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REVISTA DE ESTUDIOS INTERNACIONALES La brecha político-institucional: el diferencial de desarrollo político de América Latina con respecto a Estados Unidos y Europa Romeo Pérez Antón Más que Ingresar a] siglo XXI, esta América Latina se aproxima hoy al bicen- íenario de los acontecimientos juntislas que la llevaron al magno proyecto republicano, el cual, a pesar de todo, ha contribuido desde entonces a su uni- ficación en una práctica mediante lazos muy fuertes y rectores. ¿Reflexión so- bre un fracaso de doscientos años ("brecha", "diferencial de desarrollo" pro- pone nuestro título)? ¿Una perspectiva caduca en la posmodernidad, por asig- nar primacía a lo político? En lodo caso, un enérgico y seco empujón hacia reflexiones adicionales sobre la peripecia de esta parte pobre y no tan libre de América, marginal pero imprescindible. Una y diversa. Perturbadora pero irre- nunciable. PLANTEO cual se ha hablado sin pausa ni rigor ("el subdesarrollo está en la mente", "civili- N o nos conforma el habitual plan- zación y barbarie", "protestantismo y pro- teamiento de nuestras innegables greso"). deficiencias de institucionalidad Preferimos asir nuestros problemas en política como distancia o retraso en reía- tanto realización de un paradigma, la de- ción con los exitosos. Menos aún, como mocracia. O más precisamente, en tanto imitación o impostación de lo que otros ajuste de la convivencia a esa construc- logran porque recibieron de una vez el ción normativa. niego sagrado, en su raza o en su religión El paradigma está allí, se lo ha esta- o en el frío que combaten durante sus no- blecido y no depende de que los distintos ches de doce o catorce horas, de todo lo pueblos consigan o no aproximarse a su 23

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R E V I S T A D E E S T U D I O S I N T E R N A C I O N A L E S

La brecha político-institucional:el diferencial de desarrollo políticode América Latina con respecto

a Estados Unidos y EuropaRomeo Pérez Antón

Más que Ingresar a] siglo XXI, esta América Latina se aproxima hoy al bicen-íenario de los acontecimientos juntislas que la llevaron al magno proyectorepublicano, el cual, a pesar de todo, ha contribuido desde entonces a su uni-ficación en una práctica mediante lazos muy fuertes y rectores. ¿Reflexión so-bre un fracaso de doscientos años ("brecha", "diferencial de desarrollo" pro-pone nuestro título)? ¿Una perspectiva caduca en la posmodernidad, por asig-nar primacía a lo político? En lodo caso, un enérgico y seco empujón haciareflexiones adicionales sobre la peripecia de esta parte pobre y no tan libre deAmérica, marginal pero imprescindible. Una y diversa. Perturbadora pero irre-nunciable.

PLANTEO cual se ha hablado sin pausa ni rigor ("elsubdesarrollo está en la mente", "civili-

N o nos conforma el habitual plan- zación y barbarie", "protestantismo y pro-teamiento de nuestras innegables greso").deficiencias de institucionalidad Preferimos asir nuestros problemas en

política como distancia o retraso en reía- tanto realización de un paradigma, la de-ción con los exitosos. Menos aún, como mocracia. O más precisamente, en tantoimitación o impostación de lo que otros ajuste de la convivencia a esa construc-logran porque recibieron de una vez el ción normativa.niego sagrado, en su raza o en su religión El paradigma está allí, se lo ha esta-o en el frío que combaten durante sus no- blecido y no depende de que los distintosches de doce o catorce horas, de todo lo pueblos consigan o no aproximarse a su

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cumplimiento. No es relativizable, comoen tantas ocasiones hemos ensayado ha-cer los latinoamericanos (que ala seguri-dad de la nación, que a la superación dela pobreza, que al bloqueo, que a la res-tauración, que a la revolución...). Si no selo observa, peor para el que así actúa, nopeor para el paradigma. ¿Que caducaráen su primacía a largo plazo? Probable-mente, pero ese largo plazo comprenderámuchísimas generaciones, desborda lacapacidad proyectiva de todos los parti-dos y esquemas ideológicos hoy vigen-tes., se tenderá sobre algunas revolucio-nes tecnológicas más.

Nuestro fracaso consiste, entonces, noen permanecer situados a distancia deotros, pues esa distancia no se traduce enmarchar detrás o en haber errado la ruta("caminante, no hay camino..."); consis-te en no habernos ajustado a un paradig-ma susceptible de razonable ejecución yque ratifica al pasar a las conductas susuperior valía, como otros han podido,han logrado y han acreditado. Allí encon-tramos a Europa (con precisiones, quedejamos pendientes) y a Estados Unidosy Canadá: más ricos de la riqueza queellos y nosotros identificamos y procura-mos desde varios siglos al presente.

