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Hip hop bonaerense Los raperos de Fuerte Apache que se rescataron con la música. Mundo galguero Un día en las carreras de los perros más veloces. La pastillita La primera generación de chicos medicados. + Bayly Cucurto Moda Autos Vinos Tecno Año 2. Nro. 55. C. actualidad a diario, se entrega gratuitamente con el diario Crítica de la Argentina del 15 de marzo 2009. Prohibida su venta por separado. actualidad a diario c 01-Tapa-150309.indd 1 12/03/2009 12:50:06 a.m.

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Diario critica de la Argentina

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Hip hop bonaerenseLos raperos de Fuerte Apache que se rescataron con la música.

Mundo galgueroUn día en las carreras de los perros más veloces.

La pastillitaLa primera generación de chicos medicados.

+BaylyCucurtoModaAutosVinosTecno

Año 2

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Generación pastilla

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Unos 25 mil chicos son diagnosticados con el llamado trastorno Deficitario de atención y toman una droga que quienes se oponen al tratamiento consideran peligrosa. las ventas suben durante la época de clases y nueve de cada diez consultas por este tema son a pedido de la escuela.

Generación pastilla

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Por Josefina Licitrafotos Luis María Herr y Leandro sáncHez

tadeo ling camina con los hombros cansados y se sienta frente a una mesa, sobre la falda de su madre. afuera hay sol. la luz se filtra por las cortinas y cubre todo –los cuerpos, los mue-bles– con una sombra detenida y marrón.

–¿Ves? –dice andrea Gajo, la mamá, mientras abraza a su hijo–. Él es el que tiene aDD.

a metros de ambos, sobre la mesa, hay tres boletines de calificaciones; un libro –ADHD. Qué es qué hacer–; los resul-tados de un mapeo neuronal y una caja de pastillas.

–Desde que recibe la medicación es otro nene –andrea estira un brazo y toma el boletín de quinto grado–. Mirá las notas que tiene. Mirá qué buen alumno que es tadeo.

Desde hace cinco años, tadeo toma metilfenidato (más conocido por su marca ritalina), la medicación que suele darse a los niños que están diagnosticados con trastorno Deficitario de atención con Hiperkinesia (tDaH), popu-larmente más conocido por su sigla en inglés aDHD (aDD es sinhiperactividad). según los especialistas que están de acuerdo con este diagnóstico, el tDaH genera repitencia de grado en el 35% de quienes lo padecen; aumenta en un 50% el riesgo de consumir dro-gas durante la adultez; se controla con una atención multidisciplinaria que incluye psico-fármacos; y afecta a 250 mil chicos, de los cua-les hay un 10 por ciento con el trastorno decla-rado clínicamente.

a los diez años, tadeo es uno de los 25 mil niños argentinos que, con el comienzo de las clases, vuelven a su régimen farmacológico para rendir "apropiadamente" en la escuela. Y forma parte de un colectivo que la revista esta-dounidense Newsweek describió crudamente en una portada: "el tDaH –decía la publica-ción– es responsable del surgimiento de la primera generación de niños medicados de la historia".

–si no lo medico, hace los deberes parado y apoyado en una pierna –explica la mamá–. cuando no tiene que estu-diar no le doy nada. pero hasta sus compañeritos, cuando vienen a jugar a casa y tadeo está sin medicar, me dicen: "es otro tadeo. es otro compañero".

antes –mucho antes– tadeo era distinto. pasaba los días caminando sobre la cornisa de las cosas. se trepaba a sillas, sillones, mesas, mesadas; hacía saltar los disyuntores; daba brincos mortales que a veces terminaban mal. a los tres años se quebró un brazo. poco después, el tabique nasal. Hasta que, a los cinco, a días nomás de terminar el preesco-lar, la maestra fue clara:

–tu hijo no pasa a primer grado –le dijo a andrea–. no presta atención. no se queda quieto. no está capacitado para copiar del pizarrón.

Junto con la noticia, la docente le entregó un papel. era un "cuestionario de conners", un polémico test que, desde hace varios años, se difunde en aulas y hogares para que padres y docentes detecten, de un modo casero, el Déficit de atención en sus hijos. según el test, los niños con tDaH

cumplen, a grandes rasgos, con las siguientes condiciones: tienen dificultades para permanecer sentados, sus períodos de atención son cortos, tienen dificultad en esperar su turno y completar la tarea, no parecen escuchar, hablan en exceso y se frustran fácilmente ante el esfuerzo. andrea Gajo leyó todo esto mientras hablaba con la maestra.

–¿Me viste todo el año y recién ahora me decís que tadeo no empieza la primaria? ¿Qué se supone que haga?

–no sé –dijo la docente–, que haga sala de cinco otra vez, a ver si madura más.

–pero ningún nene repite sala de cinco.–entonces cambialo de colegio. llevalo a un colegio del

estado, que va a ser menos exigente. andrea se preguntó si su hijo era tonto. Una pediatra, una

neurolingüista y una psicopedagoga le respondieron que no. Hasta que un neurólogo, el doctor José Minilla, fue un poco más allá. con dos minutos de ver a tadeo, dio su conclusión:

–Quedate tranquila –dijo–, tu hijo no es tonto. tu hijo tiene aDD.

Desde entonces, andrea –separada, pero más que sepa-rada: sola– habla del doctor Minilla como "mi salvador". Fue él quien le encargó un mapeo cerebral, fue él quien le explicó que los manchones rojos que aparecían en el mapeo

eran las marcas de la hiperactividad, y fue él –en definitiva– quien le puso un único nom-bre al problema y también nombró la solu-ción. según el estudio, la tabla de conners y las inferencias del médico, en pocos días a tadeo le diagnosticaron trastorno de Déficit de atención con Hiperactividad de tipo combinado Desafiante Opositor. esto es: que era un chico demasiado inquieto, que decía demasiadas veces "no".

si ella quería tener un hijo "normal", tenía que abrirle el juego a un tratamiento con cua-tro especialistas y dos cajas de pastillas al mes.

–pero pastillas solas no –le explicó el médi-co–. la pastilla no es mágica.

en general, no existe un solo profesional serio que solo recete metilfenidato. el licenciado en psicología rubén scandar, ex director de Docencia e investigación de la Fundación tDaH y autor del libro El niño que no podía parar de portarse mal, advierte que el trabajo interdisciplinario es una condición básica. pero que, así y todo, es común que el peso del tratamiento termine recayendo exclusivamente en los fármacos. "Muchas veces los niños terminan sólo medicados, y el principal problema es la falta de tiempo –explica–. si un nene va a la escuela de 8 a 17 y después tiene que ir a tres especialistas, ¿cómo hace? se tiende a cumplir con lo más fácil: la parte farmacológica. además, el tratamiento solo con pastillas es más barato. las obras sociales no suelen tener profesionales especializados en tDaH, y hay que conseguirlos y pagarlos por afuera. por ende, el peso recae en la medicación, sin tener en cuenta que los tratamientos parciales arrojan resultados parciales".

en el caso de tadeo, su madre gasta 120 pesos mensuales en píldoras (una caja cada quince días), precio que incluye el 40 por ciento de descuento de la cobertura social. pero el resto de los especialistas los pagó de modo privado. tadeo empezó primer

el tDaH es responsable del

surgimiento de la primera generación

de niños medicados de la

historia”.

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grado con neurolingüista, psicopedagoga y psicóloga una vez por semana, maestra particular dos veces por semana, neurólo-go una vez al mes y dos pastillas y media de ritalina por día. ahora –cinco años después–, sólo mantiene el neurólogo (una visita trimestral), la maestra particular y la medicación: una píldora junto con el desayuno; otra en el recreo de las diez y media; y después, si a la tarde tiene inglés, media pastilla más.

–si un día lo ves muy loco y no te lo aguantás, o tenés que salir a algún lado y necesitás que esté más tranquilo, dale medio comprimido– le recomendó el neurólogo.

pero andrea, hasta ahora, sólo se lo da para estudiar.sobre la mesa del living, los boletines muestran el rendi-

miento de tadeo cuando toma sus pastillas. las notas son buenas y abundan las frases como "¡Muy bien tadeo!", "¡adelante, tadeo!", "¡seguí progresando, tadeo!"

–Yo siempre les digo, a él y a mi otro hijo –dice andrea– que lo único que tienen que hacer conmigo es estudiar, res-ponderme con el estudio. Después, tienen todo. Dentro de lo que se puede. Y ya ves los boletines de tadeo.

andrea sonríe y los pómulos –macizos, óseos– se le trepan hasta el borde de los ojos. tadeo, en cambio, hace un gesto que no llega a ser una sonrisa. no se encuentra medicado y sin embargo está en calma.

–¿Cómo te sentís cuando tomás la pastilla?–pregunto.–tranquilo.–¿Y cuando no la tomás?–loquito.

Bajo presiónel uso de fármacos para controlar a los niños no es nuevo. en su libro Bajo Presión el escritor y periodista carl Honoré cuen-ta que en la Gran Bretaña del siglo XViii los padres calmaban a sus hijos con soluciones de opio llamadas ayuda de Mamá, tranquilidad del niño y Jarabe relajante. en las nurseries, las enfermeras abusaban de tal forma de los líquidos opiáceos que miles de bebés murieron en estado de sopor.

Un siglo y medio después de todo esto, apareció el metil-fenidato: un estimulante del sistema nervioso central que –dados sus efectos similares a la cocaína– terminó siendo puesto en circulación por la generación beatnik en california. el parecido con esta droga es tal que la ley Federal de los estados Unidos clasifica al metilfenidato como una "sustancia controlada, categoría ii" –la misma jerarquía que se le da a la cocaína, el opio y la morfina– y lo coloca en la lista ii del convenio sobre sustancias sicotrópicas de 1971, ya que ofrece "grandes posibilidades para el uso indebido".

¿Qué puede pasar si se toma anfetaminas –o algo pareci-do– desde la más tierna infancia? en una entrevista resca-tada por carl Honoré, courtney love –quien, al igual que Kurt cobain, tomó ritalina de pequeña– dio una respuesta sencilla y demoledora: "si de chica tomabas una píldora que te hacía sentir feliz, ¿a qué vas a recurrir de adulto? –le pre-guntó love a su entrevistadora–. De pequeña era euforizan-te… ¿cómo no vas a conservar ese recuerdo?"

Hasta 1990, el consumo de metilfenidato fue reducido. sin embargo, en los años subsiguientes la Junta internacional de Fiscalización de estupefacientes (JiFe) notó un aumen-to en el suministro mundial de este fármaco, que pasó de menos de tres toneladas en 1990 a más de 8,5 toneladas en

1994. según el Periódico Americano de Medicina, este boom coincidió con que en las escuelas se estaba empezando a incluir la diagnosis de tDaH y a difundir el metilfenidato como la sustancia tratante de ese trastorno. Desde entonces, según la revista inglesa New Scientist, la venta de esta droga es "uno de los fenómenos farmacéuticos más extraordina-rios de nuestro tiempo". Hoy, el 10 por ciento de la población infantil estadounidense –incluidos bebés de un año– toma pastillas. Y, sólo en ese país, los ingresos anuales derivados del mercado de píldoras para el tDaH alcanzan valores superiores a los 3.100 millones de dólares.

en argentina el uso de metilfenidato no tiene esa dimen-sión pero va en aumento. en su libro La atención que no se presta: el "mal" llamado ADD, el psicoanalista y psiquiatra Juan Vasen informa que en 1994 se comercializaron 10.700 cajas con esta droga. De acuerdo con el colegio de Farmacéuticos porteño, en 2008 se compraron 220 mil cajas; esto implica que actualmente se consume un 2.000 –dos mil– por ciento más que quince años atrás. ¿cuándo se toman todos estos fármacos? según datos de la confederación Farmacéutica argentina, la temporada alta es el tramo esco-lar. Durante el período lectivo de 2008 se vendió un 200 por ciento más de cajas que durante el verano.

el fenómeno hizo que en el año 2007 se organizara en la argentina un simposio internacional llamado "niños des-atentos e hiperactivos. la patologización de la infancia". en ese encuentro –que se repetirá en septiembre de este año– mil quinientos especialistas provenientes del área de salud, y organizados en torno a la página www.forumadd.org.ar, advirtieron sobre la extrema facilidad con que se medicaba –y se sigue medicando– a los niños, y elaboraron un docu-mento que luego fue enviado a los ministerios de salud y educación de la nación.

Vasen, que es especialista en psiquiatría de la infancia y la adolescencia, es también uno de los profesionales que firmó el documento enviado a los ministerios. "el tDaH es un síndro-me hecho en base a un criterio muy discutible –advierte–. Detengámonos sólo en el cuestionario de conners: basa el

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diagnóstico de tDaH en un criterio groseramente cuantitati-vo. si sumás equis cantidad de puntos tenés el síndrome: es absurdo. aun siendo más cuidadosa en la manera de clasificar, la psiquiatría norteamericana toma chicos que conjugan pro-blemas de aprendizaje, desatención, inquietud e impulsividad, rasgos que presentan muchos chicos, porque los niños viven sentados en un volcán interno, y los engloba en un síndrome que tiene identidad en base a la respuesta no curativa que una medicación ha tenido sobre ciertos síntomas".

–¿El sistema nervioso no cumple ningún rol en todo esto?–la armazón neurobiológica de cualquier ser humano es

fundamental. pero se está abordando a los chicos como si el que pensara fuera el cerebro y no el niño. se deja total-mente por afuera la subjetividad de cada chico, la época en la que vive y la familia en la que está.

–También podría incidir la escuela a la que va. Una maes-tra desbordada quizás necesite tener chicos tranquilos a cualquier costo.

–el de los maestros es un tema. se encuentran con niños que han sido muy estimulados con todo tipo de medios elec-trónicos, para quienes todo debe configurarse rápidamente como "entretenimiento". Y lo cierto es que el aprendizaje tiene una condición: en relación con otras actividades, es poco "entretenido". entonces los chicos deser-tan y los maestros se encuentran frustrados porque no encuentran la manera de captar la atención de los alumnos.

–¿Un chico con TDAH puede llegar a ser, en síntesis, un nene que simplemente se aburre en la escuela?

–no es tan sencillo. pero sin dudas hay facto-res de época que inciden fuertemente. Hoy, en primer lugar, el saber de los adultos no está jerarquizado como en otras épocas. en los 70 fue un boom la serie Papá lo sabe todo. Hoy, el padre más mediático es Homero simpson. entonces, si el chico no presta atención no es porque haya un "déficit": es porque no le impor-

ta escuchar a un puñado de adultos cuyo saber él no tiene jerarquizado. en segundo lugar, décadas atrás la atención de un niño no era algo tan importante en el ámbito educativo, porque la educación no era tan interactiva como ahora. Y en tercer lugar está el factor de la temporalidad: hoy, en relación a épocas anteriores, las cosas tienen un recambio mucho más rápido y la paciencia se acaba pronto.

–Se acaba pronto no sólo para los niños, sino también, parece, para los docentes.

–exacto. De hecho, el 90 por ciento de las consultas son a pedido de la escuela: es ahí donde el chico "fracasa". a su vez ese fracaso es visto con espanto por los padres, que tie-nen una necesidad muy fuerte de que el chico "responda" en la escuela y haga las cosas bien, porque creen que si no va a quedar afuera del sistema.

–Si el objetivo es el éxito, ¿por qué a muchos padres pare-ce aliviarlos el saber que su hijo tiene TDAH?

–porque pensar que tu hijo tiene problemas porque hay una serie de neurotransmisores alterados es un alivio enor-me frente a la angustia de familias y escuelas desbordadas que tal vez deban replantearse cosas. el problema es que muchas veces una medicación puede enmascarar síntomas que responden a patologías más graves.

–¿La medicación nunca es válida? –nunca sola. Y siempre teniendo en cuenta que ningún

medicamento enseña nada. pero si los síntomas son graves, es necesario tranquilizar un poco al chico para que al menos se encuentre en condiciones de jugar y pueda existir un abordaje terapéutico. pero ese medicamento no tiene por qué ser metilfenidato. ese no es un medicamento inocuo.

Un estudio publicado a mediados de 2008 por la revista británica Pediatrics advierte que el consumo sostenido de metilfenidato puede aumentar el riesgo de muerte súbita y traer problemas cardíacos y de crecimiento. De hecho, sólo entre 1990 y 2000, el programa de Vigilancia Médica de la FDa (Food and Drug administration) reportó 186 muertes por consumo sostenido de ritalina. según la página ritalin Death (armada por los padres de un niño que falleció "por uso a largo plazo de metilfenidato, ritalina", como dice su certificado de defunción), esos números no representarían más del 10 o 20 por ciento de la cifra real.

el secretoa lucas lo apodaban "el loco". De eso se enteró esteban, su papá, cuando a la salida de la escuela un compañero se acer-

có y le dijo:–cada vez que viene tu hijo tenemos diver-

sión asegurada.ese comentario, sumado a que lucas no

tenía un buen desempeño en el colegio, deri-varon en una entrevista con la responsable del gabinete pedagógico. la especialista les entre-gó un informe y con ese papel los padres de lucas recorrieron consultorios. Un neurólogo diagnosticó aDD sin Hiperactividad pero con Desconcentración, y propuso el tratamiento usual: psicóloga, psicopedagoga y fármacos.

a partir de entonces, lucas empezó a ser medicado con conocimiento del colegio, y en el acto –dice su padre– devino un niño distinto del

si de chico tomabas una

medicación que te hacía feliz, ¿a qué vas a recurrir de

adulto?”, dijo courtney love.

tadeo, medicado desde hace cinco años, y su mamá Andrea. Llegó al diagnóstico de ADD

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resto. el problema no eran sólo sus compañeros. Una mañana, durante una clase, la maestra se hizo la chistosa: “Ustedes me están volviendo loca –les dijo a los alumnos, y luego se dirigió a lucas– ¿nene, por qué no me das una pastillita de las que tomás vos?”

tiempo después, la escuela sugirió –a través del gabinete– que buscaran un colegio adecuado para lucas. así sucedió. recaló en una escuela cara de Barrio norte, donde no hubo problemas en recibirlo porque el 30 por ciento de los com-pañeros tenía alguna dificultad de aprendizaje. lucas ya no era "el raro". Y ese, en realidad, fue el problema. "nuestro hijo nos reprochó en la cara haberlo mandado, según él, a un colegio de chicos 'diferentes' –cuenta esteban por mail, el único medio que acepta para una entrevista–. lucas se propuso corre-gir su conducta y estudiar, pero a la vez no hacer ningún amigo. esto último era la devo-lución y el castigo para nosotros, por haberlo cambiado de escuela. empezó a destacarse por su conducta y avanzó muy bien en sus estu-dios, pero no hizo en dos años ni un amigo. Hasta que el colegio cerró cuando terminó 6º grado. Hoy ni recuerda esta etapa".

como lucas había avanzado en su rendi-miento escolar y su conducta, los padres deci-dieron anotarlo en una prestigiosa escuela privada. pero durante la entrevista de admi-sión, una profesional hizo preguntas: “lucas, ¿tenés problemas de algún tipo? ¿tomás algu-na medicación?” “sí”, fue la respuesta.

lucas no entró. por eso, luego de este episodio, sus padres tuvieron con lucas una charla de bruta honestidad.

–en las próximas entrevistas, y ante toda la gente en general –le dijeron–, no tenés que mencionar el tema de las pastillas.

así entró sin problemas a un colegio de la zona, donde terminó la primaria con brillante conducta y notas perfec-tas. Hoy, lucas cursa allí la secundaria, pasó a segundo año con un promedio alto, tiene su grupo de amigos y –dicen sus padres– volvió a ser feliz. la medicación es un secreto de familia. Un silencio para siempre.

normalel 35 por ciento de los pacientes que se atienden con rubén scandar –psicólogo conductista, ex director de Docencia e investigación de la Fundación tDaH, y editor de la revista Terremotos y Soñadores (sobre tDaH)– tiene algún proble-ma ligado al tDaH.

–te voy a hacer un dibujito –dice scandar, sentado en su despacho de colores blancos, vagamente sanitarios–. porque quiero que entiendas bien qué es el tDaH.

existe, dice scandar, un tDaH con predominio de Hiperactividad e impulsividad (es decir, con pocos síntomas de desatención). Otro con predominio de Desatención (puede haber pocos o ningún síntoma de hiperactividad). Una tipología combinada (hiperactividad y desatención). Y una cuarta variante que se llama nOs.

–nOs significa "no especificado". es cuando uno no sabe dónde poner al paciente. pensá qué pasa si yo tengo un chi-quito que tiene muchas características del trastorno pero algún requisito del diagnóstico falla.

–¿Y no se puede pensar que no tenga el trastorno?–es que no puedo adjudicar lo que le pasa a nada mejor.

para dar el diagnóstico de un chiquito desatento yo necesi-to, por lo menos, seis síntomas. ¿pero qué pasa si tiene cinco? ¿Qué hago? ¿no le hago el diagnóstico? ¿Hay algo que me explique mejor los síntomas del niño? no.

–¿Cree que para los padres es tranquilizador saber que la inquietud de su hijo se debe a un motivo biológico?

–puede ser que un papá se sienta liberado de culpas. pero decirle al mismo tiempo "tu hijo tiene un trastorno de origen biológico, probablemente genético, con síntomas que entre el 50 y el 75% de los casos le van a durar toda la vida… eso

no tranquiliza a nadie. –¿Atendió alguna vez a un niño que simple-

mente estuviera nervioso? –es muy raro que alguien venga acá y uno

le diga que su hijo es normal.

cieloDesde primer grado, a Bruno –diez años, hijo único de una madre soltera– le costaba termi-nar los ejercicios en clases. así y todo pasó a segundo grado, pero su bajo rendimiento en la escuela –sumado a la poca tolerancia de la maestra ante un alumno más complicado que el resto– llevaron a Fernanda, su mamá, a cambiarlo de institución y a empeñarse en que su hijo fuera un buen alumno. además de ayu-darlo cada tarde con la tarea, Fernanda empe-

zó a llevarlo a una serie de consultas clínicas con el único fin de saber qué le pasaba a Bruno.

–Mi hermana, que es psicóloga, me decía "dejalo que lo sobreprotegés". Mi psicóloga me decía "dejalo al pobre chico que está re–presionado". la maestra de tercer grado me dijo que tenía "un problema afectivo". en el gabinete psicope-dagógico me empezaron a decir que yo invadía los espacios de mi hijo. Durante años me cansé de escuchar la frase: "como vos estás sola depositás sobre el nene esto y lo otro…". encima tenía que aguantar eso. esa psicología barata.

Fernanda es alta y tiene el pelo largo y caoba. cada vez que fuma –y fuma mucho– el humo cruza la ventana y se pierde en un barrio, Mataderos, que parece limpio de gente. tiempo atrás, dice ella, tanta calma era imposible. Bruno –que ahora no está– podía pasarse el día entero rebotando una pelota.

–era la pelota la pelota y la pelota, y le decías pará pará pará y no paraba no paraba no paraba. O venía y te golpea-ba la cola. le decías Bruno basta, y te golpeaba la cola. Y seguía. Y después de nuevo la pelota la pelota la pelota. además, en tercer grado ya empezó con contestaciones de chico maleducado. Y negativo. Vos le decías hola y te decía no. era frustrante.

en cuarto grado, Fernanda se cansó de todo y se metió en internet con un informe pedagógico que le habían hecho a su hijo a los siete años. allí se enteró de que –según internet– Bruno tenía dislexia, discalculia, disortografía y dislalia (pro-nunciaba mal la erre). con todas esas "dis" bajo la manga, Fernanda sacó un turno con un neurólogo del Fleni.

