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Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales ISSN: 0186-0348 [email protected] Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora México Caetano Hargain, Gerardo José Vasconcelos y su paso por el Uruguay de los años veinte Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, núm. 80, mayo-agosto, 2011, pp. 109-130 Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora Distrito Federal, México Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=319127439005 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Secuencia. Revista de historia y ciencias

sociales

ISSN: 0186-0348

[email protected]

Instituto de Investigaciones Dr. José María

Luis Mora

México

Caetano Hargain, Gerardo

José Vasconcelos y su paso por el Uruguay de los años veinte

Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, núm. 80, mayo-agosto, 2011, pp. 109-130

Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora

Distrito Federal, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=319127439005

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Histor iador y politólogo . Doctor en Historia por la Universidad Nacional de La Plata, Argen­tina. Investigador y catedrático titular g rado 5 en la Universidad de la Repúbli ca. Di rector aca­démico del Centro para la Formació n en Integración Reg ional. Académico ti rular en la AcademiaN acion al de Let ras del Uruguay. Miembro correspondiente de la Real Academia Española.Integ rant e a título individual del Consejo Sup erior de la Facultad Latinoamericana de CienciasSociales (FLACSO). Representante alterno por la subregión Argentina-Urugu ay en el consejo direc­tivo del Consejo Latin oamericano de Ciencias Sociales (CLAcso). Integrante del Comité de Seleccióndel Sistema N acional de Investigad ores (SNI) del Urugu ay, siendo calificado como máxim o inves­tigador en su nivel m.

Resumen

El texto trata de la visita de José Vasconcelos aUrugu ay en una escala de su viaje a cuatro paí­ses del Co no Sur sudame rica no (A rgentina,Brasil, Chi le y Urugu ay), que daría origen a sucélebre libro La raza cósmica. Misión de la razaiberoamericana. Notas de viajes a la América delSur. Por diversas tazones, Vasconcelos reservabaexpec ta tivas particul ares en torno a su brevepasaje por Uruguay. Sin em bargo, dadas sus

ideas y proyectos, no resultaba avent urado sos­pechar que su encuent ro directo con el Uru guayreal sería más conflicti vo de lo qu e él espera ba.El texto aborda este perip lo poco conocido delfamoso viaje de Vasconcelos e indaga sobre lasrazones de algunos debates e incompatibi lida­des notori as qu e desató la experiencia concretade la visita.

Palabras clave:Vasconcelos, Barlle y Ordóñez, raza cósmica, Uruguay, reformis mo , clerical ismo ,

anriimperialisrno, mili tarismo.

Fecha de recepción:marzo de 20 10

Fecha de aceptación:julio de 20 10

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José Vasconcelos and his Visit to Uruguayin the 1920s

Gerardo Caetano Hargain

H istorian and Pol iti cal Scientist Ph. D . in History, t rained ar th e N acional Universiry ofLa Piara,Argentina. Researcher and G rade 5 Lecturer at rhe Universiry of rhe Republic. Academic D irectorof Center for Training in R eg ional In tegra tion . Lecturer at the Narional Academ y of Letters ofUruguay. Corresponding m ember of the Real Academia Española. Inclividual member of th eHigher Board of th e Latin American Facu lty of Social Sciences (FLACSO). Alternat ive rep resenta­t ive of th e Argentina-Uruguay sub-reg ion in th e board of clirectors of th e Larin Ameri can Boardof Social Sciences (CLACSO). Member of rhe Selection Cornmirree of th e N acion al Sysrern ofResearchers (SNI) of U ruguay and rate d as th e top Level JII researcher.

Abstraet

The rext concerns J osé Vasconcelos's visir roU ru guay cluring a trip ro four count ries inSouth Ameri ca's Sourhern Co ne (Argentina,Brazil, Chi le and Uruguay), wh ich subsequentlygave rise ro h is famous book , La raza cásmica.iHisiríll de la raza iberoamericana. Notas del'iajes ala Alllérica del Snr. For a number of reasons ,Vascon celos harborecl particular expec rarionsabout his brief sray in Urug uay. However, g iven

his ideas and projecrs, ir is safe ro assume rha rhis direcr enco unter with th e act ua l Uruguaywoulcl hav e been more conflicri ve t han heexpecred. T he rext cleals with this lit rle-knownstage of Vascon celos's weH-publicizecl journeyand exp lores th e reasons behi ncl cerrain debatesancl srriki ng inco mpati b iliries t riggerecl by rhespeci fic experience of th e visir.

Key words:Vascon celos, Bar lle ancl Orclóñe z, cosm ic race, U rug uay,

reformism, cler icalism , anti-imper ialisrn , m ilitar ism o

Final submission:March 20 10

Acceptance:Jul y 20 10

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José Vasconcelos y su paso por el Uruguayde los años veinte

Gel-ardo Caetano Hargain

U N PAÍs "INSULAR" y ENAMORADO

DE LOS VIAJEROS

El Uruguay entre el 900 y las fiestasde su Centenario en los años veinteno configuró en modo alguno una

interrupción de esa vieja tradición de "idi­lio" de los uruguayos con los viajeros, quele venía como legado del siglo XIX. Esteenamoramiento prolongado se ha trasun­tado casi siempre en una rara transferen­cia de poder a la "mirada" del extranjeroque llega de visita, en tanto clave deun registro y de un desciframiento espe­ciales que la población local, en su acos­tumbram iento cotidi ano, no podía en­contrar por sí misma, pero sí reconocer enla atenta consideración a lo observadopor ese "otro" del visita nte . Ese rasgo,que por cierto nunca fue tan excepcionalcomo los uruguayos pre tendieron, se hatraducido en el t iempo en una extensa"literatura de viajeros", consumida y bus­cada con esfuerzo pertinaz.1

I Existe una mu y profu sa y continua lit era tnr«

de uiajeros en Urug uay. Asimi sm o, inrelectu ales einvestigadores como Carlos Real de Azúa, Aníba lBarrios Pintos, Rub én Corelo y ocros, han abordadoel tema desde un puma de visea más historiog ráfico.Una mera reseña de esa num erosa bib liografía excedelos límit es de este artículo.

En aq uel Uruguay de las prim erasdécadas del siglo XX , la persist encia deesta tradición file alimentada aún más porla experiencia política y social prioritaria­mente impulsada por el primer batllismo,así como por la puja entre los dos partidospolíticos tradicionales, "blancos" y "colo­radas", en torno a las notas predominan­tes de la ciudadanía y del concep to denación que marcaron la época. Sobre esteúltimo part icular, ha dicho con acierto elpolitólogo Francisco Panizza:

La sociedad urugu aya [...] vivió obsesionadapor definir su lugar en un orden supra na­cional. No me refiero aquí estrictamente a loeconóm ico, aunque este aspecto haya sidofundamental desde el siglo XIX hasta nues­tros días. Creo, sin emba rgo, gue la formacomo se conciben las moda lidades de inter­cambio económico ent re el Uruguay y elmundo sólo son enrendibles en térmi nos depaut as más amplias, de tipo político-cultu­ral, las cuales definen el lugar de "lo econó­mico". En este sent ido , la tradición colo­rada, que es posible rastrear desde la GuerraGrand e, concibió al afuera como parte deun espacio común consti tuido como ima­ge n y const it utivo como m irada. Con loanterior me estoy refiriendo a un aspectoclave de dicha tradi ci ón qu e sería retomadapor el imaginari o bat llista, [que definiría)

Secuencia [111] núm. 80, mayo-agost o 2011

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[...] una forma de ver la sociedad uru gu ayaen la cual esta, por una parte, era vista comoperteneciendo a una dimensión más ampliaqu e la de la nación y, por otra, buscandoperma nente me nte [...] esa ide nti dad en laconfirmación externa de nuest ra "excepcio­nulidad". [...] A diferencia de las tradicionescolorada y barllisra, la blanca, especialmentela herrerista, han visto tradicionalmente alUruguay desde lo local o, en todo caso, desdelo regional. Para esa trad ición, el afuera esuna front era más "dura" qu e en la anterior,en cuanto [ese afuera] constituye, con d is­t intas variantes del dis curso de la nación ,algo qu e esta [última] no es?

Importa presenta r una breve síntesi srespecto a esas d os culturas polít icas que ,en su contienda esp ecu lar en torno a la

2 Panizza, "Partidos", 1989. Las referencias ablancosy colorados refieren a los nombres de los lla­mados "partidos históricos" del Uruguay, el Blancoo Nacionaly e! Colorado, fundados hacia finales de lasguerras de la independencia (1811-1828) Yen losmomenros iniciales de la fundación de! Estado orien­tal (1828-1830). La tradición de ambos partidos yla hisroriografía más oficial radicansu fundación en labatalla de Carpinrería, librada entre ambos"bandos"en 1836. Por su parte, la referencia a la llamada "Gue­rraGrande" alude al conflicro regionalque compartie­ron enrre 1838 y 1852 los principales agrupamienrospolíticos de ambas márgenes del Río de la Plata. Porsu parte, las referencias al "batllisrno" y al "herreris­mo" aluden a los movimienros políticosque fundaronlos dos principales líderes de los partidos, Coloradoy Nacional en el siglo xx, José Batlle y Ordóñez(1856-1929) y Luis Alberrode Herrera (1873- 1959)respectivamente, Para e! estudio de la trayectoria delos partidos umguayos desde su fundación hasta losfinalesde! siglo XIX, sigue siendo de lectura impres­cindible la obraclásica de Pivel Devoro, Historia, cuyaúltima edición fue realizada por la C..ímarade Repre­senranres del Uruguay en 1994, al cumplirse e! cin­cuenrenario de la primera edición.