Nuestro fracaso consiste en nohabernos ajustado a un paradigmasusceptible de razonable ejecución.

El referido fracaso de Latinoaméricatiene su historia, como veremos. Y esahistoria reserva sorpresas tales como lade haber participado en la elaboración

inicial del ideal democrático y la de ha-ber protagonizado la primera y decisivaextensión moderna del compromiso conese paradigma. No fue tardío ni pusiláni-me el comienzo de una búsqueda en laque, no obstante, ha predominado la frus-tración; aquellos datos tempranos debenaventar las simplificaciones y llevarnos,en lugar de ellas, a las explicaciones hon-das, cabales, propias de un drama políti-co en que se pierde, contingente y no fa-talmente, el cumplimiento buscado delcanon democrático. ¿Cómo y por qué,concretamente, falla la continuidad de lasdemocracias latinoamericanas? ¿Surgenlas amenazas, con frecuencia consuma-das, de dentro o de fuera? ¿O de ambasvertientes? ¿Son culturales, caracterio-lógicas, socioeconómicas?

Podemos aferrar ya, en esta secciónde mero planteo, ciertas puntas de las res-puestas. No necesitamos buscarlas, encuanto cabezales de complejas explica-ciones, más allá del presente. Si nos abri-mos metódicamente a él, para que nos déla forma inicial de nuestra concienciainvestigativa, al modo de la fenome-nología, percibiremos ante todo, segúncreemos, la operación o gravitación anta-gónicas de sesgos democráticos y no de-mocráticos. Vigencias amplias y tenacesde instituciones y fuerzas de uno y otrocarácter. Novedades y retornos, presen-cias de carne y hueso junto a fantasmasinactuales pero vigorosos; todos cómoda-mente instalados en una irresuelta con-temporaneidad. No cabe prescindir, aun-que se pudo pensar brevemente lo con-trario, de ninguna categoría descriptiva:pluralismo, despolitización, guerrilla, cor-

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porativismo, tecnocracia, partidos,caudillismo... El cúmulo reverberante in-cluye desde el gobierno plural y alternantede partidos en México (una novedad encasi doscientos años más o menos repu-blicanos), hasta Chávez en cámara, vesti-do con formas y colores de la banderavenezolana, pasando por un progreso enla participación electoral en Brasil quequizás alcance a erosionar al gobiernoelitista que atraviesa todos los regímenesque ese Estado ha ofrecido desde su in-dependencia.

En la búsqueda de explicaciones denuestra realidad se percibirá la

gravitación antagónica de sesgosdemocráticos y no democráticos.

En conjunto, una construcción demo-crática que Latinoamérica no deja de co-rroborar y reanudar, pero a la que vuel-ven insegura, precaria, factores no menosarraigados. Es preciso desentrañar cadauno de estos factores y, para ello, a nues-tro entender, dos reglas muy pocas vecesacatadas:

a) No satanizar prematuramente, nisiguiera "apoyados" en el propio paradig-ma incuestionable (no asumir actitudes devestales de la democracia);

b) descubrir y calificar en el diálogoo, como suele decirse, en la interlocución;comprensión crítica como actitud y eli-minación de los procedimientos (histori-cistas, cientificistas, racistas, elitistas) quedesautorizan sumariamente algunas vocesy mentalidades como incompetentes,retardatarias, bárbaras, etc.

PAUTAS DE REFLEXIÓN (I)

Hemos afirmado laincuestionabilidaddel ideal democrático (derechos funda-mentales, soberanía popular, Estado deDerecho). Hay que justificar aunque seaen parte esa aseveración. Conocemos elhorizonte de las justificaciones que pre-dominan actualmente: el "racimo" kan-tiano (sólo el gobierno libre y jurídicohabilita genuinos decisores morales), el"racimo" de los que adhieren al Hegel deKojeve a través de Fukuyama (sólo elcanon democrático instaura para todos elrespeto y el reconocimiento recíproco dela dignidad humana), el "racimo" de losiusnaturalismos (que proyecta las institu-ciones del autogobierno desde el desplie-gue de todos los derechos humanos comoincondicionados, extraculturales yprepolíticos), el "racimo" de los comuni-taristas (la superioridad del orden demo-crático identificada irrefragablemente portodas las tradiciones y ejes creativos delas culturas que llamamos occidentales),el "racimo" de los individualistas (diver-sos pero coincidentes en regir la institu-cionalización de la vida política con baseen la conciencia personal autodeter-minante y creativa). Atentos al horizontey referidos a él, aunque sabiendo que losagrapamientos teóricos mencionados sonirreductibles y no sintetizables, los lati-noamericanos de hoy podemos intentaralgunas contribuciones peculiares. Qui-zás se destacan dos: una que tiene que vercon la democracia como forma y otra, conla indivisibilidad de la normativa demo-crática.

