Sawar Murcia Número 3
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S a w a rrevista mensual y digital sobrehistoria, patrimonio y turismo
en el municipio de MurciaMayo de 2013. número 3
De la DegraDación y laintervención en loscentros históricos
un proyecto de revitalización
urbana basado en lahistoria y el patrimonio:
santa eulalia
MMurciaurcia
se recuperase recuperaaa sísí MisMaMisMa
S a w a rrevista mensual, digital e independientesobre historia, patrimonio y turismo en
el municipio de Murcia
La cultura y el patrimonio histórico, artístico y naturalson el ajuar común, el conjunto de bienes materiales e
inmateriales que recogemos de nuestros antepasados yque debemos conocer, disfrutar, proteger, enseñar y
transmitir a las generaciones venideras.Es lo que nos une al pasado y al futuro.
Es de todos.
“La administración de los asuntos humanos ha quedado a la zaga
de nuestros avances tecnológicos, con el resultado de que la
autodestrucción física y moral de la raza humana es hoy día una
posibilidad. No es a la ciencia a donde hemos de volvernos en
busca de orientación, sino a las humanidades: a las diferentes
disciplinas que afectan al carácter social y moral de nuestros
semejantes. Tenemos que desarrollar los valores éticos, culturales
y filosóficos, y aprender de la historia y la literatura. Sólo así
forjaremos el espíritu de liberalismo y comprensión necesario para
vencer en la carrera contra las armas que el propio hombre ha
creado”.
D. S. Gottesmann (1947)
Prólogo a la 1ª edición de “Renacimiento y Renacimientos en el arte occidental”, de E. Panofsky
saWar Murciarevista mensual, digital,gratuita e independientesobre historia, patrimonioy turismo editada en laciudad de Murcia porPedro serrano solanaMayo de 2013
sumario
editorial
los centros históricos.viajes de ida y vuelta:
11 corazón degradadoEl abandono de los centros urbanos
15 en el quirófanoFondo y forma de las intervencionesen los cascos antiguos
Murcia se recuperaa sí misma:
30 un breve vistazo históricoal barrio de santa eulaliaPor Antonio Vicente Frey
32 un proyecto de revitalizaciónpara el barrio de santa eulaliaDe Francisco Guerao y Pablo López
opinión: La Murcia que se fue
-y se nos sigue yendo-Por Gregorio Sabater Navarro
así fue el número anterior
La cultura y el patrimonio histórico, artístico y naturalson el ajuar común, el conjunto de bienes materiales e
inmateriales que recogemos de nuestros antepasados yque debemos conocer, disfrutar, proteger, enseñar y
transmitir a las generaciones venideras.Es lo que nos une al pasado y al futuro.
Es de todos.
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ajuar: del árabe hispánico “assiwár” o
“asuwár”, y éste del árabe clásico
“sawar”
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ilustración página 48:“santa eulalia”
de Jaime Dengra uclés
editorial
Hoy en día todo corre a una velocidad endiablada yparece que se suceden las eras una tras otra,aunque en realidad y en el conjunto de la existenciahumana, cada una de nuestras vidas no será másque un soplo. No pensamos que hay otras cosasque permanecen, que existían antes de nosotros yque seguirán existiendo después; puede que másdegradadas o puede que revitalizadas, pero ahíestarán. Una de ellas es la ciudad: todo lo que lehagamos ahora repercutirá en nosotros mismos,pero quizá lo hará de manera más intensa en lasnuevas generaciones, que alabarán o condenaránnuestros actos como nosotros bendecimos omaldecimos los actos de los que nos precedieron.
En estas mismas páginas digitales hemos tratadola transformación radical que experimentó Murcia amediados del siglo pasado. Con intereses más omenos puros, con mejor o peor intención –esosextremos los dejamos al buen juicio de los lectores-los cambios operados en la ciudad dieron comoresultado una ciudad nueva, con sus defectos y susvirtudes. Tal vez no se pensó con perspectiva, nihacia adelante ni hacia atrás, pero es indudable quela Murcia surgida del siglo XX irrumpió a codazossobre la Murcia de siempre, decidida y sin contem-placiones. Por supuesto que no se eliminó todo loantiguo, porque de haberlo hecho, ahora tendría-mos que iniciar el relato histórico del siguientemodo: “Murcia fue fundada a mediados del siglo XXsobre un primitivo asentamiento en el que habitaronmusulmanes, judíos y cristianos durante mildoscientos años, y del que nada se conservaporque no nos interesó conservarlo”. Afortunada-mente aún nos queda Murcia, la de siempre, porquelo antiguo y lo nuevo no son antónimos en susentido práctico aunque lo sean en el lingüístico.Son perfectamente compatibles y, de hecho, suunión armónica es la base de un desarrollo positivoen el que imperen el bien y el sentido común.
Para muchos murcianos que desconocen los anti-guos límites de la ciudad, de la próspera Múrsiyaamurallada, el casco antiguo se reduce al entornode las calles Trapería y Platería y está limitado alSur por la Catedral, al Norte por la plaza de SantoDomingo, y a Este y Oeste por la Gran Vía y por lallamada calle Correos; por los ejes centrales de lanueva Murcia. Pero no: el centro histórico es másgrande porque la Murcia medieval era más grande;fue una ciudad compacta, con unos límites biendefinidos por su muralla hasta el siglo XVIII, límitesque siguieron estando claros después aun sin dichocinturón defensivo. Murcia conservó su carácter,su fisonomía y personalidad hasta la ruptura delmolde, hasta que una gran tijera la surcó de nortea sur durante los años 50 dividiendo el centrohistórico en tres pedazos. Entonces Murcia también
perdió sus dimensiones humanas y el protagonismode sus habitantes en favor de los vehículos. Laciudad de los ciudadanos comenzó a degradarseporque sobre ella empezó a construirse la ciudadde los coches. Los espacios comunes y sus usoscambiaron porque hubo cambios en las prioridades,y las nuevas formas de vida se dejaron sentir tantoen el centro como en el perímetro urbano. A día dehoy, sesenta años después de aquellos hechos,¿cuál es la situación del casco antiguo de Murcia?¿Qué podemos hacer para evitar su deterioro?
El presente número de Sawar está dedicado alcentro histórico de Murcia, y a un plan de revitaliza-ción creado por los arquitectos murcianos FranciscoGuerao y Pablo López para uno de los barrios másantiguos de la ciudad, el de Santa Eulalia, cuyahistoria conoceremos gracias a la amable y valiosacolaboración de Antonio Vicente Frey. Pero antesde desvelar los pormenores del barrio, la propuestade Guerao y López y las ideas que la inspiran, nossituaremos, aunque de manera muy general, en elasunto de la degradación de los centros históricosy en el debate sobre las intervenciones llevadas acabo en las ciudades españolas durante los últimosaños, tema que ha dado mucho de sí y en el queno faltan las implicaciones políticas y económicas,la especulación y la confrontación de intereses.También podremos leer el interesante artículo deGregorio Sabater, historiador murciano preocupadodesde siempre por su ciudad, y que ha aceptado lainvitación de Sawar para colaborar en este número.
Un hecho importante a considerar a la hora deintervenir en un barrio concreto es su posible inci-dencia en las personas que lo habitan y en el restodel núcleo urbano, ya que la ciudad forma unconjunto y está sujeta a unas normas de funciona-miento comunes e invisibles. Hay que tener encuenta a las personas que viven ahora, y pensar enlas que habrán de vivir después en estas mismascalles. Por ese motivo, escucharemos lo quepiensan los ciudadanos, comerciantes y hostelerosdel barrio de Santa Eulalia: analizaremos cómo seve el barrio y cómo le gustaría verse, porque laciudad no sólo se vive; la ciudad también se hablay se imagina. La ciudad no se impone ni se hace dela noche a la mañana; la ciudad es un espaciosocial y de convivencia que hacemos entre todos.Para resolver los problemas de la ciudad, que sonlos nuestros, es imprescindible contar con la impli-cación ciudadana. Así, a todos nos compete velarpor la conservación de nuestro entorno más inme-diato y buscar soluciones que eviten su deterioro.La recuperación del centro histórico de Murcia pasaporque nosotros, sus ciudadanos, la recuperemos;la hagamos nuestra de nuevo. Hace falta másMurcia para que Murcia se recupere a sí misma.
Más Murcia
5sawar
los centros
históricos
viajes de ida y vuelta
os centros históricos de nuestras ciudades han sido especialmente sensibles a los cambios
producidos en la sociedad en los últimos 150 años, y con mayor intensidad durante los
últimos decenios del siglo pasado. sus características peculiares y su estrecha vinculación
con hábitos y modos de vida en vías de extinción, les han convertido en ecosistemas
frágiles, demasiado expuestos a las modificaciones sociales y económicas y a los vaivenes
políticos. resulta paradógico que el periodo en el que se han conseguido las mayores
conquistas laborales y sociales, en el que la educación es universal y el acceso a la
información es más fácil, sea también en el que hemos perdido más cantidad de patrimonio
natural e histórico-artístico que nunca. ¿Qué pasó en el corazón de nuestras ciudades a
mediados del siglo XX? o lo que es igual: ¿Qué nos pasó a nosotros? se puede decir que
las consecuencias del abuso son tan perjudiciales como las del desuso; que sobreexplotar
y abandonar conducen a la misma estación; y que en los ciclos que describe la historia,
quizá ahora estemos ante un nuevo florecer de los centros históricos, de los barrios y, sobre
todo, de los propios ciudadanos.
l
sawar6
la calle Fuensanta de Murcia ayer y hoy:sólo la figura imponente del campanario dela catedral permanece inalterado. el asfaltoy el hormigón han crecido alrededor de estavieja estampa.
Fuente: Archivo Histórico Municipalde Murcia (AHMM) y P.S.S.
El catedrático de Geografía Urbana de la Univer-
sidad de Extremadura, y Doctor en Geografía e
Historia por la Universidad de Salamanca, Antonio
José Campesino Fernández, nos aproxima al
concepto en su artículo “Los centros históricos:
análisis de su problemática”* (Revista de geogra-
fía Norba, Nº 5. 1984, págs. 51-62): “Los centros
históricos son productos humanos, respuestas
sociales a estructuras económicas determinadas”.
Y prosigue: “Su lectura atenta permite distinguir la
identidad histórica de cada región, la yuxtaposi-
ción y sobreimposición de contenidos culturales
aportados por generaciones sucesivas hasta la
configuración de lugares-testimonio de la memoria
colectiva de la ciudad. Espacios urbanos con
valores propios para la reafirmación de la concien-
cia ciudadana donde el habitante no se pierde y
se siente persona”.
Aunque, en general, lo primero que nos viene a la
mente al pensar en un centro histórico es la impo-
nente presencia de palacios, catedrales y monu-
mentos de piedra, Campesino Fernández destaca
el componente humano. Después, completa la
conceptualización con la arquitectura, pero sin
alejarse del pueblo que la habita: “Los centros
históricos son mucho más que arquitectura de
singular renombre, proyecto y piedra labrada. La
vivienda popular, sin arquitecto, de alarife-propie-
tario anónimo, insignificante en sí misma, ejemplo
de lógica y racionalismo, geográfica y funcional
por su integración al medio y a la economía,
supone la plasmación de tipologías autóctonas
bastante más culturales que los diseños arquitec-
tónicos repetitivos de cada escuela. Las edifica-
ciones no son objetos únicos y singulares, es la
agrupación la que constituye el tejido urbano, la
ciudad”. De ese modo, para Antonio José Campe-
sino Fernández, “el conjunto de viviendas popula-
res codo a codo, apoyándose en la identificación
con el paisaje, organiza espacios medioambien-
tales reflejo de un modo de vida colectivo,
compartido y vivido”.
Si nos situamos en el escenario conceptual que
dibuja Campesino, lo que nos queda hoy de los
centros históricos españoles es bastante menos
de lo que el más pesimista pudiera pensar.
* http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=109700
Personas junto aldesaparecido arcodel vizconde.Murcia, c. 1950
Fuente: AHMM
Personas en lacalle traperíade Murcia,c. 1950.
Fuente: AHMM
¿Qué es un ‘centro histórico’?
sawar8
Personas junto aldesaparecido arcodel vizconde.Murcia, c. 1950
Fuente: AHMM
Personas en lacalle traperíade Murcia,c. 1950.
Fuente: AHMM
Para que definiciones como la de Campesino
Fernández fueran finalmente enunciadas, el
concepto de centro histórico hubo de nacer y
transitar a lo largo del siglo XX, al mismo tiempo
que las ciudades europeas se veían asaltadas
por grandes cantidades de nuevos habitantes, y
bombardeadas en guerras, y abandonadas por el
poder público, y replanteadas con salvajes inter-
venciones urbanísticas, y parcialmente destrui-
das y luego reconstruidas y ensanchadas. Desde
el último cuarto del siglo pasado, poco a poco se
ha ido poniendo el acento en los aspectos socia-
les y económicos de los centros históricos, es
decir, en los ciudadanos, en su forma de vida y
en sus actividades, como soporte y como parte
indisoluble de un entorno en el que no sólo se
levantan los monumentos más apreciados por un
pueblo, sino en el que también se desarrolla la
vida colectiva, las relaciones sociales y económi-
cas, bajo un equilibrio muy frágil que los gober-
nantes no siempre han sabido identificar y
proteger debidamente del ataque de otros intere-
ses.
Sin embargo, antes de estas consideraciones fue
la arquitectura monumental, la salvaguarda de los
monumentos de manera aislada y descontextua-
lizada, lo que focalizó la voluntad de los expertos
integrados en los primeros organismos interna-
cionales, que se crearon para tal fin. La Confe-
rencia de Atenas de 1931, convocada por la Ofi-
cina Internacional de Museos, quiso sentar las
bases de una legislación sobre la conservación
del patrimonio y dio como resultado la famosa
Carta de Atenas. En ella, tal y como nos cuenta
Alfredo J. Morales en su libro “Patrimonio Histó-
rico-Artístico”* (Historia 16. Madrid, 1996. Pág.
22), hay una primera y leve aproximación a lo que
entendemos por centro histórico, al establecer “la
necesidad de respetar el carácter y la fisonomía
de las ciudades, cuidando de las plantaciones y
las ornamentaciones vegetales y procurando la
eliminación de anuncios, conducciones telegráfi-
cas y eléctricas, etc”. Como vemos, no se trata
aún del centro o conjunto histórico, pero sí que
hay una primera preocupación por el entorno más
inmediato del monumento a preservar.
En 1945, los efectos devastadores de la Segunda
Guerra Mundial movilizaron a los organismos
internacionales, que en la Convención de la Haya
trataron de alcanzar un acuerdo internacional
para la protección del patrimonio cultural en caso
de conflicto armado. Sin embargo, todavía no se
puso la mirada en el centro histórico ni en las
personas que le dan vida. En 1968, en París y ya
bajo el auspicio de la UNESCO –Organización de
Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y
* https://www.libreriadelauned.es/doc/catalogo/ficha.aspx?ID=2320 9
la Cultura- se redactó la “Recomendación sobre
la conservación de los bienes culturales que
pueden poner en peligro la ejecución de obras
públicas o privadas”, en un momento en el que
según nos cuenta Alfredo J. Morales (Ibídem.
