Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

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Poder Judicial de la Nación USO OFICIAL ///nos Aires, 5 de marzo de 2015. AUTOS Y VISTOS: Para dictar sentencia en la presente causa N 1.013 caratulada “Alsogaray, María Julia y otros s/ defraudación por administración fraudulenta…” del registro de este Tribunal Oral en lo Criminal Federal N 6, integrado por los Señores Jueces Dres. Julio Luis Panelo, María del Carmen Roqueta y José Valentín Martínez Sobrino, bajo la presidencia del primero de los nombrados, asistidos por el Sr. Secretario Dr. Tomás Rush, seguida a María Julia Alsogaray, de nacionalidad argentina, titular del Documento Nacional de Identidad Nº 5.380.299, nacida el 8 de octubre de 1942 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, hija de Alvaro Carlos Alsogaray y Edith Gay, divorciada, de profesión ingeniera industrial, con domicilio real en la calle Junín 1441, piso 3º “6”, de esta Ciudad y constituido en la calle Carlos Pellegrini 173, 2° piso, de esta ciudad, ejerciendo su defensa técnica los Sres. Defensores Oficiales, Dres. Pamela Bisserier, Nicolás Plo y Daniela Cecilia Villalón, Enrique Kaplan, de nacionalidad argentina, titular del Documento Nacional de Identidad N° 4.524.696, nacido el 29 de enero de 1944 en la ciudad de Zárate, Provincia de Buenos Aires, hijo de Lázaro y de Clara Barisnik, casado, con domicilio real en la calle Soldado de la Independencia 850, piso 1°, depto. “a”, de esta ciudad y constituido en la Avenida Roque Saenz Peña 1142, 2° “B”, de esta ciudad, ejerciendo su defensa técnica los Dres. Mariana Barbitta y Maximiliano Rusconi y Santiago María Bignoli, de nacionalidad argentina, titular del Documento Nacional de Identidad N° 11.286.319, nacido el 12 de septiembre de 1954 en esta ciudad, hijo de Arturo Juan y Beatriz Mercedes Collazo, divorciado, de profesión ingeniero civil, con domicilio real en la calle Don Bosco 1499, Complejo “Arboris”, piso 4°, departamento 35 “b”, San Isidro, Provincia de Buenos Aires y constituido en la calle Paraguay 1359 de esta ciudad, ejerciendo su defensa técnica los Dres. Jorge Alberto Cicardo y Jorge Rafael Rubio; donde resultan querellantes los Dres. Hernán Rey y Patricio O´Reilly, en representación de la Oficina Anticorrupción e

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///nos Aires, 5 de marzo de 2015.

AUTOS Y VISTOS:

Para dictar sentencia en la presente causa N 1.013

caratulada “Alsogaray, María Julia y otros s/ defraudación

por administración fraudulenta…” del registro de este

Tribunal Oral en lo Criminal Federal N 6, integrado por los

Señores Jueces Dres. Julio Luis Panelo, María del Carmen

Roqueta y José Valentín Martínez Sobrino, bajo la presidencia

del primero de los nombrados, asistidos por el Sr. Secretario

Dr. Tomás Rush, seguida a María Julia Alsogaray, de

nacionalidad argentina, titular del Documento Nacional de

Identidad Nº 5.380.299, nacida el 8 de octubre de 1942 en la

Ciudad Autónoma de Buenos Aires, hija de Alvaro Carlos

Alsogaray y Edith Gay, divorciada, de profesión ingeniera

industrial, con domicilio real en la calle Junín 1441, piso

3º “6”, de esta Ciudad y constituido en la calle Carlos

Pellegrini 173, 2° piso, de esta ciudad, ejerciendo su

defensa técnica los Sres. Defensores Oficiales, Dres. Pamela

Bisserier, Nicolás Plo y Daniela Cecilia Villalón, Enrique

Kaplan, de nacionalidad argentina, titular del Documento

Nacional de Identidad N° 4.524.696, nacido el 29 de enero de

1944 en la ciudad de Zárate, Provincia de Buenos Aires, hijo

de Lázaro y de Clara Barisnik, casado, con domicilio real en

la calle Soldado de la Independencia 850, piso 1°, depto.

“a”, de esta ciudad y constituido en la Avenida Roque Saenz

Peña 1142, 2° “B”, de esta ciudad, ejerciendo su defensa

técnica los Dres. Mariana Barbitta y Maximiliano Rusconi y

Santiago María Bignoli, de nacionalidad argentina, titular

del Documento Nacional de Identidad N° 11.286.319, nacido el

12 de septiembre de 1954 en esta ciudad, hijo de Arturo Juan

y Beatriz Mercedes Collazo, divorciado, de profesión

ingeniero civil, con domicilio real en la calle Don Bosco

1499, Complejo “Arboris”, piso 4°, departamento 35 “b”, San

Isidro, Provincia de Buenos Aires y constituido en la calle

Paraguay 1359 de esta ciudad, ejerciendo su defensa técnica

los Dres. Jorge Alberto Cicardo y Jorge Rafael Rubio; donde

resultan querellantes los Dres. Hernán Rey y Patricio

O´Reilly, en representación de la Oficina Anticorrupción e

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interviniendo en representación del Ministerio Público

Fiscal, los Dres. Sabrina Edith Namer y Miguel Yivoff.

Y RESULTANDO:

a) Requerimientos de elevación a juicio:

I.- Que a fs. 3742/3766, los Dres. Daniel Emilio

Morin y Marcelo Colombo, en representación de la Oficina

Anticorrupción, efectuaron el requerimiento de elevación a

juicio, oportunidad en la que le imputaron a María Julia

Alsogaray, Enrique Kaplan y Santiago María Bignoli –en las

calidades allí señaladas- el haber cometido durante los años

1995 a 1998 -mediante la violación de diversas normas de

administración financiera y de contrataciones del Estado

Nacional- “…multiples irregularidades…” en el “…marco de las

obras de remodelación y mantenimiento del edificio de la

calle San Martín 459…”, sede de la ex Secretaría de Recursos

Naturales y Ambiente Humano, las cuales permitieron el ilegal

beneficio patrimonial de “…empresas o firmas ¨amigas¨ de los

funcionarios actuantes y/o de los ingenieros Bignoli…”,

generando un importante perjuicio a las arcas del erario

público.

Calificaron legalmente el hecho enrostrado a los

nombrados como constitutivo del delito de defraudación por

administración fraudulenta en perjuicio de una administración

pública (artículo 173, inciso 7, en función del artículo 174,

inciso 5° del Código Penal), por el cual debía responder en

calidad de autora María Julia Alsogaray, en la de coautor

Enrique Kaplan y en la de cómplice necesario Santiago Bignoli

(art. 45 del Código Penal).

Asimismo, en la mentada pieza acusatoria, le

achacaron a la imputada Alsogaray los delitos de: a)

negociaciones incompatibles con el ejercicio de la función

pública -en tres oportunidades- (art. 265 del C.P.); b)

malversación de caudales públicos (art. 260 del C.P.) y c)

falsedad ideológica –en cuatro oportunidades- (art. 293 del

C.P.), todos en carácter de autora (art. 45 del C.P.), en

concurso ideal con el delito de defraudación por

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administración fraudulenta en perjuicio de una administración

pública aludido en el párrafo que antecede –art. 54 del C.P.-

A su vez, imputaron a Enrique Kaplan los delitos

de: a) malversación de caudales públicos –art. 260 del C.P.-

y b) falsedad ideológica –en cuatro oportunidades- (art. 293

del C.P.), el primero en carácter de autor y el segundo como

cómplice primario –art. 45 del C.P.-, los cuales concurren en

forma ideal con el delito de defraudación por administración

fraudulenta en perjuicio de una administración pública antes

detallado –art. 54 del C.P.-.

Por último, le imputaron a Santiago María Bignoli

el delito de negociaciones incompatibles con el ejercicio de

la función pública -en tres oportunidades- (art. 265 del

C.P.), en carácter de partícipe necesario (art. 45 del C.P.),

el cual concurre en forma ideal con el delito de defraudación

por administración fraudulenta en perjuicio de una

administración pública antes señalado –art. 54 del C.P.-

II.- Que a fs. 3768/3823, el Sr. Fiscal Federal,

Dr. Gerardo David Pollicita efectuó el requerimiento de

elevación a juicio, oportunidad en la que le imputó a María

Julia Alsogaray, Enrique Kaplan y Santiago María Bignoli –en

las calidades allí señaladas- el haber cometido durante los

años 1995 a 1998 -mediante la violación de diversas normas de

administración financiera y de contrataciones del Estado

Nacional- “…irregularidades en el marco de las obras de

remodelación y mantenimiento efectuadas en el edificio que

por entonces fuera sede de la Secretaría de Recursos

Naturales y Ambiente Humano...”, las cuales “…permitieron el

ilegal beneficio patrimonial de los nombrados, a la vez que

generaron un importante perjuicio a las arcas del erario

público...”.

Calificó legalmente el hecho enrostrado a los

nombrados como constitutivo del delito de defraudación por

administración fraudulenta en perjuicio de una administración

pública (artículo 173, inciso 7, en función del artículo 174,

inciso 5° del Código Penal), por el cual debía responder en

calidad de autora María Julia Alsogaray, en la de coautor

Enrique Kaplan y en la de partícipe necesario Santiago

Bignoli (art. 45 del Código Penal).

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III.- Que mediante auto de fs. 3869/3871 fue

dispuesta la clausura de la instrucción y la elevación de la

causa a este Tribunal respecto de María Julia Alsogaray,

Enrique Kaplan y Santiago María Bignoli, donde se llevaron a

cabo todas y cada una de las etapas procesales pertinentes.

IV.- Durante el trámite en esta etapa del proceso,

con anterioridad a la celebración de la audiencia de debate

oral y público, fue suspendido el proceso por incapacidad

sobreviniente –art. 77 del CPPN- con fecha 29 de octubre de

2014 respecto del imputado Arturo Juan Bignoli –ver fs.

678/679 del cuaderno de prueba que corre por cuerda-.

b) Apertura del debate:

I.- El día 30 de octubre de 2014, luego de haberse

dado lectura a los requerimientos de elevación a juicio

formulados en el presente proceso, se declaró formalmente

abierto el debate, habiéndose llevado a cabo las audiencias

de juicio oral y público que prevé el art. 359 del Código de

rito los días 30 de octubre; 4, 6, 11, 13 y 20 de noviembre;

2, 4, 11, 18 y 23 de diciembre, todos del 2014, y 3, 5, 10,

12 y 19 de febrero, todos del corriente año, como así también

la inspección judicial llevada a cabo el día 27 de noviembre

de 2014, las cuales han sido completamente grabadas e

integran las actas de juicio según fue resuelto por el

Tribunal al inicio del debate, quedando dicha decisión

plasmada en el acta de juicio inicial de fs. 829/874.

II.- En tal sentido se escuchó en el debate a los

imputados María Julia Alsogaray -4/11/2014- y Santiago María

Bignoli -4/11/2014- formular sus descargos a tenor de lo

normado en el art. 294 del código de forma, sin admitir

preguntas en esa ocasión, mientras que el imputado Enrique

Kaplan se negó a hacerlo en dicha oportunidad.

Con posterioridad, fueron oídos los testigos

convocados, cuyas declaraciones como ya se ha mencionado “ut

supra” quedaron registradas mediante la grabación técnica de

su voz, compareciendo Juan Carlos Poli -6/11/2014-, Gonzalo

De Estrada -6/11/2014-, Oscar Tolchinsky -6/11/2014-, Martha

Noemí Confalone Gregorian -11/11/2014-, Carlos Osvaldo

Meriggi -11/11/2014-, Leandra Mariela Jiménez -11/11/2014-,

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María Natalia Peroni -13/11/2014-, Jaime Sergio Lande -

13/11/2014-, Luis Enrique José Perri -13/11/2014-, Hernán

María Díaz Saubidet -13/11/2014-, Carlos María Garrido -

13/11/2014-, Alberto Del Pino -20/11/2014-, Miriam Ivanega -

20/11/2014-, Alejandro Apolinario Peyrou -20/11/2014-, María

Cecilia Rodríguez -20/11/2014-, Beatriz Celia Oliveros -

20/11/2014-, Raúl Castellini -20/11/2014-, Luis Manuel

Castello -2/12/2014-, Juan Carlos Cubría -2/12/2014-, Eduardo

Blanco Alvarez -2/12/2014-, Carlos Eduardo Fuchs -2/12/2014-,

Roberto Carretero -2/12/2014-, Urano Schiffini -2/12/2014-,

Roberto Lisandro Barry -4/12/2014-, Andrés Osvaldo de Nicolás

-4/12/2014-, Raúl Hugo Maidana -4/12/2014-, Mario Sebastián

Sabugo -4/12/2014-, José Pablo Chemlicki -4/12/2014- y Carlos

Manuel Garrido -11/12/2014-.

Finalmente, ampliaron sus declaraciones

indagatorias los imputados María Julia Alsogaray -18/12/2014-

y Santiago María Bignoli -18/12/2014 y 23/12/2014- y se

escuchó el descargo del imputado Enrique Kaplan -23/12/2014-.

III.- Posteriormente, se incorporaron por lectura

los elementos que se encuentran detallados en el acta de

debate de fs. 829/874.

IV.- A su turno, en la oportunidad que contempla el

art. 393 del Código Procesal Penal de la Nación, se

escucharon los alegatos. Corresponde destacar una vez más que

el contenido de los mismos ha sido íntegramente grabado, por

lo cual sólo precisaremos aquí las concretas imputaciones que

cada uno de los acusadores efectuó hacia los procesados de

autos y los pedidos de pena efectuados en esa ocasión como

así también las absoluciones y pedidos de nulidad propuestos

por las defensas.

Hicieron uso de la palabra en primer lugar el día 3

de febrero de 2015, los representantes de la Querella, Dres.

Hernán Rey y Patricio O´Reilly, quienes tuvieron por

acreditado en base a los testimonios oídos durante la

audiencia de debate y las evidencias documentales

incorporadas por lectura, que los imputados María Julia

Alsogaray y Enrique Kaplan, durante los años 1995 y 1998 y en

infracción a las leyes, resoluciones y reglamentos que

regulan la administración financiera y de contrataciones del

Estado Nacional, cometieron conductas ilícitas en el marco de

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las obras de remodelación y mantenimiento efectuadas en la

Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano con el fin

de beneficiar de manera indebida a los ingenieros Arturo y

Santiago Bignoli, generando con sus conductas un importante

perjuicio al erario público.

En tal sentido, describieron las conductas y la

responsabilidad que le cupo a cada uno de los imputados de

manera separada, de acuerdo a la importancia del papel que

ejecutaron a lo largo del “iter criminis”.

Asimismo, explicaron que desde el año 1995 hasta el

año 1997, los imputados María Julia Alsogaray y Enrique

Kaplan, en su carácter de funcionarios de la Secretaria de

Recursos Naturales y Ambiente Humano de la Nación sustrajeron

fondos cuya administración les había sido confiada al

transmitir aquéllos al Banco de la Ciudad de Buenos Aires

mediante la constitución de un fideicomiso -y sus sucesivas

ampliaciones-, conforme surge de las órdenes de pago

agregadas al expediente N° 1902/95 que detallaron los

acusadores en esa oportunidad.

Agregaron que utilizando este recurso incumplieron

la normativa vigente en materia de administración financiera

ya que al transferir los fondos que lo abastecieron simulando

gastos inexistentes omitieron ingresar a la Tesorería General

de la Nación los remanentes de recursos correspondientes a

los ejercicios 1995, 1996 y 1997, cuando éstos finalizaron.

En este orden de ideas, indicaron que con los

fondos transferidos al fideicomiso constituido en el Banco de

la Ciudad de Buenos Aires, se solventaron los gastos que

demandó la realización de una obra llevada a cabo en el

edificio sede de la ex Secretaría de Recursos Naturales y

Ambiente Humano –sita en San Martín Nº 459 de esta ciudad-,

entre los años 1995 y 1998, y que consistió en la

construcción de un nuevo entrepiso para el “Programa de

Desarrollo Institucional Ambiental PRODIA-BID” y distintas

refacciones relacionadas con dicho programa en el Sector

planta baja, entre piso y primer subsuelo.

Sostuvieron que la contratación para el

relevamiento, proyección y dirección de estas obras, así como

las distintas contrataciones llevadas a cabo para la

ejecución de las mismas, obligaron abusivamente a la

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Secretaría con el fin de beneficiar de manera indebida a los

ingenieros Santiago y Arturo Bignoli, todo lo cual se tradujo

en un importante perjuicio al erario público.

Por ello, luego de analizar el marco normativo y

adentrarse en el análisis de los expedientes 1352, 1393,

1902, 1785 y 1802 –entre otros-, acusaron a María Julia

Alsogaray como coautora penalmente responsable del delito de

defraudación por administración infiel en perjuicio de una

administración pública (arts. 173 inc. 7 en función del art.

174 inc. 5°, y 45 del Código Penal) en concurso ideal con el

de negociaciones incompatibles con el ejercicio de la función

pública en calidad de autora (arts. 265 y 45 del Código

Penal), solicitando que al fallar el tribunal la condene a la

pena de cuatro años de prision, inhabilitación especial por

diez años (art. 20 bis del Código Penal), accesorias legales

y costas.

Asimismo, acusaron a Enrique Kaplan, como coautor

penalmente responsable del delito de defraudación por

administración infiel en perjuicio de una administración

pública (arts. 173 inc. 7 en función del art. 174 inc. 5°, y

45 del Código Penal) solicitando que, al fallar, el tribunal

lo condene a la pena de tres años y seis meses de prisión,

inhabilitación especial por diez años (art. 20 bis del Código

Penal), accesorias legales y costas.

Finalmente solicitaron que, al fallar, el tribunal

condene a Santiago María Bignoli, como partícipe necesario

del delito de defraudación por administración infiel en

perjuicio de una administración pública (arts. 173 inc. 7 en

función del art. 174 inc. 5°, y 45 del Código Penal), en

concurso ideal con el delito de negociaciones incompatibles

con el ejercicio de la función pública –también en carácter

de partícipe necesario- (art. 265 y 45 del Código Penal) y le

imponga la pena de tres años y seis meses de prisión,

accesorias legales y costas y el pago del máximo de la multa

prevista en el artículo 22 bis del Código Penal.

Seguidamente, formularon su alegato con fecha 5 de

febrero de 2015 los representantes del Ministerio Público

Fiscal, Dres. Sabrina Edith Namer y Miguel Yivoff, quienes

tuvieron por acreditado que durante el año 1995 hasta el año

1998, inclusive, la imputada María Julia Alsogaray en su

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carácter de titular de la Secretaria de Recursos Naturales y

Ambiente Humano y Enrique Kaplan, en su carácter de

Subsecretario de Recursos Naturales, teniendo ambos a su

cargo el manejo y cuidado de los bienes de esa repartición, y

mediante la violación dolosa de las normas que regulan la

administración financiera y el régimen de contrataciones del

Estado Nacional, obligaron abusivamente a la Secretaría con

el fin de beneficiar de manera indebida a los ingenieros

Santiago y Arturo Bignoli, todo lo cual se tradujo en un

importante perjuicio al erario público.

Sostuvieron que el perjuicio ocasionado a la

administración pública estuvo dado, en primer lugar, por

cuanto las contrataciones realizadas en favor de los

ingenieros nombrados y luego, en favor de empresas vinculadas

con los imputados, fueron de carácter “intuitu personae” y/o

contrataciones directas, en violación al régimen que regula

las contrataciones públicas. Indicaron que de esta forma se

evitaron licitaciones o concursos abiertos por medio de los

cuales el Estado podría haber obtenido mejores precios o

términos más convenientes a los obtenidos y ajenos a la

discrecionalidad de los agentes públicos que intervinieron en

las contrataciones.

Alegaron que el perjuicio se verificó: a) en los

sobreprecios detectados en los honorarios cobrados por los

ingenieros Bignoli en el marco del contrato vinculado al

expediente 1393/95; b) en los sobreprecios percibidos por

algunas de las empresas adjudicatarias en los contratos que

detalló en aquélla oportunidad –los cuales tuvieron un

correlato directo en los honorarios que cobraron los Bignoli-

y c) en los honorarios cobrados por las tareas desarrolladas

por Arturo Bignoli en el marco del expediente 1802/97, cuya

intervención no resultaba necesaria.

Aclararon que en el marco de estas maniobras y para

poder tener un manejo discrecional de los fondos de la

Secretaría y evitar controles de la administración central,

los imputados Alsogaray y Kaplan desviaron ilícitamente, a un

fideicomiso constituido en el Banco Ciudad de Buenos Aires,

dinero no utilizado al cierre de los ejercicios 1995, 1996 y

1997, que debía ser devuelto al sistema de Caja Unica del

Tesoro Nacional.

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Por ello, luego de analizar exhaustivamente el

marco normativo y adentrarse en el análisis de los hechos,

acusaron a María Julia Alsogaray como coautora penalmente

responsable del delito de administración fraudulenta en

perjuicio de una administración pública, solicitando que al

dictar sentencia el tribunal la condene a la pena de cuatro

años y dos meses de prisión, multa de cincuenta mil pesos,

inhabilitación especial perpetua para ejercer cargos

públicos, accesorias legales y costas (arts. 12, 19, 29

inciso 3°, 22 bis, 45 y 174 inc. 5°, en función del 173

inciso 7° del Código Penal y 530, 531 y 533 del Código

Procesal Penal).

Asimismo, acusaron formalmente a Enrique Kaplan,

como coautor penalmente responsable del delito de

administración fraudulenta en perjuicio de una administración

pública, solicitando que al dictar sentencia el tribunal lo

condene a la pena de tres años y seis meses de prisión, multa

de cincuenta mil pesos, inhabilitación especial perpetua para

ejercer cargos públicos, accesorias legales y costas (arts.

12, 19, 29 inciso 3°, 22 bis, 45 y 174 inc. 5°, en función

del 173 inciso 7° del Código Penal y 530, 531 y 533 del

Código Procesal Penal).

Finalmente solicitó que al fallar el tribunal

condene a Santiago María Bignoli, como partícipe necesario

del delito de defraudación por administración infiel en

perjuicio de una administración pública y se le imponga la

pena de tres años y ocho meses de prisión, multa de cincuenta

mil pesos, inhabilitación especial perpetua para ejercer

cargos públicos, accesorias legales y costas (arts. 12, 19,

29 inciso 3°, 22 bis, 45 y 174 inc. 5°, en función del 173

inciso 7° del Código Penal y 530, 531 y 533 del Código

Procesal Penal de la Nación).

El día 10 de febrero de 2015 iniciaron su alegato

los Dres. Pamela Bisserier y Nicolás Plo, defensores de la

imputada María Julia Alsogaray, quienes solicitaron en primer

lugar la nulidad del debate por entender que la presente

causa se encontraba prescripta –tanto por la prescripción de

la acción en los términos del artículo 67 del Código Penal

como por aplicación de la doctrina del derecho a ser juzgado

dentro de un “plazo razonable”-. Asimismo, consideraron que

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hubo un “…fraccionamiento de la causa y de los procesos…” que

se siguen a su defendida, desarrollando los derechos y

garantías que se vieron afectados y citando las normas en las

que basó dicha pretensión.

Por otro lado, entendieron que los hechos

reprochados a su asistida no se habían probado, invocando el

principio de la duda acuñado en el artículo 3 del Código

Procesal Penal de la Nación, emanado del principio de

inocencia derivado del artículo 75, inciso 22, de la

Constitución Nacional.

Agregaron que la relación de su ahijada procesal

con el imputado Santiago Bignoli no se encontraba probada y

criticaron los dichos del testigo Poli por considerar “…que

hizo un análisis superficial de los hechos…”.

A su vez, sostuvieron que Alsogaray “…era una

funcionaria política…” por lo que respaldaba sus decisiones

en los “…cuerpos técnicos y administrativos…” de la

S.R.N.A.H., haciendo hincapié en que la nombrada actuó sin

dolo. Asimismo, reconocieron “…la desprolijidad…” de los

expedientes en análisis, no obstante lo cual consideraron que

“…los acusadores no marcaron en concreto cuales eran las

irregularidades que había en cada uno de ellos…”.

En otro orden de ideas, afirmaron que el tipo penal

de administración infiel requería un perjuicio real y

efectivo, el cual no había sido acabadamente acreditado en la

presente causa. En el mismo sentido, sostuvieron que la

imputada no había podido defenderse durante el transcurso del

debate respecto del delito de negociaciones incompatibles

achacado por la querella.

Por todo lo expuesto, para el caso de rechazarse

las nulidades planteadas, solicitaron se dicte un

pronunciamiento liberatorio, haciendo reserva de recurrir en

casación y del caso federal.

De seguido, inició su exposición la Dra. Mariana

Barbitta, defensora de confianza de Enrique Kaplan, quien

luego de adherir a los planteos de los Defensores Oficiales,

alegó que la acción se encontraba prescripta conforme lo

planteara oportunamente en el debate como cuestión

preliminar, exponiendo los motivos por los cuales entendía

que el último acto interruptor del curso de la prescripción

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había sido el decreto de citación a juicio de fecha 16 de

septiembre de 2004, entendiendo aplicable la ley 25.990 por

ser la más benigna.

Asimismo, entendió que se excedió el plazo

razonable para obtener un pronunciamiento jurisdiccional

válido, citando los arts. 18 y 75, inciso 22, de la

Constitución Nacional, la Convención Interamericana de

Derechos Humanos y el Pacto de Derechos Civiles y Políticos.

Por otro lado, planteó la nulidad de las

acusaciones por la falta de determinación de los hechos

reprochados a su defendido e invocó la garantía de “…igualdad

de armas…” debido a la duplicidad de actividad acusatoria por

parte del Estado.

Seguidamente, desarrolló los conceptos doctrinarios

de “conductas neutrales”, “principio de confianza” y

“prohibición de regreso”, cuestionando de tal modo las

imputaciones puestas en cabeza de Kaplan, señalando las

deficiencias probatorias en las que incurrieron los

acusadores a su entender.

Agregó que los actos realizados por su defendido

fueron ajustados a derecho y por lo tanto su conducta no fue

penalmente relevante, señalando que éste nunca participó en

la “…selección de los proveedores…” y jamás intervino en la

comisión de preadjudicación. Asimismo, sostuvo que si bien a

su entender no se acreditó un perjuicio, en caso de existir,

éste no sería imputable a su asistido.

A su vez, afirmó “…que los testigos en su

mayoría…” no habían nombraron a Kaplan y criticó las

declaraciones de Carlos Manuel Garrido y Beatriz Oliveros.

Sostuvo también que al no haberse podido escuchar en el

debate a las personas que aún se encontraban imputadas ante

el juzgado instructor se violaba el derecho de defensa y

también el principio de igualdad.

De otro lado, planteó la nulidad de los pedidos de

pena por falta de fundamentación y señaló que una parte de la

doctrina consideraba inconstitucional la inhabilitación

absoluta prevista en el artículo 12 del Código Penal.

Finalmente, afirmó que no se había acreditado el

ánimo de lucro previsto en el artículo 22 bis del Código

Penal e hizo reserva de recurrir en casación.

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A continuación formularon su alegato los Dres.

Jorge Alberto Cicardo y Jorge Rafael Rubio, quienes luego de

adherir a los planteos de las otras defensas, plantearon la

nulidad del debate argumentando que éste se había llevado a

cabo en forma “…arbitraria…” y a un “…ritmo vertiginoso…”,

cercenando la prueba de las partes.

Asimismo, agregaron que “…el fraccionamiento…” del

expediente motivado en la “…causa residual…” que aún se

encuentra en la etapa instructoria trajo aparejado perjuicios

“…manifiestos…” a las partes.

Por otro lado, señalaron que la prescripción operó

por vencimiento de los plazos legales del art. 67 del Codigo

Penal, habiendo transcurrido el máximo de la pena prevista

para el ilícito reprochado, en virtud de que el acto que

había que tener en cuenta era la citación a juicio dictada

por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 4 con fecha 16

de septiembre de 2004. Asimismo, entendieron que también

había operado la prescripción en la presente ya que se había

excedido el plazo razonable para obtener un pronunciamiento

jurisdiccional válido.

En cuanto a la defensa de fondo, cuestionaron el

alegado conocimiento previo de Santiago María Bignoli con

María Julia Alsogaray, agregando que el primero no tenía el

dominio de “…la línea…” dentro de la S.R.N.A.H. y que la

cláusula 6° del contrato firmado en el expte. 1393 indicaba

que los funcionarios de dicho organismo tenían en definitiva

el control sobre “…las contrataciones…” y “…las

invitaciones…”.

Insistió la defensa en que los “…ausentes…” podrían

haber arrojado “…luz…” sobre muchas cuestiones que quedaron

sin poder acreditarse a su entender y responsabilizó al

personal administrativo por las “…irregularidades o

desprolijidades…” advertidas en el trámite de los

expedientes.

Sostuvieron que Santiago Bignoli fue recordado por

los testigos “…como el ingeniero a cargo de las obras del BID

PRODIA del entrepiso y Planta baja…” y que nadie lo recordaba

como alguien que “…ejercía autoridad por arriba de su rol de

ingeniero externo…”. A su vez, criticó las declaraciones de

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Juan Carlos Poli, Manuel Garrido y Gonzalo De Estrada, entre

otras.

Por otro lado, en cuanto a la contratación “intuitu

personae” de Arturo Bignoli, descartó cualquier

responsabilidad al respecto de Santiago Bignoli, como así

también en la decisión de que la obra fuera por rubros y

etapas separadas. También restó importancia a la intervención

de su defendido en la comisión de preadjudicación, agregando

que éste no tuvo participación en el contrato de fideicomiso.

En otro orden de ideas, criticó la acusación de la

Oficina Anticorrupción afirmando que al momento de determinar

el perjuicio lo hizo de manera “…global y confusa…”, a la vez

que cuestionó que se hubiera solicitado respecto de su pupilo

una pena de cumplimiento efectivo, indicando circunstancias

que entendió atenuantes y no fueron tenidas en cuenta por los

acusadores.

Por otro lado, solicitó que conforme el artículo

397 del código de rito, se realizara una nueva pericia

contable para determinar con precisión el monto del perjuicio

patrimonial.

Por ello, solicitó que se absuelva de culpa y cargo

a su pupilo e hizo reserva de recurrir en casación y del caso

federal.

V.- El día 12 de febrero de 2015 formularon sus

réplicas los Sres. Representantes del Ministerio Público

Fiscal y los representantes legales de la parte querellante,

quienes solicitaron se rechacen los planteos formulados por

los defensores. Todo ello, de conformidad con los argumentos

vertidos en aquella oportunidad.

VI.- A continuación, las defensas formularon sus

dúplicas, en base a los argumentos vertidos en aquella

oportunidad.

VII.- Finalmente el día 19 de febrero del año 2015

fueron invitados los imputados por el presidente del Tribunal

a efectuar las últimas manifestaciones que considerasen

importantes, habiendo efectuado breves manifestaciones todos

ellos.

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Y CONSIDERANDO:

El Dr. Julio Luis Panelo dijo:

I. DE LOS PLANTEOS Y NULIDADES DEDUCIDOS POR LAS

DEFENSAS:

1) a) En la oportunidad prevista en el artículo 393

del CPPN, la defensa de María Julia Alsogaray recordó que al

iniciarse el juicio, la defensa del coimputado Enrique Kaplan

había planteado la prescripción de la acción penal y

cuestionó las condiciones en las que se llegaba al debate,

pues una gran cantidad de personas aún se encontraban

vinculados al segmento de la causa que permanecía en trámite

por ante el juzgado instructor, planteo que si bien no

acompañó como cuestión preliminar, a la luz de las

circunstancias verificadas a lo largo de la tramitación del

debate sí podía afirmar que este proceso estaba incompleto

por la falta de resolución respecto de aquellos protagonistas

por los cuales no se resolvió su situación procesal y se

mantenía en etapa sumarial. En consecuencia, solicitó la

nulidad del debate por dos motivos.

En primer lugar, por encontrarse la causa

prescripta –tanto por la extinción de la acción en los

términos del artículo 67 del Código Penal como por el

transcurso del plazo razonable para resolver- y en segundo

lugar, por el fraccionamiento de los procesos que se siguen

respecto de María Julia Alsogaray, recordando la petición N°

1285 efectuada por su asistida ante la Comisión

Interamericana de Derechos Humanos, desarrollando ambos

planteos y de seguido expuso los perjuicios ocasionados a esa

parte y los derechos y garantías que se vieron afectados,

citando las normas en las que basó su pretensión.

Señaló la defensora que su reclamo no era nuevo, y

que la acción estaba prescripta bajo cualquiera de las leyes

vigentes, agregando que no había logrado el doble conforme

judicial, invocando a Julio Maier en cuanto afirma que este

concepto era aplicable para todos los actos que pudieran

conducir a un eventual pronunciamiento condenatorio. En la

misma línea, afirmó la defensa que los planteos antes

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efectuados sobre la prescripción fueron como excepción, mas

ahora lo eran como un planteo de fondo, por lo que el

Tribunal tenía abierta la vía para expedirse nuevamente. Dio

por reproducidos los planteos efectuados en los incidentes de

prescripción y criticó el voto del Dr. Martínez Sobrino al

rechazar la prescripción de su asistida en la causa N° 1086

del registro de este Tribunal, cuestionando asimismo los

argumentos desarrollados por integrantes de la Sala IV de la

Cámara Federal de Casación Penal al resolver en dicho

expediente y se refirió a la interpretación que cabía hacer

de lo dispuesto en el artículo 67 del Código Penal sobre la

base de su discusión parlamentaria, aclarando que aquella

debía ser restrictiva y estable. En tal sentido, sostuvo que

únicamente debía tenerse en cuenta el auto de citación a

juicio dispuesto por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal

N° 4, toda vez que aquél no fue declarado nulo.

Expuso la defensa los perjuicios ocasionados a la

parte por haberse excedido el plazo razonable para resolver,

lo que implicó una afectación del derecho de defensa en

juicio, no pudiendo reprocharse a su parte el tiempo insumido

en la tramitación de las articulación de presentaciones

inherentes al ministerio que les tocaba ejercer. Fundó

legalmente su pretensión en los arts. 18, 25, 33 y 75 inciso

22 de la Constitución Nacional, así como en los pactos

internacionales a ella incorporados, en el art. 67 del Código

Penal y en los artículos 167 inciso 1° y 168 del CPPN,

entendiendo que se trataba de una nulidad absoluta.

Cuestionó la defensa en otro sendero, el

fraccionamiento de los procesos seguidos respecto de su

asistida, señalando que existió una interrelación entre los

casos y una unidad de gestión, y sostuvo que el

fraccionamiento perjudicó a Alsogaray, citando el fallo

“Pompas” de la CSJN en abono de su postura, y afirmó que lo

que se juzgaba era la forma de gestionar, con lo que se había

vulnerado el principio de “ne bis in ídem”.

Se agravió la defensa también del fraccionamiento

de la propia investigación, no habiendo intervenido en la

audiencia de debate diversas personas que se encontraban

vinculadas al expediente en la etapa instructoria y señaló

los motivos por los cuales entendió que era importante contar

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con sus dichos. Así, sostuvo que la instrucción estaba

incompleta, y no se pudo controlar la actividad de dichas

personas ni responder a las acusaciones sobre los actos en

los que los “ausentes” participaron. Basó su pretensión en lo

dispuesto en el Preámbulo de la Constitución Nacional y en

los artículos 16, 18, 28, 33, 75 inciso 22 de aquélla,

tratados de Derechos Humanos y el art. 167 inciso 3°, 168 y

346 del CPPN.

b) Al otorgársele la palabra a la defensora de

confianza de Enrique Kaplan, Dra. Mariana Barbitta, en los

términos del artículo 393 del código de rito, la letrada

comenzó su alegato adhiriendo a los planteos de su antecesora

en el cometido, Dra. Pamela Bisserier, señalando que

sustentaba la pretensión que efectuaría en lo dispuesto en

los arts. 18 y 75 inciso 22 de la Constitución Nacional.

Luego de recordar que la denuncia fue efectuada 15 años

atrás, y que su asistido permaneció ciento quince días

privado de la libertad, manifestó que solicitaría la nulidad

de los alegatos y la absolución de aquél. También planteó la

extinción de la acción penal por prescripción y por el

transcurso del plazo razonable, indicando, en tal sentido,

que el expediente tramitó durante diez años por ante el

tribunal oral.

Desarrollando las cuestiones esbozadas, la Dra.

Barbitta manifestó que correspondía declarar la extinción de

la acción penal por prescripción y la consecuente absolución,

ya que el delito reprochado a Enrique Kaplan –defraudación

por administración fraudulenta en perjuicio de una

administración pública - tenía previsto un máximo de pena de

seis años de prisión. Para arribar a tal conclusión, afirmó

la letrada que tenía en cuenta la citación a juicio dispuesta

por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 4 ocurrida el

16 de septiembre de 2004, habiéndose superado al momento del

juicio holgadamente los diez años, estimando que no existió

ningún otro acto con entidad interruptiva de la prescripción.

Dijo por otro lado la defensora que correspondía

aplicar el texto del artículo 67 del Código Penal según la

redacción de la ley 25.990 que preveía una enunciación de los

actos que contaban con entidad para interrumpir los plazos

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de la prescripción, entre los que no se encontraba la de

fijación de la fecha de debate.

Cuestionó el fraccionamiento de la investigación,

entendiendo que la citación a juicio en los términos del

artículo 354 del Código Procesal Penal dispuesta por este

Tribunal en febrero de 2009 por estos estrados era nula, ya

que las partes no podían ofrecer prueba adecuadamente en

razón del tramo de la investigación que permanecía en la

etapa instructoria, lo que impidió un acabado ejercicio del

derecho de defensa durante el debate.

Hizo reserva de recurrir en casación.

Por otro lado, también planteó, por las razones que

desarrolló que había transcurrido el “plazo razonable” para

obtener un pronunciamiento jurisdiccional, por lo que, con

tal alcance y habiendo transcurrido quince años desde la

denuncia y veinte desde los hechos reprochados, también

correspondía disponer la absolución de Kaplan, citando los

arts. 18 y 75 inciso 22 de la Constitución Nacional y 8.1 de

la C.A.D.H. y 14.3 del PDCyP.

Seguidamente, planteó la Dra. Barbitta la nulidad de

las acusaciones, en primer lugar, por la falta de

determinación de los hechos imputados a Kaplan, manifestando

además que se produjo una violación al principio de igualdad

de armas, por ser dos las partes acusadoras, añadiendo que

mientras la querella sostuvo que el fideicomiso en sí era

ilícito, la Fiscalía manifestó que lo era su “alimentación”,

no pudiéndose determinar qué era lo ilícito y qué no. En tal

orden de ideas, invocó la defensora un error de prohibición,

citando al doctrinario Eugenio Raúl Zaffaroni, ya que Kaplan

tenía una incapacidad de conocer la antijuridicidad de los

hechos.

Se agravió también la defensora de que las

imputaciones eran genéricas, lo que impedía una adecuada

defensa, y se refirió a las llamadas, según Hassemer,

“conductas neutrales” que son ejecutadas siguiendo un rol sin

elevar el riesgo, por lo que no tienen entidad para la

ilicitud y en consecuencia para configurar delitos.

Manifestó que luego de escuchar las acusaciones no

sabía si tenía que defenderse de una autoría o de una

coautoría, ya que no se describieron los roles, el eventual

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co-dominio o las infracciones de deber, efectuando los

acusadores una interpretación arbitraria de las normas que

entendieron violadas.

Prosiguió su crítica invocando el “principio de

confianza”, señalando que los funcionarios políticos como su

asistido se sostenían en la línea de trabajo administrativo,

conformada por personal que accede a los cargos por concurso

público. Por ello, indicó que Kaplan siempre para firmar algo

se basó en los dictámenes previos de la Gerencia de Legales

con lo que quedaba a salvo su eventual responsabilidad. Así,

sostuvo que los actos de Kaplan fueron actos ajustados a

derecho, por lo que su conducta no resultaba penalmente

relevante. Siguiendo con la misma línea discursiva, sostuvo

la defensora la atipicidad de la conducta enrostrada

invocando la prohibición de regreso, por lo que no podía

condenarse a su pupilo al existir entre el obrar de Kaplan y

el resultado otras conductas de terceros que explicaban mejor

ese mismo resultado, fracasando así la imputación de su

pupilo, y agregó que si hubo un perjuicio no era imputable a

Kaplan.

Hizo reserva de recurrir en casación.

c) A su turno, también en la ocasión prevista en el

artículo 393 del CPPN, los letrados defensores de Santiago

Bignoli manifestaron que adherían a los planteos efectuados

por las defensas que los antecedieron, pero en relación a la

situación procesal de su asistido, reclamando su consecuente

absolución.

Postularon los letrados la nulidad del juicio, al que

calificaron de vertiginoso, entendiendo que consistió en una

“carrera contra reloj” para evitar la prescripción de la

acción, cercenándose en el camino la prueba y

consecuentemente el derecho de defensa, señalando a modo de

ejemplo la decisión del Tribunal de no convocar al Dr.

Marcelo Colombo luego de escuchar al testigo Carlos Manuel

Garrido, calificando así de arbitraria la actitud del

Tribunal. Luego volvió a invocar la defensa la teoría del

desvío de poder.

Basaron también los Dres. Rubio y Ciccardo el pedido

de nulidad del debate en el fraccionamiento de la

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investigación, entendiendo que luego de celebrado aquél,

podía advertirse claramente el perjuicio ocasionado a las

defensas por no poder contar con los “personajes” afectados a

la “causa residual”, señalando ejemplos de la relevancia de

contar, por ejemplo, con los dichos de Nora Chiban y Mabel

Behal, entre otros.

Sostuvo la defensa que el Tribunal estuvo desde 2009

a la espera de la elevación de la totalidad de la causa pero

cuando se vislumbró la prescripción de la acción penal, ello

dejó de ser relevante, violándose el principio de congruencia

ya que no había razón para que lo que fue importante dejara

de serlo, encontrándose viciado el juicio para el defensor

por donde se lo mirara.

Así, solicitó la defensa de Santiago Bignoli la

nulidad del debate, lo que consideró más que justificado,

engarzando dicha postulación con la de la extinción de la

acción penal por prescripción y, en tal sentido, afirmó que

la jurisdicción había sido la principal responsable de la

demora y consecuente prescripción de la acción. En tal

sentido, entendió que debía tenerse en cuenta el auto de

citación a juicio del año 2004, el que, al ser dejado sin

efecto, únicamente había suspendido las vistas a las partes,

pero que desde el 16 de septiembre de dicho año habían

pasado más de los seis años previstos como sanción máxima

para el delito de defraudación por lo que la acción se

encontraba prescripta.

También entendió que correspondía extinguir la acción

penal por haber transcurrido el plazo razonable para

resolver, señalando en tal sentido que habían pasado quince

años desde la denuncia y veinte desde los hechos, agregando

que habría sido de interés haber contado, entre otras cosas,

con los dichos de Arturo Bignoli, quien por tener a la fecha

94 años de edad no pudo ser parte de la audiencia de debate

donde habría efectuado grandes aportes al juicio.

Atento a la falta de certeza respecto del perjuicio

patrimonial, solicitó, en los términos previstos en el

artículo 397 del CPPN, la realización de una nueva pericia

contable.

Hizo reserva de recurrir en casación y el caso

federal.

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2.- Corrida que le fue la pertinente vista de los

planteos a las partes acusadoras, respondió en primer lugar

la Oficina Anticorrupción, mediante sus representantes.

Así, en cuanto a los planteos de nulidad del juicio

por extinción de la acción por prescripción y por haber

transcurrido el plazo razonable para dictar sentencia,

señalaron los Dres. Rey y O’Reilly que aquéllos ya fueron

resueltos con las cuestiones preliminares, no advirtiendo

argumentos novedosos, mencionando las anteriores resoluciones

en este expediente en el mismo sentido. Desarrollaron los

fundamentos por los que entendieron que debía rechazarse el

planteo de nulidad vinculado a la extinción de la acción.

También postularon el rechazo del planteo de nulidad

efectuado por la defensa de Enrique Kaplan vinculado a la

falta de determinación del hecho y a las cuestiones

vinculadas con la aplicación de la teoría del delito

esgrimidas, por entender que el hecho imputado fue claramente

expuesto de modo que la defensa pudo ejercer acabadamente su

ministerio, a la vez que descartaron que los hechos

reprochados fueran aquellos que podían ser considerados

“neutrales”. Descartaron que Kaplan hubiera actuado basándose

en el principio de confianza, por tratarse de una maniobra

preconcebida, agregando que existían deberes de evitación

como limitación a dicho principio, en tanto que el cargo

político no otorgaba inmunidad a quien lo ejercía.

Manifestó la querella, en cuanto al fraccionamiento

de la causa, que ya se había resuelto al respecto, no

habiéndose advertido un perjuicio concreto con entidad para

acarrear una sanción tan gravosa como una nulidad.

En cuanto al cambio de calificación, sostuvo que por

aplicación del artículo 401 del CPPN, al no haberse variado

la base fáctica, podía mutarse la subsunción legal de los

hechos, citando el precedente “Circovich” de la Corte Suprema

de Justicia de la Nación.

Respecto a la indeterminación del perjuicio, la

representación de la querella reiteró los ítems que tuvo en

cuenta para fijar el perjuicio e indicó las pruebas que tuvo

en cuenta al concretar la acusación.

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En relación al planteo de nulidad de la acusación

por falta de determinación de las circunstancias agravantes y

atenuantes al momento de pedir pena, afirmó que el Tribunal

contaba con el bagaje teórico suficiente, e invocó el límite

temporal impuesto por el Tribunal para los alegatos,

agregando que el fin resocializador de la pena no influía en

el monto de la pena a imponer, habiéndose tratado todos los

agravantes y atenuantes a lo largo del alegato.

Por ello, solicitó la querella el rechazo de todas

las nulidades planteadas.

A su turno contestaron la vista los representantes

del Ministerio Público Fiscal, quienes comenzaron analizando

la nulidad del juicio por encontrarse prescripta la acción.

En tal sentido, manifestaron que el planteo era

improcedente toda vez que la acción no fue declarada

prescripta sino que se encontraba viva, por lo que el juicio

no era nulo, no advirtiendo que se hubiera agregado nada

nuevo respecto de los planteos anteriores del 5 de junio de

2013, por lo que, en virtud de lo expuesto se remitieron a lo

precedentemente resuelto frente a similar reclamo.

En cuanto a la fijación de fecha para iniciar el

juicio oral, sostuvo la Fiscalía que fue la decisión más

equilibrada que el Tribunal pudo adoptar, habiendo

contemplado los intereses y derechos de las partes

encaminándolos hacia el modo normal de finalización de los

procesos, esto es, con la realización del juicio oral y

público.

En otro andarivel, postuló la fiscalía el rechazo del

planteo vinculado al fraccionamiento de la causa y señaló que

tal circunstancia no había impedido la fijación de la fecha

de debate, a la vez que indicó que el Tribunal aguardó la

elevación de la causa “residual” y armonizó los intereses de

las partes con los de la administración de justicia. Rechazó

el “desvío de poder” invocado por los defensores de Santiago

Bignoli y descartó el cuestionamiento por arbitraria de la

decisión del Tribunal de no convocar a prestar declaración

testimonial a Marcelo Colombo, señalando que no se habían

expuesto los motivos que sostenían tal afirmación, agregando

que era facultad legal del Tribunal rechazar la prueba que

entendiera sobreabundante o improcedente.

Page 22: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

En cuanto al planteo del “plazo razonable”, se

remitió a lo dicho al tratar la nulidad del juicio por

prescripción, reiterando que no encuadraba en ningún supuesto

de nulidad y que la cuestión ya había sido resuelta.

Respecto de la nulidad del juicio por el

fraccionamiento del proceso, manifestó que era una medida

cotidiana en otras causas, y que no existía ningún

impedimento legal para adoptar tal temperamento. Añadió que

dadas las circunstancias fue la resolución más atinada, a la

vez que agregó que con las pruebas del debate se pudo

acreditar suficientemente el hecho reprochado, entendiendo

que las defensas habían efectuado una errónea aplicación del

artículo 346 del CPPN, cobrando vigencia los principios de

preclusión y estabilidad de los actos procesales.

En ocasión de analizar los planteos efectuados por la

defensora de Kaplan, sostuvo que existía una dificultad para

determinar lo que era un planteo de nulidad y las cuestiones

vinculadas con el mérito de la prueba, señalando que la

Fiscalía fue clara al determinar la actividad enrostrada a

Kaplan, discrepando con la valoración probatoria la defensa

del encartado.

En relación a las contradicciones existentes entre la

acusación de la querella y la fiscalía, que habría derivado

en una violación a la “igualdad de armas”, indicó la Fiscalía

que la Corte Suprema de Justicia de la Nación a partir del

precedente “Gostanian” admitió la intervención como

querellante de la Oficina Anticorrupción, a la vez que, las

contradicciones invocadas debían darse en la misma acusación

y no entre dos distintas como ocurría en autos.

Frente a los planteos de tinte dogmático invocados

por la Dra. Barbitta, sostuvo la Fiscalía que se trató de

diferencias sobre la valoración de la prueba, y como tales,

ajenas a los planteos de nulidad.

Analizando el planteo de nulidad basada en la falta

de determinación del perjuicio, afirmó la Fiscalía que en su

alegato se desarrolló ampliamente el perjuicio que a su

criterio se había producido, a la vez que señaló que tampoco

correspondía hacer lugar a la nulidad del pedido de penas

vinculada a la falta de análisis de los agravantes y

atenuantes por entender que la acusación había tratado

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suficientemente la cuestión, gustaran o no a las defensas,

las penas reclamadas.

Por último, y respecto del “fraccionamiento” de las

causas seguidas respecto de María Julia Alsogaray, se remitió

la Fiscalía a los argumentos esgrimidos al plantearse similar

situación en las causas del registro de este Tribunal

seguidas respecto, entre otros, de Victor Alderete, agregando

que la defensa no pudo acreditar ningún perjuicio, por lo que

debía rechazarse también aquél planteo. Sobre este último

punto, la querella adhirió a lo dicho por la Fiscalía.

3.- A efectos de lograr una mayor claridad

expositiva, y evitar reiteraciones innecesarias, considerando

a su vez que en líneas generales las partes han efectuado

planteos similares, es que serán abordados conjuntamente

aquellos en los que así hayan sido plantados, y de manera

individual los que requieran un análisis de tal naturaleza.

A) De la nulidad del juicio por prescripción de la

acción penal:

Entiendo del caso señalar que corresponde tratar en

primer lugar la nulidad del debate basado en la extinción de

la acción, ya sea por aplicación de la doctrina del “plazo

razonable” o en cuanto a la prescripción de la acción penal

en los términos previstos en el artículo 62 del Código Penal

y, seguidamente, la forma en que tal cuestión volcará sus

efectos sobre la anulación impetrada.

Siguiendo aquella línea argumental comenzaré por

señalar que la extinción de la acción penal por prescripción,

así como por aplicación de la doctrina del “plazo razonable”,

ya fueron planteadas y tratadas en los incidentes que corren

por cuerda, a cuya íntegra lectura corresponde remitirse por

cuestiones de economía procesal ya que no se han incorporado

otras circunstancias fácticas que permitieran mutar nuestros

pronunciamientos.

Así, en ocasión de resolver sobre esta misma

cuestión planteada por la defensa de María Julia Alsogaray,

el Tribunal tuvo oportunidad de manifestar que no se puede

establecer la razonabilidad del plazo del proceso de modo

Page 24: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

abstracto, sino que ello debe ponderarse de conformidad con

las particularidades de cada caso.

Tal fue el criterio que se viene sosteniendo desde

la causa n° 1366 “Lesniewier, Guillermo y otros s/denuncia”

(rta. el 20 de septiembre de 2010), conforme los lineamientos

trazados por la Corte Suprema de Justicia en diversos

precedentes.

En ese sentido, entiendo del caso recordar que allí

se expresó que “…tal como delineara el Sr. Procurador General

de la Nación, Dr. Eduardo Ezequiel Casal, haciendo remisión a

distintos precedentes, al expedirse en el marco de los autos

“Recurso de hecho deducido por Néstor Horacio Acerbo en la

causa Acerbo, Néstor Horacio s/contrabando –causa nro.

