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La Semana Santa Arquidiosesis de Corrientes 01 Los cristianos, como todos los hombres, vivimos inmersos en el tiempo y lo medimos con diversos calendarios (calendario laboral, calendario escolar,…). De la misma manera, en la Iglesia existe un calendario durante todo el año que incluye épocas determinadas llamadas tiempos litúrgicos. Esto es así porque necesitamos ordenar nuestras vivencias de los misterios que integran nuestra fe, y esos mismos misterios, a su vez, se fueron manifestando y desplegando a lo largo del tiempo. Aparecen así las fiestas significativas: la Navidad, la Pascua, la fiesta patronal de una parroquia,… Particular significado adquieren los días en que toda la cristiandad recuerda y celebra los últimos días de Jesús de Nazareth y simultáneamente el acontecimiento que nutre la fe de un modo decisivo: la Resurrección de Cristo, su triunfo definitivo sobre la muerte. Lo que los hombres consideramos como realidades centrales o más importantes de la vida, solemos rodearlo de palabras, actitudes y comportamientos de respeto, veneración, difusión y amor especiales. Los cristianos sabemos que Cristo es el centro de l a historia, y la Pascua es el centro de la vida de Cristo. Y es así, porque nada hay tan importante como aquel acontecimiento por el que Cristo, a través de su pasión-muerte-resurrección, «pasó» (de ahí el nombre hebreo Pascha = Phase = paso), e hizo «pasar» con él al hombre y a la creación entera de la muerte a la vida, de lo viejo a lo nuevo, de las tinieblas a la luz, del dominio del pecado al de la gracia, de la enemistad a la amistad... abriendo un sentido de vida y un horizonte de esperanza insospechados. Ahora bien, la Pascua de Cristo ha venido a ser la Pascua permanente de la Iglesia que, por medio del culto y a través del año litúrgico, sobre todo el «día del Señor» o domingo y en la festividad anual de la pascua, renueva y actualiza aquel acontecimiento salvador (Sacrosantum Concilium n.° 18). La Pascua hoy para nosotros es el misterio cultual de la obra de la salvación de Dios, por Cristo, en el Espíritu, y a través de la mediación de la Iglesia ( O. Casel). Si esto es así, es lógico que los cristianos deseemos rodear este acontecimiento celebrativo de veneración y amor, de sinceridad y emoción, de palabra y rito, de buen conocimiento y sentido de participación. La celebración de lo importante polariza y recentra lo cotidiano. Por eso, a lo largo de toda la historia este momento pascual fue precedido de un largo tiempo de preparación (Cuaresma, camino hacia la Pascua), y continuado con una prolongada fiesta o «gran domingo» pascual (tiempo de Pascua hasta Pentecostés). El desafío es descubrir a través de las celebraciones litúrgicas de la Semana Santa las claves que nos permitan encontrar lo que hoy Dios quiere sugerirnos para nuestra fe y para nuestra vida. Días Especiales SEMANA SANTA La Semana Santa no es estrictamente un tiempo litúrgico. Ella se inicia el domingo que se llama “de la Pasión del Señor o de Ramos”, que está situado dentro del tiempo litúrgico de la Cuaresma. La Cuaresma se extiende desde el llamado Miércoles de Cenizas hasta el Jueves por la tarde. El Jueves Santo por la tarde comienzan en la Iglesia las celebraciones que despliegan el acontecimiento de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Desde el punto de vista de la fe es un acontecimiento. Pero la liturgia despliega en el tiempo los distintos aspectos que vertebran y hacen a ese acontecimiento. El conjunto resultante se denomina Sacro Triduo Pascual (Misa de la Cena del Señor del Jueves por la tarde, la acción litúrgica de la Pasión del Señor del Viernes Santo, la Solemne Vigilia Pascual durante la noche del sábado al domingo). Concluye la Semana Mayor de la cristiandad con la mencionada Vigilia, que es inicio del domingo de Pascua. Este del domingo, da comienzo a un nuevo tiempo litúrgico: el tiempo de la Cincuentena Pascual. La Semana Santo, por lo tanto, es una semana no unitaria en su contenido. El Domingo de Pascua es el domingo posterior a la luna llena que sigue al equinoccio de primavera en el hemisferio norte, es decir, el 21 de marzo. La fijación de este día, tiene un origen muy antiguo, previo a la significación religiosa que le dio el pueblo judío. La base de esta fiesta reside en una combinación del comportamiento de la naturaleza y el modo de contar los años los antiguos: el año comenzaba antiguamente en primavera, cuando todo renacía y el mes primero se iniciaba con la luna llena. Ese mes, que hoy serían días pertenecientes a nuestros marzos y abril, se llamaba Nisán entre los hebreos; el día catorce, coincidente con la luna llena, era el día de la fiesta de la Pascua, vinculada al comienzo del año natural. Según la Biblia, es en esa fecha que ocurrieron los episodios que posteriormente los judíos lo actualizaron ritualmente: el paso del pueblo a través del Mar Rojo, liberándolos de la esclavitud de Egipto. Los acontecimientos que los cristianos celebramos en Semana Santa ocurrieron cuando los judíos celebraban esa Pascua. Así se dio la superposición entre la antigua pascua judía y la cristiana. A partir del siglo III de nuestra era se universalizó la celebración pascual cristiana, pasándose a celebrar en todas partes no ya el día catorce del “primer mes del año”, sino en el domingo posterior a ese día catorce (coincidente con la primer luna llena después del 21 de marzo). Si la primer luna llena posterior al 21 de marzo cae en día domingo, la Pascua se celebra el domingo siguiente. ¿Cómo se fija el día de Pascua?

