Recensión sobre "La cultural del control" de Garland

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Recensión de La cultura del Control. Crimen y orden social en la sociedad contemporánea, de David Garland Gabriel Alonso-Arias 30 de abril de 2010 La cultura del Control. Crimen y orden social en la sociedad contemporánea David Garland Traducción de Máximo Sozzo Editorial Gedisa, Barcelona, 462 páginas Primera edición 2005 Los problemas de criminalidad, desorden y otras amenazas para la seguridad se han convertido en parte central de la vida política, social y cultural de muchas sociedades tardomodernas. Para enfrentarse a ello muchos estados, y especial- mente EE.UU. y Gran Bretaña, han adoptado políticas de control del delito más retributivas, tanto en términos cuantitativos (número de encarcelados) co- mo cualitativos (con medidas punitivas como la pena de muerte, la cadena de forzados o el castigo corporal). La cultura del control, del sociólogo David Garland, explora los cambios históricos, sociológicos y legales en el campo del control del delito y la justicia penal en Estados Unidos y Gran Bretaña que han provocado la ruptura con las premisas del complejo penal–welfare —desviación como parte normal de las sociedades de masas, el hincapié en la reforma social como respuesta al delito, las opciones a la cárcel y la rehabilitación, el liderazgo de los expertos—. Las nuevas políticas reniegan de las premisas anteriores y defienden, por un lado, sanciones punitivas y justicia expresiva —“la cárcel funciona”—, y, por otro lado, el control en la vida cotidiana, mediante la prevención y la asociación con otras organizaciones. Este libro se funda en sus dos libros precedentes: Punishment and Welfare (Castigo y bienestar), que describe el ascenso de una forma welfarista de justicia penal en los inicios del siglo XX, y Punishment and Modern Society (Castigo y sociedad moderna), que desarrolla una teoría social del castigo que subraya los elementos culturales y políticos de las instituciones penales ([Garland, 2005]:13- 14, 69). En cuanto al aparato teórico utilizado en el libro el autor utiliza conceptos de Bourdieu como el de habitus o el de campo social, definiéndose este último en palabras de Wacquant como “(...) un espacio estructurado de posiciones, un 1

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Recensión de La cultura del Control. Crimen yorden social en la sociedad contemporánea, de

David Garland

Gabriel Alonso-Arias

30 de abril de 2010

La cultura del Control. Crimen y orden social en la sociedad contemporáneaDavid GarlandTraducción de Máximo SozzoEditorial Gedisa, Barcelona, 462 páginasPrimera edición 2005

Los problemas de criminalidad, desorden y otras amenazas para la seguridadse han convertido en parte central de la vida política, social y cultural de muchassociedades tardomodernas. Para enfrentarse a ello muchos estados, y especial-mente EE.UU. y Gran Bretaña, han adoptado políticas de control del delitomás retributivas, tanto en términos cuantitativos (número de encarcelados) co-mo cualitativos (con medidas punitivas como la pena de muerte, la cadena deforzados o el castigo corporal).

La cultura del control, del sociólogo David Garland, explora los cambioshistóricos, sociológicos y legales en el campo del control del delito y la justiciapenal en Estados Unidos y Gran Bretaña que han provocado la ruptura conlas premisas del complejo penal–welfare —desviación como parte normal de lassociedades de masas, el hincapié en la reforma social como respuesta al delito,las opciones a la cárcel y la rehabilitación, el liderazgo de los expertos—. Lasnuevas políticas reniegan de las premisas anteriores y defienden, por un lado,sanciones punitivas y justicia expresiva —“la cárcel funciona”—, y, por otro lado,el control en la vida cotidiana, mediante la prevención y la asociación con otrasorganizaciones.

Este libro se funda en sus dos libros precedentes: Punishment and Welfare(Castigo y bienestar), que describe el ascenso de una forma welfarista de justiciapenal en los inicios del siglo XX, y Punishment and Modern Society (Castigo ysociedad moderna), que desarrolla una teoría social del castigo que subraya loselementos culturales y políticos de las instituciones penales ([Garland, 2005]:13-14, 69).

