Revista Memoria Historia de cerca nº 16

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Haciendo MEMORIA La Historia de cerca número XVI Marzo de 2009 Directora: SANDRA CORREAS Subdirector: JUAN RAMÓN FERNÁNDEZ Redactora Jefe: ESTHER LAYA Director Comercial: LUCIO MOCHALES Cordinador de Redacción: JUAN FRANCISCO RUIZ Equipo de Redacción: Diseño y Maquetación: MAURICIO CORREAS RICARDO TRIGUERO MYRIAM ROUSSEAU Colaboradores: Escala de grises S upongo que a todos nos pasa lo mismo, que es propio de esa condición humana que intentamos mantener contra viento y marea; sincera- mente creo que, en algún momento de nuestra vida, todos necesitamos salir del negro, renegar del rosa e integrar los acontecimientos cotidianos, socia- les, políticos, religiosos, económicos y de toda índole, en una, cuanto más amplia mejor, escala de grises. Quizá así, ampliando el abanico de colores propuesto por los autores que han diseccionado nuestra famosa ‘leyenda negra’, convirtiéndola incluso en rosa por arte de magia, seamos capaces de estudiar con la objetividad que dan los siglos acumulados, y con el profundo respeto a unos tiempos que no vivimos, por lo que tampoco debemos dar por sabidos, esos años trascendentales de nuestra historia cargados de cruces y san benitos. Ni negro, ni rosa. Cada cosa en su momento, y un dossier que intenta contextualizar los acontecimientos que dieron lugar a la famosa leyenda, sin juicios, como debería haber sido siempre. Y para aliviar un poco el luto, nada mejor que unos intrépidos corsa- rios reunidos bajo la cálida luz de unas lucernas romanas, con escenas ciertamente subiditas de tono, mientras el águila, ese animal emblema de tantas aspiraciones imperialistas, sobrevuela su fragata tras haber escuchado al muaddin llamando a la oración desde la mezquita de la bellísima Madinat al-Zahra. Por cierto, acabo de escuchar un anuncio proclamando que ya es primavera. Es una de las mejores noticias de los últimos meses. Besos floridos. Sandra Correas Directora JULIÁN TORRECILLAS ADRIÁN LÓPEZ SANTIAGO D. DOMÍNGUEZ MIGUEL ÁNGEL VALERO CARLOS VILLAR FERNANDO NOTARIO YEYO BALBÁS IÑAKI MARTÍNEZ JOSÉ MARÍA SÁNCHEZ-BENITO TOTI MARTÍNEZ DE LEZEA RODRIGO DE LUZ CARRETERO ÁLVARO CORTEZÓN MANOUCHEHR M. KHORASANI FRANCISCO BURILLO MARTÍN ALMAGRO-GORBEA LAURO OLMO CONCHA RODRÍGUEZ JURGEN H. LOOS ROSALINA BONILLA JUAN CARLOS GUISADO MARÍA JOSÉ BERNÁRDEZ JUAN MANUEL ABASCAL ROSARIO CEBRIÁN ENRIQUE GOZALBES MARÍA JOSÉ LÓPEZ INMACULADA DE LA CRUZ Imprenta: EUROGRÁFICAS, S.L.L. Distribución: SGEL Edita: FUNDACIÓN DALPA PARA LA CREACIÓN Presidente: GONZALO IGUALADA Vicepresidente: LUIS TRIGUERO SOLICITADO CONTROL OJD Publicidad: telf.: 915 060 522 fax: 915 306 662 [email protected] www.fundaciondalpa.es suscripciones y números atrasados: telf.: 969 241 266 [email protected] redacción y dirección: [email protected] [email protected]

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HaciendoMEMORIA

La Historia de cercanúmero XVI Marzo de 2009

Directora:SANDRA CORREAS

Subdirector:JUAN RAMÓN FERNÁNDEZ

Redactora Jefe:ESTHER LAYA

Director Comercial:LUCIO MOCHALES

Cordinador de Redacción:JUAN FRANCISCO RUIZ

Equipo de Redacción:

Diseño y Maquetación:MAURICIO CORREASRICARDO TRIGUERO

MYRIAM ROUSSEAU

Colaboradores:

Escala de grises

Supongo que a todos nos pasa lo mismo, que es propio de esa condición

humana que intentamos mantener contra viento y marea; sincera-

mente creo que, en algún momento de nuestra vida, todos necesitamos salir

del negro, renegar del rosa e integrar los acontecimientos cotidianos, socia-

les, políticos, religiosos, económicos y de toda índole, en una, cuanto más

amplia mejor, escala de grises. Quizá así, ampliando el abanico de colores

propuesto por los autores que han diseccionado nuestra famosa ‘leyenda

negra’, convirtiéndola incluso en rosa por arte de magia, seamos capaces de

estudiar con la objetividad que dan los siglos acumulados, y con el profundo

respeto a unos tiempos que no vivimos, por lo que tampoco debemos dar

por sabidos, esos años trascendentales de nuestra historia cargados de cruces

y san benitos. Ni negro, ni rosa. Cada cosa en su momento, y un dossier

que intenta contextualizar los acontecimientos que dieron lugar a la famosa

leyenda, sin juicios, como debería haber sido siempre.

Y para aliviar un poco el luto, nada mejor que unos intrépidos corsa-

rios reunidos bajo la cálida luz de unas lucernas romanas, con escenas

ciertamente subiditas de tono, mientras el águila,

ese animal emblema de tantas aspiraciones

imperialistas, sobrevuela su fragata tras

haber escuchado al muaddin llamando

a la oración desde la mezquita de la

bellísima Madinat al-Zahra.

Por cierto, acabo de escuchar un

anuncio proclamando que ya es

primavera.Es una de las mejores noticias de

los últimos meses.Besos floridos.

Sandra CorreasDirectora

JULIÁN TORRECILLAS

ADRIÁN LÓPEZ

SANTIAGO D. DOMÍNGUEZ

MIGUEL ÁNGEL VALERO

CARLOS VILLAR

FERNANDO NOTARIO

YEYO BALBÁS

IÑAKI MARTÍNEZ

JOSÉ MARÍA SÁNCHEZ-BENITO

TOTI MARTÍNEZ DE LEZEA

RODRIGO DE LUZ CARRETERO

ÁLVARO CORTEZÓN

MANOUCHEHR M. KHORASANI

FRANCISCO BURILLO

MARTÍN ALMAGRO-GORBEA

LAURO OLMO

CONCHA RODRÍGUEZ

JURGEN H. LOOS

ROSALINA BONILLA

JUAN CARLOS GUISADO

MARÍA JOSÉ BERNÁRDEZ

JUAN MANUEL ABASCAL

ROSARIO CEBRIÁN

ENRIQUE GOZALBES

MARÍA JOSÉ LÓPEZ

INMACULADA DE LA CRUZ

Imprenta:EUROGRÁFICAS, S.L.L.

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Edita:FUNDACIÓN

DALPAPARA LA CREACIÓN

Presidente:GONZALO IGUALADA

Vicepresidente:LUIS TRIGUERO

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Corsarios de Flandespiratas con patente de corso

La leyenda negradesprestigio del Imperio español

Madinat al‑Zahrala ciudad de Abd al‑Rahman III

Simbología del águila emblema de majestad y poder

Cerámica erótica romanala sensualidad de lo cotidiano

Nefertaryla favorita del faraón Ramsés II

REPORTAJE

DOSSIER

ARQUEOLOGÍA

CULTURA

ARTE

PROTAGONISTAS

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Sumario

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MEMORIA · número 16 · Marzo de 20092

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Es satisfactorio el constatar que,a pesar de los momentos eco‑

nómicos por los que atravesamos,el patrimonio es objeto de inver‑siones. Y esto es así, por lo que laapuesta económica supone tantopara su conservación, como parasu puesta en valor y explotación,devolviendo de este modo a la so‑ciedad lo que ésta ha invertido. Esel caso de los nuevos proyectosque afectan a la Celtiberia Septen‑trional y al patrimonio segoviano.

En la primera de las actuacio‑nes, un equipo científico coordi‑nado por el catedrático de Prehis‑toria Francisco Burillo recibirá51.000 € del Ministerio de Cienciae Innovación para un proyectocon el título ‘Segeda y CeltiberiaSeptentrional: Investigación cien‑tífica, desarrollo rural sostenible ynuevas tecnologías’. Más impor‑tante es la partida económica que,

procedente de los fondos europeos ymunicipales a partes iguales, recibirála ciudad de Segovia para la inter‑vención en la muralla y acueductoprincipalmente. Los 4,5 millones deeuros asignados se recibirán gracias aun proyecto seleccionado junto aotros dieciséis, de un total de cuatro‑cientas iniciativas presentadas desdetodo el continente europeo. El citadoplanteamiento pretende la recupera‑ción y adecuación para los visitantesde la muralla y el acueducto, que aca‑

paran la mayor parte de los fondos,pero también se contemplan inter‑venciones en el cementerio judío o enel patrimonio industrial hidráulico.El acueducto recibirá un millón deeuros para adecuar su contempla‑ción como una obra de ingeniería yno como simple objeto de visita turís‑tica. Para conseguirlo, se actuará so‑bre sus quince kilómetros de recorri‑do, recuperando y señalizando el en‑torno. Se desplegarán paneles infor‑mativos fijos, pero también serán ins‑talados repetidores que irán aportan‑do información a los visitantes me‑diante mensajes sms en el teléfonomóvil, y con ellos se habilitará unasenda por el exterior del recinto y pe‑gada al muro; además, se señalizaráy se adecuará la información.

Los cincuenta mil euros destina‑dos al cementerio judío permitiránprotegerlo y habilitar un centro deinterpretación.

MEMORIA · número 16 · Marzo de 20094

Breves

JULIÁN TORRECILLAS

Nuevas inversiones en patrimonio

El profesor de la Universi‑dad británica de Leicester,

Simon James, ha dado a cono‑cer, en una reunión del Archeo‑logical Institute of America, eluso de ‘armas químicas’ en laSiria del siglo III por parte delos persas sasánidas. De estemodo, se resuelve provisional‑mente la incógnita que pesabasobre la muerte de veinte sol‑dados romanos que aparecie‑ron apilados, en excavaciones reali‑zadas hace unos setenta años, en unagalería de la ciudad de Dura‑Euro‑pos. Pero, ¿cómo pudieron los persasmatar a veinte legionarios en un es‑pacio de once metros de largo y dosde alto? La respuesta bien podría es‑tar en la teoría de Simon James.

Dura‑Europos es una antigua ciu‑dad situada a orillas del Éufrates, enla que los romanos instalaron unaguarnición y que, sobre el 256, sufrió un importante ase‑dio por parte del ejército sasánida. Los asaltantes desple‑garon todos los medios posibles para rendir la ciudad ‒sehan encontrado catapultas rodeando la misma‒, inclu‑

yendo una de las tácticas máshabituales a lo largo de la His‑toria: el minado bajo las mura‑llas con el fin de destruirlas.Con el objeto de impedir quelos atacantes excavaran las mi‑nas, los romanos sitiados pro‑cedieron a perforar contrami‑nas por las que cortar los in‑tentos de penetración sasáni‑da. Pero los legionarios fuerondetectados, por lo que los asal‑

tantes prepararon bolas de betún concristales de azufre, produciendo ungas venenoso que resultó mortalpara los romanos. Una vez muertos,sus cadáveres fueron amontonadospor los sasánidas, a modo de defen‑sa, en las bocas de los túneles. Lasmurallas no fueron destruidas gra‑cias a las minas pero, finalmente, laciudad fue conquistada y sus habi‑tantes y defensores masacrados o de‑

portados. Las fuentes de la Antigüedad que citan el usode este tipo de venenos en los asedios a las ciudades sonnumerosas, pero es posible que ésta sea la primera confir‑mación arqueológica al respecto. JULIÁN TORRECILLAS

Guerra química en el siglo III

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Breves

Según publica el diario ita‑liano La República, la ciu‑

dad en la que Shakespeare si‑tuó la tragedia de Romeo y Ju‑lieta alberga el más antiguocódice con instrucciones paraescribir cartas de amor. Afir‑ma el periódico italiano que ellibro fue escrito en el siglo XIIpor un clérigo llamado Guido.

Su aparición se ha produ‑cido de forma fortuita, cuan‑do unos investigadores de laUniversidad de Siena han en‑contrado en la Biblioteca Ca‑pitular de la ciudad de Vero‑na esta obra, escrita en latínsobre pergamino, en la quebajo el título de Modi dictami‑num se dan instruccionespara redactar epístolas, entreellas las amorosas.

A lo largo del cuarto capí‑tulo se describe la forma enque deben escribirse los espo‑sos y amantes, o cómo salu‑darse o despedirse. Tambiénse hacen recomendacionespara agradar a la amada o alamado, a base de alabar subelleza o de compararla conobjetos cotizados en la épocapor distintos motivos, como

pueden ser las piedras pre‑ciosas, o con parejas destaca‑das de la mitología como Pa‑ris y Helena.

También aconseja el autorel uso figuras retóricas paraexpresar las cualidades de laamada o el sentimiento quese tiene.

Pero no todo hace referen‑cia al amor más o menos re‑tórico; también el amor físicoencuentra su lugar en losconsejos sobre los abrazos olos besos. Para la compren‑sión de las enseñanzas, el clé‑rigo aporta ejemplos que, pa‑rece ser, fueron extraídos dela correspondencia de loscondes de Guidi, que enaquel momento eran señoresde la Toscana y Emilia‑Ro‑maña. Una de las epístolas deestos condes es la primeracarta de amor conocida. Enella, un noble cuyo nombrecomienza por G escribe a suesposa Imilde, haciéndole sa‑ber que por el perfume de suamor no se negaría ‘a escalarmontes o a atravesar a nado ma‑res, e incluso afrontar peligrosde muerte’.

Una conferencia con el título deAvatares de una inscripción af‑

tasí, pronunciada en el Museo Ar‑queológico de Badajoz por dosprofesores de la Universidad Au‑tónoma de Madrid, ha vuelto a re‑cordar la existencia en algún lugardesconocido de una inscripciónfuneraria del fundador de los afta‑sidas. El epígrafe, conocido como‘el epitafio perdido de al‑Mansur’,es uno de las más estudiados in‑cluso fuera de la Península, y en élse recoge el nombre de al‑Mansur,su muerte, los hechos más desta‑cados de su existencia y algunasfrases piadosas.

La inscripción, de la que seconservan un par de dibujos, fue

documentada por última vez en laiglesia de Calatrava de la Alcaza‑ba de Badajoz, frente a la entradade la actual Biblioteca Regional.Pero, según Alberto Canto, debiódesaparecer entre 1827 y 1845, yaque en la primera fecha se sabíaque estaba todavía en la iglesia, yen la última se realizaron excava‑ciones en dicho lugar y ya se dabacomo desaparecida. Según el tes‑timonio popular, lo más probablees que hoy esté formando partede la cimentación de la BibliotecaRegional o la Facultad de Biblio‑teconomía.

La inscripción, de notable inte‑rés, fue estudiada por autores sue‑cos, italianos, franceses etc., for‑

mando parte también de los pri‑meros estudios epigráficos de losilustrados españoles.

Los conferenciantes, AlbertoCanto e Isabel Rodríguez, han re‑cogido toda la documentaciónexistente sobre esta inscripcióndel fundador de la dinastía aftasi‑da, que gobernó en la capital pa‑cense sucediendo a Sapur, primerrey taifa de Badajoz. El personajeadquiere importancia al gobernarel que fue uno de los más destaca‑dos reinos de taifas, junto con losde Sevilla, Valencia, Toledo y Za‑ragoza, pero también por ser delos pocos que nos han legado unainscripción, hoy en paradero des‑conocido.

JULIÁN TORRECILLAS

Hechos y muerte de al‑Mansur el aftasida

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JULIÁN TORRECILLAS

El manual más antiguo para cartas de amor

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Reportaje

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Corsarios y piratas ocupan unlugar privilegiado en el imagi‑nario colectivo como paradig‑

mas del héroe romántico. Su imagende personajes al margen de la ley,ejemplo máximo de libertad indivi‑dual, ha sido utilizada repetidamentepor la literatura o el cine para vehicu‑lar el ansia de autonomía del hombrecontemporáneo.

El ‘corsarismo’ constituía una acti‑vidad bélica pareja a la piratería, peroautorizada por una patente de corsoque permitía atacar a los navíos mer‑cantes y de guerra de las nacionescontempladas en dicha patente. Poreste motivo, lejos de actuar fuera de laley y simplemente perpetrar robos, elcorsario debía legitimar sus capturasen un juicio posterior, de cuyo resulta‑do dependía la continuidad de lalicencia. En la patente de corso sepodía especificar una zona de actua‑ción concreta y limitar las naciones alas que se podía atacar.

Dentro de la actividad corsariaconfluyeron desde el inicio los intere‑

ses de dos partes: las Coronas y losemprendedores privados. Para losEstados de la Edad Moderna, loscorsarios eran una forma de mante‑ner una guerra naval de bajo nivel,análoga a la guerrilla, destinada aquebrar el tejido comercial del ene‑migo con bajo riesgo para las finan‑zas y armadas propias; por su parte,los armadores con patente de corsobuscaban un enriquecimiento rápi‑do por medio de una actividad dealto riesgo, pero que podía ser muyrentable. Se trataba, por tanto, deuna acción privada de carácter capi‑talista que conllevaba fuertes inver‑siones iniciales –navío, tripulación,armamento, etc.–, y que adquiriótintes de profesionalismo con tripu‑laciones asalariadas según beneficio,convirtiéndose, incluso, en un nego‑cio familiar transmitido de padres ahijos. El objetivo de los monarcaseuropeos –producir daños a los paí‑ses rivales– era el medio por el quelos corsarios ‘adquirían’ unos bien‑es, que volvían a poner en los circui‑

tos comerciales para lograr la ganan‑cia perseguida.

No obstante, en muchas ocasioneslos intereses privados entraban encontradicción con los objetivos bélicosdel reino. Rara vez los corsarios seexponían hasta el punto de arriesgarel propio navío y, por tanto, la inver‑sión efectuada; la estrategia corsariaconsistía fundamentalmente en la inti‑midación por medio de la superiori‑dad numérica, en armamento o en

Corsarios de Flandes

BUQUE AMELIAdel almirante Tromp durante la batallanaval de Las Dunas, pintura de Reinierde Nooms, 1639.Abajo, escena de navío dunkerqués enuna batalla frente a Nieuwpoort en1641, obra de Jacob Gerritsz Loeff

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Reportaje

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ESCENA PORTUARIAdel siglo XVII. Óleo del francésestablecido en Italia Claude Ge-llée, posteriormente conocidocomo ‘el Lorenés’. En esta obrapuede apreciarse una de las se-ñas de identidad del artista,como es la utilización de una luzdirecta, no difusa, provenientedel sol situado en el centro de laescena

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Corsarios de Flandes

condiciones de maniobra, dejando laviolencia como último recurso. Poreste motivo, su eficacia como auténti‑ca arma de guerra fue limitada ydependía de su integración en estrate‑gias bélicas más globales.

Desde la perspectivaespañola, hay un episodio de

intensa actividad corsariadurante la primera mitad del

siglo XVII, que rompe con tópi‑cos tan comunes como

el de la Coronaespañola como

víctima de laa c t i v i d a dpirática, o eldeclive de lamarina de

los Austriasinmediatamente

después de la derro‑ta de la Armada

Invencible. Se

trata de la Armada de Flandes, for‑mada tanto por navíos del rey comopor corsarios que, operando desdelos puertos flamencos deDunkerque, Ostende o Gravelinas,tuvieron en jaque al comercioholandés, inglés y francés.

Los corsarios flamencos al serviciode la Corona española, generalmenteconocidos como 'corsarios deDunkerque', comenzaron su activi‑dad a finales del siglo XVI. Sumomento de mayor acción se circuns‑cribe al período entre 1621 y 1648,coincidiendo con la fase final de laguerra de los Ochenta Años y con laguerra de los Treinta Años, prolon‑gándose hasta 1659, cuandoDunkerque pasó a manos de laCorona de Inglaterra durante unbreve período de tres años antes deser vendido a Luis XIV de Francia. Endicha fase final de la guerra de losOchenta Años, Holanda, que habíaalcanzado la independencia de factopor medio de la Tregua de los DoceAños de 1609, desarrolló un dinamis‑mo comercial que le permitió enfren‑tarse al Imperio más poderoso de sutiempo por medio de una actividadmarítima que amenazaba, no sólo lacomunicación de Flandes con laPenínsula Ibérica, sino también laintegridad de su imperio colonial,fundamentalmente en los territoriosportugueses de África, América yAsia. El reinicio de las hostilidadescon las Provincias Unidas en 1621estuvo en gran parte provocado por lanecesidad de invertir una situación

A.M.DUNKERQUErepresentada en el Atlas Civitatis Or-bis Terrarum, de Braun y Hogenberg,finales del siglo XVI.Abajo, retrato ecuestre del conde-du-que de Olivares realizado por DiegoVelázquez en 1634 y actualmenteconservado en el Museo del Prado,Madrid

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Reportaje

que, a los ojos de Felipe IV y su minis‑tro Olivares, sólo generaba el descré‑dito de la Monarquía Hispánica.

En este contexto, la estrategia espa‑ñola en Flandes dio un giro radical ypasó a ser defensiva en tierra y ofensi‑va en el mar. Un escenario en el queera necesario contar con una flota acti‑va en el mar del Norte que fuese capazde enfrentarse a holandeses e inglesesen su terreno y con sus mismas armas.Desde finales de 1621 esta nueva tácti‑ca se haría realidad, gracias a que eldescubrimiento del Canal de Mardickiba a permitir usar el puerto deDunkerque para alojar una flota decierta entidad, a la vez que dificultabael bloqueo naval al que periódicamen‑te lo sometían los holandeses. En estasnuevas operaciones participabantanto la Armada Real como las flotillas

de armadores privados con patente decorso, que en el plazo de una décadaiban a alcanzar una cifra cercana alcentenar de bajeles, apoyados por almenos veinte navíos de la ArmadaReal: la estrategia del conde‑duque deOlivares parecía tener oportunidadesde triunfar. Curiosamente, el impulsoque adquirió esta armada provenía deque su coste era muy inferior al de lasoperaciones bélicas terrestres.

Aunque la Armada Real contabacon navíos de mayor tonelaje, auténti‑cos galeones de tamaño medio, las flo‑tillas de los corsarios se componíancasi exclusivamente de fragatas deescaso tonelaje. El tamaño de estosbuques estaba adaptado a la estrategiacorsaria de velocidad de acción, asícomo a las necesidades de escaso cala‑do a que obligaban los abundantesbancos de arena de la costa flamenca.Estas naves se perfeccionaron notable‑mente a lo largo de 1620 y 1630 paradar lugar a las fragatas de Dunkerque.Con estos buques se constituyó elgrueso de las flotas de armadores pri‑vados, como la de Philippe Etta, quellegó a contar con ocho navíos de estascaracterísticas en servicio.

Los tímidos éxitos conseguidosdurante los dos o tres años posteriores

PIRATAS, FILIBUSTEROS Y BUCANEROSActualmente, las imágenes de los piratas, bucaneros, filibusteros y corsarios suelen estarequiparadas. Esto es debido a que todos actuaban de forma semejante y rapiñaban elcomercio marítimo internacional. La confusión es muy frecuente entre corsarios y pira-tas ya que, dependiendo del punto de vista del observador, se usa uno u otro térmi-no: los piratas berbericos eran en muchos casos corsarios, como Barbarroja, al igualque sucede con 'piratas' famosos como Drake o Piet Heyn. Por su parte, filibusteros ybucaneros, conocidos como 'los Hermanos de la Costa', constituían auténticos pira-tas, es decir, sin objetivos políticos, dedicados tanto al robo como al contrabando,secuestro o tráfico de esclavos, pero contando con la protección de un Estadoeuropeo –fundamentalmente Inglaterra y Francia– que los fomentaba en elCaribe como forma de atacar el tráfico marítimo español. Entre sus bases secontaban la Isla de la Tortuga o Jamaica. Probablemente, el filibustero másfamoso de la Historia sea el inglés Henry Morgan, activo desde su base deJamaica en la segunda mitad del siglo XVII.

Arriba, representación de la batalla de Nieuwpoort oprimera batalla de Las Dunas, 1600.

Derecha, grabado del siglo XVII de Henry Morgan

El impulso que ad-quirió esta armadaprovenía de que sucoste era muy inferioral de las operacio-nes bélicas terrestres

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al descubrimiento del Canal deMardick animaron a Felipe IV a pro‑mulgar una legislación que favore‑ciese las actividades corsarias, nosólo en Flandes, sino también en elCantábrico y en el Mediterráneooccidental. Por un lado, la Coronacedió su quinto real a los armadoresy tripulaciones, aplicándoles la

misma consideración y mercedesque recibían los militares y marine‑ros del rey. Las capturas de estos pri‑meros años, aunque escasas, se fue‑ron consolidando a partir de 1623.Los corsarios adoptaron tácticassemejantes a las de la marina regularpero basadas en la movilidad y lasorpresa; se organizaban en divisio‑

nes de menos de diez naví‑os para abandonar lasiempre peligrosa rada deDunkerque hasta alcanzaralta mar y, a partir de esemomento, continuar uni‑dos o dividirse en peque‑ños grupos destinados a

interceptar todo el tráfico marítimoenemigo. Por ejemplo, la escuadra almando del conde de Vacquen inicióuna expedición en septiembre de1627 con cinco fragatas que, en pocomás de una semana, hundieron oncepesqueros holandeses y enviaron aDunkerque otras ocho capturas; nosatisfechos todavía, dos de ellossiguieron adelante y capturaron unapequeña flota mercante holandesa.En 1635, el vicealmirante de la flotacorsaria Jacob Collaart, al mando deuna flota de 21 navíos, destruyó 160pesqueros de arenque, hundiendo74 de ellos; una semana después,otra flota de 50 pesqueros sufría la

DINASTÍAS DE CORSARIOSLa rentabilidad económica alcanzada por las flotascorsarias de Dunkerque fue tan elevada que se con-vir tieron en auténticas empresas familiares transmiti-das de padres a hijos. Probablemente, el caso másllamativo sea el de la familia de Michel Jacobsen, elZorro del Mar, capitán corsario y vicealmirante de laArmada Real de Flandes. A su muerte, en Sanlúcarde Barrameda (1632), fue enterrado en la catedralde Sevilla junto a Colón y Hernán Cortés en atencióna sus cincuenta años de servicio. Sus hijos, AntoineDenis, François y Jean también fueron corsarios dun-kerqueses. Su hija Agnes se casó en segundas nup-cias con Cornil Bart, teniendo como hijo al másfamoso corsario de Dunkerque y héroe nacional fran-cés Jean Bart, que ejerció el corso bajo la protec-ción de Luis XIV en la segunda mitad del siglo XVII.

