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SEGUNDO SÍNODO DIOCESANO PARA LA NUEVA EVANGELIZACIÓN I. IGLESIA DIOCESANA 1- La celebración de un sínodo diocesano pone en movimiento a todos los integrantes de una Iglesia particular para caminar juntos, movidos por el mismo Espíritu, rumbo a la consecución de una meta común, que no puede ser sino el establecimiento del Reino de Dios en el lugar y en el tiempo concreto de la diócesis. Fundamento bíblico 2- Es muy importante constatar que, en el Nuevo Testamento, la Iglesia nunca se nos presenta como una realidad de puras ideas o de puros sentimientos interiores. Se nos presenta más bien como un grupo humano, de gentes reunidas en un lugar concreto para escuchar la Palabra de Dios, para celebrar la fe común y para vivir en forma comunitaria las exigencias de la caridad, de la justicia y de la comunión. En este sentido, es clave recordar el comienzo de la Iglesia en Pentecostés. Ese día, San Pedro anunció la resurrección de Cristo a los que lo rodeaban; luego se bautizó a los que creyeron y, posteriormente, se les admitió a participar en el banquete eucarístico. Esta experiencia origina el compromiso de vivir una vida de fraternidad y de caridad sinceras (Hch 2). Estamos ante el nacimiento de una Iglesia particular: la de Jerusalén; una Iglesia que servirá de modelo en el establecimiento de otras Iglesias. 3- Este es el modelo que se realizará luego en Corinto, en Filipos, en Colosas, etc. Cuando San Pablo habla de Iglesia de Dios, no se refiere a una unión de personas existente sólo en la mente de un observador. Para él la Iglesia es la comunidad de hermanos donde se confiesa una misma fe, donde se ora en común, donde se celebra la Eucaristía como signo de comunión (1 Cor 11, 17ss). En la Iglesia se reciben y se ejercen los carismas que el Espíritu regala para beneficio de todos (1 Cor 12). En ella se debe vivir la caridad, como compromiso que lleva a compartir lo que tenemos (2 Cor 8). 4- Pablo habla de Iglesias, dando a entender con ese plural que la única Iglesia de Cristo está verdaderamente presente en todas y cada una de las Iglesias particulares, y que éstas no son simples partes o unidades administrativas de un todo, sino actualización de la Iglesia universal, por el Espíritu Santo, que congrega en la unidad fundamental y que da a cada Iglesia su legítima diversidad. Enseñanzas del Concilio Vaticano II 5- Entre los diferentes textos conciliares hay algunos singularmente significativos: "Los obispos son el principio y fundamento visible de unidad en sus Iglesias particulares, formadas a imagen de la Iglesia universal; en ellas y por ellas existe la una y única Iglesia católica" (LG, 23). "La diócesis es una porción del pueblo de Dios que se confía a un obispo para que la apaciente con la cooperación de los presbíteros, de forma que unida a su pastor y reunida por el Espíritu Santo, por el Evangelio y la Eucaristía, constituye una

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SEGUNDO SÍNODO DIOCESANO PARA LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

I. IGLESIA DIOCESANA

1- La celebración de un sínodo diocesano pone en movimiento a todos los integrantes de una Iglesia particular para caminar juntos, movidos por el mismo Espíritu, rumbo a la consecución de una meta común, que no puede ser sino el establecimiento del Reino de Dios en el lugar y en el tiempo concreto de la diócesis.

Fundamento bíblico

2- Es muy importante constatar que, en el Nuevo Testamento, la Iglesia nunca se nos presenta como una realidad de puras ideas o de puros sentimientos interiores. Se nos presenta más bien como un grupo humano, de gentes reunidas en un lugar concreto para escuchar la Palabra de Dios, para celebrar la fe común y para vivir en forma comunitaria las exigencias de la caridad, de la justicia y de la comunión. En este sentido, es clave recordar el comienzo de la Iglesia en Pentecostés. Ese día, San Pedro anunció la resurrección de Cristo a los que lo rodeaban; luego se bautizó a los que creyeron y, posteriormente, se les admitió a participar en el banquete eucarístico. Esta experiencia origina el compromiso de vivir una vida de fraternidad y de caridad sinceras (Hch 2). Estamos ante el nacimiento de una Iglesia particular: la de Jerusalén; una Iglesia que servirá de modelo en el establecimiento de otras Iglesias.

3- Este es el modelo que se realizará luego en Corinto, en Filipos, en Colosas, etc. Cuando San Pablo habla de Iglesia de Dios, no se refiere a una unión de personas existente sólo en la mente de un observador. Para él la Iglesia es la comunidad de hermanos donde se confiesa una misma fe, donde se ora en común, donde se celebra la Eucaristía como signo de comunión (1 Cor 11, 17ss). En la Iglesia se reciben y se ejercen los carismas que el Espíritu regala para beneficio de todos (1 Cor 12). En ella se debe vivir la caridad, como compromiso que lleva a compartir lo que tenemos (2 Cor 8).

4- Pablo habla de Iglesias, dando a entender con ese plural que la única Iglesia de Cristo está verdaderamente presente en todas y cada una de las Iglesias particulares, y que éstas no son simples partes o unidades administrativas de un todo, sino actualización de la Iglesia universal, por el Espíritu Santo, que congrega en la unidad fundamental y que da a cada Iglesia su legítima diversidad.

Enseñanzas del Concilio Vaticano II

5- Entre los diferentes textos conciliares hay algunos singularmente significativos: "Los obispos son el principio y fundamento visible de unidad en sus Iglesias particulares, formadas a imagen de la Iglesia universal; en ellas y por ellas existe la una y única Iglesia católica" (LG, 23). "La diócesis es una porción del pueblo de Dios que se confía a un obispo para que la apaciente con la cooperación de los presbíteros, de forma que unida a su pastor y reunida por el Espíritu Santo, por el Evangelio y la Eucaristía, constituye una

Iglesia particular en la que verdaderamente está y obra la Iglesia de Cristo que es una, santa, católica y apostólica" (CD, 11).

6- De estos textos conciliares es posible entresacar algunas enseñanzas básicas: la Iglesia particular o la Iglesia diocesana aparece como una manifestación plena de la Iglesia de Dios que, sin embargo, debe estar abierta a la comunión con otras Iglesias particulares. La Iglesia universal no resulta de la suma de las Iglesias particulares, sino que más bien se realiza en ellas. La Iglesia particular no es simplemente una parte de la Iglesia universal, sino su manifestación y actuación.

7- Con estos datos que nos aporta la Revelación y el Magisterio obtenemos los elementos teológicos que definen los perfiles de una Iglesia particular: la presencia y actuación del pueblo de Dios en un lugar determinado, la convocación por el Espíritu a través de la predicación del Evangelio y la celebración de la Cena del Señor, y la unidad visible por el ministerio del obispo. Estas características han estado presentes en las diferentes etapas de nuestros trabajos sinodales, acrecentando nuestra fidelidad y definiendo nuestras urgencias pastorales. Vale la pena profundizarlas y descubrir sus exigencias.

La Iglesia diocesana es actuación del único pueblo de Dios en un lugar determinado

8- Por ser la Iglesia signo de la encarnación de Cristo, ella debe concretizarse, haciéndose visible, palpable, verificable a los ojos de los hombres que buscan la salvación. Así, en un lugar determinado, debe ser posible comprobar la acción invisible del Espíritu que, a través de hombres concretos, sigue transformando el mundo y la historia (AG, 10). Así, la Iglesia se hace signo visible y eficaz del amor de Dios que aquí y ahora evangeliza a los hombres.

9- A la luz de esta dimensión, nuestra Iglesia diocesana ha de revisar siempre sus prioridades pastorales, para descubrir si está respondiendo con eficacia y responsabilidad a la urgencia de evangelizar esta cultura nuestra, esta historia nuestra; para ver si efectivamente asume las esperanzas de nuestro pueblo, a quien tiene que hacer creíble el mensaje del Evangelio (EN, 53.62-63). A la luz de esta dimensión, debemos revisar también si estamos viviendo en forma verificable las exigencias de la comunión eclesial, que nos pide la disponibilidad para el servicio comprometido y eficaz. La comunión es unión de corazones para vivir la caridad con todos.

10- Por ser nuestra Iglesia diocesana una verdadera Iglesia completa y no una simple parte administrativa, debe ser creativa en la elaboración de sus propias respuestas a los retos que la evangelización le plantea aquí y ahora. No podemos contentarnos con repetir tranquilamente modelos importados o estilos que pudieron tener su validez en otro tiempo o en otro lugar, pero que hoy resultan ineficaces.

La Iglesia diocesana recibe vida del Espíritu Santo a través de la predicación del Evangelio y de la celebración de la Eucaristía

11- Dice el Concilio Vaticano II: "Las Iglesias locales son, en un lugar, el pueblo nuevo, llamado por Dios en el Espíritu Santo y en gran plenitud. En ellas se congregan los fieles

para la predicación del Evangelio de Cristo y se celebra el misterio de la Cena del Señor para que, por medio del Cuerpo y de la Sangre del Señor, quede unida toda la fraternidad" (LG, 26).

12- El Espíritu Santo es el principio interior de la Iglesia. Él es fuente de la unidad y de la diversidad. Él enriquece a la Iglesia con multitud de carismas y ministerios. Por Él podemos llamar a Dios como Padre y confesar a Jesús como Señor. Él da eficacia a los sacramentos de la Iglesia. Por Él, la Palabra de Dios nos congrega y nos reafirma en la esperanza.

13- La Eucaristía es el sacramento primordial de la unidad de la Iglesia (1 Cor 10,16-17). Allí donde se celebra la Eucaristía, allí se hace presente la Iglesia. La Eucaristía tiene lugar en un espacio concreto; une a hombres concretos para que vivan en la práctica la caridad solidaria. Porque todos juntos celebramos la Eucaristía, juntos nos hemos de comprometer a ser promotores de la reconciliación y de la paz.

La Iglesia diocesana recibe unidad visible por el ministerio pastoral del obispo

14- El Código de Derecho Canónico afirma: "Sólo puede convocar el sínodo el obispo..." (CDC, 462); y dice también que el obispo es el que preside por Derecho el Sínodo diocesano. Estas afirmaciones expresan no sólo una verdad jurídica, sino también teológica. Porque si bien el Espíritu es la fuerza unificadora de la Iglesia diocesana, el obispo es el principio de su unidad visible y de su dinamismo apostólico. El es como la personificación de la Iglesia particular. Así lo expresaba San Ignacio de Antioquía en el siglo II cuando decía que ver al obispo, entrar en comunión con él y recibirlo a él, era como hacerlo con la Iglesia a la que él servía sacramentalmente. El obispo es el testigo de la fe para su comunidad; es el celebrante principal de la Eucaristía y su presidente nato. El es el centro de comunión en la Iglesia local; a él le corresponde la coordinación de la multitud de carismas y ministerios que el Espíritu regala a los individuos y a las comunidades.

15- En la celebración de un Sínodo diocesano la presidencia episcopal significa la garantía de unidad con la Iglesia de Cristo. En el obispo, unido al Colegio Episcopal y a su cabeza, el Papa, nos abrimos a la catolicidad y evitamos el riesgo de encerrarnos en nosotros mismos, creyéndonos autosuficientes y separándonos de la totalidad. Durante la celebración del período sinodal, nuestra diócesis ha estado llamada a reafirmar los criterios superiores del Espíritu, que nos unifica en comunión interior y exterior. Ha revisado con valentía su ser y su quehacer de Iglesia, buscando su propia identidad. Dentro de la realidad social, ha sido invitada a vivir la fraternidad y el espíritu de obediencia creativa a Cristo, Pastor Supremo, que nos conduce por el ministerio de nuestro obispo.

II. Nueva Evangelización

16- El Papa Juan Pablo II en su discurso a los obispos del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), el 9 de Marzo de 1983, en Puerto Príncipe, Haití, haciendo alusión a la celebración de los quinientos años de evangelización en América Latina, les

decía: "La conmemoración del medio milenio de evangelización tendría su significación plena si es un compromiso... no de re-evangelización, pero sí de una Evangelización Nueva: nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión (OR, 20 de Marzo de 1983).

Lo que no es

17- La Nueva Evangelización, no significa que debamos realizar tareas evangelizadoras que antes nunca se habían realizado. No se trata de juzgar inútiles los métodos de evangelización que la Iglesia ha usado a lo largo de su historia. No consiste sólo en saber insertarse en los ambientes sociales del poder económico, político y cultural, para que se dé allí un lugar a la Iglesia, y hasta cierto punto tome parte en el mundo de la competencia. No es evangelizar con el fin de volver a una nueva situación de cristiandad donde la Iglesia, como institución, pudiera tener liderazgo en la conducción de toda la vida social. Tampoco es simplemente re-evangelizar en el sentido de remediar carencias o de promover ciertas reformas para que la Iglesia recupere la influencia y el prestigio allí donde, por el secularismo, el indiferentismo y la invasión de sectas, lo va perdiendo.

18- "La Nueva Evangelización no consiste en un ‘nuevo Evangelio’ que surgiría siempre de nosotros mismos... Tampoco consiste en rescatar del Evangelio todo aquello que parece difícilmente asimilable para la mentalidad de hoy... La Nueva Evangelización no nace del deseo de agradar a los hombres o de buscar su favor, sino de la responsabilidad para con el don que Dios nos ha hecho en Cristo" (SD, "Discurso inaugural", 6).

En qué consiste

19- Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro y renovar a la misma humanidad... Convertir, al mismo tiempo, la conciencia personal y colectiva de los hombres... Transformar, con la fuerza del Evangelio, los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés y las líneas de pensamiento... Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda" (EN, 14.18-19).

20- El Papa Juan Pablo II, en su visita a Santo Domingo, decía que estamos convocados a una Nueva Evangelización que despliegue con más vigor el potencial de santidad, un gran impulso misionero, una creatividad catequética, una manifestación fecunda de colegialidad y comunión, un combate evangélico de dignificación del hombre (OR, 21 de Octubre de 1984). En su visita a Perú, decía: "La Nueva Evangelización ha de prestar gran atención a la dignidad de la persona humana, a sus derechos y justas aspiraciones" (OR, 2 de Febrero de 1985).

21- El mismo Sumo Pontífice, al inaugurar la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, decía: "La Nueva Evangelización tiene la certeza de que en Cristo hay una inescrutable riqueza que no agota ninguna cultura ni ninguna época, a la cual podemos acudir siempre los hombres para enriquecernos... La novedad no afecta al contenido del mensaje evangélico que es inmutable, pues Cristo es ‘el mismo ayer, hoy y siempre’...

Evangelizar es anunciar a una persona, que es Cristo" (SD, "Discurso inaugural", 6-7).

Características de la Nueva Evangelización

22- El Papa Juan Pablo II ha dicho que la evangelización en nuestro tiempo ha de ser nueva en su ardor, nueva en sus métodos, nueva en su expresión. Son tres características para que la acción evangelizadora sea capaz de aportar la novedad del Evangelio a los hombres de hoy.

Nueva en su ardor

23- Esta característica se refiere directamente a los agentes de pastoral, a los evangelizadores: obispos, presbíteros, religiosos, religiosas y laicos comprometidos. A ellos la Nueva Evangelización les exige una espiritualidad renovada que sea más evangélica; es decir, más llena de oración, más llena de generosidad y libertad interior, más llena de ardor e impulso misionero, más cercana al pueblo, más comprometida sobre todo con los pobres, viviendo un estilo de vida de más sencillez y sobriedad. No puede darse la Nueva Evangelización sin evangelizadores nuevos, sin una renovada espiritualidad. Esta característica de una nueva espiritualidad en los evangelizadores es condición indispensable, sin la cual no es posible la Nueva Evangelización. La base de toda acción evangelizadora es la santidad personal. Quien desea ofrecer a sus hermanos la vida nueva de Dios mediante la evangelización, él mismo debe llevarla en su corazón. La coherencia de vida en los agentes de pastoral es indispensable para la Nueva Evangelización.

24- La Nueva Evangelización requiere de agentes de pastoral en proceso continuo de renovación espiritual. La Nueva Evangelización exige hombres y mujeres con gran capacidad de silencio y desierto; de oración y de contemplación; de saber acoger, como María, la Palabra de Dios en la pobreza y de saber comunicarla con una gran sencillez, fruto de la fidelidad. Las mismas celebraciones litúrgicas deben ser fuente de espiritualidad renovada, ya que la liturgia es el camino privilegiado para la evangelización.

Nueva en sus métodos

25- Esta característica, se refiere a los modos, a las formas, a los caminos que hay que seguir para llevar a los hombres de hoy el mensaje del Evangelio. Se trata de métodos que faciliten la comunicación del anuncio y el testimonio cristiano, no sólo a grupos de católicos organizados o fervorosos que se reúnen en o alrededor de los templos, sino también a las personas pertenecientes a los diferentes ambientes familiares, sociales, educativos, laborales, políticos y culturales. También a los que se han cansado de la práctica católica o a los que se han alejado de su fe.

26- La Nueva Evangelización requiere nuevos métodos de trabajo pastoral que partan de un objetivo y maduro análisis de la realidad, para así descubrir -a la luz de la Palabra de Dios y del Magisterio de la Iglesia- las acciones evangelizadoras que debemos emprender, para hacer presente el Reino de Dios en nuestras circunstancias concretas. Se trata de métodos evangelizadores bien probados, dentro de la amplia gama de la experiencia eclesial, tales

como, por ejemplo, aquellos donde se combinen los pasos del ver-juzgar-actuar, o algunos otros equivalentes. Estos métodos han de ser asumidos, en primer lugar, para ayudarnos a detectar las dimensiones del pecado personal y social que impiden la ulterior creatividad y fecundidad de nuestros esfuerzos apostólicos y misioneros.

Nueva en su expresión

27- Esta característica se refiere a las expresiones o manifestaciones visibles de la acción evangelizadora. La evangelización será nueva en su expresión cuando los evangelizadores se propongan realizar los hechos de la vida nueva de Dios, como son los hechos de la conversión, de la práctica de la oración y de los sacramentos, del compartir comunitario, de la convivencia fraterna, de la promoción de la libertad, de la justicia social y de las obras de caridad, siempre teniendo muy en cuenta las circunstancias y condiciones de los destinatarios, sobre todo, sus expresiones culturales. Hay que ser especialmente cuidadosos de las legítimas costumbres y tradiciones de nuestro pueblo. Gran parte de sus expresiones de religiosidad popular son de gran valor, no sólo en lo estrictamente religioso, sino también en lo cultural. Hay que ser muy sensibles y respetuosos de la fe de nuestro pueblo, sin por eso rehuir a nuestra responsabilidad de invitarlos a superar ciertas desviaciones -fruto de la ignorancia, de la irreflexión o de simples atavismos- que no son acordes con el Plan de Dios, que nos hizo a su imagen y semejanza (Gén 1, 26), y que impiden la asimilación en nuestras actitudes personales y comunitarias de los valores del Evangelio.

Exigencias de la Nueva Evangelización

28- Aunque el Evangelio siempre es el mismo -por ser Cristo el mismo ayer, hoy y siempre- sin embargo, para que la evangelización sea operante en cada sociedad, en cada generación y en cada cultura, ha de adaptarse y concretizarse, y esto implica un mínimo de exigencias.

Ha de ser nueva por su mayor extensión, intensidad e impulso misionero

29- Toca a la Nueva Evangelización, hacer más efectivo el mandato misionero de Jesús: "Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos" (Mt 28, 19). Lo ha de hacer preocupándose por extender el anuncio del Reino hacia lugares, ambientes y grupos de personas geográficamente más alejados y que han tenido menos oportunidad de conocer a Cristo; acercándose a los que están bautizados con un acompañamiento catequético más intenso -a tiempo y a destiempo- a fin de que vivan una continuada conversión y experiencia de Dios. En esta situación, el problema no es cómo convertir para bautizar, sino cómo convertir a los ya bautizados. Esto exige intensificar, como prioridades, la pastoral de las familias y de los jóvenes, lo mismo que la atención a los más pobres y marginados.

Ha de ser nueva por una

mayor calidad liberadora y transformadora

30- El Papa Pablo VI nos dice que el "núcleo de la Buena Nueva de Jesús es la liberación de todo lo que oprime al hombre, sobre todo la liberación del pecado". Luego añade que

"evangelizar significa llevar la Buena Nueva a todos para transformar desde dentro y renovar a la misma humanidad". Por eso aclara que "lo que importa es evangelizar no de una manera decorativa, como con un barniz superficial, sino de manera vital y en profundidad" (EN, 9.18.20). La calidad de la Nueva Evangelización está en ofrecer no sólo una doctrina, sino lo más auténtico del Evangelio, que es la fuerza del Espíritu de Jesús que libera al hombre del pecado, renovando su vida interior e impulsándolo a transformar las situaciones sociales, económicas y políticas de su ambiente, conforme a los valores del Reino de Dios.

Ha de ser nueva por una mayor preocupación

en formar comunidades eclesiales

con amplia participación de los laicos

31- Nos dice el Papa Juan Pablo II, en la Exhortación apostólica sobre los fieles laicos: "Sólo una Nueva Evangelización puede asegurar el crecimiento de una fe límpida y profunda... Los fieles laicos están plenamente implicados en esta tarea... Esta Nueva Evangelización está destinada a la formación de comunidades eclesiales maduras... Los fieles laicos tienen su parte que cumplir en la formación de tales comunidades eclesiales" (CL, 34). En ese mismo documento, a fin de que las parroquias se renueven y sean verdaderas comunidades cristianas, el Papa pide a los obispos que favorezcan dos cosas: "La participación de los laicos en las responsabilidades pastorales y las pequeñas comunidades eclesiales de base, también llamadas comunidades vivas" (CL, 26). Así pues, la pastoral de comunidades eclesiales y la integración de los laicos en las responsabilidades de la Iglesia son exigencias apremiantes de la Nueva Evangelización.

Ha de ser nueva por una opción más clara por los pobres

32- En 1979, al terminar la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, los obispos reunidos en Puebla, México, en su Mensaje a los pueblos, decían: "Invitamos a todos, sin distinción de clases, a aceptar y asumir la causa de los pobres como si estuviesen aceptando y asumiendo la causa misma de Cristo". Cinco años más tarde, el Papa Juan Pablo II en Santo Domingo hacía de esa invitación un compromiso: "En este momento solemne, deseo reafirmar que el Papa, la Iglesia y su jerarquía quieren seguir presentes en la causa del pobre, de su dignidad, de su elevación, de sus derechos como persona, de su aspiración a la justicia social" (OR, 21 de Octubre de 1984). En su segunda visita a México, el Papa Juan Pablo II reafirma la opción por los pobres: "Quiero reafirmar que sigue estando en el corazón de la Iglesia la opción por los pobres, la cual, sin ser exclusiva, sí es signo inequívoco de su fidelidad a Cristo... No podemos vivir y dormir tranquilos mientras miles de hermanos nuestros carecen de lo más indispensable para llevar una vida humana digna" (OR, 13 de Mayo de 1990).

33- El compromiso evangelizador, liberador y transformador con los pobres, es elemento esencial de lo nuevo del Evangelio; es signo de una auténtica evangelización, ya que es signo de la unción que Jesús recibió del Espíritu Santo para llevar la Buena Nueva a los pobres y la liberación a los cautivos (Lc 4, 16-18). Así pues, nota distintiva y característica de la Nueva Evangelización es la opción por los pobres y los que sufren. Por esta razón, el Documento de Santo Domingo propone esta línea pastoral: "Asumir con decisión la opción

evangélica y preferencial por los pobres, siguiendo el ejemplo y las palabras de Jesús, con plena confianza en Dios, austeridad de vida y participación de bienes" (SD, 180).

Ha de ser nueva por un mayor compromiso

con la dignificación del hombre, los derechos

humanos y la justicia social

34- A los obispos de Perú, el Papa Juan Pablo II les dijo: "La Nueva Evangelización ha de prestar atención a la dignidad de la persona humana, a sus derechos y justas aspiraciones" (OR, 2 de Febrero de 1985). Posteriormente, en su visita a Uruguay, amplió más esta enseñanza diciendo que "la Nueva Evangelización, impulsada por el mandamiento del amor, hará brotar la deseada promoción de la justicia y el desarrollo en su sentido más pleno, así como la justa distribución de la riqueza y el respeto de la dignidad de la persona" (OR, 22 de Mayo de 1988). El Documento de Puebla considera "a la enseñanza y promoción de la justicia social, de la dignidad y derechos humanos como parte integrante de la evangelización" (DP, 355.827.1254). Esto significa que la acción evangelizadora, sin este anuncio y este complemento de la promoción humana, sería incompleta, quedaría mutilada. De aquí que una de las exigencias de la Nueva Evangelización es preocuparse también por la dimensión social del Evangelio, por la dignificación de las personas y por la justicia social.

Ha de ser nueva asumiendo los valores de la propia cultura para la realización del hombre

nuevo y de la sociedad nueva

35- Para que la evangelización pueda realmente transformar el corazón del hombre y de la sociedad, ha de tocar los mismos valores e intereses que configuran la mentalidad y la cultura de los pueblos. Lo repetimos con el Papa Pablo VI: "Lo que importa es evangelizar, no como barniz superficial sino de manera vital, la cultura y las culturas del hombre" (EN, 20). En la medida en que la evangelización favorezca la conversión de las personas a Cristo en el ámbito de sus intereses y valores culturales, se irán formando hombres nuevos, cristianos capaces de construir una sociedad nueva.

36- En esta perspectiva, el Papa Juan Pablo II enseña: "Cristo es el hombre nuevo, el hombre perfecto... El cristiano está llamado a ser hombre nuevo en el modo de pensar, nuevo en el modo de sentir, nuevo en el modo de comportarse... Ser hombres nuevos interiormente es el presupuesto indispensable para construir una relación nueva con los otros" (OR, 10 de Junio de 1984).

37 -Nuestro caminar sinodal -y sobre todo postsinodal- ha de impulsarnos a esta apasionante aventura de ponernos, con todo lo que somos y tenemos, al servicio del Reino, conscientes de que estamos llamados, como Iglesia diocesana, a ser la "ciudad colocada sobre el monte" (Mt 17, 1ss), para poder irradiar, con entusiasmo y transparencia, la luz de Cristo. Los grandes compromisos y exigencias que esta tarea implica, -lo mismo que nuestras incontables limitaciones humanas y las dificultades que seguramente no faltarán- no deben hacernos olvidar nunca la firme promesa del Señor de estar, "todos los días hasta el fin de los tiempos" (Mt 28, 20), presente en medio de nosotros.-

TAREAS PASTORALES FUNDAMENTALES

Pastoral Profética

I. Iluminación

1 -La evangelización es "la misión esencial de la Iglesia... Ella existe para evangelizar" (EN, 14). La Iglesia lo sabe, por lo que hace suyas las palabras del apóstol Pablo: "Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!" (1 Cor 9, 16).

2 -La evangelización, en sentido estricto, consiste en anunciar la Buena Noticia, por medio de la proclamación del Evangelio y del testimonio cristiano, a los hombres situados históricamente, para que se conviertan y sean liberados. La evangelización, en sentido amplio, se refiere a toda actividad que realiza la Iglesia para hacer presente el Reino de Dios. Por eso, también se dice que la evangelización es una "realidad rica, compleja y dinámica" que no puede encerrarse en una definición "sin empobrecerla e incluso mutilarla" (EN, 17). El objetivo de la acción evangelizadora de la Iglesia es servir al proyecto de Jesús: el Reino de Dios. La Iglesia busca la consecución de este objetivo continuando la acción pastoral de Jesús, a través de los ministerios profético, litúrgico y de caridad.

Las fuentes de la pastoral profética

3 -El término profeta viene del griego prophetes y significa: "aquel que llama, que predice, que anuncia". Otra de sus acepciones es: "el llamado". Y tras esta forma pasiva aparece más claramente la acción divina: Dios es el que llama.

4 -"Este ministerio profético debe nutrirse de la Palabra de Dios en la Biblia, leída e interpretada en la Iglesia y celebrada en la comunidad" (SD, 33); en la Tradición, cuya alma es el Espíritu Santo (LC, 33) y que, con la Sagrada Escritura, constituye los cimientos del pueblo de Dios (LG, 38); y en el Magisterio, "que bajo la asistencia del Espíritu Santo interpreta auténticamente la Tradición y la Escritura" (DV, 10; LC, 38). La pastoral profética supone un proceso: suscitar la fe, hacerla madurar e integrarla en la comunidad donde se vive y actúa. Se realiza a través del primer anuncio o kerigma, la catequesis y la acción profética dentro de la comunidad.

El kerigma o primer anuncio

5- La pastoral profética tiene como tarea "poner a Cristo en el corazón y en los labios de todos los hombres, a través de la predicación, para que puedan salvarse" (SD, "Discurso inaugural", 5, citando Rm 10, 13-18). La palabra kerigma viene del griego keryssein, que significa: proclamar o anunciar. El primer anuncio consiste en anunciar con palabras y hechos las intervenciones salvíficas de Dios en la historia, coronadas por el misterio pascual de la muerte y resurrección de Cristo (Hch 2, 14-39), en orden a suscitar la conversión básica, es decir, el reconocimiento de Cristo como Señor y la conversión inicial a los valores del Evangelio (CT, 19; DCG, 17).

6 -"Desde la situación generalizada de muchos bautizados en América Latina, que no dieron su adhesión personal a Jesucristo por la conversión primera, se impone, en el ministerio profético de la Iglesia, de modo prioritario y fundamental, la proclamación vigorosa del anuncio de Jesús muerto y resucitado..., raíz de toda evangelización, fundamento de toda promoción humana y principio de toda auténtica cultura cristiana" (SD, 33). La catequesis supone la conversión, fruto del kerigma, y cuando la conversión no se ha dado o necesita renovarse, la catequesis debe incluir el primer anuncio (SD, 41), para luego profundizar en la fe que nos viene de la Palabra de Dios, de la Tradición, del Magisterio y de la vida misma de la Iglesia.

La catequesis

7 -La palabra catequesis viene del griego katejein: hacer resonar, instruir, enseñar oralmente. "Consiste en la educación ordenada y progresiva de la fe" (DP, 977); busca el desarrollo de la fe incipiente, fruto del primer anuncio, capacitando básicamente a los cristianos para entender, celebrar y vivir el Evangelio del Reino" (Episcopado Español, La catequesis de la comunidad, 1983, 34). "Las condiciones actuales hacen cada día más urgente la acción catequética bajo la modalidad de un catecumenado, para un gran número de jóvenes y adultos" (EN, 44). La catequesis debe ser una de las tareas prioritarias de la pastoral de la Iglesia. En la medida que sea intensificada, se consolidará la vida interna de la comunidad de creyentes y su impulso misionero (CT, 15).

8 -El fin último de la catequesis, como parte de la misión profética de la Iglesia, es conducir a la madurez integral de la fe. Dicha madurez no se logra sólo mediante un curso intensivo de catequesis o en una sola etapa de la vida; es indispensable un proceso gradual y sistemático, por eso, "nuestra catequesis ha de tener un itinerario continuado que abarque desde la infancia hasta la edad adulta, utilizando los medios más adecuados para cada edad y situación" (SD, 49). También es necesario armonizar la catequesis ordenada y sistemática con la catequesis ocasional de los diferentes momentos celebrativos y dolorosos de la vida personal, familiar, parroquial, eclesial y social.

9 -La catequesis debe estar en armonía con las demás formas de pastoral de la Iglesia. Por una parte, la catequesis debe iniciar a la vida de oración personal, litúrgica, comunitaria, misionera y de compromiso social; por eso, es muy importante atender a las dimensiones kerigmática, litúrgica, comunitaria, misionera, social y vocacional de la catequesis (SD, 49-50.80). Por otra parte, las demás acciones pastorales de la Iglesia, bien realizadas, son una verdadera catequesis en cuanto favorecen la profundización viva de la fe (CIC, 6). No podríamos tener madurez cristiana individual y comunitaria sin la catequesis, ni una buena catequesis sin las demás tareas de la pastoral.

La acción profética dentro de la comunidad

10 -La comunidad cristiana es el lugar más propicio, el agente principal y la meta de la catequesis. Es el lugar más propicio porque recibe a los nuevos miembros de la Iglesia y los acompaña a través de los diferentes momentos y etapas de la vida hacia la madurez de la fe (Mensaje del Sínodo de los obispos, 1977, 13; Episcopado Español, l.c., 253.266). Es el agente principal porque toda la comunidad es la responsable de la catequesis, según los

diferentes carismas recibidos; y porque es la formadora de los nuevos catequistas (1a. Semana latinoamericana de catequesis, Quito, 1982, 13). Es la meta de la catequesis porque está al servicio de la comunidad eclesial en cuanto que inicia a la vida de comunidad en la escucha de la Palabra de Dios, la celebración de los sacramentos, la vivencia del amor fraterno, el reconocimiento de los carismas, la promoción de los diferentes ministerios y el envío misionero. Además de iniciar a la vida de comunidad, la catequesis fortalece el sentido de pertenencia, el conocimiento y el amor a la Iglesia; un amor que compromete a la renovación de la comunidad eclesial para que resplandezca como signo de la presencia del Reino de Dios entre todos los hombres y que impulsa a ser fermento cristiano en la sociedad (DP, 992).

11 -Además del primer anuncio y de la catequesis, hay otras formas de servicio a la Palabra que, dentro de la comunidad, buscan sostener, profundizar y ayudar a vivir la fe. La homilía, que es el servicio de la Palabra dentro de la acción litúrgica, proclama las maravillas de Dios en la historia de la salvación, se inspira en los textos sagrados y tiene presentes las necesidades de los oyentes. La teología que consiste en desarrollar la inteligencia de la fe (SD, 33). La profecía, o la función profética, que consiste en iluminar e interpretar los signos de los tiempos, para descubrir en ellos la voluntad salvadora y liberadora de Dios: anuncia la presencia del Reino, denuncia las situaciones que retrasan su crecimiento y alienta el compromiso de los cristianos para establecerlo (DP, 49-61). "Por nuestra adhesión radical a Cristo en el Bautismo nos hemos comprometido a procurar que la fe, plenamente anunciada, pensada y vivida, llegue a hacerse cultura"... y llegue así a "situar el mensaje evangélico en la base de su pensar, en principios fundamentales de vida, en sus criterios de juicio, en sus normas de acción" (SD, 229).

12 -"La evangelización, anuncio del Reino, es comunicación para que vivamos en comunión" (DP, 1063). "Sabemos que nos encontramos en la nueva cultura de la imagen, y que el mensaje evangélico debe inculturarse en esta cultura y llegar así a hacerla expresiva de Cristo, la máxima comunicación" (SD, 279). "Los catecismos son subsidios muy importantes para la catequesis; son a la vez camino y fruto de un proceso de inculturación de la fe" (SD, 49).

Los agentes de la pastoral profética

13 -Los agentes de la pastoral profética son: los obispos, los sacerdotes, los religiosos y religiosas y los laicos (DCG, 133; Sínodo, 1977, 14; CT, 62-66). La solicitud por la pastoral profética en general, y en particular por la catequesis, corresponde a todos los miembros de la Iglesia: fieles laicos, religiosos y pastores, según sus carismas y ministerios; a las instituciones como la familia, la escuela católica, la parroquia y la diócesis; a los grupos apostólicos, comunidades eclesiales de base, movimientos y asociaciones (GPC, 70).

14 -Los pastores tienen la obligación "propia y grave" de que la catequesis realmente sea viva, explícita y operativa (CDC, 773). Concretamente la solicitud del obispo por la catequesis se manifestará en transmitir personalmente la doctrina viva, promover la dirección global de la catequesis, suscitar y mantener una buena mística de la catequesis, que se encarne en una organización eficaz (CT, 63). Los sacerdotes, como "educadores de

la fe", deben dedicarse personalmente con celo y creatividad a la catequesis. "No permitais que por una cierta falta de celo... los fieles se queden sin catequesis. Que no se pueda decir: ‘los pequeñuelos piden pan y no hay quien lo parta’" (CT, 64). Los sacerdotes también deben velar por la formación permanente y cualificada de los catequistas.

15 -Los padres de familia son los primeros que tienen la obligación de "formar a sus hijos en la fe y la práctica de la vida cristiana, mediante la palabra y el ejemplo" (CDC, 774, 2). "La educación de la fe por los padres debe comenzar desde la más tierna infancia" (CIC, 2226), de tal manera que inicien a sus hijos en la oración personal y comunitaria, en el amor cristiano y el compromiso social, y trabajen en la formación de la conciencia moral. La catequesis familiar es insustituible y es tan importante, que precede, acompaña y enriquece cualquier otra forma de catequesis (CT, 8.68). La catequesis familiar, más que transmitir contenidos, introduce a sus miembros, y en especial a los pequeños, en un ambiente de vida propio de una familia cristiana.

16 -Los religiosos y religiosas han de tener una esmerada formación catequética según sus propios carismas, y dedicarle al máximo sus capacidades y recursos, con una presencia activa en los proyectos pastorales diocesanos y en estrecha colaboración con los pastores y los laicos (DCG, 115; SD, 93).

La formación de agentes

17 -Para cumplir esta tarea ineludible de la Iglesia que es la predicación de la Palabra en todas sus formas, es absolutamente indispensable la formación de dichos agentes (Rm 10, 14-15); en ella han de poner los pastores su máximo interés (DCG, 110-115; Guía pastoral para la catequesis en México, CEDEC, 1992, 153-165; SD, 240). Se han de cuidar de manera especial los seminarios y casas de formación, puesto que allí se forman quienes han de promover, a su vez, la formación de los demás (CDC, 780; DCG, 110.115; DP, 1003).

18 -La formación de los catequistas es una tarea prioritaria en la pastoral y de máxima importancia para los pastores; dicha formación debe ser integral, adecuada, permanente y en todos los niveles. La Nueva Evangelización nos pide un nuevo estilo de catequistas que, con una renovada espiritualidad, manifiesten la santidad de vida mediante un nuevo ardor apostólico (SD, 32.45.124); catequistas que han optado por Cristo y aceptan en su vida personal y en las estructuras eclesiales, la vida y el estilo desafiante de Cristo pobre (SD, 178); catequistas en formación permanente, con "un sólido conocimiento de la Biblia" (SD, 49), del Magisterio y de la Tradición, capaces de trabajo en equipo, integrados a la comunidad y a la pastoral de conjunto; que sean agentes de comunión y de servicio transformador, insertados en la vida eclesial y social, testigos cualificados, maestros competentes de la verdad, educadores de personalidades humanas y cristianas, con visión de futuro, con la alegría y el fervor de los santos, con el ejemplo, la pedagogía y la protección de Santa María de Guadalupe.

19 -Además de la formación de agentes, es urgente tener las estructuras y organizaciones necesarias para realizar adecuadamente la tarea evangelizadora (DCG, 125-126). Cada tarea pastoral, con sus diferentes formas, debe contar con ellas, y con los elementos personales y materiales necesarios que den soporte y dinamismo a su acción (CT, 15). Estas estructuras

y organizaciones, como instrumentos al servicio de la acción evangelizadora, son indispensables en las necesidades concretas que el mundo y la misión de la Iglesia plantean (DP, 2779.2828-2829). "Debemos ser audaces para utilizar los medios que la técnica y la ciencia nos proporcionan, sin poner jamás en ellos nuestra confianza" (SD, 29).

II. Desafíos de la realidad

20 -En la práctica, la catequesis todavía no llega a ser una prioridad a nivel diocesano y parroquial, porque no se le dedican los suficientes recursos humanos y materiales; hay muchos sacerdotes que han olvidado su actualización catequística y no dedican sus mejores energías, capacidades, recursos y tiempo a la catequesis.

21 -No hay continuidad en la catequesis de niños, adolescentes, jóvenes y adultos; normalmente la catequesis termina o se abandona con la recepción de algún sacramento y en muchas comunidades la catequesis infantil se reduce a un curso intensivo para la primera Comunión.

22 -Se ha descuidado la formación de los catequistas; muchos son adolescentes, eventuales, de buena voluntad y con poca formación y experiencia catequística; se carece de verdaderos programas de formación de catequistas.

23 -No se ha logrado una catequesis permanente, sistemática y gradual como verdadero proceso educativo de la fe; falta formar agentes suficientes en número y capacidad para esta tarea y no siempre se ha aprovechado la fuerza evangelizadora de la religiosidad popular en la promoción de la fe del pueblo.

24 -Falta una mejor coordinación y colaboración entre parroquias y escuelas particulares, entre los movimientos diocesanos y parroquiales con la comisión diocesana de catequesis.

25 -No son satisfactorios los catecismos para niños y se carece de textos y material catequístico adecuado para la catequesis de adolescentes, jóvenes y adultos, y no se han encontrado caminos para una adecuada utilización de los medios de comunicación para transmitir la Buena Nueva del Reino y para formar agentes técnicamente preparados para usarlos con eficacia.

26 -Muchas familias ya no son la primera escuela de evangelización y catequesis porque los padres de familia han perdido la conciencia de ser los primeros catequistas de sus hijos. A veces los padres de familia anulan, con su forma de vida, los esfuerzos catequísticos de la parroquia o del colegio, y descuidan la formación de la conciencia de sus hijos desde los primeros años de la vida.

27 -Varias instituciones educativas de inspiración cristiana logran aceptables niveles académicos, pero dejan mucho qué desear en la educación cristiana, porque es insuficiente e inadecuado el diálogo entre fe y ciencia; hay antitestimonios y surgen muy pocas vocaciones a la vida consagrada.

28 -En algunas escuelas, sobre todo en los niveles de preparatoria o profesional, hay maestros que confunden o atacan la fe de los alumnos, que generalmente llevan unas bases bastante superficiales en el conocimiento de su religión.

29 -En el seminario y en varias casas de formación religiosa no es suficientemente sólida la formación catequética o es meramente teórica.

30 -Se están perdiendo ciertos valores que tradicionalmente han configurado la identidad de nuestro pueblo cristiano, y esto se manifiesta en la incoherencia entre fe y vida.

III. Líneas pastorales

31 -Dar prioridad real, por parte de los pastores, particularmente obispos y párrocos, a una pastoral profética, dedicando a ello sus mejores esfuerzos.

32 -Que se establezca en la diócesis un proceso de educación en la fe, que nos ayude a vivir el compromiso adquirido en el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, al estilo del antiguo catecumenado.

33- Establecer centros de formación de catequistas en los decanatos o zonas pastorales y revitalizar las escuelas de formación de catequesis en parroquias y cuasiparroquias, e impulsar en ellos una fuerte espiritualidad mediante la oración, la reflexión de la Palabra de Dios, la participación frecuente de los sacramentos y el testimonio evangélico de servicio transformador en la sociedad.

34- Acentuar en la catequesis sus dimensiones: kerigmática, comunitaria, misionera, vocacional y social, y promoverla en forma continuada y permanente, de tal manera que englobe la catequesis presacramental, la catequesis de eventos y de religiosidad popular, que garantice el crecimiento hacia la madurez cristiana.

35- Elaborar, difundir y aplicar criterios, programas, textos y material de apoyo que faciliten la continuidad de la catequesis de niños, adolescentes, jóvenes y adultos, para que con una formación integral respondan cristianamente a los diversos problemas y situaciones de la vida.

36- Que las congregaciones religiosas dedicadas a la educación de la fe, en coordinación con la sección de evangelización y catequesis, participen en la elaboración y selección de catecismos y material catequístico, de acuerdo a las necesidades de la diócesis.

37 -Que las escuelas particulares que dependen de sacerdotes, religiosos o religiosas, se preocupen por tener, revisar y actualizar periódicamente sus programas y métodos de catequesis para maestros, alumnos y padres de familia, de acuerdo a los lineamientos de la sección de educación y cultura, y organicen cursos especiales de capacitación catequística para padres de familia, maestros de escuelas y de universidades a nivel diocesano.

38 -Concientizar a los padres de familia de su insustituible tarea en la iniciación y profundización de la fe de sus hijos, y del deber de cuidar especialmente la buena formación de la conciencia desde los primeros años de vida de los niños, y en lo posible, llegar a integrarlos, como catequistas, en la catequesis parroquial y de las escuelas.

39- Utilizar oportunamente y en forma más significativa los medios de comunicación masiva para difundir el mensaje del Evangelio, de manera que llegue en forma más vivencial a nuestro pueblo.

IV. Disposiciones

1- Los sacerdotes y los catequistas promuevan una pastoral bíblica seria y orgánica, de manera que la Palabra de Dios tenga un lugar central en las actividades personales, de grupo y en la vida de toda la comunidad parroquial.

2- En la elaboración o revisión de los catecismos diocesanos a todos los niveles, téngase siempre como fuente e inspiración, e incluso como base y norma, el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica.

3- La comisión de evangelización y catequesis elaborará un Directorio con los criterios de la catequesis diocesana, que facilite la traducción de los lineamientos más importantes del Magisterio de la Iglesia a la vida de las parroquias y de las escuelas católicas, y que ayude a dotar de programas, textos y materiales de apoyo para las diferentes etapas del proceso evangelizador.

4 -La diócesis promoverá, aprovechando las mejores experiencias, programas específicos y cualificados de itinerarios de formación en la fe de laicos jóvenes y adultos, a manera de nuevos catecumenados.

5- Las parroquias deben destinar los mejores recursos humanos y un porcentaje significativo de sus ingresos para la evangelización y la catequesis, aún si se está en etapa de construcción de inmuebles.

6 -Las parroquias ofrecerán a los niños, a los adolescentes y a los jóvenes una pluraridad de itinerarios de crecimiento en la fe, graduales y progresivos, y en cuanto sea posible ricos de experiencias humanas, espirituales, eclesiales, vocacionales y misioneras, cuidando la necesaria coordinación entre padres de familia, catequistas y maestros.

7- Toda comunidad parroquial o educativa, debe tener como meta ideal la formación de los padres y madres catequistas; serán invitados a acudir periódicamente a los centros de formación con el fin de que luego transmitan en el hogar a sus propios hijos el mensaje asimilado.

8 -El ministerio de catequistas sea promovido cuidadosamente entre quienes den muestras de una verdadera vocación y estén dotados de madurez humana y cristiana, además de demostrar sincero aprecio por la comunión eclesial y por la coherencia entre fe y vida.

9- Dado que la mayoría de los niños y adolescentes de nuestro medio acuden a escuelas oficiales, los sacerdotes deben dividir sus comunidades en sectores, de manera que la impartición de la catequesis, especialmente de niños, no se concentre únicamente en los edificios anexos al templo parroquial.

10 -Las asociaciones y movimientos apostólicos tendrán como primer compromiso la formación integral y permanente en la fe de sus miembros, de manera que luego puedan ellos proyectar esta vivencia en sus distintos ambientes y situaciones de vida y de trabajo.

11 -El seminario diocesano cuide la formación catequística de los futuros sacerdotes, de manera que lleguen a ser verdaderos guías espirituales y competentes animadores de los catequistas.

12 -Un cuidado especial se ha de otorgar al uso de los medios de comunicación social, para hacer llegar al mundo de los jóvenes y de los adultos el mensaje evangélico y las enseñanzas del Magisterio en materia de fe y costumbres.

Pastoral Litúrgica

I. Iluminación

La liturgia, obra de la Santísima Trinidad

40- Al concluir su Carta apostólica Vicesimus quintus annus, del 4 de Diciembre de 1988, el Papa Juan Pablo II nos decía: "La liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia, como lo ha recordado la Constitución Sacrosanctum Concilium (SC, 9). Ella es, sin embargo, su fuente y su culmen (SC, 10). Es fuente porque, sobre todo en los sacramentos, los fieles obtienen abundantemente el agua de la gracia, que brota del costado de Cristo crucificado. Retomando una imagen muy querida del Papa Juan XXIII, ella es como la fuente de la aldea a la cual cada generación viene a sacar el agua siempre viva y fresca. Es también culmen, sea porque toda la actividad de la Iglesia tiende hacia la comunión de vida con Cristo, sea porque es en la liturgia donde la Iglesia manifiesta y comunica a los fieles la obra de la salvación, realizada una vez por todas en Cristo" (VQA, 22).

El Padre, fuente y fin de la liturgia

41- La obra de Dios en favor del hombre, desde el comienzo hasta la consumación de los siglos, es bendición (Ef 1, 3-6), manifestada en acontecimientos salvadores. "En la liturgia de la Iglesia la bendición divina es plenamente revelada y comunicada: el Padre es reconocido y adorado... En su Verbo encarnado, muerto y resucitado, nos colma de bendiciones, y por Él derrama en nuestros corazones el don que contiene todos los dones: el Espíritu Santo" (CIC, 1082). Como respuesta de la fe a la acción de Dios, la liturgia tiene dos dimensiones: la Iglesia bendice al Padre mediante la adoración, la alabanza y la acción de gracias y no cesa de presentar la ofrenda agradable para que produzca frutos de vida eterna (CIC, 1083).

Cristo y su acción en la liturgia

42- La liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Cristo (SC, 7). La finalidad del sacerdocio de Cristo es ofrecer el sacrificio espiritual agradable al Padre (1Pe 2, 5). Por sacrificio espiritual entendemos toda la vida hecha en docilidad al Espíritu de Cristo (LG, 34). "La muerte de Cristo en la cruz y su resurrección constituyen el centro de la vida de la Iglesia y la prenda de su Pascua eterna; la liturgia tiene como su principal función conducirnos constantemente a través del camino pascual inaugurado por Cristo, en el cual se acepta morir para entrar en la Vida" (VQA, 6). Como Cristo fue enviado por el Padre, el Señor envió a los apóstoles a anunciar el Evangelio y a realizar la salvación por medio del sacrificio eucarístico y los sacramentos en torno a los cuales gira la vida litúrgica (SC, 6), misión que es transmitida a los sucesores de los apóstoles, los obispos (LG, 26) y a sus inmediatos colaboradores, los presbíteros.

43- "Para llevar a cabo obra tan grande, Cristo está siempre presente en su Iglesia, principalmente en los actos litúrgicos. Está presente en el sacrificio de la Misa no sólo en la persona del ministro, ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz, sea sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su virtud en los sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su Palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura es Él quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia proclama y canta salmos..." (SC, 7).

44- El culto integral de la Iglesia está constituido tanto por el culto existencial, que abarca toda la existencia de la persona vivida en docilidad al Espíritu Santo, como por el culto simbólico-ritual, que expresa y hace visible el encuentro sacramental de la obra salvadora realizada por Cristo y la vida entera del creyente.

El Espíritu Santo y la Iglesia en la liturgia

45- El Espíritu Santo, como pedagogo de la fe del pueblo de Dios y artífice de los sacramentos, actúa eficazmente en la liturgia. Prepara a la Iglesia para el encuentro con su Señor, recuerda y manifiesta a Cristo a la fe de la asamblea, hace presente y actualiza el misterio de Cristo por su poder transformador, une a la Iglesia a la vida y misión de Cristo (CIC, 1093-1109). La liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia (SC, 9); sin embargo, es la cumbre y la fuente de su acción pastoral (SC, 10). La pastoral litúrgica es una dimensión de la misión de la Iglesia que tiene como finalidad promover la participación consciente, activa y fructuosa de los fieles en la celebración de los divinos misterios (SC, 11).

46- La pastoral litúrgica atiende a los siguientes campos: los sacramentos y sacramentales, el tiempo litúrgico (año litúrgico y liturgia de las horas), la música, el arte sacro, los servicios y ministerios en la Iglesia. "La Santa Madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la liturgia misma, y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del Bautismo, el pueblo cristiano... los pastores de almas deben aspirar a ella con diligencia en toda su actividad pastoral..." (SC, 14).

47- Para promover dicha participación, se debe tener en cuenta lo siguiente: -l Atender a las condiciones reales de la asamblea celebrante: su cultura y la situación de las personas que la integran (SC, 19; SD, 35.248) y tratar de ser sensibles a las formas de religiosidad popular (EN, 48; SD, 53). l Asegurar la adecuada formación litúrgica, primero de los sacerdotes, desde el seminario, como parte de su formación permanente (SC, 15.18). Los fieles deben ser formados atendiendo a su condición, edad y estado (SC, 19). l Llevar al compromiso de vivir en la justicia y la caridad: "la liturgia es anuncio y realización de los hechos salvíficos que nos llegan a tocar sacramentalmente; por eso, convoca, celebra y envía... sostiene el compromiso con la promoción humana... la celebración no puede ser algo separado o paralelo a la vida" (SD, 35).

El misterio pascual en los sacramentos de la Iglesia

48- La salvación que el Padre nos ofrece llega hasta nosotros a través de los signos (símbolos) instituidos por Cristo en la Iglesia. Allí tenemos la gracia de hacer vida, en momentos diversos, la íntima comunión con Cristo y con los hermanos. Llamamos formas de celebración a los distintos momentos rituales que nos permiten experimentar esta comunión. Los momentos más intensos de esa comunión son los sacramentos: "Una catequesis renovada y una liturgia viva, en una Iglesia en estado de misión, serán los medios para acercar y santificar más a todos los cristianos y, en particular, a los que están lejos y son indiferentes" (SD, "Mensaje", 30).

49- En Cristo, el proyecto de salvación de Dios se realiza plenamente, se unen lo divino y lo humano. Por eso, en el Hijo nos hacemos hijos; su humanidad es instrumento de nuestra salvación (SC, 5). Cristo unió las palabras, acciones y actitudes significativas que muestran que el Reino anunciado por Él se hizo presente. A Cristo se da el título de Sacramento del Padre porque con su vida, sus palabras y obras, está manifestando visiblemente la presencia del misterio del poder invisible de Dios. El ser sacramental de la encarnación lo realiza y lo concreta a lo largo de toda su vida; con sus acciones posibilita el encuentro real de los hombres con Dios (Jn 1, 14; Col l, 1ss; Tt 2, 11).

Los sacramentos de la Iglesia

50- Toda la vida litúrgica de la Iglesia gravita en torno al sacrificio eucarístico y a los sacramentos. Hay en la Iglesia siete sacramentos: Bautismo, Confirmación o Crismación, Eucaristía, Penitencia o Reconciliación, Unción de los enfermos, Orden sacerdotal y Matrimonio. Los siete sacramentos corresponden a todas las etapas y todos los momentos importantes de la vida del cristiano: dan nacimiento y crecimiento; curación y misión a la vida de fe de los cristianos.

51- Mirando a Cristo, Palabra del Padre y escuchando la voz del Espíritu Santo, la Iglesia se hace "íntimamente solidaria con el género humano y con su historia" (GS, 1), ya que por medio de la encarnación "el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a todo hombre", haciéndose "verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros, menos en el pecado" (GS, 22). De ahí que el hombre sea "el camino fundamental de la Iglesia" (RH, 14), de ahí que el pueblo de Dios busque "discernir en los acontecimientos, en las

inquietudes y en las aspiraciones que comparte con los hombres de nuestro tiempo, cuáles son los signos verdaderos de la presencia y del designio de Dios" (GS, 11).

Los sacramentos de iniciación cristiana

52- Los sacramentos de iniciación cristiana son: el Bautismo, que es el comienzo de la vida nueva; la Confirmación, que es su fortalecimiento y desarrollo; la Eucaristía que alimenta al discípulo con el cuerpo y sangre de Cristo para ser transformado por Él.

53- La Iglesia crece constantemente con nuevos miembros que se convierten al camino de Cristo y se adhieren a su alianza. Ella celebra esta alianza en el Bautismo, haciéndolos pasar por el agua a una nueva Pascua y ungiéndolos por el crisma con el perfume del Espíritu, para que, conformados y fieles a Cristo, vivan su vocación y misión en la construcción del Reino. "La entrada en el Reino de Dios se realiza mediante la fe en la palabra de Jesús sellada por el Bautismo, atestiguada en el seguimiento, en compartir su vida, su muerte y resurrección" (Rm 6, 9; SD, 5)

54- La Confirmación es la unción e imposición de manos -normalmente de un obispo- con la que Cristo quiere llenarnos de la fuerza del Espíritu Santo para capacitarnos a una vida de testimonio que, aún en medio de las dificultades, difunda el buen olor de Cristo.

55- La Sagrada Eucaristía culmina la iniciación cristiana. Los que han sido elevados a la dignidad del sacerdocio real por el Bautismo y configurados más profundamente con Cristo por la Confirmación, participan por medio de la Eucaristía con toda la comunidad en el sacrificio mismo del Señor (CIC, 1322). La Eucaristía tiene, por tanto, un valor eclesiológico fundamental: ella edifica la Iglesia como signo visible e instrumento eficaz de la presencia de Cristo resucitado, "en virtud del cual se congrega la Iglesia, una santa, católica y apostólica" (LG, 26); ella, además, la inserta en la historia de los hombres y la invita a dar el testimonio de la caridad. "Nuestro Salvador, en la Ultima cena, la noche en que fue entregado, instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura" (SC, 47).

Los sacramentos de curación

56- El Señor Jesucristo, médico de nuestras almas y de nuestros cuerpos, quiso que su Iglesia continuase, con la fuerza del Espíritu Santo, su obra de curación y de salvación en sus miembros. Esta es la finalidad de los dos sacramentos de curación: el sacramento de la Penitencia o Reconciliación y el de la Unción de los enfermos (CIC, 1421).

57- Jesucristo no sólo exhortó a los hombres y a las mujeres a la penitencia, a fin de que dejaran los pecados y de todo corazón se convirtieran al Señor, sino también acogió a los pecadores, reconciliándolos con el Padre y con los hermanos. Siguiendo sus pasos, la Iglesia no cesa de invitar a sus miembros a la conversión y restauración de la vida por la celebración de la Penitencia, esmerándose en valorar la práctica de la confesión.

58- A través de la Unción de los enfermos, Cristo, por medio de la Iglesia, concede alivio a la enfermedad y libra de los pecados. Cristo une al enfermo al misterio de su pasión, y por la gracia del Espíritu Santo, lo asocia a su acción redentora en favor de la comunidad. Al enfermo que ve su vida afectada por la enfermedad, le da la fuerza suficiente para revisar su proyecto de vida cristiana.

Los sacramentos al servicio de la comunidad

59- El sacramento del Orden sacerdotal y el Matrimonio, están ordenados a la salvación de los demás. Contribuyen ciertamente a la propia salvación, pero esto lo hacen mediante el servicio que prestan a los demás. Confieren una misión particular en la Iglesia y sirven para la edificación del pueblo de Dios (CIC, 1534). Cristo, mediante la Iglesia, escoge a algunos hombres en medio del pueblo, los cuales, marcados por el sacramento del Orden, actúan en nombre de la persona de Cristo Cabeza y así, unidos a Cristo Sacerdote, se hacen ministros de la unidad y servidores del pueblo. Por medio del Matrimonio cristiano, la Iglesia celebra la alianza de amor de Dios con los hombres y mujeres y el amor de Cristo y de la Iglesia. Los esposos, sumergidos de esta manera en el profundo misterio de amor, proclaman con su vida la fidelidad de Dios a la humanidad. "La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre los bautizados" (CDC, 1055, 1).

Dimensión celebrativa de los sacramentos

60- La renovación litúrgica del Vaticano II ha puesto el acento en la dimensión celebrativa de los sacramentos. Los principios de la participación y la celebración festiva están señalados por la reforma litúrgica: "Siempre que los ritos, cada cual según su naturaleza propia, admitan una celebración comunitaria, con asistencia y participación activa de los fieles, incúlquese que hay que preferirla, en cuanto sea posible, a una celebración individual y casi privada. Esto vale sobre todo para la celebración de la Misa, quedando siempre a salvo la naturaleza pública y social de toda Misa, y para la administración de los sacramentos" (SC, 27). Así, nuestras celebraciones de los sacramentos serán un medio adecuado que propicie la Nueva Evangelización.

El sacramento en cuanto palabra

61- La Buena Nueva que anuncia y realiza la evangelización es el centro y corazón del sacramento. La celebración del sacramento da poder y eficacia a la palabra anunciada y hace que se convierta para nosotros en una palabra actual y operante que nos lleva a un compromiso de vida cotidiana: "Celebraciones dignas, vivas y participadas, con un profundo sentido de fe y de la contemplación de los misterios de la salvación" (SD, "Discurso inaugural", 9).

