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Aunque no quieras somos uno, mon amour Latinoamérica sobre otra... y otra... y otra

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Aunque no quierassomos uno, mon amour

Latinoamérica sobre otra... yotra... y otra

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Muñ[email protected]

Artículo aparecido en la sección «La Casa de Asterión»ESCÁNER CULTURALRevista Virtual de Arte Contemporáneo y Nuevas VanguardiasN° 108 - Septiembre de 2008

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Hoy esta casa está llena de ventanas, de hecho los rayos deun sol impropio me han sacado del letargo en que me habíasumergido (voluntariamente). Esta vez ni siquiera puedohablar de hastío, ya que esa posibilidad siempre implica algode voluntad y en mi caso me encuentro muy lejos de aquello.Así que a secas es mucho mejor hablar de letargo y punto.En fin, la luminosidad del día fue lo que me obligó adesprenderme de lo inmóvil, fue como si la realidad (una delas realidades) cambiara abruptamente, eso sí, para noconfundir a nadie tengo que aclarar que estas líneas no sonmás que un recurso (débil, pero recurso al fin) para hablarde otras cosas (y de éstas). Pero de seguro no va a faltaralgún inescrupuloso, con bastante tiempo libre, que intente

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buscar (peor si lo encuentra) en estas líneas algún atisbo derealidad. Por lo pronto sólo debo (voy) a mencionar que nola encontrará ya que siempre he sido políticamente(in)correcto y me he preocupado de sobremanera que apesar de todo, estos textos tengan la asepsia necesaria delo ajeno. No obstante, si lo encuentra, acá estoy… con elpecho al frente. En esta casa-prisión que se ha erguido, comosi fuera otra (siempre es la misma) por encima de las nubesy en ese poco humilde gesto he descubierto, no sin pocacalma, que más allá de esas nubes tan recurrentes en estoscielos no encuentro lo celeste, sino más nubes… sí… másaún… grises, pesadas, nostálgicas.

Es como si los cielos que cubren éste imitaran, en parte, alos infiernos circulares de Dante, eso sí, sin la pesadaconcentricidad, sino organizados pobremente a través de lasuperposición, como si fueran pequeños grabadosconfeccionados sobre papel de arroz dispuestos unos sobreotro, fundiendo sus imágenes en una sola, subvirtiendo larealidad, generando un sin fin de posibilidades que pondríacontento a cualquier analista social y desanimaría a esosseres que buscan la precisión a toda costa.

Cada imagen del grabado tendría la potencia de configuraruna «realidad» en sí misma y son muchos los grabados, situviera que decir un número diría catorce… infinito(parafraseando a Borges en la «Casa de Asterión… laverdadera), es decir, podríamos tener en este ejemplocatorce realidades, ninguna menos verdadera que la otra, ymás aún también tendríamos como «realidades» a todas lasposibles combinaciones de estos grabados, con sus

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yuxtaposiciones, sobreposiciones, desplazamientos, etc. Aesto habría que sumar la «realidad total», la suma de todo,el simulacro total, lo suprasumativo, es decir,(desmenuzando) una realidad sobre otra… y otra… y otra…

Los mapas de Latinoamérica. La cultura categorizada paraintentar comprenderla

«…En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró talPerfección que el Mapa de una sola Provincia ocupaba todauna Ciudad, y el Mapa del Imperio, toda una Provincia. Conel tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisficieron y losColegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio,que tenía el Tamaño del Imperio y coincidía puntualmentecon él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, lasGeneraciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapaera Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemenciasdel Sol y los Inviernos. En los Desiertos del Oeste perdurandespedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales ypor Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de lasDisciplinas Geográficas»

«Del rigor en la ciencia». Jorge Luis Borges.

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Quizás el problema nace en la creencia que el sueño bolivariano noes más que un monumento que sólo aspira a lo retórico.

La modernidad latinoamericana es un proyecto inconcluso,un proyecto que, seguramente, tiene su inicio más visibleen el sueño bolivariano fraguado en alguna Logia Masónicade Cádiz de ahí hacia delante; un sin fin de deseos como lautopía (casi real) de la gran Colombia, un ejército libertadorúnico o citar definitivamente los imaginarios máspragmáticos que soñó Andrés Bello en su idea de delimitarun continente y un contenido relativamente homogéneo(desde su punto de vista, por cierto) a través de la lengua (lagramática, para ser más preciso): «Para Bello la puesta enforma de la oralidad no era sólo un problema académico.En el mundo hispanoamericano era necesario controlar laoralidad para detener la tendencia a la dispersión lingüística.

