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    TEN

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    Consejo editorial 4

    Presentación 5

    Trabajo social 7

    Un análisis del concepto de empoderamientoen la prác ca del trabajo socialGuillermina Garza Treviño 8

    Algunas consideraciones sobre el interaccionismo simbólico en la metodología cualita va y el trabajo socialMartha Arredondo VelázquezJosé Ricardo González Alcalá 19

    Valores y É ca Profesional: nuevos retos para el trabajo social ante la modernidadMartha Le cia Cabello GarzaMaría Eugenia Lobo Hinojosa 30

    Grupos vulnerables 38

    Violencia hacia las mujeres: el caso de San Nicolás de los Garza, Nuevo LeónMaría Francisca García Ramos María Margarita Ramírez GonzálezHortencia Margarita Sánchez GuerreroReina Hernández Hernández 39

    Factores psicosociales que determinan la ideación suicida en estudiantes de nivel medio superior de una ins tución educa va del área metropolitana de MonterreyTabita Balderas Rodríguez 50

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    Adulto mayor, desarrollo humano y empo libre. El caso del proyecto: Creación de un espacio para uso recrea vo, lúdico y depor vo por parte del adulto mayor en su empo libre, implementado en el Centro de

    Seguridad Social núm. 4, del Ins tuto Mexicano del Seguro Social, en el municipio de Sabinas Hidalgo, Nuevo LeónRubén Javier Rodríguez Mar nezJosé Ricardo González Alcalá 61

    Desarrollo urbano 69

    Etapas del proceso de autoconstrucción de vivienda en comunidades de escasos recursos: Una refl exión en torno a la importancia de estudiar la relación que guarda el “ empo libre” ( empo laboral residual) con los ingresos de las familias, el tamaño de éstas y los costos de construcción y mantenimiento de la viviendaJosé Ricardo González Alcalá 70

    Estudio de caso de pobladores de una comunidad periférica en situación de Vulnerabilidad Hortencia Margarita Sánchez Guerrero María Margarita Ramírez GonzálezMaría Teresa Obregón Morales 80

    Educación media y superior 89

    El pentagrama de Ginger y la tutoríaMiguel Ángel Iglesias Cantú 90

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    Perfi l é co-académico de estudiantes de nivel superior: Refl exión del docente a par r de la experiencia co diana en el aula J. Jesús Pérez López Rebeca Guerra Orona Juan Manuel Gu érrez Rodríguez 100

    La percepción de los estudiantes respecto de la Educación Media Superior Emmanuel Díaz del Ángel José B. García Horta 111

    Criterios editoriales 126

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    CON

    SEJO

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    TORI

    ALUniversidad Autónoma de Nuevo León

    Dr. Jesús Ancer Rodríguez Rector

    Ing. Rogelio G. Garza Rivera Secretario General

    Dr. Ubaldo Or z Méndez Secretario Académico

    Lic. Rogelio Villarreal Elizondo Secretario de Extensión y Cultura

    Dr. Celso José Garza Acuña Director de Publicaciones

    Mtra. María Teresa Obregón Morales Directora de la Facultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano

    Dr. José Ricardo González Alcalá Editor Responsable

    Dr. José Manuel Rangel Esquivel Coordinador del Consejo Editorial

    Dra. Martha Le cia Cabello GarzaMtra. María Eugenia Lobo HinojosaDr. José Baltasar García HortaDr. José Ricardo González AlcaláDr. David de Jesús Reyes Dr. José Manuel Rangel EsquivelConsejo editorial

    Claudio M. Tamez GarzaDiseño

    Realidades Revista de la Facultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano Universidad Autónoma de Nuevo León. Año 2, Nº 1, Mayo 2012 – Octubre - 2012. Fecha de publicación: 30 de Mayo de 2012. Revista semestral, editada y publicada por la Universidad Autónoma de Nuevo León, a través de la Facultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano. Domicilio de la publicación: Facultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano, Avenida Universidad s/n, Ciudad Universitaria, San Nicolás de los Garza, Nuevo León, México, C.P. 66451. Teléfonos y Fax: + 52 81 83521309. + 52 81 83529511. +52 81 83769177. Impresa por: ICNSA, S.A. de C. V. Escobedo No. 340 Norte, Centro, C.P. 64000, Monterrey, Nuevo León, México. Fecha de terminación de impresión: 30 de Mayo de 2012, Tiraje: 500 ejemplares. Distribuido por: Universidad Autónoma de Nuevo León, a través de la Facultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano, Avenida Universidad s/n, Ciudad Universitaria, San Nicolás de los Garza, Nuevo León, México, C.P. 66451.Número de reserva de derechos al uso exclusivo del tulo Realidades Revista de la Facultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano Universidad Autónoma de Nuevo León otorgada por el Ins tuto Nacional del Derecho de Autor: 04 – 2011 – 101411253100 - 102. Número de cer fi cado de licitud de tulo y contenido: 15436, concedido ante la Comisión Califi cadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. ISSN: 2007-3100. Registro de marca ante el Ins tuto Mexicano de la Propiedad Industrial en trámite.

    Las opiniones y contenidos expresados en los ar culos son responsabilidad exclusiva de los autores.

    Prohibida su reproducción total o parcial, en cualquier forma o medio, del contenido editorial de este número.

    Impreso en MéxicoTodos los derechos reservados © Copyright 2011

    [email protected]

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    Presentación

    R ealidades se complace en presentar a la consideración de la co-munidad académica su segundo número. En él, nuestros lectores encontrarán interesantes ar culos de contenido social, rela vos a diversas áreas del conocimiento y provenientes del trabajo refl exivo, del acercamiento metodológico y de la puesta en prác ca de diversos pro-yectos desplegados por académicos universitarios. Además, nos es grato comunicar a nuestros colaboradores que los trámites de registro enca-minados a otorgar a REALIDADES vigencia internacional han felizmente concluido; consecuentemente, las contribuciones que aparezcan a par r de esta edición contarán con el número internacional normalizado de pu-blicaciones (ISSN, por sus siglas en inglés). El contenido del presente número se divide en cuatro apartados: Tra-bajo social, Grupos vulnerables, Vivienda y desarrollo urbano, y Educación media y superior. En la primera parte, la ac vidad refl exiva de las y los docentes par cipa con tres interesantes colaboraciones, todas ellas tomando como objeto de estudio a la profesión del trabajo social. Tres aspectos fundamenta-les son tratados aquí: un análisis del concepto de empoderamiento para aplicarse en la prác ca profesional; una propuesta teórico-metodológica para el análisis de la realidad donde se llevará a cabo dicha prác ca; y las consideraciones é cas que ésta, en todos los casos, debe tomar siempre en cuenta. Tres reportes, dos de inves gación y uno de proyecto social, rela vos a grupos vulnerables, se agregan a la lista de contribuciones en el segundo apartado. Los primeros abordan dos problemá cas en las que la violencia es el tema central; uno da a conocer la situación que guarda la violencia ejercida sobre la mujer en un municipio par cular, y el otro informa sobre las condiciones que dan lugar a la ideación suicida en adolescentes. El

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    tercer reporte resume el proceso y los resultados de la puesta en prác ca de un proyecto social que crea un espacio sico y una estructura organiza-cional des nados a implementar programas recrea vos a favor del adulto mayor. Es conocido que el desarrollo urbano genera problemá cas y nece-sidades sociales específi cas. Por ello es que, en el tercer rubro de este número, el interés de los colaboradores se centró en dos aspectos par -culares: una propuesta de inves gación que analice y determine el papel que ciertas variables crí cas juegan en el proceso de autoconstrucción de vivienda de escasos recursos en el ámbito de la urbanización popular; y un reporte prediagnós co sobre la problemá ca social de una comunidad ubicada en la periferia de una ciudad en rápido crecimiento. Hurgar bajo la lente del método cien fi co en materia de educación media y superior es tarea fundamental y co diana de maestras y maes-tros universitario(a)s. Presentamos por ello tres trabajos relacionados con el tema en la cuarta parte: un caso de aplicación del pentagrama de Gin-ger que ilustra la u lidad diagnós ca de éste en la prác ca de la tutoría a estudiantes; una refl exión en torno del perfi l é co-académico del estu-diante a par r de la experiencia docente co diana en el aula; y un reporte sobre la percepción del estudiante de educación media superior rela va a diversos aspectos del proceso educa vo. Esperamos que los 11 estudios referidos sean de interés y u lidad para los y las profesore(a)s involucrado(a)s en los temas ahí tratados, y, en ge-neral, para estudiantes y demás público que busca adentrarse en el que-hacer académico. Es así como el cuerpo editorial y colaboradores de REALIDADES pone a disposición de académicos y público interesado la temá ca que conforma el contenido de este su segundo número, seguros de que con nuamos contribuyendo así a la discusión y al debate de los temas y problemas que el desarrollo social y humano reclama sean objeto de refl exión, abordaje metodológico y diseño de modelos de intervención. Igualmente, editor y Consejo Editorial reiteramos ahora lo ofrecido en el primer número: “To-dos los estudios de la realidad social realizados a través de la mirada inqui-si va y refl exión profunda de las maestras y los maestros universitario(a)s merecen ser conocidos. REALIDADES abre a todos ellos sus páginas”.

