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Rafael Aburto y el Grupo José Antonio de Quintanar de la Orden. La utilización de la bóveda tabicada como alternativa constructiva Jorge Francisco Jiménez Jiménez Cuando el arquitecto Rafael Aburto Renovales (1913-2014) recibió el encargo de construir para la Organización Sindical del Hogar (OSH) una sede co- marcal para la Delegación Nacional de Sindicatos junto a cincuenta y cuatro viviendas en Quintanar de la Orden debió de considerar los profundos proble- mas que aquello suponía para su correcta consecu- ción. Aquella localidad de la mancha toledana no sólo se encontraba en un entorno plenamente rural, alejada más de cien kilómetros de toda capital, sino que en aquella dura década de los cuarenta, en plena Autarquía, todo recurso que permitiera llevar a cabo el proyecto parecía tremendamente lejano. 1 Se enfrentaba a priori a dos tipos de problemas. El primero construir una serie de viviendas según su forma de entender la arquitectura, –eminentemente moderna–, sin traicionarse a sí mismo, pero logrando al tiempo que los futuros inquilinos no extrañasen el espacio al convertirlo en sus casas. No era un tema menor y años después no logró esa sincronía en pro- yectos como las viviendas experimentales de Villa- verde o el Grupo Ergoyen de Neguri (Bergera y Gon- zález 2002, 6-33). Para solucionarlo, como ahora veremos, recurrió a un interesante ejercicio en el que tomó como referente la casa popular y la vistió de modernidad. Si en la solución de este problema ya avanzamos que logró un evidente éxito, no lo fue menos en el se- gundo: el hecho mismo de llevar a término aquel en- cargo. En un momento en el que la OSH mostró una actividad constructiva muy exigua, que el conjunto de Quintanar de la Orden (1946-1949) se llegase a terminar y no quedase en proyecto es tremendamente meritorio. 2 Para ello Aburto recurrió de nuevo a la tradición y encontró en ésta la clave para su éxito al decidir emplear materiales de la zona. Combinados con ellos fue la bóveda tabicada el componente más importante para llevar a cabo el Grupo José Antonio y es el elemento más definitorio de todo el conjunto tanto estructural como estéticamente. MATERIALES TRADICIONALES Y BÓVEDAS TABICADAS En 1943 Rafael Aburto es nombrado Arquitecto Ase- sor de la Oficina Técnica de la Jefatura Provincial de Toledo de la OSH (Sambricio 2005, 26-30) y co- mienza a hacerse cargo de diferentes encargos para la Institución en localidades de la provincia. Cuando re- cibió el del grupo quintanareño hacía tan sólo tres años que había terminado sus estudios, corría el año 1946 y contaba con treinta y tres años. Pertenece por tanto a sus primeros pasos como profesional y que- daba aún lejos su proyecto para la Casa Sindical de Madrid (1949), el cual puede ser tomado por diversas causas un punto y aparte en su trayectoria. En el pro- yecto debía ayudar a solventar la falta de viviendas en la localidad manchega aprovechando la construc- ción de la mencionada sede comarcal. El momento en el que se enmarca el proyecto se caracterizaba por una gran penuria económica, la guerra civil no sólo había causado grandes destrozos LIbro 2 Congreso.indb 863 LIbro 2 Congreso.indb 863 28/09/15 13:20 28/09/15 13:20

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Rafael Aburto y el Grupo José Antonio de Quintanar de la Orden. La utilización de la bóveda tabicada como alternativa

constructiva

Jorge Francisco Jiménez Jiménez

Cuando el arquitecto Rafael Aburto Renovales (1913-2014) recibió el encargo de construir para la Organización Sindical del Hogar (OSH) una sede co-marcal para la Delegación Nacional de Sindicatos junto a cincuenta y cuatro viviendas en Quintanar de la Orden debió de considerar los profundos proble-mas que aquello suponía para su correcta consecu-ción. Aquella localidad de la mancha toledana no sólo se encontraba en un entorno plenamente rural, alejada más de cien kilómetros de toda capital, sino que en aquella dura década de los cuarenta, en plena Autarquía, todo recurso que permitiera llevar a cabo el proyecto parecía tremendamente lejano.1

Se enfrentaba a priori a dos tipos de problemas. El primero construir una serie de viviendas según su forma de entender la arquitectura, –eminentemente moderna–, sin traicionarse a sí mismo, pero logrando al tiempo que los futuros inquilinos no extrañasen el espacio al convertirlo en sus casas. No era un tema menor y años después no logró esa sincronía en pro-yectos como las viviendas experimentales de Villa-verde o el Grupo Ergoyen de Neguri (Bergera y Gon-zález 2002, 6-33). Para solucionarlo, como ahora veremos, recurrió a un interesante ejercicio en el que tomó como referente la casa popular y la vistió de modernidad.

