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Índice

I. El encuentro de Pablo y Agustín. ..................................................................... 3

1. La conversión en “Las Confesiones”. .................................................... 3

2. De la ordenación sacerdotal hasta su muerte. ......................................... 6

II. San pablo en la predicación de san Agustín. .................................................... 8

1. Formación escriturística. ........................................................................ 8

2. Doctrina de San Pablo en los sermones y homilías. ................................ 10

III. El Cristo Paulino en San Agustín...................................................................... 12

IV. Conclusión. ...................................................................................................... 14

V. Bibliografía ...................................................................................................... 16

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I. EL ENCUENTRO DE PABLO Y AGUSTÍN

1. La conversión en “Las Confesiones1”

El capítulo VII del libro VIII de las “Confesiones” de San Agustín, se nos

describe el episodio de su conversión: cuadro verdaderamente conmovedor. Una finca

campestre típicamente meridional, frondosos árboles y el campo cuajado de flores como

protectora cerca que acota una mansión para solaz del espíritu, tranquila y sin lujos. En

ella un hombre culto se atormenta por inquietudes de espíritu. Agustín y Alipio pasan en

la misma una temporada en constantes conversaciones y diálogos sobre sus respectivos

problemas de vida interior. Agustín lucha consigo mismo porque velle meum tenebat

inimicus et inde mihi catenam facerat et constrinxerat me2. Quiere decir que el enemigo

se había apoderado de su libertad y tenía encadenada su alma, y su persona amarrada y

sujeta como con una cadena. Frente a esa situación interior del alma aherrojada de

Agustín una voz le decía cantando: Levántate tú que duermes y sal de entre los muertos

y Cristo te iluminará (Ef 5, 14). Era la voz de un niño o niña que cantaba cerca de la

casa de campo y del jardín donde Agustín paseaba ensimismado. La contestación del

alma de Agustín era: Ahora… enseguida… un poquito más. Y añade él mismo: Pero

este «ahora» no tenía término y este «un poquito más» se iba prolongando.

Seamos breves para ir al punto concreto. ¿Quién daba los aldabonazos en el corazón de

Agustín? El que decía levántate tú que duermes no era otro que San Pablo. Y es que

Pablo estaba presente en los diálogos y coloquios de Alipio y Agustín. El relato de San

Agustín es como sigue:

«Mas cierto día que estaba ausente Nebridio […] vino a vernos a casa, a mí y a Alipio,

un tal Ponciano, ciudadano nuestro en calidad de Africano, que servía en un alto cargo

1AGUSTÍN DE HIPONA, Las Confesiones VIII, 5, 10, Obras de San Agustín II. Texto Bilingüe, ed. ÁNGEL

CUSTODIO VEGA (Biblioteca de Autores Cristianos 11, Editorial Católica, Madrid 31950) 382-395. En

adelante BAC; Cf. ANGELO DI BERARDINO et al. (Coords.), Patrología III, La edad de oro de la literatura

patrística latina, (BAC, Madrid 21986) 410; _______, “Agustín”: en Diccionario Patrístico y de la

Antigüedad Cristiana I, (Ediciones Sígueme, Salamanca, 1991) 57. Sobre el significado de la palabra

“confesión” cf: VITORIANO CAPANAGA, Agustín de Hipona, Maestro de la conversión cristiana, (BAC

maior, Madrid 1974) 204-205.

2 Las Confesiones, VIII, 6, 14. BAC 11, 382.

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de palacio. Yo no sé qué era lo que quería de nosotros. Sentámonos a hablar y, por

casualidad, clavó la vista en un códice que había sobre la mesa de juego que estaba

delante de nosotros. Tomóle, abrióle y halló ser; muy sorprendido, por cierto, el

Apóstol Pablo; porque pensaba que sería alguno de los libros cuya explicación me

preocupaba. Entonces, sonriéndose y mirándome complacidamente, me expresó su

admiración de haber hallado por sorpresa delante de mis ojos aquellos escritos, y nada

más que aquéllos»3

Lo que continúa es de una emotividad sublime. Valiéndose Dios de la límpida voz de un

pequeñuelo, con melodioso canto decía: Toma y lee, toma y lee4. Esta voz divina que

llegaba a los oídos de Agustín tendido debajo de una higuera, mientras convulso se

retorcía sollozando por fuerza de su agonía espiritual prorrumpiendo en estas

exclamaciones: «Mañana, mañana… ¿y por qué no hoy?» «Toma y lee, toma y lee»,

seguía cantando el niño con su voz infantil.