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nac ión y a sus opci ones c iu dadanas , endiversos aspectos m arcaron p or d écadas elitinerario histórico del Uruguay del sig lox,'{. La m atri z colorada -modernizad a porlas innovaciones d el batl li smo novece n­t ista- refería u na visión cos mopoli ta de lanació n, asocia nd o su d efinición a la ad he­sión a valores "u n iversales " -léase noroc­cidentales- y a una p ersp ectiva "progre ­si s ta" q ue d esde la acció n d e un Es tadoreform ista d ebía vencer las " resistencias"d el pasado y d e los ancl a jes t radicio nal espresentes en la sociedad, particu la rmenteen el medio rural. Lo d ecía bien el influ­yente diputado batllista Santín C arlosR ossi , e n un discurso pronunciado en19 2 5 en ocasión d e la ce le bración d e unafiesta pat r ia :

Nuest ra patri a no es la cuna de los antepa­sados [...]; no es el lugar donde nacimos [...];no es la propiedad [...] ni el derecho exclu­sivo de 10 5 orientales [...]. Por cua lq u ieraspecto que se la examine, la patria no es unpedazo de tierra determinado, sino algo vivo,ideológ ico, una organizació n social que serige por principios qu e concur ren a estab le­cer 10 5 ciud adanos para realizar en comuni­dad un objet ivo, que no es otro que el deconquistar la mayor felicidad posible.'

Estas ideas eran reafirmad as d e m an eracontund ente cuando un lustro d espués ,e n la celebración d el o t ro g ran h ito d elCentenario , el di ar io batllista El Día expo­n ía en su p rincipal ed itor ia l so b re la co n ­memoración ce ntenar ia d e la jura d e lap rimera Constitución u ruguaya:

3 "Cómo se conmemoró la vicroria de Artigas.Lo que fue e!actode ayer en e!campo de L'IS Piedras",El Día, 19 de mayo de 1925 .

GERARDO CAETANO HARGAIN

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la hora jubilosa que suena en el reloj de lostiempos nos encuentra en plena madurez decivismo. [...] y hemos de decirlo [...]: es laobra del Partido Colorado [...] y es la obra deBatlle que, sobre la masa amorfa de la patriavieja, modeló la depu rada grandeza de lapatr ia futura , tierra de promisión y de jus­ticia en la que aspiramos a brindar el má­ximun de felicidad a todos los hombres,con qui enes nos sent imos hermanados porel vínculo estrecho de una profunda solida­ridad cordial. Parados en la cúspide de unsiglo, podemos m irar al futuro con el almahenchida de sano optimismo. [...] En el yun­que de la patria, hemos sido el mart illo queha forjado la trama del futur o."

Frente a estas ideas , las otras fu erzaspolít icas reaccionaron con dureza. En espe­cial los nacionalistas --con el firme apoyoen es te tema p or p arte d e la Iglesi a ca tó­lica y d el "partid o de la causa catól ica", laU nión Cívica-? p olem izaro n con el bar­llismo en el terreno d e la confrontaciónab ierta d e las ideas de nación y d e los idea­les cívicos y morales que a su juicio debíannutri r el co ncep to d e p at r io t ismo. D e esemodo, la significación g ene ra l y las moda­lidades d e ce le b ración que as ig naron al

·1 "La primera centuria de nuestra vida institu­cional se conmemora hoy brillantemente", El Día,18 de julio de 1930, p. 53.

5 Esta postura en favor de una más nacionalistay que respaldaba la tesis del 25 de agosto de 1825como la fecha de la independencia nacional fue defen­dida en variadas oportunidades por los dirigentescívicos,por los periodistasde El Bien Pdblicoe inclusofile refrendadaen pronunciamientospastorales. Sobreeste último particular, véase, "Del Arzobispado deMontevideo. Sobre los Centenarios de nuestra Inde­pendencia. Exhortación pastoral", El Bien Plíb/ico, 17de mayo de 1925, p. 1.

Centenario se ubicaron en las antípodasd e las defendidas por Batlle y su "gente":fiel es a su co ncepción de "orien talidad " ,reivindicaron un tipo d e conmemoraciónque privilegiara los referentes del pasadoy d e la tradición sobre las claves universa­listas de la construcción modélica , enfa­tizando p or ello la necesidad de es tab le­cer fronteras preci sas entre el "ad entro" yel "afuera" como base de co nsolidación d ela idea d e "u nid ad nacional ".

Por do loroso que sea -decía el periód iconacionalista La Tribnna Po/miar en agostode 1925- pata qu ienes seguimos creyendoen el patriotismo como idea-fuerza y en lapatria como concepto fecundo en sanos idea­lismos, hay que señalar [...] el caso incom­prensible de esta patria nueva qu e [...] nopuede o no qu iere celebrar el centenario desu independencia. [...] Pero la energía batllis­ta [...] no ha conseguido , ni conseguirá ja­más, sus finalidades basrardas para convertirnuestra raza en un conglomerado peregri no,camino de la disolución y del suicidio moral,sin dioses protectores, ni fe en sí misma, enviaje hacia lo desconocido, arrastrando comoún ico bagaje ideológ ico, media docena develeidades estúpidas-y abominables."

En una m etaforización singular d elcombate co ntra el reformismo batllisra,el d octor Luis A. de H er rera, ya por enton­ces presidente d el Directorio nacionalistay ascendente líder partidario, escri bía enLa Democracia en 1921 , en un intento porreforza r su prédica con la p ersuasividadde un relato que se hacía cargo de las imá­genes d e lo cotidiano y lo privado:

6 "Por nuestro Centenario. Derrotero del suici­dio", La Tribuna Popillar, 7 de agosto de 1925, p. 1.

VASCONCELOS y SU PASO POR EL URUGUAY DE LOS AÑOS VEINTE 113

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Eram os una fam ilia ord enada y discreta.Montaban guardia en la puerta las viejas cos­tumbres criollas [...]. Vivíamos dichosos denuestra austera medianía. [...] Pero vinieronlos reformadores y, después de reírse muchode aquella compostura patriarcal, [...] empe­zaron a hacer y a deshacer. La emprendie­ron con el patri monio sagrado; pusieron ala venta todos los grandes recuerdos; [...] enuna palabra, entraron a "redim irnos". [...]Rompieron el pasado, amargaron el presente,hipotecaron el porvenir... [...] Ru inas mora­les, minas polít icas, m inas económicas. Entanto, avanza el invierno y sopla el frío deafuera paraadentro y de adentro para afuera."

Por cierto que entre la concepción vas­conceliana de comienzos de los veinte yla visión "patriótica" del "nacionalismooriental" del Partido Nacional urugu ayomediaba en verdad un abismo. Pero otrotanto ocurría en relación con la propuestade nación impulsada por el batllismo , quese art iculaba en la postulación de un ima­ginario nacional de proclividad europei­zanre y muy poco latinoamericano, conun fuerte componente estat ista y un idealde igualitarismo homogeneizante, reaciopor definición a cualquier visión de acep­tación de los valores campesinos del mediorural y también distante de toda perspec­tiva "cósmica" y mucho menos "indígena"en la fragua histórica del continente. En es­ta misma dirección se orientaba por enton­ces la propia composición demográfica deaquel Urugu ay del Centenario: país "alu­vional", con una población descendient een un alto porcentaje de las oleadas inm i-

7 "Cómo nos arruinaron. Veinre años después",La Democracia, 13 de agosto de 1921. Cica tomadade Zubillaga, Reto, 1982, pp . 186-187.

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g ratorias - básicamente europeas- quedesd e medi ados del sig lo XIX hab íanvenido conformando el país "moderno".Desde una vocación insul ar q ue podíaostenta r su ajenidad del continente lat i­noamericano, aquella orgullosa Sniza deAméricaen verdad no sintonizaba con JoséVasconcelos y su raza cósmica.

En ese marco, en aquel Urugu ay decomienzos de los veinte las valoracionesde ese "otro" privilegiado que era el via­jero visitante se cruzaban de esa manerapeculiar con las controversias y alternati­vas locales ent re los part idos y su visióncontrapuesta de los vínculos ent re ciuda­dan ía y nacionalidad. De todo s modos,más allá de que también por ento nces yen relación con esta disputa tan relevante ,el triunfo ideológico del batllismo sobresus adversarios fue concluyente en el con­junto de la población (repitámoslo, tras­cendiendo filiaciones y simpatías parti­distas), la confrontación de visiones a esterespecto no resultó tampoco baladí.

