Revista Empresa y Humanismo Vol.VII, nº 2/04

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ISSN: 1139-7608

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2Vol.VII, nº 2/04

Inst i tuto Empresa y HumanismoUnivers idad de Navarra

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Revista Empresa y Humanismo

CONSEJO EDITORIAL

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La revista Empresa y Humanismo es una publicación periódica editada por el InstitutoEmpresa y Humanismo de la Universidad de Navarra. Su principal objetivo es recoger,desde una perspectiva interdisciplinar -filosófica, económica y empresarial, jurídica, histó-rica y política- trabajos inéditos e intelectualmente rigurosos sobre la empresa y las orga-nizaciones sociales, entendidas como instituciones humanas, y sobre la función directiva.La revista pretende igualmente resultar un instrumento útil para que las personas que sededican a la dirección empresarial puedan contar con un referente intelectual serio.

© 2004 los autores© 2004 Instituto Empresa y Humanismo

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e-mail: [email protected]://www.unav.es/empresayhumanismo

Suscripciones: dirigirse a la Secretaría del Instituto Empresa y HumanismoEdita: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra

ISSN: 1139-7608 Depósito legal: NA - 77/1999 Impreso en España

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Índice

Artículos

La empresa desde el punto de vista de la sociedad “civil”Sergio Belardinelli................................................................................ 179

Conflictos de intereses: la “ambidiestralidad” de los tiempos modernosPaul Dembinski.................................................................................... 191

El liberalismo económico en el nuevo orden socialIgnacio Ferrero..................................................................................... 201

Tipologías de las empresas familiaresMiguel Ángel Gallo ............................................................................. 241

Igualdad y desigualdad según desiguales paradigmasGabriel Zanotti .................................................................................... 259

Recensiones

Athol Fitzgibbons (2000), The Nature of Macroeconomics. Inestabilityand Change in the Capitalist System, por Ricardo F. Crespo ................. 287

Fareed Zakaria (2003), The Future of Freedom. Illiberal Democracy atHome and Abroad, por Alejo Sison ....................................................... 291

Eric Abrahamson (2004), Change Without Pain, por Guido Stein ...... 293

Reyes Calderón Cuadrado (2004), Empresarios españoles en el procesode independencia norteamericana. La Casa Gardoqui e Hijos de Bilbao,por Rafael Torres.................................................................................. 297

Javier Quintanilla; Carlos Sánchez-Runde y Pablo Cardona (2004),Competencias de la dirección de personas. Un análisis desde la altadirección, por Guido Stein .................................................................... 301

Publicaciones del Instituto Empresa y Humanismo .............................305

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Normas para el envío deoriginales

1. Los originales recibidos para su publicación no incluirán el nombredel autor ni ninguna otra información personal. Los textos se enviarána la Secretaría del Instituto Empresa y Humanismo (Biblioteca deHumanidades, Universidad de Navarra, 31080- Pamplona, España) oa la dirección de correo electrónico [email protected] acompañadosde una carta en la que se solicite su publicación en la revista Empresay Humanismo y se especifique el nombre de su autor/es, su categoríaprofesional, centro de trabajo, dirección postal, número de teléfono ydirección de correo electrónico.

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6. Los apartados en que se dividan los artículos deberán ir numeradoscon caracteres romanos. Los subapartados, por su parte, se identifica-rán con numeración arábiga.

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Libro:

Referencia bibliográfica completa: Black, Edwin (2001), IBM andthe Holocaust. The Strategic Alliance Between Nazi Germany andAmerica’s Most Powerful Corporation, Little, Brown and Company,Londres.

Nota correspondiente: Black, E. (2001), p. 114.

Libro con editores:

Referencia bibliográfica completa: Andriof, Jörg y McIntosh,Malcolm (eds.) (2001), Perspectives on Corporate Citizenship,Greenleaf Publishing, Sheffield.

Nota correspondiente: Andriof, J. y McIntosh, M. (eds.) (2001), p. 13.

Reedición o reimpresión de un libro:

Referencia bibliográfica completa: Proudhon, Pierre-Joseph[1851(1982)], Idée générale de la révolution au XIXe. Siécle, en Oeuvrescomplètes, vol. II, Slatkine, Ginebra-París.

Nota correspondiente: Proudhon, P.J. [1851(1982)], p. 28.

Texto en un libro con editores:

Referencia bibliográfica completa: Windsor, Duane (2001),“Corporate Citizenship: Evolution and Interpretation”, en Andriof,Jörg and McIntosh, Malcolm (eds.), Perspectives on CorporateCitizenship, Greenleaf Publishing, Sheffield, pp. 39-52.

Nota correspondiente: Windsor, D. (2001), pp. 39-52.

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Artículo de revista:

Referencia bibliográfica completa: Greenwood, Michelle (2001),“The Importance of Stakeholders According to Business Leaders”,Business and Society Review, vol. 106, nº 1, pp. 29-49.

Nota correspondiente: Greenwood, M. (2001), pp. 29-49.

11. Las citas textuales que se incluyan tanto en el texto de los artículoscomo a pie de página deberán reducirse al máximo y, en ningún caso,sobrepasarán las cuatro líneas.

12. La revista Empresa y Humanismo es una publicación periódica que seedita en castellano; sin embargo, acepta originales en otras lenguas. Encaso de considerarlo oportuno, y siempre que los trabajos hayan sidoevaluados positivamente por el Consejo Editorial y por dos especialis-tas anónimos, la revista Empresa y Humanismo llevará a cabo su tra-ducción al idioma español.

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14. La dirección de la revista Empresa y Humanismo se compromete aremitir al autor o autores de los artículos recibidos los dos informes delos evaluadores anónimos en un plazo máximo de tres meses. En casode que la evaluación sea favorable, el autor o autores dispondrán de unplazo máximo de un mes, a partir de la fecha de emisión de los infor-mes, para realizar los cambios y correcciones que consideren oportu-nos.

15. Los autores que colaboren con la revista Empresa y Humanismo recibi-rán una sola prueba de imprenta, que deberá devolverse corregida enun plazo máximo de 15 días. En el momento de su publicación, seremitirán a los autores 3 ejemplares de la revista y 15 separatas de sutrabajo.

16. Los derechos de edición de la revista corresponden al InstitutoEmpresa y Humanismo, y es necesario el permiso de su JuntaDirectiva para su reproducción parcial o total.

17. El Consejo Editorial de la revista Empresa y Humanismo respetará lalibertad intelectual de los autores, aunque no compartirá necesaria-mente sus opiniones.

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En el volumen VII de la revista Empresa y Humanismo han colabo-rado como evaluadores anónimos los siguientes expertos:

Antonio Argandoña RámizReyes Calderón CuadradoFernando CasadoRicardo CrespoJoan Fontrodona FelipJosé Antonio García-Durán de LaraSantiago García EchevarríaPablo García RuizJavier Hernández PachecoMontserrat Herrero LópezJesús Huerta de SotoEsteban López EscobarAntonio Lucas MarínElvira Martínez ChacónDomènec Melé CarnéJosé Ignacio Murillo GómezAntonio Alfonso Pérez de AndrésAlfonso Pérez MorenoLuis Arturo Rábade y HerreroCarlos Rodríguez BraunÁngel Rodríguez García-BrazalesJordi Rodríguez VirgiliJuan Manuel Ros ChertaJosé Javier Sánchez-ArandaJosé María Sauca CanoAlejo J. SisonRafael Torres SánchezMinerva Ullate FaboÓscar Vara Crespo

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Artículos

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La empresa desde el punto devista de la sociedad “civil” *

Sergio Belardinelli **

Este ensayo sostiene la tesis de que hoy en día sólo se puede decir de una sociedad que es“civil” si respeta y promueve, en todos los niveles, la dignidad, la libertad y los derechosde las personas. En lo que se refiere a la empresa, eso implica que, para ser “civil”, ha dehacer lo mismo: no sólo debe producir beneficios sino también determinados “capitalessociales” (confianza, sentido de la responsabilidad, honestidad, etc.).

Palabras clave: Sociedad civil, Empresa, Liderazgo, Bien común.

Society would be “civil” if and only if respects and promotes human rights, dignity andfreedom. Similarly, a firm would be “civil” if, apart from profits, it also produces “socialcapital” (trust, sense of responsibility, honesty, etc).

Keywords: Civil Society, Enterprise, Leadership, Common Good.

Tal y como lo he formulado, mi título se merece al menos una con-sideración preliminar sobre por qué sólo he señalado entre comillasla palabra “civil” en vez de toda la expresión “sociedad civil”. Dehecho, no se trata de una cuestión de poca importancia o, al menos,así lo entiendo yo. Con las comillas pretendo distanciarme de laabundante literatura que aborda el problema de la “sociedad civil”como si, hegelianamente, se tratara de una “parte” de la sociedad, unaparte volcada sobre sus intereses particulares, frente a la que estaría elEstado, único garante del interés general, del bien común.

Como es sabido, todas las grandes representaciones modernas de lasociedad civil se refieren a la relación que ésta mantiene o deberíamantener con el Estado: la “otra” esfera, por así decirlo. Estado ysociedad pueden tener una relación conflictiva, de equilibrio o desubordinación, aunque, salvo raras excepciones, el uno no se da sin laotra. Ambos términos se reclaman recíprocamente, y el bien de lacolectividad depende de su “conciliación”. Los dos conceptos deben

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* Texto traducido por Sara Rus.** Sergio Belardinelli es profesor ordinario de Sociología de los Procesos Culturales y deSociología Política en la Universidad de Bolonia. Asimismo, es miembro del ComitéNacional Italiano de Bioética.

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afrontar una nueva situación, originada por las profundas transfor-maciones producidas con la llegada de la denominada sociedad com-pleja o global. Por ejemplo, no parece ya que el Estado sea la únicainstitución con capacidad para desarrollar, ella sola, el papel de guíaen la construcción del bien común, función que se le solía asignar tra-dicionalmente. La política, en sentido estricto, se hace cada vez másneutral con respecto a las opciones de valor que se generan en el senode la sociedad; surgen nuevas formas de relación humana, como eldenominado ámbito “privado social”, que no son atribuibles ni a laesfera del Estado ni a la de las relaciones mercantiles. Parece que laglobalización ha separado incluso el Estado y la sociedad civil en sucomún referencia espacial, representada hasta ayer por el viejo Estadonacional. En un mundo en el que han permanecido los Estados, lainformación, la opinión pública y el mercado ya no conocen fronte-ras y se habla, no por azar, de “una sociedad civil mundial”1.

Todo esto está cambiando radicalmente el contexto en el que se sitúael proyecto de una sociedad civil, que ya no puede representarse comoel espacio, distinto del Estado, en el que se desenvuelven los actoressociales no institucionales, según el esquema moderno al que me hereferido más arriba. Se necesita llevar a cabo una profunda redefini-ción de ese proyecto, en la que lo “civil” no sea una parte de la llama-da “sociedad civil”, sino una connotación que impregne todos losámbitos de la vida social, que aspire a afirmar la idea de que unasociedad será más civil cuanto más respetuosa sea y cuanto más pro-mueva, en todos los niveles, la dignidad, la libertad y los derechos delas personas2.

Así pues, no se trata de reafirmar la primacía de uno u otro sistemasocial, sino de favorecer, en el seno de las nuevas condiciones gene-radas por la creciente diferenciación social, lo que podríamos definircomo “una civilización en el sentido humano”3. En esta línea, meparece que uno de los deberes más urgentes que debemos afrontar eselaborar una nueva cultura de la sociedad civil, en la que además hayaespacio para una nueva cultura de la empresa, que también pueda lla-marse “civil”.

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1. Dahrendorf, R. (1989); Habermas, J. (1992).2. Belardinelli, S. (1999).3. Donati, P. (2001), p. 51.

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I. La cultura de una sociedad “civil”

Por más que la expresión refleje una cierta ambigüedad, creo quehablar de cultura de la sociedad civil significa buscar aquellos mode-los culturales que, en sentido lato, al informar sobre el sentir y elobrar individuales y colectivos, sobre el ethos, sobre la vida de laempresa pública y privada y sobre las instituciones políticas de unacomunidad, la conviertan en “civil” o en “incivil”, en digna o enindigna de un hombre autónomo y responsable, de un hombre queha abandonado el estado de minoría del que hablaba Kant. Desdeeste punto de vista, tenemos que hacer frente a una dimensión queno concierne sólo a un sector de la sociedad, sino al cuerpo social ensu conjunto, y que, por una parte, deriva en cuanto tal de la continuainterrelación entre individuos, opinión pública, mercado, institucio-nes privadas y estatales; y, por otra, representa para cada uno de esoselementos un cierto ideal “regulador”.

Si ampliamos el significado de la cultura de la sociedad civil más alláde la “semántica política tradicional”, el concepto de “sentido cívico”(civicness) podría encajar adecuadamente en esta dimensión. Los ele-mentos histórico-institucionales que ha generado la moderna socie-dad civil (la difusión del comercio, la progresiva adquisición de auto-nomía del individuo, la afirmación de sus derechos y de las institu-ciones liberales y democráticas, entre otros) reclaman inmediata-mente los aspectos cultural-normativos que la han acompañado yque han contribuido a mantenerla viva. Los primeros, los elementoshistórico-institucionales, no tienen entidad sin los segundos, los cul-tural-normativos. Se origina de este modo una concreción que,empleando la terminología de John Pocock, no sólo remite al indi-vidualismo de la sociedad comercial, sino también a las institucionesdel Estado de derecho, a las virtudes del civic humanism4, así como aotros valores específicamente culturales, éticos o religiosos que,imbricados con las instituciones y las virtudes cívicas, constituyenprecisamente la cultura de la sociedad civil.

En pocas palabras, la vida familiar, la económica, la cultural y la reli-giosa conforman la “societas”, junto con la vida política encarnada enel Estado. De todo lo señalado se desprende, en primer lugar, que el

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4. Pocock, J. (1975).

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hombre no se reduce tout court a su condición de ciudadano y, ensegundo, que los ciudadanos, por mucho que los consideremos ego-ístas, no conciben su comunidad política como si se tratara de uncampo de batalla en el que se lucha únicamente para obtener venta-jas individuales. A esto que mantiene viva la vinculación de cada unocon el resto de la sociedad, con un bien no reducible a nuestro bene-ficio egoísta, se le puede denominar, precisamente, sentido cívico osentido del bien común: ese sentido que, a través de las institucionespúblicas, de las privadas y del “tercer sector”, media entre los intere-ses personales y el colectivo y mantiene viva una instancia éticamenos neutral de lo que podría pensarse; ese sentido que resulta cadavez más indispensable como factor de civilización, en la medida enque la sociedad se va volviendo más compleja, y el pluralismo y ladiferenciación se van acentuándo más en cada nivel.

Con permiso de Niklas Luhman, una sociedad compleja no es sóloun conjunto de sistemas autónomos, aislados los unos de los otros.Los diversos componentes institucionales están entrelazados entre sí,ejercen una influencia fuerte y continua sobre los individuos y sobrelos distintos grupos sociales. Estos últimos, a su vez, interactúan, sehacen competencia, se intercambian bienes en sentido amplio -fre-cuentemente fuera de las lógicas mercantiles-, establecen contratos eintentan hacer que prevalezca el peso de sus intereses y de sus valoressobre las instituciones. Puesto que en la actualidad todas las socieda-des tienden a asumir este aspecto complejo y diferenciado, para iden-tificar el fundamento de una sociedad realmente civil sería necesariorecurrir a la conciencia que los diversos actores, individuales y colec-tivos, tienen de estar obrando en un contexto cuyo eje es la idea delindividuo autónomo pero que, como es colectivo, impone obligacio-nes y debe respetarse. Esto es lo que entiendo por civicness. Como yahe señalado en otra parte, creo que hoy el componente “civil” de unasociedad no puede ser representado adecuadamente por una sola desus “esferas autónomas”, sea ésta la económica, la privada de la fami-lia y del voluntariado o la de la discusión pública, frente a las quepodría situarse la del poder burocrático-administrativo. En la actua-lidad, hay demasiadas conexiones entre los diversos sistemas parcialesde nuestra sociedad. En palabras de Günter Teubner, asistimos portodas partes a una especie de “danza de las reciprocidades”5, cuyo sig-

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5. Teubner, G. (2001), pp. 60-73.

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nificado trataré de descifrar. No hay que olvidar, además, que todo loque acabo de decir sobre la sociedad civil podría aplicarse también ala idea que tenemos de la empresa.

II. Una empresa civil

Quienes se ocupan de la empresa conocen perfectamente que éstapuede analizarse desde distintos puntos de vista: como organizaciónde recursos humanos y técnicos para la producción de bienes o ser-vicios; como medio de utilización del capital, entendido como un“recurso técnico” necesario para el buen funcionamiento de lamáquina emprendedora en un sistema económico capitalista; comoinstitución dirigida a producir beneficios; como conjunto de factoresy de relaciones en el que se concreta el espíritu emprendedor; y comopromoción y tutela de las competencias, los conocimientos y los esti-los relacionales que conforman lo que podríamos definir como “elcapital humano” de una organización. A todas estas perspectivas sepodrían añadir las aportadas por la llamada “teoría de la organiza-ción”, las procedentes del estudio del sistema de flujos informativos,de las relaciones de autoridad y poder entre los distintos órganos oniveles organizativos, de los problemas de tipo psicológico generadosdentro del cuerpo empresarial, etc. En cualquier caso, es evidenteque siempre recurrimos a perspectivas que acentúan una determina-da realidad de la empresa aunque, en la práctica, todas ellas estáninterrelacionadas e interactúan unas con otras (“la danza de las reci-procidades”).

Al igual que la sociedad en general, la empresa también se ha con-vertido en un sistema complejo cuyos componentes, para ganar enfuncionalidad, pueden considerarse analíticamente distintos, aunquehay que tener cuidado para que no se conviertan en autorreferencia-les, en compartimentos estancos. En ese caso, la empresa terminaríapor perder de vista la que, incluso por encima del beneficio, es sucualidad más obvia y también más distintiva: su condición humana,todo lo que tiene que ver con el hombre y que, justamente por eso,hace que la empresa esté llamada a ser digna del hombre.

De manera muy sintética, pretendo explicar que la calidad de unaempresa viene dada por la competencia de sus miembros, por su efi-ciencia, por su capacidad para permanecer en el mercado y para pro-

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ducir riqueza. Sin embargo, su calidad civil emerge cuando, junto atodas estas cosas, la empresa es capaz de promover en sus diversasfases, en sus niveles organizativos, determinados recursos como elrespeto a los demás, la confianza mutua, la responsabilidad, el senti-do del deber, el espíritu de sacrificio; en una palabra: “lo humano”,una tarea que obviamente debe promover toda la sociedad y en laque la empresa también está llamada a cumplir su parte. Por ejem-plo, es impensable que una empresa imponga a su departamento depersonal la contratación de hombres y mujeres que cuenten con lasmencionadas virtudes si, después, éstas no se ponen en práctica ni sepromocionan en la vida de la compañía. Este comportamiento para-sitario podría ser rentable a corto plazo, pero a la larga seguramenteresultaría contraproducente tanto para la empresa como para lasociedad. Como indicaron hace ya cuarenta años Gabriel Almond ySidney Veba: “la cultura cívica se transmite por un complejo proce-so que implica un aprendizaje en muchas instituciones sociales, en lafamilia, en los grupos paritarios, en la escuela, en el lugar de trabajoy en el sistema político”6. Cada una de ellas debe, por tanto, cumplircon su parte.

Una empresa no logra su objetivo simplemente con la obtención debeneficios. Éstos son, ciertamente, indispensables para cualquierempresa digna de tal consideración (una empresa, como menciona-ba más arriba, debe saber cómo mantenerse en el mercado). Sinembargo, el contenido semántico ligado a la palabra “mercado” esmenos rígido de lo que se cree y, de todas formas, la dimensión “eco-nomicista” es cada vez más inadecuada para caracterizar a unaempresa. En el mercado no sólo entran en juego productos, sinotambién personas que los compran, conductas, estructuras y culturas.Todas estas dimensiones median constantemente tanto en el disfru-te de las mercancías como en el modo de producirlas. Los compra-dores ya no son únicamente “clientes” que adquieren y consumen;quieren ser más bien consumidores críticos: ciudadanos que contri-buyen a “construir” la oferta de los bienes o servicios que demandanal mercado. A este nuevo consumidor que calcula la relación calidad-precio ya no le basta con los parámetros tradicionales; quiere cono-

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6. Almond, G.A. y Verba, S. (1963), p. 498. Para examinar más de cerca los aspec-tos estrictamente económicos de este nuevo planteamiento “civil” véase: Sacco,P.L. y Zamagni, S. (2002).

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cer también cómo se ha producido ese determinado producto o si,puntualmente, la empresa ha violado derechos humanos o ambien-tales en su fabricación. Piénsese en la caída de las acciones de Nike,cuya cotización pasó de 66 dólares en agosto de 1997 a 39 en enerode 1998, después de que algunas asociaciones de consumidoresdenunciaran la explotación laboral de menores en la India yPakistán. Me parece, en definitiva, que la reputación de la empresa-un concepto entendido en sentido mucho más amplio que en elpasado- se está convirtiendo en un capital cada vez más preciado. Noes casual que en estos últimos años también las estrategias de con-trol y de management hayan experimentado profundas transforma-ciones.

Según Olof Berg7, parece que en las organizaciones modernas la tra-dicional “autoridad formal” se está sustituyendo cada vez más poruna concepción del management como “proceso cognitivo y empáti-co”, que subraya la misión de las organizaciones y que pone másacento en las visiones compartidas, en el diálogo, que en los rígidosesquemas de planificación y decisión. Además, puesto que vivimosen una sociedad basada y organizada en torno a la comunicación y alas imágenes, parece que dirigir una empresa significa sobre todogestionar “recursos simbólicos” más que personas, dinero, maquina-ria, etc. El modo de transmitir a los miembros de la empresa y alpúblico una imagen que resulte lo más atractiva posible se ha con-vertido en un elemento clave en la gestión.

Esta preocupación por los aspectos simbólicos de la vida organizati-va se confirma en la creciente atención que se presta al diseño y a laarquitectura de la empresa, en el énfasis que se pone en la creaciónde una imagen, en el interés por el llamado marketing interno (lacapacidad de la firma para venderse a sus propios miembros) y porel diálogo empresarial. En otras palabras, la cultura, el simbolismo,la estética o la ética se han convertido en conceptos fundamentalesen la vida de la empresa. Esta realidad no trasluce una especie de“feria de las vanidades” creada quizá por un manager presuntuoso oextravagante, sino más bien la conciencia de que esos conceptos sontan importantes para la empresa como sus productos y su capacidadde generar beneficios.

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7. Berg, O. (1990), pp. 73-86.

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Todavía quedan por comentar los múltiples efectos que el proceso deglobalización ha provocado sobre la industria. Sobre este tema sesuele poner el acento en la interdependencia cada vez más estrechaque la globalización de las relaciones económicas ha establecidoentre determinadas empresas y economías. El aumento de la produc-ción y de la renta, la evolución de los precios, las tasas de interés, elnivel de empleo de una determinada economía son elementos cadavez más relacionados con lo que ocurre en otras economías. De ahíque se subraye la creciente importancia que se ha dado a la culturaen la gestión de esas interconexiones.

Sin embargo, en estas páginas quisiera llamar brevemente la aten-ción sobre otra cuestión que en parte se debe a la globalización: latransformación de los llamados “liderazgos”.

III. Hacia un “liderazgo” civil

Si hay algo que se da por descontado en el mundo actual -y creo queesto nadie lo sabrá mejor que un empresario- es la improbabilidad deque personas u organizaciones que actúan por separado y de formaindividual puedan afrontar y llegar a resolver los problemas sociales,económicos y políticos. Como ya he señalado más arriba, vivimos enuna sociedad diferenciada y compleja, en una sociedad “acéntrica”(sin centro) diría Niklas Luhmann8, en la que el gobierno en senti-do amplio está cada vez más difuso. Por poner un ejemplo, los líde-res políticos deben ajustar sus presupuestos en medio de una crecien-te complejidad de los mercados, del sistema administrativo, del sis-tema técnico-científico, del sistema de comunicaciones, del sistemade valores y de los estilos de vida. Así pues, estos liderazgos, por muysofisticados y competentes que sean, difícilmente podrán resolverpor sí solos los múltiples problemas vinculados al mercado, a la edu-cación, a la sanidad, a la industria, a los servicios; especialmente siconsideramos que, en la actualidad, todos ellos deben afrontarse adistintas escalas -la global, la nacional, la regional, la local-, en lasque los ciudadanos y los grupos reivindican, desde todos los frentes,una mayor autonomía y servicios siempre diferentes y más persona-lizados.

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8. Para un examen más detallado del pensamiento de Niklas Luhmann remito aBelardinelli, S. (1993).

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Según algunos expertos, en un nivel estrictamente institucional, lacomplejidad de tal situación está generando nuevas formas de regula-rización y de gobierno, además de nuevos tipos de sistemas políticos,llamados “postparlamentarios” porque las tradicionales formas derepresentación democrática tienen una relevancia cada vez menor. Alestudiar, por ejemplo, las políticas de la Unión Europea, Burns yNylander registran algunas transformaciones interesantes en las nue-vas formas de gobierno: 1) el papel destacado de los grupos de interéso de las asociaciones respecto a los ciudadanos individuales y a susrepresentantes territoriales (e incluso, en algunos casos, a los partidospolíticos); 2) el papel central asignado a los expertos, distribuidos enel entramado de la sociedad civil, en las agencias gubernamentales oen los distintos movimientos; 3) y las “reglas del juego”, que difierensustancialmente de las de los sistemas territoriales, parlamentarios. Engeneral, el gobierno y la actividad política se han trasladado desde loscuerpos parlamentarios a grupos o networks informales de la sociedadcivil, en muchos casos externos o periféricos al gobierno9. En otraspalabras, estamos frente a múltiples actores y sujetos sociales que son,al mismo tiempo, el efecto y la causa10 de los profundos cambios delos que estamos hablando, y que no sólo conciernen al orden internode cada Estado, sino también al orden internacional de los Estados.

Lo mismo es válido para los liderazgos económicos. También losempresarios, retomando nuestro tema, están obligados a elaborar susestrategias teniendo presente la pluridimensionalidad de su actua-ción, la globalidad del mercado, etc.

En lo concerniente al liderazgo en general, me parece que tales cam-bios indican, entre otras cosas, lo que yo definiría como crisis delliderazgo moderno. Con esto quiero decir que las formas de enten-der la élite y la dialéctica entre élites, según el modelo de Pareto osegún el modelo marxista, centrado básicamente en el conflicto entreélites -en el hecho de que cada una de ellas tiende a manipular y a suvez a ser manipulada según lo que Roberto Michels ha definidocomo “la ley de hierro de la oligarquía”11-, tienen su origen en una

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9. Burns, T. y Nylander, J. (2001), p. 188.10. Ornaghi, L. (2001), p. 233.11. Modelos de los que Raymond Aron subrayó su proximidad estructural en“Clase social, clase política, clase dirigente” (1960), ensayo publicado en italianoen Aron, R. (1990).

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concepción demasiado rígida de las relaciones sociales. Para repre-sentar una sociedad como la nuestra ya no resulta suficiente conhacer referencia a la naturaleza psico-social de su liderazgo (Pareto),ni a la clase que posee los medios de producción (Marx). La comple-jidad social nos obliga ahora a tener en cuenta una pluralidad de ele-mentos, una pluralidad de sistemas sociales, de liderazgos, que sedistinguen por competencias específicas y, sobre todo, por una visiónde conjunto cada vez más necesaria, por una cultura que ya no ges-tione los inevitables conflictos sociales con la astucia del zorro o lafuerza del león, sino con un profundo sentido del bien común.

Como es sabido, la diferenciación de la sociedad moderna distinguetantas élites como sistemas parciales hay; éstos, a su vez, tambiénestán cada vez más diferenciados: la religión, la política, la economía,la ciencia, el arte, etc. En cada uno de esos sistemas sociales encon-tramos una clase de liderazgo a la que se le exige unas competenciasespecíficas. En la actualidad, esta diferenciación permanece, aunquela especialización corre el riesgo de convertirse en una forma de ais-lamiento que, después de transformar los distintos liderazgos en másautorreferenciales y, por tanto, en más ajenos al resto de la realidad,podría hacer problemática su propia funcionalidad social. La cadavez mayor dificultad con la que unos líderes aceptan las decisiones deotros, los bloqueos entre distintos liderazgos a la hora de tomar deci-siones, así como el alejamiento y la creciente crisis de confianza delos ciudadanos en sus líderes, se atribuyen, por supuesto, al fenóme-no del que estamos hablando. Hasta hace poco existía, en sentidoestricto, una cierta preeminencia del liderazgo gubernamental sobreel resto. Para un gran pensador como Raymond Aron todavía sedaba por descontada la distinción entre las personas que “ocupanposiciones o ejercen funciones con una influencia innegable en elgobierno de la sociedad” y “quienes dirigen la sociedad en nombre detodos”12. Hoy, por los motivos que he indicado más arriba, esta pre-eminencia ya no resulta igualmente indiscutible.

Ello podría implicar un cierto aumento del peligro de que los inte-reses de algunos lobbies suplanten al bien público, aunque tambiéncabe la posibilidad de que aumente la consolidación de una nuevacultura de la sociedad civil, capaz de restituir con fuerza la única

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12. Aron, R. (1990), p. 188.

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razón por la que verdaderamente vale la pena preocuparse delEstado, del bien público o de la sociedad civil: salvaguardar e impul-sar la dignidad del hombre. A este respecto, podría no ser casual elhecho de que, tanto a nivel político como económico, se comience ahablar de una nueva manera de concebir el liderazgo, centrada en lacompetencia, pero también en la capacidad de movilizar ciertos“capitales sociales” tanto dentro del propio sistema en el que actúacomo en el exterior. La inventiva, la capacidad de comunicación, deorganización y de relación, junto a la competencia eran antes lasdotes naturales de un líder; en la actualidad, creo que se ha acentua-do la importancia de esas dotes. Un liderazgo que quiera ser “civil”no puede dejar de revalorizar la confianza, la reciprocidad y el com-promiso con los demás; es más, un liderazgo será tanto más civilcuanto más sepa crear, a cualquier nivel, esa “civilización en el senti-do humano” del que hablaba al comienzo.

Como ha señalado Robert Putman en una famosa investigaciónsobre las regiones italianas, el bienestar global de una población nodepende tanto de la riqueza, del nivel de educación o de su acceso alos recursos naturales, como del grado en que la confianza, la reci-procidad y el compromiso con los demás esté encarnado en la civiccommunity13. Siguiendo este razonamiento, es necesario construiruna nueva sociedad civil. Esta conciencia se exige a los líderes actua-les, incluidos los managers y los empresarios, y a todos los hombresde buena voluntad.

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13. Putnam, R. (1993).

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Conflictos de intereses: la“ambidiestralidad” de lostiempos modernos*

Paul Dembinski**

Los escándalos recientes demuestran que los conflictos de intereses pueden hacer que elmercado enloquezca. Éste, sumido en su incapacidad para iniciar su habitual círculo vir-tuoso, se comporta como un amplificador de una espiral infernal que pone en peligro suspropios fundamentos. Los escándalos se han originado por la más elemental ausencia dediscernimiento ético en el nivel de las personas y en el de las empresas. Ha llegado elmomento de dejar de pensar en el problema desde el punto de vista técnico y de abordar-lo en su verdadera raíz antes de que sea demasiado tarde.

Palabras clave: Conflictos de intereses, “Ambidiestralidad”, Economía contemporánea,Escándalos financieros.

Recent scandals show that conflicts of interest could make the market run amok and putin danger its own foundations. These scandals have their origin in a lack of ethical sensein persons and firms. The time has come to confront the problem in its root instead ofgiving merely technical solutions.

