SAN JOSE CUSTODIO DE LA VIDA EN EL SUR DE JALISCO · El PASADO INDIGENA DE NUESTRA REGION2. ... El...

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1 SAN JOSE CUSTODIO DE LA VIDA EN EL SUR DE JALISCO J. Alfredo Monreal Sotelo. INTRODUCCION. San José, invitado a colaborar en la obra de la Salvación custodió al niño Jesús y a la Virgen María. Se entregó de lleno a proteger la vida del Salvador y a acompañarlo en su crecimiento en edad, saber y gracia (Cfr. Lc 2,51-52); este es un tema que aborda ampliamente la Exhortación del Papa Juan Pablo II Redemptoris Custos. Al inicio del pontificado, el Papa Francisco, en su homilía del 19 de marzo de 2013, expresó que Dios confió la misión de ser custodio (custos) a San José; él fue custodio de la Virgen María y Jesús y esta custodia se proyecta luego a la Iglesia. También en su homilía el Papa Francisco señala que San José ejerce la custodia con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad total. Vive su vocación con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto. En estos días vivimos el XI Simposio internacional josefino en Ciudad Guzmán, Jalisco, México y el tema es precisamente: “San José, Custodio de la vida y del amor”. Desde esta perspectiva retomo la presencia de Señor San José en Zapotlán el Grande, ahora Ciudad Guzmán, y en esta región del Sur de Jalisco 1 . Primero retomo el pasado indígena de nuestra región, luego considero la conquista española y la llegada del Evangelio, para pasar enseguida a algunos de los momentos más difíciles de nuestra historia, en los que se ha sentido cercana la presencia protectora de San José. Nuestra ciudad y nuestra región desde siempre han sufrido siniestros, de manera especial, terremotos; la historia de Ciudad Guzmán está marcada por los continuos sismos y temblores de tierra que ha sufrido. Así mismo, reconocemos que San José, al ser nombrado Santo Patrono, ha sido desde 1747, custodio de la vida y del amor en esta ciudad y en nuestra región, de manera especial ha custodiado la vida ante los terremotos, principal calamidad padecida por sus pobladores. 1. El PASADO INDIGENA DE NUESTRA REGION 2 . Nuestra región Sur de Jalisco fue habitada desde hace muchos siglos. Se dice que los valles de Zacoalco, Sayula y Zapotlán, por tener vegetación abundante contaron con población desde tiempos antiquísimos. 1 El Sur de Jalisco es una región del Occidente de México, donde se encuentra ubicada la Diócesis de Ciudad Guzmán. 2 Cfr. DIOCESIS DE CIUDAD GUZMAN, Segundo Documento Sinodal: La Parroquia, Nos. 17.

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SAN JOSE CUSTODIO DE LA VIDA EN EL SUR DE JALISCO

J. Alfredo Monreal Sotelo.

INTRODUCCION.

San José, invitado a colaborar en la obra de la Salvación custodió al niño Jesús y a la Virgen María. Se entregó de lleno a proteger la vida del Salvador y a acompañarlo en su crecimiento en edad, saber y gracia (Cfr. Lc 2,51-52); este es un tema que aborda ampliamente la Exhortación del Papa Juan Pablo II Redemptoris Custos. Al inicio del pontificado, el Papa Francisco, en su homilía del 19 de marzo de 2013, expresó que Dios confió la misión de ser custodio (custos) a San José; él fue custodio de la Virgen María y Jesús y esta custodia se proyecta luego a la Iglesia. También en su homilía el Papa Francisco señala que San José ejerce la custodia con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad total. Vive su vocación con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto.

En estos días vivimos el XI Simposio internacional josefino en Ciudad Guzmán, Jalisco, México y el tema es precisamente: “San José, Custodio de la vida y del amor”. Desde esta perspectiva retomo la presencia de Señor San José en Zapotlán el Grande, ahora Ciudad Guzmán, y en esta región del Sur de Jalisco1. Primero retomo el pasado indígena de nuestra región, luego considero la conquista española y la llegada del Evangelio, para pasar enseguida a algunos de los momentos más difíciles de nuestra historia, en los que se ha sentido cercana la presencia protectora de San José.

