Savarino, Franco y Mutolo, Andrea - Del Conflicto a La Conciliacion (2006) [Libro]

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Libro colectivo sobre relaciones Estado - Iglesia católica en México (2006)

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DEL CONFLICTO A LA CONCILIACIN:IGLESIA Y ESTADO EN MXICO, SIGLO XX Coordinadores:FRANCO SAVARINO / ANDREA MUTOLO EL COLEGIO DE CHIHUAHUA / AHCALC2006De/ can/cta a /a canc///ac/n: Ig/es/a y Estada en Mx/ca, s/g/a XXCoordinadores: Franco Savarino, Andrea MutoloD. R. AHCALC, El Colegio de Chihuahua1a edicin, noviembre de 2006ISBN : 970-94832-4-2Correccin de estilo: Teresa Van RozelenMaquetacin: Ricardo PascoeDiseo de la portada: Elisa DragoImpreso en Mxico / Printed in MexicoINTRODUCCIN1. EL FASCISMO Y LA IGLESIA. REFLEXIONES DESDE LA EX-PERIENCIA ITALIANA - Franco Savarino (INAH-ENAH, Mxico)2. LA IGLESIA MEXICANA DESPUS DE LOS ARREGLOS ENTRE ESTADO E IGLESIA (1929-1931) - Andrea Mutolo (INAH-ENAH, Mxico)3. LA DIALCTICA CONSTITUCIONAL EN LAS RELACIONES IGLESIA~ESTADO - Ral Gonzlez Schmal (Universidad Iberoamericana, Mxico)4. PRESENCIA DE LA IGLESIA CATLICA EN EL GOBIERNO DE LVARO OBREGN 1920-1924 - Gabriela Aguirre Cristiani (ITAM, Mxico)5. LAS FIESTAS GUADALUPANAS DE 1945 EN LA CIUDAD DE MXICO Y LA UTILIZACIN DEL MODELO CONSERVADOR FRANCOCANADIENSE POR LA JERARQUA CATLICA - Maurice Demers (Universidad York de Toronto, Canad)6. IDENTIDAD ECLESIAL Y REPRESENTACIN DEL MUN-DO SOCIAL EN ALGUNOS MOVIMIENTOS LAICALES DE LA ARQUIDICESIS DE MXICO DURANTE LAS DCADAS DE LOS AOS SETENTA Y OCHENTA - Miguel Angel Hernndez Fuentes (Instituto Mora, Mxico)7. LA CONCILIACIN, LOS ARREGLOS Y LA REFORMA CONSTITUCIONAL: TRES HITOS EN LA RELACIN IGLESIA-ESTADO EN MXICO - Manuel Ceballos Ramrez (El Colegio de la Frontera Norte, Mxico)8. COMPROMISOS Y DESAFOS. LA IGLESIA CATLICA MEXICANA ANTE LA SOCIEDAD CIVIL - Jos Lus Gonzlez M. (INAH-ENAH, Mxico)9. REPENSAR LA LAICIDAD ANTE EL REGRESO DE LO RE-LIGIOSO A LA ESFERA PBLICA -Pedro Quintino Mndez (INAH-ENAH, Mxico)INDICE7113145658397113125145l9|| CN|||CI / |/ CNC|||/C|N. |||'|/ |'I/9 |N |l|C, '|| ll INTRODUCCINEl Siglo XX mexicano se caracteriza por una evolucin de las re-laciones Iglesia-Estado, caracterizada por la alternancia entre perodos de convivenciapacfca y otros de tensin o conficto, que llega, en algunas ocasiones, a la violencia abierta. Esta alternancia de claroscuros dibuja un cuadro de tintas fuertes, con violentos contrastes de luz y vvidos colores, como las pinturas de El Greco o Caravaggio. Reconstruir la historia del es-tas relaciones signifca adentrarnos en un terreno de pasiones enfrentadas, de incomprensiones y de odios profundos. Es una historia que, de hecho, ha sido difcil de narrar a lo largo del siglo pasado, por fuera y por encima deloscompromisos,lasconviccionesoactitudesanmicasmilitantesen pro o en contra del Estado o de la Iglesia. Slo recientemente, en el marco de la reconciliacin institucional y la superacin de los viejos dogmas y de las cercas doctrinarias, ha cobrado fuerza una perspectiva menos ideolgi-ca, menos exaltada y ms ecunime. Los estudios de carcter cientfco se han multiplicado a partir de los aos noventa: paulatinamente se va exten-diendoelconocimientoylacomprensindeunatemticaqueescentral para comprender a Mxico, a su historia y a su identidad.LasracesdeunarelacinEstado-Iglesiatancontrastanteseen-cuentranenelsigloXIX(einclusoantes,enelXVIII),enlaideologa liberalyenelitinerarioerrticodelnacionalismomexicano,quefuctu durante dcadas entre visiones catlicas y laicas de la nacin. Las violentas pugnas entre liberales y conservadores dan fe de la centralidad que tena la cuestin de la Iglesia y la religin en el proceso formativo de Mxico como Estado nacional a lo largo de ese siglo. La Constitucin de 1857 establece fnalmente el predominio del Estado laico, un marco de referencia institu-cional permanente, no disputado desde entonces. Enlanuevacenturiaseabreunhorizontemspromisorio,que pronto dejar lugar a un paisaje de tormenta, con el desencadenamiento de pugnas y pasiones an ms ardientes que en el siglo anterior.A partir de una relacin relativamente apacible -incluso de cola-boracin- durante el largo gobierno de Porfrio Daz, se pasa a una fase de fuertetensindurantelaRevolucinmexicana.Elperodo1911-1917es salpicado de episodios de duros enfrentamientos entre las fuerzas o gobier-nos revolucionarios por un lado, y la Iglesia y el mundo catlico por el otro. 9|| CN|||CI / |/ CNC|||/C|N. |||'|/ |'I/9 |N |l|C, '|| ll &LaConstitucinde1917, como es de sobra conocido, introduce disposi-ciones anticlericales que empeoran la posicin de la Iglesia con respecto a la Carta Magna anterior. La implementacin del mandato constitucional durante el gobierno de Plutarco Elas Calles, en el marco de una sucesin de provocaciones y errores por ambos lados, tiene como desenlace un con-fictoarmadoabiertoenladcadadelosaosveinte:lacristiada,que tendr resonancias mundiales. Despus de unos arreglos pactados en 1929, fnalmente,hubounavueltaarelacionesmenosconfictivaslasdcadas posteriores. Enrealidad,nosepuedehablardeunverdaderomodusvivendi antes de 1938. El gobierno de Lzaro Crdenas (1934-1940), al comienzo de 1936, busca la paz con la Iglesia, pero quiere implementar la educacin socialista y el respeto a los artculos 3, 5, 24, 27 y 130 de la Constitu-cin. La nacionalizacin petrolera de 1938, fnalmente, empuja a Crdenas a un acercamiento con la Iglesia y sta, por primera vez, apoya al gobierno mexicano. As comienza la verdadera implementacin del modus vivendi. El sucesor de Crdenas, Manuel vila Camacho, ser el primer presiden-te mexicano en declararse catlico. Posteriormente ya no habr enfrenta-mientos de importancia y la cuestin religiosa en Mxico ser un asunto solucionado de facto aunque no de jure.Enlosaossesenta,elConcilio VaticanoIItieneconsecuencias importantes,quefavorecenuncambiofundamentalenlasrelacionesEs-tado-Iglesia en Mxico. Es posible, por primera vez, una negociacin con el gobierno mexicano sin llegar necesariamente a un acuerdo: en realidad un dilogo para llegar a un reconocimiento de la Iglesia fue casi siempre imposible por dos razones: 1 - La actitud intransigente del gobierno mexi-cano, con su apego estricto a una nocin de laicidad que no reconoca el papel histrico y sociolgico de la religin catlica en la nacin mexicana. 2 - La actitud obstinada del mismo Vaticano, que vislumbraba a un espacio ofcialdedilogosloenloshombrespolticosdisponiblesadeclarar al catolicismo como nica religin de Estado.En los aos comprendidos entre 1940 e 1978, la Iglesia -an sin ser reconocida jurdicamente-, dialoga constantemente con el Estado y, en muchos casos, obtiene ayuda. El Estado, por su parte, vuelve a considerar a la Iglesia como una fuente de apoyo, en lugar de problemas. Paulatinamente, los as-pectos ms severos de la legislacin anticlerical, son dejados inoperantes. 79|| CN|||CI / |/ CNC|||/C|N. |||'|/ |'I/9 |N |l|C, '|| ll El ao 1978 marca el giro en las relaciones entre las dos institucio-nes: el pontifcado de Juan Pablo II, caracterizado por una intensa agenda de viajes y contactos, y el nombramiento de Girolamo Prigione como De-legado Apostlico, darn un fuerte empuje al cambio. En 1992 la Iglesia obtendr el largamente esperado reconocimiento jurdico, en un medio, sin embargo, mucho ms plural con respecto a la situacin del pasado. Mxi-co, asimismo, establece relaciones diplomticas con el Estado de la Ciudad del Vaticano, creando as un marco ms formal para relaciones que eran ya francamente cordiales.La historia de las relaciones Estado-Iglesia ha tenido, en suma, una trayectoriapeculiarmatizadaporlasucesindeperodosdepazyotros confictivos.Investigarsobrelosfundamentos,losmotivosylosmatices deestarelacineselobjetivodeestelibro,quereneanueveensayos presentados en el simposio Iglesia y Estado en Mxico, siglo XX. Este evento, convocado y organizado por Franco Savarino y Andrea Mutolo, se llev a cabo en la Escuela Nacional de Antropologa e Historia (Mxico) en mayo de 2006. Los ensayos aqu reunidos analizan la problemtica desde ngulos distintos, y abarcan el perodo desde la poca del mximo enfren-tamiento en la tercera dcada del siglo XX, hacia la conciliacin reciente, a fnales del siglo. Los estudios se enfocan en las cuestiones polticas, ideolgicas e institucionales,apuntanalasjerarquasyalasociedadcivil,analizanla esfera de la laicidad y exploran algunas reverberaciones internacionales del conficto Iglesia-Estado (en Italia y en Canad). Este texto se pone a disposicin de la comunidad acadmica, y del pblicoengeneral,conlosauspiciosyelapoyodelCuerpo Acadmico AntropologaeHistoriaContemporneade AmricaLatinayelCaribe (AHCALC), y del Colegio de Chihuahua. Representa, sin duda, una apor-tacin signifcativa para contribuir al conocimiento y la refexin sobre una temtica -la Iglesia y el Estado en Mxico-, que est lejos de haber perdido su centralidad en la sociedad mexicana de hoy, ms laica y abierta a la plu-ralidad en el campo de las creencias y las identidades religiosas.FRANCO SAVARINO Y ANDREA MUTOLOCiudad de Mxico, septiembre de 2006________________________________________________________Dr. Franco Savarino Roggero -TEL. 044-55-12995149 [email protected]. Andrea Mutolo -TEL. 044-55-2738546 [email protected] ~ EL FASCISMO Y LA IGLESIA. REFLEXIONESDESDE LA EXPERIENCIA ITALIANADr. Franco Savarino(INAH / ENAH, Mxico)IntroduccinLosEstadosmodernosasentadosenpasesdetradicincatlica han tenido que enfrentar la tarea de llevar adelante el proceso de autonomi-zacin de la esfera pblica de sus resortes religiosos, en el marco histrico de la secularizacin del mundo occidental. La bsqueda de la laicidad por parte del Estado ha llevado a confictos y acomodamientos con la Iglesia catlica, que defenda sus posiciones y su infuencia poltica, social y cul-tural. Mxico y Espaa experimentaron en el siglo XX los confictos reli-giosos tal vez ms clamorosos, caracterizados por sangrientas guerras civi-les. En Mxico, en particular, la resistencia de la Iglesia a dejarse someter por el Estado surgido del proceso revolucionario de 1910-1917, llev a un choque frontal a lo largo de los aos veinte, que provoc un levantamiento popular catlico conocido como Cristiada. Elecoquesuscitelconfictoreligiosomexicanoenelmbito internacionalfuenotable,especialmenteenlospasesdetradicincat-lica.Enotrotrabajoexaminprecisamenteelimpactoquetuvieronlos acontecimientos mexicanos en Italia.33 Seal el contraste que exista entre la poltica de choque adoptada por el Estado mexicano, y la poltica de acomodamiento seguida por el Estado italiano. Un contraste que destacaba sobre todo en relacin a la naturaleza revolucionaria, autoritaria y nacio-nalista de ambos Estados. A qu se deba esta divergencia? Por qu el nacionalismo revolucionario mexicano embisti a la Iglesia y desat una guerracivil,mientraselfascismoitalianologrpactarunmodusvivendi pacfco? La pregunta asume los rasgos de