El sacramento en cuanto signo

62- "El hombre es un ser sacramental; a nivel religioso expresa sus relaciones con Dios en un conjunto de signos y símbolos; Dios, igualmente, los utiliza cuando se comunica con los

hombres. Toda la creación es, en cierto modo, sacramento de Dios porque nos lo revela" (DP, 920). "La liturgia es anuncio y realización de los hechos salvíficos que nos llegan a tocar sacramentalmente; por eso, convoca, celebra y envía... La celebración no puede ser algo separado de la vida... es especialmente por la liturgia como el Evangelio penetra en el corazón mismo de las culturas. Toda la ceremonia litúrgica de cada sacramento tiene también un valor pedagógico; el lenguaje de los signos es el mejor vehículo para que, ‘el mensaje de Cristo penetre en las conciencias de las personas y (desde ahí) se proyecte en el ethos de un pueblo, en sus actitudes vitales, en sus instituciones y en todas sus estructuras’ (Juan Pablo II). Por esto las formas de la celebración litúrgica deben ser aptas para expresar el misterio que se celebra y a la vez claras e inteligibles para (todos) los hombres y mujeres (de nuestro tiempo)" (SD, 35).

63- La celebración renovada de toda acción litúrgica requiere una muy consciente preparación, especialmente del ministro que la celebra. "En una sociedad cada vez más sensible a la comunicación a través de signos e imágenes, el sacerdote cuidará adecuadamente todo lo que puede aumentar el decoro y el aspecto sagrado de la celebración. Es importante que en la celebración eucarística haya un adecuado cuidado de la limpieza del lugar, del diseño del altar y del sagrario, de la nobleza de los vasos sagrados, de los ornamentos, del canto, de la música, del silencio sagrado, etc. Todos estos elementos pueden contribuir a una mejor participación en el Sacrificio eucarístico. De hecho, la falta de atención a estos aspectos simbólicos de la liturgia y, aún peor, el descuido, la prisa, la superficialidad y el desorden, vacían de significado y debilitan la función de aumentar la fe. El que celebra mal, manifiesta la debilidad de su fe y no educa a los demás en la fe. Al contrario, celebrar bien constituye una primera e importante catequesis sobre el Santo Sacrificio" (DIR, 49).

II. Desafíos de la realidad

64- Falta una formación litúrgica seria y permanente en todos los niveles del pueblo de Dios. Falta capacitación y actualización del sacerdote presidente en las celebraciones sacramentales. Se perciben celebraciones ritualistas y rutinarias, tanto en los pastores como en los fieles.

65- Carencia de sana creatividad conforme a las opciones diversas que presentan los libros litúrgicos. Se toman decisiones arbitrarias en la celebración de ciertos sacramentos y sacramentales. Se necesita cuidar más la calidad de las acciones litúrgicas, especialmente la homilía dominical.

66- Falta de criterios comunes en la preparación, celebración y compromiso de los sacramentos. Deficiente preparación, tanto en quienes los reciben como en quienes los administran.

67- La dimensión social de la liturgia es poco considerada. Hay que inculcar la congruencia entre fe y vida, para vivir a fondo los acontecimientos celebrativos, tristes o alegres, de nuestras comunidades.

68- Carencia del sentido comunitario de las celebraciones; se exaltan intenciones muy particulares o familiares; se busca el rito solo sin un compromiso subsiguiente dentro de la comunidad particular.

69- A veces se pierde la dimensión eclesial en la celebración de los sacramentos: misas privadas a manera de privilegio, primeras comuniones en oratorios sin una causa razonable.

70- No se ha logrado aún plena conciencia de la centralidad de la Eucaristía como fuente y culmen de la vida eclesial. La renovación litúrgica del Vaticano II se ha asimilado en parte; resta aplicar aún su espíritu en la pastoral de los sacramentos.

71- Destacar la dignidad y significado del lugar celebrativo con todos sus elementos: altar, ambón, sede, crucifijo e imágenes. Se está perdiendo el sentido de lo sagrado en las celebraciones de algunos sacramentos y en la santificación del Domingo.

72- Falta una buena iniciación litúrgica de los niños. El núcleo familiar de donde procede la educación en la fe cada día está más privado de valores auténticamente evangélicos.

73- En la catequesis presacramental falta unidad de criterios en cuanto a contenidos, métodos y duración. Hay también injustificables intransigencias de parte de algunos sacerdotes.

III-. Líneas pastorales

74- Que la comisión diocesana de pastoral litúrgica colabore en la formación y actualización del presbiterio, del seminario diocesano y de las casas de formación para la vida consagrada. Que se asegure que esta formación litúrgica sea adecuada, gradual y permanente.

75- Que los cursos que organiza la comisión de pastoral litúrgica, en cuanto sea posible, se impartan dentro y fuera de la ciudad, por zonas pastorales. Que la preparación de los ministros extraordinarios de la Eucaristía sea más adaptada a la realidad pastoral y se tengan varios centros.

76- Que los vicarios episcopales promuevan, juntamente con los decanos, la formación y el acompañamiento de los equipos animadores de la liturgia e impulsen los ministerios laicales.

77- Que se cuide la selección, preparación y formación permanente de los agentes de pláticas presacramentales, y se unifiquen los criterios en relación a la preparación sacramental y en los requisitos para su recepción fructuosa.

78- Poner especial atención a la pastoral litúrgica del Domingo. Que en la homilía, la Palabra revelada ilumine la realidad histórica que vive la comunidad y estimule a dar pasos para comprometerse en ella con acciones congruentes.

79- Potenciar, mediante una adecuada catequesis, las celebraciones comunitarias de los sacramentos y las ceremonias (XV años, graduaciones, etc.), cuya celebración ayuda a integrar en Cristo los acontecimientos de la propia vida y hacer crecer en la fraternidad y solidaridad.

80- Renovar la celebración del sacramento de la Unción de los enfermos, haciendo resaltar su poder sanador, especialmente con celebraciones comunitarias durante los tiempos fuertes del año litúrgico.

81- Utilizar los medios de comunicación social para la transmisión accesible y sólida de mensajes dominicales por radio y asegurar que se conozcan los horarios y frecuencias en que se difunden.

82- El vicario episcopal en cada zona vigilará que, sobre todo cuando haya cambios de sacerdotes, los planos de construcción de iglesias y conjuntos de pastoral, no se modifiquen arbitrariamente, sino que se apeguen fielmente a lo aprobado por la comisión de arte sacro.

83- Que la comisión diocesana de pastoral litúrgica en sus tres secciones (liturgia, música y arte sacro), impulse la formación y actualización de los equipos de pastoral litúrgica integrados por sacerdotes, religiosos y laicos, en cada una de las zonas y decanatos.

84- Que en cada parroquia se establezca el equipo animador de pastoral litúrgica, integrando a los ministros extraordinarios de la Eucaristía, cuando los haya.

85- Que se establezca un Directorio pastoral de los sacramentos y sacramentales, que propicie en forma continua y gradual, verdaderos procesos de crecimiento en la fe, antes de la recepción de cada uno de los sacramentos.

86- Que se elabore un Directorio diocesano litúrgico-musical que ofrezca criterios y normas para la formación, acompañamiento, promoción y ejecución de la música y el canto en las celebraciones litúrgicas.

87- Establecer en cada comunidad horarios suficientes y efectivos para el sacramento de la Reconciliación. Realizar celebraciones penitenciales comunitarias, especialmente en los tiempos fuertes del año litúrgico.

88- Que se establezcan, con sentido más creativo y actual, los ministerios laicales (ordenados, instituidos y de hecho) y se dé paso, en lo posible, al diaconado permanente.

IV. Disposiciones

13- El año litúrgico sea el itinerario privilegiado en el crecimiento en la fe de nuestras comunidades. Las parroquias desplegarán con especial empeñó su creatividad pastoral en los tiempos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua.

14- Síganse con fidelidad las orientaciones pastorales en relación a la adecuada preparación de los sacramentos de iniciación cristiana, los cuales normalmente se celebrarán en la propia parroquia y con la participación de la propia comunidad. Dígase lo mismo, en lo posible, de las celebraciones de matrimonios.

15- Que la celebración dominical de la Eucaristía sea de verdad el momento culminante de la vida de las comunidades parroquiales y cuasiparroquiales. Cultívese el encuentro fraterno entre las familias, los movimientos apostólicos insertados en la pastoral y de las comunidades religiosas, que serán invitadas a participar como signo de su pertenencia a la única familia eclesial.

16- Dése lugar al silencio sagrado en los momentos apropiados, de manera que se promueva un clima de contemplación que lleve a la adhesión personal y comunitaria con el Señor y a la vivencia profunda de los misterios celebrados.

17- La parroquia dé importancia y espacio suficiente al culto del Santísimo Sacramento fuera de la Misa, especialmente en la ya un tanto descuidada Exposición y Adoración de la Eucaristía, según las normas de la Iglesia. La diócesis promoverá una especial veneración a la Santísima Virgen María. La recitación del Rosario y del Angelus ocupen un lugar especial en la piedad familiar y en la devoción de las comunidades cristianas.

18- Vigílese que el canto y la música se elijan de acuerdo a las celebraciones diferenciadas y a los distintos tiempos litúrgicos, de manera que favorezcan la real participación de la asamblea y eviten lo superficial y lo profano. Cuídese la observancia del Reglamento para la intervención de fotógrafos y camarógrafos en las celebraciones litúrgicas.

19- Ofrézcase a los coros una formación cristiana y litúrgica para que sus ejecuciones sean dignas y en ellas encuentren una oportunidad para la maduración en su fe. Del seminario y de la escuela diocesana de música sagrada se espera la difusión de un repertorio común de cantos litúrgicos para nuestra diócesis, ricos en contenidos temáticos y artísticos, sin olvidar los cantos populares tradicionales, los textos en latín más comunes y las melodías gregorianas más universalmente conocidas.

20- Los sacerdotes, ministros de la reconciliación, acérquense con frecuencia al sacramento de la Confesión y sean generosos para estar disponibles y atender las confesiones de los fieles, en forma y en horarios acomodados a ellos.

21- Sin contravenir las indicaciones del Derecho, se ve conveniente en nuestro medio conferir el sacramento de la Confirmación a adolescentes, hacia los doce años, después de una adecuada y consciente preparación. Este sacramento se realizará, de ser posible, en la propia parroquia.

22- Realícese la presentación matrimonial, después de que los novios hayan participado en un curso de preparación al sacramento del Matrimonio, suficiente en duración y en contenido.

23- No se celebren misas de sanación carismática, cuando no haya garantía de respeto a las normas litúrgicas, al orden y al sentido teológico pastoral de la Eucaristía y siempre con el consentimiento del sacerdote responsable del lugar.

24- Quedando a salvo la pastoral del ocio organizada por la diócesis, no se celebren misas en clubes deportivos los domingos y fiestas de precepto. Se permitirán estas celebraciones sólo ocasionalmente, cuando se requieran como medio de evangelización o por algún acontecimiento comunitario. Siempre debe contarse con el permiso de la curia y se le comunicará éste al párroco del lugar.

25- Que la sección de arte sacro elabore un Reglamento en donde se encuentren los criterios y lineamientos a seguir para la construcción y remodelación de los templos y de los conjuntos pastorales, con especial cuidado en los lugares celebrativos.

Pastoral Social

I. Iluminación

89 -Por pastoral social se entiende la acción evangelizadora y humanizadora de la Iglesia, realizada en los diferentes ambientes sociales, instituciones, estructuras e ideologías, a fin de que los hombres, movidos por el Espíritu Santo, se liberen de toda esclavitud de pecado individual y social, y transformen su comunidad mediante la práctica de la caridad y la justicia.

Pastoral Social y Nueva Evangelización

90 -La pastoral social es parte integrante de la Nueva Evangelización, como lo ha venido proclamando el Papa Juan Pablo II en un sinnúmero de ocasiones. En sus dos últimas Encíclicas sociales afirma, por ejemplo, que la preocupación por lo social "forma parte de la misión evangelizadora de la Iglesia" (SRS, 41) y es también "parte esencial del mensaje cristiano" (CA, 5). Al inaugurar la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, decía: "la Nueva Evangelización ha de dar una respuesta integral que fortalezca la fe católica en sus dimensiones individuales, familiares y sociales" (SD, "Discurso inaugural", 11). Para el Documento de Santo Domingo la promoción humana es una dimensión privilegiada de la Nueva Evangelización (SD, 158).

La práctica de la Pastoral Social

91 -La práctica de la pastoral social remonta sus orígenes al Antiguo y al Nuevo Testamento. Viene luego explicitada en la doctrina de los Padres de la Iglesia, hasta llegar a las enseñanzas del reciente Magisterio social de la Iglesia.

Antiguo Testamento

92 -En el Antiguo Testamento, ante situaciones de opresión, de esclavitudes y de injusticias que sufría el pueblo de Dios, es frecuente el mensaje de los profetas que presentan a Dios

como quien está atento a los clamores de su pueblo (Ex 3, 7-10). Dios interviene mediante la voz de los profetas pidiendo que se practique la justicia y el derecho, que se atienda a los más pobres y marginados, como huérfanos, viudas, forasteros. El profeta Isaías, frente a la incoherencia entre las solemnes celebraciones de culto a Dios y una vida social llena de perversidades y crímenes, predica diciendo: "Den su derecho al oprimido y hagan justicia al huérfano y a la viuda" (Is 1, 17). Jeremías, en su visión profética, presenta al futuro Mesías como rey "justo y prudente" que guiará al pueblo "según la justicia y el derecho" (Jer 23, 5-6).

Nuevo Testamento

93 -En el Nuevo Testamento, Jesucristo se manifiesta como guía, comparándose a un Buen Pastor, que conduce aquí en la tierra al nuevo pueblo de Dios hacia el Padre (Jn 10, 1-16). Él mismo es "el camino, la verdad y la vida" para este pueblo (Jn 14, 6). A sus discípulos les da el mandamiento nuevo del amor fraterno (Jn 13, 34), cuya máxima expresión está no sólo en dar cosas al prójimo necesitado, sino en dar la propia vida por los demás: "No hay amor más grande que éste: dar la vida por quienes se ama" (Jn 15, 13). Enseña que el Reino de Dios es para aquellos que por amor realizan la acción solidaria de compartir sus bienes y atenciones con los más pobres, carentes de alimento, vestido, salud y libertad (Mt 25, 34-36). Enseña que la justicia está sobre la ley misma (Mt 23, 23). A los discípulos les dice que "si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán al Reino de Dios" (Mt 5, 20). Fue distintivo notable de la Iglesia primitiva el practicar una vida comunitaria, compartiendo sus bienes espirituales y materiales y preocupándose por atender a los más pobres (Hech 2, 42-46; 4, 32-35).

Los Padres de la Iglesia

94 -Del siglo II al siglo VI de nuestra era cristiana fueron notables los así llamados Padres de la Iglesia, por su enseñanza social y su compromiso de evangelizar a los pobres, atendiéndolos en sus necesidades espirituales y materiales, denunciando las opresiones que sobre ellos ejercían los poderosos, anunciando e impulsando la práctica de la justicia y de la caridad, como exigencias del Evangelio. La mayoría de ellos fueron obispos, preocupados por mantener una clara transparencia evangélica de las verdades reveladas y por ayudar a los más necesitados. He aquí algunos ejemplos:

95 -l En el documento más primitivo de la Iglesia llamado Didaché (La doctrina de los Doce Apóstoles), del siglo II, se lee: "No rechazarás al necesitado, sino que tendrás todo en común con tu hermano y de nada dirás que es tuyo propio; pues si comparten en los bienes inmortales, ¿cuánto más en los mortales?" (4, 8).

96 -l En el siglo III escribía San Cipriano: "Peca mucho en la Iglesia quien reserva sus riquezas y no comunica su patrimonio a los pobres" (Las buenas obras XVIII, ML, 4, 625 ss).

97 -l En el siglo IV predicaba San Basilio: "Del hambriento es el pan que tú retienes; del que va desnudo es el manto que tú guardas en el ropero; del descalzo es el calzado que en tu casa se pudre" (Homilía Destruiré mis graneros, MG, 31, 276-277).

98 -l En el siglo V decía San Agustín: "Si dieses lo que es tuyo, sería generosidad. Pero como das lo que es de Él (de Jesús presente en los pobres) es una simple restitución" (ML, 39, 1353).

99 -l En el siglo VI, San Gregorio Magno Papa escribía: "Quienes no dan de lo que han recibido son cómplices de la muerte de sus prójimos que mueren de pobreza, al retener el socorro. Cuando damos lo necesario al indigente, le devolvemos lo suyo, no le comunicamos lo nuestro; más bien pagamos una deuda de justicia que cumplir una obra de misericordia" (Regla Pastoral, Parte III, cap. XXI. ML, 77-78).

Edad Media, Renacimiento, Tiempo Moderno

100 -Del siglo VII al IX no encontramos enseñanzas explícitas como en el tiempo de los santos Padres, pero la Iglesia principalmente a través de los monasterios y los obispos realizó una obra caritativa y humanizadora; también durante ese período, ayudaba a los que padecían por las invasiones de los bárbaros y fue humanizando a los mismos bárbaros. Después la Iglesia continuó levantando su voz y dando testimonio con obras concretas a favor de los pobres y de la justicia, a lo largo de la Edad Media, del Renacimiento, del Tiempo Moderno, hasta nuestros días.

101 -l En la Edad Media, a partir del siglo X, aparecen pensadores teólogos que aportan luces para la enseñanza social de la Iglesia y para la práctica de la pastoral social. El más significativo de ellos es Santo Tomás de Aquino (1225-1274) quien elabora un cuerpo doctrinal sobre la justicia, como virtud social, clasificándola en justicia conmutativa, distributiva y legal; sobre la caridad, como virtud teologal que exige poner al servicio de los pobres los bienes superfluos; sobre la propiedad privada de bienes, señalando que su administración debe orientarse al servicio de los demás, y su uso debe ser sobrio y moderado (STh, IIa IIae, q 57-59).

102 -l En la época del Renacimiento, a partir del siglo XVI, se dan varios fenómenos de cambio como el mercantilismo con la libertad de mercado; el descubrimiento, conquista y evangelización de América; el retorno a los clásicos griegos y latinos; el protestantismo, etc. Aparecen grandes teólogos moralistas y juristas que tratan de esclarecer los fundamentos de la dignidad y derechos de la persona humana. Sobresale el jurista dominico Francisco de Vitoria (+ 1546) quien, en su escrito De indiis (1537), establece los derechos naturales del ser humano en defensa de los indios de América. En ese tiempo el Papa Paulo III (1534-1549) dicta sentencia de excomunión para quienes esclavicen a los indios. Surgen grandes santos dedicados a los pobres, como San Juan de Dios (+1550), San Vicente de Paul (+ 1660) y entre nosotros, los primeros evangelizadores, Fray Toribio de Benavente Motolinía, Vasco de Quiroga y otros.

103 -l En el Tiempo Moderno, a partir del siglo XVIII, nuevos fenómenos y acontecimientos como la Ilustración, la Masonería, la Revolución Francesa, la Revolución Industrial bajo la guía del liberalismo; los conflictos entre la Iglesia y el Estado, entre la fe y la ciencia; el socialismo marxista, etc., concientizaron a varios obispos, presbíteros y laicos, quienes buscaron dar respuestas pastorales a los problemas de injusticia social que afectaban, sobre todo a los obreros. Tales fueron los obispos Manuel Ketteler (+ 1877) de

Alemania; el cardenal Manning (+ 1891) de Inglaterra; el cardenal Gibbons (+ 1921) de Estados Unidos; el presbítero Adolfo Kolping de Alemania y los padres Liberatore y Taparelli de Italia. El Papa León XIII fundó en 1882 la Unión de Friburgo, que era un grupo de cristianos estudiosos y prácticos sociales, con la encomienda de elaborar principios doctrinales y criterios de acción para responder a la gran cuestión social de la clase obrera. Estos esfuerzos fueron los antecedentes inmediatos de la primera Encíclica social Rerum novarum (1891).

Doctrina social de la Iglesia

104 -A partir del Papa León XIII, la Iglesia católica ha venido desarrollando en forma sistemática su Magisterio o Doctrina social, mediante Encíclicas u otro tipo de documentos. He aquí los principales:

105-l León XIII: Encíclica Rerum novarum (De las cosas nuevas), 15 de Mayo de 1891: sobre la situación de injusticia de los obreros.

106-l Pío XI: Encíclica Quadragessimo anno (En el 40 aniversario), 15 de Mayo de 1931: sobre la restauración del orden social.

107-l Pío XII: Radiomensaje La Solennità (La Solemnidad), Junio de 1941: sobre las funciones del Estado.

108-l Juan XXIII: Encíclica Mater et magistra (Madre y maestra), 15 de Mayo de 1961: sobre la necesidad de equilibrar los sectores del desarrollo económico. Encíclica Pacem in terris (Paz en la tierra), 11 de Abril de 1963: sobre la paz y los derechos humanos.

109-l Pablo VI: Encíclica Populorum progressio (Desarrollo de los pueblos), 26 de Marzo de 1967: sobre la promoción del desarrollo integral de las personas y de los pueblos. Carta apostólica Octagesima adveniens (En el 80 aniversario), 14 de Mayo de 1971: sobre las ideologías y el compromiso político del cristiano. Ambas inspiradas en la doctrina conciliar y, sobre todo, en la Constitución pastoral del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et Spes (Gozo y esperanza), del 7 de Diciembre de 1965.

110-l Juan Pablo II: Encíclica Laborem exercens (Ejerciendo el trabajo), 14 de Septiembre de 1981: sobre la dignificación del trabajo humano. Encíclica Sollicitudo rei socialis (La preocupación social), 30 de Diciembre de 1987. Sobre el desarrollo solidario de los pueblos. Encíclica Centesimus annus (En el centésimo aniversario), 1º de Mayo de 1991: sobre la necesidad de crear un nuevo orden económico, político y social.

111- La enseñanza de estos documentos sociales de la Iglesia se llama Magisterio social porque es propuesta por el Papa, quien tiene en la Iglesia la misión y autoridad de enseñar el camino de la fe y de guiar el comportamiento moral de los hombres. Se llama también Doctrina social de la Iglesia, porque se presentan estas enseñanzas en forma sistemática y ordenada. El Documento de Santo Domingo la define así: "La Doctrina social de la Iglesia es la enseñanza del Magisterio en materia social y contiene principios, criterios y

orientaciones para la acción de los creyentes en la tarea de transformar el mundo según el proyecto de Dios" (SD, 158).

112- Después del Concilio Vaticano II, el Magisterio social de la Iglesia es también ofrecido por los obispos: ya reunidos en Conferencias continentales, como en América Latina; ya reunidos en la propia Conferencia nacional; ya individualmente para su propia diócesis. La pastoral social, como acción evangelizadora, debe transformar no sólo los corazones sino también los ambientes sociales, económicos y políticos; ha de cambiar las situaciones de pecado en situaciones de Reino de Dios; ha de asumir, como iluminación esencial, la Palabra de Dios y la Doctrina social de la Iglesia, sin mezclarla con los postulados de alguna ideología.

113- La ideología es "una visión de los distintos aspectos de la vida, desde el ángulo de un grupo determinado de la sociedad" (DP, 535). Por lo tanto, la ideología es parcial: responde a los intereses particulares de unos, marginando u oponiéndose a otros; tiende a absolutizarse y a "instrumentar personas e instituciones" para sus fines (DP, 536). El Evangelio y la Doctrina social de la Iglesia deben ser luz y fuerza transformadora para todos los hombres de cualquier ideología y sistema social. Deben, por eso, colocarse en un nivel diferente y superior al de las ideologías para poder cuestionarlas y discernirlas sin identificarse con ellas. "Ni el Evangelio, ni la Doctrina social, que de él proviene, son ideologías" (DP, 540). El Evangelio y la Doctrina social de la Iglesia son la fuente y la base fundamental de donde la pastoral social debe sacar los principios de reflexión, los criterios de juicio y las directrices de acción, para emprender las tareas específicas que le competen (OA, 4; LC, 72).

Tareas específicas de la Pastoral Social

114- Las tareas específicas de la pastoral social son acciones evangelizadoras y humanizadoras que responden a necesidades específicas de las personas, de las comunidades, de los pueblos. Se distinguen tres clases de acciones específicas: acciones de asistencia social; acciones de promoción humana; acciones de concientización para la conversión o cambio de mentalidad. A la pastoral social se le clasifica de asistencial, promocional o concientizadora, dependiendo del tipo de acciones que promueva.

115- Acciones de asistencia social: son acciones destinadas a remediar necesidades inmediatas y concretas (hambre, enfermedad, etc.) que padece alguien en particular (individuo, familia, comunidad), mediante la organización de recursos adecuados (alimento, medicina, ropa, etc.).

116- Acciones de promoción humana: son acciones orientadas a capacitar a las personas y a los grupos para que sean sujetos de su propio desarrollo y puedan valerse por sí mismos para hacer frente a sus necesidades materiales, espirituales y sociales, mediante recursos no sólo materiales sino, sobre todo, humanos y educativos. Por ejemplo: capacitación laboral, alfabetización, aprendizaje técnico, alimenticio, etc.

117- Acciones de concientización: son acciones orientadas a crear en las personas conciencia del compromiso social que tienen para actuar en los diversos campos de la vida

familiar, social, económica, política y cultural, conforme a los valores del Evangelio y a los criterios de la Doctrina social de la Iglesia. Por ejemplo: análisis de la realidad social; cursos de Doctrina social de la Iglesia: organización de vecinos para los servicios públicos, cooperativas, agrupaciones en pro de los derechos humanos y laborales; talleres para el compromiso cívico-político, etc.

118- Todas estas acciones de pastoral social deben realizarse en el marco de una opción por los pobres. Hay que "robustecer el conocimiento, difusión y práctica de la Doctrina social de la Iglesia... impulsar una pastoral social que parta de la opción evangélica preferencial por los pobres, actuando en los frentes del anuncio, la denuncia y el testimonio" (DP, 200). La opción preferencial por los pobres requiere que nuestra Iglesia se haga cada vez más "Iglesia de los pobres" (SRS, 42), haciendo suyo el estilo de vida de Jesús que "siendo rico se hizo pobre, para que ustedes llegaran a ser ricos por medio de su pobreza" (2 Cor 8-9). Esto lleva a compromisos concretos, tales como el uso de los bienes, que debe ser guiado por el principio del saber compartir y del ser solidarios. Recordemos que hay muchos géneros de pobres, en sentido material, espiritual, relacional y cultural, pero en el caso de la marginación e indigencia material, es necesario que "sean antes que nada cumplidas las obligaciones de justicia, de manera que no suceda que se ofrezca como regalo de caridad aquello que ya era debido en justicia"; se buscará, además, que "se eliminen no solamente los efectos, sino sobre todo las causas de los males" (AA, 8). Así llegarán a ser los pobres artífices de su propio desarrollo.

Agentes de la Pastoral Social

119- Las tareas de la pastoral social, como una dimensión específica de la acción evangelizadora, son responsabilidad de todos los miembros de una determinada comunidad eclesial. Son responsables los obispos, los presbíteros, los religiosos y religiosas y los laicos: cada quien según el propio estado de vida que guarda dentro de la Iglesia.

Los laicos-

120- Toca a los laicos, de una manera prioritaria, desempeñar las tareas de la pastoral social, por ser los actores directos de las actividades temporales: familiares, económicas, políticas y culturales. Así lo enseña el Concilio Vaticano II: "A los laicos pertenece por propia vocación buscar el Reino de Dios, tratando y ordenando según Dios los asuntos temporales... A ellos muy en especial corresponde iluminar y organizar todos los asuntos temporales a los que están estrechamente vinculados, de tal manera que se realicen según el espíritu de Jesucristo" (LG, 31).

121- Por lo tanto, son los laicos quienes deben hacer llegar a los diferentes ambientes sociales y a las diversas actividades temporales las exigencias evangélicas de la pastoral social. A ellos toca insertar el mensaje evangélico en las organizaciones temporales y realizar en ellas la justicia, la verdad, la paz, la libertad: "El Concilio exhorta a los cristianos... a cumplir con fidelidad sus deberes temporales guiados por el espíritu del Evangelio... El cristiano que falta a sus obligaciones temporales, falta a sus deberes para con el prójimo y para con Dios... A la conciencia bien formada del laico toca lograr que la ley divina quede grabada en la ciudad terrena" (GS, 43).

122- De aquí surge la urgente necesidad de capacitar a "laicos que sobresalgan en el campo de la educación, de la política, de los medios de comunicación social, de la cultura y del trabajo... (formándolos) según la Doctrina social de la Iglesia en orden... al servicio efectivo a la comunidad" (SD, 99.193).

Los obispos y presbíteros

123- Los obispos y los presbíteros, y a ellos se equiparan los religiosos y las religiosas a este respecto, tienen la misión de formar las comunidades eclesiales en unidad y comunión; por esta razón, para facilitar su misión, no deben asumir liderazgos sociales ni políticos. Sin embargo, su aportación a la pastoral social es indispensable, pues tienen el deber de iluminar el compromiso social de los laicos cristianos, de animarlos, de acompañarlos, de educarlos para la práctica de la caridad y la justicia. "Los obispos prediquen juntamente con sus sacerdotes el mensaje de Cristo, de tal manera que toda la actividad temporal de los fieles quede como inundada por la luz del Evangelio" (GS, 43). Es tarea suya hacer que la "predicación, catequesis y liturgia, tengan en cuenta la dimensión social y comunitaria del cristianismo, formando hombres comprometidos en la construcción de un mundo de paz" (DM, "Paz", 24).

124- En el amplio y articulado servicio de la caridad, desarrollado ayer y hoy por nuestra Iglesia, hemos de reconocer la valiosa contribución de numerosos institutos religiosos de varones y mujeres, surgidos bajo el impulso de un específico carisma al servicio de los más necesitados y expresado en el cuidado de los enfermos, de los ancianos, de los minusválidos, de los huérfanos, de las madres solteras, de los encarcelados, de los niños de la calle... En una sociedad tan compleja como la nuestra, su generosidad y su creatividad han de seguir orientándose a formas nuevas, de acuerdo a las nuevas necesidades de acciones caritativas, lo mismo que de otras de índole educativo, cultural y social.

125- La Iglesia, como el Buen Samaritano (Lc 10, 29-37), ha de ejercitar este servicio -esta diakonía- de la promoción humana, sin separarla de la caridad en sentido evangélico -el agape, la cáritas- que brota de la comunión con Dios; de esta forma no será un servicio circunstancial o disminuido al simple nivel de una filantropía humana. La formación y sensibilización permanente para ejercitar este Evangelio de la caridad, ha de ser sostenido por instituciones como la Cáritas diocesana (y organismos similares de voluntariado con sentido cristiano), la cual -a distintos niveles- siempre tendrá una acción de ejemplaridad y de avanzada al servicio de los últimos...

II. DesafIos de la realidad

126- El desconocimiento y poco aprecio de la Doctrina social de la Iglesia, y la no equilibrada integración de la pastoral social con la pastoral profética y litúrgica.

127- La poca preocupación por la formación sistemática de los laicos a fin de que asuman, como protagonistas, la responsabilidad de ser fermento transformador de la sociedad.

128- Hace falta la presencia evangelizadora de un número significativo de cristianos laicos en los campos de la educación y cultura, de la política, de la economía, de los sindicatos, de los ambientes obrero y campesino.

129- La separación entre actuación y creencia frente a la gravedad de los problemas sociales que se dan en nuestro ambiente socio-cultural y contradicen nuestro ser de cristianos.

130- Lograr que la pastoral social sea no sólo asistencial sino también promotora y concientizadora de las personas.

131- La sensibilización de los sacerdotes, de los religiosos y de las religiosas ante los problemas sociales que padecemos.

132- Mantener de verdad la opción preferencial y evangélica por los pobres en el proceso pastoral de la diócesis.

III. Líneas pastorales

133- Promover la difusión de la Doctrina social de la Iglesia referente a la política, a la economía, a la cultura, a los derechos humanos y su aplicación a la realidad de la diócesis a través de medios eficaces.

134- Impulsar la capacitación y la formación de equipos de sacerdotes, religiosos y laicos que tengan carisma para atender problemas sociales urgentes, como drogadicción, alcoholismo, prostitución, emigrantes, indigentes, niños de la calle, empleadas domésticas, enfermos de sida, etc.

135- Promover la formación de los campesinos, obreros, profesionistas y empresarios en los principios, criterios y orientaciones de la Doctrina social de la Iglesia.

136- Que en los materiales de catequesis haya contenidos de la Doctrina social de la Iglesia para responder mejor al Evangelio de la caridad y las exigencias de la Nueva Evangelización.

137- Insistir, a través de la organización de la pastoral social tanto diocesana como parroquial, en la importancia de defender y mejorar la vida, proponiendo medios concretos; que en todas las parroquias se organice la asistencia y promoción para los necesitados.

138- Que la pastoral social de la diócesis tenga en cuenta los proyectos de servicio social y voluntariado de instituciones gubernamentales y privadas, tales como el DIF y la Cruz Roja.

139- Ofrecer talleres y cursos de formación social cristiana para los diferentes agentes, con una metodología seria, y no ligada a modas o ideologías.

140- Potenciar las secciones de la pastoral social: Cáritas, pastoral penitenciaria, pastoral del trabajo, pastoral de los derechos humanos y crear nuevas, cuando las necesidades lo requieran.

IV. Disposiciones

26 Los pastores ayudarán con iniciativas concretas y bien programadas a despertar y avivar, en los fieles laicos, la dimensión social de la caridad. Los impulsarán a interesarse -en el ámbito de sus propias competencias culturales, profesionales, económicas y políticas- por el bien común, de acuerdo a su conciencia cristiana, iluminada por las enseñanzas sociales de la Iglesia.

27- Se cuidará que, dentro de los cursos de formación permanente para el presbiterio, se tome muy en cuenta la actualización en los temas básicos de la pastoral social y la profundización en la Doctrina social de la Iglesia.

28- El Magisterio social ha de ser considerado como elemento insustituible en todo itinerario de catequesis y de enseñanza religiosa católica, particularmente en las escuelas e institutos diocesanos en donde se da formación bíblica, teológica o pastoral a los agentes más comprometidos con las tareas y ministerios fundamentales de la Iglesia.

29- Todas las comunidades, movimientos y organismos de la diócesis deben tener obras sociales de asistencia y promoción, privilegiando la organización de Cáritas. Todas las parroquias, han de tener, junto con otros equipos, el equipo específico de pastoral social.

30- Se promoverá la formación de especialistas en la Doctrina social de la Iglesia, para que atiendan la pastoral social en sus áreas fundamentales. Se elaborarán directorios, folletos, videos y material orientador para impulsar la pastoral social en los distintos ambientes y niveles de nuestra realidad diocesana.

31- Se dotará a la comisión diocesana de pastoral social de recursos humanos y económicos suficientes de manera que pueda impulsar diversas iniciativas que ayuden a despertar el compromiso por la promoción humana integral, como parte de la tarea evangelizadora de nuestra comunidad diocesana.

PRIORIDADES PASTORALES

Familia

I. Iluminación

141 -El compromiso por la familia aparece como una realidad prioritaria, en la perspectiva de la Nueva Evangelización. La familia actual está sometida a un profundo proceso de transformación. El porvenir de nuestras comunidades eclesiales, no menos que el progreso de nuestras organizaciones y comunidades civiles, está ligado indisolublemente al futuro de nuestras familias, y de la familia como su célula vital y primaria (AA, 11). El crecimiento y

desarrollo armónico de nuestras familias, lo mismo que sus crisis y tropiezos, tendrán necesariamente una repercusión positiva o negativa en la evolución o deterioro de nuestra realidad en todos sus ámbitos: humano, religioso, económico, cultural, político y social.

142- Bajo este supuesto, el compromiso de la Iglesia por la Nueva Evangelización no podrá tener éxito si no se vive y se proclama como prioridad indiscutible el "Evangelio sobre la familia", es decir, la verdad y la belleza del proyecto de Dios sobre ella. Como bien lo sabemos: "la familia cristiana es una comunión de personas, signo e imagen de la comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo" (CIC, 2205) y por tanto, ha de asumir consciente y gozosamente "la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor de Dios por la humanidad y el amor de Cristo por su Iglesia" (FC, 17).

143- De esta manera, la familia cristiana está llamada a manifestar a todos "la presencia viva del Salvador del mundo y la naturaleza genuina de la Iglesia, tanto con el amor, la fecundidad generosa y la fidelidad de los esposos, como con la amorosa cooperación de todos sus miembros" (GS, 48). "Por eso la familia representa el primer espacio donde la Iglesia se edifica como misterio de comunión y de misión y donde la sociedad nace y se constituye a partir de personas que se maduran en el don responsable de sí mismas y llegan a ser luego capaces de entrelazar auténticas relaciones de fraternidad y de solidaridad" (Libro del Sinodo della Diocesi di Roma, 1993, 251).

144- En la fiesta de la Sagrada Familia de 1993, se inauguraba en toda la comunidad eclesial el "Año de la Familia", como una de las etapas significativas en el itinerario de preparación para el gran Jubileo del año 2000, que señalará el fin del segundo y el inicio del tercer milenio del nacimiento de Jesucristo. El 2 de Febrero de 1994, Año internacional de la familia -gracias a una loable iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas- el Papa Juan Pablo II dirigía una Carta a las Familias en la que, de alguna manera, trata de resumir y de aplicar el rico acervo doctrinal y pastoral de la Iglesia acerca de esta institución fundamental, patrimonio común de la sociedad civil y de la comunidad eclesial. Además de la inmensa riqueza que sobre la familia nos ofrece el Papa, nos traza ahí también una especie de mapa orientador, en donde se resaltan las acciones más significativas del Magisterio de la Iglesia del postconcilio en torno a esta realidad humana y divina, que es la familia.

La "Carta a las familias"

145- Decía el Sumo Pontífice en esa ocasión: "La familia es una comunidad de personas, la célula social más pequeña, y como tal es una institución fundamental para la vida de toda sociedad". E inmediatamente se preguntaba: "La familia como institución, ¿qué espera de la sociedad? Ante todo que sea reconocida en su identidad y aceptada en su naturaleza de sujeto social. Esta va unida a la identidad propia del matrimonio y de la familia. El matrimonio, que es la base de la institución familiar, está formado por la alianza ‘por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole’ (CDC, 1055; CIC, 1601). Sólo una unión así puede ser reconocida y confirmada como ‘matrimonio’ en la sociedad" (CF, 17).

146- "La familia, como comunidad de amor y de vida, es una realidad social sólidamente arraigada y, a su manera, una sociedad soberana, aunque condicionada en varios aspectos: la afirmación de la soberanía de la institución-familia y la constatación de sus múltiples condicionamientos, inducen a hablar de los derechos de la familia. A este respecto, la Santa Sede publicó en el año 1983 la Carta de los Derechos de la Familia, que conserva aún hoy toda su actualidad. Los derechos de la familia están íntimamente relacionados con los derechos del hombre... Sin embargo, los derechos de la familia no son simplemente la suma matemática de los derechos de la persona, siendo la familia algo más que la suma de sus miembros considerados singularmente" (CF, 17).

147- "En nuestros días recordamos frecuentemente la expresión ‘iglesia doméstica’, que el Concilio ha hecho suya (LG, 11) y cuyo contenido deseamos que permanezca siempre vivo y actual. Este deseo no disminuye al ser conscientes de las nuevas condiciones de vida de las familias en el mundo de hoy... Después del Concilio otro punto importante de referencia es la Exhortación apostólica Familiaris consortio, de 1981. En este documento se afronta una vasta y compleja experiencia sobre la familia, la cual, entre pueblos y países diversos, es siempre y en todas partes ‘el camino de la Iglesia’. En cierto sentido, aún lo es más allí donde la familia atraviesa crisis internas, o está sometida a influencias culturales, sociales y económicas perjudiciales, que debilitan su solidez interior, si es que no obstaculizan su misma formación" (CF, 3). En este documento del Papa, de manera explícita y directa la familia cristiana es exaltada como iglesia doméstica o pequeña iglesia. Esta expresión la toma muy frecuentemente Juan Pablo II para calificar la identidad de la familia, no sólo en su participación de la tarea salvífica de la Iglesia o en su proyección sociológica dentro del ambiente concreto donde se encuentra ubicada sino, sobre todo y primariamente, en su mismo ser.

148- Efectivamente, no se puede hacer un proyecto serio y consistente de pastoral familiar, sin hacer conciencia de los fundamentos teológicos que la han de sustentar. Por esto el Santo Padre, hablando de la iglesia doméstica, en la apertura del Sínodo sobre la familia (26 de Septiembre-25 de Octubre de 1980) decía: "Este tema, durante las próximas semanas, deberá constituir la base de nuestras consideraciones, ya que estamos profundamente convencidos de que la Iglesia vive y cumple la misión que le ha confiado Cristo a través de la familia cristiana... Pues la Evangelización, tema del sínodo de 1974, y la Catequesis, tema del sínodo de 1977, no sólo están dirigidos a la familia, sino que de ella toman su auténtica vitalidad. La familia es el objeto fundamental de la evangelización y de la catequesis de la Iglesia, pero más aún, ella es indispensable e insustituible sujeto: el sujeto creativo". Y añadía inmediatamente: "Precisamente por esto, por ser este sujeto, no sólo por estar en la Iglesia y participar de sus recursos espirituales, sino por constituir la Iglesia en su dimensión fundamental, como una iglesia en miniatura, ecclesia domestica, la familia debe ser consciente, de manera particular, de la misión de la Iglesia y de su propia participación en esta misión".

La situación de la familia

149- En la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano reunida en Medellín en 1968 se constataba: "No es fácil, por varias razones, una reflexión sobre la familia en América Latina. Porque la idea de familia se encarna en realidades sociológicas sumamente

diversas. Porque la familia ha sufrido, tal vez más que otras instituciones, los impactos de las mudanzas y transformaciones sociales. Porque en América Latina la familia sufre de modo especialmente grave las consecuencias de los círculos viciosos del subdesarrollo: malas condiciones de vida y cultura, bajo nivel de salubridad, bajo poder adquisitivo, transformaciones que no siempre se pueden captar adecuadamente... Es por tanto necesario tener en cuenta la doctrina de la Iglesia para fijar una acción pastoral que lleve a la familia latinoamericana a conservar o adquirir los valores fundamentales que la capaciten para cumplir su misión" (DM, "Familia", 1.4).

150- La III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, reunida en Puebla en 1979, abordó aún con mayor amplitud (DP, 568-616) los principales temas relacionados con la situación de la familia. "En el gran sentido de familia que tienen nuestros pueblos, los Padres de la Conferencia de Medellín vieron un rasgo primordial de la cultura latinoamericana. ‘Pasados 10 años, la Iglesia en América Latina se siente feliz por todo lo que ha podido realizar en favor de la familia. Pero reconoce con humildad cuánto le falta por hacer, mientras que percibe que la pastoral familiar, lejos de haber perdido su carácter prioritario, aparece hoy todavía más urgente, como elemento muy importante de la evangelización’ (Juan Pablo II, Homilía)... Es preciso reconocer, además, que la realidad de la familia no es ya uniforme, pues en cada familia influyen de manera diferente -independientemente de la clase social- factores ligados al cambio... A esto contribuyen también las estructuras injustas, sobre todo los medios de comunicación, no sólo con sus mensajes de sexo, lucro, violencia, poder, ostentación, sino también destacando lo que contribuye a propagar el divorcio, la infidelidad conyugal y el aborto o la aceptación del amor libre y de las relaciones pre-matrimoniales" (DP, 570.572-573).

151- La IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, reunida en Santo Domingo en 1992, se ocupa del tema en profundidad y, "a causa de los tremendos problemas que hoy afectan a la vida humana" (SD, 210), lo incluyen en la parte que trata de la Promoción Humana (SD, 210-227). Dicen nuestros obispos: "La Iglesia anuncia con alegría y convicción la Buena Nueva sobre la familia, en la cual se fragua el futuro de la humanidad y se concreta la frontera decisiva de la Nueva Evangelización. Así lo proclamamos, aquí en América Latina y el Caribe, en un momento histórico en que la familia es víctima de muchas fuerzas que tratan de destruirla o deformarla... Ciertamente reconocemos la diversidad de familias rurales y urbanas, cada una dentro de su contexto cultural; pero en todas partes la familia es fermento y signo del amor divino y de la misma Iglesia y, por tanto, debe estar abierta al plan de Dios... No obstante las graves crisis de la familia, constatamos que muchas familias latinoamericanas y del Caribe se esfuerzan y viven llenas de esperanza y con fidelidad al proyecto de Dios Creador y Redentor, la fidelidad, la apertura a la vida, la educación cristiana de los hijos y el compromiso con la Iglesia y el mundo" (SD, 210.214).

152- Hay que subrayar, finalmente, que nuestros obispos mexicanos en repetidas ocasiones se han ocupado de la situación de las familias: "Ha sido preocupación constante de la Iglesia mexicana el cuidado de la familia, como aparece claramente por los documentos del episcopado acerca del matrimonio, de la educación de la niñez y de la juventud y en los últimos tiempos, acerca de la paternidad responsable, el amor conyugal, la planeación de la familia, el aborto, la defensa de la vida humana... Esta preocupación la han acogido con

mayor profundidad algunos grupos especializados, pero debido a la crisis de la religiosidad en México, acontece que esta benéfica influencia todavía no se siente en la gran masa... La familia mexicana ha sido baluarte de los valores religiosos y transmisora de la religiosidad primera. Sin embargo, la vida espiritual familiar, como toda forma de vida espiritual, ha sufrido o está sufriendo los cambios por los que pasan todas las formas de religiosidad en México" (Aportaciones del Episcopado mexicano al Sínodo sobre la familia, 1980, 241.243).

La familia, comunidad de vida

153- "El matrimonio y la familia constituyen el primer campo para el compromiso social de los fieles laicos. Es un compromiso que sólo puede llevarse a cabo adecuadamente teniendo la convicción del valor único e insustituible de la familia para el desarrollo de la sociedad y de la misma Iglesia" (CL, 40). La familia debe ser "célula primera y vital de la sociedad" (FC, 42; CL, 17), cuna de la vida y del amor en la que el hombre nace y crece. Esta merece de los laicos una solicitud privilegiada; para que la familia se convierta en protagonista activa y responsable del propio crecimiento y de la propia participación en la vida social.

154- Dios es comunión de vida y amor y la familia se realiza como imagen de Dios cuando en sus relaciones resplandece la paternidad de Dios Padre, creador y misericordioso, la filiación del Hijo y el amor unificador del Espíritu Santo (DP, 582-583). Para los cristianos, Cristo elevó el matrimonio a la dignidad de sacramento. A imagen del amor esponsal de Cristo con la Iglesia, que es permanentemente fiel, el matrimonio excluye toda separación y divorcio (CF, 19; SD, 211). Sólo en el designio de Dios Creador y Redentor, la familia descubre su identidad, su ser y su misión (FC, 17). La familia es una institución de origen divino y no producto de la voluntad humana; así lo muestra el proyecto original de Dios cuando el Señor nos dice: "Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne" (Gén 2,24). "Esto corresponde a la esencia más íntima del hombre y de la mujer, y a su natural y auténtica dignidad de personas" (CF, 8).

155- La familia debe ser "como santuario de la vida" (CA, 39), es decir, servidora de la vida, en donde se promueven, estiman y cultivan los valores del amor, de la verdad, de la justicia, de la fraternidad y responsabilidad, y se respetan tanto las leyes naturales de la transmisión de la vida, como su desarrollo, una vez iniciado en el seno materno (HV, 14.17; DP, 585; GS, 49-51). La familia está llamada a ser la "escuela del más alto humanismo, donde cada uno de los miembros pueda alcanzar la plenitud de su vida, cumpliendo su misión con responsabilidad, con una cuidadosa cooperación de los padres en la educación de los hijos, donde la presencia activa del padre es de enorme trascendencia y también el cuidado doméstico de la madre, especialmente de los hijos más pequeños, sin que por esto menosprecie su legítima promoción social" (GS, 52).

La familia, comunidad educativa

156- La familia debe ser promotora de una educación que forme hombres libres que posean fina sensibilidad moral, conciencia crítica, sentido de responsabilidad, que sea instrumento de una auténtica humanización social (SD, 241; CL, 16). Así pues, los hijos podrán ser formados y educados de tal manera que al llegar a la edad adulta sigan la vocación a la que

han sido llamados en sus diferentes misiones, dando testimonio con su forma cristiana de vida. "También la familia cristiana, en cuanto iglesia doméstica, constituye la escuela primigenia y fundamental para la formación de la fe. El padre y la madre reciben en el sacramento del Matrimonio la gracia y la responsabilidad de la educación cristiana en relación con los hijos, a los que testifican y transmiten a la vez los valores humanos y religiosos. Aprendiendo las primeras palabras, los hijos aprenden también a alabar a Dios, al que sienten cercano como Padre amoroso y providente; aprendiendo los primeros gestos de amor, los hijos aprenden a abrirse a los otros, captando en la propia entrega el sentido del humano vivir" (CL, 62).

157- "Tarea propia de la familia es: -l Educarse en la comprensión y vivencia de su identidad y misión. l Educarse en el amor, en el respeto mutuo, especialmente del hombre para la mujer, el aprecio y la promoción de la vida humana para una recta comprensión, educación de la sexualidad y de la afectividad. l Educar a los padres y a los hijos para un auténtico diálogo familiar, como elemento de comunión y participación. l Educar para la libertad y la responsabilidad. l Educar para la solidaridad y la fraternidad al interior y al exterior de la familia. l Educar para las responsabilidades sociales y eclesiales. l Enseñar a los esposos qué es y en qué consiste la espiritualidad. l Acompañar la espiritualidad familiar y conyugal. l Acompañar a los padres de familia en el proceso educativo de sus hijos. l Acompañar a las familias a vivir el Evangelio con sentido de pertenencia a una comunidad parroquial e insertando los valores cristianos en la vida diaria" (Orientaciones para la organización de la pastoral familiar en las regiones y diócesis de México, 14 de Abril de 1994).

158- Por vocación divina la familia está llamada a desarrollarse y a crecer; por esto la pastoral familiar ha de ser progresiva y permanente, debe seguir a la familia, acompañándola paso a paso en las diversas etapas de su formación y de su pleno desarrollo (FC, 65). "La educación es pues, un proceso singular en el que la recíproca comunión de las personas está llena de grandes significados. El educador es una persona que engendra en sentido espiritual. Bajo esta perspectiva, la educación puede ser considerada verdadero y propio apostolado" (CL, 16). De aquí que los padres de familia, deben de considerar una verdadera vocación la formación y educación de sus hijos, procurando para esto una comunicación vital que hace crecer en el verdadero amor, tanto al educador como al educando.

La familia, comunidad eclesial

159- La familia cristiana es iglesia doméstica en cuanto participa y revela el misterio de la Iglesia. Es decir, en cuanto está injertada y vive en relación a la Madre Iglesia. Esta relación es doble, ya que la familia cristiana es, al mismo tiempo, objeto y sujeto de la acción salvífica de la Iglesia. En este sentido toda familia cristiana tiene necesidad de la Iglesia; tiene el derecho y el deber de exigir, de recibir de ella la gracia y las normas para ser y vivir su fisonomía propia como pequeña iglesia.

160- Por otra parte, la Iglesia tiene necesidad de la familia cristiana para ser y vivir como Iglesia, ya que Jesucristo ha querido edificar y alimentar a su pueblo santo a través de los sacramentos por Él mismo instituidos, entre los cuales está el sacramento del Matrimonio.

Además, la Iglesia tiene necesidad de la familia cristiana para poder revelarse y actuar en la historia humana con toda su plenitud, en especial como comunión familiar y como fraternidad. La familia cristiana está "llamada a santificarse y a santificar a la comunidad eclesial y al mundo" (FC, 55). Por eso, en esta iglesia doméstica, los papás han de ser para sus hijos los primeros predicadores con su palabra y ejemplo, los ministros de la oración y del culto a Dios (LG, 11).

161- La familia también ejerce su dimensión eclesial cuando lucha por defender y promover la dignidad humana; cuando es instrumento de humanización; cuando se dedica a las obras sociales en opción por los más pobres (Mt 10,42); cuando cumple su función profética dando testimonio de los valores del Reino (FC, 43; DP, 583); cuando se constituye en el "centro y corazón de la civilización del amor" (CL, 13), a semejanza de Cristo que, encarnándose, ha querido realizar la salvación (Mt 11, 19-25; Mc 1, 17). La Iglesia, en su solicitud por tutelar la familia en toda su dimensión, no sólo la religiosa, no ha dejado de considerar atentamente algunas situaciones irregulares como son: matrimonio a prueba, uniones libres de hecho, católicos unidos con mero matrimonio civil, separados y divorciados no casados de nuevo, divorciados casados de nuevo, etc. (FC, 79-85).

II. Desafíos de la realidad

162- Desconocimiento sobre el ser y quehacer del matrimonio como proyecto de Dios. La familia ha venido perdiendo sus valores humanos y cristianos tradicionales, tales como: la unidad, el amor, la integración, el diálogo y el respeto a la vida.

163- La falta de una pastoral clara, constante y bien planeada sobre la familia; un acompañamiento efectivo y afectivo de los agentes, y la falta de un verdadero testimonio cristiano.

164- Ausencia de normas legales adecuadas para que la familia pueda proteger sus principios morales frente a los medios de comunicación social, particularmente ante aquellos que agreden su integridad y las buenas costumbres, con programas que exaltan el consumismo, la violencia y el desorden sexual.

165- La aceptación de ayudas económicas condicionadas al establecimiento de políticas antinatalistas en la difusión de métodos contraceptivos, abortivos y esterilizantes, así como programas de supuesta educación sexual, no adecuados a la niñez, que producen en ellos daños psicológicos.

166- La manipulación del problema demográfico para favorecer campañas que van en contra de la familia. La abundancia y distribución sin costo de medios anticonceptivos, que atentan contra la integridad de la vida familiar; en muchos casos y, sobre todo en instituciones oficiales, éstos son prácticamente impuestos.

167- La estrechez económica de un número grande de familias por el deterioro del poder adquisitivo del ingreso familiar, por la inestabilidad del empleo, por la falta de políticas adecuadas de estímulo laboral, de capacitación, educación y dignificación del trabajo.

168- El número cada vez mayor de hijos que nacen o se crían fuera de la familia, por el aumento de las uniones temporales u ocasionales. La generalización del permisivismo de las relaciones prematrimoniales y extramatrimoniales.

169- Las variadas manifestaciones del machismo que ultrajan a la mujer, para luego abandonarla sin cuidar siquiera a los hijos que quedan. La existencia de prácticas de dominación abusiva del hombre contra la mujer y los hijos, no sólo discriminándolos, sino ejerciendo también sobre ellos violencia física y psicológica.

170- El incremento acelerado del divorcio, con los consecuentes daños a la pareja y a los hijos en el orden moral, económico y social.

171- El aumento del número de abortos, por el incumplimiento de principios morales, a veces avalados por la legislación civil, por el desconocimiento de que éste es un homicidio, y por la tolerancia de la sociedad.

III. Líneas pastorales

172- Reestructurar la pastoral familiar, por medio de una interrelación con otras pastorales (catequética, juvenil, social, vocacional, etc.), para hacerla más dinámica y efectiva.

173- Preparación progresiva y permanente de agentes que atiendan a la familia en las diferentes etapas de su desarrollo: preparación remota para el matrimonio, preparación próxima al matrimonio, y seguimiento postmatrimonial.

174- Implementar programas de educación familiar en los círculos escolares y centros superiores que garanticen la enseñanza de los derechos fundamentales de los niños, adolescentes y jóvenes en las familias.

175- Orientación cristiana con lenguaje y medios sencillos y asequibles sobre la sexualidad humana, según el plan de Dios. Difundir los beneficios de una paternidad y maternidad responsables y de los métodos naturales de regulación de los nacimientos.

176- Establecer tribunales especializados en el poder judicial, que resuelvan oportuna y eficazmente los problemas de derecho familiar. Impulsar iniciativas de tipo legal para que el mundo del trabajo oriente sus esfuerzos hacia el bienestar de la familia, considerando para ello entre otros valores, el trabajo de la mujer, la maternidad y el salario familiar.

177- Propiciar medidas prácticas que ayuden a la solución del lamentable problema de niños abandonados en las calles, de los afectados por la adicción a las drogas y de los expuestos a contraer enfermedades como el sida, mediante programas de acción conformes a la exigencia de la moral, con la participación de todos los sectores sociales.

178- Destacar, por todos los medios, que la unidad y la indisolubilidad son valores inherentes a la institución del matrimonio, tomando conciencia acerca de la gravedad del divorcio como factor pernicioso para el matrimonio, la familia y la sociedad.

179- Formación y concientización de los agentes de comunicación social en favor de la familia y de la cultura de la vida.

180- Propiciar una legislación adecuada referente a los medios de comunicación social para lograr que se respete la dignidad de la persona humana, la integridad de la familia y los derechos del niño y tener en cuenta que la legislación reconozca los genuinos valores y tradiciones de las familias indígenas.

IV. Disposiciones

-32- Reconozca la comunidad cristiana que los primeros agentes de pastoral familiar son los mismos esposos cristianos. Promueva por tanto para ellos, diversas acciones que los ayuden a seguir preparándose en esta noble tarea, y aliente su presencia en actividades y organismos de participación eclesial.

33- Que se forme un equipo de agentes de pastoral familiar en cada parroquia y que trabajen en coordinación con la pastoral familiar diocesana.

34- Que en cada decanato haya un equipo integral (psicólogos, matrimonios y sacerdotes), para que den orientación y preparación a novios, a matrimonios jóvenes y a parejas que viven situaciones conflictivas.

35- Que los vicarios episcopales, decanos y todos los sacerdotes apoyen los criterios y líneas de acción de la pastoral familiar diocesana.

36- Se encarece a los pastores, con el apoyo de los agentes de pastoral más comprometidos de su jurisdicción, la visita planeada a las familias, sobre todo en tiempo de Pascua o con motivo de acontecimientos significativos para ellos, especialmente penosos.

37- Que la sección de pastoral familiar, ofrezca apoyos a los decanatos; que elabore un plan pastoral específico para la atención de parejas que vivan en situaciones conflictivas o en una situación canónica insoluble, siguiendo las orientaciones de Familiaris consortio.

38- Preocúpense los párrocos también de las parejas que viven en situaciones irregulares, invitándolas a participar hasta donde les sea posible en las actividades comunitarias de oración y fraternidad; y aunque no sean aceptadas plenamente a la vida sacramental, impúlsenlas a mantener su sentido de pertenencia a la Iglesia y a sentir la necesidad de regularizar lo más pronto posible su situación.

39- Que el Instituto diocesano de pastoral integre en sus programas básicos la formación y capacitación permanentemente de agentes para la pastoral familiar con la ayuda de la comisión de laicos.

40- Se asegurará que la pareja haya participado en un curso serio de preparación a la vida matrimonial -sea organizado por la misma parroquia o por algunos de los movimientos apostólicos dedicados a la promoción familiar y matrimonial- antes de realizar la

presentación matrimonial de los novios o cualquier otro trámite de lugar, fecha o celebrante.

Juventud

I. Iluminación

-181 -El fenómeno de la adolescencia y de la juventud es de vital importancia para la Iglesia y para la sociedad. Nuestra Patria está compuesta mayoritariamente de jóvenes menores de 25 años. Una adecuada atención al mundo de la adolescencia y de la juventud sólo se podrá ofrecer, por parte del mundo de los adultos, si se tienen en cuenta perspectivas distintas y complementarias con sentido integral, tales como la pastoral educativa, la pastoral catequética asumida como itinerario de fe que lleve al seguimiento de Jesús, y las pastorales diferenciadas que se abocan al acompañamiento de los jóvenes en sus diversos ambientes específicos: estudiantiles, laborales (en el campo y en la ciudad, ambientes de barrio, de colonia o de pequeños poblados, y esto sin olvidar la atención a los medios y espacios de la llamada juventud en situaciones críticas.

