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MECANISMO DE SEGUIMIENTO OEA/Ser.L/II.7.10 CONVENCIÓN BELÉM DO PARÁ (MESECVI) MESECVI/CEVI/INF. 30/10 COMITÉ DE EXPERTAS/OS VIOLENCIA (CEVI) 23 agosto 2010 Sexta Reunión del Comité de Expertas/os (CEVI) Original: Textual 23 al 25 agosto de 2010 Santo Domingo de Heredia, Costa Rica DIÁLOGO SOBRE VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES SEGURIDAD Y ACCESO A LA JUSTICIA 23 de agosto de 2010 REFLEXIONES SOBRE LA INCORPORACIÓN DE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO EN EL SISTEMA INTERAMERICANO DE DERECHOS HUMANOS [Presentación de Julissa Mantilla Falcón, Programa Mujer, Paz y Seguridad, UNIFEM Colombia]

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MECANISMO DE SEGUIMIENTO OEA/Ser.L/II.7.10CONVENCIÓN BELÉM DO PARÁ (MESECVI) MESECVI/CEVI/INF. 30/10COMITÉ DE EXPERTAS/OS VIOLENCIA (CEVI) 23 agosto 2010Sexta Reunión del Comité de Expertas/os (CEVI) Original: Textual23 al 25 agosto de 2010Santo Domingo de Heredia, Costa Rica

DIÁLOGO SOBRE VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERESSEGURIDAD Y ACCESO A LA JUSTICIA

23 de agosto de 2010

REFLEXIONES SOBRE LA INCORPORACIÓN DE LA PERSPECTIVADE GÉNERO EN EL SISTEMA INTERAMERICANO DE DERECHOS HUMANOS

[Presentación de Julissa Mantilla Falcón,Programa Mujer, Paz y Seguridad, UNIFEM Colombia]

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REFLEXIONES SOBRE LA INCORPORACIÓN DE LA PERSPECTIVA DE GÉNEROEN EL SISTEMA INTERAMERICANO DE DERECHOS HUMANOS

Julissa Mantilla Falcón

1. Presentación

Si revisamos los principales documentos del Derecho Internacional de Derechos Humanos (DIDH) tales como la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) o el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966), encontraremos una referencia general al principio de no discriminación y un lenguaje aparentemente neutral que no hace distinciones entre hombres y mujeres. Sin embargo, en la Segunda Conferencia de Derechos Humanos de 1993 en Viena, se hizo una especial referencia a los derechos de las mujeres y de las niñas resaltándose la importancia de su respeto y vigencia. Desde entonces, nuevos documentos internacionales y jurisprudencia han sido elaborados, incluyéndose referencias importantes a los derechos de las mujeres y a la perspectiva de género.

Recientemente, en noviembre del 2006 la Corte Interamericana de Derechos Humanos (la Corte) emitió la sentencia del caso Castro Castro contra el Perú, la cual marca un precedente importante en la incorporación de un análisis de género de las violaciones de derechos humanos, tema que será analizado en el presente artículo.

2. ¿Por qué incorporar una perspectiva de género en el DIDH? Conceptos fundamentales

El surgimiento del DIDH luego de la Segunda Guerra Mundial implicó una serie de cambios en los conceptos tradicionales del Derecho Internacional Público. La soberanía del Estado, por ejemplo, se vio relativizada frente a la necesidad de una protección más efectiva de los derechos de las personas. Asimismo, nuevos principios se fueron implementando, teniendo como prioridad una interpretación de las normas internacionales hacia lo más favorable al ser humano (principio pro hómine)1/. El principio de no discriminación en la definición, goce y ejercicio de los derechos humanos y libertades fundamentales se reafirma como una norma de ius cogens, esto es, que no admite pacto en contrario. En otros ámbitos, el desarrollo del DIDH va a consagrar la interdependencia e indivisibilidad de los derechos humanos, dejando de lado la división tradicional entre derechos civiles y políticos frente a los derechos económicos, sociales y culturales.

1. La Convención Americana de Derechos Humanos recoge este principio de la siguiente manera: Artículo 29. Normas de Interpretación: Ninguna disposición de la presente Convención puede ser interpretada en el sentido de:

a) permitir a alguno de los Estados Partes, grupo o persona, suprimir el goce y ejercicio de los derechos y libertades reconocidos en la Convención o limitarlos en mayor medida que la prevista en ella;

b) limitar el goce y ejercicio de cualquier derecho o libertad que pueda estar reconocido de acuerdo con las leyes de cualquiera de los Estados Partes o de acuerdo con otra convención en que sea parte uno de dichos Estados;

c) excluir otros derechos y garantías que son inherentes al ser humano o que se derivan de la forma democrática representativa de gobierno, y

d) excluir o limitar el efecto que puedan producir la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre y otros actos internacionales de la misma naturaleza.

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Poco a poco, el DIDH se va desarrollando a través de una serie de tratados y declaraciones internacionales que consolidan el Sistema Internacional de Promoción y Protección de los Derechos Humanos, tanto a nivel universal (con base en la Organización de las Naciones Unidas 2/) como a nivel regional (en el ámbito europeo3/, interamericano4/ y africano5/).

El desarrollo del DIDH va a permitir la incorporación de nuevas perspectivas orientadas a la mejor y mayor protección de los derechos de las personas. Es en este contexto que se inicia el reconocimiento de la perspectiva de género como una aproximación acorde al DIDH y como un punto de partida válido para el estudio de las causas, de los hechos en sí y de las consecuencias de las violaciones de derechos humanos.

Sobre el concepto de género

Muchas veces, al hablar de género se tiende a identificar este término con “la mujer” o “las mujeres”. Erróneamente, en algunos sectores, se considera que garantizar esta perspectiva implica exclusivamente incorporar más mujeres en las organizaciones, usar un lenguaje diferenciado (“los y las”, “todos y todas”) o crear oficinas específicas para atender los derechos de las mujeres. Si bien todas estas medidas se relacionan con la perspectiva de género, no son equivalentes ni agotan el significado del término.