Nuestra ciudad y nuestra región desde siempre han sufrido siniestros, de manera especial, terremotos; la historia de Ciudad Guzmán está marcada por los continuos sismos y temblores de tierra que ha sufrido. Así mismo, reconocemos que San José, al ser nombrado Santo Patrono, ha sido desde 1747, custodio de la vida y del amor en esta ciudad y en nuestra región, de manera especial ha custodiado la vida ante los terremotos, principal calamidad padecida por sus pobladores.

1. El PASADO INDIGENA DE NUESTRA REGION2.

Nuestra región Sur de Jalisco fue habitada desde hace muchos siglos. Se dice que los valles de Zacoalco, Sayula y Zapotlán, por tener vegetación abundante contaron con población desde tiempos antiquísimos.                                                                                                                          

1  El  Sur  de  Jalisco  es  una  región  del  Occidente  de  México,  donde  se  encuentra  ubicada  la  Diócesis  de  Ciudad  Guzmán.  2  Cfr.  DIOCESIS  DE  CIUDAD  GUZMAN,  Segundo  Documento  Sinodal:  La  Parroquia,  Nos.  1-­‐7.    

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Posteriormente fueron pasando por estas tierras grandes oleadas migratorias venidas del norte, entre ellas se pueden mencionar los Otomíes, los Toltecas, los Chichimecas, los Zapotecas y los Nahuas. El paso de estos pueblos marcó profundamente el pasado de nuestra cultura, en cuanto organización, religión, lengua y costumbres.

En la región se hablaban, según las referencias de cronistas y visitadores, cinco lenguas o dialectos conocidos: el nahua con sus variantes, el otomí, el pinome, el purhépecha o tarasco y el sayulteco. De varios pueblos sólo se dice que hablaban lenguas particulares, naturales, bárbaras o extrañas, como la chichimeca, la popoluca, la mazorral y la totonaca, así como aquellas que no llegan a tener nombre.

La lengua mexicana era la más extendida, se hablaba o entendía incluso en pueblos hablantes de otras lenguas principales. El nombre de nuestros pueblos tiene un significado, como Zapotlán-Tzapotlán, que significa lugar de zapotes o de frutas dulces (frutales), lugar de chirimoyas. Lugar dedicado a la diosa Tzaputlatena, patrona de los medicamentos y protectora de las curaciones.

A la víspera de la llegada de los españoles (S. XVI) la parte occidental de México era identificada como Chimalhuacán, donde la vida política y social estaba organizada en cuatro reinos (Hueitlatoanazgos): Colima, Tonalá, Jalisco y Aztatlán. Y en una multitud de cacicazgos (Tlatoanazgos).Los lazos entre los reinos y cacicazgos principalmente eran de vasallaje, de raza o bien de pactos pasajeros, lo cual nos dice que en la región existió una especie de confederación.

El trabajo agrícola se practicaba en comunidad. A cada familia se le concedía un Coamilli (terreno para sembrar). La alimentación era buena (maíz, frijol, chile, carne y otros); esto les ayudó a ser sanos y robustos. El comercio se hacía de manera sencilla y se efectuaba una vez por semana en los tianguis o mercados a base de trueque o con cacao, que era usado como moneda. Los objetos del comercio fueron la miel, el algodón de pochote, plumas de colores brillantes, pieles, maderas, resinas como la de copal, loza de barro, maíz, chile, diversas verduras, pescado, piezas de caza, caracoles y conchas, flores, plantas medicinales, cristal de obsidiana, etc.

La población de Zapotlán y de su región era muy religiosa ya que daban culto a varios dioses. Señala fray Bernardino de Sahagún que el Dios Xipe, era honrado por aquellos que vivían a la orilla del mar, y su origen se dio en Tzapotlán, pueblo de Jalisco. Se ha identificado el culto a Xipe Tótec, como señor de la primavera, de la agricultura y de la fertilidad y el culto a diosas con atributos similares. Pero el culto a Xipe Tótec también se proyectó a cuestiones más terrenales, ya que su veneración está en relación con la economía y política mesoamericana.

