Schumacher, E. F. - Lo pequeño es hermoso

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Akal Pensamiento crítico LO PEQUEÑO ES HERMOSO E. F. Schumacher Apéndice de G. McRobie «Lo pequeño es posible»

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  • Akal Pensamiento crticoTtulos publicados

    La fbrica de la ignoranciaJos Carlos Bermejo Barrera

    El tiempo de las vctimasCaroline Eliacheffy Daniel Soulez Larivire

    Izquierda y republicanismoArmando Fernndez Steinko

    La destruccin de una esperanzaSalvador Lpez Arnal

    El orden de El capitalCarlos Fernndez Liriay Luis Alegre Zahonero

    Despus de la democraciaEmmanuel Todd

    Traducido a ms de treinta idiomas, Lo pequeo es hermo-so es un vigoroso alegato contra una sociedad distorsiona-da por el culto al crecimiento econmico. En l, Schumacherdefiende una profunda reorientacin de los objetivos denuestra economa y nuestra tcnica para ponerlas al servi-cio del hombre. Inspirndose en fuentes tan diversas comolas encclicas papales, la economa budista y las obras deMao-Tse-tung, el autor presenta su visin del uso adecuadode los recursos humanos y naturales, la problemtica deldesarrollo y las formas de organizacin y propiedad empre-sarial. El dilema de la energa nuclear, la utilidad de la auto-noma regional, el agudo problema del desempleo y lasperspectivas del socialismo se tratan en sus pginas con unestilo persuasivo y gil que huye del lenguaje de los espe-cialistas para dirigirse directamente al hombre de la calle.Considerado por The Times Literary Supplement como unode los cien libros ms influyentes de los publicados desdela Segunda Guerra Mundial, la obra de E. F. Schumacherpresenta al lector temas de gran actualidad despus decasi cuarenta aos de su primera edicin.

    Un grito de guerra contra los excesos, la codicia, los abusos y lasobreexplotacin de los recursos naturales.

    Luca Mndez, El MundoUn desafo para los economistas.

    The Economist

    ISBN 978-84-460-3217-5

    9 7 8 8 4 4 6 0 3 2 1 7 5

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    LOPEQUEO

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    www.akal.com

    Este libro ha sido impreso en papel ecolgico, cuya materia primaproviene de una gestin forestal sostenible.

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    LO PEQUEOES HERMOSOE. F. SchumacherApndice de G. McRobieLo pequeo es posible

    Ernst Friedrich Schumacher (1911-1977)fue un economista y estadstico germano-britnico muy crtico con los sistemas eco-nmicos de Occidente. Defensor de unaeconoma descentralizada, se interestambin por la investigacin de tecnologaadecuada para el desarrollo en el TercerMundo. En 1980 fue fundada una sociedadcon su nombre, la E. F.Schumacher Society,que contina su trabajo.

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  • AKAL / PENSAMIENTO CRTICO

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  • Diseo interior y cubierta: RAG

    Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Cdigo Penal, podrn ser castigados con penas de multa y privacin de libertad quienes sin la preceptiva autorizacin reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen pblicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artstica o cientfica, fijada en cualquier tipo de soporte.

    Ttulo original:Small is beautiful

    E. F. Schumacher, 1973

    Ediciones Akal, S. A., 2011

    Sector Foresta, 128760 Tres CantosMadrid - Espaa

    Tel.: 918 061 996Fax: 918 044 028

    www.akal.com

    ISBN: 978-84-460-3217-5

    Depsito legal: M-279-2011

    Impreso en Lavel, S. A.Humanes (Madrid)

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  • E. F. Schumacher

    Lo pequeo es hermoso

    Apndice de G. McRobieLo pequeo es posible

    Traduccin descar Margenet

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  • Los sucesos analizados en los ensayos de este libro se han ace-lerado durante los ltimos seis meses con tal rapidez que an des-concierta a quienes mucho tiempo atrs los haban anticipado. Lallamada crisis del petrleo no es una crisis en el sentido ordinariode este trillado trmino, sino un hito en la historia del mundomoderno, largo tiempo esperada, se podra decir, pero no obstan-te difcil de aceptar. Reforzar la influencia de los que defiendenel retorno al hogar o la de los que preconizan la huida haciadelante? Nos ayudar a librarnos del gigantismo y de la violen-cia o nos conducir ms profundamente a esas aberraciones? Va-mos a seguir aferrndonos a un estilo de vida que crecientemen-te vaca al mundo y desbasta a la naturaleza por medio de suexcesivo nfasis en las satisfacciones materiales, o vamos a emplearlos poderes creativos de la ciencia y de la tecnologa, bajo el con-trol de la sabidura, en la elaboracin de formas de vida que se en-cuadren dentro de las leyes inalterables del universo y que seancapaces de alentar las ms altas aspiraciones de la naturaleza hu-mana? stas son las preguntas que deberan haber ocupado nues-tra atencin durante muchas dcadas en el pasado y que ahora estnplanteadas muy claramente, por no decir brutalmente.

    Las recientes acciones de los pases productores de petrleohan dramatizado la situacin, pero de ninguna manera la han crea-do. Tal como escriba algunos aos atrs y repito en el captulo VIIIde este libro: El inters real a largo plazo para ambos, los pasesexportadores y los pases importadores de petrleo, exige que lavida til del petrleo se prolongue tanto como sea posible. Losprimeros necesitan tiempo para desarrollar fuentes alternativasde vida, y los ltimos lo necesitan para ajustar sus economas de-

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    PREFACIO

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  • 6pendientes del petrleo a una situacin que ha de surgir dentrode la expectativa de vida de la mayora de la gente que hoy estviva, cuando el petrleo sea ms escaso y mucho ms caro. El pe-ligro mayor para ambos es la continuacin de un rpido creci-miento de la produccin y el consumo del petrleo en todo elmundo. Los desarrollos catastrficos en el frente petrolero po-dran ser evitados slo si la armona bsica de los intereses a largoplazo de ambos grupos de naciones viniera a ser algo totalmente realy una accin concertada se llevara a cabo para estabilizar y redu-cir gradualmente el flujo anual de consumo de petrleo.

    Hay optimistas que proclaman que todos los problemas tie-nen solucin, que las crisis del mundo moderno no son nadams que problemas de principiantes en el camino hacia una opu-lenta madurez. Hay pesimistas que hablan de una inevitable ca-tstrofe.

    Lo que necesitamos son optimistas que estn totalmente con-vencidos de que la catstrofe es ciertamente inevitable salvo quenos acordemos de nosotros mismos, que recordemos quines somos:una gente peculiar destinada a disfrutar de salud, belleza y perma-nencia; dotada de enormes dones creativos y capaz de desarrollarun sistema econmico tal que la gente est en el primer lugary la provisin de mercancas en el segundo. La provisin demercancas, sin duda, se cuidar entonces de s misma.

    Esto costar mucho trabajo a travs de tareas nuevas, experi-mentales y placenteras.

    La gente optimista de la que hablamos, sin embargo, no ha te-mido nunca el trabajo.

    24 de enero de 1974

    E. F. S.

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  • Muy poca gente puede contemplar los logros de la energa prc-tica y de la habilidad tcnica sin experimentar alegra, ya que aqu-llas, desde la ltima parte del siglo XVII, transformaron el rostro dela civilizacin material, de la cual Inglaterra fue la ms audaz aun-que no demasiado escrupulosa pionera. No obstante, si las ambi-ciones econmicas son buenas sirvientes, resultan malas maestras.

    Los hechos ms obvios son fcilmente olvidados. Tanto el ordeneconmico existente como los numerosos proyectos propuestos parareconstruirlo se desvanecen por su olvido de este axioma: dado quetodos los hombres tienen alma, ningn incremento en su riqueza lesha de compensar por los planes que ofenden el respeto que tienen des mismos y disminuyen su libertad. Si no se desea que la industriatenga que paralizarse por las continuas protestas de una naturalezahumana injuriada, una organizacin econmica razonablemente calcu-lada debe permitir la satisfaccin de aquellos criterios que no sonpuramente econmicos.

    R. H. TAWNEY, Religion and the Rise of Capitalism.

    En su totalidad, nuestro problema actual se refiere a actitudes einstrumentos. Estamos remodelando la Alhambra con una pala me-cnica y estamos orgullosos de nuestro rendimiento. Difcilmente de-bemos abandonar la pala que, despus de todo, tiene muchos aspec-tos positivos; pero tenemos la necesidad de criterios objetivos mshumanos para su correcto uso.

    Aldo LEOPOLD, A Sand County Almanac.

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  • PARTE IEL MUNDO MODERNO

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  • Uno de los ms funestos errores de nuestra poca consiste encreer que el problema de la produccin se ha resuelto. Esta creen-cia no est arraigada solamente en la gente que no tiene nada quever con la produccin (y por lo tanto sin contacto profesional conlos hechos), sino que tambin es sostenida virtualmente por to-dos los expertos, los magnates de la industria, los que dirigen la eco-noma de los gobiernos del mundo, los economistas acadmicos(y los no tan acadmicos), por no mencionar a los periodistas eco-nmicos. Todos ellos pueden no estar de acuerdo en muchas cosas,pero en lo que s estn de acuerdo es en que el problema de laproduccin se ha solucionado, en que la especie humana es, porfin, mayor de edad. Para las naciones ricas, dicen, la ms impor-tante tarea hoy da es la educacin para el esparcimiento, mien-tras que para las naciones pobres lo es la transferencia de tecno-loga.

    Que las cosas no estn marchando como debieran debe atri-buirse a la inmoralidad humana. La solucin es construir un sis-tema poltico tan perfecto que la inmoralidad humana desapa-rezca y cada uno se comporte bien, no importa cun inmoral seapor dentro. Se acepta como un hecho que cada uno nace bueno,que si uno se transforma en criminal o en explotador se debe adefectos del sistema. Sin ninguna duda el sistema es malo enmuchos aspectos y debe ser cambiado. Una de las principales ra-zones por las que el sistema es malo, y a pesar de ello sobrevive,es esta opinin errnea de que el problema de la produccin se

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    El problema de la produccin*

    * Basado en una conferencia dada en el Instituto Gottlieb Duttweiler,Rschlikon, cerca de Zrich, Suiza, el 4 de febrero de 1972.

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    ha solucionado. Como todos los actuales sistemas estn impreg-nados por este error, no queda mucho para elegir entre ellos.

    El surgimiento de este error, tan flagrante como firmementearraigado, est estrechamente vinculado a los cambios filosficos,por no decir religiosos, en la actitud del hombre hacia la naturale-za en los ltimos tres o cuatro siglos. Tal vez debera decir: la acti-tud del hombre occidental hacia la naturaleza. Pero dado que todoel mundo est sufriendo un proceso de occidentalizacin, la afir-macin ms general parece justificada. El hombre no se siente par-te de la naturaleza, sino ms bien como una fuerza externa destina-da a dominarla y conquistarla. An habla de una batalla contra lanaturaleza olvidndose que, en el caso de ganar, se encontrara lmismo en el bando perdedor. Hasta hace poco la batalla pareca irlo bastante bien como para darle la ilusin de poderes ilimitados,pero no tan bien como para permitirle vislumbrar la posibilidad dela victoria total. sta es ahora evidente y mucha gente, aunque slosea una minora, est comenzando a comprender lo que ello signi-fica para la continuacin de la existencia de la humanidad.

