Ronald Kay
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El tiempo, la instantánea, el fragmentoLecturas de Del espacio de acá de Ronald Kay
Cristian Cisternas Cruz.Doctorando en literatura latinoamericana, Universidad de Concepción.
El dominio imaginario del tiempo, mediante el desarrollo de la técnica, alcanzó un
momento enigmático con la aparición de la fotografía. Evento que vemos ahora a la
distancia, como aquel rostro que dibujamos en la arena de nuestras proezas humanas. La
cámara lúcida despojó a la continuidad del devenir temporal de su fantasmagórica
inestabilidad, de su “flujo vital” (Kay) . La fotografía, reactualizó la pregunta por el
tiempo , ese tiempo que ahora tenemos enjaulado a nuestros dominios, sometido a
nuestras ediciones personales, tiempo que se tornó un tiempo “más esencial”, en cuanto
saludamos las portadas y los primeros planos, olvidando los angulares fuera de foco, las
saturaciones lumínicas, los residuos descartados. Singular reencuentro con la huella de lo
visible. Bajo esta nueva captura de la temporalidad, la fotografía nos saluda desde su
propio marco, pues quizá, la foto, su exaltación del tiempo, sea también , la exaltación de
su borde, de su figura liminar. Tenemos fotografía, controlamos los colores y formas bajo
la atenta mirada del guardián que vela porque esta luz no escape de su cuadro. Un
fotógrafo frente a su foto podría decirse a sí mismo: “Ahora, que te tengo, tiempo de los
tiempos, fotografía que otros creen como tu alma ¿ qué es lo que tengo? Pues al
presenciarte veo exaltado mi triunfo como el gran ojo que domina la mecánica, sin
embargo, pienso también en el gran fracaso, pues este tiempo, el de mi foto, se me escapa
cuando alcanzo sus bordes inestables, sus muros agujereados, su marco desclavado
(Derrida). ”
En Del espacio de acá , Ronald Kay nos congrega a las preguntas lumínicas que el
espacio de la fotografía viene a fracturar junto al espacio del tiempo: espacio lumínico-
temporal. Preguntas, aquellas, que nos saturan de luminosidad hasta preguntarnos si esta
luz de la foto ilumina desde un fondo olvidado, esa (no) luz que está tras la misma luz.
El Korán nos dice “la luz del dios ¿ilumina o ciega?”. Esta pregunta no fatua, nos abre un
agujero en el espacio de la luz iluminada, que es también una pregunta acerca de la
presencia: somos seres presentes bajo esta luz que ilumina, ausentes cuando la luz ya no
nos gobierna. La cámara fotográfica: ardid de la presencia, su eje de atracción. Tiempo
vacío al cual Kay apela para separarnos en los tiempos imposibles del lenguaje, pretéritos
pasados, futuros olvidados, presentes brillando por su ausencia:
“El vacío que atrae en las mismas instancias retenida al eco de los hechos futuros, o sea, a la intercalación de una zona diferente de percepción, la luz impalpable de miradas no nacidas, la latencia de una voz otra, ajena y lejana y sucesiva, que diga los paisajes de la memoria no percibida directamente por los sentidos ”.
La fotografía convoca por medio de sus extrañas relaciones con la luz y el tiempo, a la
más radical de las relaciones, es decir, al encuentro del ser con el mundo y lo que nos
resulta visible en sus primeros planos y, por vacío, a lo que no vemos, a lo invisible, a lo
que en otro lugar llamamos lo fantasmagórico. Pues si pensamos el tiempo de la
fotografía junto a su luz desbordada, la mecánica de su ajuste se vuelve secundaria, así
como lo muestra figurativamente la pintura de Dalí con los relojes diluidos en el desierto
de las formas. Dalí nos muestra esta parodia de la mecánica del tiempo, signada en los
relojes, como lo que nosotros vemos ahora en la cámara que captura la fotografía. Así
como el tiempo no es el tiempo de los relojes, la cámara fotográfica no es el espacio-luz
de la fotografía. Lewis Carroll nos dijo “El tiempo no soporta que lo marquen y lo
clasifiquen” ¿ porqué esta impaciencia paradójica del tiempo? Pareciera ser que una
lengua alegórica ( y no denotativa) del tiempo nos dice mediante lo que no es el tiempo
que estamos siempre frente a un dominio inabordable. De esta manera, la fotografía,
espacio del no tiempo evocado y no aprehendido, resulta parecida al libro. Sócrates se
sorprende de la escritura y luego desconfía, pues se pregunta quién es este ser dormido a
quien no es posible interrogar, pero que sin embargo habla (Blanchot). Cuando
olvidamos que la fotografía es también escritura , olvidamos que , ya sea en la
instantánea perpetua, el tiempo se ha replegado sólo en un envés, pues el delirio de la
escritura y la lectura no lo limitan a su aparente estática. La foto jamás es estática sino, al
menos, estática- dinámica, no está nunca determinada o finalizada, pues no existe “el
gran amo” de la mirada que nos diga desde donde se inició o hasta donde terminó. Si lo
existe, es sólo por razones de dominio interpretativo. La fotografía, de esta forma resulta
un nuevo espacio imposible del tiempo. Tiempo siempre insuficiente, tiempo siempre
desbordado.
Referencias bibliográficas.
Blanchot, Maurice. 2001. La bestia de Lascaux. El último en hablar. Madrid: Tecnos.Carroll, Lewis. 1999. Alicia en el país de las maravillas. Madrid: Plaza & Jenés.
Derrida, Jacques. 2005.La verdad en pintura. Buenos Aires: Paidós.