182- La juventud, además de una edad cronológica, es la etapa de la maduración, en la que el individuo se juega la estabilidad y la integración de su personalidad. La juventud, por lo tanto, no es una etapa intranscendente, provisional. Es más bien, un tiempo privilegiado para fundamentar la vida y darle unas bases seguras en todas las dimensiones de la existencia.

Los jóvenes y la Iglesia

183- En la Carta pastoral del Episcopado mexicano sobre El desarrollo e integración de nuestra Patria, en el primer aniversario de la Populorum progressio (26 de Marzo de 1968), nuestros obispos decían: "Las generaciones jóvenes, que representan la mayoría de nuestra población, están llamadas no solamente a reemplazar biológicamente a los adultos, sino a aportar su dinamismo al desarrollo de nuestra sociedad hacia etapas más humanas... Las construcciones reales comienzan por los cimientos. Nuestra juventud debe pensar en su preparación para forjar al hombre, al profesionista, al cristiano... Hacemos un llamado a los adultos para que, conscientes de la importancia y dificultades que experimenta la juventud, le entreguen su ayuda, muestren a los jóvenes el aprecio de los valores espirituales, el ejemplo de una vida coherente y la sinceridad de la amistad. Hacemos un llamamiento también a nuestros colaboradores para que consagremos nuestros mejores esfuerzos a la juventud, por lo que vale y por lo que representa para el porvenir de nuestra Patria".

184- "La Iglesia ve en la juventud una enorme fuerza renovadora, símbolo de la misma Iglesia. Esto lo hace por vocación y no por táctica... El servicio a la juventud, realizado con humildad, debe hacer cambiar en la Iglesia cualquier actitud de desconfianza o de incoherencia hacia los jóvenes" (DP, 1178). Efectivamente, "La Iglesia ve en la juventud la constante renovación de la vida de la humanidad y descubre en ella un signo de sí misma: ‘la Iglesia es la verdadera juventud del mundo’ (Vaticano II)... Es la juventud un símbolo de la Iglesia, llamada a una constante renovación de sí misma, o sea a un incesante rejuvenecimiento" (DM, "Juventud", 10.12). "Actualmente, sin embargo, los jóvenes ven a

la Iglesia de diversas maneras: unos la aman espontáneamente como ella es, Sacramento de Cristo; otros, la cuestionan para que sea auténtica, y no faltan los que buscan un Cristo vivo sin su Cuerpo que es la Iglesia" (DP, 1179). Frecuentemente los jóvenes identifican a la Iglesia sólo con los obispos y los sacerdotes, pero no fácilmente ellos mismos se sienten Iglesia (DM, "Juventud", 5).

185- Escribiendo a los jóvenes con motivo del Año Internacional de la Juventud (31 de Marzo de 1985) el Papa Juan Pablo II los invitaba a una larga y profunda meditación, extraída de aquel memorable encuentro de Jesús con el joven del Evangelio que le pregunta: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?" (Mc 10, 17-22; Mt 19, 16-22; Lc 18-23).

186- Ahí, entre otras cosas, les decía: "Si el hombre es el fundamental y, al mismo tiempo, cotidiano camino de la Iglesia (RH, 14) entonces se comprende bien por qué la Iglesia atribuye una especial importancia al período de la juventud como a una etapa clave de la vida de todo hombre. Ustedes, jóvenes -les decía- encarnan precisamente esta juventud: ustedes son la juventud de las naciones y de la sociedad, la juventud de cada una de las familias y de la humanidad entera; ustedes son también la juventud de la Iglesia. Todos miramos hacia ustedes, ya que nosotros todos, gracias a ustedes, en un cierto sentido volvemos a ser continuamente jóvenes. Por tanto, su juventud no es sólo propiedad suya, propiedad personal o de una generación: ella pertenece al conjunto de ese espacio que cada hombre ha de recorrer en el itinerario de su vida y, al mismo tiempo, es un bien singular que a todos nos pertenece. Es un bien de toda humanidad. En ustedes está la esperanza, pues ustedes pertenecen al futuro, como el futuro les pertenece a ustedes" (EnV, 5, 1453).

187- Los jóvenes, esperanza del futuro, están llamados a ser protagonistas en la construcción de una sociedad libre y reconciliada; por lo tanto, artífices de la solidaridad, de la dignidad, de la libertad y los derechos humanos. La Iglesia ve en la juventud una esperanza presente, un potencial evangelizador, una fuerza renovadora y dinamizadora de la comunidad humana y de la comunidad eclesial. Por eso la Iglesia hace una opción preferencial por los jóvenes (DP, 1186; SD, 114). No tendremos una Nueva Evangelización ni una nueva sociedad sin el protagonismo juvenil.

Cristo, el ideal del joven

188- La comunidad cristiana, con su acción evangelizadora, busca desarrollar procesos de formación integral para que los jóvenes tengan un encuentro profundo con Jesucristo, y se transformen en hombres y mujeres nuevos, comprometidos totalmente en la pastoral de la Iglesia y en la transformación de la sociedad (SD, 115).

189- "La Iglesia, con su palabra y su testimonio, debe ante todo presentar a los adolescentes y a los jóvenes a Jesucristo en forma atractiva y motivante, de modo tal que sea para ellos el camino, la verdad y la vida que responde a sus ansias de realización personal y a sus necesidades de encontrar sentido a la misma vida" (SD, 119). En efecto, Cristo ha de ser ideal que sostenga y unifique nuestra vida, la fuerza que nos libere de toda esclavitud espiritual, material y social, y que nos haga capaces de vivir en armonía con nosotros mismos y con los demás (Lc 4, 16-21).

190- Jesús recorrió las etapas de la vida de toda persona humana: niñez, adolescencia, juventud, edad adulta (SD, 111). El joven vive un momento de búsqueda del camino para su vida, por eso Jesús se le revela como el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14,5), y quiere darle la vida en abundancia (Jn 10,10). Él sigue llamando hoy a los jóvenes para dar sentido a sus vidas. Cristo ha de ser fundamento de la vida de todo joven cristiano; como principio unificador y totalizante de su personalidad, Jesucristo ha de dar sentido a la vida de los jóvenes y sólo Él ha de responder con plenitud a sus ansias de realización personal (SD, 119).

Situación y rasgos de la juventud

191- Como sabemos, la vida de los adolescentes y de los jóvenes está siempre cargada de gran número de interrogantes existenciales. Los rasgos más significativos de la juventud se presentan en el desafío de tener un proyecto de vida personal y comunitario que dé sentido a sus vidas y así logren la realización de sus capacidades; manifiestan la necesidad de ser acompañados en sus caminos de crecimiento en su fe y trabajo eclesial y preocupaciones de transformación necesaria, a través de una pastoral orgánica (SD, 112).

192- Entre las características más sobresalientes de la juventud se pueden resaltar: "Un inconformismo que lo cuestiona todo; un espíritu de riesgo que la lleva a compromisos y situaciones radicales; una capacidad creativa con respuestas nuevas al mundo en cambio, que aspira a mejorar siempre como signo de esperanza. Su aspiración personal más espontánea y fuerte es la libertad, emancipada de toda tutela exterior. Es signo de gozo y felicidad. Muy sensible a los problemas sociales. Exige autenticidad y sencillez, y rechaza con rebeldía una sociedad invadida por hipocresías y antivalores" (DP, 1168).

193- "Característica de la juventud es también la espontaneidad que la lleva a un menosprecio no siempre justificado de las formas institucionales, de las normas, de la autoridad y del formalismo. Presenta finalmente un conjunto de valores en el plano de la relación comunitaria, vgr., ciertas formas de responsabilidad, una voluntad de autenticidad y de sinceridad, una aceptación de los demás, tales como son, y un franco reconocimiento del carácter pluralista de la sociedad. Esta tendencia comunitaria, por otra parte, le hace correr el peligro de encerrarse en pequeños grupos agresivos" (DM, "Juventud", 9).

194- Como miembros de una sociedad y de una Iglesia concreta, hemos de adoptar una actitud de apertura hacia los jóvenes, tratando de discernir los aspectos positivos y negativos. Una actitud de apertura, sin embargo, no es lo mismo que una actitud complaciente o paternalista que trate simplemente de sintonizar con las necesidades y aspiraciones juveniles sin, al mismo tiempo, ofrecerles un amplio panorama de compromisos y retos por los que valga la pena entregar la propia vida.

195- Volvamos nuevamente a las palabras del Papa a los jóvenes: "Les entrego esta Carta en el año de la juventud, mientras nos estamos acercando al término del segundo milenio cristiano. Se las entrego en el año en el cual conmemoramos el vigésimo aniversario de la conclusión del Vaticano II, que llamó a los jóvenes esperanza de la Iglesia (GE, 2), y a los jóvenes de entonces -como a aquellos de hoy y de siempre- les dirigió aquel Ultimo mensaje, en el cual la Iglesia se presentaba como la verdadera juventud del mundo, como

aquella que ‘posee lo que atrae a los jóvenes por su fuerza: la capacidad de alegrarse por lo que comienza, de donarse gratuitamente, de renovarse y de emprender siempre nuevas conquistas’" (EnV, 5, 531).

Una acción pastoral progresiva y coordinada

196 -No obstante la actual crisis socio-cultural que ha generado en muchos adolescentes y jóvenes actitudes de rechazo hacia las instituciones -comprendida la Iglesia y la familia tradicional- y la marcada desconfianza hacia los valores que ellas representan y pregonan, nuestra Iglesia diocesana quiere asumir su compromiso de anunciarles a ellos un mensaje de esperanza y de liberación. Y esto sin olvidar que: "La familia es el cuerpo social primario en el que se origina y educa la juventud; de su estabilidad, tipo de relaciones, vivencia y apertura a la juventud y a sus valores, depende mucho el fracaso o el éxito de la juventud en la sociedad y en la Iglesia" (DP, 1173).

197- Los jóvenes deben ser sujetos activos, protagonistas de la evangelización y artífices de la renovación social (CL, 46). La catequesis de adolescentes y jóvenes debe prestar un apoyo progresivo al desarrollo de su fe (CT, 42); los contenidos de esta catequesis deben referirse a las inquietudes, problemas y anhelos de esta etapa de la vida (CT, 39). O, como nos lo recordaba Juan Pablo II en su visita a nuestras tierras jaliscienses, más concretamente a San Juan de los Lagos: "Más que dar valores digeridos a los jóvenes, es importante ayudarles a formularse preguntas adecuadas que les permitan buscar en una dirección correcta. ¿Se dejarán engañar por estos poderes que pretenden convertirlos en títeres e instrumentos fácilmente manipulables al servicio de una cultura insolidaria y sin horizontes? ¿Caerán en la tentación de alienar el precioso don de su vida con el poder de la droga destructora y asesina, con la fuerza cegadora del hedonismo o la prepotencia irracional de la violencia?" Y concluía: "¡Jóvenes, ayuden a sus amigos a salir de la cárcel de la indiferencia y de la desesperanza! ¡Cristo les llama a resucitar en otros jóvenes la ilusión por la vida!"

198 -La acción pastoral debe responder a las necesidades de maduración y a un acompañamiento de adolescentes y jóvenes en todo el proceso de formación humana y crecimiento de la fe, con especial énfasis en el sacramento de la Confirmación, para que su celebración lleve al compromiso apostólico y a ser evangelizadores de otros jóvenes (SD, 115).

199- Es sin duda importante desarrollar una pastoral en todos los sectores para promover e impulsar una actividad pastoral: -l Que tome como punto de partida la realidad histórica y cultural en que viven los jóvenes, así como sus necesidades y aspiraciones concretas. l Que utilice una pedagogía que integre la fe y la vida. Tal pedagogía ha de ser experiencial, transformadora, comunitaria, participativa y progresiva (SD, 119). l Que capacite a los jóvenes para optar vocacionalmente (DP, 1200). La juventud es el período privilegiado para la opción vocacional. Consecuentemente, la pastoral juvenil debe tener siempre una dimensión vocacional (SD, 114). l Que dinamice una espiritualidad del seguimiento de Jesús (SD, 116).

200- Esta espiritualidad ha de ser animada por la oración personal y comunitaria, alimentada por la Palabra de Dios, vivida en comunidad, celebrada en la liturgia, comprometida en los valores del Reino, expresada en la opción por los pobres, inspirada en el estilo de vida de María y proyectada hacia el compromiso misionero. Esta opción por los jóvenes, que ha de ser afectiva y efectiva, debe significar una opción concretada por una pastoral juvenil orgánica (SD, 114), que ofrezca líneas pastorales claras a fin de responder adecuadamente a los interrogantes vitales de la juventud. Una tarea prioritaria de la comunidad cristiana es, además, la formación integral y permanente de los asesores de pastoral juvenil (DP, 1203), para que éstos puedan realizar con mayor eficacia su ministerio eclesial. Por último, conviene subrayar que la pastoral de los jóvenes no es una acción aislada, sino, íntimamente unida a la pastoral de conjunto. De manera especial, la pastoral juvenil ha de estar integrada a la pastoral familiar, a la pastoral catequética y a la pastoral vocacional.

II. Desafíos de la realidad

201- Los jóvenes ordinariamente carecen de una formación que abarque, en forma completa y equilibrada, los aspectos fundamentales de la existencia, en lo humano y en lo cristiano.

202- Se constata la ausencia de valores evangélicos en la vida de muchos jóvenes; no hay formación bíblica ni en la Doctrina social de la Iglesia.

203- La espiritualidad juvenil muchas veces es intimista, poco encarnada, sin mística de militancia. No se ha logrado orientar hacia una espiritualidad cristocéntrica que anime y sostenga el compromiso de su acción transformadora en el corazón del mundo.

204- Existe entre los jóvenes y adolescentes una gran confusión al momento de definir su proyecto de vida o el rumbo de su vocación. Se pide una pastoral adecuada que responda a las exigencias de la nueva cultura, que atienda a los jóvenes en sus medios específicos. Se constata un vacío pastoral en la atención del adolescente.

205- Se detectan serios problemas familiares: no hay formación sexual-afectiva, se vive mucha violencia y se está cada día más lejos de la posibilidad de estudios medios y superiores.

206- Muchos jóvenes son víctimas del empobrecimiento y de la marginación social, del subempleo y de la falta de empleo; jóvenes que viven en situaciones críticas: drogadicción, delincuencia, pandillerismo, prostitución, homosexualidad, etc.

207- Urge la creación de pequeñas comunidades juveniles que favorezcan los procesos de formación humana y cristiana, y que combatan la tendencia natural al individualismo.

208- No se promueve la creación de asociaciones y cooperativas que permitan la autogestión. Falta un compromiso o participación seria de los jóvenes cristianos en:

asociaciones laborales, movimientos populares, cívicos y en los partidos políticos. En el ámbito laboral existe la explotación en el trabajo.

209- No está garantizado para los principales movimientos juveniles el servicio de asesores bien capacitados y con suficiente disponibilidad de tiempo.

III. Líneas pastorales

210- Anunciar que el Dios de la vida ama a los jóvenes y quiere para ellos un futuro distinto, sin frustraciones ni marginaciones, en medio de los compromisos asumidos en la vida cotidiana.

211- Vivir cada día la Pascua de Jesús, siendo portadores de esperanza, asumiendo la revisión de vida como práctica en la comunidad juvenil, en diálogo con el hombre y el mundo de hoy.

212- Desarrollar en todos los agentes y jóvenes la actitud permanente de cercanía y compromiso con la realidad, para encarnar los valores del Reino en todos los espacios de la vida personal y social.

213- Crear planes de formación sistemáticos y graduales, para formar en el joven una conciencia crítica frente a las reales necesidades del mundo en que les ha tocado vivir, y en especial frente a la presencia tan poderosa de la publicidad y de los medios de comunicación social.

214- Buscar una profunda experiencia de Jesús, el Buen Pastor, para lograr la proyección comunitaria, utilizando la pedagogía de acción-reflexión, pasando de la asistencia a la promoción y de ésta a la transformación social del Evangelio.

215- Promover encuentros de diálogo y estudio entre pastores y educadores, para programar acciones comunes de prevención y solución a problemas juveniles.

216- Favorecer la creación y animación de pequeñas comunidades juveniles, cuidando dar relevancia a la pastoral juvenil diversificada: obreros, campesinos, universitarios, etc.

217- Fortalecer los espacios comunitarios de formación, capacitación y espiritualidad que ofrecen los diversos organismos y movimientos dedicados a la promoción de la pastoral juvenil, como elementos que pueden dar articulación a las distintas acciones, dentro de un verdadero proceso de acompañamiento.

218- Que haya itinerarios de formación adecuados y específicos para coordinadores y formadores de jóvenes en la diócesis, y que el acompañamiento a los jóvenes anime al compromiso eclesial y social de manera concreta, buscando el trato más personificado y personificante, para que influya efectivamente en todos los ámbitos de la vida del joven.

219- Trabajar permanentemente en la defensa de la vida y a favor de la democracia, basados en el respeto a los derechos humanos, en la justicia social, en la participación ciudadana y en la interacción armónica con la naturaleza.

220- Animar a la participación de los jóvenes en los partidos políticos, buscando la integración en los procesos de democratización y apoyando instancias que contribuyan a la defensa de los derechos humanos y al cultivo de valores fundamentales, por ejemplo los de la justicia, la libertad y la verdad.

221- Que para este campo de la pastoral se busquen buenos asesores que no sean sólo sacerdotes o religiosos, sino también jóvenes bien preparados y dispuestos, para que también ellos den testimonio con su experiencia personal de querer ser una Iglesia más participativa.

IV. Disposiciones

41- Coordine la Vicaría de pastoral una acción evangelizadora en favor de los adolescentes y de los jóvenes, integrando en un mismo proceso a los agentes de otras comisiones y organismos que parezca convenientes. Propiciará y supervisará la elaboración de material impreso y audiovisual que venga a facilitar el trabajo en las zonas, los decanatos, las parroquias y las escuelas.

42- Intégrense los movimientos juveniles al proceso pastoral diocesano siguiendo las líneas marcadas por el obispo, pero cultivando su legítima autonomía y pluralidad, a fin de enriquecer con su mística y carismas propios nuestras comunidades cristianas.

43- Se promoverá la militancia en la vivencia comunitaria de la fe y en la participación en los organismos diocesanos de juventud, teniendo de modelo a Jesucristo, el único Salvador, a fin de que lleguen a sentirse los adolescentes y los jóvenes parte vital de una Iglesia peregrina, pueblo de Dios y Sacramento de salvación.

44- Se apoyará decididamente una pastoral juvenil bien organizada a nivel parroquia, decanato y zona pastoral, unificando criterios entre los asesores y coordinadores, de manera que se favorecezca el trabajo en común y la efectividad en la acción.

45- Se dará en las comunidades parroquiales un impulso particular a la liturgia juvenil, buscando enriquecer la experiencia comunitaria de la fe con nuevas formas celebrativas propias de la cultura de los jóvenes, de manera que ésta pueda llegar a ser parte de su vida, valiéndose de las distintas opciones que los libros litúrgicos renovados ofrecen a nuestra creatividad y fieles siempre a la tradición de la Iglesia.

46- El Equipo diocesano de pastoral juvenil (EDIPAJ), los equipos de zonas y el Instituto diocesano de pastoral, implementarán sistemáticamente programas de formación y capacitación para los agentes de pastoral juvenil. Se buscará que este organismo sea más eclesial, integrando a los institutos religiosos, según su carisma apostólico, con un enfoque misionero y vocacional.

47- Se invitará a asistir, al menos anualmente, a todos los jóvenes asesores y animadores de movimientos juveniles, para apoyarlos en su formación permanente en la fe, de manera que luego ellos puedan cumplir mejor su apostolado de ser evangelizadores de otros jóvenes.

48- La pastoral juvenil deberá presentar con fuerza y de un modo accesible a la vida de los jóvenes los ideales evangélicos, y en especial la figura de Cristo como Modelo de la vida del joven.

49- Los jóvenes cristianos en sus respectivos ambientes y situaciones particulares, han de decidirse a aportar con valentía nuevas ideas y nuevos signos de esperanza en la construcción de la civilización del amor. Estos impulsos generosos podrán tomar mayor fuerza si se integran, con libertad de espíritu, a las organizaciones diocesanas o parroquiales de pastoral juvenil.

50- Los organismos y movimientos de pastoral juvenil, en coordinación con la Escuela diocesana de música sagrada, prestarán atención especial a la formación litúrgico-musical de grupos corales. Es muy importante que ellos mismos comprendan el valor religioso y cultural de una música diferente para promover la alabanza de Dios en las asambleas litúrgicas.

Vocaciones

I. Iluminación

222 -Todo cristiano, por el mismo hecho de su Bautismo, está llamado a seguir a Cristo por medio de una vida de santidad y fidelidad evangélica, y está invitado a servir a Dios en sus hermanos, dentro de la comunidad eclesial y civil, de acuerdo a su propio estado de vida, de su propia condición y de su propia vocación. Las distintas vocaciones dentro de la comunidad de los creyentes, han de desarrollarse con sentido de relación y de complementaridad, ya que todos estamos llamados a construir el único Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia (1 Cor 12, 12ss).

223- De ahí que la pastoral ordinaria en sus más diversos ámbitos (catequético, litúrgico, familiar, educativo, juvenil, caritativo, etc.), ha de poner de manifiesto la dimensión vocacional de toda la existencia cristiana, pues la vida, la fe y la llamada a ejercer servicios y ministerios en favor de nuestros prójimos, son un don recibido libremente de parte del Señor y exigen una respuesta generosa de parte de todos aquellos que han optado por Cristo y desean compartir, en distintas formas, su única misión salvífica.

224- La pastoral vocacional, nos dicen nuestros obispos reunidos en Santo Domingo, ha de ser una prioridad (SD, 78ss). Y añaden: "En nuestra pastoral vocacional tendremos muy en cuenta las palabras del Santo Padre: ‘condición indispensable para la Nueva Evangelización es poder contar con evangelizadores numerosos y cualificados. Por ello, la promoción de las vocaciones sacerdotales y religiosas... ha de ser una prioridad de los obispos y un compromiso de todo el pueblo de Dios’ (Juan Pablo II, "Discurso inaugural", 26)" (SD, 82).

225- "Situarse ministerial y evangelizadoramente en la Iglesia -nos lo habían recordado ya nuestros mismos pastores en Puebla- no es algo que dependa únicamente de la iniciativa personal. Es primordialmente llamada gratuita de Dios, vocación divina, que debe percibirse a través de un discernimiento, escuchando al Espíritu Santo y situándose ante el Padre por Cristo y frente a la comunidad concreta e histórica a la que hay que servir. Es también fruto y expresión de la vitalidad y madurez de toda la comunidad eclesial (EN, 73). En consecuencia, una pastoral vocacional auténtica que quiera ayudar al hombre en tal proceso, deberá centrarse en la llamada inicial, en su maduración subsiguiente y en la perseverancia, comprometiendo en este servicio a toda la comunidad (DP, 860-861).

Vocación y vocaciones

226- Al término vocación se le han dado diferentes sentidos, "por esta razón es necesario definir el concepto que, desde la fe, ilumina la pastoral vocacional" (Plan nacional de pastoral vocacional, 1993, 71). La vocación es una llamada personal y personalizante, que llega al núcleo íntimo, al corazón de cada uno de los convocados. La vocación ha de ser fruto de una acción evangelizadora. La evangelización, con sus dimensiones bíblica, litúrgica, catequética, comunitaria, misionera, profética y de promoción humana, llega a niños, adolescentes, jóvenes y adultos para hacerles conocer a Jesús que llama y envía a construir su Reino en medio del mundo de hoy" (Primer congreso continental latinoamericano de vocaciones, 1994, 23).

227- La reflexión teológica y pastoral parecen concordes en afirmar que, a partir del siglo IV, la palabra vocación ha sido aplicada de forma primordial, por no decir única, no a la existencia ni a la vida cristiana, sino al monacato y a la vida religiosa, y posteriormente al ministerio sacerdotal jerárquico. En este sentido, podemos decir que, casi sin sentirlo, en la vida de la Iglesia hasta tiempos muy recientes, ha habido una especie de absorción por parte de algunas vocaciones particulares, de todo el mundo vocacional.

228- Es por esto significativo que, después del Vaticano II, se haya caído en la cuenta de esta estrechez en el uso de la palabra "vocación". Un claro ejemplo de esta apertura, lo encontramos en la Encíclica Populorum progressio del Papa Pablo VI, en donde nos indica claramente que la vocación se dirige a todo hombre y a todo el hombre, y que toda vida es vocación (PP, 14-15). Hoy vemos, pues, como muy normal hablar de "vocación de los fieles laicos" a la santidad o al apostolado, y no nos causa ninguna extrañeza el identificar prácticamente en la vida ordinaria vocación con estado de vida o profesión.

229- Se podría pensar, al ubicar las cosas de esta manera, que dentro de la vida eclesial podemos correr el riesgo de caminar ahora en sentido contrario, es decir, hacia un desdibujamiento de la vocación, o hacia la confusión de todas ellas. Para obviar este riesgo, nada remoto, sale muy atinadamente en nuestro auxilio el Documento de Puebla, que nos habla, en forma diferenciada, de vocación humana, de vocación cristiana y de vocación cristiana específica.

230- "Dios llama a todos los hombres y a cada hombre a la fe, y por la fe, a ingresar en el pueblo de Dios mediante el Bautismo. Esta llamada por el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, a que seamos pueblo suyo, es llamada a la comunión y participación en la

misión y vida de la Iglesia y, por lo tanto, en la evangelización del mundo. No todos, sin embargo, somos enviados a servir y a evangelizar desde la misma función. Unos lo hacen como ministros jerárquicos, otros como laicos y otros desde la vida consagrada. Todos, complementariamente, construimos el Reino de Dios en la tierra. Todos los cristianos, según el designio divino, debemos realizarnos como hombres -vocación humana- y como cristianos, viviendo nuestro Bautismo en lo que tiene de llamada a la santidad (comunión y cooperación con Dios), a ser miembros activos de la comunidad y a dar testimonio del Reino (comunión y cooperación con los demás) -vocación cristiana- y debemos descubrir la vocación concreta (laical, de vida consagrada o ministerial jerárquica) que nos permita hacer nuestra aportación específica a la construcción del Reino -vocación cristiana específica-. De este modo, cumpliremos, plena y orgánicamente, nuestra misión evangelizadora" (DP, 852-854).

231- Esto mismo lo había ya señalado en forma más sintética Medellín cuando nos dice: "Toda la comunidad cristiana... es responsable solidariamente del desarrollo vocacional, tanto en su aspecto fundamental cristiano, la vocación en general, como en sus aspectos específicos: vocaciones sacerdotal, religiosa y laical" (DM, "Vocaciones", 23).

Fundamento bíblico de las vocaciones

232- Los cristianos, a la luz de la fe, creemos que toda vocación -en sentido amplio o específico- tiene un puesto único y nace de una especial elección divina. Guiados por la Palabra de Dios, podemos decir que en toda dinámica vocacional se encuentran necesariamente ligadas entre sí una llamada, una respuesta y una misión. En el caso de las vocaciones al ministerio jerárquico o al seguimiento de Cristo mediante la profesión de los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, es evidente que se necesita un especial llamamiento o una especial consagración.

233- Para un cristiano que abre la Biblia, aparece bastante claro que es siempre Dios el que llama. Las palabras de la carta a los Hebreos son, a este respecto, bastante tajantes: "Y nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios" (Hb 5, 6). Lo mismo se ve en la referencia a Melquisedeq (Hb 5, 6). La historia del Antiguo y del Nuevo Testamento nos ofrece una gran riqueza en relación a los términos "llamar", "llamada", "invitación", "vocación" "llamado", "invitado", "elegido"..., dirigidos en forma genérica a todos los seguidores de Jesucristo, pero en forma muy particular a quienes aceptan la invitación del Señor para una dedicación total de su vida en el ministerio sacerdotal o en la vida religiosa, recientemente reclasificada con más precisión en los documentos de la Iglesia como vida consagrada: los llamó "para que estuvieran con Él" (Mc 3, 14).

234- Este tipo de vocaciones personales, para un servicio fuera de lo común, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, está integrado por varios elementos.

235- En la Biblia encontramos llamadas que, podríamos decir, son modelos o paradigmas de otras muchas vocaciones. Bástenos citar el ejemplo de Moisés a quien Dios llama incluso directamente; y lo llama en contra de sus íntimos deseos (Ex 3, 9-10). Pero generalmente Dios llama a través de múltiples mediaciones. Ellas despiertan, concretizan y sitúan la vocación. Son muchos los ejemplos que de esto nos ofrece la Palabra de Dios: a

Josué lo llama Yahvé a través de Moisés (Nm 27, 18), a David a través de Samuel (1 Sam 16, 11-13), a Eliseo a través de Elías (1 Re 19, 15-16). En el Nuevo Testamento las llamadas parten de Jesús. Cuando éste desaparece visiblemente de los suyos, es la comunidad (Hch 1, 15-26), un grupo de "profetas y maestros" (Hch 13, 1-3), o alguno de los apóstoles (Hch 16, 3). No hay un método concreto y limitado de mediación. Los elementos más comunes de esta mediación suelen ser de dos tipos: internos (sensibilidad ante determinados valores) o externos (sensibilidad ante determinadas circunstancias apremiantes que invitan a comprometer la propia vida). Pero esta llamada de Dios es siempre gratuita.

236- La llamada y la respuesta son siempre correlativas; la vida misma del hombre es una respuesta a esta llamada libre y amorosa de Dios; así lo es también la llamada a la fe, a la gracia, a la vida sobrenatural en sus más variadas concretizaciones históricas. El hombre tiene la obligación, después de un no fácil discernimiento y no raras veces después de una larga lucha en contra de sus inclinaciones más espontáneas o naturales, de responder a este llamado.

237- Las respuestas a esta llamada del Señor son muy variadas dentro del extenso ámbito de la Revelación. En la respuesta al Dios que llama, unos responden inmediatamente (Abrahám: Gén 12, 4), otros intentan aclarar la nueva situación que se les viene encima con alguna pregunta elemental (María: Lc 1, 34) o con múltiples preguntas (Moisés: Ex 3, 14-4.17), otros se resisten fuertemente, aunque terminan reconociendo que ha ganado la seducción de Dios (Jeremías: Jr 1, 6; 20, 7-18). Todas ellas son posibles respuestas en este impredecible dinamismo vocacional que, hasta nuestros días, no guarda ningún esquema o modelo preestablecido.

238- La llamada y la misión van siempre unidas. La respuesta vocacional no es otra cosa que la aceptación de una misión: los llamó "para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar" (Mc 3, 14). Las formas de misión pueden ser muy variadas. Bastará recordar algunas. A Abrahám le dirá: "vete de tu tierra" (Gén 12, 1). A Moisés cuando lo llama, lo envía al faraón y al pueblo del que ha huido (Ex 3, 10). A los profetas, en cambio, los envía al pueblo en que viven; "ve y di a ese pueblo..." (Is 6, 9), a Pablo lo envía "a los gentiles" (Hch 9, 15). Pero en el fondo de toda misión, cualquiera que sea su forma, está la comunidad. Dios llama a ser pueblo en el Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento la llamada es a seguir a Jesús, pero en fraternidad. Jesús no busca el seguimiento por sí mismo, sino porque en el seguimiento está la entrada en la comunidad, la negación a permanecer solo: "niéguese a sí mismo..." (Mc 8, 34).

239- "La vocación es una llamada permanente de Dios a personas concretas. La llamada envuelve la totalidad de la persona. Esta llamada lleva al hombre a responder a Dios en una misión dentro de los desafíos de un mundo siempre nuevo. Responder a la llamada es incorporarse al plan salvífico de Dios. La vocación en su dimensión Trinitaria nos hace ver que es el Padre quien llama de una manera personal, para responder en Jesucristo y por la fuerza del Espíritu Santo. La respuesta compromete a toda la persona en una misión específica en y desde la Iglesia. Así, el hombre se encuentra a sí mismo, se realiza y transforma el mundo comunicando los valores del Reino" (Plan nacional de pastoral vocacional, 1993, 12).

240- La consagración constituye la garantía de que el Señor sostendrá a su elegido en el cumplimiento de la misión encomendada. Así pues, Dios llama para encomendar una misión y consagra para que el hombre pueda cumplir la encomienda (Hch 1, 21-22).

241- "El ministerio jerárquico (obispos, presbíteros y diáconos) da unidad y autenticidad a todo el servicio eclesial en la gran tarea evangelizadora. La vida consagrada, en todas sus modalidades, con mención explícita de la contemplativa, es en sí misma, por la radicalidad de su testimonio, ‘un medio privilegiado de evangelización eficaz’ (EN, 69)... Respecto de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, en concreto, hacemos nuestras las palabras de Juan Pablo II: ‘En la mayoría de vuestros países, no obstante un esperanzador despertar de vocaciones, es un problema grave y crónico. Las vocaciones laicales tan indispensables, no pueden ser una compensación suficiente. Más aún, una de las pruebas del compromiso del laico es la fecundidad en las vocaciones a la vida consagrada’ (DP, "Discurso inaugural"). A tal problema debe hacer frente, con optimismo y confianza en Dios, la pastoral vocacional en cada Iglesia local" (DP, 855-856.859).

La pastoral vocacional

242- La vocación es un don de Dios. Como todo don, debe pedirse. Dios da las vocaciones suficientes para cada época y cada comunidad cristiana, pero da primero los medios para conseguirlas, cultivarlas y perfeccionarlas. El número suficiente de vocaciones no debe esperarse pasivamente, sino que debe prepararse con una pastoral adecuada. A veces no surgen vocaciones porque falta esta pastoral vocacional.

243- La necesidad de promover e impulsar una auténtica pastoral vocacional no es algo nuevo en la vida de la Iglesia. Ya la I Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, reunida en 1955 en Río de Janeiro, nos lo recordaba: "La Conferencia estima que la necesidad más apremiante de América Latina es el trabajo ardiente, incansable y organizado en favor de las vocaciones sacerdotales y religiosas" (DR, 1). Y pedía a los sacerdotes, en especial a los párrocos, el preocuparse "con particular ahínco en fomentar, descubrir y cultivar las vocaciones al estado sacerdotal y religioso" (DR, 56). Esta particular insistencia no sólo no ha disminuido, sino que se ha ido incrementando en las sucesivas Conferencias de Medellín, 1968, (DM, "Vocaciones", 23ss), Puebla, 1979, (DP, 861-862; 868.882.1006) y Santo Domingo, 1992, (SD, 80-82.114).

244- A propósito de la necesidad de fortalecer más la conciencia vocacional y misionera del catolicismo de América Latina, es muy importante lo que dice el Papa en su mensaje a los participantes al Primer congreso latinoamericano de vocaciones, celebrado en Itaici, Sao Paulo, del 23 al 27 de Mayo de 1994, donde, al mismo tiempo que pone este Congreso en continuidad con la IV Conferencia del Episcopado de Santo Domingo, reafirma "que para llevar a cabo la misión de la Nueva Evangelización de los pueblos latinoamericanos es esencial impulsar una vigorosa pastoral de vocaciones".

245- No hay que olvidar que la Iglesia es en sí misma un misterio de vocación; es la comunidad de los llamados por Dios. El Señor llama de manera personal para el servicio a Dios y a los hermanos. La Iglesia no puede prescindir de la pastoral vocacional; ella ha de

estar motivada no sólo por urgencias coyunturales o por la escasez de agentes, sino por el ser mismo de la Iglesia.

246- La pastoral vocacional tiene como tarea primordial el estimular a la comunidad cristiana -obispos, presbíteros, comunidades religiosas, familias, laicos- para que asuma su responsabilidad en la promoción vocacional. Su función es promover, acompañar y sostener a todas las vocaciones, ministerios y carismas que surgen en el seno de la comunidad, con particular atención a las vocaciones de especial consagración. Es una actividad de la Iglesia "destinada a cuidar el nacimiento, discernimiento y el acompañamiento de las vocaciones, en especial de las vocaciones al sacerdocio" (PDV, 34). En otras palabras, "es la acción vital de cada una de las comunidades cristianas en favor de las vocaciones, para que la Iglesia sea edificada según la plenitud de Cristo y conforme a la verdad de los carismas de su Espíritu" (LG, 7).

247- La pastoral vocacional es responsabilidad de toda la Iglesia, sin excluir a ninguno de sus miembros, y es la misma pastoral vocacional la encargada de que se difunda y arraigue esa convicción (OT, 2; PDV, 41). La primera responsabilidad incumbe al obispo con la decidida colaboración de su presbiterio. Todos los sacerdotes son solidarios y corresponsables con él en la búsqueda y promoción de las vocaciones presbiterales. En efecto, como afirma el Concilio, "a los sacerdotes, en cuanto educadores en la fe, atañe procurar, por sí mismos o por otros, que cada uno de los fieles sea llevado en el Espíritu Santo a cultivar su propia vocación" (PO, 6). "Este deber pertenece a la misión misma sacerdotal, por la que el presbítero se hace ciertamente partícipe de la solicitud de toda la Iglesia para que aquí en la tierra nunca falten operarios en el pueblo de Dios" (PO, 11; OT, 2; AG, 36; PDV, 41). Así también ha de valorarse el cuidado que debe haber en los colegios, en la parroquia, en los grupos apostólicos cuyo signo de madurez es y será el que produzca vocaciones de su seno. Se les debe dinamizar siempre en perspectiva vocacional (PDV, 41; Plan nacional de pastoral vocacional, 396-397).

La pastoral vocacional en la pastoral de conjunto

248- El surgimiento, cultivo y orientación de las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa están condicionados desfavorablemente por muchos factores del ambiente socio-cultural, y aún eclesial, de nuestros días. Para ser frente a esta realidad, nada mejor que ubicar prioritariamente la pastoral vocacional en la pastoral de conjunto (DP, 866). En relación a la pastoral vocacional, la pastoral de conjunto tiene como objetivo la creación, en el pueblo de Dios, de un clima en el que florezcan las vocaciones. La pastoral de conjunto debe, por así decirlo, tejer una red más estrecha de contactos personales e institucionales, en los cuales las vocaciones puedan ser descubiertas, estimuladas y cultivadas. Todo esto hace ver que la pastoral vocacional está en estrecha relación con las demás vertientes de la pastoral.

249- La pastoral vocacional debe armonizarse con la pastoral orgánica de la diócesis y en forma especial con la pastoral juvenil, familiar, catequística y educativa, (DP, 865-866, 881.889.1006). Toda acción pastoral debe presentar la dimensión vocacional.

250- Con la pastoral catequética, pues la catequesis en primer lugar debe guiar a los creyentes, en especial a los jóvenes, a considerar la vida cristiana como una respuesta al

llamamiento de Dios. Los medios, para despertar esta conciencia, deben adecuarse a cada edad, sin excluir ninguna, aunque se tratara solamente de gérmenes de vocación" (OT, 3). Siendo la vocación un don de Dios, el Señor lo da cuando quiere, como quiere y a quien quiere.

251- Con la pastoral juvenil, puesto que el período juvenil es el tiempo privilegiado, aunque no único, para la opción vocacional; por ello, toda pastoral juvenil debe ser al mismo tiempo, pastoral vocacional. El equipo de pastoral vocacional debe contar en su trabajo con un programa definido que tenga en cuenta las necesidades vitales del joven para su realización personal. El ideal es que este grupo esté animado por el obispo e integrado por sacerdotes, comunidades religiosas, seminaristas y laicos. El núcleo de toda pastoral vocacional es ese precisamente: conducir al joven o a la joven, a Jesús. Para ello, la Iglesia cuenta siempre y en primer lugar con la oración, la vida sacramental y el anuncio y meditación de la Palabra de Dios.

252- Con la pastoral familiar, pues la familia -comunidad de fe, de vida, de amor- es el lugar normal de crecimiento humano, cristiano y vocacional de los hijos. De ahí que resulte urgente capacitar a los padres de familia para ser mejores orientadores de sus hijos. La pastoral familiar deberá hacer conciencia de la dimensión vocacional en la vivencia cristiana de la familia.

253- Con la pastoral educativa, pues ella ofrece la ocasión para presentar una visión cristiana del mundo y de la vida y contribuir de este modo a la orientación vocacional. Particular atención a esta urgencia la han de poner las escuelas católicas o de inspiración cristiana. Y sin olvidar, por supuesto, la gran labor que a este respecto han desarrollado, desde siempre, en los planteles oficiales un gran número de maestras y maestros verdaderamente cristianos, convertidos -sin ningún afán de ilegítimo proselitismo- en verdaderos promotores vocacionales.

254- La familia, la parroquia y la diócesis, son el ámbito normal dentro del cual se despierta, se identifica y se anima cada vocación. La atmósfera de comunión que se viva en la diócesis y en el seno de cada una de las familias religiosas, asegurará un "clima vocacional favorable" (LG, 11; SD, 64; DP, 885) De ahí que la familia y los movimientos familiares deben integrarse con la pastoral vocacional; deben involucrarse en el proceso de discernimiento y acompañamiento vocacional; deben sentir el gusto por la oración en favor de las vocaciones.

255- La vocación y las vocaciones deben ser temas fundamentales en la oración, en la predicación y en la catequesis. "En el complejo problema vocacional es necesario, en todo momento y a todos los niveles, el recurso ininterrumpido a la oración personal y comunitaria. Es Dios quien llama; es Dios quien da eficacia a la evangelización. El mismo Cristo nos dijo: ‘La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad al Dueño de la mies envíe obreros a sus mies’ (Lc 10, 2). Hay que fomentar las campañas de oración a fin de que el pueblo tome conciencia de las necesidades existentes. La vocación es la respuesta de Dios providente a la comunidad orante" (DP, 862.882). De ninguna manera se ha de descuidar la oración y la promoción de las vocaciones a la vida contemplativa y misionera.

256- Es necesario reconocer la acción del Espíritu Santo en todo el camino vocacional. Por tanto, la persona llamada y el agente de pastoral deben permanecer en actitud continua de oración, acompañados por toda la comunidad eclesial y en una búsqueda de fidelidad a la Palabra de Dios y a la realidad que los interpela e invita a un mayor compromiso. Es fundamental, por otra parte, tomar como modelo la pedagogía de Jesús que se acerca, comprende, respeta e invita. María es el modelo de todo llamado y de todo agente pastoral, por su escucha, vivencia y respuesta generosa al Señor.

II. Desafíos de la realidad

257- El fortalecimiento de la oración por las vocaciones, en familias, grupos parroquiales, adoración nocturna, congregaciones religiosas, etc., como base indispensable de toda pastoral vocacional.

258- La concientización de los sacerdotes y de los miembros de la vida consagrada acerca de la importancia que tiene la pastoral vocacional, sobre todo entendida como vivencia gozosa de un testimonio que invita a otros a decidirse por un seguimiento radical de Cristo.

259- Lograr que la dimensión vocacional anime y promueva las pastorales familiar, catequética, juvenil y educativa.

260- La integración de un equipo eclesial en cada comunidad formado por sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, que promueva las diversas vocaciones, ministerios y carismas.

261- El fortalecimiento de la escuela de agentes de la pastoral vocacional con suficientes candidatos enviados por el párroco para que se integren después en la labor vocacional de cada parroquia.

262- La capacitación necesaria en los cursos básicos de acompañamiento y discernimiento vocacional de los promotores vocacionales que trabajan en la diócesis.

263- Lograr que cada parroquia y centro educativo católico o de inspiración cristiana, al finalizar el año escolar esté en posibilidades de enviar buenos candidatos al seminario, a los institutos religiosos masculinos y femeninos de vida activa, contemplativa, misionera y a los institutos seculares.

III. Líneas pastorales

264- Promover la oración por las vocaciones consagradas en todos los sectores de la pastoral y en todas las situaciones de grupos y personas.

265- Invitar permanentemente a los enfermos de parroquias y hospitales a hacer oración por las vocaciones consagradas y al ofrecimiento de sus sacrificios con este fin.

266- Promover la renovación vocacional, elaborando y aplicando un plan de pastoral vocacional donde cada uno valore su propia vocación como camino a la santidad.

267- Realizar en las parroquias una pastoral vocacional eclesial, que tenga como objetivo fundamental llevar a los niños, adolescentes, jóvenes y adultos al seguimiento gozoso de Jesús; que lo conozcan, que se entusiasmen por Él, que lo frecuenten y que sean sus amigos.

268- Que todos los jóvenes sean acompañados, desde su realidad, en su propio proceso vocacional, y así, con su dinamismo, contribuyan a la tarea evangelizadora de la Iglesia.

269- Promover el tema vocacional desde las primeras etapas de la catequesis, asegurando que en posteriores etapas se vaya clarificando el llamado y las exigencias de la respuesta.

270- Acompañar a los jóvenes vocacionables en su proceso de discernimiento, estableciendo un programa permanente donde se le asegure una continuidad en su opción vocacional, que incluya momentos fuertes de oración y una adecuada información acerca de las diversas opciones de la vida sacerdotal y religiosa.

271- Programar y realizar las jornadas vocacionales en parroquias y colegios con el apoyo de párrocos y directores. Organizar a nivel parroquial la Eucaristía y la Hora Santa vocacional mensual.

272- Impulsar la participación de los promotores en las reuniones mensuales del equipo de la pastoral vocacional de la diócesis. Apoyar a las parroquias con material para la realización de su trabajo vocacional.

273- Apoyar los equipos parroquiales, escuelas de agentes, escuela de acólitos, círculos vocacionales, preseminario y previda consagrada masculina y femenina.

274- Hacer presencia del centro de vocaciones en las reuniones de zonas y decanatos, para conscientizar a los sacerdotes de la importancia de esta pastoral y para ayudarles a la formación de sus respectivos equipos de promoción vocacional.

-IV. Disposiciones

51- Fomenten las comunidades cristianas el aprecio por las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa, y apoyen con entusiasmo y generosidad a quienes se decidan a seguir a Cristo por este camino de total dedicación.

52- Intégrese con frecuencia en la oración de los fieles, la intención por las vocaciones consagradas, y después de las Misas y de algunas reuniones apostólicas, invítese a rezar la oración por las vocaciones. Apoyen los párrocos la Misa y Hora Santa vocacional mensual.

53- El centro diocesano de pastoral vocacional, el seminario diocesano y los institutos de vida consagrada presentes en nuestra diócesis, den a conocer ampliamente los perfiles de

idoneidad y los requisitos básicos para abrazar la vida sacerdotal, religiosa y misionera, por parte de quienes sientan el llamamiento de Dios.

54- Acompáñese con mucho cuidado y ofrézcanseles apoyos a los candidatos al seminario, institutos religiosos masculinos y femeninos de vida activa y contemplativa, misionera e institutos seculares.

55- Los sacerdotes y los animadores de la pastoral juvenil, ofrecerán un acompañamiento más personalizado, y si es posible una verdadera dirección espiritual, como camino privilegiado de discernimiento y aceptación del llamado divino por parte de los candidatos.

56- Integre cada párroco un equipo, que juntamente con él, elaboren un plan de pastoral vocacional, sin descuidar las diferentes vocaciones y carismas de la vida sacerdotal y religiosa.

57- Interésense los párrocos por enviar a varios candidatos de su equipo parroquial de vocaciones a la escuela de agentes de pastoral vocacional para su capacitación.

58- De acuerdo al plan vocacional de la parroquia, ofrézcanse facilidades a quienes están integrados al centro diocesano de vocaciones: religiosos, religiosas, seminaristas, laicos de la escuela de agentes y club serra, para la realización de su trabajo vocacional.

59- Apoyen y fortalezcan la realización de una jornada vocacional al menos una vez al año en la parroquia, y den especial realce a la celebración de la Jornada mundial de oración por las vocaciones (4º Domingo de Pascua).

60- Todo promotor vocacional extradiocesano, debe recabar por escrito el permiso de realizar su promoción vocacional en la diócesis. Su actividad en grupos parroquiales o centros educativos, sin la debida autorización, ha de considerarse como un abuso, contrario a las consolidadas tradiciones de nuestra diócesis.

Vida y Salud

I. Iluminación

275 -En el horizonte de la Nueva Evangelización, otra de las apremiantes prioridades pastorales -incluida en el ámbito del servicio de la caridad- es la promoción de la vida humana en todas sus expresiones y momentos, desde la concepción hasta la muerte. Nos dice la Palabra de Dios que desde el principio el Señor puso al hombre como centro de todo lo creado; de ahí que su vida tenga una especial dignidad y el valor de esta misma vida sea inviolable. Al llegar la plenitud de la Revelación, Jesucristo -"por quien fueron hechas todas las cosas" (Jn 1, 3)- comunica al hombre la misma vida divina, dándonos el don de su Espíritu. Todavía más, por medio de su Pascua de muerte y resurrección, Jesús nos muestra el camino para llegar a una vida más plena, vida que tiene sus inicios en este mundo, pero que sólo llegará a su pleno cumplimiento y realización en la eternidad.

276- El testimonio de caridad de los cristianos, es requisito indispensable para que llegue a ser creíble el anuncio del Dios de la vida y del Evangelio de la esperanza en el mundo de hoy. La caridad también nos lleva a ese compromiso inseparable de la promoción y la defensa de la vida y de los derechos fundamentales de la persona humana. Además de las acciones concretadas en el seno de cada grupo o comunidad, es necesario, además, el ejercicio de la dimensión personal de la caridad, la cual se lleva a la práctica a través de gestos y hechos cotidianos de servicio a nuestros prójimos, siguiendo los imperativos de las obras de misericordia, espirituales y corporales.

277- "El Evangelio de la vida -como nos lo ha recordado recientemente el Papa Juan Pablo II- está en el centro del mensaje de Jesús... ‘Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia’ (Jn 10, 10)... El hombre está llamado a esta plenitud de vida que va más allá de las dimensiones de su existencia terrena, ya que consiste en la participación de la misma vida de Dios. Lo sublime de esta vocación sobrenatural manifiesta la grandeza y el valor de la vida humana incluso en su fase temporal" (EV, 1-2). Esta aspiración a la plenitud de vida -tan legítima y tan necesaria a la vez- tiene hoy, sin embargo, muchas amenazas y se enfrenta desgraciadamente a serios descuidos y a grandes obstáculos, más concretamente en lo relacionado con el campo de la salud, como derecho elemental de la persona humana.

278- Sin embargo, "El evangelio del amor de Dios al hombre, el evangelio de la dignidad de la persona y el evangelio de la vida son un único e indivisible evangelio" (EV, 2), y es así, en forma integral y armónica, como han de ser presentados, defendidos y practicados por todos los que nos reconocemos como seguidores de Jesús, el Buen Samaritano por excelencia (Lc 10, 25-37; SD, "Discurso inaugural", 13). "No hay que olvidar que el compromiso de la Iglesia en el ámbito de la salud es una concretización de su fidelidad al mensaje evangélico de caridad, el cual nos enseña la inseparable relación salvación-salud, y pide a los discípulos de Cristo el tener una predilección por los más desprotegidos. El cristiano no se limita a iniciativas asistenciales, sino que -con todo el respeto a la dignidad del hombre y al principio de subsidiaridad- busca crear condiciones que permitan a cada uno de los individuos su propia superación y conduzcan a cada comunidad a llegar a hacerse cargo ella misma de su propio desarrollo" (Pontificio consejo Cor unum, Actividades de la Iglesia en el campo de la salud, Diciembre de 1980, EnV, 7, 970).

Nuestro Dios, el Dios de la vida

279- Una de las convicciones fundamentales de la fe veterotestamentaria es la de que "Yahvé vive" (Sal 18, 47). Para la fe del Antiguo Testamento Dios es "fuente de vida" (Sal 36, 10), que llama a todos los seres a la existencia (Sal 104). Todas las criaturas vivientes deben su existencia al "hálito" de Dios (Sal 104, 30; Is 42, 5). Si Dios lo retira, las criaturas "expiran y retornan al polvo" (Sal 104, 29; Job 17, 1; 34, 14s). Por esta razón, Dios es también Señor de la vida y de la muerte (1 Sam 2, 6; Job 12, 9s; Dt 32, 39).

280- El hombre del Antiguo Testamento vive la enfermedad de cara a Dios... Israel experimenta que la enfermedad, de una manera misteriosa, se vincula al pecado y al mal... El profeta entrevé que el sufrimiento puede tener también un sentido redentor por los pecados de los demás (Is 53, 11). Finalmente, Isaías anuncia que Dios hará venir un tiempo para Sión en que perdonará toda falta y curará toda enfermedad (Is 33, 24).

281- En el Antiguo Testamento Dios se nos manifiesta como el Dios de la vida, el Dios de las promesas que abre el futuro en la historia humana, porque es el Dios que invita a caminar y acompaña en su camino a su pueblo (Gén 17, 1; Ex 6, 3). Este Dios creó la vida humana con un amor infinito (Gén 2, 27-31); de sus manos salió la vida humana, vigorosa y pura. El maligno y el pecado hicieron frágil y mortal la vida humana (SD, 9). Por eso, el ser humano, frágil y amenazado, no sólo requiere del apoyo y ayuda mutua, sino que Dios mismo sale al encuentro de esta vida para protegerla y liberarla, si es preciso (Ex 3, 7-9). Porque, como dice S. Ireneo, la gloria de Dios es que el hombre viva (CIC, 294; SD, 34).

282- "La enfermedad y el sufrimiento se han contado siempre entre los problemas más graves que aquejan la vida humana. En la enfermedad, el hombre experimenta su impotencia, sus límites y su finitud. Toda enfermedad puede hacernos entrever la muerte. La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios. Puede también hacer a la persona más madura, ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial, para volverse hacia lo que sí lo es. Con mucha frecuencia, la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno a Él. La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de dolientes de toda clase (Mt 4, 24) son un signo maravilloso de que ‘Dios ha visitado a su pueblo’ (Lc 7, 16) y de que el Reino de Dios está muy cerca" (CIC, 1500-1501, 1503).

283- Jesús mismo se conmueve hasta las entrañas cuando ve a la multitud hambrienta (Mc 6, 34). Se alegra sobremanera porque Dios revela su secreto a los humildes (Mt 11, 25-26). Por esta luz divina, ellos entienden el por qué de la impiedad humana que da la espalda al hermano, y descubren la belleza de vida que está latente aún en las condiciones violentas de la vida de los pobres. Cristo se acerca, sobre todo, a los marginados tomando como suya su causa, para que sientan el amor de Dios (SD, 4). Cristo se lo propone como programa de vida (Lc 4, 16-21) y lo lleva a la práctica hasta las últimas consecuencias (Fil 2, 28). Este Evangelio es el que anuncia la Iglesia: haciendo de la ayuda al necesitado una exigencia esencial de su misión (SD, 165).

284- La base de esta opción preferencial por los pobres, es el ejemplo de Jesús; siempre podremos reconocer el rostro de Jesús en los rostros sufrientes de nuestros hermanos del mundo (SD, 178; "Discurso inaugural", 16); sólo a través de una sincera y profunda conversión personal y eclesial es como podremos estar presentes en la vida de los pobres (DP, 1157-1158). Desde esta conversión nos será fácil anunciar con fidelidad que sólo Dios es el único Señor de la vida (SD, 223). Y que este anuncio del Evangelio de la vida será la razón de nuestra esperanza (SD, 287).

Evangelización y promoción humana

285- El amor a Dios y el amor al prójimo sintetizan maravillosamente la vocación de todo cristiano en orden a la implantación del Reino de Dios en este mundo. Este mandamiento nuevo, dejado como testamento y como imperativo de Jesús para todos sus seguidores es, al mismo tiempo, la certificación de la autenticidad de nuestro seguimiento (Jn 13). Como bien lo sabemos, especialmente como fruto de la maduración posconciliar de nuestra Iglesia en diálogo con el mundo actual, no es legítimo separar la evangelización de la promoción humana, entendida ésta en sus más amplias y diferentes formas. Y una de estas formas

privilegiadas se ha de expresar en la preocupación por la salud integral, lo mismo de los individuos que de las comunidades. La promoción humana es una dimensión privilegiada en orden a la Nueva Evangelización.

286- Gozosamente proclaman nuestros obispos en Santo Domingo que la promoción humana es un canto a la vida (SD, 162). Y con gran claridad añaden (SD, 157): "Entre evangelización y promoción humana -desarrollo, liberación- existen efectivamente lazos muy fuertes. Vínculos de orden antropológico, porque el hombre que hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos. Lazos de orden teológico, ya que no se puede disociar el plan de la creación del plan de la redención que llega hasta situaciones muy concretas de injusticia, a la que hay que combatir, y de justicia que hay que restaurar. Vínculos de orden eminentemente evangélico, como es el de la caridad: en efecto, ¿cómo proclamar el mandamiento nuevo sin promover, mediante la justicia y la paz, el verdadero, el auténtico crecimiento del hombre? (EN, 31)".

La labor de la Iglesia en el campo de la salud

y la defensa de la vida

287- "La Iglesia, desde siempre, se ha interesado de los problemas de la salud. La historia de la Iglesia demuestra que, a través de los siglos, ella se ha preocupado siempre de aliviar los sufrimientos y de promover el bienestar en ambientes socio-económicos y culturales diversos y dispersos en todo el planeta. La miseria del mundo actual la empuja a incrementar aún más esta acción a todos los niveles. Ella está convencida que la salud y el trabajo sanitario son de primordial importancia y, por tanto, pretende continuar su acción de ‘apoyo’ a las acciones emprendidas por los gobiernos, en donde se vea tal necesidad, y siempre para estar, con todos los medios a su disposición, al servicio de los más abandonados" (Pontificio consejo Cor unum, Acciones de salud para una promoción humana, 1º de Abril de 1976, EnV, 5, 1950).

288- El campo de la salud y de la promoción humana se ha ido haciendo cada vez más complejo, sobre todo en los llamados países en desarrollo, donde gran número de personas no cuentan con los más elementales servicios de seguridad social. El problema es, en gran parte, de orden político, económico y social, pero abarca aspectos tan vitales como el demográfico, epidemiológico, ecológico, sin olvidar los aspectos no menos importantes de los apoyos a los servicios de prevención de la salud, de las prácticas laborales en favor del personal médico y sanitario, del elevado costo de las medicinas y de la hospitalización, y la urgencia de un voluntariado más numeroso y activo. La Iglesia no pretende simplificar ingenuamente lo complejo de esta situación pero sí invita insistentemente a pugnar por una "cultura de la vida" (SD, 116) y a combatir la "cultura de la muerte" (EV, 87) en todo este ámbito de la salud. La Iglesia no pretende tampoco equipararse o competir con las organizaciones del Estado, por más que en el pasado haya debido cubrir vacíos y carencias que la sociedad civil, por las circunstancias de la época, no era capaz de afrontar por sí misma.

289- Al contrario, y de acuerdo al sano y sabio principio de subsidiaridad, la Iglesia invita a sus fieles y a sus organizaciones asistenciales y sanitarias a una leal colaboración con los organismos gubernamentales y sociales, "con tal de que sean serios y no instrumentalicen

mediante ideologías incompatibles con su Doctrina social" (SD, 168). "Ahí donde el gobierno toma progresivamente en sus manos todos los servicios médico-sanitarios, la Iglesia debe revisar, en consecuencia, sus actividades, bien consciente de que éstas deben tener presentes prioritariamente a los más abandonados" (Pontificio consejo Cor unum, Ibid., EnV, 5, 1932).

290- Ya el Concilio Vaticano II denunció con fuerza los numerosos delitos y atentados contra la vida y la salud: "Todo lo que se opone a la vida, como los homicidios de cualquier género, los genocidios, el aborto, la eutanasia y el mismo suicidio voluntario, todo lo que viola la integridad de la persona humana, como las mutilaciones, las torturas corporales y mentales, incluso los intentos de coacción psicológica; todo lo que ofende a la dignidad humana, como las condiciones infrahumanas de vida, los encarcelamientos arbitrarios, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes; también las condiciones ignominiosas de trabajo en las que los obreros son tratados como meros instrumentos de lucro, no como personas libres y responsables; todas estas cosas y otras semejantes son ciertamente oprobios que, al corromper la civilización humana, deshonran más a quienes los practican que a quienes padecen la injusticia y son totalmente contrarios al honor debido al Creador" (GS, 27).

