REVISTA MEDIEVAL 33

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4 ARQUEOLOGÍA, HISTORIA Y VIAJES SOBRE EL MUNDO MEDIEVAL

CIUDAD MONUMENTAL

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SumarioFrançs Gori EditorErnest Blanch EditorAriel Vila Redondo DirectorRamon Rovira SubdirectorFerrán Magrané RedacciónLourdes González ContabilidadEnmanuel Torras Internet/WebJ. Ventura Suscripción

Comité asesorManuel González Jiménez: Catedrático de Historia Medieval de la Universidad de SevillaEmilio Cabrera Muñoz:Catedrático de Historia Medieval de la Universidad de CórdobaSalvador Claramunt: Catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Barcelona.Juan Carrasco Pérez: Catedrático de Historia Medieval de la Universidad Pública de Navarra.José Enrique López de Coca: Catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Málaga.María Jesús Viguera Molíns: Catedrática de Filología Árabe de la Universidad Complutense de Madrid.Mª Carmen Gómez Muntané: MusicólogaIvonne Dufour: Historiadora y SociólogaMª Pilar Queralt del Hierro: Historiadora y escritoraAriadna Lluís i Vidal-Folch: Historiadora del arte medievalLydia Gordo Ribas: Arqueóloga y filólogaJuan F. Alarcón Gutiérrez: Arqueólogo e Historiador.Jorge Maíz Chacón: Profesor tutor de la UNED, editor de medievalismo.orgMaría Jesús Torres Ferrer: Doctora en Historia Medieval,Consultora de la UOCCarles Mancho:Profesor de Historia de el arte en la Alta Edad Media,Director del Institut de Recerca en Cultures Medievals (IRCVM) Universitat de BarcelonaDaniel Piñol i Alabart: Profesor de Paleografía i DiplomáticaVicedirector del Institut de Recerca en Cultures Medievals (IRCVM) Universitat de BarcelonaMeritxell Simó i Torres: Profesora de Literatura románica me-dieval Secretária del Institut de Recerca en Cultures Medievals(IRCVM) Universitat de Barcelona

RedacciónRosa Moragas, CorrecciónTOISON, Maquetación Aleix Gordo y Javier Ruiz, IlustraciónC. R. Salvatella, Noticias y AgendaJ.M. Reyes, CineMatias Bregante Argañaraz, MúsicaPau Gibert, ArteRosmi Duaso, FotografíaAlbert Pratdesaba Sala, Cocina medieval REVISTA MEDIEVALRedacciónRavella 14, baixos 08021 Barcelona

SuscripciónDiputación 286 ppal 1ª, 08009 Barcelona Tel. 93 343 56 [email protected] / www.revistamedieval.com

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Portada: Palacio real de Olite, vista desde una ventana. Shutter.Fotografías y material gráfico:BCN Fototext , Radial Press, Shutterstock, , M. Moleiro Editor, Archivo Jacob Most, Archivo Arión, Castells de lleida, S.L. , Las Edades del Hombre, Mario Ruiz Morales, Círculo Románico, Jose Lara, Andreu Galerai, Fco Antonio Amorós, Gemma Malé.© Arion Editorial s.l. / Toison edit, s.l. , NUM 33 edición 6/2009 año 6 Imprime: Futurgrafic s.c.c.l / Distribuido por: LogistaDepósito legal: M-17645-2004 / ISSN: 1698-0387

Reservados todos los derechos. Esta publicación no puede ser reproducida ni en todo ni en parte, ni registra-da ni transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, por fotocopia o cualquier otra, sin el permiso previo de la editorial.La revista MEDIEVAL no se hace responsable de las opiniones expresadas por sus colaboradores.

30 www.revistamedieval.com 31Puerta, en las murallas de Daroca , donde fracasó Pedro I en su intento de invadir Aragón.

GUERRA

LUIS ZUECO JIMENEZLICENCIADO EN HISTORIA

EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIV, ESTALLÓ UNA GUERRA TOTAL ENTRE LAS DOS CORONAS MÁS PODEROSAS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA. A LO LARGO DE TODA LA FRONTERA CASTELLANO-ARAGONESA SE LLEVARON A CABO FEROCES COMBATES, SE ASALTARON CASTILLOS UTILIZANDO GRAN NÚMERO DE MÁQUINAS DE ASEDIO, SE ARRASARON CAMPOS Y VILLAS. FUE EL MAYOR ENFRENTAMIENTO ENTRE REINOS CRISTIANOS DE TODA LA EDAD MEDIA EN LA PENÍNSULA. EN UN CONTEXTO DE CRISIS, DE IMPORTANTE REVUELTAS NOBILIARIAS EN LAS DOS CORONAS, CON UN ENFRENTAMIENTO FRATRICIDA POR EL TRONO DE CASTILLA, EPIDEMIAS, CON UN CLIMA BÉLICO QUE AFECTABA A TODA EUROPA POR CAUSA DE LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS Y DE LA LUCHA POR EL CONTROL COMERCIAL DEL MEDITERRÁNEO OCCIDENTAL; LA CORONA DE CASTILLA Y ARAGÓN SE ENFRENTARON POR LA FUTURA SUPREMACÍA PENINSULAR.

La guerra de los dos Pedros

Castilla contra Aragón

Las dos grandes coronas peninsulares habían lo-grado durante años evitar un enfrentamiento a gran escala. Sin bien habían sufrido escaramu-zas, la presencia de un enemigo común en la Península, los musulmanes, había retardado una posible guerra entre las dos potencias. Pero con

la llegada del siglo XIV los acontecimientos llevaron inevitable-mente a la contienda.

La Sentencia de Tordesillas en el año 1304 supuso la in-corporación de�nitiva del Señorío de Albarracín y de parte del reino de Murcia (territorios de Alicante, Elche y Novelda ) a la Corona de Aragón, ante el malestar de muchos castellanos.

La decadencia de los musulmanes, limitados al reino de Granada y convertidos en vasallos de Castilla, eliminó el enemi-go común.

Los con�ictos nobiliarios afectaron a los dos reinos y fue-ron claves en el desenlace. En Aragón, Pedro IV tuvo que so-focar la revuelta de los Unionistas, y por otra parte, dio cobijo

y apoyo la nobleza castellana rebelde, sobre todo a Enrique de Trastámara. Por su parte, Pedro I ofreció protección a Doña Leonor, segunda esposa de Alfonso IV de Aragón y a sus hijos, los infantes de Aragón, don Juan y don Fernando.

También in�uyó el clima bélico que se vivía en Europa, con la Guerra de los Cien Años, que tendría repercusiones di-rectas en la Península.

La epidemia de la Peste Negra asoló toda Europa, y pro-vocando terribles consecuencias en la Corona de Aragón, que sufrió una profunda crisis a raíz de la epidemia.

Otra de las causas fue la separación de la obediencia de las encomiendas de las órdenes militares de Santiago y Cala-trava en la Corona de Aragón, respecto de los maestres caste-llanos. Como consecuencia de la disputa por la utilización de los pastos del Sistema Ibérico, lo cual supuso un grave problema económico.

La expansión de la Corona de Aragón por el Medi-terráneo desde el siglo XIII también fue un detonante de la

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MONUMENTOS

L La iglesia de San Mi-guel de Foces, situada a tres quilómetros de Ibieca (Huesca), es una de las joyas de nuestro patrimonio histórico-

artístico que mejor ilustra el cambio es-tético del románico al gótico así como el poder de algunos ricos-hombres de Aragón.

San Miguel fue, en origen, la iglesia parroquial de la desaparecida villa de Foces, situada en el camino real que

unía Huesca con Alquezar. Este topó-nimo dio nombre a una de las familias más poderosas de Aragón durante la Edad Media, los Foces. Considerados descendientes de los doce magnates de la conquista aragonesa encabezada por Pedro I de Aragón en el siglo XI, poseyeron la mayor parte del territorio que hoy conocemos como la Hoya de Huesca y ocuparon altos cargos den-tro de la administración política de la confederación catalano-aragonesa participando en numerosas campañas

bélicas al lado de los condes-reyes e incluso �nanciando económicamente la cruzada de Jaime I a Tierra Santa. Se trataba de una familia muy podero-sa que quiso rea�rmar su autoridad so-bre el territorio con un panteón acorde con su status social y con la moda del momento. Desde el siglo XI, los reyes aragoneses habían mostrado un gran interés por los panteones familiares erigidos en el interior de los templos más importantes de su territorio como San Juan de la Peña o San Pedro el Vi-ejo de Huesca. Eran considerados un instrumento para acercarse más a Dios así como para enaltecer su linaje y ser recordados por las generaciones poste-riores. A �nales del siglo XII, también los nobles empiezan a mostrar cierto interés por poseer un panteón familiar de modo que algunas familias de la no-bleza local fundan monasterios, como el de Casbas, con la voluntad que estos sirvieran de panteones familiares. Esta tendencia perdurará en los siglos sigui-entes y calará en los Foces, por lo que, en 1248, Eximeno de Foces concebirá un nuevo proyecto para la parroquia de su tierra natal.

LA IGLESIA-PANTEÓNNos encontramos a mediados del siglo XIII. La iglesia tardo-románica que ocupaba la población de Foces, como mínimo desde 1180, se había quedado anticuada, ya no respondía a la nueva

gemma malé miranda

una iglesia-panteón entre el románico y el gótico

San Miguel de Foces:

Exterior de la iglesia de San Miguel de Forces.

Vista del Interior de la iglesia.

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DERECHO E INSTITUCIONES

U n ordenamiento poco conocido es el que reguló en la Castilla de la Edad media todo lo que se refiere a rituales

funerarios y participación eclesiásti-ca que se centraba en las ofrendas y misas que se otorgaban por el alma del difunto. Además de los banquetes fúnebres había otro tipo de reuniones que se ofrecían en memoria del difun-to.

Las disposiciones canónicas relativas a los lugares de inhumación revelan la costumbre de enterrarse dentro del mismo edificio religioso buscando la protección que signi-ficaba el lugar sagrado (entierro ad sanctos) o intentando beneficiarse del auxilio divino más cercano con miras ala salvación. Muchos sínodos y concilios prohibieron esa cos-tumbre y las normas canónicas reiteraron sucesivamente la prohibición con castigos como penas pecuniarias, ex-comuniones y entredichos; sin embargo reconociendo la inutilidad de estas medidas la propia iglesia intentó sacar más provecho intentando además limitar los abusos reser-vándose el derecho de otorgar licencias de enterramien-to dentro de iglesias y templos a cambio de cierto canon monetario. Los únicos formalmente autorizados ex lege a

ser enterrados en el interior de su propia iglesia eran al-gunos miembros del cuerpo eclesiástico; beneficio que la legislación laica amplió después al monarca, su familia, los comendadores de las órdenes militares y los caballeros. No obstante la necesidad de asegurar los ingresos de pa-rroquias o conventos por estos enterramientos provocó, a menudo, enfrentamientos entre las jerarquías centrales y los poderes locales de la iglesia o entre iglesias diferentes por la posesión de los derechos de enterramiento, pues hacia el siglo XII los derechos a percibir por la parroquia a la que pertenecía el fiel difunto se habían elevado en la diócesis de Orense a la mitad de todo el legado, a fines del siglo XVI en la diócesis de Ávila estos derechos e elevaban a cien maravedís si hubiera sepultura de padre o abuelo en

y funerarias en la Edad Media Castellana

Normas canónicas

victor manteca valdelandedoctor en historia de las instituciones españolas

EN EL PRESENTE ARTÏCULO EXAMINAMOS LOS PRINCIPALES ASPECTOS DE LA NORMATIVA CANÓNICA Y PRÁCTICA SOCIAL RELATIVA A LAS CEREMONIAS Y RITUALES FUNERARIOS DURANTE LA EDAD MEDIA EN EL REINO DE

CASTILLA.

Arriba: Sacramento de la extrema unción, Pintura de Rogier Van der Weyden. Museo Real de Bellas Artes de AmberesIzquierda: Escena de un funeral, Miniatura de las Très riches Heures du Duc de Berry, Museo Condé de Chantilly

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VIAJES

E n medio de los enormes arenales que esbozan el comienzo del gran desierto del Sahara surgen vas-tas plantaciones de

palmeras cuajadas de dátiles; tablas de surf vuelan sobre el espejo que forma un gran lago... sin agua; millones de es-trellas iluminan un pueblo desierto que celebra una cena beduina entre miles de velas; antiguas fortalezas y viviendas trogloditas perdidas en la arena sirven de escenario para historias futuristas...

Ningún espejismo es capaz de ge-nerar tantas efímeras bellezas como la pura realidad que puede contemplarse en la zona más profunda de Túnez, allá donde las inmensas arenas siluetean el mayor desierto del mundo, que con sus nueve millones de kilómetros cuadra-dos es compartido por once países afri-canos. Decía Saint-Exupéry por boca de su Principito, que lo que embellece al desierto es que esconde un pozo en cualquier parte, pero contemplando la mágica belleza de las dunas in�nitas o es fácil pensar en el agua, por muy pro-funda que se encuentre.

La capital de este espectacular pai-saje es Tozeur, un lugar presidido por la arena y el agua, donde el horizonte desaparece para dejar espacio a tres desiertos entremezclados, el de arena, el erg, donde el viento esculpe incan-sablemente dunas móviles, el de los chott, serir, de cristales brillantes que devuelven sorprendentes espejismos y el de roca, el hamada, inmensidad pedregosa donde se pierde la mirada. Un mundo por descubrir, para dejar-se conquistar o para fundirse con él, en un viaje fuera del tiempo, lleno de sensaciones, donde se mezclan cul-tura, tradiciones y la hospitalidad se practica como el valor más enraizado y verdadero.

