SECO MANUEL. Los Diccionarios Historicos. en DICCIONARIOS Espanoles Contenidos y Aplicaciones

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SECO, MANUEL. Los diccionarios históricos". En: DICCIONARIOS españoles: contenidos y aplicaciones. Jaen : Facultad de Humanidades, 1991. p.91-107. En una novela de Gerald Durrell, unos niños entran en contacto con un loro; no un loro cualquiera, sino un loro que sabe lo que dice, a diferencia de tantos otros loros y no loros. A los tres niños les llama la atención que , al hablar, el loro emplea abundancia de palabras rebuscadas. En vista de su extrañeza, el loro se explica: "Lo que hago -dice- es simplemente sacar a algunas palabras a tomar el aire". "¿Sacar a las palabras a tomar el aire?". El loro les explica entonces que, en su país, él tiene un puesto muy importante: Guardián de las Palabras. "¿Vosotros sabéis -continúa- cuántas palabras hay en nuestro idioma? Doscientas mil... Pues bien: las personas corrientes usan unas mismas palabras día tras día, hoy, mañana y pasado". Y añade, enjugándose una lágrima: "¿Y qué creéis que les pasa a las palabras que no se usan?...Pues que si no se las cuida y se les permite hacer ejercicio, se desvanecen y acaban por desaparecer, las pobrecitas. En eso consiste mi trabajo: una vez al año tengo que ponerme a recitar el Diccionario, para garantizar que todas las palabras hagan el ejercicio imprescindible. Pero además en el transcurso del año, procuro utilizar todas las que pueda, porque en realidad las pobrecillas no tienen suficiente con una sola salida anual. ¡Se aburren tanto, ahí sentaditas entre las páginas!". Dice muy bien el loro: muchas palabras se aburren, languidecen y acaban por morir entre las páginas de los diccionarios. De ahí la imagen del diccionario como cementerio, que está en Unamuno y en Cortázar, entre otros. Pero esa inmovilidad de las palabras alineadas y ordenadas ha despertado sentimientos más vitales en otros escritores. Para Galdós, el diccionario es un laberinto tan maravilloso que ni el de Creta se le igualaría. Para Neruda es "fuego escondido,/ plantación de rubíes, / perpetuidad viviente de la esencia,/ granero del idioma." Ahora bien, la impresión de maravilla que el diccionario nos causa es similar al aroma de misterio que nos ofrece una galería de retratos antiguos. "¿Quién es éste?·, se pregunta, una y otra vez un personaje de El tragaluz, de Buero Vallejo, al examinar con lupa las diminutas personas que aparecen fotografiadas en una vieja postal. "¿Quién es ésta?" nos preguntamos nosotros cuando dejamos vagar nuestra mirada por una página del diccionario y nos encontramos ante una voz desconocida. El diccionario nos responde; nos explica el significado de la palabra. Pero ¡cuántas veces, insatisfechas, nos quedan otras preguntas!: ¿Cuál ha sido la vida de esta palabra? ¿Qué antepasados nuestros, ilustres o anónimos, la pronunciaron? ¿Qué peripecias ha pasado, qué tierras y qué épocas la han escuchado? No está sola nuestra curiosidad de hablantes sensibles ante nuestro propio idioma . Está también la necesidad de información del lingüista (hablo del lingüista serio, no del que tanto abunda, que vive de edificar castillos en el aire): ¿Cuál es la vitalidad real del término? No sólo el conocimiento profundo del léxico, sino el conocimiento profundo de cualquier aspecto de la lengua necesita disponer de información precisa sobre los avatares de las unidades léxicas. Gracias a la ignorancia de estos datos, más de un brillante desatino campea en más de un reputado diccionario etimológico, en más de una edición anotada de autor clásico, en más de una vistosa teoría gramatical. La historia de las palabras, y no su realidad estática, no la noticia inmóvil que de ellas nos dan los diccionarios usuales ; sino su vida y milagros, su dimensión temporal, su pasado largo o corto, el recuerdo de otras que no llegaron hasta nosotros. Este conocimiento , que no es sólo una necesidad estética, sino una necesidad científica, es lo que tratan de ofrecernos los diccionarios históricos. Un diccionario histórico es un diccionario de lengua realizado según un método histórico. Estos dos componentes -diccionario de lengua, método histórico- son los aceptados explícita o implícitamente por todos los cultivadores del género. Y quiero insistir en el primer compnente: se trata de un diccionario que teóricamente versa sobre la totalidad del léxico de una lengua y se propone dar de ese léxico la explicación de sus contenidos. De acuerdo con esto, he aquí algunos ejemplos de diccionarios que no son históricos: a) Los diccionarios que se llaman históricos solamente porque su materia es la historia, como puede ser, por ejemplo, un diccionario histórico de la ciencia. b) Los que se denominaron así refiriéndose a un sentido hoy desusado de historia (en griego, 'conocimiento', 'sabiduría'), y son en realidad diccionarios enciclopédicos: por ejemplo el Dictionnaire historique et critique (1695-97) de Pierre Bayle.