2. LLEGAN LOS ESPAÑOLES Y CONQUISTAN ESTAS TIERRAS.

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Después de conquistada Tenochtitlan, capital del imperio Mexica, Hernán Cortés envió soldados españoles acompañados de indígenas aliados por distintos rumbos, con el objeto de someter nuevos territorios, detectar y hacer inventario de lugares con metales preciosos, identificar las costas, posibilidades de puertos, surgideros y astilleros en donde se pudieran apoyar nuevas expediciones marítimas hacia el occidente por el Mar del Sur. Para esto salió de México central una expedición conducida por Francisco Álvarez Chico que, siguiendo rutas conocidas por comerciantes y recaudadores de tributos, llegó al Océano Pacífico por el rumbo de Acapulco para proseguir hasta Zacatula, en la desembocadura del río Balsas y en las cercanías con la región michoacana dominada aún por los Purhépecha. Esta expedición fue el preámbulo de la llegada de los españoles a Colima y el Sur de Jalisco.

Una vez dominados los Purhépechay obtenida suficiente información sobre su territorio y procedencia de tributos y objetos metálicos, por orden de Cortés y con gran sigilo, Cristóbal de Olid encabezó a fines de 1522 la expedición que salió de Tzintzunzan y a través de la ruta cenagosa de la actual Jacona, llegó a Jiquilpan en busca de las minas de oro y planta de las que tributaban a Cazonci; informado por los caciques de ese lugar, se dirigió a Tamazula por Mazamitla, dominó esas poblaciones, y a las de Zapotlán para después regresar por el mismo camino. Esta es la primera vez que los hispanos ingresan al Sur de Jalisco y es de suponer que la información obtenida sobre las riquezas de la región provocó el interés de Hernán Cortés de preservar para él y sus allegados el dominio de estas tierras. De los territorios conquistados, Cortés tomó para sí aquellos que parecieron ser los más ricos en yacimientos minerales; por ello se adjudicó las encomiendas de Zapotlán, Tuxpan, Tamazula, Amula y Tuxcacuesco3.

Hacia 1524, arribaron al área más hombres de confianza de Cortés, entre ellos Francisco Cortés de Sanbuenaventura y Alonso de Ávalos, hermano de Fernando de Saavedra, ambos emparentados con don Hernán Cortés. Cuando Saavedra marchó con su primo Hernán Cortés a Honduras, Alonso quedó a cargo de la encomienda que comprendía Sayula, Usmajac, Tapalpa, Chiquilistlán, Atemajac, Amacueca, Atoyac, Techaluta, Teocuitatlán, Cocula, Zacoalco y ribera sur del Lago de Chapala. Pese a que la primera Audiencia, presidida por Nuño Beltrán de Guzmán, cedió esta encomienda a otras personas en 1529, Ávalos la pudo recuperar pronto y disfrutarla por 40 años; de ahí que esta amplia región fuera conocida como La Provincia de Ávalos, durante casi toda la época colonial.

Junto con los conquistadores, también llegaron los primeros misioneros anunciando el Evangelio. Correspondió a los frailes franciscanos, destacando en la región fray Juan de Padilla, ser los portadores de la Buena Nueva. A pie y descalzos, según las viejas crónicas, recorrieron la región. Para

                                                                                                                         

3  Cfr.  LAMEIRAS  Olvera  José,  El  Tuxpan  de  Jalisco,  55-­‐58.  

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los indígenas vencidos que vieron transformada radicalmente su situación, estos misioneros fueron en muchas ocasiones sus grandes protectores4.

Zapotlán el Grande en su fundación, realizada por el fraile franciscano Juan de Padilla el 15 de agosto de 1533, fue encomendado al patrocinio de la Virgen María en su advocación de la Asunción. Pero en 1747, ante la situación de pobreza que propició hambre e inseguridad junto con las calamidades naturales como las sequías, heladas, pestes, granizadas, plagas y de manera especial los terremotos, san José fue elegido como Patrono protector de este pueblo. Dos años después, debido a los sufrimientos provocados por el temblor del día 22 de octubre de 1749, los habitantes asumieron el compromiso, bajo juramento solemne, de celebrar una fiesta en su honor y agradecimiento, el 22 de octubre de cada año. Firmaron como testigos Fray Juan Antonio Caro y Juan Bautista de Solís.