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A Bello le aterrorizaba la posibilidad de que el español sefragmentara en múltiples dialectos y lenguas americanas,como había ocurrido con el latín tras la expansión ydisolución del imperio (…) Bello defiende la unidad de lalengua en función del proyecto de incorporar los territoriosdispersos de América al orden del mercado que buscabasistematizar su dominio». (Ramos, 2003).

Esta cita de Ramos se puede transformar en el punto departida de lo que Ángel Rama utiliza como recurso en unode sus textos cuando plantea que América Latina cuenta conelementos fuertemente unificadores, los cuales referencianal pasado y van desde una historia común a una lenguacomún y similares modelos de comportamientos(¡fantástico!). Hasta aquí todo bien, pero cuando unocomienza a hurgar entre los pliegues de esta supuesta uniónhomogenizadora se encontrará con que América Latina estácompuesta por tal diversidad interior que la convierte en unescenario propicio para el desarrollo de tensiones ycontradicciones no resueltas hasta el día de hoy. En losintentos por darle cierta autonomía al continente y en labúsqueda de unidades que dieran mayor comprensión,Rama ha superpuesto un nuevo mapa sobre el territorio, aligual como lo hicieran los Colegios de Cartógrafos en el textode Jorge Luis Borges, donde cartografían el imperio a escalareal, la cual termina confundiéndose con la materialidadgeográfica y destruyéndose con el paso del tiempo. En esalógica, esta nueva cartografía latinoamericana, a escala realtambién, desenfoca y subvierte los límites políticostradicionales reasignando y reconfigurando nuevasnomenclaturas, nuevas regiones, (incluso algunos

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aventurados pretenden «nuevas realidades) las cualestendrían semejanzas inestimables entre sí. De hecho Ramaconsidera este mapa más verdadero que el oficial «cuyasfronteras fueron, en el mejor de los casos, determinadaspor las viejas divisiones administrativas de la Colonia y, enuna cantidad no menor, por los azares de la vida política,nacional o internacional».

Pero este mapa reconfigurador (regional), al igual que el deltexto de Borges, también comienza a tensionarse ydesplazarse por la propia configuración política del territorioya que es contrarrestado por las normas nacionales quedominan las relaciones internas de cada país (nacional).Además hay que sumar a esto otros tipos de divisiones quese superponen, como la antropológica de Charles Wagley,que fija tres grandes regiones latinoamericanas: laAfroamericana (costa atlántica, zonas bajas, cultivos enhaciendas, esclavitud, aportación cultural negra y fuertedisminución de la indígena, régimen señorial), laIndoamericana (cordillera de los Andes, pisos términos dezonas templadas y frías, fuerte composición indígena,agricultura y minería, dominación hispánica, religión católica)y la Iberoamericana (región templada del sur, tardíacolonización, inmigración europea, escaso aporte indígenay africano, ganadería y agricultura, régimen de explotaciónburgués). O la división que plantea Darcy Ribeiro, másapegada a los procesos de mestización transculturadores:Pueblos-Testimonio (mesoamericanos y andinos), Pueblos-Nuevos (brasileños, antillanos, grancolombianos y chilenos)y Pueblos-Transplantados (rioplatenses). Es decir, los mapassuperpuestos pueden ser cuantiosos (y no necesariamente

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excluyentes) los cuales, incluso, pueden ayudar a confirmarcierta unidad latinoamericana, que en el imaginario de los«próceres» se fue gestando a través de la palabra, a travésde la ley o a través de la creación de mitos fundacionales.

Estas historia vernáculas comunes van a configurar unarchivo común, el cual se recitará incansablementerepitiéndose como un mito, pero a la larga no pasará de sermás que narrativa, una (o «la») espiritualización de unterritorio que busca (desde la oligarquía europeizante)insertarse en la modernidad del mundo occidental,manteniendo un espíritu romántico que comenzará a mirarcon cierta simpatía al Otro (léase etnias, clases desplazadas,inmigrantes, etc.) para que éste comience a ser un referenteque diferencie este territorio de los otros. Sobre todo,

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cuando a finales del siglo XIX el proyecto modernizadorlatinoamericano se volcó a la dominación total del territorio,incluida (sobretodo) la barbarie, el desierto.