En primer lugar, el género se define como una construcción social elaborada en base a las diferencias de sexo, esto es, “el sexo socialmente construido”. En otras palabras, se debe entender que las funciones, valores y relaciones entre hombres y mujeres, se construyen en base a las diferencias biológicas (sexo), asignando roles e identidades diferentes para ambos sexos (género). Estas construcciones de género han tenido como efecto, entre otros, la subordinación de las mujeres y niñas en sociedades en las cuales la predominancia de lo masculino6/ ha causado efectos en desmedro del ejercicio de los derechos y libertades fundamentales de aquéllas.

En este sentido, un enfoque de género reconoce que la situación de desventaja en la que se ubican las mujeres se fundamenta y se perpetúa en las estructuras de inequidad y discriminación que causan las violaciones de derechos humanos de tipo específico7/. Como Medina sostiene, la posición subordinada de las mujeres en la sociedad es la causa de las violaciones a sus derechos8/.

Esta realidad ha motivado la implementación de medidas específicas dirigidas a incrementar la participación de las mujeres en la vida política y social de las naciones, el acceso a la justicia y el

2. www.ohchr.org revisada el 10 de marzo del 2007.3. www.echr.coe.int revisada el 10 de marzo del 2007.4. www.oas.org/OASpage/humanrights_esp.htm revisada el 10 de marzo del 2007.5. www.achpr.org revisada el 10 de marzo del 2007.6. Cockburn, Cinthia, 1999, pág. 2, http://www.genderandpeacekeeping.org/resources/

3_Gender_Armed_Conflict_and_Political_Violence.pdf 7. United Nations, Integrating the gender perspective into the work of United Nations human

rights treaty bodies, HRI/MC/1998/6, Geneva, 14-18 September 1998, párr. 19.8. Medina, Cecilia, “Derechos Humanos de la Mujer. ¿Dónde estamos ahora en las Américas?”,

traducción elaborada por la Universidad de Chile del texto “Human Rights of Women: Where are we now in the Americas?” Publicado en Essays in Honour of Alice Yotopoulos-Marangopoulos. Prof. A. Manganas (ed.), Volume B, Panteion University, Nomiki Bibliothiki Group, Athens (2003), pp. 907-930.

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reconocimiento de su salud sexual y reproductiva, entre otros aspectos. Estas iniciativas locales se han ido consolidando a nivel internacional mediante la adopción de tratados, resoluciones e informes.

Cuando hablemos de un análisis de género, entonces, de lo que se trata es de evidenciar las diferentes circunstancias en las que viven hombres y mujeres y los roles que las sociedades les asignan; cuestionar los conceptos tradicionales que asignan determinados espacios a unos y a otras (el trabajo productivo frente al reproductivo, por ejemplo); la neutralidad aparente de las normas jurídicas y de las definiciones de derechos humanos que no reconocen las diferencias de las personas y que inciden sobre la desigualdad.

El análisis de género implica el reconocimiento de estas situaciones de desigualdad y, aplicado al DIDH, consolida la lucha contra la discriminación, el reconocimiento de la equidad en términos más allá de lo formal y una nueva interpretación del derecho en todas sus dimensiones, reconociendo que hombres y mujeres tienen diferentes necesidades y posiciones en la sociedad. Asimismo, implica que los organismos internacionales –tales como los Comités creados por los tratados- deben observar el género como un criterio para la composición de sus miembros.

De otro lado, la perspectiva de género es fundamental para entender que las violaciones de derechos humanos afectan a hombres y mujeres de manera diferente y que las mujeres no reciben la misma atención a las violaciones a sus derechos en comparación a lo que sucede con los hombres, realidad que impide el acceso de las mujeres a la justicia y reparación. Asimismo, una perspectiva de género contribuye a comprender que existen violaciones de derechos humanos que afectan a las mujeres por el hecho de ser mujeres, esto es, violaciones de género.

Una revisión del trabajo de los principales organismos creados por los tratados internacionales9/, indica que se ha dado un avance en cuanto al reconocimiento de un marco de garantías del goce de los derechos humanos y la no discriminación. Sin embargo, el impacto de las situaciones específicas de violaciones de derechos humanos en las mujeres aun no ha sido entendido. En este sentido, “no existe aún un claro reconocimiento o comprensión de que la perspectiva de género es una dimensión importante en la definición de la naturaleza sustantiva de los derechos” 10/. Por ello, la definición misma de los derechos humanos debe ser explorada e interpretada desde una perspectiva de género. Por ejemplo, la definición del derecho a la vida debe analizar los niveles de mortalidad materna mientras que el derecho a la salud tiene que incluir en su definición un contenido relativo a los derechos sexuales y reproductivos. Otro aspecto que una perspectiva de género debe analizar es la definición de las obligaciones de los Estados en relación a los abusos cometidos por particulares, tales como esposos o empleadores11/.

3. Evolución del DIDH y la perspectiva de género

El reconocimiento de la importancia de la perspectiva de género en el DIDH pasa por entender que esta disciplina se fue constituyendo desde una perspectiva aparentemente neutral pero que, en realidad, respondía a un modelo básicamente masculino 12/. El hablar de “derechos de las

9. Para un resumen de los principales avances en materia de género de los principales organismos de Naciones Unidas, revisar: United Nations, Integrating the gender perspective into the work of United Nations human rights treaty bodies, HRI/MC/1998/6, Geneva, 14-18 September 1998.

10. Ibíd., párr. 98 (traducción propia).11. Ibíd., párr. 99 (traducción propia).

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mujeres” no ha sido un proceso fácil, ya que se consideraba que el término “derechos humanos” o “derechos del hombre” era suficiente.

Efectivamente, si se revisa la mayor parte de los primeros tratados y declaraciones de derechos humanos, veremos que no existe una diferenciación por género al momento de elaborarlos. Así por ejemplo, es interesante reparar en el lenguaje de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre (DADH, 1948) en cuyo Preámbulo se afirma que:

“Todos los hombres nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están por naturaleza de razón y conciencia, deben conducirse fraternalmente los unos con los otros.

El cumplimiento del deber de cada uno es exigencia del derecho de todos. Derechos y deberes se integran correlativamente en toda actividad social y política del hombre. Si los derechos exaltan la libertad individual, los deberes expresan la dignidad de esa libertad.