Pág. 25), “se asiste a la renovación de las
grandes ciudades y al desarrollismo europeo”. En
Murcia, sin ir más lejos, se pueden observar a la
perfección las consecuencias de dicha época.
De nuevo en París, en 1972, la UNESCO creó
una nueva figura de protección con las declara-
ciones de “Patrimonio Mundial Cultural y Natural”,
y entre ellas se reconoció a los “conjuntos”, defi-
nidos como “grupos de construcciones, aisladas
o reunidas, cuya arquitectura, unidad e integra-
ción en el paisaje les dé un valor universal excep-
cional desde el punto de vista de la historia, del
arte o de la ciencia”. A partir de las primeras
declaraciones de la UNESCO, según señala
Alfredo J. Morales (Ibídem. Pág 19) comenzó a
apreciarse “un paulatino interés por los conjuntos
más que por las piezas o elementos aislados”.
Morales prosigue: “En ese sentido han alcanzado
singular relevancia las declaraciones de ‘Ciudad
Patrimonio de la Humanidad’, por más que los
criterios de valoración adoptados no siempre han
sido los mismos”. Y aquí el autor expresa una
crítica que, a la vista de los precedentes,
se entiende más que justificada: “Con relativa
frecuencia tal designación ha sido contemplada
sólo como un prestigio, sin considerar las obliga-
ciones que lleva implícita y los problemas adicio-
nales que reporta para cualquier ciudad, pudiendo
citarse al respecto los derivados de la presión
turística y la especulación inmobiliaria”.
En 1977 la UNESCO organizó en Quito (Ecuador)
el “Coloquio sobre la Preservación de los Centros
Históricos ante el crecimiento de las ciudades
contemporáneas”, y allí se definió, por primera
vez como tal, el concepto de ‘centro histórico’,
además de exponer la situación en la que se
encontraban los mismos y plantear propuestas de
ejecución de una política integral. La UNESCO
define los ‘centros históricos’ como “todos aque-
llos asentamientos humanos vivos, fuertemente
condicionados por una estructura física prove-
niente del pasado, reconocibles como represen-
tativos de la evolución de un pueblo”.
Al fin vemos plasmado el componente humano
del centro histórico, y un adjetivo a resaltar:
“condicionado”. La estructura física del centro
histórico, heredada de generaciones precedentes,
pone condiciones a la vida actual de sus habitan-
tes. La UNESCO añade que “los centros históri-
cos no sólo son patrimonio cultural de la
humanidad, sino que pertenecen en forma parti-
cular a todos aquellos sectores sociales que los
habitan”. Un año después del Coloquio de Quito,
el centro histórico de la capital de Ecuador fue el
primero que recibió la Declaración de ‘Patrimonio
Cultural de la Humanidad’.
Ya en 1985, la Ley del Patrimonio Histórico Espa-
ñol* definió en su artículo 15.3 el ‘conjunto histó-
rico’ como la “agrupación de bienes inmuebles
que forman una unidad de asentamiento (...)
condicionada por una estructura física represen-
tativa de la evolución de una comunidad humana,
por ser testimonio de su cultura o constituir un
valor de uso y disfrute para la colectividad”, y en
el artículo 20 instó a los municipios a redactar
planes especiales de protección de sus centros
históricos. El Plan Especial del Conjunto Histórico
Artístico de Murcia**, conocido como ‘PECHAM’,
se aprobó en 1996 y define unas normas elemen-
tales de actuación urbanística para las diferentes
áreas de protección de la ciudad.
en la primera mitad del siglo XX, el interés por la conservación del patrimonio arquitectó-nico se centró en la salvaguarda de los monumentos aislados de su entorno. Poco a pococomenzó a prestarse atención a los conjuntos históricos, primero debido a los efectosdevastadores de la segunda guerra Mundial, y más tarde a los de su abandono y degra-dación, agudizados por las nuevas políticas urbanas desarrollistas. Ya en el último terciodel siglo XX, a la definición del centro histórico se le unió al fin el componente social delmismo: los ciudadanos que lo habitan, su calidad de vida y las relaciones sociales yeconómicas que tienen lugar en sus calles y plazas, a la sombra de sus palacios ycatedrales. sin esa vida, los centros históricos no serían más que un decorado.
* http://www.mcu.es/patrimonio/docs/ley16-1985.pdf** http://urbanismo.murcia.es/upload/documento/texto_refundio_ordenanzas_pechas.pdf
sawar10
corazón degradadoEl abandono de los centros urbanos
“Este espacio urbano privilegiado ha sido reflejo del
equilibrio congruente, cargado de sentido común,
entre continente edificatorio y contenido social”,
decía el profesor Antonio José Campesino en el
artículo citado al inicio de este reportaje. Pero llega
el momento en el que el equilibrio se rompe.
¿Cuándo? ¿Por qué? En su opinión, “la estructura
urbana de los centros históricos vivos se apoya en
la estabilidad de este ecosistema forma-función,
porque el sentido de la economía tradicional se
traducía en soluciones racionales ajustadas sin
despilfarro”. Y al final, “estos centros históricos,
totalmente identificados con la ciudad tradicional,
entran en crisis a partir de la segunda mitad del
siglo XIX”.
En su artículo para la revista de geografía Norba,
Antonio José Campesino traza la progresiva degra-
dación de los centros históricos europeos con una
amplia perspectiva: en primer lugar, desde 1850 y
hasta 1950 se produjo la llegada a las ciudades de
una gran cantidad de población venida del campo
por la demanda de mano de obra industrial, lo que
inicialmente se pudo absorber con la elevación de
construcciones más altas y con el aprovechamiento
de los solares que quedaron liberados por las
desamortizaciones eclesiásticas; más tarde, entre
1950 y 1970, se produjo la anunciada “ruptura del
equilibrio forma-función”: las ciudades comenzaron
su expansión y una parte de la población se marchó
a los nuevos polígonos del extrarradio, especial-
mente los jóvenes. Por ese motivo, según Campe-
sino Fernández, “el envejecimiento poblacional de
los centros históricos, compuestos de jubilados y
perceptores de rentas pasivas, conlleva el aban-
dono y cierre de viviendas, y la acelerada degrada-
ción tecnológica de los edificios hacia la ruina con
el consiguiente deterioro ambiental”. En opinión del
catedrático de Geografía Urbana de la Universidad
de Extremadura, “este fenómeno de despoblación
se compensa en parte con la llegada de población
marginal con muy poca capacidad de renta que, al
amparo de los bajos alquileres, se cobijará en los
inmuebles hasta su ruina y expulsión definitiva”.
Con esos ingredientes llegamos a una de las
claves: “La baja capacidad adquisitiva de los resi-
dentes, el empobrecimiento de las relaciones
económicas con el abandono de actividades tradi-
cionales, y con la pérdida de una clientela de años
en la primera mitad del siglo XX, el interés por la conservación del patrimonio arquitectó-nico se centró en la salvaguarda de los monumentos aislados de su entorno. Poco a pococomenzó a prestarse atención a los conjuntos históricos, primero debido a los efectosdevastadores de la segunda guerra Mundial, y más tarde a los de su abandono y degra-dación, agudizados por las nuevas políticas urbanas desarrollistas. Ya en el último terciodel siglo XX, a la definición del centro histórico se le unió al fin el componente social delmismo: los ciudadanos que lo habitan, su calidad de vida y las relaciones sociales yeconómicas que tienen lugar en sus calles y plazas, a la sombra de sus palacios ycatedrales. sin esa vida, los centros históricos no serían más que un decorado.
sawar 11
para el minúsculo y polifacético comercio de barrio,
marca un nuevo y definitivo impacto en las relacio-
nes de equilibrio entre continente y contenido, entre
forma y función. En el instante de disolución de la
simbiosis (...), quedan establecidas las condiciones
físicas, sociales y económicas para la ruina del
centro y la vía franca a los especuladores”.
Y encima, según interpreta Campesino Fernández,
“los ayuntamientos abandonan el centro argumen-
tando el desajuste entre la escasa capacidad
contributiva y el mantenimiento municipal, acele-
rando la degradación de infraestructuras y equipa-
mientos”. En su opinión, “estos comportamientos
precipitan el desalojo y se autoalimenta la justifica-
ción de una intervención neohigienista para erradi-
car la pobreza y la miseria de tal cochambre”.
La degradación de los centros históricos durante el
siglo XX no sólo se produjo en España y en Europa;
también tuvo lugar en América Latina, y las causas
y efectos del deterioro son muchas veces extrapo-
lables a uno y otro lado del océano. En un artículo
titulado “El centro histórico: del concepto a la acción
integral”* (“Centro h”, Revista de la Organización
Latinoamericana y del Caribe de Centros Históri-
cos. Nº 1, agosto de 2008), la arquitecta cubana
Patricia Rodríguez Alomá ofrece algunas claves de
la degradación: “Por una parte, esquemas desarro-
llistas suplantaron construcciones antiguas por edi-
ficios altos debido al acelerado incremento del valor
del suelo y la especulación inmobiliaria, borrándose
la imagen urbana tradicional e imponiéndose una
imagen anónima de estilo internacional; en los
casos más brutales, la propia trama urbana es
alterada con ensanches de calles y autopistas para
facilitar el desmedido incremento del tráfico vehicu-
lar”. En este párrafo, Rodríguez Alomá parece estar
describiendo los avatares sufridos por Murcia a
mediados del siglo XX. Y prosigue: “Por otra parte
se acelera el proceso de marginalización, comen-
zado hacía más de un siglo con el desplazamiento
de las clases adineradas hacia los ensanches,
provocado por las masivas olas migratorias del
campo a la ciudad, apareciendo grandes bolsones
de pobreza en la periferia o en los centros históri-
cos previamente abandonados”.
Para Patricia Rodríguez Alomá, “con el crecimiento
de las ciudades primero, y con la emigración del
campo a las urbes después, se va produciendo una
paulatina marginalización de los centros históricos
que sobrevivieron al auge desarrollista”. De ese
modo, los cascos antiguos de las ciudades “van
transformándose como asentamiento del hábitat de
las clases más desfavorecidas, e inclusive
perdiendo en muchas ocasiones la propia vivienda
para convertirse en grandes centros comerciales
populares”. Para Rodríguez Alomá, las consecuen-
cias son el hacinamiento y sobreuso, o bien el
“vaciamiento y sustitución de la vivienda por comer-
* http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=115112534005
cio y almacenes, aunque paradójicamente conti-
núan conservando los principales símbolos del
poder”, tanto político como religioso.
En 1998, el Concurso de Buenas Prácticas para
un futuro más sostenible patrocinado por Dubai
seleccionó el proyecto “Programas para la mejora
del medio ambiente urbano en Málaga”, en cuyo
texto se podía leer lo siguiente sobre la capital de
la Costa del Sol: “La escasa inversión pública y
privada en el centro histórico produjo un estado de
degradación física, ambiental y social claramente
negativo respecto al resto de la ciudad. Al mismo
tiempo, el proceso de marginación y aislamiento
del centro como pieza urbana de la ciudad ha
provocado no sólo la perdida de población y el
de terioro físico de sus calles y plazas, sino el
abandono de sus capacidades funcionales y
simbólicas como área central de la ciudad”. Este
texto aparece destacado en el artículo* de
Francisco Puche Vergara, que junto a los de otros
investigadores, funcionarios del ayuntamiento
malacitano y expertos en patrimonio, se llevó al
papel en el libro “Viva la Calle”** (Ayuntamiento de
Málaga, 2010. Págs. 335-347) para celebrar los
quince años de intervenciones en la recuperación
del centro histórico de aquella ciudad. En su artí-
culo, Puche Vergara explica que el “intenso y
multifacético deterioro del centro histórico se hacía
ver en cuanto a pérdida de población, más de la
mitad si contamos des de 1975 a 1995; en cuanto
al deterioro físico de los edificios; y en cuanto a la
desaparición o deterioro inexorable y llorado de
referentes ciudadanos, como cines, librerías,
pastelerías, restaurantes, árboles, museos, tien -
das tradicionales, edificios protegidos, restos
arqueológicos...”. Puche Vergara continúa: “Y todo
esto era sustituido por Bancos y Cajas de Ahorros
en los lugares me nos deteriorados, terciarizando
el centro y privándolo de vida vespertina; por
plazas duras, sin bancos para sentarse y árboles
mutilados; por franquicias homogeneizantes,
implantando en una ciudad mediterránea y viva los
‘no lugares’; por una proliferación de aparcamien-
tos a instancias de los comercian tes y residentes,
que nunca eran suficientes, con lo que se inducía
más tráfico de coches; por unos privilegios otorga-
dos a las grandes superficies instaladas fuera del
casco histórico, contribuyendo con ello a ahondar
el declive comer cial y convivencial del centro...”.
Se dibuja así un panorama que aunque describe
al centro histórico de Málaga, es perfectamente
aplicable al de Murcia y otras ciudades españolas.
Todos estos hechos nos resultan familiares.
En este breve y general relato de la crisis de los
centros históricos, comenzamos a ver una serie
de consecuencias que, según el caso, podrían ser
interpretadas también como causas, como una
primera y deliberada intervención en los centros
históricos buscando un escenario que facilite
acciones posteriores, de manera planificada, y no
* http://www.programaseuropeos-malaga.com/subidas/archivos/arc_2099.pdf** http://www.programaseuropeos-malaga.com/subidas/archivos/arc_2185.pdf
sawar 13
precisamente con el ánimo puesto en el bien común,
ni en la recuperación efectiva del patrimonio histórico
artístico ni del tejido social que habita en esos espa-
cios. En el artículo de Campesino Fernández, el
profesor describe la forma en la que evolucionó la
situación de los centros históricos desde 1970 hasta
1984: “El nuevo centro de los ochenta se define por
una estructura poblacional dominada por la imperso-
nalidad: en los grandes núcleos urbanos, el centro es
de todos menos de los residentes, congestionado por
el automóvil hasta el colapso, lo que exige la rotura
de la trama para hacer viales más capaces y parkings
para almacenar vehículos”. En su opinión, en esos
años se produce “el desempolvamiento de los
centros históricos como áreas de valor, y se inicia el
asalto y la reconquista de estas zonas edificadas,
reservorios de suelo”. Según Campesino Fernández,
“se consuma de esta forma la transformación total de
la estructura económica de los centros históricos por
la apropiación elitista del espacio de mayor valor”.