Su palmeral único, regado por más de doscientos manantiales que suminis-tran casi 60 millones de litros por día, y donde se cultivan ls mejores dátiles del mundo y su insólita arquitectura de ladrillos compactos de originales dibu-jos geométricos de origen misterioso, le dan un encanto particular.

En noviembre el palmeral acoge el Festival del Oasis, una reproducción de los festejos que tradicionalmente organizaban los pueblos nómadas y que llena de color la ciudad: bailes ma-

Las puertas delSahara

Texto y fotos:Enrique sanchoperiodista

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6 Agenda8 Noticias11 Concurso12 Cine14 Música16 Genealogía17 Cocina18 Ferias y Festivales19 Libros / Cd / Dvd

20Primera maravilla medieval de esPaña

EL PALACIO REAL DE OLITE

30Guerra

LA GUERRA DE LOS DOS PEDROS

42derecho e instituciones

NORMAS CANÓNICAS FUNERARIAS EN CASTILLA

48monumentos

IGLESIA - PANTEÓN DE SAN MIGUEL DE FOCES

56viajes

LAS PUERTAS DEL SAHARA

64Perfiles

CARLOS DE NAVARRA Y ARAGÓN, PRÍNCIPE DE VIANA

76devoción PoPular

PEREGRINOS Y PEREGRINAJES

88historia económica

CARDONA Y SU SAL

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Peregrinos y Peregrinajes

Josep Torroella Prats Licenciado en Historia

Izquierda:Estatua de Jaime I, en Valencia.Derecha: Alto relieve de la Virgen de El Puig, siglos IX-XIII. Delante de esta sagrada imagen Jaime I hizo su juramento.

DEVOCIÓN POPULAR

Los hombres – y, en me-nor medida, las mujeres – de la Edad Media tam-bién viajaban. No con tanta frecuencia como lo hace mucha gente hoy

en dia, pero seguramente mucho más de lo que imaginamos. Sin embargo, a di-ferencia del viajero contemporáneo, que viaja sobre todo por motivos de placer o de negocios, el viajero de los tiempos medievales lo hacía a menudo per causa devotione, como consta en muchos do-cumentos. O sea, por motivos religiosos. La meta del viajero-peregrino no era una playa paradisíaca, una ciudad llena de arte e historia o una feria de muestras. Muy al contrario, su propósito era visitar el sepulcro de Jesucristo, de un apóstol o de un santo; una re-líquia de la Virgen o de algún mártir; una imagen vene-rada. El viaje gene-ralmente era largo, fatigoso, lleno de incomodidades y de contratiempos; los peligros, tantos que el viajero a menu-do no llegaba a su meta.

El mayor bene�-cio que el peregrino esperaba al �nal del viaje era de carácter espiritual, aunque a veces también con-�aba en la salvación

de un cuerpo que había enfermado, la recuperación de algun sentido corporal perdido o muy disminuído. Con todo, algunas personas – jóvenes de espíri-tu aventurero, adultos con inquietudes culturales – aprovechaban seguramente el viaje para descubrir mundo, conocer gente, tener experiencias nuevas. Como han explicado algunos autores, no todo era devoción a lo largo de los caminos de peregrinación. A muchos peregrinos les debía empujar también un deseo de aventura, la esperanza de encontrar for-tuna incluso. Porque el mundo que de-jaba atrás el peregrino que emprendia la ruta jacobea o cualquier otro camino muy a menudo era una pequeña y cerra-da comunidad rural donde la vida coti-diana era sumamente monótona.

¿QUIÉN ES PEREGRINO?Peregrino - que etimológicamente signi-�ca “extranjero”, “expatriado” - es quien viaja hasta algun lugar sagrado por mo-tivos religiosos. Dante Aligheri escribió en Vita Nuova que el concepto peregri-no puede ser entendido en dos sentidos, uno amplio y otro restringido; en el pri-mero, es peregrino cualquier persona que se halla fuera de su patria; en el se-gundo, peregrino es quien viaja a Santia-go de Compostela para visitar la tumba del apóstol Santiago. Poco antes, Alfonso X el Sabio había escrito en las Partidas que “pelegrino tanto quiere decir, como ome extraño, que va a visitar el sepulcro de Hierusalem… o que andan su pele-grinaje a Santiago…. O a otros logares

de luenga e de extraña tierra”.

El peregri-no no apareció de repente en la Edad Media. Siempre los ha habido, en todas las religiones y en todas partes. Peregrinan des-de hace siglos los judíos, los cristia-nos, los budistas, los hindúes, los musulmanes. . . El hajj, el pe-regrinaje a la Meca, es uno de los cinco pilares

Imagen del apóstol Santiago. en la Puerta Santa.

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Nelly Ongay Medievalista-Mendoza-R.Argentina

Mucho se ha es-crito sobre este joven Príncipe; l a m e m o r i a colectiva –de diversas regio-nes de España

tanto en Navarra como en Cataluña y Ara-gón- lo ha colocado en un lugar de privile-gio. Carlos, podemos a�rmar, es el Príncipe de Viana por antonomasia, único título que conservó durante toda su vida. Luchó sin éxito contra su padre –político sagaz y expe-rimentado en las contiendas nobiliarias cas-tellanas- y murió durante esa prolongada contienda –a lo largo de 20 años. Contien-da durante la que trató vanamente de hacer reconocer su derecho legítimo al gobierno del antiguo Reino de Navarra.

Veamos los datos principales de su vida para apreciar en toda su magnitud el dra-ma que vivió. Carlos de Viana nació el 29 de mayo de 1421, en Peña�el, en tierra cas-tellana, en posesiones del ducado de su pa-dre. Primogénito de Blanca I, heredera del trono navarro y Juan, uno de los condes más poderosos de Castilla. La noticia de su na-cimiento, muy esperada, en cuanto primer nieto de Carlos III de Navarra, produjo una gran alegría no solo en la corte del rey No-ble, sino en la población de todo el reino.

De inmediato, el recién nacido fue re-conocido por las Cortes como heredero de Navarra, conforme a las capitulaciones ma-trimoniales de sus padres, y en particular, de acuerdo con la secular tradición del reino pirenaico.

Dos años después, el rey navarro creó para su nieto el Principado de Viana (ver despiece). Luego nacieron tres hermanas: Juana, Blanca y Leonor.

SU EDUCACIÓNComo todo príncipe de la época recibió

una instrucción esmerada y completa con cierta inclinación hacia las disciplinas religiosas. Hablaba y leía el francés –así puede apreciarse en su nutrida biblioteca. También escribía en italiano y en catalán. Además gustaba de la música y el dibujo. Durante su infancia fue su ayo don Martín Fernández de Sarasa y desde 1431, el prín-cipe contó con sus propios confesores, por lo general, los frailes mendicantes. Luego, fue su tutor don Juan de Beaumont, prior de San Juan de Jerusalén y bajo su direc-ción estuvieron sus preceptores, el bachi-ller Alfonso de la Torre y el poeta Pedro de Torrellas. También recibió la enseñanza militar, aprendió a cazar y se hizo a�ciona-do de este deporte; los archivos de comp-tos nos muestran los pagos por la compra de halcones suministrados por los monta-ñeses del Roncal. Recibió una educación cuidada desde el punto de vista intelectual, militar y moral.

Años después, instalado en Nápoles –en su especial periplo mediterráneo-, en la corte de su tío, el rey aragonés Alfonso V, uno de los grandes centros de la Italia renacentista, mostró su interés en las cien-cias y en las artes. Sumergido en este am-biente literario se perfeccionó en el cono-cimiento del griego y del latín. Así animado y apoyado por su tío inició la traducción de la Ética de Aristóteles (versión de Bruni de Arezzo) y luego escribió la Epístola, dirigi-da a todos los letrados de Spanya.

Gracias a un cronista de la época tene-mos una semblanza de este príncipe del si-glo XV: Gonzalo García de Santa María (no precisamente uno de sus adeptos) nos dice: era de estatura media o un poco mayor, de cara delgada y aspecto sereno y grave, con una expresión melancólica; tan magní�co y espléndido, según lo había educado su ma-dre;… se deleitaba mucho con la música, gozaba con la compañía de los literatos y

cultivaba toda clase de disciplinas, espe-cialmente la �losofía moral y la teología; (…) Debemos señalar –junto a Ramírez Vaquero- que Don Carlos fue un hombre de carne y hueso, con defectos y virtudes, con una educación esmerada pero que no le preparó para las grandes empresas, ni para competir con otros príncipes de la época que tuvieron una adolescencia más arriesgada , más variada y sugerente.

“El príncipe estaba a gusto en Nava-rra, -leemos en la obra de Desdevises du Dezert- donde había sido educado, donde tenía una corte de parientes y amigos total-mente �eles” y donde podía gozar de los bellos palacios (Pamplona, Olite-Tafalla) reacondicionados y lujosamente adorna-dos por sus abuelos Carlos y Leonor.

Sus problemas comenzaron a la muer-te de su madre acaecida en Santa María de Nieva, en mayo de 1441, cuando regre-saba de una peregrinación al santuario de Guadalupe, luego de acompañar a su hija Blanca en la ceremonia de su boda con el heredero de Castilla, el futuro Enrique IV.

EL TESTAMENTO DE LA REINA BLANCA DE NAVARRAUna cláusula en el testamento de su ma-dre Blanca I de Navarra, negó a Carlos el inmediato acceso al gobierno navarro, como era la costumbre ya que, el príncipe no debía sucederle sin el consentimiento paterno. Cláusula que le permitió a su pa-dre –que solo poseía la dignidad real por su matrimonio con la reina propietaria- conti-nuar en el ejercicio del gobierno del reino. Evidentemente, Carlos no se atrevió o no contó con los apoyos políticos necesarios como para incumplir la última voluntad de su madre. Tal cláusula dice: …rogamos ca-ramente al dicho príncipe Carlos, nuestro muy caro hijo, que sea humilde y obediente

PERFILES

(Navarra 1421-1461)Carlos de Navarra y AragónCatedral de Tudela, donde fue nombrado príncipe de Viana.

El eterno príncipe de Viana

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ECONOMÍA

E n la Cataluña condal de los siglos X y XI, las tierras de los condados centrales eran surcadas por las lla-madas stratae Kardonen-sia, apelativo con que se

designaban los caminos públicos que lleva-ban hasta el castillo de Cardona y su célebre sal. Situada a unos cien kilómetros al noroes-te de Barcelona y una treintena de Manresa, en el centro de la cuenca del río Cardener, la fortaleza se alza aún hoy orgullosa sobre la montaña a 585 m sobre el nivel del mar. El contraste de su per�l sobre el cielo y los Pre-pirineos remarca aún más la �gura de la iglesia de San Vicente, paradigma arquitec-tónico del primer románico catalán.

La visión que Cardona y su castillo ofrecen, es una imagen única que siempre ha cautivado la atención del viajero desde siempre. Pero, a los pies de esta inmensa demasiado pétrea, se esconde el tesoro de Cardona, la verdadera razón de ser de esta población, que ha ofrecido páginas de glo-ria a la historia de Cataluña. Nos re�ramos a la sal que emerge sobre la tierra para ser el principal yacimiento de sal gema o en piedra del Principado. Recordamos que, entre las muchas aplicaciones dadas por el hombre a la sal, esta era del todo impres-cindible para la ganadería y la conserva-ción de los alimentos mediante su salazón. Y que eso hizo de este mineral un recurso económico de primer orden en el contexto de las sociedades preindustriales, necesario de ser controlado por parte de los diversos regímenes políticos. De hecho, el conjunto monumental del castillo y los 2.400 años de ocupación humana que se esconden bajo sus piedras son el resultado de la voluntad de controlar el acceso a la sal y los caminos que discurrían en su búsqueda. Una doble realidad, sal y castillo, que coexiste con un tercer elemento como es la villa-mercado de época medieval. A continuación, os propo-nemos descubrir con nosotros este prodigio de la naturaleza que son los a�oramientos salinos de Cardona, entre los cuales destaca la Montaña de la Sal Roja.

LA MONTAÑA DE SALEmplazada a mediodía del castillo y su villa, es la manifestación más espectacular de la dinámica geológica que se da en este espa-cio: el diapiro de Cardona y el fenómeno de crecimiento vertical de la sal. Se sitúa en el extremo occidental de una depresión del te-rreno con forma de elíptica. Con una longi-tud de 1.800 m y una extensión de 600, sus

y su salCardona

Texto y fotos:Dr.AndreuGaleraiPedrosa Director del Archivo Municipal de Cardona

A través de los caminos de la historia

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Carmen Jusué Simonena Doctora en Historia

PRIMERA MARAVILLA MEDIEVAL DE ESPAÑA

Palacio Real de Olite

Importante enclave histórico y ar-tístico, sede de un esplendoroso reino, cabeza de Merindad desde que en 1407 el rey Carlos III de Navarra creó la Merindad de su nombre, Ciudad desde 1630 por

concesión de Felipe IV (VI de Navarra), capital vitivinícola de Navarra. Dijo Arturo Campeón: “Desconocer Olite es ignorar Navarra”, frase célebre y acertada, pues desconocer Olite es privarse de admirar el conjunto monumental de alcázares más im-portante del reino, es privarse de conocer la delicada iglesia de Santa María o la de San Pedro con su espléndida aguja compitien-do con las torres del palacio... aunque Olite es mucho más. Olite es arte, es historia, es tierra plana y rica sobre la que maduran las uvas que van a dormir a sus centenarias bo-degas, solar de gente fuerte, arraigada a la tierra, a sus costumbres...

