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    Jacques Lacan

    Seminario 61958-1959

    EL DESEO Y SU INTERPRETACIN

    (Versin Crtica)

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    Mircoles 20 de MAYO de 19591

    1Para los criterios que rigieron la confeccin de la presente Versin Crtica, con-sultar nuestro Prefacio: Sobre una Versin Crticadel Seminario 6 de JacquesLacan,Le dsir et son interprtation, y nuestra traduccin. Para las abreviaturasque remiten a los diferentes textos-fuente de esta Versin Crtica, vase, al finalde esta clase, nuestra nota sobre las FUENTES PARA EL ESTABLECIMIENTO DELTEXTO, TRADUCCIN Y NOTAS DE ESTA 21 SESIN DEL SEMINARIO.

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    fundacin de la primera relacin con el Otro, con la madre, como dan-do al Otro laprimera forma de la omnipotencia.

    Pero, como les he dicho, es al considerar lo que sucede en el ni-vel de la demanda que vamos a perseguir el proceso de la generacinlgica que se produce a partir de esta demanda. De suerte que lo queyo haba expresado el otro da bajo la forma que haca intervenir alOtro comosujeto real ya no s si es bajo esta forma o bajo otra quehaba escrito en el pizarrn esto, que la demanda aqu toma otro alcan-ce, que ella se vuelve demanda de amor, que en tanto que es demandade satisfaccin de una necesidad est revestida a ese nivel de un signo,de una barra que cambia esencialmente su alcance.

    Poco importa que yo haya empleado esas letras o no son pre-cisamente stas que he utilizado puesto que esto es muy precisa-mente lo que puede engendrar toda una suerte de abanico que es el delas experiencias reales del sujeto, en tanto que van a inscribirse encierto nmero de respuestas que son gratificantes o frustrantes, y queson evidentemente muy esenciales para que all se inscriba cierta mo-dulacin de su historia.

    Pero no es esto lo que es perseguido en el anlisis sincrnico, elanlisis formal que es el que seguimos ahora. Es en la medida en que

    en el estadio ulterior a aquel de la posicin del Otro como Otro realque responde a la demanda el sujeto lo interroga como sujeto, esdecir donde l mismo se aparece como sujeto en tanto que es sujeto

    para el Otro, es en esa relacin de primera etapa donde el sujeto seconstituye por relacin al sujeto que habla, se sita en la estrategiafundamental que se instaura desde que aparece la dimensin del len-guaje, y que no comienza ms que con esta dimensin del lenguaje, esen tanto que habindose estructurado el Otro en el lenguaje, por este

    hecho se vuelve sujeto posible de una tragedia por relacin a la cual el

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    sujeto mismo puede constituirse como sujeto reconocido en el Otrocomo sujeto para un sujeto. No puede haber otro sujeto ms que un su-

    jeto para un sujeto, y por otra parte el sujeto primero no puede insti-tuirse como tal ms que como sujeto que habla, ms que como sujetode la palabra. Por lo tanto es en tanto que el Otro mismo est marcado

    por las necesidades del lenguaje, que el Otro se instaura no como Otroreal, sino como Otro, como lugar de la articulacin de la palabra, quese constituye la primera posicin posible de un sujeto como tal, de unsujeto que puede aprehenderse como sujeto, que se aprehende comosujeto en el Otro, en tanto que el Otro piensa en l como sujeto.

    Ustedes ven, se los hice observar la ltima vez, no hay nada

    ms concreto que esto. Esto no es de ningn modo una etapa de la me-ditacin filosfica, es algo primitivo que se establece en la relacin deconfianza. En qu medida, y hasta qu punto puedo contar con elOtro? Qu es lo que hay de fiable en los comportamientos del Otro?Qu consecuencia puedo esperar de lo que ya ha sido prometido porl? Ah est precisamente aquello sobre lo cual uno de los conflictosms primitivos el ms primitivo sin duda desde el punto de vistaque nos interesa de la relacin del nio con el Otro, es algo alrede-dor de lo cual vemos girar la instauracin y la base misma de los prin-

    cipios de su historia, y tambin que esto se repite en el nivel ms pro-fundo de su destino, de lo que comanda la modulacin inconsciente desus comportamientos. Est en otra parte que en una pura y simplefrustracin o gratificacin.

    Es en la medida en que puede fundarse sobre algn Otro que,ustedes lo saben, se instituye lo que encontramos en el anlisis, inclu-so en la experiencia ms cotidiana del anlisis, lo que encontramos dems radical en la modulacin inconsciente del paciente, neurtico o

    no.

