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LA ARQUEOLOGÍA DE TLATELOLCO / 39 DOSIER 38 / ARQUEOLOGÍA MEXICANA La arqueología de Tlatelolco DE LA COLONIA A LOS SESENTA DEL SIGLO XX EDUARDO MATOS MOCTEZUMA Dirán ahora algunos lectores muy curiosos que cómo pudimos alcanzar a saber que en el cimiento de aquel gran cu echaron oro y plata y piedras de chalchihuís ricas y semi- llas, y lo rociaban con sangre humana de in- dios que sacrificaban, habiendo sobre mil años que se fabricó y se hizo. A esto doy por respuesta que desde que ganamos aquella fuerte y gran ciudad y se repartieron los so- lares, que luego propusimos que en aquel gran cu habíamos de hacer la iglesia de nues- tro patrón y guiador señor Santiago, y cupo mucha parte de la del solar del alto cu para el solar de la santa iglesia para aquel cu de Huichilobos, y cuando habrían los cimien- tos para hacerlos más fijos, hallaron mucho oro, plata, chalchihuís, perlas, aljófar y otras piedras (Díaz del Castillo, t. I, 1943). Con estas palabras se refiere Bernal Díaz del Castillo al Templo Mayor de Tlatelol- co, aunque exagera en la antigüedad del monumento. Es fácil imaginar que de aquellos hallazgos se desconoce la suerte que tuvieron, aunque es posible pensar que quienes abrieron los cimien- tos para construir los primeros asenta- mientos del lugar se hicieron de ellos y sólo quedan las palabras de Bernal Díaz del Castillo, que son a todas luces elocuen- tes: como parte de la destrucción de los templos indígenas considerados como obra del demonio, ahora se iniciaba la obra de los ángeles con el pillaje producto del triunfo militar. Un dato interesante al respecto lo tene- mos en la Iglesia de Santiago, ubicada so- bre la parte posterior del Templo Mayor de Tlatelolco, como lo dice el cronista sol- dado. La destrucción de este último y de otros templos traía aparejada la utilización de la piedra para la edificación de la iglesia, como se puede apreciar en los muros de la Página anterior: En Tlatelolco se encuentran representadas tres épocas históricas: la prehispánica, la colonial y la moderna. Arriba: La mayor parte de los edificios que actualmente se observan en la pla- za principal de Tlatelolco fueron excavados en la década de los sesenta del siglo XX. FOTOS. PÁGINA ANTERIOR: B. DE SWAN / RAÍCES. ARRIBA: M.A. PACHECO/ RAÍCES DOSIER DIBUJO: VÍCTOR RANGEL. LEVANTAMIENTO TOPOGRÁFICO: LEONARDO DE LA LUZ Iglesia de Santiago Tlatelolco Exconvento de Santiago Tlatelolco Templo Mayor Templo I Norte Templo II Norte Templo Redondo Osario E. R o Templo de Ehécatl-Quetzalcóatl Coatepantli EXPLORACIONES EN LA ZONA ARQUEOLÓGICA DE TLATELOLCO El Gran Basamento Zona Chica Plaza de las Tres Culturas E. D1 E. D2 E. D3 E. E E. F E. A E. B E. C E. I E. J E. G E. K E. H E. M o Templo Calendárico E. X E. L o Templo de las Pinturas E. W o El Palacio E. N E. Y E. Z E. U E. O E. P E. Q E. S E. T E. V o Altar V 1944-1952 1960-1964 1965-1968 1987-1993 2007 = ESTRUCTURA SIMBOLOGÍA E. E. O’

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38 / arqueología Mexicana Iglesia de Santiago Tlatelolco El gran Basamento la arqueología de tlatelolco / 39 Templo Mayor Zona Chica Exconvento de Santiago Tlatelolco Página anterior: En Tlatelolco se encuentran representadas tres épocas históricas: la prehispánica, la colonial y la moderna. Arriba: La mayor parte de los edificios que actualmente se observan en la pla- za principal de Tlatelolco fueron excavados en la década de los sesenta del siglo xx . Coatepantli Osario siM bología

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la arqueología de tlatelolco / 39

DOSIER

38 / arqueología Mexicana

La arqueología de Tlatelolco DE La COLOnIa a LOS SESEnTa DEL SIgLO xxEduardo Matos MoctEzuMa

Dirán ahora algunos lectores muy curiosos que cómo pudimos alcanzar a saber que en el cimiento de aquel gran cu echaron oro y plata y piedras de chalchihuís ricas y semi-llas, y lo rociaban con sangre humana de in-dios que sacrificaban, habiendo sobre mil años que se fabricó y se hizo. A esto doy por respuesta que desde que ganamos aquella fuerte y gran ciudad y se repartieron los so-lares, que luego propusimos que en aquel gran cu habíamos de hacer la iglesia de nues-tro patrón y guiador señor Santiago, y cupo mucha parte de la del solar del alto cu para el solar de la santa iglesia para aquel cu de Huichilobos, y cuando habrían los cimien-tos para hacerlos más fijos, hallaron mucho oro, plata, chalchihuís, perlas, aljófar y otras piedras (Díaz del Castillo, t. I, 1943).