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  • SECO, MANUEL. Los diccionarios histricos". En: DICCIONARIOS espaoles: contenidos y aplicaciones. Jaen : Facultad de Humanidades, 1991. p.91-107. En una novela de Gerald Durrell, unos nios entran en contacto con un loro; no un loro cualquiera, sino un loro que sabe lo que dice, a diferencia de tantos otros loros y no loros. A los tres nios les llama la atencin que , al hablar, el loro emplea abundancia de palabras rebuscadas. En vista de su extraeza, el loro se explica: "Lo que hago -dice- es simplemente sacar a algunas palabras a tomar el aire". "Sacar a las palabras a tomar el aire?". El loro les explica entonces que, en su pas, l tiene un puesto muy importante: Guardin de las Palabras. "Vosotros sabis -contina- cuntas palabras hay en nuestro idioma? Doscientas mil... Pues bien: las personas corrientes usan unas mismas palabras da tras da, hoy, maana y pasado". Y aade, enjugndose una lgrima: "Y qu creis que les pasa a las palabras que no se usan?...Pues que si no se las cuida y se les permite hacer ejercicio, se desvanecen y acaban por desaparecer, las pobrecitas. En eso consiste mi trabajo: una vez al ao tengo que ponerme a recitar el Diccionario, para garantizar que todas las palabras hagan el ejercicio imprescindible. Pero adems en el transcurso del ao, procuro utilizar todas las que pueda, porque en realidad las pobrecillas no tienen suficiente con una sola salida anual. Se aburren tanto, ah sentaditas entre las pginas!". Dice muy bien el loro: muchas palabras se aburren, languidecen y acaban por morir entre las pginas de los diccionarios. De ah la imagen del diccionario como cementerio, que est en Unamuno y en Cortzar, entre otros. Pero esa inmovilidad de las palabras alineadas y ordenadas ha despertado sentimientos ms vitales en otros escritores. Para Galds, el diccionario es un laberinto tan maravilloso que ni el de Creta se le igualara. Para Neruda es "fuego escondido,/ plantacin de rubes, / perpetuidad viviente de la esencia,/ granero del idioma." Ahora bien, la impresin de maravilla que el diccionario nos causa es similar al aroma de misterio que nos ofrece una galera de retratos antiguos. "Quin es ste?, se pregunta, una y otra vez un personaje de El tragaluz, de Buero Vallejo, al examinar con lupa las diminutas personas que aparecen fotografiadas en una vieja postal. "Quin es sta?" nos preguntamos nosotros cuando dejamos vagar nuestra mirada por una pgina del diccionario y nos encontramos ante una voz desconocida. El diccionario nos responde; nos explica el significado de la palabra. Pero cuntas veces, insatisfechas, nos quedan otras preguntas!: Cul ha sido la vida de esta palabra? Qu antepasados nuestros, ilustres o annimos, la pronunciaron? Qu peripecias ha pasado, qu tierras y qu pocas la han escuchado? No est sola nuestra curiosidad de hablantes sensibles ante nuestro propio idioma . Est tambin la necesidad de informacin del lingista (hablo del lingista serio, no del que tanto abunda, que vive de edificar castillos en el aire): Cul es la vitalidad real del trmino? No slo el conocimiento profundo del lxico, sino el conocimiento profundo de cualquier aspecto de la lengua necesita disponer de informacin precisa sobre los avatares de las unidades lxicas. Gracias a la ignorancia de estos datos, ms de un brillante desatino campea en ms de un reputado diccionario etimolgico, en ms de una edicin anotada de autor clsico, en ms de una vistosa teora gramatical. La historia de las palabras, y no su realidad esttica, no la noticia inmvil que de ellas nos dan los diccionarios usuales ; sino su vida y milagros, su dimensin temporal, su pasado largo o corto, el recuerdo de otras que no llegaron hasta nosotros. Este conocimiento , que no es slo una necesidad esttica, sino una necesidad cientfica, es lo que tratan de ofrecernos los diccionarios histricos. Un diccionario histrico es un diccionario de lengua realizado segn un mtodo histrico. Estos dos componentes -diccionario de lengua, mtodo histrico- son los aceptados explcita o implcitamente por todos los cultivadores del gnero. Y quiero insistir en el primer compnente: se trata de un diccionario que tericamente versa sobre la totalidad del lxico de una lengua y se propone dar de ese lxico la explicacin de sus contenidos. De acuerdo con esto, he aqu algunos ejemplos de diccionarios que no son histricos: a) Los diccionarios que se llaman histricos solamente porque su materia es la historia, como

    puede ser, por ejemplo, un diccionario histrico de la ciencia. b) Los que se denominaron as refirindose a un sentido hoy desusado de historia (en griego,

    'conocimiento', 'sabidura'), y son en realidad diccionarios enciclopdicos: por ejemplo el Dictionnaire historique et critique (1695-97) de Pierre Bayle.

