Reflexiones Sobre Los Fines y Los Métodos

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1. Reflexiones sobre los fines y los métodos (1969) La Comisión teológica internacional se reunió por primera vez en Roma, del 6 al 8 de octubre de 1969. Fue recibida por Pablo VI que celebró con los miembros de la Comisión teológica internacional una paraliturgia y les dirigió un discurso programático que se encontrará en la segunda parte de este volumen(18). Después de la sesión, la Secretaría de la Comisión teológica internacional ha publicado un breve comunicado(19) que reproducimos aquí: Comunicado final de la primera sesión de la Comisión teológica internacional(20) La primera sesión de la Comisión teológica internacional ha tenido lugar en Roma, en la Domus Mariae, del 6 al 8 de octubre, bajo la presidencia de S. Em. el cardenal eper. Estaban presentes 29 de sus 30 miembros. La sesión tenía, como objetivo, dar ocasión a sus miembros, de encontrarse y tomar los primeros contactos, hacerse una idea más exacta de la naturaleza y el fin de la Comisión, expresar su parecer sobre las cuestiones más urgentes que deberían tratarse, precisar el método de trabajo y constituir las primeras subcomisiones de estudio. Los estatutos de la Comisión, creada este año por Pablo VI, a petición del Sínodo de los obispos de 1967, precisan que está al servicio de la Santa Sede y especialmente de la Congregación para la Doctrina de la fe en lo que se refiere a las cuestiones doctrinales más importantes(21). No forma parte de dicha Congregación, sino que se rige por normas propias. Sin embargo, el presidente de la Comisión es el cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe. Los resultados de los trabajos de la Comisión se transmiten directamente al Santo Padre y se dan después a la Congregación misma. La Comisión no trata problemas doctrinales particulares, como sería el examen de un libro o de un artículo, sino que estudia los problemas doctrinales fundamentales que son hoy más cruciales en la vida de la Iglesia.

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Sacerdócio

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  • 1. Reflexiones sobre los fines y los mtodos (1969)

    La Comisin teolgica internacional se reuni por primera vez en Roma, del 6 al 8

    de octubre de 1969. Fue recibida por Pablo VI que celebr con los miembros de la

    Comisin teolgica internacional una paraliturgia y les dirigi un discurso programtico

    que se encontrar en la segunda parte de este volumen(18). Despus de la sesin, la

    Secretara de la Comisin teolgica internacional ha publicado un breve comunicado(19)

    que reproducimos aqu:

    Comunicado final de la primera sesin de la Comisin teolgica internacional(20)

    La primera sesin de la Comisin teolgica internacional ha tenido lugar en Roma,

    en la Domus Mariae, del 6 al 8 de octubre, bajo la presidencia de S. Em. el cardenal eper.

    Estaban presentes 29 de sus 30 miembros. La sesin tena, como objetivo, dar ocasin a

    sus miembros, de encontrarse y tomar los primeros contactos, hacerse una idea ms exacta

    de la naturaleza y el fin de la Comisin, expresar su parecer sobre las cuestiones ms

    urgentes que deberan tratarse, precisar el mtodo de trabajo y constituir las primeras

    subcomisiones de estudio.

    Los estatutos de la Comisin, creada este ao por Pablo VI, a peticin del Snodo

    de los obispos de 1967, precisan que est al servicio de la Santa Sede y especialmente de la

    Congregacin para la Doctrina de la fe en lo que se refiere a las cuestiones doctrinales ms

    importantes(21). No forma parte de dicha Congregacin, sino que se rige por normas

    propias. Sin embargo, el presidente de la Comisin es el cardenal prefecto de la

    Congregacin para la Doctrina de la fe. Los resultados de los trabajos de la Comisin se

    transmiten directamente al Santo Padre y se dan despus a la Congregacin misma.

    La Comisin no trata problemas doctrinales particulares, como sera el examen de un libro

    o de un artculo, sino que estudia los problemas doctrinales fundamentales que son hoy

    ms cruciales en la vida de la Iglesia.

  • El clima psicolgico de la sesin ha sido excelente. Los telogos ha vivido juntos

    durante tres das y ha podido cambiar ideas entre s con la mayor libertad. Ellos han hecho

    uso de tal libertad.

    Idntico clima de libertad y de confianza fraterna en las sesiones de estudio.

    Ya antes de la sesin, los telogos haban recibido un volumen que contena: un

    informe del P. Karl Rahner sobre las principales cuestiones que, a su juicio, deban ser

    estudiadas por la Comisin; un informe de Mons. Grard Philips sobre el espritu y el

    mtodo de organizacin del trabajo; los pareceres de cada uno de los miembros acerca de

    los problemas que deban tratarse, y del mtodo de trabajo que deba emplearse.

    En las sesiones de estudio, la discusin se ha concentrado, ante todo, en el problema del

    pluralismo teolgico y en el del Magisterio y su ejercicio concreto en las condiciones

    actuales.

    No estaban previstas discusiones exhaustivas. Se trataba ms bien de tomar

    conciencia de la amplitud de los problemas. Suscitando estas cuestiones, los telogos han

    intentado comprender mejor la crisis actual en la Iglesia. Naturalmente todos han admitido

    que existe un pluralismo, incluso doctrinal, legtimo y necesario. La diversidad de

    opiniones se ha manifestado a propsito de la extensin precisa de este pluralismo

    legtimo. Ha aparecido que ciertos puntos deben profundizarse para salvaguardar la unidad

    de la fe y de la Iglesia.

    Se ha intentado darse cuenta de la manera con que los hombres de hoy reciben, de

    hecho, las intervenciones del Magisterio. Se ha observado que la situacin actual hace

    difcil a ste el ejercicio de su tarea, pero que aqulla exige tambin a los telogos un

    mayor sentido de responsabilidad.

    Ha aparecido cunta importancia tiene, tanto en la cuestin del pluralismo como en

    la del Magisterio, un modo recto de concebir la naturaleza y el valor del conocimiento

    religioso -ms an de todo conocimiento- y de su historicidad.

    Es evidente que todos estos problemas tienen necesidad de una maduracin seria y que sta

    debe tener lugar en la ms absoluta fidelidad a la Iglesia y en plena comprensin de las

    exigencias de nuestra poca.

  • Las normas metodolgicas que deben observarse en los futuros trabajos de la

    Comisin han sido elaboradas principalmente sobre las del concilio Vaticano II y son

    suficientemente flexibles para permitir aquellas modificaciones que a su tiempo vayan

    apareciendo necesarias.

    Entre las materias que la Comisin se propone estudiar, se han elegido, por el

    momento cuatro cuestiones:

    1) Unidad de la fe;

    2) El sacerdocio;

    3) Teologa de la esperanza: fe cristiana y futuro de la humanidad;

    4) Los criterios del conocimiento moral cristiano.

    Cuatro subcomisiones se han constituido para el estudio de estos cuatro temas.

    Corresponde a las subcomisiones determinar ms precisamente su tema particular. Otros

    temas sern tratados sucesivamente.

    2. El sacerdocio catlico (1970)*

    2.1. Introduccin, por Mons. J. Medina Estvez

    La Comisin teolgica internacional, instituida por S.S. Pablo VI, segn los deseos

    del Snodo de los Obispos de 1967, en su primera reunin celebrada en Roma del 6 al 8 de

    octubre de 1969, escogi, entre las prioridades que deba tratar, la de realizar un estudio del

    sacerdocio catlico.

    Durante el ao 1970, una subcomisin, nombrada con este objeto(22), elabor un

    informe provisto de numerosos anexos. Luego del debate general que se llev a cabo

    durante la reunin plenaria de la Comisin entre los das 5 al 7 de octubre de 1970, el

    informe fue aprobado como documento de trabajo (working paper) para ser transmitido

    al Snodo de los Obispos, con las enmiendas indicadas en el curso de la discusin y

    tomando en cuenta los modi propuestos por los miembros de la Comisin. Esta

    aprobacin general, semejante a aquella de que se benefici tambin el informe sobre la

    colegialidad, no reviste todas las afirmaciones ni detalles del informe con la autoridad del

  • conjunto de los miembros de la Comisin. Significa, sin embargo, que la Comisin

    consider el informe lo suficientemente maduro para merecer la atencin de los Padres

    sinodales y poder ayudarlos en sus trabajos, cuyo objeto principal sera el ministerio

    sacerdotal.

