Revista de Espiritualidad

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(*) SUMARIO: A.-l. Panteísmo espil'ituolista. Algll110S Posición indecisa de Ortega y GasseL El cOllSliluiivo eL la fi'lo50fía model'na.---2. Ortega y Gasset, maestro del, error aJl!c; que discípulo de la Notable texto de Balmes.----3. El punlo ele pé.\rtida del espíritu en el idealismo. Tres posiciones. Posición 01'- teguiana. B,-I.Romanticismó Gentimental allÍmico. Algunos pasajes. GO,2- the influyendo en Ortega y Gasset.-Z. Tendencia idealista del manticismo sentimental orteguiano. C.-l. PanteÍsino vitalista corporal: algunos pasajes.-Z. Vit,\ lidad, alma espíritu las tres notas que marcan la trayectoria psiu:, lógica orlcguiana.-3. ¿ Hacia dónde apunta el vitalismo COrp(ll'il]: idclismo o panteísmo ?-l!4. Nuevos pasajes del panteísmo. Su le;', dencia idealista.-S: Panteísmo de la vida del sabio, Posición indo:- cisa de .Ortega y, Gasset entre el idealismo y realismo. D.---J. Trozos de ,romantici3mo. Su tendencia idealista.--2. Ro manticisDlo poHtico. Algunos pasnjes.-3. Housscau, i yoludonarÍo de. la pedagogía y die la polüica.-A, rador del l'o,rnanticismo de Ortega y Gasset.-S. Nuevo:' jJ,\' sajes de .romanticismo. Conclusión. (*) Sig·lns.-AP.: II dán en el pw'{(.'íso (O]Jl'aS Complelas ele OnTEG.\ y SE1'). MadJ'id, J \J4.(j. Seis volúmenes. DPL.; JJiccioll{ll'io ele Pcdagogfa. L¡¡]JUl' .. Luls SAi\CHEZ ::::AI{1'O. 1 H:l6. Dos VU1ÚIlIL:lll";, J"; .. : El E81IcctU(¡O'I' (Obras Completas ele Ol'lcg';¡ Ji Gasscl). Ml1cll'icl, 1 TOIIIO J r. 1/1'.; F'1{/U[OIllC'I!.tOS (/13 PUosof"ía. MANUEL GAHCíA MOHEN'rE. Mnell'icl, 1\14:3. P'l'.: PellsuJllicl/{o !/ trayectoria dc l1o'll José (JI'fe,!ja !/ Gr¡sse{ . .JOS]; SAi\CHE7, YlU .. \- ,.;(,;5;on. i\Ié.iico, 1943. 1\IQ.; Met1ilaclones (¡el Quijote (OJJl'HS COlllpletas ele .José Orteg'[l y Gassel). 1\[(1- ctPid, 1946. UPD.: Ortega 'U Gassel: Sil persona '!J su (luc!l'il/u . .JOAQUíN lmi\wl'E, S, ,J, i\'ln-' cll'icJ, J 942. TNT.: El {,Cilla (le 'Illles{.¡'o licllllJO (OlJrl1s (:OIllV]('[[lS ele Jo;;:é OJ'teg'a y Gassel,), ;\Inclrid, 1940 .. Tomo IlI. ' V'l'CPH.: 1'ocabt!la'l1'e Tecnique ct CI''it'iquc de laPhilosophic. André L2.l:mLle. PnJ'ls, 1932. Cuarta edición. __________ .J

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Page 1: Revista de Espiritualidad

(*)

SUMARIO: A.-l. Panteísmo espil'ituolista. Algll110S ¡)¡l~'.ajes, Posición indecisa de Ortega y GasseL El ld~ali8mo cOllSliluiivo eL la fi'lo50fía model'na.---2. Ortega y Gasset, maestro del, error aJl!c; que discípulo de la v~rdad. Notable texto de Balmes.----3. El punlo ele pé.\rtida del espíritu en el idealismo. Tres posiciones. Posición 01'­teguiana.

B,-I.Romanticismó Gentimental allÍmico. Algunos pasajes. GO,2-

the influyendo en Ortega y Gasset.-Z. Tendencia idealista del rr~­manticismo sentimental orteguiano.

C.-l. PanteÍsino vitalista corporal: algunos pasajes.-Z. Vit,\ lidad, alma espíritu ~ las tres notas que marcan la trayectoria psiu:, lógica orlcguiana.-3. ¿ Hacia dónde apunta el vitalismo COrp(ll'il]:

idclismo o panteísmo ?-l!4. Nuevos pasajes del panteísmo. Su le;',

dencia idealista.-S: Panteísmo de la vida del sabio, Posición indo:­cisa de .Ortega y, Gasset entre el idealismo y realismo.

D.---J. Trozos de ,romantici3mo. Su tendencia idealista.--2. Ro manticisDlo poHtico. Algunos pasnjes.-3. Housscau, román~ico, i

yoludonarÍo de. la pedagogía y die la polüica.-A, RouSSeél,~¡, rador del l'o,rnanticismo pol~tico de Ortega y Gasset.-S. Nuevo:' jJ,\'

sajes de .romanticismo.

Conclusión.

(*) Sig·lns.-AP.: II dán en el pw'{(.'íso (O]Jl'aS Complelas ele .ToSJ~ OnTEG.\ y I;,\~'· SE1'). MadJ'id, J \J4.(j. Seis volúmenes.

DPL.; JJiccioll{ll'io ele Pcdagogfa. L¡¡]JUl' .. Luls SAi\CHEZ ::::AI{1'O. 1 H:l6. Dos VU1ÚIlIL:lll";,

J"; .. : El E81IcctU(¡O'I' (Obras Completas ele Ol'lcg';¡ Ji Gasscl). Ml1cll'icl, 1 ~Iif). TOIIIO J r. 1/1'.; F'1{/U[OIllC'I!.tOS (/13 PUosof"ía. MANUEL GAHCíA MOHEN'rE. Mnell'icl, 1\14:3. P'l'.: PellsuJllicl/{o !/ trayectoria dc l1o'll José (JI'fe,!ja !/ Gr¡sse{ . .JOS]; SAi\CHE7, YlU .. \­

,.;(,;5;on. i\Ié.iico, 1943. 1\IQ.; Met1ilaclones (¡el Quijote (OJJl'HS COlllpletas ele .José Orteg'[l y Gassel). 1\[(1-

ctPid, 1946. UPD.: Ortega 'U Gassel: Sil persona '!J su (luc!l'il/u . .JOAQUíN lmi\wl'E, S, ,J, i\'ln-'

cll'icJ, J 942. TNT.: El {,Cilla (le 'Illles{.¡'o licllllJO (OlJrl1s (:OIllV]('[[lS ele Jo;;:é OJ'teg'a y Gassel,),

;\Inclrid, 1940 .. Tomo IlI. ' V'l'CPH.: 1'ocabt!la'l1'e Tecnique ct CI''it'iquc de laPhilosophic. André L2.l:mLle.

PnJ'ls, 1932. Cuarta edición.

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18 JUAN MIZ BARBERÁ, PBRO. Y I\'lAE5TRO NACIONAL

A. PÁRRAFO PRIMERO

l. Panteís'lno esjJ/:ritu¡a¡¿'¡sta: algulIuJS ¡Jasajes) posición ;lIdcc'is!t de' Oriega :v Gasset. El idealis1'Iw, co'nstÍfutizfO de la fi1osofí,7

m,odenla

Ene! presente ensayo vamos a estudiar a Ortega y G::\s:-:et ~11 dos fases de su- pensamiento tonElc1izo y voluhle. Si en el GltU!>ll

p~-'dagógico le vimos marchar al compás ele las jllspiracioll(:,~; row'o­lli;lllé1S) ene] panteísmo y romanticismo le yeremos ~,egu;r las hl1e­lJ:ts Cjlle le marcaron influencias extraf1::1s, ya de Goetbe, ya eL Nietzsche y hasta el mismo ROllssean le veremos influyendo c1~' lluevo en el romanticismo político del pensador espailo1. como an­tes le había marcado el c.amino en el romanticismo pec18góg ico,

Sorprendemos en El Espectador estas frases:

"El pensamiento puro es en principio idéntico en todo~ los indi­viduos. Lo propio acontece con la yoluntad., Si ésta, funcionase con Lodo rigor, acomodándose a 10 que debe ser, todos querríamos Jo mismo. Nuestro espíritu ¡no nos diferencia a upos de otros, hasta el punto de queal.gunos filósofos han sospechado si no habrá un solo espíritu universal, deil que el nuestro particular es sólo un momento o pulsación. Lo que sí parece c::laro es que, al pensar o al querer,

(~ abandonamos nuestra individualidad y entramos a pa.rticipar de un orbe universal, donde lodos los dcmás espÍrit,us desembocap y par-' ticipan como el nuestro. De suerte que, aun siendo 10 más pel'sonrl! que hay en nosotros-·si por persona se entiende ser origen de ]00 propios actos-, d espíritu, en rigor. no vive de sí mismo, sino de la Verdad, de la Norma, de un mundo objetivo, en el cual se apoyi.1, del cual recibe su pecullar contextura. Dicho de otra manera: d espíritu no descansa en' 'sí mismo, sino que tiene sus,. raíces y funda­mento en ese orbe universal y transubjetivo. Un espíritu que fun­cionase por sí y ante sí, a st~ modo, gusto y genio, no sc-rÍa un espi-, rilu, sino un 'áhna. Pensar es salir fuera de sí y diluirse en ~'a región del espíritu' universal" (1). .

¿ 1:-1 a y en estas frases citadas realismo o idealismo? Se nos OCLlrr'e hacer esta observación .. intentado ,abrirnos camino por la selva enmarañada de El Espectador) ¿el realismo de que él nos ha­bla, cuando arriba nos ha dicho: "El espf1/Üu) en r(qol') no vz:zJe de si1'nis1'/'lo) úno de la Verdad) de la. .Nor'l'l/.a) de: un 'I'lIu,ndo objetivo, es un realismo puro? ¿ Se trat.a ele un reconocimiento, manifiesto' de esa tendencia realista qtle nos indicaba en otra ele sus obras (2)'

(1) E., p. 459. (~) 'fN'f., p. 165,

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"VITALIDAD, ALMA, ESpÍRnU?? 19

cuando hablando de1 'pellS~{l11ien.to le h8cía cOllsisttr "('/1- U.lUt (¡~rlr­

c/'wción de las cosas" y a Cjue le imperase la ley objetiva ele la verdad?