Keywords: Conflicts of Interests, “Ambidextrousness”, Contemporary Economy,Financial Scandals.

Desde hace poco más de dos años, los conflictos de intereses ocupanun lugar cada vez más importante en el espacio público de la econo-mía globalizada. Aunque sus límites no son del todo precisos, estosconflictos se perciben como una amenaza creciente al buen funcio-namiento del mercado. Para hacerles frente hay varios procesos judi-ciales en curso y numerosas medidas legislativas en elaboración aambos lados del Atlántico. Sin embargo, mientras no se pongan enevidencia los elementos sistémicos de los conflictos de intereses lasmedidas actuales no irán a la raíz del mal: se quedarán en la simplecasuística.

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* Texto traducido por Marina Martínez y Carmen Erro.** Paul Dembinski es Director de L’Observatoire de la Finance, profesor asociado deManagement Internacional en la Universidad de Friburgo y profesor visitante delINSEAD.

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Este texto se propone abordar la problemática de los conflictos deintereses en tres fases. En la primera, se analizará la noción de con-flicto de intereses; en la segunda se plantearán diversos diagnósticosy medidas y, por último, a modo de conclusión, se expondrán los fun-damentos filosóficos de la economía de mercado que deben reexami-narse urgentemente a la luz de los recientes acontecimientos.

I. La noción de conflicto de intereses

La noción de conflicto de intereses resulta adecuada para describirdos tipos de situaciones muy diferentes entre sí: aquellas en las queel conflicto es evidente y aquellas en las que, por el contrario, estálarvado o latente.

Cuando, en los años 50, Ludwig von Mises abordó el concepto deconflicto de intereses en el trabajo que dedicó a la acción humana, serefería a situaciones en las que varios protagonistas tenían intencio-nes mutuamente exclusivas sobre un mismo objeto. Ésta es, porexcelencia, una situación de “juego de suma cero”, similar a la de unajauría de perros que se abalanza sobre un hueso o la de un rey quecodicia los territorios vecinos. El conflicto de intereses es, en estecaso, evidente y abierto y puede solucionarse a través de una con-frontación violenta (una guerra u otro tipo de enfrentamiento); a tra-vés de una negociación, lo que implica tener en cuenta sus posiblescontrapartidas; o a través de una transacción, que obliga a medir losintereses en juego con la ayuda de un patrón único y unidimensio-nal. Aunque lo esencial de la historia de la humanidad se ha desarro-llado en el contexto de un “juego de suma cero”, la economía moder-na abre, según von Mises, perspectivas enormemente novedosas.

La economía moderna ofrece a la humanidad la posibilidad deemanciparse del dominio del conflicto frontal e irreductible de inte-reses porque abre los horizontes al crecimiento y, por tanto, a la mul-tiplicación de riquezas. En vez de luchar contra el vecino, el hombretiene la posibilidad de producir nuevas riquezas, de tal forma que losintereses de uno y otro puedan conciliarse gracias al aumento deriqueza. Por esta razón, el “juego” se abre y da lugar a un juego desuma positiva. Este análisis lleva a una serie de recomendaciones cla-ras en materia política. En efecto, la mejor manera de evitar los con-flictos de intereses es extendiendo todo lo posible el dominio del

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mercado sobre la sociedad. El mercado, como ya adelantaraMontesquieu, suaviza las costumbres, ya que favorece la transforma-ción de pasiones, indomables por definición, en intereses.

Por tanto, el conflicto de intereses que encabeza la escena económi-ca en la actualidad sólo tiene unos pocos elementos en común con elconflicto abierto que se ha descrito más arriba. Es más insidioso ensus efectos y en su alcance, está larvado y se desarrolla “en el interior”de una persona o institución. En la actualidad, la noción de conflic-to de intereses alude a un mismo actor (persona o institución) que sedebate entre varias lealtades, varias motivaciones o varios intereses.Estas situaciones surgen cada vez que hay una fuerte asimetría deinformación o de comprehensión entre las partes implicadas en cadatransacción. En la sociedad contemporánea, cada vez más complejay dependiente del saber, esas situaciones son muy frecuentes. Porejemplo, un médico, dada su autoridad y su formación, puede dejar-se llevar y prescribir medicamentos en el mejor de los casos super-fluos y en el peor de los casos nocivos. Con ello traiciona la confian-za del paciente a cambio de los favores que recibe de los grupos far-maceúticos. En las sociedades en las que dos tercios de la riquezanacional proceden del sector servicios y se generan por la manipula-ción, si no del saber sí de la información, el recurso al agente o alexperto es una práctica omnipresente. El experto -ya sea un banque-ro, un abogado, un mecánico, un contable o un médico- asume confrecuencia el rol de prescriptor, especialmente de sus propios servi-cios. Lo mismo pasa con el agente, que es el depositario de los inte-reses de terceros en un determinado servicio o en una transacción.

El conflicto de motivaciones entre la fidelidad a la voluntad delcliente y el logro de una cifra de negocios es tan antiguo como algu-nos de los oficios más arriesgados. Por eso los gremios profesionalestradicionales desarrollaron reglas deontológicas muy estrictas y exa-minaban el carácter de los nuevos candidatos antes de aceptarlos ensus filas. Se trataba de reclutar sobre todo a aquellos que, por sucarácter, fueran capaces de asumir y de vencer el conflicto en nom-bre de su integridad profesional. Por esta razón el juramento hipo-crático de la Medicina se convierte en un modelo a seguir. Por suparte, las profesiones jurídicas han estado tradicionalmente expues-tas a los más variados conflictos de intereses. Como demuestranrecientes investigaciones históricas, ya desde la Edad Media sedesarrolló en el seno de las profesiones jurídicas una “ambidiestrali-

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dad”. Un jurista “ambidiestro” es aquel que trabaja para dos partes deun litigio sin que una de ellas lo sepa, que opta por una de ellas enpleno proceso o que influye en el veredicto en favor del cliente queha elegido. El término “ambidiestralidad” utilizado en este contextohace referencia a la habilidad de los juristas ambidiestros para perci-bir una remuneración de dos partes. Con el fin de preservar la con-fianza del público en su aptitud para defender los intereses de losclientes, la profesión jurídica ha elaborado progresivamente distintoscódigos de ética profesional que condenan estas prácticas en nombrede la lealtad al cliente, y que las sancionan severamente1.

Más recientemente, el conflicto de intereses en la práctica financie-ra se ha descrito, siguiendo el ejemplo de Merryll Lynch, como aque-lla situación en la que “ (…) el interés personal interfiere -o pareceinterferir- de alguna manera con el interés de Merryll Lynch.Cualquier empleado de Merryll Lynch debe evitar las actividades, lapersecución de intereses o las asociaciones que puedan interferir, oque parezcan interferir, con el ejercicio independiente de su buencriterio en el cumplimiento de sus deberes o con el interés adecua-damente entendido de la sociedad, de sus clientes, de sus accionistaso del público”2. Esta manera de plantear el problema limita el alcan-ce del conflicto de intereses exclusivamente a las relaciones entre lavida privada del empleado y los intereses económicos del empleador.Con ello quedan excluidas todas las situaciones de “ambidiestrali-dad” en las que la institución podría ser desleal a los intereses de losprincipales.

Para concluir este rápido repaso se pueden distinguir tres estratos enel conflicto de intereses: 1. Estrato de “situación”: un actor estásometido a una pluralidad de motivaciones no convergentes. Paraalgunos, este tipo de situación se da muy a menudo (desde el puntode vista estadístico, es normal) en una economía basada en la inter-mediación en el tratamiento de la información. 2. Estrato de “duda”:las motivaciones no convergentes colocan al actor en un estado deprofunda confusión en lo que respecta a la conducta a seguir. 3.Estrato de “acción”: el actor se niega a decidir y, siguiendo el ejem-plo de un jurista “ambidiestro”, persigue intereses contradictorios.

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1. Rose, J. (1999).2. Merryll Lynch (2003).

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II. Las medidas: la negación de la ética

Recientemente se ha escrito mucho sobre la identificación, el análi-sis y la prevención de situaciones que llevan implícitos conflictos deintereses. En este sentido, aparecen dos formas distintas de abordareste fenómeno. En la primera, el conflicto de intereses nace a partirde situaciones (estrato 1); basta, pues, con evitar la aparición de esassituaciones para que el potencial devastador del conflicto de intere-ses desaparezca. Se trata de una cuestión técnica que debe resolver-se con medios técnicos. En la segunda, el problema debe abordarsedesde el estrato de “duda”. Al proponer instrumentos de discerni-miento certeros será posible evitar que el conflicto se expanda. Desdeeste punto de vista, la naturaleza del problema es, por tanto, ética.

En La riqueza de las naciones, Adam Smith llamó la atención sobrela diferencia de intereses que podría haber entre el gestor y el pro-pietario de una empresa. “Sin embargo, puesto que los gestores deeste tipo de compañías [por acciones] administran el dinero de otraspersonas, no se puede esperar de ellos que lo controlen con el mismocelo que pondrían los socios de una compañía privada. Como repre-sentantes de un hombre rico, tienden a pensar que el honor de supatrón no atañe a los pequeños asuntos cotidianos y, con facilidad,eluden preocuparse por ellos. La negligencia y la dejadez se perpe-tuan, por tanto, en la gestión de este tipo de compañías”3. Se trata deuna situación en la que los gestores persiguen dos intereses que sóloconvergen parcialmente: el del propietario y el suyo propio. Estasituación, según Smith, es normal en una economía compleja en laque la delegación está muy presente. Sin embargo, puesto que setrata de una solución poco eficaz, será eliminada por la concurrencia.Smith parece concluir, por tanto, que en primer lugar los conflictosde intereses dan lugar necesariamente a ineficiencias y que, ensegundo término, éstos desaparecerán por el propio juego de merca-do.

La mayor parte de los economistas que han abordado la cuestión delconflicto de intereses lo han hecho desde el estricto punto de vistadel mercado. Contamos también con una aportación reciente quedescribe los conflictos de intereses que han hecho tambalear en losúltimos dos años el mundo globalizado de las finanzas. Sus autores

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3. Traducción propia a partir de Smith, A. [1776 (1961)], p. 264.

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abordan la cuestión limitando el alcance de los conflictos de intere-ses a las situaciones en las que un actor tiene interés en quitar al mer-cado la información que necesita para funcionar correctamente. “Nosinteresan los conflictos de intereses porque si reducen de forma sig-nificativa la información de la que disponen los mercados financie-ros contribuyen a crear asimetrías de información y, de esta manera,impiden que los mercados financieros aporten fondos a los actoresque tienen oportunidades de inversión productivas (…). Nosotrossostenemos que los conflictos de intereses sólo reclaman una inter-vención pública cuando disminuyen la eficiencia de los mercadosfinancieros”4. Tras analizar de forma detallada la situación en cuatroámbitos financieros, estos autores concluyen que el libre juego demercado es la mejor manera de asegurar -a largo plazo- la elimina-ción de conflictos de intereses por la presión concurrencial. Sinembargo, reconocen que, en ciertos casos, el largo plazo puede cons-tituir un horizonte demasiado lejano y que las medidas tendentes a“poner orden en las incitaciones” se imponen en el seno de las insti-tuciones. Las recomendaciones de este estudio están fuertementeinfluidas por la constante comparación entre los costes que entraña-rían las eventuales reglamentaciones suplementarias y los beneficiosque éstas producirían al buen funcionamiento de los mercados.

El punto de vista técnico de los conflictos de intereses ve la raíz delproblema en la presencia de múltiples motivaciones (estrato de“situación”), mientras que el punto de vista ético cree que su origenestá en el estrato de “duda”. Efectivamente, desde esta última pers-pectiva, las motivaciones múltiples y no convergentes son una mone-da corriente en el mundo contemporáneo; por ello resulta absurdopretender erradicarlas. En consecuencia, lo que está en juego y lasolución del problema se encuentran en el nivel de “duda”. Sólointerviniendo en este estrato podrá evitarse la confusión de intereses.De esta forma, la noción de conflicto de intereses aparece como uneufemismo que permite disimular el dilema ético que se encuentraen el centro mismo del problema. El malestar contemporáneo radi-ca en el hecho de que al apelar a la ética para erradicar los cada vezmás frecuentes conflictos de intereses se reconocen, sin querer admi-tirlos, los límites del proyecto de mercado. Esto último pretende

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4. Crockett, A.; Harris, T.; Mishkin, F. y White, E. (2003).

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dejar de lado la ética y reemplazarla por la aritmética del interés que,por sí misma, basta para garantizar el óptimo social.

Los dilemas éticos que aparecen en el ejercicio de diversas profesio-nes liberales se contemplan en sus correspondientes códigos deonto-lógicos. Por tanto, la apertura de las profesiones y la exclusiva con-centración de la formación en la dimensión técnica de las materiasocultan la dimensión ética implícita en su ejercicio. Con la ayuda delmito de la aritmética de los intereses hoy en día se niega la meraexistencia de los dilemas éticos. De aquí se deriva que los juramen-tos hipocráticos se sustituyan a menudo por prácticas profesionaleshipócritas.

Ahora bien, los conflictos de intereses no sólo tienen un carácterindividual; afectan también a las empresas: el banco que abulta lacartera de un cliente con más productos que los que realmente nece-sita con el fin de obtener comisiones suplementarias; el fabricante decoches o de otros bienes que programa la vida de un producto paraobligar al cliente a adquirir uno nuevo cada cierto tiempo; el fabri-cante de productos alimenticios o de cigarrillos que manipula susproductos a espaldas de los consumidores con el fin de crearlesdependencia. Estos dilemas forman parte de la vida cotidiana de lasempresas. Ahora bien, con el fin de encararlos e impedir que ponganen peligro los intereses de la empresa, estas cuestiones se solventancon procedimientos asépticos y se disimulan con un vocabulario téc-nico a su antojo. Para mantener en jaque la duda, para disipar el dile-ma ético, se “interesa” a los colaboradores en los resultados de laempresa por medio de sofisticados mecanismos de remuneración.De esta forma, sin darse cuenta, se convierten en rehenes de sus pro-pios intereses.

A pesar de su aparente complementariedad, las dos vías menciona-das para solucionar los conflictos de intereses resultan incompatiblesen sus presupuestos antropológicos de fondo. En efecto, cada una deestas posturas se apoya en una visión diferente de la naturalezahumana. Para los partidarios de las soluciones técnicas, el hombre nodebe verse involucrado en ningún caso en situaciones que incluyanmotivaciones no convergentes, ya que no es capaz de asumirlas. Poresta razón, debe hacerse cualquier cosa para simplificar y coordinarlas motivaciones pecuniarias, que por sí mismas bastan para asegurarlos comportamientos previsibles de los actores. Por otro lado, el

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método ético parte de la premisa opuesta: el hombre es perfectamen-te capaz de asumir situaciones con dilemas éticos; es precisamente enel corazón de estas situaciones donde se ejercita su capacidad de dis-cernimiento y de juicio.

III. ¿Qué tipo de antropología?

La teoría de la agencia, piedra angular de la economía contemporá-nea, sostiene que la remuneración en función de los resultados es laúnica manera de hacer coincidir los intereses del principal y delagente. Buena parte de las discusiones sobre el gobierno de lasempresas se inspira precisamente en la teoría de la agencia. Portanto, todas las soluciones basadas en el interés reducen al hombre aun “servo-mecanismo maximizador” carente de cualquier escrúpuloético. Este modelo de hombre es fácil de manipular; simplementebasta con tener las estructuras adecuadas de remuneración. En estecontexto, quien paga manda y tiene todos los derechos. El ejecutan-te, siguiendo el ejemplo de los grandes patrones de las multinaciona-les, debería limitarse a hacer una reverencia y apresurarse a coger elcheque -a menudo astronómico- que recompensaría su ciega lealtad.Aplicada al campo de la política, la lógica del interés justificaríatodas las corrupciones. En lo que respecta al terreno de la economía,los recientes escándalos han demostrado que, dejada a su libre albe-drío, puede resultar devastadora.

En efecto, la seductora construcción intelectual que funda la prome-sa teórica de un mercado perfecto se basa en el postulado antropoló-gico de que la naturaleza humana se corresponde plenamente con elperfil del “homo oeconomicus” y en que su única finalidad es lamaximización sistemática de la satisfacción frente a las diversas limi-taciones de la vida. Esta construcción legitima el egoísmo -cualquie-ra que sea su definición precisa- puesto que sostiene que en él radi-ca precisamente la esencia de la naturaleza humana. Aunque estepostulado se ha refutado en numerosas ocasiones, constituye unaprolongación de la idea según la que, como expone de forma magis-tral A. Hirschmann, las sociedades basadas en el interés son másprósperas y más felices que las que se fundamentan en las pasiones5.Hoy en día, las distintas deontologías se tambalean ante la presión

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5. Hirschmann, A.O. (1977).

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de “los intereses bien entendidos” de las profesiones y la lealtad se haconvertido en una mercancía; está claro que las amenazas de la arit-mética de los intereses que planean sobre la sociedad aparecen cadavez de manera más evidente.

Sin intención de que se enfaden los teóricos de la economía, losescándalos recientes demuestran que los conflictos de intereses pue-den hacer que el mercado enloquezca. Éste, sumido en su incapaci-dad para iniciar su habitual círculo virtuoso, se comporta como unamplificador de una espiral infernal que pone en peligro sus propiosfundamentos. Los escándalos se han originado por la más elementalausencia de discernimiento ético en el nivel de las personas y en elde las empresas. No se trata de casos aislados; más bien al contrario,son la punta de un iceberg de situaciones cotidianas para millones deprofesionales. El error sistemático de pensar que “todo es económi-co” consiste en abordar el dilema ético como si se tratase de un sim-ple conflicto de intereses, a base de sanciones legales y de recompen-sas pecuniarias.

Ha llegado el momento de dejar de pensar en el problema desde elpunto de vista técnico y de abordarlo en su verdadera raíz antes deque sea demasiado tarde. Hace dos mil años Cristo hizo alusión a losconflictos de intereses al advertir a sus discípulos que nadie puedeservir a dos maestros a la vez.

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El liberalismo económico en elnuevo orden socialIgnacio Ferrero*

Los cambios culturales y socioeconómicos que se han gestado en las últimas décadas, frutode la globalización y de la economía del conocimiento, han configurado un nuevo modo decomprender la actividad política, que reclama soluciones distintas al tradicional conflictoEstado-individuo, o economía planificada-economía de mercado. El camino a recorrer noconsiste en una vía intermedia entre el socialismo y el capitalismo, sino en explorar unasenda en la que se integren los agentes sociales de modo complementario, y en la queadquiera un papel preponderante la sociedad civil. La revisión de las tesis principales delgenuino liberalismo, y sus corolarios en las recomendaciones de política económica, mues-tran cómo la doctrina liberal no conduce a esas pretendidas incompatibilidades.

Palabras clave: Política económica, Liberalismo, Estado, Mercado, Estado de Bienestar,Tercera vía, Política monetaria, Política fiscal, Comercio internacional, Laissez-faire,Libertad individual, Regla monetaria, Seguridad Social.

In the last decades globalization and the knowledge economy have caused socioeconomicand cultural changes, which have given rise to a new way of understanding politics. Thisway claims for different solutions to face the traditional conflict between State-indivi-dual, or planned economy-market economy. The route to go ahead is not a mid-road bet-ween socialism or capitalism, but to explore a new way where social agents could be com-plemented, and the civil society may have a prevailing role. The exam of the principalthesis of genuine liberalism, and its corollaries in economic policy recommendations, showhow the liberal doctrine does not drive to that supposed incompatibilities.

Keywords: Economic Policy, Liberalism, State, Market, Welfare State, The Third Way,Monetary Policy, Fiscal Policy, International Trade, Laissez-faire, IndividualFreedom, Monetary Rule, Social Security.

I. Introducción

La llegada del tercer milenio ha venido acompañada de un cambioeconómico, social y cultural que se ha ido gestando en las últimasdécadas del reciente siglo XX, y que va a configurar un nuevo modode comprender la actividad política.

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* Ignacio Ferrero es Doctor en Economía Aplicada, Licenciado en Filosofía y Letras yBachelor en Ciencias Económicas, los tres títulos por la Universidad de Navarra.

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Los factores que han ido dando cuerpo a este cambio son abundan-tes y proceden de ámbitos muy diversos. Junto a una renovación delos procesos productivos y a una profunda modificación de las pautasde consumo, que ha provocado una variación en las actitudes y lasexpectativas de los agentes económicos, la sociedad se ha visto trans-formada por una radical internacionalización, fruto de una crecienteglobalización y de la aparición de la economía del conocimiento.

Esta interconexión mundial responde a un salto histórico, ya que sóloa partir de la década de los noventa se puede hablar realmente de unaeconomía global, “con capacidad de funcionar como una unidad entiempo real a escala planetaria”1. El extraordinario desarrollo de lastecnologías de la comunicación ha posibilitado la creación de canalesque vinculan los espacios económicos locales en un gran espacio glo-bal, desvinculando las ligaduras territoriales2.

Estas novedosas circunstancias en el panorama de nuestra vida socialtienen como contrapartida, en el ámbito político, inéditos modos deresponder a los retos de esta revolución. La nueva comprensión de laesfera pública y de sus agentes principales se caracteriza por despla-zar el histórico debate acerca del conflicto entre el sector público y elsector privado, o entre el Estado y el individuo, o si se quiere entre laeconomía planificada y la economía de mercado, hacia un ordensocial cuya piedra sillar es la comunidad, el individuo consideradocomo ser comunitario o persona socio-económica. El ciudadano dejade verse como un miembro incluido en un Estado concebido comototalidad, para pasar a considerarse parte de una relación asociativaque da lugar al Estado entendido como una gran institución de ser-vicio a toda la comunidad política.

La nueva percepción de la esfera social deja de lado el enfoque de con-flicto para introducirse en el ámbito de la colaboración, es decir, cifra lostérminos del debate en clave de complementariedad e interdepen-dencia, porque el Estado necesita de la economía de mercado y vice-versa, y ni uno ni otro se pueden sustituir. Cada uno tiene un papel yuna responsabilidad en el concierto social3.

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1. Castells, M. (2001), p. 121.2. Zubero, I. (2001), pp. 165-195.3. Los principales representantes de este grupo de intelectuales, que pretende rege-nerar las relaciones sociales y el pensamiento político con novedosas premisas

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Pero para definir los límites y papeles de los agentes sociales en estaoriginal visión de la configuración social y política, es preciso volveruna vez más sobre los principios de organización que han domina-do el escenario político, a lo largo de la mayor parte del siglo XX,en los países que verdaderamente han tenido un notable avance eco-nómico. Tener como punto de partida y de referencia los criteriospolíticos que han marcado el desarrollo de la economía de mercadoy de las sociedades occidentales será de gran utilidad para afrontarlos retos que plantea el nuevo orden social.

Es verdad que el camino a recorrer no pasa por encontrar una víaintermedia entre el socialismo y el capitalismo, elaborada con reta-les de estos sistemas, sino por iniciar una senda inexplorada, una“nueva forma de comprender la actividad política en el tiempo decambio cultural, económico y social del tránsito de milenio”4, en laque se integren todos los agentes sociales en relaciones de comple-mentariedad, y en la que adquiera un papel preponderante la socie-dad civil, la ciudadanía.

Pero esta loable pretensión, en mi opinión, no exige la descalifica-ción de la economía de mercado como esquema configurador delorden social, por lo menos como la entiende el auténtico liberalis-mo, y no las modificaciones al uso que se han hecho de la corrienteliberal. La economía de mercado, resultante del genuino liberalis-mo, no establece una disyuntiva entre el Estado y el mercado, sinoque combina adecuadamente uno y otro en la constitución de lasociedad libre.

Por este motivo, pienso que es necesaria una vuelta de tuerca más enla revisión de los principios básicos del liberalismo, y de sus corola-rios para la política económica, con el fin de enjuiciar si estas reco-mendaciones liberales son útiles para el esquema político quedemanda el nuevo orden social. Abrigo esta esperanza porque estoyconvencido, siguiendo a muchos otros economistas liberales, de que

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sociológicas y filosóficas y que ha venido a llamarse “la tercera vía”, son AnthonyGiddens por un lado, y Amitai Etzioni, por otro. Un sencillo estudio de sus pos-tulados y de sus diferencias en Pérez Adán, J. (2001), pp. 235-248.4. Pérez Adán, J. (2001), p. 10.

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todavía no hemos llevado hasta sus últimas consecuencias las ense-ñanzas del liberalismo5.

II. Rasgos básicos del liberalismo económico

“Liberalismo” es un término con un significado amplio y que nosiempre se entiende del mismo modo. Para enfocar la política eco-nómica en una sociedad de corte liberal la primera dificultad es pre-cisar qué se entiende por una doctrina liberal, es decir, ¿cuál es laestructura común del liberalismo? Sin embargo, no es tarea fácilseñalar sus características esenciales.

Primero, porque se debería aclarar a qué dimensión de la vida apli-camos este término: si al ámbito político, al social, al económico, alreligioso, etc., o a todos a la vez.

Segundo, porque la complicada génesis histórica de este sistemahace difícil aislar los rasgos auténticamente liberales de influenciasde otras tendencias. Según algunos autores6, el liberalismo arrancaen la Escuela de Salamanca del Siglo de Oro español, continuándo-se -aunque sin esa pretensión y adulterado notablemente respecto dela versión española- en las Islas Británicas y en la vecina Francia,recogiendo elementos del Antiguo Régimen previo al primer ciclorevolucionario, y combinándolos con las aportaciones de Hobbes,Locke, Montesquieu, etc. En el período interrevolucionario conviviócon el romanticismo y el doctrinarismo de 1830-1848, hasta comba-

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5. “Los filósofos, sociólogos y economistas del s. XVIII y primera parte del XIXformularon un programa político que presidió el orden social en Inglaterra y losEE.UU. primero, en el continente europeo después, y, finalmente, en otros lugaresdel mundo. Tal programa no fue, sin embargo, íntegramente aplicado en partealguna, ni siquiera en la Gran Bretaña, el país liberal por excelencia”; véase Mises,L. von (1982), p. 20.6. Hay toda una corriente de opinión, bastante fundada, que conecta los orígenesdel pensamiento liberal con el humanismo cristiano de la Edad Media, recogido ydesarrollado por los escolásticos de la Escuela de Salamanca del Siglo de Oroespañol. Esta tradición fue adulterada por la entrada del pensamiento protestantey su imperfecta traslación al mundo anglosajón de la tradición liberal iusnaturalis-ta. Esto provocó la presencia en el liberalismo moderno de elementos de cortesocialista. Una resumida y sencilla exposición de esta evolución se puede encontraren Termes, R. (1992).

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tir con el socialismo y quedar desplazado por él después de este últi-mo ciclo de revoluciones.

Y tercero y último, porque no siempre se ha desarrollado del mismomodo en los distintos países donde se fue extendiendo. Al ir gestán-dose al compás de las ideas que dieron lugar a la Ilustración, variótanto como lo hizo este movimiento en los diferentes países en losque arraigó. Desde sus comienzos se distinguieron dos sistemas dife-rentes, casi antagónicos, cuyo influjo pervive en nuestros días: elanglosajón y el continental. Mientras el primero trata de limitar elpoder de la autoridad, es respetuoso con la religión y prima las liber-tades; el segundo, por el contrario, da mayor relevancia a los derechosque a las libertades y defiende una noción fuerte de autoridad7.

Son muchos los trabajos que han abordado esta cuestión, por lo queno voy a solucionar aquí esta difícil materia. Por otra parte, para for-mular los principios regidores de la política económica de una socie-dad reconocida como liberal, no es necesario conocer de modoexhaustivo todas las posibles materializaciones del liberalismo, ni losavatares de su propia génesis, sino que basta con apuntar los rasgosesencialmente liberales que efectivamente han influido en el modo dehacer política económica. Para llegar a ellos, partiré de una concep-ción determinada, que ha iluminado la mayor parte del pensamien-to económico liberal: el pensamiento político whig.

El partido whig contenía las bases que cimentaron la corriente libe-ral dominante en Europa y en Estados Unidos, integrando los ele-mentos comunes presentes, dentro de la singularidad y especificidadde cada caso particular, en las distintas formaciones liberales de lospaíses a los que se fue extendiendo. Como afirma Hayek: “Los ide-ales de los whig ingleses cristalizaron en aquel movimiento que, mástarde, toda Europa denominó liberal, movimiento en el que se ins-piraron los fundadores de los actuales Estados Unidos para lucharpor su independencia y al redactar su carta constitucional”8.

Este partido político, aunque se localiza en un momento históricoconcreto y en una determinada nación, consiguió recoger los rasgosauténticamente liberales que han colaborado, entre otros, en la cons-

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7. Velarde, C. (1997), p. 9.8. Hayek, F. A. (1961), p. 527.

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titución de la modernidad, sin contaminación de elementos de dis-tinto signo9.

Por último, la orientación de la doctrina whig es claramente política,pero no por ello descuida los restantes aspectos de la vida del hom-bre y de la sociedad, porque el liberalismo no se limita a ser un con-junto de proposiciones políticas o económicas, sino que engloba unaconcepción concreta sobre el hombre, la sociedad, las relaciones eco-nómicas, sociales, políticas, etc., y de esta manera constituye un sis-tema de pensamiento completo.

Una vez conectada la doctrina whig con lo que podemos llamar“estructura común del liberalismo”, voy a pasar a delimitar, sucinta-mente por evidentes razones de espacio, los rasgos característicosdefinitorios de esta corriente que permitirán calificar a un sistema depensamiento como “liberal”.

a) Primacía del individuo frente a la sociedad10. Esta afirmación se des-pliega en la soberanía individual a la hora de elegir los fines perso-nales frente a una determinación estatal o supraindividual. El indi-viduo es autónomo en la designación de las metas que determinaránsu vida, en los valores dignos de ser logrados, que no tienen por quécoincidir con los de los demás. A partir de estas proposiciones, elpresunto bien común deja de tener consistencia propia, pasando adesintegrarse en la suma de los bienes individuales de los agentes quecomponen la sociedad, y delegando su prioridad jerárquica11.

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9. Gray, J. (1994), p. 27.10. El fundamento del individualismo, que como doctrina fue formulada porFrancis Bacon, se encuentra en el nominalismo, el cual afirma que todos aquellosconceptos que excedan al ser individual no pueden tener un referente real. “Para lateoría de la sociedad se deducía de ello que sólo los individuos tenían realidad yque no podía haber en la naturaleza humana una realidad social supraindividualfundada en sí misma. Esto nos coloca ante la noción cardinal de la teoría indivi-dualista de la sociedad”; véase Messner, J. (1976), p. 56.11. Para apoyar esta afirmación bastan las tres siguientes citas: “la única libertadque merece este nombre es la de buscar nuestro propio bien a nuestra propiamanera, en tanto que no intentemos privar de sus bienes a otros, o frenar susesfuerzos para obtenerla”: Mill, J.S. (1859), p. 17; “el reconocimiento del individuocomo juez supremo de sus fines, (...) es lo que constituye la esencia de la posiciónindividualista”: Hayek, F.A. (1950), p. 62. Recojo estas dos citas de Crespo, R.F.(2000), p. 30. “Para el hombre libre, el país es la colección de individuos que locomponen, y no algo añadido y por encima de ellos. Está orgulloso de una heren-

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207Por otra parte, este axioma se extiende al fundamento individualis-ta de la configuración de la sociedad: la sociedad surge de la coin-cidencia de los intereses particulares, del acuerdo entre las partespor razones de conveniencia, bien de tipo económico o de tiposocial.

Si el interés se cifra en términos económicos, la razón de ser de lasociedad es la eficacia económica y nace, por tanto, como conse-cuencia de la necesaria división del trabajo para hacer rendir mejorlos recursos. Estamos en el origen del liberalismo económico, en elque se sitúa la figura de David Hume12.