Barrio de chueca, Madrid
Fuente: Google Earth
el hacinamiento primero, yel abandono y marginalización
después, provocaron laruptura del equilibrio entre
forma y función en los centroshistóricos e iniciaron el
círculo vicioso dedegradación-abandono
la degradación y laintervención en los centroshistóricos van en ocasiones
ligadas al concepto de‘gentrificación’ o elitización
sawar14
La apropiación elitista del suelo a la que alude
Antonio José Campesino Fernández, como
fenómeno urbanístico y social, fue identificada y
definida por primera vez en Londres en los años
60. Por eso se le aplicó una palabra que en
tiempos recientes se ha venido traduciendo de
manera literal: del ‘gentrification’ inglés al ‘gentri-
ficación’ español. Tal y como nos cuenta Luz
Marina García Herrera, profesora de Geografía
de la Universidad de La Laguna, en su artículo
“Elitización: propuesta en español para el término
‘gentrificación’”*, fue la socióloga británica Ruth
Grass la que creó el término a partir de la palabra
‘gentry’, que significa ‘aristocracia’ o ‘alta burgue-
sía’. Con ello explicó estos hechos:
“Uno a uno, muchos de los barrios obreros de
Londres han sido invadidos por las clases medias.
Míseros, modestos pasajes y cottages –dos habi-
taciones en la planta alta y dos en la baja- han
sido adquiridos, una vez que sus contratos de
arrendamiento han expirado, y se han convertido
en residencias elegantes y caras. Las casas
victorianas más amplias, degradadas en un
período anterior o reciente –que fueron usadas
como casas de huéspedes o bien en régimen de
ocupación múltiple- han sido mejoradas de nuevo.
Una vez que este proceso de gentrification
comienza en un distrito, continúa rápidamente
hasta que todos o la mayoría de los originales
inquilinos obreros son desalojados y el carácter
social del distrito se transforma totalmente”.
Aunque el término no aparece en el diccionario de
la Real Academia Española de la Lengua, la
Fundación del Español Urgente** lo reconoce
como válido y lo define de este modo: “Proceso
mediante el cual la población original de un sector
o barrio, generalmente céntrico y popular, es
progresivamente desplazada por otra de un nivel
adquisitivo mayor”.
Barrio de chueca, Madrid
Fuente: Google Earth
en el quirófanoFondo y forma de las intervenciones en los cascos antiguos
*http://www.ub.edu/geocrit/b3w-332.htm**http://www.fundeu.es/recomendacion/gentrificacion/
sawar 15
Tanto la degradación como la intervención en los
centros históricos van en ocasiones unidos al
concepto de gentrificación o elitización, es decir, a
este proceso en el que la población autóctona de
un barrio popular o histórico se ve forzada a aban-
donarlo, y es sustituida por personas de una mayor
capacidad económica. El barrio se elitiza, pero,
¿qué fue antes, la gallina o el huevo? La definición
del proceso es fácil de enunciar y de entender, pero
en la práctica se ve influida por múltiples factores y
matices.
En el peor de los casos, puede suceder que la
degradación sea planificada con vistas a la futura
elitización del lugar, y que el abandono de los
espacios públicos, el colapso del comercio tradicio-
nal y el aumento de la mendicidad y la delicuencia
escondan el deseo de crear un escenario que
fuerce a los habitantes ‘de siempre’ a dejar su
barrio. De ese modo, el contexto justificaría la
intervención ‘neohigienista’, tal y como la definía
Campesino Fernández en los años 80, y con ella
vendrían aparejadas la especulación del suelo, la
renovación y modernización de las viviendas y,
finalmente, la entrada de segmentos sociales con
mayor poder adquisitivo.
En otros casos el proceso se iniciaría al contrario,
aunque con el mismo fin; es decir, primero se inter-
viene para llevar a cabo la mejora en el centro
histórico, y con la intervención se elevan los precios
de la vivienda y de los locales comerciales en venta
o en alquiler, obligando también a la población
autóctona a abandonar su barrio por la imposibili-
dad de hacer frente al nivel de vida. En esos casos
existe una degradación previa de mayor o menor
gravedad, provocada más por la omisión que por
la acción municipal. Y aún hay otras opciones, por
ejemplo que la elitización o gentrificación surja de
manera espontánea, por el turismo o por la llegada
de personas ajenas al barrio o centro histórico que,
atraidas por el ambiente ‘auténtico’ y multicultural
de dichos espacios urbanos, terminen provocando,
sin pretenderlo, el mismo efecto ya descrito: la ele-
vación de los precios y la expulsión de las personas
con menos recursos, compensada con nueva
población adinerada. Se pueden encontrar ejem-
plos para todos los gustos y para cada una de las
casuísticas descritas.
La muestra paradigmática de este último caso, el
de la elitización espontánea, sería el barrio madri-
leño de Chueca: el espacio, fuertemente deterio-
rado por la prostitución, la delincuencia y el tráfico
de drogas entre los años 70 y 80, fue víctima de la
marginación y el abandono hasta que, poco a poco,
los locales de ambiente homosexual fueron
poblando sus calles y transformando el barrio. Las
personas con esta orientación sexual comenzaron
a alquilar, comprar y rehabilitar, hasta convertirse
en el barrio homosexual por excelencia. Se revita-
lizó el latir cotidiano y el comercio, pero también se
elevó el coste de la vida. En sus calles hoy existen
restaurantes ‘de diseño’ con precios que dificil-
mente podrían haber existido hace treinta años.
En un artículo sobre la elitización titulado “Espacios
para la miseria”*, escrito por Alba Méndez, joven
madrileña estudiante de arquitectura, su autora
afirma: “En parte, este proceso lo hemos iniciado
‘gentrificación’ es unconcepto acuñado en los 60
por la socióloga británica ruthgrass para explicar los
cambios sociales producidosen los barrios obreros de
londres durante esos años
*http://www.poppol.es/2012/04/espacios-para-la-miseria-gentrificacion.html
nosotros, los jóvenes de la izquierda política y la
cultura alternativa, pero hijos de familias acomoda-
das y, por tanto, con un poder adquisitivo mayor
que la población media de la zona. Atraídos por el
exotismo del cruce de culturas, el encanto de un
barrio obrero y migrante en el centro de la ciudad,
hemos contribuido a iniciar un proceso de subida
de los precios, lo que lo hará un lugar cada vez
menos habitable para su población original. Lo que
está ocurriendo en Lavapiés no es nuevo, es lo que
ha pasado con los barrios de Chueca y Malasaña
en Madrid, o el Soho en Londres”. Sin embargo,
luego matiza que “pensar que estos procesos de
gentrificación son casuales y están causados por
la acción inocente sería negar lo evidente. Y es que
los planes urbanísticos desde finales de los años
ochenta del siglo XX, dejaron de intentar diseñar
ciudades utópicas para empezar a responder a una
estrategia del neoliberalismo salvaje, para restable-
cer el poder de las clases dominantes”.
Aunque este fenómeno ha dado mucho de sí en los
últimos decenios, el debate sobre sus implicacio-
nes políticas sigue abierto, especialmente ahora
que la deriva económica lleva a reflexionar y
replantear muchas acciones presentes y pasadas,
públicas y privadas. Las intervenciones en los
centros históricos de muchas ciudades y la acumu-
lación del capital en su suelo, tanto en España
como en otros países, son objeto de estudio y a
veces también de juicio severo, como el del esco-
cés Neil Smith, profesor de la Universidad de
Nueva York fallecido el año pasado. Smith dedicó
buena parte de sus investigaciones a la transfor-
mación social y económica de las ciudades, y las
llevó al papel bajo títulos como “La nueva frontera
urbana: ciudad revanchista y gentrificación”*.
Ante este panorama, se puede caer en la visión
fatalista de que cualquier intervención para mejorar
la calidad de vida de los barrios céntricos y popula-
res, sea planificada o espontánea, llevará apare-
jada la elitización de manera irremediable; que los
precios subirán, y que el comercio tradicional y la
hostelería típica perecerán, como hasta ahora, en
favor de las grandes superficies, de los centros
comerciales del extrarradio y de las franquicias de
moda, complementos y comida rápida prefabri-
cada. Y cuando eso suceda, ¿qué diferenciará
unas ciudades de otras, salvo un par de monumen-
tos aislados y algún museo? Entonces, ¿es así?
¿Es inevitable?
Para evitarlo, de entrada, y aunque el estado de
muchos centros históricos de nuestro país es simi-
lar, hay que considerar que cada actuación debe
adecuarse al grado de deterioro físico, ambiental y
social de los barrios. Tampoco se trata de encap-
sular los centros históricos para que parezcan un
decorado sin vida y sin actividad real, de detener el
tiempo y sumergirlos en formol. Ya en 1984, Anto-
nio José Campesino Fernández ofrecía algunas
ideas para intervenir con tiento y tino en los centros
históricos: “La rehabilitación aparece como el
mecanismo de actuación más coherente frente a la
ruptura. El objetivo debe encaminarse a la recupe-
ración integral ‘sub conditione’ de usos, ambientes
y grupos sociales, para devolver a los centros
históricos su valor de utilidad pública y no de
consumo privado”. Sin embargo, después matizaba
que la tarea no es sencilla “porque faltan estímulos
a los propietarios con bajos niveles de renta para
revitalizar el parque residencial”. En su opinión,
“cualquier intento de mejora que afecte a la estruc-
tura o simplemente a la fachada, requiere de un
* http://www.traficantes.net/index.php/editorial/catalogo/coleccion_mapas/La-nueva-frontera-urbana.-Ciudad-revanchista-y-gentrificacion/
la ‘gentrificación’ oelitización se define como
el proceso mediante en cualla población original de unbarrio es progresivamentedesplazada por otra de un
nivel adquisitivo mayor
17
penoso procedimiento burocrático para la consecución
de la oportuna licencia, y estas limitaciones acentúan
el deterioro e inhiben la actuación”. Y a renglón
seguido, Campesino Fernández explicaba que el
futuro de los centros históricos debería estar sometido
“al criterio de áreas de utilización por toda la ciudad y,
por tanto, costeados por toda la comunidad para su
recuperación como espacios vivos y vividos”, y que
dicha declaración de intenciones debería apoyarse en
una serie de medidas concretas, algunas de las
cuales, desde nuestra perspectiva actual casi treinta
años después, nos llaman la atención. Por ejemplo,
Campesino hablaba de actuaciones directas del sector
público, como “la adquisición por parte del ayunta-
miento de solares y edificaciones para la constitución
de un parque residencial o patrimonial de reserva,
destinado a futuras implantaciones de nuevas vivien-
das sociales, más baratas que las construidas de
nuevo cuño en la periferia”, y añadía que no es posible
aceptar “el despilfarro de mantener casas cerradas
frente a la demanda insatisfecha de miles de ciudada-
nos para el acceso a su primera vivienda estable”.
Otras propuestas de Campesino Fernández para los
centros históricos en el lejano 1984, y que desprenden
un aire de total vigencia en la actualidad, eran las del
“control democrático de la gestión, a partir de una
información municipal exhaustiva tendente a despertar
la conciencia ciudadana y la participación”, y la “revi-
sión de las funciones actuales a la búsqueda del equi-
librio entre forma y función”. Añadía: “Es preciso
rejuvenecer el centro con actividades que mantengan
el dinamismo más allá del cierre de comercios y ofici-
nas; funciones de reposo, de encuentro, de relación a
pie, lúdicas, controladas sin impactos externos. En
suma, un espacio vivido y compartido que pueda
compatibilizar usos económicos, culturales y residen-
ciales”. Para acabar, Antonio José Campesino apun-
taba a otra acción esencial: “La peatonalización puede
contribuir al sosiego necesario, siempre que sea resul-
tado de estudios reflexivos sobre los efectos posterio-
res y consecuencia de la voluntad ciudadana”.
Portada del libro “viva la calle”. ayuntamiento de Málaga.arriba: lavapiés, Madrid. abajo: cabanyal, valencia.Fuente: portales oficiales de sus planes de intervención.
sawar18
En el texto mucho más reciente de Francisco Puche
Vergara sobre el centro histórico de Málaga, al que ya
se ha aludido en este reportaje, su autor apunta que
“para dar vida a la ciudad, no en la ciudad, se necesita
recuperar población, tejido social, sentimiento de
pertenencia, cuidado de lo propio, estabilidad residen-
cial, pequeños comercios, seguridad ciudadana,
participación pública, tomar la calle, desterrar el coche
privado y sustituirlo por transporte público, dar priori-
dad al peatón y a la bici, eliminar los ruidos, negociar
la ‘movida’, no permitir más grandes superficies en
toda la ciudad, evitar la zonificación y por tanto llenar
el centro de actividades artesanales, educativas y
comerciales, evitar la terciarización y la franquiciación
multinacional, dar buena acogida a los inmigrantes,
llenarlo de árboles autóctonos que se vean crecer, dar
cabida a los presupuestos participativos y ocuparse en
serio de la sostenibilidad”.
Veinte años separan a las propuestas de Antonio José
Campesino de las de Francisco Puche, y resulta
evidente que antes existían, y ahora también, vías
alternativas para intervenir en los centros históricos y
corregir sus problemas sin perjudicar al tejido econó-
mico, social y patrimonial. Y no sólo en Europa. Si
retomamos el texto de la arquitecta cubana Patricia
Rodríguez Alomá, firmado aún más recientemente,
podemos leer lo siguiente: “Para actuar responsable-
mente en la recuperación de los centros históricos se
hace necesario el abordaje a partir de los conceptos
del pensamiento complejo, es decir, que ha de esta-
blecerse un salto cualitativo y cuantitativo que redunde
en la aceleración de la recuperación integral. Ello
implica el desarrollo de mecanismos que faciliten de
manera integrada la presencia de diferentes dimensio-
nes, destacando la cultural, la económica y la social;
la participación de múltiples actores representantes de
los diversos intereses presentes en tan multifacético
territorio, técnicos, políticos, inversionistas, residentes
y usuarios, en los procesos de toma de decisión y por
último, un enfoque que contemple todas las escalas
implicadas en la planificación del desarrollo”.
Portada del libro “viva la calle”. ayuntamiento de Málaga.arriba: lavapiés, Madrid. abajo: cabanyal, valencia.Fuente: portales oficiales de sus planes de intervención.
sawar 19
En ese mismo artículo, Rodríguez Alomá retro-
cede hasta finales de los 60 para hablar de los
primeros países que tomaron conciencia de la
riqueza patrimonial de sus centros históricos sin
olvidar su componente social, y entre ellos, como
no podía ser de otro modo, destaca a Italia: “Las
ciudades italianas constituyeron un ejemplo
pionero de esta nueva forma de enfrentar las
problemáticas de los centros históricos, encabe-
zadas por el Centro Histórico de Bolonia”. En
dicha ciudad, Benévolo y Cervellati llevaron a cabo
entre 1969 y 1972 un trabajo de catalogación y de
radiografía del centro histórico, “e introdujeron los
conceptos de restauración urbana y conservación
integrada, incorporando criterios no sólo de recu-
peración física sino también la incidencia en
aspectos sociales”.