Creemos qne no, y v~mo:-; a asistir a otro aspecto, a otra ele! pensar orteguiano, El Espectador se nos aparece C01110 U11a rinbi

cinematográfica fjtle el pensador cspafíol va haciendo pasar an1e los ojos de sus lectores desde el promontorio de su pen$amiento. tornadizo y variable. Le hemos visto en las frases citadas arrib8, en una ráfaga ele realismo; pero. asaz impreciso, l,e veremos ca111-bi~lr por otra ,fase otro aspecto de S11 pensamiento. i\ r-englón s('­guido del tono realista) nos dice:

"El espíritu no descansa en sí mismo, sino que ticne sus mÍce" y fundamento en ese orden universal y transubjetivo. PoEmar es \1ali( fuera de sí y diluirse en la región del espíritu universal."

Líneas más arriba nos ha apuntado:

, ,"Por eso el pensamiento puro es en prinCIpIO idéntico en tod(l~ los individuos. Lo propio acontece con la voluntad. Si ésl", f1JIlC10~ nase con ,todo rigor, ,acomodándose a"lo que debe ser, todos querría· mos lo mismo."

y termina con las significativas palabras anotadas:

"Nuestro e~pírit.u, pUes, no nos diferencia a UTlOf, de otros, hasl', el punto de que algunos filósofos han sospechado si 110 habrá un ;;010

espíritu universal, del que el nuestro particular es sólo un momento o pulsación."

, A la vista cleestas frases, vemos que la situación indecisa del pensamiento orteguiano entre el idealismo y el realismo ha dado un paso en este último hacia el panteísmo ya" la' Verdwd) a la jVorma de un, 'mundo objeti'lJo))) en el que apoya el pensamiento, ha sucedido otra situación) que del realismo le hace derivar a nues­tro autor al panteísmo. i Situaciones imprecisas son poco d'uradc, ras en el campo ele ,la filosofía ! Y:.l nuestro pensador, a pesar el\:' su postura y gesto indeciso, entre el idealismo y realismo, le hemo5 visto sielnpre abocando hacia el término final del idealismo. Por eso) con ligeras y honrosas excepciones, podría afirmarse que la

, filosoHa moderna, desde Descartes, padre del idealismo (3), esel tocada de la tend'enc.iaidealista. N uestr;\ opinión se ve confirmael;} con la autoridad de Botandini, que en H Rivz:stai dI: Filos. p/ éO~'c. J)

(1940)) p. 548) encabeza un importantc:.ll"tículo con estas paliabras : "La esen,c1,a del 1'dealismo C011'l,0 esenr~c/J de la filosofía 1N'-ode1''l'/.{'t,''

(3) MEnarER, O'rigen ele la psicoloflia contemporánea (1901), p. 46.

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20 JUAN MIZ 13AHBERÁ, PBHO. y MAESTRO NACIONAL

n Orle,r;ct J' Gasset) ' 111aestro del error antes que discípulo de fu verdad. JVotable te:vto de Ealmes

Una ele esas excepciones en favorél:el pensamiento realista l1u­bi era sido nuestro autor; pero Ortega y Gasset, una vez ll1ás, 110

ln querido' lJZ(c'Cr honor a 1 él. excepción, militando en el campo elel realismo. Ello hub;era valido entroncar con la filosofía tradic.io­nal, a la lJue despreció ,( como un gesto farmacéutico ". y de la qUe

ni siquiera hace m,ellción (~). De esta manera hubiera sido el con­ti Iluador de genuino pensar español; pero ha preferido tirar. por utros carriles, marchar por otros derroteros de exot1smos, que han cL:tdo lugar par,a que en -él se realice aqLl'el dicho que califica .1

1lll1chos pensadores alemanes, .• aldes que d¡:sdPulos de la 'ucrdad preliel'en ser 'l/westros del error) y lo que Balmes, hablando de es­tos filósofos cl<:;cia: "Tratamos de hombres que han manifestado un soberano desprec.io de todo lo que no era ellos; que han pre­tendido ens~ñar a la Humanidad a manera de infalibles oráculos. y que, .bajo apariencias ll1isterÍosas y enfáticas, han llevado su orgullo mucho lnás allá -'que todos los filósofos antiguos y nlocler-110S" (S). Palabras que aplicamos al filósofo español, v,enido, por otra parte, de la idealista y blonda Germania y marchando siem­pre a lé!- deriva del pel1samientd filosófico germano. ¡ Goethe, Nietzs­che, :H usserl, Scheler,. Dilthey y I-Ieidegger son figuras lUl11il1o:~él':

(¡el pensamiento orteguiano )T van marcando las diversas etap;lS ;1. que obedece en su evolución y desarrollo!

Ortega y Gasset ha declinado el ser realista. Ello le hubiera hecho ser discípulo aprovechado de la verdad meta física; pe ro le pasó C01110 a Husserl, y, dejándose llevar c.omo el filósofo al-em[{11 de los pr-ej uicios de su tiempo ha~ia la m,etafísica, ha preferido, con aires de origina'lidac1, permanecer en un término medio, CJUC

110 es ni la inmanencia id ea1ista ni la trascendencia r 2::t1ista. j VailO esfuerzo! j Inútil pretensión! N o se dan términos m·eelios. El idea­lismo y el realisrllO son concepciones tan básicas en el saber huma-110 y significan puntos de vista tan capitales y antagónicos, que, si­tuarse, entre ambos, lleva al pensador que así pretende al vértigo ya un estado de inquietud e imprecisión que terminará por hacerl,~ abocar, por lógica ele su nlÍsma doctrina, hacia uno de ambos ex­trt;lpOS, hacia el idealismo o el r.ealismo. Pretender otra cosa es una quimera, una ficción y 1111 absurdo.

(4) JPT., p. 83. (5) J. BALMES, Ob1·a.~ c.ompletas (1925), lO, pp. 171 -172.

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¡'VITALIDAD, ALMA, EspiIUTu" 2t

Por eso) en 11n juego ele contradicciones) que tanto abundan en Ortega y Gasset) 110S ha dicho: "El espíritu) en rigor) no '(Jz>ue de sl1'nislno, sino de la Verdad) de laí N 01''/11,0· de un '/'INundo objcti·zJ().JI ' Pero a renglón seguido) y para borrar la ráfaga ele realismo que , esta frase ha podido dej al' en el ánimo, lal1!~a e::;tas palabras: ,,, O'i­cho de otra 1'I'Wl1e'l'rt: el espír'it'll no desca]1sa en si 1',úsmo) S;l1,O que tie'ue SllS nl'Íces JI jlt'lldarnento en ese orbe uni'vcrsal JI tranS'lf,bjetivo. J

' .

Ortega y Gasset) hábil y adiestrado conductor de su pensamiento. a lo largo de f.l Espectador ha dado un cambio) tan de los suyos., y ha colocado el pensamiento, que ha poco le traía como dado a lct verdad y a la 110rma objetiva, en el piélago del panteísmo: el espi­ritualismo universal. Esto es lo mismo que meternos en el absoluto. elel que abominaba Ortega y Gasset cuando nos decía: "La specie aeternÍtatis de Spin.oza) el j)!fIl,to de vista obiclW) abso¡'lIto, '/lO eX'is­

le prop·iall'leN.te)· es un pU11lr de '(lista fictióo JI absh'acfo') (6). Al llegar :aquísurge de nuevo la desorientación en el ánimo so:"

bi'e el punto de vista a que debemos atenernos para la recta inter­pretación de la posición orteg-uiana) que puede ser el jnm.lo de visia i'l1d'i'lJ/:dual, desde el cual puede conocerse el mundo en su vercl::tcl y del que nos habla en El Espectad1or) p. r8; el jJ'lMl.to de "l/isla '1'01'­

ma.l JI objetivo que nos ha n1aniJestado anteriornlente o el jmnto de '(lista. del espíyitn u:ni'(lérsal) absoluto, en que nos ha colocado últiméllnente el pensamiento.

3. El plInto de partida del espi-rÜu en. el1:deaZ,ismo. Tres posiciones. Posición orfeguiana

En el estudio del iclealis1110 11ay U11a cuestión muy debatida en­tre los filósofos sobre la clekrn1inación del espíritu: punto de pélr­tic1a elel pensar idealista (7). Tres son las posiciones: del espírittt individual, elel espíritu colectivo o suma de espíritus y elel espíritu nniversal. . '

IIay autores ele nota que defienden que el punto ele partida del idealismo es el espíritu individual (8). Esta es nl1estra opilllt'm.,

(o) 'I'NT., 'P. '199. (7) VTCPH., p. 323. (8) Ibídem, p. 324. Así lo confirman con estas palalJras: "El irlerflismo, tOlllndll

on general, elebe ser c1e11nirlo: todo sÜ;1ema qlÍe roe,luce el objeto elel conociluil'nln nI suJelo del conocimiento'y 11::1 sic10 formulaclo rle esta manera: "El S8l' es 01 JlCI'­

cll)i¡''', el sel' ele lns cosas consiste en, ser perclJliclo por el sujeto (P., .TANE'l'" 'j·l'IIiI.

clement. ele pll'ilos.) p. 6GO; á.u,erlie., p. 806). OLI'O seg'unclo aulot· confirma loe.\:-. [meSlO clieienc1o: "En ontolog'ia, el idealismo consiste en elecir que las cosas l1ú SOll w¡js que nueslros pensamien10s; no l1ay renliclad mús que ele los 0)).ie10s pensnnles, y 1n realictad de los obJetos eonsiste en ser pensados por éstos (GOBLO'!" Yoca/n/l. l'ilo~'J V. 272). Y un tercer autor afíade es1.¡!'8 palabras: "PnI'a el idealismo no l1ay más realidad que la que aparece en mi conciencia o en)a cone1eneia en general" (BERGSON, Le pa1'alogisme 2JS?}choplly8iolog. C. H. c1u Cong-res de Genéve (1904), p. 4.\!9).

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22 JUAN MIZ BARBERÁ,PBRO. y MAESTRo NACIONAL

¿ No podemos decir que el idealismo, en el punto de partida del CÓgl:tO cartesiano, pasando por Berkdey en su lema "el ser es el /u?rcib'Ír" individual. para llegar al ~vo di'l'l{ul1,ico y que se está ha~ ciendo, pero subjetivo de Fichte, reconoce como punto de partida el espíritu individual?