Arriba, abordaje de un barco por el corsario Hasard.Izquierda, retrato de Jean Bart realizado por Mathieu Elias.

Página siguiente, ilustración de un galeón del siglo XVII

Corsarios de Flandes

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misma suerte, siendo capturados entotal más de 900 prisioneros y2.000.000 de guilders.

En adelante, el tráfico marítimoholandés en el mar del Norte en direc‑ción a las Indias Orientales uOccidentales, el comercio de madera ymetales del Báltico, imprescindiblepara la construcción de navíos, laspesquerías de arenque, que eran lamayor industria holandesa, o el tráficoa través del Canal de la Mancha seconvirtieron en una pesadilla para lasflotas de los Países Bajos, que se vieronobligadas a implantar un sistema deconvoyes con galeones de guerra paraproteger a los mercantes; sin embargo,ni siquiera las Provincias Unidas erancapaces de disponer de un convoypara proteger todo su comercio.

Estas operaciones se convirtieronen habituales en el período de consoli‑dación de la flota dunkerquesa. Laocasional neutralidad inglesa contri‑buyó en gran medida al éxito, ya quepermitió el refugio y reparación delas flotas castigadas por la superiori‑dad numérica neerlandesa. Sinembargo, las cambiantes relacionespolíticas con Inglaterra, como la gue‑

rra de 1625, también con‑virtieron a los navíos y puertosingleses en objetivos de la flota. Laestrategia favorita holandesa paraenfrentarse a los dunkerqueses fueel bloqueo de su rada, acción com‑plicada por las dos salidas del puer‑to y por encontrarse en una zona debancos de arena y bajíos muy peli‑grosa para los barcos. La marinainglesa se unió al cerco en 1625, perouna tormenta desbarató la flota con‑junta, hundiendo una treintena denavíos y permitiendo la salida de loscorsarios, quienes, a su vez, bloquea‑ron los puertos de la costa este deInglaterra. Los holandeses llegaron amantener una fuerza naval con hasta700 cañones en su vano intento deimpedir la salida de Dunkerque.

Su efectividad se mantuvo cons‑tante, con pequeños altibajos en 1629compensados por la elevada activi‑dad de 1632, 1635 ó 1641; pero engeneral, los 35 años de actividad cor‑saria de Dunkerque fueron excep‑cionales en cuanto al daño inflingidoa los enemigos de España. Se calculaque la flota pesquera de arenque delas Provincias Unidas se redujo enun 20%, aunque en ciertos puertosholandeses la reducción llegó a lamitad. Asimismo, se ha estimado

que las pérdidas se elevaron aunos 12.000.000 de florines

de la época, aparte de lasventas perdidas y de

los rescates paga‑dos. En el período

de 1626‑1634 se

malograron120 naves,frente a las1.835 que secapturaron ohundieron. Entre 1635 y 1638 fue‑ron capturadas o hundidas unas200.000 toneladas y alrededor de2.000 naves; esta cifra representabacuatro veces el volumen del tráficoespañol con las Indias en este perío‑do, y alrededor de un tercio del totaldel tonelaje mundial. Su capacidaddestructiva queda de manifiesto alcompararla con la de los corsariosholandeses: en la década de 1630 seestima que capturaron unos 545 bar‑cos españoles, mientras que los dun‑kerqueses se cobraron unas 3.000piezas en el mismo tiempo, de lascuales, aproximadamente un 80%fueron obra de sus corsarios. Entotal, se calcula que se mantuvo unamedia de entre 230 y 250 capturasanuales entre 1625 y 1645.

Algunas de las acciones de laArmada de Flandes y de sus corsa‑rios fueron auténticas heroicidades,como la penetración en puertosholandeses efectuada en 1637. Nisiquiera las victorias holandesassobre ellos fueron completas: en1630, el héroe nacional holandésPiet Heyn, que en 1628 había captu‑rado a una división de la Flota deIndias en Bahía de Matanzas(Cuba), se hacía cargo del bloqueode los puertos flamencos, para

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Corsarios de Flandes

LA FRAGATA DUNKERQUESAEl éxito del corso dunkerqués se debe al desarrollo de un nuevo tipo de embarcación perfec-tamente adaptada a la táctica de los corsarios y a las especiales condiciones de la costabelga. Se trataba de buques de excepcional maniobrabilidad y velocidad, con calado muyescaso para evitar los bajíos. Aunque iban propulsados a vela, contaban también con abertu-ras para remos que les permitían maniobrar con seguridad en las zonas de bancos de arena yen las entradas a puerto en ausencia de viento. Por supuesto, también podían servir paraganar velocidad en acciones de huida. Salvo las naves capitanas de las flotas corsarias, raravez se acercaron a las trescientas toneladas y treinta cañones, siendo lo más normal que sequedasen por debajo de doscientas toneladas y de veinte cañones

Arriba, ilustración de un corsario perteneciente a un cuento infantil.Sobre estas líneas, fragata del siglo XVII

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encontrar poco después la muerteen un enfrentamiento con diez naví‑os corsarios que partían de Ostende.La incapacidad de los holandesesde frenar la sangría causada por susactividades les llevó a tomar deci‑siones, como la destitución en blo‑que de los mandos de las flotas deHolanda y Zelanda, en 1638. Y noera para menos; la actividad comer‑cial de las Provincias Unidas y lavida diaria de sus habitantes sevieron muy afectadas: produc‑tos básicos como la sal o lamadera, los productos de lasIndias, los seguros de los bar‑cos pesqueros y mercantes eincluso el queso Goudaexperimentaron enormessubidas de precio que facili‑tarían, en su momento, laconsecución de la paz.

Sin embargo, el bloqueoholandés no fue completa‑mente ineficaz; la mayor partede las capturas dukerquesas seprodujeron en los meses deinvierno, en los que su capaci‑dad de mantener cerrado elpuerto era menor por la clima‑

tología del mar del Norte. El invier‑no y, en general, la noche eran losmomentos preferidos por los corsa‑rios para abandonar Dunkerque enbusca de presas. Una vez en alta mar,la pericia y la fortuna se convertíanen sus aliados. Estebanillo González,el héroe de la novela picaresca epó‑nima, describe gráficamente cómoera su día a día durante un breveperíodo de 1645 en el que recorren el

Canal de la Mancha, desde Bretañahasta Calais: 'Anduvimos muchos

días, unas veces huyendo por reco‑nocer ventaja, convertidos losmás valientes en temerosas lie‑bres, y otras dando alcance, porser nosotros los más fuertes,transformado el más cobardeen invencible león. Al fin,habiendo echado algunos baje‑les a fondo y cogido presas deimportancia, nos volvimos devuelta a Flandes'.

Al final, las empresasdunkerquesas estaban desti‑nadas al fracaso. La superio‑ridad numérica holandesa,sumada a la de las flotasinglesa y francesa, termina‑

Reportaje

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El invierno y la nocheeran los momentospreferidos por loscorsarios para aban-donar Dunkerqueen busca de presas

BATALLA DE GIBRALTARÓleo de 1621 de Van

Weringen.Abajo, retrato de Piet

Heyn realizado por JanDaemen Cool

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ría por imponerse, ya que, comoindicaban los informadores de laépoca, no les importaba perderdiez barcos con tal de hundir unoespañol. La estrategia naval ofensi‑va de Olivares fracasaría definiti‑vamente el 21 de octubre de 1639,con la inapelable derrota de laArmada mandada por Antonio deOquendo, en la batalla naval de LasDunas. Esta flota intentaba trans‑portar infantería española, pertre‑chos y fondos a Flandes, contandopara ello con el apoyo de los dun‑kerqueses, que se afanaban en lle‑var a tierra tantos hombres y mate‑rial como les era posible; no obstan‑te, la flota del almirante Trompacabó definitivamente con unabatalla que, en sus diferentes fases,había durado poco más de un mes.

A partir de ese momento,holandeses y franceses redoblaronsus esfuerzos por acabar con elpuerto de Dunkerque, consiguién‑

dolo en 1646. Flandes estaba prác‑ticamente bloqueada por mar y tie‑rra. Sólo la perspectiva de futuro,en la que Francia se alzaba como lagran dominadora de Europa,ayudó a que los holandeses sedecidieran a firmar la paz conEspaña. El Tratado de Münster de30 de enero de 1648 ponía fin a laguerra de los Ochenta Años. Elpuerto de Dunkerque y la activi‑dad corsaria se recuperaron míni‑mamente para la Corona españolapoco después, gracias tanto a la

paz con Holanda como a la guerracivil que vivía Francia. Desde 1652hasta 1658, Gravelinas, Mardick yDunkerque volvieron a ser puertoscorsarios que se volcaron contra laFrancia de Mazarino y la Inglaterrade Cromwell, su aliada desde 1656,poco después de la última victoriade las tropas terrestres españolasen Valenciennes. Pero las fuerzasde Felipe IV estaban al límite de susposibilidades, y la acción combina‑da del general francés Turena y dela flota y el ejército ingleses triunfa‑ron en la batalla de Las Dunas de1658, una derrota todavía peor queRocroi o Lens y que supuso la pér‑dida de Dunkerque y Mardick, asícomo la definitiva desaparición delos míticos Tercios de Flandes. Lapérdida decisiva de Dunkerque vol‑vía a obligar a firmar una paz, estavez la Paz de los Pirineos, que certifi‑caba el fin del predominio mundialespañol. J.F. RUIZ

La batalla de Las Du-nas supuso la pérdi-da definitiva de Dun-kerque y Mardick, y ladesaparición de losTercios de Flandes

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‒LA LEYENDA NEGRA ESPAÑOLA‒‒FANFARRONES Y RAPACES‒‒LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA‒‒LA CONQUISTA DE AMÉRICA‒‒PAPISTAS Y SANGUINARIOS‒‒FELIPE II‒

‒20‒‒27‒‒33‒‒40‒‒47‒‒54‒

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Es incuestionable que el térmi‑no ‘leyenda negra’ ha tenidoun gran éxito desde que fue

acuñado por Julián Juderías en 1914,en un libro que llevaba precisamenteese título. Su presencia posterior enobras de todo tipo, e incluso en el ha‑bla cotidiana, no hace sino reflejar elacierto de este historiador al identifi‑car un problema que, aunque no seaexclusivo de España, sí que se haconcretado de modo explícito en laforma en que se ha mirado su histo‑ria –principalmente la de los siglosXVI y XVII– y en cómo se ha dibu‑jado el carácter español a través deuna serie de tópicos producto deesa mirada sesgada.

Juderías planteó que la leyendanegra española se basaba en interpre‑taciones exageradas de acontecimien‑

tos históricos y en omisiones interesa‑das de circunstancias también reales,que deberían formar parte de una vi‑sión objetiva de la Historia de España.El enfoque sesgado de la realidad his‑tórica española tiene además un carác‑ter perenne que ha hecho que el pre‑sente se juzgue a través de ese filtrodeformador, y que a la totalidad de losespañoles se les haya adjudicado untalante distintivo y negativo, derivadoprecisamente de los estereotipos crea‑dos por la leyenda negra, entre loscuales han sido moneda común la in‑tolerancia religiosa, la incultura, lacrueldad o la tiranía. Para Juderías, elorigen habría que situarlo en el mo‑mento crucial del reinado de Felipe II,y en la aparición o divulgación de lasobras de fray Bartolomé de las Casas,Guillermo de Orange, John Foxe, Rei‑

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La leyenda negra

LOS ABUSOS DE LA IGLESIAes uno de los temas que dieronpie a la leyenda negra. En esta

obra, el pintor flamenco delsiglo XVI Gillis Mostaert, los

representa a modo de alegoría.Abajo, el fraile dominicoBartolomé de las Casas

La leyenda negra española

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FELIPE IIretratado por Alonso

Sánchez Coello comomonarca universal del

Imperio. Él fue el blancoprincipal para la atribu-ción de responsabilida-

des en la leyenda negra

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naldo González Montano y AntonioPérez, las cuales, de un modo u otro,

criticaban o sencillamen‑te difamaban al Rey

Prudente.La Leyenda Ne‑

gra escrita por Ju‑derías emanabade una corrientede revisión his‑toriográfica la‑

tente en la España de finales del sigloXIX, que contaba con antecesoresilustres como Juan Valera o VicenteBlasco Ibáñez. Su fundamentación seentroncaba en la introspección que sedesarrolló durante el regeneracionis‑mo finisecular, y que dio lugar a laGeneración del 98 y a la revaloriza‑ción del concepto de España. La obrade Juderías hay que entenderla eneste contexto y aislarla de las inter‑

pretaciones partidistas que se han he‑cho de ella con posterioridad. No obs‑tante, algunos autores achacan a Ju‑derías un exceso de tendenciosidad,que permitiría a muchos españolesdefender como cierta la sospecha deanimadversión hacia lo hispano exis‑tente en el extranjero. También se haplanteado que la propia idea de le‑yenda negra impide apreciar las va‑riaciones existentes a lo largo del

La leyenda negra

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VIDA Y OBRA DE JULIÁN JUDERÍASEl creador del concepto de leyenda negra tuvo una vida corta –murió antes de cumplirlos 41 años–, pero muy fructífera en lo intelectual. Dotado de un enorme talento paralos idiomas, trabajó en su juventud como traductor de ruso, una de las dieciséis lenguas

que dominaba, en el consulado de España en Odessa. Llegó a ser redactor jefe dela revista La Lectura durante casi diez años. El mismo año de su muer-

te, 1918, ingresó en la Real Academia de la Historia. Por formacióny por tradición familiar, debe incluirse en la corriente reformista

que recibió el nombre de Regeneracionismo. En sus trabajoscomo historiador se centró fundamentalmente en los períodosde decadencia, los cuales abordó desde ópticas sociológicas.Lejos de ser un reaccionario, Juderías se declaraba enemigode los fanatismos, admiraba los planteamientos sociales delos países anglosajones y defendía abiertamente el reconoci-miento de derechos para las mujeres

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tiempo en el modo en que España hasido juzgada desde el exterior.

En la actualidad, la mayor parte delos autores aceptan la existencia deuna deformación de la imagen de Es‑paña durante la Edad Moderna, moti‑vada por la extensa acción de la propa‑ganda política desarrollada por los su‑cesivos rivales de la Monarquía Hispá‑nica, en los momentos en que ésta al‑canzaba el cénit de su poder. La pro‑paganda antihispana se convirtió enun arma bélica sumamente eficaz que,de un modo u otro, consiguió agluti‑nar a todas las fuerzas opositoras delrégimen que comenzaba a cobrar fuer‑za en la España de los Habsburgo: elcatolicismo y un autoritarismo de raí‑ces medievales con aspiraciones uni‑versales e imperiales que, indefectible‑mente, iban a chocar con el capitalis‑mo incipiente, el protestantismo y elnacimiento de los Estados nacionales.Por supuesto, esa guerra de propagan‑da fue luchada por ambos bandos, yen los territorios de la Monarquía His‑pánica no faltaron autores como Cés‑pedes y Meneses o Quevedo, que no

sólo escribieron loas a los reyes habs‑burgueses, de las que siempre cabesospechar acerca de sus auténticasintenciones, sino que también pro‑dujeron una extensa literatura pro‑pagandística contra ingleses, france‑ses y holandeses. Tampoco debemosolvidar el papel que la iconografíaimpulsada por la Contrarreformaimpuso en los Estados católicos, enlos que en cierto modo jugó un papelanálogo al de las hojas volantes co‑munes en la Europa protestante.

La guerra de los Ochenta Años enlos Países Bajos, los permanentes con‑flictos bélicos contra Inglaterra o Fran‑cia, las guerras de religión paneurope‑as o la conquista de América serán losescenarios en los que se concentre laactividad propagandística antiespaño‑la. La magnitud de esta acción políticafue de tal calibre, que se aproxima a lade los mass media actuales: libelos, ho‑jas volantes, panfletos, grabados ymultitud de libros circularon masiva‑mente durante generaciones y termi‑naron fijando en la conciencia colecti‑va europea, e incluso hispana, una se‑

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LA LEYENDA AMARILLALa mirada del Romanticismoeuropeo sobre la realidadespañola del siglo XIX se basóen gran medida en tópicospreexistentes, como la religiosi-dad fanática, la pervivencia dela Inquisición o el atraso gene-ralizado del país. Sin embargo,el cambio de mentalidad quellevaba aparejado elRomanticismo hizo que esosdefectos se transformasen enuna imagen en la que se valo-raban el casticismo, el exotis-mo o el flamenquismo, que enadelante pasarían a ser losgrandes tópicos de lo español.La extraordinaria vigencia deesta deformación de la reali-dad española alcanza amplia-mente el siglo XX y, de hecho,se transforma en gran parte delreclamo turístico que va a sos-tener el desarrollismo demediados de siglo, y que inspi-rará un eslogan de tantoalcance como el famoso 'Spainis different'

La ofrenda, obra cos-tumbrista de José Cruz

Herrera, Museo deBellas Artes de Málaga

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rie de clichés que, en muchas ocasio‑nes, han perdurado hasta la actuali‑dad, y que con el paso del tiempo darí‑an lugar a la aparición de la visión ro‑mántica de la España atrasada y vio‑lenta llena de bandoleros, guitarristasy flamencas, que con diversa fortuna yvariantes se ha perpetuado hasta casila actualidad.

Por otro lado, investigadores comoGarcía Cárcel ponen en duda la exis‑tencia de gran parte de la leyenda ne‑gra, al menos de acuerdo a las carac‑terísticas establecidas por Juderías.Este autor, sin ignorar la realidad dela magnificación de ciertos aconteci‑mientos, y de la traslación de los ca‑racteres negativos a la totalidad delpueblo español, cree que esas cir‑cunstancias han existido en muchosotros países en diversos momentoshistóricos sin que ello haya provoca‑do una visión negativa generalizada.En su opinión, se ha minusvaloradola existencia de lo que él denomina‘leyenda rosa’, o ‘leyenda blanca’ se‑

gún otros autores, que consistiría enlos escritos favorables a todo lo hispá‑nico que se habrían extendido porEuropa de modo contemporáneo a ladenominada leyenda negra.

Para estos investigadores, la su‑puesta leyenda negra no ha sido algopermanente ni intenso; por el contra‑rio, y siguiendo a Pierre Chaunu,opinan que en gran medida es resul‑tado de la visión crítica de España so‑bre sí misma, proyectada a través dela imagen que cree tener en el extran‑jero. Sería de esta corriente de donde

se habría alimentado la ‘historia im‑perial nacionalista’ predominantedurante el franquismo, plagada deanimadversiones de los extranjeros,faros de Occidente y contubernios ju‑deomasónicos, pero también la vi‑sión sesgada de lo español presenteen los fundamentos de los nacionalis‑mos periféricos, como por ejemplopuede apreciarse en los escritos deSabino Arana.

Sin duda, la autocrítica y la insatis‑facción con la idiosincrasia de lo es‑pañol han jugado un papel en lo quevenimos denominando leyenda ne‑gra. Cabe recordar la introspecciónque caracteriza a algunos autores delSiglo de Oro, como Quevedo o Calde‑rón, que tuvieron conciencia perma‑nente de la crisis política, económicay de identidad, tan típica del Barroco,en que se iba sumiendo progresiva‑mente la España de los Austrias. En elsiglo XIX, esa imagen abiertamentenegativa se reflejará en las pinturasde Goya, o en la España negra de Da‑

La leyenda negra

En el siglo XIX, laimagen abiertamen-te negativa se refle-jará en las pinturasde Goya o en la Es-paña negra de Da-río de Regoyos

LA SANTA INQUISICIÓNen sus últimos momen-tos de existencia, vistapor Goya como reflejode la España más oscu-ra y decadente de suépoca. Academia deSan Fernando, Madrid

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MURILLOplasmó en sus obras lamiseria del pueblo llanoespañol durante el sigloXVII, como estos dosniños comiendo melón yuvas, obra de 1650,conservada en la AltePinakothek de Munich

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río de Regoyos, y cristalizará en el si‑glo XX en ese concepto popular tanarraigado entre nosotros de la Españaprofunda, o en el ‘¡que inventen ellos!’de Unamuno.

La interesante propuesta de Gar‑cía Cárcel, sin embargo, parte de unjuicio de valor poco equilibrado.Equiparar la ingente producción bi‑bliográfica antiespañola de los si‑glos XVI a XVIII en temas como losseñalados, o como el de la Inquisi‑ción española, con la producida afavor de España, es realmente com‑plicado de defender; autores semi‑desconocidos, que apenas si tuvie‑ron trascendencia real, no puedenser puestos al mismo nivel de in‑fluencia que alcanzarían la Apologíade Guillermo de Orange o la Brevísi‑ma relación de la destrucción de las In‑dias de Bartolomé de las Casas. Laimagen generada por la leyenda ne‑gra de España y de los españoles lle‑gó a esclerotizarse, volviendo a po‑nerse de actualidad cada vez quesurgía un conflicto, por ejemplo, enlos Estados Unidos durante las gue‑rras de Cuba y Filipinas. Asimismo,es incuestionable que los tópicosdespectivos respecto a la políticaimperialista y defensora del catoli‑cismo que siguieron los Habsburgoespañoles, han sido utilizados condemasiada frecuencia, incluso en elpresente, para caracterizar negati‑vamente a la totalidad de los naci‑dos en España. La opción seguidapor la España de los Austrias hayque entenderla en la lógica políticade cualquier Estado que intentaconservar su status quo por todos losmedios a su alcance, y por tanto, noes muy distinta a la actitud que pos‑teriormente han seguido otras na‑

ciones europeas en sus aspira‑ciones imperiales.

Así pues, en la actualidad esnecesario adoptar una posturacrítica objetiva con respecto a larealidad política, cultural y socialde la España que generó la leyen‑da negra, que permita contextua‑lizar adecuadamente las decisio‑nes y actitudes tomadas en cadauno de sus momentos históricos,es decir, sin juicios extemporáne‑os y prescindiendo de valoracio‑nes inducidas por la religiosidado por las ideas preconcebidas delos vencedores. JUAN F. RUIZ

La leyenda negra

LA PÉRFIDA ALBIÓNLa leyenda negra estuvo muy presente en la historia oficial enseña-da durante el franquismo y en las relaciones que el régimen deFranco mantuvo con la comunidad internacional. La tardía incorpo-ración a la ONU, o las nulas relaciones internacionales que se man-tuvieron durante la etapa de la autarquía, se consideraban conse-cuencia del rechazo que lo español generaba en el extranjero. Lasderrotas y fracasos de la Historia de España se achacaban antes aconspiraciones de supuestos enemigos históricos, como los judíos olos masones, que a la ineptitud que ha caracterizado a nuestrosgobernantes en muchos momentos, al tiempo que los éxitos se con-sideraban resultado de las cuali-dades insuperables de lo espa-ñol. Expresiones como la de la'pérfida Albión', aplicada a GranBretaña, adquirían tintes propiosde la leyenda negra en competi-ciones deportivas internaciona-les, como en el caso del famosogol de Zarra a Inglaterra en elMundial de Fútbol de Brasil de1950, que no dejaba de ser unaespecie de vendetta por losagravios históricos sufridos frentea los británicos.

Arriba, Franco junto a Hitleren la estación de Hendaya.

Junto a estas líneas, elfamoso gol de Zarra

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En principio podría parecer curioso queuno de los primeros lugares donde sedesarrolló una leyenda negra en torno a

España y los españoles fuera en Italia, ya quetradicionalmente se ha tendido a remarcar losrasgos que unen a los españoles y los italianos.Para comprender el modo en que los italianoscomenzaron a percibir a los españoles con aspectosnegativos, hay que tener en cuenta la situación de laPenínsula Itálica entre finales de la Edad Media ycomienzos de la Edad Moderna. Desde que en1282 Pedro III de Aragón fuera reconocidocomo señor de Sicilia, la influencia de este rei‑

no, en solitario o junto a Castilla desde finales del si‑glo XV, no dejaría de incrementarse, sobre todo en

Nápoles y Sicilia. De cualquier modo, no se trata‑ba sólo de una cuestión de soberanía sobre ciertosterritorios; a lo largo de los siglos XIV y XV, lapresencia de tropas mercenarias españolas en

las guerras civiles que sufrieron las repúblicasitalianas fue algo constante, los mercaderes ca‑talanes entraron en competición directa conlos venecianos, genoveses o milaneses, y la

influencia de ciertas familias de la Coronade Aragón se hizo evidente en las altas

esferas eclesiásticas. En definitiva, la

Fanfarrones y rapacesla leyenda negra en Italia

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presencia aragonesa en Italia fue siendo cada vez más des‑tacada, provocando con ello una serie de sentimientoshostiles entre diversas capas de la sociedad italiana.

