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Tu revista de novela romantica

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ÍNDICEEN LA ACTUALIDAD 4Entrevistas a Alicia Rosell, Florencia Bonelli, Arlette Geneve, Mar Carrión, Nieves Hidalgo y Anna Casanovas

EN EL RECUERDO 16La Dama de la Novela Romántica

LA CAPSULA DEL TIEMPO 19Jane Eyre – Charlotte BrontëTres herederas – Michael Gordon

EL CANCIONERO ESPAÑOL 22Me embrujaste – Quintero, León y Quiroga

DICCIONARIO ROMÁNTICO 24Los pololos

EL PÚLPITO 25Reinas ¡¿destronadas?!

ROMANCES REALES 28Alfonso y Mercedes. Una vida de novela¿Dónde vas Alfonso XII? - Luis César Amadori¿Dónde vas Alfonso XII? - AnónimoRomance de la Reina Mercedes – Rafael de León

RELATOS 41El mundo adulto de la mujer – Laura SocíasLa vieja Melitona – Mencía GarachanaEscala de grises – Érika GaelSoledades – Julia Siles

CRÍTICAS 57Imagen en el espejo – Sandra BrownPromesas – Lavryle SpencerOjos verdes – Karen RobardsOrgullo sajón – Nieves Hidalgo

OCIO Y PLACER 65Escapadas románticasComidas y cenas de ensueñoUn regalo muy especial

BUZÓN DEL LECTOR 74PASATIEMPOS 76HUMOR 78HORÓSCOPO RÚNICO 79

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EL EDITORIALDurante años las lectoras de este género hemos buscado un lugar donde hablar libremente de nuestra afición por la novela romántica. Las Webs y Foros especializados se han convertido en un punto de encuentro e información de valor incuestionable, pero con RománTica'S hemos querido dar un paso más y crear una revista que trate íntegramente sobre novela romántica.

RománTica'S nace del sueño conjunto de un grupo de lectoras a las que nos gustaría contar, del mismo modo que otros géneros literarios cuentan, con esta vía para dar cabida a mayor información y artículos para las lectoras que se adentran en el ciberespacio.

A través de noticias de actualidad, entrevistas a escritoras, editores y traductores, de la colaboración de profesionales vinculados con el mundo editorial, con las novedades más recientes, divertidos artículos, propuestas de ocio, lectura y opiniones esperamos despertar el interés de muchas lectoras románticas.

No somos profesionales del periodismo ni perseguimos otro fin que el de aunar nuestro esfuerzo en un proyecto común que transmita nuestro amor y respeto por este género y ofrecer, entre todas, una visión lo más objetiva posible del presente de la literatura romántica. Como en todo hay opiniones para todo y la nuestra es sólo una más que pretende ser lo más respetuosa y humilde posible.

No queremos pasar por alto que tras una ardua lucha, tras años siendo consideradas como lectoras de segunda o tercera categoría, hoy la realidad es otra, y es sin duda fruto del amor y constancia de todas las lectoras de este género. Eso es lo que queremos reflejar en estas páginas, ya que gracias a ello hoy RománTica'S también se escribe en mayúscula.

Feliz lectura,

El Equipo de RománTica'S

Diseño y Maquetación: Ana María Benitez - Diseño de Logo: Daniel Socías

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EN LA ACTUALIDADEntrevista a Alicia Rosell

Escritora, periodista y perito mercantil. Pintora aficionada. Hasta la fecha ha obtenido dos premios literarios: Premio Los Encajeros por el relato corto Cuento de Navidad y el Premio 28 de Febrero por el relato Bajo el cielo de San Miguel. Ha publicado en las revistas de la Asociación Cultural Gerekiz el libro de relatos Últimas Soledades y ha realizado numerosas colaboraciones en otros números de la revista de dicha asociación, así como en el segundo número de la revista AEN (Asociación de Escritores Noveles). En la Red colabora con diferentes páginas.Dio su primera conferencia en 1999 en la Sala Juan Larrea de Bilbao.

Cuenta en su haber con dos novelas y un poemario inédito y en la actualidad prepara una novela costumbrista y se está documentando para una novela histórica. Está recopilando, además, sus numerosos relatos y textos para un libro cuyo título está aún por definir.Es fundadora y directora de la plataforma multicultural La Voz de la Palabra Escrita Internacional y creadora y conductora del programa de radio y la revista homónima Hispanorama Literario. Como periodista, es Directora y Jefe de Prensa del periódico digital Interperiodismo Digital, donde publica y comparte noticias con periodista profesionales de España y Latinoamérica.Después de tres años como promotora y asesora literaria ad honores de muchos escritores de lengua hispanohablante, Alicia Rosell inaugura la Agencia Literaria que lleva su nombre con la que, estamos seguras, cosechará los mismos éxitos que en sus anteriores proyectos.

¿Cuál es la función de un Agente Literario?

Los escritores tenemos muchas dificultades para que se nos haga caso en las editoriales. La figura del agente cada vez es más necesaria para que el autor disponga de todo su tiempo para la creación literaria. El agente hace por el escritor todas las gestiones y le quita las engorrosas situaciones que pudieran desanimarlo a la hora de continuar con su labor creativa. Incluso en este aspecto, el agente actúa como estímulo para que su representado gane en confianza por el solo hecho de saber que alguien vela por sus intereses y sin preocuparse de otra cosa más que de que ser informado por el agente sobre cómo van las gestiones para colocar su novela.

¿Qué ventajas tiene presentar un manuscrito a través de un Agente Literario?

Un buen agente siempre intentará estar en continuo contacto con la editorial o editoriales a las cuales envió el manuscrito. Su misión a

partir de ese momento es velar para que se firme un contrato lo más provechoso posible para el autor. El agente que vela por su representado en todas las gestiones está fidelizando un cliente, en este caso al autor. Aunque la palabra «cliente» suena un tanto mal, la realidad es que el agente es un «trabajador» que pone toda su preparación y su tiempo al servicio de los autores. Sólo una cosa tiene clara: si vende la obra en condiciones óptimas a una editorial, está ganando dinero y a su vez, haciéndoselo ganar a su representado.

¿Qué servicios ofreces en tu Agencia?

Desde el asesoramiento literario, en una primera instancia, ya estamos ofreciendo nuestros servicios, y es el más importante de todos porque de él parte la segunda fase. Leemos, corregimos y evaluamos la obra que nos llega, pero sólo cuando el autor así lo desea. Se le envía un informe detallado sobre su obra en un plazo máximo de quince días, orientándole de tal forma que sepa si es viable su publicación. Sólo en el caso de que el autor decida dar el siguiente paso se enviará el

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manuscrito ya corregido a los sellos editoriales que mejor se adapten al género y estilo de la obra presentada.Este servicio de asesoría literaria es independiente del de agencia y no nos obliga ni implica a representar al autor si no consideramos que la obra tenga un mínimo de posibilidades de ser publicada. En caso afirmativo, indicamos al autor a qué sellos editoriales se puede dirigir por su propia cuenta.

¿Cualquiera puede enviarte su manuscrito o sigues unas pautas de elección determinadas?

En un principio, sí. No hay ningún inconveniente en recibir manuscritos de cualquiera. Las pautas se siguen después, cuando hemos evaluado la posibilidad de publicación de la obra. Pero sí es cierto que si previamente el autor no ha contactado con la agencia, no va a ser tan bien atendida como si por ejemplo, previamente envía un comentario a través del formulario de contactos de la Web.

Ahora, si lo que quieren saber es si nos decantamos por la publicación de un género en exclusiva, pues no, de momento. Pensamos que todos los géneros pueden tener cabida en nuestra gestión como agencia. Si más adelante vemos que nos podemos dedicar en exclusiva a uno o varios géneros determinados por tener más alcance editorial, eso es algo que de momento es pronto para saberlo. Sería el caso de la novela romántica. Luchar por sacar adelante un género muy denostado pero que se vende mucho y debemos convencer a las editoriales que ahí están perdiendo un buen filón.

Supongo que una vez aceptado el manuscrito todo un engranaje se pone en

movimiento, ¿en qué consiste y cuánto tiempo dura aproximadamente?

Sí, el periplo del agente literario por las editoriales y las posibles negociaciones a que pueda llegar dura unos meses, que es el tiempo que las editoriales tardan en decidir si publican o no al autor. Siempre el agente procura meter más prisa que si lo hace el autor por sí mismo, pero de todos modos la espera no bajará nunca de tres a seis meses, donde irá incluido el tiempo de maquetar y ver la obra en las librerías en caso de que apuesten por la obra. Este tiempo es orientativo, dependiendo siempre de la capacidad de trabajo de la editorial correspondiente.

¿Quieres añadir alguna cosa más?

Bueno, lógicamente tengo que añadir que el principal problema de todo autor es el dinero. Tenemos unas tarifas y es cierto que hay que pagar un adelanto al agente mediante un contrato con el autor para que se comiencen los trámites. Esto a algunos autores o la mayoría les desagrada sin percatarse que el trabajo de un agente literario es realmente titánico y que no trabaja sólo con un autor sino con varios a la vez.

Creo que siempre se puede llegar a un acuerdo financiero, pero sin ese adelanto -que luego el autor recuperará en la firma del contrato con la editorial-, el agente no podrá desplegar todas las posibilidades de que disponga. De todo ello depende el éxito de su trabajo, además de que debe tener habilidades comerciales que lo propicien.

Espero haberles ayudado con mis respuestas.

http://aliciarosell.org/aliciarosell/

Entrevista realizada por Lola Gude

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Entrevista a Florencia Bonelli

Florencia Bonelli es la escritora argentina de novelas románticas más internacional. Obtuvo el título de contadora pública en la Universidad Católica de Córdoba, y tras cinco años de intenso trabajo en su profesión, lo dejó todo para dedicarse a su gran pasión: escribir historias de amor. Actualmente reside en Buenos Aires junto a su esposo. Ha publicado hasta la fecha los siguientes títulos: Bodas de odio, Marlene, Indias blancas, Indias Blancas: La vuelta del ranquel, Lo que dicen tus ojos, El cuarto arcano, El cuarto arcano II: El puerto de las tormentas y Me llaman Artemio Furia.

A día de hoy el género romántico sigue siendo denostado por una parte de lectores, al no considerarlo de igual calidad literaria que otros. Pese a todo, no se puede negar que son cada día más las autoras publicadas, las novelas que ven la luz y los sellos románticos que aparecen. Desde tu punto de vista, ¿qué factores crees que influyen en este boom que se está experimentando?

Creo que el «boom» se debe a que las editoriales, en gran medida gracias a la aparición de Internet, descubrieron a la lectora de novela romántica. Esta lectora es muy peculiar, de una gran fidelidad y constancia, lo que la convierte en el lector que todo editor desearía tener.

Mediante Internet, las lectoras descubrieron que no estaban solas. Formaron grupos, foros y páginas donde volcaron la pasión que sienten por la novela romántica. Esta pasión llegó a conocimiento de los editores que comenzaron a darle cada vez más importancia al género viendo la posibilidad de un buen negocio.

Entre tantas novedades como se están publicando bajo la clasificación de novelas románticas, también nos encontramos con algunas donde la historia de amor está poco presente o es casi inexistente pero aún así se las cataloga y vende como tales. ¿Dónde crees que está el límite para que una novela se considere o no romántica?

Considero que una novela es romántica cuando el eje de la trama es la historia de amor entre un hombre y una mujer. Todo lo demás debe girar en torno a esto.

En relación con la pregunta anterior, desde tu punto de vista, ¿qué elementos consideras indispensables en una novela y sin los que no es posible considerarla romántica?

La respuesta a esta pregunta dependerá del gusto de las lectoras. Yo, como lectora, creo que una buena novela romántica debe tener una trama con intriga, en donde el amor de los protagonistas esté en juego a cada momento. También me gusta que los protagonistas sean personas con valores y principios claros y que luchen por ellos. Y también considero que un final feliz es condición sine qua non para una historia del género romántico. De todos modos insisto: dependerá del gusto de cada lectora.

Hace unos años, no demasiados, la escritora de novela romántica de lengua hispana no contaba con demasiadas oportunidades de ver publicadas sus obras. Muy pocas eran las que lograban publicar, pero hoy en día esto parece estar cambiando y son cada vez más las que ven sus novelas publicadas. ¿A qué crees que se debe? ¿Cuál crees que es el futuro que le aguarda a la novela escrita en español?

Creo que el futuro para las novelistas de habla hispana es cada vez más promisorio, y en gran parte se lo debemos a las lectoras que, a pesar de estar acostumbradas a leer sobre Escocia, Londres y Estados Unidos, nos dieron una oportunidad a las que escribimos en castellano para contarles historias ambientadas en lugares más nuestros.

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Junto a una mayor publicación de novelas románticas, también está teniendo lugar una mayor subdivisión y clasificación de éstas, catalogándolas en un mayor número de subgéneros. Cada día esta clasificación parece aumentar, a diferencia de la de hace unos años que se dividía prácticamente en histórica y contemporánea. ¿Qué opinas de este hecho? ¿Crees que es beneficioso para el género romántico o por el contrario lo ves perjudicial?

No me parece ni beneficioso ni perjudicial. Las novelas románticas no son otra cosa que novelas, es decir relatos de hechos. Si se los clasifica en paranormal, vampírica, histórica, chick-lit, etc. no importa. Al final, cuando el lector se encuentra a solas con un libro, lo que tiene entre manos es una historia, sea del tipo que sea. Y si está bien escrita, la disfrutará enormemente.

http://florenciabonelli.blogspot.com/

Entrevista realizada por Esther Ortiz

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Entrevista a Arlette Geneve

Arlette Geneve es escritora por vocación desde la niñez. Trabaja como dibujante técnico en una empresa de arquitectura dividiendo su tiempo entre sus dos pasiones creativas, el diseño y la literatura. Escribe novela romántica histórica y contemporánea. Ha ganado dos premios literarios y ha quedado finalista en otros dos. Escribe además, poesía, relatos cortos y cuentos infantiles.Las espinas del amor, La última cita, La promesa del Highlander y Embrujo seductor son las novelas que ha publicado hasta la fecha. Ha colaborado también con una historia corta para el libro Cuentos para mil y una noches de amor.

A día de hoy el género romántico sigue siendo denostado por una parte de lectores, al no considerarlo de igual calidad literaria que otros. Pese a todo, no se puede negar que son cada día más las autoras publicadas, las novelas que ven la luz y los sellos románticos que aparecen. Desde tu punto de vista, ¿qué factores crees que influyen en este boom que se está experimentando?

España sigue siendo en su esencia un pueblo lleno de prejuicios, sobre todo en la política y en el sexo. Y ese es el principal motivo de que se siga viendo a la literatura romántica (no me gusta esta definición, prefiero llamarla de amor, porque el amor es el motor que mueve el mundo) de forma parcial.

Con respecto a, ¿qué factores influyen? Está muy claro, ahora los protagonistas, saben cómo llevar una relación, a pesar de las dudas o las circunstancias. Las protagonistas femeninas no son encefalograma plano como las de antes. Y los protagonistas masculinos no son el colmo del machismo, humm, todavía queda alguna autora que los recrea neardentales, pero es una minoría.

También contribuye a este boom, la difusión que se da a este género en Internet, gracias a foros de romántica. Las lectoras se mantienen al día de las novedades, leen las críticas, ELIGEN, hace unos años algo así era impensable.

Entre tantas novedades como se están publicando bajo la clasificación de novelas románticas, también nos encontramos con algunas donde la

historia de amor está poco presente o es casi inexistente pero aún así se las cataloga y vende como tales. ¿Dónde crees que está el límite para que una novela se considere o no romántica?

Cuando una novela exalta el amor como eje principal de la historia, hablamos de novela romántica. Cuando lo que se exalta son otros factores, estamos marcamos la línea de separación entre géneros literarios. Además, la relación entre los protagonistas debe ser palpable para el lector, tener una continuidad en toda la historia, y por supuesto con un final feliz.

En relación con la pregunta anterior, desde tu punto de vista, ¿qué elementos consideras indispensables en una novela y sin los que no es posible considerarla romántica?

Si hablamos de género romántico, no podemos olvidar el movimiento literario del siglo XIX; el romanticismo, y en ese movimiento literario yo destacaría una característica muy importante: La idealización del amor y sus consecuencias por encima de todo. Sin esa característica, no podemos considerar una obra como romántica.

Hace unos años, no demasiados, la escritora de novela romántica de lengua hispana no contaba con demasiadas oportunidades de ver publicadas sus obras. Muy pocas eran las que lograban publicar, pero hoy en día esto parece estar cambiando y son cada vez más las que ven sus novelas publicadas. ¿A qué crees que se debe? ¿Cuál crees que es el

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futuro que le aguarda a la novela escrita en español?

Principalmente a las lectoras que querían leer en su lengua materna, sin traducciones. Muchas de esas lectoras han tenido la oportunidad de leer novelas de autoras españolas, no publicadas, en diferentes foros de romántica. Ellas han sido el motor para que nuestro sueño se haga realidad. Por ese motivo quiero darles mi más profundo agradecimiento. Su insistencia ha hecho posible que los editores nos tengan en cuenta.

¿El futuro de las autoras españolas? Muchas de las que escriben actualmente son verdaderos genios con la pluma, por ello me inclino a pensar que será muy bueno. Yo me declaro fan de algunas.

Junto a una mayor publicación de novelas románticas, también está teniendo lugar una mayor subdivisión y clasificación de éstas, catalogándolas en un mayor

número de subgéneros. Cada día esta clasificación parece ser mayor, a diferencia de la de hace unos años que se dividía prácticamente en histórica y contemporánea. ¿Qué opinas de este hecho? ¿Crees que es beneficioso para el género romántico o por el contrario lo ves perjudicial?

Creo que es beneficioso, porque no todas las lectoras tenemos los mismos gustos. Cuando las editoriales ofrecen diversos títulos al mes, están mimando a las lectoras, no se discrimina los gustos de ninguno, todo lo contrario, los potencian. Hace años nos conformábamos con lo que se publicaba, había poco dónde escoger, pero las cosas han cambiado. Pienso que es muy positiva la evolución que ha tenido el género.

http://arlettegeneve.es/

Entrevista realizada por Mariam Agudo

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Entrevista a Mar Carrión

Nació el 14 de junio 1974 en Albacete, ciudad en la que reside. Desde muy pequeña fantaseaba con la idea de ser escritora o periodista y con sólo 13 años empezó a escribir sus primeras novelas. Como lectora le gusta compaginar la novela romántica con otros géneros, pero como escritora es en este género donde se siente como en casa. Está licenciada en Derecho, aunque en la actualidad trabaja como contable. Fue galardonada con el Premio de Novela Romántica Terciopelo 2008, cumpliendo así su sueño de ser publicada.

A día de hoy el género romántico sigue siendo denostado por una parte de lectores, al no considerarlo de igual calidad literaria que otros. Pese a todo, no se puede negar que son cada día más las autoras publicadas, las novelas que ven la luz y los sellos románticos que aparecen. Desde tu punto de vista, ¿qué factores crees que influyen en este boom que se está experimentando?

Creo que los medios de comunicación y, en concreto Internet, han jugado un papel muy relevante. Durante muchos años, y hasta hace relativamente poco tiempo, al tratarse de un género denostado, la falta de información y la escasez de medios han influido en que la novela romántica haya permanecido en la sombra. Nos la vendían como historias empalagosas con portadas cutres que una tenía que leer a escondidas porque estaba «mal visto». Con el auge de Internet la accesibilidad ha sido enorme, y muchas lectoras que no conocíamos las posibilidades que ofrecía este género, nos hemos encontrado con que la novela romántica no equivale a las únicas dos o tres autoras que siempre pululaban por las estanterías de las librerías, sino que existía un abanico enorme de autoras y géneros por descubrir. A raíz de esto, la demanda del público ha sido cada vez mayor.Quizás siga siendo un género denostado, pero al menos ya nadie puede negar su crecimiento.

Entre tantas novedades como se están publicando bajo la clasificación de novelas románticas, también nos encontramos con algunas donde la historia de amor está poco presente o es casi inexistente pero aún así se las

cataloga y vende como tales. ¿Dónde crees que está el límite para que una novela se considere o no romántica?

Esta pregunta me la he hecho muchas veces. Hay libros considerados «narrativa» donde la historia de amor tiene más peso que otros catalogados como «románticos». No sé exactamente dónde radica la diferencia. Una amiga me dijo un día que se consideran románticas aquellas novelas que tienen un final feliz. Pero esto no siempre es cierto, hay novelas románticas con finales trágicos y narrativas con finales felices. Y hay una cuestión importante: si un autor siempre ha escrito novela romántica, es indiferente que ahora escriba un tratado sobre los recursos fitogenéticos porque seguirá considerándose romántica. Al final, la única conclusión a la que llego es que la editorial quiera promocionarla de una manera o de otra.

En relación con la pregunta anterior, desde tu punto de vista, ¿qué elementos consideras indispensables en una novela y sin los que no es posible considerarla romántica?

Pues según mi punto de vista, románticas son todas aquellas novelas en las que, a pesar de que pueda existir una trama paralela, la fuerza de la historia radica en los sentimientos y las emociones de los protagonistas. Me gustan las novelas de sentimientos y de personajes fuertes y bien definidos. Me encantan las peleas, las reconciliaciones… Disfruto con la tensión sexual, con la pasión… y si todo ello lo aderezamos con una historia interesante desarrollada en cualquiera de los subgéneros que existen, pues ahí está la novela romántica

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perfecta. Esos son los ingredientes que me gustan en una novela romántica, los que me ayudan a decidirme a comprarla. Hace unos años, no demasiados, la escritora de novela romántica de lengua hispana no contaba con demasiadas oportunidades de ver publicadas sus obras. Muy pocas eran las que lograban publicar, pero hoy en día esto parece estar cambiando y son cada vez más las que ven sus novelas publicadas. ¿A qué crees que se debe? ¿Cuál crees que es el futuro que le aguarda a la novela escrita en español?

