Regímenes híbridos: de las democracias fallidas al autoritarismo competitivo

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Un acercamiento preliminar para un diagnóstico político Regímenes híbridos: de las democracias fallidas al autoritarismo competitivo Ysrrael Alberto Camero Guevara [email protected] @ysrraelcamero Las definiciones de democracia y dictadura, de un régimen libre y de uno autoritario se encuentran suficientemente desarrolladas en la literatura especializada, y son fácilmente reconocibles. Más allá de las diferencias específicas de cada entramado institucional, derivado de cada historia particular, los conceptos de democracia y dictadura gozan de un consenso amplio. Las dictaduras, regímenes abiertamente autoritarios, se caracterizan por la restricción generalizada de los derechos ciudadanos, la desaparición de la oposición, la inexistencia de las libertades públicas, de expresión, de asociación, la inexistencia de elecciones libres y abiertas, así como de la representación pluralista de la sociedad. Los regímenes democráticos se caracterizan por la vigencia de las libertades públicas, por el Estado de Derecho, por la división y separación de poderes, la autonomía institucional, la existencia de unas estructuras para proteger y promover los derechos ciudadanos, la limitación legal en el ejercicio del poder, que es responsable. El origen del poder es la soberanía popular, fruto de elecciones libres, limpias y abiertas, de carácter competitivo. El funcionamiento del poder en una democracia está limitado por la vigencia de los derechos individuales, legalmente amparados, y los gobernantes están controlados por los ciudadanos a través de instituciones legales. La garantía de la libertad de expresión se evidencia en la existencia de medios de comunicación independientes y alternativos. La garantía de la libertad de asociación se expresa en un pluralismo político representado en las instituciones del Estado. Durante la Guerra Fría (1946-1991) el mundo parecía estar racionalmente organizado. Los consensos en torno a dichos conceptos parecían establecer una pauta común de funcionamiento, y un posicionamiento automático frente a determinados regímenes. De esta manera, por ejemplo, la política de promoción y defensa de la democracia practicada por varios países latinoamericanos, especialmente Venezuela, tenía en los regímenes dictatoriales su adversario a vencer, y en la construcción de un sistema democrático su objetivo final.

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Un acercamiento preliminar a los conceptos de régimen híbrido y autoritarismo político para hacer un diagnóstico sobre el caso venezolano.

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Un acercamiento preliminar para un diagnóstico político

Regímenes híbridos: de las democracias

fallidas al autoritarismo competitivo

Ysrrael Alberto Camero Guevara [email protected]

@ysrraelcamero

Las definiciones de democracia y dictadura, de un régimen libre y de uno

autoritario se encuentran suficientemente desarrolladas en la literatura

especializada, y son fácilmente reconocibles. Más allá de las diferencias específicas

de cada entramado institucional, derivado de cada historia particular, los conceptos

de democracia y dictadura gozan de un consenso amplio.

Las dictaduras, regímenes abiertamente autoritarios, se caracterizan por la

restricción generalizada de los derechos ciudadanos, la desaparición de la

oposición, la inexistencia de las libertades públicas, de expresión, de asociación, la

inexistencia de elecciones libres y abiertas, así como de la representación pluralista

de la sociedad.

Los regímenes democráticos se caracterizan por la vigencia de las libertades

públicas, por el Estado de Derecho, por la división y separación de poderes, la

autonomía institucional, la existencia de unas estructuras para proteger y

promover los derechos ciudadanos, la limitación legal en el ejercicio del poder, que

es responsable. El origen del poder es la soberanía popular, fruto de elecciones

libres, limpias y abiertas, de carácter competitivo.

El funcionamiento del poder en una democracia está limitado por la vigencia de los

derechos individuales, legalmente amparados, y los gobernantes están controlados

por los ciudadanos a través de instituciones legales. La garantía de la libertad de

expresión se evidencia en la existencia de medios de comunicación independientes

y alternativos. La garantía de la libertad de asociación se expresa en un pluralismo

político representado en las instituciones del Estado.

Durante la Guerra Fría (1946-1991) el mundo parecía estar racionalmente

organizado. Los consensos en torno a dichos conceptos parecían establecer una

pauta común de funcionamiento, y un posicionamiento automático frente a

determinados regímenes. De esta manera, por ejemplo, la política de promoción y

defensa de la democracia practicada por varios países latinoamericanos,

especialmente Venezuela, tenía en los regímenes dictatoriales su adversario a

vencer, y en la construcción de un sistema democrático su objetivo final.