Con estas palabras se refiere Bernal Díaz del Castillo al Templo Mayor de Tlatelol-co, aunque exagera en la antigüedad del monumento. Es fácil imaginar que de aquellos hallazgos se desconoce la suerte que tuvieron, aunque es posible pensar que quienes abrieron los cimien-tos para construir los primeros asenta-

mientos del lugar se hicieron de ellos y sólo quedan las palabras de Bernal Díaz del Castillo, que son a todas luces elocuen-tes: como parte de la destrucción de los templos indígenas considerados como obra del demonio, ahora se iniciaba la obra de los ángeles con el pillaje producto del triunfo militar.

Un dato interesante al respecto lo tene-mos en la Iglesia de Santiago, ubicada so-bre la parte posterior del Templo Mayor de Tlatelolco, como lo dice el cronista sol-dado. La destrucción de este último y de otros templos traía aparejada la utilización de la piedra para la edificación de la iglesia, como se puede apreciar en los muros de la

Página anterior: En Tlatelolco se encuentran representadas tres épocas históricas: la prehispánica, la colonial y la moderna. Arriba: La mayor parte de los edificios que actualmente se observan en la pla-za principal de Tlatelolco fueron excavados en la década de los sesenta del siglo xx.

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Iglesia de Santiago Tlatelolco

Exconvento de Santiago Tlatelolco

Templo Mayor

Templo I Norte

Templo II Norte

Templo Redondo

Osario

E. R o Templo de Ehécatl-Quetzalcóatl

CoatepantliExplORaCIONES EN la ZONa aRQuEOlógICa

dE TlaTElOlCO

El gran Basamento

Zona Chicaplaza de las Tres Culturas

E. d1

E. d2

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E. EE. F

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E. C

E. IE. J

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E. M o Templo Calendárico

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E. l o Templo de las pinturas

E. W o El palacio

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E. V o altar V

1944-19521960-19641965-19681987-19932007

= Estructura

siMbología

E.

E. O’Los resultados de los trabajos en la zona arqueológica de Tlatelolco –realizados por destacados investigadores y que abarcan desde 1944 hasta la fecha– confirman las maravillas de ese sitio de las que ya hablaban el cronista español Bernal Díaz del Cas-tillo, en el siglo xvi, y el estudioso Antonio León y Gama, en el xviii.

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misma. En efecto, en la parte externa del ábside de la iglesia aún se ve, empotrado, un bloque de piedra con el rostro de una deidad que podría ser un Tláloc que ve ha-cia el norte. Otras piedras muestran talla prehispánica.

Siglo xviii

Asentado el poder peninsular, muchos años debieron de pasar para que se volvie-ra a poner atención en Tlatelolco, último reducto de la resistencia mexica. Corres-pondió al sabio don Antonio León y Gama hacer mención de las riquezas que allí po-drían encontrarse en el “Discurso prelimi-nar” de su Descripción histórica y cronológica de las dos piedras…, publicada en 1792, en la que dice:

Siempre he tenido el pensamiento de que en la plaza principal de esta ciudad, y en la del barrio de Santiago Tlatelolco se habían de hallar muchos preciosos monumentos de la antigüedad mexicana […] y habiendo sido la segunda plaza de Tlatelolco el último lugar

donde se retiraron y mantuvieron los indios hasta el día de la toma de la ciudad; es de creer que allí hubieran ido conduciendo así sus penates, ó ligeros idolillos, que de todas materias (aún de las más preciosas, según las facultades de sus dueños) fabricaban y guar-daban dentro de sus propias casas, como to-das las alhajas y tesoros que poseían […] es, pues, de creer, que todo esto, o la mayor par-te de ello esté debajo de la tierra de Tlatelol-co (León y Gama, 1990, pp. 1-2).