En España en los últimos 20 años se ha interve-
nido en algunos centros históricos y barrios popu-
lares, con intenciones, planteamientos de partida
y resultados desiguales. Por citar sólo algunos de
ellos, podemos hablar de El Cabanyal* en Valen-
cia, Lavapiés** en Madrid o Ciutat Vella*** en
Barcelona, lugares que han sido sometidos a
planes de intervención más o menos profundos y
ambiciosos que todavía siguen en proceso en
nuestros días, y en los que se ha de abordar cada
caso con atención a muy diversos ámbitos: patri-
monio histórico-artístico, comercio y economía,
tejido social, vivienda, equipamientos, sostenibili-
dad, movilidad...
En su libro “Patrimonio Histórico-Artístico” (Pág.
26), Alfredo J. Morales nos cuenta que en el
“Coloquio sobre la preservación de los centros
históricos” organizado por la UNESCO en Quito
en 1977, ya citado en este reportaje, se propuso
“la conservación integral de los centros históricos”
y se estableció que ésta “no sólo debe destinarse
a la revitalización de los inmuebles, sino que
primordialmente tiene que buscar la calidad de
* http://www.plancabanyal.es/objetivos.php** http://www.madrid.org/cs/Satellite?c=PVIV_Generico_FA&cid=1142499776415&language=es&pageid=1207574902578&pagename=PortalVivienda%2FPVIV_Generico_FA%2FPVIV_pintarGenerico *** http://www.fomentciutatvella.net/c_v_tranformacio_revitalitzacio.php?idioma=1
el centro histórico de Barcelona en una imagen desatélite. en esas calles hay monumentos históricosy viven y conviven personas. Fuente: google earth.
sawar20
vida de la sociedad que los habita”. Entre las
medidas que se propusieron como conclusión del
documento, las hubo de carácter legislativo,
económico y formativo, “finalizando con la nece-
sidad llevar a cabo una amplia campaña de
concienciación acerca no sólo del valor cultural,
sino del carácter social y viviente de los centros
históricos”.
Desde 2009, la UNESCO viene trabajando con
un nuevo concepto, el de “Paisaje Urbano Histó-
rico”. En el 12º Seminario del Forum UNESCO
Universidad y Patrimonio*, celebrado en Hanoi,
lo definió así: “El concepto de Paisaje Urbano
Histórico (PUH) aborda el contexto paisajístico y
territorial más amplio y, por tanto, va más allá de
los centros o conjuntos históricos. Esto refleja y
ha propiciado la configuración de una sociedad
moderna y consecuentemente resulta ser de gran
valor para la comprensión de nuestra actual
forma de vida, integrado por elementos definito-
rios incluidos los usos del suelo y patrones, orga-
nización espacial, relaciones visuales, topografía
y tierras, vegetación, y todos los elementos de la
infraestructura técnica, e incluyendo objetos a
pequeña escala y detalles de construcción como
bordillos, pavimento, canales de desagüe, luces,
etc.”. La UNESCO añade que “es crucial enten-
der el paisaje urbano histórico antes de llevar a
cabo cualquier proyecto arquitectónico contem-
poráneo”, y matiza que “el impulso de la moder-
nización es legítimo, pero es crucial reflejar
primero su impacto en la identidad de la ciudad y
en los estilos de vida de las comunidades”.
En este breve repaso a la historia del concepto
‘centro histórico’ y a los avatares sufridos por
nuestras ciudades, se puede apreciar la evolu-
ción en el sentido de protección, que ya no sólo
se ciñe al patrimonio sino que también abarca a
la sociedad, a los ciudadanos y a su espacio de
vida y convivencia. Y al mismo tiempo, podemos
reflexionar sobre lo mucho que hemos perdido a
lo largo del siglo XX. Hoy ya entendemos que el
centro histórico no es un decorado de cartón-
piedra como aquellos que flanquean las calles
ficticias de los parques temáticos. Los que viven
y trabajan en los centros históricos no son actores
que al caer la noche, bajan la persiana de sus
franquicias de comida rápida o de sus tiendas de
souvenirs y se marchan a casa, mientras los
turístas se dirigen al aparcamiento y montan en
los autocares. Los centros históricos no son
escenarios con horario de apertura, son espacios
de vida real habitados por ciudadanos reales que
mantienen una actividad laboral y de ocio. Los
ciudadanos deben ocupar sus calles y plazas y
disfrutar de una adecuada calidad de vida en un
contexto de integración social. Se trata de un
equilibrio que no es tan difícil como puede pare-
cer, siempre que la ciudad cuente con gobernan-
tes decididos y con ciudadanos implicados, para
identificar los problemas y trazar planes de actua-
ción que aborden todos los aspectos, como
medioambiente y movilidad, sociedad, economía,
patrimonio, equipamientos y servicios.
* http://universityandheritage.net/SIFU/XII_Hanoi_2009/es/presentation.html
sawar 21
Murcia
se recupera a sí mismala degradación de los centros históricos obliga a plantear soluciones en las que se conjugue la
mejora de la calidad de vida con el respeto y la puesta en valor del patrimonio histórico, pero sin
perder el carácter peculiar de los barrios antiguos ni desplazar a sus vecinos tradicionales.
¿es posible? veremos qué se ha hecho en Murcia y qué se puede hacer, y analizaremos un ejemplo:
el plan de los arquitectos guerao y lópez para revitalizar el barrio de santa eulalia
a gran carga histórica de la ciudad no ha sido siempre reconocida en el cuerpo urbano de Murcia”,
nos dice Roselló en su libro “Evolución urbana de Murcia” (Roselló y Cano. Ayuntamiento de Murcia,
1975. Pág. 44). Y añade que “la traza islámica y medieval persiste con extraordinaria vigencia hasta
nuestros días: dos siglos de reformas, modestas pero insistentes, no han podido acabar todavía con
una ciudad nacida musulmana”. Es decir, que según afirmó el profesor Vicens Roselló a mediados
de los 70, aún nos queda Murcia a pesar de las traumáticas intervenciones en el centro histórico
unos años antes: nos queda parte de su esencia como una fortaleza, como un activo todavía por
aprovechar o por poner en valor, como se dice desde tiempos recientes. Los ingredientes están ahí,
y en su libro, Roselló enumera algunos de ellos: “Las calles rectas o más próximas a la regularidad
en su traza eran, o son, pocas en Murcia; unían las puertas del recinto murado heredando el caña-
mazo de viejos caminos confluentes hacia el puente principal y en las cercanías de la mezquita
mayor: estas calles eran preferidas por el comercio, mientras que las callejuelas intermedias,
estrechas y sinuosas, donde apenas entraba el sol, eran tranquilas y silenciosas” (Ibídem. Pág. 26).
Prosigue: “La irregularidad de las calles y sus muchos encuentros permitían la formación de
numerosas plazoletas, de veinte a treinta, y rinconadas propicias al descanso, a la conversación y al
cuchicheo”. En el mes de mayo de 2013, un milenio después, ahí siguen esas calles sinuosas e
irregulares de Murcia dispuestas a desorientarnos un poco en nuestro caminar; ahí sigue su principal
arteria medieval para volver a unir los antiguos barrios del Este –Santa Eulalia y San Lorenzo-, con
los del Oeste –San Pedro y San Nicolás-, hoy separados por las ‘modernas’ avenidas del siglo
pasado; ahí siguen esas plazas, esperando unos árboles que den sombra. Y quizá una fuente que
alegre con el sonido del agua. Y un banco para detenernos, sentarnos y respirar. ¿Cómo está hoy el
centro histórico de Murcia? ¿Qué podemos hacer para recuperarlo y que se recupere?
“L
sawar25
La degradación del centro histórico de Murcia, en
cuanto que espacio arquitectónico y patrimonial,
resulta evidente. Desde las intervenciones desarrollis-
tas de mediados del siglo XX se observa que la arqui-
tectura tradicional murciana se ha reducido al mínima
expresión, y lo que nos queda de aquella otra que
revestía un carácter más simbólico, ya fuera religioso
o civil, se concentra en torno a determinados espacios
y ejes y a veces parece naufragar entre cables,
contenedores, carteles, coches, zonas de carga y
descarga y los impersonales bloques de viviendas que
se apiñan en las calles estrechas de la Murcia medie-
val. De hecho, incluso en el imaginario colectivo de los
propios murcianos, el concepto de ‘centro histórico’ se
difumina sin saber exactamente dónde se encuentran
sus límites, o entendiendo como tales la Gran Vía y la
calle Correos. El casco antiguo de Murcia adelgazó
tanto durante el siglo XX, que terminó siendo el espa-
cio más próximo a la catedral y a las calles de Trapería
y Platería, mientras el ‘big bang’ inmobiliario desgajaba
de su núcleo a los barrios de San Nicolás, San Pedro,
San Lorenzo y Santa Eulalia, convirtiéndolos en peri-
féricos sin serlo.
La degradación física del centro histórico de Murcia es
fácilmente apreciable, pero no alcanza el mismo grado
de deterioro social que otras ciudades. Si bien la
lectura de intervenciones urbanísticas como la irrup-
ción de la Gran Vía en pleno casco antiguo, se puede
aproximar a lo que hoy definimos como ‘elitización’, las
tensiones provocadas por la delincuencia, la prostitu-
ción o la droga aún no dejan huella en el centro histó-
rico.
Ahora bien, si queremos ser precisos, cabe hablar de
de otro espacio urbano que sí sufre esos problemas
sin haber formado parte del cinturón amurallado
medieval, aunque sí que figura incluido en el Plan
Especial del Centro Histórico Artístico de Murcia; o al
menos, una parte del mismo. Nos referimos al barrio
del Carmen, cuyos vecinos llevan ya unos años
enfrentándose a la degradación de su entorno. El
pasado 9 de febrero, el grupo municipal de Izquierda
Unida en el ayuntamiento de Murcia hizo una compa-
recencia pública para denunciar el estado en el que se
encuentra el Carmen, y afirmó que la gentrificación
“planea claramente al sector del barrio ubicado frente
a la estación ferroviaria”. Su concejal Nacho Tornel
explicó ante los medios* que dicho proceso “se inicia
con el abandono de la zona urbana en cuanto a servi-
cios, vida comercial y atractivo cultural, de manera que
su capacidad de generar vida ciudadana se anula, y
ello arrastra una depreciación material, cierre de
pequeños comercios y abandono de residentes”.
Tornel también denunció que los plenos de la Junta de
Distrito del Carmen “se han convertido en una doble
sesión”, de forma que una parte se dedica “al orden
del día previsto”, y la otra a escuchar las quejas de los
vecinos que “protestan de manera insistente refirién-
dose siempre a las mismas carencias”. Según Nacho
* http://iuverdesmurcia.es/02/iu-verdes-propone-un-plan-de-trabajo-para-abordar-los-problemas-del-barrio-de-el-carmen/
Tornel, aunque la Junta no tiene capacidad resolutiva
directa sobre estos problemas, “sí puede y debe inter-
venir representado el sentir de la ciudadanía”, pero en
lugar de eso, se está convirtiendo en “una institución
poco fiable para los ciudadanos y escasamente reso-
lutiva; un muro al que golpear en lugar de ser un
instrumento para canalizar la participación y la demo-
cracia”.
Enrique de Andrés, profesor de Urbanismo de la
Universidad Politécnica de Cartagena, trató el asunto
del Carmen en un artículo* en el que explicaba que
ante los problemas del barrio, “las demandas por parte
de los vecinos son de mayor vigilancia y control poli-
cial, cuando las decisiones para solucionar esto son
de tipo político”. Sin embargo, en su opinión, “no inte-
resa que desaparezcan estos colectivos porque están
ejerciendo una función de crear incomodidades que
hagan insoportable la vida en el barrio, y fuercen a sus
vecinos al abandono y al desplazamiento a otras
zonas, despejando y abaratando sus viviendas habi-
tuales”.
En el anterior apartado de este reportaje, Sawar ha
expuesto algunas ideas para intervenir en los centros
históricos de las ciudades de forma armónica, tratando
de dinamizar y recuperar estos espacios en beneficio
del interés general y no en el de unos pocos. Para el
caso de Murcia, Enrique de Andrés explicaba en su
artículo que “las decisiones para implementar solucio-
nes no son técnicas, son políticas”. Y añadía que
“ejemplos de buenas prácticas en regeneración de
barrios los hay a cientos: peatonalización de calles,
adecuación de espacios públicos, mejor mobiliario
urbano, facilitar la estancia de los vecinos en la calle,
adecuación de fachadas y locales, accesibilidad...”. De
hecho, según Enrique de Andrés, “la simple ocupación
de la calle por los vecinos, por sí sola, ahuyenta todos
los malos usos urbanos”. En su opinión, “intervencio-
nes de este tipo son habituales en planes de regene-
ración urbana; incluso en Murcia en otras partes de la
ciudad podemos ver ejemplos claros de obras de este
tipo”.
A la explosión inmobiliaria de los años 60, que desató
la construcción de obra nueva en los solares del centro
histórico, se ha unido en los últimos tiempos de
bonanza económica la de los centros comerciales del
extrarradio. Dicho fenómeno, unido hoy a la crisis
financiera generalizada, sí que ha afectado al tejido
económico, al comercio céntrico y pequeño, al cine y
a la tienda de barrio. El asociacionismo de comercian-
tes y de hosteleros ha servido para unir esfuerzos y
poner en común sus problemas, que en el caso del
centro de la ciudad, son los mismos que afectan al
casco antiguo. Si en la evolución del concepto de
centro histórico hemos podido comprobar el creciente
peso otorgado al soporte social del patrimonio artístico
y arquitectónico, actualmente también se observa la
importancia de dicho patrimonio como reclamo y
* http://fricciona2.blogspot.com.es/2013/03/gentrificacion-en-el-barrio-del-carmen.html sawar 27
fortaleza de los pequeños comercios. Y aunque
resulte paradójico, también es usado por los
grandes centros comerciales de la periferia, que
de ese modo buscan generar un sentido de
pertenencia a la ciudad en cuyo entorno se
encuentran: la elección de nombres relacionados
con la historia de Murcia, o la colocación de
grandes carteles y fotografías antiguas o de
monumentos reconocibles por los murcianos,
como la Catedral o el Casino, son recursos
empleados por las grandes superficies.
Volviendo al pequeño comercio, un rápido
vistazo a la Web de la Asociación de Comercian-
tes de Murcia Centro*, basta para volver a leer
conceptos muy ligados a los centros históricos y
repetidos en este reportaje. Reproducimos algu-
nos fragmentos: “Murcia es un centro comercial
natural en la que sus 300 días de sol al año nos
permiten disfrutar de una experiencia comercial
al aire libre, a través de su centro histórico y sus
animadas calles y plazas (...). Nuestro casco
histórico posee una de las mayores zonas
peatonalizadas de España, así que comprar en
él conlleva disfrutar de sus calles sin coches ni
contaminación, y dejarse sorprender por la
cultura urbana al aire libre (...). La dinamización
comercial de los barrios de nuestras ciudades
permite el equilibrio de la economía doméstica,
que se establezca un flujo circular en el que el
dinero se reinvierte en la comunidad, lejos de ir
a parar a las grandes multinacionales (...). Acer-
carse al centro de compras, ya sea andando, en
bici o autobús, es una experiencia de vivir el
corazón de la ciudad, disfrutar de su patrimonio
arquitectónico y poder terminar de tapas en
cualquiera de sus animadas plazas”.