    La ilusin de poderes ilimitados, alimentada por los asombro-sos adelantos cientficos y tcnicos, ha producido como conse-cuencia la ilusin de haber resuelto el problema de la produccin.Esta ilusin est basada en la incapacidad para distinguir lo quees renta y lo que es capital, justo donde esta distincin importams. Todo economista y hombre de negocios est familiarizadocon esta distincin y la aplica conscientemente y con considera-ble sutileza en todos los asuntos econmicos, salvo donde es real-mente importante: all donde se trata del capital irreemplazableque el hombre no ha creado sino simplemente descubierto y sinel cual nada puede hacer.

    Un hombre de negocios no considerar que una determinadaempresa ha resuelto sus problemas de produccin y llegado a serviable si comprueba que la misma est consumiendo rpidamente sucapital. Cmo podramos descuidar este hecho tan vital cuando setrata de la economa de esta empresa realmente grande, la Nave Es-pacial Tierra y, en particular, de la de sus valiosos pasajeros?

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    Una explicacin razonable del porqu del descuido de un he-cho tan vital es que nos hemos alejado de la realidad e inclinado apensar que todo aquello que no hemos hecho nosotros mismos esalgo sin valor. Inclusive el propio doctor Marx cay en este lamen-table error cuando formul la denominada teora del valor traba-jo. Ahora bien, es obvio que hemos trabajado para generar partedel capital que nos ayuda a producir (v. g. una amplia base de co-nocimiento cientfico-tcnico y de otro tipo; una elaborada infraes-tructura fsica; innumerables formas de sofisticado equipo de ca-pital, etc.). Pero todo esto no es sino slo una pequea parte delcapital total que estamos empleando. El capital proporcionadopor la naturaleza es mucho ms importante que el aportado por elhombre. Y nosotros no reconocemos este hecho. Esa mayor pro-porcin que nos da la naturaleza est siendo usada a un ritmo alar-mante; por esto es un error absurdo y suicida actuar sobre la creen-cia de que el problema de la produccin se ha resuelto.

    Observemos ms de cerca este capital natural. Antes quenada, y para comenzar por lo ms obvio, tenemos los combustiblesfsiles. Estoy seguro de que nadie negar que estamos tratando esoscombustibles como si fueran artculos de renta a pesar de ser, in-negablemente, bienes de capital. Si los tratsemos como bienes decapital nos preocuparamos de su conservacin, haramos cual-quier cosa que estuviera al alcance de nuestra mano para minimi-zar su actual tasa de consumo. Podramos decir, por ejemplo, queel dinero obtenido por la venta de estos valiosos bienes bienesirreemplazables debera destinarse a un fondo especial dedicadoexclusivamente al desarrollo de mtodos de produccin y sistemasde vida que no dependan para nada de los combustibles fsiles oque dependan de ellos slo en una pequea proporcin. Esta ymuchas otras cosas deberamos hacer si tratsemos a los combus-tibles fsiles como capital y no como renta. No slo no hacemosninguna de ellas, sino que hacemos exactamente lo contrario; nonos interesa para nada la conservacin y estamos maximizando enlugar de minimizar el ritmo del consumo. Estamos lejos de inte-resarnos en estudiar las posibilidades de mtodos alternativos de

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    produccin y de formas de vida, a fin de poder salir de la pendien-te por la que nos deslizamos a una velocidad cada vez mayor. Ha-blamos alegremente de ilimitados progresos siguiendo los cami-nos trillados de educacin para el esparcimiento en los pasesricos y de transferencia de tecnologa en los pases pobres.

    La liquidacin de estos bienes de capital contina tan rpida-mente que, aun en el pas considerado como el ms rico del mun-do, los Estados Unidos de Amrica, hay muchos hombres preocu-pados, con puestos de responsabilidad en la Casa Blanca, pidiendouna conversin masiva de carbn a petrleo y gas, o demandan-do an mayores esfuerzos para investigar y explotar los tesoros dela tierra que quedan. Observen las cifras que se prevn bajo el ttu-lo Requerimientos mundiales de combustible para el ao 2000.Ahora estamos usando el equivalente de algo as como 7.000 millo-nes de toneladas de carbn y dentro de veintiocho aos las necesi-dades sern tres veces mayores: alrededor de 20.000 millones detoneladas! Qu son veintiocho aos? Si miramos atrs, nos lleva-ran al mundo inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mun-dial y, por supuesto, desde entonces el consumo de combustible seha triplicado. No obstante, ese aumento represent un incrementoequivalente a menos de 5.000 millones de toneladas de carbn.Ahora hablamos tranquilamente de un incremento que es tres ve-ces ms grande. La gente se pregunta: podr lograrse? La respues-ta es: debe hacerse y por lo tanto se har. Se podra decir (con per-dn de John Kenneth Galbraith) que ste es el caso del hombreamable guiando al ciego; pero para qu levantar calumnias? Ocu-rre que la pregunta misma est mal planteada, porque implcita-mente asume nuestro tratamiento de esos bienes como si fueranrenta y no capital. Por qu el ao 2000? Por qu no el ao 2028,cuando los nios que hoy estn jugando estarn haciendo planes parajubilarse? Habr otro aumento de tres veces entonces? Cuandocomprendamos que estamos tratando con capital y no con renta, to-das estas preguntas y respuestas se volvern absurdas, ya que loscombustibles fsiles no estn hechos por el hombre, no pueden serreciclados. Cuando se terminen, se habrn terminado para siempre!

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    Podrn preguntarse: qu hay entonces de los combustiblesdenominados de renta? Pues bien, qu hay acerca de ellos?Actualmente contribuyen con menos del 4 por 100 (calculado encaloras) del total mundial. En un futuro cercano tendrn quecontribuir con el 70, 80 90 por 100. Hacer algo a pequea es-cala es una cosa, hacerlo a una escala gigantesca es algo muy di-ferente. Para hacer impacto en el problema del combustible en elmundo, las contribuciones tienen que ser realmente formidables.Quin dir que el problema de la produccin se ha resuelto,cuando se trata de combustibles de renta requeridos a una escalaverdaderamente gigantesca?

    Los combustibles fsiles son una parte del capital natural,aunque nosotros insistamos en tratarlos como si fueran de consu-mo corriente, como si fueran una renta y nunca como si fueran laparte ms importante de ese capital natural. Si despilfarramosnuestros combustibles fsiles amenazamos la civilizacin, pero sidespilfarramos el capital representado por la vida natural que nosrodea, amenazamos la vida misma. La gente est despertando a larealidad de esta amenaza y demanda que la contaminacin sea de-tenida. Piensan que la contaminacin es ms bien un hbito desa-gradable practicado por irresponsables o desaprensivos quienes,valga la imagen, tiran la basura por encima de la cerca del jardndel vecino. Una conducta ms civilizada, concluyen, significarcostes extras y, por lo tanto, necesitamos un ritmo de crecimientoeconmico ms rpido para estar en condiciones de afrontarlos.De ahora en adelante, dicen, debiramos usar por lo menos algu-nos de los frutos de nuestra creciente productividad, para elevar elnivel de vida y no solamente incrementar el consumo. Todoesto est bien, pero slo toca la superficie del problema.

    Para llegar al corazn del mismo asunto, haramos bien en pre-guntarnos: por qu ser que todos estos trminos: contamina-cin, medio ambiente, ecologa, etc., de pronto se han transforma-do en trminos de actualidad? Despus de todo hemos tenido unsistema industrial durante bastante tiempo y aun as estas palabraseran virtualmente desconocidas cinco o diez aos atrs. Ser esto

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    un entusiasmo pasajero e inesperado, una estpida moda o tal vezuna repentina falta de entusiasmo?

    No es difcil encontrar una explicacin. De la misma maneraque sucede con los combustibles fsiles, hemos estado viviendo delcapital de la naturaleza viva por bastante tiempo y a un coste bas-tante modesto. Desde finales de la Segunda Guerra Mundial, sinembargo, nos las ingeniamos para elevar este coste a proporcionesalarmantes. Si las comparamos con lo que ocurre ahora y con loque ocurri en el ltimo cuarto de siglo, todas las actividades in-dustriales del hombre hasta la Segunda Guerra Mundial inclusiveson insignificantes. Tomando el mundo en su conjunto, parece queen los prximos cuatro o cinco aos veremos ms produccin in-dustrial que toda la lograda por la humanidad hasta 1945. En otraspalabras, muy recientemente tan recientemente que la mayora denosotros apenas si ha tomado conciencia de ello se ha operado unsalto cuantitativo excepcional de la produccin industrial.

    Tambin ha habido un salto cualitativo de excepcin, en partecomo causa y tambin como efecto de lo anterior. Nuestros cien-tficos y tcnicos han aprendido a elaborar sustancias desconoci-das por la naturaleza. La naturaleza est prcticamente indefensafrente a muchas de estas sustancias. No hay ningn agente natu-ral que las ataque y las descomponga. Es como si ciertos aborge-nes fueran de repente atacados con fuego de ametralladora: susarcos y flechas no les serviran de nada. Estas sustancias descono-cidas para la naturaleza deben su efectividad casi mgica al hechode que aqulla se encuentra indefensa. Y de ah tambin su peli-groso impacto en la ecologa. Desde hace apenas unos veinte aosesas sustancias aparecieron en grandes cantidades. Como no tienenenemigos naturales tienden a acumularse y, en consecuencia, alargo plazo estas acumulaciones, en muchos casos, se conviertenen extremadamente peligrosas. En otros casos su efecto es total-mente imprevisible.

    En otras palabras, los cambios de los ltimos veinticinco aosen la calidad y cantidad de nuestros procesos industriales hanproducido una situacin totalmente nueva. Situacin que es el re-

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    sultado no de nuestros fracasos precisamente, sino de los que no-sotros suponamos que eran nuestros ms grandes xitos. Y todoesto ha sobrevenido tan de repente que apenas si nos percatamosde que estamos consumiendo velozmente un tipo de bienes de ca-pital irreemplazables, los llamados mrgenes de tolerancia, que labondadosa naturaleza siempre mantiene en reserva.