Los deberes de orden jurídico presuponen otros, de orden moral, que los apoyan conceptualmente y los fundamentan.

Es deber del hombre servir al espíritu con todas sus potencias y recursos porque el espíritu es la finalidad suprema de la existencia humana y su máxima categoría.

Es deber del hombre ejercer, mantener y estimular por todos los medios a su alcance la cultura, porque la cultura es la máxima expresión social e histórica del espíritu.

Y puesto que la moral y buenas maneras constituyen la floración más noble de la cultura, es deber de todo hombre acatarlas siempre. (El énfasis es nuestro)”.

Una interpretación tradicional podría argumentar –y de hecho así ha sido- que la referencia a “hombre” en la DADH debería interpretarse en el sentido de incluir también a las mujeres. Sin embargo, en 1998, una resolución de la Asamblea General de la OEA reparó sobre esta situación, enfatizando la necesidad de modificar la declaración.

Esta resolución resaltaba la necesidad de cambiar el título de la DADH por el de "Declaración Americana de los Derechos y Deberes de la Persona". Asimismo, se proponía el reemplazo en su texto de la palabra "hombre" por "persona", cuando correspondiera, “en razón de la necesidad de incorporar la igualdad jurídica y de oportunidades para la mujer y el hombre y la equidad de género en todo nivel, incluso en las expresiones idiomáticas utilizadas en los instrumentos internacionales;(…)”13/.

Esta iniciativa no hace sino reconocer que el diseño y elaboración de los tratados y declaraciones internacionales no incluyó la perspectiva de género. Y es este reconocimiento lo que hizo que la comunidad internacional, las organizaciones de la sociedad civil y los académicos y

12. Es lo que Alda Facio denomina el androcentrismo de los derechos humanos. Al respecto revisar Facio, Alda, “Sexismo en el Derecho de los Derechos Humanos”, en Mujer y Derechos Humanos en América Latina, CLADEM, Lima, 1991.

13. AG/RES. 1591 (XXVIII-O/98): DECLARACIÓN AMERICANA DE LOS DERECHOS Y DEBERES DEL HOMBRE (Resolución aprobada en la tercera sesión plenaria, celebrada el 2 de junio de 1998).

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académicas unieran esfuerzos para lograr una evolución del DIDH en el sentido de reconocer la importancia de una visión diferenciada entre hombres y mujeres que permitiera una mayor protección de las personas.

Estos esfuerzos se materializaron, por ejemplo, en las Conferencias de la Organización de las Naciones Unidas sobre la situación de las mujeres, las cuales se iniciaron en México en 1975 y culminaron en Beijing en 1995. De hecho, estas conferencias han contribuido a comprender que una situación de igualdad y no discriminación entre hombres y mujeres, no ocurren simplemente como resultado de la protección y promoción de los derechos humanos. Por el contrario, estas Conferencias “han consolidado una postura mediante la cual estos objetivos deben ser enfatizados explicita y sistemáticamente en todas las etapas de implementación de los tratados de derechos humanos, incluyéndose la etapa de conceptualización de los derechos y libertades protegidos”14/.

En este proceso se ubica también la Segunda Conferencia Mundial de Derechos Humanos realizada en Viena en 1993. Efectivamente, la Plataforma de Acción de Viena reconoce expresamente que los derechos de la mujer y de la niña son derechos humanos, por lo cual deben recibir protección y reconocimiento internacional. En este contexto se resalta la importancia de eliminar la violencia contra la mujer en la vida pública y privada, los prejuicios sexistas en la administración de la justicia y erradicar los conflictos que puedan surgir entre los derechos de la mujer y las consecuencias perjudiciales de ciertas prácticas tradicionales. Se sostiene, además, que las violaciones de los derechos humanos de la mujer en situaciones de conflicto armado constituyen violaciones de los principios fundamentales de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario15/.

A las conferencias deben sumarse los documentos internacionales de tipo específico tales como la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, 1979) la cual incorpora una definición de la discriminación contra la mujer16/ e incluye las denominadas medidas de acción afirmativa17/. Ahora bien, no obstante que este tratado se dio para contrarrestar las situaciones de discriminación contra las mujeres, una omisión grave es que no se ocupa de la violencia contra la mujer como una violación de sus derechos humanos. Por ello, el Comité de la CEDAW –creado por el propio tratado- corrige esta situación unos años después al incluir en la definición de discriminación contra la mujer la violencia basada en el sexo, es decir, la violencia dirigida contra la mujer porque es mujer o que la afecta en forma desproporcionada. Incluye actos que infligen daños o sufrimientos de índole física, mental o sexual, amenazas de cometer esos actos, coacción y otras formas de privación de la libertad18/.

En este sentido se da luego la Declaración de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer de 199319/, en la cual se sostiene que violencia contra las mujeres es: “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado

14. HRI/MC/1998/6, para. 17 http://www.un.org/womenwatch/daw/news/integrating.htm (traducción propia).

15. Declaración y Programa de Acción de Viena de 1993, A/CONF.157/23, 12 de julio de 1993, párr. 18.

16. Art. 2, CEDAW.17. Art. 4, CEDAW.18. Recomendación General 19 adoptada por el Comité para la Eliminación de la Discriminación

contra la Mujer, UN Doc. HRI/GEN/1/Rev.1 at 84 (1994).19. Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer. Resolución de la Asamblea

General 48/104 del 20 de diciembre de 1993. Arts. 1 y 2.

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un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”, definición que reconoce una realidad totalmente violatoria de los derechos humanos.

A estos esfuerzos deben sumarse las iniciativas regionales provenientes del Sistema Interamericano de Derechos Humanos. En efecto, en 1994 la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención de Belém do Pará) fue elaborada, constituyéndose en el único tratado que se refiere de manera específica al tema de la violencia contra la mujer como una violación a los derechos humanos. De acuerdo a este texto internacional, por violencia contra la mujer debe entenderse cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el acto privado. La violencia contra la mujer puede ser violencia física, violencia psicológica y violencia sexual20/.