La visión negativa que los italianos tenían sobre los ara‑goneses hasta el siglo XVI no es realmente muy homogé‑nea. Da la sensación de responder a ideas dispersas que noterminan de cuajar en conceptos sólidamente construidos y

asentados que puedanser vistos como la ex‑presión de modos decomportamiento ab‑solutos. De modo ge‑neral, para los italia‑nos cultos del Renaci‑

miento cualquier pueblo que se encontrara fuera de su Pe‑nínsula era percibido como bárbaro; podían tener ciertascualidades individuales, pero de un modo colectivo siem‑pre demostrarían ser menos cultos y civilizados que los ita‑lianos, descendientes 'puros' de los romanos, cuya sangreno se había mezclado con la de los pueblos invasores. Estaopinión también era válida para los habitantes de la Penín‑sula Ibérica. Humanistas como Castelvetro criticaban sumal uso del latín, mientras que otros como Giraldi Cintiodeploraban obras como el Amadís de Gaula o La Celestina. Elpredominio militar de los españoles en Italia era visto comouna consecuencia lógica de su herencia bárbara, y por lamisma causa se les consideraba personas de poca cultura einterés por el arte y la literatura.

La leyenda negra

LA PERVIVENCIA DE LA LEYENDALa memoria de la leyenda negra española en Italia no murió en el siglo XVI.Será en el siglo XIX cuando, de la mano del nacionalismo romántico, elrechazo a lo español y, en general, a toda forma de dominio extranjero, seconsagre de manera definitiva. El célebre escritor romántico AlessandroManzoni usó en su novela Los novios al gobierno español sobre el norte deItalia como fondo de la obra; en ella, los españoles y su gobierno son retra-tados de un modo poco favorable, resaltando en especial la inoperanciade las autoridades españolas para hacer frente a situaciones como la ham-bruna y epidemia que se desató en Milán en 1630. Cabe destacar que,aunque Manzoni pretendía criticar encubiertamente la ocupación austriacadel norte de Italia, lo cierto es que su novela contribuyó a la pervivencia dela leyenda negra en Italia

PEDRO III EL GRANDE idea-lizado por MarianoBarbasán en 1889,

Diputación Provincial deZaragoza.

Abajo, Manzoni inmortali-zado por Francesco Hayez

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Sobre este cliché se desarrolló otro más específico, atri‑buido en concreto a los comerciantes catalanes; éstos, quese encontraban en competencia directa con los mercaderesitalianos, pronto adquirieron fama de astutos y avaros. Di‑chos adjetivos suelen asignarse en general a todo tipo decomerciantes que alcanzan altos niveles de éxito profesio‑nal, pero la continuidad y la naturaleza del dominio espa‑ñol de ciertas zonas de Italia durante varios siglos facilita‑ron que se generalizasen hacia toda la población española.De mediados del siglo XV data también otro rasgo que lositalianos aplicaron a todos los españoles a partir de unamuestra relativamente pequeña. En el año 1455, el obispovalenciano Alonso de Borja fue elevado a la cátedra de SanPedro bajo el nombre de Calixto III. La licenciosidad y el

maquiavelismo que caracterizaron tanto su pontificado,como el de su sobrino Rodrigo de Borja (Alejandro VI), ali‑mentaron la leyenda contra los españoles en general, quie‑nes, a partir de entonces, ganaron fama de inmorales ydesmesuradamente sensuales.

De todos los elementos negativos que los italianos po‑dían verter sobre los españoles de la Edad Moderna, unode ellos les era espe‑cialmente doloroso:la acusación de sermalos cristianos de‑bido a la mezcla con‑tinuada con musul‑manes y judíos. La

Dossier

INMORALIDADEs posible que una buena parte de la acusación de libertinaje e inmorali-dad vertida sobre los españoles, no se deba sólo a los pontificados escan-dalosos de la dinastía de los Borja –italianizados como los Borgia–, sinotambién a otros factores. Los soldados nunca se han caracterizado por elrespeto a las mujeres cuando toman una ciudad al asalto, y lo más pro-bable es que los españoles no fueran una excepción al respecto en Italia.Además, hay que tener en cuenta también el elevado número de prostitu-tas de origen español que ejercían su profesión en Roma. De casi 1.550mujeres públicas censadas en 1526-1527, 104 aparecen consignadascomo 'españolas', por delante de las 59 francesas, que son las segundasen número. A las 104 quizá haya que añadir unas siete moras y buenaparte de las treinta judías

LOS BORGIAretratados bajo la visión deJohn Collier en la obra titu-lada Un vaso de vino paraCésar Borgia.Abajo, Retrato ideal deuna mujer del pintor vene-ciano BartolommeoVeneto, para el que secree que utilizó comomodelo a Lucrecia Borgia

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La leyenda negra

conquista del reino de Granada y el Decreto de Expulsiónde 1492 no parecieron modificar esta idea. De hecho, esprobable que con la diáspora de judíos, muchos de los se‑farditas terminaran por instalarse en Italia, acrecentandola relación entre los judíos y los españoles en el imaginariocolectivo de los italianos. Con respecto a la identificaciónde los españoles con el mundo musulmán, hay que teneren cuenta no sólo la presencia de mudéjares‑moriscos enlos reinos peninsulares hasta 1609, sino también el modoen que siglos de contacto con el mundo islámico habíanmodificado aspectos como la moda o la lengua de los cris‑tianos españoles.

Pese a todo esto, parece que la leyenda negra contra losespañoles en Italia no fue muy intensa hasta el siglo XVI.Es en ese momento cuando la presencia de tropas españo‑las cobró una gran importancia, tanto por las luchas con‑tra la intervención de Francia en Italia, como por el papelgeoestratégico de la Península Itálica en el contexto delImperio continental español. Hay que tener en cuenta quela gran mayoría de españoles que se encontraban en Italiaen el siglo XVI, formaban parte de las tropas acantonadasen los diversos territorios italianos incorporados a la Mo‑narquía Hispánica, habitualmente mal pagadas y alimen‑tadas, y obligadas a vivir sobre el terreno con frecuencia,algo cotidiano para todos los ejércitos de la época. Estohizo que las actitudes contrarias a los españoles fueran nosólo cada vez más usuales, sino también más violentas.Varios de los estereotipos que se habían creado sobre un

grupo concreto de españoles pasan ahora a generalizarse,como por ejemplo, el estigma del desinterés por el arte y lacultura, que antes era patrimonio exclusivo de las clasesnobiliarias. Del mismo modo encontramos que, si en lossiglos XIV y XV sólo los comerciantes catalanes eran ta‑chados de avariciosos y astutos, desde el siglo XVI los sol‑dados españoles y, por extensión, todos los españoles, vana encarnar estas características.

Ciertamente, algunos acontecimientos en los que sevieron involucradas las tropas españolas hicieron bienpoco por lavar su nombre. Muchos italianos se vieron so‑brecogidos por la violencia desatada por el ejército de laLiga Santa, con un importante número de soldados espa‑ñoles, en el llamado Sacco di Prato, en 1512. La pequeñaciudad de Prato, en la Toscana, fue saqueada, sus habitan‑tes muertos o vendidos como esclavos y las mujeres viola‑das. El Sacco di Prato reunía bastantes posibilidades paraconvertirse en símbolo de la leyenda negra, pero antes deque diera tiempo a que se forjase una historia coherente alrespecto en el imaginario colectivo, tuvo lugar otro saqueoque conmovió no sólo a Italia, sino a toda la Cristiandad.El Sacco di Roma, que tuvo lugar en mayo de 1527, es toda‑vía hoy un acontecimiento tristemente famoso por la vio‑lencia que llevó aparejado, así como por la destrucción degrandes obras de los mejores artistas del Renacimiento ita‑liano. Varios testigos han trasmitido informaciones más omenos precisas sobre lo que ocurrió y, aunque hay opinio‑nes diferentes sobre el papel de los españoles en el inci‑

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MEDITACIÓN sobre laHistoria de Italia, idealiza-da en una alegoría femeni-na por Francesco Hayez

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dente –el ejército imperial tenía tropas españolas, italianasy alemanas–, lo cierto es que para la opinión pública ita‑liana de la época fueron las tropas españolas las responsa‑bles de los saqueos más graves. Como el historiador Guic‑ciardini escribía por entonces, la licenciosidad de las tro‑pas españolas había sido superior a la de ningún otro ejér‑cito, aunque lo justificaba por estar muy mal pagadas.

Aunque en la leyenda negra española en Italia no seretrata al español como alguien específicamente cruel,algo de importancia capital en otras variantes de la leyen‑da, éste aparece como inculto, astuto, avaro, libidinoso ymal cristiano. Aunque a día de hoy nos pueda parecerque se trata de una leyenda de 'baja intensidad', lo ciertoes que los contenidos de la misma son muy significativos.En una época en que encontramos manifiestos y constan‑tes esfuerzos por imponer la opción católica por parte deEspaña, tanto dentro como fuera de sus dominios, en Ita‑lia el discurso antiespañol pasa por recalcar el lado menoscristiano de los súbditos del llamado Rey Católico. La le‑yenda negra en Italia tiene, sin duda, una base de verdad,pero sobre ella también actúa un fondo de indignaciónitaliana por el sentimiento de haber sido dominados porun pueblo de 'inferior calidad' que ellos en cuanto a cul‑tura, religión y raza. Pero sin lugar a dudas, la mayor im‑portancia de la versión italiana de la leyenda negra es quesirvió de inspiración a una serie de tópicos, que rápida‑mente iban a ser adoptados por los protestantes en su lu‑cha contra la ortodoxia católica y su principal valedor: laMonarquía Hispánica. FERNANDO NOTARIO

La leyenda negra

EL SACCO DI ROMAfue un acontecimiento que conmovió a toda laCristiandad. Algunos ideólogos del poder imperialtrataron de presentarlo como un paso previo ynecesario para la reforma de la Iglesia, conside-rada excesivamente corrupta. Lo cierto es que laidea de la devastación de Roma como símbolode la destrucción de la corrupción terrenal, esta-ba muy arraigada en los ambientes intelectualesde la Europa del Renacimiento, especialmente enlas zonas donde sólo unos años más tarde se des-arrollaría la Reforma protestante

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Esta frase del Evangelio de Juan fueutilizada por los teólogos y cano‑nistas cristianos en el siglo XIII

para justificar la existencia y procedi‑mientos de la Inquisición medieval. Di‑cha institución, regulada y formalizadapor Gregorio IX mediante la constitu‑ción Excommunicamus, de 1231, aunababajo un fin común al poder secular –acuya instancia fue creada–, con objetivosclaramente políticos, y el pontificio, delcual era directamente dependiente. El proceso per in‑quisitionem llevaba ya varios años funcionando con elfin de luchar contra las herejías de los cátaros, patari‑nos, humillados, josefinos, arnaldistas y otros muchosmovimientos que se alejaban de la más estricta ortodo‑xia del canon católico.

Su funcionamiento interno, así comosus métodos y castigos, no difieren mu‑cho de los que posteriormente adoptaríael Tribunal del Santo Oficio en España. Dehecho, en su época fueron muchas las vo‑ces que se alzaron contra la fórmula in‑quisitorial, por considerarla contraria alos principios evangélicos promulgadospor Cristo. Sin embargo, nada de esto pa‑rece haber traspasado el Medievo, y sumera existencia no ha sido cuestionada de

forma tan dura por la historiografía posterior como la desu homóloga castellana.

Una vez mitigado el problema religioso y civil que su‑ponían las grandes herejías, un nuevo objetivo aparecióen la Europa del siglo XIV al que culpar de las calamida‑des que asolaron el continente en dicho siglo. Terribles

'Al que no sigue conmigo lo tiran como a un sarmiento y se seca, lo echan alfuego y lo queman'.

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La Inquisición españolaen tela de juicio

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epidemias de peste, como la ocurrida en 1348, hambru‑nas, guerras y crisis económicas devastaron regiones en‑teras y, para tranquilizar al pueblo, era necesario encon‑trar un chivo expiatorio que justificara la cólera de Dios,apareciendo los judíos, eternos extranjeros, como el blan‑co más obvio. Considerados culpables especialmente dela 'muerte negra', se elaboró una teoría según la cual losjudíos, en una suerte de conspiración internacional conbase en Toledo, envenenaban las aguas de pozos y ma‑nantiales, extendiendo la terrible plaga por toda Europa.

Las represalias y linchamientos populares no tardaronen producirse a lo largo y ancho del continente, azuzadasademás por los sermones de los flagelantes, que recorrí‑an los barrios judíos de cada ciudad reclamando justiciapara los envenenadores de pozos. Desde los primerosjuicios formales, ocurridos en Saboya en 1348, pasandopor las masacres de Basilea, Estrasburgo, Friburgo,Augsburgo, Nüremberg, Munich, Bruselas y otras mu‑chas ciudades, el ensañamiento antisemita parecía que‑rer buscar el total exterminio étnico.

En España, las predicaciones del arcediano de Écija,Ferrán Martínez, en 1390 desataron las persecuciones ymatanzas que concluirían en los episodios de violenciade 1391, los cuales dejaron las aljamas peninsulares prác‑ticamente despobladas. No obstante, las matanzas sólorepresentan una parte de la causa del abandono de las al‑jamas, debiéndose éste en mayor medida a las conversio‑nes masivas de todos los judíos que deseaban escapar dela persecución de que eran objeto. Dichas conversionesno sólo no resolvieron el problema antisemita, sino quese encuentran en la base de lo que terminaría siendo otromucho peor: el de la convivencia entre los cristianos ‘vie‑jos’, dominados por el deseo de formar cerradas oligar‑quías en las ciudades, y los nuevos conversos, a quienesdesde muy pronto se empezará a calificar despectiva‑mente como marranos, lindos o alboraiques.

El siglo XV conoce una lenta pero progresiva recupe‑ración del judaísmo sefardita gracias, entre otras cosas,a la protección brindada por la Corona, de forma que,

La leyenda negra

NEGRO‘No son aficionados a las letras, y no se encuentranni entre los nobles ni entre las demás clases cono-cimiento alguno, o muy escasos, y son pocas laspersonas que saben la lengua latina. En la aparien-cia y en la demostración exterior, muy religiosos,pero no en realidad’.

Francesco Guicciardini (1483-1540),filósofo y político florentino

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MÉTODOS DE TORTURA llevados a cabopor la Inquisición en un grabado encobre del siglo XVIII.Abajo, quema de libros heréticos

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tras la guerra de Sucesión (1474‑1476), lareina Isabel continuó la tradición de an‑teriores monarcas y se granjeó el apoyomasivo de los judíos castellanos. Sin em‑bargo, las transformaciones políticasque se estaban operando en la propiaconcepción de la monarquía, rápida‑mente trasmutaron esta inicial actitudde los Reyes Católicos hacia lo que seríael objetivo principal de su reinado: con‑seguir el ‘máximo religioso’, es decir,una soberanía católica de tinte absolu‑tista que se convertiría en garante de launidad de la fe. La creación del Tribunaldel Santo Oficio en 1478, así como la ex‑pulsión de los judíos de 1492, fueron lasprimeras medidas orientadas a este fin.Diferente a la Inquisición medieval encuanto a su dependencia estatal en lugarde pontificia, el Tribunal tuvo una doblefunción que, contextualizada en su época, sirvió parareforzar tanto el estamento eclesiástico, castigando laheterodoxia, como el civil, procurando la unidad social.Especialmente duro en sus primeros momentos, en losque los inquisidores parecían querer mostrar resulta‑dos espectaculares a los reyes, el Tribunal reservó lascondenas a muerte para los que eran considerados inca‑

paces de ser absorbidos por la cristian‑dad hispana. No parece cierta la afirma‑ción de que numerosas personas fueranrelajadas exclusivamente para que susrentas y capitales pasasen al Estado,puesto que los datos sobre los procesosabiertos no refrendan semejante teoría,pareciendo más bien una invenciónposterior ligada a la supuesta leyendanegra española. Sí lo es, sin embargo,que bajo el nombre de herejía se escon‑dieron múltiples actitudes que poco onada tenían que ver con la ortodoxia ca‑tólica, pero que podían poner en peligroel proyecto político que se estaba ges‑tando, el cual precisaba de una rotundaunidad ideológica y de comportamien‑tos. También lo es que muchas de esasactitudes ya estaban penadas por la le‑gislación civil, con condenas semejantes

a las del Tribunal del Santo Oficio, como es el caso de lasodomía, la bigamia, la blasfemia, etc., por lo que la In‑quisición nunca constituyó un islote aislado en su so‑ciedad, sino que participó de los mismos principios re‑guladores que el Derecho penal ordinario, diferencián‑dose de éste en su objetivo último: crear un común de‑nominador religioso que, finalmente, sería clave en el

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ROSA‘Agrádanme mucho las costumbres de los españoles, satisfáceme su condición y tengo porbueno su hábito, por lo cual siempre he buscado su conversación y seguido su manera devivir. Verdaderamente muy grande es en el día de hoy la religión de los españoles, grande esel temor y el acatamiento que tienen cerca de la honra de Dios’.

Lucio Marineo Sículo (1460-1533), humanista siciliano

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paso de la Edad Media a la Modernacon la concepción de la absolutistaMonarquía Hispánica.

Prácticamente desde su nacimiento,la Inquisición española ha contado conuna serie de valoraciones contradicto‑rias acerca de su esencia y funciona‑miento. Unas veces descartables por ex‑cesivamente laudatorias, y otras por laexageración y extrapolación al resto delos españoles de los crímenes cometidospor el Tribunal (sobre todo en tiemposde Felipe II), es necesario observar el cli‑ma político y religioso de la Europa del siglo XVI paracontextualizar, tanto la labor que desarrolló la Inquisición,como los comentarios que sobre ella circularon en este pri‑mer momento ‘negro’. Durante este siglo se produce una

inicial explosión de comentarios negati‑vos sobre la Inquisición, aunque, por elcontrario, también son numerosas lasvoces, tanto españolas como extranjeras,que alaban la misión del Tribunal, vién‑dolo como una garantía de estabilidaden los convulsos tiempos de la Reforma.

Es significativo observar que, eneste siglo, la mayoría de las voces con‑trarias a la Inquisición pertenecen alos propios españoles, por variadosmotivos y en diversas circunstancias.Los más combativos contra el Santo

Oficio son los aragoneses y catalanes, achacando a laInquisición un exceso de celo y una desmesurada in‑tromisión en lo que consideran competencias jurisdic‑cionales propias. Asimismo es famoso en Aragón el

La leyenda negra

NEGRO‘Los papas crearon por razones políticas estos tribunales, y los inquisidores españoles les añadieron labarbarie. Pero estos tristes efectos de la Inquisición son poca cosa al lado de los sacrificios públicos quese llaman Autos de Fe y de los horrores que les preceden. Es un sacerdote revestido, es un fraile consa-grado a la humildad y a la mansedumbre el que hace aplicar en los calabozos la tortura a los hombres.Luego se levanta un tablado en una plaza pública y se lleva a la hoguera a los condenados a continua-ción de una procesión de frailes y cofradías. Se canta misa y se matan hombres. Un asiático que llegasea Madrid un día de semejante ejecución no sabría decir si se trata de una fiesta, de un acto religioso, deun sacrificio o de una carnicería, porque es todo eso a la vez’.

François Marie Arouet, Voltaire, (1694-1778), escritor y filósofo francés.Auto de Fe en la plaza Mayor de Madrid en 1680, obra de Francisco Ricci, Museo del Prado, Madrid

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caso de 1590 contra Antonio Pérez, ex secretario de Fe‑lipe II a quien la Inquisición declara ’reo de delito deherejía’. Será precisamente este personaje unos de losprincipales exponentes de la difusión negra sobre elTribunal fuera de España, bajo el seudónimo de RafaelPelegrino. No obstante, en sus Relaciones, pese a quejuzga de forma muy dura al Santo Oficio, subyace unrencor personal hacia Felipe II, convirtiéndose en unavisión sesgada al considerar al Tribunal como un‘apéndice’ del poder absoluto del monarca. Paradójica‑mente, otro de los grandes críticos del momento, Gui‑llermo de Orange, esconde sus pretensiones políticastras una crítica feroz a Felipe II, al que califica como‘vasallo’ del Tribunal. Sin embargo, el español que másdaño pudo hacer con sus planteamientos sobre lacrueldad del Santo Oficio fue González Montano, pro‑testante español exiliado en Londres, cuyas circunstan‑cias especiales también le hacían objeto de la persecu‑ción inquisitorial. Será en los Países Bajos donde máshondo calen estas críticas, en un momento especial‑mente sensible ante las urgencias imperialistas españo‑las y las revueltas independentistas holandesas. Desdeallí se escribieron numerosos libelos sobre la Inquisi‑ción, aderezados con una iconografía especialmentetruculenta, que circularon por los ámbitos protestantesy calvinistas de toda Europa, contribuyendo a magnifi‑car la propia autocrítica de los autores hispanos.

A pesar de lo anteriormente expuesto, el verdaderojuicio crítico por parte de extranjeros a la Inquisición

habría que buscarlo dos siglos más tarde, ya en plenoXVIII, a pesar de que es el momento en el que el Tribu‑nal comienza su imparable declive, hasta su disoluciónen el siglo XIX. De nuevo son las circunstancias políti‑cas que se están viviendo en Europa las que hacen queEspaña sea juzgada de forma severa, especialmente en

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ROSA‘Los procedimientos de este tribunal son muyextraordinarios. Se pretende que el espectáculo devarios individuos condenados a la última pena, sinconsideración a su sexo, ni a su calidad, confirmeen su religión católica a los pueblos, y que sola-mente la Inquisición ha impedido que se difundanpor España las últimas herejías que infestaronEuropa; por eso los reyes han otorgado muy gran-de autoridad al llamado Tribunal del Santo Oficio’.

Condesa d'Aulnoy (1650-1705), escritora francesa

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lo tocante a la religión y al mantenimiento de ciertasinstituciones, entre las que destaca el Tribunal del San‑to Oficio, cuyos fines fundacionales parecían obsoletosa la luz del pensamiento ilustrado. El mantenimiento dela unidad de fe ya no era necesario en un país estricta‑mente católico, en el que las minorías confesionales ha‑bían desaparecido tiempo atrás. Sin embargo, nuevosaires reformistas llegaban al país, especialmente desdeFrancia, que ponían en ‘peligro’ los ortodoxos cánones

por los que se regía la Iglesia en España. De este modo,la Inquisición fue considerada como un obstáculo engo‑rroso e imperdonable para el florecimiento de las ideasilustradas y liberales.

En este caso, España se encontraba dividida entrelos librepensadores, que apoyaban la instauración deuna monarquía de tinte afrancesado en el país, y lossectores más conservadores y antifranceses, partida‑rios del mantenimiento de la monarquía borbónica,que consideraban que la Inquisición era especialmente

NEGRO‘Éste es el Tribunal de la Inquisición, aquel tri-bunal que en la oscuridad de la noche arrancaal esposo de la compañía de su consorte, alpadre de los brazos de sus hijos, a los hijos dela vista de sus padres, sin esperanza de volver-los a ver hasta que sean absueltos o condena-dos, sin que puedan contribuir a la defensa desu causa y a la de su familia, y sin que puedanconvencerse de que la verdad y la justiciaexige su castigo. Es el instrumento más a pro-pósito para encadenar la nación y remacharlos grillos de la esclavitud, con tanta mayorseguridad cuanto que se procede a nombre deDios y a favor de la religión’.

Diego Muñoz-Torrero (1761-1829),sacerdote, catedrático y político español

LA INQUISICIÓN españo-la representada en ungrabado del siglo XVIII.Abajo, ilustración de loscrueles métodos emple-ados por la instituciónen Alemania

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necesaria en esos momentos para de‑fender la pureza de la fe, por lo quesus elogios se hacen más entusiastasque en ninguna otra época desde suinstitución. Fueron los ilustrados fran‑ceses los que sacaron a la luz los ‘crí‑menes’ de la Inquisición, retomandolos antiguos libros del siglo XVI cuyojuicio, como se ha visto, era en parteparcial, y creando un paralelismo en‑tre las primeras actuaciones del Tribu‑nal y los intentos de represión ideoló‑gica que estaban viviendo; represiónque, si la contextualizamos debida‑mente, no era sino el intento de un Es‑tado por mantener sus márgenes de poder político, re‑ligioso, social y cultural. El Escarmentado, de Voltaire,recoge todas las ideas negativas sobre la Inquisición,que además se reflejarán en los libros de los viajeros,sobre todo franceses, y en la serie de Historias de Espa‑ña aparecidas en este siglo, como las de Dorlians(1734), Marsolliez (1739), Duchesne, Robertson, etc.

La semilla para la abolición del Tri‑bunal estaba puesta. El siglo XIX viocómo los propios españoles, en unasuerte de autocrítica teñida de ciertomasoquismo, recogían el testigo del le‑gado extranjero del siglo anterior, en‑cendiéndose las tintas decimonónicasespañolas en un juicio más duro y críti‑co que ningún otro a lo largo de los casicuatro siglos de existencia del SantoOficio. Ya no se trataba de la visiónparcial e interesada de la convulsa Eu‑ropa reformista del siglo XVI, ni de lalibrepensadora del XVIII, sino que fue‑ron los propios españoles del momento

los que dieron origen a una cierta leyenda negra en tor‑no a la Inquisición, suponiendo, con un victimismo quehacía fuerte la visión romántica del siglo y en cuyo pa‑pel encontraban una nueva idiosincrasia, que eran losextranjeros los que juzgaban nuestros antiguos regíme‑nes e instituciones. En 1834, el Tribunal del Santo Oficiofue abolido definitivamente. SANDRA CORREAS

ROSA‘El que admite que la herejía es crimen gravísimo y pecado que clama al cielo y que compro-mete la existencia de la sociedad civil; el que rechaza el principio de la tolerancia dogmáti-ca, es decir, de la indiferencia entre la verdad y el error, tiene que aceptar forzosamente lapunición espiritual y temporal de los herejes, tiene que aceptar la Inquisición’.