EL UUSES CRIOLLO y SU PASAJE

POR EL URUGUAY " BATLLISTA"

Fue en aquel Urugu ay orgulloso de losaños veinte, qu e se creía "excepcional"pero que mayoritariamente echaba muchoen cuenta lo que se decía de él desde afueray a través de la "mirada" de los visitan­tes, en especial si eran ilustres o interna­cionalmente influyentes, que recaló J oséVascon cel os, nad a men os que en un aescala de su viaje por varios países delCono Sur sudamericano (Brasil, Uruguay,Argentina y Chile, siguiendo la secuen­cia del relato de su viaje). Las crónicassobre este viaje darían origen a su céle­bre libro La raza cósmica. Misión de la raza

GERARDO C AETANO H ARGAIN

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iberoamericana. Notas de viajes a la Américadel SlIr.H

El J osé Vasconcelos (1882-1959) quellegó al U ruguay durante la presidenciade Baltasar Bru m (1919-1923) era ya,como es sabido, un político e intelectualm uy preocupado por la integ ración delindígena dent ro del conjunto social de lasnaciones iberoamericanas. Desde la asun­ción de "una fe mesiánica en la tarea rec­tora de los intelectuales" y desde la idea de"una praxis civilizatoria [...] [en cuya base

H Los daros de la ed ición de la obra (supon emosla primera o de las primeras) sobre la que se trabajar áen el texto que sigue son los siguientes: J osé Vascon­celos, La raza CÓSIIÚCrl. MisiólIde /a raza iberoamericana.Notas de ¡'iajesa la América de/ Sur, Agencia Mundialde Librería, 2 hojas + 294 pp ., sin indicación de lugaro de fecha, con pie de imprenta: "Tipografía Cosmos,San Pablo 95, Teléfono 15351, Barcelona." En el lomofigura como precio: "6 pesetas". En la conrracub ierrase ofrece un "Exrracto de Catá logo" dond e figuran,formando parte de la Colección Contemporánea:JoséVasconcelos, La raza aismica, 6 ptas.J osé Vasconcelos,llld%gía, 8 ptas. Esta edición viene siendo datada confrecuencia en 1925, pero es más probable que fuerapublicada a finales de 1926 (ya inmin ente la apariciónde la ludolog/a , prevista pa ra 1927) o en el prop io1927 (en el catálogo aparece antes La raza cósmica quela llld% gía). En el rexto la primera parte es un "Pró­logo" genera l de la obra (pp , 1-40), que sigue con las."Notas de viaje", "Premoniciones" (pp, 4 1-43), par::luego ir ya a las distintas escalas que corresponden aBrasil (p p , 4 5- 137), Uruguay (pp . 139-1 4 9) YArgenti na (pp. 151-294), con una última excursióna Chile (pp. 242-290). Entre ot ras mú ltiples ed icio­nes de esta obra consultadas por el autor figuran lassiguientes: Imprenta Helé nica, Madrid s. a., 2 h. +

296 págs.; Espasa-Calpe Arg enti na (Austral 8(2),Buenos Aires, 1948 ,210 pp .; Ag ui lar (Ensayistashispánicos), Madr id, 1966, 224 pp .; Asociación Na­cional de Libreros ([ 2 de noviembre de 1983, DíaNacional del Libro), México, 1983, 191 pp .; Porr úa

(Sepan cuantos), México, 2001, XVII + 164 pp.

estuviera] la conciliación entre restaur a­cionismo y moderni zación", Vasconcelosbuscaba por entonces elabora r una "teo­ría del mest izaje" y proyectarla en todo elconti nente a través de sus ya famosos "ser­mones laicos"." Pero como bien ha ana­lizado la histo riadora argentina PatriciaFunes,

la poética de Vasconcelos dista de ser di á­fana e - incluso- coherente [...]. La mismaidea de "raza cósmica" -aun leída desde suspremisas inruicionisras-, no deja de fluctuarentre una categoría abstracta "universal" [unasuerte de tipo ideal] y un desti no o proyectocultura l iberoamericano. Por otra parte, esostensible que en esa "fusión" la valoraciónde los componentes no es simétrica. Es claroque el blanco, la latinidad y, también, "loespañol" son las matrices de su deseo y desu profecía. El mestizaje no sería entoncesun evolut ivo y libre producto del "g ustoestético" o de la simpatía sino un a priori ,que se asienta en valores "blancocéntr icos.1()

Esas expectativas y también esas con­trad icciones del Vasconcelos de comien­zos de los años veinte pueden regis trarsecon precisión en varios pasajes del pró­logo a la primera edición de La raza cós­mica. All í lo primero qu e se planteaba erala pugna irreconciliable y fundamentalentre latinidad y sajonismo, la cua l, a sujuicio, Iberoamérica en su "balcanización"estaba enfrentando de manera equivocada:

Pugna de latinidad contra sajonismo ha lle­gado a ser, sigue siendo nuestra época; pug nade insti tuciones, de propósitos y de ideales.

9 Punes, Sa//,{/I", 2006, pp. 174-176.\lI lbid., p. 178.

VA SCONCELOS y SU PASO POR EL URUGUAY DE LOS AÑOS VEINTE 115

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Crisis de una lucha secular gue se inicia conel desastre de la Armada In ven cibl e y seagrava con la derrota de Trafalgar. [...] Lejosde senti rnos unidos frente al desastre, lavolun tad se nos d ispersa en pequeños y vanosfines. La derrora nos ha traído la confusiónde los valores y los concepros; la d iploma­cia de los vencedores nos engaña despu és devencernos; el com ercio nos conquista consus pegueñas ventajas . [... ] N o sólo nosderrota ron en el combate, ideológ icamenteram bién, nos siguen venciendo. Se perdi óla mayor de las batallas el día en gu e cadauna de las repúblicas ibéricas se lanzó a hacervida propia, vid a desligada de sus herma­nos, concertando tratados y recibiendo bene­ficios falsos, sin atender a los intereses comu­nes de la raza. [...] El despli egue de nuestrasveint e band eras en la Unión Panam ericanade Washingron deberíamos verlo como unaburla de enemigos hábiles. Sin embargo, nosufanamos cada uno de nuestro hum ilde tra­po , gue dice ilusión vana, y ni sig uiera nosruboriza el hecho de nuest ra discordia , de­lant e de la fuerte unión estadun idense. N oadvertimos el contras te de la unidad sajonafrente a la anarguía y soledad de los escudosiberoamericanos.11

Vasconcelos no dejó de registrar enton­ces la profundidad histórica de esa disper­sión iberoamericana, que reg ist raba con

. desag rado y preocupac ión , p royectandosu cuesrionamiento al propio proceso dela revolución independent ista como cau­sante originario y tal vez primordial de ladesuni ón:

nosotros los españoles, por la sangre, o por lacultura, a la hora de nuest ra emancipación

11 Vasconcelos, Raza, 1925, pp. 5-6.

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comenzamos por renegar de nuestras trad i­ciones; rompimos con el pasado y no faltóguien renegara la sang re diciendo que hu­biera sido mejor gue la conquista de nuestrasregiones la hubiesen consum ado los ingleses.[...] Nuestra guerra de Independencia se vioamenguada por el prov incialismo y por laausencia de p lanes trascendentales. La razaque había soñado con e! imperio del mu ndo,los supuestos des cendientes de la g loriaromana, cayeron en la pueril satisfacción decrear nacionciras y soberanías de pr incipado,alentadas por almas gue en cada cordilleraveían un mu ro y no una c úspide . ' :'

A cont inuación, luego de afirmar unavez más su convicción respecto a que "elindio no tiene otra puerta hacia el porve­nir que la puerta de la cultura moderna, niotro camino que el camino ya desbrozadode la civilización latina", Vasconcelos pro­yectaba "una misión sin precedentes en laHistoria" para Iberoamérica:

La ventaja de nuest ra tradición es gu e poseemayor facilidad de simpatía con los extra­ños. Esto implica gue nuestra civilización,con todo s sus defectos, puede ser la elegidapara asimi lar y converti r a un nu evo tipoa todos los hombres. En ella se pr epara deesta suerte la trama, e! mú lt iple y rico plas­ma de la humanidad futura. [...] El objetode! cont inente nu evo y ant iguo es m uchomás impo rtante . Su predest inación , obedeceal designio de constitui r la cuna de una razaquinta en la gue se fundirán todos los p ue­blos, para reemplazar a las cuatro gu e aisla­damente han venido forjando la historia. Enel suelo de América hallará térm ino la dis­persión, allí se consuma rá la unidad por e!

12 iu«, pp. 10-11.