la paradoja si se considera que el fascismo era un proyecto totalitario, y el nacionalismo mexicano no. Se pueden buscar respuestas en la personalidad de los lderes, Elas Calles y 33F. Savarino, Italia y el conficto religioso en Mxico (1926-1929), Historia y grafa, 18, 2002, pp.123-147.I. || |/'C|' |/ |||'|/. K||||l|N|' 9|'9| |/ |l||K||NC|/ |I/||/N/ |K/NC '/\/K|N9|| CN|||CI / |/ CNC|||/C|N. |||'|/ |'I/9 |N |l|C, '|| ll IZMussolini, o en el contexto histrico distinto de los dos pases, o apuntar a factores internacionales, o bien explorar el marco ideolgico de referencia: nacionalismo radical en Mxico y fascismo en Italia.Con la premisa de que soy partidario de una explicacin multifac-torialuholistaqueincluyatodaslasdimensionesmencionadasarriba, me propongo aqu extender la refexin sobre el fascismo italiano en tanto experiencia poltica e ideolgica, para aclarar su posicin con respecto al tema de la religin y la Iglesia catlica. Considero que la refexin desde el caso italiano puede ser sugerente para entender lo que ocurri en Mxico en esos mismos aos. Antes de abordar el tema, sin embargo, es preciso di-sear el cuadro histrico que sirve de teln de fondo y marco de referencia para entender la poltica fascista en los aos veinte.34Las premisas: de la Qaest/ane ramana al Part/ta Papa/areEn Italia, pas histrica y mayoritariamente catlico, el proceso de formacin del Estado nacional fue matizado por la resistencia del Papado y las principales fuerzas catlicas de la pennsula a la unifcacin y a las re-formas liberales implementadas por la monarqua de Saboya. Adems era catlico el Estado que ms se opuso a la formacin del pas, el Imperio de Austria. El Risorgimento -as se llam el proceso de unifcacin nacional y fundacin del Estado italiano- tuvo un matiz anticlerical parecido al que tuvo la Reforma en Mxico. Al Risorgimento contribuyeron la masonera yotrasfuerzasanticlericalesvinculadasconelrepublicanismoyconel liberalismo. Era notoria, adems, la posicin hostil a la Iglesia de perso-najes tan fundamentales como Mazzini, Garibaldi, Verdi y Cavour. Por el otro lado los Papas de la poca, en particular Po IX (1846-1878), fueron opositores acrrimos del Estado italiano. La poltica de reformas liberales, la destruccin de viejos estados catlicos como el Reino de Npoles y ms an, la desaparicin violenta del Estado Pontifcio por manos del ejrcito italiano(Romafuetomadaporlafuerzaen1870),llevaronalaIglesia catlica a desconocer a la joven Nacin italiana. Po IX y sus sucesores se 34El tema de las relaciones Estado-Iglesia en la posguerra mundial y durante el fascismo es tratado en A. C. Jemolo, Chiesa e Stato in Italia dall`unifcazione ai giorni nostri, Torino, Einaudi, 1981, pp. 425-523. Vase tambin P. Scoppola, Chiesa e Stato nella storia d`Italia, Bari, 1967,pp. 501-740.IJencerraron en el Vaticano y prohibieron a todos los catlicos involucrarse en la poltica del nuevo Estado. Naca entonces la Questione romana, un problema grave de deslegitimacin del Estado nacional frente a la Iglesia y a la opinin pblica catlica en Italia.LasfriccionesentreelEstadoylaIglesiapersistieronhastaco-mienzos del siglo XX, aunque cada vez ms atenuadas conforme la gene-racin del Risorgimento dejaba paso a una nueva ms dispuesta al dilogo. Con el tiempo, el interdicto papal qued de facto inoperante, y los catlicos italianos dejaron de ver con hostilidad al Estado italiano, conforme pene-traba y se extenda la educacin nacionalista, que, literalmente, iba forjan-do una identidad nacional nueva. Ya a fnales del siglo XIX se desarroll entre los catlicos italianos un fuerte sentimiento patritico, que lleg al apoyoexplcitodelapolticadeexpansincolonialperseguidaentonces por el Estado italiano.35 La presencia poderosa e infuyente de la Iglesia, sin embargo, hizo ms difcil en Italia la completa realizacin del objetivo centralnacionalistadefundaruncultopatriticocapazdesustentaruna verdadera religin civil.36Con el comienzo del nuevo siglo se manifestaron, fnalmente, se-ales claras de apertura, bajo el impulso de la necesidad de hacer frente comn hacia peligros reales,37 en particular, la aparicin del movimiento socialista. El interdicto a participar en las elecciones (non expedit), miti-gado en 1904, fue suspendido en 1913, permitiendo que algunos catlicos llegaran al Parlamento. La Primera guerra mundial modifc profundamen-te,entrminosgenerales,elasuntodelaIglesia,lareliginyelEstado nacional. Las simpatas tradicionales hacia Austria del Papado y la actitud neutral y pacifsta de ste suscitaron desconfanza a lo largo del conficto, sin embargo el patriotismo leal de los sacerdotes y la victoria italiana en 1918 apagaron toda suspicacia. El periodista fascista Ugo Cuesta compen-dia as el cambio producido por la guerra:Los italianos consagraron con sus armas tenaces y victoriosas la unin de la fe con el sentimiento de Patria, porque esa fe y este sentimiento se apoyaron 35J. F. Pollard, Il Vaticano e la politica estera italiana, en R. J. B. Bosworth / S. Romano (coords.), La politica estera italiana, 1860-1985, Bologna, Il Mulino, 1991, pp. 205-206.[* todas las citas en italiano en el texto son traducidas al espaol]36E. Gentile, Il culto del littorio, Roma-Bari, Laterza, 1998, pp. 7-9.37Jemolo, Chiesa e stato in Italia..., op. cit., p.85.I. || |/'C|' |/ |||'|/. K||||l|N|' 9|'9| |/ |l||K||NC|/ |I/||/N/ |K/NC '/\/K|N9|| CN|||CI / |/ CNC|||/C|N. |||'|/ |'I/9 |N |l|C, '|| ll I+entre si y apuntalaron a los corazones en la lucha larga y formidable. Tambin la sangre de los sacerdotes cados mezclndose repetidamente con aqulla de los soldados cados ciment esa unin [.].38La experiencia blica, en suma, fue de importancia decisiva para los catlicos italianos: haba demostrado, de una vez por todas, su espritu patritico.39 La unin de patriotismo y catolicismo impuls la voluntad de los catlicos de participar en la vida poltica nacional. En 1919 fue fundado por el sacerdote Don Luigi Sturzo el Partito Popolare, que obtuvo un xi-to clamoroso en las elecciones de ese mismo ao con 20.6% de los votos y cien diputados. Era el ingreso triunfal del mundo catlico en la poltica italiana, antes dominada por los liberales.En los primeros aos de la posguerra se produjo, en general, una verdaderarevolucinenlasituacinpoltica,socialyculturalenItalia. Adems de los catlicos, se movilizaron los socialistas, animados con un fervor nuevo por la revolucin bolchevique en Rusia. En el norte de la pe-nnsulahuboenfrentamientoscallejeros,huelgas,ocupacionesdetierras, de fbricas y de alcaldas que izaban la bandera roja, en una escalada de violencias que auguraba lo peor para un pas que an no se recuperaba de la conmocin de la guerra.El encuentro con el fascismoEs aqu, en esta situacin agitada marcada por el fantasma sovi-tico, que nace un movimiento poltico totalmente nuevo, el fascismo. Fun-dado en 1919 en Miln con el nombre de Fasci di Combattimento, reuni muyprontoaunconjuntoheterogneodeelementossociales:excomba-tientes,estudiantes,obreros,desempleados,maestrosdeescuela,comer-ciantes, activistas sindicales. El cemento ideolgico era bastante vago y sui generis: una mezcla de socialismo, nacionalismo, anarquismo y sindicalis-mo revolucionario, lo que situaba el movimiento en un rea excntrica de la izquierda radical italiana. Su lder era Benito Mussolini, ya director del 38U. Cuesta, Mussolini e la Chiesa, Roma, Pinciana, 1936, p. 24. 39Pollard, Il Vaticano..., op. cit., p. 212.ISperidico ofcial socialista Avanti! , expulsado del Partido en 1915 por ha-ber apoyado a la guerra. Mussolini destacaba entre los socialistas italianos por su virulento anticlericalismo, que derivaba en parte de una tradicin fa-miliar. El nombre Benito provena del presidente mexicano Benito Ju-rez, famoso en Italia desde el siglo anterior, por su poltica reformista hostil a la Iglesia. El programa inicial del movimiento fascista inclua a diversas iniciativas anticlericales.De donde provenan los fascistas y cules eran sus referentes in-telectuales? De acuerdo con el historiador Zeev Sternhell, el fascismo se originaenunaescisindel movimiento socialista europeo,queconverge conelnacionalismoyconelfuturismo(movimientopoltico-literariode vanguardia) en una nueva sntesis revolucionaria. Sus principales fuentes tericassonlosescritosdeGeorgeSorel,GustaveLeBon,RobertMi-chels, Wilfredo Pareto y Friederich Nietzsche, que exaltan la rebelin, la violencia,elmitoyelherosmo.Laguerraproporcionaunterrenofrtil para expandir a esta nueva sntesis entre las masas, que aqu adquieren esas experienciasdeaccin,sangre,hermandadygloriaquealimentarnlos mitos fundadores de los fascismos en los aos posblicos.40En sus primeras manifestaciones polticas, el fascismo se expresa en la accin directa y en la defensa apasionada de un ideal de comunidad, queseidentifcaconlaideadeNacin.Frentealareliginoscilahacia el paganismo y delante de la Iglesia manifesta una desconfanza radical, querayaenanticlericalismo.Durantelosaosiniciales(1919-1922)los catlicos formaban parte de la lista de enemigos que eran atacados por los milicianos fascistas. Durante este perodo tan agitado eran cotidianas las devastaciones (por parte de los fascistas) de las cooperativas y ligas popu-lares, de los crculos catlicos; la destruccin de los sindicatos blancos y de las organizaciones obreras catlicas.41 Con respecto a la ideologa, el historiador Arturo Carlo Jemolo seala que: 40Z. Sternhell, El nacimiento de la ideologa fascista, Madrid, Siglo XXI, 1994. (Paris, 1989) Sobre los aspectos simblicos, mticos y litrgicos vase G. Mosse, The Fascist Revolution. Toward a General Theory of Fascism, New York, Howard Fertig, 1999; y Emilio Gentile, Il culto del lit-torio, Roma-Bari, Laterza, 1998. Y permtanme citar un artculo mo sobre este tema: F. Savarino, La ideologa del fascismo entre pasado y presente, en F. Savarino et. al. (coords.), Dilogos entre la historia social y la historia cultural, Mxico, ENAH/AHCALC, 2005, pp. 253-272.41Jemolo, Chiesa e stato in Italia..., op. cit., p. 196.I. || |/'C|' |/ |||'|/. K||||l|N|' 9|'9| |/ |l||K||NC|/ |I/||/N/ |K/NC '/\/K|N9|| CN|||CI / |/ CNC|||/C|N. |||'|/ |'I/9 |N |l|C, '|| ll Iel fascismo es por instinto anticlerical. Los pocos intelectuales que tiene pro-vienen del sindicalismo o bien, por las vas literarias, del futurismo, y se han alimentado, tal vez por vas colaterales, de Nietzsche y Sorel: todas provenien-cias que los vuelven hostiles a la Iglesia.42Si los observamos de cerca, los principios del fascismo no son so-lamente anticlericales, sino anticristianos. La exaltacin de la violencia y la guerra, el vitalismo darwinista, el voluntarismo, los referentes paganos, elcultomsticodelEstado y de la Nacin, el imperialismo agresivo. Un conjunto de valores y actitudes, sin duda, no exentos de espiritualidad, pero no de una espiritualidad cristiana.43Quelementosprovocaronentonceselposteriorcambiodeac-titud del fascismo hacia un acomodamiento con la religin catlica y con