    Durante la discusin del informe, la Comisin consider de utilidad separar de l

    algunas proposiciones o tesis cuyo contenido debera destacar algunos elementos

    importantes y tambin expresar una toma de posicin de la Comisin con respecto a la

    problemtica sacerdotal. No se pretenda, por supuesto, dar una visin total de la teologa

    del sacerdocio, sino presentar algunos puntos que pueden ser considerados, hoy en da, de

    notable importancia. La Comisin no acord una cualificacin teolgica al contenido de

    las tesis; pero el hecho de que fueron aprobadas por una gran mayora permite asegurar,

    por lo menos, que estn bien fundadas teolgicamente, as como reconocer adems, en

    algunos enunciados, contenidos que pertenecen a la fe catlica.

    2.2. Texto de las tesis aprobadas in forma specifica por la Comisin teolgica

    internacional(23)

    Primera tesis

    En la Iglesia, todo ministerio jerrquico est vinculado a la institucin de los

    Apstoles. Tal ministerio, querido por Cristo, es esencial para la Iglesia; por su intermedio

    es como el acto salvador del Seor se hace sacramental e histricamente presente a todas

    las generaciones.

    Segunda tesis

    En la Nueva Alianza no hay ms sacerdocio que el de Cristo. Este sacerdocio es

    cumplimiento y superacin de todos los sacerdocios antiguos. En la Iglesia todos los fieles

    son llamados a participar de l. El ministerio jerrquico es necesario para la edificacin del

    Cuerpo de Cristo, que es donde se realiza esta vocacin.

    Tercera tesis

  • Solamente Cristo realiz el sacrificio perfecto en la ofrenda de s mismo a la

    voluntad del Padre. Por tanto, el ministerio episcopal y presbiteral es sacerdotal en cuanto

    que hace presente el servicio de Cristo en la proclamacin eficaz del mensaje evanglico,

    en la reunin y direccin de la comunidad cristiana, en la remisin de los pecados y en la

    celebracin eucarstica en la que se actualiza, de manera singular, el nico sacrificio de

    Cristo.

    Cuarta tesis

    El cristiano llamado al ministerio sacerdotal no recibe por la ordenacin una

    funcin puramente exterior, sino ms bien una participacin original del sacerdocio de

    Cristo, en virtud de la cual l representa a Cristo a la cabeza de la comunidad y como de

    cara a ella. As, pues, el ministerio es una manera especfica de vivir el servicio cristiano

    dentro de la Iglesia. Esta especificidad aparece ms claramente en la funcin de presidir la

    Eucarista, presidencia necesaria para la plena realidad del culto cristiano. La proclamacin

    de la Palabra y la carga pastoral se orientan hacia la Eucarista que consagra toda la

    existencia cristiana en el mundo.

    Quinta tesis

    Si bien se reconoce un cierto perodo de maduracin de las estructuras eclesiales,

    no se puede oponer una constitucin puramente carismtica de las Iglesias Paulinas a la

    constitucin ministerial de otras Iglesias. En cuanto a la Iglesia primitiva, no hay

    oposicin, sino ms bien complementariedad, entre la libertad del Espritu en la concesin

    de sus dones y la existencia de una estructura ministerial.

    Sexta tesis

    El ministerio de la Nueva Alianza tiene una dimensin colegial segn modalidades

    anlogas, sea que se trate de los Obispos en torno al Papa en la Iglesia universal, o de los

    sacerdotes en torno a su Obispo en la Iglesia local.

    2.3. Comentario, por Mons. J. Medina Estvez

  • El comentario que a continuacin exponemos, se propone ofrecer unas reflexiones

    sobre estas proposiciones con el fin de destacar sus consecuencias. Son notas que ayudarn

    al lector que desee profundizar alguno de los temas o comprobar la vinculacin del texto

    de la Comisin con la tradicin. No se hallarn observaciones crticas, lo cual no significa

    que los textos comentados sean perfectos, sino ms bien que se ha preferido conservar una

    actitud positiva. Cada cual podr descubrir lagunas en un trabajo que no pretende ser una

    exposicin de conjunto.

    Tesis I

    1. El ministerio y los Apstoles

    Es interesante notar que desde el comienzo el texto de la Comisin se refiere a un

    ministerio jerrquico, es decir, sacerdotal, cuya naturaleza ser precisada en las tesis

    siguientes, principalmente en la tercera y la cuarta. Este hecho concuerda perfectamente

    con la tradicin catlica, la cual, no obstante la ausencia casi total, en el Nuevo

    Testamento, del vocabulario sacerdotal aplicado a los ministros, reconoce en ellos un papel

    sacerdotal, aunque distinguindolo con esmero de otros sacerdocios histricos (pre-

    mosaicos, judos y paganos). La reforma protestante ha tenido con frecuencia una actitud

    muy crtica frente a la concepcin sacerdotal del ministerio, considerndola o bien como

    una transposicin ilegtima del sacerdocio de Israel, definitivamente caducado, o bien

    como calcada en las religiones paganas, o posiblemente caracterizada por el acento -muy

    cargado de ritualismo y al mismo tiempo poco puesto sobre el servicio de la Palabra- que

    caracteriz a la teologa del sacerdocio en determinadas pocas. Ciertamente nos

    encontramos aqu ante uno de los puntos de enfrentamiento entre las eclesiologas catlica

    y protestante. Est implcita ah toda una concepcin de la liturgia y principalmente de la

    Eucarista.

    La tesis afirma la conexin entre el ministerio y la institucin de los Apstoles. La

    palabra apstol no tiene un solo sentido en el Nuevo Testamento: se aplica a los Doce,

    pero tambin a Pablo y a otros personajes de la Iglesia primitiva. Sin embargo, parece claro

    que el ncleo original del apostolado est constituido por el grupo de los Doce. San Pablo

  • mismo subraya la importancia de los Doce y reivindica el ttulo de Apstol. El texto de la

    tesis no pretende entrar en este complicado problema; pero, sin desconocer el papel

    importantsimo de San Pablo en la organizacin de la Iglesia primitiva, parece que tiene en

    vista al grupo de los Doce, con el cual, por lo dems, el Apstol Pablo guarda una relacin

    muy real. La expresin est vinculado parece indicar una relacin de origen; podra

    leerse tambin: todo ministerio jerrquico tiene sus races en la institucin de los

    Apstoles. Por ahora el texto no seala cmo se produce esta relacin; quedar dicho en

    la cuarta proposicin, meidnata una alusin a la ordenacin. Aqu el texto nos permite

    afirmar que: 1) el apostolado era ya un ministerio jerrquico, y 2) el ministerio eclesial

    contina, de una cierta manera, la tarea apostlica. Puesto que los Apstoles son

    simultneamente la primera comunidad y la fuente del ministerio, debemos precisar que

    nuestro texto los enfoca bajo este segundo aspecto.

    La tesis menciona la institucin de los Apstoles. Esta palabra es importante y

    confirma la referencia fundamental a los Doce. Efectivamente el giro literario de Mc 3, 14-

    15, indica un acto constitutivo o, si se quiere, estructual, de acuerdo con las frmulas

    paralelas que aparecen en otros textos bblicos. Por lo tanto, el ministerio jerrquico se

    encuentra en la continuidad de un elemento institucional que existe ya en los orgenes de

    la Iglesia.

    El testimonio antiqusimo de San Clemente de Roma nos muestra claramente cmo la

    Iglesia, cuando iba a salir de la poca apostlica, tena ya una conciencia clara sobre el

    origen del ministerio en cuanto proceda de las ordenanzas de los Apstoles. Este

    testimonio, por lo dems, est en continuidad con los enunciados del Nuevo Testamento.

    2. El misterio y Cristo

    La idea de institucin de los Apstoles introduce el tema de la relacin entre el

    ministerio y la voluntad de Cristo. Y el texto de la tesis afirma que este ministerio, es decir,

    el ministerio jerrquico o sacerdotal fue querido por Cristo. ste quiso instituir el grupo de

    los Doce y se puede asegurar que esta institucin cuenta con elementos claramente

    reconocibles que son anteriores al acontecimiento de Pascua, si bien es cierto que tambin

    se encuentran elementos importantes que aparecen el perodo post-pascual. Pero la

  • afirmacin va ms lejos: la voluntad de Cristo se refiere tambin a la continuacin del

    ministerio apostlico. Es difcil precisar, con los solos textos evanglicos, en qu momento

    y de qu manera fue expresada esta voluntad; pero el conjunto de los enunciados del

    Nuevo Testamento y, sobre todo, la relacin entre el ministerio y la gracia del Espritu no

    permiten reducir el alcance de la institucin al solo grupo de los Doce. Por lo dems, la

    tradicin cristiana, que desde el principio ha dado una gran importancia al ministerio,

    ponindolo como condicin de la comunin, no se hubiera colocado en esta perspectiva sin

    tener una conciencia positiva acerca de la voluntad de Cristo.