En cuanto al aparato teórico utilizado en el libro el autor utiliza conceptosde Bourdieu como el de habitus o el de campo social, definiéndose este últimoen palabras de Wacquant como “(...) un espacio estructurado de posiciones, un

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campo de fuerza que impone sus determinaciones específicas a todos aquellosque ingresen en el mismo”. En las sociedades avanzadas las diversas esferasde la vida, la economía, etc. forman campos sociales con sus propias reglas,regularidades y formas de autoridad ([Garland, 2005]:338, nota 3).

También tiene relevancia la influencia de Foucault, tanto de su obra Vigi-lar y castigar como del concepto de historia del presente, que Garland entiendedesde una preocupación analítica como el intento de “(...) comprender las con-diciones históricas de existencia de las que dependen las prácticas contemporá-neas, en particular las que parecen más curiosas e inquietantes. La investigaciónhistórica —junto con el análisis sociológico y penológico— es empleada aquícomo un medio para descubrir cómo estos fenómenos llegaron a adquirir suscaracterísticas actuales.” ([Garland, 2005]:33).

Este libro se sitúa en el contexto de la crítica a las nuevas criminologías delcontrol social, junto con otros autores que escriben en la revista Punishment andSociety y sociólogos como Loïc Wacquant ([Garland, 2005]:17) . En el contextomás amplio relaciona los cambios en el campo del control del delito con losque ocurren en la sociedad que el denomina de la modernidad tardía y quehan estudiado otros autores como Castells (sociedad informacional), Giddens(modernidad reflexiva), Beck (sociedad del riesgo) o Bauman (modernidadlíquida1).

A continuación voy a realizar un somero repaso a los capítulos del libro paradespués pasar a comentar más en detalle algunos temas que me han parecidomás importantes y/o interesantes.

El primer capítulo del libro presenta los indicadores de cambio en el campodel control social acaecido con el advenimiento de la modernidad tardía, estandodesarrollados en los capítulos posteriores. El segundo capítulo explica las carac-terísticas de la justicia penal moderna y el Estado penal–welfare, para desdeel conocimiento del sistema dominante hasta finales de los años 70, entenderla profundidad de los cambios. El tercer capítulo pasa a describir las razonesde la crisis del enfoque penal moderno, mostrando como los críticos y políticosreaccionarios le dieron un vuelco a la política criminal partiendo de la situaciónde incertidumbre debido a los cambios estructurales de la modernidad tardía—incluyendo el dramático aumento de la criminalidad— y de las críticas de losexpertos que querían profundizar el sistema welfarista.

En el cuarto capítulo se centra en los cambios entre los dos enfoques crimi-1Bauman ([Bauman, 1997]) describe la sociedad postmoderna de manera muy parecida a

Garland, caracterizándola mediante la incertidumbre que crea la desregularización del trabajo,de la Seguridad Social y de las otras de redes de seguridad, como la familia y el vecindario, yque son sustituidas por el mercado.

Las provisiones del bienestar se hacen depender de pruebas humillantes cada vez más es-trictas porque la sociedad rechaza la responsabilidad colectiva por los riesgos producidosglobalmente. No sólo es que no nos podamos permitir el Estado de Bienestar debido a que elnúmero de desempleados inempleables ha aumentado considerablemente, es que no tenemosrazón moral para hacerlo.

Estos jugadores desempoderados son el producto de residuo y su miseria pasa de ser atendidapor medios colectivos a considerarse como crimen individual y ellos como clase peligrosas ocriminales para los que las prisiones sustituyen a las marchitas instituciones de bienestar.