    Permtaseme volver ahora al problema de los combustiblesde renta, al que he aludido previamente de una manera algo ca-balleresca. Nadie est sugiriendo que el sistema industrial univer-sal que se supone estar operando en el ao 2000, o sea dentrode una generacin, estar alimentado bsicamente con fuerzamotriz producida por el agua o el viento. Por el contrario, se nosdice que estamos entrando en la era nuclear. sta ha sido la creen-cia durante bastante tiempo (ms de veinte aos) y aun as la con-tribucin de la energa nuclear a las necesidades energticas y decombustibles del hombre es todava minscula. En 1970 repre-sent el 2,7 por 100 en Gran Bretaa, el 0,6 por 100 en la Comu-nidad Europea y el 0,3 por 100 en los Estados Unidos de Amri-ca, para mencionar slo los pases que se encuentran a la cabeza.Tal vez podramos pensar que los mrgenes de tolerancia de lanaturaleza estarn en condiciones de absorber tan pequeas cargas,a pesar de lo cual hay mucha gente profundamente preocupadahoy en da, como el doctor Edward D. David, consejero cientfi-co del ex presidente Nixon, quien hablando acerca del almacena-miento de desechos radioactivos dice: A uno le vienen nuseasde pensar que algo deba permanecer enterrado y bien sellado por25.000 aos antes de que sea inofensivo.

    De cualquier manera, la cuestin que quiero establecer es muysimple: la propuesta de reemplazar cada ao miles de millones detoneladas de combustibles fsiles por energa nuclear significaresolver el problema del combustible creando un problemaambiental y ecolgico de una magnitud tan monstruosa que eldoctor David no ser el nico al que le vengan nuseas. Significaresolver un problema mandndolo a otra esfera, creando un nue-vo problema infinitamente ms grande.

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    Una vez dicho esto, estoy seguro de que me voy a enfrentar conotra afirmacin an ms osada, es decir, que los cientficos y tcni-cos del futuro sern capaces de crear normas y precauciones de talperfeccin en cuanto a la seguridad que el uso, transporte, proce-samiento y almacenamiento de cantidades siempre crecientes demateriales radioactivos ser algo enteramente seguro. Tambin quelos polticos y cientficos sociales estarn abocados a la tarea decrear una sociedad mundial en la que las guerras y los disturbios ci-viles jams puedan ocurrir. sta es, otra vez, el intento de resolverun problema mandndolo a otra esfera, en este caso a la esfera de laconducta del hombre. Y esto nos lleva a la tercera categora de ca-pital natural, el mismo que despilfarramos sin solucin de conti-nuidad porque lo consideramos una renta, como si fuera algo quenosotros mismos hemos creado y pudiramos reponer fcilmenteapelando a nuestra alabada y creciente productividad.

    No es acaso evidente que nuestros mtodos actuales de pro-duccin estn carcomiendo la sustancia misma del hombre mo-derno? Para mucha gente, sin embargo, esto no es en absolutoevidente. Ahora que hemos solucionado el problema de la produc-cin, dicen, cundo estuvimos mejor que ahora? No estamosacaso mejor alimentados, mejor vestidos y mejor alojados quenunca inclusive mejor educados? Por supuesto que s, que lamayora de nosotros lo estamos, pero de ninguna manera todos,sino los que vivimos en los pases ricos. Pero esto no es lo quequiero decir cuando empleo la palabra sustancia. La sustanciadel hombre no puede ser medida por el Producto Nacional Bruto(PNB). Tal vez no pueda medirse de ninguna otra manera, salvopor ciertos sntomas de desviaciones. Sin embargo, ste no es ellugar apropiado para analizar las estadsticas de sntomas talescomo el crimen, el uso de drogas, el vandalismo, el desequilibriomental, la rebelda, etc. Las estadsticas jams prueban nada.

    Comenc diciendo que uno de los ms funestos errores denuestra poca es la creencia de que el problema de la produccinest solucionado. Esta ilusin, sugera, se debe principalmente anuestra incapacidad para reconocer que el sistema industrial mo-

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    derno, con toda su sofisticacin intelectual, consume las basesmismas sobre las cuales se ha levantado. Para usar el lenguaje delos economistas, el sistema vive de capital irreemplazable al quealegremente se considera una renta. Especifiqu tres categoraspara tal capital: los combustibles fsiles, los mrgenes de toleran-cia de la naturaleza y la sustancia humana. Inclusive si algunos demis lectores rehusaran aceptar las tres partes de mi argumento,sugerira que cualquiera de las tres es suficiente para corroborarmi tesis.

    Y cul es mi tesis? Simplemente, que nuestra ms importan-te tarea es salir de la pendiente por la que nos deslizamos. Yquin puede emprender tal tarea? Pienso que cada uno de noso-tros, sea viejo o joven, fuerte o dbil, rico o pobre, influyente ono. Hablar del futuro slo es til cuando conduce a la accin aho-ra. Qu es lo que podemos hacer ahora si todava estamos insis-tiendo en la postura del cundo estuvimos mejor que ahora? Porlo menos, que ya es decir mucho, debemos entender el problemaen su totalidad y comenzar por ver la forma en que se puede de-sarrollar un nuevo estilo de vida, con nuevos mtodos de produc-cin y nuevas pautas de consumo, un estilo de vida diseado parala permanencia. Dar slo tres ejemplos preliminares: en agricul-tura y horticultura podemos interesarnos en el perfeccionamien-to de mtodos de produccin que sean biolgicamente sanos, enel mejoramiento de la fertilidad del suelo y en producir salud, be-lleza y solidez. Entonces la productividad se cuidar a s misma.En la industria podemos interesarnos en la evolucin de la tecno-loga de pequea escala, relativamente no violenta, tecnologacon rostro humano, de modo que la gente tenga oportunidad dedisfrutar mientras trabaja, en lugar de trabajar slo para recibir elsobre con su salario y esperar el momento del esparcimiento parapoder disfrutar, esto ltimo no siempre con mucha conviccin,por otra parte. En la industria, tambin, porque sin duda la indus-tria es una suerte de marcapasos de la vida moderna, podemos in-teresamos en nuevas formas de asociacin entre administracin ytrabajadores, inclusive en nuevas formas de propiedad comn.

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    A menudo omos decir que estamos entrando en la era de lasociedad educada. Esperemos que esto sea cierto. Todava te-nemos que aprender a vivir en paz no slo con nuestros vecinos,sino tambin con la naturaleza y sobre todo con los Altos Pode-res que han creado la naturaleza y a nosotros mismos, porque, sinduda, nosotros no hemos aparecido por accidente, ni tampoconos hemos creado a nosotros mismos.

    Los temas que han sido apenas tocados en este captulo debe-rn ser desarrollados a medida que sigamos adelante. Poca gentese convencer fcilmente de que al desafo del futuro del hombreno se le puede hacer frente con ajustes marginales aqu y all o,quiz, cambiando el sistema poltico.

    El siguiente captulo es una tentativa de mirar otra vez la situa-cin general desde el punto de vista de la paz y la permanencia.Ahora que el hombre ha adquirido los medios fsicos de autodes-truccin, la cuestin de la paz cobra caracteres sobresalientes comonunca antes en la historia de la humanidad. Cmo podra cons-truirse la paz sin alguna seguridad de permanencia en relacin anuestra vida econmica?

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  • Una creencia moderna muy en boga considera la prosperidaduniversal como el fundamento ms seguro de la paz. Se puede bus-car en vano alguna evidencia histrica que demuestre que los ri-cos han sido regularmente ms pacficos que los pobres, pero en-tonces se podra argumentar que ellos nunca se sintieron segurosfrente a los pobres; que su agresividad surgi del temor y que lasituacin sera bien distinta si todos furamos ricos. Por qudebe un rico ir a la guerra? l no tiene nada que ganar. No sonlos pobres, los explotados, los oprimidos, quienes parecen desti-nados a la guerra, dado que no tienen nada que perder aparte de suscadenas? El camino de la paz, dicen, es el camino de la riqueza.

    Esta creencia moderna tiene una atraccin casi irresistible, yaque sugiere que cuanto ms rpido se obtenga un objeto deseado,con mayor seguridad se obtiene el prximo. Es doblemente atrac-tiva porque evita completamente la cuestin tica, no hay necesi-dad de renuncia o sacrificio, todo lo contrario. Tenemos a la cien-cia y a la tecnologa para ayudarnos a lo largo del camino hacia lapaz y la prosperidad, y todo lo que se necesita es que no nos com-portemos tontamente, irracionalmente, lacerando nuestra propiacarne. El mensaje a los pobres y descontentos es que no se de-bieran impacientar o matar a la gallina que sin duda, a su debidotiempo, pondr huevos de oro tambin para ellos. Y el mensaje alos ricos es que debieran ser lo suficientemente inteligentescomo para ayudar a los pobres de vez en cuando, porque sta es laforma por la cual llegaran a ser ms ricos todava.

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    II

    Paz y permanencia*

    * Publicado por primera vez en Resurgence, Diario del Cuarto Mundo, III, 1(mayo-junio 1970).

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    Gandhi acostumbraba a hablar con desprecio de soar con siste-mas tan perfectos en que nadie necesita ser bueno. Sin embargo, noes precisamente este sueo el que podemos hacer ahora realidad connuestros maravillosos poderes de la ciencia y la tecnologa? Por quexigir virtudes que el hombre nunca podra adquirir, cuando todo loque se necesita es racionalidad cientfica y competencia tcnica?

    En lugar de escuchar a Gandhi, pareciera que estuviramosms inclinados a escuchar a uno de los ms influyentes economis-tas de nuestro siglo, el clebre lord Keynes. En 1930, durante ladepresin econmica mundial, l se sinti impulsado a teorizarsobre las posibilidades econmicas de nuestros nietos y conclu-y que no estara muy lejos el da en que todo el mundo serarico. Entonces, dijo Keynes, nosotros valoraremos otra vez losfines ms que los medios y preferiremos lo bueno a lo til.

    Pero, cuidado!, continu diciendo, la hora para todo estono ha llegado todava. Por lo menos durante otros cien aos debe-mos simular ante nosotros mismos y ante cada uno que lo bello essucio y lo sucio es bello, porque lo sucio es til y lo bello no lo es.La avaricia, la usura y la precaucin deben ser nuestros dioses porun poco ms de tiempo todava. Porque slo ellos pueden guiarnosfuera del tnel de la necesidad econmica a la claridad del da.

    Esto se escribi hace cuarenta aos y desde entonces, por supues-to, los acontecimientos se han acelerado considerablemente. Puedeser que ya no tengamos que esperar otros sesenta aos hasta que se ob-tenga la prosperidad universal. En todo caso, el mensaje keynesiano essuficientemente claro: atencin! Las consideraciones ticas no sonmeramente irrelevantes, son en realidad un impedimento, porque losucio es til y lo bello no lo es. La hora de la belleza an no ha llega-do. El camino hacia el cielo est pavimentado con malas intenciones.

    Voy a considerar ahora esta afirmacin. Puede dividrsela entres partes:

    Primero: Que la prosperidad universal es posible.Segundo: Que su obtencin es posible sobre la base de la filo-

    sofa materialista del enriqueceos.Tercero: Que ste es el camino de la paz.