El curioso plano de la ciudad permite apreciar dos sectores bien diferenciados, herederos del crecimiento urbano de Olite en la Edad Media. Por una parte, el “Cerco de dentro” –en el lado norte–, que corres-ponde al antiguo recinto, oppidum, romano o civitas Gotorum; articulado por la rúa del Burgo o de San Francisco. Por otro lado, el “Cerco de fuera”, a ambos lados de la rúa Mayor, fruto de la repoblación de la villa desde la concesión del fuero por el rey Gar-cía Ramírez de Pamplona en 1147. En este nuevo “cerco” se pueden distinguir dos sec-tores, separados por la actual calle Mayor,

continuación casi simétrica de la citada rúa del Burgo del Cerco de Dentro. Por el lado oriental, hacia la parroquia de San Pedro, las calles siguen un trazado muy irregular, relacionado quizá con un posible primer ensanche, como sugiere el nombre de Vi-llavieja. En torno a este núcleo inicial del cerco de Fuera, los barrios de San Pedro, la Primicia y Villavieja, se extendieron luego el de La Solana, junto al portal de Fenero, que hoy queda dentro del recinto del palacio, y

el de Pedro Gorría, después llamado de San Juan o de la Carnicería Nueva. El conjun-to de calles del lado opuesto ofrece por su parte una ordenación sistemática y casi en cuadrícula, muy acorde con los proyectos repobladores de la época de concesión del fuero, y una distribución racional del espa-cio para los nuevos vecinos. En este sector crecieron los barrios o vecindades del Seco y de Medios y más tarde el de San Martín –luego Mirapiedes– y el del Pozo, junto a la muralla.

Entre uno y otro discurre la plaza de Carlos III, espacio alargado, presidido a un lado por el Ayuntamiento y en el otro por el Palacio Real. El conjunto, amurallado en todo su perímetro, mantiene todavía alguno de sus portales como el de Tafalla, el de Fal-ces, el de Tudela o el portal de Fenero.

En líneas generales puede decirse que la ciudad de Olite presenta todavía el típico entramado medieval, sin embar-go, la mayor parte de los edi�cios que la con�guran obedecen a reconstrucciones y obras posteriores, principalmente de los siglos XVI, XVII y XVIII. Salvo ejemplos excepcionales, como algunos palacios de la Rúa de San Francisco o la Rúa Mayor, las casas se organizan en profundidad, asomando en altas y estrechas fachadas que aprovechan los solares de los antiguos repartimientos realizados en la Edad Me-dia, que en algunos casos aún están mar-cados por los muros de separación o del fuero.

EN PLENA LLANURA DE LA ZONA MEDIA DE NAVARRA, LAS ELEGANTES Y ARMONIOSAS TORRES PALACIEGAS DE OLITE IMPRIMEN AL PAISAJE UN SELLO INCONFUNDIBLE, COMO SI SE HUBIERA DETENIDO EN EL TIEMPO PARA QUE AHORA PODAMOS DISFRUTAR DE SU PASADO. TODAVÍA HOY LA CIUDAD SIGUE SIENDO RECORDADA POR SU CONDICIÓN DE SEDE REGIA DE LA QUE SU ESPLÉNDIDO PALACIO ES EL EXPONENTE MÁXIMO Y SU HISTORIA, INSEPARABLE DE LA DE LA

CONSTRUCCIÓN ÁULICA.

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Portada: Palacio real de Olite, vista desde una ventana. Shutter.Fotografías y material gráfico:BCN Fototext , Radial Press, Shutterstock, , M. Moleiro Editor, Archivo Jacob Most, Archivo Arión, Castells de lleida, S.L. , Las Edades del Hombre, Mario Ruiz Morales, Círculo Románico, Jose Lara, Andreu Galerai, Fco Antonio Amorós, Gemma Malé.© Arion Editorial s.l. / Toison edit, s.l. , NUM 33 edición 6/2009 año 6 Imprime: Futurgrafic s.c.c.l / Distribuido por: LogistaDepósito legal: M-17645-2004 / ISSN: 1698-0387

Reservados todos los derechos. Esta publicación no puede ser reproducida ni en todo ni en parte, ni registra-da ni transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, por fotocopia o cualquier otra, sin el permiso previo de la editorial.La revista MEDIEVAL no se hace responsable de las opiniones expresadas por sus colaboradores.

30 www.revistamedieval.com 31Puerta, en las murallas de Daroca , donde fracasó Pedro I en su intento de invadir Aragón.

GUERRA

LUIS ZUECO JIMENEZLICENCIADO EN HISTORIA

EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIV, ESTALLÓ UNA GUERRA TOTAL ENTRE LAS DOS CORONAS MÁS PODEROSAS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA. A LO LARGO DE TODA LA FRONTERA CASTELLANO-ARAGONESA SE LLEVARON A CABO FEROCES COMBATES, SE ASALTARON CASTILLOS UTILIZANDO GRAN NÚMERO DE MÁQUINAS DE ASEDIO, SE ARRASARON CAMPOS Y VILLAS. FUE EL MAYOR ENFRENTAMIENTO ENTRE REINOS CRISTIANOS DE TODA LA EDAD MEDIA EN LA PENÍNSULA. EN UN CONTEXTO DE CRISIS, DE IMPORTANTE REVUELTAS NOBILIARIAS EN LAS DOS CORONAS, CON UN ENFRENTAMIENTO FRATRICIDA POR EL TRONO DE CASTILLA, EPIDEMIAS, CON UN CLIMA BÉLICO QUE AFECTABA A TODA EUROPA POR CAUSA DE LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS Y DE LA LUCHA POR EL CONTROL COMERCIAL DEL MEDITERRÁNEO OCCIDENTAL; LA CORONA DE CASTILLA Y ARAGÓN SE ENFRENTARON POR LA FUTURA SUPREMACÍA PENINSULAR.

La guerra de los dos Pedros

Castilla contra Aragón

Las dos grandes coronas peninsulares habían lo-grado durante años evitar un enfrentamiento a gran escala. Sin bien habían sufrido escaramu-zas, la presencia de un enemigo común en la Península, los musulmanes, había retardado una posible guerra entre las dos potencias. Pero con

la llegada del siglo XIV los acontecimientos llevaron inevitable-mente a la contienda.

La Sentencia de Tordesillas en el año 1304 supuso la in-corporación de�nitiva del Señorío de Albarracín y de parte del reino de Murcia (territorios de Alicante, Elche y Novelda ) a la Corona de Aragón, ante el malestar de muchos castellanos.

La decadencia de los musulmanes, limitados al reino de Granada y convertidos en vasallos de Castilla, eliminó el enemi-go común.

Los con�ictos nobiliarios afectaron a los dos reinos y fue-ron claves en el desenlace. En Aragón, Pedro IV tuvo que so-focar la revuelta de los Unionistas, y por otra parte, dio cobijo

y apoyo la nobleza castellana rebelde, sobre todo a Enrique de Trastámara. Por su parte, Pedro I ofreció protección a Doña Leonor, segunda esposa de Alfonso IV de Aragón y a sus hijos, los infantes de Aragón, don Juan y don Fernando.

También in�uyó el clima bélico que se vivía en Europa, con la Guerra de los Cien Años, que tendría repercusiones di-rectas en la Península.

La epidemia de la Peste Negra asoló toda Europa, y pro-vocando terribles consecuencias en la Corona de Aragón, que sufrió una profunda crisis a raíz de la epidemia.

Otra de las causas fue la separación de la obediencia de las encomiendas de las órdenes militares de Santiago y Cala-trava en la Corona de Aragón, respecto de los maestres caste-llanos. Como consecuencia de la disputa por la utilización de los pastos del Sistema Ibérico, lo cual supuso un grave problema económico.

La expansión de la Corona de Aragón por el Medi-terráneo desde el siglo XIII también fue un detonante de la

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MONUMENTOS

L La iglesia de San Mi-guel de Foces, situada a tres quilómetros de Ibieca (Huesca), es una de las joyas de nuestro patrimonio histórico-

artístico que mejor ilustra el cambio es-tético del románico al gótico así como el poder de algunos ricos-hombres de Aragón.

San Miguel fue, en origen, la iglesia parroquial de la desaparecida villa de Foces, situada en el camino real que

unía Huesca con Alquezar. Este topó-nimo dio nombre a una de las familias más poderosas de Aragón durante la Edad Media, los Foces. Considerados descendientes de los doce magnates de la conquista aragonesa encabezada por Pedro I de Aragón en el siglo XI, poseyeron la mayor parte del territorio que hoy conocemos como la Hoya de Huesca y ocuparon altos cargos den-tro de la administración política de la confederación catalano-aragonesa participando en numerosas campañas

bélicas al lado de los condes-reyes e incluso �nanciando económicamente la cruzada de Jaime I a Tierra Santa. Se trataba de una familia muy podero-sa que quiso rea�rmar su autoridad so-bre el territorio con un panteón acorde con su status social y con la moda del momento. Desde el siglo XI, los reyes aragoneses habían mostrado un gran interés por los panteones familiares erigidos en el interior de los templos más importantes de su territorio como San Juan de la Peña o San Pedro el Vi-ejo de Huesca. Eran considerados un instrumento para acercarse más a Dios así como para enaltecer su linaje y ser recordados por las generaciones poste-riores. A �nales del siglo XII, también los nobles empiezan a mostrar cierto interés por poseer un panteón familiar de modo que algunas familias de la no-bleza local fundan monasterios, como el de Casbas, con la voluntad que estos sirvieran de panteones familiares. Esta tendencia perdurará en los siglos sigui-entes y calará en los Foces, por lo que, en 1248, Eximeno de Foces concebirá un nuevo proyecto para la parroquia de su tierra natal.

LA IGLESIA-PANTEÓNNos encontramos a mediados del siglo XIII. La iglesia tardo-románica que ocupaba la población de Foces, como mínimo desde 1180, se había quedado anticuada, ya no respondía a la nueva

gemma malé miranda

una iglesia-panteón entre el románico y el gótico

San Miguel de Foces:

Exterior de la iglesia de San Miguel de Forces.

Vista del Interior de la iglesia.

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DERECHO E INSTITUCIONES

U n ordenamiento poco conocido es el que reguló en la Castilla de la Edad media todo lo que se refiere a rituales

funerarios y participación eclesiásti-ca que se centraba en las ofrendas y misas que se otorgaban por el alma del difunto. Además de los banquetes fúnebres había otro tipo de reuniones que se ofrecían en memoria del difun-to.

Las disposiciones canónicas relativas a los lugares de inhumación revelan la costumbre de enterrarse dentro del mismo edificio religioso buscando la protección que signi-ficaba el lugar sagrado (entierro ad sanctos) o intentando beneficiarse del auxilio divino más cercano con miras ala salvación. Muchos sínodos y concilios prohibieron esa cos-tumbre y las normas canónicas reiteraron sucesivamente la prohibición con castigos como penas pecuniarias, ex-comuniones y entredichos; sin embargo reconociendo la inutilidad de estas medidas la propia iglesia intentó sacar más provecho intentando además limitar los abusos reser-vándose el derecho de otorgar licencias de enterramien-to dentro de iglesias y templos a cambio de cierto canon monetario. Los únicos formalmente autorizados ex lege a

ser enterrados en el interior de su propia iglesia eran al-gunos miembros del cuerpo eclesiástico; beneficio que la legislación laica amplió después al monarca, su familia, los comendadores de las órdenes militares y los caballeros. No obstante la necesidad de asegurar los ingresos de pa-rroquias o conventos por estos enterramientos provocó, a menudo, enfrentamientos entre las jerarquías centrales y los poderes locales de la iglesia o entre iglesias diferentes por la posesión de los derechos de enterramiento, pues hacia el siglo XII los derechos a percibir por la parroquia a la que pertenecía el fiel difunto se habían elevado en la diócesis de Orense a la mitad de todo el legado, a fines del siglo XVI en la diócesis de Ávila estos derechos e elevaban a cien maravedís si hubiera sepultura de padre o abuelo en

y funerarias en la Edad Media Castellana

Normas canónicas

victor manteca valdelandedoctor en historia de las instituciones españolas

EN EL PRESENTE ARTÏCULO EXAMINAMOS LOS PRINCIPALES ASPECTOS DE LA NORMATIVA CANÓNICA Y PRÁCTICA SOCIAL RELATIVA A LAS CEREMONIAS Y RITUALES FUNERARIOS DURANTE LA EDAD MEDIA EN EL REINO DE

CASTILLA.

Arriba: Sacramento de la extrema unción, Pintura de Rogier Van der Weyden. Museo Real de Bellas Artes de AmberesIzquierda: Escena de un funeral, Miniatura de las Très riches Heures du Duc de Berry, Museo Condé de Chantilly

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VIAJES

E n medio de los enormes arenales que esbozan el comienzo del gran desierto del Sahara surgen vas-tas plantaciones de

palmeras cuajadas de dátiles; tablas de surf vuelan sobre el espejo que forma un gran lago... sin agua; millones de es-trellas iluminan un pueblo desierto que celebra una cena beduina entre miles de velas; antiguas fortalezas y viviendas trogloditas perdidas en la arena sirven de escenario para historias futuristas...

Ningún espejismo es capaz de ge-nerar tantas efímeras bellezas como la pura realidad que puede contemplarse en la zona más profunda de Túnez, allá donde las inmensas arenas siluetean el mayor desierto del mundo, que con sus nueve millones de kilómetros cuadra-dos es compartido por once países afri-canos. Decía Saint-Exupéry por boca de su Principito, que lo que embellece al desierto es que esconde un pozo en cualquier parte, pero contemplando la mágica belleza de las dunas in�nitas o es fácil pensar en el agua, por muy pro-funda que se encuentre.