51.221”, (que fuera resuelta por la Corte Suprema de Justicia

con fecha 21/8/07, oportunidad en que el Máximo Tribunal

compartió e hizo suyos los términos y conclusiones del

dictamen en estudio, remitiéndose a ellos por razones de

brevedad): “…la propia naturaleza de la garantía de ser

juzgado en un plazo razonable impide determinar con precisión

a partir de qué momento o bajo qué circunstancias comenzaría

a lesionarse, pues la duración razonable de un proceso

depende en gran medida de diversas circunstancias propias de

cada caso, por lo que el derecho a ser juzgado sin dilaciones

indebidas no puede traducirse en un número de días, meses o

años…”. Continuó diciendo el Sr. Procurador General que “No

obstante, la Corte identificó entonces, de acuerdo con la

jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos,

algunos criterios con que debe ser apreciada la duración del

proceso: la complejidad del caso, la conducta del imputado y

la manera en que el asunto fue llevado por las autoridades

administrativas y judiciales….

En sentido similar, la Corte Interamericana de

Derechos Humanos, cuya jurisprudencia puede servir de guía

para la interpretación de los preceptos convencionales

(Fallos: 318:514; 319:1840; 323:4130), consideró que el

concepto de plazo razonable al que se hace referencia en el

art. 8°, inc. 1° de la Convención Americana sobre Derechos

Humanos, "debe medirse en relación con una serie de factores

tales como la complejidad del caso, la conducta del inculpado

y la diligencia de las autoridades competentes en la duración

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del proceso" (caso 11.245, resuelto el 1° de marzo de 1996,

párrafo 111° y caso “López Álvarez v. Honduras, del 1° de

febrero de 2006)….

El análisis de razonabilidad del plazo exige, pues,

una referencia a las circunstancias del caso”.”

Dicha postura es la misma que sostuviera el

Procurador General de la Nación al expedirse en el fallo

“Egea, Miguel Ángel s/prescripción de la acción-causa 18/316”

(Fallos 327:4815) y también la que señala Leonardo Pitlevnik

en “Jurisprudencia penal de la Corte Suprema de Justicia de

la Nación”, (Tomo 1, Editorial Hammurabi, página 275) cuando

invocó los votos de los Dres. Fayt y Bossert en la mentada

causa “Egea” en la que se citaron los precedentes “Mattei” y

“Mozzatti” donde se afirmó que “…el lapso que puede ser

razonable para el trámite judicial por un hurto puede no

serlo para una asociación ilícita compleja. En otras

palabras, la duración razonable de un proceso depende en gran

medida de diversas circunstancias propias de cada caso…”.

Y es la aplicación de dicha jurisprudencia, -

reitero-, tal como lo hiciera frente a los planteos que en el

mismo sentido realizaran las defensas de María Julia

Alsogaray (resolución del 5 de julio de 2013 –fs. 22/29 del

incidente de prescripción de María Julia Alsogaray) y

Santiago Bignoli (resolución del 15 de noviembre de 2013-fs.

42/46 del incidente de prescripción de Santiago Bignoli) la

que nos conducirá a afirmar que en el presente expediente, si

bien de trámite extenso, no se vulneró la garantía de obtener

un pronunciamiento en un plazo razonable, en atención a la

complejidad de la presente investigación.

No resulta ocioso recordar que las presentes

actuaciones se iniciaron con fecha 25 de febrero de 2000, por

la denuncia formulada por el Dr. Carlos Manuel Garrido,

Director de la Oficina Anticorrupción, determinándose luego

del oportuno requerimiento de instrucción (cfr. fs. 44/47)

la producción de numerosas diligencias, tales como

allanamientos, pedidos de documentación, y recepción de

declaraciones testimoniales, a la vez que se investigó a

diversas personas que fueron sucesivamente citadas en los

términos del artículo 294 del ritual.

Page 26: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

En el caso particular de la imputada María Julia

Alsogaray, luego de practicadas diversas diligencias, el

juzgado instructor dispuso la citación de la nombrada a

prestar declaración indagatoria mediante decreto de fecha 19

de septiembre de 2001 (cf. fs. 1349), mientras que Santiago

Bignoli fue llamado a prestar declaración indagatoria el 30

de septiembre del mismo año y Enrique Kaplan el 3 de abril

del año siguiente, disponiéndose el procesamiento de los

nombrados el 12 de agosto de 2003. En el caso de Alsogaray se

la procesó por tres hechos de peculado en concurso real con

el delito de defraudación por administración infiel en

perjuicio de una administración pública, el primer delito en

concurso ideal con el de falsedad ideológica y todos en

concurso ideal con el de incumplimiento de los deberes de

funcionario público (cf. fs. 2976/3013), siendo aquél

confirmado por la Cámara de Apelaciones del fuero el 4 de

diciembre del mismo año (fs. 3593/3605), si bien modificando

la calificación legal adoptada por la de defraudación por

administración fraudulenta en perjuicio de una administración

pública (174 inc. 5 en función 173 inc. 7 CP).

En la misma oportunidad se procesó a Santiago

Bignoli como autor del delito de defraudación infiel en

perjuicio de la administración pública y a Enrique Kaplan

como autor de un hecho de peculado, partícipe necesario de

otro hecho de peculado en concurso real con defraudación por

administración infiel en perjuicio de una administración

pública, concurriendo el delito de peculado idealmente con el

de falsedad ideológica, y todos en concurso ideal con

incumplimiento de los deberes de funcionario público (cf. Fs.

2976/3013), calificación legal que fuera modificada cuando,

el 4 de diciembre de 2003 la Cámara de Apelaciones confirmó

su procesamiento, pero en orden al delito de defraudación por

administración fraudulenta en perjuicio de una administración

pública (cf. Fs. 3593/3605).

El día 29 de marzo de año siguiente la querella

efectuó el requerimiento de elevación a juicio (fs. 3742/66),

temperamento que fue seguido por la fiscalía el 16 de abril

del mismo año 2004 (fs. 3768/3823), dictándose auto de

elevación de la causa a juicio el 18 de mayo siguiente (ver

fs. 3869/3871).

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Habiendo arribado las actuaciones por conexidad a

este Tribunal (fs. 4021), se citó a las partes a juicio el 25

de febrero de 2009 por considerar que en modo alguno

correspondía tomar en cuenta el decreto dictado a fs. 3968

por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 4, ya que éste

había sido dejado sin efecto, situación que, como los mismos

términos aluden, no causó efectos en este proceso, y tanto es

así, que sin hacer observación, cuestionamiento u oposición

alguna, la totalidad de las partes ofrecieron prueba con la

citación que efectuaran estos estrados, lo que demuestra que,

no obstante las consideraciones filológicas o lexicológicas

que hoy se esgrimen, no tengo la menor duda en cuanto a que

el decreto de fs. 4369 es el único acto vigente mediante el

cual se invitó a las partes a ofrecer prueba.

Más aún, ante ese auto de citación a juicio dictado

el 25 de febrero de 2009 por el Tribunal cuya entidad hoy se

impugna, la defensa de la propia imputada Alsogaray, requirió

al Tribunal una suspensión de la citación a juicio, en

atención a que no había sido remitida a esta sede la

documentación, pese a los reiterados intentos de estos

estrados en tal sentido, medida que fue rechazada (cf. fs.

4378/9 y 4386).

Por su lado, la defensa de Santiago Bignoli, frente

a la citación a juicio dispuesta por este Tribunal en febrero

de 2009, si bien planteó su nulidad no lo hizo por la razón

ahora invocada, sino por cuestiones absolutamente distintas,

conforme surge del incidente que corre acollarado al legajo

principal y que fue definitivamente resuelto. De aquél

legajo se desprende que su mero agravio frente al dictado del

decreto de citación a juicio fue la invocación de la

afectación al principio de congruencia que debía mediar entre

acusación y sentencia, señalando que entre ambas estaba el

ofrecimiento de prueba cuya limitación implicaría vulnerar el

principio mencionado y quitar al proceso un elemento

fundamental, alegando que lo razonable, frente a la división

de la investigación dispuesta por el juzgado instructor, era

que la imputación fuera motivo del juzgamiento en forma

global y completa y no en forma parcializada.

En aquella oportunidad y por si ello no fuera

suficiente para desechar el planteo que ahora se deduce,

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merece agregarse que en aquella ocasión adujeron los letrados

que para ofrecer prueba debían tener la posibilidad real de

hacerlo, y cuestionaron los “ocultamientos”, “demoras

injustificadas” y “falta de respuesta” a solicitudes de este

Tribunal por parte del juez instructor, a la vez que

entendieron que resultaba arbitrario pretender que en tales

condiciones las partes ofrecieran prueba, lo que, no

obstante, hicieron. Dicho reclamo de nulidad fue rechazado,

medida que, recurso de queja mediante, fue convalidada por la

Cámara Federal de Casación Penal (ver fs. 66 del incidente

respectivo), y tendrá una incidencia determinante en otro de

los planteos nulificantes articulados por las defensas.

No puede dejarse de poner de resalto que también la

defensa de Enrique Kaplan pretendió nulificar el auto de

citación a juicio del 25 de febrero de 2009 de obrante a fs.

4369, basándose única y exclusivamente en que no se

encontraba en el Tribunal la totalidad de la documentación

vinculada al expediente, lo que le habría impedido el acabado

ejercicio del derecho de defensa en juicio. De la lectura del

escrito presentado no puede observarse que ni siquiera por

inferencia la defensa cuestionara la vigencia de aquél como

legítimo acto de citación a juicio, sino que, al igual que en

el caso de la defensa de Santiago Bignoli, se sugería una

medida que hubiera dilatado más aún el trámite de la causa,

consistente en aguardar a que todas las personas que fueron

imputadas en el expediente hubieran tenido su situación

procesal resuelta definitivamente, y así, el juzgado

instructor hubiera remitido toda la documentación con la que

contaba.

Así, no admitida la nulidad articulada, la defensa

de Enrique Kaplan interpuso recurso de casación, que fue

rechazado el 25 de agosto del mismo año (cf. Fs. 57/9 del

incidente de nulidad del art. 354 del CPPN que corre por

cuerda), mientras que la Sala IV de la Cámara Federal de

Casación Penal el 12 de agosto de 2010 no admitió el recurso

de queja que la parte introdujo (ver fs. 50 del incidente de

queja de Enrique Kaplan).

Es claro que este Tribunal conocía la existencia de

testimonios en trámite por ante el juzgado instructor, lo que

se evidenció con la importante cantidad de oficios librados a

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aquél solicitando justamente, entre otras cosas, la remisión

de la totalidad de la documentación afectada a la causa

elevada, así como conocer la situación procesal de aquellas

personas vinculadas al expediente que puedo denominar

“residual”, y como medida previa al dictado del auto de

admisibilidad de la prueba, se dispuso certificar el estado

de aquéllos en razón de resultar indispensable conocer el

nombre de las personas que aún se encontraban imputadas, en

razón de que varias de ellas habían sido ofrecidas por las

partes para declarar en este legajo, pedido de informes que

fue repetido en diversas ocasiones, incluso días antes del

inicio del juicio oral y público, en aras de determinar si

resultaba posible convocar a quienes estaban afectados en

dichos testimonios o no (cf. Fs. 117, 119, 131, 428 y 544)

Es oportuno señalar que a requerimiento de la Sra.

Defensora Oficial de María Julia Alsogaray, la Corte Suprema

de Justicia de la Nación solicitó la remisión a aquella sede

de las actuaciones principales y de otros expedientes

tramitados respecto de la nombrada, haciéndose efectivo el

envío en el mes de febrero de 2012, siendo, siendo devueltos

el 30 de noviembre del mismo año (ver fs. 4559).

El 8 de mayo de 2014, el Tribunal proveyó

parcialmente la prueba ofrecida (cf. Fs. 121/2 del cuaderno

de prueba), ordenando la realización de diversas medidas de

instrucción suplementaria, decreto que mereciera un pedido de

aclaratoria por parte de la Defensora Oficial de María Julia

Alsogaray, que fue resuelto el 20 de mayo de 2014.

Así las cosas, y previo actualizar ante el juzgado

instructor la situación procesal de quienes se encontraban

afectados a la “causa residual” –ver fs. 542 y 544 del

cuaderno de prueba-, por auto de fecha 23 de septiembre de

2014 se completó el dictado del auto de admisibilidad (ver

fs. 547/551), en el que se dispuso que el juicio oral y

público comenzaría el 28 de octubre de 2014, habiéndose

desarrollado el juicio desde la fecha indicada hasta el

dictado del veredicto, lo que ocurrió el 19 de febrero del

año en curso.

De la reseña precedentemente efectuada se advierte

la razonabilidad de los plazos insumidos para la tramitación

de estas actuaciones, habida cuenta la complejidad de la

Page 30: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

maniobra investigada, la voluminosidad de la documentación

que ha debido ser evaluada en las sucesivas instancias y la

cantidad de personas que han sido investigadas, respecto de

cuatro de las cuales fue requerida la elevación de las

actuaciones a juicio, no obstante haberse suspendido su

trámite en relación con Arturo Bignoli por cuestiones de

salud –ver incidente que corre por cuerda- y un gran número

que aún no tienen su situación procesal resuelta. Por otra

parte, no debe perderse de vista, en orden a la evaluación de

dichos plazos, que los imputados se encuentran en libertad.

Todas estas circunstancias impiden considerar que

haya habido desinterés por parte del Estado en la pesquisa y

por ende inferir que el derecho fundamental de los imputados

a ser juzgados sin dilaciones indebidas y a la definición del

proceso en un plazo razonable haya sido lesionado (art. 8.1

de la Convención Interamericana de Derechos Humanos),

circunstancia que se vio reflejada en lo resuelto por la

Cámara Federal de Casación en la causa N° 473/2013

“Alsogaray, María Julia s/recurso de queja por retardo de

justicia, cuando sus integrantes dijeron que “…no se advierte

la demora injustificada o inactividad por parte del Tribunal

Oral en lo Criminal Federal N° 6 de esta Ciudad que amerite

hacer lugar a lo solicitado …”

Se ha señalado que, como contrapartida del derecho

a obtener un pronunciamiento judicial por parte de los

imputados, se encuentra el de la sociedad de ver protegidos

sus derechos individuales consagrados de igual manera en la

Constitución Nacional por lo que, entendiendo como se viene

diciendo que el proceso fue llevado adelante conforme a

derecho y las actuaciones revisten complejidad (doctrina del

Tribunal Europeo de Derechos Humanos “König”, Rta. el 28 de

junio de 1978) corresponde rechazar la pretensión de la

defensa.

Sentado ello, corresponde ahora analizar la

extinción de la acción por prescripción, a la luz de lo

dispuesto en los artículos 62 y 67 del Código Penal.

En tal sentido, entiendo del caso decir que la

interpretación judicial que se realizaba del término “secuela

de juicio” mediante la redacción del art. 67 del C.P. según

la ley 23.077 permitía la consideración como interruptivos de

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la prescripción a una cantidad mayor de actos procesales que

los cinco taxativamente previstos por la última modificación

del referido artículo 67 y no sólo la sentencia condenatoria

conforme lo determinara la Sala II de la Cámara Federal de

Casación Penal en el precedente “Arano”, siendo este último

criterio descartado por la Corte Suprema de Justicia de la

Nación en ocasión de dictar el 8 de abril de 2014 el fallo D.

749.XLVIII, Recurso de Hecho, “Demaría, Jorge Luis y otros

s/causa 14.358”.

A partir de este marco conceptual y en concordancia

con lo dictaminado tanto por la Sra. Fiscal de Juicio como

por los representantes de la Oficina Anticorrupción, la

acción penal respecto de los tres encausados se encuentra

plenamente vigente, atendiendo al monto de la pena máxima de

6 años de prisión que prevé el delito de defraudación por

administración infiel en perjuicio del Estado Nacional que se

les imputa (arts. 173 inc. 7° y 174 inc. 5° del CP) en orden

a los actos con potestad interruptiva de la prescripción

previstos en el aludido artículo 67 del C.P., ya sea en su

actual redacción o según la interpretación antedicha que

incluía: la declaración indagatoria, el auto de

procesamiento, el requerimiento de elevación a juicio, el

auto de elevación a juicio, la citación a juicio, el

ofrecimiento de prueba por las partes acusadoras y la

fijación de la audiencia de debate, entre otros (“Tratado de

la prescripción de la acción penal”, Adolfo Calvete,

Ediciones de la República, Volumen II, pags. 784/801),

vigente al tiempo del hecho.

Conforme lo señalado párrafos más arriba y lo

resuelto en ocasión de tratar los planteos de extinción de la

acción penal interpuestos por las defensas de María Julia

Alsogaray y Santiago Bignoli -que se encuentran firmes-

cuando el Tribunal expuso los motivos por los cuales la única

citación a juicio vigente, -a cuya lectura por razones de

brevedad nos remitimos- , no es otra citación a juicio que la

dispuesta el 25 de febrero de 2009 (cf. Fs. 4369) la que

deberá tenerse en cuenta, toda vez que, como acto importante

del proceso, fue la única que surtió efectos en aquél.

De tal modo, y considerando que los requerimientos

de elevación a juicio de la querella y la Fiscalía son del 29

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de marzo de 2004(ver fs. 3742/3766) y 16 de abril del mismo

año (ver fs. 3768/3823), respectivamente, no ha transcurrido,

entre los distintos actos considerados secuela de juicio por

el artículo 67 del Código Penal según la redacción de la ley

25.990 los seis años previstos como máximo de pena de prisión

para el ilícito reprochado.

Sentado ello, habrá de rechazarse la extinción de

la acción penal por prescripción por no darse el supuesto

contemplado en el artículo 62 del Código Penal.

Con los alcances señalados, el Suscripto entiende

que ninguna manda constitucional ha sido vulnerada con la

celebración de la audiencia de debate sino que, antes bien,

se han arbitrado los medios para afianzar la justicia y

posibilitar poner fin a un proceso que ha insumido una

considerable cantidad de tiempo, habida cuenta la complejidad

del hecho investigado, con el alcance que sostuviera el

Procurador General de la Nación al expedirse en el fallo

“Egea, Miguel Ángel s/prescripción de la acción-causa 18/316”

(Fallos 327:4815), cuyos argumentos hiciera suyos la Corte

Suprema de Justicia de la Nación.

La Sala III de la Cámara Federal de Casación Penal,

al resolver en la causa N 6961 “Rivas, Jorge s/recurso de

casación” (Rta. el 27 de septiembre de 2006) tuvo oportunidad

de manifestar en relación con la interpretación del “plazo

razonable” a la luz de lo dispuesto en el artículo 8 inciso

1 de la CADH que ante la ausencia de la regulación en un

instrumento procesal propio para ese fin “...debe hallarse

aunque no en todos, en la mayoría de los casos, en el plazo

de prescripción de la acción penal. El cumplimiento de los

plazos procesales es una garantía de juzgamiento, por lo

tanto, su violación opera como límite al poder penal del

Estado en el ejercicio de la persecución e imposición de

pena...” y tal parámetro ha sido cabalmente respetado por el

Tribunal.

Resulta del caso señalar, para concluir con el

análisis de la cuestión de la vigencia de la acción penal,

que aquélla ya fue planteada y resuelta. En el caso de María

Julia Alsogaray, el Tribunal se expidió mediante resolución

de fecha 5 de julio de 2013 rechazando tal petición,

disponiéndose el 11 de octubre siguiente no hacer lugar a los

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recursos de casación interpuestos, en el caso de la

presentación de la encausada, por no reunir los requisitos de

admisibilidad, y en caso de la presentación de la defensa,

por extemporáneo. En razón de haber efectuado la misma parte

un nuevo planteo de extinción de la acción penal, el 18 de

octubre del mismo año 2013 se rechazó la solicitud de la

defensa y el 22 de noviembre siguiente se rechazaron los

recursos de casación: en primer lugar, en cuanto a la

extinción de la acción por prescripción conforme lo

dispuesto en los arts. 62 y 67 del Código Penal por entender

que no se trataba de una resolución equiparable a sentencia

definitiva, y en el segundo, vinculado al “plazo razonable”,

por entender que era la reedición del planteo sobre el cual

el Tribunal ya se había expedido el 11 de octubre anterior.

Interpuesto el recurso de queja por parte de la Defensa

Oficial, la Sala IV de la Cámara Federal de Casación Penal se

expidió el 23 de abril de 2014 no haciendo lugar a tal

remedio procesal y el 23 de junio siguiente, el mismo

tribunal colegiado rechazó el recurso extraordinario

interpuesto por la misma parte.

En el caso de Santiago Bignoli, el Tribunal

resolvió el 15 de noviembre de 2013 “…NO HACER LUGAR al

planteo de prescripción de la acción penal ni a la extinción

de la acción penal por transcurso del plazo razonable …”(cf.

Fs. 46 del incidente que corre por cuerda), rechazándose el

23 de diciembre del mismo año el recurso de casación en torno

al primero de los planteos por no ser una resolución

equiparable a definitiva, en tanto que se concedió en torno

al derecho a ser juzgado dentro de un “plazo razonable” –ver

fs. 71/72-. El 27 de junio de 2014, la Sala IV de la Cámara

Federal de Casación Penal resolvió declarar inadmisible el

recurso de casación interpuesto por los defensores de

Santiago Bignoli y su padre. Interpuesto un recurso

extraordinario federal, aquél fue declarado inadmisible el 9

de octubre de 2014 (ver fs. 144).

Por último, la extinción de la acción también fue

reclamada por la defensa de Enrique Kaplan por los dos

canales, esto es por prescripción de la acción penal de

conformidad con lo dispuesto en los arts. 62 y 67 del CP y

por aplicación de la doctrina del “plazo razonable”, en este

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caso, presentándola como una cuestión preliminar al inicio de

la audiencia de debate. Así fue que en la del día 4 de

noviembre de 2014 el Tribunal resolvió rechazar ambos

planteos.

Huelga decir que, a consecuencia del desarrollo de

la cuestión efectuada en los párrafos que anteceden, cae de

pleno la alusión al “desvío de poder” enarbolada por la

defensa de Santiago Bignoli.

Como corolario de todo lo dicho, y en atención a

que el motivo por el cual las defensas consideraron que el

juicio era nulo por la falta de jurisdicción del Tribunal

para resolver, corresponde decir que, removido que fue tal

obstáculo, la nulidad impetrada deberá ser rechazada (arts.

167 “a contrario sensu” y sgtes. del Código Procesal Penal de

la Nación).

B) De la nulidad por fraccionamiento de la causa y

del fraccionamiento de las causas seguidas contra María Julia

Alsogaray:

En primer lugar, entiendo pertinente mencionar que

la medida cuestionada, -esto es la división de los

expedientes durante la etapa instructoria- está lejos de

constituir una excepción, sino por el contrario, resulta

habitual en los casos de investigaciones profusas, en las que

hay numerosas personas investigadas. Y más aún cuando hay

imputados privados de la libertad –como ocurría en este

expediente por aquel entonces-, por lo que resulta frecuente

que las causas sean parcialmente elevadas. Pero,

contrariamente a lo esgrimido por las defensas, el motivo de

tal decisión no es otro que posibilitar una más pronta

administración de justicia frente a circunstancias como las

arriba reseñadas y tal fue, como más adelante expondré, la

pretensión de la defensa de Enrique Kaplan que, más allá de

adherir al planteo nulificante, oportunamente solicitó la

separación de la causa respecto de su asistido.

Sumado a ello, entiendo que no existió óbice legal

alguno para que el juicio se hubiese celebrado únicamente

respecto de María Julia Alsogaray, Enrique Kaplan y Santiago

Bignoli. Piénsese simplemente en la situación de los

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rebeldes, en cuyo caso el ordenamiento ritual exige a los

magistrados continuar con la causa respecto de los consortes

de causa (art. 290 del CPPN). El Tribunal no podía permanecer

impasible a la espera de que se resolviera definitivamente la

situación procesal de los coencausados que, aún ahora,

transitan la anterior etapa del proceso por lo cual se fijó

con la mayor celeridad posible la fecha para la celebración

de la audiencia de debate.

Ahora bien, ¿puede considerarse nulo el juicio por

no haber sido celebrado respecto de todas las personas que

tuvieron intervención en los hechos investigados en autos?

Por supuesto que no, y estoy convencido de que la solución

que se adoptó fue la única razonable, pero además fue la más

equilibrada y la que mejor resguardó los derechos de todas

las partes y el interés del Estado.

Ya desde el Preámbulo de nuestra Constitución se

consagra entre sus objetivos el de “…afianzar la justicia…”,

siendo por otra parte la misión del Tribunal juzgar aquellos

casos que son sometidos a su conocimiento, según se desprende

de los arts. 32 y siguientes del CPPN. De hecho, el Tribunal

insistentemente inquirió al Sr. Juez instructor acerca del

estado de la causa “residual” con el claro propósito de

efectuar el control más justo y amplio sobre las pruebas que

podían ser admitidas en el proceso y teniendo presente que,

para el caso de resultar posible, se incorporara la causa

residual a la presente. Pero por razones ajenas al Tribunal,

aquello no fue posible.

Ahora bien, ¿puede considerarse violatorio de los

derechos de defensa en juicio y del debido proceso el hecho

de que se hubiera celebrado la audiencia en tales

condiciones? La respuesta nuevamente es negativa. Ciertamente

hubo medidas de prueba que no pudieron producirse, como

verbigracia escuchar en la audiencia a la llamada “línea” de

la SRNAH, pero no impidió que la prueba documental,

especialmente los expedientes administrativos en la que

aquellas personas había intervenido fuera admitida como

prueba. En efecto, las partes contaron con abundante prueba

tanto documental, pericial, de informes, etc., y fue

convocada una importante cantidad de testigos que pudieron

ser libremente preguntados, ejerciendo acabadamente cada

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parte el ministerio que le compete, garantizándose así el

derecho de defensa en juicio.

Así, entiendo que no corresponde hacer lugar a la

nulidad impetrada, toda vez que ninguna de las defensas

alcanzó a acreditar que ese “desdoblamiento” de la

investigación les hubiera ocasionado algún perjuicio concreto

que no se hubiera podido superar.

Véase también que una cuestión con aristas

similares fue planteada con anterioridad por las defensas de

Santiago Bignoli y de Enrique Kaplan, cuando postularon la

nulidad de la citación de las partes en los términos del

artículo 354 del CPPN, conforme adelantara al tratar la

nulidad del juicio por prescripción.

Sostuvo el Tribunal en aquella oportunidad al

resolver el 10 de junio de 2009 que tales articulaciones no

tendrían resultado favorable, por no darse ninguna de las

circunstancias que el código adjetivo, en los artículos 166 y

siguientes, preveía que trajera aparejada tal sanción (cf.

Fs. 31 y siguientes del incidente de nulidad de la citación a

juicio).

Se recordó entonces lo dicho por la Corte Suprema

de Justicia de la Nación in re “Recurso de hecho deducido por

la actora en la causa Oihler, Juan Carlos c. Arenillas, Oscar

Norberto” (Rta. el 23 de diciembre de 1980) cuando sostuvo

que “... la normativa procesal tiene como finalidad y

objetivo ordenar adecuadamente el ejercicio de los derechos

en aras de lograr la concreción del valor justicia en cada

caso y salvaguardar la garantía de la defensa en juicio...” y

se concluyó que, con la decisión de citar a las partes a

juicio aún con parte de la investigación tramitando ante el

juzgado instructor no se advertía que ninguno de los valores

mencionados se hubieran visto afectados.

Debe tenerse en cuenta que “las nulidades tienen un

ámbito de aplicación restrictivo ... la nulidad no es un fin

en sí misma, requiriendo la producción de un gravamen cierto

que lleve a justificar una decisión contraria a la adoptada

en la sentencia ... (Cámara Nacional de Casación Penal, Sala

IV, causa N 1785 “Trovato, Francisco Miguel s/ recurso de

casación” rta. el 31/05/2000, reg. 2614).

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Por dichos motivos, resolvió el Tribunal que la

circunstancia de que la causa se hubiera desdoblado en razón

de que uno de los imputados en aquél entonces estuviera

privado de su libertad, -en este caso María Julia Alsogaray,

dado que Enrique Kaplan ya había sido liberado - en modo

alguno implicaba la violación del ejercicio del derecho de

defensa en juicio que traería aparejada la nulidad, ya que

tal sanción “...exige como presupuesto que el acto impugnado

tenga trascendencia sobre las garantías esenciales de la

defensa en juicio o se traduzca en la restricción de algún

otro derecho, ya que de otro modo la sanción de nulidad

aparecería respondiendo a un formalismo vacío... la idea de

justicia impone que el derecho de la sociedad a defenderse

contra el delito sea conjugado con el del individuo sometido

a proceso, de modo que ninguno de ellos sea sacrificado en

aras del otro, y tal delicado equilibrio se malogra cuando la

facultad de anular actos procesales excede la finalidad que

ésta protege (C.S.J.N. “Acosta, Leonardo y otros s/robo

calificado en grado de tentativa, Rta. 4 de mayo de 2000,

Fallos 323:929).

No merece mayor análisis la mención a la violación

al principio de congruencia efectuada por los defensores de

Santiago Bignoli, relacionándolo a la circunstancia de que en

un principio el Tribunal aguardó a la elevación de la causa

residual y luego modificó su criterio fijando la fecha de

juicio para evitar la prescripción. Y ello así, ya que las

circunstancias que determinaron las dificultades en el avance

de la causa ya quedaron suficientemente desarrollados, y

únicamente entiendo oportuno que el principio procesal

mencionado por los defensores tiene en materia procesal penal

un alcance bien diverso del reseñado, que descarto, los Sres.

Letrados conocen.

Lo cierto es que, más allá del criterio diverso de

las defensas, la Sala IV de la Cámara Federal de Casación

Penal mediante resoluciones del 12 de agosto de 2010 no hizo

lugar a los recursos de queja interpuestos por los defensores

de Santiago Bignoli (fs. 66 de la queja N° 11294) y Enrique

Kaplan (fs. 50 de la queja N° 11295) en cuanto al planteo de

la declaración de nulidad de la citación a juicio en los

términos del artículo 354 del CPPN dispuesta por el Tribunal,

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temperamento que adquirió firmeza frente a la falta de

interposición de un recurso de queja ante la Corte Suprema de

Justicia (ver los incidentes respectivos).

Frente a este panorama, entiendo que existe una

circunstancia no menor que debe ponderarse para obtener una

mejor vista de todo el contexto en el cual nos encontramos y

estamos resolviendo, que evidencia la falta de sustento real

y concreto de las críticas de las defensas. Y se trata del

pedido de separación de juicios efectuado por la defensa de

Enrique Kaplan tiempo atrás al que se dio trámite incidental.

En el escrito que encabezó la incidencia, la

defensa de Kaplan sostuvo “…que la imputación que pesa sobre

María Julia Alsogaray y que requiere la realización de un

debate oral y público sea separada de la acusación que ha

recaído en cabeza de mi asistido toda vez que es

imprescindible dejar en claro que el ejercicio de los

derechos acordados a un imputado … no puede en ningún modo

perjudicar los derechos acordados a otro de los consortes …”

“, prosiguiendo luego “… se han manifestado los distintos

motivos por lo que, esta parte entiende que deben separarse

las contiendas judiciales a fin de poder avanzar con la

tramitación del sumario aunque sea respecto de Enrique Kaplan

…”. Este Tribunal rechazó la pretensión de la defensa por

auto del 6 de agosto de 2007 (cf. Fs. 12/13 del incidente de

separación de juicios). Ante ello, la defensa presentó un

recurso de casación, que fue rechazado el 29 de octubre de

2007 (fs. 35/37), y finalmente el recurso de queja por

casación denegada fue rechazado el 12 de noviembre del mismo

año por parte de la Sala IV de la Cámara Federal de Casación

Penal (cf. Fs. 49). La contradicción es patente, ya que por

lo visto en aquel momento la defensa de Kaplan no consideraba

necesario contar en el juicio ni siquiera con la declaración

de María Julia Alsogaray, quien fuera la titular del

organismo en el que prestaba servicios su asistido y en cuyo

ámbito ocurrieron los hechos reprochados; ni qué pensar

entonces de los “ausentes” que aún no tenían la situación

resuelta en la anterior instancia.

En definitiva, los argumentos esgrimidos por las

defensas, no tienen que ver con la violación de su derecho de

defensa producto de esa fragmentación del proceso, sino más

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bien con el alcance e interpretación de la prueba producida

en el debate y la valoración que cada parte hizo de ella, lo

que lejos de conformar una causal de nulidad, será materia de

análisis al tratar la responsabilidad penal que a cada

encausado le ha correspondido.

Por todo lo expuesto, corresponde rechazar la

nulidad impetrada (arts. 167 “a contrario sensu” y siguientes

del CPPN).

Similar temperamento se debe adoptar en cuanto al

fraccionamiento de los procesos seguidos respecto de María

Julia Alsogaray.

Así, ya que a mi criterio no resulta aplicable al

supuesto de autos el criterio plasmado en el fallo “Pompas”

de nuestra Corte Suprema de Justicia de la Nación, por ser la

plataforma fáctica en aquél contemplada radicalmente diversa

de la que se reprocha a María Julia Alsogaray, y que el

artículo 58 del Código de fondo determina con claridad el

mecanismo previsto para el caso de unificación de penas y

condenas, que, conforme lo dispuesto en el punto X de la

sentencia, en su momento deberá eventualmente aplicarse.

Tanto es así, que en ocasión de resolver sobre una

petición similar en el marco del expediente N° 1086 del

registro de este Tribunal, expresamente se sostuvo que no

correspondía la aplicación de dicho criterio y que resultaba

sí aplicable para resolver la cuestión a estudio la manda del

artículo 43 del código de rito, en cuanto dispone una

excepción a las reglas de la conexión cuando determine un

grave retardo para alguna de las causas (cf. Fs. 7/9 del

expediente 10789 de la Sala IV de la Cámara Federal de

Casación Penal). No está de más reseñar que recurrida que fue

la resolución del Tribunal, el 18 de marzo de 2011 se declaró

inadmisible el recurso extraordinario interpuesto por la

Defensa Oficial (cf. Fs. 19/20 expte. 10.789), no habiéndose

interpuesto recurso de queja.

Distinto habría sido el caso si la firma de cada

expediente y/o resolución en el marco de las tareas de

refacción de la sede de la SRNAH hubiera tramitado de forma

independiente o constituyeran hechos escindibles, lo que no

ocurrió, sino que el hecho tipificado como administración

Page 40: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

infiel que se juzga fue abordado como un suceso único y no

como un concurso real de delitos.

Y tal temperamento en cuanto a la tramitación por

separado de las causas se vio reforzado por lo resuelto por

la Sala IV de la Cámara Federal de Casación Penal, cuando se

expidió respecto de la recusación de los Suscriptos promovida

por María Julia Alsogaray en la causa N 1086 del registro de

este Tribunal, ocasión en la que señaló que “...La decisión

del Tribunal de fijar fecha para la realización del debate en

estos actuados, sin esperar a que los restantes procesos

seguidos contra la recusante alcancen esa etapa procesal es

correcta ...” (Reg. N 11605 de fecha 16 de abril de 2009).

De tal modo, tampoco prosperará el planteo

nulificante con el alcance señalado (arts. 167 inc. 3 y

concordantes del CPPN.)

C) De la nulidad de los alegatos:

Contrariamente a lo afirmado tanto por la defensa

de Enrique Kaplan como de Santiago Bignoli, entiende el

Suscripto que no corresponde hacer lugar a la anulación de

las acusaciones, por reunir aquéllas todos los requisitos

legales exigidos por las normas de forma que rigen tal acto.

Así, en primer lugar habré de efectuar distintas

consideraciones en torno a la significación jurídica que

encierra el concepto de la acusación en el proceso penal.

La Corte Suprema de Justicia de la Nación ha venido

sosteniendo, de manera acorde con reconocida doctrina, que la

acusación constituye un acto complejo conformado por dos

actos procesales claramente definidos, que se complementan y

perfeccionan entre sí, integrando un bloque indisoluble.

Estos dos actos procesales, conforme lo expuso el

Dr. Raúl Eugenio Zaffaroni en el precedente conocido como

“Quiroga” son: “…el requerimiento de elevación a juicio que

habilita la jurisdicción del Tribunal para abrir el debate y

el alegato fiscal solicitando condena, que habilita la

jurisdicción del Tribunal a fallar…”, donde agregó que “…se

exigía la acusación a los fines de salvaguardar la defensa en

juicio y la imparcialidad como condiciones del debido

proceso…” (C.S.J.N. Recurso de Hecho, C. Q. 162. XXXVIII

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“Quiroga, Edgardo Oscar s/causa nro. 4302”, rta. el 2/12/2004

y Recurso de Hecho, D. 45. XLI. “Del´Olio, Edgardo Luis y

otro s/defraudación por administración fraudulenta”, rta. el

11/07/2006).

En dicha inteligencia, por un lado deberá contarse

con el requerimiento de elevación a juicio previsto en el

artículo 347 del Código Procesal Penal de la Nación, que

contendrá la plataforma fáctica sobre la cual habrá de

discurrir el debate.

De tales consideraciones, se colige que la ley

prevé bajo pena de nulidad, que tanto el Ministerio Público

Fiscal como la parte querellante efectúen una relación clara,

precisa y circunstanciada de los hechos imputados en sus

requerimientos, pues sobre ellos -en principio-, se producirá

la prueba en el debate. De aquellos hechos tendrá que

defenderse el imputado y sobre ellos ha de versar la

sentencia.

Es así que la acusación contenida en el

requerimiento de elevación a juicio abre la etapa esencial y

crítica del proceso, la cual conlleva la posibilidad de

obtener una sentencia sobre el hecho que fue calificado como

delito que se atribuye al imputado.

Asimismo, el segundo acto procesal de la acusación

será el alegato previsto en el artículo 393 del Código

Procesal Penal de la Nación, mediante el cual se solicitará

una condena y todas las partes, de acuerdo con un orden

preestablecido por la norma legal, alegarán sobre la prueba

producida en el debate y formularán sus acusaciones. Al

respecto se sostuvo que aquél se trata de “…un momento

dialéctico de plena contradicción sobre las pretensiones

debatidas, que no se puede omitir….” (Clariá Olmedo, Jorge A.

“Derecho Procesal Penal”, Tomo II, Ed. Rubinzal Culzoni,

2004, pág. 128) y versará sobre las valoraciones que cada

parte haga respecto de la prueba producida en el debate,

tanto en lo fáctico como en lo jurídico, para fundamentar el

interés que la parte pretende hacer prevalecer en la

consideración del Tribunal al momento de fallar.

En definitiva, el artículo 393 del código de forma,

bajo el enunciado “Discusión Final” prevé que luego de

ofrecida, recibida, producida y controlada la prueba, sea

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valorada o se alegue sobre ella, siendo lo que establece la

norma: “Terminada la recepción de las pruebas, el presidente

concederá la palabra al actor civil, a la parte querellante,

al Ministerio Fiscal, y a los defensores del imputado y

civilmente demandado, para que en ese orden aleguen sobre

aquéllas y formulen sus acusaciones y defensas”.

En el comentario de los autores Guillermo Rafael

Navarro y Roberto Raúl Daray al artículo 393 del Código

Procesal Penal de la Nación, sostuvieron que “…no hay normas

que fijen contenido al alegato del acusador particular, pero

el mismo deberá respetar la plataforma fáctica de la

requisitoria de elevación [….] calificará el hecho o los

hechos, insistiendo en la practicada en aquella oportunidad o

eventualmente, modificándola conforme las nuevas pruebas del

debate y pedirá pena acorde a ello.” (De la obra de los

autores citados: “Código Procesal Penal de la Nación”-

Análisis doctrinal y jurisprudencial-, Tomo 2, pág. 1121).

Dicho esto, considero que los alegatos formulados

por el la Fiscalía General y los representantes de la

querella contienen los elementos esenciales para completar la

acusación que fuera originariamente definida en sus

respectivos requerimientos de elevación a juicio y por lo

tanto debe estarse a su validez.

Entiendo que, siempre que se refiera –aún de manera

sucinta- al desarrollo de los hechos que se tuvieron por

acreditados, -sobre los que versó el requerimiento de

elevación a juicio-, y la enumeración de ciertas pruebas que,

de manera trascendente influirán en la acusación que habrá de

formalizarse, se consideran cumplidos de manera suficiente

los requisitos exigidos para un acto de tales

características.

En efecto, del análisis de los alegatos

cuestionados surge que las partes acusadoras han detallado de

manera clara y precisa el momento en que se desarrolló el

hecho bajo juzgamiento, las pruebas existentes para probar

tal acontecimiento, la intervención de los imputados en éste

y su relación con los elementos probatorios producidos en el

debate, la indicación y descripción de la calificación legal

y el grado de autoría y/o participación de los encausados,

las pautas ordenadoras fijadas en los artículos 40 y 41 del

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Código Penal y finalmente, sus concretos pedidos de pena, más

allá de las divergencias en cuanto a la exhaustividad o

relevancia que a aquéllas corresponda asignarles, cuestión

sobre la que se incursionará en el acápite correspondiente de

la sentencia, mas no tengo ninguna duda de que todos y cada

uno de los requisitos legales exigidos para que las

acusaciones sean válidas se encuentran reunidos en los actos

cuestionados por las defensas de Santiago Bignoli y Enrique

Kaplan.

El hecho de que los defensores hayan efectuado

interpretaciones y valoraciones diferentes a las realizadas

por los acusadores, no significa, bajo ningún aspecto, que

las exposiciones brindadas por esas partes hayan adolecido de

los vicios formales indicados por aquéllas.

Por otra parte, no se advierte que el pedido de

pena formulado por las partes acusadoras respecto de los

Kaplan y Bignoli no sean válidos, ya que, entiendo,

encuentran suficiente sustento en las pautas enunciadas en

los artículos 40 y 41 del Código Penal, habiéndose tenido en

cuenta las circunstancias atenuantes y agravantes que las

partes entendieron aplicables, mas la circunstancia de no ser

compartidos los criterios por parte de las defensas, no

implica su falta de validez. Muy por el contrario, el

artículo 393 del ritual confiere a las defensas la

oportunidad de explayarse al respecto, sin que por tal motivo

pueda considerarse violentada ninguna garantía de los

encausados.

Tampoco podrá prosperar la anulación de las piezas

acusatorias enarbolada por la Dra. Barbitta basada en

conceptos de índole dogmática enunciadas por la defensa de

Kaplan en la que efectuó una crítica basándose en el

“principio de confianza” con el que habría actuado su

asistido, en que aquél habría desarrollado “conductas

neutrales” y por ende no punibles, en la existencia de un

“error de prohibición” por parte del encausado que habría

impedido que aquél conociera la antijuridicidad de los hechos

y en la “prohibición de regreso” por existir entre la

conducta de Kaplan y el resultado otras conductas que habrían

explicado mejor ese resultado, toda vez que aquel análisis no

es propio de la validez o invalidez de las acusaciones, sino

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más bien del de la autoría y responsabilidad de los

encausados, por lo que merecerá adecuado trato al analizarse

tales tópicos.

Repárese en que: “La declaración de nulidad de un

acto en el proceso penal aparece entonces como un remedio de

naturaleza extrema y de interpretación limitada. Así es

porque el proceso tiende a preservarse y no a derrumbarse por

cuestiones de mera forma que no impliquen una afectación real

de las reglas del debido proceso…, y que: es regla entonces

que las nulidades procesales, cualquiera fuere su tipo “ no

tienen por finalidad satisfacer pruritos formales, sino

subsanar los perjuicios efectivos que pudieren surgir de la

desviación de los métodos de debate cada vez que esta

desviación suponga restricción a las garantías a que tienen

derecho los litigantes” [Couture, Fundamentos.., p. 286;

C.C.C., Sala V, LL, 2001-E-170]..” (Confr. Navarro y Daray,

Ob. citada, páginas 442/443 y sus citas C.N.C.P. Sala II,

J.A. 1994-II-629; C.S.J.N. Fallos 324:1564, entre otras).

Al respecto, cabe recordar que la doctrina sentada

por la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha señalado:

“…en materia de nulidades procesales prima un criterio de

interpretación restrictiva y sólo cabe anular las actuaciones

cuando un vicio afecte un derecho o interés legítimo y cause

un perjuicio irreparable, sin admitirlas cuando no existe una

finalidad práctica, que es razón ineludible de su

procedencia…” (Fallos 328:1874; 325:1404; 323:929; 311:1413;

311:2337; entre muchos otros).

También en esa dirección, la Corte Suprema de

Justicia de la Nación ha sostenido reiteradamente que la

nulidad procesal requiere un perjuicio concreto para alguna

de las partes, porque cuando se adopta en el solo interés

formal de cumplimiento de la ley, importa un manifiesto

exceso ritual no compatible con el buen servicio de justicia

(Fallos 302:179; 304:1947; 306:149; 307:1131y 325:1404).

Por todo lo expuesto entiendo que deben rechazarse

los planteos de nulidad de los alegatos de la parte

querellante y del Ministerio Público Fiscal formulados por

las defensas, por no darse en autos ninguno de los supuestos

invocados que pudieran acarrear la sanción mencionada

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(artículos 167 “a contrario sensu” y sgtes. del Código

Procesal Penal de la Nación).

También relacionado con las acusaciones, es el

momento de analizar el pretendido agravio esgrimido por la

defensa de Enrique Kaplan en cuanto a la violación al

principio de “igualdad de armas” en atención a que en el

proceso existieron dos partes acusadoras, y a la intervención

que en el expediente se otorgó a dos ONG.

En cuanto a la intervención de la Oficina

Anticorrupción como parte querellante en el proceso, aquella

fue convalidada por la Corte Suprema de Justicia de la

Nación, haciendo propio el dictamen del Procurador Fiscal, al

resolver en el fallo “Gostanián, Armando s/recurso

extraordinario” (G.1471 XL, rta. El 30 de mayo de 2006), en

tanto que a las ONG identificadas como ACIJ y CIPCE

únicamente se les permitió acceder a los requerimientos de

elevación a juicio y se les indicó que en caso de necesitar

contar con alguna otra pieza procesal debían requerirlo al

Tribunal, lo cual no ocurrió, habiéndoseles denegado la

facultad de intervenir como “amicus curiae”, de modo que no

se advierte ninguna violación de los derechos de las partes

que amerite su fulminación por nulidad.

Por consiguiente, también la nulidad de las

acusaciones será rechazada (art. 167 inc. 3° del CPPN “a

contrario sensu”).

D) Realización de una nueva pericia contable en los

términos del art. 397 del CPPN:

Únicamente resta tratar el rechazo de la solicitud

formulada por los letrados defensores de Santiago Bignoli en

cuanto reclamaron la realización de una nueva pericia

contable, y entiendo que la normativa en trato es clara en

cuanto establece la facultad con la que cuenta el Tribunal

de reabrir el debate cuando lo estimara de absoluta

necesidad para la recepción de nuevas pruebas o ampliación de

las recibidas. Ello así, el Tribunal entendió que el reclamo

ensayado no encuadraba en ninguno de los supuestos tratados

en la norma por lo que se dispuso denegar su producción por

considerarse superabundante al contarse en el expediente con

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suficientes pruebas para dilucidar la cuestión, por lo cual

no hizo lugar a tal petición.

II.- LA MATERIALIDAD DEL HECHO ACREDITADO.

Considero que, con el rigor que esta etapa procesal

obliga, ha quedado fehacientemente acreditado con fuerza de

verdad material tanto por los testimonios oídos durante la

audiencia de debate como por las evidencias documentales

incorporadas por lectura, que entre los años 1995 a 1998, la

entonces Secretaria María Julia Alsogaray a cargo de la

Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano y

posterior Secretaría de Recursos Naturales y Desarrollo

Sustentable (en adelante SRNAH), junto con el entonces

Subsecretario de Relaciones Institucionales –luego

Subsecretario de Recursos Naturales y posteriormente de

Desarrollo Sustentable- del citado organismo estatal, Enrique

Kaplan, violando los deberes a su cargo, perjudicaron los

intereses confiados y obligaron abusivamente al Estado

Nacional, en beneficio de Santiago María Bignoli y Arturo

Juan Bignoli –respecto de quien se encuentra suspendida la

causa por incapacidad sobreviviente (art. 77 del C.P.P.N.)- a

quienes contrataron de manera ilegítima y direccionada para

la realización de un relevamiento, remodelación integral y

proyecto de arquitectura de plantas, del edificio sede de la

SRNAH sito en la calle San Martín N° 459 de Capital Federal.

Los funcionarios públicos, cada uno según la forma y

participación que más adelante detallaré, destinaron fondos

de partidas presupuestarias asignadas a la SRNAH, mediante la

inserción de datos falsos en los formularios

correspondientes, a una cuenta fiduciaria irregularmente

constituida en el Banco Ciudad de Buenos Aires (contrato de

fecha 2 de octubre de 1995), cuyo monto fuera ampliado en dos

oportunidades (contratos de fecha 20 de diciembre de 1996 y

23 de diciembre de 1997), lo que les permitió un manejo

discrecional de los fondos, como así también, evadirse de los

controles dispuestos por la administración central,

prescriptos en la Ley N° 24.156 de administración financiera.

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Con los fondos depositados en el fideicomiso, se

solventaron, casi en su totalidad, los gastos que demandaron

las obras dirigidas por los ingenieros Arturo Juan Bignoli y

Santiago María Bignoli, quienes decidieron junto a las

autoridades de la SRNAH, fragmentar la contratación de

idénticos y contemporáneos bienes y servicios, de manera tal

que los montos permitieran la adjudicación directa

(Expedientes N° 1902/95, 1352/95, 1393/95, 1802/97, 1785/97

como así también, los legajos derivados de aquéllos).

Este fraccionamiento de las contrataciones, como así

también, la decisiva participación de Santiago María Bignoli

en la Comisión de Preadjudicaciones de la SRNAH, permitió la

reiterada contratación de personas físicas y sociedades

especialmente constituidas a tales fines, con cuyos titulares

María Julia Alsogaray y los ingenieros Bignoli poseían

vínculos previos.

Asimismo, dio lugar a numerosas irregularidades,

entre las que se destacan, la aprobación de adicionales sin

justificación alguna, numerosos incumplimientos en los plazos

de ejecución de las obras, inobservancia de los presupuestos

estimados, pago de precios superiores a los del mercado y el

cobro de honorarios por parte de los consultores ingenieros a

tasas superiores a las contractualmente establecidas;

generándole al Estado Nacional un perjuicio patrimonial de al

menos trecientos ochenta y un mil quinientos quince pesos con

cincuenta y ocho centavos ($381.515,58) -$293.495,51

(sobreprecios) más $88.020,07 (honorarios cobrados en

exceso)-, los cuales en virtud de la ley de convertibilidad

vigente al momento de los hechos, equivalían a la misma

cantidad en dólares estadounidenses.

A este perjuicio debemos sumar que se privó al

Estado Nacional de mejores precios o términos más

convenientes a los obtenidos, y ajenos a la discrecionalidad

de los agentes públicos que intervinieron en las

contrataciones, por haberse evitado en forma reiterada e

ilegal la licitación o concurso público.

Para entender la fraudulenta operación que generó un

daño económico al erario público de semejante magnitud,

corresponde ir desgranando las diversas y numerosas

irregularidades que me permiten afirmar que la constitución

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del fideicomiso en el Banco Ciudad de Buenos Aires se realizó

de manera irregular y que la contratación de los ingenieros

Bignoli y posteriormente de las empresas y personas

proveedoras de los bienes y servicios, fue realizada en forma

ilegal y orientada.

A) Irregularidades de la cuenta de fideicomiso

creada en el Banco Ciudad de Buenos Aires:

1) Constitución irregular.

El expediente N° 1902/95 a través del cual se

constituyó un fideicomiso entre la Secretaría de Recursos

Naturales y Ambiente Humano y el Banco Ciudad de Buenos

Aires, tiene su inicio el día 24 de octubre de 1995 a través

del memorando N° 1094/95 por medio del cual la Contadora

Lidia Esther Blanco, a cargo de la Dirección Técnica

Administrativa de la SRNAH, solicita la apertura de

actuaciones con motivo de un proyecto de contrato que señala

acompañar –sin embargo no se encuentra adjuntado al

expediente- (cf. fs. 1)

Seguidamente, luce el Dictamen N° 3782/95 de fecha

31 de agosto de 1995 (dos meses antes del inicio del

expediente), a través del cual, la Directora Nacional de

Legales de la SRNAH, Dra. Nora Chiban, señala que realizado

el análisis jurídico correspondiente, no encuentra objeciones

que formular al proyecto de contrato de fideicomiso

financiero a celebrarse entre la SRNAH y el Banco de la

Ciudad de Buenos Aires (en adelante BCBA) en relación a la

obra del edificio sede de la SRNAH, sito en la calle San

Martín N° 459 de Capital Federal, correspondiente al Programa

de Desarrollo Ambiental BID y la Consultoría de asistencia

técnica contratada con la firma Sisteval S.A., realizando

algunas sugerencias menores en cuanto a la redacción de las

cláusulas cuarta y séptima (cf. fs. 2/3).