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    La pregunta obvia con la cual empezar mi investigacin es lasiguiente: hay suficiente para compartir? De inmediato nos en-contramos frente a una seria dificultad. Qu es suficiente?Quin nos lo puede decir? Por supuesto, no el economista quepersigue el crecimiento econmico como el ms alto de los va-lores y, por lo tanto, no posee el concepto de suficiente. Haysociedades pobres que tienen demasiado poco, pero dndeest la sociedad rica que dice: alto!, ya tenemos suficiente? Nohay ninguna.

    Tal vez podamos olvidarnos del suficiente y contentarnoscon examinar el crecimiento de la demanda sobre los recursos delmundo, que se opera cuando todos se esfuerzan para tener ms.Dado que no podemos analizar todos los recursos, propongo en-focar nuestra atencin sobre un tipo de recurso que est en unaposicin central: el combustible. Ms prosperidad significa unmayor uso de combustible, no puede haber duda alguna acerca deesto. En estos tiempos, el abismo de prosperidad entre los po-bres y los ricos de este mundo es muy amplio, y esto se de-muestra claramente por sus respectivos consumos de combusti-ble. Definamos como ricas todas aquellas poblaciones de pasescon un consumo de combustible promedio de ms de una tone-lada mtrica equivalente de carbn (abreviado: e.c.) per cpita, ycomo pobres todas aquellas debajo de este nivel. Sobre estasdefiniciones podemos confeccionar la tabla siguiente, que se basaen datos de las Naciones Unidas para el ao 1966:

    Tabla I (1966)

    Ricos (%) Pobres (%) Mundo (%)POBLACIN (millones)

    1.060 (31) 2.324 (69) 3.384 (100)CONSUMO DE COMBUSTIBLE (millones de toneladas e.c.)

    4.788 (87) 721 (13) 5.509 (100)CONSUMO DE COMBUSTIBLE PER CPITA (toneladas e.c.)

    4,52 0,32 1,65

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    El porcentaje de consumo de combustible per cpita de los po-bres es slo 0,32 toneladas (apenas un catorceavo del consumidopor los ricos) y hay bastantes pobres en el mundo (de acuerdoa estas estadsticas, cerca de siete dcimas partes de la poblacinmundial). Si los pobres de pronto usaran tanto combustible comolos ricos, el consumo del mundo se triplicara de inmediato.

    Sin embargo, esto no puede suceder, dado que todas las cosasllevan su tiempo. Y al mismo tiempo ambos, ricos y pobres,crecen en nmero y aspiraciones. Entonces, intentemos hacer unclculo exploratorio. Si las poblaciones ricas crecen a razn de1,25 por 100 y las pobres a razn de 2,5 por 100 al ao, la po-blacin del mundo ser de cerca de seis mil novecientos millonesen el ao 2000 (una cifra no muy diferente de los ms recientes yautorizados pronsticos). Si al mismo tiempo el consumo de com-bustible per cpita de las poblaciones ricas crece en un 2,25 por100, mientras que el de los pobres crece en un 4,5 por 100 alao, en el ao 2000 tendramos las siguientes cifras:

    Tabla II (2000 d.C.)

    Ricos (%) Pobres (%) Mundo (%)POBLACIN (millones)

    1.617 (23) 5.292 (77) 6.909 (100)CONSUMO DE COMBUSTIBLE (millones de toneladas e.c.)

    15.588 (67) 7.568 (33) 23.156 (100)CONSUMO DE COMBUSTIBLE PER CPITA (toneladas e.c.)

    9,64 1,43 3,35

    El resultado total en el consumo mundial de combustible sera uncrecimiento desde 5,5 miles de millones de toneladas e.c. en 1966 a23,2 miles de millones en el ao 2000 un incremento igual a un fac-tor de ms de cuatro, la mitad del cual sera atribuible al incremen-to de la poblacin y la otra mitad al aumento del consumo per cpita.

    Esta divisin en mitades es bastante interesante. Pero la divi-sin entre ricos y pobres es an ms interesante. Del incre-

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    mento total en el consumo mundial de combustible desde 5,5 mi-les de millones a 23,2 miles de millones de toneladas e.c. (i. e. unincremento de 17,7 miles de millones de toneladas) los ricosrepresentaran cerca de dos tercios y los pobres slo un pocoms de un tercio. En el periodo total de treinta y cuatro aos, elmundo usara 425.000 millones de toneladas de carbn equiva-lente, de las que los ricos usaran 321.000 millones (75 por100) y los pobres 104.000 millones.

    Ahora bien, no arroja esto una luz muy interesante sobre la si-tuacin total? Estas cifras no son predicciones, por supuesto, sonlo que podran llamarse clculos exploratorios. He tomado encuenta un crecimiento muy modesto de poblacin por parte de losricos y un ndice de crecimiento de poblacin que dobla al an-terior por parte de los pobres, y aun as son los ricos y no lospobres quienes hacen, con mucho, la mayor parte del dao. Sies que podemos llamarlo dao. Incluso, si las poblaciones clasifi-cadas como pobres crecieran slo al ritmo que lo hacen las ri-cas el efecto sobre el total del consumo mundial de combustiblesera muy poco significativo una reduccin de slo algo ms del10 por 100. Pero si los ricos decidieran y no digo que estosea probable que su consumo actual de combustible per cpitaes suficientemente alto y que no debiera permitirse que crecierams, teniendo en cuenta que ya es catorce veces ms alto que elde los pobres, eso s que significara una diferencia: en lugar delalza prevista en las poblaciones ricas, habra una reduccin dems de un tercio en el total de combustible requerido en el ao2000 en todo el mundo.

    El comentario ms importante, sin embargo, es una pregunta:es posible suponer que el consumo mundial de combustible po-dra crecer hasta cerca de 23.000 millones de toneladas e.c. anua-les en el ao 2000, usando 425.000 millones de toneladas e.c. du-rante los treinta y cuatro aos en cuestin? A la luz de nuestroactual conocimiento de las reservas de combustibles fsiles, staes una cifra poco convincente, aun si suponemos que un cuarto oun tercio del total mundial proviene de la fisin nuclear.

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    Es bien sabido que los ricos estn en vas de agotar parasiempre la dotacin de combustibles relativamente simples y ba-ratos. Es su continuo crecimiento econmico el que produce lasdemandas ms exorbitantes, con el resultado de que los combus-tibles baratos y simples que existen en el mundo podran conver-tirse fcilmente en escasos y ms caros mucho antes de que lospases pobres hayan adquirido la riqueza, educacin, sofisticacinindustrial y acumulacin de capital necesarias para la aplicacin decombustibles alternativos en una escala significativa.

    Los clculos exploratorios, por supuesto, nunca prueban nada.Una prueba sobre el futuro es en cualquier caso imposible y ya seha sealado sagazmente que las predicciones no son dignas de con-fianza, particularmente cuando tratan del futuro. Lo que se re-quiere es capacidad de juicio, y los clculos exploratorios por lomenos pueden ayudar a informar nuestra capacidad de juicio. Decualquier forma, nuestros clculos en gran medida tienden a su-bestimar la magnitud del problema. No es realista tratar al mun-do como si fuese una unidad. Los recursos de combustible estndistribuidos en forma muy desigual, y cualquier escasez de sumi-nistros, no importa cun leve sea, dividira al mundo inmediata-mente en los que tienen y los que no tienen a lo largo defronteras totalmente nuevas. Las reas especialmente favorecidas,tales como el Oriente Medio y Norte de frica , atraeran la aten-cin a un nivel apenas imaginable hoy, mientras que algunas reasde alto consumo, tales como Europa occidental y Japn, se colo-caran en la posicin nada envidiable de pobres herederos. Heaqu una fuente de conflictos de primera magnitud.

    Como nada puede probarse acerca del futuro (ni aun acerca delfuturo relativamente cercano de los prximos treinta aos) essiempre posible rechazar los problemas ms amenazadores con laesperanza de que algo suceder para cambiar la situacin. Sim-plemente podra haber enormes y desconocidas reservas de pe-trleo, gas natural o carbn. Adems, por qu tiene la energanuclear que limitarse a proveer slo un cuarto o un tercio de losrequerimientos totales? El problema puede as trasladarse a otro

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    plano, pero todava se niega a desaparecer. Porque el consumo decombustible en la escala indicada (suponiendo que no existiesendificultades insalvables en la provisin de combustible) produci-ra riesgos ambientales de una naturaleza sin precedentes.

    Tomemos la energa nuclear. Algunas personas dicen que los re-cursos de uranio relativamente concentrado son insuficientes paramantener un programa nuclear de alcance real, suficientementeamplio como para tener un impacto significativo en la situacinmundial de combustibles, donde tenemos que calcular en miles demillones, no simplemente en millones, de toneladas equivalentesde carbn. Pero supongamos que esas personas estn equivocadas.Se encontrar suficiente uranio, se concentrar desde los ms re-motos rincones de la tierra, se traer a las principales poblaciones,se har altamente radiactivo. Es difcil imaginar una amenaza bio-lgica ms grande, para no mencionar el peligro poltico de que al-guien pudiese usar una pequesima cantidad de esta sustancia te-rrible para propsitos que no sean totalmente pacficos.

    Por otro lado, si nuevos descubrimientos de combustibles f-siles hicieran innecesario el forzar la marcha de la energa nuclear,habra un problema de contaminacin trmica en una escala to-talmente distinta a cualquiera de las hasta ahora encontradas.

    Cualquiera que sea el combustible, cuando los incrementos enel consumo son de cuatro, cinco y seis veces..., no hay ningunarespuesta convincente al problema de la contaminacin.

    He tomado el caso del combustible simplemente como unejemplo para ilustrar una tesis muy sencilla: que el crecimientoeconmico, que visto desde el punto de vista de la economa, lafsica, la qumica y la tecnologa, no tiene lmites apreciables, hade precipitarse necesariamente dentro de un callejn sin salidaaparente cuando es examinado desde el punto de vista de las cien-cias del medio ambiente. Una actitud vital que busca la realiza-cin en la obtencin unilateral de riquezas (en otras palabras, ma-terialismo) no encaja dentro de este mundo porque no contieneningn principio limitativo en s misma, mientras que el entornoen el que est ubicada es estrictamente limitado. El medio am-

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    biente est tratando de decirnos, ahora mismo, que ciertas de-mandas estn convirtindose en excesivas. Tan pronto como unproblema es resuelto, diez nuevos problemas aparecen comoresultado de la primera solucin. Como subraya el profesorBarry Commoner, los nuevos problemas no son las consecuenciasde fracasos accidentales, sino de los xitos de la tecnologa.