La capital de este espectacular pai-saje es Tozeur, un lugar presidido por la arena y el agua, donde el horizonte desaparece para dejar espacio a tres desiertos entremezclados, el de arena, el erg, donde el viento esculpe incan-sablemente dunas móviles, el de los chott, serir, de cristales brillantes que devuelven sorprendentes espejismos y el de roca, el hamada, inmensidad pedregosa donde se pierde la mirada. Un mundo por descubrir, para dejar-se conquistar o para fundirse con él, en un viaje fuera del tiempo, lleno de sensaciones, donde se mezclan cul-tura, tradiciones y la hospitalidad se practica como el valor más enraizado y verdadero.

Su palmeral único, regado por más de doscientos manantiales que suminis-tran casi 60 millones de litros por día, y donde se cultivan ls mejores dátiles del mundo y su insólita arquitectura de ladrillos compactos de originales dibu-jos geométricos de origen misterioso, le dan un encanto particular.

En noviembre el palmeral acoge el Festival del Oasis, una reproducción de los festejos que tradicionalmente organizaban los pueblos nómadas y que llena de color la ciudad: bailes ma-

Las puertas delSahara

Texto y fotos:Enrique sanchoperiodista

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6 Agenda8 Noticias11 Concurso12 Cine14 Música16 Genealogía17 Cocina18 Ferias y Festivales19 Libros / Cd / Dvd

20Primera maravilla medieval de esPaña

EL PALACIO REAL DE OLITE

30Guerra

LA GUERRA DE LOS DOS PEDROS

42derecho e instituciones

NORMAS CANÓNICAS FUNERARIAS EN CASTILLA

48monumentos

IGLESIA - PANTEÓN DE SAN MIGUEL DE FOCES

56viajes

LAS PUERTAS DEL SAHARA

64Perfiles

CARLOS DE NAVARRA Y ARAGÓN, PRÍNCIPE DE VIANA

76devoción PoPular

PEREGRINOS Y PEREGRINAJES

88historia económica

CARDONA Y SU SAL

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Peregrinos y Peregrinajes

Josep Torroella Prats Licenciado en Historia

Izquierda:Estatua de Jaime I, en Valencia.Derecha: Alto relieve de la Virgen de El Puig, siglos IX-XIII. Delante de esta sagrada imagen Jaime I hizo su juramento.

DEVOCIÓN POPULAR

Los hombres – y, en me-nor medida, las mujeres – de la Edad Media tam-bién viajaban. No con tanta frecuencia como lo hace mucha gente hoy

en dia, pero seguramente mucho más de lo que imaginamos. Sin embargo, a di-ferencia del viajero contemporáneo, que viaja sobre todo por motivos de placer o de negocios, el viajero de los tiempos medievales lo hacía a menudo per causa devotione, como consta en muchos do-cumentos. O sea, por motivos religiosos. La meta del viajero-peregrino no era una playa paradisíaca, una ciudad llena de arte e historia o una feria de muestras. Muy al contrario, su propósito era visitar el sepulcro de Jesucristo, de un apóstol o de un santo; una re-líquia de la Virgen o de algún mártir; una imagen vene-rada. El viaje gene-ralmente era largo, fatigoso, lleno de incomodidades y de contratiempos; los peligros, tantos que el viajero a menu-do no llegaba a su meta.

El mayor bene�-cio que el peregrino esperaba al �nal del viaje era de carácter espiritual, aunque a veces también con-�aba en la salvación

de un cuerpo que había enfermado, la recuperación de algun sentido corporal perdido o muy disminuído. Con todo, algunas personas – jóvenes de espíri-tu aventurero, adultos con inquietudes culturales – aprovechaban seguramente el viaje para descubrir mundo, conocer gente, tener experiencias nuevas. Como han explicado algunos autores, no todo era devoción a lo largo de los caminos de peregrinación. A muchos peregrinos les debía empujar también un deseo de aventura, la esperanza de encontrar for-tuna incluso. Porque el mundo que de-jaba atrás el peregrino que emprendia la ruta jacobea o cualquier otro camino muy a menudo era una pequeña y cerra-da comunidad rural donde la vida coti-diana era sumamente monótona.

¿QUIÉN ES PEREGRINO?Peregrino - que etimológicamente signi-�ca “extranjero”, “expatriado” - es quien viaja hasta algun lugar sagrado por mo-tivos religiosos. Dante Aligheri escribió en Vita Nuova que el concepto peregri-no puede ser entendido en dos sentidos, uno amplio y otro restringido; en el pri-mero, es peregrino cualquier persona que se halla fuera de su patria; en el se-gundo, peregrino es quien viaja a Santia-go de Compostela para visitar la tumba del apóstol Santiago. Poco antes, Alfonso X el Sabio había escrito en las Partidas que “pelegrino tanto quiere decir, como ome extraño, que va a visitar el sepulcro de Hierusalem… o que andan su pele-grinaje a Santiago…. O a otros logares

de luenga e de extraña tierra”.

El peregri-no no apareció de repente en la Edad Media. Siempre los ha habido, en todas las religiones y en todas partes. Peregrinan des-de hace siglos los judíos, los cristia-nos, los budistas, los hindúes, los musulmanes. . . El hajj, el pe-regrinaje a la Meca, es uno de los cinco pilares

Imagen del apóstol Santiago. en la Puerta Santa.

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Nelly Ongay Medievalista-Mendoza-R.Argentina

Mucho se ha es-crito sobre este joven Príncipe; l a m e m o r i a colectiva –de diversas regio-nes de España

tanto en Navarra como en Cataluña y Ara-gón- lo ha colocado en un lugar de privile-gio. Carlos, podemos a�rmar, es el Príncipe de Viana por antonomasia, único título que conservó durante toda su vida. Luchó sin éxito contra su padre –político sagaz y expe-rimentado en las contiendas nobiliarias cas-tellanas- y murió durante esa prolongada contienda –a lo largo de 20 años. Contien-da durante la que trató vanamente de hacer reconocer su derecho legítimo al gobierno del antiguo Reino de Navarra.

Veamos los datos principales de su vida para apreciar en toda su magnitud el dra-ma que vivió. Carlos de Viana nació el 29 de mayo de 1421, en Peña�el, en tierra cas-tellana, en posesiones del ducado de su pa-dre. Primogénito de Blanca I, heredera del trono navarro y Juan, uno de los condes más poderosos de Castilla. La noticia de su na-cimiento, muy esperada, en cuanto primer nieto de Carlos III de Navarra, produjo una gran alegría no solo en la corte del rey No-ble, sino en la población de todo el reino.

De inmediato, el recién nacido fue re-conocido por las Cortes como heredero de Navarra, conforme a las capitulaciones ma-trimoniales de sus padres, y en particular, de acuerdo con la secular tradición del reino pirenaico.

Dos años después, el rey navarro creó para su nieto el Principado de Viana (ver despiece). Luego nacieron tres hermanas: Juana, Blanca y Leonor.

SU EDUCACIÓNComo todo príncipe de la época recibió

una instrucción esmerada y completa con cierta inclinación hacia las disciplinas religiosas. Hablaba y leía el francés –así puede apreciarse en su nutrida biblioteca. También escribía en italiano y en catalán. Además gustaba de la música y el dibujo. Durante su infancia fue su ayo don Martín Fernández de Sarasa y desde 1431, el prín-cipe contó con sus propios confesores, por lo general, los frailes mendicantes. Luego, fue su tutor don Juan de Beaumont, prior de San Juan de Jerusalén y bajo su direc-ción estuvieron sus preceptores, el bachi-ller Alfonso de la Torre y el poeta Pedro de Torrellas. También recibió la enseñanza militar, aprendió a cazar y se hizo a�ciona-do de este deporte; los archivos de comp-tos nos muestran los pagos por la compra de halcones suministrados por los monta-ñeses del Roncal. Recibió una educación cuidada desde el punto de vista intelectual, militar y moral.

Años después, instalado en Nápoles –en su especial periplo mediterráneo-, en la corte de su tío, el rey aragonés Alfonso V, uno de los grandes centros de la Italia renacentista, mostró su interés en las cien-cias y en las artes. Sumergido en este am-biente literario se perfeccionó en el cono-cimiento del griego y del latín. Así animado y apoyado por su tío inició la traducción de la Ética de Aristóteles (versión de Bruni de Arezzo) y luego escribió la Epístola, dirigi-da a todos los letrados de Spanya.

Gracias a un cronista de la época tene-mos una semblanza de este príncipe del si-glo XV: Gonzalo García de Santa María (no precisamente uno de sus adeptos) nos dice: era de estatura media o un poco mayor, de cara delgada y aspecto sereno y grave, con una expresión melancólica; tan magní�co y espléndido, según lo había educado su ma-dre;… se deleitaba mucho con la música, gozaba con la compañía de los literatos y

cultivaba toda clase de disciplinas, espe-cialmente la �losofía moral y la teología; (…) Debemos señalar –junto a Ramírez Vaquero- que Don Carlos fue un hombre de carne y hueso, con defectos y virtudes, con una educación esmerada pero que no le preparó para las grandes empresas, ni para competir con otros príncipes de la época que tuvieron una adolescencia más arriesgada , más variada y sugerente.

“El príncipe estaba a gusto en Nava-rra, -leemos en la obra de Desdevises du Dezert- donde había sido educado, donde tenía una corte de parientes y amigos total-mente �eles” y donde podía gozar de los bellos palacios (Pamplona, Olite-Tafalla) reacondicionados y lujosamente adorna-dos por sus abuelos Carlos y Leonor.

Sus problemas comenzaron a la muer-te de su madre acaecida en Santa María de Nieva, en mayo de 1441, cuando regre-saba de una peregrinación al santuario de Guadalupe, luego de acompañar a su hija Blanca en la ceremonia de su boda con el heredero de Castilla, el futuro Enrique IV.

EL TESTAMENTO DE LA REINA BLANCA DE NAVARRAUna cláusula en el testamento de su ma-dre Blanca I de Navarra, negó a Carlos el inmediato acceso al gobierno navarro, como era la costumbre ya que, el príncipe no debía sucederle sin el consentimiento paterno. Cláusula que le permitió a su pa-dre –que solo poseía la dignidad real por su matrimonio con la reina propietaria- conti-nuar en el ejercicio del gobierno del reino. Evidentemente, Carlos no se atrevió o no contó con los apoyos políticos necesarios como para incumplir la última voluntad de su madre. Tal cláusula dice: …rogamos ca-ramente al dicho príncipe Carlos, nuestro muy caro hijo, que sea humilde y obediente

PERFILES

(Navarra 1421-1461)Carlos de Navarra y AragónCatedral de Tudela, donde fue nombrado príncipe de Viana.

El eterno príncipe de Viana

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ECONOMÍA

E n la Cataluña condal de los siglos X y XI, las tierras de los condados centrales eran surcadas por las lla-madas stratae Kardonen-sia, apelativo con que se

designaban los caminos públicos que lleva-ban hasta el castillo de Cardona y su célebre sal. Situada a unos cien kilómetros al noroes-te de Barcelona y una treintena de Manresa, en el centro de la cuenca del río Cardener, la fortaleza se alza aún hoy orgullosa sobre la montaña a 585 m sobre el nivel del mar. El contraste de su per�l sobre el cielo y los Pre-pirineos remarca aún más la �gura de la iglesia de San Vicente, paradigma arquitec-tónico del primer románico catalán.

La visión que Cardona y su castillo ofrecen, es una imagen única que siempre ha cautivado la atención del viajero desde siempre. Pero, a los pies de esta inmensa demasiado pétrea, se esconde el tesoro de Cardona, la verdadera razón de ser de esta población, que ha ofrecido páginas de glo-ria a la historia de Cataluña. Nos re�ramos a la sal que emerge sobre la tierra para ser el principal yacimiento de sal gema o en piedra del Principado. Recordamos que, entre las muchas aplicaciones dadas por el hombre a la sal, esta era del todo impres-cindible para la ganadería y la conserva-ción de los alimentos mediante su salazón. Y que eso hizo de este mineral un recurso económico de primer orden en el contexto de las sociedades preindustriales, necesario de ser controlado por parte de los diversos regímenes políticos. De hecho, el conjunto monumental del castillo y los 2.400 años de ocupación humana que se esconden bajo sus piedras son el resultado de la voluntad de controlar el acceso a la sal y los caminos que discurrían en su búsqueda. Una doble realidad, sal y castillo, que coexiste con un tercer elemento como es la villa-mercado de época medieval. A continuación, os propo-nemos descubrir con nosotros este prodigio de la naturaleza que son los a�oramientos salinos de Cardona, entre los cuales destaca la Montaña de la Sal Roja.

LA MONTAÑA DE SALEmplazada a mediodía del castillo y su villa, es la manifestación más espectacular de la dinámica geológica que se da en este espa-cio: el diapiro de Cardona y el fenómeno de crecimiento vertical de la sal. Se sitúa en el extremo occidental de una depresión del te-rreno con forma de elíptica. Con una longi-tud de 1.800 m y una extensión de 600, sus

y su salCardona

Texto y fotos:Dr.AndreuGaleraiPedrosa Director del Archivo Municipal de Cardona

A través de los caminos de la historia

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Carmen Jusué Simonena Doctora en Historia

PRIMERA MARAVILLA MEDIEVAL DE ESPAÑA

Palacio Real de Olite

Importante enclave histórico y ar-tístico, sede de un esplendoroso reino, cabeza de Merindad desde que en 1407 el rey Carlos III de Navarra creó la Merindad de su nombre, Ciudad desde 1630 por

concesión de Felipe IV (VI de Navarra), capital vitivinícola de Navarra. Dijo Arturo Campeón: “Desconocer Olite es ignorar Navarra”, frase célebre y acertada, pues desconocer Olite es privarse de admirar el conjunto monumental de alcázares más im-portante del reino, es privarse de conocer la delicada iglesia de Santa María o la de San Pedro con su espléndida aguja compitien-do con las torres del palacio... aunque Olite es mucho más. Olite es arte, es historia, es tierra plana y rica sobre la que maduran las uvas que van a dormir a sus centenarias bo-degas, solar de gente fuerte, arraigada a la tierra, a sus costumbres...