A los comerciantes les conviene un casco anti-
guo y un patrimonio cuidados, y por ese motivo
apoyaron la iniciativa de la Asociación de Jóve-
nes Murcianos por los Derechos Humanos, que
elaboró un proyecto para revitalizar la imagen del
centro histórico. El proyecto, que pudieron
presentar directamente al alcalde de Murcia el
26 de diciembre de 2012, está disponible para
su consulta y descarga en la Web** de dicha
asociación, y consiste en una serie de medidas
puntuales –y estimables- para adecentar la ima-
gen del centro histórico, comercial y turístico. Sin
embargo, plantea unos límites de actuación que
vuelven a remitirnos a la idea minimalista del
centro histórico de Murcia, la que dejaron en el
imaginario colectivo las nuevas avenidas del
siglo XX con sentido norte-sur: un casco antiguo
reducido al entorno de la Catedral y los ejes de
Trapería y Platería, las calles Jabonerías y
Sociedad, y las plazas de Santo Domingo y
Romea, con el añadido de las de Santa Catalina
y las Flores, cuyo poder culinario es capaz de
superar la barrera de la Gran Vía y atraer a la
gente.
sawar28 * http://www.acmurciacentro.es/asociacion.php** http://jmderechoshumanos.wordpress.com/
Plano incluido en lapropuesta de la asociaciónde Jóvenes Murcianos porlos Derechos humanos,para la revitalización de laimagen del centro históricode Murcia
El proyecto de la Asociación de Jóvenes Murcia-
nos por los Derechos Humanos comienza seña-
lando los problemas más palpables del espacio
comprendido en el mismo, que son los mismos
que en el resto del centro histórico, y va ofre-
ciendo algunas propuestas para resolverlos:
ante la apabullante presencia de pintadas en las
fachadas, proponen la limpieza y el tratamiento
‘anti-grafiti’, así como la concienciación de la
población sobre el tema; ante la suciedad que
origina la gestión de las basuras y el impacto de
los contenedores en superficie, proponen el
soterramiento de los mismos y también la
concienciación ciudadana en el depósito de las
basuras dentro del horario apropiado; en cuanto
a la presencia de medicidad, no se propone
ninguna medida pero constatan que “se ha
convertido en una actividad profesional” y que
ofrece una “mala imagen para la ciudad y el
turismo”; en cuanto al descuidado aspecto de los
bajos comerciales y de las fachadas de edificios
en obras, cuyas vallas afean el centro, proponen
la cubrición con grandes carteles y telas que
reproduzcan monumentos murcianos; el docu-
mento termina con dos ideas más: la decoración
de los ejes de Trapería y Platería, y la unificación
en el diseño de las terrazas de bares y restau-
rantes del centro.
La propuesta de la Asociación de Jóvenes
Murcianos por los Derechos Humanos fue bien
acogida por el consistorio y, de hecho, algunas
de sus ideas han sido llevadas a la práctica en
los primeros meses de 2013: la limpieza de
pintadas en la confluencia de las calles Trapería
y Platería, la cubrición más cuidada de los edifi-
cios en obras de ambas calles y la instalación de
47 maceteros en Trapería, han sido tres accio-
nes del ayuntamiento que formaban parte del
mencionado proyecto. En el caso de los mace-
teros, el diario La Verdad de Murcia anunciaba
su instalación el pasado día 18 de abril con el
siguiente titular: “El casco histórico se pone
guapo”*. Teniendo en cuenta la amplitud física
del casco histórico de Murcia y la cantidad de
problemas aún por resolver, el titular para esa
acción del ayuntamiento se antoja quizá grandi-
locuente. Y no es la primera vez que el entu-
siasmo desequilibra la mesura a la hora de dar
cuenta a los ciudadanos de algunas iniciativas
municipales**.
El centro histórico de Murcia no es sólo Trapería
y Platería. Y menos: no es sólo la Trapería,
aunque la recorran todos los turistas que visitan
la ciudad. Al día siguiente de la noticia de La
Verdad sobre los nuevos maceteros, en el
mismo diario, un comerciante de la Platería se
quejaba de que el ayuntamiento no hubiera
adornado también su calle: “Nosotros también
pagamos impuestos”. Pero una cosa es la
imagen que los murcianos tengan de su ciudad,
y otra la que tengan los turistas. En ocasiones,
el ojo local se acostumbra a un paisaje, y tiene
que ser el ojo del foráneo el que llame la
atención sobre ciertos defectos. Y eso también
ha llegado a la prensa***.
Hay más problemas, más formas de identificar-
los, de conocerlos, más maneras de aportar
soluciones, y hay más Murcia. Ahora, en Sawar,
vamos a situarnos en el barrio de Santa Eulalia
para conocer el plan de los arquitectos Guerao
y López, que se han basado en la historia y el
patrimonio para revitalizar este área urbana,
pero antes haremos un viaje en el tiempo: nos
situaremos en el siglo XII, bajo el gran arco que
describía la Puerta de Orihuela, al Este del
recinto amurallado; al atravesar las imponentes
defensas de Murcia, iniciaremos el camino por
la calle principal de la ciudad, la más bulliciosa,
la que conduce hasta la mezquita mayor. Esa
calle, el eje comercial medieval, sobrevive en
nuestros días con dos nombres distintos,
Mariano Vergara y San Antonio, en el barrio de
Santa Eulalia, y nos lleva hasta la Catedral. En
la página siguiente de Sawar Murcia, el relato lo
prosigue Antonio Vicente Frey.
sawar 29
Plano incluido en lapropuesta de la asociaciónde Jóvenes Murcianos porlos Derechos humanos,para la revitalización de laimagen del centro históricode Murcia
* http://www.laverdad.es/murcia/20130418/local/murcia/maceteros-traperia-201304181655.html** http://www.laverdad.es/murcia/v/20130322/murcia/casco-historico-resplandece-puesta-20130322.html
*** http://www.laverdad.es/murcia/v/20130207/murcia/turistas-castellon-nuestro-casco-20130207.html
El bellísimo, abigarrado y complejo barrio de Santa Eulalia hunde sus raíces en la temprana
Edad Media. Entonces, por hacer una breve descripción paisajística, el río Segura era un
vecino más, casi fluyendo a las puertas de la Iglesia que da nombre al barrio: el río ocupaba
–más o menos- la actual Ronda de Garay y Calle Obispo Frutos para torcer en dirección al
este a la altura de la Universidad.
Aunque los datos arqueológicos obligan a ser cautos es muy posible que el barrio tuviera su
origen entre los siglos X y XI. El núcleo de la ciudad de Murcia, fundada en 825, estaba
todavía alejado del actual barrio por donde, entonces, discurría lo que se supone era la anti-
gua vía romana que provenía de Orihuela y moría –en confluencia con otros caminos- en un
puente a la altura de nuestro actual Puente Viejo. Así, alejado del centro los habitantes árabes
de Murcia lo emplearon como zona cementerial hasta que por el crecimiento de la propia
ciudad a lo largo de sus vías principales (camino hacía Orihuela, camino hacía Molina, camino
hacia Lorca) se convino en amurallar su perímetro a mitad del siglo XII. Al dotarla de una
muralla, los cementerios desaparecieron bajo las nuevas edificaciones y los espacios de
inhumación fueron trasladados extramuros quedando algún mausoleo particular aislado como
el documentado en la calle Polo de Medina o, recientemente, frente a la Iglesia de Santa
Eulalia; además los antiguos caminos quedaron contorneados por las puertas de Orihuela
(Bāb al-Uriula), del Zoco (Bāb al-Sūq) y Vidrieros. Hacia el emirato de Ibn Mardanīš (1156-
1172) los datos arqueológicos hasta ahora publicados hacen ver que todo el espacio se
hallaba urbanizado existiendo, fuera de sus murallas, parcelas de cultivo y, como suponen
algunas investigaciones, en el lugar donde se ubica el barrio de San Juan, un pequeño em-
porio de comerciantes catalanes y italianos con los que aquel emir tenía buenas relaciones.
La Reconquista supuso transformaciones estructurales en el barrio que podrían sintetizarse
en tres hechos significativos e históricamente documentados: por un lado entre 1243 y 1265
la ubicación del primer asentamiento castellano de Murcia entorno a la Iglesia de San Juan
Bautista, lo cual supuso la total urbanización del espacio comprendido entre la muralla y el
río y la definitiva singularización de esa área de la zona de influencia intramuros del futuro
barrio de Santa Eulalia; la presencia de los judíos en el barrio entorno a su sinagoga habida
en la actual Plaza Sardoy; y la construcción de una nueva puerta, en el siglo XIV, para sustituir
a la antigua del siglo XII cuyos restos pueden apreciarse en la Plaza de Santa Eulalia y de la
que no se conoce su nombre árabe. El asentamiento castellano implicó, además, el cambio
de fisonomía edilicia de las viviendas domésticas fruto de una nueva organización antropo-
lógica que sustituía la familia oriental árabe de tipo tribal por la europea cristiana nuclear; la
sustitución de la mezquita de barrio por una iglesia que se llamó de Santa Eulalia de los
catalanes; y, el establecimiento de nuevos grupos sociales como los eclesiásticos frailes
mercedarios y trinitarios.
Un breve vistazo al histórico barrio de
santa eulalia
sawar30
antonio vicente Frey sánchez
Finalizada la Edad Media y extinguida la judería, el barrio de Santa Eulalia acogió a nuevos habi-
tantes entre los que destacaron familias nobiliarias que erigieron entre los siglos XVII y XVIII
palacios todavía identificables entre sus callejuelas. También, la época del barroco murciano vio,
como ocurría en otras partes de la ciudad, el notable crecimiento de los espacios conventuales
como el de la Orden de los Trinitarios (desde 1592) y la proliferación de hornacinas que contenían
santos y vírgenes hoy todas desaparecidas. Avanzada la Edad Moderna la fuerza del río amenazó
la ruina de los restos de la muralla medieval que no había sido amortizada por las viviendas o
los conventos lo que movió al Concejo en 1684 a estrangular el meandro del río para acabar con
su amenaza. Como anécdota hay que señalar que dado que la acequia de Condominas –cuyo
heredamiento era vecino de Santa Eulalia y San Juan- se servía de agua de la acequia mayor
Alquibla, al pasar el heredamiento al otro lado del río hubo de construirse un sifón sobre éste (que
perduró hasta bien entrado el siglo XX) para regar sus correspondientes tierras.
Antes del siglo XIX, salvo la construcción del desaparecido Oratorio de San Felipe Neri anexo a
la Iglesia de Santa Eulalia y algún convento de órdenes femeninas, pocos cambios sufrió el barrio.
Fue, entonces, pasada la Guerra de Independencia cuando el fenómeno de las desamortizaciones
y subsiguientes exclaustraciones alteró un tanto su paisaje por varios factores: en primer lugar
porque el solar del abandonado convento de los Trinitarios pasó a ser el Museo de Bellas Artes a
principios del siglo XX y, sobre todo, por la fundación e instalación de la Universidad de Murcia
anexo a Iglesia de La Merced. Otros hitos como la construcción de la Plaza de Toros y el estadio
de la Condomina contribuyeron a dotar de mayor dinamismo a la zona. En la actualidad, tabernas,
bares y restaurantes pueblan sus calles y dotan de una singular personalidad estudiantil y bohemia
al barrio extendido más allá de sus antiguas murallas.
sawar 31
un proyecto derevitalización para
el barrio de
santa eulalia
sawar32
hace unos años, los arquitectos Francisco guerao y Pablo lópez diseñaron un
nuevo edificio para un solar con fachada abierta a la plaza de santa eulalia y a las
calles Marengo y cánovas del castillo. en la excavación arqueológica previa a la
construcción, aparecieron, como ya estaba previsto, nuevos restos de la muralla y
antemuralla medievales, catalogadas como Bien de interés cultural y a cuya
conservación obliga la ley. Pero además, surgió de la tierra otra sorpresa: dos
necrópolis islámicas de época andalusí. una de ellas, más humilde; la otra, con
carácter de panteón aristocrático. ambos tesoros, junto con las murallas de Murcia,
condicionaron el proyecto del nuevo edificio y la cimentación de la obra se planeó
para respetar los restos y para facilitar su posterior contemplación. Más tarde,
guerao y lópez sintieron la necesidad de resaltar lo hallado y de involucrarlo con
su entorno más inmediato, el barrio de santa eulalia, y con el resto del centro
histórico de Murcia, y al mismo tiempo se despertó la idea de que los nuevos
hallazgos de la vieja muralla sirvieran para revitalizar el barrio; que fueran el gene-
rador de una serie de actuaciones planificadas para la mejora de la calidad de vida
de los ciudadanos, el cuidado del patrimonio, la dinamización del comercio y la
potenciación de turismo. a continuación conoceremos un poco mejor el estado
actual de santa eulalia y el plan que han ideado los arquitectos.
Como decía Enrique de Andrés, hay muchos
buenos ejemplos de revitalización urbana, y
todos pasan por el protagonismo y la implicación
de los ciudadanos. Francisco Guerao y Pablo
López son ciudadanos, y en el discurrir de su
actividad profesional dedicada a la arquitectura,
quisieron pensar la ciudad, imaginarla. El último
objeto de su imaginación es el barrio de Santa
Eulalia, pero, ¿cómo es dicho espacio urbano y
social a día de hoy?
De entrada, Santa Eulalia cuenta con algunas
ventajas: su carácter de barrio antiguo y peculiar,
su patrimonio arquitectónico y su céntrica ubica-
ción; su atmósfera tranquila, todavía, y su pací-
fica convivencia social; su pequeño comercio,
tradicional y familiar, que aún sobrevive... Se
podrían añadir otros ingredientes, como su
aire de barrio estudiantil, artístico y literario, así
como la reciente integración de colectivos mino-
ritarios, tales como el inmigrante o el homose-
xual. Este último aspecto quizá tenga más de
imagen ilusoria que de realidad, aunque se haya
plasmado en la prensa* escrita con gran opti-
mismo. En cuanto a su población, según el
Padrón Municipal de Habitantes de Murcia**
(2011), Santa Eulalia tiene unas dimensiones
humanas, como de pequeño pueblo en mitad de
una ciudad: en él viven 3328 personas, de las
que 1787 son mujeres (54%) y 1541 son hom-
bres (46%). Si observamos su distribución por
edades, vemos que tampoco presenta el enve-
jecimiento que caracteriza a otros barrios de
áreas históricas: el 68% de sus habitantes tiene
entre 19 y 65 años, un 16% tiene menos de 18
años y otro 16% tiene más de 66.