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La Semana Santa Arquidiosesis de Corrientes01

Los cristianos, como todos los hombres, vivimos inmersos en el tiempo y lo medimos con diversos calendarios (calendario laboral, calendario escolar,…). De la misma manera, en la Iglesia existe un calendario durante todo el año que incluye épocas determinadas llamadas tiempos litúrgicos. Esto es así porque necesitamos ordenar nuestras vivencias de los misterios que integran nuestra fe, y esos mismos misterios, a su vez, se fueron manifestando y desplegando a lo largo del tiempo. Aparecen así las fiestas significativas: la Navidad, la Pascua, la fiesta patronal de una parroquia,…

Particular significado adquieren los días en que toda la cristiandad recuerda y celebra los últimos días de Jesús de Nazareth y simultáneamente el acontecimiento que nutre la fe de un modo decisivo: la Resurrección de Cristo, su triunfo definitivo sobre la muerte. Lo que los hombres consideramos como realidades centrales o más importantes de la vida, solemos rodearlo de palabras, actitudes y comportamientos de respeto, veneración, difusión y amor especiales. Los cristianos sabemos que Cristo es el centro de l a historia, y la Pascua es el centro de la vida de Cristo. Y es así, porque nada hay tan importante como aquel acontecimiento por el que Cristo, a través de su pasión-muerte-resurrección, «pasó» (de ahí el nombre hebreo Pascha = Phase = paso), e hizo «pasar» con él al hombre y a la creación entera de la muerte a la vida, de lo viejo a lo nuevo, de las tinieblas a la luz, del dominio del pecado al de la gracia, de la enemistad a la amistad... abriendo un sentido de vida y un horizonte de esperanza insospechados.