Pero aquí 'la hatalla del pensar orteguiano se va a librar entre el punto do::' vist;} individual. el punto de vist;} ejemplar y 11or111a­ti vo del realismo y el punto de vista del espíritu universal. Va a ser el mismo Ortega y Gasset el que decida la. cuestión, y ele 11t1eVO

vamos a asistir a 1111a llueva contradicción orteguiana: "El pl/nto de vista iluliz//:(lual-nosh:a dicho en El Espectador, p. 18-J!lle pa­rece ('[único punto de 'Vista desde el cual puede m,ú'arse e1 1Jl'lf11do el1 su, ,(,Ierdad." Y confirmando esta posición, pero rompienclo lan­zas contrae! punto de vista ejemplar y normativo, nos hél dicho en otra de St1S obras: "EL Ú·¡díL'idu0, paYal conquistar el tná:r'imu'JJl }osible de 7.'crdad, no deberá.) (\0'/7/0 durante centurias se ha jJl'ccli­((tdo, slijJlUl/.tar su eS/J011.tá.neo llllnto de 'vista. ¡Jor otro eje¡.nPla'l' :\' /lornloli'Z'o. En· 'l/e,'] de esto proC'nra,rá ser fiel al hnperaÚz'o 'u,ni­fcrsonal que rejll'esenta sú i'l1d'l:vl:dnalidad'" (9). Contemplamos en est'e pasaje al pensador español conlbatiendo el punto de vista ej emplar y objetivo, del que nos ha dicho anteriormente "Vi'lJé el C'sj)íritll,lJ (lO). Con ello se. afirma mas en él la av.ersión hacia el realismo, y, descartada 'esta tendencia del pemc:alúiento orteguiano, veal11O~, 10 que 110S quiere decir Ortega y Gasset con la afirmación que nos hace anteriormente elespíritl1 universaL 11 del q'l!e el 11lU'S­

¡'ro paHl:cular es sólo ./pl/. 1'l'10·men.to o pu.!sacióu" (1 T).

N uevo argumento de su huida del realismo 10 tenemos cuando nuestro autor estampaba estas afirmaciones en El Espectador. Unas líneas más ,arriba nos había lanzado estas otras, de puro realismo: «( Piel't,~o en, la m.edida en que de/o e1l1npHrse en. '/1'l,í las leyes lógicas JI en. que (7.·moldlo '11zi ((.('ú·()ídad de 'inteligencia al ser de fas co· sas" (12). Frase que se completa con esta otra: "El espír/:tu n(l 'z!ir¿,c de sí m:is·l'J'/.o) sino de la, Verdad, de la¡VonnaJ de 'IIN 'NI,unda objelhro." Pero volviendo Ortega y Gas$et sobre estas palabras, en las que ha quedado al descubierto en un momento, como tri- .

. butario de lo objetivo y normativo del realismo) rectifica y a ren­glón seguido añade: "Dieho de ()f1'a ·Yna:J'l,e1'a.: el espíritu no deseaN'· so. en sí '/'1'/.1:5'/1/.0., sino que ticit.e sus rateés y fu.'nda·mento en e,fit or·· .

(O) TNT., po' 23'7.

(10) E., p. 458.

(1 j) Ihfd., p. -{53.

(12) E., p. 458.

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"VITALIDAD, ALMA, ESPÍRITd' 23

den 1t~J1i'l'ersal ~v tral1sltb/eti'lJo" (13). Ya,ha dado nuestro autor L1n:

nuevo paso, un lluevo cambio en 'su pensamiento, que le ha colocado en el panteísmo. Y para asegurar más su nl1e,~a posición, tennlr"!:l diciéndonos: "Pensar es sall:r fuera de sí ," dilllirse en la re(/ión del eSjAritU'/I,niversal!J (1 4). ¿Que' en ello ha); contradicción CO¡l laque nos ha dicho: "El spe6e :aeternitatis de S f!,il1o.':,'a, el j7//lIto de 7!islCl

uln:cllo absoluto no e/¡:isfe jJl'opfá'lJ'lente) es UN punto de '(lista lidi .. áo JI abtnlcto"? ( 15). No importa. Por todo pasa Ortega y Gas­set, menos que le tilden de realista, ('s'nplallfml1do S'/I ('sjJonz'éri'leo

jJ// !lto el e 'vista jJ{Jr otro ejelfljJlcbr ~vnorjnct.t¡'vo J'. Antes que abocar a esta posición tradicional, prefiere desplazarse, para situarse en el panteísmo, Todo menos marchar a una con el realismo. Y para ello rompe lanzasen favor del ljerspectivis1110, deJ vitalismo, elel sub­jetivismo 1110ral o ético, del romanticismo pedagógico ... y hasta se convierte en fenomenólogo elel factor bélico, como argumen [-o qUe

esgrime en su aversión hacia 10 tradicional y normativo. Coincid\~ ('on ll11estra apreciación el sabio filósofo j'esuíta P. Iriarte cuando, hablando del pensador espai101, apunta estas signiJicativas palabras.

"El generadol'de los actos propios, que designamos con el nom­bre de pensa'!' y pensamientos, es el espíritu que se resuelve lodo él en este ser, centro de las máximas actividades in'telectivas y voliliva~·, sin apuntación alguna a su naturaleza, como contradistinEa a la del cuerpo o de la vida. No se quieren metafísicas. -Lo único que sobre el particular se insinúa es que nuestro espíritu "110 nos diferenda a unos de oLros, hasta el punio de que algunos filósofos han sospe­chado si no habrá un solo estJiríiu universal, del que el Hueslro po,.­IÍwlar es sólo un momento o pulsación" (16).

¿Apunta definitivamente el pensador orteguiano a esta posición panteísta? Cr·eemos que no. Por ahora, bástenos decir que tal po­sición ha sido adoptada por Ortega y Gasset como un recurso pro­visional para huir del realismo, ele lo ejemplar y normativo tradi­cionétl. I-Ia sido llllO ele tantos aspectos o fases que presenta su pensamiento, nunca fijo y permanente y tan tornadizo y volubl,t'. Ahora tocaba el lugar al panteísmo, y no, le ha importado en dejar al descubierto esa nueva tonalidad que adquiere su pensamiento en los distintos puntos de vista que adopta. Pero 10' que no admite en su doctrina y contra el que roml;e continuamente lanzas es el, rea­lismo tradicional. lVIuy bien le ha interpretado a este propósito el

(1 :1) R, p. 45ü.

(14) Il)fd., p. 45ü.

(15) TNl'., p. J üll,

(lB) E .• p. 458,

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24 JUAN SAIZ BARBER..{, PBRO. Y ~EsTRO NACioNAL

p, 1 riarte en la frase (lt,e h(:'11105 citado a nteriorlnente, cuando nos ha dicho: "lIO se reglllt'rC1l71l,efafísicas".

2l\dónde apunta entonces ene! pasaje que estamos comentando' la trayectoria final ele nuestro autor? :Uacia el realismo hemos visto que no, Pero, elel m1s1110 modo, tampoco apunta hacia el jelealismo, l'-T o es idealista Ortega y Gasset en los pasaj es c0mentac1os, Es Ull

alto ven el camino de su p;:nsé\mieQto,que nos ha presentado al e~:,critor e~',pañol hl1yendo del realismo tradicional y poniendo su s reales en el campo difuso y enrarecido del pant'eísmo, Pefo no pongC:1110S él nuestro autor desplazado definitivamente en estos pasa­jes CJue hemos comentado arriba elel pensar idealist:a, porque tiene!l 11111cha relación con pasajes anteriores en los que el mismo Ortega v Gasset nos habla del espíritu universal hegeliano, que, si nos pre­sent.an el matiz panteísta del filósofo' alenlán, no por eso pueden im­pedir CJl1e I-Iegel sig'a siendo' el más grande idealista de todos los tiempos (17),

Bástenos este breve cOinentario para que, considerando el ca­

rácter proyjsional de la posición panteísta adoptada por Ortega " Casset en los pasdjes anteriores, apuntemos con la esperanza él

(17) Orteg'[l y Gusset., conlra pI sentir cormÍn ele los hiSlol'lnelOl'es ele DlnsorI~, '11/(' YPll en Tfeg'el, en su espfri(,ll univel'sal. el iclculismo nJ1,';011110, nos quiere prc­"ellllll' ilt 1I1ósnfn lItcmílll Gomo renllsta, A8í 1 en El E'S}JPc/({({01', p, 558, c11re: "He(fl'/ 11:1, sido /lila rre los úll'imos l'il6soj'os pal'({ quienes el U'II'iVel'8o es algorcal, La '/'('(1-

!ir/uel IIniversa{ que rlescu/n'(' {lit>. /.{l/macla 11(J1' él ES]l'Íl'itu," El nos cllrá qué l'enlisrno es ese opuesto al /,rac!icional, 10 mismo que en o[,ros pasajes ele El Espectador, donde se clesllznn fugaces y veloces alg'unos pasajes de realismo, Así, en la pl\g'ina 1 (j

, apunto: "Yo he b11scado en t01'no, con 1Jl'i.7'n((a suplicantc (fenállf1'ago, los homln'cf:; (f (¡¡{'ienes 'i1llp01'/asc la verdad. la ])1(1"11 vcnlael. 70 l]1/e las cosas son p07' s,[ misllws, :'J apenafj he lIOUacloal(j){'lw," No ¡lOS 11llblan e1el realismo nuténl1eo, sino que están J'(~laeionaclos eOIl lo que en líneas Ol'l'iJ);1 nos clice: "que lw espccie menos fJ'ccllel/t,,~ >:07)]'c Za l'ie'J'i'(( es l(l elc los hombrcs veNtcCs", Y en la. páglna -i74 ele esta misma OI)1'H nnola estas pillnI11'[ls: "El IJells((/lliblfo ticne la misión p'/'ima1'ia ne '/'e{lejar el sel' de las cosas",' pnra clecll'llOS líneas mflS aJ)aJo: "Lo lC1'1'//lle (le la I'cnUrlac[, e(ec­liva CS {fue contiene' siell11)'/'c 1'(I8{/OS cqll'lvoC08, NlInca sabe .uno bicn cómo es en definitiva, lj, cOllsecucntc'/llcn/c, 110 sallc/mo cúnw cm)]1J01'tm'se- antc eUa," Frasp que, ([el mismo moclo que las [1Jl1el'ioJ~es, tampoen nos llabln elel ronlismo, sino ele Id verdad elo la realidilc! en lo qlJe se l'enC'l'i2 a In prlmera1'rase, que estú relacio­ll\!clil con otra 1'roso qnc en El ES'lJPc/n(7o'/', ]l, 83, llnota ele esta manera: "S(,7' ?J 8P/'