Creo que se debe a la publicidad que la novela romántica está recibiendo actualmente, y la consecuencia de esa publicidad es una mayor demanda del público. Volvemos un poco al tema de Internet y a la accesibilidad que nos proporciona, que es cómoda e inmediata. Con un solo clic pone a nuestro alcance un montón de páginas webs que hablan sobre novela romántica y que son diariamente actualizadas. Podemos entrar en sus foros e intercambiar opiniones sobre novelas con otras foreras. Incluso nos ofrece la posibilidad de hacer nuestras compras online sin movernos de nuestra silla. Así, las ávidas lectoras que antes no teníamos medios para buscar información, nos hemos encontrado con un despliegue enorme de lectura que por fortuna sigue creciendo. Espero que la crítica termine por reconocer su calidad.Otra consecuencia inmediata de que cada vez haya una mayor demanda de novela romántica, es el surgimiento de autoras españolas. Las

editoriales se han dado cuenta de que es un mercado en expansión y han apostado por nosotras. Creo que está yendo muy bien, pues cada vez hay más rostros nuevos y más editoriales que nos apoyan.Confío en que no se trate de una moda pasajera, y que dentro de un montón de años seamos muchas más las que escribamos y publiquemos. Hay grandes talentos todavía por descubrir.

Junto a una mayor de publicación de novelas románticas, también está teniendo lugar una mayor subdivisión y clasificación de éstas, catalogándolas en un mayor número de subgéneros. Cada día esta clasificación parece ser mayor, a diferencia de la de hace unos años que se dividía prácticamente en histórica y contemporánea. ¿Qué opinas de este hecho? ¿Crees que es beneficioso para el género romántico o por el contrario lo ves perjudicial?

Me parece que es muy beneficioso. Se dice que en la variedad está el gusto y tiene toda la razón. Sería muy aburrido que solo existieran dos géneros para cubrir las necesidades de un público tan amplio, ¿verdad? Los subgéneros han ido naciendo a razón de las exigencias de los lectores, porque aunque a todas nos gusta leer sobre el amor, no necesariamente tenemos que coincidir en el escaparate donde se desarrolla.

http://marcarrion.blogspot.com/

Entrevista realizada por Mariam Agudo

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Entrevista a Nieves Hidalgo

Aficionada a leer, escribir y viajar, confiesa que siempre está hilvanando alguna historia mentalmente, incluso, a veces, varias al mismo tiempo. Desde el pasado mes de Mayo, fecha en la que dejó su trabajo en una entidad bancaria para dedicarse en exclusiva a la escritura, esta escritora madrileña, está terminando la corrección de sus dos próximas novelas. Hasta la fecha tiene escritos más de treinta libros y varios cuentos infantiles. Lo que dure la eternidad, Orgullo sajón (del que se vendieron 6000 copias en 6 días) y Amaneceres cautivos, son sus tres novelas publicadas en los últimos 15 meses. En su página web y distintos foros de

novela romántica, ha colgado una novela inédita, Ariana, cuya acogida por parte de las lectoras ha sido todo un éxito.

A día de hoy el género romántico sigue siendo denostado por una parte de lectores, al no considerarlo de igual calidad literaria que otros. Pese a todo, no se puede negar que son cada día más las autoras publicadas, las novelas que ven la luz y los sellos románticos que aparecen. Desde tu punto de vista, ¿qué factores crees que influyen en este boom que se está experimentando?

Las nuevas tecnologías permiten conectarse en segundos a la información, que es la base de la cultura y el conocimiento. Esta facilidad ha propiciado el nacimiento de foros y webs donde se publicitan los nuevos títulos, se habla y se intercambian opiniones y noticias. A su vez, las editoriales han conocido, también a través de este medio, las características que aúnan a las lectoras de este género.

Hace tiempo, las lectoras de novela romántica estaban aisladas, medio escondidas y, como bien dices, denostadas. Ya se sabe que la unión hace la fuerza y es lo que está pasando. Se han unido y ahora exigen. Compran, pero quieren mejores novelas, mejores formatos y portadas. Falta mucho por conseguir porque no se trata de la cantidad sino de la calidad. Somos un buen negocio para las editoriales que saben que no hay un grupo de lectores más fieles que las lectoras de este género.

Entre tantas novedades como se están publicando bajo la clasificación de novelas románticas, también nos encontramos con algunas donde la historia de amor está poco presente o es casi inexistente pero aún así se las cataloga y vende como tales. ¿Dónde

crees que está el límite para que una novela se considere o no romántica?

Cada lectora interpreta el romanticismo desde su punto de vista. Para una puede servir un simple beso; hay otras que prefieren alguna escena subida de tono; y algunas que buscan mucho más. La que llevan años leyendo novela romántica tienen muy claro qué tipo de novela quiere. No sé si la culpa es de quienes editan o de los comercios, pero lo cierto es que no se puede tolerar que vendan gato por liebre. ¿Pondrías tú La clave está en Rebeca de Ken Follet en novela romántica? Porque esa novela tiene una escena bastante caliente. Se debe tener cuidado al catalogar los géneros pero, sobre todo, no consentir que vendan hazañas por sentimientos, o simple sexo por romántica. Y por descontado, denunciar si vemos romántica subida de tono o erótica directamente, en la sección de lectura juvenil (en este apartado hay lectores de 12 años), cosa bastante frecuente.

En relación con la pregunta anterior, desde tu punto de vista, ¿qué elementos consideras indispensables en una novela y sin los que no es posible considerarla romántica?

Una novela romántica, como cualquier otra novela, lo primero que tiene que tener es un argumento, algo tan sencillo que no siempre se da. Los rasgos que la distinguen de cualquier otro género pueden ser: un toque de misterio, tensión y pasión y, como decían en la película La princesa prometida, amor verdadero. Con estos cuatro elementos se puede preparar el mejor cóctel romántico.

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A título personal me gusta que además tengan un poco de aventura.

Hace unos años, no demasiados, la escritora de novela romántica de lengua hispana no contaba con demasiadas oportunidades para editar sus obras. Muy pocas eran las que lo conseguían. Hoy en día esto parece estar cambiando y son cada vez más las autoras que ven sus novelas publicadas. ¿A qué crees que se debe? ¿Cuál crees que es el futuro que le aguarda a la novela escrita en español?

Volvemos a las tecnologías. Hay que pensar que hace tiempo la lectora era un personaje gris que apenas tenía opinión. Compraba lo que tenía y lo que tenía era novela anglosajona. El conocimiento es poder y hemos tenido la oportunidad de descubrir que hay escritoras de habla hispana cuyas novelas nada tienen que envidiar a las otras. Que incluso, en algunos casos, son mejores. Las editoriales se han dado cuenta y han abierto las puertas. Pero son las lectoras quienes deben romper moldes. Pedir que se cuide lo que se publica y que lo que se publique se haga bien, sin erratas que obstruyan la lectura. Pedir que se deje de estigmatizar la novela romántica con portadas que en nada benefician al género, con títulos irrisorios o vergonzantes y estúpidos. Las futuras escritoras han de ser críticas consigo mismas, presentar a las editoriales manuscritos cuidados, perseverar y no tirar la toalla a la primera negativa porque, al final, todo llega.Si conseguimos todo esto, le auguro un buen futuro a la romántica escrita en español.

Junto a una mayor publicación de novelas románticas, también está teniendo lugar una mayor subdivisión y clasificación de éstas, catalogándolas en un mayor

número de subgéneros. Cada día esta clasificación parece ser mayor, a diferencia de la de hace unos años que se dividía prácticamente en histórica y contemporánea. ¿Qué opinas de este hecho? ¿Crees que es beneficioso para el género romántico o por el contrario lo ves perjudicial?

Nunca me gustó la palabra subgénero, porque parece que se menoscaba un determinado tipo de literatura cuando puede ser extraordinaria. Prefiero utilizar la palabra «clase». Los tiempos cambian y con ellos los gustos. Encasillar las novelas en históricas o contemporáneas puede frenar la compra de romántica a lectoras que gustan de un tipo más desenfadado de narrativa. Ahora tiene auge el chick-lit y lo paranormal. Toda novela es valida y no perjudica si está bien escrita, con cuidado y cariño, como se debe escribir siempre, porque quienes compran es lo mínimo que merecen: respeto. Luego, cada lectora, según sus gustos, elegirá el tema que más le agrade.

Sin embargo, es cierto que muchas novelas, que se clasifican como románticas, no cuentan con los ingredientes imprescindibles de este tipo de literatura. Sencillamente no son novelas románticas. Tal vez, en lugar de venderse como «romántica lo-que-sea» debería a ese «lo-que-sea» añadírsele la palabra «romántica» y clasificarlos como «subgénero» de otro tipo de literatura, en lugar de querer que las lectoras de este género lo consumamos todo. ¿Por qué se hace así? No lo sé. ¿Será porque la romántica vende?

http://www.nieveshidalgo.blogspot.com/

Entrevista realizada por Mamen Pérez

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Entrevista a Anna Casanovas

Nació en Calella, un pueblo de la provincia de Barcelona, y es la mayor de una familia de seis hermanos que son su mayor fuente de inspiración. Tras estudiar la carrera de Derecho empezó a trabajar en una entidad financiera sin renunciar a dos de sus grandes pasiones: leer y escribir. Como ella siempre ha creído que las novelas románticas son el mejor invento desde el chocolate, Keanu Reeves o los besos de su marido decidió arriesgarse a escribir una propia. Hasta la fecha ha publicado dos libros: Nadie como tú y A fuego lento. En su página podemos descargarnos gratuitamente cuatro relatos suyos.

A día de hoy el género romántico sigue siendo denostado por una parte de lectores, al no considerarlo de igual calidad literaria que otros. Pese a todo, no se puede negar que son cada día más las autoras publicadas, las novelas que ven la luz y los sellos románticos que aparecen. Desde tu punto de vista, ¿qué factores crees que influyen en este boom que se está experimentando?

Normalmente, las personas que más critican la literatura romántica nunca han leído una novela perteneciente al género y su opinión sólo se basa en un par de portadas horribles que algún día vieron en casa de sus abuelas. Y es una lástima, porque yo nunca he conocido a nadie que después de leer una buena historia de amor siguiera criticándolas. Siempre he creído que para opinar de algo, tanto para bien como para mal, es imperativo saber de lo que uno habla, y me gustaría que todos estos lectores tan críticos se dignaran a leer una de nuestras novelas antes de considerar que son peores que las de terror o las de misterio.

Desde hace ya unos años, la literatura romántica se ha dignificado; las editoriales han empezado a cuidar los contenidos, las traducciones, las portadas y los sistemas de distribución. Este cambio se debe a muchos factores y sin duda el económico es uno de ellos; es innegable que la literatura romántica de calidad vende y supongo que ninguna empresa del sector que se precie está dispuesta a perderse su parte del pastel. A la gente siempre le han gustado los finales felices y las novelas románticas lo suministran en pequeñas dosis, no perjudican a la salud y sus efectos duran muchas horas.

Entre tantas novedades como se están publicando bajo la clasificación de novelas románticas, también nos encontramos con algunas donde la historia de amor está poco presente o es casi inexistente pero aún así se las cataloga y vende como tales. ¿Dónde crees que está el límite para que una novela se considere o no romántica?

Para que una novela se considere romántica no sólo tiene que tener una historia de amor, sino que dicha historia tiene que ser el centro de la novela. A partir de allí depende claro está del estilo del escritor, si es más narrativo o descriptivo, más sensual o más «recatado», pero si la historia de amor no es el esqueleto alrededor del cual se construye la novela difícilmente podrá considerarse romántica.

En relación con la pregunta anterior, desde tu punto de vista, ¿qué elementos consideras indispensables en una novela y sin los que no es posible considerarla romántica?

Para empezar, y aunque parezca obvio, es indispensable tener una buena historia. Una historia que tenga sentido y que cuando la cuentes a otra persona se emocione sólo con oír las líneas básicas. Si la historia de amor no tiene momentos dramáticos es muy difícil que pueda ser romántica. En lo que se refiere a los protagonistas también tienen que tener unas características determinadas; tienen que ser valientes, honestos y, en el caso de los protagonistas masculinos, algo atormentados. A lo largo de la novela tiene que haber encuentros y desencuentros entre la pareja, no puede ser que sólo se vean en las primeras diez páginas y no vuelvan a estar juntos hasta las

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dos últimas. Tiene que haber escenas de pasión y de declaraciones de sentimientos, y, por supuesto, un final feliz.

Hace unos años, no demasiados, la escritora de novela romántica de lengua hispana no contaba con demasiadas oportunidades de ver publicadas sus obras. Muy pocas eran las que lograban publicar, pero hoy en día esto parece estar cambiando y son cada vez más las que ven sus novelas publicadas. ¿A qué crees que se debe? ¿Cuál crees que es el futuro que le aguarda a la novela escrita en español?

A mi modo de ver el interés que muestran las editoriales por las autoras españolas está relacionado con el crecimiento que está experimentando la literatura romántica, y espero que vaya a más y que cada vez sean más los sellos que se arriesguen con nosotras.

Me gusta pensar que a todas nos espera un gran futuro, pero la verdad es que es difícil. A pesar de que es cierto que actualmente gozamos de mayores oportunidades, y que las editoriales se interesan más por nosotras, el mercado sigue estando copado mayoritariamente por autoras norteamericanas y, por desgracia, hay muchas lectoras que siguen «desconfiando» del producto nacional y cuando van a la librería deciden «asegurarse el tiro» y compran un libro de una autora famosa, es decir, norteamericana. Esto está cambiando, y poco a poco entre todas estamos demostrando que nuestras novelas son igual de buenas que las de fuera. Los foros de Internet nos están ayudando muchísimo, y me consta

que el boca oreja funciona, pero todavía nos queda mucho camino por hacer.

Junto a una mayor publicación de novelas románticas, también está teniendo lugar una mayor subdivisión y clasificación de éstas, catalogándolas en un mayor número de subgéneros. Cada día esta clasificación parece aumentar, a diferencia de la de hace unos años que se dividía prácticamente en histórica y contemporánea. ¿Qué opinas de este hecho? ¿Crees que es beneficioso para el género romántico o por el contrario lo ves perjudicial?

Creo que lo de los subgéneros responde a la necesidad que al parecer tenemos los humanos de etiquetar las cosas, como si así nos quedáramos más tranquilos. En mi opinión está bien si nos lo tomamos como una guía, pero no creo que sea bueno para nadie, ni para el autor ni para el lector, tomarlo muy al pie de la letra. Es lógico que todos tengamos nuestras preferencias, que a unos nos guste más una historia ambientada en el pasado y a otros en el futuro, pero lo importante es que la historia de amor esté bien escrita y consiga llegarnos al corazón. Si una historia es buena tanto da que los protagonistas sean vampiros, agentes del FBI, periodistas españoles o condes del siglo XVIII. Como escritora me gusta pensar que quien lee mis historias lo hace porque se siente atraído por el argumento y mis personajes, y como lectora me gusta arriesgarme con todos los subgéneros.

http://www.annacasanovas.com/

Entrevista realizada por Esther Ortiz

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En el recuerdoLa Dama de la Novela Romántica

Aunque en el mundo literario se la consideraba como la Dama de la Novela Romántica, según ella misma, «ni soy romántica, ni escribo novelas románticas. Soy sensible y escribo novelas de sentimientos que no es lo mismo». A pesar de su afirmación, Corín Tellado está en nuestra historia y seguirá estando como la mayor escritora de novela romántica española.

Nacida en Viavélez (El Franco) el 25 de abril de 1926 María del Socorro Tellado López, hija de un maquinista naval de la marina mercante y de una ama de casa, fue la única mujer de los cinco hijos del matrimonio.

En el año 1939 su familia se traslada a Cádiz debido al trabajo de su padre y allí estudió en un colegio de monjas en el que algunas compañeras de la época la recuerdan como «una adolescente adelantada muy lanzada, que fumaba cigarrillos a escondidas y que montaba en bicicleta en una época en la que todo ello estaba muy mal visto».

En 1945 fallece su padre y comienzan los apuros económicos de la familia Tellado, y es en ese momento cuando el librero que la surtía de novelas se entera de que escribía novelas y la pone en contacto con la editorial Bruguera.

En 1946 sale publicada su primera obra, Atrevida apuesta, con la que ganó tres mil pesetas y que cuenta con más de 36 ediciones.

En 1948 Corín regresa a su Viavélez natal junto su madre y desde entonces siempre vivió en Asturias. En el año 1951 se trasladó a Gijón de donde ya no se iría.

Es también en el año 1951 cuando Corín firma un contrato con la revista cubana Vanidades, por el que se comprometía a entregar dos novelas cortas al mes, consiguiendo que la tirada de la revista pasara de 16.000 a 68.000 ejemplares en poco tiempo. El corrector de sus novelas era Guillermo Cabrera Infante, quien en más de una ocasión dijo que la lectura de sus novelas fue determinante para su dedicación a la literatura.

En 1959 Corín se casa en Covadonga, con Domingo Egusquizaga, según sus propias palabras «por despecho y sin amor». De este matrimonio nacen sus dos hijos, Begoña y Domingo, pero en el año 1962 se separa de su marido.

Poco después de su separación firmaba un contrato en exclusiva con Bruguera por 150.000 pesetas. En el año 1964 Corín decidió no renovar su contrato y al año siguiente comienza una nueva andadura con la Editorial Rollán.

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En 1973 Corín tuvo que pagarle a Bruguera 365 millones de pesetas y trabajar para ellos en exclusividad hasta 1986, año en el que la editorial se hunde por lo que Corín queda libre de su contrato.

Entre 1978 y 1979, y bajo el pseudónimo de Ada Miller, publicó en Bruguera 26 novelas eróticas de bolsillo en la colección Especial Venus que simulaban estar traducidas del inglés.

Hasta 1991 no publicó su primera novela larga, Lucha oculta. Posteriormente publicaría otra novela larga, Amargos sentimientos.

Sus novelas cortas se vendían por miles en los quioscos o se intercambiaban, sus lectoras la seguían fielmente y posteriormente sus historias fueron llevadas a la radio, televisión, librerías y hasta en internet.La obra más conocida llevada a la radio en forma de seria fue Lorena.

En 1984 obtuvo el Premio al mejor guión cinematográfico del Festival de Cine de San Sebastián por el guión que Corín hizo de su novela Mi boda contigo que fue dirigida por Valeria Sarmiento.

En 1997 Corín cede los derechos audiovisuales de 26 de su novelas, de las que se hizo una serie de películas exhibidas en varias cadenas de la televisión americana y también en la española Telecinco. En 1998 escribe una serie para Antena 3 llamada Ambiciones de la cual se emitieron 52 episodios. También firmó un contrato con Televisa, cediéndoles algunos derechos de sus novelas.

En el año 2000 publicó su primera obra en Internet, Milagro en el camino, adelantando a Stephen King a quien se le atribuye la primera incursión con una novela en la red.

Es en el año 2003 cuando sus obras comienzan a venderse en librerías dentro del sello editorial Martínez Roca (Grupo Planeta). Ese mismo año sale a la venta una reedición de su novela Amargos sentimientos.

A lo largo de su carrera recibió muchos premios:

En la década de los 60, la UNESCO la reconoció como la autora más leída en castellano después de la Biblia y Cervantes. En 1995 fue nombrada Hija Predilecta del municipio de El Franco. En 1998 le otorgan la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo. En 1999 el Consejo del Gobierno del Principado de Asturias le concedió la Medalla de Asturias. En 2000 fue condecorada con el premio «Asturiana del Siglo XX».

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Mujer implicada con muchas causas en 2008 se adhirió a la campaña 'Doi la cara pola oficialidá', en defensa del reconocimiento del asturiano como lengua cooficial de Asturias.

Así fue la vida de Corín Tellado que el once de abril nos dejaba de manera inesperada, dejándonos 4000 títulos publicados y más de 400 millones de ejemplares vendidos. Su última novela se tituló Etiqueta Negra.

Algunos títulos de sus novelas:

Amargos sentimientos (Martínez Roca 2004) Frívola (Martínez Roca 2004) No olvidé lo ocurrido (Punto de Lectura 2004) Fin de semana (Punto de Lectura 2005) El testamento (Punto de Lectura 2005) El regreso de Guy (Punto de Lectura 2005) La amante de mi amigo (Punto de Lectura 2006) Te acepto tal como eres (Punto de Lectura 2006) Mi Nita querida (Punto de Lectura 2006) Doce en solitario (Punto de Lectura 2006)

Artículo realizado por Nuria Casas

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La Cápsula del TiempoJane Eyre - Charlotte Brontë

He abierto mi particular cápsula del tiempo y entre los mucho libros que llevaban guardados allí más de veinte años, estaba uno que me inició en la andadura de la novela romántica.

Jane Eyre es sin duda alguna una de las mejores novelas costumbristas del siglo XIX. Publicada en el año 1847 por la editorial Smith, Elder &

Company, esta novela salió a la luz bajo el pseudónimo de Currer Bell. Defendida hasta la saciedad por William Makepeace Thakery, a quien se le atribuyó su autoría, Charlotte Brontë convirtió su Jane Eyre en una de las más afamadas obras de literatura romántica que ha perdurado hasta nuestros días. Y en agradecimiento a William por su apoyo le dedicó la novela en su segunda edición.

Si todas llevamos en la memoria la gran mansión de Manderley de Rebecca, no es menos cierto que Thornfield Hall es uno de esos mágicos lugares a los que apetece transportarse en una cálida tarde de otoño.

Faltarían hojas en esta revista para poder expresar en palabras todas y cada una de las connotaciones del libro. Las más de 500 páginas que tiene no son sino una magistral fuente de sentimientos encubiertos bajo caracteres muy dispares entre sí. Si Jane reúne en su corazón la bondad y la paciencia propias de su carácter sosegado, el señor Rochester

oculta un corazón amargado por un pasado complejo que solo la dulzura y el corazón puro de Jane va a saber curar.

Llevada al cine en varias ocasiones y adaptada también a la televisión en una miniserie por la BBC, volverá a la gran pantalla con un guión adaptado por Moira Boffini y de la mano de un director aún por confirmar, pero será Ellen Page (protagonista de Juno) la encargada de volver dar vida a tan emblemático personaje. Una entrañable joven que, con su carácter bondadoso y apacible, resultado de unas vivencias y unas enseñanzas rígidas en un colegio de caridad, Lowood, es capaz de hacer volver a creer en el amor a un hombre al que todo en la vida le importa un árdite.

Sin duda las dos versiones más afamadas son las de 1944, donde Joan Fontaine interpreta a la Srta. Eyre y el propio Orson Welles encarna al Sr. Rochester, y la de 1996, con William Hart y Charlotte Gainsborough en los papeles principales, y donde no podemos olvidarnos de la oscarizada Anna Paquin en el papel de la joven Jane.

Las versiones llevadas a la pequeña y gran pantalla son las siguientes:

1918, de Edward José, con Alice Gray como Jane y Elliott Dexter como Edward.