Si, por el contrario, el interés emana del campo social, la razón deconveniencia de esta organización se halla en la búsqueda de la paz.La sociedad pasa a ser una asociación civil que, fundamentada enel derecho primario y absoluto de la auto-preservación, confía ydelega la misión de defender los propios intereses a un soberano,revistiéndole de autoridad para limitar la libertad de los individuosen caso de conflicto, en aras del orden social. Aunque la libertadindividual es un principio absoluto, de alguna manera se acepta suregulación debido a la falibilidad humana, y se admite la presenciadel Estado como depositario de una fuerza de coerción mínimapero necesaria, que posibilite la consecución de los fines persona-les. El Estado se convierte en el protector y salvaguarda de losderechos individuales del hombre, que prioritariamente se basan enel derecho de autopreservación. Así, la sociedad se reviste de un

cia común y es fiel a unas tradiciones comunes. Pero considera al gobierno comomedio, instrumento (...). No reconoce ninguna meta nacional, excepto la quereúna el consenso de las metas que persigan los ciudadanos separadamente”; véaseFriedman, M. (1966), p. 13.12. Este liberalismo económico extiende la perspectiva individualista tanto a laproducción como a la distribución ya que, según esta visión, están las dos estrecha-mente relacionadas. Más adelante, John Stuart Mill, recogiendo la herencia de supadre, James Mill, discípulo a su vez de Jeremy Bentham -fundador del utilitaris-mo-, estableció una distinción entre estas dos fases de la actividad económica:asignó a la distribución un proceso de elección social, que provocó una ruptura conla tradición clásica liberal, y creó un sistema de pensamiento que legitimó las ten-dencias intervencionistas y estatistas, con gran fuerza en la Inglaterra de mediadosdel siglo XIX.

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carácter contractualista. Esta tesis se puede considerar como la pri-mera piedra del liberalismo político y se debe a Hobbes13.

b) La búsqueda del interés personal conduce al interés colectivo. Al exten-der el individualismo al campo de las relaciones sociales, el liberalis-mo convierte la confianza en el individuo en la seguridad de que loscaminos que elija son los que enriquecen a la sociedad, no sólo por-que le permiten actuar como cree conveniente, sino porque es elúnico modo de extraer del conjunto de los individuos los activos másvaliosos que, al ser personales, son únicos.

En esto consiste la riqueza de la diversidad y aquí radica el auténti-co poder de una sociedad libre: al fomentar la iniciativa, la originali-dad, la multiplicidad, se potencia a sí misma, porque origina unosrecursos que de otro modo no saldrían a la luz, y que sólo ponen enpráctica los hombres cuando tienen campo para actuar por propiainiciativa, en busca de sus propios fines.

Estos motivos fundamentan la supremacía del individuo con respec-to a la sociedad y sirven de base para la tesis esencial del liberalismoeconómico, enunciada por Adam Smith en su famosa formulaciónde la mano invisible, en la que se afirma que el perfeccionamientoindividual conduce al perfeccionamiento social14.

La consecuencia inmediata de esta doctrina es la defensa de la máxi-ma libertad para todos. En esto consiste precisamente otro de losrasgos que integran el liberalismo, que se presenta como una exigen-cia del individualismo.

c) La libertad es el valor principal y fin último de toda acción social. Elindividuo se constituye en sujeto de derechos, cuya defensa está por

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13. “Si podemos llamar liberalismo a esa doctrina política que ve los derechos, enoposición a los deberes, como el hecho político fundamental del hombre, y queidentifica la función del Estado con la protección y salvaguarda de dichos dere-chos, debemos entonces decir que el fundador del liberalismo fue Hobbes”; cita deLeo Strauss incluida en Gray, J. (1994), p. 25.14. “El individuo que persigue su propio interés va llevado por un mano invisiblea favorecer un objetivo que no era parte de su propósito. Pero el hecho de que élno pensara en ese objetivo no es siempre algo malo para la sociedad. Muchas veces,al perseguir su propio interés, fomenta el de la sociedad más eficazmente quecuando realmente se lo propone”; véase Smith, A. [1776 (1958)], libro IV, cap. II,p. 421.

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encima de un supuesto interés colectivo. Cada hombre es el auténti-co protagonista insustituible de su vida, protagonismo que se extien-de a todos los ámbitos del obrar humano. La condición necesaria esque se le deje actuar libremente, sin interferencias innecesarias, res-petándole un ámbito de autonomía e independencia. Por eso lanorma en el campo social es el “laissez-faire”15, dejar hacer al indivi-duo sin establecer límites arbitrarios o coercitivos a la libertad decada uno.

La libertad se concibe fundamentalmente como ausencia de coac-ción16, limitada por el orden social, que es fruto del necesario acuer-do en el que se cede a la comunidad -representada en unos delega-dos- la protección de los derechos fundamentales del hombre.Hobbes, como ya se ha señalado, formuló el derecho fundamental dela auto-preservación, pero fue Locke quien amplió el contenido delos derechos del individuo, extendiéndolo a la propiedad privada, alno concebir que un hombre pueda ser libre a menos que goce delderecho de propiedad sobre sus capacidades personales y su trabajo.

Si la libertad se entiende como independencia de los individuos conrespecto al poder público en lo que atañe a sus derechos, la amplitudde esa libertad va a venir determinada por la diversidad de los dere-chos reconocidos. Esta defensa de la libertad se proyecta en todos los

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15. Expresión atribuida al fisiócrata Mercier de la Rivière, quien, ante la preguntade Catalina la Grande de Rusia sobre qué debía hacer un Gobierno, contestó:“¡Dejad hacer, dejad pasar, todo funciona solo!”. Se utiliza para exigir que el Estadointervenga lo menos posible en la economía, todo lo más manteniendo los tribu-nales de Justicia, organizando la defensa nacional, encargándose de construir obrasy de mantener servicios que los privados no podrían financiar; véase Schwartz, P.(2001), p. 55.16. En este punto hay divergencia de opiniones, dada la dificultad de encasillar elconcepto de libertad que maneja el liberalismo y los múltiples sentidos que los dis-tintos autores liberales han ido asignando a este término. Para muchos, el libera-lismo no se refiere ni exclusivamente a la libertad entendida en el sentido positivo(derecho a participar en la toma de decisiones colectivas), ni a la libertad entendi-da en sentido negativo (esfera protegida de no interferencia o de independenciaregulada por la ley), sino más bien a una variante individualista -como señala J.Gray en (1994)- de la visión positiva de la libertad, en la que se concibe comoautonomía o autodeterminación individual, como autogobierno racional del agen-te individual. Es muy interesante a este respecto el estudio de I. Berlin sobre losdos conceptos de libertad (1969).

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ámbitos del obrar: libertad para poseer, vender, comprar, transportar,producir, cambiar, moverse, expresarse, prestar, etc. La libertad paralos liberales era indivisible: debía protegerse en todas sus facetas a lavez; si se violaba un derecho se violaban todos. Por tanto, no se limi-taba al plano político y social, sino que se extendía al económico,como una faceta de la que era prácticamente indisociable. El libera-lismo económico exige y necesita del liberalismo político.

d) El igualitarismo. El Estado se constituye en protector de los dere-chos individuales del hombre, estableciendo una estructura jurídicanecesaria para garantizar la convivencia pacífica. La sociedad nacecon carácter contractual; es decir, se basa en un contrato entre laspartes, justificado por el carácter individualista de las relaciones entrelos hombres y por otra de las notas definitorias del liberalismo: eligualitarismo.

El igualitarismo no es sino un corolario del individualismo. Al negarla existencia a toda realidad supraindividual, no hay nada que nospermita juzgar, fuera del propio individuo, la dignidad y el compor-tamiento de cada uno. Todos los individuos son iguales, pero no porparticipar de una naturaleza común, sino porque no existe nada quepermita establecer una jerarquía u orden de unos con respecto aotros. Si son seres aislados, radicalmente distintos e incomunicablesentre sí en cuanto a fines y valores, todos tienen el mismo derecho aser defendidos ante la ley y la misma necesidad de ver defendida sulibertad, porque mientras persigan sus objetivos personales, cuyareferencia no es sino el propio sujeto, nadie puede coartar su libertadni interferir en sus planes. Aquí radica el fundamento de la neutra-lidad estatal que, formulada por Hobbes, aprueba la legitimidad delgobierno de actuar en lo referente al orden público, pero rechaza laintromisión en la intimidad de los individuos. La voluntad moral delindividuo es autónoma, porque su referencia válida es la propia natu-raleza individual, que se considera soberana en todos los órdenes. “Elliberal, en abierta contraposición a conservadores y socialistas, enningún caso cree que nadie debe ser coaccionado por razones demoral o religión”17.

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17. Hayek, F.A. (1961), p. 520.

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La legitimidad del Estado estará en función del individuo y de sulibre actuación, de aquí que en todas las cuestiones normativas elEstado sea neutral. Por otra parte, el Gobierno ha de estar limitadopor el propio individuo de tal modo que no pueda ahogar esa esferade individualidad, tan prioritaria en el orden social. Esta limitaciónviene determinada por tres cauces.

En primer lugar, el Gobierno ha de ser representativo del pueblollano, y el modo de conseguirlo es a través de los partidos políticos18.En segundo lugar, y para reducir ese poder coercitivo sobre los ciu-dadanos, se han de separar los tres poderes: ejecutivo, legislativo yjudicial. En tercer lugar, el Gobierno ha de estar regulado por unasnormas que le trasciendan: la Constitución19. La separación depoderes es tan fundamental en el sistema liberal como laConstitución20.

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18. Así, el primer partido político liberal que se constituyó fue el whig.19. Puede resultar extraño que en esta presentación de los elementos esenciales dela doctrina whig hablemos de Constitución, cuando Gran Bretaña fue el único paísque participó en esta revolución liberal y que no promulgó ninguna Constitución.Sin embargo, como señala Comellas, “en Gran Bretaña el derecho consuetudina-rio tiene una gran fuerza, no existe una Constitución escrita y promulgada propia-mente dicha, si bien cabe admitir una especie de Constitución virtual obra deltiempo, del asentimiento y del acatamiento a un conjunto de leyes y costumbresque constituyen la suprema norma de ordenación política y ciudadana”; véaseComellas, J.L. (1984), p. 24.20. “Ese concepto de ley suprema, que se halla por encima de nuestros ordena-mientos y códigos -idea de la que parte toda la filosofía whig-, es la gran obra queel pensamiento británico legó a la nación”; cita de Lord Acton, incluida en Hayek,F.A. (1961), p. 529. Esta línea del liberalismo que aceptaba y asumía la existenciade una ley natural iniciada en Hobbes, recogida por la filosofía whig y por la escue-la austríaca de Mises y Hayek, ha continuado hasta Nozick y fundamenta los dere-chos naturales en la ley natural, considerándolos preconvencionales y universales:dictan una serie de principios y exigencias lícitas de todo individuo.Pero no todo el liberalismo compartía esta opinión, sino que ya desde el principiomuchos liberales tomaron otros derroteros; unos continuando la ética kantiana delimperativo categórico, y otros la teoría utilitarista de J.S. Mill, en cuya versiónindividualista y contractualista surgida con Rawls, se encuadran la mayor parte delos economistas liberales. Por lo menos, aquellos que constituyen el núcleo de loque habitualmente entendemos por “liberalismo económico”, y que vamos a tomarcomo referencia cuando abordemos la política económica; véase Gray, J. (1994) yTermes, R. (1992).

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En resumen, el liberalismo defiende el individualismo por el que elindividuo se constituye en un sujeto de derechos; el consiguientecarácter contractual de la sociedad; la neutralidad estatal; la autono-mía moral; y la doctrina económica del “laissez-faire”, que aboga porla defensa de la máxima libertad para todos y cada uno de los indi-viduos. La amplitud de esa libertad viene determinada por la diver-sidad de los derechos reconocidos: se extiende al terreno político, alsocial y al económico.

III. La política económica de una sociedad liberal

Del cuerpo principal de las tesis que componen la estructura comúndel liberalismo se van a desprender unos corolarios que regularán ladimensión económica de la sociedad, tanto en su organización gene-ral como en sus aplicaciones posteriores. El axioma central del libe-ralismo es el respeto a la libertad individual y al “laissez-faire”. “Elmeollo de la filosofía liberal es la creencia en la dignidad del indivi-duo, en la libertad que tiene de aprovechar al máximo su capacidady sus oportunidades de acuerdo con sus propias preferencias, siem-pre que no interfiera con la libertad de los otros individuos quehacen lo mismo (...). Éste es un derecho importante y fundamen-tal”21.

Para hacer posible el ejercicio de esta libertad en el ámbito económi-co, la sociedad ha de contar con un sistema de organización econó-mica que permita a cada individuo disponer de una serie de bienes,así como con la capacidad para administrarlos modelando su vida asu gusto; es decir, ha de contemplar la propiedad privada como unode los principios básicos del sistema.

Este derecho se basa en la radical igualdad de los individuos entre sí,por la que cada uno se erige en soberano de sus propias decisiones yen responsable de los riesgos y beneficios subsiguientes. Cada hom-bre parte de una dotación inicial de activos y recursos, que el capri-cho de la naturaleza y su inserción en la cadena social le han propor-cionado. Es evidente que las distintas dotaciones naturales no sonfruto de un reparto según cánones de equidad. Pero la esencial igual-dad de los hombres entre sí no implica que todos deban alcanzar

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21. Friedman, M. (1966), p. 248.

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idéntica situación final, sino la posesión del mismo derecho a reco-rrer libremente el camino elegido. La igualdad para los liberales sedefine como “igualdad de oportunidades”, en virtud de la cual elEstado debe procurar eliminar todos los obstáculos arbitrarios queimpidan al individuo el uso de sus capacidades y activos personalespara alcanzar sus propios objetivos22.

El derecho a la propiedad privada posibilita así la soberanía en latoma de decisiones, con la consiguiente asunción de sus riesgos, ytambién de sus beneficios. Precisamente el derecho a ser responsablede las consecuencias de cada acción es una condición indispensabledel concepto de libertad liberal23. “La relación entre la propiedad ylas libertades básicas es constitutiva y no meramente instrumental.(...) El que un hombre no sea libre, a menos de que goce del derechode propiedad sobre sus capacidades personales y su trabajo, es la ideaque comparten todos aquellos que usan el término libertad en el sen-tido inglés”24.

La soberanía en la toma de decisiones y el derecho a la propiedadprivada se constituyen así en dos de los pilares -exigidos por la con-dición libre del hombre- del sistema de organización económica, y

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22. Concepción bien distinta de la de las doctrinas colectivists para las que igual-dad se identifica con identidad. Llegan incluso a entenderla como “igualdad deresultados”. Estas doctrinas, en aras de una supuesta justicia, pretenden imponermodos de vida idénticos para todos y plantean la sociedad como si todos tuviéra-mos que alcanzar un nivel de satisfacción de necesidades igual en cualidad y can-tidad. Pretenden imponer una igualdad de resultados concebida como “partesequitativas para todos”.23. La consideración del derecho de cada individuo a ser responsable de las conse-cuencias de sus acciones, y a ser consecuente con ellas, corre pareja a una visióncompartida por el núcleo principal de los liberales, aunque casi nunca explicitada,consistente en reconocer al agente económico como un ser lúdico, en el sentido deamante del riesgo, del juego. En la concepción liberal, el hombre es un ser al que legusta arriesgar, emprender, aventurarse, etc. Éste es el rasgo típico del liberal fren-te al conservador. El comportamiento del conservador se caracteriza por el temor ala mutación, por el miedo a lo nuevo; se abandona en las directrices marcadas porlas autoridades, que deben tener, por tanto, amplios poderes discrecionales, mien-tras que la filosofía liberal es “abierta y confiada, atrayéndole, en principio, todo loque sea libre cambio y evolución, aun constándole que, a veces, se procede un pocoa ciegas (...). Aceptan la libre evolución, aun ignorando a veces hasta dónde puedellevarles el correspondiente proceso”; véase Hayek, F.A. (1961), p. 518.24. Gray, J. (1994), pp. 99-105.

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permiten, a su vez, poner por obra un principio básico de la activi-dad económica: la aplicación de recursos escasos susceptibles de usosalternativos en función de la ventaja comparativa que cada situaciónconcreta ofrece. En toda organización social, la condición de posibi-lidad de la eficacia de la actividad económica es la división del tra-bajo y la especialización por funciones, si se quiere hacer un uso efec-tivo de los recursos disponibles.

Junto a la especialización es imprescindible la coordinación de tare-as para cubrir las necesidades de la sociedad y las propias de cadaindividuo, ya que nadie es capaz de abastecerse autónomamente detodo lo necesario para una vida digna y para producir los bienes delmodo más eficiente posible. La necesaria especialización, aprove-chando la ventaja comparativa, se complementa así con el intercam-bio voluntario, por el que libremente van confluyendo los interesespersonales en la consecución de los intereses colectivos.

El modo para que la cooperación entre los individuos sea voluntaria,libre, racional y eficaz es que las partes implicadas en toda transac-ción tengan conocimiento del interés que les va a reportar la opera-ción y valoren, según la información disponible acerca de sus nece-sidades y de sus capacidades, si les beneficia o no. Así tendrán liber-tad de elegir.

Como la decisión está dirigida a la maximización del beneficio par-ticular, y todas las partes valoran como provechosa la operación -sino fuera así no entrarían en ella-, el resultado es un beneficio con-junto para la sociedad en el que nadie pierde; todos ganan. Este sis-tema de organización económica tiene, por consiguiente, la virtud deextender la búsqueda del propio interés a todas las operaciones eco-nómicas y en todos los niveles, haciendo eficiente la economía en suconjunto. A través de la coincidencia de intereses y de la cooperaciónvoluntaria, se consigue la cooperación sin coerción. El principio defuncionamiento regulador del mercado es la unanimidad que prece-de a toda operación: nunca se dará el intercambio si una de las par-tes no lo desea.

El elemento clave que aporta la información necesaria para hacerextensible esta coordinación a todos los individuos de la sociedadsin excepción es el sistema de precios de mercado. A través de losprecios, determinados por la libre competencia, los agentes econó-micos disponen de la información relevante para tomar decisiones

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racionales y optimizadoras; para elegir su necesaria especialización;para entrar en intercambio con el resto de los agentes económicosen busca de su propio provecho; para asignar eficazmente losrecursos disponibles en la sociedad25. Además, los precios permi-ten al mercado convertirse en el sistema de distribución de la renta,determinando quién obtendrá el beneficio y las pérdidas de cadaactividad.

Éste es el gran mérito del sistema de precios, inicialmente destacadopor Adam Smith: el orden económico aparece como consecuenciainvoluntaria de los actos de infinidad de personas en busca, cada unade ellas, de su propio beneficio26.

El sistema económico que contempla la conjunción de todos estosprincipios es la economía de mercado. El mercado viene así exigidopor la naturaleza libre del hombre y se presenta como condiciónnecesaria para la libertad económica. Pero, en este contexto, ¿quépapel representa el Estado?

Del mismo modo que el Estado estaba legitimado para proporcionaral conjunto de la sociedad un marco jurídico que garantizase losderechos individuales, su intervención en el campo económico sejustifica en aras de la consolidación de un marco estable necesariopara la actividad económica.

Un elemento básico de la estabilidad del sistema económico es lapresencia de una estructura monetaria sólida.

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25. En el mercado, puesto que la viabilidad de las empresas depende del beneficio,el sistema se autorregula y se sanea; expulsa a aquellas empresas no rentables, y alas que no hay ninguna obligación de mantener artificialmente. El sistema decompetencia por el que las empresas se mantienen si y sólo si obtienen beneficios,es la mejor “piedra de toque” para saber si esa información se usa eficazmente. Éstees uno de los motivos por el que la búsqueda del interés particular conduce algeneral, ya que promueve la eficiencia en todos los niveles y el aprovechamiento almáximo de los recursos disponibles; por tanto, la sociedad en su conjunto saleganando.26. “No esperamos nuestro sustento de la generosidad del carnicero, ni del cerve-cero o del panadero; lo esperamos del cuidado que ellos tienen en su propio inte-rés. No nos dirigimos a su sentimiento humanitario, sino a su egoísmo, y jamás leshablamos de nuestras necesidades, sino de las ventajas que ellos lograrán”; véaseSmith, A. [1776 (1958)], p. 265.

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a) Política monetaria

Una de las primeras y más evidentes conclusiones a las que se llegadespués de revisar, aunque sea superficialmente, la historia de loshechos económicos, es el poder que el dinero puede llegar a tener enel conjunto de una economía, tanto por los distintos campos a los quese extiende su influencia como por la profundidad e importancia desus efectos: el crecimiento del dinero motiva el aumento de la infla-ción; incide indirectamente en el desempleo; y es tan desestabilizadorque puede provocar ciclos económicos. Son innumerables los peligrosque una política monetaria imprudente, que no mantenga una línea deactuación coherente con unos objetivos bien definidos, puede ocasio-nar en la economía y, por consiguiente, en el conjunto de la sociedad.

Tan poderosos y devastadores pueden ser sus efectos que el diseñogeneral de la política monetaria de un país debe tener como objetivoprioritario el establecimiento de una estructura monetaria sólida, a finde evitar que el dinero sea una causa de inestabilidad económica y decontribuir a anular, o al menos a disminuir, los efectos de otras altera-ciones que puedan surgir en el conjunto global de la economía porcausas distintas a las monetarias.

La historia nos demuestra día a día que la estabilidad y la fortaleza deldinero son piezas clave en la salud de una economía. El sistema eco-nómico trabaja mejor cuando tanto los productores como los consu-midores, los empresarios y los empleados, los inversores y los financie-ros, tienen seguridad del comportamiento más o menos estable y pre-decible del nivel general de precios y salarios, y cuando saben que susvariaciones serán consecuencia del necesario ajuste a los nuevos gustosy a la tecnología, pero que no responderán a otras causas fuera de lasexclusivamente económicas.

En este contexto, parece razonable, incluso en un sistema económicoque descansa en la primacía de la libertad y en la iniciativa privada,poner en duda la conveniencia de que un asunto tan importante ybásico como la creación del dinero descanse en unos individuos parti-culares, ajenos -o por lo menos no implicados directamente-, a lasdirectrices generales de la política económica del país, aunque seanprofesionales altamente cualificados e intachables. La existencia deeste grupo independiente, además de suponer un instrumento de con-siderable poder, que entraña importantes riesgos -dentro de la concep-ción liberal-, provoca una desconexión entre la política monetaria y el

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resto de las políticas económicas. Esta desconexión se puede producirbien por la dificultad de que estos individuos cuenten con un gradosuficiente de conocimiento de la realidad económica, que les permitaintegrar la política monetaria adecuadamente; o bien porque puedendiscrepar de las recomendaciones del gobierno y llevar a cabo actua-ciones discordantes, o incluso contrapuestas, provocando inestabilidade incertidumbre.

Por esta razón, el sistema liberal, aunque inmerso a lo largo de la his-toria en extensas discusiones sobre este particular, debería abogar porla conexión de los responsables de esta tarea -el banco central- con elpoder político27.

Hay muchas voces, incluso dentro de la corriente liberal, que defien-den que un banco central independiente, ajeno a las presiones políti-cas, es más capaz de garantizar la necesaria credibilidad y confianzapara la efectividad de las políticas económicas. La aceptación genera-lizada del comportamiento de los agentes económicos según expecta-tivas racionales, junto con la mayor facilidad para adquirir informaciónveraz y actual, han provocado que cada vez cuente más la credibilidadde las políticas económicas, tanto en su anuncio como en su ejecución,favoreciendo la inclusión en los modelos monetarios de la credibilidady de la inconsistencia temporal. Los primeros en considerar la incon-sistencia temporal fueron Kydland y Prescott, popularizados por

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27. Este dilema no se refiere a la posibilidad de que la responsabilidad en la cre-ación del dinero quede abierta a la libre competencia, es decir, a que haya diver-sas bancas privadas que puedan optar a la ejecución de esta tarea. El problema seplantea como una alternativa entre la independencia política de los dirigentes delBanco Central y la dependencia, siendo esta última la opción estatal, ya que endefinitiva sería el propio Estado el que dirigiría a su libre deseo la política mone-taria en lo que a la cantidad de dinero se refiere. La alternativa de extender la librecompetencia al sector bancario nacional ha sido defendida por algunos economis-tas, como D. Glasner (1989), quien ha estudiado cómo el desarrollo de los ban-cos centrales ha sido un error y ha propuesto la competencia no sólo entre mone-das nacionales sino entre distintas monedas del propio país. No hay razón sufi-ciente, según él, para que la cantidad de dinero y otros activos financieros noestén bajo las ordinarias fuerzas competitivas, como cualquier otro sector delmercado.Para un estudio de los motivos económicos y políticos causantes de que el gobier-no haya monopolizado a lo largo de la historia la certificación o producción deldinero véase Brennan, G. y Buchanan, J.M. (1981).

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Barro y Gordon y por Taylor28. Por su parte, Kareken y Wallacerecogen un buen grupo de modelos económicos que introducen lasexpectativas racionales29. Estos estudios parecen concluir que elclima de credibilidad que hace más eficaz la política monetaria seconsigue mejor con un banco central independiente30. La mayor cre-dibilidad de estos bancos permite que los resultados conseguidos porsus políticas sean mejores que los alcanzados por bancos dependien-tes. Estudios recientes muestran menores niveles de inflación en paí-ses donde existe independencia en el banco central, sin episodios demayores tasas de desempleo31.

A pesar de que estos estudios empíricos no avalan la tesis del bancocentral estatal, desde una perspectiva teórica liberal parece más fácilgarantizar la coherencia entre la política monetaria y el resto de laspolíticas económicas, con la consiguiente confianza y estabilidadpara el conjunto de la economía, si se hace depender la autoridadmonetaria del gobierno nacional. Pero no basta con la coherencia enlas políticas, ya que un comportamiento discrecional por parte delbanco central, aunque sea estatal, introduciría un grado de incerti-dumbre que pondría en tela de juicio la credibilidad del gobierno enmateria monetaria. De aquí que se haya suscitado, a lo largo de estasúltimas décadas, un importante debate acerca de la conveniencia dela implantación de una regla de crecimiento constante del dinero.

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28. Sargent, T. y Wallace, N. (1975); Kydland, F.E. y Prescott, E.C. (1977);Persson, T. (1988); Barro, R.J. y Gordon, D.B. (1983); Taylor, H. (1985).29. Kareken, J. y Wallace, N. (1980). Para una buena revisión de la bibliografíasobre las líneas de investigación en estas cuestiones véase Blackburn, K. yChristensen, M. (1989).30. Davis, R.G. (1991).31. Alesina, A. (1989) y Cukierman, A. (1992). Entre las voces disonantes respec-to a la defensa del banco central estatal destacan los principales representantes de laescuela austriaca, Mises y Hayek, que abogan por un sistema de banca libre, en elque se restablezca el principio jurídico según el cual es preciso mantener en reservael 100% de las cantidades de dinero recibidas en forma de depósitos a la vista. Laescuela de Chicago también defendió el coeficiente de caja del 100% para hacer másefectiva y previsible la política monetaria de los gobiernos.Un buen estudio acerca de la limitación al coeficiente de caja en Huerta de Soto, J.(1994). Este economista defiende que la única solución correcta para una sociedadexenta de privilegios y ciclos económicos es una banca libre pero sometida al dere-cho, es decir, con un coeficiente de reserva del 100%.

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Este debate de las reglas frente a la discreción ha sido largamentecuestionado, y no nos es posible resolverlo en este breve artículo32.Para nuestro propósito de establecer las líneas principales de la polí-tica económica de una sociedad liberal, basta con la afirmación delimportantísimo papel que el dinero representa en la constitución delmarco estable necesario para el desenvolvimiento de la actividadeconómica, y con la consiguiente cautela de hacer caer bajo la res-ponsabilidad directa del Estado el control en la creación del dinero,bien a través de un banco central estatal, o bien a través de la implan-tación de una regla fija de crecimiento constante. En mi opinión,esta última posibilidad ocasiona numerosos problemas, tanto a lahora de fijar la regla concreta que se aplicará, como a la de valorar silas circunstancias concretas que hicieron aconsejable una regla deter-minada siguen manteniéndose, o si su constante cambio aconsejaríauna modificación de esa regla, con la consiguiente discrecionalidad eincertidumbre que estas variaciones llevan consigo.

En el marco teórico liberal, la conexión administrativa de las deci-siones acerca del comportamiento del dinero parece cuadrar mejor,por tanto, con las directrices generales de la política económica delpaís, bien a través de la directa dependencia del banco central o bienpor medio de un estricto control y consejo de las decisiones de estaautoridad monetaria.

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32. Milton Friedman, quizás el economista que con más empeño ha defendido laimplantación de una regla de crecimiento constante del dinero, expone cuatrorazones que avalan esta medida: el comportamiento pasado del banco central; laslimitaciones del conocimiento; la promoción de la confianza; y el riesgo de que elbanco central independiente pueda echar por tierra las medidas de política econó-mica del gobierno; véase Friedman, M. (1959) y (1968). A partir de Friedman, labúsqueda de una regla que permita diseñar una política monetaria que mantengala inflación baja sin frenar la actividad económica ha sido una constante entre loseconomistas. Desde la desaparición del sistema del patrón oro, la propuesta que seimpuso a comienzos de los 80 fue la implantación de una regla de crecimientoconstante de la cantidad de dinero. Durante esa década y comienzos de la siguien-te se pusieron en práctica otras modalidades de reglas; véase Barro, R. (1986) yStuart, A. (1996), entre otros.Últimamente, la polémica entre reglas y discreción ya no se formula como undebate entre políticas activistas y no activistas, sino como una combinación demedidas activistas y otras no activistas, aplicadas en función del periodo concretode la economía de un país, según dicte la fórmula diseñada; véase McCallum, B.T.(1996), cap. 10.

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b) Política fiscal

La política macroeconómica en su conjunto se dirige a la consecu-ción de tres objetivos: alto empleo, precios estables y un rápido cre-cimiento económico. Los instrumentos más versátiles que el Estadotiene a mano para dirigir la actividad económica hacia estos fines seencuentran en la política fiscal. Pero el liberalismo aboga por elimpulso de la mano privada y por el protagonismo del individuo; poreso la política fiscal liberal ha de conjugar la intervención del sectorpúblico con la limitación de su gasto a las partidas imprescindibles,bien porque el mercado falla, o bien porque los individuos no soncapaces de coordinar sus actividades libremente. Es decir, el Estadodebe limitarse a aquellas actuaciones reclamadas por el principio desubsidiariedad. Ya ha quedado claro que el liberal no es ni un anar-quista ni un enemigo acérrimo del Estado, sino un convencido de laprimacía del sector privado.

Por este motivo, las medidas de política fiscal en la perspectiva libe-ral deben procurar un nivel mínimo de impuestos, para que el impul-so principal de la economía venga del lado de la inversión y del sec-tor privado. Al disponer los individuos de mayor y mejor informa-ción, es más probable que sus decisiones y elecciones sean más opti-mizadoras que las del Estado y, además, que se tomen a través de lacooperación voluntaria, respetando en todo momento el imperativode defender la libertad individual.

Uno de los activos más valiosos de la sociedad es el factor humano ysu dotación de recursos, entre ellos el conocimiento y la experienciaadquiridos a lo largo de su vida y su trabajo. La cantidad de infor-mación que el conjunto de los individuos posee hace progresar a unasociedad, siempre que se les permita el uso libre de esa información.El amplio y variado espectro de comportamientos personales desem-bocará necesariamente en resultados variados, posibilitando unasociedad pluriforme y enriquecida.