Marcelino Menéndez y Pelayo (1856-1912), filósofo y erudito español

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La actuación de los españoles durante el descubri‑miento y la posterior conquista de América se pre‑senta, sin lugar a dudas, como uno de los puntos más

importantes de la leyenda negra. De hecho, sigue viva unadiscusión política e historiográfica sobre el papel de los co‑

lonizadores hispanos, vistos alternativamente como con‑quistadores o genocidas, en ambos casos con todo lo

que ello comporta. Hoy se ha convertido en un temanotablemente presente a nivel social, institucional y

académico, tanto en Europa como en Hispanoa‑mérica. Pero para comprender con profundi‑

dad el origen de la cuestión, hay que discer‑nir entre sus orígenes históricos y sus oríge‑

nes historiográficos. Los primeros testimonios críticos

sobre la actuación de los conquistado‑res hispánicos en el Nuevo Mundo pro‑

ceden de los escritos de fray Bartoloméde las Casas (1474‑1566), principalmente

de la Brevísima relación de la destrucción de lasIndias (1522). Esta obra pretendía defender a

los indígenas de las injusticias que muchos es‑pañoles cometían contra ellos, pero en ningún

caso buscaba cuestionar la autoridad de los mo‑narcas hispánicos sobre los territorios ultramari‑

nos, y mucho menos llamar la atención sobre ningu‑na clase de exterminio étnico, entre otras cosas porque

conceptos como el de genocidio no existían en la mentede fray Bartolomé ni en la de ningún otro intelectual de

la época. Es más, el dominico exponía la cristianización delas poblaciones indígenas como un hecho necesario, pormás que apuntase de forma innovadora, aunque no rup‑turista, la igualdad espiritual y moral de todas las 'criatu‑ras de Dios', entre las que pese a todo no incluía, sin irmás lejos, a los esclavos negros. También se suele omitirque planteaba la injusticia de los conquistadores en tantoque, según él consideraba, no se habían dado tres situa‑ciones que hubieran justificado una 'justa guerra'. Estaspremisas para sojuzgar y violentar con legitimidad a cual‑quier población indígena eran: que los indios atacaran oinquietasen a la Cristiandad, que hubieran perseguido opersiguieran a la religión cristiana, o que retuviesen deforma ilegal los bienes de la Cristiandad. Así pues, lo pri‑mero que podemos apuntar es que en el origen de la le‑yenda negra de los españoles en América está una visiónsesgada de la obra de fray Bartolomé de las Casas y sus se‑guidores, que adquirió una enorme difusión gracias a sutemprana traducción al latín, inglés, francés y holandés. Apartir de este punto, los comentarios de otros cronistas me‑

Depredadores y esclavistas

la conquista deAmérica

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nos conocidos, como Francisco Guamán Poma de Ayala,fueron nuevamente analizados desde una visión parcialy, de esta forma, contribuyeron a agrandar la fama dedepredadores y esclavistas que ya se estaba arrogando alos españoles fuera de las fronteras de sus dominios. Elresultado de esta distorsión fueron textos como la Histo‑

ria del Mundo Nuevo (1565),de Girolamo Benzoni, queselecciona fragmentos dediversas obras para resal‑tar la violencia y crueldadque, según él, se habíanproducido en América con‑tra los indígenas.

Bien es cierto que la intervención española en las Antillasfue un lamentable principio para la colonización de Améri‑ca. En el transcurso de los veinte primeros años de dominioespañol en el archipiélago, la mayor parte de la poblaciónindígena, que pertenecía principalmente a los taínos, murióa causa de las enfermedades que transportaban los europe‑os y que no se conocían en aquella zona del planeta, o biencomo resultado de la explotación que aplicaron los colonossobre esclavos y habitantes de Cuba, Jamaica y otras islascircundantes. A través de los cronistas sabemos que, a prin‑cipios del siglo XVII, ya no quedaban taínos en las Antillasy que poco después desaparecieron también otros pueblosindígenas como los caribes; por todo ello, la población tuvoque ser recuperada mediante esclavos negros procedentes

EQUÍVOCOS ACERCA DEL INDIGENISMO Y LA COLONIZACIÓNExisten muchos conceptos erróneos que se aplican al caso de la colonizacióneuropea, y más concretamente, española, de América, sobre todo en los discur-sos de movimientos políticos indigenistas actuales. No podemos hablar de geno-cidio para referirnos a la destrucción de poblaciones indígenas, medianteacciones directas o indirectas, en el siglo XVI. Hay que tener en cuenta que eseconcepto es propio del XX, y alude a programas premeditados y controlados deexterminio étnico que no caben en el panorama de la conquista. Usarlos alhablar de Hernán Cortés, Pizarro y otros expedicionarios es una extrapolaciónfuera de toda lógica histórica, lo mismo que hablar de Bartolomé de las Casascomo el padre del indigenismo, pues este movimiento político es netamenteactual y, como se ha visto, las ideas del dominico no coincidían con las de losindigenistas actuales

COLÓN desembarcando en América, segúnla visión del pintor decimonónico JohnVanderlyn.Abajo, los conquistadores españoles mostran-do el cuerpo de Moctezuma tras su muerte,ilustración del Códice Florentino

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del continente africano. No obstante, la conciencia de la so‑ciedad hispana también se había removido con estos he‑chos, generándose un debate enconado en torno a la natu‑raleza de las gentes que vivían en tan lejanas tierras y, sobretodo, acerca del alcance y forma de los 'justos títulos' que,en teoría, los monarcas españoles habían obtenido paraconquistar y sojuzgar a los indígenas. Fray Bartolomé de lasCasas, junto con muchos otros religiosos, entre los que des‑tacan los dominicos, defendieron la idea de que los indioseran seres humanos que merecían justicia, aunque debieranser evangelizados, y que esta labor pasase porsu inclusión en los dominios de España. Elresultado no fue la liberación de los indíge‑nas pero, desde luego, el reprobable caso delas Antillas no se volvió a repetir.

La huella que estos acontecimientos habíandejado no se pudo borrar y, efectivamente, in‑gleses y franceses comenzaron a expandir laidea de que los españoles maltrataban a los in‑dígenas, los esclavizaban y los exterminaban sinninguna piedad. La obra de Las Casas se reedi‑tó con títulos tan significativos como el de Tira‑nías y crueldades de los españoles perpetradas en lasIndias Occidentales, para servir de ejemplo y ad‑vertencia a las XVII provincias de los Países Bajos,y sus exageradas estimaciones de indígenasmuertos, más de cincuenta millones, fueronaceptadas sin crítica como prueba de la magnitudde la barbarie española. Lo que ocurrió fue que las

potencias que rivalizaban con España por el control delvastísimo continente americano, construyeron un discur‑so interesado y parcial a partir de la tergiversación de he‑chos reales, lo que les permitía presentarse a sí mismascomo libertadoras de los pueblos que vivían en los territo‑rios donde pretendían expandirse.

Esta actitud paternalista era una propaganda legiti‑madora de los intereses imperialistas y colonizadoresque tanto Francia como Inglaterra tenían sobre América,los cuales, por cierto, no diferían demasiado de los espa‑

ñoles. Es justo señalar también que, para los casos delas colonizaciones francesas y británicas,jamás se discutió sobre la naturaleza delos indígenas, ni entre los ingleses existie‑

ron críticos que cuestionasen su propiopapel como conquistadores, y si existieron,tuvieron un escaso impacto. Simplementese conquistó, con las subsiguientes conse‑cuencias para los pueblos autóctonos, du‑rante y después de la colonización del malllamado 'salvaje Oeste'. Casual o no tal ca‑sualmente, los estudios de la demografía in‑dígena anterior a la conquista son extrema‑damente escasos para Norteamérica. En loque se refiere al resto del continente, dichosestudios están en continua revisión, y susconclusiones se demuestran escasamente fia‑bles a la luz del cerrado debate entre posicio‑nes excluyentes y tremendamente dispares.

A.M.

A.M

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ALVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACAtras descubrir el Mississippi, según

el pintor William H. Powell.Abajo, guerrero azteca ilustrado

en el Códice Mendoza

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La leyenda negra

La conquista española de América, inevitablementecargada de luces y sombras, nunca fue un genocidio

y prueba de ello es la pervivencia de infinidad depueblos indígenas en toda la América hispana, al

contrario de lo que sucede en otras partes del conti‑nente, colonizadas por diferentes países europeos.No obstante, el choque con lo español no fue ino‑cuo y de él surgió el sincretismo que reflejan las

culturas indígenas en la actualidad. Por tanto, escu‑char a los indígenas, los eternos sin voz, es necesa‑rio para comprender en qué medida la leyenda ne‑

gra americana refleja una realidad histórica.

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Page 45: Revista Memoria Historia de cerca nº 16

Dossier

DE IMPOSICIÓN A TRADICIÓN

En la Mixteca, estado de Oaxaca (México), aún se conservan tradiciones ancestrales, como

por ejemplo, la lengua original, el mixteco, que en algunos lugarcitos apartados se habla en

todo el pueblo. Fue de lo poco que quedó después de la conquista de los españoles. Pero

todavía la gente se sigue guiando por las costumbres de sus antepasados, como por ejem-

plo, para saber la hora se fijan en el sol y saben qué hora es, para saber cómo viene el

nuevo año, si será bueno o negativo, se fijan en el cielo y saben cómo estará, si va a llover, si

estará buena la cosecha, si hará mucho frío, etc.

De aquel tiempo también han sobrevivido costumbres como el trueque, y quedaron algunas

comidas como el mole, que es la comida típica que se acostumbra a cocinar en las fiestas,

tanto del pueblo como familiares. En pueblitos muy alejados todavía usan la ropa original:

para los hombres, calzón de manta* y camisa cerrada de manta sin botones que se amarra

con cintas hechas de la misma manta y huaraches*, y para las mujeres, una falda floreada y

blusa bordada en la parte del cuello. También se han conservado la artesanía de la cerámi-

ca sin torno y las manufacturas de palma y de fibra, como sombreros, aunque cada día que-

dan menos artesanos, y lo peor es que no se les da ningún valor, ni económico ni de impor-

tancia. Es lo más triste.

Para una mixteca como yo es difícil aceptar que a sus antepasados los ultrajaran, los enga-

ñaran y les impusieran costumbres que hasta la fecha están reinando. Una de ellas fue la reli-

gión católica, que ha llegado hasta nuestros días convertida en una mezcla de costumbres y

creencias de España y de México. En los tiempos de la conquista quizás convino un poquito

que llegara la religión católica, ya que fue un alto a los sacrificios humanos que hacían los

aztecas. Pero, ¿con qué se sustituyeron? Sólo misas a todas las imágenes de santos que exis-

ten para que los indígenas creyeran en las verdades de los conquistadores. Es claro que se

aprovecharon de la ignorancia de los indígenas porque sabían que era una manera de obte-

ner ofrendas muy valiosas, como hasta la fecha. Esto sólo está tan arraigado en México; en

otros países hay un catolicismo más actualizado, por la simple razón de que no los engañan

tan fácilmente como a los mexicanos.

En la actualidad, aquella imposición se ha transformado en una costumbre presente en todas

nuestras fiestas. Cada día es más habitual que se diga una misa en las fiestas de los 15 años,

el día de las madres, el día del padre, los tres años de las niñas y hasta de los niños* y los

novenarios de las imágenes. Aunque a veces no tengamos dinero para pagar las misas,

hacemos sacrificios que nos llevan a conflictos familiares, y lo peor es que nos olvidamos de

lo mas importante, darle gracias a Dios por los años cumplidos. Es difícil de creer que en

pleno siglo XXI sigamos cayendo en la religión que nos impusieron los españoles en 1519.

¿Cuántos años han pasado y seguimos aceptando esta conquista, aunque nos quejemos de

que nos cobran una buena cantidad de dinero por oficiar una misa? A nuestros antepasados

los conquistaron porque no estaban civilizados, pero, ¿qué pasa ahora? Es ignorancia…

Estimado lector, éste es mi sentir. Es un tema difícil de aceptar, pero es una verdad que

todos sabemos, y que no tocamos el punto para no entrar en detalles, conflictos, y sobre

todo para no herir a personas allegadas a la Iglesia. O como decimos en México, ‘tienes

el valor o te vale’.

Rosalina Bonilla Gutiérrez

Santiago Chazumba (Oaxaca, México)

*MANTA: tejido de algodón muy ligero, por lo general blanco,

que en muchas ocasiones se decora con bordados.

*HUARACHES: sandalias.

*FIESTAS: celebraciones tradicionales mexicanas.

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MEMORIA · número 16 · Marzo de 200946

En realidad, el auténtico hecho que contribuyó amagnificar y afianzar la visión de los españoles comogenocidas en América fue el nacionalismo, que impulsóel proceso de emancipación de las colonias americanasa principios del siglo XIX. Los criollos, auténticos prota‑gonistas y grandes beneficiados de la independencia, seerigieron como libertadores de una serie de Estadosque, gracias a ellos, se sacudían los pesados grilletes dela dominación española. Las ideas, que habían tenidomás o menos difusión gracias a los intereses colonialis‑tas de Gran Bretaña o de Francia, adquirieron materia‑lidad política cuando se convirtieron en un ingredienteindispensable dentro de las soflamas y discursos de loslíderes de la emancipación americana, como Simón Bo‑lívar. Se presentó la imagen de una larga dominación en

la que los mestizos, loscriollos y los indígenas ha‑bían estado soportandoconstantes injusticias porparte de los conquistado‑res, icono absoluto del mal

fielmente reflejado en los frescos de Rivera en el PalacioNacional de México.

En ese afán del movimiento nacional hispanoamericanopor presentarse como adalid de los intereses de toda la po‑blación sojuzgada, se olvidaron hechos tan importantescomo que numerosas comunidades indígenas habían cola‑borado en la conquista española y recibido, subsiguiente‑mente, un trato de favor. Los nuevos Estados nacionales seacabaron creando a espaldas de los indígenas, que en multi‑tud de ocasiones quedaron divididos por fronteras artificia‑les, trazadas más por repartos arbitrarios que siguiendo unconocimiento de la realidad socio‑cultural sobre la que seoperaba. Varios de estos Estados impulsarían con el tiempopolíticas de represión hacia las comunidades autóctonas, fru‑to de las cuales sus poblaciones disminuyeron notablementeo casi fueron aniquiladas, como sucedió en Argentina con lastribus de la Pampa a finales del siglo XIX. Pero en la mentali‑dad y en las tradiciones históricas siempre se mantuvo, y asíha llegado hasta la actualidad, que los auténticos genocidasde la América precolombina no fueron otros que los españo‑les, depredadores y esclavistas. ADRIÁN LÓPEZ

LA POBLACIÓN INDÍGENA DE AMÉRICA EN LA ACTUALIDADAnte la imposibilidad de manejar datos globales y fiables para la población dela América precolombina, algunos investigadores han analizado la repercusiónde la conquista a través de las cifras actuales de población netamente indíge-na. Muchos consideran que el mayor impacto negativo en los índices poblacio-nales autóctonos se produjo como consecuencia de la colonización europeainicial. Pero para la mayor parte de los historiadores americanistas, los análisissobre la población actual son lejanamente orientativos, pues en ellos influyenmuchos procesos históricos como las emigraciones desde Europa y otras zonasdel mundo, las políticas de represión india llevadas a cabo en diferentesmomentos después de la conquista, etc. Sea como fuere, los datos que año trasaño nos llegan deben valorarse con suma cautela. En ellos encontraremos queEstados Unidos es uno de los países con menor impacto porcentual de este tipode población, que alcanza solamente un 0,9% (según el propio censo de losEE.UU. en el año 2000), frente a otros como Bolivia, donde llega al 59%, oGuatemala, con un 55%, según estadísticas de la ONU

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EL BAUTISMO DE POCAHONTASsegún la visión de John GadsbyChapman, que representa laimposición occidental frente alas tradiciones nativas.Abajo, danzante en un Pow Wowen la frontera entre EstadosUnidos y Canadá

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MEMORIA · número 16 · Marzo de 2009 47

Dossier

Una de las primeras versionesde la leyenda negra españolahay que enmarcarla en los

conflictos religiosos que asolaron Eu‑ropa desde comienzos del siglo XVI,motivados por el enfrentamiento ar‑mado entre los partidarios de la Refor‑ma protestante, iniciada por Lutero en1517, y los seguidores de la ortodoxiaromana. Los reyes de España se con‑virtieron durante siglo y medio en losprincipales defensores del catolicismoen el norte de Europa, proceso queconllevó que luteranos, calvinistas yanglicanos terminasen por identificara los españoles con los odiados papis‑tas y con los vicios, inmoralidad y fal‑

sedad que achacaban a la Iglesia cató‑lica de la época. Entre los alemanesprotestantes prendió con fuerza laduda acerca de la pureza racial de losespañoles, lo que llevó a que fuesencalificados con frecuencia de marra‑nos y moros, es decir, de malos cristia‑nos, en contraste con su exhibición pú‑blica de fe, principalmente tras el Con‑cilio de Trento.

La extensión de las hostilidades alos Países Bajos a mediados del sigloXVI dio lugar a la guerra de los Ochen‑ta Años, que culminaría con la inde‑pendencia holandesa. En el curso deeste inacabable conflicto, la magnifica‑ción interesada de determinados acon‑

tecimientos fue usada como arma po‑lítica por los rebeldes holandeses, dan‑do lugar a uno de los principales filo‑nes de la leyenda negra. Las causas dela revuelta neerlandesa fueron com‑plejas, pero no muy distintas a las deotros conflictos de la época; entre ellas,cabría señalar la tendencia a un incre‑mento del poder regio frente a los pri‑vilegios locales, la centralización fiscal,la implantación de una burocraciaprofesional, el reordenamiento judi‑cial y el reforzamiento de las guarni‑ciones españolas. Estas cuestionespragmáticas se envenenaron ademáspor el problema religioso latente y porla afirmación de un naciente naciona‑

Papistas y sanguinariosla leyenda negra protestante

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lismo holandés, que para algunos au‑tores es más consecuencia del enfren‑tamiento con Felipe II que causa delmismo. Guillermo de Orange, líder dela nobleza neerlandesa, fue capaz deaunar el creciente descontento popu‑lar de Flandes, y canalizarlo en benefi‑cio de sus propias ambiciones y de ladefensa de los privilegios territoriales,hasta dar lugar a la aparición del mo‑derno Estado holandés.

Hay que tener en cuenta que la re‑lación entre Flandes y España empe‑oró drásticamente después del 25 deoctubre de 1555, fecha en que CarlosV abdicó en favor de su hijo Felipe II.Resulta irónico que el joven en el queel frágil Carlos V tuvo que apoyarsedurante el acto de abdicación en Bru‑selas, fuese justamente Guillermo deOrange. Ya durante el reinado deCarlos V, los miembros de la alta no‑bleza neerlandesa del Consejo de Es‑tado se habían quejado de que su in‑fluencia había menguado frente a losconsejeros españoles del Consejo deFinanzas y del Consejo Secreto,

La leyenda negra

LA VIOLENCIA EN LA EDAD MODERNALas guerras de los siglos XVI y XVII fueron especialmente cruentaspara las poblaciones civiles, probablemente debido al odio religiosoinserto en la raíz de conflictos como las guerras civiles francesas o laguerra de los Treinta Años. En este contexto, las atroces actuacionesde las tropas españolas en el Saco de Amberes no resultan extraordi-narias para los estándares de la época, sino todo lo contrario. Losejemplos de violencia extrema en los países de los que parte laleyenda negra son tan frecuentes como los de la guerra de losOchenta Años. En Francia, la matanza de la Noche de sanBartolomé supuso el asesinato de diez mil hugonotes por el bandocatólico, tres mil de ellos en París en una sola noche; incluso de esteconflicto se ha responsabilizado a los agentes de Felipe II. La cam-paña de conquista de Cromwell en Irlanda (1649-1653) conllevó lamuerte de un veinte por ciento de la población de la isla, incluyen-do unos doscientos mil civiles, de los que dos terceras partes erancatólicos. El actual conflicto del Ulster tiene su origen en esta con-quista llevaba a cabo a sangre y fuego por la Inglaterra protestante

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DELANTE DE LA PUERTA DEL LOUVREEn esta pintura, Edouard Debat-

Ponsan, recrea la mañanasiguiente a la sangrienta Noche

de san Bartolomé en París.Abajo, un pasaje de la guerra delos Treinta Años ambientado en la

ciudad de Utrech

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Dossier

WILHELMUS, EL HIMNO NACIONAL HOLANDÉSAunque no se conoce la fecha exacta de su composición, segura-mente fuese realizado entre 1568 y 1572, cuando ya se había inicia-do la guerra de los Ochenta Años. El Wilhelmus refleja muy bien algu-nos de los aspectos antihispanos de la política de Guillermo deOrange. En la primera estrofa dice:‘Guillermo de Nassau / soy yo, de sangre holandesa / a mi patria fiel,/ permaneceré hasta la muerte. / Un príncipe de Orange / soy, libre y sin miedo / al rey de España /siempre he honrado’No debe olvidarse que el rey todavía mantenía un aire de dignidadsuperior a la del estatúder, por lo que los flamencos no se atrevieron aculpar directamente a Felipe II de lo que estaba ocurriendo en losPaíses Bajos. En otra estrofa, Guillermo es comparado con el rey Daviden su lucha contra el Goliat hispano

mientras los Estados Generales seoponían a los impuestos que teníanque pagar las provincias para coste‑ar las guerras del soberano español.La idealizada figura del emperador,tanto por parte de Orange como deotros protestantes alemanes, hizoque este conflicto larvado se ignora‑se en la propaganda posterior y quetoda la responsabilidad se cargasesobre los hombros de su hijo.

Felipe II abandonó Bruselas paratrasladarse definitivamente a Madriden 1559. La revuelta nobiliaria que en‑cabezaron los condes de Egmont yHorn estalló poco después, bajo lospretextos de la abolición de la Inquisi‑ción y de la moderación de las leyescontra la herejía impuestas por el car‑denal Granvela, primer ministro de laregente Margarita de Parma hasta sudestitución en 1564. En agosto de 1566

surgieron los primeros movimientosiconoclastas, arrasando iglesias y con‑ventos de la Iglesia católica. La reac‑ción del rey de España no se hizo es‑perar. En noviembre de aquel año, Fe‑lipe II designó a Fernando Álvarez deToledo, duque de Alba, para acabarcon la rebeldía protestante y reafirmarla autoridad regia. El Duque de Hierrosólo estuvo en los Países Bajos hasta1573, instaurando el Tribunal de los

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La leyenda negra1531. Heredó el título de tercerduque de Alba

1535. Participó en la toma de Túnez

1547. Venció al ejército protestantede la Liga de Esmalcalda en labatalla de Mühlberg

1556. Fue nombrado virrey deNápoles

1559. Participó en las negociacionesde la Paz de Cateau-Cambresis, queponía fin a la guerra con Enrique IIde Francia

1567-1573. Intentó, en vano, sofocara los rebeldes protestantes comogobernador de los Países Bajos,donde instituyó el Tribunal de losTumultos y potenció la Inquisición

1580. Venció al ejército portuguésen la batalla de Alcántara, defen-diendo los derechos hereditarios deFelipe II sobre el trono portugués,por lo que el soberano le nombrócondestable de Portugal y le hizomiembro de la Orden del Toisón deOro

1582. Murió en Lisboa, el día 11 dediciembre

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Page 51: Revista Memoria Historia de cerca nº 16

Dossier1544. Heredó de su primo René deChâlon el título de príncipe deOrange, trasladándose a la corte deBruselas

1555. Fue nombrado caballero de laOrden del Toisón de Oro por Felipe II,y admitido como miembro delConsejo del Estado

1559. Jugó un papel importante enla elaboración de la Paz de Cateau-Cambresis entre España y Francia

1559. Fue designado como estatú-der de Holanda, Zelanda y Utrechtpor Felipe II

1563. Encabezó, junto a los condesde Egmont y Horn, la Liga que seopuso al cardenal Granvela y a lapolítica centralizadora de Felipe II

1580. Fue puesto precio a su cabezapor Felipe II. En su defensa,Guillermo publicó la Apología, en laque fijaba gran parte de los estereo-tipos de la leyenda negra española

1584. Murió a manos del asesino asueldo Balthasar Gerards, el día 10de julio

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Tumultos, o de la Sangre, conde‑nando a los culpables de las re‑vueltas y confiscando los bienesde los rebeldes, a muchos de loscuales ejecutó.

Los condes de Egmont yHorn fueron decapitados enBruselas el 5 de junio de 1568. Apartir de entonces, Guillermo deOrange se convirtió en el líderde la revuelta, la cual adquirióun carácter claramente bélicocon la participación de ejércitosde protestantes alemanes y dehugonotes franceses. Las tropas multi‑nacionales de Felipe II consiguieronalgunas victorias que dejaron hondahuella por su violencia, como las deNaarden en 1572 y Haarlem al año si‑guiente. El más famoso de estos acon‑tecimientos fue el Saco de Amberes de1576, en el que la 'furia española' deunas tropas acorraladas y sin pagadesde hacía dos años arrasó la capitalcomercial de Flandes y causó unas seismil muertes. La violencia habitual enestas acciones bélicas se expuso políti‑camente como un reflejo de la cruel‑dad antropológica de los españoles,pese a que, durante toda la guerra, lastropas de Flandes estuvieron com‑puestas por valones, alemanes, italia‑nos, españoles y mercenarios diversos.Asimismo, dicha crueldad se personi‑

ficó en el duque de Alba, al que se re‑trató en los grabados de la época comoun monstruo avaricioso y un sangui‑nario devorador de niños. Las tropasespañolas, y por extensión, todos losespañoles, serían considerados en ade‑lante como asesinos sin escrúpulos yvioladores semibárbaros; bravuconescuando la victoria les sonreía, ruines ycobardes en la derrota.