  • c) Los diccionarios que, ajustados al mtodo histrico y versando sobre el lxico, no estudian sino una parte de l, puesto que su realidad no es la descripcin semntica, sino la sintctica; es el caso del inacabado Diccionario de construccin y rgimen de la lengua castellana (1886-93) de Rufino Jos Cuervo: obra importantsima que no es un diccionario de lengua, sino un diccionario de sintaxis realizado segn el mtodo histrico.

    d) Los diccionarios etimolgicos, con cierta frecuencia llamados histricos por los lingistas. Es verdad que los etimolgicos y los histricos tienen en comn la orientacin diacrnica; pero difieren en sus objetivos: el etimolgico busca el origen de la unidad lxica; el histrico indaga la evolucin den sus contenidos. Cierto que las dos investigaciones no slo no son incompatibles entre s, sino que se reclaman mutuamente: un diccionario histrico que prescindiera de las etimologas sera tan minusvlido como uno etimolgico que prescindiera de los significados. Pero el foco de atencin es bien distinto en uno y otro, y no debemos tomar muy al pie de la letra la opinin de Walther von Wartburg y de Charles Onions cuando afirman que la etimologa es la historia de la palabra y no escuetamente la de su nacimiento. La forma en que los dos ilustres etimologistas entienden la historia de la palabra tiene poco que ver con la forma en que es concebida por los lexicgrafos histricos. Y tampoco hay que hacer mucho caso de la afirmacin de Joan Corominas de que su Diccionario etimolgico es al mismo tiempo un diccionario histrico.

    Y ahora, una vez visto cules no son los diccionarios histricos, veamos rpidamente cules s son; cules son las modalidades ms importantes que suelen darse en este gnero lexicogrfico. Presentando todos, como caractersticas comunes, el enfoque diacrnico en el estudio de cada unidad lxica y la aportacin de pruebas del uso de esta a lo largo de su existencia, podemos distinguir cuatro principales formas de diccionarios histricos. Un primer tipo es el representado por el Oxford English Dictionary, publicado entre 1884 y 1928. En esta obra y en las que la toman como modelo, se presenta con rigor cronolgico la evolucin semntica total de la palabra a lo largo de la historia de la lengua. Es este tipo de diccionario que mejor se ajusta a la "visin diacrnica no adulterada del lxico", de que habla Yakov Malldel, ya que en l los materiales estn ordenados a hacer surgir plsticamente la dinmica del desarrollo lxico, con atencin destacada a la sucesin y a la compatibilidad mutua de los significados. Esta obra naci como resultado del proyecto de compilar un diccionario de la lengua inglesa basado en principios histricos, proyecto que databa de un cuarto de siglo atrs. La puesta en marcha de la publicacin fue consecuencia de un acuerdo entre la Philological Society, madre del proyecto, y la Oxford University Press, que aportara los fondos necesarios para su ejecucin. Ambas entidades contrataron, para dirigirla, a un fillogo escocs de poco ms de cuarenta aos, maestro de escuela sin ningn ttulo superior, pero que en sus trabajos cientficos haba llamado la atencin por su competencia, rigor y laboriosidad. Su nombre, James Murray. El pacto editorial inclua en sus clusulas las cifras previstas por el flamante director: el diccionario constara de 4 volmenes, con un total de 6.400 pginas, y estara publicado en 10 aos. Se produjo en esta empresa un fenmeno en cierto modo semejante al que ocurri en la de Cristbal Coln. De no haber estado equivocado en sus clculos el futuro descubridor, de haber sabido la verdadera distancia que le separaba de las costas de Asia, es posible que no se hubiera atrevido a idear su viaje, y, sobre todo, es seguro que no hubiera encontrado apoyo ni patrocinio alguno. Paralelamente, si el maestro de escuela Murray hubiera conocido de antemano las verdaderas dimensiones del trabajo en que se iban a embarcar y, sobre todo, si las hubieran sabido quienes habran de financiarlo, no existira hoy el diccionario ms famoso del mundo. Por eso es, para m, an ms admirable que la concepcin del libro y su puesta en marcha, la valenta con que uno y otros, autor y editores, decidieron seguir adelante cuando no tard en resultar patente que la duracin y la extensin del trabajo seran mucho ms largas de lo pensado, y que, por tanto, el dinero presupuestado habra de quedarse angustiosamente corto. Qu mas sensato que abandonar un proyecto que obligara a la Universidad a restringir fuertemente otros planes editoriales, y que condenara al realizador a vivir, hasta el fin de sus das, agobiado por una tarea cuyo trmino se perda en la lejana de los tiempos venideros? Pero no: la sensatez no fue la fcil tapadera que tantas veces ha sido de la pereza y de la tacaera. Fue, por el contrario, la excelente aliada de la voluntad emprendedora; y la colaboracin de ambas se tradujo en el realismo con que se busc solucin inmediata y eficaz al problema fundamental, la duracin de la

