Revoluciónn y Contrarrevolución en Rusia, 1917-281...partida es la definición de Perry Anderson...

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1 Revoluciónn y Contrarrevolución en Rusia, 1917-28 1 El centenario del derrocamiento del régimen zarista y del Gobierno Provisional y el establecimiento del poder soviético es un momento de debate con una gran carga ideológica sobre lo que ocurrió en 1917 y cómo deben entenderse esos acontecimientos y el posterior desarrollo del "comunismo" en Rusia. En este contexto, esbozo un enfoque materialista histórico de las cuestiones de la revolución y la contrarrevolución que son más importantes para comprender la experiencia rusa y lo utilizo para desarrollar un argumento en defensa de dos reivindicaciones centrales, concentrándome en la segunda. La primera es que en 1917 tuvo lugar una revolución socialista que, en los territorios en los que tuvo éxito, destruyó el poder de la clase dominante terrateniente-capitalista y lo sustituyó por el dominio de la clase obrera. Este argumento no es original. Sin embargo, es necesario hacerlo aquí debido a la creencia común y obstinada de que la Revolución de Octubre no fue más que un golpe bolchevique. La segunda afirmación es que a finales de 1918 el gobierno de la clase trabajadora había sido reemplazado por algo cualitativamente diferente, el gobierno de una capa de liderazgo de la clase trabajadora que improvisó un estado frágil para defender la revolución, y que la capa social en la cima de este estado extractor de excedentes de origen proletario evolucionó a finales de los años 20 en una nueva clase dominante. Este resultado representó el triunfo de la contrarrevolución, poniendo fin definitivamente a la ruptura con la sociedad de clases que se había iniciado en 1917. La pérdida del dominio de la clase obrera y la eventual consolidación de una nueva clase dominante no fueron el resultado de la ideología bolchevique, aunque ésta sí influyó en la trayectoria de los acontecimientos. Las causas decisivas fueron las presiones materiales que actuaron sobre una clase obrera sumida en una crisis social catastrófica y en la guerra en 1918 y luego, después de la Guerra Civil, sobre la capa de dirección del partido-estado que buscaba mantener su estado contra las sociedades capitalistas de Europa Occidental con sus fuerzas productivas y militares más 1 Camfield, D. (2017). Revolution and Counter-Revolution in Russia, 1917-1928. Traducido al español por Iván Salazar

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    Revoluciónn y Contrarrevolución en Rusia,

    1917-281

    El centenario del derrocamiento del régimen zarista y del Gobierno Provisional

    y el establecimiento del poder soviético es un momento de debate con una gran

    carga ideológica sobre lo que ocurrió en 1917 y cómo deben entenderse esos

    acontecimientos y el posterior desarrollo del "comunismo" en Rusia. En este

    contexto, esbozo un enfoque materialista histórico de las cuestiones de la

    revolución y la contrarrevolución que son más importantes para comprender la

    experiencia rusa y lo utilizo para desarrollar un argumento en defensa de dos

    reivindicaciones centrales, concentrándome en la segunda.

    La primera es que en 1917 tuvo lugar una revolución socialista que, en los

    territorios en los que tuvo éxito, destruyó el poder de la clase dominante

    terrateniente-capitalista y lo sustituyó por el dominio de la clase obrera. Este

    argumento no es original. Sin embargo, es necesario hacerlo aquí debido a la

    creencia común y obstinada de que la Revolución de Octubre no fue más que un

    golpe bolchevique.

    La segunda afirmación es que a finales de 1918 el gobierno de la clase

    trabajadora había sido reemplazado por algo cualitativamente diferente, el

    gobierno de una capa de liderazgo de la clase trabajadora que improvisó un

    estado frágil para defender la revolución, y que la capa social en la cima de este

    estado extractor de excedentes de origen proletario evolucionó a finales de los

    años 20 en una nueva clase dominante. Este resultado representó el triunfo de la

    contrarrevolución, poniendo fin definitivamente a la ruptura con la sociedad de

    clases que se había iniciado en 1917. La pérdida del dominio de la clase obrera y

    la eventual consolidación de una nueva clase dominante no fueron el resultado

    de la ideología bolchevique, aunque ésta sí influyó en la trayectoria de los

    acontecimientos. Las causas decisivas fueron las presiones materiales que

    actuaron sobre una clase obrera sumida en una crisis social catastrófica y en la

    guerra en 1918 y luego, después de la Guerra Civil, sobre la capa de dirección del

    partido-estado que buscaba mantener su estado contra las sociedades

    capitalistas de Europa Occidental con sus fuerzas productivas y militares más

    1 Camfield, D. (2017). Revolution and Counter-Revolution in Russia, 1917-1928. Traducido al español por Iván Salazar

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    poderosas, así como las clases de las que tenía que extraer excedentes para

    reproducir su dominio.

    I Preliminares teóricos para un entendimiento materialista

    histórico de la Revolución Rusa

    Para tener el tipo de discusiones más fructíferas sobre lo que ocurrió en Rusia en

    1917 y los años siguientes, es necesario aclarar una serie de conceptos clave. Sin

    un marco teórico compartido, podemos describir y analizar los acontecimientos,

    pero nuestra capacidad para comprender los procesos sociales históricos

    mundiales que se desarrollaron y su significado para nosotros hoy en día será

    inevitablemente limitada. Teniendo esto en cuenta, ofreceré una discusión

    minimalista de una serie de conceptos desde la perspectiva de un materialismo

    histórico reconstruido que sigue comprometido con la hipótesis de que al menos

    es posible un progreso sustancial en la transición del capitalismo hacia una

    sociedad sin explotación de clases y relaciones de estado.

    La revolución es el primer concepto que necesita ser aclarado. Un buen punto de

    partida es la definición de Perry Anderson (1988): "un episodio de

    transformación política convulsiva, comprimido en el tiempo y concentrado en

    el objetivo, que tiene un comienzo determinado -cuando el viejo aparato de

    estado está todavía intacto- y un final finito, cuando ese aparato se termina

    decisivamente y se erige uno nuevo en su lugar" (p. 322). Sin embargo, es

    esencial distinguir entre las revoluciones políticas y las sociales. Neil Davidson

    (2012) sugiere, de manera convincente, que

    Si las categorías de revolución política y social han de ser útiles en

    términos de comprensión histórica, entonces creo que tenemos que

    reducir el alcance de las revoluciones políticas para que no se trate de

    transformación sino de control del Estado y ampliar el alcance de las

    revoluciones sociales para que las transformaciones del Estado puedan

    ser tanto un efecto como una causa de la transformación socioeconómica.

    Las revoluciones políticas, por lo tanto, tienen lugar dentro de una

    estructura socioeconómica y las revoluciones sociales implican un cambio

    de una estructura socioeconómica a otra (p. 492).

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    Esta elucidación apunta a la necesidad de modificar la definición general de

    Anderson eliminando la insistencia de que una revolución termina cuando un

    nuevo conjunto de poder estatal reemplaza al anterior; una revolución política

    bien puede implicar un cambio en quién controla un aparato estatal que no lo

    reestructura fundamentalmente. Si bien la distinción entre las revoluciones

    políticas y sociales es suficientemente clara, Davidson (2012) añade que "la

    relación entre las revoluciones políticas y sociales es compleja. Algunas

    revoluciones políticas tienen implicaciones sociales y todas las revoluciones

    sociales tienen implicaciones políticas" (p. 495). Las propias revoluciones

    sociales no deben equipararse con procesos más prolongados de transición de

    un modo de producción a otro, que pueden o no implicar revoluciones sociales.

    "La concentración en el cambio fundamental a nivel del Estado parece ser el

    mejor medio de distinguir entre el proceso de transición modal y el momento de

    la revolución social" (pág. 493).

    La Revolución Rusa fue considerada, por supuesto, por los dirigentes

    bolcheviques y la mayoría de sus oponentes como un tipo particular de

    revolución: una revolución socialista. Este tipo de revolución social debe

    entenderse como aquella que implica una ruptura con el modo de producción

    capitalista y el inicio de una transición al socialismo. ¿Pero qué es el socialismo?

    Utilizo este término en el sentido de lo que Marx llamó, "en diferentes textos, de

    manera equivalente: comunismo, socialismo, República del Trabajo, sociedad de

    productores libres y asociados o simplemente Asociación, Sociedad Cooperativa,

    (re)unión de individuos libres" (Chattopadhyay, 2016, p. 217). Esto difiere del

    uso del término por algunos marxistas2 para referirse a una etapa temprana de

    la transición al comunismo en el sentido de Marx, lo que Marx (1968) llamó en

    el texto generalmente denominado "Crítica del Programa de Gotha" "la primera fase de la sociedad comunista tal como es cuando acaba de emerger después de

    prolongados dolores de parto de la sociedad capitalista" (p. 324). El socialismo

    en mi sentido (siguiendo a Marx3) sería "una sociedad de individuos libres y

    asociados con la propiedad social de los medios de producción y sin estado,

    producción de mercancías o trabajo asalariado" (Chattopadhyay, 2016, pág.