Si en la solución de este problema ya avanzamos que logró un evidente éxito, no lo fue menos en el se-gundo: el hecho mismo de llevar a término aquel en-cargo. En un momento en el que la OSH mostró una actividad constructiva muy exigua, que el conjunto

de Quintanar de la Orden (1946-1949) se llegase a terminar y no quedase en proyecto es tremendamente meritorio.2 Para ello Aburto recurrió de nuevo a la tradición y encontró en ésta la clave para su éxito al decidir emplear materiales de la zona. Combinados con ellos fue la bóveda tabicada el componente más importante para llevar a cabo el Grupo José Antonio y es el elemento más definitorio de todo el conjunto tanto estructural como estéticamente.

MATERIALES TRADICIONALES Y BÓVEDAS TABICADAS

En 1943 Rafael Aburto es nombrado Arquitecto Ase-sor de la Oficina Técnica de la Jefatura Provincial de Toledo de la OSH (Sambricio 2005, 26-30) y co-mienza a hacerse cargo de diferentes encargos para la Institución en localidades de la provincia. Cuando re-cibió el del grupo quintanareño hacía tan sólo tres años que había terminado sus estudios, corría el año 1946 y contaba con treinta y tres años. Pertenece por tanto a sus primeros pasos como profesional y que-daba aún lejos su proyecto para la Casa Sindical de Madrid (1949), el cual puede ser tomado por diversas causas un punto y aparte en su trayectoria. En el pro-yecto debía ayudar a solventar la falta de viviendas en la localidad manchega aprovechando la construc-ción de la mencionada sede comarcal.

El momento en el que se enmarca el proyecto se caracterizaba por una gran penuria económica, la guerra civil no sólo había causado grandes destrozos

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en localidades y barrios enteros, sino que también había dañado sobremanera todo el entramado empre-sarial vinculado a la construcción. Afectó a fábricas, medios de transportes, promotoras y el resto de ele-mentos partícipes en la construcción de viviendas. El nuevo gobierno salido de la sublevación hubo de de-cidir de qué manera iba a realizar la denominada «re-construcción nacional», ámbito en el que tuvieron cabida diferentes maneras de entender la arquitectu-ra. Para ello sancionó un amplio cuerpo legislativo desde muy pronto y creó diferentes instituciones como el Instituto Nacional de Vivienda, la Dirección General de Regiones Devastadas o la misma OSH.

En ese contexto se dio un gran valor a la vivienda y se buscó que, aún con las limitaciones a las que se enfrentaba la arquitectura se facilitara el acceso y se mejoraran las condiciones del hábitat. Ante la necesi-dad de construir en entornos poco favorables la ma-yoría de los arquitectos tuvieron que recurrir al inge-nio para poder llevarlas a cabo con los escasos recursos existentes.

A nuestros constructores no les hacen falta teorías, sino soluciones a las realidades actuales de restricciones y di-ficultades enormes de materiales, transportes y medios auxiliares. En todas nuestras Comarcales se ha agudiza-do el ingenio para suplir airosamente lo que en estado normal se hubieran llamado prácticas de buena construc-ción. En los recorridos por España hemos visto solucio-nes ingeniosas, nacidas esporádicamente ante el caso concreto de una dificultad. Es la lucha de las comarcas y pueblos por conseguir su autarquía de construcción (Cá-mara 1941, 19).

En este sentido el caso de Quintanar de la Orden no fue una excepción y la elección de los materiales por parte de Aburto fue uno de sus grandes aciertos. Eligió como base de todo el conjunto la combinación de «mampostería de piedra caliza de color rosáceo, para los muros exteriores de planta baja, y de doble tabique de ladrillo hueco, enfoscado de cemento y enlucido con varias manos de cal, para el superior» (Aburto 1951, 14-16). Estos materiales fueron pro-porcionados por el Ayuntamiento, que acordó ceder piedra y arena para el proyecto por considerar «esta obra como beneficiosa para esta población» y acce-día a llevar al pie de las obras desde las canteras de la localidad «cuatro kilómetros de piedra y dos de are-na».3 Por ello obligó a sus vecinos a colaborar apor-tando remolques llenos de piedras según los cupos

que les fueron asignados conforme a la ordenanza municipal de Prestación personal de transportes.4 De este modo parte de la materia prima fue trasladada desde puntos cercanos de la localidad de forma muy económica, hecho demostrativo de las diferentes so-luciones buscadas para el problema de los materiales in situ y que desde diversos sectores técnicos se abordó apostando por el estudio de los recursos loca-les, la producción en serie y la planificación (Cámara 1941, 19-40).