291- "Por desgracia, este alarmante panorama, en vez de disminuir, se va más bien agrandando. Con las nuevas perspectivas abiertas por el progreso científico y tecnológico" (EV, 4), razón por la cual nuestra respuesta como Iglesia, pueblo de la vida y para la vida (EV, 78), ha de ser más intensa y efectiva.

II. Desafíos de la realidad

292- La violencia generalizada y la inseguridad pública, constituye una amenaza constante a la vida, por ejemplo: asaltos, secuestros, torturas, corrupción, asesinatos.

293- La vida amenazada por la proliferación del aborto y los medios artificiales de control de la natalidad.

294- El alcoholismo y la drogadicción que cada vez hacen más presas, sobre todo en la población joven.

295- El flagelo casi omnipotente y omnipresente del narcotráfico, capaz de dañar los más amplios sectores de la sociedad y de corromper las mismas estructuras que deberían combatirlo.

296- Los niños de la calle constituyen un creciente fenómeno de deterioro de la calidad de vida, y una denuncia evidente de las profundas desigualdades sociales.

297- La atención a minusválidos y discapacitados, la mayoría de las veces por simple ignorancia, y que no han llegado todavía a recibir atención y trato digno por parte de la sociedad y de amplios sectores de la Iglesia.

298- El problema del sida plantea a la Iglesia una adecuada pastoral preventiva y asistencial a los ya afectados, lo mismo que a sus familiares.

299- Los centros asistenciales católicos no están llegando a los más pobres y, si lo hacen, no es en igualdad de condiciones.

300- Insuficiente formación de la conciencia de médicos, enfermeras y directivos de hospitales, de manera que lleguen a ser ellos mismos, como cristianos, los más decididos defensores de la vida.

301- No se ha logrado estructurar una pastoral adecuada para las personas de la tercera edad.

III. Líneas pastorales

302- Que los agentes comprometidos en la pastoral realicen una evangelización integral que promueva los derechos humanos, en especial, el derecho a la vida y a la salud, los derechos del niño, de la mujer y del anciano.

303- Acercarnos a los afectados en su vida y salud como verdaderos amigos, evitando el tratarlos con frialdad y ofreciéndoles el respeto que nos merecen como personas.

304- Dar la oportunidad a los sacerdotes, religiosos, seminaristas y laicos con este carisma de servicio, de hacer cursos especializados que los capaciten para asesorar los procesos pastorales en defensa de la vida.

305- Que los programas de seminarios y casas de formación tengan en cuenta los desafíos contra la vida y la salud. Que se actualice a los sacerdotes para lograr unidad de criterios en estos problemas.

306- Establecer procesos pastorales de atención a familias desintegradas, ya que ellas son la principal fuente de los problemas que afectan a la integridad de la vida.

307- Organizar procesos de evangelización y concientización para personas especializadas en atender problemas de conducta y de salud, tales como: médicos, enfermeras, psicólogos, trabajadores sociales, maestros y personal encargado de los centros de readaptación social.

308- Establecer, por parte de la comunidad diocesana, centros de prevención, formación y rehabilitación de personas con problemas de conducta y de salud.

309- Elaborar programas para los responsables de los centros de educación sexual y paternidad responsable, en los que se ofrezca con toda fidelidad las enseñanzas de la Palabra de Dios y del Magisterio de la Iglesia.

310- Crear un centro para atención de enfermos de sida y de apoyo a sus familias en el campo psicológico y espiritual.

311- Apoyar la creación de un voluntariado en cada comunidad que esté dispuesto a compartir tiempo y recursos con las personas enfermas, ancianas o solas.

IV. Disposiciones

-61- Los pobres y los enfermos han de ser integrados a la vida de la Iglesia no sólo como destinatarios, sino como sujetos activos del cuidado pastoral, responsables ellos mismos de su promoción humana y social. A los enfermos, ancianos y demás hermanos que sufren, se les invitará a unir sus penas, dolores y carencias al Sacrificio redentor de Cristo, como instrumento de gracia para ellos mismos y para los demás.

62- No descuiden las parroquias la atención pastoral de sus enfermos, lo mismo que la celebración comunitaria del sacramento de la Unción, en tiempos significativos para los fieles.

63- El Equipo diocesano de pastoral de la salud vigilará por que se asegure la adecuada atención de los grandes centros hospitalarios de nuestra ciudad, involucrando, si es posible, a miembros de institutos de vida consagrada.

64- Se procurará dotar de un adecuado número de sacerdotes a las parroquias que tengan dentro de su territorio centros hospitalarios, a fin de que se asegure la adecuada atención espiritual en cada uno de ellos.

65- Las parroquias ofrecerán una especial atención a los miembros de la tercera edad y a los ancianos, promoviendo encuentros fraternos entre ellos, que fomenten el sano esparcimiento y los induzcan a compartir sus valiosas experiencias, lo mismo que a seguir fomentando su vida espiritual y cultural, y a compartir recursos en sus necesidades materiales, familiares y espirituales.

66- Impúlsense los ministerios en favor de los enfermos, ancianos, minusválidos, entre los sacerdotes, religiosos y laicos, y procúrese que en las instituciones y organismos católicos esté al centro de esta pastoral no sólo el deseo de buscar la salud a toda costa, sino antes el anuncio de la Pascua de Cristo que ilumina el misterio de la vida y de la muerte, y da sentido al sufrimiento humano y al compromiso por la ética y la caridad.

67- La Cáritas, como organismo institucional de la diócesis para impulsar el ejercicio de la caridad, evite innecesarios burocratismos y siga promoviendo formas de atender en el aspecto sanitario a "los más necesitados de los necesitados", asegurando a este renglón parte de sus recursos. Se evitarán discriminaciones por parte de los solicitantes, al recabar información confiable del propio párroco.

68- El equipo de pastoral de la salud se asegurará de la suficiente presencia de sacerdotes y laicos comprometidos en el buen funcionamiento de SANE diocesana. Los vicarios episcopales de la zona metropolitana, se encargarán de asegurar esta presencia con la ayuda de los decanos. Excluyendo a sacerdotes ancianos o enfermos, ningún sacerdote en buenas condiciones de salud rehuirá este tan necesario ministerio. Para fechas especialmente

difíciles, se pedirá este servicio a sacerdotes religiosos que no estén asignados directamente a las parroquias.

69- Se procurará que el Equipo de pastoral penitenciaria esté siempre formado de suficientes sacerdotes, religiosos y laicos, con verdadera vocación y carisma para un apostolado tan especializado y exigente.

70- Téngase presente en los planes pastorales, en las acciones caritativas y hasta en el diseño y disposición arquitectónica de los conjuntos de pastoral, los particulares requerimientos de las personas minusválidas y discapacitadas.

71- La diócesis anime con acciones concretas la acción del voluntariado con sentido cristiano entre los fieles laicos, lo mismo que el servicio de capellanes de hospitales entre los sacerdotes y la entrega generosa de los religiosos -sobre todo de las religiosas- en centros de salud y hospitales.

72- Los hospitales católicos destinarán un cierto número de camas para la gente de escasos recursos (ojalá un 5 ó 10%). Procurarán mantener sus cuotas dentro de un límite razonable, con tal de mantener la calidad, y evitarán ser presas de organizaciones médicas o sindicales que pudieran lucrar con su nombre o su prestigio.

Trabajo y Economía

I. Iluminación

312 -La Doctrina social de la Iglesia, como parte integrante del mensaje cristiano (SRS, 41; CA, 5.57), ha de ser un compromiso irrenunciable de su misión evangelizadora, de su enseñanza fundamental en el ámbito de la moral, lo mismo que criterio e inspiración, sobre todo para que los fieles laicos actúen en consecuencia dentro del tejido social, económico y político de su comunidad, en sincera colaboración con todos aquellos que buscan el auténtico bienestar de la persona humana. El mundo del trabajo es una realidad plural y, en las actuales circunstancias, constituye un verdadero reto para la acción evangelizadora de la Iglesia.

313- Hablando de la libertad cristiana y la liberación, en la Instrucción del 22 de Mayo de 1986 Libertatis conscientia, la Congregación de la Doctrina de la Fe, usa la expresión Evangelio del trabajo que, por no escucharse muy frecuentemente, llama inmediatamente la atención. Textualmente se nos dice (Nos. 82-83): "La existencia de Jesús de Nazaret, verdadero evangelio del trabajo, nos ofrece el ejemplo viviente y el principio de la radical transformación cultural que hay que emprender para resolver los grandes problemas que nuestra época debe afrontar. Aquel que, siendo Dios, se hace en todo semejante a nosotros, se dedicó durante la mayor parte de su vida terrena a un trabajo manual (LE, 6). La cultura que nuestra época espera, estará caracterizada por el pleno reconocimiento de la dignidad del trabajo humano, que aparece en toda su nobleza y fecundidad a la luz de los misterios de la creación y de la redención (LE, cap. V). Reconocido como expresión de la persona, el trabajo llega a ser razón para el sentido de la vida y para el esfuerzo creativo. De esta manera, la solución de la mayor parte de los graves problemas de la miseria, se encuentra

en la promoción de una verdadera civilización del trabajo. El trabajo es, en cierta manera, la clave de toda la cuestión social (LE, 3).

314- El Concilio nos ha hablado con mucha claridad a este respecto: el desarrollo económico ha de estar al servicio (GS, 64) y bajo el control (GS, 65) del hombre. Es el hombre también quien se ha de empeñar incansablemente por hacer desaparecer las enormes desigualdades económico-sociales que aún existen (GS, 66). De ahí la necesidad de situar siempre al hombre alcentro de la vida económico-social (CL, 43). Entre los baluartes de la Doctrina social de la Iglesia, está el principio del destino universal de los bienes de la tierra, por eso: también en la vida económico-social deben respetarse y promoverse la dignidad de la persona humana, su entera vocación y el bien de toda sociedad. Porque el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social (GS, 63).

315- Ante un mundo que pasa por radicales cambios en la economía; cambios egoístas que dan como fruto ricos cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres debemos, como Iglesia, hacer una opción más clara, efectiva y desinteresada por los pobres; opción preferencial, no excluyente, viendo en ellos el rostro sufriente de Cristo (SD, 178-179.200.292). Para esto es necesario, entre otras cosas, que haya "un adecuado y sano diálogo de la Iglesia con los responsables de la economía, no para sacar provecho material, ni mucho menos para ser testigos mudos de la injusticia y amigos de ésta, sino para evangelizar ese ambiente de una manera nueva" (Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, Mensaje a los empresarios, 1º de Enero de 1993).

El "Evangelio del trabajo"

316- Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, dándole con eso una gran dignidad; y creó todas las cosas para que las trabajara con responsabilidad y las compartiera fraternalmente. A través de la historia de un pueblo, Israel, Dios fue orientándolo a vivir en el respeto y ayuda mutuos, animándolo a no acaparar, sino a com partir los bienes creados (LE, 4). Dios entrega al hombre la creación haciéndolo colaborador en la recreación de las cosas, al transformarlas con su trabajo, llegando a ser cocreador con Dios, ya que Él pone en sus manos la creación misma para que la continúe y la perfeccione (Gén 1, 28-29). Es de ahí de donde viene al hombre su gran dignidad.

317- El hombre, creado a imagen de Dios, participa por su trabajo en la obra del Creador. El cristiano está llamado, por tanto, a ver en su trabajo un servicio a la humanidad entera y una aportación personal a la realización del proyecto de Dios acerca del mundo (LE, 25). El trabajo es, por supuesto, un derecho pero también es un deber. En realidad, cualquier género de trabajo -sea éste manual o intelectual- implica necesariamente mucho de esfuerzo y a veces no poco de sacrificio, pero este sufrimiento, vivido en la fe y en comunión con el Espíritu de Cristo resucitado, puede permitir al hombre llegar a colaborar de alguna manera, unido al Hijo de Dios, a la redención de la humanidad.

318- El Magisterio de la Iglesia ha resaltado siempre el principio de la prioridad del trabajo en relación al capital y, todavía más, la necesidad del respeto absoluto a la dignidad del hombre. Este respeto, en el mayor de los casos, está ligado a la participación de los mismos

trabajadores en la toma de decisiones, lo mismo en las empresas que en los sindicatos y asociaciones similares, a fin de mantener sus conquistas e incrementar sus legítimas prestaciones.

La propiedad: necesidad y límites

319- El trabajo permite al hombre el poder procurarse todo aquello que él necesita para satisfacer un adecuado bienestar. Para vivir y para crecer, los hombres tenemos necesidad de un mínimo de bienes. De bienes materiales: alimento, vestido, habitación... Y de bienes espirituales: instrucción, cultura, libertad, religión... El hombre busca no solamente el uso de estos bienes, sino también una cierta propiedad. La propiedad privada favorece un mejor uso y un mejor manejo de los bienes de este mundo. Sin embargo, según la enseñanza más tradicional de la Iglesia, la propiedad privada está gravada de una hipoteca social. En efecto, la tierra es un don de Dios para todos los hombres y el propietario, por su parte, no es más que un administrador de este don. Por supuesto que es legítimo que él se beneficie de los bienes de la tierra, pero jamás ha de olvidar que la tierra es de todos. De ahí, además, la necesidad de ser cada día más sensibles al respeto a la naturaleza, es decir, a la cuestión ecológica.

320- Hablando de las tendencias actuales y de la evangelización en el futuro, Puebla nos dice: "Parece que la programación de la vida social responderá cada vez más a los modelos buscados por la tecnocracia, sin correspondencia con los anhelos de un orden internacional más justo, frente a la tendencia de cristalización de las desigualdades actuales". Y en seguida señala como una de las principales aspiraciones de nuestro pueblo el llegar a una: "distribución más justa de los bienes y las oportunidades: un trabajo justamente retribuido que permita el decoroso sustento de los miembros de la familia y que disminuya la brecha entre el lujo desmedido y la indigencia" (DP, 129.133).

321- En nuestra sociedad actual, el trabajo multiplica las relaciones entre los hombres, y esto lo mismo para mejorarlas que para deteriorarlas. El trabajo puede servir para incrementar la colaboración de los hombres entre sí, pero puede servir también para dar pie a grandes conflictos relacionados con las condiciones en que se desarrolla: desempleo y subempleo, salarios insuficientes, condiciones de injusticia, de insalubridad o de discriminación, y políticas laborales corruptas que, entre otras cosas, perpetúan las grandes desigualdades sociales y fomentan la inmigración del campo a la ciudad y la emigración del país al extranjero.

Situar al hombre en el centro de la vida económico-social

322- El trabajo puede y debe ser una fuente permanente de realización personal. Al empeñarse el hombre en la transformación del mundo, él mismo se transforma y desarrolla sus capacidades, sobre todo en aquellos campos donde él tiene margen para ejercitar su iniciativa y su creatividad, ya que "el principal recurso del hombre... es el hombre mismo" (CA, 32.35). Sabemos, sin embargo, que hay muchos trabajos que lejos de ayudar a un sano desarrollo, desembocan más bien en muchas formas de deshumanización y alienación.

323- Nuestros obispos latinoamericanos han abordado en múltiples ocasiones los temas relacionados con la economía y el trabajo. En Santo Domingo nos invitan a un nuevo orden económico: "Conscientes de que se está gestando un nuevo orden económico mundial que afecta a América Latina, la Iglesia desde su perspectiva está obligada a hacer un serio esfuerzo de discernimiento. Tenemos que preguntarnos: ¿hasta dónde debe llegar la libertad de mercado? ¿Qué características debe tener para que sirva al desarrollo de las grandes mayorías?" (SD, 194).

324- "Según la reciente enseñanza de Juan Pablo II (Carta Encíclica Centesimus annus), es lícita la libre actividad de los individuos en el mercado. Esto no significa que el mercado pueda ofrecer todos los bienes que requiere la sociedad... La economía de mercado debe tener en cuenta estos límites. Por eso las enseñanzas del Santo Padre señalan la necesidad de acciones concretas de los poderes públicos para que la economía de mercado no se convierta en algo absoluto a lo cual se sacrifique todo, acentuando la desigualdad y la marginación de las grandes mayorías. No puede haber una economía de mercado creativa y al mismo tiempo socialmente justa, sin un sólido compromiso de toda la sociedad y sus actores con la solidaridad a través de un marco jurídico que asegure el valor de la persona, la honradez, el respeto a la vida y la justicia distributiva, y la preocupación efectiva por los más pobres" (SD, 195).

325- En el Antiguo Testamento vemos cómo el hombre se rebela contra Dios, quiere ser igual que su Creador y peca frustrando el plan que Dios tenía para él. Queda inclinado al mal y le viene la tentación de acaparar la creación que Dios hizo para todos y de esclavizar para esto a sus hermanos, imponiendo la ley del más fuerte, a tal grado que el poderoso pueblo egipcio esclaviza durante muchos años a la comunidad de los hijos de Israel para enriquecerse, haciendo del trabajo no ya un medio de realización personal, sino un instrumento de opresión e injusticia (Ex 1, 8-14). En el Nuevo Testamento se habla fuertemente contra la riqueza y los ricos que se aferran a sus riquezas; y se pone a las riquezas como un obstáculo para acercarse a Dios (Mt 6, 24) y para seguir al Señor (Lc 14, 33). La condición para que un rico se convierta es que reparta sus bienes con generosidad entre los pobres, como en el caso de Zaqueo y del joven rico del Evangelio. Con esto llegamos a descubrir que la riqueza tiene una dimensión social (Mt 19, 21).

326- En su Exhortación apostólica que trata de la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo, el Papa Juan Pablo II nos recuerda: "El servicio a la sociedad por parte de los fieles laicos encuentra su momento esencial en la cuestión económico-social, que tiene por clave la organización del trabajo. La gravedad actual de los problemas que implica tal cuestión, considerada bajo el punto de vista del desarrollo y según la solución propuesta por la Doctrina social de la Iglesia, ha sido recordada recientemente en la Encíclica Sollicitudo rei socialis, a la que remito encarecidamente a todos, especialmente a los fieles laicos" (CL, 43).

327- Todo campo económico debe ser regulado por la justicia; sólo así vendrá la paz. Debemos denunciar como antievangélico cualquier sistema económico que haga muy ricos a unos a costa de la miseria de otros (SRS, 16). Hay que recordar, además, que en asuntos como estos la moral va más lejos que la ley civil. La solidaridad es el camino de la paz y al mismo tiempo del verdadero desarrollo (SRS, 39).

328- Ciertamente la actividad económica es necesaria, pero sólo si está al servicio del hombre. Si está al servicio del hombre, podrá ser fuente de fraternidad y signo de la providencia. El bien común y el cambio social sólo vendrán cuando la humanidad asuma un nuevo símbolo social, capaz de superar las barreras de los egoísmos nacionales. El Papa Pablo VI encuentra este símbolo y lo propone a todos los hombres de buena voluntad: la solidaridad en la promoción. "El desarrollo integral del hombre no puede darse sin el desarrollo solidario de la humanidad" (PP, 43).

El problema del trabajo, clave de la cuestión social

329- "Una de las realidades que más nos preocupa en nuestra tarea pastoral es el mundo del trabajo, por su significación humanizadora y salvífica, que tiene su origen en la vocación cocreadora del hombre como imagen de Dios (Gén 1-26) y que ha sido rescatado y elevado por Jesús, trabajador e hijo de carpintero (Mt 13, 55; Mc 6, 3). La Iglesia, como depositaria y servidora del mensaje de Jesús, ha visto siempre al hombre como sujeto que dignifica el trabajo, realizándose a sí mismo y perfeccionando la obra de Dios, para hacer de ella una alabanza al Creador y un servicio a sus hermanos. La permanente enseñanza del Magisterio de la Iglesia, respecto al trabajo como clave de la cuestión social, ha sido confirmada y desarrollada en las recientes Encíclicas sociales de Juan Pablo II (Laborem exercens, Sollicitudo rei socialis y Centesimus annus). Y de modo especial subraya la dimensión subjetiva del trabajo (LE, 6), que es la expresión más elocuente de la dignidad del trabajador" (SD, 182).

330- En el Mensaje del episcopado mexicano al pueblo de México acerca de El compromiso cristiano ante las opciones sociales y la política, del 18 de Octubre de 1973, se nos invita a asumir en estos campos nuevas actitudes evangélicas: "La vida económica, como la vida social en general, es como la vida de un cuerpo: sólo el bienestar de todo el cuerpo puede traer el bienestar a cada uno de sus miembros, e igualmente, la vida no sana en cada miembro acarrea el mal para sus miembros, y el mal de los miembros produce el malestar de todo el cuerpo... La solidaridad, supuesta nuestra condición de pecadores tocados de egoísmo, implica la práctica de la austeridad en el uso de los bienes y en la satisfacción de los sentidos... Además, en una sociedad en la que hay miseria, la solidaridad significa misericordia... Una pretendida conversión que no abarque al hombre en su totalidad -persona y sociedad- y que no se traduzca en la realización de nuevas estructuras, en donde las personas encuentren un modo concreto de relacionarse en justicia y amor, sería la ilusión de una mentalidad individualista, que fatalmente adormecería las conciencias" (Nos. 34.36.37.40).

331- "Si la Iglesia considera como deber suyo pronunciarse a propósito del trabajo desde el punto de vista de su valor humano y del orden moral, dentro del cual él se encuadra, lo hace cumpliendo una tarea importante en el servicio que ella presta al mensaje evangélico; en nuestros días, ella descubre un deber muy particular en la formación de una espiritualidad del trabajo, que sea capaz de acercar por su medio a todos los hombres a Dios, Creador y Redentor, a participar en sus planes salvíficos en relación al hombre y al mundo, y a profundizar en su vida la amistad con Cristo, asumiendo, mediante la fe, una viva participación a su triple misión: de sacerdote, de profeta y de rey, tal como nos lo enseña con expresiones admirables el Concilio Vaticano II" (LE, 24).

II. Desafíos de la realidad

332- Falta más presencia evangelizadora de la Iglesia en las organizaciones laborales. El acompañamiento pastoral de los obreros se reduce a ocasiones aisladas y de muy limitada repercusión.

333- Hay un empobrecimiento creciente de amplios sectores de la sociedad; pocas fuentes de trabajo y mal remuneradas, que no ofrecen perspectivas de auténtico progreso para el trabajador.

334- Presencia de estructuras económicas, como el neoliberalismo, con escasa proyección hacia el bien de la sociedad.

335- Hay un peligroso sometimiento en lo económico a políticas e intereses extranjeros, que ponen en riesgo la soberanía y la misma idiosincracia de nuestro pueblo.

336 -El consumismo ha llegado a ser un modo de vida pacíficamente aceptado en la mentalidad y en las actitudes de nuestra sociedad.

337- Existencia de sindicatos y organizaciones obreras que no están al servicio de los trabajadores sino de otros intereses, incluyendo los de sus líderes.

338- Hay parcialidad y hasta corrupción en la aplicación de la justicia en muchas instancias jurídico-laborales.

339- Grandes descuidos y carencias en la atención y apoyo a los trabajadores del campo.

340- Hay un vacío en la reflexión y en la sistematización de una pastoral campesina, y en una adecuación de la pastoral urbana, sobre todo para las grandes masas que se asientan -casi siempre regularmente- en torno a la zona metropolitana.

III. Líneas pastorales

341- Iluminar con el mensaje evangélico el mundo de la economía y del trabajo, y ofrecer, por parte de la jerarquía y del laicado comprometido, un testimonio creíble en el campo de la justicia social.

342- Dar a conocer, difundir y practicar la Doctrina social de la Iglesia, que forme nuestra conciencia social cristiana y nos impulse a ser solidarios con el pueblo pobre.

343- Que los agentes de pastoral de cada comunidad se formen en la Doctrina social de la Iglesia y en el análisis de la realidad, para que apoyen y den un impulso serio a la pastoral de la economía y del trabajo, educando en la solidaridad cristiana, con el ofrecimiento organizado de servicios concretos.

344- No hemos sabido integrar del todo a una pastoral urbana a las grandes masas que emigran a las periferias de nuestra ciudad y que, por falta de un apoyo y de una acogida verdaderamente cristiana, con frecuencia se resfrían o pierden su fe.

345- Que las parroquias, apoyadas por la comisión diocesana de pastoral social, organicen servicios para los emigrantes, en especial para el gran número de campesinos que llegan a la ciudad en busca de trabajo.

346- Que la comisión diocesana de pastoral social organice congresos, semanas, o estudios sobre los problemas sociales que más afectan a nuestro pueblo.

347- Incrementar las instancias intermedias de participación de la sociedad y del pueblo en general, y denunciar la manipulación de algunas de las existentes, que tradicionalmente han tomado las grandes decisiones económicas y políticas del país.

348- Crear Asociaciones Civiles con los laicos más comprometidos en la pastoral social y del trabajo para que, con personalidad jurídica y criterios evangélicos, puedan animar, asesorar o coordinar proyectos realistas y prioritarios, que promuevan al pueblo de Dios en sus necesidades más urgentes.

349- En la promoción de los derechos humanos tener en cuenta a los menores que son explotados y a las mujeres, que no han llegado a adquirir en la práctica plena igualdad de derechos en relación a los varones.

350- Difundir con amplitud los servicios que en este campo ofrece Cáritas diocesana, y apoyar su acción asistencial y promocional, involucrando a las personas, a las empresas y a los organismos que estén en posibilidad de colaborar en estos esfuerzos.

351- Impulsar la sección de pastoral del trabajo, dedicando a ella personal capacitado y que esté impulsado a su acción por motivos evangélicos.

IV. Disposiciones

73- La comisión diocesana de pastoral social, elabore un plan de trabajo que involucre en forma permanente a organismos eclesiales y a asociaciones profesionales de inspiración cristiana, que faciliten la difusión y la vivencia del Evangelio del trabajo, sobre todo en las relaciones obrero-patronales.

74- Promuévase en las parroquias formas concretas de asociación, apoyo y solidaridad recíproca entre las familias, con el fin de atender los siempre presentes problemas de pobreza, marginación y salud.

75- Las comunidades y las asociaciones cristianas presentes en el mundo del trabajo, favorezcan la formación cultural, profesional y religiosa de los trabajadores, sobre todo de los más jóvenes.

76- Para los cristianos, participar en el esfuerzo por dignificar el trabajo, ha de ser uno de los principales aspectos de la promoción humana y de su compromiso como evangelizadores entre sus compañeros trabajadores.

77- Toca a los trabajadores cristianos llevar el fermento del Evangelio a las realidades concretas, sobre todo por un compromiso coherente de vida, que influya positivamente en la superación y buen manejo de sus estructuras de asociación, en especial de los sindicatos.

78- La presencia de los cristianos en las empresas y en la vida económica de la sociedad sea ejemplo de competencia, de honestidad y de ayuda a los más necesitados.

79- Las parroquias, en especial de la periferia y de lugares marginados, establezcan comedores para la gente más necesitada, buscando, de ser posible entre parroquias de zonas más pudientes, un apoyo más constante en recursos económicos y en la presencia de sus agentes más cualificados.

80- En la programación de actividades apostólicas y de horarios de servicios, se tendrá muy presente las necesidades de los trabajadores, tomando en cuenta también las particulares circunstancias de aquellos que por sus turnos de trabajo no pueden adaptarse a las normas más generales de la comunidad parroquial.

81- Los responsables de organismos diversos y los sacerdotes que tienen trabajadores, empleados al servicio de la Iglesia, han de remunerarlos con un salario justo y otorgarles todas las prestaciones de ley.-

Cultura y Educación

I. Iluminación

352 Es San Ignacio de Antioquía quien, por primera vez, a principios del siglo II emplea la palabra católica para designar a la Iglesia: "Ahí donde está Jesucristo, ahí está la Iglesia católica" (Carta a los cristianos de Esmirna, 2). Este adjetivo "católico", sabemos muy bien que proviene de una palabra griega que frecuentemente se traduce por "universal". Pero "universal" no traduce sino imperfectamente el contenido de la palabra "católica" aplicada a la Iglesia, la cual incluye una connotación a la vez más rica y más concreta.

353 El adjetivo católica evoca, en principio, la expansión geográfica: la Iglesia está destinada a extenderse a todas las naciones; en este sentido, ella tiene una vocación universal. Pero la palabra implica, sobre todo, la "plenitud de gracia y de verdad" (UR, 3) que ha sido confiada a la Iglesia católica desde el día de Pentecostés, y que le permite evangelizar a todos los hombres.

354 La catolicidad de la Iglesia se manifiesta en la capacidad que ella tiene de acoger, en su diversidad, las aspiraciones y situaciones de los individuos y de reunirlas en la unidad y, sin destruirlas, purificarlas dentro de una inprecisable variedad de culturas y de realidades humanas, tanto individuales como sociales. Gracias al poder del Espíritu que le ha sido

dado, la Iglesia es capaz de enraizar el Evangelio en las diversas culturas, de manera que él sea una fuerza de conversión y una nueva forma de enfrentarse a cualquier situación y a cualquier sistema de valores que no estén de acuerdo con el plan de Dios.

355 Por sí mismo el Evangelio, del que la Iglesia es depositaria, está en posibilidad y tiene el imperativo de desarrollar en cada una de las culturas todo aquello que se relaciona con el bien de la humanidad. Este hecho es, al mismo tiempo, una tarea: tarea de apertura, de transformación, de ampliación de miras, de metas y de horizontes para la comunidad de los creyentes que, como la "casa del Padre", debe poder albergar muchas moradas (Jn 14, 2).

La cultura y las culturas

356 La cultura no es sólo un aspecto de la vida del hombre. Es un elemento que engloba y da fisonomía específica a todos los aspectos de la vida individual y social de los pueblos y de las personas; abarca lo económico, lo político, lo religioso, lo moral, la jerarquía de valores, el arte, la literatura, la técnica, etc. La cultura es el estilo específico de vivir propio de un pueblo y de los individuos que lo integran.

357 Hablando de la evangelización de la cultura, el Documento de Puebla comienza por reconocer el "nuevo y valioso aporte pastoral" de la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi de Pablo VI, que nos invita a enfrentar con decisión y apertura la tarea de evangelizar la cultura y las culturas (EN, 20). Al hacer esto, no hace sino desglosar y adaptar a nuestra situación latinoamericana lo que ya el Concilio había hecho magistralmente, a nivel más amplio en la Constitución pastoral Gaudium et Spes.

358 "Con la palabra cultura se indica el modo particular como, en un pueblo, los hombres cultivan su relación con la naturaleza, entre sí mismos y con Dios (GS, 53b) de modo que puedan llegar a ‘un nivel verdadera y plenamente humano’ (GS, 53a). Es ‘el estilo de vida común’ (GS, 53c) que caracteriza a los diversos pueblos; por ello se habla de ‘pluralidad de culturas’ (GS, 53c). La cultura así entendida, abarca la totalidad de la vida de un pueblo: el conjunto de valores que lo animan y de desvalores que lo debilitan y que al ser participados en común por sus miembros, los reúne en base a una misma conciencia colectiva (EN, 18). La cultura comprende, asimismo, las formas a través de las cuales aquellos valores o desvalores se expresan y configuran, es decir, las costumbres, la lengua, las instituciones y estructuras de convivencia social, cuando no son impedidas o reprimidas por la intervención de otras culturas dominantes" (DP, 386-387).

359 "Lo esencial de la cultura está constituido por la actitud con que un pueblo afirma o niega una vinculación religiosa con Dios, por los valores y desvalores religiosos. Estos tienen que ver con el sentido último de la existencia y radican en aquella zona más profunda, donde el hombre encuentra respuestas a las preguntas básicas y definitivas que lo acosan, sea que se las proporcionen con una orientación positivamente religiosa o, por el contrario, atea. De aquí que la religión o la irreligión sean inspiradoras de todos los restantes órdenes de la cultura -familiar, económico, político, artístico, etc.en cuanto los libera hacia lo trascendente o los encierra en su propio sentido inmanente... La cultura se va formando y se transforma en base a la continua experiencia histórica y vital de los pueblos; se transmite a través del proceso de tradición generacional. El hombre, pues, nace y se

desarrolla en el seno de una determinada sociedad, condicionado y enriquecido por una cultura particular; la percibe, la modifica creativamente y la sigue transmitiendo" (DP, 389.392).

360 El mandato inicial de Dios a los seres humanos de crecer y multiplicarse, llenar la tierra y someterla (Gén 1, 28-30), lleva una connotación eminentemente cultural. Cultura es cultivo y expresión de todo lo humano en estrecha relación con la naturaleza, y con la dimensión comunitaria de los pueblos (SD, 228). Así, la tarea de la cultura es, ante todo, el perfeccionamiento del hombre y de su mundo, comprendiendo los aspectos histórico y social (GS, 53). Requisito fundamental para la realización del empeño cultural es el poseer un claro concepto de la naturaleza, del origen y destino de los seres humanos, es decir, poseer la verdad completa acerca del hombre, de Cristo y del mundo (DP, 170-339).

361 El Verbo de Dios, al asumir y expresar todo lo humano, excepto el pecado (Hb 4, 15), entra en el mundo de la cultura y, siendo medida de todo lo humano, lo es también de toda cultura. Todos los valores y expresiones culturales que concuerdan con el Evangelio, promueven lo auténticamente humano, de tal suerte que aquello que no pase por Cristo no podrá quedar redimido (SD, 228). La participación del hombre en la vida sobrenatural, mediante la unión redentora con Cristo, no destruye la naturaleza humana, sino que la asume y la eleva. Los auténticos valores culturales, discernidos y asumidos por la fe, son necesarios para encarnar en la cultura el mensaje del Evangelio.

La inculturación del Evangelio

362 La IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano reunida en Santo Domingo, ha titulado su Documento definitivo: "Nueva Evangelización, Promoción Humana, Cultura Cristiana". Este mismo hecho de incluir entre sus grandes metas la cultura cristiana nos habla ya en sí mismo de la importancia que concedió a un tema tan vasto y de tanta trascendencia.

363 La evangelización de la cultura y la inculturación del Evangelio no son dos actividades diferentes y separadas. Evangelización de la cultura significa purificarla de todos aquellos elementos que contradicen los valores del Evangelio. Inculturación del Evangelio significa asumir aquellos elementos positivos que hay en una cultura y elevarlos o potenciarlos hasta un desarrollo pleno, a la luz de los valores evangélicos.

364 "El vínculo del Evangelio con el hombre es creador de cultura, y la síntesis entre la cultura y la fe no es sólo una exigencia de la cultura sino también de la fe. Una fe que no se hace cultura, es una fe no plenamente acogida, no enteramente pensada, ni fielmente vivida" (Juan Pablo II, Pontificio Consejo para la cultura, 18 de Enero de 1983). "La universidad católica participa en este proceso ofreciendo la rica expresión cultural de la Iglesia. Además, consciente de que la cultura humana está abierta a la Revelación y a la trascendencia, la universidad católica es el lugar primario y privilegiado para un fructuoso diálogo entre el Evangelio y la cultura" (Juan Pablo II, Ex corde Ecclesiae, 43).

365 "La evangelización de la cultura es un esfuerzo por comprender las mentalidades y las actitudes del mundo actual e iluminarlas desde el Evangelio. Es la voluntad de llegar a

todos los niveles de la vida humana para hacerla más digna" (Juan Pablo II, Discurso al mundo de la cultura, Lima, 15 de Mayo de 1988, 5). Pero este esfuerzo de comprensión e iluminación debe estar siempre acompañado del anuncio de la Buena Nueva (Redemptoris missio, 46), de tal manera que la penetración del Evangelio en las culturas no sea una simple adaptación externa, sino un ‘proceso profundo y global que abarque tanto el mensaje cristiano, como la reflexión y la praxis de la Iglesia’ (Ibid., 52), respetando siempre las características y la integridad de la fe" (SD, 22).

366 "Ejemplos de inculturación del Evangelio lo constituyen también ciertas manifestaciones socioculturales que están surgiendo en defensa del hombre y de su entorno, y que han de ser iluminadas por la luz de la fe. Es el caso del movimiento ecologista en favor del respeto debido a la naturaleza y contra la explotación desordenada de sus recursos, con el consiguiente deterioro de la calidad de vida. La Iglesia hace suya la preocupación por el medio ambiente e insta a los gobiernos para que protejan este patrimonio según los criterios del bien común (Juan Pablo II, Mensaje para la XXV Jornada mundial de la paz, 1º de Enero de 1992)" (SD, 23).

367 Nos dice Juan Pablo II en su discurso del 15 de Enero de 1988 a la asamblea plenaria del Pontificio Consejo para la cultura: "El reciente Sínodo de los obispos, dedicado a la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo, veinte años después del Concilio Vaticano II, ha subrayado la urgencia de formar a los laicos para hacer que el Evangelio esté más presente en el entramado vivo de las culturas, en los ambientes que caracterizarán las mentalidades del futuro e inspirarán los comportamientos: la familia, la empresa, la escuela, la universidad y los medios de comunicación social... (como colaboración eficaz de la Iglesia) en la promoción cristiana de una civilización del amor y de la verdad, en vísperas del nuevo milenio" (OR, 7 de Febrero de 1988, 11).

Cultura rural y cultura urbana

368 Toda cultura es naturalmente viva y, generalmente, provocadora de grandes cambios sociales. Nuestra cultura actual presenta muchos signos y variadas manifestaciones de estos cambios profundos, pero uno muy significativo y de innegables consecuencias en la forma de ser y de vivir de nuestra sociedad, es el aparentemente irreversible tránsito de una cultura rural a una cultura urbana, con todos los impactos positivos y negativos que este cambio conlleva.

369 Mientras las ciudades crecen incesantemente, se constata también lo que podríamos llamar urbanización del campo, en cuanto que las gentes del campo van adoptando el modo de pensar y las costumbres de las gentes de la ciudad: es la urbanización de los espíritus, fenómeno que se da gracias a los medios de comunicación y a las mayores facilidades de desplazamiento.

370 El problema del urbanismo plantea grandes desafíos a la acción pastoral, tales como la pobreza de los cinturones de miseria en las grandes ciudades, el desarraigo cultural, la pérdida de las tradiciones familiares y también la distinta actitud religiosa en la que no pocas veces naufraga la fe. De esta forma, la cultura urbana está modificando la triple relación del hombre: con la naturaleza, con las personas y con Dios.

371 En la cultura rural la relación del hombre con la naturaleza es personal, casi sacral; la relación con las personas es directa y la relación con Dios se establece más fácilmente, porque la naturaleza viene a ser como una mediación que permite percibir sin mayor dificultad la mano providente de Dios, que sustenta al hombre a través de su creación. La cultura urbana todo lo cambia. La relación del hombre con la naturaleza se vuelve casi nula; la relación es con la máquina y con lo hecho por el hombre; la relación con las personas se caracteriza por el anonimato y lo funcional. La relación con Dios se hace difícil, porque falta la mediación de la naturaleza. No cabe duda que el hombre urbano actual es un tipo diverso de hombre: vive en una mayor pobreza material y espiritual, confía en la ciencia y en la tecnología, está influido por los grandes medios de comunicación social, es dinámico y proyectado hacia lo nuevo; es consumista, audiovisual, perdido en la masa y desarraigado (SD, 255).

372 De alguna manera relacionados con la cultura urbana están el secularismo y el indiferentismo religioso, ampliamente difundidos en nuestros días, los cuales, sin negar a Dios abiertamente, prescinden prácticamente de Él y de su santa Ley. En la cultura urbana se percibe también lo que se ha llamado la post-modernidad, que puede resumirse en la desilusión del hombre moderno, que había puesto una confianza casi ilimitada en la razón, en el progreso indefinido y en los sistemas del capitalismo y del consumismo. A ese hombre desilusionado, que bien puede pasar a ser un pobre de espíritu digno de las bienaventuranzas, hemos de ofrecerle a Cristo, como única solución a los problemas del hombre y como el único que no defrauda.

373 Evangelizar la cultura urbana es un reto formidable que se presenta hoy a la Iglesia. Ella, que supo evangelizar la cultura rural durante muchos siglos, debe ahora evangelizar la ciudad. El Documento de Santo Domingo nos da algunas líneas pastorales que deben ser ampliadas en su investigación y realización por los evangelizadores del tercer milenio. La respuesta al problema de la cultura urbana, que a causa del éxodo y del abandono del campo ha empobrecido todavía más a nuestros pueblos, los ha hecho más dependientes y los ha privado de sus ricas tradiciones, sobre todo morales y religiosas. De ahí que sea un verdadero imperativo: "Realizar una pastoral urbanamente inculturada en relación a la catequesis, a la liturgia y a la organización de la Iglesia. La Iglesia deberá inculturar el Evangelio en la ciudad y en el hombre urbano. Discernir sus valores y antivalores; captar su lenguaje y sus símbolos. El proceso de inculturación abarca el anuncio, la asimilación y la reexpresión de la fe" (SD, 256).

Educación: asimilación de la cultura

374 "La educación es la asimilación de la cultura. La educación cristiana es la asimilación de la cultura cristiana. Es la inculturación del Evangelio en la propia cultura. En todo caso la educación es un proceso dinámico que dura toda la vida de la persona y de los pueblos, recoge la memoria del pasado, enseña a vivir hoy y se proyecta hacia el futuro. Por esto, la educación cristiana es indispensable en la Nueva Evangelización" (SD, 263).

375 Dios ha creado al hombre para que entre en intimidad con Él, para que sea su amigo, para que lo conozca y lo ame; le ha dado también la capacidad de ejercer su señorío sobre la creación (Gén 1, 28; GS, 12), con capacidad para decidir su propio destino (Gén 2, 17),

por lo tanto, su ser personal esencialmente está abierto en dos direcciones. Verticalmente: hacia Dios, Bien sumo y Verdad absoluta; y horizontalmente: hacia los demás hombres y hacia la naturaleza. La educación debe abarcar a todo el hombre y a todo hombre (PP, 2), y debe buscar que el hombre, por convicción, trate de ser más antes de tener más (GS, 3; EC, 26). En el caso de los cristianos, la educación debe llevar a abrir los espíritus a los valores evangélicos y morales de la justicia, de la solidaridad, de la responsabilidad comunitaria y del amor.

376 Puesto que el hombre es siempre perfectible (GE, 6; EC, 82; DP, 1038), la educación ha de ser entendida como un proceso dinámico que nunca termina, -que va de la cuna a la tumba-, que abarca la totalidad de la existencia, tanto de personas como de pueblos. Toda educación supone un proyecto de hombre (SD, 265). La Iglesia presenta a Cristo como modelo del hombre nuevo (Ef 4, 22-24), y constantemente lo invita a convertirse en una nueva creatura (2 Cor 5, 17), en quien se lleva a cabo el proyecto del Padre (Ef 1, 10). Educar al hombre en esta dirección, es parte integrante de la misión evangelizadora, puesto que es evangelizar, es humanizar, perfeccionar y ennoblecer al hombre (DP, 1012; EN, 18).

Una educación evangelizadora

377 Es necesario abrir a Cristo el amplio campo de la enseñanza en los diversos niveles, que pueden ser escolares o no escolares, elementales o superiores, formales o no formales, puesto que en Cristo encontramos plenamente todos los valores humanos; sólo en Él está el sentido de la vida (Juan Pablo II, A los maestros, Aguascalientes, 1990). Y esto vale, en primer lugar, para la familia.

378 El matrimonio está ordenado, como sabemos, al bien de los cónyuges, al mismo tiempo que a la generación y a la educación de los hijos. "La fecundidad del amor conyugal, no se reduce a la sola procreación de los hijos, sino que debe extenderse también a su educación moral y a su formación espiritual. El papel de los padres en la educación ‘tiene tanto peso que, cuando falta, difícilmente puede suplirse’ (GE, 3). El derecho y el deber de la educación son para los padres primordiales e inalienables (FC, 36)... Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos" (CIC, 2221.2223). "El Estado y las demás instancias intermedias deben ser complementarios y subsidiarios de la familia en su labor educativa" (Mensaje de los obispos mexicanos Sobre la educación en México, 10 de Noviembre de 1986, 8).

379 Dar la vida implica el acompañar el crecimiento de esta vida, es decir, educar. Esta educación se da, sobre todo, en el seno de la propia familia y dura todo el tiempo necesario para que los hijos lleguen a su madurez como personas. Esta educación pone a los padres en relación con múltiples instancias educativas que conjugan sus esfuerzos para que el hijo llegue a ser verdaderamente una persona, en sentido humano y cristiano. Por la gracia del sacramento del Matrimonio, la misión educativa de los padres está elevada a la dignidad y a la vocación de un auténtico servicio de la Iglesia, para la edificación de sus miembros (FC, 38).

380 La II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano reunida en Medellín, se ocupó ampliamente del tema de la educación en su sentido humanista y cristiano:

"Reconociendo la trascendencia de la educación sistemática mediante escuelas o colegios para la promoción del hombre, conviene no identificar la educación con cualquiera de los instrumentos concretos. Dentro del concepto educativo moderno esta trascendencia es enorme, pues la educación es la mejor garantía del desarrollo personal y del progreso social... Este concepto rebasa la mera institucionalidad de los centros docentes y proyecta su dinámica apostólica hacia otros sectores que reclaman urgentemente la presencia y el compromiso de la Iglesia" (DM, "Educación", 10-11).

381 "Para la Iglesia, educar al hombre es parte integrante de su misión evangelizadora, continuando así la misión de Cristo Maestro. Cuando la Iglesia evangeliza y logra la conversión del hombre, también lo educa, pues la salvación (don divino y gratuito), lejos de deshumanizar al hombre, lo perfecciona y ennoblece; lo hace crecer en humanidad. La evangelización es, en este sentido, educación. Sin embargo, la educación en cuanto tal no pertenece al contenido esencial de la evangelización, sino más bien a su contenido integral" (DP, 1012-1013).

382 "Nuestros compromisos en el campo educativo se resumen sin lugar a dudas en la línea pastoral de la inculturación: la educación es la mediación metodológica para la evangelización de la cultura. Por tanto, nos pronunciamos por una educación cristiana desde y para la vida en el ámbito individual, familiar y comunitario y en el ámbito del ecosistema; que fomente la dignidad de la persona humana y la verdadera solidaridad; educación a la que se integre un proceso de formación cívico-social inspirado en el Evangelio y en la Doctrina social de la Iglesia. Nos comprometemos con una educación evangelizadora" (SD, 271).

383 "Esta educación evangelizadora deberá reunir, entre otras, las siguientes características: -l Humanizar y personalizar al hombre para crear en él el lugar donde pueda revelarse y ser escuchada la Buena Nueva: el designio salvífico del Padre en Cristo y su Iglesia. l Integrarse en el proceso social latinoamericano impregnado por una cultura radicalmente cristiana en la cual, sin embargo, coexisten valores y antivalores, luces y sombras y, por lo tanto, necesita ser constantemente reevangelizada. l Ejercer la función crítica propia de la verdadera educación, procurando regenerar permanentemente, desde el ángulo de la educación, las pautas culturales y las normas de interacción social que posibiliten la creación de una nueva sociedad, verdaderamente participativa y fraterna, es decir, educación para la justicia. l Convertir al educando en sujeto, no sólo de su propio desarrollo, sino también al servicio del desarrollo de la comunidad: educación para el servicio" (DP 1026-1030).

II. Desafíos de la realidad

384 La ruptura entre fe y cultura, la incoherencia entre los valores del pueblo inspirados en principios cristianos y los actuales modelos y patrones de conducta secularizados que prevalecen en la sociedad.

385 Falta unidad de criterios para la formación en la fe, tanto en escuelas particulares como oficiales, de manera que se facilite el hacer llegar en forma viva el Evangelio a los alumnos.

386 No es muy significativa la preparación cristiana de los maestros para que, a su vez, puedan ser luego testigos que impulsen a sus alumnos con el ejemplo al diálogo entre fe y cultura.

387 La presencia de un estilo de educación escasa en valores morales y religiosos, que privilegia los elementos técnicos y utilitaristas de la eficacia económica, política y social, dando más importancia al hacer que al ser de la persona.

388 La actual cultura del individualismo y de la amoralidad que reduce los valores cristianos a meros compromisos sociales, sin ofrecer principios sólidos ni convicciones personales.

389 La débil presencia y la poca eficacia de laicos católicos en los centros culturales de nuestra sociedad, y la ausencia de atención pastoral a las personas que se dedican al arte en sus diversas expresiones y niveles.

390 El impacto demoledor de los grandes medios de comunicación social y la mentalidad del acaparamiento, de la simulación y de la corrupción, factores que debilitan el influjo positivo de las instituciones educativas.

391 Hay centros educativos que privilegian el ingreso de alumnos por influencias sociales o por contar con mayores recursos económicos, y así marginan a las grandes mayorías de estudiantes insolventes.

392 El alto costo de algunas escuelas y universidades de inspiración cristiana, no facilita el que muchos jóvenes dotados de capacidades y liderazgo evangelizadores, puedan continuar en ellos su formación académica y profesional.

III. Líneas pastorales

393 Promover a los fieles de las diferentes comunidades eclesiales en la cultura del compartir, de la solidaridad y de la sana convivencia, tomando como base los principios morales de la fe católica.

394 Que se promuevan cursos sobre conocimiento y discernimiento de la cultura moderna -con sus valores y antivaloresen orden a una adecuada inculturación del mensaje evangélico.

395 Valorar como elementos muy importantes de la cultura las manifestaciones depuradas de nuestra religiosidad popular.

396 Educar a los fieles laicos, en especial a los adolescentes y jóvenes, en el recto uso de los medios de comunicación social, para la evangelización de la cultura.

397 Preparar y motivar a los padres de familia para que exijan a directores y maestros de los planteles donde estudian sus hijos una educación que respete los valores morales, religiosos y familiares que profesamos.

398 Que los Institutos de educación superior de inspiración cristiana, tomen como tarea propia y muy relevante dentro de sus actividades académicas, el diálogo entre fe y cultura.

399 Impulsar una educación en donde, tanto padres de familia como maestros, tomen más en serio su responsabilidad en el acompañamiento personalizado, efectivo y afectivo, de sus hijos y alumnos.

400 Que la comisión de pastoral universitaria promueva intercambios culturales y religiosos entre seminaristas y universitarios, para enriquecer la formación humana y cristiana de unos y otros.

401 Que en los decanatos y parroquias se sigan promoviendo, a pesar de las difíciles situaciones económicas, las escuelas católicas.

402 Que las escuelas y colegios católicos y las universidades de inspiración cristiana establezcan un sistema de cuotas y de incentivos, en el cual den cabida a alumnos de escasos o nulos recursos económicos.

IV. Disposiciones

82 La Iglesia de Guadalajara ha de reconocer en todos sus planes y acciones pastorales, la necesidad de inculturar el Evangelio en los diversos ambientes y situaciones de nuestra sociedad, cada vez más pluralista y heterogénea.

83 La diócesis buscará un diálogo continuo, leal y sincero con las distintas organizaciones culturales, educativas y gremiales, donde se forman y desenvuelven los líderes de opinión, "los constructores de la sociedad" más comprometidos con nuestra comunidad.

84 Especial atención tendrá nuestra Iglesia por el fomento del diálogo entre fe y cultura en las universidades y centros educativos de nivel superior, tanto públicos como privados.

85 La promoción humana y los esfuerzos educativos y culturales de los organismos y movimientos apostólicos de nuestra diócesis, han de impulsar, como parte de una evangelización integral, la elevación espiritual, moral y cultural de nuestro pueblo.

86 Dese especial importancia en los conjuntos pastorales de las parroquias y de los colegios católicos, al fomento de actividades culturales y recreativas que contribuyan a la integración de nuestras distintas comunidades y al desarrollo de un auténtico sentido de pertenencia.

87 Los sacerdotes asignados a iglesias de especial valor histórico, consideren estos templos y conjuntos pastorales no sólo como espacios religiosos, sino también como obras de gran valor cultural. Preocúpense con particular empeño en la custodia y conservación de los tesoros artísticos, siguiendo -sin fanatismos ni polarizaciones- el espíritu y la letra de las legislaciones civiles y eclesiásticas en la materia.

88 Foméntese, sobre todo en las zonas marginadas y rurales, la creación y el funcionamiento de bibliotecas populares (y si es posible de videotecas), el impulso a la alfabetización de adultos y el establecimiento de parvularios según la metodología y con el apoyo de nuestra Cáritas diocesana.

89 A pesar de las ya prolongadas situaciones económicas por las que atravesamos, como Iglesia y como sociedad, todas las comunidades parroquiales han de tener como ideal la implantación y el sostenimiento responsable de la escuela católica, sobre todo en los primeros niveles.

90 Los padres de familia cristianos, preocúpense por promover, y aún por defender ante cualquier instancia pública o privada, el derecho primario y original de influir y orientar los planes y programas destinados a la educación de sus hijos.

Políticia y Medios de Comunicación Social

I. Iluminación

403- Las relaciones humanas no pueden basarse en otra cosa que no sea la confianza. Y esto vale especialmente para los campos de la política y de los medios de comunicación social, en nuestros días verdaderamente omnipresentes y no pocas veces ambiguos. La verdad debe ser dicha y vivida; no puede haber confianza sino en la búsqueda de la verdad. Esta cuestión de la verdad en las relaciones humanas, políticas y sociales es particularmente delicada. Ella pone en juego una relación con la verdad, mas también una relación con la justicia y con la caridad, virtudes que han de regular la compleja interrelación de los seres humanos.

404- Las cuestiones morales en torno a la vivencia de la verdad adquieren una especial dimensión cuando las referimos a la vida política y a la utilización de los modernos medios de comunicación social. Sobre todo estos últimos juegan un papel muy importante en la puesta en práctica del deber y del derecho a informar y a informarse, del deber de informar y del derecho de los ciudadanos a ver respetada su legítima privacidad. Los entendidos en la materia, especialmente los sociólogos que se ocupan de estudiar los fenómenos de la comunicación, nos dicen que nuestra sociedad se está moviendo de la logósfera (cultura del pensamiento y de la palabra) a la iconósfera (cultura de la imagen y de las emociones). El impacto social de los mass media, y especialmente de la televisión con todos sus recursos de técnica y colorido, están desplazando, en forma importante y preocupante a la vez, a la parroquia y a la escuela como tradicionales ámbitos generadores de cultura, de educación y formación de la conciencia y de los valores. Su poder es muy grande y puede ayudar a divulgar la verdad, el sano entretenimiento o la educación a la libertad, o también ser utilizados para difundir la mentira y la simulación, o para crear un clima en donde se exasperen las más variadas pasiones, que entorpezcan la pacífica convivencia entre los ciudadanos y enturbien el ambiente social.

405- Los cristianos no podemos desentendernos de las realidades socio-políticas y culturales. La política es uno de los lugares donde se pone en juego la vida y el futuro de los hombres y de las comunidades. En colaboración con todos los hombres de buena

voluntad, los seguidores de Cristo hemos de esforzarnos por enriquecer nuestra vida de ciudadanos civilizados con un auténtico patriotismo, con una gran preocupación por el bien común y por el perfeccionamiento de la democracia, con una aportación real al desarrollo integral de nuestros pueblos, acorde con los valores del Evangelio.

406- El Concilio Vaticano II nos ilumina ampliamente en lo referente a "la vida de la comunidad política" (GS, 73-76) y nos da normas claras para "El recto uso de los medios de comunicación social" (IM, 3-12). Preparada por mandato especial del Concilio, la Instrucción pastoral Communio et progressio del 23 de Mayo de 1971, es considerada la verdadera Carta magna sobre la comunicación social desde una perspectiva cristiana.

407- Para animar cristianamente el orden temporal, los laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la vida política, es decir, de la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover en forma orgánica el bien común (CL, 42). "Se debe poner todo empeño en la formación técnica, doctrinal y moral de todos los agentes de pastoral que trabajen en y con los medios de comunicación social. Al mismo tiempo es necesario un plan de educación orientado tanto a la percepción crítica, especialmente en los hogares, como a la capacidad de utilizar activa y creativamente los medios y su lenguaje, utilizando los símbolos culturales de nuestro pueblo" (SD, 284).

Fe y política

408- Para un creyente, la vivencia de las realidades políticas pueden y deben ser una forma concreta de amor al prójimo y una privilegiada ocasión para proyectar, dentro del Estado de derecho, la dimensión social de la caridad. "La dimensión política, constitutiva del hombre, representa un aspecto relevante de la convivencia humana... La fe cristiana no desprecia la actividad política; por el contrario, la valoriza y la tiene en alta estima" (DP, 513-514). Política es el conjunto de actividades, leyes, estructuras y organizaciones que ayudan a los gobernantes y a los ciudadanos de un país a ordenar todos los aspectos de la vida social hacia el compromiso por un desarrollo integral. Entendemos por bien común, el conjunto de condiciones sociales que permiten y promueven el pleno desarrollo de las personas y grupos que forman la sociedad (DM, "Justicia", 7.12.16; PT, 53-66; GS, 74).

409- El Estado es un conjunto social de personas asentadas en un territorio determinado, regidas por un gobierno bajo un orden jurídico, encaminado al bien común global. El Estado es una exigencia de la naturaleza social de los seres humanos y tiene como elemento fundamental la convergencia o cooperación de pensamientos, voluntades, afectos y conductas de sus miembros para la realización del bien común.

410- Del Magisterio de la Iglesia podemos distinguir muy claramente dos acepciones de lo que se entiende por política y, por tanto, de compromiso político.

411- Política en sentido amplio: es toda actividad organizada en conjunto por ciudadanos de buena voluntad, para promover el bien común de la sociedad y los valores de la justicia, de la libertad, de la solidaridad (DP, 521). Es tarea que toca a todos los miembros de la Iglesia: obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, pues la Iglesia "debe discernir e iluminar,

desde el Evangelio y su enseñanza social, las situaciones, los sistemas, las ideologías y la vida política" (DP, 511). Política en sentido estricto: es la lucha por conseguir el poder o el ejercicio de él, cuando ya se tiene. De ordinario se realiza mediante partidos políticos (DP, 523). Es tarea propia y específica de los laicos el construir y organizar partidos políticos para alcanzar sus fines legítimos (DP, 524).

412- En el Mensaje del episcopado mexicano El compromiso cristiano ante las opciones sociales y la política, del 18 de Octubre de 1973, se nos recuerda: "Los laicos cristianos, viviendo de fe, edifican la comunidad de salvación en lo político, cuando, a través de su compromiso y de su acción política, Cristo vivifica, con su verdad y su vida, las estructuras humanas donde se juega la suerte del advenimiento del Reino de Dios (LG, 31.36; GS, 43; PP, 81; OA, 48)... Esta participación en la política en sentido estricto significa para el laico, al mismo tiempo que un deber, el ejercicio concreto de la caridad para con toda la sociedad (AA, 7.13-14). Además, al actuar en la vida política, el laico tiene que reconocer que la vida de fe puede conducir a otros hermanos a opciones diferentes y a militar en otros partidos políticos; lo cual deberá traducirse no en rivalidades odiosas, sino en fuente de diálogo enriquecedor para el bien común" (121.124).

413- La política partidista es, entonces, el campo propio de los laicos (GS, 43). "Los pastores, por el contrario, puesto que deben preocuparse por la unidad, se despojarán de toda ideología político- partidista que pueda condicionar sus criterios y actitudes. Tendrán así, libertad para evangelizar lo político como Cristo, desde un Evangelio sin partidismos ni ideologizaciones" (DP, 526). Mucho agradecerán nuestras comunidades cristianas, cada vez más concientizadas de sus derechos y de sus deberes cívicos el que sus pastores -de por sí pocos- no distraigan su atención hacia aspectos de la vida socio-política, incompatibles con su misión de ser promotores de la concordia y no de la división. Los laicos dirigentes de la acción pastoral en una Iglesia determinada, por su parte, no deberán usar su autoridad o sus influencias en favor de algún partido o de alguna ideología en particular (DP, 530).