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    Trabajo social

    El concepto deempoderamiento

    en la práctica

    Conveniencia delenfoque metodológico

    cualitativo

    La ética en laintervención

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    cia; capacidad de introspección frente alterna vas; capacidad de hacer conexiones entre causas y efectos, entre otros

    Palabras clave: Empoderamiento, Trabajo Social, Intervención

    Introducción

    México es un país que experimenta en la actualidad profundas y com-plejas transiciones. Por su magni-tud e importancia, aquéllas se han conver do en grandes desa os en todos los ámbitos del desarrollo humano, económico, polí co y so-cial. En este contexto, se inserta, confi gura y desarrolla la educa-ción y la prác ca del trabajo social, cuyo reto es actualizar, permanen-temente, formas de intervención que respondan a las realidades y demandas de la sociedad. Pensar en trabajo social implica aceptar el desa o de buscar nue-vos rumbos en la prác ca profesio-nal, apuntando a la construcción de alterna vas de acción acordes a

    Resumen

    E n el presente ar culo, la au-tora explora y describe la perspec va desde el trabajo social del signifi cado y alcance del concepto empoderar. Analiza la in-terconexión del empoderamiento con otros aspectos relevantes del trabajo social como son: el diseño de estrategias de intervención, el enfoque de procesos aplicado al empoderamiento y la visión par -cipa va en trabajo social. Examina, también, la clasifi cación de estra-tegias para empoderar de Miley: ac vación de recursos; creación de alianzas; y expansión de oportuni-dades. Igualmente revisa las cuatro grandes categorías de habilidades básicas propuestas por Rose para empoderar:contextualización, em-poderamiento, colec vidad y Pro-moción. Concluye describiendo los aspectos fundamentales del enfo-que de Hepworth sobre fortalezas: búsqueda de ayuda por parte del cliente; búsqueda de independen-

    Un análisis del concepto de em-poderamiento en la práctica

    del trabajo socialGuillermina Garza Treviño

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    las circunstancias sociales prevale-cientes para responder a las nece-sidades cambiantes de la sociedad. El trabajo social es una profesión global que se prac ca en más de 144 países (IASSW, 2002). Esta pre-sencia mundial, propiciada por las nuevas tecnologías de comunica-ción, ha permi do el intercambio de ideas, técnicas, teorías, expe-riencias e inves gación que están enriqueciendo el bagaje de conoci-mientos y habilidades. Asimismo, como señalan Bradford, Morales & Malcolm (2010) el amplio rango de necesidades humanas con las cua-les el trabajador social se enfren-ta, el extenso alcance de servicios que deben proveer y la diversidad de población que ellos a enden, apunta hacia la necesidad de con-tar con una versa lidad de estrate-gias de intervención que les permi-tan seleccionar aquella o aquellas que sean más efec vas para lo que se proponen. En este sen do, este trabajo se propone analizar la literatura sobre un concepto rela vamente novedoso para el trabajo social: ‘empoderar’, como una estrate-gia de intervención dentro de su prác ca profesional, ofreciendo una visión general de las diversas interpretaciones y enfoques que han sido desarrollados y que re-presenta el paradigma de cambio

    más importante desde el modelo basado en problemas. Esto cons- tuye un fascinante camino para

    ver a los clientes del trabajo social y sus circunstancias, caracterizados por una posi va y op mista visión y que al ser confrontados por los acontecimientos de su vida pueden permi rse sen rse efec vos, com-petentes y capaces de tener poder y control sobre sus vidas. El concepto de ‘empoderar’ toma fuerza en el contexto social y polí co desde la década de los no-venta del siglo XX. En dicho periodo se incrementó la búsqueda de en-foques y estrategias más efi caces para la prác ca del trabajo social profesional a fi n de que, tanto en lo individual como en lo colec vo, la población fuera protagonista de su propio desarrollo. Dentro del Modelo Generalista, DuBois & Miley (2007) sos enen que el concepto de ‘empoderar’ es incorporado dentro de las fun-ciones del trabajo social como un proceso que incluye el trabajo de pares; determina el propósito de la relación; considera alterna vas; construye un plan e implementa la acción; iden fi ca fortalezas; anali-za recursos personales; dis ngue soluciones; crea alianzas; amplía oportunidades; reconoce e inte-gra logros; y evalúa los esfuerzos que impulsen el cambio y posibili-

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    ten que éste se convierta en mo-tor para el desarrollo del país, así como que los trabajadores sociales sean capaces de intervenir en los diferentes programas sociales des- nados a transformar y mejorar las

    condiciones de vida de los usua-rios.

    Explorando y describiendo la pers-pec va de empoderar en trabajo social. Signifi cado y alcances

    El concepto de ‘empoderar’ es re-la vamente nuevo para el trabajo social en nuestro país, sin embargo, puede afi rmarse que la naturaleza de las prác cas de empoderar en-cuentra vínculos importantes con los fundamentos de nuestra profe-sión, como la acción transformado-ra y los métodos concien zadores. En los úl mos años, tal concepto ha tenido una gran aceptación en las propuestas de diversos acto-res sociales públicos y privados relacionadas con los programas y proyectos sociales, en donde em-poderar se vuelve un proceso de cambio (Page, & Czuba, 1999; Lo-rente, 2003). La palabra empoderar proviene del verbo en inglés empower, aso-ciado a la idea de que una persona ejerce poder. Semán camente pa-rece implicar que quienes enen poder pueden darlo a los que no

    lo enen. Bobadilla Diaz & Flores Zavaleta,(2002) señalan que es un error suponer que el poder es algo que se da. Lo que sí se puede dar es poder de decisión a través de un contexto favorable. En el fondo, se trata de que los que carecen de po-der tengan las condiciones básicas para poder empezar a empoderar-se y asegurar la existencia de espa-cios de empoderamiento. Los términos castellanos que mejor expresan este concepto son: autofortalecimiento, control; auto-poder; confi anza en sí mismo; po-der de decisión; vivir dignamente de acuerdo con valores; capacidad para luchar por derechos; indepen-dencia; tomar decisiones de mane-ra autónoma, entre otros (Bobadi-lla, Diaz & Flores Zavaleta, 2002). Empoderar es un constructo que comparten otras disciplinas como desarrollo de comunidad, psicología, educación, economía, estudios de movimientos sociales y organizaciones. Se refi ere a un es-tado mental que incluye elementos subje vos de percepción así como elementos obje vos de recursos de poder dentro de las estructuras sociales. Empoderamiento enton-ces se convierte en un medio —es-trategia—, pero también en un fi n —obje vo— para lograr cambios sustanciales en la calidad de vida en las dis ntas aéreas de acción

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    pública y privada. De esta manera, toda la población atendida indivi-dualmente, en grupos o en comu-nidad, puede aprovechar mejor las oportunidades u opciones que se les presenten. Wilson (1996) señaló reciente-mente que inves gadores, organi-zaciones, polí cos y empleadores reconocen que el cambio indivi-dual es un prerrequisito para los cambios sociales; para esto es ne-cesario (Bobadilla & Flores, 2001) luchar contra la cultura de la exclu-sión, creando condiciones para que los propios individuos puedan aspi-rar a desarrollar plenamente sus potencialidades, así como trabajar en soluciones crea vas y reales mediante un proceso de empode-ramiento mutuo y en cascada que se vería refl ejado en el bienestar colec vo. La noción de empoderar se construye en trabajo social sobre varias perspec vas. Siguiendo a al-gunos autores, podemos iden fi car cómo es entendida con referencia a personas, grupos y comunidades (Adams, 2003, Lee, 1994, Hepwor-th, Rooney & Larsen, 2002). Para Rowlands (1997), existen tres dimensiones de empodera-miento: dimensión personal como desarrollo del sen do del yo, de la confi anza y la capacidad individual; dimensión de las relaciones próxi-

    mas como capacidad de negociar e infl uir en la naturaleza de las rela-ciones y la toma de decisiones; y la dimensión colec va que se refi ere a un grupo, comunidad u organiza-ción cuya acción está basada en la cooperación. Cuando los obje vos son comunes, la acción colec va se fortalece y se ene más capacidad de par cipar y defender sus dere-chos. Por otra parte, Hepworth, Roo-ney & Larsen (2002) defi nen empo-derar como la acción de habilitar a las personas, grupos y/o comuni-dades a desarrollar la capacidad de interactuar con el medio ambiente que les permita encontrar respues-ta a sus necesidades, contribuyen-do así a su bienestar, además de dar sa sfacción a su vida. En literatura reciente, empode-rar es un término defi nido como un proceso mul dimensional y social que ayuda a la gente a ganar con-trol sobre su vida. Es un proceso que nutre de poder a las personas para ser usado en sus comunidades y en la sociedad en asuntos que consideran importantes. Es mul -facé co, pues es donde clientes y trabajadores sociales pueden ge-nerar soluciones en la dinámica de cada situación. Lo anterior se complementa con el aporte de Zimmerman (2000a, 2000b), quien señala que el em-