    Es por lo tanto en tanto que ante el Otro, como sujeto de la pala-bra, en tanto que sta se articula primordialmente, es por relacin a eseOtro que el sujeto mismo se constituye como sujeto que habla. No, deningn modo, como sujeto primitivo del conocimiento, tampoco el su-

    jeto de los filsofos, sino el sujeto en tanto que se plantea como mira-do por el Otro, como pudiendo responderle en nombre de una tragediacomn, como sujeto que puede interpretar todo lo que el Otro articula,designa de su intencin ms profunda, de su buena o de su mala fe.

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    era/estaba, ah donde Eso habla. Donde Eso habla, es decir donde enel instante anterior algo estaba que es el deseo inconsciente, ah yo de-

    bo designarme, ah Yo {Je} debo ser, ese Yo {Je} que es la meta, elfin, el trmino del anlisis antes de que se nombre, antes de que se for-me, antes de que se articule, si es que lo haga alguna vez, pues tam-

    bin en la frmula freudiana, ese soll Ich werden, ese debe ser, esedebo Yo devenir, es el sujeto de un devenir, de un deber que les es

    propuesto.

    Debemos reconquistar ese campo perdido del ser del sujeto, co-mo dice Freud en la misma frase, por medio de una linda compara-cin, como la reconquista de Holanda sobre el Zuiderzee, de tierras

    ofrecidas a una conquista pacfica.5Este campo del inconsciente sobreel cual debemos ganar en la realizacin de la Gran Obra analtica, es

    precisamente de eso que se trata. Pero antes de que esto sea hecho,Ah donde Eso era/estaba, qu es lo que nos designa el lugar de eseYo {Je} que debe aparecer? Lo que nos lo designa, es el ndice dequ? Muy exactamente de aquello de lo que se trata, del deseo, del de-seo en tanto que es funcin y trmino de aquello de lo que se trata enel inconsciente.

    Y el deseo est aqu sostenido por la oposicin, la coexistenciade los dos trminos que son aqu el !, el sujeto en tanto que justamen-te en este lmite l se pierde, que ah el inconsciente comienza loque quiere decir que no hay pura y simplemente privacin de algo quese llamara conciencia, es que otra dimensin comienza donde no le esms posible saber, donde no es ms [que ese a]6.

    Aqu se detiene toda posibilidad de nombrarse. Pero en estepunto de detencin est tambin el ndice, el ndice que es aportado,

    5 Sigmund FREUD, Nuevas conferencias de introduccin al psicoanlisis (1933[1932], 31 conferencia. La descomposicin de la personalidad psquica, en ObrasCompletas, Volumen 22, Buenos Aires, 1978. Cf. p. 74.

    6Lo entre corchetes [que ce a] es propuesta de AFIante un trmino ms que du-doso. As, en la dactilografa que tenemos como versin JLla palabra que aparecees *consciencia* (sic), a la que una mano annima aadi en forma manuscrita: 1)un signo de interrogacin al final del prrafo; 2) una ebajo la afinal de la palabraconscienciacomo para restituir el trmino francs: conscience; 3) y encima de lamisma la palabra quotient(cociente) y la letra a.

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    que es la funcin mayor, cualesquiera que sean las apariencias de loque, en ese momento, est sostenido ante l como el objeto que lo fas-cina, pero que es tambin el que lo retiene ante la anulacin pura ysimple, la sncopa de su existencia. Y es esto lo que constituye la es-tructurade lo que llamamos el fantasma.

    Es en esto que hoy vamos a detenernos. Vamos a ver lo quecomporta como generalidad de aplicacin esta frmula del fantasma.Tambin vamos a tomarlo, puesto que hemos dicho la ltima vez queera en su funcin sincrnica, es decir por el lugar que l ocupa en estareferencia del sujeto a s mismo, del sujeto a lo que l es en el niveldel inconsciente cuando no dir que se interroga sobre lo que es

    cuando es en suma llevado por la pregunta sobre lo que es. Lo que esla definicin de la neurosis.

    Detengmonos primero en las propiedades formales, tales comola experiencia analtica nos permite reconocerlas, de este objeto aentanto que interviene en la estructura del fantasma.

    El sujeto, decimos, est al borde de esta nominacin desfalle-ciente que es el rol estructural de lo que es apuntado en el momento

    del deseo. Y est en el punto donde sufre, si puedo decir, al mximo,en un punto de apogeo, lo que se puede llamar la virulencia del logos,en tanto que se encuentra con el punto supremo del efecto alienante desu implicacin en el logos.