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a)La democracia como formaLa elaboración democrática, como se

ha señalado muchas veces, reviste un ca-rácter incomparablemente formal, en eldoble sentido de abstracto respecto de lasmaterias y los cometidos de la política, yde preciso e inflexible en sus reglas y pro-cedimientos. El formalismo de la demo-cracia no implica carencia de valores oinsignificancia moral, aunque implicaincompletud o remisión a otros marcosreguladores de la acción política (cultu-ra, ética, saberes y técnicas). A diferen-cia de la monarquía, que sitúa en el pro-pio régimen la certidumbre decisoria y laconfíabilidad de la persona del gobernantey de la aristocracia (o los elitismos decualquier clase), que coloca en el régimenla excelencia o idoneidad sustantivas quese supone provee el grupo con derecho agobernar, la democracia sólo se definemediante circunstancias y cualidadescomo igualdad, libertad, voto mayorita-rio, constitucionalidad, mandatos a térmi-no. Las propias notas de autogobierno ogobierno del pueblo se sitúan en un nivelde abstracción notoriamente superior aaquél en que surgen nociones como "ca-beza o jefe de la Nación", "vanguardia","nobleza" o "expertos".

La democracia sólo se defineen función de diversas cualidades,

como igualdad, libertad yconstitucionalidad.

Porque es forma, la invención demo-crática no se sostiene de por sí y requierede la materia de la actividad política para

darse o aparecer; cuando se da, empero,cambia por completo esa actividad. Por-que es forma, no se trasmite como cultu-ra, en casi todas las acepciones de esteúltimo vocablo; la democracia se apren-de y se argumenta, representa ilustraciónpolítica (la actividad musical es culturapero el solfeo o la digitación del pianistason ilustración); que signifique ilustraciónno impide que la democracia se vuelvamasiva, como el solfeo o las técnicas vo-cales e instrumentales en muchos pueblos.

¿Por qué un pueblo aprende y repro-duce mediante argumentación incesantela democracia? Para hacer música másplena, más libre, más sorprendente, másdisfrutable. O sea, para cambiar la políti-ca hacia la eficacia, la libertad, la imagi-nación y la felicidad. Para rebasar las es-pontaneidades sin anularlas y reela-borarlas sin negarlas. Tradiciones, pers-pectivas, patriotismo, intereses particula-res son asumidos por la forma y ella lostrasmuta, a condición de que no la absor-ban al entrar en ella. Y a condición deque el sujeto que aplica la forma sepa quetoda la potencia de ésta se halla en suinalterabilidad. Incompleto y sin autosus-tento, el orden democrático debe instau-rarse como incondicionado, intransigible,definitivo. Si no, se enerva.

No fuimos los latinoamericanos losúnicos pecadores contra el formalismo dela democracia. Ese pecado de poca fe, deflojedad en realizar aquello en lo que nodeja de creerse. No fuimos los únicos perosí los que con más frecuencia y más gra-vemente descreímos. He aquí, en nuestraopinión, un factor muy interno, hasta ín-timo, de nuestro fracaso institucional.

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Comparémonos, para percibir nues-tra falta, con los estadounidenses. El granmérito democrático de Estados Unidos noradica en el desarrollo del paradigma sinoen dos aspectos ligados entre sí y que co-rresponden a la fase de su recepción oaplicación: la genial invención delfederalismo y de los equilibrios madi-sonianos, por una parte, y la adhesión in-conmovible a la formalidad eficiente delrégimen. A esa forma sujetaron su convi-vencia, en lo bueno y en lo malo; con ellamás de una vez disfrazaron no sólo lasviolaciones de los derechos fundamenta-les de vastos sectores de la población sinotambién algunas serias inconsecuenciasdemocráticas de las que no han termina-do de librarse. En esa adhesión reside elprincipal factor explicativo de la conti-nuidad de la democracia estadounidense;no en la errónea suposición de que lasTrece Colonias y los Estados que surgie-ron de ellas producían naturalmente eserégimen en virtud de un afortunado cú-mulo de estructuras y circunstancias so-ciales, y de que contenían escasísimosgérmenes que lo amenazaran, sino en la"América como experimento" (ArthurM.Schlesinger, Jr. Los ciclos de la historiaamericana, Madrid, Alianza Editorial,1988; Parte I, 1). La forma, mantenida,fiíe generando la sociedad y la economíamejores, no a la inversa.

Los latinoamericanos, en cambio, he-mos caído reiteradamente en condiciona-mientos de las normas democráticas. He-mos sustantivado la aspiración, en lugarde afirmar por sí aquellas normas y asig-nar todo lo demás como tareas o cometi-dos al sujeto político así constituido.