  • obra. Gracias a esa valenta y a ese realismo pudo ponerse remate en 1928, en diez nutridos volmenes a aquel admirable monumento a la lengua inglesa que es todava, el mejor ejemplo de diccionario histrico. En 1989 se public una segunda edicin, revisada y ampliada, en 20 volmenes. Un segundo tipo de estos diccionarios es el del Trsor de la langue franaise, cuya publicacin comenz en 1971 y est ahora a punto de concluirse. Se caracteriza por su propsito de describir la evolucin semntica del lxico dividiendo su historia en perodos que son objeto de estudio independiente y que convencionalmente se consideran como unidades de sincrona. Por consiguiente, el diccionario histrico se concibe como una suma o sucesin de diccionarios histricos parciales. El corte sincrnico elegido para empezar por los editores del Trsor corresponde al francs contemporneo, y abarca desde 1789 hasta nuestros das (un poco ancha, por cierto, esta sincrona que se extiende a dos siglos) Hay una tercera modalidad de diccionario histrico representada por el Diccionari catal-valenci-balear (1930-62) de Alcover y Moll. Los diccionarios de este tipo coinciden con los del primero el de Oxford- en estudiar de una vez, sin cortes cronolgicos, la historia de cada unidad lxica; pero se diferencian en que no se preocupan de reconstruir su evolucin semntica, sino que se limitan a documentar histricamente cada una de las acepciones. Y, por ltimo, la cuarta de las principales modalidades de (1863-73) de Emile Littr, el ms famoso de los diccionarios franceses. Se caracteriza este diccionario porque presenta la historia de la palabra documentada desde su aparicin en la lengua hasta la actualidad, pero estableciendo una discriminacin entre la poca preclsica y las pocas clsica y posteriores; pues se entiende que el verdadero francs es el forjado por los escritores del Grand Sicle y que todo lo anterior apenas es otra cosa que prehistoria de la lengua. Se conjugan aqu, pues, el criterio histrico y el criterio normativo, lo cual convierte esta clase de diccionarios en la ms discutible cientficamente dentro de la lexicografa histrica. Fuera de estos cuatro tipos de diccionarios histricos, pero al lado de ellos, tenemos que recordar otros que presentan con ellos algunas afinidades; en primer lugar los diccionarios de autoridades, como el Diccionario de autoridades por excelencia (1726-39), la primera publicacin de la Academia Espaola. Estos diccionarios se asemejan externamente a los histricos en que en cada uno de sus artculos cada acepcin va ilustrada y documentada con textos tomados dispersamente de la literatura anterior. Pero en estas obras est ausente toda perspectiva histrica. Decir, como a veces se ha dicho, que el Diccionario de autoridades es un verdadero diccionario histrico de la lengua clsica, no pasa de ser un hermoso sinsentido. En segundo lugar, presentan afinidad con los diccionarios histricos y, ms que afinidad, parentesco las obras dedicadas exclusivamente al registro documental del lxico de una poca dada. Por ejemplo, el Dictionnaire de lancienne langue franaise (1880-1902) de Frdric Godefroy; o el Dictionnaire gnral (1889-1900) de Hatzfeld y Darmesteter, que abarca el francs del siglo XVII en adelante; o el Grand Robert (1 ed., 1953-64; 2 , 1985) cuyo centro de inters es el francs moderno. A primera vista, este grupo de diccionarios coincide con los histricos que hemos considerado como segundo tipo modelo, el Trsor-. El Trsor, en efecto, versa sobre el francs de los siglos XIX y XX; en qu se diferenciara, pues del Grand Robert? En un rasgo estructural en que el lxico del francs moderno estudiado por el Trsor no es sino un corte dentro de un plan general que abarca toda la historia del lxico francs. El verdadero Trsor no es lo que ahora se est publicando, sino la suma de los cinco cortes sincrnicos en que, por razones estratgicas, est proyectada la realizacin del diccionario histrico francs. En una o otra de las cuatro formas de diccionarios histricos que he descrito, y a veces en ms de una versin, son varias las lenguas que ya disponen o estn a punto de disponer de repertorios de este gnero: el ingls, el alemn, el francs, el italiano, el escocs antiguo, el sueco, el dans, el neerlands, el cataln. Puede observarse que la mayora de las lenguas citadas en esta relacin tienen menor presencia en el mundo histrica y actual- que la lengua espaola. Y no deja de ser llamativo el hecho de que, dentro de Espaa misma, el cataln ya cuente con su diccionario histrico terminado desde hace un cuarto de siglo. Ms an: para el vascuence, ya se han publicado varios tomos de un diccionario histrico proyectado e iniciado por Luis Michelena, bajo el patrocinio del Gobierno Vasco y el de Navarra. Y para el gallego, el Instituto da Lingua Galega prepara el Tesouro de esta lengua, bajo los auspicios de la Junta Autonmica de Galicia.