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Pero había funcionamientos del poder político que no entraban claramente dentro

de las dos categorías fundamentales. Efectivamente, existían en algunos regímenes

lo que se concebían como resabios autoritarios, o limitaciones importantes en el

funcionamiento de su democracia. En los años sesenta y setenta se reconocía la

existencia de regímenes electorales, que aunque eran multipartidistas no eran

democráticos. Singapur, Malasia, Senegal, Sudáfrica son algunos de estos ejemplos.

En América Latina, la hegemonía política del PRI en México, donde persistían

rasgos autoritarios de control, no evitaba que fuera considerada una “democracia a

la mexicana”. En un contexto latinoamericano donde predominaban los regímenes

de fuerza, encabezados por militares, con violación sistemática de los Derechos

Humanos, alcanzar un sistema en el cual el Presidente sea elegido por una votación

universal, directa y secreta en un clima de libertades públicas, ya era una meta

democrática importante.

Un Nuevo Mundo

Tras el fin de la Guerra Fría, entre 1989 y 1991, el derrumbe del bloque soviético, la

finalización exitosa de las transiciones a la democracia en América Latina, el inicio

de las democratizaciones en las antiguas repúblicas soviéticas y en los Estados de

Europa del Este, sembraron de optimismo a los demócratas del mundo. Parecía

haber llegado una “primavera de los pueblos” de la mano de la democracia liberal,

que se convertiría, al parecer de algunos autores como Fukuyama, en el único juego

destinado a permanecer.

Muy pronto el optimismo empezó a ceder paso a la preocupación. En algunas

ocasiones las transiciones post autoritarias no desembocaban en un régimen

democrático. Se consideró que los regímenes parcialmente libres eran transiciones

fallidas, sistemas estancados en medio de un proceso de cambio, que con el tiempo

tenderían a deslizarse hacia una democracia plena, o hacia un nuevo autoritarismo.

Pero algunos de estos regímenes tendieron a estabilizarse preservando

características autoritarias que coexistían con rituales democráticos.

Para intentar enfrentar los nuevos fenómenos los investigadores Juan Linz y

Stepan en 1996 amplían su caracterización de los regímenes no democráticos para

incluir el post-totalitarismo y el sultanismo, analizando estos artefactos políticos a

partir de cuatro categorías: el pluralismo, la ideología, la movilización y el

liderazgo.

En el caso del post-totalitarismo el pluralismo está limitado, no es responsable,

no existiendo pluralismo político, la movilización es escasa, la existencia de un

partido oficial limita el reclutamiento burocrático del liderazgo.

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Bajo el sultanismo se mantiene el pluralismo económico y social, pero es

susceptible a cualquier tipo de intervención arbitraria y despótica, al no existir

Estado de derecho ni imperio de la ley, lo que se vincula a la escasa

institucionalización. Ideológicamente hay una manipulación permanente de

símbolos alrededor de la glorificación del líder. El liderazgo es personalista y

arbitrario, con una muy baja movilización, fundamentalmente vinculada al

clientelismo o a la coerción.

Autoritarismos electorales y pseudo-democracias

En aquellos regímenes donde existen instituciones políticas formalmente

democráticas, pero que sirven fundamentalmente para ocultar un dominio

autoritario del poder, estaríamos en presencia de pseudo-democracias, porque

no existe una arena de juego realmente abierta para la competencia política, que

sea libre y justa, para permitir que el grupo dominante ceda el poder

voluntariamente en caso de perder el apoyo de la mayoría de la población electoral.

De esta manera se va configurando un régimen “híbrido”, que no es democrático,

pero tampoco es dictatorial. Conserva rituales, procedimientos típicos de los

sistemas políticos democráticos, pero estos procedimientos están intervenidos,

penetrados, condicionados, impidiendo que se conviertan en un cambio efectivo en

la correlación y funcionamiento del poder.

Definir estos regímenes ha traído consigo la proliferación de conceptos. La noción

de la “democracia delegativa” de O’Donnell en 1994 fue una de las más

empleadas. Esta categoría hacía énfasis en la vinculación con la cultura

presidencialista y caudillista, definiendo en ese marco sus características: (1)

Tendencias plebiscitarias y el mito de la delegación: quien gana una elección

presidencial aparece autorizado (mediante la delegación electoral) para gobernar el

país como le parezca conveniente; (2) Los presidentes se presentan "por encima"

de los partidos y los intereses privados; (3) La responsabilidad política es sólo

vertical, mientras que son hostiles a la responsabilidad "horizontal" (control de las

acciones del ejecutivo por otras instituciones públicas) puesto que los presidentes

ven a los Congresos y a las Cortes de justicia como "unnecessary encumbrances"

para su "misión"; (4) Los presidentes se aíslan ellos mismos del resto de las

instituciones políticas y se convierten en los únicos responsables de "sus" políticas;

(5) Interpretación populista de la democracia (el componente liberal de las

democracias delegativas es muy débil y una tradición democrática de extremo

individualismo intenta generar una mayoría), dado que las democracias delegativas

son fuertemente mayoritarias y movimientistas.