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    poderamiento involucra un incre-mento de la capacidad individual para obtener mayor autonomía y autosufi ciencia que propicia que personas o grupos incrementen su poder, esto es, que accedan al uso y control de los recursos materia-les y simbólicos, ganen infl uencia y par cipen en el cambio social, lo cual incluye también un proce-so mediante el que las personas tomen conciencia de sus propios derechos, capacidades e intereses y de cómo estos se relacionan con los intereses de otras personas con el fi n de par cipar desde una posi-ción más solida en la toma de de-cisiones y estar en condiciones de infl uir en ellas. Por su parte, la idea de Payne, (1997) sobre empoderar en traba-jo social se traduce en ayudar a los clientes a ganar poder de decisión y acción sobre sus vidas, reducien-do efectos sociales o bloqueos personales, ejercitando el poder, incrementando el desarrollo de ca-pacidades y confi anza en sí mismos y transfi riendo el poder desde su medio ambiente a los clientes. De nuevo está presente aquí la idea de un proceso ac vo desen-cadenado por un acontecimiento perturbador y cómo las capacida-des de las personas y grupos res-ponden con el obje vo de par -cipar, negociar, infl uir y controlar

    aspectos que afectan su bienestar (Bobadilla Diaz & Flores Zavaleta, 2002). Para DuBois & Miley (2007) es un concepto complejo, pues si bien es fácil de entender, resulta di cil de defi nir y presenta una amplia variedad de interpretaciones de acuerdo a la disciplina de que se trate. Entendido el empodera-miento en esta lógica, es conve-niente, según el campo en que se prac que, precisar su propósito y establecer de manera clara sus ob-je vos. En relación con el trabajo social, es un proceso colabora vo entre los profesionales y los clien-tes para lograr el acceso a recursos y oportunidades, empoderando a los segundos para que se perciban capaces de realizar los cambios que requieren. Adams, (2003) defi ne empode-rar como el signifi cado por el cual individuos, grupos y comunida-des se vuelven capaces de tomar el control de sus circunstancias y lograr sus propias metas y ser ca-paces de ayudarse a sí mismos y a otros para mejorar la calidad de su vida. Bobadilla Diaz & Flores Zavale-ta (2002) explican que el enfoque de empoderamiento puede enten-derse como poder para y poder desde. Poder para consiste en la capacidad que enen las personas

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    para realizar cosas; se refi ere al de-sarrollo de conocimientos, habili-dades y ac tudes para aprovechar las oportunidades que se presen-ten: se trata de que las personas se conviertan en protagonistas de su propio desarrollo. Poder desde está relacionado con las dimensiones psicosociales de las personas, es decir, que se sientan con la segu-ridad de asumir su propio des no enfrentando retos y desa os que les imponen las circunstancias del diario vivir; alude a los sen mien-tos, al sen do del yo, la capacidad individual y al nivel de autoes ma, elementos que permiten deshacer los efectos de dominación interior como modelo mental, el cual limita el desarrollo de las personas para controlar sus propias vidas. Empo-derar a las personas puede resultar en un aumento de su autoridad y su poder sobre los recursos y las decisiones que afectan su vida, de manera que puedan escoger y ac-tuar sobre las circunstancias socia-les, económicas y polí cas que los afectan.

    Empoderar: un concepto de inter-conexiones Falck (1988) afi rma que bajo el principio de constante conexión, los componentes del todo están

    permanentemente ligados por una necesidad, función y prerrequisitos de sobrevivencia. Esto hace una noción de poder. En la literatura, el término empoderar es di cil de encontrarlo como un concepto in-dependiente, ya que generalmente se encuentra ligado a otros como: par cipación, defensa, fortalezas, compar endo información, com-promiso, etcétera. Para comprender el concepto de empoderar de una manera más dinámica, podemos considerarlo un proceso en esencia ac vo que desencadena acciones que exigen una preparación, una disposición y una dedicación refl exiva de los problemas y cues ones que surgen en la vida co diana. Este concepto se puede entender desde cuatro ángulos complementarios de inter-conexión: estrategias para empo-derar, empoderar como proceso, empoderar y par cipación y empo-derar y fortalezas.

    Estrategias para empoderar

    Miley, et al (2004) proporcionan una de las más comprensivas cla-sifi caciones de estrategias para empoderar y las dividen en tres categorías: ac vación de recursos; creación de alianzas; y expansión de oportunidades. Para cada una

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    de estas categorías existe una va-riedad de técnicas que pueden ser u lizadas para lograr las metas pro-puestas para empoderar:

    — La ac vación de recursos: implementar el plan de ac-ción. Es mular la par cipa-ción, desarrollar poder pro-moviendo el liderazgo, hacer valer los privilegios de los clientes y reconocer las di-ferentes opciones. Perspec- vas de cambio ofreciendo

    retroalimentación, exami-nando el comportamiento con respecto a las metas, considerando nuevos cami-nos de hacer las cosas. Ad-ministrando recursos: enla-zando clientes con recursos, localizando recursos, maxi-mizando los derechos de los clientes e implementando asuntos sobre la jus cia so-cial y enseñando y compar- endo información y expe-

    riencia profesional.— Creación de alianzas: los au-

    tores señalan la importancia del trabajador social como facilitador y creador de alianzas para los clientes. La fortaleza de estas alianzas se puede lograr mejorando las

    relaciones y el mutuo enten-dimiento para formar redes de relaciones como grupo de alianzas con clientes, redes de apoyo, redes de apoyo profesional y otros.

    — Expandiendo oportunida-des: a fi n de abrir oportu-nidades para personas que quieren ser empoderadas, se refi ere a la creación de nuevos recursos para los clientes con vistas a enrique-cer su funcionamiento social a través de programas como el cuidado de la salud, edu-ca vos, capacitación técnica, derechos humanos, trabajo y otros cambios de acuerdo a las necesidades personales y en la comunidad.

    Empoderar como proceso

    Según Lee (1994), la expresión de empoderar habla de un proceso donde los trabajadores sociales se comprometen a un conjunto de ac- vidades con el cliente para iden- fi car obstáculos de poder que

    contribuyen al problema, así como también al desarrollo e implemen-tación de estrategias específi cas que apuntan a su reducción y que obstaculizan su desarrollo.

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    Por otra parte, para Rose (1990) empoderar es un proceso donde los trabajadores sociales apoyan a los clientes a iden fi car el amplio ran-go de posibilidades con los cuales pudieran enfrentar sus necesida-des. El trabajo se centra en ayudar a los clientes a tomar decisiones que afectan sus vidas. Estos auto-res coinciden en la importancia de reducir obstáculos para el desarro-llo, el primero implementando es-trategias y el segundo, ampliando posibilidades para reducirlas. Basar el empoderamiento en criterios evoca un pensamiento es-tructurado y ésta es la propuesta de Lord & Hutchison (1993), quie-nes dividen el proceso en cinco fa-ses:

    — A par r de un acontecimien-to perturbador aparece un problema producto de una pregunta di cil, de un esta-do de duda, algo que pro-voca incomodidad por una situación que no se atendió.

    — Evaluación de la situación para defi nir el objeto de sus preocupaciones.

    — Búsqueda de explicaciones o de soluciones con el fi n de reducir el sen miento de incomodidad que se experi-menta.

    — Concepción de diferentes perspec vas para que surjan formas de pensar y de actuar que convengan en dicha si-tuación.

    — Resolución de la situación —comodidad interna—, in-tegración de ideas y sen -mientos contradictorios; es entonces que se empieza a construir una relación clien-te-trabajador social con base en ac tudes y capacidades apropiadas y un uso efec vo de habilidades interpersona-les que puedan infl uir para lograr los propósitos profe-sionales. El ejercicio de estas ac tudes y capacidades po-sibilita el empoderamiento a par r de una posi va contri-bución de trabajo colabora -vo en donde el pensamiento refl exivo, la capacidad de ra-zonamiento y la hones dad intelectual se orientan hacia la solución del problema.

