Real Oratorio del Caballero de Gracia...al Oratorio, en la Gran Vía y en la calle Caballe-ro de...

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— 1 — D esde el miércoles 15 de mayo hasta el domingo 19 de este año 2019 especial- mente, hemos vivido en el Real Oratorio unos días inolvidables, como un sueño, que quedarán recogidos en la historia del Oratorio para siempre. Una gran mayoría de los miles de personas que han acu- dido a la beatificación han pasado por el Ora- torio, para rezar ante los venerados restos de Guadalupe, y admi- rar el cuadro que Igna- cio Valdés ha pintado. Esos días el Oratorio ha estado abierto todo el día. Era llamativo ver tanta gente rezando, o haciendo cola para lle- gar hasta la urna situada delante del altar durante estos días, y a la vez un gran silencio. Durante muchas horas podía verse una larga fila de personas en la calle, por ambas entradas al Oratorio, en la Gran Vía y en la calle Caballe- ro de Gracia. Esa afluencia grande no podía pasar inadvertida; por ejemplo, Juan, que dirige uno de los restaurantes cercanos, preguntaba sorprendido “qué pasa ahí, que hay tanta gente”. A pesar de ser vecino no se había enterado de la beatifi- cación..., ni de otras cosas, y sintió curiosi- dad por venir a verlo con sus propios ojos. Unos días antes de la beatificación se pre- sentó en el Oratorio una señora, antigua alumna de Guadalupe. No había sabido nada de su profesora desde que terminó sus estu- dios hace unos 50 años, pero ante la noti- cia aparecida en la prensa de su próxima beatificación vino al Oratorio para ver si podía acudir a esa ceremonia. No sé si al final conseguiría asistir, pero en todo caso su sor- presa fue muy grande y muy emotiva: recorda- ba perfectamente la impresión que Guadalupe causaba a las alumnas: su categoría humana y profesional, su interés real por cada alumna, el cariño que de modo natural les mostraba. Ante 15-19 de mayo de 2019 Real Oratorio del Caballero de Gracia Unos días históricos

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Desde el miércoles15 de mayo hasta

el domingo 19 de esteaño 2019 especial-mente, hemos vividoen el Real Oratoriounos días inolvidables,como un sueño, quequedarán recogidos enla historia del Oratoriopara siempre. Una granmayoría de los miles depersonas que han acu-dido a la beatificaciónhan pasado por el Ora-torio, para rezar antelos venerados restosde Guadalupe, y admi-rar el cuadro que Igna-cio Valdés ha pintado.Esos días el Oratorio haestado abierto todo eldía. Era llamativo vertanta gente rezando, ohaciendo cola para lle-gar hasta la urna situada delante del altardurante estos días, y a la vez un gran silencio.Durante muchas horas podía verse una largafila de personas en la calle, por ambas entradasal Oratorio, en la Gran Vía y en la calle Caballe-ro de Gracia. Esa afluencia grande no podíapasar inadvertida; por ejemplo, Juan, que dirige

uno de los restaurantescercanos, preguntabasorprendido “qué pasaahí, que hay tantagente”. A pesar de servecino no se habíaenterado de la beatifi-cación..., ni de otrascosas, y sintió curiosi-dad por venir a verlocon sus propios ojos.

Unos días antes de labeatificación se pre-sentó en el Oratoriouna señora, antiguaalumna de Guadalupe.No había sabido nadade su profesora desdeque terminó sus estu-dios hace unos 50años, pero ante la noti-cia aparecida en laprensa de su próximabeatificación vino alOratorio para ver si

podía acudir a esa ceremonia. No sé si al finalconseguiría asistir, pero en todo caso su sor-presa fue muy grande y muy emotiva: recorda-ba perfectamente la impresión que Guadalupecausaba a las alumnas: su categoría humana yprofesional, su interés real por cada alumna, elcariño que de modo natural les mostraba. Ante

15-19 de mayo de 2019

Real Oratorio del Caballero de Gracia

Unos días históricos

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La Urna, frente al altar.

Besando el Relicario de la beatificación regalado al Oratorio. Relicario.

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Colas para besar la Urna.

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ese modo de ser, todas las alumnas le teníanuna gran admiración y un gran respeto. Decía,por ejemplo, que todas se tomaban muchointerés por la asignatura que les explicaba, por-que no querían darle el disgusto de tener quesuspenderlas. Me pareció el ideal —difícilmentealcanzable— al que todo profesor debe aspi-rar...