–Mire señora, yo necesito un informe del maestro –dijo el especialista–, pero desde ya le digo que este chico tiene pro-

se está abordando a los niños como si

el que pensara fuera el cerebro y no el niño”. Juan

Vasen, psiquiatra y psicoanalista.

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blemas de concentración. Y hay que medicarlo. Vaya a la puerta y que le den los lineamientos para el colegio.

–¿Usted me está diciendo que mi hijo tiene aDD?–Desde ya le digo que para mí es Déficit de la atención.

lo que hay que hacer es mandarlo a psicopedagoga y tera-pista ocupacional, me entendió, ¿no?

–¿Y la psicóloga? –Y… si quiere interno a su hijo, así por lo menos tiene

tiempo de jugar a la pelota en los pasillos. en paralelo, Fernanda tomó otras medidas. compró un

pequeño pizarrón para hacer cuadros sinópticos; habló con el maestro de Bruno para que intentara tomarle más exá-menes orales y menos escritos; y empezó a tomarle lección en cualquier parte. si iban caminando por la calle, Fernanda le decía oraciones y Bruno le contestaba cuál era el sujeto, el predicado, los adjetivos.

el niño empezó a mejorar. llegaron los sobresalientes. pero como Fernanda estaba convencida de que su hijo tenía "algo", siguió navegando en internet y allí se contactó con la red confluir, que tiene varios foros de padres con proble-mas similares. allí, una madre le recomendó que comple-tara unos test que figuraban on line (los de conners) y que consultara a una eminencia en la rama de la neurología infantil. Fue finalmente ese especialista quien le trajo paz. le explicó a Fernanda que Bruno tenía aDD con Hiperactividad, impulsividad, Oposicionismo y características Depresivas. Y recetó un complejo vitamíni-co con Omega 3 para ver cómo reaccionaba.

–a mí me gustó que no lo empastillara feo desde el prin-cipio –dice Fernanda–. a las semanas, Bruno bajó el nivel de ansiedad, aunque no sé si era por las pastillas o porque

estaba de vacaciones. pero no mejoró su concentración. por eso ahora lo cambiamos al medicamento strattera, una vez por día. empezó con 16 gramos y ahora está en 40.

strattera es el nombre comercial de la atomoxetina, una droga más moderna para el tratamiento del tDaH. a dife-rencia del metilfenidato, requiere una toma diaria, no es psicoestimulante, no tiene síntomas de rebote y no hace falta una receta oficial archivada para comprarla. entre los efectos adversos significativos de la atomoxetina, según informa el grupo de especialistas que integra el Forum aDD, están el aumento de la frecuencia cardíaca, la pérdida de peso (que puede derivar en un retardo del crecimiento), los síndromes gripales, los efectos sobre la presión arterial, los vómitos y la disminución del apetito.

–¿Le hizo bien?–empezamos a comunicarnos, a dialogar: es otra vida.

si me contesta mal, es sólo una vez. pero sigue sin concen-trarse. el médico me dijo que vamos a esperar su primer mes de colegio, ver qué informa la maestra, y en todo caso habría que darle ritalina. por ahora estamos bien. la pelo-ta ni la usa.

la casa de Fernanda es amplia y luminosa y huele a incien-so. afuera, Mataderos atardece y en el comedor, ubicado en un patio cerrado, hay una claraboya que permite ver caer el sol. a veces, Fernanda piensa en mudarse.

–no quiero –dice Bruno–. no quiero ir a una casa donde no se pueda ver el cielo.

el cuarto de Bruno es lindo y azul. en él hay autos, jugue-tes y fotos donde Bruno sonríe con la boca grande y hermo-sa. en cada imagen se ven los dientes cortados de la infancia. se ve la infancia cortada con los dientes.

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el canalla sentimental

mientras la víbora convulsio-naba, se enroscaba y trataba de vengar su muerte.

Muerta la víbora, muerto de miedo yo, les agradecí a Juan y Juana por salvarme la vida, me contaron que había incontables víboras en la cha-cra y que eran muy útiles para espantar a los papara-zzis que se agazapaban entre los arbustos, y les anun-cié que partiría enseguida, pues no encontraba coraje para cohabitar con un nido de víboras sedientas y acalo-radas. Subí a la camioneta de mis amigos, aceleré todo lo que pude por el camino roji-zo, a punto estuve de acci-dentarme al frenar y derrapar y entrar dando trompos a la ruta nueve y me dirigí, huyen-do de las víboras, a la casa de una amiga en La Pedrera, sin saber si ella estaba allí, sin saber siquiera cuál era su casa.

Mi llegada fue la suma de tres milagros que debo a las plegarias incesantes de mi madre: que la camioneta no volcase o fuese arrollada cuando entré derrapando por el polvo a la ruta nueve, que la balsa de madera que

Yo no quería irme de Montevideo, no quería irme nunca de esa ciu-

dad tan estimable, pero unos amigos muy queridos insistieron en prestarme su casa en José Ignacio y enviaron al chofer a buscar-me al hotel y no pude rehu-sarme, no quise hacerles un desaire, y si bien me daba pereza viajar dos horas en auto a ese balneario exclusi-vo, también me azuzaba la curiosidad de hundir mis zapatos talla catorce en las arenas rojizas, casi marcia-nas, de la chacra de José Ignacio.

El viaje en la camioneta de mis amigos fue lento y sosegado, pues el chofer conducía con extrema pru-dencia mientras yo escu-chaba los siete discos que mi hija me había regalado por mi cumpleaños con las canciones que más le gus-taban, ninguna de las cua-les, ninguna, me disgustó escuchar: fue lindo descu-brir que musicalmente mi hija y yo somos almas gemelas, como Nick y Norah en esa película genial que vi hace poco, en la que él y ella, en medio del vérti-go de una noche infinita de Manhattan, se resignan a aceptar el hecho mágico y a la vez abrumador de que la música los ha unido y ahora no les queda sino amarse.

En cierto modo fue tam-bién la música lo que me unió a mis amigos queridos que me prestaron su casa de José Ignacio, aunque prefiero no entrar en detalles por respeto a su privacidad. Digamos simplemente que

esos amigos son como mis hermanos y que la música que yo escucho es a menu-do la que ellos hacen con tanta pasión como talento. Digamos que nunca me cansaré de escuchar sus canciones, como nunca me cansé de estar en su casa de José Ignacio, en la que quería quedarme a vivir ya no como amigo sino como casero a sueldo, renuncian-do a la televisión y dedicán-dome a cortar y regar la hierba, limpiar la casa, com-prar los víveres, alimentar a los perros, las ovejas y los caballos y mantener todo en orden a la espera de la lle-gada de mis amigos ahora devenidos jefes y emplea-dores en mi imaginación de escritor mediocre.

La casa era como estar en el paraíso sin haberte muerto y habiendo pecado con des-caro. La casa era el nirvana, el cielo, alá y las once mil vír-genes, el éxtasis más puro y quieto que he conocido. No había ruido ni vecinos ni forma alguna de desasosie-go o fealdad. El horizonte se perdía en las hectáreas arbo-ladas, en los caballos y las ovejas pastando, en los arro-yos y el lago artificial, en el mar azulado de José Ignacio a lo lejos, un mar políglota, que habla todos los idiomas de todos los bañistas cos-mopolitas que allí remojan sus posaderas. Pasaba los días tumbado como un náu-frago feliz, como un exiliado apátrida, como un enfermo terminal que espera la muer-te con ilusión. A veces pen-saba que ya me había muer-to y que tanta belleza y

armonía tenían que ser el más allá, la otra vida, la pro-mesa que tantas veces me hizo mi madre, la recom-pensa a todos los actos de estúpida bondad y dispen-dio económico en que incu-rrí. Dormía y leía y dormía y dormitaba y acariciaba a los perros y veía cagar a los caballos y escuchaba las canciones de mis amigos y pensaba cómo mandarles mi curriculum para oficiar de casero y quedarme a vivir allí para siempre.

Hasta que algo sinuoso y de peligro letal me alejó de esa chacra rojiza de José Ignacio. Estaba por meter-me a la piscina, siempre helada y por eso estimulan-te, cuando mis ojos miopes advirtieron que una criatura viva, más concretamente una serpiente o víbora o boa, se deslizaba insidiosa-mente hacia el agua, segu-ramente sedienta. Quedé estupefacto y completamen-te amariconado. No me moví, temeroso de que la víbora me inoculase su veneno. Llamé a los gritos a Juan, el casero. Juan vino corriendo con un palo largo, pues ya había visto la víbora a lo lejos. Vino con su mujer, Juana, un encanto, grandes anfitriones y amigos. Juan le dijo a Juana que se queda-se de pie a dos metros de la víbora, como un señuelo, como una trampa para dis-traerla. Juana obedeció, no advertí entusiasmo alguno en ella, pero obedeció. Juan caminó sigiloso hasta colo-carse detrás de la víbora y luego le apaleó doce veces la cabeza hasta matarla,

Víboras en el paraíso

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transportó a la camioneta y a mis noventa y cinco kilos no se hundiese en las aguas del lago Garzón, y que no quedase ciego (al menos de un ojo) cuando, a la entrada de La Pedrera, después de casi dos horas de conducir a toda prisa por una ruta suicida en la que me empe-ñaba en pasar a todos los autos como si fuese una ruleta rusa (algo me impide ir despacio, hay una arro-gancia que me induce a sobrepasarlos a todos, a riesgo de mi vida) una jovencita de no más de die-ciocho años se acercó a la camioneta y me arrojó sin piedad un globo de agua por carnavales que se estampó en mi cachete derecho como una sonora bofetada o un puñete. Indignado por tan bárbara agresión, subí todas las ven-tanas, pero no tuve la míni-ma precaución de trabar las puertas. Poco más allá, y a lenta velocidad por la densi-dad del tráfico que se dirigía al mar, un chico de no más de doce años abrió mi puer-ta, me miró con desprecio y me tiró otro globo de agua

que sacudió mi cachete izquierdo, con lo cual supe dar cristianamente la otra mejilla en carnavales de febrero y quedé colorado y lastimado como si hubiera peleado un combate de boxeo amateur. Malditos adolescentes uruguayos, ¿quién les ha dicho que tie-nen derecho de arrojar glo-bos que duelen como pie-dras en la cara de un foras-tero recién operado por médicos inescrupulosos? Maldita juventud del coño sur, tírenle globos al coño de su madre, no a mí, que soy un chico suave y jugándo-me los descuentos y que vengo huyendo de las víbo-ras de José Ignacio que querían deglutirme entero.

En mi país de origen suele decirse que no hay nada más largo que pedo de víbora, y la verdad es que llegar a la casa de mi amiga en La Pedrera fue más largo aun que la flatulencia de una serpiente, si se me per-mite la ordinariez. Pero lle-gué, que es lo que cuenta. Llegué en traje de baño, preguntando a los vera-neantes dónde vivía mi

amiga, la escritora y humo-rista genial, hasta que un chico gay, músico, escritor, genio incomprendido, me guió suavemente hasta la casa de mi amiga que era también su amiga y toca-mos el timbre pero no había nadie y luego este chico adorable recordó que ella, nuestra amiga esquiva, se había ido a Londres, así que le dejé una tarjeta y escribí “gracias por hacer-me reír tanto” y la deslicé

debajo de la puerta y luego el chico gay adorable me hizo fotos con la casa de mi amiga detrás, a la que había llegado en peregrinación, como llegaría mi madre a la virgen de Lourdes. Para mí, esa amiga es más sabia (y sobre todo más divertida) que todas las vírgenes y las putas que en el mundo han sido, y por eso me hice la foto delante de su templo y santuario creativo, fuente de humor inagotable del que millones disfrutamos mien-tras ella pierde la mirada en el mar de La Pedrera, menos chúcaro que el de José Ignacio, menos frío que los mares peruanos, chilenos o argentinos en los que me he dado prudentes baños de asiento.

El chico gay adorable, luego de hacerme las fotos, no quiso meterse al mar, alegando que era muy frío, pero yo, con tres cicatrices en la panza y milagrosa-mente vivo después de la víbora y el accidente que pudo ser y no fue, no dudé en meterme hasta donde rompían las olas, y entonces vi al bañista más guapo que

podía verse en esa playa, en La Paloma, en José Ignacio y en toda Punta del Este, y (ya se sabe de qué pie cojeo, no del mismo pie del que cojeaba mi padre, ciertamente) no pude evitar preguntarle si se atrevía a meterse conmigo pasando “la reventazón”, y él, irresisti-ble, me dijo “¿qué carajo es la reventazón?” y yo señalé el exacto lugar donde rom-pían las olas no tan bravas y él lanzó una magnífica car-cajada y dijo “querés decir la rompiente” y yo “eso, la rompiente” y él acercándo-se, mientras yo sentía que una corriente, no sé si mari-na o de más abajo, me lle-vaba naturalmente a él, a sus brazos, me dijo “no, es muy peligroso pasar la rom-piente, hay bandera roja”, y yo, recordando el coraje admirable del tío Bobby en Paracas, lo desafié, lo reté, le dije “no seas mariquita, no pasa nada, allá atrás es una piscina”, y él se sintió tocado en su honor y nos sumergimos tras las olas y ahora este hombre sin nom-bre y yo nos mecíamos en las aguas limpias y nobles de La Pedrera y no nos decíamos una palabra y era como estar de nuevo en el paraíso sin haberme muerto y habiendo encontrado por fin a mi ángel guardián.

Después tuvieron que sacarnos los salvavidas, y entonces yo no supe si debía arrojarme a los brazos del fornido salvavidas o del hombre sin nombre, y esa duda espumosa fue peor que morir ahogado en La Pedrera.

Por jaime baYlY

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Recorren la avenida Córdoba

hasta encontrar

lo que quieren. Gente

producida, que

combina gastos

grandes con

pichinchas.

moda real

Zona

out

let

fotos: leandro sáncheZ

producciÓn: María fernanda Mainelli

María sol, 13 años.La campera se la regaló una amiga, que la trajo de España. Tiene una musculosa básica ($40) y short de Reffley ($70) comprados por la Av. Córdoba, y zapatillas All Star ($170).

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santiago, 18 años. uruguayo, de punta del este. hace 7 años que surfea.Traje de neoprene Quiksilver (unos U$S 300 depende del grosor y la flexibilidad). Tabla de la marca peruana Klimax (alrededor de los U$S 400).

sofía, 17 años. Remera tipo vestido de Paula Cahen D'anvers (unos $220), calzas compradas en Madrid, borcegos Kosiuko (arriba de $350) y cartera Prüne ($300 aproximadamente).

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agustina, 36 años.Vestido ($120) de la marca Aintzi Buru (ubicada en Juncal al 1200), zapatos Pigalle (arriba de $250, hace dos años) y cartera comprada por Belgrano.Las gafas son un regalo.

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idán, 23 años.Camisa ($130) de Mancha Real (casa ubicada por la Av. Córdoba), pescadores (son un regalo) y zapatillas Nike (arriba de $300).

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Bianca, 29 años; es australiana.Remera Zara (de España), babucha comprada en Plaza Serrano a $100, cartera comprada en Tailandia y ojotas Havaianas (unos $39).

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paulette, 20 años y María de losángeles, 22; aMBas chilenas. Paulette: todo lo que tiene es de marcas de su país. María de losÁngeles: remera Zara (de Chile, a unos$50), jean de marca chilena, zapatillas All Star (unos $200).

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Sus zapatos son fabricados en plástico, pero este material no

funciona como una restricción para el diseño sino más bien como la plataforma para crear sin límites cualquier tipo de calzado, desde una chatita blanca con guardas étnicas en colores (el nuevo modelo de la colección para el otoño-invierno 2009, llamada Melissa Afromanía) hasta un taco alto estilo Guillermina en rojo furioso diseñado por la mismísima Vivianne Westwood, la inventora del estilo punk y hoy la creadora británica más emblemática de la moda mundial. El director creativo de la marca, Edson Matsuo —un ilustrador, diseñador gráfico y director de arte que tiene a cargo a un grupo de 120 personas—, opina que el plástico “está sólo limitado por la creatividad del diseñador”.

Melissa da para todo lo que admita el plástico (o Melflex, un material termo moldeable sumamente flexible, tanto como la cobertura afelpada que la marca comenzó a usar hace algunas temporadas), y quizás en este material radique el éxito comercial de esta firma que vendió más de 25 millones de zapatos en treinta años y se convirtió en un icono de la moda. Sus zapatos no son esencialmente bellos o especialmente elegantes,

sino un calzado de plástico que resulta casi irresistible para una mujer que lo usa, que bien podría sentirse como muñeca con zapatitos de mentirita. Llevar un taquito de plástico es lúdico. Y los Melissa hasta tienen un sabor especial: huelen a caramelo, a dulce, un perfume especialmente creado por la firma y que se coloca en todos los modelos. Llevar un zapatito de plástico es también plantear una simulación, porque sólo de cerca se percibe ese material y de lejos, ese pedazo de plástico, parece cualquier otra cosa. Y es además, una ironía de parte de la industria de la moda, que mete mano de donde puede para subsistir en el medio de la vorágine de la tendencia y los gustos cambiantes de las consumidoras.

Pero también es cierto que el calzado de Melissa tiene otros atributos: sus modelos son simples y por lo tanto atemporales y las formas y los colores son acordes a la tendencia que dicta la moda pero lo suficientemente vanguardistas como para excederla. Y además son zapatos cómodos —por blandos y porque se adaptan al pie— y para nada costosos, en comparación con otros calzados de diseño.

Melissa está asociada a los eventos de la moda más importantes de Brasil, como

aterciopelada en negro, azul, gris y marrón.

Pero además, otra británica, la artista J. Maskrey, también reversionó la Ultragirl agregándole cristales salpicados. Este delicado modelo fue enviado de regalo a Madonna y según parece le gustó tanto, que pidió otro igual para su hija mayor, Lourdes María. La multipremiada arquitecta iraquí Zaha Hadid, quien presentó una retrospectiva de su obra multidisciplinaria —que incluye pinturas, muebles, planos urbanos, animación y diseño de objetos— en el Guggenheim Museum de Nueva York y que es reconocida en el mundo por los aportes teóricos a su profesión, diseñó un modelo futurista que bien podría ser tomado como una verdadera obra arquitectónica. Otra alianza que dio buenos frutos, es la que Melissa realizó con el diseñador Alexandre Herchcovitch y que ya lleva cuatro años. Este diseñador fue el creador de dos famosos modelos de la marca, Scarfun y Glam, pero en 2008 sorprendió con uno que parodia a los clásicos zapatos de tap o de tango; todo en plástico. Herchcovitch pensó un zapato femenino igualito a los que se usan en los salones de baile porteños y que vienen en la más clásica versión blanco y negro, pero también en negro, dorado, verde, amarillo, colorado y azul. Y

vidrieras

el Sao Pablo Fashion Week y está presente en otras pasarelas y ferias de diseño del mundo. Cada tanto tiene alguna novedad para sorprender y no sólo cuando presenta colecciones de temporada sino también cuando convoca a personalidades de la moda, el diseño y la arquitectura para que creen modelos exclusivos.

Entre las celebridades que diseñaron para Melissa, está Westwood, la dama de la moda británica que por primera vez trabajó para una empresa brasileña. Westwood realizó para el invierno 2008 dos modelos con su marca Anglomanía: el clásico Mary Jane que la diseñadora había creado en cuero, de punta redonda y capellada alta y que Melissa reeditó en plástico beige, blanco, negro, rojo, fucsia, azul marino y verde; y otro modelo, el Ultragirl, en este caso la clásica chatita de la marca que Westwood repensó y que viene en dos versiones: plástico, en rojo o negro, y

Zapatos de mentiritaLos brasileños de Melissa convirtieron el plástico en un objeto de deseo. Su calzado de muñeca lleva firmas como la de la británica creadora del estilo punk, Vivienne Westwood.

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Raros. Los modelos que creó Vivienne Westwood .

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Zapatos de mentirita

hay más grandes en la lista: como los hermanos Fernando y Humberto Campana, reconocidos por fusionar nuevas tecnologías con materiales rústicos y que crearon para Melissa una cartera rígida toda en plástico que simula un engranaje de ramas. Y para mencionar a uno más, uno de los

diseñadores mimados de la firma Louis Vuitton, Judy Blame, inventó para Melissa varios modelos de botas adornadas con íconos provenientes del universo punk. Blame, como para mencionar un sólo renglón de su currículum, es el responsable de la imagen y la estética de Boy George y

Bjork, entre otros artistas. Melissa fue fundada en

1979 en Farroupilha, Río de Janeiro, por los hermanos Grendene. Ahora es una de las empresas (junto a Reebok, por ejemplo) que lleva el apellido de los hermanos, quienes se asociaron a otros accionistas. El primer modelo que desarrollaron y lanzaron al mercado estuvo inspirado en las sandalias de los pescadores de la Rivera francesa. A la Argentina los primeros llegaron en 1996 y se comercializaron a través de la marca Kosiuko. Actualmente, varios modelos se consiguen únicamente en

los locales de Ona Saez, que para el invierno 2009 ofrece dos: el Melissa Hello, de taco alto finito, punta cuadrada y forrado en terciopelo, que se consigue a $220 y el modelo Happy, una clásica chatita cerrada de corte elegante, bicolor y con moño en la punta de $170.

Un material que se deja moldear de cualquier forma, el diseño y la creatividad como leit motiv, la innovación en tecnología y la preservación del medio ambiente son las cartas de presentación de una firma que vende sueños de plástico para chicas que todavía quieren salir a jugar.

La nueva colección de Levi’s para este invierno fue presentada con un karaoke en pasarela del que participaron todos las modelos y los modelos; y la performance resultó la plataforma apropiada para el relanzamiento del jean 501 que en esta oportunidad viene acompañado por un look de corte rockero y con reminiscencias a los años 70’.

El 501, emblema de la marca, viene en esta temporada en 10 versiones de lavados diferentes, que cubren los azules, grises y negros, con estampas geométricas en su reverso y hasta una versión con el botón bañado en oro.

Esta nueva propuesta de Levi’s contiene jean en casi todos los looks y esto significa un retorno a la esencia más primitiva de la marca, una celebración del denim como el gran protagonista y sólo las prendas de otras telas, como las camisas leñadoras para ellos o las escocesas o con jabot para ellas, las remeras estampadas y las calzas brillosas están para acompañar al jean en todas sus formas: pantalón, short, polleras y vestidos.

Entre los cortes de jean que se destacan en la colección, está el bootcut, un regreso con fuerza de un estilo que retoma los 70’ (una década que la marca viene haciendo referencia en las últimas colecciones), con cintura ancha, un poco más alto y de patas también anchas; un modelo más democrático en el sentido de que calza mejor en todo tipo de cuerpo.