    Enfoque par cipa vo

    Cro & Beresford (1994) argu-mentan que el valor del enfoque par cipa vo consiste en que las personas desean y enen el dere-cho a ser incluidos en la toma de decisiones y acciones que las afec-

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    tan. Su inclusión refl eja los retos del empoderamiento y hace posi-ble que las personas se hagan car-go de sus propios asuntos, defi nan sus propias necesidades, tomen decisiones adecuadas, desarrollan confi anza en sí mismas, eleven su autoes ma, aumenten sus conoci-mientos y desarrollen habilidades. Rose (1990) defi ne cuatro gran-des categorías de habilidades bási-cas para empoderar:

    — Contextualización: se enfoca sobre la forma como el clien-te en ende su bienestar, en vez de cómo lo asume el trabajador social. Esto per-mite iniciar el dialogo basa-do en la realidad del cliente; en este dialogo, el cliente es capaz de expresar, elaborar y refl exionar sobre sus sen- mientos y comprensión so-

    bre su vida.— Empoderar: la habilidad del

    trabajador social para apo-yar a los clientes a iden fi car un amplio rango de posibili-dades con los cuales puedan resolver sus necesidades. El trabajo se centra en ayudar a los clientes a tomar decisio-nes que no afecten su vida, a mejorar la confi anza en sí mismos, elevar su autoes-

    ma, ser aser vos, ampliar expecta vas y desarrollar habilidades.

    — Colec vidad: se enfoca en reducir sen mientos de soledad y favorecer las re-laciones sociales que incre-menten las capacidades de las personas, grupos, ins -tuciones y/o comunidades a par cipar, negociar, infl uir y controlar aspectos que afec-ten su bienestar.

    — Promover la par cipación tanto en forma personal como en colec vidad.

    Perspec vas sobre fortalezas

    El enfoque sobre las fortalezas y el empoderamiento ha ganado con-siderablemente importancia en las úl mas dos décadas (Coweger, 1994). Una orientación hacia las fortalezas contrasta con la inclina-ción al enfoque sobre defi ciencias y desadaptaciones en el funcio-namiento social (DuBois & Miley, 2007). Las fortalezas varían de persona a persona. Saleebey (2001) obser-va que son capacidades, recursos y caracterís cas atrac vas que algu-nas personas enen. Dicho autor menciona algunas de ellas: apren-dizaje sobre sí mismas, cualidades

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    personales y virtudes, lo que saben del mundo que las rodea, el talen-to, historias de la cultura personal y la tradición popular, incluso el or-gullo. Por otra parte, Hepworth et al (2002) iden fi can un gran número de fortalezas manifestadas por los clientes como: búsqueda de ayuda compar endo problemas con el trabajador social, expresando sus sen mientos de amor y cariño a la familia; búsqueda de independen-cia, tratando de entender las nece-sidades y sen mientos de los otros; capacidad de introspección frente a nuevas alterna vas e interés en los propios cambios con capaci-dad de autocontrol, manifestando capacidad emocional y efec vidad en situaciones de estrés; capacidad de hacer conexiones entre causas y efectos, demostrando habilidad para hacer relaciones cercanas y de considerar alterna vas de acción y necesidades de otros para la solu-ción de problemas, entre otros. La orientación de empoderar es para los trabajadores sociales el camino que hace de las fortalezas la piedra angular de su trabajo y con la que proveen a los clientes de recursos que generan soluciones y aumentan su par cipación en el proceso de trabajo social y ac va su potencial para el cambio (Du-Bois y Miley, 2007).

    Adams (2003) argumenta que fortalezas y empoderamiento no pueden estar separados en la prác- ca; empoderar es una prác ca

    que incluye las fortalezas en una variedad de técnicas usadas por los trabajadores sociales para es mu-lar las fortalezas del cliente y de su medio ambiente. La perspec va de las fortalezas como paradigma de cambio, es-cribe Saleebey (2001) es una sa-lida de la convencional prác ca del trabajo social y signifi ca que todo va orientado a ayudar a descubrir y explorar las fortalezas y recursos de los clientes que les servirán para lograr sus metas, echando abajo sus propias inhibiciones y descon-fi anzas. Por su parte, Rankin (2007) con-sidera que los ar culos sobre espi-ritualidad en las revistas de traba-jo social se han conver do en una tendencia en las úl mas dos déca-das, después de que el concepto de espiritualidad como fuerza había sido rechazado por largo empo. Ahora, señala, hay que reconocer la espiritualidad como una fuente de fortaleza para que las personas enfrenen di ciles retos en su vida. La llave para empoderarse es el nivel de la propia conciencia, escri-ben DuBois & Miley (2007), dejan-do que los clientes par cipen en su propio empoderamiento para

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    iden fi car sus metas y los resulta-dos que desean lograr. El proceso de empoderarse es dinámico, si-nergé co, siempre cambiante y siempre en desarrollo, preparando a las personas a an ciparse a las di-fi cultades futuras. Para DuBois y Miley: Empoderar es el corazón del trabajo social y la jus cia social es el alma.

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    Resumen

    E n el ámbito de las metodolo-gías de la inves gación cien- fi ca en ciencias sociales, el profesional suele indagar sobre el enfoque que mejor se adapte a la disciplina que cul va. En el presen-te ar culo, los autores exponen unas breves consideraciones en torno a algunas caracterís cas de la fenomenología social, el cons-truccionismo social y el interac-cionismo simbólico —presentes también en la metodología cuali-ta va de inves gación social— y la importancia que las mismas enen en el ejercicio profesional del tra-bajo social. Así, se muestra primero una discusión sobre el concepto de metodología, seguida de una expo-sición de los paradigmas de inves- gación en ciencias sociales, resal-

    tando los rasgos más signifi ca vos de la inves gación cualita va Ya dentro de este campo, se esboza la importancia de los enfoques feno-

    menológico y construccionista en su relación con el interaccionismo simbólico, y cómo estas orientacio-nes teórico-sociales contribuyen a generar al conocimiento previa-mente necesario para la interven-ción de la problemá ca social.

    Palabras clave: metodología cua-lita va, fenomenología, construc-cionismo social, interaccionismo simbólico, trabajo social.

    Concepto de metodología

    La metodología en ciencias sociales ene como propósito la construc-

    ción de la evidencia empírica. Para ello, es necesario establecer pre-viamente los fundamentos episte-mológicos del conocimiento social a través de la discusión sobre el papel que en éste juegan los para-digmas de inves gación. Se trata entonces de refl exionar acerca de cómo los valores, el concepto de causalidad y la teoría se relacionan

    Algunas consideraciones sobre el interaccionismo simbólico en la metodología cualitativa y el trabajo

    socialMartha Arredondo Velázquez José Ricardo González Alcalá

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    con los datos empíricos. Para Ruth Sautu, Paula Boniolo, Pablo Dalle y Rodolf Elbert, junto a todo esto, el concepto de metodología toma en cuenta también “el recorte de la realidad, los factores relacionados con la validez del estudio, el uso y el papel de la deducción y la induc-ción, cues ones referidas a la veri-fi cación y falsifi cación, y los conte-nidos y alcances de la explicación e interpretación” (2005: 38). La metodología establece, tam-bién, la lógica interna de la inves- gación; esto permite defi nir dos

    cues ones: los obje vos y pregun-tas de inves gación, por una parte; y las respuestas a las preguntas de inves gación mediante observa-ciones y mediciones, por la otra (Sautu, R. et al, 2005). Tanto la metodología como la teoría corresponden a un paradig-ma determinado, especialmente al que el inves gador elige con base en su orientación profesional. De modo que al adoptar un paradig-ma, el inves gador asume tam-bién ciertos supuestos ontológicos, epistemológicos, axiológicos y me-todológicos que representan la es-tructura que apoyará el desarrollo de la inves gación (Sautu, R. et al 2005).