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nológicos y penológicos —del bienestarismo penal a las criminologías del controlsocial— mostrando las transformaciones generales a nivel social para pasar pos-teriormente a explicitar su impacto en el delito, en las instituciones de bienestary en el discurso político. Los cambios a nivel político se desarrollan en el quintocapítulo donde se diferencia entre la estrategia de negación y acting out de lacriminología del castigo del Estado soberano, que hace hincapié en el aumentodel control y el castigo expresivo, de la estrategia de adaptación de la crimino-logía de la vida cotidiana, que se centra en la prevención y la asociación conotras organizaciones.

El sexto capítulo plantea las características culturales de las sociedades coninseguridad y altas tasas de delito, e.e., como afecta a todos los niveles sociales—clase media, familia, sector comercial, comunidades— y como influye en laspolíticas públicas..

Las instituciones de control del delito se tratan en el séptimo capítulo, mos-trando como la policía, la justicia penal y la prisión —y junto con ella el idealde rehabilitación y la libertad condicional— han cambiado en la nueva culturade control del delito.

El autor finaliza resumiendo sus apreciaciones en el capítulo 8, relacionandolos cambios en el campo específico del control del delito con los cambios socialesde la modernidad tardía y como las políticas subsiguientes no eran inevitables.Garland destaca que a pesar de la mejoría en la economía, el empleo y las tasasde criminalidad se siguen aplicando las medidas punitivas descritas, que ademásson muy costosas.

En cuanto a la metodología utilizada en este estudio el autor escribe unahistoria del presente, con una visión estructural de la organización del cam-po del control del delito y la justicia penal, delimitando “(...) las condicionessociales de existencia que subyacen al control del delito contemporáneo y unaidentificación de las reglas de pensamiento y acción que moldean estas políticasy prácticas.” ([Garland, 2005]:65), es decir, analizando el campo como un todo([Garland, 2005]:62). Ese estructuralismo “débil” sostiene que “la introducciónde nuevas racionalidades, prácticas y propósitos en un campo existente tendráconsecuencias para el funcionamiento y el significado de los elementos existentesen ese dominio” y son esas cualidades estructurales las que son objeto funda-mental de estudio([Garland, 2005]:66).

Respecto a la utilidad de la comparación entre EE.UU. y Gran Bretaña Gar-land defiende que “si se presta atención al patrón de estas respuestas penalesy a los puntos recurrentes de la preocupación pública, el debate político y eldesarrollo de las políticas públicas y, si por el momento, suspendemos las cues-tiones de tamaño y grado, se hace evidente que existen similitudes importantesen los problemas frente a los cuales responden, aparentemente, los actores deambos países. Los mismos tipos de riesgos e inseguridades, los mismos proble-mas percibidos de control social ineficaz, la mismas críticas de la justicia penaltradicional y las mismas ansiedades recurrentes con respecto al cambio socialy al orden social ([Garland, 2005]:12). Por otra parte, y desde la publicaciónde este libro en el año 2001, estos mismos cambios se han ido desarrollando enotros países occidentales, entre ellos, y destacadamente, España.

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La investigación criminológica en los últimos treinta años apunta a la exis-tencia de tres fenómenos fundamentales2: un incremento del número de delitos,un incremento proporcionalmente mayor del miedo al delito entre la ciudada-nía3, y un incremento de la población penitenciaria proporcionalmente mayor alos dos anteriores4.

El libro presenta una análisis del cambio en varios campos sociales diferentesa lo largo del tiempo, estudiando la reconfiguración a partir de los años 80 delas respuestas al delito y la justicia penal y, como marco teórico más amplio,la relación con la inseguridad y las estructuras de welfare. ([Garland, 2005]:70).La pregunta crucial de Garland es ¿cómo el modelo del welfarismo penal esta-blecido durante décadas pudo declinar ante el modelo actual de justicia penaltardomoderna?

