Rousseau. Las Confesiones

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Emprendo una tarea de la que nunca hubo ejemplo y cuya ejecución no tendrá imitadores. Quiero mostrar a mis semejantes un hombre en toda la verdad de la naturaleza; y ese hombre seré yo. Yo, sólo yo. Siento mi corazón y conozco a los hombres. No estoy hecho como ninguno de cuantos he visto; me atrevo a creer que no estoy hecho como ninguno de cuantos existen. Si no valgo más, al menos soy distinto. Si la naturaleza hizo bien o mal al romper el molde en que me vació, es cosa que no puede juzgarse hasta después de haberme leído. Que suene cuando quiera la trompeta del Juicio Final, yo acudiré con este libro en la mano a presentarme ante el soberano juez. Diré abiertamente: “Esto es lo que hice, esto lo que pensé, esto lo que he sido. Dije lo bueno y lo malo con idéntica franqueza. Nada malo callé, ni añadí nada bueno, y si alguna vez me serví de alguna galanura indiferente, nunca fue sino para llenar un vacío ocasionado por mi falta de memoria; he podido suponer cierto lo que sabía que había podido serlo, nunca lo que sabía que era falso. Me he mostrado cual fui; despreciable y vil cuando lo he sido, bueno, generoso y sublime cuando lo he sido: he desnudado mi alma tal como tú mismo la viste. Ser eterno, reúne en torno mío la innumerable muchedumbre de mis semejantes; que escuchen mis confesiones, que giman con mis indignidades, que se avergüencen de mis miserias. Que cada uno de ellos descubra a su vez su corazón a los pies de tu trono con igual sinceridad; y luego, que uno solo te diga si se atreve: “Yo fui mejor que ese hombre”. Jean-Jacques Rousseau: Les Confessions, 1782-1789. [Las Confesiones. Alianza, Madrid, 1997].

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Emprendo una tarea de la que nunca hubo ejemplo y cuya ejecución

no tendrá imitadores. Quiero mostrar a mis semejantes un hombre en toda

la verdad de la naturaleza; y ese hombre seré yo.

Yo, sólo yo. Siento mi corazón y conozco a los hombres. No estoy

hecho como ninguno de cuantos he visto; me atrevo a creer que no estoy

hecho como ninguno de cuantos existen. Si no valgo más, al menos soy

distinto. Si la naturaleza hizo bien o mal al romper el molde en que me

vació, es cosa que no puede juzgarse hasta después de haberme leído.

Que suene cuando quiera la trompeta del Juicio Final, yo acudiré con

este libro en la mano a presentarme ante el soberano juez. Diré

abiertamente: “Esto es lo que hice, esto lo que pensé, esto lo que he sido.

Dije lo bueno y lo malo con idéntica franqueza. Nada malo callé, ni añadí

nada bueno, y si alguna vez me serví de alguna galanura indiferente, nunca

fue sino para llenar un vacío ocasionado por mi falta de memoria; he

podido suponer cierto lo que sabía que había podido serlo, nunca lo que

sabía que era falso. Me he mostrado cual fui; despreciable y vil cuando lo

he sido, bueno, generoso y sublime cuando lo he sido: he desnudado mi

alma tal como tú mismo la viste. Ser eterno, reúne en torno mío la

innumerable muchedumbre de mis semejantes; que escuchen mis

confesiones, que giman con mis indignidades, que se avergüencen de mis

miserias. Que cada uno de ellos descubra a su vez su corazón a los pies de

tu trono con igual sinceridad; y luego, que uno solo te diga si se atreve: “Yo

fui mejor que ese hombre”.

Jean-Jacques Rousseau: Les Confessions, 1782-1789. [Las

Confesiones. Alianza, Madrid, 1997].