    Esta cuestin atae, desde otro punto de vista, al problema de la institucin por

    Cristo del sacramento del orden. Son bien conocidas las diferentes posiciones teolgicas

    libremente sostenidas para expresar el contenido de la fe en esta materia. En el fondo,

    todas concuerdan en reconocer que el ministerio jerrquico es una manifestacin de la

    salvacin que responde a una voluntad eficaz de Cristo y que se transmite por un signo

    sacramental visible, que es la ordenacin. Parece muy importante subrayar la relacin

    ntima entre la institucin del ministerio y la de la Iglesia.

    3. El ministerio y la Iglesia

    Reconocer el ministerio jerrquico como esencial a la Iglesia es reafirmar un

    elemento principal de la eclesiologa catlica de siempre. Una comunidad cristiana sin

    ministerio jerrquico se encuentra en un estado anormal: le falta un elemento que pertenece

    no slo ad bene esse sino simplemente ad esse eclesial. Nos encontramos frente a un

    punto incontestable de capital importancia para el progreso de la unidad de los cristianos;

    sin embargo, comprobamos que subsisten en este punto grandes divergencias.

    La tesis termina con una frase bastante densa, que ofrece una explicacin del porqu de

    esta caracterstica esencial de la eclesialidad. En la economa concreta de la salvacin, el

    ministerio jerrquico asegura la presencia histrica y sacramental, en todas las

    generaciones, del acto salvador de Cristo. Es preciso comprender correctamente el texto.

    No se trata de una multiplicacin de los actos de Cristo. Tampoco se trata de la

    administracin de un patrimonio dejado por un maestro en manos de mandatarios. La

    palabra intermedio, que equivale a mediacin, indica a la vez una dependencia con

  • respecto a Cristo y una presencia actual de su influencia personal. Puede decirse que toda

    esta frase supone la consideracin de la Iglesia como sacramento de salvacin, es decir,

    como realidad visible portadora de frutos invisibles, o tambin como comunin visible que

    manifiesta y engendra la comunin invisible. En esta perspectiva, la afirmacin del texto

    significa que este organismo de salvacin que es la Iglesia, contiene, como elemento

    necesario de su estructura y de su eficacia, el ministerio, sin el cual el orden o la economa

    histrica de la salvacin quedaran incompletos.

    El texto no dice (ni podra decirlo) que la salvacin no pueda ser comunicada sino a

    travs del ministerio jerrquico. Hay mociones y frutos del Espritu ms all de las

    fronteras visibles del ministerio. Pero si se trata de la presencia sacramental, orgnica,

    dotada de estructura visible y portadora, en consecuencia, de una cierta plenitud de

    salvacin, puede afirmarse entonces que el servicio jerrquico es la nica va de esta

    presencia.

    San Ignacio mrtir expresaba la sustancia de lo anterior al decir que sin obispos, sacerdotes

    y diconos no se puede hablar de Iglesia.

    Tesis II

    1. El nico sacerdocio de la Nueva Alianza

    La primera afirmacin subraya el lugar nico de Cristo como sacerdote del Nuevo

    Testamento, tema fundamental de la epstola a los Hebreos. La reconciliacin de la

    humanidad con el Padre es presentada ah como fruto del sacerdocio del Verbo Encarnado.

    No hay, pues, reconciliacin posible sin una relacin con l. Si se quieren emplear

    categoras filosficas sacadas del aristotelismo, se podr decir que el sacerdocio de Cristo

    es el analogatum princeps de todo sacerdocio. Esto es verdad tambin para el Antiguo

    Testamento, con la diferencia de que se puede reconocer antes de la Ley la validez de otros

    sacerdocios histricos, e incluso tal vez despus de la Ley; mientras que despus de la

    venida de Cristo es imposible aceptar la existencia de otro sacerdocio vlido sino del que

    pertenece a Cristo. Sin embargo, habra que evitar una interpretacin de la proposicin

    segn la cual no hubiera lugar en la nueva disposicin para una participacin en este nico

  • sacerdocio: las tesis III y IV afirman con claridad no slo esta posibilidad, sino incluso su

    realidad. El sacerdocio de la Nueva Alianza existe indudablemente, pero en absoluta

    dependencia del de Cristo. Ms an, existe de manera instrumental, es decir, al servicio de

    la visibilidad sacramental del nico sacerdocio de Cristo siempre actual. Podemos recordar

    aqu el sentido profundo de una frmula importante: Los ministros del Nuevo Testamento

    no son sucesores de Cristo, sino solamente de los Apstoles -sin olvidar, por lo dems, que

    aun esta sucesin no es total-.

    El contenido de esta primera afirmacin est cargado de consecuencias, tanto para

    la pastoral, como para la espiritualidad del sacerdote. Si, por una parte, no se puede negar

    la grandeza del ministerio, por la otra, sin embargo, hay que tener siempre presente en el

    espritu que toda esta grandeza no es sino una referencia esencial al ministerio de Cristo, y

    exige, por lo tanto, as del conjunto del cuerpo ministerial, como de la persona de cada

    ministro, una actitud de humildad contemplativa frente a Aqul que es la fuente

    permanente y la nica razn de ser de todo sacerdocio.

    2. Cristo y los sacerdocios antiguos

    El texto emplea dos palabras que deben fijar nuestra atencin: cumplimiento y

    superacin. Estas dos palabras se complementan. Cumplimiento sugiere una realidad

    nueva que, no obstante, ha sido prefigurada en una realidad anterior. Con esto se indica que

    los sacerdocios antiguos no deben ser rechazados como acontecimientos demonacos o

    totalmente desprovistos de significado. Sin negar sus desviaciones y sus insuficiencias, se

    les puede reconocer un papel de praeparatio evangelica. Esto es especialmente vlido

    para el sacerdocio del pueblo de Israel, como lo demuestran tanto la visin teolgica de la

    salvacin en la epstola a los Hebreos, como el marco que Cristo escogi para la

    realizacin y la institucin de la Cena.

    Pero la idea sola de cumplimiento, poniendo el nfasis sobre una cierta continuidad,

    correra el riesgo de oscurecer la novedad radical del sacerdocio de Cristo. Aqu entonces

    interviene la idea de superacin. En efecto, el sacerdocio de Cristo es mucho ms que un

    cumplimiento. Podra decirse que l realiza los sacerdocios antiguos sobrepasndolos. La

    sustancia de stos dista mucho de contener la realidad intrnseca de aqul. Sea desde el

  • punto de vista de la interioridad, sea desde el de la unidad entre el signo y lo significado,

    sea incluso si se considera su universalidad, se llega a una dimensin de plenitud, de

    perfeccin y de eficacia que justifica sobradamente el empleo de la categora de

    superacin. Se trata, sin embargo, de una superacin dentro de una lnea ya antes

    bosquejada, orientada por decirlo as hacia esa cima.

    3. El sacerdocio comn de los fieles

    Prosigue la tesis afirmando el llamamiento de los fieles a participar en el sacerdocio

    de Cristo. Puede uno preguntarse acerca de la prioridad entre esta participacin comn y la

    otra, especfica, propia de los ministros. Es bien conocida la eleccin hecha por la

    Constitucin dogmtica Lumen gentium, y hay fundadas razones para apoyarla. Sin

    embargo, se puede tambin considerar el asunto a la inversa -lo que no significa en

    absoluto desconocer la manera de ver del Vaticano II-. En efecto, las lneas de fuerza del

    organismo de la salvacin son hasta tal punto solidarias entre s, que aparecen ms o menos

    entremezcladas por todas partes.