Ahora bien, tanto a nivel universal como interamericano, se establecieron una serie de mecanismos específicos en la materia, tales como el nombramiento de Reporteros Especiales con miras a visibilizar la situación de los derechos humanos de las mujeres. Así por ejemplo, se deben mencionar los Informes de la Relatora Especial sobre Violencia contra la Mujer establecida a nivel de la ONU, los cuales dan cuenta del “carácter sostenido y endémico de la violencia contra la mujer” 21/. En la resolución que crea esta Relatoría se condena las violaciones de los derechos humanos de la mujer en situaciones de conflicto armado, estableciendo que se tratan de violaciones al derecho internacional humanitario y pidiendo “una respuesta particularmente eficaz a las violaciones de esa naturaleza, en particular a los asesinatos, las violaciones sistemáticas, la esclavitud sexual y los embarazos forzados”22/.

En el ámbito interamericano, la Relatoría Especial de los Derechos de la Mujer ha elaborado una serie de estudios orientados al estudio de los derechos humanos de las mujeres en la región y de las situaciones que las afectan específicamente23/. Recientemente, el Relator ha publicado el Informe “Acceso a la Justicia para las mujeres víctimas de violencia en las Américas” 24/ el cual parte de reiterar que “un acceso de jure y de facto a recursos judiciales idóneos y efectivos resulta indispensable para la erradicación del problema de la violencia contra las mujeres, así como también lo es el cumplimiento de los Estados de su obligación de actuar con la debida diligencia frente a tales actos”25/. Este reporte presenta un diagnóstico sobre los principales obstáculos que las mujeres enfrentan cuando procuran acceder a una tutela judicial efectiva para remediar actos de violencia, en base a los cuales la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) elabora

20. Artículo 2, Convención de Belém do Pará.21. Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (1994). Resolución 1994/45 de la

mediante la cual se nombra una Relatora Especia sobre la violencia contra la mujer. E/CN.4/RES/1994/45.22. Ibíd.23. Entre ellos pueden mencionarse: “Las Mujeres Frente a la Violencia y la Discriminación

Derivadas del Conflicto Armado en Colombia”, “Situación de los derechos de la Mujer en Ciudad Juárez, México: El derecho a no ser objeto de violencia y discriminación”, “Informe de la CIDH sobre la Condición de la Mujer en las Américas de 1998”, www.cidh.oas.org, visitada el 10 de abril de 2007.

24. Informe 2007: Acceso de las mujeres a la justicia, www.cidh.oas.org visitada el 10 de abril de

2007.

25. Ibíd.

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recomendaciones orientadas a lograr que los Estados actúen con la debida diligencia con el objeto de ofrecer una respuesta judicial efectiva y oportuna ante estos incidentes.

Adicionalmente a los tratados, documentos e informes internacionales que han reconocido la importancia de la perspectiva de género en el desarrollo del DIDH, ha habido importantes avances también a nivel jurisprudencial. Para efectos del presente artículo, nos centraremos en los desarrollos del ámbito interamericano, específicamente en algunos casos contra el Perú.

4. El Sistema Interamericano de Derechos Humanos (SIDH) y la perspectiva de género

Además de la Convención de Belém do Pará y de los Informes de la Relatoría Especial, la incorporación de la perspectiva de género se ha presentado en la resolución de casos ante el SIDH, entre los cuales los casos peruanos resultan muy interesantes.

El Caso Raquel Martín de Mejía (1996)

Para este análisis, ubicamos el punto de partida en el año 1996, específicamente en el Informe de la CIDH sobre el caso Raquel Martín de Mejía contra el Perú26/. La víctima era un mujer de Oxapampa, Pasco, cuyo esposo –Fernando Mejía- era un abogado, periodista y Presidente del Comité Provincial del partido político Izquierda Unida. En junio de 1989, aproximadamente 100 efectivos militares pertenecientes al “Batallón Nueve de Diciembre” llegaron a Oxapampa a fin de conducir operaciones contrainsurgentes.

En la noche del 15 de junio de 1989, integrantes del Ejército Peruano llegaron a la casa de los esposos Mejía, buscando al Dr. Fernando Mejía, a quien detuvieron arbitrariamente. Aproximadamente 15 minutos después, un grupo de efectivos militares con los rostros cubiertos con pasamontañas negros se presentaron nuevamente en el domicilio de los Mejía y uno de ellos violó a la señora Raquel Martín. Aproximadamente 20 minutos después, la misma persona regresó a la casa de los Mejía, aparentemente con la intención de comunicar a la señora Raquel que su esposo sería trasladado en helicóptero a Lima al día siguiente. Nuevamente, el sujeto violó a la señora Martín de Mejía, quien pasó el resto de la noche bajo un estado de terror y angustia.

Al momento de considerar el fondo del asunto, la CIDH realiza dos presunciones importantes que inciden en la importancia del análisis de género en el DIDH.

En primer lugar, decide presumir como verdaderos los hechos relativos a la violación de Raquel Martín de Mejía por integrantes del Ejército peruano. Para llegar a esta conclusión, la CIDH no sólo hizo referencia a la denuncia en sí sino también a diversos informes de organismos intergubernamentales y no gubernamentales en los que se documentaba la existencia de numerosas violaciones sexuales de mujeres en Perú. En efecto, la CIDH tomó en consideración los Informes de 1992 y 1993 del Relator Especial contra la Tortura, los que señalaban que en las áreas sujetas a estado de emergencia, los efectivos militares frecuentemente recurrían al abuso sexual27/. Los reportes de Amnistía Internacional también fueron analizados, los cuales informaban de distintos casos de abuso sexual contra las mujeres en zonas de emergencia y de la impunidad que rodeaba estos casos. Asimismo, los informes de Human Rights Watch que sostenían que la violencia sexual contra las

26. Raquel Martín de Mejía v. Perú, Caso 10.970 Informe No. 5/96, Inter-Am.C.H.R., OEA/Ser.L/V/II.91 Doc. 7 at 168 (1996).

27. N.U., E/CN.4/1993/26, párr. 355. Citado en el caso de Raquel Martín de Mejía.

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mujeres constituía una práctica común, aún cuando no existían estadísticas en la materia, fueron revisados por la CIDH.