Ahora bien, la Pascua de Cristo ha venido a ser la Pascua permanente de la Iglesia que, por medio del culto y a través del año litúrgico, sobre todo el «día del Señor» o domingo y en la festividad anual de la pascua, renueva y actualiza aquel acontecimiento salvador (Sacrosantum Concilium n.° 18). La Pascua hoy para nosotros es el misterio cultual de la obra de la salvación de Dios, por Cristo, en el Espíritu, y a través de la mediación de la Iglesia ( O. Casel). Si esto es así, es lógico que los cristianos deseemos rodear este acontecimiento celebrativo de veneración y amor, de sinceridad y emoción, de palabra y rito, de buen conocimiento y sentido de participación. La celebración de lo importante polariza y recentra lo cotidiano. Por eso, a lo largo de toda la historia este momento pascual fue precedido de un largo tiempo de preparación (Cuaresma, camino hacia la Pascua), y continuado con una prolongada fiesta o «gran domingo» pascual (tiempo de Pascua hasta Pentecostés).

El desafío es descubrir a través de las celebraciones litúrgicas de la Semana Santa las claves que nos permitan encontrar lo que hoy Dios quiere sugerirnos para nuestra fe y para nuestra vida.

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SEMANA SANTA

La Semana Santa no es estrictamente un t i empo litúrgico. Ella se inicia el domingo que se llama “de la Pasión del Señor o de Ramos”, que está situado dentro del tiempo litúrgico de la Cuaresma. La Cuaresma se extiende desde el llamado Miércoles de Cenizas hasta el Jueves por la tarde.

El Jueves Santo por la tarde comienzan en la Iglesia las celebraciones que despliegan el acontecimiento de la P a s i ó n , M u e r t e y Resurrección de Jesús. Desde el punto de vista de la fe es un acontecimiento. Pero la liturgia despliega en el tiempo los d i s t in tos aspectos que vertebran y hacen a ese acontecimiento. El conjunto resultante se denomina Sacro Triduo Pascual (Misa de la Cena del Señor del Jueves por la tarde, la acción litúrgica de la Pasión del Señor del Viernes Santo, la Solemne Vigilia Pascual durante la n o c h e d e l s á b a d o a l domingo) . Concluye la S e m a n a M a y o r d e l a cristiandad con la mencionada Vigilia, que es inicio del domingo de Pascua. Este del domingo, da comienzo a un nuevo tiempo litúrgico: el tiempo de la Cincuentena Pascual.La Semana Santo, por lo tanto, es una semana no unitaria en su contenido.

El Domingo de Pascua es el domingo posterior a la luna llena que sigue al equinoccio de primavera en el hemisferio norte, es decir, el 21 de marzo. La fijación de este día, tiene un origen muy antiguo, previo a la significación religiosa que le dio el pueblo judío. La base de esta fiesta reside en una combinación del comportamiento de la naturaleza y el modo de contar los años los antiguos: el año comenzaba antiguamente en primavera, cuando todo renacía y el mes primero se iniciaba con la luna llena. Ese mes, que hoy serían días pertenecientes a nuestros marzos y abril, se llamaba Nisán entre los hebreos; el día catorce, coincidente con la luna llena, era el día de la fiesta de la Pascua, vinculada al comienzo del año natural. Según la Biblia, es en esa fecha que ocurrieron los episodios que posteriormente los judíos lo actualizaron ritualmente: el paso del pueblo a través del Mar Rojo, liberándolos de la esclavitud de Egipto. Los acontecimientos que los cristianos celebramos en Semana Santa ocurrieron cuando los judíos celebraban esa Pascua. Así se dio la superposición entre la antigua pascua judía y la cristiana. A partir del siglo III de nuestra era se universalizó la celebración pascual cristiana, pasándose a celebrar en todas partes no ya el día catorce del “primer mes del año”, sino en el domingo posterior a ese día catorce (coincidente con la primer luna llena después del 21 de marzo).

Si la primer luna llena posterior al 21 de marzo cae en día domingo, la Pascua se celebra el domingo siguiente.

¿Cómo se fija el día de Pascua?