Levi’s presentó una colección más asociada al verano que al invierno, con prendas livianas que prácticamente se pueden usar todo el año; dentro de la línea Premium Red Tab mostró conjuntos en denim azul intenso, polleras evase y camias y camperas a cuadros y volados, pero también remeras con estampas en colores claros, como esmeralda, fucsia marino y crudo. Y para ellos, un look setentoso pero en su versión más urbana, con camperas y camisas con parches, estampas de la época y sweaters pesados. Dentro de la línea Blue se destacaron los tejidos con brillos en las camperas que contrastan con el plush y los algodones caídos. Y, por último, dentro de la colección Red Tab Seasonal se distinguieron los vestidos y camisas a cuadros y cardigans y sweaters gruesos.

La esencia de este jean volvió, para quedarse.

El 501 te lleva

Diseñadores. Edson Matsuo, el creativo de Melissa. Vivienne Westwood, invitada.

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EL RAP BONA ERENSE22-29-Rap150309.indd 22 11/03/2009 07:54:47 p.m.

EL RAP BONA ERENSELos pibes del grupo de hip hop F.A cuentan sus días con los Backstreet Boys -una famosa banda de chicos de Fuerte Apache, en la que muchos terminaron muertos o presos- y cómo la música les cambió la vida. Cómo un barrio al que todos le temen también tiene buen marketing.

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Por Nahuel Gallottafotos Patricio cabral

Plaguear: acción de no hacer nada, de vaguear, de estar todo el día con los pibes, de andar por el barrio,

según el diccionario de Fuerte Apache.

Ahí está el Fuerte Apache. Ahí están esas torres inmensas, blancas, amarillas y rojas donde la gente vive apilada y que, según cuentan algu-nos noticieros, te matan por nada y es impo-sible vivir en paz. La gente entra y sale y salu-

da amablemente a los gendarmes, que no paran de jugar con sus celulares. Un chiquilín va de la mano de su padre y le pregunta: "¿De quiénes son los monoblocks papá? ¿De los monos?" Hay un kiosco, un lavadero de autos, una pizzería y un mercadito. La gente toma mate en la puerta de su casa. Los vecinos barren, baldean la vereda, escuchan música, arreglan autos tirados en el piso. Los chicos juegan, andan en bici, van de acá para allá. Se va el sodero, llega el camión de las gaseo-sas. Lo único que asusta es el calor.

Aparecen los músicos de F.A, el grupo de rap del barrio que está logrando que muchos pibes de Fuerte Apache quieran rapear. El gordo Massi viene en cueros. Tira un rebaje, dobla, mira para todos lados. Atrás llega el Patu, con el manager. Nos reconocemos. "Vení, subí amigo", dice Massi, que maneja una moto de las que usan la mayoría de los repartidores de pizza. La del Patu es más para trabajar de mensajero.

Los BackstreetLos F.A pararon toda su adolescencia en el Nudo 1, donde vivió Carlitos Tévez. Se juntaban con un grupo de amigos, compuesto por veinte pibes que en los primeros tiempos no alcanzarían los 15 años; en el barrio todos los miraban raro. Era entendible: nadie en todo el complejo se vestía como ellos. Les gustaba el rap y solían usar ropa enorme, bien suelta. El grupo de pibes no tenía nombre. Con la aparición de los Back Street Boys, ese quinteto de carilindos que enamoró a todas nuestras hermanas, llegó el apodo. Los pibes del uno empe-zarían a llamarse "Los Backstreet". También empezaron a aparecer en todas las crónicas policiales. "Que quede claro: no todos eran delincuentes. Había pibes que robaban, es ver-dad; pero estábamos nosotros, que éramos raperos y otros que trabajaban legal, lo que pasa es que era un plaguerío eso... todo el día plagueando", aclara Esteban, la voz de F.A.

–¿Qué les decían a ustedes de su música?–Les re-gustaba. Vinieron a nuestros primeros recitales.

Pero nos decían que nos dedicáramos a otra cosa, que la músi-ca no dejaba plata. Ellos andaban llenos de oro y nosotros apenas teníamos unos pocos pesos por cantar– dice Esteban y los demás asienten.

Uno de los más buscados de la banda de los Backstreet era Joselo, un morochón de cuerpo macizo, lleno de tatuajes. Estaba acusado de robar un banco en Mataderos y otro en Tucumán. Desde esa provincia llegaron más de cien policías para montar un operativo en el que fue detenido. Lo trasladaron y se fugó. Era señalado por ejecutar a dos policías. Con su banda, el día que robó el banco en Mataderos, hirió a un policía de once balazos. Dos días después de ese asalto, llegaría su fin. Dicen que intentó robar un Ford Taunus y un policía retirado lo mató. Todos los

días se comentaba en el barrio que lo habían matado y él apare-cía caminando, como si nada, pero esta vez fue verdad.

"¿Sabés qué? Ustedes sigan con la música que yo estoy segu-ro de que les va a ir bien y se van a llenar de plata, porque lo que hacen ustedes es 'la piola'", les dijo Joselo una noche a los F.A.

Esteban recuerda las últimas horas de Joselo: "Estuvimos en una joda acá en los monoblocks hasta las seis de la maña-na. Cuando me iba, él me revoleó su zapatilla y me gritaba: '¡¡Dominado, cómo te tiene tu mujer!!' Yo le respondí que le dejaba tirada la zapatilla y él dijo que no le importaba, que al día siguiente se compraba otras. Me despertaron a las diez y me dieron la noticia".

Fue en los primeros días de agosto de 2001. A Joselo lo mata-

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ron un sábado y el lunes, durante el velorio, un grupo de entre diez y quince pibes de Backstreet baleó la comisaría del barrio, a modo de venganza. Fue una ráfaga de balas que no provocó heridos de milagro. Los policías contaron más de sesenta tiros. El ataque se hizo con pistolas 45 y 9 mm y ametralladoras.

Hoy los Backstreet son una leyenda. Muchos murieron. Otros siguen presos y tienen para un rato largo. Algunos empezaron a trabajar. Los F.A fueron los únicos a los que les fue bien. Ahora sí, viven de la música.

La canchitaLas motos se detienen en un puesto de comidas donde están Esteban y Picky, los otros dos F.A. También está su representan-

te. "Está re-piola tu moto, amigo", le dice un pibito de seis, siete años al Patu y se ríe. Lo mira con admiración, con los ojos bien abiertos. Y sale corriendo. El local es uno de esos puestos en los que uno come y disfruta; no se pone a pensar si el pan estará verde, si la comida habrá vencido. Esteban se va hasta el baño y todos se mueren de la risa. Parece que la comida hizo efecto.

Un Renault cuatro naranja destartalado, con una calcoma-nía gigante de Barnie va a paso de hombre. En su estéreo suena Axel, el que canta canciones de telenovelas también suena en Fuerte Apache. Y se escucha, megáfono de por medio, que el gobernador Daniel Scioli estará el sábado en el barrio. Vamos caminando hasta una canchita en la que comenzará la charla con los F.A.

De locales. Massi, Esteban, Piqui y Patu (sentado)

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Massi es panzón y usa lentes. Cuesta un poco entenderlo; tiene labio leporino. Cuenta que todos los días, cuando pasa-ba caminando por la Tira 36, veía que de una casa salía una humareda que llegaba hasta el cielo y se escuchaba música a todo volumen. Ahí sonaba el rap. Y le empezó a gustar; siempre fue abierto a escuchar distintos géneros. Un día pudo conocer al dueño de la casa, Fena, y así empezaron a compartir el gusto por el rap. El gordo Massi, al igual que el resto de los F.A, cursó la primaria en la escuela media Número 7.

El Patu es alto. Es flaco y alto. Debe tener mucha plata enci-ma, no por la billetera pero sí por las cadenas, los anillos, el reloj, los tantos tatuajes. Tiene hasta en la panza, ahí donde dicen que más duele tatuarse. "Yo era plaga, un re plaga. Un día que estaba vagueando por el barrio, buscando tazos para el soplamoco (ese juguete que te ganabas comiendo chizitos), me encontré un casete. Decía ‘Curio’ y no entendí un carajo. Lo llevé a casa y lo guardé", dice Patu. Como no tenía grabador para escucharlo, lo mezcló con los de folclore que tenía guar-dados su papá. Y quedó ahí.

Esteban es el que mejor habla de los cuatro. Es un poco más serio. Se lo escucha preocupado por la falta de posibilidades con la que se enfrentarán esos pichones que juegan a la pelo-ta al lado nuestro en una canchita de asfalto. Da gusto escu-charlo reflexionar. El Picky es su hermano, el último que se sumó a la banda y el más tímido de los cuatro. Usa el pelo rapado al ras y una cadena que le llega hasta el estómago.

rap en La BaiLantaEn la escuela había un pibe al que siempre lo cargaban.

-Le decíamos Bochi y era medio bocón, así medio fiero. Un día le escribimos una canción y la grabamos en el grabador de periodista que tenía Massi. Pusimos el casete en la sala de profesores, bien fuerte, y todos terminamos cantando: "Bochi... sos re-feo". Ahí me di cuenta de que podía escribir canciones- cuenta Patu.

Al tiempo le pidió un compilado de rap a Massi y le contó del casete que había encontrado en la calle. "Ellos ya eran los F.A y yo tenía mi grupo -cuenta el Patu-. Ellos eran Massi, Esteban, Walter y Fena. El mío se llamaba L P 16. Éramos cuatro".

El Patu un día se cansó de su grupo. Los tenía que ir a bus-car a todos para ensayar y no siempre los encontraba en bue-nas condiciones. Uno de ellos hoy está en un loquero en México.

Pasó un tiempo y el gordo Massi cayó en cana. Estuvo cua-tro meses en la comisaría de Villa Pineral. La carátula de su causa era robo automotor, tenencia de arma de guerra y resis-tencia y atentado a la autoridad. "La música me cambió una banda, me abrió la mente. Es pertenecer a otro ambiente, tratar con otra gente. Vos pensá que estando acá las 24 horas sin hacer nada, no pensás cosas positivas. Hoy, F.A es lo mejor que tengo", es la primera frase que larga después de contar sobre sus días preso.

Walter también cayó. Pero él no estuvo sólo algunos meses. Pasó años en prisión. Y el grupo quedó a la deriva. Cuando Walter salió, se rescató: consiguió trabajo como mecánico aeronáutico. Y F.A lo empezó a ver desde abajo del escenario. Fena se fue; comenzó a hacer música con raperos que no eran del barrio.

Mientras tanto, Esteban aprendió programas de computa-ción, de sonido, a programar baterías y a mirar; seguía a los raperos yankees. Siempre con su hermano Picky, que tenía su grupo, Rancho Aparte.

Las primeras presentaciones fueron en El Patria, ese club de Ciudadela en el que los fines de semana se armaba el baile. Se cobraba entrada, iban grupos como Damas Gratis, Los Gedes y algunos de cumbia colombiana, la cumbia que sí se escucha en Fuerte Apache. ¿Se imaginan en un ambiente de bailanta, que pare la cumbia para que toque un grupo de rap? Eso ocurría en El Patria. "Acá se escuchó siempre rap. A la gente le cabe, se siente identificada con nuestras letras", cuen-ta Picky.

Los F.A invitaron a rapear a L P 16, el grupo del Patu. Había un detalle; él nunca les avisó que se habían separado. "Estaba

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solo, pero tenía que estar ahí igual. Teníamos un fanático, Coto le decíamos. Siempre nos miraba re-emoción. De hecho ensayábamos en su casa y un viernes fui y le dije que el sábado tenía que rapear conmigo. Se aprendió las letras y subimos al escenario los dos. Tenía una emoción ese pibe", dice Patu, el que más se ríe de los cuatro. El primer tema que se grabó fue "Cuando un amigo se va", en una casa de un primo de Esteban, cerca de la cancha de Almagro, en José Ingenieros.

"Sos F.A", le dijeron ese día al Patu, que grabó con ellos y había escrito parte de la letra.

"Soy re F.A, les dije, y ahí me puse el cartel", recuerda. Eran tres. Y luego se sumó Picky, el hermano de Esteban.

En 2006 grabaron su primer disco oficial: Estilo Monoblokero. A partir de allí vendrían los video clips dirigidos por Pablo Trapero, las semanas liderando rankings y lo más importante:

lograr que muchos chicos del barrio vieran la música como una opción de vida. Pero el techo, en lo laboral, todavía no se sabe cuál será.

Un amigo se va"Siempre me decías/ que ningún policía te quitaría la vida/ siempre en tu rostro convivía una sonrisa/ pero con picardía porque en todo momento/ sabías lo que hacías/ recuerdo a tu hermano recibiendo la noticia/ guacho Cabañas se ha quitado la vida/ terminaron la buenas jugadas/ sólo nos has dejado una lluvia de balas/ y llorando en tu lápida llevándote flores/ sólo te dejamos una lluvia de lágrimas/ que en este momento no sirven de nada/ cuando un amigo se va/ tu corazón va a guardar esos recuerdos/ que en el alma para siempre van a quedar" (letra de "Cuando un amigo se va").

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En Fuerte Apache cuentan que hubo un pibe que jugaba mucho mejor que Carlitos Tévez. La respuesta es unánime. Siempre. Nadie lo duda. Su nombre era Darío Coronel, pero en el barrio y en el ambiente del fútbol infantil todos los cono-cían como Cabañas, el guacho Cabañas, debido a su parecido físico con Sergio Cabañas, el de Boca Juniors. Y porque era paraguayo, como el jugador.

Al igual que Tévez, Cabañas siempre vivió en el Nudo 1 y paraba debajo de su edificio con los Backstreet. Los F.A lo conocieron y todos los días plagueaban con él. Con Patu com-partió clubes como Vélez y Argentinos Juniors. Esteban se tatuó su nombre, en la pierna, arriba del tobillo. Eran nieris (algo así como "mejores amigos", que están todos los días juntos). Cabañas escuchaba F.A y más de una vez los había ido a ver a El Patria. Una noche, le dijo a Esteban: "Vos tenés que llegar con tu música, tenés que tener plata, porque ya tuvis-te a tu primer hijo y le tenés que dar todo. Aparte, porque tu música re va, está buena, tus temas están re-buenos".

Cabañas jugó al baby fútbol con Tévez en Villa Real, Santa Clara y All Boys. En cancha grande lo hizo en Vélez, San Lorenzo y Argentinos Juniors.

–¿Qué recuerdan de él?–Su risa. Era única. Y lo des-

cansero que era. Su pinta, era pícaro. Cuando no venía a jugar, todos, Tévez también, decíamos: "Uh... no vino Cabañas" y él estaba en la puerta matando palomas. Jugando, todos le tenían miedo. Se enojaba, se mordía la lengua e iba para ade-lante corriendo y gritando. Era un fenómeno, pero le gustó la calle y se dejó llevar por la joda–, dice el Patu.

Le decían que había salido en el diario o en la revista de fútbol infantil como uno de los mejores jugadores y él, nada. Los técnicos de Vélez y San Lorenzo lo iban a buscar a su casa para que volviera, y él, nada. Una vez quiso, como todos los chicos, tener botines blancos. Tenía unos Puma negros y los pintó con pintura blanca. Al final, se los cambió a un colom-biano por unos Nike. Al rato, con los pelotazos, el colombiano notó que sus botines se empezaron a despintar. Ya era tarde para reclamar. Cabañas iba a entrenar a Vélez y les pedía a pibes del barrio que se quedaran por Juan B. Justo. A propó-sito, pateaba las pelotas para el lado de la calle, así podían llevárselas para jugar después en los monoblocks. Lo dejaron libre por mala conducta.

–Yo una vez le dije que se rescatara, que ya había muerto Joselo, que el próximo podía ser él y me dijo: "Esteban, yo soy así, sé cuidarme solo, sé lo que hago". Yo pensé que me iba a decir otra cosa, pero fue sincero. Puede parecer fuerte, pero acá los pibes tienen esa forma de pensar, de manejarse. Son así. Él lo creía de verdad– se lamenta Esteban.

Una noche, Cabañas fue con algunos de sus compañeros a robar. Sabía que era carta blanca. Estaba acusado de matar a un policía y cuando se cruzase a un patrullero se iba a tener que tirotear; no lo querían meter preso, lo querían ver muerto. A la salida se armó la persecución por las calles del barrio. Llegaron al edificio de Aguas Argentinas de la calle Besares y se vio

rodeado. Antes había ayudado a sus compañeros a saltar las paredes. Miró a los policías y se vio sin salida. No le quedó otra. Se llevó la pistola a la sien. Siempre decía que antes de que la policía matara a un chorro, prefería matarse él.

Pasó un tiempo de su muerte y los cuatro amigos quisieron escribirle una canción. Cada uno hizo su propia letra. Una tarde se juntaron, unieron lo mejor de cada una y se grabó el tema "Cuando un amigo se va". "Era mucha responsabilidad escribir sobre él, porque era un amigazo, no una mujer que te abando-nó y te dejó mal", dice Picky. Apenas terminaron el trabajo, lo primero que hicieron fue acercárselo al hermano de Cabañas, para que aprobara su difusión. La letra le encantó y les dio un abrazo a cada uno, a modo de agradecimiento.

En el video clip de la canción "Queridos amigos", dirigido por Pablo Trapero, el mismo de Leonera, El Bonaerense y

Mundo Grúa, entre otras películas, se los ve a los cuatro visi-tando la tumba de Cabañas, prendiéndole cigarrillos y convi-dándole un vino espumante.

–La madre se enojó porque malinterpretó el video. Pensó que nosotros lo pusimos a él como un re delincuente y no, en realidad lo pusimos porque era un amigo en común; lo que-ríamos todos. No entendió. Ella quiere que cuando hablen de él, lo nombren por lo que era: un jugadorazo que pudo haber llegada tan o más lejos que Tévez– dice el Patu.

apoLogías"Y nos marginan todos/ a nadie le importamos/ sólo nos nom-bran cuando mal actuamos/ cuando nos drogamos, robamos o matamos/ yo pienso, deberían dar otras soluciones/ ya están llenos los penales/de maldades y ladrones/ en mi barrio se tendrían que formar profesionales/ en lugar de que los chicos, sean los criminales" (letra de "El mundo del revés").

“F.A no hace apología del delito. No somos cuatro

pendejos que avalamos a los

chorros”.

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José Cedrún Gutiérrez es el abogado que a fines de 2008 denunció al grupo por apología del delito. Pero de Fuerte Apache, nadie denuncia lo que cuenta Esteban: "Las escuelas no están aptas, los centros de sanidad no están buenos, las condiciones edilicias hacen que uno no viva tranquilo. Te discriminan en el trabajo; las posibilidades para los que vivi-mos acá no son las mismas. Creo que no quedarme callado es una manera de darle una ayuda al barrio, de hablar por él. Yo, como papá, veo a todos los chicos como a mis hijos y no me gustaría que pasen por tantas cosas que yo pasé".

Desde que se formó F.A, en Fuerte Apache ya hay entre cinco y seis grupitos de rap, que ya se vendrán y que logran que algu-nos pibes tengan puesta la mente en la música. Constantemente están pidiéndole consejos al grupo; sobre sonidos, rimas, con-solas, programas de computadoras para mejorar la música. No

todos vivirán de la música. Es como el fútbol: no todos son Tévez, Riquelme, Maradona. Pero el que juega a la pelota tiene la cabeza ocupada en otra cosa. Pensar letras, sonidos, trabajar en grupo, formar un equipo, siempre es productivo. "La músi-ca te da la libertad que no te da la sociedad por vivir acá. Vos cantando te expresás, y no hace falta romperle la cabeza a alguien para que vean qué sentís", concluye Esteban.

–¿Su música influye en los chicos del barrio?–Lo nuestro es un re-buen punto. Yo cuando era chico veía

a los que robaban y decía: "Guau, andan en moto, llenos de oro, tienen unas re zapatillas". Yo quería ser así, como ellos, ¿me entendés? Y está bueno que ahora nos vean a nosotros, también; que vean que cantando se pueden tener anillos, zapatillas, motos –responde Patu.

–Aparte, si vos escuchás nuestras letras, ves que en ningún momento decimos "andá a robar que te va a ir re bien"–agre-ga Massi.

–¿Qué le dirían al abogado?–Que F.A no hace apología del delito. No somos cuatro pen-

dejos que avalamos a los chorros. Somos el reflejo de una rea-lidad que se vivió acá, en los 90. El primer disco es un reflejo de nuestra adolescencia, es lo que vivimos, la manera en que nos criamos. Nosotros vivimos eso. Hoy cambiamos, nuestras vidas son distintas. Queremos contar eso, la realidad. Entendemos y sabemos de rap, somos artistas, no improvisamos. Hace más de doce años que estamos en esto. Este es el proyecto de nues-tras vidas y queremos aprender más, día a día.

Hace poco, los F.A fueron invitados al programa Mañanas Informales. Y contaron que en el barrio el Gobierno bonae-rense había prometido una canchita que nunca terminó de construir. Tras la entrevista sonaron sus teléfonos. No eran las felicitaciones de sus seres queridos. Tampoco el llamado de esa mujer que nunca se fijó en ellos antes de aparecer en la tele. Era gente del Gobierno; no estaban contentos con lo que habían contado. Finalmente, la canchita se hizo de pasto sin-tético y se inauguró hace una semana.

nUdosEs el segundo día en Fuerte Apache. Hoy se hacen las fotos. Son las once y media de la mañana y los F.A caminan por los mono-blocks con cara de dormidos. Los salvan los lentes. Van hasta el Nudo 3, donde hay terraza. Desde un edificio se escucha la voz de Luis Miguel. Un pequinés saca corriendo a un pitbull que se le quiso acercar. Pasa un 504 blanco que trabaja de remís. Va desde el barrio a Liniers a cambio de $ 1,50 por per-sona. Un grupo de nenes juegan a la bolita y escucha en un celular a F.A. En las paredes se leen pintadas hechas con aero-sol: Juan del 1, Mariela del M6, Nico del 10. A los pibes los identifica, además del nombre, el lugar en el que paran.

A F.A y el fotógrafo los sigue una banda de chiquitos. Uno lo saluda a Massi: "Están re buenas tus cadenas. ¿Son de ver-dad?" Los nenes se quedan mirando cómo posan los músicos. No hay que ser muy vivo para darse cuenta de que quieren aparecer con ellos. Se meten en una foto; posan con los F.A parados y ellos, todos sentados, hacen cuernitos y fuck you.

En Fuerte Apache hay ascensoristas. No se permiten más de tres personas por viaje. Adentro del ascensor, un ventilador cuelga con un gancho de carnicería. Un cartelito pide a los vecinos que paguen las expensas así se puede seguir brindan-do el servicio. Para subir a la terraza hay que ir por esas esca-leras que son fierros pegados a la pared y abrir una chapa para trepar al techo.

Una vieja que llega de hacer los mandados se queja: "¿Por qué no se van a sus Nudos a hacer las fotos?" Cuando se van, el Patu le dicen a un amigo suyo del Nudo, al que la señora conoce, que le dé a ella algo de los 500 pesos que les dimos por dejarnos hacer las fotos. La vieja lo escucha. Los cuatro, y el fotógrafo también, se mueren de la risa. El pibe se las deberá ingeniar para zafar del mangazo de la vieja.