,,111(;(;1'08 val,IJillI no'lllo 8'ÍuúJlínI08", qllo ya l1emos califleado nllleJ'lormenle po!' SU I C'.l1clencia , sU]),ieliva; lo mismo que In última fl'Hf'e [Jnotada,' en d011cle, a l'englólJ sng'uiclo tle su anrmac,i(m realista, la suplan/,a con 011'0 /le marcado sabor esc('p­tieo. ContracUcc}olWS oJ'leg'uinnas ql1e no disminuyen .e1 carácter iclealista quc elo­mina el foncloele su pensamienlo y nos le pre~enlHn DlareI1anclo por el bosca.ie espeso elel ESjlcd{¡clO1',' jJl'psen/ánrlonos CIlVC1'SOS aspectos, 'ya el pel'spect,ivisla ele inspil'ucíón lmsscl'linnn, ,yll en In l'oIlOJIIOllolog-.ín ele inflllon,cias sClleleriana:o, olra;~ "caes nos lHi. SOl'prenc]ie]o COII salidas ele romanticismo sentimenlal, por el que es/á sllst.andalizaclo, y 110 yisto clesrlo 1111l~' (Ientro a Goetl1e, y ha CJuer'lc1o poner cáteclJ'H elo maestro con ?ll romanticismo lwllagóg'lco, que está inspirado, como el pollUco, eIl; el subjetivismo roussonjal1o, snHn algún .pasaje fugaz ele panteísmo, ¡que de [oc[o se recoge en la cosecha orLeg'ulana! Pero, SObre todas las notas, se e1estaca Sil viLrll1smo, que va acentuándose o medicla que avanzan las pág'in8s clel Espeatado'-I'" [Jal'a aparecer en todas estas mllnil'es/.aciones tocado por el iclealisrno que late en el t;onclo ele su pensamiento, que 2e piercle en la selva intrincada y espesa ele SU li/.eratura, ¡ Tollo menos realista l.rHclicional!

Page 9: Revista de Espiritualidad

25

nuevos hallazgos que nos l)ongan, de manifiesto una vez más el idealismo que domina la entraf1ét de su pensamiento.

B. PÁRRAFO SEGUNDO

1. ROIJtCll',f'icism,o .sel/fin/enfal a/lÍ1nico. Alg'l/nos jJasajes. G'octhi'

úlfluJ'elldo en Ortega JI Gassef

I-lemos visto en el anartado anterior las 'frases ele manihcs[¡) sahor panteísta espirituali~sta de Ortega y Gasset, CLlanclo nos decía: "jJcllsar es salir fuera de sí 'v dihúrse enZa región del esprrihl '1111 ¡­'(Icrsal" (18). \T~1110S a considerarla en otro aspecto o tonalidad de su pensamiento. La posición anterior ha sido de sentido universal y trJ.lisuLjetivo; era la región 'del espíritL1, que él nos definía (( como el conjunto de los actos .fufú'nos de nuestra persona, lo 1'nás persa" na! de ella; pcro aC({lso no 10'ln,ás l:ndl:vl:d''/:/a.l'' (19), y por ello le vimos abocar a un panteísmo espiritualista. Pero el pensador ('.::;~

pañol, junto al espÍ1'if;,u) distingue en la, composición interna cleí hcímbre el alma) que, con la vitalidad) integra el complejo internn elel ser humano.

Dej,emos la vitahdad para después y ahora fijémonos en el arJl/a, ¿ Qué es el alma para lluestl"o autor? Oigamos sus mismas pala~ h1'as:

"Un espíritu que funcionase por sí y ante sí, a su modo, gusto y genio, no sería un espírilu, sino un alma. Porque,en efecto·, sentir. conmovernos, desear, advertirnos qFe son' actos, en un plcl¡o sentido, privados, individuales. El que piensa una verdad se da cuenta de q·ue lodo espíritu tiene que pensarla de hecho o de derecho como él. De modo que el espíritu, intelectual o volitivo, 'excluye la exclusión, elimina la singularidad, nos suma e identifica con los demás, al paso glle el alma viVe de sí misma y por S'U, cuenta, aparte del mundo y de todo otro sujeto, llevándose a sí misma en vilo y sin apoyo en olbe objetivo alguno. Amar, en cambio, es situarse fuera de todo lo que no sea yo y ejexcer por propio impulso y propio riesgo esa peculia¡' acción sfnlimental" (20).

Ya sabemos) por estas frases" que el alma para nuestro autor es la región ele los impulsos, ele las pásiones qne llenan el recinto ele la emotividad sentimental. El, alma,añacle,

( ll~) E .. , [J. 4iJ9.

( I ~)) E., pp. 452-Hí3.

(~()) K, p. 1¡5D.

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JUAN SAIZ BARBERA, PBRO. Y MAI!.STRo NACiONAL

"forma un recinto privadofrei'ile al resl~ del universo, que es, en cierto modo, región de lo público. El alma es morada, aposento, lu­gar acotado para el indioiduo como fal, que oive así "desde" sí mis­mo y "sobre" si lhisri1O, tia "desde" la lógica o "desde" el deber, apoyándose "sobre" la V trdad eterna y la eterna Norma" (21).

Otra vez resuenan en nuestros oídos voces de algarada senti­mental rornúntica. La posición ortegniana, después del paso for­/:aclo que le detuvo un1l10l11ento en el realismo para dar un avance audaz hacia el panteísmo, recobra su normalidad habitual y ter· mina por ser fiel al punto de vista individual, al ilnperativo un;­versal que representa cada individualidad. j Parece que le estamos oyendo a Ortega y Gasset cuando, siguiendo a Goethe (22), del que es tributario, 110S decía en la página 234 de El Espectador.' "El 'J'on/.nlltiÓSl1IO fu~ el libertador de la fau,na ernoti'va 'ZJivie'llfe er: Nosotros", y, poniendo una vez más ele manifiesto y renovando Sll

romantlósmo -sentimental, elel que allí nos hablaba, nos' pone Tl alma como centro ele los sentimientos, y así dirá: ., El yo del alma tiene) pues) un área eNlatada JI) C01'lIO si dijé'l'mnos, una exte'flsi{)1I

psíquir:l({ en cada 'U,J'l,O dé cuyos plIntos .pueclelz 'JU1.1Cer U,Jl, acto en¡.o,·

ti'110 o '/:·mpu.lsl:VO d/:¡ere'ldé" (23).

Pero 10 que nos da a conocer la posición que adopta Orteg-;i, y Gasset en esta fase del ronlanticismo sentimental son aquellac; frases anotadas ,anteriorn1ente: "El alnw) '/'llOrada,' aposento} IU,qar acotado para el hzdivl:d-UO co'mo' tal) que vi've así de,~cl,e s'í 1f//ismo

J' sobre sí 'rnisll:¡,o) no c?esde la lóg1:ca, o d1esde el deber, ajJoyándosc sobre la Verdad eter'na y la eterna 1Vonna." En ~stas frases ~c pone una vez más de manifiesto la trayectoria i(';ealista del pensa­miento orteguiano, que le ha llevado a huir elel punto de vista nor­mativo y ej emplar que él llama "V Ndad eterna y la eterna JVo/"llla/', para queelar encerrado en el rec.into privado el ~ Sl1 indivic1ual1dac1. frente al resto elel Universo. Huyendo t111a ve: 1~1ÚS nuestro autor

(21) Ibiel., p,. 45\).

(22) A éste propósito son 1I1lly (]ignas de :Illolarse 1ns ,)[I]iI])!'nS que Cll' su oJ)1'[I

cItnda, p" .204, señala el p, IHIAI1'l'E: "Estú Goe[.!w tan COIE::sLnlll'Íallznclo cun iil'lcg'~¡

y Gassel, que será clifIcil cIar COIl el momento ele In inse"I'lúll elel uno en el otro. Ortega !la visto a .Goet.l1e (es [l'use suya) "descle muy ::deni 1'0", a11l cloncle se scntia el g-run poeta muy pagano, olImpicamenle pagano, Le ha visto y seguiclo sin des­mayo, nI revés de a Renan v a Nietzsche, H quielles en ocasiones 11a desestimado y aun abandonado. j Renan, Nietzsche, Gae lile! Ti'os autores íntimamente asociados al naurra.glo de Ortega, consumado. a lo que papere, en las reg'iones altas del pen­samiento; tllnto más que en las riel c()['nz(¡u."

(23) B., p. 45'7.

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"VITALIDAD, ALMA, ESPÍRITUoI

de la posición realista, hace al alma el centro de los sentimientos y de la parte emotiva del individuo; rompiendo lanzas contra 10 absoluto y metafísico, trascendental. que él calificó de punto de vista ubicuo, absoluto, ficticio y abstracto (24). Romanticisnio, s';:ntirnen­tal olímpicamente, profundamente pagano, que recuerda el del poeta alemán, a quien nuestro autor hahlél visto y seguido sin desmayo,

C. PARRAFO TERCERO

l. PaIlfeis/'JW ·(/i{a/isla co rwjJ oral : algu,nos pasa/es.

Pero junto a las manifestaciones pasajeras de panteísmo espi­ritualista y a la algarad:l, idealista de romant¡cismo sentimental anímico, qüe, entrel~zados en' el espacio de una página, nos ha ofrecido Ortegay Gasset, nos sale ahora al paso con otra manifes­tación: el panteísmo vitalista corporal. Dejemos que el escritor español rios manifieste esa tendencia con sus propias palabras:

"Se' 'aclara algo más esta, diferencia entre lo privado del alm-a y lq p~lblico del espíritu si descendemos n.uevamente a la vitalidad, al alma cOl~poral. Nuestro cuerpo tampoco vive sobre sí mismo y desde sí mismo. Todo induce a creer que si al fenómeno que llama­mos vitalidad, cimiento y raíz de nuestra persona, corresponde UD¿1

realidad efectiva, Ésta será como un torrente cósmico unitario; es decir, que habrá una sola y universal vitalidad, de que cada orga­nismo es sólo un momento o pulsación. Ello es que los más agudos problemas biológicos no resultan inteligibles si 110 se supone esa vida única 'y armónica en todo el cosmos" (25).

2, VitaHdadJ aIN'ta) espíritu'J' las tres IlOtas que 'JHarCan la h'a'yectorz:a bs'icológ1:ca O'/'tég1t'Ía'na

Nos ha hablado anteriormente Ortega y Gasset del espíritu. "que es lo 'lnás personal del hO'/'/1,bre) pero acaso no lo 'más Ú¡d1'­,Z}idual" (26), y después nos ha distinguido una zona intermedia: la región de los sentimientos y emociones, de los deseos,' de los impulsos y apetitos, el alma (27). Mientras para nuestro autor 10 espiritual, ya en el pensamiento, ya en la voluntad, es un relámpago mental, un rayO' de actividad, todo lo ql1e pertenece a la \fauna del alma es lo más íntimo, lo más individual del hombre. Vamos ",t

I

(24) TNT,', p. 19lJ. (25) E., p. MiO, (26) E., p. 452. (27) E .. p, ~¡)i.