Para O’Donnell y Schmitter una transición fallida desde un gobierno autoritario

podía desembocar en un régimen autoritario liberalizado (dictablanda) o una

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democracia iliberal (democradura). Linz, Seymour Martin Lipset y Diamond los

denominaron “semi-democráticos”, ya que se caracterizaban por importantes

restricciones en la competencia política y electoral, que derivaban en poderes muy

limitados de los candidatos electos, o en la realización de elecciones que no podían

ser catalogadas como libres y justas, por lo que el resultado oficial distaba de las

preferencias reales de los ciudadanos, igualmente la limitación de las libertades

civiles y políticas podía inhibir la organización y expresión de algunas expresiones

políticas.

La separación entre democracia electoral y democracia liberal parece ser útil para

acercarnos a la caracterización de estos regímenes. La democracia electoral tiene

un carácter limitado al derecho efectivo al sufragio y a la recurrencia de los

procesos electorales competitivos.

Por democracia liberal, sostiene Diamond, entenderíamos aquella en que en los

principales aspectos del gobierno privan la libertad, justicia, transparencia,

responsabilidad y el estado de derecho del proceso electoral, así como la

articulación, competencia y representación de interés.

Aquellas democracias iliberales pueden llegar a ejercer recurrentemente las

elecciones, pero no hay garantías de derechos efectivos, por lo que pueden tornarse

autoritarias. En esta línea, los regímenes electorales autoritarios pueden ser

autoritarios competitivos o hegemónicos.

En el siguiente cuadro podemos ver una clasificación de 2001 de 192 países, lo que

no hace sino expresarnos la confusión reinante para definir los límites entre los

distintos regímenes:

Tipos de régimen Número %

Democracia liberal 73 38% Democracia electoral 31 16,1% Regímenes ambiguos 17 8,9% Autoritario competitivo 21 10,9% Autoritario electoral hegemónico 25 13% Autoritario políticamente cerrado 25 13%

Tomado de Diamond (2004)

Diamond reconoce que en el mundo hay una tendencia a la desaparición de los

regímenes autoritarios cerrados, pero así como crecen las democracias liberales en

la misma proporción están creciendo las pseudo-democracias.

La diferencia entre la democracia electoral y el autoritarismo electoral se vincula

tanto con las libertades efectivas como con el significado que tiene el proceso

electoral para la definición de la correlación y funcionamiento institucional del

poder. En la democracia electoral las elecciones son reales, libres, justas y abiertas,

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y su resultado determina efectivamente al poder. En el autoritarismo electoral el

proceso de sufragio funciona exclusivamente como una fachada de legitimación del

poder autoritario, y no es posible que modifiquen ni la correlación real ni mucho

menos el funcionamiento mismo del poder.

Para calificar unas elecciones de libres los obstáculos legales para participar deben

ser mínimos, debe existir plena libertad para los candidatos y seguidores para

realizar su campaña electoral, los votantes deben estar libres de coerción para

ejercer su derecho al sufragio. La libertad para realizar una campaña electoral

descansa sobre la libertad de expresión, de movimiento y de asociación.

Los autoritarismos electorales emergen cuando las violaciones a los criterios

mínimos para la democracia crean un campo de juego político tremendamente

desigual entre gobierno y oposición, hasta llegar a impedir al alternabilidad en el

ejercicio del poder.

La presencia de la violencia política como práctica organizada ampliamente por el

Estado o por el grupo gobernante como mecanismo para atemorizar, inhibir o

desmoralizar a la oposición es componente fundamental para determinar el

carácter autoritario de un régimen.

Aparte de libres, las elecciones han de ser justas, por lo que se requiere una

administración neutral del proceso electoral. Esto implica que la administración

electoral toma medidas efectivas contra el fraude; que el tratamiento de la policía,

el ejército y los tribunales es imparcial durante todo el proceso; que todos los

contendores tienen similar acceso a los medios públicos de comunicación; que las

reglas de juego no ponen en desventaja permanentemente a la oposición; que se

permite el monitoreo y conteo independiente en todos los espacios; que el secreto

del voto es protegido; que todos los adultos puedan votar; que es transparente y

público el procedimiento para el conteo del voto y que existe un procedimiento

imparcial y claro para resolver los reclamos.