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o de la pasión del Señor

El domingo de la Pasión -más conocido como domingo de Ramos- inaugura la Semana Santa. En este día la Iglesia celebra la entrada de Cristo en Jerusalén para realizar su misterio pascual. Los cuatro evangelistas relatan este acontecimiento y subrayan su importancia. Jesús es presentado como el Rey-Mesías, que entra y toma posesión de su ciudad. Pero no entra como un rey guerrero que avanza con su gran ejército, sino como un Mesías humilde y manso, cumpliendo así la profecía de Zacarías (9,9): "He aquí que tu rey viene a ti; él es justo y victorioso, humilde y. montado en un asno".Este día es un resumen anticipado del Triduo Pascual (jueves-viernes-sábado). Con el Domingo de Ramos los cristianos entramos en un clima pascual: el misterio del Dios Amor se hace celebración.Ciertas estadísticas señalan que en nuestro país, este es el domingo que mayor cantidad de

gente se acerca a la Iglesia (más aún que en Pascua y Navidad). De allí que este día adquiera una fuerza particular y que los cristianos nos sintamos más que nunca verdadera Iglesia peregrina en torno al Señor.Sintéticamente, la celebración tiene tres momentos determinables:

?La bendición de ramos y el anuncio de la entrada de Jesús en Jerusalén.?La procesión que recrea y actualiza esa entrada.

La celebración de la Misa con la imponente proclamación de la Pasión.

Un Poco de HistoriaEn Roma para el siglo IV se la bendición de ramos y de la Muerte y que una y otra de sus partes

le llamaba a este día "Domingo de la procesión. se relacionan y se enriquecen Pasión" y en él se proclamaba Tras el concilio de Trento se mutuamente: no hay domingo de solemnemente la Pasión del Señor, quiso que en toda la Iglesia Latina se ramos sin procesión y sin lectura haciendo ver que la cruz es el camino celebrara de la misma manera este solemne de la Pasión en una misma de la resurrección, sólo hasta el siglo Eucaristía.XI, luego comenzó la costumbre de El Papa Juan Pablo II ha la procesión. querido darle un sentido más a esta

celebración lanzando el reto a los jóvenes a participar en esta ceremonia celebrando la Jornada Mundial de la Juventud. La intención de este hecho es invitarlos, a dejar

domingo y entonces se juntó lo que se hacía en Jerusalén (procesión de Ramos) con lo que se realizaba en

La primera noticia de esta Roma (celebración de la pasión), procesión de palmas la facilita Egeria como si fueran cosas distintas, ya que (384), surgió en la Iglesia de cada una se celebraba con Jerusalén que celebraba el misterio ornamentos de distinto color y con de Cristo historizándolo. La oraciones iniciales y finales propias. entrar a Cristo en su vida y que comunidad la revivía dramatizando Con las reformas que hizo el proclamen su presencia y soberanía la escena evangélica que se leía al Papa Paulo VI a la Semana Santa, sobre el mundo con su testimonio. principio, caminando después el después del Concilio Vaticano II, se Este año 2009, el lema propuesto es: recorrido hecho por Cristo. unificó la celebración con oraciones «Hemos puesto nuestra esperanza en el

En Egipto la cruz era y ornamentos comunes haciendo ver Dios vivo» (1 Timoteo 4,10)cargada triunfalmente, en Francia y mas claramente que en ella se vive el en España en el siglo VII se habla de único Misterio Pascual de Vida y

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La celebración pero lo importante no es considerarlo central de este Domingo ha como un objeto sagrado que puede ayudarme de ser un lugar distinto del en momentos malos sino como un signo que templo principal, y en lo nos recuerda que “yo aclamé en público a Jesús posible, al aire libre. Así se como Rey, que me declaré seguidor de Jesús, su marca simbólicamente y se discípulo, y lo acompañaré hasta su destino de recrea, en el tener que ir al Cruz”Templo para la celebración de A continuación sugerimos la la Misa, la entrada que Jesús siguiente oración con ese ramo que nos hizo en Jerusalén. recuerda la realeza de Jesús sobre nuestra

Una vez creado el vida y la de nuestros seres queridos:clima necesario y después del “Bendice Señor nuestro hogar.saludo del sacerdote que inicia Que tu Hijo Jesús y la Virgen la celebración, aparece el signo María reinen en él.popular del ramo de olivo (o de Por tu intercesión danos paz, amor y otra planta) que expresa este respeto,primer momento de la para que respetándonos y amándonoscelebración litúrgica. Este los sepamos honrar en nuestra vida ramo verde y fresco se bendice familiar,en este momento porque se Sé tú, el Rey en nuestro hogar.quiere hacer el acompañamiento y Amén”.aclamación de Jesús.