1921, de Hugo Ballin. Versión muda protagonizada por la esposa del director, Mabel Ballin.

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1934, de Christy Cabanne. Primera adaptación oficial como tal, con Virginia Bruce y Colin Clive.

1944, de Robert Stevenson. La versión clásica más recordada, en la que trabajan Joan Fontaine y el propio Welles.

1970, de Delbert Man. Ésta es, sin duda alguna, la adaptación más vista y conocida, con George C. Scott como Rochester y Susannah York como Jane.

1973, miniserie de la BBC protagonizada por Michael Jayston y Sorcha Cusack.

1983, miniserie de la BBC con Timothy Dalton como Rochester y Zelah Clarke como Jane.

1996, de Franco Zeffirelli, en la que trabajan Charlotte Gainsbourg y William Hurt.

1997, de Robert Young, y que cuenta con Samantha Morton y con Ciaran Hinds.

2006, miniserie de la BBC dirigida por Susanna White y protagonizada por Toby Stephens y Ruth Wilson.

Bajo un lenguaje rico y pausado, la srta. Brontë nos dirige por un camino largo y sinuoso no desprovisto de fe y ciertamente respeto, compresión y amor.

El amor de una joven que no tiene nada en la vida salvo a sí misma. Despreciada por sus parientes y recluida en una escuela de caridad, la joven Jane solo encuentra apoyo en otra chica de salud frágil en esta institución. Matadas de hambre y encorsetadas en una estrecha disciplina bajo la supervisión del sr. Brockleharst, la joven Jane creará un carácter firme bajo la apariencia de una dulce criatura.

Si eres adolescente, vivirás la experiencia como si fueses su protagonista. Si por el contrario el libro lo lees cuando tu personalidad está ya madurada vas a apreciar muchos detalles que pueden habérsete quedado por el camino cuando eras más joven.

Uno de los mejores pasajes de esta gran obra se encuentra en su capítulo 9, cuando con una sencillez aplastante, la srta. Eyre relata una experiencia tan traumática como es la grave enfermedad de su amiga Helen de forma tan

dulce y natural haciendo que un pellizco de emociones se anide en tu estómago, suba hasta tu pecho y se vierta en cálidas lágrimas por tus ojos.

Lástima que esté escrito en primera persona y solo vivamos de primera mano los sentimientos de Jane pues de esta forma la autora no pudo expresar los mismos de un personaje tan impactante como es el señor Rochester.

Actualmente podemos conseguir esta obra en el mercado con distintos precios y en distintas calidades;

desde el económico libro de bolsillo de las editoriales Cátedra, Austral, Alianza o Clásicos Debolsillo que rondan los 10,00€ al precio de una edición mucho más trabajada como es la de Clásicos Mondadori que al estar encuadernada en tapas duras y con sobrecubierta ha salido al mercado con un precio de 22,90€.

Sin duda alguna, pocas veces una pluma ha sido dirigida por tan hábiles dedos ni mente más despierta. Una obra como Jane Eyre debería estar en cualquier biblioteca romántica que se precie.

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Tres Herederas – Michael Gordon

Título original: For Love or MoneyAño: 1963País: Estados UnidosDirector: Michael GordonGuión: Larry Markes & Michael MorrisMúsica: Frank DeVolFotografía: Clifford StineReparto: Kirk Douglas, Mitzi Gaynor, Thelma Ritter, Julie Newmar, Leslie Parrish, William Bendix, Dick Sargent, William Window, Elizabeth MacRae, Willard Sage, Ina VictorProductora: Universal Pictures

Donnald Kenneth Gentry (Kirk Douglas), alias D.K., alias Deke, es un abogado de éxito que tiene una clienta un tanto peculiar. Cloe Brasher (Thelma Ritter) es la albacea testamentaria de sus tres hijas: Kate, Jan y Bonnie (Mitzi Gaynor, Leslie Parrish y Julie Newmar respectivamente). De personalidades muy distintas, las tres chicas son el blanco casamentero de su madre. Para conseguir sus objetivos, casarlas a las tres con hombres de su elección, contrata a Deke -todo un donjuán- con la intención de que lleve a cabo sus proyectos sin que sus hijas se den cuenta que todo está orquestado por ella.

Poco se puede imaginar Deke que iba a ser fácil unir a Jan con Sam Travis (William Window) y a Bonnie con Harvey Wofford (Dick Sargent), pero que con Kate no solo lo iba a tener complicado para unirla a su viejo amigo John «Sonny» Smith (Gig Young) sino que iba a caer rendido ante ella. Habiendo recibido 100.000$ por conseguir unir a las tres chicas con sus respectivos, no duda en romper el cheque con tal de poder casarse con Kate.

Sin embargo, lo que parece negro… luego resulta ser blanco. Cloe Brasher junto con su fiel investigador Joseph Fogel (William Bendix) termina por sorprender al espectador en una escena final que sin querer todos esperamos.

Muy divertida, esta comedia romántica de enredo es sin dudarlo una de mis preferidas. Lástima que la casa cinematográfica a la que pertenece no se atreva a ponerla a la venta en DVD. Yo sería la primera en comprarla.

Artículo realizado por Loli Díaz

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El Cancionero EspañolMe embrujaste – Quintero, León y Quiroga

Os estaréis preguntando que hace esta sección dentro de una revista de novela romántica. La pregunta tiene una respuesta bastante sencilla: Veréis hace mucho tiempo le pregunté a mi madre por qué le gustaba tanto el género de la copla y ella me contestó con otra pregunta. Mi madre me preguntó: «¿Por qué lees novela romántica?».

A mí la pregunta me pilló un tanto desprevenida pero le contesté con el corazón en la mano: «Porque me encantan las historias de amor. Algunas veces más sensibles, otras más duras. Unas veces con lágrimas y otras veces con risas. Pero lo que más me gusta de este tipo de novelas es que al final siempre hay una historia de amor».

A eso mi madre me contestó: «Yo no leo novela romántica, pero me encanta escuchar una buena historia de amor. ¿Sabes que es la copla? —preguntó ella—. Es una historia de amor y desamor contada en tres minutos».

Y esto, chicas, señoras… ES TOTALMENTE CIERTO.

Ni que decir tiene, que ahora la copla, como buena andaluza que soy, me encanta… Y que no me pierdo ni un programa de Se llama copla cada sábado por la noche.

Por ello cuando se habló de crear esta revista pensé que ojalá pudiese incluir una.

La ocasión surgió al hablar de una historia romántica de la historia. Estábamos ultimando los detalles de la historia de Alfonso XII con doña María de las Mercedes cuando me dije: «Hay que incluir la copla de Quintero».

Al final de esa noche, cuando estábamos hablando por teléfono en una llamada a cuatro, surgió la idea de incluirla. Me froté las manos −mentalmente hablando− y me ofrecí para ello.

Me paré a pensar durante más de veinte minutos qué canción analizar. Tengo muchas que me gustan pero no quería empezar con una historia de amor roto y corazón dolorido que termina pisoteado. Por eso me decanté por la que os dejo a continuación. Solo espero que os guste la idea y también la canción. La incluyo con todo el cariño.

Me embrujasteMaestros Quintero, León y Quiroga (Zambra)

No sé por dónde me vinoEste querer sin sentir.Ni sé por qué desatino,Todo cambió para mí.

¿Por qué hasta el alma se me iluminóCon luces de aurora al anochecer?

¿Por qué hasta el pulso se me desbocóY toda mi sangre se puso de pie?

Me miraste, me miraste y toda mi noche oscura de penaArdió de lucero.

Me embrujaste, me embrujaste y un río de coplasCantó por mis venas tu amor verdadero.

Si estaré, mi Dios, soñando y tendré que despertar,

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Lo que a mí me está pasando no es mentira ni verdad.¿Qué me diste?

¿qué me diste que así me has cambiadoDe nieve en hoguera de roja pasión?

No me alejes de tu veraQue sin ti no hay «pa» mí remisión.

¿No estás viendo que al llamarte como locaDesde el alma hasta la boca se me sube el corazón?

No sé si hay otra que quieraCon la pasión que yo a ti.

Vivir de esta maneraMás que vivir es morir.

¿Por qué despierto temblando «azogá» y miro a la calle desierta y sin luz?¿Por qué yo tengo la «corazoná» de que vas a darme sentencia de cruz?

Me miraste, me miraste y toda mi noche oscura de penaArdió de lucero.

Me embrujaste, me embrujaste y un río de coplasCantó por mis venas tu amor verdadero.

Si estaré, mi Dios, soñando y tendré que despertar,Lo que a mí me está pasando no es mentira ni verdad.

¿Qué me diste?¿qué me diste que así me has cambiado

De nieve en hoguera de roja pasión?No me alejes de tu vera

Que sin ti no hay «pa» mí remisión.¿No estás viendo que al llamarte como loca

Desde el alma hasta la boca se me sube el corazón?

Esta canción narra la historia de una mujer que ve como toda su vida cambia cuando el amor le llega sin darse cuenta, se ser totalmente consciente de ello.

Una simple mirada del ser amado hace que la oscuridad que anida en su vida se vea inundada de luz. Este mismo embrujo le hace hervir la sangre y vibrar su pulso con un sentimiento nuevo.

Se pregunta si es posible que esté soñando. Si los sentimientos que han arraigado en ella son de verdad o solo un espejismo del que un día despertará.

¿Qué le ha ocurrido para que del frío de la soledad haya pasado al ardor febril en su piel?

Le pide que no se vaya y que su amado se quede a su lado; sabe que si él se aleja, su vida ya no podrá tener sentido.

En el fondo de su corazón, está segura que él tiene más mujeres en su vida. Pero ninguna le podrá amor con el sentimiento puro y perdurable con el que le ama ella. Vivir en esa incertidumbre es como vivir con un dolor continuo y, en lo más profundo de su ser, sabe que en cualquier momento él terminará por abandonarla y volverá a su fría y yerma existencia.

Coincidiréis conmigo en que muchas de nuestras protagonistas han vivido estos mismos sentimientos; esta canción bien podría formar parte de la banda sonora de una novela romántica.

Artículo realizado por Loli Díaz

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Diccionario RománticoLos Pololos

Las novelas románticas están llenas de detalles de la época en la que se ambientan. El vestuario, la decoración, las normas sociales, etc, cada siglo está marcado por un estilo diferente que es objeto de nuestra atención, por esto la novela histórica es uno de los géneros preferidos de las lectoras de novela romántica. Soñamos con un mundo que no vivimos y que intentamos vivir por medio de las historias que tanto nos gustan. Mediante esta sección intentaremos satisfacer nuestra curiosidad por todos esos objetos, prendas y hábitos. Y comenzamos con una prenda de ropa interior femenina: Los pololos.

Según la historia del vestuario femenino, los pololos no son sino una prenda de ropa interior femenina en forma de pantalones bombachos cortos que se ponen debajo de la falda y las enaguas. Es la antecesora directa de nuestras bragas. Hoy en día se usan como parte de algunos trajes regionales. En Chile, sin embargo, la palabra pololo se usa para designar a un hombre que sigue o pretende a una mujer.

La primera vez que me tropecé con esta palabra en un libro romántico fue en Secretos de una noche de verano, una novela de Lisa

Kleypas perteneciente a su saga de «Las floreros». Da la casualidad que dos de sus traductoras son andaluzas. Me hizo gracia encontrarme en el libro con esta palabra, más propia del habla de mi abuela; aunque he de decir que yo misma los he llevado, en pleno mes de agosto y encima de unas tupidas medias blancas de 80 deniers como parte del atrezzo de mis trajes de verdiales y de malagueña clásica, los cuales he tenido ocasión de usar en varias ocasiones ya que pertenecía a un grupo de baile regional en la provincia de Málaga. Cuando acababa de bailar no había manera de despegarme las medias. Imaginaos por dónde me corría el sudor…

Al parecer los pololos comenzaron a usarse a mediados de la edad media y reemplazaron a una especie de taparrabos. Fabricados en algodón o lino, se ataban a la cintura y a las piernas; bien fuera por una guita los más simples o cintas en el caso de las prendas de las clases más altas. Éstos persistieron hasta el siglo XX. Es en el siglo XVIII, con la invención de las hiladoras y las desmotadoras, cuando las prendas se hacen más finas y menos toscas, lo cual estoy segura, nuestras antecesoras agradecieron.

Artículo realizado por Loli Díaz

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EL PúlpitoReinas ¡¿destronadas?!

¡Nos matan estas autoras que reaparecen después de tanto tiempo, y no por sus fueros precisamente!

Quizás lo penséis vosotras también, pero hay algunas autoras, inveteradas autoras, maestras que han sentado cátedra y que han enseñado a muchas cómo y por dónde empuñar la pluma, y que ostentan título nobiliario de reina, que tras permanecer en barbecho creativo durante largos años y teniéndonos implorando por que sacasen de nuevo su genio a relucir como en sus obras de antaño, nos damos con un palmo en nuestras regias narices cuando de repente reaparecen de entre las brumosas nieblas de Avalon, sorprendiéndonos con alguna obrilla menor, pero menor, menor, que para nada guardan semejanza alguna con las obras anteriores que bajo su rubrica permanecen atesoradas en nuestras estanterías. Obrillas que nos editan ahora y que nos dejan con la miel en los labios, con un canto en los dientes, o para que aún quede más claro, a dos velas literarias.

Años esperando una nueva obra de Johanna Lindsey, Shirlee Busbee, Kathleen Woodiwiss..., autoras que han marcado nuestra adolescencia y evolución como mujeres, y llenado de escenas y diálogos imborrables nuestras almas y corazones, autoras de libros tan

importantes en la novela romántica como Una Rosa en Invierno, Cenizas al Viento, La Pasión de la Furia, La Rosa de España, Fuegos de Invierno, Tierna y Rebelde o creadoras de personajes tan entrañables como Los Mallory o Gabriel Lancaster, Savanna O´Rourke, el Tío Tony, Garrik, Chandos y legiones de hombres y mujeres que moran ya en el Olimpo de los Personajes Imperecederos, y resulta que ahora estas mismas autoras reaparecen y lo hacen

con obras que parecen escritas por cualquiera menos por ellas mismas, vamos hasta por mi misma.

Los autores, como los pintores, como los compositores, son artistas que dejan una impronta personal, por decirlo de alguna manera, dejan una huella en cada una de sus creaciones. Es decir, toda su obra se caracteriza por tener denominadores comunes, que aparecen en todas y cada una de sus obras, caracterizándolas, diferenciándolas del resto de artistas. Los maestros tienen su sello personal, su particular manera de hacer las cosas. Una ve un cuadro de Van Gogh, y cuando tiene otro delante de sus ojos, reconoce la autoría, sabe que solo lo puede haber pintado él.

Bien, pues con los escritores pasa lo mismo de lo mismo. Todos los libros de las autoras citadas arriba tienen un sello común que las identifica como obra de su autora…. o eso pensábamos hasta ahora.

Aunque hay otra teoría que cobra fuerza si lo pensamos bien: ahora deben ser las primas, la mejor amiga, o mejor dicho la peor, las vecinas del quinto o del adosado nº 17, torciendo a la derecha nada mas salir de casa, quienes les devuelven el favor que les debían a cambio de la mantequilla prestada o del American Pie ofrendado por la misma Kathe o Shirlee en persona cuando se les murió el Terrier o el geranio colorado a las susodichas vecinas, ¡vaya usted a saber!, y para corresponder a tan loable servicio les escriben sus últimas novelas. O si no, no nos lo explicamos. Porque no hay color, ni siquiera queda rescoldo donde hubo fuego, que dicen, o a lo mejor ¡es que nos las han cambiado!

Claro que también otra explicación razonable que nos queda es pensar que han sido abducidas por alienígenas provenientes del planeta Endor, por elegir uno al azar y no irnos muy lejos del sistema solar, y que en las viscosas manos de los enanos diletantes

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venidos de más allá de las estrellas de Orión, han sido sometidas a un reseteado interhemisférico cerebral dual, es decir a base de descargas de alto voltaje que las hace retroceder a la época en la que lo más romántico que podían argumentar era la felicitación de San Valentín y eso con ayuda, y todo con la intención endorniana de que una vez regresadas a sus casas escribiesen novelas en las que introducirían sutilmente mensajes subliminales para acabar con todas las esperanzas de la parte de la humanidad que aún mantiene viva la ilusión, la esperanza y su deseo de amor, esto es las lectoras románticas terrícolas, como es el caso, el nuestro más concretamente, tras leer sus últimas novelas.

¡Socorro, igual quieren acabar con el mundo tal como lo conocemos!

Lo sentimos pero es menester decirlo en voz alta pero ya, porque es una impresión que a todas nos asola. No tiene nada que ver lo que escribieron con lo que escriben ahora, o lo que presentan bajo su firma como suyo. Si no es pausible el trabajito voltaico de los extraterrestres, quizás nos quede como explicación que es cuestión de la edad y de los designios del dios Cronos, y que ellas, como todas, se ablandan con el soplar cada vez más velas.

¡Si, quizás sea eso!

A las pruebas nos remitimos y con casos bien recientes: «Por Siempre» de Kathleen Woodiwiss, «Cita con la Pasión» de Shirlee Busbee, y desde «El Heredero» hasta aquí cualquiera editada bajo la autoría de Johanna Lindsey, librillos todos ellos que contienen más

pena que gloria y desde luego nada de nada de todo lo que nos sedujo de estas grandes autoras.

¿Las habéis leído?

Pregunta equivocada…

¿Leísteis sus obras anteriores?

No digáis que no las disfrutasteis.

Y ahora preguntamos de nuevo: ¿Habéis leído las arriba mencionadas?

Sed sinceras: ¿Creéis que han salido de la misma mano o cabeza? ¿No os parecen novelas desangeladas como una gaseosa de verano sin gas?

Salvo que las hayan escrito bajo coacción o con una pistola amenazante apuntando directamente en su sien, quizás empuñada por alguna lectora desesperada anhelante de otra de sus novelas de hace años (de ese tipo de novelas en las que los hombres eran pedazo de cabrones ordeno y mando que tanto nos gustan, y que me llevaban por la calle de la amargura a unas heroínas como Dios Manda y que tan buenos momentos, novelas y aventuras nos hicieron vivir), ya que entendemos que bajo esas circunstancias de alta tensión no hay manera de que una se concentre como tiene que ser, y haya escrito lo primero que se la ha venido a la mente, sin pensar, ni entonar ni poner firmes a sus protagonistas, no encontramos otra explicación factible.

¿Por qué nos hacen esto con los recuerdos tan buenos que guardábamos?

¿Dónde están esos hombres y mujeres?, ¿dónde esas historias de tanta garra y pasión? y ¿por qué ahora esta especie de historias descafeinadas provenientes de Busbee, Woodiwiss y Lindsey, en las que en vez de celebrarse un estallido de lujuria y sensualidad, se diría que se celebra el día del orgullo gay por tanto amaneramiento en las formas y en los diálogos?

¿Dónde se han ido sus dotes creadoras de novelas que a tantas lectoras enamoraron?

¡Adivina!

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Claro que también nos queda una última posibilidad explicatoria: que sus cuerpos y mentes han sido poseídos por el espíritu burlón e inquieto de una Bárbara Cartland con ganas de continuar esparciendo su rosa british y chillón, y es solamente ella la que les dicta al oído la ración de merengue que han de novelar.

Que venga Iker Jiménez y lo averigüe, porque esto escapa ya a todo nuestro entendimiento humano y racional.

Pero por favor, ¡oh, hados del bosque!, haced todo lo posible para que cuando vuelvan a escribir, lo hagan con la misma fuerza y garra de siempre, salvo nuestra Kathleen Woodiwiss claro, que ahora andará escribiendo preciosas novelas para los seres celestiales que a buen seguro la han acogido junto a ellos. Nosotras no nos merecemos menos, y desde luego ellas tampoco se merecen ser reconocidas por las nuevas generaciones como las autoras de estas últimas novelillas.

Artículo realizado por Manuela Naya,Laura Moreno y Jennifer Neira

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Romances RealesAlfonso y Mercedes

Una preciosa historia de amor. Una vida de novela con un trágico final

Alfonso XII y María de las Mercedes de Orléans, son los protagonistas de una de las páginas de amor más románticas y sentidas de nuestra historia.

María de las Mercedes de Orléans y Borbón nació el 24 de Junio de 1860 en el Palacio Real de Madrid. Sus padres fueron la Infanta Luisa Fernanda y Don Antonio de Orléans, duques de Montpensier. En el momento de su nacimiento, Alfonso, hijo de Isabel II de España (hermana de la Infanta Luisa Fernanda), tenía dos años y medio.

El nacimiento de Mercedes en el Palacio Real fue por pura casualidad, ya que sus padres residían en Andalucía, en Sanlúcar de Barrameda, lugar al que volvieron al poco tiempo del feliz alumbramiento. Fue bautizada al día siguiente de su nacimiento, dentro de un gran ritual digno de una Infanta, en la capilla de Palacio. El 18 de Julio, con apenas un mes,

siguiendo una tradición que llega hasta nuestros días, es presentada a la Patrona de la Corte, Nuestra Señora de Atocha.

Mercedes fue una niña de carácter sereno y dócil, poseedora de extrema bondad, lo que la hizo disfrutar de una inusitada libertad de movimientos. Se llevaba muy bien con cuantas personas acudían a la hacienda familiar. Estos son los motivos por los que -según cuenta la leyenda- cierto día se acercó hasta ella una gitana que sabedora del buen corazón que la niña tenía para los más necesitados, le solicitó una limosna. Como era de suponer, Merceditas (así la llamaban en su casa), le dio unas pocas monedas a la anciana y ella, a cambio, quiso agradecérselo echándole la buenaventura. Tomó la mano de la infanta y presa de una gran emoción predijo: «Veo una corona real sobre tu cabeza. Hija, algún día tú serás reina». A continuación aseguró: «Serás coronada por la gracia de tus bondades y por la bondad de tus gracias y un Rey se postrará de rodillas a tus pies…» Llegados a este punto, la gitana dio un grito y desapareció corriendo como alma que lleva el demonio.

Mercedes contó lo que la gitana le dijera, a su aya, a sus hermanos y a un sacerdote que

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acudía con asiduidad a su casa. Le aconsejaron que olvidara el asunto. Pero la razón de aquel grito tardó poco en saberse en Sanlúcar, pues siempre había gente dispuesta a divulgar cualquier patraña.