El episodio terminó del siguiente modo: «Así que, apresurado, volví al lugar donde

estaba sentado Alipio y yo había dejado el códice del Apóstol al levantarme de allí.

Tómelo, pues, abríle y leí en silencio el primer capítulo que se me vino a los ojos, y

decía: No en comilonas, no en contiendas y emulaciones, sino revestíos en nuestro

Señor Jesucristo y no cuidéis de la carne con demasiados deseos»5

Tal fue el encuentro de Agustín con Pablo. Muchas son las semejanzas y diferencias

entre los dos convertidos6: a Pablo, que volaba furioso en su corcel, en persecución de

los cristianos, la voz de Cristo le dice: ¿Por qué me persigues? (Hch 9,4). A Agustín,

que se revuelca en el fango, obsesionado por los goces sensibles, la gloria del mundo y

las delicias de los sentidos, Pablo por la voz de un ángel le dice: Revístete de Cristo y no

cuides de los sentidos (cf. Rm 13, 14).

El encuentro de Agustín con Pablo, a través de su Carta a los Romanos, es el encuentro

con Cristo. El resultado nos lo refiere el mismo San Agustín: No quise leer más, ni era

3Las Confesiones, VIII, 6, 14. BAC 11, 387.

4Las Confesiones, VIII, 12, 29. BAC 11, 407.

5Ibid., 407.

6 J. HOLZNER, San Pablo, Heraldo de Cristo, (Herder, Barcelona 241986) 39.

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necesario tampoco; pues al punto que di fin a la sentencia, como si se hubiera filtrado

en mi corazón una luz de seguridad, se disiparon todas las tinieblas de mis dudas7.

El encuentro de Agustín con Pablo fue el encuentro de Agustín con Cristo.

Implícitamente lo reconoce el mismo Agustín si leemos el Sermón 98 del mismo Santo.

Este sermón, según anotaciones de los críticos8, fue predicado antes del año 418; años

después de haber escrito las Confesiones9. Pues bien: explicando el texto evangélico que

relata la resurrección por Jesucristo del hijo de la viuda de Naín, dice: Ningún cristiano

dude, por tanto, de que también ahora resucitan muertos. Todo hombre tiene ojos con

los cuales puede ver los muertos que resucitan de la forma que resucitó el hijo de la

viuda, según acabamos de oír en la lectura del Evangelio. En cambio, no todos los

tienen para ver cómo resucitan los muertos en el corazón, a no ser los que ya han

resucitado en su propio corazón. Más milagro es resucitar a quien ha de vivir siempre

que resucitar a quien volverá a morir.

La madre viuda se alegró de la resurrección del joven; la madre Iglesia se alegra

diariamente de todos los hombres resucitados en el espíritu, Aquel había muerto en el

cuerpo, éstos en el espíritu. La muerte visible del joven se lloraba de forma visible

también; la muerte invisible de aquéllos ni se intentaba averiguar ni se veía. La buscó

quien conocía a los muertos. Sólo conocía quiénes estaban muertos aquel que podía

devolverles la vida. Si no hubiese venido el Señor a resucitar a los muertos, no hubiese

dicho el Apóstol: “Levántate, tú que duermes; sal de entre los muertos y te iluminará

Cristo”(Ef 5,14).10 Al pronunciar San Agustín esas palabras se acordó que veinticinco

años antes, San Pablo le había resucitado a la vida espiritual como Cristo había

resucitado al hijo de la viuda de Naín.

7Ibid., 407.

8PÍO DE LUIS et Alii, Obras Completas de San Agustín X, Edición Bilingüe, Sermones (2º), (BAC 441;

Madrid 1993) 654.

9Cf. ANGEL CUSTODIO VEGA, Las Confesiones, Obras de San Agustín II. Texto Bilingüe, (BAC 11;

Madrid 31950) 57. Se puede colocar la redacción primitiva entre los años 398 al 400.

10AGUSTÍN DE HIPONA, Sermones, 98, 1-2, Obras Completas de San Agustín X, Edición Bilingüe,

Sermones (2º), eds. PÍO DE LUIS et Alii, (BAC 441; Madrid 1993) 655.