Llega la despedida, el saludo final. Para salir del barrio hay que ir hasta la casa rosa, doblar a la derecha y en la primera a la izquierda. Un grupito de diez o doce chicos juega a la pelota, con rap de fondo, a todo lo que da. Cantan los temas de memo-ria, en voz alta. Algunos rapean. Se ríen, se los ve agitados, cansados, pero contentos. Casi sin aire, pero siguen rapeando. Es una semilla plantada. Es una esperanza de que las cosas pueden cambiar. Esto también es Fuerte Apache.

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tras cartón

editada por la revista Crisis.—¡Por supuesto que es

un silenciado por la demo-cracia capitalista! ¡Pero por gil, por andar dinamitando cada puente por el cual pasaba, fueran laburos, par-tidos, gobiernos, camas de tilingas del sur o sicólogas de Congreso!

Me grita el librero.

A joderse macho, pero ese no es el tema que a mí me importa. La suerte futura de nuestro personaje me importa, francamente, un

F lor—¿Tiene algo del Turco Asís?

Le pregunté al libre-ro y me contestó, con sorna y bronca y un resen-timiento con llagas que no pude creer.

—¡Pero no! ¡Dios me libre, a ese chanta, ya nadie lo lee, muchacho! ¡A quién se le ocurre, un libro del Turco!

La librería estaba en la esquina de Sarmiento y Boulogne Sur Mer. El libre-ro, un gordo horrendo y miserable, mordía con des-esperación una milanesa rodeado de pilas de libros viejos y usados. Con una goma vieja les sacaba la tierra del lomo. Sentí bron-ca y odio en las palabras del librero. Y enseguida me miró mal, y con los ojos me dijo:

—Negrito de mierda, ¿no serás vos uno de esos 25 mil fachos que lo leyeron en la década del 70 y 80?

De pronto, vi entre los anaqueles una edición vie-jísima de Rescate en Managua, una de las mejo-res novelas del Turco y una de las menos difundidas. Una novela que escribió cuando trabajaba en el Diario de la Argentina y lo mandaron de corresponsal a Nicaragua.

Quise comprarla. Pero el librero me la sacó de las manos y pegándome un empujón me echó a la calle.

—¡No voy a dejar que se difundan estas porquerías!

Me fui con una bronca bárbara. ¡Cómo puede existir gente tan imbécil! ¡Y

cómo es posible que al escritor más grande de la Argentina los libreros le hagan la vida imposible! Caminé por Sarmiento en dirección a Pueyrredón y me encontré con una libre-ría de usados, Acasubi. Entré.

—Hola, busco libros del Turco Asís.

—El turco fue un best seller, pero ahora ya nadie lo lee… Me contestó el librero sin dejar de leer una revista Viva. Me calenté porque ni siquiera me miró y le contesté con firmeza.

—Está bien, señor, pero quiero comprar sus libros.

—Fijate en las bateas, tal vez encontrarás una edi-ción de La Línea Hamlet, una de las últimas que no leyó nadie. Ni él la habrá leído…

Revisé en un estante que decía latinoamericana; nada. En argentina, nada. En “Política nacional”, nada. En rareza del pero-nismo y nada. En clásicos modernos, nada. No había un puto libro en toda esa librería de mierda. Me pareció extraño, si hasta tenían primeras ediciones de Hugo Wast, de Silvina Bullrrich, de Enrique Wernicke.

Me sentí decepcionado. Pero entonces el librero me comenzó a contar una his-toria increíble.

—Hace un tiempo esta-ban todos sus títulos en los saldos, me dijo el librero. Pero ahora desaparecie-ron. Dicen que alguien los sacó de la venta a todos y ese alguien es el mismo

Asís que compró los sal-dos de Planeta y Sudamericana. Es una estrategia para decir que lo están releyendo y volver al ruedo con todo, como un best seller que se insi-núa en los saldos de Corrientes. Fe de ratas, Don Abdel Zalim, La Manifestación; Flores roba-das, de la cual hasta se rodó una película.

El Turco se ganó una buena cream de enemigos y en esa está. ¡Está censu-rado! Lo cierto es que al muchacho ya no lo lee nadie más que yo y un grupo de antropólogos e investigadores del pasado. ¡Y si por casualidad lo lee un joven profesor en la Universidad, el prejuicio por la foto de sus portadas (en la cual aparece con moño y bigotito) no lo deja pensar y tira el libro por la ventana! Es una realidad insustituible. No hay forma de mentirles, queridos lec-tores, al Turco ya no lo lee nadie, pero aun así, sigue siendo el gran best seller de estas pampas. ¿Cómo es posible? Pues vive en el inconsciente del prejuicio del mundillo cultural, que tarde o temprano, lo pon-drá otra vez en la cresta de la ola. Y para eso falta muy poco... Por eso recorro las librerías de viejo en busca de ejemplares del Turco, de agotadas y sesentosas primeras ediciones, como la que editó Corregidor de su novela Don Abdel Zalim, el Burlador de Dominico, o la primera edi-ción de Los Reventados,

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huevo. Lo importante acá son los libros, y tampoco me refiero a la calidad lite-raria de los mismos, sino los libros en volumen, en cantidad, en cuerpo pro-pio. El libro como objeto de consumo, generador de ganancias. Miles, millones de ediciones, ediciones de 25 mil ejemplares que andan dando vueltas en los saldos de la ciudad y de seguro un moro librero se está beneficiando con este trabajo. Yo vengo a recuperar el trabajo, a

devolverle al Turco y a la sociedad lo que nos corresponde por tantos años de trabajo. Quiero los brolis.

Voy a otra librería.—Disculpe, ¿tiene algo

del Turco Asís?Conversamos un rato y el

librero me contó un mur-mullo que había escucha-do hace un par de meses. “Andá a hablar con Roberto, es dueño de una distribuidora, él debe saber a qué librerías fueron a parar los saldos del Turco”.

La distribuidora quedaba cerca, en Belgrano y Entre Ríos. El dueño me dijo que todos los saldos los com-pró un griego que tiene un barco anclado en La Boca. El viejo me lo dijo: 60 mil libros de todas las edicio-nes a diez centavos cada uno. ¡Era un material, un tesoro ignorado por el mundo cultural que, de la nada, con un par de notas en la prensa y un reportaje en un suplemento cultural podría convertirse en una fortuna en una semana de

ventas! ¡Pasarían de valer diez centavos a 15 pesos cada uno, un dineral!

Todos los libros, todas las ediciones, los de la década del 70; los del 80; los últimos de funcionario de los 90. Había un gran negocio en marcha que sólo yo veía o me inventa-ba, para después poder inventárselo a los demás. ¡Debía conseguir todas las ediciones de esos libros! Mientras pienso en el gran negocio recuerdo la famo-sa edición con la cara de Canguro, no existe más; y esa otra con su foto junto a la Olivetti, fue famosa.

Llamé a mi amigo Luis Risco, de La Boca y le conté de los libros y la posibilidad de armar el negocio. “Luis, lo único que necesitamos es una camioneta”. Por supuesto que no le hablé del Turco. Lo mío es algo simbólico también, en cierta manera es darle una patada en el culo a los culones que censuran y forman cáno-nes según sus antojos; esos caraduras mediocres que prejuzgan antes de leerlo porque el tipo sale en la tele. De esta forma, se distribuyen el trabajo, se reparten la torta entre ellos. ¡Garcar a los garcas y ganarme unos mangos me parecía un negocio ejemplar!

Si quieren saber cómo continúa esta aventura ato-londrada de los libros de Asís, la próxima semana prometo contarles todo. Chau.

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“E stoy leyendo mucho teatro. Tengo diver-sas lecturas, no me

obsesiono con un autor en especial.” dice la actriz Emilia Mazer mientras agarra libros de teoría teatral de su variada biblioteca.

—¿Un libro con el que te sentiste identificada?

—Paris era una fiesta, de Hemingway. Me hubiera gus-tado vivir esa época.

— ¿Tres autores fundamen-tales de teatro?

—Peter Brook —me encan-ta—, Jerzy Grotowski y el fabuloso Eugenio Barba

—¿Del teatro más clásico qué te gusta?

—Shakespeare y Anton Chejov me parecen los mejo-res. Pero también me gusta la obra teatral de Federico García Lorca.

—¿Un libro que regalás siempre?

—Alguna vez estaba copadísima con Para vivir un gran amor de Vinicius de Moraes y lo regalaba todo el tiempo, pero después se me pasó. Prestaba mucho y me olvidaba a quién se lo había dado. Así perdí la poesía completa de Borges.

— ¿Te daba bronca?—No soy apegada a las

cosas materiales. Uno pierde cosas más importantes a veces, más dolorosas. No me atormento por eso.

— ¿Los últimos libros que compraste?

—Hace poco me compré Coraje de Osho. También libros sobre la maternidad, como El niño feliz de Dorothy Corkille Briggs, La materni-dad y el encuentro de la pro-pia sombra de Laura Gutman y de una autora inglesa tradu-

cida al español, llamada Miriam Stoppard, El nuevo libro del cuidado de tu bebé.

— ¿Qué tipo de libros son los que más te atrapan? Novelas, cuentos…

—Sin duda, las biografías. Como la de Catherine Hepburn, la de Diego Rivera, Rosa Luxemburgo o la de Fellini. Una que es genial, casi autobiográfica, es La tie-rra de cenizas y diamantes de Eugenio Barba. Las vidas de Frida Kahlo y Juana de Arco fueron las que mas me atraparon. Me gustó leer Los mitos de la historia argentina, de Felipe Pigna. La historia me gusta porque, como estu-dié durante la dictadura, es como que tengo un hueco.

Hay parte de la historia que nunca la aprendí en el cole-gio. Te la contaban de otro modo. Me parece esclarece-dor.

—¿Conociste personalmen-te a algún autor que admira-bas?

—Lo fui a entrevistar a Borges a los catorce años con unas amigas. Era fanáti-ca de sus poesías y cuentos fantásticos. Me acuerdo de la sencillez del tipo. Le tocamos el timbre, estaba durmiendo la siesta. María Kodama nos dijo que volviéramos a las

cinco, que se despertaba para tomar su vaso de leche. Volvimos y charlamos durante horas, en su living. Nos paseó por Grecia, Roma, nos hablo en sajón. Yo era muy tímida y no dije una palabra, pero había armado todas las pre-guntas. Frente a él no pude decir una palabra. En un momento una compañera se salió de mi cuestionario y le preguntó: “Che, Borges, ¿no se te ocurrió escribir poesía?” El hombre, humildemente y muy tranquilo, contestó des-pués de una pausa: “Una que otra vez”.

—¿Alguna lectura pendien-te?

—Tengo ganas de leer Travesuras de la niña mala de Mario Vargas Llosa. Quiero releer a Simone de Beauvoir, que la leí de pendeja y soña-ba con tener ese vuelo artísti-co.

—¿Un ranking de tus favori-tos?

—La biografía de Peter Brook que se llama Hilos de tiempo; Linterna mágica, que es la bio-grafía de Ingmar Bergman, y no puedo dejar afuera Rayuela, de Cortázar.

* Actriz

los libros de

Emilia Mazer*

“No me atormento por los libros que presté”

Coraje, de Osho. “Es uno de los últimos que compré”.

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Poemas, Jorge Luis Borges. “Lo

fui a entrevistar a los catorce años, con amigas”.

Hilos de Tiempo. “La biografía de Peter Brook, mi favorita”.

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buscador

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La tora argentinaVale la pena conocer a Amparo Lucero, la Yiyiyi, la —y este sí es un apodo logrado—Tora argentina. Amparo es diva del cine, la radio y la canción. Un personaje desmesurado contado en clave de varieté. Victoria Carreras, premiada por este trabajo con un ACE y un Estrella de mar, encarna este personaje en el unipersonal ¿Quién dijo que era buena?, que puede verse hasta el último viernes de marzo en el Centro Cultural Caras y

caretas. Un lujo extra es el vestuario aportado por Mercedes Carreras, con vestidos originales que usaron ella misma y Tita Merello.

Dos Rocíos dosLa pregunta que se hace Lucía Panno es inquietante: “Uno tiene dos vidas, la que vive y la que cuenta, pero ¿cuál es cuál?” Con esta cuestión de por medio escribió una obra, Rocío, que duraba diez minutos que se mostró en varias fiestas y pasó por muchos ensayos. Hasta que creció y hoy se muestra en un ciclo de operas primas en el Centro Cultural Ricardo Rojas. Rocío tiene un relato doble de sí misma que actúan Aluminé

Cabrera y Paula Pichersky y dirige Luciana Carrasco. Las funciones son los viernes de marzo y abril a las 21.30, menos el 24 de abril que es a las 23. La entrada es de $20.

Andrés Caicedo fue descubierto en Buenos Aires el año pasado, once años después de que este escritor colombiano, nacido en

Cali, se suicidara, a los 25 años. Hay, desde la publicación de su libro Que viva a música, un especial interés por la vida y la obra de un Caicedo que representa una generación y una obra opacadas por el omnipresente boom latino-americano en general y Gabriel García Márquez en particular.

Ahora, como para seguir conociendo a

Caicedo, se publica un libro firmado por el chileno Alberto Fuguet pero que se presenta como “una autobiografía”, Mi cuerpo es una celda. Fuguet asume la voz de Caicedo para contar su vida.

La presentación será en el marco del Festival de Cine Independiente, cuya presentación de este año incluye Andrés Caicedo: unos pocos buenos amigos, un documental de su amigo Luis Ospina, con quien fundó el cine club de Cali y la revista Ojo al cine.Mi cuerpo es una celda, editorial Norma, $45.

Caicedo, biografía y película

No son los grandes hoteles los que se destacan en San Telmo. En este barrio obligado para los turistas, el propio paisaje exige que todo sea hostel y boutique. Uno que da para pasar un par de días como extranjero en Buenos Aires, aunque uno viva en Flores, es Ribera Sur Hotel. Está a dos cuadras de Puerto Madero y a dos de la Plaza Dorrego, tiene 16 habitaciones, solarium con piscina climatizada, wine Bar y los principales servicios de un hotel de cadena.www.riberasurhotel.com.ar

San Telmo es boutique

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La historia de hombres y mujeres homosexuales y musulmanes practicantes, que sufren la discriminación y hasta la condena a muerte en sus países de origen, y

también los prejuicios de un ambiente gay que los ve como potenciales terroristas.

Dos veces difícil

Por Josefina salomonfotos de Charles roffey y reuben steains

Muchos dicen que es una contradicción. Como un pez terrestre. Son gays, les-bianas, bisexuales y transexuales y son musulmanes practicantes. Para muchos de ellos, su condición significa tener que explicarse constantemente.

Para algunos, es una condena a muerte.Mehdi Kazemi es uno de los tantos que vive esa supuesta

contradicción. Es iraní, tiene 20 años y vive en Londres, a donde llegó en noviembre de 2005 para estudiar inglés. Pero su llegada a la “tierra prometida” se convirtió en una historia de desesperación y exilio: en abril de 2006 supo que su novio había sido ejecutado en Teherán cuando las autoridades des-cubrieron que era gay.

Los testigos dicen que cuando Parham —que era pareja de Mehdi desde que ambos tenían 15 años— fue arrestado, las autoridades lo obligaron a revelar los nombres de todos los hombres con quienes había tenido relaciones en su vida. Tras la confesión, la policía Iraní lanzó una orden de captura con-tra Mehdi y Parham terminó en la horca.

Las noticias no tardaron en llegar a Inglaterra y la familia del joven estudiante le aconsejó pedir asilo político, temiendo que si regresaba a Irán corriera la misma suerte que su pareja.

Pero un caso que debería haber sido simple —y una oportuni-dad para las autoridades británicas de demostrar su apoyo a los derechos de las personas musulmanas y gays— se transformó en una controversia internacional cuando el Ministerio del Interior de la isla decidió que no había razón suficiente para demostrar que Mehdi corría peligro en Irán y que podría vivir en ese país si no ostentaba exageradamente su sexualidad en público. Según muchos, la reacción fue típica de una actitud político-correctísi-ma que no quiere ofender a nadie, a cualquier costo.

La comunidad internacional hizo presión y dos años des-pués, la ministra del Interior inglesa Jacqui Smith acordó brindar asilo político por cinco años al joven iraní.

“Cuando dijeron que debía volver a Irán sentí que estaba a pocos pasos de la muerte. Estoy feliz en Inglaterra aunque extraño Irán, a mi familia y a mis amigos. Irán es mi país y creo que es triste que las personas allí no tengan los mismos derechos que en otros lugares,” dijo Mehdi al enterarse de que le aceptaban el asilo.

A pesar de todo, Mehdi es afortunado. Actualmente fugiti-vo de la justicia Iraní, viene del que es probablemente el peor lugar en el mundo para gays, lesbianas, transexuales y traves-tis. Solamente en esa nación islámica, cuatro mil personas fueron ejecutadas desde la revolución de 1979, acusados de “actos homosexuales”.

En lugares como Arabia Saudita, Irán, Pakistán, Mauritania, Nigeria, Sudan y Yemen, el castigo para quienes no se mani-fiestan heterosexuales es la muerte. En otros como Bahrein, Qatar, Algeria y las islas Maldivas las sanciones van desde meses de cárcel hasta multas o castigos corporales.

Por otro lado, en algunos países con poblaciones mayorita-riamente musulmanas, como Turquía, Jordania, Indonesia o Malí, las relaciones entre personas del mismo sexo no están específicamente prohibidas por la ley.

Aun cuando los archivos de organizaciones nacionales e internacionales están repletos de casos de ataques contra gays, lesbianas, bisexuales y transexuales en países musulmanes, lo cierto es que este es un tema sobre el que poco se habla y poco se sabe. Son solo un pequeño puñado las personas religiosas que se animan a hablar abiertamente de su sexualidad por miedo a represalias.

Hasta en países como Inglaterra, donde la unión civil ya es tan rutinaria que no es noticia y las parejas homosexuales pueden adoptar bebés, muchos todavía cuestionan cómo es posible ser musulmán y gay.

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“Para mí no hay contradicción entre ser religioso y amar a alguien de mi mismo sexo,” dice Pav Akhtar a C, presidente de Amaan, una de las únicas organizaciones que en Inglaterra trabajan para combatir la discriminación hacia musulmanes lesbianas, gays, bisexuales y transexuales.

“Soy musulmán. Rezo cinco veces por día, hago el ayuno cuando corresponde y sigo las creencias de mi religión, pero lo que hago en la cama es cuestión mía y de nadie más. Para mí, el rol de la comunidad religiosa es dar apoyo, no condenar. Si todos fuéramos perfectos, seríamos dios. Y si creemos que somos dios, probablemente no lo somos”, dice este enérgico activista.

Yusef, un joven de origen libanés, trabajador social, tampo-co ve contradicción entre su religión y su sexualidad.

El encuentro con C es en un bar en el centro de Londres, en una de esas noches en las que el frío hace que los que vienen de otra parte, como Argentina o el Líbano, piensen en volver a casa. Yusef odia el invierno y dice que aunque llegó a Inglaterra hace nueve años, nunca se acostumbrará a este clima nórdico.

“Es difícil ser musulmán y gay —dice Yusef—. Es vivir entre dos mundos. Por un lado, uno en el que se sale, se toma, que es bastante anti-religión y, por el otro, un mundo en el que no hay alco-hol, no se fuma, donde hay reglas más tradicionales. Pero para mí, tanto mi religión como mi sexualidad son parte de mi identidad.”

¿Y cómo se sale del closet en los lugares donde esto puede significar la muerte?

“Salir del closet es muy difí-cil para muchos musulmanes, pero todo depende de la cul-tura, de la educación y del país de donde cada familia viene,” asegura Yusef, quien con menos de treinta años tiene lo equivalente a muchas déca-das de experiencia de vida.

Según él, para algunas familias lo más importante es que sus hijos e hijas mantengan su religión, a cualquier precio; otras creen que su única opción es aceptar la sexualidad de su familiar con la condición de mantener el secreto dentro de las paredes del hogar. Para muchos, la confesión termina con alguien saliendo de casa con bolso en mano, golpeado o muerto.

De un lado del espectro están las historias de aquellos que, como Pav, fueron aceptados por su familia: “Mi mamá siempre me dijo que prefiere que sea gay y musulmán a que no sea musulmán”, cuenta él. Del otro están los Yusefs, que tuvieron que dejar mucho en el camino para revindicar su identidad.

“Mi caso es tal vez el extremo más feo,” dice Yusef con la fortaleza del que repasó sus

momentos más difíciles muchas veces. La historia que lo trajo a Londres comenzó el día en que su padre —un hombre muy influyente en Beirut, del que Yusef prefiere no hablar— lo vio encontrarse con su novio al salir de la escuela.

“Cuando mi papá me vio, me llevó de los pelos hasta mi casa. Cuando volví de la escuela al día siguiente, toda mi familia estaba ahí, en la sala. Mi papá estaba todo vestido de negro y mi mamá sentada, con una foto mía, llorando y escupiéndola”, relata.

“La sala estaba llena de hombres, mis tíos y primos”, conti-núa Yusef con una mirada que reflejaba el terror de aquel momento: “Me agarraron y me empezaron a golpear. Me gol-pearon toda la noche y al otro día me mandaron a la cárcel”. Allí pasó seis meses.

“Después de los primeros dos o tres días, empecé a escuchar los gritos de otros chicos que estaban ahí detenidos. Me des-cubrieron como el ‘chico nuevo’ y ya sabés qué pasa cuando pasa eso... Un día no aguanté más y me escapé. Mi novio me ayudó y conseguí asilo en Inglaterra”. La historia siguió mejor para Yusef, quien hoy convive con su esposo y avanza en los trámites para adoptar un bebé.

Para muchos, el desafío, la realidad de los musulmanes homosexuales es que no encajan en ninguna de las casillas que la sociedad construye.

Según los estereotipos, los gays, lesbianas, travestis y tran-sexuales no deberían ser religiosos —y menos en el nivel de fanatismo que se le atribuye a los musulmanes— porque la mayoría de las reli-giones parecen estar en contra de las relacio-nes entre personas del mismo sexo; y en línea con los mismos estereotipos, las personas musulmanas, con todos sus supuestos extre-mismos, no tienen ningún respeto hacia los homosexuales.

“Aun en una sociedad abierta como la ingle-sa. Dentro de la comunidad gay, la gente a veces no entiende cómo podés ser musulmán y los musulmanes no entienden cómo pode-mos ser gays. Todavía se necesita mucha edu-cación”, dice Pav.“Soy musulmán,

rezo cinco veces por día, hago

ayuno. Pero lo que hago en la cama es cuestión mía y de

nadie más."

orgullo. Los carteles son de la última marcha del orgullo gay en Londres.

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orgullo. Los carteles son de la última marcha del orgullo gay en Londres.

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“El odio y discriminación contra las perso-nas gay es un tema social más amplio, no solo religioso. No son solo el islamismo y las reli-giones las que demonizan a los gays, lesbia-nas, bisexuales y transexuales”. Pav se detiene, piensa y busca una historia que ilustre lo que trata de explicar: “Hace unos meses, organi-zamos con varios amigos y amigas una gran cena en el Soho, la zona más gay de Londres. Dos hermanas llegaron al restaurante con sus velos y un grupo de gays no pararon de gritar-les que eran terroristas. Lo mismo pasó en la marcha del orgullo gay, a la que fuimos ves-tidos con velos con el arco iris y varias otras organizaciones se la pasaron preguntán-donos a los gritos dónde estaban nuestras bombas”.