Corría el año 1868 y sobre España se cernía una Revolución. Eso supuso el derrocamiento de Isabel II. Los duques de Montpensier y sus hijos se vieron abocados al exilio: primero a Portugal y después en Francia, a Randan, cerca de Vichy. Las familias de Mercedes y Alfonso habían estado muy unidas en otros tiempos, pero al enterarse que Don Antonio de Orléans había tenido que ver en las intrigas políticas para destronar a su cuñada, se distanciaros sin remedio.

Cuatro largos años pasaron ambas familias separadas. Sin embargo, en la Navidad de 1872, cuando María de las Mercedes tenía trece años de edad, aconteció la llegada de su tía y de su primo Alfonso. Ella apenas tenía unos tímidos recuerdos de unos pocos encuentros en Madrid, así que comentó con gracia y sorna al enterarse de la inminente visita: «Ea, espero que el primo no sea demasiado mandón y no venga aquí a echarnos en cara sus humos de heredero».

Era un día después de Navidad y según mandaba el protocolo todos los Montpensier aguardaban reunidos en la mansión familiar, vestidos como correspondía para tamaña circunstancia. Mientras esperaban, Luisa Fernanda -que con el tiempo había ganado en peso- se ocupaba de los hijos más pequeños. Unos meses antes, Don Antonio se había entrevistado en Cannes con su cuñada para hacer las paces y de allí había viajado a Viena para conocer a su sobrino Alfonso. De vuelta a

casa se deshizo en elogios sobre el joven Príncipe. Mercedes y su hermana Cristina, no paraban de reírse y hacer chiste de todo y asediaban a su padre a preguntas: «¿Y es guapo? ¿Y es simpático? ¿Y cómo habla?»

Emocionada y llorosa, Luisa Fernanda recibió a su hermana, quien, por cierto, en esos cuatro años también había ganado un considerable volumen, y ambas mujeres se fundieron en un fraternal y cariñoso abrazo.

Por orden de importancia en el escalafón familiar, los infantes presentaron sus respetos a doña Isabel II y a Su Majestad el Rey de España don Alfonso. La reina había abdicado en su hijo y él era consciente del significado de aquel nombramiento.

Cuando le tocó a Mercedes saludar a Alfonso XII -un chico moreno, bajito, no mal parecido y de rostro menudo- se mostró ante él y con voz clara aunque nerviosa dijo: «Buenos días, Majestad». «Alfonso…», susurró él, como si quisiera escuchar su nombre de aquellos dulces labios. Mercedes, aceptando la invitación de su primo, rectificó y dijo con un suspiro: «Buenos días, Alfonso».

Ese día se abrió el primer capítulo de la historia de amor que ambos escribieron juntos.

Años más tarde, Alfonso confesaría recordando aquel primer encuentro: «Mercedes apareció ante mí como la imagen perfecta de la felicidad y de la virtud».

«Randan, donde estuvieron durante el exilio»

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María de las Mercedes era una muchacha de cabello y ojos negros, de estatura baja, cara redonda y tenía la belleza dulce y natural de su edad. Su sencillez y frescura dieron lugar a que el pueblo madrileño, al conocerla, la apodara «Carita de

cielo».

Aquellos días pasados en Randan, resultaron inolvidables para el joven Príncipe. Mercedes despidió su primo diciéndole: «Algún día te llamarán los españoles y despertarás siendo Rey y todos regresaremos a España».

Isabel, enterada del enamoramiento de su hijo (puesto que los rumores poco tardaron en correr de boca en boca) tachó a su hermana de «casamentera», y no se cortó a decir de su sobrina: «Parece una mosquita muerta, ¡pero de aúpa!». Aunque siendo sinceros, lo que más le dolía era que «una Montpensier» pudiera llegar a ceñirse la Corona de España. Isabel puso en antecedentes a su hermana y con ello volvieron a interrumpirse las relaciones familiares.

Isabel II tenía otros planes para su hijo. Sin embargo, el Príncipe, estaba perdidamente enamorado de su prima y no pensaba cambiar sus sentimientos porque su madre no viera con buenos ojos su enamoramiento. Al volver de las vacaciones

navideñas para seguir sus estudios en Viena, así se lo hizo saber a todos. Y así se lo contaron a Isabel aquellos que tenían la misión de vigilar al Príncipe.

En aquella época, si unos novios no contaban con la aprobación paterna, estaban prácticamente abocados al fracaso pues resultaba imposible mantener entre ellos cualquier tipo de relación. Ni el correo ni los confidentes eran seguros, así que sólo podían aguardar una ocasión propicia o que el bendito

destino pusiera en su camino un encuentro esporádico.

María de las Mercedes ingresó como alumna en el colegio de la Asunción de Auteil, en Francia, y Alfonso en la academia militar británica de Sandhurst. El panorama que se les presentaba era la lejanía y el silencio entre ellos. No había forma de que

pudieran contactar y continuar sus relaciones. ¿Alguien daría un céntimo por su amor?

Durante unas vacaciones de verano, ambos coincidieron en París. Afortunadamente no les faltaron amigos sinceros para hacer llegar un mensaje propiciando una cita. Así que pese a todos los cuidados puestos por Isabel II, los jóvenes consiguieron verse al fin. Un día, se pararon ante una lujosa joyería de la capital francesa, y admirando las sortijas y pulseras que en el escaparate se exhibían, Alfonso comentó: «Son demasiado caras para mí ahora porque no tengo dinero, pero te compraré una bonita pulsera cuando sea Rey».

Los enamorados durante aquel periodo estival tuvieron varios encuentros en los jardines del Bois de Boulogne. A ese lugar acudía Mercedes todas las tardes con su dama de compañía. Y allí, puntual y escoltado por un ayudante de su más absoluta confianza, acudía Alfonso, que oculto entre los árboles, la veía llegar, henchido de emoción y profundamente enamorado. Fue durante uno de aquellos paseos clandestinos, cogidos de la mano, que Mercedes susurró: «Entrarás en Madrid y tú irás en un caballo blanco, completamente blanco».

Salvando los obstáculos que pusieron ambas familias, se hicieron grandes promesas y dieron rienda suelta a unos sentimientos que ya nada ni nadie podría parar nunca.

«Mercedes y su hermana Cristina»

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En España era conocido por todos el amor de la pareja y seguían con admiración y simpatía la decisión de ambos jóvenes de seguir adelante con su pasión, aun cuando ello suponía un considerable enojo por parte de Isabel II.

Los asuntos políticos avanzaban por el buen camino y ya se daba por hecho la vuelta de la familia real a España. Así ocurrió, en efecto, en Enero de 1874. Con el pronunciamiento de Sagunto, se proclamó rey a Alfonso XII, y se inició la Restauración, lo que supuso la vuelta de los Borbones al poder.

El día en el que Alfonso tomaba el tren que le llevaba a Marsella para continuar después su camino hacia España, la reina viuda de Fernando VII, María Cristina, temblaba de pura emoción y bendijo a su nieto con lágrimas en los ojos. Isabel II aguardaba para ofrecer a su hijo consejos y recomendaciones. Durante unos segundos, Alfonso puedo acercarse a Mercedes que estaba claramente azorada. Alfonso besó a la chiquilla y, en un susurro, le dijo: «Mercedes... espérame. Me esperarás... ¿verdad que sí?».

El 14 de Enero de 1875, Su Majestad don Alfonso XII llegó a la estación de Atocha. Había solicitado de su amigo el Marqués de Alcañices que le preparase un caballo blanco. Y así, a lomos de un magnífico ejemplar de gran alzada, cumpliendo el sueño de su amada Mercedes, hizo su triunfal entrada en la capital de España.

A partir de este momento se inicia «oficialmente» el romance entre Alfonso y Mercedes que transcurrirá entre cartas y breves visitas del Monarca al Palacio de San Telmo, en Sevilla, donde vive la familia de Montpensier, alejada de la Corte.

En 1875, Alfonso cumplía 18 años. Así que una vez instalada la familia real en el Palacio de Oriente de Madrid, ya era hora de empezar a buscar a la futura esposa del Rey de España. Se habían inspeccionado a las posibles candidatas entre las jóvenes casaderas de las monarquías europeas.

El jefe del gabinete ministerial D. Antonio Cánovas del Castillo, comenzó a decir: «En opinión de Su Majestad la Reina…» pero Alfonso fue tajante y cortó: «Jamás me casaré en contra de mi voluntad. Además, ya he elegido. Me casaré con la Infanta María de las Mercedes de Orléans. Con ella y con nadie más». Acto seguido, con paso firme, salió del despacho.

Sobra decir que Isabel II, sus ministros y cortesanos se indignaron, sin embargo, el pueblo aplaudía la férrea voluntad del Monarca. En las Cortes se decía que la imagen del Rey quedaría seriamente dañada. «Podéis

quitarme la Corona, si es que lo decidís así algún día, pero nadie podrá quitarme a mi Mercedes»

Mientras la clase política criticaba al Rey, el pueblo llano elogiaba su coraje, pues decían que hacía lo que cualquier hijo de vecino, casarse con quien quisiera.

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Según ordenaba la Constitución, el Rey –que no pensaba siquiera en cambiar de idea- somete al Parlamento la aprobación de la boda. Se suceden numerosas y acaloradas discusiones... Se valoran los pros y los contras del real enlace, pero no

se decide nada. Al final de una larga intervención, un diputado, Claudio Moyano termina diciendo: «Señores, podemos seguir discutiendo de todas esas cosas, pero jamás voy a discutir sobre la Infanta Mercedes, porque los ángeles, señores diputados, no se discuten». Asunto zanjado. Las Cortes aprueban la boda y se pide una dispensa de consanguinidad al Vaticano debido al grado de parentesco entre los contrayentes, que es firmada por León XIII.

El 23 de Enero de 1878, Alfonso y Mercedes se casaban en la Basílica de Atocha de Madrid. Al enlace no asistió Isabel II. La capital de España estaba más bella que nunca. Tanto invitados como espectadores lucían sus mejores galas.

La boda pareció sacada de un cuento. Cogidos del brazo, Alfonso XII y María de las Mercedes avanzaron por la nave central de la Catedral. Él vestía el uniforme de Capitán General con todas las condecoraciones y el sable al cinto. Ella, entera de blanco, cual princesa de leyenda. Ambos se arrodillaron ante el altar. La voz pontifical preguntó a la bella infanta: «Serenísima señora doña María de las Mercedes de Orléans y Borbón, Infanta de España: ¿Quiere Vuestra Alteza por legítimo esposo y marido…?».

Mercedes estaba muy pálida, pero muy contenta; envuelta en tules y encajes, rodeada de perlas que hacían resaltar su cutis de camelia, la Reina saludaba con la más dulce de las sonrisas, mientras Alfonso, risueño y orgulloso, denotaba que había triunfado en su auténtico amor como en los cuentos de hadas.

Tras la misa se dieron el «sí quiero» entre lágrimas de emoción de los allí congregados. Convertidos ya en marido y mujer, en Rey y Reina, recorrieron las calles de la ciudad en una elegante calesa. Saludaban a la multitud y se hacían confidencias. Hicieron las delicias de los habitantes enfervorizados de la villa y corte. Después, pusieron rumbo al madrileño Palacio de El Pardo, donde iniciarían lo que ellos pensaban sería una interminable luna de miel.

En honor a los recién casados el pueblo inmortalizó el evento con chascarrillos y coplillas:

El 23 de Enero se casa un Rey

con su primita hermana, ¡mira que ley!”

Quieren hoy con más delirio a su Rey los españoles,

pues por amor se ha casado como se casan los pobres.

Fue un día de júbilo y grandes celebraciones. Se inauguraron las nuevas farolas de luz eléctrica de la Puerta del Sol, así como de los alrededores del Paseo del Prado y las fuentes de Neptuno y Cibeles.

Más la boda tan sólo duró 154 días. Cinco míseros meses fue lo que pudieron disfrutar la

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pareja de su intenso amor. Ha sido rápido, hermoso y triste como una leyenda romántica.

En la primavera de ese año, la reina sufre un aborto tras un difícil aunque muy deseado embarazo. Consigue recuperarse pero su salud se resiente. Le aquejan fiebres altas, hemorragias intestinales, trastornos, vómitos, etc. Alfonso XII no se separa de ella mientras dura su enfermedad, al igual que todo el pueblo de Madrid, que se congrega en los alrededores del Palacio de Oriente a la espera de alguna noticia sobre el estado de su tan querida reina.

Los médicos no se explican muy bien la causa de tales males. La leyenda dice que fue una tuberculosis causada por una lluvia que la sorprendió en una excursión. También se ha barajado que fuera una infección por la pérdida del bebe, intoxicación e incluso asesinato.

María de las Mercedes, tras una larga agonía moría en brazos del desdichado Alfonso XII el 26 de Junio de 1878. España entera enmudece de dolor cuando quince cañonazos escriben en el cielo de Madrid el parte final.

Dos días antes, en su cumpleaños, su esposo el Rey (que no se apartaba ni un momento de su lado) depositó en la cama un joyerito de nácar con cifra en oro, que guardaba un hermoso broche de media luna de perlas. La cajita de música al abrirse dejaba salir una melodía, «Para Elisa», que inundó la estancia. Una leve sonrisa iluminó el rostro de la Reina, que apenas tenía ya fuerzas para sujetarla. Una frase viene insistentemente a sus recuerdos: «Las perlas traen desgracias, anuncian penas», le dijo una gitana en uno de sus paseos por el Retiro. En su Boda las lucía y eso la

atormentaba. Llamó a su aya y le pidió: «Guarda esta joya, Ramona, yo nunca me la pondré».

El cuadro que ofrecía la regia cámara era tristísimo, los Duques de Montpensier (sus padres) y su querida hermana Cristina rodeaban también el lecho. «Mercedes, cuando mejores, vamos a ir a nuestra Sevilla, al Palacio de San Telmo, ¿te acuerdas las bromas que le gastábamos a Mr. Lattour? Qué felices éramos....». «Sí hermana lo recuerdo, pero yo ya nunca volveré a San Telmo...».

El sol de aquel incipiente verano se apagó para siempre en el rostro de aquella «Carita de cielo», como se apagó el alma y la vida de su enamorado, cuyo dolor no encontró consuelo. Nada ni nadie consiguió calmar el sufrimiento de su cruda realidad.

Madrid se tiñó de tristeza. Sus calles se cubrieron de silencio y de desolación. Los madrileños, apenados y sin consuelo, desfilaron ante los restos mortales de la Reina Mercedes, expuestos en el Salón de Columnas del Palacio de la Plaza de Oriente. La amortajaron con el hábito blanco y la toca negra de Nuestra Señora de la Merced, facilitado por las monjas del Convento de Don Juan de Alarcón. El verla así, con su vida cortada de cuajo en su tierna juventud, arrancaba lágrimas y sollozos de amargura.

El rey, destrozado como estaba por la prematura muerte de su amante esposa, hubo de soportar otro dolor aún más intenso. Según la tradición, a los reyes hispanos se les prohibía asistir al funeral de sus consortes, por lo que hubo de ver,

impotente, desde una ventana de palacio, cómo se alejaba el cortejo que llevaba a Mercedes al lugar donde descansaría... y cómo se alejaba de él para siempre. Su llanto, su infinita tristeza y la locura que se apoderó de él, lo arrojaron a un pozo sin fondo del que ya le fue imposible salir.

«Estancia donde murió la reina Mercedes»

«Primera sepultura»

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El sentimiento de Alfonso XII quedó plasmado en la breve inscripción que mandó grabar en el sepulcro de su amada: “María de las Mercedes, de Alfonso XII la dulcísima esposa”. Fue trasladada al Escorial, donde fue sepultada en la Capilla de San Juan Bautista de la Basílica. Cuentan que el Rey, su esposo, bajaba cada noche por una estrecha escalera que comunicaba directamente sus estancias con ésta, y pasaba allí largas horas con ella.

Desde el 8 de noviembre del año 2000, los restos mortales de la Reina María de las Mercedes, reposan definitivamente en la Catedral de la Almudena, donde quiso el Rey Alfonso XII que descansara eternamente. Dice la leyenda que en los días de primavera, acercándote a su tumba, se puede escuchar una melodía tenue y fría, esa que tanto le gustaba escuchar a ella, «Para Elisa».

El Rey se recluyó en el Palacio Real de Riofrío, Segovia, aconsejado por sus familiares y consejeros, y allí, cual fantasma, lloró la intensa pena por la pérdida de su esposa y el triste destino que le tocaba vivir sin ella.

Hubo de contraer matrimonio por razones de Estado, y así lo hizo con la archiduquesa María Cristina de Austria (doña Virtudes, como la llamó el pueblo por su castidad y honradez posterior). Cierto día, conversando con Cánovas del Castillo preguntó el Monarca: «Mi buen amigo Cánovas, ¿qué dice el pueblo de su reina?». «Que es toda una reina». «Mercedes, incluso sentada en el trono era más mujer que reina y Cristina, incluso con un hijo en brazos, es más reina que mujer».

Solamente siete años después de la muerte de María de las Mercedes, moría Alfonso de Borbón -un rey que se hizo querer por el pueblo-, cuando le faltaban 3 días para cumplir los 28 años. Fue el 25 de Noviembre de 1885. «Pasadas las 8 de la mañana, sus ojos se abrieron y al cerrarlos, parecía sonreír».

Atrás dejaba una larga lista de amoríos con cantantes y vividoras con quienes pretendió ahogar el recuerdo de su «dulcísima y amada esposa».

Sobradamente conocidas sus aventuras y el íntimo drama que el Rey alojaba en su corazón, el pueblo, siempre sensible y dispuesto, hizo popular una tonadilla basada en un antiguo romance español, para inmortalizar su pena, su soledad y su tristeza:

¿Dónde vas, Alfonso XII, dónde vas triste de ti?

Voy en busca de Mercedesque hace tiempo no la vi.

Ya Mercedes está muerta,muerta está, que yo la vi,cuatro duques la llevabanpor las calles de Madrid.

«Carroza fúnebre que trasladó los restos de Alfonso XII»

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Otros datos relacionados

Los periódicos de la época recogieron así la noticia de la agonía y muerte de la Reina María de las Mercedes:

LA ÉPOCA

(Diario político) Miercoles 23 de Junio 1878.

«En estos momentos la vida de S.M la Reina, está en trance de muerte y solo la Divína Misericordía puede devolverle la salud, a la joven y piadosa Princesa retenida en el lecho del dolor».

EL IMPARCIAL

(Diario Liberal). Miercoles 23 de Junio 1878.

«Las Galerías de Palacio, no pueden contener al gentío que se agolpaba por tarde y noche. La Capilla llena de fieles a todas horas. Hubo un momento en que la afluencia fue tan extraordinaria, que temeroso del ruido, el cuerpo de Alabarderos, se vio en la necesidad de proceder al despejo».

EL IMPARCIAL

(Diario Liberal). Sábado 26 de Junio 1878.

«LA REINA HA MUERTO».

Tras la muerte de su Majestad, el músico valenciano Salvador Giner Vidal compuso para los funerales de la Reina María de las Mercedes «Réquiem para la reina María de las Mercedes».

Alfonso XII regaló unos zapatos a la reina cuando se casó, y al morir ésta al poco tiempo de su matrimonio, ha desencadenado una superstición popular en la que se cuenta que los novios no se pueden regalar zapatos durante el noviazgo y menos en la boda porque según dicen: «dan mala suerte» y «pisan el amor». Las consecuencias serían la muerte o el desamor.

Mercedes fue Reina durante muy poco tiempo, pero durante ese corto espacio se ganó el corazón del pueblo. Hoy en día se pueden encontrar algunos libros sobre su vida y su historia de amor, por ejemplo: «De Alfonso XII dulcísima esposa: la vida de María de las Mercedes, una reina enamorada» de María Pilar Queralt

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Billetes y monedas de la época

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Sellos de la época

Escudos de Armas

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¿Dónde vas Alfonso XII? - Luis César Amadori

Año: 1958País: EspañaDirector: Luis César AmadoriGuión: Luis César Amadori, Juan Ignacio Luca de Tena y Luis MarquinaMúsica: Guillermo CasesFotografía: José F. AguayoReparto: Paquita Rico, Vicente Parra, Mercedes Vecino, Tomás Blanco, Félix Dafauce, Antonio Riquelme, Erasmo Pascual, María Luisa Ponte, Xan das Bolas y Rafael BardemProductora: PECSA Films

Película legendaria donde las haya, ha sido emitida en varias ocasiones en TVE en su programa Cine de barrio. Cuenta en sus papeles principales con Paquita Rico (Doña Mercedes de Borbón y Orléans) y Vicente Parra (Su Majestad Don Alfonso XII). Es sin duda alguna una de las películas más hermosas de nuestro cine que recrea esta trágica historia de amor.

El guión de la película sigue, con bastante rigor, los hechos históricos aunque incluye escenas creadas especialmente para acentuar el carácter romántico de la misma. Tuvo una segunda parte titulada «Dónde vas triste de ti» que aborda los años siguientes a la muerte de la reina y el matrimonio de Alfonso XII con María Cristina de Habsburgo.

Los títulos de las dos películas están basados en una cancioncilla popular que empezó a oírse por Madrid a raíz de la muerte de María de las Mercedes:

«¿Dónde vas Alfonso XII, / dónde vas triste de ti? / Voy en busca de Mercedes / que ayer tarde no la vi».

Pronto se hizo popular la tonadilla y se incluyó en los juegos de niños, pero esta cancioncilla no era nueva ni inventada, sino que fue un arreglo literario de un romance español del ciclo de los romances de amor y guerra. El romance narra la historia de un caballero que se fue a la guerra de Granada y al volver descubrió que su esposa había muerto. Los primeros versos dicen así:

«¿Dónde vas buen caballero, / dónde vas tú por ahí? / Voy en busca de mi esposa / que hace años no la vi».

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¿Dónde vas Alfonso XII? - Anónimo

Tras la muerte de Mercedes, el pueblo de Madrid recogió en una singular cancioncilla el drama de Alfonso XII. Este romance popular que ha pasado de generación en generación, pues durante mucho tiempo los niños lo cantaban mientras jugaban al corro, no es ni más ni menos que un sincero homenaje a una historia de amor que ha quedado guardada en la memoria colectiva de España.

¿Dónde vas, Alfonso XII,dónde vas triste de ti?

Voy en busca de Mercedesque ayer tarde no la vi.

Ya Mercedes está muerta,muerta está, que yo la vi,cuatro duques la llevabanpor las calles de Madrid.