En el caso del Grupo José Antonio el principal pro-blema derivaba de cómo construir las superficies hori-zontales de forma resistente en ese contexto, para lo que se recurrió a una técnica tradicional como era la bóveda tabicada o catalana. Ésta consiste en construir los techos y otras superficies horizontales a través de ladrillos colocados por su parte plana desarrollando un arco rebajado de luz muy corta (figura 1). Esta técnica permitía construir deprisa si los albañiles eran lo sufi-

Figura 1Esquema de construcción de las bóvedas tabicadas (Aburto 1948)

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cientemente conocedores de ella, muchas veces sin cimbras, y con apenas los elementos cerámicos y el mortero como materiales de construcción. Era por tan-to un sistema barato por sus recursos y rapidez, algo idóneo para el difícil contexto en que se construyó el conjunto quintanareño y que no volvió a usar en el an-teproyecto que hizo en la misma época, 1949, para el Mercado de Abastos de la localidad, basado en una es-tructura arquitrabada de pilares sencillos.5

A su vez las bóvedas se combinaron con tirantes de acero de pared a pared, elemento que ayudaba a la estabilidad de los muros de carga y la cubierta. La combinación de ambos recursos dio como efecto fi-nal el aprovechamiento de «la capacidad mecánica a compresión de las piezas cerámicas […] y, por otro, la del acero a tracción para atirantar los respectivos muros de carga» (Pozo 2011, 14). Sobre esta estruc-tura abovedada se sustentaban las superficies planas de los pisos y las cubiertas, para lo que se empleaban tabicas transversales que terminaban de «dar rigidez al sistema» (Aburto 1948, 299). Por aquellos mismos años su compañero y amigo Francisco de Asís Cabrero utilizó una solución similar a la hora de levantar las viviendas de la colonia del Pilar en Madrid (Cortés 2009, 21), lo que nos ayuda a enten-der cómo el principal referente para ambos fue Luis Moya, profesor en la Escuela de Arquitectura que ya había ensayado este sistema en 1942 en las viviendas que construyó para la Dirección General de Arquitec-tura en el madrileño barrio de Usera (García-Gutié-rrez 1996, 233).6

Utilizando este sistema constructivo Aburto diseñó cincuenta y cuatro viviendas en torno a una plaza rectangular sobre una parcela asimétrica de cuatro la-dos ubicada en una de las tierras más fértiles de los alrededores del casco antiguo de la localidad7. La plaza se comunica con el resto de la población a tra-vés de siete calles estrechas y longitudinales, de las cuales se acotaron tres en los accesos con un sistema de arcos que dotan al conjunto de uniformidad. Las casas fueron distribuidas en hilera a través de cinco tramos conforme se puede observar en los gráficos adjuntos. Empleando este sistema también levantó la Casa Sindical, elemento central del conjunto que pre-side un espacio prácticamente diáfano con la única salvedad del depósito de agua en forma de torre que se levantaba en el centro de la plaza (figura 2).

Fue un momento en el que los materiales disponi-bles fueron en la gran mayoría de los casos los res-

ponsables de las limitaciones, solventadas la mayoría de las veces por el propio ingenio de los arquitectos. En la obra de Aburto para Quintanar de la Orden los materiales fueron un escollo pero no un impedimento crucial para su autor, quien logró llevar a cabo la construcción recurriendo al uso de las técnicas tradi-cionales. Prueba de ello son sus propias palabras cuando, describiendo el proyecto de la Granja Escue-la de Talavera de la Reina, muy parecido en las técni-cas y materiales empleados por el autor, así como coincidente en fechas y problemáticas, declaraba:

…que, en su principio, fue proyectada su estructura total-mente en hormigón armado; pero con objeto de dar ma-yor impulso a las obras, fue sustituida en la marcha de las mismas por un sistema de bóvedas, distintas para cada caso (Aburto 1948, 299).

No son por tanto las decisiones del arquitecto evo-caciones gratuitas del mundo rural y los beneficios de la tradición, sino una toma de posición responsa-ble con la necesidad la cual hizo que su forma de tra-bajar, basada en la modernidad y el hormigón arma-do, hubieran de plegarse a la economía del momento sin que su lenguaje se viera menoscabado.

LA CASA SINDICAL

El edificio principal, perteneciente a la entidad que promovió el conjunto, se levanta sobre una triada de

Figura 2Planta del Grupo José Antonio (Pozo 2011) con notas del autor

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bóvedas rebajadas que permiten el paso de vehícu-los y transeúntes por la actual calle los Arcos, la central del lado norte de la plaza. Se diseñó buscan-do su preeminencia en la plaza con respecto al resto de edificaciones con las que guarda relación y en planta ocupa una superficie de 225 m². Su fachada principal se ubicó en el lado interior, el arquitecto la dividió claramente en dos partes, –inferior y supe-rior–, a través del acabado y los materiales, al tiem-po que incluía elementos de conexión entre ambos niveles. El cuerpo inferior está realizado en aparejo toledano mientras que el superior está enlucido y pintado de un blanco impoluto sin elementos orna-mentales. Con este recurso Aburto dotó de cierta li-gereza a la fachada al hacer sobrevolar la parte cla-ra sobre la piedra y el ladrillo de la inferior, mucho más rotunda visualmente. Este acabado estético res-ponde también a la estructura interior de la cons-trucción (figura 3).