Otro autor, el italiano Leonardo Morlino, clasifica a los regímenes híbridos en tres

categorías. Bajo las “democracias sin ley” el Estado es demasiado débil para

preservar un proceso electoral o para garantizar los derechos civiles. En las

“democracias protegidas” hay actores que limitan la libertad efectiva de los

ciudadanos para votar, bloquean la admisión del disenso y de la oposición e

impiden el funcionamiento correcto del proceso electoral. En las “democracias

limitadas”, a pesar de la existencia formal de procedimientos electorales y de

cargos electos, la falta de garantía para el ejercicio de los derechos civiles, así como

la existencia de un monopolio sobre los medios de comunicación, crea un ambiente

hostil para el ejercicio de la política, impidiendo la conformación de una oposición

efectiva de partido.

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Freedom House define siete ámbitos de interés para evaluar el deslizamiento de un

régimen hacia formas crecientemente autoritarias:

1. Limitaciones en el Estado de Derecho.

2. Un proceso electoral intervenido externamente, condiciones desiguales

susceptibles de alterar significativamente la libre voluntad de los

ciudadanos.

3. Un funcionamiento del gobierno sin institucionalidad ni división de poderes.

4. Ataques contra el pluralismo político y la participación.

5. Limitaciones a la libertad de expresión.

6. Limitaciones la libertad de asociación y organización.

7. Restricciones a la autonomía y libertad individual.

Por otra parte se definen fundamentalmente cinco temas recurrentes en el

acercamiento a los regímenes híbridos en general:

1. Competencia política limitada.

2. La existencia de jugadores con veto, pero sin responsabilidad política, están

fuera de control.

3. Falta de autonomía e independencia de las instituciones representativas.

4. Procesos electorales recurrentes, pero afectados por irregularidades y bajo

profundas desigualdades entre gobierno y oposición.

5. Limitaciones a los derechos y a las libertades públicas.

Autoritarismo competitivo

Uno de los conceptos más certeros para acercarnos a comprender la deriva

autoritaria venezolana es el construido por Steven Levitsky y Lucan A. Way,

denominado autoritarismo competitivo.

Este concepto ha sido empleado por Michael Penfold y Javier Corrales en su obra

“Un dragón en el trópico” para comprender el proceso venezolanos. Para Levitsky y

Way, los criterios mínimos de funcionamiento de una democracia plena son los

siguientes: (1) Los cuerpos ejecutivo y legislativo son elegidos a través de elecciones

abiertas, libres y justas; (2) virtualmente todos los adultos tienen derecho a votar;

(3) Los derechos políticos y las libertades civiles, incluida la libertad de prensa, la

libertad de asociación y la liberad de criticar al gobierno sin represalias, son

ampliamente protegidos; y (4) las autoridades elegidas tienen autoridad real para

gobernar y no están sujetas al control tutelar del ejército o a los líderes religiosos.

A pesar de que en el autoritarismo competitivo son las instituciones democráticas

formales el medio principal para obtener y ejercer la autoridad política, los

funcionarios violentan recurrentemente todas las reglas de la democracia para

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impedir un cambio en el funcionamiento del poder, creando un campo de juego

político muy desigual entre el gobierno y la oposición.

Bajo este tipo de regímenes los funcionarios disponen arbitrariamente de los

recursos del Estado, abusando de su empleo durante las elecciones. Bloquean o

limitan el acceso a los opositores a los medios de comunicación. Persiguen a los

candidatos de oposición y a sus seguidores, así como a periodistas disidentes,

críticos del gobierno. Emplean el espionaje contra los opositores, la amenaza, el

arresto, el exilio, llegando en ocasiones a asesinar.

Pero los funcionarios de los regímenes competitivos no pueden prescindir por

completo de las reglas democráticas, ni reducirlas a fachadas inútiles. En vez de

violar abiertamente las normas, se emplea el soborno, la cooptación y otras formas

más sutiles de persecución, como el uso de los recursos del Estado, las autoridades

judiciales u otros organismos para presionar “legalmente” un comportamiento

cooperativo de los críticos.

La pervivencia de las reglas, los rituales, los procedimientos democráticos bajo el

autoritarismo competitivo permite que los sectores democráticos tengan un

margen de maniobra mayor que si enfrentaran a un gobierno abiertamente

autoritario.

Dimensiones Autoritarismo competitivo

Pluralismo Limitado y de progresiva liberalización.

A nivel social y político. Competencia y competitividad

Efectiva pero escasa. Amplio margen de victoria del oficialismo.

Condiciones no equitativas de competencia.

Oposición como debate público

Procedimientos formales habilitantes.