Siglo xix

Las noticias con que contamos nos llevan a finales del siglo xix, cuando por el inte-rés de España de celebrar el cuarto cente-nario del descubrimiento de América, in-vitaron a muchos países –entre ellos México– a participar en una gran exposi-ción que tendría lugar en Madrid en 1892. Para ello, nuestro país creó la Junta Colom-bina, encabezada originalmente por don Joaquín García Icazbalceta y con la parti-cipación de Alfredo Chavero, José María Vigil, Francisco del Paso y Troncoso, José

María de Agreda y Sánchez y Francisco Sosa, a la que se incorporaron poco des-pués Luis González Obregón y Jesús Ga-lindo y Villa. Para el tema que tratamos, se tiene información de que dicha junta or-denó que se realizaran trabajos de excava-ción en la plaza de Tlatelolco y cerca del tec-pan, y que los trabajos se encomendaron al coronel Manuel Ticó, quien los comenzó el 28 de junio de 1892. Se practicaron ca-las de hasta 20 m de longitud y 5.30 m de profundidad. La prensa de la época dice al respecto:

Frente al Tecpan, a un metro de profundi-dad, se encontraron unas capas de cuarenta centímetros de yeso ó una sustancia pareci-da blanca, fina y superpuestas de una mane-ra uniforme como si fueran hojas de papel; profundizando otro metro, se encontró lo mismo; luego otro y al final una escalinata pintada de azul, fabricada con una argama-sa parecida al asfalto.

Había allí una cripta y cinco osamentas humanas con sus atributos, entre los cuales se distinguen unos pitos o chirimías de ba-

En 1944 comenzaron las primeras investigaciones arqueológicas en Tlatelolco, encabezadas por don Pablo Martínez del Río, quien contó con la colabora-ción de la arqueóloga Antonieta Espejo.

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Brasero con la representación de una deidad relacionada con el Sol y la vegetación. Tlatelolco. mna.foto: boris de swan / raíces

rro barnizado, algunos tan completos que se pueden tocar en ellos; un mascarón de te-zontle de remota antigüedad, con una aber-tura en su parte superior donde se ponía el ulli sagrado y un sello con la cruz de Quet-zalcóatl que servía para que se pintaran la cara los antiguos mexica.

En las demás se recogieron como 400 ídolos pequeños (penates), de los cuales hay uno que representa la Diosa del Agua y otros á Tezcatlipoca; como 1,000 dardos y flechas de obsidiana, otra de serpentina, pebeteros de los llamados humazos con que se incensaba a los ídolos y pedacitos de concha, que está comprobado se usaban por los indios para sus adornos.

Igualmente hay todos los objetos nece-sarios para el juego de pelota, perfecta-mente conservados, etc.

De los objetos grandes se encontraron tres monolitos, uno de los cuales parece ser piedra de los sacrificios; bastones de man-do de barro y de piedra; tres ídolos de ba-rro, huecos; una jarra con mascarones y cu-lebras; una pipa para fumar tabaco; un vaso pintado de verde y azul, de gran ornamen-tación, y un vaso semejante al de los asirios (El Monitor Republicano, 1892, p. 230).

Como puede verse, no fueron pocos los vestigios hallados. Pero vale la pena men-cionar que un año más tarde, el 15 de julio de 1893 y ya terminados los festejos de Ma-drid, el coronel Ticó seguía despachándose con la cuchara grande en Tlatelolco, como

se consigna en una nota del Monitor Republi-cano en la que se da cuenta del hallazgo de: “…objetos de obsidiana y meorita de los que usaban los indios como adornos, pie-dras artísticamente labradas y pequeñísimos bajo relieves notables por lo completo de los detalles de las figuras que representan” (El Monitor Republicano, 1893, p. 254).

Siglo xx

Fue hasta 1944 que dio comienzo un pro-yecto de investigación en Tlatelolco en-cabezado por don Pablo Martínez del Río, quien contó con la estrecha colaboración de Antonieta Espejo, arqueóloga del inah. Dicho proyecto se concibió a

partir del interés mostrado por Robert H. Bar-

Atrio del templo de Santiago Tlatelolco, 1944. Foto de Antonieta Espejo. Templo Mayor de Tlatelolco, 1948. Foto de Antonieta Espejo.

Etapas I y II del Templo Mayor de Tlatelolco, 1948. Foto de Antonieta Espejo. Etapa I del Templo Mayor de Tlatelolco, 1948. Foto de Antonieta Espejo.

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low. Dice Martínez del Río acerca de esto:

La idea de practicar algunas exploraciones de carácter arqueológico en Tlatelolco, se debe a nuestro colaborador el señor Ro-bert H. Barlow, de la Universidad de Cali-fornia, quien, después de haberse dedica-do durante algún tiempo al estudio de las diversas fuentes antiguas que se ocupan del pasado de ese lugar, concibió el proyecto de abrir algunos pozos estratigráficos en ciertos solares actualmente desprovistos

de construcción a fin de obtener un buen número de fragmentos de cerámica (Mar-tínez del Río, 1944).

