Respuesta al problema del libre albedrío en Donald Davidson

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CONTRAPONENCIA Preguntas acerca de la ponencia de Nicolás Martínez sobre el artículo Sucesos Mentales de Donald Davidson Constantino Villegas Burgos Facultad de Filosofía Universidad del Rosario Este corto ensayo consta de tres preguntas acerca de la ponencia de Nicolás Martínez sobre el artículo Sucesos Mentales de Donald Davidson. He aquí algunas aclaraciones antes de entrar en materia: el texto de Nicolás es un capítulo de su tesis de grado que versa, precisamente, sobre Davidson; la bibliografía que él usa es extensa y su conocimiento del autor desborda por mucho el mío. (ii) De ahí que su reconstrucción del problema planteado por el autor sea juiciosa y detallada; y, si en alguna parte del texto no lo fue así, esto ha escapado por completo a mi atención. (iii) Pero esto no blinda al ponente contra las críticas que voy a hacer a Davidson; antes bien, es él quien está en mayor capacidad de explicar los problemas en el texto y defender la postura del autor. (iv) A mi juicio, las preguntas más interesantes que plantea el ponente quedan abiertas en el párrafo final, y esto es una pena, pues queda la sensación de que al trabajo reconstructivo le falta un análisis crítico minucioso. (v) El texto merece una buena revisión estilística, gramatical y ortográfica. En algunos casos, lo planteado por el ponente llega a ser bastante confuso, más por descuidos en la escritura que por falencias conceptuales. 1. Las leyes psicofísicas. Davidson postula que los sucesos mentales escapan a la red nomológica de la teoría física. Es decir que, a diferencia de los sucesos del mundo físico, los sucesos mentales no se pueden predecir ni explicar acudiendo al lenguaje de la física que se sirve de leyes generales. Si bien cada suceso mental particular se corresponde con un suceso físico, no hay leyes estrictas que regulen esta relación de identidad. Podemos estar de acuerdo en que no conocemos una ley que establezca una relación del estilo “la actividad de la red neuronal x produce la creencia y”; esto equivaldría a decir que una creencia mía en particular, por ejemplo, que “la Tierra es un esferoide”, se corresponde de manera unívoca con un suceso físico dado en mi cerebro. Ahora bien, el hecho de que no podamos formular leyes generales al estilo de la física, no invalida la causalidad de lo mental. La formulación de leyes depende en gran medida de los conocimientos científicos que se poseen en un momento dado. Hasta donde sabemos, ningún científico medieval conocía la aceleración con que los cuerpos son atraídos hacia el centro de la Tierra, es decir, la gravedad precisa de nuestro planeta. Newton no había nacido aún, de modo que no existía la formulación

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Respuesta a la ponencia de Nicolás Martínez (Universidad del Rosario) sobre Donald Davidson en cuanto al problema del libre albedrío.

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CONTRAPONENCIA

Preguntas acerca de la ponencia de Nicolás Martínez sobre el artículo Sucesos

Mentales de Donald Davidson

Constantino Villegas Burgos

Facultad de Filosofía

Universidad del Rosario

Este corto ensayo consta de tres preguntas acerca de la ponencia de Nicolás Martínez

sobre el artículo Sucesos Mentales de Donald Davidson. He aquí algunas

aclaraciones antes de entrar en materia: el texto de Nicolás es un capítulo de su tesis

de grado que versa, precisamente, sobre Davidson; la bibliografía que él usa es

extensa y su conocimiento del autor desborda por mucho el mío. (ii) De ahí que su

reconstrucción del problema planteado por el autor sea juiciosa y detallada; y, si en

alguna parte del texto no lo fue así, esto ha escapado por completo a mi atención.

(iii) Pero esto no blinda al ponente contra las críticas que voy a hacer a Davidson;

antes bien, es él quien está en mayor capacidad de explicar los problemas en el texto

y defender la postura del autor. (iv) A mi juicio, las preguntas más interesantes que

plantea el ponente quedan abiertas en el párrafo final, y esto es una pena, pues queda

la sensación de que al trabajo reconstructivo le falta un análisis crítico minucioso.

(v) El texto merece una buena revisión estilística, gramatical y ortográfica. En

algunos casos, lo planteado por el ponente llega a ser bastante confuso, más por

descuidos en la escritura que por falencias conceptuales.