3. SAN JOSÉ ES CONSIDERADO COMO PROTECTOR.

Es notorio como los primeros evangelizadores que llegaron a nuestras tierras mexicanas acudieron con frecuencia a Señor San José, no sólo para salir adelante de la peligrosa aventura de embarcarse rumbo al Nuevo Mundo, sino sobre todo para poder desarrollar con eficacia su tarea de Evangelización.

La figura de San José tuvo un lugar destacado en la Evangelización de estas tierras mexicanas, desde el siglo XVI. Cuando fray Pedro de Gante llegó, procedente de Texcoco, al convento franciscano de México, a principios de 1527, erigió junto al templo principal una capilla, y una escuela que llamó “San José de los Naturales” que se convirtió en un centro de cultura a favor de los indígenas, bajo la tutela de San José. Probablemente se escogió al Patriarca santo como titular de este centro, porque ya entonces San José era considerado protector para todas las necesidades.

El Primer Concilio Provincial Mexicano, convocado y presidido por el arzobispo fray Alonso de Montúfar, celebrado en 1555, proclama a San José patrono general de esta nueva Iglesia, y da como razón la grande devoción que el pueblo le tiene, y la veneración que los indios y españoles le manifiestan. Aquí se declara a San José abogado e intercesor contra las tempestades, truenos, rayos y piedra (granizo), con que esta tierra es muy molestada, y se establece su fiesta cada 19 de marzo. El tercer Concilio Provincial Mexicano, convocado por el arzobispo Pedro Moya de Contreras en 1585, confirma y renueva el patronato de Señor San José ya establecido en el Primer Concilio Provincial.

Así mismo la Arquidiócesis de México declara a San José patrono contra los terremotos: A raíz del temblor de tierra que tuvo lugar precisamente el día 19 de marzo de 1682 y quedó registrado en los catálogos del archivo del ayuntamiento de la Ciudad de México como el “Temblor de San José”. Se hizo

                                                                                                                         

4  Cfr.  Segundo  documento  sinodal:  La  Parroquia,  No.  10.  

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una procesión solemne desde la Catedral hasta el templo de San José de Gracia con el fin de pedir la protección del Santo Patriarca. Como los temblores se volvieron a repetir con mayor intensidad en marzo de 1729, el Cabildo de la ciudad acordó nombrar a Señor San José, el 28 de diciembre de 1731, patrono abogado especial para que los librara de los temblores, y solicitó al arzobispo de México la misma petición que posteriormente aceptó de manera oficial5.

El 5 de mayo de 1768, el arzobispo de la ciudad de México envía una circular en la que avisa haber determinado con su Consejo y en vista de que se han repetido los temblores, cantar una Misa a Señor San José y salir fuera de su ámbito en procesión.

4. SAN JOSÉ LLEGA A ZAPOTLÁN DE MANERA MISTERIOSA.

La narración de la llegada de San José presente en la memoria de varias generaciones señala que el Patriarca Santo peregrinó junto con la Virgen María por el camino real de Colima, cuidado por los ojos atentos y las manos poderosas de un arriero, el ignoto viajero como mensajero de Dios cuidó de las benditas imágenes, después de cumplir con su misión y dejar su encargo, desapareció misteriosamente sin dejar rastro.

San José llegó hace muchos años al mesón de la Cofradía del Rosario que era la casa común de los caminantes, a la orilla del pueblo; así como llegó a Belén junto con la Virgen María después de caminar por las montañas de Judea. El quiso quedarse con nosotros, nos eligió para acompañarnos y en todo momento protegernos como lo hizo con la Sagrada Familia.

Los vecinos que padecían situaciones difíciles, al descubrir las benditas imágenes, vieron aquello como un regalo del cielo y pronto se encariñaron con los peregrinos llegados de lejanas tierras, por eso decidieron junto con el párroco que, mientras no hubiera quien las reclamara, trasladarlas a la parroquia. Ese encuentro fraternal con San José se consolidó en 1747, al designarlo Patrono protector contra toda clase de calamidades, de manera especial contra los terremotos y ante los sufrimientos provocados por los sismos del 22 de octubre de 1749, nuestros antepasados le hicieron un juramento solemne. Desde entonces San José es de Zapotlán y Zapotlán es de San José.