El curioso plano de la ciudad permite apreciar dos sectores bien diferenciados, herederos del crecimiento urbano de Olite en la Edad Media. Por una parte, el “Cerco de dentro” –en el lado norte–, que corres-ponde al antiguo recinto, oppidum, romano o civitas Gotorum; articulado por la rúa del Burgo o de San Francisco. Por otro lado, el “Cerco de fuera”, a ambos lados de la rúa Mayor, fruto de la repoblación de la villa desde la concesión del fuero por el rey Gar-cía Ramírez de Pamplona en 1147. En este nuevo “cerco” se pueden distinguir dos sec-tores, separados por la actual calle Mayor,

continuación casi simétrica de la citada rúa del Burgo del Cerco de Dentro. Por el lado oriental, hacia la parroquia de San Pedro, las calles siguen un trazado muy irregular, relacionado quizá con un posible primer ensanche, como sugiere el nombre de Vi-llavieja. En torno a este núcleo inicial del cerco de Fuera, los barrios de San Pedro, la Primicia y Villavieja, se extendieron luego el de La Solana, junto al portal de Fenero, que hoy queda dentro del recinto del palacio, y

el de Pedro Gorría, después llamado de San Juan o de la Carnicería Nueva. El conjun-to de calles del lado opuesto ofrece por su parte una ordenación sistemática y casi en cuadrícula, muy acorde con los proyectos repobladores de la época de concesión del fuero, y una distribución racional del espa-cio para los nuevos vecinos. En este sector crecieron los barrios o vecindades del Seco y de Medios y más tarde el de San Martín –luego Mirapiedes– y el del Pozo, junto a la muralla.

Entre uno y otro discurre la plaza de Carlos III, espacio alargado, presidido a un lado por el Ayuntamiento y en el otro por el Palacio Real. El conjunto, amurallado en todo su perímetro, mantiene todavía alguno de sus portales como el de Tafalla, el de Fal-ces, el de Tudela o el portal de Fenero.

En líneas generales puede decirse que la ciudad de Olite presenta todavía el típico entramado medieval, sin embar-go, la mayor parte de los edi�cios que la con�guran obedecen a reconstrucciones y obras posteriores, principalmente de los siglos XVI, XVII y XVIII. Salvo ejemplos excepcionales, como algunos palacios de la Rúa de San Francisco o la Rúa Mayor, las casas se organizan en profundidad, asomando en altas y estrechas fachadas que aprovechan los solares de los antiguos repartimientos realizados en la Edad Me-dia, que en algunos casos aún están mar-cados por los muros de separación o del fuero.

EN PLENA LLANURA DE LA ZONA MEDIA DE NAVARRA, LAS ELEGANTES Y ARMONIOSAS TORRES PALACIEGAS DE OLITE IMPRIMEN AL PAISAJE UN SELLO INCONFUNDIBLE, COMO SI SE HUBIERA DETENIDO EN EL TIEMPO PARA QUE AHORA PODAMOS DISFRUTAR DE SU PASADO. TODAVÍA HOY LA CIUDAD SIGUE SIENDO RECORDADA POR SU CONDICIÓN DE SEDE REGIA DE LA QUE SU ESPLÉNDIDO PALACIO ES EL EXPONENTE MÁXIMO Y SU HISTORIA, INSEPARABLE DE LA DE LA

CONSTRUCCIÓN ÁULICA.

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20 ARQUEOLOGÍA, HISTORIA Y VIAJES SOBRE EL MUNDO MEDIEVAL www.revistamedieval.com 21

Carmen Jusué Simonena Doctora en Historia

PRIMERA MARAVILLA MEDIEVAL DE ESPAñA

Palacio Real de Olite

Importante enclave histórico y ar-tístico, sede de un esplendoroso reino, cabeza de Merindad desde que en 1407 el rey Carlos III de Navarra creó la Merindad de su nombre, Ciudad desde 1630 por

concesión de Felipe IV (VI de Navarra), capital vitivinícola de Navarra. Dijo Arturo Campeón: “Desconocer Olite es ignorar Navarra”, frase célebre y acertada, pues desconocer Olite es privarse de admirar el conjunto monumental de alcázares más im-portante del reino, es privarse de conocer la delicada iglesia de Santa María o la de San Pedro con su espléndida aguja compitien-do con las torres del palacio... aunque Olite es mucho más. Olite es arte, es historia, es tierra plana y rica sobre la que maduran las uvas que van a dormir a sus centenarias bo-degas, solar de gente fuerte, arraigada a la tierra, a sus costumbres...

El curioso plano de la ciudad permite apreciar dos sectores bien diferenciados, herederos del crecimiento urbano de Olite en la Edad Media. Por una parte, el “Cerco de dentro” –en el lado norte–, que corres-ponde al antiguo recinto, oppidum, romano o civitas Gotorum; articulado por la rúa del Burgo o de San Francisco. Por otro lado, el “Cerco de fuera”, a ambos lados de la rúa Mayor, fruto de la repoblación de la villa desde la concesión del fuero por el rey Gar-cía Ramírez de Pamplona en 1147. En este nuevo “cerco” se pueden distinguir dos sec-tores, separados por la actual calle Mayor,

continuación casi simétrica de la citada rúa del Burgo del Cerco de Dentro. Por el lado oriental, hacia la parroquia de San Pedro, las calles siguen un trazado muy irregular, relacionado quizá con un posible primer ensanche, como sugiere el nombre de Vi-llavieja. En torno a este núcleo inicial del cerco de Fuera, los barrios de San Pedro, la Primicia y Villavieja, se extendieron luego el de La Solana, junto al portal de Fenero, que hoy queda dentro del recinto del palacio, y

el de Pedro Gorría, después llamado de San Juan o de la Carnicería Nueva. El conjun-to de calles del lado opuesto ofrece por su parte una ordenación sistemática y casi en cuadrícula, muy acorde con los proyectos repobladores de la época de concesión del fuero, y una distribución racional del espa-cio para los nuevos vecinos. En este sector crecieron los barrios o vecindades del Seco y de Medios y más tarde el de San Martín –luego Mirapiedes– y el del Pozo, junto a la muralla.

Entre uno y otro discurre la plaza de Carlos III, espacio alargado, presidido a un lado por el Ayuntamiento y en el otro por el Palacio Real. El conjunto, amurallado en todo su perímetro, mantiene todavía alguno de sus portales como el de Tafalla, el de Fal-ces, el de Tudela o el portal de Fenero.

En líneas generales puede decirse que la ciudad de Olite presenta todavía el típico entramado medieval, sin embar-go, la mayor parte de los edificios que la configuran obedecen a reconstrucciones y obras posteriores, principalmente de los siglos XVI, XVII y XVIII. Salvo ejemplos excepcionales, como algunos palacios de la Rúa de San Francisco o la Rúa Mayor, las casas se organizan en profundidad, asomando en altas y estrechas fachadas que aprovechan los solares de los antiguos repartimientos realizados en la Edad Me-dia, que en algunos casos aún están mar-cados por los muros de separación o del fuero.

En plEna llanura dE la Zona MEdia dE navarra, las ElEgantEs y arMoniosas torrEs palaciEgas dE olitE iMpriMEn al paisajE un sEllo inconfundiblE, coMo si sE hubiEra dEtEnido En El tiEMpo para quE ahora podaMos disfrutar dE su pasado. todavía hoy la ciudad siguE siEndo rEcordada por su condición dE sEdE rEgia dE la quE su Espléndido palacio Es El ExponEntE MáxiMo y su historia, insEparablE dE la dE la

construcción áulica.

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PRIMERA MARAVILLA MEDIEVAL DE ESPAñA

Palacio Real de Olite

Importante enclave histórico y ar-tístico, sede de un esplendoroso reino, cabeza de Merindad desde que en 1407 el rey Carlos III de Navarra creó la Merindad de su nombre, Ciudad desde 1630 por

concesión de Felipe IV (VI de Navarra), capital vitivinícola de Navarra. Dijo Arturo Campeón: “Desconocer Olite es ignorar Navarra”, frase célebre y acertada, pues desconocer Olite es privarse de admirar el conjunto monumental de alcázares más im-portante del reino, es privarse de conocer la delicada iglesia de Santa María o la de San Pedro con su espléndida aguja compitien-do con las torres del palacio... aunque Olite es mucho más. Olite es arte, es historia, es tierra plana y rica sobre la que maduran las uvas que van a dormir a sus centenarias bo-degas, solar de gente fuerte, arraigada a la tierra, a sus costumbres...

El curioso plano de la ciudad permite apreciar dos sectores bien diferenciados, herederos del crecimiento urbano de Olite en la Edad Media. Por una parte, el “Cerco de dentro” –en el lado norte–, que corres-ponde al antiguo recinto, oppidum, romano o civitas Gotorum; articulado por la rúa del Burgo o de San Francisco. Por otro lado, el “Cerco de fuera”, a ambos lados de la rúa Mayor, fruto de la repoblación de la villa desde la concesión del fuero por el rey Gar-cía Ramírez de Pamplona en 1147. En este nuevo “cerco” se pueden distinguir dos sec-tores, separados por la actual calle Mayor,

continuación casi simétrica de la citada rúa del Burgo del Cerco de Dentro. Por el lado oriental, hacia la parroquia de San Pedro, las calles siguen un trazado muy irregular, relacionado quizá con un posible primer ensanche, como sugiere el nombre de Vi-llavieja. En torno a este núcleo inicial del cerco de Fuera, los barrios de San Pedro, la Primicia y Villavieja, se extendieron luego el de La Solana, junto al portal de Fenero, que hoy queda dentro del recinto del palacio, y

el de Pedro Gorría, después llamado de San Juan o de la Carnicería Nueva. El conjun-to de calles del lado opuesto ofrece por su parte una ordenación sistemática y casi en cuadrícula, muy acorde con los proyectos repobladores de la época de concesión del fuero, y una distribución racional del espa-cio para los nuevos vecinos. En este sector crecieron los barrios o vecindades del Seco y de Medios y más tarde el de San Martín –luego Mirapiedes– y el del Pozo, junto a la muralla.

Entre uno y otro discurre la plaza de Carlos III, espacio alargado, presidido a un lado por el Ayuntamiento y en el otro por el Palacio Real. El conjunto, amurallado en todo su perímetro, mantiene todavía alguno de sus portales como el de Tafalla, el de Fal-ces, el de Tudela o el portal de Fenero.

En líneas generales puede decirse que la ciudad de Olite presenta todavía el típico entramado medieval, sin embar-go, la mayor parte de los edificios que la configuran obedecen a reconstrucciones y obras posteriores, principalmente de los siglos XVI, XVII y XVIII. Salvo ejemplos excepcionales, como algunos palacios de la Rúa de San Francisco o la Rúa Mayor, las casas se organizan en profundidad, asomando en altas y estrechas fachadas que aprovechan los solares de los antiguos repartimientos realizados en la Edad Me-dia, que en algunos casos aún están mar-cados por los muros de separación o del fuero.

En plEna llanura dE la Zona MEdia dE navarra, las ElEgantEs y arMoniosas torrEs palaciEgas dE olitE iMpriMEn al paisajE un sEllo inconfundiblE, coMo si sE hubiEra dEtEnido En El tiEMpo para quE ahora podaMos disfrutar dE su pasado. todavía hoy la ciudad siguE siEndo rEcordada por su condición dE sEdE rEgia dE la quE su Espléndido palacio Es El ExponEntE MáxiMo y su historia, insEparablE dE la dE la

construcción áulica.

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30 ARQUEOLOGÍA, HISTORIA Y VIAJES SOBRE EL MUNDO MEDIEVAL www.revistamedieval.com 31Puerta, en las murallas de Daroca, donde fracasó Pedro I en su intento de invadir Aragón.

GUERRA

En la sEgunda Mitad dEl siglo xiv, Estalló una guErra total EntrE las dos coronas Más podErosas dE la pEnínsula ibérica. a lo largo dE toda la frontEra castEllano-aragonEsa sE llEvaron a cabo fErocEs coMbatEs, sE asaltaron castillos utiliZando gran nÚMEro dE Máquinas dE asEdio, sE arrasaron caMpos y villas. fuE El Mayor EnfrEntaMiEnto EntrE rEinos cristianos dE toda la Edad MEdia En la pEnínsula. En un contExto dE crisis, dE iMportantE rEvuEltas nobiliarias En las dos coronas, con un EnfrEntaMiEnto fratricida por El trono dE castilla, EpidEMias, con un cliMa bélico quE afEctaba a toda Europa por causa dE la guErra dE los ciEn aÑos y dE la lucha por El control coMErcial dEl MEditErránEo occidEntal; la corona dE castilla y aragón sE EnfrEntaron por la futura suprEMacía pEninsular.

La guerra de los dos Pedros

Castilla contra Aragón

Las dos grandes coronas peninsulares habían lo-grado durante años evitar un enfrentamiento a gran escala. Sin bien habían sufrido escaramu-zas, la presencia de un enemigo común en la Península, los musulmanes, había retardado una posible guerra entre las dos potencias. Pero con

la llegada del siglo XIV los acontecimientos llevaron inevitable-mente a la contienda.

La Sentencia de Tordesillas en el año 1304 supuso la in-corporación definitiva del Señorío de Albarracín y de parte del reino de Murcia (territorios de Alicante, Elche y Novelda ) a la Corona de Aragón, ante el malestar de muchos castellanos.

La decadencia de los musulmanes, limitados al reino de Granada y convertidos en vasallos de Castilla, eliminó el enemi-go común.

