone a pensar en los procesos, sino en cómo ayudar a la gente. La rama humanística tiene que estar más involucrada, no hay que verla de menos. En ingenie-ría a las humanidades todos las ven de menos.

¿Es importante la figura de un mentor desde pequeño, es decir, alguien que sepa y que te motive? La verdad, sí. Cuando era pequeño tenía una profesora de artes y mi profesora de clases. Siempre

me llevé con ella. Enseñaba pintura y me enseñaba otras técnicas que no daba a otros y eso me hizo interesarme en el tema. Quizás allí hay una base mía de interesarme por las humanidades, por las artes.

¿Personas a las que admirés? A mi mamá la admiro porque ella nos sacó

adelante. Se murió mi papá. Me tenía a mí de cuatro años y a mi hermano de uno. No

teníamos casa porque mi papá no se había preocupado por eso. Fue como: “Se murió, tengo que poner los pies en la tierra, buscar una casa donde vivir y sacar adelante a mis hijos”. De mi mamá aprendí a ser independiente. Ella

tuvo la oportunidad de casarse, pero implicaba que nos fuéramos a Estados

Unidos. Y ella aquí tiene su título y su traba-jo. Allá sería ama de casa y no iba a dejar su indepen-dencia por casarse. A mi hermano y a mí eso nos ayuda a ir nosotros por las cosas, porque aquí la gente es huevona.

¿La gente aquí es huevona? Al menos eso siento yo. Antes era el ideal del trabajo, pero la gente ha cambiado bastante; busca lo fácil. Hay un montón de gente talentosa en un call center, pero como les pagan más dinero estando ahí que en otro lado, ahí se van a quedar. Yo no estoy estudiando algo que me vaya a dar pisto y, la verdad, no me veo como una persona así tampoco. Es porque no son mis ideales, pero la mayoría de la gente sí los tiene. Su ideal es tener pisto y para eso ¿qué hacen? Venden. El comercio es lo que aquí da.

Lorena JuárezGraduada de la UCA en Comunicación Social (2008), Lorena ha ganado el Premio Nacional de Cuento en dos ocasiones (2008 y 2010), al igual que el Premio Nacional de Dramaturgia Infantil (2008 y 2009).

Actualmente tiene un cargo docente y de investiga-ción en la universidad Dr. José Matías Delgado.

¿Cuál fue tu primer acercamiento a la literatura? Tiene que ver con disfrutes. Lo que recuerdo es que de niña mi papá tenía muchos libros y eran de contabilidad. Había un par que yo leía muchísimo, por ejemplo, La tierra y sus recursos. Es un libro precioso. También tenía un diario. Empezaba a hacer cosas que parecían poemas. Luego me di cuenta de que me gustaba eso. En mi caso es como me acerqué: por una necesidad de entenderme y luego sentía que me gustaba contar cosas.

¿De qué otra manera tu entorno familiar se rela-cionó con tu vocación literaria? Una de las grandes decisiones de mi mamá fue que estudiáramos en buenos colegios. Claro, eso supone un nivel de sacrificio increíble. Pero uno de los factores más determinantes fue que a mí mi mamá me dejaba hacer todo lo que yo quisiera. Yo soy hiperactiva. Un día, la psicóloga le dijo: “la niña tiene que estar siempre ocupada”. Ella hacía todo: me dejaba, me iba a traer, si había que presentar la obra ella iba, ella estaba ahí. Les decía a sus amigas “A la niña le encanta leer”. Eso creó en mí una imagen de que era una activi-dad buena, una cosa que ella aprobaba, que estaba bien ser así. No es nada especial el asunto, simplemente te dejan ser y ya.

¿Hubo alguna figura de inspiración?Cuando estaba en bachillerato leía casi cualquier cosa que me llegaba a las manos. Las (revistas) Vanidades que mi mamá tenía yo las leía. En las últimas páginas había columnas de mujeres que escribían sobre temas. Yo decía “yo quiero ser como ellas”. Quería ver escrito mi nombre en una revista y decir algo. Me parecía una cosa fascinante.

Más adelante, quería estudiar psicología porque era el tipo de literatura que consumía en ese momento, pero luego me decanté por una opción más periodística. Y Redacción I la daba Don Paco (Francisco Andrés Escobar). Si es sobre vocación, sí estoy segura de que él fue una figura determinante. La siguiente persona que en esos primeros años me ayudó mucho fue Jorge Galán.