Evangelización y política

414- "La Iglesia respeta la legítima autonomía del orden temporal y no tiene un modelo específico de régimen político. ‘La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar sus propios gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica’ (CA, 46)... Apoyada en el magisterio de su Doctrina social, la Iglesia ha venido acompañando al pueblo en sus luchas y anhelos de una mayor participación y el Estado de derecho" (SD, 190).

415- "La Iglesia... siente como su deber y derecho estar presente en este campo de la realidad; porque el cristianismo debe evangelizar la totalidad de la existencia humana, incluida la dimensión política. Critica por esto, a quienes tienden a reducir el espacio de la fe a la vida personal o familiar, excluyendo el orden profesional, económico, social y político, como si el pecado, el amor, la oración y el perdón no tuviesen allí relevancia. En efecto, la necesidad de la presencia de la Iglesia en lo político, proviene de lo más íntimo de la fe cristiana: del señorío de Cristo que se extiende a toda la vida. Cristo sella la definitiva

hermandad de la humanidad; cada hombre vale como otro ‘Todos sois uno en Cristo Jesús’ (Gál 3, 28)" (DP, 515-516).

416- El señorío de Cristo se extiende a toda la vida (EN, 29). La proclamación de su Reino nace del propósito de salvación personal, social y cósmica de Dios, que llega a nosotros como don que se propone para aceptarlo en libertad, y que una vez aceptado, compromete de manera radical la totalidad de la vida (EN, 23). "Los pastores procuraremos, como objetivo pastoral inmediato, impulsar la preparación de laicos que sobresalgan en el campo de la educación, de la política, de los medios de comunicación social, de la cultura y del trabajo. Estimularemos una pastoral específica para cada uno de estos campos de tal manera que quienes estén presentes en ellos sientan todo el respaldo de sus pastores" (SD, 99). De ahí que, una de las responsabilidades más delicadas de los pastores de la Iglesia sea: "Orientar y acompañar pastoralmente a los constructores de la sociedad en la formación de una conciencia moral en sus tareas y en la actuación política. Estar siempre abiertos al diálogo con quienes guían sus vidas por caminos diferentes de la ética cristiana. Comprometernos efectivamente en la construcción de la justicia y la paz de nuestros pueblos" (SD, 242).

417- La participación responsable de los miembros de la sociedad frente al bien común, se debe expresar en la libre manifestación del consentimiento mayoritario en las decisiones, lo que constituye la esencia de la democracia. La democracia, gobierno del pueblo, se debe entender como un estilo de vida, una tendencia, un sistema de vida fundada en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo, de aquí que la democracia auténtica tiende necesariamente a ser una actitud generalizada de índole moral, vivificada por la verdad, la libertad, la justicia y el amor al prójimo (SD, 190-191; CA, 46). En su Orientación pastoral del 14 de Febrero de 1994, nuestros obispos mexicanos nos señalan como Los valores para la democracia, concretamente siete: la dignidad humana, la igualdad, la justicia, la libertad, la verdad, la autoridad y la obediencia. Y terminan pidiendo: "que cada comunidad analice su situación y así defina las acciones convenientes para promover una cultura de la democracia" (13-36.50).

Medios de comunicación social y Nueva Evangelización

418- Cristo, modelo de comunicador, viene a nuestra historia e inaugura un modo de nuevos encuentros, intercambios, comunicaciones y comunión (SD, 279). La actitud constante de quien transmite la verdad objetiva, debe ser la veracidad, puesto que la naturaleza misma de los seres humanos exige verdad en las relaciones interpersonales y sociales (Jn 8, 32), de tal suerte que no se comprometa la existencia y salud moral de la sociedad, por la deformación de la verdad en las distintas formas de comunicación (IM, 11).

419- La evangelización es comunicación: "Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros" (1 Jn 1, 3). Toda persona y grupo humano desarrolla su identidad en el encuentro con otros, por lo tanto, la comunicación es camino necesario para llegar a la comunión. Este gesto de comunicación del Padre, por su Verbo hecho carne (Jn 1, 14), es un acto de amor por el que Dios se revela, asociado a la respuesta de fe de la humanidad, engendra un diálogo profundo.

420- Es necesario que los medios de comunicación social respeten y participen en el desarrollo integral de la persona que comprende "la dimensión cultural, trascendente y religiosa del hombre y de la sociedad" (SRS, 46), de aquí que deberán oponerse a "cuanto pueda herir la familia en su existencia, su estabilidad, su equilibrio y su felicidad por incluir erotismo o violencia, apología del divorcio o actitudes antisociales de los jóvenes" (Pablo VI, Mensaje para la jornada mundial de las comunicaciones sociales, 1969, 2). Y esto vale la pena subrayarlo, frente a la difundida tendencia de bastantes comunicadores que pregonan un derecho prácticamente ilimitado a la información, con tal de lograr rápida notoriedad o indebidas ganancias; y esto a base del olvido total de un código de honor y de una ética fundada en valores objetivos, mayoritariamente aceptados como parte irrenunciable de los derechos de la persona y de la sociedad.

421- "El desarrollo tecnológico en materia de comunicaciones, especialmente en la televisión, ofrece a la evangelización amplias perspectivas de comunicación a los más diversos niveles y facilita a la sociedad en general una interrelación también planetaria. Este es un hecho positivo, pero también en el contexto actual presenta retos muy serios para la orientación secularista de muchas programaciones. Vemos cómo la publicidad introduce a menudo falsas expectativas y crea necesidades ficticias; vemos también cómo especialmente en la programación televisiva abunda la violencia y la pornografía que penetran agresivamente en el seno de las familias. También constatamos que las sectas hacen uso cada vez más intensivo y extendido de los medios de comunicación. Por otra parte, la presencia de la Iglesia en el sistema de medios es todavía insuficiente... La telemática y la informática son nuevos desafíos para la integración de la Iglesia en este mundo" (SD, 280).

422- Los medios de comunicación social deben ponerse al servicio de la verdad, de la justicia, del progreso social, de la solidaridad, estar al servicio de la comunión de los pueblos, de las naciones y de las culturas. La comunicación social, como dedicación especializada a recabar y difundir información verdadera, está sujeta a normas éticas muy exigentes y de enorme trascendencia (IM, 4); ha de respetar "el derecho de los individuos, de las familias y de la sociedad a la vida privada, a la decencia pública y a la protección de los valores sociales de la vida" (Pontificio Consejo para las comunicaciones sociales, Pornografía y violencia en las comunicaciones sociales: una respuesta pastoral, 21).

423- Los medios de comunicación social son instrumentos al servicio del programa de la Nueva Evangelización de la Iglesia en el mundo contemporáneo, programa que deberá comportar una formación permanente que ayude a los hombres y mujeres a estar cada vez más imbuidos por los criterios morales, en su vida profesional y privada.

424- En el mensaje de Juan Pablo II en la XXII Jornada de las comunicaciones sociales nos decía: "Si un día pudiéramos decir de verdad que ‘comunicar’ significa ‘solidaridad’ humana, ¿no sería el logro más hermoso de las ‘comunicaciones de masa’?... La fraternidad y la solidaridad son fundamentales y urgentes y hoy deberían ser el distintivo de los pueblos y las culturas. ¿No es el descubrimiento gozoso de sus beneficiosos efectos la ‘fiesta’ más hermosa que pueden ofrecer las comunicaciones sociales, su ‘espectáculo’ más logrado, en el mejor sentido de estos términos? A los corazones turbados por los riesgos de las nuevas tecnologías de la comunicación yo les diría: ‘¡No tengan miedo!’ Lejos de

ignorar la realidad en que vivimos, leámosla con más profundidad... Discernamos, a la luz de la fe, los verdaderos signos de los tiempos... A las puertas del tercer milenio, la Iglesia recuerda al hombre que la fraternidad y la solidaridad no pueden ser sólo condiciones de supervivencia, sino rasgos de su vocación que el ejercicio de la comunicación social le permite realizar libremente" (OR, 7 de Febrero de 1988, 18).

II. Desafíos de la realidad

425- Algunas instancias políticas, y a veces también algunas eclesiásticas, manipulan el Evangelio en favor de ciertas ideologías.

426- La falta de cultura democrática en los distintos niveles de la sociedad y en muchas instituciones educativas, que no forman a sus miembros en una pedagogía participativa.

427- El ambiente de individualismo, egoísmo y apatía a todos los niveles impide la participación de la sociedad en el bien común.

428- La acción política para muchas personas se reduce a una esporádica participación en las elecciones, sin asumir compromisos permanentes.

429- La falta de participación activa y constante de presbíteros y laicos católicos competentes en los medios de comunicación social.

430- El poder masivo de los medios de comunicación social con frecuencia ofrece mensajes e imágenes que atentan descaradamente contra los valores cristianos.

431- La falta de conciencia crítica frente a los medios de comunicación social.

III. Líneas pastorales

432- Fomentar la dimensión socio-política, en especial de los fieles laicos, de manera que no se dé la impresión que las cuestiones de fe son meramente privadas.

433- Activar la formación socio-política y para la democracia de los laicos, especialmente de los jóvenes, a partir de la educación que se debe dar en las mismas familias.

434- Exigir, por medios efectivos, el respeto que los medios de comunicación social han de tener por la dignidad de las personas, de las familias y de la sociedad en general.

435- En la evangelización hacer frente común al ambiente secularista, hedonista y consumista que estimulan muchos medios de comunicación social, atropellando los valores de nuestra fe y de nuestra propia cultura.

436- Intensificar la presencia de la Iglesia en el mundo de las comunicaciones, especialmente a través de seglares cualificados.

437- Procurar el acceso a los medios de comunicación social para anunciar el mensaje de Jesucristo e impulsar programas que contribuyan a la dignificación de las personas, de las familias y de la sociedad.

438- Que la diócesis cuente con un órgano de formación e información propio, capaz de crear conciencia crítica y que ayude al lector a interpretar los signos de nuestro tiempo, iluminándolos con un sentido cristiano. El Boletín eclesiástico y la Hoja parroquial han dado un servicio magnífico, pero son -en su forma actual- insuficientes para este fin.

439- Es necesario que la diócesis promueva la producción de medios audiovisuales (especialmente videos), para apoyar la pastoral profética, litúrgica y social.

IV. Disposiciones

91- Todos los organismos, comisiones, movimientos e instituciones educativas de la diócesis, prestarán atención a la formación integral, especialmente de la juventud, que incluye la dimensión política de la fe y la motivación para la participación, de acuerdo a su conciencia.

92- Los responsables de las parroquias y de los organismos y movimientos laicales, procurarán -con prudencia y respeto a un legítimo pluralismo- educar a los fieles en sus derechos y deberes cívico-políticos basándose en la Doctrina social de la Iglesia.

93- En las escuelas y universidades de orientación cristiana, en los seminarios y casas de formación, se buscará educar en forma seria y responsable acerca de la política, los valores culturales y el uso de los medios de comunicación social.

94- Los pastores de nuestra diócesis ofrezcan discernimiento y orientación oportunos a través de los medios de comunicación social ante acontecimientos sociales, económicos y políticos que impacten fuertemente nuestra realidad.

95- La Iglesia buscará, en lo posible, tener medios propios de comunicación social, para el mejor desempeño de ciertas tareas pastorales en la diócesis y en las parroquias.

96- La diócesis tenga una revista o un periódico que sea órgano del pensamiento cristiano, abierto a los diferentes ámbitos de la vida humana y capaz de llegar al mayor número de la población de nuestra diócesis.

97- La comisión de medios de comunicación social, promoverá con recursos y formas efectivas, la evangelización de los comunicadores y ofrecerá criterios éticos para su actuación responsable en el mundo.

98- La oficina diocesana encargada de las comunicaciones, ofrezca oportuna atención a los comunicadores de los distintos medios informativos. Fomente el encuentro fraternal y cristiano entre ellos y con ellos por medio de iniciativas pastorales que respondan a sus legítimos intereses, especialmente en torno a la Jornada mundial de la comunicación social.

Sectas y Nuevos Movimientos Religiosos

I. Iluminación

440- Después del Concilio Vaticano II el diálogo con otros cristianos, igualmente discípulos de Cristo, pero que no comparten plenamente la comunión eclesial, ha llegado a ser una preocupación primordial de la Iglesia católica. Esta preocupación, llamada ecuménica, es la de una "restauración de la unidad entre todos los cristianos" (UR, 1).

441- La preocupación acerca de la unidad equivale nada menos que a ponernos en sintonía y comunión con los anhelos y con la plegaria de Cristo, tal como Él la formula en la Última cena, cuando está a punto de dejar a sus discípulos: "Que todos sean uno como tú, Padre, estás en mí y yo en ti. Que sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17, 21). El objetivo del trabajo ecuménico es, por tanto, el de superar los obstáculos para la plena comunión eclesial entre aquellos que "llevan con justo título el nombre de cristianos", y tienen en común el mismo bautismo realizado en el nombre de Dios, revelado en Jesucristo como Padre, Hijo y Espíritu Santo, y ya "se encuentran en una cierta comunión, aunque imperfecta, con la Iglesia católica" (UR, 3).

442- En su reciente Encíclica Ut unum sint el Papa Juan Pablo II nos dice: "Cuando afirmo que para mí, Obispo de Roma, la obra ecuménica es ‘una de las prioridades pastorales’ de mi pontificado, pienso en el grave obstáculo que la división constituye para el anuncio del Evangelio. Una comunidad cristiana que cree en Cristo y desea, con el ardor del Evangelio, la salvación de la humanidad, de ningún modo puede cerrarse a la llamada del Espíritu que orienta a todos los cristianos hacia la unidad plena y visible. Se trata de uno de los imperativos de la caridad que debe acogerse sin compromisos. El ecumenismo no es sólo una cuestión interna de las Comunidades cristianas. Refleja el amor que Dios da en Jesucristo a toda la humanidad, y obstaculizar este amor es una ofensa a Él y a su designio de congregar a todos en Cristo. El Papa Pablo VI escribía al Patriarca ecuménico Atenágoras I: ‘Pueda el Espíritu Santo guiarnos por el camino de la reconciliación, para que la unidad de nuestras Iglesias llegue a ser un signo siempre más luminoso de esperanza y de consuelo para toda la humanidad’" (No. 99).

443- La tarea ecuménica pide de parte de los cristianos un cierto número de exigencias, de disposiciones y de medidas prácticas. La primera exigencia es la conversión interior, necesaria para estar libre de todo apego a aquello que contradice nuestra fe y que, por tanto, nos impide beneficiarnos de la palabra de reconciliación recibida de Cristo. Esta conversión interior es inseparable de la oración, que es el alma del trabajo ecuménico: oración común entre cristianos de diferentes Iglesias o comunidades eclesiales; oración por la unidad, especialmente durante la Semana consagrada cada año a esta intención; conmemoración de la oración de Jesús en la Última cena con la esperanza de poder compartir un día, entre todos los cristianos, la misma Eucaristía. La tarea ecuménica, implica también un esfuerzo de conocimiento mutuo. Mucha de la ignorancia, en efecto, e incluso muchos prejuicios, limitan todavía una verdadera comprensión de la necesaria estima de unos para con otros. Pero la unidad es igualmente promovida por el compromiso común, cada vez que este es posible, al servicio de los hombres de nuestro tiempo y de las grandes causas de la humanidad.

444- El diálogo comprometido, si es que éste es llevado como se debe, es decir: con fidelidad a la Revelación y apertura generosa al otro, es siempre exigente, pide paciencia y perseverancia. Pero vale la pena realizar esta nueva experiencia, siendo sensibles a la acción del Espíritu Santo, que impulsa a nuestra Iglesia hacia metas cada vez más exigentes en este indispensable camino de la unidad, querido por su Divino Fundador.

Las heridas de la unidad

445 -El Nuevo Catecismo de la Iglesia católica nos resume en forma sintética las dificultades que la comunidad cristiana ha debido afrontar, a lo largo de los siglos, para mantener y defender esta unidad querida por Cristo. "De hecho ‘en esta una y única Iglesia de Dios, aparecieron ya desde los primeros tiempos algunas escisiones que el Apóstol reprueba severamente como condenables; y en siglos posteriores surgieron disensiones más amplias y comunidades no pequeñas se separaron de la comunión plena con la Iglesia católica y, a veces, no sin culpa de los hombres de ambas partes’ (UR, 3). Tales rupturas que lesionan la unidad del Cuerpo de Cristo (se distingue la herejía, la apostasía y el cisma, CDC, 751), no se producen sin el pecado de los hombres... Aquella unidad ‘que Cristo concedió desde el principio a la Iglesia... creemos que subsiste indefectible en la Iglesia católica y esperamos que crezca hasta la consumación de los tiempos’ (UR, 4)" (CIC, 817.820).

446- "La unidad de toda la humanidad herida es voluntad de Dios. Por esto Dios envió a su Hijo para que, muriendo y resucitando por nosotros, nos diese su Espíritu de amor. La víspera del sacrificio de la Cruz, Jesús mismo ruega al Padre por sus discípulos y por todos los que creerán en Él para que sean una sola cosa, una comunión viviente. De aquí se deriva no sólo el deber, sino también la responsabilidad que incumbe ante Dios, ante su designio, sobre aquéllos y aquéllas que, por medio del Bautismo llegan a ser el Cuerpo de Cristo, Cuerpo en el cual debe realizarse en plenitud la reconciliación y la comunión. ¿Cómo es posible permanecer divididos si con el Bautismo hemos sido ‘inmersos’ en la muerte del Señor, es decir, en el hecho mismo en que, por medio del Hijo, Dios ha derribado los muros de la división? La división ‘contradice clara y abiertamente la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y perjudica a la causa santísima de predicar el Evangelio a toda criatura’ (UR, 1)" (UUS, 6).

447 -Sabemos, sin embargo, que el verdadero ecumenismo se distingue de un falso irenismo (es decir, el buscar la unidad a toda costa, olvidándose incluso de los principios). Y en nuestro medio, y en general a lo largo y ancho del Continente, se deplora la presencia cada vez más frecuente, y el proselitismo cada vez más agresivo de grupos religiosos, cristianos y no cristianos, y de movimientos pseudo-religiosos, en su mayor parte venidos de fuera, con recursos y apoyos abundantes, y que obedecen a una estrategia de división y de dominación. En los últimos veinte años han ganado terreno en un Continente que era homogéneamente católico, y en algunos países o regiones los porcentajes de adeptos son verdaderamente alarmantes.

448- Y esto hay que subrayarlo ahora que, frente al muy difundido secularismo e indiferentismo de la sociedad llamada "postmoderna", asistimos al mismo tiempo a un creciente reflorecimiento de distintas formas del "regreso a lo sagrado"... Frente al

derrumbamiento de tantas ideologías que parecían inamovibles, el hombre se da cuenta de que sigue habiendo vacíos que no puede llenar sino recurriendo a la trascendencia y que hay misterios que siguen inquietándolo muy profundamente. Sin embargo, con mucha frecuencia, como lo demuestra esta proliferación de las sectas y de los nuevos movimientos religiosos, se desemboca fácilmente en salidas peligrosas en nombre de vagos impulsos de fraternidad, autenticidad y búsqueda de valores universales, muchas veces ligados a infinidad de formas de superstición, ocultismo, astrología y práctica de la meditación trascendental, inspirada en las antiguas religiones orientales. Esto se da frecuentemente también en una confusa mezcla con auténticos valores humanos, tales como la ecología, o con valores cristianos, tales como los nuevos métodos de oración.

El proselitismo de las sectas

y de los nuevos movimientos religiosos

449- Las causas de este fenómeno son muchas, unas tienen su origen en el exterior y otras son internas, por ejemplo, la intención de dividir y colonizar espiritualmente a la América Católica. La falta crónica de sacerdotes de la cual en los últimos tiempos, gracias a Dios, se va saliendo por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas que se está dando. Esta falta crónica de pastores trajo como consecuencia el debilitamiento en la fe y una gran ignorancia religiosa en vastos núcleos de población. Esa ignorancia religiosa y los espacios vacíos que todavía deja la Iglesia, son aprovechados por el proselitismo. En sus tácticas se valen de todo: la mercadotecnia religiosa, la calumnia, la ayuda económica a los necesitados y la presencia en momentos críticos, como son la enfermedad o la muerte. La simplificación del mensaje cristiano que suelen hacer estos grupos religiosos, reduciéndolo a confiar en Cristo, leer la Biblia, participar en las asambleas entusiastas de oración sin compromiso de vida, etc., resulta cómoda para la gente que no quiere profundizar en el conocimiento de su fe ni vivirla con todas sus exigencias.

450- No hemos de olvidar tampoco las deficiencias que hay en los católicos, especialmente las de los ministros, que luego suelen exagerarse y generalizarse por parte de los hermanos separados, para quitarle así autoridad moral a la Iglesia. Dígase lo mismo del horizontalismo de algunas teorías y prácticas pastorales, supuestamente católicas, que se ocupan casi exclusivamente de la realidad social, y que descuidan la interioridad y el encuentro personal con Dios, dejando así un gran vacío en el alma del cristiano, que busca luego en las sectas y en una gran variedad de nuevos grupos religiosos un contacto con la Palabra de Dios y con la práctica de la oración, que quizá -y desgraciadamente- no encontraron en su propia comunidad eclesial.

451- La búsqueda de respuesta a esta problemática está suficientemente delineada en la Conferencia de Santo Domingo (SD, 139ss), que, siguiendo la indicación del Santo Padre en su Discurso inaugural, se ocupa del problema de las sectas y demás grupos religiosos. Esta preocupación venía ya expresada desde el Documento de consulta: "No sólo la advertencia paterna del Papa (CL, 4) sino también nuestra experiencia cotidiana nos hacen conscientes del riesgo de ‘la difusión de las sectas’. En el Magisterio Papal más reciente, muy especialmente en el que se refiere a nuestro Continente, el tema recurre cada vez con más frecuencia. Aunque se trata de un fenómeno complejo, intentaremos aproximarnos a él desde diversos ángulos. Confiamos en que estas consideraciones aporten un cierto grado de

iluminación teológica del problema. Ya el Sínodo extraordinario de 1985 se interrogaba: ‘¿Acaso la difusión de las sectas no nos plantea la cuestión de que a veces no manifestamos suficientemente el sentido de lo sagrado?’ (Relación final II, A, 1). Tenemos que plantearnos seriamente esta pregunta en América Latina con respecto a nuestro modo de evangelizar. Es muy posible que en determinados ambientes de nuestro Continente en los últimos años la acción pastoral haya acentuado de tal modo la preocupación por los problemas temporales, que no haya llegado a saciar el hambre de Dios del pueblo. Si se deja insatisfecha en los fieles esta necesidad, la más profunda del corazón humano, se los hace indefensos, especialmente a los más sencillos, frente a todo mensaje que aporte un aspecto de trascendencia, sea en la forma de sectas cristianas, sea en la de sectas no cristianas".

452- Vale la pena meditar con atención las palabras del Santo Padre a este respecto, en su Discurso inaugural: "A ejemplo del Buen Pastor, habéis de apacentar el rebaño que os ha sido confiado y defenderlo de los lobos rapaces. Causa de división y discordia en vuestras comunidades eclesiales son -lo sabéis bien- las sectas y movimientos ‘pseudo-espirituales’ de que habla el Documento de Puebla (n. 628), cuya difusión y agresividad urge afrontar".

453- Y continúa diciéndonos: "Como muchos de vosotros habéis señalado, el avance de las sectas pone de relieve un vacío pastoral, que tiene frecuentemente su causa en la falta de formación, lo cual mina la identidad cristiana y hace que grandes masas de católicos sin una atención religiosa adecuada -entre otras razones, por falta de sacerdotes-, queden a merced de campañas de proselitismo sectario muy activas. Pero también puede suceder que los fieles no hallen en los agentes de pastoral aquel fuerte sentido de Dios que ellos deberían transmitir en sus vidas. ‘Tales situaciones pueden ser ocasión de que muchas personas pobres y sencillas, -como por desgracia está ocurriendo- se conviertan en fácil presa de las sectas, en las que buscan un sentido religioso de la vida que quizás no encuentran en quienes se lo tendrían que ofrecer a manos llenas’ (Carta apostólica Los caminos del Evangelio, 20). Por otra parte, no se puede infravalorar una cierta estrategia, cuyo objetivo es debilitar los vínculos que unen a los Países de América Latina y minar así las fuerzas que nacen de la unidad. Con este objeto se destinan importantes recursos económicos para subvencionar campañas proselitistas, que tratan de resquebrajar esta unidad católica".

454- Y el Papa termina con estas palabras: "Al preocupante fenómeno de las sectas hay que responder con una acción pastoral que ponga en el centro de todo a la persona, su dimensión comunitaria y su anhelo de una relación personal con Dios. Es un hecho que allí donde la presencia de la Iglesia es dinámica, como es el caso de las parroquias en las que se imparte una asidua formación en la Palabra de Dios, donde existe una liturgia activa y participada, una sólida piedad mariana, una efectiva solidaridad en el campo social, una marcada solicitud pastoral por la familia, los jóvenes y los enfermos, vemos que las sectas o los movimientos parareligiosos no logran instalarse o avanzar. La arraigada religiosidad popular de vuestros fieles, con sus extraordinarios valores de fe y de piedad, de sacrificio y de solidaridad, convenientemente evangelizada y gozosamente celebrada, orientada en torno a los misterios de Cristo y de la Virgen María, puede ser, por sus raíces eminentemente católicas, un antídoto contra las sectas y una garantía de fidelidad al mensaje de la salvación" (SD, "Discurso inaugural", 12).

455- De suma importancia es afianzar la identidad de la Iglesia, haciendo de ella el pueblo de Dios unido por la caridad; facilitar en los fieles la experiencia de una Iglesia Madre, que acoge con ternura y atiende con solicitud a todos sus hijos, sobre todo en América Latina donde perdura en el pueblo católico la imagen y el recuerdo de una Iglesia maternal que comenzó la obra de la evangelización defendiendo y protegiendo a los débiles oprimidos por la conquista. La experiencia enseña también que quienes han cultivado con intensidad la devoción al misterio de la Eucaristía, el amor a la Virgen María y la fidelidad al Vicario de Cristo, permanecen dentro de la Iglesia; y si alguna vez se van, regresan por la nostalgia de esos bienes que allá no encuentran. Por último, como lo indicó Santo Domingo, hay que fomentar más la lectura de la Palabra de Dios en la Iglesia. Generalmente llama la atención y entusiasma a los católicos que se pasan a las sectas el tener la Biblia en sus manos y poderla leer y comentar.

Los puntos más impugnados

por los nuevos grupos religiosos

456- En una encuesta sobre las sectas protestantes, y los nuevos grupos religiosos realizada en nuestra diócesis, se ha llegado a la conclusión de que su presencia entre los fieles católicos es fuente de muchos problemas, entre los que se subraya la división entre familias, dudas, desconcierto y desorientación. En la vida religiosa provocan frialdad, alejamiento y escepticismo, que conduce a la indiferencia. También hay una continua campaña proselitista a domicilio, asediando a las familias y especialmente a los jóvenes. Suelen acudir a la difamación de los sacerdotes, de la Iglesia y del Papa.

457 -Los puntos más combatidos por los grupos religiosos, tradicionalmente conocidos como sectas, se centran generalmente en algunos temas distorsionados de la Sagrada Escritura, de la vida y enseñanza de la Iglesia pero sobre todo, de la práctica sacramental católica. Muy atacada también es la autoridad de la Iglesia y la práctica devocional de los cristianos, en especial por el supuesto culto idolátrico a la Virgen María y a los Santos, y la gran separación que, según ellos, se da entre las creencias y la vida de buen número de católicos.

458 -La única fuente de energía para la coherencia de vida cristiana ante los nuevos grupos religiosos es la unión con Cristo de parte de todos los fieles y sacerdotes; que exista una vinculación existencial, ininterrumpida, y un entusiasmo por la vida cristiana. La fuente de la coherencia de la vida cristiana es la unión íntima con Cristo nuestro Señor, que se realiza a través de su Palabra y de sus sacramentos; de esta manera podremos expresar con la misma sinceridad con que lo hacía san Pablo: "Es Cristo quien vive en mí" (Gál 2, 20).

459 -El Evangelio de la salvación ha de ser proclamado por el mundo con las palabras y con el testimonio de vida de quien lo predica: "Ojalá que el mundo actual pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de nuestros ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo" (EN, 80). Pastores y fieles estamos llamados por Dios a cumplir nuestro propio cometido, guiándonos por el espíritu evangélico, de modo que, igual que la levadura, contribuyamos a la santificación

del mundo y de este modo descubramos a Cristo a los demás, brillando, ante todo, con el testimonio de una vida llena de fe, esperanza y caridad (LG, 31).

II. Desafíos de la realidad

460 -La ignorancia religiosa, aún en aspectos fundamentales de la fe, en un alto sector del pueblo de Dios. Pérdida del sentido del pecado, desconocimiento de la Iglesia como misterio de salvación, y proliferación de supersticiones.

461 -Falta una pastoral bíblica adecuada que dé a los fieles laicos criterios para responder al fundamentalismo de que normalmente hacen gala los nuevos grupos religiosos.

462 -Falta el proceso de una evangelización integral; hay un vacío del kerigma o primer anuncio. La predicación es a veces desencarnada y reduccionista.

463 -Hace falta una guía doctrinal para nuestros fieles para que puedan consolidar en la verdad, sus sinceras y hondas creencias. Hay escasa información a los fieles católicos sobre los nuevos grupos religiosos, más comúnmente conocidos como sectas, tales como la new age.

464 -El Nuevo Catecismo de la Iglesia católica se ha difundido mucho quizá como libro, pero su asimilación real entre los fieles es todavía poco profunda.

465 -La religiosidad popular, a pesar de sus inmensos valores, no está purificada de elementos ajenos a la auténtica fe cristiana ni conduce siempre a la adhesión personal a Cristo, muerto y resucitado.

466 -Falta de sentido misionero en gran parte de los católicos; no sienten la obligación de transmitir su fe, de misionar, como lo hacen muchos de los hermanos separados; en los agentes de pastoral hay poca preocupación por salir a la búsqueda de los más alejados.

467 -Los vicios y antitestimonios de muchos católicos, con lo que se quebrantan los mandamientos y se falta al amor del prójimo, además de dar motivo de escándalo a quienes dudan en abrazar o en volver a su fe católica.

III. líneas pastorales

468 -Propiciar la Nueva Evangelización que lleve a la conversión y que capacite para la coherencia entre fe y vida. Las parroquias apoyen, asesoren y acompañen los centros bíblicos, para que sus fieles conozcan mejor la Palabra de Dios y organicen cursos sobre la manera de contrarrestar el influjo de las sectas.

469- Establecer o fortalecer, dentro de la pastoral profética, las secciones que atiendan la problemática surgida de los nuevos grupos y movimientos religiosos, lo mismo que lo referente a la inculturación del Evangelio en los diferentes sectores marginados de nuestra sociedad.

470- Las parroquias y las organizaciones apostólicas de la Iglesia, tendrán especial interés por llegar a todos, sobre todo a los más alejados, a los que se han resfriado en su fe y a los que viven un ateísmo práctico.

471 -Fomentar en todo el pueblo de Dios la autenticidad en la vivencia, que les ayude a experimentar la urgencia de no separar el Evangelio de la vida cotidiana.

472 -Promover momentos fuertes de oración y sacrificio para pedir más frecuentemente por la unidad de los cristianos. Fomentar el ecumenismo, según las directrices de la Iglesia.

473 -Que haya caridad y acogida en nuestras parroquias y comunidades, al estilo de las primitivas comunidades.

474 -Tener especial interés por llegar a todos, sobre todo a los más alejados, a los que se han desviado en sus creencias, y a los que viven como si Dios no existiera. Prestar esmerada atención pastoral a quienes vuelven al seno de la Iglesia católica.

IV. Disposiciones

99 -Que se establezca en la diócesis una comisión de ecumenismo que busque caminos de diálogo con los hermanos separados, protestantes y ortodoxos, y promueva la defensa de la fe ante el proselitismo de las sectas.

100- Se cuidará en la acción pastoral de las distintas comunidades, la lectura de la Biblia, la piedad Eucarística, la devoción a la Virgen y el amor al Papa.

101- Los sacerdotes responsables de comunidades, incluyan en su plan pastoral programas de visitas domiciliarias de fieles laicos bien preparados, para que lleven el kerigma a las familias y les comuniquen su experiencia de Dios y del Evangelio. Apreciarán y purificarán la religiosidad popular, y la tomarán como lugar privilegiado para la evangelización de los fieles.

102- Tómese el Nuevo Catecismo de la Iglesia católica como material base para instruir a los fieles sobre las verdades de la fe que atacan o niegan las sectas.

103 -Se actuará en forma decidida en la predicación y en la catequesis -y en general en toda actividad evangelizadora- para subsanar ese olvido tan notable que hemos tenido en los últimos tiempos por difundir las vidas y los ejemplos de los santos, como modelos que nos estimulan e impulsan a una mayor entrega y heroísmo en nuestra vivencia cristiana.

104- Las asociaciones y movimientos de apostolado seglar, inculcarán con especial cuidado en sus miembros el aprecio por el tesoro de su fe, para que no lo expongan imprudentemente al ataque de los nuevos grupos religiosos, sino que más bien estén en capacidad de facilitar el camino de regreso a la Iglesia de quienes hubieran sido atraídos temporalmente a su área de influencia.

105- Los católicos, llegado el caso, entablarán un diálogo sincero y una colaboración respetuosa con los miembros de otras Confesiones (protestantes, ortodoxos, judíos, musulmanes y miembros de las antiguas religiones orientales), y juntos se comprometerán en acciones que contribuyan al mejoramiento de nuestra Patria y de nuestra sociedad, tales como los encaminados a fomentar la caridad, la justicia y la paz.

AGENTES DE PASTORAL

Vida y Ministerio de los Obispos

I. Iluminación

475 -"Entre los diversos ministros que existen en la Iglesia -nos dice la Lumen Gentium- ocupa el primer lugar el ministerio de los obispos que, a través de una sucesión que se remonta hasta el principio, son los transmisores de la semilla apostólica" (LG, 20). Por medio de esta sucesión apostólica, los obispos prolongan en el tiempo la misión que Cristo confió a los apóstoles y que no es otra que la de evangelizar: "Vayan por todo el mundo y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que yo les he mandado" (Mt 28, 19-20). De este envío, que abarca la atención integral del rebaño, se desprende que los obispos tienen, como Cristo y los apóstoles, "un ministerio que los capacita para ser verdaderos y auténticos maestros de la fe, pontífices y pastores" (CD, 2).

476- El Concilio Vaticano II "enseña que por la consagración episcopal se recibe la plenitud del sacramento del Orden. De hecho se le llama, tanto en la liturgia de la Iglesia como en los Santos Padres, ‘sumo sacerdocio’ o ‘cumbre del ministerio sagrado’ (LG, 21). La consagración episcopal confiere, junto con la función de santificar, también las funciones de enseñar y gobernar... En efecto... por la imposición de las manos y por las palabras de la consagración se confiere la gracia del Espíritu Santo y queda marcado con el carácter sagrado. En consecuencia, los obispos de manera eminente y visible, hacen las veces del mismo Cristo, Maestro, Pastor y Sacerdote, y actúan en su nombre (‘in eius persona agant’)" (CIC, 1558).

El obispo, sucesor de los apóstoles

477 -Del obispo se espera una acción eficaz en la obra de la Nueva Evangelización y de la santificación de su propia Iglesia, no sólo por lo que dice y hace, sino, sobre todo, por lo que es y por lo que vive. Ha de ser agente de vida nueva por el testimonio de su conducta, hecho de santidad, de caridad, de humildad, de sencillez, de austeridad y cercanía al pueblo y, en general, por toda su vida, digna de un verdadero ministro de Dios.

Maestros de la fe

478 -Al igual que los apóstoles, los obispos tienen como tarea prioritaria la predicación del Evangelio (LG, 25; CD, 12-24; DP, 682; CDC, 386, 753; SD, 25). En su diócesis, el obispo es el primer evangelizador, el primer catequista. Ninguna otra actividad lo puede disculpar

de esta tarea sagrada. Debe predicar personalmente al pueblo e interesarse por que todos los fieles progresen en el conocimiento y meditación de la Palabra de Dios. El obispo, con la autoridad de Cristo, enseña tanto las verdades que han de ser creídas con fe, como las actitudes concretas que se esperan de quien recibe la Palabra con corazón sincero. Por eso el Concilio afirma: "Los fieles tienen la obligación de aceptar y adherirse con religiosa sumisión de espíritu al parecer de su obispo, en materia de fe y costumbres, cuando él las expone en nombre de Cristo" (LG, 25).

479 -La predicación debe descender a iluminar las condiciones concretas de la vida y a capacitar a los individuos y a las comunidades para que tomen decisiones ponderadas, según los criterios del Evangelio. Del obispo se espera un ministerio profético que ayude a discernir el camino para solucionar los problemas relacionados con el inmenso campo del actuar humano, comenzando por el respeto a los derechos de la persona dentro de la sociedad civil e iluminando con la luz evangélica aspectos tan trascendentales como los valores de la familia humana, el significado cristiano del trabajo, la dimensión social de los bienes materiales y, en fin, el proyecto de Dios sobre los individuos y la comunidad (EN, 30-35; CD, 12-13).

Pontífices

480 -En el Nuevo Testamento solamente existe el sacerdocio de Cristo, y todo sacerdocio es participación de ese único sacerdocio (Heb 10, 17-21). Cristo es Sacerdote porque es el Hijo y nuestro hermano por la encarnación; porque permaneciendo fiel a Dios, su Padre, se solidariza misericordiosamente con los hombres, sus hermanos (Heb 2, 17-3, 2).

481 -El es la Palabra por quien el Padre nos habla y se nos revela (Jn 1, 18). Es modelo de los profetas (Mt 12, 14). Es el sumo sacerdote que, dejando los sacrificios rituales, los sustituye con la ofrenda de su obediencia filial y total al Padre (Heb 7, 26-27; 10, 1-14). El es el Mesías que, resucitado y después de haber realizado nuestra purificación, se sentó a la derecha de Su Majestad en las alturas (Heb 1, 3). El es el único Mediador por naturaleza, porque en su persona se establece la comunión entre Dios y el hombre (1 Tim 2, 5).

482 -Cristo estableció el sacerdocio ministerial. Escogió a los doce apóstoles para que estuvieran con él (Mc 3, 13). Les comunicó su propia misión salvífica: "Como el Padre me envió así los envío yo a ustedes" (Jn 20, 21). Les pidió que celebraran la Eucaristía en su nombre: "Hagan esto en memoria mía" (Lc 22, 19). Los envió a anunciar el Evangelio: "Vayan y prediquen" (Mt 28, 19). Les dio el poder de perdonar los pecados: "A quienes perdonen, quedarán perdonados" (Jn 20, 23). Así, Cristo hizo participantes de su consagración y de su misión pastoral a los Doce y, a través de ellos, a los obispos que son los sucesores de los apóstoles y, en grado subordinado, a los presbíteros que son cooperadores de los obispos (PO, 2; LG, 28). Como dice el Documento de Santo Domingo: "El sacerdocio procede de la profundidad del inefable misterio de Dios. Nuestra existencia sacerdotal nace del amor del Padre, de la gracia de Jesucristo y de la acción santificadora y unificante del Espíritu Santo" (SD, 70).

483 -Los obispos son los principales responsables en la tarea de comunicar al Pueblo santo de Dios los dones sagrados con que la Iglesia se edifica (LG, 26; CD, 15; DP, 682; CDC,

835, 838, 839). En esta tarea se fundamenta la responsabilidad del obispo como moderador, promotor y guardián de toda la vida litúrgica de la Iglesia que se le ha encomendado. En la Iglesia particular "el obispo debe ser considerado como el gran sacerdote de su grey; de él se deriva y depende, en cierto modo, la vida en Cristo de sus fieles" (SC, 41; DP, 919).

484 -En palabras del Papa Juan Pablo II: "Por la naturaleza misma de su ministerio, el obispo es, sobre todo, pontífice de su pueblo; y el pueblo de Dios es, ante todo, pueblo sacerdotal. No puede, por tanto, de ningún modo descuidar la liturgia -su fuerza y riqueza, su belleza y su verdad- un obispo auténticamente solícito del bien de la Iglesia. Más aún, dentro de toda la acción pastoral, el cuidado por la liturgia ocupa lógicamente el primer lugar y es como el culmen de cualquier otra opción. La liturgia, de hecho, como lo recuerda el Concilio Vaticano II- es ‘el culmen hacia el cual tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de la que dimana toda su fuerza’ (SC, 10), de manera que ‘ninguna otra acción de la Iglesia le iguala en eficacia’ (SC, 7)" (EnV, 7, 5).

Pastores

485 -A los obispos se les confía plenamente el oficio pastoral, es decir, el cuidado constante y cercano de la Iglesia local. Para desempeñar este ministerio, gozan de una verdadera autoridad que debe ser ejercida de manera evangélica: con firmeza y humildad (LG, 27; CD, 16; DP, 688; CDC, 391).

486 -Los obispos tienen en la Iglesia una función paternal, pero también fraternal, porque son hermanos en la Iglesia, familia de Dios. En ella están llamados a vivir en actitud de servicio, de cercanía y amistad con todos los fieles (LG, 28; CD, 16; PO, 9; DP, 248-249). Por ser pastor de todo el pueblo de Dios, le corresponde al obispo conocer las necesidades concretas de los institutos o comunidades de vida consagrada y, en general, de todos los fieles, para ayudarlos a todos según sus posibilidades.

487 -Sin embargo, los obispos deberán ejercer una función de cuidado y cercanía muy especial en favor de los sacerdotes "teniéndolos como hijos y amigos" (CD, 16), y estarán siempre dispuestos a oírlos y a fomentar las actitudes que favorezcan el desarrollo humano y espiritual del presbiterio. "El obispo es el responsable de la formación permanente, destinada a hacer que todos sus presbíteros sean generosamente fieles al don y al ministerio recibido, como el pueblo de Dios los quiere y tiene el derecho de tenerlos. Esta responsabilidad lleva al obispo, en comunión con el presbiterio, a hacer un proyecto y a establecer un programa, capaz de estructurar la formación permanente no como un mero episodio, sino como una propuesta sistemática de contenidos, que se desarrolla por etapas y tiene modalidades precisas" (PDV, 79).

488 -Del obispo se espera un trato que infunda confianza a sus sacerdotes, buscando una relación amistosa y fraterna y no sólo funcional. "Al ocuparse de la formación de sus sacerdotes, es necesario que el obispo se comprometa con la propia y personal formación permanente. La experiencia enseña que, en la medida en que el obispo está más convencido y empeñado en la propia formación, tanto más sabrá estimular y sostener la de su presbiterio. En esta delicada tarea, el obispo -si bien desempeña un papel insustituible e indelegable- sabrá pedir la colaboración del consejo presbiteral que, por su naturaleza y

finalidad, parece el organismo idóneo para ayudarlo especialmente en lo que se refiere, por ejemplo, a la elaboración del plan de formación. Todo obispo, pues, se sentirá sostenido y ayudado en su tarea por sus demás hermanos en el episcopado, reunidos en Conferencia" (DIR, 89).

El obispo, al servicio de la comunión eclesial

489 -Conocemos la identidad del obispo y su ministerio sólo por referencia a Cristo Pastor y Obispo (1 Pe 2, 25) de todos los fieles. La misión episcopal consiste en un servicio de cercanía, de acompañamiento, de preocupación por aquellos que le han sido confiados, de empeño generoso hasta el extremo, hasta la entrega de la propia vida si fuere necesario (Jn 10, 11), a semejanza de Cristo.

El obispo y la Iglesia universal

490 -"Cada obispo tiene, como vicario de Cristo, el oficio pastoral de la Iglesia particular que le ha sido confiada, pero al mismo tiempo tiene colegialmente con todos sus hermanos en el episcopado la solicitud de todas las Iglesias" (CIC, 1560). En virtud de la ordenación, el obispo queda integrado en el Colegio Episcopal, cuya cabeza es el Romano Pontífice. Por esta inserción el obispo está comprometido a vivir en unión y afecto fraternal con los demás obispos y en respeto y obediencia al Papa (LG, 22-23; CD, 4-10; DP, 686).

491 -El ministerio apostólico, el servicio de los obispos, de los presbíteros y de los diáconos, es un servicio a la comunión eclesial. La unidad de la Iglesia no es solamente aquella que redunda de en una buena organización o en una firme disciplina. La Iglesia está convencida de que su unidad y su vitalidad no provienen de sí misma sino que son dones del Espíritu Santo. Esta unidad y esta vitalidad se manifiestan de manera privilegiada en la comunión de los obispos entre sí y con el sucesor de Pedro, a quien está confiada una jurisdicción "ordinaria, suprema, plena, inmediata y universal" (CDC, 331; LG, 22).

492 -El Sumo Pontífice "es el principio perpetuo y visible, y el fundamento de la unidad que vincula entre sí, sea a los obispos que a la multitud de los fieles" (LG, 23). Los obispos, unidos al Obispo de Roma, constituyen, en efecto, el Colegio Episcopal, heredero del colegio de los apóstoles, enviados por Cristo. La fidelidad a esta comunión es, para los obispos, una exigencia particularmente grave y una necesidad absoluta para mantener la verdad y fecundidad en su ministerio.

493 -Porque es en esta unión al propio obispo y, con él, al Papa, como los cristianos se ponen en contacto con la comunión universal y reciben sus benéficos efectos. En una Iglesia particular, en una diócesis, la comunión se vive de muchas formas, por la participación en la vida sacramentaria, en el testimonio, en la misión y en las responsabilidades asumidas en el seno de las comunidades cristianas. De esta manera, la Iglesia, viviendo en la unidad, hace patente el amor de Cristo por todos los hombres y contribuye a la unidad de todo el género humano.

494 -Es deber del obispo abrirse y abrir a su Iglesia diocesana a la comunicación con la Iglesia universal; debe preocuparse por la evangelización en todas las regiones del mundo

donde todavía no se conoce la Palabra de Dios y tener sensibilidad para compartir los recursos -sobre todo los recursos humanos- con otras comunidades, puesto que todas las Iglesias son actualización de la única Iglesia de Cristo.

El obispo y la iglesia particular

495 -"Los obispos son el principio y fundamento visible de unidad en sus Iglesias particulares" (LG, 23). A ellos corresponde ser punto de convergencia, principio de armonía y unificación de todos los fieles y de las distintas vocaciones que el Espíritu suscita en la comunidad.

496 -En la realización de su tarea ministerial, deberá el obispo "promover el aumento y la adecuada formación de los agentes para los diversos campos de la acción pastoral... deberá impulsar procesos globales, orgánicos y planificados que faciliten la integración de todos los miembros del pueblo de Dios" (SD, 57).

El obispo, imagen de Cristo Buen Pastor

497 -La palabra epískopos viene del griego y significa "el que mira desde arriba", "el que supervisa"... Le corresponde al obispo, como guardián y pastor, salir en defensa de los individuos y de las comunidades cada vez que se atente contra la dignidad fundamental de la persona humana, especialmente de los más pobres (DP, 1214; SD, 67.74.178). Entre nosotros abundan los ejemplos de obispos cercanos a los más necesitados y que se han mostrado interesados por la promoción y defensa de los derechos de los marginados. Bastaría recordar, como muestra, los casos de los Señores Obispos Fray Antonio Alcalde y Juan Ruiz de Cabañas, benefactores de los enfermos y de la niñez; y el ejemplo del Señor Arzobispo Francisco Orozco y Jiménez, defensor intrépido del derecho a la libertad religiosa.

498 -En el obispo encontrarán un defensor de su legítima diversidad los institutos de vida consagrada. "De hecho, uno de sus oficios específicos es el de defender la vida consagrada, el de promover y animar la fidelidad y la autenticidad de los religiosos y el de ayudarlos a insertarse, según su propia índole, en la comunión y en la acción evangelizadora de su Iglesia" (MR, 52).

499 -En él los fieles laicos tendrán un apoyo para tutelar sus derechos y para la realización de sus iniciativas apostólicas. En efecto, "la misión salvífica de la Iglesia en el mundo se lleva a cabo no sólo por los ministros, en virtud del sacramento del Orden, sino también por medio de todos los fieles laicos. Estos, de hecho, en virtud de su condición bautismal y de su específica vocación, en la medida propia de cada uno, participan del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo. Los pastores, por tanto, deben reconocer y promover los ministerios, los oficios y las funciones de los fieles laicos, que tienen su fundamento sacramental en el Bautismo y en la Confirmación, lo mismo que, para muchos de ellos, en el Matrimonio" (CL, 23).

II. Desafíos de la realidad

500- Promover en nuestra diócesis la unidad de criterios teológico-pastorales, manteniendo una gran apertura a la realidad y, al mismo tiempo, una fidelidad ejemplar al Magisterio de la Iglesia. Crear una organización diocesana que manifieste, en la diversidad pastoral, la unidad en torno al obispo.

501- La jerarquización adecuada de las actividades del obispo, a fin de que oriente sus mejores energías a lo que es esencial y prioritario en su ministerio, de manera que ejercite su servicio pastoral con mayor eficacia y menor desgaste. Favorecer la descentralización de las tareas más importantes de la vida diocesana, tanto cuanto sea posible jurídica y pastoralmente.

502- Promover carismas y ministerios, estimulando las potencialidades de todo el pueblo de Dios, singularmente de los consagrados y de los laicos, y brindar especial apoyo y reconocimiento a los movimientos laicales.

503- Que las visitas pastorales sean momentos centrales de la presencia del obispo en las comunidades; que se realicen, al menos, conforme a lo establecido por el Derecho en cuanto a periodicidad (CDC, 396) y que se dé primacía a lo pastoral, sin descuidar lo administrativo.

504- Lograr que el trato entre obispos y sacerdotes no sea puramente funcional, sino que llegue a contactos más espontáneos y de mayor profundidad y confianza.

505- Una de las grandes prioridades del obispo será su estrecha relación con el seminario y, en especial, con los seminaristas que cursan la última etapa de su formación, como son los de tercero y cuarto de teología.

506- Buscar un acercamiento frecuente y de mayor calidez pastoral con todos los sectores del pueblo de Dios, especialmente en los ambientes rurales y marginados de la diócesis.

507- Mayor presencia del obispo en los medios de comunicación social para anunciar el mensaje evangelizador con claridad y sencillez.

508- La opción clara, evangélica y preferencial del obispo en favor de los pobres y marginados, anunciando con libertad y denunciando con audacia evangélica las situaciones de pecado y, sobre todo, las violaciones a los derechos humanos.

III. LINEAS PASTORALES

509 -Optimizar los recursos humanos con que cuenta la diócesis, auspiciando una equitativa distribución de los sacerdotes y, al mismo tiempo, involucrando en tareas de responsabilidad, en forma más decidida y de acuerdo a sus carismas, a los consagrados y a los fieles laicos.

510 -Fomentar sistemática e integralmente, a través de los centros de estudio y de las comisiones establecidas en nuestra diócesis, las tareas fundamentales de la acción pastoral.

511 -Que el obispo procure, de forma sistemática y programada, asegurar una buena preparación de sacerdotes, religiosos y laicos para las tareas prioritarias de la diócesis y no sólo se ofrezcan estudios de especialización a quienes van a trabajar en el seminario.

512 -Favorecer la creación y funcionamiento de centros de formación de agentes, tratando de que, en lo posible, no se concentren sólo en la zona metropolitana.

513 -Intensificar la presencia del obispo como padre, hermano y amigo de los sacerdotes y consagrados, sobre todo de los que están en problemas, de los enfermos, de los ancianos y de los marginados. Establecer criterios pastorales comunes para sacerdotes religiosos y diocesanos, sobre todo en los campos de la liturgia y de la moral.

514 -Que el obispo esté enterado de las posibilidades y aptitudes de cada uno de los sacerdotes, auxiliándose de otras personas, tales como los vicarios episcopales; o de otras instancias, por ejemplo la comisión de formación permanente del presbiterio, para que se les ofrezcan oportunidades de desarrollo y trabajo adecuado en el ejercicio de su ministerio pastoral.

515 -Que el obispo tenga especial cuidado con los sacerdotes recién ordenados, destinándolos, de ser posible, a comunidades donde puedan encontrar apoyo y un adecuado testimonio sacerdotal.

516 -Que el obispo se asesore eventualmente de gente capacitada que lo apoye en el discernimiento de situaciones o eventos especialmente apremiantes -a través de análisis serios de investigación de la realidad, por ejemplo- de manera que se le apoye con recomendaciones concretas y bien fundamentadas en su acción profética.

517 -Tomar una postura clara y valiente ante los acontecimientos sociales de mayor relevancia: orientando, anunciando e incluso denunciando las injusticias y atropellos a la dignidad humana, sobre todo de los más débiles y necesitados.

518 -La gran extensión de la diócesis dificulta el que el obispo se haga presente físicamente y con más frecuencia en todas y cada una de las comunidades parroquiales; de ahí que se pueda considerar seriamente la conveniencia de proponer su división a la Santa Sede.

IV. DISPOSICIONES

-106- Para fomentar mejor la acción pastoral, el obispo diocesano se valdrá de los mecanismos adecuados para afianzar la integración del Consejo Episcopal (CDC, 473, 4) con el fin de lograr la unidad de criterios en las actividades fundamentales de la diócesis.

107- El obispo ha de impulsar, a través de la Vicaría episcopal de pastoral, la programación anual de zonas y decanatos, tratando de lograr un verdadero proceso global, integral y planificado.

108- Asegure el obispo que, al menos una vez al año, se organicen, a través de las zonas y de los decanatos, estudios de profundización para los agentes de pastoral: sacerdotes, religiosos y laicos, dando prioridad a los documentos recientes del Magisterio que vengan a iluminar y a fortalecer el compromiso en la acción pastoral.

109- Se urgirá a los sacerdotes su puntual y activa participación en las reuniones periódicas, según el programa de la comisión para la formación integral del presbiterio aprobado cada año por el obispo.

110- Se han de continuar las reuniones anuales del obispo con los superiores mayores y con los superiores locales de las distintas congregaciones e institutos de vida consagrada de la diócesis, a fin de coordinarse mejor en acciones conjuntas al servicio de la pastoral diocesana.

111 -Que el obispo conozca más de cerca los movimientos apostólicos de seglares y los acompañe, por sí mismo o a través de sacerdotes asesores competentes, a fin de mantener la unidad en la fe y en la caridad, aún dentro de una muy deseable pluralidad de iniciativas y de campos de acción.

112 -Cuide el obispo que en los colegios y universidades de inspiración cristiana existan y se pongan en práctica programas de educación en la fe, sólidamente conformados, respetuosos de la doctrina del Magisterio y en consonancia con los programas pastorales diocesanos.

113 -Cuide el obispo que la comisión de economía del arzobispado se mantenga en estrecho contacto con los organismos, comisiones e institutos que llevan adelante la acción pastoral en nuestra diócesis, a fin de dotarlos, en forma equitativa, de suficientes recursos materiales. Esta misma comisión estará al pendiente de la recta utilización del presupuesto y de que se cubran las necesidades de la vida pastoral en base a prioridades bien evaluadas.

114- Compete al Señor Arzobispo, cuando juzgue maduros tiempos y circunstancias, establecer el Consejo pastoral de la diócesis, conforme lo pide el Código de Derecho Canónico (CDC, 511-514).

Vida y Ministerio de los Sacerdotes

I . ILUMINACION

-519 -En la unidad del presbiterio, los sacerdotes son instituidos, por el sacramento del Orden, como cooperadores del obispo. Participan, por tanto, de "la autoridad por la que Cristo mismo construye, santifica y gobierna a su Cuerpo". En efecto, ellos son configurados a Cristo Sacerdote para ser "capaces de actuar en nombre de Cristo Cabeza" (PO, 2)

El sacerdocio común y el sacerdocio ministerial

520 -El sacerdote es llamado también presbítero, palabra que viene del griego y significa "anciano", ya que desde los tiempos apostólicos los sacerdotes eran escogidos de entre los bautizados que habían dado pruebas de madurez y de identificación con el Señor, lo mismo que de su disponibilidad y aptitud para ocuparse desinteresadamente de las comunidades que les eran confiadas. Como continuación del ministerio apostólico, el ministerio de los presbíteros -como en grado mayor el de los obispos- es al mismo tiempo pastoral, sacramental y misionero. A ejemplo de Jesucristo, el Buen Pastor (Jn 10, 1-21), los sacerdotes han de conducir al pueblo de Dios hacia la casa del Padre.

521- El sacerdocio común y ministerial se distinguen no sólo de grado sino esencialmente y se ordenan el uno al otro. Es decir, el sacerdocio ministerial de ninguna manera se puede identificar o reducir al sacerdocio común (LG, 10). La Iglesia, al ser la comunión de todos los bautizados en Cristo, ella misma es un pueblo sacerdotal; como miembros de la Iglesia, por el Bautismo todos participamos de una común dignidad sacerdotal, que es el sacerdocio común (LG, 10). "La distinción entre sacerdocio común y sacerdocio ministerial, lejos de llevar a la separación o a la división entre los miembros de la comunidad cristiana, armoniza y unifica la vida de la Iglesia. En efecto, en cuanto Cuerpo de Cristo, la Iglesia es comunión orgánica entre todos los miembros, en la que cada uno de los cristianos sirve realmente en la vida del conjunto si vive plenamente la propia función peculiar y la propia vocación específica (1 Cor 12, 12ss)" (DIR, 18).

Tareas específicas del sacerdocio ministerial

522 -l Ministerio profético o de la Palabra: como profeta debe el sacerdote, ante todo, proclamar la Palabra de Dios, que llama a la conversión y a iluminar todas las situaciones de la vida para transformar el mundo según el Plan de Dios. Debe anunciar y también denunciar.

Ministerio litúrgico: el sacerdote da culto a Dios en nombre de la Iglesia con la oración y, especialmente, con la Eucaristía. Santifica a los fieles particularmente con los sacramentos. Como la Eucaristía es centro y culmen del culto de la Iglesia, es también centro y culmen de la vida del presbítero. En ella se une como víctima a Cristo Víctima. Al hacer presente el sacrificio de Cristo en la Eucaristía, hace posible a los fieles el poder unirse al sacrificio de Cristo, ofreciendo su vida y actuando así su sacerdocio bautismal.

Ministerio de caridad: El presbítero, configurado con Cristo Pastor, debe caminar delante guiando a sus ovejas y dándoles ejemplo, debe conocer a sus ovejas, alimentarlas con la Palabra y la Eucaristía y estar dispuesto a dar la vida por ellas; como servidor de la comunidad, debe estar atento a las necesidades de todos, especialmente de los pobres, enfermos, ancianos y de los más necesitados.

523 -El presbítero debe realizar todo su ministerio en espíritu y ambiente de comunión. Debe ser hombre de comunión (PDV, 43). El debe promoverla y vivirla de muchas maneras: la comunión íntima con su obispo, de quien es próvido cooperador; la comunión con los demás presbíteros con quienes está unido por la íntima fraternidad sacramental y la comunión sincera con los religiosos y laicos, a quienes debe congregar en nombre de Cristo (PO, 7-9). El sacerdote no podrá expresar su amor al Señor y a la Iglesia sin traducirlo en

un amor efectivo e incondicionado por el pueblo cristiano, objeto -de sus desvelos pastorales (DIR, 30). El presbítero es llamado cariñosamente padre por el pueblo. Debe ser como un padre para todos, debe ser sostén, apoyo, educador, guía; ser como Cristo que "pasó haciendo el bien" (Hch 10, 38). El sacerdote ha de vivir siempre con gratitud hacia su propia familia y hacia su propia comunidad parroquial que lo impulsaron a madurar en la fe y en su entrega vocacional.

524 -Hombre de comunión, el sacerdote ha de cuidar el no inmiscuirse en situaciones que lo lleven a algún género de parcialidad, como sería el involucrarse directamente en la política partidista (DP, 521). Sin embargo, no debe rehuir el comprometerse en la promoción de la política del bien común, lo mismo que en la orientación a los fieles laicos para que asuman sus compromisos políticos y, a través de acciones de justicia y caridad, lleguen a ser en el mundo luz, sal y fermento y se empeñen en trabajar por una auténtica promoción humana.