Ambos cuerpos fueron organizados simétricamen-te por el arquitecto al destacar uno central al que se le adosan otros dos laterales iguales entre sí. En la parte inferior estos están formados por dos cubos opacos pero no uniformes ya que al ser realizados los muros en aparejo toledano se fracciona rítmicamente gracias a su característica combinación de ladrillos y piedras. En el centro de ambos se abre por contrapo-sición el vacío a través de las tres arcadas de las bó-

vedas rebajadas bajo las que discurre la calle y que se sustentan sobre muros con similar acabado.

Esta estructura se proyecta en cierto modo en la parte superior del edificio prolongando hacia arriba las arcadas con dos amplios paramentos blancos, ro-tos tan sólo por las ventanas. De arriba a abajo se abre una brecha, fruto de hacer coincidir cada una de las arcadas inferiores con una superior que deja vi-sualizar desde el exterior el sistema constructivo, las bóvedas tabicadas. Esta solución es significativa en cuanto a la modernidad del diseño por la decisión de mostrar al exterior ese sistema sin enmascararlo y constituyendo su componente funcional también el ornamental. Para ello el paramento en esta zona cen-tral se retranquea generando tres balcones enmarca-dos por las tres arcadas superiores y que sugiere en cierto modo una relectura del tradicional «balcón de apariciones».

Transmite esta fachada cierta imagen de dinamis-mo gracias al «corte vertical» que dota de monumen-talidad al espacio central superior y que volvió a em-plear en el proyecto para la Granja Escuela de Talavera de la Reina. En ambos casos la decoración adjetiva es nula, tendente a la abstracción, y entre los tres arcos que sostienen la techumbre y los módulos a nivel de calle tan sólo queda la brecha abierta por la pared retranqueada que habilita un interesante jue-go de volúmenes que da al vacío un lugar especial

Figura 3Dos vistas de la Casa Sindical del Grupo José Antonio de Quintanar de la Orden (Jiménez 2014)

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dentro de toda la estructura.8 El resultado es de gran elegancia, la cual el arquitecto gustaba definir como:

…lo profundo y sencillo, ya que la elegancia estribaba en la consecución de grandes resultados empleando po-cos elementos, de tal forma que la extrema elegancia se daría en quien dejase traslucir una gran facultad sin pre-tender hacerlo (Fernández 2000, 531-532).

El acceso al edificio se realiza a través de dos pun-tos ubicados en la zona de debajo de las bóvedas, pro-tegidos de las inclemencias meteorológicas. Una de las puertas da paso a una amplísima caja de escaleras que conduce a la parte superior, cuya distribución se articula en función de la orientación de las bóvedas ante la necesidad estructural de contrarrestar los em-pujes. Todas las habitaciones contaban con luz natural, incluso el pasillo y el archivo, una característica que hoy, –reformada su distribución para amoldarse a nue-vas necesidades–, es una de sus grandes virtudes.9

Esta disposición se corresponde directamente con la premisa de la OSH de cuidar la salubridad de las nuevas construcciones, para lo cual era importante buscar en todas las habitaciones luz natural, buena ventilación, unos mínimos recursos sanitarios y me-tros suficientes por unidad de habitación. Estas nor-mas, ya declaradas en sus mismos estatutos, eran el reflejo del pensamiento falangista y la OSH, confor-me a la unidad ideológica del Movimiento intentó aplicarlas en muchas de sus intervenciones. En el caso de Aburto vamos a observar la gran importancia que dio a estas características y a la hora de distribuir espacios en sus edificios intentó siempre que la luz natural y la circulación del aire fueran óptimas.

Todo el conjunto sugiere la arquitectura moderna más aplaudida en la época, representada por grandes edificios como el de la mencionada Casa Sindical de Madrid, a la que nos recuerda en la concepción verti-cal de algunos elementos. De hecho el conjunto quin-tanareño ha sido calificado como una «obra de tran-sición» que anuncia los trabajos más punteros realizados por el artista en la década siguiente (Ber-gera 2005, 154).

LAS VIVIENDAS

Las viviendas del Grupo José Antonio de Quintanar de la Orden no son una excepción en la aplicación de

la unidad ideológica del Movimiento y de hecho mu-chas de sus características están presentes y compo-nen algunas de sus principales bondades constructi-vas. Se diseñaron dos tipos de viviendas para el conjunto conforme a su tamaño, muy similares entre sí pero con algunos matices importantes. Las más grandes se dispusieron en el lateral Este de la plaza y en los flancos de la calle de los Arcos, mientras que las más pequeñas cerraron el conjunto en el Sur y el Oeste. El autor las diferenciaba entre «la A y la B» (Aburto 1951, 14-16), correspondiéndose la primera con las más pequeñas, la cual tomaremos como tipología básica.