Su carita era de ceray sus manos, de marfil,y el velo que la cubría,

de color carmesí.

Sandalias bordadas de orollevaba en sus lindos pies,que se las bordó la infanta,

la infanta doña Isabel.

El manto que la envolvíaera rico terciopelo

y en letras de oro decía:«Ha muerto Cara de cielo»

Los faroles de las callescon gasas negras están,

porque se ha muerto Mercedesy luto quieren llevar.

Los caballos de Palacioya no quieren pasear,

porque se ha muerto Mercedesy luto quieren llevar.

Al entrar en mi palacio,una sombra negra vi,

cuando más me retirabamás se venía hacia mí.

¿Dónde, vas Alfonso XII?No te asustes, ay de mí,

que soy tu esposa, Mercedes que me vengo a despedir.

Ya murió la flor de Mayo,ya murió la flor de Abril,ya murió la blanca rosa,

rosa de todo Madrid.

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Romance de la Reina Mercedes – Rafael de León

La historia de amor de Alfonso y Mercedes inspiró también una canción que ha quedado en la memoria de todos como un himno a este trágico amor, «El Romance de la Reina Mercedes», interpretada por artistas como Paquita Rico, Concha Pique, Marifé de Triana, entre otras...

Rafael de León fue su creador, uno de los grandes maestros de nuestra música, compositor de joyas como «Tatuaje» y «Ojos verdes», que formó parte del prolífico trío Quintero, León y Quiroga. Curiosamente en recuerdo a su memoria, se encuentra ubicada en el Parque de María Luisa, el lugar al que hacen alusión los primeros versos de esta tonadilla, la glorieta Rafael de León, dedicada al famoso poeta.

Una dalia cuidaba Sevilla en el parque de los Montpansie.

Ataviada con blanca mantilla parecía una rosa de té.

De Madrid, con chistera y patilla, vino un real mozo muy cortesano. Que a Mercedes besó en la mejilla

pues son los niños primos hermanos.

Un idilio de amor empezó a sonreir. Mientras cantan en tono menor por la orillita del Guadalquivir.

María de las Mercedes no te vayas de Sevilla.

Que en nardo trocar te puede el clavel de tus mejillas.

Que quieras o que no quieras, aunque tu no dices nada,

se nota por tus ojeras que estás muy enamorada.

Rosita de Andalucía, amor te prendió en tus redes,

y puede ser que algun día, amor te cueste la vida: María de las Mercedes.

Una tarde de la primaveraMerceditas cambió de color.

Y Alfonsito que estaba a su verafué y le dijo : ¿Que tienes mi amor?

Y lo mismo que una lamparita se fué apagando la soberana.

Y las rosas que había en su carita se le volvieron de porcelana.

Y Mercedes murió empezando a vivir. Y en la Plaza de Oriente y dolor,

para llorarla fué todo Madrid.

María de las Mercedes mi rosa más Sevillana,

porque te vas de mis redes de la noche a la mañana.

De amores son mis heridas y de amor mi desengaño,

al verte dejar la vida a los dieciocho años.

Adiós princesita hermosaQue ya besarme no puedes

Adiós carita de rosaAdiós mi querida esposaMaría de las Mercedes.

En hombros por los madrilesCuatro duques la llevaronY se contaron por miles

Los claveles que le echaron.

Te vas camino del cielo sin un hijo que te herede.

España viste de duelo y el Rey no tiene consuelo:

María de las Mercedes.

Artículo realizado por Lola Gude

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RelatosEl mundo adulto de la mujer

Nunca antes se me ocurrió pensar que algo así podría suceder de la noche a la mañana. Creía que todo tiene un proceso para acostumbrarnos al cambio. Pero no.

Fue una noche de verano. Sí, como la obra de Shakespeare, aunque ni hacía calor, ni brillaban las estrellas en el firmamento, ni soplaba una agradable brisa. Más bien todo lo contrario: el aire olía a tormenta, el cielo se mostraba encapotado y las servilletas de papel que había en el suelo de la terraza donde yo estaba sentada, formaban remolinos a mis pies.

Calculando el tiempo que tardaría en llegar a casa e intuyendo que me atraparía la lluvia, decidí pagar la cuenta y marcharme cuanto antes.

¡Cómo imaginar que la vuelta a casa sería tan distinta de cualquier otra tarde! Me levanté, tomé el bolso y me calcé las sandalias. Anduve todo lo rápido que pude por la calle principal, esquivando a la gente que se apresuraba porque la tormenta se nos venía encima.

Me desvié por una calle secundaria y continué hacia la carretera. El aguacero se desató y los truenos me ensordecieron. El agua resbalaba por mi pelo y mi cara, colándose por el escote de mi camiseta. El aire parecía querer arrancarme el bolso del brazo y mis sandalias resbalaban sobre el asfalto. Empecé a sentir frío y tirité. Os prometo que los quince minutos que suelo tardar en ese recorrido se multiplicaron por diez y me quedé varada cuando un rayo cayó a dos metros delante de mí. Me planteé si seguir adelante y decidí que, por muy cerca que estuviera ya, no me movería de allí hasta que alguien viniera a buscarme. Abrí mi bolso rosa, saqué el móvil y... ¡Oh, sorpresa! Sin batería. Sí, suena típico, lo sé, pero la Ley de Murphy está ahí y nunca falla: “si algo puede ir mal, irá peor”. Lo que salió por mi boca no puedo repetirlo aquí, así que imaginaos tan sólo que estaba muy enfadada.

Entonces, como surgido de la nada, apareció un coche a mi lado. El conductor bajó el cristal de la ventanilla y muy amablemente me invitó a subir.

No penséis que me monto en el coche de cualquiera. Era mi vecino. Un hombre de unos cincuenta años, agradable, que baja la basura todas las noches y, además, recicla. Es propietario de un restaurante de mi ciudad, está felizmente casado y tiene dos niñas preciosas. ¿Quién se pensaría que algo malo podría ocurrirme con él? Nadie ¿a que no? Pues eso pensé yo, sintiéndome feliz por haber encontrado a alguien conocido, de manera que entré, ansiando llegar a casa lo antes posible, darme una ducha caliente y tumbarme en el sofá.

Sin embargo, una vez dentro, observé que el limpiaparabrisas no conseguía despejar el agua que caía. Miré a mi vecino preocupada. Él, aferraba el volante como si se le fuera la vida en ello, casi pegada la nariz al cristal para poder ver entre la tormenta.

Cayó otro rayo y detuvo el coche, me contempló un momento con ojos extraviados y su voz sonó muy extraña cuando dijo: “te esperan ahí delante. Ya te puedes bajar”. Obviamente me sorprendió. Después empecé a asustarme y acabó por vencerme el pánico, pensando que se había vuelto loco. Por descontado que me bajé, pero no para reunirme con nadie, sino para correr como

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alma que lleva el diablo. No me preocupé ni de las sandalias, el bolso o la torrencial lluvia. Sólo tenía una cosa en mente: llegar a casa y echar todos los cerrojos de la puerta.

No os lo vais a creer, pero en efecto, me esperaban dos personas. En torno a ellas no llovía y unas iridiscentes luces azules les rodeaban. Sus trajes eran de un blanco impoluto. Vinieron hacia mí y yo volví sobre mis pasos, encontrándome con mi vecino que me cerraba el paso y me miraba con un gesto de preocupación. Hablaba con alguien por el móvil. A su alrededor también había desaparecido la lluvia, aunque unos metros más allá el aguacero continuaba salpicando la calzada.

Antes de poder impedirlo me agarraron por los hombros, me tumbaron y me pasaron una cinta por la cabeza, por el pecho, los brazos y las piernas. Me decían que me tranquilizara y yo sólo era capaz de gritar a pleno pulmón pidiendo que me dejaran. Me inyectaron algo, supongo que un calmante. No guardo ningún recuerdo de los tres días siguientes.

Cuando desperté, hube de volver a cerrar los ojos porque una potentísima luz blanca me cegó. Me martilleaba la cabeza y notaba rígida la nuca. Una mujer me tomó la tensión y me puso un termómetro. Luego, anotó algo en la tablilla que colgaba en el piecero de la cama. Se marchó y a los pocos minutos entró otra mujer, algo mayor, con el cabello recogido en una coleta alta.

Estudió la tablilla y me preguntó cómo me encontraba. Respondí que bien y entonces me ayudó a salir de la cama y me dijo: “Todo está correcto. Ya te puedes ir a casa. En el buzón encontrarás una carta explicándote todo lo ocurrido”.

Sí, es cierto, podría haber preguntado, pero estaba tan aturdida (o atontada, como queráis llamarlo) que me vestí y me marché caminando, deseosa de alejarme de aquel lugar, fuera el que fuese.

Y, efectivamente, en el buzón encontré la nota: “Enhorabuena, ya eres una supermujer. Desde ahora podrás ocuparte de todas las tareas de tu casa, trabajarás ocho horas fuera, escucharás los problemas de tu marido, hablarás con tu madre todos los días por teléfono, consolarás a tus amigas deprimidas, atenderás a tus hijos, serás su madre, su maestra, su enfermera, su confidente, su amiga, su enemiga, su consejera, su brazo justiciero... Y hasta podrás sacar tiempo libre para leer novelas románticas y participar en los foros de debate. Y serás capaz de regenerarte con sólo seis horas de sueño... o incluso menos”.

Caí redonda en el suelo del portal.

Cuando desperté en mi cama, con mi novio al lado, me di cuenta de que nunca estuve sentada en una terraza, ni tenía un ridículo bolso rosa, ni me pilló la tormenta, ni mi vecino me había entregado a manos extrañas. Y, por descontado, tampoco estuve ausente de mi casa tres días, ni encontré una nota en el buzón.

Simplemente, crecí.

Bienvenida al mundo adulto de la mujer.

Laura Socías

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La vieja Melitona

—Yaya, ¿quién es la Melitona?

Nunca he podido olvidar la mirada que me dirigió mi abuela cuando le hice esa pregunta por primera vez. Sus ojos brillaron y la dulzura apagada de sus iris grises se tiñó de miedo.

—Abuela, ¿tú sabes quién es?

—Claro —me contestó, y su nudoso dedo se movió nervioso entre el montón de lentejas desparramadas sobre la mesa. Yo tenía siete años y llevaba prendida la curiosidad en cada poro de mi piel desde el mismo instante en que mis pupilas se contrajeron al ver la luz.

Por un momento me quedé callada, extrañada por el tenso silencio que se cernió sobre la pequeña estancia. Sentada en uno de esos bajos y toscos taburetes, pegada a la vieja cocina de carbón, esperé. A la abuela no había que meterle prisa...

—Abuela...

—¿Qué?

—¿Pero tú sabes quién es?

Vi cómo recogía a puñados las legumbres. Unió el montón de las limpias con el que estaba por repasar, y lo echó a la cazuela. No me atreví a decirle nada. Y eso que sabía que al menos tres hermosas piedrinas se escondían entre las lentejas.

A la abuela no había que meterle prisa ni decirle que había hecho algo mal. Ella sabía lo que se hacía, ella siempre tenía un por qué.

Quiero pensar que esa conversación inacabada hubiera encontrado su momento si la muerte no hubiera venido a llamar a nuestra puerta.

Unos meses mas tarde, dicen que me dijeron —nunca he querido buscar ese recuerdo— que mi madre había muerto. Hoy, con resignada paz, miro sus fotos y los retazos de su vida escondidos entre inanimados objetos. Poseo la nostalgia de saber que nunca podré añadir un detalle más a esa colección del pasado, pero mi temprana edad me salvaguardó de tener que convivir con la pena. Hoy, a mis treinta años, lo agradezco.

Mi padre marchó a la capital acuciado por miles de voces que le exhortaban a reanudar su vida, y yo quedé al cuidado de la abuela. Con el tiempo, la mano que me asía durante el camino al colegio, desapareció. Seguí día tras día los mismos pasos de ida y de vuelta, sin desviarme nunca de la senda marcada, hasta que el reloj de la vida fue dejándome atisbar el mundo que había estado latiendo fuera de mi alcance hasta entonces.

En invierno me gustaba bajar por el camino del ayuntamiento. Sus calles estrechas me protegían del viento y había una buena cantidad de soportales en los que resguardarte cuando arreciaba la lluvia. En la primavera y el otoño iba por la ladera del castillo. Esas estaciones vestían la naturaleza de forma generosa y a mí me gustaba perderme en ese mundo de colores y olores tan cambiante. Allí podía soñar mil futuros para la princesa atrapada en mi cuerpo.

Pero, aun siendo el camino más corto, evitaba pasar por delante de la puerta del cementerio.

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Ese silencio roto que acompañaba las hojas de hierro de sus puertas, me daba miedo.

Poco a poco fue pasando el tiempo, mis trenzas desaparecieron y mi cuerpo empezó a cambiar. Sentía la fuerza de la juventud arrastrándome a demostrar que ya era una mujer. Pobre niña, sólo tenía catorce años y ya me creía adulta. Como castigo al terror que me provocaba el Campo Santo, me obligué a pasar cada día por delante de él. Con el corazón desbocado cubría la distancia desde la solitaria farola que alumbraba su extremo sur, hasta la iglesia adosada a la tapia del norte.

Para mí no existía atrio más bonito que el de Santa Nonia. Allí, entre sus caminos bordeados de setos y los poyos de piedra, se reunían los abuelos al caer la tarde cuando el buen tiempo invitaba a alargar las horas del día que estaba muriendo.

Y fue allí donde conocí a la Melitona y creí encontrar la respuesta a aquella pregunta que murió sentenciada bajo una lluvia de cantarinas lentejas.

Todos los jueves, una negra figura se recostaba en el banco de piedra al lado del olmo centenario que presidía el atrio de la iglesia. Cada semana, con su largo mandil negro, rozaba el suelo de tierra, escondiendo las desgastadas alpargatas de tela. No sé si fui yo quien un día la saludé o fue ella; pero así comenzó el ritual que forjó nuestra amistad.

La vieja Melitona estaba siempre allí el día del mercado, después de ir a recoger la limosna que la familia de su antigua ama le entregaba para que pudiera subsistir. Según me contó, vivía en mitad de la nada, a poca distancia de la ciudad. Pero para sus cansadas piernas, recorrer aquel camino era cada semana más difícil. Según decía ella, era su penitencia.

—¿Sabes? un día, éstas —me dijo una tarde según se palmeaba las piernas— se pondrán en huelga y no podré venir más.

No sé porqué me eché a reír.

—No pueden, Melitona. Quieran o no, te tienen que traer acá.

—Hace tiempo que no quieren Raquel, pero ha de llegar el día. La Dama me ronda y sé que esta vez me llevará con ella.

Pero llegaba otra semana y Melitona volvía, y yo seguía buscándola al salir del colegio.

Con ella, aprendí a leer en las nubes las respuestas a mis preocupaciones y miedos, a oír el silencio, a vivir los pensamientos. Con ella fui descubriendo la juventud de los arrugados rostros que paseaban ante nosotras. Con ella, en ella, confié penas de amores que me hubieran aportado buenos zapatillazos de contárselas a mi abuela.

Melitona me entendía. Sus pequeños ojos negros reían con mis peripecias y a mí me gustaba verlos brillar llenos de vida.

—Meli, ¿alguna vez te enamoraste? Apenas se revolvió en el banco antes de echarme la mano por el hombro para estrecharme contra ella.

—Sí, una vez me enamoré. Moriré amándole... —me susurró antes de besarme en el pelo.

Rápidamente me separé de ella pues un millar de preguntas se agolpaban en mis labios, listas por emerger.

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— ¿Te has casado? ¿Tuviste hijos? ¿Dónde está él? ¿Murió?

—Para muchacha, que te vas ahogar —me dijo mientras reía. Yo nunca había escuchado su risa y me sentí feliz.

—Me gusta que te rías —le dije—. ¿Tu amor fue bonito? ¿Él te correspondía?

La anciana quedó callada y me recriminé en silencio. Posé mi mano encima de las suyas y apreté. El negro mandil se arrugó bajo el peso de nuestras palmas entrelazadas.

—Da igual, Meli. Si te pone triste no me lo cuentes.

—No siempre fui así, son los años los que tiñen de tristeza mi recuerdo —dijo dejando la mirada perdida. Y comenzó a contarme su historia de amor.

»Mi pecado fue enamorarme de quien ya tenía dueña pero, créeme Raquel: el corazón no conoce razones. En la casa que entré a servir trabajaba una pareja que, con el tiempo, se convirtió en la familia que nunca tuve. El trabajo era duro y apenas nos dejaba tiempo para nada más que sobrevivir al día a día.

»Nunca llegué a descubrir cómo ese sentimiento creció en mí. Pero ahí estaba. Iluminaba toda mi existencia cuando le sentía junto a mí durante las horas del día, y me consumía de desesperación cuando, al caer la noche, mis brazos abrazaban la nada. Recuerdo cada detalle, cada roce, cada beso. Aún, hoy en día, mi cansado y viejo corazón se desboca si pienso en él. Nos amamos en silencios, en cascadas de risas, con manos desgastadas de trabajar y casi harapos cubriendo nuestros cuerpos, pero nunca dejamos que nuestra pasión tomara el poder. Ella, su mujer, mi compañera y mi amiga, no merecía el pecado de nuestra traición. Fueron años de vivir el cielo en el infierno, de ahogar mis sueños de mujer, de mentirnos. Pero el amor, Raquel, no entiende de tiempo.

»Busqué otra casa donde servir, otras gentes que construyeran mis días pero, ¡ay Raquel!, el amor no conoce de medida de espacio, menos aquí, en un sitio tan pequeño.

»Intenté, lo juro, intenté alejarme. Pero su llamada me perseguía. Y una noche, con las nubes cargadas de lluvia, lo busqué. Fue en este banco, junto al viejo olmo que nos daba sombra en nuestro descanso, cuando regresábamos con los cántaros llenos de agua, donde lo encontré.

»Y pequé, Raquel, porque el amor no reconoce ni se sujeta a un credo.

»No volví a verlo hasta la noche en que parí la bendición de nuestro averno. Lloré cuando le entregué la criatura, Raquel. Era tan hermosa y chiquita...

»Su matrimonio nunca había conocido la alegría de un retoño. Me rogó, me suplicó que le entregara a la niña. ¿Cómo pedirle a una madre que renuncie a su criatura recién nacida? Él lo hizo, con lágrimas en los ojos, extendiendo sus manos vacías hacia mí.

»Me sumergí en la profundidad de sus pupilas llenas de amor, de orgullo, de desesperación, preocupación y miedo. Sin trabajo, sin familia, con el estigma de ser madre soltera cerniéndose sobre mí, volví la mirada hacia mi niña ¿qué futuro le podía deparar junto a mí? La vi crecer, enamorarse y morir, igual que antes se fue él, lejos de mí.

Las manos de Melitona subieron hasta el cuello de su negro vestido y soltaron el primer botón. Una estrecha cinta, mil veces remendada, emergió de entre sus dedos. Cosido a ella había

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un pequeño crucifijo de plata negra. Por un momento lo estrechó contra sí antes de ofrecérmelo.

Lo tomé y sentí el calor que sus manos habían dejado prendido en él.

—Muy bonito, Melitona —le dije con un nudo atravesándome la garganta, dejando que volviera a reposar contra su pecho—. ¿Era de él?

—Sí, Raquel. El amor no sabe de riquezas, pero esta cruz es un tesoro.

Cuando aquella tarde me fui de allí, no sabía que el siguiente jueves sería yo la que no acudiría a la cita. Mi padre regresó a por mí y acabé el curso en Madrid.

Cuando volví para pasar el verano a casa de la abuela, me embargaba la emoción. Traspasé el umbral a gritos, deseando que saliera a estrecharme entre sus brazos dándome la bienvenida.

El funesto silencio, sólo roto por callados susurros, me dejó aturdida.

—¿Abuela?

—Ven Raquel, vamos de visita.

—Pero si acabamos de llegar. Antes quiero ir a ver a mi amiga Laura.

—Laura puede esperar —me dijo con voz solemne.

Me llevaron al hospital viejo. Aún me estremece el recuerdo de aquellos asépticos corredores, que gritaban la pobreza de las gentes que moraban allí. Al fondo de una larga sala llena de camas, la figura de una mujer enferma dormía. Una monja esperaba rezando el rosario a su cabecera, pero en cuanto nos vio llegar se levantó y se fue.

Todavía retumba en mis oídos el crujir de aquellos oxidados muelles, cuando la anciana se dio la vuelta. Me miró, y un pozo profundo de pena se abrió para mí tras sus pupilas.

Melitona me observaba y callaba, y la angustia clavó sus garras en mí. Revolvió torpe entre las sábanas intentando alcanzar la abertura de su camisón, y yo me giré hacia mi abuela con una silenciosa pregunta.

Ella se limitó a poner sus manos sobre mis hombros, instándome a que me acercara más a ese cuerpo decrépito en el que vivía mi amiga. Con una fuerza sorprendente, vi cómo tiraba de la vieja cinta para desprenderla de su cuello y la tendía hacia mí. Apenas la tomé en mi mano, su respiración se volvió agónica y rápidamente me sacaron de allí.

Al día siguiente el sol besó la tierra que acogió su cuerpo. Lloré por ella y por los sueños de niña que le entregué para que velara por ellos.

Hoy ya no lloro. Junto al viejo olmo, miro al cielo y grito en silencio. En mis brazos una nueva vida engarza un eslabón más de la cadena. Mis dedos acarician la pequeña cruz de plata que luce sobre su pecho.

—Abuela, es mi hija. Lleva tu nombre. Ella es Melania...

Mencía Garachana

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ESCALA DE GRISES

Cuando desperté esta mañana apenas podía creer que tu recuerdo fuera lo primero que acudiese a mí. Después de tanto tiempo.

Aún tengo que cerrar los ojos y hacer un par de inspiraciones profundas para no abalanzarme sobre la almohada en busca de restos de tu aroma. Para resistir el impulso de no palpar el vacío que quedó en tu lado de la cama. Para no rasgar la penumbra gritando tu nombre.

Aunque es peor lo que viene después. Es mucho más doloroso cruzar la débil pero sádica línea que separa la ensoñación de la realidad y afrontar las siguientes dieciséis horas de mi vida sin ti. En el cruel instante en el que la vigilia se impone, tengo que obligarme a no llorar. Porque no vas a abrazarme hasta que me tranquilice. Esta vez, no se trata de una de tus bromas pesadas, y no me harás cosquillas hasta demostrarlo.