Cuántos en América Latina, desde loscomienzos de su aventura, no pensaron(lo manifestaran o no) que una construc-ción sólo formal no podía poseer trascen-dencia práctica, eficacia socioeconómica.Véase, por ejemplo, el capítulo XII de lasBases...> de Alberdi: "El problema del go-bierno posible en la América antes espa-ñola no tiene más que una solución sen-sata, que consiste en elevar nuestros pue-blos a la altura de la forma de gobiernoque nos ha impuesto lanecesidad; en dar-les la aptitud que les falta para ser repu-blicanos; (...) enmejorarlasoc/ectóparaobtener la mejora del poder, que es suexpresión y resultado directo". En estostérminos, el experimento latinoamerica-no no consistió, salvo excepciones, engobernar la sociedad en democracia sinoen producir la democracia desde algunareforma de la sociedad. Surge así la no-ción fatídica de "democracia en tanto...".Y ese "en tanto ocurra*" toma una serielarga de variaciones:

Los latinoamericanos hemoscaído en condicionamientosde las formas democráticas.

• Sustituyamos la cultura colonial.• Que las masas pasen de la barbarie

a la civilización.• Reemplacemos las razas retrógradas

(el indígena, el gaucho, el mestizo) porlas razas ordenadas e industriosas.

• Eliminemos el caudillismo y lasmontoneras.

• Salvemos nuestra fe católica.• Secularicemos todo lo posible y va-

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yamos extirpando el catolicismo (o todareligiosidad).

• Derrotemos la conspiración anti-nacional.

• Derrotemos el nacionalismo movi-lizador.

• Emprendamos la ruta del desarrollo.• Emprendamos la ruta de la revolu-

ción socialista.Y así, interminablemente. Nuestra

política, que no carece de originalidad,presenta un predominio de la democraciapero... como lo que vendrá después queocurra otra cosa o, en el mejor de los ca-sos, como resultado directo concomitan-te a otra cosa. En lugar de amparar la dis-puta entre programas, la democracia serepite en ellos pero sin incondicionalidaden su configuración abstracta.

La democracia es un complejonormativo porque existe

transitividad entre sus elementos.

b)La indivisibilidad de la armazóndemocrática

Aunque en nuestra opinión no tendríafundamento la negación del despliegue oreconocimiento gradual del régimen de-mocrático (la "Oración" de Pericles porlos atenienses muertos en acciones de laGuerra del Peloponeso, según Tucídidesen el "Libro II" de su Historio., alude aese régimen pero no lo expone con todoslos rasgos que le asigna, a título de "ele-mentos esenciales de la democracia repre-sentativa", el artículo 3 de la Carta De-mocrática Interamericana, adoptada en

Lima en septiembre de 2001), tampocovaldría la exageración, en cualquier sen-tido, de la historicidad de ese ideal. Sur-ge éste, a las conciencias y a las prácti-cas, con un mínimo de integridad o nosurge. O se descubre pronto que sus com-ponentes se reclaman uno a otro o no seerige el paradigma: no se lo conoce y noresulta aplicable o rector de conductas.La democracia constituye un complejonormativo, no sólo porque no cabe redu-cirla a un precepto o principio sino tam-bién porque existe transitividad entre to-dos sus elementos y subconjuntos de ele-mentos; al nivel de estos subconjuntos,los derechos fundamentales implican lasoberanía popular y ésta los implica tan-to como al Estado de Derecho; éste exigeconceptual y pragmáticamente aquellosderechos o, igualmente, dicha soberanía.La libertad de conciencia, por ejemplo yal nivel de los elementos, no se realizarigurosamente como libertad (responsa-ble) si no comprende el voto y toda la par-ticipación que determina el sufragio uni-versal, y tampoco se cumple como liber-tad de conciencia si se detiene al bordede la conciencia política, como ocurriríaen un sistema de gobierno caracterizadopor el voto censitario, por la tecnocraciao por algún tipo de sufragio privilegiado.Dicho de otra manera, la democraticidadde los componentes del paradigma se ob-tiene al entrar todos ellos en relación; nola llevan a él ni la conservan al despren-derse de él, no obstante puedan poseerotros valores y efectos normativos inde-pendientes del complejo, tales como ladignidad e inviolabilidad de los derechoshumanos y la fertilidad o creatividad a

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La brecha polííico-instirucional: el diferencial de desarrollo político de América Latina con respecto a Estados Unidos y Europa

través de la crítica y el debate del someti-miento de cuestiones de gobierno a asam-bleas pluripartidistas.