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JUAN SÁIZ BARBER.t, PBRO. Y MAES11W NACIONAL

considerar el tercer eleÍ11ento que Ortega y Gasset hace entrar en la composición interna del hombre, elemento que ha llamado fo'ndo de 'Z,haüdad (28), qne l1utre tocIo el r·cs(o ele nuestra persona y como una savia animadora asciende a las cllmbres de nuestro :;er; sub­snelo de nuestra in'fimidad, alma corporal,' vitalidad (29), "que es ('/1, cierto modo subconsciellte, oscura J' latente) que se f:rtiende al lOlldo de JIIlestH¡ persoJ/a, CaUlO 1111 /luisaje aJ fondo del c!la­dro" (30).

j VITALIDAD) ALMA, ESPÍRITÚ[ I-Ie aquÍ el clescnbl:imlento de 10 qne Ortega y Gasset ha llamado "t'l'inídad en la ¡'Jcrsolla" C~I), que él, con ,énfasis que sabe a naufragio de la verdad religiosa. hahía ele inventar; para fijar y establecer la composición interll:\ del hombre, de la vicIa humana que quiere divinizar.

;). /Hac¡'a dónde ap'unta el 'uita1liS11lo cor/JOra! ;ideaHs'Il1o o jJantds'71w,'!

Si con el espíritu nos llevó nuestro autor al panteís}110, y con . el elemento alma le ver;nos abocar :al ron1antlc,iS11l0 sentimental ele

manifiesto sabor idealista, ¿ adónde nos lleva Ortega· y Gasset con este tercer e"Iemento ele la vitalidad corpor'al,al idealismo o al pan .. , teísmo? Sigamos a nuestro autor en el nuevo camino que nos abre para el conocimiento de su pensamiento:

"La vida es' precisamente la realidad única entre todas las del cosmos que se contagia. Hasta el puntó que cabl'í'a, por uno de sus haces, definir la vida como aquello que es capaz do contaminar y contaminarse. Toda vida es contagiosa: la corporal y la 'espiritual; la buel1a, que llamamos salud, y la mala, que llamamos .enfermedad. Se contami,na la mucha vida y se contamina la poca \,i¿a" (32) .

. y más concretament~ nos dice clespL1és: "}'luestro C'uerpo tm'/1,­¡lOCO 'Z'l:7./e sobre sí 11/!,Úl1W y desde sí 'I'lúsmo" (33). Por esta frase vemos' que Ortega y Gásset, a 10 que llama vitalidad o ah'na cor­)Joral, no la ocoloca en el lugar acotado y encerrado en que, respe­t ando la individualidad, ha colocado el alma; p011iéndose a salvo del recinto idealista de repEegue sobre sí núsmo, en que habla :~ltuaclo el centro ele los sentimientos, emociones y deseos. ¿ Scr[l )la rareconocer en el cuerpo algo distinto del espírit11 y del alma,

(28) E., p. 452. ('.>\1) E., p. 45·i, (:10) E., p. 454." (31) E., p. ,158. (iW) K, p. 451. (33) E" p. 459.

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"VITALIDAD, ALMA, ESPÍHlTU" 29

rlue 110S deje vtr un despunte ele realismo, en la parte más baja y mas visilJle c1c.l s~r humano? El mismo 110S 10 'va a decir cuando poco después nos lanza a gL1i sa el'e afirmación que resume su' pen·, :-:anliento en esta parte:

"Todo induce a crc~r que si al fenómeno que llamamos vitalidiJd C01T.csponde ulla rcalic'i3d cfecJiva, ésta será como un torrente có~~ mico unitario; es decir, que habrá una sola y universal vitalidad, de que cada organi~mo es sólo un momento o pulsación" (34). '.

y P;Uél confirmar lo que l10S acaba ele decir, :lÍ1ade la siguicl1Lc fra~,<:': ¡'Ello es que los l'nás agudos jJ1'obte'lNas b¡:ológicos 110 res'ul­tan inteligibles si no se supoNe esa vida única JJ armónica C'/l. tocio el cOSJ'!/OS J' (;; 5),

r-fa hablado claramente lltle::;tro aútor. Pero, para hacerlo en t(lno panteJSbl, a;~i:·;l'ünos 811or8 él 1J11a reproducción elel proceso que siguió su pensamiento en la de;;cripción cld espíritu. Entonces llCJ~~

c1ejó al descubierto una ráfaga de realismo cuando nos decía" q'/f/O

el csJ)íritll no v':'ve,de s,í, 11tislno, sino de la VeJ'dad, de la l'lon/'la de '/lin 'l/l/lUIdo objetizJO J) (;)6); pero :rectificando esta fugaz situa­ción, sali6 de tal posicíón realista y. se refugió en el panteísmo. j N o qüería metafísica! Ahora, al hablarnos de la vitaJ1dad del cuerpo, también afirma C01110 del espíritLl "que '/1.0 'u/ve sQb'l'e S'i JlI,isnlO JI desde sr 1'nis'l1w J' (37); pero, en lt1gal~ ele inc1i11arse al rea­k;mo en el reconoclmiento de su objetividad fuera del sujeto; lan-­za de lleno la yitaEd'acl human;} al pi&lago inil1enso del torrente cósmico, unitario, donde es confunden todas las vidas humanas, cada una de las cnales, según él, "vendrá a ser CO'lllOun HW'Il'lento

o jmlsación de lo vl:da universal" (38). Ortega y Gasset préfie,-(' una vez más ser panteísta que realista. No irnporta que esta Sl'· tuación qne adopta lleve consigo contradicciones y que, con ella, vaya contra el sentido común. ¿ Está convencido nuestro autor de las anteriores afirmaciones? ¿ Cree Ortega y Gasset que cada cuer~ po) cClcla vitél.ljr18d, tan distlnta en los distintos supuestos hUl11a-

., nos, que nos li1anifiestan idiosincrasias tan diversas, temp~ramentos tan distintos; cree el escritor español que todos esos antagonismos ele la vitalidad del ser humano provienen de una misma raíz invi" slble, unidad del torrent~ cósmico 'ql1e comprende, como un abso'· luto, las diversas manifestaciones de vitalidad que están discrimi-

(;)4) E., p. -iGU. (05) K, p. -i60. (30) E., p. 458. (37) E., p. 45'\). (38) E., p. 460.

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30 JUAN MIZ BARBERÁ, PBRO. Y MAESTRO NACIONAL

nadas por el universo. y 110 vendrán a ser más que momentos o pul­saciones de aquella única vida que todo 10 comprende y todo 10 abarca? . l'

j El panteísmo 1 La ,gran tentación d~ la filosofía cuando ésta se aparta de los senderos de ]a verdad, ha seducido U11a vez más ;:tI pensador \spafiol. ¿ Por qué no? Es uno ele tantos pasos ele su tl1i­rada de contemplador expectante qqe nos ha dicho" quúre ver la 'vida segúJI fluye ante él" (39). En el estudio elel espíritu, 'l1Llestro autor habló en panteísta. En el análisis del a1111a~ Ortega y Gassd ."C' reCOl1centra, iTuelve sobre si. metiéndose en el recinto misteriosl) de .su individualidad, como en lugar acotado. la creyó lnvt1111'crablc y la hizo la c.onsagración de la intimidad; 'fué un canto al 1'0111oa11-

ticismo libertador ele la fauna emotiva viviente en el fondo de1 hombre que pronunciara c.onsubstancializado con Goethe (40). Pero cuando llega a pronunciar su última palabra soJ)re la vitalidad subs­con dente y latente del fondo, elÍtonces asistimos a uno de los momentos más característicos del proceso ele su pensamiento. Al llegar aquÍ, parécenos estar vienelo a Ortega .Y Gasset que, di ri­giendo una mirada al mundo en torno desde el promontorio de su pensamietlto, quiere con 1.a vitalidad explic'ar y envolverlo todo. La vida va a ser la dueiía del. Universo, aun 1;:t misma razón y el mismo espíritu, y, C01110 acertadamente dic.e el P. Iriarte, comen­tando este pU11tO del pensador español: "La 'rw:;ón adquiere así 'JI1(1- .

,dUdad y fl1tendas vitalesy deja de ser pura) ,geo'l1létrica, des'vitofi­.'Jada) llega, a ser l'a;ZÓl1 7)I~tal) y la 7.J/:da va á ser Su NI ajestad la Vida" (4I). Panteísta Ortega y Gasset en su concepción de lo ¡i'J1lás

perso'HaZ de la persona/' : el .espíritu. Panteísmo que 110 sirvió para qUltar de su pensamiento el sabor id'ealista, ya que I-IegeJ, a C¡\11Cll

nos recuerda, en este panteísmo espiritualista representa en la 11; s­torÍa del pensamiento hum.ano la nota más subida del idealisnlo. Pero nuestro autor 10 hizo en huída elel realismo. Cuando le yemo:: cómo adopta la lnisma posición panteísta en la explicación de la vitalidad. afluye a iluestros 1a.bios est;:t pregunta: ¿'Ortega y Gassct en su vitalidad, es panteísta o idealista?

La respuesta no es difícil. Sabemos por el mismo 'pensador e:-;­

pañol que el ser definit.ivo del mundo ~s' una perspectiva (42). N os ha dicho que la vida es un conjunto de relaciones (4.3) que, elimina'­da la cat~goría de substancia, no implkan más qt1e ideas. Esto e;;

(39) E., p. 18. (40) OPD., p. 204. (41) OPD., p. 192.· (42) MQ., p. 321. (43) AP., p . .(78.

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"VITALIDAD, ALMA, ESPÍHITU"

en el sentido ortegl1iano el idealismo que inspira la fdosofía mo­derna (ijJj). Cuando así se expresa nuestro autor, ¿ aun dudareulOs c1e calif1carle de idealista en los pasajes anotados ele su vitalidad) a pes;ú del ropaj e panteísta con que quiere envolverlos?

Cuanelo los textos hablan, huelgan más comentarios. Dando UD

paso desde el terreno de laclucla en que nos habíamos colocado, 110S

situé1mos en la po.c;ición que 1105 deja ver él Ortega y Gasset t1n;~ "ez más en l1113 ele las manifestaciones11lás car;:tcterlsticas ele 511

IX'IlSé1l11iento: la vitalista, por la que queda recluído cL~ nuevo el]

el recinto misterioro del idealismo, CJue '110S desaparece del pens3·· ,'nicl1to vitalista orteguial1o, aunque 1105 quiera pr:::'.scntar la vida fluyendo en el torrente cósmico universal, una vez que ese dina~ m:s1l1o vital sigue en qposición cerrada a la visión estática de lo stlstanti,vo y permanente, para no ver en ese piélago 111menso que encierra' la viela universal más que el conjunto ele influencias y re­¡a.ciones sin trélscendenci:a real alguna.