Entre los miles de personas que han pasadopor el Oratorio había un gran número de mexi-canos. Alguno de los asistentes decía que habíahabido “un frenazo”, en cuanto a venir a

Madrid (supongo que por la limitación de invi-taciones, o por los gastos del desplazamien-to...), pero aún con el “frenazo” habían llegadounas seiscientas personas... Algunas de estashabían conocido personalmente a Guadalupe.¿Cómo describir la alegría y la emoción de unapersona que ha “descubierto” su vocación a laObra a través de Guadalupe...?

En dos días sucesivos tuvimos una medita-ción especial, el jueves y el viernes anterioresal 18.V. Todos las semanas tenemos el “JuevesEucarístico”, que como es sabido consiste,

El Prelado del Opus Dei rezando ante los restos de Guadalupe.

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Un grupo de filipinos.

Grupo de Nigeria ante el cuadro de Guadalupe.

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entre otras cosas, en una meditación predicadaante el Santísimo. Ese jueves la meditación lapredicó D. Luis, sobrino nieto de Guadalupe.Lo habíamos anunciado en las Misas los díasanteriores..., y no cabía un alfiler en el Oratorio.

Muchos siguieron de pie la predicación, porfalta de asiento en los bancos. Pero no pareceque les importara. La media hora pasó sinnotarlo. Los recuerdos familiares de Guadalupeeran seguidos con un enorme interés; y es fácil

El atrio lleno de gente.

Esperando para besar la Urna.

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de imaginar que algunas personas, mientrastomaban notas no podían contener la lágrimas.Por ejemplo, cuando D. Luis recordaba lo quesu abuelo, Eduardo, hermano de Guadalupe,anotaba un día en su oración, junto a la Ermitadel Amor Hermoso, en el Campus de la Univer-sidad de Navarra, en Pamplona: recordando elepisodio de la muerte del padre de ambos, y lareacción tan sobrenatural de Guadalupe enaquellos momentos, Eduardo anotaba la nece-sidad de llegar a “perdonar amando”. El Señorconcedió a Guadalupe un corazón así, y esemodo de ser había influido mucho en la vida deD. Eduardo, el famoso profesor de Medicinahoy también en proceso de beatificación, enaquellos años de juventud, en la guerra civilespañola.

Entre los grupos de asistentes ha pasado poraquí un numeroso grupo de alumnas del cole-gio Montefalco (México), todas ilusionadas por-que “gracias a Guadalupe somos lo quesomos”, decían. Con gran esfuerzo, durantemeses, fueron consiguiendo los recursos nece-

Grupo de Montefalco (Méjico).

Matrimonio de Polonia.

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sarios para poder venir. Para estas personasGuadalupe supone “ejemplo, dedicación, son-risa, fortaleza, espíritu de superación, estudio,vocación...”

También alumnos del Westbrige School,en Filipinas, admiran sus cualidades comoprofesora. Otro grupo de Nigeria destacabaque “Guadalupe ha intentando que todos losque la rodeaban fueran felices”, y les impre-sionaba “la manera en que hizo frente aldolor y a la enfermedad” El matrimonio pola-co Katarigna y Michal comentaban que Gua-dalupe era “una mujer valiente, que no teníamiedo a nada porque creía tanto en el amorde Dios, y a la vez era muy normal en sumodo de ser”.

La liturgia del domingo pasado hablaba delcielo nuevo y la tierra nueva (Ap 21,1-5): algoasí parecía, al ver tantos miles de personas conuna alegría contagiosa. La vida de Guadalupeha entusiasmado a muchos miles y miles depersonas: una vida llena, fecunda, intensamen-te vivida, volcada en los demás. Su vida eracomo un “volcán”, en continua acción por el

Retrato de Guadalupe por Ignacio Valdés. Viendo el cuadro en la sacristía.

Todas las Misas llenas.

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amor de Dios que la llenaba, y a la vez llena depaz y de alegría, sin caer en activismos ni ago-bios. ¡Que junto a San Josemaría y el beatoAlvaro, que también han estado en nuestroOratorio, interceda por nosotros!. Y ayude

también a la buena marcha del proceso delCaballero de Gracia, que con tanta alegría “haacogido en su casa” a Guadalupe.

¡Espero que sepamos aprovechar esta pro-tección tan especial! l

D. Luis en una composición fotográfica junto a Guadalupe.

Portada de la última biografía. Palia de la Misa de la Beatificación.