5. EL SIGLO XVIII ESTA LLENO DE CALAMIDADES NATURALES Y SOCIALES.

Un buque llegado a Veracruz el 6 de marzo de 1701, trajo la noticia de la muerte del rey Carlos II, ocurrida en Madrid el 1º de noviembre del año anterior. No tuvo sucesión, por lo que con él se extinguió la dinastía de la casa de Austria o Habsburgo en España. En su testamento instituyó como heredero a Felipe de Anjou o de Borbón, nieto de Luis XIV de Francia, e hijo de una hermana de Carlos.

                                                                                                                         

5  Cfr.  CARRILLO  Ojeda  Carlos,  Presencia  de  San  José  en  México,  56-­‐57.    

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Precisamente en el mes de febrero de 1701, un joven de escasos 17 años, llegó a Madrid como nuevo rey de España. Felipe V de Borbón iniciaría una nueva era en la historia española y americana. Ahora la familia Borbón, de origen francés, reinaría sobre los dominios de Carlos I y de Felipe II, donde según decían ellos, nunca se ponía el sol.

En la América española, y en la Nueva España en particular, el relevo borbónico no causó en un principio mayor trastorno. A pesar de que algunos agentes del Archiduque Carlos de Austria, también pretendiente al trono español, intentaron obtener apoyo para don Carlos, aunque sus planes no resultaron exitosos. La Nueva España parecía más preocupada por las plagas y epidemias que le aquejaban, por la abundancia de perros rabiosos que por dos años asolaron la población, por la gran hambre de 1714, en la que murieron muchos habitantes, por el alza de precios de los alimentos y por la peste que sólo en los contornos de la ciudad de México, se llevó en pocos días más de catorce mil indígenas6.

Así mismo, epidemias, hambres, sismos y aún un volcán, asolaron a Michoacán en este período. Zapotlán el Grande en ese momento era parroquia de la Diócesis de Michoacán.

Las más graves epidemias fueron producidas por la viruela y el tabardillo. La viruela, que se presentaba periódicamente cada 16 o 18 años, hizo mayores estragos en 1520, 1763 y 1779. Al reaparecer en 1797 en Michoacán, fue ya combatida con la inoculación o vacuna, gracias al obispo Fray Antonio de San Miguel, quien comenzó por ilustrar a sus feligreses para que no se opusieran a recibirla7.

La falta o escasez de las lluvias y las heladas arruinaban con alguna frecuencia las cosechas, y sobrevivían en fatal conjunción el hambre y las enfermedades. Esto ocurrió en forma desastrosa en 1786, “el año del hambre” que fue precedido por dos sequías y heladas.

El Sur de Jalisco está situado en una zona sísmica. En relación a Zapotlán el Grande se menciona que ha sufrido a lo largo de los siglos muchos temblores de tierra, algunos de los cuales han sido tan fuertes que casi acabaron con las construcciones de la ciudad y causaron innumerables muertos, como el llamado Temblor Grande del 27 de diciembre de 15678.

Las descripciones geográficas del Obispado de Michoacán del siglo XVIII, nos hablan del terremoto que sufrió Zapotlán el Grande del 22 de octubre de 1749:«Los efectos que este volcán ha causado han sido muy funestos, pues en el año cuarenta y nueve se experimentaron en este pueblo y en otros circunvecinos (aunque en ninguno con la fuerza de este), unos temblores de tierra tan fuerte [s], que no quedó piedra sobre piedra, abriéndose en los campos la tierra en muchas partes y en otras sumiéndose grandes pedazos de tierra, en una parte una vara y en otras dos y más y todo esto se                                                                                                                          

6    Cfr.  JIMENEZ  Codinach  Guadalupe,  México  su  tiempo  de  nacer  1750-­‐1821,  27-­‐28.  7Cfr.  BRAVO  UGARTE  José,  Historia  sucinta  de  Michoacán,  265.  8  Cfr.  CARRILLO  Ojeda  Carlos,  59.  