En virtud de ello, mediante resolución N° 324 de

fecha 4 de septiembre de 1995, la Secretaria de la SRNAH,

María Julia Alsogaray, dispone aprobar el proyecto de

contrato de fideicomiso a celebrase con el BCBA, señalando

que aquél deberá ser suscripto por el Secretario de Recursos

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Institucionales, Enrique Kaplan en representación de la SRNAH

(cf. fs. 4/6).

En sus considerandos señala que el contrato de

fideicomiso se ajusta a lo regido por la ley N° 24.441 y

normas reglamentarias, aclarando que los fondos objeto del

fideicomiso, surgen de las asignaciones presupuestarias de la

SRNAH, correspondientes al Ejercicio Fiscal del año 1995.

Asimismo, destaca que la elección del sistema

adoptado se funda en la necesidad de lograr mayor eficacia y

eficiencia en la administración de los fondos públicos y en

el art. 60 de la ley N° 23.696.

Así las cosas, con fecha 2 de octubre de 1995

Enrique Kaplan en su cargo de Subsecretario de Relaciones

Institucionales de la SRNAH, suscribe con el Banco Ciudad de

Buenos Aires, un contrato de fideicomiso de administración,

por el cual la SRNAH (fideicomitente) le entregará a la

Entidad bancaria (fiduciaria) en propiedad fiduciaria la suma

de $1.700.000 con el cargo de administrarlo en relación a: I)

las obras del edificio sede de la SRNAH sito en la calle San

Martín N° 459 de Capital Federal, correspondiente al Programa

de Desarrollo Institucional Ambiental (PRODIA/BID), II)

Consultoría de Asistencia Técnica de Sisteval S.A. también

para el Programa de Desarrollo Institucional Ambiental

(PRODIA/BID) y III) Contratos de obra y/o servicio y gastos

conducentes para la ejecución del Programa de Desarrollo

Institucional Ambiental –contratos de préstamos 768/OC-AR y

907/SF-AR, SERNAH-BID- (cláusula primera del contrato obrante

a fs. 7/9 y 10 del expediente N° 1902/95).

En cuanto a las obras a realizarse en el edificio

sede de la SRNAH, se señala que abarcan la contratación de

servicios de consultoría de ingeniería destinado a la

elaboración de un proyecto estructural de nuevo entrepiso

para el Programa BID y obras relacionadas con el mismo en el

Sector Planta Baja, Entre Piso y Primer Subsuelo.

También establece que la SRNAH comunicará al BCBA el

nombre de los beneficiarios de los fondos fideicomitidos,

como así también de las personas autorizadas para aprobar las

respectivas facturas instruyendo el pago de las mismas.

Asimismo por actas complementarias le informará los

contratos celebrados, el nombre de los beneficiarios de

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dichos contratos y los recaudos a cumplir para adquirir el

derecho a percibir de los fondos fiduciarios (cláusula

tercera y cuarta).

En cuanto al plazo de duración del contrato se fija

en un año, pero aclarándose que si a la fecha del vencimiento

existieren remanentes de fondos y no se hubiesen extinguido

las obligaciones de contraprestación emergentes de su objeto,

se prorrogará automáticamente hasta la extinción de las

mismas. Si en cambio aquéllas obligaciones se extinguieran en

su totalidad, el remanente podrá entregarse al fideicomitente

o acordarse un nuevo objeto para aquél por acta

complementaria (cláusula séptima).

Dicho ello, cabe señalar en primer lugar que el

PRODIA era el Programa de Desarrollo Institucional Ambiental

que había sido creado a través del decreto N° 2786/93 con el

objeto de lograr una gestión ambiental más eficiente,

mediante el fortalecimiento de la base legal e institucional

del sistema nacional, provincial y de manera indirecta

municipal, estableciendo como organismo ejecutor a la

Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano.

Este programa estaba financiado por fondos del

Tesoro Nacional y por los préstamos del BID N° 768/OC-AR y

907/SF-AR firmados con fecha 21 de marzo de 1994 y puestos a

disponibilidad de la SRNAH a partir del día 4 de octubre de

1994 (cf. fs. 2/3 del informe de la AGN).

Ahora bien, habiendo reseñado el expediente N°

1902/95 es del caso señalar que el fideicomiso suscripto

entre la SRNAH y el Banco Ciudad de Buenos Aires requería

para su constitución de la sanción de una ley especial o del

dictado de un decreto del Poder Ejecutivo Nacional –por

tratarse de un organismo nacional-, ello en virtud de la

naturaleza dispositiva del acto de transferencia en propiedad

fiduciaria de los bienes que el Estado estaba aportando a la

constitución del fondo fiduciario.

Cabe recordar que la ley N° 24.441 que creó el

contrato de fideicomiso lo definió de la siguiente manera:

“…habrá fideicomiso cuando una persona (fiduciante) transmita

la propiedad fiduciaria de bienes determinados a otra

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(fiduciario), quien se obliga a ejercerla en beneficio de

quien se designe en el contrato (beneficiario), y a

transmitirlo al cumplimiento de un plazo o condición al

fiduciante, al beneficiario o al fideicomisario…” (art. 1) y

“…Los bienes fideicomitidos constituyen un patrimonio

separado del patrimonio del fiduciario y del fiduciante…”

(art. 14).

Asimismo el art. 2662 del Código Civil establece que

“…Dominio fiduciario es el que se adquiere en razón de un

fideicomiso constituido por contrato o testamento, y está

sometido a durar solamente hasta la extinción del

fideicomiso, para el efecto de entregar la cosa a quien

corresponda según el contrato, testamento o la ley…”

Es decir que una cuenta de fideicomiso reviste

ciertas particularidades, como ser: la constitución de un

patrimonio separado de los patrimonios de los respectivos

contrayentes del contrato, la intangibilidad de los bienes y

la afectación del patrimonio a una finalidad determinada.

En virtud de estas características es que resultaba

necesario la existencia de una ley o decreto que fijara los

objetivos y características del fideicomiso, como así

también, determinara las condiciones y términos a que se

debía sujetar la contratación correspondiente, debiendo

regular la constitución, incremento, modificación,

organización, funcionamiento y extinción del fideicomiso.

Si bien no escapa al suscripto que el requisito de

la existencia de una ley para la creación de fondos

fiduciarios se estableció con la ley N° 25.565 (modificatoria

del art. 5 inciso “a” de la ley N° 25.152) publicada en el

Boletín Oficial con fecha 21/03/2002, es decir con

posterioridad a los hechos de esta causa, lo cierto es que

Enrique Kaplan y María Julia Alsogaray celebraron el contrato

y sus sucesivas ampliaciones sin siquiera contar con un

decreto del Poder Ejecutivo Nacional.

La doctrina especializada, si bien critica la falta

de una legislación específica que regule a los fideicomisos

públicos, es conteste en señalar que aquéllos sólo pueden ser

creados por vía de leyes o decretos dictados por el Estado

Nacional o por las jurisdicciones provinciales o municipales

que correspondan.

Page 52: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

También entiende que el fideicomiso público debe

tener un fin lícito, de interés público, consistente en

satisfacer necesidades colectivas de trascendencia económica

social, lo que tampoco ocurrió en este caso por las

circunstancias que detallaré más adelante (ver LISOPRAWSKI,

Silvio, Los fondos fiduciarios públicos. Necesidad de una

legislación específica. LL. 2007-C. Pág. 1092; MARTORELL,

Ernesto Eduardo, Los llamados “fideicomisos públicos”:

réquiem para una figura vergonzante, E.D, T.223, pág. 790;

MERTEHIKIAN, Eduardo, Documentación Administrativa N° 267-

268, septiembre 2003-abril 2004, El Derecho Administrativo en

Argentina: Situación y tendencias actuales (I), Pág. 328;

entre otros)

Asimismo, el requisito de la ley o decreto previo

para la constitución de una cuenta de fideicomiso surge de

una interpretación armónica con el decreto N° 1545/94 dictado

en el marco de la reforma del Estado que se estaba realizando

durante esa época, con el objeto de lograr un mayor

equilibrio fiscal y eficiencia de los gastos financiados por

el Presupuesto General de la Administración Pública Nacional

(ver considerando del decreto N° 1545/94).

Dicho decreto estableció la creación de una Cuenta

Única del Tesoro, que sería puesta en operación por la

entonces Secretaría de Hacienda del Ministerio de Economía a

partir del día 1 de enero de 1995 con los fondos provenientes

de todas las fuentes de ingreso públicos, de créditos o de

otra naturaleza de la Administración Pública Nacional (cf.

art. 9).

A fin de instrumentar ello, la norma dispuso que

todas las jurisdicciones y entidades que integraran la

Administración Pública Nacional transfirieran los saldos de

sus cuentas bancarias existentes al 31 de diciembre de 1994 a

la Cuenta Única del Tesoro, procediendo a cerrar las cuentas

vigentes a esa fecha (art. 10).

Asimismo, puso en cabeza de esta Cuenta única del

Tesoro la atención de todos los pagos resultantes de la

gestión y desembolsos comprendidos en la gestión

presupuestaria patrimonial, manteniendo individualizados los

recursos según a que jurisdicción o entidad de la

Administración Pública Nacional pertenecieran (art. 11).

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En el mismo sentido, la Resolución N° 342/96 del

entonces Ministerio de Economía y Obras y Servicios Públicos,

aclaraba que “…con fecha 1 de julio de 1995 han sido

incorporados al sistema de la Cuenta Única del Tesoro los

Servicios Administrativos Financieros de la Administración

Central…”.

Por lo tanto, no tenía lógica que a la fecha en que

el Poder Ejecutivo Nacional estaba obligando a todos los

organismos públicos a cerrar sus cuentas y utilizar solo la

Cuenta Única del Tesoro Nacional, para tener un mayor control

de las erogaciones, la SRNAH estuviera creando una cuenta

aparte sin ninguna autorización del Poder Ejecutivo Nacional

o del Congreso de la Nación.

A partir de este sistema de cuenta única, cuando una

repartición pública debía abonar un gasto, ya sea de un bien

o un servicio, debía solicitar a la Secretaría de Hacienda

que liberara los fondos correspondientes, lo que se hacía en

función de las partidas presupuestarias que cada una de ellas

tuviera. Estos pedidos se hacían a través de órdenes de pago

que ejecutaba la Secretaría de Hacienda.

Ahora bien, por los motivos que expondré a

continuación, la constitución del fideicomiso tuvo como fin

lograr la apertura de una cuenta absolutamente independiente

y por lo tanto ajena al sistema de administración financiera

del sector público y los sistemas de control establecidos por

la ley N° 24.156.

Es que una vez depositado el dinero en dicha cuenta,

éste quedaba a completa disposición de las autoridades de la

SRNAH para ser gastado, sin necesidad de rendir cuentas a

organismo alguno, porque ese dinero ya había dejado de

pertenecer al Estado Nacional al haberse transferido su

propiedad fiduciaria al Banco Ciudad de Buenos Aires.

2) Irregular metodología utilizada para abastecer al

fideicomiso.

Una vez constituido el fideicomiso, el objetivo de

María Julia Alsogaray y Enrique Kaplan se centró en lograr

que la Secretaría de Hacienda transfiriera desde la Cuenta

Única del Tesoro, los fondos que tenía la SRNAH asignados por

Page 54: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

presupuesto a la cuenta abierta en el Banco Ciudad de Buenos

Aires, como segundo paso de la maniobra injusta y para ello

recurrieron al devengamiento ficticio de gastos que en

realidad no eran más que simples transferencias desde la

Cuenta Única del Tesoro a la cuenta fideicomiso del Banco

Ciudad de Buenos Aires.

El concepto de gasto devengado es definido por el

art. 31 en sus apartados 2.2.1; 2.2.2; 2.2.3 y 2.2.4 del

Decreto N° 2666/92, reglamentario de la Ley N° 24.156 que

establece que: “…El gasto devengado implica: Una

modificación cualitativa y cuantitativa en la composición del

patrimonio de la respectiva jurisdicción o entidad, originada

por transacciones con incidencia económica y financiera; El

surgimiento de una obligación de pago por la recepción de

conformidad de bienes o servicios oportunamente contratados o

por haberse cumplido los requisitos administrativos

dispuestos para los casos de gastos sin contraprestación; La

liquidación del gasto y la simultánea emisión de la

respectiva orden de pago dentro de los tres (3) días hábiles

del cumplimiento de lo previsto en el numeral anterior…”.

Por su parte, el art. 31 de la ley N° 24.156 señala

que “…Se considera gastado un crédito y por lo tanto

ejecutado el presupuesto de dicho concepto, cuando queda

afectado definitivamente al devengarse un gasto…”.

Es decir que gasto o registro devengado es aquél por

el cual el Estado paga una contraprestación, significa que el

Estado ha adquirido algo, que puede significar un bien o un

servicio, y por el cual el proveedor que lo prestó obtiene un

derecho.

Sin embargo, de la lectura del expediente N° 1902/95

se puede observar que la SRNAH engañaba a la Secretaría de

Hacienda, girándole órdenes de pago en las cuales se

introducían referencias falsas relativas a gastos como ser:

“mantenimiento y reparación del edificio”, “teléfonos, télex

y telefax”, “estudio, investigaciones y proyectos”, “Banco

Ciudad de Buenos Aires, Obra Edificio San Martín”,

“transferencia Banco Ciudad” o “pago fideicomiso Banco Ciudad

de Buenos Aires”, que en realidad no eran más que

transferencias a la cuenta de fideicomiso del Banco Ciudad

de Buenos Aires.

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Claro es entonces que de ninguna manera una

transferencia de dinero de una cuenta (Cuenta Única del

Tesoro) a otra (Cuenta Fideicomiso Banco Ciudad de Buenos

Aires) podía considerarse un gasto devengado en el sentido

normativo.

En todos los formularios de las órdenes de pago se

marcaba el casillero de devengado, obligando a la Secretaría

de Hacienda a abonar al Banco Ciudad de Buenos Aires sumas de

dinero en concepto de pagos por contraprestaciones que en

realidad nunca existieron.

En otras palabras, la SRNAH utilizó un mecanismo

desdoblado, en vez de pedirle directamente a la Secretaría de

Hacienda que abonara los gastos de la obra, le solicitaba una

transferencia a la cuenta del fideicomiso del Banco Ciudad de

Buenos Aires - haciéndola pasar como si fuera un gasto- y una

vez que el dinero se encontraba depositado lo utilizaba según

su antojo.

3) Irregulares ampliaciones del contrato de

fideicomiso con el objeto de poder seguir utilizando la

cuenta abierta en el Banco Ciudad de Buenos Aires.

A medida de que se emitían las órdenes de pago, se

iba inyectando dinero en la cuenta fideicomiso del Banco

Ciudad de Buenos Aires, por lo que con su crecimiento se

producía un acercamiento al límite monetario establecido en

el contrato de fideicomiso, lo que motivó que resultara

necesario aprobar distintas ampliaciones al monto estipulado

en el contrato original.

Estas ampliaciones se pueden dividir en tres etapas

discriminadas según las fechas de las órdenes de pago:

1° Etapa (desde la suscripción del contrato el día

2/10/95 al 20/12/96): 1) Orden de pago N° 490 de fecha 10 de

noviembre de 1995 (fecha de cargo 10/11/95), suscripta por

Enrique Kaplan como Secretario del Área Administrativa, por

$98.400, en concepto de “mantenimiento y reparación del

edificio” (cf. fs. 20); 2) Orden de pago N° 526 de fecha 24

de noviembre de 1995 (fecha de cargo 29/11/95), por $968.600,

en concepto de “mantenimiento y reparación del edificio” (cf.

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fs. 22); 3) Orden de pago N° 682 de fecha 29 de diciembre de

1995, con firma sin sello aclaratorio, por $310.000, en

concepto de “pago contrato fideicomiso BCBA” (cf. fs. 32 y

35); 4) Orden de pago N° 684 de fecha 29 de diciembre de 1995

por la suma de $37.280, en concepto de “pago contrato de

fideicomiso BCBA” (cf. fs. 34); 5) Orden de pago N° 685 de

fecha 29 de diciembre de 1995 (fecha de cargo 05/01/96),

suscripta por María Julia Alsogaray como Secretaria de Área

Administrativa, por la suma de $150.000, concepto de

“teléfonos, télex y telefax” (cf. fs. 43); 6) Orden de pago

N° 10.283 de fecha 14 de agosto de 1996 (fecha de cargo

16/08/96), suscripta por Enrique Kaplan, por la suma de

$97.200, en concepto de “estudio, investigaciones y

proyectos” (cf. fs. 45).

En virtud de estas órdenes de pago, se transfirieron

a la cuenta del fideicomiso $1.661.480 de los $1.700.000

originariamente estipulados en el contrato.

Ante la proximidad de alcanzar el monto límite

fijado en el contrato de fideicomiso, que impediría seguir

extrayendo dinero de la Cuenta Única del Tesoro para

transferirlo a la cuenta del Banco Ciudad de Buenos Aires, es

que María Julia Alsogaray decide suscribir el día 20 de

diciembre de 1996 un contrato ampliatorio del fideicomiso

celebrado el 02/02/95 extendiendo su monto por la suma de

dos millones doscientos mil pesos ($2.200.000) (cf. fs. 46).

2° Etapa (desde el contrato ampliatorio del 20/12/96

al contrato ampliatorio del 22/12/97): 7) Orden de pago N°

10695 de fecha 31 de diciembre de 1996, suscripta sin sello

aclaratorio, por la suma de $1.902.000, en concepto de “Banco

Ciudad de Buenos Aires, Obra edificio San Martín” (cf. fs.

53) y 8) Orden de pago N° 10696 de fecha 30 de diciembre de

1996, suscripta por Aurora N. Cucchi de Rincón en su carácter

de Directora Técnico Administrativa de la SRNAH, por la suma

de $18.000, en concepto de “Banco Ciudad de Buenos Aires,

Obra edificio San Martín” (cf. fs. 52).

En virtud de estas órdenes de pago, se transfirieron

a la cuenta del fideicomiso $1.920.000, por lo que,

acercándose “peligrosamente” al nuevo monto límite fijado en

el contrato ampliatorio de fecha 20 de diciembre de 1996, lo

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que impediría seguir transfiriendo dinero desde la Secretaría

de Hacienda de la Nación a la cuenta del Banco Ciudad de

Buenos Aires, otra vez María Julia Alsogaray suscribe el día

22 de diciembre de 1997 un nuevo contrato ampliatorio del

fideicomiso extendiendo su monto por la suma de trescientos

doce mil setecientos pesos ($312.700) (cf. fs. 55).

3° Etapa (desde el contrato ampliatorio del 22/12/97

hasta la nota enviada por Enrique Kaplan al BCBA el día 3 de

febrero de 1998): 9) Orden de pago N° 20898 de fecha 29 de

diciembre de 1997, suscripta sin sello aclaratorio, por la

suma de $49.000, en concepto “transferencia Banco Ciudad”

(cf. fs. 62 y 66); 10) Orden de pago N° 20899 de fecha 29 de

diciembre de 1997, suscripta por Enrique Kaplan, en concepto

de “mantenimiento y reparación del edificio”, por la suma

total de $611.000 (cf. fs. 61 y 63); 13) Orden de pago N°

20924 de fecha 30 de diciembre de 1997, suscripta sin sello

aclaratorio, por la suma de $47.400, en concepto de “pago

fideicomiso Banco Ciudad de Buenos Aires” (cf. fs. 70 y 72) y

14) Orden de pago N° 20925 de fecha 30 de diciembre de 1997,

suscripta sin sello aclaratorio, por la suma de $152.600, en

concepto de “pago fideicomiso Banco Ciudad de Buenos Aires”

(cf. fs. 69 y 71).

Ahora bien, a pesar de que el contrato ampliatorio

había sido por la suma de $312.700, con fecha 3 de febrero de

1998 Enrique Kaplan envía una nota al BCBA haciendo saber que

en virtud de los depósitos efectuados en la cuenta del

fideicomiso, la ampliación había ascendido a la suma de

$860.000, cifra que “per se” modifica el convenio ampliatorio

celebrado con fecha 22 de diciembre de 1997 (cf. fs. 73).

Es decir que ni siquiera se respetaron las propias

disposiciones del contrato de fecha 22/12/97 en cuanto a la

cantidad de dinero que debía entregarse.

De lo expuesto, se puede observar que las

ampliaciones del monto del fideicomiso siempre fueron

realizadas sobre el final de los ejercicios financieros al

advertirse que existían remanentes y no avistarse la

posibilidad de devengar gastos antes de que el año

finalizara.

Page 58: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

En definitiva, fue transferida ilegítimamente a la

cuenta de Fideicomiso del Banco Ciudad de Buenos Aires la

suma total de cuatro millones cuatrocientos cuarenta y un mil

cuatrocientos ochenta pesos ($4.441.480) –suma de todas las

órdenes de pago-.

4) Retención ilegítima de remanentes.

La normativa existente en la Administración Pública

Nacional es clara cuando establece que ante la existencia de

un remanente al finalizar un ejercicio financiero, éste debe

ser devuelto al Tesoro General de la Nación.

Esta obligación surge de la ley N° 24.156 en cuanto

establece que: “…El ejercicio financiero del sector público

nacional, comenzará el primero de enero y terminará el

treinta y uno de diciembre de cada año…” (art. 10), “…Para la

administración central se considerarán como recursos del

ejercicio todos aquéllos que se prevén recaudar durante el

período… y los excedentes de ejercicios anteriores que se

estime existentes a la fecha de cierre del ejercicio anterior

al que se presupuesta…” (art. 21), “…Con posterioridad al 31

de diciembre de cada año no podrán asumirse compromisos ni

devengarse gastos con cargo al ejercicio que se cierra en esa

fecha…” (art. 41 segundo párrafo), y que “…Los gastos

comprometidos y no devengados al 31 de diciembre de cada año

se afectarán automáticamente al ejercicio siguiente,

imputando los mismos a los créditos disponibles para ese

ejercicio…” (art. 42, primer párrafo).

Por su parte, el decreto N° 2360/94 correspondiente

a la distribución del presupuesto para el ejercicio 1995

establecía en su artículo 25 que “… Todos los remanentes de

recursos correspondientes al ejercicio de 1994 y de

ejercicios anteriores correspondientes a las jurisdicciones y

entidades dependientes del Poder Ejecutivo nacional, deberán

ser ingresados a la Tesorería General de la Nación antes del

día 31 de enero de 1995, salvo que exista una norma, con

jerarquía de ley, que disponga lo contrario…”. Esta

obligación fue repetida para los ejercicios de los años 1996,

1997, 1998 y 1999, a través de las Decisiones Administrativas

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dictadas por la Jefatura de Gabinete de Ministros N° 1/96

(art. 29), 12/97 (art. 13), 6/98 (art. 14) y 1/99 (art. 12).

En consecuencia, no es posible, lícitamente, retener

el remanente de un ejercicio que finaliza y más aún afectarlo

al pago de gastos que se devenguen en años posteriores, sin

la existencia de una ley que autorice lo contrario.

Sin embargo se observa como a fin del año 1997, a

través de las notas de fecha 23 de diciembre y 30 de

diciembre de 1997, María Julia Alsogaray y Enrique Kaplan,

respectivamente, sin ningún precepto legal que los autorice,

deciden transferir los saldos presupuestarios existentes ese

año -$660.000 y $200.000- a la cuenta fiduciaria del Banco

Ciudad de Buenos Aires, en vez de girarlos al Tesoro General

de la Nación, como la normativa indicaba (cf. fs. 56 y 64).

Sobre este punto, quien sucediera a María Julia

Alsogaray en el cargo de Secretario de la SRNAH, Oscar

Ermelindo Massei, en su informe de observaciones al proyecto

de auditoría de gestión ambiental, señaló que “…Del análisis

detallado de la lista de remesas y las fechas en que fueron

efectivizadas, se podría inferir un “modus operandi” que

habría consistido en transferir a la cuenta del fideicomiso

los saldos existentes con posibilidad de devengamiento en el

último mes de cada ejercicio para convertirlos en

extrapresupuestarios y de esa manera poder asimilarlos al

primer párrafo del artículo 42 de la Ley N° 24.156. Es decir,

que los remanentes del presupuesto de cada año a partir de

1995 habrían sido “devengados en forma ficta o simulada” para

ser utilizados desde el fideicomiso sorteando los controles

de administración financiera…” (cf. informe de la Auditoría

General de la Nación identificado como anexo VII de la

documentación reservada en Secretaría del Tribunal).

Esto fue ratificado por el nombrado en su

declaración testimonial prestada por escrito durante la

audiencia de debate (cf. fs. 784/787 del cuaderno de prueba)

cuando manifestó que: “…Tomé conocimiento al asumir el cargo

en la Secretaría, en especial, por informe del área de

economía (Ministerio) y corroborado por mis asesores de una

cantidad apreciable e importante de fideicomisos, en el caso

concreto con el Banco Ciudad de Buenos Aires… Se establece

con claridad el motivo: sacar las sumas de dinero del control

Page 60: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

presupuestario y comparto de que con ella se transgredía la

Ley de Administración Financiera de la Nación -24.156-. Y,

además, fueron utilizados para pagar a consultores de la

Secretaría y del PRODIA e inclusive a otros pagos ajenos al

PLAN en sí… Cuando asumí los responsables del área económica

me informaron que sí no certificaba las partidas previstas en

el Presupuesto para la Secretaría o los “devengaba” en los

términos de las leyes pertinentes, los fondos eran captados

por el Ministerio de Economía, es decir, salían, de la

utilización de la Secretaría. La constitución de esos

fideicomisos permitía precisamente evitar ese eventual no uso

en el tiempo determinado y fundamentalmente esos saldos al

salir del presupuesto carecían del contralor de las arcas

competentes, es decir, fuera de control…”

Por su parte, la testigo Beatriz Oliveros, quien

fuera asesora del Dr. Oscar Ermelindo Massei en la

elaboración del citado informe, al prestar declaración

testimonial durante el debate, relató lo difícil que le

resultó obtener información acerca del fideicomiso por parte

de los empleados y funcionarios de la SRNAH que habían

quedado de la gestión anterior, toda vez que ellos no querían

hablar. Asimismo, refirió que evidentemente había un área de

la SRNAH encargada de llevar adelante el fideicomiso en forma

separada del resto de la administración. También, expresó que

la Directora Técnica Administrativa de la SRNAH, Contadora

Lidia Esther Blanco, le había manifestado que era la

ejecutora de las órdenes, pudiendo constatar lo que esta

última le mencionó como un “barrido de presupuesto”,

queriendo decir que se devengaban ficticiamente los

remanentes que quedaban libres de las partidas

presupuestarias. Finalmente, explicó que por cada devengado

debía existir una factura o una orden de compra, pero que

aquí nada de eso había, sino simplemente una transferencia de

fondos de una cuenta a otra.

5) Utilización de partidas presupuestarias para

fines distintos a los legalmente previstos.

Ahora bien, con la creación del fideicomiso no sólo

se implementó un mecanismo que permitió sustraer de la esfera

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de custodia del Estado fondos presupuestarios, en especial

remanentes no utilizados, sino que también posibilitó la

posterior utilización discrecional y arbitraria de los fondos

desviados, sin sujeción a la finalidad determinada por ley a

cada una de las partidas presupuestarias, eludiendo asimismo

los controles de ejecución presupuestaria previstos por la

ley N° 24.156.

Esta última en su art. 33 establece la prohibición

de disponer de créditos para una finalidad distinta a la

prevista al decidirse la distribución administrativa del

presupuesto.

Sin embargo del informe confeccionado por Oscar

Ermelindo Massei, se señala que a la cuenta abierta en el

Banco Ciudad de Buenos Aires fueron transferidas remesas

originariamente destinadas, según presupuesto, a fines tan

disímiles como “limpieza, aseo y fumigación”, “capacitación”,

“teléfonos, télex y telefax”, “alimentos para personas”,

“pasajes”, “viáticos”, “papel de escritorio y cartón”,

“cueros y pieles”, “alquiler de edificios y locales”,

etcétera.

A eso debemos sumar, que también resultaba

violatoria de la ley N° 24.156, la cláusula séptima del

contrato de fideicomiso celebrado con fecha 2 de octubre de

1995, toda vez que establecía que cuando se hubiesen

extinguido en su totalidad las obligaciones de

contraprestación emergentes del contrato, con el remanente

podía acordarse un nuevo objeto.

Esto fue lo que permitió que posteriormente con

fecha 27 de octubre de 1999 se celebrara un nuevo convenio

entre la SRNAH y el BCBA por el cual se denunciaron

extinguidas las obligaciones de contraprestación relativas al

objeto del contrato de fideicomiso originalmente celebrado (2

de octubre de 1995) y se propuso acordar un nuevo objeto

respecto de las sumas remanentes para el plan de “Prevención

y acción contra incendios-Plan de Manejo del Fuego” (cf. fs.

74/81).

Sin embargo, este dinero remanente había llegado al

fideicomiso proveniente de asignaciones presupuestarias que

no tenían ninguna relación con la prevención de incendios y

manejo del fuego.

Page 62: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

En relación a este punto, cabe agregar que la

Auditoría General de la Nación en su informe de gestión

ambiental señaló que: “…se observan notables diferencias

entre la estructura presupuestaria original y la que

efectivamente reflejaron los gastos efectuados… No se

advierte que exista una utilización del presupuesto como

herramienta de gestión y/o de control, sino como una

estructura extremadamente flexibilizada para acomodar los

gastos realizados. Ejemplo paradigmático de este punto son

los gastos efectuados por $2.000.000, pese a no haber estado

contemplados en el presupuesto original del programa,

englobados en las líneas de “Mantenimiento Edificio”

(proyecto de dirección de obra del entrepiso de la SRNyDS),

“Apoyo SRNyDS”…” etcétera (cf. informe de la Auditoría

General de la Nación identificado como anexo VII de la

documentación reservada en Secretaría del Tribunal).

6) Irregularidades formales del expediente N°

1902/95.

a) No luce agregado el proyecto de contrato a partir

del cual se habría iniciado el expediente y donde la

Directora Nacional de Legales sugirió la redacción de dos de

sus cláusulas.

b) Dicho legajo tiene como fecha de inicio el día 24

de octubre de 1995, sin embargo con anterioridad a su

creación, la Contadora Lidia Esther Blanco, a cargo de la

Dirección Técnica Administrativa, emite una nota el día 18 de

octubre de 1995 (cf. fs. 11) en la que hace referencia a la

remisión de las actuaciones (que todavía no se habían creado)

para afrontar el gasto de $5000 que se debía pagar al Banco

Ciudad de Buenos Aires como pago por la celebración del

contrato (cf. cláusula novena del contrato).

c) Con fecha 10 de noviembre de 1995 la Directora

General de Planeamiento e Informática, Elisa Calvo, señala

que por orden de la superioridad deberá atenderse un

compromiso de $1.067.000 y un devengado de $98.400 a la

cobertura del contrato de fideicomiso (cf. fs. 15). Sin

embargo la supuesta “orden de la superioridad” fue dada tres

días después con fecha 13 de noviembre de 1995 por Enrique

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Kaplan (cf. fs. 14) y la orden de pago fue emitida aún antes

el día 10 de noviembre de 1995 (cf. fs. 20).

d) Las ampliaciones al contrato de fideicomiso

fueron realizadas sin dictamen jurídico previo, requisito

esencial de todo acto administrativo de acuerdo a lo

establecido por el art. 7, inciso “d” de la Ley N° 19.549 de

Procedimiento Administrativo.

Asimismo, el único dictamen jurídico existente, sólo

hacer referencia a las cuestiones formales que requiere la

figura jurídica del fideicomiso en los términos de la ley N°

24.441, sin hacer ninguna mención respecto de la naturaleza

de los fondos.

e) No luce en todo el expediente intervención de la

Unidad de Auditoría Interna de la SRNAH (sobre este punto me

explayaré más adelante).

Todas estas anomalías son irregularidades que

demuestran que el expediente fue confeccionado a fin de dar

solemnidad y apariencia de legalidad a decisiones informales

que se tomaban por fuera del marco del expediente N° 1902/95

o en base a documentos que en muchas ocasiones no estaban

agregados al legajo; por las cabezas de la SRNAH aquí

cuestionadas.

7) Disposición de los fondos para contrataciones

ilegítimas.

En base a todo lo expuesto, se puede observar que

María Julia Alsogaray y Enrique Kaplan a través de la ilegal

constitución del contrato de fideicomiso con el Banco Ciudad

de Buenos Aires, transformaron los fondos de la SRNAH en

fondos extrapresupuestarios, eludiendo todos los controles de

la administración pública nacional, disponiendo de ellos de

manera completamente arbitraria.

Los fondos depositados en el fideicomiso fueron

destinados casi en su totalidad a la ejecución de las obras

realizadas en el edificio sede de la SRNAH, cuyos Directores

de Obra eran los ingenieros Arturo Juan Bignoli y Santiago

María Bignoli, quienes fueron contratados en forma irregular

y direccionada por las autoridades de la SRNAH (cf. listado

de pagos con los fondos del fideicomiso obrante a fs. 118 del

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informe de la AGN, como así también, oficios dirigidos al

Banco Ciudad de Buenos Aires obrantes en los diversos

expedientes relativos a la presente causa).

En este sentido el autor Eduardo Mertehikian señala

que “… la configuración de mecanismos de financiación como el

de los fideicomisos públicos debe estar también orientada a

dotar de mayor transparencia, y por lo tanto de una

competencia efectiva, a los procedimientos de selección del

contratista particular y, consecuentemente, al de formación

de los precios que el sector público abona por los bienes y

servicios que demanda, o que los propios usuarios o

beneficiarios solventan cuando de actividades de prestación a

cargo de concesionarios y licenciatarios se trata, en aras de

asegurar los principios de equidad, transparencia y

eficiencia en la asignación de los recursos públicos,

principios que nuestro sistema jurídico ha adoptado

definitivamente y que, por lo tanto, condicionan toda

actuación estatal…” (MERTEHIKIAN, Eduardo, Documentación

Administrativa N° 267-268, septiembre 2003-abril 2004, El

Derecho Administrativo en Argentina: Situación y tendencias

actuales (I), Pág. 328).

Sin embargo, como veremos a continuación nada de

esto se cumplió en este caso.

B) Marco Normativo de las contrataciones de la

administración pública.

Para la legislación argentina la licitación o

concurso público rigen como principio general para la

contratación en la administración pública nacional.

A través de estos procedimientos la administración

invita públicamente a posibles interesados para que, con

arreglo a los pliegos de bases y condiciones pertinentes,

formulen propuestas de entre las cuales se seleccionará y

adjudicará a la más ventajosa o conveniente para el interés

público.

El fin de la licitación o concurso abierto es

asegurar la legalidad, moralidad, conveniencia y limitación

de la discrecionalidad de los agentes públicos intervinientes

(BEZZI, Osvaldo, El contrato de obra pública, Buenos Aires,

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1981, P. 38 y BIELSA, Rafael, Derecho Administrativo, T. II,

Buenos Aires, 1955, p. 162, entre otros).

La propia Constitución Nacional establece como regla

el principio de la seleccionabilidad reglada y pública, a

través de sus posibles sistemas, licitación pública, concurso

público o cualquier otro procedimiento que, limitando la

libertad del funcionario, obligue a éste a contratar con

sujeción a pautas concretamente predeterminadas de

publicidad, concurrencia e igualdad. Ello así, de una

interpretación conglobada de los arts. 16, 42 segundo párrafo

y 75 inciso 23, entre otros, de la Constitución Nacional

(COMADIRA, Julio Rodolfo, Derecho Administrativo. Acto

administrativo. Procedimiento Administrativo. Otros Estudios,

2° Edición actualizada y ampliada, Reimpresión: Editorial

Lexis Nexis – Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2007, p. 304).

A la época de los hechos, la licitación y el

concurso público se encontraban expresamente contemplados en

el articulado legal.

El art. 55 de la denominada ley de contabilidad

(decreto-ley N° 23.354/56), vigente en ese entonces,

establecía que “...toda compra o venta por cuenta de la

Nación, así como todo contrato sobre locaciones,

arrendamientos, trabajos o suministros, se hará por regla

general previa licitación pública...”.

En el mismo sentido, la ley N° 22.460 de Consultoría

establecía para la contratación de servicios de consultoría

el procedimiento de concurso público, salvo el empleo del

concurso privado y la contratación directa, cuyos supuestos

debían ser fijados por vía reglamentaria.

Cabe señalar que si bien estas excepciones nunca

fueron reglamentadas, ello no obstaba a que el principio

general del concurso público fuera el que debía prevalecer.

Antes de continuar, es importante destacar, que

tanto la licitación pública como el concurso público se

regían por las mismas reglas o principios, y solo se

diferenciaban en que, mientras en la licitación pública la

selección de la mejor oferta se realizaba teniendo en cuenta

preponderantemente factores económicos; en el concurso

público, se atendían principalmente las condiciones

individuales de los candidatos, tales como la capacidad

Page 66: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

científica, técnica, cultural, artística u otras, según

correspondiera (COMADIRA, Julio Rodolfo, Curso de Derecho

Administrativo, 1era Ed., Bs. As., 2012, Abeledo Perrot, T.

1, p. 879/880).

Ahora bien, la licitación o el concurso público

admitían, en ese entonces, tres tipos de excepciones (art. 55

del decreto-ley N° 23.354/56), que debían interpretarse con

criterio restrictivo, que eran:

a) La licitación privada, que es el procedimiento de

contratación en el que intervienen como oferentes sólo las

personas o entidades expresamente invitadas por el Estado.

Este tipo de llamado solo estaba permitido cuando el valor

estimado para la operación no excediera el millón de pesos

($1.000.000).

Asimismo las invitaciones debían cursarse como

mínimo a seis casas comerciales del rubro inscriptas en el

Registro de Proveedores (art. 62 inciso 8 del decreto N°

5720/1972).

b) el remate público, consistente en la compra venta

de bienes en público, sin limitaciones de concurrencia y al

mejor postor. Para ello era necesario que algunos de los

poderes del Estado, el Tribunal de Cuentas o entidades

descentralizadas autorizasen la venta de los bienes bajo su

órbita.

Y por último, c) la contratación directa, que es el

procedimiento por el cual el Estado elige directamente al

contratista, sin concurrencia, puja u oposición de oferentes.

Para poder recurrir a este tipo de contratación, se

enumeraban una serie de casos taxativos, de los que habremos

de destacar, por su vinculación a la presente, a los

siguientes: a) “...cuando la operación no exceda de cien mil

pesos ($100.000)... –este monto era el vigente a la época de

los hechos en virtud de lo establecido por el decreto ley N°

2393/93- d) Por razones de urgencia, en que a mérito de

circunstancias imprevistas no pueda esperarse la

licitación...f) las obras científicas, técnicas o artísticas

cuya ejecución debe confiarse a empresas, personas o artistas

especializados...” (supuestos previstos por el art. 56 inciso

3° de la ley de contabilidad –decreto ley N° 23.354/56).

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Por su parte el decreto N° 5720/72 denominado

“Reglamento de las Contrataciones del Estado” reguló este

artículo disponiendo: a) respecto de las razones de urgencia,

que aquéllas sean fundadamente ponderadas por la autoridad

competente que las invoque (art. 55 inciso 6) y b) en cuanto

a la contratación directa de obras científicas, técnicas y

artísticas, que se documente fundadamente la necesidad de la

especialización y los antecedentes que acrediten la notoria

capacidad científica, técnica o artística de las empresas,

personas o artistas a quienes se encomiende la ejecución de

la obra o trabajo (art. 55 inciso 8)

Asimismo en el caso de contrataciones directas por

operaciones menores a cien mil pesos o por razones de

urgencia o cuando una licitación hubiese quedado desierta, se

debía solicitar ofertas a tres casas del ramo dejándose

constancia, en caso contrario, de las razones que impidieron

proceder así (art. 62 inciso 10).

Una vez explicados los tipos de procedimientos de

contratación que tenía el Estado al momento de los hechos y

su marco normativo, expondré a continuación los motivos que

me llevan a concluir que las contrataciones celebradas entre

la SRNAH y los Ingenieros Arturo Juan y Santiago María

Bignoli (Expedientes N° 1352/95, 1393/95, 1802/97 y 1785/97),

como así también las derivadas de los expedientes madres N°

1393/95 y 1802/97, fueron realizadas incumpliendo la

normativa legal vigente, en procura de intereses ajenos a los

que debían guiar la tutela y administración del patrimonio

público.

C) Contratación irregular de Arturo Juan Bignoli

para la realización de un relevamiento del estado del

edificio sede de la SRNAH, sito en la calle San Martín N° 459

de esta Ciudad (Expediente N° 1352/95)

Este expediente tiene su inicio a través de un

memorando de fecha 11 de agosto de 1995 (cf. fs. 1) por el

cual, la entonces Directora General de Planeamiento e

Informática de la SRNAH, Licenciada Elisa Calvo, solicita la

apertura de actuaciones para la convalidación por parte de la

Secretaria de la SRNAH, María Julia Alsogaray, de un contrato

Page 68: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

de locación de obra celebrado “ad referendum” con fecha 11 de

julio de 1995, entre la Directora Técnica Administrativa de

la SRNHA, Contadora Lidia Esther Blanco y el Ingeniero Arturo

Juan Bignoli (cf. fs. 2).

El objetivo de dicho contrato consistía en el

“…relevamiento integral del estado del edificio sede de la

Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano, propuesta

de distribución física de las áreas técnicas administrativas

y de conducción y requerimientos de remodelación…” (Cláusula

primera); estableciéndose como honorarios de Arturo Juan

Bignoli el pago de una suma de doce mil pesos ($12.000) que

serían abonados contra entrega del informe de finalización de

obra (cláusula tercera).

Así las cosas, con fecha 7 de agosto de 1995, María

Julia Alsogaray, dicta la resolución N° 274 por medio de la

cual decide ratificar el contrato celebrado (cf. fs. 3/4),

por considerar que aquél “…resulta de imprescindible

necesidad para la toma de decisiones que hacen al mejor

cumplimiento de las funciones que tiene asignadas el

organismo...“

Finalmente con fecha 11 de agosto de 1995 la SRNAH

realiza el pago a Arturo Juan Bignoli de la suma de doce mil

pesos ($12.000) (cf. liquidaciones de fs. 5/6 y factura con

membrete de Arturo Juan Bignoli de fs. 7).

Ahora bien, de la reseña efectuada se advierte, por

los motivos que detallaré a continuación, que el expediente

N° 1352/95 sólo tuvo como objetivo dar una apariencia de

legalidad a una contratación ordenada arbitrariamente y con

orientación definida e ilegítima hacia quien aparece como

contratante particular por parte de María Julia Alsogaray, en

clara violación a la normativa vigente sobre la materia.

Tan patente resulta ello que el expediente en

análisis fue iniciado cuatro días después de la resolución

que debía ser consecuencia de aquél.

Asimismo, no se aprecia de los escasos documentos de

este legajo de ocho fojas, un solo párrafo dedicado a

explicar: a) los motivos por los cuales resultaba necesaria

la realización de un relevamiento del edificio y de una

propuesta de distribución de sus áreas, b) el marco normativo

que justificaba la contratación directa, c) los antecedentes

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del profesional que se estaba contratando, d) las razones por

las que se contrataba a Arturo Juan Bignoli en lugar de otro

profesional, e) los parámetros utilizados para determinar el

monto de sus honorarios y f) las razones por las que no

intervinieron otras áreas de la SRNAH.

Por otra parte, corresponde destacar que la

resolución dictada por María Julia Alsogaray carece de un

dictamen jurídico previo, requisito esencial de todo acto

administrativo de acuerdo a lo establecido por el art. 7,

inciso “d” de la Ley N° 19.549 de Procedimiento

Administrativo.

Esta omisión resulta por demás llamativa, ya que la

nombrada manifestó durante la audiencia de debate que siempre

constataba antes de firmar si se encontraba glosado el

dictamen de legales, destacando su importancia y necesidad.

No resulta creíble que alguien como Alsogaray, que

ya había estado a cargo de funciones públicas con

anterioridad y con versación y estudios universitarios de

ingeniera industrial, pasara por alto, graciosamente, la

falta de un dictamen jurídico previo.

En su alegato la defensa de la encartada argumentó

que María Julia Alsogaray, siempre obró conforme a los

asesoramientos técnicos de sus asistidos, sean escritos o

verbales.

Sin embargo, la normativa establece que las

opiniones técnicas deben ser expresas, no verbales o tácitas,

por lo que si realmente María Julia Alsogaray poseía un aval

verbal por parte del Departamento de Legales, debería haberlo

mencionado en la resolución.

Por otra parte, llama la atención la velocidad de

tramitación del expediente - menos de 24 horas-, teniendo en

cuenta que el memorando solicitando su apertura, la nota de

afectación del gasto, la factura de los honorarios de Arturo

Juan Bignoli y la orden de pago, son todos del mismo día, el

11 de agosto de 1995.

En cuanto a los honorarios, éstos fueron pagados a

Arturo Juan Bignoli a pesar de que no había presentado el

informe de finalización de obra, por lo que tampoco se

encuentra acreditado que el contratado haya dado cumplimiento

a la tarea encomendada.

Page 70: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

Ahora bien, siendo la contratación directa un

procedimiento de excepción que solo es autorizada en

determinados casos taxativos, de ninguna manera podía

acudirse a ella sin siquiera señalar qué supuesto normativo

encuadraba y las razones por las que se acudía a él.

Si entendemos que se recurrió a la contratación

directa porque el monto de la operación era menor a los cien

mil pesos ($100.000) –art. 56 inciso 3 apartado “a” del

decreto-ley N° 23.354/56-, entonces no se cumplió con el

llamado a ofertar a tres casas del ramo, ni se dejó

constancia de las razones que impidieron proceder así (art.

62 inciso 10 del decreto N° 5720/72).

Cabe destacar que dicho requisito era claramente

conocido por las autoridades de la SRNAH, pues en la gran

mayoría de las contrataciones directas realizadas con

posterioridad (dependientes de los expedientes N° 1393/95 y

1802/97), sin ahondar por ahora los motivos, se presentaron

propuestas de tres empresas.

Si en cambio consideramos que la contratación se

hizo por razones de urgencia, ni siquiera se mencionaron

cuáles eran aquéllas, violándose el art. 56 inciso “6” del

decreto N° 5720/72.

Finalmente, si entendemos que se trató de una

contratación directa para la realización de obras

científicas, técnicas o artísticas de carácter “intuitu

personae”, entonces no se dio cumplimiento al art. 56 inciso

8 del decreto N° 5720/72, que exige que se encuentren

debidamente documentados los antecedentes que acreditan la

notoria capacidad científica, técnica o artística del

contratado y recordemos que, en este expediente, Arturo Juan

Bignoli ni siquiera acompañó su curriculum vitae.

Por último y siguiendo este orden de ideas, es de

destacar que la contratación tampoco se ajustaba a las

disposiciones del Decreto N° 92/95 que determinaba las

condiciones bajo las cuales se podía autorizar la

contratación de personal especializado para la realización de

aquellas actividades que complementen la competencia propia

de cada jurisdicción de la Administración Pública Nacional.

En primer lugar, porque el convenio no respondía a

los modelos de contrato de locación de obra que integraban el

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Anexo III del citado decreto (art. 10) y en segundo lugar

porque el monto de doce mil pesos ($12.000) superaba

ampliamente los topes previstos por el art. 8 (Anexo I,

planilla de rangos y remuneraciones) cualquiera fuera la

función y el rango del profesional que se tomara.

Por lo tanto, esta contratación claramente irregular

no encuentra explicación plausible en el desorden que podría

tener una oficina de la administración pública o en el

desconocimiento o mala interpretación de las normas que rigen

a las contrataciones, sino que por el contrario, detrás de

ella se escondía la voluntad de María Julia Alsogaray de

favorecer a Arturo Juan Bignoli, con quien, como veremos más

adelante, lo unía una relación o vínculo previo.

D) Contratación irregular de Arturo Juan Bignoli y

Santiago María Bignoli para la construcción de un nuevo

entrepiso sobre la Planta Baja del edificio sede de la SRNAH,

como así también, para la remodelación de la Planta Baja,

entre piso y Primer Subsuelo (Expediente N° 1393/95).

Tan solo una semana después de que Arturo Juan

Bignoli efectuara el relevamiento del edificio, se da inicio,

el día 18 de agosto de 1995, al expediente N° 1393/95, a

través del Memorandum UCP N° 1249/95, suscripto por el

Ingeniero Luis Castello, Coordinador General del Programa de

Desarrollo Institucional Ambiental de la SRNAH (cf. fs. 1).

Dicho memorando se encuentra acompañado de una nota,

también suscripta por Castello, por la que se solicita a la

Jefatura de Gabinete de la SRNAM el comienzo de las gestiones

necesarias para la contratación del “Proyecto de Dirección de

Obra de las nuevas oficinas del Programa de Desarrollo

Institucional Ambiental” –en adelante PRODIA-, alegando que

el incremento de personal dentro del Programa tornaba

insuficientes los espacios físicos cedidos hasta ese momento

(cf. fs. 2)

Asimismo, señala que la “Unidad Secretario” –a cargo

de María Julia Alsogaray- presentó una propuesta de

readecuación y reubicación de una serie de áreas de la

Secretaría, incluyendo la de trasladar el Programa en su

totalidad a la planta baja del edificio (parte posterior),

Page 72: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

por lo que resulta necesario el inicio de las obras de

remodelación y construcción de oficinas.

También hace referencia a la importancia para el

PRODIA de contar con oficinas propias suficientes para el

personal integrante de la firma consultora que sería

contratada en los siguientes meses (cf. fs. 2).

Seguidamente luce agregada una memoria descriptiva

del proyecto (cf. fs. 3) y de cálculo estructural preliminar

(cf. fs. 4/9), ambas sin firma alguna ni identificación del

área o profesional que la emitió, refiriendo la primera que

para cumplir los objetivos señalados se proyectó un entrepiso

en un área parcial sobre la planta baja, que permitirá

obtener una ganancia en superficie de trescientos cincuenta

metros cuadrados (350 m2).

A continuación, sin que mediara invitación alguna a

cotizar o documento que explicara mínimamente los motivos por

los cuales se convocaron a determinadas consultoras y no a

otras, se encuentran glosadas tres ofertas de distintos

estudios profesionales para la realización de la obra.

La primera es de fecha 22 de agosto de 1995, y

pertenece a los ingenieros Arturo Juan y Santiago María

Bignoli, quienes cotizaron sus honorarios por el proyecto y

dirección de obra en un monto equivalente al 15% del valor de

las obras, con un plazo de ejecución de 2 meses para el

proyecto y 6 meses para la dirección de obra (cf. fs. 10/33).

La segunda corresponde al día 24 de agosto de 1995 y

fue presentada por el estudio de arquitectos Angeli-Fabbri,

quienes valoraron sus honorarios en un 15% del valor de la

obra (cf. fs. 34 que fuera desglosada y agregada a fs. 1308

del principal).

Finalmente, se encuentra la propuesta presentada con

fecha 26 de agosto de 1995 por la Consultora Jaime Lande &

Asociados, quienes estimaron sus honorarios en un 17% del

valor de las obras, con un plazo de ejecución de 30 días para

el proyecto y 120 días para la obra (cf. fs. 35/36). Cabe

resaltar, que en ella se señala que la oferta no es más que

una reiteración de la realizada con fecha 11 de agosto de

1995, es decir con anterioridad al inicio del expediente.

Seguidamente, con fecha 5 de septiembre de 1995, la

Directora Nacional de Legales de la SRNAH, Dra. Nora Chiban,

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emite el dictamen jurídico N° 3793 en el que señala que podía

autorizarse la contratación directa de los servicios de

consultoría de los ingenieros Arturo Juan Bignoli y Santiago

María Bignoli, en virtud de lo dispuesto por el art. 56,

apartado 3, inciso “f” del decreto-ley N° 23.354/56, relativo

al carácter “intuitu personae” de la contratación, pues “…las

características de las tareas a realizar demuestran que es

imprescindible un alto grado de conocimiento, experiencia y

especialización en la materia, debido a que las obras a

ejecutar incluyen la renovación estructural del edificio,

sede de la Secretaría…”.

Asimismo, destaca que de los antecedentes de los

ingenieros Bignoli se observa que éstos reúnen las

condiciones necesarias para cumplir con los objetivos

expresados, por su notoria capacidad técnica para el

emprendimiento (cf. fs. 37/38). Este dictamen jurídico fue

formulado de oficio, toda vez que no se encuentra glosado

ningún pedido o requerimiento expreso de opinión por parte de

otra área de la SRNAH.

A continuación, se encuentra agregado el contrato de

consultoría de ingeniería celebrado “ad referendum” de la

titular de la SRNAH, con fecha 1 de septiembre de 1995, entre

Enrique Kaplan en representación del organismo y los

Ingenieros Arturo Juan Bignoli y Santiago María Bignoli (cf.

fs. 39/41). Es decir cuatro días antes del dictamen de

legales.