Existe la costumbre de llevar a casa el ramo bendito,

Todo comienza lejos del Templo…

La entrada del Señor Jesús en Jerusalén, se debe conmemorar con una procesión, en la cual los cristianos celebran dicho acontecimiento, imitando tanto las aclamaciones como los gestos que hicieron los niños hebreos cuando salieron al encuentro del Señor. Los fieles que participan en esta procesión, deben llevar en las manos ramos de palma, o de olivos preferentemente, y no de cualquier árbol, y durante la misma entonar cantos apropiados a Cristo Rey. Los sacerdotes y los ministros, llevando también ramos, deben preceder en el orden de la procesión al pueblo.

Pastoralmente la celebración de la entrada de Jesús tiene un gran sentido teológico: Jesús se dirige a la ciudad santa y entra en ella triunfalmente, pero para consumar su Pascua de muerte y resurrección.

Es necesario insistir en el sentido fundamental de la procesión, se trata de celebrar la entrada mesiánica del Señor en su triunfo pascual a través de la muerte, por lo tanto no tiene simplemente la finalidad de recordar un hecho histórico del pasado, sino de hacer una solemne profesión de fe, que la cruz y la muerte de Cristo son en definitiva una victoria. El color rojo de las vestiduras del sacerdote en este día, indican la muerte del mártir y su victoria.

Después de una invitación a imitar a la multitud que aclamó a Jesús, el pueblo congregado con sus ramos en las manos, avanza procesionalmente rodeando a quien preside la celebración, símbolo de Jesucristo. El rumbo es el templo en el cual tendrá lugar la liturgia de la Palabra y la liturgia de la Eucaristía. Este caminar tiene un sentido fuerte y vital pues representa nuestro caminar por la vida. Muchas veces se usa esta imagen para describir nuestra existencia: la caminata o la peregrinación. Los cristianos, siguiendo esta imagen, nos distinguimos de los vagabundos y de los errantes que ignoran su destino, los cristianos somos peregrinos, tenemos un rumbo: ese Jesús, que viene en nombre del Señor del Universo, nos ha marcado el camino.

“Nuestra Iglesia particular se caracteriza por ser un pueblo peregrino. Llevamos en nosotros un deseo muy hondo de caminar hacia la “tierra sin mal”, que ya contemplamos realizada en María de Itatí. Por eso, participar en una procesión o peregrinar al Santuario de la Virgen, renueva profundamente nuestro espíritu. Peregrinamos con motivo de nuestras fiestas patronales, aniversarios familiares y para cumplir nuestras promesas. Nos sentimos felices de poder caminar en compañía de tantos hermanos, sintiéndonos desbordados de alabanza, de gratitud y de súplica. La peregrinación nos acerca más a Dios, a la Virgen, a los Santos; nos incluye a todos, nos hace sentir un pueblo de hermanos y hermanas, y nos compromete a construir un mundo cada vez más humano.” (STANOVNIK, Andrés. Carta Pastoral para el 3er Año del Trienio, 2009)

El caminar y la puerta

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También conviene recordar que la bendición de los ramos, es secundaria con relación a la procesión. Lo que se pretende en este día es aclamar a Cristo en su camino pascual. Al bendecir los ramos no se pretende dar a los fieles unos “objetos benditos” que guardar, sino aclamar con ello a Cristo. Esta prohibido limitarse solo a la bendición de los ramos sin procesión.