En virtud de la transitividad mencio-nada, la afirmación de algunos (no de uno,porque esa transitividad sigue a lademocraticidad, a la percepción de unmodelo político) elementos del modelolleva a ]os otros por inferencia lógica ypor remisiones ontológicas y estructura-les. De allí la historicidad limitada, sus-ceptible de exageración que ostenta el re-conocimiento del régimen democrático.Péneles no conocía el precepto o princi-pio del sufragio universal pero, removi-das las nociones antropológicas que leimpedían unificar en dignidad y autode-terminación al género humano, no hubie-ra podido rechazarlo. Tampoco afirmabael subconjunto que hoy llamamos Estadode Derecho, pero sí sus premisas, comola sujeción a normas generales y previasde la fase ejecutiva de la función de go-bierno ("Nosotros practicamos la libertadno sólo en lanorma de gobierno en la vidapública", "nosotros cumplimos con exac-titud las disposiciones públicas obede-ciendo siempre a los magistrados y lasleyes, en especial las establecidas paraproteger a las víctimas de la injusticia ylas no escritas, cuya transgresión llevaconsigo el desprecio general"). Pese a quese dividió en etapas muy alejadas en eltiempo histórico., la elaboración del para-digma de la democracia se efectuó en unaspocas operaciones; aquellas etapas no fue-ron más de seis o siete: 1) el gobierno porasambleas polémicas, 2) la soberanía enel pueblo, 3) la sustitución de la pirámidede las potestades por los equilibrios repu-

blicanos de magistraturas múltiples, 4) losderechos fundamentales en cada hombrey con independencia de las decisionesconstitucionales o básicas, 5) el controlde legalidad de los procesos políticos, 6)el sufragio igual y universal, 7) la voca-ción democrática de todos los pueblos.

La elaboración del paradigmade la democracia se efectuó en un

número reducido de etapas.

La historia del paradigma adoleceaún, a nuestro juicio, de grandes imper-fecciones; entre ellas:

• No se subraya o asume debidamen-te la notable evolución de la concepcióndemocrática (republicana, en su termino-logía) de La Política de Aristóteles, pro-bablemente difundida bastante más alládel círculo del filósofo. Notable, en lamedida en que incluye los resultados delas tres primeras operaciones aludidas yadelanta insinuaciones de la cuarta y lasexta (libros sexto y séptimo de la obranombrada).

• Se soslaya la trascendencia de laRoma republicana en cuanto a la terceraoperación, aunque esto se está corrigien-do al influjo de la corriente de Teoría Po-lítica denominada precisamente republi-canismo.

• Se continúa pagando tributo al ve-tusto apriorismo de la Edad Media comoperíodo oscurantista y rígido, cuando ensu devenir se cumplieron experiencias yse alcanzaron pactos de gobiernoasambleístico y equilibrado (repúblicasitalianas) y sobre derechos que documen-

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tos constitucionales reconocen pero nocrean (Carta Magna, acuerdos análogosen la Península Ibérica y en la natura Fran-cia, etc.), así como decisivos esclareci-mientos y argumentaciones en pro de lasoberanía popular (buena parte de la pri-mera Escolástica); en la Edad Media, demodo crucial para la invención del régi-men democrático, los países occidentalesde Europa supieron apartarse de laBizancio imperial, "romana" y deslum-brante, que tendía a divinizar al Basileo ya equilibrar relativamente su potestad sólo"de facto", sin teoría adecuada.

• Se desconoce la trascendencia delpronunciamiento por la democracia y laorganización republicana de las juntas ylos alzamientos populares caudillistas deHispanoamérica, de 1808 en adelante, asícomo la contribución hispanoamericanaal paradigma en cuanto a las operacionessexta y, principalmente, séptima; el fra-caso práctico de nuestra América no au-toriza a minimizar la influencia de aquelpronunciamiento que la convirtió en lasegunda área democrática del planeta,después de Estados Unidos y un pocoantes del Reino Unido (que no fue unademocracia sino hasta el éxito del cartis-mo, por lo menos), Bélgica, Francia, etc.Pueden recaer dudas sobre Suiza pero nosobre el papel fundacional de nuestrasrepúblicas.

Cometieron éstas, sin embargo, conenorme frecuencia, el error de manipularla armazón democrática como si admitie-ra división, montaje parcial, construcciónhistoricista. Quisieron, por ejemplo,efectivizar los derechos fundamentales sinalguna medida relevante de autogobierno

(varios regímenes en México, para men-cionar algunos casos), o preparar en elautoritarismo ese autogobierno preserván-dolo de fuertes tendencias oligárquicas(Rosas, diversos dictadores venezolanos,bolivianos, etc.).

Se cometió el error de manipularla armazón democrática como

si admitiera división.