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2. De la ordenación sacerdotal hasta su muerte

Tenía Treinta y tres años Agustín cuando tuvo lugar su conversión, era el año

386. Por Pascua del 387 recibió el bautismo en Milán de manos de San Ambrosio.

Vuelto a África, el año 391 se ordena de sacerdote, siendo consagrado Obispo el año

394. Treinta y cuatro años después moría en Hipona11. Estos sucintos datos biográficos

nos servirán, como bases sólidas, para rastrear el espíritu de Pablo en Agustín. Porque

este último ya no se separará del que vino a llamar a su espíritu, con su impulso, su luz

y su ardiente amor a Cristo.

Las relaciones entre el pensamiento de Pablo y el de Agustín fueron de otra índole más

acuciante en su frecuencia e intimidad. Pablo es el padre de Agustín, el maestro querido,

el ejemplo siempre viviente, por el pecado anterior a la conversión y por la humildad

posterior a la misma, bajo el más profundo amor a Jesucristo crucificado. Pero Agustín

no estaba todavía preparado para asimilar el inmenso caudal de verdades de la fe y los

misterios de la vida en Cristo, en la doctrina de San Pablo. Por ello, hasta después del

año 38812, Agustín no ha tenido tiempo para entrar a fondo en el estudio de San Pablo.

El año 391 Agustín es ordenado de sacerdote. Este ministerio le impone la obligación de

centrar todos sus esfuerzos no sólo en su perfeccionamiento, sino en el

perfeccionamiento de las almas cultivadas por el ministerio. Eso obligará a Agustín a

consultar con más frecuencia a su padre espiritual, San Pablo, sin embargo, las

alusiones al Apóstol, en este periodo son escasas13.

Como dice Ángel Benito14: «La plena saturación del espíritu y doctrina de San Pablo la

acusa San Agustín en el último período de su producción, que va desde elaño 397 hasta

11ANGEL BENITO Y DURÁN, “San Pablo en San Agustín”: Agustinus IX/33 (1964) 10. Cfr. MICHELE F.

SCIACCA, San Agustín I, (Luis Miracle, Barcelona 1955)13-94; B. ALTANER, Patrología, (Espasa-Calpe,

Madrid 51962) 396; GIOVANNI PAPINI, San Agustín, (Ediciones Fax, Madrid 81965) 119-223; POSIDIO, La

vida de San Agustín, Obras de San Agustín I, Texto Bilingüe, ed. VICTORINO CAPANAGA, (BAC 10;

Madrid 41969) 303-365; ANGELO DI BERARDINO et al. (Coords.), “Agustín”: en Diccionario Patrístico y

de la Antigüedad Cristiana I, 53-56; _______, Patrología III, 406-415.

12ANGEL BENITO Y DURÁN, “San Pablo en San Agustín”, 11.

13Ibib., 11.

14Ibib., 12.

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el final de su vida. Por este período redacta sus Confesiones y De Trinitate. En las

Confesiones las citas de San Pablo son 122. En el De Trinitate las referencias al mismo

alcanzan a 299. En este período escribe también el De Genesi ad litteram, con 142

referencias paulinas […]. En los años que corren entre el 412 y 430 la producción

literaria de San Agustín llega a su plenitud. En tales escritos San Pablo es el escritor

sagrado más citado, si se exceptúa, tal vez, los Salmos. Las más destacadas obras de San

Agustín en estos años son: La Ciudad de Dios y el In Ioannis Evangelium. En La

Ciudad de Dios hemos comprobado 353 citas de San Pablo; en In Ioannis Evangelium

esas citas baten el récord con el número de 531».

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II. SAN PABLO EN LA PREDICACIÓN DE SAN AGUSTÍN.