El modo de organizar la sociedad y la actividad económica puedeahogar esos canales e inutilizar gran parte de la información particu-lar que, aunque fragmentada, es detallada e interesante -precisamen-te en su fragmentación descansa su eficacia- y permite que cadaindividuo la pueda asimilar, analizar, aplicar a sus circunstanciaspeculiares y rentabilizar. Si el Estado es el que asume la función dedecidir, pretendiendo aglutinar toda la información, el resultado será

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paralizante, ya que, además de la coerción que supone sustituir laescala de valores de los individuos por la escala de valores del esta-dista, necesariamente esa información será más pobre, más generali-zada y, por tanto, menos útil para los millones de decisiones puntua-les que se toman en la economía. Por último, el mecanismo de reac-ción ante los cambios será rígido y lento.

Ahí radica la diferencia entre planificar de arriba hacia abajo o deabajo hacia arriba. La planificación vertical descendente empobrecela sociedad y entorpece el sistema, mientras que la ascendente orde-na los propios intereses en la promoción del bienestar de todos.Además, cuando los individuos arriesgan su propio dinero, tienen unincentivo mayor para elegir bien y sopesar detenidamente la infor-mación relevante, pues la implicación personal en la decisión es deotro orden.

De aquí que el sistema impositivo se deba limitar a la financiacióndel gasto público controlado y, por tanto, sea necesario evitar el usode los impuestos como un sistema redistributivo de la renta. Por elcarácter libre del intercambio económico -que lleva consigo la asun-ción de los riesgos y beneficios implicados en cada decisión-, la rentaha de asignarse por el canal adecuado, que es la propia actividad eco-nómica, y no los impuestos. El sistema ya cuenta con unos compen-sadores inmediatos del riesgo: el salario y el beneficio.

Esta cuestión entronca directamente con la controvertida discusiónentre igualdad de oportunidades e igualdad de resultados. El Estadodebe favorecer una “carrera abierta a los talentos”, es decir, debe eli-minar las trabas que impidan el libre desarrollo de las capacidades,talentos y activos con que cada agente económico cuenta. Su misiónno es equilibrar las condiciones de partida, porque esta tarea excedesus competencias y además es una misión imposible.

La igualdad completa es inalcanzable porque el conjunto de las habi-lidades de cada persona es, en cierta medida, incomparable. Es difí-cil medir, por ejemplo, la inteligencia, la perspicacia, la audacia, laconfianza en uno mismo, la amabilidad, la intuición, etc., y compa-rarlas con esas mismas virtudes en otra persona. Junto a estos valo-res constitutivos del individuo, se deben tener en cuenta la familia yel ambiente social donde uno ha nacido o se ha educado, las posibi-lidades de acceder a una buena formación, la posición económicarecibida, etc. Las dificultades para delimitar los valores a considerar

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para una verdadera igualdad de oportunidades han llevado a muchoseconomistas a desistir de este propósito; se han limitado a eliminartodos aquellos factores discriminatorios, o han utilizado otros crite-rios como la igualdad de renta. Una medida de desigualdad amplia-mente usada es la curva de Lorenz o el coeficiente de Gini33. SegúnAtkinson y Stiglitz, para llegar a una posición de salida de igualdadse ha de equilibrar el conjunto de tres tipos de factores: las cualida-des personales (capital humano, riqueza, etc.); los gustos con respec-to al ocio y al trabajo, al consumo y al ahorro, al riesgo, etc.; y la suer-te. Esta tarea es sumamente difícil34.

Si el Estado no debe imponer un idéntico punto de partida, muchomenos debe provocar que el punto de llegada sea el mismo paratodos, porque ello adulteraría la naturaleza propia del actuar econó-mico, que cuenta con el juego entre riesgo y beneficio, con el factorcompensador que supone el salario, con la seguridad laboral, asícomo con la importancia de incluir el ocio y la elección personal enla consideración final del bienestar individual35.

Una vez establecido el presupuesto de que los impuestos han defavorecer la acción libre y la iniciativa personal, y limitarse estricta-mente a financiar el gasto público necesario, el debate acerca de quétipo de impuesto hay que establecer (si fijo o variable o una combi-nación de los dos modelos, si la tasa ha de ser constante o progresi-va, si cabe algún tipo de impuesto negativo, etc.) nos llevaría dema-siado lejos y desde luego no sería posible presentar ninguna opcióncomo la representante del planteamiento liberal. No hay un claroconsenso a favor de una de las opciones, aunque, en coherencia conlos postulados liberales, la alternativa de un impuesto fijo y negativo,en algunos tramos de renta, se ajusta más a la política liberal36.

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33. Barr, N. (1998), cap. 6.34. Okun, A.M. (1975), p. 76. El artículo clásico sobre la medida de la desigual-dad es Atkinson, A.B. (1970). Un artículo que contiene una amplia bibliografíasobre el debate acerca del concepto de pobreza y sobre cómo enfocar la desigual-dad en la política fiscal, en Sen, A. (1992).35. Atkinson, A.B. y Stiglitz, J.E. (1980) y LeGrand, J. (1984).36. Actualmente son muchos los economistas a favor del impuesto fijo y negativo,tanto porque es más justo como por su eficiencia y mayor recaudación. Esta defen-sa no depende de su ideología subyacente. Por ejemplo, recientemente J. Meade(1995) -defensor de una economía mixta entre el sistema de precios y una cierta

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Sea cual sea el sistema impositivo elegido, el debate más apasionadoacerca de la política fiscal se centra en qué sectores y bajo qué pro-gramas el Estado está legitimado para intervenir en la economía. Elllamado conjunto de “medidas de bienestar social”, nacidas en teoríapara proteger y beneficiar principalmente a los más desfavorecidos -aliviando o eliminando la pobreza absoluta y relativa, reduciendo lasdesigualdades a través de una distribución de la renta más justa yprocurando a la vez la integración social y la mejora de la sociedad-,abren la puerta a un posible crecimiento excesivo del Estado, queatentaría contra los principios de la filosofía liberal y nos conduciríaa una común confusión entre el “Estado de Bienestar” y el “EstadoProvidencia”.

Para que esto no suceda, el criterio liberal aboga por unos programasestatales lo menos universalistas posibles y ofrece siempre la alterna-tiva entre el sistema nacional obligatorio, conocido como SeguridadSocial, y el privado optativo en todos sus programas, desde las pen-siones de jubilación hasta los seguros de desempleo y otros similares.Los subsidios que el Estado concede en especies -sanidad, vivienday educación principalmente- deben regirse por el derecho del indi-viduo a elegir, deben eliminar la idea de que el Estado paga sin afec-tar a la renta individual -es decir, que lo pagan “otros”-, y han de evi-tar el entorpecimiento del funcionamiento normal del mercado conmedidas reguladoras.

Vamos a explicar brevemente las argumentaciones liberales en cadauno de estos programas.

La presentación habitual de la Seguridad Social ha sido la de un plande contribuciones personales que permitirá, cuando el trabajadordeje el puesto laboral, por enfermedad, despido o jubilación, reinte-grarle ese dinero a través de subsidios monetarios, y además repartirprestaciones a otra gente necesitada. Por tanto, se considera como un

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planificación- y R. Douglas (1995) -partidario de la liberalización del mercado yla reducción del papel del Estado-, han abogado por una versión del impuestonegativo. Aunque, como hemos dicho, el planteamiento liberal es más coherentecon un impuesto negativo, ya que vuelca la responsabilidad en el individuo, en lamedida en que el Estado no le proporciona ayudas en especie: educación, vivien-da, etc., sino el dinero suficiente para elegir lo que, a su juicio, más le beneficie.

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sistema de contribuciones y prestaciones, y a la vez como un seguropara los contribuyentes.

Pero para valorar adecuadamente la coherencia de este sistema den-tro de una configuración socio-económica liberal se deben tener encuenta las siguientes consideraciones: en primer lugar, al tratar defavorecer a aquellos sectores de la sociedad menos pudientes o queatraviesan momentos en los que tienen menos posibilidades devalerse por sí mismos, principalmente a los ancianos y a los pobres,el sistema se financiará siempre y cuando los contribuyentes seanmás numerosos que los receptores. Así sucedió en el inicio pero, conel paso del tiempo, la pirámide de la población se ha ido invirtiendo:el número de receptores ha pasado a ser mayor que el de contribu-yentes, lo que ha provocado un notable aumento en la tasa contribu-tiva para mantener el gasto. Esta nueva situación, además de poneren duda la viabilidad del sistema, origina unas nuevas relaciones quecuestionan la equidad del planteamiento inicial.

Los más beneficiados son los de mayor edad, ya que han empezadoa pagar a una edad más avanzada: al ser la Seguridad Social uninvento reciente sus contribuciones eran más pequeñas que las actua-les. Por tanto, en términos absolutos y relativos, cobran más de lo queingresan y, en consecuencia, los jóvenes pagan más de lo que recibeno recibirán, ya que la Seguridad Social no crea riqueza, sólo distribu-ye renta. Además, es un sistema injusto con las generaciones futuras,que tendrán que cargar con una generación extensa de ancianos,cuando lo más razonable sería que cada uno planificara su rentafutura del modo que le pareciera más conveniente, sin perjudicar alos demás. En los modelos de expectativas racionales, que introdu-cen consideraciones intergeneracionales en la toma de decisiones, elfactor demográfico cobra especial importancia, al tener en cuenta loscomportamientos de los impuestos y las tasas de interés en el futu-ro, que serán modificados por las actuales contribuciones a laSeguridad Social y por la necesidad de financiar las futuras presta-ciones. Estos modelos parten de la consideración de la SeguridadSocial como un sistema redistributivo de la renta37.

En segundo lugar, para muchas personas, las contribuciones nocorresponden a las prestaciones: nunca recibirán una cantidad idén-

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37. Feldstein, M. (1974); Blanchard, O. (1985) y Barro, R.J. (1989).

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tica a la aportada ya que, si no, no se podría repartir a la gente másnecesitada, ni satisfacer otras necesidades sociales.

En tercer lugar, las contribuciones no se usan para pagar las presta-ciones que uno recibirá en un futuro sino para cubrir las que se con-ceden en la actualidad, es decir, que van a otras personas. El contri-buyente lo único que consigue es una cualificación -satisfacer ciertosrequisitos administrativos- a fin de poder recibir esas prestaciones enel futuro, siempre y cuando las generaciones futuras estén dispuestasa financiarlas con sus contribuciones. Por tanto, propiamente habríaque hablar de impuestos más que de contribuciones.

Por otra parte, la entrada del Estado viene justificada en el plantea-miento liberal bajo el principio de subsidiariedad, por ello, lo conse-cuente es permitir primero al sector privado cubrir estas contingen-cias, ofreciendo diversos sistemas de aseguradoras, tanto de la jubi-lación como del desempleo, y dejando libremente que los individuosopten por unas o por otras. Para evitar la siempre desagradable situa-ción de los poco previsores, que prefieren el gasto actual a la provi-sión de fondos para el futuro, y que puede provocar situaciones futu-ras de indigencia, con la consiguiente externalidad negativa para elconjunto de la sociedad38, parece razonable establecer un sistema concierto carácter obligatorio, por lo menos en la suscripción del segu-ro, dejando a la libre elección si se contrata con instituciones públi-cas o con privadas39.

El subsidio de desempleo, aun cuando comparte muchos de los razo-namientos aplicados más propiamente a las pensiones de jubilación,tiene algunos aspectos específicos. En primer lugar, la concesión delsubsidio de desempleo, al cubrir una contingencia actual que recla-ma una solución urgente y habitualmente traumática (la pérdida delempleo suele suponer un serio revés por las consecuencias negativas,tanto en el plano profesional -pérdida de capacitación y preparación-,

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38. No obstante, este resultado sería fruto del libre juego del riesgo-beneficio, enel que se basa todo el sistema económico liberal. En este caso se opta por no sus-cribir un seguro, asumiendo el riesgo de que no se necesitará por los motivos quesean.39. Gran parte de los estudios actuales dirigidos a replantear el sistema de laSeguridad Social apuntan a este tipo de soluciones privadas, o a sistemas mixtosentre la provisión privada y la pública; véase Jasay, A. de (1989).

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como económico -pérdida de ingresos necesarios para el sosteni-miento personal y de la familia-), elimina la notable dosis de tensiónque se introduce en la vida familiar y tiene un efecto muy positivo.Pero junto a esta bondad inicial, implica algunas consecuenciasnegativas, ya que incentiva a prolongar las situaciones de desempleo,merma la capacitación laboral y los hábitos de trabajo y dificulta, portanto, la reincorporación al mercado laboral. La literatura sobre larelación entre la concesión de estos subsidios y el aumento deldesempleo es abundante, y refleja una correlación positiva entre losdos factores, aunque a decir verdad no muy significativa, dada la difi-cultad de separar esa relación de otros factores de influencia en eldesempleo40.

Los programas de subsidios en especie, principalmente la sanidad,la vivienda y la educación revisten algunas características específi-cas y otras comunes. Un elemento común a los tres sectores, asícomo a otros programas similares, consiste en desvelar el falazrazonamiento de que esos subsidios no son financiados por nadie,que el anonimato no excluye que alguien concreto los financie. Sihay personas que no pueden costearse los gastos médicos, o unavivienda o la educación, las ayudas por estos conceptos son aporta-das por otros contribuyentes, y por tanto suponen un ejercicio deredistribución de la renta, ajeno por completo a las reglas del mer-cado. Esto no quiere decir que esas ayudas no sean legítimas, yaque se pueden incluir dentro del sistema de economía de mercadounas consideraciones de solidaridad y de contribución al bien con-junto de la sociedad. Sin embargo, se debe distinguir entre un sis-tema de seguros, que no es el caso, y otro de impuestos, que sí es elcaso. Por otra parte, tampoco es cierto que el beneficiario no pagueparte de esos servicios -la gratuidad total no existe-. Las contribu-ciones a la Seguridad Social de las empresas se detraen realmentede los mayores salarios que se hubieran pagado, o de los puestos detrabajo que se hubieran creado si esas cargas sociales fueran meno-res que lo que son en realidad.

Por otra parte, parece más acorde con el planteamiento liberal quecada persona decida si quiere suscribir un seguro por este concep-to o si prefiere asumir el riesgo de no caer gravemente enfermo, por

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40. Atkinson, A.B. (1987) y Sen, A. (1999).

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un lado, o si prefiere asegurarse de modo privado o elegir el siste-ma estatal, por otro. La propuesta liberal consistiría en una ofertade aseguradoras médicas, bien privadas o públicas, que respete laopción de elegir una u otra o de no elegir ninguna. Al cubrirlos laaseguradora, esta medida solucionaría el caso de las familias que,en un momento concreto, no pudieran hacer frente a unos gastosmédicos elevados. Todo dependerá de qué póliza de seguros sequiera suscribir. Incluso cabe la opción de no asegurarse porqueuno está convencido de gozar de muy buena salud y quiere renta-bilizar mejor ese dinero destinándolo a cubrir otras necesidades,personales o familiares. El Estado no debería obligar a nadie a ase-gurar su futura salud. Cuando una persona compra un seguromédico está apostando dinero a que va a caer enfermo o a que va anecesitar asistencia médica en un futuro. En la otra parte contra-tante, la compañía de seguros está apostando a que el total de laspólizas pagadas por esa persona va a ser menor que el eventual des-embolso económico de la posible asistencia médica futura. Si alfinal cae enfermo, gana el individuo, obteniendo el premio por laapuesta; si se mantiene sano, gana la aseguradora. Lo que no seríaaceptable es que una vez acatadas las reglas del juego y establecidaslas apuestas, se modificase la distribución del dinero fruto de estasdecisiones por criterios ajenos a las propias reglas del juego41.

Además, cuando el Estado se responsabiliza de ofrecer estos servi-cios, al no existir un compromiso con la cuenta de resultados -noes el propio patrimonio el que se arriesga, ni tan siquiera el puestode trabajo-, el incentivo para cuidar la competitividad que garanti-ce la futura clientela desaparece. Al ser probable la reducción en la

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41. La dificultad en la provisión de aseguradoras en los cuidados médicos a travésdel mercado privado radica en los problemas de información, concretamente en losde información asimétrica, del mismo modo que sucedía en los seguros de desem-pleo. Los pacientes no conocen ni pueden conocer el nivel de cuidados médicosque demandarán en un futuro, ni las probabilidades de éxito de diferentes trata-mientos, ni tienen conocimientos suficientes de medicina para discriminar quéaseguradoras ofrecen garantías. Para que pueda haber seguros médicos, la proba-bilidad de necesitar un tratamiento médico ha de ser conocida o estimable, menorque uno, y no se pueden presentar casos de selección adversa ni de azar moral. Peroestas condiciones no se cumplen en situaciones que no sean de información per-fecta. Por tanto, parece haber motivos para defender la sanidad pública o un siste-ma mixto; véase Arrow, K. (1963) y Culyer, A.J. (1993).

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calidad del servicio, en la rapidez -las listas de espera se incremen-tan abusivamente- y en el trato, el ciudadano se inclinará a contra-tar un seguro privado además del público, lo que supondrá unaduplicación de costes para el individuo.

Algo similar ocurre con el problema de la educación, ya que elcompromiso del Estado por asegurar un nivel mínimo en los ciu-dadanos no exige que sea el propio Estado el que ofrezca esta ense-ñanza. Los centros educativos privados tienen más incentivos paraofrecer un sistema de calidad y competitivo, porque es su propiodinero el que está en juego42. El Estado se limitaría a garantizar enlos centros de enseñanza aprobados un nivel determinado de cali-dad; un número de asignaturas troncales que proporcionen una cul-tura común y una base de conocimientos suficientes para cumplir elobjetivo de este nivel de educación; un número adecuado de profe-sores por alumnos, etc. Además, caería bajo su responsabilidad lafinanciación de las familias que no dispusieran de renta suficientepara hacer frente a los gastos escolares, a través de subvenciones diri-gidas directamente a los centros aprobados, o entregadas a las fami-lias, mediante un cheque educativo. Así, cada familia podría elegirlibremente el tipo de educación que desea para sus hijos. En estecaso, el Estado también debería velar por el empleo adecuado deestos vales, es decir, que no se desvíen hacia otros bienes de consu-mo o a satisfacer otras necesidades de la familia.

Este sistema posibilitaría encauzar de mejor modo el interés de lospadres por la educación, a la vez que dotaría de un mayor campo paraejercitar la libertad y permitiría elegir qué tipo de educación va arecibir su hijo, y en qué escuela. Por otra parte, fomentaría la sanacompetencia entre los profesores y los centros educativos, al depen-der su futuro del juicio del mercado y de la competencia, y no de dis-posiciones administrativas permanentes. A la vez, proporcionaríamayores oportunidades a los más desfavorecidos en su capacidad deacceso a escuelas de mayor nivel académico, al desvincularlo del

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42. Es muy difícil exigir calidad y competencia en los profesores si no hay merca-do libre, si sus salarios no dependen de su esfuerzo personal y de su capacitación.Los padres, al perder el control de las escuelas, que no dependen de sus pagos,están indefensos ante la formación que se imparte a sus hijos, tanto si es deficien-te como si es perjudicial. Todo está en manos de los funcionarios estatales de laeducación y esto, evidentemente, conduce a la pérdida de eficacia y calidad.

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lugar donde se reside. Con ello se evitaría que muchas familias paga-sen dos veces la educación de sus hijos (los impuestos por este con-cepto y la matrícula en los colegios privados).

c) Política internacional

Por último, los principios de actuación aplicados a la economíanacional se han de mantener de igual modo en la dimensión exter-na. Como bien señala Schwartz43, no hay motivo para tratar teórica-mente de distinto modo el comercio internacional del comercio inte-rior, especialmente en estos tiempos en los que la interrelación entrelas economías nacionales provoca que gran parte de las decisionestomadas dentro de un país terminen afectando a algún sector de laseconomías vecinas, sobre todo las que se refieren directamente a lasrelaciones económicas entre los países y a la regulación de los caucespor los que se canalizan las actividades económicas internacionales,agrupadas fundamentalmente en la organización monetaria y en elcomercio. Los efectos de una y otra están interconectados, pues lasmedidas que afectan al tipo de cambio entre las distintas monedasrepercuten directamente en la balanza comercial, al modificar elpoder adquisitivo de la moneda nacional, con sus consiguientes inci-dencias en el volumen de importaciones y exportaciones. Estos desa-justes pueden dar entrada a la puesta en práctica de actitudes protec-cionistas y arancelarias y constituyen el campo de actuación de loscontroles del comercio internacional.

Como el mercado de divisas es exactamente igual a cualquier otromercado, el político liberal argumentará una vez más que su eficaciadependerá de que se respete el funcionamiento del sistema de precios.Si el precio de las monedas, o el tipo de cambio, no fluctúa libremen-te, no se mueve según los deseos de los particulares, no transmitirá lainformación suficiente y necesaria para que las decisiones económicassean óptimas y eficientes. Aunque partamos de un precio de equili-brio, si éste no se mueve libremente, cualquier cambio que repercutaen el deseo de los individuos -por ejemplo, un aumento de la eficien-cia en la producción en el extranjero, una subida de la inflación deproductos básicos en un país, un cambio en el gusto de los consumi-dores, etc.- producirá inmediatamente un desajuste monetario ygenerará déficits o superávits en la balanza de pagos.

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43. Schwartz, P. (2001), p. 5.

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Cualquier recurso, ajeno al libre movimiento de los precios, paraintentar equilibrar estos desajustes, bien sea el uso de las reservasmonetarias, la modificación de los precios internos, la variación esta-tal del tipo de cambio o el control directo sobre el comercio, condu-ce a un entorpecimiento del funcionamiento del mercado y provocauna mayor ineficacia. Por esta razón, el tipo de cambio ha de estarregulado por las fuerzas del mercado, y para ello ha de ser flexible44.Con tipos de cambio flexibles, cualquier variación en las circunstan-cias condicionantes de la actividad económica será integrado en laspropias fuerzas y mecanismos del mercado; es decir, si un factor con-creto ocasiona un superávit en la balanza de pagos, el tipo de cam-bio reaccionará inmediatamente y provocará el abaratamiento de losproductos extranjeros en relación a los nacionales. Esto hará queaumenten las importaciones y se reduzcan las exportaciones, lo quecompensará ese desajuste y permitirá alcanzar nuevamente el equili-brio. Si se provoca un déficit, el proceso será el contrario. Por otraparte, la variación del tipo de cambio permite inyectar en el sistemalas divisas suficientes para financiar esa nueva distribución de labalanza comercial.

La razón de esta eficacia es la misma que la del sistema de preciosdel mercado libre: la información transmitida, que facilita a los agen-tes económicos no sólo la rapidez en la toma de decisiones, sino tam-bién el acierto.

Idéntica argumentación descansa en la defensa del comercio inter-nacional libre, exento de cualquier restricción o control: fundamen-talmente medidas estatales de protección de productos nacionalespara favorecer la exportación de cara a mejorar la balanza comercial,o aranceles para impedir las importaciones. Si se frenan artificial-mente las importaciones ocasionadas por precios inferiores en países

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44. Actualmente, además del sistema flexible, fijo y mixto del tipo de cambio, seconsideran otras alternativas: fijar la moneda respecto a un conjunto de divisas yno a una sola; permitir la fluctuación dentro de una banda fija; mantener dos o mástipos de cambio según la clase de transacción realizada. Esta última opción carac-teriza las nuevas formulaciones acerca de las reglas. Éstas ya no se conciben comouna única fórmula válida para todos los casos, sino que evolucionan hacia comple-jas formas, combinando políticas activistas con otras pasivas, según las circunstan-cias del caso contempladas en la fórmula; véase McCallum, B.T. (1996) y Flood,R.P. y Marion, N.P. (1992).

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extranjeros, se provoca un impuesto extra a los consumidores de esosproductos, que se ven obligados a comprarlos en su país a un preciosuperior al que podrían conseguirlos en el extranjero. De esta forma,se impide que esos recursos se asignen del modo más eficiente posi-ble y que reviertan en sectores en los que rendirían más. También sepermite el mantenimiento de empresas no rentables, o que no loserían en situaciones de libre competencia, perjudicando así a la efi-ciencia de la economía considerada en su globalidad. Además, losaranceles, las subvenciones, o cualquier otra medida proteccionista,generan beneficios ajenos a las leyes de la economía de mercado, quefacilitan la aparición de beneficiarios hostiles a la libertad económi-ca y que acaban convirtiéndose en grupos de presión que dificultannotablemente la desaparición de esas medidas, una vez implanta-das45.

Como el objetivo de la economía no puede ser exportar por expor-tar, sino generar empleo productivo, y éste es más productivo en lamedida en que se asignan más eficazmente los recursos, se ha de per-mitir al comercio internacional un funcionamiento libre, sin imposi-ción de restricciones ajenas a las leyes del mercado.

IV. Conclusiones

Una vez revisadas las recomendaciones que el liberalismo hace acer-ca de las políticas económicas, salta a la vista que la doctrina liberalno establece una disyuntiva taxativa entre el Estado y el mercado,sino que busca su integración, su complementariedad, dentro de unaconcepción en la que prima la libertad individual46. El liberal no esun anarquista ni un ser egoísta que mira por su propio y exclusivointerés, sino que aboga en todo momento por ensalzar el papel pro-tagonista del hombre, y por evitar que el Estado ahogue, en su afánde proteger y prestar servicios al individuo, su libertad de elegir y deobrar. El enemigo del auténtico liberalismo no es la economía plani-ficada o una sociedad comunista, modelos que han desaparecido casi

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45. Olson, M. (1999).46. “La teoría clásica liberal no ha aclarado nunca la relación entre ‘Estado’ y‘Mercado’, dejando entender que el segundo pudiese sustituir al primero. No esverdad y este vacío ha dado una ventaja inmerecida a la teoría socialista y socialque piensa exactamente lo contrario”; véase Perlanda, C. (1995), p. 70.

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por completo del espectro político mundial, sino el crecimientoexcesivo y desnaturalizado del llamado Estado de Bienestar, que estáprovocando una posible crisis del sistema entero.

El debate actual acerca de la crisis del Estado de Bienestar es amplí-simo. Los motivos aducidos por los defensores de la reducción delpapel del Estado en la vida económica son principalmente la fuertecarga fiscal que lleva consigo la creciente puesta en práctica de estasmedidas, así como los notables déficits que se generan cuando no esposible afrontar todo el gasto47. Son muchas las razones que expli-can este crecimiento: la evolución demográfica (descenso de naci-mientos y aumento de la esperanza de vida, que provocan un enve-jecimiento notable de la población); la globalización (las fronterasson cada vez menos relevantes y dificultan que un país se resista a lapresión de la demanda de mayores prestaciones sociales en la comu-nidad internacional); la incorporación de la mujer al mercado labo-ral; los cambios en la estructura de los trabajos (cada vez se deman-dan mejores cualificaciones personales y aumenta la bolsa de pobre-za entre los menos preparados); y la creación de nuevas necesida-des48.

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47. La consecuencia directa de este aumento del gasto es el incremento del défi-cit, que provoca a su vez un aumento de la deuda pública y de los intereses, con suconsiguiente freno a la actividad económica. Muchos economistas opinan que tansólo una reducción considerable de estas partidas, especialmente de la SeguridadSocial y de los subsidios de desempleo, permitirá a los países superar la grave cri-sis en la que se encuentran. También los hay que defienden que no hay ningunacrisis en el Estado de Bienestar y que no hay motivo para ser alarmistas ni por quéreducir las partidas en las prestaciones sociales, pensiones, subsidios, etc. Otros sonpartidarios de modificar algunos de sus programas. Para un buen tratamiento deesta cuestión véase Esping-Andersen, G. (1996); Glennerster, H. (1997) y Barr,N. (1998).En los últimos años, la evidencia de los fallos de la propiedad estatal en la econo-mía a lo largo y ancho del mundo, y los avances en las teorías acerca de la propie-dad y los contratos, han reabierto el debate acerca de la propiedad estatal frente ala privada, inclinando la balanza del lado de la segunda. Los argumentos más recu-rridos son los mayores incentivos que la mano privada tiene para reducir los cos-tes de producción y para fomentar la innovación en calidad, así como una menorincidencia de presiones electorales, favoritismos y corrupción; véase Shleifer, A.(1998) y Hart, O. (1990).48. Esping-Andersen, G. (1996).

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El peligro del Estado de Bienestar radica en que ha surgido de lapropia entraña de la economía de mercado, asociándose a su destinocomo si fuera un hijo natural de ésta, cuando la realidad es bien dis-tinta49. Precisamente bajo la bandera del bienestar y de la igualdad,el supuesto liberalismo del siglo XX ha vuelto a las políticas pater-nalistas y de intervención estatal contra las que lucharon los libera-les clásicos. Ha pasado de enfatizar la primacía de la libertad a des-tacar el bienestar como objetivo. Este vuelco en sus fines es conse-cuencia, principalmente, de la escisión que sufrió la tradición liberalen un momento concreto de la historia. La desacertada recepción desu doctrina tanto en Inglaterra como en Francia, debido al empiris-mo y al racionalismo imperantes en uno y otro país, desvirtuó la con-cepción inicial del liberalismo, nacida en la escuela de Salamanca, yque sostenía una antropología cristiana y una metafísica realista queprimaba la libertad del hombre, la soberanía popular y la propiedadprivada por encima de todo. Esta falsificación permitió el desequili-brio entre el Estado y el mercado y legitimó la invasión del primeroen terrenos propios del segundo, dando lugar a tensiones entre unoy otro y a materializaciones erradas de una auténtica economía demercado.

Por eso, en la tarea de establecer la nueva configuración política ysocial que reclama el reciente orden mundial, la solución no radicaen descartar el liberalismo como un sistema anacrónico o quedesemboca en los conflictos aludidos en la introducción de este tra-bajo, sino en rescatar sus principios originarios, depurándolos de lasinfluencias del individualismo pragmático y del racionalismo agnós-tico que han adulterado su composición hasta desvirtuar su esencia.

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49. La amenaza de la irrupción de la búsqueda del bienestar como objetivo econó-mico que legitima la intervención estatal ya fue anunciada hace tiempo por H.Spencer (1940) al analizar la raíz de la evolución producida en el concepto de libe-ralismo. Al principio, se concebía como libertad de mercado y como algo opuestoa la coerción del Estado. Gracias al liberalismo, se suprimieron agravios e injusti-cias, lo que provocó un aumento en el bienestar de la mayoría. Poco a poco esteaumento de bienestar no se fue considerando como un subproducto de la desapa-rición de las trabas sino como un fin en sí mismo. El liberalismo pasó a ser laacción del Estado que conduce hacia ese bienestar de la mayoría. Este liberalismoadulterado fue blanco de las críticas de Spencer, que argumentó que la libertad demercado era más básica que el bienestar de la mayoría, crítica que ha sido conti-nuada por numerosos economistas liberales.

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Así será posible reconectar la economía de mercado con una concep-ción del hombre anclada en una naturaleza común, con una dimen-sión perfectiva relacional, en la que el individuo no se pueda desen-tender de los vínculos y responsabilidades sociales, porque está enjuego su propio desarrollo personal50.

Pienso que el liberalismo aporta una estructura muy valiosa para laconfiguración social, ya que hace descansar el edificio económico ypolítico en la libertad del hombre y en su capacidad de perfeccionar-se en la búsqueda de su propio interés -no egoísta-, por medio dedecisiones libres y responsables. Pero esta dimensión del liberalismoes sólo un primer paso, necesario, importante, pero no suficiente. Larecuperación del liberalismo y su regeneración -su mejora- tiene algoque ver con las nuevas directrices apuntadas por determinados soció-logos de las terceras vías, especialmente por Etzioni, en cuanto querecobran la dimensión personal, relacional, del ser humano. Estarecuperación del individuo como ser personal, es decir, en primerainstancia como sujeto de derechos y protagonista de su libertad, y ensegunda instancia como ser que se desarrolla y perfecciona en surelación con el resto de los ciudadanos de la sociedad, permite dotara la visión liberal de una antropología más adecuada para las exigen-cias que comporta el nuevo orden social. También facilita la intro-ducción en la economía de mercado de un concepto que necesitaocupar un papel más importante en las sociedades futuras: la solida-ridad como virtud humana.