laIglesia?Paracontestarestapreguntatenemosquehacerreferenciaal cambioprofundodeactitud,generacionalehistrico,hacialareliginy la espiritualidad, que fue ocasionado por la guerra mundial. La Italia que sala de las trincheras exhausta y victoriosa era una Nacin ms creyente, sedienta de fe religiosa o ideologas polticas totalizadoras, y ms segura de s misma. El Estado nacional ya no siente, ahora, una amenaza desde laIglesiacatlica,msbienseveobligadoareconocerpositivamenteel carcter catlico del pueblo italiano. Un reconocimiento que es compartido por los intelectuales y polticos ms sensibles no comprometidos con visio-nes explcitamente anticristianas. Es la percepcin difusa, en suma, de que existe una unin natural del catolicismo con la italianidad.44Por otra parte, se vive en esos aos una situacin en extremo fui-da, matizada por cambios descomunales, y cargada de incertidumbres, pro-mesas y temores. Mussolini capta perfectamente las nuevas posibilidades que se haban creado para los movimientos polticos nuevos y comienza a pactar y agregar fuerzas heterogneas, y se mueve gradualmente hacia la 42Ivi, p.185.43El fascismo era exaltacin de la violencia, de la guerra, de aqullas doctrinas de lo irracional, de la belleza del gesto, del momento fugaz, de la manifestacin del impulso vital, del fortalecimiento del individuo, que representaban justo el anttesis de la doctrina cristiana: ivi, p. 191. Armando Carlini escriba, en 1934 -hablando de Mussolini-, que ningn hombre parece ms ajeno a la actitud asctica y mstica propia de las almas verdadera y profundamente religiosas [...]: la moral del fascismo fundado por l es toda una exaltacin de principios fundamentalmente paganos, en Filosofa e religione nel pensiero di Mussolini, Nuova Antologia: fasc. 1483 (1 gennaio 1934), p.60.44Cuesta, Mussolini e la Chiesa, op.cit., p. 21.Ilderecha entre 1920 y 1921. En este ao funda el Partito Nazionale Fascista (PNF), con un programa ms nacionalista y menos socialista que el ante-rior. Entretanto las milicias armadas del Partido, las llamadas escuadras de accin (que agrupaban a los camisas negras), atacan violentamente las organizaciones laborales y polticas rojas en todo el norte de la penn-sula. Valindose de mtodos despiadados y con el apoyo del ejrcito y de la burguesa local, los fascistas acaban con cualquier conato de revolucin sovitica en el Pas. Se inicia, en toda Italia, la revolucin nacional del fascismo.Aqu nace el inters de la Iglesia hacia el fenmeno fascista y, del otrolado,elintersfascistaenunacercamientoalaIglesia.stahaba experimentado despus de la guerra diferentes soluciones para extender el mbito de accin eclesistico y catlico en general, entre stas la difusin de la Accin Catlica y el apoyo al recin estrenado Partito Popolare. La idea era, ante todo, contrarrestar la difusin del socialismo, que era visto ahora como la mayor amenaza para los intereses y la supervivencia misma de la Institucin eclesistica. La aparicin del fascismo en la escena, con su asombrosa capacidad combativa, empero, ofreci a la Iglesia una opor-tunidad nueva, que no poda ser desechada.45Mussolini,porsuparte,sehabadadocuentatempranamentede que su movimiento fascista no poda prosperar si se enemistaba drstica-menteconlaIglesiayelmundocatlico.Convenamsbienbuscarun acomodamiento y tratar de atraer a las fuerzas catlicas nacionalistas y an-ticomunistas. De esta forma, actuando con las sugerencias de Maquiavelo quien invitaba al Prncipe a servirse sin escrpulos de la religin como instrumentum regni, el jefe del fascismo tendi la mano al mundo catlico y a la Iglesia para consolidar su nuevo poder.46 Sin duda, sta no era una tarea fcil, pues haba que superar la resistencia de los militantes fascistas intransigentes, quienes -especialmente los que provenan del anarquismo- seguan desconfando de los curas y de todo lo que oliera a religin. Por ello, haba que preparar cuidadosamente el terreno para un cambio radical de actitud del movimiento.45El impacto poltico de la actitud favorable del Vaticano a un acuerdo con el fascismo es analizado en Jemolo, Chiesa e Stato in Italia., op. cit., pp. 270-280; en G. Candeloro, Il movimento catlico in Italia, Roma, Editori Riuniti, 1974, pp. 462 y ss. ; y en F. Malgeri, Chiesa cattolica e regime fascista, en A. Del Boca et al. (coords.), Il regime fascista, Roma / Bari, Laterza, 1995, pp. 166-181.46Cfr. Jemolo, Chiesa e stato in Italia..., op. cit., p. 188.I. || |/'C|' |/ |||'|/. K||||l|N|' 9|'9| |/ |l||K||NC|/ |I/||/N/ |K/NC '/\/K|N9|| CN|||CI / |/ CNC|||/C|N. |||'|/ |'I/9 |N |l|C, '|| ll I&Las primeras seales claras de la disponibilidad de Mussolini ha-cia la Iglesia se dieron en 1921 cuando el jefe del fascismo -recin electo diputado- en su primer discurso en el Parlamento seal que en la historia del fascismo no hay invasin de iglesias [ni asesinatos de frailes, aunque.] s algunas palizas y el justo incendio de un peridico [catlico] que haba defnido al fascismo una asociacin delictuosa. Y a continuacin mencio-n el problema histrico de las relaciones entre Italia y el Vaticano:Aqu afrmo que la tradicin latina e imperial de Roma hoy es representada por el catolicismo. Si, como deca Mommsen [.] no se queda uno en Roma sin una idea universal, yo creo que la nica idea universal que existe hoy en Roma es la que irradia del Vaticano. [Y considero.] que si el Vaticano renun-cia defnitivamente a sus sueos temporalistas -y creo que ya est en camino- la Italia profana o laica debera proporcionar al Vaticano las ayudas materiales [.] que una potencia profana tiene a su disposicin. Porque el desarrollo del catolicismo en el mundo [.] es de nuestro inters y nos llena de orgullo como italianos.47En febrero de 1922, asistiendo en la Plaza San Pedro, con una mu-chedumbre, en ocasin del Cnclave que elegira como nuevo Papa a Po XI, coment a dos colaboradores suyos: Es increble como los gobiernos liberales no hayan comprendido que la uni-versalidad del Papa, heredero de la universalidad del Imperio romano, repre-senta la gloria ms grande de la historia y de las tradiciones italianas.48 Enseptiembredelmismoao,volviaexpresarsepblicamente sobre el tema en un discurso a los camisas negras de Udine:Elevemos [.] nuestro pensamiento a Roma que es una de las pocas ciudades del espritu que existen en el mundo, porque en Roma, entre esas siete colinas tancargadasdehistoria,sehaproducidounodelosmsgrandesprodigios espirituales que la historia recuerda, es decir, una religin oriental [.] se ha convertido en una religin universal que ha revivido bajo otra forma a ese Im-47Discurso de Mussolini en el Parlamento del 21 de junio 1921, en E. Susmel / D. Susmel (eds.), Opera Omnia di Benito Mussolini, tomo XVI, Firenze, La Fenice, 1955, pp. 443-444.48Cit. en Cuesta, Mussolini e la Chiesa, op. cit., pp. 83-84.I7perio que las legiones consulares de Roma haban empujado hasta el extremo lmite de la tierra.49Los pronunciamientos de Mussolini no tardaron en llamar la aten-cindelVaticano.ParalaIglesialaactitudamistosadeMussolinicaa comoanilloaldedo,enunmomentodeincertidumbreydesconfanza hacia un sistema democrtico que siempre haba dejado espacios a voces y fuerzas diversas, hostiles a la Iglesia y al catolicismo.50El Vaticano sen-ta, sobre todo, una profunda decepcin y suspicacia por el exitoso Partito Popolare. El pragmatismo abierto del fascismo resultaba ms conveniente que la difcil relacin con un partido catlico demasiado tibio en su carc-ter religioso y reacio a someterse a la supervisin eclesistica. Adems los fascistas demostraban, da tras da, ser la verdadera fuerza capaz de acabar con la amenaza socialista, liquidar el viejo anticlericalismo liberal y mas-nico, y abrir nuevos espacios de negociacin poltica. La toma del poder de los camisas negras en octubre de 1922, con lallamadamarchasobreRoma,sentlasbasesparaunacuerdo,ylos contactosentreelGobiernofascistaylaIglesiasemultiplicarondurante el interregno que preludia a la formacin de un rgimen dictatorial, antes de 1925. Los mrgenes de accin de Mussolini se ampliaron conforme la virulencia de las milicias fascistas se apaciguaba y su Partido absorba o se aliaba con elementos moderados, conservadores y catlicos. La revolucin fascista pasaba de su fase jacobina al Termidor y ampliaba su capacidad de captacin y consenso. Los catlicos vean ahora en Mussolini el hombre capazdecancelardefnitivamentelaviejapolticalaicistayanticlerical [.] y restituir a la Iglesia su papel y su dignidad. Muchos catlicos juzga-ron, por tanto, intil insistir en defender a un partido de inspiracin cristia-na, si era el mismo jefe del fascismo que se declaraba dispuesto a tutelar los intereses de la Iglesia.51Enestenuevocontextoeraposiblepedirmsquemerasdecla-racionesdebuenavoluntad.MussoliniqueraelhundimientodelPartito Popolare y la disolucin de las ligas campesinas y sindicatos blancos y de lasorganizacionesjuvenilescatlicas,paraeliminarrivalespeligrososy 49Discurso de Mussolini a los fascistas friulanos del 20 de septiembre de 1922, en ivi, tomo XVIII, 1956, p. 412.50Malgeri, Chiesa cattolica..., op. cit., p. 168.51Ivi., pp. 168-169.I. || |/'C|' |/ |||'|/. K||||l|N|' 9|'9| |/ |l||K||NC|/ |I/||/N/ |K/NC '/\/K|N9|| CN|||CI / |/ CNC|||/C|N. |||'|/ |'I/9 |N |l|C, '|| ll ZJatraer orgnicamente el clero italiano a la causa fascista.52 En cambio, asegurabaalaIglesiaquesometeraloselementosanticlericalesfascis-tas, derrotara defnitivamente a los bolcheviques, humillara a los viejos liberalesyalaMasonera,yprepararaunarreglogeneralalaCuestin romana. El Vaticano accedi: oblig a Sturzo a dimitir, retir su apoyo al PartitoPopolareeimpidiquestesealiaraconlossocialistasen1924 para formar una alianza antifascista. Despus de eliminar o dejado eliminar a esas partes del movimiento catlico que podan constituir un estorbo al empuje del fascismo hacia la dictadura, es decir, despus de 1925, dio co-mienzo a las negociaciones efectivas con el nuevo Rgimen.53 ste, por su lado, comenz a dar pasos concretos al fortalecer la presencia del clero en el ejrcito, introducir la enseanza del catecismo en las escuelas, y ordenar que el crucifjo fuera expuesto en los lugares pblicos.54 En pocas palabras, la religin -seala Ugo Cuesta-, tan despreciada y ofendida antes que el Fascismo restableciera el orden, obtuvo nuevamente su lugar y su honor en la vida italiana.55Ahnidades y consonanciasAntes de continuar con el anlisis del proceso de acercamiento en-tre el Rgimen fascista y la Iglesia, es preciso detenernos para refexionar sobre las afnidades y consonancias que, ms all de la mera convergencia de intereses, establecan una base slida para un entendimiento duradero.56HemencionadoantesqueelFascismomuestraensusprincipios y sus acciones un talante pagano -incluso anticristiano- y desconfa de la Iglesia catlica. Tiene, adems, puntos de partida y referentes ideolgicos muydiversos,casitodosincompatiblesydistantesdelcatolicismo.Sin embargotambincompartealgunosdesusfundamentosideolgicoscon 