El objetivo del contrato consistía en la realización

por parte de los consultores de: I) la elaboración del

proyecto, II) la elaboración de los pliegos de bases y

condiciones técnicas para contratar su ejecución, III)

dirección de obra, IV) asesoramiento respecto del acopio de

materiales en cuanto a su calidad y cantidad necesarios para

la ejecución de las obras, V) estimación de la mano de obra

necesaria para efectuar la obra y su costo y VI)

asesoramiento respecto de la selección de contratistas para

la ejecución de la obra (cf. Cláusula Primera: Objeto).

En cuanto al proyecto en sí mismo, éste incluía el

plan estructural del nuevo entrepiso del Programa, como así

también, de las obras relacionadas con los sectores planta

baja, entre piso y primer subsuelo.

Page 74: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

Sobre los tiempos de ejecución se establecieron los

siguientes plazos: 1) entrega de croquis y anteproyectos: 20

días desde la fecha de celebración del contrato, 2) entrega

de la documentación del proyecto: 45 días desde la fecha de

celebración del contrato, 3) entrega del resto de la

documentación y asesoramiento para seleccionar contratistas:

60 días desde la fecha de celebración del contrato, 4)

dirección de obra: desde el acta de iniciación hasta la

finalización de la ejecución de las obras, entendiéndose por

tal la recepción definitiva.

Respecto de los honorarios, aquéllos debían ser

abonados bajo el siguiente cronograma: 1) treinta mil pesos

($30.000) contra entrega de croquis y anteproyecto, 2)

treinta mil pesos ($30.000) contra entrega de proyecto, 3)

diez mil pesos ($10.000) contra entrega de pliegos y bases de

condiciones técnicas, asesoramiento y elaboración de

presupuestos estimados y asesoramiento en la selección de

contratistas.

Estos montos debían ser tomados a cuenta de los

honorarios definitivos estimándose al efecto de dicho

cálculo: 4% de honorarios para la primera etapa, 4% para la

segunda etapa, 1% para la tercera etapa, siempre del valor

total de la obra. Asimismo, se estableció un 6% de honorarios

por la dirección de obra, liquidados proporcionalmente a los

certificados de obra.

Es decir, los honorarios totales se fijaron en el

15% del costo definitivo de la obra, imputándose los importes

abonados como pagos a cuenta. Asimismo, a todos los

honorarios se les debía adicionar, cuando correspondiere, el

importe del IVA que sería abonado por la Comitente (cf.

cláusula tercera).

Así las cosas, con fecha 6 de septiembre de 1995 la

Secretaria de la SRNAH, María Julia Alsogaray, dicta la

resolución N° 327 por medio de la cual dispone aprobar el

contrato celebrado por considerar que las obras a ejecutar,

al incluir la renovación estructural del edificio, requieren

de un alto grado de conocimiento, experiencia y

especialización en la materia, y que los consultores

contratados han acreditado, a través de sus antecedentes

profesionales agregados a fs. 2/20, una importante y notoria

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capacidad para afrontar la complejidad de las obras a

realizar, por lo que las razones expuestas “…autorizan la

contratación directa fundada en el art. 56, inciso 3°,

apartado “f” de la Ley de Contabilidad-Decreto-Ley 23.354…”

(cf. fs. 42/43).

Ahora bien, al igual que en el expediente N° 1352/95

se advierten las siguientes irregularidades en este legajo,

demostrativas de que su tramitación tuvo como único fin dar

una pátina de legalidad a la indebida contratación de los

ingenieros Bignoli:

a) Las propuestas de las consultoras se encuentran

agregadas al expediente sin ningún pedido o invitación formal

a ofertar, ni existen constancias del por qué se hicieron a

ellas; es que salvo la propuesta de los ingenieros Bignoli en

la que se adjunta un curriculum vitae, las restantes ofertas

no contienen ni siquiera una mínima mención de los

antecedentes de las consultoras, llamando la atención por su

simpleza y extrema brevedad.

Sobre esta cuestión la Auditoría General de la

Nación destacó que “…en el expediente examinado solamente se

agregaron los curriculum vitae de los profesionales

finalmente contratados, no obrando los antecedentes de los

otros oferentes, impidiendo evaluaciones y/o comparaciones

acerca de las aptitudes y antecedentes concurrentes...” (cf.

informe de auditoría de gestión ambiental de octubre de 1999

confeccionado por la AGN, reservado en la Secretaría del

Tribunal, cuyas conclusiones fueran ratificadas en la

audiencia de debate por los testigos Miriam Ivanega, Mario

Sabugo, María Cecilia Rodríguez y Alejandro Peyrou, quienes

fueran integrantes del equipo de trabajo del citado

documento).

En el mismo sentido, a través de un informe

realizado a pedido de la Oficina Anticorrupción, el

arquitecto Juan Carlos Poli, Vicepresidente de la Comisión

Nacional de Museos y Lugares Históricos, refirió que: “Hay

dos estudios invitados que no presentan los antecedentes

profesionales que permitan compararlos, conocer sus obras y

evaluar sus aptitudes…” (cf. anexo V de la documentación

reservada en Secretaría). Esto fue ratificado por el nombrado

en la audiencia de debate.

Page 76: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

En cuanto a las objeciones realizadas por las

defensas a la credibilidad del testigo, habré de descartarlas

por completo toda vez que su declaración ha reflejado

coherencia, veracidad e idoneidad. Las mínimas diferencias

existentes en cuanto al metraje del entrepiso o la antigüedad

del edificio de la SRNAH resultan irrelevantes en comparación

con la contundencia del resto de las afirmaciones que en gran

parte fueron corroboradas por otros elementos de prueba.

Por su parte, el arquitecto Roberto Victorio Fabbri,

en su declaración testimonial de fs. 372/374 incorporada por

lectura al debate, señaló no recordar haber confeccionado la

oferta a pesar de que la firma allí plasmada se asemeja a la

suya –luego se confirmó por la pericia caligráfica de fs.

1306/1312 que sí lo era-, destacando que “…le resulta

llamativo su contenido dado que no es la modalidad habitual

de presentar una cotización sobre un trabajo, en virtud de

que no obra en el texto exhibido cifra de dinero alguna…”

Asimismo, agregó que “…para aquella época no utilizaba

computadora para la confección de presupuestos…” negando

“…haber confeccionado el texto de dicha cotización…” pues de

lo contrario “…se autodescalificaría como profesional, dado

que parece que fue elaborado intencionalmente en forma

deficiente…” Seguidamente sostuvo no recordar haber recibido

algún tipo de llamado o convocatoria a fin de presentar una

cotización sobre un trabajo a realizar en la SRNAH.

Por lo demás, el testigo Oscar Tolchinsky, dio

cuenta de la relación entre Roberto Victorio Fabbri y

Santiago Bignoli, al declarar en el debate acerca de la

refacción en el inmueble de María Julia Alsogaray, sito en la

calle Junín N° 1435 de Capital Federal.

También resulta llamativo que la otra ofertante,

Jaime Lande & Asociados, haya señalado en su propuesta que la

misma se trataba de una reiteración de la ya efectuada con

fecha 11 de agosto de 1995, es decir una semana antes de que

tuviera inicio el expediente N° 1393/95.

Asimismo, mientras que en el expediente en análisis

Jaime Lande & Asociados presentó una propuesta de tan solo

dos carillas, sin ninguna remisión a sus antecedentes

profesionales; en el expediente N° 57-7/96 relativo a la

licitación y contratación de una obra para la “Universidad de

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la Ciencia y de la Técnica de La Rioja”, presentó una oferta

de 128 carillas dando cuenta de su extensa trayectoria en el

rubro, adjuntando fotos de sus distintos emprendimientos,

destacando entre ellos varios de amplia envergadura como ser:

la represa hidroeléctrica de Salto Grande, el Campamento

permanente de Yacyretá, el Plan de Regionalización de la UBA

y la ampliación del edificio del Archivo General de la

Nación, entre otros (cf. anexo documental N° 2 que contiene

fotocopias del expediente N° 57-7/96 ubicado en la caja 8 “A”

de la documentación reservada en Secretaría).

En la audiencia de debate, cuando el testigo Jaime

Lande fue interrogado sobre este punto, refirió que decidió

cotizar una tasa de honorarios alta, del 17 %, para no ganar,

aclarando que su interés solo era mantener la relación con la

SRNAH para que lo siguieran invitando en el futuro. Además

señaló que conocía a Arturo Juan Bignoli y que las familias

Bignoli y Alsogaray eran vecinas del barrio de Belgrano.

En conclusión, todas estas cuestiones reflejan que

las cotizaciones de las otras consultoras fueron agregadas al

expediente para aparentar una supuesta evaluación y

comparación de ofertas que no existió. Esa es la razón que

justifica la ausencia de cartas de invitación y de documentos

explicando los motivos por los que se llamaron a dichas

consultoras y no a otras.

b) El dictamen jurídico que aconsejó la contratación

directa de los ingenieros Bignoli fue confeccionado sin giro

o pedido previo de alguna de las áreas de la SRNAH y cuando

el convenio ya estaba firmado.

Esto demuestra que Enrique Kaplan habría de

suscribir el contrato, y así lo hizo, cualquiera fuera la

opinión del Departamento de Legales. De lo contrario no se

explica cómo firmó el convenio con anterioridad a que se

expidiera el área jurídica de la SRNAH, lo que resulta

demostrativo de lo ilícito de su obrar y que éste era a

sabiendas de lo que hacía y del por qué de ello.

c) Se contrató en forma directa a Arturo Juan y

Santiago María Bignoli fundando tal decisión en la excepción

prevista en el art. 56, inciso 3, apartado “f” del decreto N°

23.354/56.

Page 78: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

En estos casos, solo se puede recurrir a la

contratación directa, porque la especial profesionalización

del contratista hace imposible recurrir a la licitación, pues

solo esa persona o empresa, y no otra, tiene la capacidad

para ejecutar la obra.

Dicho carácter es el que nos permite diferenciar

este tipo de contratación de la relativa a los servicios de

consultoría –como los del presente caso- los cuales no son

definidos con un carácter individual o personal sino en forma

más amplia como “…toda prestación de servicios profesionales,

científicos y técnicos de nivel universitario, cumplidos bajo

la forma de locación de obra intelectual o de servicios

realizada por firmas consultoras o consultores…” (cf. art. 2°

de la ley de Consultoría N° 22.460).

Esta interpretación resulta armoniosa con el art. 62

inc. 10 del decreto 5720/72 que no le exige a este tipo de

contratación la solicitud de ofertas a tres casas del ramo y

con la ley N° 22.460 que establecía como regla general para

las contrataciones de consultoría el concurso público (art.

12).

Cabe recordar que a la época de los hechos, existían

numerosos ingenieros civiles de renombre e importancia con

las especialidades necesarias para la construcción de obras y

remodelación de estructuras edilicias.

Incluso en el propio expediente se glosaron

cotizaciones de otras consultoras además de la de los

Bignoli, lo que resulta contradictorio con la alegación de la

necesidad de una contratación “intuitu personae”.

Durante su alegato la defensa de Santiago Bignoli

señaló que este tipo de contratación no es óbice para la

consulta de varios postulantes, ya que contratar a una

persona por sus condiciones personales no significa que fuera

la única sino la que posee mayor idoneidad.

Sin embargo, el propio término “intuitu personae” es

una expresión que proviene del latín y que quiere significar

“por razón de la persona” o “en consideración de ella”

(CABANELLAS DE TORRES, Guillermo, Diccionario de Derecho

Romano y Latines Jurídicos, 1° Edición, Buenos Aires:

Heliasta, 2007) y es especialmente utilizada en sentido

técnico jurídico para hacer referencia a una determinada y

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precisa circunstancia que no puede ser transferida a otros

sujetos, pues depende específicamente y con exclusividad de

la identidad del involucrado.

En apoyo a esta postura se debe destacar el informe

pericial obrante a fs. 1360/1362 y 1378/1539 del principal,

donde tanto los peritos tasadores oficiales, como los peritos

de parte de la defensa de Santiago Bignoli, concluyeron que

el edificio sede de la SRNAH podía ser calificado en cuanto a

sus características generales “… como de calidad media-

standard… con instalaciones complementarias normales y sin

sofisticación alguna, ni detalles constructivos ni de

terminación que puedan ser calificados de especiales. En lo

referente a las obras realizadas en el edificio, las mismas

también pueden ser caracterizadas como de standard o

corrientes, y no revisten particularidad alguna en lo que se

refiere a su complejidad, por lo cual puedan ser calificadas

de especiales ni identificadas como diferentes…”, todo lo

cual ratificaron en la audiencia de debate. Véase que ninguna

referencia hacen a alguna aptitud relevante o capacidad

especial que ciñera el universo de posibles ejecutores de una

obra de esas características a una sola persona.

A lo dicho, los peritos de parte de la defensa

agregaron, en cuanto al entrepiso metálico, que podía ser

realizado por “profesionales”, utilizando el término en su

forma plural, no singular, al afirmar que “…es de destacar

que toda intervención que deba realizarse en las que se

modifiquen las acciones sobre estas estructuras…” requiere

“…la intervención de profesionales con idoneidad suficiente

para afrontar este tipo de problemas…”

De igual manera, el informe realizado por el

arquitecto Juan Carlos Poli destacó que: “…las obras son

convencionales y estándares. Los consultores contratados

podrían haber sido estudios de arquitectura o ingeniería de

nivel medio en plaza…El diseño del entrepiso es una parte de

la obra y su cálculo una tarea específica de calculistas

estructurales, pero no se [sic] presenta particularidades

especiales… El diseño de baños, mamparas, elección de telas y

alfombras, la colocación de artefactos de iluminación y el

diseño del sistema de parlantes y aire acondicionado es

Page 80: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

incumbencia de arquitectos…”, todo lo cual fue ratificado y

ampliado por el nombrado en la audiencia de debate.

Por su parte, el testigo Jaime Lande señaló que al

momento de los hechos su estudio de ingenieros estaba

sobradamente capacitado para ejecutar las tareas, calificando

a las obras como de elementales, llegando incluso a utilizar

el término “obrita”. Asimismo, destacó que podían ser

realizadas por un ingeniero civil, un arquitecto e inclusive

por un maestro mayor de obras que tuviera un equipo bien

formado. A similar conclusión arribaron los testigos Juan

Carlos Poli, Hernán María Díaz Saubidet (arquitectos) y

Carlos María Garrido (ingeniero).

Esto se condice con lo manifestado por la propia

María Julia Alsogaray en su declaración indagatoria, cuando

reconoció que seguramente existían otros profesionales que

podían realizar la obra, pero que eligió a Arturo Juan

Bignoli por ser el mejor de ellos.

Tampoco se entiende como se realizó este tipo de

contratación, cuando el propio convenio señala que se trata

de un contrato de consultoría, destacando en su cláusula

decimocuarta, dentro de las normas a aplicar, a la ley N°

22.460, que como señalara anteriormente establecía el

procedimiento de concurso público.

d) No se advierte del expediente que se haya

cumplido con la obligación de fundamentar la necesidad de

especialización, en virtud de lo dispuesto por el art. 56

inciso 8 del decreto N° 5720/72.

Tal como señala Juan Carlos Cassagne, este tipo de

contratación directa, vigente aún en la actualidad, exige una

“…fuerte impronta intuitu personae…” por lo que “… existe la

obligación de la Administración de fundar o motivar la

necesidad de requerir específicamente los servicios de la

persona física o jurídica que se trate…no bastará la

incorporación al expediente de los antecedentes curriculares

o institucionales del especialista, artista o empresa, sino

que será menester que el organismo explicite la unicidad

aludida en la norma y la adecuación de aquéllos al objeto de

la contratación…” (CASSAGNE, Juan Carlos, El contrato

administrativo, 2da Edición, Lexis Nexis – Abeledo Perrot,

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Buenos Aires, 2005, p. 82/83); lo que claramente no ocurrió

en el presente caso.

Es que, María Julia Alsogaray, en la resolución N°

327, solo hizo referencia en forma vaga a que “…las obras a

ejecutar incluyen la renovación estructural del edificio, lo

cual requiere de un alto grado de conocimiento, experiencia y

especialización en la materia…”, sin explicar los motivos

concretos por los que las tareas requerían de ese grado de

especialidad.

En este sentido no puede considerase a la memoria

descriptiva obrante a fs. 3 del expediente, como el

instrumento que satisface dicho requerimiento, toda vez que

aquélla no posee firma ni se conoce el área de la SRNAH o la

consultora que la realizó.

Durante su declaración testimonial, Luis Castello,

Coordinador General del Programa de Desarrollo Institucional

Ambiental de la SRNAH, no pudo brindar mayores precisiones

sobre dicho documento, evidenciando que no era su autor

intelectual.

Sobre ello, la Auditoría General de la Nación

manifestó que la contratación directa es una excepción, más

aún en el caso de la contratación directa por idoneidad

técnica, la cual debe acreditarse debidamente, destacando que

“…el contenido de la memoria descriptiva del proyecto así

como las cotizaciones presentadas, permiten tipificar las

obras como estándar o convencionales…” y que “…en definitiva,

debió haberse tomado en consideración esta última

circunstancia para aplicar el procedimiento de licitación o

concurso público, a fin de posibilitar una mayor concurrencia

y oposición entre los aspirantes a la contratación…” (cf.

informe de la AGN citado anteriormente, ratificado en la

audiencia de debate por sus autores).

Por su parte, quien reemplazara a María Julia

Alsogaray en el cargo de Secretario de la SRNAH, Oscar

Ermelindo Massei, en el informe de observaciones a la

auditoría de gestión ambiental, ratificado al declarar en el

debate por escrito, remarcó “…que los contratados pudieran

eventualmente poseer experiencia como para encarar los

trabajos encomendados, de ninguna manera lo convierte en un

contrato “intuitu personae”, ya que de haberse cumplido con

Page 82: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

el procedimiento de selección que establece la ley, otros

profesionales podrían haber resultado tanto o más capacitados

que los contratados para la realización de esas mismas

tareas…” (cf. fs. 74/91 del informe de la AGN).

Asimismo, destacó que no se cumplieron con las

normas exigidas por el Banco Interamericano de Desarrollo,

dispuestas en el contrato de préstamo, respecto de la

contratación de consultores y los procedimientos de selección

y publicidad.

En síntesis, tal como expuse anteriormente, de las

leyes y reglamentaciones administrativas vigentes al momento

de efectuarse la contratación, se desprendía la existencia de

otros medios realmente eficaces e idóneos para llevar

adelante aquélla, en miras de la transparencia del sistema de

contrataciones del Estado.

La Corte Suprema de Justicia de la Nación, tiene

dicho al respecto que cuando la legislación aplicable exige

una forma específica para la conclusión de un determinado

contrato, dicha forma debe ser respetada porque se trata de

un requisito esencial de su existencia (CSJN, “Servicios

Empresarios Wallabies SRL v. Provincia de Salta”,

s/incumplimiento de contrato, Fallos 323:1841, 2000)

Asimismo, de haberse observado el sistema de

contratación previsto para el caso -la licitación o concurso

público- el Estado podría haber logrado mejores precios o

términos más convenientes a los obtenidos, evitando la

discrecionalidad de los funcionarios públicos que

intervinieron en las contrataciones.

Sobre el punto señalado, durante su alegato la

defensa de María Julia Alsogaray sostuvo que las

irregularidades existentes en el expediente, fueron tan solo

desprolijidades.

Sin embargo, Oscar Ermelindo Massei, al elaborar su

informe de observaciones a la auditoria de gestión ambiental

de la AGN, señaló que en el expediente se aprecian graves

deficiencias administrativas, que implican una tramitación

procedimental incorrecta, las que detalló y cito aquí:

1- Falta de sellos de entrada y salida de las

diferentes áreas de la Secretaría, lo que impide un adecuado

seguimiento de los movimientos del expediente.

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2- Pases a sectores en los que nunca se produce

actuación alguna (tal como el pase a la foja 89).

3- Producción de informes, dictámenes y actuaciones

administrativas sin requerimiento de funcionario alguno.

4- Recomendación de desglose de los principales

documentos del expediente, tales como los Anexos I, II, III,

IV y V mencionados reiteradamente a lo largo de las

actuaciones, sin que estén incorporados al mismo, ni conste

efectivamente su desglose, ni aparezcan rastros físicos que

denoten que alguna vez hubiesen estado agregados al mismo

(pues la discontinuidad de la foliatura no resulta en número

suficiente como para contener tal documentación, ya que en

una de las notas se menciona que tan solo uno de los anexos

contaría con más de 80 páginas).

5- Constancia de recepción de documentación, sin

firma alguna y sin que aquélla se encuentre agregada, tal

como los ya referidos Anexos.

6- Agregado de informes, memos, etc., de fecha muy

anterior en fojas posteriores.

7- Las facturas anuladas de fs. 45/48 llevan fecha 3

y 22 de noviembre de 1995, cuando todavía no se había

ejecutado el trabajo cuya recepción se realizó por acta del 1

de diciembre de 1995 (cf. fs. 52).

Agrego que, todo esto fue ratificado en la audiencia

de debate por los testigos Oscar Ermelindo Massei, quien

declarara en forma escrita a fs. 784/787 del cuaderno de

prueba y por su asesora Beatriz Oliveros.

Estas deficiencias en la tramitación del expediente,

mal pueden catalogarse como simples “descuidos” o

“desprolijidades”, sino que por el contrario, constituyeron

serias irregularidades con un fin ilícito consistente en

generar un procedimiento impropio y confuso para dar un viso

de legalidad a la contratación de los ingenieros Bignoli,

evitando el concurso público.

El origen de este “direccionamiento” tenía su razón

de ser, como explicaré más adelante, en el acreditado vínculo

previo existente entre María Julia Alsogaray y la familia

Bignoli.

Page 84: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

E) Irregular fraccionamiento de las contrataciones

derivadas del expediente N° 1393/95 (1° ETAPA-PRODIA).

Mediante acta de fecha 1 de diciembre de 1995, los

ingenieros Bignoli hacen entrega al en ese entonces

Subsecretario de Relaciones Institucionales de la SRNAH,

Enrique Kaplan, de la documentación correspondiente a las dos

primeras etapas del contrato, la cual es recibida de

conformidad (cf. fs. 52).

Sin embargo, en cuanto a la documentación relativa a

la tercera etapa correspondiente a los pliegos y bases y

condiciones técnicas elaborados para contratar la ejecución

de las obras proyectadas, Enrique Kaplan deja asentado que

“…deberán ser adecuados por los consultores a las directivas

que le dé la comitente en relación a la ejecución de las

obras sin que ello dé lugar a mayores honorarios a los ya

pactados…”

A fin de dar cumplimiento a lo solicitado, los

consultores, con fecha 27 de febrero de 1996 (fecha de

recepción 29/02/96), presentan una nota en la que refieren

remitir “…de acuerdo a vuestro pedido, el Pliego de

Especificaciones Técnicas ajustado de acuerdo a vuestras

indicaciones y los nuevos ajustes realizados al proyecto para

su readecuación a los nuevos condicionantes de organización y

de contratación de obras regidos por las limitantes

económicas por Uds. Indicados…” (cf. fs. 61 primer párrafo).

La negrita en todos los casos me pertenece.

Así pues, con fecha 25 de marzo de 1996, la Dra.

Nora Chiban, Directora Nacional de Legales, suscribe el

dictamen N° 5042 en el que, sin mediar una solicitud previa

expresa, presta su conformidad para una modificación al

contrato de consultoría celebrado con fecha 1 de septiembre

de 1995, a través de un Acta Acuerdo, para permitir la

ejecución de la obra por etapas delimitadas y por el sistema

de contratos separados por rubros (cf. fs. 67/68).

En virtud de ello, ese mismo día (25/03/96), se

celebra la mencionada Acta Acuerdo entre los ingenieros

Bignoli y Enrique Kaplan, en la que se deja asentado que son

los propios consultores los que han efectuado una memoria

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descriptiva por la cual recomiendan ejecutar la obra por

etapas delimitadas y con contratos separados por rubro.

Asimismo, se establece que los consultores serían

quienes asesorarán a la Comitente en todo lo relacionado a la

cantidad y calidad de materiales a adquirir, estimación de la

mano de obra necesaria para efectuar los trabajos y su costo,

selección de contratistas y cronograma de trabajos y

adquisiciones. También se deja asentado que a fin de

posibilitar una mayor eficiencia en la selección, los

consultores serían quienes asesoraran a la comitente sobre

las empresas o firmas que estuvieran en condiciones de

formular cotización en los distintos rubros, como así

también, a la Comisión de Preadjudicación a fin de evaluar

las ofertas más convenientes y a la Comisión de Recepción en

el adecuado control de los materiales o equipamiento recibido

(cf. fs. 69/70).

Cabe destacar, que no obran acumulados al expediente

la memoria descriptiva y el presupuesto estimativo rubro por

rubro, a los que se refiere la cláusula 1°, puntos 2 y 3, del

Acta Acuerdo, ni existen constancias de su efectivo desglose.

No obstante ello, con fecha 6 de mayo de 1996, la

Secretaria de la SRNAH, María Julia Alsogaray, dicta la

resolución N° 167 por la cual dispone aprobar el Acta Acuerdo

firmada con los ingenieros Bignoli y autorizar la

contratación de la obra por etapas delimitadas y por el

sistema de contratos separados por rubros.

Como fundamento señala que la ejecución simultánea

de las obras proyectadas ocasionaría dificultades operativas

en el normal funcionamiento del organismo y que “…la

ejecución por parciales permitiría una planificación en cada

caso acorde a una mejor asignación de los recursos públicos y

una gestión más eficiente en cumplimiento de los objetivos de

la Ley N° 24.269 sobre “Normas para la ejecución del

presupuesto y reorganización administrativa…” (por error la

funcionaria consignó la ley N° 24.269 cuando en realidad se

refería a la N° 24.629) (cf. fs. 71/72).

Cabe destacar que dicha resolución fue decidida por

María Julia Alsogaray sin ningún dictamen relativo al fondo

del asunto por parte de los funcionarios de planta con

conocimientos técnicos de arquitectura o ingeniería.

Page 86: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

Es que el dictamen del arquitecto Andrés de Nicolás,

señalando que no encuentra objeciones que formular al

proyecto de obra presentado, es de fecha 22 de febrero de

1996 (cf. fs. 60), es decir, con anterioridad a que los

ingenieros Bignoli presentaran el nuevo pliego de

especificaciones técnicas pedido por Kaplan (cf. fs. 61), que

luego determinara la suscripción del Acta Acuerdo del día 25

de marzo de 1996.

Por lo tanto, Andrés de Nicolás, nunca fue

consultado en concreto sobre la modalidad de contratación de

las obras por etapas y mucho menos sobre la realización de

contratos separados por rubros, nueva muestra de la ilícita

maniobra que vengo describiendo.

En su declaración testimonial manifestó que no creía

que se le hubiesen entregados planos para evaluar. Asimismo,

no recordó haber examinado la propuesta de los ingenieros

Bignoli o si en algún momento se le solicitó que efectuara

algún dictamen sobre las obras.

Por lo tanto, del propio texto de los documentos

surge expresamente que los ingenieros Bignoli concertaron con

Enrique Kaplan el sistema de contratación de las obras por

etapas a fin de ajustarlas a determinados límites económicos,

razón por la cual debieron modificar su presentación original

(cf. resaltados en negrita en los primeros párrafos de este

apartado).

No obstante, en el Acta Acuerdo de fecha 25/03/96,

no sólo se omite dicha circunstancia sino que se afirma

falsamente que son los consultores quienes recomiendan

realizar las obras por etapas, dando a entender que ello se

trata de un consejo técnico de los profesionales y no de un

acuerdo previo.

En el informe realizado por Oscar Ermelindo Massei,

se señala que el expediente N° 1393/95 “…sirvió como cabecera

o guía y a partir de allí se derivaron una serie de pequeñas

obras que son “fragmentos” que corresponden a una única

realidad sobre la base de un erróneo fundamento jurídico…”

Agregando que esta serie de contrataciones “… excedieron los

límites del PRODIA y de las obras de remodelación ligadas a

ese proyecto para convertirse en una obra de remodelación

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general del edificio de la Secretaría replicando el irregular

“modus operandi” hasta 1999…”.

Ahora bien, dichas contrataciones las resumiré en el

siguiente cuadro ilustrativo:

Expte. N° Fecha de

Inicio Presupuesto

Estimado Objeto Empresa

adjudicada Resoluci-

ón N° Fecha Importe Original

Reso-lución

Adicional Importe

adicional

Firmante de las

resolucio-nes Importe Total

475/96 28/03/96 $95.000,00 Aire

Acondicionado Miguel Ángel

Álvarez Res. N°

188 08/05/96 $94.580,00

Res. N° 170 del

04/03/97 $9.200,00

María J. Alsogaray

$103.780,00

476/96 28/03/96 Revestimientos Mosaicos

Pompa S.A Res. N°

477 06/09/96 $17.282,20

Enrique Kaplan

$17.282,20

Puertas Entre Ríos de Maerco S.A.

Res. N° 477

06/09/96 $10.140,00 Enrique Kaplan

$10.140,00

$132.000,00 Revestim,

paredes, losas y griferias

Barugel, Azulay SAIC

Res. N° 477

06/09/96 $11.312,50 Enrique Kaplan

$11.312,50

477/96 28/03/96 $12.000,00 Cerco y Vallado Del Río

Construcciones SRL

Res. N° 187

08/05/96 $10.960,18 María J.

Alsogaray $10.960,18

478/96 28/03/96 $68.000,00 Demolición Del Río

Construcciones SRL

Res. N° 227

24/05/96 $67.700,00 Enrique Kaplan

$67.700,00

479/96 28/03/96 $95.000,00 Entrepiso metálico

Don Fierro S.A. Res. Nº

228 24/05/96 $92.600,00

Enrique Kaplan

$92.600,00

1079/96 20/06/96 $100.000,00 Sanitarios Con Mag SRL

Res. Nº 439 y

constancia de fs. 200

26/08/96 $95.136,00 Res. N° 139 del

25/02/97 $7.000,00

María J. Alsogaray

$102.136,00

1080/96 20/06/96 $45.000,00 Retiro de

Escombros

Del Río Construcciones

SRL Res. N° 54 23/08/96 $23.700,00

Cucchi de Rincón

$23.700,00

1081/96 20/06/96 $65.000,00 Red de voz y

datos Siemmens S.A.

Res. N°438

26/08/96 $64.540,00 Res. N° 140 del

25/02/97 $6.030,00

María J. Alsogaray

$70.570,00

1082/96 20/06/96 $41.000,00 Inst. eléctrica Miguel Ángel

Álvarez Disp. N°

55 23/08/96 $44.870,00

Res. N° 144 del

25/02/97 $4.300,00

1) Cucchi de Rincón y 2) MJA

$49.170,00

1083/96 20/06/96 $38.000,00 Herrería y

vidrios

Del Río Construcciones

SRL Disp. N°57 26/08/96 $39.585,00

Res. N° 142 del

25/02/97 $3.859,54

1) Cucchi de Rincón y 2) MJA

$43.444,54

1218/96 04/07/96 $45.000,00 Pintura Del Río

Construcciones SRL

Res. N°444

28/08/96 $57.500,00 Res. N° 145 del

25/02/97 $5.462,50

María J. Alsogaray

$62.962,50

1219/96 04/07/96 $100.000,00 Aire

Acondicionado Miguel Ángel

Álvarez Res. N°

440 26/08/96 $97.794,20

Res. N° 169 del

04/03/97 $9.600,00

María J. Alsogaray

$107.394,20

1220/96 04/07/96 $45.000,00 Losa

prefabricada Cisilloto Hnos.

Disp. N° 56

23/08/96 $43.112,52 Cucchi de

Rincón $43.112,52

1221/96 04/07/96 $69.000,00 Mampostería y

revoques Con Mag SRL

Res. N°442

26/08/96 $68.900,79 Res. N° 146 del

25/02/97 $13.500,00

María J. Alsogaray

$82.400,79

1222/96 04/07/96 $98.000,00 Cielorrasos Del Río

Construcciones SRL

Res. N°447

28/08/96 $97.937,81 Res. N° 141 del

25/02/97 $9.597,90

María J. Alsogaray

$107.535,71

2454/96 31/10/96 $13.000,00 Mobiliario Arredamenti Italiani S.A.

Res. N° 112

12/12/96 $19.058,71 Cucchi de

Rincón $19.058,71

2455/96 31/10/96 $67.000,00 Mobiliario Arredamenti Italiani S.A.

Res. N° 765

17/12/96 $59.139,96 María J.

Alsogaray $59.139,96

2457/96 31/10/96 $29.000,00 Iluminación Miguel Ángel

Álvarez Disp. N°108

10/12/96 $34.464,00 Res. N° 156 del

27/02/97 $3.400,00

1) Cucchi de Rincón

2)MJA $37.864,00

2458/96 31/10/96 $32.000,00 Tabiques Del Río

Construcciones SRL

Disp. N°113/96

12/12/96 $31.957,76 Cucchi de

Rincón $31.957,76

2459/96 31/10/96 $32.000,00 Lucarnas Del Río

Construcciones SRL

Disp. N°109

10/12/96 $32.900,00 Cucchi de

Rincón $32.900,00

87/97 09/01/97 $22.000,00 Alfombras Kalpakian S.A. Res. N° 77 31/01/97 $21.100,35 Enrique Kaplan

$21.100,35

Page 88: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

411/97 19/02/97 $65.000,00 Mobiliario Arredamenti Italiani S.A.

Res. N° 158

28/02/97 $81.286,59 María J.

Alsogaray $81.286,59

413/97 19/02/97 $35.000,00 Mobiliario Arredamenti Italiani S.A.

Res. N° 193

11/03/97 $29.070,00 María J.

Alsogaray $29.070,00

Totales $1.343.000,00 $1.246.628,57 $71.949,94 $1.318.578,51

Y sobre este cuadro merece realizarse la siguiente

aclaración:

Expediente N° 1079/96: la adjudicación fue por

$99.100, sin embargo a fs. 200 se aceptó el 4% de descuento

ofrecido por la empresa, de manera que la contratación fue

realizada por $95.136 a lo que luego se sumó un adicional de

$7.000, lo que arroja un total de: $102.136.

Todas estas contrataciones, con solo dos excepciones

(expedientes N° 1081/96 y 411/97), que desarrollaré más

adelante, fueron realizadas a través de la excepción

estipulada por el art. 56 inciso 3 apartado “a” del decreto-

ley N° 23.354/56, que permite la contratación directa en

virtud del bajo costo de la obra o suministro que se

contrata. En ese entonces el límite establecido era de

$100.000 (monto actualizado según el decreto N° 2293/93).

Similar previsión estaba contenida en el artículo 9° inciso

a) de la ley N° 13.064 de Obras Públicas.

Sin embargo, como podemos observar del cuadro

obrante “ut supra”, con el objeto de evitar superar el tope

legal establecido, se fraccionaron contrataciones que tenían

como objeto la provisión de idénticos bienes y servicios y en

las que la adjudicataria era una misma empresa.

En este sentido, la Auditoría General de la Nación

refirió que “…mediante este sistema desdoblado de

contratación, se eludió la aplicación del régimen

licitatorio…”.

De igual manera, el testigo Juan Carlos Poli,

manifestó que la obra fue subdividida para evitar la

licitación pública.

Ejemplo demostrativo de ello son los siguientes

casos:

a) La empresa Arredamenti Italiani S.A. fue

contratada en cuatro oportunidades para un mismo servicio, la

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provisión de mobiliario, por montos de $19.058,71;

$59.139,96; $81.286,59 y $29.070, lo que arroja un total de

$188.555,26 (cf. expedientes N° 2454/96, 2455/96, 411/97 y

413/97).

Como podemos apreciar las cuatro contrataciones que

individualmente no superan los $100.000, en forma conjunta

exceden el límite previsto por el art. 56 inciso 3° apartado

“a” de la ley de contabilidad.

Asimismo, entre la primera y última contratación no

llegaron a transcurrir tres meses, un plazo demasiado corto

para justificar la suscripción de cuatro contratos con una

misma empresa para una misma tarea. Peor aún, si tomamos tan

solo la tercera y la cuarta contratación que en forma

conjunta también exceden los cien mil pesos, observamos que

hubo entre ellas tan solo once días de diferencia, lo que

permite disipar la posibilidad de que ello respondiera a

decisiones separadas que obedecieran a meras ocurrencias o

ideas generadas a partir de las contrataciones anteriores.

Y en este sentido, cabe recordar que art. 61, inciso

32, apartado “d” del decreto reglamentario N° 5720/72,

establecía que “…Se presumirá que existe desdoblamiento, del

que serán responsables los funcionarios que hubieren acordado

las respectivas autorizaciones, cuando en un lapso de tres

meses se efectúen contrataciones de elementos pertenecientes

a un mismo agrupamiento, sin que previamente se documenten

las razones que lo justifiquen…”, lo que lapida la conjetura

que antes hiciera.

Finalmente, cabe destacar que estas contrataciones

fueron realizadas invocando una supuesta urgencia ante la

realización de la Reunión de Ministros de Medio Ambiente de

América Latina y el Caribe y de la Tercera Conferencia de las

Partes de Biodiversidad, las cuales a la fecha de las

adjudicaciones ya se habían realizado, fuera del ámbito de la

SRNAH, más precisamente en Parque Norte (cf. fs. 77 último

párrafo del informe de la AGN reservado en la Secretaría del

Tribunal).

b) La empresa Del Río Construcciones S.R.L. fue

contratada en tres oportunidades para servicios de estrecha

relación entre sí, como ser la provisión de cerco y vallado,

demolición y retiro de escombros, por montos de $10.960,18;

Page 90: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

$67.700 y $23.700; lo que arroja un total de $102.360 (cf.

expedientes N° 477/96, 478/96 y 1080/96).

Aquí también se puede advertir que las tres

contrataciones que individualmente no superan los $100.000,

en forma conjunta exceden el límite previsto por el art. 56

inciso 3° apartado “a” de la ley de contabilidad. Asimismo

entre la primera y última contratación no transcurrieron tres

meses.

c) Más gravoso aún es el caso de la empresa Miguel

A. Álvarez, la cual fue contratada en dos oportunidades y en

menos de tres meses para un mismo servicio, la provisión de

aparatos de aire acondicionado.

Del informe del arquitecto Juan Carlos Poli surge

con claridad que “…todo el sistema de aire acondicionado,

provisión de equipos e instalación eléctrica, debería ser un

único rubro o subcontrato…” (cf. cita anterior al informe)

La primera contratación fue en el expediente

N°475/96 por un monto de $94.580 a lo que posteriormente se

agregó un adicional de $9.200, lo que arroja un total de

$103.780. Es decir que en el marco de una misma contratación

se superó el límite previsto por la ley.

Lo mismo ocurrió en el expediente N° 1219/96, donde

se aprobó la adjudicación de Miguel A. Álvarez por la suma de

$97.794,20. Sin embargo, unos meses después se dispuso un

adicional de $9.600, lo que da como resultado un total de

$107.394,20, también violatorio del tope legalmente

establecido.

En consecuencia, Miguel A. Álvarez fue contratada

dos veces para la provisión de un mismo bien o servicio y por

un monto total de $211.174,20, excediendo en más del doble el

límite previsto por el art. 56 inciso 3° apartado “a” de la

ley de contabilidad.

d) Este mecanismo de aumentar el monto originario de

la contratación a través de la aprobación de un adicional, se

repitió en otros expedientes como ser los N° 1079/96,

1081/96, 1082/96, 1083/96, 1218/96, 1221/96, 1222/96 y

2457/96 (cf. cuadro).

Así como ocurrió en el apartado anterior, estos

adicionales permitieron en el caso de los expedientes N°

1079/96 (por el que se contrató a Con Mag SRL) y 1222/96 (en

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el que resultó adjudicataria Del Río Construcciones SRL),

superar en un misma contratación el límite de $100.000 que

permitía la contratación directa.

En todos los casos Santiago Bignoli era quien

solicitaba la ampliación de la contratación, a través de

justificaciones genéricas y sin informe técnico alguno que

avalara su pedido. Tan solo requería un informe sobre la

existencia de fondos e inmediatamente el adicional era

autorizado por resolución de la SRNAH.

Sobre este punto, el arquitecto Juan Carlos Poli

señaló que al momento de confeccionarse los pliegos de

condiciones, se aclaró que los contratistas seleccionados

debían “…superar los consecuentes peligros emergentes… de

posibles adicionales, característicos de este tipo de obras

donde la imprevisión no es limitada…por lo que no se entiende

esta declaración a partir de que…los adicionales fueron

aprobados sin aclaraciones ni análisis sobre la necesidad de

realizarlos…son aprobados sin mayor evaluación que su

necesidad…nunca están justificados y explicados con detalle,

simplemente se aprueban…” (cf. anexo V de la documentación

aportada por la Oficina Anticorrupción). Asimismo, destacó la

inexistencia de documentos que indiquen una real defensa de

la comitente (SRNAH), pues “…de lo contrario aparecerían

mediciones de obra, rectificaciones de avance de obra,

aclaraciones que eviten la configuración de adicionales,

desgloses y remediciones para evitar aumentos del 10% en

muchos contratos…”

Este dictamen fue ratificado en todos sus términos

por su autor, quien en su declaración testimonial agregó que

los rubros donde se amplió el monto de la adjudicación no

presentaban inconvenientes de obra, por lo que las

ampliaciones carecían de motivación.

e) Finalmente he de señalar que una de las

contrataciones en las que resultó adjudicataria “Arredamenti

Italiani SA” (expediente N° 411/97) fue encuadrada en el art.

56 apartado 3, inciso “g” de la ley de contabilidad, que

permitía la contratación directa para “…la adquisición de

bienes cuya fabricación o venta sea exclusiva de quienes

tengan privilegio para ello o que sólo posea una determinada

Page 92: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

persona o entidad, siempre y cuando no hubieran sustitutos

convenientes…”.

Sin embargo, del análisis del objeto del contrato se

advierte que aquél consistía en la adquisición de mobiliario

para el sector biblioteca y auditórium del edificio, como ser

la compra de escritorios, cajoneras, tabiques, estantes,

sillas, etcétera; bienes que de ninguna manera pueden

considerarse como de fabricación o venta exclusiva de una

sola empresa “de calidad”. Por lo demás, si lo que se quería

era mantener una marca, empresa o línea determinada, se

debería haber realizado una sola contratación que abarcara la

totalidad del mobiliario y no varias.

Resulta contradictorio que el mismo día en que se

iniciaba esta contratación argumentando exclusividad respecto

de Arredamenti Italiani S.A., se estaba comenzando otra

similar para la adquisición de muebles, en la que además de

Arredamenti Italiani S.A. se invitaba también a otras

oferentes, echando por tierra la manifestación de

exclusividad o privilegio (cf. Expediente N° 413/97).

Recapitulando, el argumento inicial por el cual se

efectuaron una gran cantidad de contrataciones en forma

separada era que la obra se estaba realizando por etapas, sin

embargo en la práctica esto no era así.

Esto quedó demostrado con la nota de fecha 15 de

octubre de 1996 (fecha de recepción 18/10/96), en la que los

ingenieros Bignoli hicieron saber a la SRNAH que “…debido a

las distintas reprogramaciones que ha sido necesario realizar

al cronograma de las obras, por razones presupuestarias y

programáticas que son de vuestro conocimiento, se han debido

encarar las tres etapas de obra a un mismo tiempo,

produciendo esto una ejecución diferente en cuanto a su

ordenamiento ya que antes estaba previsto que se ejecutarían

correlativamente una etapa tras otra y no todas las etapas en

forma simultánea como está sucediendo…” (cf. fs. 102).

Es decir, con esta nota los ingenieros Bignoli

estaban admitiendo que las obras se ejecutaban de manera

simultánea, ni segmentada, ni sucesivamente, por lo que cae

el justificativo utilizado para realizar muchas

contrataciones separadas, al no tener razón de ser lo que fue

confirmado además por diversas declaraciones testimoniales.

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En primer lugar, el testigo Oscar Ermelindo Massei,

ex titular de la Secretaría de Desarrollo Sustentable y

Política Ambiental, manifestó que “…las obras debían

realizarse en los términos del Proyecto BID-PRODIA,

técnicamente y legalmente debían ser motivo de consideración

como una sola y única obra y seguir los pasos de la

licitación pública, que se obvió…” (cf. declaración de fs.

784/787 del cuaderno de prueba -respuesta 18- incorporada por

lectura al debate).

En igual sentido, el testigo Carlos Osvaldo Meriggi,

empleado del área de compras de la SRNAH, dijo que nunca vio

una contratación por etapas y rubros para la reparación de un

edificio en la administración pública.

No obstante ello, la defensa de Santiago Bignoli

alegó que la obra sí se hizo por etapas, remitiéndose a las

planillas obrantes a fs. 187, 203, 211, 219 del expediente N°

1393/95.

Sin embargo y no obstante que dicho argumento

resulta contradictorio con lo manifestado por los propios

Bignoli (cf. fs. 102), aunque considerásemos que

efectivamente la obra se realizó por etapas, lo cierto es que

diversos rubros que deberían haber sido contratados en forma

conjunta se hicieron en forma separada, con una mínima

diferencia de tiempo, tal como surge de lo expuesto en

párrafos anteriores.

Es decir, una cosa es la ejecución de la obra por

etapas, y otra muy diferente la realización de una

contratación segmentada con el objeto de evitar superar el

límite legal establecido y obviar la licitación o concurso

público.

En cuanto a las “dificultades operativas” alegadas

por María Julia Alsogaray en la resolución N° 167, cabe

destacar que dicho fundamento fue rebatido por el testigo

Carlos Eduardo Fuchs, arquitecto y perito tasador, quien

declaró que toda obra pública se hace con el edificio

funcionando, trasladando a los empleados a otras áreas.

Asimismo, aclaró que en el entrepiso no había empleados por

lo que no existían impedimentos para que el personal de obra

trabajara con comodidad.

Page 94: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

También María Julia Alsogaray fundamentó su

resolución aprobatoria señalando que “… la ejecución por

parciales permitiría una planificación en cada caso acorde a

una mejor asignación de los recursos públicos y una gestión

más eficiente, en cumplimiento de los objetivos de la Ley N°

24.269 sobre “Normas para la Ejecución del Presupuesto y la

Reorganización Administrativa”…” (por error la funcionaria

consignó la ley N° 24.269 cuando en realidad se refería a la

N° 24.629).

Es claro que, por las razones expuestas

anteriormente, el fraccionamiento de las contrataciones, de

ninguna manera permitió una gestión más eficiente de los

gastos realizados por la SRNAH.

Por lo demás, si analizamos en concreto la Ley N°

24.629 alegada por la encartada, podemos observar que aquélla

hace referencia a “…los contratos de locación de obra y/o

servicios que resulten indispensables para la cobertura de

servicios esenciales…” (art. 5°), sin embargo las tareas y

servicios contratados de ninguna manera podían catalogarse de

esenciales o indispensables.

En suma, este procedimiento ilegal permitió no solo

un beneficio para las empresas prestatarias, que como veremos

más adelante guardaban vinculación con los ingenieros

Bignoli, sino también para estos últimos, que habían sujeto

sus honorarios al monto total que demandara la obra, cobrando

por encima del límite contractualmente establecido.

F) Contratación irregular de Arturo Juan Bignoli

para la coordinación y supervisión de todos los trabajos,

obras y suministros relacionados con el mantenimiento,

conservación y reparación del edificio sede de la SRNAH

(Expediente N° 1802/97).

Una vez realizadas las obras correspondientes al

expediente N° 1393/95, relativas al Programa de Desarrollo

Industrial (PRODIA), se encaró una nueva contratación, esta

vez solamente con el ingeniero Arturo Juan Bignoli.

Es así como se inicia el expediente N° 1802/97,

mediante un memorando sin fecha glosado a fs. 1, presentado

por la Directora Técnico Administrativa, Dra. Aurora N.

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Cucchi de Rincón, ante la ahora denominada Secretaría de

Recursos Naturales y Desarrollo Sustentable (seguiré

utilizando la sigla SRNAH).

En dicho memorando se eleva a consideración de María

Julia Alsogaray, las condiciones que regirán la contratación

de Arturo Juan Bignoli para la realización de servicios de

coordinación y supervisión de mantenimiento del edificio de

la SRNAH, destacando que de acuerdo a lo resuelto por la

superioridad (María Julia Alsogaray), la elección había

recaído sobre este último en virtud de sus relevantes

condiciones profesionales, que surgen del curriculum vitae

que se agrega a fs. 2/17.

Asimismo se destaca que de mediar conformidad de la

Secretaria de la SRNAH, María Julia Alsogaray, se procedería

a arbitrar los medios tendientes a realizar una contratación

directa, conforme lo dispuesto en el art. 56, inciso 3°,

apartado “f”, capítulo VI de la ley N° 23354/56 y en los

decretos N° 5720/72 y 2293/93, reglamentarios del régimen de

contrataciones vigente y el punto 8) de la reglamentación y,

en punto a ello, al pie de dicho documento, María Julia

Alsogaray presta conformidad a lo solicitado.

Es así como con fecha 13 de mayo de 1997 se celebra

un contrato “ad referéndum” entre la Directora Técnica

Administrativa de la SRNAH, Dra. Aurora Nélida Cucchi de

Rincón y Arturo Juan Bignoli (cf. fs. 18/20 y 21/23).

El objetivo de dicho contrato consistía en la

realización por parte de Arturo Juan Bignoli de los trabajos

y contrataciones vinculados al mantenimiento, conservación y

reparación del edificio de la Secretaría, consistente en: I)

coordinación y supervisión de todos los trabajos, obras y

suministros relacionados con el objeto del contrato; II)

cálculo del valor estimativo de los trabajos y

contrataciones, III) asesoramiento respecto de la selección

de contratistas y proveedores, IV) evaluación técnica de las

ofertas presentadas y V) asesoramiento en la recepción de los

trabajos y contrataciones realizados.

En cuanto a los honorarios se establecieron en el

seis por ciento (6%) de las contrataciones efectuadas para

cumplimentar las tareas detalladas anteriormente.

Page 96: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

En virtud de ello, con fecha 12 de agosto de 1997,

María Julia Alsogaray dicta la resolución N° 603 por medio de

la cual convalida el contrato celebrado, por considerar que

las obras a ejecutar requieren de un alto grado de

conocimiento, experiencia y especialización en la materia, y

que el consultor contratado acredita una importante y notoria

capacidad para afrontar la complejidad de las obras a

realizar, por lo que autoriza la contratación directa fundada

en el art. 56, inciso 3°, apartado “f” del decreto N° 5720/72

y el punto 8 de su reglamentación (cf. fs. 26/27).

Ahora bien, por los mismos argumentos que explayara

al analizar el expediente N° 1393/95, a los que me remito en

honor a la brevedad, de ninguna manera podía justificarse la

contratación de Arturo Juan Bignoli en la excepción prevista

en el art. 56 inciso 3 apartado “f” del decreto-ley N°

23.354/56, relativa a los contratos “intuitu personae”, toda

vez que: a) la tarea asignada a Arturo Juan Bignoli,

“coordinación y supervisión del mantenimiento del edificio”,

era un servicio corriente, que de ninguna manera podía

caracterizarse de especial ni motivar la contratación de un

profesional en particular y b) no se dio cumplimiento a la

reglamentación prevista por el art. 56 inciso 8° del decreto

N° 5720/72 que obliga a fundamentar la necesidad de

especialización y los antecedentes que acreditan la notoria

capacidad científica, técnica o artística de las empresas,

personas o artistas a quien se encomienda la obra o trabajo.

En otras palabras, si luego de un exhaustivo

análisis se arribó a la conclusión en el apartado relativo al

expediente N° 1393/95, que la construcción de un entrepiso

metálico no se ajustaba a la excepción prevista por el art.

56 inciso 3 apartado “f” del decreto-ley N° 23.354/56, mucho

menos podía encuadrar, la realización de una tarea menos

compleja como ser la coordinación y supervisión de trabajos

relacionados con mantenimiento, conservación y reparación del

edificio sede de la SRNAH.

Es que, de ninguna manera podía considerarse la

provisión de cielorraso (Expediente N° 1143/97), el recambio

de alfombras (Expediente N° 1164/97), la pintura (Expediente

N° 1258/97) o la reparación de filtraciones (Expediente N°

1256/97), por solo nombrar algunas, obras de complejidad que

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requirieran de un ingeniero civil calculista, máxime cuando

en el propio ámbito de la SRNAH trabajaban arquitectos dentro

del personal de planta, como era el caso de Mónica Farré o

Andrés De Nicolás del Área de Servicios Generales.

Por otra parte, el contrato suscripto también

establecía en forma supletoria la aplicación de la ley N°

22.460 que requería para los servicios de consultoría el

concurso público (cláusula decimotercera del contrato).