Exageraron en Chile y en la Argenti-na posterior a Rosas el presidencialismocasi dictatorial, con mengua del pluripar-tidismo y el gobierno de las asambleas.Ese presidencialismo hipertrofiado, querepresenta la veta absolutista de nuestrastradiciones políticas, se tornó casi monár-quico y aun dinástico en tantas dictadu-ras vitalicias hispanoamericanas y en elBrasil republicano (único que es alcanza-do en nuestra referencia, ya que el Brasilimperial y esclavista, por más que consti-tucional, no ensayaba siquiera uno de lossubconjuntos de notas del ideal democrá-tico), sobre todo en el lapso de predomi-nio de Getúlio Vargas, que sin embargoincrementó la incorporación política po-pular. El "trabalhismo" se asemeja en esoa otros vastos movimientos populistas delsiglo veinte, como el justicialismo y el PRImexicano: los tres amplían la práctica dela ciudadanía pero sin eludir el autorita-rismo y hasta algún totalitarismo, en eltercer caso. Sólo el justicialismo, de lostres, ha saltado esos límites y se ha intro-ducido fluidamente en un ordenpluripartidario que ha contribuido a esta-blecer.

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Los partidos uruguayos, a su vez,cumplieron la función instauradora de unacabal democracia, desde los orígenes dela República, desbordando para bien lasrestricciones oligarquizantes de la Cons-titución de 1830. No obstante ello, sólose atrevieron a consagrar de una vez y ensu completad la forma democrática en1917 y en virtud de un enérgico mandatodel Cuerpo Electoral, sólo interpretableen ese sentido y emanado del comicio del30 de julio de 1916, mediante el cual sevotó la Convención Nacional Constitu-yente.

Insertamos aquí dos transcripciones,corroborantes de la percepción de unanotable diferencia no en las circunstan-cias socioeconómicas y culturales de lasdos áreas iniciales de la democracia, laAmérica anglosajona y la América espa-ñola, sino en sus respectivos compromi-sos con ese régimen, formalista e instan-táneo, el de la primera y sustantivista ygradual, el de la segunda. Aludamos pri-meramente al último.

Volvemos a Juan Bautista Alberdi,cuyas Bases... (¡tan influyentes!) repre-sentan el tratado máximo de la democra-cia adoptada con recortes inauditos, conel propósito de dejar de ser lo que somos,a la espera de que vengan a consumarlalos que son opuestos a nosotros:

"He aquí el fm de las constitucionesde hoy día: ellas deben propender a orga-nizar y constituir los grandes medios prác-ticos de sacar a la América emancipadadel estado oscuro y subalterno en que seencuentra.

"Esos medios deben figurar hoy a lacabeza de nuestras constituciones. Así

como antes colocábamos la independen-cia, la libertad, el culto, hoy debemosponer la inmigración libre, la libertad decomercio, los caminos de hierro, la indus-tria sin trabas, no en lugar de aquellosgrandes principios, sino como mediosesenciales de conseguir que dejen ellosde ser palabras y se vuelvan realidades.

Para Alberdi, las constitucionesdeben ser medios para sacar

a América de su estado oscuroy subalterno.

"No se ha de aspirar a que las consti-tuciones expresen las necesidades de to-dos los tiempos. Como los andamios deque se vale el arquitecto para construirlos edificios, ellas deben servirnos en laobra interminable de nuestro edificio po-lítico, para colocarlas hoy de un modo ymañana de otro, según las necesidades dela construcción. Hay constituciones detransición y creación, y constitucionesdefinitivas y de conservación. Las que hoypide la América del Sud son de la prime-ra especie, son de tiempos excepcionales"(capítulo X, "Cuál debe ser el espíritu delnuevo Derecho Constitucional en SudAmérica"; subrayados nuestros).

El gran Alexis de Tocqueville obser-vó con extremada sagacidad en 1831, ypublicó sobre él en 1835, un experimentode cambio social por la eficacia de unaforma política, compleja y transitiva:

"Cuando se quiere hablar de las leyespolíticas de los Estados Unidos, hay quecomenzar siempre por el dogma de la so-beranía del pueblo.

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"El principio de esa soberanía, que seencuentra siempre más o menos en el fon-do de casi todas las instituciones huma-nas, permanece en ellas de ordinario comosepultado. Se le obedece sin reconocerle,o si a veces acontece que aparece clara-mente, apresúranse al punto a volverlo asepultar en las tinieblas del santuario. (...)

"En Norteamérica, el principio de lasoberanía del pueblo no está oculto ni esestéril como en algunas naciones. Es re-conocido por las costumbres, proclama-do por las leyes, se extiende con la liber-tad y alcanza sin obstáculos sus últimasconsecuencias. (...)