    Aqu otra vez, sin embargo, mucha gente insistir en discutirestos asuntos solamente en trminos de optimismo y pesimismo,enorgullecindose en su propio optimismo de que la ciencia en-contrar una salida. Podran estar en lo cierto si, como sugiero,hubiera un cambio consciente y fundamental en la direccin delesfuerzo cientfico. Los progresos de la ciencia y la tecnologa du-rante los ltimos siglos han sido tales que los peligros han creci-do an ms rpidamente que las soluciones. Tendr ms que de-cir acerca de esto posteriormente.

    Ya existe una evidencia abrumadora de que el gran sistema deequilibrio de la naturaleza se est convirtiendo persistentementeen desequilibrio, particularmente en ciertas reas y puntos espe-cficos. Lamentablemente, nos llevara demasiado tiempo si tra-tara de exponer aqu las pruebas. El estado actual del lago Erie,sobre el que el profesor Barry Commoner, entre otros, ha llama-do la atencin, debiera servimos como una suficiente llamada a lacordura. Una o dos dcadas ms y todos los sistemas de aguas te-rritoriales de los Estados Unidos de Amrica pueden estar en unacondicin similar. En otras palabras, la condicin de desequili-brio puede entonces no tener nada que ver con puntos especfi-cos, sino que habr llegado a ser una situacin generalizada.Cuanto ms lejos se permita llegar a este proceso, ms dificulto-so ha de ser el invertirlo, si es que no se ha convertido ya en unfenmeno irreversible.

    Encontramos, por lo tanto, que la idea del crecimiento econ-mico ilimitado, hasta que todos naden en la abundancia, necesitaser cuestionada seriamente en por lo menos dos aspectos: la dis-ponibilidad de recursos bsicos y, alternativa o adicionalmente, lacapacidad del medio ambiente para absorber satisfactoriamente

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    el grado de interferencia que implica. Hasta aqu hemos conside-rado el aspecto fsico-material del asunto. Consideremos ahoraalgunos aspectos no materiales del mismo.

    No nos cabe la menor duda de que la idea del enriquecimien-to personal tiene un atractivo muy poderoso para la naturalezahumana. Keynes, en el ensayo citado previamente, nos advertaque todava no era tiempo para un retorno a algunos de los msseguros y ciertos principios de la religin y la virtud tradicional:que la avaricia es un vicio, que la exaccin de la usura es un cri-men y el amor al dinero es detestable.

    El progreso econmico, aseguraba, slo se obtiene si emplea-mos esos poderosos impulsos humanos del egosmo, que la religiny la sabidura tradicional nos llaman universalmente a resistir. Laeconoma moderna se mueve por una locura de insaciable ambi-cin y se deleita en una orga de envidia, siendo stos no meramen-te hechos accidentales, sino las causas ltimas de su xito expansio-nista. La pregunta es entonces si tales causas pueden conservar suefectividad por mucho tiempo o si llevan implcitamente la semillade su propia destruccin. Si Keynes dice que lo sucio es til y lobello no lo es, est proponindonos una definicin pragmticaque puede ser verdad o mentira, o que puede parecer verdad a cor-to plazo y convertirse en falsa a largo plazo. Qu es en realidad?

    Yo dira que ya hay suficientes pruebas como para demostrarque tal definicin es falsa en un sentido muy directo y prctico. Silos vicios humanos tales como la desmedida ambicin y la envidiason cultivados sistemticamente, el resultado inevitable es nadamenos que un colapso de la inteligencia. Un hombre dirigido porla ambicin y la envidia pierde el poder de ver las cosas tal comoson en su totalidad y sus mismos xitos se transforman entoncesen fracasos. Si sociedades enteras se ven infectadas por estos vi-cios, podran llegar a obtener cosas asombrosas, pero seran cadavez ms incapaces de resolver los ms elementales problemas de laexistencia cotidiana. El Producto Nacional Bruto puede crecer r-pidamente, tal como lo miden los estadsticos, pero no supone

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    bienestar para la gente, que se encuentra oprimida por la crecien-te frustracin, alienacin, inseguridad, etc. Despus de un tiempoincluso el Producto Nacional Bruto cesa de aumentar, no por fa-llos cientficos o tecnolgicos, sino ms bien debido a una parli-sis deformante de no cooperacin, tal como la expresada en variostipos de escapismos, no slo por parte de los oprimidos y explota-dos, sino tambin por los grupos altamente privilegiados.

    Se podra seguir durante mucho tiempo deplorando la irraciona-lidad y la estupidez de hombres y mujeres de posiciones altas o bajasdiciendo: Si la gente se diera cuenta de dnde estn sus verdade-ros intereses!. Qu es lo que le impide a la gente el tomar concien-cia de este problema? Ser porque su inteligencia se ha oscurecidopor la desmedida ambicin y la envidia, o porque en lo recndito desus corazones entienden que sus intereses reales estn en un lugartotalmente distinto. Hay un dicho revolucionario que establece:No slo de pan vivir el hombre, sino de toda palabra de Dios.

    Aqu de nuevo nada puede ser probado. Sin embargo, noparece probable o plausible que las graves enfermedades socialesque infectan hoy a muchas sociedades ricas sean meros fenme-nos pasajeros, que un gobierno eficaz (si pudiramos tener ungobierno realmente eficaz!) podra erradicar simplemente ha-ciendo un uso ms expeditivo de la ciencia y la tecnologa o unuso ms radical del sistema penal.

    Sugiero que los fundamentos de la paz no pueden descansarsobre la prosperidad universal, en el sentido moderno de la pala-bra, porque tal prosperidad, si es que puede obtenerse, lo es gra-cias al cultivo de impulsos naturales tales como la codicia y la en-vidia, que destruyen la inteligencia, la felicidad, la serenidad y,finalmente, la tranquilidad del hombre. Muy bien podra ser quela gente rica atesore la paz ms cuidadosamente que la gente po-bre, pero slo si se sienten extremadamente protegidos, y esto esuna contradiccin de trminos. Su riqueza depende de enormesdemandas sobre los limitados recursos del mundo y as se ponenen el camino de un inevitable conflicto, en principio no con lospobres (que son dbiles e indefensos), sino con otros ricos.

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    En resumen, podemos decir que el hombre de hoy es dema-siado inteligente como para ser capaz de sobrevivir sin sabidura.Nadie trabaja realmente por la paz, salvo que est trabajando b-sicamente por la restauracin de la sabidura. La afirmacin deque lo sucio es til y lo bello no lo es es la anttesis de la sabi-dura. La esperanza de que la bsqueda de bondad y virtud pue-de ser pospuesta hasta que hayamos alcanzado la prosperidad uni-versal y que con la bsqueda individual de la riqueza, sin devanarnoslos sesos acerca de cuestiones morales y espirituales, podramosestablecer la paz sobre la tierra, es una esperanza irreal, anticien-tfica e irracional. Cuando el nivel de desarrollo era menor, poda-mos temporalmente excluir la sabidura de la economa, la cien-cia y la tecnologa, pero ahora que hemos alcanzado un alto nivelde prosperidad, el problema de la verdad espiritual y moral ocu-pa la posicin central.

    Desde un punto de vista econmico, el concepto principal de lasabidura es la permanencia. Debemos estudiar la economa de la per-manencia. Nada tiene sentido econmico salvo que su continuidada largo plazo pueda ser proyectada sin incurrir en absurdos. Puedehaber crecimiento hacia un objetivo limitado, pero no puede ha-ber crecimiento ilimitado, generalizado. Como Gandhi dijo, es msque probable que la tierra proporcione lo suficiente para satisfa-cer las necesidades de cada hombre, pero no la codicia de cadahombre. La permanencia es incompatible con una actitud depre-dadora que se regocija en el hecho de que los que eran lujos paranuestros padres han llegado a ser necesidades para nosotros.

    El fomento y la expansin de las necesidades es la anttesis de lasabidura. Es tambin la anttesis de la libertad y de la paz. Todo in-cremento en las necesidades tiende a incrementar la dependencia delas fuerzas exteriores sobre las cuales uno no puede ejercer ningncontrol y, por lo tanto, aumenta el temor existencial. Slo reducien-do las necesidades puede uno lograr una reduccin genuina de lastensiones que son la causa ltima de la contienda y de la guerra.

    La economa de la permanencia implica un profundo cambioen la orientacin de la ciencia y la tecnologa. stas tienen que

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    abrir sus puertas a la sabidura y, de hecho, incorporar sabiduraen su estructura misma. Soluciones cientficas o tcnicas queenvenenan el medio ambiente o degradan la estructura social y alhombre mismo no son beneficiosas, no importa cun brillante-mente hayan sido concebidas o cun grande sea su atractivo su-perficial. Mquinas cada vez ms grandes, imponiendo cada vezmayores concentraciones de poder econmico y ejerciendo unaviolencia cada vez mayor sobre el medio ambiente no represen-tan progreso, son la negacin de la sabidura. La sabidura requie-re una nueva orientacin de la ciencia y de la tecnologa hacia loorgnico, lo amable, lo no violento, lo elegante y lo hermoso. Lapaz, como a menudo se ha dicho, es indivisible. Cmo podra,entonces, construirse la paz sobre una base hecha de ciencia indi-ferente y tecnologa violenta? Debemos procurar una revolucinen la tecnologa que nos d invenciones y maquinarias que invier-tan las tendencias destructivas que ahora nos amenazan a todos.

    Qu es lo que realmente necesitamos de los cientficos y tec-nlogos? Yo contestara: necesitamos mtodos y equipos que sean:

    suficientemente baratos de modo que estn virtualmente alalcance de todos;

    apropiados para utilizarlos a escala pequea; y compatibles con la necesidad creativa del hombre.

    De estas tres caractersticas nacen la no violencia y una rela-cin entre el hombre y la naturaleza que garantiza la permanen-cia. Si slo una de estas tres es descuidada, las cosas muy proba-blemente irn mal. Examinmoslas una por una.

    Mtodos y maquinarias suficientemente baratos como para es-tar virtualmente al alcance de todos, por qu tenemos que pensarque nuestros cientficos y tecnlogos no son capaces de desarro-llarlos? sta fue una preocupacin bsica de Gandhi: Yo deseoque los millones de pobres de nuestra tierra sean sanos y felices ylos quiero ver crecer espiritualmente... Si sentimos la necesidad de

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  • tener mquinas, sin duda las tendremos. Toda mquina que ayudaa un individuo tiene justificado su lugar, deca, pero no debierahaber sitio alguno para mquinas que concentran el poder en lasmanos de unos pocos y tornan a los muchos en meros cuidadoresde mquinas, si es que stas no los dejan antes sin trabajo.

    Supongamos que el objetivo reconocido por inventores e inge-nieros llegue a ser, segn observaba Aldous Huxley, dotar a lagente corriente de los medios necesarios para hacer un trabajoprovechoso e intrnsecamente significativo, ayudando a hombresy mujeres a independizarse de sus patrones, de modo que setransformen en sus propios empleadores, o en miembros de ungrupo autogestionado y cooperativo que trabaje para su subsis-tencia y para un mercado local... este progreso tecnolgico orien-tado en forma tan diferente (dara como resultado) una descentrali-zacin progresiva de la poblacin, el acceso a la tierra, la propiedadde los medios de produccin, el poder poltico y econmico.Otras ventajas, deca Huxley, seran una vida humanamente mssatisfactoria para ms gente, una mayor y genuina democracia au-togestionada y una feliz liberacin de la estpida y perniciosaeducacin para adultos dada por los productores de bienes deconsumo masivo mediante la publicidad1.