En origen estas casas contaban en su parte inferior con un distribuidor que conducía al baño de la vi-vienda,10 la caja de escaleras, una habitación, y la co-cina, la cual a su vez daba paso al comedor y al patio trasero. En la parte superior la escalera llevaba a otro pequeño distribuidor que articulaba el paso a las dos habitaciones que copaban todo el nivel, una de ellas con armario empotrado. Este piso era mucho más pe-queño que el inferior, el cual sobresalía tanto en alza-do como en planta.

De nuevo fue el empleo de la bóveda tabicada como sistema constructivo lo que permitió levantar los ele-mentos horizontales como ya se explicó en la Casa Sindical. Para ello el arquitecto empleó de nuevo los materiales descritos en gruesos muros de carga en el primer nivel con el fin de darles estabilidad, disminu-yendo el grosor de los del segundo. Esta solución ade-más respondía también a motivaciones climatológicas puesto que, –como indican los estudios de arquitectos de la época–, el cálculo de muchos edificios pequeños llevaba a diseñar muros de espesores reducidos de no más de «medio pie de ladrillo; pero la función de los muros no es solamente de resistencia, sino de aisla-miento térmico y acústico, para hacer confortable la vivienda» (Cámara 1941, 21). Éstos se combinaron en el interior con finas tabiquerías para aquellas paredes sin función sustentante y con el uso de contrafuertes al exterior en aquellos paramentos verticales que pudie-ran presentar una debilidad más acusada por el peso de la cubierta. Este problema se concentra principal-mente en la fachada que da al patio, puesto que al inte-rior se corresponde con el vano de las escaleras y no cuenta con otro refuerzo adicional que no sea este contrafuerte.

En cuanto a la cubrición el arquitecto optó para todo el Grupo por las cubiertas a una o dos aguas con

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teja tradicional. En el modelo básico de vivienda para el piso superior empleó cubierta a un agua con vertiente hacia la calle, y otra en sentido opuesto para la inferior al sobresalir en planta.

Junto a este modelo Aburto desarrolló un segundo tipo de vivienda muy similar, la B, cuya principal di-ferencia radicaba en un segundo piso más grande que se prolongaba horizontalmente hasta igualar el infe-rior. En este último caso la parte baja de la casa no se marca ni en planta ni en alzado y una única cubierta a dos aguas cubre todo el edificio. Del mismo modo se puede observar cómo en estas viviendas el arqui-tecto pudo prescindir del contrafuerte de la fachada trasera al poder jugar mejor con las cargas de una ta-pia con mayores puntos de refuerzo, por lo que que-

dó integrado en el propio muro interno. Como es ló-gico, la ampliación de la superficie habitable en la planta superior se traduce en una distribución de ha-bitaciones diferente, diseñando cuatro estancias.

Igualmente se aprecian modificaciones distributivas en una segunda variante empleada por el arquitecto para aquellas viviendas ubicadas en esquina y que por tanto contaban con uno de sus muros laterales a la vis-ta11. En estos casos Aburto adosó a la estructura un cuerpo adicional que remataba los flancos de cada uno de los tramos de la hilera de viviendas, proyectando las líneas de fachada casi dos metros y articulando el muro de cierre lateral a través de grandes arcos de me-dio punto. A través de estas estructuras se diseñó en la planta baja una prolongación al comedor y una habita-ción anexa a la cocina. En el piso superior la ordena-ción permitió la creación de terrazas a las que se acce-día por una puerta de doble hoja.

Esta distribución no es en absoluto caprichosa y el uso de la construcción de las viviendas en hilera sir-vió para dotar de resistencia al Grupo al tiempo que se ahorraba en espacio, costes y materiales. Para ello el arquitecto volvió a contar con el referente de Luis Moya y las viviendas que éste había levantado en el barrio madrileño de Usera en 1942, en las que se de-mostró «lo rentable de adosar un cierto número de bóvedas iguales» (García-Gutiérrez 1996, 233). De modo análogo Aburto distribuyó las viviendas de tal forma que cada bóveda contrarrestaba los empujes de las que se encontraban inmediatamente a su lado, levantó muros en medianería, y pudo prescindir del uso de contrafuertes.

Este juego de empujes encontraba su punto flaco en las viviendas en esquina pues sus bóvedas no en-contraban contrarresto en uno de sus laterales y eran más susceptibles de presentar problemas de estabili-dad. Para compensar este contratiempo se recurrió a la ubicación de los mencionados módulos, cuyas bó-vedas se realizaron en sentido perpendicular al resto a igual que hizo en la Casa Sindical. De este modo las estructuras en esquina sirvieron para ampliar en el interior las habitaciones, mas su principal función fue estructural haciendo uso de una inteligente solu-ción acorde con la economía de medios del proyecto.