La espiritualidad sacerdotal

525 -La espiritualidad del presbítero tiene como característica la caridad pastoral (PDV, III; SD, 70). Debe "ser capaz de amar a la gente con un corazón nuevo, grande y puro, con auténtica renuncia de sí mismo, con entrega total, continua y fiel" (PDV, 22). La espiritualidad del presbítero tiene también un aspecto eclesial, por su pertenencia y dedicación a una Iglesia particular, que lo relaciona con el obispo como miembro de un presbiterio, para cuidar una comunidad concreta (PDV, 31). Debe cultivar una espiritualidad encarnada, que lleve al compromiso.

526 -El sacerdote, debe ser hombre de oración; con una oración personal; especialmente con la oración litúrgica prolonga la oración de Cristo en unión constante con el Padre. De ahí que ha de tener en gran estima los diversos medios recomendados por la Iglesia a los sacerdotes para alimentar su vida espiritual (PO, 18; CDC, 276). "Tal vida espiritual debe encarnarse en la existencia de cada presbítero a través de la liturgia, la oración personal, el tenor de vida y la práctica de las virtudes cristianas; todo esto contribuye a la fecundidad de la acción ministerial. La misma configuración con Cristo exige respirar un clima de amistad y de encuentro personal con el Señor Jesús y de servicio a la Iglesia, su Cuerpo, que el presbítero amará, dándose a ella mediante el servicio ministerial a cada uno de los fieles (CDC, 276)... El cuidado de la vida espiritual se debe sentir como una exigencia gozosa por parte del mismo sacerdote, pero también como un derecho de los fieles que buscan en él -consciente o inconscientemente- al hombre de Dios, al consejero, al mediador de paz, al amigo fiel y prudente, y al guía seguro en quien se pueda confiar en los momentos más difíciles de la vida para hallar consuelo y firmeza" (DIR, 39).

527 -El sacerdote debe imitar a Cristo pobre entre los pobres, humilde, obediente y casto. Ha de cultivar, además, una filial devoción a la Santísima Virgen María.

528 -l "El ejemplo de Cristo pobre debe llevar al presbítero a conformarse con Él en la libertad interior ante todos los bienes y riquezas del mundo" (PO, 17). "El Señor nos enseña que Dios es el verdadero bien y que la verdadera riqueza es conseguir la vida eterna... El sacerdote, cuya parte de la herencia es el Señor (cf Núm 18, 20), sabe que su misión -como

la de la Iglesia- se desarrolla en medio del mundo, y es consciente de que los bienes creados son necesarios para el desarrollo personal del hombre. Sin embargo, el sacerdote ha de usar estos bienes con sentido de responsabilidad, recta intención, moderación y desprendimiento: todo esto porque sabe que tiene su tesoro en los cielos; es consciente, en fin, de que todo debe ser usado para la edificación del Reino de Dios, y por ello se abstendrá de actividades lucrativas impropias de su ministerio (Lc 10, 7; Mt 10, 9-10; 1 Cor 9, 14; Gál 6, 6)" (DIR, 67).

529 -l El sacerdote está llamado al celibato por amor al Reino de los cielos, con entrega total para imitar a Cristo (aspecto cristológico); para servir a sus hermanos en la Iglesia (aspecto eclesiológico); para ser signo de la vida futura (aspecto escatológico). "Que nuestro servicio humilde haga sentir a todos que hacemos presente a Cristo Cabeza, buen Pastor y Esposo de la Iglesia" (PDV, 19; SD, 74). "El celibato, así entendido, es entrega de sí mismo en y con Cristo a su Iglesia, y expresa el servicio del sacerdote a la Iglesia en y con el Señor" (DIR, 59).

530 -l "La obediencia es un valor sacerdotal de primordial importancia... Al igual que para Cristo, también para el presbítero la obediencia expresa la voluntad de Dios, que le es manifestada por medio de los Superiores... El presbítero tiene una ‘obligación especial de respeto y obediencia’ al Sumo Pontífice y al propio Ordinario" (DIR, 61).

531 -l El presbítero, como sacerdote, tiene una relación especial con María, madre del Sumo Sacerdote, a la cual debe amar como madre. "Por eso, nosotros los sacerdotes estamos llamados a crecer en una sólida y tierna devoción a la Virgen María, testimoniándola con la imitación de sus virtudes y con la oración frecuente (PDV, 82). "Todo presbítero sabe que María, por ser madre, es la formadora eminente de su sacerdocio: ya que Ella es quien sabe modelar el corazón sacerdotal; la Virgen, pues, sabe y quiere proteger a los sacerdotes de los peligros, cansancios y desánimos: ella vela, con solicitud materna, para que el presbítero pueda crecer en sabiduría, edad y gracia delante de Dios y de los hombres. No serán hijos devotos, quienes no sepan imitar las virtudes de la Madre. El presbítero, por tanto, ha de mirar a María si quiere ser un ministro humilde, obediente y casto, que pueda dar testimonio de caridad a través de la donación total al Señor y a la Iglesia" (DIR, 68).

La formación permanente

532- El sacerdote es, ante todo, un hombre tomado de entre los hombres (Hb 5, 1). Debe, por tanto, el presbítero tener "una madurez humana, la cual se comprueba, sobre todo, en cierta estabilidad de ánimo, en la facultad de tomar decisiones ponderadas y en el recto modo de juzgar sobre los acontecimientos y los hombres" (OT, 11).

533 -El presbítero no debe pensar nunca que ha alcanzado la meta (Fil 3, 13), sino que, dejándose guiar por el Espíritu Santo, ha de esforzarse por convertirse cada día y configurarse cada vez más con Cristo Buen Pastor (CDC, 276ss).

534 -Para ser ministros de la Nueva Evangelización, los presbíteros están invitados a cultivar una formación permanente integral, es decir, en su dimensión humana, espiritual,

intelectual y pastoral, en cualquier edad y situación "como fidelidad al ministerio sacerdotal y como proceso de continua conversión" (PDV, 70-80; DIR, 69-97; SD, 72-73).

535 -"La formación permanente es una exigencia que nace y se desarrolla a partir de la recepción del sacramento del Orden, con el cual el sacerdote no es sólo, consagrado por el Padre y enviado por el Hijo, sino también animado por el Espíritu Santo. Esta exigencia, por tanto, surge de la gracia, que libera una fuerza sobrenatural, destinada a asimilar progresivamente y de modo siempre más amplio y profundo toda la vida y la acción del presbítero en la fidelidad al don recibido: Te recuerdo -escribe S. Pablo a Timoteo- de reavivar el don de Dios, que está en ti (2 Tim 1, 6)" (DIR, 69).

II. DESAFIOS DE LA REALIDAD

536 -La falta de conocimiento, de difusión y de vivencia de la espiritualidad propia del presbítero.

537 -La caridad pastoral, vivida al servicio de una comunidad concreta por parte del sacerdote, no siempre se encarna y se proyecta en su estilo de vida y en la calidad de su ministerio.

538 -Se desaprovecha frecuentemente mucho de lo que ofrece la diócesis como ayuda para la vida espiritual de los sacerdotes: ejercicios espirituales, retiros mensuales, confesión y dirección espiritual.

539 -Las celebraciones litúrgicas apresuradas y rutinarias que impiden una vivencia más participativa del amor de Dios.

540 -En algunos casos, la falta de madurez humana en el sacerdote, como sustrato básico de la vida espiritual; se refleja en algunas actitudes de desequilibrio emocional, tales como el hacer acepción de personas o el no saber moderar el propio temperamento.

541 -No siempre hay equilibrio en la búsqueda de una formación integral humana, espiritual, intelectual y pastoral.

542 -No siempre se aprovechan con seriedad los estudios que se hacen a nivel de decanato, así como los cursos que se organizan a nivel más amplio, ofrecidos por los diversos institutos y comisiones de carácter diocesano.

543 -El individualismo en la acción pastoral de algunos presbíteros, que tiene consecuencias negativas al no seguir el Plan diocesano de pastoral; que lleva a la desorganización o a la toma de alternativas parciales, tales como apoyar solamente a un determinado movimiento o cerrarse arbitrariamente a otros aprobados por la Iglesia, pero que no son de su especial agrado.

544 -Con frecuencia los sacerdotes no saben respetar los procesos pastorales de cada una de las comunidades a las que son enviados a trabajar. No se impulsa decidida y armónicamente la actuación del triple ministerio o no se da continuidad a las acciones apostólicas heredadas de sus antecesores y que han demostrado su eficacia.

545 -No se ha llegado a tener en todas las comunidades un verdadero plan pastoral para que, de acuerdo a él, se haga una adecuada jerarquización de los distintos aspectos de la vida parroquial.

546 -Buscar un mayor trato e integración de sacerdotes diocesanos y religiosos, y fomentar relaciones de armonía entre párrocos y vicarios.

547 -La formación y participación de los laicos, escuchándolos, tomando en cuenta sus derechos y obligaciones, poniendo a su servicio lo mejor de su ministerio y de su caridad pastoral.

548 -Poner especial cuidado en la preparación de la homilía como tarea prioritaria de los sacerdotes.

549 -Llegar a hacer de la predicación una tarea que despierte, alimente y desarrolle la vida cristiana, y se proyecte luego en la vida de los fieles, integrando culto y caridad.

III. LINEAS PASTORALES

550 -Centrar la espiritualidad del presbítero en la vivencia del misterio pascual. Una espiritualidad que evite dualismos, que ayude a superar la tendencia a instalarse en una vida cómoda y sin compromiso. Una espiritualidad que anime y sostenga la disponibilidad a la misión de Cristo, en obediencia amorosa y libre.

551 -Sentirse comprometidos para continuar la rica herencia que nos han dejado los presbíteros de la diócesis, especialmente el ejemplo de nuestros sacerdotes mártires, que ha tenido como características el amor a Cristo en la Eucaristía, el amor a la Santísima Virgen María, la fidelidad y la obediencia al Papa y al pastor de la diócesis.

552 -Atender integral y equilibradamente los aspectos profético, litúrgico y social dentro de las comunidades, cultivando la unidad de criterios. En su acción pastoral, asumir y tener en cuenta los proyectos y planes diocesanos; conocer la realidad del pueblo; trabajar en equipo, eclesial y organizadamente.

553 -Vivir siempre cercanos al pueblo, convivir con él y acompañar con mayor presencia física, no sólo de espíritu, el caminar de los agentes, grupos y movimientos de sus parroquias, preocupándose por llegar a los más pobres: enfermos, necesitados, marginados, campesinos y alejados.

554 -Ser testigos del amor de Dios con hechos de justicia y caridad. Vivir, a ejemplo de Cristo Buen Pastor y en íntima relación con Él, una actitud de conversión continua, que propicie la coherencia entre fe y vida.

555 -Asumir claramente la defensa de los marginados y denunciar la violación de los derechos humanos. Vivir encarnados en sus propias comunidades, promoviéndolas en sus auténticos valores cristianos; cultivar una entrega generosa, especialmente a los más necesitados; ser comunicativos y atentos con los fieles laicos y favorecer la corresponsabilidad en los trabajos pastorales.

556 -Vivir con sencillez y austeridad, siendo solidarios con los pobres de nuestro pueblo. Apreciar y cultivar las virtudes humanas, cuidar la salud, tomar el descanso necesario y, cuando se tengan angustias económicas, acudir a quien corresponda, con toda confianza.

557 -Los sacerdotes, con gran sentido de Iglesia, tengan fidelidad y obediencia al obispo, cultiven más la unidad y la relación fraterna, solidaria y profunda con los hermanos sacerdotes, en actitud de diálogo.

558 -El cultivo de la fraternidad entre los sacerdotes, ha de ser más esmerado cuando se trata de la atención hacia los ancianos y enfermos; lo mismo que hacia los que se han aislado o han perdido el entusiasmo por el ministerio.

559 -Favorecer la solidaridad sacerdotal con sacerdotes que pasan por momentos difíciles, y no dudar en acudir al obispo para exponerle los propios problemas.

560 -Asegurar su presencia efectiva y responsable en la comunidad; el ausentismo reduce los frutos de la acción evangelizadora y deja el campo abierto a las sectas.

561 -Hacer frente a los graves problemas migratorios, y buscar respuestas pastorales a los graves problemas del urbanismo tales como la pérdida de identidad, el desempleo, el alcoholismo y la drogadicción.

562 -Ser, con su testimonio, promotores de las vocaciones sacerdotales y religiosas, teniendo esto como prioridad en su comunidad.

563 -Tener apertura, diálogo y colaboración con organismos no eclesiales en acciones para el bien común, evitando el peligro de ser instrumentalizados.

564 -Que la comisión de formación del presbiterio y su equipo de espiritualidad sacerdotal tenga gran preocupación por la espiritualidad propia del presbítero y muestre apertura a nuevas formas presentadas por grupos de sacerdotes para la realización de sus ejercicios espirituales. Que los ejercicios espirituales sean consecuentes con esta espiritualidad sacerdotal, cuya base es la caridad pastoral.

565 -Promuévanse, con el apoyo del obispo, formas de vida comunitaria entre los sacerdotes de una parroquia o decanato, que favorezcan la vida y la acción apostólica y en

las que se dé ejemplo de unidad, de caridad y de sencillez al compartir incluso los bienes materiales.

566 -Fomentar los grupos naturales y por generaciones, que propicien la comunión en el respeto y apoyo integral. Favorézcanse las asociaciones sacerdotales más acordes a nuestra realidad a fin de que promuevan la espiritualidad sacerdotal y nuestras sanas tradiciones.

567 -Que los sacerdotes diocesanos atiendan a los religiosos y a las religiosas que estén en su parroquia, viendo por sus necesidades espirituales y materiales, y siendo respetuosos de sus propios carismas.

568 -Trabajar activamente en la formación y funcionamiento efectivo de los equipos coordinadores básicos de las parroquias, favoreciendo un ambiente de libertad y cordialidad.

569 -Que en cada zona, y donde sea posible en cada decanato, se establezca y se incremente con regularidad una hemeroteca (y si es posible una verdadera biblioteca) para la consulta de los sacerdotes, privilegiando las líneas teológica, espiritual y pastoral.

IV. DISPOSICIONES

-115 -Todos los presbíteros hagan sus ejercicios espirituales conforme a lo establecido en la diócesis, a saber: los sacerdotes de uno a cinco años de ordenación, cada año, y los demás, al menos cada dos años. Participen creativamente en los retiros mensuales y en las reuniones de estudio organizadas en sus respectivos decanatos y procuren tomar parte en las celebraciones litúrgicas que anualmente se organizan en la diócesis para todo el presbiterio, lo mismo que en los eventos ya tradicionales, tales como el día del párroco o la posada sacerdotal.

116 -La participación en las jornadas de formación permanente, serán de carácter obligatorio para todos los sacerdotes. Para los sacerdotes de uno a cinco años, anualmente; para los demás, periódicamente, según se les vaya notificando, al menos cada cinco años. Estas jornadas abarcarán todas las áreas de la formación integral: la humana, la espiritual, la intelectual y la pastoral. Es obligación también participar cada año al menos en uno de los cursos de actualización organizados por la diócesis.

117 -Las licencias ministeriales deben renovarse cumpliendo alguno de los siguientes requisitos: por la participación en las jornadas de formación permanente (10 días); por la asistencia a los cursos organizados por los institutos y comisiones diocesanas, con duración de al menos un semestre; por la presentación de un examen (oral o escrito) de un tratado completo de teología o de sagrada Escritura.

118 -Los sacerdotes, párrocos y vicarios, habrán de orientar su quehacer pastoral siguiendo las indicaciones del Plan diocesano de pastoral y los acuerdos tomados tanto en las zonas como en los decanatos; para ello habrán de asistir regularmente a las reuniones ordinarias y

extraordinarias a las que sean convocados, de tal forma que pueda garantizarse la unidad y la continuidad en su ministerio sacerdotal.

119 -Los vicarios episcopales y los decanos, en el espíritu de una pastoral orgánica y de conjunto, han de cuidar que, sobre todo cuando haya cambio de sacerdotes, se garantice la continuidad en las líneas de trabajo de cada una de las comunidades comprendidas dentro de su territorio.

120 -Los sacerdotes que trabajan a tiempo completo, podrán gozar de un día de descanso a la semana y, conforme a Derecho, de un mes de vacaciones al año, con el fin de favorecer su salud y la eficacia de su ministerio sacerdotal, en bien de los fieles.

121 -Promueva el decano la ayuda mutua y efectiva entre los sacerdotes del decanato, sobre todo motivando a oportunas suplencias en casos de vacaciones, enfermedad, ejercicios espirituales o ante otras situaciones imprevistas.

122 -Todos los sacerdotes deben inscribirse en la Mutual del clero y en el CCYAS, aportar puntualmente su cooperación, tanto personal como institucional, movidos por el espíritu de solidaridad fraterna. La diócesis pondrá especial empeño en proveer convenientemente a la asistencia y sustentación de los presbíteros enfermos, inválidos o ancianos.

123 -Siguiendo las disposiciones de la Iglesia (CDC, 284), los sacerdotes deben llevar "un traje eclesiástico decoroso, según las normas establecidas por la Conferencia episcopal y según las legítimas costumbres locales".

124 -Expresen los sacerdotes oportunamente su voluntad acerca de sus bienes personales, de preferencia por medio de un testamento formal, a fin de evitar posibles conflictos después de su muerte; aseguren, sobre todo, que nunca se puedan confundir los bienes personales con los bienes de la Iglesia, los cuales siempre deberán quedar suficientemente asegurados.

Vida Consagrada

I. ILUMINACION

570 -Hablando de la vida consagrada (DP, 721-776) el Documento de Puebla comienza por decirnos, con una admirable claridad: "La vida consagrada es en sí misma evangelizadora"... (DP, 721). Es y debe ser. Así lo desean en la Iglesia los pastores y los fieles; así lo han de sentir los mismos que se han entregado a pregonar con su propia vida la radicalidad en el seguimiento de Jesús y el testimonio de los valores trascendentes del Reino, anunciados en las bienaventuranzas.

571- Este género de vida, más comúnmente conocido como vida religiosa, es una realidad en la Iglesia y no una simple teoría. La autoridad, que está al servicio de la Iglesia, siempre se ha preocupado a lo largo de la historia por discernir, aprobar, regular y acompañar las muy diversas formas de vivir esta particular profesión de los consejos evangélicos.

Naturaleza eclesial de la vida consagrada

572- Esta preocupación ha quedado plasmada últimamente en el nuevo Código de Derecho Canónico, dentro del libro II, El pueblo de Dios, y más precisamente en la tercera parte. No hay que olvidar que la estructura del nuevo Código tiene su origen sustancialmente en la Constitución conciliar Lumen Gentium, la cual, después de haber presentado a la Iglesia como misterio (capítulo I) y como pueblo de Dios (capítulo II) y su articulación como Iglesia jerárquica (capítulo III) y haber tratado de los fieles laicos (capítulo IV), lleva todo a la unidad con el capítulo V que tiene como título: La vocación universal a la santidad.

573- Efectivamente, sobre esta base de la común dignidad e igualdad en la vocación y misión de los christifideles (de los fieles cristianos), fundada en su condición de bautizados, sobre esta misma base se expresa la legítima diversificación en la vivencia concreta del triple ministerio de Cristo y de la misión pastoral de los consagrados en la Iglesia y en el mundo. El Concilio Vaticano II trató con mayor profundidad el tema de la profesión de los consejos evangélicos en el Decreto Perfectae caritatis.

574- En el compromiso común de hacer realidad los signos y los frutos de la Nueva Evangelización en nuestra Iglesia local, hay que seguir con fidelidad y tener en gran aprecio los lineamientos del nuevo Código de 1983. No sería justo tomarlos como normas meramente jurídicas o como fríos ordenamientos, alejados de la experiencia doctrinal y pastoral de nuestra realidad eclesial. Por algo el Santo Padre Juan Pablo II, al promulgar el nuevo Código en la Constitución Sacrae disciplinae leges, con razón subrayaba la íntima relación entre el Concilio y el Código, llegando a afirmar: "este nuevo Código podría entenderse como un gran esfuerzo por traducir en lenguaje canónico esta misma doctrina, es decir, la eclesiología conciliar" (EnV, 8, 628). Y el mismo Sumo Pontífice fue más allá al afirmar en uno de sus discursos que el Código era el último Documento del Concilio, en el sentido de que, con su publicación, venía a concluirse el trabajo de renovación promovido por el Vaticano II.

575- Pues bien, en el canon 207 se nos dice: "Por institución divina, entre los fieles cristianos están en la Iglesia los ministros sagrados, que en el Derecho son llamados también clérigos; los demás fieles son llamados también laicos". Y continúa en el párrafo segundo: "De entre unos y otros provienen fieles que, con la profesión de los consejos evangélicos mediante los votos u otros vínculos sagrados reconocidos y sancionados por la Iglesia, se consagran en modo especial a Dios y dan incremento a la misión salvífica de la Iglesia; su estado, aunque no pertenezca a la estructura jerárquica de la Iglesia, forma parte sin embargo de su vida y de su santidad". Precisamente por no estar basado en el sacramento del Orden sagrado, a tal estado de vida pueden pertenecer sea clérigos que laicos. Por eso este estado de vida, que incluye en forma muy importante a las mujeres, tiene un alcance excepcional en la vida de la Iglesia (LG, 42).

576- De ahí la insistencia jurídica y pastoral porque la vida religiosa sea vista y apreciada como un signo eclesial que manifieste a la Iglesia y a la humanidad los valores evangélicos y escatológicos del Reino (LG, 44); de ahí la urgencia porque los miembros de la vida consagrada en todas sus ramas (de hombres y de mujeres, de vida contemplativa y de vida activa), despierten en sí mismos el deseo de perseverar en su particular vocación (caritativa,

educativa, misionera, etc.) en continua dedicación, y de crecer en fidelidad, de manera que la santidad de la Iglesia pueda incrementarse por medio de ellos, para la mayor gloria de la Santa Trinidad (LG, 47).

577- Siguiendo la expresión ignaciana, la vida consagrada está llamada a sentire cum Ecclesia (a "sintonizar", diríamos, con la Iglesia). Sin esta efectiva comunión y participación en lo teológico, en lo eclesial y en lo pastoral, la vida religiosa -como por lo demás cualquier otro carisma- se convertiría en una secta más de iluminados o de profetas aguerridos, pero no en una parte integral de la vida de la Iglesia. Todo intento de independencia y separación de la Comunidad eclesial, jerarquía y pueblo de Dios, necesariamente terminaría en fracaso o en cisma.

La identidad de la vida consagrada

578 -La vida consagrada, como don del Espíritu Santo a su Iglesia, es también una realidad en la historia de nuestra Patria y de la diócesis de Guadalajara, desde su primera evangelización, y pertenece a la vida íntima y a la santidad de la Iglesia misma (LG, 44; EN, 69; DP, 739). Este carisma adquiere su pleno sentido desde la persona de Jesucristo.

579 -Ser consagrado es ser llamado por Jesús (vocación) a vivir con El (vida comunitaria), viviendo como El (consagración-misión). Por eso en nuestra Iglesia particular este don del Espíritu se ha manifestado a través de muchos religiosos, miembros de sociedades apostólicas y miembros de institutos seculares, que hacen presentes los valores del Evangelio.

580 -"Por su vocación, consagración y misión específica en la vida consagrada, enraizada en el Bautismo y en la Confirmación, celebrada y alimentada con la Eucaristía, están llamados a expresar su pertenencia a Cristo en un dinamismo específico, en comunión con los otros fieles... Discípulos y discípulas han hecho del seguimiento según los consejos evangélicos la forma de adhesión a Cristo como Maestro y Señor absoluto de su existencia, entregándose a su servicio. Consagrados por el Espíritu, han recibido, mediante la Iglesia, un don que los habilita para cumplir los compromisos del seguimiento y de la misión. Copartícipes de un carisma, están llamados a expresar en la vida un aspecto específico del misterio de Cristo y de la Iglesia. Llamados a la misión, se deben dedicar a ella totalmente, con su vida y con su apostolado. Destinados a la gloria, deben dar testimonio con su existencia de los bienes celestiales, de la futura resurrección y de la gloria del reino celestial" (Sínodo sobre la vida consagrada, Instrumentuma laboris, 68).

581 -Por esta vivencia fiel de los consejos evangélicos, los miembros de la vida consagrada se comprometen a vivir como Cristo vivió: virgen, obediente y pobre, en la Iglesia y para el mundo (DP, 740; SD, 85). Por eso la vida consagrada irradia los valores del Reino, anima la comunidad eclesial de nuestra diócesis e interpela a la sociedad contemporánea. Las comunidades contemplativas en la diócesis son un estímulo evangelizador y misionero, porque testimonian la primacía de lo absoluto de Dios. Son ellas mismas agentes evangelizadores en su soledad, silencio y plegaria asidua (CDC, 674; SD, 86).

582 -La vida consagrada ha descubierto también, bajo la acción del Espíritu Santo, la secularidad que afirma la autonomía de las realidades creadas y las leyes que las rigen. La secularidad debe entenderse, sobre todo, como una exigencia de la fe cristiana adulta; por eso, hombres y mujeres de hoy se agrupan en torno a determinados carismas, propios de los llamados institutos seculares. Ellos ocupan un importante puesto en la Nueva Evangelización, para la promoción humana y la inculturación del Evangelio (SD, 87).

583 -A la tarea de la evangelización de la diócesis, propuesta en los planes pastorales, contribuyen las sociedades de vida apostólica, con sus características propias: vida fraterna en común, fin apostólico propio de la sociedad, pero sin votos religiosos (CDC, 731; SD, 88). A estas formas de vida consagrada se asemeja el orden de las vírgenes, que siguiendo más de cerca a Cristo, son consagradas a Dios por el obispo diocesano, según el rito litúrgico aprobado; celebran desposorios místicos con Jesucristo y se entregan al servicio de la Iglesia (CDC, 604, 1). La mujer consagrada contribuye a impregnar con los valores del Evangelio nuestros procesos de promoción humana integral e impulsa la pastoral de nuestra diócesis, sobre todo con los más pobres y marginados, según su carisma propio (SD, 90).

584- Sabemos que la Exhortación apostólica, fruto del último Sínodo de los obispos sobre la vida consagrada, vendrá a dar nuevas luces y nuevos impulsos a la misión evangelizadora de la vida religiosa. De todos modos, el Documento Mutuae relationes, de Mayo de 1978, que bajo la autoridad de Pablo VI nos trazó los criterios para integrar armónicamente la vida religiosa dentro de la labor evangelizadora de la Iglesia universal y local, seguirá siendo un punto de referencia obligado para normar e inspirar el papel de los consagrados en medio de nuestras comunidades cristianas.

La vida consagrada y la Nueva Evangelización

585 -La teología de los dones, carismas y ministerios, renovada por el Vaticano II (LG, 12), es precisamente lo que hace posible una renovada inserción de la vida consagrada en la misión evangelizadora del pueblo de Dios y su valorización como auténtico carisma dentro de la Iglesia. Nos lo recuerda el Decreto Sobre la actividad misionera de la Iglesia cuando nos dice que la vida religiosa forma de tal manera parte de la vida de la Iglesia, que la Iglesia misma no puede considerarse plenamente presente en un determinado lugar, si la vida activa y contemplativa de sus consagrados no está dando frutos abundantes en ella (AG, 18).

586- La Iglesia de América Latina ha puesto de realce en varias ocasiones esta naturaleza evangelizadora de la vida religiosa. Medellín nos dice: "A lo largo de la historia de la Iglesia, la vida religiosa ha tenido siempre, y ahora con mayor razón, una misión profética... Esta consagración peculiar es un compromiso a vivir con mayor intensidad el aspecto escatológico del cristianismo para ser, dentro de la Iglesia, de modo especial ‘testigo de la Ciudad de Dios’" (DM, "Religiosos", 12). Puebla ve en la incorporación dentro de la acción evangelizadora de la Iglesia local una de las tendencias de la vida religiosa en nuestro continente (DP, 736-741). De la misma manera, repetidamente Santo Domingo declara que la vida religiosa es un don del Espíritu para su Iglesia; por tanto, ha de ser necesariamente eclesial y misionera y debe enriquecer a las iglesias locales (SD, 85). Los eventuales

conflictos y tensiones que pudieran surgir en las mutuas relaciones, han de ser resueltos en un clima de diálogo y sobre la base de la comunión eclesial (SD, 92).

587 -"El horizonte de la vida consagrada es hoy el de la Nueva Evangelización, en la comunión y misión de la Iglesia. Es la invitación de Juan Pablo II dirigida muchas veces a los institutos de vida consagrada y a las sociedades de vida apostólica, capaz de suscitar en la Iglesia un nuevo impulso radicado en la fuerza de Pentecostés... A todas las personas consagradas, en razón de su vocación, se les pide que manifiesten en la variedad de los carismas recibidos, con el testimonio de su vida, la fuerza salvífica del Evangelio. Se trata, para ellos, no sólo de volver a dar vitalidad a los métodos apostólicos sino, sobre todo, de cultivar la llamada a la propia conversión, a dejarse evangelizar, para hacer resplandecer en ellos la luz de Cristo, como personas que hablan con Dios y están llenas de su Espíritu (Ex 33, 11; 2 Cor 3, 18)" (Sínodo sobre la vida consagrada, Instrumentum laboris, 95).

588 -Los miembros de la vida consagrada sólo pueden prestar un servicio eficaz a la Iglesia en la Nueva Evangelización, desde la fidelidad a su propio carisma (PC, 2). El obispo, no sólo debe respetar, sino promover y garantizar con su autoridad, la fidelidad de los miembros de la vida consagrada al propio carisma (LG, 45; MR, 28; CDC, 33). Sin embargo, todos los religiosos, aún aquellos que pertenecen a órdenes y congregaciones de derecho pontificio, deben sentirse miembros perfectamente integrados a la "familia diocesana" (CD, 34) y aceptar con gusto, aún viniendo de otras partes, la obligación de una necesaria adaptación. Todos ellos han de preocuparse por fomentar las vocaciones locales, tanto para el seminario diocesano como para la vida consagrada en sus más diversas vertientes, aunque no sea la propia (MR, 4).

589- Nos dice a este respecto el Sínodo sobre la vida consagrada, (Instrumentum laboris, 75): "El obispo en la Iglesia confiada a él es principio y fundamento visible de unidad (LG, 23), en la fe, en la caridad y en el apostolado, por la excelencia del don del Espíritu que ha recibido (EI, 6). Es propio del ministerio del obispo ser perfeccionador y guía del pueblo de Dios. Viviendo la caridad pastoral, el obispo debe ser maestro, promotor y ejemplo de la perfección cristiana para los laicos, los presbíteros sus colaboradores y los consagrados por la profesión de los consejos evangélicos, cada uno según su vocación. Para desempeñar tal función se le confiere una potestad de gobierno ordinaria, propia e inmediata (LG, 27; CD, 11), que ejerce directamente sobre todos los fieles de cualquier categoría que están en su Iglesia, salvada la justa autonomía de los institutos de vida consagrada (CD, 35, 3-4; CDC, 586)".

590 -"Los presbíteros religiosos y los que pertenecen a sociedades de vida apostólica, aunque no estén incardinados en la Iglesia particular y estén sometidos a sus legítimos superiores, en virtud de la participación en el único sacerdocio ministerial, pertenecen con pleno título al presbiterio, al que aportan la riqueza de su propio carisma y de su propio método pastoral (CD, 35; AG, 20; PDV, 25). Además, por su parte, los religiosos imprimen a la solicitud pastoral un signo de la tensión escatológica de la Iglesia peregrina en la fe y en la esperanza. La pertenencia al presbiterio coloca en una relación de estrecha comunión con el obispo y con todos los demás presbíteros, comunión que comporta aplicaciones prácticas" (Ibid., 79).

591 -El Concilio Vaticano II, al insertar la vida consagrada en el misterio de la Iglesia, ha propuesto la vocación al seguimiento de Cristo según los consejos evangélicos, ha profundizado el sentido de la consagración a la luz del Bautismo. Ha puesto de relieve la participación plena en la misión del pueblo de Dios, recordándole en forma ejemplar su común y universal vocación a la santidad, en comunión con la jerarquía y el laicado (PC, 5). La Virgen María es el modelo de vida consagrada y apoyo seguro de su fidelidad (SD, 85).

II. DESAFIOS DE LA REALIDAD

592 -Dar siempre testimonio del Evangelio, a partir de una profunda experiencia de Dios, actuando en todo en estrecha colaboración con los obispos, sacerdotes diocesanos y laicos, dando con esto ejemplo de renovada comunión.

593 -Estar en la vanguardia de los cambios culturales y sociales de la diócesis, para iluminarlos con el espíritu de las bienaventuranzas y, así, ayudar a construir una sociedad cristiana más comprometida con la verdad y con la justicia.

594 -Mostrar mayor apertura personal y comunitaria, para trabajar pastoralmente, conociendo y asumiendo desde la etapa de formación, el Plan diocesano de pastoral, de acuerdo a sus propios carismas.

595 -Lograr en la diócesis el conocimiento, el aprecio y la promoción de los institutos seculares, laicales y sacerdotales, como verdadera vida consagrada destinada a ser fermento evangelizador en las actividades temporales, y no olvidar la promoción de los institutos de vida contemplativa.

596 -Lograr una verdadera evangelización de la cultura y una amplia inculturación del Evangelio en ambientes especialmente marginados, mediante una pastoral diferenciada, tales como el de los intelectuales, el de las artes, los espectáculos y el deporte, así como en el mundo de la política, los sindicatos, las finanzas y, en general, en todos los medios donde se forman los líderes de opinión.

597 -Responder a la necesidad de evangelizar a los más pobres y olvidados, de manera que sientan la cercanía de una auténtica solidaridad cristiana, y ser muy coherentes con esto, al ejercer acciones específicas, en apostolados tales como el de la salud y el de la educación.

598 -Que los religiosos y religiosas que trabajan entre gente pudiente, los evangelicen para que estén dispuestos a compartir sus bienes materiales y espirituales con los más necesitados.

III. LINEAS PASTORALES

599 -Que los religiosos y las religiosas de nuestra diócesis evalúen sus obras apostólicas, teniendo en cuenta los criterios de la Nueva Evangelización, y que los sacerdotes, en

especial los párrocos, valoren y apoyen con sentido eclesial la aportación específica de las comunidades de vida consagrada a la pastoral diocesana y parroquial.

600 -Que en la aprobación y revisión de las obras de apostolado de los religiosos que trabajan en nuestra diócesis, se proceda en comunión de caridad y de acuerdo a las indicaciones del obispo.

601 -Que los religiosos den un claro testimonio de su consagración, evitando el secularismo, practicando la pobreza evangélica y esforzándose por vivir en caridad fraterna, dentro de sus comunidades y con todos los demás miembros del pueblo de Dios.

602 -Que los responsables de la formación y animación espiritual de las religiosas de vida contemplativa, las motiven a integrarse más a la misión de nuestra Iglesia particular, informándoles de las iniciativas prioritarias de la diócesis, ayudándolas a valorar, sobre todo con un acompañamiento cercano y frecuente la trascendencia de su apostolado de oración, silencio y penitencia, al servicio de la Nueva Evangelización.

603 -La atención humana, espiritual, intelectual y pastoral de todos los miembros de la vida consagrada, ha de ser una preocupación prioritaria de todas las órdenes, congregaciones e institutos, pero, mientras permanecen en nuestra diócesis, la Vicaría episcopal para la vida consagrada, propiciará y vigilará un cabal cumplimiento de las disposiciones del Derecho y de las orientaciones del Magisterio a este respecto.

604 -Que cada miembro de vida consagrada, con su testimonio de vida y acción, sea un activo promotor de las vocaciones sacerdotales y religiosas, de acuerdo a los criterios y lineamientos de la comisión de promoción vocacional de la diócesis.

605 -Buscar canales adecuados para una mayor integración y conocimiento entre sacerdotes diocesanos y religiosos, tales como encuentros y convivencias e intercambios entre novicios, seminaristas y formadores.

606 -Que los miembros de la vida consagrada que trabajan en las parroquias de la diócesis, sean justamente retribuidos en lo económico, y que a su vez, los religiosos y religiosas que están al frente de instituciones de educación o de beneficencia, ejerzan la justicia pagando lo debido a sus trabajadores y empleados.

IV. DISPOSICIONES

125 -Se buscará la unidad de criterios y el fomento de la sincera ayuda recíproca y de la complementariedad entre sacerdotes diocesanos y religiosos, principalmente en la pastoral litúrgica, en la catequesis y en las enseñanzas propias de la moral católica.

126 -Ya que la misión de los miembros de la vida consagrada se realiza en la Iglesia particular, al momento de su inserción en la diócesis, se les debe inducir por medios adecuados al conocimiento de las directrices y procesos pastorales de nuestro medio, a fin de que los acepten y hagan propios con espíritu sincero.

127 -El vicario episcopal de vida consagrada convoque periódicamente a los religiosos y religiosas para convivir sobre todo con los que recientemente se incorporaron a la diócesis, a fin de brindarles orientación y apoyo, lo mismo que para evaluar su disponibilidad para insertarse en proyectos específicos de la pastoral diocesana.

128 -Los vicarios episcopales y los decanos han de insistir en que los miembros de la vida consagrada que trabajen en la pastoral territorial, asistan regularmente a las reuniones de sus respectivos decanatos y zonas, y que se inserten de la manera más creativa y armónica en la pastoral diocesana, siempre con respeto a sus propios carismas.

129 -Que las instituciones culturales, educativas, hospitalarias y de beneficencia, encomendadas a los institutos de vida consagrada, no permitan prácticas que empañen su compromiso con la verdad, con la caridad y con la justicia, y que sean verdaderos centros de promoción de los derechos humanos, comenzando por el derecho a la vida.

130 -La Iglesia diocesana debe ofrecer a los religiosos y religiosas que sirven a los más pobres y marginados, un apoyo más cercano y efectivo de la comunidad diocesana y parroquial, que estimulen su compromiso de entrega generosa, como testigos de las bienaventuranzas.

131 -Los formadores del seminario diocesano y los responsables de las casas de formación de los miembros de vida consagrada, deben fomentar en la teoría y en la práctica, el aprecio por los distintos carismas y ministerios con que el Señor enriquece a su Iglesia, al servicio del mundo, de modo que todos valoren la riqueza de vivir la unidad en la pluralidad.

132 -Que se busquen alternativas de captación de fondos, para aligerar el costo y la prestación de servicios que se ofrecen en hospitales, escuelas y universidades católicas, lo mismo que en otras actividades asistenciales o promocionales, atendidas en el mayor de los casos por religiosos y religiosas.

Vida y Misión de los Laicos en la Iglesia y en el Mundo

I. ILUMINACION

607- Al mirar retrospectivamente hacia el Concilio Vaticano II y al analizar sus consecuencias para la vida de la Iglesia, inmediatamente nos damos cuenta de que la doctrina sobre los laicos aparece como uno de los elementos más relevantes de la herencia conciliar. "Común es la dignidad de los miembros (de la Iglesia) por el hecho de su regeneración en Cristo; común es la gracia de adopción filial; común es la vocación a la perfección; ya que no hay más que una salvación, una esperanza y una caridad, sin división" (LG, 32). Esta dignidad común, conferida por el Bautismo y la Confirmación, hace a los laicos, por su parte, responsables de la misión de la Iglesia, en relación con los ministros ordenados.

El ser de los fieles cristianos laicos

608- Según la enseñanza del Concilio, laicos son aquellos fieles cristianos que, sin pertenecer al clero ni al estado de vida religiosa, por su Bautismo quedan incorporados a Cristo y participan de su misión profética, sacerdotal y regia, la cual ejercen conforme a la parte que les corresponde, en la Iglesia y en el mundo (LG, 31; SD, 254). Los fieles cristianos laicos, juntamente con quienes han recibido el sacramento del orden y con quienes han asumido el estado de vida religiosa por los consejos evangélicos, constituyen la entera Iglesia de Jesucristo. A través de ellos y de su testimonio, insertado en las actividades temporales, la Iglesia se hace Sacramento universal de salvación para el mundo (LG, 48). Por tanto, el laico tiene una misión en la Iglesia y en el mundo. El laico vive en el mundo, debe santificarse en el mundo y debe santificar el mundo.

609- Hay que distinguir entre sacerdocio común, que se confiere por el sacramento del Bautismo y el sacerdocio ministerial o jerárquico, que se confiere por el sacramento del Orden. Ambos sacerdocios, aunque esencialmente distintos, tienen su fuente en el único Sacerdocio de Jesucristo. El Concilio dice: "El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque diferentes esencialmente y no sólo en grado, se ordenan, sin embargo, el uno al otro, pues ambos participan a su manera del único sacerdocio de Cristo" (LG, 10). Los laicos ejercen su sacerdocio común ofreciéndose a sí mismos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios (Rom 1, 12), mediante la práctica de los sacramentos, de la oración, del testimonio de una vida santa, del servicio apostólico a los demás, con abnegación y caridad operante.

Identidad de los laicos

610- La condición bautismal fundamenta la común vocación y dignidad, como también el origen de la común misión, que está confiada a todos y cada uno de los bautizados. Los fieles laicos, no son simplemente los obreros que trabajan en la viña, sino que forman parte de la viña misma. Por tanto, deben tomar conciencia, cada vez más, no sólo de pertenecer a la Iglesia, sino de ser la misma Iglesia (LG, 32; CL, 8). A ellos también se dirigen las palabras de Jesús: "Id también vosotros a mi viña" (Mt 20, 3-4). Pues este llamado no se refiere solamente a los pastores, a los sacerdotes, a los religiosos y religiosas, sino que se extiende a todos, también a los fieles laicos (CL, 12).

611 -l Por su participación en la misión profética de Cristo los fieles laicos quedan habilitados y comprometidos a "acoger con fe el Evangelio y a anunciarlo con la palabra y con las obras, sin vacilar en denunciar el mal con valentía"... l Por su participación en el oficio sacerdotal de Cristo los laicos se unen al sacrificio de Jesucristo en la cruz continuamente renovado por la celebración de la Eucaristía, mediante "el ofrecimiento de sí mismos y de todas sus actividades" que se realizan en la Iglesia y en el mundo... l Por su participación en el oficio real de Cristo los laicos "son llamados por Él para servir al Reino de Dios y difundirlo en la historia", sirviendo precisamente con obras de justicia y caridad especialmente a los más pequeños, a los más necesitados (CL, 14).

Llamados a la santidad

612- Los laicos, al igual que los demás miembros de la Iglesia, clérigos y religiosos, están llamados a la santidad, es decir "a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la

caridad" (LG, 40). Han de buscar la santidad no sólo como medio para el apostolado, sino para realizar su identidad en el mundo, ya que la santidad es elemento esencial de su ser cristiano. La razón última para buscar la santidad es porque Dios es santo. "Sean santos, porque yo el Señor, Dios de ustedes, soy santo" (Lev 19, 1-2). San Pedro decía a la primitiva comunidad cristiana: "Así como el que los ha llamado es santo, así también ustedes sean santos en toda su conducta" (1 Pe 1, 14-15).

613- La santidad de los laicos es indispensable para transformar las familias, las parroquias, todo tipo de ambiente y la sociedad en general. -l La Conferencia General del Episcopado Latinoamericano reunida en Medellín nos decía: "La originalidad del mensaje cristiano consiste en la conversión del hombre... No habrá continente nuevo sin hombres nuevos, que a la luz del Evangelio sepan ser responsables" (DM, "Justicia", 3). l El Documento de Puebla pone como signos de santidad en los laicos las obras de amor, de justicia, de paz, de solidaridad, frecuencia de sacramentos, oración y devoción a María (DP, 969). l El Documento de Santo Domingo afirma que "es urgente un esfuerzo por favorecer, en el marco de la comunión eclesial, la búsqueda de la santidad de los laicos y el ejercicio de su misión" (SD, 97).

614- La creciente santidad de los laicos es indispensable para hacer llegar el testimonio del Evangelio al mundo donde se encuentran inmersos. Para el laico, el mundo es el espacio prioritario para santificarse. Es allí donde debe cultivar la unidad inquebrantable entre su fe y la vida, entre el trabajo y la oración, entre las ocupaciones económicas y políticas y la contemplación. De la santificación personal del laico depende la santificación del mundo temporal (CL, 17).

615- Los laicos, en comparación con los que no lo son, se distinguen por vivir en el mundo y realizar su vocación cristiana secular; pero la secularidad no es algo exclusivo, monopolizado por los seglares, sino sólo una nota distintiva. La Iglesia propone también a los laicos el camino de la perfección evangélica hasta poder vivir la consagración a Dios mediante la asunción con votos de los consejos evangélicos de pobreza, obediencia y castidad, como lo hacen los religiosos, pero sin dejar de ser laicos y permaneciendo en sus propios ambientes seculares de familia, de trabajo, de compromisos sociales, culturales, cívicos y políticos. Tales son los institutos seculares que, aunque no sean institutos religiosos, llevan consigo la profesión verdadera y completa, en el siglo, de los consejos evangélicos" (PC, 11).

La misión de los fieles cristianos laicos

616- El laico es un cristiano que vive y trabaja en el mundo, y esa realidad define su misión. A los laicos corresponde, por propia vocación, buscar el Reino de Dios, tratando las realidades temporales y ordenándolas según Dios (LG, 31.33; GS, 43). De esta forma, el mundo se convierte en el ámbito y en el medio de la vocación cristiana. Es indispensable que los laicos no huyan de las realidades terrenas, sino que vivan la experiencia cristiana en el mundo que pasa. "El fiel laico es un hombre de Iglesia en el corazón del mundo... y un hombre del mundo en el corazón de la Iglesia" (DP, 786). Los laicos están llamados por Cristo, como Iglesia, para ser agentes y destinatarios del Evangelio, y a ejercer en el mundo, viña de Dios, una tarea evangelizadora indispensable (SD, 94).

Apostolado de inserción y de colaboración

617- Los laicos deben desempeñar su misión apostólica en una doble dimensión: tanto al exterior, como al interior de la Iglesia. Al exterior haciendo presente el Evangelio en las diferentes actividades temporales e instituciones de la sociedad. Es su apostolado de inserción. Al interior de la Iglesia, tomando parte en las actividades pastorales que organizan los obispos y los presbíteros. Es su apostolado de colaboración.

618- Es urgente el apostolado de inserción de laicos sobre todo en los ambientes seculares a donde no puede llegar la acción directa de la jerarquía. Los laicos están especialmente llamados a hacer presente y operante a la Iglesia, en aquellos lugares y circunstancias en que sólo puede llegar a ser sal de la tierra a través de ellos (LG, 33). El apostolado de inserción en los ambientes seculares de la economía, de la política, de la cultura, de la educación, de los medios de comunicación, etc., es el apostolado propio y específico de los laicos. Para ello deben capacitarse y cultivar una profunda espiritualidad evangélica. "El carácter secular es propio y peculiar de los laicos... Viven en el siglo... Allí están llamados por Dios para que contribuyan a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de fermento" (LG, 31; CIC, 898).

619- El Documento de Santo Domingo presenta como desafío el "que todos los laicos sean protagonistas de la Nueva Evangelización, de la promoción humana y de la cultura cristiana. Es necesaria la constante promoción del laicado, libre de todo clericalismo" (SD, 97). Vale la pena resaltar la palabra: protagonistas. A propósito del apostolado de inserción, el Vaticano II dice: "Entre las obras de este apostolado sobresale la acción social cristiana, la cual desea este santo Concilio que se extienda hoy día a todo el ámbito temporal, incluida la cultura" (AA, 7).

620- Hay diversos grados de actuación y de compromiso eclesial en el mundo. Esto exige también una corresponsabilidad y distintos grados de colaboración entre la jerarquía y los seglares, especialmente en cuanto concierne a la misión en el mundo. Esto implica asumir el protagonismo de los laicos con todas sus consecuencias; esto implica aceptar sus iniciativas, sin reducirlos a meros ejecutores. "Anímense incluso a emprender obras por propia iniciativa" (LG, 37). El Decreto Apostolicam actuositatem, tiene un texto pleno y maravilloso: "Los laicos tienen su parte activa en la vida y en la acción de la Iglesia... Su acción, dentro de las comunidades de la Iglesia es tan necesaria, que sin ella el propio apostolado de los pastores no puede conseguir, la mayoría de las veces, plenamente su efecto" (AA, 33). El apostolado de colaboración en las tareas pastorales de la Iglesia, fundamentado en los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación, es derecho y deber de los fieles laicos conforme a los carismas o dones que han recibido del Espíritu Santo para el bien de las comunidades eclesiales.

621- Precisamente por esto, los laicos, deben ser reconocidos no sólo como destinatarios de la acción pastoral, sino, además, como verdaderos agentes y, en no pocos casos -como nos lo ha recordado explícitamente Santo Domingo- aún como protagonistas. De esta manera han de tomar sus responsabilidades y compromisos dentro de la vida eclesial. Y cuando hablamos de laicos no debemos olvidar a las mujeres, cuyo papel es tan grande e insustituible en la transmisión de la fe y en la animación misma de las comunidades; ellas

deben sentirse reconocidas en estas tan importantes responsabilidades (AA, 9). Refiriéndonos más concretamente a la vida parroquial, hemos de darnos cuenta de que los laicos tienen su lugar insustituible en los consejos pastorales, en los equipos coordinadores básicos, en los consejos para los asuntos económicos, en los distintos equipos de animación parroquial acordes con el triple ministerio, tal como lo prevé y ordena el Derecho de la Iglesia (CDC, 517; 536-537).

622- Los laicos también pueden ser llamados de diversos modos a una colaboración más inmediata con el apostolado de la jerarquía, al igual que aquellos hombres y mujeres que ayudaban al apóstol Pablo en la Evangelización (Fil 4, 3; Rom 16, 3ss)... "Incumbe a todos los laicos la preclara empresa de colaborar para que el divino designio de salvación alcance más y más a todos los hombres" (LG, 33). El apostolado de colaboración es apremiante, sobre todo en las parroquias y en los movimientos apostólicos. La preparación que reciben en los movimientos y asociaciones laicales, no ha de ser para encerrarse en sí mismos, sino para proyectarla en un servicio de mayor calidad en las mismas comunidades parroquiales y en todos los demás ambientes seculares. Los laicos no pueden cerrarse sobre sí mismos, aislándose de la comunidad eclesial, sino que deben vivir en convivencia con los demás y con sentido de fraternidad (CL, 20).

Ministerios, oficios y funciones de los laicos

623- La comunión de los cristianos con Jesús, tiene como modelo, fuente y meta, la misma comunión del Hijo con el Padre en el don del Espíritu Santo. Los cristianos se unen al Padre al unirse al Hijo en el vínculo amoroso del Espíritu. La comunión de los cristianos entre sí, nace de su comunión con Cristo: Todos somos sarmientos de la única Vid, que es Cristo (Jn 15). La comunión eclesial es, por tanto, un don. Un gran don del Espíritu Santo que los laicos están llamados a recibir con gratitud y, al mismo tiempo, a vivir con profundo sentido de responsabilidad.

624- "Los pastores, por tanto, deben reconocer y promover los ministerios, oficios y funciones de los fieles laicos, los cuales tienen su fundamento sacramental en el Bautismo, en la Confirmación y, en el caso de muchos de ellos, en el Matrimonio" (CL, 23). Es muy importante, por tanto, conforme a las necesidades de la Iglesia local y a las normas canónicas universales (CDC, 230), establecer los ministerios laicales en las tres dimensiones de la acción pastoral. En la pastoral profética para que colaboren a organizar la evangelización y la catequesis. En la pastoral litúrgica para que animen los servicios de santificación y celebraciones. En la pastoral social para que promuevan los servicios de justicia y caridad con atención especial a los más pobres. En el desempeño de estas funciones han de mantener su identidad laical y no clericalizarse.

625- Señalemos, más concretamente, algunos de los ministerios más urgentes que se podrían promover o, en su caso, instituir. -l En el área profética: ministerio de catequistas y celebradores de la Palabra, ministerio de catequesis prebautismal, ministerio de catequesis precrismal, ministerio para la primera comunión, ministerio de catequesis prematrimonial y postmatrimonial, ministerio de círculos bíblicos, ministerio para el apostolado entre jóvenes... l En el área litúrgica: ministros extraordinarios de la Eucaristía, ministerio de lectores, ministerio de acólitos, ministerio de cantos... l En el área social: los ministerios de

la caridad y de la promoción social, ministerio en favor de los enfermos, drogadictos, niños de la calle, etc. Y en un sentido más integral: ministerio de animación de las pequeñas comunidades eclesiales.

626- De esta forma, los ministerios, los carismas, los encargos y los servicios de los laicos, existen en la comunión y para la comunión. Son riquezas que se complementan entre sí, en favor de todos, bajo la guía prudente de los pastores. El Vaticano II presenta los ministerios y los carismas como dones del Espíritu Santo para la edificación del cuerpo de Cristo y para el cumplimiento de su misión salvadora en el mundo (LG, 12). Los ministerios, si bien con modalidades diversas, son una participación en el ministerio de Jesucristo, el Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas. En los últimos años han brotado y se han difundido muchas formas de agrupación laical: movimientos, asociaciones, grupos, etc. El asociarse de los fieles laicos, por razones espirituales y apostólicas, nace de diversas fuentes y responde a variadas exigencias. Se reconoce la libertad de asociación en el Código de Derecho Canónico (c. 215); sin embargo, ante la riqueza y el desarrollo de grupos apostólicos, es necesario aceptar los criterios de eclesialidad y las normas pastorales del obispo.

La formación de los fieles laicos

627- La formación, en su sentido más profundo, es un continuo proceso de conversión. Los laicos necesitan, ante todo, de una formación espiritual que ha de apoyarse en una formación humana-integral, que ha de tender a desarrollar las virtudes humanas fundamentales, tales como la lealtad, la solidaridad, la fidelidad y, en general, la coherencia entre fe y vida. Ninguna otra formación, incluso la bíblico-teológica, ninguna otra capacitación, incluso en las ciencias y técnicas teológico-pastorales, tendrá efecto y vigencia, si no tiene como fundamento la formación espiritual del laicado.

628- La formación de los fieles laicos, con este sentido integral, ha de colocarse entre las prioridades más apoyadas y apreciadas de la diócesis, y se ha de incluir en los programas de acción pastoral, a todos los niveles y en todas las instancias. La formación de los laicos tiene como objetivo fundamental el de capacitarlos a descubrir, cada vez con mayor claridad, su propia vocación y el de estimularlos a desarrollar con gran disponibilidad el cumplimiento de su propia misión.

II. DESAFIOS DE LA REALIDAD

629- Lograr que cada laico se sienta miembro vivo de la Iglesia y, como protagonista de la Nueva Evangelización, actúe en consecuencia entre sus hermanos.

630- El número creciente de bautizados que han perdido y abandonado los valores evangélicos y viven como ateos prácticos o se han pasado las sectas, o trabajan dentro de sus propios movimientos con espíritu prácticamente sectario, sin deseos de estar en comunión con los propios pastores.

631- Los sacerdotes que no quieren saber nada de movimientos y asociaciones laicales en sus parroquias y que, por tanto, obstaculizan su acción. Los sacerdotes con cura de almas que no respetan y no aceptan ciertos movimientos laicales aprobados por la Iglesia.

632- La inadecuada inserción de muchas asociaciones y movimientos laicales en la pastoral diocesana y parroquial, según las líneas pastorales del obispo y las normas de eclesialidad. Que los organismos laicales estén abiertos a las disposiciones del pastor y atiendan a las necesidades urgentes de la diócesis.

633- La no superación de cierto paternalismo clerical que no deja crecer a los laicos y la tendencia de algunos laicos comprometidos a clericalizarse.

634- Gran número de laicos que terminan programas de formación en los movimientos, en las asociaciones, en los institutos diocesanos, no asumen ningún tipo de compromisos pastorales ni en las parroquias, ni en los movimientos apostólicos, ni en los ambientes seculares donde se desenvuelven.

635- La poca o nula presencia de laicos apostólicos en determinados ambientes seculares donde no hay atención pastoral adecuada, por ejemplo: militares, políticos, artistas, intelectuales, estudiantes, obreros, etc.

636- La multiplicación de agrupaciones laicales, sobre todo juveniles, que carecen de objetivos concretos y, más que buscar la comunicación, parecen estar en competencia.

637- La exagerada autonomía de ciertos grupos, movimientos o líderes laicales, surgidos dentro de las parroquias o independientemente de ellas, y que luego se separan de la comunidad eclesial y de la dinámica apostólica de la diócesis.

III. LINEAS PASTORALES

638- Impulsar la formación humana-integral y espiritual de los laicos en un auténtico y continuo proceso de conversión que los capacite para integrar la fe con la vida.

639- La formación de los laicos ha de tener como objetivo fundamental el llevarlos a descubrir cada vez con mayor claridad su propia vocación y el capacitarlos para el cumplimiento de su misión específica en la Iglesia y en el mundo.

640- Impulsar a los laicos a profundizar en sus derechos y obligaciones como parte efectiva y activa de la Iglesia; y emprender iniciativas para una Nueva Evangelización en todos los ambientes.

641- Que los agentes de pastoral de una comunidad, con espíritu misionero, estudien y pongan en práctica un programa de acción apostólica para llegar a los más alejados.

642- Que los movimientos supraparroquiales concienticen a sus afiliados a fin de que descubran la conveniencia de desarrollar su apostolado en sintonía con los planes parroquiales.

643- Que se promuevan los ministerios laicales no sólo los referentes a la liturgia, sino también los referentes a la catequesis y a la pastoral social, sin olvidar el referente a la animación o coordinación de las pequeñas comunidades eclesiales en las parroquias.

644- Que todos los miembros de los organismos de apostolado seglar de la ciudad, en ciertos momentos importantes o cruciales de la diócesis, integren su acción pastoral en una tarea común. Por ejemplo: una misión bíblica para contrarrestar las sectas en un decanato o en una zona.

645- Que la comisión de laicos tenga una sección especializada en las etapas de juventud y adolescencia, formada por un equipo eclesial de aquellos que trabajan en ese campo, y que sus trabajos y experiencias puedan apoyar efectivamente la labor de parroquias y escuelas a nivel diocesano.

646- Concientizar al laico sobre su responsabilidad política, y aún sobre la necesidad de que, de acuerdo a su conciencia, se adhieran con libertad a los partidos políticos.

647- Que se tomen en cuenta los medios de comunicación social y otras alternativas propias de nuestro tiempo, para que sea conocida la rica y vasta doctrina sobre la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo.

IV. DISPOSICIONES

-133- Estudiar y revisar los Estatutos de los movimientos y asociaciones laicales, para que se formen los criterios operativos de su inserción pastoral y sean asumidos por las comunidades parroquiales, debidamente acompañados en su crecimiento y proyección a la comunidad diocesana, según su carisma.

134- Todo movimiento o asociación laical, para que actúe en la diócesis, debe tener actualizados sus Estatutos conforme al Concilio Vaticano II, a los documentos pontificios y episcopales, y al magisterio del obispo diocesano.

135- Que la comisión de laicos sea un lugar en donde todos los organismos laicales encuentren un vínculo de unidad; ha de promoverse la capacitación de sus miembros, que los anime a la vivencia laical en sus compromisos temporales y los inserte en la pastoral orgánica de nuestra Iglesia.

136- Todos los programas de formación laical que promueven los movimientos y las asociaciones deben contar con la aprobación del obispo diocesano o de la comisión por él señalada.

137- La formación de los fieles laicos se ha de colocar entre las prioridades más urgentes de la diócesis y se ha de incluir en la programación anual de la acción pastoral.

138- Las actividades pastorales de los miembros de movimientos y asociaciones de apostolado seglar que se desarrollen en algún territorio de la diócesis -zona, decanato o parroquia- deben ajustarse y no sobreponerse a los planes y programas que allí se realicen.