1. Formación escriturística.

a) Etapa Maniquea

Comenzamos describiendo en grandes rasgos que es el maniqueísmo15: Esta forma

religiosa gnóstica16 que tiene su origen en Babilonia y Persia a mediados del s. III. Es

una mezcla del dualismo rígido de Zoroastro con elementos budistas, caldeos, judíos y

cristianos. Su fundador es Manes (Babilonia, 216-277). En palabras de Vitoriano

Capanaga: “El maniqueísmo y cristianismo se enfrentaron no sólo como dos religiones

contrarias, sino como dos metafísicas opuestas. Esta escinde el mundo originario del ser

en dos esferas contrarias: una del bien y otra del mal […]. Son dos reinos antagónicos e

independientes que están en los orígenes mismos de los seres, por ser eternos. Todo el

universo es un campo de lucha”17

Antes de su conversión Agustín era un racionalista convencido. Despreciaba la Sagrada

Escritura18, con su lenguaje infantil, decía, y antropomórfico. Despreciaba las

enseñanzas de la Iglesia y toda autoridad que no fuera la razón. Por eso se adhirió al

gnosticismo de los maniqueos19. Este hecho tiene tal importancia, que no se pueden

comprender bien las posturas del Agustín católico si no se tienen en cuenta sus

anteriores posturas maniqueas20.

Contra el maniqueísmo esgrimió San Agustín, los siguientes argumentos: solamente el

bien es algo positivo; el mal no es una sustancia. Tanto el Antiguo como el Nuevo

Testamento son obra de Dios. Cristo fue verdadero hombre y no tuvo cuerpo aparente

(EP. 1538)21.

15 ANGELO DI BERARDINO et al. (Coords.), “Maniqueismo”: en Diccionario Patrístico y de la Antigüedad

Cristiana II, 1343-1344; “Maniqueismo”, en: wikipedia.org/wiki/Maniqueísmo.

16 BERTHOLD ALTANER, Patrología, 137.

17 VITORIANO CAPANAGA, Agustín de Hipona, 76.

18 Las Confesiones, III, 5, 9. BAC 11, 161.

19 BERTHOLD ALTANER, Patrología, 397.

20 VITORIANO CAPANAGA, Ibid. 76.

21 BERTHOLD ALTANER, Patrología, 410.

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b) Etapa Católica

La pérdida de la fe maniquea provocó en Agustín una profunda crisis, en la que las

Sagradas Escrituras ocupan un lugar medular. Se inclina poco a poco a mostrarse de

acuerdo con la necesidad de la fe, se le impone también la exigencia de un criterio

bíblico. Mira y lee las Escrituras con mayor cautela y respeto. Y todo esto es necesario

tener en cuenta, si queremos entender la influencia de San Ambrosio22 sobre San

Agustín, influencia que fue el golpe de gracia del Obispo de Milán. Ahora San Agustín

no es reticente a las palabras de San Ambrosio: “Y abriendo mi corazón para recibir la

discreción y elocuencia de estas palabras, se entraba al mismo tiempo la verdad de sus

sentencias; pero esto era poco a poco y por sus grados. Porque primeramente comencé

a sentir que también aquellas doctrinas podían defenderse23”

Como se dijo en la primera parte las Escrituras jugaron, un papel importante en la

conversión de San Agustín. El mismo se aplicó el texto de Habacuc en su versión latina:

consideré tu obra y temí24. Leer a San Juan le convence de la utilidad inmediata del

neoplatonismo, y la de San Pablo, leído ya a la luz de las alegorías, le arranca la

convicción maniquea de las antinomias con el Antiguo Testamento25: “mi fe en las

Escrituras era unas veces más firme y otras más débil […] Después que oí exponer

aceptablemente muchos pasajes, atribuí los conflictos a la profundidad de los misterios.

Y su autoridad se me representaba tanto más venerable y digna de santa fe, cuanto […]

recataba con un sentido más hondo la dignidad de su arcano26”

Habría mucho más que decir, dado la brevedad del presente trabajo me remito a la parte

de esta reseña titulada: “De la ordenación sacerdotal hasta su muerte”

22ANGELO DI BERARDINO et al. (Coords.), “Ambrosio de Milán”: en Diccionario Patrístico y de la

Antigüedad Cristiana I, 95-99.

23Las Confesiones, V, 14, 24. BAC 11, 258.

24 consideravi opera tua et expavi (Hab 3,1)

25 P. LOPE CILLERUELO, “Agustín y la Biblia”: en Obras de San Agustín XV, Texto Bilingüe, ed. BALBINO

MARTÍN, (BAC 168; Madrid 21969) 9.

26 Las Confesiones, VI, 4,5. BAC 11, 281.

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2. Doctrina de San Pablo en los sermones y homilías

Si la figura de San Agustín es conmovedora, admirable y siempre sorprendente.