Es bajo esta premisa que el archivo se convierte en undepósito de mitos, donde el naturalismo del siglo XIX cederáal encanto ordenador y estructurador de la antropología,como disciplina, y ésta se transformará en un discursohegemónico en la narrativa latinoamericana del siglo XX(González Echeverría, 1998) haciendo viajar la fuente detransmisión del rito al libro. En esta necesidad de narrarpara configurar un continente, se interpelará al Otro(técnicamente para sacar provecho de él), desde el centroletrado para poblar y aprehender la periferia, porque elabrazo de la modernidad en América Latina es asimétrico(como es de suponer), no llega a todos los lugares de lamisma forma ni en el mismo tiempo, también existe unaresistencia de lo rural-interior. Luego a diferencia del sigloXIX, Europa deja de ser un modelo a seguir «…ya no seconsideraría la meta lógica o incluso deseable de laevolución; la cultura comenzó a concebirse de una maneraplural, o mejor dicho, la idea de que la cultura en general,no las culturas nativas vistas desde arriba, constituía elmundo. Ahora el cambio era precisamente un viraje hacialo que el nativo decía. Lo que busca el nuevo discurso no estanto conocimiento sobre el Otro, sino conocimiento sobreel conocimiento que el Otro posee.» (González Echeverría,1998). El problema surge cuando al Otro lo minimizan oreducen a un objeto de carácter celebratorio o estético,quedando inmerso en la práctica turística o definitivamenteanclado en la moda, circulando para su consumo como una

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más de las bondades que ofrece el mercado. Así también sepuede señalar el uso de la «mirada al interior» (tambiéngeográfico) donde lo indígena o la otredad cobran fuerzaemergiendo gracias a la etnografía que colaborará desde suespacio en la conformación de la novela regionalista, que aligual que la disciplina de campo tendrá una posturasinecdóquica, señalando que las partes son un microcosmoque permiten inferir el todo (como lo fractal). Es así quenarrando la microrregión (familia o poblado, por ejemplo)se intentará constituir un imaginario de la región en general,de cualquiera de los mapas o categorizaciones señaladosanteriormente.

La artesanía como referente de aproximación al Otro se hatransformado en una mercancía apetecida por la moda que circula

como un producto más dentro de la lógica del mercado.

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Cartografías de la migración. Pérdida y apropiacióncultural, una manera más de subvertir los límites

Además de estas «cartografías» existen procesos como elde la migración (campo-ciudad / región-región) que hará quelas ciudades centrales crezcan de manera desmesuradaspropiciando una serie de tensiones, produciéndose procesosde transculturación, idea que surge desde la antropologíapara criticar el concepto de aculturación, explicado como«proceso transitivo de una cultura a otra, el cual no consistesolamente en adquirir una cultura sino que implica, también,un desarraigo de una cultura precedente y, por lo tanto, lacreación de nuevos fenómenos culturales» (Donoso). ParaRama esta transculturación es un proceso dinámico que serealiza en todos los ámbitos de la vida socio-cultural. De ahíque Latinoamérica tenga la particularidad de tener lacapacidad de reelaborar la gran cantidad de artefactossimbólicos proveniente desde los más diversos lugares. Perola transculturación no es sólo incluir, también tiene lacapacidad de ser selectiva en referencia a lo que incluye yexcluye en el nuevo discurso o narrativa, distinguiendocuatro procesos dentro de ésta: la pérdida, la selección, elredescubrimiento y la incorporación.

Menos dialéctica (nada, en realidad) es la visión que tieneCornejo Polar con respecto a las contradicciones que sepresentan en la migración, de la cual menciona que todoproceso migratorio no puede ser minimizado sólo aconcepciones que produzcan síntesis, sino que siempresupone una pérdida que obliga a la nostalgia, lo que generaun descentramiento del sujeto, al encontrarse en un nuevo

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escenario, a lo menos dicotómico, donde no sintetiza, sinoque se mueve (transita) en el cruce de prácticas, que muchasveces, son contradictorias (heterogeneidad).