En julio de 1572, los Estados Gene‑rales de las Provincias Unidas eligie‑ron a Guillermo de Orange como esta‑túder. En realidad, ese cargo lo desem‑peñaba en nombre del rey de España,por lo que el príncipe de Orange nece‑sitaba justificar su rebelión, no comouna lucha contra su legítimo soberano,sino contra las actuaciones de sus mi‑nistros, el duque de Alba o don Juan

de Austria. Hasta 1580, año enque Felipe II puso precio a la ca‑beza del príncipe de Orange, lacrítica holandesa no se había di‑rigido directamente contra elmonarca. En su defensa, Gui‑llermo de Orange mandó escri‑bir la Apología a un hugonote,Pierre Loyseleur de Villiers. Estaobra fue clave en la configura‑ción de la leyenda negra, reco‑giéndose en ella muchos de losaspectos que se habían gestadoen Italia, Francia o Alemania con

anterioridad y convirtiéndolos en unaespecie de doctrina antihispana. Oran‑ge comenzaba a dibujar al Rey Pru‑dente como un imperialista sin límites,que había faltado a sus compromisos ycontra el que se alzaba un pueblo de‑fensor de sus libertades, encarnado enla persona de su líder natural. Felipe IIaparecía como un esclavo de la Inqui‑sición, asesino de sus propios familia‑res, incestuoso, bígamo y adúltero,acusaciones infundadas en su mayorparte o simplemente manipuladas.Los españoles eran considerados res‑ponsables de terribles tropelías enAmérica, fruto de su crueldad y de suintención de extender su Imperio.

El final de este proceso indepen‑dentista sería el Acta de Abjuración delos Estados Generales de 1581, por el

La leyenda negra

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COMPAÑÍA DEL CAPITÁN REINER REAELmás conocida como la CompañíaMeagre, obra del pintor flamenco

barroco Frans Hals.Abajo, grabado que ilustra

la masacre de Naardenpor las tropas imperiales en 1572

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que Orange definitivamente sesentiría plenamente legitimadopara actuar frente a su rey. El 10de julio de 1584, Balthasar Ge‑rards, un asesino a sueldo, aca‑bó con la vida del príncipe Gui‑llermo, pero las sucesivas crisisimpidieron a los monarcas espa‑ñoles acabar con la revuelta. Lafirma de la Tregua de los DoceAños en 1609 supuso el recono‑cimiento en la práctica de la in‑dependencia de las ProvinciasUnidas de los Países Bajos, quese ratificaría tras treinta años más deguerra en la Paz de Münster de 1648.

El reflejo de este larguísimo con‑flicto en la leyenda negra española esindudable. Colecciones holandesas decanciones populares antiespañolas,como las Geusenliedboeck y Gedenck‑clank, muestran el peso que el odio ha‑cia lo español tuvo en el nacimientode la conciencia nacional holandesa.Los protestantes se sirvieron muybien de la imprenta con fines propa‑gandísticos: panfletos y hojas volan‑tes, que distorsionaban deliberada‑mente la realidad, fueron distribuidospor millares; su objetivo era populari‑zar la rebelión, difundir las críticas algobierno establecido y atraer apoyosextranjeros. Orange contó en esta em‑presa con la colaboración de intelec‑

tuales como Jacob van Wesenbeke yFilips van Marnix van Sainte Alde‑gonde. Las hojas volantes o panfleten,que circularon durante décadas portoda Europa, no hicieron sino difun‑dir los estereotipos deformados de lapropaganda orangista. La libertad delos Países Bajos, equiparada con la delpueblo elegido de Israel, era defendi‑da por Moisés o David, es decir, porGuillermo de Orange, frente al faraónpersonificado en Felipe II. La cuestio‑nable legitimidad de la revuelta sebuscaba así en las Sagradas Escrituraso en el pasado mítico del pueblo báta‑vo. Es muy posible que la amplia co‑munidad judía de origen hispanoasentada en Holanda fuese la que ins‑pirase la utilización de esas imágenesdel Antiguo Testamento.

La idea de una MonarquíaUniversal española tomó cuer‑po en los países protestantes,convirtiéndose en un fantasmaque planeó sobre las alianzasestablecidas durante la guerrade los Treinta Años. Tanto en lafase bohemia de esta guerra,entre 1619 y 1621, como a partirde la entrada en la misma deFrancia en 1635, reverdecieronlos argumentos típicos de la le‑yenda negra antiespañola des‑arrollada por el protestantismo

y, principalmente, por el calvinismo.La Monarquía española era repre‑sentada por los jesuitas, los monjesbuleros, la injusticia o la miseria, ysus ejércitos equiparados con los delAnticristo en su crueldad e hipocre‑sía. Lo mismo iba a ocurrir durantela guerra contra la Inglaterra deCromwell y su puritanismo religio‑so, en la que la supuesta tiranía his‑pánica, la hipocresía religiosa o lacrueldad con los indígenas america‑nos se usarían como herramientaspara legitimar las ansias expansio‑nistas en el continente americano,curiosamente en el momento álgidodel comercio de esclavos africanoshacia las colonias inglesas y holan‑desas, como también españolas yportuguesas. JURGEN H. LOOS Y JUAN F. RUIZ

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LA FURIA ESPAÑOLArecreada por el pintor y gra-

bador decimonónico HenriLeys. Museos Reales de Bellas

Artes, Bruselas.Abajo, otra escena de la

masacre de Naarden

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Dossier

La imagen más negativa de la historia de España no essino una mitificación, aunque no exenta de verdades,más antifilipina que antiespañola. Y esto es así por

dos motivos principales: por haberse gestado durante elreinado de Felipe II (1556‑1598), y por ser este monarca elprincipal objetivo de sus ataques. Protagonista tanto de laleyenda negra como de la rosa, el Rey Prudente ha sidoconsiderado un personaje oscuro y fanático –‘el demoniodel mediodía’– por sus detractores; por el contrario, otroshistoriadores han visto en los aspectos oscuros de su go‑bierno una consecuencia lógica de las presiones a que se viosometido en el ejercicio de su reinado. La visión negativaes, lógicamente, un punto de vista interesado surgido entrelos enemigos del gobierno filipino, que abarcaba tanto lapolítica en sentido estricto como la religión. Esta interpreta‑ción se difundió rápidamente ya que, siendo Felipe II elmonarca más poderoso del momento, sus enemigos erannumerosos y además contaban con un gran poder econó‑mico al servicio de la expansión de su doctrina.

Si hubiera que buscar un clímax a esta óptica antifilipi‑na, éste sería, sin duda, la publicación en 1581 de la obraApología, de Guillermo de Orange, enmarcable en las ambi‑ciones independentistas holandesas y en el conflicto entreprotestantes y católicos, de los que Orange y Felipe fueronsus respectivos adalides. La publicación de Orange presen‑tó la coartada perfecta con la muerte del príncipe Carlos, uncasus belli llamado a ser de los mayores y más recurrentesmitos de la historia de España, y cuyo enorme alcance nibuscaba ni llegó a imaginar su autor. Junto con la Inquisi‑ción y el caso de Antonio Pérez, conforman los pilares fun‑damentales de la leyenda antifilipina.

El príncipe Carlos (1545‑1568), hijo de Felipe II y deMaría de Portugal, fallecida a consecuencia del parto,había jurado como príncipe de Asturias en Toledo, en fe‑brero de 1560. Su salud era de una debilidad extrema,quizá debido a la consanguinidad –sólo tenía cuatro bis‑abuelos– producida por las políticas matrimoniales de laMonarquía Hispánica. Fueron sus problemas físicos losque motivaron su traslado a Alcalá de Henares, al consi‑derarse el ambiente de dicha ciudad beneficioso para susalud. Sin embargo, una vez allí sufrió una caída porunas escaleras, de la que se recuperó, contra todo pro‑nóstico, tras varios días en coma y una trepanación. Sudeteriorada salud, tanto física como mental, contrastabacon sus ambiciones políticas; en 1564 le reprochaba a supadre el no haber ostentado todavía el cargo que creíaque le correspondía por edad. El rey cedió ante sus peti‑ciones concediéndole un puesto en el Consejo de Estado,aunque, sin duda, era consciente de que su inestabilidad

Felipe IIunmonarcade su tiempo

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ÚLTIMOS MOMENTOS DE FELIPE IIsegún la visión del pintor decimo-nónico Francisco Jover Casanova.

Palacio del Senado, Madrid

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mental y su carácter airado y caprichoso lo inhabilitabanpara el gobierno.

Obsesionado con gobernar los Países Bajos y viendo quelas promesas al respecto del rey no se cumplían, parece queentabló contacto con los rebeldes flamencos, amenazó conmatar al duque de Alba, gobernador a la sazón en Bruselas,e incluso pensó en fugarse a Flandes. Delatado por Juan deAustria, fue detenido y confinado en sus habitaciones delalcázar de Madrid por orden del rey, en enero de 1568. Trasel apresamiento, Felipe en persona se apresuró a informardel hecho a los consejeros, embajadores, grandes de Espa‑ña, obispos, órdenes religiosas, etc., dando a conocer pocodespués el motivo de la detención: la incapacidad para go‑bernar del heredero. El 24 de julio de aquel año moría ensus aposentos por causas naturales, aunque también se haespeculado con un suicidio por inanición, pero nunca pororden de Felipe II, quien incluso había mandado poner re‑jas en las ventanas ante su intención de arrojarse al vacío.

Guillermo de Orange utilizaría estos hechos para, debi‑damente deformados en su Apología, presentar a Felipe IIcomo un monstruo incestuoso y bígamo, que no había du‑dado en matar a su propio hijo por la supuesta relación queéste mantenía con su tercera esposa, Isabel de Valois, ini‑cialmente destinada a desposarse con el infortunado prínci‑pe. Además, acusó a Felipe de haber asesinado a Isabel paracasarse con Ana de Austria, hija de su primo Maximiliano IIy de su hermana María, que también se había pensadocomo posible esposa para Carlos. Difícilmente Ana, llegadaa España en 1570, pudo provocar otro episodio de celos ya

DON CARLOS, EL MITO ROMÁNTICOLa muerte del príncipe Carlos en un entorno deamor y tragedia no sólo ha dado lugar a impor-tantes documentos de tipo político, sino tambiéna un mito literario generador de numerosas obrasde desigual calidad. Entre los primeros autoresespañoles que, de forma más o menos velada,trataron la muerte del príncipe, es obligado citara Lope de Vega con El castigo sin venganza o aCalderón de la Barca con La vida es sueño.Otros creadores menos conocidos escribieronsobre la historia de Carlos de forma más abierta,como Ximénez de Enciso, Pérez de Montalbán,Saint-Real, Otway y otros. Pero el suceso teníatodos los ingredientes del drama romántico,

como el amor imposiblehacia la madre o la muertetrágica a manos del propiopadre, por lo que es preci-samente en elRomanticismo cuando laproducción artística alcan-za sus cotas más altas. Entrelas obras más destacadasdel momento es obligatoriocitar la de Schiller, que mos-tró a un rey víctima de sudestino, más que verdugode su hijo, y que dio lugar aotra brillante interpretacióndel tema, esta vez musical,con la ópera de Verdi estre-nada en 1867

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EL PRÍNCIPE CARLOSy el duque de Alba, imagina-dos por José María Uria y Uria.Abajo, el príncipe Carlos retra-tado por Alonso SánchezCoello en 1558

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LA PRINCESA DE ÉBOLI, ‘LA HEMBRA’Ana Mendoza de la Cerda (1540-1592), duquesa de Pastrana, llamada por Felipe II ‘la Hembra’, pertenecíapor nacimiento a una de las estirpes nobiliarias castellanas de más rancio abolengo: los Mendoza. Fue unode los personajes centrales de la corte filipina, ejerciendo una notable influencia sobre el propio rey, dequien se rumoreaba que era amante, sobre la reina Isabel de Valois, además de sobre los líderes del ‘sec-tor liberal’: su marido, el príncipe de Éboli, y Antonio Pérez. La pérdida de un ojo como consecuencia deuna herida sufrida durante un combate de esgrima no mermó un ápice su belleza ni su capacidad deseducción, las cuales utilizó a partes iguales con una acusada inteligencia política que le permitió mover-se con elegancia en el complejo mundo de intrigas de la corte. El conflicto que vivió con santa Teresa deJesús, motivado por su intención de ingresar en uno de los conventos carmelitas de Pastrana, pero disfru-tando de un régimen distinto al del resto de las monjas, ejemplifica la fortaleza de su carácter, pero tam-bién sus lados oscuros; voluble, manipuladora y vengativa, llegó incluso a publicar un libelo sobre la santa.En 1579, tras la detención de su amante, Antonio Pérez, fue confinada por Felipe II en diversos lugares,hasta que finalmente fue enviada a su palacio ducal de Pastrana, donde permanecería hasta su muerte

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LA PRINCESA DE ÉBOLIAna Mendoza de la Cerda,retratada por AlonsoSánchez Coello.Colección particular

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que Carlos había muerto dos años antes. No obstante, la te‑sis del parricidio hizo fortuna entre los rivales del monarcahispano. El mito del asesinato del príncipe Carlos se iría in‑crementando hasta el punto de inventarse el mismo epita‑fio de su tumba, que según el flamenco Pieter Bor rezabaasí: ‘Aquí yace el que deseaba decir la verdad, fallecido sin haberestado enfermo’.

Quizá el suceso no hubiera tenido mayor trascendenciaa largo plazo de no ser por la intervención de otro persona‑je destacado en la propagación de la leyenda antifilipina:Antonio Pérez. Este sujeto, en un principio no se hizo ecodel supuesto asesinato del príncipe a manos de Felipe II,pero después propagó la idea del envenenamiento con elfin de perjudicar al monarca, otorgando, debido a la cerca‑nía entre ambos, veracidad a la teoría del asesinato.

Antonio Pérez fue uno de los personajes más influyentesde la corte de Felipe II como secretario de Estado, puestoheredado de su padre en 1566. Su carrera política, iniciadaen 1543 como secretario personal del todavía príncipe Feli‑pe, no hizo sino crecer de la mano del príncipe de Éboli, lí‑der del ‘sector liberal’ de la corte filipina, y sobre todo gra‑cias a su relación con la mujer de éste, Ana Mendoza de laCerda, princesa de Éboli, de la que al parecer fue amante.La ambición de Pérez por ocupar todas las responsabilida‑des de gobierno, su desmesurado tren de vida y afición porel lujo, así como el conflicto con el secretario personal deJuan de Austria, Juan de Escobedo, debilitaron poco a pocola confianza que el rey tenía puesta en él. Sintiéndose ame‑nazado por su antiguo amigo Escobedo, conocedor de surelación amorosa con la princesa de Éboli, ordenó su asesi‑nato en 1578, tras haber convencido a Felipe II de la necesi‑dad del crimen aduciendo que actuaba en beneficio de lasambiciones de poder de Juan de Austria.

Sus enemigos aprovecharon la coyuntura para convenceral rey de que había sido víctima de las intrigas del secretario.Destituido y encarcelado en 1579, se inició un proceso judi‑cial contra Pérez por las acusaciones de corrupción que duróonce años, y por el que fue condenado a dos años de prisióny diez de destierro. A partir de 1585 se inició un segundo pro‑ceso en el que se abordaba su implicación en el asesinato deEscobedo. Tras ser torturado y viéndose perdido, lo que con‑firmaría la condena a muerte de 1590, optó por escapar aAragón, lugar de procedencia de su familia, acogiéndose alprivilegio de manifestación, que obligaba a un nuevo juiciopara determinar la justicia de su detención, pero que en lapráctica suponía impedir que fuese juzgado por delitos co‑metidos en Castilla. La respuesta de Felipe II fue acusarlo deherejía, lo que produjo la intervención del Tribunal de la In‑quisición, con jurisdicción en todo el territorio peninsular.Pero el justicia de Aragón, Juan Lanuza, y a través de él todoel pueblo de Zaragoza, interpretó este acto como un ataque asus fueros, conflicto que Antonio Pérez aprovechó para huira Francia. En adelante, la vida de este personaje estuvo vol‑cada en la lucha contra el monarca español, difundiendo pormedio de sus obras (Relaciones y Cartas), tanto auténticos se‑cretos de Estado como simples bulos, para los que llegó a fal‑sificar documentos. Sus opiniones tuvieron una gran in‑fluencia en la visión más extendida en Europa sobre la Inqui‑sición española y en la imagen absolutista del rey, quien, se‑gún Pérez, se comportaba tiránicamente incluso con sus másallegados, como la princesa de Éboli o él mismo.

La leyenda negraA.

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Felipe II mantuvo una relación cambiante con Inglaterra durante todo su reinado. Casado conMaría Tudor, fue rey de Inglaterra hasta la muerte de su esposa en 1558. El trato de Felipe consu sucesora, Isabel I, sufrió un progresivo empeoramiento, hasta el punto de que en España sellegaría a llamar a la reina inglesa ‘Jezabel del Norte’. Inglaterra fomentaba ya la leyenda quesobre Felipe circulaba por toda Europa: carcelero de infante Carlos, torturador de protestantesy moriscos, huraño encerrado en su palacio de El Escorial, etc.La ejecución de la católica María Estuardo y los constantes ataques piráticos a los galeonesamericanos llevaron a Felipe a diseñar una estrategia ofensiva contra Inglaterra, la ArmadaInvencible de 1588, en la que se movilizaron 130 buques de guerra. Una empresa de talesdimensiones sólo estaba al alcance de la mayor potencia de su época, pero aún así, erroresde organización, una táctica equivocada y los famosos ‘elementos’ dieron al traste con la flotaespañola sin haber conseguido su objetivo de domeñar a Inglaterra. La visión inglesa de estoshechos ha llevado a magnificar sus dimensiones, resaltando la bravuconería y la incapacidadespañola para vencer a un reino muy inferior en recursos. Sin embargo, la historia ha silenciadoel fracaso similar que la flota inglesa, la Contraarmada, dirigida por Francis Drake, sufrió en1589 en su ataque a la Península Ibérica

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El príncipe Carlos y Antonio Pérez fueron los funda‑mentos de la propaganda en contra de Felipe II, junto con laidea de la intransigencia religiosa del monarca. Sin embar‑go, el juicio histórico sobre su persona debe hacerse en la ac‑tualidad desapasionadamente y contextualizado en su épo‑ca: fue un rey con un gran sentido de la responsabilidad,defensor de la fe, del honor y de un enorme Imperio en pe‑ligro por las tensiones internas y las amenazas exteriores.Esta situación, que vivió como ningún otro monarca de sutiempo, le obligó a actuar con firmeza en el ejercicio del po‑der y a defender la fe católica como religión del Imperio conel fin de mantener su cohesión. Pero no por esto era más in‑transigente y fanático que el resto de gobernantes del mo‑mento. La religión y sus manifestaciones abarcaban toda lasociedad del siglo XVI, desde el aspecto más íntimo hasta lapolítica del Estado. La afirmación del catolicismo del Impe‑rio español no era distinta del principio denominado cuiusregius eius religio, vigente en el Imperio germánico hasta me‑

diados del siglo XVII, sobre todo en los Estados protestan‑tes, y por el que los súbditos debían obligatoriamente se‑guir la fe de su príncipe.

Podemos concluir que, aunque todavía es objeto deopiniones enfrentadas, Felipe II fue un monarca de sutiempo, y no uno cualquiera, sino el más poderoso, ycomo tal actuó. Enredado en tremendos conflictos ycon un gran Imperio a su cargo, gobernó como corres‑pondía a su momento, y con ojos de dicho momentodebe ser juzgado. JULIÁN TORRECILLAS

La leyenda negra

EL ESCORIAL, LA VISIÓN UNIVERSAL DE FELIPE IIDe Felipe II ha transcendido la imagen tergiversadade un contrarreformista fanático, taciturno y alejadode cualquier tipo de conocimiento. Por el contrario,el rey era un hombre cultivado y El Escorial es el fielreflejo de sus conocimientos y de la concepciónhumanista que tenía del mundo. Concebido comoun cubo que encerrase todo el pensamiento de laépoca, en él encontramos reflejado un discurso dinástico, otro oficial contrarreformista, otro religioso priva-do y otro humanista y erasmista. Sólo la iconografía dinástica y contrarreformista estaban abiertas al públi-co, mientras que el discurso privado y erasmista se desarrollaba en el ámbito más cerrado del monasterio.Este último programa lo encontramos en la celda del prior, en la galería de la infanta y en la biblioteca,donde se muestra todo el conocimiento de la época con obras alejadas de las tesis tridentinas, como lasde Tiziano, Tintoretto o El Bosco, así como frescos mostrando las siete artes liberales, los filósofos, historiado-res, poetas, literatos, etc. En la biblioteca se fundían el discurso público oficial para el exterior y el erudito yerasmista, que se vio enriquecido con un importante círculo de intelectuales protegidos por el rey

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FELIPE IIa la izquierda y Antonio Pérez a laderecha, separados por el escudo

de armas de la Casa de Austria

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Arqueología

al‑

Hay obras de arte cuyo sig‑nificado va mucho másallá de lo que éstas son en

sí mismas. Madinat al‑Zahraes una de estas obras. Esmás que una ciudad pala‑ciega: es un símbolo de loque fue el Califato cordobés.Comenzó a construirse en elaño 936, cuando sólo hacía sie‑te años que se había instauradoel Califato de Córdoba, por or‑den de Abd al‑Rahman III, sufundador, y su vida no fue másallá de la de esta breve y fascinan‑te entidad política. En el año 1010,coincidiendo con los estertores delcalifato, la ciudad fue asaltada ysometida a un sistemático saqueodel que ya nunca pudo recuperar‑se. En el siglo XII era una ciudadcompletamente abandonada, y en elXVI sus ruinas ya no se identificabansiquiera con el periodo omeya, sino

con el mundo romano. No fuehasta 1911 cuando comenzaron a

realizarse trabajos arqueológicosque permitieron que una de

las ciudades más suntuo‑sas del mundo medievalvolviera a salir a la luz, des‑pués de casi un milenio deyacer olvidada por todo el

mundo, excepto por los oca‑sionales expoliadores.

En el año 936, el califa Abdal‑Rahman III decidió fundar

una nueva ciudad a unos cincokilómetros en línea recta al noroes‑te de Córdoba. Posiblemente, elnuevo califa pensaba que Córdo‑ba, aun siendo una de las urbesmás populosas del mundo, no re‑flejaba de manera suficiente su

nueva dignidad, aunque tambiénes posible que se alejara consciente‑mente de ella para que su autoridadno sufriera menoscabo por parte de

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MadinatSALÓN RICO o salón de

Abd al-Rahman III.Abajo, un detalle del árbol

de la vida sacado de unrelieve en yesería de la

técnica del ataurique

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Zahra

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la enorme cantidad de plebeyos quehabitaba en la ciudad. Algunos cali‑fas orientales ya habían ordenado an‑teriormente construir ciudades pala‑ciales alejadas del bullicio de las ur‑bes más antiguas, como Bagdad o Sa‑marra. En cualquier caso, Abd al‑Rahman escogió para su ubicación lafalda de una montaña –Yebel al‑Aruso Monte de la Desposada– desde lacual seguía dominando toda la llanu‑ra cordobesa. Delegó la dirección delas obras en su heredero, el futuro al‑Hakam II, quien pasa por ser uno delos gobernantes más cultos de la épo‑ca. La mezquita aljama pudo inaugu‑rarse en el 941, y para el 947 los fun‑cionarios fueron trasladados a lanueva ciudad.

En total, las obras duraron unoscuarenta años, y se decía que anual‑mente consumían hasta un tercio dela hacienda real. Al Maqqari, uncompilador árabe de los siglos XVI‑

XVII, afirmaba que cada día se em‑pleaban 6.000 sillares de piedra, 400acémilas de carga, un número igualde camellos y 1.000 mulas de alqui‑ler. No podemos saber si estas cifrasson ciertas o no, pero resulta signifi‑cativo que la leyenda de Madinat al‑Zahra llegara a ser tan poderosacomo para hacer que varios siglosdespués de ser destruida se siguierarecordando su construcción como si‑nónimo de grandiosidad.

Madinat al‑Zahra tenía en total112,5 hectáreas, dispuestas en un es‑pacio amurallado rectangular de1.500 por 750 metros aproximada‑mente. Se calcula que en ella pudie‑ron llegar a vivir hasta 20.000 perso‑nas. Al estar construida sobre la lade‑ra de una montaña, la ciudad estabaorganizada en tres grandes terrazas.En la superior se situaba la zona real.En ella destacaban las dependenciasoficiales y de recepción, así como las

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ABD AL-RAHMAN IIIAbd al-Rahman III (891-961), cuyo nombre significa ‘el Siervo del DiosMisericordioso’, también conocido por su nombre familiar, Abul-Mutarrif ‘elguerrero que ataca valientemente a los enemigos y los rechaza’, representala cumbre del poder político andalusí, sin duda, haciendo honor a las espe-ranzas que pusieron en él quienes así lo habían nombrado. El octavo de los

emires independientes de al-Andalus (912-929) y primer califa de Córdoba(929-961) pertenecía a la dinastía Omeya, que había reinado en todo elmundo islámico desde su capital de Damasco, entre 661 y 750. El principaléxito de su reinado fue, precisamente, la implantación del califato, imponien-do sus derechos dinásticos a los de los califas fatimíes y abbasidas. Sinembargo, su grandeza política y el desarrollo cultural del califato cordobés nofueron suficientes para doblegar a los reinos cristianos hispanos, como por

ejemplo, al leonés de Ramiro II.