En cuanto al peso de la inmigración, según un
estudio*** de Martínez Medina, Gil Meseguer y
Gómez Espín (Universidad de Murcia. Papeles
de Geografía, 2007. 45-46; págs. 115-138), la
población inmigrante de Santa Eulalia en 2005
era del 18%, sólo superado en la ciudad por San
Antolín (19%), Buenos Aires (21%), Barriomar-
La Purísima (24%) y Catedral (48%). Para expli-
car el elevado porcentaje de la zona de la
Catedral, hay que tener en cuenta que a los
inmigrantes que no podían acreditar un domicilio
de residencia, se les empadronaba en el ayun-
tamiento, en la Glorieta de España. En cuanto a
Santa Eulalia, el estudio señala que las naciona-
lidades más presentes en el barrio son las de
Ecuador, Ucrania y Marruecos, alojados sobre
todo en la zona que linda con San Juan.
* http://www.laverdad.es/murcia/20080610/sociedad/santa-eulalia-barrio-amigo-20080610.html** http://www.carm.es/econet/sicrem/PU_padron/p11/pdf/sec62_sec33_25.pdf*** http://revistas.um.es/index.php/geografia/article/view/43151
sawar34
Por otro lado, el barrio cuenta con numerosos locales
de ocio y restauración, con comercios de todo tipo y
con la presencia del campus universitario de la
Merced, la Plaza de Toros, el antiguo Estadio de la
Condomina, el Museo de Bellas Artes y el Centro de
Visitantes de la Muralla, por citar algunos lugares de
interés, junto con edificios religiosos como el antiguo
convento de San Antonio, la iglesia de Santa Eulalia
y la Capilla de San José. Y eso por no hablar de sus
calles, como las de Mariano Vergara y San Antonio,
formando la vía comercial más importante de la
Murcia medieval, y sus plazas, como la de Sardoy,
antiguo centro de la judería. Sin embargo, y tras
considerar todos estos hechos, ¿cómo se ve el
propio barrio a día de hoy? ¿Cómo lo ven sus habi-
tantes?
Durante la preparación de este reportaje, Sawar
Murcia distribuyó un cuestionario entre vecinos y
comerciantes de la zona para conocer su opinión
sobre el estado del barrio. Y los resultados son
bastante concluyentes por la gran coincidencia en la
apreciación de los ciudadanos. A la pregunta de
cuáles son los principales problemas de Santa Eula-
lia, la respuesta es unánime: El abandono, la falta de
mantenimiento y la suciedad –basuras, pintadas en
fachadas y excrementos de perro-, seguidos a
distancia por la creciente mendicidad y el ruido. Otras
deficiencias recogidas en los cuestionarios son las
molestias del tráfico y de las áreas de carga y
descarga, las peleas y la pérdida de patrimonio. En
cuanto a las propuestas para solucionar esos proble-
mas, la gran mayoría de vecinos demanda mayor
presencia policial y más limpieza, y luego se da el
mismo peso a las sanciones y a la concienciación
ciudadana en los asuntos reacionados con el
depósito de basuras, los grafiti y los excrementos
de perro. Los ciudadanos también proponen aumen-
tar la peatonalización y piden más color y más
vegetación para sus calles y plazas.
En cuanto a los aspectos positivos, también hay una
amplia coincidencia: lo que más valoran los vecinos
de Santa Eulalia es el ambiente familiar del barrio,
seguido por la variedad de comercios, su céntrica
ubicación y su carácter histórico y patrimonial. Algu-
nos lo describen como “tranquilo y alegre”, y también
aluden a la solera de algunos de sus pequeños
comercios: una vecina nos recuerda que la primera
farmacia de Murcia fue la de la plaza Santa Eulalia,
y otros nos hablan del popular Tostadero Solano o
de la pastelería Antolinos. Los hay que nos recuer-
dan la importancia del barrio como nudo de comuni-
cación hasta tiempos recientes, cuando existió en su
plaza principal una parada de autobús muy concu-
rrida, de la que partían importantes líneas hacia otros
puntos de la región.
A la pregunta de si los vecinos creen que existe
conocimiento de la riqueza patrimonial de Santa
Eulalia, y, por ejemplo, de si sus habitantes saben
que las calles Mariano Vergara y San Antonio fueron
durante muchos siglos la ‘Gran Vía’ de la ciudad,
existe una división casi al 50% entre el sí y el no. Y
preguntados sobre si se saca suficiente partido a sus
espacios públicos, a sus calles y sobre todo a sus
plazas, la respuesta es practicamente unánime: no.
Sawar también ha preguntado a los vecinos: ¿Qué
se puede hacer para aprovechar esos espacios
urbanos? Los ciudadanos demandan mayoritaria-
mente un aumento de la vegetación, así como más
promoción sobre la historia del barrio. Piden que se
tenga en cuenta sus opiniones, que se lleven a cabo
actividades lúdicas en las plazas, como proyecciones
de cine u otros eventos, que se adornen las fachadas
y los balcones, que se mejore la iluminación, que se
aumente el área peatonalizada, y que se unifiquen y
embellezcan los toldos y carpas de bares y restau-
rantes. A la vista de las respuestas, los ciudadanos
reclaman un mayor protagonismo en su propio
barrio y en su ciudad, y hasta ofrecen frases como
reclamo a estas acciones de regeneración urbana:
“Sácale los colores a Santa Eulalia”.
santa eulalia carece de la problemáticasocial de otros barrios de Murcia yde otros centros históricos, pero
su creciente deterioro físico preocupaa los vecinos y transmite una
sensación de abandono
los ciudadanos coincidenmayoritariamente en señalar lasdeficiencias del barrio y en laspropuestas para corregirlas, y
demandan un mayor protagonismoen la toma de decisiones
sawar 35
Francisco Guerao y Pablo López imagi-
naron el barrio a partir de los hallazgos
arqueológicos aparecidos bajo el edificio
que proyectaron en Santa Eulalia. En
una primera etapa, su escala se amplió
del espacio concreto de los restos
arqueológicos a su entorno más inme-
diato, y después, al resto del centro
histórico de Murcia.
El 30 de enero de 2012, en el Museo de
Bellas Artes de Murcia, los arquitectos
presentaron su plan de intervención con
una conferencia bajo el título “De un
proyecto arqueológico y arquitectónico
a la regeneración urbana de un barrio:
el caso de Santa Eulalia”. Tras relatar la
forma en la que habían integrado las
necrópolis y las murallas medievales en
su nuevo edificio, Pablo López explicó
que aunque el proyecto de musealiza-
ción de dichos restos tenía suficiente
interés por sí mismo, quisieron “ampliar la escala a
su entorno, a la plaza de Santa Eulalia, para dotarlo
de más contenido”, mediante la conexión subterrá-
nea con el Centro de Visitantes de Santa Eulalia,
donde se conserva el primer fragmento excavado de
las murallas de Murcia y una necrópolis islámica del
siglo XII. De ese modo, una vez conectados los dos
espacios, se configuraría una superficie museística
de unos 1200 metros cuadrados y una longitud de
recorrido alrededor de la muralla de unos 103
metros. En ese espacio cultural se podría contem-
plar la mayor longitud conservada de las murallas
medievales de Murcia y tres cementerios islámicos,
que nos pondrían frente a varios siglos de la historia
de la ciudad desde su mismo nacimiento.
Así pues, esta idea lleva implícito el aprovecha-
miento del patrimonio y de la historia para recuperar
el latir del barrio. Si bien desde principios del siglo
XX, tal y como hemos visto en este número de
Sawar, se consideraba al patrimonio de los centros
históricos como elementos independientes de la
sociedad y de su entorno, en este caso vemos ya
íntimamente ligados a los ciudadanos con sus
monumentos histórico-artísticos, y vemos a éstos
como una oportunidad de mejorar de manera efec-
tiva y directa la vida de las personas. En el plan de
Francisco Guerao y Pablo López subyace la conve-
niencia de tomar esos recursos, que en Murcia
parecen hoy desaprovechados, minusvalorados y
aislados, y de ponerlos todos juntos en el mástil,
como la vela que ha de impulsar al barco.
Guerao y López comienzan señalando los elemen-
tos urbanos negativos, y que, por tanto, hay que
corregir, para luego citar los elementos positivos que
se deben fomentar. Entre los elementos negativos,
afirman que “en la apreciación de la ciudad, del
barrio o de un determinado entorno urbano, lo
primero que llama la atención al extraño es el estado
de cuidado o abandono de los espacios”, motivo por
el cual resulta de gran importancia “poner todo el
empeño en crear un ambiente cuidado y limpio”
antes de llevar a cabo cualquier intervención. En lo
relativo a la gestión de las basuras, Guerao y López
hablan de la necesidad de concienciar a la población
De la muralla al barrio
en el uso de los contenedores dentro del horario
establecido para depositar los residuos, de la
conveniencia de soterrarlos en lugares de interés o
de especial impacto visual por su cercanía a monu-
mentos, y de la obligación municipal de recoger las
basuras todos los días, de limpiar el entorno de los
contenedores y de instalar suficientes papeleras.
Dentro del mismo ámbito de la limpieza, Guerao y
López citan las pintadas o grafiti, para cuya elimi-
nación debe haber una brigada municipal especia-
lizada, además de imponer sanciones ejemplares a
los actos de vandalismo y deterioro de los espacios
públicos, y dar publicidad a dichas sanciones. Otro
tanto sucede con los excrementos de los perros o
con la contaminación acústica, para cuya solución
se debería exigir el cumplimiento de la normativa
vigente.
Guerao y López también citan algunos aspectos
relacionados con el tráfico como elementos urbanos
negativos a corregir, y en este caso hablan de
“reducir o eliminar el número de aparcamientos de
vehículos en entornos históricos o junto a edificios
de interés”, y de la “adopción de medidas para
controlar la reducción de velocidad y la contamina-
ción acústica y de gases”. Y siguiendo con la
contaminación, en este caso, la lumínica, afirman
que la iluminación viaria es “inadecuada, contami-
nante y está mal ubicada”, y que “la ambientación
nocturna debe ser cuidada con especial atención”.
En cuanto a los elementos positivos que hay que
fomentar, Francisco Guerao y Pablo López argu-
mentan que hay que valorar los monumentos y
edificios histórico-artísticos cuidando de su entorno,
iluminándolos de manera especial y poniendo infor-
mación exterior sobre su uso e historia. También
proponen colocar “placas identificativas en los
edificios que contengan restos arqueológicos visita-
bles, ya sean públicos o privados”, y añaden que
“en el caso de establecimientos comerciales u
hosteleros con restos integrados en la decoración
de los mismos, esta placa sería como una distinción
concedida a su esfuerzo en defensa del patrimonio”.
En cuanto al tráfico, Guerao y López afirman que
hay que “mantener la convivencia entre tránsitos
rodados y peatonales, pero con prioridad para el
peatón”, y que “en el casco histórico se debe priori-
zar el uso peatonal”. Una forma de darle protago-
nismo al peatón es peraltar el nivel de los pasos de
peatones, y así, “que sea el coche el que tenga que
subir una rampa, no el peatón el que tenga que
salvar un peldaño bajando a la calzada”. En ese
particular también entraríamos en el campo de la
integración y la movilidad de las personas con
alguna discapacidad física, y de la dificultad que
supone para dichas personas el espacio urbano de
un centro histórico.
Entre las propuestas básicas para iniciar la interven-
ción en el barrio de Santa Eulalia, y en cualquier
espacio del centro histórico, Guerao y López inclu-
yen la renovación del mobiliario urbano, la ilumina-
ción viaria apoyada en la energía solar fotovoltaica
y el cuidado de jardinería y arbolado. Con estos
primeros pasos, queda abierto el camino a la expo-
sición del espíritu que sustenta el plan.
Francisco Guerao y Pablo López reconocen que
“debido a la precariedad económica actual, debe-
mos de partir con los medios de que disponemos,
utilizar como base los elementos existentes, elimi-
nar aquellos que sean negativos o lesivos para el
sawar36
fin que se pretende, y conservar y potenciar los
positivos”, aunque a renglón seguido aseveran que
“la revitalización económica y social del barrio debe
ser un elemento de máxima prioridad, por lo que este
aspecto ofrece de calidad de vida y disfrute del
tiempo libre en el espacio público mas próximo”. En
su exposición de motivos, también afirman que ese
disfrute del barrio se ha olvidado, que los vecinos lo
han relegado a un segundo plano “considerando su
estado actual como un mal menor con el que hay que
convivir”. Por ello, declaran con firmeza que “hay que
actuar, tomar medidas de choque y recuperar o
actualizar algunas reglas elementales que han
quedado olvidadas”. En opinión de los arquitectos, y
de muchos vecinos y comerciantes a los que ha
consultado Sawar, “el barrio tiene espacios residua-
les o abandonados, infrautilizados, que pueden
convertirse en áreas inhóspitas y poco acogedoras”,
y que “a través de actuaciones puntuales” se puede
“mejorar su aspecto y su vivencia”. La idea global
está clara: “Tratamos de recuperar el barrio tradicio-
nal, lleno de matices, lleno de vida y actividad, que
nos devuelva el sabor del recuerdo, del comercio de
barrio. Este objetivo, con la participación de todos,
es posible”. Y no se quedan ahí, porque “igual de
importante que revitalizar la vida en el barrio, es
conectarlo con el resto de la ciudad evitando las
líneas fronterizas y posibilitando los pasos y la
permeabilidad”.
Guerao y López condensan en una frase la conve-
niencia de actuar en este espacio: “Residimos y
trabajamos en el barrio, vivimos el barrio, disfrutamos
el barrio”. Y prosiguen: “Queremos habitar una
ciudad pensada para vivir, rediseñar el espacio
público y humanizarlo; queremos más vegetación,
Plaza de santa eulalia:De cómo estropear el
patrimonio y el espaciourbano. lo comprobamos
al bajar la vista.
sawar 37
más naturaleza sostenible y estándares clásicos de
recorridos con sombra; queremos una ciudad
calmada, con lentitud y belleza, porque la lentitud es
el secreto de la felicidad. La ciudad amable, alegre,
colorista y limpia con espacios atractivos, acogedores
y sostenibles. Queremos favorecer la permanencia en
el lugar en oposición al tránsito, y entender la calle
como el espacio de representación de la ciudad”. En
ese sentido, Guerao y López entienden la plaza como
el ágora: “Lugar de encuentro, de relación, de ocio, de
intercambio y de debate”. En su opinión, debemos
“pasar del modelo de ‘todo para el automóvil’, al
modelo de ‘casi todo para el peatón’”.
Para Francisco Guerao y Pablo López, “es mejor
rehabilitar que reconstruir”, y en ello se incluye el
“mantenimiento de los espacios públicos y la amorti-
zación de las obras realizadas”. Afirman que “hay que
estudiar cada uno de los lugares captadores de inte-
rés, plazas, calles y espacios singulares, sus conexio-
nes y sus fugas visuales”. Con todas estas acciones
se puede lograr el llamado contagio positivo: “El buen
aspecto y el cuidado se contagian”. Los arquitectos
explican que “lo contrario es el síndrome del edificio
con cristales rotos: su mera existencia y permanencia
en el tiempo incita a provocar más destrozos”. Conti-
núan argumentando que “este es un hecho compara-
ble en nuestros días a la fachada manchada con
pintadas o carteles: la falta de mantenimiento produce
un efecto llamada hacia el vandalismo”. Por ese
motivo hay que buscar la “generación centrífuga”, y
“desde el núcleo, irradiar por contagio positivo”.