52M. Franzinelli, Il clero fascista, en A. Del Boca et al. (coords.), Il regime...., op. cit., p. 187.53G. De Rosa, Il movimento cattolico in Italia, Bari, 1970, p. 507.54Franzinelli Il clero fascista, op. cit., p. 187.55Cuesta, Mussolini e la Chiesa, op. cit., p. 91.56Para una exposicin sinttica de los puntos de afnidad principales entre catolicismo y fascismo vase G. Baget Bozzo, Il fascismo e l'evoluzione del pensiero politico cattolico, en Storia contemporanea, IV, 1974, pp. 671-677. Cfr. adems G. Miccoli, Fra mito della cristianit e secolarizzazione, Casale Monferrato, Marietti, 1985, p. 126; D. Menozzi, La chiesa cattolica e la secolarizzazione, Torino, Einaudi, 1993, p.160; Jemolo, Chiesa e Stato in Italia., op. cit., pp. 183-195.ZIla religin catlica y concuerda con sta en una weltanschauung fundada sobre los principios de la autoridad, la jerarqua, el orden, la obediencia, la sumisin, la trascendencia, la espiritualidad. Exalta, adems, el mito uni-versal de Roma, promueve cultos y rituales de masas parecidos a los cat-licos, recurre al poder psicolgico del simbolismo para atraer al pueblo y promueve un ordenamiento corporativo de la sociedad.57Las consonancias destacan an ms si tomamos en cuenta los ene-migos comunes. Fascismo y catolicismo luchan contra el individualismo, el materialismo, la masonera, el protestantismo, el liberalismo, la anarqua y el bolchevismo. Rechazan por completo una visin agnstica y laica de la esfera pblica, con la separacin entre lo pblico y lo privado. Buscan, encambio,fundar,uno,elEstadoticoyelotro,elEstadocristiano: estados donde la religin desempea un papel civil fundamental para la sa-lud de la sociedad. La posibilidad de establecer un dilogo entre proyectos anlogos, an si potencialmente rivales deriva, en esencia, de la decisin pragmtica de los fascistas de eliminar el anticlericalismo e incorporar el catolicismo dentro de la religin civil del Estado nacional; y de la decisin de la Iglesia de colaborar en esta operacin.Otros motivos de consonancia fundamentales fueron: la tutela de la familia y de las buenas costumbres; el respeto y valoracin de las tra-diciones; la desconfanza hacia la democracia; el rechazo del utilitarismo econmico y, en general, la idea que el mundo moderno haba tomado el rumbo equivocado a raz de la revolucin de 1789.No faltaban, en suma, los elementos para dar sentido y profundi-dadaunacercamientonomeramentepragmticoentreIglesiayfascis-mo. Naturalmente ambos -desde el punto de vista suyo propio- vean este acercamientoenunapticaesencialmenteinstrumentalyestratgica.El fascismo,comosealantes,buscabaenlaIglesiaunaliadopolticoy un referente prestigioso para su consolidacin en un rgimen autoritario. Adems reconoca al catolicismo como un componente vital de la identi-dadnacionalitaliana.Lapolticareligiosadelfascismo-sealPaolo Romano en la revista Crtica Fascista- [.] no tiene el propsito de solu-cionar la Cuestin romana, ms bien busca reconocer el valor actual de la vida religiosa del pueblo italiano y la funcin histrica e ideal de la Iglesia 57Sobre los aspectos simblicos y rituales del fascismo vase Gentile, Il culto..., op. cit., passim.I. || |/'C|' |/ |||'|/. K||||l|N|' 9|'9| |/ |l||K||NC|/ |I/||/N/ |K/NC '/\/K|N9|| CN|||CI / |/ CNC|||/C|N. |||'|/ |'I/9 |N |l|C, '|| ll ZZcatlica para la grandeza y la potencia de Italia delante de s misma y del mundo.58 El fascismo, en fn, reconoca que era imposible emprender un proyecto revolucionario y totalitario en Italia sin el apoyo fundamental de la Iglesia y de la religin.Por su lado, la Iglesia vea al fascismo como un fenmeno transi-torio, propio de una poca determinada, que abra fnalmente la posibilidad de derrotar a algunos de sus enemigos histricos, solucionar la aeja Cues-tin romana y acercarse a un modelo de sociedad libre del legado envene-nado de la revolucin francesa.Los arreglos de 1929 y su signihcadoLos contactos iniciales tomaron una forma ms expedita en 1926. Las malas noticias que llegaban desde Mxico, en donde el conficto reli-gioso haba degenerado en una rebelin popular catlica -la Cristiada -, animaron sin duda a Po XI a acelerar los tiempos.59 Despus de una pausa en 1927, las negociaciones entre el Estado italiano y el Vaticano avanzaron a pasos agigantados en 1928. Fueron sntomas de esto el tono moderado y amistoso adoptado por la prensa -que, al contrario, desencaden virulentas crticasalosregmenesanticlericalesmexicanoysovitico-ylaactitud conciliadora entre los funcionarios pblicos y la alta jerarqua episcopal. El 11 de febrero de 1929 Mussolini y el cardenal Gasparri frmaron el Tra-tado de Letrn, con el cual entraba en vigor el Concordato entre el Estado y la Iglesia catlica. El histrico acuerdo liquidaba, fnalmente, la Cuestin romana otorgando al Vaticano el status de estado independiente, con cla-ras ventajas a la Iglesia en materia de autonoma pastoral y accin educati-va. La religin catlica, apostlica y romana era declarada la nica reli-gin del estado (Art. I) y -como corolario del Concordato- el matrimonio religioso era reconocido como civil, y la enseanza catlica se introduca enlasescuelaspblicas.60El11defebrerode1929-sealunautor 58P. Romano, Un anno di politica vaticana, Critica fascista, anno VI, n 1, 1 gennaio 1929, pp. 8-10.59Cfr. Savarino, Italia y el conficto..., op. cit., pp. 123-147.60El texto del Tratado fue publicado en la Gazzetta Uffciale, 5 giugno 1929, n. 130 (Supplemento) y 8 giugno 1929, n. 133, cit. en E. Anchieri, Antologia Storico-Diplomatica, Varese / Milano, ISPI, 1941, pp.393-408. El texto facsimilar del mismo se puede consultar tambin en http://www.cronologia.it/storia/a1929n.htm . ZJfascista- marca una fecha fundamental en la historia del pueblo italiano. Con los Acuerdos de Letrn [...] las relaciones entre la Iglesia y el Estado eranfjadassobrebasesjurdicasqueimplicabanunacolaboracinentre las dos soberanas; la ntima oposicin [...] entre el ciudadano y el creyente era eliminada defnitivamente.61El Tratado de Letrn fue visto en Italia y en el resto del mundo ge-neralmente con favor, y otorg a Mussolini una gran reputacin internacio-nal y un prestigio inmenso entre los catlicos.62 Prestigio que fortalecan demaneraexplcitalaspalabrasdelPapa,quedefnaaldictadorcomo unhombreenviadoporlaProvidenciayalConcordatocomoelacuerdo que haba restituido Dios a Italia e Italia a Dios.63 Los historiadores se encuentran en desacuerdo sobre cmo interpretar esta aprobacin explcita de la Iglesia al Rgimen de Mussolini. La mayora se inclina hoy a avalar la idea de una convergencia pragmtica y coyuntural, es decir, fundamentada en los intereses recprocos del momento.64 De acuerdo con el historiador Renzo de Felice la relacin establecida entre Estado e Iglesia era:unmatrimoniodeinteresesendondecadaunodelospartnersconunojo controlabalasituacinpatrimonial,yconelotroescudriabaelfuturopara anticiparse al otro en el divorcio, en el caso de no encontrar ya ventajas en la relacin.65La implementacin del Tratado gener tambin dudas y resisten-cias de parte de los fascistas intransigentes y de los liberales. Fue famosa en particular la oposicin del senador y flsofo Benedetto Croce. El dictador italiano fue reprobado en general por masones, liberales y socialistas por traicionar al estado secular frmando un acuerdo que pareca encaminado a convertirlo en estado confesional. Mussolini tuvo que justifcar la frma del Concordato frente al Parlamento en una larga y detallada relacin en donde explicaba la importancia histrica de la paz establecida entre la Iglesia y el Estado, y reafrmaba el carcter secular de ste.6661Latinus, L'azione dell'Italia nei rapporti internazionali dal 1861 ad oggi, Varese / Milano, ISPI, 1940, p.293.62Pollard, Il Vaticano., op. cit., p. 214.63En Jemolo, Chiesa e Stato in Italia..., op. cit., p. 233.64Cfr. un resumen de diferentes interpretaciones de historiadores italianos en Malgeri, Chiesa cat-tolica., op. cit., pp. 170-171.65R. De Felice, Mussolini il duce, I, Gli anni del consenso (1929-1936), Torino, Einaudi, 1974, p. 274.66Relazione alla Camera sugli Accordi del Laterano, 14 de mayo de 1929, en Susmel, Opera omnia..., op. cit., tomo XXIV, 1958, pp. 43-90.I. || |/'C|' |/ |||'|/. K||||l|N|' 9|'9| |/ |l||K||NC|/ |I/||/N/ |K/NC '/\/K|N9|| CN|||CI / |/ CNC|||/C|N. |||'|/ |'I/9 |N |l|C, '|| ll Z+Ms difcultades surgieron en 1931 acerca de la Accin catlica, organizacin que segua funcionando en medio de la fuerte presin de la estructuratotalitariadelrgimenfascista,sobretododesdelaaparicin de la Opera Nazionale Balilla en 1926.67 La paz con la Iglesia, en efecto, fuesiempreunequilibriopolticoprecario:cuandoelRgimensesinti ms fuerte al comienzo de la dcada de 1930, volvieron a surgir las vie-jas vertientes anticlericales de la revolucin fascista, con las consecuentes reacciones de defensa de la Institucin catlica. Dos aos despus de los arreglos lateranenses del 29, las relaciones se enfriaron y se renovaron los ataques fascistas. Po XI reaccion condenando pblicamente al Rgimen de Mussolini como statolatria pagana en la encclica Non abbiamo bi-sogno (1931). Los problemas fueron superados con el tiempo, conforme sehacansentirlosbenefciosdelacolaboracinentreEstadofascistae Iglesia catlica. Estacolaboracinadquiereunsignifcadoparadjicosisecom-paraconlaactuacindeotrosregmenesautoritariosototalitariosdela poca.LaUninsovitica,naturalmente,perotambinelMxicorevo-lucionario. Mientras Mxico se hunda en una crisis religiosa catastrfca en1926,enItaliasepreparabaunarreglopacfcoysatisfactorioentre el Estado y la Iglesia. La paradoja, aqu, est en la naturaleza de los dos regmenes, ambos surgidos de un proceso revolucionario sobre las cenizas del Estado liberal decimonnico.68 El Rgimen italiano, que pretenda ser totalitario y todopoderoso, partidario de la supremaca del Estado secu-lar, termin estableciendo un arreglo que dejaba espacios importantes a la Iglesia(peronoalasorganizacionescatlicas)paracontinuarsuaccin pastoral y educativa. En Mxico un rgimen con menos ambiciones abso-lutistas, formalmente liberal y democrtico, emprendi una lucha feroz contralaIglesia,laexpulsdelaeducacinylaobstaculiz,poralgn tiempo, incluso en su misin pastoral.69Esta paradoja resulta, a primera vista, incompresible. Sin embargo, se puede entender si se piensa que el fascismo, ante la Iglesia y el pueblo catlico en general, ocupaba una posicin relativamente ms dbil que el 67La Opera Nazionale Balilla (ONB) era la organizacin encargada de encuadrar a los jvenes de los seis a los dieciocho aos. Superada esta edad, pasaban a formar parte de los Fascios juveniles y de los Grupos Universitarios Fascistas (GUF).68Vase un anlisis comparativo ms amplio en Savarino, Mxico e Italia., op. cit.69Cfr. Savarino, Italia y el conficto..., op. cit., pp. 144-147.ZSnacionalismo mexicano. Mussolini reconoca que al Estado secular le era imposible vencer a la Iglesia en un enfrentamiento directo. En 1934 expli-c su posicin en una entrevista al peridico francs Le Figaro:Toda la historia de la civilizacin occidental desde el Imperio Romano hasta nuestros das [...] nos muestra que cada vez que un Estado entra en conficto conlareligin,siempreelEstadosalederrotadoenlalucha.Uncombate contra la religin es un combate contra lo inalcanzable, contra lo intangible; es una guerra abierta al espritu donde ste es ms profundo y ms ntimo; y yaestcomprobadoqueduranteunaluchasemejantelasarmasquepuede usarelEstado,anlasmsflosas,resultanimpotentesaprovocarheridas mortales a la Iglesia. sta [...] se sale siempre victoriosa de los confictos ms encarnizados.70EstereconocimientorealistadeloslmitesdelpoderdelEstado, ayuda a explicar la fexibilidad y el pragmatismo del Jefe del fascismo en la cuestin religiosa, y su renuencia a competir directamente con la Iglesia en este terreno. A diferencia de lo que intent Elas Calles en Mxico (en 1925), Mussolini nunca se atrevi siquiera a considerar la posibilidad de crear una Iglesia nacional separada. En sus palabras, la tarea del Estado no consiste en intentar la creacin de nuevos Evangelios u otros dogmas, y en derribar a las viejas divinidades para sustituirlas con otras [...]