Con estas conclusiones sólo pretendo apuntar el camino que, en miopinión, debe recorrer el liberalismo que necesita el siglo XXI.

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50. Pierpaolo Donati, en un clarificador artículo (2001), ilustra acertadamente, enmi opinión, el gran peligro que entraña la carta de legitimidad del Estado deBienestar, y muestra que éste es un fruto de la escisión de la que venimos hablan-do. Tras enumerar un amplio elenco de las causas que tradicionalmente se achacana la crisis del Estado de Bienestar, distinguiendo entre las internas (problemas delegitimación política y cultural, de organización, de regulación social, de recursosy costes) y las externas (problemas de impulso económico, problemas que provie-nen de las formaciones sociales intermedias, cambios demográficos, dificultad paragestionar grupos y estratos sociales ajenos al Estado de Bienestar), Donati señalaque lo que deslegitima de raíz al Estado de Bienestar es que los estilos de vida quesostiene rompen los vínculos sociales y provocan soledad y fragmentación social,erosionando la solidaridad, que debe ser el tejido fundamental del propio Estado.

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Tipologías de las empresasfamiliaresMiguel Ángel Gallo*

La empresa familiar tiene como elemento propio la coincidencia de dos realidades que sesuperponen y evolucionan unidas: la empresa y la familia. Sin embargo, conforme avan-za la investigación sobre las empresas familiares, cada vez es mayor la evidencia de queno se puede hablar de ellas como si todas respondieran a un único modelo. De aquí laimportancia de disponer de esquemas que ayuden a clasificarlas y que permitan describirde manera más precisa sus características peculiares. A continuación se van a comentarvarios de estos modelos, siguiendo de manera aproximada el orden cronológico en el quese dieron a conocer por sus autores.

Palabras clave: Empresa, Familia, Empresa familiar, Supervivencia, Relevo genera-cional.

Family firms bring together two distinct realities which overlap and evolve. They do notfollow a single pattern, however. Hence the need of a framework that allows us to clas-sify and describe the different kinds of family firms. The article comments on the diffe-rent models presented in a historical order.

Keywords: Enterprise, Family, Family Firms, Survival, Succession Plan.

I. Introducción

El estudio de las empresas familiares ha alcanzado durante la últimadécada un notable protagonismo en todo el mundo económicamen-te desarrollado. Son muchas las cátedras universitarias orientadas almismo1, existen varias instituciones internacionales que lo promue-ven con intensidad2 y el número de artículos y libros publicadossigue creciendo año tras año.

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* Miguel Ángel Gallo es profesor emérito de Dirección General del IESE. Es titular dela primera cátedra de Empresa Familiar en Europa.

1. McCann, G. (2003).2. Destacan entre ellas el Family Firm Institute (FFI) y el Family Business Network(FBN), con varios miles de personas y empresas asociadas, así como laInternational Family Enterprise Research Academy (IFERA), que agrupa a buenaparte de los académicos activos en el campo de la empresa familiar.

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Sin embargo, los argumentos usados a favor y en contra de este tipode empresas por la mayoría de las personas que con ellas se relacio-na no pasan de ser generalizaciones aplicadas sin mayor análisis atodas las situaciones.

Así ocurre, por ejemplo, con la conocida afirmación: “Una de lasgrandes ventajas de las empresas familiares es su agilidad para cam-biar”. Afirmación que no puede sostenerse cuando se constata que lagran parte de las empresas familiares, incluso líderes, está operandoen mercados maduros o con productos maduros3, sin seguir de formaconvincente la estrategia y la organización adecuada a este tipo deproductos y mercados, y que una importante mayoría ni se plantea lanecesaria revitalización estratégica para salir de ellos4.

Lo mismo ocurre con otro tipo de afirmaciones peyorativas, como laconocida expresión: “Las empresas familiares no sobreviven a la ter-cera generación”. Afirmación que resulta contraria a comprobadasrealidades como, por ejemplo, el hecho de que el 32% de las empre-sas que forman parte del grupo Standard & Poors 500 está formadopor empresas familiares5.

Al mismo tiempo, es frecuente que las personas tiendan a extrapolarlo que conocen, o pretenden conocer, de una o pocas empresas fami-liares a su conjunto, y les resulta difícil aceptar la validez de experien-cias diferentes a las suyas. Por eso suelen afirmar con rapidez:“bueno, eso que comentas debe ser un caso excepcional”.

Sin embargo, conforme avanza la investigación sobre las empresasfamiliares, cada vez es mayor la evidencia de que no se puede hablarde ellas como si todas respondieran a un único modelo. Por el con-trario, hoy en día es posible identificar y clasificar muchos y muydiferentes tipos de empresas familiares, observándose empíricamen-te que lo que en unos tipos resulta ser cierto en otros es falso.

De aquí la importancia de disponer de esquemas que ayuden a cla-sificarlas6 y que permitan describir de manera más precisa sus carac-terísticas peculiares. En efecto, el apoyo en estas tipologías, y en las

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3. Simon, H. (1997).4. Ward, J.L. (2004).5. Anderson, R.C. y Reeb, D.M. (2001).6. Gibb Dyer, W. Jr. (2003).

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futuras que se descubran, facilitará la enseñanza sobre empresa fami-liar y permitirá enfatizar lo que resulta más adecuado a cada tipo deempresa; serán más exactas las comparaciones de los resultados deinvestigaciones de unas clases de empresas con otras, y se orientaránde manera más específica las soluciones y planes de acción pararesolver algunos de sus problemas.

Sin intención de ser exhaustivos, a continuación se van a comentarvarios de estos modelos, siguiendo de manera aproximada el ordencronológico en el que se dieron a conocer por sus autores. Los prin-cipales criterios empleados para la selección han sido su nivel deaplicación tanto en la investigación como en el asesoramiento deempresas familiares, y la complementariedad de unos con otros.

II. El modelo de los tres círculos7

El modelo de los tres círculos, probablemente el primero que se pre-sentó en el tiempo, es uno de los que han sido más empleados paradescribir distintas situaciones actuales y futuras de las empresasfamiliares.

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Figura 1. Empresa familiar

7. Tagiuri, R. y Davis, J.A. (1982).

6

1 3

2

5

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Directivos Familia

Propietarios

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En este modelo, cada círculo representa a un grupo de personas conparticulares características en su relación con la empresa familiar. Lasintersecciones de los círculos indican los grupos de personas queposeen dos o las tres características identificadas por el modelo.

La principal pretensión de este modelo consiste en hacer ver que,según coincidan en mayor o menor grado los tres círculos, es decir,según se superpongan como atraídos por una fuerza centrípeta -algoque suele ocurrir en primera y segunda generación- o se distanciencomo separados por una fuerza centrífuga -como acostumbra a pasaren empresas familiares de gran tamaño y familias numerosas-, seestará frente a tipos distintos de empresas familiares, con caracterís-ticas muy diversas. Estas diferencias vienen marcadas por el númerode protagonistas que en ellas trabajan o que con ellas tienen relación,por los distintos roles que desempeñan y sus diferentes intereses, porel contenido de las relaciones que entre unas y otras personas se dany por las muy diferentes soluciones que se deben aplicar en unoscasos y otros8.

Este modelo de los tres círculos tiene como “contraposición” elesquema de la siguiente figura, que es el modelo que se suele encon-trar en las empresas no familiares, especialmente cuando se trata deempresas de gran tamaño y sus propietarios no son personas físicassino otras empresas o instituciones, así como en las “empresas degobierno familiar”, en las que los miembros de la familia sólo ejer-cen responsabilidades como integrantes de sus órganos de gobierno.

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Figura 2. Empresa No Familiar

8. Neubauer, F. y Lank, A.G. (1998) desarrollaron este modelo pasando de los 7roles indicados en la Figura 1 hasta 15 roles diferentes.

Órgano de Gobierno

Directivos Propietarios

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III. De fundador a consorcio de primos9

La separación de las empresas familiares en tipos diferentes, según lageneración familiar en la que se encuentren, constituye el fundamen-to de este segundo modelo “de fundador a consorcio de primos”.

A pesar de su sencillez, el modelo tiene un indiscutible valor a la horade profundizar en las extraordinarias diferencias que se dan entre estostres tipos de empresas. Diferencias que, en su parte principal, tienen suorigen en la muy distinta forma de ejercer el poder que se da en cadauno de los tipos: un líder indiscutible en la primera generación; unlíder, si es que existe y es aceptado, en la segunda y en la tercera gene-ración. Éste debe reportar a un “equipo” o a un “consorcio” de propie-tarios con derechos políticos, originados por su participación propie-taria, habitualmente superiores a los derechos políticos del líder. Si nohay líder se da una dirección por equipo que resulta siempre difícil,pues el equipo está formado por personas que tienen capacidades muydistintas y derechos políticos similares.

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9. Ward, J.L. (1987).10. Las líneas de puntos quieren indicar que no es raro el “regreso” a un tipo deempresa familiar previo, por las dificultades de las relaciones de los miembros dela familia en los “consorcios” e, incluso, en los “equipos”.

Figura 310

Consorciode primos

Equipo dehermanos

Fundador

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Las diferencias también se deben a la indudable mayor dificultad quese da en las relaciones entre los miembros de la familia conforme seavanza hacia un equipo de hermanos y hacia un consorcio de primos.

Este modelo fue uno de los fundamentos en los que se apoyóLansberg11 para desarrollar su conocido esquema conceptual de “cómohacer realidad los sueños de las familias propietarias”. También fueempleado como uno de los tres “ejes del modelo del desarrollo” de lasempresas familiares por Gersick, Davis, Mc Collom y Lansberg12.

Sin embargo, y sin quitar ningún mérito al modelo, porque su inten-ción es solamente “reflejar” tres tipos de empresas, no se puede olvidarque la mayoría de las organizaciones familiares pasa durante largastemporadas por situaciones no explicitadas en el modelo, en las queconviven al mismo tiempo dos generaciones de la familia. En estemismo sentido, hay que tener cada vez más en cuenta que estas situa-ciones se hacen habituales conforme se incrementa la esperanza devida de las personas.

IV. La matriz: tamaño de la familia, tamaño de laempresa familiar13

Este modelo clasifica las empresas familiares en cuatro grupos, deacuerdo con el tamaño de la familia propietaria y de la empresa.

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11. Lansberg, I. (1999).12. Gersick, K.E.; Davis, J.A.; Mc Collom, M. y Lansberg, I. (1997).13. Perkins, G. (1992).

Figura 4

Empresa

Grande

A

C D

B

Familia

Pequeña

Pequeña

Grande

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14. Gallo, M.A. (1992).

Si bien las empresas familiares se encuentran más frecuentemente enlas celdas “A” y “D”, en la celda “A” es donde se sitúan las numerosasempresas que no han tenido mucho desarrollo en la primera y en lasegunda generación, mientras que en la “D” se encuentran las empre-sas multigeneracionales exitosas. Es también fácil encontrar empresasque alcanzan un gran tamaño en la primera generación (celda “C”) yempresas que, con el transcurrir del tiempo, no se desarrollan demanera tan acompasada como lo hace la familia (celda “B”).

Las principales intenciones de este modelo son:

• Ayudar a comprender mejor los roles que los miembros de la fami-lia pueden, o deben, desempeñar en cada uno de los tipos deempresas, por ejemplo, las dificultades en las relaciones cuandohay muchos miembros de la familia incorporados en una empresapequeña (celda “B”). La necesidad de incorporar y lograr la perma-nencia de directivos no familiares y de poner en operación eficazlos órganos de gobierno en una empresa tipo celda “C”.

• Ayudar a pensar sobre las ventajas e inconvenientes que se origi-nan según se haga la transmisión de la propiedad a la siguientegeneración, por ejemplo: porcentajes de participación pequeños yde poco valor económico si la transmisión se hace a los descen-dientes a partes iguales, lo que puede conducir a una excesiva dilu-ción del capital en una empresa tipo celda “B”. También está laposibilidad extraordinariamente perjudicial de que se paralicen lasdecisiones por las grandes probabilidades de empate en las vota-ciones si se transmite la propiedad a partes iguales a un númeropar y pequeño de sucesores en una empresa tipo celda “C”.

• Insistir en la conveniencia de conseguir que la empresa familiarcrezca y evolucione, de manera especial cuando la familia aumen-ta y se desea que toda ella esté unida en su empresa familiar.Crecimiento y evolución que, por otra parte, es recomendable atodo tipo de empresas, sean o no familiares.

V. El modelo de las relaciones de trabajo14

En este modelo se distinguen cuatro tipos de empresas familiares,tomando como criterio básico las responsabilidades que los miem-

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bros de la familia desempeñan, o pueden llegar a desempeñar, con elpaso del tiempo en la empresa familiar.

Los cuatro tipos -empresa de trabajo, de dirección, de gobiernofamiliar y empresa familiar de inversiones y emprendimientos- soncomo cuatro “finales de etapa” en una evolución que resulta habitualentre las empresas familiares multigeneracionales exitosas, si bien enla vida real se encuentran muchas empresas que están en situacionesintermedias, pasando de uno a otro tipo.

Para comprender mejor estos cuatro tipos hay que tener presen-te que las buenas empresas familiares, las que llegan a ser multi-generacionales y exitosas, tanto en cada tipo como en la evolu-ción de uno a otro, no caen en la trampa de confundir la capaci-dad de los miembros de la familia para desempeñar las respon-sabilidades que les correspondan con el hecho de que sean pro-pietarios, a la hora de su incorporación y de la asignación de res-ponsabilidades.

En una buena empresa de trabajo familiar, en su desarrollo y evolu-ción, se lleva a cabo lo necesario para que todos los miembros de lafamilia que libremente deseen incorporarse puedan hacerlo, cadauno en un puesto acorde con sus capacidades, y con una remunera-ción adecuada a las actividades que realiza.

En la empresa de dirección familiar, por el contrario, se promueve ysólo se permite la incorporación de aquellas personas de la familia

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248Figura 5

Empresa FamiliarCoyuntural

Empresa de GobiernoFamiliar

Empresa de TrabajoFamiliar

Empresa Familiarde Inversiones y

Emprendimientos

Empresa de Dirección

Familiar

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que posean las condiciones para desempeñar responsabilidades dedirección, o que pueden alcanzarlas en un período breve de tiempo.Por responsabilidades de dirección se suele entender la direccióngeneral de la empresa, la dirección de unidades estratégicas de nego-cio que requieran la conducción de equipos humanos complejos, asícomo la dirección de funciones para las que se precisa una muy ele-vada especialización técnica.

En la empresa de gobierno familiar, las personas de la familia sólodesempeñan responsabilidades de gobierno, y no de dirección15,como miembros de los consejos de administración del holding fami-liar y de las empresas filiales y participadas por la familia y actúanplenamente como propietarios activos16.

La empresa familiar de inversiones y emprendimientos es unaempresa de gobierno familiar en la que, además, se promueve el espí-ritu emprendedor de sus miembros. En ella se apoya a aquellos inte-grantes de la familia que tengan intención de iniciar un nuevo y pro-pio emprendimiento de negocios por medio de préstamos, capitalfijo o de desarrollo, asesoramiento y consejo, etc.

Finalmente, el último tipo que aparece en la figura 5, la empresafamiliar coyuntural, responde a la firme intención de los miembrosde la familia de continuar unidos, aun cuando resulta claramenteprevisible que por circunstancias del entorno competitivo o de lapropia familia, se tendrá que dejar de ser empresa familiar en unperíodo no muy prolongado en el tiempo. La familia está convenci-da de que la venta a terceros o la fusión con otra empresa se realiza-rá de forma más beneficiosa si sus miembros continúan unidos, envez de enfrascados en disensiones y luchas.

La principal intención de este modelo ha sido ayudar en la formula-ción de los protocolos familiares a la hora de explicitar las “reglassobre el trabajo de los miembros de la familia en la empresa fami-liar”17.

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15. Una clara distinción entre “gobierno” (governance) y “dirección” (management)se encuentra en Pound, J. (1995).16. Carlock, R.S. y Ward, J.L. (2001).17. Tomaselli, S. y Gallo, M.A. (2004).

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VI. La matriz: aportación de la familia,profesionalización de los sistemas18

Tomando como puntos de partida la “teoría de la agencia” (Agencytheory) y la “teoría de los recursos básicos” (Resource-Based theory), elprofesor Gibb Dyer ha propuesto la matriz que aparece en lasiguiente figura.

Siguiendo el esquema conceptual de la “teoría de los recursos bási-cos”, la diferencia más significativa entre las empresas familiares y lasno familiares se encuentra en los tipos particulares de recursos apor-tados por la familia, que pueden ser de muchas clases (recursos eco-nómicos, personas preparadas, relaciones con otras personas e insti-tuciones del entorno, etc.), así como en los distintos elementos queconforman el capital social de la familia19.

En este mismo sentido, no se puede olvidar que el recurso más bási-co para la continuidad exitosa de una empresa familiar es la unidadde los miembros de la familia y su compromiso de tomar las decisio-nes adecuadas para la acertada conducción del proceso de direcciónestratégica20.

Las empresas situadas en las celdas “A” y “B” se caracterizan por lasfortalezas de la unidad y el compromiso, en comparación con las

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18. Gibb Dyer, W. Jr. (2003).19. Fukuyama, F. (1995).20. Gallo, M.A. (2001).

Figura 6

Alta Baja

Alta

Baja

A

B D

C

Aportación de la Familia

Profesionalización

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empresas de las celdas “C” y “D”, debilitadas por las luchas de la des-unión y por las exigencias improcedentes de unos propietarios queno admiten el proyecto de futuro existente en la organización.

Siguiendo el modelo conceptual de la “teoría de la agencia”, las dife-rencias más significativas entre las empresas familiares y las no fami-liares se encuentran en los modos y procedimientos para ejercer elpoder: diferencias importantes acerca de quién lo ejerce -los propie-tarios o agentes contratados por ellos- y diferencias en el grado deaplicación y profesionalización de diversos sistemas de dirección-como los sistemas de formulación de la estrategia, los presupuestosy su control, la selección y remuneración de directivos, la evaluación,las carreras profesionales, etc.

Las empresas situadas en las celdas “A” y “C” se caracterizan por unaelevada profesionalización de las personas y sistemas de gobierno ydirección, en comparación con las empresas situadas en las celdas“B” y “D”, que reflejan la situación habitual de la mayoría de lasempresas familiares: buenos emprendedores y sistemas de direcciónprácticamente nulos.

Este modelo se centra en la motivación, en el deseo de convencer alos empresarios familiares para que se esfuercen en situarse en lacelda “A”. Algo que resultará casi imposible para las empresas que seencuentran en la celda “D”, salvo cambios realmente traumáticos enla propiedad y en la manera de ejercer sus derechos políticos y algoque requerirá esfuerzos, siempre difíciles, para incrementar la unidady el compromiso de la familia en la celda “C”. Algo, por último, queexigirá esfuerzos comparativamente más sencillos para pasar de lacelda “D” a la “A”, profesionalizando los sistemas de dirección.

VII. La matriz: tamaño de la empresa, nivel dediversificación21

El crecimiento y la evolución son factores críticos para la continui-dad de todas las empresas. Si no crecen, pueden quedar sin posibi-lidades de incorporar los recursos humanos y tecnológicos necesa-rios para seguir compitiendo en el mercado. Si no evolucionan, loscompetidores las desplazarán con facilidad. De ahí la conveniencia

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21. Gallo, M.A. (2004).

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de encontrar tipos de empresas que hayan sobrevivido muchos añosy de establecer la relación con su tamaño y su evolución.

El análisis de la situación actual de empresas familiares centenariaspermite distinguir con claridad cuatro tipos diferentes, en razóndel desarrollo logrado a lo largo de sus más de cien años de vida.

El tipo “Bonsai” corresponde a las empresas familiares que prácti-camente no han cambiado o han cambiado muy poco. A lo largode su vida estas empresas han mantenido un tamaño pequeño, hantrabajado los mismos productos y han orientado su acción comer-cial a un nicho de clientes similares. Eso sí, gracias a su pequeñonúmero de clientes, han sido líderes en las tecnologías de produc-to y servicio que precisaban.

“Árbol solitario” es el nombre que en este modelo se aplica al tipode empresas familiares que han crecido de manera importantepero trabajando siempre en el mismo sector de actividad empresa-rial y, con frecuencia, con una gama de productos restringida, quesólo ha evolucionado conforme sus funcionalidades debían adap-tarse a los cambios en las necesidades de los clientes.

El tipo “Bosque” corresponde a empresas que han tenido un cre-cimiento moderado logrado, en buena parte, gracias a una diversi-ficación casi exclusivamente geográfica por medio, muchas veces,de la apertura y el desarrollo de filiales en otros países y mante-niendo una misma gama de productos en la que los principales

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Figura 7

Baja Elevada

Grande

Bonsai Bosque

Diversificación

Árbol solitario

Selva tropical

Tamaño

Pequeño

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cambios han correspondido a las necesidades de adaptarlos a losnuevos mercados.

Por su parte, “Selva tropical” es el nombre que corresponde a lasempresas familiares que han logrado un elevado crecimiento,diversificando productos, entrando en nuevos sectores y mercadosgeográficos y apoyándose con frecuencia en diferentes tipos dealianzas estratégicas.

Este modelo pretende ayudar a comprender, por una parte, la con-veniencia de tomar una posición estratégica en las importantesdimensiones de crecimiento y diversificación y, por otra, en lascualidades a potenciar en cada uno de los tipos de empresas.

Es evidente que para llegar a ser centenarias, todas ellas han teni-do que ser capaces de crear, mantener e incrementar sus ventajascompetitivas peculiares pues, en caso contrario, habrían desapare-cido del mercado. Pero también es evidente que entre ellas se hadado una importante diferencia de comportamientos.

Así, por ejemplo, en las empresas tipo “Bonsai” se habrá practica-do una intensa “poda del árbol” de miembros de la familia, quehabrá permitido que sólo muy pocos de ellos, los más adecuadospara potenciar su ventaja competitiva, puedan incorporarse a tra-bajar. Con ello se habrá evitado, al mismo tiempo, que se dé unainadecuada dilución del capital.

En las empresas tipo “Selva tropical”, y con alta probabilidad enlas tipo “Bosque”, la internacionalización necesaria para su creci-miento se habrá apoyado en el desplazamiento a otros países devarios miembros de la familia, que desde jóvenes habrán prepara-do sus conocimientos y desarrollado las actitudes necesarias paraello.

Por razones similares a las recién citadas, es natural que se encuen-tren peculiaridades diferentes en estas empresas en lo que hacereferencia a la formación de los miembros de la familia, las condi-ciones para su incorporación, las circunstancias de una eventualseparación, la forma de transmitir la propiedad, el modo de ejer-cer los derechos políticos, etc. Es decir, en la mayoría de las reglasque conforman un protocolo familiar.

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VIII. El modelo de los caminos en el desarrollo22

La empresa familiar tiene como elemento propio la coincidencia dedos realidades que se superponen y evolucionan unidas: la empresa yla familia.

El proceso de dirección estratégica está destinado a conseguir unaevolución ordenada de la empresa como actividad de negocios ytiene dos dimensiones principales: la formulación de la estrategia yel diseño y puesta en operación de una organización capaz deimplantarla, es decir, de hacer realidad la estrategia.

En la evolución de una familia propietaria, por su parte, hay otrasdimensiones cuya relación con la empresa resulta de particularimportancia: el número de personas que conforman la familia y elnivel de dilución de la propiedad.

En la figura siguiente, tomando como base las cuatro dimensionesrecién citadas, se sintetiza un modelo que ayuda a clasificar lasempresas familiares según su tipo de evolución a lo largo del tiempo,con la intención de ayudar a describir las circunstancias y problemá-ticas que se van encontrando en las distintas etapas de su camino, asícomo de seleccionar con anticipación los planes de acción para resol-verlos.

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Figura 8

22. Gallo M.A. y Amat, J. (2003).

EMPRESA DE

TRABAJO FAMILIARINTERVENCI”NDE LA FAMILIA

CRECIMIENTOY EVOLUCI”N

MONONEGOCIO MULTINEGOCIO(RELACIONADOS)

CARTERA DENEGOCIOS

EMPRESA DE

GOBIERNO FAMILIAR

DILUCI ” N DE LAPROPIEDAD

TAMA—O DELA FAMILIA

DILUIDA

SEMI -CONCEN -

TRADA

CONCEN -TRADA

CONSORCIODE PRIMOS

EQUIPO DEHERMANOS

FUNDADOR

EMPRESA DE

TRABAJO FAMILIAR DE LA FAMILIA

MONONEGOCIO(RELACIONADOS)

CARTERA DENEGOCIOS

EMPRESA DE EMPRESA DE

GOBIERNO FAMILIAR

PROPIEDAD

LA FAMILIA

DILUIDA

SEMI

CONCENTRADA

CONCENTRADA

CONSORCIODE PRIMOS

EQUIPO DEHERMANOS

FUNDADOR

3

2

1

Estrategia

Organización

CRECIMIENTOY EVOLUCI NÓ

INTERVENCIÓNDIRECCIÓN FAMILIAR

TAMAÑO DE

DILUCIÓN DE LA

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Una evolución frecuente en la estrategia de la empresa es pasar (ejehorizontal) de ser una empresa mononegocio a una con múltiplesnegocios relacionados, y de ésta a una compañía en la que convivenmúltiples negocios no relacionados (cartera de negocios) en los que,además, se tienen distintos socios y diferentes niveles de participa-ción accionarial.

La organización es el vehículo para lograr la estrategia y, por ello, losdiferentes tipos de estrategia que acabamos de indicar acostumbrana estar ligados a diferentes modelos organizacionales (eje horizon-tal). La estrategia mononegocio va unida a una organización funcio-nal, la multinegocio a una divisional y la cartera de negocios a unaorganización tipo holding de participaciones financieras.

La evolución natural de la familia le lleva a pasar, con el transcurrirdel tiempo, de la primera a la segunda generación, y de ésta a unatercera. Durante períodos prolongados convive en la empresa más deuna generación y se incrementa el número de sus miembros (eje ver-tical).

El cambio generacional y el crecimiento hacen que se transforme laestructura de la propiedad de la empresa, que acostumbra a evolucio-nar de un propietario único a una propiedad concentrada en unaspocas personas, y de ésta a una propiedad cada vez más diluida en unmayor número de personas (eje vertical).

Cuando el primer camino, denominado tradicional, se recorre conéxito conduce a las empresas tipo “Bonsai” o “Árbol solitario”, cita-das en la figura 7. Sin embargo, en la mayoría de los casos lleva a unamuerte lenta de la empresa porque no ofrece oportunidades de tra-bajo retadoras a los miembros de la familia, porque no promueve eldesarrollo de sus capacidades emprendedoras y porque lleva a situa-ciones de ingobernabilidad (debido al tipo de estructuración delcapital que se alcanza).

El segundo camino, el de evolución rápida, es el que recorren losauténticos fundadores líderes que saben aprovechar las oportunida-des del entorno. Su principal riesgo para la continuidad con el carác-ter de empresa familiar estriba en la dificultad de formación de losmiembros de las siguientes generaciones. Una formación que lescapacite para saber vivir el privilegio de poseer un capital económi-

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co importante, como personas que administran un patrimonio que,más que a ellos, pertenece a las generaciones futuras.

El tercer camino, el de evolución equilibrada, es el que siguen lasempresas familiares que saben encontrar el equilibrio entre las cua-tro dimensiones a lo largo de las distintas etapas. Equilibrio que nose logra si en la familia, como buena familia empresaria, no se vivenlos valores de excelencia en el trabajo, laboriosidad en la dedicación,iniciativa en la evolución y sencillez y austeridad en el comporta-miento.

IX. Notas finales

Los descritos no pretenden resumir los numerosos modelos pro-puestos hasta ahora por los expertos, ni tampoco cubrir toda la granvariedad de empresas familiares que existe. Seguirán apareciendomodelos nuevos y es casi seguro que no se encontrará ninguno queresulte plenamente comprehensivo, aunque cada vez se irá perfilan-do con mayor precisión un eventual paradigma de la empresa fami-liar.

Sin embargo, al estar estos modelos construidos sobre dimensionesde gran importancia para la empresa familiar, su aplicación debeayudar a comprender mejor los distintos tipos, a identificar las dife-rencias que se dan entre ellos, a explorar sus posibles evoluciones, aprofundizar en las problemáticas que les son peculiares y a elegir loscursos de acción más apropiados para resolverlos.

Las empresas familiares constituyen la columna vertebral de la acti-vidad económica de los países desarrollados y continuarán siéndolo,pues es propio de la libertad humana el querer emprender y es pro-pio de los padres de familia preocuparse por la formación y por laseguridad económica de los hijos. La empresa, cuando está bienorientada, es un medio que la familia puede emplear eficazmente enla consecución de sus fines.

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MIGUEL ÁNGEL GALLO

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Igualdad y desigualdad segúndesiguales paradigmasGabriel J. Zanotti *

Este artículo es un intento de comunicación entre dos paradigmas. Por un lado, explica-mos la visión liberal clásica sobre la justicia y la distribución de la riqueza. Por otro,resumimos la teoría social-demócrata sobre la misma cuestión. Se toman dos autores comomodelos: Nozick y Rawls; Hayek y Buchanan, por su parte, se consideran como una espe-cie de solución al problema. Santo Tomás de Aquino, por último, es la base de ley natu-ral que podría ser el fundamento último de la solución propuesta.

Palabras clave: Teoría de la justicia, Derechos de propiedad, Principio de diferencia,Equidad.

This article is an attempt of communication between two paradigms. On the one hand,we explain the liberal-classical approach about justice and distribution of wealth. On theother, we sum up the social democratic theory about the same issue. Two authors areexplained as models: Nozick and Rawls, taking Hayek and Buchanan as a kind of solu-tion of the discussion. Saint Thomas Aquinas is taken as the natural law’s view thatcould be the ultimate foundation of the solution proposed.

Keywords: Theory of Justice, Property Rights, Difference Principle, Fairness.

Este artículo1 intenta hacer ciertas aclaraciones conceptuales sobreun tema cubierto de apasionamientos políticos que a veces dificultanel necesario discernimiento. No pretende, sin embargo, hacer unapropuesta de “solución” (término tal vez demasiado audaz), sino unaque permita “encaminar la conversación” sin encerrarla en posicionesirreconciliables.

El tema que se va a desarrollar, la igualdad y la desigualdad, se hatratado en innumerables ocasiones y está prácticamente anclado enparadigmas ideológicos. En este sentido, nuestro ensayo no intenta-rá ser un eslabón más en esa Babel de paradigmas inconmensurables.

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* Gabriel Zanotti es director del Departamento de Investigaciones del ESEADE(Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas, Argentina) y profesorvisitante de la Universidad Francisco Marroquín, Guatemala.

1. Este artículo es una versión corregida de una ponencia escrita para laUniversidad Católica de Murcia durante el segundo semestre de 2003.

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Para ello haremos algo muy simple: trataremos tres términos -liber-tad, igualdad y justicia- a partir de dos paradigmas enfrentados. Uno,el socialdemócrata, en el que utilizaremos como autor modelo a J.Rawls. Otro, el liberal clásico, en el que tomaremos como autoresmodelo a R. Nozick y F.A. Hayek.

La expresión “autor modelo” es un recurso hermenéutico a través delque analizaremos una “forma de pensar” o “esquema conceptual” (loque en última instancia termina siendo un paradigma en Kuhn), sinborrar con ello la riqueza o sutileza del pensamiento de cada autorni tampoco explicarlo en detalle. Simplemente, lo tomaremos comofuente de inspiración de una determinada visión del mundo.