GERARDO CAETANO HARGAI N

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tr iunfo del amor fecundo, y la superaciónde todas las estirpes.P

Era entonces desde esaaspiracióngran­dilocuente por crear "la primera raza sín­tesis del globo" y desde un "sent ido deldeber" comprometido con la tarea de for­mular "las bases de una nueva civiliza­ción", que un Vasconcelos todavía joven yascendente llegaba con muchas esperan­zas al Cono Sur sudamericano . Con suapuesta focalizada sin duda en la visiónde los dos gigantes "Estados hegemóni­cos" de la Cuenca del Plata, Argentina yBrasil,Vasconcelos reservaba, sin embargo,expec tativas particulares en torno a subreve pasaje por Uruguay, Dadas sus ideasy proyectos, no resultaba aventurado sos­pechar que su encuentro directo con elUruguay real sería más conflictivo de loque él esperaba. Más allá del signo refor­mista y hasta "avancista", como se decíapor entonces, de la experiencia del Uru­guay "batllista" de entonces, más en pro­fundidad existían diferencias y hasta algu­nas incompatibilidades notorias respectoa los objetivos de la afanosa búsqueda deVasconcelos, que la experiencia concretade la visita y del conocimiento directo noharía más que resaltar.

LAS PRIMERA S VISIONES

DE VASCONCELOS: LUCES y SO.rvmRASDE UN "PAÍs POCO CÓSMICO"

José Vasconcelos llegó a Uruguay "por elfondo", como ha dicho Alberto Meth olFerré.14 En efecto, casi sin aviso y bus-

13 lbid., pp . 14- 15.1·\ Methol, "Dos", 1964, L 11 , p. 640.

cando tal vez cierto anonimato;' ? ingresópor el norteño depar tamento de Rivera yllegó en ferrocarril a Montevideo, donde,aburrido con las pocas ceremonias oficia­les que aceptó a regañadientes y muchomás estimulado - y también exigido- ensus reuniones part iculares,pasó "cinco díasde combate", como él mismo escribir íaen su crónica.

Si se le creea "pie junt illas'' lo que diceen su texto, llegaba a Uruguay con mu­chas expectativas y provisto de una infor­mación tan copiosa como calificada.

Mirando una vez el Uruguay en el mapa--<:onfesaba de manera un tanto sorprendenteen un pasaje de La raza cásmica- , soñé undía llegar aquí de improviso con el nombrecambiado y toda tradición rota, para eleg irmu jer y fundar familia; mi estado de ánimoal entrar era de lo más cordial, pero se hacendaño los países que mandan soldados en reci­bimiento de los extranjeros. Si no fuese por­que llevaba presente a la Iba rburu [sic] y aDelmira Agu stini, a Rodó y a Sabar Ercasry,si no fuera porque sabía de Manacorda y deMasera, y de tantos ot ros nobles esp íritus ,me hubiera puesto a pensar disparates en los

15 En una répl ica a Vasconcelos -que analizare­mos en detalle más adelanre- a propósiro de su cró­nica sobre Urugu ay aparecida en las páginas de Laraza cósmica, ]. Osear Cosco Monraldo señaló en 1926que "la visita de Vasconcelos al Uru guay se resinrió deun vicio de origen, causa de rodas los malenrendidosposreriores. Ella no fue suficienre me nre anunciada[.. .j . Tanro es así, qu e fue el docror Alfredo Palacios,qu ien, desde Bueno s Aires, hubo de enviar al docrorBalrasar Brum, enronces presidenre de la República,un relegrama particular en qu e le anunciaba qu eVasconcelos había cruzado ya la fronte ra, rumbo aMonrevideo. Pero ya no había tiempo de pr epararcomo correspond ía la recep ción de Vasconcelos.'V&JSe, Cosco, "Urug uay", 1926, pp . 5 11-51 2.

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primeros instantes de mi llegada al Uruguay,Además no se riene el derecho de juzgar pre­cip itadame nte a un a patria qu e producegenios y que ha sido iniciadora de la pred i­cación hispanoarnericanisra.!"

La referencia, bastante extraña, sobreque file recibido mayormente por mili ta­res, fue explicada más tarde por un dirigen­te batllista que -como se ha anticipadoen la ci ta 14- po lemizó públicamentesobre la descripción de Uruguay queVasconcelos hizo en su libro: esa circuns­tancia, un tan to extraña en un país tanpoco proclive a la cultura militarista típicade otros países lati noamericanos en laépoca, se habría debido en primer lugara que lo acompañaba el jefe del EstadoMayor del ejército chileno, y en segundotérmino, a la circunstancia de que, al en­trar por e! lím ite seco entre Santa Ana doLivramento y Rivera, era usual que a losvisitantes oficiales les rind ieran honoreslas tropas de la guarnición de frontera .17

De todos modos, la primera impresión noresultó la mejor, a lo que tal vez se sumabael vi vo cont raste de pasar de Brasil aUruguay. "El Uruguay -registraba luegoen su crónica e! intelectual mexicano- nos

16 Vasconcelos, Raza, 1925, p . 14 2.17 Cosco , "Urug uay", 192 6 , p . 5 14. La visión

qu e Vasconcelos había dad o en sus crónicas era efec­civarnenr e la de un país con un a prese ncia mil itarmu cho mayor de la que realmen te tenía. "En unapoblación --decía - de poco más de un millón de habi­ranres, hay no menos de doce m il soldados, qu e con­sumen fuerte porqu e están bien pagados y viajan porEuropa, supo ngo que con el fin de apre nder francés yolvida r el castellano. Causaba mal efecto ver ranr obotón do rado de oficialidad dispend iosa." En su res­puesta , Cosco Monraldo lo corrige señalando que elnúmero de efect ivos no pasab a de los nueve m il.Véase, Vasconcelos, Raza, 1925 , p. 14 2.

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da una impresión general de cosa fría. Y1.no se advierte aquella abundancia que esdon natural de! Brasil."1H

Desde e! departamento norteño de Ri­vera, Vasconcelos via jó por tren hastaMontevideo, recogiendo de inmediato elimpac to de la vastedad de los lat ifundiosy de la despoblación general del campouruguayo, muy tradicional en esa zonanoreste de! país .

Una tris teza pesada se revela en la palidez yel encogimiento de los niños del campo. Enseguida se sospecha la causa de este "pmn a"

IR Vasconcelos no fue el úni co viajero de la épocaqu e destacó el fuerce contraste qu e se recibía al ingre­sar a Urugu ay por su fronrera nord este con Brasil.Apenas un os años después, el mismo peripl o fue rea­lizado por la célebre period ista y exploradora ing lesaRosi ta Forb es, la qu e narr ó una impresión sim ilar-uunque fundada en razones bastante diferentes- al serentrevistada por el periódico montevideano La TribnnaPOjJlllar, denrro de un inform e qu e luego se publica­ría bajo el suges tivo tiru lo de "El Ur uguay es un paísgob ernado por locos": "D espué s de haber de jado elBrasil-decía Rosita Forbes, por entonces ya en fase deculminación de su viaje de 'exp loración period ísrica'por casi toda Am érica L'ltin a- [...] llegar al Uru gu ayes un rud o motivo de cont raste. Desde aquel edén sellega a esta otra nación, dond e 1...1está enrabiada lalucha más moderna del inundo, un experimento com­parabl e al de Ru sia, dest inado a de jar exhausto alcap ita l. D esde el jardín edénico a la utopía: he ahíel cami no recorri do cuando se va desde el Brasil alUrugu ay (...]" en "El U rug uay es un país gobe rnadopo r locos. Declaraciones de la céleb re exp loradoraRosita Forbes. Aquí se hace la experiencia de las leyesmás ut ópicas", La Tribuna Popular, 5 de febrero de1932, p . 8. El libro qu e recogería roda la crónica delviaje de Forbes, Eigbl, 1933, termina con la constan­cia de la auro ra sobre qu e culmi nó su escritura enMontevideo, el 27 de octubre de 1932. Esre libro fuepublicado en su primera edición por la eclirorial Casselane!Cornpany, Lrd. en abri l de 1933.

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maléfico: el lat ifund io con su corolario deesclavitud. Con astucia pedimos informes y,en efecro, a pesar de que el Congreso expidemuchas leyes y los gobiernos se proclam anmuy radicales y aun colorados, la propiedadde la tierra es de unos cuantos estancieros.[...] Clero, latifundio y ejército, las tres mal­d icion es de la Am éri ca española. En elUruguay se vuelven a hacer presentes las doscalamidades últ imas. El clero, en cambio,parece que ha sido bien casrigado, lo qu emerece un elogio.!?