  • Qu ocurre con la lengua espaola? Nadie se ha preocupado, nadie se preocupa por la lengua comn de los espaoles y de la mitad del continente americano? Unamuno, a comienzos de nuestro siglo, sealaba la necesidad de un inventario de la lengua espaola, un repertorio del mayor nmero de voces, acepciones y giros usados en los pases de lengua espaola, reunidos con criterio cientfico y no normativo. No slo Unamuno, muchos fillogos de nuestro siglo, con Menndez Pidal a la cabeza, han echado de menos ese diccionario inventario, que necesariamente para ser cientfico, habra de contar con una perspectiva histrica y con abundante documentacin explcita. Esto es, precisamente, lo que quiere ofrecer la Academia Espaola con su Diccionario histrico de la lengua espaola. Hace ya tres cuartos de siglo que lo intenta; pero en medio de un gran desamparo y con fuerzas insuficientes. Y, sin embargo, el diccionario histrico espaol es la obra lexicogrfica ms importante de la historia de la Academia; y adems, la obra ms radicalmente vinculada a la historia de la Academia, puesto que su raz est en el gran diccionario compuesto por sta en la primera mitad del siglo XVIII. Veamos cmo. Cuando en 1739 se complet la publicacin de ese primer diccionario el famoso Diccionario de autoridades-, los miembros de la Academia concibieron la preparacin de una segunda edicin corregida y aumentada de la misma obra. En efecto, en desgracia, aquella generacin de acadmicos no tena la misma fibra que la de sus predecesores. Dejaron a un lado la continuacin de aquella segunda edicin y se dedicaron a la tarea, mucho ms desahogada, de publicar una edicin resumida en un solo volumen. As naci, en 1780, la primera edicin del llamado Diccionario vulgar, el cual como daba menos trabajo y ms dinero, se convirti en seguida en la ocupacin preferente de las sucesivas generaciones de acadmicos, hasta nuestros mismos das. A pesar de todo, no ha faltado en la Academia una conciencia del deber incumplido respecto al Diccionario de autoridades. Aquella segunda edicin iniciada en 1770 no tuvo continuacin; pero, con ms o menos intensidad, se siguieron almacenando fichas de uso, o autoridades, para el da indeterminado en que se decidiera reemprender la publicacin de la obra ms importante de la Academia. En 1914 don Antonio Maura, director de la Corporacin, encarg un informe con vistas a terminar el secular aplazamiento de la publicacin de aquella gran obra. El informe declar que, si en el siglo XVIII lo cientfico en lexicografa era el Diccionario de autoridades, en el siglo XX esa clase de obra haba de tomar la forma de diccionario histrico, y propona, por tanto, la redaccin de un nuevo diccionario en que apareciese la evolucin de las palabras, tanto en su forma como en su significado. Consecuencia de este proyecto fue la publicacin, en 1933, del primer tomo de un Diccionario histrico de la lengua espaola, y muy poco despus, en 1936, de un segundo tomo, que cubra hasta la combinacin CE. De haber continuado la produccin a ese ritmo, en 1961 aproximadamente ya hubiera quedado terminado aquel Diccionario histrico. Pero algo ocurri que lo hizo imposible. Apenas publicado el tomo II, estall la Guerra Civil. El almacn donde se guardaban todos los ejemplares de los dos tomos y el taller donde se empezaba a imprimir el tercero fueron destruidos por los bombardeos. La Academia estuvo cerrada hasta 1940. El Diccionario histrico qued arruinado material y moralmente. La Academia, sin embargo, decidi reconstruir y reanudar el Diccionario. Carente de medios para ello, solicit la ayuda del Estado, y en 1946 se fund, dentro de la Academia y con una moderadsima subvencin oficial, el Seminario de Lexicografa, con la misin expresa de redactar y publicar el interrumpido Diccionario histrico. El director del Seminario, don Julio Casares, entregado a la preparacin del nuevo plan de trabajo, lleg a la conclusin de que lo mejor que se poda hacer con el Diccionario histrico era comenzarlo de nuevo. Por qu esta propuesta que convertira en simple borrador los dos tomos ya publicados? Porque las crticas recibidas y la experiencia de los propios redactores sealaban graves deficiencias en el mtodo y sobre todo en el material documental utilizado como base de la redaccin. En 1947, la Academia aprob la propuesta de Casares de volver a empezar, de nueva planta, el Diccionario histrico de la lengua espaola, as como el plan para llevarlo a cabo. El Diccionario tendra 15 tomos, con un total de 16.000 pginas, y se realizara en un plazo de 38 aos. Si contamos esos 38 aos a partir del siguiente a la aprobacin del plan, esto es, a partir de 1948, nuestro Diccionario histrico habra quedado concluido hace cinco aos: en 1986. La previsin, evidentemente, no se ha cumplido. En vez de los 15 tomos previstos, en 1991 estarn publicados slo dos, con unas 2800 pginas en lugar de las 16.000. A qu se debe