    230). Trascendería tanto a los Estados como a los mercados, ya que "ambos

    expresan modos de alienación social en los que los seres humanos son incapaces

    de regular y gobernar sus asuntos económicos y políticos democráticamente, y

    2 Como señala Peter Hudis (2013, p. 190), "La noción posterior de que el 'socialismo' y el 'comunismo' representan etapas distintas del desarrollo social - un elemento básico del dogma estalinista - era ajena al pensamiento de Marx y sólo entró en el léxico del 'marxismo' después de su muerte". 3 Sobre el concepto de socialismo de Marx, ver Hudis 2013 y Chattopadhyay 2016.

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    en los que las instituciones y mecanismos fuera de su control dominan y dirigen

    sus actividades vitales". (McNally, 1993, p. 186)

    Una revolución socialista, por lo tanto, es la que inicia una transición hacia tal

    sociedad. Su característica esencial es que establece el dominio de la clase obrera

    (equivalente a lo que Marx "llamaba comúnmente 'la conquista del poder político

    por el proletariado'" con "varias etiquetas intercambiables en los escritos de

    Marx: 'estado obrero',' el 'ascenso político (o dominio, Herrschaft) del proletariado,' el poder político (o estatal) de los trabajadores,' el 'dominio

    (Herrschaft) del proletariado,' y algunos otros" incluyendo "la 'dictadura del proletariado'" [Draper, 1986, p. 1]). Una revolución socialista convierte a la clase

    obrera en la clase dominante o gobernante (ya sea sola o en combinación con

    una o más clases). La clase que gobierna es "la clase más desarrollada", "la clase

    que está organizada y concentrada en toda la sociedad" (Hoffman, 1986, p. 351).

    A diferencia del dominio capitalista, que puede ejercerse a través de diversas

    formas políticas, desde el fascismo hasta las repúblicas democráticas que

    conceden amplios derechos sociales a los ciudadanos, el dominio de la clase

    obrera sólo puede existir como control democrático de la sociedad por parte de

    la clase trabajadora. La clase capitalista puede ser dominante en un territorio en

    ausencia de instituciones políticas democráticas y sin ninguna participación de

    los capitalistas en el gobierno y la administración del Estado, gracias a su control

    de la producción social como propiedad privada. En cambio, la clase obrera, al

    carecer de propiedad privada en los medios de producción, sólo puede gobernar

    si sus miembros tienen el control democrático de las decisiones sociales

    importantes. Esto incluye las decisiones relativas tanto a los asuntos "políticos"

    de la vida pública como a los "económicos" de la producción social. En las

    directas palabras del disidente trotskista estadounidense Joseph Carter, "sin

    poder político la clase obrera no puede ser la clase dominante en ningún sentido"

    (citado en van der Linden, 2009, p. 94). Aunque esta concepción del gobierno de

    la clase trabajadora no es un argumento de la autoridad, era la opinión de Marx.4

    El gobierno de la clase trabajadora es una condición necesaria para que se avance

    en la transición hacia el socialismo. Dado que el socialismo sería una sociedad de

    productores libremente asociados, sólo la agencia de los propios productores

    directos puede reconstruir la sociedad de manera que empiece a sentar las bases

    del socialismo; la actividad de ningún otro grupo puede sustituir la actividad

    propia de la clase obrera en la creación del socialismo. Como dice Cornelius

    Castoriadis (1988), "la realización del socialismo en nombre del proletariado por

    4 See Draper (1986, especially pp. 269-274, 298-301).

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    cualquier partido o burocracia es un absurdo, una contradicción de términos, un

    círculo cuadrado, un pájaro submarino" (p. 297). Muchas cosas pueden ser

    hechas por otros en nombre de los productores directos y en su nombre, pero no

    el movimiento hacia el socialismo.

    En referencia a esta concepción teórica de la revolución socialista, el significado

    de la contrarrevolución merece una breve aclaración preliminar. Sugiero que lo

    entendamos simplemente como la negación de la ruptura con la sociedad de

    clases que inicia un proceso de transición al socialismo realizado por una

    revolución socialista. Esto implica el establecimiento del dominio de una clase

    explotadora, ya sea la que ha sido privada de la supremacía social por la

    revolución o una nueva. Una contrarrevolución no tiene por qué reflejar una

    revolución en ser, en la frase anteriormente citada de Anderson, "un episodio de

    transformación política convulsiva, comprimido en el tiempo y concentrado en

    el objetivo", aunque es una posibilidad lógica.

    Estas posiciones teóricas sobre el significado del socialismo, el carácter del

    dominio de la clase obrera y la necesidad de su existencia para cualquier

    transición hacia el socialismo difieren de las de la mayoría de los marxistas que

    se identifican a sí mismos. Una objeción probable es que llevan a la conclusión

    de que el tipo de sociedad que se desarrolló bajo el dominio del Partido

    Comunista en la URSS (por no mencionar otras sociedades similares) no estaba

    en transición hacia una sociedad sin clases y sin Estado después de que el control

    democrático de la clase obrera dejara de funcionar, pero como sabemos que esa

    transición por lo menos había comenzado (aunque después de cierto punto el

    socialismo ya no se estaba "construyendo") la perspectiva teórica debe ser

    defectuosa.

    No importa lo común que sea esa objeción, es una que rechazo de todo corazón.

    Se basa en la suposición de que la URSS, a pesar de sus deficiencias, debe haber

    estado en transición hacia el socialismo en el sentido del término utilizado aquí.

    Para defender esta suposición, el gobierno de la clase obrera debe ser redefinido

    y la necesidad de la agencia de autodeterminación de la clase obrera para la

    reconstrucción de la sociedad en la dirección del socialismo debe ser desechada

    (es raro que las personas que sostienen tales puntos de vista argumenten que

    Marx estaba equivocado en las cuestiones en juego, pero eso es lo que tales

    puntos de vista implican). La expresión más cruda de esta postura es "dijeron

    que estaban construyendo el socialismo, así que deben haber estado

    construyendo el socialismo". Un argumento más sofisticado es que la

    organización de los medios de producción como propiedad nacionalizada en la

    URSS era en sí misma evidencia de una sociedad en transición hacia el socialismo.

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    Esta fue la posición avanzada en 1936 por León Trotsky en The Revolution Betrayed:

    La nacionalización de la tierra, los medios de producción industrial, el

    transporte y el intercambio, junto con el monopolio del comercio exterior,

    constituyen la base de la estructura social soviética. A través de estas

    relaciones, establecidas por la revolución proletaria, la naturaleza de la

    Unión Soviética como Estado proletario está para nosotros básicamente

    definida (Trotsky, 1970, p. 248).

    Sobre esta base, la URSS era "un régimen preparatorio de transición del

    capitalismo al socialismo" (p. 47), entendiéndose por socialismo lo que Marx

    llamó "la etapa más baja del comunismo" (p. 47). Nótese aquí que el estado se

    define como un estado obrero en virtud de la presencia de la propiedad estatal,

    no del dominio de la clase obrera - una comprensión completamente diferente

    del enfoque teórico adoptado aquí (siguiendo a Marx). Igualmente importante,

    el enfoque adoptado por Trotsky trata una forma legal-política como evidencia

    suficiente para demostrar que una transición al socialismo está por lo menos en

    marcha. No investiga el contenido social de esta forma de propiedad para

    descubrir qué relaciones sociales de producción operan en la sociedad. Aunque

    tal enfoque puede utilizar algunas de las mismas palabras que el que se ha

    avanzado aquí, su comprensión de lo que implica el gobierno de la clase

    trabajadora y la transición al socialismo es dramáticamente diferente. Cambia el

    significado de estos conceptos para defender la posición de que la URSS bajo

    Stalin estaba en transición hacia el socialismo aunque el Estado, como admitió

    Trotsky, "se había convertido en un aparato de compulsión hasta entonces

    desconocido" dirigido por "una fuerza incontrolada que dominaba a las masas"

    (p. 51). Esto debería ser totalmente poco convincente para cualquier

    materialista histórico que comparta la creencia de Marx de que la

    autoemancipación de la clase obrera está en el corazón del proyecto socialista.

    II 1917: Una revolución socialista

    Lo que tuvo lugar en Rusia entre febrero y octubre de 1917 fue nada menos que

    una revolución en el sentido de la definición anteriormente citada por Anderson.