139- Los movimientos y asociaciones laicales de índole diocesana, al renovar sus organismos directivos, deben presentar al obispo una terna de sus candidatos a presidentes o coordinadores diocesanos; el obispo eligirá a quienes él juzgue más adecuados.

140 -El obispo ha de procurar que en el seminario y en las casas de formación de los religiosos, se ofrezcan a los alumnos las líneas teológico-pastorales del Magisterio acerca de la vocación y misión de los fieles laicos en la Iglesia y en el mundo y, en cuanto sea posible, se les pondrá en contacto con el conjunto de asociaciones y movimientos apostólicos que existen en la diócesis, a fin de que conozcan y aprecien lo característico de cada uno de ellos.

141- Los sacerdotes respetarán, por encima de sus preferencias personales, la identidad, personalidad y orientación característica de cada uno de los movimientos y asociaciones laicales aprobados por la Iglesia. No es legítimo ligar a un solo movimiento toda la actividad pastoral de una comunidad parroquial.

142- Establézcanse centros de formación de distintos niveles y en diferentes lugares de la diócesis, asesorados por la Vicaría episcopal de pastoral en cuanto a la unidad de criterios y programas, en donde se ofrezca a los laicos una formación humana y cristiana con sentido integral, y en donde se presente con claridad la Doctrina social de la Iglesia, a fin de impulsarlos a asumir sus compromisos económicos, políticos, culturales y sociales como tarea propia.

ESTRUCTURAS DIOCESANAS

Parroquia

I. ILUMINACION

648 -Todo ser humano, sin duda, puede escuchar la voz de Dios en la intimidad de su conciencia. Sin embargo, Dios ha querido "que los hombres no reciban la santificación y la salvación en forma aislada, fuera de toda relación mutua" (LG, 9). En efecto, por el Bautismo somos agregados al pueblo de Dios; somos hechos miembros vivos de su Cuerpo, la Iglesia. Y es precisamente en la Iglesia, con sus diferentes niveles y manifestaciones, donde todos los creyentes hemos de vivir nuestra vocación de hijos, y de hermanos y hermanas los unos de los otros.

649- Dentro de una diócesis y, por tanto, dentro de la Iglesia universal, podemos encontrar diversos tipos de comunidades eclesiales más pequeñas. También dentro de estas comunidades, frecuentemente pobres y a veces hasta distantes las unas de las otras (LG, 26), Cristo se hace presente de una forma especial. Sin embargo, entre todas estas comunidades hay que mencionar en forma preponderante a la parroquia, comunidad de

fieles (SC, 42), verdadera célula de una Iglesia particular, que "reúne en la unidad todas las diversidades humanas que en ella se encuentran y las inserta dentro de la universalidad de la Iglesia" (AA, 10). Al participar activamente en las comunidades parroquiales, los fieles podrán adquirir una formación más adaptada a sus particulares situaciones y circunstancias; podrán igualmente desarrollar el sentido de la comunión eclesial y alimentar su vida espiritual, sin descuidar además un natural sentido de pertenencia.

La parroquia como comunidad de comunidades

650- El ser y quehacer de la parroquia tiene su modelo originario en las primeras comunidades cristianas, pero ha de responder simultáneamente a los retos actuales con nuevo ardor, con nuevos métodos y con nuevas expresiones, a fin de llegar a ser verdadera comunidad de comunidades: comunidad de fe, comunidad de culto y comunidad de caridad.

Su ser

651- La parroquia es una comunidad de comunidades menores, bajo la guía de un pastor -el párroco- que hace las veces del obispo; representa y hace visible a la Iglesia universal en un determinado lugar de la diócesis, con personas y circunstancias concretas; es instrumento del Reino de Dios y está constituida de una manera estable (CDC, 515; DP, 644; SD, 58).

652- La parroquia es como una gran familia compuesta de familias más pequeñas. Es la familia de Dios que se congrega en torno a la Palabra y a la Eucaristía y vive como una fraternidad animada por el Espíritu. Es una familia no cerrada en sí misma, sino injertada y abierta a la sociedad e íntimamente solidaria con sus aspiraciones y dificultades. La parroquia, ante todo, es una comunidad de personas, viva y dinámica, más que una estructura, un edificio o un territorio.

653- El párroco es el vínculo jerárquico con el obispo y con toda la Iglesia particular; pastor a semejanza de Cristo, signo y principio de unidad, promotor de comunión, animador de comunidades y escrutador de los signos de los tiempos, el párroco sirve a su comunidad principalmente enseñando, santificando y guiando al pueblo de Dios, que le ha sido encomendado. Misionero que atiende a los alejados, con fe o sin ella; compañero que trabaja en equipo con sacerdotes, religiosos y laicos; hermano, amigo y padre de la familia parroquial, con una predilección amorosa por los más pobres y los pecadores. Mucho depende del párroco el que la parroquia sea una comunidad eclesial orgánica y viva dentro del conjunto de la diócesis; por lo cual, ejercerá su autoridad con un gran espíritu de servicio y con un gran sentido de corresponsabilidad eclesial, trabajando en equipo y buscando la descentralización en lo referente a personas, lugares y funciones (CD, 30).

Su quehacer

654- "Si la parroquia es la Iglesia que se encuentra entre las casas de los hombres, ella vive y obra entonces profundamente injertada en la sociedad humana e íntimamente solidaria con sus aspiraciones y dificultades. La parroquia tiene la misión de evangelizar, de celebrar la liturgia, de impulsar la promoción humana, de adelantar la inculturación de la fe en las familias, en las comunidades eclesiales de base, en los grupos y movimientos apostólicos y,

a través de todos ellos, a la sociedad. La parroquia, comunión orgánica y misionera, es así una red de comunidades" (SD, 58). La parroquia, como comunidad de comunidades, promueve, anima y coordina pequeñas comunidades eclesiales, grupos y movimientos, personas y familias que caminan juntos hacia la comunión, participación y misión de la Iglesia, de una manera orgánica y planificada, para dar acogida y respuesta a las esperanzas y angustias de los hombres y mujeres de hoy. Así se convierte en una comunidad eclesial promotora de comunión que genera procesos de formación y maduración en la fe de personas y comunidades (DP, 644).

655- La parroquia como comunidad profética tiene la misión de evangelizarse y de evangelizar. La evangelización busca una adhesión personal a Jesucristo por medio de la conversión. Ante la situación actual y generalizada en la que muchos bautizados no han dado esa adhesión personal a Cristo, se impone, -dice Santo Domingo- en el ministerio profético de la Iglesia y, por tanto de la parroquia, de modo prioritario y fundamental, la proclamación vigorosa del anuncio de Jesús muerto y resucitado, el kerigma, raíz de toda evangelización, fundamento de toda promoción humana y principio de toda auténtica cultura cristiana (SD, 33). En ese sentido se comprende también la catequesis que "lleva la fe inicial a su madurez y educa al verdadero discípulo de Cristo" (CT, 19). El hecho de insistir en el anuncio, no descarta los otros dos elementos constitutivos del ministerio profético: la denuncia del pecado en todas sus formas y el testimonio cristiano ante el mundo.

656- La parroquia como comunidad litúrgica tiene una fuente de donde dimana toda su fuerza: la Eucaristía. "Es la fuente de la aldea a donde todos acuden a calmar su sed" como dijo Juan XXIII (CL, 17). Es el centro de la vida parroquial donde se celebra la fe suscitada por la evangelización y se proyecta la vida de caridad en la promoción humana, esto es, la construcción del Reino y la forma como el Evangelio penetra en el corazón de las culturas" (SD, 35). Todos los demás sacramentos y sacramentales han de girar en torno a la Eucaristía.

657- La parroquia es, finalmente, una comunidad de caridad. Caridad asistencial para los que no pueden valerse por sí mismos. Caridad promocional para hacer de cada hombre el sujeto de su propio desarrollo. Caridad liberadora para saber quitarse esclavitudes personales y sociales, generadoras de pobreza y subdesarrollo. En este sentido la parroquia promoverá la comunicación de bienes, las relaciones fraternas, la defensa de los derechos humanos, en especial de los más desprotegidos, el ejercicio de la caridad y comunión con los necesitados: enfermos, ancianos, jóvenes desviados, niños de la calle, madres solteras...

658- El responsable de llevar adelante este quehacer parroquial no sólo es el párroco ni el equipo sacerdotal, tampoco únicamente los agentes de pastoral, o los equipos eclesiales, o los grupos y movimientos apostólicos, o las pequeñas comunidades eclesiales. El sujeto responsable del quehacer parroquial es toda la comunidad parroquial respetando y valorando los ministerios, carismas y servicios de cada uno para el bien de todos (CL, 27ss; SD, 33.60).

659- La parroquia es el lugar donde la Iglesia puede experimentarse como comunidad viva de personas que se relacionan, movidas por la fe, para compartir con frecuencia la Palabra

de Dios, para celebrar la Eucaristía y demás sacramentos, para practicar el mandamiento nuevo del amor fraterno con obras concretas de caridad y justicia a favor especialmente de los más necesitados. Tanto el Concilio Vaticano II como el Código de Derecho Canónico enfatizan el aspecto comunitario de la parroquia considerándolo como elemento esencial y prioritario respecto a los demás elementos de orden territorial y administrativo. Las parroquias, como afirma el Papa Juan Pablo II, requieren "una decidida renovación de las mismas", favoreciendo "la participación de los laicos en las responsabilidades pastorales y las pequeñas comunidades eclesiales de base, también llamadas comunidades vivas" (CL, 26).

La parroquia, rostro cercano de la Iglesia

660- Toda la rica realidad de la Iglesia universal se vive y se expresa en la Iglesia particular y se hace cercana a todos en la parroquia, familia de Dios y comunidad fraterna animada por el Espíritu. La parroquia es la concreción básica de la Iglesia, donde la mayor parte de los creyentes experimenta, vive y alimenta la fe; es en ella donde la misión de Cristo debe potenciarse para que el ministerio profético, sacerdotal y regio se realicen en forma íntegra, clara, equilibrada y orgánica.

661- Todos los miembros de la Iglesia, por el hecho de haber sido regenerados en Cristo, compartimos una común vocación a la santidad, lo mismo que una común dignidad y una común misión dentro de la Iglesia y al servicio del mundo (LG, 32). En el contexto de la vida parroquial, sin embargo, el mayor número no lo constituyen los sacerdotes o los religiosos, sino precisamente los fieles laicos. Ya este solo dato de supremacía numérica nos debería llevar a reflexionar, de manera espontánea, en la necesaria valorización de los seglares en el seno de nuestras comunidades parroquiales.

662- Los laicos "son llamados por Dios a trabajar como desde dentro en la santificación del mundo, a manera de fermento" (LG, 31). Pero a este mundo el cristiano laico accede, de ordinario, no en forma directa, sino más bien a través de situaciones y estructuras más tangibles, más delimitadas, tales como sus actividades familiares, laborales, sociales, recreativas, culturales o políticas. Lo mismo podemos decir de su forma de situarse frente a la Iglesia. Los fieles laicos, normalmente, toman contacto con las realidades eclesiales a través de su propia parroquia. La parroquia es, en este sentido, la forma más cercana de conocer el rostro de la Iglesia, la forma más natural de enrolarse en su acción apostólica y la forma más sencilla de abrirse a la salvación en Cristo, que se ofrece a todos los hombres por medio de ella.

663- De comunidades parroquiales vigorosas, además, dependerá el futuro de acciones pastorales tan decisivas para la Iglesia y para la sociedad en general, tales como la pastoral familiar, juvenil, vocacional y misionera. Una parroquia que se contente con una pastoral de conservación y no se lance a una auténtica pastoral de conquista -preocupada de los indiferentes y de los alejados- a la larga irá languideciendo y convirtiéndose en una mera estación de servicios espirituales, cada vez menos solicitados.

664- Con la presencia activa de numerosos laicos, insertados armónica y equilibradamente en los distintos ámbitos de las actividades parroquiales, se conjuraría automáticamente el

peligro del inmovilismo, del ritualismo o del burocratismo. Porque muy fácilmente ellos llegarán a comprender que, al ser miembros comprometidos lo mismo en sus parroquias que en otros movimientos y asociaciones apostólicas, la misma formación que van adquiriendo los impulsará a dinamizar todos los demás campos de su vida apostólica, comenzando con el que les es más cercano: el de su propia parroquia. Gran preocupación de los pastores será el que estos apóstoles laicos desarrollen un gran aprecio por la comunión eclesial y por la necesidad de nutrir sólidamente su vida espiritual.

665- Precisamente por esto, los laicos, deben ser reconocidos no sólo como destinatarios de la acción pastoral de nuestras comunidades parroquiales, sino, además, como verdaderos agentes y, en no pocos casos, aún como protagonistas. De esta manera han de tomar sus responsabilidades y compromisos dentro de la vida eclesial. Y cuando hablamos de laicos no debemos olvidar a las mujeres, cuyo papel es tan grande e insustituible en la transmisión de la fe y en la animación misma de las comunidades; ellas deben sentirse reconocidas en estas tan importantes responsabilidades (AA, 9).

II. DESAFIOS DE LA REALIDAD

666- La promoción de comunidades eclesiales vivas, pequeñas o de base, al interior de cada una de nuestras parroquias. La aceptación y la continuación del proceso de renovación parroquial conforme al Plan orgánico diocesano de pastoral.

667- Integrar a los sacerdotes de la misma parroquia en equipos de vida que los lleven a superar individualismos y logren acrecentar en los fieles laicos -sobre todo con su ejemplo- la conciencia de la necesidad de trabajar fraternal y coordinadamente.

668- Existe en la diócesis una mentalidad demasiado territorialista de las parroquias, sobre todo urbanas, que impide la pastoral de conjunto, la pastoral funcional o planes interparroquiales de apoyo mutuo, ante las exigencias de la vida moderna de la ciudad.

669- Urge definir la identidad de la pastoral parroquial urbana, buscando realizar actividades que puedan hacer llegar la influencia de la vida parroquial, por ejemplo, a unidades recreativas, a edificios administrativos y a multifamiliares.

670- Se requiere que las parroquias organicen una auténtica pastoral social, sobre todo en los ambientes rurales y de periferia, para que se conozca y aplique la Doctrina social de la Iglesia, en la promoción de la justicia y de la caridad.

671- La iluminación y el acompañamiento a los laicos en los compromisos temporales que les exige su fe cristiana, tales como los educativos, económicos, sociales y políticos, lo mismo que en el vasto campo de los medios de comunicación social.

672- El deficiente aprecio en muchos de los fieles laicos de nuestras parroquias por la Palabra de Dios y por un estudio más sistemático de la Biblia, de manera que se puedan capacitar para contrarrestar la influencia nociva de las sectas.

673- La promoción y purificación de la religiosidad popular como un espacio privilegiado para la Nueva Evangelización. La integración de movimientos y asociaciones laicales en la organización y planeación de las parroquias y de la diócesis.

III. LINEAS PASTORALES

674- Promover la renovación de la parroquia como comunidad de comunidades, elaborando y aplicando un plan pastoral, a la luz de la Nueva Evangelización y como respuesta a las necesidades de la realidad de cada una de nuestras comunidades.

675- Impulsar en todas las parroquias de la diócesis un proceso de evangelización, a partir de los agentes y grupos comprometidos, hasta llegar a las familias y a todas las pequeñas comunidades de un modo permanente, progresivo y planificado.

676- Empeñarse en la formación de las pequeñas comunidades eclesiales, de manera que lleguen a ser verdaderos centros de evangelización y catequesis, capaces de involucrarse en auténticos procesos de educación en la fe, de manera que se fortalezcan la pastoral familiar, la pastoral juvenil, el compromiso con los pobres y una liturgia viva.

677- Ofrecer a los laicos medios concretos de formación permanente en la fe, con sentido integral, para que se conviertan en verdaderos agentes de cambio en sus propios ambientes y participen según sus carismas en las tareas eclesiales.

678- Establecer un contacto permanente con los religiosos y religiosas, cuyas casas u obras apostólicas se encuentren ubicadas dentro de los límites de la parroquia, de manera que se fomente la unidad en la caridad y, de esta manera, se logre una coordinación y una labor de conjunto.

679- Elaborar y aplicar el plan parroquial con sus programas anuales de trabajo contando con el apoyo de todos los grupos y comunidades, animados por el equipo coordinador básico.

680- Sectorizar la parroquia en pequeñas comunidades eclesiales (barrios, zonas, ranchos, etc.) asegurando la vinculación entre las mismas comunidades, sobre todo en los tiempos fuertes de Adviento, Cuaresma y Pascua.

681- Impulsar la espiritualidad y el testimonio de vida de los agentes de la parroquia: sacerdotes, religiosos y laicos, mediante actos comunes de oración, retiros, revisión de vida, participación frecuente en sacramentos, buscando que esta espiritualidad sea comunitaria y comprometida.

IV. DISPOSICIONES

-143- Cada parroquia elabore y aplique, de acuerdo con los planes decanales, un plan pastoral parroquial e informe al obispo cada año a través del vicario episcopal.

144- Cada parroquia establezca el equipo coordinador básico y los tres equipos fundamentales de servicio: de evangelización, de liturgia y de pastoral social. Se procurará, además, contar con los equipos de pastoral familiar y juvenil, y todos ellos buscarán fomentar en sus distintas actividades el espíritu misionero y vocacional.

145- En cada parroquia llévese a cabo anualmente un programa permanente de formación de agentes que incluya las tres áreas de pastoral: profética, litúrgica y social, con una visión de pastoral integral y de conjunto.

146- El párroco y los vicarios visitarán periódicamente las pequeñas comunidades eclesiales y tendrán contacto frecuente con los demás grupos; los animarán en su crecimiento y velarán por su eclesialidad, de acuerdo a las normas del Magisterio.

147- Los pastores ofrezcan generosamente a los fieles laicos, en primer lugar, los servicios propios de su ministerio: predicación, sacramentos y acompañamiento espiritual.

148- Cuiden los párrocos una adecuada jerarquización en la acción pastoral, de manera que ciertos aspectos muy necesarios, tales como el llevar adelante la construcción de nuevos conjuntos pastorales, la organización de las fiestas patronales y las mismas acciones de orden caritativo o de religiosidad popular, no vayan en detrimento de labores tan fundamentales como la evangelización y la catequesis, la vida litúrgica y sacramentaria y, en especial, del empeño que los sacerdotes han de prestar a la pastoral de la reconciliación.

149- A los nuevos párrocos se ofrecerá un curso de formación pastoral que incluya los elementos básicos acerca de la renovación parroquial, de acuerdo a los diferentes métodos practicados entre nosotros, y sin omitir los elementos más sobresalientes del derecho parroquial y las formas más actualizadas de llevar a la práctica los aspectos administrativos.

150- Toda parroquia ha de establecer el consejo de asuntos económicos conforme a Derecho, y el párroco mantendrá informados a sus miembros de la situación financiera de la comunidad, por lo menos con un informe anual.

151- Revísese, con el auxilio del vicario episcopal, la situación de las parroquias pobres, sobre todo de la periferia urbana y de las zonas rurales, para organizar apoyos económicos efectivos de parte de otras parroquias, propios de una auténtica solidaridad cristiana.

152- En cada parroquia hágase un inventario de los bienes muebles e inmuebles, lo mismo que de los objetos artísticos y valiosos, según los criterios de la comisión de arte sagrado aprobados por el obispo. El párroco saliente entrega dicho inventario al párroco entrante, en presencia del decano y del vicario episcopal.

Decanatos y Zonas Pastorales

I. ILUMINACION

682- La eclesiología de comunión es, como nos lo recuerda el Sínodo extraordinario de 1985, "la idea central y fundamental" que se desprende de todos y cada uno de los documentos del Concilio Vaticano II. Esta comunión es comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo, en el Espíritu (1 Jn 1, 3), y es comunión de los discípulos entre sí, por medio de la caridad. Desde el primer número de la Lumen Gentium se nos dice: "La Iglesia es como un sacramento, es decir, signo e instrumento de comunión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano". Por algo, en uno de los encuentros del Papa Juan Pablo II con el clero de su diócesis les decía: "El Vaticano II ha sido realmente una expresión de genio doctrinal y pastoral al mismo tiempo, al dejarnos esta categoría central de comunión, dándole significados diversos, porque diversas son las dimensiones de la comunión, que ejemplarmente se encuentra en Dios mismo" (OR, 13 de Marzo de 1988).

683- La comunión de los cristianos entre sí, nace de su comunión con Cristo: todos somos sarmientos de la única Vid que es Cristo. La realidad de la Iglesia-Comunión es entonces parte integrante, más aún, representa el contenido central del misterio; o sea del designio divino de salvación de la humanidad; por esto la comunión eclesial no puede ser captada adecuadamente cuando se la entiende como una simple realidad sociológica o psicológica. Los vínculos que unen a los miembros del nuevo pueblo entre sí -y antes aún, con Cristo- no son aquellos de la carne y de la sangre, sino aquellos del espíritu; más precisamente, aquellos del Espíritu Santo, que todos los bautizados y confirmados hemos recibido (CL, 18-19).

684- Los diversos esfuerzos de una Iglesia diocesana por mantener su unidad y su vitalidad en orden a un anuncio y a una vivencia más eficaz del Evangelio no se basan, por eso, en los principios humanos de una buena organización o en los vínculos naturales que emanan de un buen orden o de una adecuada disciplina, sino de su capacidad de propiciar y promover, en torno a nuestros pastores, esta eclesiología de comunión y de participación, como en múltiples pasos nos lo recalca el Documento de Puebla.

685- Los decanatos y las zonas pastorales son estructuras propuestas o inspiradas en el Vaticano II, precisamente como estructuras y lugares donde se asume, se vive y se impulsa este renovado estilo de Iglesia. Por lo mismo, han de estar directamente orientados al servicio de la Nueva Evangelización.

El decanato

686- "Para facilitar la cura pastoral mediante la actividad común, varias parroquias cercanas entre sí pueden unirse en grupos peculiares como son los decanatos" (CDC, 374, 2). Tres son los elementos que resalta el Código: -l El decanato es el conjunto de parroquias vecinas. l Con la finalidad de facilitar la atención pastoral. l Mediante la actividad común.

687- El decanato es, ante todo, un lugar donde se promueve y se expresa la comunión eclesial de todos los agentes de pastoral: sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos. Un espacio privilegiado para la realización de unidad y fraternidad sacerdotal, exigido por la ordenación sacramental y por la misión común: "Los presbíteros, constituidos por la ordenación en el orden del presbiterado, se unen entre sí por la íntima fraternidad sacramental... todos conspiran a un mismo fin, la edificación del cuerpo de Cristo que, en

nuestros días señaladamente, requiere de múltiples organismos y nuevas acomodaciones" (PO, 8).

688- La comunión y la evangelización integral están en la base del mismo ser y quehacer del decanato. Su función es relacionar las parroquias vecinas o de características similares, y estimular la colaboración de los sacerdotes y demás agentes de pastoral de dicho territorio, apoyando la pastoral de las parroquias mediante la acción común. "Las parroquias de la diócesis se reagrupan en foranías o decanatos con el fin de desarrollar mejor el ministerio en beneficio de los fieles" (EI, 184).

689- Es el decanato la estructura básica para impulsar la pastoral planificada integral y de conjunto en la vida de la diócesis, y para expresar y promover la eclesialidad y la unidad en torno al obispo mediante acciones concertadas. Pero tiene también el decanato una función de apoyo en el campo administrativo, ya que el decano debe procurar que se cuide el decoro de los templos y objetos sagrados, la custodia del Santísimo Sacramento y de que se guarden convenientemente los libros parroquiales, se administren con diligencia los bienes eclesiásticos, se conserve la casa parroquial con la debida diligencia y se dote a los vicarios parroquiales de una vivienda digna (CDC, 555, 3).

690- Al frente del decanato está el decano. El decano es un sacerdote "nombrado por el obispo después de oír, según su prudente juicio, a los sacerdotes que ejercen el ministerio en el decanato que se trata" (CDC, 553, 2). Este oficio "no está ligado con el de párroco de una determinada parroquia" (CDC, 554, 1) y "debe nombrarse para un tiempo determinado" (CDC, 554, 2). "Según su prudente arbitrio, el obispo diocesano puede, con causa justa, remover libremente de su oficio a un decano" (CDC, 554, 3).

691- El decanato tiene ante todo un papel predominantemente pastoral; ha de ofrecer apoyos cercanos y prácticos a las comunidades parroquiales. Para cumplir "el deber y el derecho de fomentar y coordinar la acción pastoral común en el decanato" (CDC, 555, 1). Al decano se le asignan varias tareas: una atención especial a los sacerdotes, cuidar especialmente la espiritualidad y la formación teológico pastoral estimulando la participación a los medios organizados, cuidar que la pastoral, especialmente la litúrgica, se realice con fidelidad, procurar que todos los sacerdotes participen en las reuniones programadas. Cuidará que a los sacerdotes enfermos no falten los auxilios espirituales y materiales; que se celebren dignamente los funerales de los que fallezcan y provea que, cuando enfermen o mueran, no perezcan o se quiten de su sitio los libros, documentos, objetos y ornamentos sagrados u otras cosas pertenecientes a la Iglesia (CDC, 555, 3). El decano deberá visitar anualmente las parroquias de su decanato (CDC, 555, 4).

692- El decano está llamado a ser el alma de la acción pastoral de su decanato, por lo mismo es el sacerdote promotor, animador y coordinador de la acción común; lleno de caridad y espíritu apostólico, conocedor de las condiciones de las comunidades, cercano a los sacerdotes, imbuido y comprometido en el proceso pastoral diocesano, abierto y con capacidad de trabajar en equipo, con una cercanía de comunión efectiva con el vicario episcopal y con el obispo. De aquí una serie de relaciones y de tareas, con el obispo, con el vicario episcopal, con los sacerdotes, con los religiosos y religiosas y, en general con las parroquias de su decanato. En todos estos servicios y relaciones el decano alimentará

explícitamente el sentido de la eclesialidad, la conciencia de la diocesaneidad y la indispensable unidad en torno al obispo.

La zona pastoral

693- La zona pastoral tiene la tarea específica de afrontar evangélicamente la problemática que viven la mayoría de los fieles que la forman y de transformar, con la fuerza del Evangelio, dicha realidad. Si la realidad exige una pastoral distinta, ésta debe emprenderse, ya que la existencia de la zona supone y exige una acción evangelizadora más amplia, más profunda y más encarnada. Al frente de cada una de estas zonas pastorales está, normalmente, un vicario episcopal, que hace presente al obispo y que garantiza la unidad en el gobierno diocesano, por la implementación de iniciativas comunes y coordinadas (EI, 189).

694- Los vicarios episcopales están llamados a multiplicar la presencia y cuidados pastorales del obispo en el territorio o campos encomendados a cada uno de ellos. La comunión, la corresponsabilidad en la subsidiaridad, la unidad en la pluralidad, la encarnación y cercanía del pastor, son las grandes líneas que determinan el ser y quehacer del vicario episcopal y, por lo mismo, el ser y quehacer de las zonas pastorales (CDC, 475-481); se evita así el riesgo del aislamiento y el debilitamiento de la identidad diocesana, sobre todo en ambientes de grandes concentraciones urbanas o en territorios muy extensos o lejanos. Se fortalece así la vinculación efectiva y afectiva con el obispo.

695- El vicario episcopal es nombrado para "una determinada circunscripción de la diócesis o para ciertos asuntos o respecto a los fieles de un mismo rito o para un grupo de personas" (CDC, 476). Tiene la misma potestad ordinaria del vicario general en el territorio o materia a él encomendadas (CDC, 476). Se trata de una potestad ordinaria, ejecutiva y vicaria.

696- El vicario episcopal tiene potestad ordinaria, es decir, la que va aneja a su mismo oficio, y basta la promulgación del nombramiento para que se tenga dicha potestad. El vicario episcopal tiene potestad ejecutiva para realizar todos los actos administrativos, menos los que se reserva el obispo, y los que por Derecho exigen mandato especial (CDC, 479, 2); no tiene potestad legislativa ni judicial. Dicha potestad es vicaria porque la ejerce en nombre del obispo (CDC, 131, 1-2).

697- El vicario episcopal es ordinario y ordinario de lugar (CDC, 134, 2); por lo mismo, todo lo que el Derecho Canónico diga del ordinario, compete al vicario episcopal; de esta forma está íntimamente ligado al régimen ordinario de la Iglesia particular (CDC, 134, 1). Es nombrado como apoyo y ayuda al obispo en el gobierno pastoral de su diócesis (CDC, 476), para "fomentar mejor la acción pastoral" (CDC, 473, 4); es nombrado libremente por el obispo. El vicario episcopal que no sea obispo auxiliar, debe ser nombrado para un tiempo determinado (CDC, 477, 1).

698- Al hablar de la edad y de ciertas cualidades de los vicarios episcopales (CDC, 478, 1), la Iglesia quiere asentar que su trabajo es delicado y de trascendencia y, por ello, requiere que estén dotados de suficiente madurez y sabiduría. Se establece también una íntima relación de comunión entre los vicarios episcopales y el obispo, relación que se expresa

concretamente con dos actitudes: informándolo de los asuntos más importantes por resolver o ya resueltos y no actuando contra su voluntad e intenciones (CDC, 480). La función del vicario episcopal cesa por cumplirse el tiempo de su mandato, por renuncia del mismo, por remoción notificada por el obispo y al quedar la sede episcopal vacante (CDC, 481).

699- Desde esta función general comprendemos el por qué de ciertas tareas propias de la zona pastoral: l- Hacer presente la función pastoral del obispo en todas las comunidades y llevar al obispo la vida de las comunidades. l- Impulsar, con apoyos adecuados, la pastoral profética, litúrgica, social y la formación de agentes. l- Apoyar y acompañar a los decanatos para que realicen mejor su función de acuerdo a la situación peculiar de la zona y al proceso diocesano. l- Estimular, junto con los decanos, el ministerio fiel y generoso de los sacerdotes y el testimonio evangélico de los miembros de la vida consagrada. l- Alentar una participación de los laicos más amplia y cualificada. l- Promover la visión pastoral de la realidad mediante el análisis y discernimiento a la luz del Evangelio. l- Asegurar los criterios comunes que impulsen la evangelización integral y orgánica. l- Animar a los decanatos y parroquias para que promuevan una pastoral social adecuada que responda a los problemas sociales más urgentes y específicos de la misma zona.

700- En nuestra diócesis las facultades que el obispo se reserva y que, por tanto, no pueden realizar los vicarios episcopales son: l El dar posesión a los párrocos; determinar el tiempo límite para tomar posesión o declarar vacante la parroquia (CDC, 527, 2,3). La remoción de su oficio al rector de una iglesia que puede hacer el ordinario de lugar por causa justa y según su prudente arbitrio (CDC, 563). l Otorgar la facultad de oír confesiones a los sacerdotes (CDC, 969). l La profesión de fe que deben emitir, ante el ordinario o un delegado suyo, los párrocos, el rector del seminario, los profesores de teología y filosofía, el rector de la universidad eclesiástica o católica, los profesores que dan clases sobre materias relacionadas con la fe o las costumbres en cualquier universidad (CDC, 833). l El conferir un oficio eclesiástico a un religioso o removerlo de dicho oficio (CDC, 682); el nombrar capellán de un instituto religioso laical (CDC, 565 y 567). El aprobar confesores de monasterios de monjas, casa de formación y comunidades laicales más numerosas

(CDC, 630); el recibir cuentas del monasterio autónomo que no tiene otro superior que el propio; dar su consentimiento para cualquier enajenación que haga sufrir notable merma al patrimonio (CDC, 637 y 638); el consentimiento para la exclaustración de un clérigo (CDC, 638, 1). l La intervención directa en todo lo que se refiere a editar diferentes publicaciones católicas (CDC, 824, 1); traducciones de libros litúrgicos (CDC, 826, 2); libros de oraciones (CDC, 826, 3 y 839, 2); catecismos y otros escritos relacionados con la formación catequética, así como sus traducciones (CDC, 827, 1); libros sobre sagrada escritura, teología, derecho canónico, historia eclesiástica y materias religiosas o morales (CDC, 827, 2-3); licencia para que los clérigos y miembros de institutos religiosos escriban, por causa justa y razonable, en revistas que de modo manifiesto suelen atacar a la religión católica o las buenas costumbres (CDC, 831, 1).

II. DESAFIOS DE LA REALIDAD

701- Deficiente formación de los agentes laicos de pastoral; es muy reducido el número de agentes de pastoral que recibe una capacitación explícita para el servicio que se le encomienda; la mayor parte no tiene la preocupación por una formación permanente.

702- Vacío de una experiencia viva de Dios y carencia de una catequesis sólida. Ignorancia religiosa que lleva a la incoherencia entre fe y vida.

703- Dudas y confusión aún en puntos fundamentales de la fe; creencia acrítica en apariciones; superstición.

704- Pocos fieles siguen una educación sistemática y gradual, en el cultivo y maduración de su fe.

705- Creciente descristianización de la familia: materialismo, hedonismo, amoralidad, propiciados, sobre todo, por los medios de comunicación social; infidelidad, unión libre, desintegración familiar.

706- Alejamiento de la práctica religiosa, deterioro de los valores cristianos, relativismo religioso. Invasión agresiva de sectas, más donde no hay una pastoral organizada.

707- Raquítica presencia del laico en los campos que le son propios; tendencia a valorar el compromiso del laico sólo al interior de la comunidad eclesial.

708- Poca repercusión de los católicos en nuestra sociedad: educación, economía, política, mundo de trabajo; débil dimensión social de la fe.

709- Incapacidad de responder pastoralmente a los retos que hoy se nos plantean: rutina, estancamiento, miedo a lo nuevo, improvisación y voluntarismo pastoral.

710- Los diferentes estilos de trabajo pastoral en los decanatos y parroquias que impiden la unidad de criterios dentro de la zona.

711- El individualismo pastoral que obstaculiza la pastoral de conjunto entre los decanatos y parroquias.

III. LINEAS PASTORALES

712- Planear y programar la acción pastoral de la zona precisando la función de los responsables de los diferentes servicios, auxiliándose de las ciencias humanas para una mejor ejecución y evaluación.

713- Instrumentar una capacitación adecuada y una formación permanente de todos los responsables de las diferentes estructuras y servicios pastorales.

714- Animar la participación activa de los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos en los equipos de la zona, de los decanatos y parroquias.

715- Estimular a los sacerdotes para que se acerquen más al pueblo, convivan con él y tengan un acompañamiento más sentido en el caminar de los agentes, grupos y movimientos de su parroquia, procurando llegar a los más pobres, necesitados y alejados.

716- Estimular la integración de las tareas pastorales fundamentales, profética, litúrgica y social, en una acción conjunta entre los decanatos y las parroquias de la zona.

717- El nombramiento de los vicarios episcopales, con las facultades que les otorga el Derecho Canónico, liberándolos de otros cargos, cuando las circunstancias particulares lo aconsejen.

718- El establecimiento de escuelas de agentes de pastoral para las tres tareas fundamentales: pastoral profética, litúrgica y social, ya sea en parroquias o decanatos y con la asesoría de las comisiones e institutos diocesanos.

719- La integración del presbiterio y demás agentes de pastoral en el proceso de la diócesis, fundamentándola en una espiritualidad evangélica y encarnada.

720- La inclusión cada vez más generalizada de los laicos en todo el proceso de planeación y realización de los trabajos pastorales en parroquias, decanatos y zonas.

IV. DISPOSICIONES

-153- En cada decanato y zona pastoral se organizarán los equipos de pastoral profética, litúrgica, social, con una especial preocupación por la pastoral familiar, juvenil y vocacional, con sentido misionero.

154- Se instrumentará la programación anual de las zonas y decanatos conforme al plan y directrices del obispo y se evaluará al final de cada año lo realizado en dichos programas.

155- Se ofrecerá un curso de capacitación a los vicarios de zona y decanos al iniciar su servicio.

156- Se mantendrá actualizado y se dará conveniente difusión al Manual de funciones, aprobado por el obispo, que precise la identidad y la misión de la parroquia, decanato, zona pastoral, comisiones diocesanas, institutos teológico-pastorales y vicaría episcopal de pastoral.

157- Los organismos y comisiones promotores de la actividad pastoral en nuestra diócesis, tengan siempre presente al decanato en sus planes y programas, ya que es una estructura clave para lograr la efectividad en la acción evangelizadora.

158- Los pastores que están al frente de comunidades parroquiales y cuasiparroquiales, estructuren sus acciones de pastoral y su programación anual de actividades, de manera que no se sobrepongan o, mucho menos se opongan (en fechas, lugares y recursos) a la organización del propio decanato.

159- Las zonas pastorales, presididas por el vicario episcopal y apoyadas en el equipo coordinador que lo auxilia y asesora, deberán elaborar sus propios planes de trabajo, acomodados a sus situaciones y circunstancias concretas, y en sintonía con el proceso global de la diócesis.

160- Se cuidará que al ser removidos los párrocos, hagan una entrega formal de la parroquia al nuevo párroco en presencia del vicario episcopal y, si es posible, del decano y del equipo coordinador básico, presentando un informe por escrito del trabajo pastoral en curso, una relación del aspecto administrativo y un inventario del patrimonio parroquial de bienes muebles e inmuebles.

161- Cada cierto período de tiempo (por ejemplo cada tres o cinco años), revísense, de forma integral y con la ayuda de un equipo de expertos, las dimensiones y límites de las zonas pastorales, a fin de que puedan seguir respondiendo a las necesidades tan cambiantes de nuestra diócesis, sobre todo en el área metropolitana y conurbada.

Vicaría de Pastoral, Comisiones Diocesanas e Institutos Teológico Pastorales

I. ILUMINACION

721- La Iglesia tiene la misión de hacer llegar el mensaje evangélico a todo el hombre y a todos los hombres, de tal manera "que ponga a Cristo en el corazón y en los labios de todos" (SD, "Discurso inaugural", 5). La Iglesia particular está llamada a vivir el dinamismo de la comunión-misión. La comunión y la misión están íntimamente unidas entre sí, se enriquecen y se implican mutuamente (SD, 55). Por esto, es indispensable "impulsar procesos globales, orgánicos y planificados que faciliten y procuren la

integración de todos los miembros del pueblo de Dios, de las comunidades y de los diversos carismas, y los orienten a la Nueva Evangelización, incluida la misión ad gentes" (SD, 57).

722- Todos los agentes implicados en el proceso de la Nueva Evangelización deben estar atentos y conocer los caminos por los que transitan hoy los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Especial énfasis se ha de poner en la actitud de los pastores que, a imitación de Cristo, han de ir delante de las ovejas (DP, 74, 692). Las realidades religiosas, culturales, sociales, económicas o políticas, conocidas más de cerca en el contexto de una Iglesia particular, deben ser iluminadas y transformadas desde dentro con la fuerza del Evangelio (EN, 19).

723- De esa compleja realidad vivida, brotan infinidad de desafíos que interesan e interpelan grandemente a la Iglesia local, puesto que influyen necesariamente en el ser y actuar de las diversas comunidades que la conforman. En esas comunidades concretas en las que se encarna la diócesis, tiene ella la "misión de prolongar la presencia y acción evangelizadora de Cristo" (SD, 55). Ahora bien, las respuestas pastorales que exigen esos desafíos superan, con mucho, las posibilidades de las comunidades menores. Por ello, la pastoral territorial necesita encontrarse y complementarse con esa otra forma de evangelizar llamada pastoral funcional.

Vicaría de pastoral

724- La vicaría episcopal de pastoral es el organismo del obispo que, en su nombre y con su autoridad, promueve, anima y coordina la acción pastoral global en su diócesis. Es el instrumento a través del cual el obispo discierne la problemática y da respuestas pastorales, con sus directrices y determinaciones a la vida pastoral de la Iglesia que le ha sido confiada. Al frente de esta vicaría está el vicario episcopal de pastoral quien, como todo vicario episcopal, está íntimamente ligado a la persona del obispo diocesano. En nuestra diócesis el vicario episcopal de pastoral suele ser, además, obispo auxiliar.

725- Dependen directamente del vicario episcopal de pastoral las comisiones diocesanas con sus secciones, el instituto diocesano de pastoral, el centro diocesano de pastoral y la librería. Los demás institutos bíblico-teológicos existentes en nuestra diócesis, lo mismo que otros que las necesidades del tiempo aconsejaran instituir, quedarán también bajo la responsabilidad y supervisión de la vicaría episcopal de pastoral. La comisión de formación integral del presbiterio, la de pastoral de religiosos y la de pastoral del seminario, no dependen directamente de la vicaría, pero procurarán apoyarse y coordinarse recíprocamente, en todo lo que atañe al bien común y general de nuestra Iglesia diocesana.

726- Para que la vicaría de pastoral pueda realizar su función de manera efectiva se requiere la integración de un equipo que dé cauce a los acuerdos tomados, que trabaje los proyectos que se vayan presentando y cuide se cumplan las funciones señaladas. Es necesario que el obispo auxiliar, vicario episcopal de pastoral, cuente con el auxilio de un secretario ejecutivo dentro de la vicaría de pastoral.

Vicario episcopal de pastoral

727- El vicario episcopal de pastoral está en la línea de los vicarios episcopales; por lo mismo, todo lo señalado para los vicarios episcopales vale para este servicio en el campo pastoral, pero elevado a la dimensión no de una zona particular, sino a la totalidad de la diócesis. Como presencia vicaria del obispo en este campo, toca al vicario episcopal de pastoral promover, animar y coordinar las tareas comunes de pastoral en la diócesis y ofrecerle los apoyos adecuados.

728- Promover la pastoral integral y orgánica comporta, entre otras tareas: • Recoger la realidad diocesana y analizarla a la luz de la fe. • Detectar los vacíos de nuestra pastoral en los diferentes niveles, ambientes y servicios: agentes de pastoral, estructuras, tareas fundamentales, destinatarios prioritarios, recursos. • Proponer caminos para responder a los vacíos más apremiantes detectados en los diferentes niveles, ambientes y servicios pastorales.

729- Animar la pastoral en la diócesis comporta: • Mantener informado al obispo sobre la realidad pastoral y los requerimientos importantes que ésta va exigiendo. • Asegurar la información pastoral oportuna en los diferentes niveles y responsabilidades pastorales. • Cuidar y programar la capacitación específica de los responsables de las diferentes instancias y servicios pastorales. • Implementar y fortalecer el proceso pastoral con las orientaciones que va dando el Magisterio y con las aportaciones de acontecimientos eclesiales supradiocesanos. • Vigilar que no falten los recursos y estímulos necesarios a los responsables de las instancias y servicios pastorales.

730- Coordinar la acción pastoral pide: • Vigilar que todas las instancias y servicios diocesanos de pastoral realicen fielmente su encomienda apoyando, directa o indirectamente, la misión de la parroquia. • Instrumentar la aplicación del Plan diocesano de pastoral, con la programación anual en las diferentes instancias y organismos de pastoral. • Realizar encuentros periódicos con los coordinadores y asesores de las comisiones para asegurar los criterios comunes, propiciar la interrelación y apoyo mutuo. • Promover la unidad de criterios y la complementación en los diferentes centros e institutos de formación pastoral. • Preparar la realización de las jornadas o asambleas diocesanas de pastoral, en coordinación con los vicarios episcopales de zona.

731 El servicio a la comunión y a la evangelización integral exige a la vicaría de pastoral tareas globales fundamentales: • Impulsar la misión profética, sacerdotal y regia de Cristo a la luz de la Nueva Evangelización y de las acentuaciones que va proponiendo el Magisterio. • Animar la formación integral de agentes asegurando la unidad de criterios fundamentales. • Relacionar entre sí los diversos sectores y organismos pastorales de la diócesis en vistas a su caminar orgánico. • Promover y animar la aplicación del Plan diocesano de pastoral como el instrumento

concreto para impulsar la comunión y la evangelización integral. • Promover la revisión de recursos, tanto humanos como materiales, en vistas a su mejor aprovechamiento y eficacia. • Fortalecer la información pastoral como instrumento de comunión y participación.

732- La vicaría episcopal de pastoral, normalmente, realiza su cometido ordinario y permanente a través de las comisiones e institutos teológico-pastorales, lo mismo que a través de otro tipo de organismos, transitorios o permanentes, por medio de los cuales sale al encuentro de las necesidades que le reclaman los más diversos campos de la vida pastoral de nuestra diócesis, principalmente el apoyo a las parroquias y a los movimientos laicales.

Las comisiones

733- Las comisiones diocesanas son estructuras creadas para dar respuesta a problemas específicos más allá de cualquier circunscripción territorial. Mediante estos organismos el obispo cuida que los aspectos fundamentales de la acción pastoral, especialmente el profético, el litúrgico y el social, no falten, crezcan y se fortalezcan.

734- Las diversas comisiones tienen como presupuesto común algunos criterios bien definidos: Tener un conocimiento claro de la realidad y discernirla a la luz del Evangelio. Promover una evangelización que libere y transforme íntegramente al hombre. Suscitar y acompañar procesos más que acciones aisladas.

735- Tarea de todas las comisiones es asumir el Plan diocesano aprobado por el obispo, para que así, desde un objetivo común y definido, se prevea y programe el propio trabajo específico (SD, 57). Prioridad de toda comisión es proporcionar capacitación apropiada a los agentes de pastoral "conforme a la eclesiología del Vaticano II y Magisterio posterior" (SD 57). Otra de sus encomiendas es llegar efectivamente con su apoyo, orientación y acompañamiento hasta la comunidad más alejada, por geografía o mentalidad. Finalmente, todas ellas han de buscar el trabajo orgánico y de conjunto, tanto hacia el interior como hacia el exterior, para lograr una mayor eficacia (SD, 55.57). La actitud de comunión, la actitud de servicio y la actitud misionera, han de quedar de manifiesto en todas las actividades e iniciativas de las comisiones, instituidas por el obispo para estimular las tareas fundamentales a lo largo y ancho de la diócesis (DP, 1302-1305).

736- En la diócesis de Guadalajara existen nueve Comisiones, a saber: 1.- La Comisión de Pastoral profética con cuatro secciones: l Catequesis l Apostolado bíblico l Educación y cultura l Misiones. 2.- La Comisión de Pastoral litúrgica con tres secciones: l Liturgia l Arte sacro l Música sacra. 3.- La Comisión de Pastoral social con cuatro secciones y un equipo: l Cáritas l Pastoral penitenciaria l Pastoral del trabajo l Pastoral de los derechos humanos l Equipo para la

enseñanza de la Doctrina social de la Iglesia. 4.- La Comisión para la Promoción integral del presbiterio con tres secciones: l Formación permanente l Previsión social l Espiritualidad. 5.- La Comisión de Laicos con tres secciones: l Familia l Jóvenes l Diversos. 6.- La Comisión para la Pastoral de los religiosos y religiosas. 7.- La Comisión para la Pastoral del seminario. 8.- La Comisión para la Promoción vocacional. 9.- La Comisión para la Pastoral de la salud.

737- Dependen directamente de la diócesis tres Institutos para la formación de agentes: el Instituto bíblico católico; el Instituto diocesano de pastoral; el Instituto de ciencias teológicas.

Los institutos teológico-pastorales

738- Los institutos teológico-pastorales son centros de formación superior para agentes de evangelización. Su finalidad es generar procesos formativos que logren que el agente evangelizador se constituya realmente en un agente de cambio, pastoralmente apto para la misión (DP, 719; SD, 240). Para ello deben cuidar no sólo la formación doctrinal y espiritual, sino también los aspectos humanos, sociales y apostólicos (DP, 794). Una formación de agentes según esos lineamientos del Magisterio debe ser prioridad en toda la diócesis (CL, 57; SD, 56-57).

II. DESAFIOS DE LA REALIDAD

739- La integración de equipos eclesiales responsables de las diferentes comisiones y secciones, con el personal adecuado y provistas de suficientes recursos económicos.

740- Garantizar el trabajo integral y orgánico de cada una de las comisiones, secciones e institutos, logrando una mayor comunicación e interrelación y cuidando la capacitación específica de los coordinadores de cada una de ellas.

741- Dar respuesta, a través de las comisiones ya existentes o de algunas por crear, a los ingentes problemas que se presentan en el campo de la promoción humana, tales como la salud y la vida, el trabajo, la ecología, y otros problemas propios de la cultura urbana.

742- Buscar respuesta, a través de la pastoral profética, a dos grandes desafíos actuales: la inculturación del Evangelio en la cultura emergente y la invasión de las sectas o de los nuevos grupos y movimientos religiosos.

743- Afrontar con creatividad y visión, desde la comisión de laicos, el reto que representan, positiva y negativamente, los medios masivos de comunicación social, y buscar formas adecuadas para evangelizar el mundo estudiantil y universitario.

744- Que las comisiones e institutos logren una auténtica coordinación dentro de la vicaría episcopal de pastoral.

745- Hay muchos sacerdotes y parroquias que no se interesan en enviar agentes de pastoral para capacitarse en los institutos diocesanos.

III. LINEAS PASTORALES

746- Buscar la comunicación necesaria de las diversas comisiones entre sí y hacia todas las instancias de la diócesis, para propiciar una acción pastoral integral y orgánica.

747- Lograr una mayor eficacia en el trabajo de las comisiones y cuidar que su función llegue a todos, dentro y fuera de la ciudad episcopal.

748- Proveer a las comisiones de personal capacitado, con el tiempo necesario y justamente remunerado; renovar periódicamente a los responsables principales; prever, con responsabilidad y visión, la formación y capacitación de personas que den continuidad y actualización al trabajo.

749- Impregnar los programas de formación laical con el espíritu evangélico de comunión eclesial con los religiosos, con los sacerdotes, con el obispo y con los diferentes organismos, que lo auxilian en su tarea de pastor.

750- Proyectar la misión del laico hacia el exterior de la Iglesia en las diferentes actividades temporales. Formalizar e intensificar, dentro de la comisión de laicos, en su sección de jóvenes, la pastoral universitaria.

751- Favorecer la especialización de laicos comprometidos con la tarea de evangelizar, que proyecten su influencia tanto al interior de la Iglesia como hacia el exterior es decir, en los ambientes cívico-políticos, económicos y culturales.

752- Intensificar el trabajo de base en la comisión de liturgia, con sus respectivas secciones, ofreciendo esmerada atención a los equipos zonales, decanales y parroquiales.

753- Establecer o fortalecer, dentro de la pastoral social, las secciones de pastoral del trabajo, cooperativismo, derechos humanos y ecología.

754- Formar un equipo dedicado exclusivamente a potenciar, orientar y purificar la religiosidad popular.

755- Se propone que los institutos organicen cursos superiores de formación de agentes con diplomado y licenciatura, apoyándose, si es necesario, en instituciones católicas de enseñanza superior.

IV. DISPOSICIONES

162- Se elaborará y difundirá un Manual actualizado de funciones, aprobado por el obispo, que explicite las tareas y los criterios del decanato, de la zona pastoral y de la vicaría

episcopal de pastoral, de las comisiones y de los institutos, para que sea conocido y asumido por el presbiterio y las comunidades parroquiales en general.

163- En la vicaría episcopal de pastoral se establecerá un departamento especializado en la evaluación y jerarquización de los proyectos pastorales urgentes, de manera que se canalicen hacia ellos, más adecuadamente y con sentido prioritario, los recursos materiales y económicos suministrados por la diócesis.

164- Es competencia directa y prioritaria de la vicaría episcopal de pastoral, lograr que los institutos para la formación de agentes a nivel superior, sobre todo de agentes insertados en la acción pastoral de las parroquias, sean verdaderos centros actualizados de formación permanente, atentos a las necesidades reales de las comunidades, y promotores de una evangelización integral, humana y cristianamente cualificada.

165- Es necesario que se establezca y funcione el Colegio de asesores de los diferentes organismos laicales, con el fin de potenciar su impacto evangelizador en nuestro ambiente social en forma más significativa.

166- Establézcase un encuentro anual de los sacerdotes asesores de organismos apostólicos laicales con el Señor Arzobispo para compartir criterios y definir líneas comunes de acción.

167- Conviene que los miembros de las nuevas Directivas de los organismos laicales, reciban un curso de formación e información pastoral organizado por la comisión de laicos, a fin de introducirlos convenientemente en el fondo y la forma de nuestro caminar diocesano.

168- Establézcase la comisión para los medios de comunicación social con sentido eclesial. El empleo amplio e intenso de los medios de comunicación ha de ser un camino privilegiado para impulsar los esfuerzos por la Nueva Evangelización en nuestra diócesis.

169- La vicaría de pastoral ofrezca periódicamente información actualizada sobre servicios, cursos y subsidios para todas las áreas de la pastoral diocesana, sobre todo a través de su boletín Información pastoral.

Seminario Diocesano

I. ILUMINACION

756- El apóstol San Pedro nos recuerda que toda la comunidad de la Nueva Alianza es llamada a ser comunidad sacerdotal: "También ustedes, como piedras vivas, entran en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios, por mediación de Jesucristo" (1 Pe 2, 5). Sin embargo, dentro de esta misma comunidad, el Señor Jesús ha querido elegir a algunos para seguirlo más de cerca y para servir a su Iglesia en un ministerio singular. Elegidos, enviados, investidos de la gracia del sacramento del Orden, ellos han de presidir con responsabilidad las distintas comunidades en nombre del obispo y, bajo el influjo del Espíritu de Cristo Resucitado, dar

testimonio de Él entre los hombres, sus hermanos, no solamente por lo que ellos hacen, sino, sobre todo, por lo que ellos son.

757- Para realizar este ministerio, se necesita una cuidadosa formación. Y ésta, además de la propia familia y de la propia comunidad, en el caso de los sacerdotes ligados de por vida a una diócesis, la ofrece, en forma sistemática, esa venerable institución, tan importante en el Magisterio y en la práxis de la Iglesia: el seminario. Por algo, y sin ninguna exageración de por medio, se suele decir con frecuencia que "el seminario es el corazón de la diócesis". De ahí que el Directorio para el ministerio pastoral de los obispos, Ecclesiae imago, del 22 de Febrero de 1973, nos recuerda: "Entre todas las instituciones diocesanas, el obispo considera como la más importante al seminario y lo hace objeto de los cuidados más intensos y asiduos de su oficio apostólico, ya que de los seminarios dependen, en gran parte, la continuidad y la fecundidad del ministerio sacerdotal en la Iglesia" (EI, 191).

758- Los sacerdotes son libremente elegidos por Dios de entre los miembros de su pueblo. Es precisamente en el seno de una comunidad (familia, parroquia, escuela, grupo juvenil, etc.), donde los jóvenes candidatos al sacerdocio descubren y escuchan el llamado -la vocación- cuya autenticidad ha de ser verificada por la Iglesia a través de la llamada del obispo, después de un largo proceso de acompañamiento y de maduración; maduración sólo conseguida en un clima de oración, de trabajo arduo y de generosidad de espíritu. En el caso de que todo este proceso fuera concluido exitosamente, en su momento la ordenación sacerdotal les conferirá a estos elegidos una gracia especial y un carácter indeleble, que los capacitará convenientemente para volver a esas mismas comunidades a continuar la misión apostólica, confiada por el Señor Jesús a su Iglesia.

El seminario de Guadalajara, tres siglos de historia

759- De esta preocupación pastoral de la Iglesia por la formación de los futuros sacerdotes surgió, ya en el siglo XV español, la iniciativa de fundar seminarios; experiencia laudable y fructuosa asumida luego por el Concilio de Trento y sostenida hasta la fecha por el Magisterio de la Iglesia. En atención a ese mismo Concilio, la Iglesia de Guadalajara, ya en 1570, fundó la casa seminario de Señor San Pedro, la cual, por la penuria de los tiempos, fue de poca duración pero de buen fruto. Fue necesario esperar el año de 1696 para que, bajo la guía del Señor obispo Fray Felipe Galindo y Chávez, se estableciera definitivamente nuestro seminario diocesano de Guadalajara, hoy ya tricentenario.

760- A lo largo de estos tres siglos el seminario de Guadalajara ha producido frutos abundantes, tanto para la Iglesia, como para la sociedad civil. La vida religiosa de la entonces Nueva Galicia, su dinámica cultural y su participación en la vida independiente, tuvieron en los sacerdotes y exalumnos de este seminario sus principales agentes.

761 -Hoy las circunstancias han cambiado, pero las exigencias fundamentales en la formación de los sacerdotes de nuestra diócesis siguen siendo igualmente prioritarias. Como nos lo recordaba nuestro pastor, el Cardenal Sandoval Iñiguez, en su Aportación: Los evangelizadores del tercer milenio en América Latina, presentada en Roma el 19 de Junio de 1995, ante la IV Asamblea plenaria de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL): "Cuando se trata de preparar ya desde ahora a los evangelizadores del tercer

milenio en seminarios y casas de religiosos, en institutos seculares o en programas de formación para laicos, se ha de insistir mucho en su formación a la santidad, para que sean hombres y mujeres en íntima comunión con Dios, penetrados de su Palabra, poseedores en alto grado de las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad. Quienes se están formando hoy son hijos de su tiempo: están adornados de valiosas cualidades, pero también tienen serias deficiencias, entre las cuales está la dispersión, la cultura de la imagen, la falta de interioridad: cosas estas que dificultan la vida de oración, sobre todo personal; se advierte también una cierta debilidad o inconsistencia psicológica, que no prepara para afrontar grandes retos y asumir con perseverancia las arduas tareas del apostolado".

762- Por eso, ante los retos de la nueva cultura y las consecuencias severas de la problemática contemporánea en sus diversos aspectos, el seminario de Guadalajara sigue siendo un signo de esperanza, ya que de él deberán surgir los agentes de la Nueva Evangelización, los constructores de una nueva cultura cristiana y de una auténtica promoción humana, que ayuden a la comunidad eclesial a ingresar con ímpetu al tercer milenio, ya cercano.

763- Con la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, "nos proponemos asumir plenamente las directivas" (SD, 84) de la Exhortación apostólica Pastores dabo vobis que nos muestran, con nueva luz, la prioridad del fomento de las vocaciones a la vida sacerdotal y nos ofrecen una visión integral del ser y de la misión del seminario en la vida de la Iglesia.

Protagonistas de la formación sacerdotal

764- El Papa asienta, en primer lugar, el principio básico de la formación sacerdotal: "No hay auténtica labor formativa para el sacerdocio sin el influjo del Espíritu Santo... ¿Quién mejor que el mismo Jesús, mediante la infusión del Espíritu Santo, puede donar y llevar hasta la madurez aquella caridad pastoral que Él ha vivido hasta el don de sí mismo?" (PDV, 65; Jn 15, 13).

765- "El primer representante de Cristo en la formación (sacerdotal) es el obispo" (PDV, 65; OT, 5; CDC, c. 259, 2; NB, 47). En íntima comunión con él, los formadores, superiores y profesores son corresponsables en esta labor de tanta trascendencia. La familia, con el ejemplo de las virtudes domésticas y la parroquia, favoreciendo en la práctica la formación de la identidad del futuro presbítero, son también agentes decisivos en esta tarea; cada uno según su condición y responsabilidad ha de participar en esta obra. Pero es, sobre todo, el mismo aspirante al sacerdocio el verdadero e insustituible protagonista de esta respuesta dócil al Espíritu Santo, a fin de prepararse con entera disponibilidad al servicio de la Iglesia. No debemos olvidar que toda formación -incluida la sacerdotal- es en definitiva una autoformación. Nadie nos puede sustituir en la libertad responsable que tenemos cada uno como persona (PDV, 65-69; CDC, c. 258; NB, 58-59).

Ser y misión del seminario

766- La Iglesia ha confirmado la necesidad de los seminarios mayores y ha destacado la conveniencia -y, en América latina, también la necesidad- de los seminarios menores (PDV, 60; OT, 3-4; RFIS, 1; SD, 79-82).