1. Las leyes psicofísicas.

Davidson postula que los sucesos mentales escapan a la red nomológica de la teoría

física. Es decir que, a diferencia de los sucesos del mundo físico, los sucesos mentales

no se pueden predecir ni explicar acudiendo al lenguaje de la física que se sirve de

leyes generales. Si bien cada suceso mental particular se corresponde con un suceso

físico, no hay leyes estrictas que regulen esta relación de identidad. Podemos estar

de acuerdo en que no conocemos una ley que establezca una relación del estilo “la

actividad de la red neuronal x produce la creencia y”; esto equivaldría a decir que

una creencia mía en particular, por ejemplo, que “la Tierra es un esferoide”, se

corresponde de manera unívoca con un suceso físico dado en mi cerebro.

Ahora bien, el hecho de que no podamos formular leyes generales al estilo de la física,

no invalida la causalidad de lo mental. La formulación de leyes depende en gran

medida de los conocimientos científicos que se poseen en un momento dado. Hasta

donde sabemos, ningún científico medieval conocía la aceleración con que los

cuerpos son atraídos hacia el centro de la Tierra, es decir, la gravedad precisa de

nuestro planeta. Newton no había nacido aún, de modo que no existía la formulación

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de la ley de gravedad, pero de eso no se sigue que la gravedad no operara

efectivamente y según un determinismo causal.

Mi punto es este: el hecho de que ignoremos una relación causal estricta entre dos

tipos de sucesos no quiere decir que esta relación sea inexistente. En el ámbito de lo

mental contamos con aproximaciones y relaciones bastante complejas, que si bien

no tienen el carácter de validez de una ley física, sí ayudan a explicar e incluso

predecir con cierta confiabilidad la conducta de los seres humanos. Consideremos

un sentimiento que es muy importante para nosotros: el amor. Cualquier romántico

puede decirnos lo complejo e inexplicable que es este sentimiento y hablarnos de

toda la carga simbólica, emocional y vital que hay en él. Este enamorado quizá se

sentiría ofendido si le dijéramos que el amor que siente por su prometida está

mediado de manera causal, determinista, inevitable por la interacción de ciertas

hormonas como la oxitocina, vasopresina, testosterona, dopamina y serotonina,

entre otras.

Desde luego, el amor que se siente por alguien está relacionado con un conjunto de

contenidos intencionales que no podemos llevar al lenguaje físico; y, como bien lo

anota Davidson, todo esto forma parte de un sistema holístico donde entran en juego

diversos tipos de creencias, deseos, recuerdos, temores, etc. Señalar la causa (o las

causas) físicas y exactas del amor que alguien siente por su pareja y extraer una ley

general al estilo de las leyes físicas, parece algo imposible. Pero esto solo nos dice

que nuestra limitación está en la capacidad de predecir y explicar lo mental; es cierto

que nuestro conocimiento de cómo las interacciones cerebrales afectan la conducta

no nos permite ir tan lejos como para formular leyes estrictas. Y, sin embargo, esto

nada tiene que ver con el determinismo causal.

El hecho de que nosotros, primates superiores recién bajados del árbol, agobiados

por más preguntas e incertidumbres que certezas sobre el funcionamiento del

universo, no podamos predecir cierto tipo de sucesos, no tiene nada que ver con la

predictibilidad en sí misma1 de un suceso; pero, sobre todo, no tiene nada que ver

con que el hecho de que este suceso sea determinado. La pregunta es, entonces, si el

aparente intento de Davidson por reconciliar determinismo y libre albedrío al estilo

kantiano se ve truncado por la confusión conceptual entre la capacidad del ser

humano de predecir un suceso y su determinación2.

1 No hay que ir tan lejos como para imaginar el demonio de Laplace. Basta con suponer una civilización lo suficientemente avanzada como para haber descifrado el funcionamiento del cerebro en el primate humano. 2 Cabe aclarar que las leyes generales de la física nos permiten predecir los sucesos siempre y cuando se den ciertas condiciones especiales, y a menudo hay márgenes de error. Solo para predecir la trayectoria y la desaceleración de un balón de fútbol lanzado a rodar sobre una superficie lisa en el vacío, necesito conocer una gran cantidad de datos del balón (peso, cociente de esfericidad, tensión, elasticidad) y del balón con respecto del suelo (fricción, estática). Los cálculos meteorológicos son un buen ejemplo de la dificultad que tenemos, aun conociendo bastantes factores involucrados y la forma

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2. La causalidad mental.