    Si los mtodos y las maquinarias han de ser baratos para quela mayora tenga acceso a ellos, esto significa que su coste deberestablecerse en relacin con los niveles de ingreso de la sociedaden la que han de ser usados. Por mi parte he llegado a la conclu-sin de que el lmite ms alto para el promedio de la inversin decapital por puesto de trabajo viene dado por el ingreso anual de untrabajador industrial hbil y ambicioso. Esto significa que si di-cho obrero puede ganar normalmente, digamos, 3.000 euros alao, el coste promedio de establecimiento de su puesto de traba-jo de ninguna manera debiera exceder de 3.000 euros. Si el costees significativamente ms alto, la sociedad en cuestin muy pro-bablemente tendr serios problemas, tales como una indebida

    1 Towards New Horizons, por Pyarelal, ed. Navajivan, Ahmedabad, 1959.

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    concentracin de riqueza y poder entre unos pocos privilegiados,un problema cada vez ms grande de marginados que no pue-den integrarse en la sociedad y constituyen una creciente amena-za, desempleo estructural, mala distribucin de la poblacindebido a una excesiva urbanizacin, frustracin y alienacin ge-neral con tasas crecientes de delincuencia, etctera.

    El segundo requisito es la posibilidad de aplicacin en escala pe-quea. Sobre el problema de la escala, el profesor Leopold Kohrha escrito ya en forma brillante y convincente; su importancia parala economa de la permanencia es obvia. Operaciones de pequeaescala, no importa cun numerosas, son siempre menos propensasa causar dao en el medio ambiente que las de gran escala, simple-mente porque su fuerza individual es pequea en relacin con lasfuerzas de recuperacin de la naturaleza. Hay sabidura en la pe-queez, si tenemos en cuenta lo pequeo y limitado que es el co-nocimiento humano, que parte mucho ms del experimento que dela comprensin global. El mayor peligro invariablemente surge de laaplicacin despiadada, a gran escala, del conocimiento parcial, talcomo lo estamos presenciando en la aplicacin de la energa nuclear,de la nueva qumica en la agricultura, de la tecnologa de transpor-te y en un sinnmero de otras cosas.

    Aunque a veces son pequeas comunidades las culpables decausar serios daos, generalmente como resultado de la ignoran-cia, stos carecen de importancia si los comparamos con la devas-tacin causada por grupos gigantescos movidos por la codicia, laenvidia y la ambicin de poder. Ms an, es obvio que los obre-ros organizados en pequeas unidades tendran mejor cuidado desu pedazo de tierra u otra fuente de recursos naturales que com-paas annimas o gobiernos megalmanos que se engaan a smismos creyendo que el universo es su cantera legtima.

    El tercer requisito es tal vez el ms importante de todos: quelos mtodos y las maquinarias dejen amplio lugar para la creativi-dad humana. Durante los ltimos cien aos nadie ha hablado msinsistente y admonitoriamente sobre este tema que los pontficesromanos. Qu queda del hombre si el proceso de produccin

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  • elimina del trabajo todo atisbo de humanidad haciendo de luna mera actividad mecnica? El obrero mismo se transformaen el remedo de un ser libre.

    El trabajo fsico deca Po XI, que aun despus del pecado origi-nal fue decretado por la Providencia para el bien del cuerpo y del almadel hombre, en muchos casos se ha transformado en un instrumento deperversin; mientras la materia muerta sale mejorada de la fbrica esprecisamente all donde los hombres son corrompidos y degradados.

    El tema es tan amplio que no puedo hacer ms que tocarlo muysomeramente. Por encima de todas las cosas hay necesidad de unaadecuada filosofa del trabajo que lo entienda no como lo que hallegado a ser, una tarea inhumana que debe ser reemplazada tanpronto como sea posible por la automatizacin, sino como algodecretado por la Providencia para el bien del cuerpo y del almadel hombre. Despus de la familia, son el trabajo y las relacionesestablecidas por el trabajo los que representan el verdadero funda-mento de la sociedad. Si los fundamentos son inseguros, cmo po-dra ser segura la sociedad? Si la sociedad est enferma, cmo podradejar de ser un peligro para la paz?

    La guerra es un juicio deca Dorothy L. Sayers que se pre-cipita sobre las sociedades cuando stas han estado viviendo deacuerdo a ideas que se oponen violentamente a las leyes que go-biernan el universo... Jams pensemos que las guerras son cats-trofes irracionales: las guerras ocurren cuando formas errneasde pensar y de vivir conducen a situaciones intolerables2. Desdeun punto de vista econmico, nuestra equivocacin bsica consis-te en vivir alimentando sistemticamente la codicia y la envidia,construyendo as un orden de deseos totalmente ilegtimos. Es elpecado de la codicia el que nos ha arrojado en las poderosas ga-rras de la mquina. Si la codicia, asistida eficazmente por la envi-dia, no fuese la maestra del hombre moderno, cmo puede ser

    2 Creed or Chaos, por Dorothy L. Sayers, Methuen & Co. Ltd., Londres, 1947.

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    que la locura del economismo no se reduzca en tiempos en quese obtienen ms altos niveles de vida y son precisamente las so-ciedades ms ricas las que persiguen ventajas econmicas con ab-soluta voracidad? Cmo podramos explicar el rechazo casi totalpor parte de los que dirigen las sociedades ricas (estn stas orga-nizadas en empresas privadas o en empresas colectivas) del es-fuerzo comn hacia una humanizacin del trabajo? Basta que sediga que algo reducir el nivel de vida para que toda posibili-dad de debate desaparezca de inmediato. El hecho de que ese tra-bajo que destruye el alma carece de sentido, es mecnico, mon-tono y embrutecedor, constituye un insulto para la naturalezahumana y produce necesaria e inevitablemente escapismo o agre-sin, y el hecho de que ninguna cantidad de pan y circo puedecompensar por el dao causado son cosas que nadie niega ni re-conoce, pero que son admitidas con una inquebrantable conspi-racin de silencio, porque negarlas sera demasiado absurdo y re-conocerlas condenara la preocupacin central de la sociedadmoderna como un crimen en contra de la humanidad.

    El olvido, y aun el rechazo, de la sabidura han ido tan lejosque la gran mayora de nuestros intelectuales no tienen ni siquie-ra una remota idea acerca del significado de la palabra. En conse-cuencia, estn siempre tratando de curar una enfermedad pormedio de la intensificacin de sus propias causas. La enfermedadproviene de reemplazar la sabidura por la tcnica y ninguna do-sis de investigacin tcnica parece ser capaz de producir una cu-racin efectiva. Pero qu es la sabidura? Dnde se puede en-contrar? Aqu llegamos al corazn del problema; podemos leeracerca de ella en numerosas publicaciones, pero slo puede serencontrada dentro de uno mismo. Uno tiene que liberarse prime-ro de maestros tales como la codicia y la envidia para estar encondiciones de encontrarla. La tranquilidad que sigue a la libera-cin, aunque slo sea momentnea, posibilita una percepcin dela sabidura que no puede ser obtenida de otra manera.

    Ella nos permite ver el vaco y las insatisfacciones de una vidadedicada bsicamente a la obtencin de fines materiales, con de-

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    trimento de lo espiritual. Tal vida necesariamente enfrenta al hom-bre contra su prjimo y a las naciones entre s, porque las necesi-dades del hombre son infinitas y la infinitud puede ser alcanzadaslo en el reino de lo espiritual, jams en lo material. El hombrenecesita, sin duda, elevarse por encima de este aburrido mundoy la sabidura le muestra el camino para hacerlo. Sin sabidura elhombre se ve obligado a construir una economa monstruosa quedestruye el mundo y a buscar afanosamente satisfacciones fants-ticas, como la de poner un hombre en la Luna. En lugar de con-quistar el mundo caminando hacia la santidad, el hombre tra-ta de conquistarlo ganando prestigio en riqueza, poder, ciencia oincluso en cualquier deporte imaginable.

    stas son las causas de la guerra y es puramente quimrico tra-tar de sentar los fundamentos de la paz sin eliminar primero aque-llas causas. Es doblemente quimrico el construir la paz sobre fun-damentos econmicos que, al mismo tiempo, descansan sobre elfomento sistemtico de la codicia y la envidia, fuerzas que verda-deramente sumergen al hombre en un estado de conflicto.

    Cmo hacer para comenzar a desmantelar la codicia y la en-vidia? Tal vez comenzando a ser menos codiciosos y envidiososnosotros mismos, o evitando la tentacin de permitir que nues-tros lujos se conviertan en necesidades y por un sistemtico an-lisis de nuestras propias necesidades para encontrar la forma desimplificarlas y reducirlas. Si no tenemos fuerzas para hacer nin-guna de estas cosas, podramos, por lo menos, dejar de aplaudirel tipo de progreso econmico que adolece de falta de basespara la permanencia y a la vez dar nuestro apoyo, por modestoque sea, a quienes no teniendo temor de ser tildados de excntri-cos trabajan por la no violencia como eclogos, protectores de lavida salvaje, promotores de la agricultura orgnica, productorescaseros, etc.? Un gramo de prctica es generalmente ms valiosoque una tonelada de teora.

    Se necesitarn muchos gramos, sin embargo, para sentar losfundamentos econmicos de la paz. Dnde puede uno encontrarlas fuerzas necesarias para seguir trabajando en medio de pers-

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    pectivas tan obviamente negativas? Es ms, dnde puede unoencontrar las fuerzas para vencer la violencia de la codicia, la en-vidia, el odio y la lujuria dentro de uno mismo?

    Pienso que Gandhi ha dado la respuesta: Hay que reconocerla existencia del alma aparte del cuerpo y su naturaleza perma-nente, y este reconocimiento debe representar una fe viva. En l-tima instancia la no violencia de nada sirve a aquellos que no po-seen una fe viva en el Dios del Amor.

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  • Decir que nuestro futuro econmico est determinado por loseconomistas sera una exageracin; pero que su influencia, o encualquier caso la influencia de la economa, es de un gran alcancedifcilmente puede ponerse en duda. La economa juega un papelcentral en la configuracin de las actividades del mundo moderno,dado que proporciona los criterios de lo que es econmico y delo que es antieconmico, y no existe otro juego de criterios queejercite una influencia mayor sobre las acciones de los individuosy grupos, as como tambin sobre las acciones de los gobiernos.Puede pensarse, por lo tanto, que deberamos recurrir a los eco-nomistas cuando necesitamos consejo sobre cmo vencer los peli-gros y dificultades en los que el mundo moderno se encuentra in-merso y cmo lograr planes econmicos que garanticen la paz y lapermanencia.