    El texto afirma la participacin de todos los fieles en el sacerdocio de Cristo, pero

    no explicita la manera concreta en que esto se realiza. Lo menos que se puede decir es que

    el conjunto de los fieles tiene una actividad cuya fuente es el Espritu Santo y que est

    vinculada a la obra de reconciliacin de Cristo. Es preciso, sin embargo, ligar esta

    afirmacin a la que sigue, ya que es precisamente este lazo el que se ha querido recalcar: el

    sacerdocio comn que se realiza en la Iglesia, Cuerpo de Cristo, depende, al menos en su

    realidad plena, del sacerdocio ministerial. Esta intuicin es fundamental: las dos

    participaciones no son independientes entre s. El sacerdocio ministerial existe en orden a

    permitir al conjunto sacerdotal, que es la Iglesia, el ejercicio de su participacin en el

    sacerdocio de Cristo. Afirmar que el ministerio es necesario para la edificacin del Cuerpo

    de Cristo es admitir que el sacerdocio comn no puede ejercitarse en plenitud, sino gracias

    al servicio jerrquico. Por otra parte, el ejercicio del sacerdocio ministerial no puede ser

    concebido sino en vista del conjunto de la Iglesia. Su actividad no es algo absoluto, como

    una institucin intemporal, ahistrica e individual, que mirara nicamente a Dios Padre.

    Es un servicio que se ocupa, por cierto, de la gloria de la Santsima Trinidad, pero dentro

  • del orden histrico de la salvacin que es la comunidad eclesial, Cuerpo de Cristo. El

    enlace entre los dos aspectos es tan importante que el descuido, aun involuntario, de uno u

    otro de ellos no deja de traer un oscurecimiento de la naturaleza misma de la Iglesia. Es

    preciso reconocer lo bien fundado de la afirmacin segn la cual el oscurecimiento del

    concepto de sacerdocio ministerial es ms peligroso para la inteligencia de la revelacin

    cristiana que el del sacerdocio comn, ya que ste puede subsistir y ejercitarse sin mayor

    esclarecimiento, lo que no es el caso del primero.

    Tesis III

    1. El nico sacrificio perfecto

    Evidentemente, la primera afirmacin de esta tesis no pretende resolver la difcil

    problemtica concerniente a la nocin teolgica de sacrificio. El enunciado se limita a un

    concepto cuyo fundamento bblico es innegable y que est en relacin indisoluble con la

    primera afirmacin de la tesis precedente. Si se acepta la interdependencia entre las

    nociones sacerdocio-sacrificio, se llega a la conclusin de que el nico sacrificio perfecto

    dimana de un sacerdocio eminente y viceversa. Se atiende aqu principalmente a la

    interioridad del sacrificio. Sin entrar en ninguna posicin de escuela, debe afirmarse que el

    sacrificio es un acto externo de religin en el orden de los signos. Precisando ms, es el

    signo de una realidad interior: del don de s mismo a Dios o, si se quiere, de la voluntad de

    entregarse al designio de la salvacin. El amor constituye el ncleo de todo sacrificio, y

    esto explica por qu el sacrificio est en la cumbre de la actitud religiosa tanto del hombre

    como de la comunidad. Desgraciadamente, un desajuste es siempre posible y casi siempre

    es tambin real, entre el signo o el rito y la actitud interior. Si el sacrificio expresa una

    realidad, a lo menos tendencial, constituye tambin un desafo: el hombre que lo ofrece, no

    puede menos de darse cuenta de la distancia que media entre lo absoluto del signo y la

    limitacin de lo significado. As se comprende cmo el rito sacrificial debe ser siempre una

    experiencia dolorosa para el que lo ofrece.

    La historia religiosa muestra claramente cmo los hombres, a veces sin darse

    cuenta, han tratado de liberarse de la exigencias absolutas del culto sacrificial. O bien han

  • tranquilizado su conciencia con la idea de una sustitucin cmoda, o bien han reducido las

    exigencias de Dios. En ambos casos se ha vaciado la profundidad del culto en espritu y

    en verdad.

    El sacrificio de Cristo escapa a todas estas limitaciones y desviaciones. Jams

    voluntad alguna ha sido consagrada al Padre tan autntica y totalmente como la del Hijo

    consustancial de Dios. En l no hay ninguna falta de coincidencia entre el acto exterior y

    el amor de su corazn. Por eso la humanidad se encuentra de all en adelante en presencia

    de un sacrificio que posee toda la verdad que se puede desear, del nico que la posee. Y

    esta totalidad es la razn profunda de su unicidad: no puede repetirse, porque le

    corresponde la unicidad que es propia de toda plenitud.

    Se ve, pues, claramente por qu todo culto cristiano debe referirse

    permanentemente al sacrificio de Cristo, objeto de fe, de contemplacin y tambin de

    gozo; finalmente, la Iglesia se encuentra frente a un acto perfecto de amor y de adoracin,

    ante el cual se puede regocijar con pleno derecho, puesto que es el acto de su Jefe y de su

    Esposo.

    2. Los ministerios jerrquicos y el sacrificio de Cristo

    En la afirmacin que viene a continuacin, se explica el sentido del sacerdocio

    ministerial. Antes de sealar algunos aspectos fundamentales de su actividad, se subraya

    que la sustancia de ese sacerdocio estriba en hacer presente el servicio de Cristo, es decir,

    su actividad sacerdotal y sacrificial en un sentido muy amplio. En efecto, todos los mbitos

    del ministerio tienen como nico fin el conducir a los hombres hacia la aceptacin plena

    del designio de salvacin; dicho de otra manera, insertarlos en Cristo a fin de que puedan,

    por la gracia del Espritu, participar de manera real en el movimiento filial del Verbo

    encarnado hacia el Padre. El ministerio es, por lo tanto, doblemente sacerdotal; y ante todo,

    porque hace posible el sacrificio del Cuerpo. Se ve hasta qu punto se empobrecera la

    comprensin del ministerio si se lo redujera a una mera actividad externa o ritual, en el

    sentido peyorativo de la palabra.

    En su explicacin del sentido sacerdotal, el texto abarca solamente los ministerios

    episcopal y presbiteral. Podra sorprendernos su silencio con respecto al ministerio

  • diaconal, que tambin pertenece a la jerarqua. Existe una doble razn para esto: en primer

    lugar, las tesis versan directamente sobre el sacerdocio de los presbteros y hubiera sido

    difcil introducir consideraciones acerca de los diconos sin entrar en un desarrollo ms

    amplio. Adems, hay textos de la tradicin que parecen excluir del sacerdocio el ministerio

    diaconal. Sin embargo, si se consideran las funciones sacerdotales tal como la tesis las

    describe, es posible reconocer como bien fundada la atribucin del sacerdocio aun para los

    diconos, en un sentido ms amplio (que no es, sin embargo, aquel del sacerdocio comn),

    o en el sentido de una participacin ms limitada. Porque los diconos tienen entre sus

    funciones la proclamacin de la Palabra y aun, al menos en ciertas circunstancias, la

    direccin de la comunidad.

    Conviene destacar que la tesis no circunscribe la justificacin del sacerdocio

    solamente a las perspectivas del culto litrgico. Las funciones enumeradas como

    justificacin de la sacerdotalidad del ministerio pertenecen a los tres campos que el

    Concilio Vaticano II distingue habitualmente dentro del ministerio eclesial: Palabra, culto

    y gobierno. Esto parece justo desde la amplia perspectiva de la reconciliacin con Dios que

    constituye la misin de Cristo. Pero tambin hay que tener en cuenta que estas funciones

    no son independientes entre s, autnomas, ni menos discordantes. La ltima frase de la

    tesis indica, en una redaccin bastante densa, la trabazn interna que existe entre ellas.

    3. Los ministerios jerrquicos y sus funciones

    Evidentemente, la enumeracin no pretende ser exhaustiva ni taxativa. Se designan

    los diferentes campos por sus puntos culminantes. Puede resultar til el subrayar algunos

    elementos importantes.

    En cuanto al anuncio del mensaje evanglico, convendra retener su carcter

    kerigmtico y eficaz. El Evangelio no es un catlogo de de verdades que se deben creer;

    ante todo es la proclamacin de las maravillas que Dios ha realizado en favor de la

    salvacin de los hombres, cuyo punto culminante es la Encarnacin del Verbo y su obra

    pascual. Esto de ningn modo disminuye el hecho de la revelacin de verdades, pero sita

    este hecho dentro del contexto de la historia de la salvacin y en la perspectiva de la

    contemplacin amorosa del actuar divino, tanto ms misericordioso cuanto que es inaudito.