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    La "Revolución de Febrero" derribó la monarquía, instalando el Gobierno

    Provisional y sacudiendo, pero no desmantelando, el resto del aparato estatal

    existente. También dio lugar a un extraordinario nivel de actividad y

    organización de la clase trabajadora y, en menor medida, de los campesinos. Para

    la primavera se habían creado aproximadamente 700 soviets, con obreros y

    soldados que se formaron más rápidamente que los campesinos (Smith, 2017,

    pág. 108). Tras derrocar al Zar, los trabajadores "determinaron derrocar la

    'autocracia' en el taller" (p. 117) y empezaron a formar comités de fábrica y

    sindicatos, así como milicias y otras organizaciones. Así crearon un "poder dual"

    tanto en la esfera política como en la económica; las instituciones del poder

    obrero democrático coexistieron con el Gobierno Provisional no elegido y el

    poder capitalista. En las zonas rurales se produjo un aumento de la acción directa

    de los campesinos. Para el otoño, la autoactividad de los campesinos había

    aumentado desde las incursiones en el poder de los terratenientes hasta la

    confiscación y redistribución de sus propiedades (pág. 126). Las relaciones

    sociales de género y la opresión nacional también se vieron sacudidas por la

    autoactividad de los grupos subordinados (págs. 140 a 142 y 128 a 133). La

    experiencia del empeoramiento de la crisis social y política y el fracaso del

    Gobierno Provisional en la aplicación de las principales reivindicaciones de los

    trabajadores y los campesinos impulsaron un proceso desigual pero acelerado

    de radicalización popular (Smith, 1983; Mandel, 1984), evocado brillantemente

    en la narrativa histórica de China Mieville (2017). El Gobierno Provisional perdió

    la mayor parte de su apoyo tanto entre los explotados, que depositaron cada vez

    más su fe en el poder soviético, como entre sus explotadores, que buscaban la

    imposición de una dictadura que restaurara el orden. Como señala SA Smith

    (2017, p. 151), "En último análisis... el Gobierno Provisional había expirado

    incluso antes de que los bolcheviques lo acabaran". Su derrocamiento marcó el

    fin del doble poder en la esfera política. Con el poder de la clase dominante

    terrateniente-capitalista roto en gran parte del territorio del antiguo imperio, la

    clase obrera altamente desarrollada y auto-organizada se convirtió en la clase

    dominante; sus instituciones democráticas controlaban las decisiones sociales

    más importantes.

    ¿Qué tipo de revolución fue esta? Lars Lih (2017) ha argumentado

    recientemente, influenciado por Kautsky, que no era una revolución socialista.

    Más bien fue, sugiere, "una revolución democrática anti-burguesa", hecha por

    obreros y campesinos contra la burguesía, pero no socialista "en términos de su

    contenido de clase y su programa" porque "los campesinos aliados del

    proletariado no estaban listos para el socialismo". Sin embargo, la

    caracterización de Lih no considera el significado del doble poder que había

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    surgido en la esfera del trabajo remunerado en asociación inseparable con los

    soviets que eran la base del dominio de la clase obrera. La combinación del

    gobierno soviético y el doble poder en los lugares de trabajo, que en una pequeña

    minoría de casos fue más allá y estableció la autogestión de los trabajadores

    (Smith, 1983, pág. 24), desafió el poder del propio capital. Esto significó que la

    revolución social en desarrollo rompió los límites de una revolución burguesa --

    una que promovería el desarrollo de "una economía sujeta a las leyes del

    movimiento capitalista y un estado comprometido con la acumulación

    competitiva" (Davidson, 2012, p. 575) -- y asumió un carácter socialista. Una

    revolución social que reemplaza el dominio de una clase explotadora por el

    dominio de la clase trabajadora inicia una transición hacia el socialismo; es una

    revolución socialista. El inicio de una transición, que hace posible que la clase

    obrera comience a reorganizar la sociedad de una manera cuya lógica es la de un

    movimiento hacia el socialismo, debe distinguirse del hecho de comenzar a

    reconstruir la sociedad de esta manera. La Revolución Rusa abrió la puerta a una

    transición hacia el socialismo. Pero las condiciones en Rusia eran tales que el

    potencial material para emprender cualquier reconstrucción social hacia el

    socialismo era muy mínimo. Como argumentaré en la siguiente parte de este

    documento, la revolución no condujo a un movimiento en esta dirección.

    En el sentido más amplio, lo que ocurrió en Rusia fue posible gracias al desarrollo

    desigual y combinado del capitalismo como sistema global. El Estado zarista fue

    uno de esos Estados "incapaz de reproducir el nivel de desarrollo alcanzado por

    los Estados capitalistas avanzados, pero sin embargo capaz de 'desbloquearse'

    hasta el punto de hacer avances parciales en áreas específicas" (Davidson, 2012,

    p. 297). Fue "impulsado por la competencia militar para introducir una

    industrialización limitada y una reforma agraria parcial" (p. 297). Los esfuerzos

    del estado feudal-absoluto lograron fomentar focos de industria capitalista

    avanzada y una clase obrera urbana. El antagonismo capital-trabajo que esto

    generó fue mediado e intensificado por las condiciones políticas del zarismo

    (incluyendo no sólo la represión sino una clase capitalista políticamente débil y

    la ausencia de un oficialismo sindical de importancia) y entrelazado con el

    antagonismo de clase rural entre los campesinos y los terratenientes y los

    conflictos que surgieron de la dominación rusa de las otras naciones contenidas

    en el imperio. La situación resultante fue potencialmente explosiva, y los efectos

    de la Primera Guerra Mundial (en sí misma un producto del desarrollo desigual

    y combinado del capitalismo global [Anievas, 2011]) en la sociedad zarista

    sirvieron finalmente como detonante. Sin embargo, aunque estas condiciones

    explican el estallido de la revolución, no explican cómo la revolución pudo tener

    éxito como revolución socialista. En este caso, la actuación de los bolcheviques

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    fue crucial, como ha subrayado John Eric Marot (2013, págs. 117-165). La

    política de los bolcheviques les hizo "más capaces de comprender y predecir el

    curso de la lucha de clases, de preverla políticamente y, en la medida en que se

    prevea, de conformar su evolución y guiarla hacia un desenlace victorioso"

    (Marot, 2013, p. 164). Su partido estaba -gracias a las circunstancias políticas en

    las que sus miembros se organizaron, no a la innovación teórica bolchevique-

    unido en torno a la política revolucionaria en lugar de abarcar tanto a los

    socialistas revolucionarios como a los reformistas, y se organizó en gran medida

    en el lugar de trabajo y no en el vecindario (Gluckstein, 1984). Además, en 1917

    el partido tenía "una estructura y un método de funcionamiento interno

    relativamente democrático, tolerante y descentralizado, así como [un] carácter

    esencialmente abierto y de masas", como señaló Alexander Rabinowitch (1976,

    p. 311). Estas cualidades organizativas permitieron a los bolcheviques tanto

    responder como intervenir políticamente dentro de la amplia actividad de la

    clase trabajadora y el debate político sobre cómo resolver la crisis que atenazaba

    a Rusia y que tuvo lugar entre febrero y octubre.

    III De la revolución a la contrarrevolución

    i) Del gobierno de la clase obrera al gobierno de los bolcheviques

    En octubre de 1917 había más de 1400 soviéticos operando. Cerca de la mitad

    estaban formados por delegados de obreros y soldados elegidos por las

    asambleas generales en los lugares de trabajo y unidades militares. Una gran

    minoría eran soviets campesinos, otros diputados unidos de obreros, soldados y

    campesinos, y unos pocos eran exclusivamente militares. "Para entonces, la

    inmensa mayoría de los soviets de los principales centros industriales ya habían

    hecho realidad de facto el lema 'Todo el poder para los soviets'" (Smirnov, 1997,

    pág. 432). En los cinco meses siguientes a octubre, la mayoría de los soviets

    campesinos se habían fusionado con los de obreros y soldados (p. 433). El

    Congreso Soviético celebrado en Petrogrado inmediatamente después del

    derrocamiento del Gobierno Provisional creó un Consejo de Comisarios del

    Pueblo (CPC/Sovnarkom) como gobierno central. Inicialmente totalmente

    bolchevique, pronto se le unieron miembros del Partido Socialista

    Revolucionario de Izquierda (SR de izquierda). El CPC debía rendir cuentas al

    Comité Ejecutivo Central (CEC) del congreso, en el que los bolcheviques tenían

    la mayoría (Rabinowitz, 2007, pp. 19-21). El Congreso soviético se reunió cuatro

    veces en 1918, como estaba previsto, y la última reunión de ese año se celebró

    en noviembre. El CEC se reunió cada cuatro o cinco días hasta mediados de 1918

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    (Farber, 1990, p. 29). Pero "no celebró ni una sola reunión entre el 14 de julio de

    1918, y 1 de febrero de 1920 - aunque se siguieron emitiendo decretos en su

    nombre" (Liebman, 1975, p. 230). Las fuerzas armadas leales al poder soviético

    se estructuraron inicialmente de forma democrática, con oficiales elegidos hasta

    marzo de 1918 (Benvenuti, 1997).

    "A pesar de la inseguridad del nuevo régimen, el poder soviético avanzó durante

    el invierno de 1917-18 a lo largo del antiguo imperio" (Smith, 2017, pág. 158).

    Sin embargo, no se trataba de la propagación uniforme de un sistema

    centralizado. Los soviets rurales de condado y comarca ignoraron con frecuencia

    las decisiones centrales, "intensificando la tendencia a que el poder se transfiera

    al nivel más bajo" (pág. 160). En Petrogrado, los soviets de distrito no

    sustituyeron inmediatamente las antiguas estructuras de gobierno municipal de

    distrito. Una vez que lo hicieron, "se convirtieron en políticamente poderosos y

    en firmes defensores de su autonomía e independencia frente a la interferencia

    de los organismos gubernamentales nacionales y municipales y de los órganos

    superiores y paralelos del partido" (Rabinowitch, 2007, pág. 391).