No voy a romper a reír para celebrarlo.

No vas a estar ahí para verlo.

¿Sabes qué es lo más irracional de todo? Que cerrar los ojos no sirve de nada. Sigues estando ahí, aunque hayan pasado mil años desde que te fuiste. Tus ojos siguen presentes en el azul del Cielo. Me gustaría que pudiera llover por encima de las nubes para ocultarlo. Tiene su lógica, ¿no?

El otro día llegó uno nuevo. Qué tontería, dirás, si cada día llegan cientos. Es cierto, pero el del otro día no era feliz, y eso sí es extraño, ¿verdad? Buscaba a su otra mitad. Al parecer ella murió hace casi una década, y el pobre mortal había contado los minutos hasta verla otra vez. Pero no estaba aquí. Al menos, ayer por la noche aún no la habían encontrado, a pesar de que el pobre viejo lloriqueaba y juraba que no habría podido ir a ningún otro lugar. Ha traído de cabeza a tus hermanos desde entonces.

Pobre hombre. Se había creído el cuento, como todos los demás, pero en el suyo no hubo perdices al final. Es normal que ahora se sienta estafado.

No es el único.

¿Recuerdas cuando te reías de toda esta pantomima? Ahora a mí también me resulta graciosa. Absurda, incluso. El Cielo, lugar de reunión, punto de encuentro, alianza eterna. Alguien debería contarles nuestra historia. Decirles, tal vez, que el cielo es el mejor escenario de ficción jamás creado.

Que vengan a verme a mí. Yo se lo muestro. Yo les…

…yo les muestro lo difícil que es soportar el calor de miles de llamas bajo tus pies, notar cómo se te cuece el cerebro. Cómo tu propio corazón entra en ebullición.

También puedo enseñarles los placeres de la carne. De la carne ajada y marchita. De la piel hecha llagas. De las cicatrices. De nuestra insultante fealdad.

Lo haré en cuanto pueda. Al próximo que baje le restregaré por su horrible faz, que para entonces ya habrá empezado a descomponerse, su grave error. Le espetaré la verdad. La repugnante realidad.

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Que el calor mata. Pero el dolor de perderte dolió mucho más.

Esta noche pensé en ti al acostarme. Estabas aquí. No, no, no me reproches nada todavía. Tus manos estaban aquí, sobre mí. Y eran tan… estaban tan… frescas… Sí, ésa es la palabra. Hace tanto tiempo que ya he olvidado lo que significa. Tus manos me confortaron en esta noche eterna como NUNCA/NADA/JAMÁS podrá hacerlo. Eran delicadas aún, como antes de mi partida. Níveas. Suaves. Empapadas de tiernas gotas de rocío. Vinieron a calmar heridas que no dejaban de supurar.

Y pensé… qué tontería… Pensé que el agua que las cubría, esas perlas de rocío, eran tus lágrimas, vertidas desde las nubes hasta mi maltrecho corazón. Por todos los demonios, creo que debo dejar de escribir. Si Él llegara a enterarse… si alguna vez llega a leer tantos delirios románticos, no sé qué será de mí…

Dicen que Él (mi Él, no tu Él), ya sospecha de mis intenciones. Y que no se las tomó nada bien. Que se está planteando qué hacer conmigo. Desde que te fuiste no doy buena imagen, ya sabes.

Los niños del Purgatorio. A esos me parezco más.

Aunque nunca supe si los niños del Purgatorio tienen lágrimas o se las han secado, como las malas lenguas de por aquí dicen que os hicieron a vosotros.

Odiaría pensar que tus ojos nunca más van a brillar con el resplandor del agua salada. No es que quiera verte llorar, no pienses mal. Pero había algo especial en tu mirada cuando lo hacías. Lo odiaría mucho. Mucho.

Si tal vez yo me dedico a llorar por los dos, algún día mis lágrimas puedan viajar hasta ti. Formar una cascada, tan alta, tan fuerte, que la Tierra tendría que abrirle camino hasta donde tú estés. Derrocharía lágrimas por ti y por mí. Dilapidaría mi orgullo en forma de llanto hasta encontrar tu delicioso aroma a nubes y naufragar en él…

...He perdido mi olor. Que era tuyo, en realidad. Nunca sentí mi piel como algo mío hasta que tú te adueñaste de ella. Ahora el azufre se llevó los dos. Aunque ni siquiera me quede piel.

Los chicos preguntan por ti. A veces. Cuando Él no escucha. Y lo más triste es que no sé qué contestar. Quieren saber cómo me siento, si ya te he olvidado, si podré ser libre de mis cadenas ¿Y qué les digo? ¿Que agradezco su interés pero que no vuelvan a preguntar? ¿Que eso no va a ocurrir? Sé que son mis amigos, siempre lo han sido, pero a veces no puedo evitar pensar que antes, hace mucho tiempo, lo eran más que ahora.

He comenzado a perderlas. No quería decírtelo pero creo que será mejor que lo haga. Quizás ése sea el auténtico sentido de esta carta. Mis alas ya no son lo que una vez acariciaste hasta hacerme temblar por dentro. No importa el color, ni la forma. Lo único que quería que conservaran era la suavidad de tus huellas… Pero las plumas forman cada amanecer un oscuro círculo diabólico bajo mis pies. No te rías, no es un chiste, aunque me encantaría que lo fuera. Sobre todo, para poder disfrutar una vez más de tu sonrisa.

Espero aguantar hasta la próxima. Apenas falta una semana para que la techumbre se abra, como la cabeza de una divinidad griega , y nos deje escapar.

No me importaría morir en ese instante. A tus pies, como mereces…

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…Pronto nos veremos. Por aquí todo el mundo está como loco, ultimando los preparativos para el descenso. Nunca pensé que un Apocalipsis daría tanto trabajo, pero es porque quieren acabar con vosotros de una vez. Lo que no saben es que yo también iré con ellos; ni loca me traerán de regreso.

Vagaré por la Tierra hasta encontrarte. Sé que vas a estar ahí. Todos lo haréis. La batalla que se avecina será demasiado gloriosa como para que Ellos, cualquiera de los dos, pierdan la oportunidad de pavonearse el uno frente al otro.

Pero tú no llegarás a probar la sangre; te encontraré antes. Reconocería tus magníficas y esplendorosas alas en cualquier parte, tan hermosas como siempre. No como las mías, que perdieron el brillo conforme mi aura se iba apagando. A veces me pregunto cuál de los dos perdió más. Tú fuiste obligado a partir por haber cometido el pecado de ser leal a tus amigos. Yo permanezco en el mismo lugar que contempló nuestro amor, sin ti. Cuanto más bajo caías tú, más se hundía mi corazón.

Pero el fin de esta tortura está cerca, amor mío. No quiero que pienses que te guardo rencor, pues no es así. Es el pesar que me traiciona. Se me pasará en cuanto me abraces.

…si pudieras abrazarme… Sé que lo harías, pues nada en tu naturaleza te incita a albergar resentimiento; es una de las razones que me impulsan a amarte. Pero no puedes. Mi egoísmo nos arrebató esa posibilidad hace casi mil años.

Lo mejor será que me aparte de ti para siempre. Bajarás a la Tierra con los demás; te conozco demasiado bien como para pensar que no lo harías. Pero yo no puedo permitirme el lujo de dañarte una vez más, mi amor. Nada en el mundo puede compensar el dolor que te he obligado a padecer, por eso le he pedido a Él que me encierre aquí cuando el universo se abra ante nosotros. Le rogaré que sepulte mis gritos de angustia con una losa tan gruesa que tú no los oigas, y que me encadene brazos y piernas a la piedra.

Sufrirás, lo sé, pero es el último dolor que te causo. Lo juro.

…Léeme bien: lo juro. Te conozco demasiado bien como para pensar que harás lo contrario. Sé que serás capaz de pedir que te sometan al mayor de los tormentos con tal de no hacerme daño. Ésa es una de las muchas cosas que adoro de ti, y la principal por la que sigo considerando injusto tu castigo.

Por eso he decidido sufrirlo contigo. Llevo mil años escribiendo en silencio, sin esperanza de obtener respuesta. Pues bien, no permitiré que tomes esa decisión sin mí. Empujaré mi cuerpo hacia el abismo, que no es tal si tú estás en él. Así tenga que bajar hasta el centro del Infierno.

El paraíso no existe. Es el sueño inventado por un loco para hacernos creer que la felicidad puede llegar algún día. Yo la conocí una vez, entre tus brazos. Ése fue mi paraíso. Y a él quiero volver.

El cielo son tus alas negras…

…Mis alas son negras y las tuyas de un blanco inmaculado. ¿Cómo pude alguna vez pensar que toda tu dulzura sería redención suficiente a mis pecados?

Qué equivocado estaba.

El blanco y el negro no pueden mezclarse.

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…y, al fin, podremos formar juntos nuestra propia escala de grises.

ÉRIKA GAEL

http://erikagael.blogspot.com/

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Soledades

Miraba sin ver a los transeúntes que caminaban a paso rápido por la atestada avenida; sus ojos estaban más allá de cualquier objeto o ser humano. La mente ocupada en rememorar ese mismo día, cinco años atrás, cuando a punto estuvo de ser atropellada en plena calle. Ella solita se había lanzado por iniciativa propia al imparable tráfico buscando una muerte que sabía segura. Pero no había calculado bien; no contó con el hombre que la observaba desde una esquina, preguntándose si finalmente tendría el valor de acabar con todo. Era rápido de reflejos; se hallaba a más de cien metros de ella, y cuando vio que había decidido que aquél y no otro era su momento, corrió como una centella a tiempo para cogerla por la cintura con los dos brazos y cancelar así su viaje sin retorno.

Luego se sentaron a saborear una taza de té; no podía apartar los ojos de ella. «¿Por qué una mujer que puede tener lo que desee y hacer con su vida y con los hombres lo que se le antoje, decide matarse?».

Ella lo consideró un ingenuo, un producto barato de la sociedad de consumo que cree que el dinero todo lo compra. ¿De dónde había salido y quién le había dado permiso para interponerse entre ella y su inexorable destino? La muerte la había escogido a ella, a Penélope Santibáñez, y ese estúpido engreído con complejo de héroe de TBO lo había estropeado todo. Tenía ganas de matarlo, tanto como de explicarse y que entendiera por qué deseaba morir, y por qué no puede ir uno entrometiéndose en las vidas ajenas sin ton ni son.

El seguía con los ojos fijos en ella, eran unos ojos grandes, algo separados, y de un verde intenso; cuando les daba la luz, semejaban amarillos: un color a todas luces imposible, pensó ella. Ojos de serpiente. Le dio por sonreír. Incluso por soltar una carcajada imprevista. ¿De qué reía?, ¿de él? No importaba; estaba preciosa cuando reía, y si algo la había movido a risa, no debía de ser tan grande su desesperación. ¡Qué poco sabía de las mujeres! La risa es el disfraz de lo irremediable. El antídoto contra el dolor, tan grande que no cabe en el pecho y por algún lado tiene que buscar la salida.

Su rostro se volvió serio de repente; no quería que la malinterpretara, que pensara que su intento de suicidio había sido una comedia o peor aún: una trampa para atraparle. Aunque esto último era absurdo porque ella ni había reparado en su existencia, y cuando la agarró, no sabía siquiera si era hombre o mujer; no le había visto la cara. Ahora podía contemplarlo a placer; removía el azúcar del té con parsimonia, acomodado en su silla, con un brazo acodado en la mesa, y el otro colgando laxo a un lado del cuerpo. Constató que era zurdo, de esos a los que han obligado a palos a renegar de esa «mala costumbre». Su mirada se detuvo en la boca: labios de mujer, rojos, bien dibujados: una clara invitación a besarlos, aunque ella no lo haría. ¡Menudo atrevimiento! A ver si creía que le debía algo; ella no le había pedido que la salvara, al contrario. Estaba desvariando, ¿a qué venía fijarse en él de ese modo, como si quisiera conocerlo mejor?

Le leyó el pensamiento. Podía quedarse tranquila, pensó, no quería nada con ella; la había invitado a tomar algo caliente para que se le pasara el susto. Y el frío. Noviembre era un mes especialmente desagradable; por otro lado, la época ideal para suicidarse. Nadie esperaba que pasara nada bueno en noviembre, al menos no él. ¡Qué gracioso!, sin querer había dicho su nombre: Noel. «La culpa es tuya por haber nacido el día de Navidad», bromeaba su madre cuando se sentaban él y sus seis hermanos, todos varones, a la mesa para dar cuenta de las viandas navideñas que cada año, sin faltar uno, preparaba su progenitora con mimo y esmero, como si esperara al mismísimo Presidente a cenar.

Odiaba Nueva York en noviembre; odiaba Acción de Gracias y el maldito pavo que le servía como símbolo. Odiaba las tradiciones. Todas. No sólo las americanas; las españolas no eran mucho mejores. En realidad lo que no le gustaba eran las fiestas, las aglomeraciones, los rebaños de

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ovejitas con un único pensamiento que seguían ciegamente a un líder. Los líderes le recordaban a Sam: su marido durante veintisiete días y dieciocho horas. El liderazgo, político ¡cómo no!, sólo le había servido para ser el blanco de cuatro disparos una noche turbia en un callejón sin salida. Ella estaba en tierra extranjera y no conocía a nadie, aparte de Sam. Oh, sí, le habían presentado a cientos de personas durante el tiempo que habían estado juntos; pero a decir verdad, no recordaba ni uno solo de esos nombres. No podía pedir justicia, no sabía a quién pedírsela. Y lo peor de todo: no estaba segura de que Sam la mereciera.

¿En qué estaría pensando para que los ojos negros estuvieran perdidos en la nada más absoluta? Lo miraba pero no lo veía; era la misma mirada ausente que tenía hacía una hora cuando se disponía a tirarse a la calzada. ¡Lo que daría por que esos ojos estuvieran pendientes de él! Debía de estar loco, ¿no había quedado en que no quería nada con ella? ¿Por qué entonces se la imaginaba sin ropa y en su cama? Pero si ni siquiera se habían presentado como Dios manda… ¡Estaba de atar!

Ahora caía en que ni siquiera sabía su nombre. ¿Importan tanto los nombres? ¡Que más daba cómo se llamara! Lo mismo le podía dar un nombre falso y rimbombante, sacado de una novela rosa de las que le gustaban a su hermana menor. Si Rosa pudiera ver a ese hombre se moriría de la emoción; suspiraba por hombres así: fuertes, varoniles, misteriosos. Y con complejo de héroe de TBO. Ella quería algo más sencillo; sólo pedía un hombre en quien poder confiar, al que podérselo contar todo.

—Me llamo Noel.

—Pensé que nunca lo diría. Penélope —se presentó ella, estrechándole la mano.

—Bonito nombre. ¿Vive aquí?

—No me queda más remedio. Trabajo aquí. En Macy’s. No le preguntaré si lo conoce. Todo el mundo conoce Macy’s.

—¿Y qué me dice si le digo que yo nunca he estado allá? Y soy neoyorquino hasta la médula.

—Que es un tipo inteligente. Más de lo que pensé en un principio —le guiñó el ojo.

— ¿Por qué no he pisado Macy’s? Vaya, un criterio harto curioso para medir la inteligencia.

—Porque no es un comprador compulsivo —le aclaró ella mostrándole una amplia sonrisa—; hay gente que entra a las nueve y media de la mañana, cuando se abren las puertas, y sale a las seis, cuando las cerramos. Se pasan todo el día metidos allí. A veces compran, otras sólo miran. Y la mayoría intenta robar algo de valor.

—¿Y le molesta?

—No mucho. A fin de cuentas, sólo soy dependienta. De la seguridad se ocupan otros. No pienso hacer doble trabajo cuando sólo cobro un suelo. Y mísero, además.

—¿Lleva mucho tiempo?

—Un par de años. Llegué como turista, pero… me enamoré de la ciudad.

—No es eso lo que iba a decir.

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—¿Cómo demonios lo sabe?

—Soy psicólogo. Parte de mi trabajo consiste en escuchar lo que la gente calla.

—Bonita contradicción.

—Los secretos siempre son atractivos. Y usted tiene uno muy grande y muy doloroso. —Cambió de tema—: Tiene gracia, al principio la tomé por una ricachona.

—Eso es un fallo de percepción muy grave. Me decepciona. ¿Qué le hizo pensar eso?

—Su porte. Es elegante, tiene clase. Seguro que fue interna a un colegio de señoritas donde le enseñaron a ser una buena anfitriona y a lucir en sociedad.

—Para nada —rio ella—. Crecí en una barriada obrera, donde los chicos robaban motos y coches para desguazarlos y vender las piezas en los mercadillos. Fue un milagro que no llegara a mi casa con una barriga de dudoso origen.

Le resultaba increíble; la imaginaba mejor con un uniforme bien planchado, calcetines hasta las rodillas y el cabello, negro como ala de cuervo, recogido en largas trenzas. La imaginaba con un vestido blanco, vaporoso, largo hasta los pies; mortalmente aburrida en una fiesta de postín donde las mujeres eran cotorras, y los hombres simplemente imbéciles, anotando con expresión ausente en su carnet de baile las docenas de peticiones que le habían hecho hasta el momento, suspirando por un plan infinitamente mejor. Uno que incluyera a un hombre decente, para variar.

A ella le divertía su aire reconcentrado, ¿en qué debía estar pensando? Resultaba muy atractivo cuando estaba ensimismado. Resultaba muy atractivo en cualquier caso. Demasiado, concluyó. No quería cerrar los ojos y dejarse llevar por la imaginación, pero ¿cómo sería desnudo? ¿A qué sabrían sus besos? ¡Ah, había perdido el juicio! Lo último era salir de Guatemala para caer en Guatepeor. Si ni siquiera sabía por qué estaba allí; debería estar muerta, en un depósito de cadáveres. Era eso lo que quería. Psicólogo tenía que ser, ¡vaya mala suerte la suya! De todos los hombres que hay en el mundo, y tenía que rescatarla un loquero. Y guapo para más inri.

Parecía muy enfadada consigo misma; como si estuviera librando una lucha interna. Quizá no había sido tan buena idea salvarla. A veces la gente no quiere ser salvada. « ¿Cuándo aprenderás, Noel, cuándo aprenderás a no meter las narices donde no te llaman? Nunca. No podía dejar que cayera bajo las ruedas de un coche; era una aberración permitir que una mujer así muriera. Lo que deseaba era besarla mientras sus dedos se perdían en las guedejas negras que le caían en completo desorden hasta la cintura. De repente, y con estudiado disimulo, fijó la mirada en sus pechos. Le parecieron bonitos bajo la blusa. Llevaban ya media hora en el salón de té, y la temperatura era cada vez más alta. El abrigo de ella estaba colgado en una percha, a la entrada. Él lo vigilaba de vez en cuando; no parecía muy caro, pero había demasiados rateros pululando por Nueva York, a la caza de cualquier cosa que pudiera venderse. Ella se estiró la falda, como si adivinase sus intenciones de mirar y evaluarle las piernas.

«Pero ¿qué demonios está haciendo? Quiere mirarme las piernas, le he sorprendido hace un momento con los ojos fijos en el escote. Cualquiera diría que va pidiendo guerra. Y en otro momento no le diría que no; pero hoy no tengo el cuerpo para abandonarme de ese modo en brazos de nadie.»

—¿Has acabado el té? Tengo las piernas entumecidas; quizá nos vendría bien un paseo.

«¿Nos vendría?» ¡Había hablado en plural, había dado por sentado que iban a pasear juntos!

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—Tiene razón —le respondió—. Es hora de marcharse. Le agradezco lo que ha hecho; pero la próxima vez deje que la vida siga su curso. Es mucho más fácil para todos.

—No puedo darle la razón. Para mí no hubiera sido fácil verla morir atropellada y sin poder hacer nada por evitarlo.

—No era un accidente. Era un suicidio. Y ya soy mayorcita para decidir cuándo quiero que acabe mi vida.

Penélope se puso en pie y fue a buscar su abrigo. Los ojos de Noel se fijaron ahora en la estrecha espalda y en aquel trasero prieto y redondo. Antes de que pudiera reaccionar, ella se dio la vuelta y lo pilló mirándola embobado. Se rio. De nada servía enfurecerse o indignarse. Salieron juntos y empezaron a caminar por la avenida Lexington; iban muy separados, y la gente los miraba con curiosidad. ¿Eran o no una pareja? ¿Si lo eran, por qué mantenían tanta distancia, por qué no se agarraban de la mano, por qué no se sonreían…? Se dieron cuenta de que despertaban el interés de los demás caminantes, y Noel le tendió la mano. Ella la cogió sin pensárselo dos veces. El contacto, el primero que tenían de un modo consciente, la hizo estremecer. Mal asunto. Si cogerle la mano la ponía así… ¿qué seguiría? ¿Dónde acabarían?

Él no parecía tener prisa por dejarla, al contrario: sus piernas, que por lo normal, eran de zancada larga, ahora se movían muy juntas y muy despacio, demorando el paso, aplazando el momento de dejarla dondequiera que viviese; esperaba que fuera en un lugar muy apartado de allí, aunque no tanto como para suponer un peligro para su seguridad.

—¿Dónde vives?

—¿Por qué quieres saberlo, pretendes acompañarme hasta mi casa?

No sabía si estaba escandalizada o sólo sorprendida. ¿Y por qué la preocupaba tanto que supiera dónde vivía? No iba a hacer nada que ella no quisiera. No era un violador ni un psicópata. Y poca gracia tenía que la hubiera rescatado de las garras de la muerte para matarla. No es que no tuviera gracia, es que no tenía sentido. Ninguno.

—Perdona —se disculpó, viendo la cara de él, que reflejaba claramente todos sus pensamientos—. No quería ser impertinente. Pero ya te he dicho que no soy una señorita, ni estoy acostumbrada a que los caballeros me acompañen a la puerta de mi casa. Pero puedes hacerlo si te vas a sentir mejor.

—Gracias.

—Pero no te voy a dejar subir —le guiñó un ojo—, si eso es lo que estás pensando.

—Todavía no te he pedido nada.

Ella se quedó parada, desconcertada, incluso un pelín avergonzada. Pues sí que era verdad: había dado por sentado cosas que no eran —se ruborizó.

—Aunque podría sentirme tentado de pedírtelo cuando lleguemos —le devolvió el guiño.

—Y yo podría caer en la tentación de dejarte subir.

—Mmm… Eso suena muy bien.