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conoció ser efecto del volcán»9. Este terremoto da origen a la promesa que le hace el pueblo de Zapotlán el Grande a San José de realizar una fiesta cada 22 de octubre, para recibir de él, a cambio, cuidado y protección. Compromiso expresado a través de un Juramento solemne. El obispo de Michoacán, D. Martín de Elisacoechea, a cuya jurisdicción eclesiástica pertenecía la “Doctrina de Santa María de la Asunción de Zapotlán” dio su aprobación y autorizó al párroco del lugar para que llevara a cabo dicho juramento de una manera pública y jurídica como lo pedían10.

Grandes retumbos subterráneos, seguidos después por fuertes temblores, anunciaron desde fines de junio de 1759, la aparición del volcán de Jorullo, que empezó a formarse al abrirse en la cañada del arroyo de Cuitinga, a un cuarto de legua de la casa de la hacienda de Jorullo, una grieta que arrogaba densa y negra humareda y luego llamas de fuego y piedras, algunas enormes (madrugada del 29 de septiembre). El terreno en la jurisdicción de Ario, pertenecía a la citada hacienda, que era de caña de azúcar, labor y ganado, y tenía por dueño al regidor de Pázcuaro D. José Andrés de Pimentel. Esta y otras haciendas quedaron arruinadas; y la destrucción abarcó también al pueblo de La Huacana, cuyos habitantes se mudaron al de Churumuco.

Aparte del cono principal, que se levantó hasta 512 metros sobre el suelo, formáronse en línea recta, sin duda sobre la misma grieta, otros tres menores, “Los volcancitos”, situados uno al Norte y los otros dos al Sur del principal. Duraron en plena actividad hasta 176411.

6. EL TERREMOTO DE 1806 CAUSA MUERTE Y DESTRUCCIÓN.

El 25 de marzo de 1806, a los tres días de haber sufrido uno de los terremotos más catastróficos de la historia de Zapotlán que dejó en ruinas el templo parroquial y bajo sus escombros a unas dos mil personas, el Pueblo le hace una renovación del juramento a Señor San José «Que habiendo experimentado, el día veinte y cinco del corriente, el rigor de la Divina Justicia, con el formidable temblor de tierra que acaeció a las cuatro de la tarde y media de la tarde de dicho día, en que perecieron dos mil almas, bajo la total ruina del templo con otros muchos que resultaron mal heridos, estando las gentes congregadas oyendo la Santa Misión que actualmente hacen los reverendos Padres de la santa Cruz de Querétaro…; se han convenido pues todos, y cada uno de por sí e in solidum, en otorgar como desde luego otorgan, por la presente escritura, en la forma que haya lugar en derecho, que reproducen, ratifican y de nuevo revalidan el antiguo juramento de sus mayores, obligándose todos los comparecientes, a sí y a sus sucesores, al cumplimiento de su promesa y voto». (Cfr. ACTA de la renovación del Juramento a San José, del pueblo de Zapotlán el Grande, del 28 de marzo de 1806).

                                                                                                                         

9Descripciones  geográficas  de  Michoacán  en  el  siglo  XVIII,  130.  10  Cfr.  CARRILLO  Ojeda  Carlos,  59.  11  Cfr.  BRAVO  Ugarte  José,  266-­‐267.  

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Se expresó nuevamente la promesa de hacerle a San José una fiesta cada 22 de octubre, de manera sencilla (los gastos no deberían pasar de los 35 pesos) y a la vez se indicó que se debería hacer el esfuerzo por evitar superficialidades, tales como convites, banquetes, corridas de toros, etc. Que tal vez ocasionan muchos pecados, origen del castigo que han sufrido. También la fiesta debería tener un mayordomo; ya fuera rico o pobre tendría el compromiso de pedir ayuda a todos los vecinos con la finalidad de que todos cooperaran y lograran los beneficios y unido a esto se señaló que todos deberían asistir a Misa, Sermón, Rosario y Sorteo.

