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    Espacio Abierto Cuaderno Venezolano de SociologaISSN 1315-0006 / Depsito legal pp 199202ZU44

    Vol. 19 No. 2 (abril-junio, 2010): 219 - 251

    Resistir obedeciendoPara una etnografa de la resistencia civilno armada en Medelln*

    Jaime Nieto Lpez*

    ResumenEl artculo pretende mostrar que la poblacin civil bajo dominio delos actores armadosno siempre hace de vctima pasiva de la violen-cia y la agresin armada, ni que su actitud sea inevitablemente la dela lealtad sumisa ante el dominio de los actores armados. Su prop-sito es ilustrar cmo en contextosurbanossignados por el control, eldominio y la violencia de los actores armados en conflicto como elcorrespondiente a la ciudad de Medelln, las comunidades barrialespobreshan realizado mltiples y variadas experiencias de resistenciacivil no armada frente a ese dominio de los actores armados sobresusterritorios y la comunidad. En otros trminos, su objetivo es mos-trarque el escenario y la dinmica social, poltica, econmica y cultu-

    ral de los territorios urbanos de la ciudad, no slo han estado prota-gonizados por los actores armados,sino tambin,por las comunida-des barriales, que con sus liderazgos y acciones colectivas, realiza-das muchas veces de manera clandestina, soterrada o simulada,oponen resistencia a este dominio. Para ello, presenta como ncleocentral de este artculo el resumen de dos narrativas de lderes ba-rriales de la Comuna9 en las que se pretenden contar algunas de es-tas experiencias comunitarias de resistencia civil no armada.

    Palabras caves: Resistencia, conflicto, comunidades, Medelln, co-muna, actores, fuga.

    * Este artculo recoge algunos de los hallazgos del autor en los marcos de la investigacin: Resis-tenciacivil no armadaal conflictoarmado y la exclusinsocial. Casos Comunas 8, 9 y 13 de Mede-lln. 2002-2006, realizadacon Mary LuzAlzate y Katherine Higuita (co-investigadoras) y Elizabeth

    Velez y Nathalia Garca (auxiliares de investigacin). El autor agradece especialmente el acompa-amiento de Elizabeth Velez en el trabajo de campo.

    ** Universidad de Antioquia. Medelln, Colombia. E-mail: [email protected]

    Recibido: 11-04-09/ Aceptado: 02-12-09

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    Resist ObeyingAn Ethnography for Unarmed Civil Resistancein Medellin

    AbstractThis article intends to show that a civilian population dominated byarmed actors does not always become the passive victim of violenceand armed aggression, nor is itsattitude inevitably that of submissiveloyalty in the face of domination by armed actors. The objective is toillustrate how in urban contexts like the city of Medellin, marked by

    the control, domination and violenceof armed actors in conflict, poorneighborhood communities have tried many and varied unarmedcivilresistanceactionsin thefaceof that domination by armed actorsover their territories and community. In other words, it aims to showthat in the scenario and the social, political, economic and culturaldynamics of urban territories, the protagonists are not only armedactors, but also neighborhood communities that oppose resistanceto this domination using their leadership and collective actions,which are often illegal, secret or simulated. The core of this article isthe summary of two narratives by neighborhood leaders inCommune9, which claimto relate some of these community expe-riences of unarmed civil resistance.

    Caves words: Resistance, conflict, communities, Medellin, com-mune, actors, flight.

    Introduccin

    Una de las tendencias ms marcadas de la confrontacin armada en Co-lombia a comienzos del siglo XXI, es su expansin territorial y urbanizacincrecientes, que ha llevado a los actores armados a una disputa cerrada por elterritorio y la poblacin1. Este giro poblacional y territorial implica una msdecidida inclusin de la poblacin civil en las estrategias de guerra de los acto-res armados, convirtindola en objetivo militar2. Por lo general, esta inclusin

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    1 En trminos generales estas tendencias no hanvariado en lo fundamental a pe-sarde la ofensiva militardesatadaporel gobierno delPresidente Uribe contra lasguerrillas y la desmovilizacin parcial de las paramilitares Autodefensas Unidas

    de Colombia (AUC), aunque su intensidad ha variado significativamente.2 Por lodems, esteno esun rasgo exclusivo dela guerraen Colombiasino co-

    mn a otras en diferentes regiones del planeta.

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    adopta dos formas, no necesariamente excluyentes: una, la de la convivencia(aunque quizssea msapropiado hablarde connivencia), y otra, la de la crimi-nalizacin. La convivencia suele ser el resultado de procesos previos de formasde criminalizacin y la criminalizacin pervive aun en situaciones consolidadasde convivencia. El lugar estratgico del territorio o de la zona, as como la con-formacin histrica, social, cultural y poltica de la poblacin, tambin incidenen la definicin de las formas alternativas de inclusin.

    En cuanto a la primera, ya lo ha observado el discurso acadmico inclusopara situaciones de conflictos armados internos diferentes al colombiano: enzonas de disputa, la violencia de los actores armados contra la poblacin civiles masiva y selectiva, cada vez ms selectiva en proporcin al mayor grado decontrol geo-demogrfico sobre la zona. En tales situaciones es comn que se

    subrayen las demandas mutuas de seguridad y lealtad entre la poblacin civil ylosactores armados dominantes. Por parte de la poblacin civil, la demanda deseguridad brota como el bien ms codiciado, el cual es satisfecho por el actorarmado mientras perdura su dominio; y la demanda de lealtad, a cargo de lapoblacin civil, se dispensa con labores de informacin y vigilancia al serviciodel actor de turno garante de seguridad. El costo de este intercambio es bas-tante alto para la poblacin civil. Por un lado, porque degella buena parte desu autonoma, y por el otro, porque la fragmenta3.

    Por otra parte, est la criminalizacin. Aunque probablemente Colombiatampoco difiera en esto de otras guerras locales en diferentes partes del mun-do4, ninguna otra fase de la guerra colombiana haba adquirido las proporcio-nes que ha adquirido en la actualidad en trminos de costos humanitarios re-sultado de esta creciente criminalizacin de la poblacin civil. El desplaza-

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    3 Cfr. Kalivas, Stathis, La violencia en medio de la guerra. Esbozo de una teo-ra. Anlisis Poltico #42, IEPRI-UNAL, Enero/abril de 2001; Ortiz, Carlos Mi-guel, Actores armados, territorios y poblaciones. Anlisis Poltico #42, IE-PRI-UNAL, Enero/abril de 2001.

    4 As lo subraya MaryKaldorcon eltrmino,nuevas guerras. Kaldor,Mary. LasNuevas Guerras. Tusquets. Barcelona. 2001. Para una discusin de la pers-pectiva de Kaldor, cfr. Pcaut, Daniel: Conflictos armados, guerras civiles ypoltica: relacin entre el conflicto colombiano y otras guerras internas con-temporneas, en: Luis Carlos Castillo Gmez (Editor). Colombia a comien-zos del nuevo milenio. 8 Coloquio Nacional de Sociologa. Facultad de Cien-cias Sociales y Econmicas, Departamento de ciencias Sociales. Santiago de

    Cali. Universidad del Valle. Cali. 2004. Tambin: Marchan, Rolan y ChristineMessiant, Las guerras civiles en la era de la globalizacin: nuevos conflictos ynuevos paradigmas.Anlisis Poltico #50, IEPRI-UNAL, enero-abrilde 2004.

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    mientoforzado, el confinamiento, las masacres, los homicidios, los secuestros,las desapariciones forzadas, la destruccin de bienes civiles y el reclutamientoforzado han sido las manifestaciones concretas de esta dura realidad. La fiso-noma de muchas ciudades grandes y medianas del pas, entre ellas Bogot,Medelln, Cali, Bucaramanga y Montera, entre otras, ha cambiado a raz de lasituacin de desplazamiento forzado a que han sido sometidos cerca de cuatromillones de colombianos.

    Es comn que se destaque esta condicin de vctima de la poblacin ci-vil por parte de buena parte de los estudios acadmicos o que, en el mejor delos casos, se desestime por parte de estos mismos estudios cualquier otraposibilidad de accin social diferente a la forzada y sumisa convivencia o a lacriminalizacin al ser incluida en las estrategias de guerra de los actores ar-

    mados.En este artculo pretendoir a contrapelode esta perspectivay mostrarque la poblacin civilbajo dominio de los actores armadosno siempre hacede vctima pasiva de la violencia y la agresin armada, ni que su actitud seainevitablemente la de la lealtad sumisa ante el dominio de los actores arma-dos. Pretendo mostrar cmo, pese a la intensidad y la polarizacin de la con-frontacin entre actores armados, al lado y en tensin con formas de convi-vencia o criminalizacin, se expresan y toman forma, con diferentes grados yniveles de consolidacin en el tiempo y en el espacio, mltiplesy variadasfor-mas de accin colectiva de resistencia civil no armada por parte de la pobla-cin civil frente a ese dominio.

    En contextos urbanos signados por el control, el dominio y la violencia delosactores armados en conflicto como el correspondiente a la ciudad de Mede-lln, las comunidades barriales pobres han realizado mltiples y variadas expe-riencias de resistencia civil no armada frente al dominio de tales actores. Porconsiguiente, se prende con este artculo hacer visibles a la investigacin aca-dmica y a los tomadores de decisiones estas experiencias comunitarias, mos-trar que el escenario y la dinmica social, poltica, econmica y cultural de losterritorios urbanos de la ciudad, no slo han estado protagonizados por los ac-tores armados, sino tambin, por las comunidades barriales, que con sus lide-razgos y acciones colectivas, realizadas muchas veces de manera clandestina,soterrada o simulada, oponen resistencia a este dominio.

    De acuerdo con lo anterior, presentar como ncleo central de este art-culo el resumen de dos narrativas de lderes barriales de la Comuna 9 en lasque se pretenden contar algunas de estas experiencias comunitarias de resis-tencia civil no armada. La presentacin estar precedida de una breve referen-

    ciaacadmica a lasms recientesexperiencias de resistencia realizadas pordi-ferentes categoras de actores sociales en Colombia y los aportes tericos quese han efectuado en referencia a ellas. Al final, presentar algunas conclusio-nes generales.