Abd al-Rahman III retratado en ungrabado idealizado del siglo XIX

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Madinat al-Zahra

ARCOS DE HERRADURA tinta-dos de rojo del salón Rico.Abajo, ornamento de unade las paredes de Madinatal-Zahra

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ZAHRAEl nombre de Madinat al-Zahra se creía que era debido a una de lasconcubinas del califa Abd al-Rahman III, llamada Zahra. A su muerte,éste donó una enorme cantidad de dinero para la redención de cau-tivos. No obstante, en ese momento no había tantos como para quese gastara todo el dinero sólo en esto. Por tanto, el califa decidiócomenzar a construir una nueva ciudad con el sobrante, que seríaconocida como Madinat al-Zahra, la ciudad de Zahra. Se decía inclu-so que una estatua suya se encontraba sobre el portal principal de laciudad, pero lamentablemente sería destruida por orden de un califaalmohade. La investigación actual considera que la historia de Zahraes sólo una leyenda y muestra la construcción de la ciudad comoparte del programa político, económico e ideológico puesto en mar-cha por Abd al-Rahman III tras su proclamación como califa.

Una belleza del harem, obra del orientalista Francisco Masiriera y Manovens de 1899.Arriba, arqueta de marfil encontrada en el yacimiento de Madinat al-Zahra

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.residencias de los miembros de la fa‑milia califal. En la intermedia se en‑contraban las áreas de administracióny la residencia de los funcionariosmás importantes de la corte. Por últi‑mo, en la terraza inferior se encontra‑ba la ciudad propiamente dicha: vi‑viendas de los habitantes más humil‑des, la mezquita aljama, el zoco, loscuarteles de los soldados, etc.

La terraza superior es la más ex‑plorada desde el punto de vista ar‑queológico. Una puerta monumen‑tal denominada puerta del Umbral oBab al‑Sudda cerraba el paso queconducía hasta ella desde las terra‑zas inferiores. Allí tenían que des‑montar y continuar a pie todosaquellos que eran admitidos ante lapresencia del califa. Sólo a algunosmonarcas extranjeros se les permitíaavanzar un poco más a caballo.También se podía acceder a la terra‑za superior directamente desde la

puerta norte, la cual, por otra parte,fue reconstruida varias veces parahacerla cada vez más segura. Frentea la entrada se agregó un pórtico, unmuro quebrado en ángulo recto yuna torre de defensa. Toda protec‑ción era poca para mantener la inte‑gridad de Dar al‑Mulk, la casa delPoder, residencia del califa y de susallegados más cercanos.

Junto a la mezquita aljama, esteconjunto de habitaciones y salas derecepción fue lo primero en construir‑se. Situado en el centro de la terrazasuperior, su situación topográfica eraprivilegiada, dominando física y sim‑bólicamente tanto el paisaje de la lla‑nura cordobesa como la ciudadque se extendía a sus pies. Los pa‑tios y pórticos que se encuentranen el conjunto habitacional no sonexcesivamente grandes, como corres‑ponde a estancias de carácter pri‑vado en el mundo árabe. Siglos

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de saqueo y pillaje han hecho queperdamos de manera irrecuperablela mayor parte de las estancias priva‑das califales, pero, al menos, todavíase conserva algo de edificios que es‑tuvieron anejos a la casa Real. El pa‑tio de los Pilares se relaciona, enprincipio, con la residencia del servi‑cio y la guardia del alcázar. La casade la Alberca, también llamada casadel Príncipe, se cree que pudo ser laresidencia del príncipe al‑Hakammientras se encargaba de la direc‑ción de las obras, pero nada es segu‑ro. La casa privada que mejor se haconservado es la que se denominacasa de Yafar, el primer visir de al‑Hakam II. En ella se distinguen tresámbitos: el privado, el público y elde servicios. El espacio público se ar‑ticula en torno a un patio desde elque se accede a algunas oficinas y sa‑las de audiencias. El espacio privadotiene como eje central otro patio conuna pila central. A través de éste seaccede a las habitaciones personalesde Yafar, entre las que se encuentrauna pequeña letrina. La zona de ser‑vicio es bastante grande y compleja,dando una idea de la cantidad de sir‑vientes que el visir podía tener bajosu dirección.

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TELA DE SEDA encontra-da en Madinat al -Zahra, bordada en orocon inscripciones ára-bes, procedente deltiraz de Hixam II, siglo X. Abajo, pila de mármolhasta donde fluía elagua proveniente de lasierra cordobesa

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Aparte de los lugares de residen‑cia de la familia real e inmediatosallegados, en esta terraza se encon‑traban algunos de los ejemplos másimpresionantes del poder califal: lassalas de audiencias. Conceder unaaudiencia a alguien era una oportu‑nidad única para que el aparato es‑tatal hiciera una demostración delpoder efectivo y simbólico que seencontraba ensus manos, o almenos del quepresuntamentese encontraba enellas. Los califascordobeses eranmuy conscientesde la importan‑cia que teníamostrar su poder en estas audien‑cias, y para ello no sólo elaboraronunas normas de etiqueta que deja‑ban siempre bien clara su superiori‑dad sobre el resto de los presentes,sino que también cuidaron muchoel espacio donde se mostraban enpúblico. Se han encontrado dos es‑tancias identificadas como salas deaudiencias. Una de ellas se pensabaque era el Dar al‑Jund, la casa delEjército, aunque ahora se cree que

podría ser el Dar al‑Wuzara, la casade los Visires. En cualquier caso setrata de un espacio basilical de38x28 metros con cinco naves, las delos extremos marcadamente separa‑das de las tres centrales. Centro delprotocolo administrativo de la ciu‑dad y del Estado, su estructura ar‑quitectónica expresa la centralidaddel poder y la autoridad del califa.

Al sur de Daral‑Wuzara y de lascaballerizas se en‑cuentra el salónRico, donde a par‑tir de los últimosaños de vida deAbd al‑Rahman IIIse celebraban lasaudiencias conce‑

didas a embajadas extranjeras y losrituales religiosos que exigían la pre‑sencia del califa. El monarca podíadesplazarse desde este salón hastasus aposentos privados o hasta lamezquita a través de unas estanciasy pasillos laterales. En estos itinera‑rios privados se encontraban tam‑bién unos baños, donde el califa po‑día retirarse durante los prolongadosceremoniales a los que tenía que asis‑tir. En sí mismo, el salón Rico consta

ADORNOSSe cuentan muchas mara-villas de los objetos queadornaban el palacio deMadinat al-Zahra.Probablemente una de lasmás curiosas sea unacubeta llena de mercurio,que el califa tenía en unsalón de ocho puertas,bajo otros tantos arcos demarfil y ébano incrustadosen oro y aljófares. Cuandolos rayos de sol entrabanpor las puertas se refleja-ban en la cubeta, ilumi-nando el techo y las pare-des de una maneraespectacular. Cuando elcalifa tenía alguna visitailustre, ordenaba que elmercurio fuera agitadopara atemorizar y asom-brar a sus visitantes conesos juegos de luces

Conceder una au-diencia era unaoportunidad parahacer una demos-tración del poderefectivo y simbólico

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EMBAJADA de Juan deGorze ante Abd al-Rahman III y su corte.Abajo, basa y capitelrepresentando a cua-tro músicos de Madi-nat al-Zahra

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LA MEZQUITA DE MADINAT AL-ZAHRALa mezquita aljama era una de las construcciones con mayorpeso simbólico de todo el mundo musulmán. Su presencia enuna población le daba derecho a usar el nombre de ‘ciu-dad’, Medina. En una ocasión, los doctores de la ley islámicaadvir tieron al califa que no podía construir una mezquitaaljama en la nueva ciudad porque, supuestamente, teníaque haber un espacio mayor de tres leguas entre una y otra,y la mezquita de Córdoba se encontraba demasiado cerca.Para demostrar que un hombre podía andar más de tresleguas para llegar de la mezquita cordobesa a la de Madinatal-Zahra, ordenó a los encargados de medir la distanciaentre ambas que fueran en primer lugar a la mezquita deCórdoba, y que después dieran vueltas por todas las calle-juelas de la ciudad. Una vez que estuvieran seguros de haberandado más de tres leguas, tendrían que encaminarse allugar de la mezquita de Madinat al-Zahra. Así demostró quela distancia entre las dos era la exigida.

de tres naves separadas por colum‑nas. En el centro del muro de cierrese sitúa un arco ciego en el que seencontraría el trono del califa. Ladecoración del salón Rico es de unaenorme calidad y belleza. Destacasobre todo la técnica del ataurique,con el que se recubren las paredesde la estancia. El salón, además, seabre a una explanada en la que seencuentra el denominado jardínAlto. Por tanto, también servíacomo palco para que el califa con‑

templara cómodamente lapompa que se desplegaba enel jardín con motivo de cele‑braciones oficiales.

En la terraza inferior seencontraba la mezquita alja‑ma, el centro de culto, accesi‑ble a toda la población. Encierta medida se podría decirque fue pensada teniendo enmente la mezquita de Córdo‑ba. Constaba de cinco navesubicadas en sentido transver‑sal al muro de la qibla, que in‑dica la dirección a La Meca.La nave central era la más an‑cha, seguida por las que seencontraban a su izquierda yderecha, siendo las naves ex‑tremas más angostas. Sólo lamaqsura estaba pavimentadacon baldosas de barro; el res‑to del suelo era de tierra bati‑da cubierto por esteras. De‑trás del muro corría un pasillocubierto que permitía al califaentrar en la sala de Oración

sin tener que mezclarse con la multi‑tud. El resto de la terraza inferiortodavía no ha sido investigada ar‑queológicamente. Sabemos, noobstante, que en ésta destacabanlos lugares donde se encontrabanacantonadas la infantería y la caba‑llería, así como varios parques e in‑cluso un zoológico.

Madinat al‑Zahra se encontrabafuertemente protegida. Ya hemosvisto las defensas que se encontra‑ban en la puerta Norte. La murallade esta zona, de sillares de diversostamaños, tenía 2,5 metros de an‑chura. Tras ella se encontraba unadarve de 4 metros de ancho. Cada13‑14 metros se levantaba un torre‑ón en su lado externo, haciéndolacasi inexpugnable. En el resto delrecinto, la defensa se basaba en unsistema de muros dobles con unadarve intermedio. La anchura delsistema defensivo en estos lugaresllegaba a ser de 15 metros. El abas‑tecimiento de agua era también unacuestión crucial para la poblaciónde Madinat al‑Zahra. Un antiguoacueducto romano reaprovechadotraía el agua desde Santa María deTrassierra, en la sierra cordobesa,hasta un depósito al norte de la ciu‑dad. De allí el agua fluía hasta unapila de mármol. A través de un sis‑tema de conducciones de plomo, elagua era distribuida a otras partesde la ciudad. Además del agua dela sierra, parece que los habitantesde Madinat al‑Zahra eran muy da‑dos a recoger el agua de lluvia en

PUERTA DE SAN MIGUELde la mezquita deCórdoba, siglo X.Abajo, bote de marfil rea-lizado en el taller de ebo-raria de Madinat al-Zahra

Madinat al-ZahraA.M

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pilas de carácter más o menos priva‑do. El tamaño de las albercas realesera tal, que se decía que para alimen‑tar a sus peces se necesitaban unos12.000 panes diarios.

Madinat al‑Zahra se irguió como lanueva capital del califato cordobés.Mientras la dinastía gobernante man‑tuvo las riendas del califato, fue uncentro poderoso, que expresaba la glo‑ria del ‘príncipe de los creyentes’. Noobstante, la fortaleza de los omeyas nopodía mantenerse para siempre. Desdeel 978, Almanzor se perfila como la fi‑gura más poderosa del califato, apar‑tándolos gradualmente del ejerciciodel poder. Ordenó edificar una nuevaciudad, Madinat al‑Zahira, al este deCórdoba, que sirviera de contrapuntoa Madinat al‑Zahra. A partir de enton‑ces, la vieja ciudad califal serviría comocárcel dorada para el último represen‑tante de los omeyas cordobeses, His‑ham II. Con la desmembración del cali‑fato, no tardaría en ser saqueada, aban‑donada y olvidada.

Arqueología

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Diferentes vistas del yacimiento, en las que se distinguen: -1- Patio de los Pilares de la que se conoce como casa del visir Ya'afar al-Mushafi, palacio mandado construir por Abd al-Rahmán III para su hijo y sucesor al-Hakam II. -2- Vista aérea del salón Rico, situado enel centro de la ciudad. -3- La llamada puerta del Ministro, que da acceso a las viviendas de las personalidades palaciegas: ministros,visires y altos funcionarios de la corte. -4- Pórtico de entrada a la ciudad

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Cultura

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El uso de animales con fines sim‑bólicos es algo tan antiguocomo la misma humanidad. A

través de la pintura rupestre, nuestrosmás remotos antepasados delPaleolítico plasmaron un universometafórico, basado en los seres quevivían en su realidad más inmediata,donde la caza constituía su mediobásico de subsistencia. Incluso hoy endía, los modernos pueblos cazadores‑recolectores recurren al concepto detótem para relacionar una serie deprincipios inmateriales con determi‑nados espíritus protectores de tipoanimal, lo que lleva a pensar que estapráctica ancestral pudo dar origen a laposterior simbología protoheráldica.

Dentro de los animales relaciona‑dos con el mundo bélico, tradicio‑nalmente han cobrado importanciaaquellos que, al tratarse de depreda‑dores, obviamente destacan por suferocidad, como el león, el oso y ellobo. A las aves, seres capaces deremontar el vuelo y observar elmundo desde el firmamento, siem‑pre se las ha vinculado con todaclase de poderes sobrenaturales,atribuyéndoles la capacidad de adi‑vinar el futuro gracias a los capri‑chos de su vuelo. El águila, al tratar‑se de un ave depredadora, de algúnmodo constituye una especie desimbiosis entre ambas facetas, y porello su uso simbólico ha estado

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El águila

GANÍMEDES dando de beber agua aZeus, representado como un águila.Obra clasicista expuesta en el Mu-seo de Copenhague.Abajo, calco de un ave de una pin-tura rupestre prehistórica en BajaCalifornia, México

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siempre extremadamente difundidoentre infinidad de pueblos, normal‑mente asociado con el concepto demajestad y poder militar.

A causa de su enorme capacidadde visión, al águila también se le haidentificado con la sabiduría, pueses capaz de dirigir su penetrantemirada hacia el mismo sol sin pes‑tañear, mientras que en muchas cul‑turas ha desempeñado la funciónde mensajero divino. Por todo ello,fue asociada con la deidad supremaen los respectivos panteones de lospueblos indoeuropeos, tanto con elZeus griego, como con el Júpiterromano o el Odín nórdico, mientrasque los druidas celtas la vincularoncon alguna importante divinidadque actualmente nos es desconoci‑da. Incluso forma parte de uno delos mitos más difundidos entre las

distintas mitologías: el héroe solarmatando al dragón o la serpiente,símbolo de las fuerzas oscuras de lanaturaleza, en esta lucha primige‑nia en la que, en esencia, se enfren‑tarían el cielo y la tierra. De estemodo, en la India védica es el águi‑la quien lleva el soma –bebidasagrada de la inmortalidad– aIndra, deidad guerrera celeste quemata a la gran serpiente Vritra, almismo tiempo que en Egipto, eldios con cabeza de halcón, Horus,da muerte a Seth, deidad maligna ydestructiva a la que los griegos aso‑ciaron con la serpiente Tifón.

Sabemos que en Mesopotamiaeran frecuentes los estandartes conforma de animales, y que segura‑mente estaría presente el águilaentre ellos ya desde el IV milenioa.n.e., aunque esto es algo que sólo

podemos afirmar con seguridad alhablar de los persas. Asimismo, enla Hispania prerromana conocemosla existencia de diversos estandartes,citados por Tito Livio, de los celtíbe‑ros, sedetanos y carpetanos, siendoal menos uno de ellos, a juzgar pordiversas acuñaciones de la ciudadde Secaisa, una figura con forma deáguila colocada en el extremo de unasta. Sin embargo, dentro delmundo occidental, Roma ha sido lacultura en la que mayor trascenden‑cia ha tenido la implantación de estaave como símbolo. En su obra, Plinioel Viejo asegura que en época repu‑blicana las legiones empleaban, ini‑cialmente, cinco estandartes con dis‑tintas figuras de animales: un águi‑la, un lobo, un minotauro, un caba‑

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QUAUHTLIEl águila fue también el símbolo imperial de los aztecas, ade-más del protagonista del decimoquinto signo de su calenda-rio: todo aquel nacido bajo su influencia era consideradoposeedor de grandes cualidades guerreras. Asimismo, la aris-tocracia de este pueblo poseía dos órdenes militares: la delas águilas y la de los jaguares. La leyenda asegura que,cuando en el siglo XII este pueblo llegó por primera vez alvalle de Méjico, el dios Huitzilopochtli les anunció que fundaransu capital allí donde encontraran un lugar con una isla, enmedio de una laguna, en la que observaran a un águila posadaen un nopal devorando a una serpiente; escena que hoy muestrasu escudo nacional. Según esto, así se fundó Tenochtitlán, el mismoemplazamiento en el que hoy se alza la actual capital de Méjico.

Águila azteca de basalto, British Museum

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llo y un jabalí. Sin embargo,durante el segundo consulado deCayo Mario, hacia el año 104a.n.e., dejó de emplearse estavariedad figurativa, de modo quecada legio pasó a estar representa‑da únicamente por un águila deplata o bronce con las alas exten‑didas, situada en el extremo deun asta que era transportada porun portaestandarte llamado aqui‑lifer. Los combatientes se agrupa‑ban en torno a esta insignia en lomás reñido de la batalla, viéndo‑se obligados a seguirla bajo cual‑quier circunstancia. Así, duranteel primer desembarco de Césaren Britania, cuando los legiona‑rios se negaron a precipitarse almar, debido a la enorme fuerzade las olas y a que sus enemigosles aguardaban en la orilla, fue elaquilifer de la décima legión quienles obligó a hacerlo, tras arrojarseal mar gritando ‘saltad al agua, sol‑dados, si no queréis ver el águila en

poder del enemigo’, por lo que asus compañeros no les quedómás remedio que imitarle,lográndose así finalmente la vic‑toria. No obstante, gracias a JulioCésar, sabemos que en circuns‑tancias de extremo peligro, estaimagen era retirada de su astapara ocultarse entre los plieguesdel fajín de su portador.

Por otro lado, los romanoscreían en los genii, una especiede espíritus protectores quemuchas veces estaban relaciona‑dos con distintas sociedades oagrupaciones, por lo que cadaestandarte tenía asociado ungenius que protagonizaba diver‑sos rituales religiosos. En conse‑cuencia, su pérdida en combatetras una derrota –se han docu‑mentado varios casos frente apueblos como los partos, cánta‑bros o queruscos– suponía unagran desgracia, e incluso algu‑nos emperadores, como el

ESTANDARTE portado por unaquilifer y representado enrelieve en el sarcófago Por-tonaccio del siglo II, Museo

Nacional Romano.Abajo, retrato de Augusto

en una composición orfebrecon símbolos imperiales,Museo del Louvre, París.

FOTOGRAFÍAS 24TRECE

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mismo Augusto, no dudaron enpagar grandes sumas de dinero asus enemigos o en organizararriesgadas campañas militaressólo con objeto de recuperarlos.

Con el tiempo, el águila seconvirtió en el símbolo delSenado y el pueblo de Roma y,aunque en época tardía se des‑arrollaron otros estandartes, sepuede decir que a partir deentonces esta ave ha marcadotoda la simbología y posteriorheráldica en nuestra cultura occi‑dental, durante casi veinte siglos.De esta forma, alcanzó la EdadMedia a través de Bizancio,donde, adoptando una formabicéfala, se convirtió en el símbo‑lo de la integración de las dosherencias: la occidental y la orien‑tal; es decir, su cabeza izquierdamiraba y representaba a Roma,mientras que la derecha hacía lopropio con Constantinopla. A suvez, debido a su intento de

reconstruir el Imperio romanode Occidente, dicha rapaz tam‑bién pasó a ser el emblema deCarlomagno, iniciándose así unalarga tradición del uso de esteextraño animal mitológico, tantoen Europa como en el mundoislámico, pese a que sus repre‑sentaciones más antiguas proce‑dan del Imperio hitita.Curiosamente, también llegó aexistir una versión tricéfala,empleada de forma efímera porFederico II hacia el año 1229,cuya nueva cabeza trataba derepresentar al reino de Jerusalén.

Dentro del mundo islámico,se cree que el primer estandartedel profeta Muhammad utilizadoen el siglo VII fue una banderasin insignia, en oposición a laempleada por la tribu paganaQuraish, un águila negra confondo blanco hoy presente en lasbanderas de Yemen, Siria y losEmiratos Árabes. En la dinastía

SOL INVICTO y águilaimperial en una lápida

votiva conservada enlos Museos Capitolinos

de Roma.Abajo, retrato de Carlo-

magno acompañadode una representación

heráldica con un águilaFOTOGRAFÍAS 24TRECE

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omeya de al‑Andalus, lasfuentes escritas parecendejar fuera de toda dudaque existieron banderascon este animal. En estesentido, la Cronica delcalifa Abd al‑Rahman IIInos relata como éste ‘el 1 demayo del año 934, paramayor vistosidad (…) multi‑plicó las formidables, hermo‑sas y valiosas insignias deperegrinas clases en banderasy estandartes, apareciendo enesta ocasión el águila, que élhabía inventado, pues ningúnsultán la tuvo antes…’. En elaño 971, con motivo de unalarde militar, las fuentes mencio‑nan un nuevo estandarte en el queaparece un águila abatiéndosesobre su presa.

La influencia de los turcos, fuer‑za militar de los califatos musulma‑nes entre los siglos IX y XIII, debidoa la expansión de estos pueblos porOriente Medio y la posterior crea‑ción del Imperio otomano, dio lugar

a que en este ámbito geográfico sedifundieran otros emblemas en losque el águila volvía a estar presente.En el mundo turcomano de las este‑pas euroasiáticas, este ave rapazsiempre había ostentado un marca‑do simbolismo como animal sagra‑do y espíritu protector, guardián delfirmamento. Se trataba de un serpsicopompo que aparece represen‑

tado en las tumbas, debidoa la creencia chamanistade que las almas de losfallecidos ascendían alcielo, convertidas en avesque eran escoltadas poráguilas, considerando,además, que estos anima‑les llevaban las plegariashumanas hasta el cielo.

Hacia mediados delsiglo XI, los seljuks, ungrupo de nómadas turcos

oriundos de Asia central, seestablecieron en OrienteMedio conquistando buenaparte del califato abasida y,

después de tomar Bagdad en1055, fundaron un gran sultanatosobre los actuales territorios deIrán, Irak y Siria, cuyos gobernantesfueron proclamados ‘Soberanos delEste y del Oeste’. Deseosos de legi‑timar su poder sobre una poblaciónque les veía como unos usurpado‑res extranjeros, adoptaron inmedia‑tamente una bandera con un águilabicéfala que, al igual que su homó‑

El águila

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loga bizantina, representaba launión entre Oriente y Occidente.Otro estandarte que ejercería unasingular importancia dentro delmundo islámico es el ‘águila dora‑da’ de Saladino, empleada por estegran héroe musulmán en el sigloXII, que hoy aparece en las bande‑ras de varios países árabes comoEgipto o Irak.

Tras la caída de Constantinoplaen 1453 a manos de los turcos, algu‑nas casas reales de Europa orientaladoptaron el águila bicéfala comoemblema, erigiéndose así en here‑deros del desaparecido Imperiobizantino. De esta forma, tambiénpasó a formar parte del escudo dearmas del Imperio ruso, perduran‑do hasta hoy en las banderas depaíses como Rusia, Serbia, Austria,Albania o Montenegro.

Por su parte, en la heráldicaeuropea el águila monocéfala nor‑malmente era representada frontal‑mente, con la cabeza de perfil,mirando a la derecha, con las alasabiertas y sus plumas desplegadas,mientras que las garras aparecendesguarnecidas a ambos lados deuna cola extendida. En general,

resulta un animal habitual en losescudos de armas de las zonas cen‑trales y orientales de Europa, mien‑tras que en las occidentales es másfrecuente el león. En oca‑siones, está provista deun kleestengel, es decir,un arco inscrito en laestructura de las alascuyo objeto es resaltar‑las. En nuestro país, elpapa Alejandro VIautorizó a los ReyesCatólicos a emplear elsímbolo de san Juanen su escudo, deforma que el águilafue también incorpo‑rada al reino deEspaña durante bas‑tante tiempo, siendoeventualmente resca‑tada durante la dicta‑dura franquista, ysuprimida, por la LeyOrgánica 33 de 1981,tras la transición a lademocracia.

En general, debido a suasociación ideológica contodo lo ‘imperial’, este ani‑

ÁGUILA sobrevolando labatalla de Gaugamela,

entre el ejército persade Darío III y el mace-

donio de AlejandroMagno. Relieve de mar-

fil del siglo XVIII.Abajo, águila de Saladi-no en el escudo nacio-

nal de Egipto

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mal fue incorporado a la iconografíade Estados con una marcada ten‑dencia totalitaria o expansionista.Así, la heráldica napoleónica resta‑bleció a este ave como símbolofrancés, de una forma muy seme‑jante al modelo romano, es decir,con las alas extendidas y a puntode levantar el vuelo, mientras que,tanto en la Alemania nazi como enla Italia fascista, también desempe‑ñó un importante papel simbólico.Al otro lado del Atlántico, los padres

de la patria de los recién creadosEstados Unidos de América yahabían seguido este mismo esque‑ma francés, aunque recurriendo aláguila de cabeza blanca, una espe‑cie autóctona norteamericana, conobjeto de que encarnara su inmi‑nente ‘Imperio americano’. Y esque, ‘mutatis mutandis’, el significa‑do simbólico del águila ha perma‑necido prácticamente inalteradodurante más de veinte siglos deHistoria.