Ya a las primeras de cambio, Vascon­celos ap untaba en su crónica contra elpunto más débil de las reformas del bar­llismo, la "reforma agraria y la lucha con­tra el lat ifundio", área en la que el ímpetutransformador del reformismo había sidotal vez el más moderado, donde a pesarde ello las propuestas presentadas menosprosperaron, ent re otras cosas, porque allíestaba el enem igo social más poderoso yorganizado, los gremios de los hacenda­dos y ganaderos du eños de los más gran­des lat ifundios. De tod os modos, quien

19 Vasconcelos, Raza, 1925, pp. 14 1, 142. Enaque l momento, en que sus ideas se adherían confuerza a los principios del laicismo, Vasconcelos des­tac ó especialmente las virt udes del ant iclericalismopredominante en el país y los impulsos en tal sen­tido promovidos por el barllismo: "El llamado radi­calismo ha tenido más bien manifestaciones políti­cas de no escasa importancia. La Ig lesia y el Esrado sehan separado sin revoluciones ni derramam iento desang re, sólo mediant e d iscusiones inte ligentes. Nohay allá héroes de guerra civil; a esto debe su lustreinnegable el país. Los argent inos tienen que hacerviajes a Mont evideo para obt ener el divorcio abso­luro, que [se] decrera con sólo que lo pida la muj er,lo cual es 'muy gallardo ', como decía [el d irigentesocialista argenti no Alfredo] Palacios, enamorado fer­viente de todo lo uruguayo." lbid., pp . 145-146.

lee la crón ica que escribió Vasconcelos-obviam ente ex post- sobre su vis ita aUruguay, cae de inmediato en la cuentade que desde el comienzo no simpat izócon sus interlocutores batllistas.

L AS RAZON ES MÁs FIRMES

DEL DISTANCIAMIENTO CRÍTICO

ENTRE VA SCONCELOS y SUS ANFITRIONES:

EL FUERTE PIINAMERICANISAIO BATIUSTA

El intelectual y político mexicano no ocul­tó las razones y causas fund amentales deese malestar. En su crónica sobre su pasajepor Uruguay relataba:

Al día siguiente de nuestra estancia ya tuvi­mos motivo de enojo, porque los diarios nose prestaro n a dar cuenta del discurso conque hice entrega de la estatua de Cuauhr é­rnoc, que di en parte a títu lo de declaraciónde po líti ca me xicana . Atribuim os aq uelsilencio a exceso de condescendencia con lalegación yanqui. El aludido discurso no esanriyanqui, pero sí nacionalista iberoameri­cano, y en aquellos días privaba en las esfe­ras oficiales del Uruguay la doctri na pana­mericana, en oposición casi bélica, de ladoctrina simplemente iberoarnericana.?"

Lo que reprochaba Vasconcelos resul­taba plenamente razonable y veraz. En susorientaciones de polít ica exterior, como severá a continuación, el barllisrno en gene­ral y el entonces presidente Balrasar Brurnen part icular, habían ostentado una pos­tu ra firmemente alineada en un paname­ricanismo acendra do, incluso destacán­dose en el concierto latinoamericano por

211lbid., p. 144.

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la cercaníamilitante de la diplomacia uru­guaya con Estados Unidos. En múltiplesepisodios de la época esta postura del bar­llismo quedó evidenciada con meridianaclaridad. En agosto de 1915, por ejem­plo, en momentos en que Estados Unidospromovía una conferencia de todos los paí­ses de América para "normalizar" una vezmás la política mexicana, el entonces ofi­cialista El Día alertaba sobre "la anorma­lidad perenne de México", al tiempo quedestacaba que la acción estadu nidense

no es la p rime ra que ensaya el go bierno deaquel país, cuyo s esfuerzos en pro de la paci­ficación de México han de ser reconocidosuniversalmente. [...] No puede negarse quela intenci ón no es sólo de las más desintere­sadas sino de las más nobles. [...] Y comoesta luc ha, con su cortejo de horrores, ame­naza etern izarse, he aquí por q ué, en nom­bre de los más g randes y sagrados derechoshumanos, se tienta la inrervenci ón."

2 1 Véase, El Dia, 10 de agosto de 191 5. Citatomada de Cuadernos , núm . 32, 1969, pp. 75-76,Montevideo. En el artículo se trasuntaba una visiónmuy crítica sobre la política mexicana de la época,dominada según el periódico barllista por "simplesusurpadores como Huerta o mont oneros como Za­pata", al tiempo que se resaltaba la necesidad de unareacción en "la bella patr ia de Mocrezurna, H idalgoyJu árez". Apenas unos días antes, en las páginas delperiódico El Telégl"Clfo,José Enrique Rodó discrepabaabiertamente con la postura oficial del gobierno uru­guayo. "Aceptar transacciones o condescendenciaen la aplicación del principio [de no intervención)significaría un gravísimo precedente. [. .. ) La políticainternacional de los Estados Unidos del Norte tieneantecedentes conocidos en cuanto a su injerencia en lascuestiones domésticas de los pueblos de este conti ­nente. [. . .) Pero que todo eso vaya a cont inuar y acompletarse con el asent imiento expreso y la colabo­ración complaciente de los propios pueblos de la Amé-

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El presidente uruguayo que recibió aVasconcelos, Baltasar Brum, había sidocanciller en el gobierno anterio r presidi­do por Feliciano Viera y en el desempeñode ese cargo se había ganado el apodo de"W ilsoncito" por sus firmes ideas pana­mericanis tas y pro estadunidenses. En elcontexto conflictivo de la primera gue rramundial, como canciller Brum había pro­movido personalmente en junio de 1917un decreto de "solidaridad americana", através del cual, ante el inminente arribo alpuerto de Montevideo de una escuadranaval estadunidense, se daban las debid asgarantías sobre que recibiría un trata­miento de "nación amiga" y no de "poten­cia beligerante".22

La postura de Brum sobre las bonda­des y el imperativo de adherirse al pana­mericanismo, aunque revelaba algunospequeños matices respecto al tema delintervencionismo estadunidense, no admi­tía en lo sustantivo dos lecturas o inter­pretaciones. En una conferencia dictadael 21 de abril de 1920 en la U niversi­dad, el ya entonces presidente profundizósobre el particular:

Si siempre he considerado qu e no debía pres­cindirse de la acción de los Escudos Unidosen los asuntos que interesan al conti nenteameri cano , m ás arraigada tengo esa convic-

rica Latina, es una aberración que jamás podría discul­parse." véase, El Telégl"Clfo, 4 de agoste de 19 15. Citacornada de Cnaderuos, núm. 32, 1969, pp. 76-77 .

22 El decreto fue firmado a instancias del canci­ller Brum por el entonces presidente Viera y codo sugabinete el 18 de junio de 1917. En el mismo se de­claraba "que ningún país americano que en defensa desus derechos, se hallare en estado de guerra con nacio­nes de otros contine ntes, será tratado como belige­rante". Véase Welker, Baltasar, 1945, pp. 175-176.

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ción ahora que se ha visto a ese país abando­nando la política de aislamiento en que vivióhasta 1917 [...]. Si bien en el pasado su polí­t ica pudo haber sido injusta y áspe ra conalgunos países latinos, ello no debe consti ­ruir ahora un obstácu lo para un firme acer­camiento [...]. El panamericanismo implicala igualdad de todas las soberanías, g randeso pequeñas, la seguridad de que ningún paísinrenra rá ameng uar las de Otros y de qu ehan de series reintegradas a los que las ruvie­ran disminuidas.P

Pero en verdad, esas orientaciones enmateria de política exterior habían sidosiempre las predominantes dentro del Par­tido Colorado en general y en el batllismoen particularr" Como canciller primero,como presidente y como alto dirigente desu partido después, lo que hizo Brum fuedar curso operativo a esas ideas, aterri zar­las en iniciativas concretas," y convert irseen un o de sus principales ideólogos ydefensores, no sólo en el país sino en elcont inente todo. En este último sentido,sus argumentos tendieron a contestar lasvisiones alterna tivas de una unid ad "his­p an oamer ican a", "i be roamericana" o"indoamericana" sin la part icipación deEstados Unidos, requis ito este que juz­gaba com o central de toda política deacción continental.

Pr imero -señaló Brurn en un artícu lo quebajo el tí rulo de "El panamericanismo en la

2., Véase ibid ., pp. 176- 178 .2·1 Véase Turcatri, Eq/lilibrio, 198 1.25 Tal fue el caso de su propuesta de creación de

una "liga americana" o "asociación de países america­nos", por la que ya abogó en su discurso de 1920 enla Un iversidad y sobre la qu e insisriría con fervoren los años siguientes.