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«Vosotros sois la luz del mundo» (Mt 5, 14).

Queridos hermanos y hermanas:Al escuchar estas palabras de Cristo dirigi-

das a los discípulos, y que hoy nos han sidoproclamadas, el temor casi se ha apoderado denosotros. Querríamos enseguida responder alMaestro: ¡la luz del mundo eres tú! De hecho,nos viene a la mente lo que Él ha dicho de símismo: «Yo soy la luz del mundo... el que mesigue... tendrá la luz de la vida» (Jn 8, 12). Sinembargo, esta página del evangelio nos recuer-da que Cristo dice que también nosotrossomos luz en el mundo, porque la hemos reci-bido de Él, que ha venido al mundo no sola-mente para “ser la luz”, sino para “dar la luz”,para comunicarla a las mentes y los corazonesde cuantos creen en Él. Jesús quiere de nos-otros precisamente esto, cuando dice “vos-

otros sois la luz del mundo”. De hecho añade:«No se puede ocultar una ciudad puesta en loalto de un monte. Tampoco se enciende unalámpara para meterla debajo del celemín, sinopara ponerla en el candelero y que alumbre atodos los de la casa» (Mt 5, 14-15).

Tenemos pues una tarea. Tenemos una res-ponsabilidad por el don recibido: la responsa-bilidad sobre la luz que nos ha sido transmitida.No podemos solamente apropiarnos de ella yguardarla únicamente para nosotros, sino queestamos llamados a comunicarla a los demás, adonarla; debemos hacerla brillar «ante los hom-bres» (v. 16).

De esta verdad era consciente la beataGuadalupe. Ella es para nosotros un modelode cómo mostrar esta luz que es Cristo ycómo transmitirla a los hermanos. Nosencontramos, en efecto, ante una mujer cuya

Homilía en la Beatificación de GuadalupeCardenal Giovanni Angelo Becciu

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vida ha sido iluminada solo por la fidelidad alEvangelio. Poliédrica y perspicaz, ha sido luzpara aquellos que ha encontrado a lo largode su existencia, mostrando un coraje y unaalegría de vivir que procedían de su abando-no en Dios, a cuya voluntad se conformabadía tras día, y cuyo descubrimiento la hizotestigo valiente y anunciadora de la Palabrade Dios. La fuente de su fecunda vida cris-tiana fue su íntima y constante unión conCristo. Su diálogo con Dios, ya desde joven-cita, era continuo y se realizaba singular-mente mediante una intensa vida sacramen-tal y prolongados tiempos de recogimiento:la Santa Misa y la confesión eran los pilaresde su vida espiritual. El rezo del rosario,recitado con gran devoción, era el signo evi-dente de su profundo vínculo con la Madrede Dios, a cuya intercesión solía confiarse.Guadalupe ha recorrido un camino de ora-ción completo y maduro, que la llevó aexperimentar en modo profundo y místico lapresencia del Señor y su amor misericordio-so. En efecto, es de la contemplación delmisterio pascual de donde brotó la luz de laverdad que guió sus pasos. La misma luz laconvirtió en una “lámpara” puesta “en el

candelero y que alumbra a todos los de lacasa” (v. 15).

La cruz no tardó en aparecer en su vida. Enel terrible período de la guerra civil aceptó conheroica fortaleza, fruto de una fe, esperanza ycaridad también heroicas, el trágico fusilamien-to de su padre, los peligros del conflicto arma-do, el alejamiento de Madrid, la pobreza y lainterrupción de los estudios. En medio de tantodesierto espiritual y material tuvo lugar elencuentro que daría un giro total a su existen-cia. Tocada por la “gracia”, que experimentódurante una misa dominical, sintió el deseo deencontrar a alguien que le ayudase a hallar res-puestas más profundas a sus exigencias espiri-tuales y así, mediante un amigo, entró en con-tacto con el fundador del Opus Dei. El encuen-tro supuso un paso decisivo hacia una vida detotal entrega a Dios. Incorporada a la Obra, semostró disponible, con ánimo entusiasta ygeneroso, a comunicar a todos y en todas par-tes la alegría del descubrimiento de la “perlapreciosa”, la de el evangelio,y comenzó a des-arrollar un intenso apostolado en distintos luga-res, estrechando con facilidad y por todas par-tes lazos de amistad con jóvenes, que eran edi-ficadas con su fe, su piedad, su caridad y su

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alegría sana y contagiosa. Había ya comprendi-do que la unión con Dios no podía limitarse almomento de la oración en una capilla, sino quetoda la jornada se presentaba como una oca-sión para intensificar su trato con el Señor. Unacaracterística espiritual suya era de hecho la detransformar en oración todo lo que hacía. Alrespecto, le gustaba repetir que era necesariocaminar con «los pies en la tierra pero mirandosiempre al cielo, para ver luego más claro loque pasa junto a nosotros» (Informatio, Sec. II,Biographia documentada, p. 46).