-~. iVuevos pasajes de panteis11w. Su tende'l1áa idealisla

EJ pensador español'. queriendo concretar más expresamente su pcnsan1irento, de lo vital y cósmico, nos dice:

"Contemplemos la vida del niño. Su alma apenas ~i ha com~I1· zado a formarse y su espíritu no ha despertado aún, .. " (45) "El niñ.o, como el anlmal, no se siente frente al cosmos, sií~o que es Irozn del cosmos. No tiene cámara ni 'recámara. Por esta 1'"z611, su exís· tcncia parece exenta de centro ,radiante. En rea1lidad, niílo y <lnimnl viven cósmícamente, y su centro es el mismo del cosmos, con quien maravillosament.e coinclden" (46).

Ortega y Gasset ha dado un paso más en el panteísmo vitalista y, en la universalidad de tal concepci6n, llega a comprender la ·vi cb del niilo y elel an1mal como momentos o pulsacione's elel c.osmos, el l.: ese gran océano ele ]a vida orteguiana, idén.ticos en el uno y en el

otro, porque coinciden, según él, ii eoil la N atw'ale:z;a" (47). ¿ N o suenan estas palabras a canto rousoniano ele vuelta él b

N aturaleza que preconizaba el pedagogo francés como punto de partjcla de Ja educación? j Naturaleza y niño coincidiendo con d pensamiento ele Ortega y Gasset y confundiéndose el niño en la inmensidad ele aquélla, ii es el hecho biológ¡:co, nos dic.e e1't~ que se

(44) Ibid., p. 478. (45) E., p. 460. (4G) E., p. 4t\1. (-5.7) Ibid .. , p. 4tH. -, il l ;

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JUAN SAIZ BAHBEHÁ, PBf\O. y MAE:STfW NACIONAL

'rectlí.éa,Iluestra hlea de 'Í'/'loce'flcia" (.o:IBl. Lo cual quiere decir que la bondad nativa de la edad infantil se reZtliza cuando ésta) sin dar entraclZt él injerencias extrañas) sigue las fluencias vitales del cos­mos; de la Naturaleza. Esto mismo preconizctba Rot1ss{~at1 cuando) ell hl1ída de la sociedad y de todo inf1ulo adven'ticio) 'establece por pl"i1llcra cez en el campo l)edagógjco la v'uelta él la N aturalezél como la única (ll1e puede conservar lo nativo y buello que en el niDO bayo

Pero si Ortega y Gasset coinCide con el pedagogo francés en la vuelta él la Naturaleza, da un paso sobre el escritor francés al cOllsic1erar que la Natüraleza, la vida universal qnc en tnrrent;:, cós­lJlico todo lo absorbe. no importa más que lllutuas influencias ele U11as cosas C011 otras; del animal C011 el niño. Porque, para nuestro autor, en ese torrente cósmico, en esas fluencias idénticas vitales, ,( el 11irio JI el anún,a! 'Z1l>ven CÓS1J'¡,z:cmne'nte JI su centro es el 'misl11o del cosmos" (49), del que el pensador español, en el ¡dinamismo .-l

(111<:' le somete, 11:1 hecho c1es:lparecer lo sustantivo para incluirle ell

la categoría de relación que, 110S ha dicho, importa el idealis­mo (50).

,S, Punte/Silla de la 'vida del sabio. Posición, indecisa de OJ'lcqo Ji Gasset entnj e! ideaÜSl1W )i l'eal'¡sllw:

'¡<'ll OpoSlclOn a lo vital y cósmico ele1 llifío, c1pone el pensador español lo sl1p::rior ele 10 ideal: 'la vida del sabio. Así nos dice:

"Opongamos a esta ima.gen de la yidía pueí-il la del sabio t1'a­dicioi1aI absorto en su elucubración. El sabio es casi esphitu puro. Piensa. Y su existencia meditabunda tampoco está en su mano .. " "El sabio tampoco tiene en sí su propio centro de Ylda; también coincide con un centro sobreindividual: la Razón del Universo. El sabio es también inocente. El juego del niño y la tabla de loga­ritmos son igualmente inocentes" (51).

¿ Querrá decirnos el pensador español que las producciones ('¡e1Jtificas S011 inocencias?¡ O es que en 11l1a efusiól~ gnóstica salen elel esp.írltl1 universal y van al aJma del sabio," que) meditaburido) pero irresponsabíe) no viene a ser más que un trozo del espíritu universal? ¿ Es po:;ible que enJa lnente de tan conspicuo autor ha., yan cabido tale) dislates) que) al·ejánclole de la realidad) de la profundidad ele la ciencia)' hayan llegado a convencerle, para seg'ujr

(48) Ibicl .. p. 461. (49) E., p. 4Gl. (50)' AP., p. 478. (tíO R., 17' 461.

\

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"VITALIDAD, ALMA, ESPÍRITU"

sosteniendo que los postulados cientJficos matemáticos no So,11 fruto de grandes vigi1i:as y trabajos elel hombre que los ha sacado, como consecuencia de la reflexión) sobre los problemas tan difíciles de resolver en muchos casos ele las matemátic.as, para dejar situado al sabio en la pretendida pósición de inocencia?

Por otra 'parte) la razón Universal de que nos habla Orteg,a y

(~asset par,ece ser un eco del espíritu universal absoluto, que for­ja ra, con 10 el engendro más audaz del idealismo) la imaginación de. r[(~gel en delirio::; dé~ un rornanticisl11o filosófico, como 1lO ha (''(jsticlo jamás en la historia del pensamiento hU111ano; aunqüe en la página 558 ele El Espectador nos habla Ortega y Gasset de este espíritu universal J)afa calificarle de realismo, contra la opinión autorizada de los hi8toriaclores ele la filosofía que 'califican de idea-1;51110 ]a posición hey:eliana del espíritu unIversal. Esto nos da ;1

conocer una vez más la indecisión del pensamjento orteguiano, Sll

continuo balanceo entre el ideali 51110 y el realismo y el empeño inusitado que el escritor español pone por huir del realismo) como hemos visto en los anteriores pasajes del panteísmo espiritua'Jista. Pero, por· otra parte, temiendo nuestro. autor caer en el recinto misterioso del idealismo, querrá 1118S ac1elanh:: situar ese pantelsJll0 C'cjliritualista heg;eliano en posición realista. Contradicciones orte~

~:111anas que le JIevan en unos pasajes él la étfirmación realista (,S2) de Jo cIue en otros significaba S11 hl1ída y negación, para pal"ccer ,sitU8.do en posición panteísta CS3). Pero) el pensamiento begeJi;:11.1o, adcm;:ls ele su declaración panteísta, Cine no niega Ortega y Gasse"t, Sl1ena tarnbién a nota subida ele Idealismo que quería inlponer ~l 1'odoel pensamiento humano la dialéctica férrea y des'pótica de un imperio filos9fieo.

¿ Por qué Ortega y Gasset no reconoce el matiz idealista que envuelve el espíritu univ·ersal, del que la vida del sabio es ,11nmo­mento o pulsación que, según él. viene a coincidir con la Razón del TJniverso? (54} i Sitl1aciónÍndecisa de nuestro autor) que nos le dejan ver los pasajes cit:aelos anteriormente entre el idealismo y el reaHsmo!

(52) E., p. 558. (53) R., p. 45(),. (54) E., p. 461.

(!

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JUAN MIZ BM~BrmÁ.} PBRO. y MA!:S'rltO NACIONAL

D. PARRAFO CUARTO

J. T1'OZOS de ,,'o1'lwnticis'l'no. Sil tendencia, idealista

Salidos ele la posición indecisa en que apareeia colocado el pen­samiento orteguÍano, nos encontrarnos con otré\S frases ele mani­fi('sto sabor jdealista:

"La creencia utópica-apunta nuestro aulor-implica una Hl­

die al insincelidad. El jndlviduo ajlJSta[ba su sentir aja Horma y 1JO

la :JlQnna la sU sentir. Ser culto era, pues, no ser since-ro. El 'resork c1eciúvo ell la, vida de cada ¡hombre era ser fiel a las normas dadns. aunque éstas, acaso, no se ajustasen a su intimidad. Para lograr f~S(~ fidelidad a ]0. norma se habituaba a anular las incitaciones más :Úl1~ guIares de supei-sona, a desoírlas, no dando lugar a su genruuc<cióJ) y madurez; era, en suma, a1. creer, infieÍ a su realidad misma, COffilJ

al pensar 10 llaMa sido a la realidad objetiva. Todas las époci:\s llamadas clásicaS' hallsiclo en este sentido insinceras: ni es posible clasicismo sin dosis grande de insinceridad" (55).

Este pasaje 110S recuerda aquel otro del romanticismo sentimen­tal vitalista en que, sigqiendo a Goethe, llama al romanticismo "li­bertado,y de. la fau,na e'motiva, vivien,fe e'n 1wsotros" (56). Si allí 110S ponía de manifiesto su .tendencia romántica, idealista de los sentimientos, a cuya interioridad 'e intimidad supeditaba la reali­dad vital, lo mismo que el idealismo reducía 10 exterlor, la exis­tencia al pensamien.to, al recinto interior del sujeto, en las frases (~itaclas últimamente vuelve de nuevo a resurgir la voz .'. de nuestro aute '., que, en ajres d:e romanticismo sentin1>ental)l1os dijo en otra

"de sus frases:

"Según esto, la verdad del hombre estriba en la cOl'ref,ponde11cl,1 ,c:xada entre el gesto y el espirit-u, en la perfecta adecuación entre 10 externo y 10 íntimo" (57).

'Y eDIl exaltado relativismo nos decia lineas más abaJo:

"No ha)' valores absolutos ni absolutas realidades. Todo pucde valer absolutame:p.te, ser absolutamente real, si· es sinceramente sen~

. tido. Ser y ser sinceros valgan como sinónimos" (58).

Para terminar con U11 canto romántico a la sinceridad) "q'UJe para él es {(/, 1>n,f1:11úd'ad) la ve'rclade'l'a vida" (59).