  • Se ve cmo la palabra anuncio es sugestiva y relativa a esa gran dimensin cristiana que

    es la oracin contemplativa. Pero la Palabra es tambin eficaz. No podramos limitarla a

    una simple enseanza pedaggica o a una pura comunicacin intelectual. Posee una fuerza

    que le viene del Espritu y que produce efectos de conversin en aqullos que la escuchan

    con apertura. En este sentido la proclamacin del Evangelio es una actividad constitutiva

    de la Iglesia como misterio de salvacin. Jams podramos prescindir de esta proclamacin

    diciendo que tal o cual comunidad est ya suficientemente instruida. Aunque no sea fcil

    sealar la diferencia teolgica entre la Palabra proclamada por un ministro jerrquico y por

    un laico con o sin mandato, sin embargo hay que reconocer que el anuncio evanglico ha

    sido considerado siempre como una tarea fundamental del ministerio eclesial. Tambin es

    claro que ciertas formas del ministerio de la Palabra, tal como se ejerce por la jerarqua,

    poseen una garanta muy especfica: lo que no sucede en el anuncio del Evangelio hecho

    por los laicos, aunque se ha de reconocer a este ltimo no slo la legitimidad, sino hasta la

    necesidad.

    La tesis habla tambin de la reunin y direccin de la comunidad. Sin

    intencin de endurecer estas expresiones, se puede ver en la primera una alusin al papel

    misionero de los ministros, es decir, a su actividad para formar la Iglesia all donde el

    Evangelio no ha sido an anunciado; en la segunda, una alusin referente ms bien a la

    comunidad que ya existe. Hoy no menos que ayer, estos dos aspectos no pueden separarse.

    La situacin misionera no debe confundirse con datos geogrficos; sigue siendo una

    realidad en el seno de comunidades ya reunidas, incluso desde largo tiempo. Las

    comunidades conocen tambin retrocesos, que algunas veces llegan hasta su desaparicin.

    El ministerio de direccin de la comunidad muestra otro aspecto importante de la

    eclesialidad: el del lugar que ocupa el derecho eclesistico en la estructura sacramental de

    la Iglesia. Aceptar el derecho como uno de los componentes de la eclesialidad no tiene

    nada que ver con una visin juridicista de la misma, menos todava con la aprobacin

    del exceso que se ha denominado juridicismo. Pero es evidente que una tarea de

    direccin no puede ejercerse al margen de toda norma. Que algunas normas pueden ser

    cambiadas, que se deba perfeccionarlas; que algunas pueden resultar inadaptadas, o aun

    intiles, es incluso perjudiciales: todo esto no justifica culpar a la norma en s misma. Lo

  • que s parece importante es situar este campo del derecho dentro del designio concreto de

    la salvacin y no como una cosa exterior o agregada, ya que aqu tenemos una

    manifestacin del servicio sacerdotal de Cristo.

    Antes de mencionar la celebracin eucarstica, el texto recuerda el ministerio de la

    remisin de los pecados. Estrictamente hablando, hubiera podido considerarse este aspecto

    del ministerio como incluido en el campo litrgico designado por la Eucarista. No

    obstante, la situacin actual, en que ya sea la conciencia del pecado, ya sea el papel del

    ministerio en la reconciliacin del pecador, se oscurecen en sectores que no son

    insignificantes, llev a la Comisin a agregar entre los rasgos destacados del sacerdocio

    ministerial el de la penitencia. Si se prefiri la expresin remisin de los pecados a la de

    penitencia, fue para subrayar de manera ms explcita el papel activo del ministerio en la

    celebracin del sacramento. En todo caso, est claro que esta mencin es coherente con la

    perspectiva de reconciliacin que constituye el trasfondo de las formulaciones.

    Por ltimo, llegamos a la celebracin eucarstica. Las afirmaciones de esta tesis

    quedarn complementadas con las de la siguiente. Esta dispersin es slo aparente, pues,

    no siendo el objetivo una serie de proposiciones sobre la Eucarista, sino sobre el

    sacerdocio, las diferentes perspectivas exigen consideraciones sucesivas sobre el misterio

    eucarstico. Por eso mismo, las formulaciones eucarsticas que se encuentran aqu, no

    pretenden abarcar el conjunto de la doctrina catlica sobre la materia, sino solamente lo

    esencial de sus relaciones con el ministerio jerrquico.

    El texto subraya una vez ms la unicidad del sacrificio de Cristo, que no puede ser

    repetido ni reiterado. Esta verdad catlica reviste una gran importancia tanto para la

    pastoral interna de la Iglesia como para el dilogo ecumnico. Al subrayarla, se acenta el

    papel siempre personal y actual del Salvador, as como la condicin ministerial y relativa

    de la Iglesia, relativa en el sentido de su relacin ontolgicamente necesaria con Cristo.

    Ahora bien, este sacrificio -cuya realizacin litrgica es una de las caractersticas

    fundamentales del ministerio sacerdotal, e incluso la ms fundamental, como se ver en la

    proposicin siguiente-, es actualizado en la celebracin eucarstica. Es hecho presente de

    manera litrgica y misteriosa, de tal manera que el Sacrificio de Cristo no es repetido

    (como si fuera insuficiente en s mismo), y sin embargo la Eucarista constituye un

  • verdadero sacrificio, aunque relativo. La palabra singular busca llamar la atencin sobre

    el hecho de que no se trata aqu de una actitud interna de amor hacia el Padre, sino de

    aqulla que est constituida por la muerte y resurreccin de Cristo.

    Al terminar el examen de esta tercera tesis ser til recordar su sentido global: el

    carcter sacerdotal de los ministerios es explicado por su papel ministerial respecto a la

    actividad del Seor en su conjunto. En el fondo podra decirse que el ministerio es

    sacerdotal porque la obra de Cristo que hace presente, es una obra sacerdotal.

    Tesis IV

    1. El ministerio y el ministro

    La tesis comienza por recordar algunos enunciados tradicionales, sin profundizar su

    contenido. Primero se dice que el ministerio presupone una llamada, una vocacin; pero no

    entra en la problemtica teolgica sobre la naturaleza de tal llamada. Dada la naturaleza

    visible y sacramental de la Iglesia, puede deducirse que esta llamada no es solamente una

    experiencia interna del candidato, sino que adems necesita un reconocimiento por parte de

    la Iglesia. Aqu Iglesia significa el conjunto de la comunidad cristiana, distinguiendo no

    obstante los roles respectivos y diferentes de la jerarqua y del laicado. Adems ha de

    subrayarse que el juicio definitivo pertenece a la autoridad jerrquica. Pero este juicio no

    basta para constituir al candidato en ministro: es preciso adems que sea ordenado. Es,

    pues, por la ordenacin como se llega en definitiva a ser ministro de la Iglesia en el orden

    jerrquico. Es la ordenacin la que asegura la sucesin apostlica, es decir, la

    comunicacin, por el Espritu, de las funciones y poderes que le corresponden, gracias a

    los cuales se conserva en la Iglesia aquello que es transmisible dentro de la funcin

    apostlica. Por ltimo, es til recalcar el giro inicial de la frase: el ministro conserva la

    categora de miembro del Pueblo de Dios y, por tanto, de participante del sacerdocio

    comn de los fieles. Parece justo admitir que el ministerio no invade necesariamente todas

    las actividades del ministro, aunque puede y con frecuencia debe imponerles algunos

    condicionamientos. Estamos as frente a un dato que resulta de gran importancia en la

    consideracin de las actividades no ministeriales del sacerdote.

  • Luego de estas consideraciones preliminares, se llega a los puntos directamente

    considerados: la funcin no es puramente exterior, sino que es una participacin original

    del sacerdocio de Cristo. No se mencionan explcitamente la gracia ni el carcter, pero

    no puede dudarse de que aqu se alude a esas realidades.