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LAS ALAS DE DIOSEn la iconografía cristiana, eláguila es uno de los emblemasmás ricos en significados, y unode los que mejor muestra laanalogía existente entre el sim-bolismo religioso pagano y elcristiano. La poderosa figura del águiladorada, la más veloz de todas,se identifica en los textos bíbli-cos con Dios en múltiples oca-siones, como cuidador, provee-dor y protector de su pueblo.‘Como el águila que excita sunidada, revolotea sobre suspollos, extiende sus alas, loslleva sobres sus plumas,Jehová solo le guió, y con él nohubo dios extraño’,Deuteronomio 32:11-12. A suvez, su vuelo en altura es unaalegoría de la Ascensión deCristo, lo que la convierte enmensajera celestial. La capaci-dad de regeneración que leatribuye la tradición, es decir,de renovar su juventud lanzán-dose tres veces a una fuente deagua pura, también será adop-tada y reinterpretada por losprimeros cristianos, quienesidentificarán al águila con elbautismo, con la regeneracióndel neófito tras sumergirse en elagua en el nombre de laTrinidad, y con la resurrecciónde Cristo. Por otro lado, la figuradel águila también es el emble-ma de san Juan, dado que suEvangelio es el más abstracto,el que más profundiza en lorelativo a la fe y, por lo tanto, seeleva sobre los tres restantes.

Arriba, águila de san Juan Evangelista

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El águila

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Arte

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Si se pregunta a una personaque no haya tenido especialrelación con el estudio de la

Historia por lo que le sugiere lacultura romana, probablementevengan dos ideas diferentes a sumente. Por una parte, la imagende unas legiones en perfecta for‑mación, avanzando sobre tierrasconquistadas ‘a sangre yfuego’; por otra, la de díasy noches enteras ocupadasen depravados festines yorgías sexuales, que seríancapaces de escandalizara más de un libertino.Obviamente, si bienes cierto que estasdos imágenes secorresponden conla realidad ro‑mana, no eranen absoluto lasúnicas integran‑tes de su mundo,dado que existíauna enorme variedadde aspectos culturalesal margen del amor yde la guerra. Sin embar‑go, es justo reconocer quesi estas dos facetas de lavida han modelado la visión

popular sobre los romanos, es por‑que ellos mismos consideraban queera algo que merecía la pena honrary celebrar. Que una potencia impe‑rialista, pasada o presente, conside‑re que el poder militar y la violen‑cia contra sus enemigos es algo im‑portante en su sistema de valores,no tiene nada de extraño, pero qui‑

zá sí lo tenga, al menospara el Occidente cris‑tiano, la importancia

que los romanos otorga‑ron al elemento sexual en

sus obras de arte. El erotismo está

presente en la pin‑tura de las paredes,los mosaicos de lossuelos o la cerámi‑ca de mesa. Si el

arte sexual se encon‑trara sólo en los objetos

propios de la elite y la no‑bleza romana, podríamos explicar‑

lo recurriendo simplemente ala suposición de que se

trata de obras de artepropias de una aristo‑cracia, que ocupaba

su tiempo de ocio en es‑carceos sexuales más o me‑

nos depravados. Sin embar‑

Cerámica erótica romana

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El erotismo estápresente en la pin-tura de las pare-des, los mosaicosde los suelos o lacerámica de mesa

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LA MORAL AUGUSTEATeniendo en cuenta que el primer emperador de Roma hizo de la lim-pieza moral y de costumbres su caballo de batalla, no resulta difícilcomprender que, durante su principado, la cerámica de Arezzo sóloexpresara las relaciones sexuales socialmente aceptadas. Su afán pordefender y preservar la tradición dio lugar a que la transgresión de lasnormas del juego sexual tuviera consecuencias demoledoras para todala sociedad, castigándola duramente, incluso entre los miembros de suentorno. De este modo, sabemos que ordenó la muerte de uno de susmás queridos libertos por haber seducido a matronas romanas que seencontraban muy por encima de su posición social, mientras quemandó un severo destierro para su única hija, Julia, y para su nieta,también llamada Julia, por su relajada moral sexual. Él mismo, no obs-tante, solía desflorar doncellas, aunque eso sí, respetando la norma deque se encontraran por debajo de su posición social. En definitiva, sulema podría resumirse en: sexo sí, pero dentro de un orden social

go, el hecho de que la cerámica tam‑bién contenga escenas sexuales connotable frecuencia, muestra clara‑mente que las actitudes hacia elsexo eran similares en distintos gru‑pos de la población romana, inde‑pendientemente de su condición so‑cial. Partiendo de esta realidad, elestudio de la cerámica erótica pue‑de ayudarnos a comprender de quémodo se entendía el hecho sexualen el mundo romano, desde unpunto de vista más amplio que losque nos dan la literatura o las obrasde arte de la élite.

Para entender la naturaleza delarte erótico romano hemos de teneren cuenta no sólo el mundo social enel que tenían lugar los encuentros se‑xuales, sino también el contexto ar‑tístico mismo, puesto que éste no sedesarrolló del mismo modo en Romaque en el resto de Italia o en las pro‑vincias. En este sentido, resulta muyrepresentativo comparar la cerámicade Arezzo con la de tipo terra sigilla‑ta. La primera se fabricó a lo largodel siglo I a.n.e. en la ciudad italianade Arezzo, desarrollándose, en bue‑na medida, dentro de lo que los ex‑

pertos han llamado ‘el siglo de Au‑gusto’; es decir, el periodo en el queéste, primer emperador de Roma,gobernó como príncipe máximo.Esto no sólo tuvo una importanciapolítica enorme, sino también socialy cultural. Frente a los desmanes y

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FRESCO ERÓTICOpompeyano conservado

en el Museo ArqueológicoNacional de Nápoles

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escándalos de los últimos años de laRepública, Augusto se presentócomo garante del orden y la moraltradicional, lo que supuso que inclu‑so el arte erótico de su periodo se cu‑briera con el manto de la respetabili‑dad artística, y se proyectaran men‑sajes sociales muyclaros para los es‑pectadores.

De este modo,las representacio‑nes eróticas de la ce‑rámica aretina destacanespecialmente por laperfección física de lasfiguras, hombres fornidosy mujeres bellas que deno‑tan cómo el idealismo delarte oficial alcanza tambiénlas manifestaciones de la ce‑rámica erótica. Por otra parte,hay que tener en cuenta queestas escenas nos muestran en‑cuentros sexuales aceptados,normalizados y, por lo tanto,totalmente acordes con su mo‑ral. En el mundo antiguo, elsexo, o al menos las prácticas se‑xuales consentidas, no sufrían eltabú que posteriormente se afin‑cará en Occidente, por lo que, adiferencia de hoy, lo escandalosono era mostrar el acto sexual,

sino encuentros depravados, in‑dignos, no adecuados a la moral.

Según esto, los temas de la cerá‑mica aretina serían bastante acepta‑bles para la mayoría de la sociedadromana, siendo frecuentes las esce‑nas con encuentros sexuales entre

un hombre y una mujer.Generalmente serepresentan so‑

bre una cama, des‑nudos o casi des‑

nudos, frente a fren‑te y cuando la penetra‑

ción ya ha comenzado oestá a punto de tenerlugar. En este senti‑do, se han conserva‑do dos fragmentos de

una misma pieza cerá‑mica en los que hay una

secuencia narrativa: enuno, el hombre parece estar a

punto de penetrar a la mujer,mientras que en el segundo, todoparece indicar que la pareja ya seencuentra acoplada. En el caso delos encuentros sexuales entre doshombres, los códigos eran algo máscomplejos que los que había entreun hombre y una mujer. Un hombre

podía yacer con una mujer que fuerainferior o igual a él en estatus; sinembargo, un varón sólo podía man‑

El idealismo del arteoficial alcanza tam-bién las manifesta-ciones de la cerá-mica erótica

MOLDE de terra sigillata his-pánica del alfar del Endrinal(Bronchales), Teruel.Abajo, cerámica aretina delfabricante Tigranus.Derecha, lucernas romanascon distintas escenas eróticas

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tener relaciones sexuales con otroque fuera inferior a él socialmente y,además, el de superior rango socialdebía asumir el rol activo; es decir,tenía que penetrar, no ser penetra‑do. Debido a estas diferencias, esbastante difícil determinar icono‑gráficamente el estatus de las muje‑res, pero no el de los hombres. Los

esclavos, así como las personas demenor rango social, se reconocen nosólo por tener unos rasgos aniñadosy un menor tamaño que sus compa‑ñeros, sino también por otros aspec‑tos, como su cabello largo. Así, entodos los ejemplos de cerámica are‑tina en los que se representa a unapareja homosexual, el hombre demayor edad, ciudadano romano,está penetrando a alguien inferior aél en estatus, lo que lleva a determi‑nar que dicho arte erótico no es unarepresentación ‘inocente’ de en‑cuentros sexuales, sino una especie

de manifiesto de las relaciones so‑ciales, y por ende sexuales, permiti‑das en la Roma de Augusto e, indi‑rectamente, de las consideradastabú o inadecuadas.

No obstante, no todas las piezasde cerámica mantienen esta espe‑cie de complacencia con respecto alo adecuado y lo inadecuado, lo

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LUCERNASLas lámparas fueron uno de los sopor-tes más frecuentes para la representa-ción de escenas de carácter erótico,puesto que, en un mundo iluminadosólo por el fuego, la única fuente deluz doméstica en medio de la nocheera la procedente de dichas lucernas.De este modo, la decoración de las mis-

mas alcanzó gran importancia, presentandotemas que, como en el caso de la terra sigilla-

ta, tienden a ser más o menos humorísticos otransgresores, sexualmente hablando. Escenas

como la de un pequeño Cupido que ayuda a unapareja a satisfacer sus deseos sexuales, u otra en la que una

mujer utiliza unas pesas para ganar impulso al cabalgarsobre su sorprendido compañero, son más próximas al

espíritu de la terra sigillata que al de la cerámica aretina

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Cerámica erótica romana

permitido y lo prohibido. La cerá‑mica de tipo terra sigillata se di‑ferencia en bastantes as‑pectos de la cerámicaaretina, pese a que ten‑gan algunos puntos encomún. Lo más rele‑vante, posiblemente,sea su marcado carác‑ter provincial, así comoun mayor grado de po‑pularidad. Se fabricó enla Galia, Hispania y Áfri‑ca a lo largo del Alto Im‑perio, y de entre sus múlti‑ples temas decorativos des‑tacan los de carácter eróti‑co. Por ejemplo, del total de1.121 lámparas de terra sigi‑llata incluidas en un catálo‑go suizo, 159 de ellas tie‑nen temática erótica. Noobstante, el lenguaje plásti‑co y los temas representa‑dos son bastante diferentes alos que encontramos en la ce‑rámica aretina.

La terra sigillata es una de las ti‑pologías de cerámica más importan‑tes del mundo romano. Fabricada si‑guiendo un novedoso sistema deproducción en serie, debe su nombrea los sigilla, los sellos en los que se in‑dicaba el nombre del fabricante.

Dado su sistema de producción, lostemas representados suelen ser bas‑

tante repetidos, aunque no mo‑nótonos, pues de una misma

cuestión se podía hacer una

amplia gama de variantes, modifi‑cando elementos más o menos secun‑darios. Esta aparente homogeneidadde los temas eróticos en la cerámicaimperial ha hecho, precisamente, quelos expertos lleguen a la conclusiónde que la cerámica pudo actuar comouna especie de manual de posturassexuales, orientado a las gentes queno pudieran permitirse el lujo de te‑ner los compendios ilustrados quemencionan algunas fuentes literarias.En cualquier caso, si bien hay mu‑chas escenas eróticas similares a lasde la cerámica aretina, sólo que de

peor calidad, hay otras que, sin lu‑gar a dudas, hubieran llevado al

colapso a más de un moralista.En una cerámica del fabri‑cante galo Vitalis, encontra‑mos una singular escena concuatro amantes, dos hom‑bres y dos mujeres, compar‑

tiendo los placeres sexualesen un mismo lecho. Las dos

mujeres se encuentran abraza‑das a la izquierda de la escena, y

uno de los hombres parece inten‑tar atraer la atención de una de ellas,

mientras está siendo sodomizadopor el varón restante. En este caso, noparece que el fabricante se preocupa‑ra tanto por la calidad moral o socialde los participantes de esta orgía,

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Fragmento de TERRASIGILLATA del fabricanteVitalis con representa-ción de una orgía.Abajo, vasija aretinafabricada en Cincelli,cerca de Arezzo

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LA CENSURA DEL LEGADO ERÓTICO ROMANOTradicionalmente, el estudio del arte erótico romano se ha visto entor-pecido por la puritana y prejuiciosa moral occidental hacia la sexuali-dad humana, empeñada durante mucho tiempo en dificultar la con-servación y publicación de gran número de piezas eróticas. Así, hastala llamada ‘revolución sexual’ de la década de los 60, fueron frecuen-tes casos como el de Fredèric Hermet, arqueólogo y clérigo francésde los años 30, que sentía tal desprecio por lo que consideraba ‘lacorrupta moral de los romanos’, que intencionadamente dividía laspiezas eróticas para separar hombres y mujeres en sus publicaciones.Asimismo, en las excavaciones de Pompeya y Herculano fue habitualque los obreros redujeran a escombros aquellos objetos hallados yconsiderados de dudosa moralidad, decidiendo, en el mejor de loscasos, retirarlos a los almacenes de algún museo. En los años 50 delsiglo XX, todavía era habitual que los dibujos de las cerámicas eróti-cas fueran censurados, borrando los órganos sexuales masculinos

como por presentar un tema eróticonovedoso y, probablemente, humo‑rístico para el espectador.

Las escenas eróticas de mayorcalidad suelen ser las que aparecenen los denominados ‘medallones deaplique’, realizados mediante mol‑des que luego eran acoplados alcuerpo de la cerámica antes de sucocción, y dentro de éstos, mereceespecial atención la representación

de tríos sexuales. En uno de ellos,del que sólo nos ha llegado un dibu‑jo, un hombre y una mujer parecenestar en medio del acto sexual,cuando son interrumpidos por unespontáneo que ha decidido unirsea su celebración penetrando al hom‑bre. En otro caso, también docu‑mentado por un dibujo, dos varonesse encuentran frente a frente en unacama, mientras una mujer, que lleva

la palma de la victoria, parece cabal‑gar sobre los dos al mismo tiempo.

Por otra parte, los medallones re‑curren frecuentemente al texto paraexplicar algo de la escena sexual o

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EN EL FRIGIDARIUMEn el siglo XIX, pinto-res como Alma-Tadema se inspiraronen la antigua Roma,envolviendo susobras de erotismo

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Cerámica erótica romana

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para potenciar susentido del humor,tal y como se observaen una escena en laque una mujer mirahacia el lado contra‑

rio de su amante, mientras éste le dice‘bene futuo volvi me’, literalmente, ‘follobien, mírame’. En otros casos, el textoayuda a dar segundos sentidos a loobvio, como se aprecia en un meda‑llón que muestra a un hombre y unamujer realizando el acto sexual en unbarco, y que reza en una de sus es‑quina ‘navigum veneris’, ‘la na‑vegación de Venus’, o en unsentido más alegórico,‘rumbo al sexo’. No obs‑tante, hay ocasiones enlas que el mensaje esmás ambiguo, dandolugar a distintas in‑terpretaciones segúnla lectura que sehaga; es el caso deuna escena en la quese observa a una mu‑jer sobre un hombre,vuelta de espaldas a él,y mirándose en un es‑pejo, mientras el hom‑bre, recostado, está refres‑cándose con el contenido deun cuerno para beber. Uno delos dos dice ‘ita valea(m) decet me’,‘me gusta así’, siendo imposible ase‑gurar si son palabras de la mujer,quien ha interrumpido el acto para

arreglarse el cabello, o del hombre, altener un segundo para refrescarse.Probablemente no lo sepamos nunca,aunque tampoco es excesivamenteimportante, pues la pieza consigue sufunción igualmente: arrancar unasonrisa al espectador.

Estos ejemplos de cerámicas are‑tinas y provinciales, claras muestrasde las diferentes actitudes de los ro‑

manos hacia elsexo, son suficien‑tes para poder con‑cluir que el arteerótico de la Anti‑güedad, como re‑flejo de su sociedad, fue un recursoindispensable para transmitir la li‑bertad y la naturalidad con la que seconcebían el sexo y, consecuente‑mente, el placer y la satisfacción,

pese a que, durante determina‑dos periodos, la moral dictara

los parámetros de dicha li‑bertad. En definitiva, san‑

cionador de diferenciassociales, motivo deburla y risas, recom‑pensa de Venus o sim‑ple pasatiempo, pro‑bablemente ningunode estos aspectos pu‑diera presentarse ensolitario para un roma‑no. Dependiendo de lasituación y de la com‑pañía, uno prevalece‑ría sobre los demás,sin llegar a eliminarlos.

En cualquier caso, la ri‑queza de las lecturas einterpretaciones del sexo

sólo puede comprendersedesde una cultura queasumía la sexualidad hu‑

mana como un aspecto másde la sociedad, y que como tal

la valoraba. FERNANDO NOTARIO

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TALLER CERÁMICO de laantigua Roma recreadopor el ilustrador francésYvon le Gall. Abajo, medallón de apli-que de terra sigillata.Derecha, sigilla o sellodel fabricante, quecaracteriza a este tipode cerámica

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Protagonistas

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MONUMENTALIDAD del Antiguo Egipto. Enesta obra de Edward John Poynter, se apre-cian las labores constructivas bajo la aten-ta mirada del faraón y su esposa.Abajo, representación de Ahmose Nefertaryen Deir el-Medina

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Nefertary

En la historia del Egipto faraóni‑co, la XIX Dinastía está señaladacomo una de las más gloriosas

de cuantas reinaron sobre el país delNilo en toda la Antigüedad. Puedeque parte de esta enorme considera‑ción se deba al hecho de que sus go‑bernantes supusieron un retorno a laestabilidad y a las tradiciones anti‑guas, después del periodo rupturistay agitado, aunque no menos espléndi‑do, de Amarna. Puede que obedezca ala estrategia de glorificación que ellosmismos llevaron a cabo con sus pro‑pias vidas y con las de sus parientes, oa la rememoración de glorias antiquí‑simas que se efectuó en la literatura, laescultura y la arquitectura del perio‑do. Pero, sin ningún género de dudas,si este momento del Egipto antiguo esa día de hoy uno de los más recurren‑tes e interesantes, es por la figura des‑lumbrante de Ramsés II. Este monarcapasa por ser, de hecho, el paradigmade faraón, por cuanto tuvo una vidaextremadamente longeva y próspera,un reinado inusualmente largo y se‑guro (66 años y 2 meses), una fuertepersonalidad y unas dotes de lideraz‑go excepcionales. Y, además, fue elprotagonista de un momento históricosin parangón, en el que varios impe‑rios pugnaban por dominar el Próxi‑mo Oriente, en una igualdad épica.

Pero las estrellas no permanecensolas en el universo, sino que se agru‑pan formando constelaciones, pormucho que algunas brillen más que

otras a nuestros ojos. Así, mientras elgran Ramsés, el faraón triunfante,como lo bautizaron algunos investiga‑dores, gobernaba sobre la Tierra Eter‑na, una corte de personalidades ex‑traordinarias se concentraba a su alre‑dedor. Y entre todas ellas, el lugar másdestacado lo ocupa, con toda certeza,una mujer: Nefertary. La vida de estareina, y su relación con Ramsés, for‑man uno de esos episodios excepcio‑nales que salpican la historia menosconocida de las grandes civilizacionespasadas. En primer lugar, porque nosencontramos ante una de las mujeresque mayor glorificación alcanzó entoda la historia del Egipto faraónico,quizá solamente igualada o superadapor las famosísimas Nefertity y Hats‑hepsut. Ni siquiera la popular Cleopa‑tra tuvo tanto poder ni estuvo tan pre‑sente en todos los ámbitos como Ne‑fertary. Y en segundo lugar porque,pese a que pueda parecer una conce‑sión literaria y romántica, es cierto quepresenciamos uno de los episodios deamor más hermosos de la Historia.

Nefertary Merit‑en‑Mut, que era elnombre completo del personaje quenos ocupa, aparece en la historia deEgipto como ‘Gran Esposa Real’ deRamsés II desde el comienzo del rei‑nado de éste. Nefertary debía tener so‑bre dieciocho o diecinueve años cuan‑do Ramsés II la desposó, y en ese mo‑mento todavía vivía el padre de éste,Sethy I. Hay dudas sobre cuál era suorigen, y también sobre si formaba

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EL INCESTO REAL EN EL ANTIGUO EGIPTOComo se explica en el artículo, es muy posible que Nefertary fuese medio

hermana del faraón Ramsés II, lo cual no era obstáculo para que contraje-sen matrimonio. De hecho, aunque el incesto no estaba permitido en elAntiguo Egipto, era una práctica deseable y fomentada entre la familiareal, porque se creía que de esta forma la divinidad de los faraones,

transmitida por su sangre, no se dispersaba, sino que se manteníaviva y se concentraba. Seguramente, los enormes harenes de losreyes eran una solución exitosa para que, aunque se practica-se el incesto real, siempre fuese entre parientes más o menoslejanos, lo que salvaguardaba a los recién nacidos de taras

congénitas producidas por la endogamia extrema

parte o no del séquito real del herede‑ro cuando éste estaba asociado al tro‑no de su padre. Sobre esto, los investi‑gadores no parecen ponerse del todo

de acuerdo, porque, en prin‑cipio, la teoría más tradicio‑

nal puede haber que‑dado en entredicho.Siempre se recurrió

al desconocimiento de su procedenciapara justificar un vacío en la investiga‑ción, hecho que además fomentaba elmisterio en torno a una reina que, porsí misma, ya era suficientemente atra‑yente e interesante. Ciertos investiga‑dores han sugerido que podría tratar‑se de una nieta o bisnieta del rey Ay.Esta teoría viene avalada por el descu‑

brimiento en 1904 dentro de la tumbade Nefertary, por parte del arqueólogoitaliano Schiaparelli, de un pomo defayenza azul, que había estado in‑sertado en un cofre, con el nom‑bre del mencionado faraón Ayinscrito en él.Probablemen‑te, este obje‑

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to estaba en la tumba por ser un re‑cuerdo familiar y porque de esa formala reina honraba a sus antepasados. Aesta línea se sumó en 1999 una teoríamucho más trabajada propuesta por laegiptóloga Teresa Bedman, quien ase‑gura que se trata de una hija de Sethy Iy la ‘Gran Esposa Real’ Ta‑Nedyemy.Según Bedman, muy posiblemente tu‑vieran varios hijos, y entre ellos unaniña que debió nacer en el año 1299a.n.e., portadora de las esencias de larealeza y destinada desde su mismoalumbramiento a ser desposada por elpróximo faraón de Egipto. Esta niñasería ‘la princesa hereditaria’, ‘la ama‑da de Mut’, ‘la que había sido hechabella’, Nefertary. La falta de noticias dela posible madre de Nefertary se debióa que provenía del proscrito mundode Amarna, que tanto Sethy I como

Ramsés II trataron de borrar de la his‑toria de Egipto. Por tanto, Ta‑Ned‑yemy era considerada apta para trans‑mitir la legitimidad real, pero debíaser ocultada su existencia por provenirde un periodo condenado para la His‑toria. Para la misma autora, otro indi‑cio muy claro de la realeza de Nefer‑tary se encuentra en su propia tumba,

en una de cuyas inscripciones se diceque al nacer se le practicó la ceremo‑nia del baño sagrado, cuya significa‑ción ritual y religiosa era muy fuerte.La inscripción reza así: ‘Yo fui purifica‑da el día que nací en los dos inmensos la‑gos que están en Nen‑nesu, el día de lasgrandes ofrendas del pueblo para aquelGran Dios que está allí’. En este senti‑do, Nefertary habría sido casada conRamsés II porque, siendo éste el he‑redero del faraón, su esposa debería

ser también heredera de la legitimi‑dad real y la sangre más pura deEgipto. Nefertary Merit‑en‑Mut, hijade una descendiente de la mítica rei‑na Ahmes‑Nefertary, ostentaba estasdignidades, por lo que se convirtió en‘Gran Esposa Real’ y ‘Esposa delDios’ del sucesor de Sethy I. Esto pue‑de ser cierto, porque, como vamos a

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LAS HIJAS DE NEFERTARY, HIJAS-ESPOSAS DE RAMSÉS IIOtra de las muestras de la enorme importancia de Nefertary Merit-en-Mut, es el hecho de que su esposocontrajese a su vez matrimonio con al menos una de las hijas que había tenido con esta reina, y posible-mente con dos. Las elegidas fueron Merit-Amon, que heredó varios de los títulos de su madre en el sacer-docio de Min, y Nebet-Tauy, de quien, sin embargo, se duda si fue hija de Nefertary o de Isis-Nefert.