"He dicho anteriormente que, desdeel origen, el principio de la soberanía delpueblo había sido el principio generadorde la mayor parte de las colonias inglesasde Norteamérica.

"Sin embargo, no llegó a dominar nicon mucho el gobierno de la sociedadcomo lo hace en nuestros días. (...)

"La revolución de Norteamérica es-talló. El dogma de la soberanía del pue-blo salió de la comuna^ se apoderó delgobierno. Todas las clases sociales secomprometieron por su causa; se comba-tió y se triunfó en su nombre; llegó a serla ley entre las leyes.

"Un cambio casi tan rápido se efec-tuó en el interior de la sociedad. La leyde sucesiones acabó de romper las in-fluencias locales.

"En el momento en que este efecto delas leyes y de la revolución comenzó arevelarse ante todos, la victoria se habíaya pronunciado irrevocablemente a favorde la democracia. El poder estaba, dehecho, en sus manos. Ni siquiera era per-

mitido luchar ya contra ella. Las claseselevadas se sometieron sin murmurar ysin presentar combate a un mal ya inevi-table (...).

"En nuestros días, el principio de lasoberanía del pueblo ha tomado en los Es-tados Unidos todos los desarrollos prácti-cos que la imaginación pueda concebir (..,).

"Hay países en donde un poder, encierto modo ajeno al cuerpo social, obrasobre él y lo obliga a marchar en ciertadirección.

"Hay otros donde la ñierza está divi-dida, hallándose colocada a la vez en lasociedad y fuera de ella. Nada semejantese ve en los Estados Unidos. La sociedadobra allí por sí misma y sobre sí misma.No existe poder sino dentro de su seno;no se encuentra a nadie casi que se atrevaa concebir y sobre todo a expresar la ideade buscar ese poder en otro lado. El pue-blo participa en la composición de las le-yes por la selección de los legisladores,en su aplicación por la elección de losagentes del poder ejecutivo (...). El pue-blo dirige el mundo norteamericano comoDios lo hace con el universo. Él es la cau-sa y el fin de todas las cosas. Todo sale deél y todo vuelve a absorberse en su seno"(La democracia en América, Volumen I,Primera Parte, capítulo IV, "El principiode la soberanía del pueblo en los EstadosUnidos"; subrayados nuestros).

PAUTAS DE REFLEXIÓN (E)

De lo señalado se desprende la perso-nalidad política actual de América Lati-

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na, sus saberes y sus ignorancias, susdesgarramientos y sus aspiraciones. Suscapacidades y sus servidumbres. Desdeesa personalidad podemos los latinoame-ricanos asumir sin soberbia ni abatimien-to nuestros problemas democráticos, gra-ves sin duda, mas no insolubles.

Se impone, empero, que los encare-mos con radicalidad analítica, fuera deescapismos (hemos sido fecundos enellos) y de autocompasiones. La perpe-tua inseguridad de nuestra marcha en de-mocracia nos exige ascender a la mismatesitura de reforma de nosotros y por no-sotros que tantos latinoamericanos, famo-sos o anónimos, tuvieron entre 1808 y1825, entre 1890 y 1910, entre 1950 y1970, si pensamos en los momentos decomunicación y encuentro continentales,así como en otras ocasiones dentro de lashistorias particulares de la veintena deEstados que hemos sido.

No debe abrumarnos el haber falladocon más frecuencia y persistencia que elhaber llenado los afanes de democracia.Esa misma es, hasta ahora, la regla, lousual en cuanto a ese régimen. La demo-cracia ha prevalecido definitivamentecomo proyecto y ha demostrado su apti-tud de ganarpersuasivamente concienciasmultitudinarias en todas las latitudes ydentro de casi todos los horizontes de ci-vilización (Tien An Men constituye pro-bablemente el más vivido testimonio alrespecto). Pero no ha conseguido aún ge-neralizarse como modo estable y plásticode organización política. Los problemasdemocráticos de los latinoamericanos son,más o menos, los problemas de la demo-cracia actual.

La democracia ha conseguidogeneralizarse como modo estable yplástico de organización política.