    Esta captura del hombre en la combinatoria fundamental que dala caracterstica esencial del logos, es una cuestin que otros que yotienen que resolver, saber lo que ella puede querer decir. Quiero decir,lo que quiere decir que el hombre sea necesario para esta accin del

    logos en el mundo. Pero aqu lo que nosotros tenemos que ver, es loque resulta de ello para el hombre, y cmo el hombre le hace frente,cmo lo sostiene.

    La primera frmula que puede ocurrrsenos, es que es precisoque lo sostenga realmente, que lo sostenga de su real, de l en tantoque real, es decir tambin de lo que le queda siempre ms misterioso.

    Un rodeo aqu no sera aqu mal recibido. Es tratar de aprehen-der para nosotros es sobre esto adems que algunos de ustedes se

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    interrogan desde hace mucho tiempo lo que puede finalmente, enltimo trmino, querer decir este empleo que hacemos aqu del trmi-no de real, en tanto que lo oponemos a losimblicoy a lo imaginario.

    Hay que decir que si el psicoanlisis, si la experiencia freudianallega en su momento, en nuestra poca, no es ciertamente indiferenteconstatar que esto es en tanto que puede llegar para nosotros, con lamayor resistencia, lo que yo podra llamar sea la forma de una crisisde la teora del conocimiento, o del conocimiento mismo. En fin, ese

    punto sobre el cual la ltima vez trat ya de atraer vuestra atencin, asaber, lo que significa la aventura de la ciencia cmo se ha creado,injertado, arraigado sobre esta larga cultura que ha sido una toma

    de posicin, de suficiente parcialidad para que podamos llamarla par-cial, que ha sido ese retiro del hombre sobre ciertas posiciones en pre-sencia del mundo que han sido ante todo posiciones contemplativas,las que implicaban no la posicin del deseo sin duda se los he he-cho observar sino la decisin, la eleccin de cierta forma de ese de-seo; deseo, he dicho, de saber, deseo de conocer. Seguramente pode-mos especificarlo como una disciplina, una ascesis, una eleccin, y sa-

    bemos que lo que ha salido de eso, a saber la ciencia, nuestra cienciamoderna, nuestra ciencia en tanto que se puede decir que ella se dis-

    tingue para nosotros por esta aprehensin excepcional sobre el mundoque, por algn lado, nos tranquiliza cuando hablamos de realidad.

    Sabemos que no carecemos de captura sobre lo real, pero cul,despus de todo? Es una captura de conocimiento? y no puedoaqu ms que indicarles al menos la cuestin es que no parece, a la

    primera aproximacin, a la primera aprehensin que tenemos de loque resulta de ese proceso, que seguramente en el punto a donde he-mos llegado, en el punto de la elaboracin especialmente de la ciencia

    fsica que es la forma donde ms lejos se llev el xito de la capturade nuestras cadenas simblicas sobre algo que llamamos la experien-cia, la experiencia construida; es que no parece que menos que nuncatenemos el sentimiento de alcanzar algo que, en el ideal de la filosofaincipiente, de la filosofa en sus comienzos, se propona como el fin,la recompensa del esfuerzo del filsofo, del sabio, es decir esa partici-

    pacin, ese conocimiento, esa identificacin con el ser que estaba enla mira y que estaba representada en la perspectiva griega, en la pers-

    pectiva aristotlica, como siendo lo que era el fin del conocer, a saberla identificacin por el pensamiento del sujeto que en ese momento

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    La segunda especie es esa suerte de objeto que est interesa-do en lo que se llama el complejo de castracin, y ustedes saben que

    bajo su forma ms general, es el falo.

    La tercera especie, es quiz el nico trmino que los sorpren-der como una novedad pero, en verdad, pienso que aquellos de entreustedes que han podido estudiar de bastante cerca lo que yo he podidoescribir sobre la psicosis no se encontrarn con ello de todos modosesencialmente desconcertados, la tercera especie de objeto que llenaexactamente la misma funcin por relacin al sujeto en su punto dedesfallecimiento, defading, eso no es otra cosa y ni ms ni menos quelo que se llama comnmente el delirio, y muy precisamente aquello

    por lo cual Freud, desde casi el comienzo de sus primeras aprehensio-nes, pudo escribir: Ellos aman a su delirio como a s mismos, Sielieben also den Wahn wie sich selbst.7

    Nosotros vamos a retomar estas tres formas de objetoen tantoque ellas nos permiten captar algo en su forma que les permite cumpliresta funcin, de devenir los significantes que el sujeto extrae de supropia sustanciapara sostener ante l, precisamente, ese agujero, esaausencia del significanteen el nivel de la cadena inconsciente.