América Latina" publicaría en 1928 la revis­ta neoyorquina Current History- se pre ten­dió unir a los que descend ían de España ycrear así el "hispano-americanismo"; mástarde se extendió ese concepto en el senridode incorpora r al Brasil, dando enronces a laag rupació n el nombre de "ibero-america­nismo", inregrado por los pueblos que pro­vienen de la península ibérica. El presidenteCarranza, de México, prohij ó otra tenden­cia llamada "indo-americanisrno", que teníapor objeto asociar los americanos de origenibérico a las gra ndes razas aborígenes qu eaún existen. [oo .] Pero, en el Río de la Plata ,pobl ado por indios qu e vivían en un estadode completo atraso y que desaparecieron to­talmente, sin dejar, en pos de sí, obras nitr adición alg una , esta ini ciat iva no hizocami no. [...] Pues bien: por encima de es­tas tendencias raciales, surge en Am érica el"pan-americanismo", que busca la aproxi ­mación fraterna l de tod os los p ueblos delNuevo Mundo, sin preocuparse de señalarlas diferencias étn icas, de leng ua, de dog mao de costum bres, para hacer de ellas unmotivo de repu dio o de separaci ón.i"

El panamericanismo batllista expre­saba toda una cosmovisión en la que con­vergían distintos componentes: una fuerteidentificación simbólica e ideológica conlos patrones civilizatorios "noroccidenra­les", básicamente referidos a Europa occi­dental y especialmente a Estados Unidos;un rechazo a toda visión latinoamericanapropuesta como alternativa a una acciónunificada del conjunto del continente (pa­namericana), con la presencia indisp ensa­ble del "hermano mayor" estadunidense;una visión sobre este último qu e lo hacía

26 Véase Welk er, Baltnsar, 1945, pp . 228 -229.

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paladín de las causas democráti cas yhumanistas, pro tector frente a las injeren­cias extracontinentales y líder - más alláde algún "exceso" intervencionista que ha­bía que dejar en el pasado- de una estra­tegia global de inserción internacional delcontinente en su globalidad; un rechazomanifiesto a toda propuesta o discurso quehiciera hincapié en las ideas de "naciona­lismo", "latinoarnericanismo" y, sobre to­do , "antii rnperialismo", en pa rt icular siestas se asentaban en una reivin dicaciónno sólo política o ideológica sino tambiéncultural de una visión hemisférica contra­puesta a la unidad interamericana bajoel liderazgo "natural" de Estados U nidos.En varios sentidos, esta visión de po lít icainternacional del batll ismo resultaba muytributaria de su peculiar forma de definirel concepto de naci ónr"

Por supuesto que estas ideas no sólose encontraban en las antípodas de las deVasconcelos y de la mayor parte de lospolíticos e intelec tuales mexicanos y lati­noamericanos de ento nces, sino qu e tam­bién encontraban fuertes réplicas dent rode las front eras del propio Uruguay. Pormo tivos no sólo políticos e ideológicos,esas ideas chocaban con las definicionesde algunos de los principales dirigentes delPartido N acional, como Washington Bel­trán o Luis Alberto de H errera. Como ve­remos, la visión pro estadunidense delbatl lismo afrontaba en forma direc ta laconcepción nacionalista y sus derivadosen materia de políti ca internacional. Enuna perspectiva mucho más radicaly general, el panamericanismo batllista ysus expresiones específicas sobre la situa-

27 Sob re el pecu liar concepto de nación de! bar­ll ism o, véase Barrán y N ahurn , Batlle, 1985 , t. VI,

pp . 2 16 Yss.

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ción de México chocaban má s frontal ­mente aún con la visión de algunos jóve­nes que por entonces buscaban afirmar suspropuestas de renovación política e ideo­lóg ica para Uruguay en un nít ido afinca­miento latinoamericanista, En esa línea seubicó de man era emblemática por enton­ces un muy joven Carlos Q uijano , el queen agosto de 1925 se pronunciaba en Pa­rís, en un acto de solidaridad con México,de una manera nítidamente disímil res­pecto a las visiones batl listas:

El co nfl ic ro actual enrre M éx ico y Estados

Unidos no es sólo un episod io m ás de la lu­

cha entre el imperi ali smo yanqui y Améri ca

Lat ina . [...] Combatir a l lacio de M éxico es

combatir por la revolución y contra el cap i­

talismo. [...] Tenemos q ue hacer u na revo­

lución american a, con fin es , co n incereses,co n formas a m er ica nas, co m o M éxi co , que

debe seg u ir siend o n uest ro modelo.F"

Esta disputa interna en torno al pana­mer icanismo batl lista y su postura frente

2" "¿Existe un imperial ism o yanqui ?", El País,12 y 13 de agosto de 1925, p. 3. Carlos Quijano desa­rroll ó por entonces una activa mi lirancia a favor deMéxico. Este acto en París en el qu e pronunció sudi scurso fue orga nizado por un recién consti ru ido"Com ité de Soliclaridad Lati noam ericano", del q uefue fund ador, En e! acto tambi én hablaron Migu el deUnamuno, José Ingenieros, Eduardo Ortega y Gasset ,Manuel Ugarre, Víctor Raú l Haya de la Torre, entreotros. Ese mism o año de 1925 Q uijano fue invirad ojunto a J osé Ingen ieros por e! gobierno mexicano paraque d ictara una serie de conferencias en el país azteca.A su retorno a Urugu ay en 1928, fue secrerario del"Co m ité Urug uay-México", or ientado a la lu chaaneiim perialisra y a la solida ridad con aquel país. Eranlos in icios d e un a perdurab le adhesión de Ca rlo sQuijano con México, país en e! qu e moriría en el exi­lio en 1984 . Véase Caera no y Rilla,Jol'ell, 1986.

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a México pocas veces alcanzó una profun­d ización tan marcada como en ocasión dela intervención estadun ide nse en el paísazteca en febrero de 1914. En esa opor­tu nidad , el ento nces presidente Batlle jus­ti ficó, a t ravés de su medio oficial El Día,la acción del go bie rno esradunide nse pre­sid ido por W ood row Wilson , dando porbuenas las razones invocadas por EstadosU nidos en la ocasión, en el sentido de quela di ctadura de Victoriano Huerta volvíaválido el recurso a la invasión . "W ilson sep resentó más bien como un amigo, comoun he rmano mayor que da consejo a lospequeños barullenros. Bien d icen que nohay redentor que salga bien. [oo .] Lo úni coque podía hacer lo hizo."29

Por aq ue llos días, en vivo contras tecon la acti tud del gobie rno de Batlle, sepro d ujero n manifestaciones anriesraduni­denses en Montevideo, alg unas de las cua­les derivaron en actos de violencia y enrepresión polic ial. El gobierno batll istapresentó oficialmente sus excusas ante laleg ación estadunidense, lo que p rovocóun intenso de ba te parlamentario sobre elp unto. Luis Albe rto de H errera expresóen oirnaras su rechazo a la posición guber­namental y su defensa del princ ip io deno intervención :

Ningún país de Sud -Am érica , ni aun losm ás fuer tes y los más capaces rerriroria l­mente y por su población, se perm iren con­ceder a nadie, ni en doctrina, el derecho deintervenir las sociedades políticamente infor­tunadas.3D

2~ "W ilson e Hi spanoamérica", El Día, 14 de fe­brero de 1914 , p. 3.

-'" Diario, sesión del 30 de abr il de 1914 , pp .152 y ss.

Con todos estos antecedentes e ideas,que po r cierto Vasconcelos no p od ía des­conocer, resulta ba natural que en el en­cuentro di recto se confirmaran las dife­renc ias y las di stancias. El batllismo, porotra parte, nunca hab ía vis to con dem a­siada simpatía los rumbos de la "revolu­ción m exican a", algo que Vasconcelostambién sabía. El reformismo batllista ytod o lo que él exp resaba y potenciaba de lm ás antiguo republicani smo uruguayoabrevaban en otros orígenes ideológi cos ycultura les.

EL "PORFIRIATO" URU GUAYO : BATLLE Y

ORDÓÑEZ COMO "UNA ESPECIE DE OGRO

ENTR E ESTADISTA Y ESPADACHÍN"

Vasconcelos p udo encontrarse personal­mente con el p resid ente Baltasar Brum ,pero no logró entrevistarse con J osé Batlley Ordóñez, lo que sin duda profundiz ósurecelo, que rápidamente se volvió personalcontra el líder indiscutido del sector refor­mista del Partido Colorado . Al respecto ,la narración del po lítico mexicano no de jalugar a dudas:

El presidente Brurn, que es un hombre ge­neroso y liberal, tuvo la bondad de expo­nerme extensamente su punto de vista enun largo paseo que hicimos en su coche. [...]No pude conocer, ni me preocupé m uchode hacerlo, a una especie de ogro ent re esta­dista y espadachín, que es quien hace o des­hace gobiernos y leyes. Su procedimiento escomplicado pero seguro . Después de hacersedel poder, por la violencia, organizó un par­tido del que naturalmente se hizo jefe vita­licio. De esta manera, al dejar la presidenciaburló el principio de no reelecci ón, medianteel cambio previo que hizo del sistema de

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gobierno , que transform ó en lo que llaman"coleg iado". [...] En este consejo siempre esel ogro el que tiene la mayoría y el presi­dente se somete al ogro o se va para su casa.Al ogro lo llaman sus partidarios un geniopolítico; me aseguró algu ien que de habernacido en Inglaterra, le saca el pie al mismoLioyd George, Menos mal que sea un dés­pota civil y no se le haya ocurr ido imitar aN apoleón , como los demás tiranos sangui­narios de la Am érica española. El que nocree o no finge creer en el ogro no llegaen e! Uruguay a ningún cargo pú blico. [...]Con una fuerte organización de part ido, unamilicia bien pagada y mucha palabrería radi­cal, e! partido colorado hace más o menoslo que le da la gana .!'