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Siguieron caminando en silencio. Ella no quería hablar. Él no osaba hacerlo por miedo a romper el hechizo. Penélope era una mujer misteriosa, su pasado era cosa suya o al menos así lo quería. De todos modos, lo dos estaban solos, y dos soledades pueden hacerse buena compañía, ni que sea por unas horas.

La noche estaba clara; el frío te calaba en los huesos, pero era un frío seco, ausente de lluvias. De repente se arrebujó contra él, apoyando la cabeza en su hombro; él no hizo nada por apartarla de sí; debía de sentirse muy a gusto. Era innegable que se gustaban. Si no hacía nada por evitarlo, iban a acabar desnudos en la cama. Y después ocurriría lo inevitable. Y supo con toda certeza que quería que sucediera. Se moría por verlo desnudo.

Era agradable estar así, caminar con ella pegada a él; sus rizos cosquilleaban su brazo, provocándole un inesperado placer; era tanto más hermosa cuanto más tierna se mostraba. Si no hacía nada por evitarlo, iban a acabar desnudos en la cama. Y después ocurriría lo inevitable. Y supo con toda certeza que quería que sucediera. Se moría por verla desnuda, por recorrer con sus labios cada pliegue de aquella piel suave. ¿Quién debió ser el último hombre que la abrazara cómo él deseaba hacerlo? ¿Estaría comprometida, casada, divorciada… acaso viuda? No, ¡qué tontería! Era demasiado joven y hermosa para ser viuda. Claro que… tenía un sentido. ¿Por qué, si no, iba a querer matarse? Pero le pareció que era una mujer demasiado práctica para morir «por amor».

¿La estaba psicoanalizando? Estaba tan callado. ¿En qué diantres estaría pensando? Casi sin darse cuenta habían llegado al bloque de pisos baratos donde ella vivía. A la muerte de Sam había tenido que largarse de la Quinta Avenida: era paraíso de ricos. Y ella, como Cenicienta a la medianoche, se había visto súbitamente despojada de todos sus privilegios de mujer casada. Hizo sus maletas y se mudó a la depauperada barriada que iba a constituir su mundo de ahí en adelante. Y podía sentirse privilegiada porque no había perdido su trabajo.

—¿Subes o no? Hazlo antes de que me arrepienta de esta locura.

Subieron juntos los diez tramos de escaleras ajadas que llevaban hasta el décimo piso. El piso, sin ser nada del otro mundo, era coqueto y se veía muy cuidado. Puede que fuera pobre, pero era limpia y esmerada; le gustaba el orden, que todo se viera inmaculado y en su lugar. También le gustaban los animales, pero era impensable que pudiera cuidar alguno si apenas le daba el sueldo para sobrevivir. Él paseó la mirada a su alrededor. Le gustó lo que vio. La decoración de un piso hablaba mucho de la persona que lo ocupaba. Y Penélope se desvivía, al parecer porque todo estuviera a la perfección dentro de sus escasas posibilidades económicas. ¡Qué no haría si tuviera los recursos suficientes, si tuviera dinero a espuertas para malgastar a su capricho!

Ella decía que no era una señorita, pero se equivocaba de medio a medio; tenía talento de sobras para lucir como quisiera donde quisiera. Se preguntó cómo luciría un anillo en su dedo; el que él pensaba regalarle si las cosas iban bien entre ellos a partir de ahora. ¿Y por qué no iban a ir bien? El modo en que ella se le había arrimado, buscando protección y seguridad hablaba de necesidades insatisfechas desde sólo Dios sabía cuándo…

—Dame cinco minutos, ¿sí? Hay cerveza y vino en el frigorífico. Coge lo que más te apetezca. Ahora salgo.

Se encerró en aquel pequeño cubículo y le dejó fuera. Pero su cordialidad era buena señal. Le hizo caso y se sirvió una cerveza fría, a ver si así se le bajaba la calentura; notó un leve tirón en los riñones, y supo que si ella no salía pronto y lo aliviaba, iba a tener un problema.

Cuando apareció ante él, supo que definitivamente «iba a tener un problema»; no necesitaba mirar abajo para saber que su miembro cobraba vida propia por momentos y no era

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capaz de obedecer a su cerebro que le ordenaba paz y paciencia. Ella lo miró a los ojos, una muda pregunta:

—¿Estoy deseable, apetecible… lujuriosa, tentadora?

Él bizqueó pero no abrió la boca, simplemente la besó.

Julia Siles

http://juyjo.blogspot.com/

Envío de Relatos

Si deseas que publiquemos tu relato, envíanoslo a nuestra dirección de correo: [email protected]

De entre todos los relatos recibidos seleccionaremos cuatro que serán publicados en nuestras páginas.

En el asunto tendrás que poner «relatos».

El texto no podrá superar las 3000 palabras.

Todos los relatos deberán llevar el nombre del/la autor/a y su dirección.

Deberás acompañar tu escrito con una pequeña nota en la que hagas constar que el texto es de tu propiedad.

Laura, Mencía, Érika y Julia nos han ofrecido estas preciosas historias para nuestro primer número. Queremos desde estas páginas agradecerles su colaboración desinteresada. Algunas de las autoras de estos cuatro relatos tienen escrita su propia novela. Estamosseguras de que en breve veremos sus obras publicadas porque son verdaderamentebuenas. RománTica'S apuesta por ellas.

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CríticasImagen en el espejo – Sandra Brown

Tras un gravísimo accidente de avión con numerosas víctimas mortales, entre los pasajeros supervivientes se encuentra la reportera Avery Daniels, que es confundida con Carole Rutledge, la mujer del candidato al senado Tate Rutledge.

Desfigurada y sin capacidad para hablar a causa de las heridas, no puede sacar de su error a los médicos ni a la familia Rutledge; así que es operada para reconstruir su rostro pero tal como era el de Carole Rutledge. Mientras se encuentra ingresada, alguien entra en la habitación de cuidados intensivos y, creyéndola Carole, le habla sobre sus planes de asesinar a Tate.

Como periodista, Avery cree encontrarse ante la exclusiva de su vida. Pero también sabe que tiene en sus manos la oportunidad de descubrir al culpable del complot de asesinato y salvar a Tate. Así que decide ocultar su verdadera identidad y ocupar el lugar de la difunta Carole Rutledge para, desde dentro de la familia Rutledge, descubrir quién planea matar a Tate.

Al hacerlo descubre que la idílica imagen que el matrimonio presentaba ante los medios de comunicación es una fachada; Tate no siente nada por ella, salvo desprecio e indiferencia ante sus múltiples infidelidades, y la hija del matrimonio, Mandy, es una niña tímida y

retraída a causa del desamor de su madre.

Con el paso de los días crece el cariño que siente hacia la pequeña, así como la atracción hacia Tate, su indiferente marido, mientras se ve inmersa en una nueva vida donde deber fingir ser quién no es, tratando de no desvelar su identidad, en mitad de una familia donde todos los miembros parecen tener rencor a Carole; y a la vez que se encuentra en la vorágine de la campaña electoral de Tate y tras la pista de un asesino.

Dentro de las novelas de suspense romántico, para mí Imagen en el espejo de Sandra Brown es una de las mejores del género. A pesar de los años que han pasado desde que se publicó por primera vez, a pesar de tantas buenas novelas que han visto la luz después, Imagen en el espejo sigue siendo una de mis preferidas.

Aunque las novelas contemporáneas de Sandra Brown, en la mayoría de los casos, adolecen de románticas, como novelas de suspense me parecen excelentes; pero Imagen en el espejo es, desde mi punto de vista, una de las contemporáneas más románticas de esta autora, ya que la historia de amor es una parte importantísima de la misma y al final, más allá de complots, es lo que al menos a mí me atrapa de ella.

La novela parte de un hecho impactante, un accidente de avión donde las víctimas se cuentan a centenares y entre ellas se encuentra la protagonista que, en mitad de la traumática y trágica situación, se ve inmersa en una sucesión de hechos angustiosa. No sólo pierde su rostro y su identidad, sino que se convierte en el objeto de atención de alguien que mueve los hilos en las sombras para asesinar a Tate Rutledge, candidato al senado.

Me gusta cómo desde el punto de vista de Avery, la protagonista, vamos sintiendo y

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entendiendo la dualidad de sus emociones: como periodista desea limpiar su nombre tras un desafortunado hecho acontecido tiempo atrás y con el bombazo que supondría desenmascara al culpable, lo haría: como mujer se siente atraída por un nombre tras un desafortunado hecho acontecido tiempo atrás y con el bombazo que supondría desenmascara al culpable, lo haría: como mujer se siente atraída por un hombre que la cree otra mujer y que como tal la desprecia.

Tate Rutledge, el protagonista de la novela, me parece uno de los protagonistas masculinos más humanos y sensibles de Sandra Brown. Sí, he dicho sensible, porque aunque tiene su punto visceral y pasional, también lo conocemos en diferentes facetas que nos los describen como padre, marido, hijo, amigo y político y vemos un amplio abanico de sentimientos por su parte y es incluso tierno con determinados personajes.

El modo en que va redescubriendo a la supuesta Carole y luchando contra con lo que ésta le inspira, la lucha entre lo que siente y lo que sentía antes, dan pie a escenas que nos muestran un lado, en mi opinión, muy humano de este personaje. Además de ser una de los momentos más memorables y con química de la novela.

La relación entre Avery/Carole y Tate me parece pasional, intensa y visceral, pero plagada de dudas, miedos y secretos.

Una parte de la novela que me ha gustado mucho es la relación de Avery con la familia Rutledge, una familia compleja, donde todos parecen guardar odio a Carole, donde nadie es en realidad tal como parece. Me ha parecido interesante el modo en que van desenredándose los hilos que los rodean y los secretos van saliendo a la luz.

Un personaje que me ha gustado

especialmente ha sido el de Fanny, la sobrina de Tate; me ha gustado mucho la evolución que sufre a lo largo del libro, cómo poco a poco se descubre más sobre ella y se disipan las sombras que la rodean.

La trama de suspense, todo cuanto envuelve el complot para acabar con la vida de Tate, me parece muy bien hilvanada, es trepidante y sorprendente.

Partiendo que la situación por la que pasa Avery, el hecho de ser confundida con otra persona y ocupar el lugar de ésta, aunque de entrada es complejo de entender, lo entiendo dentro del contexto en que transcurre la novela. Es decir, hablamos de algo repentino, algo que puede significar la vida o la muerte de Tate y la suya propia, la suplantación no es algo que medite y reflexione, sino que, como digo, me parece creíble en el contexto en que sucede.

Toda la subtrama centrada en el campaña política de Tate, en mi opinión es muy interesante porque se ve entrelazada con la amenaza en ciernes de un asesino, con la atracción entre la pareja protagonista y cómo Tate redescubre a la nueva Carole y «vuelve» a enamorarse de ella.

Para mí Imagen en el espejo no es sólo una novela romántica muy buena, sino de suspense. Creo que ambas partes están muy bien equilibradas sin que decaiga una sobre la otra, en unos capítulos tiene más protagonismo una y otros la otra pero siempre están presentes.

En cualquier caso, Imagen en el espejo me parece una novela excelente y muy recomendable, sobre todo para las lectoras apasionadas por el suspense romántico. Para mí Sandra Brown es una de las mejores en ese campo e Imagen en el espejo una de sus mejores novelas para recomendar.

Crítica realizada por Mariam Agudo

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Promesas – Lavryle Spencer

Tom Jeffcoat es un joven emprendedor que, como tantos colonos, se traslada a una pequeña región del oeste americano, Sheridan, en Wyoming, portando con él sólo un puñado de sueños, unos brazos fuertes para el trabajo y un par de caballos. Su sueño es establecerse como herrero, al igual que lo fueron su padre y abuelo, y a la vez construir un establo donde acoger caballos. Se dice de Sheridan que es la tierra perfecta para jóvenes que, cómo él, están ávidos por construirse un porvenir.

A su llegada, a una de las primeras personas que conoce es a la joven Emily Walcott, la hija del que se convertirá en su rival al ser propietario del único establo hasta la fecha en Sheridan.

En un primer momento la confunde con un muchacho, por la apariencia con que ésta se viste. Emily, ofendida, siente una inmediata animadversión hacia ese forastero arrogante y entrometido que, además de confundirla con un joven, se permite darle clases de cómo cuidar a un caballo.

Emily es una joven voluntariosa, una hija devota de sus padres, que con dieciocho años tiene muy clara qué clase de vida es la que desea: estudiar medicina veterinaria y ejercer como tal en Sheridan. El matrimonio y los hijos aún no forman de sus pensamientos recientes, pese a que está prácticamente comprometida con Charles, un joven carpintero al que conoce desde la infancia.

Pese a que éste la ha pedido en matrimonio, en repetidas ocasiones, la joven siempre ha

argumentado que aún no está preparada para dar ese paso, pero en el fondo no cree que los sentimientos que Charles le inspira sean suficientemente intensos para jurarle amor eterno.

Mientras continua sus estudios de veterinaria, ayuda a su padre en el trabajo del establo y cuida de la casa, de su hermano menor y de su madre, gravemente enferma. Aun y todo tiene que soportar a ese Tom Jeffcoat, quien no deja de incordiarla y que, por la forma que tiene la joven de vestir y actuar, acaba apodándola marimacho.

Tom no entiende sus propias reacciones hacia la joven Walcott, sobre todo después de que finalmente se compromete con Charles en matrimonio y él mismo empieza a frecuentar a Tarsy, una amiga de Emily. Así los cuatro: Emily, Charles, Tom y Tarsy se hacen inseparables y estrechan aún más su amistad, sobre todo los dos hombres.

Sin embargo, aunque no dejan de pelear por todo, Tom y Emily empiezan a descubrir que algo los une, algo más que el amor a los caballos y una animadversión mutua, hasta que sucede lo irremediable: se enamoran.

¿Cómo afrontar la magnitud de sus sentimientos sin ceder a los deseos de sus corazones y a herir a Charles, a quien ambos profesan un gran cariño?

Si hay una novela que por su simplicidad y profundidad ha logrado conmoverme ha sido Promesas. No sólo por el amor entre Tom y Emily, dulce e inolvidable como pocos, sino por las subtramas que confluyen con este hilo principal, creando historias secundarias que, a su vez, se enlazan con la principal.

Entre todos los personajes existe un nexo, un vínculo que los une, ya sea amistad, parentesco o amor. Incluso llegas a conocer, a lo largo de las páginas de esta novela, a los habitantes de Sheridan: el doctor Steele, el sacerdote, el dueño de la taberna, Loucks… Lavyrle Spencer los describe con tal nitidez, no sólo físicamente sino su carácter, sus pensamientos, sus motivaciones y miedos, que es fácil sentirse

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parte de esa población.

Describe los sentimientos de Tom y Emily de un modo tan desbordante que es inevitable sentir empatía hacia ellos. Sientes la dualidad de sus emociones hacia Charles, el cosquilleo de nerviosismo que ellos sienten ante el temor de ser descubiertos.

En pocas palabras, eres testigo de cómo se enamoran. Es imposible no percatarse del momento exacto en que sucede. Es fácil apreciarlo porque sientes sus emociones, aun antes de que ellos mismos les den voz.Para mí es uno de los puntos más difíciles de lograr por parte de una escritora. Hay libros que cuentan bonitas historias de amor, pero no puedes intuir ni saber cuándo ni cómo se han enamorado porque los sentimientos son muy confusos o la autora no logra transmitirlos con nitidez. No es el caso de Promesas.

Si presenciar cómo nace el amor entre Emily y Tom es conmovedor, no lo es menos vislumbrar cómo nace y se fortalece la amistad sincera entre Tom y Charles.

Promesas habla de promesas, las que se convierten una carga y las que son ligeras, las que unen a los amantes y las que unen las convenciones sociales, las de los enamorados y las de los amigos.

Por ello es una novela que conmueve, por la multitud de facetas que vislumbras. Vemos las luces y las sombras de sus personajes, su lucha entre la razón y el corazón.

Al margen de la historia principal, existe otra historia de amor, el amor de juventud entre Edwin y Fannie, una prima de Josephine, la madre de Emily, que tiene su continuación tras más de veinte años de ausencia cuando llega a Sheridan después de la propia Josephine le escribiera para que pedirle acuda junto a su lecho de enferma y pedirle que ayude y

acompañe a Edwin y sus hijos, Emily y Frankie.

La relación de estos es, en muchos aspectos, casi un calco de la de Tom, Charles y Emily. La pareja más madura revive a través de los jóvenes su amor fallido del pasado, manteniéndonos igualmente en vilo.

Y mientras nacen estas historias de amor, vas conociendo a gran parte de los habitantes de Sheridan, vas familiarizándote con sus calles y viendo pasar las estaciones sobre la región.

Ésta es la segunda novela que leo de esta autora y la magia que destila su pluma me ha sorprendido muy gratamente, por la forma en que narra, describe y esboza cada escena, cada sentimiento, con lo que me he descubierto con un nudo en el estómago en muchos momentos de la trama.

Creo que hay libros que son para ser leídos, otros para sentirlos y Promesas lo considero uno de estos.

Todos y cada uno de los personajes de Promesas me ha despertado alguna emoción, pero sobre todo Emily, Tom y Charles, pero incluso la caprichosa y voluble Tarsy ha logrado resultarme cercana, conmoverme y enfurecerme.

Estamos ante uno de esos libros que mientras lees te descubres deseando que no acabe nunca, pero al llegar a la última página, lo haces con una sonrisa en los labios.

Promesas habla de un amor que nace poco a poco, habla del sabor agridulce que, a veces, provocan los lazos de una amistad verdadera y… habla de un amor que no necesita nada más que sencillez y ternura, de declaraciones de amor que sólo requieren una palabra como «marimacho» para dibujar una sonrisa cómplice entre sus protagonistas.

Crítica realizada por Mariam Agudo

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Ojos verdes – Karen Robards

Inglaterra, Siglo XIX

¡Los caminos del señor son inescrutables! Y si no que se lo digan a nuestra Ojos Verdes.

Yo, como Anna Traverne, educada hija de un sacerdote y fiel viuda, voy a pedir al señor que me ayude a encontrar una salida, la misma que le envió a ella si puede ser, para ver si me la envía en la misma forma, es decir, en la forma de Julian Chase. Anna, desesperada por escapar de las lascivas manos de un cuñado del que dependen económicamente ella y su hijita tras la muerte de su marido, no sabe que hacer salvo rezar al Altísimo. Sus plegarias son respondidas cuando le envía a Julian Chase, un, aparentemente, intruso que anda tras unas valiosas esmeraldas que esconden el secreto de su legitimidad y de su herencia.

Tras un duro enfrentamiento entre Julian y Anna, el destino quiere que Anna se haga con las esmeraldas para darle un giro a su vida construyendo su ansiada plantación de Té. Tras vender las joyas, huye a la tierra que ama, Ceilán, lejos de las garras del cuñado, con dinero suficiente para comenzar una nueva vida e ignorante de que aquel intruso que tan devastadores besos le robó y que no se puede quitar ni de la cabeza ni del cuerpo, está a punto de perder su vida en Newgate, acusado de un robo que no cometió.

Tras lograr escapar milagrosamente de una muerte segura, Julian, pone rumbo a Ceilán para cobrarse la deuda que tiene con aquella maldita bruja a la que llama «Ojos Verdes» que tanto le robó, esmeraldas y quizás algo más…

Parte tras ella no solo para buscar la prueba que demuestre su verdadera herencia sino para encontrar su destino.

¡Y la que se monta en las colonias cuando Julian y Anna se reencuentran, bien vale una y mil lecturas de esta estupenda y hermosa novela que ha demostrado resistir el tiempo sin ningún tipo de cirugía!

Toda una serie de adjetivos me vienen a la cabeza al pensar en Ojos Verdes, adjetivos y sustantivos que definen todos y cada uno de ellos lo que es la esencia y la clave de su éxito: Crueldad con ciertos toques de brutalidad, arrolladora y devastadora masculinidad encarnada en Julian; pasión tan embriagadora como arrebatadora; despotismo; tanta ternura como brusquedad en las formas; enloquecedora tentación que cual tormenta es capaz de transmutar a los protagonistas en seres sometidos a la gran fuerza de sus sentimientos y emociones, que oscilan entre la cordura y la insensatez y todo por amor.

Si alguna vez tienes dudas de lo que quiere decir la expresión «de Sangre Caliente», no lo dudes, empápate de la savia ardiente que corre por las venas de Ojos Verdes, una gran obra de Karen Robards, una autora que demuestra una vez más con este título que se maneja mejor en el género histórico que en el actual y que tiene un don para retratar personajes con carisma y que calan en la lectora por ofrecernos tanto amor como odio intenso, pero en proporciones pasionales maravillosas. Una intensidad y una fuerza en sus personajes que atrapó a lectoras años atrás y que vuelve a atrapar hoy, con la misma garra y chispa que entonces. No ha perdido su don.

Y si eres mujer y tienes entre diez años y noventa, ¡ándate con cuidado porque como le eches un ojo encima, ya no podrás escapar al influjo que Julian Chase es capaz de tejer en torno a una desde que lo ve aparecer por la primera página!

¡Esto es un varón y lo demás son tonterías! No le quedaba otra cosa a Anna que ceder y sucumbir ante la arrolladora masculinidad y el atractivo de tamaño espécimen masculino.

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Le perdonamos que a veces se haya comportado como una auténtica y odiosa comadreja y que sus silogismos mentales cuando se trata de Anna se reduzcan tal que:

A= «Te deseo», B= «Te tengo porque si», ergo C= «Punto pelota», es decir, sin vericuetos emocionales que valgan, ningún quizás, ningún pedir permiso, ningún «¿Se puede pasar…?».

Crítica realizada por Manuela Naya

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Orgullo sajón – Nieves Hidalgo

Bajo el liderazgo de Ricardo Corazón de León, Wulkan ha sido uno de sus más fieles guerreros en las encarnizadas luchas emprendidas durante la Segunda Cruzada. Es por ello que cuando el rey Ricardo ve cómo el odio no cesa y las luchas entre normandos y sajones se vuelven más sangrientas, amenazando la paz en Inglaterra, interviene. A su caballero más leal, Wulkan, le concede las tierras de Kellinword, un antiguo feudo sajón y le ordena que ahora, como señor de Kellinword, contraiga matrimonio con Lady Jacqueline de Lynch, cuyo feudo limita con Kellinword. De este modo espera lograr la unión de ambos feudos y un pacto entre normandos y sajones.