Yusef está de acuerdo con Pav: “Si voy a un bar con amigos y me pido un Red Bull todos me empiezan a preguntar por qué no tomo, como la mayoría de la gente en la escena gay. Cuando les digo que no tomo porque soy musulmán me empiezan a mirar con cara rara.”

Para las mujeres, la historia es aun más difícil. Jaheda es una inglesa de 33 años cuya familia migró a

Inglaterra desde Bangladesh cuando ella era bebé. En un relato de su vida publicado por la BBC, Jaheda explicó que

siempre le resultó difícil hablar con su madre sobre su orien-tación sexual, explicarle que era lesbiana.

“Cuando finalmente le dije a mi mamá que soy una mujer a quien no le gustan los hombres, porque no hay una palabra que defina ser lesbiana en mi idioma, ella se levantó, se quedó como hipnotizada mirando la pecera, se puso el velo, cruzó la puerta de calle y no volvió por cinco horas —relata—. Pienso que todavía cree que voy a ir al infierno, pero está aceptándo-me de a poco”.

Jaheda rechazó su crianza estrictamente musulmana y se escapó de su casa cuando tenía 17 años. Pero aun hoy admite que le resultó tan difícil salir del closet como entrar al mundo homosexual, y recuerda que su primer intento de ir a un bar gay en Manchester fue desastroso, cuando los patovicas no

podían creer que una mujer musulmana, ves-tida con un atuendo típico y tacos podría real-mente ser lesbiana.

Incluso en países liberales como los de Europa occidental, ser gay y musulmán trae muchos problemas. Yusef muestra su iPhone. “Yo aquí mismo recibo cientos de mensajes de gente que me pide ayuda y consejo. Puedo recibir setecientos mensajes”, dice.

Y empieza a leer algunos: una chica alema-na de 22 años que no tiene a nadie con quien hablar sobre su sexualidad y se siente muerta; alguien en Pakistán que quiere saber sobre operaciones de cambio de sexo; un palestino gay en Londres que quiere hablar con alguien.

“Hay muchísimos problemas que son particulares de quie-nes son gays y musulmanes, que nadie sabe cómo manejar”, afirma Yusef, que en el último año ayudó a tres personas a conseguir refugio en Inglaterra. “Si alguien musulmán y gay va a una comisaría a denunciar violencia doméstica, por ejem-plo, los oficiales se preguntarían: ¿lo mandamos con quien se encarga de asuntos de musulmanes o con quien trata con temas LGBT? Existe esa situación que confunde porque estas personas no entran en una casilla particular.”

Este activista asegura que el problema es doble: “A veces

creo que la comunidad gay no quiere entender la cultura que alguna gente puede tener y que a veces es muy anti-religiosa. Especialmente ahora, el islamismo parece ser un tabú.”

En el centro del tabú y la controversia está el Corán, el libro sagrado que guía la conducta de millones de fieles musulma-nes alrededor del mundo.

Los sectores más conservadores del Islam consideran que el Corán —que, se cree, es la revelación de la palabra de Alá— es claro cuando dice que las relaciones que caen fuera de la tradicional entre hombre y mujer —y dentro del matrimonio, claro está— son inmorales y, por ende, ilegales. En esta inter-pretación se basan muchas de las leyes que en decenas de países justifican la encarcelación y hasta ejecución de quien se descubra en una relación con alguien del mismo sexo.

“En la marcha del orgullo gay otras

organizaciones nos preguntaban a los

gritos dónde estaban nuestras

bombas."

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De acuerdo a aquellos, los versos que condenan las relaciones homosexuales incluyen el siguiente:

“Y a Lot. Cuando dijo a su pueblo: ‘¿Cometéis una indecencia que ninguna criatura ha cometido antes? Ciertamente, por concupiscencia, os llegáis a los hom-bres en lugar de llegaros a las mujeres. ¡Sí, sois un pueblo inmoderado!’ Lo único que respondió su pueblo fue: ‘¡Expulsadles de la ciudad! ¡Son gente que se las da de puros!’ Y les salvamos, a él y a su familia, salvo a su mujer, que fue de las que se rezagaron. E hicimos llover sobre ellos una lluvia: ¡Y mira cómo terminaron los pecadores!”, Corán 7:80-84

Pav —quien además es concejal para el partido laborista inglés y uno de los únicos políticos musul-manes gays en el mundo— explica su visión: “Sobre el Corán hay una multitud de perspectivas e interpretaciones. Alguna gente cree que Alá escribió en el Corán instrucciones muy detalladas sobre cómo vivir todo, hasta de cómo cortarse las uñas, pero la realidad es que el texto no es tan claro. Yo creo que si Alá hubiera querido que condenáramos la homosexua-lidad lo hubiera dicho más claramente. Muchas interpreta-ciones del Corán no encajan en las sociedades actuales. Algunos intérpretes conservadores dicen que, en el Corán, Alá condena las relaciones sexuales fuera del matrimonio, sean entre dos personas de diferente sexo o del mismo, pero ¿dónde encajan en esa lógica las uniones civiles? ¿Alá condena eso también?”

En Inglaterra —donde existen claras leyes contra la discri-minación por motivo de raza, orientación sexual, religión y opinión—, un número de líderes islámicos fueron claros en su condena contra las personas LGBT.

En una entrevista radial con la BBC, una de las figuras más reconocidas del islamismo en Inglaterra, Iqbal Sacranie, dijo que la homosexualidad era un “vehículo doloroso e inmoral para la transmisión de enfermedades” y que existe evidencia científica que prueba que la “homosexualidad puede ocasionar graves peligros a la salud”. “La homosexualidad es una prác-tica que, en términos de salud, en términos de moralidad en la sociedad, no es aceptable”, agregó.

Sacranie es considerado moderado en su pensamiento. Hasta existen organizaciones islámicas, como The StraightWay, en las que musulmanes “ex-gays” donan su tiem-po para ayudar a otros a “curarse”.

Del otro lado del tablero de opiniones —y aun dentro del islamismo— algunas escuelas de pensamiento aseguran que el Corán permite relaciones entre personas del mismo sexo. Creyentes fervientes como la autora canadiense Irshad Manji están entre aquellos que hacen de la defensa de los temas LGBT una forma de vida.

Las personas que viven su religión y sexualidad con orgu-llo son prueba de que la contradicción entre ser gay y ser musulmán solo existe para quien quiera verla. O en palabras de Pav: “Lo que hay que entender es que lo peor para un musulmán es no ser musulmán, el ‘no creyente’. Entonces, en mi caso, ¿cuál es la alternativa? No puedo no ser gay, ¿así que la alternativa sería no ser musulmán? ¿Es eso lo que preferirían otros musulmanes? Yo creo que ahí esta la con-tradicción.”

Pena de muerte. En algunos países se ejecuta a los homosexuaes. Los gays salen del closet cuando emigran a Europa.

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autos

La clave está en los detalles. La fórmula del nuevo GLK, de

Mercedes Benz, es colmar a este vehículo de elementos de confort, que representen los laureles de su familia aristocrática. Y el desafío fue combinar la comodidad de marcha de los autos de la alemana en el asfalto con una variedad de dispositivos tecnológicos para el fuera de pista.

Viene con dos versiones de equipamiento: el “paquete deportivo exterior” y el “paquete estético todoterreno”. La primera opción interpreta el cariz deportivo con listones y apliques cromados; la segunda está dominada por robustos elementos para la conducción más salvaje, con listones antirroce negro mate y una

protección estética de la parte baja.

El caño de escape, de doble flujo, subraya el llamativo porte de la Clase GLK con sus molduras rectangulares de acero inoxidable. Este vehículo con paquete estético todoterreno descansa sobre llantas de cinco radios y 17 pulgadas.

Si se elige el paquete del look deportivo, las llantas

son de 19 pulgadas y 10 radios.

Pormenores —que no lo son— de todo tipo completan este todo terreno de alta gama.

La tracción integral permanente permite una buena adherencia al terreno mediante una intervención en los frenos de las ruedas con menor tracción; de ese modo se garantiza el avance del

vehículo en situaciones críticas fuera de ruta. Además, impide que el vehículo se vaya para atrás al soltar el freno para accionar el acelerador en una pendiente.

Existe, también, un sistema electrónico de control de la estabilidad y si hay una pérdida de presión de los neumáticos, una voz se lo anuncia al conductor.

En cuanto a las prestaciones de seguridad, la novedad son los airbag para las rodillas del conductor y los laterales a la altura de las ventanas.

La carrocería de chapas de acero de alta resistencia constituye un 47% del peso. Con 4,5 metros de largo y 1,84 de ancho, tiene un baúl con una capacidad de 450 litros con la

Mercedes benz GLK

Una chata con todos los chiches

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posibilidad de poner allí dos asientos extra, que son rebatibles. Si se dobla el respaldo completo hacia adelante se dispone de un volumen de 1.550 litros para el equipaje.

El corazón de esta máquina alemana es un exclusivo V6, de cuatro válvulas por cilindro, con

caja automática de siete velocidades, que genera 210 kilómetros por hora de máxima velocidad. Esto se traduce en una aceleración de 0 a 100 en 7,6 segundos.

El GLK intentará asumir el liderazgo en el segmento de las camionetas para el ocio más lujosas, como ya

lo hicieron sus hermanos. La Clase M., para tomar un ejemplo emblemático de la firma alemana, está a la venta hace ya diez años. La marca también es pionera entre los SUV—Sports Utility Vehicle — y se pavonea con la medalla del más

vendido. Y ha ganado algo más de 950 mil clientes en todo el mundo.

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Por Federico Kukso

El mundo tecno tiene su himno y, obvia-mente, le pertenece

a uno de los dúos más electrónicos, digitales y futuristas de la historia de la música: Daft Punk, aquella dupla de france-ses cultores del género synthpop y dance punk que salen a escena siem-pre trajeados de robots setentosos. En Buenos Aires, le volaron la cabeza a más de uno en 2008 con su puesta en escena gran-dilocuente e histriónica, una pirámide clavada en el medio del escenario que proyectaba imágenes lisérgicas desde sus pan-tallas. Obviamente, los presentes estallaron cuan-do comenzaron los acor-des de “Harder, better, faster, stronger” de 2001, pero aplicable a estos tiempos de insaciabilidad plena.

Lejos de ser un escena-rio estable y enquistado en el conformismo, las tec-nologías —que moldean ánimos, temperamentos y subjetividades— se mue-ven gracias a un estado de insatisfacción perma-nente, aquél que explica por qué no hay objeto tec-nológico que dure más de dos años —al menos no uno al que se lo cuide obsesivamente— y por qué la publicidad del rubro siempre empuja a cambiar, a comprar lo últi-

mo, a renovar el teléfono, la cámara, el televisor, el reproductor de MP3 y DVD aunque no haya necesidad de hacerlo.

Como repite el teórico francés Paul Virilio, vivimos bajo la dictadura de la hipervelocidad y sentimos sus consecuencias direc-tas: la desaparición del cuerpo y del tiempo histó-rico. Todo es y será even-tualmente obsoleto. La diferencia con lo orgánico, que obviamente también se descompone, es que lo sintético lo hace más rápi-damente.

La lógica del “siempre más” (como dice la can-ción, “más duro, más rápi-do, más fuerte”) opera de fondo. Si se juega al antropólogo o paleontólo-go high-tech por un ins-tante, uno podría llegar a descubrir quizás no de dónde proviene tanta ace-leración sino los axiomas, las bases en las que se levantan sus cimientos.

Ahí está, por ejemplo, una de las leyes quizás más citadas ciegamente en la historia, junto a la sui generis ley de Murphy y el segundo postulado de la ley de termodinámica: la ley de Moore. Lo curioso es que gran parte de los que la recitan para darle cierto fundamento históri-co a la idea de renovación permanente y progreso tecnológico indefinido no saben quién es Moore —y lo confunden con los miles

tecno

de Moore del mundo: Alan, Demi, Roger, etcétera— ni los límites de su alcance.

Se sabe que los futurólo-gos siempre tienen buena prensa y mejor llegada en el público. El químico y (luego) físico estadouniden-se Gordon Earl Moore, cofundador de Intel, vio su oportunidad y la aprove-chó: en un artículo publica-do el 19 de abril de 1965 en la revista Electronics titu-lado “Cramming more com-ponents onto integrated cir-cuits” (algo así como “Meter más componentes en los circuitos integrados”, http://fon.gs/intel) juntó las piezas del rompecabezas

con los datos de su época y apostó a futuro.

La revista cumplía por entonces 35 años y le pidió a un grupo de autoridades en el tema que extendieran sus análisis unos diez años y vieran más allá. Moore posó su atención en los cir-cuitos integrados, desarro-llados en 1958. Y advirtió un salto anual: el número de transistores que estas pastillas de silicio podían albergar por pulgada se doblaba cada año.

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En sus palabras: “La complejidad de los com-ponentes se ha multiplica-do aproximadamente por dos cada año. A corto plazo, se puede esperar que esta tasa se manten-ga, o incluso que aumente. No hay razón para creer que no permanecerá cons-tante por lo menos durante diez años. Esto significa que para 1975 el número de componentes en cada circuito integrado de míni-mo costo será de 65 mil”.

Si bien después Moore reacomodó los cálculos y los clavó en los 18 meses, no le erró. Hasta ahora su ley se cumple a rajatabla,

por lo que se la confunde con una ley de la naturale-za, como si funcionara por sí sola aun cuando todas las fábricas del mundo fue-ran abandonadas al mismo tiempo. En realidad, es lo que se conoce como una “predicción empírica”, basada en la observación y que cobra fuerza en la experiencia.

El primer microprocesa-dor de Intel, el 4004, que es de 1971, contaba con 2.250 transistores. Los últi-

La voracidad tecnológica moderna tiene su punto de origen y justificación: la ley de Moore, aquella que desde hace 40 años asegura —y comprueba— que cada 18 meses se duplica la potencia de las computadoras.

Más duro, más rápido, más fuerte

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mos —los más peque-ños— vienen en las netbo-oks actuales y se llaman Intel Atom y están forma-dos por 47 millones de transistores en un único chip que mide menos de 25 milímetros cuadrados. El procesador más rápido

es el de las computadoras de escritorio, el Intel Core i7, una de tantas especies artificiales que cuentan con su propia taxonomía, repleta de nombres reso-nantes como AMD Phenom, AMD Athlon, Intel Celeron, Dual Core, Quad

core, entre tantos otros.Se cree igualmente que

en algún momento las leyes de la física impondrán su rigor, y meter más elemen-tos en espacios más redu-cidos —con tamaños menores que una millonési-ma de metro— se volverá

cada vez más difícil. Por las dudas, Moore

abrió el paraguas y en 2007 salió a decir que su ley caducará en 2020, o sea, en la misma época en la que —según el futurólogo máximo, Raymond Kurzweil— las computado-ras comenzarán a borrar la barrera: “Las máquinas alcanzarán la capacidad del cerebro humano, unas 100 mil millones de neuro-nas y 100 billones de conexiones, alrededor del año 2019 —señala—. Para el 2030 con menos de mil euros dispondremos de un artefacto con el poder de unos mil cerebros huma-nos; en el 2050, aproxima-damente, por ese precio la potencia será equivalente a mil millones de cerebros humanos”.

Y entonces, los papeles se habrán cambiado y tal vez se pueda llegar a decir que el ser humano perdió el trono del ser más inteli-gente sobre la Tierra.

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el dato snob

de los top— la lanza Reebok y fue creada junto al Cirque du Soleil, un gancho marketi-nero irresistible. Se llama Jukari Fit to Fly y se trata de un aparato con tres cuerdas ajustables al techo y una barra de acero cubierta con neoprene, para colgarse y volar.

Al parecer, con este ejerci-cio, además de sentirse parte del Cirque por un rato, se puede estirar el cuerpo, toni-ficarlo, hacer un entrenamien-to cardiovascular y lograr fuerza abdominal. Y encima prometen que es accesible para mujeres de cualquier edad y estado físico.

El lanzamiento de esta novedad se concretará en gimnasios de doce ciudades del mundo. Una de ellas, Buenos Aires.

Para la ocasión, la marca creó dos líneas de ropa deportiva, On the Move y Reebok-Cirque du Soleil.

Ahora la gimnasia, parece, se hace en el aire.

¿Se acuerdan de los gimnastas saltarines de la fiesta de inaugura-

ción de los juegos Olímpicos de Beijing 2008? ¿Esos que llevaban unos zancos pla-teados con los que saltaban hasta el cielo? Esos zancos ya están en la Argentina y son el último salto en materia de actividad física.

Aunque siempre hay algún adelantado que ya cambió los rollers por el skyrunner —así se llama—, la presentación en sociedad fue en la caravana que organizó el diseñador Martín Churba para cerrar la última Fashion Week, cuan-do unos gimnastas apare-cieron saltando como maníacos alrededor del Monumento a los Españoles.

Marcos Resnik, que comercializa estos zancos en el país, afirma que no son sólo para acróbatas, que los puede usar cual-quiera y son un buen ejerci-

cio aeróbico, especialmente para los que tienen proble-mas en las rodillas y la espalda. Y como suele decirse en estos casos, asegura también que la fie-bre zancuda ya “estalló en Europa”. Se fabrica en China y no se sabe bien si nació en Alemania o Australia, aunque este últi-mo país rankea mejor para atribuirse el invento, porque los zancos parecen inspira-dos en la pata de un cangu-ro.

Con estos zancos futuris-tas se puede saltar a dos metros de altura, correr a más de cuarenta kilómetros por hora y otros usos que se pueden leer en www.wkyrunnerargentina.com.

El tipo de skyrunner para cada usuario depende del peso. Hay dos modelos para chicos, uno para los que pesen de 20 a 40 kilos y otro para los que pesen de 30 a 50 kilos; y para los adultos vienen tres: de 50 a

70 kilos, de 70 a 90 y de 90 a 100.

Hay que pagar el precio de ser pioneros: valen 1.400 pesos los skyrunner para adultos y 760 los de niños. Pero pronto aparecerá en Palermo la opción de alqui-larlos.

Con la actividad física parece ocurrir lo mismo que con la tecnología: los usua-rios quieren siempre algo nuevo; al menos una nove-dad al año, como para variar un poco.

Para entender los cuadri-tos de doble entrada de los gimnasios, con la oferta de actividades y horarios, se necesita un glosario. Las palabras “aerobics” o “modeladora” ya no existen y el yoga parece ser la única actividad que no envejece.

Una nueva práctica que se verá pronto en al menos un gimnasio porteño —la marca no adelanta cuál pero seguramente será uno

Volare, saltare

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Llegan dos nuevas prácticas deportivas: el skyrunner —aquellos zancos para saltar hasta el cielo que se vieron en la inauguración de Beijing 2008— y un invento de Reebok junto al Cirque du Soleil, para volar en una suerte de trapecio.

en el aire. Los zancos modernos (arr.) y el nuevo invento de Reebok y el Cirque du Soleil.

44-El Dato Snob150309.indd 44 12/03/2009 12:08:45 a.m.

E l primer concepto de relojería del mundo es un palo clavado en la

tierra. Su sistema se basa en una experiencia que conoce la gente de campo y hasta los veraneantes que aprenden a calcular la hora por la sombra de la sombrilla. El reloj de sol indica la hora de acuerdo a la proyección de la sombra que obedece a la emisión de luz solar (a fin de cuen-tas es la sombra, no el sol lo que da la hora). Así, poco después que el ser

humano dividió el día en una serie de particiones, tuvo un reloj por primera vez. Rápidamente empe-zaron a construirse, como objetos maravillosamente artísticos, los relojes sola-res con una saliente que proyecta la sombra sobre un cuadrante que, además de artísticos, son esotéri-cos, desde las culturas mayas hasta las druidicas, con la idea del astro sol, vinculado a un principio de espiritualidad.

Parece que el sol está en el principio y en el final de

la relojería. Y como una ser-piente que se muerde la cola, el primer sistema se encuentra con las últimas novedades tecnológicas, que tienen que ver con las líneas de relojes ecológicos que funcionan a energía solar.

Es la línea en la que tra-baja la japonesa Citizen, cuyo Ecodrive funciona a energía natural o artificial (una tan poco ecológica bombilla, por ejemplo). Como no se agota nunca, para depejar dudas, tiene un sistema que permite chequear si la hora es correcta y, si hay algún desajuste, corregirla. El sis-tema absorbe la energía solar como fuente de mar-cha y su tecnología evita el uso y liberación de bate-rías, que son la cosa más probadamente polucionan-te con las que convivimos. Claro que el Citizen EcoDrive, que cuesta unos 400 dólares, ofrece una

respuesta bastante mejora-da a los viejos relojes sola-res de las plazas medieva-les europeas: entre otras novedades, da la hora tam-bién de noche, que era una limitación notable de aque-llos palos clavados en el piso.

Será por eso que, ya bien entrado el tiempo de la humanidad, hacia el 1.300 o 1.400, la relojería aban-donó el principio de la

observación de la proyec-ción de la luz así como el sistema de trasvasamiento de sustancias —el reloj de arena, que tampoco medía una cantidad de horas sufi-cientes y, por tanto, se ponían en secuencia, uno detrás de otro, así se logra-ba medir los sucesivos fragmentos de tiempo—, para moverse hacia un objeto renacentista y mecá-nico, formado por grandes piezas que, ligadas en engranajes, fluyen con la ley de gravedad.

Como un reflejo, los siste-mas premecánicos, como la energía solar de los relo-jes modernos, empatan con las necesidades, la capacidad creadora y las preocupaciones de la gente de su tiempo. Combatir la crisis con relo-jes que no requieran más gastos que los de su com-pra inicial no parece mala idea. Y encima cuidan al planeta.

tiempo

De sol a solLa relojería se muerde la cola: si el primer artefacto fue un palo clavado en la tierra, que daba la hora con las sombra que proyectaba el sol, las moder-nas piezas ecofriendly se valen de la energía solar.

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Ecológico. El modelo de Citizen, a energía solar y sin cambio de pilas.

panElEs. El solar de Patek Philippe.

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Pocos convocan hoy el público y el fenómeno que atrajo Manu Chao en sus recitales en la Argentina, que, más que un show, son una

manifestación: música, discurso antisistema, conciencia latinoamericana y una militancia algo pueril pero verdadera.

MANIFIESTO CHAO

46-49-Manuchao150309.indd 46 11/03/2009 11:55:37 p.m.

Por Juan Becerra

La revolución express de Manu Chao no se da en la realidad de la política sino en la de la música. Ese es el qué de un cómo que va encontrando su forma bajo las luces del Luna Park, unas extensiones de claridad que se cruzan en ángulos cerrados sobre

una nube de marihuana y baja presión ambiental. Un poco más abajo se advierte la fuga de energía de una fuerza centrífuga colectiva, ejercida por miles de humanos que dejan en el centro del estadio —ese punto del pasado donde brilló la violencia de Carlos Monzón— la idea de que la revolución se acabará cuan-do se acabe el show.