Cuando el fundador, Escrivá de Balaguer,le preguntó si estaba dispuesta a ir a Méxicopara implantar la Obra, aceptó enseguida ycon alegría. Ya no tenía ningún otro interésque el de ser un instrumento dócil en lasmanos de Dios. Para superar las comprensi-bles dificultades familiares, y prepararse espi-ritualmente para cumplir cuanto Dios lepedía, se encomendó a Nuestra Señora deGuadalupe. En México, su trabajo apostólicose basaba en el amor de Dios, que se tradu-

cía en una vida de piedad y de abandono ensu manos y en el celo misionero; se preocu-paba antes que nada de formar bien a lasrecién llegadas; insistía en la necesidad de laperseverancia; edificaba con su espíritu deoración, de sobriedad y de penitencia; eraevidente que trabajaba solo para la gloria deDios y para la extensión de su Reino.

Destinada a Roma, con responsabilidades degobierno, fue obediente, humilde y alegrecomo siempre, dedicándose al trabajo de ofici-na y a la oración. Tras regresar a España, reto-mó las tareas de enseñanza y de formación delas jóvenes de la Obra: fue el tiempo de uncompromiso decidido, constante, generoso ygozoso por vivir siempre con más radicalidad elEvangelio; fue una respuesta consciente alamor de Dios, del cual ella se sentía revestida,sobre todo en los momentos más trágicos desu existencia, con el propósito de ser santa y,siguiendo la espiritualidad del Opus Dei, anima-da por un fuerte deseo de implicar al mayornúmero posible de hermanos y hermanas en lamisma aventura.

La beata Guadalupe ha sabido ser, en cadacircunstancia, un don para los demás, cuidan-do especialmente la formación de las estudian-tes y dedicándose a la investigación científicapara promover el progreso de la humanidad.Además, su corazón estuvo siempre abierto alas necesidades del prójimo, traduciéndoseesto en una actitud de acogida y comprensión.En toda circunstancia demostró ser una mujerfuerte. Su fortaleza era particularmente eviden-te en las dificultades, en la realización de nue-vas obras apostólicas, en la evangelización defrontera y, sobre todo, en saber aceptarpacientemente los sufrimientos físicos, que lecondicionaban seriamente la vida diaria. Todolo supo aceptar sin reservas y sin lamentarse,transformando la enfermedad en preciosaofrenda al Altísimo y en una ocasión de profun-da unión con el Crucificado.

La nueva beata nos comunica a nosotros, loscristianos de hoy, que es posible armonizar laoración y la acción, la contemplación y el traba-jo, según un estilo de vida que nos lleva a fiar-

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nos de Dios y a sentirnosexpresión de su voluntad,la cual hay que vivir entodo momento. Además,nos enseña que bello yatrayente es el poseer lacapacidad de escuchar yuna actitud siempre alegreincluso en las situacionesmás dolorosas. Guadalupese presenta así ante nues-tros ojos como un modelode mujer cristiana siemprecomprometida allí dondeel designio de Dios haquerido que esté, espe-cialmente en lo social y enla investigación científica.En definitiva, fue un donpara toda la Iglesia y es unejemplo valioso a seguir.

Su riqueza de fe, espe-ranza y caridad es unaadmirable demostración

de cuanto el ConcilioVaticano Segundo haafirmado sobre la llama-da de todos los fieles a lasantidad, especificandoque cada uno persigueeste objetivo «siguiendosu propio camino» (Lu-men gentium, 41). Estaindicación del Concilioencuentra hoy una reali-zación cumplida con laBeatificación de estamujer, a cuya oración eintercesión recurrimospara que seamos siem-pre mejores testigos dela luz de Cristo y lámpa-ras que iluminen lastinieblas de nuestrotiempo.

Sí, invoquémosla: ¡Bea-ta Guadalupe, ruega pornosotros!