    Diferencias entre paradigmas

    Ruth Sautu, Paula Boniolo, Pablo Dalle y Rodolf Elbert (2005) redu-cen a dos los paradigmas en cien-cias sociales: el posi vismo y pos-posi vismo, en donde se emplean las metodologías cuan ta vas; y el construc vismo naturalista e inter-preta vo, donde se u lizan las me-todologías cualita vas. Cada uno ene su forma par cular de abor-

    dar la realidad, propiciando con ello una controversia entre ambos que se resuelve al establecer las diferencias y acudir a la ontología, la epistemología y la axiología (Cor-tés, F., A. Escobar y M. González, 2008). Ontológicamente, el posi vis-mo supone que existe una realidad, mientras que el construc vismo es pula la existencia de realidades construidas y múl ples. La episte-mología, en el posi vismo, declara la independencia de sujeto y obje-to, en tanto que el construc vismo postula la interdependencia del su-jeto y el objeto. La axiología ene a la inves gación posi vista libre de valores, y al inves gador construc- vista, guiado por éstos (Cortés, F.,

    A. Escobar y M. González, 2008). En el posi vismo, el empo y el espacio no limitan la generali-zación de los resultados de la in-ves gación, en tanto que el cons-

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    truc vismo reduce la repercusión del conocimiento obtenido a los límites de la realidad concreta es-tudiada. La relación causa-efecto —sea que se presente simultánea o sucesivamente— es una carac-terís ca esencial de los resultados cien fi cos del enfoque posi vista; por su parte, el construc vismo no establece tal relación. Desde el punto de vista de la lógica, el posi -vismo desarrolla una secuencia ar-gumenta va que va de lo general a lo par cular; en tanto que el cons-truc vismo argumenta exactamen-te en sen do contrario (Cortés, F., A. Escobar y M. González, 2008). Lo anterior ilustra que tanto el enfoque posi vista como el cons-truc vista contribuyen al desarro-llo de la inves gación cien fi co-so-cial, aunque cada uno de diferente modo. Como lo han adver do de empo atrás varios autores (King,

    G., R. Keohane y S. Verba, 1994; Winter, G., 1998), la inves gación social es una ac vidad que se des-envuelve de diversas formas para llegar al mismo fi n: el conocimien-to de lo social. Sin embargo, la mul- plicidad de esas formas y la espe-

    cifi cidad de cada una enriquecen el cúmulo de alterna vas de entre las cuales el profesional inves gador elige la más adecuada a su queha-cer. De ahí que, sin rechazar cual-quiera otra forma de acercamiento

    a la realidad, la profesión del traba-jo social opta, en algunas áreas de su intervención, por los enfoques fenomenológico, construc vista —o construccionista— e interac-cionista.

    La inves gación cualita va

    Para Enrique de la Garza Toledo, “las ciencias sociales del siglo XXI se dirigen a profundizar en las re-laciones entre estructuras, subje -vidades y acciones, especialmente hacia el extenso, complejo y hete-rogéneo campo de la subje vidad, entendida como proceso social de dar sen dos” (2001: 34). Esto es consecuencia del cambio de vi-siones del mundo que se vuelven sobre las teorías y epistemologías y que enen relación con la globa-lización y el neoliberalismo. Estas nuevas concepciones confrontan a las actuales teorías sobre el discur-so, convir éndolas en una nueva teoría social que intenta dar res-puestas en un campo que quedó relegado frente al peso del estruc-turalismo y el posi vismo (Delga-do, 1995)1. Este campo es el de la subje vidad, de tal suerte que se recuperan, en términos nuevos, la hermenéu ca, la fenomenología

    1 Citado por Enrique de la Garza Toledo (2001).

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    la etnometodología y el interaccio-nismo simbólico (Delgado, 1995)2. Toma fuerza de este modo la pers-pec va cualita va de la inves ga-ción social. Los estudios cualita vos son tan an guos como la historia escrita; sin embargo, el estudio sociológico de 1855 de Frederick LePlay sobre familias y comunidades europeas, a través de la observación par -cipante, es un referente de este quehacer, así como los estudios an-tropológicos de Boas en 1911 y de Malinowsky en 1932. En la sociolo-gía norteamericana, el empleo de métodos cualita vos se divulgó pri-mero en los estudios de la Escuela de Chicago, de 1910 a 1940; du-rante este lapso, los inves gadores produjeron detallados estudios de observación par cipante sobre la vida urbana (Taylor, S. y R. Bogdan, 1996). La inves gación cualita va par-te de lo concreto y sigue un curso induc vo en el cauce de un diseño fl exible, tomando al escenario y a las personas holís camente. El in-ves gador es sensible a la infl uen-cia que ejerce sobre los sujetos del estudio e interactúa con éstos de manera natural, de modo que su presencia en el escenario de la in-

    2 Citado por Enrique de la Garza Toledo (2001).

    ves gación ya no es intrusiva. Así, la comprensión de los comporta-mientos personales se enriquece en el marco de referencia de los sujetos. El inves gador cualita vo debe entonces tomar distancia de sí mismo, es decir, alejar sus pro-pias creencias, perspec vas y pre-disposiciones. De todo lo anterior surge la consideración de que los métodos cualita vos son humanis-tas (Taylor, S. y R. Bogdan, 1996)

    La hermenéu ca

    La hermenéu ca es una concep-ción acerca de la realidad y el co-nocimiento, tal como lo son el marxismo, el estructuralismo o el posi vismo, y ene su punto de apoyo en la comprensión del signi-fi cado, en par cular la experiencia como signifi ca va; ésta es, llevada al detalle, el elemento central que caracteriza metodológicamente al enfoque cualita vo. La herme-néu ca explica cómo se generan socialmente y cómo se acumulan los signifi cados que pueden anali-zarse a nivel individual o en el so-cial (Bordieu, P., 1991)3, y está pre-sente siempre, de alguna manera, en todas las formas cualita vas de acercamiento a la realidad; en par-

    3 Citado por Enrique de la Garza Toledo (2001).

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    cular, las que a con nuación des-tacamos.

    La fenomenología

    El paradigma predominante en la inves gación cualita va es el en-foque fenomenológico, porque su preocupación está centrada en la comprensión de la conducta hu-mana. Es en la fi loso a del conoci-miento donde aparece la opción fenomenológica como medio de comprensión de la realidad. En ella, Edmund Husserl postula la idea de que la experiencia no es un ser in-dependiente del actor, sino que es algo intencional, inherente a éste; es decir, al aproximarse el sujeto a los objetos, éstos cobran sen do en la experiencia de aquél. La per-cepción de los objetos por el sujeto se da en el contexto de experien-cias y conocimientos adquiridos; Husserl llama a esto “apercepción” (Campbell, T., 1992). “Toda con-ciencia, es por tanto, conciencia de un objeto y, por consiguiente, parte de una construcción del indi-viduo que dirige su atención hacia los objetos de su conciencia” (Cam-pbell, T., 1992). Pero es Alfred Schutz el que lle-va a la ciencia social la concepción husserliana del conocimiento. Así, Schutz toma de Husserl el concep-

    to de ‘reducción fenomenológica’, consistente en alejar de la concien-cia cualquier explicación previa o preconcepción para experimentar el fenómeno al desnudo. El pro-pósito del análisis es encontrar los elementos esenciales de la expe-riencia de lo social, que no es otra cosa que la experiencia de y con los otros. Cuando interactuamos con los demás tomamos concien-cia de la intencionalidad presente en tal interacción (Campbell, T., 1992). De este modo, Shutz piensa que podemos “trazar las raíces de los problemas de las ciencias socia-les retrotrayéndonos directamente a los hechos fundamentales de la vida consciente”4. Como lo mencionan Steven J. Taylor y Robert Bodgan, la inves -gación fenomenológica “es la que quiere entender los fenómenos sociales desde la propia perspec -va del actor” (1996: 16), y permite, además, construir conocimiento acerca del mundo y de la vida co -diana. La fenomenología centra su atención en la experiencia personal vivida del sujeto o de los sujetos, escudriñando, a través de ésta, el ser de los fenómenos sociales, al-canzando la comprensión de los mismos a través de la aplicación de diversas técnicas (Taylor, S. y R.

    4 Citado por Tom Campbell, 1992.

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    Bogdan, 1996). La fenomenología “considera que los seres humanos están vinculados con su mundo y pone énfasis en su experiencia vi-vida, la que aparece en el contexto de las relaciones con objetos, per-sonas, sucesos” (Álvarez-Gayou, J., 2003: 86). Para Steven J. Taylor y Robert Bogdan, la perspec va fenomeno-lógica en las ciencias sociales se relaciona con diversos marcos teó-ricos y corrientes de pensamiento, reduciéndose a dos enfoques prin-cipales: el interaccionismo simbóli-co y la etnometodología. Por otra parte, Peter Berger y Thomas Luck-man, como veremos, derivan de la fenomenología su teoría construc-cionista social. Dado el propósito par cular del presente ar culo, dejamos de lado la etnometodolo-gía y presentamos los pormenores básicos del construccionismo social y del interaccionismo simbólico.

    El construccionismo Suele considerarse al construc vis-mo —par cularmente en el campo de la educación— como una noción psicológica y al construccionismo como un concepto sociológico. En el fondo, ambas perspec vas cen-tran su atención en el proceso por el cual las personas construyen sus visiones del mundo y el ser propio

    de cada quien en la vida social. Es en dicha coincidencia que vamos a enfocar la exposición de este apar-tado, prefi riendo u lizar el término ‘construccionismo social’. La teoría del construccionismo social es desarrollada por Peter L. Berger y Thomas Luckmann en su libro La construcción social de la realidad. Dichos autores derivan sus ideas de las concepciones fe-nomenológicas de Husserl y Shutz. Así, afi rman que el conocimiento, cualquiera que éste sea, siempre en el marco del sen do común, es producto de las interacciones so-ciales. Las percepciones que sobre la realidad ene cada persona se relacionan entre sí, desencadenan-do un proceso de mutuo entendi-miento que desemboca en el cono-cimiento común de la realidad. En palabras de los propios autores:

    La realidad social de la vida co- diana es pues aprehendida en

    un con nuum de pifi caciones que se vuelven progresivamen-te anónimas a medida que se alejan del “aquí y ahora” de la situación “cara a cara”. En un polo del con nuum están esos otros con quienes me trato a menudo e interactúo intensa-mente en situaciones cara a cara, mi “círculo ín mo”, diría-mos. En el otro polo hay abstrac-

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    ciones sumamente anónimas, que por su misma naturaleza nunca pueden ser accesibles en la interacción “cara a cara”. La estructura social es la suma total de estas pifi caciones y de las pautas recurrentes de inte-racción establecidas por inter-medio de ellas. En ese carácter, la estructura social es un ele-mento esencial de la realidad de la vida co diana (Berger, P. y T. Luckman, 1968: 46).