    Sin embargo, la afirmación de Marcel Liebman (1975) está bien fundada: "En la

    segunda mitad de 1918 los soviéticos habían perdido su impulso y su

    animación... su vida se debía mucho más a la actividad de sus órganos ejecutivos

    que a la de sus órganos deliberativos, que se habían vuelto letárgicos" (pág. 230).

    Una dimensión de este cambio fue la exclusión bolchevique de otros partidos. En

    junio de 1918, tras el estallido de la guerra civil, la mayoría bolchevique de la CEC

    votó a favor de prohibir a los miembros mencheviques y de la derecha de la SR y

    ordenó a otros organismos soviéticos que siguieran su ejemplo. Al mes siguiente,

    después del asesinato del embajador alemán llevado a cabo por orden del Comité

    Central de la SR de Izquierda, se prohibió a los SR de Izquierda servir como

    delegados soviéticos a menos que rechazaran las acciones de sus líderes. A los

    soviéticos locales se les dijo entonces que todos los SR de izquierda debían ser

    expulsados de los puestos gubernamentales responsables, aunque en

    Petrogrado esta orden se suavizó en la práctica, en parte debido a la escasez de

    personal capaz (Farber, 1990, pág. 27; Rabinowitch, 2007, págs. 295, 301-302).

    La destitución por los bolcheviques de casi todos los demás miembros de otros

    partidos de los cargos soviéticos fue una característica de la "militarización de

    toda la vida pública" que "suprimió a los soviets como órganos realmente

    funcionales" (Liebman, 1975, pág. 230). Hay que recordar que mientras esto

    ocurría la escasez de alimentos, la pérdida de puestos de trabajo y el estallido de

    la guerra civil ya habían empezado a perturbar gravemente la sociedad urbana.

    Por ejemplo, la población de Moscú se redujo de 2 millones de habitantes en

  • 11

    mayo de 1917 a 1,7 millones en abril de 1918, mientras que la de Petrogrado

    bajó de al menos 2,3 millones a principios de 1917 a menos de 1,5 millones en

    junio de 1918. En esta última ciudad casi la mitad de la mano de obra

    manufacturera fue despedida en los tres primeros meses de 1918 (Koenker,

    1989, pág. 81; Rabinowitch, 2007, págs. 259, 224).

    Cuando se estableció el poder soviético, muchos trabajadores urbanos habían

    creado "una asombrosa combinación de democracia directa y representativa"

    (Smith, 1983, p. 206) en la esfera de los lugares de trabajo remunerados a través

    de los comités de fábrica. En Petrogrado, el poder obrero ejercido a través de los

    comités de fábrica solía coexistir con la antigua dirección en una situación de

    doble poder en el lugar de trabajo (p. 240). Sin embargo, la mayoría de las

    empresas siguieron siendo de propiedad privada. El decreto de noviembre de

    1917 sobre el control de los trabajadores emitido por la CEC, que "concedía a los

    trabajadores plenos derechos de control sobre la producción, la distribución, las

    finanzas y las ventas" y establecía "una jerarquía de órganos de control a nivel

    de empresa, distrito, ciudad y nacional" (págs. 210 y 211), no se tradujo en la

    práctica. Tanto los comités de fábrica como los activistas sindicales trataron de

    regular la producción, lo que provocó fricciones. A principios de 1918 los comités

    de fábrica se fusionaron con los sindicatos, convirtiéndose en las unidades a nivel

    del lugar de trabajo de estos últimos. La regulación de la producción se convirtió

    ahora en la prioridad de los sindicatos, pero dos años más tarde todavía había

    pruebas a nivel del lugar de trabajo de "esa independencia enérgica y la

    preocupación por la autogestión que había sido un sello distintivo de su actividad

    [de los comités de fábrica - DC] en 1917" (p. 223).

    El doble poder en el lugar de trabajo no encajaba bien con los capitalistas ya

    horrorizados por el poder soviético. Esto condujo a una agudización de los

    antagonismos de clase en la esfera de la producción y a una ola de tomas de

    lugares de trabajo por parte de los trabajadores que intentaban empujar a su

    gobierno a expropiar a los empleadores privados que querían cerrar empresas.

    Esta actividad autónoma de los trabajadores y las medidas adoptadas por los

    propietarios para transferir las acciones de sus empresas a ciudadanos alemanes

    (que exigían una compensación de acuerdo con los onerosos términos del

    Tratado de Brest-Litovsk) desencadenaron las amplias nacionalizaciones

    emprendidas en junio de 1918. La mayoría de las empresas nacionalizadas

    estaban dirigidas por juntas directivas colegiadas, con un tercio de los miembros

    nombrados por los trabajadores, un tercio por funcionarios sindicales regionales

    o nacionales y el tercio restante por órganos regionales del Consejo de Economía

    Nacional del Estado. Una pequeña minoría, el 10,8% en 1919, estaba bajo

  • 12

    "gestión unipersonal, aunque este porcentaje aumentó drásticamente durante

    1919-20" (p. 241).

    Lo que existió en el territorio urbano del régimen revolucionario entre finales de

    octubre de 1917 y finales de 1918 puede caracterizarse como un gobierno de la

    clase obrera, aunque incompleto porque en la mayoría de los casos el control

    democrático de la sociedad ejercido a través de los soviets no se extendió a la

    esfera del trabajo remunerado. Se abrió una transición hacia el socialismo, pero

    a pesar de importantes decisiones políticas, incluido el decreto sobre el control

    de los trabajadores, casi no se produjo ningún movimiento en este sentido. Para

    usar la frase que Marx aplicó a la Comuna de París, "la gran medida social" del

    dominio de la clase obrera en Rusia "era su propia existencia laboral" (Marx,

    1970, p. 78). Sin embargo, con la suspensión de la democracia soviética el

    gobierno de la clase trabajadora se metamorfoseó en algo cualitativamente

    diferente. El liderazgo de lo que ahora era oficialmente el Partido Comunista de

    Toda Rusia (Bolcheviques) - un partido que era en gran medida un segmento de

    la clase trabajadora, no una fuerza externa a la clase - había comenzado a

    elevarse por encima de la clase en cuyo nombre afirmaba gobernar. Intentó

    dirigir el frágil estado improvisado que estaba construyendo, usándolo para

    controlar el "cuerpo social" de trabajadores y campesinos como una "autoridad

    que usurpa la preeminencia sobre la sociedad misma" (p. 69), para usar palabras

    escritas por Marx en un contexto totalmente diferente. Su objetivo era defender

    lo que Hal Draper (1987, p. 99) denominó la "Fortaleza asediada" del poder

    soviético contra las fuerzas militares nacionales y extranjeras que se le oponían,

    haciendo todo lo posible para promover revoluciones en el extranjero que

    aliviaran la revolución aislada en Rusia.

    El Estado que comenzó a tomar forma bajo las presiones de la guerra civil era un

    "sistema administrativo de mando" que "funcionaba más como un conjunto

    suelto de jurisdicciones rivales y superpuestas que como una jerarquía

    burocrática centralizada", "aunque la tendencia era hacia la centralización del

    poder en manos de la oligarquía del partido" (Smith, 2017, pág. 209). Se

    convirtió en "un edificio destartalado y desbocado, producto de ningún diseño

    de arquitecto" (Remington, 1984, pág. 163). A pesar de la amplia nacionalización

    económica, "no hubo prácticamente ninguna planificación significativa de la

    producción" (pág. 154). La clase obrera no gobernó a través de este estado: "El

    poder que los trabajadores habían tomado en octubre de 1917 cayó

    completamente de sus manos en el curso de la guerra civil subsiguiente... El

    Estado mantuvo, sin duda, ciertos vínculos importantes con la clase obrera, pero

    se mantuvo por encima de ella y fuera de su control" (Mandel, 1984, p. 418). Sin

  • 13

    embargo, este estado tampoco fue la base para el gobierno de una nueva clase

    explotadora, ya que no había ninguna. El Estado controlaba definitivamente la

    producción de los trabajadores que trabajaban en los centros de trabajo estatales

    y se apropiaba de los productos agrícolas de los campesinos, aunque su

    ineficiencia administrativa le dificultaba la asignación del excedente que

    controlaba. El argumento de Simon Clarke es pertinente aquí:

    El análisis de Marx no se centró en quién se apropiaba del excedente, sino

    en la cuestión previa de la forma social de la producción y la apropiación

    de un excedente, que no puede separarse de la cuestión de la base social

    del poder de apropiarse de un excedente. Un excedente no puede

    conceptualizarse independientemente de la forma social de su producción

    y apropiación, por lo que es imposible identificar quién es el que se

    apropia del excedente sin un análisis de la forma social de su producción

    (citado en van der Linden 2009, p. 279).