Por las razones expuestas, aquí también estamos en

presencia de un expediente que solo tuvo como fin justificar

una contratación ilegítima realizada por orden de María Julia

Alsogaray (cf. fs. 1) por fuera del trámite administrativo.

Ejemplo claro de ello, es el memorando que da inicio

al expediente. La razón por la que no posee fecha de

confección, no se explica por un simple olvido, sino que tuvo

otra intención, ocultar que el contrato ya había sido firmado

con anterioridad, el día 13 de mayo de 1997.

Asimismo, con solo observar la carátula del legajo

se puede advertir en forma notoria que en el casillero

“INICIADO” luce un sello redondo con membrete de la SRNAH,

que señala como fecha de comienzo el 12 de agosto de 1997, es

decir el mismo día en que María Julia Alsogaray firmó la

resolución aprobando la contratación directa.

Durante su alegato la defensa de la nombrada hizo

referencia a que su asistida era una funcionaria política que

firmaba sus resoluciones en base a la confianza que poseía en

las áreas técnicas de la SRNAH.

Este argumento resulta contradictorio con un

expediente en el que desde la foja 1 se expresa que María

Julia Alsogaray ha decidido contratar a Arturo Juan Bignoli y

que durante su tramitación se omitió el dictamen del

Departamento de Legales, requisito esencial de todo acto

administrativo (art. 7 inciso “d” de la Ley N° 19.549 de

Procedimiento Administrativo).

Asimismo, el claro direccionamiento con el que la

encartada manejó la contratación de Arturo Juan Bignoli,

surge con solo cotejar determinadas fechas: el contrato fue

firmado el día 13 de mayo de 1997 y a partir de allí (ver

cuadro que se desarrollará en el punto siguiente) el nombrado

comenzó a intervenir en expedientes vinculados en las

Page 98: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

remodelaciones, no obstante que María Julia Alsogaray recién

convalidó el convenio, tres meses después, el día 12 de

agosto de 1997, fecha que no por casualidad coincide con el

inicio del expediente.

Otro de los argumentos esgrimidos por la defensa de

María Julia Alsogaray, fue que las decisiones administrativas

adoptadas fueron de naturaleza política no judiciable, es

decir sujetas a criterios de oportunidad, mérito y

conveniencia, reservadas a la discrecionalidad de la

Administración Pública.

Sin embargo, debe señalarse, que dichas decisiones

administrativas sí pueden ser objetadas judicialmente cuando,

como en este caso, han constituido el medio para cometer

delitos penales y debe tenerse en cuenta que, además en este

caso, Alsogaray administraba un patrimonio estatal, cuya

incolumidad debía preservar. Sobre el punto hay profusos

precedentes jurisprudenciales, algunos de nuestro máximo

Tribunal que, por su notoriedad, me eximen de su detalle.

Finalmente, habré de referirme al argumento

utilizado por las defensas de que las anomalías en la

tramitación de los expedientes, en especial en lo relativo a

las diferencias de fecha, se debieron a que en el derecho

administrativo rige el principio del informalismo.

Sobre este punto, debo señalar que los letrados han

efectuado una errónea interpretación de dicho principio

dentro del derecho administrativo, ya que como señala el

autor Agustín Gordillo: “…El procedimiento es informal sólo

para el administrado: Es decir, es únicamente el administrado

quien puede invocar para sí la elasticidad de las normas de

procedimiento, en tanto y en cuanto ellas le benefician; ese

informalismo no puede ser empleado por la administración para

dejar de cumplir con las prescripciones que el orden jurídico

establece respecto a su modo de actuación, ni para eludir el

cumplimiento de las reglas elementales del debido proceso…”

(GORDILLO, Agustín, Tratado de Derecho Administrativo y Obras

Selectas, Tomo 5 Primeras Obras, 1° Edición, Buenos Aires,

FDA, 2012, PRA-II-7/PRA-II-9)

En consecuencia, de ninguna manera pueden

justificarse las numerosas irregularidades existentes

recurriendo a un principio de informalismo que solo puede

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alegarse en beneficio de los administrados, no de los

funcionarios de la Administración Pública.

G) Irregular fraccionamiento de las contrataciones

derivadas del expediente N° 1802/97 (2° Etapa-DTA).

Al igual que en el caso del expediente N° 1393/95,

pero esta vez sin siquiera una resolución que lo fundamente,

las contrataciones para la provisión de bienes y servicios

relativas a la tareas encomendadas a Arturo Juan Bignoli en

el expediente N° 1802/97, se hicieron de manera fragmentada

con el solo objetivo de adecuar los montos a la excepción

prevista en el art. 56 inciso 3° apartado “a” del decreto-ley

N° 23.354/56, que permitía la contratación directa para

operaciones menores a los cien mil pesos ($100.000).

En el siguiente cuadro habré de detallar las

numerosas contrataciones realizadas a partir de las tareas

encomendadas a Arturo Juan Bignoli en el expediente N°

1802/97:

Expte. N°

Fecha de Inicio

Presupuesto Estimado Objeto

Empresa adjudicada

Resolución N° Fecha

Importe Original

Resolución Adicional

Importe Adicional

Firmante de las

resoluciones Importe Total

1143/97 27/05/1997

$ 60.000,00

Cielorrasos MJ materiales

de Peroni Res. N°

434 05/06/1997

$ 52.500,00

M.J.

Alsogaray

$ 52.500,00

1144/97 27/05/1997

$ 45.000,00 Instalación eléctrica

Juan Carlos Lorenzo

Res. N° 435 05/06/1997

$ 44.800,00

M.J.

Alsogaray

$ 44.800,00

1145/97 27/05/1997

$ 40.000,00

Carpintería Oscar Vicente

Zata Res. N°

436 05/06/1997

$ 45.000,00

M.J.

Alsogaray

$ 45.000,00

1146/97 27/05/1997

$ 75.000,00

Tabiquería Oscar Vicente

Zata Res. N°

437 05/06/1997

$ 69.000,00

M.J.

Alsogaray

$ 69.000,00

1147/97 27/05/1997

$ 40.000,00 Instalación eléctrica

Oscar Vicente Zata

Res. N° 438 05/06/1997

$ 28.500,00

M.J.

Alsogaray

$ 28.500,00

1164/97 27/05/1997

$ 30.000,00

Alfombras Dom

Decoraciones Res. N°

433 05/06/1997

$ 27.652,00

M.J.

Alsogaray

$ 27.652,00

1252/97 10/06/1997

$ 72.500,00 Pintura y

reparación eléctrica

Del Río Construcciones

Res. N° 629 28/08/1997

$ 71.000,00

M.J.

Alsogaray

$ 71.000,00

1254/97 10/06/1997

$ 71.900,00 Pintura e

iluminación Con Mag SRL Res. N°

990 17/12/1997

$ 34.350,00 Disp. N° 23

del 16/03/98

$ 3.350,00 1) M.J.A. y 2) Elisa Calvo

$ 37.700,00

1255/97 10/06/1997

$ 74.900,00 Instalación eléctrica Con Mag SRL

Res. N° 980 17/12/1997

$ 37.400,00 Disp. N° 21

del 16/03/98

$ 3.700,00 1) M.J.A. y 2) Elisa Calvo

$ 41.100,00

1256/97 10/06/1997

$ 74.700,00

Filtraciones Del Río

Construcciones Res. N°

648 01/09/1997

$ 50.046,00

M.J.

Alsogaray

$ 50.046,00

1257/97 10/06/1997

$ 72.500,00 Reparación

eléctrica Del Río

Construcciones Res. N°

821 31/10/1997

$ 54.800,00

Enrique Kaplan

$ 54.800,00

1258/97 10/06/1997

$ 74.900,00

Pintura Del Río

Construcciones Res. N°

848 07/11/1997

$ 67.900,00

M.J.

Alsogaray

$ 67.900,00

1259/97 10/06/1997

$ 70.000,00

Tabiquería Del Río

Construcciones Res. N°

646 01/09/1997

$ 74.800,00

M.J.

Alsogaray

$ 74.800,00

Page 100: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

1260/97 10/06/1997

$ 73.900,00 Instalación eléctrica

Del Río Construcciones

Res. N° 875 13/11/1997

$ 65.750,00

M.J.

Alsogaray

$ 65.750,00

1261/97 10/06/1997

$ 74.700,00 Pintura e

instalación eléctrica

MJ materiales de Peroni

Res. N° 647 01/09/1997

$ 48.500,00

M.J.

Alsogaray

$ 48.500,00

1264/97 10/06/1997

$ 70.000,00

Filtraciones Oscar Vicente

Zata Res. N°

681 15/09/1997

$ 46.950,00 Disp. N° 22

del 16/03/98

$4.600,00 M.J.

Alsogaray

$ 51.550,00

1266/97 10/06/1997

$ 40.000,00

Alfombras, pintura,

iluminación y

canalización Del Río

Construcciones Res. N°

644 29/08/1997

$ 55.372,00

M.J.

Alsogaray

$ 55.372,00

1453/97 07/07/1997

$ 40.000,00

Iluminación Anfa S.A. Res. N°

754 07/10/1997

$ 45.600,00

M.J.

Alsogaray

$ 45.600,00

1521/97 14/07/1997

$ 18.000,00 Red de voz

y datos Siemens S.A. Res. N°

643 29/08/1997

$ 15.705,00

M.J.

Alsogaray

$ 15.705,00

1660/97 28/07/1997

$ 74.700,00 Instalación eléctrica

Oscar Vicente Zata

Res. N° 639 29/08/1997

$ 74.900,00

M.J.

Alsogaray

$ 74.900,00

412/97 19/02/1997

$ 8.000,00

Cortinas Solare SRL Res. N°

177 07/03/1997

$ 1.459,39

M.J.

Alsogaray

$ 1.459,39

414/97 19/02/1997

$ 27.000,00

Tablero Juan Carlos

Lorenzo Res. N°

178 07/03/1997

$ 37.884,00

M.J.

Alsogaray

$ 37.884,00

415/97 19/02/1997

$ 15.000,00 Reparación de portones y persianas Con Mag SRL

Res. N° 174 07/03/1997

$ 18.500,00

M.J.

Alsogaray

$ 18.500,00

431/97 21/02/1997

$ 15.000,00

Plantas Bs. As. Green

S.A. Res. N°

194 11/03/1997

$ 7.894,00

M.J.

Alsogaray

$ 7.894,00

469/97 03/03/1997

$ 35.000,00

Bibliotecas D y H Systems

SRL Res. N°

295 17/04/1997

$ 70.772,90 Res. N° 593 del

11/08/97

$4.982,78 M.J.

Alsogaray

$ 75.755,68

Totales Totales

$1.292.700,00

$ 1.147.035,29

$16.632,78

$1.163.668,07

Aclaraciones inherentes al cuadro:

1) Expediente N° 1254/97: Por resolución N° 706 de

fecha 19/09/97 firmada por María Julia Alsogaray se adjudicó

la contratación a Con Mag SRL por la suma de $68.700. Sin

embargo posteriormente por resolución N° 990 de fecha

17/12/97 se aprobó un acta acuerdo por la cual se dispuso

reducir el monto final de la adjudicación a la suma de

$34.350, a lo que luego se agregó un adicional de $3.350 por

Disposición N° 23/98 de fecha 16/03/98 suscripta por Elisa

Calvo.

2) Expediente N° 1255/97: Por resolución N° 705 de

fecha 19/09/97 firmada por María Julia Alsogaray se adjudicó

la contratación a Con Mag SRL por la suma de $74.800. Sin

embargo posteriormente por resolución N° 980 de fecha

17/12/97 se aprobó un acta acuerdo por la cual se dispuso

reducir el monto final de la adjudicación a la suma de

$37.400, a lo que luego se agregó un adicional de $3.700 por

disposición N° 21/98 de fecha 16/03/98 suscripta por Elisa

Calvo.

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Poder Judicial de la Nación

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Asimismo, cabe señalar que durante el mismo lapso

existieron contrataciones realizadas en expedientes que no

pudieron ser encuadrados como correspondientes a la 1°Etapa-

PRODIA ni a la 2° Etapa-DTA (cf. informe pericial de

tasación). Ellos son:

Expte. N°

Fecha de Inicio

Presupuesto Estimado Objeto

Empresa adjudicada

Resolución N° Fecha

Importe Original

Resolución Adicional

Importe Adicional

Firmante de las

resoluciones Importe

Total

2126/97 17/09/1997 $70.000,00 Solados antifuego Keops

Decoraciones Res. N°

1006 26/12/1997 $28.590,36 Disp. N° 12 del 18/02/98

$2.328,00

1) M.J.A. y 2) Elisa Calvo $30.918,36

2642/97 14/11/1997 $50.000,00 Refacción cocinas Oscar

Vicente Zata

Res. N° 533 (ver

aclaración abajo) 10/07/1998 $52.892,11

M.J. Alsogaray $52.892,11

2643/97 14/11/1997 $25.000,00 Mobiliario Arredamenti

Italiani Disp. N° 5 04/02/1998 $42.080,00 Disp. N° 161 del 02/10/98

$4.143,00

1) Elisa Calvo y 2) Lidia Blanco $46.223,00

2644/97 14/11/1997 $10.000,00 Trabajos en acero Con Mag

SRL Res. N°

332 08/05/1998 $27.500,00 M.J.

Alsogaray $27.500,00

2645/97 14/11/1997 $15.000,00

Reacondicionamiento de aire

acondicionado Miguel Ángel

Álvarez Res. N°

301 23/04/1998 $32.938,00 M.J.

Alsogaray $32.938,00

430/97 21/02/1997 $15.000,00 Macetas y barandas Con Mag

SRL Res. N°

206 13/03/1997 $12.584,00 M.J. Alsogaray $12.584,00

1265/97 10/06/1997 $48.900,00

Pintura e instalación eléctrica

Con Mag SRL

Disp. N° 166 08/10/1998 $40.000,00 Lidia Blanco $40.000,00

Totales $233.900,00

$236.584,47 $6.471,00 $243.055,47

Aclaración inherente al cuadro:

Expediente N° 2642/97: Por resolución N° 533 de

fecha 10/07/98 se adjudicó la contratación a Oscar Vicente

Zatta por la suma de $54.000. Sin embargo la empresa

posteriormente solo facturó honorarios por un importe de

$52.892,11.

Ahora bien, la Comisión creada por el Ministerio de

Justicia y Derechos Humanos de la Nación, conformada por los

arquitectos Hernán Díaz Saubidet, José E. Marchisio y Miguel

A. Quarto, junto al ingeniero Carlos María Garrido, luego de

analizar ocho de estos expedientes (N° 1259/97, 1266/97,

1252/97, 1254/97, 1255/97, 1257/97, 1258/97 y 1260/97)

sostuvieron que resulta extraño, en razón del carácter de los

servicios y bienes contratados, que tratándose de trabajos

similares efectuados en el mismo edificio y contemporáneos,

“… se hayan iniciado ocho contrataciones independientes entre

sí, cuando en realidad podría haberse efectuados una única

licitación privada por la totalidad de las tareas, encuadrada

en el art. 56, inciso 1°, de la norma citada, que a la fecha

tenía un límite de $1.000.000…”, agregando que “…la suma de

los contratos en análisis alcanzó un importe comprometido de

Page 102: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

$532.122…” (cf. anexo VIII de la documentación aportada por

la Oficina Anticorrupción, reservada en la Secretaría del

Tribunal).

Asimismo, se advierte que determinados rubros o

servicios que deberían haberse contratado a través de un solo

contrato y una sola empresa, se fragmentaron a fin de no

superar ya no solo el límite máximo establecido por la ley

para las contrataciones directas ($100.000) –art. 56 inciso 3

apartado “a” del decreto-ley N° 23.354/56-, sino también

evitar el tope máximo de $75.000 a partir del cual la

Resolución N° 55/96 (B.O. 07/08/96) de la SIGEN había

establecido que los organismos pertenecientes a la

Administración Pública Centralizada y Descentralizada, debían

someter sus compras y contrataciones al control de un sistema

de precios testigos.

Esta normativa era conocida por la SRNAH y tenida en

cuenta por el Departamento de Legales, tal como lo demuestra

la documentación obrante a fs. 210/213 del expediente N°

1083/96.

Un ejemplo claro de cómo varias contrataciones se

hicieron al límite de este monto ($75.000), para evitar el

control de la SIGEN, se observa en los siguientes

expedientes: N° 1255/97 (presupuesto estimado $74.900),

1256/97 (presupuesto estimado $74.700), 1258/97 (presupuesto

estimado $74.900), 1261/97 (presupuesto estimado $74.700) y

N° 1660/97 (presupuesto estimado N° 74.700).

Por otra parte, entre los ejemplos de contrataciones

que tenían como objeto la provisión de idénticos bienes y

servicios y no obstante ello se fragmentaron, podemos aquí

señalar:

a) Expedientes N° 1252/97 ($71.000), 1254/97

($34.350 –teniendo en cuenta monto de acta acuerdo y sin

sumar adicional-), 1258/97 ($67.900), 1261/97 ($48.500), 1265

($40.000) y 1266/97 ($55.372), a través de los cuales se

contrataron en forma separada, en menos de tres meses (entre

agosto y noviembre de 1997), servicios de adecuación de

pintura por un total de $317.122. Es importante destacar que

todos estos expedientes fueron iniciados el mismo día, el 10

de junio de 1997, y en tres de ellos resultó adjudicada la

firma Del Río Construcciones SRL.

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b) Expedientes N° 1144/97 ($44.800), 1147/97

($28.500), 1252/97 ($71.000), 1254/97 ($34.350 –teniendo en

cuenta monto de acta acuerdo y sin sumar adicional-), 1255/97

($37.400 –teniendo en cuenta monto de acta acuerdo y sin

sumar adicional-), 1257/97 ($54.800), 1260/97 ($67.750),

1261/97 ($48.500), 1265/97 ($40.000), 1266/97 ($55.372) y

1660/97 ($74.900), en los cuales se contrataron en forma

separada, entre los meses de junio y noviembre de 1997,

servicios de adecuación de instalaciones eléctricas por un

total de $557.372. Todos estos expedientes fueron iniciados

el 10 de junio de 1997, con excepción de los N° 1144/97 y

1147/97 (27/05/97) y el N° 1660/97 (28/07/97), es decir en

menos de tres meses.

c) Expedientes N° 1143/97 ($52.500), 1252/97

($71.000) y 1258/97 ($67.900), en los cuales se contrataron

en forma separada, entre los meses de junio y noviembre de

1997, servicios de adecuación de cielorrasos por un total de

$191.400. Estos expedientes fueron iniciados entre el

27/05/97 (1143/97) y el 10/06/97 (1252/97 y 1258/97), es

decir en menos de un mes.

d) Expedientes N° 1144/97 ($44.800), 1255/97

($37.400 –teniendo en cuenta monto de acta acuerdo y sin

sumar adicional-), 1257/97 ($54.800) y 1660/97 ($74.900), a

través de los cuales se contrataron en forma separada

servicios de adecuación del sistema de climatización por un

total de $211.900. Estos expedientes fueron iniciados los

días 27/05/97 (1144/97), 10/06/97 (1255/97 y 1257/97) y

28/07/97 (1660/97), es decir en tan solo dos meses.

e) Expedientes N° 1145/97 ($45.000), 1146/97

($69.000) y 1259/97 ($74.800), a través de los cuales se

contrataron en forma separada, en menos de tres meses (entre

junio y septiembre de 1997), servicios de carpintería por un

total de $188.800. Estos expedientes fueron iniciados, el

primero y el segundo el día 27/05/97, resultando

adjudicataria la empresa de Oscar Vicente Zatta, mientras que

el último fue iniciado el 10/06/97, es decir trece días

después, siendo contratada la firma “Del Río Construcciones

SRL”.

f) Expedientes N° 1256/97 ($50.046) y 1264/97

($46.950 –sin contar adicional-), a través de los cuales se

Page 104: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

contrataron en forma separada en el mes de septiembre, con

tan solo catorce días de diferencia entre sí, servicios de

reparación de filtraciones por un total de $96.996. Estos

expedientes fueron iniciados el mismo día, 10/06/97.

Por otra parte, no puedo dejar de mencionar los

numerosos adicionales aprobados sin aclaraciones ni análisis

sobre la necesidad de realizarlos, como ser los ocurridos en

los expedientes: N° 1254/97, 1255/97, 1264/97, 469/97 (2°

Etapa-DTA), 2126/97 y 2643/97 (de los expedientes sin

identificar).

Asimismo, en el expediente N° 469/97, la aprobación

de una suma adicional, permitió exceder el monto de $75.000,

que de haberse estimado en el presupuesto original, hubiese

obligado, debido a su fecha de inicio –posterior al dictado

de la resolución N° 55/96- a intervenir a la SIGEN con el

sistema de precios testigos. Cabe aclarar que en la 1° Etapa-

PRODIA esto también ocurrió con el expediente N° 411/97

(presupuesto estimado $65.000, importe luego adjudicado

$81.286,59).

Durante su alegato la defensa de María Julia

Alsogaray, restó importancia al tema de los precios testigos

aduciendo que aquéllos no eran vinculantes para la Comitente.

Esta afirmación resulta contraria a lo establecido

por la resolución N° 55/96 de la SIGEN, la cual claramente

instituye este sistema como una obligación, cuando en su

considerando señala que los organismos públicos: “…deberán

someter sus compras y contrataciones al control del sistema

de precios testigo…”, aclarando en su artículo 4° que la

SIGEN interviene como control. Asimismo, el punto V del anexo

que se adjunta a la resolución señala que el cumplimiento de

la solicitud es de carácter obligatorio.

Tampoco es cierto, que la opinión de la SIGEN no

tuviera carácter vinculante, ya que el punto III del anexo de

la resolución refiere que “…En todos los casos, ante el

suministro de un precio testigo por parte de la SIGEN,

deberán observarse los siguiente parámetros: a) Que la oferta

más conveniente, preseleccionada por el organismo

solicitante, no se halle por encima de un cinco por ciento

(5%) respecto del precio testigo que se informe en cada caso;

b) en el caso de no cumplirse lo estipulado en a), deberá

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propulsarse un mecanismo de solicitud formal de mejora de

precios a los efectos de alinear la mejor oferta con los

valores de mercado que se informan; y c) en caso de no

obtener las mejoras de oferta buscadas, deberán arbitrarse,

por medio de los organismos comprendidos en el mencionado

decreto, los medios más convenientes a los efectos de no

efectuar la contratación a valores que no se hallen en el

orden de los referenciales de mercado…”.

Como podemos ver todas estas medidas eran de

carácter obligatorio, debiendo el organismo público en todos

los casos, una vez concluida la actuación, informar a la

SIGEN “…los valores de la oferta seleccionada como más

conveniente, la mejora de oferta si la hubiere y el valor

final involucrado en la orden de compra si se contratare…”.

Por otra parte, del análisis de la totalidad de los

expedientes correspondientes a las contrataciones de

empresas, ya sean derivados de la primera etapa, de la

segunda etapa o sin identificar con alguna de aquéllas, se

aprecian numerosas irregularidades que pasaré a detallar:

1) Pago de sobreprecios.

En el informe de la Auditoría General de la Nación

se señaló entre las observaciones de carácter general que

“…los precios de las ofertas adjudicadas para la obra de

oficinas del programa son largamente superiores a los valores

corrientes en el mercado, representando un perjuicio fiscal…”

(cf. informe de la AGN de octubre de 1999, reservado en la

Secretaría del Tribunal, cuyas conclusiones fueran

ratificadas en la audiencia de debate por los testigos Miriam

Ivanega, Mario Sabugo, María Cecilia Rodríguez y Alejandro

Peyrou, quienes fueran integrantes del equipo de trabajo del

citado documento).

Asimismo, en dicho dictamen se determinaron en

concreto el pago de sobreprecios en los siguientes

expedientes:

a) Expediente N° 1079/96 por el cual se contrató a

“Con Mag SRL” para la construcción de sanitarios. El monto

adjudicado fue de $99.100 mientras que el valor de plaza era

de $22.313,24 (solo se compararon determinados rubros de los

Page 106: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

sanitarios, cf. fs. 51/53 del informe de la AGN), lo que

arroja un sobreprecio del 444%. Es decir, se pagaron

indebidamente $76.786,76.

b) Expediente N° 1221/96 por el cual se contrató a

“Con Mag SRL” para la ejecución de mampostería y revoques. El

monto adjudicado fue de $71.771,76 mientras que el valor de

plaza era de $37.373,71 (solo se compararon determinado

rubros como ser: Mampostería huecos 0,10; 0,20; 0,30;

carpetas a cal, pisos, zócalos, escalera y revoque grueso y

fino, cf. fs. 51/53 del informe de la AGN), lo que arroja un

sobreprecio del 192%. Es decir, se pagaron indebidamente

$34.398,05.

Cabe destacar que este análisis realizado por la AGN

fue considerado correcto por Juan Carlos Poli, en su informe

realizado como Vocal de la Comisión Nacional de Museos y

Monumentos y Lugares Históricos. Asimismo en su declaración

testimonial, señaló que en el rubro “ejecución de mampostería

y revoques” existe una gran cantidad de material en el

mercado, pudiendo los costos variar entre un diez o un quince

por ciento, pero nunca en valores del doscientos por ciento.

En su informe, la Auditoría General de la Nación,

utilizó como referencia para la comparación de precios a la

Revista Vivienda N° 409, editada en agosto de 1996, es decir

a la fecha de las obras.

La elección de esta publicación tuvo su fundamento

en el amplio reconocimiento en cuanto a costos y precios que

registraba aquélla en la industria de la construcción.

Su seriedad como fuente y su uso aceptado y

frecuente, quedó demostrada en primer lugar por la

utilización que también hicieran de ella los peritos de parte

de la defensa en el informe pericial obrante en autos, y en

segundo lugar por la declaración testimonial de Juan Carlos

Poli, quien refirió que se trata de una fuente de consulta

para los organismos públicos a la hora de establecer los

costos de una obra.

Durante su alegato la defensa de Santiago María

Bignoli señaló que a los costos de la revista había que

aplicarle las correcciones que ella misma determinaba. Esto

fue contestado por el testigo Mario Sebastián Sabugo quien

también destacó la importancia de la revista “Vivienda” y

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descartó los índices de ajuste expuestos por la defensa, por

considerar que eran índices en base a los cuales la propia

revista justificaba sus precios, por lo que no debían ser

aplicados por quienes utilizaban dicha publicación como

fuente para obtener los costos, argumento que, me parece,

resulta admisible.

Aunado a ello, es importante destacar que los

expertos de la AGN en todos aquéllos casos donde no se

contaba con detalles de la calidad de los materiales,

mantuvieron la misma cotización que efectuaron los

contratistas, es decir, la comparación se hizo sobre

materiales cuya calidad a comparar estuviese perfectamente

determinada.

Por otra parte, del informe pericial confeccionado

por el Cuerpo de Peritos Tasadores Oficiales de la Corte

Suprema de Justicia de la Nación, en forma conjunta con los

peritos de parte de la defensa y de la Oficina Anticorrupción

(cf. fs. 1360/1362 y 1378/1539 del principal), se determinó

la existencia de sobreprecios en los siguientes expedientes:

c) Expediente N° 479/96 por el cual se contrató a

Don Fierro S.A. para la adquisición de la estructura metálica

del entrepiso. El valor adjudicado resultó superior al de

plaza en un 88,81% para los peritos oficiales, y en un 22,84%

para los peritos de parte de la defensa. Es decir que para

los peritos tasadores oficiales de la SRNAH se pagaron

sobreprecios por $43.557,21 y para los peritos de parte de la

defensa por $17.215,85.

d) Expediente N° 1220/96 por el cual se contrató a

“Cisilloto Hermanos” para el montaje de losetas premoldeadas.

El valor adjudicado resultó superior al de plaza en un

87,73%, para los peritos oficiales, y en un 14,15% para los

peritos de parte de la defensa. Es decir que para los peritos

tasadores oficiales de la SRNAH se pagaron sobreprecios por

$20.147,49 y para los peritos de parte de la defensa por

$5.343,48.

En su informe los peritos de parte de la defensa

intentaron explicar las diferencias existentes con los

peritos oficiales sobre la base de los siguientes argumentos:

a) Que una de las empresas invitadas a cotizar por

los peritos oficiales, “Roccisano SRL”, no podía ser

Page 108: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

comparada con las restantes y con aquélla que ejecutó el

trabajo para la SRNAH, por no dedicarse exclusivamente a la

actividad y ser de reducida envergadura

Esto fue contestado por los peritos oficiales,

quienes señalaron que la crítica resultaba improcedente toda

vez que en la solicitud de cotización efectuada a la firma

“Roccisano SRL” “…le fueron expresamente aclaradas cuáles

eran las características y condiciones del lugar en que se

debían realizar los trabajos…”, de manera que la envergadura

de la empresa no debía descalificar el presupuesto

presentado.

b) Que los peritos oficiales no han tenido presente

al solicitar cotización, las condiciones especiales de

trabajo, en horario nocturno y en días feriados, que

impusieron tanto las características de la estructura del

edificio como la intención de no afectar su normal

funcionamiento.

En cuanto a las condiciones especiales de trabajo,

los peritos oficiales señalaron que “…pese a las reiteradas

solicitudes formuladas en ese sentido a los peritos de parte,

para que presenten comprobantes pertinentes para su

correspondiente consideración, dichas acreditaciones jamás

fueron presentadas…”.

Ahora bien, en ninguno de los pliegos que regularon

las contrataciones directas, se establecieron condiciones

especiales referidas a horarios o particularidades de la

obra. Y ello porque, tal como señalaron los peritos oficiales

en la audiencia de debate, en la realización de obras

públicas con edificios en funcionamiento, esas condiciones

especiales ya son tenidas en cuenta por las empresas a la

hora de presupuestar y en el mismo sentido, se expidieron los

testigos Carlos María Garrido y Hernán Díaz Saubidet, quienes

al ser interrogados sobre la incidencia de factores como la

nocturnidad de las actividades en el costo o tiempo de la

obra, manifestaron que ello estaba contemplado en la

cotización y en la evaluación del costo comparativo.

Finalmente, respecto de las diferencias existentes

en el rubro “losetas premoldeadas”, los peritos oficiales

manifestaron que en los presupuestos por ellos solicitados se

discriminaron las cantidades de los materiales cotizados,

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mientras que, en los presentados por los peritos de parte de

la defensa, aquéllas no fueron discriminadas, tratándose de

una cotización global. Por lo que las diferencias en los

ítems mano de obra y gastos generales son los factores de más

difícil constatación.

En virtud de la razonabilidad de las respuestas

dadas por los peritos tasadores oficiales a las objeciones

formuladas por los peritos de parte de la defensa, tanto en

el propio informe pericial como en la audiencia de debate, es

que habré de estar en un todo a las conclusiones y resultados

de los primeros.

Por último, viene al caso destacar las conclusiones

de la Comisión creada por el Ministerio de Justicia y

Derechos Humanos, cuyos expertos luego de examinar ocho

expedientes pertenecientes al segundo grupo de contrataciones

directas, también pudieron determinar pagos de sobreprecios a

los contratistas.

En dicho dictamen los profesionales señalaron que

“…ante las dudas generadas por las ambigüedades de los

cómputos y descripciones de los pliegos, hemos considerado

las condiciones más desfavorables y, en consecuencia, las de

mayor costo…” (cf. anexo 8 de la documentación presentada por

la Oficina Anticorrupción, que se encuentra reservada en la

Secretaría del Tribunal).

En base a dichos parámetros, el informe arrojó el

pago de sobreprecios por un monto total de $118.606, según el

siguiente detalle.

Número de Expediente

Precio estimado por la Comisión

Precio final facturado

Porcentaje de sobreprecio

Importe de sobreprecio

1252/97 $ 44.294,00 $ 71.000,00 60,29% $ 26.706,00

1255/97 $ 34.224,00 $ 41.100,00 20,09% $ 6.876,00

1257/97 $ 30.387,00 $ 54.800,00 80,34% $ 24.413,00

1258/97 $ 63.886,00 $ 67.900,00 6,28% $ 4.014,00

1259/97 $ 68.715,00 $ 74.800,00 8,85% $ 6.085,00

1260/97 $ 31.099,00 $ 65.750,00 111,42% $ 34.651,00

1266/97 $ 39.511,00 $ 55.372,00 40,14 $ 15.861,00

Importe total $ 118.606,00

Es importante señalar, que el pago de sobreprecios

implicaba un aumento del costo final de las obras, lo que

repercutía directamente en un mayor cobro de honorarios por

Page 110: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

parte de los ingenieros Bignoli, quienes percibían un

porcentaje respecto del precio final de las remodelaciones

(15% primera etapa, 6% segunda etapa).

2) Elevada tasa de honorarios y cobro de emolumentos

mayores a los fijados contractualmente.

Todas las contrataciones derivadas de los

expedientes madre N° 1393/95 y 1802/97, no solo beneficiaron

en forma indebida a los contratistas particulares, sino

también a los ingenieros Bignoli, en razón de que sus

honorarios se encontraban atados al valor final de la obra.

En consecuencia, cuanto mayor fuera el precio de las

contrataciones, o más se encarecieran las obras, mayor era el

beneficio que ellos obtenían.

Sobre este punto, cabe recordar que Arturo Juan

Bignoli y Santiago María Bignoli pactaron sus honorarios

profesionales en un 15% del valor final de las obras en el

caso del expediente N° 1393/95, mientras que Arturo Juan

Bignoli acordó honorarios del 6% en el expediente N° 1802/97.

Ahora bien, el 15% de honorarios acordado en el

expediente N° 1393/95 resultaba a todas luces abusivo.

Esto surge en primer lugar, de la declaración

testimonial de Juan Carlos Poli, quien refirió que los

honorarios de los ingenieros para este tipo de obras ascendía

a un 8% del costo definitivo de la obra, por lo que no

entendía por qué se aplicó una tasa del 15%.

Por otra parte, del informe confeccionado por el

Consejo Profesional de Ingeniería Civil (cf. fs. 1412/1419),

ratificado en la audiencia de debate por sus directivos Luís

Enrique Perri y José Pablo Chelmicki, surge que si bien los

honorarios de los ingenieros se encontraban desregulados, la

normativa vigente (Ley de Arancel de Honorarios, Decreto Ley

N° 7887/55, Ley N° 14.467 y sus modificatorias y

complementarias), establecía como mínimos en el caso de obras

cuyo costo total oscilara entre los $500.000 y los $2.500.000

(como en la presente causa) del 7% para la primer categoría y

8% para la segunda categoría, del costo total de la obra.

Cada categoría hacía referencia a determinados tipos de obra,

razón por la cual corresponde descartar a la tercer

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categoría, por tratarse de obras con características

diferentes a las del presente caso.

Por lo tanto, siguiendo como parámetro estas pautas,

el valor porcentual concertado entre los ingenieros Bignoli y

la SRNAH excedía en casi el doble los porcentajes mínimos

establecidos por la normativa legal.

Asimismo, este accionar era contrario al art. 17 de

la ley N° 22.460 (ley de Consultoría), cuya aplicación en

forma supletoria se había previsto expresamente en el

contrato (cláusula decimocuarta), el cual establecía que la

contratación de los servicios de consultoría se efectuará:

“...con la exigencia de que el precio sea comparable con el

que se paga habitualmente, en lugar y tiempo similares por

trabajos de extensión y naturaleza equivalentes, ejecutados

por consultores o firmas consultoras independientes,

altamente calificados...” y que “...La forma de pago del

monto del contrato será en forma proporcional al trabajo

realizado...”.

De ninguna manera, por las razones expuestas con

anterioridad, puede considerarse satisfecha esta imposición

normativa, con los presupuestos presentados por las

consultoras Jaime Lande & Asociados y Angeli-Fabbri.

A continuación procederé a detallar las diversas

facturas confeccionadas por Arturo Juan y Santiago María

Bignoli a la SRNH por cobro de honorarios profesionales en el

marco del expediente N° 1393/95 (1° Etapa-BID): Factura N° 48

de fecha 17/11/95 a nombre de Arturo Juan Bignoli por $10.000

(anulada) (cf. fs. 46), Factura N° 44 de fecha 25/09/95 a

nombre de Arturo Juan Bignoli por $30.000 (anulada) (cf. fs.

47), Factura N° 47 de fecha 11/10/95 a nombre de Arturo Juan

Bignoli por $30.000 (anulada) (cf. fs. 48), Factura N° 50 de

fecha 04/12/95 a nombre de Arturo Juan Bignoli por $24.000

(cf. fs. 50), Factura N° 83 de fecha 04/12/95 a nombre de

Santiago María Bignoli por $24.000 (cf. fs. 51), Factura N°

89 de fecha 29/12/95 nombre de Santiago María Bignoli por

$22.000 (cf. fs. 62), Factura N° 3 de fecha 01/07/96 a nombre

de Santiago María Bignoli por $18.150 (cf. fs. 77), Factura

N° 4 de fecha 01/07/96 a nombre de Arturo Juan Bignoli por

$18.150 (cf. fs. 78), Factura N° 4 de fecha 01/07/96 a nombre

de Santiago María Bignoli por $3.372,27 (cf. fs. 79), Factura

Page 112: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

N° 5 de fecha 01/07/96 a nombre de Arturo Juan Bignoli por

$3.372,27 (cf. fs. 80), Factura N° 5 de fecha 19/09/96 a

nombre de Santiago María Bignoli por $30.250 (anulada) (cf.

fs. 90), Factura N° 7 de fecha 21/10/96 a nombre de Santiago

María Bignoli por $15.689,49 (cf. fs. 123), Factura N° 7 de

fecha 21/10/96 a nombre de Arturo Juan Bignoli por $15.689,49

(cf. fs. 124), Factura N° 8 de fecha 13/11/96 a nombre de

Arturo Juan Bignoli por $15.125 (cf. fs. 133), Factura N° 8

de fecha 13/11/96 a nombre de Santiago María Bignoli por

$15.125 (cf. fs. 134), Factura N° 9 de fecha 13/11/96 a

nombre de Arturo Juan Bignoli por $5.949,57 (cf. fs. 137),

Factura N° 9 de fecha 14/11/96 a nombre de Santiago María

Bignoli por $5.949,57 (cf. fs. 138), Factura N° 11 de fecha

10/12/96 a nombre de Santiago María Bignoli por $9.513,85

(cf. fs. 149), Factura N° 13 de fecha 02/01/97 a nombre de

Santiago María Bignoli por $696,47 (cf. fs. 154), Factura N°

12 de fecha 01/01/97 a nombre de Santiago María Bignoli por

$9.408,69 (cf. fs. 155), Factura N° 14 de fecha 01/03/97 a

nombre de Arturo Juan Bignoli por $10.196,38 (cf. fs. 167),

Factura N° 17 de fecha 10/03/97 a nombre de Arturo Juan

Bignoli por $8.949,02 (cf. fs. 170), Factura N° 13 de fecha

02/03/97 a nombre de Arturo Juan Bignoli por $5685,19 (cf.

fs. 172), Factura N° 21 de fecha 01/03/97 a nombre de

Santiago María Bignoli por $4.785,80 (cf. fs. 179), Factura

N° 19 de fecha 02/03/97 a nombre de Santiago María Bignoli

por $5.685,19 (cf. fs. 182), Factura N° 16 de fecha 03/03/97

a nombre de Arturo Juan Bignoli por $6.747,47 (cf. fs. 202),

Factura N° 22 de fecha 03/03/97 a nombre de Santiago María

Bignoli por $6.747,47 (cf. fs. 210), Factura N° 17 de fecha

26/02/97 a nombre de Santiago María Bignoli por $36,49 (cf.

fs. 222), Factura N° 26 de fecha 08/04/97 a nombre de

Santiago María Bignoli por $12.491,43 (cf. fs. 223) y Factura

N° 18 de fecha 08/04/97 a nombre de Arturo Juan Bignoli por

$12.491,44 (cf. fs. 225).

De la suma de la totalidad de las facturas, se

advierte que los ingenieros Bignoli percibieron honorarios a

la SRNAH por un monto total de $280.007,55 respecto de las

contrataciones derivadas del expediente N° 1393/95.

De acuerdo a lo que surge del acta de fecha 5 de

septiembre de 1997, firmada por Enrique Kaplan en

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representación de la Comitente (SRNAH) y los ingenieros

Bignoli por la consultora, estos últimos percibieron

íntegramente los honorarios convenidos y el contrato se

cumplió en su totalidad (cf. fs. 234).

Ahora bien, si consideramos el importe total de las

contrataciones de la 1° Etapa-PRODIA (expedientes derivados

del N° 1393/95) ($1.318.578,51) (importe total adjudicado más

adicionales), los Ingenieros Bignoli cobraron a la SRNAH un

porcentaje de honorarios equivalente al 21,235% (el perito de

la Oficina Anticorrupción redondeo dicho porcentaje en

21.24%) del costo total de la obra (cf. informe pericial de

tasación obrante a fs. 1360/1362 y 1378/1539 del principal).

Es decir, no solo el 15% de honorarios pactados en

el contrato de fecha 1 de septiembre de 1995 ya era de por sí

excesivo, sino que posteriormente los ingenieros Bignoli

terminaron cobrando un 6,235% por encima de lo estipulado

contractualmente, lo que representa en dinero un monto de

$82.213,37.

Viene al caso recordar que el ingeniero Jaime Lande

al declarar testimonialmente contó que ofertó honorarios por

un 17% para no ganar la contratación, haciendo alusión a lo

excesivo que resultaba dicho porcentaje, lo que refleja aún

más la desproporcionada suma de emolumentos percibidos por

los ingenieros Bignoli (21,235%).

Este cobro de honorarios por encima del 15%

resultaba violatorio de la cláusula TERCERA punto d) del Acta

Acuerdo firmada con fecha 25 de marzo de 1996 (cf. fs.

105/106 del expediente N° 1393/95), la cual establecía que

“…Para el caso en que al efectuarse la liquidación final

sobre el costo definitivo de las obras y suministros el

importe superara el porcentaje previsto contractualmente, la

Comitente procederá a deducir la suma pertinente de cualquier

importe que los Consultores tuvieran a cobrar de la

Secretaría…”

Dicho ello, pasaré a detallar las facturas

confeccionadas por Arturo Juan Bignoli a la SRNH por cobro de

honorarios profesionales en el marco de las contrataciones

realizadas en el expediente N° 1802/97 (2° Etapa-DTA):

Factura N° 34 de fecha 10/09/97 por $39.670,81 (cf. fs. 30),

Factura N° 38 de fecha 21/10/97 por $8.903,35 (cf. fs. 39),

Page 114: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

Factura N° 40 de fecha 01/12/97 por $8.712,97 (cf. fs. 45),

Factura N° 41 de fecha 6/01/98 por $12.528,70 (cf. fs. 54),

Factura N° 43 de fecha 02/02/98 por $6.670,85 (cf. fs. 59),

Nota de crédito N° 44 de fecha 10/03/98 por $856,32 (cf. fs.

61) y Factura N° 45 de fecha 10/03/98 por $3.018,35 (cf. fs.

62).

Cabe destacar que dentro de estas facturas Arturo

Juan Bignoli devengó honorarios respecto de algunos

expedientes en los que solo intervino Santiago María Bignoli,

como ser los N° 411/97, 412/97, 469/97, 414/97 y 431/97,

siendo incluso uno de ellos pertenecientes a la primera

etapa.

Sin perjuicio de ello, la suma de la totalidad de

las facturas presentadas por Arturo Juan Bignoli arrojan un

total de $78.648,71 correspondientes a honorarios relativos a

las contrataciones derivadas del expediente N° 1802/97 (2°

etapa-DTA)

En cuanto al porcentaje que esta suma representa

respecto del costo total de la obra, habré de realizar las

siguientes aclaraciones:

1) Para el perito tasador de la Oficina

Anticorrupción el porcentaje de honorarios cobrados por

Arturo Juan Bignoli representó el 6,50% (habremos de tomar el

número exacto de 6,499% sin redondeos) del costo final de la

obra (cf. informe pericial de tasación obrante a fs.

1360/1362 y 1378/1539 del principal). Es decir que cobró un

0,499% de más, que equivale en dinero a la suma de $5806,70.

Para llegar a este porcentual tuvo en cuenta como

parámetro, que el monto total de las contrataciones derivadas

del expediente N° 1802/97 ascendió a la suma de $1.163.668,07

(importe total adjudicado más adicionales); y que los

honorarios de Arturo Juan Bignoli ascendieron a la suma de

$75.630,36 (sin contabilizar la última factura -N° 45 por

$3.018,35-).

2) Sin embargo, este porcentaje subiría a 6,758% si

efectivamente contabilizamos la última factura expedida por

Arturo Juan Bignoli (Factura N° 45 de fecha 10/03/98 por

$3.018,35).

Por lo tanto, en cualquiera de los casos el

porcentaje de honorarios percibidos por Arturo Juan Bignoli

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resultó superior al 6% estipulado contractualmente. Sin

perjuicio de lo cual, habremos de tomar como referencia para

determinar el perjuicio económico el porcentaje de honorarios

calculado por el experto de la Oficina Anticorrupción.

Ahora bien, los peritos de parte de la defensa

designados por los ingenieros Bignoli realizaron en el

informe pericial algunas objeciones a la metodología de

cálculo utilizada por los peritos oficiales. No obstante

ello, estas impugnaciones fueron debidamente contestadas por

el perito de la Oficina Anticorrupción, por argumentos a los

que por su solidez habré de adherirme.

La primera objeción consistió en que no se incorporó

como mano de obra en el expediente N° 1082/97 los montos

correspondientes a los denominados “Expedientes sin

identificar”.

Esto fue contestado por el perito de la Oficina

Anticorrupción, quien señaló que “…no se han incorporado los

montos correspondientes a los expedientes referenciados como

“expedientes sin identificar”, dado que los mismos no han

sido localizados entre los antecedentes que obran en los

“expedientes madre” (1393/95 y 1802/97)…”

La segunda oposición radicó en que en la totalidad

de los honorarios no se debía incluir el impuesto al valor

agregado (IVA).

Esto también fue refutado por el perito de la

Oficina Anticorrupción, quien manifestó que “…con relación al

IVA… tanto los proveedores como los Ing. Bignoli han

facturado en recibo/factura tipo “B” (no se discrimina el

IVA, pero sí se incluye el mismo dentro del precio total) por

tratarse la Secretaría de Recursos Naturales y Media Ambiente

de una entidad exenta de este impuesto…” por lo que para

determinarse el porcentaje de honorarios debían tomarse los

montos tal como fueron facturados.

Finalmente, los peritos de parte de la defensa

señalaron que la incidencia porcentual de la suma de los

honorarios sobre el monto de las obras, debía evaluarse en

forma integral. En razón de ello calcularon un único

porcentaje de honorarios sin efectuar división alguna entre

las contrataciones relativas al expediente N° 1393/95 (1°

Page 116: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

Etapa BID) y las correspondientes al expediente N° 1802/97

(2° Etapa DTA).

Sobre este argumento, debo señalar que no hace falta

contar con conocimientos especiales para predicarlo de

improcedente, ya que lo que interesa a los fines de esta

causa, no es el porcentaje global de honorarios percibidos,

sino precisar cuál fue el coeficiente real cobrado en cada

una de las etapas y en base a ello determinar si éstos se

apegaban a lo estipulado contractualmente. También es del

caso aclarar que los peritos de parte de la defensa al

realizar un promedio, están reduciendo los mayores honorarios

cobrados en el expediente N° 1393/95 con los percibidos en el

N° 1802/97, cuando se tratan de dos contrataciones y obras

bien diferentes.

3) Irregularidades en las empresas contratadas.

Una de las empresas que obtuvo el mayor número de

contrataciones fue “Con Mag SRL”. Las razones por las que

dicha sociedad era invitada a cotizar eran: su “amplia

experiencia en el rubro”, sus “antecedentes específicos en la

especialidad” y su condición de “empresa especialista” en

servicios tales como la adquisición de sanitarios, trabajos

de mampostería y revoque, retiro de escombros, provisión de

cielorrasos, cerco y vallado, losa prefabricada y carpetas,

suministro de herrería y vidrios, reparación de portones y

persianas, reparación y adecuación de instalación eléctrica,

etcétera (cf. expedientes N° 477/96, 1079/96, 1080/96,

1083/96, 1220/96, 1221/96, 1222/96 y 415/97).

Sin embargo, a la fecha de las contrataciones, la

firma no contaba con antecedentes comerciales. Del informe de

la Inspección General de Justicia se advierte que la empresa

se constituyó con fecha 3 de enero de 1996, es decir, tan

solo dos meses antes de ser invitada a cotizar por primera

vez (cf. fs. 421/422 y acta de constitución de Con Mag SRL en

caja 24 de la documentación reservada en Secretaría).

Por otra parte, la Administración Federal de

Ingresos Públicos informó que la firma “Con Mag SRL” con

domicilio fiscal/legal en la calle Talcahuano N° 259, 1° piso

de esta Ciudad, se encuentra “activa” en el régimen de

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aportes de la seguridad social desde el primero de marzo de

1996, registrando tan solo un empleado y para el pago del IVA

desde el 1 de febrero de 1997, habiendo presentado

declaraciones juradas sólo por los períodos 1997 (impuesto a

las ganancias) y 1997/1998 (informativa anual), sin registros

de otros años (cf. fs. 236/237 y 350).

Es de destacar que el propietario del inmueble sito

en la calle Talcahuano N° 259, 1° piso, de Capital Federal,

de nombre, Jorge Mauricio Ribak, manifestó que ocupó dicho

inmueble durante los años 1996/1997, aclarando que allí nunca

funcionó la firma “Con Mag SRL” y que no conocía a Alberto

Maggiotto (el titular de la empresa) –cf. fs. 1013 del

principal donde se acompañó actuación que se encuentra

identificada como Anexo I, Caja 8 de la documentación

reservada en Secretaría-.

De igual manera, al momento del allanamiento de la

sede comercial de la empresa, sita en la calle Moreno N°

1954, Planta Baja, Depto. “A” de esta Ciudad (cf. acta de fs.

142/143 del principal) no se obtuvieron resultados positivos

respecto de la existencia de actividad o giro comercial por

parte de la sociedad, manifestando en forma espontánea la

persona que se encontraba en el lugar, de nombre Ana Clara

Sanpedro, que la firma “Con Mag SRL” tendría relación con su

tío Alberto Maggiotto, quien le solicitó en su momento que se

hiciera cargo de la correspondencia relacionada con la

sociedad que llegara a ese domicilio, aclarando que desde

hacía un año y medio que no recibía nada.

En el mismo sentido, ninguno de los arquitectos e

ingenieros que declararon en la audiencia de debate (Juan

Carlos Poli, Oscar Tolchinsky, Hernán María Díaz Saubidet y

Carlos María Garrido) ni el empleado del área de compras de

la SRNAH, Carlos Osvaldo Meriggi, señalaron conocer a la

empresa en cuestión o tener referencias de ella.

Lo mismo ocurrió con la firma “Oscar Vicente Zatta

SRL” la cual inició sus actividades con fecha 1 de noviembre

de 1996 (cf. fs. 26 y 29 del expediente N° 1146/97) y se

registró como empleadora en junio de 1997 (cf. declaración

jurada presentada ante la DGI a fs. 104 del expediente N°

1260/97).

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Por lo tanto, no solo era falso que “Con Mag SRL” y

“Oscar Vicente Zatta” registraran antecedentes comerciales y

se trataran de empresas con experiencia en el rubro, sino que

aquéllas fueron constituidas especialmente para poder

resultar adjudicatarias de estas particulares contrataciones.

Por otra parte, en cuanto a la firma “MJ Materiales

SRL” resulta llamativo cómo ofertó en expedientes por obras

de “reparación y adecuación de la instalación eléctrica y

climatización” (cf. expedientes N° 1255/97, 1257/97 y

1260/97) cuando en realidad poseía como actividad declarada

“materiales de construcción” (cf. fs. 155vta del expediente

N° 1260/97).

De igual manera, fueron adjudicadas a la firma “Con

Mag SRL” y “Del Río Construcciones SRL” contrataciones en

materias tan disímiles como construcción, provisión de

vidrios, herrería de obra, pintura, provisión de alfombras

(Expediente N° 87/97) e incluso vaciar y sacar tubos de freón

(Expediente N° 2302/96 -cabe aclarar que si bien no se

encuentra identificado en los apartados 1° Etapa-PRODIA, 2°

Etapa-DTA y Expedientes sin identificar, se haya incorporado

por lectura al debate-).

Tampoco se entiende la decisión de invitar a

empresas radicadas en la localidad de Luján, como es el caso

de “Oscar Vicente Zatta” y “MJ. Materiales” a pesar de que

los trabajos a contratar “…no presentaban un grado de

complejidad tal que justificara recurrir a firmas radicadas

fuera de la Capital Federal…” (cf. informe de la Comisión

creada por el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos

citado anteriormente).