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    Trayectorias, lgicas y discursos

    Las experiencias colectivas de resistencia civil no armadas contra la guerrano son exclusivas de Medelln, y quizs ni siquiera de Colombia. Experiencias deresistencia civil no armadas se han conocido en muchos otros pases y regionesdelmundo. Sinembargo, sibien tienenen tales experienciasms generales,ante-cedentes y puntos de referencia fundamentales, las experiencias de Medelln queaqu se describen, presentan respecto de ellas tpicos y rasgos diferenciados, al-gunos muy marcados, tal y como lo intentaremos indicar enseguida.

    Los estudios sobre resistencia civil no armada en Colombia han tenidocomo referentes las movilizaciones nacionales contra la guerra o sus efectos so-brela poblacin civil, caracterizadas generalmente bajo la categora de sociedad

    civil por la paz. Tambin hantenido porreferencia a losmovimientosterritorialesprotagonizados por lo general por la poblacin indgena, afrodescendiente ycampesina, bajo la categora de resistencia civil. Lo quedestacaen casi todas es-tas aproximaciones tericas es su marcado nfasis poltico, as mismo la rela-cin directa que establecen entre el fenmeno de la resistencia civil con el con-flicto armado colombiano, su capacidad de interlocucin con los actores arma-dos, las exigencias de no ser involucrados en el conflicto armado, el derecho alterritorio y a no ser desplazados, a que se respete su autonoma y su identidad.Muchos ms subrayan el capital societario y organizativo acumulado histrica-mente por parte de las comunidades involucradas en tales experiencias y el he-cho de que por lo general estn asentadas en un territorio comn.

    Tales estudios igualmente ponen de relieve el recurso que estas expe-riencias de resistencia civil no armadas hacen a medios no violentos en sus re-

    pertorios de accin, como los cabildos, las mingas, las asambleas comunita-rias, las movilizaciones, la denuncia pblica y las redes de hermanamiento, en-tre otros. Otro de sus aportes ms significativos consiste en ampliar el concep-to de resistencia civil ms all del referente estatal. Ampliacin bastante perti-nente para contextos de confrontacin armada y de soberanas en vilo comolas existentes en amplios territorios de Colombia. La disputa por la soberanasobre territorios y poblaciones compromete una dinmica de violencia y agre-sin contra la ciudadana, no slo por parte del Estado, sino tambin por partede las guerrillas y el para-militarismo. De modo que las mltiples experienciasde resistencia civil no armadas de los ltimos aos en el pas van dirigidas noslo contra el Estado, sino tambin contra los actores armados irregulares.

    La crtica, sin embargo, a estas aproximaciones acadmicas no radicaratanto en lo que muestran, como en lo que velan. Es notable, por ejemplo, el lu-gar preponderante que dichas aproximaciones le dan a las acciones de confron-tacin y desafo abierto, pblicas,teatralizadas, contra losactores armados, con-siderndolas casi como las nicas expresiones concretas de resistencia civil no

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    armada. Por contraste, prcticamente guardan silencio o muestran poco inte-rs, pordevelar y sacar a la luz experiencias de resistencia civil no armadas me-nos dramticas, sutiles, discretas, simuladas, micro-territoriales o molecula-res, como diran Deleuze y Guattari5, producidas en el mismo espacio de domi-nio y control de los actores armados, como las que aqu presentaremos.

    Por ltimo, cabe hacer algunas precisiones de orden conceptual desdelas cuales abordamos y presentamos las experiencias de resistencia civil no ar-madas de este artculo. El concepto clave aqu es el de resistencia, pues es apartir de l como pueden interpretarse y dotar de sentido las mltiples y varia-dasexperiencias y estrategias colectivas de lascomunidades barriales de la co-muna 9 al rebelarse contra los poderes de facto y autoritarios, as como aque-llas dirigidas a afrontar la dramtica situacin de exclusin social. La resisten-

    cia es la contrapartida del poder. La idea de resistencia es tan vieja como suprctica y est asociada directamente a diferentes formas de poder, domina-cin, opresin o injusticia; de modo que la resistencia corresponde a cualquierexpresin colectiva de oposicin, inconformidad o confrontacin frente a es-trategias de dominacin o a situaciones de injusticia percibidas como tales porgrupos o actores colectivos. Como lgica de accin colectiva se dirige contra elpoder cualquiera seala naturaleza y dimensiones de ste, seaestatal o no esta-tal, poltico o de cualquier otro tipo. Asmismo, la resistencia puede serarmadao no armada, abierta o simulada, publica o soterrada, confrontacional o indi-recta, de horizonte emancipatorio o puramente reivindicativo6.

    Subrayar la idea de lgica de la accin colectiva en la resistencia, significaas mismo poner en el primer lugar de las definiciones el sentido de la accinpor sobre las formas y no inferir la lgica de la accin de sus formas. Este plan-teamiento es importante tenerlo presente a la hora de distinguir entre accionescolectivas de carcter general producidas en contextos de violencia y aquellasespecficas de resistencia orientadas contra el dominio de los actores armadoso violentos como la que aqu se ilustran. Esta lgica es agenciada por actorescolectivos y comprende mltiples formas de accin colectiva: desde estallidosy sublevaciones espontneas contra el poder, insurrecciones, guerras civiles,

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    5 Deleuze, Guilles y Guattari, Flix. Mil Mesetas. Capitalismo y Esquizofrenia.Pre-Textos. 1997. Debo a Rafael Rodrguez Prieto estapertinentereferencia aestos pensadores franceses.

    6 Deacuerdo con esta lgica, ladistincin que pretende establecerPilar Calvie-ro (Calveiro,2008) entre confrontacin y resistencia pierdetodo sentido. Para

    una aproximacin genealgica y terica de la idea de resistencia, cfr. JaimeRafael Nieto Lpez.Resistencia. Capturasy fugas del poder.Desde Abajo. Bo-got. 2008.

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    huelgas, plantones, tomas de fbricas, desobediencia civil, asambleas, reunio-nes, movimientos sociales, formas societarias de economa social o popular(cooperativas y solidarias), formas orgnicas segn ciclos de protestas y es-tructuras de oportunidad poltica, movilizaciones callejeras, protestas puntua-les, educacin popular, radios y medios comunitarios alternativos,hasta for-

    mas ms sutiles, calladas, ocultas, subrepticias, propias de la resistencia bajo

    regmenes totalitarios y autoritarios7.

    Hemos situado al lado de la categora resistencia la de civil no armada.Para el caso colombiano, consideramos conveniente subrayar los apelativos decivil y no armada para la resistencia as parezca tautolgico para la mayorade los estudiosos deltema en el pas. Desde nuestra perspectiva no es suficienteindicar el carcter civil de la resistencia para inferir su adhesin necesaria a m-

    todos no violentos de accin, dado que lo civil, histrica y tericamente hablan-do, ms que referirse a lo mtodos de accin se refiere al carcter de los prota-gonistas de la accin, esto es, a los ciudadanos. Como cabe la hiptesis (corro-borada histricamente en Colombia y otros pases) de que los ciudadanos parael ejercicio o defensa de sus derechos puedan recurrir a la fuerza o a la violencia,es pertinente y necesaria acompaar la expresin no armada para referirnos altipo de experiencias de resistencia civil que no recurre a las armas y as evitarrestringir indebidamente el carcter civil a las acciones no armadas8.

    Por lo general, este equvoco hace que muchas interpretaciones -hoy do-minantes en los medios acadmicos- slo incluyan bajo el concepto de resis-tencia civil a manifestaciones civilistas, pacficas y no violentas de la ciudada-na, y dejen de lado experiencias histricas, pasadas y presentes, en las que losciviles (la ciudadana) se ven conminados o forzados a recurrir a las armas o amedios violentos para defender sus derechos y autonoma y oponerse a las di-ferentes estructuras y actores de dominacin. De modo que el carcter civil queaqu le conferimos al concepto de resistenciano proviene del sentido no vio-

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    7 Hacer hincapi en estas ltimasexpresionesde resistencia, resultaimportan-te puesto que, porlo general, losestudios colombianos sobre resistencia civilno armada, como se anot arriba, slo incluyen aquellas formas de resisten-cia caracterizadas por el desafo abierto al poder y la recurrencia a manifesta-ciones teatralizadas de confrontacin y en las quelos momentosheroicos co-bran un sentido de marca.

    8 Algunas anotaciones sugerentes en este sentido (aunque discutibles en suaplicacin para el caso de Medelln),se encuentran en: Gutirrez Sann, Fran-

    cisco, Ciudadanos en armas?, en: Jaime Arocha, Fernando Cubides yMyriam Jimeno (compiladores). Las violencias: inclusin creciente. Facultadde Ciencias Humanas-Universidad Nacional de Colombia. Bogot. 1998.

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    lento de la accin colectiva, sino ante todo del carcter de sus protagonistas ydel alcance de sus objetivos. Sus protagonistas son ciudadanos y no comba-tientes, no son soldados miembros de ejrcitos, ni gente que vive en funcinde o para el oficio de la guerra. Son ciudadanos, que forzados a defender susderechos (civiles, polticos, sociales, culturales o nacionales) y su autonomacontra cualquier rgimen o actor poltico de dominacin, pueden o no recurrira las armas en susacciones colectivas, segn lascircunstancias sociales o pol-ticas en las que se ven situados. Por consiguiente, vale la pena diferenciar, en-tre el hecho real de experienciasrecientesde resistencia civil no armada en Co-lombia, yla prescripcin-basada por lo general en estos mismos hechos rea-les- segn la cual la resistencia civil para ser civil tenga que ser siempre y nece-sariamente no armada.

    Lo antes dicho nos ha de permitir precisar losalcancesdel carcter no ar-mado de la resistencia civil. De acuerdo con la perspectiva aqu adoptada, estadimensin no armada designa exclusivamenteunas estrategias de accinyun modo de actuarque se basaen los medios propios que caracterizan a las ac-ciones colectivas de resistencia civil no armadas, como por ejemplo, las mani-festaciones pblicas, las tomas civiles de edificios pblicos, la huelga, el boi-cot, el xodo voluntario, la desobediencia civil, la no colaboracin, la obedien-cia pasiva, la simulacin, la fiesta, entre otros. Lo cual nos permite diferenciar-las, no slo de las formas de resistencia civil armadas, sino tambin del movi-miento o la doctrina filosfica poltica de la no violencia, aun si muchos de susprotagonistas se inspiran en esta ltima.