Tal y como ya hemos visto en este número de Sawar
Murcia, en relación a otros ejemplos de deterioro y de
intervención en centros históricos, la participación
ciudadana es fundamental. Así lo estiman también
Guerao y López: “Hay que facilitar y fomentar la
correcta utilización de los espacios y mobiliario públi-
cos, y volver a identificar el espacio próximo como algo
propio”. Para ello, es preciso “que la regeneración del
barrio parta de cada uno de los vecinos y comercian-
tes; cada uno de ellos ha de considerar su calle, su
plaza, como algo propio, y como tal defender el buen
uso de estos espacios o denunciar aquellos otros usos
que considere lesivos al interés general, tanto en
referencia a la imagen como a la convivencia en el
barrio. Calle a calle, plaza a plaza, cada vecino cuida
su puerta y cada comunidad mantiene su fachada”. Y
sobre la institución más próxima a los ciudadanos, la
Junta de Distrito, Francisco Guerao y Pablo López
creen que “tiene que funcionar como un verdadero
transmisor de las sugerencias y quejas de los vecinos,
y transmitirlas con fuerza y rapidez a los responsables
municipales”.
Barrio de Santa Eulalia,Plazas de San Blas y de la Candelaria:
espacios inhóspitos e infrautilizados; ni unbanco para sentarse, ni un árbol que dé
sombra, ni una farola clásica que embellezcao una fuente que amenice. Y eso que en el caso
de la candelaria, cuenta además conuna bella perspectiva. Quizá es que en
Murcia no tenemos más ‘plazas de las flores’porque no queremos.
“Queremos que este proyecto se inicie en el barrio y
luego eclosione hacia el resto de la ciudad”. Así se
expresaba Francisco Guerao durante la presentación
pública de su plan en el Museo de Bellas Artes, en
enero de 2012. Para ello, a la intervención en los
nuevos restos de la muralla aparecidos junto a la plaza
de Santa Eulalia, su inserción en el barrio y la regene-
ración del mismo, Guerao y López unieron la idea de
crear unos itinerarios turísticos. Dichos itinerarios, que
irían acompañados de una serie de acciones, tienen
como base el trazado urbano medieval aún vigente, y
como fin la unión física y emocional de Santa Eulalia
con el resto del centro histórico de Murcia, facilitando
con ello la dinamización del turismo y del comercio
local.
El proyecto de itinerarios propuesto por Guerao y
López, con diversas intervenciones de adecuación a
pie de calle y de plaza, forman parte de la propia
rehabilitación del barrio de Santa Eulalia, porque
contribuirían a impulsar a su comercio y su hostelería,
y mejoraría la calidad de vida y el disfrute de los espa-
cios públicos con la propia mejora de los mismos. Los
itinerarios de Guerao y López toman y aprovechan lo
que la historia ha dejado en la ciudad, y por eso, la
justificación histórica del plan cobra especial importan-
cia. En su exposición de motivos, los arquitectos argu-
mentan que “si nos descuidamos, el tiempo puede
llegar a borrar nuestra historia”.
Para evitarlo, su proyecto “trata de recuperar la historia
de una ciudad cuyo trazado urbano, dentro de su
recinto amurallado, prácticamente no ha variado en
ocho siglos: si comparamos el plano de la ciudad del
siglo XIII y el actual, comprobaríamos su gran simili-
tud”. Guerao y López afirman que “la impronta de su
callejero, sus recorridos quebrados, ha pervivido; sólo
hay que rescatar su sabor y ambiente y ponerlo en
valor”. Continúan: “Para ese fin, nos vamos a valer
como línea argumental de la muralla árabe. Se trata
varias imágenes del mismo espacio, en la confluencia entre las calles cánovas del castillo y nicolás ortega, junto a laplaza de santa eulalia y el centro de visitantes de la Muralla: varios contenedores, maceteros desordenados, suciedad...
Del barrio a la ciudad
sawar 39
de recuperar la unidad, aunque sea virtual en algunos
puntos, del elemento arquitectónico más antiguo que
tiene Murcia”. Y aunque, matizan, “pueden existir otros
vestigios de esta época, algunos de ellos más brillan-
tes, ninguno como éste representa el concepto de
unidad y homogeneidad”. Y no sólo será la muralla la
que unifique lo que el urbanismo del siglo XX logró
dividir, sino también otro elemento histórico que discu-
rre en paralelo al frente sur de la muralla medieval: la
calle del Zoco. Así lo explicaba también Guerao en el
Museo de Bellas Artes: “En el callejero de Murcia
vemos una línea que aparece destacada en sentido
Este-Oeste. Se trata de la calle del Zoco, que entrando
por la Puerta de Orihuela, discurría hacia el Oeste en
paralelo a la muralla y atravesaba toda la ciudad, hasta
que se bifurcaba hacia el Norte y el Sur en San Pedro”.
A esa arteria principal se abrían importantes edificios
y comercios en época andalusí, además de la propia
mezquita mayor, cuya ‘qibla’ estaba orientada hacia el
Sur-Sureste, a lo que hoy es la calle y plaza de los
Apóstoles. Y esa arteria no ha variado; Francisco
Guerao explica que “las únicas tres vías que se han
abierto son la Gran Vía, la calle de Correos y la calle
Obispo Frutos en sentido Norte-Sur, pero la calle del
Zoco pervive, y sobre todo, prevalece la muralla como
elemento definitorio de la ciudad”. El plan de itinerarios
de Guerao y López se propone usar ese eje para
conectar su actuación con el resto de Murcia: “El
barrio de Santa Eulalia, que actualmente es como una
isla, se tiene que comunicar con el resto de la ciudad
mediante estos elementos, que ya nos vienen desde
la Murcia del siglo XIII”. Para Guerao y López, con esta
intervención se podría distinguir “entre el eje vertical
moderno, comercial y actual, y el eje horizontal histó-
rico, tradicional, popular, marcado claramente por los
barrios de Santa Eulalia y San Pedro”. Prosiguen:
“Esos son los dos grandes barrios de la ciudad medie-
val actuando uno frente al otro, como contrapesos de
una balanza, situados en los extremos del eje Este-
Oeste del recinto amurallado y unidos por el Zoco”.
Para Francisco Guerao y Pablo López, “en herencia
de este legado, nos encontramos actualmente y sobre
el eje descrito con edificios de gran interés artístico,
arquitectónico y cultural, y uniéndolos como cordón
invisible, la muralla”. “Esa herencia olvidada es la que
queremos rescatar y valorar, para disfrute y enriqueci-
miento cultural de nuestra ciudad, de sus habitantes y
de sus visitantes”, argumentan, y añaden: “Queremos
atraer a la gente hasta el barrio de Santa Eulalia
pisando la muralla”.
sawar40
Además de ir unir los barrios de San Pedro y Santa
Eulalia entre sí y con el núcleo del centro histórico de
Murcia, cosiendo lo que el siglo XX separó, conec-
tando pequeñas plazas, y canalizando y guiando a los
visitantes de un extremo a otro de la ciudad antigua al
tiempo que se descubren los fragmentos de muralla
que aún conservamos, Guerao y López también
proponen recrear las puertas que jalonaron el frente
Sur de la misma: Santa Eulalia, Puerta del Toro, Puerta
del Sol, Puerta del Puente y Portillo de la Aduana. Y
no sólo eso, sino también remarcar los otros edificios
de interés y plazas que se encuentran en el camino:
“Todos esos espacios se ofrecen como lugares estra-
tégicos para completar el discurso narrativo del itine-
rario de la muralla. En ellos, utilizados como etapas
del recorrido, debidamente ambientados y señaliza-
dos, se desarrollarían actividades temáticas y de
contenido que enriquecerían y enlazarían el trazado”.
En cuanto a las actuaciones a desarrollar en algunos
de esos espacios, Francisco Guerao y Pablo López
explican que “los espacios por los que transcurran los
itinerarios deben poseer un tratamiento y ambientación
común que los distinga”. Para ello “se requiere una
intervención urbana capaz de dotarles de unas carac-
terísticas que actualmente no poseen, con un trata-
miento continuo y homogéneo, personalizándolos y
dotándoles de unos rasgos comunes que los identifi-
quen como parte de un recorrido”.
Ponemos un ejemplo de actuación incluido en el
proyecto de itinerarios de Guerao y López: el de la
Puerta de Santa Eulalia. Los arquitectos explican que
actualmente se trata de un “espacio abierto residual,
en la confluencia de dos calles y la prolongación de la
plaza de Santa Eulalia, ocupado por una zona de
carga y descarga, contenedores de residuos y una
sawar 41
zona pavimentada sin un uso específico. En su
subsuelo, y frente al edificio destinado a Centro de
Visitantes, se encuentran los restos de la llamada
Puerta de las Siete Puertas, que pueden ser visitados
en el sótano del propio edificio”. Para destacarlos y
mejorar el entorno, proponen “proyectar a nivel de
pavimento, a cota de calle, la huella de los restos exis-
tentes en el subsuelo: muralla, antemuralla, barbacana
y puerta”. Continúan explicando que “lo primero sería
elevar el nivel de la calzada enrasándola con la acera
existente y creando un nivel de pavimento continuo, y
en este plano se dibujarían con sus dimensiones y
proyección reales las distintas partes de la muralla
enterrada”. Otras acciones en este área serían la
eliminación de la zona de carga y descarga, y el
desplazamiento y soterramiento de los contenedores,
pero además, “la intervención se complementaría con
el mobiliario urbano y la plantación de palmeras”, y “la
señalética y cartelería apoyaría la información e histo-
ria del lugar y de los restos del subsuelo”.
En este caso, como en el resto de las intervenciones
en lugares históricos y estratégicos del barrio de Santa
Eulalia y de los itinerarios, Guerao y López proponen
que se permita el tráfico rodado, “pero estableciendo
normas que manifiesten que se trata de un espacio de
primacía peatonal”.
Dos intervenciones más, de gran calado físico y emo-
cional, serían las que tienen como fin dignificar las
calles relevantes del proyecto. Hablamos de la calle
Cánovas del Castillo, la que hoy se eleva sobre el
antiguo Val de San Juan o foso de la muralla; y de la
calle San Antonio, que formaba parte del principal eje
de Murcia en época medieval, el que conectaba la
Puerta de Orihuela con el entorno de la Catedral.
La calle Cánovas del Castillo, tal y como explican Gue-
rao y López, “une el Centro de Visitantes con la Puerta
del Toro”, y las fachadas de los edificios de su lado
norte se apoyan sobre el trazado de la muralla medie-
val, conservándose algunos de sus fragmentos en el
subsuelo. “Un caso muy notorio es el sótano del hotel
Rincón de Pepe, en el que se puede visitar y contem-
plar un gran tramo de muralla, antemuralla y torres”,
nos cuentan los arquitectos. Sin embargo, en su
opinión, la calle Cánovas del Castillo “actualmente es
una calle carente de carácter, con un vial de tráfico
rodado, aparcamientos en cordón en una de sus
fachadas y aceras de un metro”. Además, y como
motivo que justifica la intervención planteada, añaden
que “una de las características destacables es la ocu-
pación de la mayoría de sus locales de planta baja por
establecimientos hosteleros”. Tras todo lo dicho, “la
propuesta de actuación urbana consistiría en el enra-
Propuesta de intervenciónde guerao y lópez paradestacar en superficie laantigua presencia de laPuerta de santa eulalia, yotras actuaciones paramejorar el entorno de laiglesia y del barrio.
a la izquierda, imagen actual de la calle cánovas del castillo; a la derecha, imagen de la intervenciónque Francisco guerao y Pablo lópez proponen para dicha calle. en la actualidad, además de estar de
espaldas a la historia de la ciudad, de no informar de su condición de antiguo foso ni de la presencia de lamuralla, la calle cánovas del castillo plantea barreras a personas con movilidad reducida y aumenta el
peligro de caídas y atropellos, por la estrechez de sus aceras y el distinto nivel con la calzada.la calle de la derecha se presenta como más amable, más estética y más lógica.
sawar42
sado de la calzada con la eliminación del desnivel de
las aceras, con diferenciación de pavimento en la zona
de rodadura y la protección de bolardos para la zona
exclusiva peatonal”. La intervención prosigue con la
eliminación de la zona de aparcamiento, y en su lugar,
la plantación de arbolado, además del soterramiento de
los contenedores de residuos. Para Francisco Guerao
y Pablo López, a presencia de árboles proporcionaría
“la sensación de frescor de la ribera del río, evocando
la imagen que esta calle debía tener cuando era foso
de la muralla”. Para terminar con la calle Cánovas del
Castillo, Guerao y López apuntan que “la iluminación
se adaptaría a la ambientación que se pretende conse-
guir, se controlaría el nivel lumínico, el tipo de lámpara
y su altura, y la señalética apoyaría la información e
historia del lugar”.
En cuanto a la calle San Antonio, nada menos que una
parte del eje central y neurálgico de Murcia durante
siglos, Francisco Guerao y Pablo López señalan que
“en los últimos años se está produciendo un auge en
esta zona por la apertura de locales destinados al
pequeño comercio, joven y alternativo, propiciado por
la oferta de ocio y hostelería”. Con ello “se están
abriendo nuevas posibilidades para la reactivación y
regeneración del barrio, sin olvidar el comercio tradicio-
nal que se mantiene y es tan valorado”. “La propuesta
de actuación se centraría inicialmente en el tramo de
calle que une la plaza de Santa Eulalia y la plaza de los
Propuesta de intervenciónde guerao y lópez paradestacar en superficie laantigua presencia de laPuerta de santa eulalia, yotras actuaciones paramejorar el entorno de laiglesia y del barrio.
a la izquierda, imagen actual de la calle cánovas del castillo; a la derecha, imagen de la intervenciónque Francisco guerao y Pablo lópez proponen para dicha calle. en la actualidad, además de estar de
espaldas a la historia de la ciudad, de no informar de su condición de antiguo foso ni de la presencia de lamuralla, la calle cánovas del castillo plantea barreras a personas con movilidad reducida y aumenta el
peligro de caídas y atropellos, por la estrechez de sus aceras y el distinto nivel con la calzada.la calle de la derecha se presenta como más amable, más estética y más lógica.
otra imagen delentorno de lacalle cánovasdel castillo:
sin sentidoestético y
sin sentidocomún
Arriba a la izquierda, laactual calle San Antonio,mirando en dirección albarrio de Santa Eulalia.