Llevar en procesión los ramos, aclamar festivamente al Señor, salir a su encuentro, cantar el Hosanna al Mesías que viene como rey humilde y manso (Zac. 9,9; Sal 117, 19 ss.) significa participar en el misterio de su pasión y gloria. El olivo en la Biblia aparece como símbolo de paz y alianza (Gn. 8,11; Jc. 9,8). Como ya habíamos anticipado, para muchos fieles, los ramos significan algo cercano al amuleto, al fetiche, al objeto sacro que protege de todo mal. Sin embargo llevarlos a casa es símbolo de una opción de fe que ha sido renovada, de un compromiso asumido frente a Dios y a la comunidad: hacer presente los valores del Reino en nuestros ambientes, en nuestras familias, en nuestro país.

Al llegar al Templo, símbolo y figura de la ciudad de Jerusalén, la procesión puede detenerse un instante ante las puertas cerradas: entonces se abren, puede cantarse el salmo 24 (23) cuya antífona exclama: “Ábranse, puertas eternas, para que entre el Rey de la Gloria”. Y todos ingresan procesionalmente al templo. Este instante de la celebración es importante porque nos recuerda que Cristo nos abrió la puerta del cielo y la eternidad, y a su vez marca que si bien la liturgia hunde sus raíces en el “hoy” de nuestras vidas, ella también ritualiza el encuentro definitivo con Dios, la comunión final de todos los creyentes.

Luego del ingreso al Templo, la celebración continúa con la “Oración Colecta”. A través de los textos de la Sagrada Escritura nos introducimos en el misterio de la muerte del Señor: uno de los Cantos denominados del Siervo Sufriente, que pertenecen al libro de Isaías, nos ayudan a entender los sentimientos del Señor en su trance final. El salmo se hace eco de esos sentimientos. Y San pablo nos deja un himno que plasma el asombroso gesto de Dios de hacerse uno de tantos, de someterse a la muerte en cruz, y así de ser exaltado en la Gloria.

El relato de la Pasión de San Marcos hace una descripción cruda que deja ver la progresiva soledad de Jesús sin disimular el pecado humano y las correspondientes responsabilidades de todos los que integran la trama que lleva al Señor a la muerte.

Es aconsejable que se mantenga la tradición en el modo de cantarla o leer el relato de la Pasión, es decir, que sean tres las personas que hagan las veces de Cristo, del cronista y del sanedrín. La Pasión ha de ser proclamada por diáconos o presbíteros, o, en su defecto, por lectores, en cuyo caso la parte correspondiente a Cristo se reserva al sacerdote. Para la proclamación de la Pasión no se llevan ni luces, ni incienso, ni se hace al principio saludo al pueblo como de ordinario para el Evangelio, ni se signa el libro. Tan sólo los diáconos piden la bendición al sacerdote. Para el bien espiritual de los fieles, conviene que se lea por entero la narración de la Pasión y que no se omitan las lecturas que la preceden. Terminada la lectura de la Pasión, no se omita la homilía.

El relato dramático de la Pasión no es el punto culminante de este día: la pasión y muerte de Jesús adquieren un pleno sentido en la Resurrección. Y la Iglesia celebra ese conjunto –Misterio Pascual- en la Eucaristía. Por eso la Misa continúa. Y todo lo que sigue a la liturgia de la Palabra es la acción por excelencia de Dios Amor.

El Domingo de Ramos, como todos los domingos del año, celebra el hecho de la Resurrección del Señor, su victoria pascual. Las características propias de este domingo, pueden ayudar, en realidad, a descubrir el sentido que tiene siempre cada domingo del año. En particular la procesión, que es como una aclamación ante la victoria del Señor, que celebramos cada domingo. La victoria celebrada, es completamente interior, es la que se obtiene sobre el pecado, la que se cumple por el amor y asegura la salvación eterna: es la victoria definitiva . El símbolo del ramo alcanza así la plenitud de su sentido.

La pasión y la muerte del Señor…