. El es-tado fascista no considera que sea su deber intervenir en los asuntos de la religin [...].71Con esta actitud prudente y respetuosa, el dictador italiano, tal vez, esperaba incorporar algo del poder extraordinario de la religin en la nueva comunidadpolticafascista.Laideaeraapuntarhaciaunaconvergencia oconvivenciaamistosadecreencias,esdecir:uniralositalianosenel fascismo y en el catolicismo en lugar de dividir sus conciencias y sus leal-tades. Durante los aos del Rgimen surgi una espera ilusoria de realizar unacoincidenciaentrelatradicincatlica,interpretadacomoautntica tradicinitaliana,yelEstadofascista,quehubieraasumidoelpapeldel autntico intrprete de la italianidad representada por el catolicismo.7270Stato e Chiesa (Le Figaro, 18 de diciembre de 1934), en Susmel, Opera omnia..., op. cit., tomo XXVI, 1958, p. 399.71 Ivi, pp. 399-400.72 Malgeri, Chiesa cattolica..., op. cit., p.175.I. || |/'C|' |/ |||'|/. K||||l|N|' 9|'9| |/ |l||K||NC|/ |I/||/N/ |K/NC '/\/K|N9|| CN|||CI / |/ CNC|||/C|N. |||'|/ |'I/9 |N |l|C, '|| ll ZLa ilusin, en verdad, fue ms de la Iglesia y (partes) del mundo catlico quedelRgimen fascista, quien se mostr siempre celoso de su monopolio ideolgico. Admita el catolicismo slo como tradicin cultural verncula, fuente de energa espiritual y de prestigio nacional, y no como un culto autnomo, susceptible de competir con la supremaca del Estado laico. Como ha sealado Emilio Gentile, el fascismo era en s una forma de religin, una religin poltica que le exiga lealtad absoluta a sus creyen-tes.73 Frente a esta nueva forma religiosa, el catolicismo slo poda subsis-tir como un culto aliado, complementario, e integrado en el Estado fascista. Porlotanto,desdeelpuntodevistafascista,elhistricoacuerdoconla Iglesia tena un cariz cesarista y constantiniano, es decir, se caracterizaba por el control y la utilizacin del aparato eclesistico de una religin ofcial por parte del Jefe del Estado.Lascaractersticasdelasituacinitaliana,ensuma,empujaban hacia una solucin de compromiso, que evitara un enfrentamiento directo entre el Estado y la Iglesia. Un conficto entre stos hubiera sido poltica-mente desastroso, sobre todo para el Rgimen, que perdera bruscamente el apoyo y el consenso de sectores importantes del mundo catlico, dentro y fuera de Italia. En los aos veinte esto hubiera podido signifcar el fn de la revolucin fascista.Eplogo Las relaciones entre el Rgimen fascista y la Iglesia fueron, en ge-neral, cordiales, fundadas en un espritu de colaboracin, de concesiones recprocas hasta el estallido de la Segunda guerra mundial.74 Las friccio-nes que ocurrieron fueron ms los enfrentamientos de competencia entre dos hegemonas que queran ser igualmente absorbentes en el conjunto del cuerposocial,ynoelchoquedeprincipiosoprcticaspercibidoscomo inconciliables.75La convergencia estratgica entre el Vaticano y el Estado fascista fue, en pocas palabras, un xito tanto para el primero como para el segun-73Gentile, Il culto..., op. cit., pp. 41-60 y passim.74Jemolo, Chiesa e Stato in Italia..., op. cit., p. 270.75Miccoli, Fra mito della cristianit..., op. cit., p. 125.Zldo, aunque ambos tuvieron que forzar su naturaleza, su razn de ser y sus objetivos ltimos que eran, si no opuestos, diferentes. Por el momento, sin embargo,elmodusvivendidefnidoen1929convenatantoalaIglesia como al Rgimen. ste se aseguraba de que el mundo catlico no creara un foco peligroso de disidencia poltica. La Iglesia, por su lado, apreciaba las ventajas de la actitud benevolente de un Rgimen totalitario. En un mundo turbulento y cargado de amenazas la Italia fascista de los aos treinta tuvo que parecer a los hombres del Vaticano como un oasis de paz religiosa, de orden corporativo y de conservacin.76La colaboracin Estado-Iglesia se hizo evidente y cobr importan-cia durante la crisis ocasionada por el ataque italiano y posterior ocupacin de Etiopa en 1935-1936, que represent el momento de mayor riesgo de supervivencia del rgimen fascista antes de la guerra mundial. El Vaticano hizodbilesinvocacionesdepazysemostrneutral,peroelcleroyel episcopado italiano apoyaron resueltamente a Italia, en solidaridad con la misinproclamadaporelRgimendellevarlacivilizacinitaliana,ro-mana y cristiana a un pueblo de brbaros.77 Adems los obispos italianos condenaronlassancioneseconmicasimpuestasporlaSociedaddelas Naciones y las intimidaciones britnicas. No era acaso Italia una nacin catlica empeada en una cruzada de civilizacin y sitiada injustamente por la protestante Inglaterra? La posicin de la Iglesia italiana en este asun-to es resumida muy bien en las palabras del cardenal arzobispo de Miln, Shuster, pronunciadas en octubre de 1935:[.] en la nueva Italia el ciudadano se identifca con el catlico y [.] la doc-trina enseada en las escuelas por voluntad del legislador tiene que identifcar-se a la vez con la vida vivida por todos los ciudadanos por gracia de Dios y por voluntad de la Nacin [.]. Por lo tanto, cooperamos con Dios en esta misin nacional y catlica de bien, mxime en este momento cuando en los campos de Etiopa el estandarte de Italia lleva en triunfo la Cruz de Cristo, quiebra las cadenas de los esclavos y abre los caminos de los misioneros del Evangelio! [.] [Invoquemos la] Paz y proteccin [de Dios] al ejrcito animoso que res-pondiendo valiente al llamado de la Patria, a precio de sangre abre las puertas de Etiopa a la Fe Catlica y a la civilizacin romana.7876Pollard, Il Vaticano..., op. cit., p. 220.77Cfr. Candeloro, Il movimento..., op. cit.,pp. 516-517; De Felice, Mussolini il duce..., op. cit., I, p.762.78Cit. en ivi, I, pp. 624-625. I. || |/'C|' |/ |||'|/. K||||l|N|' 9|'9| |/ |l||K||NC|/ |I/||/N/ |K/NC '/\/K|N9|| CN|||CI / |/ CNC|||/C|N. |||'|/ |'I/9 |N |l|C, '|| ll Z&ElidemsentireentreelRgimenfascistaylaIglesiaitalianase manifesttambinenotroasuntodepolticainternacional,cuandoItalia resolvi apoyar al bando nacionalista en la guerra civil en Espaa, estallada en 1936. El anticlericalismo fantico de algunos republicanos y los actos de barbarie -incendio de iglesias, asesinatos de curas, etc.- que stos co-metieron, adems de la ayuda sovitica que reciba el gobierno rojo de Madrid, reforzaron la conviccin del Vaticano que el apoyo al fascismo era una opcin aceptable para defender la Iglesia de sus peores enemigos. Estapercepcincomenztambinamodifcarse,sinembargo, justamente por el rumbo beligerante y agresivo que tomaba la poltica ex-terior. Con la crisis etipica y la intervencin en Espaa, se alejaba la espe-ranza, cultivada por el Vaticano, de que Mussolini estableciera una frente depotenciascatlicascontralasdosmayoresamenazasinternacionales del momento: el comunismo de Stalin y el nacionalsocialismo de Hitler.79 Toda ilusin se vino abajo en 1938, cuando Mussolini estableci una alian-za estratgica con el dictador alemn, en vista de una prxima nueva guerra europea.Lacercanaconunrgimenfrancamentepagano,radicalmente totalitario, racista y violento, indujo a la Iglesia a retirar progresiva y pru-dentemente el apoyo que haba otorgado anteriormente al fascismo italia-no. Se vislumbraba as el divorcio inminente de la pareja Estado / Iglesia en Italia.Al fnal, fue la carrera hacia guerra la que puso al descubierto las debilidades de fondo y la naturaleza estratgica y coyuntural de la colabo-racinentrefascismoeIglesia.Nuncasehabaproducidoencasiveinte aos de Rgimen una verdadera identifcacin entre los dos. La Iglesia no haba sido fascistizada y el fascismo no haba sido verdaderamente catoli-zado. La crisis blica fue el catalizador que revel fnalmente cun distan-teseranelidealrevolucionario,radicalytotalizantedelfascismo,frente alosprincipiosesencialesdelcristianismoendondedescansalamisma razn de ser de la Iglesia catlica en la historia. 79Pollard, Il Vaticano..., op. cit., pp. 220-221.Z7BibliografaANCHIERI, Ettore, Antologia Storico-Diplomatica, Varese / Milano, ISPI, 1941.BAGET BOZZO, Gianni, Il fascismo e l`evoluzione del pensiero politico cattolico, Storia contemporanea, IV, 1974, pp. 671-677. 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El conicto religioso de 1926-1929El19dejuniode1926elPresidentedeMxico,PlutarcoElas Calles, publica el decreto 515 denominado Ley Calles, en el que se casti-gan penalmente y, por lo tanto, con la crcel los trasgresores de las leyes de culto. Esto signifca aos de prisin para quienquiera que no respete las LeyesConstitucionales,ysignifcadehecholaprdidadelaautonoma delaIglesia.El25dejuliode1926,elEpiscopadomexicanoreacciona publicando una Pastoral Colectiva que decreta la suspensin del culto, por aplicarse precisamente el 31 de julio de 1926, mismo da de aplicacin del decreto.En 1925 nace una liga de asociaciones catlicas, la LNDLR9 (Liga NacionalDefensoradelaLibertadReligiosa),queinicialmentetratade defender la libertad religiosa con medios pacfcos, luego, cuando estalla una revolucin popular, proclama la lucha armada. La suspensin del culto en el Bajo, la zona ms tradicionalmente catlica, provoca al pueblo cam-pesino que se rebela contra el Gobierno. La guerra civil en Mxico durar tres aos. Esta guerra est condenada a prolongarse frente a la imposibili-dad de ganar batallas decisivas; los cristeros mantienen el control sobre el territoriomientrasqueelGobiernocontrolalasciudadesyelferrocarril. Esto podra durar por muchos aos, puesto que los federales cuentan con una potencia de fuego 100 veces superior respecto de los Cristeros.9El proyecto de una Liga Cvica de Defensa Religiosa nace en 1918 por un jesuita de origen francs, P. Bernardo Bergend, que parte por un anlisis socio-poltico de la realidad mexicana despus de la Constitucin de Quertaro. Por lo tanto, se parte por el hecho que la Constitucin va en contra de la libertad de la Iglesia y, aun si las leyes persecutoras no se aplican rigurosamente, en cualquier momentoelGobiernolaspuedeaplicar.Sinembargo,esteproyectodeLigaCvicanologra realizarsetanfcilmente.Losobispospiensanqueunaluchaabiertayfrontal,paraconseguirla reforma constitucional, no sea conveniente. La Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa surge slo en 1925, en un contexto de mayor contraste entre Iglesia y Estado. La LNDLR nace en lacapital,aunsipodemosafrmarqueesenlosestadoscentralesycentro-occidentalesdondese difunde y consolida con ms facilidad.Z. |/ |||'|/ |l|C/N/ 9|'|U|' 9| |' /KK||' |NIK| |'I/9 | |||'|/ (I7Z7-I7JIJ /N9K|/ UI|9|| CN|||CI / |/ CNC|||/C|N. |||'|/ |'I/9 |N |l|C, '|| ll JZEn realidad, al Episcopado mexicano no le interesa la continuidad delarebelinarmada,porculesrazones?Enprimerlugar,porquelos cristeros podran seguir la guerra por muchos aos ms, pero sin posibi-lidaddevictoria;adems,elhechodequeentodoMxicoelcultohaya sido suspendido es un peso enorme para la Iglesia. Adems, la mayora del Episcopado ve con desconfanza un movimiento que huye de su control. Si la rebelin surge de manera espontnea y no necesita de las indicaciones de la jerarqua, es natural que el Episcopado tenga mucho inters en un acuer-do con el Gobierno. Al menos una cuestin parece evidente: la mayora de los obispos permite la muerte de los cristeros.El 21 de junio de 1929, 50,000 cristeros estn luchando, cuando obispos y Gobierno llegan a un acuerdo y frman el fn de la guerra civil. Ahora el culto es permitido, seguir combatiendo ya no tiene sentido. 