La revolución de la música no piensa en su futuro porque no lo tiene, pero mientras dura es eterna. Es, en el fondo, una revolución ideal: sin la fatalidad de su día después, sin las cala-midades de un buró y sin las tentaciones burguesas que tarde o temprano florecerán. Y Manu Chao es el líder discreto de esa revolución sin política. ¿Cómo la hace? La hace, posiblemente,

no sobre la Historia sino sobre la actualidad; su materia no está tanto en los libros como en los diarios que nombran las pala-bras contemporáneas del malestar de izquierda: Guantánamo, desaparecidos, Pentágono, Irak, Bush y, en una última vuelta de actualización, Barack Obama; todos avatares de Babilón, el nombre genérico que la cultura rasta le ha pues-to a las sociedades de trabajo, producción y con-sumo de Occidente que le regalan su tiempo a la plusvalía.

Lo que tiene de bueno es que en esta revolu-ción sin poder no hay amos disciplinarios, ni órdenes marciales vociferadas en la sierra o en la selva, sino una organización horizontal a la que el propio Chao se suma como uno más: para hacer número. Lo hemos visto manifestando de incógnito en las calles de Mar del Plata durante

la contracumbre de 2005, y cantando en aeropuertos, fondas, manicomios y combis; siempre con su look de skater, sus gorros collas y su guitarra española, la prótesis que lo acompaña en los tiempos libres. Su figura ha restaurado, sin dudas, la vida trashumante de los trovadores medievales que se desplazaban como cazadores de público cautivo por España y Francia, los países que le dieron a Manu Chao sus dos lenguas y su arte.

Ahora el escenario está listo para que tanto Chao como su banda, Radio Bemba Sound System, integrada por David Bourguignon (batería), Madjid Fahen (guitarra), Angelo Mancini (trompeta), Julio Lobos (teclados) y los ex pilares de Mano Negra, Gambeat (bajo) y Garbance (percusión), pongan en marcha un infierno eléctrico de 180 minutos. ¿Qué es lo que falta que la escenografía se ve incompleta? Faltan marcas. La marca de la banda, o de algún sponsor, ausencias que hoy en día vuelven irreal cualquier concierto de rock. A cambio, el frente de instrumentos aun sin sus ejecutantes es austero y desaliñado y parece honrar el desorden que surge en las fotos de sus fans y de su servicio de prensa, donde abundan los

segundos planos de cables enredados como nidos de víboras, colgajos de cinta aisladora, micrófonos abollados, plata-formas de cemento áspero y trapos con eslogan globalifóbicos o latinofílicos col-gados en falsa escuadra.

Es una sensación extraña. Porque pasamos de la venta de entradas electró-nicas de Ticket Portal y los celosos con-tratos entre partes, cuyos contenidos podemos deducir de la vigilancia que ronda el estadio y del despliegue técnico que sostiene el concierto, a una puesta en escena casi amateur que ya se ha hecho presente en los puestos callejeros que siembran las baldosas de Corrientes. Allí la oferta es la de productos informa-les y, salvo unos pocos hechos con máquinas —impresiones en papel y en tela de la galería iconográfica en el que se deslizan mediante relaciones de her-mandad los rostros de Chao, Maradona y Guevara—, el resto son desprendi-

mientos de un sinnúmero de artesanados particulares: tortas, tartas, panes, biyuterí andina, telas en las que se han bordado

camélidos del altiplano, fetiches de la Revolución. La fuerza de venta ofrece a la vez un sistema de la moda cuyos extremos, que a esta altura no hay dudas de que se tocan por simpatía, son los drea-dlocks y las alpargatas, elementos que saben usar quienes no tienen una relación de histeria con el tiempo, ni con el consumo.

Surgen las asociaciones. De golpe se ve claro que la influencia de Manu Chao —¿o de América Latina?— ha sido ideologizar o, mejor dicho, sobreideologizar la cultura rasta para que hubie-ra un hombre nuevo allí donde solo había un hombre fumando el humo de la felicidad o la digresión. Pero empieza el concierto y hay que estar atento a los sucesos que produzca. El pri-

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Manu Chao ha ideologizado la

cultura rasta para que haya un

hombre nuevo donde había un

hombre fumando.

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mero es un desvío. En el lugar de Manu Chao, ya con la Radio Bemba Sound System desplegando su virtuosismo sobre el escenario, aparece un loco de La Colifata, la radio del Hospital Borda con cuyos integrantes Chao ha establecido una relación familiar. El hombre que habla tiene un carisma inigualable. Su encanto magnetiza al público. ¿Con qué? ¿Qué hay en el inte-rior del carisma que, como todo el mundo sabe, no necesita contenido? Hay un discurso político pueril pero apoyado en una cuestión vital: la fe (en el futuro, en la justicia) como vehí-culo, como correo puerta a puerta, de la felicidad. Los especta-dores burgueses de buena conciencia estallan —estallamos— en aplausos de coincidencia.

El loco encantador se va, pero a lo largo de la noche aparece-rán otros para hablar contra los Estados Unidos de América —la sombra de oscuridad que se cierne sobre la euforia del pogo— y a favor de la Esperanza. Puede ser que los postulados estén impregnados de inocencia y credulidad, bastiones fun-damentales de la autoayuda, pero sobre todo están cargados de razón. Los locos racionales de La Colifata son parte fundamen-tal del discurso populista que envuelve el show más allá de la música. Es que así como la locura desemboca en la razón, la razón se vuelve popular gracias a su enemigo íntimo: el sentido común. El acuerdo político masivo se ha puesto en marcha entre los locos, los músicos y el público. Falta Manu Chao, que allí entra desde un flanco del escenario que lo espera con los motores encendidos.

Lo que sigue es un acontecimiento descomunal, práctica-mente sin interrupciones, que pone en crisis el concepto de concierto en vivo. En efecto, no hay nada más vivo —más orgá-nico, más vital— que Manu Chao en el momento de manifestar

su música. Es un momento en el que se canta, se baila y se piensa (no en el sentido de una crítica de la razón pura sino en el de la conciencia política como ejercicio introspectivo), y en el que los músicos, Chao incluido en primer lugar, se convierten en atletas de una performance que no reniega del aerobic ni, por supuesto, de los desplazamientos de soldados irregulares en combate.

Pero la guerra de Manu Chao es pacifista. Nadie alude a la palabra armas sino para descalificar su sentido. No hay planes

de asalto ni bombas caseras. Solo hay una solicitud al sistema internacional de poder —esa solicitud es cada vez más general, conforme transcurre el show— para que ese poder no se utilice en forma tan discrecional. Como si se lo pudiera convencer. Mientras tanto, los grandes éxitos de Manu Chao fluyen en un hermosa línea de continuidad: "Clandestino", "Desaparecido", "La despedida", "Welcome to Tijuana", "Me gustas tú", "Bongo bong" (que alguna vez arruinó Robbie Williams) y su versión de "Si me das a elegir", el viejo hit de Los chunguitos que Carlos Saura difundió en Deprisa, deprisa, su película sobre jóvenes que se aburren.

Las canciones —una misma canción— pasan por golpes de ska, reacomodamientos de reggae y esquirlas degeneradas de rock and roll. Entran y salen de ritmos y hasta de culturas dife-rentes. Nunca se quedan quietas. Son formas en movimiento, y si bien aciertan quienes dicen que Manu Chao ha escrito una sola canción hay que reconocer que esa canción, que comenzó hace muchos años y aun no ha terminado, nunca es la misma.

En el público hay una fiesta que, como toda fiesta genuina, es una fiesta del cuerpo. La transmisión de fuerzas puede ras-trearse con la mirada. Los músicos llevan su consumo de ener-gía y talento a lo más alto, y desde allí cae la lluvia de optimismo que riega el Luna Park. La recibe directamente un público progresista y liberal, pero sobre todo hedonista. En eso no hay diferencias con cualquier otro público capturado por la indus-tria cultural. Quieren —queremos— placer y el placer está allí para disfrutarlo (y consumirlo).

Para separar este público de otros, respecto de los cuales podrían hallarse algunas coincidencias, no hay que buscar públicos contemporáneos sino aquellos que duermen en el

pasado; públicos, quizás, de militantes sociales o políticos melómanos que han abandonado el deber por un instante de satisfacción formal. Ni aquel público que asistía a las misas marxistas de Daniel Viglietti en un marco de tal seriedad que hoy podría causarnos un poco de gracia (nada que ver, pero en "A desalambrar", ¿no hay acordes de "The end", de The Doors?), ni aquel otro que celebró las reuniones reiteradas de Pablo Milanés y Silvio Rodríguez en Buenos Aires, se parecen a lo que estamos viendo. Los tiempos cambiaron. La música no va a la

vivo. Los conciertos de Manu Chao son de los pocos que todavía generan pogo y baile permanente.

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política del mismo modo en que hoy la política va a la música. El tráfico y los préstamos entra cultura y política se modifica-ron, y una de sus pruebas es Manu Chao, para quien la política es un apéndice de la música. De la guitarrita revolucionaria a la big band, Chao ha visto que la música política se hace bási-camente con arte musical más que con máximas rancias.

Ese es un asunto que Manu Chao supo resolver y su público también. Se nota —y aquí el público progresista de Chao se aleja del militante melómano de otras eras— porque no hay consignas. Si en los conciertos de Milanés-Rodríguez de 1984 esas consignas eran formuladas a grito pelado por una militan-cia dura que llevaba banderas, divulgaba su plan de acción y, colmo de los colmos, competía con sus ídolos musicales cantando en las pausas "Comandante Che Guevara", el auditorio enfies-tado por la dinámica de Radio Bemba no propo-ne ningún contenido aunque los juzgue sin gran-des exigencias.

Las cosas se van mezclando. Por suerte. Y así como podría afirmarse que el rock & pop lati-noamericanista que Manu Chao fundó con Mano Negra, y ahora proclama en su nombre, es un producto de la cultura europea y el sello interna-cional Virgin, podríamos pensar también que es una astilla distante del padre de Manu, Ramón Chao, periodista de Radio France Internacional

y autor de varios libros, entre ellos, París rebelde (en colabora-ción con Ignacio Ramonet), una guía de la ciudad que hoy engalana el matrimonio Sarkozy-Bruni dedicada a marcar y referir hitos geográficos de resistencia política a lo largo de la historia. Hay una sencillez asombrosa en el paquete ideológico de Manu Chao que parece venir de esa cartografía mítica que alguna vez habrá sido asunto de conversaciones de entrecasa; y también algo que en la obra del cantante está muy claro: una idea que asocia sus reclamos a la buena fe y al Bien, y la verdad es que no le falta razón.

La vida que la música de Manu Chao nos ha dado o nos ha devuelto a todos comienza a languidecer en tiem-po, no en intensidad. El final se da como si alguien —Superman— hubiera detenido de golpe a una locomotora al borde de la barrera del sonido. La memoria necesita un poco de lugar para acomodar todo lo que vio en una sola noche: apologías del inmigrante, marihuana libre, apoyo a la autode-terminación de los pueblos, locos usando la razón, canciones bonitas (sobre gente que sufre, sobre gente que ama, sobre gente que mata), músicos haciendo marchar su exquisita máquina de sangre y, en el centro del espectáculo bajo las luces del ring, la pequeña figura del músico nómada agigantada por un halo de inocencia y verdad que, por lo que hemos visto, no se apagará tan fácilmente.

cultura rasta-BemBa. Manu Chao concentra en el escenario oradores de La Colifata, consignas latinoamericanistas y anti sistema.

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La revolución de la música no

piensa en el futuro porque no lo tiene, pero

mientras dura es eterna.

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LIBERTADORES DE AMERICALa aventura de cruzar Los Andes en mula, como hicieron San Martín y sus soldados. La épica, el pánico y la amistad con una mula.

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LIBERTADORES DE AMERICA

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Por Candelaria SChamun

¡Firrrrrrrrrrmesssssssssss!— dice un teniente a un grupo de gendarmes.

Los once uniformados obedecen y forman duros. Empuñan su metralleta, un dedo índice en el gatillo y la otra mano en el caño.

Con los ojos atentos, como los de una libre en peligro, miran cómo la bandera Argentina sube en el mástil. Sueltan la mano derecha del arma y la clavan en forma de tabla a la altura de la sien. A los soldados no les importa que haga un frío de perros ni que cada vez llueva con más fuerza. Los “expedicionarios” hacemos lo mismo, pero no tan rígidos. Nos molesta el agua y nos cubrimos el cuerpo con bolsas de consorcio negras o algu-nos con capas impermeables verdes del ejército. No queremos ensuciar la ropa que aun guarda un tenue olor a suavizante. Todavía no estamos curtidos. Seguimos atentos el recorrido de la bandera; se asoma el recuerdo nostálgico del colegio secun-dario. En segundos flamea en la punta del mástil.

—¡Señor gobernador Gioja! ¡El acto de apertura del Cruce de Los Andes ha finalizado sin novedades!— grita el teniente de borceguíes lustrados de la Agrupación 26 de Gendarmería en la Plaza de las Armas de Barreal, un pueblo a unos 180 kiló-metros de San Juan Capital.

—¡Viva la patria!— grita uno. —¡Vivaaaaaaaa!A las once de la mañana un grupo de 82 personas, entre ellos

24 gendarmes, dos médicos, el gobernador sanjuanino José Luis Gioja y el intendente de la capital, Marcelo Lima, subimos a las mulas y a los caballos de la gendarmería para intentar

cruzar la Cordillera de Los Andes por la misma ruta que el general San Martín usó hace 192 años para liberar América del Sur. Es la quinta expedición de este tipo organizada por el gobierno de San Juan con el fin de promocionar como centro turístico la zona y de “recordar el espíritu sanmartiniano”. Nuestra travesía durará seis días y cinco noches. En total reco-rreremos setenta y siete kilómetros en línea recta hasta el lími-te con Chile. No es, para el que quiera vivir la experiencia, turismo cinco estrellas. Es más bien una aventura épica que

tiene su sufrimiento, pero que vale los 800 dólares que cuesta, si uno se quiere sentir libertador de América.

En camionetas 4x4, con tres pasajeros en cada una, el grupo viaja unas horas por caminos sinuosos y llegamos hasta la estancia Manantiales, donde los gendarmes esperan con el almuerzo: sánd-wich de jamón y queso en pan casero. Una fila interminable de mulas y caballos con un número en el bozal, esperan pastando.

Vení Raquel—¿Mula o caballo?— pregunta un gendarme.

—Prefiero mula. No sé andar a caballo —arriesgo.—Mirá que la mula es más retobada y me están quedando

pocas.—Por favor... buscame una mansita antes de que se terminen

—ruego.Luego se sabrá que lo de “mansita” era casi un chiste. Y que

los que asignaban los animales no los habían visto nunca antes: la mayoría eran alquilados.

“La mula es el corazón de Los Andes. El alma mater del viaje”, comenta el ex Puma Serafín Dengra —invitado a esta expedi-ción— como si fuera un viejo baqueano. Sin embargo, como mide lo que un rugbier, le ensillan un caballo blanco.

El gendarme insiste: “Acordate siempre el número de tu mula”. ¿Será que uno puede perderla? Me dan la número 34. La bautizo Raquel. Tiene el pelo y los ojos negros. El gendarme no da tregua: “No vas a tener problemas, va a caminar despacio, es bastante viejita”, dice mientras le pone el freno en la boca y le mira los pocos dientes que aun tiene el animalito. Comemos rápido la vianda y el gendarme a trompetazos anuncia la par-tida; nos saca de raje.

Los primeros kilómetros, el cabo de turno me lleva a tiro para que le tome confianza al animal. Por un rato pienso que estoy a salvo. Hasta que solo unos kilómetros después dice:

—Hasta acá llegamos, Colito. Ahora seguí sola. Quedate tran-quila que la mula te lleva, ella sigue el sendero y no te asustes si agarra otro camino. El animal sabe cuál es el más seguro.

Y suelta la soga.Acartonada, como si me hubieran bañado en brea, doy los

primeros pasos. Temo caerme. Temo que se rían de mí. Veo

mulaS. En el cruce de Los Andes, son el mejor amigo del hombre.

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cómo pasan los demás, como entrenados por San Martín. Y escucho, detrás de la nuca:

—¡Metele tacón Colorada! Es otro gendarme baqueano. Son demasiados, están por

todas partes. Raquel camina muy despacio y hay que apurarla. Mejor no

hacerlo, para que no se enfurezca. Hace una hora que estoy sobre su lomo y no da para ponerla de mal humor. De todas formas, el gendarme, con cara de gendarme, cuando me des-cuido un segundo le pega un buen rebencazo al lomo de Raquel, que intenta salir disparada. —Vos confía en la mula.

Dicen todos los que me pasan y ven que estoy aterrada. La frase se transforma en un mandamiento. Confiar en la mula. Confiar en la mula. Confiar. Confiar. Es verdad, no te queda otra.

Durante ocho horas diarias, a veces más, lo único que miro para no caer en pánico son las orejas de Raquel: forman una “V” bien peronista. Si me animo, en el colmo del riesgo, levan-to la vista: veo el culo de algún caballo u otra mula que va adelante. Por fin, después de horas largas, muy largas, cuando logro aflojarme disfruto del paisaje increíble de la cordillera. Somos yo, el animal y la inmensidad que nos devora.

La obsesión por el animal no es solo mía. Todo el contingente abunda en reflexiones sobre estos bichos. Son nuestro gran tema. El dibujante Miguel Repiso, más conocido como Rep, luego de ver tantas mulas o caballos, por ejemplo, saca una conclusión: “Estos animales cuando cagan —teoriza— parecen que tienen un alien en el culo. No paran de salir cosas de ahí adentro”, dice, mientras reí-mos a carcajadas en una ronda una noche en el refugio Sardinas.

Arriba de la mula no se habla. El tiempo que transcurre mientras uno monta se hace eterno. Uno empieza a pensar, por

ejemplo: “¿Qué carajo hago acá?” o “Me duele el culo” o “¿Me puse la suficiente cantidad de Hipoglós para no pasparme?” Ruego que el “mal de altura” no me afecte mientras mi cachete parece el de Kiko, de El Chavo del 8, repleto de hojas de coca que chupo durante horas para no apunarme.

—Viva la Patriaaaaaaaaaaaaa carajooooooooo!—, grita Rulo, un cantautor que no para un segundo de contar chistes. Rulo trabaja en la municipalidad de San Juan, lo llevan para que levante el ánimo de esta tropa. Y lo consigue siempre.

El primer día es áspero. Es el momento en que se pone negro sobre blanco si estamos o no preparados para la misión. Nos han prevenido de todas las maneras. “Mi equipaje es perfecto”, pienso cuando llegan la lluvia primero, el granizo después y al final la nieve y los 15 grados bajo cero. Por suerte tengo todo lo que me pidieron: la capa resistente al granizo, la nieve y la lluvia; los guantes del viaje de egresados a Bariloche, un jogging y un pantalón cargo; cuatro camisetas; una campera de polar con tela térmica; un chaleco inflable y una campera de guata; un pasamontañas de lana negro. La mochila está repleta con barras de cereal de varios gustos, sopas instantáneas, el pomo de Hipoglós, protector solar factor 40, caramelos, botellas de agua y toallitas húmedas para bebés. Parezco el Subcomandante Marcos, o la mascota de Michelin.

—Que buen invento huevón—, celebra a cada rato el gober-nador Gioja las toallitas con las que nos limpiamos todos.

Tardamos cinco horas en llegar al campamento Soler-Las Frías. Los gendarmes nos esperan con sopaipilla, unas tortas fritas crocantes bañadas en azúcar, mate cocido hirviendo y las carpas preparadas. Frías le hace honor a su nombre, el viento helado no para de soplar y el piso está completamente nevado. A la noche cenamos un guiso potente, Rulo se cansó de contar chistes y luego cada uno a su carpa.

—Sólo nos faltó un tsunami—, dice Ulises Rodríguez, perio-dista del Diario Hoy de La Plata haciendo una evaluación de la primera jornada de aventura militar.

Pánico y locuRa en los andes—¿Qué quieren decir con esa trompeta?, pregunto.

—Se llama Diana. Nos avisan que nos tenemos que levan-tar— me explica una obviedad Viviana, una periodista del dia-rio Cuyo.

Son las seis y media. Hay que tomar coraje y salir de la carpa. Todo está blanco de nieve. Corro hasta una piedra, me escondo como puedo en una roca diminuta. Me bajo el jogging, luego el pantalón cargo y entiendo qué significa hacer pis en la mon-taña. Las piernas me quedan duras.

Tomamos mate cocido con pan casero y luego a recorrer la zona en busca de Raquel. La mula no puede comer, porque los pastos están cubiertos de nieve. Así que le doy una de mis pre-ciosas barras de cereal para entrar en confianza.

Dicen que la subida y la bajada de Portezulo del Espinacito es terrible. Pero las tengo que hacer sí o sí. Durante el viaje se forma una fila larga; hay 120 animales entre mulas y caballos, que caminan la mayor parte del tiempo sobre un sendero de veinte centímetros de ancho al borde de algún abismo. De fondo escucho el sonido del río que lleva con furia agua de deshielo.

—Bueno, llegamos a la parte más ríspida. Bajen de los ani-males que tenemos que ajustar las cinchas— me larga el gen-darme las malas noticias.

Todos obedecemos como niños de jardín y de paso aflojamos las piernas. A esta altura no sabemos qué parte del cuerpo duele más.

No hay problemas en la subida del Portezuelo del Espinacito. El sendero está todo nevado, es escabroso y estamos a 4.825 metros de altura. Cuando hacemos cumbre, si estiramos las manos tocamos el Aconcagua. Llegar hasta la cima es una sen-sación rara: dan ganas de llorar, de gritar, de saltar. Pero muchos movimientos no se pueden hacer. A 4.825 metros de altura, hay que quedarse piola.

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SuPervivenCia. El viaje se hace en condiciones extremas.

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—¡Viva la Patriaaaaaaaaaaaaa carajooooooooo!—, grita Rulo con los cachetes rojo flúor.

—¡Vivaaaaaaaaaaaa!—, contestamos. Gritamos lo mismo cada un kilómetro. Uno piensa en que hay que hacer un ring tong con el aliento patriótico de Rulo.

Pero falta lo peor: la bajada. Aguanto cinco minutos arriba de Raquel. Los nervios se apoderan de mí. El gendarme, al ver mi cara de pánico, grita desperado:

—¡No te tires! ¡No lo hagas! ¡Quedate arriba de la mula!— trata de convencerme .

—No puedo. Tengo mucho miedo. ¡Por favor ayúdenme!— pido. Siento pánico. Me tiro. Aterrizo con las dos rodillas clavadas en

la nieve. Raquel se queda dura al lado mío. Me mira, piadosa. —La mula no se quiere suicidar, Cande. No se va a tirar. Es

más segura que un avión— me dice Mariano Sisterna, uno de los médicos del grupo.

Trata de consolarme. Desciendo por el Espinacito caminan-do en compañía de Juan Pablo Quatropani, un com-pañerazo sanjuanino.

Después de ese episodio el doctor Sisterna me receta Foxetin o “la pastilla de la risa”, como la llaman en Europa. Una pastillita anti todo: pánico, ansiedad, angustia. Varios expedicio-narios recios pedían un cuar-tito. La dosis aumenta según las exigencias del recorrido. Además Pineda, un gendar-me que cruzó más de diez veces, pasa el resto del viaje pegado dándome apoyo.

El día se hace interminable. Luego de andar ocho horas llegamos al refugio Sardinas, un caserón construido en la década del 50 para medir la nieve. Allí nos damos la primera ducha ¡con agua caliente!