    Comunidad, territorio, poderes y fragmentacin

    El momento previo a la exploracin de las experiencias concretas de resis-tencia civil no armada en la Comuna 9, estuvo colmado de sorpresas. La msdestacada, que describiremos ms ampliamente en las conclusiones, tiene quever con la expectativa inicial de encontrarnos con grandes acontecimientos deresistencia o con situaciones marcadas por enfrentamientos directos y abiertosentre las comunidades barriales y los actores armados irregulares, tal como lohemos conocido en las experiencias de resistencia civil protagonizadas por lascomunidades indgenas del surdel pas o negras del pacfico. Desde ya decimos,que tal expectativa nunca se cumpli, pues las experiencias de resistencia civilno armadas con las que nos encontramos tuvieron y tienen, caractersticas, al-cances y modalidades, que no slo se alejan bastante de la idea preconcebidaenquese basabaesaexpectativa, sino que revisten una mayor complejidad. El con-

    texto de accin, como lo veremos enseguida, guarda una estrecha relacin.Hasta la implantacin de losactores amadosen la Comuna9, el tejido so-

    cial organizativo de lascomunidadesbarriales erarelativamente rico y slido. Apartir de entonces,se debilita y empobrece debido al nuevo contexto de violen-

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    cia e intimidacin que surge a raz de la confrontacin y la disputa entre distin-tos actores armados desde mediados de los aos 80s. De este modo, la din-mica social y organizativa de las comunidades barriales de la comuna se viocontenida o dislocada, inicialmente por las bandas juveniles articuladas a lasredes armadas urbanas del narcotrfico y ms tarde por milicias de las guerri-llas y lasAUC, quienesejercan control social y econmico sobre el territorio y lapoblacin al tiempo querealizaban acciones de limpieza social y ejercan fun-ciones de polica y de justicia. El miedo que inspiraba su poder basado en lasarmas y la intimidacin, la sensacin de seguridad comunitaria que produ-can y la realizacin de algunas obras de beneficencia familiar o comunitaria,como la construccin de placas polideportivas, la organizacin de torneos de-portivos, fiestas comunitarias, apoyo a procesos de autoconstruccin de vi-

    vienda, entre otros, fueron los resortes fundamentales sobre los que se asenta-ba su dominio y los que le permitieron granjearse cierto reconocimiento yaceptacin entre sectores de las comunidades.

    Algunas de las primeras bandas de la comuna fueron desplazadas por elasentamiento en sus territoriosde grupos de miliciasvinculadas a lasguerrillasdelas FARC y el ELN, establecindose especialmente en los barrios perifricos de laparte alta, como los barrios Ocho de Marzo y Barrio de Jess. Entre tanto, en laparte central y baja seguan dominando las bandas delincuenciales cooptadasmstarde porlas AUC. Conla incursindelpara-militarismoen la ciudady su pro-psito estratgico de copar progresivamente el territorio y rutas estratgicas parael paso de hombres y logstica militar hacia otros territorios del departamento, eldominio que en algunos sectores barriales de la comuna ejercan las milicias fuereemplazado por los dominios paramilitares del Bloque Metro (BM) primero y el

    Bloque Cacique Nutibara (BCN)9 ms tarde, el cual termina hacia el 2003 consoli-dando su hegemona tras derrotar al BM y cooptar las viejas y nuevas bandas.

    Cabe anotar, sin embargo, que este dominio y control sobre el territorio dela Comuna 9, as como su dinmica, no se efectu de manera homognea, sinoque vari, dependiendo del tipo de actores armados irregulares presentes endeterminados sectores y segn la lgica dominante de sus acciones. De estamanera, nos vamos a encontrar con la coexistencia conflictiva en la comuna devarias territorialidades con dinmicas y lgicasdiferentes. Nos encontramos, porejemplo, con territorialidades como las de la parte alta extremo-oriental, que co-rresponde a los barrios Ocho de Marzo y Barrio de Jess, en las que esta disputapor el territorio entre los actoresarmados fue extremadamente exacerbada y di-

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    9 ElBM y elBCNsonestructurasparamilitaresde las AUC que incursionan enlaciudad, el primero es sustituidoa sangre y fuego por el segundoa raz de dis-putas internas.

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    recta, debido al carcter ms claramente poltico de la confrontacin y de quie-nes ejercieron y ejercen ah el dominio; mientras que, por el contrario, en laparte central y baja, que corresponde a los barrios histricos de la comuna,como BuenosAires, La Milagrosa, El Salvador, Loreto, El Nacional y Las Palmas,en los que confluan al mismo tiempo varias bandas delincuenciales, esta dis-puta por el territorio no fue tan marcada y tan extrema hasta cuando ms tardese produce el proceso de cooptacin paramilitar sobre las mismas.10

    Este proceso de dominacin armada y coercitiva por parte de los actoresirregulares del conflicto, especialmente pertenecientes a bandas, milicias ygrupos paramilitares, confirma la tradicional ausencia estatal y su precario do-minio sobre el territorio de la comuna11. Por otro lado, da cuenta de una se-cuencia ininterrumpida y fluida de actores irregulares en disputa porla sobera-

    na sobre la comuna, que arroja como resultado una situacin global desobe-ranas fragmentadas, segn la cual, sobre segmentos territoriales o barrialesde la comuna, domina un actor diferente y antagnico al contiguo en trminosterritoriales. Es de anotar, sin embargo, que este marco global de soberanasfragmentadas no corresponde a segmentos homogeneizados de dominacin ypoder, sino que contiene un complejo y dinmico estado de micro-poderes ode micro-rdenes, en los que se conjugan formas de soberanas transitoriasconsistentes en el dominio, frgil e inestable, de un actor durante ciclos detiempo relativamente breves sobre territorios especficos, o sobre uno o variosbarrios, o, a veces, sobre una o dos cuadras; con formas desoberanas sobre-

    puestas, de acuerdo con las cuales, sobre una misma territorialidad (un barrio

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    10 Al momento de estudiar el contexto y las condicionesde posibilidad de la re-sistencia civil no armada en la Comuna 9, resulta de la mayor importancia te-ner en cuenta el reconocimiento de estas diferencias entre territorialidades,segn el tipo de actoresdominantesy en confrontacin: predominantementepoltico y ms estricto controlterritorial en las primeras,mientras que ms decorte delincuencial y mayor flexibilidad en el control del territorio en las se-gundas. As, por ejemplo, mientras en los barrios 8 de Marzo y Barrio de Je-ss, los actores armados se impusieron sobre los lderes comunitarios y co-paron sus organizaciones sociales a base de intimidacin y miedo; en los ba-rrios de la parte central y de abajo, el control y la intimidacin sobre los lde-res no fue tan marcado, las bandas delincuenciales ofrecieron un relativocampo de permisividad y de dilogo con los lderes comunitarios, aunque talsituacin cambia cuando se imponen definitivamente las AUC.

    11 Hayqueadvertir,que no setrata slo deausencia o debilidad del Estado,sino

    tambin de estrategias de control territorial y poblacional auspiciadas por elpropio Estado,cuando no ha sido ste quien directamente ha criminalizadoalos pobres urbanos de las comunas.

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    o varios barrios contiguos) disputan diferentes actores irregulares; todo ello,en un proceso siempre frgil e inestable, de micro-ordenes y micro-poderesimpuestos sobre las comunidades12.

    Por otra parte, el monopolio de la violencia, aunque inestable, que estospoderes ejercen sobre micro-territorialidades es la base para profundizar dichadominacin sobre campos y actividades ms all de los propiamente militares ypolticos. Esto les permite su reproduccin como tales, controlando y regulandolas actividades econmicas, muchas de las cuales estn sujetas al cobro de va-cunas, especialmente sobre los comerciantes del sector y los transportistas, oejerciendo el monopolio sobre otras como, porejemplo, el expendio de drogas ylicor y las casas de juego. Si hacia fuera su tendenciaes expansiva, haciaadentroes intensiva. El dominio se ejerce igualmente interviniendo en los conflictos in-

    trafamiliares o entre vecinos, o prohibiendo ciertas pautas de comportamientoindividual, relacionadas, porejemplo, con la vestimenta, o ejerciendo controles-tricto sobre las entradas y salidas de los pobladores o extraos en el territorio ohacia otros territorios, o imponiendo horarios para determinadas actividades,imprimiendo de esta manera un carcter adicionalmente totalitario al dominio.En situaciones de soberanas superpuestas o de disputas ininterrumpidas entrediferentes actores irregulares al mismo tiempo, como en situaciones crticas vi-vidas en los barrios del Ocho de Marzo y Barrio de Jess, las normas coercitivastienen un carcter ms decididamente criminalizante, intimidatorio y expolia-dor, y al mismo tiempo ms efmero.

    Por lo general, la actitud de las comunidades barriales de la Comuna 9 anteestospoderes ha sido la de la obedienciao la de la adaptacino el acatamien-to, con todas lasrestricciones que ello implica para el ejercicio de las libertades yla autonoma de sus miembros. Sin embargo, ms all de las situaciones de mie-do, zozobra y obediencia, producidos por la dominacin casi absoluta y totalitaria

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    12 Esta imagen sobre los diferentes tipos de soberanas o de territorialidadesproducidas por la dinmica del conflicto poltico armado interno en los lti-mos 15 aos, ha sido puesto de presente por varios estudiosos de la guerraen Colombia, en la quedestacan lassoberanas estatales,las soberanascon-tra-estatales, las soberanas para-estatales y las soberanas o territorialida-des en disputa. La creciente urbanizacin delconflicto armado desde la dca-da de los 90s, proyecta una imagen de soberanas fragmentadas en algunasciudades del pas, que se ejemplifican en Medelln. Para una aproximacinms directamente relacionada con la Comuna 9, confrntese la Monografapara optar el ttulo de abogado de HERRERA FLREZ, Juan Alexander.Sobe-

    rana, Criminalizacin y Control Punitivo No Institucional en los Barrios Mar-ginales de Medelln: el caso de la zona centro-oriental. Facultad de DerechoyCiencias Polticas. Universidad de Antioquia. Medelln. 2003.