En segundo lugar, la CIDH decide presumir la inexistencia de recursos internos efectivos que permitiesen remediar las violaciones a los derechos humanos de las que fue objeto Raquel Martín de Mejía. Entre otros aspectos, la CIDH hace referencia a las declaraciones de la Sra. Martín quien al momento de denunciar ante la policía peruana el secuestro y posterior homicidio de su esposo, no denunció la violación sexual “temerosa de que la revelación de las violaciones cometidas contra mi persona pudieran causarme ostracismo y exponerme a mayor peligro o daño físico...” 28/. La CIDH tomó en cuenta, además, distintos informes en los cuales se refiere “la imposibilidad de aquellas mujeres que han sido víctimas de violación por miembros de las fuerzas de seguridad o de la policía de obtener un remedio a las violaciones de sus derechos”29/.

Estos dos aspectos son fundamentales, ya que demuestran que la CIDH decide apartarse de un tratamiento tradicional de los hechos y aplicar una perspectiva de género al detenerse a analizar los hechos y su implicancia específica para las mujeres, así como en la aplicación de las reglas de procedimiento. Un análisis sin perspectiva de género se hubiera centrado en la falta de estadísticas, por ejemplo, o en la exigencia absoluta del agotamiento de los recursos internos. Sin embargo, el hecho de considerar las implicancias especiales de la violencia sexual en las mujeres, implicó además que la CIDH analizara el impacto de los hechos, las circunstancias que rodean estos actos y la impunidad de los mismos, todo lo cual se enmarca en una situación general de discriminación contra las mujeres.

Ahora bien, la CIDH da un paso más y realiza una interpretación de los tratados internacionales que es una muestra clara de la riqueza que implica aplicar una perspectiva de género al DIDH.

La CIDH toma como referencia el artículo 5 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, el cual reconoce el derecho de toda persona a la integridad física, psíquica y moral y que nadie puede ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Asimismo, la CIDH utiliza la definición de tortura contenida en la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura (CIPST) en su artículo 2, concluyendo que para que exista tortura deben conjugarse tres elementos:

1. que se trate de un acto a través del cual se inflijan a una persona penas y sufrimientos físicos y mentales;

2. cometido con un fin;3. por un funcionario público o por una persona privada a instigación del primero.

28. Ibíd.29. N.U., E/CN.4/1994/31, párr. 431 y 432. Citado en el caso Raquel Martín de Mejía.

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El análisis relativo al primer elemento tuvo en cuenta el sufrimiento físico y psicológico causado por la violación sexual. El reporte observó las consecuencias a corto y largo plazo para la víctima, así como la negativa de muchas mujeres afectadas de denunciar esta violación. Asimismo, la CIDH hizo referencia al Relator Especial contra la Tortura el cual había señalado que la violación es uno de varios métodos de tortura física y psicológica pues en muchos casos no sólo pretende humillar a la víctima sino también a su familia o comunidad. De otro lado, la CIDH resaltó que las víctimas pueden resultar embarazadas.

El segundo elemento establece que para que un acto sea tortura debe haberse cometido intencionalmente, es decir, con el fin de producir en la víctima un determinado resultado. La CIPST incluye, entre otros fines, el castigo personal y la intimidación.

En este aspecto, la CIDH resalta que la víctima fue violada con el objeto de castigarla personalmente y de intimidarla, ya que el sujeto que la agredió le dijo que ella estaba requerida como subversiva, al igual que su esposo. Asimismo, antes de marcharse la amenazó con regresar y violarla nuevamente. Esta situación generó un profundo terror en la señora Martín de Mejía, quien temía por su seguridad, por la de su esposo y por la de su hija.

El tercer requisito de la definición de tortura es que el acto debe haber sido perpetrado por un oficial público o por una persona privada a instigación del primero. La CIDH pudo comprobar que el responsable de las violaciones sexuales era un miembro de las fuerzas de seguridad.

En consecuencia, la CIDH logra concluir que en determinadas circunstancias, la violación sexual puede constituir un acto de tortura, sentando un precedente fundamental en la interpretación con perspectiva de género de los conceptos tradicionales de derechos humanos y en la protección efectiva de los derechos humanos de las mujeres. Asimismo, brinda información hasta ese momento inexistente en el Perú sobre las dimensiones de la violencia sexual y de la impunidad que rodeaba los hechos, aspectos ambos que posteriormente serán de suma utilidad al momento de iniciarse el proceso peruano por la verdad y la memoria. Lamentablemente, este caso no llegó a la Corte, omisión que tendrá impacto algunos años después.

El Caso de Maria Elena Loayza Tamayo (1998)30/

Efectivamente, en 1998 el caso Loayza Tamayo llega ante la Corte. En este caso, la víctima fue detenida en febrero de 1993 por miembros de la División Nacional contra el Terrorismo de la Policía Nacional del Perú (DINCOTE), ya que había sido denunciada como integrante del grupo subversivo Sendero Luminoso (SL). La detención se produjo sin que existiera una orden judicial y en su testimonio la señora Loayza Tamayo sostuvo que fue objeto de torturas, tratos crueles y degradantes y de apremios ilegales, por ejemplo, “amenazas de ahogo a orillas del mar durante horas de la noche y la violación sexual de [que] fue víctima por efectivos de la DINCOTE”31/.

En su contestación a la denuncia, el Estado sostuvo que en la manifestación rendida ante la DINCOTE el 15 de febrero de 1993, la señora María Elena Loayza Tamayo “en ninguna de sus respuestas refiere haber sido víctima de algún tipo de tortura [o] violación sexual”, y en el examen

30. Serie C No. 33, Caso Loayza Tamayo, Sentencia 17 de setiembre de 1997.31. Ibíd., párr. 3, d.

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médico-legal que se le practicó “no registra atención por haber sufrido delito de lesiones o delito contra su honor sexual”, razón por la cual el Estado rechazó estos hechos32/.