Este texto se divide en cuatro partes. Tras una breve introducción,expondremos los dos paradigmas básicos. Por último, propondremosun programa de investigación que trate de salvar las aporías que hanquedado en el camino.

I. Los iguales desiguales

Las “intuiciones valorativas” son puntos de partida admisibles para elanálisis moral. Cuando vemos a millones de personas sumidas en lamiseria casi al lado de otras nadando en la abundancia, nos damoscuenta de que algo anda “mal”, en primer lugar desde un punto devista ético. Cuando decimos “miseria y abundancia” no nos referimosa cuestiones cuantitativas; aludimos a lo que Pablo VI, al tratar sobreel desarrollo de los pueblos, llamó condiciones “más humanas” o“menos humanas” de vida2. Esta intuición valorativa adquiere senti-do teorético si se relaciona con cierta noción de dignidad humana.Cuando un niño, o millones de ellos, caminan descalzos y desnutri-dos en medio de hacinamientos malolientes, ya no se trata sólo dealgo lamentable pero moralmente neutro. Es algo contrario a la dig-nidad humana, dignidad que tiene su origen, sin embargo, en algoontológicamente invisible al tema del desarrollo. Se trata de la inte-ligencia y de la voluntad libre que todo individuo, por su sola condi-ción de persona, tiene. Inteligencia y voluntad libre que emanan dela esencia humana y que, por ende, se refieren a capacidades, a

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2. Pablo VI (1967), punto 20.

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potencias en acto primero que no dejan de estar aunque haya habi-do algún impedimento en su desarrollo o ejercicio3.

Pero esa inteligencia y esa voluntad, lejos de convertirnos en hormi-guitas, sólo diferentes por su rol, nos conducen a una profundizaciónde la individualidad (que toda cosa, por ser tal, ya tiene4). La inteli-gencia y la voluntad libre conducen al descubrimiento de nuestravocación, de un proyecto de vida totalmente personal que identificanuestra existencia. Por eso los seres humanos son todos diferentes.Pero lo son, precisamente, por lo que tienen de iguales. En ese sen-tido, hay una desigualdad natural de los seres humanos que, sin con-tradicción, deriva de su igualdad natural.

Por este motivo, nuestras “intuiciones valorativas” parecen oscilar,frente a la desigualdad humana, entre cierto socialismo y cierto con-servadurismo en la posesión de los bienes naturales. La igual digni-dad del hombre es lo que nos hace “reaccionar” cuando vemos con-diciones materiales de vida que ponen en peligro el desarrollo perso-nal. Al mismo tiempo, aceptamos con naturalidad que las personasposean diferentes cosas, dada su natural desigualdad en vocaciones yproyectos de vida. Pero entonces, ¿en qué quedamos? ¿Asumimos lasdesigualdades más impresionantes como moralmente buenas, enfunción de lo anterior, o derivamos hacia cierto socialismo cuandonos enfrentamos con lo que consideramos “indigno”?

II. La igualdad socialdemócrata

El planteamiento de la socialdemocracia inspirada en Rawls parecehaber respondido con éxito a este interrogante. Ya no se trata delsocialismo utópico, que parecía ignorar el problema económico, ymenos aún del socialismo comunista, que proclamaba una rígidaigualación en el nivel de los ingresos.

En primer lugar, Rawls5 incorpora a su esquema cierto liberalismoclásico heredado de Locke. En una sociedad democrática, no sólo serespetan los derechos de los ciudadanos a la participación política,

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3. Sobre el tema de las potencias como facultades operativas véase Santo Tomás deAquino (1963), I, Q. 75, 76, 77.4. Santo Tomas de Aquino (1951), III, p. 75.5. Rawls, J. (1971); (1986), pp. 58-101 y (1993).

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sino también todas las libertades “clásicas” excepto, claro está, la pro-piedad entendida como originaria del contrato. En este marco, elciudadano tiene obviamente libertad de expresión, religiosa, de emi-gración...; esto es lo que se considera “libertad negativa”, o sea, aque-lla que se cumple ipso facto con un solo acto de no interferencia porparte de un tercero.

Decimos “del contrato” porque recordemos que, en Rawls, estoproviene de una posición original en la que las personas realizan uncontrato. No se trata de una tesis histórica, sino de una hipótesis detrabajo de la que emanan los principios de justicia que las personas,en situación de igualdad, pactarían entre sí. Ésta no es una igual-dad iusnaturalista, sino kantiana: todas las personas reconocenmutuamente su racionalidad en común, su autonomía moral; a par-tir de ahí, derivan (de forma procedimental) dos principios. Uno,de igual libertad, que responde a la “libertad negativa” referidaanteriormente. Otro -y esto es clave-, de diferencia. Las diferenciasen las capacidades naturales son arbitrarias desde un punto de vistamoral, a no ser que quienes estén más beneficiados por la loteríanatural de capacidades desiguales compensen a quienes lo estánmenos. ¿Y esto por qué? Porque en la posición original hay un velode ignorancia: las personas pactan “como si” ignoraran otra cosa queno fuera su común condición de personas. Y dado que, comoobserva Rawls, a las personas no les es indiferente la distribucióndel producto social, cada una “se adelanta” a una eventual situaciónen la que sus menores habilidades naturales le pondrían en desven-taja respecto a esa distribución. Podría ser que, después del pacto,alguien ganase millones jugando al fútbol, siempre que -mediantemecanismos redistributivos bien conocidos- compensase a quienhubiera sido menos dotado por la lotería natural de habilidades.Con ello se mantendría la situación de igualdad natural, sin igno-rar la también natural desigualdad de ingresos que resulta de laexistencia de habilidades y talentos diferentes. Simplemente secompensaría.

Observemos que nadie puede alegar en contra que tiene “derecho”al fruto de sus habilidades, porque esa forma de concebir el dere-cho natural, previa a cualquier tipo de pacto social, no cabe en esteesquema. Aquí no hay derechos naturales, ni previos ni posterioresal pacto. Por otra parte, un esquema de derecho natural entendidocomo ley natural primaria no resuelve ipso facto la cuestión. Puesto

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que en Santo Tomás la propiedad como hoy la concebimos no apa-rece en los preceptos primarios de la ley natural6, un socialdemó-crata “tomista” podría alegar que este planteamiento es compatiblecon un derecho “natural” de propiedad limitado, muy limitado, sobretodo en lo que se refiere a la distribución7.

Pero dejemos ese tema para después. Por ahora, veamos que, en esteesquema de pensamiento, los términos y significados de libertad,igualdad y justicia se manejan en un sentido muy específico y, a lavez, muy generalizado como creencia cultural. Libertad es libertadde opinión, libertad religiosa, libertad política..., pero también es“libertad de necesidades materiales”. Por eso, desde este punto devista, se maneja también la diferencia entre libertades formales y rea-les, con un matiz despectivo respecto a las primeras. Las “libertadesnegativas” clásicas, los bill of rights establecidos en las constitucionesliberales, serían sólo libertades “formales” que no tienen peso salvoque se cumpla el principio de diferencia y, por ende, que el “estarlibre de necesidades” convierta en reales las libertades incluidas en las“libertades negativas”. Según este esquema, no tiene mucho sentidoexigir, por ejemplo, libertad de expresión, o de emigración, si la per-sona carece de los medios materiales para el ejercicio de esos dere-chos. La igualdad de oportunidades así referida es algo obvio. Elderecho constitucional actual recoge ampliamente este planteamien-to, para el que el constitucionalismo liberal clásico es ya una lecciónde historia antigua. En la actualidad, obviamente, nos encontramosen una etapa de constitucionalismo social, en la que los derechos sedividen en directamente operativos (las “libertades negativas” clási-cas) y programáticos (aquellos que señalan programas a cumplir paraque las personas se vean libres de necesidades materiales). En estemarco, el sujeto pasivo de obligación es, evidentemente, el Estado. Elno cumplimiento de esas obligaciones puede implicar incluso ladeclaración de una inconstitucionalidad por omisión8.

La igualdad ya no es la “mera” igualdad ante la ley, sino la igualdadde oportunidades que se lleva a cabo mediante la “ejecución fiscal”

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6. Santo Tomás de Aquino (1963), I-II, Q. 94, a. 2, 4 y 5.7. Tal vez podría ubicarse en esa posición (muy moderada) el libro de G.J. BidartCampos (1982).8. Véase al respecto Bidart Campos, G.J. (1987).

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del principio de diferencia. En este sentido, cabe decir que el esque-ma conceptual socialdemócrata ha logrado una propuesta en ciertomodo realista si se compara con el socialismo utópico antiguo. Laigualdad está en el corazón del sistema y se transmite transitivamen-te desde la posición original al resto del entramado social. El social-demócrata no reclama igualdad de ingresos. Simplemente afirmaque la igualdad neokantiana de la dignidad humana, establecida enla posición original9, se expande a la vida social mediante la igualdadde oportunidades que genera la redistribución de ingresos. Ésta es, asu vez, una exigencia del principio de diferencia, deducido (atencióna ese punto) de la posición original según las exigencias actuales dela rational choice theory. Éste es obviamente un adelanto teoréticoconsiderable en comparación con las solas propuestas utópicas y-orevolucionarias del socialismo antiguo.

Evidentemente, la justicia es la justicia de la distribución. Una socie-dad justa y equitativa es aquella en la que los más favorecidos com-pensan a los que lo son menos o, por el contrario, la desigualdad deingresos se vuelve ipso facto arbitraria. Asumida como obvia la justi-cia de respetar ciertas libertades individuales clásicas (entre las cua-les no se encuentra la propiedad), el problema de la justicia se concen-tra en cómo evitar mayores desigualdades a través de una fuerteredistribución de ingresos. Los derechos se centran en los derechossociales. Cuando se habla de derechos, se habla de derecho a la ali-mentación, a la salud, etc. El derecho es aquí derecho a recibir deter-minada cuota del producto social. Esto no puede refutarse diciendoal socialdemócrata que es injusto porque presupone quitar a unospara dar a otros lo que “no les pertenece”. Eso sería una obvia incon-mensurabilidad de paradigmas. Claro que ello supone quitar a unospara dar a otros, diría el socialdemócrata. Y es así -seguiría la res-puesta- porque éste es uno de los dos principios de justicia (precisa-mente) a partir de la situación original. Por ende, quienes “sufren” laexacción impositiva no tienen ninguna propiedad originaria quereclamar. Nada les pertenece por naturaleza. El choque de paradig-mas con los liberales clásicos no podría ser mayor.

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9. Habermas reclama a Rawls que ese punto es demasiado metafísico para sus pro-pios postulados. Sobre este punto véase Habermas, J. y Rawls, J. (1998).

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III. La igualdad liberal clásica

Ahora pasemos a otro mundo. Nunca mejor dicho otro mundo, perono uno unívoco, sino muy diverso. Por eso, al igual que en el casoanterior, seguiremos la pauta de unos autores-modelo.

Lo que vamos a exponer a continuación no intenta ser una copia fieldel pensamiento de Nozick10, sino una aproximación a cierta formade pensar, habitual sobre todo en algunos ambientes “libertarios”11.

En este planteamiento, el concepto de la libertad se refiere a laslibertades clásicas, que son “libertades negativas” porque su cumpli-miento tiene como sujeto pasivo de obligación a un tercero, cuya solaabstención u omisión implica el cumplimiento del derecho en cues-tión. Las libertades de expresión, religiosa, de enseñanza, etc. impli-can que nadie tiene derecho a coaccionar a otro en sus decisiones alrespecto y que, por ende, toda persona tiene derecho a reclamar aotra la abstención de cualquier acto coercitivo en este sentido.Obviamente, en ese esquema se incluye la propiedad privada de losmedios de producción, aunque ubicada en un contexto más amplio.Ese contexto es la posesión que toda persona tiene sobre sí misma,como “axioma” de sistema de derechos. No se trata de un axioma enla línea del positivismo jurídico, esto es, como ápice del sistema legal,sino como punto de partida de todos sus derechos “en el individuomismo”. En esta forma de pensar hay cierto “derecho natural” que esobviamente previo a cualquier tipo de contrato, aunque sus funda-mentaciones filosóficas puedan variar. Esto es, la persona se posee así misma; ése es su derecho básico: es persona, autónoma, dueña desí misma y, por ende, ninguna otra tiene derecho a interferir pormedio de la coerción en las decisiones que emergen de ese radicalposeerse a sí misma. La noción de propiedad se extiende radical-mente a toda la persona. Por eso Nozick, para contestar a Rawls,contrapone directamente este axioma al principio de diferencia12. Lapersona es dueña de sí y, por tanto, tiene pleno derecho al uso y gocede todos sus natural assets, de todas sus capacidades naturales que,lejos de ser arbitrarias desde un punto de vista moral, son consecuen-

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10. Nos referimos a su obra clásica: Nozick, R. (1974).11. Nos referimos más bien al anarcocapitalismo; esto es, a la afirmación del mer-cado libre sobre la base de la inexistencia de un gobierno mínimo.12. Véase Nozick, R. (1974), parte II, sección II.

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cia directa del principio moral básico: toda persona es dueña de símisma. A partir de aquí, los resultados del libre intercambio de esascapacidades naturales son, de modo transitivo, justos (radicalmentejustos). Y, por ello, cualquier intervención de un tercero, ya sea unparticular o el gobierno, que intente transferir nuevamente losrecursos más allá del resultado del libre mercado (redistribución)será radicalmente injusta: será un robo, liso y llano, que quitará aotro lo que le pertenece por naturaleza. En caso de que (e introdu-cimos aquí una hipótesis de trabajo que iremos utilizando paulati-namente) una persona totalmente carente de habilidades naturalesquede desvalida en ese proceso, este “esquema conceptual” no sos-tiene de ningún modo que esté mal tratar de ayudarla; al contrario,ello será perfectamente correcto siempre que se trate de algo volun-tario, no fruto de un robo. Si usted considera que X necesita ayuday lo hace con sus propios recursos o con donaciones, es un acto muymeritorio; si lo hace con recursos ajenos, obtenidos coactivamente,es un ladrón. Y tertium non datur.

Hay que tener en cuenta que quienes así razonan habitualmentehan sido formados en la Escuela Austríaca de Economía (Mises,Hayek) y, por ende, están convencidos (yo me adhiero a ello) de queel libre mercado, contrariamente a las profecías de Marx, aumentaglobalmente los ingresos por medio del incremento sostenido delsalario real, fruto a su vez de una mayor capitalización. Por tanto, nohacen esta afirmación suponiendo que habrá una mayoría de perso-nas en la miseria, a las que sólo quedará ayudar voluntariamente.Consideran, por el contrario, que el libre mercado aumentará elnivel de vida de la gran mayoría de la población. Pero éste no es elfundamento último de la propiedad privada y el libre mercado. Esaargumentación es fuertemente deontologista, no utilitarista. La pro-piedad de la persona sobre sí misma es una mandato moral origina-rio, una especie de renovado imperativo categórico. Si sus resulta-dos son “útiles”, mejor, pero el punto principal es que sean justosaunque no sean útiles (que no es el caso). Esta escisión conceptualentre justicia y utilidad no es tan fácil de encontrar, en cambio, enlos trabajos de Mises y Hayek13, a pesar de que, curiosamente, esosautores son la base que este esquema conceptual utiliza para afirmar

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13. Véase al respecto Mises, L. von (1977) y Hayek, F.A. (1978).

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que la propiedad, además de justa, es útil (el caso de Rothbard esemblemático al respecto)14.

A partir de aquí podemos ver el fácil encadenamiento conceptualque este paradigma (totalmente incomunicado con el anterior) gene-ra entre libertad, igualdad y justicia. La libertad se concentra en la“libertad de estar siendo coaccionado por”, como resultado del ejer-cicio de los derechos individuales clásicamente entendidos que sur-gen, a su vez, del principio moral fundamental: la persona es dueñade sí. Ésa es la justicia radical. Es justo que la persona sea dueña desí y, por tanto, dueña de todo aquello que resulte de esa radical pose-sión. El libre mercado es justo porque la propiedad sobre sí mismaes justa, y no al revés (esto es, la propiedad de los bienes de produc-ción no es lo que fundamenta la justicia). Por eso la noción de dere-cho se concentra en los derechos negativos. Los llamados derechos“sociales” son una corrupción de la justicia porque implican un actoredistributivo radicalmente injusto y, obviamente, no deben estar enel texto constitucional (Hayek coincide en este punto). Este esque-ma conceptual no sostiene que no sea deseable que haya mayores(aunque no iguales) oportunidades para todos respecto a la salud, ala vivienda o a la alimentación. Simplemente, y colocándose enfren-te del paradigma dominante en materia de constitucionalismo, noconsidera que todo ello sea un conjunto de derechos que la personapueda reclamar sin atentar necesariamente contra la propiedad deotra. Para este esquema conceptual es obvio que el mercado libre esel único sistema que produce un mayor nivel de vida para todos, peroeso no es un derecho que se pueda reclamar y, menos aún, en el sis-tema jurídico-positivo.

La igualdad, obviamente, es la igualdad ante la ley, y no la igualdad“compensatoria” de ingresos diferentes que se daba por medio delprincipio de diferencia. Este planteamiento conceptual es muy cohe-rente a la hora de reclamar iguales derechos para todo tipo de perso-nas (y por ello rechaza con energía conceptual toda forma de racis-mo, sexismo o nacionalismo que divida a las personas según su raza,nacionalidad, etc.). Al mismo tiempo, y precisamente por ello, semantiene muy distante de las típicas propuestas socialdemócratas

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14. Rothbard, M.N. (1970).

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que obligan coactivamente a los propietarios a no cometer actos discri-minatorios dentro de su propiedad.

La postura de Hayek se parece mucho al esquema anterior, tanto poralgunas posiciones teoréticas (que han hecho mucho ruido) comopor ciertas posiciones prácticas. Entre las primeras, las principalesson su radical oposición al concepto de “justicia social” y su posturade que no cabe hablar de distribución en el mercado15. Entre lassegundas, son destacables sus críticas al Welfare State, su oposición ala redistribución de ingresos vía impuestos progresivos y su negativaa la incorporación de derechos sociales en los textos constituciona-les16. Todo ello ha implicado que, en el debate público, a veces nohaya diferencias entre un libertario en el sentido anterior y un parti-dario de Hayek. Sin embargo, en nuestra opinión, las divergenciasson importantes.

En primer lugar, ningún derecho es, para Hayek, el resultado de unaxioma planteado a priori. Todos los derechos individuales son con-secuencia de un proceso histórico que concluye en ellos de modoevolutivo, como en un orden espontáneo. Los derechos individualesson normas generales de conducta justa que han ido evolucionandodesde elementos de la antigua Grecia, de la antigua Roma y de fuen-tes medievales, hasta llegar al common law británico exportado a lastrece colonias norteamericanas17. El liberalismo clásico también esfruto de una evolución de las normas de limitación al poder público.Por ende, en Hayek no hay una noción de derecho “absoluto” sin his-toria. Todos los derechos se concentran evolutivamente en unadeterminada concreción histórica. La propiedad es eso: no se refierea ninguna categoría ontológica de la posesión de la persona sobre símisma, sino a una evolución del contrato como alternativa al conflic-to. Por ello -en segundo lugar- en Hayek no hay una manera racio-nalista de proceder: este autor no deduce los derechos de un axiomaoriginario a priori de la evolución del orden espontáneo. La teoría noes en él a priori de la historia, sino que implica una conjetura sobreórdenes espontáneos18 que se dan en lo concreto de la evolución his-

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15. Hayek, F.A. (1979a), vol. II, cap. IX.16. Hayek, F.A. (1979a), apéndice.17. Hayek, F.A. (1978), cap. XI.18. Véase al respecto “Scientism and the Study of Society”, en (1979b).

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tórica. Éste es un modo de plantear las cosas muy diferente al liber-tarianismo, y me pregunto si todos los que se adhieren a las críticashayekianas al racionalismo constructivista19, por lo que toca al socia-lismo y al totalitarismo, son coherentes a la hora de obviar lo queafecta al modo libertario de plantear el tema de la propiedad, tan apriori de la historia concreta.

Por ello -en tercer lugar- es inútil tratar de encontrar en Hayek unclaro planteamiento deontologista o utilitarista. Es evidente queutilitarista clásico no es, ya que un orden espontáneo no puede, pordefinición, planearse como una serie de normas útiles calculadascomo la mayor felicidad para el mayor número de personas. La uti-lidad es, a lo sumo, al estilo de Hume (que Hayek asocia conTomás de Aquino20): un conocimiento tácito de la conveniencia deciertas instituciones sociales sobre otras. Deontologista absolutotampoco puede ser (en el sentido de lo moral como independientede las consecuencias sociales) porque los derechos individualesevolucionan en un orden espontáneo que, precisamente, da priori-dad a aquellas instituciones que permiten una mayor paz, unamayor estabilidad y un mayor aumento de los niveles de vida degrandes grupos de población. A lo sumo puede buscarse una espe-cie de imperativo categórico implícito que considere la libertadindividual como valor fundante de todo su pensamiento, tal y comoopinaba J. Gray21.

Por estos motivos se comprende que -en cuarto lugar-, al lado detodas sus críticas a la “justicia social”, que apuntaban contra elWelfare State de los gobiernos centrales, Hayek fue asombrosamentegeneroso, a ojos libertarios, en lo que se refiere a las facultades dis-tributivas de los bienes públicos por parte de los gobiernos locales(en cualquier área, salud, educación y seguridad social inclusive).Hayek no mostraba preocupación por una noción abstracta de pro-piedad, sino por el crecimiento del Estado central. Frente a él, losgobiernos locales podían redistribuir lo que quisieran, “siempre que”no lo hicieran de modo monopólico y financiaran el gasto con

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19. Críticas, como por ejemplo las efectuadas en Hayek, F.A. (1981a).20. Véase Hayek, F.A. (1979a), libro II, cap. VII, p. 28.21. Gray, J. (1984).

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impuestos locales22. Esto, desde luego, le alejó totalmente de los“estados providencia” vigentes en EE.UU. y Europa, pero también,por el mismo motivo, del imperativo libertario de gobierno mínimo o nogobierno como imperativo moral inexorable. Buchanan es un caso pare-cido23, y no estamos hablando precisamente de dos ejemplos margi-nales en el liberalismo clásico actual.

El resultado externo del planteamiento de Hayek respecto a lasnociones de libertad, igualdad y justicia es parecido al de Nozick,aunque con bases muy diferentes que también tienen resultados con-cretos. La libertad es ausencia de coacción, entendiendo por coac-ción el uso arbitrario de la fuerza; y la arbitrariedad, a su vez, corres-ponde al gobierno de los hombres y no de la ley. Esta libertad tam-bién es negativa: se refiere a los derechos individuales clásicos. Laigualdad es así mismo libertad ante la ley. Hayek enfatiza la igualdadcomo ausencia de privilegios legales y prebendas especiales de cual-quier persona o grupo de personas más allá de sus derechos indivi-duales. La igualdad ante la ley implica ausencia de privilegios lega-les y, por ende, los grupos de presión son, en el sistema de Hayek, lamayor amenaza interna al proyecto democrático24. Si no fuera por la“división de aguas” que produce ideológicamente el tema de la eco-nomía de mercado, se podría decir que el liberalismo clásico conflu-ye en Hayek con las mejores tradiciones jurídicas de Occidente, pre-sentes incluso en documentos como la Pacem in Terris25.

Puesto que la justicia es, por tanto, conmutativa, aquella que corres-ponde a los derechos individuales, es inútil esperarla de los procesosde mercado26. Sin embargo, a pesar de esta ruidosa oposición con-ceptual y práctica a la “distribución”, el sistema de Hayek alienta lasubsidiariedad del gobierno -en esos términos-27 en el caso de lasadministraciones locales, con lo cual el resultado práctico de su pro-puesta es una especie de punto intermedio entre el Welfare State de

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22. La explicación detallada de este tema se encuentra en Hayek, F.A. (1979a),tomo III. Para una explicación resumida, véase Hayek, F.A. (1981b).23. Buchanan, J. (1975), (1980) y (1999), vol. I.24. Véase su introducción al libro III de Hayek, F.A. (1979a).25. Especialmente su segunda parte.26. Véase Hayek, F.A. (1979a), libro II.27. Hayek, F.A. (1979a), cap. VII.

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la socialdemocracia y el gobierno mínimo. Hayek se muestra másinclinado a este último, aunque con una respuesta “práctica” a la asis-tencia de situaciones sociales que el mercado, por las razones quefuere (y de ningún modo nos estamos refiriendo aquí al market fai-lure), no quiera atender.

En Hayek, este tema -que algunos han visto como un grave fallo28 ocomo una cierta inconsistencia29- lleva a plantearse nuevamente lacuestión de la propiedad, que está siempre detrás de los aspectos quese refieren a la igualdad. ¿Hay aquí un punto ético que se nos esca-pa? ¿Es coherente adherirse a un mercado libre, como el que Hayekplantea, sin por ello apoyar in totum una concepción de la propiedadcomo la que concibe el “sistema” libertario? ¿Qué resultados tieneesto respecto a la redistribución de ingresos y a la igualdad?

IV. La propiedad privada, otra vez

Santo Tomás de Aquino describe una noción muy amplia, muy elás-tica, de la ley natural. Esta noción, matizada por las circunstanciashistóricas30, aparece sobre todo en su famosa distinción entre lospreceptos primarios y secundarios y se relaciona, aunque no es lomismo, con una mayor elasticidad de la ley humana positiva y con latolerancia31. Tomás de Aquino hace sus clásicas distinciones cuandose pregunta si la ley natural es una para todos los hombres32 o sipuede cambiarse33. Una de estas distinciones es la diferencia que hayentre lo universal y lo más particular en el intelecto práctico; otra, eníntima conexión con la anterior, es la que se establece entre los prin-cipios primarios de la ley natural (cercanos a lo inmutable de la natu-raleza humana) y los preceptos secundarios. Estos últimos se relacio-nan en parte con algunos “añadidos” según su utilidad, cosa que apa-rece en el cuerpo del artículo cinco y en la respuesta a la tercera obje-ción, cuando Tomás de Aquino aclara que el intelecto humano

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28. Véase De Jasay, A. (1997), parte I, p. 6.29. Krause, M. (2003), pp. 18-19.30. Santo Tomás de Aquino (1963), Q. 95, ad 3.31. Santo Tomás de Aquino (1963), I-II, Q. 96, c.32. Santo Tomás de Aquino (1963), Q. 94, a. 4.33. Santo Tomás de Aquino (1963), a. 5.

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puede llegar, a modo de ad-invenio, a ciertas cuestiones que tienenutilidad respecto a los preceptos primarios, de manera no contradic-toria con éstos, aunque tampoco desprendida de ellos necesariamen-te. En la respuesta a la tercera objeción aparece también la propie-dad tal y como la interpretaba Tomás de Aquino en plena época feu-dal; para él, la posesión común de todas las cosas era de ley natural.

La distinción entre los preceptos primarios y los secundarios no seadvierte, ya que a la hora de tomar decisiones las circunstancias loshacen aparecer juntos. Si una persona se encuentra en un edificio detres pisos, se abalanza sobre otra y la arroja por la ventana, eso es sen-cillamente un asesinato. Obvio: un precepto primario de la ley natu-ral es no asesinar. Ahora bien, es evidente que en ese caso hay unacuestión más contingente, menos universal, en el sentido de no nece-sariamente deducida del aludido precepto primario: la presencia dela gravedad. Si un individuo está en el nivel tres de una estaciónespacial, sin gravedad, y arroja a un amigo por una ventana a otrolugar donde también hay oxígeno, eso será, a lo sumo, una falta deeducación o una mala broma, pero no un asesinato. El precepto pri-mario es no asesinar; el secundario, “no arrojarás a alguien por la ven-tana cuando hay gravedad”, cosa que es tan obvia en la Tierra que nisiquiera hay necesidad de enunciarla. Pero la cuestión es que “arrojara alguien por la ventana” no es en sí un asesinato, a menos que mediela presencia de algo menos universal, en el sentido de “no necesaria-mente deducido a partir de” el precepto primario...

Hemos dado este ejemplo porque, en el mundo social, la escasezrepresenta el papel de la gravedad, aunque su conciencia esté muysilenciada ideológicamente. Hay escasez y, por ello, hay problemaeconómico. En Mises y Hayek esta cuestión está intrínsecamenterelacionada con el conocimiento disperso e incompleto de oferentesy demandantes. Por esa razón hay propiedad privada y precios,entendidos como interacciones e instituciones del mundo social queemergen espontáneamente para hacer frente al problema de la esca-sez con ahorro, inversión y formación de capital. Estos aspectosdeben dirigirse hacia las necesidades prioritarias de los consumido-res, señaladas por los precios. Por más extraño que parezca a quienno esté familiarizado con estos autores, la intervención del gobiernopara fijar precios o eliminar la propiedad no hace más que herir demuerte la interacción social que compensa el conocimiento disperso:los precios. Es decir, cuanto más intenta un gobierno planificar, más

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desordena. La propiedad y el sistema de precios aparecen como ins-trumentos para hacer frente al problema de la escasez, como institu-ciones sociales útiles en ese sentido34.

Por supuesto, con lo anterior no intentamos ni siquiera resumir el ejecentral de la Escuela Austríaca de Economía35 para “convencer” allector, pero sí para que al menos “comprenda” (en el sentido gadame-riano de Verstehen36) el papel que la propiedad representa en esosautores (Mises y Hayek, así como algunos de sus discípulos impor-tantes como I. Kirzner, M. Rizzo, R. Garrison o R. Ebeling, entreotros). Si hay escasez, la propiedad es “necesaria” como medio37 paraminimizar sus efectos ya que, junto con los precios, se presenta comouna institución social necesaria para combinar el conocimiento dis-perso, o impedir que el natural desajuste de expectativas entre ofe-rentes y demandantes sea aún peor. En Mises, directamente, la pro-piedad privada de los medios de producción se presenta como nece-saria para la realización del cálculo económico38. Es una necesidadno circunstancial. No es que la propiedad pueda ser hoy necesaria ymañana no, o necesaria aquí y no necesaria allá. Es más universal queel ejemplo de la gravedad porque puede haber interacciones socialessin fuerza de gravedad, pero allí donde hay escasez, la propiedad esnecesaria para minimizar sus efectos, en potencia (allí donde no haymercado, como en ciertas civilizaciones antiguas y autárquicas) o enacto (allí donde hay mercado y precios monetarios)39. Pero, recorde-mos, la escasez no es un fenómeno físico. Los recursos naturales enuna isla desierta no son ni escasos ni no escasos. La escasez es unfenómeno esencialmente humano (mundo social, aspecto específica-

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34. Todo esto podría relacionarse de algún modo con la teoría de los tres nivelesde J. Huerta de Soto, pero decimos “podría” porque estamos comenzando a estu-diar dicha posición. Véase al respecto el cap. VI de Huerta de Soto, J. (1994).Nosotros hemos desarrollado la relación entre la ley natural de Santo Tomás, elorden espontáneo y la noción de utilidad de Mises en Zanotti, G.J. (2001), pp.117-122.35. Hemos intentado hacer ese resumen en Zanotti, G.J. (2002).36. Véase Gadamer, H.G. (1995), p. 61.37. Santo Tomás de Aquino (1963), I, Q. 82, a. 1.38. Véase al respecto su libro Mises, L. von (1968b). Sobre este tema, véaseGianella de Vázquez Ger, C. (1993).39. Mises, L. von (1968a), parte III.

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mente filosófico) o al menos lo es “esencialmente” después del peca-do original (aspecto específicamente teológico).