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    de los actores armados, las comunidades barriales de la Comuna 9 han desa-rrollado un espectro relativamente amplio de experiencias de resistencia civilno armadas a los poderes armados establecidos en sus territorios. Algunas deestas experiencias han permanecido ocultas a los ojos no slo de los propiosdominadores, sino tambin de muchosestudiosos de la dinmica socialcomu-nitaria de las comunas populares de Medelln. Su estudio muestra, por el con-trario, que en muchas oportunidades estas acciones colectivas de resistenciacivil no armadas han sido determinantes para el colapsamiento de tales pode-res y siempre han sido decisivas para la permanencia de la comunidad comosujeto colectivo y punto de referencia de sus respectivos miembros.

    De lasseisexperiencias exploradas en la Comuna 9, presento en este artcu-lo dos: una de ellas realizadas en la parte extremo-oriental de la comuna corres-

    pondiente al barrio Ocho de Marzo, marcada por un contexto de conflictividad yviolencia protagonizadas por guerrillas, bandas y paramilitares; y la otra realizadaen la parte central correspondienteal barrio El Avila, en la quela confrontacin y ladominacin de bandas y paramilitares marcan el contexto. En esta presentacin,intento, en lo posible, darle todo el espacio a la voz directa de losactores protag-nicos de la resistenciaa travs de sus lderes, sin claudicar ante sus percepciones.Los relatos, descripciones o valoracin de situaciones aqu presentadas tienenrespaldo en la intervencin de losmismos, para lo cual noshemosapoyado en lasentrevistas semi-estructuradas y en profundidad, concertadas y efectuadas pre-viamente con cada uno de los lderes y lideresas entrevistados.

    Barrio Ocho de Marzo: resistencia, obediencia,

    permanenciaIndagar por la resistencia civil no armada en el Barrio Ocho de Marzo,sus

    dinmicas y modalidades, implica evocar algo de su historia, de sus liderazgosy organizacin social, la forma como sus pobladores han construido el territo-rio y el proceso por medio del cual este territorio se convirti en lugar de dispu-ta entre diferentes actores armados ilegales en la ciudad desde su misma fun-dacin en 1984.

    Como suele ocurrir con el origen de muchos barrios populares de Mede-lln durante la llamada segunda colonizacin urbana, el Barrio Ocho de Marzose origina tras una lucha de resistencia de sectores excluidos porapropiarse deun espacio en la ciudad, a travs de la invasin de una de las empinadas lade-ras adyacentes a la carretera que conduce al vecino corregimiento de SantaElena a finales del ao 1984. Y como muchas otras, antes y durante los aosochenta, esta invasin fue tumbada porla polica, que era la forma como nor-malmente las administraciones municipales de turno respondan a los recla-mos de las comunidades populares por un lugar en la ciudad.

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    En esta pequea historia de luchas y de resistencias protagonizadas porestos pobladores se encuentra proyectada a la actualidad toda una riqueza deexperiencias, de saberes, de reconocimientos, de identidades y de liderazgos,la cual incide de manera fundamental en la configuracin del contexto y lascondiciones de posibilidad de la resistencia de sus pobladores. Lo ms desta-cado aqu, consiste en que tales procesos de resistencia articulados a la funda-cin y construccin del barrio, genera entre la comunidad fuertes lazos de soli-daridad, mucho sentido de pertenencia, fortalecimiento de la organizacin so-cial y un reconocido liderazgo comunitario, que perdura hasta hoy, pese a lasinterferencias producidas por los efectos del conflicto armado escenificado ensu territorio a partir de la dcada de los 90s.

    En los aos 90s, el Barrio Ocho de Marzo no fue la excepcin a la situacin

    de violencia y criminalizacin generalizada que vive la ciudad de Medelln. En estadcada se establecen bandas delincuenciales vinculadas al trfico de drogas, alrobo y al atraco, milicias urbanas como las 6 y 7 de Noviembre provenientes de LaSierra y guerrillas del ELN,que durante todos estos aosprotagonizaronenfrenta-mientos por el dominio del territorio, en el que las balaceras son horribles. A di-ferencia de otros barrios de la Comuna 9, la violencia que se despliega en el Ochode Marzoproviene de actores externos al territorio y a la comunidad, prcticamen-te sinningn arraigo social, lo cual incidesobre el carcter precario e intimidatoriode su dominio y el poco apoyo brindado por la comunidad.

    Esos fueron aos difciles, es el tiempo de la proliferacin de los grupos almargende la ley, a este barriodesde su fundacin lo perseguangrupos de ex-trema izquierda por ser barrios que quedan en la periferia para ir haciendo uncerco hacia la ciudad, a pesar de que no nos gustaban esos grupos se les dijoque no eran bienvenidos, fue una lucha que con el tiempo perdimos porquehicieron nidos en barrios vecinos, as fueron como llegaron a nuestro barriohaciendo requisas, a matar muchachos viciosos, entonces empiezan a hacerun nido, a algunos de los habitantes les pareca correcto, algunos les dabancomida, vivienda y as fue como fueron cogiendo una fuerza que despus esdevuelta hacia el barrio. Empiezan a apoderarsede lavozdel barrioentoncesestos grupos se pelean por el poder, por el control de las zonasy terminanen-frentados entre ellos mismos, las milicias 6 y 7 contra los elenos.13

    De esta contienda entre actores armados irregulares, terminan impo-nindose las guerrillas del ELN hasta el 2002, cuando son desalojados por lasAUC. Durante ese tiempo las guerrillas del ELN ejercieron su dominio y controlsobre la comunidad, apoderndose incluso de la Junta de Accin Comunal

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    13 Mientras no se indique lo contrario, todas las citas entre comillas correspon-den a entrevistas con lder de la comunidad realizada en febrero de 2008.

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    (JAC), cuyos lderes son intimidados y removidos de sus cargos, luego se me-ten con la JAC, empiezan a decirme cmo actuar, cmo pensar, entonces deci-dimos parar, me reun con su comandante y le propuse entregar la junta, noso-tros no peleamos con ellos, pensamos que con el tiempo iban a desaparecer sino le hacamos oposicin.

    En el 2002, las guerrillas del ELN son desalojadas por las AUC, tras unaprevia incursin violenta efectuada por organismos de seguridad del Estado(Polica, Ejrcito, Gaula y encapuchados) que caus mucho dolor y violacin delos DDHH entre sus moradores,

    ya para finales de los 90 el gobierno decide perseguir estosgrupos y entrauna fuerza de polica, civiles, encapuchados a buscar a los muchachos, re-

    corran todo el barrio, los tiraban al piso boca abajo, el ejrcito hace estobuscando a los muchachos, pero entoncescastigan a todo el barriollega-ron al punto que sacaban a todo el barrio a lacarretera y contrael piso, nosdecan que ramos guerrilleros, mujeres embarazadas ultrajadas y es ascomo logran debilitar estas miliciascuando (en 2002) se entran las auto-defensas, los sacan a bala, luego entra el ejrcito, hace una recogida y losdebilitan, pero luego las autodefensas son las que dominan el territorio,pero luego son ellas las que se enfrentan entre ellos, las AUC usan otra es-trategia distinta, recogen todas estas bandas y las vinculan a las autodefen-sas, los arman y setomantodos estos barrios, a finales de los aos 90 estosbarriosson tomadospor lasautodefensas,el barrioLa Sierraes tomada porel Bloque Metro, en el Ocho de marzo pasa algo similar.

    En abril de 2003, finalmente, tras la derrota del BM a manos del BCN, el do-minio de este ltimo se consolida en el barrio Ocho de Marzo y en toda la Comuna

    914. Durante su incursin y consolidacin, el dominio de las AUC es ejercido

    () a punta de bala, de masacres, de amenazas A m me toc ver la en-trada de estas autodefensas al barrio, en donde tocaban una puerta yabran, los mataban indiscriminadamente.

    El dominio de este nuevo actor no cambia para nada las condicionesde se-guridad y de zozobra en que viva la comunidad, durante esos dos aos la

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    14 El 1 de abrilde 2003 fuela ltima batalla que tuvo elCacique(BCN), unabalale sac un ojo a un nieto mo y ya haca 4 aos haba herido a la mam tam-bin otra bala perdida. Secuelas de la guerra. All concluye la guerra entre elCaciquey elBloqueMetro;el Cacique seapodera deLa Sierray el8 deMarzo y

    empieza a condicionar una cacera de brujas a los ayudantes de la guerrilla.Testimonio de lder comunitario en el Taller con lderes de la Comuna 9 reali-zado en abril de 2008.

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    gentesegua intimidada porque las AUC no se diferencian en nada a la gue-rrilla, someten igual quela guerrilla, aunque su fines otro porquesupuesta-mente laguerrillaes latoma del poder y de las AUC esacabar con eso,perono se diferencian en nada en cuestin de violencia.

    Particularmente muchos lderes comunitarios sufrieron la persecucin yel estigma de guerrilleros, y la confianza entre la comunidad, que era uno delos valores mejor consolidados durante los aos anteriores, se vio resquebra-jada por medio del chisme y el run-run, que cost la vida a muchos miem-bros de la comunidad o puso en peligro a otros.

    La JAC no corre mejor suerte que en la poca de dominio del ELN, susmiembros fueron muertos o desterrados del barrio, pasando a control de losnuevos dominadores.

    Fue muy difcil ese tiempo porque ellos siempre tratan de ejercer dominiosobre los lderes comunalesUn muchacho, que era el que organizaba lesdice a las AUC que l quiere seguir con ellos, pero al otro da lo matan porser un informante y as siguen cayendo muchachos.

    Sin embargo, desde que se implant el dominio y control armado porparte de guerrillas y paramilitares en losaos 90s y comienzos de la dcada delpresente siglo, puede decirse, que la comunidad del barrio Ocho de Marzo ysuslderes handesarrollado y sostenido frente a losprimerosuna actitud de re-sistencia casi ininterrumpidamente y bajo una misma modalidad, aunque conexpresiones variadas segn las circunstancias, y a veces plagada de ambige-dades y contradicciones, como veremos enseguida.