¿Qué aprendiste de Don Paco? Lo de Don Paco es una cosa… más de lo que querés contar, que tus textos tengan alma. Digamos que él es de esos maestros sabios, como un Jedi, que te dicen dos o tres palabras y te cambian totalmente la vida. Y con Jorge es de trabajar muchísimo. Si hay un poeta que realmente trabaja en este país es Jorge Galán, que está constantemente probando y sorpren-diendo.

¿Qué tan determinante es el tipo de educación para que surjan talentos en letras? Mi posición con la literatura es que sí necesi-tás formación, pero eso no es garantía de que vas a ser un gran escritor. La gente cree en la inspiración;

yo creo en la provocación, en que estás pensan-do, dándole vueltas, dejando que el entorno

te afecte. La formación te da más calidad, pero también a partir de esa base que puede ser muy técnica tenés que traba-jar la sensorialidad. La técnica no te hace sentir escalofrios; la técnica te dice que la estructura es hermosa. Sos

vos, humano, volcándote a la herramien-ta. Si no, es un texto científico, un texto

que está bien, pero no tiene alma.

¿Para qué escribís? Yo escribo porque quiero contar historias, cómo yo veo la vida. Recibí un taller en 2011 con Berta Hiriart, una dramaturga mexicana. Es una cosa gloriosa. La pregunta con la que surgió el taller era esa: ¿para qué escribís? Nuestra historia solo está escrita por gente que ve una perspectiva. ¿Cuándo hemos leído un texto de la masacre del 32 contado por un indígena? Hago ficción porque me encanta, pero uno escribe para contar algo que le interesa decir, denunciar algo con lo que no está de acuerdo.

¿Qué aspiraciones y sueños puede tener en este país una persona dedicada a las letras? Puede sonar idealista, pero a mí me gustaría seguir dando clases, escribir, trabajar guionizando programas de televisión. Si lo veo como soñando, yo quisiera levantarme, darle de comer a los gatos, dar clases en la universidad, pasar por un sitio donde estoy dando clase a distancia, hablar con gente, llegar a la casa, trabajar en el proyecto, estar con mi novio o esposo, hablar del proyecto… estar en constante dinamismo. Es una aspiración bastante sencilla.

Flor Yamileth PortilloGraduada de la UCA en Ciencias Jurídicas (2012), es violinista en la Orquesta Sinfónica Juvenil y participa en otros espacios musicales como la Joven Orquesta de las Américas, Joven Orquesta y Coro de Centroa-mérica, Joven Orquesta de El Salvador y la Orquesta Sinfónica Cristiana de El Salvador.

¿Cómo empezaste a estudiar música? A los 13 años empecé mi primera clase de violín, en una escuela particular, en Santa Tecla. Creo que desde ese momento yo me enamoré de la música por completo. Desde que estaba pequeña, cuando tenía cinco años, mi papá siempre tuvo la intención de que yo aprendiera algún instrumento, pero no me gustaba. Estuve en algunas clases de piano y flauta, pero me salí. Cuando tenía 13 años, sentí el interés de no llevar solo mis estudios norma-les, sino de aprender algún instrumento. Fue así que empecé mis clases de violín. Empecé solo por hobbie, pero luego practicaba tres horas diarias. Tres años después de mis clases, hice audición para la Orquesta Sinfónica Juvenil de El Salvador,a los 16 años, pasé la audición y empecé a formar parte de la orquesta. Este es mi octavo año ahí.

¿Cómo se vivía la música en tu casa? ¿Había inte-rés por la música en tu entorno? Mi papá toca varios instrumentos: guitarra, quena, zampoña, mandolina y está aprendiendo saxofón A él siempre le gustó la música, pero no se dedica a eso. Pero siempre quiso que mi hermana y yo aprendiéramos un instrumento.

¿Te ves más como una abogada que toca violín o como una violinista que puede ejercer la aboga-cía?Creo que más como lo segundo. A mí me encanta la música. Creo que si en nuestro país existieran ma-yores oportunidades para ejercer solo la música, yo me quedaría con eso. Quisiera llevar las dos cosas a la par. Pero me gusta más la música.

¿Cómo fue llevar tu formación musical a la par de tus estudios? Fue un poco difícil y gratificante, porque empecé la universidad llevando la música a la par de la orquesta. Y la orquesta requiere de disciplina. Al final de mi carrera, tenía que ir a ensayos de lunes a viernes. De pronto tenía que entregar parciales,