En su declaración testimonial, Hernán María Díaz

Saubidet, señaló que cuanto más cercana fuera la empresa al

lugar de la obra, el costo operativo y el movimiento de

maquinaria resultaba menor, destacando que en la Ciudad de

Buenos Aires, a la época de las contrataciones, existían

empresas con experiencia para llevar a cabo esas obras.

Es importante resaltar que “Con Mag SRL” y “Del Río

Construcciones SRL”, consiguieron la mayor cantidad de

contrataciones, tal como se observa de los cuadros detallados

anteriormente.

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Sin embargo, dichas adjudicaciones no tuvieron su

razón de ser en los antecedentes de las empresas, la calidad

de sus servicios, o el menor costo ofertado, sino en una

relación personal existente entre María Julia Alsogaray y

Santiago Bignoli con los titulares de las sociedades, tal

como expondré más adelante.

4) Incumplimiento de los plazos de ejecución

contractualmente establecidos.

Del informe de la Comisión creada por el M.J.y.D.H.

también surgen diferencias en los plazos de duración de las

obras, que en muchos casos cuadruplicaron los estipulados en

la oferta, lo que implicó que los costos del contrato se

vieran acrecentados por extenderse el tiempo de la labor.

Las diferencias de plazos se pueden observar del

siguiente cuadro:

Número de Expediente

Plazo según oferta

Duración Real

1252/97 60 233

1254/97 70 112

1255/97 60 112

1257/97 45 211

1258/97 45 59

1259/97 45 89

1260/97 45 200

1266/97 30 134

Cabe destacar que en ninguno de los ochos

expedientes analizados, se han consignado observaciones en la

certificación de las tareas, referentes a los atrasos

verificados en la obra, ni tampoco se han aplicado sanciones

a las firmas contratistas por entrega fuera de los términos

contractuales.

Es decir que, si bien las empresas tenían la

responsabilidad de garantizar que los bienes o servicios

ofrecidos se desarrollasen dentro del plazo estipulado, ello

no ocurrió y los contratistas no explicaron los motivos de

los retardos, ni ellos fueron exigidos por parte de las

autoridades de la SRNAH.

Page 120: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

5) Notables diferencias entre el presupuesto

estimado y el finalmente adjudicado.

De la compulsa de los expedientes se observa en

forma reiterada que muy pocas veces fue respetado el

presupuesto originalmente estimado, el cual contiene notables

diferencias con el costo final de la obra.

El incremento porcentual respecto de lo

presupuestado fue el siguiente:

Expediente N° Presupuesto estimado

Importe total facturado Diferencia Incremento

Porcentual

475/96 $95.000,00 $103.780,00 $8.780,00 9,24%

1079/96 $100.000,00 $102.136,00 $2.136,00 2.13%

1081/96 $65.000,00 $70.570,00 $5.570,00 8.57%

1082/96 $41.000,00 $49.170,00 $8.170,00 19,92%

1083/96 $38.000,00 $43.444,54 $5.444,54 14.32%

1218/96 $45.000,00 $62.962,50 $17.962,50 39.91%

1219/96 $100.000,00 $107.394,20 $7.394,20 7.39%

1221/96 $69.000,00 $82.400,79 $13.400,79 19.42%

1222/96 $98.000,00 $107.535,71 $9.535,71 9.73%

2454/96 $13.000,00 $19.058,71 $6.058,71 46,60%

2457/96 $29.000,00 $37.864,00 $8.864,00 30.56%

2459/96 $32.000,00 $32.900,00 $900,00 2.81%

411/97 $65.000,00 $81.286,59 $16.286,59 25.05%

1145/97 $40.000,00 $45.000,00 $5.000,00 12.50%

1259/97 $70.000,00 $74.800,00 $4.800,00 6.85%

1266/97 $40.000,00 $55.372,00 $15.372,00 38.43%

1453/97 $40.000,00 $45.600,00 $5.600,00 14.00%

414/97 $27.000,00 $37.884,00 $10.884,00 40.31%

415/97 $15.000,00 $18.500,00 $3.500,00 23.33%

469/97 $35.000,00 $75.755,68 $40.755,68 116,44%

2642/97 $50.000,00 $52.892,11 $2.892,11 5,78%

2643/97 $25.000,00 $46.223,00 $21.223,00 84,89%

2644/97 $10.000,00 $27.500,00 $17.500,00 175%

2645/97 $15.000,00 $32.938,00 $17.938,00 119,58%

6) Irregularidades en la tramitación de los

expedientes de contratación de empresas.

Del informe del arquitecto Juan Carlos Poli, como

así también, de los confeccionados por la Auditoría General

de la Nación y por la Comisión creada por el Ministerio de

Justicia y Derechos Humanos, se detallan diversas

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irregularidades en el trámite de los expedientes por los que

se contrataron a las empresas de bienes y servicios.

En lo general se advierten las siguientes

irregularidades:

a) falta de precisión de los llamados a ofertar. No

se establecen en forma clara y precisa los requisitos y

antecedentes que deben contener las ofertas.

b) las cotizaciones de las empresas oferentes son

globales y carentes de detalles, sin especificar las

particularidades de los trabajos ni de los materiales

ofrecidos.

c) no se adjuntan los “curriculum vitae” de los

profesionales no seleccionados.

d) no se hallan evaluaciones de antecedentes o de

las cotizaciones por parte de las áreas técnicas de la SRNAH.

e) las empresas cotizan por debajo del precio tope

propuesto para cada llamado a licitación. Sin embargo, luego

se generan adicionales que rondan el 10% del presupuesto, que

son aprobados sin mayor evaluación de su necesidad.

f) los pliegos de especificaciones técnicas son

generales e imprecisos, nunca se aclaran cantidades o

metrajes, como tampoco las características del trabajo

solicitado, todo lo cual resulta información necesaria para

poder ofertar.

g) algunos pliegos de especificaciones exigen la

visita y recorrido del edificio por parte de los oferentes,

previo a presentar sus ofertas. Sin embargo dicho certificado

de visita al edificio no fue agregado a ninguna de las

ofertas presentadas.

h) “…En cada llamado, los presupuestos son

similares, incluso en algunos casos se presentan ofertas en

papel sin membrete…”

i) “…Hay casos en que cotiza un solo oferente y los

otros no se presentan, y se adjudica argumentando “que

manejan costos de plaza”, pero no hay parámetros de

comparación…”

j) “…se solicitan baños químicos y obradores para

las obras en el interior del edificio y trámites municipales

nunca realizados ni presentados…”

Page 122: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

k) “… En los llamados a licitación falta certificar

el envío de las invitaciones, la contestación de los

contratistas aceptando o no participar, y la constancia de

que participarán para evitar deserciones en la cotización y

orientar la posible invitación a otros oferentes…”.

Asimismo, se advierten las siguientes

irregularidades específicas en algunos de los expedientes:

Expediente N° 87/97: relativo a la provisión de

alfombras. Primeramente se convoca a empresas constructoras y

luego se invita a proveedores de alfombras. La calidad de la

alfombra debería haber sido precisada en virtud de la

variedad de productos que se ofrecen en plaza, lo que generó

que se compararan alfombras de gramaje y espesor distinto,

adjudicándose el precio más elevado.

Expedientes N° 1219/96, 475/96 y 477/96: relativos a

la adquisición de equipos de aire acondicionado (1219/96 y

475/96) y servicio de provisión de cerco y vallado (477/96).

Se solicitaron “trámites municipales” que nunca fueron

realizados.

Expediente N° 2012/96 (cabe aclarar que si bien no

se encuentra identificado en los apartados 1° Etapa-PRODIA,

2° Etapa-DTA y Expedientes sin identificar, se haya

incorporado por lectura al debate): relativo a la colocación

de tabique boca de escenario para Sector PB, BID y SUM. Se

solicita la adquisición de “puertas enchapadas en roble

Lerieux”, sin embargo la única empresa que cotiza lo hace por

puertas enchapadas en cedro. Finalmente la construcción se

realiza con puertas placas pintadas, siendo estas últimas más

económicas y menos durables que las anteriores. Asimismo, a

pesar de solo haber cotizado la empresa “Del Río

Construcciones SRL” no se declaró desierto el llamado.

Expediente N° 1080/96: relativo a la provisión del

servicio de retiro de escombros. Se contrata a “Del Río

Construcciones SRL” y la provisión innecesaria de obrador,

baño químico, vallado y defensas, que de haberse contratado

la obra en conjunto estarían incluidos.

Expediente N° 1081/96: relativo a la provisión de

red telefónica. Argumentando exclusividad solo se invita a la

empresa Siemens, sin embargo, se ofrece comparar la oferta

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con los precios de plaza, pero el presupuesto no está abierto

ni descriptos los trabajos.

Expedientes N° 2454/96 y 2455/96: relativos a la

adquisición de mobiliario. No fue contratada la empresa que

ofertó el menor precio, factor determinante para la

contratación por concurso de precios.

Expediente N° 1222/96: relativo a la adquisición de

cielorrasos. El pedido de provisión de la Secretaría se

realiza “por cielorraso placa de roca de yeso, desmontable…

previo mancillado (sic) y prepintado”. Sin embargo, luego se

cotiza sin aclaraciones y se construye “cielorraso de fibra

de vidrio y vinilo de terminación” que resulta ser una

solución más económica a la solicitada en los pliegos y

finalmente pagada.

Expediente N° 1257/97: relativo a la reparación y

adecuación de instalación eléctrica y climatización en primer

subsuelo. El cómputo de tareas no se corresponde con el

objeto del llamado. Los planos agregados tampoco hacen

mención a los trabajos que se pretenden contratar. Asimismo,

en las ofertas recibidas se agrega copia de los pliegos con

el error señalado (cf. fs. 40). No obstante ello, en el

expediente no existe constancia de consultas efectuadas por

los oferentes al respecto.

Por su parte, los peritos tasadores oficiales y sus

homólogos de la oficina anticorrupción, en el informe técnico

de tasación, también señalaron numerosas observaciones de

índole formal en la tramitación de los expedientes en

cuestión, que se refieren fundamentalmente a incongruencias

detectadas en las fechas, selección de proveedores, órdenes

de compra que no tienen número asignado y otras sin fecha de

emisión, observaciones formuladas en los dictámenes jurídicos

que no se encuentran salvadas al momento de emitirse la

Resolución de la SRNAH adjudicando la obra o servicio,

deficiencias formales en las facturas/recibos emitidos por

los proveedores, iguales proveedores contratados para

trabajos de distinta índole, firmas de distintos proveedores

insertas en las invitaciones a cotizar que aparentan ser las

mismas, invitaciones a cotizar remitidas por fax a

proveedores que finalmente no cotizan, adjudicaciones

Page 124: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

directas a un solo proveedor argumentando cuestiones de

exclusividad, etcétera.

Asimismo, destacaron que en ninguno de los

expedientes obran constancias que acrediten que la SRNAH haya

requerido a las contratistas la presentación del Formulario

N° 1011 (Certificado Fiscal para Contratar).

Dicho formulario debía ser remitido por la Comitente

(SRNAH), debidamente cumplimentado (con los datos

identificatorios del proveedor a contratar), a la entonces

Dirección General Impositiva (DGI) para que ésta verificara

la situación impositiva y previsional de aquél. El objetivo

de ello era evitar que el Estado pudiera llegar a contratar a

empresas evasoras o con deudas impositivas o previsionales.

Sin embargo, dicho formulario o no obra agregado en

los expedientes o luce presentado por el proveedor pero sin

ninguna intervención de la Dirección General Impositiva (cf.

Expedientes N° 1252/97).

Otra de las falencias advertidas en los expedientes

es la relativa a los dictámenes jurídicos, pues de la

compulsa de los legajos se observan incongruencias entre los

números de los dictámenes legales y las fechas en que

aquéllos fueron formulados.

Cabe señalar que los dictámenes debían ser emitidos

en forma correlativa de acuerdo a un orden cronológico, sin

embargo ello no ocurrió, toda vez que: a) mientras el

Dictamen N° 5809 es de fecha 16/08/96, el N° 5810 es del día

08/08/96 (ocho días antes) (cf. expedientes N° 478/96 y

479/96); b) mientras el Dictamen N° 5371 es del día 10/05/96,

el N° 5372 es de fecha 06/05/96 (cf. expedientes N° 478/96 y

479/96); c) los Dictámenes N° 5812 y 5817 son de fecha

21/08/96, mientras que el N° 5819 es del 16/08/96

(expedientes N° 1082/96, 1083/96 y 1221/96). Por otra parte,

el Dictamen N° 6813 correspondiente al Expediente N° 413/97

no tiene fecha de emisión.

7) Falta de controles e irregular funcionamiento del

Comité de Preadjudicación.

De la compulsa de los expedientes derivados del

legajo madre N° 1393/95, e incluso de uno de los expedientes

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(469/97) derivados del legajo N° 1802/97, en el que solo

podía participar Arturo Juan Bignoli, se advierte un total

dominio de Santiago Bignoli en el destino final de las

contrataciones de empresas y una absoluta falta de control

por parte de las autoridades de la SRNAH, y prueba de ello

resulta lo siguiente:

a) La apertura de los expedientes era solicitada por

la Dirección Técnica Administrativa o por la Dirección

General de Coordinación Administrativa a pedido de Santiago

Bignoli, quien a fs. 2 firmaba un formulario requiriendo la

contratación de un determinado bien o servicio.

b) Santiago Bignoli realizaba la estimación del

presupuesto, determinaba las especificaciones técnicas y

cantidades a contratar, proporcionaba los pliegos de bases y

condiciones particulares e indicaba las empresas a las cuales

se debía invitar a ofertar.

c) Asesoraba a la Comisión de Preadjudicaciones

respecto de las empresas a las que se debía seleccionar y el

tipo de encuadre legal que se debía dar a la contratación

directa.

d) Las empresas recomendadas por Santiago Bignoli

eran siempre aquéllas a las que finalmente se adjudicaba la

contratación.

e) Se encargaba de conformar las facturas a fin de

habilitar los pagos a los contratistas.

Del informe del arquitecto Juan Carlos Poli se

destaca que “…no hay, por parte de los directores de obras

documentos que indiquen una real defensa del comitente, en

este caso la Secretaría. De lo contrario aparecerían

mediciones de obra, rectificaciones de avance de obra,

aclaraciones que eviten la configuración de adicionales,

desgloses y remediciones para evitar aumentos del 10% en

muchos contratos…”

Esto fue ratificado en la audiencia de debate por el

nombrado, quien señaló que la estructura de los expedientes

era siempre la misma, no había particularidades en el

desarrollo y armado de los mismos, como si se hubiera

impuesto un sistema. Asimismo, refirió que no era común que

ello así sucediera porque por lo general se van agregando a

Page 126: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

los expedientes observaciones, correcciones o llamados de

atención durante la obra.

Seguidamente, agregó que no se encuentran añadidos

los certificados de avance de obra y que por lo general quien

genera los pliegos no es quien realiza el control y dirección

de obra.

El testigo Carlos Osvaldo Meriggi, empleado del área

de compras de la SRNAH, señaló que conocía a Santiago Bignoli

porque estaba con los expedientes de reparación del edificio,

destacando que intervenía en todos los pliegos e indicaba a

qué empresas debían invitarse. Luego expresó que le

resultaban llamativas algunas sugerencias de invitación de

empresas realizadas por Santiago Bignoli, pero al ser un

simple empleado no tenía autoridad para discutir.

Por su parte el testigo, Raúl Hugo Maidana, empleado

de la Tesorería de la SRNAH, manifestó haber formado parte de

la Comisión de Preadjudicaciones, pero no pudo recordar a

Santiago Bignoli como Consultor de la Comisión. Exhibida que

le fuera el acta de la Comisión de Pre-adjudicaciones obrante

a fs. 156 del expediente N° 1218/96, reconoció su firma pero

dijo no recordar haberse reunido con Santiago Bignoli.

En el mismo sentido, el testigo Andrés de Nicolás,

quien fuera intendente del edificio e integrante de la

Comisión de Preadjudicaciones, refirió que conocía a Santiago

Bignoli como el Director de la Obra. Sin embargo al

exhibírsele una de las actas de la Comisión de

Preadjudicaciones, manifestó que aquélla estaba integrada

solo por tres personas, Lidia Blanco, Raúl Hugo Maidana y él,

por lo que la firma de Santiago Bignoli tuvo que haberse

plasmado después, dado que este último no estaba presente en

las reuniones y preguntado respecto de si cotejó los

presupuestos de otras empresas, como señala el acta, señaló

que desconocía si había otros presupuestos.

Finalmente, el propio Santiago Bignoli, admitió en

su declaración indagatoria, que no participaba de las

reuniones de Comisión porque en realidad eran un

“formalismo”.

Lo expuesto resulta demostrativo de que la Comisión

de Preadjudicaciones, como órgano que se debía encargar del

análisis, evaluación y selección de las empresas oferentes

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más beneficiosas para la SRNAH, funcionaba en realidad de un

modo aparente o formal.

Sus integrantes no hacían más que suscribir las

actas y convalidar cualquier tipo de contratación propuesta

por Santiago Bignoli, sin realizar a lo largo de más de

cuarenta expedientes una más mínima objeción.

Por lo tanto, si bien contractualmente Santiago

Bignoli tenía la función de asesorar respecto de la selección

de contratistas, en la práctica no proponía sino que

directamente seleccionaba él mismo.

Ejemplo claro de ello es que en muchas ocasiones

ganaban empresas a pesar de que otras cotizaban por un precio

menor. Este fue el caso del expediente N° 87/97 donde tanto

las empresas “Europea” como “Keops Decoraciones” cotizaron un

valor menor al de la ganadora Kalpakian. Lo mismo ocurrió en

el expediente N° 2454/96 donde la oferta de “Interieur Forma”

era más económica que la ganadora “Arredamenti Italiani SA”.

Durante su alegato la defensa de Alsogaray hizo

referencia a que el precio es solo uno de los factores a

tener en cuenta en una contratación, sin embargo no siempre

es lo más relevante, pues muchas veces lo que importa es el

plazo de entrega o la calidad de lo que se adquiere.

Sin embargo, como expusiera anteriormente, dichos

factores tampoco fueron importantes para la SRNAH, toda vez

que con posterioridad a las contrataciones hubo numerosos

excesos en los plazos de ejecución y se entregaron materiales

de calidad menor a los adquiridos.

8) Falta de intervención de la Unidad de Auditoría

Interna de la SRNAH:

De la lectura de los expedientes N° 1902/95,

1352/95, 1393/95 y 1802/97, como así también, de los legajos

que de aquéllos derivaron, no se advierte intervención alguna

de la Unidad de Auditoría Interna de la SRNAH, mecanismo

previsto por la ley de Administración Financiera y de los

Sistemas de Control del Sector Público Nacional (Ley N°

24.156).

María Julia Alsogaray, como autoridad superior de la

SRNAH, era responsable de llevar adelante un adecuado sistema

Page 128: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

de control interno (art. 101). Dicho control no lo realizó, a

pesar de que la Unidad de Auditoría Interna dependía

jerárquicamente de ella (art. 100), por lo que se encontraba

perfectamente a su alcance pedirle a dicha Unidad dictámenes

para que efectuara un examen sobre las actividades

financieras y administrativas desarrolladas por la entidad

(art. 102).

Esta Unidad de Auditoría Interna se encontraba

creada y funcionando dentro del ámbito de la SRNH, prueba de

ello resultan: a) el Dictamen Jurídico de la Dra. Nora Chiban

de fecha 25/03/96 obrante a fs. 67/68 del expediente N°

1393/95, en donde la nombrada señala que “…Dada la existencia

de procedimientos por lo que se asumirán compromisos

económicos y presupuestarios se estima conveniente que se dé

intervención a la Unidad de Auditoría Interna a los fines de

su competencia…” y b) el Memorandum N° 1290/96 (cf. fs. 89

del expediente N° 1393/95) en donde se remite a dicha área,

una serie de Anexos que habían sido presentados por los

Ingenieros Bignoli.

Sin embargo, a pesar de ello la Unidad de Auditoría

Interna no emitió dictamen alguno. Es más, cuando fue

consultado dicho organismo respecto de si obraba en sus

registros documentación sobre dicho giro, señaló que el

expediente N° 1393/95 estuvo allí menos de un mes, no fueron

encontrados los anexos remitidos y que no obraba ninguna

documentación sobre el particular (cf. foja 117 del informe

de la AGN).

H) Contratación irregular de Arturo Juan Bignoli

para la realización de un proyecto de arquitectura de plantas

y pliegos de bases y condiciones para la nueva distribución

de oficinas con programa mobiliario del edificio sede de la

SRNAH, sito en la calle San Martín N° 459 de esta Ciudad

(Expediente N° 1785/97)

El expediente N° 1785/97 tuvo su inicio mediante un

memorando -sin fecha- glosado a fs. 1, presentado por la

Directora Técnico Administrativa de la SRNAH, Dra. Aurora N.

Cucchi de Rincón, ante la titular de la SRNAH. Cabe aclarar

que si bien este documento no posee una fecha de confección,

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ni un cargo de recepción, en la carátula del expediente se

encuentra colocado un sello redondo de la SRNAH que marca que

el legajo fue iniciado el día 11 de agosto de 1997.

En dicho memorando se eleva a consideración de María

Julia Alsogaray, las condiciones que regirían la contratación

de Arturo Juan Bignoli para la realización de trabajos de

ingeniería en el edificio de la SRNAH, destacando que de

acuerdo a lo resuelto por la superioridad (María Julia

Alsogaray), la elección había recaído en este último en

virtud de sus relevantes condiciones profesionales, que

surgen del curriculum vitae que se agrega a fs. 2/17.

Asimismo se destaca que de mediar conformidad de la

Secretaria de la SRNAH, se procederá a arbitrar los medios

tendientes a realizar una contratación directa, conforme lo

dispuesto en el art. 56, inciso 3°, apartado “f”, capítulo VI

de la ley N° 23354/56 y en los decretos N° 5720/72 y 2293/93,

reglamentarios del régimen de contrataciones vigente y el

punto 8) de la reglamentación.

Al pie de dicho documento María Julia Alsogaray

prestó conformidad a lo solicitado.

Es así como con fecha 13 de mayo de 1997 –el mismo

día en que se celebró el contrato correspondiente al

expediente N° 1802/97- se celebra un contrato “ad referéndum”

entre la Directora Técnica Administrativa de la SRNAH, Dra.

Aurora Nélida Cucchi de Rincón y Arturo Juan Bignoli (cf. fs.

18/21 y 22/25).

El objetivo de dicho contrato consistía en la

realización por parte de Arturo Juan Bignoli de: I)

Elaboración del proyecto de arquitectura de plantas para

nueva distribución de oficinas con programa de mobiliario (lo

que incluía la ejecución de croquis y anteproyectos,

evaluando los aspectos estructurales para la nueva

distribución de cargas y sobrecargas, y el proyecto de las

plantas de arquitectura de cada uno de los niveles con la

nueva disposición de locales) y II) elaboración de los

pliegos de bases y condiciones técnicas generales para los

rubros principales

En cuanto a los honorarios se estableció que debían

abonarse dos cuotas de $72.600 cada una contra la entrega de

distinta documentación del proyecto.

Page 130: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

En virtud de ello, con fecha 5 de junio de 1997, sin

dictamen jurídico previo, María Julia Alsogaray dicta la

resolución N° 432 por medio de la cual convalida el contrato

celebrado, por considerar que las obras a ejecutar requieren

de un alto grado de conocimiento, experiencia y

especialización en la materia, y que el consultor contratado

acredita una importante y notoria capacidad para afrontar la

complejidad de las obras a realizar, por lo que autoriza la

contratación directa fundada en el art. 56, inciso 3°,

apartado “f” del decreto N° 5720/72 y el punto 8 de su

reglamentación (cf. fs. 26/27).

Ahora bien, por los mismos argumentos que expusiera

en los expedientes N° 1393/95 y 1802/97, a los que me remito

en honor a la brevedad, de ninguna manera podía justificarse

la contratación de Arturo Juan Bignoli en la excepción

prevista en el art. 56 inciso 3° apartado “f” del decreto-ley

N° 23.354/56, toda vez que: a) las tareas asignadas a Arturo

Juan Bignoli consistentes en servicios básicos como la

“elaboración de un proyecto de arquitectura y pliegos de

bases y condiciones para una nueva distribución de oficinas”

de ninguna manera podían considerarse de carácter especial y

motivar la contratación de un profesional en particular, b)

no se dio cumplimiento a la reglamentación prevista por el

art. 56 inciso 8° del decreto N° 5720/72 que obliga a

fundamentar la necesidad de especialización y los

antecedentes que acreditan la notoria capacidad científica,

técnica o artística de las empresas, personas o artistas a

quien se encomiende la obra o trabajo.

Es que no existe en el legajo constancia alguna del

modo por el cual “la superioridad” (María Julia Alsogaray)

-así lo expresa Aurora Nélida Cucchi de Rincón en el

memorando- eligió a Arturo Juan Bignoli. Tampoco hay

antecedentes que justifiquen la necesidad de su contratación

y el curriculum vitae se encuentra agregado sin nota de

elevación o de presentación ante la Secretaría.

Por otra parte, el objeto del contrato es cuanto

menos vago e impreciso, y durante el juicio ni los testigos

ni los propios imputados han hecho referencia a otro análisis

estructural del edificio más allá del realizado por Arturo

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Juan y Santiago María Bignoli para la construcción del

entrepiso, el cual ya había sido terminado.

Asimismo, el propio contrato establecía en forma

supletoria la aplicación de la ley N° 22.460 que exigía el

concurso público para los servicios de consultoría (cláusula

decimosegunda).

Finalmente, resulta importante resaltar que aquí

tampoco se dio intervención a la Unidad de Auditoría Interna

de la SRNHA, a pesar de que ello era legalmente exigido por

la ley N° 24.156 de Administración Financiera y de los

Sistemas de Control del Sector Público Nacional (cf. apartado

anterior).

En consecuencia, del expediente surge con claridad,

que su confección solo tuvo como fin darle una apariencia de

legalidad a una contratación realizada por orden de María

Julia Alsogaray, a todas luces violatoria de la normativa

legal y direccionada a Arturo Juan Bignoli.

El ejemplo más claro de ello es que las actuaciones

fueron iniciadas con fecha 11 de agosto de 1997 (cf. sello

redondo con membrete de la SRNAH en el casillero “iniciado”

de la carátula del expediente), es decir casi tres meses

después de haberse firmado el contrato y más de dos meses

después de dictada su aprobación por María Julia Alsogaray.

Asimismo, la resolución que aprobó el contrato fue dictada

sin dictamen jurídico previo, tal como exige la ley.

A partir de dicha contratación, Arturo Juan Bignoli,

devengó honorarios a la SRNAH por un total de $145.200 (cf.

facturas de fs. 32 y 39 por $72.600 cada una), por una tarea

que no se sabe en qué consistió ni si realmente se realizó,

toda vez que no se encuentra agregada documentación que

acredite dicho extremo.

Durante su alegato, la defensa de María Julia

Alsogaray, justificó las contrataciones de los ingenieros

Arturo Juan Bignoli y Santiago María Bignoli (Expedientes N°

1352/95, 1393/95, 1802/97 y 1795/97) en la ley N° 23.696 de

reforma del Estado. También la nombrada citó dicha norma como

fundamento para aprobar el contrato de fideicomiso (cf.

resolución N° 324 del 04/09/95 del expediente N° 1902/95).

Cabe señalar que esta ley y su decreto reglamentario

N° 1105/89, tuvieron como fin declarar en estado de

Page 132: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

emergencia la situación económico financiera de la

Administración Pública Nacional centralizada y

descentralizada, disponiendo la intervención de todos los

entes, empresas y sociedades de propiedad del Estado.

Las facultades y atribuciones otorgadas por la ley a

los interventores de los entes públicos, al Ministerio de

Economía y a la Presidencia de la Nación, se relacionaban con

un proceso privatizador y de concesión de servicios públicos.

Es decir, su objetivo era la venta de los activos de las

empresas estatales y no la celebración de convenios de

fideicomiso o la contratación de consultores.

Por lo tanto, las contrataciones autorizadas en los

Capítulos V y X de la citada ley, debían entenderse

enmarcadas en dichos fines, de manera que el órgano

competente debía justificar la aplicación al caso del régimen

de emergencia establecido (art. 46).

Esa es la razón por la que se daba participación a

las cámaras empresarias y se establecía que a los efectos de

comparación de ofertas, podían ser de aplicación las medidas

de protección y preferencia para la industria nacional.

Es decir que no podían aplicarse por analogía estas

normas para la celebración de un fideicomiso o la

contratación de ingenieros consultores, puesto que cada

régimen tiene sus propios fines y estos últimos sus propias

leyes, no resultando justificativo suficiente para recurrir a

otro marco regulatorio el estado caótico en que se

encontraban los organismos de la administración pública

centralizados y descentralizados.

Sin perjuicio de ello, el art. 18 párrafo 1° de la

citada ley, consignaba respecto de los contratistas que los

procedimientos de selección debían asegurar la máxima

publicidad y transparencia, estimulando la concurrencia de la

mayor cantidad posible de interesados y justificando el tipo

de sistema determinado mediante acto administrativo motivado;

lo que claramente no ocurrió en las resoluciones dictadas por

María Julia Alsogaray.

III. AUTORÍA Y RESPONSABILIDAD PENAL DE CADA UNO DE

LOS IMPUTADOS:

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A) Responsabilidad Penal de María Julia Alsogaray:

Con relación a María Julia Alsogaray, considero que

se encuentra plenamente acreditada su responsabilidad penal

como autora del hecho descripto precedentemente.

Debo señalar, en primer término, que Alsogaray era

la Secretaria de Recursos Naturales y Ambiente Humano de la

Nación, es decir su máxima autoridad, en la época en que el

hecho se produjo, conforme obra en la documentación

reservada, toda vez que fue designada el 12 de noviembre de

1991 (Decreto N° 2419/91. B.O. 18/11/91) y cesó en su cargo

con el cambio de gobierno operado el 10 de diciembre de 1999.

Sin duda su actuación en el hecho es preponderante

ya que varias de las resoluciones mediante las cuales se

obligó abusivamente al Estado Nacional, con el fin de

procurar un lucro indebido a Arturo y Santiago Bignoli o las

empresas que ellos propusieron, fueron suscriptas por

Alsogaray.

Por lo tanto, como su intervención quedó plasmada

en la firma de diversos actos administrativos tanto en las

irregulares contrataciones, como durante su desarrollo y

ejecución, para facilitar el análisis habré de detallar los

expedientes principales donde ellas están contenidas y

puntualizar cuál es la conducta que se le reprocha en ellas,

siguiendo un orden cronológico, aclarando que todas ellas han

sido reconocidas por la imputada en contenido y firma.

Expediente 1352/95:

Concretamente lo que se reprocha a Alsogaray en

este legajo es el contenido de la resolución Nro. 274/95, de

fecha 7 de agosto de 1995 (fs. 3/4), en la cual ratificó en

todos sus términos el contrato de locación de obra de fecha

11 de julio de 1995, suscripto por la Directora Técnico

Administrativa de la Secretaría, Lidia Blanco y el ingeniero

Arturo Bignoli, cuyo original como Anexo I formaba parte de

aquélla, estando contenido dentro del sobre que obra a fs.2,

cuyo objeto era el “relevamiento integral del estado del

edificio sede de la Secretaría de Recursos Naturales y

Ambiente Humano, propuesta de distribución física de las

Page 134: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

áreas técnicas administrativas y de conducción y

requerimientos de remodelación”

Allí se sostuvo que esa contratación “resulta de

imprescindible necesidad para la toma de decisiones que hacen

al mejor cumplimiento de las funciones que tiene asignadas el

organismo”, sin otras precisiones mayores.

Al momento de describir el hecho imputado, se

señaló que este legajo, entre otras, presenta varias

irregularidades: por ejemplo, la fecha de inicio (ver

carátula y fs.1) es del 11 de agosto de 1995, es decir que el

expediente se inició un mes después que la firma del contrato

y cuatro días posteriores al dictado de la resolución por

parte de Alsogaray.

Tampoco Alsogaray, ni Lidia Blanco al suscribir el

contrato hicieron referencia concreta a cuál era “la

imprescindible necesidad” a que alude la resolución, para

celebrar el convenio. Se trató entonces de una fórmula vaga,

vacía de contenido, a pesar de que, en virtud de ella, se

distrajo dinero del erario público: la suma de $12.000,

contra entrega del informe de finalización de obra, que

inclusive fue pagada el mismo día de inicio del expediente,

tal como se desprende de fs. 7.

Como se ha dicho anteriormente, tampoco se señaló

en ese acto administrativo por qué se seleccionó a Arturo

Bignoli, a pesar de que el principio general en materia de

derecho administrativo, es el concurso o la licitación

pública. Por lo demás, no consta ningún currículum del

nombrado ni dictamen jurídico previo que justifique lo que en

definitiva fue: una contratación directa, en clara infracción

al art. 7 inciso “d” de la ley N° 19.549, de procedimientos

administrativos y a las disposiciones por entonces vigentes

de la ley de contabilidad, concretamente sus arts. 55 y 56

inciso 3° (decreto ley N° 23.354/56).

Coincido entonces con los acusadores en cuanto a

que la decisión de contratar a Bignoli estaba tomada

previamente por parte de Alsogaray y la formación del

expediente sólo obedeció a darle a la contratación una

“apariencia de legalidad”:

Si bien Alsogaray en su primera indagatoria

prestada en el debate señaló que la remodelación del edificio

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de la Secretaría estaba motivada en una próxima reunión de

carácter ambiental de nivel internacional a celebrarse en

Argentina, y además en que el inmueble tenía lugar

desperdiciado y había que ampliar su capacidad, lo cierto es

que nada de ello se dijo en el citado acto administrativo.

También al declarar en el juicio fue contundente

Alsogaray, al señalar que no firmaba resoluciones, sin una

previa intervención de la División Técnica Administrativa –si

había que efectuar pagos- y de Legales –para establecer si

estaba facultada para firmar-. Sin embargo, en esta

resolución, pese a la ausencia de ambos dictámenes y la

inexcusabilidad de la intervención de tales organismos como

antecedente de su rúbrica, lo hizo. Ya me he referido al

describir el hecho, a las anomalías que desde el punto de

vista legal tenía esta contratación, que fueron soslayadas

por la imputada, entre las cuales cabe destacar la ausencia

de intervención de algún órgano de control.

Lo que sí aparece claro desde ahora es el

encausamiento ilícito de la contratación hacia Arturo

Bignoli, que se materializaría en nuevos contratos

posteriores, pero en todo caso más adelante me referiré a la

relación existente entre Alsogaray y los Bignoli que sin duda

fue decisiva para la concreción de la maniobra delictiva.

Expediente Nro.1393/95:

Este legajo se refiere al denominado “proyecto

dirección de obra de las nuevas oficinas del programa de

desarrollo institución ambiental” (PRODIA) iniciado el 18 de

agosto de 1995, cuyo análisis detallado ha sido efectuado al

describir el hecho imputado.

Las resoluciones que firma Alsogaray en este

expediente son la Nro. 327/95, de fecha 6 de septiembre de

1995 (fs.37/38), y la Nro. 167/96, de fecha 6 de mayo de 1996

(fs.71/72) y ambas sin duda, también contribuyeron a la

comisión del ilícito.

Con relación a la primera de ellas, ya de por sí

resulta irregular que el contrato de consultoría suscripto

entre Arturo y Santiago Bignoli, por un lado, y Enrique

Page 136: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

Kaplan, en representación de la Secretaría, de fecha 1° de

septiembre de 1995, glosado a fs. 39/41, fuera firmado en

fecha anterior al dictamen jurídico de fecha 5 de septiembre

de 1995, que obra a fs. 37/38, que precisamente autorizaba

esa contratación directa, ello además de las restantes

anomalías advertidas a que se hiciera referencia al describir

el hecho.

Pero volvamos a la citada resolución, en su tercer

párrafo, señala Alsogaray que “las obras a ejecutar incluyen

la renovación estructural del edificio, lo cual requiere un

alto grado de conocimiento, experiencia y especialización en

la materia”. Parece un tanto exagerado calificar de

“renovación estructural del edificio” cuando, conforme la

propia memoria descriptiva de fs. 3 y el convenio (fs.39 –

cláusula primera-), el proyecto abarcaba solo la construcción

de un entrepiso, y la remodelación de la planta baja,

entrepiso y subsuelo del edificio, tal como inclusive fue

apreciado al efectuar este Tribunal la inspección judicial.

También así lo señalaron los testigos Poli y Lande, y los

peritos tasadores Cubría y Fuchs, entre otros, en el sentido

de que se trataba de una obra convencional, o sencilla.

Evidentemente se quería justificar con esa

motivación aparente, la contratación “intuitu personae” que

se explicitaba en los dos párrafos siguientes del acto

administrativo. Como se dijo también, esos testigos y los

peritos que declararon en el debate, desmintieron que la obra

tuviera la complejidad que se le asignara y que debiera para

ello recurrirse a “empresas, personas o artistas

especializados”, en la terminología del art. 56, inciso 3°,

apartado “f” del decreto-ley 23.354/56 (ley de contabilidad).

Sin dudas, Alsogaray, como profesional de la

ingeniería, podía distinguir claramente una obra compleja de

aquélla que no la era. Y también su experiencia en la función

pública, ya llevaba más de tres años en la Secretaría por

ejemplo, era suficiente para advertir que la contratación de

un consultor de ingeniería para refaccionar el edificio, se

debía llevar a cabo mediante el transparente mecanismo de la

licitación o concurso público.

En su declaración indagatoria Alsogaray lisa y

llanamente dijo que era su deseo contratar a Arturo Bignoli

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por su competencia técnica, y señaló que para ella la

modalidad “intuitu personae” implicaba que los consultores

llevarían a cabo por sí la tarea, es decir que no la iban a

tercerizar.

Si bien en la cláusula séptima del convenio se

hacía referencia a que las obligaciones del consultor no

podían ser cedidas o transferidas, por el carácter “intuitu

personae” de la contratación, esto debe ser analizado como

una consecuencia de la vinculación, lo cual nada tiene que

ver con la definición del concepto de una contratación

“intuitu personae” en el ámbito de las convenios de derecho

publico, descripto en la ley de contabilidad ya aludida, o

más precisamente con el motivo por el cual se recurrió a

dicha norma de excepción.

Por lo demás, lo cierto es que de los propios

términos de la resolución que se analiza, que tuvo a su vista

Alsogaray al firmarla, surgía que “los consultores

contratados acreditan, a través de sus antecedentes

profesionales, una importante y notoria capacidad para

afrontar la complejidad de las obras que se pretende

realizar”, lo cual sí se ajustaba a la terminología legal del

art. 56, inciso 3, apartado “f” de la ley de contabilidad,

invocada expresamente en el quinto párrafo de dicho acto

administrativo.

Se aludía allí también, literalmente, a que se

trataba de una contratación directa, pese a que –como señalé-

el supuesto invocado para evitar la libre concurrencia de

oferentes no era aplicable según la normativa legal en

cuestión.

En realidad lo que Alsogaray, a través de esta

resolución, trató de disimular es que el motivo concreto por

el cual ella quiso contratar a los Bignoli se debió a su

relación cercana con ellos, que ya databa desde que las

familias Alsogaray y Bignoli eran vecinas en el barrio de

Belgrano de esta ciudad, varios años atrás, admitida por

aquéllos y aludida por los testigos Lande y Estrada.

Pero cuando surge más notoriamente esa vinculación

es en época contemporánea con esta contratación: en efecto,

si bien las defensas de Alsogaray y Bignoli han pretendido

Page 138: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

desmentirlo, lo cierto es que, conforme se desprende de la

documentación incorporada por lectura, concretamente el

legajo correspondiente a los cargos públicos desempeñados por

Santiago Bignoli, e inclusive su propio curriculum vitae

adjuntado a fs. 26/31 del expediente en análisis y su primera

declaración indagatoria durante el debate, ya en 1995 y hasta

el año 1997 Santiago Bignoli revistaba como asesor del

Presidente de la Administración de Parques Nacionales, Felipe

Larriviere, en lo relativo a un proyecto de infraestructura

del Parque Nacional Iguazú, área por entonces dependiente de

la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano, a

cargo de la imputada Alsogaray.

Desde allí Bignoli tuvo una carrera ascendente

dentro del ámbito de Parques Nacionales e inclusive de la

Secretaría de Recursos Naturales; hasta que llegó a ser

miembro del directorio de aquél, en representación de la

Secretaría en el año 1999. No olvidemos que el testigo

Gonzalo de Estrada, funcionario de Parques Nacionales en San

Carlos de Bariloche, al prestar declaración en el debate,

recordó el papel preponderante que Bignoli tenía en ese

organismo, calificándolo como el referente político de

Alsogaray en ese ámbito, señalando que también había

comentarios referentes al conocimiento y amistad entre ambos

y que incluso, por el propio Bignoli, supo de la existencia

de una relación familiar desde la infancia.

Y también es en el ámbito de las relaciones

personales donde se puede apreciar aun más el estrecho

vínculo existente entre Alsogaray y Santiago Bignoli. Aquí

cabe responder a la defensa de la nombrada, cuando la Dra.

Bisserier, durante su alegato, se pregunta si había alguna

incompatibilidad concreta para contratar con Bignoli, y es

claro que la respuesta es afirmativa, toda vez que la

relación previa y concomitante que existía entre Alsogaray y

los Bignoli impedía el privilegio otorgado a estos últimos

por medio de contrataciones directas como las celebradas,

cuando éstas no se ajustaban a la legalidad.

Es útil recordar lo que ha señalado la doctrina al

respecto: “La Administración Pública, como queda dicho, puede

dirigirse a la persona más idónea y competente para ejecutar

el contrato, pero tal estimación debe resultar de la

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apreciación de sus antecedentes, solvencia técnica,

financiera, etc. sin que ésta pueda consistir en una simple

apreciación subjetiva de quien elige al posible contratante”

(Comadira, Julio Rodolfo; Escola, Héctor Jorge; Comadira,

Julio Pablo, Curso de Derecho Administrativo, Tomo I, pág.

876, 1ª. Edición, Ed. Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2012).

Téngase en cuenta que el propio Código Penal

proscribe tales conductas cuando en el art. 265, primer

párrafo, se reprime a quien se “interesare…en cualquier

contrato…en razón de su cargo”, siendo el objetivo de la

norma el tender a “eliminar cualquier factor de perturbación

de la imprescindible equidistancia que debe guardar el

funcionario en los contratos…en que intervenga la

Administración, evitando la simple sospecha de parcialidad, a

la vez que procura poner coto a su codicia personal, que

puede verse favorecida por la calidad en que actúa en

aquellos negocios jurídicos” (Creus, Carlos y Buompadre,

Jorge Eduardo, Derecho Penal, Parte Especial, Tomo 2, pág.

326, 7ª. Edición actualizada y ampliada, Ed. Astrea, Buenos

Aires, 2007). Por lo demás, en caso de haberse recurrido al

mecanismo del concurso o licitación pública, y haber sido

seleccionados los Bignoli, Alsogaray podía aún haberse

excusado conforme lo dispone el art. 6 de la ley 19549 de

procedimientos administrativos.

Es que, por un lado aparece Santiago Bignoli como

quien fue apoderado de María Julia Alsogaray en el año 1999,

en la refacción del domicilio particular de la imputada,

Junín 1435, de esta ciudad; ello surge del plano incorporado

como prueba documental (fs. 15 del anexo X aportado por la

Oficina Anticorrupción) y del informe de la Dirección General

de Fiscalización de Obras y Catastro de la Ciudad Autónoma de

Buenos Aires, que señala que fue presentado en dicho ente el

14 de diciembre de 1999 pero que responde a una actuación por

demolición parcial y ampliación que tramita en otro incidente

registrado el 31 de marzo de 1998 (fs. 16 de ese legajo)

Además el testigo Oscar Tolchinsky, ingeniero firmante de

los planos, amén de reconocer su intervención, señaló al

declarar en el debate que quien lo había contratado en forma

verbal para ello había sido Santiago Bignoli, que era la

persona que había “tomado el trabajo”.

Page 140: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

A su vez, los frecuentes viajes al departamento de

Alsogaray en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, donde

Bignoli cumplió funciones de decorador o remodelador del

inmueble, o inclusive le prestó sus instalaciones para

hospedarse en septiembre de 1998 –ambas situaciones admitidas

por Alsogaray- y avaladas por la prueba documental acompañada

por la Oficina Anticorrupción, no se condicen evidentemente

con el vínculo aparentemente reciente y meramente social que

dicen haber tenido. Menos aún con la relación que debería

primar entre una Secretaria de Estado y un contratista de ese

misma dependencia estatal, y peor todavía, cuando el nexo

contractual tuvo lugar en forma contraria al ordenamiento

legal y con perjuicio para las arcas públicas.

Y este vínculo preexistente y contemporáneo entre

Alsogaray y los Bignoli fue decisivo al contratar en forma

ilegal a aquéllos para las obras de remodelación de la

Secretaría, ya que el evidente favorecimiento a aquél se

tradujo en importantes beneficios en su favor, y en el

consecuente detrimento del patrimonio estatal, tal como se

detallara en esta sentencia, al tratar el tema del perjuicio

ocasionado por la maniobra.

Pero esta no fue la única anomalía atribuible a

Alsogaray en el expediente que vengo hablando: también lo fue

el dictado de la resolución Nro. 167/96, de fecha 6 de mayo

de 1996, obrante a fs. 71/72, a través de la cual se aprobara

el acta acuerdo suscripta entre Enrique Kaplan y los Bignoli

el día 25 de marzo de 1996 que luce a fs. 69 y 70.

Es que en este acto administrativo, Alsogaray

autorizó la ejecución de la obra proyectada por etapas

delimitadas y por contratos por rubro, aduciendo que la

ejecución simultánea de las obras proyectadas ocasionaría

dificultades operativas en el normal funcionamiento de la

Secretaría y que ello permitiría una mejor asignación de los

recursos públicos y una gestión más eficiente.

Nuevamente nos encontramos con una resolución con

una motivación aparente, ya que la contratación fraccionada,

como ya se dijo al describir el hecho, no fue sino una burda

y descarada forma de eludir el límite legal para evitar el

llamado a la licitación pública (art. 56, inciso 3, apartado

“a” del decreto ley 23.354/56), con el consiguiente dispendio

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de recursos en cuanto a mayores costos de honorarios y con el

agravante de que además hubo sobreprecios.

Tampoco debe soslayarse que mediante este

mecanismo, conforme el art. 2° del acta acuerdo referida,

convalidada por Alsogaray, los consultores asesorarían a la

comitente “sobre las empresas o firmas que estén en

condiciones de formular cotización en los distintos rubros…”

y “a la Comisión de Preadjudicación a fin de evaluar las

ofertas más convenientes”. Ya se analizó cómo éste fue otro

mecanismo que utilizó Santiago Bignoli para contribuir al

perfeccionamiento de la maniobra delictiva: es que, por un

lado, Bignoli aconsejaba las empresas que cotizarían y por el

otro, asesoraba a la Comisión de Preadjudicación para que

eligiera a una de ellas. Y vimos que en varios casos, la

selección tuvo como solo objetivo beneficiar a un grupo

determinado de empresas o personas físicas sin mayor

experiencia conocida o vinculadas a los imputados, y por lo

demás, a través de esta maniobra, hubo sobreprecios. En este

sentido, pudimos apreciar en la audiencia de debate, a través

de los dichos de Andrés de Nicolás y Raúl Maidana, que la

intervención de la Comisión de Preadjudicación distó de ser

un mecanismo transparente, si no más bien el ropaje legal que

disimulaba el evidente direccionamiento de la contratación

por parte de Santiago Bignoli hacia los contratistas

vinculados a él, incluido Alberto Maggiotto que también tenía

relación con la imputada Alsogaray.

Respecto de la relación entre Alsogaray y

Maggiotto, la Oficina Anticorrupción acompañó a fs. 1728/1758

un listado de llamadas telefónicas, en el que se advierte la

realización de 16 llamadas, entre el 9 de enero y el 19 de

noviembre de 1995, desde el abonado N° 806-0712, ubicado en

el inmueble de la calle Junín N° 1435 de esta ciudad, cuya

titularidad pertenece a María Julia Alsogaray, hacia el

abonado N° 3232-4831 ubicado en el inmueble de la calle

Ituzaingó N° 1570, Luján, Provincia de Buenos Aires,

perteneciente a Alberto Maggiotto; es decir en forma previa

al inicio de las obras y la constitución de la sociedad y

también obran 23 registros de llamadas realizadas entre los

mismos abonados desde el 24 de enero al 28 de diciembre de

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1996 y 19 registros entre el 6 de enero y el 18 de diciembre

de 1997.

A diferencia de lo sostenido por la defensa, no

todas las llamadas son breves, sino que hay llamadas de 10

minutos con 41 segundos (06/01/97), 11 minutos con 22

segundos (11/12/97) y 3 minutos con 22 segundos (18/12/97)

–el día previo a la adjudicación directa de Con Mag SRL en

los expedientes N° 1254/97 y 1255/97-, entre otras, que son

contemporáneas a la fecha de la contratación de la empresa

Con Mag SRL para las obras de refacción de la SRNAH.

También se observan dos llamadas entrantes al

abonado N° 814-4738 ubicado en el inmueble de la calle

Rodríguez Peña N° 1882, 6° piso, Depto. “B” de esta ciudad, a

nombre de María Julia Alsogaray, provenientes del teléfono N°

232-4831 perteneciente a Maggiotto. Las dos fueron realizadas

el día 19 de noviembre de 1996, en los siguientes horarios:

10:22:28 (25 pulsos, duración 200) y 10:27:58 (5 pulsos,

duración 36) (cf. fs. 1757).

Por lo tanto, no se aprecia, como adujo Alsogaray

en su declaración, que este mecanismo de división en etapas y

rubros, tuviera que ver con “dificultades operativas”

relacionadas con aspectos técnicos, como se ha señalado al

describir el hecho; ni con cuestiones relativas a la

provisión de fondos, para lo cual de todos modos se contaba

con el fideicomiso, respecto del cual ya me referí en otra

parte de la resolución. En realidad, como dijo la señora

Fiscal de Juicio, se trató de una típica maniobra para burlar

el tope legal, ya que en realidad era una única contratación

que se dividió en forma absurda e irracional.

Expediente 1902/95:

María Julia Alsogaray, mediante la resolución de

fs. 4/6, que lleva el Nro. 324/95, de fecha 4 de septiembre

de 1995, aprobó el proyecto de contrato de fideicomiso de

administración -que si bien como tal no está agregado al

expediente, se glosa con posterioridad-, firmado por Enrique

Kaplan y Lisandro Barry, este último vicepresidente del Banco

Ciudad de Buenos Aires, en representación del presidente de

la entidad, de fecha 2 de octubre de 1995 (fs. 7/9).

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Asimismo, suscribió los contratos ampliatorios de

los montos de la cuenta de dicho fideicomiso, celebrados con

fecha 20 de diciembre de 1996 (cf. fs. 46) y 22 de diciembre

de 1997 (cf. fs. 55).

La firma de esta resolución y de los contratos

ampliatorios integra claramente también la maniobra

defraudatoria en perjuicio del Estado Nacional, ya que además

de haberse recurrido a esta vía con el fin de aprovechar el

sobrante anual de partidas presupuestarias y evitar su

devolución al Tesoro Nacional, lo cierto es que también

sirvió para eludir los controles que imponía la ley 24.156 a

los órganos públicos, a todo lo cual nos hemos referido

extensamente al describir el hecho.

Sin duda, esto posibilitó los pagos a los Bignoli y

a los contratistas irregularmente seleccionados por Santiago

Bignoli, ya que se verifica en los considerandos de la

resolución firmada por Alsogaray que uno de los motivos que

determinó la firma de este convenio fue el de los pagos a

efectuar en virtud de los “contratos de servicios de

consultoría de ingeniería y estructura, ejecución y dirección

de las obras mencionadas” (en relación al Edificio sito en la

calle San Martín N° 459, correspondiente al Programa

Desarrollo Institucional Ambiental BID).

Pero los fondos con los que se realizaban estos

pagos con la cuenta de fideicomiso, eran girados a través de

documentos que contenían datos falsos, lo que permitía el

abastecimiento de la cuenta abierta en el Banco Ciudad de

Buenos Aires y ejemplo de ello es la orden de pago N° 685 de

fecha 29 de diciembre de 1995 (fecha de cargo 05/01/96)

firmada por María Julia Alsogaray a fs. 43 del expediente.