1944-1948. Los trabajos emprendidos du-raron varios años, entre 1944 y 1948, y sus resultados se publicaron en diversos nú-meros de las Memorias de la Academia Mexi-cana de la Historia bajo el título de Tlate-lolco a través de los tiempos. En efecto, en sus páginas podemos constatar que se trató de un trabajo interdisciplinario que incluía un buen número de temas, tanto prehispáni-

cos como coloniales. Se contó con la co-laboración de destacados especialistas, en-tre los que mencionaré a don Pablo Martínez del Río, quien, entre otras cosas, siempre escribía la nota preliminar del vo-lumen correspondiente. Los aportes de Barlow son numerosos, así como los de Antonieta Espejo, quien reportaba de su diario de campo los pormenores de la ex-cavación arqueológica. También se contó con la colaboración de James B. Griffin, dedicada a la cerámica del lugar y azteca en general; el recuento de esculturas recupe-

radas fue de Salvador Mateos Higuera; y no faltan las firmas en algún artículo de Al-fonso Caso y Jean Charlot, así como la de Arturo Monzón y muchos más.

Algo que nos sorprendió desde la pri-mera vez que tuvimos en nuestras manos estos escritos fue cómo en el número I aparece, quizá por primera vez en la arqueología mexicana, la utilización de foto aérea. Don Pablo hace un análisis del barrio de Santiago y a partir de una fotografía describe las características del sitio. Por otra parte, la recuperación parcial de al-gunas etapas constructivas del Templo Mayor y ofrendas asocia-das se acompaña de planos, dibu-jos y fotografías que forman un buen acopio de información acer-ca de lo realizado. Algo interesan-te es la manera en que se trataron de conservar restos de madera y púas de maguey, para lo cual se emplearon baños de alcohol sustituyendo el agua presente en los objetos por una solución de celuloide en acetona o por parafina líquida. Quizá actual-mente y con los avances de la restauración en México esto suene un tanto exótico, pero muestra el interés por preser-var los restos orgánicos. Baste señalar que con todos estos tra-bajos se daba un paso signifi-cativo no sólo en el aspecto ar-queológico, s ino para la comprensión en general del Tla-telolco prehispánico y colonial.

Década de los sesenta. Años más tarde, con motivo de la construc-ción del conjunto urbanístico Nonoalco-Tlatelolco, bajo las ór-denes del arquitecto Mario Pani, en la década de los sesenta del siglo xx, comenzó el rescate arqueológico a cargo del inah, dirigido por Fran-cisco González Rul, quien nos in-vitó a participar a Braulio García y a mí (por entonces yo era estu-diante de la carrera de arqueolo-gía). Me correspondió excavar, y enumerar piedra por piedra, un templo de planta casi cua-drada, con una sección circu-lar en la parte posterior, que sería trasladado a otro lugar para su

preservación. El edificio tenía su fachada principal hacia el oriente. También colabo-ré en la excavación de los primeros 56 en-tierros de los cientos que posteriormente se encontrarían dentro del recinto o en pla-za principal de Tlatelolco. La mayoría de

estos primeros entierros se localizó deba-jo de la prolongación de San Juan de Le-trán, ahora Eje Central Lázaro Cárdenas. Un buen número era de infantes y otro tan-to de adultos en posición flexionada, acom-pañados con ofrendas formadas por ollas, cajetes, malacates y en ocasiones con pie-zas de madera y otros materiales, como se aprecia en el cuadro adjunto. Cabe seña-lar que la enorme cantidad de entierros encontrada dentro del recinto ceremo-

nial siempre atrajo mi atención. Cu-brían un área extensa y estratigráfica-mente se ubicaban desde niveles muy superficiales hasta a cierta profun-didad, muy cerca uno de otros o co-

locados uno encima de otro. Tam-bién se hallaron verdaderos osarios con partes separadas del esqueleto. Aunque algunos de esos restos mues-

tran huellas de sacrificios, en otros se tra-ta de entierros acompañados de su ajuar

mortuorio, lo que indica que los in-dividuos murieron debido a la hambruna de 1454, la guerra de conquista de Axayácatl en 1473 o la última resistencia mexica du-rante la conquista española de

1521. La colocación de entierros dentro de ese espacio resulta insó-lita pues recintos como este no eran lugar para enterramientos, como puede constatarse en el Tem-plo Mayor de Tenochtitlan.

Los edificios que actualmente observamos en la plaza principal de Tlatelolco fueron excavados por aquel entonces. Varios años de tra-bajo bajo diferentes coordinadores dieron por resultado el conocer las etapas constructivas del Templo

Mayor y algunos de los edificios ale-daños (González Rul, 1998). Éstos fueron nombrados con letras y uno de los hallazgos más significativos fue el del límite norte y parte del sur del re-cinto ceremonial, una plataforma for-mada por muros con escaleras alterna-das cambiaron la idea de que el coatepantli o muro de serpientes que delimitaba la plaza principal tanto de Tlatelolco como de Tenochtitlan fuera eso, un muro. Años más tar-de pudimos corroborar lo anterior en Tenochtitlan, en donde en la par-te posterior del Templo Mayor ha-llamos un tramo de la gran plata-

En la década de los sesenta del siglo xx se construyó el conjunto urbano Nonoalco-Tlatelolco. A raíz de estos trabajos, el inah emprendió trabajos de res-cate arqueológico.