Al momento de analizar los hechos, la Corte sostuvo que -si bien la CIDH había alegado en su demanda que la víctima fue violada durante su detención- el hecho no había sido probado, aceptando sólo los otros hechos violatorios alegados tales como la incomunicación durante la detención, la exhibición pública con un traje infamante a través de medios de comunicación, el aislamiento en celda reducida, sin ventilación ni luz natural, los golpes y otros maltratos como el ahogamiento, la intimidación por amenazas de otros actos violentos, las restricciones al régimen de visitas.

Como vemos, la Corte se aparta del precedente Martín de Mejía, el cual había ya determinado la existencia de una práctica amplia de violaciones sexuales como forma de tortura durante el conflicto armado peruano, aspecto que debió haber sido considerado en el análisis de los hechos. De otro lado, la falta de denuncia de la violación sexual por parte de la víctima a nivel interno y el que no haya recibido atención médica específica no son argumentos sólidos en la defensa del Estado y no pueden bajo ninguna circunstancia ser esgrimidos para descartar la violencia sexual. Incluso, la referencia del Estado a la violación sexual como un hecho que afecta “el honor sexual” de las personas, tampoco es apropiada. Es evidente que la Corte debe actuar según las pruebas y argumentaciones que las partes le presentan. Sin embargo, en casos de violencia sexual no puede dejarse de lado las consideraciones antes descritas. Lo cierto es que la Corte no efectuó un examen sustancial ni se refirió a la evidencia recibida, lo cual constituye “un problema con respecto a la protección de las mujeres que se encuentran bajo custodia del Estado”33/.

Diferente va a ser la situación con el Caso Castro Castro de noviembre del 2006, donde el análisis de la Corte es innovador en cuanto a la incorporación de una perspectiva de género al análisis de las violaciones de derechos humanos, como veremos a continuación.

5. El Caso Castro Castro34/ como un ejemplo de análisis de género en el DIDH35/

El caso Castro Castro se refiere a las ejecuciones extrajudiciales ocurridas en 1992 en el Perú en el contexto de la mudanza de prisioneras del centro penitenciario Miguel Castro Castro a la cárcel de máxima seguridad de mujeres en Chorrillos, en el denominado “Operativo Mudanza 1”. Sentando un precedente fundamental, la Corte hace un análisis de género de los hechos y de las violaciones de derechos humanos producidas, que merece resaltarse.

32. Ibíd, párr. 3, f.33. Ore, Gaby. “El derecho a la reparación por violaciones manifiestas y sistemáticas a los derechos

de las mujeres”. Seminario Internacional “Justicia y Reparación para mujeres víctimas de violencia sexual en contextos de conflicto armado interno”, Lima, agosto 2006.

34. Caso del Penal Miguel Castro Castro vs. Perú, sentencia de 25 de Noviembre de 2006, Corte Interamericana de Derechos Humanos.

35. Además de la sentencia de fondo, se recomienda la lectura de los votos razonados de los jueces Sergio García Ramírez, referido a la aplicación de la Convención Belem do Pará, y del juez Antonio Cancado Trindade, el cual versa sobre la importancia del análisis de género.

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El análisis diferenciado

En primer lugar, se debe resaltar que la Corte distingue expresamente entre los hombres y mujeres afectados por los hechos, resaltando además los casos de las internas en estado de gestación. Se deja de lado, entonces, un tratamiento general e indistinto que usualmente tiende a generalizar las conclusiones que se dan para los hombres al caso de las mujeres. La Corte prosigue con su análisis diferenciado por género al contemplar la situación de los internos reacomodados dentro del penal Castro Castro, así como aquellos trasladados a Lurigancho o a Yanamayo, y la situación de las internas que fueron trasladadas a las cárceles de “Santa Mónica de Chorrillos” y de “Cristo Rey de Cachiche”. En este último caso, la Corte destaca que las mujeres no tenían acceso a materiales de aseo personal, tales como jabón, papel higiénico, toallas sanitarias, ni ropa íntima para cambiarse.

Un segundo aspecto importante es la decisión de la Corte de analizar la responsabilidad internacional del Estado tomando en cuenta que los actos de violencia se encontraron dirigidos, en primer término, contra las internas, las cuales eran consideradas por las autoridades estatales como integrantes de organizaciones subversivas. Esto es, se destaca la existencia de responsabilidad internacional derivada de la violencia de género.

En tercer lugar, la Corte señala expresamente que utilizará un análisis de género en el tratamiento de los hechos y de la normatividad aplicable. En efecto, la Corte sostiene que “tomará en cuenta que las mujeres se vieron afectadas por los actos de violencia de manera diferente a los hombres, que algunos actos de violencia se encontraron dirigidos específicamente a ellas y otros les afectaron en mayor proporción que a los hombres. Ha sido reconocido por diversos órganos peruanos e internacionales que durante los conflictos armados las mujeres enfrentan situaciones específicas de afectación a sus derechos humanos, como lo son los actos de violencia sexual, la cual en muchas ocasiones es utilizada como “un medio simbólico para humillar a la parte contraria”36/.

Un cuarto aspecto importante es que la Corte reconoce que en los conflictos armados internos e internacionales las partes enfrentadas utilizan la violencia sexual contra las mujeres como un medio de castigo y represión, lo cual las afecta directamente pero además puede tener el objetivo de causar un efecto en la sociedad y pretender dar un mensaje o lección.

En este sentido, la Corte realiza una referencia permanente al Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación del Perú (CVR)37/ para sostener que en el conflicto armado peruano existió una práctica de violaciones sexuales y violencia sexual desarrollada principalmente contra las mujeres, la cual “es imputable en primer término a agentes estatales y en menor medida a miembros de los grupos subversivos. Asimismo, la Corte resalta que los actos de violencia sexual contra las mujeres durante el conflicto tenían como objetivos castigar, intimidar, presionar, humillar y degradar a la población. Muchos de los hechos del caso Castro Castro, dice la Corte, se dieron en perjuicio de las mujeres y respondieron al referido contexto de violencia contra la mujer en el conflicto armado peruano.

36. Caso del Penal Miguel Castro Castro vs. Perú, sentencia de 25 de Noviembre de 2006, Corte Interamericana de Derechos Humanos, párr. 223

37. Como se sabe, la CVR fue creada en el 2001 por el Estado peruano con el objetivo de investigar los crímenes y violaciones de derechos humanos ocurridos entre 1980 y el año 2000.