    Por lo tanto, debemos examinar cómo se organizó socialmente la producción del

    excedente. Cuando la democracia soviética dejó de funcionar, la gran mayoría de

    los asalariados de la Rusia soviética producían para empresas propiedad del

    Estado que no controlaban. Pero las autoridades estatales sólo tenían un débil

    control de los procesos laborales de los trabajadores. Se exigía que los civiles

    llevaran libros de trabajo y respondieran a los llamamientos a la movilización y

    el reclutamiento de trabajadores, y se podían negar raciones a los trabajadores

    desobedientes. A partir de mayo de 1919, un número creciente de trabajadores

    fueron sometidos a disciplina militar y se les prohibió abandonar sus puestos de

    trabajo (Remington, 1984, págs. 83-86). Sin embargo, en palabras de un

    historiador poco comprensivo con los trabajadores, "no había formas eficaces de

    hacer frente al holgazaneo durante la guerra civil" (Iarov, 1997, pág. 614); la

    militarización de la mano de obra dificultaba el despido de trabajadores, y la

    amenaza de protesta de los trabajadores hacía que la dirección rara vez

    recurriera a la represión. Los salarios se pagaban cada vez más en mercancías,

    pero los gerentes a menudo no podían pagar las raciones adeudadas (pág. 614;

    véase también Sirianni, 1982, págs. 222 a 229). En la importante fábrica Hammer

    and Sickle de Moscú, estudiada en detalle por Kevin Murphy, las salidas no

    autorizadas y el absentismo laboral eran moneda corriente durante la guerra

    civil (Murphy, 2005, págs. 69 y 70). La SA Smith informa de que

  • 14

    En los primeros nueve meses de 1920, por ejemplo, no menos del 90% de

    los 38.514 trabajadores movilizados para trabajar en treinta y cinco

    plantas de armamento abandonaron sus puestos de trabajo. Esto dio lugar

    a una serie de medidas para castigar a los "desertores laborales", incluido

    el envío a campos de concentración, pero éstas eran un signo de

    impotencia y no de fuerza (Smith, 2017, pág. 231).

    Para alimentar a la población urbana y a los militares, el Estado también extrajo

    coercitivamente toda la producción agrícola que pudo, ante la considerable

    resistencia del campesinado que había tomado las tierras de la aristocracia en

    1917 (págs. 224 a 228).

    En resumen, durante la Guerra Civil el Estado se apoyó principalmente en la

    fuerza para apropiarse de los productos del trabajo campesino y en la

    dependencia de los trabajadores de los salarios, reforzada por la exhortación

    política y la coacción, para la apropiación de su mano de obra excedente. Pero no

    había un estrato social cohesivo al mando del poder estatal, y el control sobre la

    sociedad por parte de las instituciones del Estado central existía más sobre el

    papel que en la realidad. Todavía había cierto grado de democracia y de libertad

    de debate en el seno del Partido Comunista cuya dirección encabezaba el Estado,

    aunque el fracaso de la dirección en la aplicación de las propuestas de mejora de

    la democracia de la oposición centralista democrática aprobadas por un

    congreso soviético y una conferencia del partido en diciembre de 1919 es

    revelador de lo que había sido la democracia soviética y del partido (Pirani, 2008,

    págs. 56-57). Así pues, lo que sustituyó al régimen de la clase obrera puede

    caracterizarse como un estado extractor de excedentes de origen proletario. Este

    estado intentaba gobernar las zonas rurales donde los campesinos tenían un

    control efectivo de la tierra producida principalmente para su propia

    subsistencia y las zonas urbanas donde la producción no estaba organizada ni

    por el capital ni por productores directos asociados democráticamente, sino por

    órganos estatales ineficaces. Se trataba de un fenómeno históricamente único,

    resultado de una situación inestable en la que la supremacía social había pasado

    de la clase obrera a la dirección de un segmento de esa clase, una capa social cuyo

    poder sobre la sociedad no estaba muy desarrollado.

    La razón más importante del fin del dominio de la clase obrera fue la catastrófica

    perturbación de la vida urbana causada por el estallido de la guerra civil. Como

    escribe Smith,

  • 15

    la vida se redujo a una constante búsqueda de comida, combustible,

    refugio y ropa de abrigo, y a tratar de evitar la enfermedad y el crimen...

    En la primavera y verano de 1918 y nuevamente en el verano de 1919

    muchas ciudades estuvieron cerca de la inanición... cada onza de energía

    fue drenada por las exigencias de la supervivencia... Con un trasfondo de

    frío perecedero, una dieta pobre, condiciones insalubres e instalaciones de

    salud en un punto de inflexión, las enfermedades epidémicas estallaron a

    una escala devastadora (Smith, 2017, p. 218).

    Otro aspecto de la interrupción de la guerra que contribuyó a que la democracia

    soviética dejara de funcionar fue la salida de tantos de los trabajadores más

    activos políticamente hacia el servicio militar o estatal lejos de la vida de la

    ciudad o el pueblo (Koenker, 1989, p. 94).

    El abrumador impacto de estas condiciones sociales no significa que las acciones

    de los dirigentes bolcheviques no contribuyeran también a que el breve gobierno

    de la clase trabajadora diera paso a su propia supremacía social inestable. Sin

    embargo, contrariamente a la creencia generalizada, nunca hubo un plan

    bolchevique para un gobierno de un solo partido. El estudio detallado de

    Rabinowitch sobre Petrogrado en el año posterior a octubre de 1917 revela "la

    falta de cualquier preocupación especial por parte de la mayoría de los veteranos

    bolcheviques con la institucionalización de un papel de dirección autoritario y

    exclusivo para los órganos del partido en el gobierno" (p. 391). Rabinowitch

    destaca algo que con demasiada frecuencia se pasa por alto en los estudios sobre

    1917 y sus secuelas: los bolcheviques "tuvieron que transformarse de rebeldes

    en gobernantes sin beneficiarse de un plan previo o incluso de un concepto" (pág.

    390). Las influencias más poderosas que dieron forma a los primeros años del

    poder soviético y el gobierno bolchevique "fueron las realidades que los

    bolcheviques enfrentaron en su a menudo aparentemente desesperada lucha por

    la supervivencia" (p. 390).

    Su manejo de esas realidades fue, sin embargo, moldeado por su teoría. Un hecho

    de crucial importancia que casi nunca se considera seriamente en las

    interpretaciones de lo que sucedió después de 1917 es que los bolcheviques

    habían creído durante mucho tiempo que la revolución venidera sería una en la

    que su tarea sería, en palabras del programa del Partido Obrero Socialdemócrata

    de Rusia, "el derrocamiento de la autocracia zarista y su sustitución por una

    república democrática" (Programa, 1903). Sería una revolución burguesa hecha

    por la clase obrera y el campesinado. Dicha revolución destruiría el feudalismo,

  • 16

    establecería una república democrático-burguesa y abriría el camino para el

    desarrollo sin trabas del capitalismo en Rusia y para una futura revolución

    socialista (Lenin, 1975). Esta posición sólo cambió en la conferencia del partido

    bolchevique de abril de 1917 (Liebman, 1975, p. 132), en la que se declaró que

    la revolución que se estaba desarrollando en Rusia era "la primera etapa de la

    primera de las revoluciones proletarias, que son el resultado inevitable de la

    guerra", al tiempo que se aceptaba que "operando como lo hace en uno de los

    países más atrasados de Europa en medio de una vasta población de pequeños

    campesinos, el proletariado de Rusia no puede aspirar a poner en práctica

    inmediatamente los cambios socialistas" (Lenin, 1917). La posibilidad de que se

    encontraran dirigiendo una revolución socialista y luego gobernando un

    régimen que intentaba llevar a Rusia hacia el socialismo lo antes posible sin

    haber pasado primero por una revolución burguesa y un período de desarrollo

    capitalista era algo que nunca había sido contemplado por los bolcheviques. En

    consecuencia, como señala Rabinowitz, no tenían "ni siquiera un concepto" de

    qué hacer después de que el poder soviético reemplazara al Gobierno

    Provisional. Lo que sí tenían era una versión del marxismo en la que la dictadura

    del proletariado no se entendía, siguiendo a Marx, como algo que sólo podía

    existir como el gobierno de la sociedad por la propia clase obrera a través de

    nuevas instituciones democráticas (Draper, 1987). Si bien el bolchevismo nunca

    fue políticamente homogéneo, lo que Samuel Farber llama su "corriente

    principal" en torno a Lenin tenía lo que, desde la perspectiva del materialismo

    histórico que defiendo, podemos llamar "concepciones democráticamente

    deficientes" (Farber, 1990, pág. 211). Sobre todo, la dictadura proletaria no

    implicaba necesariamente el control de la sociedad por los trabajadores a través

    de los soviets y otras nuevas instituciones democráticas de gobierno de clase que

    los bolcheviques defendían en 1917. Para Lenin, "el partido era el depositario

    final de la soberanía de la clase obrera" (Farber, 1990, p. 212). Así, los

    bolcheviques podían creer sinceramente que la clase obrera estaba en el poder

    porque su partido dirigía el estado (Draper, 1987, pp. 136-142).5 Sus

    concepciones políticas tampoco reconocían la importancia para el dominio de la

    clase obrera de la autogestión en la esfera de la producción (Farber, 1990, pp.