Pero, obsérvese con cuidado, a pesar de esta universalidad y necesi-dad de medio que la propiedad tiene en la Escuela Austríaca, noforma parte de los primeros principios de la ley natural; no puedeformar parte de la sindéresis por la que conocemos con cierta evi-dencia los primeros principios del intelecto práctico. Para conoceresa necesidad de medio se requiere una ciencia social desarrolladahistóricamente -la Economía política- y, además, desde un punto devista austríaco. En ese sentido, la presencia de la escasez, análogamen-te a la gravedad, tiene un margen de contingencia que coloca suimplicación (la propiedad) como un precepto “secundario” en elorden moral, si se quiere contemplar en ese nivel. Santo Tomás lointuyó en su época cuando consideró, como hemos visto, la propie-dad (la poca que él conocía en el sistema feudal) como una ad-inve-nio no contradictoria con la ley natural40. En este aspecto, caberecordar una rica y densa expresión que encontramos en la ContraGentiles: “(...) aquellas cosas sin las cuales no puede conservarse lasociedad humana son naturalmente convenientes al hombre”41.Muchas de esas cuestiones, que son “naturalmente” convenientes alhombre (y en ese sentido cercanas a un planteamiento ontológico),necesitan la mediación (en ese sentido gnoseológica) de las CienciasSociales, que nos dirán qué instituciones son aquellas sin las que lasociedad humana no podría conservarse (ese es el carácter “utilitario”de tipo cualitativo presente en Santo Tomás, que implica gran partede sus preceptos de tipo secundario). Por todo ello, las investigacio-nes de la Escuela Austríaca sobre la interacción de escasez, propie-dad y precios nos dan material más que suficiente para calificar a lapropiedad privada de los medios de producción como derecho natu-ral secundario, no directamente deducible, sin embargo, de los pri-meros principios del derecho natural primario. Por esta razón, la tra-

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40. La expresión latina de la Suma (I-II, Q. 94, a. 5, ad. 3) dice “(...) possessionumet servitus non sunt inductae a natura, sed per hominum rationem, ad utilitatemhumanae vitae” (las itálicas son nuestras); esto es, las posesiones y las servidumbres(obsérvese el contexto histórico feudal) no fueron inducidas por la naturaleza, sinopor la razón humana en función de lo que es útil a la vida humana.41. Libro III, cap. 129.

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dición cristiana, la patrística sobre todo, y el Magisterio Pontificiohan recordado siempre el “destino universal de los bienes” como algoimplicado directamente en la Revelación y en la armonía razón-fedel Catolicismo. Ello no presenta ninguna contradicción, comovemos, con la concepción de la propiedad como derecho naturalsecundario, a partir del conocimiento no revelado (y en ese sentidoopinable en relación con la fe) de la propiedad, como algo necesariopara minimizar el problema de la escasez y, por el mismo motivo,como algo que “cumple” de manera ordinaria con el destino univer-sal de los bienes.

Todo esto justifica que, en caso de necesidad extrema, la propiedad,como derecho natural secundario, ceda ante el derecho a la vida, quees precepto primario de la ley natural42. Cuando desde allí se dedu-cen políticas estatistas y expropiatorias es porque se desconoce lainteracción que los austríacos señalan entre propiedad y escasez. Quela propiedad sea precepto secundario, y no primario, de la ley natu-ral, explica una intuición moral básica que se da en el presente caso.Si un coche se está incendiando con personas adentro y, ex hipóte-sis, nadie me presta un extintor, pero yo tomo uno cualquiera que noes mío y apago el fuego, ¿es ello un robo? Los libertarios deberíancontestar que sí. Pero, ¿es así? ¿Es eso “robar o hurtar”?

Lo interesante es que esto es lo que da fundamento teorético a unare-distribución mínima de recursos como la que Hayek propone anivel local. Si un niño aparece solo en medio de una plaza pública alas ocho de la mañana, el administrador de los bienes públicos quellamamos gobierno no comete ningún robo si, discrecionalmente,utiliza parte de esos bienes públicos para la atención al niño43. Desdeluego, esto no implica negar que sea plausible un programa de inves-tigación en el que se investigue la posibilidad de la privatización detodos los bienes públicos, gobierno central incluido44, aunque nocomo la única alternativa ética posible, sino como una de las tantasposibilidades del dinamismo de la historia.

En relación con lo anterior, el término “distribución” puede incorpo-rarse sin incurrir en las aporías anteriormente referidas. En primer

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42. Sobre la relación entre ley natural y derecho natural véase Derisi, O.N. (1980).43. Hemos desarrollado este ejemplo más in extenso en Zanotti, G.J. (1989), cap. 3.44. Véase al respecto Benegas Lynch, A. (1993).

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lugar, no hay por qué temer un uso analógico del término distribu-ción aplicado al proceso de mercado. Obviamente, en el mercado, lasrelaciones de justicia son conmutativas, pero si el punto de partida esjusto (la propiedad como derecho natural secundario), el resultado delproceso también lo será. Ese resultado es lo que llamamos distribu-ción de los recursos según la productividad (marginal, en el caso dela Escuela Austríaca), y quiere decir que si alguien gana mucho dine-ro como deportista o como cantante, no por ello deberá nada a quienno gane lo mismo, de igual modo que los obreros de EE.UU., quetienen un salario real (merced a la mayor productividad marginal)mayor que los hindúes, no deben a estos últimos nada desde el puntode vista de la justicia. Porque -y esto es importantísimo- la mayorriqueza de los primeros no se debe a la mayor pobreza de los segun-dos. Suponer lo contrario es asumir el presupuesto marxista de laplusvalía, refutado hace más de un siglo por E. Von Böhm-Bawerk45.

Esto último es importante porque, a veces, desde un esquema neo-clásico de competencia perfecta, no austríaco, se deducen consecuen-cias diferentes, mezcladas además con una versión muy refinada dela plusvalía de Marx. Rawls nos ofrece, y no de casualidad, un buenejemplo al respecto: “(...) For example -dice en A Theory of Justice46-,the precept to each according to his contribution covers many casesof distribution in a perfectly competitive economy”. Pero, continua,“(…) It is easy to see that this is not the case”47. ¿Por qué? Con todaclaridad, como siempre, Rawls responde: “(…) Factors of productionnever in fact receive their marginal products, and under modernconditions anyway industries soon came to be dominated by a fewlarge firms. Competition is at best imperfect and persons receive lessthan the value of their contribution, and in this sense they areexploited”48. Esto es importante porque un poco más arriba afirmá-bamos que la distribución del ingreso resultante del mercado, queimplica un mercado de trabajo y la productividad marginal conse-cuente, era justa. Pero si asumimos el modelo de competencia per-fecta, nuestra afirmación era cierta sólo en esa hipotética situación, y

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45. Véase el cap. 8 de su tratado Von Böhm-Bawerk, E. (1976).46. Rawls, J. (1971), p. 308.47. Rawls, J. (1971), p. 308.48. Rawls, J. (1971), p. 309.

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la distancia entre el mercado perfecto, hipotético, y el mercadoimperfecto, real, debería cubrirse con una redistribución adicionalque compensase la diferencia (que marca, para Rawls, una “explota-ción”). Pero, otra vez, la Escuela Austríaca de Economía basa su aná-lisis en la teoría de proceso de mercado, precisamente contrapuesta,desde el inicio, al presupuesto de conocimiento perfecto49. Esto esclave. La Escuela Austríaca parte de que el mercado es imperfecto,dado el conocimiento disperso de oferentes y demandantes. Los pre-cios sirven como sintetizadores de conocimiento disperso y son,junto con la propiedad y la capacidad de aprendizaje, factores quecompensan la dispersión de conocimiento y producen una tendenciaasintótica al acercamiento de la oferta con la demanda, sin alcanzarnunca, jamás, el estado final de reposo50. Toda interferencia delgobierno en los precios y en la propiedad, por ende, tiende a alejar ydescoordinar oferta y demanda. Por ello, cuanto más libre sea el mer-cado, más tenderá el salario a acercarse al valor de la productividadmarginal del trabajo. Cuanto menos libre lo sea, más se alejará. Poresto, la distribución del ingreso conforme a la productividad margi-nal, suponiendo un mercado libre, es justa, como habíamos dicho.Pero, obviamente, no suponemos que la productividad marginal seamuy baja en un mercado libre. Al contrario, al ser este último el prin-cipal incentivo para la inversión, suponemos que la demanda de tra-bajo tenderá a aumentar y los salarios reales también lo harán consi-guientemente. Esto producirá una tendencia a la igualación al alzade los ingresos, ya que hablamos de salario real “en general”. Por eso,contrariamente a las predicciones de Marx, los sectores con ingresosmedios tenderán a crecer en un mercado libre, y no al revés.

Obviamente nada de esto se deduce del destino universal de los bien-es como precepto primario de la ley natural, pero, a su vez, nada deello se contradice con ese destino universal. Cuando agregamos a esteúltimo, como premisa mayor, los conocimientos del mercado sobrela base de la Escuela Austríaca, calificamos la propiedad privadacomo derecho natural secundario, al igual que en el caso de la norma“no arrojarás personas por la ventana en presencia de gravedad”. Sila visión del mercado es otra (como vimos en el caso del esquema

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49. Véase al respecto el texto seminal de Hayek “The Meaning of Competition”,en Hayek, F.A. (1980). Sobre esta cuestión véase también Kirzner, I. (1982).50. Mises, L. von (1977).

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neoclásico), es posible que la conclusión sea diferente (como en elcaso de Rawls). Si usted supone que el mercado libre aleja los sala-rios de su productividad marginal, entonces es coherente que pidauna mayor acción redistributiva por parte del gobierno. Por supues-to, en Rawls no hay preceptos primarios ni secundarios de la leynatural, pero si usted parte del precepto primario de destino univer-sal de los bienes y de la suposición anteriormente aludida (esto es,que el mercado libre no coordina los recursos escasos, sino al revés),es posible que termine desarrollando un principio de diferencia alestilo Rawls, pero aplicado a un esquema conceptual iusnaturalista.

En cambio, las explicaciones austríacas sobre la propiedad, comonecesaria para el cálculo económico (Mises), el papel de los precioscomo coordinadores de conocimiento disperso (Mises, Hayek) y elrol empresarial como tendencia equilibrante del mercado (Kirzner)implican una concepción de mercado libre, en la que éste es el modoordinario de concreción social del destino universal de los bienes.

Sin embargo, al incluir la expresión “de modo ordinario” damos tam-bién un fundamento iusnaturalista a ese papel subsidiario que Hayekotorga a los gobiernos locales sobre los bienes públicos. Éste sería unmodo “extraordinario” de distribución del ingreso, más allá de la pro-ductividad marginal del mercado o de las donaciones, ya que es líci-to utilizar discrecionalmente bienes públicos en casos de emergen-cia. Por supuesto, para poner un “límite” a esto se encuentra, preci-samente, toda la obra constitucional de Hayek, que hoy, junto con lade Buchanan, constituye una Constitutional Political Economy51 cuyonúcleo -que no podemos desarrollar ahora- consiste en acotar lasfacultades fiscales de los gobiernos centrales para evitar que la pro-piedad y el mercado degeneren en un juego de suma cero de intere-ses encontrados de grupos de presión52. Y otra vez el mismo modode razonar: los conocimientos de las Ciencias Sociales “no se dedu-cen de” los preceptos primarios de la ley natural aunque, al mismotiempo, “no se contradicen con” ellos. Por eso pueden ser un motivo(al igual que la relación entre escasez, precios, conocimiento disper-so y mercado) para limitar constitucionalmente el avance del gobier-

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51. Véase Vanberg, V.J. (1998), pp. 69-75.52. Buchanan, J. (1999).

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no central y su papel redistributivo y para dejarlo en manos degobiernos locales, fijando pautas constitucionales al respecto.

Con esto cumplimos la promesa establecida al inicio de este texto,esto es, “reencaminar una conversación” estancada entre paradigmasinconmensurables (socialdemócrata y liberal clásico tipo Nozick)respecto al tema de la igualdad. La conversación estaba estancadapor dos concepciones radicalmente diferentes de la propiedad. Loque para Nozick es lisa y llanamente un robo, para Rawls es la justi-cia, que se realiza mediante el principio de diferencia. Hayek man-tiene una postura muy parecida a la de Nozick, en su oposición alWelfare State, aunque a su vez se muestra muy generoso respecto a lasubsidiariedad de los gobiernos locales. Éste es un punto intermedio,criticado como contradictorio desde ambos paradigmas rivales.

Pero lo que no aparece en ninguno de los tres (Rawls, Nozick yHayek) es la concepción clásica de Santo Tomás sobre la ley naturaly la distinción entre preceptos primarios y secundarios. Al combinaresta postura con elementos de la Escuela Austríaca, por un lado(Mises, Hayek y Kirzner sobre propiedad y precios), y de laEconomía constitucional, por otro (Hayek, Buchanan), todo se vaordenando conceptualmente. La macro-redistribución de ingresos,al estilo Rawls, queda descartada, pero la posibilidad de una micro-redistribución, a nivel local, se admite (Hayek) sobre la base de lapropiedad privada, entendida como derecho natural secundario(Santo Tomás).

¿Cómo afecta todo esto a los problemas actuales sobre la igualdad yla desigualdad? Creemos que la respuesta a esta pregunta radica enhacer una interpretación muy diferente a la que se hace a nivel mun-dial. Un modo habitual de ver las cosas es que, después de la caídadel Muro, se produjo un gran optimismo respecto a las posibilidadesdel mercado en la asignación de ingresos y en la solución global dela pobreza. Las crisis financieras internacionales y el aumento deciertas desigualdades en regiones como América Latina han demos-trado, sin embargo, que ese optimismo era desmesurado. La décadade los años noventa parece haber sido un “ensayo y error” respecto alas posibilidades del mercado para la solución de la pobreza y el sub-desarrollo. Desde un punto de vista austríaco, ni EE.UU., ni laUnión Europea, y menos aún América Latina, fueron precisamenteensayos de las propuestas concretas de Hayek y Mises (a las que

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habría que agregar las de Buchanan) sobre la eliminación del WelfareState, las tarifas arancelarias, los acuerdos entre bloques, los privile-gios legales de los grupos de presión y las políticas monetarias esta-tistas promovidas por los bancos centrales locales y los organismosfinancieros internacionales. Esas cuestiones no son un detalle paraMises y Hayek. Forman parte del intervencionismo, tal y como unay otra vez lo denunciaron a lo largo de su vida y obra53. Las desigual-dades pueden haber aumentado, pero la pregunta es, ¿debido al mer-cado libre o por falta de él? Ésta no es una pregunta sólo académica;la sufren los miles de inmigrantes que mueren diariamente y que, sisobreviven, son repatriados de forma inmediata porque todo su deli-to consistió en haber intentado escapar del infierno. Claro, el “esta-do providencia” y los salarios mínimos de las naciones “capitalistas”no los pueden absorber... ¿Es eso un mercado libre?

V. Conclusiones

1. La igualdad y la desigualdad sociales se enfocan, en la mayor partede las ocasiones, desde dos paradigmas irreconciliables.

2. A nivel práctico, el paradigma dominante es el Welfare State, segúnel que el gobierno central debe realizar una fuerte redistribución deingresos, sin que ello implique negar el papel que el mercado repre-senta en el área de la producción.

3. A nivel teorético, Rawls ha hecho una de las elaboraciones másrefinadas para la justificación de la redistribución del ingreso. Lospartidarios del derecho natural, aunque no coinciden con su baseneokantiana, podrían fácilmente llegar a la misma conclusión teoré-tica con una noción muy limitada de la propiedad.

4. El liberalismo clásico, que concibe sólo un gobierno mínimo, sepresenta hoy como un paradigma alternativo, cuyo autor modelo esR. Nozick. Hemos visto que la noción de propiedad abarca aquí laposesión absoluta de la persona sobre sí misma y llega, por ende, a

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53. Es muy significativo al respecto que la parte sexta del tratado de economía deL. von Mises (1968a) esté destinada in totum al análisis del intervencionismo,práctica que casi coincide con la organización de las naciones que supuestamenteejercen el libre mercado.

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conclusiones diametralmente opuestas sobre la justicia de la redistri-bución, convertida ipso facto en una injusticia.

5. Hayek es otro autor modelo para el liberalismo clásico, pero conbases teoréticas diferentes y conclusiones prácticas también distin-tas. Para este autor no hay un derecho absoluto, entendido como“axioma” de un sistema racional a priori, sino que los derechos indi-viduales evolucionan en circunstancias históricas concretas. A su vez,aunque Hayek se opone firmemente al Welfare State y a la justiciasocial, admite sin ningún problema las facultades redistributivas ysubsidiarias de los gobiernos locales.

6. Nosotros proponemos “re-encaminar” esta conversación delsiguiente modo:

a) Considerar nuevamente la propiedad privada de los medios deproducción desde la clasificación de Santo Tomás, distinguiendoentre preceptos primarios y secundarios de la ley natural.

b) En ese caso, necesitamos una serie de premisas adicionales paraconcluir que la propiedad privada de los medios de producción es unprecepto secundario.

c) En su época, el sistema social de Santo Tomás era el feudal, y lasbases teoréticas para la propiedad, los argumentos aristotélicos.

d) En nuestra época, el mundo social ha cambiado y, además, pode-mos recurrir a bases teoréticas diferentes para concluir que la propie-dad es un precepto secundario. Encontramos esas bases en la EscuelaAustríaca de Economía, dadas sus consideraciones sobre la escasez,el conocimiento disperso, los precios y la propiedad.

e) Sobre esas bases, concluimos que la propiedad privada de losmedios de producción es un derecho natural secundario, a partir delo que inferimos como justos los procesos distributivos causados porel mercado.

f ) En ese caso, tomamos la palabra distribución analógicamente,como el resultado del ingreso proveniente del salario real que, a suvez, depende de la productividad marginal.

g) Hemos visto que no se puede objetar que ello presuponga compe-tencia perfecta. La Escuela Austríaca parte precisamente de lo con-trario.

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h) Que el derecho de propiedad sea un precepto secundario justificala redistribución de bienes públicos en casos de emergencia.

i) Que esa redistribución “deba” realizarse a nivel local se infiere a suvez de los estudios de la Constitional Political Economy.

j) A nivel global, las desigualdades respecto al ingreso pueden haber-se agravado, pero ello no se debe a que un mercado libre, tal comolos austríacos lo entienden, exista. Al contrario, tanto EE.UU., comola Unión Europea, como, sobre todo, América Latina, están muylejos de haber considerado siquiera la posibilidad de llevar adelantelas reformas concretas que Mises, Hayek y Buchanan proponen parala eliminación del Welfare State, las tarifas arancelarias, los bancoscentrales y el proteccionismo corporativo en todo tipo de sectores.

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IGUALDAD Y DESIGUALDAD SEGÚN DESIGUALES PARADIGMAS

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Fitzgibbons,Athol,The Nature of Macroeconomics. Instability andChange in the Capitalist System, Edward Elgar,Cheltenham & Northampton, 2000

La lectura de los dos magníficos libros previos de Filosofía de la Economíade este profesor de la Griffith University de Australia, uno sobre AdamSmith (1995) y el otro sobre John Maynard Keynes (1987), me volcaron aleer este tercero en cuanto pude obtenerlo.

Se trata de una reflexión filosófica sobre las dificultades de la Teoríamacroeconómica para explicar y predecir hechos de la economía real. Tieneque haber alguna razón para la volatibilidad económica y financiera a laque cíclicamente se enfrenta la economía mundial. La Teoría macroeconó-mica, sostiene Fitzgibbons, no puede reconocerla pues su método es incon-sistente con los fenómenos que trata de explicar.

En la primera parte del libro el autor plantea su tesis general. El problemamacroeconómico no reside en la racionalidad o irracionalidad de las accio-nes. Las acciones son habitualmente racionales pero la información esincompleta. Las decisiones no pueden estar completamente determinadascuando falta información relevante. Es decir, la ausencia de conocimientoperfecto es suficiente para explicar las crisis: hay un conocimiento no cuan-tificable que no se tiene en cuenta o que es contingente. Simultáneamente,la Macroeconomía pretende tener conocimiento perfecto, no deja lugar alo no cuantificable. Por tanto, el problema es metodológico: el método dela Microeconomía no puede considerar fenómenos como los reales. “Laciencia macroeconómica presupone un estado de conocimiento que esinconsistente con los fenómenos que se supone que debe explicar” (p. 13).En efecto, si hubiera conocimiento perfecto, las crisis serían tan extrañascomo los locos. El mismo fundador de la Macroeconomía, J.M. Keynes, ensu Treatise on Probability, formuló una noción de comportamiento racionalde tipo no cuantitativo. Pero las ideas de Keynes fueron “encajadas” en losparámetros metodológicos de la economía neoclásica. Otros keynesianosdesarrollaron las situaciones en que Keynes reconocía irracionalidad oausencia total de conocimiento, que eran, también, tan raras como loslocos. Por eso, el problema de la Macroeconomía es que asume dos polosopuestos, ambos irreales: o conocimiento completo o ausencia total de

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conocimiento. También Frank Knight tuvo claro que esto no era así. En1921 escribió: “no hay ni ignorancia absoluta ni información perfecta ycompleta, sino conocimiento parcial”. El problema resultante es que laTeoría económica no tiene modo alguno de resolver la indeterminaciónque procede de las limitaciones de la inteligencia humana en una situaciónde incertidumbre (p. 30). La salida sería reconocer que es ciencia práctica,no ciencia positiva. Keynes también había pensado en esto cuando dijo quela Economía piensa con modelos pero debe contar con el arte de elegir elmodelo adecuado para cada situación. Hay, por tanto, un elemento “artís-tico”. Pero la Economía, en cambio, ha confinado la incertidumbre alámbito de la irracionalidad, lo que prácticamente significa afirmar que todala vida es irracional. Es perverso y auto-limitante ignorar la informaciónporque es incompleta. Sencillamente, nunca será completa.

Ahora bien, la aceptación del carácter práctico introduce la inexactitudpropia de las conclusiones de este ámbito. Fitzgibbons dice al respecto:“Dado un estado de conocimiento parcial, las decisiones pueden cambiaren circunstancias constantes, o pueden persistir cuando hay cambios. Elconocimiento parcial podría aportar la estabilidad o inestabilidad al siste-ma económico, pero siempre se escapa del poder predictivo de la teoríaeconómica” (p. 62).

En la segunda sección del libro, Fitzgibbons analiza los modelos o teoríasexistentes y sus problemas. Se trata de la aplicación de las críticas formu-ladas más arriba a la teoría neoclásica, el keynesianismo tradicional, la pro-puesta de Edmund Phelps, la teoría de las expectativas racionales y el neo-keynesianismo. También se plantea qué se puede hacer a nivel de Políticaeconómica. Al gobierno le interesa la macro y al mercado la micro. Los dostienen información parcial; pero es precisamente esta parcialidad la quepuede hacer triunfar una política macro: el gobierno fija una creencia que,si es persuasiva, orienta a los agentes. Las políticas macroeconómicas sóloson efectivas porque el mercado no es tan omnisciente como piensan losclásicos; pero siempre son imperfectas, precisamente porque éstos no estánsuficientemente informados y, por eso, pueden funcionar mal. Fitzgibbonstermina la sección con una sabia recomendación: “Siempre habrá algúnelemento arbitrario en cualquier política macroeconómica, pero una socie-dad libre sabría qué hechos y valores han sido considerados como relevan-tes y cuáles serían los cursos de acción alternativos. Los juicios involucra-dos en la implementación de la política gubernamental deberían ser decla-rados abiertamente. Una valoración franca de la situación que reconoce losméritos y amenazas de las alternativas es, sin duda, más consistente con lademocracia y el compromiso con la verdad que la construcción de mitosacerca de la inhabilidad del gobierno o del mercado” (p. 120).

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La tercera parte del libro se titula “Economía y razón práctica” (título queme resulta familiar, pues es el de mi tesis doctoral). Aparte de algunaimprecisión menor acerca de la noción de razón práctica, la esencia de supropuesta es que Keynes volvió, quizás influido por la tradición aristotéli-ca de Cambridge, a la idea de la posibilidad de decisiones racionales enámbitos imperfectos. Tanto en el texto como en el apéndice final se tratael discutido posible arrepentimiento de Keynes en relación a estas ideas, apropósito de la crítica de Frank Ramsey a su Treatise on Probability. Eltema es de especialistas y a mi juicio está muy bien orientado. Fitzgibbonspiensa que hay continuidad en el pensamiento de Keynes.

Sólo nos queda la conclusión, en la que el autor repite algunas ideas pre-vias. Es una pena que su estrecho concepto de ciencia de la Economía nole permita abordar las cuestiones reales. ¿Deberían los meteorólogos, sepregunta, limitarse a estudiar el clima de la Luna porque el terrestre obe-dece a comportamientos no científicos y complejos? Y concluye: “los efec-tos impregnantes del conocimiento no cuantitativo deberían conducirnos aconcluir que tanto las políticas gubernamentales como el mercado sonimperfectos. La mano invisible es inestable y los ‘filósofos-reyes’ son tuer-tos. Pero el hecho de que la perfección no sea de este mundo no deberíaconducirnos a una parálisis política. Aún es posible ser prácticos combi-nando conocimiento y ciencia con inteligencia y percepción moral, con laesperanza razonable de que ello nos llevará a una dirección deseable” (pp.145-146). Sólo una observación. Aunque Fitzgibbons no nos hable de lalibertad como una causa de la indeterminación, ésta está subyacente. Detodos modos, se hubiera agradecido que la considerara expresamente.

Ricardo F. Crespo

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Fareed Zakaria,The Future of Freedom. Illiberal Democracy atHome and Abroad, W.W. Norton & Co.,Nueva York / Londres, 2003

Zakaria sostiene la tesis de que, por primera vez en la historia, vivimos enun mundo democrático. En más del 60% de los estados rigen gobiernoselegidos por sus ciudadanos. Más aún, la democracia ha pasado de ser unrégimen político a todo un modo de vida. La economía se ha democrati-zado porque el consumo, el ahorro y la inversión se han convertido enauténticos “fenómenos de masas” en los que participan cientos de millonesde personas. Los pequeños grupos de capitalistas han perdido el poder enlas grandes empresas en favor de los grandes colectivos de trabajadores-accionistas, suscritos a fondos de pensiones. También la cultura se hademocratizado porque la clave del éxito de sus diversas manifestaciones yano es a quiénes gustan sino a cuántos. Hasta la religión se ha democratiza-do porque, salvo contadísimas excepciones, las iglesias han aguado su acer-vo doctrinal, procurando acomodarse a las creencias y a los deseos de susfeligreses. La democracia ha quedado como el único modo, aceptado yreconocido por las clases dominantes, de legitimar el poder.

Lo sorprendente -continúa el autor- es que la democracia no siempre hatraído consigo los beneficios que se asocian al liberalismo constitucional,que implica, además de la celebración regular de elecciones libres, el esta-do de derecho, la separación de poderes y la protección de libertades bási-cas como las de expresión, de asamblea, de religión y de propiedad priva-da, entre otras. Con frecuencia alcanzan el poder por medios democráticospersonas y grupos que se inclinan hacia el racismo, el fascismo, el separa-tismo, el fundamentalismo religioso, así como líderes con idearios populis-tas. La democracia incluso ha preparado el camino a dictaduras y tiranías.A veces, una democracia puramente procedimental ha tenido el efectocontraproducente de conculcar los derechos políticos, civiles, económicos,sociales y religiosos de los ciudadanos. Estos peligros son, en gran parte,reediciones de los ya previstos por Tocqueville: la tiranía de las mayorías yel populismo.

¿Cómo salvar a la democracia de sí misma? Zakaria propone ante todo larestauración de la autoridad en aquellas instituciones en las que se había

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perdido debido a la infiltración democrática: en las familias, en los sistemaseducativos, en las organizaciones culturales, en las empresas, en las jerar-quías religiosas y en los partidos políticos. En todos los ámbitos hace faltarevitalizar nuevas elites que guíen y orienten a la sociedad.Paradójicamente, para su buen funcionamiento, la democracia depende delestado de salud de un conjunto de instituciones cuyos regímenes no sondemocráticos. La raíz del mal está justamente en haber absolutizado elgobierno democrático, que en realidad no es nada más que un sistema o uninstrumento de organización política. La restauración de la autoridad enlos diversos ámbitos, por la que aboga Zakaria, podría ser el primer pasohacia una regeneración moral más amplia que la sociedad -y no sólo lademocracia- exige. La advertencia aristotélica de que el mejor régimenpolítico es aquel que goza de los mejores ciudadanos -también en sentidoético- no ha perdido vigencia.

Alejo José G. Sison

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Eric Abrahamson,Change Without Pain, Harvard BusinessSchool Press, Boston, 2004

En la reciente historia del management han sido ya numerosos los acadé-micos que se han ocupado del cambio empresarial, desde sus causas hastasus consecuencias, pasando por las estrategias y las tácticas con las queenfrentarlo o emprenderlo. En este decurso, pueden considerarse comohitos las aportaciones de Lewin, Kotter, Moss Kanter o Drucker, por citarsólo algunas de las más conocidas.

El profesor de la Universidad de Columbia Eric Abrahamson echa ahorasu cuarto a espadas, apostando con claridad por la posibilidad de un cam-bio que huya del traumatismo psicológico o de la destrucción creativa que,según su opinión, parece haber sido la tónica desde la que generalmente seha abordado la realidad del cambio, en especial el que afecta a las empre-sas y a sus miembros.

Nuestro autor se empeña en paliar un traumatismo que demasiados direc-tivos, quizá sin ser plenamente conscientes de ello, no hacen sino potenciaral someter a sus organizaciones al ritmo natural o artificial de la evolución.

Superando la destrucción creativa

El exceso real y retórico de los cambios a los que todos nos vemos someti-dos en nuestra vida profesional ha suscitado patologías corporativas y per-sonales tan variadas como nocivas: cambio-adicción, síndrome del cambiorepetitivo, exceso de iniciativas o la festejada destrucción creativa.Abrahamson propone contrarrestar los efectos perversos de los cambioscon un enfoque innovador: sustituir la destrucción por la recombinación.¿De qué se trata? De algo tan sencillo y difícil, a la vez, como mezclar lonuevo y lo antiguo, o mejor, como confeccionar innovaciones o suscitar yalimentar cambios de todo tipo sin tener que pagar el enorme coste de des-truir obligatoriamente lo anterior.

¿Qué se recombina? Gente, redes, cultura, procesos y estructuras. Losempleados crean relaciones entre sí a través de las que intercambian infor-mación, recursos, favores, incluso rumores en su vertiente más espontánea.La cultura comprende los valores -por ejemplo, el consenso para decidir-,

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las normas o los roles que representa cada cual - por ejemplo, ser un men-tor informal-. Los procesos engloban las actividades recurrentes -comprar,producir, distribuir- que permiten a la empresa transformar la materiaprima y otros recursos humanos, materiales o financieros en un producto oservicio. La estructura cuida de que los empleados desarrollen procesos demodo eficaz y eficiente; por ejemplo, la comisión de un vendedor por unaventa es un mecanismo estructural de control para garantizar la eficacia delas ventas.

La recombinación se puede llevar a cabo por medio de:

1. La clonación: lo cualitativo, o soft, es menos susceptible de ser clonadoque lo material, o hard. En no pocos casos, el mejor modo de cambiar escopiar lo que ya existe y funciona en otras unidades o filiales de la propiacompañía.

2. La personalización: una adecuada recombinación es siempre un traje amedida que responde a por qué, cómo y cuándo.

3. Traducción: utilizar métodos adoptados para afrontar problemas pareci-dos en contextos diferentes, para lo que es crítico recordar el dicho: “No setrata de que tú lo sepas, sino de si conoces a quien lo sepa”. En toda recom-binación es clave identificar quién tiene el conocimiento para reinventar unproceso y trasladarlo de un entorno a otro. Una receta asequible a cualquierempresa para incoar cambios sin dolor es rotar a las personas, pero justa-mente cuando lo hacen muy bien y con resultados palpables.