    1.En tanto que objeto pregenital, qu es lo que quiere decirel a? En la experiencia animal, en tanto que la misma se estructura enimgenes, no debemos aqu evocar el trmino mismo por donde msde una reflexin materialista llega a resumir lo que es despus de todoel funcionamiento de un organismo, por humano que sea, en el nivelde los intercambios materiales? Precisamente no soy yo quien heinventado la frmula este animal, por humano que sea, no es des-

    pus de todo ms que una tripa con dos orificios, aquel por donde eso

    entra y el otro por donde eso sale.

    Y asimismo, ah est aquello por lo cual se constituye el objetollamado pre-genital en tanto que viene a cumplir su funcin signifi-cante en el fantasma. Es en tanto que aquello de lo cual el sujeto se

    7 Sigmund FREUD, Fragmentos de la correspondencia con Fliess (1950 [1982-99]), en Obras Completas, Volumen 1, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1982.Cf.el Manuscrito H. Paranoia(24 de enero de 1985), op. cit, p. 251: As, pues,aman al delirio como a s mismos.

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    bemos por la constatacin de todos los procedimientos iniciticos pordonde el hombre busca, en cierto nmero de formas de estigmatiza-cin, definir su acceso a un nivel superior de realizacin de s mismo

    sabemos esta funcin de la mutilacin como tal, y no es aqu quetendr que recordarles su catlogo y su abanico.

    Es preciso simplemente, y basta, que les recuerde aqu, simple-mente para hacrselos en esta ocasin palpar, que bajo otra forma estodava aqu de algo que podemos llamar corteque se trata, y perfec-tamente en tanto que ste instaura el pasaje a una funcin significante,

    puesto que lo que queda de esta mutilacin, es una marca. Es lo quehace que el sujeto que ha sufrido la mutilacin como un individuo par-

    ticular en el rebao, lleve en adelante sobre l la marca de un signifi-canteque lo extrae de un estado primero para llevarlo, identificarlo auna potencia deserdiferente, superior. Este es el sentido de toda espe-cie de experiencia de travesa inicitica, en tanto que volvemos a en-contrar su significacin en el nivel del complejo de castracincomotal.

    Esto no es tampoco, se los hago observar al pasar, agotar lacuestin, pues desde el tiempo que trato, con ustedes, de aproximarme

    a aquello de lo que se trata en el nivel del complejo de castracin, us-tedes han debido percatarse bien de las ambigedades que reinan alre-dedor de la funcin de este falo. En otros trminos, que si es simple-mente el resultado de ver que, por algn lado, es l el que est marca-do, es l el que es llevado a la funcin de significante, queda que sinembargo la forma de la castracin no est enteramente implicada en loque podemos tener en el exterior, en los resultados de las ceremoniasque desembocan en tal o cual deformacin, circuncisin.

    La marca llevada sobre el falo no es esa especie de extirpacin,de funcin particular de negativizacin aportada al falo en el complejode castracin. Esto no podemos captarlo en este nivel de la exposi-cin, volveremos a ello, pienso, la prxima vez, cuando tengamos queexplicar lo que, se los indico simplemente hoy, es el problema que se

    plantea ahora que volvemos a abordar estas cosas, que volvemos a ha-cer su inventario. Esto es, a saber, en qu y por qu Freud ha podido,en el punto de partida, hacer esa cosa enorme como ligar el complejode castracin a algo a lo cual un examen atento muestra que no es tan

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    solidario, a saber, de una funcin dominadora, cruel, tirnica, de unaespecie de padre absoluto.

    Hay ah un mito, seguramente. Y como todo lo que Freud ha a-portado, es un hecho muy milagroso, es un mito que se sostiene, noso-tros trataremos de explicar por qu.