  • tamao desfase? Hay una ley inexorable por la cual los grandes diccionarios histricos siempre se concluyen mucho ms tarde de lo calculado. De esta ley ni siquiera escap el ejemplo ms insigne, el Diccionario de Oxford, que se plane para diez aos en cuatro tomos y result en 45 aos y 10 tomos. Sin embargo, sin querer disputarles su parte a las leyes del Destino, se puede sealar una explicacin racional al fallo de los clculos iniciales: el defectuoso material documental que habra de servir de base para la redaccin del Diccionario. Los materiales reunidos en los ficheros de la Academia no llegaban a los 6 millones de fichas u ocurrencias, casi exclusivamente literarias, que abarcaban desde el Poema del Cid hasta Pardo Bazn. Pero entre esos dos extremos la distribucin era muy desigual: abundancia de testimonios de los siglos XVI y XVII, discreta representacin del XIX, visible pobreza del XVIII y de la Edad Media y nula presencia del espaol de Amrica. Con la colaboracin eficassima de don Rafael Lapesa la figura ms relevante que ha tenido nunca el Seminario de Lexicografa-, Casares puso todos los recursos humanos del Seminario a la tarea de llenar estas lagunas y de ensanchar la base documental con fuentes no literarias abundantsimas, desde el siglo XVIII hasta nuestro tiempo. En diez aos casi se duplic el fichero lxico de la Academia. Pero este triunfo llev consigo un grave inconveniente: el aplazamiento del comienzo de la redaccin del Diccionario. En efecto, hasta 1960, catorce aos despus de fundado el seminario, no pudo publicarse el primer fascculo de la obra, absorbidos como haban estado sus redactores en las tareas de documentacin. El comienzo de la fase de redaccin aport el descubrimiento de otro factor negativo: la calidad de las fichas lxicas anteriores era dudosa y se haca inexcusable el cotejo letra por letra de todos los textos que deban figurar impresos como autoridades en los artculos del Diccionario; de manera que buena parte del tiempo dedicado a la redaccin de un artculo haba de invertirse en el control de los textos seleccionados para ser incluidos en l. Estas dos actividades el necesario enriquecimiento de los ficheros y la depuracin de sus materiales defectuosos- no tenan, en s, por qu haber sido retardadoras. Puesto que se trataba de tareas adicionales a la pura redaccin, podra haberlas efectuado un equipo adicional de redactores. Pero no se hizo as, sencillamente porque los recursos econmicos no daban para ello: a duras penas daban para pagar al grupo de redactores. Con esta fundamental y gravsima limitacin econmica, el Diccionario histrico ha ido publicndose poco a poco como ha podido, desde el ao 1960, a razn de un fascculo por ao o cada dos aos. El equipo humano del Seminario de Lexicografa ha sido de cuanta variable, a la medida de las estrecheces econmicas. En la etapa de Casares se incorporaron figuras de categora, adems de Lapesa, que fue uno de los miembros fundadores. Entre esas figuras estn Salvador Fernndez Ramrez, Samuel Gili Gaya, Carlos Claveria y Alonso Zamora Vicente. A los cuatro se les asignaron enseguida tareas de responsabilidad; los cuatro fueron luego elegidos acadmicos, y tres de ellos fueron secuestrados por la propia Academia para labores ajenas al Diccionario histrico (el otro falleci antes de que esto ocurriese). El propio Lapesa, a pesar de ser el alma del Seminario, fue solicitado de forma muy absorbente por distintas obligaciones acadmicas que le apartaron reiteradamente del Diccionario histrico. En los escalones inferiores del Seminario militaba un grupo de colaboradores que empez siendo de tres personas. Si leemos la nmina de colaboradores que figura al frente del tomo I del Diccionario, fechada en 1972, podemos pensar que ese grano de mostaza haba fructificado muchsimo: resulta una cifra de 90 personas. Seguramente basndose en ese dato, algn cronista ha escrito que en la redaccin del Diccionario histrico trabajaba un nutrido equipo de colaboradores. Esto es totalmente falso; lo que ocurre es que, al ser tan mdica la remuneracin, han sido muchas las