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En el entierro 14 se localizaron restos óseos de varios individuos. Foto de Francisco González Rul.

El entierro 14 fue excavado por Eduardo Matos, 1961. Foto de Francisco González Rul. Un cráneo del entierro 14 tenía restos de ramas de pino. Foto de Francisco González Rul.

Entierros en el patio sur, 1964. Foto de Francisco González Rul Entierro múltiple en el patio sur, 1964. Foto de Eduardo Contreras.

Escultura de cerámica relacionada con el culto a la fertilidad. Tlatelolco. mna.

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forma, a la que se accedía por escaleras que se alternaban con muros. Con lo anterior se seguía la vieja tradición presente desde Teotihuacan, estado de México (Ciudade-la, Pirámide del Sol), de encerrar el espa-cio sagrado con el templo principal y otros dentro de un perímetro formado por una gran plataforma con accesos restringidos.

También se localizaron restos de pintu-ra mural en el interior de algunos aposen-tos, los que fueron atendidos por personal especializado en restauración para su des-prendimiento y posterior tratamiento. Como parte del ajuar mortuorio de los en-tierros se recuperaron restos de telas, cala-baza y madera, que fueron trasladados para su conservación al ex convento de Churu-busco y al entonces Departamento de Pre-historia del inah.

Década de los ochenta. Fue hacia esta dé-cada cuando dio comienzo un nuevo pro-yecto de investigación que contó con el pa-trocinio del inah y de la Universidad de Colorado, Boulder, en el que incorporé a Francisco Hinojosa y a Salvador Guilliem. Este último fue finalmente nombrado como encargado de campo y se llevaron a cabo diversos trabajos, a los que se dedica un artículo en este número de Arqueología Mexicana. Años después, el Departamento de Salvamento Arqueológico del inah rea-lizó el rescate arqueológico en el predio en donde se construirían edificios de la Secre-taría de Relaciones Exteriores. Una de sus integrantes, la arqueóloga Margarita Car-ballal, incluye también un texto sobre los trabajos realizados.

No cabe duda que aquellas palabras di-chas por León y Gama en el siglo xviii acer-ca de la importancia de Tlatelolco guarda-ban mucho de verdad…

Eduardo Matos Moctezuma. Maestro en ciencias antropológicas por la Escuela Nacional de Antropo-logía e Historia. Profesor emérito del inah y miembro de El Colegio Nacional. Coordinador general del Proyecto Templo Mayor y del Programa de Arqueo-logía Urbana. Miembro del Comité Cientifico-Edi-torial de esta revista.

Para leer más…Díaz Del Castillo, Bernal, Historia verdadera de la conquista de

la Nueva España, Editorial Nuevo Mundo, México, 1943.león y Gama, Antonio, Descripción histórica y cronológica de

las dos piedras…, edición facsimilar de la 2ª ed. de 1832, inah, México, 1990.

El Monitor Republicano, citas tomadas de Sonia Lombardo de Ruiz, El pasado prehispánico en la cultura nacional, vol. I, Serie Antologías, inah, México, 1994.

martínez Del río, Pablo, Tlatelolco a través de los tiempos, Academia Mexicana de la Historia, México, 1944.

González rul, Francisco, Urbanismo y arquitectura en Tlatelol-co, Colección Científica, núm. 346, inah, México, 1998.

EntiErros En tlatElolco

entierro 24. Al este de la plataforma, a 4.15 m de la alfarda central. Posición: Infante, flexionado. ajuar mortuorio: Orejera de obsidiana y olla con asa a la altura de los iliacos.

entierro 25. Al este de la plataforma, a 2.40 m de la alfarda central. Posición: Joven, flexionado en norma lateral dere-cha. El brazo derecho pasa debajo de las piernas y el izquier-do está flexionado sobre el abdomen; cráneo al este. ajuar mortuorio: Dos cajetes sencillos –uno dentro del otro– y cin-co malacates de barro.

entierro 26. Al este de la plataforma, a 4.70 m de la alfarda central. Posición: Flexionado en norma lateral izquierda; crá-neo, muy destruido, al poniente. ajuar mortuorio: Tronco cerca del cráneo y malacates de barro.

entierro 27. Al este de la plataforma, a 5.90 m de la alfarda cen-tral. Posición: Posible adulto, flexionado en decúbito ventral o en norma lateral muy derecha. ajuar mortuorio: Sin ofrenda.

entierro 28. Al este de la plataforma, a 2.01 m de la alfarda y a 48 cm por debajo de la plataforma. Posición: Adulto, flexionado en norma lateral derecha; brazos sobre el abdo-men y cráneo al este. ajuar mortuorio: Plato roto sobre el cráneo y otro junto en mismas condiciones.