    71-73). Dicho esto,

    un sentido elemental de proporción y perspectiva exige que distingamos

    entre la concepción errónea de la democracia de Lenin, que en general

    5 Para un contraste contemporáneo relevante, ver Luxemburg (1970), pp. 393-394

  • 17

    mantuvo al menos hasta la primavera de 1918, y la perspectiva claramente

    antidemocrática que, con sus asociados, comenzó a adoptar poco antes y

    especialmente durante el curso de la Guerra Civil (Farber, 1990, pág. 211).

    Esta última se comprende mejor después de Draper (1987, pág. 100): "bajo las

    presiones intolerables del aislamiento en la Fortaleza Asediada, los principios" -

    por ejemplo, el gobierno de la mayoría, los derechos políticos de todos los

    partidos que aceptaron el poder soviético y la libertad de prensa- "fueron

    primero distorsionados por la tensión de las excepciones de emergencia, y luego

    las propias distorsiones se convirtieron en los principios".

    Antes de pasar al período posterior a la Guerra Civil, vale la pena hacer una pausa

    para preguntarse por qué el pronto fin del gobierno de la clase trabajadora es

    todavía raramente reconocido por los materialistas históricos. En la mayoría de

    los casos, el obstáculo son las concepciones teóricas que aceptan lo que la

    dirección bolchevique sostenía, a saber, que la clase gobernaba porque un

    partido comprometido con el comunismo estaba en el poder. Se sostiene que la

    clase obrera puede gobernar aunque los propios trabajadores no tengan el

    control democrático de la sociedad; el gobierno del partido es al menos un

    sustituto adecuado. Una postura diferente pero relacionada es la que propone

    Marot en un importante ensayo reciente sobre la relación entre el Estado y el

    campesinado en el decenio de 1920. Marot (2013, pág. 45) afirma que

    En virtud de la NEP, el Estado obrero, aunque "burocráticamente

    deformado" seguía siendo, de todos modos, un Estado obrero

    precisamente porque éste se atenía en gran medida a la negativa de la

    clase obrera a sacrificar sus intereses materiales actuales, realmente

    existentes, en aras de los posibles beneficios materiales derivados del

    desarrollo económico futuro.

    Dicho de otro modo, el carácter de clase del Estado estaba determinado por su

    práctica en relación con la clase obrera, aunque no hay pruebas de que la clase

    obrera controlara realmente el Estado. Otros creen, siguiendo la posición de

    Trotsky en The Revolution Betrayed, que la nacionalización de los medios de producción es motivo suficiente para declarar que la clase obrera gobernaba.

    Pero los materialistas históricos que rechazan las posiciones sustitucionistas y

    de propiedad del estado también han negado el pronto fin del dominio de la clase

  • 18

    obrera. Una de las razones de ello es la falta de aceptación de lo que ahora

    sabemos sobre el rápido declive de la democracia soviética. Por ejemplo, en 1940

    el trotskista estadounidense Max Shachtman desafió la posición de Trotsky,

    argumentando que el "poder social de la clase obrera reside en su poder

    político", pero afirmando que "en los días más difíciles" de la Guerra Civil 'el

    Estado era el 'proletariado organizado como clase dominante' - organizado a

    través de los soviets, los sindicatos, el partido comunista proletario vivo y

    revolucionario". Como hemos visto, tal caracterización del estado no se apoya en

    lo que sabemos sobre la democracia obrera después de 1918. Una identificación

    simpática con el bolchevismo ha sido durante mucho tiempo y a menudo sigue

    siendo una barrera para contar con este conocimiento. Otra objeción al punto de

    vista que defiendo es la afirmación de que la democracia soviética podría haber

    sido revivida y el gobierno de la clase trabajadora restaurado si una revolución

    socialista exitosa en otro lugar hubiera venido en ayuda de Rusia. En mi opinión,

    esa hipótesis contraria no es inverosímil, aunque rara vez se considera

    suficientemente la cuestión de lo que se habría necesitado para superar la

    resistencia a la revitalización de la democracia soviética por parte de elementos

    del partido y de los funcionarios del Estado.6 Sin embargo, esto no debilita mi

    argumento de que el gobierno de la clase obrera fue pronto sustituido por el

    gobierno de la dirección de un partido obrero revolucionario organizado a través

    de un frágil estado extractor de excedentes de origen proletario.

    ii) De un estrato gobernante a una nueva clase gobernante

    6 Si bien esto es obviamente especulativo, creo que para 1923 (y posiblemente antes) el restablecimiento del gobierno de la clase obrera habría requerido un nivel de movilización popular contra el grupo dominante dentro de la oficialidad del partido-estado suficiente para considerarlo una revolución. No habría sido una revolución social (no había una clase dirigente que derrocar). Sin embargo, en la medida en que la capa dominante había desarrollado características de clase y las relaciones estatales habían empezado a adquirir el carácter de poder estatal de una clase explotadora dominante, esta revolución habría tenido algunas cualidades de una revolución social. No habría sido una revolución política directa en el sentido de Davidson, ya que el cambio que implicaba el restablecimiento del gobierno de la clase trabajadora habría sido más que una lucha por el "control del estado [existente -- DC]" (Davidson, 2012, p. 492). Una revolución para restaurar el gobierno de la clase trabajadora en la situación históricamente única producida por el gobierno de la clase trabajadora habiendo dado paso al gobierno de una capa social que era originalmente el liderazgo de un segmento de la clase trabajadora que, aunque no era de clase, tenía algunas características de clase y estaba gobernando a través de una forma de poder estatal que era de origen proletario pero sin contenido sociopolítico, habría tenido un carácter híbrido.

  • 19

    Para sorpresa de los líderes comunistas, los rojos ganaron la Guerra Civil sólo

    para encontrarse todavía al mando de la Fortaleza Asediada, ya que en ningún

    otro lugar los trabajadores habían tomado el poder. En los años posteriores a la

    Guerra Civil la capa gobernante se volvió cada vez más clasista y finalmente se

    consolidó como una nueva clase gobernante a más tardar en 1928. Esto

    representó el triunfo de la contrarrevolución y el retorno definitivo a la sociedad

    de clases, aunque de un tipo bastante diferente al que se desgarró por la

    revolución socialista de 1917.

    Desde el momento en que las instituciones del poder soviético se convirtieron en

    un Estado extractor de excedentes de origen proletario, la capa gobernante tenía

    tres características de clase: tenía un control suficiente del excedente de mano

    de obra para darle la supremacía social, no estaba sujeta al control democrático

    desde abajo por la clase obrera (o el campesinado) y comandaba las fuerzas

    armadas del Estado. La segunda de ellas fue confirmada por su respuesta a los

    impulsos democráticos desde abajo que surgieron fuera de las filas del partido

    tras el final de la Guerra Civil. Había habido expectativas generalizadas de que el

    final de la guerra sería seguido por un retorno a la democracia obrera. Sin

    embargo, en el año 1920 se produjo un nuevo aumento del poder de la CEC y sus

    comisariatos, que estaban controlados por la máxima dirección del partido. A

    finales de ese año, el 86% de las empresas estaban bajo la dirección de un solo

    hombre, y los directivos imponían medidas disciplinarias a los trabajadores con

    la ayuda de funcionarios del partido y del sindicato (Pirani, 2008, págs. 57 y 91).

    La rebelión de Kronstadt de 1921 fue tergiversada por la dirección del partido

    como un "complot de la Guardia Blanca" y suprimida con gran brutalidad (Smith,

    2017, págs. 257-260). Esto ocurrió justo cuando la dirección del partido estaba

    decidiendo adoptar la Nueva Política Económica (NEP), una medida

    acompañada de un endurecimiento de su postura antidemocrática: "llegó a la

    conclusión de que la liberalización en el frente económico requería una

    intensificación del monopolio del poder del partido y los dirigentes del partido

    estaban cada vez más dispuestos a expresar públicamente el derecho absoluto

    del partido a gobernar" (pág. 282). El fuerte apoyo a los candidatos no

    pertenecientes al partido en las elecciones soviéticas de principios de 1921

    tropezó con la hostilidad de los dirigentes comunistas. Los comités del partido

    tomaban cada vez más decisiones, drenando aún más a los soviets de una vida

    política significativa. Se intensificó la represión de otros partidos socialistas por

    parte de la Cheka (Pirani, 2008, págs. 96-107).

    Después de la Guerra Civil, dos cambios dieron a la capa gobernante

    características adicionales de clase. En primer lugar, la dirección del partido-

  • 20

    estado, que no estaba sujeta al control democrático desde abajo por parte de los

    obreros y campesinos en cuyo nombre afirmaba gobernar, se aisló cada vez más

    de los miembros del partido. La democracia partidaria se debilitó con la

    prohibición de las facciones en 1921. De manera crucial, el secretariado del

    Comité Central (CC) pronto se convirtió en un poderoso órgano que dominaba

    las demás estructuras del partido. Durante los años 1921-1924, como resume

    Simon Pirani (2008, p. 170),

    el aparato del partido reforzó su control sobre el partido y, por

    consiguiente, sobre el aparato del Estado... utilizó los canales de

    nombramiento y mando para determinar la elección de los delegados a los

    congresos del partido; estableció un control estricto sobre la distribución

    no sólo de información sobre la situación política y económica, sino

    también de información completa sobre sus propias instrucciones y

    políticas; sistematizó el flujo ascendente de información a la secretaría; y

    logró un grado de inmunidad judicial para los miembros del partido, y

    para los funcionarios en particular.