Los conflictos nobiliarios afectaron a los dos reinos y fue-ron claves en el desenlace. En Aragón, Pedro IV tuvo que so-focar la revuelta de los Unionistas, y por otra parte, dio cobijo

y apoyo la nobleza castellana rebelde, sobre todo a Enrique de Trastámara. Por su parte, Pedro I ofreció protección a Doña Leonor, segunda esposa de Alfonso IV de Aragón y a sus hijos, los infantes de Aragón, don Juan y don Fernando.

También influyó el clima bélico que se vivía en Europa, con la Guerra de los Cien Años, que tendría repercusiones di-rectas en la Península.

La epidemia de la Peste Negra asoló toda Europa, y pro-vocando terribles consecuencias en la Corona de Aragón, que sufrió una profunda crisis a raíz de la epidemia.

Otra de las causas fue la separación de la obediencia de las encomiendas de las órdenes militares de Santiago y Cala-trava en la Corona de Aragón, respecto de los maestres caste-llanos. Como consecuencia de la disputa por la utilización de los pastos del Sistema Ibérico, lo cual supuso un grave problema económico.

La expansión de la Corona de Aragón por el Medi-terráneo desde el siglo XIII también fue un detonante de la

Luis Zueco JimenezLicenciado en Historia

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30 ARQUEOLOGÍA, HISTORIA Y VIAJES SOBRE EL MUNDO MEDIEVAL www.revistamedieval.com 31Puerta, en las murallas de Daroca, donde fracasó Pedro I en su intento de invadir Aragón.

GUERRA

En la sEgunda Mitad dEl siglo xiv, Estalló una guErra total EntrE las dos coronas Más podErosas dE la pEnínsula ibérica. a lo largo dE toda la frontEra castEllano-aragonEsa sE llEvaron a cabo fErocEs coMbatEs, sE asaltaron castillos utiliZando gran nÚMEro dE Máquinas dE asEdio, sE arrasaron caMpos y villas. fuE El Mayor EnfrEntaMiEnto EntrE rEinos cristianos dE toda la Edad MEdia En la pEnínsula. En un contExto dE crisis, dE iMportantE rEvuEltas nobiliarias En las dos coronas, con un EnfrEntaMiEnto fratricida por El trono dE castilla, EpidEMias, con un cliMa bélico quE afEctaba a toda Europa por causa dE la guErra dE los ciEn aÑos y dE la lucha por El control coMErcial dEl MEditErránEo occidEntal; la corona dE castilla y aragón sE EnfrEntaron por la futura suprEMacía pEninsular.

La guerra de los dos Pedros

Castilla contra Aragón

Las dos grandes coronas peninsulares habían lo-grado durante años evitar un enfrentamiento a gran escala. Sin bien habían sufrido escaramu-zas, la presencia de un enemigo común en la Península, los musulmanes, había retardado una posible guerra entre las dos potencias. Pero con

la llegada del siglo XIV los acontecimientos llevaron inevitable-mente a la contienda.

La Sentencia de Tordesillas en el año 1304 supuso la in-corporación definitiva del Señorío de Albarracín y de parte del reino de Murcia (territorios de Alicante, Elche y Novelda ) a la Corona de Aragón, ante el malestar de muchos castellanos.

La decadencia de los musulmanes, limitados al reino de Granada y convertidos en vasallos de Castilla, eliminó el enemi-go común.

Los conflictos nobiliarios afectaron a los dos reinos y fue-ron claves en el desenlace. En Aragón, Pedro IV tuvo que so-focar la revuelta de los Unionistas, y por otra parte, dio cobijo

y apoyo la nobleza castellana rebelde, sobre todo a Enrique de Trastámara. Por su parte, Pedro I ofreció protección a Doña Leonor, segunda esposa de Alfonso IV de Aragón y a sus hijos, los infantes de Aragón, don Juan y don Fernando.

También influyó el clima bélico que se vivía en Europa, con la Guerra de los Cien Años, que tendría repercusiones di-rectas en la Península.

La epidemia de la Peste Negra asoló toda Europa, y pro-vocando terribles consecuencias en la Corona de Aragón, que sufrió una profunda crisis a raíz de la epidemia.

Otra de las causas fue la separación de la obediencia de las encomiendas de las órdenes militares de Santiago y Cala-trava en la Corona de Aragón, respecto de los maestres caste-llanos. Como consecuencia de la disputa por la utilización de los pastos del Sistema Ibérico, lo cual supuso un grave problema económico.

La expansión de la Corona de Aragón por el Medi-terráneo desde el siglo XIII también fue un detonante de la

Luis Zueco JimenezLicenciado en Historia

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42 ARQUEOLOGÍA, HISTORIA Y VIAJES SOBRE EL MUNDO MEDIEVAL www.revistamedieval.com 43

DERECHO E INSTITUCIONES

U n ordenamiento poco conocido es el que reguló en la Castilla de la Edad media todo lo que se refie-re a rituales funera-

rios y participación eclesiástica que se centraba en las ofrendas y misas que se otorgaban por el alma del difunto. Además de los banquetes fúnebres había otro tipo de reuniones que se ofrecían en memoria del difunto.

Las disposiciones canónicas relati-vas a los lugares de inhumación revelan la costumbre de enterrarse dentro del mismo edificio religioso buscando la protección que significaba el lugar sagrado (entierro ad sanctos) o intentando beneficiarse del auxilio divino más cercano con miras ala salvación. Muchos sínodos y concilios prohibieron esa costumbre y las normas canóni-cas reiteraron sucesivamente la prohibición con castigos como penas pecuniarias, excomuniones y entredichos; sin embargo reconociendo la inutilidad de estas medidas la propia iglesia intentó sacar más provecho intentando ade-más limitar los abusos reservándose el derecho de otorgar licencias de enterramiento dentro de iglesias y templos a cambio de cierto canon monetario. Los únicos formalmen-te autorizados ex lege a ser enterrados en el interior de su propia iglesia eran algunos miembros del cuerpo ecle-

siástico; beneficio que la legislación laica amplió después al monarca, su familia, los comendadores de las órdenes militares y los caballeros. No obstante la necesidad de asegurar los ingresos de parroquias o conventos por estos enterramientos provocó, a menudo, enfrentamientos entre las jerarquías centrales y los poderes locales de la iglesia o entre iglesias diferentes por la posesión de los derechos de enterramiento, pues hacia el siglo XII los derechos a per-cibir por la parroquia a la que pertenecía el fiel difunto se habían elevado en la diócesis de Orense a la mitad de todo el legado, a fines del siglo XVI en la diócesis de Ávila estos derechos e elevaban a cien maravedís si hubiera sepultura de padre o abuelo en la iglesia escogida y a doscientos sin no lo hubiera. Este patrimonio de la parroquia de origen pasaría a ser conocida con el nombre de cuarta funeral

y funerarias en la Edad Media Castellana

Normas canónicas

Victor Manteca ValdelandeDoctor en Historia de las Instituciones Españolas

En El prEsEntE artÏculo ExaMinaMos los principalEs aspEctos dE la norMativa canónica y práctica social rElativa a las cErEMonias y ritualEs funErarios durantE la Edad MEdia En El rEino dE

castilla.

Arriba: Sacramento de la extrema unción, Pintura de Rogier Van der Weyden. Museo Real de Bellas Artes de AmberesEn la página anterior: Escena de un funeral, Miniatura de las Très riches Heures du Duc de Berry, Museo Condé de Chantilly

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DERECHO E INSTITUCIONES

U n ordenamiento poco conocido es el que reguló en la Castilla de la Edad media todo lo que se refie-re a rituales funera-

rios y participación eclesiástica que se centraba en las ofrendas y misas que se otorgaban por el alma del difunto. Además de los banquetes fúnebres había otro tipo de reuniones que se ofrecían en memoria del difunto.

Las disposiciones canónicas relati-vas a los lugares de inhumación revelan la costumbre de enterrarse dentro del mismo edificio religioso buscando la protección que significaba el lugar sagrado (entierro ad sanctos) o intentando beneficiarse del auxilio divino más cercano con miras ala salvación. Muchos sínodos y concilios prohibieron esa costumbre y las normas canóni-cas reiteraron sucesivamente la prohibición con castigos como penas pecuniarias, excomuniones y entredichos; sin embargo reconociendo la inutilidad de estas medidas la propia iglesia intentó sacar más provecho intentando ade-más limitar los abusos reservándose el derecho de otorgar licencias de enterramiento dentro de iglesias y templos a cambio de cierto canon monetario. Los únicos formalmen-te autorizados ex lege a ser enterrados en el interior de su propia iglesia eran algunos miembros del cuerpo ecle-

siástico; beneficio que la legislación laica amplió después al monarca, su familia, los comendadores de las órdenes militares y los caballeros. No obstante la necesidad de asegurar los ingresos de parroquias o conventos por estos enterramientos provocó, a menudo, enfrentamientos entre las jerarquías centrales y los poderes locales de la iglesia o entre iglesias diferentes por la posesión de los derechos de enterramiento, pues hacia el siglo XII los derechos a per-cibir por la parroquia a la que pertenecía el fiel difunto se habían elevado en la diócesis de Orense a la mitad de todo el legado, a fines del siglo XVI en la diócesis de Ávila estos derechos e elevaban a cien maravedís si hubiera sepultura de padre o abuelo en la iglesia escogida y a doscientos sin no lo hubiera. Este patrimonio de la parroquia de origen pasaría a ser conocida con el nombre de cuarta funeral

y funerarias en la Edad Media Castellana

Normas canónicas

Victor Manteca ValdelandeDoctor en Historia de las Instituciones Españolas

En El prEsEntE artÏculo ExaMinaMos los principalEs aspEctos dE la norMativa canónica y práctica social rElativa a las cErEMonias y ritualEs funErarios durantE la Edad MEdia En El rEino dE

castilla.

Arriba: Sacramento de la extrema unción, Pintura de Rogier Van der Weyden. Museo Real de Bellas Artes de AmberesEn la página anterior: Escena de un funeral, Miniatura de las Très riches Heures du Duc de Berry, Museo Condé de Chantilly

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MONUMENTOS

L a iglesia de San Miguel de Foces, situada a tres quilómetros de Ibieca (Huesca), es una de las joyas de nuestro patri-monio histórico-artís-

tico que mejor ilustra el cambio esté-tico del románico al gótico así como el poder de algunos ricos-hombres de Aragón.

San Miguel fue, en origen, la iglesia parroquial de la desaparecida villa de Foces, situada en el camino real que

unía Huesca con Alquezar. Este topó-nimo dio nombre a una de las familias más poderosas de Aragón durante la Edad Media, los Foces. Considerados descendientes de los doce magnates de la conquista aragonesa encabezada por Pedro I de Aragón en el siglo XI, poseyeron la mayor parte del territorio que hoy conocemos como la Hoya de Huesca y ocuparon altos cargos den-tro de la administración política de la confederación catalano-aragonesa participando en numerosas campañas

bélicas al lado de los condes-reyes e incluso financiando económicamente la cruzada de Jaime I a Tierra Santa. Se trataba de una familia muy podero-sa que quiso reafirmar su autoridad so-bre el territorio con un panteón acorde con su status social y con la moda del momento. Desde el siglo XI, los reyes aragoneses habían mostrado un gran interés por los panteones familiares erigidos en el interior de los templos más importantes de su territorio como San Juan de la Peña o San Pedro el Vi-ejo de Huesca. Eran considerados un instrumento para acercarse más a Dios así como para enaltecer su linaje y ser recordados por las generaciones poste-riores. A finales del siglo XII, también los nobles empiezan a mostrar cierto interés por poseer un panteón familiar de modo que algunas familias de la no-bleza local fundan monasterios, como el de Casbas, con la voluntad que estos sirvieran de panteones familiares. Esta tendencia perdurará en los siglos sigui-entes y calará en los Foces, por lo que, en 1248, Eximeno de Foces concebirá un nuevo proyecto para la parroquia de su tierra natal.

LA IGLESIA-PANTEóNNos encontramos a mediados del siglo XIII. La iglesia tardo-románica que ocupaba la población de Foces, como mínimo desde 1180, se había quedado anticuada, ya no respondía a la nueva estética del momento y seguramen-

Gemma Malé Miranda

una iglesia-panteón entre el románico y el gótico

San Miguel de Foces:

Exterior de la iglesia de San Miguel de Forces.

Vista del Interior de la iglesia.

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MONUMENTOS

L a iglesia de San Miguel de Foces, situada a tres quilómetros de Ibieca (Huesca), es una de las joyas de nuestro patri-monio histórico-artís-

tico que mejor ilustra el cambio esté-tico del románico al gótico así como el poder de algunos ricos-hombres de Aragón.

San Miguel fue, en origen, la iglesia parroquial de la desaparecida villa de Foces, situada en el camino real que

unía Huesca con Alquezar. Este topó-nimo dio nombre a una de las familias más poderosas de Aragón durante la Edad Media, los Foces. Considerados descendientes de los doce magnates de la conquista aragonesa encabezada por Pedro I de Aragón en el siglo XI, poseyeron la mayor parte del territorio que hoy conocemos como la Hoya de Huesca y ocuparon altos cargos den-tro de la administración política de la confederación catalano-aragonesa participando en numerosas campañas

bélicas al lado de los condes-reyes e incluso financiando económicamente la cruzada de Jaime I a Tierra Santa. Se trataba de una familia muy podero-sa que quiso reafirmar su autoridad so-bre el territorio con un panteón acorde con su status social y con la moda del momento. Desde el siglo XI, los reyes aragoneses habían mostrado un gran interés por los panteones familiares erigidos en el interior de los templos más importantes de su territorio como San Juan de la Peña o San Pedro el Vi-ejo de Huesca. Eran considerados un instrumento para acercarse más a Dios así como para enaltecer su linaje y ser recordados por las generaciones poste-riores. A finales del siglo XII, también los nobles empiezan a mostrar cierto interés por poseer un panteón familiar de modo que algunas familias de la no-bleza local fundan monasterios, como el de Casbas, con la voluntad que estos sirvieran de panteones familiares. Esta tendencia perdurará en los siglos sigui-entes y calará en los Foces, por lo que, en 1248, Eximeno de Foces concebirá un nuevo proyecto para la parroquia de su tierra natal.