7. ADEMÁS DE LOS TERREMOTOS SE PADECE LA LLUVIA DE ARENA.

El 7 de junio de 1911, sufre la población de Zapotlán el Grande otro tremendo terremoto que dejó sin hogar a muchas familias, el luto invadió a los habitantes del pueblo, los heridos sufrieron las consecuencias del fenómeno y en medio de aquel cuadro de tristeza y desolación en todas partes se vio al Sr. Cura Silviano Carrillo12, consolando y alentando a los que sufrían, suavizó la crudeza del dolor viviendo la caridad sin límites13. El Arzobispo Don José de Jesús Ortiz, al saber el desastre, vino de Guadalajara al día siguiente; hizo un recorrido por los barrios afectados, impartiendo consuelo a los damnificados y visitó a los heridos en el hospital. Luego dispuso que se hiciera una colecta en todo el Arzobispado para auxiliar a las víctimas.

El 20 de enero de 1913, se sufre una fuerte lluvia de arena proveniente del Volcán de Fuego que parecía que iba a acabar a Zapotlán el Grande. Toda la población acudió en masa al templo parroquial, a implorar la protección de Sr. San José y su intercesión ante Dios. Entonces, ante la confusión y los llantos, apareció en el púlpito la figura del Sr. Cura Carrillo, con una campana grande en la mano, una campana de las del altar; y trató de poner silencio para hablar. Dijo que iban a sacar por la ciudad la sagrada imagen de San José y que mientras la arreglaban, los niños rezaran una estación ante el Santísimo Sacramento, ya que tanto agradan a Dios las oraciones de los niños.

Se sacó la imagen a eso de la tres de la tarde; en el trayecto se rezaron 33 Rosarios -dicho esto después por el mismo Sr. Cura Carrillo- y se regresó al templo como a las 7 de la noche. Y sucedió que cuando se volvió, la arena llovía más fuerte. Ante esto la gente redobló su llanto; el Sr. Cura Carrillo apaciguó a la multitud y entonces dijo, con la seguridad de un santo: “Amados feligreses míos, tenéis razón en llorar; hemos invocado al Sr. San José y la arena no se ha quitado, pero ¿sabéis por qué? Porque San José quiere decirnos que no sólo hay que invocarlo a él, hemos de invocar a su queridísima

                                                                                                                         

12  Cfr.  ALMARAZ  del  R.  Ma.  Guadalupe/GUZMÁN  R.  Luz  Margarita,  Silviano  Carrillo,  28.    13  Indica   el   historiador   Esteban   Cibrián   que   fue   un   terremoto   que   se   sintió   a   las   4:27   de   la   mañana,   de   fuerte  intensidad   y   duración,   causó   innumerables   daños  materiales,   cegó   vidas   humanas   y  más   de   40   heridos,   los   cuales  fueron  atendidos  en  el  hospital  San  Vicente.  Cfr.  CIBRIAN  Guzmán  Esteban,  Origen  de  la  Feria  de  Zapotlán  el  Grande,  19-­‐20.  

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esposa la Virgen María. Vámosle rezando tres Salves y estad seguros de que cuando salgamos de este recinto sagrado ya no cae arena”. Se rezó en Cruz, las tres salves, se cantó “Perdón, oh Dios”, se salió a ver y efectivamente ya no caía arena14. Por haber librado San José a Zapotlán el Grande de la extraordinaria erupción de nuestro volcán, desde entonces se estableció la “Función de la lluvia de Arena”.

8. DE LA DESTRUCCIÓN Y MUERTE, SURGE LA ORGANIZACIÓN Y LA SOLIDARIDAD.

En 1985, así como sucedió en tiempos anteriores, en medio de ruinas y de lágrimas, nuevamente, se reconoció la compañía protectora de San José en este momento difícil y se recordó el antiguo pacto o juramento: José de Zapotlán y Zapotlán de San José. En esta situación de emergencia, el pueblo clamó y buscó la mano misericordiosa de San José quien, como Buen samaritano, enviado por Dios, una vez más tendió la mano y del polvo levantó a sus hijos caídos y nos animó a vivir la organización y la solidaridad.