entierro 29. Cerca del cráneo del 28, al sureste, a 3.17 m de la plataforma. Posición: Infante; no se puede precisar posi-ción, ya que está incompleto y el cráneo está muy destruido. ajuar mortuorio: Sin ofrenda.

entierro 30. A 3.74 m al este de la plataforma y 56 cm por debajo de ella. Posición: Infante, flexionado en decúbito dor-sal con las piernas muy abiertas; un brazo sobre el abdomen y otro alargado; cráneo al poniente. ajuar mortuorio: Algu-nos tiestos.

entierro 31. Al sur del 30, a 3.70 m de la plataforma y 20 cm por debajo de ella. Posición: Adulto, flexionado en decúbi-to dorsal con los brazos cruzados sobre el abdomen. Se ve que fue enterrado en fardo; cráneo al este. ajuar mortuorio: Sin ofrenda.

entierro 32. A 2.75 m al este de la plataforma y 35 cm por debajo de ella. Posición: Infante, flexionado en decúbito dor-sal; cráneo al este. Se ve que fue enterrado en fardo. ajuar mortuorio: Dos cajetitos y un cajete sencillo rojo con deco-ración blanca, un malacate; los dos cajetitos y el malacate es-tán cerca de los pies.

entierro 33. Más al sur de los anteriores, a 6.71 m al sur de la alfarda central y a 2.82 m al este de la plataforma. Posición: Infante, flexionado con el cráneo boca abajo; muy destruido. ajuar mortuorio: Malacates, cuenta de piedra verde y hue-so trabajado.

entierros 34-38. No hay registro. Excavados por otro ar-queólogo.

entierro 39. A 20 cm de la plataforma y a 4.07 m, de la alfar-da; 40 cm por debajo de la plataforma. Posición: Flexionado en decúbito dorsal y los brazos sobre la pelvis. Sobre él se exca-varon dos calotas infantiles con restos de madera y brasero y un cajete; cráneo al poniente. ajuar mortuorio: Dos cajetes sen-cillos –uno dentro de otro– y lo que parece ser una calabaza.

entierro 40. A 3.65 m al este de la plataforma y a 2.39 m al sur de la alfarda; 42 cm por debajo de la plataforma. Posi-ción: Infante, flexionado en decúbito dorsal, había muchos restos de petate encima y una piedra junto al cráneo, que es-taba al poniente. ajuar mortuorio: Sin ofrenda.

entierro 41. Casi debajo del anterior, a 3.54 m al este de la plataforma y a 2.79 m al sur de la alfarda; 78 cm por debajo de la plataforma. Posición: Infante, flexionado en decúbito dorsal; el cráneo tiene color rojo y está al poniente. ajuar mortuorio: Sin ofrenda.

entierro 42. A 3.90 m al este de la plataforma y a 4.10 m al sur de la alfarda; 69 cm por debajo de la plataforma. Posi-ción: Infante, no se aprecia bien su posición. ajuar mortuo-rio: Restos de madera encima y un plato.

entierro 43. A 4.20 m al este de la plataforma y a 6.25 al sur de la alfarda; casi al mismo nivel de la plataforma. Posición: Joven, flexionado en decúbito dorsal; cráneo al este y los bra-zos sobre el pecho. ajuar mortuorio: Por lo menos seis pie-zas (cajetes, ollas).

entierros 44-46. No hay registro.

entierro 47. A 3.44 m al este de la plataforma y a 3.70 m al sur de la alfarda; a 1.05 m por debajo de la plataforma. Posi-ción: Adulto, flexionado en norma lateral derecha. Abundan-te petate por todos lados (¿fardo?); cráneo al sur. ajuar mor-tuorio: Sahumador completo, al este; cerca de la cabeza, dos vasijas pequeñas con una figurita adentro, una ollita y otras figuritas, espinas de maguey.

entierro 48. A 3.60 m al este de la plataforma y a 2.31 m al sur de la alfarda; a 1.10 m por debajo de la plataforma. Po-sición: Adulto, flexionado en decúbito dorsal; cráneo al po-niente. ajuar mortuorio: Orejera abajo del apófisis mas-toides; vasija ceremonial con asas horizontales y una vasija con una madera encajada a manera de asa; madera; calaba-za con semillas.

entierro 49. A 16 cm al este de la plataforma y a 2.15 m al sur de la alfarda; 83 cm por debajo de la plataforma. Posición: Difícil saber su posición; cráneo –con restos de color rojo– al poniente. ajuar mortuorio: Ofrenda encima del cuerpo (un plato negro, otro naranja, dos ollas de boca ancha).

entierro 50. Al lado del 49, a 10 cm al este de la plataforma y a 2.70 m al sur de la alfarda; 83 cm por debajo de la plata-forma. Posición: La abundante ofrenda que tiene encima im-pide ver posición, sólo se ve el cráneo. ajuar mortuorio: Pla-tos trípodes, pequeñas vasijas.