(55) E., pp. 4713-77. (56) E., p. )]34. (57) , R., p. 83. (5'8) !bid., p. 83. (511) Ibfd., p. 5\1. , )

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"VITALIDAD, ALMA, ESPÍRln/'

En todo ello aparece U11 fondo de idealismo que nos indica su oposición a las normas eladas, porque éstas no se ajustan a la 'in­timidad; "como en el pensar había sido '/:'I1J1:el él 'indivl:dllo, nos dice, a la, rea.lidad objeti'¿la" (60).

lVf:as no es posible que haya ,distintos puntos de partida para la vetdael; que unas veces sea en el hombre su intimidad y otras 1:1 r·caJidad externa y objetiva las que se compartan la dirección nor­mativa de la verdad. "Cuando" 01:(10 decir, comenta Ortega y Gas­set, que 111'1-([ obra es clásica; cua'Ndo '{Jale j>afrtJ, todos los ru.qares :,; todos los tieJ'/'/} os. recelo sie1npre en ella una i'Ji/s/Ji:'radón '/1 ió ll/re ( ) for'malista JI .'n:ncera" (61). Lláma clásicas .e1 pensador ·español él l;t;;

. épocas que se 'atienen eL las 110nnas dadas y objeti-vas que "'valen jJa1'a to'd)os los Úe1'l1'pOS JI luga,res". Esto es el realismo que ilurninó con sus destdlos de verdad las inteligencias más profundas y señe­ras qüe han dirigido durante dos milenios la marcha del pen;;a­rutento hql11ano por el campo düataclo de la filos~fía. Ya 19 dij (J

un día el mismo Ortee'a y Gasset en una ele sus afirmaciones Cct-

j)itales: el

. "No otro es el sentido más hondo de la evolución en el pens'a~ miento humano desde el Renacimiento acá: disolución de la cak~ god'a de susl\incla en la categoría de relación. Y como la relación no es una res, sino una idea; la filosofía moderna se llama jdealismó y l'a medieval, que empieza 'en Aristóteleg, realismo" (62)

y hablal1,~o del idealismo,+ en lTIOmento importante de :afirmCt" ción filosófica, estampó estas otras palabras:

"Este es el magnífico descubrimiento qe Descartes, quedividr' la historiél-dela filosofiaen dosl1litades: antig.ua y media quedEln del liado de allá; del lado de acá está toda la moderna. Se Lralil de l,a primacía de la. mente, de la intimidad! de ¡la concienci.a, yo o sub­jetividad. "

y terminaba su alegato eú torno a esta idea de intimidad o sub­jetividad diciendo; "Este es el ideallúm, o de la. füosofía. 11wderna desde Descwrtes" (63).

Por 10 t21nto, si el sentidO de su pensamiento en los trozos. de romanticismo de las hases citadas arriba es opuesto a las normas objetivas ele 10 que él llama dasicisl110, para ser fiel :a1 punto de vis" ta unipersonal de la intimidad indiviclual, ¿ no aparece claro el 111a,·

«(JO) E., p. 4'7ü. (61) E., pó 4.77. (62) AP., p. 478. (6~1) .j. Olt'l)l~G¡\ y GASSB'r (Ca. IV) 'en "Sol", 4 cle¡na.yo ele 1920.

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;;6 JUAN SAIZ BAnDERÁ, PBRO. y MAESTRO NACIONAL

tiz idea1Ísbl que tal posición envuelve i Si la verdad, según el fea-, lísmo, eS la adecuación elel entendimiento con la realidad) que ,es ,S11 punto de partida, yel idealismo, en sentklo inverso, cambia el punto normativo orientador de la verdad, poniéndole en el indi­viduo, en el sujeto, en cuyo recinto nlisterioso queda encerrada

; y reducida la realidad, Ortega y Gasset (que una vez lnás se nos h3 nlostrado e'n las frases comentadas rompiendo lanzas contra la vi-

,sión realista), para seguir respondiendoL

a las consignas de su in­timidad romántica y negando 'la permanencia y duración de la ver­el ad real y ontológica a través de los lugares y tlt'1l1pOS, se acoge, CIl hukla del realismo clásico, a la valoración relativista ele los sen 6mientos, ele la intimidad y de la sincer,idad del horúbre. ¿ No esíú ~;embranc1o con ello la duda de 10 substantivo y normativo realista de la Edad J\1ediéJ., para quedar situado una vez más en. el reclnto misterioso del idealismo, que, según él, caracteriza a la edad mo­derna?

2. R011'lOnh'cisl1W poUtico. Algu'NOS pasajes.

Pero el ron1anticisl110 ele Ortega y Gasset d~sciende hasta el te­nell o de la política, en donde, clej ando desbordar una vez nlás la fluencia sentimental y en arr·ebatos deentusiasp10 por la España Jíberal de r8:)ü a r860; nos dice 10 siguiente:

"Conviene subrayar, como ejemplo curioso y patente de esos cambios de sensibilidad a que antes aludía, el hech0 de nuestra cre­ciente afición a esta época romántica. Hace pecas; años todavía era generalmente desdeñada; no se estimaba su cultura y avergonzaba ~u' política. Los hombres de la Restauración: y 10. Regencia hablaban de la España anterior a 1870 con pudoroson1enospl'ecio.Hoy ya es general Ira opinión favorable a ella. Se ha comprendido, al cabo, que' es acaso la etap¡;¡. más sana y fecunda que ha vivido España desde 1650, y, sin disputa, muy superior a esa Restauración y a esa Regenci.a, en que sólo se cuidó de .Jo aparente, del compl'Omiso -y de un ficticio orden. De 1860' a 1900, en España no se ha vivido: se ha nngido que se vivía. De, J 830 a 1860· no se han hechIY grande3 cosas g,}oriosas en ningún orden, pero· el pueblo español gozó de una vital sacudida. Las masas populares se enardecen por los emhlemas políticos y ponen su pecho en las harricadas; Jos escritores- y hom~ bl'es d'eciencia quiebran ,las míseras rutinas y el estrecho círculo mentf;\l en que se movieron dUrante el sig~o XVIÚ, y reciben la& nue­vas inspir;aciones de los tiempos que llegan por los caminos de Fran" cía; los políticos luchan fervorosamente, a veces1portalmente, por sus programas de reforma. La sociedad entera vibra apasionada. Es· una etapa de ardiente dinamismo, de esfuerzo, de pasión. Como en todas las épocas de vidal intensa, J'a gente está disPuesta a morir por algo. pues la l'ea;Hdad arroja la paradójica observación de que el lafán .de

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morir es el síntoma más evidente de la energía vital. El :romanti~ cismo germinado en las postrimerías del siglo XVIII signifi'ca en la historia el triunfo del sentimiento" (64).

Frases S011 éstas que suenan a trjnfal alborada elel romanticis­mo político. j-\ lo largo ele l:as páginas ele El Espectador ha ido de­jando· escapar Ortega y Gasset alguna nota del romanticismo C~1" llado e individual. Como GO'2the entonando al fin de su viclae::l cántico' libertador de los artistas' y poetas alemanes, ,así Ortega y GassetJ tan consubstancializado eonel poeta alemán, ha querido influir en la juv,entud española, incitándola a libertar su intimidad. en frente de la cultura tradicional, que él llamó "ficticia, orna­'l'J'lental) farsante" (65). Pero el pensador español va más allú y se enciende su espíritu, vibra su alma V co~azón a los vaivenes de hl.s luchas de una masa inquieta y din~rl1ica que en la primera mitad del sig'lo XIX alborotó y perturbó la España liberal.

3. Rousseau: ro 1";. ánf/:c o) re'vol,ltcionario de la peda.c;o.c;'fa JI lal polít1:ca.

No había transcurrido aun medio siglo (1789), cuando un filó· sofo y pedagogo francés, Rousseau, con· su Contrato social) se111~ blcÓ las semillas que prendieron ,en toda Franc.Ía con las llamas de la revolución, en donde la masa del pueblo, presa de una sacudida vital, proclamó, contra la política tradicional que había regido has" ta entonces los destinos de Europa, los derechos del hombr·e: igual­dad, libertad y fraternidad. i Romanticismo político que costó a Francia medio millón de víctimas, que las energías· vitales del pueblo y las vibraciones élrpasionadas de la masa sacrificaron en aras de la revolución y del libertinaje.

Pero al COl1,trato social) ele Rousseau, había súcediclo ROCO an­tes la publicación del E111Jlio) obra cLtnlbre de la pedagogía fran­cesa (66). Ya hemos estudiado anteriormente la influencia del p~­dagogo francés en el campo de la educación y cónlo con su vuelta a la Naturaleza abría el camino que habían de seguir los filántro­pos, los idealistas y ronlán,ticos de la pedagogía. Ello equival1a a hacer entrar el gran problema de la educación por los carriles, opues­tos a los tradic.ionales, que plegaban al niño a las normas objetivas pedagógicas, ejerciendo honda influencia en la evolución de las

(64) E., p. 514. (65) E., p. 83. (66) DPL., p. 2806.

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38 JUAN SAIZ BARBERÁ, PI3RO.Y ~rno NACIONAl,

ideas pedagógicas del ;;iglo XIX (67). Se fundaban sobre el prin­cipio de que el maestro debe eclipsarse ante el niño y debe' respe- ' tar la naturaleza del mismo (68). Psicologismo pedagógico que, hacien~lo desaparecer la autoridad en la escuela, había de llevar, en entusia~smos románticos por la infancia, hasta la implantación de la escuela anárquica de Tolstoi (69). 'Pero las ideas traen los hechos. La Historia, la gran maestra de la vida, tiene también su unidad y concatenación, y, si hemos visto en Rousseau al instaurador en el siglo XVIII del psicologismo aplicado al campo de la pedagogía y de la política, antes que él, y en plena eelad lTwderna, fué Des­c;artes el revolucionario de la filosofía y el que, apliéanclo el psico­logismo al campo :filosófico, llevó la ciencia del pensamiento por las obscuras' y sinuosas vías elel idealismo, cuyos gérmenes él plantara. Y ascendiendo más en la' visión histórica, f üé Lutero el que, al term'inar la Edad Media y en los dinteles de la }VI:oclerna, hizo aplicación elel psicologismo, con el libre examen, al cal)1po religioso. Desde entonces, disuelta por esas diversas etapas ele 1111a

época revolucionaria la substantividad elé1' los r'eligÍoso, de 10 filosó­fico, de 10 pedagógico y hasta de lo político, se dió paso al idealis­mo en los diversos órdenes, que, al sentir de Ortega y Gasset, ca­racteriza a la filoso1fía 111Qc1erna (70).

t

4· Rou.sseai/(, ú'Ispirado1" del 1'OnWlltlcIS111O pol'Ífl:co

de Ortega 3' Gasset.