Tal como explicara en el apartado referido a la

materialidad del hecho, a través de dicho documento, la

encartada, alegado un devengado o gasto falso, “teléfonos,

télex y telefax”, engañó a la Secretaría de Hacienda de la

Nación logrando que ésta transfiriera desde la Cuenta Única

del Tesoro a la cuenta de fideicomiso del Banco Ciudad de

Buenos Aires, la suma de $150.000.

Expediente 1785/97:

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En este caso, se le atribuye a María Julia

Alsogaray, la suscripción de la resolución Nro. 432/97, de

fecha 5 de junio de 1997 (fs.26), mediante la cual se

convalidó el contrato firmado el 13 de mayo del mismo año por

Arturo Bignoli con Aurora Cucchi de Rincón, en representación

de la Secretaría, con el fin de elaborar un proyecto de

arquitectura de plantas para nueva distribución de oficinas

del edificio (ver fs. 22/25).

Concuerdo con las apreciaciones de los acusadores,

en cuanto a las irregularidades que también presenta esta

contratación, como por ejemplo, su objeto difuso, la carencia

de dictamen jurídico previo, o la invocación de una causal

como la “intuitu personae” sin la debida justificación, es

decir en forma contraria al régimen legal de las

contrataciones públicas, tal como se ha señalado al describir

el hecho imputado.

Expediente 1802/97:

También aquí se reiteran iguales anomalías que en

el anterior expediente. Es que si tenemos a la vista la

resolución 603/97, de fecha 12 de agosto de 1997 (fs. 26),

que también convalidó un convenio celebrado entre Arturo

Bignoli y Aurora Cucchi de Rincón, ésta en representación de

la Secretaría, glosado a fs. 21/23, de fecha 13 de mayo de

l997, también se destacan: ausencia de dictamen jurídico, un

objeto difuso y una contratación “intuitu personae” sin

justificación, además de las restantes irregularidades

detalladas al describir el hecho.

Todas estas anormalidades, sumadas al vínculo

existente entre María Julia Alsogaray y los Bignoli,

demuestran claramente un nuevo “direccionamiento” de la

contratación hacia estos últimos.

Cabe agregar que, al análisis de estos cinco

expedientes administrativos, debe adunarse la intervención

que le cupo a Alsogaray en otros varios legajos en que se

fraccionó la obra, que han sido objeto de detalle al

describir el hecho imputado, especificándose en todos las

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resoluciones que firmó la imputada, que contribuyeron a la

consumación de la maniobra delictiva.

Respondiendo a algunas de las manifestaciones

efectuadas por Alsogaray en su declaración indagatoria, he de

señalar que no encuentro irregularidad alguna en la manera en

que la Oficina Anticorrupción efectuó la denuncia de este

hecho por parte de Carlos Manuel Garrido, ni tampoco que la

utilización del borrador de la Auditoria General de la

Nación como prueba de cargo pueda desecharse, en tanto y en

cuanto en este último caso sus firmantes fueron

específicamente preguntados acerca de las anomalías que

advirtieron al auditar los contratos que integran el hecho

imputado y ratificaron en forma convincente las conclusiones

a las que habían arribado.

También sostuvo Alsogaray en su indagatoria que

ella confiaba en los dictámenes legales, pero hemos visto que

en los expedientes 1352/95, 1785/97 y 1802/97 al menos,

suscribió resoluciones que implicaban erogaciones dinerarias

sin dictamen jurídico, en violación a lo prescribe el art.7

inc. d) de la ley 19.549, y precisamente en todos ellos se

violaba la ley de contabilidad en cuanto a las exigencias

para autorizar las contrataciones directas allí convalidadas.

Por lo demás, en ninguno de los legajos se advierte la

intervención de algún órgano de control, fuera éste la Unidad

de Auditoría Interna o la Sindicatura General de la Nación.

Tampoco puede admitirse que la superposición de

funciones que en ese entonces Alsogaray tenía, hubieran

podido excusar su responsabilidad de funcionaria pública,

menos aun cuando se trató de contrataciones que implicaban

erogaciones importantes para las arcas estatales. Por lo

demás, claro está que su vinculación con los Bignoli fue

decisiva para la concreción del fraude, por lo que no puede

alegarse en este sentido desatención de su parte sino que fue

plenamente consciente su deseo de contratar en forma ilegal a

los Bignoli y, a través de ello, perjudicar el patrimonio

público estatal.

Las resoluciones básicas que posibilitaron la

maniobra delictiva fueron las antes reseñadas, sólo cinco y

muy breves. No tenían mayor complejidad ni requerían

capacidades especiales para su comprensión. Y todas ellas se

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referían a algo muy concreto, que era la refacción de la

Secretaría donde Alsogaray desempeñó durante varios tal

cargo, inclusive la gestión más extensa de las que ejerció

durante el período presidencial 1989-1999, ya que asumió tal

función en el año 1991 y la culminó al fin del mandato del

presidente Carlos Menem. Difícil entonces resulta suponer que

hubiera habido de su parte desatención en la firma de las

resoluciones.

De allí entonces que no resulte atendible el

argumento de Alsogaray y su defensa en cuanto a que se

trataba de una “funcionaria política” y sus decisiones

estaban respaldadas por funcionarios técnicos que habían

dictaminado previamente.

Considero, en este sentido, que un funcionario

público es claro que cumple funciones políticas y no se está

cuestionando en este caso ese tipo de decisión de llevar a

cabo una refacción en la Secretaría que, en todo caso, pudo

resultar necesaria atendiendo a razones de mérito,

oportunidad y conveniencia. Lo que resulta objeto de reproche

es la manera en que la contratación de esta obra se llevó a

cabo, esto es el contratar ilegalmente a conocidos, violando

palmariamente la legislación administrativa y a raíz de ello,

perjudicar patrimonialmente a la Administración Pública, lo

que no pasa por decisiones políticas, sino que se trata ni

más ni menos que de violaciones a las normas no sólo de tipo

administrativo sino penales, cuando –como en este caso-

Alsogaray lo hizo en forma consciente y voluntaria.

Tampoco se aprecia que la legislación

administrativa haya sufrido cambios tan rotundos que hayan

imposibilitado su conocimiento para los funcionarios

públicos, como aduce la Dra. Bisserier. Por lo demás, durante

toda la gestión de Alsogaray al frente de la Secretaría, los

requisitos legales para las contrataciones administrativas no

tuvieron alteraciones significativas, porque los principios

generales de derecho administrativo que sustentan nuestro

derecho positivo acerca de que la licitación o concurso

público, tienen por fin la legalidad, moralidad, conveniencia

y la limitación de la discrecionalidad de los agentes

públicos intervinientes en cualquier contratación pública, se

han sostenido inmutables en su esencia.

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Por lo expuesto, he de manifestar que la conducta

desplegada por María Julia Alsogaray reúne los extremos

objetivos y subjetivos exigidos por el tipo penal de la

defraudación por administración fraudulenta en perjuicio del

Estado Nacional, que será desarrollada en el acápite

correspondiente.

En definitiva, por todos los argumentos

desarrollados tanto aquí como al describir el hecho imputado,

entiendo que María Julia Alsogaray es penalmente responsable

en calidad de coautora de su comisión al haber otorgado los

actos administrativos de disposición patrimonial ya referidos

que permitieron consumar la maniobra defraudatoria en

perjuicio del Estado Nacional.

B) Responsabilidad Penal de Enrique Kaplan:

Con relación a Enrique Kaplan, considero que se

encuentra plenamente acreditada su responsabilidad penal en

carácter de coautor material del hecho que fuera descripto en

el punto II.

En primer lugar, se encuentra acreditado que, al

momento de los hechos, el nombrado se desempeñó en un primer

momento como Subsecretario de Relaciones Institucionales de

la entonces Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente

Humano (S.R.N.A.H.) -24 de enero de 1992 al 25 de junio de

1996-, luego como Subsecretario de Recursos Naturales -25 de

junio al 3 de diciembre de 1996- y por último como

Subsecretario de Desarrollo Sustentable, cargo en el que

permaneció hasta el día 1° de marzo del año 1999, fecha en la

que fue aceptada su renuncia –cfr. fs. 3, 4/5, 8 y 14/15 del

legajo personal del imputado que se encuentra reservado en

Secretaría y decretos del Poder Ejecutivo Nacional Nros.

179/92, 671/96 y 1413/96-.

Asimismo, esto surge también de su propia

declaración indagatoria prestada en el debate y en la

instrucción, donde el encausado expresó que había asumido la

función de Subsecretario de Relaciones Institucionales en la

ex Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano en el

año 1992, manteniéndose en funciones hasta su retiro de la

administración pública el día 3 de febrero del año 1999,

Page 148: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

cuando presentó su renuncia. A su vez, en aquélla ocasión

expresó que había asumido dicha función a pedido del entonces

Presidente quien le informó que lo “…necesitaba en el área de

relaciones institucionales…” de la S.R.N.A.H.

En el mismo sentido, ha declarado en el debate la

testigo María Natalia Peroni –quien fuera secretaria de la

imputada Alsogaray-, que “…había tres o cuatro subsecretarías

que orgánicamente estaban por debajo de la Ingeniera

Alsogaray…”, ocupando Kaplan la de “…relaciones

institucionales…”.

A su vez, cabe recordar que conforme el decreto N°

2.786/93 que aprobara la estructura organizativa de la

Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano –publicado

en el Boletín Oficial el día 19 de enero de 1994-, el

Subsecretario de Relaciones Institucionales tenía como

responsabilidad primaria “…gestionar fondos y convenios para

el desarrollo de programas y proyectos de fomento,

protección, conservación y recuperación del medio ambiente y

de los recursos naturales…”.

Habiendo ubicado funcionalmente al encausado

Kaplan, cabe recordar que lo que se le imputa en la presente

causa es:

a) En su carácter de Subsecretario de Relaciones

Institucionales y en representación de la S.R.N.A.H., celebró

el día 1° de septiembre de 1995 un contrato con los

Ingenieros Santiago María y Arturo Bignoli, que puso en

cabeza de éstos la realización del proyecto de obra de

remodelación y equipamiento de las oficinas del edificio de

la Secretaria ubicado en la calle San Martín 459 de esta

ciudad en el marco del Programa de Desarrollo Institucional

Ambiental (PRODIA); la elaboración de pliegos de bases y

condiciones técnicas para concretar la ejecución de dicha

obra y la asunción por parte de los nombrados de la dirección

de la obra y el asesoramiento respecto de la selección de

contratistas, estimación de mano de obra y materiales

necesarios –ver fs. 39/41 del expediente N° 1393-.

b) Luego de ello, celebró en representación de la

S.R.N.A.H. un contrato de fideicomiso y su cláusula adicional

con fecha 2 de octubre de 1995 con el Banco de la Ciudad de

Buenos Aires, transfiriéndose primeramente la suma de

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1.700.000 pesos asignados por presupuesto a la S.R.N.A.H. -

ver fs. 7/9 y 10 del expediente N° 1902-.

c) A continuación, con fecha 25 de marzo de 1996,

celebró en representación de la S.R.N.A.H, un acta acuerdo

con los Ingenieros Santiago María y Arturo Bignoli, por medio

del cual acordó la ejecución de la obra referida en el punto

a) por etapas delimitadas y con contratos separados por rubro

–ver fs. 69/70 del expediente N° 1393-. A su vez, en el

mentado expediente suscribió el acta de recepción de fs. 52,

los memorandos de fs. 64, 114 y 116, el acta de liberación de

garantía de fs. 234 y las órdenes de pago de fs. 53, 73, 85,

132, 136, 143/144, 146, 153, 160, 162, 165, 175, 176, 177,

204, 207, 228, 230 y 231.

d) Asimismo, en el marco del expediente N° 1902

detallado en el punto b) firmó las órdenes de pago y

memorandos a favor del Banco Ciudad de Buenos Aires, por

medio de las cuales se le informaba a la Secretaría de

Hacienda dependiente del Ministerio de Economía y Obras y

Servicios Públicos –actual Ministerio de Economía y Finanzas

Públicas- que debía abonar al Banco Ciudad de Buenos Aires

distintas sumas de dinero en concepto de pagos por supuestas

contraprestaciones obtenidas. Estos documentos son:

1) Memorando N° 303/95 de fecha 13 de noviembre de

1995, mediante el cual ordenó la aplicación de “…las cuotas

de compromiso y devengado…” informadas por el Ministerio de

Economía y Obras y Servicios Públicos de la Nación “…para el

tercer trimestre del año 1995 y mes de octubre de 1995

respectivamente…” a la cobertura del contrato firmado con el

Banco de la Ciudad de Buenos Aires “…hasta la suma de

1.067.000 pesos en compromiso y de 98.400 pesos en

devengado...” –ver fs. 14 del expte. N° 1902/95-.

2) Orden de pago N° 490 de fecha 10 de noviembre de

1995, por medio de la cual se transfirió al Banco de la

Ciudad de Buenos Aires la suma de $ 98.400 (noventa y ocho

mil cuatrocientos pesos) en concepto de “…mantenimiento y

reparación del edificio…” –ver fs. 20 del expte. N° 1902/95-.

3) Orden de pago N° 526 de fecha 24 de noviembre de

1995, por medio de la cual se transfirió al Banco de la

Ciudad de Buenos Aires la suma de $ 968.600 (novecientos

sesenta y ocho mil seiscientos pesos) en concepto de

Page 150: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

“mantenimiento y reparación del edificio” –ver fs. 22 del

expte. N° 1902/95-.

4) Memorando N° 563/96 de fecha 29 de julio de

1996, mediante el cual solicitó debitar de los fondos de

contrapartida del PRODIA la suma de $ 97.200 (noventa y siete

mil doscientos pesos) para que sean acreditados en el

fideicomiso del Banco de la Ciudad de Buenos Aires a “…cuenta

del saldo pendiente con respecto al compromiso original” –ver

fs. 39 del expte. N° 1902/95-.

5) Orden de pago N° 10.283 de fecha 16 de agosto de

1996, por medio de la cual se transfirió al Banco de la

Ciudad de Buenos Aires la suma de $ 97.200 (noventa y siete

mil doscientos pesos) en concepto de pago por “…Estudio,

investigaciones y proyectos…” –ver fs. 45 del expte. N°

1902/95-.

6) Orden de pago N° 20.899 de fecha 29 de diciembre

de 1997 por medio de la cual se transfirió a la misma entidad

bancaria la suma total de $ 611.000 (seiscientos once mil

pesos) en concepto de “…Mantenimiento y reparación del

Edificio…” –ver fs. 63 del expte. N° 1902/95-.

7) Nota de fecha 30 de diciembre de 1997, mediante

la cual se ordenó la transferencia de $ 200.000 (doscientos

mil pesos) al Banco de la Ciudad de Buenos Aires “…de acuerdo

a los saldos presupuestarios existentes a la fecha…” –ver fs.

64 del expte. N° 1902/95-.

e) Por otro lado, dictó resoluciones por las que se

aprobó la contratación directa de diversas empresas para la

provisión de bienes y servicios para las obras a realizarse

en el edificio sede de la Secretaría. A saber:

1) Resolución N° 477 de fecha 6 de septiembre de

1996, mediante la cual adjudicó la adquisición de

revestimientos para pisos a la firma Mosaicos Pompa S.A. por

la suma de $ 17.282,20 (diecisiete mil doscientos ochenta y

dos pesos con veinte centavos); la adquisición de puertas a

la firma Aberturas Entre Ríos de Maerco S.A. por la suma de $

10.140 (diez mil ciento cuarenta pesos) y la adquisición de

revestimientos para paredes, artefactos de losas y griferías

a la firma Barugel Azulay y CIA S.A.I.C. por la suma de $

11.312,50 (once mil trescientos doce con cincuenta centavos)

–ver fs. 453/455 del expediente N° 476/96-.

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2) Resolución N° 227 de fecha 24 de mayo de 1996, a

través de la cual se adjudicó la contratación por tareas de

demolición en la planta baja del edificio sede de la

Secretaría a la firma Del Río Construcciones S.R.L., por la

suma de $ 67.700 (sesenta y siete mil setecientos pesos) –ver

fs. 259/260 del expte. N° 478/96-.

3) Resolución N° 77 de fecha 31 de enero de 1997,

mediante la cual se adjudicó la contratación por la provisión

y colocación de alfombras para el sector planta baja y

entrepiso a la firma Kalpakian Alfombras por la suma de $

21.100,35 (veintiún mil cien pesos con treinta y cinco

centavos) –ver fs. 234/235 del expte. N° 87/97-.

4) Resolución N° 228 de fecha 24 de mayo de 1996,

por medio de la cual se adjudicó la contratación de

adquisición y ejecución de un entrepiso metálico a la firma

Don Fierro S.A. por la suma de $ 92.600 (noventa y dos mil

seiscientos pesos) –ver fs. 421/422 del expte. N° 479/96-.

5) Resolución N° 821 de fecha 31 de octubre de

1997, por medio de la cual se adjudicó la contratación para

la reparación y adecuación de instalación eléctrica y

climatización en el sector subsuelo a la firma Del Río

Construcciones S.R.L. por la suma de $ 54.800 (cincuenta y

cuatro mil ochocientos pesos) –ver fs. 178/179 del expte. N°

1257/97-.

f) Finalmente, libró distintas comunicaciones,

mediante las cuales se ordenó al Banco de la Ciudad de Buenos

Aires la emisión de cheques cuyos importes autorizó a debitar

de la Caja de Ahorro Nº 118.103/8 “Fideicomiso obra San

Martín 459” conforme este detalle: en los expedientes de la

S.R.N.A.H. números 475 –ver fs. 320-, 476 –ver fs. 486-, 477

–ver fs. 97-, 478 –ver fs. 302-, 479 –ver fs. 473-, 1079 –ver

fs. 252-, 1080 –ver fs. 252-, 1081 –ver fs. 326-, 1082 –ver

fs. 323-, 1083 –ver fs. 277-, 1218 –ver fs. 238-, 1219 –ver

fs. 295-, 1220 –ver fs. 257-, 1221 –ver fs. 247-, 1222 –ver

fs. 276- y 2457 –ver fs. 129- (todos del año 1996) y 87 –ver

fs. 247-, 411 –ver fs. 53-, 412 –ver fs. 122-, 413 –ver fs.

281-, 414 –ver fs. 79-, 415 –ver fs. 73-, 430 –ver fs. 73-,

431 –ver fs. 67-, 469 –ver fs. 82-, 1143 –ver fs. 67-, 1144 –

ver fs. 87-, 1145 –ver fs. 60-, 1146 –ver fs. 73-, 1147 –ver

fs. 128-, 1164 –ver fs. 94-, 1251 –ver fs. 150-, 1252 –ver

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fs. 234-, 1254 –ver fs. 222-, 1255 –ver fs. 226-, 1256 –ver

fs. 210-, 1257 –ver fs. 200-, 1259 –ver fs. 200-, 1260 –ver

fs. 207-, 1261 –ver fs. 206-, 1264 –ver fs. 220-, 1266 –ver

fs. 214-, 1521 –ver fs. 150-, 1660 –ver fs. 123-, 1785 –ver

fs. 46-, 1802 –ver fs. 67-, 2126 –ver fs. 130-, 2457 –ver fs.

129-, 2643 –ver fs. 175-, 2644 –ver fs. 152- y 2645 –ver fs.

180- (todos del año 1997).

Si bien lo expuesto hasta aquí ha permitido

entender la importancia de la actuación de Kaplan en la época

en que se produjo el hecho objeto de este juicio, es

necesario recordar algunos de los dichos del imputado al

momento de deponer en el debate a tenor de lo normado en el

art. 294 del C.P.P.N.

A tal fin, en aquella oportunidad expresó que su

función al frente de la Subsecretaría era la vinculación con

“…el Poder Ejecutivo Nacional, las provincias, las cámaras

legislativas, intendentes, etc…”, dado que se había

desempeñado desde 1989 como Director General de la

Presidencia y por lo tanto tenía conocimientos en las

“…relaciones institucionales…” con los organismos antes

citados. Asimismo, recordó que la Ingeniera Alsogaray fue

quien lo propuso para desempeñar tal cargo, sin perjuicio de

conocerla únicamente “…por haber compartido actos

protocolares…”.

Con relación al Programa de Desarrollo

Institucional Ambiental (PRODIA) manifestó que estaba bajo su

“…cargo…”, dentro la Subsecretaría donde prestaba funciones,

sin perjuicio de que no estaba bajo sus “…órdenes…”. Agregó

que el testigo Castello había manifestado en el debate que en

su carácter de Coordinador “…hablaba todo el tiempo con

Kaplan…” en relación a este programa, sin perjuicio de que

“…pocas veces había hablado…” con él.

Asimismo, manifestó que el Coordinador General

dependía jerárquicamente de un Subsecretario, por lo que su

firma era necesaria para elevar todo tipo de documentación

relacionada con el programa.

En cuanto a la celebración del contrato de

fideicomiso con el Banco de la Ciudad de Buenos Aires, Kaplan

manifestó haber suscripto el mismo en razón de que una

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resolución de la Ingeniera Alsogaray así lo disponía ya que

“…en el año 1995 no tenía ni idea de lo que era un

fideicomiso…".

Agregó que “…el contrato venía firmado del lado

izquierdo por el Vicepresidente del Banco Ciudad, Dr. Barry…”

y que suscribió el mismo porque vió “…el dictamen de la Dra.

Chiban que ponía como objeción que debía ser un banco del

Estado…”. A su vez, dijo que no tenía “…ni idea de las

condiciones concretas de cómo iba a funcionar el contrato de

fideicomiso porque eso era responsabilidad de la parte

técnica administrativa…”.

En igual sentido manifestó que la transferencia de

fondos de la Secretaría al Banco de la Ciudad de Buenos Aires

se hacía mediante órdenes de pago que él suscribía en último

término ya que su “…firma estaba registrada en el banco…”. A

preguntas de la Fiscalía contestó que sabía lo que firmaba ya

que normalmente “…era un pago que se le tenía que hacer a un

proveedor o parte de los honorarios de los ingenieros…”.

Con relación a Santiago Bignoli refirió haberlo

conocido, sin recordar fecha exacta, en “…oportunidad en que

el nombrado se encontraba caminando con la arquitecta Mónica

Farré por el edificio…” de la S.R.N.A.H. Asimismo, expresó

que a Arturo Bignoli lo conoció un tiempo después en una

reunión que se hizo en el primer piso de la Secretaría.

En cuanto a la contratación directa de los

Ingenieros Bignoli, dijo haber procedido de esa manera en

razón de haber tenido a la vista un dictamen favorable

emitido por la Dirección Nacional de Legales firmado por la

Dra. Chiban. En tal sentido, recordó que le explicaron en

aquél momento el significado de la “…figura del intuitu

personae…”, aclarando que no tuvo “…nada que ver con la

elección de los Bignoli para hacer la obra…”.

Por otro lado, expresó que se terminó la armonía en

la S.R.N.A.H. cuando entraron Mabel Behal y el auditor

interno Jaime Wolinsky, oportunidad en que todo el poder se

concentró en la Jefatura de Gabinete ejercida por la primera.

Indicó que llegó a presentar cuatro veces su renuncia en

razón de los “…hostigamientos…” que padecía por parte de

estos funcionarios.

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En otro orden de ideas, indicó que siempre quedaba

a cargo de la S.R.N.A.H. cuando la Ingeniera Alsogaray

viajaba, “…firmando todo lo que ella tenía que firmar…”. Al

ser interrogado en relación a si había otros Subsecretarios

que pudieran reemplazar a la nombrada cuando se encontraba

ausente, respondió que sí, pero que “…no rotaban en la

firma…” ya que siempre era él quien quedaba a cago, indicando

que “…era como el Secretario de Medio Ambiente…”

Finalmente, expresó que “…no se sentía capacitado

para manejar fondos públicos en la administración porque no

era su área sino la de la Dirección Técnica Administrativa…”.

Así las cosas, previo a dar respuesta a las

alegaciones de la defensa, he de señalar que los actos

administrativos y de gestión reseñados en los puntos a) a f)

integran la materialidad del hecho tal como ha sido descripta

oportunamente. Ahora bien, como los cuestionamientos

relativos a este punto han sido tratados extensamente en la

parte pertinente de este decisorio, abordaré a continuación

únicamente las cuestiones novedosas que fueran introducidas

por aquélla parte a fin de lograr una mejor comprensión de la

atribución de responsabilidad por el hecho que se le imputa a

Enrique Kaplan.

Dicho esto, surge claramente de lo hasta aquí

expuesto que Kaplan en su carácter de Subsecretario de

Relaciones Institucionales de la S.R.N.A.H. –luego

Subsecretario de Recursos Naturales y posteriormente de

Desarrollo Sustentable de esa Secretaría- no actuó como un

funcionario más dentro de la maniobra ilícita ya detallada en

considerando II ya que él fue quien firmó el contrato que

permitió a Arturo y Santiago Bignoli llevar adelante el

proyecto y dirección de la obra de remodelación de las

oficinas sede de la citada Secretaría tal como surge del

expediente N° 1393/95, habiendo además firmado la

constitución del fideicomiso con el Banco de la Ciudad de

Buenos Aires contenido en el expediente N° 1902/95 –en cuya

administración y disposición de fondos le cupo un papel

preponderante-, todo lo cual fue luego convalidado por María

Julia Alsogaray mediante sendas resoluciones dictadas en

ambos legajos, a las que me he referido anteriormente.

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A su vez, el 25 de marzo de 1996 firmó el acta

acuerdo –también luego ratificada por Alsogaray- mediante la

cual se estableció la división de la obra por etapas

delimitadas y con contratos separados por rubro, habiéndose

designado a los directores de obra –los ingenieros Arturo y

Santiago Bignoli- asesores de la Comisión de Preadjudicación

en la selección de las empresas (ver expediente N° 1393/95 ya

citado).

Asimismo, intervino en varios expedientes

originados para las respectivas contrataciones –adjudicando

algunas de éstas como en los exptes. Nros. 476/96, 478/96,

479/96, 87/97 y 1257/97- donde se efectuaron irregulares

desdoblamientos con el fin de evitar el llamado a licitación

–conforme los expedientes ya detallados al principio del

presente acápite-.

Dicho ello, cabe señalar que los testigos Luis

Manuel Castello y Raúl Castellini –ambos ocuparon el cargo de

Coordinadores del Programa de Desarrollo Institucional

Ambiental (PRODIA)- manifestaron en el debate que

“…dependían…” funcionalmente del encausado Kaplan y que éste

estaba encargado, entre otras cosas, de “…supervisar el

PRODIA…” –Castello- y definir “…el curso de acción en el

abordaje del programa…” –Castellini-.

A su vez, el Ingeniero Castello agregó que en la

época que cumplía funciones como Coordinador se reunía

“…semanalmente…” y “…reportaba…” a Kaplan, siendo éste último

el que le “…decía que era lo que tenía que hacer…”. En cuanto

al trámite del expediente N° 1393, indicó que “…se lo traían

para firmar Kaplan o Behal y firmaba…”, no recordando nada en

particular de dicho expediente, y, aclarando que “…esto –en

relación al trámite de los expedientes- se cocinaba más

arriba…”.

Indicó también Castello que “…Kaplan era el que

autorizaba el pago…” y que su firma “…era imprescindible

absolutamente”. Asimismo, dijo que no escuchó de parte Kaplan

algún desacuerdo con lo que debía firmar y que no recordaba

que le dijera que no comprendía lo que tenía que rubricar.

Pues bien, estos testimonios convencen al Suscripto

que los motivos aducidos por Kaplan a lo largo de todo el

debate para explicar su actuación fueron un intento en vano

Page 156: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

con el fin de justificar su deliberada e ilícita intervención

en el ejercicio de sus funciones como Subsecretario, las

cuales no quedaron en el ámbito de “…las relaciones

públicas…” tal como afirmara.

En tal sentido, los testimonios de los Ingenieros

Castello y Castellini fueron contundentes en cuanto a que

recibían órdenes directas del imputado, haciendo hincapié el

segundo en que Kaplan definía el curso de acción del PRODIA.

Asimismo, cabe tener en cuenta que el expediente N°

1393/95, se inicia con dos notas firmadas por Luis Castello

en su carácter de Coordinador General del PRODIA –ver fs. 1 y

2-, solicitando a la Jefatura de Gabinete de la S.R.N.A.H.

la iniciación de gestiones necesarias para la contratación

del proyecto de dirección de obra de nuevas oficinas.

Preguntado en la audiencia por dicha nota, éste no pudo

brindar mayores precisiones -como de otras tantas que firmó

durante el tiempo que ejerció el cargo de Coordinador-,

evidenciando que, en realidad, él no había sido el autor

intelectual de ninguno de esos documentos. Recordemos una vez

más que el testigo Castello manifestó en el debate que el

imputado Kaplan le llevaba los expedientes a firmar y le

“…decía que era lo que tenía que hacer…”.

A ello cabe agregar que los expedientes Nros.

476/96, 478/96, 479/96 y 87/97, en los que Kaplan aprobó las

contrataciones directas de diversas empresas para las obras a

realizarse en el edificio sede de la Secretaría –que ya

fueran detalladas-, también se iniciaron con notas de

Castello –los tres primeros- y Castellini –el último-, por lo

que todos estos corrieron igual suerte que el expediente N°

1393/95 antes mencionado.

Sumado a ello, el imputado manifestó que siempre

que firmaba lo hacía con el aval de “…legales…”. Sin embargo,

cabe recordar que el dictamen jurídico que aconsejó la

contratación directa de los Ingenieros Bignoli en el marco

del expediente N° 1393/95 fue confeccionado sin giro o pedido

previo de alguna de las áreas de la S.R.N.A.H. y cuando el

contrato ya estaba firmado. Esto demuestra que el encausado

Kaplan habría suscripto el contrato, y así lo hizo,

cualquiera hubiese sido la opinión del Departamento de

Legales ya que de lo contrario no se explica cómo firmó el

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convenio con anterioridad a que se expidiera dicha área

jurídica de la S.R.N.A.H.

Lo expuesto, pone en evidencia que el programa que

más dinero movía de la secretaría, el PRODIA, estaba bajo la

órbita del imputado Kaplan, y, como veremos a continuación,

también lo estaba el fideicomiso y el movimiento del dinero

de la cuenta del Banco Ciudad.

Siguiendo este orden de ideas, cabe traer a

colación los dichos del testigo Raúl Hugo Maidana -tesorero e

integrante de la Comisión de Preadjudicaciones a la fecha de

los hechos-, quien manifestó en el debate respecto del expte.

N° 1902 que “…el PRODIA se manejó por el fideicomiso…” y que

“…si bien por la tesorería pasaban todos los pagos de la

Secretaría…”, las decisiones y las cuestiones administrativas

de este programa las llevaban sus integrantes, ya que había

gente dedicada “…especialmente al tema…”. Explicó también las

diferencias que había con la intervención de su área en los

casos que no estuvieran vinculados al PRODIA, en los cuales

llegaba el expediente entero con la liquidación y luego se

libraba el cheque, verificando que existiera el respaldo

correspondiente.

Sumado a ello, la testigo Beatriz Celia Oliveros –

quien trabajara en la S.R.N.A.H. y colaborara en el Proyecto

de Informe de la Auditoría General de la Nación-, manifestó

que había un área de la Secretaría encargada de llevar

adelante el fideicomiso en forma independiente al resto de la

administración, por lo que era muy dificultoso encontrar

documentación del mismo o reconstruir su funcionamiento,

aclarando que este instrumento permitió un manejo

discrecional y arbitrario de fondos estatales.

Lo dicho precedentemente por los testigos Maidana y

Oliveros, me permite afirmar que la maniobra efectuada por el

imputado Kaplan a través de la firma del contrato de

fideicomiso en el expediente N° 1902/95, fue el primer paso

necesario para distraer fondos presupuestarios destinados a

la contrapartida del PRODIA para disponer voluntariamente de

éstos.

En tal sentido, fue por medio de este instrumento

que se produjeron las transferencias dinerarias destinadas al

pago de las obras de remodelación ya detalladas, que fueran

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firmadas por Kaplan. Asimismo, es dable destacar que la

reiteración de actos administrativos suscriptos por el

nombrado –ver memorandos de fs. 14 y 39, órdenes de pago de

fs. 20, 22, 45 y 63 y nota de fs. 64, todos del expediente N°

1902-, deja en claro su conocimiento de las circunstancias

del hecho que estaba cometiendo y de la voluntad dirigida a

su ejecución; máxime cuando fue el propio imputado quien

manifestó en su declaración indagatoria que no le gustaba

tener responsabilidades sobre fondos ni siquiera el manejo de

“…una caja chica…”, denotando claramente que sabía cuál era

el cuidado con que debían ser administrados los fondos

públicos.

Por lo demás, la documentación existente en el

mismo expediente administrativo revela que Kaplan sabía que

la constitución del fideicomiso tenía como finalidad abonar a

futuro obligaciones que la Secretaría iría a contraer. Por

ende la aseveración realizada en las órdenes de pago de que

los fondos correspondía a servicios devengados no puede

atribuirse seriamente a una casualidad o error.

Por otro lado, Kaplan manifestó también que el

fideicomiso era un tema conocido por todos los empleados de

la Secretaría -incluso el auditor interno-. No obstante ello,

ha quedado demostrado en el debate una vez más la falsedad de

sus dichos ya que los testigos Castello y Castellini, no lo

recordaron, sólo el último, luego de serle exhibido el

expediente N° 1902/95 lo recordó vagamente. Asimismo, cabe

traer a colación una vez más los dichos de la testigo

Oliveros, quien manifestó que “…había un sector de control

distinto respecto del fideicomiso…”, agregando que el

personal de la Secretaría desconocía “…quien lo

administraba…”. A su vez, mencionó que “…nadie se hizo cargo

del control del fideicomiso y de la documentación

respaldatoria…” y que hasta el auditor interno “…dijo no

saber nada del fideicomiso…”.

Dicho esto, se puede observar que a poco que uno

avanza en el relato del imputado Kaplan, fácil resulta

advertir que el nombrado llevó adelante funciones que

excedieron con creces las “…relaciones institucionales…” con

organismos públicos. En este sentido, cabe recordar que fue

él quien quedaba a cargo de la Secretaría de Recursos

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Naturales y Ambiente Humano cada vez que la ingeniera

Alsogaray viajaba, lo que ocurría frecuentemente, según los

propios dichos de la imputada.

Ejemplo de ello, son las distintas resoluciones que

forman parte del legajo personal del imputado, de las cuales

surge claramente que la imputada Alsogaray en su ausencia,

delegaba en el nombrado “…la atención del despacho y de los

asuntos relativos al régimen administrativo y económico…” de

la Secretaría –ver resoluciones Nros. 810/96, 455/97, 126/98

y 2/99, que obran en su legajo-.

Resta agregar, que el propio imputado al ser

interrogado acerca de si había otros Subsecretarios que

pudieran reemplazar a Alsogaray en sus viajes, respondió que

había tres más, pero que siempre él era el que quedaba a

cargo, incluso en las épocas en las que supuestamente la

relación era más tirante con la Secretaria y quería presentar

su renuncia. Queda más que claro que Kaplan reemplazaba a

Alsogaray en todas sus funciones siendo como bien dijo “…el

Secretario de Medio Ambiente…” en reemplazo de aquélla.

En otro orden de ideas, tampoco resulta creíble su

intento de mostrarse como una persona dócil que firmaba todo

lo que traían a su despacho, ya que ante los intentos de

responsabilizar a Behal y Wolinsky por las maniobras que se

le imputan, no puede dejar de mencionarse que a preguntas del

Ministerio Público Fiscal respecto de si recibió

instrucciones de hacer o dejar de hacer algo por parte de

Behal, manifestó que no y en relación a Wolinsky dijo que sus

intervenciones eran de carácter formal.

Por otro lado, en cuanto a las manifestaciones de

su defensa en cuanto a que la desprolijidad de los

expedientes no era responsabilidad de Kaplan, cabe señalar

que dichos expedientes tramitaron en dependencias dentro de

la órbita de la Subsecretaría que estaba a su cargo.

De otra parte, el tan alegado “principio de

confianza” mencionado por su defensa dirigido a licuar su

responsabilidad en razón a la intervención de las áreas

técnicas del organismo, en las que descansaba y confiaba

Kaplan, se ha visto claramente desvirtuado por el propio

análisis de los expedientes, sin perjuicio del deber que

tenía el nombrado de evitar la conducta incorrecta de sus

Page 160: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

subordinados a partir de medidas de vigilancia, control o

supervisión.

En tal sentido, es posible afirmar que salió a la

luz un manejo absolutamente discrecional de fondos públicos

por parte del imputado, con modalidades de gestión impropias

para quien tenía a su cargo la administración de dinero

estatal, manifestándose en el caso un notable desdén por

todos aquellos pasos administrativos que implicaran

obstáculos para la fraudulenta forma de dirección.

Y es que, tal como se ha señalado al describir la

materialidad ilícita del hecho en cuestión, se ha probado que

todos los expedientes muestran: la contratación irregular e

ilegal de los ingenieros Arturo y Santiago Bignoli y de

empresas allegadas a éstos y de la Ingeniera Alsogaray, el

disimulo mediante intercalación de documentación, fechas

modificadas de actuaciones o documentación respaldatoria de

la toma de decisiones sin respaldo legal y la falta de

cualquier tipo de control en las actividades delegadas a

particulares, en franco y abierto descuido de los intereses

estatales.

A lo expuesto, cabe recordarle a la defensa que

Kaplan no era un funcionario más dentro de la S.R.N.A.H. ya

que era un Subsecretario de Estado que poseía suficiente

competencia administrativa para analizar con la profundidad

necesaria los expedientes que llegaban a su firma. Es decir,

su actividad era fundamental ya que funcionaba como último

control para ordenar un pago (como es el caso de las órdenes

que suscribió el expediente N° 1902/95), firmar un contrato o

un acta acuerdo en ausencia de la titular del organismo –tal

como sucedió en el expediente N° 1393- o adjudicar empresas

mediante una contratación directa –ver expedientes Nros.

476/96, 478/96, 479/96, 87/97 y 1257/97-; ello sin perjuicio

de que se expidieran todas las áreas técnicas y jurídicas de

la S.R.N.A.H. –habiéndose comprobado que esto último no

ocurría en algunos casos como ya se ha explicado-.

En otro orden de ideas, en cuanto a la aplicación

del “principio de prohibición de regreso” postulado por la

defensa de Kaplan, por entender que su asistido llevó a cabo

una conducta inocua desviada hacia lo delictivo por otra

conducta posterior “…que explica en su totalidad la

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producción del daño…” –en relación a la firma de las órdenes

de pago contenidas en el expediente N° 1902-, cabe hacer

algunas consideraciones.

En primer lugar, resulta incompleto el planteo

efectuado ya que no explica detalladamente cuál fue la

conducta que explica mejor la producción del daño y quién la

llevó a cabo. Pese a lo atrayente y novedoso del mismo, la

aplicación del instituto propiciado –muy discutido en la

doctrina- descansa en una modificación de la plataforma

jurídica definida por los acusadores.

Ello así, toda vez que no puede predicarse la

aplicación de este instituto cuando el comportamiento –

acción- del primer actuante (Kaplan a entender de la defensa)

resulta doloso. Es decir, a Kaplan no se le imputó en ningún

momento un accionar descuidado o imprudente ya que los

acusadores han sido claros en cuanto al conocimiento y

voluntad de éste a la hora de cometer el injusto en trato -

que de por sí no admite figura culposa como bien sabe la

defensa-.

Sin perjuicio de lo señalado en el párrafo que

antecede, debo mencionar también que las intervenciones que

tuvo Kaplan en el expediente N° 1902/95 no se pueden

catalogar como inocuas o insignificantes, porque, justamente,

su accionar a través de la firma de diferentes órdenes de

pago por montos sumamente elevados, demostraron desprecio por

todas las normas que su posición en la S.R.N.A.H. requería

que cumpliera. De aquí entonces, que la posibilidad de

considerar los múltiples actos puestos en cabeza de Kaplan

como derivados de algún amaño de tercero que ardidosamente lo

llevaron a ello en vez de predicar que respondió a una

voluntaria y consciente decisión del causante de intervenir

en las maniobras ilícitas que se han descripto

precedentemente resulta antojadiza y especulativa, y carente

de todo correlato probatorio.

Por lo todo lo expuesto, la alta función jerárquica

y de poder que ostentó durante el transcurso de los hechos,

sumado a la trascendente y directa participación en cada una

de las etapas necesarias para la concreción de la maniobra

delictiva que fueron detalladas al describir el hecho

Page 162: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

imputado y en los puntos a) a f) de este acápite, lo

convierte en claro responsable de la misma.

C) Responsabilidad Penal de Santiago Bignoli:

Con relación a Santiago María Bignoli, considero

que se encuentra plenamente acreditada su responsabilidad

penal en carácter de partícipe necesario del hecho

consistente en la contratación ilegítima y direccionada para

la realización de un relevamiento, remodelación integral y

proyecto de arquitectura de plantas, del edificio sede de la

Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano sito en la

calle San Martín 459, de esta Ciudad Autónoma de Buenos

Aires:

Ello así por cuanto el imputado juntamente con su

padre Arturo Bignoli –cuyo juicio se encuentra suspendido a

su respecto, en virtud del art. 77 del C.P.P.N- fueron

quienes contrataron en forma irregular con la Secretaría,

aprovechándose de su afinidad con la titular de dicha

dependencia, la coimputada María Julia Alsogaray, y así tuvo

posibilidad de resultar ilegalmente beneficiado con

honorarios mayores a los convenidos –que a su vez eran

superiores a los de plaza-, los cuales tenían directa

relación –a su vez- con los sobreprecios acreditados en

varios de los rubros subcontratados, ya que necesariamente

derivaron en mayores montos en la retribución del imputado,

todo ello naturalmente en detrimento del patrimonio estatal.

Sin perjuicio de que la imputación respecto de

Bignoli ha sido ampliamente desarrollada al describir el

injusto adjudicado, habré de referirme aquí a aquellos

aspectos que no fueron tratados especialmente y/o a contestar

las argumentaciones del imputado y su defensa.

En primer lugar, resulta indispensable precisar

dónde se verificó la conducta ilícita de Santiago Bignoli,

teniendo a la vista los expedientes administrativos

incorporados por lectura, dejándose constancia –ante la

inquietud manifestada por su defensa- que sólo se hará

referencia a los hechos en que intervino que son de su

exclusiva responsabilidad sea porque actuó con su padre o

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individualmente, y no a los que podría estar involucrado su

padre Arturo únicamente.

Concretamente su actuación aparece notoria en el

expediente 1393/95. En efecto, allí a fs. 39/41, luce el

contrato de consultoría de ingeniería que, juntamente con su

padre, en calidad de consultores, suscribieron con Enrique

Kaplan, éste último en representación de la Secretaría de

Recursos Naturales y Ambiente Humano, el día 1° de septiembre

de 1995, el cual luego fuera ratificado a fs. 42/43 por la

imputada Alsogaray, al suscribir la resolución nro. 327/95,

de fecha 6 de septiembre de 1995.

Ya al tratar tanto la materialidad del hecho como

las responsabilidades penales de Alsogaray y Kaplan he hecho

referencia a las gruesas irregularidades que tiene la

tramitación de este expediente, incluida la contratación

“intuitu personae” de los Bignoli, por lo cual a ello habré

de remitirme en honor a la brevedad.

Sobre esta contratación, Santiago Bignoli señaló,

al prestar declaración indagatoria en la audiencia de debate,

que en realidad su responsabilidad, en todo caso, consistía

en cumplir con el objeto del contrato, es decir el proyecto y

la dirección de la obra, a lo cual añadió la defensa que él

no tenía la culpa de las irregularidades de la contratación,

siendo en todo caso atribuibles aquéllas a “la línea”,

refiriéndose así a los funcionarios de la Secretaría que

debieron controlar desde el punto de vista técnico y jurídico

la necesidad y legalidad del convenio.

Aclaró también Bignoli que quien tenía méritos

suficientes para ser contratado con esas características era

su padre, ya que era un referente destacado en estructuras

dentro de la ingeniería civil, y que en realidad tal

contratación fue un “cepo” por cuanto no podían delegar la

dirección de la obra. Añadió que varias veces trabajaron así,

a lo cual agregó su defensa que ninguna objeción veía en que

también se hubiera invitado a otros interesados para así

elegir la mejor oferta.

Ahora bien, entiendo que, en atención a que la

modalidad de la contratación del proyecto y dirección de la

obra era ilegal, que no distaba de ser común, como dijeron

varios testigos y me referí antes, los vicios que tenía

Page 164: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

aquélla, en cuanto a no cumplir con los requisitos legales

exigidos por la ley de contabilidad y su decreto

reglamentario para hacer una contratación “intuitu personae”,

le son oponibles. Es que ya analizamos antes que en realidad

la relación Alsogaray-Bignoli fue determinante para la

celebración del convenio. Y por ello, al existir esa

connivencia previa entre María Julia Alsogaray y Santiago y

Arturo Bignoli, el cocontratante privado debe asumir también

su responsabilidad desde su participación necesaria por las

ilicitudes cometidas por Alsogaray y Kaplan como funcionarios

públicos.

En otras palabras, las irregularidades ya varias

veces mencionadas en la tramitación del expediente y en

particular en la firma del contrato de consultoría, tenían un

claro objetivo: contratar a Arturo y Santiago Bignoli

guardando una cierta apariencia de legalidad de la cual, como

ya se ha visto, carecía realmente.

Por lo demás, el propio Santiago Bignoli en su

declaración indagatoria en el debate refirió que,

desempeñándose en la consultoría con su padre, habían hecho

“innumerables trabajos para el Estado”, lo cual también surge

del curriculum vitae acompañado a fs. 26/30 del expediente

1393/95, por lo cual conocían la legislación administrativa

aplicable a las contrataciones públicas.

Por ello, más allá del prestigio intelectual que

tenía Arturo Bignoli según surge del curriculum acompañado e

inclusive de los dichos de varios testigos y lo admitido por

su hijo y Alsogaray, lo cierto es que lo que tenía que

valorar Santiago Bignoli al celebrar una contratación de

estas características es que lejos estaba el proyecto de obra

de encuadrarse dentro del supuesto del art. 56, inc. 3,

apartado “f” de la ley de contabilidad, ya que se trataba de

una mera refacción edilicia que no tenía la complejidad que

exige la normativa en cuestión.

El carácter de “intuitu personae” que revistaba la

contratación era conocido por Santiago Bignoli, ya que así lo

manifestó al declarar, y a su vez surgía también de la

cláusula séptima de la contratación que firmó.

Ya se analizó que en este caso la convocatoria a

otros dos oferentes como ser Fabbri y Lande –no se sabe a

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través de qué medio pues en el expediente no consta-, más

allá de querer mantener una apariencia de legalidad, no era

necesaria y, por lo demás, también quedó demostrado que ambos

tenían vínculos con los Bignoli, señalando incluso el

imputado que los conocía, con lo cual queda claro el

enderezamiento de la convocatoria estatal hacia estos

últimos.

En definitiva, de ninguna manera Santiago Bignoli

desconocía la modalidad de contratación y que ésta era ilegal

en una obra de estas características.

La otra intervención decisiva de Santiago Bignoli

radica en la firma del acta acuerdo de fecha 25 de marzo de

1996 entre él y su padre como consultores, y el imputado

Enrique Kaplan, en representación de la Secretaría de

Recursos Naturales y Ambiente Humano de la Nación, que obra a

fs. 69 y 70 del expediente 1393/95, mediante la cual se

recomendó ejecutar la obra por etapas delimitadas y con

contratos separados por rubro, coordinados por la Dirección

de Obra.

Asimismo, en la cláusula segunda, textualmente se

pactó lo siguiente: “...a fin de posibilitar la mayor

eficiencia en la selección los consultores asesorarán a la

comitente sobre las empresas o firmas que estén en

condiciones de formular cotización en los diferentes rubros,

asesorarán a la Comisión de Preadjudicación a fin de evaluar

las ofertas mas convenientes...”.

Este acta acuerdo fue aprobada por resolución Nro.

167/96, del 6 de mayo de 1996, suscripta por María Julia

Alsogaray, obrante a fs. 71/72 del expediente de mención.

Como ya se ha analizado anteriormente, al describir

la materialidad del hecho y las responsabilidades penales de

Alsogaray y Kaplan, evidentemente a través de dicha acta

acuerdo y su ratificación posterior, se generaron nuevos

hechos de corrupción que sin duda fueron determinantes para

la consumación de la maniobra que se juzga, incluyendo claro

está el beneficio indebido para los Bignoli y los

contratantes que recomendaba, y el perjuicio al erario

público.

Page 166: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

Por un lado, la fragmentación de la obra en rubros

y etapas, lo que se analizó ya extensamente, no fue sino un

medio para evitar la licitación pública en las distintas

contrataciones de la obra, ya que en forma descarada se trató

de eludir, en los casos que ya fueran consignados, el tope

legal de $100.000 en cada convenio, para efectuar la

contratación directa que autorizaba el art. 56, inciso 3,

apartado “a” de la ley de contabilidad. De esa manera se

contrató en forma reiterada a distintas empresas y personas

sobre cuyas cualidades ya me referí anteriormente.

Ahora bien, el mecanismo para que Santiago Bignoli

digitara los contratistas, también estaba especificado en el

convenio, ya que él era quien indicaba a la Secretaría sobre

los oferentes que podrían cotizar y, a su vez, asesoraba a la

Comisión de Preadjudicación, ni más ni menos, cuál era la

mejor oferta. O sea que Bignoli tenía un papel preponderante

en la selección del cocontratante. De otra parte, se verificó

la repetición de muchos contratistas, o la selección de

algunos sin experiencia demostrada, o de vinculación con

Bignoli y Alsogaray, relacionándolos con la Secretaría a

través de contrataciones directas.

Al respecto el imputado señaló que en realidad la

dirección de las contrataciones la mantenían los órganos de

la Secretaría, es decir los funcionarios de “la línea”,

añadiendo que el control se ejercía a través del director o

jefe de cada área, y además por intermedio de la Unidad de

Auditoría Interna.

Sin embargo ese panorama de aparente control no se

verificó en la realidad, tanto por lo que se desprende de los

expedientes que ya fueran analizados, como por la prueba

testimonial escuchada en la audiencia. Es que de la lectura

de los expedientes surge la intervención decisiva de Bignoli,

tal como había sido pactado en el convenio, pero con algunas

particularidades, que bien marcaron los acusadores: siempre

la empresa sugerida por Bignoli era la aceptada por la

Comisión de Preadjudicación, además de repetirse varias de

ellas y registrarse las anomalías a que ya me referí al

describir el hecho. Asimismo, las empresas seleccionadas no

fueron observadas por atrasos, pese a que sí los hubo y en

mucho, ni por ningún otro motivo.

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Pero además en la audiencia de debate se corroboró

lo que surgía de la mera inspección de los expedientes: los

testigos Maidana y de Nicolás, fueron contestes en señalar

que la Comisión de Preadjudicación que integraban, no se

reunía con Bignoli como constaba en las actas, sino que de

alguna manera ya venía indicado el oferente a elegir, con lo

cual la existencia de esta comisión, como control del

comitente sobre la obra, fue una pura ficción y es del caso

destacar que tampoco hubo intervención de la UAI ni de la

SIGEN en esos legajos. En definitiva se hacía lo que

discrecionalmente quería Bignoli, por contratación directa, y

como se demostró, además con sobreprecios, que lo

beneficiaban directamente al cobrar entonces mayores

honorarios.

Esto desmiente la aseveración de Bignoli en su

declaración en el sentido de que él no imponía decisiones, ni

tenía influencia sino que sólo asesoraba y que los

funcionarios públicos podrían haberse rehusado a adjudicar a

esas empresas. Pero la realidad fue otra, como ya señalé

antes, lo cual desmiente el argumento de la defensa en cuanto

a que Bignoli no tenía control sobre estos aspectos de la

contratación.

Por lo demás, los testigos Raúl Castellini, Luis

Castello y Carlos Meriggi, al declarar durante el debate han

sido contestes en señalar que Santiago Bignoli era de alguna

manera la “cara visible” de la obra de refacción en la

Secretaría.

Debe tenerse en cuenta que, a través de estas

contrataciones, se generó un enorme perjuicio al Estado, por

vía de sobreprecios y de mayores erogaciones en concepto de

honorarios por parte de Santiago Bignoli.

También resulta importante resaltar, que Santiago

Bignoni participó en la selección de la empresa contratista

en el expediente N° 469/97, derivado del legajo madre N°

1802/97 y esto de ninguna manera correspondía, toda vez que

había sido solamente su padre, Arturo Juan Bignoli, quien

había firmado el contrato con la SRNAH en dicho expediente

(N° 1802/97).