En los Sermones al pueblo despierta un especial interés en el lector actual27. En sus

sermones, dialoga con sus oyentes. El diálogo de Agustín, consigo mismo, es

sencillamente emocionante28; porque en ese diálogo no le queda nada oculto: pasiones,

amores, pecados y ternuras. El diálogo de Agustín con Dios es admirable porque en él

nos muestra una inteligencia portentosa, un endiosamiento que más parece de serafín

que de alma encadenada a un cuerpo material. En el diálogo de sus sermones es tan

noble, leal y sincero que más que orador, que siempre lo es, se asemeja a un amigo o a

un padre que si reprende, reprende con afecto, y si castiga, castiga con amor29.

La doctrina de San Pablo adquiere una viveza, un movimiento y un dinamismo tal que

es el mismo Pablo el que nos habla, con el estilo inconfundible del Santo Africano.

Algunos ejemplos como las glosas y desarrollos que da San Agustín a los siguientes

problemas30: de la predestinación (Sermón 27)31, de la justificación por la nueva Ley en

Jesucristo (Sermón 169)32, el pecado contra el Espíritu Santo (Sermón 71)33, la oración

(Sermón 16)34, la compatibilidad de los dos Testamentos (Sermón 82 )35, la lucha de la

carne contra el espíritu (Sermón 30)36 , la sabiduría que se funda en el conocimiento de

27 CARLOS MORÁN, “Introducción General”: en Obras de San Agustín VII, Edición Bilingüe, Sermones

(1º), eds. FÉLIX GARCÍA et Alii, (BAC 53, Madrid 41981) 3. QUINTÍN PÉREZ, Los Grandes maestros de la

predicación I, San Agustín, (Sal Terrae, Santander 1930) 7.

28 Ibib., 21. El autor de la introducción a los sermones de San Agustín nos aclara mejor este punto: “Los

elementos integrantes de la predicación, en su sentido más profundo de la fe, hacen al santo acercarse a

este servicio de la comunidad con auténtica actitud de respeto hacia quienes se dirige. Desde su sentirse

cristianos con los cristianos y como partícipe del carisma del servicio desde el púlpito, no puede menos

de exclamar: Predicare cogor, Territus terreo (S. Frang. 2,8)”.

29 ANGEL BENITO Y DURÁN, “San Pablo en San Agustín”, 27.

30 CARLOS MORÁN, “El uso de la Biblia en el Sermón de San Agustín”: en Obras de San Agustín VII, 24.

31 AGUSTÍN DE HIPONA, Sermones, 27, 1-7, Obras de San Agustín VII, 424-432.

32 AGUSTÍN DE HIPONA, Sermón 169, Obras de San Agustín VII, Edición Bilingüe, Sermones, ed.

AMADOR DEL FUEYO, (BAC 53, Madrid 31964) 138.

33 AGUSTÍN DE HIPONA, Sermones, 71, 1-38, Obras Completas de San Agustín X, Edición Bilingüe,

Sermones (2º), BAC 441, 305.

34 Sermón 16. BAC 53, 251.

35 Sermón 82. BAC 441, 467.

36 Sermón 30. BAC 53, 449.

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Cristo (Sermón 160)37, la fe, la esperanza y la caridad carísimas del alma cristiana

(Sermón 157)38.

Solo desarrollaré un pequeño punto, como un simple botón de muestra: En el Sermón

16939 se nos muestra el Saulo judío sin tacha, el radical tradicionalista y nacionalista

teocrático, el perseguidor de los cristianos. Todo él dedicado a aquellas palabras del

mismo Apóstol: Porque nosotros somos la circuncisión40 haciendo hablar a Pablo: Ved

la razón de mi confianza en la carne: circunciso al octavo día, o digamos, no prosélito,

no advenedizo en el pueblo de Dios, ni circuncidado en la mayor edad; judío de padres,

yo tengo la circuncisión del octavo día. Del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín,

hebreo de hebreos; por lo que mira a la Ley fariseo. Y añade por su parte San Agustín:

Eran los fariseos unos a modo de próceres y unos como selectos dentro de la nobleza

judía, sin contacto con la despreciable chusma […] La tribu sacerdotal de Leví, la real

de Judá y la de Benjamín fue lo único que se mantuvo fiel a Jerusalén y al templo

cuando tuvo lugar aquel cisma bajo el siervo de Salomón (Jeroboan). No toméis, por

ende, a cosa de más o menos la expresión «de la tribu de Benjamín», puesto que siguió

adicta a Judá y fiel al templo41. Y sigue glosando el texto de San Pablo, poniendo de

relieve los méritos de Saulo, hombre sin tacha según la Ley de su pueblo, encarnación

del espíritu intransigente que como dijimos al principio, Agustín captó con notable

historicidad. En el mismo sermón dice lo siguiente que avala lo dicho: Yacía, pues,

Cristo en la tierra en traje de humildad y Saulo tropezó en él, porque no veía. Y esto de

no ver, ¿de dónde le venía? De la hinchazón, del orgullo. ¿Qué significa de la

hinchazón, del orgullo? Como de su justicia; cuando jactancioso, erguido y ufano entre

los judíos de perseguir a la Iglesia por celo de las tradiciones paternas se cebaba en

ellas, cuando, a su, parecer, era el hombre del día...42

Ciertamente hay mucho que decir sobre tema de las homilías y la doctrina de San Pablo,

este pequeño esbozo solo se limita a dar unas pequeñas pinceladas de lo que fue este

gran maestro de la retórica.

37 Sermón 160, BAC 53, Madrid 31964, 544.

38 Sermón 157, BAC 53, Madrid 31964, 580.

39 Sermón 169, BAC 53, Madrid 31964, 138-159.

40 Ibib., 140.

41 Ibib., 141.

42 Ibib., 147.

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III. EL CRISTO PAULINO EN SAN AGUSTÍN.

Desde el momento de la conversión Jesucristo fue para Agustín el punto de

orientación para su alma43. La manera de expresar el dogma cristológico es muy certera:

Homo verus, Deus Verus; Deus et homo totus christus: hoc est chatolica fides44

Lo más admirable, para San Agustín, lo más incomprensible es la humildad45 del Verbo

encamado o mejor de Jesucristo. Esa es la gran lección que nos da. Lección que nos

muestra el camino que lleva a la eternidad, vía de la visión del amor fruitivo de la

divinidad. Senda recorrida en sentido inverso desde la eternidad a la temporalidad,

desde la inmutable gloria de Dios a la temporal humillación del hombre46. Pero esa

lección y esa sorpresa antes que San Agustín la había visto Pablo el convertido, quien,

en segunda a Corintios, llega a decir que el Verbo se había: hecho pecado por nosotros

(cf. 2Cor 5,21).

San Agustín ante esos conceptos paulinos llega a desbordarse a sí mismo cuando habla

de Cristo mediador y remediador de la naturaleza humana: del hombre apartado de

Dios por el pecado: «De la esclavitud sólo el Señor nos puede libertar […] Oísteis al

Apóstol cuando leía: «Somos como embajadores en nombre de Cristo, y como si Dios

lo hiciera por nuestra boca, os rogamos en nombre de Cristo; esto es: como si Cristo os

rogase. ¿Qué? Que os reconciliéis con Dios. Si el Apóstol nos exhorta y ruega que nos

reconciliemos con Dios, es porque éramos enemigos de Dios, ya que nadie se reconcilia

sino de las enemistades. El pecado, no la naturaleza nos había hecho enemigos de Dios

[…] Y no es posible la reconciliación si no se quita lo que está en medio y se pone lo

43 DOMINGO RAMOS-LISSÓN, Patrología, (Eunsa, Pamplona 2005) 356; Las Confesiones, VII, 18,24.

BAC 11, 351; Cf. BERTHOLD ALTANER, Patrología, 421.

44 Sermón 92, 3. BAC, X, 727.

45 VITORIANO CAPANAGA, Agustín de Hipona, 138; MARIANO HERRANZ MARCO, San Pablo en sus

cartas, (Ediciones Encuentro, Madrid 2008) 211. GUISEPPE BARBAGLIO, Teología de San Pablo,

(Secretariado Trinitario, Salamanca 2006) 459.

46 Ibib., 141. Afirma el autor: “San Agustín meditó mucho sobre la humillación del Verbo hecho hombre.

[…] Cabeza de todas las enfermedades es la soberbia, porque ella es principio de todos los pecados […]

para quitar de cuajo la causa de todos nuestros males y dolencias que es la soberbia, descendió y se hizo

hombre el hijo de Dios. ¡Oh hombre! ¿cómo tienes cara para ensoberbecerte? Dios se hizo humilde por

ti. In Io. ev. tr. 26,16 (PL 35,1606): «… Magister humilitatis venit»”.