Es un cambio con dimensiones históricas, penológicas y sociológicas. Supo-ne la reversión del patrón histórico desde la «racionalización» y «civilización»hacia los sentimientos punitivos y expresivos, cambiando las instituciones y lasprácticas. La justicia y la práctica penal han pasado de un consenso respecto asus marcos a diversos desarrollos —prisiones privadas, evaluaciones de impactosobre las víctimas, leyes de notificación a la comunidad, guías para la determina-ción de las condenas, vigilancia electrónica, castigos en la comunidad, «policía dela calidad de vida», justicia restaurativa— con líneas ideológicas poco claras. Encuanto al cambio a nivel social las nuevas respuestas frente al delito nos indicanun nueva estructura de relaciones sociales y sensibilidades culturales que alteranla manera en que pensamos y sentimos este problema ([Garland, 2005]:34 y ss.).

Garland sitúa su análisis en el contexto social más amplio. Con el declivedel Estado de Bienestar, de sus instituciones y premisas, aparecen diversos pro-gramas desde distintos lugares en el campo social que no forman un desarrollounificado o necesario ([Garland, 2005]:69) pero que dan lugar a un nueva confi-guración de estructuras y estrategias compuestas por elemento viejos y nuevos,que se influyen mutuamente ([Garland, 2005]:65).

El tipo de Estado de bienestar en una país condiciona los modelos posibles decontrol del delito y la política criminal ([Garland, 2005]:26), ya que, si bien éste

2“¿Y ahora qué? La criminología y los criminólogos tras el declive del ideal resocializador”en http://www.usc.es/cpoliticas/mod/book/view.php?id=930

3Según explicábamos en el ensayo sobre las preguntas falaces (primera afirmación): “Elmiedo al delito está determinado por varios factores individuales y sociales. Los primerosestán fundamentalmente relacionados con la vulnerabilidad física. Por otro lado la opiniónpública sobre la delincuencia está influida por los medios de comunicación (...). Además dife-rentes estadísticas que comparan el miedo al delito/inseguridad ciudadana y la delincuenciademuestran que su evolución no guarda relación ([Bordas, 2008], [Serrano Gómez, 2007]. Paralas citas exactas consultar el mencionado ensayo).

4Según explicábamos en el ensayo sobre las preguntas falaces (octava afirmación): “El sen-tido común de la opinión pública suele defender que el endurecimiento del derecho penalfunciona como disuasión a la hora de cometer delitos. Sin embargo las estadísticas de infrac-ciones después de la reforma del 2003 al nuevo Código Penal de 1995 [en España] que supusoun endurecimiento no muestran relación tal. Además las comparaciones a nivel de la UEmuestran que la tasa de población carcelaria no guarda relación con la tasa de criminalidad.”([Bordas, 2008], [Díez Ripollés, 2007], [Serrano Gómez, 2007]. Para las citas exactas consultarel mencionado ensayo)

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campo tiene una cierta autonomía, forma parte de una red de gobierno y pro-ducción de orden social que determina sus condiciones de existencia. Por tanto,las transformaciones en la estructura de los campos sociales conllevaran trans-formaciones correlativas en la configuración del campo ([Garland, 2005]:38).

El influjo de los determinantes sociales y económicas —tales como las cre-cientes tasas de delito y de sensación de inseguridad, la crisis económica, loscambios políticos del welfarismo al neoliberalismo, las transformaciones en lasrelaciones de clase, raza o género, etcétera— es indirecto, a través de la modifi-cación de las reglas de pensamiento y acción ([Garland, 2005]:67).

Entre los cambios sociales y económicos cabe resaltar la dualización y precari-zación de los mercados laborales, las reformas impositivas regresivas y la restric-ción de beneficios del Estado de bienestar que hicieron que grandes sectores de lapoblación cayeran por debajo del nivel de de la pobreza ([Garland, 2005]:147).