entierro 51. A 17 cm al este de la plataforma y a 3.16 m al sur de la alfarda; 83 cm por debajo de la plataforma. Posición: Doble entierro, flexionados. El que se encuentra más al norte está en decúbito dorsal, con las piernas encogidas y hacia la iz-quierda; cráneos al poniente. ajuar mortuorio: Sin ofrenda.

entierro 52. A 85 cm al este de la plataforma y a 3.90 m al sur de la alfarda; 95 cm por debajo de la plataforma. Posi-ción: Flexionado en decúbito dorsal, con las piernas hacia la derecha y los brazos extendidos; sin cráneo, que debió estar hacia el poniente. ajuar mortuorio: Cajete pequeño, cerca de donde debió estar el cráneo, con huesos dentro.

entierro 53. A 50 cm al este de la plataforma y a 4.25 m al sur de la alfarda; a 1.30 m por debajo de la plataforma. Posi-ción: Adulto, flexionado en decúbito dorsal, el brazo dere-cho está extendido y el izquierdo sobre el pecho; cráneo al poniente. ajuar mortuorio: Cajete rojo, cajete trípode enci-ma del cual hay una calabaza pintada de azul, una ollita en for-ma de perro, una escudilla y una olla para agua; dos mache-tes de telar hechos en madera.

entierro 54. Interior del Templo 1 Norte, cerca de la subes-tructura. Posición: Entierro secundario; cráneo con color rojo. ajuar mortuorio: Tiestos y navaja de obsidiana.

entierro sin número. Al norte del Altar 2. Posición: 12 mandíbulas y restos del cráneo. ajuar mortuorio: Púas de maguey y un tiesto.

entierro 55. A 2.65 m de la esquina noroeste del Altar 2 y a 85 cm de profundidad. Posición: Decúbito dorsal sin miembros inferiores; el cráneo está hacia la izquierda y no tiene cara; crá-neo al poniente. ajuar mortuorio: Piedra verde y una punta.

entierro 56. A 45 cm de la plataforma poniente del Altar 2, frente a la alfarda sur; a 1.53 m por debajo del desplante del Altar 2. Posición: Adulto, flexionado en norma lateral dere-cha; tenía petate por debajo. Se encontró dentro del gran osa-rio (entierro 14). ajuar mortuorio: Sin ofrenda.

entierro 57. Frente a la escalera de la pequeña plataforma que ve al poniente. Posición: Adulto, flexionado en decúbito dor-sal, con los brazos a los lados y las piernas inclinadas hacia la derecha; cráneo al poniente. ajuar mortuorio: Sin ofrenda.

entierro 58. Junto al anterior, hacia el norte, cerca de la al-farda norte de la pequeña plataforma y al igual que el anterior 50 cm por debajo de la plataforma. Posición: Infante flexio-nado. ajuar mortuorio: Cajete trípode pequeño, con deco-ración blanco sobre naranja y tiestos.

entierros 59-60. En el osario (entierro 14). El 59 está a 1.45 m casi frente a la alfarda sur de la pequeña plataforma; el 60 está frente a la alfarda norte y a 2.90 m al norte del 59. Posi-ción: Están dentro del osario. El 59, adulto, flexionado en decúbito dorsal, con los brazos sobre el pecho; cráneo al po-niente. El 60 sólo es un cráneo y vértebras; cráneo al este. ajuar mortuorio: En el osario hay coronas y madera.

entierro sin número. A 8.50 m al norte del templo redon-do y a 1.90 m de profundidad del piso de 1920. Posición: En-tierro secundario. El cráneo y los huesos tenían pintura roja. Infante como de 12 años. En uno de los huesos largos de la pierna tiene un corte. ajuar mortuorio: Cajete tapado por un cajete trípode; también hay dos cajetitos y una ollita, uno dentro de otro. El cráneo está rodeado por un cajete con de-coración blanco sobre rojo.

entierros 7, 8, 9, 10. Los tres primeros estaban sobre la platafor-ma del Templo 1 Norte, y el 10, sobre la escalinata. Posición: El 9 pertenece a un infante. ajuar mortuorio: No hay ofrendas.

entierro 11. Ubicado debajo de un brasero que estaba junto a la plataforma del Templo 1 Norte, a 50 cm de la alfarda cen-tral. Posición: Flexionado; parece haber sido envuelto en un petate con los brazos cruzados sobre el pecho. Por el ajuar pa-rece ser femenino adulto. Hay otros huesos diseminados que pertenecen a otro entierro. ajuar mortuorio: 11 piezas cerá-micas: cajete rojo con decoración en negro y blanco; dos pla-tos, una ollita, un cajete pequeño, comal, dos malacates para tejido, otras piezas con copal adentro, un machete para telar de madera (enviado a laboratorio para su conservación).