Las críticas específicas de Vasconcelossobre la persona de Batlle y Ordóñez coin­cid ían casi a la perfección con mucho deldiscurso de los opositores locales al líderreformista. Incluso parecían convergir enla misma dirección que el sím il mexicanoal que los antibatllistas solían recurrir: siel batllismo había sido acusado de "porfi­riato" o "porfirismo" era porque su líder yfundador se parecía mucho a Porfirio Díaz.Aunque sin referirlo en forma expresa, losperfiles que Vasconcelos trazaba sobre lafigura de Batlle parecían nutrirse de mu­chos de los fund amentos que habían lle­vado a varios políticos uruguayos, fun­damentalmente del Partido N acional, acompararlo en forma directa con el dicta­dor mexicano por antonomasia. Un ejem­plo máximo de esa comparación cargadade intencionalidad política la había dado,por ejemplo, el dirigente nacionalista Mar­tín C. Martínez, al confrontar la propuesta

3 1 Véase Vasconcelos, Raza, 1925 , pp. 144-1 45.

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de reforma consti tucional que Batlle pre­sentara en su diario El Día, en marzo de1913, con una larga descripción de la pra­xis polít ica de Porfirio D íaz en clave deparalelismo con Batll e y O rdóñez .

Los am biciosos - había escr ito Martín C.Mart ínez dos días después de! lanzamientopúblico de los famosos Apllllfes colegialisrasde Batlle- pueden arriesgarlo todo en unajugada para rrepar al primer puesto pero nolo sueltan con la vaga esperanza del retor­no [...]. Era ya una mon omanía, una obse­sión. Apenas reelecto , comenzaba a fraguarun plan, por absurdo y paradó jico que fuese,para insinuar a sus am igos la necesidad deir preparando la reelección siguiente.V

Desde ent onces, las caricaturas quepresentaban a "Don Pepe" como "DonPorfirio" se volvieron usuales en la prensaoposi tora al batllismo y la acusació n de"porfiriaro" se fue imponiendo como un ar­ma retórica eficaz contra Batlle y su grupo.

En verd ad , el juicio severísimo deVasconcelos sobre Batlle y Ordóñez, a lavez de parecer abrevar en coincidenciascon argume ntos del discurso de la oposi­ción uruguaya al batllismo, traslucía unfuerte e inusitado encono personal. Entodo su lib ro no trató a ninguna otra fi­gura polít ica de los países que visitó conesa dureza. Evitó en todo momento nom­brarlo, ad judicá ndole además el mote de"ogro", que en verd ad revelaba muchaant ipatía. Le ad judicaba además algunascosas que ni el más acérrimo de sus adver­sarios locales podía corroborar por enton­ces: no era cierto que en aq uellos añosBatll e controlara a su ant ojo los comple-

32 El Siglo, 6 de marzo de 1913.

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jos vericuetos de los poderes públicos trassu profundo rediseño en la reforma cons­titucional de 1917.33

No sólo no dominaba la rama colegia­da del poder ejecutivo, el Consejo N acio­nal de Adm inistración, sino que su grupoera una clara minoría en ese cuerpo y debíaenfrentar allí con frecuencia una mayoríaen la que se art iculaban sus adversariosconservadores tanto nacionalistas como delas otras fracciones coloradas. Tampocotenía mayorías legislat ivas que le fueranafines. Luego de su derrota en las eleccio­nes del 30 de julio de 1916,34 y en parti­cular a part ir de la vigencia de la nuevaConstitución en marzo de 1919, el bar­llismo no hegemonizaba el gobierno yestaba obligado a pactar de cont inuo entorno a las políti cas públicas y a la san­ción de las leyes en el Parlamento para noquedar marginado por la coalición entreblancos y colorados anti rreformistas. Sucont rol sobre el Estado y los cargos públi­cos era también por entonces muy limi-

53 En 1917 y como consecuencia de un pactopolírico enrre el barllismo coleg ialisra y parre de laoposición anricolegialisra, se vot ó favorablemenre unareforma consrirucional que en sus aspecros más llama­rivos esrablecía un poder ejecutivo "bicéfalo", compar­rido por un presidenre de la Repúbli ca (a cargo delas funciones de seguridad int erna, defensa y relacio­nes inrernac ionales) y un consejo nacional de admi­nisrración de nueve miem bros, con inreg ración pres­criprivamenre coparric ipariva con represenración delas fracciones mayorirarias de los par ridos Colorado yBlanco.

31 L1S elecciones del 30 de julio de 1916 para laelección de los integrantes de la Convención NacionalConsriruyenre fue la primera en la hisroria uruguayaen realizarse con las garanrías reclamadas por la opo­sición: voro secrero, sufragio un iversal masculino yrepresent ación proporcional. En di chos com icios eloficialismo resu!ró derrorado por primera vez.

tado. En suma, como vimos, sí había argu­mentos políticos e ideológicos para queVasconcelos viera con di stancia al bar­llismo, en particular por el sesgo pro esta­dunidense de sus orientaciones en polí­tica exterior, su encono llamativamentevirulento contra la propia figura de Batlleya llegaba a la dim ensión de lo personal ,y adquiría ribetes más difíciles de enten­der y de explicar.

Este último señalam iento se vuelvemás claro si se advierten tambi én las sin­tonías que el político e intelectual mexi­cano no podía ocultar con varias de lasrefo rmas promovidas principalmentepor Batlle y el batll ismo en Uruguay. Porejemplo, en LID tema en el que Vasconcelospuso en verdad de manifiesto una pro­funda admiración por Uruguay fue en eltema educativo, aspecto en verdad sustan­tivo dada su investidura de secretario deEducación del gobierno mexicano.

Visitamos muchas escuelas, escuelas pr im a­tias, de sordomudos, eleanorma les; en rodaspartes nos acogieron no sólo con cortesía sinocon int erés y afecro. L1. fiesta ele la EscuelaN ormal nos elejó impresión inolvidable. Losniños leyeron peq ueños ensayos de hisroriade México; en roelas las p ruebas se nos de­mostró eficacia; los coros, las reci taciones,los discur sos, roda nos causó admiración ygraritu d . [...] La Universielad , como rodaslas escuelas qu e visi tamos, posee magnífi­cos edi ficios modernos. [...] L1.S construccio­nes escolares de Montevideo son obra gene­rosa ele la República; allí se ve lo que hanpodido hacer los urugu ayos.é?

Esa cercanía de Vasconcelos con laspolíticas educativas impulsadas durante

35 Vasconcelos, Raza, 1925, pp. 146-147 .

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los t iempos d e heg emonía batllista en elgobiern o podía ser m atizad a de todas for­m as por un reconocimiento exp líci to dela ac ti tud d e los estud iantes uruguayosante encru cijadas en las que M éxico habíadebido enfrentar el intervencionismo esta­d u n idense, claramente co n trastante conlas pos turas defendidas por el gmpo lidera­do por Batlle. En esa direcc ión, Vasconce­los no q u iso olvidar ni dejar de destacaren su libro la militancia antii rnperialistade los estud iantes umguayos en feb rero de1914 y en o t ra s opor t u n id ades, d e losp ocos ac to res en el país que habían mani­festado siem p re de manera permanente suco ndena fr ente al intervenc io n ism o d eEs tados U n id os:

Si los edifi cios de las universidades sonespléndidos, no lo es menos e! espíritu de loseducandos. Los estudiantes uruguayos estánsiempre alertassobre toda cuestión que afectaal continente latino; nadie defiende con máscalor que ellos el ideal iberoamericano. Apesarde los discursos y las amenazasde cienofuncionario de! sector de! señor Batlle, los es­tudiantes de Montevideo fueron los primerosen proresrar contra la ocupación de Veracruzpor las tropas de Woodrow W ilson.36

LAIN SULARlDAD ENSIMISMADA

DEL U RUGUAY BAJO LA LUPA

M ás allá d e su enfre ntamiento con Batll ey Ordóñez, durante su estanc ia en Mon­tevideo las id eas de Vasconcelos sobre laraza y el m estizaje encont raron en genera lmuy p oco eco en el con junto de sus inter­locutores, como era de esp era rse.

36 tu«, p. L47.

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En las discusiones privadas -cuenta Vas­conce!os- se nos contestaba que la teoría elela raza era falsa y que, en último término,e! Uruguay era europeo, no castellano, sinoeuropeo. En efecto, la literatu ra que allí vi­mos pareceafrancesada; en los negocios privaInglaterra y en la política internacional Es­radas Unidos.V

El balance q ue Vasconcelos podía deri­var de esa triple condi ción q ue reg istrabaco mo ide nrificaroria d e Uruguay - sinduda con una buena dosi s d e ac ie rto yp er spicac ia- no podía ser sino muy cr í­t ico. De todos modos, el intelectual m exi­cano reconocía q ue "de todos los p ue blosd e la América del Sur es el Uruguay elque m en os se parece a nosotros . Su razaes p ura, casi exclusivamente b lanca, ysi n d uda, una de las más vigorosas delrnundo.P"

Pese a sus críticas y a la poca recepti ­vidad que encontró para sus ideas en sup asaje por el Uruguay, Vasconcelos ter­minó su cró nica en La raza cásmic« recono­ciend o que ele toela s formas, el p aís eramuy democrático . En ese sentielo, aelmi-

37 tu«,p. L46.3M lbid., p. L49. Enotropasajedesu crónicasobre

su estanciaen Montevideo y sobre las reuniones quemantuvo con políticos e intelectuales, Vasconceloscuenta: "Mucho discutimos, casi reñimos [. ..j . Hubocomida de un grupo literario a la que sólo asistí paraser embestido con censuras y casi sarcasmos, a pro­pósirode mi fe en las razas tropicales y mestizas; feexpresada enciertas l"íginasde mi libro ES/lidios indos­tdnicos . Por el estilo pasé cinco días en combate, aveces en público, otrasveces en lasentrevistas priva­das. En efecro, teníamos un gran afán de conocernosbien, de compenetrarnos recíprocamente de nuestrasideas comunes y de nuestras ideasopuestas. ¿Y quéotracosasino esto es la verdadera fraternidad?" lbid.,pp. 148-149.