Hemos hecho esta pequeña digresióri para que se entienda me­jor la posición ele Ortega y Gasset en el terreno que ahora nos ocupa, ,viéndole combatir las form.as tradicionales de la sociedad y queclarseadmirado ante el linpetu arrollador ele las nlasas espa­ñolas del siglo ~IX J cl~moledoras de las grandezas nacionales. N o hada con ello más que seguir las inspiraciones subjetivistas rous­sonianas que, c0111batienc1o las formas arcaicas sociales, influirán en todo el romanticismo francés, inglés y espafíol, con sus rebel'­días contra los dogmatismos sociales y políticos (7I ).¡ Rousseau ! I-Ie aqHí el gran inspirador del pensador español ¡en su romanti­cismo pedagógico y político, con10 en el matiz filosófico 10 fueron Nietzsche, Husserl, Scheler y otros. Romanticismo que, en frente de la posición abierta y re'alista c;le las époc.as clásicas que tanto re~

(67) PPL., p. 2810:, (68) DPL., p. 2811. (69) DPL., p. 2814. (10) AP., p.' 418, Y Ca. 6.a en "Sol", 4 de mayo de 1929. ~71) DPL., p.2815.

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cela Ortega y Gasset (72), nos pr-esenta la visión cerrada de la ili·· tuición idealista (73).,

Por eso, nuestro autor, siguiendo . fiel a la trayectoria de su pen2amlento, todo moderno y' nada medieval, y tocado del roman­ticisrno español que inundó el siglo XIX la nación española en las manifestaciones literarias y políticas, nos recuerda en un tono sLlbido las algaradas liberales con que, tanto las masas populares como los escritores y los liter,atos, acogieron en España las inspi­raciones nuevas venidas por los caminos de Francia; pero que, como en aquella nación,en aras de unos derechos y libertades imagina­rias, quisieron sacriEcar muchos valores espirituales y religiosos.

j Así son los idealismos 'de la historia del pensamiento humano! ¡Se empeñan con estériles afanes por sepultar los grandes valores tradicionales que los esfuerzos seculares de generaciones enteras levantaron ,en el campo de la historia y civilización humana! Así fué el idealismo filosófico de la edad moderna, así el, idealismo po-1 i [leo del siglo XVIII y cuyas influencias illanifies'tas 110S da él co-1locer Ortega y Gasset er~ las frases anotadas ant,eriormente.

5. lVue'l)os pC{lSafes de r011W~I1Úc¡s'mo

Pei'o el pensador español, que en una frase subida nos dijo: (( EH este sentido) todos SMIWS hO}1 1'O'J1'lál1ticos) .)1 yo ilimitada/fnen­

fe" (74), nos manifiesta ele nuevo' su romanticismo C.Oll estas SIg­

nificativas palabras:

"Los lectores sabrán ser iúdulgentes si se desliza algúna equivo~ , cadól1adjetiva. No escribo !l'odeado de.1ibros ni de notas, sino como un romántico, entre rocas ásperas y lentiscos, mientras delante, al horizonte, fOl'm'a el mú su gran curva de ballesta, pronta a disparar nuestro coraz6n, que siente afanes de flecha y es ya de suyo Ulla

cruenta herida" (75). -

Cuando leemos estas frases, que suenan a cantó romántico, pa­réce~os estar oyendo las que en la página 19 ele El Espectador pro­llunC'.1araen el mismo sentido:

"El Espectador mirará el panorama de lé): vida desde su cora:?:ón como desde un promontorio. Quisiera hacer el ensayo de reproducir sin deformaciones su' perspectiva particular. Logue haya de noci6n c1a'ra ira como ta,l;, pero, irá también como ensueño 10. que Arllya de

(7'2) R., p. 477. (73) FF., p. 134. (74) E., p. 235. (75) E., p. 538.

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40 jUAN SAIZ BARBER~, PBRO. Y MAESTRO NACIONAL

ensueño. Porque una parte, una formacde 10 real es lo imaginario, y en toda perspectiva comple·ta hay un plano donde hacen su vida las cOsas deseadas."

Dichas est~as palabras en la porta<da de la oora que estudiamos, las hemos oído resonar bajo diversos matices en el boscaje sinuoso y espesoCle El Espectador. La frase que comentamos ahora, pró­ximos al final de nuestra investigación, suena a embajada de cle­Hiencia que Ortega y Gasset dirige a sus lectores por los e1;;ror·es adjetivos que se hayan deslizado en eHa.

El pensador español, en alborada triunfal de romanticismo y sintiéndose ilimitadamente romántico (76))ha: ido dirigiendo S11

mir:ada a 10 largo de las páginas de El Espectador a los diversos objetos que han pasado por el prisma, por la perspectiva de su per­sonalidad. Unas veces han sido de carácter sentimental, en otras ha sido la nota pedagógica. I-Ia entrado también el factor bélico, no han faltado las notas de énfasis po.1ític.as. Pero, sobre todas, ha ejercido su influencia la visión vitalista ele su perspectiva: la vida. Su l\tlajestad la Vida. I-Ie aquí la gran r¡ealidad de Ortega y Gas­set, que en emanaciones y pulsaciones del torrente cósmico vital envolverá a todo el un.iverso, para que, en el continuo dinatnislno de su evolución ponga de nlaniHesto¡as mutuas influencias de las cosas, cuya esencia se resuelve en puras relaciones, que no son algo sustantivo, sino 'ideas que llevan consigo el idealismo entronizado en la ¡entraña del pe,nsamiento orteguiano (77).

CONCLUSIÓN

. :I-:Iemos asistido en el estudio precedente a nuevas fases del pensamiento orteguiano. N os sorprendió la duda en el estudio del panteísmo espiritualista. Ortega y Gasset, hábil maríip111ador de los resortes del pensamiento, 110S desorientó un tanto e introdujo la duda en el ánimo sobre la filiación idealista que le domina en: otros ensayos. Pero, an.alizando la situación provisional del pan­teísll10 orteguiano, pudimos conoc.er que no signific"aba más que U11a afanosa y pretendida huída elel realismo. N o hay términos Inedios, hemos dicho anteriormente, entre el idealismo y el rea­lismo. Ortega y Gasset huye del realismo y se acoge al piélago in­menso del panteísmo del espíritu universal hegeliano. Ello no le impidió que cayese una vez más en el recinto tenebroso del idea­lismo.

(76) E., p, 235. (77) A-P., p. 478.

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41

Le vimos fn otro apartado tocado del ronlanticis1110 sentimen,,· tal, que l~ lleva a entonar un cántico ele fidelic1adal punto de vista individual. Es la posición predil'ecta. del pensador español, "JI des­de el cual-nos c1ijo---plIede '/ni'rarse elm,'/;lind'o en su, verdad JJ (78 ). Allí .. en la intimidad acotada del individuo, nos deja verle en opo-· sición a lo obj etivo normativo y viviendo desde sí 111.is1110 y so­bre sí mismo. Entonces no dudarnos de calificarle de nuevo

idealista. Un tercer aspecto 110S ha o,frec.ido en el artículo que ha ter­

minado. La vitalidad, tan predilecta p<\ra nuestro autor, vuelve ~l resurgir, para halagar a sUs lectores· con las palabras seductora s del torrente cósmico vita1. Nueva fase panteísta orteguiana. Nue­va recaída en la que hemos llamado la gran tentación de la filo­spfía. Pero, apoyados. en este punto en textos orteguianos, pudi­mos comprobar que la situación adoptada _ ele su panteísmo des­embocaba asimismo en el idealismo de pura~ relaciones, que en­traña la vida orteguiana. Nuestro autor· nos quiso concretax estas peregrinas teorías del panteísmo en el ,niño y en el sabio, y en un recodo de su pensamiento nos trajo el recuerdo de la vuelta a la naturaleza roussoniana. Pero, como en el panteísmo vitalista, por la misma razón, nos deja situados en el rec.into idealista la vida del animal y del niño coincidiendo con el centro del torrente cós­mico vitalista, todo ello no nos manifiesta más que las mutuas influencias entre las cosas que· no S011, en el sentir ortegulano, niás que puras relaciones, en donde yace entronizado el idealis­mo (79).

N o cons·iguió Ortega y Gasset sacarnos de esta posición .idea­lista en el pa'nte1smo de la vida- del sabio,· que consideraba como momento o pulsación del espíritu universal, a pesar de1 disimula­do realismo con que páginas más adelante le cali {icó (80), ya que afirmamos con el común sentir de los historiadores de la filoso:­fía, que el panteís;mo del espíritu universal hegeliano es puro idealismo.

Pero el pensador español no puede ab~l11donar su situación ha~ bitual en donde está la región, el centro del yo anímico (8r) N ne­va vuelta a la normalidad de su puntQ ele vista individuaL Nueva: sonata de rOJJ.?antieismo, en la que, rompiendo lanzas contra las' épocas clásicas; quiere hacer de la intimidad individual el punto de partida ele la verdad. En tono subido de un romanticismo po~

('78) E., p. 18. ('ID) AP., p. 478. (80) E •• p. 1)1)'8. (8i) E., p. 41;7.

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42. JUAN Miz MRBERÁ. PBRO. y MAESTRo NAdONAL

lítico que le ha venido por' .Jos caminos de Francia, exalta:- Ia's s:a­cudiclas vitales de las m,asasespañolas liberal·es de parte del si­glo XIX, que, con vibraciones pasionales, entonaron un himno a la libertad) igualdad y fraternidad, que en riada de anarquía y libertinaje había hecho llegar ele Francia la' reyolución que ha­bía prendido el e o n tnrt o social roussoniano, "Corán, de los revo-' lucionarios"! (82) Y que se e)ctendió a toda Europa y al rnundo civilizado .

. Después de lo expuesto, una vez más estamos convencidos de la verdad de aquella frase que un día 1\1cirente estampara, ha­blando ele la perspectiva orteguiana: (( En suma, volvemos a caer en el subjetivismo. Esta recaída demuestra que la dolencia sub­jetivista es más profunda de 10 que nos habíamos pensado" (8~)). Frase que se puede aplicar, por lo que se refier·e al subjetivismo ciue 'les domina, a los pasajes, que hemos comentado en este ca·­pitulo. Nüsotros vanlOS más allá, y, por el carácter que da a la vida ele pttra relación en sentido jdeaEsta (84), ter11linamos di­ciendo: Ortega y Gasset:- ha caído en el. ic1ealisrno, y esto nos dé.t a conocer cuán metida está en la entraña de su pensamiento la dol€nc.ia idealista.

!

(82) DPL., p"no.". I

(83) M. MOHENTE,Filos. de la per8pect. en "Rev. de OCC." (10~8), "1, p. 208. (84) AP., p. 478.