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Como quinto aspecto, se debe resaltar que al momento de analizar los artículos violados en este caso, la Corte realiza un análisis de género en la argumentación referida a las violaciones a los derechos humanos, como se vera a continuación. Asimismo, la Corte aclara que cuando corresponda especificará los efectos particulares de los hechos con respecto a las internas en general y a las internas embarazadas.

En este sentido, la Corte se refiere a los “aspectos específicos de violencia contra la mujer”, la cual será analizada a la luz del artículo 5 de la Convención Americana, teniendo como referencia de interpretación las disposiciones pertinentes de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención Belém do Pará) y la Convención sobre Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer. Como apropiadamente destaca la Corte, estos instrumentos “complementan el corpus juris internacional en materia de protección de la integridad personal de las mujeres, del cual forma parte la Convención Americana”38/. Es importante reparar en que la Corte utiliza expresamente la Convención Belém do Pará, aspecto totalmente novedoso en su jurisprudencia.

Con este punto de partida, la Corte analiza los hechos que afectaron la integridad personal de las internas, destacando que –al iniciarse el ataque contra el pabellón de mujeres- las internas, incluidas las embarazadas, se vieron obligadas a huir. En este traslado, las internas tuvieron que arrastrarse pegadas al piso, y pasar por encima de cuerpos de personas fallecidas, lo cual resultó particularmente grave en el caso de las mujeres embarazadas quienes se arrastraron sobre su vientre. La Corte resalta la existencia de un “un clima de desesperación entre las mujeres”.

Las mujeres embarazadas

El análisis de la situación de las mujeres embarazadas resulta interesante. La Corte señala que las mujeres embarazadas que vivieron el ataque “experimentaron un sufrimiento psicológico adicional, ya que además de haber visto lesionada su propia integridad física, padecieron sentimientos de angustia, desesperación y miedo por el peligro que corría la vida de sus hijos”39/.

En este sentido, la Corte considera que el Estado es responsable de la violación a la integridad física y psicológica de los y las internas. Asimismo, la Corte considera que el hecho que algunas de las internas estuvieran embarazadas resultaba un agravante, dado que los actos de violencia les afectaron en mayor medida.

La desnudez forzada

La Corte resalta que los internos heridos fueron sometidos a desnudos forzados durante su permanencia en Hospital de la Policía, lo cual atentó contra su dignidad personal. Nuevamente, la Corte realiza una diferenciación de género, al momento de enfatizar que dicha desnudez forzada tuvo características especialmente graves para las seis internas sometidas a ese trato. Asimismo, la Corte destaca que a las internas no se les permitió asearse y, en algunos casos, para utilizar los servicios sanitarios debían hacerlo acompañadas de un guardia armado quien no les permitía cerrar la puerta y las apuntaba con el arma permanentemente.

38. Ibid., párr. 276.39. Ibid., párr. 293.

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La Corte estima que esas mujeres, además de recibir un trato violatorio de su dignidad personal, también fueron víctimas de violencia sexual, ya que estuvieron desnudas y cubiertas con tan solo una sábana, estando rodeadas de hombres armados. La Corte consideró que este tratamiento constituyó violencia sexual dado que las mujeres fueron constantemente observadas por hombres, considerando además que “la violencia sexual se configura con acciones de naturaleza sexual que se cometen en una persona sin su consentimiento, que además de comprender la invasión física del cuerpo humano, pueden incluir actos que no involucren penetración o incluso contacto físico alguno”40/. Como vemos, la Corte maneja un concepto amplio de violencia sexual, no limitándose a la violación sexual y considerando que esta situación de violencia sexual generó un grave sufrimiento psicológico y moral a las mujeres, lo cual se debe añadir al sufrimiento físico que ya estaban padeciendo debido a las heridas.

Inspección vaginal como violación sexual

Otro aspecto importante de esta sentencia es que la Corte se aparta de los conceptos tradicionales de violación sexual. Efectivamente, al momento de analizar la situación de una interna que fue objeto de una “inspección” vaginal dactilar, realizada por varias personas encapuchadas a la vez, la Corte refiere a los estándares internacionales en la materia para reconocer que la violación sexual no implica necesariamente una relación sexual sin consentimiento, por vía vaginal.

Por violación sexual –dice la Corte- también debe entenderse “actos de penetración vaginales o anales, sin consentimiento de la víctima, mediante la utilización de otras partes del cuerpo del agresor u objetos, así como la penetración bucal mediante el miembro viril”41/.

En este sentido, la Corte concluye que los actos de violencia sexual a que fue sometida una interna bajo supuesta inspección vaginal dactilar constituyeron una violación sexual que por sus efectos constituye tortura.

Análisis de las condiciones de detención y trato hacia los internos e internas

La Corte destaca las graves condiciones de detención a que fueron sometidos las y los internos involucrados en este caso (hacinamiento, falta de alimentación adecuada, atención precaria de la salud, etc.)

En este punto, la Corte no sigue un criterio neutral de análisis sino que expresamente resalta que “el daño y sufrimiento experimentados por las mujeres en general y especialmente las mujeres embarazadas y por las internas madres resultó particularmente grave”42/.

Así por ejemplo, la Corte destaca que la incomunicación severa tuvo efectos particulares en las internas madres, ya que la imposibilidad de comunicarse con sus hijos ocasionó un sufrimiento psicológico adicional. Otro aspecto destacado por la Corte es la desatención de las necesidades fisiológicas de las mujeres, relativas a su aseo personal, higiene, salud pre y post natal, todo lo cual causó sufrimiento especial y adicional a las mujeres detenidas.

40. Ibíd., párr. 30641. Ibíd.., párr. 310.42. Ibíd.., párr. 319.

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Reparaciones

De otro lado, en materia de reparaciones y en cuanto a la fijación del daño inmaterial, la Corte nuevamente toma en consideración las situación de las tres internas que al momento de los hechos se encontraban con 7, 8 y 5 meses de embarazo, cuyas necesidades específicas de salud fueron desatendidas por el Estado; la situación de la interna sometida a una supuesta “inspección” vaginal dactilar que constituyó violación sexual y el caso de las internas sometidas a desnudos forzados.