    Si el texto rechaza la concepcin del ministerio como funcin puramente exterior,

    debemos poner atencin a la palabra puramente. Es evidente que la nocin misma de

    ministerio es inseparable de una cierta visibilidad o exterioridad. El rechazo recae ah

    directamente sobre una concepcin que mirara el sacerdocio como una especie de

    diputacin jurdica o disciplinar en virtud de la cual el ministro no tendra ninguna

    diferencia interna o, si se acepta la palabra, ontolgica con el conjunto de los fieles. Se

    ve claro que la formulacin, sin emplear la palabra, considera la realidad denominada

    carcter. Pero en esta tesis no se halla ninguna precisin escolstica acerca de la

    naturaleza del mismo. Ha de tomarse en cuenta que, estrictamente hablando, una

    diputacin jurdica es una realidad y que puede ser calificada de ontolgica; pero el texto

    considera, de acuerdo con la tradicin de la Iglesia, que esto no es suficiente para expresar

    la sustancia del ministerio. Si es reconocida la naturaleza sacramental de la ordenacin y su

    eficacia, ya aparece el fundamento real de la distincin entre el sacerdocio jerrquico y el

    sacerdocio comn de los fieles. Por lo mismo, se sigue afirmando en el ministro una

    participacin original del sacerdocio de Cristo; existe en el ministro, algo que no se

    encuentra en el fiel laico. El texto no dice nada, de manera explcita, sobre la permanencia

    de esta diferencia; sin embargo, no sera posible sacar de ah ninguna conclusin favorable

    a un sacerdotium ad tempus, concepcin que no tiene fundamento alguno ni en el Nuevo

    Testamento ni en la enseanza de la Iglesia, y que incluso es inconciliable con esta ltima.

    El resultado de esta participacin original del sacerdocio de Cristo se expresa en dos

    frmulas: el ministro jerrquico representa a Cristo a la cabeza de la comunidad y como

    de cara a ella. Se contemplan dos dimensiones: que el ministro est a la cabeza de la

    comunidad significa que l asume una representacin sacramental de Cristo Jefe (caput) de

    la Iglesia. Porque es, en cierto modo, el sacramento del Seor, representa a la comunidad

    delante del Padre. Esto no es fruto de una especie de representacin democrtica, sino de

    la capitalidad de Cristo ejercida a travs del ministerio. Podramos decir que esta primera

  • dimensin se sita, por decirlo as, en una lnea ascendente. Si la comunidad puede

    presentarse ante el Padre como el Cuerpo de Cristo, es nicamente porque Cristo es su

    Cabeza, cuyo sacramento es el ministerio jerrquico. Se ve cmo esta estructura

    sobrepasa las categoras puramente jurdicas o de eficacia pragmtica. Pero Cristo es

    tambin el Esposo de la Iglesia. Es el Salvador de la comunidad. Es lo que se expresa en

    las palabras de cara que sugieren su mediacin descendente. Podemos interrogarnos

    acerca de la relacin entre estas dos dimensiones, es decir, acerca de la cuestin de saber

    cul de las dos se presupone por la otra. La respuesta parece que debe orientarse en el

    sentido de reconocer a la segunda la primaca; la Iglesia es el Cuerpo de Cristo porque l,

    tomando la iniciativa, la adquiri por su muerte hacindola participar de la gloria salvadora

    de su resurreccin. No hay que olvidar, sin embargo, que, en el designio del Padre, el Hijo

    vino al mundo en vista del misterio del desposorio. Por tanto, junto a la causalidad eficaz,

    hay lugar para la consideracin de otra prioridad, derivada de la causalidad final.

    Todo lo que se ha dicho, justifica la afirmacin de que el sacerdocio es una

    manera especfica de vivir el servicio cristiano dentro de la Iglesia. Dentro de la Iglesia,

    es decir, del conjunto ordenado del Pueblo de Dios-Cuerpo de Cristo. Dentro de la Iglesia,

    no para excluir lo que se expresa con el vocablo ambiguo y polivalente de mundo, sino

    para recalcar que el ministerio mira, en primer lugar, a lo que constituye la identidad de la

    Iglesia en cuanto tal; y en espritu de servicio, como ha insistido tan frecuentemente el

    Concilio Vaticano II. Papel especfico, y no comn a todos los fieles. Manera [...] de

    vivir que abraza, por eso, el conjunto de la existencia del ministro. El ministerio no podra

    limitarse a algunos momentos lgidos de su funcin; es la vida misma del ministro la que

    est sellada por su participacin del sacerdocio de Cristo. El texto no emplea la palabra

    consagracin; posiblemente para evitar exageraciones en cuanto al alejamiento del

    ministro con respecto a la comunidad; pero la reflexin nos lleva a la misma realidad. Por

    lo dems, los matices a la cabeza y de cara, que examinamos anteriormente

    demuestran claramente la proyeccin, en el ministro, de la tensin entre la inmanencia y la

    trascendencia.

    2. Un punto de referencia

  • Si consideramos globalmente los tres campos entre los cuales se distribuyen

    habitualmente las funciones ministeriales, apreciaremos fcilmente que los lmites con las

    competencias de los laicos no son siempre muy claros. Ya algo se ha dicho a propsito de

    la proclamacin de la Palabra; pero tambin hay ejemplos en el campo litrgico, as como

    en el del gobierno pastoral. El caso de las funciones diaconales es particularmente

    interesante a este respecto: no se encuentra ninguna tarea diaconal que no pueda ser

    ejecutada por un laico, por lo menos mediante una autorizacin jerrquica.

    Pero, entre otras, hay una funcin distintiva del sacerdocio jerrquico: la de presidir

    la Eucarista. Si juntamos esta afirmacin con la que precede, subrayando los dos aspectos

    a la cabeza y de cara, veremos la coherencia que existe entre stos y las consideracin

    de la Eucarista como sacrificio de la Iglesia en Cristo, y de Cristo por la Iglesia. El texto

    se expresa en forma mesurada empleando las palabras ms claramente. Esta expresin se

    justifica ya sea por el lugar central que la Eucarista ocupa en la vida de la Iglesia, ya sea

    por la consideracin de otras funciones que, segn la doctrina catlica, son tambin

    exclusivas del sacerdocio jerrquico. Conviene, sin embargo, comprender de manera justa

    esta exclusividad: no se trata de rechazar la participacin activa de los laicos ni de

    restringir su actividad a meras actitudes externas, sino de sealar que, sin el ejercicio del

    ministerio jerrquico, estas acciones eclesiales no alcanzan la realidad plena que ha sido

    querida por Cristo.

    Esto es precisamente lo que la teis afirma con respecto a la necesidad de la

    presidencia jerrquica para la realidad del culto eucarstico. Se sabe bien lo difcil que es

    probar esta aseveracin partiendo solamente de los enunciados escritos del Nuevo

    Testamento. Sin embargo, una larga tradicin permite establecer su certeza de tal manera

    que se puede afirmar que la celebracin de la Eucarista no logra obtener su plena realidad,

    es decir, el cumplimiento de su institucin, sino mediante el ministerio sacerdotal. De

    manera simplificada, es el sentido de la institucin el que se expresa cuando se dice que sin

    sacerdocio ministerial vlido no existe Eucarista vlida. Circunstancias ms difciles y aun

    dramticas no autorizan a un laico no sacerdote atribuirse la presidencia de la Eucarista. Y

    el juicio sobre la plenitud de la Eucarista en las Iglesias no catlicas depende en gran parte

    de la naturaleza de su ministerio. Si salimos de las categoras, a veces demasiado jurdicas,

  • encubiertas por los vocables vlido e invlido, encontraremos que, aun con un

    ministerio vlido, una Eucarista celebrada fuera de la comunin plena con la Iglesia

    catlica no posee toda la plenitud deseada por el Seor.

    El conjunto de estas consideraciones nos lleva a una reflexin acerca de la

    profundidad de las implicaciones entre la teologa del ministerio y las de la Iglesia y la

    Eucarista. No es posible ocultar sus consecuencias para el trabajo ecumnico.

    3. La Eucarista, cumbre de la Iglesia

    La doctrina de que la Eucarista es la cumbre de la Iglesia, no debera provocar

    sorpresa en ningn catlico. Su relacin profunda con el acontecimiento de Pascua y con la

    teologa sacerdotal subyacente a los relatos de la institucin as como a la epstola a los

    Hebreos justifica plenamente esta aseveracin. No escasean, en este sentido, enseanzas

    explcitas y solemnes de la Iglesia.

    Es necesario, sin embargo, tomar la Eucarista en toda su riqueza, y no limitarla a

    una visin ritualista, sin mayor relacin con la actitud interna, que es como el alma del

    sacrificio. Sobre esto se han expuesto ya algunas ideas con ocasin de las afirmaciones

    sobre el sacrificio de Cristo contenidas en la tesis III.

    El texto contiene dos afirmaciones: La primera expresa la relacin con la Eucarista, del

    ministerio de la Palabra y de la carga pastoral. La segunda sugiere el vnculo entre la

    Eucarista y el mundo.