El migrante no es un «subalterno sin remedio» que seimplanta con un sesgo de rechazo en un medio hostil queno logra comprender y no lo logra ser comprendido, viviendoun calvario eterno sumido en un lamento de desarraigo, porlo menos no todo se reduce a eso. Pero tampoco hay quecaer en las estereotipaciones puramente celebratorias quele permiten ingresar a los circuitos capitalistas como deseocumplido gestado desde la distancia que da la estrechez (oamplitud) del campo en algún momento (imaginario de lacuidad desde la ruralidad). Lo cual puede servir de ejemplodel discurso dicotómico donde el triunfo y la nostalgia sontérminos que vivirán en el migrante, así como sus prácticaso modos de producción y de relaciones sociales (pasado)que no desaparecerán al momento de de instalarse en unanueva realidad (presente). Esta contradicción no dialécticaentre pasado/presente, entre los modos que trae del lugarde origen y las del territorio que lo acoge (o rechaza)posibilitará la construcción de nuevas prácticas o nuevosdiscursos, particularmente descentrados, porque elmigrante hablará situado, al menos, desde dos lugares. Enlas propias palabras de Cornejo Polar: «… el discursomigrante es radicalmente descentrado, en cuanto seconstruye alrededor de ejes varios y asimétricos, de algunamanera incompatibles y contradictorios de un modo nodialéctico. Acoge no menos de dos experiencias de vida quela migración, contra lo que se supone en el uso de lacategoría de mestizaje, y en cierto sentido en el concepto

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de transculturación, no intenta sintetizar en un espacio deresolución armónica; imagino –al contrario- que el allá y elaquí, que son también el ayer y el hoy, refuerzan su aptitudenunciativa y pueden tramar narrativas bifrontes y -hastasi quiere, exagerando las cosas- esquizofrénicas.» (CornejoPolar, 1990).

«Manifestación» (1934) Antonio Berni.

En este sentido, no se pueden dejar de señalar los procesosde desterritorialización y reterritorialización de GarcíaCanclini, refiriéndose a los procesos de pérdida de la relaciónnatural de alguna cultura con territorios geográficos ysociales específicos, mientras, al mismo tiempo se

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configuran relocalizaciones territoriales relativas, parciales,de las viejas y nuevas producciones simbólicas,«…modalidades de organización de la cultura, dehibridación de tradiciones de clase, etnias, naciones»…(García Canclini, 1989). Ahora bien, Cornejo Polar insiste,en este aspecto, en la no-síntesis del territorio ya que sugiereque el desplazamiento migratorio duplica (o más) el territoriodel sujeto, de ahí que pueda tener un discurso doble omúltiplemente situado.

«Las manos de la protesta». Oswaldo Guayasamín.

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América Latina se configura en una superposición deterritorios, en una multiplicidad de discursos, en general,en un descentramiento global de cada región o microrregiónque intenta echar mano a un archivo (o ficción de él) quepueda configurar «armónicamente un sujetolatinoamericano» como mito fundacional. Donde lamodernidad, particularmente asimétrica, heterogénea ymestiza, se transforma en un discurso identitario que sedesplaza (tanto como el migrante) haciéndose, muchasveces, inalcanzable. Quizás por esa razón la modernidadlatinoamericana es (y puede seguir siendo) un proyectoinconcluso.

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Fuentes

Borges, Jorge Luis. El Hacedor. Buenos Aires. Emecé. 1996.

Cornejo Polar, Antonio. Una heterogeneidad no dialéctica: Sujeto ydiscurso migrantes en el Perú moderno en Revista Iberoamericana.Vol. LXII. N° 176-177. Julio-diciembre. 1996. (pp. 837-844).

Donoso, Jaime. (Autor-Compilador). Compendio Literatura yformaciones de poder; lo latinoamericano, lo subarlterno y lopostcolonial. Magíster en Estudios Culturales. Universidad ARCIS.Chile.

García Canclini, Néstor. «Culturas híbridas, poderes oblicuos» (Cap.VII) en Cultural híbridas. Estrategias para entrar y salir de lamodernidad. México D. F. Editorial Grijalbo. 1989. (pp. 263-327).

González Echeverría, Roberto. Mito y discurso. Una teoría de lanarrativa Latinoamericana. México. Fondo de Cultura Económica.1988. (pp. 197-253).

Rama, Ángel. «Regiones, culturas y literaturas» en Transculturaciónnarrativa en América Latina. México. Siglo XXI Editores. 1990. (pp.57-116).

Ramos, Julio. «Saber decir: Lengua y política en Andrés Bello» enDesencuentros de la modernidad en América Latina. Santiago de Chile.Editorial Cuarto propio. 2003 (pp. 55-72).

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