Febo asoma Rulo sí que confía en la mula: hace gran parte del camino pro-fundamente dormido. “No me despiertes, huevón, estoy dur-miendo la siesta”, dice cada vez que lo zamarrean. En los refugios, Rulo era el encargado de contar chistes o cantar “Cuandooooo pa’Chile me voy”, entre otros clásicos fogoneros. La cara le queda hinchada, no se da respiro entre cuento y cuento.

El paisaje cambia en milésimas de segundos: del valle con pastos verdes pasamos al desierto. Ocurre lo mismo con el tiempo. De un frío feroz, con copos de nieve incluidos a un calor insoportable con viento zonda levantando tierra.

—¡Viva la Patriaaaaaaaaaaaaa!, grita Rulo una vez más. Todas las mañanas antes de salir nuevamente al sendero se iza la bandera. “Aurora” es un hit; San Martín, el ídolo máximo.

A las seis de la mañana, como siempre, el sonido de una trom-peta nos despierta. Siempre la misma melodía. También la tocan para llamarnos a cenar o izar la bandera a la mañana.

El quinto es el día esperado por todos. Falta menos para pegar la vuelta. Tenemos que llegar a las doce a la frontera. Ahí nos esperan los chilenos. Así que con más confianza le metemos tacón.

“Formen uno al lado del otro. Cuando estemos todos taco-neamos al animal y arrancamos con las banderas argentinas bien arriba. Avanzamos cantando el Himno a San Martín”, nos preparan para el final del viaje: el encuentro con los amigos trasandinos en el límite geográfico.

—¿Estamos todos?— pregunta el gobernador, mientras aga-rra un mástil con la bandera celeste y blanca.

—Sííííííí— gritamos eufóricos—¡Viva la Patriaaaaaaaa Carajoooooooo!—¡Vivaaaaaaaaaaaa!—Febo asoooooma; ya sus raaaaayos iluminan el histórico

conveeeeento; tras los muuuuuros, sordo ruiiiiiido, oír se deja de corceles y de aceeeeero...

Avanzamos en malón. Hasta Chile. —¡Es lo mejorrrrrrrrrrrrr, lo mejorrrrrrrrr que me pasó en la

vida! ¡Cruzar Los Andes es más difícil que jugar un Test Mach contra los All Black´s!— grita eufórico Serafín Dengra enros-

cado en una bandera argen-tina en el límite con Chile, el punto más emocionante del viaje.

En el acto se cantan los himnos y algunos dan un discurso. Luego pegamos la vuelta hasta e l re fugio Sardinas.

más que mula es un amigoYa soy una baqueana más. Taconeo a Raquel, me doy vuelta para ver el paisaje, hablo con mis compañeros. Mi mula también sabe que es el último esfuerzo y acelera

el paso. “Podría haber cruzado por Las Toninas el General”, dice el

gendarme en la parte más ríspida del recorrido, el Portezuelo de la Honda, a 4.500 metros de altura. Una subida intermina-ble, con un rulo en la punta. A los costados, como siempre, precipicio. Es la parte más complicada del camino de regreso. Pero yo estoy bajo los efectos del Foxetin. ¡Viva el Foxetin! En esas subidas tan pronunciadas las mulas hacen cinco pasos y paran a tomar aire. En el silencio de la montaña la respiración del animal retumba en el vacío.

“La mula era un animal que me era indiferente. Desde que hice el cruce es mi animal preferido. Es más compañero que un perro. Charlo y le hago caricias durante el viaje”, dice Victoria Ronsano, periodista del canal América en su tercer cruce a Los Andes, hablando de su mula Tana Valerda. “Tu vida está en sus patas. Pasate ocho horas arriba de un animal y vas a ver si no le hablas. A Chiche, le decía: ‘Boluda no comas ahí, no es hora de comer’ o la alentaba en los momentos más jodidos”, confie-sa el fotógrafo José Tolomei.

Luego de unas cuantas horas de mula aparece a la distancia la estancia Los Manantiales, el lugar donde arrancó la travesía. Asado infernal, gaseosas, vino, el abrazo interminable con los compañeros y la alegría enorme de haber cumplido el objetivo ponen fin a la travesía. No pienso volver a subirme a una mula, al menos por un año.

traveSía. El cruce es una opción de turismo aventurero.

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Por Elisabeth Checa

Louis XIV prefería la dul-zura exótica, intensa y fogosa del Tokaj a la de

su primo hermano, el Sauternes. Fue él quien lo ensalzó como "vino de reyes y rey de los vinos". Se ve que a los nobles la pourritu-re noble los excita. Muy popular en las cortes euro-peas, fue el preferido de Catalina La Grande, y de María Teresa de Austria. Durante el período de la administración comunista de la posguerra, la producción del Tokaj se dirigía funda-mentalmente a países del este, sobre todo a Rusia, donde también era el mima-do de la Nomenclatura. A los burócratas soviéticos también les excitaba mucho más la podredumbre noble que la proletaria. El vino de la región húngara de Tokaj estuvo parcialmen-te alejado de los mercados occidentales, aunque si alguien exploraba en la cave del Louis XV de Alain Ducasse en el Hotel de París seguramente aparece-ría alguna botella, especial-mente del tipo Eszencia que la bella Otero y otras muñe-cas bravas solían tomar como un elixir para la belle-za eterna, tal como lo hicie-ron Catalina y María Teresa.Muchas generaciones menos sofisticadas perdie-ron contacto con este blan-co, considerado —junto al champagne y el Sauternes— uno de los más aristocráticos del mundo.

Post caída del muro de Berlín, hay importantes joint ventures en la zona productora de Tokaj: cuatro empresas francesas de la región de Burdeos, entre ellas la de los D’Aulan —propietarios de la bodega argentina Altavista—, y una española que representa a la bodega Vega Sicilia, otro vino mítico. Bodegas Vega Sicilia apostó a la recupera-ción de estos grandes vinos raros que alcanzaron su edad de oro en el siglo XVII. El suelo de origen volcánico es el que contribuye a dar a estos vinos misteriosos sus especiales características. Cierto microclima, con oto-ños largos, hace que duran-te las últimas etapas de la maduración, con una suce-sión armoniosa de brumas y lluvias con días cálidos y soleados, aparezca el hongo botrytis cinerea, aquella noble podredumbre indispensable para la pasifi-cación de las uvas (el pro-ceso por el que se convier-ten en pasas), la base de

los vinos Tokaj. Como todos los otoños son distintos, el vino Aszú, vino de lágrima, expresión suprema de los Tokaj, no se produce todos los años y en igual cantidad. La viticultura en Tokaj tiene una tradición conocida de más de mil años y el famoso vino Aszú se viene produ-ciendo en la región, casi en la misma forma, desde hace cuatrocientos, por un saber transmitido de padres a hijos. Hasta la segunda mitad del siglo XIX se elabo-raba con un gran número de variedades de uvas, pero después de la epidemia de filoxera que destruyó tantos viñedos sólo se han mante-nido las mejores: Furmint, Hárselevelü y Muscat Lunel. La uva Furmint soporta bien la sequía y es la más pro-pensa a la pasificación. Da un vino de buena calidad con bastante cuerpo y gran acidez, apto para guarda.

La variedad Hárselevelü, soporta poco la sequía, es menos propensa a la pasifi-cación y tiene menos acidez pero un bouquet más fino. Con estas dos variedades se producen vinos Tokaj de excelente calidad, plenos y ardientes. En cuanto a la Muscat Lunel, es frágil y delicada con aromas inten-sos. Todas se someten a una vendimia tardía, la sobremaduración de las uvas es uno de los rasgos principales del Tokaj. Otro, es su carácter casi eterno, su potencialidad de guarda: los mejores Tokaj pueden durar hasta dos siglos. Se comercializan en pequeñas botellas de 75 cl y se deben beber muy fríos. En la región se elaboran también vinos de mesa, obtenidos con uvas no pasi-ficadas, con un bouquet diferente a lo que el mundo entiende por vinos blancos. La llegada de inversores extranjeros que introdujeron modernas técnicas de vinifi-cación, hace que aparezcan cada vez más junto a los tra-dicionales de calidad supe-rior, y los blancos modernos y frutados.Los mejores acuerdos para los Tokaj son los mismos que para el Sauternes: foie gras y quesos azules. Una de las mejores opciones consiste en disfrutarlos solos; ellos son el postre.

copas

La intervención de un hongo en la maduración de las uvas es una de las características del noble y exótico Tokaj, el vino de los reyes.

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Bodega Francois LurtonAlcayata Syrah-Malbec ($54)

Alcayata es el nombre de la Finca que Francois Lurton posee en Barrancas. Presentado en noviembre, este vino es un tinto complejo con profundos aromas a violetas, ciruelas, especias y un toque de vainilla y clavo de olor por la crianza de doce meses en barricas de roble francés. Es largo y placentero. Se siente el terruño Barrancas, tan bueno para el Syrah. Tiene sensualidad y frescura. Es perfecto para los últimos días de verano, algo refrescado.

la botella

La noble podredumbre

RAREzA. Se cultiva y vinifica en Hungría.

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Por Silvina Pini

A lejado de los barrios gastronómicos —está en Plaza San Martín—,

Bengal se consolida como un reducto de alta cocina. Hay una carta de platos indios y otros de base italia-na. Una propuesta dual que tal vez puede desorientar: en sus inicios, se trataba de un restaurante que sólo tenía cocina india, los otros platos se agregaron después. Y hay más dualidad: se trata en verdad de dos restauran-tes, Bengal y West Bengal, uno al lado del otro, sobre Arenales, ambos con la misma carta. Para llevar adelante cocinas tan distin-tas y en dos salones, los hermanos Marcela, Marcelo y Juan Escudero armaron un equipo de cocineros: Muhamed Hazrat, nacido en Nueva Deli, es el responsa-ble de los platos indios; Diego Radavero es el chef de West Bengal y Javier Santana el de Bengal —y entre ambos arman la carta—. Completa el team Agustín Martínez, un pastele-ro muy interesante.West Bengal funciona dentro de un apart hotel. El salón es elegante, con boxes tapiza-

dos con telas rayadas, pre-dominan los colores claros y hay un jardín al fondo lleno de plantas; un oasis.Los platos de Radavero y Santana son frescos, con notas cítricas y en ese senti-do muy modernos. Para ellos la modernidad no pasa por las combinaciones jugadas ni por buscar el impacto visual, sino por resaltar la calidad de los productos sin taparla con mucha cosa. Y como trabajan fundamental-mente con lo que hay en el mercado, hay muchos platos fuera de carta que los mozos comentan en la mesa. Conviene dejarse llevar por las sugerencias (y enterarse

cuánto salían cuando llega la cuenta). Así es como puede venir un carpaccio de chernia con lima, cebolla morada, cilantro y salsa teri-yaki, increíble, con una ensa-lada de mar con chipirones, langostinos, vieiras y salsa de maracuyá; una brochette de chipirones y morrones, una vieiras con crema de puerros y azafrán o unos ñoquis de papa con una ele-mental salsa de tomate bien hecha. La burrata, jamón de parma y tomate de quinta ($35) y las croquetas de merluza negra con chutneys del día ($30) son dos de las entra-das de la carta. Entre los

principales, hay un risotto al malbec y romero ($52); un cordero braseado durante cuatro horas en malbec, ser-vido con risotto de queso mascarpone y limón ($58) y tagliolini arrabiata ($40). Los platos indios figuran aparte. No se saltee los langostinos frescos en curry suave y leche de coco acompaña-dos de arroz pilaf ($52) y sienta el aroma antes de comérselos. Puede seguir con Dal Makhani ($42) o un curry de vegetales ($42) y acompañarlos con alguno de los panes hechos en el momento, chapati, nan y paratha ($5 cada uno).Degustación de sorbetes y tartaleta de frutas y helado de vainilla (ambos $20), son los únicos postres que figu-ran en la carta, pero el pas-telero Martínez suele prepa-rar alguno sorpresa. Los helados, recién hechos, son inolvidables. Los mozos, personas clave en todo restaurante, son a la antigua: manejan a la per-fección la distancia y el ser-vicio al comensal, conocen a

platos

Un viaje de Marco Polo

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Cerca de Plaza San Martín, Bengal es una combinación de cocina de la India y platos italianos. Como si fuera la idea de un navegante.

Público: sibaritas de Plaza San Martín, funcionarios de Cancillería, extranjeros, grupos de señoras al mediodía, pareji-tas de romance a la noche. Helados: no se vaya sin probar los hela-dos caseros de Agustín Martínez. Hay de frutas, y uno auténtico de vainilla pre-

parado con la chaucha. Osos: puede ver la muestra de los 140 osos pintados en la Plaza San Martín. Están hasta el 13 de abril.Out of India: no espere encontrar mozas de sari, acá la India no está en lo super-fluo sino en lo sustancial: panes, arro-

ces, especias… Jardín fumador: está en el West. Los viciosos comen adentro y toman el café con faso afuera. Estado de ánimo al pagar: es difícil bajar de los tres dígitos por persona, pero en Bengal están justificados.

Bengal

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—Aquí funcionaba una parrilla uruguaya muy famo-sa, ¿la gente siguió pidiendo pamplonas?—Sí, por eso las tenemos, pero lo que más salen son los clásicos de la parrilla: vacío, ojo de bife, bife de chorizo y asado.—¿Las mujeres comen carne a la par de los hom-bres?—Son más del pescado, las verduras grilladas, pero

algunas sí, le dan. —¿A vos qué te gusta?—Ya me asqueé un poco de la carne. Prefiero un pesca-do, algo más liviano.—¿Atendiste algún famoso?—No es un restaurante muy farandulero, puede ser que vengan jugadores de fútbol como Pusineri, el cinco de San Lorenzo; o Ahumada, el cinco de River, que comie-ron con gaseosa.—¿Y cómo se portan las

clientas?—Es un lugar muy familiero, muy de parejas, pero bueno… a veces vienen chicas solas, como anoche, que eran tres extranjeras.—¿Y?—Y que ahora estoy cansa-do… Es un chiste, las clien-tas son sagradas porque si no, el jefe nos mata.

Solomía, Quesada 1699, Núñez.

el mozoJuan Pablo Villar, 32 años, dos en Solomía

DatosArenales 837, tel. 4314-2926 y Arenales 855, tel. 4324-9460. Abierto de lunes a vier-nes al mediodía y a la noche y sábados a la noche. Al mediodía menú degustación con entrada, principal, postre a elegir siempre entre cuatro opciones, agua y café, $70. A la carta, $120 tres platos y vino por copa. Imprescindible reservar a la noche.

imperdibles

Semana y feria orgánica en el Duhau.El chef norteamericano Brian McBride, de Blue Duck Tavern en el Hyatt de Washington, cocinará durante una semana en el Duhau Restaurante & Vinoteca utilizando únicamente alimentos orgánicos, productos de campo y biodinámicos. Esta semana será la previa de la Feria de Productores Orgánicos que el hotel organiza por segundo año consecutivo junto con el Movimiento Argentino para la Producción Orgánica. A partir del 22 se podrá visitar y conocer a productores orgánicos de limones y pomelos; lavandas de las sierras; panificación orgánica; quesos, dulce de leche y tofu de la provincia de Buenos Aires y de Entre Ríos; vinos bio-dinámicos de la Bodega Krontinas, en la provincia de Mendoza; miel orgánica, salsas agridulces, frutas en almíbar y miel orgánica de Chubut y San Luis; girasol, lino, azúcar y variedad de té y yerba mate de Misiones, Entre Ríos y Córdoba; aceitunas, pasas de uva, pickles y aceite de oliva de La Rioja y San Juan entre otros. La feria funcionará desde el 22 a las 12 en Posadas 1350, entrando por el jardín.Hasta el 21, cocina orgánica en Duhau Restaurante & Vinoteca; reservas al 5171 1340.

Astrid & Gastón, el peruano topCada vez más instalada en Buenos Aires y en el mundo, la cocina peruana tiene un referente indiscutido, Gastón Acurio quien, junto a su mujer Astrid Gutsche, abrieron el primer restaurante Astrid & Gastón en Lima, en 1994. Este restaurante está considerado por la crítica internacional, como uno de los cien mejores del mundo y entre los top ten de América Latina. Desde entonces y con la intención de difundir la gastronomía peruana, abrieron en Santiago de Chile, Quito, Bogotá, Caracas y Madrid. El plan expansionista siguió hasta México, Panamá y Buenos Aires, donde acaban de inaugurar en un elegantísimo petit hotel de la zona del Botánico, de dos plantas y un gran jardín encantador. El marco de lujo es el que merece la cocina de este dúo que comandará todos los días Roberto Grau. Lafinur 3222, Palermo.

fondo los platos y sugieren con criterio. La carta de vinos pensada por Marcelo Escudero es extensa —más de 150 etiquetas—, con vinos de bodegas grandes y chicas; y también se sirven por copa. Aunque no viva cerca del centro, Bengal jus-tifica el viaje.

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GalguerosUn día en las carreras de galgos que son pasión en pueblos del interior. Un mundo semi legal con doping incluido y perros caros que terminan su vida

abandonados o "sacrificados". Todo por quince segundos de acción.

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Galgueros

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Por CiCCoFotos de Leandro sánChez

La carrera de galgos está considerado el único deporte a nivel mundial donde los competido-res, una vez terminado el certamen, se dedican mutuamente a olerse el culo. Y ahí no termina su particularidad. Es frecuente encontrar que,

una vez que atraviesan los 150, 200, 300 metros que los separan de la meta a unos 67 kilómetros por hora, y se dis-para el ritmo cardíaco de los pichichos de 105 a 197 pulsa-ciones por minuto, los galgos den media vuelta y sigan corriendo otros 150, 200, 300 metros nuevamente a las gateras, pues, a diferencia de la carrera de caballos monta-dos con jockeys, los perros corren solos, y, en cierto sentido, hacen lo que se les canta el culo, un órgano que, como ya sabe, se huelen de puro gusto ni bien culminan con sus com-promisos profesionales.

Pero esto es bueno para el espec-táculo, pues comúnmente una carrera de perros se resuelve en menos de 15 segundos.

De este modo, la experiencia de ver una competencia de galgos, desde la explosión del inicio hasta su culminación, es como seguir la trayectoria de un estornudo. Con la diferencia de que, en las carreras, alguien termina con un premio y algo de dinero.

“Una vez que sale de la gatera, no hay forma de saber qué va a hacer el galgo”. Gustavo Guercio es presi-dente de la comisión de galgos de Navarro, que agrupa a trece perso-nas e inicia oficialmente sus activi-dades el mes próximo. Ha visto infinidad de cosas. “Cada dos por tres, hay un perro que se pone a boludear. O están los que salen y se la agarran con el de al lado. No, esto es impredecible”.

Es esta espontaneidad perdida en medio de los sponsors, la televisación en vivo y los millones en juego de otros depor-tes, lo que vuelve a la carrera de galgos un fenómeno único y primitivo, y donde a los propios competidores les importa tres pitos el resultado. En la Argentina, las carreras de galgos reúnen a cien mil personas. Sólo el torneo nacional en Marcos Juárez, Córdoba, convoca a doce mil. Más allá de eso, por más que usted observe con detenimiento a un galgo después de una carrera, es imposible distinguir a un ganador de un per-dedor. Para diferenciarlo, basta con verle la cara al dueño, pues el galgo es un perro que parece estar siempre satisfecho, con los ojos chispeantes y la lengua afuera como si pasara las 24 horas viendo un desfile de mallas de Giordano.

Poco antes de una carrera, este cronista se acerca a un cuidador que espera desde la meta la salida de su perro. “¿Te ponés ahí para que te vea y alentarlo?”, se le pregunta. El cuidador, de sombrero panamá, niega con la cabeza. “Cuando corren, estos perros no reconocen a nadie”.

Veloz sí, guardián noEn términos de velocidad, en el reino animal al galgo sólo le gana el caballo de carreras que galopa a 70 kilómetros por hora y el guepardo que alcanza los 110 kilómetros por hora en apenas dos segundos —es cierto, le dura poco—. Pero no todo es una regla a fuego. Una vez, una perra apodada Brandy, un galgo dos veces campeón, se impuso a una yegua de carrera en 200 metros, en un desafío por plata allá en San Miguel del Monte, en la provincia de Buenos Aires. Y otra vez, un galgo le sacó 50 metros a un ciclomotor de 1200 de cilindrada, también por guita, también allá en San Miguel del Monte. En una oportunidad, un perro de carrera saltó nueve metros de largo. El récord de la especie.

La historia de los galgos es casi tan vieja como la escritura. Hay registros de galgos hasta en las tumbas faraónicas. Los especialistas aun no se ponen de acuerdo en establecer de dónde han venido y cómo se han convertido en lo que son. Por ejemplo, todavía están en blanco en cuanto a su llegada

a Inglaterra, donde surgió el galgo inglés, el más rápido y empleado en las carreras. ¿Los fenicios trajeron a los galgos en barcos a Inglaterra? ¿Vinieron de Grecia? ¿Fueron los celtas quienes los cargaban en sus embarcaciones? Durante siglos, en Gran Bretaña el galgo fue propiedad exclusiva de los reyes. Allá se los conoce con el nombre de Greyhound, por eso se cree que deriva del término “greekhound”, “galgo griego” y de ahí la historia que lo emparenta a Grecia. Sin embargo, el galgo recibió tantos nombres que, así como el perro más veloz de su especie, el galgo tiene otro récord más: ninguno ha tenido tantos nombres.

Hay pocos datos disponibles de su historia; aun cuando se hace mención de ellos en La Odisea, en el Antiguo Testamento, en obras de Shakespeare y en Los cuentos de Canterbury. Se cree que Cleopatra era una apasionada de las carreras de galgos, al igual que el general Custer y Federico el Grande. Hasta Van Dyck le dedicó una pintura, junto al duque de Lenox.

Carrera. Generalmente dura quince segundos.

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Se sabe, eso sí, que durante el siglo XVIII, lord Oxford mezcló un galgo con un bulldog, lo cual dio origen al galgo de pelo corto, estilizado y fibroso, el greyhound, aunque la historia no especifica si la cruza es mérito de lord Oxford o mérito del galgo que se subió al bulldog. A nivel fisiológico, el galgo tiene cualidades únicas. Por ejemplo, contabilizan más glóbulos rojos que otras razas. En su pecho late un cora-zón desproporcionadamente grande. Tienen menos plaque-tas. Y más creatina en sangre.

Si pudiera observar un músculo deltoide de un galgo vería que el 99,8% está compuesto de fibra —en un perro de cruza es el 74,4%—, mientras que su glúteo tiene 97,4% —los de cruza, 68,6%—.

Los galgos son extremadamente sensibles al calor y, en cada verano, alguno cae. Los galgos son fieles. Dóciles. Genéticamente corredores. Y, a la hora de convertirse en perros guardia-nes, bastante pavos. Si quiere un guardián, es mejor tener un lorito.

No hay perro más caro que el galgo. Un cho-rro seminal de padrillo for export cotiza desde 800 a 1.500 pesos en el mercado. No hay garantía de que dará sus frutos. Existen casos de padrillos que dieron a luz a once cachorros y todos murieron, la madre incluida.