Pintura mural con escena de aseode una reina del Imperio Nuevo

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Nefertary habríasido casada conRamsés II ya que laesposa de éste de-bía ser, como él, he-redera de la legitimi-dad real

Nefertary

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La tumba de la reina Nefertary es la más hermosa, espléndida y cuidada de cuantas componenel Valle de las Reinas, lo que demuestra la categoría que la soberana alcanzó en vida. Los relie-ves pintados en las paredes están muy bien conservados y se acompañan de textos esporádi-cos, pero precisos, donde se narran la llegada de Nefertary al reino de los muertos, su regene-ración metafórica en el mismo y su conversión en una divinidad solar. Parece una metáfora delproceso de divinización del que había sido protagonista o, incluso, la culminación del mismo enuna auténtica apoteosis

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LA TUMBA DE NEFERTARY, UN PRODIGIO ARTÍSTICO

Detalle de las pinturas murales de la tumba de Nefertary Vista interior de una de las galerías de la tumba real

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Protagonistas

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ver, aunque la gran reina Nefertaryno era la primera esposa de Ram‑sés, que se llamaba Isis‑Nefert,sí alcanzó mayor importanciaque ésta, sobre todo en el ám‑bito sagrado.

Efectivamente, ambasmujeres eran ya esposasde Ramsés cuando éste reci‑bió la corona de las Dos Tie‑rras, pero, desde el primermomento, parece que las pre‑ferencias del rey se inclinaronde forma muy notoria haciaNefertary. Por eso la colmó detítulos y homenajes, que hizograbar en numerosísimasinscripciones civiles y reli‑giosas, elevando los mo‑numentos dedicados asu esposa hasta cotasespectaculares, e in‑cluyéndola siempreen una posición muydestacada dentro desus propias construc‑ciones. De hecho, Ne‑fertary fue represen‑tada en gran parte de

los monumentos junto a su esposo, loque nos muestra la importancia deesta reina para Ramsés II. Es posible

que quedase muy tempranamente li‑gada a cultos de fertilidad, asocia‑dos al dios fálico Min, jugando unpapel destacado en sus rituales. Envarias representaciones apareceejecutando una danza propiciato‑ria delante de la estatua de un toroblanco, que representaba a la men‑cionada divinidad, y en Luxortambién se muestra en posicionesdestacadas dentro de ritos referen‑tes al mismo dios. Esto abunda to‑

davía más en la teoría de la des‑cendencia de Nefertary del

faraón Ay, ya que éste teníauna gran vinculación condicho culto, llegando aostentar el título de GranSacerdote del dios Min.Lo anteriormente cita‑do es solamente el pri‑mer paso de un proce‑so de divinización quecontrasta fuertementecon los honores que leeran entregados a la

EL JUEGO DE AJEDREZ o el senet,eran juegos de mesa muy aprecia-

dos en la corte faraónica, comoatestiguan varias pinturas murales

de las tumbas reales. En esta obra,sir Lawrence Alma-Tadema idealizauna escena cotidiana principesca.

Abajo, sarcófago de Nefertary,Museo de El Cairo

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RAMSÉS IIen un relieve policro-mado posiblemente

procedente deAbydos, y actualmen-

te conservado en elMuseo de Arte de

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otra esposa real temprana de Ramsés,Isis‑Nefert. No es que ésta tuviese unavida mediocre ni ausente, todo lo con‑trario, pero es cierto que los mayorestítulos recibidos por ella eran de índo‑le política y, en cualquier caso, inferio‑res a los que estaba aglutinando Ne‑fertary. Y es que ‘la bien amada’ delrey, como se la designa en algunas ins‑cripciones, era objeto de una elevaciónsagrada en vida, mediante la asimila‑ción de su persona a dos importantesdiosas egipcias: por un lado Mut y porel otro Hat‑Hor.

La ascendencia de Nefertary llegóa ser extrema, realizando incluso la‑bores diplomáticas con los hititas. Esconocido que estableció correspon‑dencia con la reina de Hatti, Paduje‑pa, durante el periodo de paz hitita.Aún así, cuando falleció no había al‑canzado la cima de su poder, y suproceso de divinización no habríaconcluido, como vuelve a señalar Te‑resa Bedman. Fallecida seguramenteantes del año 25 del reinado de Ram‑sés II, la mayor muestra del amor queeste gobernante le profesaba se en‑cuentra en el speos de Abu Simbel,donde aparece divinizada acompa‑ñando al dios‑soberano, y en el quese la designa invariablemente como‘la gran favorita’, ‘amada del rey’ o‘dulce en amor’. En la fachada del

templo, Nefertary está representadaen dos estatuas del mismo tamañoque las cuatro que representan al fa‑raón, lo que nos indica la importan‑cia de la reina. A la entrada hay unainscripción que detalla claramente enhonor de quien fue levantado el spe‑os: ‘Una obra perteneciente a la eternidadpara la Gran Esposa Nefertary, amada deMut, por amor de quien brilla el sol’. Sedesconoce si el templo se abrió cuan‑do aún vivía la reina, pero sí sabemosque aún no había sido divinizadaporque en los muros no aparece labarca sagrada que lleve a la Nefer‑tary divina, ni ningún pedestal parallevarla en procesión. Finalmente, laenorme importancia de Nefertaryestá plasmada en otra construcción:su tumba en el Valle de las Reinas,que pasa por ser la más lujosa e im‑presionante de todas las del lugar.Desafortunadamente, cuando el ita‑liano Ernesto Schiaparelli la encontróya había sido saqueada con anteriori‑dad, por lo que sólo se pudieron en‑contrar algunos objetos del ajuar de lareina. Incluso la momia había desapa‑recido y sólo las rodillas fueron en‑contradas. Aún así, el descubrimientofue de primera magnitud y la bellezadel monumento compensaba la faltade objetos de valor ausentes tras el sa‑queo mencionado.

NefertaryA.

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ADRIÁN LÓPEZ

LA BATALLA DE QADESHen una estela conmemorati-va ideada por Ramsés II paramostrarse ante el pueblocomo un dios invencible,Templo Mayor de Abu Simbel.Abajo, estatua de Nefertaryen el templo erigido en suhonor en Abu Simbel

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El yacimiento arqueológico de Los Casares seencuentra situado en el noreste de la provinciaguadalajareña, en la sierra conocida como delDucado. Para llegar a él hemos de acercarnosal pueblo de Riba de Saelices y, desde allí, des-plazarnos unos tres kilómetros hasta el monteMirón o Pedriza del Mirón, que es el verdaderotopónimo del lugar. Una atalaya en lo alto delcerro es el hito que nos dirige al lugar exacto, unmonte que esconde en sus laderas una de lasmás amplias secuencias culturales del interiorpeninsular.

Su ocupación de manera continuada ha de-jado testimonio en forma de grabados paleolí-ticos en la cueva que danombre al en-clave arqueo-lógico, en lospocos muroscristianos delsiglo XIII, en

su uso como parada guerrillera durante la inva-sión francesa, de redil de ganado después ycomo yacimiento visitable en la actualidad.Ello nos permite asegurar que, prácticamente,el lugar nunca ha sido abandonado.

Bajo la torre islámica, que tuvo una altura dediez metros y sirve de guía al visitante, se en-cuentra la cueva que fue ocupada ya en épo-ca musteriense y que ofrece unos excepciona-les grabados distribuidos a lo largo de sus dos-cientos sesenta y cuatro metros de longitud.

Descubierta en 1928 por el maes-tro de Riba, Rufo Ramírez, y por suhermano Claudio, fue Juan Cabréquién la dio a conocer a la co-

munidad científica en

PATRIMONIO DE CASTILLA LA MANCHA

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1934, momento en el que comenzó a ser obje-to de las visitas de los más reputados estudiososdel arte prehistórico. No era para menos, porsus paredes se despliegan caballos, ciervos,cabras, uros, renos, bisontes, mamuts y todauna larga relación de animales. Pero también,motivos antropomorfos en abundancia que re-presentan parejas copulando, hombres zambu-lléndose en el agua o danzando, una venus deanchas caderas, etc. El conjunto ha recibidomuchas interpretaciones, siendo las más recu-rrentes aquellas que destacan su relación conrituales propiciatorios de la fecundidad y de laalimentación.

En sus ascensos a la cueva, Cabré hizo notarla presencia de materiales islámicos en la lade-ra, que confirmaban lo que la torre ya apunta-ba: la presencia islámica en el lugar desde almenos los últimos años del siglo IX. Es lo quecertifican las excavaciones que de manera sis-temática se desarrollan aquí desde el año1998, sacando a la luz un poblado islámicoque se despliega por la ladera aterrazada conel fin de salvar el fuerte desnivel. Pero no sólose aterrazó, la roca también fue retallada conel fin de hacer del suelo irregular un perfectoacomodo para las edificaciones. Es lo que ocu-rre en la parte más alta de la excavación, don-de una paridera moderna arrasó la edificaciónmusulmana con el fin de aprovechar sus mate-riales, aunque, gracias a los rebajes, podemosadivinar la planta de la construcción.

Cerca de esta estructura, se encuentra otramucho más completa, según sus excavadores‘casas monocelulares’. De amplia representa-ción por la Península y el norte africano, en nues-tro caso presenta un gran patio rectangular deunos ciento cincuenta metros cuadrados, conuna estancia de sesenta. Esta última estuvo do-tada de una cubierta vegetal, como muestran elmachón central y las huellas de los pies dere-chos en los que se apoyaron. Tras su construc-ción, seguramente en el siglo X, se modificó sudistribución al trazar dos muros que arrancabandel machón y dividían la estancia por la mitad.

Al sureste de esta estructura se encuentraotra, más interesante si cabe debido a su com-plejidad y extensión pero de difícil interpretaciónante las modificaciones sufridas. En este caso,

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cinco estancias se abren a un gran patio centralde planta cuadrada. Los muros, al igual que enel resto del poblado, son de piedras irregularestrabadas con barro que arrancan desde la rocay que pudieron estar forradas de pizarra, pero lascubiertas eran de teja dispuestas a un agua en elsentido de la ladera, con el fin de facilitar la eva-cuación. Los suelos recibieron una capa de gre-da que enmascaraba la irregularidad del terre-no, y sobre ésta se disponía otra de arcilla queuna vez apelmazada proporcionaba una superfi-cie lisa, cómoda e impermeable. No obstante,una estancia está empedrada, por lo que se leha supuesto un uso distinto, quizás de almacena-je. En épocas posteriores, a partir de finales delsiglo X, sufre continuas reformas reutilizándoseelementos como molinos y quicialeras, variando

el acceso y distribución o recibiendo un enlosa-do y construyendo un horno. Ya en el siglo XIII fuerealizada una atarjea en cuyo extremo se locali-zó un tesorillo de Alfonso X.

El conjunto excavado se completa con lo quese ha supuesto un área fabril, limitada en su ladonorte por una calle enlosada, compuesta por es-tancias escalonadas para salvar el fuerte desni-vel que supone una caída de siete metros enveinte de longitud. La función artesanal de lasestructuras se deduce de la existencia de un de-pósito que surte de agua a numerosas canaliza-ciones a través de, al menos, dos piletas. A favorde este uso apunta también la inexistencia decubierta en las estructuras originales, la apari-ción de abundantes escorias de fundición, vasi-jas de almacenamiento y utensilios de uso agrí-

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cola y artesano. La función concreta de la zonaaún es una incógnita, pero es indudable su rela-ción con un uso agropecuario.

Es de destacar que la Consejería de Cultura,Turismo y Artesanía de la Junta de Comunidadesde Castilla-La Mancha tiene en marcha un pro-yecto de conservación y puesta en valor del ya-cimiento, a cargo de un equipo interdisciplinar.Actualmente se está desarrollando una evalua-ción del estado de la caverna a través de unsistema de sensores que controlan de formaconstante las incidencias de las visitas, el cualse activa mediante un conjunto de paneles so-lares, lo que supone una novedad a nivel inter-nacional dentro de los estudios de este tipo, ysitúa a Castilla-La Mancha en la vanguardia dela investigación y conservación de cavidadescon arte rupestre. Estos estudios han generadouna primera regulación del flujo de visitas,cuya viabilidad está siendo actualmente valo-rada. Hasta el momento se han completado losestudios previstos sobre los insectos, los quiróp-teros, la geomorfología y los materiales proce-dentes de las antiguas excavaciones. Y se hanrealizado propuestas igualmente sobre la con-servación y musealización, tanto de la cavernacomo del poblado hispano-musulmán, que es-tán siendo examinadas por los servicios técni-cos de Patrimonio de la citada Consejería decara a su futura aplicación.

En resumen, se trata de uno de los pocos ya-cimientos islámicos visitables del interior penin-sular, que además se complementa con mues-tras excepcionales de arte paleolítico, en unentorno poco alterado; por ello, resulta una vi-sita obligada para amantes de la historia y delarte en general.

DIRECCIÓN:Poblado hispano-musulmán de Los Casares.3 Km. al norte de Riba de Saelices.19441 - Riba de Saelices (Guadalajara).

HORARIOS DE VISITA:Entrada gratuita.Grupos reducidos12 visitantes/día (6 mañana y 6 tarde)

CONTACTO:Telf.: 949 304006 - 680 221516

datos de interés

PATRIMONIO DE CASTILLA LA MANCHA

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Memoria material

MEMORIA · número 16 · Marzo de 2009

El pilum –pila en plural– era una de las armas básicas dela panoplia de los legionarios romanos y, en cierto sentido,contribuyó a definir la imagen que de ellos se tenía en sutiempo. Consistía en una punta de hierro de sección pira‑midal, de unos 5 a 10 centímetros de longitud, unida a unavarilla que se prolongaba enmás de medio metro. El ex‑tremo de esta pieza queda‑ría fijado, mediante un sis‑tema de pasadores, a unmango de madera demetro y medio. Laparte posterior tam‑bién podía estarrematada porun cono me‑tálico o ‘re‑

gatón’, cuyo fin era proporcionar mayor estabilidad alarma. La producción de pila, sobre todo a partir de que Ma‑rio abriese el ejército a los proletarios, se hacía en serie, aba‑ratándose así los costes de un arma que era tan perecederacomo las flechas, y cuya producción no cesaba durante losdesplazamientos de las legiones y las campañas.

Esta jabalina estaba ideada tanto para ser arrojada comopara clavar en el combate cuerpo a cuerpo. En la actualidad,se han realizado experimentos para determinar las capaci‑dades funcionales de los pila, constatándose que resultabanefectivos a unos 30 metros como máximo, aunque segura‑mente se lanzarían a mucha menos distancia. Una vez queel pilum golpeaba en el suelo, un escudo, una coraza o en elcuerpo de un adversario, el peso del mango de madera ha‑cía que el finísimo vástago de metal se doblase o separase,quedando el dardo inutilizable y evitando, por tanto, su re‑aprovechamiento por el enemigo. Además, la estrecha y

larga punta de hierro favorecía la penetración del pilumen el cuerpo de aquel que recibía el impacto. Solucio‑nes similares, pero mucho menos depuradas, tam‑bién han sido constatadas en yacimientos indígenas.El famoso soliferrum de íberos y celtíberos era unalanza fina y pesada enteramente fabricada en metal;como el pilum, tenía una gran capacidad de penetra‑ción, pero podía ser reaprovechada por el enemigo.

Cada legionario portaba dos pila que arrojabaconsecutivamente antes de desenvainar la espada,gladius. Otra opción era conservar uno de estos dar‑dos para clavarlo con su propio empuje. Lo másprobable es que los legionarios avanzasen en un or‑

den abierto antes de lanzar los pila, para después ce‑rrar filas y formar un muro compacto contra el quechocasen los enemigos. Heredadas después por elejército imperial, su diseño evolucionó a lo largo delos siglos en los que fueron utilizadas, de modo quemientras en la República existían ya una variante li‑gera y otra pesada, cuyas capacidades eran distin‑tas, en el Imperio el sistema de enmangue de los pilase hizo más efectivo y complejo. En esta época tam‑bién se introdujo una pieza esférica que, ensartada

por el mango, aumentaba el peso total del arma, laequilibraba en vuelo y aumentaba la penetración, pudiendoademás estar decorada.

Las tropas romanas también llevaban lanzas y jabalinas‘convencionales’, pero fueron los pila sus proyectiles másingeniosos, efectivos y característicos. No obstante, estasarmas no eran aptas para la caballería, puesto que comodardo arrojadizo pesaban demasiado para llevarlas cómo‑damente a caballo, y como lanza sólo podían usarse unavez. Muy importante fue una variante de mayores propor‑ciones ideada para ser utilizada mediante máquinas: lospila catapultaria. SANTIAGO D. DOMÍNGUEZ

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Memoria de las palabras

MEMORIA · número 16 · Marzo de 2009

Publio Ovidio Nasón nació en la ciudad deSulmo, en el Abruzzo italiano, el 20 de mar‑

zo del año 43 a.n.e. Desde niño destacó entre elresto de los infantes por su innata y sorpren‑dente facilidad para la poesía, con la que ameni‑zaba las veladas pasadas en el seno de su aco‑modada familia. Su padre pretendió en un pri‑mer momento encaminarlo hacia la retórica y lapolítica, por lo que lo envió a Roma para que es‑tudiara junto a los mejores; sin embargo, unavez en la Urbs, el joven Ovidio comenzó a co‑brar popularidad leyendo en público sus poe‑mas, cargados en estaépoca de sentimientosamorosos y de un evi‑dente erotismo. Si‑guiendo a los elegíacos,en muchas de sus com‑posiciones enreda unahistoria sentimentalcuya protagonista, lla‑mada Corinna, repre‑senta a todas las muje‑res con las que el autortuvo algún tipo deaventura amorosa. Eneste primer libro de ele‑gías, Amores, Ovidio sedesmarca de sus fuen‑tes de inspiración ante‑riores introduciendo lanovedad de la burla libertina y la procacidad ensus bellísimos versos.

La culminación de su irresistible sentido có‑mico y de su sinceridad en temas amatorios seproduce en otra de sus obras, el Ars amandi, quejunto a las Metamorphoseis se han convertido enlas grandes referencias literarias del autor. En elArte de amar, Ovidio consiguió escandalizar a lagente más pudorosa con sus peregrinos conse‑jos a los hombres sobre cómo seducir a una mu‑jer, y a las mujeres para conservar a su lado alhombre. Basándose en su propia experienciapersonal, Ovidio destina su obra a un públicoculto, como demuestran las alusiones a perso‑najes y desenlaces mitológicos que inserta demanera magistral en un discurso fuertemente

cargado de exposiciones doctrinales. Sin em‑bargo, las muchachas susceptibles de ser sedu‑cidas siguiendo los consejos del libro no son, enningún caso, respetables matronas romanas,sino más bien mujeres de baja extracción social.

El dominio del verso en este libro y su lo‑cuaz elegancia lo convirtieron en fuente deinspiración y de recursos para pintar la pa‑sión amorosa en la Edad Media, encontrán‑dose ejemplares del libro en la mayoría delas incipientes universidades medievales yen los scriptoria de los monasterios. Esto su‑

pone una aparentecontradicción con lamoral imperante enla época, en la quecomienza a vislum‑brarse el modelo‘mariano’ como idealde pureza y recatofemenino, enfrentán‑dose a los comporta‑mientos ciertamentetrasgresores de lamoral estoica y cris‑tiana reflejados en elArs amandi de Ovi‑dio. Quizá esto que‑dara solventado porel hecho de que elautor, como él mis‑

mo refleja en su texto, nunca alude a relacio‑nes prohibidas por el Derecho romano: ‘Yocantaré un amor que no tiene nada que temer yunos escarceos permitidos. No habrá ningún de‑lito que reprochar a mis versos’.

En cualquier caso, debemos quedarnoscon las palabras de un Ovidio que, recor‑dando su infancia, afirmó que ‘todo lo que in‑tentaba decir, resultaba verso’, y deleitarnoscon el dominio de la retórica aplicado a lapoesía que desarrolló en sus obras, así comocon la sutil y magistralmente expresada pa‑rodia que hace en el Ars amandi de todas lasanteriores enseñanzas amatorias de propó‑sitos serios y elevados, acercando a Venus atodos los mortales. SANDRA CORREAS

‘Resulta más agradable un placer desconocido, cualquiercosa novedosa cautiva los corazones más que lo propio’

A.M

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El western es un género cinematográ‑fico en el que resulta difícil establecer los

límites entre la realidad y la ficción. Cuan‑do el espectador se enfrenta a uno de estos

films, generalmente lo hace con la convicción deque se trata de una época mitificada, y acepta que

los sucesos son totalmente ficticios. Sin embargo, al‑gunas películas reproducen o se basan en hechos que

acontecieron realmente. Probablemente, el mejor ejem‑plo lo encontremos en el archiconocido tiroteo del O.K.

Corral, en el que la familia Earp, con el mítico Wyatt al fren‑te, acompañada por Doc Holiday, se enfrentó al clan de los

Clanton, secundados por los hermanos Mc Laury y Billy Clai‑borne. Este hecho ha dado lugar a un ingente número de pelícu‑

las, entre las que destaca con luz propia Pasión de los fuertes (MyDarling Clementine), dirigida en 1946 por el genio Jonh Ford. El director americano construyó unaobra maestra llena de lirismo, con un extraordinario desarrollo de los personajes, en la que sobresa‑len Henry Fonda en el papel de Wyatt Earp, Victor Mature como Doc y un impresionante Walter Bren‑nan, uno de los más grandes actores de la historia aunque nunca tuviera un papel protagonista, en lapiel de un malvado y frío Ike Clanton, el cabecilla del clan rival de los Earp. El planteamiento de lapelícula es claro: los Earp representan la honradez y la integridad, con el contrapunto del borracho, ju‑gador y tuberculoso Doc Holiday, que a pesar de todo conserva sus principios intactos y se redime consu apoyo al sheriff y sus hermanos, y los Clanton son retratados como unos villanos sin escrúpulos alos que hay que detener para que no sigan llevando a cabo más fechorías. A partir de aquí, el film ca‑mina hacia el final inevitable, el sangriento enfrentamiento entre ambos bandos.

Sin embargo, la forma en que Ford aborda el relato cinematográfico de la historia no tiene muchos ele‑mentos concordantes con lo que verdaderamente ocurrió sobre las 14:30 del 26 de octubre de 1881, en lalocalidad de Tombstone, Arizona. En realidad, el tiroteo en cuestión duró sólo 30 segundos en los que, alparecer, se realizaron 30 disparos, y ni siquiera tuvo lugar en el O.K. Corral, sino en una calle muy cerca‑na. No se sabe a ciencia cierta qué lo provocó, aunque parece que había un trasfondo de conflicto econó‑

mico e incluso político. También se desconoce quién disparó pri‑mero, y las versiones difieren según los testigos que relaten loshechos. Parece probado que Billy Clanton iba desarmado y queintentó que el tiroteo no comenzara, pero no pudo evitarlo. Tras larefriega, el propio Billy y Tom y Frank Mc Laury resultaron muer‑tos, Virgil y Morgan Earp, junto con Doc Holliday, fueron heridos–en el film de Ford, éste último muere– y Wyatt, Ike y Claibornesalieron ilesos. Earp no era el sheriff de Tombstone, sólo un de‑puty marshall a las órdenes del auténtico sheriff, Johnny Behan, yla Clementine de la película ni siquiera existió. LUCIO MOCHALES

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Sobre estas líneas, retrato en ferrotipo de Henry Mc Carthy, tambiénconocido como William H. Bonney o ‘Billy el Niño’

‘Entre la realidad y la leyenda, impri-me la leyenda’.

John Ford

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MEMORIA · número 16 · Marzo de 2009 103

Pese a lo aparatoso de la imagen que nos ocupa y por suerte para viajeros y transeúntes, nohubo que lamentar víctimas en este espectacular accidente de ferrocarril acontecido en Har‑court Station, Dublín (Irlanda).

La mañana del 14 de febrero de 1900, el tren que cubría el trayecto Enniscorthy‑Dublín no sedetuvo donde se suponía que debía hacerlo, sino unos cuantos metros más allá, exactamentedonde, momentos antes, había un muro de piedra separando la calle Hatch de la propia estación.

Descrito lo anterior, podría pensar el lector que esta imagen no tiene valor fuera de lo quevisualmente narra, pero la singular historia que hay tras ella, es la que nos ha hecho elegirlapara este número: una mezcla entre realidad y leyenda digna del mismísimo James Joyce.

El ineludible progreso dio lugar a que los ingenieros que diseñaron el trazado de esta líneatuvieran a bien hacerlo atravesando un bosque, conocido por ser aquel donde la tradición ir‑landesa decía que habitaban las hadas. Siendo así y movidos por la superstición, el respeto yla pasión por su folklore, los maquinistas irlandeses de este trayecto decidieron que siempretocarían el silbato antes de llegar al citado bosque, con el fin de avisar a cuantas criaturas má‑gicas pudieran habitarlo. Cuando aquella mañana del 14 de febrero, los más veteranos pre‑guntaron al joven maquinista accidentado si había hecho lo propio para avisar a las hadas, ésteadmitió apesadumbrado haberlo olvidado, lo que convirtió este suceso en un capítulo más dela leyenda del bosque encantado. IÑAKI MARTÍNEZ

El olvidado saludo a las hadas

Memoria fotográfica

A.M

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Memoria del porvenir

DOSSIER

*MEMORIA se encontrará en todos los puntos de venta a partir del uno de abril

Y ADEMÁS...

RELIGIONES MISTÉRICASLOS CULTOS QUE ANTECEDIERON AL CRISTIANISMO

EN ABRIL*VOLVEMOS A RECUPERAR LAMEMORIA

A.M

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A.M.

JUAN

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A.M

.PONCIO PILATOSEL JUEZ DE LA PASIÓN

MEMORIA · número 16 · Marzo de 2009104

LA SÍNDONEEL POLÉMICO SUDARIO DE CRISTO

ARTE

MARÍA MAGDALENAEVOLUCIÓN ICONOGRÁFICA DE UN MITO

La necesidad humana de trascender los límites de la vida condujo al hombre a refugiarse encreencias escatológicas, que se han mantenido a través del cristianismo hasta la actuali-

dad. Antes de que Cristo resucitase, la iniciación en diversos misterios permitía a los fielessuperar el miedo a la inevitable muerte

sumario avance:Trazos.qxd 20/02/2009 21:00 Página 104