    No es menos cierto que, en su funcin fundamental, los ritos deiniciacin que se marcan, que se inscriben en cierto nmero de formasde estigmatizaciones, de mutilaciones, aqu en el punto en que losabordamos hoy, a saber en tanto que desempean ese papel del a, entanto que estn para los sujetos mismos que los experimentan destina-

    dos a cambiar de naturaleza. Lo que en el sujeto hasta entonces, en lalibertad de los estadios pre-iniciaticos que caracterizan las sociedades

    primitivas, ha sido dejado a una suerte de juego indiferente de los de-seos naturales, los ritos de iniciacin toman la forma de cambiar elsentido de esos deseos, de darles, a partir de ah precisamente, unafuncin donde se identifica, donde se designa como tal el ser del suje-to, donde l deviene si podemos decir hombre, pero tambin mujer, de

    pleno ejercicio, donde la mutilacin sirve aqu para orientar el deseo,para hacerle tomar precisamente esa funcin de ndice, de algo que es

    realizado y que no puede articularse, expresarse ms que en un msall simblico y un ms all que es el que nosotros llamamos hoy elser, una realizacin de ser en el sujeto.

    Podramos en esta ocasin hacer algunas observaciones lateralesy percatarnos de que si algo se ofrece a la herida, a la marca signifi-cante del rito de iniciacin, desde luego no es por azar que esto sea to-do lo que puede ofrecerse all como apndice. Ustedes saben igual-mente que el apndice flicono es el nico que en este caso es emple-

    ado, que sin ninguna duda tambin la relacin que el sujeto puede es-tablecer en toda referencia a s mismo, y que es aquel donde podemosconcebir que la aprehensin vivida pueda ser ms notable, a saber larelacin de tumescencia, designa desde luego en el primer plano alfa-lo como algo que se ofrece de una manera privilegiada, en esta fun-cin de poder ofrecerse al corte, y tambin de una manera que ser se-guramente, ms que en cualquier otro objeto, temida y escabrosa.

    Es aqu que en tanto que la funcin del narcisismo es relacinimaginaria del sujeto a s mismo, sta debe ser tomada como el punto

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    de soporte donde se inscribe, en el centro, esta formacin del objetosignificativo. Y ah tambin podemos quiz percibir cmo lo que esaqu importante en la experiencia que tenemos de todo lo que sucede anivel del estadio del espejo a saber la inscripcin, la situacin don-de el sujeto puede situar su propia tensin, su propia ereccin, por re-lacin a la imagen ms all de l mismo que l tiene en el otro nos

    permite percibir lo que pueden tener de legtimo algunas de las aproxi-maciones que la tradicin de los psiclogos-filsofos haban ya hechode esta aprehensin de la funcin del yo {moi}.

    Hago alusin aqu a lo que Maine de Biran nos aport en suanlisis tan fino del papel del sentimiento del esfuerzo, el sentimiento

    del esfuerzo en tanto que es impulso, aprehendido por el sujeto de losdos lados a la vez, en tanto que l es el autor del impulso pero que estambin el autor de lo que lo contiene, en tanto que experimenta esteimpulso de l como tal en el interior de s mismo. He aqu que, aproxi-mado a esta experiencia de la tumescencia, nos hace percibir biencunto puede situarse ah, y entrar en funcin, en ese mismo nivel dela experiencia como aquello por lo cual el sujeto se experimenta,sin sin embargo poder nunca captarse, puesto que tambin aqu no hay

    para hablar con propiedad marca posible, corte posible algo cuyo

    lazo yo creo que aqu debe ser situado en tanto que toma valor simb-lico, sintomtico, en el mismo nivel de la experiencia que es el quetratamos de analizar aqu en la experiencia, que es aquel tan paradojalde la fatiga.

    Si el esfuerzo no puede servir de ninguna manera al sujeto, porla razn de que nada permite marcarlo con el corte significante, inver-samente parece que algo cuyo carcter de espejismo, cuyo carcter in-objetivable en el nivel de la experiencia ustedes conocen, que se llama

    la fatiga del neurtico, esa fatiga paradojal que no tiene nada que vercon ninguna de las fatigas musculares que podemos registrar sobre elplano de los hechos esta fatiga, en tanto que responde, es de algunamanera la inversa, la secuela, la huella de un esfuerzo que llamar designificantidad.

    Es ah que podramos encontrar y creo que al pasar importa-ba sealarlo algo que es, en su forma ms general, lo que en el ni-vel de la tumescencia, del impulso como tal del sujeto, nos da los l-

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    Qu es lo que la voz nos ensea como tal, ms all del discursoque ella sostiene en el telfono? No hay seguramente ah para variar y

    para hacerles un pequeo caleidoscopio de las experiencias que sepueden tener al respecto. Que les baste evocar que tratando de deman-dar un servicio en cualquier casa de comercio, o cualquier otra, uste-des se encuentran teniendo en el extremo del hilo una de esas vocesque les ensean bastante sobre el carcter de indiferencia, de mala vo-luntad, de voluntad bien establecida para eludir lo que puede haber ahde presente, de personal en vuestra demanda, y que es muy esencial-mente ese tipo de voz la que les ensea bastante ya sobre el hecho deque ustedes no tienen nada que esperar de aquel que interpelan; una deesas voces que llamaremos una voz de contramaestre {contrematre}.