    La rápida y abrumadora derrota de la Oposición de Izquierda (LO) que se reunió

    a finales de 1923 en torno a una plataforma que incluía críticas al régimen

    burocrático del partido reflejó, en parte, lo arraigada que estaba la agrupación

    dominante dentro de la dirección del partido (págs. 215 a 225). No dudó en

    utilizar la GPU (como se denominó a la policía de seguridad en 1922-1923)

    contra la LO; más tarde la rebautizada OGPU actuó dentro del partido "como la

    policía secreta de la emergente dirección estalinista" (Smith, 2017, p. 296), que

    ahora estaba totalmente libre de cualquier control democrático. A partir de 1923

    la afluencia de nuevos miembros, muchos de los cuales se unieron con el objetivo

    de adquirir conocimientos técnicos o simplemente para mejorar su situación

    personal, benefició al grupo que ahora controlaba el partido. El partido que había

    surgido de la Guerra Civil como una fuerza política vanguardista militarizada

    igualitaria y abnegada, comprometida con la defensa del nuevo régimen y la

    revolución mundial, se estaba convirtiendo en un instrumento administrativo

    para la dirección, ahora comprometida con el "socialismo en un solo país". El

    control de una membresía obediente y muy amplia sería parte de la forma en que

    gobernaría la capa gobernante (Pirani, 2008, págs. 225 a 232). Para 1927, sólo

    8000 de los aproximadamente 786,000 miembros habían sido bolcheviques a

    principios de 1917 (Rigby, 1968, pp. 52, 352).

  • 21

    La práctica de nombrar en lugar de elegir funcionarios fue una parte importante

    del desmantelamiento de la democracia partidaria. Esto hizo posible un segundo

    cambio trascendental y relacionado: a partir de 1923 el CC -en efecto, su

    secretaría- obtuvo el derecho a cubrir puestos importantes por nombramiento,

    el sistema de nomenklatura; los comités provinciales y de distrito hicieron lo mismo para los puestos de nivel inferior (Smith, 2017, pág. 292). Aunque este

    sistema no funcionaba de manera muy eficiente en los años veinte (Monty,

    2012), era un mecanismo para que una parte clave de la capa gobernante

    ejerciera poder sobre la jerarquía de los gestores estatales que se encontraban

    por debajo de ellos. También se hicieron esfuerzos para aumentar el número de

    funcionarios estatales que pertenecían al partido (Sternheimer, 1980, págs. 337-

    338). La forma en que la élite operaba no era la manera impersonal de

    gobernarse a sí misma -- "la burocracia galvanizada por el clientelismo era lo que

    mantenía al partido-estado funcionando" (Smith, 2017, p. 295) -- pero sin

    embargo durante los años de la NEP ganó una cohesión que la hizo aún más

    parecida a una clase gobernante. Así, dos cambios importantes dentro del

    partido -- la eliminación de la posibilidad de que los miembros del partido

    pudieran dirigir o reemplazar el liderazgo y el establecimiento de un control de

    arriba hacia abajo por parte de ese liderazgo sobre los gerentes del estado y otros

    importantes funcionarios del partido -- hicieron que la capa gobernante se

    pareciera cada vez más a una clase.

    Además de estos dos cambios, otra característica que la élite del partido-estado

    adquirió al convertirse en clase en los años posteriores a la guerra civil fue su

    utilización del producto excedente extraído por el Estado de origen proletario

    "para fines ajenos y hostiles" a los de la clase obrera "a fin de fortalecer y ampliar

    su dominio sobre la producción y la sociedad", para utilizar una línea del estudio

    de 1965 sobre la clase dirigente polaca realizado por Jacek Kuron y Karol

    Modzelewski (1982, pág. 24).

    Durante la guerra civil, las prioridades primordiales de la capa gobernante

    fueron la victoria militar sobre las fuerzas blancas y extranjeras que trataban de

    reimponer la clase gobernante aristocrático-capitalista y el apoyo a la revolución

    más allá de las fronteras de Rusia. Estas eran sus prioridades clave para la forma

    en que utilizaba el excedente de mano de obra de los trabajadores y el producto

    excedente de los campesinos. A pesar de los métodos antidemocráticos y a

    menudo coercitivos que implicaban, las prioridades de la capa gobernante

    convergieron con los intereses de la clase obrera y, en menor medida, del

    campesinado; ambas clases habrían recibido un golpe histórico si se hubiera

    derrocado el Estado comunista y se hubiera restaurado la antigua clase

  • 22

    explotadora, ya que esto habría significado una contrarrevolución triunfante.

    Después de la Guerra Civil, las prioridades de la capa gobernante cambiaron.

    Aislada en un país devastado en el que las fuerzas de producción estaban mucho

    menos desarrolladas que las del resto de Europa, pronto pasó a apostar su

    supervivencia no al rescate por la revolución en el extranjero (cuyas

    perspectivas parecían remotas) sino a la industrialización utilizando los

    recursos disponibles dentro de sus fronteras, una estrategia justificada

    ideológicamente por la novedosa noción de "socialismo en un solo país" (como

    señaló EH Carr [1970, p. 378], "la industrialización era el corolario económico

    del socialismo en un solo país"). La decisión de avanzar en la industrialización se

    adoptó como política en el 14º congreso del partido en 1925 (págs. 377 y 378).

    Según las estadísticas oficiales, entre 1923-1924 y 1927-1928 la parte del

    presupuesto estatal dedicada al desarrollo económico aumentó del 49,7% al

    58,7% (y luego se disparó drásticamente), mientras que los gastos sociales y

    culturales (incluida la educación y la atención de la salud) pasaron del 5,7% al

    6,6% (calculado a partir de Clarke, 1972, pág. 33). Con la clase obrera incapaz de

    configurar democráticamente los objetivos, el ritmo y los métodos de los

    esfuerzos de industrialización, la capa social al mando del Estado utilizó

    inevitablemente el excedente de mano de obra de los trabajadores para "fines"

    económicos "ajenos y hostiles" a sus intereses. El hecho de que los trabajadores

    individuales disfrutaran de fuertes derechos institucionalizados de seguridad en

    el empleo, de protección contra la disciplina y de la capacidad de presentar

    reclamaciones sobre los salarios y las condiciones de trabajo, y que también

    tuvieran cierto control sobre el proceso de trabajo (Filtzer, 1986, pág. 21, 160),

    no les daba ningún control sobre el excedente que se les extraía. A lo largo de los

    años de la NEP el trabajo de la clase obrera estaba en un grado sustancialmente

    alienado.

    Se puede objetar que incluso a finales del decenio de 1920, con la

    industrialización acelerada y la colectivización forzosa del campesinado (en

    realidad, su desposesión como clase de productores independientes) en marcha

    gracias a la capacidad de los gobernantes estalinistas de desplegar una fuerza

    coercitiva abrumadora, el grupo que controlaba el Estado seguía sin ser una clase

    dominante. Mucho depende de cómo se entienda el concepto de clase. Para la

    sociología weberiana, "la ausencia de mercados significa inmediatamente que

    hay una ausencia de clases" (Barker, 1981, pág. 18); una objeción derivada de

    esa posición es en realidad un debate entre teorías de clase en pugna y, como tal,

    plantea cuestiones que van mucho más allá del alcance de este documento. En la

    teoría de la clase que aquí se utiliza, se entiende por clase, en palabras de GEM

    de Ste. Croix (citado en Camfield, 2004-2005, pág. 423), como

  • 23

    un grupo de personas de una comunidad identificadas por su posición en

    el conjunto del sistema de producción social, definido sobre todo en

    función de su relación (principalmente en términos de grado de propiedad

    o control) con las condiciones de producción (es decir, los medios y el

    trabajo de producción) y con otras clases.

    La afirmación de que el grupo dirigente no era una clase dominante en un sentido

    materialista histórico porque sus miembros no poseían individualmente los

    medios de producción, que no eran heredables como propiedad privada, como

    observó Trotsky (1970, pág. 249), y porque "no existía ningún mecanismo

    colectivo para establecer su título de propiedad" y "no tenían, como individuos,

    ningún medio de control sobre el producto excedente" (Ticktin, 1978, pág. 43)

    no es convincente. No profundiza en la forma jurídica de la propiedad para

    analizar la actividad de control de los gobernantes de Rusia en las relaciones de

    producción, incluida su relación con los productores directos. Como colectividad,

    los miembros gobernantes del oficialismo del partido-estado ejercían el control

    de los medios de producción de propiedad estatal, explotaban a los productores

    directos urbanos y rurales y decidían qué hacer con el excedente extraído. De

    esta manera, pudieron convertirse en una clase (Barker, 1981, págs. 21 y 22).

    Otra objeción a la posición que aquí se expone es que no podría haberse

    producido una contrarrevolución porque la sustitución del dominio de una clase

    por el de otra implica necesariamente una agitación social violenta como no se

    vio en Rusia en los años veinte. En palabras de Trotsky (1933),

    La tesis marxista relativa al carácter catastrófico del traspaso de poder de

    las manos de una clase a las de otra se aplica no sólo a los períodos

    revolucionarios, cuando la historia avanza alocadamente, sino también a

    los períodos de contrarrevolución, cuando la sociedad retrocede.