Las bóvedas son siempre de cañón seguido con un 10 por 100 de contraflecha. Los empujes se contrarrestan entre sí, y en los extremos se absorben por medio de contra-fuertes (Aburto 1951, 14-16).

Figura 4Plantas y alzados de las viviendas del Grupo José Antonio (Aburto 1951)

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En ninguno de los casos el sistema constructivo se enmascaró y el diseño sigue el descrito en la Casa Sindical, permitiendo identificar los elementos es-tructurales desde la simple observación. Los techos no se ocultan en el interior y todos los espacios dejan ver las bóvedas tabicadas prescindiendo de falsos te-chos. Lo mismo ocurre en la fachada principal, y si en el edificio sindical las bóvedas se traducían al ex-terior en las arcadas a nivel de calle y en las que con-forman los balcones, en las viviendas vuelven a ha-cer su aparición enmarcando la puerta principal.

Este reflejo de la bóveda es sin duda el elemento más llamativo de la fachada de las viviendas, resuel-tas con bastante sencillez pero acordes con la noción de conjunto que tuvo la intervención del Grupo José Antonio. Aburto vuelve a combinar en esta ocasión paramentos blancos desornamentados y un aparejo irregular con remates en ladrillo, aquí sin las franjas horizontales del toledano. En la planta baja la facha-

da se divide en dos módulos diferenciados tanto por los materiales como por su morfología. Uno de ellos es un cuadrado perfecto de aparejo de piedra irregu-lar con una esquina rematada con ladrillos y en el centro una ventana cuadrada con similar remate en el dintel. A su lado el otro módulo es de proporciones similares, retranqueado con respecto a la línea de fa-chada por lo que deja ver la terminación de la bóveda tabicada. En esta zona se enmarca el área de acceso con la puerta de entrada y la ventana del baño, ambas protegidas levemente de las inclemencias del tiempo por el piso superior. Esta zona queda en blanco y también se remarca en la esquina con ladrillos, con-traste que permite dar profundidad a la entrada a pe-sar de no llegar el retranqueo al medio metro. Estos módulos se ubican a izquierda o derecha según se van pareando las viviendas jugando rítmicamente con líneas rectas y curvas, y con la sucesión de mate-riales. Sobre este nivel el arquitecto jugó una vez

Figura 5Dos vistas de las viviendas del Grupo José Antonio (Jiménez 2014)

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más con la ligereza del blanco y la sencillez del aca-bado, y levantó un paramento plano con dos ventanas cuadradas centradas con los módulos inferiores.12

Dejando a un lado este aspecto debemos retornar al interior para fijarnos en la existencia destacada de un amplísimo patio junto al espacio habitacional pro-piamente dicho. Éste daba a la calle contraria a través de un gran portalón y estaba cerrado por muros de mampostería sin enlucir rematados en su parte supe-rior por una hilera de ladrillos planos que impedía que el agua dañara la tapia. Hoy estas casas pueden parecer pequeñas si comparamos los metros destina-dos a vivienda con los reservados para patio, sin em-bargo en esto debemos considerar los preceptos fa-langistas de la OSH. Según éstos era importante la unión del ciudadano con su espacio vital tradicional y Aburto no perdió de vista el modelo habitacional de la zona. En éste las viviendas destinaban menos metros cuadrados a dormitorios que al conjunto de estancias de usos comunes: patios, pasos de carrua-jes, cocinas, cámaras, despensas, corrales, cuadras… Incluso eran usuales las llamadas «casas de vecinos», donde convivían varias familias compartiendo deter-minados espacios de servicio. Si convenimos lo im-portante que era en una región rural como La Man-cha centro el patio o corral de cara al cultivo de autoconsumo, la cría de animales, o el almacena-miento de bienes y enseres agrícolas, –entre otros muchos usos–, queda explicado sobradamente el por-qué de su tamaño. El inmenso patio permitió así que sus usuarios contasen con una edificación adecuada según los cánones de construcción de la modernidad, al tiempo que mantuvieron los elementos básicos de la tradición donde habían crecido.13

La forma de distribuir los espacios por parte de Aburto fue definida por la crítica como una de las características más positivas de su trabajo. Esto es perceptible también en el de Quintanar de la Orden, con respecto al cual el mismo arquitecto manifestaba que el «programa, en definitiva, se ha amoldado a los gustos y exigencias de los propios beneficiarios, ya que la elasticidad de la planta así lo ha permitido» (Aburto 1951, 14-16). No se refiere este plantea-miento únicamente al modo en que se concibió la su-cesión de habitaciones en cada una de las casas sino sobre todo a la flexibilidad que ésta ofrecía a los fu-turos usuarios. El proyecto permitía que una vez le-vantada la edificación cada familia pudiera jugar con sus espacios para adaptarlos a sus necesidades. No

sólo el amplio patio posibilitaba ir desarrollando ha-bitáculos sin perder la luz de las habitaciones interio-res sino que, a pesar de estar condicionadas por un sistema estructural rígido, los usuarios pudieron ir fraccionándolas para distribuirlas mejor.