    Este trmino tan verdaderamente magnficamente hecho por el geniode la lengua. No que sea contra {contre} el amo {matre}, pero es locontrario del amo verdaderamente. Esa voz, esa suerte de presentifi-cacin de la vanidad, de la inexistencia, del vaco burocrtico que pue-den darles a veces ciertas voces, es esto lo que designamos cuandohablamos de la voz en la funcin donde tenemos que hacerla interve-nir en el nivel del a?

    No, absolutamente no! Si aqu la voz se presenta perfectamen-

    te, y como tal, como articulacin pura y esto es precisamente loque constituye la paradoja de lo que nos comunica el delirante cuandolo interrogamos y cuando algo que l tiene para comunicar sobre lanaturaleza de las voces parece sustraerse siempre de manera tan singu-lar nada ms firme para l que la consistencia y la existencia de lavoz como tal. Y seguramente, es justamente porque ella est reducida

    bajo su forma ms tajante, al punto puro donde el sujeto no puede to-marla ms que como imponindose a l.

    E igualmente puse el acento, cuando analizamos el delirio delPresidente Schreber, sobre ese carcter de corte que es tan puesto enevidencia que las voces escuchadas por Schreber son exactamente loscomienzos de frases: Sie sollen werden etc., y justamente palabras,las palabras significativas que se interrumpen, que se empujan, dejan-do surgir tras su corte el llamado a la significacin.

    El sujeto est all interesado en efecto, pero propiamente ha-blando en tanto que l mismo desaparece, sucumbe, se hunde entera-mente en esa significacin que no lo apunta ms que de una manera

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    global. Y es precisamente en esta palabra: le interesa {lintresse},que yo resumir hoy, en el momento de abandonarlos, algo que he tra-tado de aprehender y captar para ustedes hoy.

    Convengo en que esta sesin ha sido quiz una de las ms dif-ciles de todas las que he tenido que sostener ante ustedes. Sern porello, espero, recompensados la prxima vez. Tendremos que proceder

    por caminos menos ridos. Pero les he pedido hoy que se sostenganalrededor de esta nocin de inters. El sujeto como estando en el inter-valo, como siendo lo que est en el intervalo del discurso del incons-ciente, como siendo, para hablar con propiedad, la metonimia de eseser que se expresa en la cadena inconsciente.

    Si el sujeto se siente eminentemente interesado por esas voces,por esas frases sin pies ni cabeza del delirio, es por la misma raznque en todas las otras formas de este objeto que hoy les he enumerado,es a nivel del corte, es a nivel del intervaloque l se fascina, que l sefija para sostenerse en ese instante donde, propiamente hablando, seexamina y se interroga como ser, como ser de su inconsciente.

    Ah est precisamente aquello alrededor de lo cual planteamos

    la cuestin aqu. Y de todos modos no quiero terminar, al menos paraaquellos que vienen aqu por primera vez, sin hacerles sentir cul es elalcance de tal anlisis, de este pequeo eslabn que es mi discurso dehoy por relacin a los que suceden desde hace das. Es que igualmenteaquello de lo que se trata es justamente de ver lo que debemos hacer

    por relacin a ese fantasma, pues ese fantasma, les he mostrado aqusus formas ms radicales, las ms simples, aquellas en las cuales sabe-mos que l constituye los objetos privilegiados del deseo inconscientedel sujeto. Pero ese fantasma es mvil, si se lo espolea no hay que

    creer que pueda, as como as, dejar caer, l, uno de sus miembros. Nohay ejemplo de que un fantasma convenientemente atacado no reac-cione reiterando su forma de fantasma.

    Tambin sabemos a qu formas de complicaciones este fantas-ma puede alcanzar en tanto, justamente, que bajo su forma llamadaperversa insiste, mantiene, complica su estructura, trata de cada vezms cerca cumplir su funcin. Acaso interpretar el fantasma, comose dice, debe ser pura y simplemente reconducir al sujeto a un actual anuestra medida, lo actual de la realidad que podemos definir como

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    LA MELANCOLA

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