    Es importante sealar la razn que justifica la relacin de los otros ministerios con

    la Eucarista. El misterio de la Iglesia puede resumirse en el concepto tan rico de

    comunin. Al servicio de esta comunin, como su instrumento y su manifestacin, existen

    la Iglesia y todo el orden histrico de la salvacin. La Palabra y el gobiernos deben ser

    encarados desde esta perspectiva. No se proclama el Evangelio sino en vista de la

    comunin en la fe y en la conversin. Por otra parte, el gobierno no pretende constituir una

    estructura justificada por s misma, sino establecer las condiciones externas, o mejor dicho,

    los aspectos visibles de la comunin invisible. Ahora bien, la comunin eclesial no logra

    en parte alguna una profundidad, un vigor y, podramos decir tambin, una realidad,

    comparable a lo que hay en Cristo al reconciliar a la humanidad con el Padre mediante su

  • sacrificio perfecto. La Palabra introduce a los hombres en este misterio; el gobierno

    asegura su visibilidad histrica y social. Pero esta cima de la comunin que es el sacrificio

    de Cristo, es tambin para la Iglesia una fuente de actividad. En efecto, la comunin con el

    Padre por Cristo y en el Espritu entraa exigencias muy concretas de comunin con los

    hombres, y no solamente en el aspecto religioso, sino tambin en los campos temporales.

    De la contemplacin y de la gracia del misterio eucarstico proviene una unidad profunda

    de la vida cristiana.

    Es, por tanto, natural que la tesis termine con una mirada hacia el mundo. El

    cristiano encuentra su situacin entre los hombres a partir de su visin del misterio de

    Cristo en la Eucarista. Es ella quien descubre al cristiano la densidad de su servicio a los

    hombres, el sentido ltimo de su actividad aun temporal. Quien no tiene todava la luz de la

    fe cristiana, no puede descubrir una realidad que es ms profunda que todas las

    realizaciones. Pero cualquier realizacin fraternal es una irradiacin del designio de

    salvacin en Cristo, irradiacin que normalmente debera llegar hasta la contemplacin y la

    participacin eclesial del misterio. Ah est una de la races ms vlidas de la tarea

    misionera.

    El texto emplea la palabra consagra. Bien conocidas son las dificultades que han

    surgido a este propsito. Aqu est claro que el sentido no tiene nada que ver con una

    perspectiva sacralista, teocrtica, o con un desconocimiento de la legtima autonoma

    de las realidades temporales. Se puede interpretar aqu este trmino en el sentido positivo:

    es la Eucarista, en la plenitud de su significacin y de su contenido, la que es la fuente de

    todo compromiso temporal del cristiano. Se ve, pues, cmo el acto central del culto

    cristiano no solamente tiene un papel unificador de los elementos, por as decir, internos de

    la Iglesia, sino tambin de sta en sus relaciones con el mundo.

    Tesis V

    1. En los orgenes de la Iglesia

    Ha de reconocerse el hecho de que las estructuras ministeriales conocieron un

    desarrollo cuyo trmino puede situarse hacia la mitad del siglo II. El examen de los textos

  • del Nuevo Testamento no nos permite establecer con precisin este proceso, ni trazar sus

    etapas con exactitud. Este hecho no se debe solamente al carcter lacunario de los datos

    neotestamentarios, sino tambin a otra realidad: este desarrollo no sigui idntica lnea en

    todas partes. Adems la rapidez de la cristalizacin de las estructuras tampoco fue en todas

    partes la misma.

    La reconstitucin del camino recorrido desde los Apstoles hasta las situacin

    descrita en las cartas de San Ignacio de Antioqua o, si se prefiere, de la Tradicin

    Apostlica de San Hiplito de Roma comprende, pues, una parte de hiptesis, y los datos

    fragmentarios permiten diferentes interpretaciones sobre ciertos puntos. Empero un estudio

    serio del Nuevo Testamento nos permite sostener con certeza que ya en las comunidades

    primitivas existan elementos estructurales que no se pueden reducir a las solas actividades

    carismticas. La tesis considera ilegtima e infundada la hiptesis de que en un comienzo

    hubiera habido dos tipos de comunidades: unas carismticas y sin estructura ministerial,

    otras provistas de esta estructura. Puede admitirse que, en ciertos lugares, la estructura

    evolucion con bastante rapidez, lo cual no significa que no existiera en los otros, y menos

    todava que esta supuesta diferencia pudiera justificar en adelante dos tipos de constitucin

    eclesial, igualmente legtimos con respecto al designio de salvacin. Volvemos aqu a la

    afirmacin de la primera tesis, acerca del carcter esencial de ministerio jerrquico para la

    plena realidad de la iglesia de siempre.

    En el esfuerzo realizado por reconstituir las etapas de maduracin de que habla la

    tesis, es posible caer en varios defectos. Por una excesiva simplificacin se puede

    desconocer el carcter ambiguo del vocabulario ministerial del Nuevo Testamento, y aun

    ignorar la semntica de las palabras; se pueden valorar demasiado algunos textos

    atribuyndoles una extensin geogrfica que no les corresponde; podra alguno olvidar

    tambin la progresin que hay aun dentro del Nuevo Testamento. Estos defectos y otros

    semejantes no son frecuentes hoy da, dado el espritu crtico que rige los estudios de

    teologa cientfica. Pero este mismo espritu puede ser fuente de otros excesos, entre los

    cuales podra sealarse cierta manera de considerar los hechos aislndolos de la tradicin

    viva de la Iglesia, o bien la atencin exclusiva y privilegiada concedida a un documento,

    aun bblico, estableciendo, por decirlo as, un canon dentro del canon de las Escrituras.

  • Ms peligroso todava sera considerar los datos del Nuevo Testamento como un cmulo

    de elementos desconectados, sin un hilo conductor, de donde las generaciones cristianos

    posteriores pudieran extraer a su antojo ciertos elementos sin preocuparse mayormente de

    los otros, y como si la eleccin correspondiera a criterios de eficacia prctica sin mucha

    relacin con una voluntad de Cristo en cuanto a la estructura de la Iglesia. Hay que admitir

    que el rostro del ministerio lleva en s una parte no despreciable de elementos socio-

    histricos, pero sera inconciliable con la doctrina catlica el forzar estos componentes

    hasta un vaciamiento real del sacerdocio ministerial. Una vez ms se confirma hasta qu

    punto es verdadero que la Iglesia no extrae solamente de la Sagrada Escritura su certeza

    acerca del contenido total de la Revelacin(24).

    2. Ministerio y Carisma

    Las dificultades para abordar este tema comienzan con el vocabulario. En efecto,

    con pleno derecho se puede reconocer al ministro jerrquico un aspecto carismtico; por

    otra parte, no se puede negar a los carismas un aspecto ministerial, aunque no jerrquico.

    Ms an: puede ocurrir que en una persona determinada se sumen los dones carismticos y

    las funciones ministeriales.

    Se dir, a veces, con demasiado apresuramiento, que el ministerio ahoga con

    frecuencia los carismas, y a esto se responder que los carismas corren el riesgo de

    perturbar el orden de la comunin visible. El derecho ser puesto del lado del ministerio,

    reservando el Espritu para el movimiento carismtico. Estos enunciados tienen algo muy

    caricaturesco; expresan, sin embargo, tendencias que en el da de hoy no son sino muy

    reales.

    Si el texto afirma la complementariedad entre ministerio y carisma en la Iglesia

    primitiva, est sealando, en primer lugar, un hecho histrico; pero es necesario extender el

    valor del enunciado al conjunto de la historia de la Iglesia. Dicho esto, hay que reconocer

    que los intercambios entre ministerio y carisma han conocido siempre dificultades y

    tensiones, pero tambin preciosos enriquecimientos. La historia proporciona un repertorio

    muy amplio de ejemplos en ambos sentidos, y hay que tener un sentido crtico muy agudo

    para considerarlos con toda la objetividad necesaria. En particular, es bastante difcil emitir

  • un juicio cuando una intervencin jerrquica ha detenido un movimiento carismtico o

    considerado como tal, ya que falta un elemento importante: el desarrollo que hubiera

    podido producirse a continuacin, en un sentido o en otro, sin lo cual la interpretacin

    histrica puede experimentar una influencia bastante honda de los prejuicios.