Sin embargo, Jacqueline de Lynch, quien vio morir ante sus ojos a sus padres a manos de los normandos, no está dispuesta a acatar el mandato real. Juró que un día vengaría la muerte de sus los suyos y que jamás se rendiría ante nadie, menos aún ante un normando. Para evitar ese enlace huye, pero el destino le tiene preparada una emboscada que la conducirá directamente a Wulkan de Kellinword…

Wulkan creció y se crió en los campos de batalla. Huérfano, no conoce sus orígenes, y la guerra se convirtió en su modo de vida. Desde muy joven es uno de los hombres de Corazón de León y, a su lado, ha guerreado a lo largo de los años, demostrando su valor y lealtad. Cuando el rey le entrega Kellinword y le ordena casarse con la sajona Lady Jacqueline de Lynch, lo enfrenta como una nueva batalla que debe vencer. Más aún cuando descubre la desaparición de su prometida, de la que nadie parece conocer su paradero. Sin embargo, en

su camino aparece Jacky, quien desde el primer instante da un vuelco a sus planes y su vida.

Lady Jacqueline no puede creer en su mala suerte cuando huyendo del temido Wulkan de Kellinword acaba salvándole la vida y, para su desgracia, convirtiéndose en el objeto de sus atenciones. El normando parece empecinado en recompensar a Jacky y para salvarla de la pobreza -en la que cree vive- la conduce a su feudo donde espera hacer de ella un hombre de bien.

Pero si para Wulkan, Jacky acaba convirtiéndose en una espina en su costado, para ésta Wulkan se convierte en su peor pesadilla hecha realidad. Él es normando y representa todo cuanto odia. Ella es sajona y jamás se doblegará ante él.

Viviendo bajo su techo se reafirma en su negativa a presentarse dócilmente ante él para contraer matrimonio. Pero, a su pesar, cada día que pasa se siente más atraída por el rudo normando al que ha jurado no rendirse pero que poco a poco va atravesando sus defensas, demostrándole que hasta la más orgullosa sajona puede flaquear…

Orgullo sajón es una novela medieval que nos traslada a la época de la Segunda Cruzada, envolviéndonos en la épica, las intrigas y alianzas de entonces, aderezando con ello la historia de amor de dos jurados enemigos, Wulkan y Jacqueline, que se ven obligados al matrimonio por mandato de su Rey.

No sé muy bien cómo explicar las razones por las que Orgullo sajón me ha gustado, así que empezaré diciendo que cuando leí la primera novela publicada de Nieves Hidalgo, hubo algo que me llamó muchísimo la atención, más allá de la historia de amor de la novela, y fue la puesta en escena de la parte ambientada en el pasado. La manera de describir las maquinaciones, de describir épocas históricas pasadas y los diálogos me fascinaron. Desde entonces me apetecía muchísimo leer alguna novela histórica de esta autora y con Orgullo sajón he tenido la oportunidad y no me ha defraudado para nada.

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De Orgullo sajón me ha gustado la época histórica en que transcurre, cómo describe la situación y entorno en que surge la historia de amor de Wulkan de Kellinword y Lady Jacqueline de Lynch, haciéndote partícipe de la violencia, las maquinaciones y secretos que estaban al orden del día, el odio y desconfianza entre normandos y sajones, rodeándote del toque aventurero e intrépido de los torneos, o del encanto de los mercados medievales, en lo que es el marco de esta novela.

Por otro lado resaltaría a los protagonistas: Wulkan y Jacky.

Wulkan es el prototipo de héroe medieval romántico, un guerrero curtido por las batallas y las traiciones, un hombre al que le cuesta confiar y cuya vida no ha sido otra cosa que una lucha continua. Con las armas es diestro, hábil, pero ante una mujer como Jacky es el más inepto de los guerreros. Para él las mujeres no han sido otra cosa que meros entretenimientos, nunca ha visto sus sentimientos implicados ni se ha sentido amado.

Lady Jacqueline, la protagonista, es una joven que como bien indica el título de esta novela, no es otra cosa que orgullosa. Es su orgullo el que la lleva a luchar y oponerse a Wulkan con tanta vehemencia. A pesar de sentirse atraída por él, a pesar de saber que tiene en sus manos las armas, o al menos la posibilidad, para ganárselo, su orgullo se interpone una y otra vez dando lugar a una batalla de voluntades entre el temido normando y la

orgullosa sajona.

Las tramas, los personajes, los diálogos, la manera de desarrollar la historia… todo me ha recordado muchísimo la esencia de las novelas románticas clásicas, con las que muchas lectoras nos iniciamos.

Inevitablemente a todas las lectoras no nos gustan los mismos libros ni temáticas, pero creo que a las que disfrutan con las escritoras «de antes», en esta novela pueden reencontrarse con ese tipo de novelas, de ambientación e incluso de manera de escribir.

Tampoco quisiera profundizar en más detalles sobre la novela, pues creo que siempre es mejor descubrirlos por sí misma, pero en definitiva, Orgullo sajón tiene muchos de los elementos que me gustan y atrapan de una novela medieval: una ambientación cuidada, que describe la situación histórica en que sucede sin cargarla con tanta información que se haga densa o complicada de entender, unos protagonistas fuertes, carismáticos, una historia de amor plagada de enfrentamientos pero sin dejar de lado el amor, y como telón de fondo una intriga al acecho que pone en peligro la vida de los protagonistas.

Es una novela que me ha atrapado desde la primera página, que va ganando en intensidad, con una trama ágil y bien desarrollada, con una narración muy pulida y esmerada, con unos protagonistas memorables, para mí lo es sobre todo Wulkan, y con una historia de amor que me ha cautivado de principio a fin.

Crítica realizada por Mariam Agudo

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Ocio y PlacerEscapadas románticas

Torre do río (Caldas de Reis, Pontevedra)

A la ribera del río Umia se levanta Torre do Río sobre las ruinas de un complejo textil del S. XVIII.El murmullo del agua acompañará nuestros paseos salpicados de rincones de ensueño. Las sendas de verde hierba y escalones de piedra, nos ayudarán a perdernos en la paz del recuerdo de otros años, otras gentes, otras vidas, otros sueños...

Allí vive el alma de un tiempo de barro, hierro, encaje y seda, de lumbre, madera y velas. Allí, tras sus puertas, en sus corredores, balcones, terrazas y miradores, nos espera el latido de un sentimiento.

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Cada una de sus cámaras lleva el nombre de una flor: La pureza del Azahar, la belleza de amanecer de la Camelia, Pasión de Dalia, picardía de petunia o lealtad de violeta. Sábanas blancas de virginal hermosura, visillos que bailan al son de la suave brisa, alfombras donde imprimir nuestras huellas.

A veces, en nuestra propia tierra, existe ese rincón donde mana la emoción de sentir latir la sangre en nuestras venas.

Quizá Torre do Río sea el tuyo.

http://www.torredorio.es/index.html

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La casa del Canónigo (Caracenilla, Cuenca)

El juego de la seducción se viste de color bajo el cielo estrellado de la Mancha. La casa del Canónigo aúna el sabor tradicional de una construcción del siglo XVII con la visión hedonista de nuestros días.

La simbología numérica, según las distintas religiones, da nombre a cada una de sus habitaciones.

Es una invitación al placer: cama redonda o con dosel, descansar contemplando las estrellas o bajo techos que se cierran a más de 3 metros de altura; puedes bañar tu piel en un jacuzzi con sistema de cromoterapia, o descansar frente a la chimenea tras horas de charla y lectura en su patio o su romántica galería.

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Espeleología, parapente, piragüismo, bajada de cañones, escalada, rapell, quads, paintball, caballos, cursos de catas, visitas a restos arqueológicos..... Un mundo de deporte, cultura y aventura espera por ti...

Y puede ser, que cuando tus pasos retomen el camino de vuelta, el eco de la voz que un día dejó su huella allí sea tuya: Dejadme estar en paz en este trozo de planeta, donde el silencio se transpira y la voz es inútil. Dejadme, que cuando salga, notaréis en mi rostro la transformación gozosa del que vivió un momento de felicidad eterna. (Anónimo)

http://www.lacasadelcanonigo.com/

Artículo realizado por Mamen Pérez

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Comidas y cenas de ensueño

Hostería Quijas

En Reocín, Quijas, aproximandamente a 6 Kms de Santillana del Mar, se encuentra la Hostería de Quijas, un lugar de ensueño, un paraíso de tranquilidad, en pleno campo y muy cerca del mar.

La Hostería de Quijas es una antigua casa palacio del s. XVII-XVIII que fue restaurada hace unos años y que ha sido redecorada sin escatimar lujos.

La cafetería y el comedor, conservan el sabor de tiempos pasados con paredes de piedra y viguería de madera.

En su restaurante se pueden degustar una amplia variedad de platos exquisitos que hacen las delicias de los comensales más exigentes, y todo ello presentado sobre una fina mantelería de lino, en una vajilla de máxima calidad con cubertería de plata y cristalería de bohemia, todo digno de una mesa real.

Langostinos con dátiles. Chupa-chups de foie con cereza confitada y cuajada de piñones. Bogavante asado con mantequilla de anchoas. Pechuga de pato, bastoncillos de vegetal y anacardo, con salsa de almendra dulce y moscatel. Helado de queso. Rejillla de chocolate y frambuesa. Garrapiñado de almendras, café con leche y caramelo al ron… son sólo algunas de las exquisiteces que La Hostería de Quijas propone en su carta.

http://www.hosteriadequijas.com/

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Sikkim

Sorprende a tu pareja con una cena romántica en el restaurante Sikkim en el barrio gótico de Barcelona. Un sitio ideal para una velada íntima.

Es imprescindible reservar con antelación, principalmente de jueves a domingo. En esos días, el restaurante se transforma en un lugar único, donde sólo la luz de las velas ilumina las mesas y los pétalos de rosas decoran y aromatizan el ambiente.

Torre fresca de aguacates con palmitos, melón y salmón ahumado, Foie Micuit con aromas de trufa y vainilla acompañado de chutney de peras y tomate, Barbacoa del Himalaya acompañada de arroz masmati, papadum y salsa tandori, Magret de pato a la miel de Jesamy con frutas silvestres salteadas al oporto, Lubina a la miel con almendras tostadas sobre un colchón de cuscus mediterráneo, Mouse de leche confitada con rocas de merengue y biscotti, Sorbete de mojito con ron añejo y menta fresca…

Estos son sólo unos pocos ejemplos de los platos que puedes degustar en este singular restaurante.

http://sikkimbcn.com/

Artículo realizado por Esther Ortiz y Mariam Agudo

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Un regalo muy especial

Sorprende… Mima… Regala momentos…

Una propuesta diferente a la hora de agasajar y sorprender. Anímate y haz que cualquier día sea especial.

Desayunos, meriendas, aperitivos, momentos especiales, picoteos, brindis… Te lo llevan donde quieras y puedes incluir además flores o peluches.

http://www.martinadesayunos.es/index.htm

Díselo a las estrellas

¿Quieres hacer un regalo diferente y desde luego muy original? ¿Estás tan enamorada que lo proclamarías a los cuatro vientos e incluso “hasta el infinito y más allá”?

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Pues díselo a las estrellas y después, consigue tu certificado de emisión y un colgante o llavero conmemorativo.

http://www.diseloalasestrellas.com/

Con chocolate...

Como no podía ser menos, el chocolate tiene también un sitio privilegiado en RománTica’S.

¿Eres adicta al chocolate? ¿Te imaginas una fuente de la que manase chocolate caliente y donde pudieras mojar todo tipo de alimentos?

Galletas, bizcochos, trocitos de pera, manzana, plátano, fresas… ¡Lo que quieras! ¡Sólo tienes que poner a trabajar tu imaginación! http://www.chocolatefondue.es/es/

Artículo realizado por Lola Gude

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Buzón del LectorBienvenidas sean todas ustedes a ésta desde hoy su revista sobre el mundo de la novela romántica en castellano. Y sean más que bienvenidas si osan poner uno de sus pies, o mejor dicho uno de sus ojos o los dos, en este rincón, en el que a modo de buzón de sugerencias, número a número, recogeremos aquellas quejas, consultas, comentarios u opiniones, a veces con mofa, a veces criticando a degüello, y cuando la ocasión lo merezca, loando lo que deba ser loado, que tenemos como lectoras de novela romántica que somos y que merecemos ser escuchadas, pero que por encima de todo merecemos decir en voz alta y muy, muy claro lo que pensamos sobre todo este mundo tan fascinante de la novela romántica.

Y ya que estamos en un lugar sagrado... o no... hoy les vamos a contar una parábola...

Una hermosa mujer, pongamos que una de nosotras mismas, acudió como todos los meses a la librería habitual a recoger la última novedad editorial que tenía encargada.

Vaya, pensó la mujer, hay dependiente nuevo, una vez más a soportar la misma mirada condescendiente.

Acercándose al mostrador preguntó la joven muy amablemente al dependiente:

—¿Ya ha llegado Dulce Tentación? —Y estoicamente se preparó mentalmente para soportar por milésima la misma mirada altanera con que la miraban todos los dependientes cuando preguntaba por un título de una novela romántica.

Otra ves esa mirada inquisitoria que parece burlarse mientras me pregunta con sus ojos: «pero ¿porque lees eso?», pensó la joven.

Pero ese día, la mujer levanta la cabeza, y orgullosa y con voz alta y clara, mirándole fijamente a los ojos del dependiente le contesta:

—¿Que por qué leo novela romántica? —le pregunta en voz alta al dependiente mientras éste la empieza a mirar como si estuviera medio trastornada…

»Mira, la mejor respuesta es la más sencilla, aunque responda con otra pregunta. ¿Porqué tengo yo que justificarme esgrimiendo argumentos más o menos verosímiles y que sean capaces de convencer al que me pregunta? —le pregunta apuntando con el dedo al pobre dependiente que no sabe ni por donde le sopla el viento.

»Es una pregunta que tiene la misma respuesta que si me preguntasen que por qué respiro. Pero hoy eres afortunado, ya que vas a ser el agraciado conocedor del porqué yo y muchas más, legiones de lectoras de todos los rincones del mundo, mis amigas, mis hermanas, leemos novela romántica. Hoy va a ser el primer día de muchos que vendrán, en el que ya no voy a justificarme.

»Leo romántica porque me da la gana, porque es mi prerrogativa, porque según la constitución que me ampara puedo leer y elegir lo que leo y además, fíjate tu, no es constitutivo de delito alguno tipificado en ningún código vigente ni vulnera ningún derecho ciudadano; porque soy mayor de edad y porque aunque aún no lo fuera también podría; porque prefiero leer a no leer o

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solo mirar; porque prefiero aprender; porque prefiero evadirme y liberar mi mente a matar a alguien a cuchillazo jamonero limpio; porque aunque mis medidas no sean 90-60-90, ni falta que me hace, soy así de chula y porque yo lo valgo; porque me apellido de segundo Jones y cada historia me ofrece una aventura nueva y un maravilloso mundo por descubrir y una historia que atesorar; porque según mi médico es recomendable para mi músculo cardíaco, dándole el ritmo adecuado a su latido y me dice que aún es más recomendable para ejercitar mi cerebro, poniéndome una sonrisa en mi alma e insuflándome la vida; porque tengo un hambre voraz de historias románticas en las que el final feliz es el único final posible, sin sorpresas porque para sorpresas me leo un periódico cualquiera y acabamos antes; porque aunque las novelas románticas no contengan dibujos, ni falta que les hace, crean imágenes imborrables e imperecederas; porque con ellas viajo hasta el infinito y más allá; porque el amor es el sentimiento que mueve el mundo, mi mundo, un mundo alrededor del que yo me muevo; porque prefiero vivir habiendo amado que haber vivido a secas; porque mi inteligencia lo necesita; porque si quisiera conocer la esencia de la ética occidental acudiría a los clásicos, pero como ya están leídos y asimilados, ésta que suscribe ya sabe diferenciar por si sola, cual Nicómaco, lo que está bien de lo que está mal y elige libremente leer, ya que cogito ergo sum, por ello elijo leer novelas románticas.

»Las leo porque simplemente me hacen feliz a mí y porque vivo cada una de ellas con la misma ilusión del principio, una ilusión que no decae le echen lo que le echen, porque le dan un sentido a mi vida: el ser feliz. ¿No son maravillosas?

Decidme si no os sentís identificadas con esta pobre lectora, o si alguna vez no habéis tenido ganas de soltarle una perorata semejante al curioso de turno. Pues bien, ha llegado ya la hora de que dejemos de justificarnos nosotras...

¿Ahora? Ahora que se justifique el que pregunta, que se devane los sesos pensando respuestas a esta sencilla pregunta que le hacemos todas y cada una de las que amamos las novelas románticas.

Así que ahora responde tú, listill@ que no posees más fundamento que tu ignorancia:

«¿Y por qué no?»

Carta de Manuela Naya,Laura Moreno y Jennifer Neira Egea

Contacta con nosotras

Puedes hacernos llegar tus sugerencias, opiniones y cualquier otra cosa que se te ofrezca a esta dirección de correo: [email protected]

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PasatiemposLlegamos a la sección Pasatiempos, donde os hemos preparado algunos juegos entretenidos.

Crucigrama

1 vertical: Famoso cuento 2 horizontal: Serie de los ochenta emitida por TVE3 horizontal: Protagonista masculino de un libro de Sandra Brown4 vertical: Nota musical5 horizontal: Apellido de autora ganadora del Premio Terciopelo6 vertical: Al revés, terminación de infinitivo7 vertical: Nombre de la autora de una serie familiar muy importante8 horizontal: Famosa mansión9 vertical: Película del género musical de los años 7010 horizontal: Nombre de un hermano Pontepee11 vertical: Familia a la que pertenece el protagonista de Dulces Mentiras12 horizontal: Serie de Nora Roberts13 vertical: Libro cuya autora es Jacquie D'Alessandro14 vertical: Novia de uno de los famosos hermanos de la gran pantalla15 vertical: Familia entrañable de una serie bastante larga16 horizontal: Apellido de la autora de Pasión17 horizontal: Protagonista masculino de un libro de finales de los 8018 vertical: Siglo predilecto en Romántica

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Sopa de Letras

Encuentra títulos de novelas románticas publicadas en español.

Las respuestas a estos juegos las encontrarás en el próximo número de RománTica'S.

Idea de Loli Díaz

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HumorAlguna vez os habéis preguntado: ¿en qué piensan los protagonistas de las portadas románticas? Nosotras hemos sacado nuestras propias conclusiones. A ver si coinciden con las tuyas...

Las imágenes pertenecen a Sauce Azul. Deborah Smith (Ed. Cisne) y Tierna fue la tormenta, Johanna Lindsey (Ed. Vergara).

Idea de Manuela Naya

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Horóscopo RúnicoAries

Buen momento para el amor, si buscas pareja, o ya la tienes pero deseas iniciar un proyecto en común, por fin verás realizado ese deseo. Después de tantas demoras, problemas y

preocupaciones «Jera» te da la recompensa de esperabas, pero ojo, no te precipites vayas a estropearlo todo.

Tauro

Tu pareja está necesitando que le prestes atención. Parece que últimamente todos tus planes se trastocan y la tensión y el estrés están haciendo mella en vuestra relación. Mantén

el sentido del humor y sé paciente; no dejes que te influya la negatividad de «Raidho»

Géminis

«Uruz» te da fuerza y energía positiva para llevar a cabo los cambios que se están plateando en tu vida. Se acerca una étapa de cambios a la que deberás hacer frente, por ello no te

dejes arrastrar por tus miedos e inseguridades; no dejes que otra persona te dicte cómo llevar tu vida, ni siquiera tu pareja.

Cáncer

Puede que sientas que todo tu mundo se ha torcido y que sólo consigues críticas. «Nied» te aconseja que tengas paciencia. Quizás haya alguien a quien le interese que tu pareja se

rompa o que simplemente no desee verte feliz. En cualquier caso, mantén la cabeza fría; todo se solucionará a su debido momento.

Leo

«Tir» te indica que no estás en un buen momento para mantener una relación. Más que nada porque no vas a tener la paciencia necesaria para ello. Si tienes pareja, no dejes

que tu falta de pasión cause malentendidos y acabe dando al traste con tu relación.

Virgo

Una mujer puede traer problemas a tu vida. Puede que sea un familiar o una amiga que no te hará las cosas fáciles precisamente. «Lagaz» te aconseja que no te obsesiones, pero sí

que tengas precaución para que esta persona no logre sus objetivos de menoscabar tu pareja con sus comentarios malignos.

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Libra

Buenas noticias en tus relaciones personales; la fortuna juega a tu favor en estos días. Según «Wunjo», es el momento de disfrutar con tu pareja los éxitos conseguidos. Las

dificultades han quedado atrás; armonía en el amor, viajes placenteros, ¡aprovecha todas las oportunidades que se te presenten!

Escorpio

!Vaya Escorpio! La diosa de la fertilidad ha llamado a tu puerta, ¡no no te asustes!, o sí, «Beorc» anuncia un nacimiento, así que ya sea un nacimiento real o la puesta en marcha de

una idea ¡que sea enhorabuena! Disfruta de esta nueva aventura y pásalo bien con cada etapa del camino.

Sagitario

Sagitario ha llegado el momento de que dejes de angustiarte por esos problemas que has tenido en tus relaciones de pareja, «Ing» te regala un nuevo comienzo; una nueva

oportunidad en el amor se te presenta, así que deja de autocompadecerte y ¡coge el tren!, no vaya a ser que se te escape otra vez.

Capricornio

Deja de pensar que tú solo puedes arreglar las cosas, o peor aún, que se pueden arreglar solas, porque no es así. «Mannaz» te pide que seas sincero contigo mismo. Y si no puedes

pensar con objetividad, pide ayuda o consejo a alguien que te pueda dar su sincero punto de vista sobre la situación.

Acuario

Te has enredado en una situación de la que no eres plenamente consciente. Quizás estés siendo egoísta, o quizás no, pero sea como sea, todo lo que merece la pena en esta vida exige

un sacrificio como bien dice «Isa». Retirate y dale a tu pareja, y a ti mismo, un tiempo para pensar y descansar, os vendrá bien a los dos.

Piscis

Como si fuera un martillo, «Thurisaz» te golpea para que despiertes de ese letargo en el que has estado sumergido. Este inesperado golpe de suerte anuncia una

buena racha, puedes permitirte el lujo de ser impulsivo, soñador y aportar por el amor, pues lo más probable es que ganes la jugada.

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