2. El contenido del los arreglosEl primer encuentro que los obispos concuerdan con el Presidente Emilio Portes Gl para terminar la guerra civil acontece el 12 de junio de 1929. El 6 de junio, el Delegado Apostlico de la Santa Sede para Mxi-co y arzobispo de Morelia, Leopoldo Ruz y Flores, sale de Washington, llevando en calidad de secretario al obispo de Tabasco Pascual Daz y Ba-rreto.ElembajadordelosEstadosUnidosenMxico,DwightWhitney Morrow, que se halla en los Estados Unidos, en Englewood, para la boda de su hija con el aviador Lindbergh, se rene con los obispos en St. Louis y viaja junto a ellos hasta San Antonio.Morrow piensa que haya llegado el momento de intervenir y deci-de que, antes de reunirse nuevamente, cada una de las partes tiene que leer y aprobar un memorandum redactado por la parte contraria; el mismo Mo-rrow se encarga de redactar los dos textos. Del 15 al 20 de junio de 1929, los radicales rojos y blancos se desencadenaron para hacer que fracasen las contrataciones.El 22 de junio aparecen en la prensa nacional los arreglos. El texto conclusivo,frmadoenelPalacioNacionalporelPresidentedeMxico Emilio Portes Gl el 21 de junio de 1929, es ste:JJ.he tenido plticas con el Arzobispo Ruz y Flores y el Obispo Daz[.] .tambin aprovecho esta oportunidad para declarar: 1) Que el artculo de la Ley que determina el registro de ministros, no signifca que el gobierno pueda registrar a aquellos que no hayan sido nombrados por el superior jerrquico del credo religioso respectivo, o conforme a las reglas del propio credo.2) En lo que respecta a la enseanza religiosa la Constitucin y leyes vigentes prohbenenmaneraterminantequeseimpartaenlasescuelasprimariasy superiores, ofciales o particulares, pero esto no impide que en el recinto de la Iglesia, los ministros de cualquier religin impartan sus doctrinas a las perso-nas mayores o a los hijos de estas que acudan para tal objeto.3) Que tanto la Constitucin como las leyes del pas garantizan a todo habi-tante de la repblica el derecho de peticin, y en esa virtud, los miembros de cualquierIglesiapuedadirigirsealasautoridadesquecorrespondaparala reforma, derogacin o expedicin de cualquier Ley.10Esto es lo que declara Ruz, tambin el 21 de junio:El Obispo Daz y yo hemos tenido varias conferencias con el C. Presidente de la Repblica y sus resultados se ponen de manifesto en las declaraciones que hoy expidi.Mesatisfacemanifestarquetodaslasconversacionessehansignifcadopor un espritu de mutua buena voluntad y respeto. Como consecuencia de dichas declaracioneshechasporelC.Presidente,elcleromexicanoreanudarlos servicios religiosos de acuerdo con las leyes vigentes.Yoabrigolaesperanzaquelareanudacindelosserviciosreligiosospueda conduciralpueblomexicano,animadoporunespritudebuenavoluntad,a cooperar en todos los esfuerzos morales que se hagan para benefcio de todos los de la tierra de nuestro mayores.11Al fnal de este texto, no se menciona absolutamente nada acerca de la resti-tucin de iglesias y cannicas, ni tampoco acerca de una amnista. Segn el Delegado Apostlico de la Santa Sede, Leopoldo Ruz, el Ministro de Asuntos Interiores Felipe Canales haba garantizado la restitucin de todas las iglesias y cannicas, y lo extrao es que se aceptan condiciones no escritas. He aqu lo que escribe Leopoldo Ruz en sus memorias:10ElUniversal[diariodedifusinnacional,flo-gubernamental],22dejuniode1929,primera pgina.11 El Universal, 22 de junio de 1929, primera pgina.Z. |/ |||'|/ |l|C/N/ 9|'|U|' 9| |' /KK||' |NIK| |'I/9 | |||'|/ (I7Z7-I7JIJ /N9K|/ UI|9|| CN|||CI / |/ CNC|||/C|N. |||'|/ |'I/9 |N |l|C, '|| ll J+[Portes Gl] Delante del mismo Sr. Canales nos dijo: Se devolvern inme-diatamente las Iglesias y anexos y dems edifcios de que habla el cablegra-ma si estn desocupados; creo que ustedes podrn esperar un poco para que devolvamoslosqueyasehallanocupados.Nocrequeconstaraestoen estipulaciones escritas y frmadas por ambas partes, porque tena yo de tes-tigo por mi parte al Sr. Obispo Daz y por parte del Presidente al Licenciado Canales [...].12Los otros obispos no comprenden cmo pueda haberse cometido el error tan grave de frmar los arreglos con un gobierno tan manifestamente anticlerical,sinlamenorgaranta.Deinmediatosepiensaeneventuales acuerdos secretos.PeroenrealidadPortesGl,quetenaquegarantizareventuales acuerdos no aparecidos en los peridicos, habiendo obtenido lo que quera (la retoma del culto y la terminacin de la guerra Cristera) parece intencio-nado en interrumpir cualquier clima de acuerdo entre Estado e Iglesia. El Gobierno siempre tuvo el temor de que la guerra Cristera pudiese aliarse primero con los disidentes obregonistas, y luego, en vista de las eleccio-nes presidenciales de 1930, pudiese crearse una alianza entre el candidato de la oposicin Jos Vasconcelos (derrotado con fraudes electorales) y los Cristeros. Pero a estas alturas, con la retoma del culto y la terminacin de la guerra, todos estos riesgos no persisten y en agosto de 1929 dirigindose a la masonera Portes Gl puede tranquilamente declarar:Mientras el clero fue rebelde a las instituciones y a la leyes, el Gobierno de la Repblica estuvo en el deber de combatirlo como se hiciese necesario; mien-tras el clero negara a nuestro pas y a nuestro Gobierno el derecho de hacer sus leyes y de hacerlas respetar, el Gobierno estaba en el deber de destrozar al clero. Y hay que ver que el clero en todas las pocas ha negado siempre la existencia del Estado, el sometimiento a las leyes, y por frmulas artifciosas y hbiles ha sabido siempre introducirse. Y ahora, queridos hermanos, el clero ha reconocido plenamente al Estado, y ha declarado sin tapujos que se somete estrictamente a las leyes.1312 L.RUZ Y FLORES, Recuerdo de recuerdos, Autobiografa del Excmo. y Rdmo. Sr. Dr. Don Leopoldo Ruz y Flores, Arzobispo de Morelia y asistente al Solio Pontifcio, Mxico DF. 1942, p. 95.13 CONDUMEX, Fondo CLXXXVI, Manuscritos del Movimiento Cristeros, Mar. 1929 - Nov. 1929, Documentos 122, Legajos 810-932, Car. 9-46, Doc. No. 898, agosto 1929.JSRuz expone las diferencias entre la situacin anterior y sucesiva a los arreglos y admite que el conficto sigue en pie, puesto que el reconoci-miento no es sancionado constitucionalmente, sino que persisten las leyes persecutoras.14Segn la Liga, el Card. Tommaso Pio Boggiani15 haba admitido queelPapanohabasidoplenamenteinformadoacercadelacuestin, yquelamayoradelosobisposestabadispuestaareunirseconPortes Gl. Sin embargo, todo haba acontecido en secreto afrmando que el Papa estabadeacuerdo. AlparecerdelaLiga,nadiepodademostrarconun documentopblicoyautnticoqueelPapahabaaprobadolosarreglos. Adems,quieneshabanrealmenteactuadoparalaretomadelculto,ha-ban sido los grandes capitalistas americanos, que consideraban a Mxico un pas en el cual poda invertir sus capitales.163. El conicto entre Episcopado y puebloPor parte del general jefe de los Cristeros (precisamente la Guardia Nacional), Jess Guzar Degollado, la lucha termina no por perdida, sino porque, con los arreglos, ha sido abandonada por la Iglesia Jerrquica que hubiera tenido que ver sus primeros frutos.Nuestra resistencia ha sido un hecho cuya magnitud no pueden an compren-der los que no lo han vivido. En Mxico, digan lo que quieran los que gozan en usurparnos siempre, en estos tres ltimos aos, el herosmo se ha convertido encosavulgar[...]SuSantidadelPapa,pormediodelExcelentsimoSeor Delegado Apostlico, ha dispuesto por razones que no conocemos, pero que, como catlicos, acatamos, que sin derogar las leyes, se reanudaran los cultos, y que el sacerdote, ponindose en cierto modo al amparo de ellas comenzase a ejercer su ministerio pblicamente. En el acto, nuestra situacin, compaeros 14CONDUMEX,FondoCLXXXII,ImpresosdelMovimientoCristero,Feb.1930-Oct.1931, Impresos 130, Legajos 1151-1281, Car. 12/57, Doc. No. 1181, 23 de junio de 1930.15Boggiani TommasoPo;naceenBoscoMarengo(Alessandria)el19deenerode1863,de1912 hasta1914,esDelegado ApostlicodeMxico.En1914esnombradoadministradorapostlico de la dicesis de Gnova. En 1916 se vuelve Cardenal y es destinado, en 1919, a regir la dicesis genovesa.En1921,trasfuertesdisensosconelementospopularesdesudicesis,esllamadoa Roma. Le son asignadas diversas congregaciones; muere en Roma en 1942.16CONDUMEX,FondoCLXXXII,ImpresosdelMovimientoCristero,Feb.1930-Oct.1931, Impresos 130, Legajos 1151-1281, Car. 12/57, Doc. No. 1191, 1930.Z. |/ |||'|/ |l|C/N/ 9|'|U|' 9| |' /KK||' |NIK| |'I/9 | |||'|/ (I7Z7-I7JIJ /N9K|/ UI|9|| CN|||CI / |/ CNC|||/C|N. |||'|/ |'I/9 |N |l|C, '|| ll Jhacambiado...LaGUARDIANACIONAL[sic]desaparece,novencidapor sus enemigos sino, en realidad, abandonada por aquellos que deban recibir los primeros frutos, el fruto valioso de sus sacrifcios y abnegaciones.17Conlosarreglos,elEstadoylaIglesiatenanquellegaraun acuerdo franco y honorable; en el Vaticano no se dan declaraciones acerca delaresolucindelconfictoyseobservaelmsabsolutosilencio.Una veznombradoobispodeMxico,PascualDazemprendelatareadere-construccin de la Iglesia en su arquidicesis. En la jerarqua acontece un cambio muy lento.18Despusdetresaosdeguerracristera,laIglesia,enladcada de los aos 30, aparece dividida. Los arreglos hacen que termine la lucha armada, mas no logran unir a los catlicos.No obstante los cristeros ya tuviesen la carta de rendicin, algunos son asesinados. He aqu lo que escribe la esposa de Luciano Herraro, un combatiente cristero, que es detenido en su casa y