    El interaccionismo simbólico

    El interaccionismo simbólico fue desarrollado por los sociólogos norteamericanos George Herbert Mead (1863-1931) y Charles Hor-ton Cooley (1864-1924) a principios del siglo XX, y fue retomado por Herbert Blumer (1938-1969), Er-ving Goff man (1959-1967), Howard Becker (1936-1984) y otros. Para Miguel Mar nez Miguélez, (s/f), el interaccionismo simbólico es una de las orientaciones me-todológicas que comparten las ideas básicas del proceso herme-néu co o interpreta vo. Trata de comprender el proceso de asigna-ción de símbolos con signifi cado al lenguaje hablado o escrito y al comportamiento en la interacción social. La ideología fundamental del interaccionismo simbólico, tanto teoré ca como metodológi-

    ca, fue estructurada por Herbert Blumer (1954, 1966, 1969) con su amplia infl uencia a través de la docencia en las universidades de Chicago y Berkeley (Mar nez, M, s/f). El interaccionismo simbólico es una ciencia interpreta va, una teoría psicológica y social que tra-ta de representar y comprender el proceso de creación y asignación de signifi cados al mundo de la realidad vivida, esto es, a la com-prensión de actores par culares en lugares par culares, en situa-ciones par culares y en empos par culares (Schwandt, 1994)5. Se da aquí una gran similitud con el signifi cado que Weber y Dilthey dan al término Verstehen —com-prensión—. (Migueles, s/f). Herbet Blumer6 establece los requerimientos de los métodos de inves gación del interaccionismo simbólico:

    Desde el punto de vista me-todológico o de inves gación, el estudio de la acción debe hacerse desde la posición del actor. Puesto que la acción es elaborada por el actor con lo que él percibe, interpreta y juz-ga, uno ene que ver la situa-

    5 Citado por Miguel Mar nez Miguelez, s/f6 Citado por Robin Williams, 1999: 133.

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    ción concreta como el actor la ve, percibir los objetos como el actor los percibe, averiguar sus signifi cados en términos del sig-nifi cado que enen para el ac-tor y seguir la línea de conducta del actor como el actor la orga-niza: en una palabra, uno ene que asumir el rol del actor y ver este mundo desde su punto de vista.

    El enfoque metodológico del inte-raccionismo simbólico se apoya en tres premisas básicas:

    — Los seres humanos actúan en relación con los objetos del mundo sico y de otros seres de su ambiente sobre la base de los signifi cados que éstos enen para ellos.

    — Estos signifi cados se de-rivan o brotan de la inte-racción social —co-municación entendida en sen do amplio— que se da en medio de los individuos. La comunicación es simbó-lica, ya que nos comunica-mos por medio del lenguaje y otros símbolos; es más, al comunicarnos creamos o producimos símbolos signi-fi ca vos.

    — Estos signifi cados se esta-blecen y modifi can por me-

    dio de un proceso interpre-ta vo: el actor selecciona, modera, suspende, reagru-pa y transforma los signifi -cados a la luz de la situación en que se encuentra y la di-rección de su acción (…), los signifi cados son usados y revisados como instrumen-tos para la guía y formación de la acción (Blumer, 1969: 2-5)7.

    Estas premisas representan la idea central del interaccionismo simbó-lico y encajan dentro de la perspec- va fenomenológica.

    Juan Luis Álvarez-Gayou (2003), siguiendo a Blumer (1969), presen-ta tres elementos metodológicos crí cos, esenciales al interaccionis-mo simbólico:

    — El primer elemento es asu-mir que el único medio de conocer a los seres humanos y a los grupos para detectar sus interacciones es la inves- gación naturalista, que im-

    plica estar en el lugar donde se presentan las interaccio-nes y donde se encuentran los grupos (Álvarez- Gayou, 2003: 70).

    7 Citado por Robin Williams, 1999: 133.

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    — La exploración, considerada como el acercamiento inicial a cualquier realidad que se estudia y que se desconoce en un principio. El propósito de la exploración, que emi-nentemente es una etapa fl exible, consiste en contar con un punto de par da para llegar a la comprensión cla-ra de un problema, detectar los datos adecuados, iden- fi car las líneas de relación

    importantes y, en términos generales, lograr que las he-rramientas conceptuales del inves gador evolucionen a la luz de lo que se va cono-ciendo de la parte estudiada (Álvarez- Gayou, J., 2003: 71).

    — La inspección, que apunta hacia un desarrollo teórico y hacia desentrañar las re-laciones y precisar los con-ceptos (…) es un examen del contenido empírico, acer-cándose al material desde diferentes ángulos, formu-lándose muchas preguntas sobre él y regresando a la nueva valoración que surja a par r de tales preguntas (Ál-varez- Gayou, J., 2003: 71).

    Como se ve, las premisas y los ele-mentos mencionados vinculan al

    interaccionismo simbólico con las caracterís cas cons tu vas de la inves gación cualita va.

    El trabajo social

    Ahora bien, por lo que al trabajo social se refi ere, es claro que la ac- vidad que esta profesión realiza

    requiere de un enfoque metodoló-gico que le permita abordar la rea-lidad, tanto para el conocimiento y comprensión de ésta, en un primer momento, como para su posterior intervención. A este respecto, Natalio Kisner-man, uno de los autores clásicos del trabajo social en América La- na, acorde con las tendencias de

    cambios de paradigmas en la in-ves gación social, expone que al fi nal de la década de los ochentas se reafi rma la crisis del posi vismo, del funcionalismo y del neoposi -vismo, dado que entonces “la so-ciedad en equilibrio ya no exis a” (1998: 113), y agrega que la crisis se agudizó por la controversia entre los que exigen las leyes cien fi cas y las explicaciones obje vas funda-das en datos cuan ta vos, por un lado; y los que buscan el sen do o signifi cación de los hechos sociales a par r de la acción humana, por el otro. Esta úl ma alterna va ha ido cobrando relevancia dentro del ejercicio del trabajo social. Una

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    disciplina avanza, dice Kisnerman, “cuando abandona las teorías tra-dicionales y trasciende mediante la refl exión crí ca y la acción crea va, construyendo nuevas teorías y rea-lizando nuevas prác cas, acordes al empo en que le toca desarrollar su quehacer. Esta operación es lo que lleva a resituar el trabajo social en una nueva época” (1998: 117). Esta nueva época del trabajo so-cial, según Kisnerman, está repre-sentada en el construc vismo, el cual responde a las necesidades y obje vos del trabajo social, porque

    cons tuye un enfoque trans-diciplinario en el que dialogan pluralmente la psicología social de Gergen; la sociología feno-menológica de Schutz, Berger y Luckmann; el interaccionis-mo simbólico de Mead. Esta postura surge de la necesidad de comprender el sen do de la acción social en el contexto del mundo de la vida, desde la perspec va de los actores, y ar- cula los llamados paradigmas

    cualita vos (1998: 124).

    Conclusión

    El compromiso del trabajo social actual se ubica en el desarrollo de proyectos de inves gación cien -fi co-social tendientes a compren-

    der la realidad problema zada, a la luz de paradigmas acordes con los reclamos epistemológicos de lo concreto y poniendo en juego mé-todos y técnicas acordes a los dos momentos del ejercicio de la profe-sión: el conocimiento y la interven-ción. La metodología cualita va se muestra así como una alterna va viable para este propósito, dado que la misma permite arribar a di-chos momentos: alcanzar el cono-cimiento de los problemas sociales desde la óp ca de los sujetos invo-lucrados y en consecuencia cons-truir, desde la inicia va de éstos, las estrategias de acción surgidas del contacto inmediato entre personas y entre éstas y el contexto en el ámbito de la vida co diana. Como menciona Natalio Kisnerman: uno de los obje vos de la profesión es “la organización de grupos huma-nos para transformar situaciones problema, buscando elevar la cali-dad de vida de la población con la que trabaja” (1998:164).

