Salud mental en tiempos difíciles- leonor domínguez valdés ibero torreón

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[Enero 2011] | [Universidad Iberoamericana Torreón] Salud mental en tiempos difíciles. Toca tiempo ahora de escribirEl hombre de nuestro tiempo, vive volcado… en dar respuesta a todas las situaciones que le exige la vida ordinaria. acerca de aquello que ocurre en la vida interior de las personas y ya no tanto, acerca de aquello que acontece al exterior de las mismas. La persona es en si misma, un universo inconmensurable de percepciones, sensaciones, emociones y sentimientos, mismos que con mucha frecuencia nos resulta casi imposible captar, percibir y mucho menos entender. Los procesos mentales humanos son de tal complejidad, que cualquier intento de comprenderlos resulta limitado. Los psico-dinamismos humanos involucran la naturaleza neurobioquímica y neurobiofísica de la persona, además del impacto que sobre estos puedan tener las condiciones medio-ambientales, económicas y socio-culturales. Así, el ser humano es capaz de pasar por toda una diversidad de estados anímicos durante un mismo día y en ocasiones aún en el transcurso de lapsos menores. El hombre de nuestro tiempo, vive volcado cabe lo otro, lanzado hacia el exterior en un desesperado intento de dar respuesta y solución a todas las situaciones y demandas que le exige la vida ordinaria. No obstante, la voz que resuena en el interior debe ser atendida y debe ser escuchada, porque de no hacerlo, de pronto y cuando menos lo espere, la persona se verá inmersa y sumergida en una mar de confusión y podrá sentirse extraviada. 1

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[Enero 2011] | [Universidad Iberoamericana Torreón]

Salud mental

en tiempos

difíciles.

Toca tiempo ahora de escribir…

El hombre de nuestro

tiempo, vive volcado… en

dar respuesta a todas las

situaciones que le exige la

vida ordinaria.

acerca de aquello que ocurre en la vida interior de las personas y ya no tanto, acerca de aquello que acontece al exterior de las mismas.

La persona es en si misma, un universo inconmensurable de percepciones, sensaciones, emociones y sentimientos, mismos que con mucha frecuencia nos resulta casi imposible captar, percibir y mucho menos entender.

Los procesos mentales humanos son de tal complejidad, que cualquier intento de comprenderlos resulta limitado. Los psico-dinamismos humanos involucran la naturaleza neurobioquímica y neurobiofísica de la persona, además del impacto que sobre estos puedan tener las condiciones medio-ambientales, económicas y socio-culturales.

Así, el ser humano es capaz de pasar por toda una diversidad de estados anímicos durante un mismo día y en ocasiones aún en el transcurso de lapsos menores.

El hombre de nuestro tiempo, vive volcado cabe lo otro, lanzado hacia el exterior en un desesperado intento de dar respuesta y solución a todas las situaciones y demandas que le exige la vida ordinaria. No obstante, la voz que resuena en el interior debe ser atendida y debe ser escuchada, porque de no hacerlo, de pronto y cuando menos lo espere, la persona se verá inmersa y sumergida en una mar de confusión y podrá sentirse extraviada.

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Es en la interioridad del sujeto en donde reside la verdadera libertad.

Al estar volcados hacia el exterior, al permanecer todo el tiempo centrados en la ingente necesidad de satisfacer las demandas materiales que nos exige la vida hoy día, la psique se va gastando, el sistema nervioso va venciéndose y el cuerpo tiende a somatizar.

La persona ha sido creada para vivir en relación y para comunicarse, su naturaleza toda le exige vivir en contacto con los demás y estar siempre atenta a todo aquello que ocurre en su interior. Es ahí, en la interioridad del sujeto en donde éste será capaz de encontrar las respuestas a los grandes cuestionamientos de su vida y es ahí, justamente ahí, en donde reside la única condición de posibilidad, de encontrar la paz y la serenidad.

Este cambio de época, nos ha hecho cambiar de estilo de vida. Ahora, pasamos

largos periodos vinculadas al trabajo y el desarrollo profesional.

Todas las personas tenemos algún órgano o sistema que resulta ser más vulnerable de ser afectado por la tensión excesiva que se almacena por periodos prolongados. Así, en algunas personas el sistema nervioso será el que resienta con mayor intensidad los embates de la vida, en otras será el aparato circulatorio, en otras el sistema renal etcétera.

La vida suele traer su buena dosis de gozo, de dolor, de angustia, de tristeza y también de paz y serenidad. Sin embargo, estas últimas dos condiciones de vida suelen ser siempre el resultado del esfuerzo y la constancia en el ejercicio de actividades físicas, mentales y espirituales que posibiliten el mantenimiento del equilibrio en el desarrollo de todas las áreas de la vida de la persona.

Sabemos que hoy día, la angustia y la depresión se han convertido en un binomio casi indisoluble, es como si ambas condiciones fueran signos distintivos de nuestra época. Ambos trastornos obedecen a la presencia de una serie de circunstancias que resultan ser complementarias entre si.

Este cambio de época, nos ha situado ante la necesidad de cambiar de estilo de vida. Ahora, nuestros hogares están muy distantes de nuestros centros de trabajo y por tal motivo, las personas nos vemos obligadas a pasar largos periodos de nuestra existencia vinculadas casi única y exclusivamente al desarrollo laboral y profesional. Así, el tiempo para cultivar la vida de relación fuera del ámbito de trabajo se reduce a su mínima expresión, de tal manera que al final del día el sujeto se siente, se vive aislado del mundo—se siente, se vive y se sabe solo.