    Los lderes comunitarios, prcticamente desarticulados de la JAC, empeza-ron a realizar formas de resistencia civil no armada, que conjugaban as mismovarios elementos, muchos de ellos inconcientemente, que slocon el tiempo y losresultados producidos los hicieronconcientes. Entre estas accionesde resistenciacabe destacar la celebracin de fiestas comunitarias y el aniversario del barriocada Ocho de marzo. Nosotros seguamos juntos y sabamos lo que hacamos,nosotros celebrbamos el 8 de marzo. En medio de la zozobra y el miedo, estoseventos permitanel reencuentro de la comunidadconsigo misma,renovar losla-zosde solidaridad y de vecindad construido por aos,reestablecer el dilogo y po-neren comn experienciasde vida individual y colectivarelacionadas conla situa-cin de violencia y control armado, all la gente afirmaba sus lealtades comunita-rias y se fortalecan los referentes de identidad comunitaria. Por otro lado, lesper-mita a los lderes renovar el contacto directo con su gente, infundirle confianza y

    recrear su reconocimiento como lderes comunitarios.stas fiestas eran la nica formade integrar a la comunidad, as mantena-mos ah lo que no poseamos,porque a pesar de que no tenamos elpoderahestbamos porque la gente nossegua creyendo y le decamos a la gen-

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    te queah estbamos,que seguamos.Ms adelantealgunos lderes son ca-talogados como miembros de la guerrilla. Estos eventos permitan, ade-ms, socializar informaciones sobre el desarrollo de algunas actividadesbarriales y gestiones ante organismos gubernamentales, dbamos algnmensaje, algn logro como el bachillerato nocturno, comentbamos lonuevo que habamos logrado, hacamos un recuento de la historia del ba-rrio, eso lo hacamos y lo seguimos haciendo. Despus de las fiestasde ani-versario las cosas volvan a la calma, ellos seguan con su dominio.

    Pese a que, en general, los actores armados irregulares no impedan larealizacin de estas actividades comunitarias, de todas maneras para poderserealizar deban pasar primero por una negociacin con ellos en la que no siem-pre terminaban imponindose los actores armados. Algunas veces interfirie-

    ron estas fiestas y hostilizaron a sus lderes, dependiendo de la calentura delbarrio y la situacin del entorno inmediato, relacionada casi siempre con laamenaza de otros actores armados de afuera. Sin embargo, estos roces seconvertan en la oportunidad que los lderes aprovechaban para reafirmar sulegitimidad comunitaria, su autonoma y su distanciamiento del dominio y con-trol de los actores armados y afirmar su conviccin en el dilogo como una ma-nera de ejercer resistencia y una va para resolver los conflictos.

    A veces se metan e interrumpan la fiesta, pero nosotros utilizbamos eldilogo, esa es una resistencia que no es muy pblica, es una resistenciaque saba para dnde iba con una orientacin polticaCuando el barriocumpli 10 aos pens en realizar una integracin; en una asamblea meaprobaron gastarme 700.000 pesos para contratar mariachis, artistas de lazona,etc.; pero exista el peligro de cmo gastar la plata, seform un comi-

    t para ver cmo pagarles a los artistas. Luego lleg otro comandante alquele dio por hacerme un juicio,le dijimosque la accin comunal era inde-pendiente de ellos y que nosotros no nos reunamos con ellos, esto les diomucha rabia, nos encerraron en una casa, se les explic que nosotros noqueramos nadacon ellos y entonces nosacusaron de robarnos la plata, en-tonces ya nosotros entramos a demostrar que eso no era as, que el barriomismo lo haba autorizado, queera mentiras, y esonos salv de esejuicio.

    Una situacin similar se vivi a los cinco aos,

    cuando celebramos los 15 aos apareci el comandante de las milicias,empieza a llamarme y a preguntarme qu hacemos y me dice que por quorganizbamos fiestas sin invitarlos, me dijeron que en esas celebracioneslosponan en peligro por no saber quinesvenan.Hablbamos con el Pre-sidente de la Junta (de Accin Comunal) que era un muchacho de ellos,

    pero que era del barrio. Haban unos que manejaban la parte cvica y otrosla militar, as ellos se enojaran nosotros hacamos nuestras fiestas.

    En circunstancias de miedo extremo e intimidacin como las que vivieronlos moradores del barrio Ocho de Marzo bajo el dominio del ELN primero y las

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    AUC despus, algunos lderes optaron por la adulacin y el elogio fingido a losactores armados o por la colaboracin aparente por parte de sectores de la co-munidad, sin que en uno u otro caso se reconociera autoridad moral alguna alos actores armados, ejerciendo una suerte de discurso pblico o actuadode los dominados, segn lo ha analizado Scott15. Ms all de los efectos parali-zantes del miedo generalizado, para estos lderes y sectores de la comunidad,estaban en juego la defensa de la vida y la dignidad humanas, que se expresabaen estas actitudes de resistencia, a travs de la simulacin de obediencia y de co-laboracin, sin ceder en los requerimientos de legitimidad de los dominadores.Se trata de actitudes y de comportamientos de resistencia estratgicos, peromuchas veces inconscientes, reactivos, espontneos y arriesgados, incluso almargen o en contradiccin con las propias recomendaciones de los lderes.

    Uno de los lderes del barrio Ocho de Marzo percibe estos comporta-mientos como actitudes de resistencia, a pesar de su aparente connivencia conel poder y los dominadores:

    Cuando los actores (armados) aparecen, a la gente le da miedo, ste esinhibitorio y castra un montn de ideas y proyectos porque tienen miedode actuar. Entonces eso origina que se den varios tipos de reacciones.Por ejemplo, hay unos que creen que llevndole la corriente a ellos...cre-en quese vana sentirprotegidos no involucrndose conellos,peroreco-nocindolesalgunasvirtudes,y la gente descubre en el miedo que hay unpunto en el que pueden convergir con ellos y en estos se apoyan con losactores armados, que msadelanteresultan involucradoscuando apare-cenlosotrosactores;perola gentese lasingenia,cmo hago para defen-der mi vida? Nosotros como lderes tratamos de trazar polticas, pero la

    gentese defenda tratando de buscarlos puntos de convergencia conlosactores armados, entonces haban unos que hacan tamales para ellos,otros les daban dormida, sin estar inmersos en ese problema, tratabande buscar la proteccin de la vida de ellos, entonces eso es un tipo de re-sistencia que se da.

    Este mismo lder, evocando un pasaje de la historia antigua de Roma, enel que Claudio ante la inminencia de la muerte a manos de Calgula, se inventaa travs de la adulacin un tipo de resistencia,

    que unola marca aqu (enreferencia al barrioOcho de Marzo), ledice:comoests resplandeciendopareces un dios, entonces le perdona la vida paraque fuera a atestiguar a Roma que era dios, como mecanismo de resistenciao de defensa en este caso Entonces la gente utilizaba esto en estas zonas

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    15 Cfr. Scott, Jhon. Los dominados y el arte de la resistencia. Discursos ocultos.Era. Mxico. 2004.

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    para proteger su vida,porque si no lo hacan los mataban;aunque los acto-res casi no se metan con la poblacin civil, si uno se equivocaba en el ma-nejo del lenguaje con ellos pona en riesgo su vidaEntoncesvemos cmoesta gente se ingeniaba un montn de cosas para hacerleresistencia al con-flictoentonces hay que mirar ese mecanismo de defensa, de resistencia,de no oponernos a la idea de ellosqu hacen ellos cuando cogieron el ba-rrio, lo que hicieron era robrselo, lo volvieron nada, entonces la gente vie-ron esto y tienela oportunidad de meteren unabalanza lo quehacen ellos ylo que nosotros hacemos, porque a nosotros nostoc una etapa muyboni-ta,de la poca de los convites hasta con 100personas de los convites, parahacer las calles, losacueductosentonces eso nos mantena muy unidosyhay una identidad de barrio muy buena y hasta de liderazgo16.

    Por otra parte, fuera de escena, los lderes y sectores de la comunidadconstruyen espacios sociales o pblicos de resistencia y de reencuentro enlos que recrean una suerte de discurso oculto frente a los actores armadosirregulares, complementarios con las fiestas y encuentros comunitarios.

    Hasta hace poco tenamos un cono del barrio que era un kioskito yall nos reunamos los viernes y sbados a jugar parqus, tomar guari-to y hablar sobre el barrio, lastimosamen te el dueo del local muri , ledecamos parranda, ese fue el punto de encuentroHay otro sitioque es de unos negritos que venden pescado y la gente del barrio sereuna ah a bailar, le terminamos diciendo la setenta , ese es otro co-no de encuentro del barrio. Haba tambin un billarcito, la escuelita yotras partes.

    Estos espacios sociales no fueron precisamente lugares en los que se

    pudiera hablar con vehemencia y con toda la palabra17, pero posibilitaban elreencuentro, el vnculo comunitario y el ejercicio del dilogo, de la conversa-cin entre sectores de la comunidad y sus lderes, all las conversaciones mscomunes eran sobre la violencia del barrio y cosas as, pero ascomo gruposdechoque nunca porque yo estoy convencido que lascosasbuenas tienen que sa-lir a flote. Estos lugares de encuentro comunitario, se convirtieron tambin en

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    16 Testimonio de lder comunitario delbarrio Ocho de Marzo, en el Taller con l-deres de la Comuna 9 realizado en abril de 2008.

    17 Dice J. Scottde los espacios sociales en los que se produce y recrea el discur-so oculto de los dominados, que son aquellos en queya no es necesario ca-

    llarselas rplicas, reprimir la clera, morderse la lengua y, donde fuera de lasrelaciones de dominacin, se puede hablar con vehemencia, con todas laspalabras. J. Scott. Op. Cit.

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    lugares de contacto con agentes externos de la comunidad, especialmente conlderes polticos y sindicales de la ciudad.18

    En estos espacios pblicos del barrio Ocho de Marzo los dominadores,sin embargo, podan extender sus odos y su mirada a travs de los nios par-lantes, quienes estaban atentos a lasconversaciones de los adultos en tiendasy sitios pblicos, para llevar informacin a los jefes de los grupos armados. Losnios parlantes, a contrapelo de su funcin, dan cuenta de la existencia deuna trama narrativa y de una conversacin que flua por el entramado social dela comunidad a espaldas o subrepticiamente, sin dominio ni control de los ac-tores armados, quienes requeran interferirlo de alguna manera.19

    Ellos empiezan a involucrar a los muchachos menores de edaddonde

    esos grupos mandana los muchachosa escuchar lo que estnhablando laspersonas, uno estaba hablando tomndose los aguardientes, en la tertulia,cuando de pronto termina con unos muchachos poniendo cuidado, enton-ces la gente empieza a detectar eso y dice pilas, obligndolos a utilizarmuchas veces un lenguaje cifrado.