Los galgos que vienen de afuera tienen nom-bres sofisticados. José Luis Pacchiano y su hijo Alfredo viven en Chivilcoy y, además de veinte

cachorros argentinos, cuidan dos galgos made in USA. Se le pregunta sus nombres completos y Alfredo toma la biro-me de este cronista, y lo anota para evitar imprecisiones. Lo que apunta es: Pat.c.desmond y Kay.vnew.mexico.

“Es así como figura en las bases de datos de allá y nosotros respetamos eso”, explica Alfredo. Pat y Kay tienen el ritmo sexual de galán de telenovela. En pocos años, brindaron sus servicios unas cuarenta veces cada uno. “Tenés que enten-der, Kay ganó 41 carreras — dice José Luis—. En los Estados Unidos es como un ídolo”.

Si te encontrás con un cuidador de galgos cara a cara, vas a ver que no hay nada que disfrute más que hablar de las bondades de su hospedaje. Se pueden pasar horas. Algunos

los traen en caniles rodantes, modernos. Otros en cajas enrejadas de madera, como pequeñas prisiones. Y otros simplemente van en el auto, mezclados con sus dueños.

Los galgos de los Pacchiano, por ejemplo, duermen en boxes con ventilador y en colchón de goma espuma. “Sabemos de gente que los tiene con aire acondicionado”. En invierno les ponen estufa eléctrica. Se bañan con champúes especiales hasta tres veces por semana. Tienen almohada. Se los cepilla pacientemente y luego se les saca lustre con un trapo. Reciben com-plejos vitamínicos C y B 12. Su dieta es a base de carne picada sin grasas ni nervios, zanaho-ria, acelga y yogurt con cereales de desayuno.

Se les da mucho anabólico para que

tengan más músculos", dicen.

Hay perros dopados con

cocaína.

Carasucia. Una joven promesa. simón. Ya es un veterano en las pistas.

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“Capaz que no tengo para comer yo, pero el perro como siem-pre”, dice José Luis, de boina, en cuero y acariciándose la panza. Su hijo lo mira de arriba abajo. “Y mirá —Alfredo se detiene en el perímetro curvo del estómago de su padre, un radio obtenido a base de asados y postres, y se ríe—, mirá cómo está el pobre por darle de comer al perro”.

Los Pacchiano hablan en voz baja de los refuerzos que se les da a los galgos, algo que no pasaría por ningún control antidoping del mundo, ni siquiera entre narcos colombianos. “Se les da mucho anabólico para que el perro tenga más mús-culos y se le abra el apetito. Es como cuando vas al gimnasio —dice José Luis, el cuello rojo del sol—. ¿Vos pensás que todos esos tipos inflados están así nada más que por hacer fierros? No, querido, si no te metés vitaminas no pasa nada”.

Lo más nuevo y peligroso en el mundo de los enchufes para galgos es el “maicito”, un tratamiento fuera de la ley que se utiliza por izquierda y que viene de las carreras de caba-llos. Es tan fuerte que, se dice, si una gallina come la bosta de caballo se muere en el acto. “Vos contás hasta ocho. Y la gallina se muere antes de que termines de contar”. José Luis dice que tiene códigos: “Con el maicito los caballos vuelan en tres carreras y después te quedás sin animal. Yo ni loco le doy a un perro mío. La anfetamina, en cambio, es sana y hasta adelgazante. No es nada del otro mundo, tiene mala fama nomás”.

Sólo en España donde las carreras de galgos son legales y federadas, hay más de 160 sustancias prohibidas. Piense en todo aquello que termina en “ina”, excepto mandarina y se hará una idea. Incluso, hay casos de galgos dopados con cocaína. Aunque no se sabe si es por eficacia o es por diver-sión.

el poli Usted puede pensar que el oficial Darío Smith es temible, porque es grandote y tiene cara de perro de pelea, pero en verdad Smith guarda un corazón tierno. Aunque lo guarda exclusivamente para sus galgos, quienes le hicieron ganar más de 50 trofeos. El agente Smith es lo que se llama un dueño amoroso. Duerme en su habitación con tres galgos, tiene otro durmiendo en la cocina y a Loly, campeona regio-nal, le hizo la camita. “Es como una hija”, Darío, volumino-so, duro y policial, se enternece como el algodón. “A Loly sólo le falta hablar”. Loly no es la única con privilegios. Otro

galgo, Martín, ve la tele con él. “¿Y le gusta algún programa en especial? ¿Los de chimentos o el fútbol?”, le pregunta este cronista. “Todo lo que yo miro —dice Darío, radiante—, a él le gusta”.

Smith llevó su amor por los perros un escalón más allá que a su amor por ciertos humanos. “Para mí el animal es como una persona. Y yo sé que algu-nos no quieren venir a casa porque tengo todos estos perros viviendo conmigo. Y te digo algo: no me importa. Los perros son más importantes”.

El cronista pregunta a Yanina, su hija huma-na, si no siente un poco de celos, dado tanto amor. Pero Yanina se ríe: “¿Yo sentir celos? Si durante dos meses dormía en mi cama con un chanchito. Somos iguales. Así que, imaginate.”

Este cronista sigue a Darío a una ronda de remates, donde los perros desfilan antes de la

carrera, se levantan apuestas, y hace la pregunta que cual-quier novato haría: “Dígame, Darío, ¿cómo se da cuenta si un perro es o no ganador? ¿Qué le mira: los músculos, la ansiedad, el pelaje? A mí me parecen todos iguales”. Smith habla en un murmullo pues está a punto de revelar uno de sus secretos profesionales. “No tenés que mirar al perro”. Dice. “Tenés que mirar al cuidador”.

Los perros desfilan, se levantan

apuestas. Para saber cuál es

ganador, no tenés que mirar al perro, sino al cuidador.

Fanático. "Tengo todos estos perros viviendo conmigo. Los perros son más importantes que las personas", dice Darío Smith, policía.

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A este cronista le hubiese gustado apostar a un caballo cualquiera para que usted viviera cómo transcurre una apuesta de primera mano. Sin embargo, el cronista nunca entendió dónde, ni cómo, ni cuándo se debía apostar, pues, a diferencia de las carreras de caballos, el sistema funciona en base a remates. Cada carrera es susceptible de varios remates donde los galgos mejor cotizados son los que más dinero reciben, y podría seguir explicándole esto en profun-didad básicamente si antes lo hubiese entendido.

la foto del campeónEstas son las carreras de galgos en el flamante canódromo de Navarro, a 130 kilómetros de Buenos Aires. La pista no tiene más de siete meses y se riega luego de cada carrera. Los organizadores han invertido más de 40 mil pesos para poner a punto los 320 metros de cancha. Aun, dicen, faltan tribunas y baños definitivos.

Durante un día de certamen donde se suceden un prome-dio de veinte carreras, lo máximo que puede esperarse son cinco minutos de acción. Si nos ponemos puntillosos y tomamos en cuenta únicamente aquello que usted alcanza a ver, descubrirá que le queda poco más de un minuto, eso sin contar si se le mete polvo en los ojos.

Como en la Argentina las carreras de galgos no están fede-radas —es decir, no son del todo legales, por no decir nada legales—, si va a entrevistar al ideólogo de la competencia es lógico que le diga que se llama simplemente Carlitos y le comente cosas como esta: “Vos poné que esta es una activi-dad más entre tantas que hay en Navarro, como la laguna y los lugares donde vivió Juan Moreira”. Sin embargo, des-pués Carlitos no se puede contener y se despacha: “Las sociedades protectoras de animales dicen que matamos a los perros de hambre. Y si hablás con cualquier cuidador, te vas a dar cuenta de que en este país los galgos comen mejor que mucha gente”.

Carlitos no sólo organiza las carreras. Además, abre y cierra las doce gateras desde donde salen los perros en estampida, trata el auspicio de la Municipalidad y se ocupa de que las carreras se hagan a tiempo, de que los trescientos perros participantes no se salgan de la vaina y de que el 20% de la recaudación se destine a escuelas y hospitales de la zona.

“Desde hace tres años buscamos que las carreras de galgos sean consideradas un deporte federado, como en los Estados Unidos”, dice Gustavo, el de la comisión de galgos de Navarro. “Acá hay bastante dinero en juego y la Lotería de la Provincia es una de las principales interesadas en blan-quear esto y recaudar fondos. Imaginate: con un par de carreras como esta, ya podríamos comprar una ambulancia para el hospital”.

En la pista del canódromo de Navarro, treinta personas se sacan la foto con la última campeona, la Negra, con el número dos. A decir verdad, la incidencia que estas treinta personas tuvieron en el triunfo de la Negra es la misma que puede tener un fanático que arroja una bolsita de papel picado en la Bombonera.

Sin embargo, de todos ellos hay uno que tiene efectiva-mente algo que ver. Se llama Jorge Aragona, de Marcos Paz, y es uno de los entrenadores de galgos más veteranos de la Argentina: 25 años en esto. Dos perros suyos fueron sub-campeones del campeonato nacional, el más importante del país. Tiene pista propia de trescientos metros de entre-namiento en el fondo de la casa, gateras incluidas. “Yo hago todo —saca pecho Argona—. Les enseño a correr. A mover-se. Les doy comida especial. Los trato como reyes. Y hasta hago de veterinario. Sólo de comida un galgo se lastra 500 pesos al mes”. Aragona les da complejos vitamínicos, ami-noácidos, sueros. Y cobra 250 pesos semanales por cuidar-los. Es caro pero es bueno. “No te miento: hace 20 años que no voy a un cumpleaños. A una fiesta. Al cine. Nada. Esto me chupa la vida”.

Cuidador. Juan Ramón Pereyra es el más requerido. Todos hablan de él como de una estrella.

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“¿Pero qué pasa Jorge? —uno del ambiente le da una pal-mada en la espalda— ¿Acaba de ganar tu perra y el culo se te subió a la cara?” “Es que no me dejaron apostarle ni una sola vez. Me ganaron de mano”.

Si se le dice a Aragona que es el cuidador número uno, él niega con la cabeza. Dice que hay otro. Otro que justamen-te está del lado sur de la pista, bailando solo debajo de unos árboles. Baila alrededor de un trofeo y una botella de Gancia. Se llama Juan Ramón Pereyra y para muchos es el cuidador estrella. Tiene equipo de seis empleados y cuarenta galgos a su cui-dado. Cobra a los dueños 500 pesos por mes. “Los tengo afuera de casa, todos en casillas —dice Pereyra—. Parece un penal de meno-res”.

Entre los perros de Juan Ramón, están algu-nos de los más premiados de la Argentina. No hace falta que él hable bien de sí mismo. Para eso están sus empleados. “No, si Juan es el único que tiene los perros sueltos. Es increíble cómo lo obedecen. Vas a ver a los demás cui-dadores, los tienen todos con sogas. Juan no, con una orden se meten en el coche”. “No, si este perro de Juan tiene más carreras ganadas que pelos en el cuerpo”. “No, si Juan es criador de su propia raza. Él no tiene ningún galgo importado como muchos otros. Santos Vega, el campeón, tiene el padre que vino de Estados Unidos. Los de él son todos criollos”. Y así. Juan bebe aperitivo y disfruta de los piropos, al lado de un fiambre recién cortado.

“Con este...” Señala a un galgo con manchas, pero un asis-tente lo interrumpe para decir: “Lo llamamos Carasucia. Yo digo que este es el perro del futuro”.

“¿Me dejás hablar a mí o querés todo el cartel para vos?”, Juan está enojado. Además de tener a sus perros sin correa, tiene a sus asistentes sin correa, con lo cual, a veces se le hace difícil completar las frases sin que otro se las infle. “Con Carasucia casi nos ganamos un Corsa. Perdió contra el doble campeón nacional. A la misma distancia que estás vos, así perdió. Por una paleta”. Pereyra se encoge de hom-bros. “Igual, nos dieron un ciclomotor. Lo malo no es per-

der, lo malo es la cara de boludo que te traés de vuelta durante los 500 kilómetros de ruta”.

Un asistente cambia de tema para devolver-le el ánimo: “¿Por qué no le hablás de Simón, Juan?” Simón ganó un premio de 13.700 pesos durante una carrera. Es bastante, pero hay cifras mayores. El Calif, galgo mendocino y último campeón nacional de tiro largo, entre premio y apuestas se llevó 80 mil pesos en una única competencia. Pero si se lo compara con los Estados Unidos, la meca de los galgos donde se reproducen 50 mil ejemplares al año, de los cuales sólo 15 mil llegan a clasificar en carreras, estos premios son una papa. “¿Sabés cuántos años de corredor tiene Simón, mago?” El cronista pone una cara vacía de

todo gesto, la mueca que debe tener el perro del gordo Darío cuando ve la tele con él durante horas. “Seis años. ¿Y sabés cuándo se termina la vida útil de los galgos? A los tres años de competencia. En perros adultos, nadie tiene la edad de Simón. Nadie. Salió cuarto en el último torneo nacional. Y fue campeón en el interprovincial de Pergamino en 2007. El trofeo mide más de dos metros. Este debe tener unas 60 carreras ganadas. Hoy ganó la última”. Pereyra muestra el

Muchos perros quedan locos.

Algunos sonidos pueden disparar en los viejos galgos la sensación de largar

una carrera.

el negocio. Están los que quieren legalizarlo "para que sea transparente" y los que se oponen porque "te ponen controles por todos lados".

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trofeo. “Hoy me llevo este a casa. Eh, mirá, ¡una liebre, una liebre!” Ramón se pone de pie y, por poco, se le cae el fiam-bre. “Una liebre, allá corriendo atrás de esos árboles. Largale los perros”. Es un momento único. Hay una liebre en medio del campo y Pereyra tiene la ocasión de demostrar la habi-lidad de sus perros ante la prensa. Pero algo sucede: el chico que lleva al galgo corre junto a él sin largar la correa. Juan Ramón estruja la gorra. “¡Qué gordo boludo!” Y al final, como suele suceder en otras áreas de la vida, la liebre se le escapa de las manos.

Cuando el animalito está en las profundidades de su hoyo, se le pregunta a Pereyra si está de acuerdo con que se lega-licen las carreras. “No, querido, se pierde todo así. Te ponen controles por todos lados, como los caballos”.

Minutos antes, Aragona decía lo contrario: “Esto hay que legalizarlo, así ganamos todo. Y que nadie enchufe a los perros. Sería todo más transparente así”.

“Al perro, cuando deja de correr, no se lo cuida más, eso es lo más preocupante”, dice Oscar de la Cruz, un ex cuida-dor de galgos que hoy volvió a las pistas, pero como testigo. “Mucha gente los abandona y los pobres terminan comien-do basura. Mirá ese de ahí”. Hace años que Oscar no ve un galgo de buen porte, así que se da vuelta y sigue a uno con la mirada como si acabara de pasar Pampita: “Mirá qué cuartos, Dios mío”.

De la Cruz da en la tecla. No por mirarle el culo a un perro, sino por el tema de los galgos en su tercera edad. Es para pensar: ¿qué pasa una vez que los perros se retiran? Si uno consulta a los cuidadores, dirán que se los devuelven a los dueños y que se desentienden del asunto. Pero esa no es toda la verdad.

En Estados Unidos parte de las ganancias de las carreras se donan a fundaciones que apoyan la adopción de galgos

—hay más de 200 agencias de adopción en ese país—. A pesar de eso, entre 25 y 50 mil galgos de carrera son

sacrificados cada año, según estimaciones de la fundación Tené Corazón. En España, existen asociaciones de protec-ción animal que documentan fotográficamente cómo los galgos jubilados son pasados por el cuchillo o directamen-te ahorcados del cogote en los árboles —si no es cardíaco, para más datos, ingrese a www.sosgalgos.com—.

Lo cierto es que, más allá de las sanas campañas por adoptar galgos viejos, muchos ex corredores quedan turu-latos de por vida. “Ciertos sonidos pueden disparar en los viejos galgos la sensación de largar una carrera. Un altavoz. El motor en los camiones. Los aplausos. Todo eso les pro-duce una tensión que les daña su salud”, advierte en un artículo Judy Kody Paulsen de una agencia de noticias espe-cializada en carreras caninas.

Como bien sabrá, al igual que el ser humano, todo galgo corre en pos de una meta. En algunos lugares, se trata de una liebre mecánica tirada con poleas. En otros más humil-des, como el de Navarro, los galgos corren tras un pedazo de cuero viejo. Lo primero que hace el perro al llegar a la meta es atacar la presa que descansa en el suelo. Cuando descubre que corrió como un endemoniado por un cacho de cuero que parece de alpargata, el galgo se pone loco y, como le decíamos, vuelve a la gatera a la misma velocidad con que salió y acto seguido, en su desesperación, se dispo-ne a atacar a otros competidores.

En la última competencia del día, después de comprobar que le vendieron cuero por liebre, un galgo con el cinco en la pechera se inclina como si fuera a ponerse en posición de loto y en medio de la pista, ante trescientos espectadores, se dispone a cagar. Su forma silenciosa, sabia y ancestral de mandar a todos a la reverenda mierda.

Vida corta. Un galgo usualmente corre por tres años. Después terminan abandonados, enloquecidos por la tensión de las carreras; o los matan.

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m i v i d a y y opor carolina balducci

La boda IUn melenudo con guitarra toca una versión torpe

de "Samba de amor", de Caetano Veloso. Los novios bailan, flotan en la pista y una lluvia de

pétalos los baña. Todos miramos como bebitos hambrientos frente a una gran teta. Vicky deja salir una lágrima perfec-tamente cristalina, lo que habla muy bien de su rimmel. El marido la besa y los demás suspiramos. Nos miramos entre todos haciendo cara de que un amor así, como el que se derrama sobre la pista, tiene que durar para siempre.

Cuando recién conocí a Vicky solíamos emborracharnos en mi departamento e imaginar nuestras bodas. Eran bodas horribles, por supuesto: ridículas, sobrecargadas, totalmente mersas. En el fondo, decía siempre Vicky, las bodas son una mersada. Ahora ella está haciendo realidad su sueño mersa y se ve auténticamente feliz, lógico. Porque en nuestra mentecita cursi todas suponemos que la mujer feliz por antonomasia va de blanco, lleva un ramo de flores en la mano y dice: “Sí, quiero”.

Los que participamos de las bodas –extras, se diría–, le hacemos el juego a la mujer feliz: la rodeamos, lloramos, nos emocionamos por ella. Aunque muchos, también, asumen una actitud mala onda para hacer contrapeso. Alguna vez esa ha sido mi actitud, es verdad, pero no hoy. Hoy juré que me comportaría: no sólo porque no quiero que Vicky piense que le guar-do rencor por no ser su madrina —al cabo que ni quería, diría El Chavo—, sino porque espero a alguien. Se llama Diego y es el resultado de las gestiones de mi madre: hijo de su amiga Antonella, del grupo de tanas que juegan cartas. Lo conocí hace unos días en un café del microcentro —no podía venir a una boda con un chabón a quien no le había visto la jeta—. Diego es divorciado, economista y trabaja como supervisor de ventas en Falabella. Es incluso alto… Y todo eso estaría perfecto si apare-ciera. Ya pasó el brindis, están por abrir el buffet y Diego no ha llegado.

Alrededor de la pista la gente sigue babeando ante la flamante pareja, hasta que la madre del novio saca a bailar al padre de Vicky que es medio rengo, pobre. Otros los secundan. Yo me quedo a un lado del salón con mi copita vacía en la mano, desde allí puedo vigilar la puerta sin que se note. Y desde allí, también, puedo acceder de primera mano al cham-pagne que sale del bar. Una mesera muy amable me rellena la copa por tercera vez en un lapso que por su cara de complicidad juzgo breve. Me mira y se sonríe, yo le digo: “Espero a mi chico”. Ella asiente y se va. No sé por qué mierda le dije eso, como si la inminencia de un macho me diera una excusa para emborracharme, cuando suele ser más bien lo contrario. Paso el peso de mi cuerpo de una pierna a la otra, suspiro. Entonces descubro a mi madre orbitando por la pista con una tía de Vicky que conoció recién. Me ven a lo lejos, la mujer le dice algo a mi madre y mi madre se sonríe. ¿Qué le habrá dicho? Algo como: “La próxima será Carito”… O quizá sólo admiraba mi vestido negro, copiado de la vitrina de Pablo Ramírez y confeccionado magistralmente en el taller de la señora Carmen, en Barracas.

Mi madre alza la mano y me saluda moviendo los dedos, como un insecto mueve sus patas ante la cercanía de su presa. Se acerca con la tía de Vicky.

—Carito —dice mi madre—, le estaba contando a Liliana sobre Diego y no recordaba si era economista o ingeniero.

Me quedo perpleja. ¿En qué universo retorcido las madres le cuentan a personas desconocidas acerca de la vergonzosa situación de tener que conseguirle candidatos a sus hijas?

—¿Qué Diego? Digo con total indiferencia y me empujo el resto del

champagne. Pero la expresión de mi madre me llena de terror, está a punto de explicar con pelos y señales quién es Diego, como si creyese que en verdad yo me olvidé.

—¡Aaah, ese Diego! —recapacito— Es economista, mamá. Trabaja en Falabella.

—Claro, Diego es economista, Liliana. ¿No ha llegado Diego, Carito? Diego está retrasado…

Mi madre repite demasiadas veces el nombre de Diego. Es su palabra preferida esta noche: diego, diego, diego. Esto fue una pésima idea... Me disculpo para ir al baño, quizá al abrir y atravesar una puerta cualquiera vuelvo al mundo de la gente normal.

En la pista se ha instalado un DJ y ahora suena una de Michael Jackson. El novio hace un paso que consiste en simular un shock eléctrico. Paso cerca de ellos, rumbo al baño. Vicky me ve y se me lanza encima:

–¡Carito! Se cuelga de mi cuello como un koala. Está borracha. Está, diría ella

si se lo preguntase, embriagada de amor. Vicky me abraza fuerte, me susurra cosas que no entiendo. El novio se acerca y la abraza a ella por detrás. Y yo me convierto en una tortuga dentro de su caparazón.

—Te amo Victoria —dice el novio.—Te amo Carito —dice Vicky.—Te amo Vicky —digo yo porque es lo que corresponde. Entonces alguien que ha visto muchas películas de boda golpea la copa

con una cuchara y propone un brindis. Saco la cabeza del caparazón y veo que es Nati, la madrina sustituta, vestida de rojo puta. Nati se casó hace un año y está a punto de divorciarse, no debe ser precisamente una madrina muy alegre.

—Como madrina quiero brindar por…Vicky me suelta, empuja al marido y mira a Nati. —¡Madrina las pelotas, mi madrina es Carito! ¡Y vos sos una mosqui-

ta muerta! Grita. Tiene los ojos chorreados de maquillaje. Esas sí que son lágrimas

auténticas. Todos se quedan mudos. Sólo se escucha la voz de Rafaela Carra cantando “¡Para hacer bien el amor hay que venir al su…!”, hasta que el DJ también la calla. Y justo en ese instante dramático en que Nati empieza a lloriquear y Vicky se deshace en insultos, veo aparecer a Diego por la puerta: atraviesa el salón directo hacia mí. Y sé que estoy lejos de ser la protagonista de este histérico bache de silencio, con una mujer a punto de divorciarse de un lado y otra recién casada del otro, pero real-mente me siento una estrella. El cañón de luz blanca me apunta y, dueña absoluta de la escena, le muestro al público mi mejor sonrisa.

Continuará...

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