entierro 12. Debajo del anterior, Templo 1 Norte. Posición: Flexionado, en decúbito dorsal. Hay huesos de otros indivi-duos diseminados por toda el área (falanges, dientes). ajuar mortuorio: Cajete trípode, tres cajetitos –uno dentro de otro–, un cajete trípode, una ollita, una figurilla y malacates.

entierro 13. Debajo del 11 y el 12, Templo 1 Norte. Posición: Infante en posición fetal. Cráneo muy destruido, orientado ha-cia el norte; 10 cm al este había muchos restos óseos sin rela-ción anatómica. ajuar mortuorio: Un tiesto sobre la cara.

entierro 13-a. Junto al Templo 1 Norte. Posición: Entierro múltiple; había varias mandíbulas. ajuar mortuorio: Flautas, restos de madera; enviados a laboratorio.

entierro 14. Junto con los anteriores. Posición: Flexionado en norma lateral derecha, cráneo hacia el este. Adulto. ajuar mortuorio: Dos ollitas con tres asas, dos cajetitos trípodes, una ollita, dos platos, malacates y navajas de obsidiana. Tenía conchas cerca del cuello (¿collar?). Un silbato de barro.

entierros 14-e-14-Q. El osario se encontró frente a la facha-da principal del Templo 1 Norte, fachada que ve al este. Más al este hay un adoratorio (Altar 2) sobre una plataforma y tie-ne dos escaleras, una que ve al este y la otra al oeste. Quizá el osario comienza desde el entierro 12. Posición: Gran osario con enorme número de huesos sin relación anatómica. Hay cráneos, mandíbulas, costillas, vértebras, huesos largos, ilia-cos, etc., en una revoltura evidente, mezclados con tiestos, ma-dera y vegetales en forma de coronas. La acumulación ósea es impresionante. ajuar mortuorio: Sin ofrenda.

entierro 15. Al lado de la plataforma del Templo 1 Norte, a 10 cm del entierro 14. Posición: Flexionado; cráneo hacia el sur. ajuar mortuorio: Un molcajete, dos cajetitos sencillos, un plato, una ollita; al sur había restos de un brasero.

entierro 16. Frente a la fachada de la plataforma del Templo 1 Norte. Posición: Infante flexionado en decúbito dorsal, con los brazos cruzados sobre el pecho y el cráneo hacia el oeste. ajuar mortuorio: Había un pedazo de madera sobre los huesos largos inferiores.

entierro 17. A 30 cm al norte del entierro 16; el cráneo está a 2.90 m de la plataforma. Posición: Infante muy destruido, posiblemente flexionado; cráneo hacia el este. ajuar mortuo-rio: Sin ofrenda.

entierro sin número. Sobre la plataforma del Templo 1 Nor-te, a 70 cm de la mitad de la alfarda norte. Posición: Se trata de tres mandíbulas de adultos. ajuar mortuorio: Sin ofrenda.

entierro 18. A 4.10 m al norte de la alfarda norte del Tem-plo 1 Norte. Posición: Restos óseos de animal, posiblemen-te moderno. ajuar mortuorio: Sin ofrenda.

entierro 19. A 16 cm al este de la plataforma del Templo 1 Norte, al nivel del piso. Posición: Infante, flexionado en de-cúbito dorsal, muy destruido; cráneo hacia el este. ajuar mor-tuorio: Sin ofrenda.

entierro 20. A 66 cm al este de la plataforma del Templo 1 Norte; 34 cm por arriba del piso de la plataforma. Tanto el 19 como el 20 estaban debajo de lo que parece ser un horno o pozo, ubicado frente al templo. Posición: Adulto, flexiona-do en decúbito dorsal; dentadura en buen estado. ajuar mor-tuorio: Sin ofrenda.

entierro 21. Frente al Templo 1 Norte, 2.80 m al sur de la al-farda central y 74 cm al este de la plataforma. Posición: Flexio-nado en norma lateral derecha; cráneo hacia el este. Por deba-jo se ven huesos de otro entierro, flexionado. ajuar mortuorio: Encima tiene cajetes y hay telas cerca de los pies.

entierro 22. Debajo del entierro 21, a un lado del 23. Posi-ción: Flexionado, adulto en decúbito dorsal (piernas inclina-das hacia la izquierda) con los brazos sobre el pecho; cráneo hacia el este. ajuar mortuorio: Una navaja de obsidiana de-bajo de la mandíbula y otra en las costillas.

entierro 23. Junto al 22, al sur del mismo y ambos están 50 cm más abajo de un adoratorio, por lo que son más antiguos que éste. Posición: Adulto, flexionado, en decúbito dorsal con los brazos detrás de la espalda; cráneo al este. ajuar mor-tuorio: Sin ofrenda.

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