    Pese a estos odos y miradas del poder, tales espacios no perdieron su vi-talidad ni su funcin como espacios sociales de encuentroy de resistencia de lacomunidad. En estos lugares, como en lasfiestas de aniversario, se recreaba lavida, la trama y el vnculo social, que eran los nutrientes y, al mismo tiempo, laexpresin vivificante de la resistencia a los dominadores; condensaban el afec-to, la alegra, el juego y la dicha del encuentro con el otro, en contraste con elpeligro, la zozobra y la muerte representada por la dominacin armada ejerci-da sobre comunidad y territorio. Pero, a diferencia de las fiestas, estos espacios

    sociales no son puestas en escenas frente a los dominadores (ELN o AUC) enlos que el simulacro y la ambivalencia se mezclan con la comunicacin y la ges-tualidad sincera entre miembros que se reconocen partcipes del comn, sinoespacios de encuentro, espontneos y contingentes, de la comunidad y de los

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    18 Es verdad, como anota D. Pcaut, que donde prevalecen las relaciones de po-der no hay condiciones para que se mantenga lo que se podra llamar un espa-cio pblico, cfr. Pcaut, D. Violencia y poltica en Colombia. Hombre Nuevo.2003; sin embargo, experiencias como las descritas muestran cmo las comu-nidades pueden construir espacios pblicos alternativos a los tradicionales.

    19 La existencia de estos nios parlantes confirma, adems, el involucramien-to sistemtico que los actores armados irregulares hacen de la poblacin in-fantil en su estrategia de guerra, unacuestin,que por lo dems, no es exclu-

    siva de los actores armados en el barrio Ocho de Marzo ni tampoco de Mede-lln, sino generalizada para todas la territorialidades delpas (o delmundo) enconflicto.

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    lderes consigo mismos, en los quelenguaje y expresin se conjugan de mane-ra vital y transparente.

    Todo esto, parafraseandoa J. Scott, hace parte de su propio arte de la re-sistencia y de despliegue de la Infra-poltica comunitaria. Y aunque se trata deuna estrategia desarrollada por los lderes y comunidad del Ocho de Marzo encondiciones de dominacin extrema, es muy difcil asegurar que respondierapropiamente a un pensamiento estratgico y a un plan preconcebido de resis-tencia; lo que nos lleva a considerarlo ms bien como un proceso que se fuedando inconcientemente y en su desarrollo fue revelando su sentido y su rique-za, y adquiriendo su propia dinmica contra los dominadores.

    Sin embargo, conciente o inconcientemente, se trat de una estrategiaque pareca apostarle, en principio, a dos valores trascendentales, colocados enlas antpodas de los valores de la dominacinejercida contra ellos (por lo menosde las de este tipo: efmeras, frgiles e inciertas): el tiempo y la esperanza. Paralos lderes del barrio Ocho de Marzo, las acciones de resistencia desarrolladasparecan inscribirse, por un lado, en el albur del tiempo, en el doble sentido en-cerrado por este ltimo: como tiempo contingente propio de todos los fenme-nos humanos (buenos o malos), y como tiempo finito propio del acontecer hu-mano. A juicio de sus dirigentes, esta dominacin se desgastaba o se autodes-trua tarde que temprano, pues careca de asideros en la realidad del barrio y deapoyos sociales por parte de la comunidad. Mientras que, por otro lado, parecabasarse en el valor de la esperanza,la que a su vezse fundamentaba en la propiafugacidad de lo humano sometido al rigor del tiempo en el doble sentido antesindicado. Tiempo y esperanza conjugados, delimitaban, en sentido profundo, elcampo de accin de la resistencia: ms que confrontar la dominacin y el poderde los actores armados (percibido como efmero y temporal) haba que mante-ner y fortalecer el vnculo comunitario (percibido como perdurable y perenne),capturados pero al mismo tiempo en fuga de los dominadores.

    El lder entrevistado parece evocarlo cuando elucubra y compara su acti-tud con la situacin presentada entre Hitler y el dominio sobre Ucrania en susrecuerdos de la segunda guerra mundial,

    es algo as como ocurri con Ucrania y Hittler, entonces nosotros decidi-mos ceder por un tiempo para luego recuperarlo Nosotros hacemos unaresistencia silenciosa y nos quedamos ah, el barrio se convierte en unaguarida, se esconden guerrilleros, ms adelante se atracan taxistas, llega-bana tomar sin pagar, se apoderan de la comunidad.Era como la esperan-zade quetodoibaa ser transitorio, lotenamoscomoclaro,queeso no iba adurar mucho porque eso no tiene salida.

    Nos parece importante subrayar esta actitud entre filosfica y trascen-dentalistapercibidapor los lderes comunitarios respecto del dominio transito-rio y efmero de los actores armados, puesto que marcara, no slo el tipo de

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    actitudes y de acciones de resistencia desarrollados ininterrumpidamente has-ta 2006 frente a los actores armados irregulares, sino tambin el sentido her-menutico de las mismas. Aqu, la permanencia en el territorio y no el xodo,deciden los derroteros de la resistencia.

    En el Ocho de Marzo no se ha dado eso (en referencia a confrontacionescontra las AUC por parte de la comunidad), aqu se ha adoptado la polticade hacer lo que hayque hacer, de no enfrentar; parece ser que enfrentarloses peorEntre2002 y 2006la accin de resistencia msimportanteconsis-ti en permaneceren el barrio, porqueoptamos porno pelear, pordefendersu casita, ver cmo quedarmeaqu sin perder mi casita. La gentesigue afe-rrada a sus criterios y pensamientos, pero se piensa ms en el dilogo.

    Esta dimensin de la resistencia normalmente aparece acompaada (yreforzada) por otro componente, de carcter exculpatorio, acerca de a quincorresponde la responsabilidad de afrontar la situacin de dominacin de losactores armados irregulares sobre el barrio Ocho de Marzo,

    ()entonces la resistencia nuestra fue la de quedarnos quietos, pensamosqueel problema era del gobierno y de ellos, los dirigentes optamos por de-jarlos actuar, gracias a ello algunos de nosotros seguimos vivosDecidi-mos seguir juntos, seguamos, conversbamos, nos reunamos y calla-dosTenamos claro que esto era una aventura de muchachos adolescen-tes y que el Estado nos tena abandonados, eso era lo que los muchachoshacen, ocupan ese espacio,se apoderan de ly siel gobierno no hace nada,peor sera que nosotros no hiciramos nada, pero optamos por quedarnoscallados, por dejarlos hacer lo suyo.

    Una interpretacin de conjunto podra caracterizar este tipo de resisten-cia civil como pacfica, de fuga continua, pasiva frente al poder (pues, en nin-gn momento estuvo dentro de su horizonte deshacerse de l por sus propiosmedios) pero activa frente a la comunidad, sutil, silenciosa, colectiva y aparen-temente inmvil. Mientras los actores armados se movan segn la lgica delcontrol territorial y poblacional, los lderes se orientaban segn la lgica comu-nitaria: permanecer e impedir quela comunidadse involucrara en la confronta-cin armada. La estrategia de resistencia y el sentido de la misma, al parecer,arrojaron sus frutos. Por un lado, los actores armados se autodestruan en unaguerra sincuartel, mientras la comunidadpermaneca como referente de iden-tidad y de pertenencia; y, por el otro lado, el liderazgo comunitario, si bien sedebilit, tuvo continuidad.

    Despus de la desmovilizacin de las AUC en noviembre de 2004, el con-texto de la resistencia comunitaria cambia, as como tambin la naturaleza dela misma. Entre estos cambios, se encuentra, por supuesto, la disminucin delclima de zozobra y de temor en la comunidad, sin que la intimidacin desapa-reciera, pues si bien buena parte de los grupos desmovilizados de AUC no por-

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    taban armas, su presencia y sus antecedes delincuenciales de dominio y con-trol siguen produciendo temor entre los pobladores.

    Veamos cmo es percibida la experiencia de esta nueva situacin por loslderes:

    A principios de la reinsercin aparece el jefe de ellos que casualmente seencuentra conmigo porque un amigo me lo presenta y dice que tena mu-chas ganas de conocerme porque queran un aparato poltico pero no te-nan quin lo controlara porque toda su gente era de violencia y no tenanningn personal queliderara lo cvico, me deca queme haban recomenda-do y que sera bueno que trabajaracon ellos,entonces yole dije quees bue-no que la guerratermin y que yoles colaboraba sitodo era en contrade laguerra, les dije quesi queramostrabajar por sacar el barrio adelanteyo les

    colaboraba, yo les daba consejo de cmo manejar las cosas y le dije que siya se haba acabado la guerra haba que cambiar el trato con los mucha-chos, entonces yo considero que sin ser parte de eso, podramos ir vincu-lndolos a actividades del barrio, entonces comenzamos a decirles qu erauna accin comunal, qu hacamos, etc; eso comenz alrededor del 2005,hicimos una asamblea y decamos que no existiera ms violencia, esos mu-chachos pidieron perdn al barrio y eso es lo que se ha tratado de hacerhasta ahora, un cambio,una transicinLa accin ahora no tiene nada quever con las AUC, aunque seguimos trabajando en algunas cosas con ellos.

    Esta nueva situacin ha favorecido procesos de mayor participacin de lacomunidad y la aparicin de nuevos liderazgos,

    primero no haba quin, por el temor, ahora hay mucha gente que quiereparticipar, o sea que la situacin s ha ido mejorando en ese aspecto, y yo

    creo que esto esde tiempo, no squ ir a pasar ahora, creo que la culturade nosotros es seguir conviviendo conellos (AUC) toda la vida,siempre va aexistir los que piensen distintos, pero ahora este es un barrio que trasno-cha, donde la gente sale, se ha recuperado ya en algo Ya se puede hablarcon ms libertad, sigue el temor, pero uno sabe cmo hacer.

    Tambin surgen nuevas formas de organizacin social, como los gruposjuveniles, que curiosamente estuvieron ausentes durante la etapa anterior deresistencia a los actores armados irregulares.

    Aparecen ms grupos juveniles y tambin personas estudiadas que han le-vantado el espritu y ahora el barrio cuenta con alrededor de 15 muchachosuniversitarios y otros ya graduados, entoncesya se est cambiando esa cul-turadel temor,de la delincuencia,est creciendo una culturaque quiere es-

    tudiar, que quiere salir adelante; 15 personas en la universidad ya son mu-chos por ser un barrio tan pequeo, entonces esos son logros que se vanapoyando. Los jvenes ya participan, conocen, discuten.