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    Resumen

    E n este trabajo se realiza una refl exión sobre el papel que juegan la é ca y el código deontológico de la profesión y de los profesionales del trabajo social en su intervención. Se profundiza en los confl ictos de valores que dichos profesionales están abor-dando actualmente en el ejercicio de sus funciones ante los grandes cambios socioeconómicos y los avances de la modernidad, algunos de ellos de orden jurídico como la eutanasia y el aborto. Planteamos aquí la importancia de repensar esos confl ictos de va-lores y realizar cues onamientos en el sen do de cómo garan zar la equidad en un mundo de grandes desigualdades. La época actual, ca-racterizada por profundas transfor-maciones sociales, reclama descu-brir nuevas formas de intervención en la labor del trabajo social; ésta debe integrar valores y competen-cias técnicas.

    Palabras clave: é ca, trabajo so-cial, código deontológico, valores.

    Hoy en día, la prác ca del traba-jo social se ha centrado en hacer frente a las necesidades humanas y desarrollar el potencial humano. El trabajo social ha crecido con idea-les humanitarios y, en general, sus valores se basan en el respeto a la igualdad y a la dignidad de la perso-na. Por otra parte, el bien público promovido por el trabajo social se encuentra regido por dos valores básicos: el respeto a la autonomía del cliente y la promoción del bien-estar social. Según Damián Salcedo Megales (2010), el compromiso del trabajador social se basa en el res-peto a la autonomía de sus clien-tes, y puesto que ésta es parte de la calidad de vida de las personas, el compromiso con el bien público ha de expresar el reconocimiento de estos valores a la hora de ofre-cer sus servicios. Esto implica ofre-cer de manera competente un bien profesional, buscando siempre el acuerdo con los intereses de los

    Valores y ética profesional: nuevos retos para el trabajo social

    ante la modernidadMartha Le cia Cabello Garza María Eugenia Lobo Hinojosa

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    clientes, salvaguardando, además, los intereses de otros miembros de la sociedad con respeto hacia las normas organiza vas existentes. Estos elementos del compromiso con el bien público confi guran y de-terminan los principios y valores de una profesión y conforman su é ca profesional (Bermejo, F., 2002). Los valores son producto de cambios y transformaciones a lo largo de la historia, y surgen con un especial signifi cado y cambian o desaparecen en las dis ntas épo-cas. Es precisamente el signifi cado social que se atribuye a los valo-res uno de los factores que infl uye para diferenciar los considerados tradicionales —aquellos que guia-ron a la sociedad en el pasado, ge-neralmente referidos a costumbres culturales o principios religiosos—, de los modernos que comparten las personas de la sociedad actual (García, B., 2007). Los valores esenciales abraza-dos por los trabajadores sociales son la base del propósito y pers-pec va de la profesión; servicio, jus cia social, dignidad y valor de la persona, importancia de las rela-ciones humanas e integridad, entre otros, deben ser refl ejo del queha-cer profesional (Eroles, C., 1998). Una mirada retrospec va nos remi-te a los principios y valores básicos de Félix P. Biestek (1957), que son

    los que han logrado mayor consen-so en el empo y aunque se han presentado algunos cambios, han estado vigentes por muchos años:

    — La individualización o reco-nocimiento de las caracterís- cas únicas de cada usuario:

    enfocado a visualizar a cada usuario como un ser único e irrepe ble.

    — La expresión explícita de los sen mientos: el trabajador social ene que intentar fa-cilitar que el usuario exprese libremente sus sen mien-tos.

    — La implicación emocional controlada: el trabajador social ha de implicarse en la intervención y en las emo-ciones de los usuarios, pero de forma controlada, de tal modo que no le sobrepasen emocionalmente las situa-ciones ante las que se en-cuentre.

    — La aceptación: supone tratar a los usuarios como son, con sus virtudes y defectos.

    — La ac tud “no enjuiciadora”: el trabajador social no ha de enjuiciar al usuario en sí mis-mo, sino su conducta.

    —La autodeterminación del usuario: implica la obliga-

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    ción del trabajador social de respetar las decisiones que tome el usuario.

    — La confi dencialidad: la obli-gación del trabajador social de mantener confi dencial la información rela va al usua-rio.

    Sin embargo, y ante los grandes cambios socioeconómicos de la modernidad, los valores de respe-to, autonomía o autodetermina-ción de los usuarios han caído en crisis dentro de la prác ca profe-sional; parecería que existen limi-taciones y criterios más racionales y acordes a las nuevas situaciones que han traído los avances cien fi -cos y tecnológicos, algunos de ellos de orden jurídico, como la eutana-sia o el aborto. Por muchos años, hablar de trabajo social era hablar simple-mente de una vocación de servicio y simple ayuda a las personas. No obstante, con el empo se han ido acumulando en el área de lo social nuevos conocimientos cien fi cos, metodológicos y técnicos que nos acercan cada vez más a la realidad. Esto se vuelca hacia la sa sfacción de las necesidades, tanto indivi-duales como de grupos, en un mar-co de acciones más compe vo. Actualmente, y ante la cada vez mayor presencia del trabajo

    social en los ámbitos ins tuciona-les públicos y privados, la acción é ca ha sido mo vo de refl exión y debates, tanto desde la óp ca de la intervención profesional, como desde el análisis de las normas y principios é cos de las propias ins- tuciones (Salcedo, D., 2010). Es

    importante refl exionar, entonces, sobre los confl ictos de valores a los que nos enfrentamos hoy; en par -cular, dentro de las organizaciones sociales, en donde el ejercicio de nuestras funciones profesionales nos enfrenta é camente al deber de denunciar y demostrar que las programaciones y normas ins tu-cionales no siempre responden a las demandas del bien común. Se hace necesario, también, ga-ran zar la equidad en un mundo donde imperan grandes desigual-dades. La profesión del trabajo social ene como obje vo funda-mental, precisamente, la promo-ción del bienestar social a través de diversos medios, de entre los cuales resalta el trabajo social ins -tucional. A este respecto, una veta importante para el comportamien-to é co del profesional dentro de las organizaciones está representa-da por el sen do que ene, para el bienestar social, el entramado bu-rocrá co de las ins tuciones. Como afi rma Begoña García Álvarez, “los profesionales del trabajo social se

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    sienten u lizados por determina-das acciones polí cas que venden su falta de é ca tras la máscara de la transparencia” (2007: 175). La acción de cualquier pro-fesional es mo vo de debates y refl exiones. Cuando se trata de intervenciones profesionales que se desarrollan en los diferentes ámbitos laborales y sociales, el jui-cio sobre el comportamiento é co se torna más sensible y polémico; esto es par cularmente enfá co tratándose del trabajo social, cuyo ejercicio se enfoca hacia las múl -ples y complejas relaciones entre las personas y sus ambientes. Por ello, aquí, los valores profesional-mente plasmados adquieren una dimensión especial: enen la mi-sión de facilitar que todas las per-sonas desarrollen plenamente sus potencialidades, enriquezcan sus vidas y de esta manera se aboquen a la prevención de problemá cas sociales (Eroles, C., 1998). El trabajo social es una profe-sión enfocada a promover el em-poderamiento en las vidas de las personas, familias y comunidades, a fi n de que ellas mismas enfren-ten autónomamente los retos que la problemá ca social levanta a su paso. En el centro de esta labor profesional debe cul varse un sis-tema interconectado de valores, teorías y prác cas, cuyo fi n úl mo

    es el bienestar social. Para lograr lo anterior, la profesión analiza situa-ciones complejas y facilita cambios personales, organiza vos, sociales y culturales (García, B., 2007). En este devenir, el trabajador social se enfrenta a las desigualdades e injus cias, diseñando e implemen-tando estrategias y acciones, u li-zando dis ntos conocimientos, ha-bilidades y técnicas; todos y cada uno de estos aspectos, suscep bles siempre de un juicio é co. Éste, a su vez, cobrará las dimensiones de las crisis, emergencias, problemá- cas personales y situaciones co -

    dianas intervenidas. En su ejercicio profesional, es-pecífi camente cuando intervienen en casos, grupos o comunidades involucrados en situaciones con alguna implicación legal, los tra-bajadores sociales se enfrentan a grandes retos para ayudar a las per-sonas a obtener servicios, recursos, pero sobre todo a estar informados de sus derechos (Eroles, C., 1998). Sus intervenciones abarcan desde los procesos psicosociales focaliza-dos a nivel individual, como son los casos de una ruptura matrimonial o una situación de concubinato; o procesos judiciales sobre derecho a los alimentos del menor; hasta el compromiso con la polí ca, la pla-nifi cación y el desarrollo social, in-cluyendo el asesoramiento, el tra-