Ausencia formal de restricciones. Oportunidad de la oposición

Restringida por ventajas institucionales y partidarias del oficialismo.

Fragmentación.

Injusticia. Competencia partidaria Dispareja por recursos asimétricos. Elecciones Percibidas como medio de acceso al

poder.

Arena válida pero no principal.

Tuteladas y reversión de resultados.

Ilusión de accountability vertical.

Incapaz de accountability horizontal. Expresión de preferencias – Manipulación electoral

Posible e incompleta.

Manipulación esencialmente informal

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formal e informal por vía del patronazgo. Victoria pre-electoral.

Manipulación intencional Responsabilidad Difusa y solo en el sector oficialista Reglas formales Claras y conforme a los procedimientos

democráticos, subvertidas por la informalidad

Incertidumbre y alternancia

Si y potencial pero no real alternancia.

Estabilidad Dependiente de la cohesión de la coalición dominante

Los autores identifican fundamentalmente cuatro arenas dentro de las cuales las

fuerzas de oposición le pueden plantar cara a estos regímenes, evitar un

deslizamiento autoritario y encaminarse hacia una democratización.

a) La arena electoral.

A pesar de que los procesos electorales están sometidos a todas las prácticas

de abuso de poder y de ventajismo estatal, a las limitaciones en el acceso a

los medios de comunicación, a la persecución y amenazas, bajo el

autoritarismo competitivo estos procesos llegan a ser reñidos, y pueden

llegar a constituir una amenaza al status quo gobernante. La presencia de

observadores internacionales y de un conteo independiente de los votos

pueden ser mecanismos a explotar para inhibir un arrebato autoritario del

poder para impedir una derrota electoral. El costo de un fraude masivo suele

ser muy alto para este tipo de regímenes.

b) La arena legislativa.

Los parlamentos se convierten, con frecuencia, en el punto focal de la

actividad de la disidencia bajo los autoritarismos competitivos. A pesar de

que son generalmente instituciones políticamente débiles en este tipo de

regímenes, se convierten en caja de resonancia, en foro político para colocar

los temas en la opinión pública, para organizarse y proyectarse. Es un

espacio que debe emplearse, no abandonarse. El costo político de cerrar el

parlamento es generalmente muy alto.

c) La arena judicial.

Este tipo de regímenes tiende a colocar al aparato judicial bajo su control,

bajo mecanismos diversos, como lo son la cooptación, el soborno,

construyendo redes clientelares, empleando el chantaje o la corrupción. La

formal autonomía del poder judicial y las limitaciones al control que el

Ejecutivo tiene del mismo pueden abrir espacio para la aparición de jueces

disidentes.

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d) Los medios de comunicación. Son susceptibles de convertirse en muros

de contención del autoritarismo.

En América Latina cuatro de cinco regímenes híbridos, identificados como

autoritarismos competitivos, se deslizaron hacia la democratización, República

Dominicana, México, Nicaragua y Perú, al igual que cuatro de cinco autoritarismos

competitivos en Europa Central, Croacia, Serbia, Eslovaquia y Rumania. En los

países vinculados a la antigua URSS la situación fue muy distinta, solo uno de los

autoritarismos competitivos alcanzó la democracia, dos si agregamos a Ucrania en

2014. Partiendo de estos hechos los autores hace énfasis en la cercanía con

Occidente como factor coadyuvante, por la influencia cultural, los medios, las redes

de elites, los efectos de la manifestación y presión directa de gobiernos

occidentales, lo que puede aumentar progresivamente el costo de mantener el

autoritarismo.

Dos temas no están tocados por los autores pero han de ser considerados

importantes en el análisis. Primero, la elevación del costo de la represión, para

evitar el progresivo deslizamiento autoritario, y para revertirlo a un proceso de

democratización parece estar vinculado a la movilización masiva, a la protesta

popular, social, pero cargada de política. Segundo, el tema de las fuerzas militares

no está tocado, pero amerita un tratamiento específico posterior, al considerarse

parte sustancial del régimen híbrido.

Alguna bibliografía

Corrales, Javier y Manuel Hidalgo (2013), “El régimen híbrido de Hugo Chávez en transición” en

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Countries: Latin America, Volume Four (Boulder, CO: Lynne Rienner and London:

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Levitsky, Steven y Lucan A. Way (2004), “Elecciones sin democracia. El surgimiento del

autoritarismo competitivo” en Estudios Políticos, No. 24. Medellín, enero-junio 2004 Estudios

Políticos No. 24. Medellín, enero-junio 2004.

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Morlino, Leonardo (2008), Hybrid Regimes or Regimes in Transition?, Madrid, FRIDE.

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