    Es claro, que con este nuevo contexto barrial, la resistencia comunitariaen el barrio 8 de Marzo, gira de lo poltico a lo social, reencontrndose con los

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    acumulados parcialmente interrumpidos tras la irrupcin en su territorio de lasguerrillas en los aos 90s y las AUC posteriormente. La preocupacin ahora noest centrada en el dominio y el poder de los actores armados irregulares, sinoen lasnecesidades urbansticas del barrio como tal y sociales de la comunidad,para superar situaciones de pobreza y exclusin social. La lgica de la resisten-cia parece variar ahora de lo poltico a lo social propiamente dicho. En los aos90s se haba acordado con el bienestar social realizar algunas actividades dedesarrollo comunitario,

    ()mandbamos a la gentea aprender arte, pero laspersonas en esapocaeran msperezosas.Ahora hay personas que hacen cursos, montan susem-presas,ya hayes falta de liderazgo,de lderesque promuevan loque haynue-vo; a nosotros nos han regalado 15 20 becas, falta iniciativaPienso que se

    han comenzado a abrir espacios, ya es fcil que muchachos entren al Sena,que aprendan algo, pero no es enseanza para empleo sino para construirsus propias empresas. Ya la Universidad de Antioquia cobra slo 1000 pesospormatrcula,ahorahay msoportunidades, hayque buscarlas, en estos ba-rrios la gente no tena empleo, pero ahora aqu tenemos el CEDEZO (Centrode Desarrollo Empresarial Zonal) donde se capacitan personas.

    En el 2006 elaboran el Preproyecto de produccin y comercializacin debiodisel, consistente en el cultivo de algas en las terrazas o en los patios,aprovechando los5 nacimientos de agua de la comuna, luego sonexprimidasy mezcladas con aceite de cocina, producindose el biodisel. Este es un pro-yecto que existe desde hace varios aos y todo ese biodisel lo est comprandoTCC (transportadora comercial) para sus carros; el sindicato de Empresas P-blicas de Medelln (EPM) les apoya el Preproyecto y un concejal del municipio

    lo gestiona. Tambin han intentado, aunque infructuosamente, montar unproyecto de cultivo de truchas con los reinsertados. Igualmente, tienen elproyecto de crear una EPS, que atienda las necesidades de salud de su gente,para lo cual cuentan con el ofrecimiento de apoyo por parte de la Universidadde Antioquia, y EPM les don 30 millones de pesos para que empiece a serconstruida en la sede comunal.

    La realidad y el futuro de esa nueva etapa de la resistencia contra la po-breza y la exclusin que protagonizan los moradores delOcho de marzo, es to-dava muy incierta, cargada ms de sueos que de realizaciones. Ellos, sin em-bargo, siguen ah, permanecen, pero esta vez no estn quietos, sino en movi-miento.

    Barrio El vila: Una golondrina haciendo veranoEn el barrio El vila nos encontramos con una experiencia muy valiosa en

    el que una lideresa vinculada a la JAC, toma la iniciativa personal de desarrollarcon los nios y adolescentes del sector actividades de tipo cultural, ldicas, de-

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    portivas y recreativas, como estrategia de resistencia para encarar la grave si-tuacin de violencia del sector. La motiva el propsito de crear espacios dondelosnios y adolescentespuedan encontraralternativas a la violenciao a partici-par en las bandas armadas que imperan en el barrio.

    En el barrio El vila el contexto de la vida comunitaria est determinadoporuna situacin mscercana a la de soberanas sobrepuestas, dado queel te-rritorio es escenario de constantes enfrentamientos entre bandas juveniles delsector, sin que ninguna termine por imponerse sobre las otras de manera defi-nitiva. Esto hace que la comunidad viva como en una situacin de sandwiche,entre el fuego cruzado continuo de un grupo armado contra otro. Aqu cunde elmiedo e incertidumbre en la comunidad:

    ()este conflicto era protagonizado por los jvenesque se peleaban porel territorio, un parque, una esquinaantes del 2002 exista una violenciamuy horrible, murieron muchos jveneseran bandas de jvenes, eranunos niospedan dinero, le prohiban a la gente a ir arriba o al parque oaqu o all, para el lado de Loreto. Estudiaban en los mismos colegiosdeun momento a otro se iniciaba una balacera, eran tardes enteras en balas,ver caer gente. Entre los jvenes se matabanantes de 2002 existi unaviolencia muy horrible, murieron muchos jveneseran bandas de jve-nes, eran unos nios20.

    El trabajo social y cultural de esta lideresa, ampliamente reconocida porla comunidad, inicia desde finales de los aos 90s y se proyecta incluso hastahoy. Desde el barrio El vila, trabaj con los nios de un barrio y de otro en acti-vidades de recreacin, deporte y educacin. Hay una actitud comprensiva y,

    hasta cierto punto maternal, frente a los jvenes integrantes de las bandas.Para esta lideresa, los que estaban en el conflicto no eran mala gente, sinomuchachos ignorantes. Esta percepcin acerca de los protagonistas de la si-tuacin de violencia y el reconocimiento del grado extremo de vulnerabilidaden que se encontraba la poblacin infantil y joven de ser involucrada en la din-mica de violencia, la lleva a definir en estos ltimos su prioridad y eje funda-mental de trabajo. Es as como las mltiples actividades recreativas, ldicas ydeportivas, se caracterizan por el marcado nfasis en valores relacionados conla convivencia, la tolerancia, la autonoma y el respeto al otro, lo cual impregnatodo su trabajo con nios y jvenes.

    Conlos nios y losjvenes se organizaron talleres de pintura, actividadesde recreacin, eventos artsticos y deportivos, con amplia convocatoria del sec-

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    20 Mientras no se indique lo contrario, los textos entre comillas corresponden aentrevista a lideresa del sector realizada en enero de 2008.

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    tor. De estas actividades surgieron algunos grupos recreativos como Huelli-tas, dirigido especialmente a los nios, quienes trabajan con arcilla y elemen-tos desechables, dando expresin artstica a su imaginacin y creatividad.Tambin la experiencia del Futvalores, dirigido especialmente a los jvenes,que era como una suerte de prctica deportiva orientada a la formacin en va-lores,la cual consistaen realizar torneos de ftbolentre losjvenes, en losquelas sanciones o las faltas se trastocaban en valores o antivalores, utilizando unbaln especial para ello: donde el globo no es lo importante, sino el valor querepresenta cada valor La recreacin la asumimos como una estrategia de re-conciliacinel juego ldico como va para trabajar valores.

    Como se dijo antes,el propsito y la motivacin de esta lideresa en el barrioEl vila,es ofrecer a este sector de lacomunidadespacios alternativosque lossus-

    traigan a la dinmicade violencia y a losprotagonistasde lamisma.Estas activida-des se orientaban, as mismo, a encarar el grave problema de violencia intrafami-liar que impera en el sector, lo cual lleva a proyectar su trabajo hacia las madres ypadres de familia a travs de talleres formativos. El encuentro conlos nios y jve-nes, con los adultos y padres y madres de familia, era la oportunidad para pala-brear la dramtica situacin de violencia del barrio y sensibilizar a la comunidadfrente al mismo. Aqu, la lgica de la resistencia no se orienta hacia la confronta-cin con lasbandas, sino hacia la fuga, en el sentido de ofertar espacios alternati-vos de encuentro y de proyeccin de la comunidad al margen de la lgica de do-minacinbandoleril;es decir, a travsdel trabajo conlos niosy adolescentes,ge-nerar espacios que escaparan al control y dominio de los actores armados peroque al mismo tiempo fortalecieran la vida comunitaria y barrial.

    Este ltimo aspecto fuey sigue siendocrucial en trminos de construccindevida comunitaria, de espacio societario alternativo a la violencia de los actores ar-mados.Como essabido, en situacionesde dominio de un actor armado o de dispu-taentre stos,como ocurri en el barrio El vila,el territoriorepresenta un referentefundamental de este dominio,convirtindose prcticamente en la dimensininma-nente al ejercicio de la relacin de dominacin sobre la poblacin. Precisamente, elespacio en el que ms directamente se expresa este dominio territorial, que, por lodems, suele ser controlado y regulado por medios coercitivos o prohibitivos, es elque corresponde al espacio pblico de la comunidad. Los parques, las plazoletas,las calles, los cafs, las placas polideportivas y todos aquellos otros escenarios deencuentro y de produccin y reproduccin de la vida comunitaria, tienden a ser co-pados de manera absoluta por el actor armado o son objeto de disputas entre s-tos. De ah que una de las prdidas centrales para la comunidad sometida a situa-cionesde confrontacin o de dominacin violentasealasustraccin delespacio p-

    blico comunitario de su trama cotidiana como comunidad.

    Por consiguiente, es tambin en relacin con este aspecto en el que des-taca la importancia y proyeccin del trabajo realizado poresta lideresa.Porme-dio de la ldica, el deporte y muchas otras actividades culturales promovidas y

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    realizadas por ella, algunas veces con el acompaamiento de otros lderes co-munitarios y del Inder, no slo se despliega una estrategia de resistencia con-sistente en sustraer a la poblacin infantil y joven de la dinmica de violencia,como ya se ha indicado, sino tambin una estrategia de mediano plazo hacia larearticulacin de la vida comunitaria. Es as como, a partir de estas experien-cias, el espacio pblico del barrio El vila empieza a recuperarse y llenarse decontenido. Estas actividades permiten que la comunidad progresivamente, sinconfrontar directamente a las bandas delincuenciales, se reapropien del espa-cio pblico, lo disfruten y lo revitalicen, aunque luego de realizada cada activi-dad sea sustrado de nuevo por los actores armados, para recomenzar cada finde semana o cada noche de programacin cultural a favor de la comunidad.