Una vía alternativa al cambio con dolor es el empleo de las redes de comu-nicación ya existentes, después de recombinarlas para que por ellas transi-te la nueva información. Para ello es conveniente hacer una cartografía quecomience desde cero. Basta con pensar en la red social capilar que configu-ran los empleados de una empresa que coinciden en la puerta del edificiopara fumar: se reúnen regularmente, hablan mientras fuman, llegan a for-mar un grupo compactado cortado longitudinalmente a través de la estruc-tura de la empresa, proceden de divisiones, funciones y categorías diferen-tes, tienen edades distintas, incluso puede que unos sean empleados, otrosaccionistas, otros proveedores, otros clientes, etc. Qué red formal llegarámás lejos y más en profundidad que ésta, de la que es posible extraer conmayor eficacia todo tipo de ideas, información y conocimiento paraemprender un proceso de cambio por recombinación de lo ya existente.

Abordemos los efectos no deseados. Como advierte Abrahamson, pocascosas incrementan con mayor rapidez la sobrecarga de iniciativas, y el caosanejo a los cambios de una fase de crecimiento, que el trabajo añadido quesupone sumar nuevos compañeros a los ya existentes. Es tremendo darsecuenta de que “más es menos”. Simultáneamente, pocas cosas incrementan

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más el síndrome del cinismo generado por cambios reiterados que ver conlos propios ojos cómo son despedidos compañeros y conocidos, más si esbajo la pancarta de la destrucción creativa.

En defensa de la estabilidad

Las empresas, como las personas, precisan de un mínimo de estabilidad.Sin rutinas, la vida se hace una labor de titanes psicológicos. El ritmo devida sana alterna períodos de estabilidad y de cambio. Las transformacio-nes demandan un grado de reposo para su asimilación, que constituye laantesala renovada de un cambio posterior. Las patologías identificadascomo cinismo, cansancio, bloqueo o exceso de iniciativas se palian con eta-pas de sosiego, en las que prima ser el más rápido, no ir más rápido. Cuandose tiene prisa es cuando justamente se ha de reducir la velocidad, pues laprecipitación conduce con celeridad a donde no se desea ir.

No hay que olvidar, sin embargo, que tan nocivo es ser un adicto al cam-bio, como evitarlo por aversión. Es en los períodos de mayor estabilidad enlos que es necesario combatir la inercia, acrecentar la capacidad de cambiary adoptar medidas que favorezcan la estabilidad del entorno de la compa-ñía. La tentación acecha y el peligro, entonces, apunta a que el músculocorporativo adquirido en fases de cambios y turbulencias degenere en grasay en masa amorfa. Abrahamson propone para esos momentos el fomentode ideas rompedoras, la elaboración a partir de lo que otros ya han pensa-do, dilatando los prejuicios valorativos para después, todo ello sin perder elfoco de la atención.

Las estrategias de las compañías que preservan ese enfoque, a la vez queprocuran fortalecerlas competitivamente, también deben protegerlas tantode las turbulencias de los mercados como de las modas del management yde las presiones por estar a la última, que a menudo lesionan la cohesiónde los equipos. Conviene recordar la regla 20/80, que adaptada al asuntoque nos ocupa diría algo así como: pocas son las iniciativas que efectiva-mente ponen en práctica la mayor parte de los cambios necesarios paraadaptarse a la nueva realidad; mientras tanto, la abrumadora mayoría de lasiniciativas desencadenan el 100% de los excesos y de los cansancios asocia-dos a esos cambios.

El libro que comentamos no está exento de excesos retóricos, de exagera-ciones prácticas, incluso de limitaciones interpretativas. El tema probable-mente sea de los más complejos con los que un académico y, sobre todo, undirectivo tiene que lidiar. Sin embargo, su singularidad estriba en procurarun modelo teórico asentado en el buen hacer de compañías solventes, queanhela integrar la intensa realidad del cambio con su mejor asimilación psi-

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cológica, personal y corporativa. Cambiar no es fácil ni cómodo, pero tam-poco tiene por qué ser el martirio al que parece que hemos de acostumbrar-nos; quizá el primer paso para acertar implique empezar antes de que seanecesario.

Guido Stein

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Reyes Calderón Cuadrado,Empresarios españoles en el proceso deindependencia norteamericana. La CasaGardoqui e Hijos de Bilbao, Instituto deInvestigaciones Económicas y SocialesFrancisco de Vitoria-Unión Editorial, Madrid,2004

A un buen trabajo de investigación se le pide, sobre todo, que provoque,que articule una tesis y que la defienda. El último libro publicado por laprofesora Reyes Calderón se enmarca en este ideal. El tema que aborda esconocido: la ayuda española a las colonias británicas de América del Norteen su proceso de independencia. Una amplia historiografía decimonónicaespañola y las aportaciones, algo más recientes, de varios estudios de espe-cialistas norteamericanos constituyen los pilares esenciales de un conoci-miento que se ha desarrollado, principalmente, por derroteros narrativos ydescriptivos. Los datos esenciales de las relaciones hispanoamericanas eneste periodo y los componentes de esa ayuda eran suficientemente conoci-dos, pero siempre cabe una reinterpretación y una valoración diferente.

La profesora Reyes Calderón ha considerado que la aportación española altriunfo de la revolución norteamericana puede interpretarse mejor a partirde la actividad desplegada por los empresarios españoles que participaronen este conflicto. En concreto, la autora analiza los negocios desarrolladospor la empresa Gardoqui e Hijos de Bilbao como hilo conductor de su estu-dio. Su tesis es que el Estado español recurrió a este empresario para cana-lizar su ayuda a los norteamericanos porque era un medio de mantener elsecreto y de reducir los costes (p. 142). La tesis en sí no es radicalmentenovedosa ya que era una práctica habitual en los estados en conflicto, ocuando no se tenían relaciones diplomáticas establecidas y regulares, recu-rrir a la intermediación de comerciantes. España, por seguir con el ejem-plo, ya la había empleado en reiteradas ocasiones en sus conflictos con losholandeses o en sus relaciones con el mundo musulmán y el mar Báltico.La diferencia en esta ocasión es el alcance de esta relación entre Estado eintermediario comercial. Como ha señalado Reyes Calderón, la mentali-

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dad empresarial de los Gardoqui se puso al servicio del Estado, se apoyóen la necesidad de servicios privados y utilizó esa relación y esos negociospara elevar su capacidad económica, sus relaciones políticas y su promocióncomo grupo social.

La actividad empresarial de los Gardoqui no surgió con la demanda delEstado, no fue fruto del momento ni de una función especulativa; al con-trario, la Casa Gardoqui ya funcionaba y operaba en el Atlántico. Su modode funcionar no difería del practicado por otras casas comerciales europe-as: conexión de mercados distantes, amplio capital circulante, fluidez en lostráficos, bajos beneficios pero muy constantes, y una red de corresponsalesque se apoyaba en la regularidad y en la confianza. Sus contactos previoscon Gran Bretaña y las colonias británicas de América del Norte le ofre-cieron la posibilidad de alcanzar una especialización algo diferente a la delresto de los grandes comerciantes españoles de Cádiz o Barcelona. Esaespecialización y su amplio crédito en el comercio atlántico fueron sufi-cientes para atraer la atención del Estado en la búsqueda de un interme-diario válido que ofreciera unos servicios reservados. Su función principaldurante los años previos al conflicto fue, principalmente, la de canalizar lasimportaciones de manufacturas francesas, y en menor medida españolas,hacia los insurgentes americanos, bien directamente hacia los puertosatlánticos o bien a través de La Luisiana española. Es en estos circuitoscomerciales, bien analizados por Reyes Calderón, donde queda de mani-fiesto la importancia de la experiencia adquirida previamente y su imbrica-ción con la maquinaria administrativa y militar española. En todo momen-to, Gardoqui contó con información y apoyo del gobierno español pararealizar sus negocios y conseguir sus objetivos. El interés de la profesoraReyes Calderón por introducir “el rol del empresario en el análisis” (p. 35)alcanza aquí un interés especial. Gracias a la aportación de una documen-tación inédita procedente de archivos y colecciones norteamericanas, laautora ha conseguido demostrar el contenido de estos tráficos, la compo-sición y la valoración económica de los servicios prestados.

El enfoque adoptado por la autora no sólo permite reinterpretar la ayudaespañola en clave empresarial, sino que también abre importantes interro-gantes sobre el papel de agente económico de estos comerciantes. Aunquela autora reclama casi toda la gloria para los empresarios con iniciativa ycapacidad de liderazgo, el propio estudio que presenta Reyes Calderón nosilustra de la existencia del vínculo entre el empresario y las instituciones, eneste caso el Estado, que crea una situación especial, con reglas específicas yen un marco de oligopolio. Precisamente, como bien apunta la autora, lostrabajos de Oliver Williamson llaman la atención sobre la necesidad deestudiar la iniciativa empresarial en el marco cambiante de las institucio-nes, y éste es un claro ejemplo de ello. Reyes Calderón fundamenta cómo

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el Estado se benefició de la actividad desarrollada por un empresario pri-vado, pero también, a nuestro juicio, demuestra cómo el empresario consi-guió aprovechar esa oportunidad para seguir creciendo. De hecho, no sonla calidad del empresario, su modernidad o su inclinación al riesgo lascaracterísticas que diferencian a un empresario de otro, sea británico oespañol, sino cómo éstos detectan las oportunidades. En este caso estamosante un comerciante que conocía que el Estado español, en esos momen-tos, era seguro y buen pagador; veinte años después cualquier comerciantey empresario español hubiera huido ante un ofrecimiento o una oportuni-dad similar.

En definitiva, Empresarios españoles en el proceso de independencia norteame-ricana es un trabajo interesante, que permite una nueva lectura de un temaconocido y que ofrece la ocasión de conocer el modo de operar de unosempresarios dinámicos y emprendedores, atentos a las oportunidades de suentorno y capaces de protagonizar el desarrollo económico, también enEspaña.

Rafael Torres Sánchez

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Javier Quintanilla; Carlos Sánchez-Runde yPablo Cardona,Competencias de la dirección de personas. Unanálisis desde la alta dirección, PearsonPrentice Hall, Madrid, 2004

Quintanilla, Sánchez-Runde y Cardona son tres profesores del departamen-to de Dirección de Personas del IESE que, bajo los auspicios de la Fundaciónpara el Desarrollo de la Función de Recursos Humanos, han puesto en manos delpúblico en general y del especializado en concreto unas jugosas reflexiones,salteadas con datos empíricos, sobre los nuevos roles que los responsables deRecursos Humanos (RR.HH.) de las empresas de nuestros días, y por endetodos los directivos de personas, van a representar en el futuro.

Se trata de un elenco de ideas, en gran parte novedosas, que los autoresquieren someter a la rigurosa metodología investigadora propuesta por Yincon el nombre de triangulación: “hemos examinado un mismo fenómenodesde diferentes ángulos para así validar y completar la información obte-nida por medio de entrevistas. En primer lugar hemos analizado e incor-porado aportaciones de la literatura sobre RR.HH., tanto de carácterdivulgativo como académico, en esta materia. Por otro lado hemos estudia-do las indicaciones y estándares profesionales que las asociaciones profe-sionales de distintos países están ofreciendo o exigiendo a sus socios.También hemos examinado los programas de formación de RR.HH. deprestigiosas instituciones académicas españolas con objeto de comprobarcómo responden a las exigencias y demandas de la profesión. Por último semantuvieron varias entrevistas informales con distintos head-hunters pre-guntándoles por los perfiles que les demanda la alta dirección cuando lesencomiendan la búsqueda de responsables de RR.HH.” (p. 7).

Asimismo, los autores advierten, siguiendo a Van Maanen y Mcleod, quemediante el uso de métodos cualitativos como las entrevistas es posiblegeneralizar sobre el significado, pero no sobre la frecuencia, de ciertosfenómenos empresariales que pueden apuntar prospectivamente tenden-cias de cambio.

En el primer capítulo se analizan distintas claves de la dirección de perso-nas, comenzando por su obvia complejidad. En este sentido, Quintanilla,

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Sánchez-Runde y Cardona tienen en cuenta diversas cuestiones, como elhecho de que los entornos configuran pautas de actuación, o el tamaño delas empresas (“las empresas pequeñas no son empresas grandes a menorescala”), pasando por la dificultad de que los procesos de dirección de per-sonas no son reversibles, ya que de por sí instauran inercias: basta con pen-sar en las trabas para rediseñar un sistema de retribución o de carreras pro-fesionales. También dan cuenta de las dualidades contradictorias, que sonel fundamento de la dirección de personas: mandar y delegar, jerarquía yparticipación, crecer y mantener la atención en lo pequeño. Tampoco hayque olvidar la interdependencia de las distintas prácticas de RR.HH.: novaya a ocurrir que lo que se avance con unas determinadas decisiones retri-butivas se desande con el diseño de carreras; o que lo que se avance con lapromoción se enturbie con la evaluación.

Los autores de Competencias de la dirección de personas sostienen que ladirección de personas del futuro tiene que moverse entre cinco parámetrosde complejidad. Veamos cuáles son:

• En primer lugar, hay que tener siempre en mente que los conceptosfundamentales sobre los que descansa la dirección de personas seenmarcan habitualmente en ciertas dosis de ambigüedad.

• Además, “el contenido de los procesos debe atender no sólo a lo quepueda ser universalmente válido, sino que debe discriminar aquelloque depende de contingencias muy particulares y específicas al tipo deorganización, sector de actividad y entorno social y cultural de opera-ciones” (p. 22).

• En tercer lugar, la dirección de personas tiene que velar por los proce-sos de reversibilidad e irreversibilidad que se producen en toda orga-nización. Quintanilla, Sánchez-Runde y Cardona llaman la atenciónsobre la posibilidad de que el cambio de expectativas, la presencia de“derechos” adquiridos, las inercias de las estructuras ya consolidadas,acaben hipotecando los programas de cambio.

• A todo ello hay que sumar, en cuarto lugar, la necesidad de adoptaruna visión de sistema, armónica, que atienda al conjunto de actuacio-nes y prácticas que lleva a cabo la dirección de personas. Puesto queesas acciones se apoyan mutuamente, hay que considerarlas de unmodo integrado.

• Por último, los autores señalan que la dirección de personas coloca a laempresa entre dilemas, dualidades y paradojas que arrastran en senti-dos contrarios.

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La experiencia cabal enseña a conservar ambos extremos del fenómeno.Ése es el reto que cristaliza cuando los directivos encaran la diversidad, laincertidumbre, la comunicación, el autodesarrollo, la convivencia o el inter-cambio.

Sentados estos parámetros, los autores abordan los criterios que marcan eldesarrollo de los departamentos de RR.HH.: impacto económico (a medi-da que el departamento demuestra su eficacia se le encomiendan tareas conmayor impacto económico), demanda de tiempo (ir descargando a la direc-ción de tareas que consuman mucho tiempo), complejidad técnica, rever-sibilidad (el departamento comenzará por procesos más fácilmente rever-sibles), conflictividad (los temas más candentes serán los últimos que se leencargarán) y estandarización (primero abordará los temas con mayor con-senso). Atendiendo a esos criterios, la secuencia de las responsabilidadesque irá asumiendo el departamento bien podría ser la siguiente: adminis-tración de personal, comunicación, reclutamiento y selección, evaluación,formación, diseños de carreras y, por último, retribución, el tema más deli-cado.

En el capítulo siguiente se abordan las competencias que se demandan alos nuevos responsables de dirección de personas, algo que parece habercambiado drásticamente en los últimos diez años. Se ha evolucionadodesde los aspectos hard (relaciones laborales, administración de perso-nal...), que naturalmente han de funcionar como un reloj, a los soft, en losque se hace cada vez más hincapié: a los responsables de dirección de per-sonas se les pide que desarrollen profesionalmente a la plantilla, que mejo-ren sus habilidades y actitudes y que cuiden el clima laboral, ya que todoello repercute en la cuenta de resultados.

Por último, los autores analizan las razones por las que los departamentosde RR.HH. reclaman un mayor peso a la hora de fijar y desarrollar la estra-tegia de negocio de las compañías; es decir, su presencia en comités dedirección en los que habitualmente no estaban. La contrapartida que seexige a los expertos en dirección de personas es que sean capaces de apor-tar mucho más que lo que hacían hasta la fecha, empezando por conocer elnegocio tan bien o mejor que el director comercial, el de producción o elfinanciero.

Quizá esto valga para poner sobre el tapete la necesidad cada vez más acu-ciante de que los verdaderos directivos de personas se pertrechen con visio-nes muy comerciales y muy adaptadas al sector en cuestión, a la vez que semuestren duchos en su ámbito propio. En definitiva, ser un buen directivopasa por dominar las claves del negocio, de la organización y de las perso-nas que la componen. No en vano Drucker hablaba de que los directivoshan de saber “construir una organización y liderar una empresa”. ¿Hay

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algún antídoto mejor que éste contra los corporativismos atávicos de quie-nes pretenden poner a opositar a los que desean ser directores de RecursosHumanos? El que firma esta recensión se malicia de que las certificacionesconcedidas por asociaciones profesionales aportarán poco valor neto eneste aspecto.

En la última hora global de nuestro tiempo, ¿qué sentido tiene fundar unclub con derecho de admisión para ejercer la profesión de directivo, inclui-da la de director de personal? Ninguno desde el punto de vista empresarial;posiblemente muchos desde el punto de vista político con “p” diminuta, “p”de poder de “pre-jubilado”. Los tres autores no se mojan aquí como sí lohacen los patrocinadores. Y hacen bien ambos, pues siguen lógicas distin-tas.

Guido Stein

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Publicaciones del InstitutoEmpresa y Humanismo

I. LIBROS

Nº1 FILOSOFÍA DEL DINEROVittorio Mathieu

Nº2 LA VERTIENTE HUMANA DEL TRABAJO EN LAEMPRESAGeorge Gilder, Carlos Llano, Juan Antonio Pérez López yLeonardo Polo

Nº3 ETICA EMPRESARIAL: TEORÍA Y CASOSRafael Gómez Pérez

Nº4 LAS CLAVES DE LA EFICACIA EMPRESARIALTomás Melendo

Nº5 LA UNIVERSIDAD COMO EMPRESA: UNAREVOLUCIÓN PENDIENTETomás Calleja

Nº6 TEORÍA DE LA ACCIÓN HUMANA EN LASORGANIZACIONESJuan Antonio Pérez López

Nº7 EL HUMANISMO EMPRESARIALAlejandro Llano, Rafael Alvira, Miquel Bastons, Tomás Calleja,Cruz Martínez Esteruelas, Ignacio Miralbell

Nº 8 ESTRATEGIA EMPRESARIAL ANTE EL CAOSFelipe Gómez Pallete Ed.

Nº 9 ECONOMÍA SOCIAL DE MERCADO. SU VALOR PERMANENTELudwig Erhard

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Nº 10 LA CULTURA DEL TRABAJO EN LASORGANIZACIONESLeticia Bañares

Nº 11 CULTURA EMPRESARIAL EN ESPAÑA Y SUPOTENCIAL ESTRATÉGICOMaría Teresa del Val

Nº 12 CABALLEROS Y EMPRESARIOS. EL HOMBRE DE NEGOCIOS VICTORIANOJesús Mª Zaratiegui

Nº 13 ETICA DEL CAPITALISMOPeter Koslowski

Nº 14 CIENCIA Y PRÁCTICA EN LA ACCIÓN DIRECTIVAJoan Fontrodona

Nº 15 LIBERALISMO ECONÓMICO Y LIBERTAD.ORTODOXOS Y HETERODOXOS EN LAS TEORÍASECONÓMICAS ACTUALESRicardo F. Crespo

Nº 16 LA EMPRESA ENTRE EL ESTADO Y EL MERCADOReyes Calderón Cuadrado

II. CUADERNOS Nº 1 ASPECTO FINANCIERO Y ASPECTO HUMANO DE

LA EMPRESAVittorio Mathieu

Nº 2 LA INTERPRETACIÓN SOCIALISTA DEL TRABAJO Y EL FUTURO DE LA EMPRESALeonardo Polo

Nº 3 LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DEL EMPRESARIOEnrique de Sendagorta

Nº 4 EL SENTIDO DE LOS CONFLICTOS ÉTICOS ORIGINADOS POR EL ENTORNO EN EL QUEOPERA LA EMPRESAJuan Antonio Pérez López

Nº 5 EMPRESA Y CULTURAFernando Fernández

Nº 6 HUMANISMO Y EMPRESACruz Martínez Esteruelas

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Nº 7 MORALIDAD Y EFICIENCIA: LÍNEAS FUNDAMENTALES DE LA ÉTICA ECONÓMICAPeter Koslowski

Nº 8 LA ESTRATEGIA SOCIAL DE LA EMPRESAManuel Herrán Romero-Girón

Nº 9 EL TRABAJO DIRECTIVO Y EL TRABAJOOPERATIVO EN LA EMPRESACarlos Llano

Nº 10 EL ALTRUÍSMO EN LA EMPRESAGeorge Gilder

Nº 11 RICOS Y POBRES. IGUALDAD Y DESIGUALDADLeonardo Polo

Nº 12 EL UTILITARISMO EN LA ÉTICA EMPRESARIALJoan Fontrodona

Nº 13 LA EMPRESA EN LA HISTORIAAgustín González Enciso

Nº 14 LA EMPRESA ENTRE LA ECONOMÍA Y ELDERECHOJosé Antonio Doral

Nº 15 LA EMPRESA ANTE LA NUEVA COMPLEJIDADAlejandro Llano

Nº 16 EMPRESA Y LIBERTADJesús Arellano

Nº 17 ¿QUÉ ES EL HUMANISMO EMPRESARIAL?Rafael Alvira

Nº 18 EL RENDIMIENTO SOCIAL DE LA EMPRESAJose M. Basagoiti

Nº 19 ELEMENTOS CONFIGURADORES DE LA ACTUAL VALORACIÓN DEL TRABAJOTomás Melendo

Nº 20 DIRECCIÓN Y SISTEMAS DE MANDOManuel López Merino

Nº 21 LA ÍNDOLE PERSONAL DEL TRABAJO HUMANOTomás Melendo

Nº 22 LA REVOLUCIÓN SOCIAL DEL MANAGEMENTTomás Calleja

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Nº 23 INDICADORES DE LA MADUREZ DE LAPERSONALIDADEnrique Rojas

Nº 24 EMPRESA Y SISTEMAS DE COOPERACIÓN SOCIALIgnacio Miralbell

Nº 25 HUMANISMO PARA LA DIRECCIÓNMiguel Bastons

Nº 26 ACTUALIDAD DEL HUMANISMO EMPRESARIALAlejandro Llano

Nº 27 NOTAS SOBRE LA CULTURA EMPRESARIALRafael Gómez Pérez

Nº 28 LA IMPORTANCIA DE LA DINÁMICA POLÍTICA PARA EL DIRECTIVOManuel Alcaide Castro

Nº 29 EL PODER...¿PARA QUÉ?Juan Antonio Pérez López

Nº 30 LA EMPRESA Y EL AMBIENTE SOCIO -POLÍTICO EN EL UMBRAL DEL NUEVO SIGLODaniel Bell

Nº 31 LA GESTIÓN DEL CAMBIO EN LA EMPRESAJuan A. Díaz Alvarez

Nº 32 HACIA UN MUNDO MÁS HUMANOLeonardo Polo

Nº 33 ESTUDIO HISTÓRICO SISTEMÁTICO DELHUMANISMOHiginio Marín

Nº 34 HUMANISMO ESTAMENTAL Higinio Marín

Nº 35 CONSIDERACIONES SOBRE EL ACTIVO HUMANO DE LA EMPRESATomás Calleja

Nº 36 SER EL MEJOR. HACER QUE OTROS TAMBIÉN LO SEAN (SÓLO PARA EMPRESARIOS)José María Ortiz

Nº 37 LA ETICA DE LA SOCIEDAD DE CONSUMOAntonio Argandoña

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Nº 38 HACIA UNA ECONOMÍA POLÍTICA HUMANISTALudwig Erhard

Nº 39 LAS REFERENCIAS SOCIALES DE LA EMPRESATomás Calleja

Nº 40 MÁXIMO BENEFICIO Y MÁXIMA RACIONALIDADJosé María Ortiz

Nº 41 LA INSERCIÓN DE LA PERSONA EN LA EMPRESAArmando Segura

Nº 42 HUMANISMO PERICIALHiginio Marín

Nº 43 DIMENSIÓN HUMANISTA DE LA ENERGÍATomás Calleja

Nº 44 LA EMPRESA ENTRE LO PRIVADO Y LO PÚBLICOMiguel Alfonso Martínez-Echevarría

Nº 45 COMPETITIVIDAD Y COOPERACIÓN COMO VALORES INSTITUCIONALES DE LA EMPRESASantiago García Echevarría

Nº 46 FILOSOFÍA DE LA ECONOMÍA I- METODOLOGÍA DE LA CIENCIA ECONÓMICAAlejo J. Sison

Nº 47 LA LÓGICA DEL DIRECTIVO: EL CONTROL NECESARIO Y LA CONFIANZA IMPOSIBLEPablo García Ruiz

Nº 48 LA 'REVOLUCIÓN' INSTITUCIONAL DE LAEMPRESA. EL RETO AL DIRECTIVO Y A LOSRECURSOS HUMANOSSantiago García Echevarría

Nº 49 FILOSOFÍA DE LA ECONOMÍA II- EL ÁMBITO AUSTROGERMÁNICOAlejo J. Sison

Nº 50 VALORES ÉTICOS DE LA EMPRESAJuan Cruz

Nº 51 LA EMPRESA VIRTUOSAJosé María Ortiz

Nº 52 LAS DECISIONES EN LA EMPRESA: CÁLCULO Y CREATIVIDADMiguel Bastons

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Nº 53 FILOSOFÍA DE LA ECONOMÍA III. LOS FUNDAMENTOS ANTROPOLÓGICOS DE LAACTIVIDAD ECONÓMICAAlejo J. Sison

Nº 54 LA FAMILIA: UN IMPERATIVO PARA LA EMPRESARamón Ibarra

Nº 55 VARIACIONES SOBRE UNA CRISISTomás Calleja

Nº 56 POBREZA, PRODUCTIVIDAD Y PRECIOSPaolo Savona

Nº 57 LO COMÚN Y LO ESPECÍFICO DE LA CRISISMORAL ACTUALRafael Alvira

Nº 58 LA ÉTICA EMPRESARIAL: UNA APROXIMACIÓN ALFENÓMENOManuel Guillén

Nº 59 LA DIMENSIÓN POLÍTICA DE LA ECONOMÍAMiguel Alfonso Martínez-Echevarría

Nº 60 SOBRE LA COOPERACIÓN COMPETITIVAAna Fernández y Carmelo Lacaci

Nº 61 ORGANIZACIONES INTELIGENTES EN LASOCIEDAD DEL CONOCIMIENTOAlejandro Llano

Nº 62 LA ECONOMÍA SOCIAL DE MERCADO DE LUDWIGERHARD Y EL FUTURO DEL ESTADO DEBIENESTARIgnacio Mirallbell

Nº 63 LA PERSONA HUMANA EN LA EMPRESA DE FIN DESIGLOCarlos Llano

Nº 64 ESTADO, SOCIEDAD CIVIL Y EMPRESATomás Calleja

Nº 65 SOBRE LA CONFIANZARichard Brisebois

Nº 66 EL PROTAGONISMO SOCIAL DE LA EMPRESATomás Calleja

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Nº 67 DIMENSIONES ESTÉTICAS DE LA EMPRESARafael Alvira

Nº 68 LA EMPRESA COMO REALIDAD ESTÉTICAAna Fernández

Nº 69 DE LA ESTÉTICA A LA ÉTICA DE LACOMUNICACIÓN INTERNAIñaki Vélaz

Nº 70 LA RESPUESTA EMPRESARIAL A UNA NUEVADINÁMICA DEL EMPLEO: ¿EFICIENCIAECONÓMICA VERSUS EFICIENCIA SOCIAL ENCLAVE ÉTICA? Santiago García Echevarría

Nº 71 LA PROFESIÓN: ENCLAVE ÉTICO DE LA MODERNASOCIEDAD DIFERENCIADAFernando Múgica

Nº 72 EL EMPRESARIO SERVIDOR-LÍDEREnrique de Sendagorta

Nº 73 PETER DRUCKER (I): HACIA UNA BIOGRAFÍA INTELECTUALGuido Stein

Nº 74 PETER DRUCKER (II): SOBRE EMPRESA YSOCIEDADGuido Stein

Nº 75 LA NARRATIVA ANGLO-AMERICANA DE LAPROPIEDADAlejo Sison

Nº 76 LA EMPRESA COMO SUJETO DE LAS RELACIONESINTERNACIONALESJavier Herrero

Nº 77 CLIMA Y CULTURA EMPRESARIALIñaki Vélaz

Nº 78 VALORES BURGUESES Y VALORESARISTOCRÁTICOS EN EL CAPITALISMOMODERNO: UNA REFLEXIÓN HISTÓRICAAgustín González Enciso

Nº 79 HACIA UNA NUEVA TEORÍA DE LA EMPRESAMiguel Alfonso Martínez-Echevarría

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Nº 80 LOS PLIEGUES OCULTOS DE LAS RELACIONES ENLA EMPRESATomás Calleja

Nº 81 LA EMPRESA ENTRE EL PSICOLOGISMO Y ELCONDUCTISMOMiguel Alfonso Martínez-Echevarría

Nº 82 LA TERCERA VÍA EN WILHELM RÖPKEJerónimo Molina Cano

Nº 83 TEORÍAS DE LA EMPRESA Y CRISIS DE LAMODERNIDADMiguel Alfonso Martínez-Echevarría

Nº 84 ADAM SMITH: INTERÉS PARTICULAR Y BIENCOMÚNRaquel Lázaro Cantero

Nº 85 VIOLENCIA Y MODELOS SOCIALES. UNA VISIÓNHUMANISTATomás Calleja

Nº 86 EL ESTADO Y LA TEORÍA ECONÓMICA. IDEASPROSPECTIVAS DEL PAPEL DEL ESTADO EN LAECONOMÍAÁngel Rodríguez García-Brazales y Óscar Vara Crespo

Nº 87 VISIONES RACIONALISTAS Y ROMÁNTICAS DE LAEMPRESAMiguel Alfonso Martínez-Echevarría

Nº 88 LOS ORÍGENES DE LA TEORÍA DE LA EMPRESAMiguel Alfonso Martínez-Echevarría

Nº 89 UN MODELO PARA COMPRENDER LAEMPRESARIALIDADEduardo García Erquiaga

Nº 90 DIRECCIÓN DE EMPRESAS EN LA ECONOMÍA DELCONOCIMIENTOMarta Mas, Alfons Corrales e Iñaki Vélaz

SERIE EN INGLÉS

Nº9 MANAGERIAL WORK AND OPERATIVE WORK WITHIN ENTERPRISECarlos Llano

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Nº10 THE ALTRUISM OF ENTERPRISEGeorge Gilder

Nº15 BUSINESS AND THE NEW COMPLEXITYAlejandro Llano

Nº17 ENTERPRISE AND HUMANISMRafael Alvira

Nº22 THE SOCIAL REVOLUTION OF MANAGEMENTTomás Calleja

Nº30 THE SOCIO-POLITICAL ENVIRONMENT THAT ENTERPRISE MAY FACEDaniel Bell

III. NUEVAS TENDENCIAS

Nuevas Tendencias es una Newsletter cuatrimestral que recoge las nuevastendencias que tienen lugar en el ámbito empresarial y académico. Hastala fecha se han publicado 54 números.

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