Las instituciones del Estado de Bienestar descubrían cada vez más necesi-dades insatisfechas —debido al incremento de expectativas y a que las perso-nas llegaron a confiar más en los servicios sociales que en sus propios recursos(dependencia)— de modo que los problemas parecían agrandarse en lugar dereducirse. De hecho la prosperidad económica y el Estado de Bienestar hizoolvidar los problemas económicos y políticos para cuya solución había sido di-señado el welfarismo y, en cambio, destacó toda una serie de problemas como laexcesiva burocracia y los problema del «gobierno grande» ([Garland, 2005]:163y ss.).

A continuación voy a pasar a destacar otros temas fundamentales de estelibro. Para empezar Garland repasa en el primero capítulo del libro los indica-dores de cambio en el campo del control que son([Garland, 2005]: capítulo 1): Eldeclive del ideal de la rehabilitación; el resurgimiento de las sanciones punitivasy la «justicia expresiva»; cambios en el tono emocional de la política criminal;el retorno de la víctima; por encima de todo, el público debe ser protegido; lapolitización y el nuevo populismo; la reinvención de la prisión; la transformacióndel pensamiento criminológico; la infraestructura de la prevención del delito y laseguridad comunitaria en expansión; la sociedad civil y la comercialización delcontrol del delito; nuevos estilos de gestión y prácticas de trabajo; una sensaciónpermanente de crisis.

Otro tema que trata Garland es el cambio de la posición de las víctimas enel campo de la justicia penal ([Garland, 2005]:46 y ss.; capítulo VII). Anterior-mente sus intereses se consideraban parte del interés general público y jugabanun papel marginal en el proceso penal. Actualmente son vistas como sujeto ac-tivo en el hecho criminal y además de asegurárseles derechos, información yrehabilitación han pasado a ser un personaje representativo en el imaginariocolectivo, que además tiene voz en la política criminal de seguridad y cumple unpapel en los argumentos sobre políticas públicas y en los debates políticos. Elimperativo político es que se debe proteger a las víctimas, escuchar sus voces ydar respuesta a sus temores. Con el aumento del delito y el aumento del temora la victimización existe un creciente énfasis en la necesidad de seguridad, enproteger al público como tema dominante de la política penal.

Por tanto la política criminal ha pasado de ser un tema definido por los

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expertos a ser parte de la competencia electoral con la consiguiente politiza-ción y populismo. La opinión pública es la fuente privilegiada de las iniciativaspolíticas, habiendo un consenso de todos lo partidos en torno a las sancionespunitivas y la justicia expresiva, que son populares para el público.

Las políticas reaccionarias expresan el descontento popular, y desarrollan undiscurso hostil sobre el welfare, los sindicalistas, el debilitamiento de la familia,la ley y el orden, y el enfoque en el ideal de rehabilitación por parte de los agentesy expertos. Los conservadores, apoyados por las clases medias «trabajadoras»«respetables» que han sufrido cambios en su posición económica y social queconllevan una gran inseguridad ([Garland, 2005]:248), “culpaban a los pobresindolentes de victimizar a la sociedad «decente»” y “a las élites liberales porconsentir una cultura permisiva y la conducta antisocial que ésta alentaba.”([Garland, 2005]:170). Y el autor continúa más adelante:

“Así el nuevo conservadurismo proclamaba un mensaje moral ex-hortando a todos a volver a los valores de la familia, el trabajo, la abs-tinencia y el autocontrol, pero en la práctica sus regulaciones moralesefectivas se imponían a la conducta de los trabajadores desocupados,las madres que recibían beneficios del welfare, los inmigrantes, losdelincuentes y los consumidores de drogas.” ([Garland, 2005]:174).

Por tanto se atribuye al delincuente, perteneciente a la «underclass», la respon-sabilidad individual de sus actos, ignorando las causas de fondo y promovien-do su control intensivo y su castigo, acciones que generan atracción popular([Garland, 2005]:221 y 248).