    Se trata de una generalización universal a partir de la experiencia de las derrotas

    de las revoluciones contra las clases dominantes aristocráticas en Europa en el

    siglo XIX, de la Comuna de París de 1871 y de la supresión contrarrevolucionaria

    de los intentos de revolución socialista en Europa después de 1917. Lo que tuvo

    lugar en Rusia fue singularmente diferente de las experiencias que informaron

  • 24

    el pensamiento de Trotsky: el reemplazo social-revolucionario del dominio de la

    clase aristocrática-capitalista por el dominio de la clase obrera, que pronto fue

    suplantado pacíficamente por la supremacía social de la dirección de un

    segmento de la clase obrera no sujeto al control democrático desde abajo, de la

    cual surgió una nueva clase dominante. La eventual consolidación de los

    elementos directivos del oficialismo del partido-estado comunista como una

    nueva clase dominante, que representaba la conclusión del proceso de

    contrarrevolución, se logró sin violencia a gran escala porque el dominio de la

    clase obrera ya había dejado de existir años antes.7 Lo que sucedió en Rusia en

    1917-1919 sugiere que aunque los explotadores no permiten pacíficamente que

    las clases explotadas desarraiguen su dominio, es posible que el dominio de la

    clase trabajadora sea reemplazado pacíficamente por el dominio de una

    dirección revolucionaria de la clase que goce de apoyo popular. Después de la

    guerra civil, una clase obrera privada de organización política independiente y

    sin fuerzas militares propias no estaba en condiciones de impedir que los

    elementos directivos del oficialismo del partido-estado se convirtieran

    gradualmente en una clase dominante.

    ¿Cómo se debe explicar el desarrollo de la capa gobernante en una clase

    gobernante en los años 20? Esto fue, sostengo, condicionado principalmente por

    las presiones sociales que actuaban sobre la dirección comunista al tratar de

    mantener el estado de extracción de excedentes de origen proletario contra los

    enemigos extranjeros y nacionales. Fuera de sus fronteras, se enfrentó a las

    sociedades capitalistas de Europa Occidental con fuerzas productivas mucho

    más avanzadas y, por tanto, con un poderío militar superior. Dentro de sus

    fronteras, se enfrentaba a las clases de las que se veía obligada a extraer

    excedentes para reproducir su dominio: una clase obrera que podía, gracias al

    régimen de relaciones laborales, obstaculizar los esfuerzos por intensificar su

    explotación, y un campesinado cuyo control sobre la tierra permitía a sus

    miembros decidir cuánto de su producto consumir y cuánto, en su caso, vender

    al Estado para alimentar a la población urbana (Marot, 2013, págs. 45, 62). En

    equilibrio entre, por un lado, la clase obrera de la que y sobre la que había

    surgido y, por otro, el campesinado mucho más grande, y con la mirada puesta

    en los estados capitalistas que habían intentado derrocarlo durante la Guerra

    Civil, la capa gobernante buscó desarrollar la industria. Lo hizo para poder

    defender su dominio contra la intervención militar extranjera y porque creía que

    7 El muy violento despojo del campesinado fue llevado a cabo por la nueva clase dominante, no como parte del proceso por el cual los elementos directivos de la oficialidad del partido-estado comunista se convirtieron en una clase dominante

  • 25

    el desarrollo de las fuerzas productivas estatales era la esencia de la

    "construcción socialista" (Chattopadhyay, 2005-2006; Marot, 2013, págs. 99-

    105). Los desacuerdos dentro del PC sobre cómo desarrollar la industria en el

    marco de la NEP, con su compromiso de asegurar una relación entre el Estado y

    el campesinado que garantizara la alimentación de la población urbana, eran

    secundarios (Marot, 2013, págs. 36-37, 55-59). Para 1923, sin perspectivas de

    asistencia de una revolución victoriosa en otro lugar, la preservación del Estado

    se había convertido en la preocupación abrumadora del grupo dominante dentro

    de la capa gobernante; esto se expresó pronto en la noción de "socialismo en un

    solo país" (Hallas, 1985, págs. 83-103).

    La democracia dentro del PC facilitó la reflexión indirecta de los intereses de la

    clase obrera y los campesinos dentro del partido. Esto sólo podía ser un

    obstáculo para los dirigentes que intentaban aplicar sus políticas

    independientemente de los deseos del pueblo en cuyo nombre decían gobernar.

    También era un obstáculo para el control del secretariado del CC sobre la

    organización del partido. Así, la dirección del partido en 1921-1922 debilitó la

    democracia del partido, lo que allanó el camino para que el aparato dirigido por

    Stalin lo eliminara por completo como parte de su búsqueda para convertir al

    partido en un instrumento con el que pudiera gobernar Rusia en las

    circunstancias que acabamos de describir. Del mismo modo, el sistema de

    nomenclatura y la inscripción de más funcionarios estatales en el partido dieron

    a la secretaría un mayor control sobre los funcionarios estatales del partido. Los

    elementos dominantes de la capa gobernante no buscaban este control porque

    el poder era un fin en sí mismo. Al percibir el antagonismo que existía entre ellos

    y aquellos cuyo excedente se apropiaba el Estado, lo que buscaban era la máxima

    capacidad para dirigir el Estado de la manera que consideraran adecuada

    mientras se encaminaban a tientas hacia una estrategia de industrialización, con

    la menor influencia posible de la clase obrera y el campesinado. La decisión de

    industrializarse en 1925, después de la cual "gradualmente aumentó el alcance

    de los controles administrativos, el papel de las fuerzas del mercado disminuyó"

    (Nove, 1982, pág. 143), condujo a un aumento de la inversión estatal en la

    industria y luego al Primer Plan Quinquenal que entró en vigor en 1928. El hecho

    de que el grupo dominante en la cúspide de la maquinaria partido-estado fuera

    capaz de poner al país en un nuevo camino de desarrollo económico dirigido

    burocráticamente desde los órganos centrales del Estado que exigía una

    inversión a una escala nunca antes contemplada en el seno del partido (pág. 147)

    da testimonio de que ya había surgido una clase dirigente. Los debates

    posteriores de 1928-1930 entre Stalin y la "oposición de derecha" sobre los

    objetivos del plan, la política hacia el campesinado y los ataques a los derechos

  • 26

    de los trabajadores (Reiman, 1987, págs. 85-107) constituyeron una disputa

    sobre la estrategia que la clase dominante debía seguir para reproducir su

    dominio.

    Aunque, como sugerí anteriormente, las debilidades de la teoría bolchevique

    contribuyeron al paso del gobierno de la clase trabajadora al gobierno de la

    dirección del partido durante 1918, la ideología del bolchevismo anterior a

    octubre es en gran medida irrelevante para explicar la evolución del estrato

    dirigente en una nueva clase dirigente en los años posteriores al final de la

    Guerra Civil. Los determinantes de ese proceso fueron principalmente las

    presiones sociales que actuaban sobre la dirección del PC. Además, para 1921 el

    pensamiento bolchevique era bastante diferente de lo que había sido en octubre

    de 1917. Ahora era la ideología de un partido militarizado que gobernaba de

    forma antidemocrática sobre una población ampliamente indiferente u hostil, no

    un partido experimentado de lucha revolucionaria que durante 1917 había sido

    cambiado por una afluencia de miembros radicalizados de una clase obrera con

    la que tenía una relación dinámica (Liebman, 1975, págs. 147-161). Para utilizar

    la frase de Draper citada anteriormente (1987, pág. 100), bajo la presión de las

    condiciones sociales los principios fueron primero distorsionados "y luego las

    distorsiones mismas se convirtieron en los principios". Sin embargo, la

    dimensión "democráticamente deficiente" (Farber, 1990, pág. 211) de la política

    bolchevique anterior a octubre facilitó la mutación ideológica que tuvo lugar

    durante la Guerra Civil. Quizás el cambio ideológico más sorprendente que se

    produjo después de la Guerra Civil es que la dirección creía ahora que era posible

    hacer progresos considerables en la construcción socialista en un país aislado

    donde el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas era bajo y el campesinado

    superaba en número al proletariado, una noción ajena a la tradición marxista

    (Farber, 1990, págs. 200-201; Marot, 2013, págs. 36-37). Sin embargo, el

    desarrollo de la capa dominante en una clase fue fundamentalmente el resultado

    de presiones materiales, no de la ideología. Sin embargo, el muy débil

    compromiso con la democracia del bolchevismo en la forma en que salió de la

    Guerra Civil y la creencia de que la medida de la construcción socialista era el

    desarrollo de la industria estatal facilitó el ascenso de la nueva clase dominante.8

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    8 Los exámenes críticos de Trotsky y la Oposición de Izquierda por Marot (2013, pp. 87-116) y Molyneux (1981, pp. 102-104) apoyan esta interpretación. Dentro del partido, la oposición más consistente fue la de los Centralistas Democráticos, sobre la que ver Colombo 2016-2017.

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