La unidad de habitación diseñada, –en torno a los 12 m²–, es bastante amplia para la costumbre de la época, las características de una vivienda protegida, y los recursos existentes, algo en lo que parece estar pre-sente de nuevo el ideario falangista. Desde Falange y el resto de instituciones competentes en esta materia se hizo una apuesta clara por omitir totalmente cual-quier aspecto de las teorías del Movimiento Moderno sobre vivienda que pudieran ser «susceptibles» de re-lacionarse con la concupiscencia, la amoralidad y el Comunismo, nociones que identificaban entre sí. Ya en los primeros textos desarrollados durante el Régi-men, como por ejemplo el Plan Nacional de Ordena-ción y Reconstrucción, se hace una definición clara del lugar que la vivienda debía ocupar en el Nuevo Es-tado como sede de la familia. Era ésta, entendida en su sentido tradicional, el lugar donde el ser humano debía encontrar su lugar física y espiritualmente.

No intentamos dar una descripción de la vivienda, cuyo modelo claro es de todos conocidos, pero sí hemos de se-ñalar la enorme amplitud de este concepto, ya que com-prende desde la casa, cuna de la familia y altar de nues-tras tradiciones, hasta la casa como instrumento de trabajo... (López 2003).

Sólo en ella encontraba sentido el hombre como in-dividuo y a través de ella el Estado y Falange podían articular el vehículo de adoctrinamiento que buscaban en la reconstrucción del país. Para ello la casa debía cumplir los preceptos morales del Movimiento, cuya traducción arquitectónica era la existencia de una ha-bitación independiente para el matrimonio y la separa-ción de los hijos por sexos, recursos higiénicos míni-mos, y la presencia de un espacio común donde se ubicara el símbolo del hogar, por regla general el co-medor y la cocina. Con ello se evitaban ante todo las habitaciones de uso común convertibles en dormito-rios por las noches, dando a cada espacio una función única, y se ponía especial hincapié en una educación moral de los hijos en el seno familiar. En la vivienda básica del Grupo José Antonio aparece también esa di-ferenciación: dos se ubican en la planta superior que-dando apartadas en un nivel totalmente destinado a ese

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fin, mientras que una tercera en el piso inferior puede destinarse o no a este cometido en función del número de componentes de la familia.

El resultado fueron unas casas afines al medio y a los beneficiarios a los que iban dirigidas, y que de-muestran que el arquitecto tuvo en cuenta a la hora de su «ejecución las normas y requisitos más en boga de última hora» (Aburto 1948, 299), pero también un deseo expreso de mejorar la vida de la sociedad rural de la Autarquía a través de la arquitectura:

Y si es verdad que el hombre tiene la arquitectura que se merece, en este caso, en que el beneficiario no decide las condiciones primeras que ha de vivir, sino que le son im-puestas, se ha de procurar en lo posible que la arquitectu-ra haga el hombre (Aburto 1948, 299).

La construcción del Grupo José Antonio responde a la intencionalidad de ser una acción integral, supo-

ne mucho más que la mera edificación de unas vi-viendas protegidas junto al edificio institucional y contiene una propuesta urbanística con un elevado peso específico en la configuración de todo el pro-yecto. No es este el lugar en el que abordar la parte más simbólica del conjunto, –de gran interés14–, don-de se recoge toda la tradición de las plazas mayores españolas y el concepto falangista de la Ciudad del Movimiento. No hay que confundir estas ideas con la posible concepción historicista del Grupo, de hecho es más bien una intervención continuista con la mo-dernidad arquitectónica de los años treinta y la arqu i-tectura rural. Casos como éste nos recuerdan que a la hora de valorar esta época hay que apartar los prejui-cios ideológicos que solían llevar a la crítica a la idea de la unidad de estilo impuesta desde el Estado.

La sensación de uniformidad del conjunto fue re-forzada por el arquitecto a través de la sucesión rít-mica de los materiales y de elementos constructivos

Figura 6Arcos de acceso al Grupo José Antonio, hoy plaza Felipe Villa (Jiménez 2014)

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como las bóvedas tabicadas. Así lo veíamos en las fachadas de las casas y el edificio sindical, donde la alternancia del ladrillo, la piedra y los paramentos blancos enlucidos infieren la sensación de espacio unitario. Terminar haciendo hincapié en los elemen-tos abovedados con los que se remarcaron los tres ac-cesos principales. Uno de ellos es el formado por la triada de bóvedas rebajadas sobre las que sobrevuela la Casa Sindical y que por tanto tiene también una función constructiva. Los otros dos son elementos ornamentales cuya función radica principalmente en marcar la importancia del acceso y la unidad de la actuación. Están formados por la prolongación de la estructura de las casas en hilera, son diferentes entre sí aunque el principio básico sobre el que ambos se asientan vuelve a ser el uso de la bóveda tabicada como sistema constructivo. Una de ellas es una bóve-da simple al unir dos hileras de casas pequeñas y la otra es doble, al encontrarse entre las grandes.