767- El seminario es una comunidad de jóvenes (RFIS, 1), es una casa de formación (DP, 873), es un "ambiente normal, incluso material, de una vida comunitaria y jerárquica... con superiores verdaderamente consagrados a esta tarea... una comunidad estructurada por una profunda amistad y caridad, de modo que pueda ser considerada familia que vive en la alegría". El seminario es "una continuación de la íntima comunidad apostólica en torno a Jesús, en la escucha de la Palabra, a la espera del don del Espíritu para la misión"; es una comunidad eclesial que debe alimentar el sentido de comunión de los candidatos con su obispo y con su presbiterio (PDV, 60; Mc, 3, 14).

768- Lo que determina la fisonomía, el fin específico del seminario "es el acompañamiento vocacional de los futuros sacerdotes y, por tanto, el discernimiento de la vocación" (PDV, 61); de manera que el que ha sido llamado por Dios al sacerdocio, pueda llegar a ser, con el sacramento del Orden, una imagen viva de Jesucristo Cabeza y Pastor de la Iglesia" (PDV, 42) "y se prepare para el ministerio de enseñar, santificar y regir al pueblo de Dios" (RFIS, 20; OT, 4; NB, 33; DP, 875; CDC, c. 235).

769- La formación en el seminario ha de partir de la realidad misma del candidato al sacerdocio, hoy tan compleja (PDV, 10, 61: SD, 83) para que, a las aptitudes y cualidades del alumno, se sume siempre la recta intención (RFIS, 39; DP, 763; CDC, c. 241; NB, 41).

770- Esta labor educativa requiere de una pastoral formativa planificada y de conjunto, como lo exige la Nueva Evangelización (PDV, 61; DP, 1306), cuyo punto de partida es justamente la misma evangelización y la oportuna catequesis que, como clima, debe prolongarse y acompañar todo el proceso de manera gradual e integral.

771- El fin del seminario menor, del seminario en familia -institución afín al seminario menor, surgida en nuestra Arquidiócesis- del instituto de vocaciones adultas, es preparar a los alumnos a seguir a Cristo Redentor con espíritu de generosidad y pureza de intención, discerniendo y acompañando -según sus circunstancias y edad- estos gérmenes de vocación sembrados en los corazones de los jóvenes (PDV, 63; OT, 3; RFIS, 11, 19; NB, 6, 162-167; DP, 869-870; CDC, 233-234).

772- "El seminario mayor está destinado a ofrecer una formación estrictamente sacerdotal y a cultivar más clara y plenamente la vocación de los aspirantes al sacerdocio, ayudándoles a formarse verdaderos pastores a ejemplo de Jesucristo, Maestro, Sacerdote y Pastor y a prepararse para el futuro ministerio de enseñar, santificar y regir al pueblo de Dios (OT, 4; RFIS, 20)" (NB, 33).

Educación con sentido integral

773- En cuanto comunidad educativa, toda la vida del seminario está intensamente dedicada a la formación humana, espiritual, intelectual y pastoral de los futuros

presbíteros... con contenidos y modalidades características que nacen de manera específica de la finalidad que persigue, esto es, de preparar al sacerdocio (PDV, 61).

Formación humana

774- Es fundamental que el alumno "plasme su personalidad humana de manera que sirva de puente y no de obstáculo a los demás en el encuentro con Jesucristo Redentor del hombre" (PDV, 43). Es urgente lograr una madurez afectiva y una educación sexual; hay que educar para la libertad y, por consiguiente, educar la conciencia moral.

Formación espiritual

775- La vida espiritual, entendida como relación y comunión con Dios, se desarrolla en el proceso educativo que impulsa a la búsqueda de Jesús, por la meditación de la Palabra de Dios, la participación activa en los misterios de la Iglesia, el servicio de la caridad a los más pequeños. Particular importancia adquiere en nuestros días la urgencia de invitar a redescubrir, en la formación espiritual, la belleza y la alegría del sacramento de la Penitencia. Urge educar a los futuros presbíteros en la virtud de la penitencia; de aquí proviene el significado de la ascesis y de la disciplina interior, el espíritu de sacrificio y de renuncia, la aceptación de la fatiga y de la cruz, elementos difíciles en las condiciones de vida de relativa comodidad y bienestar (PDV, 45-46.48).

Formación intelectual

776- Ante la situación actual, marcada por la indiferencia religiosa, la desconfianza de la capacidad de la razón para alcanzar la verdad objetiva y universal, el creciente pluralismo y el subjeti vismo que se erige como criterio y medida de la verdad, la formación intelectual debe orientarse a perfeccionar la formación humana en todos los niveles del seminario, a cimentar el amor a la verdad, a desarrollar el sentido crítico que lleve al candidato al sacerdocio a conseguir la sabiduría que se abre al conocimiento de Dios y al misterio de Cristo y de la Iglesia (OT, 14; PDV, 51-52; CDC, 244-245).

Formación pastoral

777- Toda la formación de los seminaristas ha de orientarse a la formación de pastores. La formación estrictamente pastoral "se desarrolla mediante la reflexión madura y la aplicación práctica... estudio (de la teología pastoral verdaderamente científica) y actividad que se apoyan en una fuente interior, que la formación deberá custodiar y valorizar: se trata de la comunión cada vez mayor con la caridad pastoral de Jesús" (PDV, 57).

778- El proyecto ha de llevar a una iniciación en la sensibilidad del pastor y a una introducción en la tradición pastoral viva de la Arquidiócesis y que "las diversas experiencias de los candidatos al sacerdocio asuman un claro carácter ministerial" (PDV, 58); para animar "la Iglesia que es esencialmente misterio, comunión y misión" (PDV, 59; NB, 131).

La promoción vocacional

779- "No me eligieron ustedes a mí, sino que yo los elegí a ustedes..." (Jn 15, 16). Toda vocación cristiana viene de Dios, es don de Dios y respuesta libre del hombre (PDV, 35-36; Mc 3, 13). Pero, además, la vocación tiene en su esencia una dimensión eclesial, de modo específico la vocación al sacerdocio, que "existe en la Iglesia y para la Iglesia y se realiza en ella" (PDV, 35) y, como don gratuito, es el obispo quien reconoce y examina la idoneidad del candidato.

780- La vocación puede ser rechazada (Mc, 10, 22) o puede ser bloqueada por obstáculos: el afán por los bienes materiales, las condiciones sociales y culturales de nuestro tiempo (PDV, 8-10.37; SD, 79). "De aquí la urgencia de la pastoral vocacional... destinada a cuidar el nacimiento, el discernimiento y el acompañamiento de las vocaciones, en especial de las vocaciones al sacerdocio" (PDV, 35); pastoral que debe integrarse plenamente a la llamada cura de almas ordinaria (PDV, 34; DP, 866-867), educando a los jóvenes para el servicio gratuito, el valor del sacrificio y la donación incondicionada de sí mismos (PDV, 38, 40).

781- Todos los miembros de la Iglesia, sin excluir a alguno, tienen la responsabilidad de cuidar de las vocaciones, de modo muy particular el obispo con la solidaridad de su presbiterio. Dígase lo mismo de la parroquia, la familia, la escuela, y los laicos en general, pues por tratarse de una necesidad vital de la Iglesia, debe hallarse en el centro del amor que todo cristiano tiene a la misma (PDV, 41; OT, 2; DP, 863-867; SD, 79, 82; NB, 1-5).

782- Pero esta responsabilidad es más apremiante, sin lugar a duda, para los sacerdotes: "Cada sacerdote reservará una atención esmerada a la pastoral vocacional... El sacerdote mantendrá siempre relaciones de colaboración cordial y de afecto sincero con el seminario, cuna de la propia vocación y palestra de aprendizaje de la primera experiencia de vida comunitaria. Es ‘exigencia ineludible de la caridad pastoral’ (PDV, 74) que cada presbítero -secundando la gracia del Espíritu Santo- se preocupe de suscitar al menos una vocación sacerdotal que pueda continuar su ministerio" (DIR, 32).

II. DESAFIOS DE LA REALIDAD

783- Lograr que el alumno se sienta realmente sujeto activo y primer responsable de su propio proceso de formación. Lograr la madurez afectivo emocional y el recto uso de la libertad, cimentado en la vida interior. Adoptar un proceso de formación sacerdotal que tenga en cuenta los criterios de gradualidad e integralidad.

784- Sensibilizar a los alumnos acerca de la urgencia y de las grandes ventajas de un programa personal de formación permanente, como formación a lo largo de toda la vida.

785- Fomentar en el alumno un espíritu crítico que lo capacite para iluminar y discernir con la luz del Evangelio las realidades temporales, e impulsarlo a adquirir una amplia cultura, abierta a las distintas corrientes teológicas del momento, bajo la guía del Magisterio.

786- Lograr que los alumnos, en la última etapa de la formación, conozcan y asuman el proceso pastoral de la diócesis, de manera que estimule su inserción activa y entusiasta en la pastoral diocesana.

787- Falta hacer del seminario una auténtica comunidad, en donde se experimente la "vida de familia", fortaleciendo el sentido comunitario y la formación para la vida y trabajo en equipo.

788- La vivencia de los valores cristianos, en particular el espíritu de sacrificio y de opción por los pobres, ante los influjos de la actual sociedad, materialista, permisiva y hedonista.

789- La búsqueda de medios concretos para que el presbiterio y el pueblo de Dios colaboren significativamente en la pastoral vocacional y en la formación sacerdotal.

790- La poca vinculación entre formadores y sacerdotes que tienen seminaristas en período de apostolado y un mayor empeño en la formación de los futuros sacerdotes de parte de las comunidades en general.

III. LINEAS PASTORALES

791- Crear un ambiente adecuado y de confianza para que los alumnos desarrollen una personalidad rica en valores humanos y cristianos, que propicie la responsabilidad, la creatividad y el auténtico espíritu de colaboración y obediencia, y que los haga conscientes de ser los verdaderos protagonistas de su formación, secundando los impulsos del Espíritu Santo.

792- Revisar constantemente el equilibrio y la eficacia de la formación humana, espiritual, intelectual y pastoral impartida a los seminaristas, de manera que se logre desarrollar en ellos las virtudes humanas y cristianas, propias de una personalidad madura.

793- Complementar los medios que ofrece la formación sistemática e institucional con ciertas actividades opcionales, tales como: cursos de relaciones humanas, comunidades espontáneas de oración, grupos de crecimiento, dinámicas grupales, experiencias de trabajo en equipo, etc., siempre en constante vinculación con los sacerdotes formadores.

794- Mantener un contacto adecuado con el medio externo, haciendo un buen uso de los medios de comunicación y, en especial, aprovechar las oportunidades de convivencia con la familia, en orden a consolidar un equilibrio afectivo.

795- Elegir para el equipo formador a sacerdotes dedicados a tiempo completo, especializados, con unidad de criterios, con experiencia pastoral, conocedores de la realidad, con criterio amplio, con madurez afectiva y que con su mismo estilo de vida sirvan de ejemplo e inspiración a los futuros pastores.

796- Contar con suficientes directores espirituales dotados de buena preparación y experiencia pastoral y, en cuanto el respeto al foro interno lo permita, totalmente integrados en la toma de decisiones importantes para la vida del seminario.

797- Es necesario establecer caminos para la capacitación y actualización sistemática del equipo formador. Establecer un curso anual para la preparación inmediata de los nuevos formadores que ingresan al seminario a prestar este servicio pastoral.

798- Enviar a los seminaristas a ejercer sus prácticas de apostolado, tanto en zonas urbanas como rurales, con sacerdotes que se distingan por llevar un plan o, por lo menos, tengan líneas de acción acordes al proceso pastoral diocesano, y que sean maduros y objetivos al rendir el informe sobre comportamientos y resultados.

799- Promover permanentemente y con mayor empeño las vocaciones sacerdotales en las escuelas particulares y oficiales, incluyendo los institutos de educación superior y universitarios, así como los movimientos apostólicos, sobre todo los relacionados con la pastoral juvenil y familiar. Invitar a los jóvenes a las celebraciones más significativas del seminario, como el Corpus Christi, y apoyar la colecta anual del mes de marzo y, en general, la celebración del "Día del Seminario".

800- Impulsar la pastoral vocacional difundiendo adecuadamente, a nivel diocesano, el acontecimiento de las ordenaciones sacerdotales de cada generación y, cuando las circunstancias lo permitan, realizándolas en las parroquias de origen, a fin de poder interesar en el seguimiento de Cristo a un mayor número de jóvenes.

IV. DISPOSICIONES

-170- El seminario debe promover en sus alumnos una espiritualidad sacerdotal específicamente diocesana; a partir de una experiencia de Dios y ejemplo de Cristo, Buen Pastor, hagan de la caridad pastoral el medio privilegiado para su santificación.

171- El régimen formativo de internado es necesario para una formación sólida en ciencia y virtud y excluye una constante participación de los alumnos en actividades externas a la casa, sean de estudio, apostolado o diversión.

172 -Se cuidará el cumplimiento de las normas para mantener un buen nivel académico que satisfaga las metas internas y que se haga acreedor de la confianza de las autoridades en cuanto al reconocimiento oficial de los estudios realizados en el seminario. Se seguirá haciendo el esfuerzo por preparar a alumnos con capacidades sobresalientes en universidades eclesiásticas del país y del extranjero.

173- Se privilegiarán los pequeños grupos en la formación y vida del seminario, con el acompañamiento cercano de los formadores. Revísese periódicamente la formación integral para adecuarla a los lineamientos de la Iglesia, a las necesidades del hombre de hoy y a las prioridades pastorales de la diócesis.

174- Las constituciones y Reglamento del seminario deben ser conocidos y aceptados con apertura de espíritu por todos los alumnos y pueden ser periódicamente revisados.

175- Cada curso escolar debe ser precedido por una reunión de planeación en la que participe el equipo formador y los alumnos según la modalidad que se determine.

176- Colaboren los alumnos del seminario en la promoción vocacional dentro de la diócesis con su ejemplo y acción apostólica específica.

177- El seminario ha de mantener informada a la comunidad diocesana acerca de sus planes de formación, organización y actividades más importantes.

178- Organice el seminario reuniones periódicas con los padres de familia para mantenerles informados y acrecentar su corresponsabilidad en la formación.

179 -Entre el seminario y los organismos directamente dedicados a la promoción vocacional debe darse una estrecha cooperación: centro diocesano de vocaciones, club serra, etc.

CURIA DIOCESANA

I. lluminación

801- La curia diocesana es el conjunto de personas y organismos que colaboran con el obispo en el gobierno de la diócesis (CDC, 469ss) y que, por su importancia y cercanía, forman con él "como una sola cosa" (EI, 200). La curia diocesana, con sus personas y organismos, está dentro de las instituciones de derecho positivo que la Iglesia juzga convenientes y necesarias para el mejor cumplimiento de su misión pastoral, que no excluye, por supuesto, lo administrativo, lo judicial y lo caritativo en el ejercicio de las obras de apostolado. La curia es una organización al servicio de la comunión eclesial y al servicio de cada uno de los fieles que son los sujetos de esta comunión. Este es su sentido propio y más profundo; lo que tiene de jurídico no ha de impedir en nada lo eclesial, al contrario, ha de apoyarlo firmemente a fin de que se impulse dentro de la Iglesia local una acción pastoral sólida y coordinada, de manera que se haga realidad el tan sabio y conocido principio canónico: "la salvación de las almas debe ser siempre la ley suprema en la Iglesia" (CDC, 1752).

La teología de lo administrativo

en la dinámica de la Encarnación

802- Mucho costó a la Iglesia de los primeros siglos el conservar su fe íntegra en JesuCristo, el Hijo de Dios hecho hombre. Nos dan fe de ello los vigorosos pronunciamientos de los primeros Concilios ecuménicos de Nicea (324), I de Constantinopla (381), Efeso (431) y Calcedonia (451), los cuales fueron precisando admirablemente y con no pocos esfuerzos la doctrina cristológica que aún profesamos y

que quedó plasmada en nuestro Credo, mientras defendían la doctrina católica de incontables reduccionismos o polarizaciones.

803- Por no entrar en detalles, que resultarían demasiado técnicos, bástenos citar la célebre fórmula del último de los Concilios mencionados: "Es el mismo Cristo, Verbo, Hijo de Dios, el que es a la vez verdadero Dios y verdadero hombre; las dos naturalezas, la humana y la divina, se reencuentran en la única Persona divina de Jesús". Así se expresa el Concilio ecuménico de Calcedonia.

804- Esta expresión, que podría parecer abstracta, tiene, sin embargo, grandes implicaciones y consecuencias cuando se aplica a la "teología de las realidades temporales" o, más concretamente, a la "teología del derecho", dentro de la vida concreta de la Iglesia universal o de la Iglesia particular. Estas luchas por defender la pureza de la fe, podrían parecer a muchos de nuestros contemporáneos, como se suele decir, "cuestiones bizantinas"... Pero lo que está en juego, en el fondo de todas estas precisiones, es algo tan fundamental, tan trascendental, como esto: que nuestro Señor Jesucristo -nuestro Salvador y nuestra Salvación- es a la vez verdadero Dios y verdadero hombre.

805- Nosotros los humanos -síntesis maravillosa de espíritu y materia- hemos de extraer las consecuencias de una sana teología de la Encarnación, cuando, dentro del ordenamiento de nuestras estructuras eclesiales, nos vemos tentados a descuidar o a sobrevalorar algunos de los dos polos: lo divino o lo humano en el Cuerpo de Cristo, que es su Iglesia.

806- Esta consideración vale al hablar de las estructuras en general; pero vale quizá mayormente al hablar de la curia, una de las estructuras de la vida de la Iglesia local no siempre bien comprendida y -por razones que pudieron tener en el pasado cierta justificación- hasta poco valorada. La eclesiología madurada en el Vaticano II y las directrices postconciliares, han venido a vivificar y a dar una nueva orientación al ser y al quehacer de este instrumento verdaderamente indispensable, no sólo para proyectar en forma más eficaz el triple ministerio del obispo, sino la misma marcha ordenada de una Iglesia diocesana.

807- La Iglesia, como la misma fe cristiana, ha de encarnarse en unas circunstancias y en un tiempo concreto. La misión de la Iglesia en el mundo -sea dentro del ámbito interno de la comunidad cristiana, sea en su proyección más amplia a todos los ámbitos de la vida de una sociedad compleja y pluralista- no puede reducirse a lo carismático, sino que ha de comprender también el aspecto institucional. Es célebre, a este respecto, la llamada de atención del Papa Pablo VI al inaugurar los trabajos de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, reunida en Medellín: "El otro punto doctrinal (ya había mencionado el primero acerca de la dependencia de la caridad para con el prójimo, de la caridad para con Dios), se refiere a la Iglesia llamada institucional confrontada con otra presunta Iglesia llamada carismática, como si la primera, comunitaria y jerárquica, visible y responsable, organizada y disciplinada, apostólica y sacramental, fuese una expresión del cristianismo ya superada, mientras la otra, espontánea y espiritual, sería capaz de interpretar el cristianismo para el hombre adulto en la civilización contemporánea y de responder a los problemas urgentes y reales de nuestro tiempo" (Bogotá, 24 de Agosto de 1968).

808- El ejemplo de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, y toda la dinámica de su encarnación, nos llevan a descubrir la identidad de la Iglesia como un misterio en donde han de convivir en armonía lo carismático y lo institucional a un tiempo. En este sentido, el mensaje cristiano ha de encarnarse a fin de llegar al hombre en su totalidad: cuerpo y espíritu, individuo y sociedad.

Las personas y su servicio dentro de la curia

El vicario general

809- Cargo eminente en la curia diocesana es el vicario general (CD, 27). Es una figura clave dentro de la organización de la curia, no sólo en lo jurídico, sino también en lo pastoral. Es el segundo del obispo.

810- Hay, de ordinario, un solo vicario general en cada diócesis (c. 475). Le compete, en virtud de su oficio, toda potestad ejecutiva que corresponde por Derecho al obispo diocesano, exceptuadas las materias que éste se haya reservado o que requieran un mandato especial (c. 479.1). El obispo coadjutor -y asimismo el obispo auxiliar dotado de facultades especiales- ha de ser nombrado vicario general. Los demás obispos auxiliares serán nombrados vicarios generales o, al menos, vicarios episcopales (c. 406).

Los vicarios episcopales

811- Los vicarios episcopales (CD, 27) pueden constituirse para una determinada circunscripción de la diócesis, para ciertos asuntos o respecto a los fieles de un mismo rito o para un grupo concreto de personas: tienen la misma potestad ordinaria que por derecho universal compete al vicario general (c. 476), pero sólo dentro del ámbito personal o territorial para el que han sido nombrados (c. 479). Así pues, los vicarios episcopales tienen la misma importancia que el vicario general, sólo que en campo más reducido.

812- Tanto el vicario general como los vicarios episcopales quedan comprendidos en el derecho bajo el nombre de ordinario y ordinario del lugar (c. 134); deben informar al obispo diocesano sobre los asuntos más importantes que les corresponda resolver o que ya han resuelto, y nunca actuarán contra la voluntad e intenciones del obispo diocesano (c. 489). Tal modo de proceder sería siempre contrario al bien de la diócesis, y es, en algunos casos, motivo de nulidad de los actos realizados (por ejemplo, el cánon 65 nos habla de la necesidad de mencionar ante un superior "la gracia denegada" por otro, con igual o mayor autoridad).

El vicario judicial

813- Todo obispo diocesano debe nombrar un vicario judicial u oficial con potestad ordinaria de juzgar (c. 1420).

814- La función judicial en cada Iglesia particular la ejerce el obispo en virtud de la potestad de régimen, por sí o por otro, con sujeción a lo que el propio Código establece (c. 1419).

El moderador de la curia

815- Se puede nombrar a un moderador de la curia que sea sacerdote, cuyo papel sería: "coordinar, bajo la autoridad del obispo, los trabajos que se refieren a la tramitación de asuntos administrativos y cuidar asimismo de que el resto del personal de la curia cumpla debidamente su propio oficio". Si no hay circunstancias que aconsejen lo contrario, debe ser nombrado moderador el vicario general o alguno de los vicarios generales (c. 473).

816- La previsión que tiene el Código de este cargo es importante y ayuda a dar agilidad y eficiencia a curias de diócesis grandes y con muchas estructuras; descarga el obispo diocesano sobre el moderador una serie de preocupaciones de tipo administrativo, que lo dejan más libre para su acción pastoral propia. La persona sobre la cual recae este cargo puede ser el vicario general, cargo que, por la autoridad ordinaria de que goza, puede dar confianza al obispo y apoyo firme a todos los curiales.

El canciller

817- La función del canciller -y la del eventual vicecanciller, si se nombra- aparte de otras tareas que se le asignen por derecho particular, es fundamentalmente de carácter administrativo material. Es notario y secretario de la curia (c. 482), a quien corresponde expedir y dar fe pública del contenido de los documentos. Atendiendo a su competencia, puede configurarse como el auxiliar directo del moderador de la curia para el buen orden de los trabajos administrativos. En nuestra Arquidiócesis, por motivos prácticos, y al haber varios vicarios generales, es el canciller-secretario quien ha venido desempeñando tradicionalmente el cargo de moderador de la curia.

Organismos al servicio de la curia

Consejo episcopal o consejo de gobierno

818- Corresponde al obispo diocesano coordinar personalmente la tarea pastoral de los vicarios generales o episcopales (c. 473). Para llevar a cabo esta tarea de coordinación tan importante, puede constituir el Consejo episcopal o Consejo de gobierno para fomentar mejor la acción pastoral, constituido por los vicarios generales y episcopales (c. 473).

819- La institución del Consejo episcopal -supuesta la institución del vicario general y de los vicarios episcopales- redunda en una verdadera descentralización de funciones y, al mismo tiempo, de supervisión. A través de ella el obispo estará más presente en toda la diócesis y hará llegar más fácilmente todas sus decisiones de régimen.

Consejo para los asuntos económicos

820- La administración de los bienes eclesiásticos, debe hacerse observando las leyes eclesiásticas (PO, 17). La administración y el usufructo de los bienes temporales tiene las siguientes finalidades eclesiales: -l La ordenación al culto divino. l La honesta sustención del clero. l El ejercicio de las obras de apostolado y de caridad, sobre todo con los más necesitados (c. 1254).

821- Debe constituirse también en cada diócesis el consejo para los asuntos económicos, presidido por el obispo o por un delegado suyo. Ha de constar por lo menos de tres miembros, nombrados por el obispo, que sean peritos en cuestiones económicas y en derecho civil y de probada integridad (c. 492). Para determinados actos relacionados con la administración y disposición de bienes eclesiásticos es necesario haber oído previamente a este Consejo, requiriéndose en algunos casos su consentimiento, cuando se trata de enajenación (cc. 1277.1281.1292.1305.1310).

822- Entre las tareas asignadas por derecho al consejo de asuntos económicos y las que se le pueden asignar, sobresale el hacer el presupuesto anual y el pedir cuentas al ecónomo sobre su gestión al final de cada año (c. 493). Ejerce también su función como gran organismo de vigilancia respecto a todas las demás instituciones que pertenecen a la diócesis, respecto a su administración de bienes (c. 1287).

El ecónomo

823- Nombra asimismo el obispo al ecónomo, habiendo oído previamente al colegio de consultores y al consejo para los asuntos económicos. Corresponde al ecónomo, según el modo determinado por el consejo para los asuntos económicos, administrar los bienes de la diócesis bajo la autoridad del obispo y hacer los gastos que correspondan, rindiendo cuentas al final de cada año al consejo para los asuntos económicos (c. 494).

824- El ecónomo depende, pues, fundamentalmente del consejo de asuntos económicos y éste del obispo. Se sujeta al presupuesto hecho por el consejo y al modo determinado por él, y le da cuentas de su gestión al final de cada año.

Otros institutos para la administración

de los bienes eclesiásticos

825- El Código sugiere un modelo diocesano de administración de los bienes, para responder y hacer efectivos los fines señalados (c. 1274): l- Instituto diocesano para la remuneración del clero. Es una fundación autónoma diocesana, un ente de base patrimonial propia, erigido por el obispo. Como tal, deberá tener sus propios Estatutos. La finalidad propia y exclusiva de esta institución es la remuneración de los clérigos -incardinados o no- que sirven a la diócesis (c. 1274). En nuestro país, no suele operar este organismo, ya que la sustentación del clero se da principalmente por las aportaciones espontáneas de los fieles.

l- Institución para la seguridad social de los clérigos. El canon 1274 responsabiliza a la Conferencia episcopal de que exista una institución para la seguridad social del clero, allí donde ésta no esté ya organizada por el derecho civil o canónico (CD, 21). Entre nosotros

existe un organismo nacional con este fin, el CCYAS, pero la verdadera previsión social de los sacerdotes de nuestra diócesis está encomendada a la mutual del clero. l- Fondo común diocesano para las demás necesidades. El canon 1274 prevé la creación de una masa de bienes para la gestión común de todas las demás cargas de la diócesis. Finalidades concretas: retribución de las demás personas que trabajan al servicio de la diócesis (c. 1286); la ayuda a las diócesis más necesitadas. Entre nosotros este fondo se mantiene gracias a la aportación del 10% de todas las comunidades parroquiales y cuasiparroquiales, y de todas aquellas que cuentan con sacerdote; tiene una finalidad más amplia: ayudar a sacerdotes necesitados o jubilados y a iglesias incongruas, lo mismo que apoyar al seminario, a ciertos organismos de carácter diocesano y a algunas obras de beneficencia.

Consejo presbiteral

826- El consejo presbiteral lo constituye un grupo de sacerdotes que, en representación del presbiterio, hace las veces de senado del obispo, y ayuda a éste, a tenor del Derecho, en el gobierno de la diócesis y en el bien pastoral de la Iglesia particular (c. 495). Es un órgano meramente consultivo. Nace esta institución del Vaticano II. Es fruto de un nuevo concepto eclesiológico: la unicidad del sacerdocio y del ministerio de Cristo de la que, en grado diverso, participan los presbíteros y los obispos. A nivel diocesano los presbíteros forman, en comunión jerárquica con su obispo, un único presbiterio, de cuya asistencia se sirve el obispo diocesano en el gobierno de la Iglesia particular (LG, 28; CD, 27). Tendrá sus propios Estatutos.

Colegio de consultores

827- El colegio de consultores está compuesto por un grupo de sacerdotes, entre seis y doce, que el obispo elige libremente de entre los miembros del consejo presbiteral para formar este organismo. El servicio de los miembros del colegio dura cinco años, aunque sigue ejerciendo las funciones que le encomienda el Derecho hasta que no se constituye un nuevo colegio. Preside este órgano el obispo diocesano, o quien haga sus veces, en caso de sede impedida o vacante (c. 502). Su función más importante la realiza con ocasión de la sede vacante, al elegir al administrador diocesano (siempre y cuando la Santa Sede no provea de otra manera). Tiene también la tarea de apoyar al administrador en su gestión y la de supervisar que su actuación se encuadre dentro de los límites del Derecho.

828- Su origen teológico es el mismo del consejo presbiteral. Son muy amplias las funciones del colegio de consultores y los casos en que, según la legislación de la Iglesia, el obispo debe consultarlo.

Consejo pastoral

829- El consejo pastoral es una institución de carácter diocesano para el asesoramiento al obispo en materias de actuación pastoral. No interviene propiamente en el gobierno de la diócesis (como lo hace, por ejemplo, el consejo presbiteral). Su finalidad primordial es de estudio y sugerencia, lo que no es óbice para que, en ocasiones, el Derecho establezca su

intervención en los lugares donde esté constituido. Su misión es de asesoría de la actividad pastoral jerárquica de la Iglesia.

830- El consejo pastoral se compone de fieles que estén en plena comunión con la Iglesia católica, tanto clérigos y miembros de institutos de vida consagrada como, sobre todo, laicos; y se designa según el modo determinado por el obispo diocesano (c. 512). Los elegidos deben representar realmente la porción del pueblo de Dios que constituye la diócesis, con todas sus regiones, clases sociales, profesiones y apostolados. Deben ser personas que destaquen por su fe, buenas costumbres y prudencia (Ibid.).

Cabildo de canónigos

831- El cabildo es un colegio de sacerdotes especialmente seleccionados por su doctrina e integridad de vida (c. 502) al que le corres-ponden particulares funciones en la diócesis, fundamentalmente de carácter litúrgico dentro de la iglesia catedral, y otras que el Derecho o el obispo diocesano le encomienden (c. 503; SC, 95).

II. DESAFIOS DE LA REALIDAD

832- El que haya equilibrio adecuado entre lo pastoral y lo administrativo en todas las personas y organismos que prestan sus servicios en la curia diocesana.

833- La conveniente descentralización de funciones y servicios de la curia en una diócesis tan grande y heterogénea como la nuestra, delegando autoridad en personas que tengan amplia sensibilidad pastoral y gran fidelidad a la Iglesia.

834- Que quienes colaboran en la curia atiendan con espíritu de caridad y sencillez, con agilidad y eficacia, a todas las personas que solicitan un servicio sean sacerdotes, religiosos o laicos.

835- Que el conjunto de los colaboradores en la curia sea más eclesial, con más participación de laicos y religiosas, aprovechando su experiencia en aquellas tareas de la curia que les son más afines.

836- Que los miembros de cada uno de los consejos que auxilian al obispo en el gobierno y acción pastoral de la diócesis, sean verdaderamente eficaces y cumplan su cometido con fidelidad.

III. LINEAS PASTORALES

837- Cuidar que la participación de los sacerdotes en los trabajos de la curia sea sólo la indispensable, de manera que no les reste demasiado tiempo o energía para dedicarse a otro tipo de acciones pastorales.

838- Ofrecer a los laicos que trabajan en la curia una sólida formación humana y cristiana, por medio de retiros espirituales periódicos y cursos de capacitación.

839- Elegir para miembros de los consejos de la curia a personas con sanos criterios y experiencia pastoral, de manera que ayuden eficazmente al obispo en la tarea de una continuada renovación pastoral de la diócesis.

840- Cuidar que las finanzas del Arzobispado sean manejadas con espíritu evangélico, apoyando la realización de proyectos pastorales en los diversos campos eclesiales y evitando todo tipo de burocratismo que entorpezca los trámites.

841- Hacer más operativa la ayuda del Arzobispado a las parroquias y comisiones más necesitadas, destinándoles presupuestos suficientes para obras estrictamente pastorales o para completar la sustentación de los sacerdotes bajo los criterios evangélicos del compartir cristiano.

842- Procurar que las personas que van al Arzobispado a pedir ayuda económica y/o recomendaciones, se les atienda convenientemente y por otros medios, y no resten tiempo y energías a nuestros obispos en el desempeño de sus funciones específicas.

843- Asegurar, de ser posible, que el Señor Arzobispo dedique un día a la semana sólo para sacerdotes, y que por lo menos un obispo auxiliar esté en la curia para atender a quienes allí acudan.

844- La curia diocesana, para el mejor desempeño de sus tareas y atención a las personas, necesita nuevas instalaciones más funcionales y en un lugar más adecuado.

845- Es necesario establecer en la curia un módulo de recepción, orientación e información tanto oral como por teléfono, con tableros donde aparezcan claramente los nombres de las oficinas con sus funciones, sus correspondientes horarios y el nombre de los responsables.

846- Urge capacitar a los colaboradores de la curia no sólo en la destreza para despachar los asuntos que les competen, sino también en la discreción, prudencia y sentido de Iglesia, proporcionándoles los medios adecuados para el desempeño de sus tareas.

847- Que se publique con periodicidad razonable un Directorio de los servicios que ofrece la curia a través de los diferentes organismos y de sus responsables.

848- Toca al moderador de la curia promover medios y sistemas de trabajo que faciliten el desempeño de las funciones de cada área, propiciando la unidad de criterios, el espíritu de servicio y el trabajo en equipo.

849- Es necesario que el colegio de consultores mantenga un ambiente de sencillez, de libertad y respeto ante las aportaciones de cada uno de sus miembros, a fin de que pueda ofrecer una leal colaboración al obispo en su tarea de conducir al pueblo de Dios.

IV. DISPOSICIONES

-180- Colóquese en un lugar visible de la curia el organigrama de los servicios y de las personas que trabajan ahí.

181- Elabórense, edítense y divúlguense los Estatutos propios de los consejos de la curia.

182- En nuestra diócesis el secretario-canciller será, normalmente y al mismo tiempo, el moderador de la curia.

183- Todos los canónigos tendrán, dentro de la catedral, la facultad de penitenciarios para que ofrezcan el sacramento de la Reconciliación tanto para casos ordinarios como especiales, en horarios adecuados a los fieles.

184 -Asegurar la activa participación de los sacerdotes religiosos en el consejo presbiteral, de acuerdo al Reglamento vigente, contando siempre con la presencia del presidente de la CIRM de occidente y de dos representantes elegidos por este organismo.

185- Establézcase en la curia una oficina de información y estadística que en forma permanente, a modo de banco de datos, reúna, clasifique y difunda los aspectos más sobresalientes de nuestra realidad socio-religiosa, como auxilio para la planeación pastoral y para el más adecuado desempeño de la misión pastoral de nuestra Iglesia diocesana y de sus diversos organismos. El responsable de esta oficina será el moderador de la curia.

186 -Los sacerdotes que construyen conjuntos pastorales recurrirán obligatoriamente a la comisión de arte sacro para la aprobación de planos, y en la ejecución de éstos observarán cuidadosamente el Reglamento correspondiente. No se pueden modificar planos ya aprobados, sin el previo visto bueno de dicha comisión.

187 -El sacerdote que está al frente de una comunidad, debe ser cuidadoso y claro en la administración de los bienes materiales y rendirá un informe anual que hará del conocimiento de sus fieles y debe rendir mensualmente su informe a la oficina de asuntos económicos del Arzobispado en los primeros 10 días de cada mes. Se cuidará especialmente la realización anual de la colecta en favor de la cooperación diocesana.

188- Es obligatorio el que todas las parroquias y cuasi-parroquias aporten el 10% de sus ingresos para el fondo común diocesano.

189- Toca al consejo de asuntos económicos asesorar y vigilar el buen funcionamiento de la diócesis en lo referente a la aportación puntual del 10% de los ingresos ordinarios de las parroquias y de las comunidades afines, lo mismo que del cumplimiento de las obligaciones fiscales de todas las personas morales o jurídicas amparadas bajo la figura "Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.". Dotará de todos los medios técnicos necesarios a las respectivas oficinas de la curia destinadas a este fin, para que los trámites se lleven a cabo con agilidad.

190- De acuerdo a la nueva legislación de las Asociaciones Religiosas dada por el Estado, los bienes de la Iglesia, muebles e inmuebles, no se deben poner a nombre de personas particulares, sino que se registrarán en instituciones aprobadas por el obispo.

191- En relación a las personas que trabajan en la curia y en los organismos diocesanos a ella asimilados, cúmplanse las exigencias de la ley en lo referente a derechos y prestaciones laborales.

192- A través de una adecuada coordinación entre diferentes estructuras e instancias diocesanas y mediante la integración de un equipo interdisciplinario de peritos, la comisión de arte sacro llevará adelante los estudios de factibilidad de tres proyectos arquitectónicos: 1º La construcción de un más adecuado "Albergue Trinitario" para los sacerdotes ancianos o incapacitados. 2º La ubicación y edificación de la "Basílica-Auditorio" dedicada a los Mártires Mexicanos (la mayoría de los cuales son egresados de nuestro seminario). 3º El posible desplazamiento de la curia arzobispal a un lugar más adecuado, que favorezca el más fácil acceso y la integración de todos los organismos jurídico-pastorales al servicio de la diócesis.

LOS SÍNODOS EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA

1- La celebración de los sínodos diocesanos se deriva de la práctica de sínodos provinciales (llamados también episcopales), cuya experiencia se encuentra ya en el siglo II en Asia Menor, donde los obispos de regiones contiguas se reunían para tratar asuntos comunes. En occidente el sínodo provincial más antiguo tuvo lugar en Roma en el año 197, convocado para tratar sobre todo la fecha de la Pascua. El desarrollo de los sínodos provinciales impulsó la aparición de los Concilios ecuménicos (llamados también sínodos), a partir del siglo IV, a los cuales eran convocados los obispos de toda la Iglesia.

2- De estos antecedentes sinodales surgen entre los siglos IV y VI los sínodos diocesanos, cuya finalidad principal era aplicar en la diócesis las decisiones de los sínodos provinciales y de los Concilios ecuménicos, como también revisar las costumbres y estimular la formación doctrinal de los sacerdotes.

3- La frecuencia y la importancia de los sínodos diocesanos no ha sido unánime en la historia de la Iglesia. Al principio fueron más frecuentes; disminuyeron en la Edad Media. El Concilio de Trento (1563) dispuso que se tuviera uno al año. El Código de Derecho Canónico de 1917 ordenó que se tuviera uno cada 10 años, aunque tal disposición no se llevó a la práctica. El nuevo Código de Derecho Canónico (1983) dispone que se celebre "cuando lo aconsejen las circunstancias, a juicio del obispo, oído el consejo presbiteral" (c. 461).

II. LOS SINODOS EN LA DIOCESIS DE GUADALAJARA

4- Durante la etapa virreinal y parte de la independiente la Iglesia de Guadalajara no celebró ningún Sínodo diocesano, debido tal vez a la vigencia de los sínodos provinciales celebrados en la Nueva España en 1555, 1585, 1771, y tal vez también a la crisis política del México independiente. El I Sínodo diocesano de Guadalajara fue convocado en 1936 por el Sr. Arzobispo D. José Garibi Rivera y se celebró del 23 al 25 de Mayo de 1938 en la iglesia catedral, ante la imagen original de Nuestra Señora de Zapopan.

5- El II Sínodo diocesano fue anunciado por el Sr. Arzobispo D. Juan Jesús Posadas Ocampo al tomar posesión de la Arquidiócesis de Guadalajara el 8 de Julio de 1987. Posteriormente, habiendo consultado al consejo presbiteral y obtenido su parecer favorable, hizo la convocatoria el 28 de Enero de 1989 durante la Primera Asamblea diocesana de pastoral, con estas palabras centrales: "Confiado en el acompañamiento de María Santísima, Nuestra Señora de Zapopan, hago la siguiente convocatoria: En nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y con la misión de obispo que el Papa Juan Pablo II me ha encomendado en esta Iglesia local, convoco a la Iglesia de Guadalajara a celebrar el II Sínodo diocesano. El Señor me asista".

6- Después de la convocatoria, el Sr. Arzobispo nombró un equipo responsable de promover y asesorar el desarrollo del sínodo, integrado por las siguientes personas: Coordinador general: P. Arturo Martín del Campo. Secretario general: P. Ramiro Vázquez. Secretario adjunto: P. Guillermo Rodríguez. Ecónomo: P. Agustín Soltero. Por el Seminario: PP. Armando González y Luis Alfonso Zepeda. Por la Curia: P. Antonio García y P. Salvador Radillo. Por la Vicaría de pastoral: P. José Luis Chávez y P. Carlos Alzaga. Por los Religiosos: R.P. Rafael Salazar (MSpS) y Hna. Lourdes Margarita Meza (Pasionista). Por la Comisión de laicos: Srita. Lourdes Aceves e Ing. Francisco González Rojo.

III. EL II SINODO DIOCESANO

7- Nuestro caminar sinodal se desarrolló en Tres etapas: Primera etapa: Preparación: Enero 1989-Mayo 1990. Segunda etapa: Realización: Junio 1990-Junio 1992. Esta etapa se distribuyó en cuatro fases de tiempo correspondientes a los cuatro núcleos de temas de estudio: -l 1a. Fase: Agentes de pastoral: Junio-Diciembre 1990. l 2a. Fase: Estructuras diocesanas: Enero-Junio 1991. l 3a. Fase: Tareas pastorales : Julio-Diciembre 1991. l 4a. Fase: Problemas prioritarios: Enero-Junio 1992. Tercera etapa: Conclusión: Julio 1992-Diciembre 1995. Esta etapa se interrumpió durante un año y tres meses por la muerte cruenta del Señor Cardenal Arzobispo D. Juan Jesús Posadas Ocampo.

PRIMERA ETAPA: DE PREPARACION (Enero 1989-Mayo 1990)

8- La finalidad de esta etapa fue preparar, previas consultas a diferentes agrupaciones de la diócesis, los elementos necesarios para la realización del II Sínodo, a saber: 1. Características: 1) Que sea un sínodo en verdad eclesial. 2) Que sea un sínodo preferentemente pastoral. 3) Que sea un sínodo normativo de nuestra vida diocesana. 2. Objetivo: Evaluar nuestra Iglesia diocesana, para impulsar la Nueva Evangelización, que libere al hombre del pecado y lo renueve, formando comunidades cristianas transformadoras de nuestra realidad, según los valores del Reino de Dios. 3. Oración: El Señor Arzobispo propuso a la diócesis varios medios para orar por el sínodo, entre los cuales una oración, impresa en el reverso de una estampa con la imagen de la Virgen de Zapopan, y seis formularios para la oración de los fieles en las celebraciones eucarísticas. 4. Lema: "Con la Fuerza del Evangelio". 5. Logotipo: Una imagen de Cristo circundado por rayos de luz en forma de engranaje, para indicar que su persona y la predicación del

Evangelio es luz que ilumina y fuerza que transforma la vida personal y social de nuestro pueblo. 6. Folleto Ilustrativo: Se elaboró un folleto para dar a conocer a los fieles la historia, la naturaleza y la finalidad de los sínodos diocesanos y también algunos datos de la situación actual de la diócesis. 7. Boletín informativo: A lo largo de la primera y segunda etapa se estuvo imprimiendo oportunamente un boletín titulado En Camino para informar sobre los pasos del sínodo. Se publicaron ocho números. 8. Temas: El Sr. Arzobispo aprobó 19 temas de estudio, todos bajo la perspectiva de la Nueva Evangelización, distribuidos en 4 núcleos: Agentes de pastoral. Estructuras diocesanas. Tareas pastorales fundamentales. Problemas prioritarios. Se integró un equipo de 22 expertos para la elaboración de los temas. Se determinó que cada tema se desarrollara en cuatro pasos: 1o. Situación de la realidad. 2o. Iluminación doctrinal. 3o. Evaluación, mediante preguntas para dar sugerencias. 4o. Propuestas, mediante preguntas para proponer medios concretos de acción.

SEGUNDA ETAPA: DE REALIZACION (Junio 1990-Junio 1992)

9- Terminados los preparativos indispensables se tuvo la Apertura del sínodo dentro de una solemne concelebración en el espacioso y acogedor templo de San Bernardo, el sábado 2 de Junio de 1992, víspera de Pentecostés. Con la apertura del sínodo se inició la segunda etapa de realización que se distribuyó en cuatro fases de tiempo correspondientes a los cuatro núcleos de temas. Una fase por semestre.

1. Estudio de los temas

10- Para cada fase de la etapa de realización se elaboró un folleto titulado Temario sinodal que contenía los temas del correspondiente núcleo. A lo largo de la etapa se elaboraron cuatro Temarios sinodales. En cada fase el trabajo sinodal comenzaba con el estudio de los temas, hecho por los destinatarios, quienes daban sus aportaciones y terminaba con una asamblea sinodal en que se hacía votación de proposiciones.

11- Los destinatarios de los temas se agruparon en varios niveles: -l Nivel de presbiterio: el estudio se hizo por decanatos. l Nivel de religiosos y religiosas: el estudio se hizo por congregaciones o por grupos organizados por la CIRM (Conferencia de institutos religiosos de México). l Nivel de institutos seculares: el estudio se hizo por instituto. l Nivel de laicos de movimientos y asociaciones: el estudio se hizo por agrupaciones.

12- En cada nivel de destinatarios se organizó un Equipo animador del sínodo, el cual una vez capacitado promovía el estudio de los temas en su nivel; hacía el vaciado de las aportaciones y las enviaba a la oficina diocesana del sínodo. Dicha oficina, una vez recibido el total de sugerencias y propuestas, hacía el vaciado y el orden de ellas; señalaba las más constantes y las entregaba a los respectivos relatores, para que las redactaran en forma de proposiciones que más fácilmente pudieran ser analizadas, discernidas y votadas en las asambleas sinodales.

13- Estudiaron los temas del sínodo y dieron sus aportaciones a lo largo de las cuatro fases de la etapa de realización un promedio de 32,000 personas, de las cuales 30,622 fueron laicos. Los estudiaron el 51% de los presbíteros de la diócesis; el 20% de los miembros de vida consagrada de institutos religiosos y seculares; el 63% de las comunidades parroquiales. Estos datos manifiestan una válida muestra representativa, de manera que podemos afirmar que hubo consenso diocesano en los trabajos del sínodo.

2. Asambleas Sinodales

14- Se celebraron cuatro asambleas sinodales. Una para cada núcleo de temas. Cada asamblea se desarrolló a lo largo de cinco días, de lunes a viernes, de 9:30 a.m. a 7:00 p.m., en el Seminario Menor. Primera Asamblea: Diciembre 3-7 de 1990. Segunda Asamblea: Octubre 21-25 de 1991. Tercera Asamblea: Enero 13-17 de 1992. Cuarta Asamblea: Junio 15-19 de 1992. Las asambleas sinodales fueron tiempos fuertes de fe eclesial. Tiempos centrales de comunión con el obispo. Tiempos decisivos para juntos buscar y proponer nuevos caminos de renovación en la vida de la diócesis.

15- El Señor Cardenal Posadas Ocampo convocó para participar en las asambleas sinodales a un total de 340 personas. Unas por Derecho: los cuatro obispos auxiliares, el vicario general y el vicario judicial; los señores canónigos, los miembros del consejo presbiteral, el rector del Seminario, los señores decanos. Otras personas por designación: un obispo auxiliar emérito, los vicarios de pastoral, los presbíteros elegidos en su decanato, los miembros elegidos de institutos religiosos y seculares, los miembros elegidos del seminario, los coordinadores y miembros elegidos de las comisiones diocesanas, los laicos invitados especiales para cada tema y los laicos de parroquia, dos por cada decanato. Esta fue la clasificación y número de los convocados: Obispos auxiliares: 5, Presbíteros: 152, Vida consagrada: 52, Religiosos: 15, Religiosas: 30, Miembros de Institutos Seculares: 7, Laicos, Dos por decanato: 62, De organismos diocesanos: 30, Invitados especiales: 20, Miembros de comisiones: 13 y Seminaristas: 6. Total de Convocados: 340.

16- Cada asamblea sinodal se iniciaba con la celebración de la Eucaristía. Después de la homilía se invocaba cantando la asistencia del Espíritu Santo y el Señor Arzobispo instituía la asamblea con esta fórmula: "Hoy, habiendo invocado al Espíritu Santo, como obispo de esta diócesis y con la autoridad que me confiere la Iglesia en los cánones 461, 462 y 463, instituyo la presente Asamblea sinodal. Busquemos juntos los caminos de Dios en nuestra diócesis. María Santísima nos acompañe". Durante las asambleas se tuvo la presencia de la venerada imagen de Nuestra Señora de Zapopan, Patrona de la Diócesis. Los relatores de los temas en las asambleas fueron los mismos autores que los habían elaborado antes para el estudio, en los diversos niveles de destinatarios. Cada núcleo de temas reelaborado para la asamblea se editó en un folleto titulado: Cuaderno de trabajo. Era el material para la correspondiente asamblea.

17- La función específica de los asambleístas fue discernir las proposiciones presentadas por el relator de cada tema: aprobándolas, rechazándolas, modificándolas, sugiriendo otras nuevas, mediante votaciones con valor meramente consultivo, ya que en último término solamente el obispo es quien debe aprobar y legislar en el Sínodo diocesano (CDC, 466). El procedimiento usado para reflexionar y discernir las proposiciones de cada tema en las

asambleas se llevó a cabo a través de seis pasos: 1) Relación del tema expuesto por el relator (35 minutos). 2) Lectura apreciativa de las proposiciones hecha individualmente por los asambleístas (35 mins.). 3) Plenario de intervenciones en el cual los asambleístas podían intervenir durante 3 minutos para aclarar proposiciones (75 mins.). 4) Discusión en grupos sobre la calificación que podría tener cada proposición: de aceptada, rechazada, modificada (90 mins.). 5) Votación individual por escrito y en silencio en una ficha apropiada (45 mins). 6) Vaciado de las fichas de votación para ver cuáles proposiciones habían obtenido mayoría de votos. Para medir la mayoría se siguió el criterio de mayoría absoluta, es decir, de la mitad más uno.

TERCERA ETAPA: DE CONCLUSION (Julio 1992-Diciembre 1995)

18- Las proposiciones votadas por mayoría absoluta en las cuatro asambleas sinodales fueron un total de 611, que se recopilaron, se ordenaron y se imprimieron en un folleto titulado: Fichero de proposiciones. La tercera etapa de conclusión comenzó con el envío del Fichero de proposiciones, durante el mes de Septiembre de 1992, a las agrupaciones de los distintos sectores de fieles de la diócesis para su información, y sobre todo para solicitarles una apreciación de las proposiciones, calificando cada una como: urgente, conveniente, no necesaria. Esto con el fin de preparar y ayudar al discernimiento final que debería hacer el Señor Arzobispo.

1. Discernimiento previo

19- Una vez que la oficina diocesana del sínodo recibió las apreciaciones solicitadas sobre las proposiciones del Fichero, hizo el vaciado anotando en cada una el porcentaje de quienes la calificaban de urgente, de conveniente, de no necesaria. Dicho material se entregó al Señor Cardenal Posadas Ocampo. Él a su vez, con la intención de tener un auxilio más completo en la tarea de discernir los resultados del sínodo, nombró en Marzo de 1993 una comisión para que hiciera un discernimiento previo de los temas y proposiciones. La comisión quedó integrada por 25 miembros: los 19 autores-relatores de los temas, más otros 6 miembros asesores.

20- La comisión para el discernimiento previo trabajó el primer núcleo temático sobre agentes de pastoral en Mayo de 1993, en vida del Cardenal Posadas Ocampo. Pero al morir cruentamente el día 24 del mismo mes, quedaron suspendidas las actividades sinodales (CDC 468, 2) durante un año con tres meses. Se reanudaron los trabajos del discernimiento previo a partir de Septiembre de 1994, ya bajo la guía del nuevo Arzobispo D. Juan Sandoval Iñiguez. El trabajo que la comisión hizo en cada tema fue: 1) Dar claridad, corregir y complementar los contenidos de la Iluminación. 2) Determinar los desafíos más significativos tomados de la situación de la realidad. 3) Clasificar las proposiciones del Fichero apreciadas como urgentes en: Criterios pastorales, Medios concretos de acción, Disposiciones (o normas). La comisión terminó su trabajo en Diciembre de 1994 y entregó los resultados al Sr. Arzobispo.

2. Discernimiento episcopal

21- El Emmo. Señor Cardenal D. Juan Sandoval Iñiguez, para hacer su discernimiento personal del sínodo (CDC, 466), quiso ayudarse de un equipo integrado por los obispos auxiliares: D. Adolfo Hernández Hurtado, D. J. Guadalupe Martín Rábago, D. Javier Navarro Rodríguez; por los presbíteros: Arturo Martín del Campo Medina, Ramiro Vázquez Sáinz, J. Jesús Garibay Briseño (vicario general), Antonio González Cornejo y Salvador López Rojas. Por un religioso: R.P. Rafael Salazar (MSpS.) y una religiosa: Hna. Elsa Margarita Santana (Carmelita). Por un laico: Ing. Francisco González Rojo. El trabajo de discernimiento episcopal se llevó a cabo durante los meses de Enero y Febrero de 1995.

3. Redacción Final

22- Los contenidos del sínodo, aprobados por el Sr. Cardenal, se tomaron para redactar el Documento conclusivo del sínodo. Él encomendó la redacción final a un equipo de sacerdotes: los PP. Salvador López Rojas, Arturo Martín del Campo Medina, Antonio González Cornejo y Ramiro Vázquez Sáinz. Terminado el borrador de la primera redacción del Documento sinodal, el Señor Cardenal lo revisó personalmente en el mes de Julio de 1995. Hizo nuevas correcciones y sugerencias. Le dio el título al Libro del Sínodo: Para la Nueva Evangelización. Añadió el tema de Vocaciones. Determinó que el contenido de cada tema se ordenara en cuatro pasos: 1) Iluminación. 2) Desafíos. 3) Líneas pastorales. (Aquí se incluyen los Criterios pastorales y los Medios concretos de acción). 4) Disposiciones.

23- Teniendo en cuenta estas nuevas indicaciones, se elaboró la redacción final: se dio orden definitivo a sus partes y numeración a los párrafos. En el mes de Octubre de 1995, el Señor Cardenal encomendó al P. Salvador López Rojas la tarea de cuidar la impresión del Documento conclusivo del II Sínodo de la Arquidiócesis de Guadalajara. Más detalles sobre la organización, dinámica y desarrollo del sínodo se encuentran en los instructivos contenidos en los Temarios sinodales y en los Cuadernos de trabajo.

Gracias Señor Dios, "Padre de las luces" (St 1, 17), porque en el recorrido sinodal de Enero 1989 a Diciembre 1995 nos has señalado nuevos caminos para juntos transformar "con la

fuerza del Evangelio" (EN, 19) la vida personal, familiar y social de nuestra Iglesia diocesana. Que María Santísima, nuestra dulce y santa Madre (oración por el sínodo), nos siga acompañando en la adecuada implementación de este providencial acontecimiento de Iglesia, y nos lleve a una entusiasta puesta en práctica de sus orientaciones; que Ella guíe

nuestros pasos de fe hacia la casa eterna del Padre.

Pbro. Arturo Martín del Campo Medina

Coordinador general del II Sínodo diocesano de Guadalajara-

SIGLAS

AA -Vaticano II, Decreto sobre el apostolado de los laicos Apostolicam actuositatem (1965).

AG -Vaticano II, Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia Ad gentes divinitus (1965). CA -Encíclica de Juan Pablo II en el centenario de la Rerum novarum Centesimus annus (1991). CD -Vaticano II, Decreto sobre el ministerio pastoral de los obispos en la Iglesia Christus Dominus (1965).

CDC -Código de Derecho Canónico (1983).

CIC -Catecismo de la Iglesia Católica (1992).

CL -Exhortación apostólica de Juan Pablo II sobre los fieles laicos Christifideles laici (1988). CT -Exhortación apostólica de Juan Pablo II sobre la catequesis en nuestro tiempo Catechesi tradendae (1979).

DCG -Congregación para el clero Directorio catequístico general (1972). DIR -Congregación para el clero Directorio para el ministerio y vida de los presbíteros (1994). DM -II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano Documento de Medellín (1968). DP -III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano Documento de Puebla (1979). DR -I Conferencia General del Episcopado Latinoamericano Documento de Río (1955). DV -Vaticano II, Constitución dogmática sobre la divina Revelación Dei Verbum (1965). EI -Congregación para el clero, Directorio para el ministerio pastoral de los obispos Eccelesiae imago (1973).

EN -Exhortación apostólica de Pablo VI sobre la evangelización en el mundo contemporáneo Evangelii nuntiandi (1975).

ET -Exhortación apostólica de Pablo VI sobre la vida consagrada Evangelica testificatio (1971). EV -Encíclica de Juan Pablo II sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana Evangelium vitae (1995).

EnV -Enchiridion vaticanum, a partir de 1966 y hasta 1988, 12 tomos. Edizioni Dhoniane, Bologna. FC -Exhortación apostólica de Juan Pablo II sobre las tareas de la familia cristiana en el mundo de hoy Familiaris consortio (1981).

GE -Vaticano II, Declaración sobre la educación cristiana Gravissimum educationis momentum (1965).

GS -Vaticano II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo de hoy Gaudium et Spes (1965).

HV -Encíclica de Pablo VI sobre la transmisión responsable de la vida humana Humanae vitae (1968).

IM -Vaticano II, Decreto sobre los medios de comunicación social Inter mirifica (1963). LC -Congregación de la doctrina de la fe Libertatis conscientia (1986). LE -Encíclica de Juan Pablo II sobre el trabajo humano Laborem exercens (1981). LG -Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium (1964). MG- Migne Griego, Patrología griega.

ML -Migne Latino, Patrología latina.

MR -Congregación para los religiosos e institutos seculares, Nota directiva sobre las relaciones entre obispos y religiosos Mutuae relationes (1978).

NA -Vaticano II, Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas Nostra aetate (1965).

NB -Comisión episcopal de seminarios y vocaciones Normas básicas para la formación sacerdotal en México (1986).

OA -Carta apostólica de Pablo VI sobre la doctrina social Octogesima adveniens (1971).

OR -Osservatore Romano.

OT -Vaticano II, Decreto sobre la formación de los sacerdotes Optatam totius (1964). PC -Vaticano II, Decreto sobre la renovación y adaptación de la vida religiosa Perfectae caritatis (1965).

PDV -Exhortación apostólica de Juan Pablo II sobre la vida y ministerio de los presbíteros Pastores dabo vobis (1992).

PO -Vaticano II, Decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros Presbyterorum ordinis (1965).

PP -Encíclica de Pablo VI sobre el desarrollo de los pueblos Populorum progressio (1967).

PT -Encílica de Juan XXIII sobre la paz en el mundo Pacem in terris (1963).

RFIS -Congregación para la educación católica Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis (1985).

RH -Encíclica de Juan Pablo II sobre el Redentor del Hombre Redemptor hominis (1979). RM -Encíclica de Juan Pablo II sobre la Madre del Redentor Redemptoris Mater (1987). SC -Vaticano II, Constitución sobre la sagrada liturgia Sacrosanctum Concilium (1963). SD -III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano Documento de Santo Domingo (1992).

SRS -Encíclica de Juan Pablo II sobre la cuestión social Sollicitudo rei socialis (1987). TMA -Carta apostólica de Juan Pablo II como preparación al año 2000 Tertio millennio adveniente (1994).

UR -Vaticano II, Decreto sobre el ecumenismo Unitatis redintegratio (1964). UUS -Encíclica de Juan Pablo II sobre el desempeño ecuménico Ut unum sint (1995). VQA -Carta apostólica de Juan Pablo II a los veinte años de la liturgia renovada Vicessimus quintus annus (1985).

VS -Encíclica de Juan Pablo II sobre algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral Veritatis splendor (1993).