Un tema importante que trata Garland es el de la formación cultural desarro-llada en torno al fenómeno de las altas tasas de delito y la inseguridad creciente,característica de la sociedad tardomoderna, que se caracteriza por un conjuntodistintivo de actitudes, creencias y presunciones:

1. las altas tasas de delito se consideran un hecho social normal;

2. la inversión emocional en el delito es generalizada e intensa, abarcandoelementos de fascinación así como de miedo, indignación y resentimiento;

3. las cuestiones referidas al delito están politizadas y se representan frecuen-temente en términos emotivos;

4. el interés por las víctimas y la seguridad pública dominan la política pú-blica;

5. las soluciones del welfarismo penal se desprestigiaron;

6. la justicia penal estatal es visualizada como inadecuada o ineficaz;

7. las rutinas defensivas privadas están generalizadas y existe un gran mer-cado en torno a la seguridad privada;

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8. una conciencia del delito está institucionalizada en los medios de comuni-cación, en la cultura popular y en el ambiente urbano ([Garland, 2005]:270-271).

Este complejo del delito, con sus rutinas sociales, prácticas culturales y sen-sibilidades colectivas, “produce una serie de efectos sociales y psicológicos queinfluyen en las políticas públicas” ([Garland, 2005]:271), muy diferentes entre sí,de la asociación preventiva y de la segregación punitiva.

Las teorías de control que sirven de base a la política criminal consideran eldelito un problema de control inadecuado. Además las agencias públicas, como lapolicía, han pasado de ser las únicas gestoras del control de delito a compartirlocon otras organizaciones, como grupos de ciudadanos, comunidades y empresas(seguridad privada). Por otro lado los agentes del campo del delito cambian susfunciones: la policía de combatir el delito a reducir el temor, el desorden y laincivilidad; las autoridades carcelarias de rehabilitar a custodiar; y las agenciasde libertad condicional de un filosofía de trabajo social a penalidades basadasen el control y seguimiento de los delincuentes.

En suma, este completo y extenso trabajo ofrece una explicación estructu-ralista —histórica, social, penológica y política— de los cambios en el campodel control del delito y la justicia penal y una interesante comparación entre elantiguo sistema de control del delito configurado por el ideal del penal–welfarey el nuevo sistema de control social, proporcionando explicaciones detalladas deambos y de las adaptaciones a los problemas de control del delito en la socie-dad tardomoderna. Además presenta de forma clara las consecuencias que estaspolíticas tendrán a largo plazo, enfatizando que “este futuro no es inevitable”.

El autor presenta su explicación de una manera clara y descriptiva aunquea veces puede parecer algo repetitiva ya que ciertos temas aparecen varias vecesa lo largo de los diferentes capítulos. Además la prolijidad en la descripción delos detalles puede dificultar la captación de las ideas centrales de cada capítulo.Añadir también que hubiera sido interesante presentar más datos empíricos —aparte de las gráficas en el apéndice— para dar soporte al argumento esgrimido,como p.e. hace Díez Ripollés ([Díez Ripollés, 2007]), aunque por supuesto estohubiera sido a costa de alejar a los posibles lectores no profesionales.

Para concluir creo que este libro presenta una información muy valiosa y ac-cesible de tal manera que un público amplio puede informarse acerca del campodel control del delito y la justicia penal, alejándose de mensaje simplificadores,pero muy extendidos, como “la cárcel funciona”.

Referencias[Bauman, 1997] Bauman, Z. (1997). Postmodernity and its discontents. Polity

Press.

[Bordas, 2008] Bordas, J. (2008). Violencia y delincuencia. In del Campo, S.and Tezanos, J. F., editors, La Sociedad. Biblioteca Nueva.

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[Díez Ripollés, 2007] Díez Ripollés, J. L. (2007). La Política criminal en laencrucijada. B de F.

[Garland, 2005] Garland, D. (2005). La cultura del control. Gedisa.

[Serrano Gómez, 2007] Serrano Gómez, A.and Vázquez González, C. (2007).Tendencias de la criminalidad y percepción social de la inseguridad ciudadanaen España y la Unión Europea. Edisofer.

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