Fue precisamente a un año del terremoto, el 19 de septiembre de 1986, una vez concluida la reparación de la catedral, pues había quedado semidestruida, que regresó la Sagrada Familia a su casa y se hizo de nuevo la renovación solemne del juramento. Ante las preguntas: ¿Aceptan de nuevo el juramento que hicieron sus antepasados, de acuerdo a las circunstancias que hoy vivimos? ¿Prometen honrar a Señor San José por medio de una vida de hermanos, solidarios con los más pobres? ¿Prometen honrar a Señor San José por medio del trabajo realizado en comunidad, para ir construyendo una sociedad más justa, más humana, más cristiana? ¿Prometen vivir el Evangelio tomando en cuenta la realidad que vivimos y comprometiéndose en la creación de una Iglesia nueva, evangelizadora y liberadora? ¿Prometen seguir festejando a Señor San José cada 22 de octubre, evitando todo lo que ofende a Dios y destruye la hermandad entre nosotros? ¿Prometen seguir confiando en la Sagrada Familia, contra las catástrofes naturales que amenazan nuestras vidas? la comunidad contestó con fuerte voz: ¡SÍ PROMETEMOS!15

9. IDENTIFICACION CON SAN JOSE.

La identificación mutua entre San José y su comunidad está atestiguada por la historia y a través de los diferentes signos que se viven de agradecimiento y devoción en la vida diaria. La Fiesta a San José que el pueblo cada año le hace en el mes de octubre, es un compromiso vivido bajo juramento, de generación en generación, para recibir del Patriarca Santo custodia y protección. Asumir la mayordomía, ser miembro de una danza, participar en la peregrinación, colaborar en el enroso, cargar las benditas

                                                                                                                         

14  Cfr.  Testimonio  del  Pbro.  Pedro  Montaño,  en  Silviano  Carrillo,  41-­‐42.    15Acta  de  la  renovación  del  Juramento  a  San  José,  del  pueblo  de  Zapotlán  el  Grande,  del  19  de  septiembre  de  1986.  

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imágenes de la Sagrada Familia, ayudar en los gastos de la fiesta desde lo que se tiene para vivir, unirse a la devoción durante el novenario y de manera especial en los días principales, expresa gratitud, cariño y confianza a San José de una comunidad a su patrono y protector que vela por nosotros noche y día.

Lo vivido no queda solamente como una devoción, sino que tiene una clara proyección a la vida. La unión, la organización, la solidaridad y la fe que se vive en los días de fiesta, están presentes en los esfuerzos por mejorar las condiciones de vida, por conseguir el pan de cada día, en la construcción de una sociedad mejor; y cuando se presentan las calamidades como los terremotos se asume con espíritu de fe el momento, sintiendo la cercanía de San José que anima a levantarse de la ruinas y seguir el camino de la vida con esperanza.

CONCLUSION.

En la homilía de inicio de su Pontificado el Papa Francisco señala que «en los Evangelios, San José aparece como un hombre fuerte, valiente y trabajador; pero se percibe en su alma una gran ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario, esto más bien denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión y de verdadera apertura al otro, de amor» (Cfr. Mt 1,24; 13-14; 19-23).

En San José no sólo tenemos el ejemplo del custodio de la vida de la Sagrada Familia y del crecimiento del niño Jesús, también lo ha sido del pueblo de Zapotlán el Grande y sus alrededores. El nos ha custodiado ante las catástrofes naturales y sociales, nos ha dado su intercesión y amor. Esto lo han captado y experimentado durante más de dos siglos y medio los habitantes del sur de Jalisco.

Ahora nosotros estamos llamados a dos cosas: 1) A seguir asumiendo el juramento hecho por nuestros antepasados, cuidando las tradiciones y signos que expresan nuestro agradecimiento al Patriarca Santo y proyectando a la vida diaria la devoción a nuestro Santo Patrono. 2) Retomando al Papa Francisco a ser “custodios” de la creación, no dejando que los signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro. Pero para “custodiar”, también tenemos que cuidar de nosotros mismos. Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida. Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo de la bondad, más aún ni siquiera de la ternura.

En hambre, peste, temblores, guerra, inundación, sequía, Zapotlán de noche y día a José pide favores.

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Él le responde: «No llores; porque me invocas con fe, tus angustias guardaré». Por eso tan juntos van: él, José de Zapotlán y Zapotlán de José.

(Décima de 1913).

Cd. Guzmán, Jal., a 19 de marzo de 2013.

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