asesinado. .Despusquecomimosnosvenimosparaadentroyestandosentadosmi esposo y yo, se oye que tocan a la puerta y corre una de mis nias a abrir y no pudiendo abrir, cuando dieron otro toquido a la puerta; entonces me par yo y luego que Luciano oy el toquido dijo: esos son charros (polica rural)[sic]...y ellos eran. Inmediatamente se introdujeron a la casa y en lugar de echar a correr sali a encontrarlos, inmediatamente se entreg y les dijo: Estoy ren-dido!...y ya tengo mi carta donde me dicen que me rinda y propiamente a eso vine. Y les entreg la carta. Enseguida lo sacaron de la casa y lo subieron al camin y se lo llevaron, no tard ni media hora cuando ya le haban quitado su vida..19En realidad la Liga no est sola: la parte del clero que apoya a la causa cristera, tambin se opone al hipottico modus vivendi establecido en los arreglos.17 CONDUMEX, Fondo CLXXXVI, Manuscritos del Movimiento Cristero Mar. 1929 - Nov. 1929, Documentos 122, Legajos 810-932 Car. 9-46, No. 890, agosto 1929.18 Martaelena Negrete, Relaciones entre la Iglesia y el Estado en Mxico 1930-1940, El Colegio de Mxico y Universidad Iberoamericana, Mxico DF. 1988, p. 43-44.19 CONDUMEX, Fondo CLXXXVI, Manuscritos del Movimiento Cristero, Mar. 1929 - Nov. 1929, Documentos 122, Legajos 810-932, Car. 9-46, No. 881, 17 de julio de 1929.JlElDelegadoApostlicoLeopoldoRuzquiereacallarcualquier voz contraria a los arreglos y al fnal, el 17 de febrero de 1930, aparece en El Universal un artculo titulado Enrgica actitud del Sr. Delegado Apos-tlico condena con frmeza a los que censuran los arreglos de la cuestin religiosa, en el que se dice que, viendo las crticas el nico juez compe-tente es el Papa. Para Ruz el discurso pronunciado por Manrquez en Lo-vaina es calumnioso, ya que un espritu cristiano tendra que alegrarse de que se haya buscado un arreglo. Es cierto que no se ha realizado la reforma delasleyes,maselGobiernohareconocidolaexistenciadelaIglesiay sto es sufciente para reanudar el culto. La Iglesia ha nicamente aceptado las leyes, no las ha aprobado:Eljuezcompetentedelalicitudyconvenienciadeesosarregloserayesel Sumo Pontfce, a quien la defensa armada no poda privar del derecho de bus-car al conficto una solucin pacfca, aunque para ello hubiera necesidad de tolerancia y transigencias que dejan a salvo los principios y la conciencia.20El mismo da de dicho artculo, Leopoldo Ruz escribe a los obis-pos acerca de la actitud que hay que tener a raz de los arreglos, puesto que muchos escriben y hablan en contra de los mismos. Ruz afrma que no se pueden hacer chismes o comentarios en privado, no se puede participar en reuniones en las que se habla de los arreglos, no se puede participar a gru-pos que no aprueban los arreglos y es necesario adoptar un solo criterio: aqul ofcial del Episcopado.21Quienapoyabaelconfictoarmado,yaexpresaunjuicioclaro acerca de los dos obispos que frmaron los arreglos; ste es el ttulo de un artculo frmado por VARIOS CATOLICOS[sic]: El Delegado Apostli-co y el Arzobispo de Mxico han traicionado la religin y la patria.22 El artculo cita Mateo 15, 14: Si un ciego gua a otro ciego, ambos caen en el hoyo. Prcticamente se pregunta si la autoridad eclesistica sea infalible 20CONDUMEX, CLXXXII del Movimiento Cristero, May. 1929 - Feb. 1930, Impresos 120, Lega-jos 1030 - 1150, CAR. 11-57, No. 1141, 17 de febrero de 1930.21AHAM, (Archivo Histrico Arzobispado de Mxico) Fondo cor. Pascual Daz, caja don Pascual Daz, cor. 1926-1936, Gav. 1913, carpeta 9No. 2 Legajo de Arzobispo de Michoacn, Mons. Leopoldo Ruz y Flores, 1930 Cor. - Don Pascual Daz, Luis Rivero Jr,Jos Anaya, Doc. No. 248, 17 de febrero de 1930.22 CONDUMEX, Fondo CLXXXII, Impresos del Movimiento Cristero, Feb. 1930 - Oct. 1931, Impresos 130, Legajos 1151-1281, Car 12-57, No. 1152, marzo de 1930.Z. |/ |||'|/ |l|C/N/ 9|'|U|' 9| |' /KK||' |NIK| |'I/9 | |||'|/ (I7Z7-I7JIJ /N9K|/ UI|9|| CN|||CI / |/ CNC|||/C|N. |||'|/ |'I/9 |N |l|C, '|| ll J&an cuando el error es evidente. Negar al hombre la verdad signifca negar su racionalidad y, por consiguiente, anular la doctrina catlica. Se pregunta si slo el Delegado Apostlico tenga el derecho de declarar la verdad y si la autoridad eclesistica est en el error o sea infalible.Daz sigue apoyando e feliz arreglo religioso, puesto que segn l la cuestin acerca de la reforma de la ley sigue abierta. Ni la Iglesia ni el Estado han mostrado el empeo en modifcar las leyes, mas para l el Gobierno sigue mostrando buena voluntad..Se ve, se nota, se siente que, efectivamente, sobre la base de ese arreglo que deja la puerta abierta a la reforma constitucional para asegurar o dar mayores libertades a los catlicos.234. Empeoramiento de las relaciones Estado-IglesiaEn 1931, las relaciones entre Estado e Iglesia empeoran ulterior-mente; en estas nuevas tensiones est presente la mano del general Plutarco Elas Calles.ElDelegado ApostlicocensurapblicamentelosGobiernosde Tabasco y Veracruz por la intolerancia de estos Estados. El Gobierno con-tina tranquilamente su persecucin. Ruz pide nicamente el respeto de la Constitucin, ya que Tabasco y Veracruz sufren una enorme represin. En estos Estados se da un desconocimiento de los derechos de los ciudadanos reconocidos en la Constitucin.Empieza a difundirse la voz de que el Papa cree que las leyes sean inmediatamente reformadas:Su Santidad Po XI, como lo ha demostrado la pluma viril y profundamente catlica del Sr. Velarde, se ha mostrado pblicamente indignado por los arre-glos: ello tena que ser. El Papa dio instrucciones al Sr. Delegado Apostlico enelsentidodequeunarregloslodeberacelebrarsesiemprequetuviera comobaseslareformainmediatadelasleyesyampliasparalavidaylos intereses de los que luchan por la Religin. Al Papa se le hizo creer que ambas 23CONDUMEX, Fondo CLXXXII, Impresos del Movimiento Cristero, Feb. 1930 - Oct. 1931, Impresos 130, Legajos 1151-1281, Car 12-57, No. 1181, 23 de junio de 1930.J7cosas eran un hecho al celebrarse los arreglos, se le hizo creer que las leyes seran inmediatamente reformadas y que no se tocara a los cristeros.24LaLigasemuestracadavezmsapocalpticaafrmandoquese est corrompiendo a los nios con la enseanza atea. Faltan los principales derechos: libertad de enseanza, libertad de asociacin, libertad religiosa y derecho de propiedad. Los Artculos3,5,27y130delaConstitucinPolticadeMxicoconcul-can la LIBERTAD DE ENSEANZA, la LIBERTAD DE ASOCIACIN, LA LIBERTADRELIGIOSAyelDERECHODEPROPIEDAD[sic].Estoha trado como consecuencia:1. Que se est corrompiendo a la niez y a la juventud mexicana con la ense-anza atea impuesta por el Estado. Es necesario tener muy presente que en la niez y juventud mexicanas que actualmente se educan, est el porvenir de la Patria.2. Que los catlicos mexicanos seamos patrias en nuestra propia patria: se nos IMPIDE,conlos Artculosmencionados,ELEJERCICIODELOSDERE-CHOSNATURALESQUEDIOSCONCEDI ALHOMBREPARAME-JOR CUMPLIMENTO DE SU MISIN SOBRE LA TIERRA[sic].25La preparacin para conmemorar el cuarto centenario de la apari-cin de la Virgen en el Tepeyac haba empezado ya un ao antes. El 12 de enerode1931,elarzobispoPascualDazpublicaelprogramaofcialde las festividades. El ao 1932 ser llamado Ao Guadalupano y ser propi-ciado el mayor nmero de peregrinaciones: se organizan peregrinaciones locales para todas las personas que no pueden llegar a la capital.Algunos portavoces del Gobierno juzgan como inoportuno que la Iglesia pueda cumplir actos cuya legalidad es dudosa, sobre todo en esta sociedad que recientemente ha sufrido hondas conmociones por diferen-cias de criterios en materia religiosa, y cuya paz ha sido lograda mediante el consentimiento expreso de la sujecin de los ministros de la Iglesia Ca-tlica a los ordenamientos de la ley.2624CONDUMEX, Fondo CLXXXVI, Manuscritos del Movimiento Cristero, Jul 1930 - Feb. 1931, Documentos 65, Legajos 1015-1080, Car. 11-46, No. 1062, enero 1931.25CONDUMEX, Fondo CLXXXII, Impresos del Movimiento Cristero, Feb. 1930 - Oct. 1931, Impresos 130, Legajos 1151-1281, Car 12-57, No. 1251, abril 1931.26Negrete, Relaciones entre la Iglesia......,p.71Z. |/ |||'|/ |l|C/N/ 9|'|U|' 9| |' /KK||' |NIK| |'I/9 | |||'|/ (I7Z7-I7JIJ /N9K|/ UI|9|| CN|||CI / |/ CNC|||/C|N. |||'|/ |'I/9 |N |l|C, '|| ll +JComienza nuevamente una serie de acciones en contra de la Iglesia.En la maana del 14 de diciembre de 1931, los senadores de la Re-pblica celebran una sesin importante. El tema es la postura que el clero catlico ha asumido para la celebracin del da de la Virgen de Guadalupe. Losataquessonclarosydirectos.Laasambleacondenaestaaccinpor parte de los catlicos, obispos y laicos, y proclama la necesidad de no fa-natizar la muchedumbre campesina, as como la necesidad de constituir un solo frente revolucionario.PoXI,escribiendoalobispodelaCiudaddeMxico,Pascual Daz y otros obispos, toma posicin y critica abiertamente el Gobierno afr-mando que el Estado no puede intervenir en la jurisdiccin eclesistica.27PascualDaz,aestepunto,seexpresapblicamenteyescribe: Carta abierta al Sr. Presidente de la Republica Mexicana, ingeniero Don PascualOrtzRubioenlaqueafrma,remontndosealosarreglosde 1929, que la ley de limitar los sacerdotes y las iglesias es anticonstitucio-nal,puestoquelalegitimidaddeestasleyes,segnlosprincipiosdela revolucin, tiene que proceder del pueblo y no de un partido.28ElsenadorGonzaloN.Santos29,quienparticipaenlasesinde losdiputados,eselmsextremistaenlosataquesalclero.porsuparte la masonera hace eco a la voz del Gobierno y ve con profunda pena la interminable cadena de desacatos a la ley cometidos por el natural prop-sito de inuencia y predominio de unos y por inexplicables debilidades de otros.30Las crticas a las festas guadalupanas son muchas y muy varia-das.ElsenadorGonzaloN.SantospresentafrentealaCmaradelos Senadores el proyecto de la nueva ley que cuenta con el total apoyo de sus miembros.27AHAM, Fondo Correspondencia Pascual Daz, Caja: 110 Documentos Clasifcados 1930, carpeta: A los venerables Pascual Daz, Arzobispo de Mxico y las de mas arzobispos y obispos de la republica mexicana Po Papa XI, Doc. sin nmero, 12 de septiembre de 1931.28AHAM, Fondo Correspondencia Pascual Daz, Caja: 100 Documentos Clasifcado 1930, Carpeta: Carta Abierta Al Sr. Presidente De La Repblica Mexicana, Ingeniero Don Pascual Ortz Rubio - Palacio de Chapultepec.