6. El Caso Campo Algodonero y sus aportes a la defensa de los derechos humanos de las mujeres43/

En este caso, los hechos principales se refieren a la desaparición y muerte de Claudia Ivette González, Esmeralda Herrera Monreal y Laura Berenice Ramos Monárrez cuyos cuerpos fueron encontrados en un campo algodonero de Ciudad Juárez el 6 de noviembre de 2001.

Uno de los aspectos fundamentales de este caso se refiere al profundo razonamiento que la Corte hace sobre su competencia para aplicar la Convención de Belém do Pará, que fue una de las objeciones preliminares del Estado mexicano. Si bien la Convención ya se había aplicado en el caso Castro Castro, era necesario reafirmar con claridad que la Corte tiene competencia para aplicar esta Convención, que hace parte del corpus juris internacional en materia de protección de la integridad personal de las mujeres.

Por otro lado, la Corte recoge una serie de informes nacionales e internacionales que reconocían la existencia de violencia de género en un contexto de discriminación sistemática contra la mujer.

Ahora bien, la Corte utiliza por primera vez el término feminicidio, el cual define como “homicidio de mujer por razones de género”, si bien afirma que no era posible pronunciarse de manera definitiva sobre cuáles homicidios de mujeres en Ciudad Juárez se podían entender como tales. Al respecto, la ex Jueza Cecilia Medina señala que resultaba muy difícil que la Corte pudiera tomar esa palabra porque en la academia y en el activismo existen muchas definiciones, y no era posible adherir a alguna de ellas44/.

Por otro lado, el caso permite reconocer la existencia de altos grados de violencia sexual en los homicidios de mujeres ocurridos en Ciudad Juárez desde 1993, los cuales fueron influenciados por una cultura de discriminación contra la mujer, la cual ha incidido tanto en los motivos como en la modalidad de los crímenes, así como en la respuesta de las autoridades frente a éstos. La Corte, además, destaca las respuestas ineficientes y las actitudes indiferentes documentadas en cuanto a la investigación de dichos crímenes, que parecen haber permitido que se haya perpetuado la violencia contra la mujer en Ciudad Juárez.

43. Caso González y otras (“campo algodonero”) vs. México, sentencia de 16 de noviembre de 2009.

44. Entrevista a Cecilia Medina sobre el caso Campo Algodonero,http://www.insurrectasypunto.org/index.php?option=com_content&view=article&id=3064:medina-quiroga-presidenta-de-la-cidh-analiza-el-fallo-por-los-asesinatos-de-mujeres-en-ciudad-juarez-son-crimenes-que-fueron-minimizados&catid=4:notas&Itemid=4

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Finalmente, la Corte concluye que el Estado mexicano violó los derechos a la vida, integridad personal y libertad personal, acceso a la justicia; incumplió con su deber de investigar y garantizar estos derechos y violó el deber de no discriminación.

En consecuencia, la Corte dispone que El Estado deberá iniciar una investigación seria de los hechos que incluya una perspectiva de género; emprender líneas de investigación específicas respecto a violencia sexual, para lo cual se deben involucrar las líneas de investigación sobre los patrones respectivos en la zona; realizarse conforme a protocolos y manuales que cumplan con los lineamientos de esta Sentencia; proveer regularmente de información a los familiares de las víctimas sobre los avances en la investigación y darles pleno acceso a los expedientes, y realizarse por funcionarios altamente capacitados en casos similares y en atención a víctimas de discriminación y violencia por razón de género.

Asimismo, la Corte ordena que el Estado debe continuar implementando programas y cursos permanentes de educación y capacitación en derechos humanos y género; perspectiva de género para la debida diligencia en la conducción de averiguaciones previas y procesos judiciales relacionados con discriminación, violencia y homicidios de mujeres por razones de género, y superación de estereotipos sobre el rol social de las mujeres dirigidos a funcionarios públicos.

7. Conclusiones

La aplicación de una perspectiva de género en el DIDH es aún un proceso novedoso y difícil que necesitará todavía un intenso trabajo y estudio. Sin embargo, es innegable su impacto y la necesidad de considerarla en la elaboración de nuevos tratados, en los procesos de investigación de violaciones de derechos humanos, en las políticas de reparaciones y en el desarrollo de la jurisprudencia.

Como hemos visto, los casos descritos denotan posiciones diferentes del Sistema Interamericano en relación al análisis de género en las violaciones de derechos humanos. De una posición innovadora en el caso Martín de Mejía se retrocede en el caso Loayza para finalmente implementar un análisis innovador en el caso Castro Castro. A nuestro juicio, un elemento importante fue el Informe Final de la CVR, emitido en el 2003, el cual es citado abundantemente en esta sentencia y en el que se concluye que las mujeres peruanas habían sufrido diversas formas de violencia sexual durante el conflicto armado. Quizás si este informe se hubiera dado hace unos años la sentencia del caso Loayza, por ejemplo, hubiera sido diferente en cuanto a la violencia sexual. Finalmente, es importante reconocer que el Caso Campo Algodonero consolida estos avances en la incorporación de la perspectiva de género en el SIDH y abre la puerta para el desarrollo de medidas de investigación judicial y de reparaciones con enfoque diferencial.

Lo que es claro, entonces, es que la aplicación de la perspectiva de género genera una protección más efectiva de las personas, una visión innovadora del derecho y una mayor comprensión de la situación real de los hombres y de las mujeres al momento de sufrir una violación a sus derechos humanos. Y hacia esos objetivos se deben encaminar nuestro trabajo y el desarrollo del DIDH.

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Reseña Curricular

Julissa Mantilla Falcón es abogada y profesora de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Tiene un LLM in Human Rights por la London School of Economics and Political Science. Ha sido abogada y consultora en género de la Comisión de la Verdad y Reconciliación del Perú. Ha sido consultora del Banco Mundial para temas de género, justicia y comisiones de la verdad. Es expositora internacional y consultora en temas de derechos humanos y género.

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