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que debe estar. Hay un medio que separa: es el pecado; y el mediador que reconcilia es

nuestro Señor Jesucristo, porque uno es Dios y uno también el mediador entre Dios y

los hombres, Jesucristo hombre. Para quitar el muro que separa, que es el pecado, vino

El cómo mediador, y se hizo sacerdote y víctima. Y porque se hizo víctima por el

pecado, ofreciéndose a sí mismo en holocausto en la cruz de su pasión, sigue diciendo el

Apóstol después de haber dicho «Os rogamos en nombre de Cristo que os reconciliéis

cori Dios», como si dijéramos «¿Cómo podemos reconciliamos?», aquél dice: esto es, el

mismo Cristo, que no conoció pecado, por nosotros hizo pecado, para que nosotros

seamos en El justicia de Dios»47.

47AGUSTÍN DE HIPONA, Tratados sobre el Evangelio según San Juan, 41, 4-5, Obras Completas de San

Agustín XIV, Edición Bilingüe, ed. VICENTE RABANAL (BAC 165; Madrid 1957) 81-83.

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CONCLUSIÓN

Haremos un repaso muy sucinto sobre algunos puntos de la presente reseña, en

primer lugar debemos situarnos en su encuentro que marcó el comienzo de esta obra. El

encuentro con que será su compañero inseparable durante toda su vida. Él mismo nos

dirá: “Son Cosas más bien dignas de ser admiradas que ser dichas”48. El encuentro de

San Pablo y San Agustín es el punto donde comenzó todo.

Luego de su conversión y ordenación sacerdotal que por cierto según nos informa

Posidio49 no fue muy de su agrado, esto ocurría muy a menudo en la antigüedad. Se

dedicó a profundizar con mayor respeto y hondura las Divinas Escrituras para así dar a

sus oyentes una mejor vivencia del Apóstol que se hizo su inseparable. Recorrió varias

etapas antes de descansar en las genuinas interpretaciones del texto sagrado. Su cambio

se debió sobre todo al Obispo de Milán y las oraciones de su Madre. Ya siendo

plenamente miembro de la Iglesia y luego sacerdote y finalmente Obispo. Produjo una

de las mejores exegesis de su tiempo y para la posteridad de la Iglesia.

En sus sermones supo dar su vivencia intima de San Pablo. Al convertirse en su

confidente y guía seguro ante las problemas que le planteaba su tiempo y su contexto

social.

Por último el Cristo de San Agustín, con su lección de humildad o su abajamiento

kenótico50 según la carta a los Filipenses (cf. Flp 2, 5-11). Como bien dirá Fitzmyer51:

“La reconciliación cristiana produjo una unión nueva del hombre con Dios. Pablo la

llama «mueva creación» (Gal 6,15; 2Cor 5,17) porque introdujo una nueva forma de

existencia en el mundo del hombre, por la que Cristo y el cristiano viven, por así

decirlo, en simbiosis. El hombre participa de esta existencia cristiana nueva por la fe y

el bautismo, que realizan su incorporación a Cristo y a la Iglesia.”

48 In. Ioan. Tract. 56,1; PL 35, 1486 citado en: “Introducción General”, Obras de San Agustín VII.

49 POSIDIO, La vida de San Agustín, 308.

50 FERDINAND PRAT, La teología de San Pablo, primera parte, (Editorial Jus, México 1947) 521 n1.

51 JOSEPH A. FITZMYER, Teología de San Pablo, síntesis y perspectivas, (Ediciones Cristiandad, Madrid

2008) 160; GIUSEPPE SEGALLA, Panoramas del Nuevo Testamento, (Verbo Divino, Navarra 41989) 444.

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La obra de este gran Santo Padre, da mucho más que decir, es un pobre intento de

acercamiento a estos grandes personajes de antigüedad que siguen teniendo una validez

perenne, su vidas y sus obras hoy más que nunca tienen valor permanente52.

Termino con una frase del Santo que podría resumirlo todo: “Pondus meum amor meus:

eo feror quocumque feror. Requies nostra locus noster” (Conf. XIII, 9.)

52 VICTORINO CAPANAGA, “El mensaje actual de San Agustín” en: Obras de San Agustín I. 286.

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