Con relación a los contratistas seleccionados por

Bignoli, ya se hizo referencia al tratar la materialidad del

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hecho a las irregularidades que se detectaron con relación a

la firma Conmag S.R.L de Alberto Maggiotto. A ello cabe

agregar que también se verificaron los contactos telefónicos

que tuvo Maggiotto con Alsogaray, al tratar la

responsabilidad penal de ésta. Y además que Maggiotto dio

como referente para obtener su documentación personal en la

Policía Federal al imputado Bignoli.

Frente a semejante panorama no resulta creíble que,

como dijo Bignoli, Maggiotto fuera un recomendado de la

funcionaria Amalia Cucchi de Rincón y no vinculado con él o

Alsogaray.

Respecto de “Del Río Construcciones SRL”, otra

firma ampliamente favorecida por la voluntad de Bignoli, aquí

sí admitió éste conocer a su dueño Ricardo del Río, de

diversas obras en el Highland Park y en el Mercado Central.

Además, el testigo Gonzalo de Estrada, funcionario de la

Administración de Parques Nacionales en San Carlos de

Bariloche, refirió que Del Río tenía vinculación con Santiago

Bignoli, e inclusive aquél había sido seleccionado para una

obra que se llevó a cabo en aquella jurisdicción.

En cuanto a Miguel Ángel Álvarez, otro de los

contratistas varias veces elegido a propuesta de Bignoli,

éste dijo que sabía que había trabajado en el domicilio de la

propia Alsogaray, y le había sido recomendado también por

Cucchi de Rincón.

Es decir que, sea a través de Alsogaray o de

Bignoli, lo cierto es que se encaminaron anómalamente varias

contrataciones a favor de determinados proveedores en

detrimento del patrimonio estatal.

En lo referente a diversos aspectos de la obra,

tales como su costo por haberse efectuado en días y horas

inhábiles, el tema del pago de sumas de adicionales, la

utilización de la revista Vivienda como cotejo para

determinar la existencia de sobreprecios, así como la

idoneidad del testigo Poli para declarar acerca del tema

objeto de juzgamiento, respecto de los cuales tanto Bignoli

como su defensa arduamente han argumentado, debo remitirme a

lo que he señalado al respecto al tratar la materialidad del

hecho para evitar repeticiones innecesarias.

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Del mismo modo, también allí debo acudir respecto

del tema de los honorarios percibidos por Santiago Bignoli,

tanto en lo referente al mayor monto concertado con la

Secretaría respecto de los valores de mercado, como así

también al cobro de un porcentaje superior al estipulado en

la propia contratación y, a su vez, al derivado de los

sobreprecios verificados, todo lo cual, como acabo de

señalar, fue abordado al tratar el hecho imputado. Igualmente

también allí se ha precisado en forma detallada en qué

consistió el perjuicio requerido por el tipo penal reprochado

a los imputados.

Queda por examinar, entonces, la estrecha relación

entre María Julia Alsogaray y Santiago Bignoli, que ya fue

abordada al tratar la responsabilidad penal de la primera,

pero que será completada a continuación.

Por un lado el Dr. Cicardo ha sido enfático en

destacar que la relación entre ellos no fue previa a la

contratación del expediente 1393/95, salvo la de vecindad y

amistad entre las familias Alsogaray y Bignoli, de muchos

años atrás, que –en todo caso- no involucraba a los aquí

imputados personalmente.

Ahora bien, como antes dije, ya Santiago Bignoli

revistaba como agente del Estado por haber sido contratado

como asesor del Presidente de la Administración de Parques

Nacionales en el año 1995, lo cual surge de sus dichos así

como de la documentación obrante en Secretaría, concretamente

del curriculum vitae aportado por él mismo en la SRNAH,

cuando celebró el convenio de consultoría junto a su padre

con Kaplan. Por otro lado, también para ese entonces Arturo

Bignoli había visitado a Alsogaray en su despacho haciéndole

notar las anomalías edilicias del inmueble de la Secretaría,

según lo refirieran ambos imputados.

Por lo demás, contamos con el legajo aportado

referente a los cargos públicos desempeñados por Bignoli, y

de allí se destaca que tuvo una carrera ascendente dentro de

la Secretaría y también en Parques Nacionales, del cual llegó

a ser vocal de su directorio en representación de la propia

Alsogaray, éste último en 1999, cuando las obras estaban

concluidas, pero a lo largo de una carrera que se desempeñó

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en su mayor parte en forma previa, durante o luego de la obra

de remodelación de la SRNAH (cf. legajo personal de Santiago

Bignoli remitido por la SRNAH reservado en Secretaría).

Esto no hace sino corroborar que también durante

este tiempo Santiago Bignoli fue el referente en Parques

Nacionales de María Julia Alsogaray como lo dijo el testigo

Estrada.

Respecto del punto de la refacción del domicilio

particular de Alsogaray, Bignoli dijo que le pidió a Fabbri –

casualmente presunto oferente en el contrato de consultoría-

si le podía presentar un gestor para acompañar documentación

de la obra en la Municipalidad de Buenos Aires y así apareció

Tolchinsky. Además el imputado admitió haber firmado el plano

presentado ante la autoridad local.

Ya se analizó al tratar la responsabilidad de

Alsogaray que efectivamente Santiago Bignoli estuvo a cargo

de esa refacción, tal como se desprende de los dichos de

Tolchinsky, y la rúbrica en el plano por parte del imputado,

entre otros elementos de juicio. El tiempo en que ocurrió

ello fue apenas posterior al de su intervención en el

contrato de consultoría al que me vengo refiriendo.

En cuanto al departamento de Alsogaray en los

Estados Unidos, el propio Bignoli refirió que fue a ese

inmueble en viajes que hizo a fines de 1997 y durante los

años 1998 y 1999, y se encargó de la compra de cortinas y

vajilla. Esto también, como se dijo al tratar la

responsabilidad de Alsogaray, concuerda con las

manifestaciones de ella en cuanto dijo que Santiago Bignoli

colaboró en la decoración del departamento y se alojó allí,

lo que a su vez, resulta corroborado con la documentación

recopilada por la Agencia Federal de Investigación (FBI), de

Estados Unidos, incorporada por lectura.

También merece señalarse que la testigo Mariana

Peroni, secretaria de Alsogaray, recordó en el debate, cómo

Santiago Bignoli accedía al despacho de aquélla en la

Secretaría, con amplia facilidad.

En suma, los elementos de juicio mencionados

resultan contundentes en cuanto a probar la relación entre

Santiago Bignoli y María Julia Alsogaray, lo cual determinó

la irregular contratación de aquél en el convenio que luce en

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el expediente 1393/95, la posterior división del proyecto en

rubros y etapas, la intervención de Santiago Bignoli en los

expedientes abiertos por los convenios derivados de aquél,

todos ellos determinantes de sobreprecios, y el pago indebido

de honorarios a Bignoli, entre otras irregularidades ya

detalladas.

Es entonces, por todas estas consideraciones y las

vertidas al detallar el hecho imputado, y la responsabilidad

penal de Alsogaray y Kaplan, considero que se encuentran

acreditados los elementos del tipo objetivo y subjetivo de la

conducta reprochada a Santiago María Bignoli que fuera

descripta, en carácter de partícipe necesario, y por ello

debe ser responsabilizado penalmente.

IV. SIGNIFICACIÓN JURÍDICA:

Considero que la conducta desplegada por los

imputados reúne los extremos objetivos y subjetivos exigidos

por el tipo penal descripto en el artículo 173 inciso 7° en

función del 174 inciso 5° del Código Penal de la Nación, esto

es defraudación por administración fraudulenta en perjuicio

de una administración pública, el cual se habrá de atribuir a

María Julia Alsogaray y Enrique Kaplan, como coautores, y a

Santiago María Bignoli, en carácter de partícipe necesario

(artículo 45 del Código Penal).

El artículo 173 inciso 7° del Código Penal castiga

al que “… por disposición de la ley, de la autoridad o por un

acto jurídico, tuviera a su cargo el manejo, la

administración o el cuidado de bienes o intereses pecuniarios

ajenos y con el fin de procurar para sí o para un tercero un

lucro indebido o para causar daño, violando sus deberes

perjudicare los intereses confiados y obligare abusivamente

al titular de éstos…”.

Sobre tal cuestión, la doctrina tiene dicho que

este tipo actual “… antes que una defraudación por fraude es,

principalmente, una defraudación por abuso de confianza, ya

que no necesita el engaño para que se produzca el perjuicio,

sino el abuso de los poderes que el autor ejerce en virtud de

un acto anterior preexistente….” (Conf. Carlos Creus y Jorge

Page 172: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

Eduardo Buompadre. “Derecho Penal. Parte Especial” T. 1. pág.

537. Ed. Astrea. Buenos Aires. 2007).

El tipo penal achacado se encuentra agravado por

tratarse de un fraude contra la administración pública

(inciso 5to. del artículo 174 del Código Penal) pues la

disposición patrimonial en cuestión provino de los fondos

públicos administrados por la ex Secretaría de Recursos

Naturales y Ambiente Humano de la Nación.

Asimismo, cabe agregar que únicamente puede ser

autor de este delito quien maneja, administra o custodia los

bienes e intereses del Estado Nacional. De esta manera, y

habida cuenta que el patrimonio del Estado había sido puesto

mediante decisión del Poder Ejecutivo Nacional en cabeza de

María Julia Alsogaray, en su carácter de titular de la ex

Secretaria de Recursos Naturales y Ambiente Humano y de

Enrique Kaplan, en su carácter de Subsecretario –primero de

Relaciones Institucionales, luego de Recursos Humanos y

finalmente de Desarrollo Sustentable-, es que los nombrados

deberán responder en carácter de coautores.

La doctrina sostiene que administrar un patrimonio

ajeno implica “…la facultad de gobernar y regir los bienes

ajenos, ordenando los medios para su mejor conservación,

empleo y ganancia…” (Caamaño Iglesias Paiz, Cristina,

“Administración fraudulenta” citada en Donna, Edgardo,

Revista de Derecho Penal, T.2000-1, pág.269).

En esa inteligencia, debe señalarse que si bien el

más alto cargo de la S.R.N.A.H. lo ejerció Alsogaray durante

el tiempo de vigencia de los hechos, su consorte de causa

Kaplan era la persona de especial confianza que aquella tenía

dentro del organismo, siendo éste la segunda máxima

autoridad. Cabe recordar, que era él quien quedaba a cargo de

la Secretaría cada vez que la ingeniera Alsogaray debía

ausentarse –sin perjuicio de que había tres Subsecretarios

más que podían reemplazarla-, lo que ocurría frecuentemente,

según los propios dichos de la imputada y su defensa.

Asimismo, esto surge del propio legajo personal del nombrado

–crf. resoluciones de la S.R.N.A.H. Nros. 126 y 810 de fs.

8/9 y 10/11-.

Sumado a ello, la coautoría del imputado Kaplan se

ve reflejada en el amplio poder de disposición que tuvo sobre

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los fondos de la Secretaría, tal como se desprende de las

múltiples intervenciones que tuvo, no sólo en las órdenes de

pago sino en los memorandos de autorización y demás

instancias administrativas de trámite, entre las cuales cabe

señalar que fue él quien suscribió los convenios de fs. 39/41

y 69/70 del expediente N° 1393 y el contrato de fideicomiso

con el Banco Ciudad de Buenos Aires de fs. 7/9 del expediente

N° 1902; en todos los casos en representación de la

S.R.N.A.H.

En consecuencia, María Julia Alsogaray y Enrique

Kaplan contaban con la capacidad de realizar contratos y

negocios jurídicos en representación del Estado Nacional y

tal situación determina que la calidad especial que exige el

tipo penal en cuestión para su sujeto activo se encuentre

debidamente satisfecha.

En tal sentido, al describir el hecho y analizar la

responsabilidad penal de ambos se han detallado en concreto

los actos administrativos que les resultan reprochables por

haber sido determinantes para la comisión del delito.

Por otro lado, la conducta desplegada por Alsogaray

y Kaplan, al procurar un lucro indebido al estudio de los

ingenieros Arturo y Santiago Bignoli y a diversas empresas

privadas y personas físicas, se apartó ostensiblemente de la

finalidad que su desempeño en la función pública requería,

cuál era la de lograr el bien común a través de la gestión

conforme los parámetros de legalidad que soslayaron con

perjuicio para el patrimonio administrado.

Así también, a los imputados Alsogaray y Kaplan, en

su carácter de funcionarios públicos, les era exigible la

observancia de deberes, que bajo ningún punto de vista debían

ser violados como sucedió, ya que gestaron diversas

contrataciones ilegales que perjudicaron los intereses

estatales, las cuales se llevaron a cabo mediante un

procedimiento ideado por ellos que de manera alguna aseguró

la transparencia, competencia y publicidad requerida por la

normativa vigente. En tal sentido, como antes se señaló al

describir la materialidad ilícita, vulneraron normas tales

como las leyes Nros. 24.156 y 22.460; los arts. 55 y 56, inc.

3°, apartado “a”, “f” y “g” del decreto ley N° 23.354/56; los

arts. 55, inciso 8°, 61, inciso 32, apartado “d” y 62 inciso

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10 del decreto N° 5720/72; art. 7 inc. “d” de la ley 19.549;

art. 9, inc. “a”, de la ley 13.064 y resolución SIGEN N°

55/96, entre otras.

Asimismo, el resultado típico de la acción

delictiva en el caso en análisis se verificó mediante el

perjuicio a los intereses confiados, obligando abusivamente a

su titular, en este caso el Estado Nacional. Ya se hizo

referencia a su cuantía al describir el hecho, donde se

detalló el pago de sobreprecios que hubo en las diferentes

contrataciones y la elevada tasa de honorarios y cobro de

emolumentos mayores a los fijados contractualmente, como así

también las notables diferencias entre el presupuesto

estimado y el finalmente adjudicado en muchas de las

contrataciones.

En cuanto al elemento subjetivo del tipo penal

atribuido a los imputados, debe señalarse que está acreditado

que se procuró a un tercero un lucro indebido: concretamente

a los Ingenieros Bignoli y a diferentes empresas privadas y

personas físicas contratistas proveedores de bienes y

servicios, los cuales cobraron indebidamente las sumas de

dinero abonadas por la S.R.N.A.H.

Por otro lado, respecto del encausado Santiago

María Bignoli considero adecuado encuadrar su conducta en el

carácter de partícipe necesario en los términos del artículo

45 del Código Penal de la Nación teniendo en cuenta que su

colaboración resultó indispensable para la consumación del

hecho.

Y ello porque su situación se diferencia de la de

sus consortes de causa en tanto Santiago Bignoli no revestía

al momento de los hechos la calidad especial de autor para el

delito en trato al no hallarse legalmente al cuidado, manejo

y administración de bienes ajenos. No obstante ello, el rol

del nombrado fue destacado y fundamental en el entramado de

la maniobra delictiva que aquí se juzga.

En tal sentido, suscribió las contrataciones y se

benefició ilícitamente, junto a su padre, con los

sobreprecios que el Estado Nacional pagó no sólo a las

empresas contratadas para la provisión de insumos y servicios

por separado ya que la cláusula contractual firmada por ellos

fijaba sus honorarios atados a los valores pagados por cada

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uno de los servicios cuya contratación sobrevaluada ellos

permitían, sino por sus propios honorarios dado que los

porcentajes fueron desproporcionados de acuerdo a los

habitualmente estipulados en plaza e inclusive se apartaron

de los que habían sido pactados con la S.R.N.A.H. conforme

fuera descripto en la materialidad ilícita en un monto que

ascendió a la suma de ochenta y ocho mil veinte pesos con

siete centavos ($ 88.020,07).

Santiago Bignoli era el indicado (también por

cláusula contractual) para elegir a las empresas

“triunfantes” en cada contratación directa y ello permitió –

tal como desarrollaran los acusadores-, que gran parte de las

contrataciones directas recayeron sobre empresas cuyos

titulares eran conocidos o recomendados del nombrado (ejemplo

de esto es el caso de las empresas Del Río y Con Mag S.R.L.,

entre otras).

Por otro lado, a los fines de acreditar el tipo

subjetivo de la conducta en análisis, cabe remitirse a lo

señalado al tratar la responsabilidad penal de cada uno de

los imputados, pues es allí donde queda demostrado que éstos

tenían pleno conocimiento y voluntad de realización de cada

uno de aquellos elementos que conforman el tipo penal en

estudio.

En otro orden de ideas, resta agregar que no

concurren circunstancias que indiquen la existencia de causas

de justificación sobre la conducta desplegada por los

encausados, así como tampoco de inculpabilidad o

inimputabilidad que tornen lícito o irreprochable el hecho

típico investigado.

Por lo demás, entendemos que no resulta posible

encuadrar el hecho imputado a los encausados Alsogaray y

Bignoli, en el delito de negociaciones incompatibles con el

ejercicio de funciones públicas (art. 265 del Código Penal),

tal como solicitara la querella en su alegato. Ello así, pues

entre dicha figura legal y la analizada en el presente

acápite -art. 173, inc. 7°, agravada por el art. 174, inc.

5°, del Código Penal- existe un concurso aparente derivado de

la circunstancia de que la acción típica que caracteriza a

las negociaciones incompatibles se encuentra comprendida en

el especial elemento subjetivo –finalidad de procurar para sí

Page 176: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

o para terceros un lucro indebido- que contiene el delito de

administración infiel.

En tal sentido, se ha resaltado la importancia de

este delito –negociaciones incompatibles- como figura

subsidiaria o remanente a utilizarse frente a dificultades

probatorias que se evidencian en relación con otro delitos,

tal como sostiene el Dr. Andres D´Alessio en su Código Penal

comentado al expresar que “…se advierte que este delito

quedaría desplazado en supuestos en que el interés tomado por

el funcionario configure un cohecho (at. 256) o un supuesto

de defraudación en perjuicio de la administración pública

(art. 174, inc. 5°)…” (cfr. D´Alessio, Andrés José y Mauro

Divito, “Código Penal comentado y anotado”, parte especial,

1ra. edición, La ley, Buenos Aires 2004, comentarios artículo

265, página 852 vuelta).

Por todo lo expuesto, habiendo quedado acreditado

el menoscabo que sufriera el patrimonio por la acción de los

imputados y el dolo directo requerido por el tipo penal en

trato, es que considero que, a la luz de las constancias

agregadas a la causa, corresponde encuadrar la conducta

disvaliosa perpetrada por aquéllos en los términos indicados

al comienzo del acápite.

V. PAUTAS MENSURATIVAS DE LA PENA:

Corresponde en este acápite, dar tratamiento a la

sanción penal aplicable a los imputados, mensurando el

“quantum” en base a las escalas establecidas para el tipo

penal ya seleccionado.

Habida cuenta de las reglas fijadas en los

artículos 40 y 41 del Código Penal de la Nación, el

suscripto entiende adecuado al caso, imponer a María Julia

Alsogaray las penas de tres años y seis meses de prisión,

multa de cincuenta mil pesos ($ 50.000), inhabilitación

especial perpetua para ejercer cargos públicos,

inhabilitación absoluta por igual tiempo al de la condena,

accesorias legales y el pago de las costas del proceso.

Asimismo, en cuanto al imputado Enrique Kaplan

corresponde imponerle las penas de tres años y tres meses de

prisión, multa de cincuenta mil pesos ($ 50.000),

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inhabilitación especial perpetua para ejercer cargos

públicos, inhabilitación absoluta por igual tiempo al de la

condena, accesorias legales y el pago de las costas del

proceso.

Finalmente, respecto del imputado Santiago María

Bignoli, corresponde imponerle las penas de tres años y seis

meses de prisión, multa de cincuenta mil pesos ($ 50.000),

inhabilitación absoluta por igual tiempo al de la condena,

accesorias legales y el pago de las costas del proceso.

Hecho este introito, pasaré entonces a enumerar y

valorar las circunstancias puntuales a ser tomadas en cuenta

a los fines de la determinación de la sanción a imponer a los

imputados antes nombrados respecto del hecho por el que

fueran encontrados penalmente responsables.

a) Respecto de María Julia Alsogaray y Enrique

Kaplan:

A los fines de la graduación de la pena de prisión

impuesta a María Julia Alsogaray y Enrique Kaplan, la cual

excede el monto mínimo previsto por el legislador para el

delito a éstos endilgado, he tenido en cuenta principalmente

la modalidad de comisión del hecho ventilado, su naturaleza,

la extensa duración que tuvo –unos cuatro años

aproximadamente-, el elevado perjuicio económico ocasionado y

el papel fundamental que aquéllos cumplieron.

En tal sentido, fue la imputada María Julia

Alsogaray en su carácter de máxima autoridad de la S.R.N.A.H.

la que dictó las resoluciones aprobatorias que permitieron

contratar en tres oportunidades a los ingenieros Bignoli bajo

la excepcional modalidad conocida como “intuitu personae”

cuando las circunstancias de hecho hacían imposible su

encuadre en esta normativa -ello sucedió en cuatro ocasiones

en los expedientes administrativos Nros. 1393/95, 1802/97 y

1785/97-.

Asimismo, mediante la firma de la resolución N° 274

de fecha 7 de agosto de 1995, dictada en el expediente N°

1352/95, convalidó la ilegal contratación directa del

Ingeniero Arturo Bignoli a fin de realizar un relevamiento

integral del estado del edificio sede de la Secretaría.

Page 178: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

Así también, autorizó la contratación de la obra

por etapas delimitadas y por rubros, fraccionando en forma

fraudulenta las contrataciones para la adquisición de

servicios e insumos con el dictado del acto administrativo N°

167/96 en el expte. N° 1393/95.

Además, la nombrada intervino con su firma en la

adjudicación directa de numerosas contrataciones separadas

para la provisión de insumos y servicios

En igual sentido, obró el imputado Enrique Kaplan

en su carácter de Subsecretario de Relaciones Institucionales

–luego Subsecretario de Recursos Naturales y posteriormente

de Desarrollo Sustentable de esa Secretaría-, quien firmó el

contrato que permitió a Arturo y Santiago Bignoli llevar

adelante el proyecto y dirección de la obra de remodelación

de las oficinas sede de la citada Secretaría tal como surge

del expediente N° 1393/95, habiendo además firmado la

constitución del fideicomiso con el Banco de la Ciudad de

Buenos Aires contenido en el expediente N° 1902/95.

A su vez, el 25 de marzo de 1996 firmó el acta

acuerdo mediante la cual se estableció la división de la obra

por etapas delimitadas y con contratos separados por rubro,

habiéndose designado a los directores de obra –los ingenieros

Arturo y Santiago Bignoli-, asesores de la Comisión de

Preadjudicación en la selección de las empresas –ver

expediente N° 1393/95 ya citado-.

Intervino a su vez en varios expedientes originados

para las respectivas contrataciones –adjudicando algunas de

éstas- donde se efectuaron irregulares desdoblamientos con el

fin de evitar el llamado a licitación –los que ya fueron

detallados al desarrollar la materialidad ilícita-.

En consecuencia, el imputado Kaplan actuó a lo

largo de casi tres años, coordinando los medios que le

resultaban necesarios para poder llevar a cabo el delito

investigado y su grado funcional dentro de la S.R.N.A.H. le

permitió moverse con bastante independencia sabiendo que su

accionar ilícito sería respaldado por la cabeza de ese

organismo, valiéndose de todos los medios puestos a su

disposición.

En definitiva, los nombrados, en abuso de sus

cargos y mediante sus respectivas participaciones,

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interfirieron la voluntad de la Administración Pública en

beneficio de los Bignoli y diferentes empresas, perjudicando

así los intereses del Estado Nacional, quien vio disminuido

su patrimonio como consecuencia de los sobreprecios que se

pagaron en las diferentes contrataciones y la elevada tasa de

honorarios y cobro de emolumentos de esas características

mayores a los fijados contractualmente que también se

abonaron.

Sumado a ello, debe tenerse presente que nos

hallamos ante un delito de suma gravedad institucional, pues

el hecho reprochado a los incusos involucró a un importante

organismo estatal -como lo era la entonces Secretaría de

Recursos Naturales y Ambiente Humano-, como así también se

utilizaron para la maniobra ilícita fondos públicos que

correspondían a partidas presupuestarias vencidas de cada año

calendario (específicamente de los años 1995/96/97). Además,

no es un dato menor que la maniobra ilícita en cuestión

estuvo enmarcada en el Programa de Desarrollo Institucional

Ambiental (mejor conocido como PRODIA) financiado a través de

préstamos de una organización financiera internacional con

sede en la ciudad de Washington D.C. (Estados Unidos), como

es el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

En este sentido, puede afirmarse que esta clase de

delitos socavan los cimientos mismos del Estado de Derecho, y

consecuentemente, la confianza de la comunidad toda, tanto en

el plano nacional como internacional, y es justamente lo que

nuestro país tutela a través de la suscripción de diversas

convenciones y tratados que rigen en materia de corrupción –

concretamente en el caso el artículo VI apartado 1 “c” de la

Convención Interamericana contra la corrupción (aprobada por

la ley N° 24.759 y publicada en el Boletín Oficial el día 17

de enero de 1997).

En otro orden de ideas, también corresponde valorar

como agravantes, además de las consecuencias de las acciones

llevadas a cabo por María Julia Alsogaray y Enrique Kaplan,

su situación socio-cultural, sus holgadas condiciones

económicas, integrando ambos un segmento social de clase

media-alta, el elevado nivel educacional alcanzado en el caso

de Alsogaray, el entorno afectivo-familiar que cada uno

poseía, destacándose sobre dicho extremo que provenían de

Page 180: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

hogares constituidos normalmente, de los cuales recibieron

apoyo y contención familiar, además, del hecho de que los

nombrados habitaban viviendas amplias, con buen estado de

conservación ubicadas en los barrios de Recoleta (Alsogaray)

y Las Cañitas (Kaplan), de esta ciudad, que cubrían

satisfactoriamente sus respectivas necesidades habitacionales

(cfr. informes socio-ambientales obrantes a fs. 412/415 y

422/426, respectivamente).

En ese orden, cabe recordar que Enrique Kaplan,

desempeñó funciones en el ámbito de la Administración

Pública, en forma ininterrumpida desde el año 1989,

habiéndose desempeñado con cargos de importancia como

Director de Ceremonial de la Presidencia de la Nación –

designado por decreto del Poder Ejecutivo Nacional N° 93 de

fecha 8 de julio de 1989-, Subsecretario de Relaciones

Institucionales de la S.R.N.A.H. -designado por decreto del

Poder Ejecutivo Nacional N° 179 de fecha 24 de enero de 1992-

, Subsecretario de Recursos Naturales de la S.R.N.A.H. -

designado por decreto del Poder Ejecutivo N° 671 de fecha 25

de junio de 1996-, Subsecretario de Desarrollo Sustentable de

la S.R.N.A.H. -designado por decreto del Poder Ejecutivo N°

1413 de fecha 3 de diciembre de 1996- y Director Nacional del

Proyecto “Apoyo a las Conferencias Internacionales de Medio

Ambiente a desarrollarse en la República Argentina en el mes

de noviembre de 1996” –designado mediante resolución de la

S.R.N.A.H. N° 537 de fecha 9 de octubre de 1996-. En tal

sentido, los importantes cargos de alta jerarquía ocupados –

que se encuentran detallados “in extenso” en su legajo

personal-, demuestran el grado de confianza en él

depositados.

Es decir, se trató de un funcionario público con

una escala jerárquica alta, con gran cantidad de subordinados

a su cargo en todos los casos, y que recibió atribuciones con

el objeto de, entre otras cosas, cuidar y defender el erario

público y, por sobre todas las cosas, ser leal a su país y a

sus conciudadanos.

Iguales consideraciones restan por hacer respecto

María Julia Alsogaray destacando que su cargo tenía mayor

jerarquía que la de Kaplan y además que tiene una amplia

trayectoria en la función pública, iniciada en el año 1977,

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como Ministra Económico de la Embajada Argentina en la

República Oriental del Uruguay, Diputada Nacional y, luego,

como interventora de Entel (previo a su liquidación) y de la

ex empresa SOMISA, y Secretaria de Medio Ambiente de la

Nación –estos dos últimos en forma contemporánea a su función

como liquidadora de Entel-.

Lo dicho hasta aquí, permite apreciar un mayor

poder de reflexión por parte de Alsogaray y Kaplan a la hora

de cometer el injusto en trato y aptitud para motivarse en

las normas en vez de transgredirlas, puesto que se trató de

personas que valiéndose de su posición de poder, abusaron de

sus funciones y aprovecharon su sapiencia y experiencia para

delinquir, por lo cual considero que en estos casos se

justifica una pena de la magnitud asignada.

A su vez, considero como atenuantes que Alsogaray y

Kaplan carecen de antecedentes penales computables, como así

también que éste último no tiene estudios secundarios

completos.

Por lo demás, considero que ni el tiempo de

detención cumplido, ni el transcurrido desde la fecha de

comisión del hecho son parámetros a tener en cuenta para

atenuar la pena según los arts. 40 y 41 del Código Penal.

b) Respecto de Santiago María Bignoli:

En primer lugar, y tal como lo he desarrollado al

tratar la gravedad del delito en cuestión en el punto a) del

presente acápite, me remito a los argumentos allí vertidos,

plenamente aplicables al presente, a fin de no producir

reiteraciones innecesarias.

Ahora bien, a los fines de la graduación de la pena

impuesta a Santiago María Bignoli, he tenido en cuenta

principalmente la modalidad de comisión del hecho ventilado y

su naturaleza, el elevado perjuicio económico ocasionado, que

la maniobra ilícita se llevó a cabo –entre otros- en su

beneficio y el grado de participación que éste aportó, pues

entiendo que si bien, como ya lo he tratado en el acápite

correspondiente a su responsabilidad penal, el nombrado fue

considerado partícipe necesario del delito en trato en tanto

prestó una colaboración esencial, entiendo que su rol ha sido

Page 182: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

altamente protagónico al igual que el de María Julia

Alsogaray y Enrique Kaplan.

En tal sentido, no puede pasarse por alto que el

imputado Bignoli tuvo pleno conocimiento del irregular

procedimiento adoptado por los funcionarios Alsogaray y

Kaplan, del que se valió en beneficio propio, decidiendo y

disponiendo a su antojo la forma, el tiempo, las empresas y

personas que habrían de colaborar en las tareas por las

cuales fueran contratados junto a su padre.

Cabe recordar que la división por etapas

delimitadas –sugerida y dejada luego sin efecto por Bignoli-,

y la contratación por rubros fueron los elementos de los

cuales se valieron dichos profesionales para llevar adelante

la maniobra imputada.

Así, y tal como se desprende de los distintos

expedientes de contratación obrantes en autos, no solo

intervino en la elección de las empresas que serían invitadas

a cotizar, sino que además –en su carácter de consultor

externo-, sugirió la contratación de éstas al Comité de

Preadjudicación. Asimismo, no puede perderse de vista que se

encuentra probado que gran parte de las contrataciones

recayeron sobre compañías cuyos titulares eran conocidos del

imputado y de su consorte de causa Alsogaray.

A su vez, corresponde valorar también como

agravantes, su situación socio-cultural, integrando un

segmento social de clase media-alta, el alto nivel

educacional alcanzado -estudios universitarios completos-, el

entorno afectivo-familiar que detentaba, destacándose sobre

dicho extremo que provenía de un hogar legalmente constituido

en el cual recibió el apoyo y contención de sus padres,

además, del hecho de que habitaba una vivienda amplia, en muy

buenas condiciones de mantenimiento, cubriendo

satisfactoriamente sus necesidades habitacionales (cfr.

informe socio-ambiental obrante a fs. 407/411).

En ese orden, cabe recordar también que el

imputado desempeñó importante cargos ejecutivos en la

actividad privada, siendo uno de ellos el de Gerente de

Proyecto y Coordinación y Gerente de Administración y

Finanzas de la U.T.E. a cargo de la reconstrucción del Silo

N° 5 y remodelación del “Puerto Ingeniero White” en Bahia

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Blanca, Provincia de Buenos Aires. Asimismo en el “currículum

vitae” presentado por el nombrado en el expediente 1393/95 –

ver fs. 25/31- se encuentran detalladas las innumerables

obras civiles e industriales que dirigió.

Resta agregar, que ocupó innumerables cargos en la

función pública -conforme surge de su legajo personal que

corre por cuerda a la presente-, entre ellos: a) Asesor

directo del Área de Obras e Inversión Pública de la

Administración de Parques Nacionales desde el año 1995; b)

Director General de Coordinación de Proyectos en la entonces

Secretaría de Recursos Naturales y Desarrollo Sustentable y

Director General de Coordinación de Proyectos de la

Subsecretaria de Coordinación –mediante resoluciones de dicha

entidad Nros. 278/98 y 300/98-; c) representante alterno en

el “Consejo Directivo de la Comisión para la reserva de

Biosfera Yabotí” –mediante resolución Nº 1092/98 de la

S.R.N.A.H.- y otros posteriores a los hechos objeto de

juzgamiento entre ellos el de vocal del Directorio de la

Administración de Parques Nacionales en representación de la

entonces Secretaría de Recursos Naturales y Desarrollo

Sustentable –mediante decreto del Poder Ejecutivo Nacional Nº

595/99 de fecha 2 de junio de 1999- y miembro integrante en

representación de la ex Secretaría de Recursos Naturales y

Desarrollo Sustentable, de la Comisión de Fortalecimiento

Institucional acordada entre las autoridades de la Secretaría

y la Administración de Parques Nacionales -mediante

resolución Nº 261 de fecha 18 de junio de 1999-.

Lo dicho hasta aquí, permite apreciar un mayor

poder de reflexión por parte del nombrado a la hora de

cometer el injusto en trato, puesto que se trató de una

persona instruida a nivel profesional que aprovechó su

sapiencia y experiencia para contribuir decisivamente a

perjudicar patrimonialmente al Estado.

Finalmente, he de considerar como atenuante la

carencia de antecedentes penales computables del imputado.

c) De la Inhabilitación Especial Perpetua para

Ejercer Cargos Públicos respecto de María Julia Alsogaray y

Enrique Kaplan:

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Tal como me he referido anteriormente, corresponde

imponerles a María Julia Alsogaray y Enrique Kaplan la pena

de inhabilitación especial perpetua para ejercer cargos

públicos, prevista en el art. 174, último párrafo del Código

Penal de la Nación, en razón de que ambos, a la fecha del

hecho y de acuerdo al delito imputado en autos, revestían

calidad de funcionarios públicos.

Sobre este tema, no resulta ocioso efectuar algunas

precisiones. La ley N° 25.602 publicada en el Boletín Oficial

el 20 de junio de 2002 introdujo una modificación en el

último párrafo del art. 174 del Código Penal, estableciendo

que “…En los casos de los tres incisos precedentes, el

culpable, si fuere funcionario o empleado público, sufrirá

además inhabilitación especial perpetua…”. En efecto, del

simple confronte entre este texto y el anteriormente vigente

según la ley 23.077 se advierte que aquél previo a la reforma

sólo hacía referencia al “empleado público”.

Ahora bien, en cuanto a este punto, entiendo que la

reforma no introdujo una modificación sustancial, pues una

interpretación armónica de los últimos dos incisos de la

norma en cuestión –en su antigua redacción- con su último

párrafo me lleva a concluir que el término utilizado fue

“empleado” a modo de género, incluyendo dentro de aquél a las

dos especies de agentes públicos: funcionarios y empleados.

En efecto, lo que el legislador tuvo en miras fue sancionar

con mayor rigor a todos aquéllos que participen en funciones

públicas, ya sea a los que sólo prestaban un servicio

vinculado a ese ejercicio o a aquéllos que, más aún,

intervinieron creando voluntad estatal, pues no parece

admisible que quienes tuvieron mayores responsabilidades

dentro del Estado (funcionarios) y perjudicaron el erario

público, pudieran permanecer y desarrollar labores públicas

ocupando cualquier cargo dentro de la administración a la que

defraudaron, mientras que a aquéllos que sólo ejecutaban,

colaboraban y permanecían jerárquicamente por debajo de éstos

(empleados) les estuviera vedado.

Por lo demás, éste también ha sido el sentido del

término establecido en la Convención Interamericana contra la

Corrupción, ratificada por nuestro país, previa aprobación

por la ley N° 24.759, cuya publicación en el Boletín Oficial

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data del 17 de enero de 1997. Así, en su art. 1° prescribe

que funcionario público es “…cualquier funcionario o empleado

del Estado o de sus entidades, incluidos los que han sido

seleccionados, designados o electos para desempeñar

actividades o funciones en nombre del Estado o al servicio

del Estado, en todos sus niveles jerárquicos…”.

Finalmente considero que, los conceptos empleados y

funcionario público deben interpretarse con el alcance

establecido en el art. 77 del Código Penal, esto es, como

todo aquél que participa accidental o permanentemente del

ejercicio de funciones públicas, sea por elección popular o

por nombramiento de autoridad competente.

En definitiva, el último párrafo del art. 174 –

antigua redacción- pena a todos los agentes públicos, ya sea

a quienes el Estado delegó en su persona la facultad de

formar o ejecutar la voluntad estatal para realizar un fin

público, es decir los funcionarios, como a aquéllos que sólo

coadyuvaron en esa función, sin participar en ella, o sea,

los empleados propiamente dichos, que hayan cometido el

ilícito descripto en los dos incisos anteriores.

En otro orden de ideas, no corresponde hacer lugar

a lo peticionado por los Sres. Fiscales de Juicio en relación

a la inhabilitación especial perpetua para ejercer cargos

públicos solicitada respecto del imputado Santiago Bignoli,

ya que, si bien se desempeñaba a la época del hecho objeto de

estudio como Asesor del Área de Obras e Inversión Pública de

la Administración de Parques Nacionales, lo cierto es que la

maniobra ilícita investigada en autos no fue cometida en

cumplimiento de aquella función sino como contraparte del

Estado Nacional (art. 20, inciso 3°, del Código Penal).

Por último, tampoco corresponde hacer lugar a lo

peticionado por los querellantes en relación a la aplicación

a los imputados María Julia Alsogaray y Enrique Kaplan de la

inhabilitación especial por diez años previta en el art. 20

bis del Código Penal, puesto que –como hemos analizado en los

párrafos precedentes- el art. 174, inciso 5°, del Código

Penal, contempla expresamente la inhabilitación especial

perpetua si el culpable fuere funcionario público.

Page 186: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

d) De la pena de multa prevista en el art. 22 bis

del Código Penal respecto de María Julia Alsogaray, Enrique

Kaplan y Santiago María Bignoli.

Al momento de efectuar su alegato los Sres.

Representantes del Ministerio Público Fiscal, sostuvieron que

correspondía “…aplicarle la multa incorporada por el artículo

22 bis del Código Penal a los imputados Alsogaray y Kaplan…”

por el monto de cincuenta mil pesos ($ 50.000) “…teniendo en

cuenta que el hecho fue cometido con el claro ánimo de

beneficiar económicamente a los ingenieros Arturo y Santiago

Bignoli, entre otros…”. Asimismo, solicitaron la aplicación

de dicha multa -en igual monto- respecto del imputado

Santiago María Bignoli, teniendo en cuenta que “…el hecho fue

cometido con el claro ánimo de beneficiarlo económicamente

tanto a él como a su padre…”.

A su vez, los representantes de la querella

solicitaron “…el máximo de la multa prevista en el artículo

22 bis del Código Penal…” únicamente respecto de Santiago

María Bignoli, teniendo en cuenta “…los elevados montos del

perjuicio infringido al erario público…”.

Por otra parte, cabe señalar que la defensa del

imputado Kaplan en oportunidad de producir su alegato objetó

la pena de multa solicitada por los acusadores por entender

que “…el ánimo de lucro como elemento subjetivo distinto del

dolo no había sido probado en autos…”.

Finalmente, las defensas de los imputados Bignoli y

Alsogaray se agraviaron en cuanto a la arbitrariedad y falta

de fundamentación de la pena de multa solicitada.

Ahora bien, resulta pertinente señalar que, la pena

legalmente prevista por el digesto sustantivo en el art. 22

bis del Código Penal establece que “…Si el hecho ha sido

cometido con ánimo de lucro, podrá agregarse a la pena

privativa de libertad una multa, aún cuando no esté

especialmente prevista o lo esté sólo en forma alternativa

con aquélla. Cuando no esté prevista, la multa no podrá

exceder de noventa mil pesos…”.

En este sentido, cabe señalar que la multa como

pena complementaria ha sido incorporada por la ley 17.567 a

nuestro código de fondo en el citado artículo 22 bis, y la

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concurrencia del “ánimo de lucro” no implica

indefectiblemente la imposición de ésta ya que la ley dice

“podrá agregarse”.

Sumado a ello, señala Carlos Fontán Balestra que la

sanción contemplada en esta norma es una agravante genérica

que comprende todos los delitos dolosos, penados con pena

privativa de libertad, en cuya comisión haya intervenido de

manera predominante o no ánimo de lucro, entendiéndose por

tal el propósito de obtener un beneficio económico, o

cualquier ventaja de orden patrimonial (“Tratado de Derecho

Penal” Tomo III, pág. 385, Buenos Aires, 1990).

Pues bien, hecho este introito, cabe señalar que ha

quedado probado en autos que María Julia Alsogaray en su

carácter de titular de la Secretaria de Recursos Naturales y

Ambiente Humano y Enrique Kaplan, en su carácter de

Subsecretario de dicha entidad, teniendo ambos, a su cargo,

el manejo y cuidado de los bienes de esa repartición y

mediante la violación dolosa de las normas que regulan la

administración financiera y el régimen de contrataciones del

Estado Nacional, obligaron abusivamente a la Secretaría con

el fin de beneficiar económicamente a los ingenieros Santiago

y Arturo Bignoli, todo lo cual se tradujo en un importante

perjuicio al erario público.

Siguiendo esta lógica, se verificó de manera

contundente que hubo sobreprecios en los honorarios cobrados

por el Ingeniero Santiago María Bignoli en el marco del

contrato vinculado al expediente N° 1393/95 como así también

en los percibidos por alguna de las empresas adjudicatarias

de los contratos que ya fueran detallados al momento de

explicar la materialidad ilícita. Sumado a ello varias de las

empresas contratadas tenía relación directa con Bignoli y la

imputada María Julia Alsogaray –entre ellas “Del Río” y “Con

Mag S.R.L.”-.

Las circunstancias expuestas en el párrafo que

antecede de por sí ameritan el animo de lucro previsto en el

artículo 22 bis del Código Penal; el que como señala Carlos

Creus es simplemente la intención de obtener algún provecho o

ganancia, evaluables económicamente sin que se requieran

fines egoístas o desaprensivos (“Derecho Penal, Parte

General” pág. 402, Buenos Aires, 1994).

Page 188: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

En consecuencia, considero que la fundamentación de

la pena de multa prevista en el artículo en cuestión ha sido

señalada con acertado criterio al formular su alegato por los

acusadores –con las salvedades hechas por éstos antes

detalladas- ya que al desarrollar “in extenso” la

materialidad ilícita explicaron el interés patente de los

imputados Alsogaray y Kaplan en beneficiar a los Bignoli, y

el interés de este ultimo en aumentar su patrimonio en

desmedro del erario público.

Por lo tanto, la personalidad de los sujetos

activos, el propósito probado de obtener un beneficio o

ventaja económica, sumada a la magnitud y extensión del daño

causado y demás pautas que traen aparejadas los artículos 40

y 41 del Código Penal, justifican la imposición de una pena

pecuniaria de cincuenta mil pesos ($ 50.000) para cada uno de

los imputados tal como sostuviera la Sra. Fiscal de Juicio;

monto que entiendo razonable y ajustado a derecho teniendo en

cuenta la holgada situación económica de éstos como ya fue

analizado en el punto a) del presente acápite.

VI.- COSTAS DEL PROCESO:

En función del resultado del presente proceso y lo

dispuesto en los artículos 530 y 531 del Código Procesal

Penal de la Nación, los condenados María Julia Alsogaray,

Enrique Kaplan y Santiago María Bignoli, deberán afrontar el

pago de las costas causídicas, fijadas en la suma de sesenta

y nueve pesos con sesenta y siete centavos ($ 69,67), bajo

apercibimiento de imponérseles una multa equivalente al

cincuenta por ciento de la tasa omitida en caso de no hacerla

efectiva dentro de los cinco días de que adquiera firmeza la

presente.

VII. OTRAS CUESTIONES:

a) En primer lugar, conforme la condena de efectivo

cumplimiento dispuesta en los presentes actuados respecto de

María Julia Alsogaray, Enrique Kaplan y Santiago María

Bignoli, corresponde disponer la prohibición de salida del

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país de los mencionados para lo cual deberán librarse los

oficios pertinentes.

b) Asimismo, se deberá ordenar, firme que sea la

presente, la inmediata captura de María Julia Alsogaray,

Enrique Kaplan y Santiago María Bignoli, para lo cual

oportunamente se librarán los pertinentes oficios (artículo

494 del Código Procesal Penal de la Nación).

c) A su vez, se deberá diferir para su oportunidad

la eventual unificación de penas que podría corresponder

respecto de la condenada María Julia Alsogaray, la que se

hará previa intervención de las partes (artículo 58 del

Código Penal de la Nación).

d) En otro orden de ideas, firme que quede la

presente, deberá dársele el destino que corresponda a la

documentación reservada en Secretaría (arts. 522 y 523 del

C.P.P.N.).

e) De otro lado, se deberá encomendar al Actuario

que practique los cómputos de pena de María Julia Alsogaray,

Enrique Kaplan y Santiago María Bignoli, como así también de

la caducidad registral con relación a la totalidad de las

condenas recaídas (arts. 24 y 51 del Código Penal de la

Nación y 493 del Código Procesal Penal de la Nación).

f) Asimismo, se deberá diferir la regulación de los

honorarios profesionales de los letrados actuantes, hasta

tanto den cumplimiento a los requisitos exigidos por la

normativa previsional vigente.

g) En otro orden de cosas, se deberán tener

presentes las reservas de casación y del caso federal que

fueran formuladas por las defensas.

Tal es el sentido de mi voto.

Sobre las mismas cuestiones la Dra. María del

Carmen Roqueta dijo:

Comparto los fundamentos vertidos por mi colega

preopinante y emito mi voto en igual sentido.

Tal es mi voto.

Sobre las mismas cuestiones el Dr. José Valentín

Martínez Sobrino dijo:

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Comparto la solución adoptada por el Dr. Julio Luis

Panelo en cuanto a las cuestiones señaladas en su voto.

Tal es mi voto.

En virtud de las conclusiones a que se arribaran en

la deliberación llevada a cabo conforme lo dispuesto por los

artículos 396, 398 y 399 del Código Procesal Penal de la

Nación, y los votos emitidos en su consecuencia, el Tribunal…

RESUELVE:

I) NO HACER LUGAR a la reapertura del debate

solicitada por la defensa de Santiago María Bignoli, por no

darse ninguno de los supuestos previstos en el art. 397 del

Código Procesal Penal de la Nación.

II) NO HACER LUGAR al planteo de extinción de la

acción penal por violación al derecho de ser juzgado dentro

de un plazo razonable efectuado por las defensas, por no

haberse verificado ninguno de los extremos alegados

(artículos 18, 75 inciso 22 de la Constitución Nacional, 8.1

de la Convención Americana de Derechos Humanos, 14.3 del

Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos).

III) NO HACER LUGAR al planteo de prescripción de

la acción penal efectuado por las defensas, por no haberse

verificado ninguno de los extremos alegados (arts. 2, 62,

inc. 2° “a contrario sensu” y 67 del Código Penal de la

Nación).

IV) NO HACER LUGAR a los planteos de nulidad

impetrados por las defensas, por no darse en autos ninguno de

los supuestos invocados que pudieran acarrear la sanción

mencionada (artículo 167 “a contrario sensu” y sgtes. del

Código Procesal Penal de la Nación).

V) CONDENAR a MARÍA JULIA ALSOGARAY, de las demás

condiciones personales obrantes en autos, a las PENAS DE TRES

AÑOS Y SEIS MESES DE PRISIÓN, MULTA DE CINCUENTA MIL PESOS ($

50.000), INHABILITACIÓN ESPECIAL PERPETUA PARA EJERCER CARGOS

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PÚBLICOS, INHABILITACIÓN ABSOLUTA POR EL TIEMPO DE LA

CONDENA, ACCESORIAS LEGALES y las COSTAS del presente

proceso, por considerarla coautora penalmente responsable del

delito de defraudación por administración fraudulenta en

perjuicio de una administración pública en relación al hecho

por el cual fuera acusada (artículos 12, 19, 22 bis, 29 inc.

3°, 40, 41, 45, 173, inciso 7°, en función del artículo 174,

inciso 5° y último párrafo del Código Penal de la Nación y

398, 399, 403, 530 y 531 del Código Procesal Penal de la

Nación).

VI) CONDENAR a ENRIQUE KAPLAN, de las demás

condiciones personales obrantes en autos, a las PENAS DE TRES

AÑOS Y TRES MESES DE PRISIÓN, MULTA DE CINCUENTA MIL PESOS ($

50.000), INHABILITACIÓN ESPECIAL PERPETUA PARA EJERCER CARGOS

PÚBLICOS, INHABILITACIÓN ABSOLUTA POR EL TIEMPO DE LA

CONDENA, ACCESORIAS LEGALES y las COSTAS del presente

proceso, por considerarlo coautor penalmente responsable del

delito de defraudación por administración fraudulenta en

perjuicio de una administración pública en relación al hecho

por el cual fuera acusado (artículos 12, 19, 22 bis, 29 inc.

3°, 40, 41, 45, 173, inciso 7°, en función del artículo 174,

inciso 5° y último párrafo del Código Penal de la Nación y

398, 399, 403, 530 y 531 del Código Procesal Penal de la

Nación).

VII) CONDENAR a SANTIAGO MARÍA BIGNOLI, de las

demás condiciones personales obrantes en autos, a las PENAS

DE TRES AÑOS Y SEIS MESES DE PRISIÓN, MULTA DE CINCUENTA MIL

PESOS ($ 50.000), INHABILITACIÓN ABSOLUTA POR EL TIEMPO DE LA

CONDENA, ACCESORIAS LEGALES y las COSTAS del presente

proceso, por considerarlo partícipe necesario del delito de

defraudación por administración fraudulenta en perjuicio de

una administración pública en relación al hecho por el cual

fuera acusado (artículos 12, 19, 22 bis, 29 inc. 3°, 40, 41,

45, 173, inciso 7°, en función del artículo 174, inciso 5°

del Código Penal de la Nación y 398, 399, 403, 530 y 531 del

Código Procesal Penal de la Nación).

Page 192: Sentencia que condena a María Julia Alsogaray por corrupción en la Secretaría de Ambiente

VIII) ORDENAR, firme que sea la presente, LA

INMEDIATA CAPTURA DE MARÍA JULIA ALSOGARAY, ENRIQUE KAPLAN y

SANTIAGO MARÍA BIGNOLI, para lo cual oportunamente se

librarán los pertinentes oficios (artículo 494 del Código

Procesal Penal de la Nación).

IX) PROHIBIR LA SALIDA DEL PAÍS de MARÍA JULIA

ALSOGARAY, ENRIQUE KAPLAN y SANTIAGO MARÍA BIGNOLI, atento a

la condena recaída a su respecto, para lo cual se librarán

los pertinentes oficios.

X) DIFERIR para su oportunidad la eventual

unificación de penas que podría corresponder respecto de

MARÍA JULIA ALSOGARAY, la que se hará previa intervención de

las partes (artículo 58 del Código Penal de la Nación).

XI) FIRME que quede la presente, DAR a la

documentación reservada en Secretaría el destino que por

derecho corresponda (arts. 522 y 523 del Código Procesal

Penal de la Nación).

XII) ENCOMENDAR al Actuario que practique los

cómputos de pena respecto de María Julia Alsogaray, Enrique

Kaplan y Santiago María Bignoli, como así también determinar

la fecha de caducidad registral de las condenas recaídas

(arts. 24 y 51 del Código Penal de la Nación y 493 del Código

Procesal Penal de la Nación).

XIII) DIFERIR la regulación de los honorarios

profesionales de los letrados actuantes, hasta tanto den

cumplimiento a los requisitos exigidos por la normativa

previsional vigente.

XIV) TENER PRESENTES las reservas de casación y del

caso federal que fueran formuladas por las defensas.

REGISTRESE, notifíquese, fecho comuníquese y

oportunamente archívese.

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JULIO LUIS PANELO

MARÍA DEL CARMEN ROQUETA JOSÉ VALENTÍN MARTÍNEZ SOBRINO

Ante mí;

TOMÁS RUSH

SECRETARIO DE CÁMARA

NOTA: dejando constancia que se dio cumplimiento a lo

dispuesto en el art. 400 del C.P.P.N. Es todo cuanto se deja

constancia, Secretaría 5 de marzo de 2015.-------------------