LA IGLESIA-PANTEóNNos encontramos a mediados del siglo XIII. La iglesia tardo-románica que ocupaba la población de Foces, como mínimo desde 1180, se había quedado anticuada, ya no respondía a la nueva estética del momento y seguramen-

Gemma Malé Miranda

una iglesia-panteón entre el románico y el gótico

San Miguel de Foces:

Exterior de la iglesia de San Miguel de Forces.

Vista del Interior de la iglesia.

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56 ARQUEOLOGÍA, HISTORIA Y VIAJES SOBRE EL MUNDO MEDIEVAL www.revistamedieval.com 57

VIAJES

E n medio de los enormes arenales que esbozan el comienzo del gran desierto del Sahara surgen vas-tas plantaciones de

palmeras cuajadas de dátiles; tablas de surf vuelan sobre el espejo que forma un gran lago... sin agua; millones de es-trellas iluminan un pueblo desierto que celebra una cena beduina entre miles de velas; antiguas fortalezas y viviendas trogloditas perdidas en la arena sirven de escenario para historias futuristas...

Ningún espejismo es capaz de ge-nerar tantas efímeras bellezas como la pura realidad que puede contemplarse en la zona más profunda de Túnez, allá donde las inmensas arenas siluetean el mayor desierto del mundo, que con sus nueve millones de kilómetros cuadra-dos es compartido por once países afri-canos. Decía Saint-Exupéry por boca de su Principito, que lo que embellece al desierto es que esconde un pozo en cualquier parte, pero contemplando la mágica belleza de las dunas infinitas o es fácil pensar en el agua, por muy pro-funda que se encuentre.

La capital de este espectacular pai-saje es Tozeur, un lugar presidido por la arena y el agua, donde el horizonte desaparece para dejar espacio a tres desiertos entremezclados, el de arena, el erg, donde el viento esculpe incan-sablemente dunas móviles, el de los chott, serir, de cristales brillantes que devuelven sorprendentes espejismos y el de roca, el hamada, inmensidad pedregosa donde se pierde la mirada. Un mundo por descubrir, para dejar-se conquistar o para fundirse con él, en un viaje fuera del tiempo, lleno de sensaciones, donde se mezclan cul-tura, tradiciones y la hospitalidad se practica como el valor más enraizado y verdadero.

Su palmeral único, regado por más de doscientos manantiales que suminis-tran casi 60 millones de litros por día, y donde se cultivan ls mejores dátiles del mundo y su insólita arquitectura de ladrillos compactos de originales dibu-jos geométricos de origen misterioso, le dan un encanto particular.

En noviembre el palmeral acoge el Festival del Oasis, una reproducción de los festejos que tradicionalmente organizaban los pueblos nómadas y que llena de color la ciudad: bailes ma-

Las puertas delSahara

Texto y fotos:Enrique SanchoPeriodista

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VIAJES

E n medio de los enormes arenales que esbozan el comienzo del gran desierto del Sahara surgen vas-tas plantaciones de

palmeras cuajadas de dátiles; tablas de surf vuelan sobre el espejo que forma un gran lago... sin agua; millones de es-trellas iluminan un pueblo desierto que celebra una cena beduina entre miles de velas; antiguas fortalezas y viviendas trogloditas perdidas en la arena sirven de escenario para historias futuristas...

Ningún espejismo es capaz de ge-nerar tantas efímeras bellezas como la pura realidad que puede contemplarse en la zona más profunda de Túnez, allá donde las inmensas arenas siluetean el mayor desierto del mundo, que con sus nueve millones de kilómetros cuadra-dos es compartido por once países afri-canos. Decía Saint-Exupéry por boca de su Principito, que lo que embellece al desierto es que esconde un pozo en cualquier parte, pero contemplando la mágica belleza de las dunas infinitas o es fácil pensar en el agua, por muy pro-funda que se encuentre.

La capital de este espectacular pai-saje es Tozeur, un lugar presidido por la arena y el agua, donde el horizonte desaparece para dejar espacio a tres desiertos entremezclados, el de arena, el erg, donde el viento esculpe incan-sablemente dunas móviles, el de los chott, serir, de cristales brillantes que devuelven sorprendentes espejismos y el de roca, el hamada, inmensidad pedregosa donde se pierde la mirada. Un mundo por descubrir, para dejar-se conquistar o para fundirse con él, en un viaje fuera del tiempo, lleno de sensaciones, donde se mezclan cul-tura, tradiciones y la hospitalidad se practica como el valor más enraizado y verdadero.

Su palmeral único, regado por más de doscientos manantiales que suminis-tran casi 60 millones de litros por día, y donde se cultivan ls mejores dátiles del mundo y su insólita arquitectura de ladrillos compactos de originales dibu-jos geométricos de origen misterioso, le dan un encanto particular.

En noviembre el palmeral acoge el Festival del Oasis, una reproducción de los festejos que tradicionalmente organizaban los pueblos nómadas y que llena de color la ciudad: bailes ma-

Las puertas delSahara

Texto y fotos:Enrique SanchoPeriodista

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Nelly Ongay Medievalista-Mendoza-R.Argentina

Mucho se ha es-crito sobre este joven Príncipe; l a m e m o r i a colectiva –de diversas regio-nes de España

tanto en Navarra como en Cataluña y Ara-gón- lo ha colocado en un lugar de privile-gio. Carlos, podemos afirmar, es el Príncipe de Viana por antonomasia, único título que conservó durante toda su vida. Luchó sin éxito contra su padre –político sagaz y expe-rimentado en las contiendas nobiliarias cas-tellanas- y murió durante esa prolongada contienda –a lo largo de 20 años. Contien-da durante la que trató vanamente de hacer reconocer su derecho legítimo al gobierno del antiguo Reino de Navarra.

Veamos los datos principales de su vida para apreciar en toda su magnitud el dra-ma que vivió. Carlos de Viana nació el 29 de mayo de 1421, en Peñafiel, en tierra cas-tellana, en posesiones del ducado de su pa-dre. Primogénito de Blanca I, heredera del trono navarro y Juan, uno de los condes más poderosos de Castilla. La noticia de su na-cimiento, muy esperada, en cuanto primer nieto de Carlos III de Navarra, produjo una gran alegría no solo en la corte del rey No-ble, sino en la población de todo el reino.

De inmediato, el recién nacido fue re-conocido por las Cortes como heredero de Navarra, conforme a las capitulaciones ma-trimoniales de sus padres, y en particular, de acuerdo con la secular tradición del reino pirenaico.

Dos años después, el rey navarro creó para su nieto el Principado de Viana (ver despiece). Luego nacieron tres hermanas: Juana, Blanca y Leonor.

SU EDUCACIóNComo todo príncipe de la época recibió

una instrucción esmerada y completa con cierta inclinación hacia las disciplinas religiosas. Hablaba y leía el francés –así puede apreciarse en su nutrida biblioteca. También escribía en italiano y en catalán. Además gustaba de la música y el dibujo. Durante su infancia fue su ayo don Martín Fernández de Sarasa y desde 1431, el prín-cipe contó con sus propios confesores, por lo general, los frailes mendicantes. Luego, fue su tutor don Juan de Beaumont, prior de San Juan de Jerusalén y bajo su direc-ción estuvieron sus preceptores, el bachi-ller Alfonso de la Torre y el poeta Pedro de Torrellas. También recibió la enseñanza militar, aprendió a cazar y se hizo aficiona-do de este deporte; los archivos de comp-tos nos muestran los pagos por la compra de halcones suministrados por los monta-ñeses del Roncal. Recibió una educación cuidada desde el punto de vista intelectual, militar y moral.

Años después, instalado en Nápoles –en su especial periplo mediterráneo-, en la corte de su tío, el rey aragonés Alfonso V, uno de los grandes centros de la Italia renacentista, mostró su interés en las cien-cias y en las artes. Sumergido en este am-biente literario se perfeccionó en el cono-cimiento del griego y del latín. Así animado y apoyado por su tío inició la traducción de la Ética de Aristóteles (versión de Bruni de Arezzo) y luego escribió la Epístola, dirigi-da a todos los letrados de Spanya.

Gracias a un cronista de la época tene-mos una semblanza de este príncipe del si-glo XV: Gonzalo García de Santa María (no precisamente uno de sus adeptos) nos dice: era de estatura media o un poco mayor, de cara delgada y aspecto sereno y grave, con una expresión melancólica; tan magnífico y espléndido, según lo había educado su ma-dre;… se deleitaba mucho con la música, gozaba con la compañía de los literatos y

cultivaba toda clase de disciplinas, espe-cialmente la filosofía moral y la teología; (…) Debemos señalar –junto a Ramírez Vaquero- que Don Carlos fue un hombre de carne y hueso, con defectos y virtudes, con una educación esmerada pero que no le preparó para las grandes empresas, ni para competir con otros príncipes de la época que tuvieron una adolescencia más arriesgada , más variada y sugerente.

“El príncipe estaba a gusto en Nava-rra, -leemos en la obra de Desdevises du Dezert- donde había sido educado, donde tenía una corte de parientes y amigos total-mente fieles” y donde podía gozar de los bellos palacios (Pamplona, Olite-Tafalla) reacondicionados y lujosamente adorna-dos por sus abuelos Carlos y Leonor.

Sus problemas comenzaron a la muer-te de su madre acaecida en Santa María de Nieva, en mayo de 1441, cuando regre-saba de una peregrinación al santuario de Guadalupe, luego de acompañar a su hija Blanca en la ceremonia de su boda con el heredero de Castilla, el futuro Enrique IV.

EL TESTAMENTO DE LA REINA BLANCA DE NAVARRAUna cláusula en el testamento de su ma-dre Blanca I de Navarra, negó a Carlos el inmediato acceso al gobierno navarro, como era la costumbre ya que, el príncipe no debía sucederle sin el consentimiento paterno. Cláusula que le permitió a su pa-dre –que solo poseía la dignidad real por su matrimonio con la reina propietaria- conti-nuar en el ejercicio del gobierno del reino. Evidentemente, Carlos no se atrevió o no contó con los apoyos políticos necesarios como para incumplir la última voluntad de su madre. Tal cláusula dice: …rogamos ca-ramente al dicho príncipe Carlos, nuestro muy caro hijo, que sea humilde y obediente

PERFILES

(Navarra 1421-1461)Carlos de Navarra y AragónCatedral de Tudela, donde fue nombrado príncipe de Viana.

El eterno príncipe de Viana

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Nelly Ongay Medievalista-Mendoza-R.Argentina

Mucho se ha es-crito sobre este joven Príncipe; l a m e m o r i a colectiva –de diversas regio-nes de España

tanto en Navarra como en Cataluña y Ara-gón- lo ha colocado en un lugar de privile-gio. Carlos, podemos afirmar, es el Príncipe de Viana por antonomasia, único título que conservó durante toda su vida. Luchó sin éxito contra su padre –político sagaz y expe-rimentado en las contiendas nobiliarias cas-tellanas- y murió durante esa prolongada contienda –a lo largo de 20 años. Contien-da durante la que trató vanamente de hacer reconocer su derecho legítimo al gobierno del antiguo Reino de Navarra.

Veamos los datos principales de su vida para apreciar en toda su magnitud el dra-ma que vivió. Carlos de Viana nació el 29 de mayo de 1421, en Peñafiel, en tierra cas-tellana, en posesiones del ducado de su pa-dre. Primogénito de Blanca I, heredera del trono navarro y Juan, uno de los condes más poderosos de Castilla. La noticia de su na-cimiento, muy esperada, en cuanto primer nieto de Carlos III de Navarra, produjo una gran alegría no solo en la corte del rey No-ble, sino en la población de todo el reino.

De inmediato, el recién nacido fue re-conocido por las Cortes como heredero de Navarra, conforme a las capitulaciones ma-trimoniales de sus padres, y en particular, de acuerdo con la secular tradición del reino pirenaico.

Dos años después, el rey navarro creó para su nieto el Principado de Viana (ver despiece). Luego nacieron tres hermanas: Juana, Blanca y Leonor.

SU EDUCACIóNComo todo príncipe de la época recibió

una instrucción esmerada y completa con cierta inclinación hacia las disciplinas religiosas. Hablaba y leía el francés –así puede apreciarse en su nutrida biblioteca. También escribía en italiano y en catalán. Además gustaba de la música y el dibujo. Durante su infancia fue su ayo don Martín Fernández de Sarasa y desde 1431, el prín-cipe contó con sus propios confesores, por lo general, los frailes mendicantes. Luego, fue su tutor don Juan de Beaumont, prior de San Juan de Jerusalén y bajo su direc-ción estuvieron sus preceptores, el bachi-ller Alfonso de la Torre y el poeta Pedro de Torrellas. También recibió la enseñanza militar, aprendió a cazar y se hizo aficiona-do de este deporte; los archivos de comp-tos nos muestran los pagos por la compra de halcones suministrados por los monta-ñeses del Roncal. Recibió una educación cuidada desde el punto de vista intelectual, militar y moral.