El acierto de Aburto a la hora de diseñar el proyec-to de Quintanar queda patente en su relativo buen es-tado actual, cuando ya se ha alterado parte de su ima-gen. La elección de materiales tradicionales y la búsqueda de un recurso constructivo como la bóveda tabicada para conseguir llevar a cabo un proyecto ambicioso para ese contexto reflejan su gran versati-lidad como arquitecto. Hoy este conjunto es un mag-nífico ejemplo de la arquitectura de la época que lle-gó a construirse y que no quedó por tanto solo en proyecto, gracias en parte a haber sabido adaptarse a los recursos disponibles.

NOTAS

1. Esta comunicación nace del libro El Grupo José Anto-nio de Quintanar de la Orden. El debate de la arquitec-tura y la vivienda en la Autarquía, publicado dentro de la Colección Cuadernos Quintanareños, del Ayunta-miento de dicha localidad. A su vez recoge otros aspec-tos que abordamos en la exposición Del Grupo José Antonio a la Felipe Villa, ubicada en el Museo Casa de Piedra de Quintanar de la Orden entre el 13 de marzo y el 31 de mayo de 2015.

2. El 1 de mayo de 1947 ya aparece mencionada la cons-trucción en el Ayuntamiento de Quintanar, la primera certificación se firmó en diciembre de 1948. En 1949 estaba prácticamente acabado aunque se extendieron algunas certificaciones hasta 1951.

3. Ostentaba el cargo de alcalde Abelardo Botija. Archi-vo Municipal de Quintanar de la Orden (AMQO). Se-

sión Ordinaria del día 1º de mayo de 1947. Registro de Actas de Sesiones de Plenos (16 de julio de 1946 a 17 de octubre de 1949). Libro 24, Sign. 1035. Folios 49-50.

4. Fue sancionada en el municipio el 14 de octubre de 1946. La proximidad de la fecha con el inicio del pro-yecto nos lleva incluso a pensar que su imposición pudo deberse a la construcción del Grupo. Archivo Mu-nicipal de Quintanar de la Orden (AMQO). Ordenanza sobre la prestación personal de transportes. Ordenanzas de Exacciones Municipales. 1947. Sign. 2262.

5. El mercado no llegó a realizarse según el proyecto de Aburto. Se conserva en el Archivo Municipal de Quin-tanar de la Orden el documento original, de gran inte-rés. Archivo Municipal de Quintanar de la Orden (AMQO). Ante-proyecto de Mercado de Abastos para el Excmo. Ayuntamiento de Quintanar de la Orden. Ex-pediente de Construcción del Mercado Municipal de Abastos. 3.01.04.00.00. Expedientes de Obras Munici-pales. SIGN. 605.

6. Además Moya, Cabrero y Aburto emplearon en sus obras con bóvedas tabicadas a un aparejador común, Manuel de las Casas Rentería (Urrutia 1997, 380).

7. El terreno medía 24.065 m² y era conocido como la «Puentezuela», una zona de huertas muy rica en agua.

8. El mismo arquitecto manifestaba que «En arquitectura la máxima tentación es la decoración» (Fernández 2000, 531).

9. La Casa Sindical fue durante años la Oficina de Em-pleo de la comarca hasta quedar vacía y sin función en septiembre de 2012.

10. El baño era completo y fueron los primeros de la loca-lidad gracias al agua que aportaba el depósito del cen-tro de la plaza mediante un motor y un pozo. Sólo fun-cionaba algunas horas al día según lo accionaban los trabajadores de la Casas Sindical (Jiménez 2014: 99).

11. Estas variaciones fueron diseñadas como complemento de las dos anteriores, A y B, y fueron definidas como A’ y B’ (Aburto 1951, 14-16).

12. Actualmente tan sólo se puede observar esta estructura y acabado tal cual se realizaron en origen en la vivien-da número 14 de la plaza, aunque algunas otras mantie-nen estructuras o materiales bastante cercanos a la idea inicial.

13. Este tamaño a la larga fue otra de las virtudes de estas casas y permitió que fueran ampliándose de forma or-gánica en función de la necesidad.

14. Remitimos para ello al libro monográfico sobre el Gru-po José Antonio de Quintanar de la Orden donde sí tra-tamos sobre este asunto (Jiménez 2014) y a los escritos de Bergera, quien estudió la obra de Aburto en profun-didad y ha sido vital en toda nuestra investigación (Ber-gera 2005).

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