Saer, Juan Jose - Al Abrigo

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  • 7/31/2019 Saer, Juan Jose - Al Abrigo

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    Juan Jos Saer

    AL ABRIGO

    publicado en "La Mayor"

  • 7/31/2019 Saer, Juan Jose - Al Abrigo

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    Un comerciante de muebles que acababa de comprar un silln de segunda manodescubri una vez que en un hueco del respaldo una de sus antiguas propietariashaba ocultado su diario ntimo. Por alguna razn --muerte, olvido, fugaprecipitada, embargo-- el diario haba quedado ahi, y el comerciante, experto enconstruccin de muebles, lo haba encontrado por casualidad al palpar el respaldo

    para probar su solidez. Ese da se qued hasta tarde en el negocio abarrotado decamas, sillas, mesas y roperos, leyendo en la trastienda el diario ntimo a la luz dela lmpara, inclinado sobre el escritorio. El diario revelaba, da a da, losproblemas sentimentales de su autora y el mueblero, que era un hombreinteligente y discreto, comprendi enseguida que la mujer haba vivido disimulandosu verdadera personalidad y que por un azar inconcebible, el la conoca muchomejor que las personas que haban vivido junto a ella y que aparecanmencionadas en el diario.El mueblero se qued pensativo. Durante un buen rato,la idea de que alguien pudiese tener en su casa, al abrigo del mundo, algoescondido --un diario, o lo que fuese--, le pareca extraa, casi imposible, hastaque unos minutos despus, en el momento en que se levantaba y empezaba aponer en orden su escritorio antes de irse para su casa, se percat, no sin estupor,de que l mismo tena, en alguna parte, cosas ocultas de las que el mundoignoraba la existencia. En su casa, por ejemplo, en el altillo, en una caja de latadesimulada entre revistas viejas y trastos intiles, el mueblero tena guardado unrollo de billetes, que iba engrosando de tanto en tanto, y cuya existencia hasta sumujer y sus hijos desconocan; el mueblero no poda decir de un modo preciso conqu objeto guardaba esos billetes, pero poco a poco lo fue ganando ladesagradable certidumbre de que su vida entera se defina no por sus actividadescotidianas ejercidads a la luz del da, sino por ese rollo de billetes que se carcomaen el desvn. Y que de todos los actos, el fundamental era, sin duda, el de agregarde vez en cuando un billete al rollo carcomido.

    Mientras encenda el letrero luminoso que llenaba de una luz violeta el airenegro por encima de la vereda, el mueblero fue asaltado por otro recuerdo:buscando un sacapuntas en la pieza de su hijo mayor, haba encontrado porcasualidad una serie de fotografas pornogrficas que su hijo esconda en el cajnde la cmoda. El mueblero las haba vuelto a dejar rpidamente en su lugar,menos por pudor que por el temor de que su hijo pensase que el tena lacostumbre de hurgar en sus cosas. Durante la cena, el mueblero se puso aobservar a su mujer: por primera vez despus de treinta aos le vena a la cabezala idea de que tambin ella deba guardar algo oculto, algo tan propio y tanprofundamente hundido que, aunque ella misma lo quisiese, ni siquiera la torturapodra hacrselo confesar. El mueblero sinti una especie de vrtigo. No era elmiedo banal a ser traicionado o estafado lo que le haca dar vueltas en la cabezacomo un vino que sube, sino la certidumbre de que, justo cuando estaba en elumbral de la vejez, iba tal vez a verse obligado a modificar las nociones maselementales que constituan su vida. O lo que el haba llamado su vida: porque suvida, su verdadera vida, segn su nueva intuicin, transcurra en alguna parte, enlo negro, al abrigo de los acontecimientos, y pareca mas inalcanzable que elarrabal del universo.