La vida familiar no ha escapado al influjo de la nueva era, hoy día es muy difícil hacer que los miembros de una familia puedan coincidir durante las horas de las comidas y aún por la noche, la posibilidad de poder disponer de un espacio para promover la sana interacción entre sus miembros es cada vez menos frecuente.

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La vida de relación entre los amigos y grupos de pares se ha vuelto complicada y sofisticada, toda vez que ahora es mucho menor el tiempo que las personas pasan en un ejercicio de convivencia personal de mayor intimidad, que aquel que pasan “conectados” a través de las redes sociales de comunicación. No obstante, las posibilidades de vivir una auténtica relación interpersonal, se reducen significativamente, o por lo menos cambian de manera importante al no existir ese necesario encuentro de persona a persona al cual hacen referencia los filósofos personalistas y los psicólogos humanistas.

El hombre actual está cada vez más solo, más aislado y más incomunicado que nunca antes, vivimos en una sociedad que se ha negado el derecho a ser escuchada, a ser acogida, a ser nutrida emocionalmente.

En su soledad y para huir de ella, la persona busca refugio en donde

puede y en lo que puede, pero casi siempre fuera de sí misma. No

obstante, es ahí precisamente en la mismidad del ser, en donde radican

las respuestas a sus incesantes preguntas y en donde reside el núcleo

del “self” (del sí mismo).

Ahí, en su más profunda intimidad, la persona se auto-descubre y se auto-reconoce. Desde ahí es desde donde se sabe—se conoce. Al penetrar en su interioridad, la persona se enfrenta consigo misma y se desenmascara—se desnuda. Entonces, toma conciencia de su finitud, de su falibilidad, de su vulnerabilidad, de su fragilidad y de su sensibilidad, toca pues su entera humanidad.

En la intimidad, la persona conoce y reconoce sus miedos, los motivos

más profundos de su angustia y de su pena, las causas y razones de sus

sentimientos de incompletud, de vacuidad, de falta. Ya no puede auto-

engañarse más, ahí está consigo misma, tal cual con toda su desnudez,

con su equipo genético y su bagaje socio-cultural y cuando puede y la

tiene, con su personalísima vivencia de la dimensión espiritual. Estamos

de frente al hombre-mujer doliente, pero también al hombre-mujer

capaz de dotar a la vida de un “logos”, de un sentido y de un significado.

Desde ahí, el hombre y la mujer son capaces de resignificar todo aquello que les ocurre y esto por trágico que sea. Aún la herida narcisista más profunda adquiere un nuevo significado y un sentido, cuando la persona es capaz de reconocer el beneficio y la oportunidad de crecimiento que aquel evento doloroso, que aquel sueño frustrado, que aquel deseo no cumplido ha traído consigo.

Naturalmente el ser encuentra una enorme dificultad en descubrir el sentido y la razón última que existen detrás de aquellos eventos o situaciones dolorosas que le ocurren en su vida. Entre algunas de las experiencias más dolorosas de las personas están las vivencias de pérdida, sean éstas grandes o pequeñas, pues siempre que una persona vive una pérdida, experimenta una sensación de muerte.

En su más profunda intimidad, la persona se auto-descubre… Al penetrar en su interioridad, la persona se enfrenta consigo misma y se desenmascara. Entonces, toma conciencia de su finitud, pues toca su entera humanidad.

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Así, el fin de una relación amorosa o de amistad, la pérdida del trabajo, la pérdida de los bienes materiales, un cambio de residencia, la muerte de un ser querido, detonan en la persona un profundo sentimiento de angustia de separación y una vivencia de abandono.

La experiencia de pérdida, obliga a la persona a reorganizarse, a rehacerse, a reinventarse y eso toma tiempo. Es decir; la persona vive un proceso de duelo, mismo que será más o menos intenso en virtud, de la fuerza del vínculo afectivo que ésta haya tenido para con aquello que ha perdido.

Cuando el proceso de duelo ha pasado, cuando la persona se ha reorganizado y ha sido capaz de ajustarse a su nueva realidad, ésta es capaz de descubrir la enorme oportunidad de crecimiento y desarrollo que le ha aportado aquella experiencia de vida que en su momento parecía resultar insoportable.

Toda pérdida, toda experiencia de muerte nos prepara para estar abiertos a la enorme posibilidad de descubrir y dejarnos sorprender por la vida. Esa amistad que se ha terminado, ese grupo de amigos que se ha disuelto, ese ser amado que ha muerto, esos bienes materiales que se han perdido, ese amor que ha llegado a su fin, esa cesantía laboral que se ha vivido, nunca ocurren a destiempo, pues a toda puerta que se cierra, suelen abrirse muchas más que sin duda, habrán de conducir a la persona hacia mayores posibilidades de auto-realización y desarrollo.

De frente a las experiencias culminantes de la vida, el ser se desenmascara ante si mismo, se enfrenta cara a cara con su “self” y se ve obligado a sincerarse. El peso de la realidad le ha golpeado y no le queda más sino asumirse como lo que él—ella es sin artificio y sin ficción alguna, sin espejismos y sin fantasías y es justamente desde ahí, desde el polvo en el que se ha caído, desde donde la persona se levanta para vivir una existencia más auténtica, más plena y más feliz.

Maestra, Leonor Domínguez Valdés. Catedrática de la Universidad Iberoamericana Torreón