    El ejemplo de la Iglesia de Corinto, ejemplo predilecto de los autores que se

    inclinan del lado carismtico, demuestra claramente la necesidad de la intervencin

    apostlica, y en un sentido que tenemos derecho a interpretar como jerrquico, para

    reglamentar el ejercicio de los carismas. Hoy en da se mira tambin el papel del derecho

    eclesistico como elemento necesario para asegurar la libertad de los fieles en el ejercicio

    de sus carismas personales.

    Queda, sin embargo, una cuestin grave que puede plantearse ms o menos en estos

    trminos: Cmo puede la autoridad eclesistica, que no es infalible en todas sus

    decisiones, atribuirse el derecho de juzgar los dones que dependen de la libertad soberana

    del Espritu? Qu pensar de las estrecheces humanas que parecen haber sofocado

    iniciativas autnticamente carismticas? En el fondo, es el problema de la obediencia

    eclesial en una hiptesis que puede verificarse bien real.

    Ninguna solucin jurdica parece posible. Si se quiere tener una respuesta, hay que

    buscarla en la naturaleza de la Iglesia. Puesto que ella es el sacramento de salvacin, y esto

    aun a pesar de las limitaciones de sus miembros, debemos creer que el Espritu Santo

    obrar de tal manera que no se pierda definitivamente para el Cuerpo de Cristo ninguna

    riqueza verdadera dispensada por l. Entramos en las sombras del misterio, constatamos la

    impotencia humana para juzgar el conjunto de la historia cuyo secreto el Maestro no ha

    querido revelar. Solucin espiritualista, dirn algunos. Solucin espiritual, ms bien, y

    tal vez la nica posible. Respuesta que no desconoce las tensiones ni las limitaciones, que

    no suprime el carcter doloroso de las situaciones concretas, y que sobre todo no dispensa

    de la bsqueda sincera ni de la disposicin al dilogo. Pero que cree firmemente que en el

    misterio de la Iglesia hay Alguien ms grande que nosotros y cuyos caminos no son los

    nuestros.

    A estas alturas conviene recordar una condicin necesaria para la vida eclesial: la

    humildad. Esta virtud es indispensable al ministerio jerrquico, tanto para reconocer que

  • las autnticas iniciativas del Espritu brotan con frecuencia entre aquellos que no estn

    constituidos en autoridad, cuanto para considerar con benevolencia ciertas actuaciones que,

    al menos en su expresin, tienen algo de excesivas. El condicionamiento histrico,

    sociolgico y sobre todo psicolgico ejerce una influencia innegable sobre el portador de

    un carisma. Es imposible, por lo dems, separar el elemento humano, de lo que proviene

    desde Arriba. La comprobacin de excesos no debera ser causa de un rechazo sin ms

    trmites, sino ms bien de un examen profundo, condicin del discernimiento de los

    espritus. Pero la humildad es igualmente necesaria para aqul que pretende haber recibido

    una misin del Espritu. En primer lugar, porque puede estar equivocado, lo que sera un

    gran perjuicio no slo para l, sino tambin para la Iglesia. En seguida, para examinar

    cuidadosamente el peso de los factores no espirituales en su actuacin. Finalmente porque

    la historia nos demuestra cun beneficioso y consolidador ha sido el juicio del ministerio

    en el conjunto de la comunin eclesial para los movimientos autnticos del Espritu, el cual

    no est ausente, sino presente, aunque de manera diferente, en el ministerio jerrquico.

    Tesis VI

    Colegialidad

    He aqu una palabra que despus del Concilio goza de una gran actualidad y que

    responde a realidades que pertenecen a la sustancia de la Iglesia. Este vocablo est

    emparentado con otras expresiones, como, por ejemplo, comunin, participacin,

    solidaridad, sobornost, conciliaridad, etc. Le podramos encontrar incluso una

    relacin con la democracia, pero aqu se impone, desde el principio, una distincin: no se

    puede trasponer tal cual al dominio eclesial el concepto de la democracia poltica, si bien

    se puede sealar cmo la estructura de la Iglesia contiene ciertos elementos que, dentro de

    la terminologa actual, podran ser denominados democrticos. Es permitido pensar que

    no es feliz la trasposicin de vocablos tales como monarqua, aristocracia o

    democracia para designar la estructura de la Iglesia, ya que la analoga que puede

    encontrarse en ellos para ser demasiado limitada y constantemente deben hacerse reservas.

  • El Concilio Vaticano II emple la palabra colegio en un sentido muy preciso: el

    conjunto de Obispos catlicos en comunin jerrquica con el Obispo de Roma, Sucesor de

    Pedro. Se dice de este colegio que posee una autoridad suprema dentro de la Iglesia. Aqu

    no se pretende profundizar los diversos problemas especulativos que quedan abiertos con

    respecto a la colegialidad episcopal; eso es objeto del informe as como de las

    proposiciones de la Comisin que conciernen a esa materia.

    El objetivo de esta ltima tesis sobre el sacerdocio es sealar una perspectiva

    general del ministerio que podra expresarse en formulaciones diferentes. Puede decirse, en

    primer lugar, que esta colegialidad excluye tanto una perspectiva puramente vertical

    cuanto otra demasiado horizontal; son necesarios los dos aspectos de unidad y pluralidad

    o, si se prefiere, de un centro y una periferia. Habra que agregar que esto incluye una

    preocupacin de comunin. No se trata, pues, de un conflicto, ni siquiera de una

    concurrencia de poderes; se trata de los rganos de la comunidad eclesial, que es el

    objetivo de las estructuras, rganos que forman con ella el sacramento de la Iglesia. Habra

    que reconocer, adems, que las realidades que hemos llamado perifricas, no pueden ser

    reducidas a un papel meramente ejecutivo de las decisiones del centro, sino que ellas deben

    aportar elementos de juicio.

    Empero todo esto estara muy mal comprendido si la dimensin colegial fuera

    considerada como una inhibicin de la actividad personal, tanto de quien ocupa el lugar

    central como de los dems. La colegialidad no puede significar la interdiccin de toda

    iniciativa que no desembocara en decisiones corporativas; esto equivaldra a una parlisis

    del organismo eclesial. Situaciones particulares exigen soluciones particulares, tomadas

    evidentemente dentro del sentido de la comunin. Por este motivo las palabras una

    dimensin tienen su importancia para no considerar la colegialidad como una traduccin

    eclesial de los regmenes de asamblea, que por lo dems han demostrado ser bastante

    ineficaces en el terreno temporal. Una dimensin subraya la necesidad de prestar una

    justa atencin a otras dimensiones.

    El texto destaca la analoga entre los dos niveles de colegialidad que se mencionan.

    Teolgicamente hablando, es seguro que la relacin Obispos-Papa no es exactamente la

    misma que la de sacerdotes-Obispo. No slo hay que tomar en cuenta la diferencia de

  • nivel, sino tambin la diferencia sacramental y las consecuencias que de all se desprenden.

    En cuanto al magisterio, est claro que el oficio de los Obispos como testigos autnticos de

    la fe no puede ser atribuido, de la misma manera, a los sacerdotes. Por lo dems, no es

    posible acordar a una comunidad presidida por un sacerdote, la misma realidad en cuanto

    Iglesia particular o local, que a la comunidad cuya presidencia es propia de un Obispo. No

    se trata, en modo alguno, de una problemtica puramente jurdica; estamos en el terreno de

    lo sacramental.

    Es acertado pensar que esta dimensin colegial supone una visin de la Iglesia

    como comunin a la vez visible e invisible en la fe, la esperanza y la caridad. Supone

    tambin en la doctrina catlica que la comunin se refiere siempre a un centro, no

    solamente a un centro invisible que es siempre Cristo actuando por el Espritu, sino

    tambin a un centro visible y sacramental que es, segn los grados, el Sucesor de Pedro o

    todo Obispo local. Finalmente, no debemos olvidar que la colegialidad eclesial tiene un

    alma, un espritu, y que este espritu debe estar alerta no solamente en cuanto a los fines,

    sino tambin en cuanto a los medios. Porque medios inadaptados a la naturaleza de la

    comunidad eclesial pueden daar tanto a los objetivos ms justificados, como a la

    comunin misma. Hablando de cosas de Iglesia, es imposible no volver finalmente a los

    problemas de espritu.

    Retirado de: http://www.mercaba.org/CTI/1sacerdocio_catolico.htm (12/05/2015; 15h40)