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    bajo de casos, el trabajo social con grupos, educación social y el trata-miento o terapia familiar. En este contexto, el trabajo social toma como valor central el respeto a la persona en su dignidad y libertad, defendiendo la aceptación libre por parte del cliente como princi-pio básico del ejercicio profesional. En todos los casos que se pre-sentan en una corte o juzgado, la presencia de un profesional del trabajo social se hace indispensa-ble. Los trabajadores sociales de-ben, en tal ámbito, apoyar y defen-der la integridad de la persona y el bienestar de la misma a nivel sico, psicológico, emocional, social y es-piritual. Esto signifi ca promover el derecho a la par cipación de cada una de las personas, considerar en cada persona todas sus dimensio-nes y verla como parte actora de su propio proceso de vida, sin ninguna dis nción de dignidad, y contribuir a iden fi car y desarrollar cada una de sus fortalezas. En este sen do, la conducta profesional deberá ser empá ca, íntegra y no subordina-da a intereses ajenos, pero, sobre todo, responsable ante los usuarios y las organizaciones donde desa-rrolle su intervención. Los trabajadores sociales e-nen, también, la responsabilidad de promover la jus cia social en relación con la sociedad como un

    todo y con las personas con las que trabajan (Banks, S., 1997). Esto sig-nifi ca reconocer la diversidad de los casos y situaciones en las que se desarrolla su intervención; ser efi caz y equita vo al distribuir y aplicar los recursos con los que se cuenta para la atención del indivi-duo, el grupo o la comunidad que se le encomiende, trabajando bajo el principio de solidaridad. Todo esto además de la obje vidad, in-tegridad, imparcialidad y transpa-rencia que deben regir todas sus acciones. No obstante, en la prác ca dia-ria esas normas y polí cas se en-trelazan en una burocra zación de tareas y ac vidades que, aún sien-do propias de la profesión y sus actuaciones, se ven relegadas a las necesidades priorizadas de la ins -tución u organización para la cual laboran. De esta manera, los crite-rios ins tucionales se sobreponen a los principios y códigos é cos del trabajo social y se convierten en códigos cuan ta vos, donde los números y puntuaciones son el principal valor para la obtención de un determinado recurso. De esta manera, la intervención profesio-nal individualizada se convierte en una situación de confl ictos y dile-mas (Salinas, F., 2003). Hablar de valores es hablar del compromiso con nosotros mismos

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    y con la sociedad, de hacer lo co-rrecto por propia convicción más que por obligación. El código deontológico que se interesa por establecer marcos o criterios acerca de cómo deberían ser las cosas y, por lo tanto, sobre cuáles son los deberes inherentes a una profesión en el ejercicio de sus funciones (García, B., 2007), es lo que ayudará al trabajador social a decidir qué es lo mejor y más adecuado en una situación dada. Pero en la prác ca deontológica profesional no sólo se han de te-ner en cuenta dichos valores, sino también las normas sociales que regulan las relaciones humanas en el contexto donde se actúa. Es en el entorno jurídico-social donde el trabajador social se en-cuentra en muchas ocasiones con dilemas que van desde lo jurídico, social y culturalmente permi do, hasta lo jurídico, social y cultural-mente prohibido. El trabajo social, al tomar como valor primordial el respeto a la persona, considerando su dignidad y libertad, debe buscar en sí mismo la neutralidad, la no ac tud de juicio, evitando la actua-ción estereo pada en su interven-ción, En el marco de la Asamblea Ge-neral de la Federación Internacio-nal de Escuelas de Trabajo Social celebrada en Adelaida, Australia,

    se aprobó un documento deno-minado Ética en Trabajo Social, Declaración de Principios (2004) mediante el cual se animó a los tra-bajadores sociales de todo el mun-do a refl exionar sobre los retos y dilemas de esta profesión y a basar en la é ca sus actuaciones en cada caso concreto. Este documento marca una nueva era para la é ca del trabajo social. En este acuerdo se plasmó la situación de confl icto de intereses en que entran a me-nudo los profesionales, así como los confl ictos entre el deber ser de proteger los intereses de las perso-nas con quienes trabajan, y las de-mandas de efi ciencia y u lidad que les impone la sociedad donde se la-bora. Asimismo, se refl exiona tanto sobre las funciones de ayuda y de control social que ejerce el trabaja-dor social, como sobre el hecho de que los recursos de la sociedad son limitados y, por ello, algunas veces no se cuenta con opciones de ayu-da. El documento aborda también el tema de la di cil cues ón de cómo llegar a un consenso entre lo que se piensa con lo que se siente y se actúa. De acuerdo a Begoña García Álvarez (2007), se puede llegar a afrontar esta serie de problemas con prác cas par culares. Unas son las adapta vas, tal vez las me-nos deseables, mediante las que el

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    trabajador social procura adaptar a las personas a su medio sin ningún po de refl exión crí ca; otras son

    las prác cas educa vas tradiciona-les, en las que el profesional inten-tan cambiar la sociedad a través de una educación “social” con el fi n de superar la marginación y adaptar a los usuarios a sus recursos. Las más deseables serían verdaderas prác- cas educa vas transformadoras

    que se cons tuyen por un traba-jo social que cues ona incluso su propio rol en la sociedad, analiza a la sociedad en una visión global y emplea técnicas par cipa vas en donde se exalta el protagonismo del usuario en el cambio. La época que estamos vivien-do, de profundas transformaciones sociales, reclama descubrir nue-vas formas de intervención como respuesta al reto humanizador de la labor del profesional de trabajo social, que integre valores y compe-tencias técnicas (Salinas, F., 2003). El trabajo social no es sólo tes go de esta crisis cultural y de globali-zación de la economía de mercado o de la emergencia de nuevos para-digmas, sino que forma parte, como protagonista, de la naturaleza de esas transformaciones, y, por ende, el reto consiste en defender la digni-dad humana, así como los derechos civiles y polí cos vinculados con la democracia liberal vigente.

    Ante la magnitud de los proble-mas mundiales, la responsabilidad é ca y moral debe impulsar a to-mar decisiones y soluciones opor-tunas y compa bles con la demo-cracia y el respeto a los derechos humanos. La labor debe pensarse en términos de una globalización mas humana y más solidaria, don-de primen nuevos valores como un amplio sen miento de coopera-ción universal, un compromiso con la jus cia que se consolide en un nuevo “contrato social” (Salinas, F., 2003). La profesión del trabajo social, en términos de valores y é ca pro-fesional, debe despertar la concien-cia de que los problemas derivados de la pobreza mundial afectan a todos los seres humanos, y de que la toma decisiones oportunas y compar das son la base de una autén ca cooperación. Los trabaja-dores sociales deben promover en sí mismos, y en el ser humano en general, impulsos solidarios cada vez más desinteresados y altruis-tas y así inyectar una mayor dosis de humanidad. Esta postura parece ser la alterna va viable de nuestro futuro profesional y el progreso ha-cia una sociedad más sensible a la problemá ca social. Como afi rma Francisco Salinas Ramos: “El ele-mento básico para el progreso hacia una sociedad más madura y sensa-

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    ta es: ‘razonar con otro’ y ‘ponerse en el lugar del otro’, ‘sen r con...’ y ‘pensar con’... entender el sen do común, despertar, consolidar, difun-dir la conciencia de la necesidad de la solidaridad” (2003: 80).

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    Grupos vulnerables

    Violencia sobre la mujer: Situación en un municipio

    La ideación suicida en adolescentes

    Un proyecto social para el adulto mayor

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    Resumen

    E ste ar culo da a conocer los pormenores, resultados y recomendaciones rela vos a un estudio realizado por la Fa-cultad de Trabajo Social de la Uni-versidad Autónoma de Nuevo León (UANL) sobre la violencia que en-frentan algunas mujeres, el cual se apoyó en una muestra de residen-tes en el municipio de San Nicolás de los Garza, Nuevo León. Se apli-caron mil 320 encuestas a mujeres distribuidas en rangos de edad a par r de los 15 años en adelante. Se muestran los aspectos sociode-mográfi cos de las encuestadas, su estructura familiar, condición de salud y pos de violencia; asimis-mo, se formulan estrategias de in-tervención para ser propuestas a las autoridades correspondientes.

    Palabras clave: Maltrato, violencia, mujeres.

    Introducción

    A lo largo de la historia de México, y del mundo en general, una de las conductas que ha sobrevivido a muchos cambios históricos es, sin lugar a dudas, el maltrato conyugal de los hombres contra las mujeres (García, A., 2008). Este problema social se había considerado del or-den individual y exclusivo del con-texto familiar, y en algunos casos era minimizado y jus fi cado. A nivel mundial, instancias como la Organización de las Nacio-nes Unidas (1994) reconocen que la violencia hacia las mujeres es una clara manifestación de las re-laciones de poder de desigualdad entre hombres y mujeres, además de representar un fenómeno que ha conducido a la dominación, dis-criminación y obstaculización del desarrollo de las mujeres. En el Informe de la Cuar