    Cmo se relaciona la economa con los problemas abordadosen el captulo anterior? Cuando el economista emite un juicioacerca de que una actividad es econmicamente sana o antie-conmica, se nos presentan dos cuestiones importantes y estre-chamente relacionadas: qu significa ese juicio?, en primer lugar;y en segundo, es un juicio definitivo en el sentido de que la ac-cin prctica puede basarse razonablemente en l?

    Haciendo un poco de historia, podemos llegar a recordar quecuando se hablaba de fundar una ctedra de Economa poltica enOxford hace ciento cincuenta aos, mucha gente demostr poca

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    III

    El papel de la economa*

    * Basado parcialmente en The Des Voeux Memorial Lecture, 1967,Clean Air and Future Energy-Economics and Conservation, publicadopor la National Society for Clean Air, Londres, 1967.

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    satisfaccin acerca de tal posibilidad. Edward Copleston, el granpreboste del Oriel College no quiso admitir en el currculo de laUniversidad una ciencia tan propensa a usurpar a las dems. AunHenry Drummond de Albury Park, quien dot la ctedra en 1825,crey necesario aclarar que l esperaba que la Universidad manten-dra a la nueva asignatura en su propio lugar. El primer profe-sor, Nassau Senior, no se conform con ser considerado en un lu-gar inferior. Bien pronto, en su clase inaugural, predijo que la nuevaciencia se ubicar en la opinin pblica a la altura de las primerasentre las ciencias morales por su inters y utilidad y proclam quela bsqueda de riqueza... es, para la mayora de la humanidad, lagran fuente de progreso moral. No todos los economistas, contoda seguridad, han puesto tan altas sus pretensiones. John StuartMill (1806-1873) consider la economa poltica no como a unacosa en s, sino ms bien como un fragmento de una totalidad msamplia, una rama de la filosofa social tan interrelacionada con lasotras ramas que sus conclusiones, aun circunscritas a su mbitoparticular, tienen valor slo condicionalmente, estando sujetas a lainterferencia y a la accin neutralizadora de causas que no se en-cuentran directamente dentro de su rea. Incluso Keynes, en con-tradiccin con su propio consejo (antes citado) de que la avaricia,la usura y la precaucin deben ser nuestros dioses por un poco msde tiempo todava, nos aleccion a no sobreestimar la importan-cia del problema econmico ni sacrificar otros asuntos de msgrande y permanente significado por sus supuestas necesidades.

    Tales voces, sin embargo, se escuchan muy raramente en estosdas. No sera ninguna exageracin decir que, con una influenciacada vez mayor, los economistas se encuentran en el centro mis-mo del inters pblico, de tal suerte que los resultados econmi-cos, el crecimiento econmico, la expansin econmica, etc., nose han transformado en el permanente inters, sino en la obsesinde toda sociedad moderna. En el vocabulario condenatorio co-rriente hay muy pocas palabras que sean tan concluyentes comola palabra antieconmico. Si una actividad ha sido etiquetadacomo antieconmica, su derecho a existir no es meramente cues-

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    tionado, sino negado con energa. Cualquier cosa que se descu-bra que es un impedimento al crecimiento econmico es una cosavergonzosa y si la gente se aferra a ella se los tilda de saboteado-res o estpidos. Llame a una cosa inmoral o fea, destructora delalma o degradante de la condicin humana, un peligro para la pazdel mundo o un atentado al bienestar de las futuras generaciones,que si no ha demostrado que es antieconmica no habr cues-tionado en nada su derecho a existir, crecer y prosperar.

    Pero qu significa cuando decimos que algo es antieconmi-co? No estoy preguntando qu es lo que la gente piensa cuandolo dice porque eso es algo muy evidente. Simplemente quieren de-cir que es como una enfermedad y que se est mejor sin ella. Se su-pone que el economista est en condiciones de diagnosticar la en-fermedad y luego, con suerte y habilidad, eliminarla. Es bien ciertoque los economistas a menudo discrepan entre s acerca del diag-nstico y, ms frecuentemente an, acerca de la cura, pero esto so-lamente prueba que el problema es de una dificultad poco comny que los economistas, como todos los seres humanos, son falibles.

    No, yo ms bien pregunto: cul es el criterio, qu clase de cri-terio se deduce del mtodo de la economa? La respuesta a esta pregun-ta no puede ponerse en duda, algo es antieconmico cuando fra-casa en su intento de producir un beneficio monetario. El mtodode la economa no tiene, y no puede tener, ningn otro criterio.Se ha tratado reiteradamente de oscurecer este hecho y el resul-tado ha sido una gran confusin, pero el hecho permanece intac-to. La sociedad, un grupo o un individuo dentro de la sociedad,puede decidirse a seguir manteniendo una actividad o una pro-piedad por razones no econmicas (sean stas sociales, estticas, mo-rales o polticas), pero de ninguna manera altera el carcter antie-conmico de la misma. El juicio de la economa, en otras palabras,es un juicio extremadamente fragmentario; de todos los numero-sos aspectos que en la vida real tienen que ser analizados y juzga-dos antes de que pueda tomarse una decisin, la economa slo sefija en uno: que una cosa produzca o no beneficio monetario aquienes la poseen y administran.

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    A quienes la poseen y administran son palabras que no pue-den subestimarse. Es un gran error pretender, por ejemplo, quela metodologa de la economa se aplique normalmente para deter-minar si una actividad desarrollada por un grupo dentro de la so-ciedad produce un beneficio para la sociedad en su totalidad. Nisiquiera las industrias nacionalizadas estn consideradas dentrode este enfoque ms amplio. Cada una de ellas tiene asignado unobjetivo financiero que, en realidad, es una obligacin y se espe-ra que cumpla con l sin consideracin alguna por cualquier daoque pueda ocasionar sobre otras partes de la economa. Ms an,la creencia generalizada, sostenida con igual fervor por todos lospartidos polticos, es que el bien comn ser necesariamente op-timizado si cada uno, cada industria y comercio, sea nacionaliza-do o no, lucha por conseguir un beneficio aceptable sobre elcapital invertido. Ni aun Adam Smith tuvo una fe ms implcitaen la mano invisible, para asegurar que lo que es bueno parala General Motors es bueno para los Estados Unidos.

    De cualquier manera, no puede haber duda alguna acerca dela naturaleza fragmentaria de los juicios de la economa. Aun den-tro del estrecho mbito del clculo econmico, estos juicios sonnecesaria y metdicamente estrechos. Porque, por un lado, danmucho ms peso al corto plazo que al largo, ya que a largo plazo,como deca Keynes con alegre brutalidad, estaremos todos muer-tos. Y por otro lado, se basan en una definicin de coste que exclu-ye todo bien libre, es decir, el medio ambiente enteramentedado por Dios, excepcin hecha de esas partes del mismo que hansido apropiadas privadamente. Esto significa que una actividadpuede ser econmica a pesar de que atente contra el medio am-biente, y que una actividad competitiva ser antieconmica siprotege y conserva el medio ambiente a un coste determinado.

    An ms, la economa trata con las mercancas de acuerdo a suvalor de mercado y no de acuerdo a lo que ellas son intrnseca-mente. Las mismas reglas y criterios se aplican a las materias pri-mas, que el hombre tiene que apropiarse de la naturaleza, y a lasmercancas secundarias, que presuponen la existencia de las pri-

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    marias y se manufacturan en base a las mismas. Todas las mercan-cas son tratadas de igual manera, dado que el punto de vista esfundamentalmente el de obtener beneficios individuales, y estosignifica que es inherente a la metodologa de la economa el ig-norar la dependencia del hombre del mundo natural.

    Otra forma de dejar sentado lo mismo es decir que la econo-ma trata con mercancas y servicios desde el punto de vista delmercado, donde el comprador con ganas de comprar se encuentracon el vendedor con ganas de vender. El comprador es esencial-mente un cazador de gangas; a l no le preocupa el origen de lasmercancas o las condiciones bajo las cuales se han producido. Sunica preocupacin es obtener la mejor inversin de su dinero.

    El mercado, por lo tanto, representa slo la superficie de la so-ciedad y su significado hace relacin a una situacin momentnea,tal como existe all y entonces. No hay profundizacin en la esenciade las cosas ni en los hechos naturales o sociales que yacen detrs deellas. En un sentido, el mercado es una institucionalizacin del in-dividualismo y la irresponsabilidad. Ni el comprador ni el vendedorson responsables de ninguna cosa excepto de ellos mismos. Seraantieconmico que un acaudalado vendedor redujera sus preciosa clientes pobres simplemente porque estn necesitados, o que unadinerado comprador pague un precio extra slo porque el provee-dor es pobre. De igual manera sera antieconmico que un com-prador diese preferencia a las mercancas nacionales si las importa-das son ms baratas. Tal persona no acepta, ni se espera que acepte,ninguna responsabilidad por la balanza de pagos de la nacin.

    En cuanto a la irresponsabilidad del comprador hay, significa-tivamente, una excepcin: el comprador debe ser muy cauto parano comprar mercanca robada. sta es una regla contra la cual nila ignorancia ni la inocencia cuentan como defensa, pudiendo lle-gar a producir resultados extraordinariamente injustos y enojo-sos. Esta regla, sin embargo, est impuesta por la sagrada propie-dad privada de la cual da testimonio.

    El ser relevado de toda responsabilidad excepto de uno mismo,significa obviamente una enorme simplificacin del mundo de los

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    negocios. Podemos reconocer que es prctica y no necesitamossorprendernos de su gran popularidad entre los hombres de nego-cios. Lo que s puede causar sorpresa es que tambin se considereuna virtud el hacer un mximo uso de esta responsabilidad. Si uncomprador rechaza una buena rebaja porque sospecha que las mer-cancas son baratas debido a la explotacin u otras prcticas deni-grantes (excepto el robo), se expondra l mismo a ser criticado porcomportarse antieconmicamente, lo que es considerado comoalgo parecido a la prdida de la gracia. Los economistas y otras per-sonas estn acostumbrados a tratar tal conducta excntrica con sor-na, si no con indignacin. La religin de la economa tiene su pro-pio cdigo de tica y el Primer Mandamiento es el comportarseeconmicamente en cualquier circunstancia, cuando uno estproduciendo, vendiendo o comprando. No es sino cuando el caza-dor de oportunidades se ha ido a casa y se convierte en consumidorque el Primer Mandamiento ya no se aplica; por el contrario, en-tonces se le alienta a disfrutar a su real antojo. En lo que atae a lareligin de la economa, el consumidor es extraterritorial. Esta ex-traa y significativa caracterstica del mundo moderno merece msatencin que la recibida hasta ahora.