personas que, a los pocos meses, encontrando cualquier trabajo ms fcil y mejor pagado, abandonaron el Seminario. Algunos de estos efmeros colaboradores estn hoy muy bien acomodados en diversas Universidades espaolas y extranjeras, y en su momento la fugaz experiencia lexicogrfica les fue til para decorar el currculum. Tambin es justo decir que algunos colaboradores dejaron el Seminario despus de varios aos de trabajo fecundo, aunque estos fueron los menos, su prdida fue, naturalmente, mucho ms sensible. En todo caso, el Seminario de Lexicografa siempre ha padecido en su carne, de manera despiadada, la fuga de cerebros. Fenmeno natural cuando el trabajo que se ofrece es duro y delicado y la paga nunca ha sido superior a la de una secretaria (a la de una secretaria mal pagada). En el momento actual, el Seminario est constituido, aparte del acadmico Director, por

  • dos redactores especiales o jefes de grupo, por 19 personas que trabajan en distintos aspectos de la redaccin, y por 6 auxiliares (de ficheros, de biblioteca, de fotocopia y de mecanografa). Pero dejemos ya a los obreros y pasemos a la obra. Cul es su contenido? El Diccionario histrico espaol dice Lapesa en el prlogo- pretende registrar el vocabulario de todas las pocas y ambientes: desde el seorial y culto hasta el plebeyo; desde el usado en toda la extensin del mundo hispnico hasta el exclusivo de un pas o regin, espaola o hispanoamericana; desde el ms duradero hasta el de vida ms efmera. En el tiempo, el punto de partida son las voces romnticas que aparecen en documentos latinos de los siglos VIII al XII, las Glosas Emilianenses y Silenses del siglo X, las jarchas hispanorabes del XI y XII y los vocablos romances registrados por autores rabes de la misma poca. Como lmite final hemos puesto los das en que vivimos. [...] En cuanto a lmites espaciales, aspiramos a incluir todo el lxico del espaol hablado en Espaa y en Amrica, as como el vocabulario hispano del judeo-espaol. [...] [Respecto al nivel social], querramos que nuestro diccionario reflejase la variedad de estratos ambientales del vocabulario espaol en sus distintos momentos y zonas Dentro de este amplio marco, cada artculo del Diccionario histrico es una monografa en la que se trata de exponer y documentar la historia entera de una unidad lxica, tanto en el plano de la expresin como en el del contenido. El estudio histrico y documentado de las palabras nos ha llevado a descubrir en no pocas ocasiones la poca justificacin con que algunas de ellas estn recogidas en los diccionarios usuales, incluido el comn de la Academia. Por ejemplo, la voz alutrado, que ha figurado en el Diccionario de la Academia, definida como de color parecido al de la lutria (es decir, de la nutria). Nosotros hemos conseguido que ya no aparezca este artculo en el Diccionario acadmico, pues el Diccionario histrico demuestra que esta palabra nunca ha existido, y la nica razn de que la Academia la recogiese fue haberla hallado en una mala edicin del Tamorin, donde era errata por albuhado (abuhado o de mal color) Otro caso: en la ltima edicin del Diccionario acadmico, en la voz andamio encontramos una acepcin calificada como familiar que se define calzado, zapato, abarca, etc. A pesar de lo que dice la Academia, el uso no nos es familiar, no parece que sea corriente decir: Me voy a poner los andamios para salir a la calle. Cmo entr en el Diccionario esta curiosa acepcin? La recogi por primera vez la Academia ya en 1726, pero no definindola como calzado, zapato, abarca, etc, sino como alcorque, que era un zapato especial con suela de corcho, usado en el siglo XVI por las mujeres para realzar su estatura. La edicin de 1899, sin fundamento, cambi la definicin alcorque por calzado en general, que ya no es lo mismo y la edicin de 1970 aadi lo de abarca, progresando en la desorientacin. Pero lo curioso no es ver cmo se alter arbitrariamente la definicin primitiva, sino cmo ese sentido no ha existido nunca. En efecto: el Diccionario de 1726, al incluirlo, se fundaba en un texto nico de Andrs Laguna (1555), que deca as:

    [De la corteza del alcornoque (esto es, del corcho)] hacen aquellos andamios que en Castilla suelen llamar alcorques, para encubrir la bajuela disposicin que por suerte cupo a las hembras, y engaar a ciertos desventurados que, pensando llevar mujeres a casa, llevan desaforados corchos, con los cuales se sostengan y no se vayan al hondo en los muy peligrosos golfos y naufragios del matrimonio.