Arriba a la derecha,imagen propuesta por
Guerao y Lópezpara intervenir en
dicha calle.Abajo, calle San Antonio
cortada por la calleCorreos, y al fondo, la
Catedral. Esa es laimportancia y la
dignidad que Murciaconcede hoy al quefue su eje principaldurante siglos, con
el olvido y los obstáculosfísicos y visuales
Apóstoles”, y consistiría en el enrasado de la calzada con
la eliminación del desnivel de las aceras, igual que en el
caso de Cánovas del Castillo, diferenciando el pavimento
de rodadura del peatonal y protegiendo este último con
bolardos. Guerao y López añaden que en las zonas más
anchas de la calle se podría plantar arbolado, y que en el
espacio que se abre mínimamente ante la fachada del
antiguo convento de San Antonio, habría que remarcar su
presencia, que en la actualidad pasa totalmente desaper-
cibida en mitad de una calle con las aceras demasiado
estrechas como para detenerse a mirarlo.
Guerao López completan su propuesta con otros dos
itinerarios alternativos y complementarios que, de forma
singular, recorrerían los límites de la Murcia amurallada y
conectarían diversos hitos arquitectónicos y artísticos que
hoy aparecen desconectados, aislados y casi invisibles
para los murcianos y para los visitantes. Todos los ingre-
dientes descritos facilitarían una intervención que, apo-
yada por los vecinos y por el ayuntamiento, planificada
con sentido común y llevada finalmente a la práctica,
tendría todas las probabilidades de ser un éxito, daría un
impulso comercial, turístico y cultural a la ciudad y, ade-
más, reconciliaría a la Murcia de hoy con aquella Murcia
de ayer a la que la modernidad obligó a renunciar.
Francisco Guerao afirmaba en el Museo de Bellas Artes,
hace poco más de un año, que su plan no era sencillo, y
que quizá pecaban de optimistas o de ambiciosos, pero
que tanto Pablo López como él pensaban que era el
momento de exponerlo, “y después se puede fraccionar
y hacer las fases que sean necesarias”. En su opinión,
“hay que hacer un plan director general, y después esta-
blecer las fases que haga falta; hay que iniciarlo y tener
un fin concreto”. Es decir, pensar a largo plazo y, además,
involucrar a los vecinos, a los comerciantes y hosteleros
y a las diferentes administraciones. Como el mismo
Guerao exclamó en su presentación: “¡Casi nada!”
sawar44
Más sobre el proyecto de guerao y lópez
arriba: Propuesta de logotipopara el llamado “Paseo de la
Muralla”. a la izquierda,propuesta de intervención en
el entorno de la glorieta de españay plaza Martínez tornel
Derecha: Propuesta de intervenciónen el entorno de la calle correos,
en la antigua Puerta del toro.abajo: Propuesta de jardineray de hito luminoso informativo
Francisco guerao y Pablo lópez afirman que “el recorrido por los itinerarios no debe ser un mero deambular porsus espacios; tiene que ser dinámico y participativo”. Para ello, proponen desarrollar una serie de actividades calle-jeras, artísticas, exposiciones, actuaciones, recreaciones históricas... además, “no tienen por qué ser en espacioscerrados, hay que potenciar los espacios abiertos para actividades culturales y de ocio”. Y añaden otra propuesta:“los establecimientos hosteleros podrían adherirse con la elaboración de platos o tapas relacionadas con el itinerarioy su temática”. Y hay un buen número de ellos que probablemente estarían encantados de participar*.
un plan directorguerao y lópez proponen y animan a crear un Plan
Director para ejecutar su propuesta debido a sucomplejidad, que en parte viene impuesta por la gran
cantidad de agentes involucrados en la misma.Por ese motivo, aconsejan dividirlo en fases para
controlar su ejecución y su inversión, y exponen lospasos necesarios a ir tomando: primero, la planifica-
ción general, que incluiría la elaboración delpropio plan director, la definición del contenido delitinerario, el análisis de los espacios y elementos
urbanos existentes, el establecimiento y control delas distintas fases y subfases del proyecto, la defini-
ción de otras áreas de actuación, la coordinaciónentre los agentes implicados, la financiación del
proyecto y, por último, la ejecución del plan.
* http://www.laverdad.es/murcia/prensa/20070505/cultura_murcia/ocio-arte-alian-para_20070505.html
sawar46
la Murcia que se fue–y se nos sigue yendo-
opinión
greogorio sabater navarro
Murcia. La siete veces coronada. La que fuera capitaldel reino del mismo nombre, sede episcopal y ciudadcon voto en las Cortes castellanas. La vieja Mursiyade Ibn Arabí, el Rey Lobo y la heroica resistenciacontra los almohades. La Murcia cristiana donde quisoenterrarse Alfonso X, donde llegaron a residir losReyes Católicos, donde se sublevaron las comunida-des, donde floreció el comercio de la seda gracias asu fértil vega, la que hizo suyo el barroco de Salzillo,la que cantara Pedro Guillén, la que viera publicar losprimeros versos de Miguel Hernández… Se podríanseguir enumerando incontables hitos históricos en unaciudad que incluso ha dado nombre a una región, perola historia no sólo se enumera, no se limita a los libros,a lo narrado, la historia también se ve, se hacepresente, se siente, y en esa dualidad de la experien-cia histórica es cuando nuestra Murcia sale perdiendo.Murcia es más histórica hoy día en el papel que enla calle, y eso sólo puede ser explicado desde unaexperiencia urbanística y arquitectónica claramenteanti-histórica.
El modelo urbano desarrollado que fundamenta estasituación nunca ha tenido en su eje primordial laconservación del patrimonio de la ciudad –y de esaslluvias estos lodos-. Podríamos matizar que la preocu-pación por el patrimonio no ha sido un valor presenteen nuestra sociedad hasta hace relativamente poco.Eso explica las innumerables pérdidas producidas a lolargo y ancho de la geografía española, hasta en lasciudades hoy en día mejor conservadas. Pero lo quemarca la diferencia en Murcia, lo que la hace triste-mente especial, es la intensidad de la pérdida y sucontinuidad en el tiempo. Durante el desarrollismoeconómico franquista de los 60 tuvo lugar el primer‘boom’ inmobiliario precedente de otros muchos queestarían por venir y que hoy resultan de tremendaactualidad. Pequeñas y grandes ciudades sufrieronincontables transformaciones en su impronta urbana,mayor cuanto más potente era el ansia de modernidad(o de beneficio) de sus promotores. Murcia por enton-ces era una capital de provincias un tanto anticuada;el peso de su sector agrario circundante y la ausencia
de una industrialización durante las últimas décadasdel XIX y principios del XX que le supusiera unaprimera transformación ‘modernizadora’ de suimpronta urbana en un sentido burgués, afectó de talmanera a sus acomplejadas clases dirigentes y a susociedad en general, que tan pronto se tuvo la ocasiónde abrazar la ‘modernidad urbana’ que brindaba elmomento, ésta se produjo sin contemplaciones.¿Deseo de modernidad o ansia de beneficio sin corta-pisas? Nunca sabremos la cantidad exacta de cadacomponente en la ecuación, pero lo que está claro esque para el caso concreto de Murcia, ambas fueronletales para el mantenimiento y siquiera la misma exis-tencia de su Casco Antiguo.
Posteriormente, una parte de la sociedad murcianalamentó la desaparición de tal o cual palacio, el derribode aquella casona o la fulminación de unos Baños Ára-bes que jamás debieron dejar de existir. Pero pocosrepararon y reparan hoy en que si –por ejemplo- sólose hubiera acabado con la totalidad de los palaciosnobiliarios de la ciudad, el daño al centro histórico nohubiera sido tan grande como el que finalmente seprodujo. Y es que en un Casco Antiguo es casi másimportante el conjunto de viviendas e inmuebles queconsiguen definir la estética y el ambiente de un áreaque un determinado edificio protegido o monumentoaislado. En nuestro centro histórico manzanas enterasfueron arrasadas para levantar lo que se tenía por‘moderno’ en aquellas fechas. Barrios seculares pasa-ron a contar con la misma apariencia que zonas urba-nas de nueva planta. ¿Qué diferencia hoy a SanAntolín o San Andrés de Vistalegre o San Basilio? Elcentro histórico quedaba así reducido a las zonaspróximas a la Glorieta, Catedral y Trapería y unaspocas plazas aisladas más. Una mínima expresión delo que fue.
La otra especificidad murciana, la de la continuidad enel tiempo, nos muestra que la lista negra de desapari-ciones nunca ha contado –lamentablemente- con unpunto y final que la diera por acabada, haciéndosemás y más grande hasta llegar al mismo momento
sawar 47
la Murcia que se fue–y se nos sigue yendo-
actual. Basta con recordar los tristes casos del Pala-cete Ponce, el Gobierno Militar, la Casa de la horna-cina de la Calle Peligros o los clamorosos abandonosde edificios protegidos. Cierto es que importantesrestauraciones y rehabilitaciones han venido suce-diéndose a partir de que la conservación patrimonialse fuera asentando en nuestra sociedad y la adminis-tración que la rige, pero aún así el motor de la piquetanunca ha dejado de rugir por completo en nuestrascalles. Se sigue primando más el derribo y posteriorrecreación –casos del Palacio Meoro o los edificiosdel Puente Viejo- que una rehabilitación en condicio-nes (la primera resulta más barata y permite un mayornegocio inmobiliario que la segunda).
Pero si éste ha sido el panorama con las edificacionesprotegidas, qué decir de las viviendas antiguas sinninguna protección que se mantenían en pie en nues-tras calles. Por parte de las autoridades la respuestaha sido clara, todo lo que no cuente con protecciónespecífica puede ser derribado y en su lugar sepermite levantar edificaciones con cualquier diseñoarquitectónico. Esto, lejos de constituir una forma derecuperación de lo perdido o de mero mantenimientode los espacios conservados que nos quedaban enel Casco Antiguo, ha supuesto la mejor forma decontinuar con la dinámica anterior. Arterias del centroque mantenían hasta hace dos días una cierta esté-tica han visto como al calor del último ‘boom’ inmobi-liario pasaban a engrosar la interminable plétora deintrusiones urbanísticas desafortunadas –la Calle SanPedro, Alfaro o Simón García dan buena muestra deello-.
El caso concreto de la Calle Simón García resultaparadigmático. Sufrió por igual las embestidas de laespeculación que supuso la desaparición de vivien-das tradicionales sin protección. Sin embargo, en lasnuevas edificaciones efectuadas en décadas másrecientes parece que se intentó una especie de pla-nificación mínima con un límite de altura en lasnuevas viviendas, al igual que la utilización en todoslos inmuebles de un elemento constructivo netamentemurciano –el ladrillo visto- consiguiendo una ciertaunidad estética en la intervención urbana y matizandosu impacto en la antigua calle.
El caso de Simón García demuestra cómo conposterioridad al ‘boom’ de los 60 y 70 se intentó untipo de urbanismo en el Casco Antiguo menos agre-sivo que el anterior. Aunque tampoco constituyera unproyecto conservacionista en sí mismo, mostró unanueva sensibilidad como consecuencia de la consta-tación ciudadana de la gravísima pérdida que ya sehabía producido en la ciudad. Sin embargo, inclusoestas prácticas incipientes se han visto mermadas enel marco de la última ola constructiva. Recientementeuno de los últimos edificios originales de la arteria –eledificio del Perro Azul- fue derribado para dar paso auna construcción de innovador diseño que rompía
incluso la unidad con las intervenciones anteriores enladrillo. El Perro Azul, con su típico revoco en azulete,era una vivienda tradicional sin protección, pues noconstituía en sí mismo un edificio patrimonial, sinembargo permitía mantener los lazos de ese espaciourbano con el pasado. En ciudades como Madrid,edificios de la misma tipología son conservados yrehabilitados aunque constituyan inmuebles sinprotección. En Murcia sin embargo, ese escenarioresulta poco menos que una quimera cuando preci-samente la práctica desaparición de su Casco Antiguomerecería igual celo conservador. De esta forma,paulatinamente, barrios que todavía mantenían enalgún grado su aspecto antiguo, su estética ancestral,han acabado de igual forma que San Andrés o SanAntolín en los 60.
El estado en el que se encuentra el Casco Antiguo deMurcia tras décadas de desafortunadas prácticasurbanísticas y arquitectónicas habría necesitado yano sólo de políticas mucho más activas de conserva-ción en las que –aunque hemos mejorado en algúngrado con respecto a décadas anteriores- se fueramás allá de la mera protección de los inmueblesespecíficamente protegidos. Así, cualquier edificaciónantigua que todavía no haya sucumbido a la piquetadebería mantenerse y favorecer su rehabilitación paradetener de una vez la incesante pérdida de espaciosurbanos que llega hasta el mismo momento en el quese escriben estas palabras. Además, resultaría deltodo necesario apostar por una recuperación de áreasque en su momento sufrieron actuaciones urbanísti-cas desafortunadas, como una forma de corregir loserrores cometidos aprovechando la propia degrada-ción que ya presenta la arquitectura desarrollada enlos años 50 y 60.
Sólo así podríamos empezar a revertir el triste tratoque Murcia ha brindado desde hace demasiadasdécadas a su historia sensorial –a la que se contem-pla y se siente- expresada en su centro histórico y elpatrimonio que en él todavía se guarda. Un cambioen el modus operandi urbanístico resulta imprescin-dible en un momento de replanteamiento del modeloeconómico y de planificación como el actual. Elbalance de lo realizado hasta hoy debe de llevarnosa una reflexión que permita una nueva forma de tratarel patrimonio y la significación que éste trae consigo.Salvar elementos tan consustanciales a la identidadde lo murciano como el Casco Antiguo o la huerta–para ésta última hay ya camino recorrido de la manode Huermur- debe de aparecer en cualquier agendapolítica que pretenda la regeneración del municipioen un momento de especial trascendencia como elque vivimos. Sólo de esta manera evitaremos que senos siga yendo una Murcia que ya ha perdido dema-siado de sí misma en aras de la modernidad –o delnegocio- y en la que hoy nos resulta demasiado difícilidentificar la que ha sido su riquísima historia.
Plaza de santa eulaliaJaime Dengra uclés
tinta china. 1984
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saWar Murciaquiere dar las gracias por la ayuda en
la elaboración de este número a:Francisco Guerao y Pablo López; Antonio Vicente Frey; GregorioSabater; Enrique de Andrés; Centro de la Mujer de Santa Eula-lia; Centro de Mayores de Santa Eulalia; vecinos y comerciantesdel barrio de Santa Eulalia que quisieron colaborar aportandosus opiniones en el cuestionario; Asociación de JóvenesMurcianos por los Derechos Humanos; Jaime Dengra Uclés;María Manzanera, y a todas aquellas personas que de un modou otro han orientado y colaborado en este reportaje; también alos autores de los textos usados como fuente documental ycitados en el mismo.
Gracias también a Tete López y a Intermón Oxfam por volver aincluir un anuncio de su admirable labor en esta revista. SawarMurcia ofrece todo su apoyo a la ‘Tasa Robin’.
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