GERARDO GAETANO HARG AIN

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ri ó que "los gobiernos batllistas no nospueden ser simpáticos a causa de diver­gencia de criterios en determinados pun­tos fundamentales, pero son gobiernoscivilizados". Incluso, en uno de esos ve­ricuetos típicos de su escritura y de susdichos, finalmente reconoció con muchasagacidad los términos de la contradic­ción que el pasaje por Uruguay le provocóen su extenso viaje, en búsqueda de esa"raza mística" tan anhelada por él:

El Uruguay es un pueblo libre. El obreroy el campes ino, en general el pobre, vivenmenos pobres que los pobres de los paísesriranizados. El U rug uay me desilusionó unpoco por la gran ilusión que yo llevaba de él,no porque lo haya enconrra do inferior enningún senri do a otros pueblos nu esrros.Tambi én sucedió que hubiera querido en­conrrármelos más argenrinos, menos nacio­nalistas, más preoeupados del porvenir unidode la Am érica española. Cierro regionalis­mo qu e a mí me pareció advert ir, no estáde acuerdo con el alienro conri nenral deRodó, con el gen io arrollador de la Ibarburu[ri'l ¿Por qué empe ñarse en ser urugu ayos,si p ueden convertirse en la concie ncia deAm éricar ''"

En esa últim a pregunta en verdadinrerpelanre, la "mirada" de Vasconcelosvenía a tocar uno de los nervios centralesde la ecuación uruguaya que ya por enton­ces se perfilaba con nitidez, no sólo refe­rida a aquella coyun tura esp ecial delCentenario de su independencia, sino a suhistor ia de más "larga duración" . Lo queel intelectual mexicano no pod ía enten­der era esa vocación de insularidad y de

.'9 lbid., p. 148.

excepcionalistnoque aquel país afirmaba entilla clave tan eurocéntrica (y fundamenral­mente "afrancesada") y tan poco latinoa­mericana. Como vimos, ese nacionalismouruguayo era más cívico que telúrico, deproyección más republicana que emocio­nal, más articulado con la adhesión a lascausasde la "Humanidad" que con las po­sibilidades de un vínculo comprometidocon los destinos de la región. Los urugua­yos de entonces portaban un claro sentidode "frontera transatlánti ca", se ubicaban"mirando el mar" desde la "ciudad puerto"de Montevideo y dejaban detrás, a susespaldas, al territorio, al continente, a laregión. Además, recelaban de sus gigan­tes vecinos y tomaban, con soberbia de"bajo perfil" pero efect iva, distancias ygarantías respecto de una América Latinaque en el fondo temían . Desde su visióncontinentalista e iberoamericana, identifi­cada con la fusión de razas, a Vasconcelosle costaba mucho sintonizar con aquel paíshomogéneo (porque lo era en buen amedida, pero tal vez sobre todo porquedeseaba serlo) y republi cano, mucho másdeseoso de ser un "pequeño país modelo"que "la conciencia de América".

El batllismo podía carecer de fibranacionalista , pero sabía sintetizar y con­solidar m uy bien ese deseo colectivo de"ensimismamiento". De all í que variosdirigentes e intelectuales batllistas salierona polemizar duro con VasconceloscuandoLa raza cósmica salió publicada y todospudieron constatar que el Ulises criollono se había enamorado del Uruguay,sinoque había encontrado o reforzado mo­tivos para presentar una versión críticadel país y de su principal partido políti­co. Como adelantamos, un ejemplo deesa répli ca fue el artículo pub licado enla revi st a Nosotros po r J. Osear Cosco

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Montaldo en 1926.40 Cosco Montaldo,que decía admirar a Vasconcelos como"corifeo máximo del nuevo evangelio laicoen el que se adoctrinan las juventudes lati­noamericanas", no podía sino refutar unoa uno los "cargos" ad jud icados al bat­llismo. En primer término, analizaba lasfuertes diferencias del "latifundismo uru­guayo" con el mexicano o el argent ino,para luego señalar los bloqueos polít icosinternos que le habían impedido al bar­llismo llevar adelante su "reforma rural ".Advertía sin embargo el dirigente bar­llista que "recién ahora las cond icionespolíticas y sociales del país [permitían]plantear el problema agrario, [...] porque[...] recién ahora se ha logrado organizarun partido ideológico". Cosco Montaldoconcluía que

ese partido sólo puede ser el partido bar­llista, renovado y joven , qu e se orienta haciaun socialismo de Estado y que t iende aad m itir en su seno ideolog ías aún más iz­quierdistas, a condición claro está, de queellas se sometan a la organización y a la dis­cip lina de partido."!

El dirigente batllista rebatía luego lasotras críticas de Vasconcelos sobre el bar­llismo, en especialsus ataques al líder his­tórico del partido:

e! juicio qu e Vasconcelos emite sobre la per­sonalidad de Batlle y Ordóñez no puede sermás equivocado. Califica de ogro y de tiranocivil a uno de los más grandes y avanzadosestadistas qu e ha ten ido América en todoslos tiempos, incluso los hombres de la revo­lución mexicana; al cerebro y al nerv io de

·10 Cosco, "Uruguay", 1926.·11 tu«,p. 506.

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la gesta renovadora de! país; en fin: a unode los más fervientes dern ócraras y a una delas más recias vocaciones políti cas, ejemp lode energía y de hon estidad cívica."

Por su parte, casi 35 años después, un"herrerista intelectual", m uy crítico delbatl lismo y decidido promotor del regio­nalismo latinoamericano, hablamos delrecientemente fallecido Alberto MetholFerré, ya en los umbrales de la crisis uru­guaya podía sintonizar, de una man eracomp letamente distinta, con aquella vi­sión crítica y a contramano de Vasconcelossobre el "pasado de oro" del Uruguay delos veinte:

Vasconcelos ven ía a la pat ria de Rod ó, a "laini ciad ora de la p red icació n hispan oame­ricana". De allí su repulsa a la "utop ía enbandej a". Creyó llegar a la avanzada lat ino­ame ricana y nos vio sent irnos europeos . [' 00]Vasconcelos confiesa: "a veces me violentabay me sentía en un ambiente hostil". [oO .]N opuede reprimir su antipatía con e! oficia­lismo de entonces, solidario con los desem ­barcos en Veracruz de Wilson . [oO .] Nos vesin solida ridad esenci al con lo ame ricano,sarisfechos de la urugu ayidad soliraria. [oO.] Elsig no de su expe riencia uru guaya fue la deuna toral ajenidad , una extrañeza viral, qu ese tradujo en un a denominación curiosa: alg ran constructor del U rugu ay conte mporá­neo lo llamó "og ro". Y es sig nificativo qu ecuando pasa a Buenos Aires se sint iera her­manado con e! "peludo" Yr igoyen y repu-

-12 lbid., p. 511. De todas maneras, Cosco Mon­caldo reivind icaba su mi litancia "en las filas del la­rinoamerican ismo cuya ideología orie nradora hanelaborado hom bres como Ingen ieros, Vasconcelos,Palacios y otros prest igiosos guías de las juvenrudeslibres de la nueva generación amer icana".

G ERARDO C AETANO H ARGAIN

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diara violentam ent e la desviación "oligár­quica" de Alvear."

Ecos y contradicciones perdurables deaquel fugaz pasaje del Ulises criollo porU ruguay. Pero también, como vimos, losclaros y oscuros de su mirad a pod íanconectar muy bien con los debates inter­nos del Uruguay de la época y con ciertasinterpelaciones profundas que el país vivi­ría con dramatismo décadas después. Decualquier modo, más allá de sus excesosretóricos, Vasconcelos dejó como viajeropregLmtas y "espejos" útiles para compren­der mejor yen forma más profunda a Uru­guay. El signo polémico de aquella visitade Vasconcelos al país quedó también re­flejado en el futuro en una circunstancia almenos curiosa: el capítulo sobre Urug uaydejó de aparecer en la mayoría de las ree­diciones posteriores de La raza cÓs17lica.44

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GERARDO C AETANO H ARGAIN