Incluso si aceptamos que no puede haber leyes estrictas que expliquen los sucesos

mentales; incluso si admitimos que la no predictibilidad es absoluta, tenemos aún el

asunto del determinismo causal. Todo suceso mental se corresponde con un suceso

a la manera de una identidad de particulares, según Davidson. Podemos conceder

este punto, pero no tenemos aún una salida al determinismo causal. Hasta ahora

solo hemos puesto de manifiesto una limitación epistemológica. El monismo que

propone Davidson es anómalo, pero es un monismo al fin y al cabo. Para poder

introducir la libertad y la autonomía (y esto es lo que, según se puede intuir, pretende

el autor al final de su ensayo), ¿debemos echar mano de un sujeto trascendental

kantiano? La anomalía en el monismo nos muestra una limitación a la hora de

formular leyes y hacer predicciones y explicaciones al estilo de la física en lo que

atañe a los sucesos mentales. Pero en ningún momento nos sugiere una especie de

indeterminismo. ¿Cuál es, entonces, la manera en que se pueden compaginar la

libertad y la agencia en un sentido kantiano con el monismo anómalo de Davidson?

3. Somos muy predecibles (e influenciables).

En los últimos años, una buena cantidad de neurocientíficos y psicólogos se han

dedicado al estudio empírico de la conducta humana. A través de experimentos que

evalúan la toma de decisiones, se ha podido constatar cuán influenciables y

predecibles podemos llegar a ser los seres humanos en circunstancias dadas.

Consideremos el siguiente experimento:

Un gran ejemplo sobre cuán potente puede ser el subconsciente fue detallado

por los investigadores Chen-Bo Zhong de la Universidad de Toronto y Katie

Liljenquist en Northwestern en un artículo publicado en el año 2006 en la

revista Science. Ellos realizaron un estudio en el cual se les pidió a las personas

que recordaran un pecado terrible de su pasado, algo que hubieran hecho y

que fuese inmoral. Los investigadores les preguntaron cómo los hacía sentir

este recuerdo. Luego les ofrecieron lavarse las manos a la mitad de los

participantes. Al final del estudio, les preguntaron a los sujetos si estarían

dispuestos a participar en un proyecto de investigación posterior sin recibir

remuneración, como un favor para un estudiante universitario desesperado.

Aquellos que no se lavaron las manos estuvieron de acuerdo en ayudar un 74%

de las veces, mientras que aquellos que sí se las lavaron solo accedieron un

41% de las veces. Según los investigadores, un grupo de sujetos

inconscientemente habían lavado su sentimiento de culpa y sintieron menos

en que interactúan, para predecir un suceso que sabemos que está determinado. Por otra parte, no es como si la conducta y el pensamiento humano escaparan por completo a nuestras capacidades de predicción. No necesitamos leyes generales para hacer cálculos certeros sobre la forma en que actuarán, dadas ciertas condiciones, la mayoría de seres humanos.

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la necesidad de pagar una penitencia. [...] Los sujetos en realidad no

limpiaron sus emociones, ni sintieron de manera consciente que lo hubieran

hecho. La limpieza tiene significado más allá de solo evitar gérmenes. Según

Zhong y Liljenquist, la mayoría de culturas humanas usan las ideas de

limpieza y pureza en oposición a la suciedad y la mugre para describir tanto

estados físicos como morales. Lavarse es parte de muchos rituales religiosos

y frases metafóricas usadas en el lenguaje común, y también es frecuente

referirse a [las] personas malvadas como “basura”. Uno incluso hace la misma

cara cuando le repugnan las acciones de una persona que cuando uno ve algo

sucio.

[2011, 11] Traducción propia.

El ejemplo anterior figura en el divertido libro You’re Not So Smart de David

McRaney, y hace alusión a lo que se conoce como priming: hay incontables estímulos

del pasado (relativos a la cultura, a la crianza, a las interacciones con otros, al

lenguaje, etc.) que influencian nuestra conducta de maneras de las cuales no somos

conscientes. Puede que no conozcamos los estados intencionales exactos de cada uno

de los participantes, pero su conducta sigue un patrón claro, y fue impulsada por

detonantes mucho más sutiles que aquellos vistos en el conductismo clásico.

Esto no nos muestra que haya una correlación estricta similar a la de los sucesos

físicos en lo que atañe a los sucesos mentales, pero los patrones de conducta son

innegables. Los sucesos mentales pueden no ser idénticos en todas las personas que

decidieron no ayudar al estudiante, pero su conducta sí lo fue. Y eso es importante.

Después de todo, ¿por qué habríamos de aspirar a la predicción absoluta de lo mental

cuando ni siquiera podemos hacer lo mismo con el mundo físico y todas las leyes que

conocemos? En lo que atañe a las interacciones humanas, es más importante saber

que la conducta es influenciable y predecible de maneras significativas, así no sean

exactas, que conocer la trayectoria que una bola idealmente esférica tendría en una

mesa de billar idealmente plana y uniforme, con una fricción idealmente nula.

“I told you I’m not Donald Davidson!”