    En lapromociny proyeccin de esta experiencia de resistenciacivil no arma-

    da, cabe destacar, el papel jugado por las mujeres, el cual se podra explicar, por unlado,porsu especial sensibilidad frente al trabajo ldico, recreativo y artsticocon lacomunidad; y, porotro lado,porel temor msacentuadoentre loslderes varones aemprender acciones de proyeccin comunitaria, pese a que en el barrio El vila elhostigamiento al trabajo comunitario y sus lderes no fue tan marcado como enotros sectores. Tambin es de destacar, la constante preocupacin de las lideresaspormejorar suscualidades y capacidades de liderazgo, participandoen actividadesde formacin y capacitacin ofrecidas por ongs o algunas secretaras del gobiernomunicipal, como el Inder y laSecretara de Gobierno,lo cual lesposibilit asmismoencontrar apoyo y respaldo a sus actividades a travs de estas entidades y vincular-se a redes de trabajo comunitario como REDCOR (Red comunitaria de la comunacentro-oriental), con sede en el barrio Buenos Aires.

    Cuando, con el tiempo, el gobierno municipal promueve en la Comuna 9las mesas barriales y se compromete con su apoyo, este trabajo de resistenciacivil no armada poda mostrar sus frutos y potencializarse. Por un lado, habaun largo trecho recorrido previo de sensibilizacin de la comunidad frente a laviolencia y a la necesidad de superar la confrontacin armada, confrontacinque para la comunidad significaba, como se ha dicho, dominio y violencia deuno u otro actor sobre el territorio, sus vidas, sus bienes, su autonoma y sus li-bertades. Por otro lado, gracias a este trabajo previo, las mesas barriales deconvivencia gozaron desde un principiode amplia legitimidad entre la comuni-dad, y los actores armados pudieron tener interlocutores comunitarios en lasmismas, aparte de las instancias gubernamentales.

    Las mesas fue propuesta de la comunidad. Esta la mantenan con miedo,puesestaban comoen un sndwiches. Amenazados,intimidados,en medio

    de balacerasUnavez por mes sereunan en el Cerca de Buenos Aires y ahconocieron algunas personas (representando al Inder, Espacio Pblico, Se-cretara de gobierno y otros), y se fue formando un equipo grande de traba-jo. De la Alcalda les mandan un bus y realizan un mapa parlante donde co-locaban en cada sector los problemas a travs de fotos. Se formaban unos

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    mapas con un dolor trgico, donde no haba nada bueno (violencia, desnu-tricin, desamparo). De eseequipode trabajosurgieron lasmesas y se dije-ron: vamos a sacar a esta gente adelante.

    De este modo, las mesas barriales proyectan la rica experiencia anteriorde resistencia hacia otros camposy con otros interlocutores. El proceso desen-cadenado a travs de las mesas les permiti a los lderes tener una visin msamplia del conflicto y de la problemtica juvenil que subyaca a la situacin deviolencia en el sector.

    Estuvimos en Loreto en unareunin con los jvenesde las bandas; en sta setrat de limar las asperezas entre ellos. La comunidad planteaba la necesidadde terminar la violenciatan fuerteluegoparticiparonde lasmesas de trabajo

    promovidas porLuis Prez.Alllos jvenes expresaron lascosasbuenasparaelbarrio. Con el proceso iniciado con las mesas de trabajo se pudieron conocerla comunidady las bandas. La comunidad se dio cuenta que los jvenes no te-nanla culpa,era unaignorancia, poreso loslderes reconocieron la importan-cia de la recreacin y del deporteAl encuentro con los jvenes se enteraronde que el conflicto era por territorios, antes no lo entendan.

    A la mesa convergieron inicialmente los sectores ms representativos dela comunidad con la Administracin Municipal. La participacin ms tarde enella de los actores armados requiri de la mediacin de esta ltima a travs dela Secretara de Gobierno.

    En la mesa participaban pocas personas pero muy representativas, se fueronconociendoen la mesa se nombraron todos los representantes de la comu-nidad: el padre, el tendero, los jvenes, los lderes, Secretara de Gobierno.

    Despus de varios encuentros, azarosos pero positivos, en los que secreo un ambiente de confianza entre los lderes de la comunidad y los actoresarmados y de stos entre s, superando losrecelos mutuos del comienzo, se lo-gr ganar el consenso y el compromiso de superar la violencia en el barrio. Lamesa haba adquirido dinmica propia.

    Las bandas entendieron a travs de las mesas de trabajo la inconvenienciade la violencia. Fue un equipo de trabajo para que stas entendieran. Lue-go vendran laspropuestasy loscompromisos mutuos: que la juventuden-trara a estudiar y trabajar, que les ayudaran a las familias. A los muchachosse les dijo que dejaran las armas, conla promesa de estudiar y trabajar, conesa promesa aceptaron dejar las armas.

    Se produce, de esta manera, un nuevo contexto, una nueva situacin ba-rrial. Cabe anotar, sin embargo, que esta nueva situacin se vio catalizada conla incursin de las AUC al sector y el proceso de cooptacin que progresiva-mente realiz sobre algunas de estas bandas, todo lo cual produjo el comienzo

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    de un nuevo ciclo marcado especialmente por el proceso de desmovilizacin yreinsercin del BCN de las AUC a partir de 2003.

    A la postre, la mesa barrial se convirti en el espacio de resistencia ms re-presentativo de la comunidad. No fue propiamente el momento de la transfigu-racin de la infra-poltica de los dominados de Scott en poltica, pero s el mo-mento y el espacio en el que sta pudo poner en escena, con menos temor, conmayor decisin y con mayor claridad, sus demandas a los actores armados.

    Sin embargo, durante el tiempode actividad de lasmesas, esetrabajocultu-ral, ldico, deportivo y recreativo, no decay, sino que por el contrario, continu yse proyect ms all del perodo en que estuvo funcionando la mesa, ya que seconvierte en la oportunidad para proyectarse y articularse a las nuevas dinmicasdesencadenadaspor la actividad de las mismas. Las mesas de trabajo es la expe-riencia msrepresentativa, pero la mesa termina y el proceso sigue, la violenciasesupera con liderazgo y recreacin y deporte, y hoy estn ms unidos.

    Hoy la iniciativa y el trabajo de esta lideresa, cuenta con la participacinde la gente y su reconocimiento como una de sus mayores fortalezas.

    Conclusiones

    La presentacin que acabamos de efectuar de estas dos experiencias dela Comuna 9 de Medelln, nos permite establecer algunas conclusiones gene-rales acerca de la resistencia civil no armada en contextos urbanos dominadosporactores irregulares armadoso en confrontacin permanente. En estos con-textos, en los que los actores armados ejercen un control y un dominio casi ab-soluto y totalitario sobre el territorio y la poblacin, el observador superficialest tentado a descartar de plano la ocurrencia de cualquier expresin colecti-va de resistencia, espontnea o conciente. Por lo general, se presume, que laactitud de las comunidades barriales de la Comuna 9 ante estos poderes hasido la de la obediencia o la de la adaptacin o el acatamiento, con todaslas restricciones que ello implica para el ejercicio de las libertades y la autono-ma de sus miembros.

    Sin embargo, la exploracin que se ha hecho de estas experiencias, nosmuestra que no es as. Por el contrario, nos ilustran que la actitud de las comuni-dadesurbanasfrente a estospoderes no es siempre la de la obediencia, la adap-tacin y el acatamiento, sino que el desacato, la desobediencia y, en general,mltiples formas de inconformidad y de resistencia al poder dominante, emer-gen, se desarrollan y se expresan en estos escenarios y son parte constituyente

    de primer orden en la formacin de la vida colectiva de las comunidades barria-les. Estas experiencias muestran, que no siempre obediencia, adaptacin o aca-tamiento han significado legitimacin del poder o aceptacinvoluntariadel mis-mo. Detrs de muchas actitudes aparentes de adaptacin, de respeto y obedien-

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    cia al poder, se gestan y desarrollan muchas formas ocultas o discretas peropersistentes de resistencia y de socavamiento del mismo. En otros trminos,contrala idea muy comn, segn la cual, all donde dominan losactores violen-tos, slo cunde el miedo,la zozobra y la sumisin, los resultados de esta explo-racin de experiencias muestran, que existe un amplio espectro de formas yvariedades de resistencia contra la dominacin de dichos actores, protagoni-zadas por las comunidades barriales. Estas comunidades, frente al dilema ab-soluto entre obedecer o marcharse, optan por el ejercicio de la resistenciacomo una opcin posible y necesaria.

    Muchas de estas acciones de resistencia civil no armadas, ms que con-frontar al poder se orientan a sustraer a la comunidad de su dominio. Se tratade dos lgicas contrapuestas: mientras el poder se orienta segn el deseo de

    llenura, una suerte de biopoder orientado al control del territorio y de los cuer-pos de los dominados; la resistencia, por el contrario, lo hace segn eldeseode vaciedad21, una suerte de sustraccin o defeccin del poder que les permi-te articular procesos alternativos frente a la violencia y el control de los actoresarmados. De este modo, la vaciedad, ms que la confrontacin, es una de lasformas predilectas de expresin de la resistencia civil no armada en la comuna9 de Medelln. Poreso, lafugay laescapatoria en el mismo lugar del poder, peroeludindolo, constituyen en buena parte su arte y su gracia. El vaco y la fuga seconvierten en la estrategia de resistencia ms destacada, no slo por su ade-cuacin a lascircunstanciasde dominio,sino tambin porsu eficacia. La una vacon la otra. La fuga es la posibilidad siempre latente de desplazarse de un pun-to de control y dominio a otro, posibilita que los cuerpos nmadas vacen al po-der de suobjeto de deseo, una exuberancia socialque el poder no alcanza a de-

    vorar, aunque intenta someterlo todo. Este nomadismo que se desplaza y fluyeincesante en el mismo territorio de los dominadores recrea y reconstruye sen-tido, identidad y trayectorias22.

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    21 Una idea parecida la sugiere Virno en:Virno, Paolo. Virtuosismo y revolucin,la accin poltica en la poca del desencanto. Traficantes de sueo. Madrid.2004.

    22 Tales estrategias bordean lo que, en otro contexto, P. Virno, caracteriza bajola ideadel xodo, como sustraccinemprendedora, en el queel conflicto nose presenta ya como una protesta, sino como una defeccin, en el que nadaes menos pasivo que la fuga; elexit,dice Virno, modifica las condiciones en

    que tiene lugar el conflicto, ms que presuponerlas como un horizonte fijo.Cfr. P. Virno. Virtuosismo y revolucin, la accin poltica en la poca del de-sencanto. Traficantes de Sueos. 2003.

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    En este tipo de contextos lmites, en el que el riesgo de la vida pendemuchas veces de un hilo, es en los que las comunidades populares van desa-rrollando sus estrategias y ex