    Ntese el tono humorstico de todo el pasaje. Laguna llam humorsticamente andamios a los alcorques o zapatos con suela alta de corcho, porque sobre ellos se encaramaba la mujer bajita. La Academia no entendi la broma y tom en serio la ocasional metfora con que el escritor motej esta clase de zapatos. He aqu, pues, otro ejemplo de fantasma desenmascarado por el Diccionario histrico. Un ltimo ejemplo de estas palabras que figuran desde tiempo inmemorial en los diccionarios sin haber existido nunca en el idioma. El adjetivo amenoso se encuentra en la ltima edicin del Diccionario comn, con la definicin de ameno. La voz entr en el Diccionario de 1770, y tena como autoridad un texto de Lope de Vega: dehesas amenosas. Pues bien, hemos comprobado que en ese texto la palabra era errata por gamenosas, que es la lectura de otras ediciones del mismo texto y que adems se documenta muchas otras veces en el mismo Lope. Pero an hay

  • ms: la propia forma gamenosas es, a su vez, segn todos los indicios, un error de Lope de Vega por Gamonosas, nombre histrico de unas dehesas de Crdoba. Para terminar: En qu estado se encuentra ahora el Diccionario histrico espaol? Desde 1960 hasta hoy se han publicado 19 fascculos, a punto de terminarse el 20, lo que da un promedio de un fascculo cada ao y medio. Los diez primeros constituyen el primer tomo, que se complet en 1972, y los diez siguientes formarn el segundo en el presente ao, llegando hasta la voz anzuelo. Es decir, en un nmero de pginas que duplica al de todo el actual Diccionario comn, el Histrico an no habr terminado la A. Cada ocho lneas del Diccionario comn corresponden a una pgina entera del Histrico. Qu extensin se prev, entonces, para el Diccionario histrico en vista de las proporciones que ha tomado la parte redactada? Hay que calcular que alcanzar los 25 volmenes de 1.300 a 1.500 pginas cada uno. Veinticinco veces las dimensiones del actual Diccionario comn. Unida a sta viene otra pregunta inevitable: Y cunto se tardar en dar remate a una obra de estas dimensiones monumentales? Si se mantuviese el ritmo actual, seran varios siglos. Como es natural, con una perspectiva as es racionalmente imposible llevar a cabo el Diccionario histrico. Qu hacer, pues, para que una obra de esta importancia pueda ser realidad dentro de un plazo razonable? Casi todas las personas con las que comentamos los problemas del Diccionario histrico opinan que la solucin est en la informatizacin: Cmo es posible que una obra tan grande la estn haciendo sin ordenadores? Nosotros contestamos con otra pregunta: Cmo es posible que una obra tan grande la estemos haciendo sin personas? En realidad, la ayuda del ordenador, en este diccionario, significar un progreso semejante a la sustitucin histrica, en las oficinas, de la pluma y el tintero por la mquina de escribir: progreso muy apreciable pero no esencial. El verdadero progreso ha de estar en el elemento humano. Hasta ahora el Seminario de Lexicografa ha funcionado como un equipo nico con un director nico. Pero el tiempo previsto para un diccionario realizado por un nico equipo podra dividirse en tantas unidades cuantos equipos se aplicaran a realizarlo atacndolo simultneamente por distintos sectores. Esta forma de luchar contra el calendario no carecera de antecedentes: el Diccionario de Oxford, a pesar de sus dimensiones, pudo llevarse a cabo con slo 45 aos gracias al recurso del equipo mltiple (el alfabeto repartido entre dos, tres y hasta cuatro equipos) Es cierto que el sistema tiene sus inconvenientes. El principal es el riesgo de la diversificacin en el mtodo y en la calidad. A esto es fcil responder: mucho ms fuerte es el riesgo de fragmentacin de mtodo y calidad cuando el trabajo se prolonga muchos aos. La actuacin simultnea de varios equipos, en cambio, es compatible con la supervisin de un director general que mantenga la unidad esencial de la obra. Ms grave es la dificultad de disponer de redactores que renan las condiciones intelectuales, morales y hasta fsicas que son indispensables para responsabilizarse como jefes de un grupo de redaccin en un diccionario histrico. En los veintiocho aos que llevo dedicado a este oficio, los dedos de una mano me bastan para contar las personas que he conocido con esas dotes. No quiero decir que no haya conocido excelentes redactores, ni redactores discretos y eficaces, ni laboriosos y abnegados colaboradores; pero una cosa es la buena abeja obrera y otra es la abeja reina. Ahora bien, es indudable que resultar menos dificultoso descubrir tres o cuatro abejas reinas en un plantel de cien personas que una sola en un equipo de una docena. Por eso, en este momento, nuestro esfuerzo ms inmediato est encaminado al aumento selectivo de la plantilla del Seminario. Los otros dos factores que he sealado adems del humano: la informatizacin parcial de la produccin, y la revisin del material. Todo ello exige medios; medios que rebasan la capacidad de una corporacin econmicamente tan desamparada como la Academia Espaola. Concluir el Diccionario histrico en un plazo razonable, o simplemente concluirlo, slo ser posible si su produccin obtiene la consideracin de obra de inters nacional y, en consecuencia, se convierte en una institucin del Estado con una organizacin y una dotacin adecuadas a su fin. Es desalentador considerar que, en la segunda lengua ms extendida del mundo, el futuro de su lexicografa est hoy en una base tan endeblemente sustentada como la que acabo de describir. Tendremos que pensar que la ignorancia general de nuestro pueblo, de nuestros pueblos, que nuestro desprecio a la cultura no merecen otra cosa? Yo todava lucho por no creerlo.