Años después, instalado en Nápoles –en su especial periplo mediterráneo-, en la corte de su tío, el rey aragonés Alfonso V, uno de los grandes centros de la Italia renacentista, mostró su interés en las cien-cias y en las artes. Sumergido en este am-biente literario se perfeccionó en el cono-cimiento del griego y del latín. Así animado y apoyado por su tío inició la traducción de la Ética de Aristóteles (versión de Bruni de Arezzo) y luego escribió la Epístola, dirigi-da a todos los letrados de Spanya.

Gracias a un cronista de la época tene-mos una semblanza de este príncipe del si-glo XV: Gonzalo García de Santa María (no precisamente uno de sus adeptos) nos dice: era de estatura media o un poco mayor, de cara delgada y aspecto sereno y grave, con una expresión melancólica; tan magnífico y espléndido, según lo había educado su ma-dre;… se deleitaba mucho con la música, gozaba con la compañía de los literatos y

cultivaba toda clase de disciplinas, espe-cialmente la filosofía moral y la teología; (…) Debemos señalar –junto a Ramírez Vaquero- que Don Carlos fue un hombre de carne y hueso, con defectos y virtudes, con una educación esmerada pero que no le preparó para las grandes empresas, ni para competir con otros príncipes de la época que tuvieron una adolescencia más arriesgada , más variada y sugerente.

“El príncipe estaba a gusto en Nava-rra, -leemos en la obra de Desdevises du Dezert- donde había sido educado, donde tenía una corte de parientes y amigos total-mente fieles” y donde podía gozar de los bellos palacios (Pamplona, Olite-Tafalla) reacondicionados y lujosamente adorna-dos por sus abuelos Carlos y Leonor.

Sus problemas comenzaron a la muer-te de su madre acaecida en Santa María de Nieva, en mayo de 1441, cuando regre-saba de una peregrinación al santuario de Guadalupe, luego de acompañar a su hija Blanca en la ceremonia de su boda con el heredero de Castilla, el futuro Enrique IV.

EL TESTAMENTO DE LA REINA BLANCA DE NAVARRAUna cláusula en el testamento de su ma-dre Blanca I de Navarra, negó a Carlos el inmediato acceso al gobierno navarro, como era la costumbre ya que, el príncipe no debía sucederle sin el consentimiento paterno. Cláusula que le permitió a su pa-dre –que solo poseía la dignidad real por su matrimonio con la reina propietaria- conti-nuar en el ejercicio del gobierno del reino. Evidentemente, Carlos no se atrevió o no contó con los apoyos políticos necesarios como para incumplir la última voluntad de su madre. Tal cláusula dice: …rogamos ca-ramente al dicho príncipe Carlos, nuestro muy caro hijo, que sea humilde y obediente

PERFILES

(Navarra 1421-1461)Carlos de Navarra y AragónCatedral de Tudela, donde fue nombrado príncipe de Viana.

El eterno príncipe de Viana

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Peregrinos y Peregrinajes

Josep Torroella Prats Licenciado en Historia

DEVOCIÓN POPULAR

Los hombres – y, en me-nor medida, las mujeres – de la Edad Media tam-bién viajaban. No con tanta frecuencia como lo hace mucha gente hoy

en dia, pero seguramente mucho más de lo que imaginamos. Sin embargo, a di-ferencia del viajero contemporáneo, que viaja sobre todo por motivos de placer o de negocios, el viajero de los tiempos medievales lo hacía a menudo per causa devotione, como consta en muchos do-cumentos. O sea, por motivos religiosos. La meta del viajero-peregrino no era una playa paradisíaca, una ciudad llena de arte e historia o una feria de muestras. Muy al contrario, su propósito era visitar el sepulcro de Jesucristo, de un apóstol o de un santo; una re-líquia de la Virgen o de algún mártir; una imagen vene-rada. El viaje gene-ralmente era largo, fatigoso, lleno de incomodidades y de contratiempos; los peligros, tantos que el viajero a menu-do no llegaba a su meta.

El mayor benefi-cio que el peregrino esperaba al final del viaje era de carácter espiritual, aunque a veces también con-fiaba en la salvación

de un cuerpo que había enfermado, la recuperación de algun sentido corporal perdido o muy disminuído. Con todo, algunas personas – jóvenes de espíri-tu aventurero, adultos con inquietudes culturales – aprovechaban seguramente el viaje para descubrir mundo, conocer gente, tener experiencias nuevas. Como han explicado algunos autores, no todo era devoción a lo largo de los caminos de peregrinación. A muchos peregrinos les debía empujar también un deseo de aventura, la esperanza de encontrar for-tuna incluso. Porque el mundo que de-jaba atrás el peregrino que emprendia la ruta jacobea o cualquier otro camino muy a menudo era una pequeña y cerra-da comunidad rural donde la vida coti-diana era sumamente monótona.

¿QUIÉN ES PEREGRINO?Peregrino - que etimológicamente signi-fica “extranjero”, “expatriado” - es quien viaja hasta algun lugar sagrado por mo-tivos religiosos. Dante Aligheri escribió en Vita Nuova que el concepto peregri-no puede ser entendido en dos sentidos, uno amplio y otro restringido; en el pri-mero, es peregrino cualquier persona que se halla fuera de su patria; en el se-gundo, peregrino es quien viaja a Santia-go de Compostela para visitar la tumba del apóstol Santiago. Poco antes, Alfonso X el Sabio había escrito en las Partidas que “pelegrino tanto quiere decir, como ome extraño, que va a visitar el sepulcro de Hierusalem… o que andan su pele-grinaje a Santiago…. O a otros logares

de luenga e de extraña tierra”.

El peregri-no no apareció de repente en la Edad Media. Siempre los ha habido, en todas las religiones y en todas partes. Peregrinan des-de hace siglos los judíos, los cristia-nos, los budistas, los hindúes, los musulmanes. . . El hajj, el pe-regrinaje a la Meca, es uno de los cinco pilares

Imagen del apóstol Santiago. en la Puerta Santa.

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Peregrinos y Peregrinajes

Josep Torroella Prats Licenciado en Historia

DEVOCIÓN POPULAR

Los hombres – y, en me-nor medida, las mujeres – de la Edad Media tam-bién viajaban. No con tanta frecuencia como lo hace mucha gente hoy

en dia, pero seguramente mucho más de lo que imaginamos. Sin embargo, a di-ferencia del viajero contemporáneo, que viaja sobre todo por motivos de placer o de negocios, el viajero de los tiempos medievales lo hacía a menudo per causa devotione, como consta en muchos do-cumentos. O sea, por motivos religiosos. La meta del viajero-peregrino no era una playa paradisíaca, una ciudad llena de arte e historia o una feria de muestras. Muy al contrario, su propósito era visitar el sepulcro de Jesucristo, de un apóstol o de un santo; una re-líquia de la Virgen o de algún mártir; una imagen vene-rada. El viaje gene-ralmente era largo, fatigoso, lleno de incomodidades y de contratiempos; los peligros, tantos que el viajero a menu-do no llegaba a su meta.

El mayor benefi-cio que el peregrino esperaba al final del viaje era de carácter espiritual, aunque a veces también con-fiaba en la salvación

de un cuerpo que había enfermado, la recuperación de algun sentido corporal perdido o muy disminuído. Con todo, algunas personas – jóvenes de espíri-tu aventurero, adultos con inquietudes culturales – aprovechaban seguramente el viaje para descubrir mundo, conocer gente, tener experiencias nuevas. Como han explicado algunos autores, no todo era devoción a lo largo de los caminos de peregrinación. A muchos peregrinos les debía empujar también un deseo de aventura, la esperanza de encontrar for-tuna incluso. Porque el mundo que de-jaba atrás el peregrino que emprendia la ruta jacobea o cualquier otro camino muy a menudo era una pequeña y cerra-da comunidad rural donde la vida coti-diana era sumamente monótona.

¿QUIÉN ES PEREGRINO?Peregrino - que etimológicamente signi-fica “extranjero”, “expatriado” - es quien viaja hasta algun lugar sagrado por mo-tivos religiosos. Dante Aligheri escribió en Vita Nuova que el concepto peregri-no puede ser entendido en dos sentidos, uno amplio y otro restringido; en el pri-mero, es peregrino cualquier persona que se halla fuera de su patria; en el se-gundo, peregrino es quien viaja a Santia-go de Compostela para visitar la tumba del apóstol Santiago. Poco antes, Alfonso X el Sabio había escrito en las Partidas que “pelegrino tanto quiere decir, como ome extraño, que va a visitar el sepulcro de Hierusalem… o que andan su pele-grinaje a Santiago…. O a otros logares

de luenga e de extraña tierra”.

El peregri-no no apareció de repente en la Edad Media. Siempre los ha habido, en todas las religiones y en todas partes. Peregrinan des-de hace siglos los judíos, los cristia-nos, los budistas, los hindúes, los musulmanes. . . El hajj, el pe-regrinaje a la Meca, es uno de los cinco pilares

Imagen del apóstol Santiago. en la Puerta Santa.

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ECONOMÍA

E n la Cataluña condal de los siglos X y XI, las tierras de los condados centrales eran surcadas por las lla-madas stratae Kardonen-sia, apelativo con que se

designaban los caminos públicos que lleva-ban hasta el castillo de Cardona y su célebre sal. Situada a unos cien kilómetros al noroes-te de Barcelona y una treintena de Manresa, en el centro de la cuenca del río Cardener, la fortaleza se alza aún hoy orgullosa sobre la montaña a 585 m sobre el nivel del mar. El contraste de su perfil sobre el cielo y los Pre-pirineos remarca aún más la figura de la iglesia de San Vicente, paradigma arquitec-tónico del primer románico catalán.

La visión que Cardona y su castillo ofrecen, es una imagen única que siempre ha cautivado la atención del viajero desde siempre. Pero, a los pies de esta inmensa demasiado pétrea, se esconde el tesoro de Cardona, la verdadera razón de ser de esta población, que ha ofrecido páginas de glo-ria a la historia de Cataluña. Nos refiramos a la sal que emerge sobre la tierra para ser el principal yacimiento de sal gema o en piedra del Principado. Recordamos que, entre las muchas aplicaciones dadas por el hombre a la sal, esta era del todo impres-cindible para la ganadería y la conserva-ción de los alimentos mediante su salazón. Y que eso hizo de este mineral un recurso económico de primer orden en el contexto de las sociedades preindustriales, necesario de ser controlado por parte de los diversos regímenes políticos. De hecho, el conjunto monumental del castillo y los 2.400 años de ocupación humana que se esconden bajo sus piedras son el resultado de la voluntad de controlar el acceso a la sal y los caminos que discurrían en su búsqueda. Una doble realidad, sal y castillo, que coexiste con un tercer elemento como es la villa-mercado de época medieval. A continuación, os propo-nemos descubrir con nosotros este prodigio de la naturaleza que son los afloramientos salinos de Cardona, entre los cuales destaca la Montaña de la Sal Roja.

LA MONTAñA DE SALEmplazada a mediodía del castillo y su villa, es la manifestación más espectacular de la dinámica geológica que se da en este espa-cio: el diapiro de Cardona y el fenómeno de crecimiento vertical de la sal. Se sitúa en el extremo occidental de una depresión del te-rreno con forma de elíptica. Con una longi-tud de 1.800 m y una extensión de 600, sus

y su salCardona

Texto y fotos:Dr.Andreu Galerai Pedrosa Director del Archivo Municipal de Cardona

A través de los caminos de la historia

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ECONOMÍA

E n la Cataluña condal de los siglos X y XI, las tierras de los condados centrales eran surcadas por las lla-madas stratae Kardonen-sia, apelativo con que se

designaban los caminos públicos que lleva-ban hasta el castillo de Cardona y su célebre sal. Situada a unos cien kilómetros al noroes-te de Barcelona y una treintena de Manresa, en el centro de la cuenca del río Cardener, la fortaleza se alza aún hoy orgullosa sobre la montaña a 585 m sobre el nivel del mar. El contraste de su perfil sobre el cielo y los Pre-pirineos remarca aún más la figura de la iglesia de San Vicente, paradigma arquitec-tónico del primer románico catalán.

La visión que Cardona y su castillo ofrecen, es una imagen única que siempre ha cautivado la atención del viajero desde siempre. Pero, a los pies de esta inmensa demasiado pétrea, se esconde el tesoro de Cardona, la verdadera razón de ser de esta población, que ha ofrecido páginas de glo-ria a la historia de Cataluña. Nos refiramos a la sal que emerge sobre la tierra para ser el principal yacimiento de sal gema o en piedra del Principado. Recordamos que, entre las muchas aplicaciones dadas por el hombre a la sal, esta era del todo impres-cindible para la ganadería y la conserva-ción de los alimentos mediante su salazón. Y que eso hizo de este mineral un recurso económico de primer orden en el contexto de las sociedades preindustriales, necesario de ser controlado por parte de los diversos regímenes políticos. De hecho, el conjunto monumental del castillo y los 2.400 años de ocupación humana que se esconden bajo sus piedras son el resultado de la voluntad de controlar el acceso a la sal y los caminos que discurrían en su búsqueda. Una doble realidad, sal y castillo, que coexiste con un tercer elemento como es la villa-mercado de época medieval. A continuación, os propo-nemos descubrir con nosotros este prodigio de la naturaleza que son los afloramientos salinos de Cardona, entre los cuales destaca la Montaña de la Sal Roja.

LA MONTAñA DE SALEmplazada a mediodía del castillo y su villa, es la manifestación más espectacular de la dinámica geológica que se da en este espa-cio: el diapiro de Cardona y el fenómeno de crecimiento vertical de la sal. Se sitúa en el extremo occidental de una depresión del te-rreno con forma de elíptica. Con una longi-tud de 1.800 m y una extensión de 600, sus

y su salCardona

Texto y fotos:Dr.Andreu Galerai Pedrosa Director del Archivo Municipal de Cardona

A través de los caminos de la historia