Algunas comprobaciones y requisitosencuadran, según creemos, el programade nuestra autotransformación:

a) La ratificación, en primer térmi-no, de la relativa y no obstante eficienteunidad de Latinoamérica. No tocaremosaquí la cuestión de nuestras integracio-nes y de la balcanización contra la cualse han concebido y pactado. Cualquierasea el mérito o la viabilidad de ellas (per-sonalmente opinamos que uno y otra sonelevados), no nos parece discutible quehay una media objetiva latinoamericana,que nos comunicamos logros y frustra-ciones, que presentamos un "aire de fa-milia" y así contamos en los grandes es-cenarios de la economía, la cultura y lapolítica.

b) La democracia que procuramos estan nuestra como de cualquier otro ámbi-to o tradición. No se trata de parecemos aotros sujetos sino de consumar nuestrahistoria y mantener fidelidad a nuestrosantecesores y a nuestros antecedentes. Pormuchas de las circunstancias que hemosexpuesto antes, debemos acusarnos a no-sotros mismos y responsabilizarnos denuestra precaria realización de aquélla,con prelación a que otros lo hagan y tam-bién si faltan por completo quienes lo ha-gan. Esta actitud nos parece una adquisi-ción capital en la evolución y el creci-miento de lapersonalidadpolítica que in-auguramos doscientos años atrás.

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Romeo Pérez Antón

c) Representa la democracia, por otraparte, en muchos de los países latinoame-ricanos, un paradigma popular ymovilizador, no un reclamo doctoral,antinacional o burgués, como con ciertafrecuencia se lo ha tachado. Echó raícesy buscó nutrientes en las masas, desde susorígenes. Vigoroso, si bien imperfecto yrelativizado. Para reconocer esa concien-cia popular democrática, no obstante, espreciso refutar en todas sus implicacionesy sustituir en todos sus avatares los agre-sivos elitismos que tanto han dañado nues-tra común empresa, en los largos plazos.Sacudirnos preconceptos ominosos, talescomo el de la barbarie inicial y lareluctancia a la civilización que nos llegade fuera; como el de la irresponsabilidadgubernativa insanable de los populismosy en general de las iniciativas multitu-dinarias y cargadas de emotividad; comoel de los cientificismos y vanguardismospropensos a diagnosticar alienaciones yefectos de propaganda. En lugar de todoello, lectura crítica pero abierta de los pro-nunciamientos masivos expresados envotos, en adhesión a instituciones y parti-dos, en fenómenos caudillístas y enliderazgos personales.

d) Reingresemos activamente, enton-ces, en interlocución con otras tradicio-nes y a la vez confiados en nuestros pro-pios acervos y aprendizajes, a la aventurasecular de la democracia. El mejor modode hacerlo, acaso el único, consiste en asu-mir las incógnitas y paradojas que toda-vía depara el modelo y responder, inves-tigar, proponer, experimentar. Tansapientes y eruditos como podamos, aun-que exentos de academicismo. Bogando

en la corriente principal, porque a ellapertenecemos (somos, sí, el "ExtremoOccidente", aunque Huntington no noshaya visto cuando pasó lista). Se trata asi-mismo, para nosotros, de considerar losproblemas de esta forma val iosa en sí masdesarrollada con propósitos de gobierno,instrumental respecto de la producción depolíticas y el cumplimiento de tareas pú-blicas. La democracia es el mejor ordeny el mejor tipo de gobierno para socieda-des pobres tanto como para sociedadesricas; es ambas cosas para procesos decambio y para conductas de consolidacióny profundización. Así absolutizada, nodebe olvidarse sin embargo que se hallaexigida de logros y éxitos juzgados se-gún otras aspiraciones y perspectivas:aumento de la prosperidad, mejora de ladistribución, eliminación de las margina-lidades, incremento de la seguridad y lapaz, amparo y estímulo de la creatividad,gestión de las diversidades vertiginosasde la posmodernidad.

No hay que olvidar que lademocracia se juzga de acuerdocon logros que corresponden a

otras aspiraciones y perspectivas.

¡La democracia en la posmo-dernidad! ¿No será ése el gran punto efereingreso de América Latina al núcleode la marcha hacia la democracia mun-dial y efectiva? La invención democrá-tica, que viene de la Antigüedad y losorígenes del Cristianismo, no se inte-rrumpirá, seguramente, a consecuenciade las novedades posmodernas. Quizás

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La brecha político-institucional: el diferencial de desarrollo político de América Latina con respecto a Estados Unidos y Europa

éstas nos conduzcan a una octava o no-vena operación de perfeccionamiento delparadigma. El asunto se subdivide ennumerosos temas de gran significación:la teoría del gobierno libre aparece mu-cho más desarrollada que la teoría de laresponsabilidad de gobernar libremente(y esto refracta en cuestiones trascenden-tes en el ámbito de cada derecho funda-mental); el ideal democrático, para rea-lizar plenamente su pluralismo esencial,

debe encontrar pautas mucho más refi-nadas de relación con las creencias, lasconvicciones filosóficas, las antropolo-gías y las éticas o morales sustantivas;hay que pensar mejor acerca de la apli-cación de la forma democrática sin va-ciedad resultante y sin relativismos es-tatales fáciles. Tópicos para todas lasconciencias políticas libres; tópicos porende para los latinoamericanos, hoycomo ayer, a doscientos años.

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