- del Arzobispo de Mxico Pascual Daz Barreto. - Ao 1931. pg. 4 Doc. sin nmero, 23 diciembre 1931.29Gonzalo N. Santos, naci en el Estado de San Luis Potos, diputado federal por este Estado durante varias legislaturas. Miembro del PNR y senador. Embajador del Mxico en Blgica en los Gobiernos de Rodrguez y Crdenas.30Negrete, Relaciones entre la Iglesia.,p.78+ISilaCiudaddeMxicocuentaconunapoblacinde1,229,976 habitantes segn el censo de 1930, signifca que, una vez entrada en vigor la ley, slo 24 sacerdotes pueden ejercer su ministerio dentro del Distrito Federal: uno cada 50,000 habitantes. Por lo tanto, pueden estar abiertas al pblico slo 24 iglesias. La mocin, que limita el nmero de las iglesias yquesedebealsenadorSamuelVillarrealJr.,signifcaquetienenque cerrarse304iglesiasdelas328queenesemomentoestndestinadasal culto.31Laleyquereduceelnmerodesacerdoteses,enelparecerde Pascual Daz, anticonstitucional ya que no es expresin de la voluntad ni de las convicciones de los mexicanos. Daz pide al Presidente de pasar del lado de los catlicos, puesto que los catlicos son el 90% de la poblacin; el Art. 130 resulta ser un ataque a todos los derechos de la religin catli-ca. La nueva ley desconoce totalmente la jurisdiccin episcopal sobre los ministros de culto y convierte a los sacerdotes en simples empleados del poder civil. El pueblo, enteramente del lado de los sacerdotes, ve esta ley como un atentado inaudito de la fuerza pblica en cosas de conciencia y una intolerable intromisin de faccin poltica en un asunto sumamente espinoso.En efecto, la situacin es objetivamente difcil. Daz est obligado a pagar una multa por haber confrmado a los hijos de una detenida en la crcel donde, siendo un edifcio pblico, est prohibido celebrar actos de culto. 5. Ruptura entre Liga y Episcopado mexicanoDespus de dos aos de relativa tregua, la represin contra la Igle-sia es cada vez ms fuerte.Leopoldo Ruz, viendo la inutilidad de los arreglos, titubea y de-clara que los arreglos son provisionales. Para Ruz y para Daz los arreglos han sido aprobados por el Papa y, por lo tanto, son legtimos, mas las pro-mesas del Estado, sobre todo frente a la violenta persecucin en Tabasco y Veracruz, no han sido cumplidas.31CONDUMEX, Fondo CLXXXII, Impresos del Movimiento Cristero, Feb. 1930 - Oct. 1931, Impresos 130, Legajos 1151-1281, Car. 12-57, No. 1190, 28 de agosto de 1930.Z. |/ |||'|/ |l|C/N/ 9|'|U|' 9| |' /KK||' |NIK| |'I/9 | |||'|/ (I7Z7-I7JIJ /N9K|/ UI|9|| CN|||CI / |/ CNC|||/C|N. |||'|/ |'I/9 |N |l|C, '|| ll +ZLa situacin en la arquidicesis de la Ciudad de Mxico es tensa. El arzobispo permite al clero diocesano de trabajar como si nada hubiese sucedido;laviolenciadelafuerzasloconseguirponerdemanifes-tolafuerzaincontrastabledelespritudeDios. Asusfeles,encuanto que cristianos, ordena obediencia frente a las disposiciones de la autoridad eclesistica.El arzobispo Pascual Daz insiste en los mtodos pacfcos y per-mite a los feles de la arquidicesis de defender sus derechos por medio de la huelga, sobre todo para que exijan no slo la devolucin de las iglesias, sino tambin el restablecimiento del ministerio sacerdotal.El Papa escucha, se informa y luego se expresa, ordenando que no se tolere la injusticia y la limitacin del culto catlico. Se queja del hecho de que la situacin de la Iglesia empeore en vez de mejorar. Frente a un pe-ligro tan grave cuanto injusto no queda sino pensar en la defensa armada.Las rdenes del Santo Padre son muy claras: evitar la suspensin del culto, protestar por la injusticia cumplida por el Gobierno manteniendo abiertas lasIglesias,registraralossacerdotesmasdeclararquelasinscripciones se hacen nicamente por causas mayores, y no discutir acerca del modus vivendi.Pascual Daz, por su parte, animaba a los feles a que siguieran la voz del Pontfce. A diferencia de algunos catlicos, la mayora de los sacerdotes sigue los consejos de sus arzobispos y respeta la ley. La ms grandepreocupacindelasautoridadeseclesisticaseslademantener la calma entre los catlicos, ya que existe la posibilidad de una rebelin militar. Hay agitadores que recorren ciertas zonas del pas para invitar a los catlicos a que se alen en defensa de los derechos religiosos no reco-nocidos por la ley.Tanto el Delegado Apostlico como el arzobispo de la Ciudad de Mxico son implacables con los dirigentes de la Liga. La Liga, que se ha tomado pblicamente partido en contra de la poltica de Ruz y de Daz, formula contra stos, 35 puntos, en los que se pregunta la razn por la cual la Liga y los combatientes no hayan sido consultados acerca de los arre-glos. Mencionamos algunos.3232CONDUMEX, Fondo CLXXXVI, Manuscritos del Movimiento Cristero, Jul 1930 - Feb 1931, Documentos 65, Legajos 1015-1080, Car. 11-46, No. 1033, 10 de septiembre de 1930.+JSe le aconseja a la Liga a cambiar nombre, que no use el adjetivo religioso, para evitar la severidad del Gobierno y para no atribuir a la Igle-sia las actividades de la Liga.La Liga es, en realidad, un enorme peso para el Episcopado que, tampoco despus de los arreglos, logra controlarla. Para Ruz, la Liga tiene que cambiar de nombre y la fnalidad tiene que ser estrictamente cvica: el fn tiene que ser educar al pueblo para que obtenga las libertades cvicas a las que tiene derecho. Insiste mucho en que se cambie el nombre, puesto que el Gobierno sigue en la idea de que la Liga est subordinada a la Igle-sia.La Liga contesta a Ruz que no quiere cambiar el nombre ya que el herosmo y el martirio de muchos permanece ligado a este nombre. Algunosobispos,comoJosMaraGonzlezy ValenciadeDu-rango y Jess Manrquez y Zrate de Huejutla, no conformes con la into-lerancia a la que estn sujetos por el mismo Episcopado, escriben al Papa para que conozca la situacin mexicana y la poca estima hacia los obispos, a raz de la incomprensible bondad del Episcopado con sus persecutores y la no menos inexplicable severidad hacia los defensores de la Iglesia.ConclusionesComo se ha demostrado ampliamente, ni al Vaticano ni a la jerar-qua catlica mexicana le interesa la continuidad de la rebelin armada. A pesar de que sea cierto que el Episcopado mexicano no tiene una opinin homognea, la mayora de los obispos ve con desconfanza un movimiento que huye de su control.Por lo menos, hay una cuestin que parece evidente: si la mayora de los obispos permite la muerte del movimiento armado, no es porque el Episcopado quiere establecer una alianza con el Estado y tampoco porque considera injustifcada la causa cristera. Lo que en realidad se teme, es la gran autonoma de la rebelin armada y la inutilidad de una guerra que iba a durar a lo largo de muchos aos ms.La derrota de la rebelin cristera, que nunca hubiera podido ven-cermilitarmentealejrcito,vuelveevidentealajerarqualanecesidad de enfrentar el Estado con medios pacfcos. La estrategia de la Iglesia se Z. |/ |||'|/ |l|C/N/ 9|'|U|' 9| |' /KK||' |NIK| |'I/9 | |||'|/ (I7Z7-I7JIJ /N9K|/ UI|9|| CN|||CI / |/ CNC|||/C|N. |||'|/ |'I/9 |N |l|C, '|| ll ++redefne: en vez de la lucha con medios violentos, que en muchas ocasiones la Iglesia justifca teolgicamente, el Episcopado prefere uno espacio de libertad, se pide informalmente al Gobierno una poltica de no aplicacin de las leyes persecutoras: por esto se dan los arreglos. A partir de los arre-glos en adelante, la Iglesia ya no busca la abolicin de estos artculos, sino un reconocimiento del Gobierno que le permita cierta libertad de accin.+S3 ~ LA DIALCTICA CONSTITUCIONAL EN LASRELACIONES IGLESIA -ESTADOMtro. Ral Gonzlez Schmal(Universidad Iberoamericana)Sumario: I.- Introduccin. II.- El marco constitucional originario. III. Las leyes reglamentarias y la crisis del conficto. IV. El nuevo marco constitu-cional. V.- ConclusinI. IntroduccinComo es bien sabido, al triunfo del movimiento carrancista se convoc al Congreso Constituyente de 1916-1917, de donde emanara la nueva Cons-titucin que substituy a la de 1857, y que formalmente - a pesar de que ha sufrido cientos de reformas - sigue an vigente. La materia religiosa - como se precisar ms adelante - qued re-gulada en diversos aspectos en cinco artculos constitucionales: 3, 5, 24, 27, fracciones II y III, y 130.Salvo el artculo 24, que establece - aunque en forma limitada- el derecho individual de libertad religiosa, en las dems disposiciones no slo serestringengravementeesederechosinoqueseconfguranprevisiones hostiles al ejercicio de la religin - sobre todo- en su dimensin colectiva.Ello representa un episodio de singular relevancia en la secular y compleja problemtica en nuestro pas de las relaciones entre la Iglesia (catlica) y el Estado. La Constitucin de 1857 - al incorporrsele a su cuerpo en 1873 los principios de las Leyes de Reforma - establece la separacin de la Igle-sia y el Estado en los siguientes trminos: El Estado y la Iglesia son inde-pendientes entre s.LaConstitucinde1917simplementesuprimialaIglesia(s) como sujeto jurdico.Las agrupaciones religiosas denominadas iglesias - rezaba el art. 130- carecen de personalidad jurdica. La relacin del Estado con la Iglesia de facto ( toda vez que ya se le haba excluido del mundo del Derecho), se tornaron, entonces, con-fictivas, polidricas y ambiguas. J. |/ 9|/||CI|C/ CN'I|IUC|N/| |N |/' K||/C|N|' |||'|/|'I/9 K/U| Nl/||l 'Ch/|9|| CN|||CI / |/ CNC|||/C|N. |||'|/ |'I/9 |N |l|C, '|| ll +De1917,enqueseexpidilaConstitucin,a1992,enquese produjeron las reformas a los artculos constitucionales concernientes a la materia religiosa, que se han sealado arriba y que precisaremos ms ade-lante quedaron intocados, salvo el art. 3., en el que en 1934 se sustituy la educacin laica por la educacin socialista. Es decir, se consideraron verdaderasnormasptreas,artculostabes,quelaclasepolticaconsi-derabaquenoeransusceptiblesdemodifcarsesinqueseafectaraalas esencias de la historia patria.Ahorabien,durantelos75aosquepermanecieronestticaslas disposiciones mencionadas, no se aplicaron siempre de la misma manera, ni con el mismo rigor o fexibilidad. A travs de estos tres cuartos de siglo se estableci una relacin dialctica entre la Constitucin, el Estado y la Iglesia.Obedeciendoadiversosfactores,lasnormasconstitucionalesse aplicaban con gran virulencia y en forma integral, o se atemperaban en su aplicacin, o unas se aplicaban en forma drstica y otras en forma tenue, o de plano algunas se dejaban de aplicar y, prcticamente, operaba respecto de ellas una derogacin tcita, pero que no se traduca en la supresin for-mal mediante el mecanismo constitucional consecuente.No es, como ya se dijo, sino hasta el ao de 1992, en que mediante el procedimiento previsto en la propia Constitucin, se reforman los cinco dispositivos a que se ha venido haciendo referencia, que confgura un nue-vo marco constitucional que regula las relaciones entre la Iglesia (s) y el Estado y, por ende, el derecho de libertad religiosa.As, el propsito de esta exposicin sera constatar la relacin dia-lcticaentrelasdisposicionesconstitucionalesformalesysuvigenciay aplicacin fctica - o inaplicacin - , que se pondra de manifesto en las mutaciones y en las reformas que ha sufrido nuestra Constitucin en la ma-teria religiosa, y de las cuales intentaramos presentar una visin general.Al respecto considero necesario precisar que mi punto de partida es - siguiendo a Karl Loewenstein- la diferenciacin conceptual entre re-forma y mutacin constitucional.Seentiendeporreformaconstitucionallatcnicapormediode la cual se modifca el texto, tal como existe en el momento de realizar el cambio de la Constitucin.Tcnicamente,unareformaconstitucionalsolamentepuede efectuarse cuando se aade algo al texto existente en el momento de