    En el mercado, por razones prcticas, se suprimen innumera-bles distinciones de calidad que son de vital importancia para elhombre y la sociedad, y no se les permite salir a la superficie. Asel reino de la cantidad celebra su mayor triunfo en el Mercado.All cualquier cosa es igualada con el resto. Equiparar cosas sig-nifica darles un precio y as hacerlas intercambiables. Hasta talpunto el pensamiento econmico est basado en el mercado quelo sagrado se elimina de la vida porque no puede haber nada desagrado en algo que tiene un precio. Por ello, no debe causar sor-presa que si el pensamiento econmico tiene vigencia en la socie-dad incluso los simples valores no econmicos tales como belle-za, salud o limpieza pueden sobrevivir slo si prueban que soneconmicos.

    Los economistas usan el mtodo de anlisis de coste-beneficiopara introducir valores no econmicos dentro del marco del clcu-

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    lo econmico. Se piensa que ste es un avance brillante y progre-sista, porque al menos es un intento de tener en cuenta los costesy beneficios que podran de otra manera ser completamente ig-norados. De hecho el procedimiento consiste en reducir el pre-cio del ms alto al nivel del ms bajo y en dar un precio al que nolo tiene. Jams puede entonces servirnos para clarificar la situa-cin y conducirnos a una decisin clara. Lo ms que puede haceres llevarnos al autoengao o al engao de otros, porque preten-der medir lo inconmensurable es un absurdo y no constituye otracosa que un sofisticado mtodo para pasar de nociones preconce-bidas a conclusiones predeterminadas. Todo lo que uno tiene quehacer para obtener los resultados deseados es asignarles valoresapropiados a los inconmensurables costes y beneficios. Sin em-bargo, no es el absurdo resultante la falta ms grande de este pro-ceso. Es algo an peor y ms destructivo para la civilizacin, es lapretensin de que todo tiene un precio o, en otras palabras, deque el dinero es el ms alto de todos los valores.

    La economa opera legtima y tilmente dentro de un marcodado que est asentado fuera del clculo econmico. Podramosdecir que la economa no se sostiene sobre sus propios pies, que esun cuerpo de pensamiento derivado de la metaeconoma. Si eleconomista deja de estudiar metaeconoma o, lo que es an peor,si permanece en la ignorancia de que hay lmites para la aplicabi-lidad del clculo econmico, es probable que caiga en una clase deerror similar al de ciertos telogos medievales que trataban de di-lucidar problemas de la fsica por medio de citas bblicas. Todaciencia es beneficiosa dentro de sus propios lmites, pero tan pron-to como los transgrede se convierte en mala y destructiva.

    La ciencia de la economa es tan propensa a usurpar al res-to (hoy an ms que hace ciento cincuenta aos, cuando EdwardCopleston apunt este peligro) porque se relaciona con ciertastendencias muy fuertes de la naturaleza humana, tales como lacodicia y la envidia. Por ello es ms grande la obligacin de susexpertos, los economistas, de comprender y clarificar sus limita-ciones, es decir, de entender la metaeconoma.

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    Qu es, entonces, la metaeconoma? As como la economatrata del hombre en su medio ambiente, podemos pensar que lametaeconoma consta de dos partes: una que trata del hombre yotra que trata del medio ambiente. En otras palabras, podemosesperar que la economa deduzca sus objetivos y metas de un es-tudio del hombre y que obtenga por lo menos una gran parte desu metodologa del estudio de la naturaleza.

    En el prximo captulo intentar demostrar cmo las conclusio-nes y prescripciones de la economa cambian cuando el cuadro fun-damental del hombre y su propsito sobre la tierra cambian. Eneste captulo me limito a tratar sobre la segunda parte de la metae-conoma, es decir, la forma en que una parte vital de la metodolo-ga de la economa tiene que provenir de un estudio de la natura-leza. Como ya he subrayado, todas las mercancas son tratadasigual en el mercado, porque el mercado es esencialmente una ins-titucin para la caza ilimitada de gangas y esto significa que es inhe-rente a la metodologa de la economa moderna, tan ampliamenteorientada al mercado, el ignorar la dependencia del hombre delmundo natural. El profesor E. H. Phelps Brown, en su discursopresidencial en la Real Sociedad de Economa sobre El subdesa-rrollo de la Economa, habl acerca de la pequea contribucinque los ms conspicuos desarrollos de la economa en el ltimocuarto de siglo han hecho a la solucin de los problemas actualesms acuciantes. Entre esos problemas menciona: el examen delos efectos adversos sobre el medio ambiente y la calidad de vidadel industrialismo, el crecimiento de la poblacin y el urbanismo.

    En realidad, hablar de pequea contribucin es emplear uneufemismo, dado que no hay contribucin en absoluto. Por el con-trario, no sera injusto decir que la economa, tal como est cons-tituida y se practica, acta como una barrera efectiva en contra dela comprensin de estos problemas, debido a su aficin al anlisispuramente cuantitativo y a su temor a mirar dentro de la natura-leza de las cosas.

    La economa trata con una virtualmente ilimitada variedad demercancas y servicios, producidos y consumidos por una igual-

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    mente ilimitada variedad de gente. Sera obviamente imposible de-sarrollar una teora econmica, salvo que uno estuviera preparadoa hacer caso omiso de una cantidad considerablemente importantede distinciones cualitativas. Sin embargo, es tan obvio como lo an-terior que la supresin total de distinciones cualitativas, mientrasque facilita el teorizar, al mismo tiempo lo vuelve totalmente est-ril. La mayora de los progresos visibles de la economa en los l-timos veinticinco aos (como dijera el profesor Phelps Brown)apuntan en direccin a la cuantificacin a expensas de la compren-sin de diferencias cualitativas. An ms, se podra decir que la eco-noma se ha convertido paulatinamente en intolerante con respec-to a esas diferencias, porque no encajan dentro de su mtodo yporque presentan exigencias en relacin a la comprensin prcticay al poder de comprensin profundo de los economistas que stosno tienen el inters o la capacidad de satisfacer. Por ejemplo, ha-biendo establecido por mtodos puramente cuantitativos que elProducto Nacional Bruto de un pas ha crecido en, digamos, un 5por 100, el economista (as transformado en econometrista) no estdispuesto, y a veces no est tampoco en condiciones de valorar si talresultado es algo bueno o malo. Perdera todas sus ideas ms firmessi se permitiera considerar tal cuestin; por lo tanto, el ProductoNacional Bruto debe ser una buena cosa, no importa qu es lo quecreci ni quin se benefici, suponiendo que exista un beneficiario.La idea de que puede haber un crecimiento patolgico, un creci-miento enfermizo, un crecimiento desordenado o destructivo, esuna idea perversa que no debe permitirse aflorar. Una pequea mi-nora de economistas ha comenzado a preguntarse hasta dndepuede llegar el crecimiento, dado que el crecimiento infinitodentro de un medio ambiente finito es obviamente un imposible.Pero aun ellos mismos no pueden alejarse del concepto puramentecuantitativo de crecimiento. En lugar de insistir en la primaca de lasdistinciones cualitativas, simplemente substituyen no crecimiento porcrecimiento o, lo que es lo mismo, un vaco por otro.

    Por supuesto, es verdad que la calidad es mucho ms difcil demanejar que la cantidad, de la misma manera que el ejercicio

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    de juzgar es una funcin ms alta que la habilidad de contar y calcu-lar. Las diferencias cuantitativas pueden asimilarse y definirse msfcilmente que las diferencias cualitativas. Su realidad material esatractiva y le da una apariencia de precisin cientfica, aun cuandoesta precisin es el precio de la supresin de vitales diferencias cua-litativas. La gran mayora de los economistas todava persiguen elabsurdo ideal de hacer su ciencia tan cientfica y precisa como lafsica, como si no hubiera ninguna diferencia cualitativa entre lostomos sin cerebro y los hombres hechos a la imagen de Dios.

    El principal tema de la economa es la mercanca. Los eco-nomistas hacen algunas distinciones rudimentarias entre categorasde mercancas desde el punto de vista del comprador, tal como ocu-rre con la distincin entre mercancas de consumidores y mercan-cas de productores, pero no hay virtualmente ningn intento deconocer lo que esas mercancas son en realidad. Por ejemplo, si esque son producidas por el hombre o dadas por Dios, si es que sonreproducibles libremente o no. Una vez que las mercancas, cual-quiera que sea su carcter metaeconmico, han aparecido en elmercado, son tratadas de igual forma, como objetos a la venta, yla economa se preocupa exclusivamente en teorizar sobre las ac-tividades de cazador de rebajas propias del comprador.

    Es un hecho, no obstante, que hay diferencias fundamentalesy vitales entre las distintas categoras de mercancas que no po-demos dejar de considerar sin perder contacto con la realidad.Podramos llamar al siguiente cuadro un esquema mnimo de ca-tegorizacin:

    Mercancas

    Primarias Secundarias

    No renovables Renovables Manufacturas Servicios(1) (2) (3) (4)

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    Es muy difcil que pudiera haber una distincin ms importantepara comenzar que la existente entre mercancas primarias y secun-darias, porque las ltimas presuponen la disponibilidad de las pri-meras. Un desarrollo de las habilidades del hombre para producirproductos secundarios es intil salvo que est precedido por una ex-pansin de su habilidad para obtener productos primarios de la tie-rra, ya que el hombre no es un productor sino slo un transformador,y para cada trabajo de transformacin necesita productos primarios.En particular, su poder para transformar depende de la energa pri-maria, lo que lleva de inmediato a la necesidad de una distincin b-sica dentro del campo de las mercancas primarias en mercancas re-novables y no renovables. En lo que respecta a las mercancassecundarias existe una distincin obvia y bsica entre manufacturas yservicios. Obtenemos as un mnimo de cuatro categoras, cada unade las cuales es esencialmente diferente de las otras tres.

    El mercado no sabe nada acerca de estas distinciones. Slopone una etiqueta con el precio a todas las mercancas y en basea ello nos permite creer que todas tienen igual importancia. As,el equivalente a cinco libras esterlinas de petrleo (categora 1) eslo mismo que cinco libras esterlinas de trigo (categora 2), que asu vez es lo mismo que cinco libras esterlinas de zapatos (catego-ra 3) o que el equivalente a cinco libras esterlinas de la tarifa deun hotel (categora 4). El nico criterio para determinar la im-portancia relativa de estas diferentes mercancas es la tasa de be-neficio que pueda obtenerse al venderlas. Si las categoras 3 y 4obtienen beneficios ms altos que las categoras 1 y 2, esto se in-terpreta como una seal de que es racional invertir recursosadicionales en las primeras y retirarlos de las ltimas.

    No tengo inters en discutir aqu sobre la credibilidad o racio-nalidad del mecanismo del mercado, lo que los economistas lla-man la mano invisible. Esto ha sido discutido sin fin, pero inva-riablemente sin prestar atencin a la inconmensurabilidad bsica delas cuatro categoras a las que nos referimos momen